Galleti establece cinco etapas en el tratamiento de los indios: 1) la de
sometimiento (èstos quedan en libertad siempre que paguen sus tributos); 2) la de
agrupamientos aunque con trabajo no obligatorio; 3) la compulsiòn al trabajo mediante el pago de jornales, situaciòn que provoca sublevaciones; 4) los repartimientos, con participaciòn de la Corona en los beneficios emergentes del trabajo; y 5) la continuaciòn del sistema con la incorporaciòn del negro (ya como esclavo) que suministrarìa mano de obra barata, aunque en los hechos la explotaciòn continuarìa tanto en indios como en negros. Los tìtulos de dominio hacen referencia a los antecedentes legales que podrìan justificar la conquista. Los invocados son de distinto caràcter: a) desde el punto de vista religioso, se esgrimìa la propia palabra divina a travès de un versìculo de Isaìas segùn el cual se profetizaba el descubrimiento de tierras en donde abundaba el oro y la plata; b) desde el punto de vista jurìdico, se sostenìa el justo tìtulo derivado de un propio derecho originario de conquista. Era una forma de guerra justa que permitìa reducir a los salvajes y enseñarles la religiòn catòlica; igualmente el descubrimiento mismo fue fuente originaria de derecho, por tanto, se tratarìa de tierras res nullius, y ello engendraba subsiguientes derechos a favor de los conquistadores: el derecho emergente de las bulas papales. Conforme con el Tratado de Tordesillas se habìa establecido una lìnea demarcatoria de los descubrimientos españoles y portugueses que llegaba a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Ya Alejandro VI, por bula anterior al Tratado de Tordesillas habìa otorgado a los Reyes Catòlicos y sucesores el principado de tierras descubiertas que se hallaban al oeste de una lìnea imaginaria que pasaba a cien leguas de las islas del Cabo Verde y Azores (Bula Inter-Caetera) y otras dos Bulas amplìan los conceptos, extendiendo la donaciòn a las islas o tierra firma que ocuparen los reyes. Ahora bien, para efectivizar estas Bulas y darle plena vigencia, se harìa necesaria, a su vez, la ocupaciòn de las tierras, pues posteriormente habrìan de reconocerse diversas ocupaciones provenientes de otras naciones. Es decir, entonces que el ùnico tìtulo indiscutido a esgrimir por España frente a las demàs naciones europeas para conservar el dominio de las nuevas tierras fue el de la ocupaciòn territorial. Los tìtulos originarios fueron discutidos y en lo que atañe al origen de la posesiòn a travès de la concesiòn de la Santa Sede, el Padre Francisco de Vitoria negaba poder universal temporal al Papa y, aun para el supuesto de tener tal poder secular universal, no podrìa transmitirlo a los prìncipes; tampoco era razòn para privar de los bienes a los indios el hecho de no haber aceptado la religiòn catòlica. Fray Bartolomè de las Casas concebìa la guerra solamente para el caso de oposiciòn violenta, pero nunca para que, por medio de ella, recibieran los indios la fe catòlica. Esta teorìa triunfa en la ley escrita, como lo expresan las Leyes de Indias. La denominada leyenda negra que ya arranca a travès de las acusaciones de Bartolomè de Las Casas presenta a los conquistadores españoles como seres de crueldad excepcional que sometieron a los indios a los trabajos màs penosos y en buena parte exterminadores. Frente a la leyenda negra se opone la leyenda rosa, para la cual la conquista serìa un reflejo de virtudes. Al respecto David Moore señala que el sistema colonial español aspiraba a proteger a los nativos contra la explotaciòn despiadada de los españoles, promover el progreso de la Iglesia, la cual teòricamente era un reflejo de todo lo elevado y bueno y a desarrollar la cultura. Una y otra han incurrido en excesos, por lo que no cabe adherir de manera absoluta a una de ellas. Los caracteres del derecho indiano han sido puntualizados por Capdequi: a) un acentuado casuismo. En efecto, existìa una gran profusiòn de leyes y normas, permitiendo una gran dispresiòn que da lugar a un casuismo muy acentuado; la generalizaciòn, lo que hoy denominariamos jurisprudencia, no existiò y por tanto la particularizaciòn constituyò la regla. Ello dio lugar, asimismo, al hecho de que ante el cùmulo de disposiciones dispersas se tratara de estructurar la vida jurìdica de los territorios con visiòn uniformadora y tratando de asimilarlas a las viejas concepciones peninsulares. En este sentido, si bien existìa un doble ramal legislativo, uno proveniente del rey o del Consejo, otro a travès de disposiciones formadas por los funcionarios en el territorio de Indias, en definitiva se tendìa a uniformar los resultados, lo que hace perder de vista la realidad concreta. De lo expresado deriva otra caracterìstica: una gran minuciosidad reglamentarista. Los tràmites burocràticos se sucedian sin cesar y se multiplicaban al infinito: consultas (formuladas con el objeto de provocar la autèntica interpretaciòn de la ley); cèdulas (expedidas por el rey concediendo alguna merced), instrucciones (para las Indias o para ciertas provincias), reales òrdenes (emanan de los funcionarios invocando al rey). Por sobre todo flotaba un hondo sentido religioso y espiritual, es decir, que la legislaciòn resultaba, en buena medida, obra de teòlogos y moralistas màs que de juristas y hombres de gobierno. Y si bien las leyes tienen un tono moral acentuado, desconocen ineludibles imperativos econòmicos y sociales, lo que posibilita un efectivo divorcio entre el derecho y el hecho. Las crìticas a tal orden resultaron leit motiv de la Revoluciòn de Mayo. Tres casas reinantes rigieron durante el perìodo colonial: los Reyes Catòlicos, la dinastìa de los Habsburgos y la dinastìa borbònica. Con la uniòn de Isabel de Castilla y Fernando de Aragòn es que se logra dar cima a un proceso de unificaciòn. Para el logro de la unificaciòn nacional se procede a conquistar territorios aùn en manos de los moros, lo que culmina con el sitio de Granada. Al mismo tiempo y para lograr la uniformidad religiosa se crea el Tribunal de la Santa Inquisiciòn para juzgar los delitos contra la fe. Con el gran inquisidor Torquemada, España resulta la tierra de fanatismo e intolerancia religiosa. Este orden de cosas se trasladarà a Amèrica, y de tal manera, la empresa de conquista y colonizaciòn tendrà rasgos distintivos. Uno de ellos serà la antimodernidad española, ya que el mundo moderno significaba la adhesiòn al Renacimiento y el Humanismo: una profunda revoluciòn religiosa, la Reforma, con la subisguiente divisiòn confesional, el sentido del hombre y la razòn como medida de todas las cosas. Con la muerte de Isabel de Castilla (1504) se extingue el reinado de los Reyes Catòlicos. Fernando continùa las lìneas generales del gobierno a travès de dos regencias, pero en 1517 comienza el reinado de Carlos V, hijo de Juana (la loca), hija de los Reyes Catòlicos. Juana habìa casado con Felipe (el Hermoso), archiduque de Austria, es decir, que con Carlos V comienza la dinastìa de los Habsburgos en España. Carlos V es el fundador del absolutismo español, con èl se solidifica el estado autoritario que llega a abarcar un inmenso territorio: en sus dominios no se pone el sol. El estado español, ademàs, reordena su predominio a travès de la fundaciòn de la Compañìa de Jesùs por la acciòn de Ignacio de Loyola, ejerciendo la Orden de los jesuitas incontrastable primacìa en materia religiosa. España se consolida, tanto interna como externamente, en monarquìa absolutista y teocràtica. En 1580 Portugal se une a la Corona española, situaciòn que perdura hasta 1640, pero ya en los ùltimos momentos del reinado de Felipe II comienza a producirse la decadencia de ese mundo que nunca màs llegarìa a readquirir su esplendor. La Casa se extingue, luego de los reinados de Felipe III el Piadoso y Felipe IV, con Carlos II el Hechizado que muere sin dejar descendencia. Al advenir los Borbones, España ya habìa perdido el papel de primera potencia indiscutida: Francia y Austria entran conflicto por la sucesiòn del trono. El Tratado de Paz de Utrecht (1713) reconociò como rey de España a Felipe V, poniendo como condiciòn que las coronas francesa y española no se reunieran en un solo soberano. A su vez, a Austria se le asignaron casi todas las posesiones españolas. Le tocarìa a Fernando VII asistir a las exequias del vasto imperio. Ricardo Levene sostiene una posiciòn contraria a considerar colonias a los territorios de Amèrica gobernados por los españoles. Las leyes de Indias nunca hablaron de colonias, sino que se lee que son provincias incorporados a la Corona de Castilla y Leòn. El principio de la incorporaciòn implicaba el de la igualdad legal entre Castilla e