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1

Casandra 2

O’Donell
Rebecca
Kean 3
Potion
Macabre
3

Esta es una fan-traducción sin ánimo de lucro alguno.


No pretende suplantar y/o perjudicar los derechos de
autor. Si el libro llega a tu país cómpralo y contribuye
con reseñas positivas al autor/ra. Prohibida la
reproducción y/o comercialización de este documento.
4

Tener una niña en medio de una crisis


adolescente cuando tienes 27 años no es algo
que pueda ser tomado a la ligera, más aun
cuando tu adorable descendencia es una
joven mitad vampiro en medio de una oleada
hormonal, se vuelve insoportable. Como si no
tuviera suficiente con un par de potioneuses
completamente fuera de control causando
estragos en la región, y una nueva guerra que
se avecina lento pero seguro en el horizonte...
Traducción & Corrección
5
Capítulo Uno

En cuclillas en una esquina de la habitación, Leonora temblaba y


apretaba los brazos alrededor de sí misma como para protegerse del frío.
Había rastros de sangre en su barbilla y sus ojos carentes de emoción,
embrujados, estaban fijos en el blanco e inmaculado azulejo de los aseos
de la escuela.

−Lo siento... lo siento−, susurró, meciéndose suavemente de un lado a


otro mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

La fulminé con la mirada y continué.

− ¿Dónde está ella? −Le pregunte secamente.

Sin levantar la cabeza, señaló a una de las cuatro cabinas en fila.


Empujé la puerta y casi caí sobre una chica rubia, desplomada en parte,
sobre el tazón del W.C., como si fuera una muñeca desarticulada. Sus
labios pintados contrastaron con su tez cadavérica y su falda corta reveló
unas piernas delgadas y unas bragas de encaje negro con un cavado
pronunciado, demasiado sexy para una niña de esta edad.

− ¿Tienes una explicación? −Espeté, mirando a mi hija con severidad.

− Yo... no quería... yo... yo... es...que… sucedió tan rápido... –

− ¿Tenías sed? ¿Tus raciones ya no son suficientes para ti?−

Aunque Leo había heredado de su padre, Michael - un vampiro -, un


cierto gusto por la hemoglobina y encantadores colmillos afilados, su
dieta seguía siendo la misma, la cual se limitaba generalmente a
hamburguesas y a bolsas de sangre sintética.
— No... no... yo... yo...─

— ¿Tú qué? ─
7

— Yo... yo no...

Y voilà… había mantenido a Leo alejada de mi universo mortal para que


tuviera una infancia normal y no tuviera que enfrentarse a la oscuridad
demasiado pronto, como resultado, matar le daba mareo y problemas de
habla, súper...

— Mier... gracias, ─ hipeo.

— ¿Te sientes mejor? ─

— Eh...

— Perfecto. Así que, ahora cuéntame. ─

— No hay nada que contar... solo discutimos y...

— ¿Se han peleado?

− Bueno.... esta chica, May, le dijo a todo el mundo que yo no tenía 11


años, que en realidad era mucho mayor, pero que me habían metido en
esta.... en esta clase porque yo era una completa retrasada... así que
cuando ella empezó a burlarse de mí aquí en el baño, no pude
evitarlo..... Quiero decir, me quebré... ─

Leonora había crecido por lo menos veinte centímetros en las últimas


semanas y parecía fácilmente de 14 o 15 años. Siempre había sido muy
madura para su edad, pero ahora que su físico estaba en consonancia 8

con su desarrollo psicológico y emocional, no era de extrañar que los


estudiantes y profesores estuvieran empezando a hacerse preguntas.

− ¿Y eso es todo? ¿”Te quebraste" y ya está? ─ Se sonrojó


violentamente y se balanceó de un pie al otro, avergonzada.

─ Mamá, sé que cometí un error, pero...─

─ ¡No! Escabullirse por el pasillo es una tontería, olvidar los cuadernos


en casa una estupidez, responder a uno de sus profesores es una
idiotez, esto es... ─

Me interrumpí y conté en mi cabeza hasta diez para no ponerme a gritar.

