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LA VIDA DE LA NATURALEZA 

EN PERSPECTIVA BIBLICA
Apuntes para una lectura ecológica de la Biblia

José Severino Croatto


Argentina
Ribla, nº 21
 
Se puede suponer cuánto desastre ocasionaban las campañas militares sobre los
territorios invadidos, sea de Israel y Judá, o de cualquier otro país. En general se piensa
en los efectos políticos —en términos de ocupación del trono y cambio de gobierno— o
económicos, como son el botín de guerra y las personas llevadas cautivas con el fin de
ser usadas para el trabajo forzado. Los graves tributos impuestos sobre los vencidos se
cuentan también entre aquellos resultados económicos de las guerras entre estados o
ciudades-estado.

Sin embargo no suele prestarse mucha atención a los efectos ecológicos de las acciones
militares, en especial de las campañas originadas en centros de poder lejanos. La razón
está en que en estos casos los ejércitos debían ser alimentados por lo producido en los
territorios de tránsito o en los que iban ocupando. Se sabe que los egipcios —y la táctica
debió ser general— acostumbraban organizar sus campañas militares en Canaán al
inicio de las cosechas, para asegurar in situ la alimentación de los soldados, y poder
llevarse el resto. Además de esto, los ejércitos cumplían la misión de destruir todo lo
perteneciente al enemigo, y lo más característico eran las casas y los sembradíos. En Jc.
15, 1-8 tenemos el relato, folclórico en cuanto al método pero real en cuanto a la
práctica, en que Sansón prende fuego a las cosechas de los filisteos; la distinción entre
las gavillas y el trigo todavía en pie (v. 5b), nos da una información muy elocuente
acerca de los efectos de tales actos.
 
1. Los perjuicios ecológicos causados por las invasiones

La Biblia no ha omitido registrar los desastres ecológicos producidos por las prácticas
imperialistas, concretamente de los asirios y de los babilonios, los dos poderes
extranjeros que más influyeron en la vida de Israel y que coinciden con la época
monárquica. Hay que recordar que el Nuevo Imperio asirio (c. 930-612), el más feroz y
desalmado, cubre casi todo el período monárquico de Israel, desde las postrimerías de
Salomón hasta los albores del exilio. 

Ahora bien, el libro de Isaías ha recogido la experiencia del sufrimiento por la


destrucción de la naturaleza, causada por la violencia imperialista. Lo ha hecho de dos
formas, que vale la pena exponer.

1. En forma negativa, se señalan los resultados de las conquistas militares asirias:

Porque dijo: “con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, porque soy
inteligente, he borrado las fronteras de los pueblos, sus almacenes he saqueado, y he
batido como un fuerte a sus habitantes. Como un nido ha alcanzado mi mano la riqueza
de los pueblos, y como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra, y
no hubo quien aleteara, ni abriera el pico ni piara” (Is. 10, 13-14)1.

Las frases con énfasis expresan los resultados económicos de las conquistas asirias. Este
texto parecería no hablar propiamente de la devastación de la naturaleza sino de la
expropiación de los bienes de consumo producidos en los territorios ocupados (nótese el
doble “pue-blos”, en plural). Pero era una práctica conocida —que después
refrendaremos con textos mesopotamios— el talar bosques para satisfacer las ansias de
lujo de los reyes (en Mesopotamia no había árboles de gran porte y calidad como para la
construcción). La “riqueza de los pueblos” puede incluir estos bienes naturales, como lo
deja entrever el texto de Is. 14 que se citará en 2.

Antes de ir a este pasaje, es imprescindible aludir al texto del profeta Joel. Ningún texto
bíblico, probablemente, es tan explícito sobre las consecuencias devastadoras, a nivel
ecológico, de las campañas militares. Conviene empezar con una nota hermenéutica. Es
clásico interpretar la referencia a las langostas (1, 4; 2, 25) como una
experiencia real de esta plaga que luego es comparada con un ejército. Las langostas
serían entonces la realidad de un castigo, y el ejército la imagen que sirve de
comparación. 