Indias. Torres Molina, por contrario, sostiene que el monopolio comercial que impuso la dominaciòn española, la designaciòn de los funcionarios que gobernaban el territorio en nombre del rey, la explotaciòn de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo aborigen, entre otras cosas, define la relaciòn de España con Amèrica como una relaciòn colonial. Cabildo significa reuniòn. Por tal razòn los cabildos tambièn se denominan ayuntamientos, del tèrmino ayuntar o sea estar reunidos. Tenìan dos funciones primordiales: a) justicia; y b) gobierno de la ciudad. En cuanto a los recursos se dividìan en propios y arbitrios: los primeros se forman con el patrimonio mismo de la ciudad; los segundos eran producto de diferentes gravàmenes e impuestos. El cabildo cerrado estaba compuesto por alcaldes y regidores; los primeros cumplìan funciones judiciales y los segundos administrativas. Para ser alcalde o regidor se necesitaba ser vecino, esto es, estar afincado con familia y propiedades. Sin embargo, los cabildantes salientes elegìan a sus representantes, por lo que no existìa, en verdad, sistema de elecciòn en la cual interviniera siquiera una parte del pueblo. Excepcionalmente se llevaban a cabo cabildos abiertos, constituidos por la parte principal y màs sana del vecindario. Es decir, que se trataba de una simple adiciòn, bastante limitada, fuera de los componentes naturales del cabildo cerrado, pero que nunca tuvo caracterìsticas populares. Y asì como los cabildos no fueron cuna de nuestra democracia, tampoco fueron origen de nuestras actuales provincias, ya que se originan a travès de un proceso històrico complejo, que no puede ser simplificado. Los òrganos de gobierno: *El Consejo de Indias: era el òrgano de gobierno, tribunal de ùltima instancia en las diferentes jurisdicciones, se ocupaba del tratamiento de los indios, del nombramiento de funcionarios, de las expediciones y flotas. Eran notables sus funciones legislativas: formulaba leyes, cèdulas, ordenanzas, cuerpos que resultaban parte del derecho indiano. Se encargaba a su vez de los juicios de residencia y visita. Las altas autoridades (virreyes, gobernadores) se encontraban sometidos al juicio de residencia, substanciado al finalizar el mandato. Al efecto se designaba un juez que concurrìa al lugar donde ejercìa funciones la persona residenciada y el juicio podìa terminar, aprobando los actos ejercidos durante la funciòn, o con sentencia condenatoria. El juicio de visita se diferenciaba del de residencia, en cuanto la visita se realizaba en cualquier momento en que surgiera una sospecha o denuncia de un fraude o abuso del poder. Traducciòn en Amèrica del Consejo fueron las Reales Audiencias. No sòlo resultaban el màs alto tribunal de justicia en sus jurisdicciones sino tambièn instituciones con funciones de gobierno, administraciòn, hacienda. *La Casa de Contrataciòn: primer cuerpo administrativo creado en España para fortalecer sus descubrimientos, se ocupa de fiscalizar el comercio entre España y las Indias. Autoridades unipersonales en Amèrica: adelantados, virreyes, capitanes generales y gobernadores. Los primeros sostienen los gastos de la expediciòn y de la conquista a su propia costa; promueven la conversiòn de los indios y realizan fundaciones, llevando adelante la empresa de conquista. Los virreyes fueron los màs altos funcionarios en Amèrica: eran la personificaciòn misma del rey. Tanto los capitanes generales como los gobernadores presidìan provincias de menor importancia. Con la extinciòn de la casa de los Austrias España pierde su rol hegemònico, se ve disminuida y, en varias ocasiones a merced de otras grandes potencias. Estos problemas de hegemonìa se tradujeron en las complicaciones internacionales con Portugal. A travès de los conflictos por la posesiòn de la Colonia del Sacramento se logra la revisiòn del Tratado de Tordesillas y el triunfo de la tesis del utis possidetis que da por consecuencia la entrega, por parte de España a Portugal, de las ricas tierras de Rio Grande y de las Misiones Jesuìticas. El peligro de la expansiòn portuguesa, que habìa establecido un virreinato en Brasil, fue una de las causas de la creaciòn del virreinato del Rìo de la Plata. A su vez, los cambios operados en el Plata a travès del comercio, el desarrollo ganadero en la regiòn, fueron causas internas que coadyuvaron a la creaciòn del virreinato del Rìo de la Plata en 1776. Las reformas borbònicas comienzan en el Plata con el Reglamento del comercio libre de 1778, en el orden de la economìa y del comercio, al realizarse un comercio protegido por el Estado entre españoles de Europa y españoles de Amèrica. El Reglamento asesta golpes a las producciones locales de las diferentes regiones del virreinato. La Real Ordenanza de Intendentes para el Rìo de la Plata de 1782 tambièn adquiere relevante importancia. Por ella se dividìa el territorio del virreinato en ocho intendencias. El intendente tenìa las cuatro funciones de hacienda, justicia, policìa y guerra, y daba cuenta al virrey de sus actos. En procura de una nueva organizaciòn gubernamental, que combinara una acciòn efectiva en la administraciòn local y la total subordinaciòn a la autoridad central, el gobierno español mirò hacia Francia, cuya corona disponìa de tal instrumento. Esta instituciòn extrapolada por decreto no respetaba situaciones locales, instituciones ya decantadas a lo largo de la administraciòn colonial, y por tanto, no era parte de una realidad coherente. El Consulado de Buenos Aires, creado en 1794, constituye el coronamiento del sistema de reformas borbònicas en el plano econòmico. Se propugnaba cierto intercambio entre las colonias, se creaban puertos libres, se aflojaba el cerco creado por derechos que llegaban a estrangular el comercio, hasta la concreciòn del comercio con extranjeros.
Sin dudas, el sistema de intendencias obedeciò al proceso de centralismo que se
agudizò cada vez màs con los Borbones.
Las ideas de la Revoluciòn Francesa tuvieron una influencia notable en España;
contribuyeron a la consolidaciòn de lo que la teorìa polìtica llama el liberalismo español. Durante el reinado de Carlos IV las tropas francesas ingresaron al territorio de España, con autorizaciòn del monarca, en el contexto del conflicto que Francia mantenìa con Gran Bretaña y su aliado el rey de Portugal. El descontento de la poblaciòn española con esa presencia francesa en su territorio originò el motin de Aranjuez (1808), que llevò al trono al hijo de Carlos IV, Fernando VII. En ese mismo año la presencia francesa en el territorio de España se transformò en ocupaciòn militar. El emperador Napoleòn convocò a Bayona a Carlos IV y Fernando VII. Allì tuvo lugar la farsa de Bayona: Fernando VII devolviò la corona a Carlos IV; aquèl la entregò a Napoleòn; y este ùltimo la otorgò a Josè Bonaparte. La resistencia española se manifestò mediante las guerrillas y el proceso juntista. La Junta Central, gobernando en nombre de Fernando VII, designò como virrey del Rìo de La Plata a Cisneros. A principios de 1810 dicha Junta habìa sido reducida a la ciudad de Càdiz, y en enero de aquèl año se produjo su caìda, designando en su reemplazo al Consejo de Regencia. El virreinato del Rìo de la Plata habìa vivido la experiencia de las invasiones inglesas. Mediante decisiones de los cabildos abiertos se ejerciò el derecho al autogobierno con la designaciòn de Liniers como jefe de armas primero y virrey despuès. Pero lo màs importante, con consecuencias en el momento de la Revoluciòn de Mayo, fue la organizaciòn del poder militar, hasta entonces inexistente por ser la nuestra una colonia de poblaciòn. Esta situaciòn particular de las fuerzas armadas se fortaleciò como consecuencia de la derrota del movimiento revolucionario de 1809 encabezado por Àlzaga que proponìa la formaciòn de una junta. Alzaga trataba de adelantarse al movimiento independentista en gestaciòn conservando el poder para los sectores sociales ligados al sistema colonial español. Entonces, al producirse la Revoluciòn de Mayo no existìan, en la ciudad capital del virreinato, fuerzas armadas que pudiesen defender el poder colonial. Las revoluciones por la independencia hispanoamericana se dieron en forma simultànea en casi todas las colonias. Fueron producto de las ideas desencadenadas por las revoluciones burguesas en el contexto de la crisis del imperio español con su monarca en cautiverio y el territorio de España ocupado. Los patriotas, ante la posibilidad efectiva de iniciar un proceso revolucionario ocupando militarmente el fuerte y reemplazando el poder del virrey, como estaban en condiciones de hacerlo, optaron por una vìa legal, utilizando