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I. INTRODUCCIÓN:
Una advertencia necesaria antes de abordar este tema, consiste en que el concepto proceso
tiene una multiplicidad de acepciones.
En realidad, casi no hay área del desarrollo humano en donde no sea natural reconocer la
existencia de un proceso (la industria, la enseñanza, la política, etc.).
Esta situación adquiere mayor importancia en el campo de las ciencias, en él, la obtención de
un resultado pasa necesariamente por la realización de un conjunto de actos preordenados,
los que por cierto están previstos así para la obtención del fin querido.
A propósito del reconocimiento de la existencia del proceso en áreas distintas al judicial, José
Federico MARQUES, considera que el proceso judicial es único, en tanto las actividades
legislativas o administrativas son, en estricto, sólo procedimientos (legislativos o
administrativos).
CHIOVENDA, considera que el proceso – refiriéndose al civil – es: “(…) el conjunto de actos
coordinados para la finalidad de la actuación de la voluntad concreta de la ley (en relación a un
bien que se presenta como garantizado por ella) por parte de los órganos de la jurisdicción
ordinaria”.
COUTURE dice: “(…) Podemos definir, pues, el proceso judicial, en una primera acepción, como
una secuencia o serie de actos que se desenvuelven progresivamente, con el objeto de resolver,
mediante un juicio de autoridad, el conflicto sometido a su decisión (…)”. Más adelante,
intentando hacer más precisa su posición COUTURE concluye afirmando que el proceso judicial
es una relación jurídica.
GELSI BIDART expresa “En definitiva y desde el punto de vista jurídico, el proceso aparece como
un medio de determinar el derecho de fondo, que se presenta como una estructura y
organización de sujetos y actos predeterminada, según la cual se ejercen la jurisdicción y los
derechos procesales fundamentales de las partes (acción y excepción)”.
Para el autor peruano Juan MONROY GALVEZ, el proceso judicial “(…) es el conjunto dialéctico
de actos, ejecutados con sujeción a determinadas reglas más o menos rígidas, realizados
durante el ejercicio de la función jurisdiccional del Estado, por distintos sujetos que se
relacionan entre sí con intereses idénticos, diferentes o contradictorios pero vinculados
intrínsecamente por fines privados y públicos”.
Por esa razón los intereses contradictorios son los más trascendentes, tanto que la labor
del sujeto más importante del proceso – el Juez – es condensarlos, luego de que las
posiciones han sido contendidas, en una decisión final que, valorando los actos de las
partes, manifiesta un acto de autoridad que pudiendo acoger algunas de las
formulaciones propuestas por éstas, constituye una declaración de voluntad autónoma.
Afirma el autor que si a la demanda y a los actos del demandante los calificamos como
una tesis y a la contestación y a los actos del demandado los denominamos antítesis, sin
duda la decisión judicial debe ser la síntesis. Esta es la razón por la dicho autor considera
que el proceso es un “(…) conjunto dialéctico de actos (…)”.
Estas normas son una especie de las normas procesales, que bien podríamos llamarlas
normas de procedimiento, su cumplimiento formal es regularmente planteado como una
exigencia para su validez, sin embargo, no todas tienen tal esencia, es decir, hay algunas
normas que sólo postulan ciertos requisitos, sin que su incumplimiento sea
necesariamente causal de invalidez del acto. Esto es lo que dicho autor denomina: “(…)
determinadas reglas más o menos rígidas (…)”.
c. La actividad judicial, aun cuando esté realizada por algunos sujetos que no tienen
función pública, las partes, por ejemplo, importa un ejercicio público trascendente, tal
vez el más importante que realice el Estado: impartir justicia.
A este aspecto se refiere el referido autor con la frase: “(…) durante el ejercicio de la
función jurisdiccional del Estado (…)”.
d. Los partícipes del proceso distintos de las partes (el juez, los testigos, los auxiliares de
justicia) tienen también interés en éste, el que no sólo es distinto de cualquiera de las
partes, sino que además, no es contradictorio con ninguno, sino simplemente individual,
distinto, autónomo.
A esta situación se refiere el autor cuando afirma: “(…) distintos sujetos que se
relacionan entre sí con intereses idénticos, diferentes y contradictorios”.
A este aspecto se refiere la definición citada cuando anuncia “(…) pero vinculados
intrínsecamente por fines privados y públicos”.
A propósito de los fines del proceso, éstos regularmente se expresan como el resultado
obtenido luego de que éste ha concluido. Sin embargo, es importante reconocer que aún antes
de ser utilizado, el proceso cumple una función social de refuerzo y prevención de la eficacia y
vigencia del sistema jurídico. El reconocimiento social de su existencia y eficacia concede a
todos los ciudadanos, eventuales usuarios del proceso, la garantía de hacer efectivo su
derecho, es decir, con sólo existir, el servicio de justicia se convierte en el instrumento de
realización del sistema jurídico.
