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El camino de la sal
Marcelo Bertuccio
El camino de la sal - Marcelo Bertuccio 2
Se escuchan preparativos de festival: pruebas de micrófono, fragmentos de música estridente, voces, gritos,
martillazos, etc.
I
El Pastor Johnnatan, un sujeto de alrededor de 30 años, con impronta de “ganador”, peinado de peluquería, un poco
maquillado, con muchos anillos y colgantes de lata, sentado a la mesa. De pie frente a ésta, la señora Mariela, 50 años,
vestimenta pobre y raída; su cuerpo, su rostro y su voz revelan una existencia difícil y dolorosa; lleva una muy
baqueteada carterita negra, tan llena de cosas que pareciera pronta a estallar.
II
La Señora Mariela está sola, sentada en su silla. Luego de cerciorarse de que nadie la ve, saca de su cartera una
revistita ajada y comienza, no sin cierta dificultad y moviendo los labios, a leer. Llegan desde afuera descomunales
gritos, aplausos y música estridente. Se abre de un golpe la puerta y entra el Pastor Johnnatan, empapado en sudor,
agitado. La Señora Mariela guarda rápidamente su revistita y se pone de pie. El Pastor se sienta en su silla.
Pastor Johnnatan (gritando, como si no pudiera detener la maquinaria que puso en funcionamiento en el
escenario). Hoy es día de guerra. Hoy Jesucristo le declara la guerra al demonio. Hoy, la señora que no puede caminar,
el señor que está ciego, la que no tiene trabajo, el que le duele el páncreas, la borracha, el desocupado, la que la
violaron, el que tiene cáncer, la prostituta maltratada por su patrón, el que quiere progresar, la que quiere ser jefa en su
trabajo y no puede, el que quiere ganar la lotería y siempre sale el número equivocado, todos van a combatir al demonio
y le van a ganar por la gloria de Jesús. Y les vamos a cerrar la boca a todos los que hablan sin saber porque no conocen
ni merecen los milagros de Jesús. Yo, el Pastor Johnnatan, personalmente, estoy echando en las cabezas el aceite
consagrado del santo santuario, para que todas las señoras y los señores carguen sus armas de guerra para disparar en el
medio del corazón de los demonios que los molestan, que les dan dolores, que les dan familias desunidas. Hoy, el aceite
consagrado del santo santuario.
¿Usted, cómo se llama?
Señora Mariela (atemorizada). Mariela Góme. Y digo que mi testimonio que el Pastor me llenó del aceite del
santuario y se me curó la astrosi que tenía cuando llegué. (Aplaude.) Aplausos a Jesú.
El Pastor Johnnatan resopla su cansancio.
¿Quiere un pastelito de membrillo?
Pastor Johnnatan. Deme, señora, deme.
La Señora Mariela saca de su carterita un paquete grasiento. Ofrece al Pastor, quien toma un pastelito. A punto de
morderlo, se detiene. Afuera se oye el murmullo de una multitud que se retira de la sala.
¿Dejó su ofrenda en el canasto?
El camino de la sal - Marcelo Bertuccio 4