para ello una instituciòn existente: el cabildo. El 18 de mayo del año 1810 el mismo Cisneros anuncia al pùblico que sòlo Càdiz y Leòn se hallaban libres del yugo de Napoleòn; como sostiene Josè Maria Rosa, no se tenìa conocimiento sobre la formaciòn del Consejo de Regencia, por tanto, se plantea el reemplazo del virrey Cisneros porque se creìa que no habìa ninguna autoridad central en la penìnsula y no sòlo por haber caìdo la Junta Central que lo habìa nombrado. A esta interpretaciòn contribuyò el manifiesto de Cisneros que no mencionaba la existencia de autoridad alguna en España y proponìa medidas para la conservaciòn de las colonias en el caso de la caìda total de España. El cabildo fue convocado para el 22 de mayo: quien primero usó de la palabra fue el obispo Lué, quien sostuvo el derecho tradicional de la corona: “Que mientras existiese en España un pedazo de tierra mandado por españoles, ese pedazo de tierra debía mandar a las Américas y que mientras existiese un solo español en las Américas, ese español debía mandar a los americanos”. Castelli expuso la doctrina jurídica de la Revolución. “La España ha caducado en su poder para con la América, y con ella las autoridades que son su emanación. Al pueblo corresponde reasumir la soberanía del monarca, e instituir en representación suya un gobierno que vele por su seguridad”. Estaba exponiendo la doctrina de la retroversión de la soberanía, elaborada por Francisco Suárez, sostenía una concepción revolucionaria frente a la monarquía absoluta diciendo que el poder del rey surgía del pueblo y revertía en el pueblo cuando cesaba el poder del rey. Villota, contestó a Castelli una posición que invocaba la representación de todos los pueblos del virreinato. La soberanía no podía ejercerse por un Municipio sino que ella debía ser ejercida por todos los pueblos reunidos en Congreso. Desarrollaba así la posición de consultar a los demás pueblos del virreinato. Passo utilizó la doctrina del derecho privado referido a la gestión de negocios. “Presentó a Buenos Aires como una hermana mayor que en una grave emergencia de familia asume la gestión de sus negocios, cuyos intereses por lo mismo que son comunes son solidarios, y deben ser mejor consultados por los hijos de un común origen”. Lo que quedó claro en el Informe es la posición de Castelli invocando el derecho de retroversión de la soberanía. El voto que contó con mayores adhesiones fue el de Saavedra que proponía el reemplazo del Virrey y sintetizó la voluntad mayoritaria del cabildo abierto en ese sentido. Por acta del 24 el Cabildo resuelve, en abierto acto contrarrevolucionario, constituir una junta presidida por Cisneros. El descontento patriota con la resoluciòn del Cabildo y la renuncia presentada por Castelli y Saavedra al cargo para el que habìan sido designados llevò al Cabildo a la designaciòn de la Primera Junta con los nombres que le fueron impuestos: como presidente Saavedra; para vocales Castelli, Belgrano, Azcuènaga, Alberti, Mateu y Larrea; y para secretarios a Paso y Moreno. El Plan de Operaciones redactado por Moreno fue hallado por Madero en el Archivo de Indias de Sevilla. El Plan de Operaciones està dividido en una introducciòn y nueve artìculos. En la introducciòn se afirma que el objetivo del Plan es proponer las operaciones que han de poner a cubierto el sistema continental de nuestra gloriosa insurrecciòn planteando como objetivo la independencia. El Plan promueve la divisiòn entre los revolucionarios, sus opositores y espectadores para los que se proponen distintas conductas, entre ellas medidas terroristas contra los enemigos de la Revoluciòn. A su vez, se insiste en la màscara de Fernando VII, ya que se sostiene que las Provincias Unidas deben expresar con firmeza que se desvelan por conservar los dominios de Amèrica para dicho señor y sus sucesores. Sin embargo, en realidad se buscaba la sublevaciòn de la Banda Oriental del Rìo de la Plata y la consecuente rendiciòn de la plaza de Montevideo, haciendo uso del aporte de Artigas y Rondeau. A partir de la formaciòn de la Primera Junta se formaron dos tendencias que se fueron diferenciando con relaciòn a los objetivos de la Revoluciòn si bien las dos coincidìan en perspectiva con la lucha por la independencia. La primera, conservadora pero muy ligada a la realidad inmediata, estaba encabezada por el presidente de la Junta Saavedra. La segunda, mayoritaria, expresada entre otros, por Moreno, Belgrano, era revolucionaria, promovìa profundos cambios en la realidad social y sus objetivos estaban sintetizados en el Plan de Operaciones aprobado por la Junta. La llegada a Buenos Aires de los diputados electos por los pueblos del interior cambiò la relaciòn de fuerza existente hasta el momento. La sanciòn del Decreto de supresiòn de honores fue tomado por los partidarios de Saavedra como una agresiòn a su persona y utilizaron la presencia de los diputados del interior para desplazar al grupo morenista. Apoyados en la circular del 27 de mayo y en la posiciòn de Saavedra la Junta resolviò la incorporaciòn de los diputados del interior, transformando la Primera Junta en Junta Grande. El sistema robespierrinao que se querìa adoptar en la Junta, la imitaciòn de la revoluciòn francesa que intentaba tener por modelo, habìa desaparecido. En 1811 la Junta Grande dispuso la creaciòn de juntas provinciales. No se trataba de un antecedente del federalismo yaq ue el poder se mantenìa centralizado; era una concesiòn a los pueblos del interior a los que se le daba participaciòn en la resoluciòn de temas que con anterioridad eran facultad exclusiva de los gobernadores intendentes. A su vez, sancionò el Reglamento sobre libertad de imprenta, primer texto que consagra la libertad de prensa, suprimiendo la censura previa. En 1811 la Junta Grande dio a conocer la constituciòn de un triunvirato compuesto por Paso, Chiclana y Sarratea. Habìa una desproporciòn notable entre Buenos Aires y el interior en la designaciòn de los integrantes del Triunvirato, lo que consolidaba legalmente la hegemonìa polìtica porteña. La Junta pretendìa establecer la divisiòn de poderes, reservàndose ella el legislativo, autodenominàndose Junta Conservadora de la soberanìa del señor Fernando VII. El Triunvirato no puso en vigencia el Reglamento pasàndolo al Cabildo. Ello motivò la fundada protesta de la Junta Conservadora advirtiendo que el Triunvirato era su creaciòn y que su decisiòn afectaba las atribuciones que la Junta tenìa conferida por los pueblos. El poder lo ejercìa el grupo social dominante porteño, y la participaciòn popular de los diputados de las provincias que pretendìan mantenerse en la funciòn legislativa, constituìan un obstàculo para el ejercicio hegemònico del poder. En realidad, el origen polìtico del Triunvirato era el Cabildo y no la Junta Grande que ùnicamente se limitò a dar base jurìdica a un cambio polìtico que ya se habìa producido. La consecuencia fue la disoluciòn de la Junta Conservadora dispuesta por el Triunvirato, consolidàndose asì el centralismo porteño. La medida màs significativa del Triunvirato como expresiòn exclusiva de los sectores sociales porteños fue la ratificaciòn del Armisticio de Montevideo, dejando librado a su suerte a una parte de lo que habìa sido el territorio del virreinato, capitulando ante las exigencias del virrey Elìo, a cambio de que se levantase el bloqueo al puerto de Buenos Aires. Ademàs desconociendo la obra de la Junta Grande publico de manera conjunta un decreto de libertad imprenta y otro de seguridad individual. El Cabildo de Córdoba había reconocido como autoridad al virrey de Lima. Uno de esos líderes de la oposición a Buenos Aires era Liniers, quien fue fusilado para detener la contrarrevolución. Tras disolver la contrarrevolución en Córdoba, partió de allí hacia Lima el ejército de Castelli que venció en Suipacha. Sin embargo éste fue derrotado en Huaqui en 1811 lo que significó la pérdida del Alto Perú para el gobierno de Buenos Aires. Cuando Saavedra viajó al norte para reorganizar el ejército tras el desastre, el Primer Triunvirato, culpándolo de la situación, aprovechó para separarlo del gobierno, de la presidencia de la Junta y de su mando militar, y lo castigó con el destierro de Buenos Aires. El desprestigio del Primer Triunvirato tuvo como respuesta popular la revoluciòn que llevò a la formaciòn del Segundo Triunvirato compuesto por Paso, Peña y Jonte, quienes debìan convocar a una Asamblea que fue la del año XIII. La excusa de la revuelta –conocida como La rebelión de las trenzas– fue el corte de la coleta que caracterizaba a los soldados patricios; pero los triunviros vieron la realidad: querían a Saavedra, que