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Una ciudad: Dos culturas

Abogado Pedro Martín Páez Bimos (Mg)

Quito – Ecuador

Marzo– 2018

Los seres humanos tenemos características sociales, es nuestra naturaleza y el principal


motivo de razón evolutiva. Desde que nacemos, entramos en interacción natural con
nuestra madre, y a su vez, con el núcleo familiar –por lo general-, siendo de manera
sucesiva la interrelación con el ambiente externo como los barrios, individuos de la
formación educativa y la sociedad en abstracto. Es decir, existe un modelo social en el
que la asociación es un acto planificado y que conlleva el desarrollo del ser. Estas
agrupaciones maduran como entidades o instituciones que se pueden generar en una
base contractualista de los individuos o una base natural social, la primera basándose en
la manifestación de voluntad tacita como estructura de organización social propuesta
por Rosseau con el Contrato Social, y la segunda, como sociedad desde el punto de
vista orgánico-metafísico, en el que el espíritu del individuo lleva al desarrollo social,
sustentada en parte por Hegel. Existen otras posiciones como la aristotélica en la que se
pone de manifiesto que el ser humano es social por su propia naturaleza o características
propias del vivir en sociedad.

Lo cierto es que actualmente el modelo capitalista-industrial se fundamenta en sistemas


de distribución política de urbes -fenómeno que se han expandido con la globalización
económica y sus interdependencias- y que si revisamos nuestro mapa político,
encontramos que se divide en Provincias-Capitales. No obstante, este modelo basado en
la migración masiva del campo a las ciudades en busca del desarrollo en sus diferentes
sentidos, ha generado que existan diferentes metrópolis que experimentan la
interculturalidad y la diversidad poblacional. Grandes urbes como Nueva York, Tokio o
Madrid, son ejemplo de espacios territoriales en los que coexisten gran diversidad de
sujetos que conviven en búsqueda de un porvenir o el desarrollo individual o familiar,
en respeto de sus diferentes culturas y costumbres.
Este fenómeno lo encontramos muy cercano en nuestra realidad local, si de manera
aislada compartimos ciertas líneas que nos invitan a la reflexión, el Distrito
Metropolitano de Quito (D.M.Q), comparte esta realidad común, pero diferente en
ciertos matices al resto de urbes capitalinas y comerciales alrededor del mundo. Y es
que en realidad, el crecimiento poblacional de Quito ha tenido algunos matices
interesantes si revisamos la plataforma de población del INEC (Instituto Nacional de
Estadística y Censos):

AÑO CENSO POBLACIÓN PARROQUIAS POBLACIÓN D.M.Q


URBANAS
1950 209.932 319.221
1982 866.472 1.116.035
1990 1.100.847 1.409.845
2001 1.399.378 1.839.853
2010 1.619.432 2.239.191

Siendo Quito la capital política del país, es lógico que la gran plataforma gubernamental
del Ecuador, con sus grandes engranajes y estructuras político-administrativas sean
comandadas desde la ciudad, careciendo varios años de una estructura descentralizada,
hasta la distribución planteada por el COOTAD (Código Orgánico Organización
Territorial Autonomía y Descentralización), no obstante, la gran migración de las
diferentes partes del país han generado grandes comunidades o agrupaciones urbanas de
manabitas, guayasenses, lojanos, esmeraldeños, entre otros más, que se agrupan por sus
diversas costumbres en esta nueva ciudad que maduró rápidamente como metrópolis.

Hoy siendo el siglo XXI es interesante revisar que esta diversidad cultural cuenta otra
forma de expresión, y ésta tiene que ver con el Norte y Sur de la ciudad. El primero
caracterizado por el llamado “sector pelucón” donde se encuentra mayor población,
mayor infraestructura en servicios, desarrollo de empresas financieras e internacionales,
y sector donde el valor de los terrenos es elevado como por ejemplo la Av. Gonzáles
Suárez o la Urbanización el Condado. Mientras que al otro lado de la Virgen del
Panecillo viven los “sureños” o “obreros”, caracterizándose por edificaciones de
estructura pequeñas, menor inversión en espacios públicos, y alejado de las grandes
urbanizaciones y empresas financieras. Claro, esto sin mencionar ciertos sectores que
desde algunas décadas han tomado relevancia como son los Valles de los Chillos y
Tumbaco.

