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Pilar Lozano

FRANCISCO JAVIER

CISNEROS
EL QUE COMUNICÓ CON
CARRJLES LAS COMARCAS

Ilustraciones
Cristina Salazar

Cot.CIENCIAS

( P'ANAMWftl C ANA )
•n,To••AL.
Pilar Lozano
FRANCISCOJAVIER

CISNEROS
ELQUE COMUN ICÓ
CON CARRILES LAS COMARCAS

Ilustraciones
Cristina Salazar

COlCIENCIAS

( rANAMIPIICANA )
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( P'ANAMERtCANA
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Director: F'e1nando ChaJ>allOOsono
Subchredor do Progran\íls l~ract,g1cos Hcrnlln ,farom~k>
Sali'tar
de l.."lSubdlrcc:clón de
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lluslrac1onesy ens.wnb&es de L.,cubiertay de interiores:Cñs11.n.,
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ceiilré'J:Alcgorld de1.1Gloro M."rnnolP«l(:Slalool mom.mcl')IO
Vcnt{\:n.,1 J Cisncros.en Med.'liln
Porti1da1n1enor:rdrato al 6'co de F,.1ncbcoJ,ml'.'rOsoeros. por r l'i'lncl:Sc»
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1cmando l lffl\lin<lel. E.dcr M~rles. N~slor HodrigUt.."Z

Prfrocrlt cdlclOO:Colclencias.tl1dcmbrc dt> 1997


Prnncl"3odlck'H\en Pan31,'W!rlc.ll\nEdi101ial Uda abnl de l 998

C L997 Píldr L.01.•.mo


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C,llc 65 No. 94-72 Tol., 430211 O 4300355. Fox. 157 1) 276300!l
PrmtcdIn Cok>mt.,

2
A Buñuelo y demás pensionados
del ferrocarril.

3
AGRADECIMIENTOS

A Magdalena Arango por su acucioso ;n·


vestigoción.

A José Octavio González. Buñuelo. quien


me contagió con su amor por el /erro-carril y
por quien Ncomunlcó con carriles las coma,-..
-
cas .

A la emba¡ada de Cuba en Bogotó .

A Helkin Núñez. asistente de dirección ele/


Archioo Histórico del Atlóntico. quien me con ·
tagió de su amor por lo historia de Puerto
Colombia.

A María Ramírez. del Archloo Histórico del


Al/óntico.

A Alfredo de la Espriella . Museo 1/omónti ·


co de Barranquilla.

A Áluaro Sierra director de lo Fundación


Ferrocarril de Antfoquia .

Al Faes. Mede/1/n.

A los autores de todas las obras de historia


del ferrocarril y biógrafos de Cisneros. por su
generosa fuente de in/onnoción.

A todas las personas que . de una u otra


manero. me ayudaron en esta Josclnonie10·
reo, mi hijo Juan Salucdor Agu//ero. Maria
Cristina Lomus. Inés Lamus. Carlos Lozano.
Marta Lozano. Stela Ríos. Moteo Hemóndez.
Rocio Lozano y Santiago Suórez.

-
4
CONTENIDO

Pág. 7 Pág. 17 Pág. 29


Cómo me encontré, Cómo. siendo ni110, Cómo se abrió poso
un día y de repente. Cisneros se convir- un can1ino de
frente o un libro tió en gestor de hierro. en medio de
mágico libertad pantanos repletos
de bichos

Pág. 49 Pág. 57 Pág. 71


Cómo avanzó el De los champanes a Cuando /os vapores
tren en medio de los barcos a vapor y se vistieron ·de
/as guerras y de /os cómo Cisneros se guerra
premuras por la es· involucró en el
casez de dinero negocio

~ ..
• ~
e.~
~
Pág. 77 Pág. 89 Pág. 95
Por qué se instala Cis· Cuando Y Colorín ...
neros en Barranqullla, Barranqui/la tuuo
construye un muelle y tranvía
se bate en duelo

5

? 1 :,e;;h ~

6
Cómo me encontré, un día y
de repente , frente a un libro mágico

ver Pedro, dígame, ¿por qué este p1.ieblose llama Cisneros?


A mi, la verdad, nunca me había in1portado saberlo.
Lancé una mirada a Andrés, mi compañero de pupitre .
Torció la boca hacia mi, y pasito simuló el fuu-fuu-Juu del tren.
- ¡Si, ~rité entusiasmad~ . porque asi se llamaba el señor que
inventó el tren!

Por la sonrisa de la ,naestra comprendí que la había embarrado.


Ella miró alrededor con aire de pasar a otro la pregunta.

-¿A lguien sabe por qué este pueblo se llama Cisneros?

Juan ~ue es tan alto como una caña y lo llamamos Larguirucho


-a lzó la mano.
- Yo si sé. Por el señor que construyó el túnel de la Quiebra.

- ¡Ya la dañé! -pensé, y alcancé a darle un puño al pupitre--


¿Cómo no se me ocurrió? Ahí pegado al pueblo está el túnel que

7
atraviesa toda una montaña. A mi me encantan las cosquillas de miedil.o
que se sien ten cuando uno lo cruza. Muchas veces co n Andrés nos
colamos al tren y lo pasamos. No nos sen tamos en un vagón porque
prenden una luz amarilla que daña la emoción. Es mejor estar en las
esca leras de las en tradas y darle la cara a la oscur idad.

Lo tenemos todo cronome trado. Uno de los dos, Andrés o yo. se


queda un poco más adentro y va aten to al reloj. ¡Ya!, grita , y el otro se
asoma y ve la boca de l otro lado, pequeñita. Esjusto a los tres minutos
y medio. en la mitad del recorrido. El túnel sube y luego baja la n,onta ·
ña hasta llegar a la estación de Sa ntiago . Después nos devolvemos en
rodillos. Asl llamamos a los carros de balineras. Los colocatnos sobre
los rieles, los impulsamos con una vara y regresamos rodando al pue-
blo. Estaba yo eng lobado, viajando en sueños por el túnel. cuando
sen tí el codazo de Andrés. iAhi mismo me despertó!

- iPilas... que nos están pon iendo la tarea!

Salí de mis pensamientos -en tro y salgo de ellos ,nuy rápido- y


escuché la voz de la maes tra:

-Rep ito: para el lunes quiero que me cue11ten quién es el señor


Francisco Javier Cisneros. Pistas: era cubano, no construyó el túnel de
la Quiebra, no se inventó el tren, pero si tiene ,nuc ho que ver con él.

Cuando salimos de la escuela me sentí medio despistado. No ten ia


ni idea de cómo hacer la tarea.

- Tranquilo -me dijo Andrés-, yo sé quién nos saca del lío: Bu·
ñue/o.

Así. llamamos a José Octavio González, un viejo buena ge nte que


liene una cafetería al lado del ,n ercado. Me pasó el brazo sobre los
hom bros - él es más alto que yo- y en tono de secre to ag regó:

-,.¿No has visto el poco de fotos del tren que liene colgadas en las
paredes de la cafetería? Debe saber mucho.

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Atrave?Samos el pueblo. Es pequeño. pues no tiene para dónde
crecer porque estll aprisionadoentre montañas. Sólo es la rolle cen-
tral. donde estll la estación del tren. tan larga corno una cuadra. y dos
o tres ro'les nlt>sa lado y lado. Fuimoshasta la casa de Bu,,uelo. que
está ;,I otro lado de la carrilera.y le contamos lo que queriamos. Nos
pusocita al sigulcntedia en su cafetería.Cuando llegamose,,tabaen la
pue11a.es¡,erándon0$.

-Primero miren esa loto -nos pidió cu~ndo ('ntramo,; S<>,,a16


una que tenia pegada en un cartón, rodeadade un poco de lotogralías
de trenes. Nos costó hclbajo detallarla bien. pues estaba deste,)ldade
lo viejo.Al lín descubrimosun señor elegante. de bigote hocioarriba y
pelipelnado.

- Ese es FranciscoJavier Cisneros. Por lo poco que tengo de co


nocimiento.séque era cubano y lue el que empezó l.i construcclóo,
por allá. en 1875.del Ferro-carrilde Anlioquia.Y repitió: ·forro ca·
rril". Esapalabra. en esos tiempos antiguos. se escribía y se decía
separada.

Nos sentamos en un."lde las tres mesas de la calcterla: Bu,lue/o


nos ofreció un relre:.coy. antes de que siguierasu relato. Andr~ -le
encant<>dd1:.el<»de "'blondo-"" <1ventu1ó,nuy !)(.'9U10:

-¡Ah!. es por eso que este pueblose llamaCisneros.

-No tan rápido ,nuchacho - lo frenó Buñuelo-. esto en otros


tiempos era un case,·io y se llamaba Zarzal. En 1910 llegó el tren y
bilut11.aron
la est~ción Osneros en memoriadel cubano. porque él se
llevómucha gente de <1quípara construir el lerro·carrll.El pueblo se
em~zó J llamardesde entonces igLialque 1..~cst.ición.

-Cierren los ojos. muchachos-nos ordenó. Cuando lo hicimos


empezó un relato en 01ra l.'OZ: -Imagínense có1noeran las COS3S en
esas épocas. Muypocas y rudimentariasherramientas.no exiStianlos
puentes para pasar los ríos. y las montañas y los pantanos estaban

9
Potograf.ay Óleo sobre lienzo. CñsliooSalot.1r.1997

nuevecitos, sin estrenar. Se acercó más a nosotros y camb ió de tono


para inlundirnos miedo.
Todo estaba lleno de rayas y serpientes; los pantanos eran locos de
emanac iones mortileras. Había tantos males y tantos peligros. que en
promedio los hombres no aguantaban sino dos meses seguidos de
laenas. Cuando empezaron a escasear los brazos. Cisneros pensó en
traer obreros del otro lado de l mundo. ¡de Asia!
Ya estábamos boquiabiertos, cuando nos soltó un dalo que nos
dejó más pasmados todavía: - El primer año, cuando el olicio era
buscarle el camino al tren por esas tierras nuevas y malsanas. cuarenta
hombres murieron de liebres. de mordedura de serpiente, de soportar
tantos y tan malos olores ...
Se quedó en silencio. Yo abrí los ojos con temor. lo vi y pensé: ¡qué
tan bueno seria tener un profesor como él!
El lunes llegamos lelices a la escuela. La profesora quedó asombra-
da con lo que sabíamos. Andrés de inmediato cance ló el terna. Al día

10
Mw-ru en la tienda de Buñuelo.
AmW. (:1pos¡,ndofrente ,1 L, mdquln.,
del fen ocanil.
Abajo. chet1111• fh111,00opor Ci't!Wrth

siguiente me encontré con


Buñuelo. Me invitó a un
re rresco y me habló de su
vida.
- Yo me crié al pie de
la empresa de l íerrocarril
-,n e dijo- . Yo nací 15
anos después de la llega-
da del tren. En esa época
no había túnel. La gente y
la carga pasaban a Santia -
go en carros de bestias y
continuaban el viaje en el
tren que funcionaba al otro
lado.
Y me conló que en el
pueblo estuvo muchos
año s la adminis1ración del Ferrocarril de Antioquia y había talleres para
armar locomotoras.
- Fui comandante de los lreneros , ayudante de locomotora , fogo-
nero y maquinista - me dijo con orgullo Bu,'iue/o.
Con10 a la tercera visita 1ne dió un librito: ''Código de división de
estaciones. clientes con cuenta corriente".
-Busca -me dijo-, encontrarás n1uchas veces el nombre de Cis·
neros .
Aparte de nuestra estación encontré dos más: una en el Ferrocarril
del Pacilico, a l 19 kilómetros de Cali, y otra en el de Girardol. La
estación Cisneros aparece 47 kilómetros más allá de Bogotá.

11
-Cisneros parec ía tener el don de estar en todas partes a la vez. Él
puso las semillas de esos ferro-carríles, pe ro además estuvo en el de La
Dorada y en el de l antiguo estado de Bolivar. Y eso no es lodo: tuvo
buques a vapor que subían y bajaban por el Magclalena, fue emp resa-
rio de correos y quién sabe cuá ntas cosas más.
-Yo quiero ser co mo Cisneros -a finné. Buñuelo me miró y se
ríó. Me dió un golpecito en la nariz y me dijo:

-No creas que todo fue fácil para él. Tuvo muchos enemigos y...
¿sabes?, hasta en carte les que pegaron en las calles de Mede llín dijeron
que él no era ingeniero y que co n todos los co ntratos que hizo para los
ferro-carriles lo úníco que quena era sacarle dinero al Estado.

No donn i esa noc he. Queria víajar de aquí para allá construye ndo
camínos de hierro, ideand o proyectos ... Al día síguiente pedí prestado

FerrOCdnlJ~ Antioqult1.(!s1t)Ci6n
Santmgo.
l·olografia. M. 1..alReproducciót)
Clrlos VAsql1~

1 "" l,l l't)T 'I

12
el mapa de Colombia. En la escuela lo cuidan,os mucho porque no hay
plata para reponerlo. Busqué Cisneros y luego, con el dedo, seguí la
rul<1" Puerto Berrio. De<>llipor lodo el M<>gddlenahdslo1B.irro111quillo1.
Bu,iuelo ya me había explicado ese camino y empecé a viajar desp ier-
to hasta esa ciudad ... me la imaginaba grande. llena de ed ilicios.

Poco a poco fui conociendo todos los tesoros de m i amigo:


cachuchas de fogone ro y de maquinista; placas de algunas n,t,quin.:,s... :
además, me contó todo lo que le tocó luchar para traer la locomotora
que está frente a la estación. ¡Con gatos y chiqueros de madera por fin
la pudieron subir al pedestal!

Se me hizo co tidiana k, visita a la cafetería de mi am igo. Como a


los 15 dias de haberme empezado a picar la curiosidad por saber de
Cisneros, y cuando ya pensaba que lo sabía tocio, Buñuelo me reve ló
su gran secreto. Estábamos en su casa; fue al cuarto y volviócon un libro
EslaclóoCiSO<>,c:,,,
qu~d1v1de en dos ki 1>0b&i:tc
i6n.
Fotogaifs.i:
Ptlarlo1...mo

13
en la mano. Me lo pasó. Lo ab1í y leí el título: Francisco Jouier Cisne-
ros: El que comunicó con carriles las corr,arcas. Busqué rápido el co-
mienzo; no encontré nada: el resto de páginas estaban comp letamente
en blanco. Lo repasé dos veces al derecho y al revés ... nada ... los ojos se
me pusieron como platos de lo abiertos. Antes de que pud iera preguntar
Buñuelo me exp licó:

-Cuando yo era un muchacho como lú. me gustaba mucho hablar


con los viejosantiguos. Aqui llegó una señora que llamábamos Lo Mono.
Trabajó con Cisneros y yo le ponía cuídado a sus cuentos. Un día medió
un baúl, un baúl especia l, sin un solo clavo, lodo ensamblado en la
misma 1nadera. Era el que usaba el ingen iero para guardar su ropa. Ahí
encontré el libro.

-Antes de morir --continuó- , hace como veinte años cuando te-


nía cas i 120, me llamó y me dijo: "Eselibro lo podrás leer sólo en el sitio
correcto".

-¿En el sitio correcto? -pregunté aún más exb'añado.


- Yo le he echado cabeza, hijo - me d ijo en tono muy cariñoso-:
creo que sí vas a los sitios donde estuvo Cisneros podrás descifrar esta
historia.

Sentí miedo y alegria al mismo tiempo: ¡Un libro mágico!

-¿ Y a dónde tengo que ir? - le pregunté.

-Pues a Puerto Berrio, al rio Magdalena, a viajar en tren ... no sé ...

-¿ Y también a Cuba? Es muy lejos... he visto progran1as de ese país


en televisión...

-No sé. Eres joven y lo puedes intentar. Yo ya tengo 70 años. Sé


que en este libro vas a encontrar historias que te van a fascinar. ¡La
Mona me alcanzó a contar tantas cosas! Mira, ahora , de viejo, las he ido
anotando para que no se refundan en mi memo ria cansada.

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Y me entregó un paquete de papeles amar rados con un caucho. En
cada uno estaba escrita sólo una idea:
"Cuando trabajaba por la libertad de Cuba -ese fue su suel'io- le
tocó volarse disfrazado. porque lo buscaban para fusilarlo".
..Haciendo el trazado de los caminos de rieles se perdió en panta-
nos . Muchas veces estuvo a punto de n1orir de altas fiebres ... •·
"Cuando él llegó. en Colombia no había n1as que infernales cami-
nos de he1Tadura:empezó a soñar con enlazar las comarcas con cami-
nos de hie1To".
Diez años después había en Colombia 170 kilómetros de !erroca-
ml. desperdigados por todas partes: haciendo uno y mil malabares. en
1nedio de guerras y guerras, Cisneros tuvo que ver con todos ellos.
"En un hermoso buque de vapor llegaron una tarde. celosamente
empacadas. las primeras bicicletas a Colombia. Eran para sus hijas".
"En Barranquilla trabajó en el ,nue lle. el tranvía y en el tren. y se
batió en duelo para dejar en limpio su honor .....
-¿Con pistola? -pregunté con los ojos bien abiertos.
-No. con florete -y se quedó unos minutos callado y pensativo.
- Hagamos un intento -dijo por fin- : ¿No has visto el aviso que
hay pintado en una de las paredes de la discoteca, ese que dice "Cisne-
ros pueblo ferroviario y turístico fundado en honor a Francisco Javier
Císneros, ingeniero cubano 1836-1898"? -Encontrémonos mal'iana
a las diez allí: de pronto resulta ...
Y supe que Buñuelo estaba feliz de contanne su secreto . Él tiene
una ceja medio caída y uno piensa que sie,npre está triste. Ahora que
lo conozco sé que es mentira .
.- ¡A las diez! - repetí, y me alejé dando saltos. Fui directo a la
estac ión. Era sábado y el tren de Medellín estaba próximo a llegar.

15
Au nque no tiene hora fija, hay que estar pend ientes desde las nueve.
Allí estaba Andrés: esperaba como yo, como Juan y co,110 todos los
niños pobres, la llegada de turistas para llevarlos a los pozos del ot ro
lado de Santa Gertrudis. Nosotros los guiamos y ellos nos dan algo. Yo
me guardo unas monedas y el resto se lo doy a mi mamá para el diario .

No sé por qué, pero ese día me sentia o rgulloso. como importante.


