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Definición Competencias Parentales

En palabras de Maryorie Dantagnan y Jorge Barudy (2007), las competencias


Parentales corresponden a la definición de las capacidades prácticas de los padres
para cuidar, proteger y educar a sus hijos, asegurándoles un desarrollo sano, aunque
pueden ser asumidas por adultos significativos aun cuando no sean progenitores de
los niños.

Las capacidades parentales se conforman a partir de la articulación de factores


biológicos y hereditarios y su interacción con las experiencias vitales y el contexto
sociocultural de desarrollo de los progenitores o cuidadores de un niño. Las
capacidades parentales fundamentales corresponden a:

 CAPACIDAD DE APEGO: todos aquellos recursos que tienen los padres para
sintonizar con los hijos y responder a sus necesidades.
 CAPACIDAD DE COMUNICACACION EMPATICA: tiene que ver con la
capacidad de los padres de sintonizar con el mundo interno de sus hijos,
reconocer sus emociones sus sentimientos, o necesidades.
 CAPACIDAD DE SATISFACER NECESIDADES DE LOS NIÑOS A TRAVEZ
DE PRÁCTICAS DE CRIANZA: tiene relación con los procesos de aprendizaje
que los padres desarrollan con sus hijos.
 LA CAPACIDAD DE PARTICIPAR EN REDES SOCIALES Y DE UTILIZAR
LOS RECURSOS COMUNITARIOS: La parentalidad es una práctica social,
que requiere conformar redes de apoyo, que fortalezcan y proporcionen
recursos para la vida familiar, existen redes sociales, familiares, sociales e
institucionales.

Estas capacidades son altamente relevantes para el desarrollo de las


Intervenciones con las familias, y deben basarse en:
1. El afecto: no a los malos tratos, si al contacto físico positivo y contenedor.
2. La comunicación: ambiente de escucha mutua, respeto y empatía, pero
manteniendo una jerarquía de competencias.
3. El apoyo en los procesos de desarrollo y las exigencias de madurez:
Reconocer y gratifica los logros de los niños estimula el crecimiento y el desarrollo de
los niños, no subestimarlos.
4. El control o modulación de las emociones: Los niños necesitan de la ayuda de
los adultos significativos para aprender a modular sus emociones, o en otras palabras,
a desarrollar una inteligencia emocional. (Goleman D.1996).
Promover el buen trato depende de un ejercicio responsable de la autoridad (Madres,
padres y/o cuidadores), y ello implica gestos, comportamientos y discursos óptimos
para enfrentar los desafíos de su entorno. En otras palabras, el respeto mutuo es el
cimiento de una buena relación parental, que los niños sean considerados según su
edad y posibilidades como actores co-participantes de los procesos familiares y
sociales en los que están inmersos.
Por tanto un cuidador competente debe poder ofrecer contextos relacionales basados
en:
a. Una disponibilidad múltiple y el ofrecer a los niños y niñas una diversidad de
experiencias en espacios diferenciados a nivel de:
• Espacios afectivos que permitan a los niños ser sujetos de una relación.
Estos espacios, son posibles cuando los padres y cuidadores poseen capacidades de
apego con los niños y, como consecuencia de esto, la empatía necesaria para
entender el lenguaje a través de las cuales éstos expresan sus necesidades.
• Espacios íntimos, reconociendo en el hijo o la hija como una persona única. Son
espacios de intercambio donde se refuerzan sus rasgos, atributos y capacidades.
• Espacios lúdicos, las madres, padres y/o cuidadores que son capaces de jugar con
los niños, aparte de facilitar vivencias gratificantes, permiten desarrollar procesos de
aprendizaje en donde la imaginación y la razón confluyen, facilitando al niño o niña la
comprensión y adaptación a su medio.
Los espacios de aprendizaje serán útiles en la medida que los niños se van haciendo
sujetos sociales estimulados por lo que ven. En edades más tempranas, los niños
aprenden más de lo que el adulto hace que de lo que dice; más tarde, el acceso al
pensamiento simbólico y a la palabra agrega la posibilidad de aprender de lo que el
otro dice.
En tal sentido, la coherencia del comportamiento de los padres, cuidadores y
comunidad con sus discursos resulta fundamental, de allí, la importancia de la calidad
de las relaciones, pues un ejemplo vale más que mil palabras.
b. Estabilidad: los niños y niñas necesitan de una continuidad a largo plazo, de
relaciones que aseguren no sólo sus cuidados, sino también la protección para
preservarles de los riesgos del entorno, tanto en la cantidad del tiempo destinada a los
hijos, como en la calidad de la relación en los momentos que están con ellos.
c. Accesibilidad un adulto significativo para un niño o niña debería estar siempre
accesible, lo que implica presencia y disponibilidad.
d. Perspicacia o intuición: entendida como la capacidad para percibir y mostrar
alegría y satisfacción por los cambios con que los hijos muestran el progreso de su
desarrollo.
e. Eficacia: la atención y educación adecuada que reciban los niños y niñas por parte
de padres y/o cuidadores para poder desarrollarse sanamente.
f. Coherencia: sean capaces de ofrecer un sentido coherente a sus comportamientos.
La búsqueda de sentido es uno de los motores con el que los niños ingresan en el
mundo de los significados de los actos, conductas y discurso de los demás. Al integrar
estos significados los niños le dan sentido a sus propios comportamientos.

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