había sido desterrado por el Primer Triunvirato. A su vez, Belgrano había sido enviado al Norte, en donde inició la Segunda Campaña al Alto Perú (la primera había finalizado con la derrota de Huaqui) con la reorganización del ejército. Cuando le llegaron noticias de la pérdida de otros territorios en el Alto Perú, decidió evacuar Jujuy para que cuando llegaran los españoles no encontraran provisiones ni armamentos. Toda la población se retiró hasta Tucumán en agosto de 1812, en un episodio conocido como el éxodo jujeño. El Triunvirato dio órdenes al ejército para seguir descendiendo hasta Córdoba, dejando todo nuestro norte a merced de los realistas (ya vimos que antes había hecho lo mismo con la Banda Oriental). Pero Belgrano –que había obtenido un pequeño triunfo en Las Piedras–, al llegar a Tucumán, vio que el pueblo estaba a favor de la revolución y quiso enfrentar a los enemigos, por lo que desobedeció abiertamente a las instrucciones del gobierno: presentó batalla y obtuvo la importante victoria de Tucumán. La Logia Lautaro, que quería lograr los objetivos de independencia y constitución, vio que con este gobierno sólo se retrocedía en ese aspecto y que las victorias logradas habían sido contrariando sus órdenes, por lo que apoyò la revoluciòn que el 8 de octubre de 1812 pidiò al Cabildo que dejara cesante al Primer Triunvirato. Por otra parte, el Consejo de Regencia convocò a las Cortes Generales que sancionaron la Constituciòn de Càdiz de 1812, un punto de referencia del liberalismo constitucional español con notable influencia en lo que fueron las colonias españolas en Amèrica. A tal punto que para Josè Marìa Rosa, las leyes sancionadas por la Asamblea fueron copia de las leyes que con anterioridad habìan sancionado las Cortes de Càdiz (libertad de vientres, extinciòn de tìtulos nobiliarios y de los tormentos). Convocada para declarar la independencia y dictar una constituciòn, no pudo hacer ni lo uno ni lo otro. Màs allà de dichas leyes, dio un escudo, un himno y un dìa de fiesta nacional (aunque con prudencia los llamò sello, canciòn patriòtica y dìa cìvico). En 1814 por pedido del Triunvirato, que consideraba necesario concentrar la autoridad, la Asamblea resolviò la creaciòn de un ejecutivo unipersonal, a cargo de Posadas, como Director Supremo de las Provincias Unidas. Artigas enviò a la Asamblea las Instrucciones orientales que constituyen la base doctrinaria inicial del federalismo argentino; el principal objetivo de las mismas es la declaraciòn de la independencia, el segundo la organizaciòn de una confederaciòn. Ambos no coincidìan con los objetivos de los grupos polìticos que tenìan el control de la Asamblea, por tanto, no se discutiò el contenido de las Instrucciones sino que directamente se rechazaron a los diputados invocando razones formales referidas a su forma de elecciòn. Con motivo de la reuniòn de la Asamblea General Constituyente se elaboraron cuatro proyectos de Constituciòn para las Provincias Unidas que si bien no fueron discutidos por la misma fueron la base de textos constitucionales posteriores. En el proyecto de la Comisiòn Oficial se observa la influencia del constitucionalismo norteamericano: principalmente en las atribuciones del Directorio Ejecutivo y del Congreso, el sistema bicameral, el establecimiento del juicio por jurados, etc. El proyecto de la Sociedad Patriòtica establece un poder ejecutivo unipersonal a cargo de un presidente. El proyecto anònimo fue una sìntesis de los proyectos de la Comisiòn Oficial y el de la Sociedad Patriòtica. El ejecutivo està a cargo de un Directorio, el poder legislativo es bicameral. Finalmente, el proyecto federal es una copia de los textos del constitucionalismo norteamericano. En 1815 Posadas, desbordado por los conflictos polìticos y militares, cedìa el poder a quien efectivamente lo ejercìa a travès del control de la Asamblea, Alvear. El nuevo Director Supremo dictò un bando que establecìa la pena de muerte y enviò al Ejèrcito contra Artigas. Ante la sublevaciòn popular de Fontezuelas, el Cabildo procediò a designar a Rondeau como nuevo Director. En 1815 se reuniò en Concepciòn del Uruguay el Congreso de Oriente con representaciones de las provincias de Còrdoba, Santa Fe, Corrientes, Entre Rìos, Misiones y la Banda Oriental, que juraron la independencia. Las restantes Provincias Unidas declararon la independencia en Tucumàn el 9 de julio de 1816. El Acta de Independencia eferìa a la independencia de la metròpoli española, pero se agregò la referencia a toda otra dominaciòn extranjera, como consecuencia de la polìtica a favor de la monarquìa que adoptaba el Congreso y de la polìtica que sostenìa frente a la invasiòn portuguesa a la Banda Oriental. Las búsquedas de reconocimiento surgieron por el temor de Posadas y Alvear ante la vuelta de Fernando VII al trono español en 1814 y la expedición punitiva de Morillo: en ese contexto se dieron las misiones de Sarratea para ofrecer el reinado del Río de La Plata a Francisco de Paula, hijo de Carlos IV, y de Garcia a Londres, en pos de ofrecer el gobierno a Inglaterra. Pero las divisiones facciosas en el ámbito de las relaciones externas, serían reflejo de un desacuerdo acerca de la forma de gobierno que debían asumir las Provincias Unidas, propio de una pre- política exterior: Sarratea frustraría las misiones de Belgrano y Rivadavia y surgirían ideas disímiles: desde aquella del rey inca en 1816, hasta la propuesta del príncipe de Luca en 1818. La situación se obstaculiza aún más por las derrotas que sufre el General Belgrano en el Ejército del Norte: Vilcapugio y Ayohuma. En 1819 se aprobarìa la primera Constituciòn destinada a regir en el actual territorio argentino. Sus fuentes fueron las constituciones francesas, la de Càdiz de 1812 y la Constituciòn de los Estados Unidos. Recogiò normas que se encontraban en los proyectos de 1813, en el Estatuto de 1815 y el Reglamento de 1817, predominando el centralismo y las ideas monàrquicas predominantes en el Congreso que la sancionò. En este sentido, no define la forma de gobierno y de estado que adopta, pero al designar como titular del Ejecutivo a un Director de Estado y centralizar el poder, es una constituciòn republicana y unitaria, pudiendo transformarse, con el cambio de algunos artìculos en una constituciòn monàrquica. En el apèndice se establecìa el tratamiento protocolar que recibirìan los integrantes de los poderes del estado, entre ellas alteza serenìsima, serenìsimo señor, delatando con ello la encubierta filiaciòn monàrquica de la Constituciòn de 1819. Con la insurrección de Riego finalizó cualquier intento de invasión española; la centralización paulatina del gobierno se había dado por las necesidades de las guerras de independencia. Alejado este peligro para el Río de la Plata, los caudillos prefirieron terminar con el despotismo de Buenos Aires. El triunfo federal en Cepeda, en 1220, puso fin al Directorio y su Constituciòn. El Cabildo de Buenos Aires eligió una Junta de Representantes que designó como gobernador a Sarratea, supuesto federal, ex triunviro y diplomático de los directores supremos en Europa. Sarratea, Ramírez y López firmaron el Tratado de Pilar, donde dejan de considerarse como integrantes de la Liga de los Pueblos Libres, ya que lo firman “por sí y a nombre de sus Provincias” e invitan a Artigas a incorporarse en lo que le pueda “convenir a los intereses de la Provincia de su mando” (es decir, sólo la Banda Oriental) sin nombrarlo como antes su “protector”. “La unión hace la fuerza” es un conocido refrán, y Buenos Aires aplicó su contracara: “Dividir para reinar”. El Tratado de Pilar reconocía a la federación como al sistema de gobierno que debía regir la nación, pero para declararla debían reunirse representantes elegidos por las tres provincias en el convento de San Lorenzo, dentro de los sesenta días de la firma del acuerdo (esta reunión nunca se llevó a cabo). Mencionaba “dejando a la reflexión” la difícil situación por la que atravesaban las provincias atacadas por los portugueses, sin comprometerse a entrar en guerra contra los mismos. Y por una cláusula secreta se fijaba una entrega a Entre Ríos de dinero y armas supuestamente para atacar al ejército portugués; según Mitre, el objetivo era “hacer frente a Artigas” que querría castigarlo a Ramírez por “la atrevida actitud que asumía frente a su antiguo jefe”. Artigas se alzó en armas para enfrentar al entrerriano y fue derrotado, debiendo refugiarse en Paraguay hasta su muerte. El Tratado de Benegas estableció la paz entre Buenos Aires y Santa Fe y la reunión de un Congreso en Córdoba, que fue la provincia mediadora. A diferencia del Pacto del