Yo sabía mucho más que ellos sobre Cisneros ... iY guardaba un secre·
to 1 Además. sabía que cuando los viejos de hoy eran pelados. vivían
del tren como n osotros.
Bu ,iu e/o salía lodos los
dom ingos a esperar uno que
llamaban E/ Auxiliar . Venía
gente de Cabañas a misa y a
mercar. Traían tiquete de ida y
vuelta. Algunos se quedaban y
les daban los pasajesa los nif,os .
..Tíquetes con regreso, tiquetes
con regreso··. gri taban los mu-
chachos en la estación para
ofrecerlos a los que querían el
viaje sólo de vuelta.

lkgoda • la Esl.>ci611
Fotog,afioy óleo sobreliei11.0.
Cri1llnoSola,ar. 1996

16
Cómo , siendo niño, Cisneros
se convirtió en gestor de libertad

esde las nueve y media estaba yo dando vueltas alrededor de


la discoteca . Estaba impaciente. Mi 1namá sie1npre me rega-
ña por eso: "Otra vez con el ma l del zambito··, me dice cuan-
do me nota el afán. Buñuelo llegó cumplido, a las diez. Lo vi
más joven. a pesar de su pe lo y su bigote blanco

La verdad, yo nunca le había puesto cuidado al aviso de Cisneros.


escrito en rojo y negro en la pared de la discoteca. Y paso mucho por
allí, porque es en el callejón que da contra la estac ión del tren.

Buñuelo notó mi ansiedad porque mientras se sentaba en una es-


ca linata que hay justo frente al aviso, me dijo en medio de una sonrisa:

- ¡Somos como un par de conspira dores! -Ensegu ida me pre-


guntó:

-¿Estás nervioso?

Yo só lo me atreví a pedirle que me pusiera la mano en el corazón.


Me hacía pum, pum pum ... Por lin se decidió y abrió el libro Los dos
estábamos mudos . Nos encogimos de sobresa lto cuando empezaron a
aparecer letras y lotos de una ciudad vieja.

17
-Parece Cartagena -dijo mi amigo . El ha viajado mucho porque
antes, con el 1ren, se podia recorrer cas i el país entero. En,pezamos a
leer: En Santiago de Cuba. recostada entre el mar y la S ierra Maestra ,
nació en 1836 Francisco Javier Cisneros. La ciudad, de sólo 20 mil
habitantes. se refugiaba en la bahía: apenas empezaba a trepar por las
montanas.

Su padre, Hilarlo Cisneros. fue un abogado aristócrata que gastaba


su tiempo libre organ izandq reuniones con adinerados e intelectuales
para promover reformas que perm itieran ca1nbios en su país, que por
entonces era colonia española. Su madre, Concepción Correa Miyares,
estaba emparentada con patriotas venezo lanos. Por parle de padre.
Cisneros era de sangre española: Pascual, el bisabuelo, fue el primero
de la familia en llegar a la isla.

En esta ciudad, de fortalezas y cañones, la más colonial de cuba.


vivió feliz. Le encantaba jugar al escondite en el Castillo de San Pedro ,
que era parte de un sistema de fortificaciones construido para defen-
de1a Santiago de l asedio de piratas , corsarios y filibusteros. Le gusta-
ba caminar por la bahía. o trepar las montañas, o encaramarse a la
gran piedra plantada frente al mar, para dejar pasar las horas mirando
las olas ir y venir. También disfrutaba refugiándose horas y horas en la
inmensa y rica biblioteca de su padre .

A los once años empacó maletas y con sus padres y sus tres herma-
nos, todos mayores. partió a La Habana . Un nuevo trabajo del padre
los obligó a dejar su ciudad.

Fue en La Habana, en el colegio El Salvador. dirigido por Jesús de


la Luz y Caballero, "el padre de la revolución.. -como lo llamaron los
españoles -, donde Francisco Jav ier empezó a pensar que todo es-
fuerzo valía la pena si la meta era la libertad. Muy joven empezó a
soliar con la independecia de Cuba; sólo ella podía garantizar la super-
vivencia de su isla amada. pensaba ...
Oon Pepe, como llamaban al maestro, era alto, de mirada suave,
aunque, si era necesario, se tornaba enérgico. No pasaba un día sin

18
que se le escuchara decir estas tres cosas: "hay que luchar co n decisión
contra la injusticia": "deben ser respetuosos de sí mis,nos y respetar a
los olros de igual manera". y. "la verdad y la honestidad son las carac -
terísticas de l hombre bueno" .

Esto -además, claro . de las hun,anidades y las ciencias- fue lo


que aprendió Cisneros en ese plantel inmenso. rodeado de palmas. de
la vieja Habana , una ciudad anclada también de frente al mar. pero
justo al otro lado de Sant iago

A los 20 años se graduó como ingeniero civily viajó a Nueva York,


donde estuvo un año perfeccionando sus conocim ien tos en construc-
ción de ferrocarriles. Era el único campo abierto a los cubanos; los
demás estaban reservados para los españoles .

Regresó a la isla. un año después . Todos lo vieron más alto, con


pelo color arena. la frente ancha y sus ojos aún más verdes. Su voz no
había logrado dejar atrás los altibajos de la adolescencia. Se enroló en
la Empresa de los Ferrocarriles de Oriente . Fue sólo el comíen.zo de un
largo recorrido por varios proyectos, abriendo caminos a los tre~es
para facilitar la exportación de azúcar, pues los cañaduzales empeza·
ban a desp lazar a los olros cultivos.

Al poco tiempo tenía fama de hombre exitoso como ingeniero,


como empresario representante de firmas norteamericanas de impor-
tación. Ade1nás. había ganado rep utación de intelecludl y escritor. En
sus escritos en los periódicos El País y El Síglo, defendía la idea de
hacer líneas férreas coordinadas que empa taran a lo largo y ancho de
la isla. Defendía a la vez su idea de la revolución: "No estoy a favor de
las reformas porque no tengo le en el gobierno español". escribió
cuando se convirtió en director de El País, vocero de los patriotas
liberales.

Aprovechó las giras, -en plan de establecer nuevas agencias del


periódico-, para organizar co,nítés para la revolución. Lasautorida-
des españo las empezaron a sospecha r de estos viajes y montaron un
plan para vigilarlo. Estando en éstas estalló la revolución de Vara y se

19
estrechó el cerco de sus enemigos. Llegó a tal punto el ased io que
decidió refugiarse en casa de un amigo. Las cosas se complicaban día
a dia. La única salida posible era escapar de la isla. Pero, ¿cómo?
Pensó que Jo más fácil era huir en el bote de un pescador. Tendría que
convencerlo de poner las velas rumbo a Estados Unidos.
-¡Estás loco! -Je dijo el con1pañero encargado de hacer las
averígüaciones-. La 1nayoríade esos botes son de espa110Jes.
- ¿Y un vapor extranjero? -preguntó Cisneros, para quien no
habia obstáculo insalvable.
Es inút;I incluso pensarlo - contestó el otro-. Ningún cap itán,
aunque quisiera. podría brindarle la ayuda necesaria. Lo mejor -<l ijo
usando un tono más sereno- es que usted permanezca aquí. ¡Bajo
este techo no entrarán nunca traidores!

delPuerto de $.Jnti~o 00 Ct.ilki


Eotr..id.:i -
Tomadode 1l Corroock Ultr-.)lno.1r
. No. 903.
Pllns. 1870

,.ntniclndul J)UO.
rto do ~11U11¡0,

20
-¿Qué buques se encuen1ran próximos a zarpar?-insistió, dejan-
do a un lado el consejo.
-Un buque alemán, otro inglés y otro americano que ya tennina
su carga y levará andas mañana en la tarde para Nueva York.
-Ese es mi buque -dijo alegre Cisneros. Pidió a su amigo ayuda
para preparar el equipaje.

-Está usted loco - repi1ió-: ¿Y el pasaporte?, ¿cón10 puede us-


ted falsificarlo si uno genuino es imposible? Y en cuanto al equipaje.
¿para qué recargarse llevándolo, creándose así nuevos trabajos y difi-
cultades?

S,,c:¡_,,o,.de Ct,a
de l,1hipuktci6ndel Virglnlusen 5.'lntli29()d~ Oib.l.
í--'usil~mil>nlo
TO(l'IOOodc
El eotr<'odí.'!
UhmmM,Parls,18711

21
Cisneros descartó de inmediato lo del pasaporte falso.

-No lo haria. aunque pudiera. porque esa clase de arbitrios pug-


nan de tal manera con mi modo de ser. que soy a ellos del todo contra -
rio. Y pasó de inmediato al asunto del equipaje:
-Quiero solamente que usted me procure mil quinientos duros en
oro, con una Íaja adecuada para llevarlos, ceñida al cuerpo. Un revól·
ver pequeño de primera clase y un traje de hombre de pueblo .

Se refería al traje de goajiro. u,, sombrero alón de paja, una cami-


seta de lino burdo y unos pantalones de dril blanco .
-Por Dios - insistía el amigo-; es un disparate lo que pretende .
Como buen goajiro tendrá usted que andar descalzo, y al primer paso
que dé en la calle lo denunciará su andar. No quiero ni imaginar lo que
pasará si los españoles le ponen la mano disírazado y huyendo.

-Mi resolución es inquebrantab le -reviró Cisneros- . y en cuan·


to a la dificultad para andar corre por mi cuenta. Es cuestión de fuerza
de voluntad y si la mía no basta para darme domin io de mí 1nismo en
tales circunstacias, poco valgo.
Dos horas antes de que el buque zarpara , Cisneros salió de la casa
de su amigo. Se había afeitado el bigote, la barba y el pelo. Con el
sombrero alón procuraba ocultar lo verde de sus ojos. Caminó descal·
io por esa calle recalentada por el sol del mediodía y así, como si fuera
cualquier paisano. con un traje sucio, la íaja atada a la cintura y bien
oculto el revólver cargado con seis tiros, llegó al ,nuelle de la Machina.
Se acercó a un bote desocupado y pidió que lo llevaran hasta el vapor
americano.
-Tengo que entregar esta carta al cap itán -dijo, mientras batía el
sobre que llevaba en la ,nano-. Yo regreso en uno de los botes de
pasajeros o en uno del correo -anunció a gritos cuando llegaron al
pie de las escalas. Subió silbando y con la misma tranquilidad preguntó
a los centinelas por el capitán-: Necesito entregarle esta carta -

22
repitió con tal naturalidad que no despertó sospechas. Cuando estuvo
a su lado le dijo en inglés:

- Mi vida está en sus manos. Reciba esta carta, que es un 1nero


subterfugio.

El capitán. un hombre rubio de bigote entrecano, miró sorprendido


y de arr iba a abajo al desconocido. Cisneros. a manera de súplica,
agregó:

-Soy un patriota y un caballero, ¡sálveine usted, que no le pesará!

El cap itán abrió la carla, hizo el ademán de leerla y echó a andar


diciendo:

- ¡Sígame usted'

Tomó las escaleras hacía la cubierta inferior, siguió bajando hasta


llegar a la bodega, encendió un fósforo. levantó un tablón e hizo sefias
al fugitivo para que se escurriera par la abertura. Muy pronto com-
prendió que estaba sobre la quilla n1isma del buque. Le faltaba aire, el
calor se hacía insoportable: el espac io era en extremo reducido. Sólo
descansó cuando sintió claramente el golpeteo de las ruedas laterales
en el agua: chas ... chas ... chas! ¡La libertad estaba asegurada! Al cabo
de unas horas, que le parecieron eternas, se abrió la compuerta y vio
la figura del cap itán.

-Salga - exigió- ahora si dígame quién es usted.

El fugitivo dio su nombre y explicó quién era:

-Soy un caba llero y un hombre honrado. sin más crhnen que amar
a 1ní patria, y buscar su libertad.

El capitán lo invitó a su camarote, le brindó un coctel y le abrió su


armario para que eligiera nuevas ropas.

-No le quedarán mis ropas tan al pelo, pero al fin y al cabo siem-

23
pre le sentarán mejor que los trapos que lleva.

Cinco dias después llegaron a Nueva York.

- Vaya usted con Dios -le dijo el capitán antes de que Cisneros
saltara a tierra.

En Estados Unidos se dedicó a coord inar las tareas de los exiliados.


Pron to le encomenda ron una función: proveer de hombres y ,nater ial
de guerra a la causa. Y empezó a orga ni1.arexpediciones. la mayoría
de ellas desde Estados Unidos y el Caribe .

Estando en el oficio de buscar voluntarios. llegó por primera vez a


Colombia. Desembarcó en Panamá. por entonces un pedazo de este
país. Allí se encontró co n José Antonio Céspedes. quien lo ayudó a
organ izar reuniones. Cisneros hablaba con tal pasión y vehemencia de

Panúramil91•1\l'ral de l,1l-fali..,ri.:1
Tom.idode El Com..>ode Ullramar.Paris.l874

24
las desventuras que se vivían en Cuba y del "necesario apoyo de los
hermanos hispanoamencanos". que se ganaba de inmediato las sim-
pallas de los que como él creían en la libertad.

Uno de ellos fue José Rogelio Castillo, un payanés que desde los 17
años se sintió abrazado por las Ideas liberales del momento y se enroló
en el ejército del general Tomás Cipriano de Mosquera, "el gran gene-
ral". Tras años de participar en guerras y revueltas, Castillo decidió
dedicarse a los negocios con su hermano . Así llegó a Panamá y se
encontró con Císneros.

En el Cauca, organizaron una expedición de voluntarios; "bandi-


dos", como los llamaban los espías españoles, que dieron iníormes a
las autoridades de la isla sobre lo que se estaba planeando. Partieron

Ll Intendencia.t!f1 la l l..b.1n
.1.
de El CorreodeLltrnrnar,
Tom.:icb
No. 902 . l'om, 1870

114hllt1t1tlo11ci1,.

25
en el vapor Hornet Prime ,; buque de gue rra de la mali na rebe lde
cubana, un buque largo con dos in me nsas ruedas, a babor y a estri bor,
que servían para imp ulsarlo.

Llegaro n a Cuba en enero de 1871 . Las t ropas espaflolas. preve ni·


das, los ataca ron en la costa de Punta Brava. Treinta y c ínco de los
sesenta y seis que íinahnenle par lieron. murie ro n . Casti llo fue uno de
los sobrevívíentes y, tras míl y una avent uras, llegó a ser ge neral de
división de la revolución cuba na; fue a parar, f ina lmente. en una cárcel
españo la. Só lo muc ho tiempo después, en Co lombia, vo lvió a encon ·
trar y a abrazar a su amigo Cisneros.

Para Cisneros estos ai'ios fueron de vida azarosa. Siemp re sacán·


do le el qu ite a los espa ñoles, ent rando y saliendo de la isla a hurtad i·
llas. pasando po r las na rices de quienes a toda costa quería n atraparlo .
Tres veces fue condenado a sufrir a "garrote vil" la pena de muerte. En
la últ ima de aquellas arr iesgadas en1presas. estuvo a pun to de caer en
manos ene migas. Se enco ntra ba en la isla cump liendo peligrosos en ·
cargos y los espaflo les se en tera ron de su p resencia. Nad ie sabe cómo
log ró llegar a Santiago y, frente a todos, burl ar la vigilancia y emba r·
carse rumbo a Kíngston .

Incluso sus compafleros . que conoc ían hasta dón de llegaba su aslu·
c ia, lo d iero n en est a oportu nidad por muerto . La noticia de su cap t ura
y ajuslíciamiento fue resefla da en los peri ódicos de La H aban a. U n
amigo de la fam ilia. teme roso de que la ma la nueva llegara a los o ídos
de su esposa, M agdalena Mo rilla -con quien se ha bía casado en Nue·
va York , y qu ien muríó dejándo lo muy pronto viudo y sin hijos - corrió
a darl e. él mismo la in fausta novedad . En med io de tan apesadum bra·
da conversació n , se ab rió la puerta y aparec ió Cisneros son riente y tan
campante. como p regun tando¿ Y aquí, qué pasa ?

Pero llegaron los problemas . Algu nos empeza ro n a ver " ra ras y
sospec hosas" sus activ idades, sus idas y venidas, y nacie ron los 1n alos
rumores. Celoso de su reputac ión escribió un folleto que titu ló: Lo
verdad h istórico sobre los sucesos de Cuba. Cansado de las polémi ·
cas, decid ió re tirarse y se hu ndió en lo que él 1nismo llamó silencio

26
patriótico.

Fue entonces cuando declaró ante una corte de Nueva York que
queria ser ciudadano a,nericano. al 1nismo tiempo que abrió una ofici-
na de ingeniero civil en compañía de Anic eto Menocal. Al poco tiem-
po Cisneros viajó al sur, y se enroló en el equipo que trataba de trepar
por los empinados Andes Peruanos el ferro-carr il. Estando alli recibió
una carta de su amigo José Antonio Céspedes; planteaba la posibili -
dad de un trabajo en Anlioquia.

Pasé la página. No había nada. El resto del libro estaba comp leta·
mente en blanco. Lo cerré. Buñuelo y yo nos quedamos un largo rato

de Pan..un:1CrtllA,do
Bul'lioy anlkJWSn'll.ll'it!J.os de J A61ci
Pa¡)clPeriódk:oIlustrado,dirigidopor Abcrlo Urda')t't,1.Bancode la Ré1ib bca.
Bogoc;\ 1968

·-

27
en silencio. Nos daba miedo hablar, como si hacerlo fuera a romper el
embrujo. Nos paramos y echamos a andar. atravesamos los rieles de
las carrileras y sólo cuando llegamos a la casa abrimos de nuevo el
libro. Repasamos las páginas ese rilas. Ahi estaba n. igualitas. No se
había borrado ni una letra. Al final, nos echamos a reir como para
dejar escapar todos los nervios que teníamos por dentro. Buñuelo me
abrazó y me dijo en una voz que me sonó aún más cómplice:

-Ahora le loca a tí seguir solo. La próxima meta es Puerto Berrío


¡Te vas en tren!

Y desde ese mo-


mento empezamos a
planear el viaje.

deFranciscoJavier
E.,;U,Jua
Cisne.ros
en MedeUln
.
Eseu!tc.)t
Moicoíobón McPi;l,
1923

28
Cómo se abrió paso un camino de hierro,
en medio de pantanos repletos de bichos

uy pronto organizamos el plan. A 1ni mamá le parec ió


al comienzo una locura, pero Buñuelo se encargó de
ablandarla . Acostumbrado a las andanzas planeó lodo
con rapidez.
Aprovecharia las vacaciones de mitad de año y me iría vendiendo
tamales durante el recorrido hasta Pue1to Berrio. Allí tendría que bus-
car a un viejo conocido suyo que trabajaba en el embarcadero . Buñue·
lo le pedla en una carta que me ayudara a conseguir trabajo en una
embarcació n, para tratar de llegar a Barranqu illa.