No obstante, una buena crítica del texto desde el lugar de los oprimidos destaca de


inmediato que es al revés. El texto está hablando de los efectos devastadores de las
campañas militares sobre la tierra de Judá, con la destrucción total de la economía (se
describen sus resultados en todos los órdenes: 1, 6.10-12.17). Esa realidad es la que es
representada metafóricamente con la imagen de las langostas. Sin duda que esta plaga
debe ser conocida y experimentada por los destinatarios del texto. Por eso es usada y
tiene una especial fuerza retórica. Pero el tema es la invasión militar de ejércitos
enemigos2. Desde luego la metáfora de las langostas es oportuna, sin embargo se está
hablando de un país/nación que invade el territorio de Judá:

Porque una nación (gôy) ha subido contra mi tierra, poderosa e innumerable; sus dientes


son dientes de león; y tiene muelas de leona.

Puso mi viña en desolación, y mi higuera en trizas; las ha pelado del todo y derribado;


sus ramas quedaron blancas.

La sola comparación de un ejército con una manga de langostas, y viceversa, muestra


cuán semejantes son en sus efectos devastadores de la economía de un país, por destruir
las bases de su producción.

2. En forma positiva, cuando el profeta “Isaías”3 festeja (poniendo sus emociones en


boca de otros personajes) la caída del tirano extranjero que asolaba la región. Este es el
rey de Babilonia, pero el texto es redaccionalmente tardío y puede referirse al de Persia
1
Para el comentario de toda la perícopa (vv. 5-15) cf. Isaías. Vol. I: 1-39. O profeta da justica e da
fidelidade. Petrópolis, Vozes, 1989, págs. 79-83; en español, Isaías 1-39. Buenos Aires, La Aurora, 1989.
2
Señalamos en esta línea exegética, la única correcta, el estudio de P. Andiñach, Imaginar caminos de
liberación: una lectura de Joel. Tesis doctoral: Buenos Aires, ISEDET, 1992. En la misma línea se
inscribe el comentario de Joel que Agabo Borges de Sousa prepara para Vozes (Petrópolis)
(comunicación personal).
3
No se trata del Isaías histórico sino del "Isaías" del libro, ya que el texto que citaremos es posterior al
profeta.
o a cualquier imperio hasta nuestros días. Se celebra su “caída” (porque se había
endiosado y creído estar “por encima de las estrellas de Dios”, v. 13a) en el lenguaje de
una lamentación irónica:

¡Cómo ha caído el tirano, cómo ha cesado su arrogancia! (v. 4b).

Descritas sus prácticas de política imperialista (v. 6, con el énfasis puesto en


las naciones/pueblos), el profeta poneen boca de los cedros esta notable exclamación:

Desde que tú has caído, no sube el talador a nosotros (v. 8b).

No es una frase puramente poética. La alegría expresada por los cipreses y los cedros
(8a) deja atrás una experiencia trágica, cual es la destrucción de la flora más apreciada
en las regiones montañosas de los montes Líbano y Amanus. Que el poeta, que habla de
Judá, aluda a árboles típicos de otras zonas de Canaán, es indicio de que éstos son
ejemplos “paradigmáticos”, que valen para toda clase de devastación de la flora con
intereses económicos desmedidos y extraños. 

Un poco antes, el texto había señalado que ...está tranquila y quieta la tierra toda, [la
gente] prorrumpe en aclamaciones (v. 7).

Si se mira bien, la frase señala el terror y la angustia por la presencia del poder invasor
en el propio territorio. No obstante sólo los árboles son el sujeto de un discurso, breve
pero elocuente. Es un recurso retórico que llama la atención, por lo insólito, sobre los
efectos desastrosos de la rapacidad imperialista de los asirios. 