Sin embargo, existe un sentimiento distinto que ya ha sido investigado y analizado con
anterioridad en varios trabajos de grado, reportajes periodísticos, estudios históricos y
sociales. En los que ésta temática se encuentra centrada en las diferencias existentes.
Algunos estudios como los del historiador Espinoza Apolo han establecido que desde la
época colonial ya existieron dos ciudades, a espaldas del panecillo para los indígenas y
al norte para para los blancos (españoles-criollos), cuestión que marca diferencia si la
observamos desde la perspectiva de dominadores-dominados o explotadores-explotados
en la época colonial y postcolonial, que forma parte de nuestra historia de luchas de
igualdad y abolicionistas en los huasipungos. Lo cierto es que existen diferentes
costumbres, tradiciones, ideas y conocimientos que son distintas en el Norte y en el Sur,
en el primero existe mayor preferencia en el uso de tarjetas de crédito como forma de
pago, la forma de circulación del tránsito y diversas formas de expresión lingüística y
mímica, mientras que en el sur existe una preferencia por el pago en efectivo, diferentes
formas de aplicación de las normas de tránsito (menos control y agresividad al
conducir) y una diversidad clara de expresión. Esto no quiere decir que no existen
interconexiones entre las diferentes zonas del sur que tienen un desarrollo diferente en
servicios públicos, así como en el norte en el que existen diferentes barrios que no
guardan relación con estos estereotipos y que tienen grandes necesidades, aunque este
sea un análisis reflexivo de manera general, no es nuestra intención fijar prejuicios o
estereotipos, pero sí mencionar ciertos patrones o sentires urbano-pragmáticos.

La poca facilidad que refleja la movilidad de una ciudad que tiene un aproximado de 80
km de largo por 5 km de ancho (Parroquias urbanas), polariza el vivir en una metrópolis
que por sus accidentes geográficos ha tenido un desarrollo particular. Muchas personas
del norte de la ciudad no han visitado el sur, y viceversa, la mayoría de vías que
conectan estos puntos tiene gran cantidad de tráfico, así como los tiempos de traslado de
un punto al otro son largos y extenuantes en transporte público, impidiendo en muchos
casos o desanimando su interconexión, por lo que este factor es relevante desde el punto
de vista de la movilidad humana, y el desarrollo de satisfacción y necesidades sociales-
económicas. Siendo importantes los proyectos públicos constructivos, culturales y
sociales que incentiven la unión, interdependencia y que procuren relacionar estos dos
puntos de la urbe.
Inclusive diferentes producciones cinematográficas han intentado representar esta
realidad, la obra de Sebastián Cordero, “Ratas, ratones y rateros, 1999.”, en el que se
pone en contexto la realidad ecuatoriana de un joven con escasas oportunidades del sur
de Quito que enfrenta una cruda realidad social con su primo Ángel y sus amigos,
buscando tener un ingreso mediante actos delictivos. O el caso de la película de Pito
Jara “A tus espaldas, 2011”, que trata la vida de Jorge Chicaiza que niega su mestizaje y
su origen humilde del sur de Quito y busca un porvenir mejor al tener como ideal el
norte de la ciudad, al cual busca llegar sin importar los medios que sean necesarios. Este
tipo de expresiones desde el arte cinematográfico buscan poner en evidencia una
realidad que se vive todos los días y que busca fundamentarse.

En definitiva, existen muchos aspectos culturales de relevancia entre el Norte y Sur de


la ciudad, desde costumbres financieras que son reflejo de las costumbres mercantiles a
cosmovisiones de como concebir la realidad, el reflejo de valores e inclusive la
discriminación negativa. Sin embargo, esta realidad es importante reconocerla y tomarla
en serio para comprender que existen grandes problemas por tratar, y grandes
resentimientos que curar, la falta de oportunidades, servicios, y la poca
representatividad de ciertos sectores de la sociedad es relevante para quitar estas
barrearas que son impuestas por intereses culturales, tradicionales y económicos que si
bien tienen más de 400 años, según Espinoza, pueden ser enfrentados en virtud de los
principios de unidad e igualdad.

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