Los días anteriores al viaje senti miedo. Queria que algo pasara y
echara por el suelo los planes. Nunca se lo conlesé a n1i amigo. No
quería que me viera como un cobarde. Pero más de una vez, en las
noches. mientras daba y daba vueltas en la ca1na. estuve a punto de
arrepentirme.
-El tren no daña el paisaje, como los caminos - ,ne advirtió Bu·
1iue/o- , y el día que empezó mi aventura. lo entendí. La carrilera es
tan angosta que a lado y lado sigue can1pante el paisaje. Cuando lo

29
descubrí. me dediqué a ir de aqui para allá en los vagones, n1irando
para lodos lados por las ventanas de madera.
La carrilera va mucho tiempo pegada al río Nus, el n1ismoque pasa
por 1ni pueblo, y Liene un puente colgante donde van los novios a
abra1.arse. A veces pasa cerquita al lTen y uno siente que puede coger
el agua co n la mano. Otras se aleja; la locomotora sube. y el río se
queda allá abajo. De repente queda escondido entre el matorra l. pero
vuelve a aparecer pavoneándose en la mitad de un ancho valle.
El tren se llenó en Caracoli; los tamales volaron y yo me senté en
las escalinatas de uno de los vagones para continuar mirando el paisa·
je que, a part ir de ese momento, se volvió nuevo para mí. Jamás había
pasado de Caracoli, que es el pueblo más grande de todo el camino:
"Desde ahí empieza a bajar hasta llegar a la tierra plana y pantanosa
de l lado de l Magdalena", me habia advertido Buñuelo. Y, aunque le
había prometido no tocar el libro mientras el lren estuviera en 1narcha,
no resistí la curiosidad, Lo abri y empecé a leer el nuevo capitu lo que
apareció como por arte de magia.
-Don Francisco, las noticias que llegan de la capital son muy 1na-
las: ¡empezó la guerra!
Cisneros, que estaba en la casa de n1adera que le servía de oficina
en el campamento en lo alto de una loma, levantó la vista del docu·
mento que repasaba con atención y miró al mensajero un tanto incré ·
dulo, mientras éste seguía contando, atropellando las palabras:
-Si, dicen que los radicales se rebelaron contra Núñez.
El ingeniero se tomó la cabeza a dos manos. Sabía lo que la guerra
significaba. Se vendría todo a pique, Era la noche del primero de ene--
ro de 1885; recién se habia camb iado su vestido impecablemente blan·
co, con el que había asistido a la ceremonia de inauguración de la
estación de Pavas.
.- No puede ser -<l ijo en voz alta mientras lo asaltaba un presenti-
miento-: Hasta aquí llegó mi trabajo en este ferrocarril. Se sirvió un

30
vaso de whisky, salió del campan,ento y caminó por el borde de la
colina. A pesar de la oscuridad pudo adivinar las bodegas y la carrilera ,
allá abajo al lado del río.

Escuchó el n,mor que venía de l dormitorio de los trabajadores. Allí


aún se celebraba la fiesta. A veces le costaba trabajo entender ese
enredo de diferentes idiomas y de distintos acentos del montón de
hombres que laboraban en la empresa. Habla ingenieros y expertos
ingleses. estadounidenses. cubanos, y carpinteros , herreros y peones
llegados de todos los rincones de Antioquia y de poblaciones diversas
avecinadas por el río.

Apenas la noche anterior. en plena celebración de Afio Nuevo.


habían clavado presurosos el último riel para no dañar los planes ofi·
da les de la inauguración.

Encendió un tabaco. Repasó rápidamenle lodas sus empresas . Para


todas ellas era íatídica la guerra . Los buques "pronto serán servidos en
guerra ·· -a sí se deda en esa época-, pues los contratos con las
navieras dejaban muy claro que en caso de revuelta los vapores pasa ·
ban de inmediato a manos de generales y soldadesca. En las bodegas ,
los bultos de quina y café, las balas de algodón. las zurras de tabaco
pronto serían cambiados por armas y municiones: "Tendré que viajar
a Barranquilla a estar pendien te de lo que pase .., se dijo mientras men ·
talmente organizaba sus planes .

• ¿Y el ferrocarril del Cauca '?¿Y el de La Dorada?: ¿Y cómo pagar


lo que aun adeudo por la con,pra del ferro-carril de Bolívar?". Prefirió
no responderse. Regresó al campamento . Veía nubarrones, casi tiniebas
en el horizonte.

Para disipar la angustia bebió otro whisky, tomó su pluma y empe ·


zó a escribir:

"Llevo diez años en esta obra y se ha trastornado cinco veces el


orden público. He tenido que entenderme con diez presidentes o jefes
de Estado de esta Antioquia." Los repasó rápidamente: Recaredo Vi-

31
A,rl<'t05y lt.'C\ld dornUla!t.h-agl'tw
,,1n d1..•
un frc~ dt•Imt.1ot•.,tro
llf'IIMXIUll'fM>P(.'dro
N('I G6"1l'l..
locahuadoen l.1Estddóodt!Metrode l,1~za de 13crrio.Mcdcllin
Fologrofia:Crlr.tlrwSdlJ.Mt

lla, Silverio Arango, Manuel Uribe Ángel, el general Ju lián Trujillo... :


..Empresas de esta clase no se desarro llan bajo la iníluencia de los
fusiles .., ano tó al final.

Senlía un pro fundo do lor. No le bastaba repet ir lo tantas veces


dicho en esos diez años de brega para que avanzara el tren en medio
de ciénagas y pan tanos: • el hombre debe afrontar las dificultades para
poderlas vencer." Lo había dicho abrazado po r las liebres y en medio
de la peor de las angust ias por la falta de dinero. Lo rep itió en silencio
cuando al saltar una zanja, cayó de una mula ... "Ahora, las balas y los
odios. harán insoportab le la carga". pensó. Esta guerra. lo sabía de
antema no por sus amigos poderosos, se estaba cocinando desde hacía
rato y sería desastrosa.
Habia llegado a Antioquia, que por entonces era un estado sobera·
no,.a co mienzos de 1874. El estado ardía en fiebre ferroviaria: necesi-
taban conectar, a como diera lugar. la capital con el río Magdalena.

32
Segmentodel frescode Ped,o Nd G6mcirc:sl.at.1rado
,,n la (•'itac&, rktMc·h,., d~ 1('Ipl<'l?J\ ki. M"<lrllin
el(>Ri•TT
Enb pa1tcsuperiorll:Q\tlerd..s
f)UC(leobserva.®el 1()$1.
rode Ci:!.1ll:ros.

Varios expertos habían venido ya pero salieron espantados ante el


tamaño y la dificultad de la empresa.

Es que la tarea no era fác il: nada n,enos que buscarle un camino a l
tren, saliendo de orillas de l Magdalena, una tierra pantanosa llena de
mosq uitos y serpientes, para trepar luego por la cordillera centra l y
continuar, a veces trepando , a veces deslizándose , por ese intermina ·
ble paisaje montañoso .

En el primer vistazo a Anlioquia , Cisneros la encontró tan embote·


liada que quiso abrirle el mayor numero de puertas. Así era siempre; le
gustaba tener más posib ilidades y jugar tambien con riesgos y con el
"¿s,. 1a 1cosa ?..... ¿s,. ta l ora.
t ,.

-¿ Y si el rio Magdalena se seca? -pregu ntó un día a sus interlo-


cutores. Estos se miraron desconcertados, nunca se habían planteado
esa posibilidad. En la siguiente reunión Cisneros -que se l!dbia en ·
cargado de escarbar archivos, de hablar con los ente ndidos en geogra ·

33
lía y en mapas, y había devorado ya lodo lo escrito hasta entonces por
Manuel Uribe Angel. considerado un ho,nbre sabio pues. entre otras
cosas , se había dedicado a recorrer toda Antioquia. a pie y en mula.
para escribir un retralo liel de sus ríos, pueblos y montañas - sorpren ·
dió a todos al hablar de la cantidad de salidas que tenía el embote llado
Estado de Antioquia.

-S i el Magdalena se seca -dijo a sus interlocutores- ahí están el


AtTatoy el Pacilico. Y dio rienda suelta a la idea de unir con !erro-carril
a Medellín y Cali y a ésta con una población de más allá hasta en lazar
todo el país con caminos de hierro. Y los descrestó también al hablar,
como un profundo entendido, de las ventajas que traería el camino de
hierro. Papel y lápiz en mano se dedicó a sacar cuentas: el transporte
de un piano de Nare a Medellin, demoraba por entonces 20 días y
costaba 256 pesos oro. Con el tren la tarea se reducía a una jornada y
costaba sólo 8 con 40 .

Y habló de.l calé que cambiaría la laz de l suelo antioqueño porque


podría ser transportado y enviado a los mercados de lejanos países. La
minería igualmente crecería, porque en el tren se podrían trastear las
maquinarias que estaban de moda en Europa y Estados Unidos, impo·
sibles de llevar a lomo de mula hasta las apartadas minas de oro.

A los 10 días se lirmó el contrato que comprometia a Cisneros a


construir, en un plazo de ocho años y medio. un ferrocarril de trocha
angosta. En lota), tendría que tender ciento cincuenta kilómetros de
rieles desde Puerto Berrio hasta Barbosa. El Estado sería accionista y
el ingeniero extranjero tendría derecho a explotar la obra durante 55
años . Para respaldar este contrato Cisneros ofreció una garantía per-
sonal.

Recaredo Villa. jele del Estado. - un señor de barba negra larga y


espesa. al igual que sus enmarañadas cejas. siempre veslido impeca-
blemente y tan preocupado por la buena postura que a veces parecía
que hiciera concienzudos esfuerzos para mantener la espalda echada
hacia atrás -, rechazó de plano la prenda.

34
-Conf iamos -dijo- en su elevación de carácter y en la
honorabilidad de sus precedenles. Confiamos en usled con sobra de
razón. Le extendió la mano y Cisneros, emocionado por el gesto res-
pond ió:

- Haré el camino férreo aunque tenga que arruinanne, porque


ustedes. demasiado entendidos en negocios. han sabido no exigirme
fianza pa1'a afirmarme más.

Villa había sucumbido, co,no sucumbirían luego 1nuchos más ante


la fascinante perso nalidad de Cisneros. El mandatario antioqueño era
receloso. exigente y desconfiado, pero ese anónimo personaje logró
atraparlo con sus argumentos aunque era época propicia para los re·
celos y desconfianzas. Un pais en trance de armarse resultaba muy
atractivo para todo tipo de aventureros vulgares y embaucadores de
tocia calaña.

De inmediato viajó Cisneros a Nueva York y a Europa. Buscaba


tres cosas: dinero de los inversionistas extranjeros, mano de obra ex-
perta y encargar, a firmas de Inglaterra, cuna del ferrocarril, los prilne-
ros rieles y la primera locomotora . De los trabajadores encargó a su
amigo Céspedes a su paso por Panamá . Alli se construyó el primer
ferro-carril de Colombia y Cisneros quería Ingenieros y peones acos-
tumbrados al riesgo y a las duras y fatigosas jornadas. La experiencia
en Panamá fue penosa: 12 muertos por kilómetro tendido.

Dos meses después de emprendida la correria y sólo cumplidos sus


objetivos a medias. regresó . Venia acompañado de cuatro ingenieros .
Delrás de todos, muy despacio, bajó también del vapor que los llevó
hasla Puerto Nare, Rafael Maria Merchán, su más fiel amigo, con quien
había compartido ya batallas por la libertad de Cuba. Era un hombre
delgado. de calva prematura y unos anleojos de aro delgado caidos
sobre su fina nariz, que reforzaban aún más su pinta ele inleleclual.

. - ¡Cuidado con ,nis petacas y baúles! -habia adverlido desde que


se embarcó en Barranquilla a los encargados de las bodegas.

35
1

~...__..,.....,
___ ...,..-~-
- -<

ESTACION IUUHA . OIYISION Ot .LNU$.kll0Nt:Tlt0 1) .

EstaciónMalena,en ladiw;ióndel rio Nus. Ki'6mclro 13

Con só lo verlo todos supieron que este hombre no estaba destina-


do a las duras faenas en campo abierto. No estaban equivocados.
Merchán, experto en crítica literaria y humanidades, venía como se-
cre tario de Cisneros . Entre otras Funciones, se dedicó a delender con
su pluma al ingeniero jefe de sus mordaces críticos, y estuvo al !rente
del per iódico La Industria, que luncionó en Bogotá. Merchán buscaba
siempre la habitación más apartada , aunque no siempre la más holga-
da, pa ra acomodarse con el montón de libros, plumas y tintas que
formaban su equipaje.
Con la ayuda de estos hombres, y con el dinero que en calídad de
préstan10, y sin intereses, le entregó Mercedes Córdoba, hern1ana del
héroe de Ayacucho , empezaron los trabajos de exploración. Cisneros
tomó la brújula, un encapuchado, y con la peo nada salió a buscar, en
medio de vericuetos desconocidos. espacio para acomodar los rieles.
Habían avanzado un buen trecho los trabajos, estaba ya semb rada de
estacas la trocha abierta a machete. cuando el río, en una de sus creci-
das, arrasó con todo. Cisneros estaba pensativo tratando de ver cómo

36
----
Bono00 $1.000 del Fen-°"'-ml de An1ioquio.en la ~PoCade Os1\Cr()S

podría reubicar el punto de partida. En ese momento golpearon ¡¡ la


puerta del rústico campamento.
- ¡Siga! -gritó.
Entró un hombre descalzo. con la camisa y el panta lón lleno de
remiendos. Se quitó el sombrero mientras extendía una mano enne-
grecida por el trabajo.
-Soy Pedro León Villamizar, un ribereño, y con los más de 70
años que tengo encima puedo asegurarle, patrón , que conozco como
mi misma mano estos andurriales. Me dijeron que usted está
etnproblemado y vengo a ver si para algo sirve ,ni conoc i,n iento.
Cisneros lo escuchó y entre los dos elaboraron un croquis de la
zona.
-¿Es verdad-preguntó al baquiano - que por aquí hay una roca
o colina y en ese sitio la estrechez del canal hace que la corriente de

37
agua tenga fuerza suficiente para arrastrar todos los cuerpos que caen
al río. y no hay peligro de que se formen allí bancos ele arena que
pongan en peligro los vapores?

-C laro, mi don, si quiere ya n1ismíto lo llevo.

Remolino Grande resultó ser el sitio ideal co1no base de operacio ·


nes. Y en lo alto de esa colina - "el abismo", la llamaban unos. "el
peñón". le decían otros- se instaló el can1tx11nento. Desde arriba el
paisaje se hacía inmenso: el río, las sabanas a lado y lado. y, a lo lejos.
las montañas una tras otra y cada vez más altas. Y en esas soledtunbres
surgió pronto un pueblo mitad norteamericano, formado por los inge ·
nieros y sus familias, y mitad antioqueño . El primero ocupaba la coli-
na. con casas campamento y un hotel, La Magdalena. que tenninó
siendo de dos pisos y amp lios y ventilados corredores.

La otra población creció en la parte baja. Era de calles rectas y


escasas edificaciones, todas ellas de techos pajizos. Estaba en la orilla
misma del río porque los lugareños querian tener los vapores a la mano
para vívir del trajín del cargue y el descargue.

Se le dio de inmediato el nombre de Puerto Berrio, en honor al


general Pedro Justo Berrío, quién murió de 49 años y quien tantas
noches de insomn io pasó pues creía corno ninguno en la locomoción
a vapor.

En un comienzo muchos hombres llegaron en busca de trabajo.


Más tarde , ante el cú1nulode penalidades, escasearon tanto que ni los
avisos en los diarios oficiales ofreciendo buen jorna l y buenas condi-
ciones lograban atraparlos. Cisneros llegó a pensar en traerlos de orienle
o buscar mano de obra italiana en Nueva York.

Unos, como Cipriano Tobón. un hombre alto, fornido. de pómulos


tan rozagantes que todos lo llamaban Cachetes. llegó una tarde al
campamento de San Cayetano. Entró en el cambuche, se quitó el
sombrero y dijo:

38
-Patrón, quiero acompañarlo en su exp loración.
El ingeniero lo miró de arriba a abajo y le respondió:
-Sólo le hago presente que vamos a entrar a una montaña de la
que no tenemos seguridad de salir; podemos perdernos o que nos
,nate una fiera. Piénselo esta noche. Salimos n1añana.
Muy temprano partieron Cisneros, Cachetes, dos veteranos
monteadores, Pío Bennúdez y su mujer Rora, de 60 y 55 años. y
cuatro reclusos, pues por entonces los presos trabajaban como obre-
ros para construir caminos. En total eran ocho y llevaban provisiones
para diez días.
Al tercer dia llegaron a un lugar lleno de salios. chorros y pendien-
tes. En un punto no pudieron seguir en grupo; fue necesario bajar uno
a uno. Julián Parra. uno de los reclusos. con un costal de provisiones a
sus espaldas. fue el primero en hacerlo. Iba amarrado de la cintura con
una 111ani la que sus compañeros aflojaban a medida que él descendía
apoyando los pies en lils grutas de la pclia.
- ¡Súbanme, aqui hay una culebra ... rápido ... ay! -gritó de repen-
te.
Cachetes, quien lo sostenía desde arriba, cogió la manila con la
111anoizquierda, zafó la escopeta, apuntó al reptil y le dio en la cabe2a.
Dos horas más demoró el descenso de los exp loradores. El últin10 en
bajar fue Pío, quíen con su ojo de baquiano dijo al mirar la serpiente de
cinco pies de largo, color ceniza con manchas negras:
-Es una mapaná yori, de las más venenosas.
Al cuarto día el terreno empe2ó a ser aún más pan tanoso, más
cerrado y lleno de bejuqueros de tltnas. Era casi imposible avanzar en
medio de las ciénagas. A veces tenían que derribar árbo les y hacer
puentes. Algunos caños los atravesaro n con el agua al cuello y salían
cubiertos de sanguíjuelas. Todos. menos el jefe, en1pezaron a andar
desnudos para hacer más fácil la marcha. Élse hundía en los pantanos

39
l Je An11oqu1a.
N!rroc-orn f.sradónMedellin,1920
F'otografia:
Mt>lit
6n Hodrigucz
Bibliot«.a PúbhcaPIiotodt M<'<l<'llln.
fondo MclitOnRodriguez

con ropa y, al llegar a terreno seco, se la quitaba , junto co n botas y


polainas y ponla todo a escurr ir.
- Don, es mejor andar como nosotros, desnudos y descalzos - le
aconsejó Cochetes.
-S í, es mejor andar sin ropa. pero le tengo asco a los bichos, a las
sanguijuelas y a las rayas - respond ió. Cisneros pasó muchas noches
en vela, pues sentía toda esa alharaca de la selva a oscuras, como una
confabulación contra él. Nunca dejaron de impresionar lo los ,nonos
colorados: siempre andan en núdosas manadas. "Ahí viene el tren", se
confundió Cisneros la primera vez que los escuchó.
La marcha por estos fangales se hacia cada vez más tortuosa. Al
jefe se le hundlan los pies, protegidos co n pesadas botas y po lainas. y
sólo con gran esfuerzo, y a veces con ayuda. lograba desenterrar los.
Plof ! plof ! plofl se sentía a med ida que avanzaba .. Una tarde, recién

40
Tronvfoa la Americay Est<1Ci
611dd Fctroc-arrll,
MOOcllin,
1927
; Ben~'lminde a.,c.,n(!.
r-otogri\fia
Centrode ~,nodo Vlsoal , FAES

salidos de un pantano, Cachetes notó muy pálido y demasiado sudado


al patrón.