Pilar no establece forma de estado. No se menciona al federalismo, pero la circunstancia de que se reuniese en Còrdoba, bajo el control de Bustos, significaba un control federal en sus deliberaicones. Tambièn, como el Pacto del Pilar, hay un acuerdo secreto, en ste caso contraìdo personalmente por Rosas, que consistìa en la entrega de veinticinco mil cabezas de ganado a Santa Fe como reparaciòn por las sucesivas invasiones que se habìan efectuado contra la provincia. No obstante que en la segunda invasiòn a Buenos Aires por Santa Fe el èxito de las armas se habìa inclinado a favor de Lòpez con su triunfo en Gamonal sobre Dorrego la posiciòn de Martin Rodrìguez se habìa fortalecido al poder aplastar la sublevaciòn de Pagola. De tal manera, Rodrìguez forzò el acuerdo que lo favorecìa pues podrìa gobernar pacificada su provincia. Con este tratado, ademàs Buenos Aires logró sacarse la molesta presencia de Ramírez: ofendido con López por haber sido dejado de lado, lo enfrentó militarmente, perdiendo la vida. Superada la anaquìa del año 20, en el que se sucedieron en la gobernaciòn de Buenos Aires Balcarce, Ramos Mejìa, Soler y Dorrego, el gobierno de Martìn Rodrìguez con su ministro Rivadavia logrò una estabilidad institucional que permitiò a los sectores sociales gobernantes, desplazados del poder nacional en Cepeda, reconstruir su poder polìtico. Rivadavia se ocupó de hacer fracasar el Congreso de Córdoba, retirando los diputados de Buenos Aires. Las instrucciones de los diputados por Buenos Aires indicaban la oposiciòn a todo sistema que no fuese el de unidad, y en caso de rechazarse èste, cada provincia mantendrìa un sistema independiente, desarrollando sus economìas con recursos propios. A su vez, las provincias tendrìan una representaciòn proporcional a su poblaciòn, con lo que se rompìa la igualdad de las mismas. Tales instrucciones hacìan imposible la continuidad de los diputados por Buenos Aires en el Congreso. Bustos trató, por medio de circulares, de sostener el Congreso. Cuando cambió la situación en Entre Ríos (Ramírez había sido muerto el 10 de julio de 1821, y su medio hermano Ricardo López Jordán –delegado en el gobierno– fue depuesto por el coronel Lucio Mansilla, aliado de Buenos Aires) Buenos Aires convocó a enviar representantes a las provincias del litoral (Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Buenos Aires) a fin de firmar un pacto defensivo-ofensivo. Éste se llevó a cabo en 1822 y se denominó Tratado del Cuadrilátero: en él las provincias se obligaban a retirar sus representantes del “diminuto Congreso reunido en Córdoba””; a su vez, Buenos Aires era la ùnica en condiciones de autorizar a alguna de las provincias contratantes a cursar las invitaciones para la reuniòn de un congreso. Lo que se estaba estableciendo era que la provincia de Buenos Aires convocarìa al futuro congreso, que es lo que efectivamente ocurriò con el Congreso de 1824-1827. Entre las obras positivas de Rivadavia, se hallan la fundación de la UBA y la Sociedad de Beneficencia. En cuanto a la Iglesia, le quitó el derecho a recaudar el diezmo; en cambio, estaría mantenida por el Estado, pero éste controlaba sus bienes. Alrededor de Rivadavia surgió el Partido Unitario, sin embargo, no logró ser elegido gobernador. El gobernador electo, Las Heras, que había participado con San Martín en la campaña libertadora a Chile, asumió en 1824. Ese mismo año se inauguró el Congreso de las provincias en Buenos Aires, para organizar el país. Su primer acto fue la sanción de la Ley Fundamental, en 1825. Varela interpreta que en el artìculo primero se ratifica la independencia, porque al Congreso de Tucumàn no habìan concurrido las provincias del litoral. En contrario sentido se expresa Ramòn Lorenzo, quien expresa que no se trata de una ratificaciòn de la independencia sino del Pacto de Uniòn entre todas las provincias, ya que no todas asistieron al Congreso de Tucumàn. Hasta la elección del Poder Ejecutivo nacional, éste quedaba provisoriamente encomendado al gobierno de Buenos Aires, para que pudiera representarnos ante el extranjero y celebrar tratados. Por los términos de la Ley Fundamental, ya no quedaban dudas de que el gobierno tenía carácter nacional, por lo que Gran Bretaña aceptó firmar un tratado. En aquel se establecìa una recìproca libertad de comercio y el trato de naciòn màs favorecida: los ciudadanos de ambas partes gozaràn, en sus respectivos dominios, de los mismos derechos como la Naciòn màs favorecida, y se los eximìa del servicio militar obligatorio. El tratado fue fuente de conflictos, especialmente con Francia, que reclamò tambièn la aplicaciòn de la clàusula de naciòn màs favorecida. Tambièn en 1825 el Congreso aprobò la ley de Consulta que tenìa como finalidad recabar la opiniòn de las provincias sobre la forma de estado. La forma de gobierno habìa quedado resuelta en la batalla de Cepeda que sepultò la polìtica monàrquica. Sin embargo, sea cual fuere el resultado de la opiniòn (que fue favorable a la forma federal), el Congreso se guardaba la autoridad de sancionar la Constituciòn que considere màs conveniente al interès nacional. En 1826 el Congreso sancionó la Ley de Presidencia a fin de instalar un Poder Ejecutivo nacional de un modo permanente, lo que atentaba contra la Ley Fundamental, que debía ser permanente recién cuando se dictase una Constitución, y hasta ese momento sólo debía ser provisorio. Los diputados unitarios utilizaban un argumento polìtico de fondo, como era la guerra que debìa enfrentar el paìs, mientras que los federales argumentaban con contenido jurìdico que el ejecutivo debìa ser provisorio; la Constituciòn debìa preceder a la Presidencia. La Ley de Presidencia se aprobó por mayoría, y al día siguiente se eligió a Rivadavia como Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Necesitaba de la presidencia no tanto para llevar adelante la guerra contra el Brasil –que era la razón por la que se había creado el cargo, pero de la que se ocupó en tercer lugar– sino para poder realizar su proyecto minero. Facundo Quiroga era el hombre fuerte de La Rioja. Su resguardo de las minas del cerro de Famatina en contra del contrato firmado por Rivadavia quedó grabado en la población como una defensa frente a la penetración extranjera, y lo afirmó en su papel de caudillo de la montonera. Otra ley del congreso fue la de capital, por la que se declaraba capital de las Provincias Unidas a la ciudad de Buenos Aires a la que se le agregaba un amplio territorio de sus alrededores. Los opositores sostuvieron que la ley violaba la ley Fundamental, que garantizaba las provincias el mantenimiento de sus propias instituciones. Otra obra del Congreso fue la creaciòn del Banco Nacional, con un capital integrado por millones contraìdos por la provincia de Buenos Aires con la casa Baring, y al que se le otorgaba el privilegio exclusivo para acuñar moneda. Finalmente la ley de consolidaciòn de deuda contemplaba la garantìa, por parte de la naciòn, de la deuda que con anterioridad habìa consolidado la provincia. Como se prohibìa la enajenaciòn de las tierras pùblicas que garantizaban la deuda se recurriò al derecho real de enfiteusis mediante el cual el enfiteuta no recibìa el dominio de la tierra aunque se comportaba como un verdadero propietario; esta ley sirvió para garantizar el empréstito que el gobierno contrató con Inglaterra. Ahora bien, la Constitución de 1826 es la obra cumbre del Congreso, que tomando como antecedente la Constituciòn de 1819, estableciò el sistema unitario. Comenzaron a llegar los rechazos del interior a la Constitución, y pronto la situación se complicó cuando se conocieron los términos en que se había firmado la paz García. En 1821 el gobierno portugués había reconocido la independencia de nuestro país, al que le faltaba una parte: la Banda Oriental, ocupada por ellos mismos e integrada al territorio brasileño bajo el nombre de Provincia Cisplatina. Lavalleja, que había estado preso en Río de Janeiro, organizó en Buenos Aires un centro de resistencia oriental con los hermanos Oribe, y buscó apoyo para su expedición. Los 33 orientales formaron un Congreso en La Florida que declaró su independencia del Brasil y su incorporación a las Provincias Unidas. El Congreso de La Florida envió un diputado al Congreso Constituyente de Buenos Aires, que fue aceptado. Esto fue interpretado por el emperador brasileño como una declaración de guerra. Las principales acciones de esta guerra contra el Brasil se llevaron a cabo en 1827, obteniéndose las victorias de Juncal (con la escuadra de Brown) y de Ituzaingó (a cargo de Alvear, Brandsen y Paz). El Tratado de Huanacache firmado por