— ¿Tienes idea de lo que haría el Directum si se enterara de que


asesinaste a una joven humana en medio de una escuela? ─

El Directum era el Consejo Superior de las criaturas sobrenaturales de un


estado. El territorio de Vermont, a pesar de su reducida extensión, era
uno de los más poderosos e influyentes del país.

Ella abrió sus ojos húmedos y me miró como si me hubiera vuelto loca.

− ¡Asesinada!! ¡No! ¡Fue sólo un accidente! —

− ¿A quién intentas convencer? ¿A ti o a mí? ─ Culpa y un atisbo de ira


destelló en su mirada.

− ¡Pero ya te dije que fue un accidente! La rabia me cegó, quería


hacerle daño, es verdad, pero no matarla −

─ ¡Ah! ¿Porque crees que a un Assayim le importan esos detalles? –


Un rayo de comprensión pasó inmediatamente en su mirada y sus ojos
se llenaron de horror.

— ¿Quieres decir que...? –

Sus palabras se ahogaron en su garganta mientras yo asentía. 9

— Quiero decir, que si no hubieras sido mi hija y no te amara más que a


nada en el mundo, ya te habría ejecutado por lo que hiciste, sí. ─

Era la asesina oficial de la comunidad sobrenatural de Vermont. Cazaba


y eliminaba a vampiros, cambiantes u otras criaturas extrañas que
violaban la ley en mi territorio. No era un trabajo muy divertido o
relajante, pero era bastante buena en eso. La mayoría de los criminales
ahora evitaban quedarse en el estado y mi reputación de una perra
psicótica se había extendido por todo el país.

─ ¡Pero eso no es justo!─

─Es la ley. Y te recuerdo que es mi responsabilidad garantizar que se


respete. ─

─ Y lo haces matando asesinos. ¿No te parece paradójico? ─

─ Tal vez, pero al menos estoy actuando legalmente. ¿Alguien te vio


discutiendo con esa chica? ─

Se encogió de hombros.

─ No veo cómo. Estábamos solas cuando la ataqué. ─

La miré cuidadosamente.

─ ¿Estás segura de eso? ─

Si no quería que este asunto saliera a la luz, no había forma de que


dejara testigos.

Ella sonrió y asintió suavemente, para mi gran alivio.


─ Sí, luego te llamé con mi celular y nos escondimos allí, esperándote, ─
dijo, señalando el baño.

─ Bien. ─

─ Me alegra ver que lo apruebas, ─ dijo sarcásticamente. 10

Levanté las cejas y le di una mirada negra.

─ Prefiero advertirte ya, no me siento de humor para escuchar tu


sarcasmo, Leo, ─ le advertí... levantando la gigantesca bolsa negra de
deportes que prudentemente había traído conmigo.

En realidad, no estaba de humor para nada. Mi hija había matado por


primera vez y yo no estaba orgullosa de cómo había sucedido, ni de la
elección de su víctima. Matar a un niño era completamente indigno de
ella y de todos los principios que había trabajado tan duro en inculcarle.
Y que fuera devorada por el remordimiento no cambiaba nada....

─ No creo que sea más fácil para ella, ─ me burlé mientras caminaba
hacia el cuerpo de la niña.

─ No la vas a meter en esa cosa, ¿verdad? ─ dijo Leonora indignada


cuando levanté a su amiga y la metí en la bolsa.

─ ¿Por qué? ¿Tienes otra solución? ─

─ Uh... no, pero. .. ─

─ En ese caso, deja de hacer preguntas estúpidas..... ─ Me callé, mis


manos inmovilizadas sobre la niña y me volví hacia Leonora.

─ ¿Notaste algo inusual cuando estabas encerrada con tu compañera? ─

─ ¿Cómo qué? ─

─ ¿Cómo el hecho de que aún respira, por ejemplo? ─ Me miró como si


estuviera delirando.