-¿Se sien te ma l, don? - le preguntó.


Cisneros, co,no sin fuerzas, asintió con la cabeza y ordenó que le
colgaran la hamaca. Parecia derrotado por la latiga, el hambre y u,,a
liebre pertinaz. Pio le ayudó a quitarse las polainas y las botas. Cisne-
ros, que se había dedicado en los días previos a la riesgosa exped ición
a conocer los secretos de los males trop icales y los medicamen tos para
atacarlos. diagnosticó su mal y pidió el remedio.
-Pío, estoy atacado del hlgado . Tráeme nledio pocillo de agua
con siete go tas de álcali.
Era apenas 1nediodía. Consclentes de que era imposible continuar.
Flora. prendió el fogón y cocinó el poco de an-oz que quedaba y un
pedazo de plátano. Luego de repartir la comida. buscó en su mon-al

41
unos cogollos de caña agria. los puso en una olla, les agregó azúcar y
agua, y los dejó hervir.
- Tome esto, lo aliviará de sus males-dijo acercándole una taza al
enfermo.
Cisneros se negaba a tomar el bebedizo. pero terminó acep tando
unos iragos . A la media noche vomitó y pidió 1nás bebida. pero con
unas gotas de álcali.
Amaneció más animado.
-Vamos a ver si podemos avanzar algo -d ijo-. no esta,nos bien
de provisiones y podemos sufrir han,bre.
Esanoche. cuando una nube de mosquitos les impedía conciliar el
sueño, de repente se desató una pavorosa tormenta.
- Nunca había visto huracán tan ho1Toroso -con,en tó Cachetes-
• y eso que he estado en Murindó que es la tierra donde los saben hacer.
Él mismo, que vio que Císneros estaba empapado, pues la lluvia
corría por las cuerdas de su hamaca, lo ayudó a bajarse y todos se
refugiaron en cuclillas,en el rancho que habían levantado al atardecer.
Allí los sorprendió el amanecer, con el agua en las rodillas y tiritando
de frío. No se atrevían a salir, pues temían dar con un caño profundo
del que fuera imposible salir. Al día siguiente, sin provisiones. pues ya
habían transcurrido los diez días calculados. se sintieron acorra lados .
Algunos plantearon echar marcl,a atrás.
-A trás ni un paso -dijo al rato Cisneros. - Hay que echar para
ade lante. Si no salimos de aqui mañana, tendremos que entrar en un
sorteo para que se salven los que puedan. Se volteó y miró a Rora.
quien como el resto, pennanecía en silencio.
-¿ Có1no esta1nos de provisiones? - le preguntó.
Ella. que no había perd ido el ánimo de mujer acostumbrada a los
sinsabores de la vida en el monte, respondió en tono an imoso:

42
-Tenemos media pucha de arroz y un poquito de café.
-Ponga usted la sarten. y prepare el arroz -le dijo Cisne,·os. Lue-
go se paró y caminó hasta el árbol donde estaba recostado Cae/Jetes y
le pidió la brújula. Se quécló un rato exam inándo la y al final concluyó:

- Debemos tener el río al frente; continuemos por la quebrada,


pues es el único camino que nos puede llevar a él.

Se quitó las botas y las dejó a un lado para que se sec<1ron.Prendió


el tabaco y se hundió en sus med itaciones. Estaba así, absorto, cuando
sintió algo frío en sus pies.

-¡Quieto, qu ieto, no se mueva, no se mueva nada! -le alcanzó a


advertir Pío. Él vio co1no una cobra roja y negra se desp lazaba lran-
quílamente sobre sus pies y se perdía en la maleza.
Esa noche hablaron hasta muy tarde de la marcha del día siguiente.
Se les nolaba la angustia. Julián propuso que el y Aparicio - los dos
presos -se adelantaran al gn,po para ver si encontraban la salida al río.

- Tengo orden de l gobierno - respond ió Cisneros-de no perder


de vista a ninguno de ustedes. Sin emba rgo lo pensaré ~ijo- y se
apagó el farol que hablan co lgado en la puerta del rancho para evitar
que se acercara una fiera .
Al día siguiente Cisne ros llamó a Julián.

- He resuelto que le adelantes con Aparicio; si dentro de seis ho·


ras no han encontrado salida, regresan a encontrarnos. Nosotros les
seguiremos el paso.

Fue difícilseguir la huella de los dos hombres: el agua la borraba


muchas veces. Los de atrás cargaban todos los corotos. Llegó la no-
che. hicieron el campamento en un punto bajo de la ciénaga. No te·
nían noticia de los que marchaban ade lante. Arteaga, que ya no podía
tenerse en pie, pues las fiebres le habían robado todas las fuerzas anunció
su dec isión:

43
-Pueden irse, yo me siento mor ir. Ya saben dón de me quedo.

-De aqui salimos todos o morimos todos --<lijo Cisneros-: yo le


llevo el morral y los den1ás le dan la mano para apoyarlo.

Avanzaron lentamente por ciénagas y pantanos . Cerraban la mar-


cha Pio y Flora, con su talega repleta de trastos de coc ina y plantas
para los males del cuerpo, como la valdivia. !ruta po nderada por los
culebreros y curanderos como contravenenosa. A las dos de la larde se
detuvieron. El pesimismo los empezaba a doblega r. De repente sintie-
ron un ruido ...
-O igo golpes de barca -di jo Cisneros y se puso de pie. Sacó su
pistola y disparó al aire. Apareció la canoa con Julián, Aparicio y dos

looo b<lU!enlodel frescodel mJeStroPedto N(•I G6mcz •


r<.'cicnlcm('fltC
restaurado,
ubicadoen lo E.c. Ci.s111tros
t;;,c:16'1
E.oél 1X>dcmos apreciara Ci.sneros
y el slgnlhcadode esa gran ePo1:>eya del 1rabajo
que representoel ferrocarril deAnlioqui..i
Fologr.1fi.lCñstmoSalaZdr

44
hombres al canalete. Traían una olla con sancocho de gallina. plátanos
y una botella de brandy.
- ¡Nadie toca el sancocho! -ordenóCisneros-, con el estó mago
vacío podemos morir de inmediato. Destapó la botella de brandy y le
dio a cada uno medio trago.
A las ocho de la noche llegaron a Puerto Bení o. Los recibieron
como a héroes. Tres días estuvieron Lodos en régimen de sorbos de
cáfe sin azúcar y arroz bajo de sal, pues comer, estando tan pasados de
hamb re. resultaba peligroso.
Pocos días después Cocheies se unió al gn ,po que hizo el trazado
de la recta de La Malena. Olros tres meses de penalidades estirando
cadenas, clavando estacas ... una semana ele descanso y de nuevo la

Ladoderechodd frescotlcl n""cst. ,o Pc..'Clro


Ncl G6mez..
ubicadoen la l:'S1oc
ión Osnerosde Mcdclll11
Enél se prolongal.i hi~oricly kt lección dl~vicia que nos dejó
el g.r,)f1
oonstructor
de c.1minosférreos.
focogmfi.i: Crr!t
l!n,,Salaiar

45
exploración de l Nus. Loaces, Marquelli y Pérez median y nivelaban:
Cachetes marchaba al lado de ellos, siempre dispuesto a lo que tocara
hacer.
Una de esas tardes Cisne ros ordenó a su secretario: -quiero una
lista completa con los nombres de lodos los hon1bres que hicieron
estas 1iesgosas exp lorac iones. Todos tendrán derecho a reclamar co lo·
cación en la línea, según sus facultades, cualquier dia ..
Años más tarde cuando se dedicaba a escribir ·· Las 1nemorias del
ferro-carril", el mismo anotó al lado de estos nombres: "Estos son los
hombres que han sob rellevado la parle más dura y penosa del Lrabajo.
Sus sudores han regado, por espacio de un año, las rocas solilarias de
la cordill~ra y las en tra,'ias profundas de la selva ... Se tomó un sorbo de
whisky, dio una chupada a su tabaco y con tinuó: ··yo les suplico que no
olviden los nombres de esos co laborado res denodados que abrieron el
primer surco de su progreso".
Luego de su retiro de la emp resa, Cachetes pasaba horas y horas
contando a lodo aque l que quisiera escuchar lo las '·grandes epopeyas
del ferrocarril", como él llamaba los meses que pasó cargando cade·
nas, nivelíta, teodolílo. marcando aqui, midiendo allá. clavando esta·
cas, con un grupo de hombres hambrientos y solos, en med io de días
de sol o de tempestades. ·· A veces nos conso laba sólo el brillo de los
relámpagos". rep itió muchas veces este Lenaz trabajador. Al hablar de
su vida aulomálicamente prendía un tabaco:
- Me quedó la manía de las exped iciones por los andu rriales-
exp licaba. Siempre tenia prend ido el pucho: era el ,nejor re,nedio para
espantar las plagas de zancudos y mosquitos que 1nuchas veces nos
impedían hasta abrir la boca. ;Si lo hacíamos teniamos un buen boca·
do de insectos!
Hasta que murió de viejo contó y volvió a contar que improvisó
silletas para co locar a los hombres enfermos y se los echó a las espal·
das hasta encontrar en las chozas, que servían de oficinas. un medica·
me,ilo y un lrozo de co mida. Y hasta el fina l lloró al recordar a los

46
cinco compai\eros que se lragó la selva cuando salieron a hacer una
exploración al rio Alicante. con órdenes de regresar a Puerlo Berrio a
los ocho días. Jamás los volvieron a ver.

- Probablemen le - dijo Cisneros tras escuchar el informe de los


que salieron en su búsqueda- se quedaron alguna noche a la orilla del
rio y una creciente los arrastró, para después ser devorados por los
caimanes.

Pe,·o de inmedia to Cachetessecaba las lágrimas y recordaba la vez


que el capitán D.iniel Arosemena, del v.ipor Stephenson Clorke. llegó
a Berrio haciendo gran alharaca y bull.i.

-Viene w1a crecida de l rio de 20 pies y se v., .i llevar lodo lo que


esté a sus orillas ... que no di·
gan después que no les avisé:
iA lomar precauciones! ¡Ajá!...
yo cump lo con advertir -re-
pelía. mienlras palmoteaba
aqui y allá por k~$destapadc1s
callejuelas de Berrío.

Y la crecida llegó. lo inun ·


dó todo y dejó aislados en la
lomaa losque vivianen el can,
pamenlo e incomunicados a los
que trabajaban en La Malena
constn,yendo la eslación y el le·
Jégrafo para servicios internos
de la cm1presay del público. Du-
rante 8 días estuvo el rio hin·
chado y bramando.

Un c.1mí00 .. 61!moo('M
d(, 1ro1,:.
O,bo,o&.•O, &1t;\mt
Cr.llwlo &: Riou.

47
48
Cómo avanzó el tren en medio
de las guerras y de /as premuras
por la escasez de dinero

erré el libl'o. El tren estaba parado en la estación de Caba


ñas. Fue más demorado que en las otras paradas. Por fin
sonó la campana. El maqu inista asomó la cabeza por la ven-
tanilla. echó una mirada al andén, jaló la palanca dél silbato
y de nuevo echam05 a andar. Buñuelo me había explicado que casi a
partir de Caraco li, el terreno lo forman pequeñas lomas, cada una con
su quebrada de l 1nismo nombre : Monos. Saba letas. La Malena, y fueron
estos los nombres que le dieron a las estaciones.

Me quedé un rato como atontado mirando el pa isaje que cada vez


se hacía más plano. ¡Sentía tanta admiración por Cisneros, y por Ca-
chetesl, si aún se veia e1npantanada toda esa tierra, ¿cómo sería la
época en que él se atrevió a acostar los rieles para armarle cam ino al
ferro-carríl?

Abrí el libro encan tado. Encontré algo nuevo.

Cachetes no sólo se refería a los ríesgos. Hablaba también de los


much05 días de fiesta en sus épocas de peón del ferro-carril. Como

49
Fr;.1gni
c1\lo d<:mhqulno
Fotografi\l:Crblind S.,lar..:tr

el primero de agosto de 1875, cuando arribó al muelle de Puerto Berrio


el vapor Colombia cargado de rieles, bultos y bultos de eclisas, pernos y
mordazas, un montón de cajas de clavos y retazos de la pri,nera locomo-
tora . En octubre se clavó, en n1edio de fiestas y algarabía , el primer riel.
No estuvo Cisneros el dia del primer correteo de la locomotora . La
"Medellín", la bautizaron. Llegó a pedazos, en vapores que salian del
puerto inglés de Cardiff y fondeaban, n1eses después, en Sabanilla que
era por entonces el puerto de mar más cercano a Barranquilla. Luego
continuaba el largo viaje por el río Magdalena. En los talleres de la
empresa los obreros la fueron armando poco a poco.
- ¡Esto es un carruaje con chimenea! -gritó Cachetes cuando de
la caldera empezó a salir hu,no y la loco1notora, después del seco
silbato , echó a correr ... Y fue el primero en treparse en uno de los

50
Locomorora
No. 2. Mo,,umcntonact0fkll.ubicadaen la Esmc
,ón Cis.-.eios,
en el Centro/\dminislrntivo
de Alpujdrra.
Medcllin.
PUol'Lo1.ano
F'OCogl'afla

carros. La Antioquia no descansó ni un minuto esa mañana de l 7 de


mayo de 1876. Estuvo dele que de le, de aqui para allá. pues en ,nedio
de la novelería y el júbilo, todos querían treparse en ella.

"Ya hay, pues, antioqueños que sin haber salido del Estado, pue-
den decir que han andado en ferrocarril". escribió un enviado de Me-
de llln sobre tan histórico acontecimiento.

Pero la dicha duró poco. Recaredo Villa proclamó el estado de


guerra en Antioquia y llamó a servicio a sus más destacados militares.
El gobierno nacional , para bloquear a la conservadora Antioquia. que
marchaba en contravia del radicalísmo liberal que reinaba en esos días.
prohibió a los buques arrimar a Puerto Berrio. A la vez el gobierno de
Anlioquia cortó del todo sus comun icaciones co n las poblacion es

51
ribereñas. pues el joven general Marceliano Vélez pretendla así mante·
ner en secreto los movimientos de su tropa.

Los hombres de la empresa quedaron sitiados. Empezaron a esca·


sear los víveres y los obreros tenían cada día menos rieles y n1enos
clavos para armar un camino para que la locomotora pudiera rodar
cada vez más lejos.. En un año sólo avanzó 6 kilómetros el enrielado.

Las guerras. que por esos tiempos parecía n amarradas las unas a
las olTas, sin dar liempo para enderezar las cosas. continua ron. Vinie·
ron dos revueltas locales. Cisneros, desesperado ya por la !alta de
dinero, pulió su escrito Memoria de la construcción de un ferroca rril,
y marchó al extranjero en busca de créditos y materia l al fiado. En
estas memo rias respondía lodo lo que un accion ista precavido se po·
día preguntar antes de invertir su dinero.

l trt•nNo. 25
Tahll"rock~
Fo!ogralidCtblit'IJS..'11.'.lUlr

52
"E,, und obra que se está const1·uyendoen un pais lejano y poco
conocido", empezaba Cisne ros. y en traba luego en detalles de geogra·
fía. situación po lilica, clima, cómo se habia realizado el trazado de la
línea. punto de vista financiero y posibles tarifas "para que el capital
que haya que invertirse produzca intereses cuanto menos iguales a los
que produ1.ca en otra especulación". Era tarea dificil. El estado de
semianarquia que vivia el país no era la mejor carla para ganar la
confianza de los prestamistas.

A su regreso ele Nueva York, y sin 1nucho dinero en el bolsillo,


encontró a Merchan en el puerto. Se le notaba la ansiedad.
-El genera l Tn,jillo lo espera en el campame nto -le anunció.

Julián Trujillo era uno de esos personajes típicos del sigo XJX, de
esos que sobrevivieron a la campaña libertadora y se convirtieron en

ft.>9mcn10
<leo\é,qun\il
íolografla Cris1ma
5..tl3z..u

53
los protagonistas de las guerras y la polítlca en un pais que apenas se
estaba formando.

Tn1jillo.caucano. famoso por una y mil historias que hablaban de su


arrojo en la guerra, esperaba a Cisneros mientras fumaba un cigarrillo.
Obró como si estuviera en un campo de batalla: dio varios rodeos , le
contó, entre otras, que iba de paso para Bogotá para posesionarse como
nuevo presidente de la Unión. Tanteó luego el terreno y con tranquila
paciencia aguardó el momento preciso para mostrar sus cartas.

- Lo necesito en el ferrocarril del Cauca - le dijo finalmente.

- Sabe usted bien que tengo deuda de gratitud con el Cauca por-
que varios de sus hijos se apostaron conm igo en una expedición a
favor de Cuba. Pero mi palabra está de antemano co,nprometida en
Anlioquia y no considero prudente añadir dificultades a dificultades
-respondió Cisneros.

Trujillo no perdió la calma. Tenia claro que quería a Cisneros en el


Cauca pues la obra, LTasvarios ensayos infructuosos. nada que echaba
a andar.

-O usted se compromete con ese ferrocarril para unir la ribera


occidenta l del río Cauca con Buenaventura, o no tendrá apoyo de mi
gobierno para continuar el de Antioquia.