Mendoza, San Juan y San Luis sostenìa la necesidad de apoyar la guerra contra Brasil y fue punto de partida de la acciòn de los gobernadores de las provincias que en forma conjunta enfrentaron al poder central expresado por la presidencia. El federalismo de Buenos Aires tuvo su origen en el Partido Popular encabezado por Dorrego, quien fuera el principal opositor a la polìtica unitaria que creò la presidencia y sancionò la Constituciòn de 1826. El 3 de julio de 1827 el Congreso sancionò la ley por la que creaba una presidencia provisoria hasta la reuniòn de la Convenciòn Nacional. Fue designado como presidente provisorio Vicente Lòpez y Planes. Sin embargo, el 18 de agosto de 1827 se disolviò la Presidencia y el Congreso. La Junta eligió gobernador a Dorrego, quien presionado por todos los sectores debe hacer la paz, aceptando la independencia de la Banda Oriental. Lavalle aprovecha el descontento del ejército para asesinar a Dorrego. Rosas había vencido a Lavalle en Puente de Márquez. Entonces ambos pactaron en Cañuelas el cese de la guerra. Con la elección, que dio el triunfo a la lista unitaria, claramente se vio que había sido digitada y que Lavalle o sus partidarios no habían respetado el pacto. Hubo que hacer un nuevo acuerdo, esta vez en Barracas, donde se decidió que Viamonte sería gobernador provisorio. Éste, a sugerencia de Juan Manuel de Rosas, anula las elecciones anteriores y convoca a la legislatura existente en el momento del golpe de Lavalle. La restaurada Sala de Representantes de Buenos Aires nombra a Rosas gobernador, dándole además el título honorífico de Restaurador de las Leyes. Rosas no fue el primer gobernadores con facultades extraordinarias: ya le habían sido concedidas a Martín Rodríguez y al gobernador provisorio Viamonte, y estaban justificadas por el contexto. En 1830 se había formado la Liga del Interior que le concedió al general Paz el Supremo Poder Militar. Rosas, por su parte, trata de ganar las provincias de Entre Ríos y Santa Fe, que se unen a Buenos Aires en la Liga del Litoral; más tarde, se une también Corrientes, firmando entre las cuatro provincias el Pacto Federal en 1831. En el interior, Facundo Quiroga, con la ayuda de las provincias integrantes del Pacto Federal, continuó la campaña militar en contra de Paz y Lamadrid. Paz cayó prisionero por error y esto contribuyó a la derrota de Lamadrid frente a Quiroga. Gracias a la misma, las restantes provincias se fueron uniendo al Pacto Federal, con lo que quedó conformada la Confederación Argentina. El Pacto Federal habìa tomado como fuente el Pacto de Uniòn Perpetua de los Estados Unidos y fue precedido por la polèmica Roxas y Patròn-Ferrè. Mientras el representante de Buenos Aires sostenìa una polìtica librecambista, invocando las ventajas comparativas, Ferrè se habìa constituìdo en un defensor de las provincias del interior al promover el proteccionismo, la necesidad de habilitar nuevos puertos para el comercio exterior y la redistribuciòn de la renta de las aduanas. El caràcter confederal del Pacto Federal surge de la Comisiòn Representativa integrada por un diputado por provincia y de sus atribuciones en materia de guerra y paz, aùn cuando los diputados actuaban mediante instrucciones de sus gobiernos. Mientras el federalismo suizo y norteamericano partìa de entidades soberanas que siguen un proceso de creciente unificaciòn, el federalismo argentino parte de un centro ùnico de poder a partir del cual se observa un proceso progresivo de ruptura del estado centralizado, para seguir, desde ese momento la formaciòn de un estado federal. La historiografìa argentina habla del triunvirato federal. Las decisiones del paìs eran tomadas entre los tres jefes federales que representaban los tres federalismos: Rosas (de Buenos Aires), Lòpez (del Litoral) y Quiroga (del interior). Muerto Quiroga, se impusieron las ideas de Rosas. Lavalle, con las fuerzas del Ejèrcito que habìa combatido en la guerra con Brasil, depuso al gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego, quien fuera fusilado. Rosas derrotò a Lavalle en Puente de Màrquez, por lo que èste intentò llegar a un acuerdo con Rosas. Se trata de un tratado atìpico, por ser celebrado por dos poderes de facto: el de Lavalle que, si bien ostentaba el tìtulo de gobernador provisorio, emergìa de un hecho revolucionario; el de Rosas surgìa de su condiciòn de comandante general de campaña. El Pacto de Cañuelas se complementaba con acuerdos reservados. Lavalle y Rosas convinieron en elaborar listas comunes para la elecciòn de la Sala de Representantes y la designaciòn como gobernador de Fèlix de Alzaga. El acuerdo no fue cumplido ya que el sector unitario se sintiò fortalecido por el triunfo de Paz sobre Quiroga en la batalla de La Tablada y tratò de imponer listas propias. El incumplimiento de lo pactado dio lugar a la firma del Pacto de Barracas, que acordò la designaciòn de Viamonte como gobernador provisorio, a quien se le otorgaban facultades extraordinarias y la formaciòn de un senado consultivo. Sin embargo, la mayorìa opinò que la prolongaciòn de un gobierno provisional no serviria. Se restableciò asì la legalidad alterada por el golpe de Lavalle. La Sala de Representantes eligiò a Rosas como gobernador. Las facultades extraordinarias referìan a que los restantes poderes seguìan en funcionamiento, pero el Poder Ejecutivo podìa ejercer funciones que correspondìan a aquellos. Rosas había asumido en 1829 gracias al voto de los federales de la Sala de Representantes porteña: los que estuvieron a favor de Dorrego, en ese momento lo estaban a favor de Rosas. Ahora bien, los federales que estaban a favor de la división de poderes, la sanción de una Constitución, la garantía a la libertad individual y a la representación fueron denominados doctrinarios (seguían la doctrina de la Constitución federal de Estados Unidos), liberales (defendían las libertades y la garantía de las mismas a través de una Constitución), lomos negros (por su traje ciudadano, diferente del atuendo rosista campesino) o cismáticos (se separaron de quienes tomaban las decisiones de Rosas como criterio de autoridad). Los federales rosistas fueron denominados netos (puros, nítidos) o apostólicos (porque seguían la palabra de Rosas como si fueran sus apóstoles). Casi todos estaban de acuerdo en que el gobernador debía seguir siendo Rosas: la disputa giraba en torno a la forma de ejercer el poder político. Rosas sostuvo la imposibilidad de gobernar sin facultades extraordinarias, por lo que no aceptò al tèrmino de su mandato la nueva designaciòn. Fue elegido entonces Juan Ramón Balcarce, que había sido Ministro de Guerra de Rosas; este último lo había propiciado pensando en que se adaptaría a sus sugerencias. Sin embargo, Balcarce fue más permeable a los lomos negros, y se produce la ruptura del federalismo. Surge la Sociedad Popular Restauradora, con su brazo armado parapolicial denominado La Mazorca, que se encarga de difundir el terror entre los adversarios políticos. En medio de la crisis un fiscal entabla querella en la justicia criminal contra el periódico El Restaurador de las Leyes, al que acusa de ofensa al honor del gobierno. Los rosistas aprovechan esta ocasión para empapelar la ciudad con afiches que anuncian que se procesará al Restaurador de las Leyes: la gente cree entonces que el que será sometido a juicio es Rosas. De este modo se desata la Revolución de los Restauradores, que termina de derrumbar al debilitado gobierno de Balcarce. Éste renuncia a la gobernación y es elegido Viamonte. Sin embargo, los restauradores no se detienen en la agitación, ya que su objetivo es que se reconozca la necesidad de que Rosas gobierne con las facultades extraordinarias. Sin poder hacer nada, Viamonte renuncia. La Legislatura elige a Rosas, pero sin facultades extraordinarias, y éste no acepta el cargo. El puesto queda vacante hasta que lo asume en forma provisoria el presidente de la Legislatura, Maza. En 1834 éste ofreció su mediación en la disputa entre los gobernadores de Tucumán (Heredia) y Salta (Latorre), y envió como embajador a Quiroga. Al regresar por la localidad cordobesa de Barranca Yaco, es muerto por una partida al mando de Santos Pérez en 1835. En 1937, con Rosas nuevamente en el poder, los cuatro hermanos Reinafé (hacendados cordobeses y uno gobernador de la provincia) son condenados a muerte como responsables del hecho. Hubo numerosas hipótesis sobre la responsabilidad del crimen: los unitarios, Estanislao López, el mismo Rosas... Si bien con la muerte de Quiroga Rosas perdió un valioso aliado en el interior, su muerte le sirvió para que le concedieran no las facultades extraordinarias