Nuestro oráculo no tiene desperdicio. “Caído” de las alturas, el tirano termina bien
abajo, en el mundo de los muertos (v. 15). Allí es objeto de una gran recepción por
éstos, que lo ven llegar y comentan irónicamente:

¿No es éste el personaje que hace estremecer la tierra, el que hace temblar los reinos,
que pone el mundo como un desierto, y a sus ciudades ha destruido...? (vv. 16-17a).

El énfasis tiene que ver con los efectos ecológicos de la acción del tirano. La expresión
es, nuevamente, exagerada, sin embargo corresponde a la dimensión de la desmesura
del rey.

Cuando se vuelve al discurso de Yavé (vv. 18-20), se recuerda una vez más la acción
devastadora de la naturaleza y homicida del opresor, con estos términos:

Tu tierra has destruido, a tu pueblo has asesinado (v. 20a).

Dos rasgos merecen ser notados en esta sátira contra el imperio: en primer lugar, la
correlación constante entre lo político y lo económico (dominación de
pueblos/destrucción de la naturaleza). En segundo lugar, la cuádruple referencia a la
devastación de la naturaleza:
— “Está tranquila la tierra toda” (expresa el profeta, v. 7);
— “No sube el talador a nosotros” (dicen los árboles, v. 8);
— “El que pone el mundo como un desierto” (definen los otros muertos, v. 17);
— “Tu tierra has destruido” (confirma Yavé, v. 20).
 
2. La praxis israelita

Tenemos dos leyes del Deuteronomio que vale la pena recordar por lo atinentes que son
a nuestro tema.

En Dt. 22, 6 se prohíbe dañar la vida de las aves, y se manda usarlas sólo para la
alimentación:

Si encuentras en el camino un nido de pájaros, con polluelos o huevos... no tomarás a la


madre [echada] sobre las crías; dejarás marchar a la madre y luego tomarás para ti las
crías (22, 6-7).

Es el principio ecológico de la preservación de la fauna para su multiplicación. Yavé


legisla una norma que es común en todas las culturas arcaicas, en las que existe una
divinidad protectora de los animales4, ya que éstos son esenciales para la alimentación y
deben ser usados para eso y no matados por gusto, o (como se deduce de la ley anotada)
llevados a su extinción. 

Esto en cuanto a la fauna. En lo que se refiere a la flora, el mismo documento contiene


una norma de gran importancia para nuestra cuestión. En la sección dedicada a la guerra
(capítulo 20), el Deuteronomio legisla de esta manera:

Si sitias una ciudad por muchos días para combatir contra ella con el fin de tomarla, no
destruirás su arboladometiendo en él el hacha; en efecto, de él te alimentarás pero a
él no lo cortarás. ¿Acaso son seres humanos los árboles del campo para desaparecer de
tu presencia durante el sitio?5 (v. 19).

La última imagen es por demás elocuente. La ley quiere preservar la función de la flora
como fuente de vida. Ni en una guerra debe ser devastada. En aquel tiempo era el hacha
el instrumento de destrucción, hoy son los herbicidas químicos, las bombas
de napalm, etc. El v. 21 añade un detalle también interesante, por cuanto determina que,
de necesitarse madera para la construcción de obras de asedio, sólo se usen árboles no
frutales. 

Se puede observar que, en aquel contexto, la preservación de la fauna, y especialmente


de la flora, se halla en relación con el sustento de los seres humanos. Hoy se puede
agregar todo lo que la flora (y en parte la fauna) contribuye(n) al equilibrio ecológico.
Tal aspecto está en la “reserva-de-sentido” del texto bíblico.

Ninguna guerra se puede justificar, al menos hoy que el derecho internacional permite
arreglar de forma pacífica los conflictos. Pero cabe observar que, dada la realidad de la
guerra, la Biblia al menos reclama hacer el menor daño posible, justamente a la fauna y
a la flora.
 