Cisneros, aunque a toda costa quería zafarse del nuevo compromi-


so, se sintió acorralado y terminó dando su palabra.

- Acepté un peligro remoto y dudoso -contó luego a Merchán.


para salvar uno evidente y actual.

Él mismo, junto a dos ingenieros, se encargó de abrirle camino a


este nuevo ferro-carril. Y se repitió la historia: le creció la barba, lo
picaron los zancudos y las avispas , se enterró en pantanos . Al final.
luego de estudiar tres posibilidades distintas. se decidieron por el cami·
no de San José. Y vino el trabajo de desmonte y limpieza: el de llenar

54
las depres iones y honduras; el de levantar lajas de te1Taplenes. el de
clavar po lines y tender puentes sobre los raudales para finahnente abrir
paradas y estrenar las máquinas.

Y e,npezó a viajar de aquí para allá para estar pendiente de las dos
carrileras. Con dos años de diferencia se inauguraron las primeras
estaciones: Pavas en Antioquia y el tramo de Buenaventura a Córdo -
ba, en el Cauca.
La última noche de 1885. y en med io de baile y aguardiente. cele-
brando la despe dida del afio viejo, se clavaron los últimos rieles del
segundo trayec to de l ferrocarril de Anlioquia. Allíestaba Cisneros con
sus botas, su saco amp lío de dril. su pañ uelo atado al cuello.

Al día siguien te a la una de la larde. 1r,uy puntuales llega ron los


de legados de l go bierno encargados de recibir los trabajos . Cisneros se
vistió como para una gran líesta. Realiuiron una n1ilimétricarevisión,
en las bodegas, los edilicios, las oficinas del telégrafo que de bían avan·
zar a la misma velocidad de los rieles. Subieron a uno de los vagones
engala nados para la líesta, y recorrieron 48 kilómetros hasta Pue1to
Berrío. Iban tomando nota de lodo: solidez. lo acertado del trazado , la
comodidad de las estac iones y de las bodegas, la fuerza de las loco1no-
toras ... "Reservamos pa ra más tarde -ag regaron después en su in·
forme oficial- la relación técnica de la obra, pues el estado actual de
guerra no nos ha permi tido coord inar y preparar los dalos co lecta-
dos".

Cisneros se camb ió de traje y se fue a su oficina a ordena r papeles .


Fue entonces cuando el mensajero llegó a su puerta y le avisó. con voz
atrope llada, que el país entero estaba encendido en una "formidable
revolución". La parálisis reemplazó al alboro to de comercia ntes y pa -
sajeros. presurosos por moviliuirse y transportar su carga po r el ferro-
carril en un lTayecto que empezaba a ser ya largo.

"¿Cómo co ntratar peones?, ,.cómo consegui r transportar alimen·


tos?, ¿cómo obtener dinero para todo esto en tiempos de revolución?",
se pregun tó, y concluyó que el único ca,r,ino era rescindir los contra·

55
tos tanto en Cauca con10 en Antioquia. El primero lo entregó en sep ·
tie1nbre y el segundo en noviembre. Muchos consideraron extremada-
mente exagerada la suma que cobró Cisneros por deshacer el contrato
de Anlioquia.
El ferrocarril pasó a manos del gobierno y de éste a otras manos, y
a otras, hasta que finalmente llegó a Medellín 44 años después.
Terminé cuando el lTen iba en la estac ión de Cristalina. Me dediqué
a 1nirar las fotos del libro y observar las estaciones donde nos
deteníamos; muchas está n hoy en ruinas. Cuando llegué a Puerto Berrío
eran las cinco de la tarde. Me pareció curioso que el lren frenara en la
mitad de una calle, justo antes del puente por el que pasa al otro lado
del Magdalena para seguir su ca ·
n1inoa Barrancabermeja. Me bajé,
busqué a lado y lado la estación:
habia só lo tiendas donde los que
esperan el tren toman ce,veza o
gaseosa.

~adón San /\ntonk>


Fotografla y ói.o <obre Ucnm.
Cñstinc,5.ilazar

56
De los champanes a los barcos a vapor
y cómo Cisneros se involucró
en el negocio

1día siguiente me dediqué a recorrer Puerto Berrio. Subí a


la loma donde tuvo su casa -campamento Cisneros. Desde
ahí se ve todo el no. la ct11va.el pue nte de hierro ... nunca
imaginé que el río fuera tan grande. Y allá abajo , en el estrecho pedazo
de tierra que hay entre la loma y el río, se ven las viejas bodegas del
ferro-carril y las viejas carrileras cubiertas de maleza.
El hote l La Magdalena existe, pero ahora es un cuarte l. Debe ser
muy fresco porque los árbo les llegan hasta el corredor del segundo
piso de esa edificación toda hecha en madera .

Me fui al embarcade ro . Pregunté por Rafael. Era un hom bre go rdo


que esta ba tomando un café a la orilla del río. Le entregué la carla. La
leyó. me miró como repasándome de an-iba a abajo.

-Hay que esperar muchacho. las cosas aquí no son tan íáciles
- me dijo. y apu ró el último sorbo de café .

.- Pásele una gaseosa , es amigo de Buriue lo. ¿Recuerda el del ferro-


carril? -d ijo al que atendía en el caíé. Raíael debía de ser un poco

57
menor que Buñuelo, unos cinco afios. Tenía la camisa arremangada y
cuando vio llegar un grupo de pasajeros se paró y empezó a gritar:

- ¡San Pablo. Barranca. Pueiio Boyacá. Puerto Serbíés! -Los


acompafió a comprar los liquetes y vi que los acomodó en las chalupas
amarradas en el puerto . ¡Había como veinte!

Cuando regresó me habló con 1nás cariño.

- Yo soy despachador de chalupas. Uevo aquí años y es posible


que haya un chance pronto para ti... hace dias están llegando re,no lca·
dores con rieles, dizque porque están pensando en reparar las viejas
carrileras del país. Aquí descargan y se regresan con la carga que en·
cuentran.

O,cml¡>Anen et rio M.:igd..tk:na


.
Tonl<Xlo
de IIJ)OSy Costumbresde la NuevaGranada.
J()S(!phBTw•n,FondoCultumlQfolero. Bogo«.\,l 99 J

58
- ¡A ver, párate! -me ordenó-. Te ves fuerte, muchacho. ¿Tie-
nes catorce años?
-Once -co rregí.
Me dio una palmada en la espa lda y agregó-: Estásbueno como
para ayudante de cubierta. Tienes suerte, ayer atracó el Ariarl. Por
tarde en dos días debe estar de regreso a Barranquilla.
Nos reunimos con Manuel, uno del Ariari. Yo no dije nada. No
sabia qué tanto había conlado Buñuelo en la carta. Manuel me miró.
-Sie ndo amigo tuyo... -<l ijo a Rafael- puede ir de ayudante de
pintura. Pronto me enteré de que a esos planchones el óxido les va
brotando y loca hacerles permanente mantenimiento.

01<1111JM11CSce,cc u Mo«llJ)(»C,CO
A.cuo,c!cr.,
de Mark
Colombir1l 843· t856, Litogmfia Arco, S..,n1aféde Bogotti, 1992

59
Estaba feliz. Al día siguiente zarpamos . Me senti libre cuando el
planchón empezó a deslizarse suavecito por el rio. Corri de un lado
para otro. El Ariari. que empuja al planchón. tiene tres pisos. seis
camarotes y arriba, en la proa la casilla del piloto . Me tocó compartir
camarote con José el cocinero y Emiliano. ayudante ele máquinas.
Emíliano era moreno grandote y buena gente. Desde el primer día nos
hicimos amigos, casi llaves. Llevaba navegando mas de 30 años. A los
15 empezó como marinero raso . Siempre me repitió: "la vida en el río
ha mermado ,nucho, porque mucho se movilíza hoy por carretera ...

Al día siguiente me levanté muy temprano. A las 5 de la mañana


empieza ..el movimiento de navegación ", como dice Emilíano. A esa
hora cada uno asume sus labores . Yo sólo quería mirar el río, ¡me
pareció tan hermoso! Después del almuerzo tuve mucho líempo libre;
no hice nada. ni siquiera saqué el libro embrujado. Preferí dedicarme a
ver el do. Es1abahechizado ... Pasé horas mirando los patos yuyo, de
plumas cafés. que corretean sobre el agua. como cogiendo impu lso
para emprender el vuelo. Sólo en la noche saqué el libro. me eché en
mi camarote y busqué un capítulo nuevo.

Cuando comenzó la construcción del ferro -carri l de Antioquia, el


único camino para tras1ear los materia les y el personal necesario era el
inmenso río Magclalena. Los barcos a vapor reemp lazaron a los bongós
y champa nes, pero el trajinar de los vapores dependía de las lluvias de
invierno y las sequias del verano. Los capitanes eran hombres que
conocían los secretos y caprichos del río, al que consideraban traicio-
nero. Pasaban horas y horas sobre el puente, escrutando sus aguas, y
sabían predecir con certe1.alo que iba a ocurrir: "Va a subir". clecian, y
el río. horas después. se inflaba . ··va a bajar ... decían, y el río, al rato,
se apocaba ... Timor a babor". gritaban de repente a la casilla del piloto.
porque la amenaza de un banco de arena era inminente .

Cisneros ve navegar por el río barcos de vapor . ¡Con buques pro-


pios se podían reducir los costos de transporte de materia les y su1ninís-
tros para el lerro-carri ll Y como siempre le ocurría, convirtió muy pront o
el sueño en realidad: nació Cisneros y Cia. Abrió sus puertas en el

60
número 11 de la calle del Co1nercio, en Barranquilla, la calle donde
estaban los más importantes hombres de negocios en esta ciudad re-
pleta de negociantes. Era la única calle ilu,ninada de la ciudad pues.
para asegurar sus intereses. estos ad inerados crearon una junta de
serenos que todas las tardes. a las seis. iban prendiendo uno a uno los
faroles co n lán1paras de petró leo.
Federico Anzoátegui y Eleuterio Cisneros. hermano de Francisco
Javier. no tan alto como él. pero apuesto y de piel tostada por el sol, se
pusieron al frente de esla empresa de navegantes de rio que fue cre-
ciendo con rapidez, tratando de atrapar la clientela que se disputaban
varias empresas. Una compañia inglesa les financió los tres primeros
barcos: el Stephenson Clarke, el General Trujillo y el Inés Clorke ...
Nunca nadie había visto en Colombia buques iguales. ¡Tenían la quilla
de acero! No necesitaban como los ol,os arrimar a las orillas para
conseguir los 4O o 50 burros de leña diarios para poder andar. Se
alimentaban de carbón y del trabajo incansable de fogoneros tiznados
hasta los dientes.
Estos barcos ele bajo calado adquirieron fan1ade ser los más có1no-
dos , los que menos contratiempos provocaban a los viajeros. Era casi
impos ible que encallaran; por eso sus pasaje ros corrían poco el riesgo
de pasar días y días en un buque amarrado con cade nas a los i11mensos
árboles de la orilla, esperando que las aguas subieran, o que una débil
co lumna de humo anunciara que venían a rescatarlos, para continuar,
desesperados por el calor y por la nube de mosquitos que en minutos,
de tanta picadura , les ponía la cara como un globo.

Y estos vapores empezaron a desterrar a las canoas y piraguas del


negocio de los correos. Por muchos años estas pequeñas e1nbarcacio-
nes. equipadas con sus petacas. valijas o maletas de vaqueta. bien
constru idas para que no les entrara el agua, cerradas con cadenas de
hierro y candados. cumplieron con la ,nisión de traer y llevar cartas
por el río.
En iodos los puertos, en Mompox, Ambalema, Honda, El Banco,
Calamar, los ribereños ap rendieron a conocer los silbatos distintos de

61
los vapores. Los Kikirikí, llamaban a los vapores -correo de Cisneros.
Los senüan venir y de inmediato se !orinaba el alboroto. Bajaba el
encargado del correo, y todos, en alegre tropel lo seguían. Cuando
abría. sobre el improvisado mostrador, la valija -un inmenso saco de
cuero cerrado con candados-, el silencio era lotal. El pregonero em·
pezaba a cun1plir su tarea: "Rubiela de las Mercedes María Pupo: Fermín
dí Filipo Tres Palacios: Alfonsina de la Cruz Noguera". Los a fortuna·
dos se alejaban, celosos, de l n1ontón para leer a solas los mensajes de
amor o las noticias tristes que les llegaban navegando por el río.

Las agencias de co1Teoen Nare, y después en Berrío, cuando sur·


gió el ferro-carril, fueron de las más importantes . Allí se enlazaba el
correo del río con el de las zonas mineras de Anlioquía. El oro y la
plata viajaban por el servicio de correo, en pasta y en polvo. a los
puertos de l interior, y en barra para los mercados allende los mares ...
Por largo tiempo esta valiosa carga rodó por el desigual territorio
antioqueño vigilada por escollas. Recaredo Villa lo dispuso así desde el

l lotcl La M~ l('flJ, en Puc,10&mio

62
día en que sin saberse muy bien cómo. Pedro Londoño, conocido
conductor de encomíendas y correspondencías - lo hacía de a píe o
en mulas- fue atacado por una banda de malhechores.

¡Se llevaron 6 de las 1O cajas de oro! -gritaba el pobre hombre


cuando llegó a Nare en busca de voluntarios que cogieran sus armas y
fueran tras la písta de los maleantes.

Con el servicio del correo por lren, Nare dejó de ser el puerto de
Antioquía en el Magdalena y este puesto lo empezó a ocupar Berrio. Y
las aventuras. de quienes se arriesgaban a transportar estas codicíadas
encom iendas, en1pezaron a ser distintas. Una vez se descarriló el tren,
las cajas repletas de oro se rompíeron y los lingotes destínados al pago
de deudas de los comercian tes de Medellincon casas extranjeras. que-
daron despa rramados por el suelo. El jefe de la cuadrilla más cercana

V,:apor
E11UbJOur.ín.
.Grabooode Marcx
Allo Magdalen,,
TomJdod,dPapelPeri6dtrollu:,.t.r.x.lo.
&hclónf~clmil~u.Banco<k L,B<"públic:a.
l3o!:lo1t..
1tJb8

63
que trabajaba en el avance de la carrilera, apostó trabajadores alrede-
dor del sitio de la catástrofe. No sabia qué era prioritario: socorrer a los
heridos o impedir que n1alandrines y curiosos hicieran de las suyas.
Horas después llegó el tren despachado desde Berrio para salvar las
riquezas. ;Sólo se extravió una barra de oro!

Viajaba tanto Cisneros para atender todos sus trabajos y para con ·
seguir dinero para mantenerlos a flote. que en cada uno ele sus buques
tenia ,nantada una oficina.

-Las tertulias en el río son más lructiferas que las de tie1Talirn1e


- le repitió muchas veces a su a1nigo Santiago Pérez Triana, escritor,
1núsico, empresar io y otro mago co1no él para el asunto de las finan·
zas y para transar con la banca extranjera. Con él coincidió en varios
recorridos. Eran grandes conversadores. Cisneros aprovechó las lar-
gas jornadas por el río para contarle en detalle su vida en la revolución
cubana y sus andanzas, más tarde, como ingeniero de trenes en Peni.
Y Pérez Triana hablaba del montón de negocios que alborotaban sus
pens.:imientos: ferro-rorri les, illumbrado público, colon ización de la
Sierra Nevada ... grandes cultivos de banano ...

Pero además compartian el an1or por el río. Para ellos era verdade ·
ro placer contemplar un atardecer, o la hora de la aurora: "Son una
feria de colores", decía Cisneros. y Pérez Triana. emocionado. se dedi·
caba a cantar nostálgicas canciones. A veces le daba por hacerlo en
alemán o en francés. Pasaba n horas y horas en la cubierta exterior,
que era también el sitio preferido por las mujeres. Protegidas con sus
sombreros de velo se entretenían observando los caimanes echados en
las playas con sus bocatas siempre abiertas: "Son troncos con la boca
abierta", escuchó un día comentar Cisneros a una de ellas. Le pareció
de tanto ingenio el comentario que desde ese día él mismo describió a
estos inmensos animales de igual manera.

Y fue por un comentario de una co,npai'lera de viaje, que dio el


nombre de Emilia Durán al buque destinado a una de sus empresas
1nás riesgosas: la navegación por el alto Magdalena. Viajaban ria abajo

64
y estaban entre ten idos en una charla sobre las precauciones que de-
bían lomar los pasajeros an tes de embarcarse en los vapores.

-¿Es cierto, se1'iorCisneros - preguntaba ella-quelomar café al


amanecer es precaución muy saludable, al igual que añadir a sopas y
carnes jugo de naranja agria ?

No alcanzó a darse la respuesta. Entraban a Barranquilla, y al paSdr


frente al astillero de la compañ ía de Cisneros donde armaban un bu-
que. la seño ra cambió la pregunta por un comentario:
- Un buque tan bonito debía llilmarse Franclsco Javier Cisneros.

El, siemp re muy galante, contestó:

- Esoes imposible. porque ya tiene nombre: se llama Emilio Durón .


Era el nombte de su interlocutora, quién, sorprendida, respon dió con
la más bella sonrisa.

El Emilio Durón y el Tolima se construyeron con especificaciones


tan precisas que fueron los primeros en vencer el sallo de Honda, una
sucesión de 12 kilómetros de corr ientes torrentosas, tra,npas, rápidos
y canales extrechos. Sólo los bogas en sus champanes, ayudados por
sus largas pértigas. lograban buscar. entre caídas y rocas, el cauce
navegable .

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65
A medida que avanzaba la cana lización en el alto Magdalena fue-
ron cobrando importancia como puertos Girardot, Neiva. A1n balen1a.
Punficación. Fue una tarea llena de tropiezos. El ingeniero Charles
Scotl, en medio del fervor del lrabajo. olvidó cuidarse del sol y murió
de insolación. Para rema tar. la guerra fue un estorbo perma nente. El
gobier no, len1iendo que la dinamita- indispe nsable para la remoción
de grandes rocas- fuera a caer en manos de los rebeldes. impedía
periódicamente el suministro.