sino la suma del poder público: pleno poer de legislar y juzgar en el orden provincial. Eso no querìa decir que se prescindiera de la junta de representantes y de los tribunales de justicia, sino que el gobernador podìa dictar leyes y firmar sentencias, sin tener que dar cuenta a nadie. Mientras las facultades extraordinarias fueron otorgadas por un plazo determinado y debìa rendirse cuentas de su ejercicio a la Sala de Representantes, la suma del poder pùblico era otorgada sin tèrmino y sin que se controlase la forma en que era ejercida. Las facultades extraordinarias podìan ser suspendidas por el òrgano que las habìa otorgado, en cambio, la suma del poder pùblico se mantenìa vigente a arbitrio del ejecutivo. Cuando Rosas dejó de aplicar impuestos a la importación durante su primer gobierno, esta posición fue vista por muchos como una traición a la causa federal. Fue entonces que en 1835 se votó la Ley de Aduanas, que protegió la industria nacional. Sin embargo, se dejó vigente el sistema de puerto único y el cierre de los ríos, por lo que las provincias del litoral, productoras de artículos similares que Buenos Aires, se vio en desventaja. En ellas surgió la reacción contra el gobierno de Rosas. Además desatado el conflicto con Francia, se organiza en la clandestinidad la Asociación de la Joven Generación Argentina (la generación del 37), con la intención de formar un partido político nuevo, alejado de las luchas partidarias entre unitarios y federales; instaban a seguir la inteligencia progresista europea para garantizar el bienestar en la Argentina. Más tarde, cuando muchos de sus miembros emigraron a países vecinos (Alberdi, Gutiérrez, Vicente Fidel López) es conocida como Asociación de Mayo. Encontraron gran afinidad con otros emigrados de origen unitario, que también son clasificados dentro de esta generación, como Sarmiento; todos ellos se opondrían a Rosas y gran parte se alojaría en Uruguay. Mientras tanto Rosas enfrentaba a la Confederación Peruano-Boliviana; durante este conflicto es detenido Hipólito Bacle, naturalizado francés acusado de vender mapas argentinos a Bolivia. Su arresto da pie a reclamaciones por parte de Francia y la justificación para iniciar el primer bloqueo. Francia además alegaba que sus ciudadanos residentes en Argentina no debían prestar servicios militares, tal como no los prestaban los ingleses por el tratado de 1825. Luego de salir triunfador en su lucha contra Santa Cruz y Francia, Rosas sitea Montevideo en 1843, y en 1845 Francia e Inglaterra intervienen a favor de Rivera, por apoyar este último la libre navegación de los ríos afluyentes al Plata. El general Mansilla cruzó el río con cadenas para complicar la situación de los buques, y atacó desde la orilla a la flota, que respondió la embestida en lo que se denominó el combate de la Vuelta de Obligado. El comercio inglés se estaba perjudicando mucho por su propia intervención en el bloqueo, por lo que comenzaron las tratativas y los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, aunque recién en 1849 se firmó el tratado de paz. Los franceses, a su vez, retiraron sus buques debido a la revolución liberal en su propio país en 1848. El “sitio grande de Montevideo” duró hasta 1851: el Pronunciamiento de Urquiza provocó la capitulación de Oribe, ya que Brasil concurrió para ayudar a Rivera. Éstos (brasileños, uruguayos y entrerrianos), unidos, formarán el Ejército Grande para luego derrocar a Rosas. ¿Cuáles fueron las causas de esta decisión? Si bien adujo que su objetivo era la Organización Nacional, tanto tiempo demorada por Rosas, el general victorioso tenía en Entre Ríos un millón de hectáreas con ganado, pero a sus dos saladeros se les hacía imposible competir con los de Buenos Aires si el río Paraná estaba cerrado al comercio exterior. Asimismo, la apertura de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay era uno de los objetivos de Brasil, para conectar más fácilmente las regiones alejadas de la costa atlántica. Es por eso que la primera medida de Urquiza tras la victoria de Caseros en 1852 fue declarar abierta la navegación de los ríos. Cuando se aseguró la paz, tras fusilamientos continuos de rosistas, Urquiza desfiló no con traje de gala –como hubieran esperado los unitarios– sino con poncho y una galera donde lucía un ancho cintillo punzó. Gran parte de la intelectualidad de Buenos Aires recela de Urquiza y su concentración de poderes, pese a que su lema es la organización nacional. No quiere ser gobernada por un caudillo del interior y, lentamente, va preparando a la población en su contra. Urquiza había firmado acuerdos con Brasil que debía cumplir; para ello necesitaba tener la dirección del país legalmente, que hasta ahora siempre había recaído en el gobernador de Buenos Aires, siendo que él sólo era gobernador de Entre Ríos. A este fin se reúne con Vicente López y Virasoro (gobernador de Corrientes y jefe del Estado Mayor del Ejército Grande); a la misma concurre además Leiva, ministro santafesino. Entre las cuatro provincias del litoral firman el Protocolo de Palermo, por el cual le quitan las relaciones exteriores de la Confederación Argentina al gobernador de Buenos Aires y deciden otorgárselas provisoriamente a Urquiza en forma personal, con efecto retroactivo para hacer válidos los acuerdos que ya había establecido con Brasil. A fin de ratificar esta medida, se invitó a todos los gobernadores a una reunión en San Nicolás de los Arroyos. Los gobernadores que concurrieron nombraron a Urquiza Director provisorio de la Confederación Argentina, cargo que ocupó hasta que asumió como presidente constitucional en 1854. A fin de iniciar la organización nacional, se convocaba a la reunión de un congreso general constituyente en Santa Fe. El Acuerdo de San Nicolás, del que había participado el gobernador de Buenos Aires, debía ser ratificado por la Legislatura de Buenos Aires. A ésta no le gustaba, entre otras cosas, que Buenos Aires tuviera tan sólo dos diputados en el Congreso de Santa Fe (al igual que las otras provincias) ni que se nacionalizaran las rentas de Aduana. López renunció en medio de las críticas que en las Jornadas de Junio pronunciaron Mitre y otros intelectuales de Buenos Aires. Esto conduce a la reacción porteña del 11 de septiembre, a partir de la cual el país queda dividido en dos Estados: la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, secesión que se prolonga durante casi una década. El Congreso de Santa Fe sancionaría la Constitución Nacional en 1853 mientras que Buenos Aires, como Estado independiente, tendría la suya en 1854. Pese a la declarada libre navegación de los ríos interiores, y a la cada vez más numerosa cantidad de barcos a vapor que surcaban los mares, la mayoría de los comerciantes de ultramar desembarcaban sus efectos en el puerto de Buenos Aires, ganando su aduana los derechos correspondientes. La Confederación tenía serios problemas financieros, cosa que no ocurría con Buenos Aires, que estaba prosperando notoriamente. Es por ello que Urquiza decide aplicar un arancel diferencial de aduanas, mediante el cual se pretendía incentivar a que los buques recalaran primero en los puertos de la Confederación. De acuerdo a la nueva ley, se cobrarían mayores derechos a las mercaderías importadas que ingresaran a las provincias provenientes de Montevideo o de Buenos Aires. En la práctica esto no dio resultados. Por el contrario, caldeó los ánimos porteños y dio inicio a una “guerra económica” mediante la cual la mayor parte de las mercancías seguían siendo introducidas desde Buenos Aires, pero por contrabando: de este modo, el arancel que recaudaba la Confederación era casi nulo. Los ejércitos de Mitre y Urquiza se confrontaron en Cepeda en 1859, y la Confederación salió triunfante. El general victorioso forzó la renuncia del gobernador de Buenos Aires, Valentín Alsina, y luego se encontraron sus delegados con los de la ciudad portuaria en San José de Flores para negociar las condiciones de la unión entre Buenos Aires y la Confederación. Buenos Aires podía revisar la Constitución de 1853 y las reformas propuestas serían tratadas en una Convención Nacional reunida al efecto. El país estaba en vísperas de elecciones para el Colegio Electoral que designaría al presidente: el elegido fue Derqui. En Buenos Aires se eligió como gobernador a Mitre quien, sin respetar el Pacto de Unión de San José de Flores, siguió denominando “Estado” a Buenos Aires (en vez de “provincia”) y actuando como si fuera soberano. El gobierno nacional tenía una posición débil: los fuertes eran Urquiza y Buenos Aires. Los ejércitos se encontraron en Pavón, donde pese a vencer Urquiza, éste