Está en la página 1de 3

¿Estás caminando sobre las aguas o estás hundiéndote?

Mateo 14:22-33.
Ser cristiano no significa tener o vivir una vida pacífica dentro de un mundo rodeado
de maldad, de calamidades, desastres, pues el Señor en la oración al Padre por sus
discípulos no pidió que nos sacase de este mundo, sino que nos protegiera del mal
(Juan 17:15). En este mundo sufriremos, pues debemos de entender que vivimos en un
mundo donde el pecado abunda aún más que cuando abundaba en Sodoma y en
Gomorra. No estamos exentos del sufrimiento, más sin embargo a diferencia del no
creyente, nosotros estamos bajo la cobertura, protección y fidelidad de Dios. Pero es
importante hacernos la siguiente pregunta, ¿estamos caminando sobre las aguas, o
estamos hundiéndonos? No cabe duda que la pandemia ha venido a hacer estragos en
la iglesia, pues sabemos que muchos han retrocedido debido al enfriamiento o tibieza
espiritual, pero no nos enfocaremos en el origen, es decir, no nos enfocaremos en la
pandemia y sus estragos, sino que pondremos nuestra atención en como las personas
se vienen abajo a medida que el mundo esta más lleno y más contaminado de maldad,
pues Jesucristo dijo que el amor de muchos se enfriaría (Mateo 24:12). No es difícil de
imaginar como aún nosotros, los hijos de Dios, estamos viviendo en tiempos de
angustia y dolor, como andamos caminos escabrosos, llenos de espinas que hieren
nuestra alma, nuestro espíritu, todo nuestro ser, soportando los dardos que Satanás y
sus demonios lanzan en contra de nosotros. Como cristianos, tenemos armas
poderosas para destruir las fortalezas del diablo, y podemos vestirnos de la armadura
de Dios, pero no la tenemos para ser librados de la guerra espiritual que se vive día a
día, la tenemos para soportar, para resistir, luchar y también para ganar en contra de
estas huestes de maldad, principados, potestades y gobernadores de las tinieblas
(Efesios 6:12).
Nuestro enemigo acérrimo no descansa ni un solo segundo, él no esta pendiente del
impío, él permanece vigilando al creyente que le es fiel a Dios como Job, la fidelidad
nuestra hacia el Señor le molesta, sabemos que Satanás busca que lo idolatren, busca y
quiere ser semejante a Dios, a pesar de su intento no lo logró, y jamás lo podrá lograr
(Isaías 14:13-14), pues no hubo, no hay y ni habrá nadie que sea semejante a Dios
(Salmos 18:31). El enemigo no tiene mayor potestad sobre el cristiano, las cadenas del
pecado que Satanás tenía puestas en nosotros los creyentes fueron rotas (Juan 8:34-
36), antes le pertenecíamos a él, más ahora le pertenecemos a Cristo, el imperio de la
muerte que Satanás tenía le fue destruido por Cristo en la cruz del calvario (Hebreos
2:14). Por tanto, aunque el ande como león rugiente buscando a quien devorar, jamás
devorará al cristiano que permanece en la sombra del altísimo, jamás destruirá ni
logrará perder al creyente que está en las manos del Señor (Juan 10:28), pues en
medio de la adversidad el Señor Todopoderoso ha prometido estar con nosotros cual
poderoso gigante.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando
pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
Isaías 43:2.
Con todo esto dicho, y habiendo recordado las promesas de nuestro Dios hacia nosotros, de
nuevo vuelvo a preguntar, ¿estamos caminando sobre las aguas, o estamos hundiéndonos?

La parte importante de este tema no es saber si estamos hundiéndonos o no en las aguas, sino
más bien saber ¿qué estamos haciendo mientras nos hundimos? Los versículos centrales que
fundamentan nuestro tema y le dan origen, es decir, Mateo 14:22-33, nos narra como el Señor
se adelantó para ir a orar al monte dejando a sus discípulos en la barca, navegando, para que
ellos llegasen. Al principio todo era tranquilo, pues no había ninguna tempestad, así como
cuando empezamos a ser creyentes del Señor, sin embargo, de un rato para otro, la barca fue
azotada porque navegaban en contra del viento. Nosotros como cristianos navegamos en
contra del mundo, en contra de los demonios, pues nosotros al igual que los discípulos vamos
en búsqueda de encontrarnos y estar junto con el Señor. No debemos de pensar que el Señor
no se da cuenta de esto, pues el permanece constantemente intercediendo por nosotros,
continua la historia y el Señor Jesús se acercó a la barca caminando sobre el mar, los discípulos
presenciaron este bello y poderoso milagro, sin embargo, dudaron pensando que el Señor era
un fantasma. Al parecer, a veces la adversidad nos hace confundir un poco o mucho sobre
quien, y como es el Señor, Jesús ante la duda de ellos respondió “Tenes ánimo; yo soy, no
temáis” (Mateo 14:27). Cuántas veces habremos escuchado esas palabras de diversas formas
en medio de nuestra tribulación, y hemos respondido como Pedro “Si eres tú, manda que yo
vaya hacia sobre las aguas”, y aún ante esa duda el Señor nos ha invitado diciendo “ven”
(Mateo 14:28-29).

No puedo imaginarme la impresión y emoción de Pedro al verse caminando sobre las aguas,
pero si puedo imaginarme su duda, porque cuando Pedro caminaba sobre las aguas, vio el
fuerte viento que le provocó miedo y comenzó a hundirse. Es por lo siguiente que diré, que
debemos de enfocarnos no en respondes si estamos hundiéndonos o no, sino en saber qué
estamos haciendo mientras nos hundimos, porque Pedro cuando comenzó a hundirse empezó
a gritar “¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:30). En tu hundimiento, ¿ya pediste la ayuda del Señor,
o sigues pensando que saldrás victorioso sin su ayuda? Jesucristo dijo que separaros de él no
podríamos hacer nada (Juan 15:5).

El salmista David, cuando era perseguido por sus enemigos y por Saúl el rey de Israel, nunca
perdió de vista que su ayudador y salvador era el Señor Todopoderoso, y es por eso que, al ser
librado, David escribe inspirado por el Espíritu Santo el Salmo 18, en el cual están escritas estas
palabras “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su
templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6). En nuestra angustia y
dolor no debemos de olvidarnos que nuestra ayuda es Dios, aún medio de la dificultad
solo él puede salvarnos, porque no tenemos a nadie más, el hombre falla, más Dios no.

El Señor viene pronto por nosotros, el viene en camino para encontrarse con su esposa,
es decir, la iglesia comprada por su sangre, y cuanto más cerca este él de nosotros, más
atacará el diablo para hacernos caer, para hacernos retrocedes, pero debemos
permanecer firmes, perseverando hasta el fin, y si nos estamos hundiendo no dudemos
en que podemos decirle a nuestro Señor “¡Sálvame, ven pronto a rescatarme! (Salmo
70:1-2).

También podría gustarte