"Tengo co,npal'lia de barcos a vapo r que ,ne da un mon tón de


dinero. Sin e1n bargo, tengo que utilizar esas ganancias para mis otros
proyectos", escribió alguna vez Cisneros. Tal vez ni él mismo imaginó
que llega,í a a ser una especie de gran con trolador de ese gran camino
de agua. Era dueño de vapores que navegaba n por el alto y el bajo
Magdalena: era amo y señor del correo y tenia en sus ,na nos tres

Bogas y 01J!llJ)iUlCS de T J-111dcbrd1K.l


Dí1>l1}0de Riou Grabad...,
Tom.1do de Fabulou~ Colombia·!1-Gcogtr1phy.
Geogmli.i Pinlotl?!.C4 de Colombia,t.•c.hrión
dt•UtogmíiaArco. Bogot.i. 1980

66
ferrocarriles: -A ntioquia, Dorada y Girardo t-, que alimen taban con
su mercadería los vapores que viajaban por el río.

Y empezaron a arreciar las cr íticas que. a decir verdad, nunca die-


ro n tregua. Uno de sus opo nentes dijo en furioso ataque: "¿Con qué
derecho pretende m íster Cisneros enlazar su mo nopolio en la parte
alta de río. subsidiado por el gobierno, con su compañía de navega-
ción en el bajo Magdalena?. Es legitimo para él decir a los mercaderes:
O me das tu carga para mis barcos en el bajo Magdalena o voy a
in1ponerte todo el rigor de la tarif a en el sur".

Cisneros se sentó tranqu ilamente en su escritorio, tomó la plun1a.


respondió y mandó a Merchán para que la publicara en La Industria:
"Es natural que una persona que lleva su mercancía en el Magdalena
superior, deba tener nuestra pre ferencia a cambio de su apoyo. que
nosotros necesitamos".

Pu\.'TtoBerrio.Anll~1I,) .
cuundoCisnc."ros
Inicia sus trab..,;os
del Fcrrocijml
00 AnHoquio\

67
-

Dámaso Zapata. uno de sus agen tes, leyó la respuesta:

- Es usted muy blando -cornenló; a sus adversarios hay que ha -


blarles más luerte.

- ¿Y usted qué les diria? -preguntó Cisneros.

-Que los ún icos que ha n sufrido po r la co mp añ ia so n los


especuladores que intentan vivir a expensas de l come rcio de la nación ...

El ingeniero se sentó de nuevo y agregó:

'·Se equivocan los que creen que ando a la caza de negocios: dejo a
los negoc ios el trabajo de buscarme".

Y es que el cont rato de navegac ión de Honda aguas arriba. al igual


que los de los ferrocarriles de l Cauca, Dorada y Girardot. lueron como
ñapas obligadas a los contratos que él mis,no buscó. El del Cauca lo
tuvo que hacer para no pe rder el apoyo en el de Anlioquia; a éste se le
añadió la obligac ión de la navegación de l Alto Magdalena porque los
diputados del Tolima así lo ex igieron, a cambio de apoyar la idea en el
congreso. Y la cadena no pa ró ahi: po r exigencia del presiden le Ra-
fael Núñez, durante su primer periodo de gobierno, Cisneros se em-
barcó en la construcción de l lerrocarril de Girardot y de ahí quedó
ligado al de La Dorada. po rque era indispensable para transportar los
materiales para el prin1ero.

Como las acusaciones no tuvieron el eco espera do, sus enemigos


pensa ron en a lacar por otro lado. Co mo era decir de n1uchos que
Cisneros gozaba del lavor de l grupo po lí1ico do minante, el de Ralael
Núñez. que encabezaba la idea de un gobierno que pusiera en cintura
a las ideas liberales de los radicales, se dispusieron a golpea r por ese
lado.

• Acusémoslo de prestar sus emba rcac iones a los ene n1igos de la


regenerac ión de Núñez··. op inó uno. "Es más: acusémoslo de suminis-
trar mater ial de guerra a los radicales". pensó otro más allá ...

68
Y logra ron su objetivo: el J)c"lcire
de la regeneración empezó a sos·
pechar. Núi'lez,qu ién se había trasteado a El Cabre ro, frente al mar ele
Cartagena, pues odiaba el clima frío del Palacio ele San Carlos, se
encerró en su pequeño gabinete escritorio, en el segundo piso de la
caso na, lomó su pluma de ga nso y escribió una carta dirigida a Luis E.
Rico, Secretar io del Tesoro. Decía: "Abran mucho el ojo con Cisne-
ros: tengo motivos graves de desco nlian1.a. Estoy seguro de que intro-
dujo rifles para los radicales con el pretexto de suministros pa ra sus
vapores " .

Se paró y fue a hablar con Soledad, su mujer, quién, según los


decires. le ha bía hec ho prometer que defe ndería al Part ido Conserva-
dor como muestra de amor por ella.

-¿Sabes có mo llamaba yo a Cisneros -le preguntó en lono doli·


do. Lo llamaba El Pacif icado r, porque era llegar él y calmarse la agita-
ción polltica.
Ella lo escuchaba, mientras en silencio revisaba el correo . Bajo su
absoluta responsab ilidad. rompía las cartas que a su criterio iban a causar
enojos o mortificaciones a su ma1ido; otras las guardaba para mejor
momento , cuando estuviera segura de que no afectarían su salud .
.
Muy pro nto se volvieron a arreglar las relaciones del ingen iero con
el hombre de El Cabrero. Fue cuando el pri,nero traspasó el con tralo
de l correo po r el Canal del Dique a una co mpa ñía inglesa sin cobrarle
un solo peso . Nw'\ez se sintió agradec ido. Abrigaba serios temo res de
una de manda pues había ofrecido a los ingleses el monopol io de l co-
rreo por el canal y los había dejado plan tados .

De inmediato invitó a aln1orza1· al ingen iero y a su secretar io Mer-


chán . Este último no necesi taba invitaciones para en trar a El Cabrero .
Se había convertido en uno de los grandes amigos de l presidente titu-
lar: tanto que prologó uno de sus líbros.

En Ca lama r, Cisneros y Merchá n se embarca ron para hacer la tra-


vesía por el Canal de l Dique. especie de rosario de caños y ciénagas

69
que se enlre lazaban hasta unir el Magdalena con Cartagena. Al mando
iba el capitán MacCauslancl. hombre enlendido en vienlos mari,ios y
en navegación por estos estrechos caminos lupidos de vegetación.

- La proa debería estar provista de un espo lón cortante para rom-


per la vegetación --come ntó Cisneros- pues formaba una apretada
malla donde se enredaba con facilidad el barco.

En 111itad
de camino el capitán ordenó echar anclas: -Sie ,,to llegar
un vienlo fuerte: parece un viento bobo pero nos puede llegar a vol-
tear... Y eíectiva111ente,a los pocos minutos empezó el buque a mecer -
se ...
Puntuales llegaron a la blanca y hermosa casa en Cartagena. Los
guardias los hicieron pasar al segundo piso. En el salón principa l esta-
ban Solita y Núñez, sentados en dos mecedoras , al lacio del piano de
cola, jugando a las cartas. Él vestido, con10 siempre. de impecable
blanco , y zapatos bajos con un lazo sobre el empeine. Era un hombre
extremadamente blanco, tanto que a veces parecia que se le transpa·
rentaran sus venas . Tenía cabe llos abundantes y profundos ojos azules.

Pronto pasaron al comedor, un an1plio salón octogona l con vista al


mar. Al final. como era su costumbre, Núñez se asomó a la ventana:
contemp ló el mar enfurecido. Después ofreció habano s a sus invitados
y los hizo pasar al salón. De imnediato entraron a los lemas que prefe-
rían: el de los ferrocarriles y el de la política.

- La paz no quedará asegurada sino


con ferro-carriles. con el trabajo, con las
grandes empresas que dan e1npleo, ocu-
pación y ganancias ... empezó Núñez,
dando con1ienzo a una char la que se pro-
longó hasta bien entrada la noche.

t.ocomo1oraa ~por
f.otogrnfiily Óleo sobre licnro.
CrishnaSalalilr

70
Cuando los vapores se vistieron de guerra

1día siguiente me levanté más ten1prano de lo acostumbra-


do. Me encantaba ver el amanecer: el sol aparece entre un
manto de rojos y amarillos. Me gusta porque la bruma hace
ver el paisaje borroso. corno envuelto en nubes . hasta que los árboles
recuperan su color y su lorm~.

A esas horas se ve mucho alboroto en el río. El planchón rompe la


tranquilidad. Como es tan grande, forma olas tan inmensas que hasta
los chaluperos mas dieslTos deben ap render a esquivarlas. Si no lo
hacen se van a pique. Muy de 111añanase ve un desfile de chalupas
llenas de viajeros. Me dedique a me111orízarsus nombres: Lo Valerosa
Uno, La Valerosa Dos. L-0Momposina, Mi Reinita.
Empecé a encariñarme con esos ho111bresde l río que no tienen
estadía en ninguna pa rte. Emiliano era ya n1i con fidente; me trataba
como a un hijo. Le conté el secreto del libro. pero no me atreví a
mostrárselo.
. Al cabo de un rato, busqué mi equipaje, y saqué el libro de la talega
en que lo llevaba envuelto para pro tegerlo. Quería repasar lo leído,

71
párrafo a párrafo, ce,Tar los ojos e imaginarme como pasajero de un
vapor de tres pisos con una rueda grande ade lante que iba agarrando
el agua. Pero ... ¡sorpresa!, había un capitulo nuevo, no aguan té la
curiosidad y dejé el repaso para después.
Cisneros acababa de regresar de uno de sus múltiples viajes al ex·
tranjero en busca de dinero para financiar sus obras; empezó por ente·
rarse de todo lo ocurrido durante su ausencia. que en esta ocasión
había sido prolongada.
-Todo mal, señor -empezó a informar el empleado-. Hace po·
cos días sobrevino una exp losión en la máqu ina de sierra de Puerto
Berrio y naturalmente se tuvo que interrump ir la construcción y refac·
ción de los puentes.
-¿ Y qué más? - preguntó el recién llegado sin dar n1ayor impor·
tancia al asunto.
-Problemas con los vapores, señor ... el Colibrí nau fragó y se per·
dió todo el carga1nento, y el Tolimo tuvo una averia en un chorro
arriba de Ambalema; tiene un boquete de treinta pies y si no se acude
prontame11tea ren1ediar el daño. se perderá ...
Y siguió enumerando dificultades. Cisneros no se inmutaba. Hasta
que su empleado t imidame nle le contó que el dia anterior habían llega-
do noticias de que Jorge lsaacs -el mismo que escribió La María- a
la cabeza de una revolución radical había lomado el poder del estado.

-Grave ... ¡muy grave ! -exclamó- ¿Qué ha sucedido?, ¿qué han


hecho? -p reguntó perd iendo ya la calma-: Urge conjurar de inme·
diato los peligros que por todas partes 110sasedian -le dijo a su secre-
tario, y le pidió que lo acompañara de imnediato a Honda.
Días después, dos buques de su propiedad sirvieron para embarcar
la tropa de la guardia naciona l para conjurar la revuelta en Antioquia.
..;¡Y fue Troya!, acusaron a Cisneros ele romper su neutralidad como
le correspondía po r ser extranjero. No era la primera vez que ésto

72
ocurría. Los liberales siemp re dijeron que en la guerra del 76 había
siclo uno de los más activos agentes del gobierno conservador de An·
tioquia. Algunos llegaron a jurar que lo habían visto dirigir la fortificación
de las trincheras en Gorropato, en la más cruel de todas las batallas.
En medio de tanto seña lamiento, Cisneros estuvo a punto de ser
linchado en Honda. Logró escapa r de la turba enardeci da corriendo
por las angostas y empedra das calles de esta población. que era un
hervidero ele agitación política y movimiento comerc ial. Una rec ua de
mulas estacionada en plena calle le sirvió de barrera. Sus enem igos,
por temor a ,ma coz o a una pisada, resolvieron dejarlo en paz.

Pero lo peor llegó con la guerra del 85. Los conservadores decian
que él había entregado sus buques a los jefes revolucionarios. Fueron
dias diíiciles para Cisneros. No podía hacer nada : só lo sentarse en su
oficina y esperar las noticias que llegaban sobre una guerra que se
habla tomado al río.

La alarma llegó a mayores cuando. por ielégralo, supieron que


Ricardo Gaitán Obeso. general revolucionario, se había tomado el
puerto de Caraco lí y se había apoderado de dos vapores: el Tolima y
el Notiuidod . Formado en una escuela del genera l Mosque«) en el
Tolima, y hombre por demás enamorad izo, empre ndió con su botín el
viaje río abajo. A la altura ele Barranca, tras cañonazos de aviso y
descargas ele lusilería. se dispuso a abon:lar un buque que navegaba
coni enle arriba. Cuando subió a lomar posesió n del vapor se encon-
tró, cara a cara. con el obispo de Bogotá. Besó con respeto los ani llos
del jerarca, y en lugar de l ataque y la con fiscación que lenla planeada,
se puso de rodillas y pidió la bendicíón para él y sus so ldados. A Ba-
rranquilla llegó Gailán Obeso al mando de tma !lotilla de 4 vapores.

La bajada por el Magdalena lue una especie de ,narcha lriunlal. De


las poblaciones ribereñas, sallan presurosos hombres, mujeres y ní·
ños, para ver unos vapores atestados de oficiales y soldados. El espec-
táculo era ason,b roso para los curiosos lugareños: en la cubierta toca-
ban las bandas me lodías de tiempos de guerra. Los genera les. conver·
lides en cap itanes de barco . iban al mando de una lropa descalza y

73
ha,nbrienta . Algunos estaba n aú n sorprend idos po rque 1ras una trave-
sía en mulas por las mon 1añas, se ha bían encon trado de repente con
un río inme nso y con unos aparatos desconocidos que daban pitidos
de espan to y a los cuales los habían obligado a subir. El plan de los
radicales era sitiar a Car lagena y al presidente titular en su casa de El
Cabrero.
Cisneros no paraba ele caminar de un lado a otro en su despacho.
Las no ticias seguían siendo desastrosas: el Bismark y el Isabel, repletos
de tropas liberales radicales, fueron atac.:"ldosdesde tierra frente al puerto
de El Banco.
"Una de nsísima nube de vapor envolvió repe ntinamen te al Bisn1ark:
algo grave le ha bía sucedido, porque el humo que lo cob ijaba. proce-
dente de los cañonazos, era distinto al de los demás buques. Bello

La Intendencia, en <>Ie,¡iñoAhuy.imJ,
a donde Oegabanlo!>vc)por~. en B:1,.,,1,tq11Slla.
Fotogrnlia'.PiL·u Loumo

74
espectaculo en el que cada buque desaparecía en nubes de humo de
pólvora: todos los generales presenciaban la escena sobre el últilno
puente de los vap0res. Esta imprudencia nos costó la vida del genera l
Capitolino Obando: una bala de cañó n rompió uno de los tubos de
vapor y fueron grandes los esfuerzos de su ingeniero para llevarlo a la
ribera", anotó en su diario un general.

El Once de Febrero corrió peor suerte ; recibió un cañonazo que lo


atravesó de proa a popa y arrastró, a su paso. toda la fila de lán1paras
que colgaban por la mitad de los salones. El petró leo se regó sobre la
n1adera seca del buque; en 111inutos, estaba consu,nido por las llamas.
Cuando el fuego llegó a las bodegas se escuchó un estruendoso ruido:
empezaron a esta llar las municiones , que el dia anterior habían logra-
do arrebatar al enemigo.

Terminó la guerra. Merchán. en un dispendioso trabajo, se ded icó


a recoger las pntebas para demos trar que todos los vapores de la con1-
pañía habían sido apresados por los rebeldes sin su consentimiento , y
pasó su informe al gobierno. De inmediato se dedicaron a remendar
los daños causados por la revuelta y a enfrentar la competencia feroz
con la compañía de Roberto Joy. para hacerse a los buques de las
otras firmas heridas de muerte .

Joy era un inglés que había llegado a Colombia a tr¡1bajaren una


casa comercia l de Santa Marta. Tras idas y venidas se aventuró. sin
éxito, en el cultivo de tabaco y a raíz de este negocio fracasado abrió,
con dinero de su bolsillo, un camino para unir a Pie de Cuesta con el
rio Magdalena . Finalmente creó la Co,npañía Unida de Navegación y
sus vap0res empezaron a ser conocidos en todos los puertos.

Un día, El Cometo, vapor de Joy , viajó al alto Magdalena en busca


de mercancía. Cisneros , para salirle ade lante. envió un mensaje ur-
gente al gerente del ferrocarril de Girardot: "Es necesario crear a El
Cometo y su gen te toda clase de trop iezos en el sentido de que no
cons igan cargas; y teniendo, como tenemos , el ferrocarril en nuestras
manos, debemos aprovechar esos elementos ".

75
Ganó Cisneros. En Bogotá, en 1886,se selló un pacto para lusio·
nar las grandes empresas y nació la Compañía Colo1nbíana de Trans·
portes. que tuvo sede en 8a1Tanqullla.en el segundo piso del antiguo e
incómodo edificio de Aduana. Cisneros figuró n1ucho tiempo como
inversionsila mayor. Los vapores cambiaron de nombre. El Stephenson
Clarke se convirtió en el Chile; el Inés Clarke fue bautizado México. el
Magdalena Cisneros se llamó desde entonces Cuba ...
Cerré el libro. Eran como las 5 de la tarde. Entrabamos lentamente
a Barranquilla. El río se vuelve muy ancho cuando se aproxin1a a la
ciudad.
-i El Puente Pumarejo -gritó Emiliano- es muy largo. Mieleco-
1no dos kilómetros ... !
Me demoré varios 1ninutos en recorrer lo con la mirada. Cuando
uno piensa que se ha terminado, sigue más allá, porque más allá de
una isla corre otro brazo de l rio. Acababa de caer un tremendo agua-
cero, por eso había muchas garzas. No sabía si dedicarme a verlas;
volaban en grupos y parecía que en lugar de alas tuvieran abanicos; o
ver los tanques, las torres. los ga lpones gigantes de las fábricas a la
orilla del ria y los edificios que empezaban a aparecer borrosos, como
si fueran fantasmas.

Paramos en el muelle de las flores.


Ahí llegan todas las embarcaciones que
llevan carga para las grandes empresas.
A lado y lado hay un montón de lanchas
de pescadores amanadas a estacas ...
¡conté como 50!

Gcocnl R;ca,doGoltéoObeso.
jcle d.! L, rc~'Olució,1de 1885.
Grabadode Alfre<loGrcOas
.