3. Las prácticas de los asirios

4
Cf. nuestro estudio de fenomenología de la religión, Los lenguajes de la experiencia religiosa. Buenos
Aires, Universidad Abierta y a Distancia "Hernandarias", 1994, págs. 109s (con ejemplos de dioses
protectores de los animales y de los vegetales).
5
No suele traducirse de esta manera la última frase, pero creemos que ese es el sentido del texto hebreo.
Tiglat-Piléser I (1115-1076), rey en las postrimerías del Imperio Asirio medio,
caracterizado por sus guerras brutales (devastación de ciudades, masacres en masa,
deportación de los vencidos), dice con satisfacción en sus Anales:

Me dirigí al Líbano. Corté madera de cedros para el templo de Anu y Adad, los grandes
Dioses, mis señores, y [la] llevé [a Asur]6.

Más tarde, en plena hegemonía de Asiria sobre los estados del litoral mediterráneo,
Asurnasirpal I (883-859) describe su expedición militar a Carquemis y a la región del
Líbano. Al regressar ...subí las montañas del Amanus y derribé troncos de cedros...
cipreses [y] pinos, e hice ofrendas de ovejas a mis Dioses... Los troncos de cedro de la
montaña del Amanus los envié para el templo Esarra...7.

Salmanasar III (858-824), quien se autoproclama como “rey del mundo, el rey sin rival,
el ‘Gran Dragón’... el que no muestra piedad en la batalla”, en por lo menos tres de sus
muchas campañas al oeste hace talar grandes árboles en los bosques del Amanus 8. La
“pasión por el cedro”, que Jeremías atribuye a Joaquín, hijo de Josías (Jr. 22, 15a), era
un rasgo de todos los reyes asirios.

Samaria fue conquistada en diciembre del 722 por Salmanasar V (cf. 2 R. 17, 1-6), no
obstante Sargón II (721-705) se atribuye a sí mismo ese suceso. En un pasaje de sus
Anales afirma que ...yo conquisté y saqueé las ciudades de Inuhtu [y] Samaria, y todo
Israel [lit. “el país de Omrí”]9.

La expresión “todo Israel” no debe referirse solamente a las ciudades, sino que puede
incluir también los campos. Su sucesor, Senaquerib (705-681), el autor de la campaña
contra Judá del 701 (narrada también en 2 R. 18-19 y en su paralelo de Is. 36-37), se
jacta de que, después del castigo a Sidón, ...devasté el extenso distrito de Judá, y
coloqué las correas de mi [yugo] sobre Ezequías, su rey10.

Este dato es por demás interesante, por cuanto revela una táctica de presión mediante la
destrucción de todos los recursos vitales de un pueblo.
 
4. Legitimación de las prácticas de devastación a través del mito y la leyenda

Las prácticas de devastación usadas por los imperios mesopotamios son recogidas en los
relatos epopéyicos y en el mito, lo que a su vez las legitima como “modelos” a ser
imitados11. Para dar sólo un ejemplo, pero elocuente por su difusión y efecto cultural,
recordaremos la epopeya de Guilgamés, cuyo tema global es la búsqueda de la
inmortalidad, una de cuyas expresiones es la fama heroica, encarnada en el caso aquí
citado en el episodio de la conquista del país de los cedros 12, custodiado por el monstruo

6
Textos en ANET (= J. B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament.Princeton
University Press, 1969, pág. 275a.
7
Ibid., pág. 276b.
8
Ibid., págs. 278a. 280a.
9
Ibid., pág. 285a.
10
Ibid., pág. 288b. 
11
Sobre esta función del mito, cf. la obra ya citada, Los lenguajes de la experiencia religiosa, págs. 202-
205 ("Legitimación práxica por el mito").
Húwawa. En una escena de este relato (narrado en las tabletas III-V), una vez muerto el
guardián Húwawa, recita el poeta:

A dos leguas dobles (¿gimieron?) los cedros; ... Las selvas se lamentaron (?), y gimieron
(?) los cedros. 

Enkidu había golpeado mortalmente al guardián de la selva a cuya voz temblaban el


Hermón y el Líbano; ...Guilgamés corta los árboles, Enkidu excava... Enkidu le dice a
Guilgamés: “...Guilgamés, golpea mortalmente a los cedros!” (V: ii: 25ss)13.