prefiere negociar con Mitre: paz para Entre Ríos y Corrientes, mientras Mitre derribaba el gobierno nacional. Este último en distintas misivas explicaba a Urquiza que Pavón “abre una nueva era para la república”; fue así que constituyó un punto de partida para el cambio, la iniciación de un período que culminaría con la conquista del desierto y la federalización de Buenos Aires, en 1880. Con Mitre se inició un proceso de centralización creciente del poder en manos de las autoridades nacionales, que tuvo como eje la creación y funcionamiento del Congreso Nacional, la Corte Suprema y del Ejército Nacional. Con el objeto de establecer la jurisdicción de los territorios considerados argentinos que no estaban dentro de los límites provinciales efectivos (eran tierras generalmente ocupadas por indígenas), se sancionó la ley de territorios nacionales. A su vez, la reforma constitucional de 1860 había establecido que la capital federal de la república sería designada por una ley especial del Congreso, previa cesión de la o las legislaturas provinciales donde se hallara dicho territorio. Mitre gobernaba desde Buenos Aires, y necesitaba federalizarla. Por ello envía un proyecto de ley al Congreso por el cual se designaba Capital Federal a la provincia de Buenos Aires. Por supuesto, esto chocaba con los intereses locales y su legislatura provincial se opuso a esta federalización. La cuestión debió ser zanjada provisoriamente por medio de una ley de compromiso o de residencia, según la cual las autoridades nacionales podrían residir en la ciudad de Buenos Aires por un lapso de cinco años, hasta resolver la situación. El plazo de la ley de compromiso se venció sin resolver el tema, por lo que el gobierno nacional quedó como un huésped poco cómodo de la provincia de Buenos Aires. El movimiento liberal triunfante arrasó con las situaciones provinciales, manejadas por el federalismo tradicional, destituyendo gobernadores que no le eran adictos, para reemplazarlos por quienes lo eran. A comienzos de 1862 Mitre es elegido, por unanimidad del colegio electoral, presidente de la nación. Para los jóvenes de la generación del 37, el modelo del país a construir estaba en Europa (o en la llamada “civilización occidental”, ya que Sarmiento, después de sus viajes, observando la crisis en que se debatían los europeos debido a las revoluciones liberales y la búsqueda de un cambio, optó por elegir como modelo a los Estados Unidos). Tomando como suyo el esquema europeo, se planteó la dicotomía Civilización o Barbarie. En la segunda mitad del siglo XIX, las teorías evolucionistas estaban en el centro de la atención europea: Darwin había publicado en 1859 El origen de las especies, y su teoría se aplicó en distintos ámbitos, entre ellos el cultural Fermín Chávez llama la atención sobre estos conceptos tan particulares de “barbarie”, porque señala que este término surgió cuando los griegos designaron como “bárbaros” a los extranjeros, mientras que acá la civilización estaba justamente expresada en otro idioma, y lo nativo era lo bárbaro. Más que valorar o tener en cuenta lo que éramos, la civilización se refería a lo que queríamos ser, sin importar qué métodos se utilizaran para lograrlo. Es por ello que Sarmiento celebra la victoria de Pavón: en carta del 24 de septiembre de 1861, destacó la gloria alcanzada por Mitre al restablecer en toda la República el predominio de la clase culta, anulando el levantamiento de masas; y proseguía... no trate de economizar sangre de gauchos; éste es un abono que es preciso hacer útil al país; la sangre es lo único que tienen de seres humanos. La Argentina liberal posterior a Caseros había elegido insertarse en el mercado mundial a través del librecambio, como productora de materias primas e importadora de productos elaborados. En ese momento en Europa se estaban desarrollando nuevas transformaciones en la industria, debido a la aplicación para la producción de adelantos científicos y tecnológicos más o menos recientes; esto se conoció como la segunda revolución industrial. La fuerza motriz que había generado el movimiento de las máquinas de la primera revolución industrial, el vapor, iba a ser reemplazado por la electricidad y el petróleo. Argentina no tenía esta tecnología, ni científicos ni técnicos formados para estos saberes, y prefirió dedicarse a aquello en lo cual tenía la ganancia asegurada fácilmente: la agroexportación, facilitada por la expansión del ferrocarril y la inmigración. En 1860 el blanco Berro había asumido la presidencia del Uruguay. Venancio Flores, del Partido Colorado, contaba con el apoyo de Brasil y de los liberales de Buenos Aires. Junto a Mitre había combatido en Pavón, y por eso el nuevo presidente argentino no impidió la sublevación que Flores estaba gestando desde nuestro territorio contra el presidente uruguayo Berro. En el momento en que su participación fue requerida por el presidente uruguayo, López pensaba que obtendría el apoyo de Urquiza si se desataba la guerra. No contaba con su abstención, que significaría de hecho el acuerdo con Mitre y con Brasil. López, al no ser Paraguay limítrofe con Uruguay, solicitó al gobierno argentino la autorización para pasar por Corrientes. Pero el gobierno de Buenos Aires – que aducía su neutralidad en el conflicto–, rechazó la invasión, lo que significó la declaración de guerra. En 1865 se firma el tratado de la Triple Alianza entre Argentina, Brasil y Uruguay. Apremiados por los gastos de la guerra contra el Paraguay, en 1866 se reforma la Constitución a fin de que se imponga la definitiva nacionalización de las aduanas y de los gravámenes de exportación e importación. Es decir, sólo se reforman los artículos donde se establecía la provisoriedad del cobro de los derechos de aduana para la Nación “hasta 1866”. Se conoce como generación del 80 a un grupo de periodistas, políticos, escritores y científicos que comenzaron a destacarse en esta década. Entre los principales representantes figuran Roca, Pellegrini, Quintana, Roque Sáenz Peña, que llegaron a la presidencia; Wilde, Cané, que defendían una política laicizante; Goyena y Estrada, que defendían al catolicismo ante las leyes laicas; Ramos Mejía, Bunge, que se inscribieron dentro del positivismo argentino; Aristóbulo del Valle y Alem, que pasaron a la oposición del régimen, fundando la UCR. Si bien no todos los miembros de esta generación pensaban lo mismo, tenían algunas características comunes, como una ideología liberal en lo económico, acordando en la modernización del país y en su inserción en la economía mundial teniendo un papel agroexportador. La Iglesia se encargaba de registrar los nacimientos, las defunciones y los matrimonios; la enseñanza de la religión era obligatoria en las escuelas públicas. Estas funciones pasaron al Estado nacional: la Ley de Registro Civil de 1884 hizo que una institución nacional, con delegaciones provinciales, se hiciera cargo de la inscripción de los nacimientos y las defunciones; la Ley de Matrimonio Civil de 1888 obligó a que los casamientos también se realizaran por el registro civil. La ley 1420 de Educación Común estableció la enseñanza laica.
El preàmbulo de la constituciòn nacional se refiere a los pactos preexistentes.
Demicheli ha revalorizado la importancia de los pactos anteriores al Tratado del Pilar. Junto a Bidart Campos son los principales expositores del criterio amplio. Sostiene que en el Pilar culmina un largo proceso que se inicia en 1813 con la Convenciòn Oriental, cuya avallasante fuerza expansiva concluye despertando en la Argentina una autèntica conciencia federal. Galletti restringe el concepto de pacto preexistente: para aproximarnos al mismo debemos manejarnos con las tres condiciones que posibilitaban el ordenamiento constitucional (la existencia de un concepto de naciòn preexistente; que llamaran a reuniòn del Congreso, por elecciòn de las provincias pactantes, y que fuera de caràcter constituyente). De acuerdo con el punto de vista de Galletti, los siguientes serìan los pactos preexistentes: Pacto del Pilar; Pacto Federal; Acuerdo de San Nicolàs. Lòpez Rosas limita aùn màs el concepto de pacto preexistente. Ellos serìan los que llevaron efectivamente a la reuniòn del Congreso Constituyente de 1853. Dice Lòpez Rosas que cabe distinguir entre los pactos preexistentes, fuente directa de la Constituciòn, y los pactos antecedentes, que si bien no determinaron la convocatoria del Congreso del 53 fijaron las nomas constitucionales como los anteriores. Son los primeros el Pacto Federal de 1831 y el Acuerdo de San Nicolàs; los segundos, los demàs pactos interprovinciales anteriores (del Pilar, Cuadrilàtero, etc).