76
Por qué se instala Cisneros en
Barranquilla , construye
un muelle y se bate en duelo

e sentí perdido en Barranquilla. Fuimos enseguida al


centro. según lo planeado con Emiliano. para tomar el
bus hacia Puerto Colombia. No habia tiempo que
perder. Ardia en deseos de ver el mar. Menos mal lha ;,c:omp;,ñaelo,o
si no mi despiste hubiera siclo total. Estaba como mareado en medio
de tantos, buses y personas. Me sentia aplastado.

··Definitivamente no me gustan las ciudades'·, pensé. Pero a medi-


da que iba avanzando me iba sintiendo más seguro. Aprendi rápido a
hacerle el quite a los carros.

-Toda esta es la ciudad vieja -me expl icó Emiliano. convertido


en el mejor de los guias. Vi edificios muy hennosos. pero ¡tan abando-
nados! Fuimos al Caño ele la Ahuyama . Emiliano queria que yo viera
en dónde era que paraban los vapores en tiempos antiguos.

- Esaera la intendencia donde se legitimabatoda la mercancía que


entraba y salia -y señaló una casa grande de dos pisos con el techo
blanco por tanta garza parada ahí.

77
Tomamos el bus. Nos sentamos en la primera banca para poder
ver todo mejor. lbamos por la carretera cuando de repente, luego de
una curva, apareció el mar. Grité de la emoción, ¡es tan hermoso!.
co,no una laguna sin fin. Al rato vi un camino largo parado en medio
del mar.
-Ese es el muelle; lo construyó tu amigo Císneros - me dijo
Emílíano.
Nos bajan1os del bus y corrimos al desembarcadero : -¡A ver quién
llega primero a la punta ? - lancé el reto. Y echamos a correr. Me
cansé; parece interminab le. En la mitad de l camino estaba agotado.
Hay una pequeña casa en ruinas: a pesar de lo sucia, buscamos un
lugar en dónde sentarnos para sentir un poco de sombra.
Y abrí el libro. Ya me había acostumbrado a ver aparecer letra~ y
íotos, así que estas no me causaro n ninguna sorpresa. Me puse a ver
detenidamente las fotos: Había una del lugar donde estábamos: esa
casa en n1inas fue la oficina del muelle. ¡Un pequel'io tren aparecía
caminando por el medio de este camino parado en la mar!. .. empecé
a leer...

Barranquilla era una ciudad nueva que crecía sin parar. Habia todo
tipo de compra -ventas y trueques. Semezclaban en el aíre caliente las
algarabías distintas de catalanes, italianos y cubanos. y el contenido
hablar de los ingleses y alemanes que encontraron acomodo en el
comercio y en la industria, porque Barranquilla fue por esas épocas la
mayor ciudad comercia l e industrial de l país. Crecía sin temor a abrir
sus brazos a íorasteros y extranjeros. sin recelos frente a otras ideas y
otras costumbres. Tanto así que muy pronto se planeó un Cementerio
Universal para poder enterrar, sin distinción a todos sus muertos.

Crecia a medida que aumentaba el tráíico de los vapores que viaja·


ban por el río Magdalena. El paradero de los vapores era el cano de la
Ahuyama. La carga que seguía su viaje por los mares del inundo. se
llevaba por el cana l de la Pina, o en carretas liradas por bueyes, a
Sabanillas, para embarcarlas en los veleros que viajaban allende los

78
mares. Sabanillas era un puerto donde n1uchos, incluido Simón Bolí-
var, soñaron con construir una gran ciudad por tuaria. El mar se encar-
gó de destruir esos sueños .
-S i Barranqu illa quiere progresar - pensaban sus homb res- es
urgente facilitar el paso de carga y pasajeros de los buques del mar a
los buques de rlo. Unos. a pesar de los fallidos intentos, segujan apos-
tando po r Bocas de Ceníza como el ca,n ino mejor J:>a1c1 lograr este
enlace. • La desemboca dura del Magdalena no pasa rá de ser un ce-
menterio ,narino", replicaban otros menos opt imistas.
Y ganó la opc ión del lerro ·carril para aliviar la penosa situación.
Ingenieros ingleses y alemanes construyeron u11 tramo hasta Puerto
Salgar. Pero el tránsito seguía siendo incó modo , peligroso y demora-
do. Desde el fondeadero de los vapores. se llevaba carga y pasajeros
en pequeños remo lcadores hasta la estación del tren. Estando en estas
el !erro-carril llegó a manos de Cisneros. Como propietario se co m-
prometió a extenderlo y a cons truir un mue lle en Puer to Belillo. un
punto más allá, y más pro fundo que Sabanillas. Corno siempre le ocu-
rría, hizo uno y mil malabares financieros para consegu ir el dinero y
poder cump lir. Pero, cua ndo ya habían ade lantado trabajos. en una
tormenta el mar se picó de leva. arrastró los carriles y destruyó pue ntes
y carnpa,ne ntos.
Cisneros contempló el desas tre, sin poder hacer nada por evitarlo.
No se dio por vencido ... Era de esos hon1bres que piensan que todo se
puede en derezar. y estaba convenc ido de que sólo los que no se arries-
gan no se equivocan. De nuevo empezó la obra, esta vez por costa
firme y ten iendo corno meta la ensenada de Cupino, que después se
llamó Puerto Colombia. y que estuvo a punto de llamarse -asl lo
propusieron muchos ba rranquilleros- Puer to Cisneros.
Pero el desas tre se llevó también todos los recursos. En1pacó, en-
tonces, en su baúl de madera ropa y docu1nentos y viajó a Londres.
Vendió el ferrocarril a la compañia británica Barronquillo Railway &
Pier Cornpany. Pasó de dueño a accionista y administrador. Se sinlió
feliz con el cambio y pensó de inmediato que había llegado la hora de

79
l:.slaci6n I fcmxaml en &rrnnqui0,1Grdbodode Rlou
clc>
Tomddode A111\'ric.b
Pln1oresca,Mont.uwr y Simón. &rcdon,J,. 188ll

tener casa estab le. En su ya larga estancia en Colombia. había pasado


de aquí para allá en una vída de andar iego y desarraigo. Y Barranquilla
se le antojaba ideal: con el mar, con la brisa acarícíadora del atardecer.
co n los mísmos olores de Cuba.
Años atrás se había casado, en segundas nupcias, con Ca,·men, la
viuda de su hermano Eduardo. Sus sobrinas. Einma y María, se convir-
tieron en sus hijas. Era hora de estar junios. La Floresta. así bautizó su
casa de !Yes písos toda hecha en madera. La quiso con terrazas y
deliciosos corredores y con una biblioteca enorme que le recordaba a
la de su padre en Santiago. Estaba en medio de un inmenso jardín
sembrado de frutales, píbijayes. sa1nanes y bongas. Tenía dos salones
adornados con grandes espejos y mecedoras. Pronto se hicieron habi-
tuales las tertulias de 7 a 9. Se discutía de política, de literatura, de
negocios. Y se hablaba del río, tema peremne, en esa ciudad recosta -
da en el Magdalena. Y cuando llegaban a este lema se enre daba en la
charla ese inglés barranquillero. que se formó con las palabras que
trajeron los navegantes llegados de lejos.

80
[

-. ..
:::i~f~
·~
- ---
.¡,.-.

Calle del mercado, '-'"Barranqutlla


FotógrafoBi.ln'6nVinyt."(
PropiOOnd de ÁtvaroMc..'<li1w

Al lado de Lo Floresta se co nstn,ye ron Lo Cabaiia . El Paraíso. La


Valerosa. Hasta allí no llegaba el recién inaugurado servicio del acue-
ducto, que no era más que dos bombas que absorbían el agua del río
Magdalena y la repartían en las casas ele la calle Real, la calle de Jesús,
el callejón Abello, la calle de l Comerc io. Por estas quintas pasaban , de
tarde en tarde, los pequel'\os agüateros co n sus asnos ca rgados de
agua recogida en las pilas.
Cisneros se hizo pronto perso naje en esta ciudad. Iba siempre ves-
tido de lino blanco, no olvidaba su so1nbrero ca notié y su reloj de oro
oculto en el bolsillo pequeño del chaleco. Se convirtió en figura indis-
pensab le en clubes y grandes salones. Asistía a las tertulias literarias, a
las reuniones del hospita l de la Car idad, del cual fue siempre generoso
co laborador, y jamás faltó a las discusiones de los homb res de nego-
cios que trataban de mejorar el servicio de la banca. Era asiduo lam·
.bién de l recié n creado Club de l Comercio. Allí se daban cita los hom-
bres para leer revistas extranjeras y tomar el choco late.

81
Y no faltaba, las noc hes de jueves y domingos, al paseo por el
Ca,nellón Abello, un espacioso andén de vistosos baldosines, sombreado
a lado y lado por frondosos árbo les. Se paseaba orgulloso con su mu-
jer y sus dos hijas. Sus tres mujeres, como él las llamaba. hacían las
veces de secretarias y le traducían al inglés, francés y alemán, toda su
correspondenc ia. En medio de la paz ían1iliarse ded icó a sacar ade lan-
te sus planes.

Con la inyección de dinero inglés las obras se agilizaron. Cuentan


que estando en estas tareas fue cuando 1nás se le vio enérgíco con sus
en1pleados. Era intransigente con aque llos que trataban ele escurrirse
de sus obligaciones. Durante años los hijos conta ron a sus hijos y éstos
a su vez a los suyos. esta anécdota:

En cierta ocasión dio orden de que se soltara un bote amarrado en


una boya, que estaba bastante lejos del extremo del muelle que se
conshuía. Era necesario echarse al agua y nadar, porque no hab ía
embarcac ión disponible. Cisneros dio la orden, pero minutos después
notó que ésta no se había cumplido.

-¿Por qué no está aquí el bote? - preguntó.

-Seño r Cisneros, por ... -ti tubeó el emp leado. temeroso porque
conoda el carácter del patrón.

- Yo si sé - cortó Cisneros- , porque ninguno de ustedes sabe


cump lir con su deber.

-No señor, es que está rondando por aquí un tiburón, hen1os visto
muchas veces aparecer su aleta ...

- ¡Cobardes!, gritó Cisneros, y acto segu ido se quitó sus ropas, se


arrojó al mar y soltó la embarcación.

Por fin, un dia, el silbato ronco del tren despertó a Puerto Colom-
bia. El muelle, una armazó n de acero trepado sobre pilotes de hierro,
estuvo listo cuatro años después. Era metá lico. modemo, con cinco

82
liineas de rieles donde se podían acomodar al 1nismo tiempo cua1ro
vagones grandes . Media 4 mil pies de largo. Parecía menlira . Est<>
obra representaba para todos un alivio: además de procurar comodidad
y placer.

La inauguración - 15 de junio de 1893- fue día de gran fies1a.


¡Y no era para menos! Nunca se habia soñado con una obr.i élSÍ. Rodó
chan1paña por Barranquilla. Salgar y Puerto Colombia . Se hablaba de
Cisneros como el redentor de lo ciudad.

El alca lde. Rafael Cajar, declaró dos dlas de íestivldacles. Con~lder6


que un suceso lan extraord inario ameritaba el tamaño de la parranda:
"Penn11ense tociaclase de regocijos públicos que se m,mlengan denlro
ele los límites del orden y de la moral", decía el decreto que ordenaba
"demás que se llu1ninaran los frentes de las casas en la ciudad Rafael
Nuñez fue invitado pero no pudo ir: ~quebrantos de salud no me per ·
miten moverme ahora ", decía el telegrama en que disculpó su ausen -
cia de la pomposa celebración .

Visitar Puerto Colombia y su muelle se convirtió en el ¡>ascoobliga-


do de domingo . Lo jau/o , la llamaban algunos . Y quedaban ,;orprendi ·
dos por la extensión de ese can1ino que pcnelraba en el 1nar. Otros.
los relacionados con las mas importantes casas con1erciales. que a la
vez eran reprcsentan1es de las con1pañias 1ransatli'.lnlícas.progra,na ·
ban sus paseos para coincidir con la llegada de vapores extr.injeros .
Podian asl. por invilación del capitán lrancés o inglés o dlem6n, dele!·
tarse con la comida de sabor lejano.

La cita era en la estac ión Montoya. en pleno centro de la ciudad.


En la fornosa Vuelta al Diablo a11mentaba la algarabía. Desde allí se
velan la oohia y el rnuelle. !Ahi está!. gritaba el que empezab.i la bulla.
El ferrocarril y el muelle 1ranslormaron a Barranq11illade pueblito
en ciudad moclerna, era el decir de muchos. Cada día habia mtls chi·
meneas. 1nás fabricas de jabón , de licores. de empaques. de cerveza .
1 ~e hielo ... Las casas comerciales eran cada vez 1nás grandes. con .alo
L es y patios donde se acumulaba la mercadería . Allise podían encon ·

83
Uoa a lk! de 8.:,rr.-,nqulll.i.
GraOOdo deRt0t1
"lbmadode AmériraPinloresc..i.
Mont.l11er 1884
y Si1nón. 13..1r«:lona.

trar todos los lujos que disfrutaban los habitantes de las grandes ciuda·
des europeas.
Puerto Colombia dejó de ser un pob lado de pescadores . Los hote·
les. el Esperia y el Esta,nbul. alojaban a los viajeros de los vapores
con destino a Estados Unidos y Europa, que salían cada 15 días pero
sin fecha determinada. Ni el tren ni el muelle tenían descanso : a
finales del siglo 15 locomotoras y 212 carros hacían el corto trayecto
entre Barranquilla y Puerlo Colombia, por el que se movilizaban dos
terceras partes de l comercio de todo el pais. Tal y como lo soñó
Cisneros, en 24 horas se movilizaban 10 mil sacos de café que llenaban
las bodegas de los grandes mercantes .
Pero las criticas corrían parejas a las adulaciones que se hacían a
Cisneros. Cuando vendió el ferrocarril a la compañ ia inglesa. algunos
lo seña laron diciendo: "Usted irrespetó la soberanía nacional". Luego,
empezaron las quejas por las larifas: !Son muy allas!, gritaban, pues se
cobraron aumentos proporcionales a la devaluación de la moneda y en

84
Un ilgu.:tdoren 8..'lrr,mqulll.-,
Crab•doooRIOI,
Tomadode Ami>ricaPintoresca,Mont.J.l"ler
y Sun6n. &rc<-
lono. J884

esas épocas de guerras, revueltas y emisiones clandestinas de d inero,


la devaluación se había trepado por el cielo.

Y fue este asunto de los fletes lo que lo llevó a una [ue1te polémica
con Rafael Salcedo, dueño del más antiguo establecimiento industrial
de la ciudad y dueño también de fábricas de aceites y velas.

Cierta larde Rafael Salcedo, hijo del empresario, un joven rnuy


guapo e impetuoso, fue. en actitud provocadora. a la estación Monto-
ya a esperar el tren de las 5. p roveniente de Puerto Co lombia. en el
cual se le informó que llegaria Cisneros.

Pronto surgió una discusión que tern1inó con un fue1te golpe en la


cara que le dió Salcedo al ingeniero . Varios de los presentes acompa-
ñaron al agredido a sus o ficinas, en la parte alta de la vieja aduana. La
1
noticia corrió como pó lvora por Barranquilla. El primero en llegar a
;
averiguar qué ocurría fue Vicente Lafaurie , amigo y mano derecha de
1 Cisneros en sus negocios.

l ==== ==============- ~~....a........ =========.I


85
Ya calmado, Cisneros se se ntó en su escritorio . redactó una ca rta y
comisionó a dos de sus allegados, Francisco Posada y el capitán Vicente
Lomba.na, para entregar la personalmente al agresor. Lo retaba a duelo
que. era por esos tiempos la única forma de saldar las deudas de honor.
Posada y Lomba.na a sab iendas ele que tenían en sus manos una
tarea de exquisito tacto y prudencia, buscaron a Salcedo y, a hurtadi·
Itas, le enlTegaron la carta.

-La esperaba -dijo co n tranquilidad Salcedo, y era así.


Los remi tió de inmediato a sus padrinos, Diego de Castro y Julio
Vieco, los dos generales. Y empez.aron las reuniones, siempre en lugares
distintos, siempre lejos de los cur iosos y testigos. Pronto se pusieron
de acuerdo en que Cisneros. por ser el ofend ido. dictaría las cond iciones
del encuentro . Se planteó la primera condición: el anna sería espada o
sable. Vieco y de Castro insistían en la pistola o el revólver. Al final
tuvieron que ceder.
-Que sea la espada como propone Cisneros -dijo De Castro.
pues no podían dilatar más estas negociaciones sin correr el peligro de
ser descubiertos por la policía.
La cita se fijó para el amanecer. en una pequeña co lina situada en
la línea del ferrocarril, entre Barranquilla y Sa lgar, y desde donde era
posible divisar el ria y Bocas de Ceniui. Muy de madrugada en,peui -
ron a llegar en sus carruajes, tirados por caballos, a la estación Monto-
ya, los padrinos y los médicos con sus enormes estuches negros en
que llevaban el equipo de cirugía. También llegó, muy puntual, el joven
duelista. Viajaron en un tren expreso que part ió antes de la salida del
sol.
Císneros llegó por el lado opuesto de la ruta. Saludó uno a uno a
los presentes. A Salcedo le hizo una ligera inclinación de cabeza, ,nien-
lTasse llevaba militarmente la ma no al somb rero de copa que lucia esa
mañana de fuertes brisas.
Mientras que los padrinos, a los que costaba trabajo ocultar la desa-

86
zón, demarcaba n el ca,npo, los duelistas se quit.aron saco y camisa y
quedaron en sutiles camisetas de seda que dejaban al descubierto bra-
zos y cuello.
Y alistaron los floretes: había sido imposible conseguir las espadas.
Dada la seña l, empezaron los asaltos y retrocesos, los ataques y las
defensas. Muy pronto Cisneros hirió a su rival. Éste se dobló y cayó al
suelo. Cisneros le extendió la mano para levantarlo. Salcedo, doble-
mente herido - pues tenia herido también el orgullo- , rechazó la
ayuda. Se levantó como pudo .

- Estoy entero, puedo continuar la lucha.


Era imposible; tenia dos cortadas: una en el hombro y otra en la
parte alta del abdomen. La segunda, dictaminaron los médicos que
hablan seguido atentos el duelo, podria con,pl icarse con u,,a hemorra-
gia interna. Eljuez de campo clavó el florete enb·e los dos contendores
y puso fin al combate .