Dos motivos dominan el texto: la “muerte” de los cedros, y su “gemido” por la


destrucción que sufrieron. Sin embargo el relato no se cansa de celebrar esta hazaña...

Guilgamés era rey de Uruk (I: 9; XI: 301-307). De esa misma Mesopotamia salían los
conquistadores asirios y babilonios que menciona el libro de Isaías.
 
5. La ecología en los discursos proféticos de juicio

Cuando los libros proféticos ponen en boca de Yavé amenazas de destrucción, utilizan
también un discurso “anti-ecológico”. Esto no significa que Yavé quiera la destrucción
de la naturaleza sino que (pues se trata de un lenguaje simbólico), al expresar la
intención del juicio y castigo por el pecado, se parte de la experiencia, y una de estas
experiencias terribles es la devastación de la naturaleza por agentes del poder. Veamos
algunos ejemplos.

Entre las siete maldiciones que en Am. 4, 4-11 Yavé recuerda haber infligido a Israel
sin resultado, la tercera se expresa así:

Os había herido con sequía y con pulgón; habíais multiplicado vuestras huertas y
vuestras viñas, pero vuestras higueras y vuestros olivares los ha comido la oruga... (v.
9).

La furia de Yavé pasará por los campos de Israel como un ejército invasor:

Convocarán a duelo al campesino, y a lamentación a los plañideros, en todas las viñas


habrá lamentación, cuando pase en medio de ti (5, 16).

Este lenguaje recuerda al de Joel, y al del poema de Guilgamés antes mencionado. No


hace falta citar más ejemplos, sólo importa tomar conciencia de que esta manera de
hablar de Yavé no es sino la inversión de los discursos y de las prácticas de los
poderosos de la tierra. Así, cuando el Yavé de Is. 42, 15 amenaza con trastrocar la
naturaleza, negando la vida, el texto está contrarrestando retóricamente la misma
pretensión de los reyes asirios, como está expresado (¡en el mismo libro de Isaías!) en el
discurso de Senaquerib (37, 24s). Se pueden comparar ambos discursos:

El de Senaquerib                                          El de Yavé

12
"Quiero ir a cortar los cedros / y hacerme, para mí mismo, un nombre eterno" (tableta II, columna v,
líneas 185s).
13
Fragmento de la versión babilonia, cf. R. Labat, Les religions du Proche-Orient asiatique. París,
Fayard-Denoel, 1970, págs. 180s.
“Con mis muchos carros subo a las           “Secaré montes y
cumbres de los montes, a las laderas         colinas, toda su
del Líbano, derribo la altura de sus            hierba resecaré;
cedros, la flor de sus cipreses...

Secaré bajo la planta de mis pies,              Convertiré ríos en


todos los Nilos de Egipto” (37, 24s).          islas, y estanques
                                                                           desecaré” (42, 15)14.
 
6. Conclusiones

La historia del antiguo Próximo Oriente, y por tanto la de Israel, no es ajena a


experiencias de destrucción de la naturaleza. 

Lo significativo es el hecho, marcado enfáticamente en la Biblia, de que tal destrucción


es siempre un acto violento, originado en un centro de poder. 

Igualmente se ha observado que, a la luz de los textos registrados, unos gozan de tal
destrucción (porque obedece a fines económicos y de rapacidad o de lujo), mientras
otros “gimen” y lloran. 

¿No es ésta la realidad que viven tantos países dominados por las grandes potencias o
empresas que destruyen la naturaleza en las guerras o en el despojo desmesurado de las
riquezas naturales, lo mismo que en el uso de agentes (químicos por lo general)
devastadores de la vida del planeta? Hay en la Biblia también una “reserva-de-sentido”
para una reflexión ecológica.
 
 

14
Ver el comentario en Isaías. La palabra profética y su relectura hermenéutica. Vol. II: 40-55: La
liberaicón es posible. Buenos Aires, Lumen, 1994, pág. 75.

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