Cuando en el lenguaje del derecho procesal se habla de relación jurídica, no se tiende sino a
señalar el vínculo o ligamen que une entre sí a los sujetos del proceso y sus poderes y deberes
respecto de los diversos actos procesales.
Se afirma que el proceso es una relación jurídica en tanto que para su actuación concurren
cierto número de sujetos que asumen conductas en función al rol e interés con que participan
en él. Por lo demás, se trata de roles que están preestablecidos por la ley, tanto como los
criterios reguladores de sus conductas.
Ahora bien, siendo diferentes los sujetos que participan, diferentes son también sus intereses.
Sin embargo, dentro de la pluralidad de relaciones jurídicas existentes al interior del proceso –
algunas más trascendentes que otras – todas están unidas por una vertiente común que las
conduce al fin querido por todos a pesar de sus divergencias: La solución definitiva del
conflicto de intereses.
Esta unidad del proceso, apreciada dentro del panorama múltiple que ofrecen las relaciones
jurídicas realizadas por los sujetos procesales, es extraordinaria, en tanto tales sujetos actúan
atendiendo a la existencia de deberes y facultades específicas y distintas en cada uno. Por otro
lado, no todos los sujetos actúan necesariamente teniendo en cuenta un interés personal,
particular o privado lo que haría mas sencilla la trama, sino que también hay sujetos en
ejercicio de una función pública, como es el caso del juez o de sus auxiliares.
Es precisamente esta relación la que permite a uno de sus conformantes tener una pretensión
material respecto del otro. Pues bien, esta relación jurídica sustancial, llamada también
material, y caracterizada por ser conflictiva, es el antecedente directo del proceso.
Precisamente, éste no es otra cosa que una trama de relaciones en donde se reproducen los
argumentos y medios probatorios de los sujetos en conflicto.
Este nuevo ambiente en donde la relación jurídica sustancial es discutida, hecho que ocurre
ante la presencia y dirección de un tercero y en condiciones civilizadas, se denomina
comúnmente proceso o relación jurídica procesal.
Finalmente, es necesario precisar que la existencia de una relación jurídica procesal no elimina
o desaparece la relación jurídica sustancial. Ésta – en tanto expresión de la realidad concreta –
se mantiene como tal.
Inclusive es perfectamente posible que las partes, a pesar de tener un proceso iniciado – una
relación jurídica procesal establecida – puedan llegar a un acuerdo prescindiendo de éste, o,
de otro lado, es factible también que uno de los sujetos de la relación sustancial pueda
después de iniciado el proceso, transmitir su derecho o posición en la relación material a otro,
quien procederá a actuar en éste. Esta última institución se denomina sucesión procesal.
Si bien en sentido estricto el proceso judicial –tal como lo hemos descrito – es unitario, es
posible, atendiendo al propósito que se persigue con su uso o al derecho material que se
pretende hacer efectivo con él, establecer criterios clasificatorios del proceso.
Estas tipologías pueden tener por lo menos una doble utilidad. Por un lado, una función
didáctica, y por otro, tal vez la más importante, servir como referente para una propuesta
legislativa. En atención a tales razones, procedemos a describir dos criterios clasificatorios, los
que se caracterizan por haber tenido una considerable aceptación en el proceso
contemporáneo, aún en el plano legislativo.
4.1.2. El proceso de ejecución: Tiene un singular punto de partida, una situación fáctica
Regularmente esta situación fáctica a la que hemos aludido suele estar recogida
en un documento, que recibe genéricamente el nombre de título de ejecución.
Teniendo una de las partes la seguridad de que su derecho o interés cuenta con
el apoyo jurídico, la relación en un proceso de ejecución es asimétrica,
específicamente, de desigualdad. Este desequilibrio puede tener un origen judicial
o extrajudicial.
Un ejemplo típico del primero es una sentencia de condena que tiene la autoridad
de la cosa juzgada; del segundo, un título valor.
4.1.3. El proceso cautelar: Es el instrumento a través del cual una de las partes
Las medidas cautelares, a su vez, pueden ser: Para futura ejecución forzada
(cuando lo que buscan es asegurar la ejecución o el cumplimiento de la decisión
final), Temporales sobre el fondo (cuando anticipan la decisión final), De innovar
(cuando modifican el estado de cosas existente al momento de la interposición de
la demanda) y de no innovar (cuando buscan mantener el estado de cosas
existente al momento de la interposición de la demanda).
Como una alternativa a éste, existe otro tipo de proceso en donde el protagonista más
trascendente es el juez. Éste domina todas las escenas del proceso, determina qué es lo
que se debe actuar y qué es lo que se rechaza en definitiva, todo esto con prescindencia
de las alegaciones de las partes, e inclusive de los medios probatorios que éstas
pudieran proponerle. Finalmente, en este proceso, el juez aplica o no – con absoluta
discreción – el derecho que las partes le propusieron. Este es el llamado proceso
autoritario.
Ambos procesos, como resulta obvio, son expresiones que corresponden a algunos
sistemas sociales antiguos, en donde componentes políticos, económicos y aún
religiosos determinaron su vigencia.
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