Cisneros se vistió, devolvió el arma, saludó co11ésmente y regresó a


Puerto Colombia. Salcedo fue conducido en andas hasta el tren y, ya en
Barranquilla, se recuperó pronto . Explicó a los curiosos que había sufri-
do unas heridas de manera accidental, en un paseo matinal por el campo .
Durante mucho tiempo se habló. en algunos círculos, de este due-
lo. Meses después, cuando Cisneros estaba en el astillero con un gru-
po de amigos , se ventiló el lema de las armas del duelo . Cisneros pidió
a uno de ellos que pintara con tiza, sobre una tabla. cinco puntos
distribuidos de forma equidistante . Luego solicitó que colocara la labia
lreinta pasos más allá. Tomó el revólver con la mano derecha y dispa-
ró certeram ente sobre cuatro de los puntos. Luego pasó el arma a la
mano izquierda y ante la sorpresa de lodos, disparó de nuevo. El pun-
to central quedó perforado por la certera bala. Cisneros guardó tran-
quilamente el arma y comentó sin darle ,nayor importancia:
- Ya ven ustedes por qué prefiero el florete: la bala disparada es
incontenible y es inevitable la muerte. Y no quiero ma tar ni que me
maten .

87
88
1

'
Cuando Barranquilla tuvo tranvía

erré el libro: estaba completamente fascinado con la vida de


Franc isco Javier Cisneros. Recorrimos con Emiliano lo que
nos faltaba de mue.lle. Desde la punta se ve muy bien la
bahía: la playa muy lejos las monta ,ias formando co,no un nido al mar.
Así permanece protegido de los vientos. Desandamos el largo andén ,
salimos del muelle y nos luimos a pasear por el parque. Reconocí de
inmediato una loto que acababa de ver en el líbro: una casa con dos
techos, medío redonda, que por años lue la estación del tren y ahora
es la casa de la cultura. Adentro, en la pared. hab ia un inmenso mural
de Císneros. En el parque encontramos una estatua de él. Estaba en-
tretenido mirándola cuando sentí que alguien me observaba.

-Antes de él , Pue,to Co lombia no era nada -me dijo, y sin que


yo contes tara, siguíó hab lando:

-Era un pelado como tú cuando vine de paseo al muelle. Ese día


estaba el mar especialmente verde y le pedí a mi papá que me contara
vjejas histori as del malecón. Me habló entonces de los tiempos en que
el puerto permanecía lleno ele buques gigantes , unos tan hermosos

89
Pesc-<ldores
en ll'IOO'Semboc..,dura
d<.>I
rlo MagdaleM.
en &rranqu1Ua. Folograha · PilarLo,.ilno

que parecían palacios flotantes. Me iinpresioné tanto que mi vida cam-


bio. Desde en tonces me dedico a recoger viejas fotos, y viejas historias
de mi pueblo y del desembarcade ro.

Yo estaba sorprendido; no supe que decir. El extraño tenia afán y


se 1narchó enseguida. Me senté frente a la estatua de Cisneros y, an ·
sioso. abrí nuevamente el libro encantado.
Como representante de la Barronqui//a Raílwoy & Pier Compony.
Cisneros fue también el encargado de darle un tranvia a Barranquilla.
Nació como tranvía de vapor, pe ro la caldera fue reemp lazada muy
pronto por tres mulas porque las chispas que brincaban de la chime-
nea amenazaban con incendiar los techos pajizos muy comunes en la
ciudad.
La noche de l 26 de abril de 1890el tranvía recorrió, po r primera
vez, las calles de la ciudad. Lo i1npulsaba una máquina de vapor. De·
trá9, corrían pequeños y grandes, haciendo gran algarabía. Cuando
bajó por el callejón de Francisco Palacio. al pasar frente a una casa

90
Carrilera_Fotograf¡¡,.
~·óleo: CrlsbnaSdlbiar

solariega, la estruendosa maquinaria se detuvo: las ramas de un árbo l


gigante no la dejaban avanzar.
-¡Corten las ramas! -g,itó alguien desde el coche.

Un grupo de muchachos rodeó de inmediato el árbo l, mientras


gritaban y alegaban que era el preferido del dueño de casa, tan to que
él mismo se enca rgaba de cuidarlo.

Un señor alto, vestido de blanco, con un sombrero centenario -<:a-


mo se lla1nabaa los son1breros de corcho- se bajó del tranvía y se dirigió
a ·1acasa. Un niño de apenas once años salió a recibirlo.

91
-¿Quién vive en esta casa? -preguntó el hombre.

- Pedro Goenaga -contestó el muchacho-. pero no está en la


ciudad.
- ¿Con quién puedo hablar entonces para solucionar esta cues-
tión? -preguntó el hombre mientras acariciaba la cabeza del peque-
110.

Este contó que su madre estaba indispuesta y se ofreció a llevarle el


recado. La madre se ason1ó a la puerta del cuarto y, en breve diálogo
con el visitante, dio su aprobación para 1nutilarlas ramas que estorba-
ban el paso del tranvía.
El muchacho, Miguel Goenaga era su nombre. lue convidado espe-
cial del resto del recorrido inaugural. Se enteró entonces de que el
ho,nbre de traje blanco era el lamoso Ingeniero Cisneros. Se sentó
adelante. para ver mejo,·. Quedó al lado de Elias Pe llet, que ni ese día
se desprendió de su enorme paraguas de colores.

Ese Pellet, era un personaje querido por chicos y grandes . Se sen-


taba, en las tardes cuando ya bajaba el calor, en la puerta de su im-
prenta y desde ahí saludaba, daba consejos , contaba uno que otro
chisme o hacía chistes y bron1as. Había llegado como cónsu l de Esta-
dos Unidos en épocas en que la calle anc ha era la principal de la
ciudad y era lamosa por el arroyo que se formaba al primer aguacero.

Al tenninar su trabajo de cónsul. Pelle! no lue capaz de despren -


derse de Barranquilla. Montó una imprenta y empezó a publicar The
S/iipping List -Lista de Embarque- , un periódico en el que de ma-
nera minuciosa se relacionaba los buques que entraban y salían y la
carga que traía cada uno de ellos. Se volvió indispensable para los
comerciantes y viajeros. Dedicó muchas líneas de su periódico mensual
a elogiar a Cisneros: .. Prócer del trabajo y del progreso ", lo llamaba.
Y publicaba también los poemas de los "capitanes -poetas " como los
de H M Summer navegante del río Hudson quién un día oyó hablar de
un tal río Magdalena que picó tanto su curiosidad que empacó sus

92
baúles y petacas. De inmediato sucumbió al encanto del gran río que
atravesaba lodo un país.

Estaba también allí, veslido de gala. con chaleco y corbatín, David


López Peha, el judio n1ás prominente en la Barranquilla de entonces.
Era director de la Compa,iio Colornb iana de Transportes y miembro
activo de cuanta soc iedad anónima existía. A su lado y veslido más
pobremente estaba su hennano Abraham Zacarias, escritor. librero,
cac harrero, boticario y empresario de cine. Abraham daba razón de
cuanto libro estuviera de moda en el momento en Estados Unidos y
Europa y se esmeraba por satislacer a su clientela, enlre ellos a su
a1nigo Cisneros.

El tranvia bajó por la calle del Dividiviy volteó, pero justo. cuando
pasaba por el almacén de Rosado y Cornpañla, uno de los conducto-
res. Julio de Castro, sacó la cabeza por una de las ventanillas. con tan
mala suerte que se golpeó contra un poste telegráfico y perd ió una
oreja. El niño invitado. que lo vio lodo. se recostó asustado en la silla y
se tapó un rato los ojos.

El recorrido terminó en La Floresta. donde se daba una gran fies·


ta. Mientras los grandes brindaban por la obra. Miguel salió al jardin y
se dedicó a montar en bicicleta. Años atrás Cisneros, para comp lacer
a sus hijas. había mandado traer las primeras que rodaron en Colom-
bia. Y para que Emma y Maria no sufrieran go lpes mientras aprendlan
a mantener el equilibrio. construyó una pista segura en medio del jar-
dín. Miguel jamás olvidó esa noche. Contó a todos sus amigos que
estuvo encara1nado en un carro imperial. ·'belllsimo, lujoso y bien alum-
brado". con un atrayente "penac ho de ch ispas luminosas que brinca-
ban de la chimenea", y que. "la locomotora resoplaba en su andar".

Y no lue todo; contó a sus amigos que lo escuchaban con los ojos
bien abiertos: -Después me encaramé en un desproporcionado apa-
rato de pedales con una rueda gigante ade lante. iY no me di ni un
solo porrazo!
Casi cincuenta años después, un 16de ab ril, en los periódicos de

93
Barranquilla se publicó la trágica noticia de que el gobierno estaba
elaborando el decreto de clausura de Puerto Colombia. Entonces este
niño, convertido entre otras en periodista. escribió con nostalgia: "Des-
apareció Puer to Belillo, desapareció el tranvía y desaparecerá n tam·
bién el ferrocarril y el muelle. Como con el andar del tiempo no habrá
nada de Cisneros en Barranquilla, deseo que se salve siquiera un ejem-
plar de este cuaderno, escondido por ahí. en un anaque l, entre los
libros viejos, para que le diga en un futuro a algún joven investigador lo
que fue ese gran hombre que se desvivió por Barranquilla e hizo por
ella cosas sorprenden tes". De estos ap untes saqué muchas de las his·
torias que acabo de contar.

Cerré el libro y no necesité pasar la página . Sabía que de ahí en


adelante estaba todo en
blanco. Volvi al mar. caminé
por el muelle. Lo hice lenta-
mente. A medida que avan-
zaba el mar se hacía más y
más verde. Cronometré:
más de media hora me de-
moré en llegar a la punta.
Allí me senté al lado de los
pescadores. y mirando ese
mar re-verde me dediqué a
soñar ...

Mo.,u11lt'nloa 0\neros.de-M3rco
Tobón.bt,,d6n O,r)ero,..
Me<f('ffin
Fotogran
.. y 6k>osobren~uo.
$.)ltl~t. 1997
CrisOni1

94
Y Colorín ...

1viaje de regreso en el planchón lue delicioso. En total siete


dias, porque se navega contra la corriente y el tiempo se alarga. Muchas
noches acompañé a Emiliano a hacer sus turnos de guardia. A veces
pasábamos la noche sin navegar por "el orden público". Emiliano me
contaba sus historias sobre los tiempos en que era bueno navegar por el
Magdalena y de los l'atos aburridores cuc1nclose dc1f1del re,no lcador y
toca esperar dias y dias lejos de los puertos hasta que se arregla el daño.
Pero siempre terminaba la1nentándose:

-El río está abandonado y a mi me está cambiando el pensamien-


lo. iYa no quiero navegar!. ..

Estuve muy pendiente de la llegada a Barrancabermeja: "Es el puer lo


más elegante", decía él, y en verdad es con10 una aparición. Después
de ver só lo peque .,1os case ríos. esas torres inmensas. esas chimeneas
también inmensas. me sobrecogieron tanto que llegué a sentirme in·
defenso. Esa extraña visión lo loma a uno por sorp resa: aparece ele

95
repente . justo cuando el río termina de dar una vuelta.
Llegamos a Puerto Berrío. ¡Me costó tanto trabajo separarme de
,nis co,npañeros de aventura!
-Vuelve cuando quieras. muchacho -me dijo Emiliano-. Aqui
tendrás siempre casa y lrabajo.
Tomé el tren muy temprano: a la una de larde estaba en Cisneros.
Corrí a buscar a Buñuelo. Lo enconlré e,, Los Paraguas tomando un
refresco. ¡Se emocionó al verme! Empecé a hablar de manera atrope ·
liada; quería contarle todo al lien,po: el muelle. la aventura . el mar, el
colegio de Puerto Colombia que se llama Cisneros ... del teatro que
existió, en su honor hace mucho en Barranquilla ... Él me escuchaba.
pero adiviné que pensaba en el libro.
-Si. lo he leido todo -le dije. y se lo pasé. Se paró y echó a
caminar en silencio. Se sentó en las escalinatas. debajo del aviso Cis-

btoc1ón Cb,11cr~ . Ml'<l


d lm
Fo1ogr,1h,1v 0 1,'(, ,1;0,bn • lwmo.
Cri.-..
li11J S.1l.11
...1r. 199 7

96
neros. pueblo ferroviario ... Abrió el libro y lo leyó todo de un tirón.
Por fortuna me dí cuenta a tiempo de que habia aparecido un capitulo
que yo no conocía. Me acerqué y leimos en silencio.
Se necesitarían libros y libros para narrar todo lo que alcanzó a
hacer Francisco Javier Cisneros durante sus 20 años en Colomb ia. Al
fina l se dedicó a Barranqui lla. a sus buques , a promocionar, junto con
Merchán, los Clubes Maceo para apoyar a Cuba, que no había logrado
aún so ltar sus ama1Tas de España ."Tuvo tiempo también para otro de
sus sueños: colonizar tien-as para hacer grandes cultivos. Todo ésto sin
abandonar su trajín de viajes de aquí para allá, unas veces a Bogotá
para defender sus proyectos en el congreso ; otros al exler ior, en busca
de crédito, o para representar los intereses de Colombia en pleitos con
empresas extranjeras constructoras.
En marzo del 98 , en Bogotá. lo atac ó la neumonía. Era un mal que
lo aquejaba con frecuencia a pesar de las precauciones : cuando viajaba
a Bogotá no olvidaba. a la altura de Vílleta. sitio donde empezaba la

L'it.)d(mCisn~ l\fodcllin
h ,tugrafia y Ók-o -.obro ll<-1110
C1htuld S.11'1"1, 1~) 7

97
Iría, ton,ar agua. con aguardiente o brandy, o con una cucharadita de
café tinto para evitar las 1nolestias derivadas de la crudeza por la frial-
dad del agua. Religiosamente tomaba también, como se lo había rece-
lado su médico, lres cucharadas de Tobonuco, específico ideal para las
afecciones broncopu lmonares .

Así, enfermo, emprendió el camino de regreso hasta Honda , pri-


mero en ferrocarril hasta Facatalivá. luego en mula. Se embarcó por el
río y no pudo resistir. a pesar de los achaques, el deseo de desembar-
car en Berrio y reco1Terla línea férrea que llegaba ya hasta Caraco li.
Luego de un largo viaje llegó a Washington , donde tenia tareas pen-
dientes en lavar de la independencia de Cuba. Regresó a Nueva York.
Necesitaba enderezar sus finanzas, pues con varios acreedores pisán-
dole los ralones y con los daños causados por el papel moneda, estaba
casi arruinado. Pero muy pronto fue atacado de nuevo por la neumo-
nía. Cuando se recuperaba de este mal, fue atacado de nefritis. Murió
el 7 de julio de 1898, a las seis y media de la tarde. en una habitación
del hotel Windsor.
La noticia llegó ,nuy pronto a Colo1nbia. Dos de sus mejores ami-
gos viajaron de inmediato a Nueva York para asistir al enlíerro. En
Barranquílla se expidió un decreto de honores. El ferrocarril de Antia-
quia se declaró en luto y todos sus trabajadores llevaron por días una
cinta negra a,narrada al brazo. Muchas notas lamentando su muerte
aparecieron en los diarios, como la que escribió Aníbal Galindo: ..Todo
el alfabeto de l progreso nos fue enseiiado por Cisneros. La industria
es una milicia que tiene desde cabo ranchero hasta marisco/, y Cisne-
ros era morisco/ en esa milicia...

Galindo, ho1nbre de turbulenta vida parla1nentaria, y quien durante


mucho tiempo estuvo en el bando de los enemigos de Cisneros, pensó
que habla llegado el momento de contar por qué había cambiado su
pensan,ienlo a favor del ingeniero que lantos ferro-carriles echó a ro-
dar en Colombia. Esia fue su versión:
Se discutía el contrato de l ferrocarril de l Cauca en la Cámara de
Representantes. Galindo compartía la antipatía hacía Cisneros porque

98
daba por cierto que este había estado del lado del Gobierno conserva-
dor de Antioquia en la guerra de 1876. y además sentia la desconfian -
za y la aversión que en los últimos tiempos despertaban los contratos
de obras públicas con extranjeros. Galindo pensaba que los extranje -
ros sólo venían tras las jugosas ganancias que dejaban las reclamacio-
nes diplomáticas. Estaba pues dispuesto a bloquear el nuevo contrato
de Cisneros. Un dia fue llamado a Palacio por el Pres idente.

-Lo he llamado a usted -le dijo el General Trujill~ para relacio-


narlo con el señor Cisneros, porque con10 usted no puede oponerse al
contrato de construcción del Ferrocarril del Cauca por ningún motivo
ilícito, deseo que me haga el favor de discutir aquí, en calma y en mi
presencia, con él, las objeciones que usted tenga contra dicho contrato.

Cisneros, convidado a esta mism11cita en el Palacio de San Car los.


escuchó con atención los planteamientos de Galindo. Este se lin1itóa
exponer con toda sinceridad las modificaciones que deseaba se intro-
dujesen para asegurar el cumplimiento del paclo. Cisneros estuvo de
acuerdo en la mayorla de ellas. En las que no. con cahna. aclaró las
dudas de su interlocutor. Una vez convenidos los cambios. todo quedó
allanado.
"Tal fue el origen de mis relaciones con el señor Cisneros, y pocos
días de trato me bastaron para apreciarlo en todo su valor como inge-
niero, como financista y como hombre de acción, pero principalmen-
te como un caballero. ", contó Galindo en esos días de due lo. Y ta,n·
bién po r esos días de due lo voló de un lado para otro este telegra,na:

"Cisneros Correa, ciudadano cubano , comunicó con caminos ca-


rriles. comarcas colombianas ... "
Cerramos el libro pues enseguida y en letras n1uygrandes leimos:
FIN. Estábamos emocionados. Buñuelo se paró. me pasó el brazo
sobre los hombros y echamos a andar. Llegamos a su cafetería. Sin
decir nada se paró frente al cartón repleto de fotos y se quedó mirando
una de ellas.

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-¿Sabes cuál es mi sueño? Tener aquí, en la plaza de l pueblo, una
estatua como ésta, colocada hace afios frente a la vieja estac ión del
tren en Medellin. La quiero igual: un Cisneros altivo, de botas. de som-
brero y pafiuelo anudado al cuello y con la mirada puesta más allá del
horizonte. ¿Sabes? Así miran los hombres que logran realizar sus sue-
ños ...
Se volteó y me preguntó:

-¿ Me ayudas, mucha-
cho?
Nos dimos un apretó n de
manos y supe que acabába -
111
os de sellar un pacto.

R.ila,clMa,ia Mí'rch.:1n,
humanista.colabor& lor lnn1cdlJIO('n lai;
~mp,~~ de,Cisnieros.

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