─ No comprendo. ─
─ Estoy captando un destello de energía, ¡esta chica no está muerta,
Leo! ─

Ella abrió los ojos.

─ No, eso es imposible. ¿Hablas en serio? ─exclamó ella, corriendo hacia 11


la joven humana y aferrándose tan firmemente a su muñeca como un
náufrago a su chaleco salvavidas. ─ ¡Oh! ¡Eso es genial! ─

─ Si yo fuera tú, calmaría mi entusiasmo, ella no está en su mejor


momento, ─ le señalé cuando la sondeé.

─ Pero... ¿crees... crees que ella pueda superarlo? ─ Suspiré.

─ Su corazón está muy débil. ... ─

─ Pero puedes usar tu poder para curarla, ¿no? ─

Leo miraba a la niña como si su deseo de verla curada pudiera torcer la


realidad y adaptarla a su gusto.

─ Leo, sabes que el cuerpo humano puede reaccionar muy mal a la


magia, no estoy segura de que ... ─

─...pero si no haces algo, ella podría morir, ¿verdad? ─

Si nos hubiéramos ido, no tendríamos esta oportunidad....

─ Probablemente.

─ Entonces, ¿qué tenemos que perder? ─ Tiempo....

─ Por favor, madre... ─ insistió, sus ojos suplicando.

─ Está bien, vale, lo intentaré ─, dije, mientras acercaba mis labios a los
de la pequeña e introducía una pequeña cantidad de mi poder en su
garganta.

Unos segundos después, sentí que su vientre se contraía y sus latidos se


aceleraban. Mis manos vibrando guiaron la pequeña cantidad de energía
en sus venas y luego a su médula ósea para acelerar el proceso natural
de producción de sangre. Pronto, sentí que su cuerpo volvía a funcionar
a plena capacidad, como una planta de producción después de una
huelga.

Esperaba que eso fuera suficiente. 12

─ Y ─ dijo Leo, mordiéndose las uñas con una mirada ansiosa.

Le eché un vistazo a la chica. Sus ojos estaban cerrados, pero su tez


parecía mucho menos terrosa que unos segundos antes.

─ Hice lo que pude. Tengo miedo de causar más daño que bien, si me
vuelvo demasiado intrusiva. ─

─ Pero tú crees que... ─

─... Creo que ahora tiene una oportunidad, sí. ─

La magia era un fenómeno estresante para el cuerpo humano, pero si no


te mataba, sus efectos eran impresionantes e increíblemente curativos.

Los labios de Leonora se curvaron en una sonrisa y sus hombros se


relajaron como si la tensión fluyera de ella.

─ Gracias, mamá. ─

─ ¡Oh! ¡No hay nada que celebrar! Tuviste suerte, pero no durará si no
aprendes a controlarte mejor. ─

Su sonrisa se desvaneció inmediatamente y suspiró.

─ Si crees que es fácil vivir con humanos cuando eres como yo... ─

─ ¿Qué quieres decir con "como tú"? ─

─ Mamá, soy la hija de un vampiro y una bruja de guerra, es decir, la


hija de dos asesinos. ... ─
─ La hija de dos guerreros, ─ le rectifiqué inmediatamente.

─ Si te hace feliz, una cosa no quita la otra; puedes pedirme que me


comporte como una persona normal y controle mis instintos. Y estoy
haciendo todo lo posible para satisfacerte, pero a veces es difícil y me
pregunto por qué lo haces y qué esperas exactamente .... ─ 13

La miré fijamente.

─ Espero que la hija de una bruja de guerra, una heredera de Vikaris,


sepa cómo controlarse. Espero que honres a tu clan, no que te
comportes como un vampiro renegado de bajo nivel, o que te ofendas
por las estúpidas palabras de una niña humana. ─

Se puso pálida y su rostro mostró un profundo dolor.

─ Lo siento ─, contestó. Respiró profundo.

─ Ve a limpiarte. ─

Se dirigió sin decir una palabra a uno de los lavabos, abrió el grifo
mientras yo sentía una punzada desagradable haciéndome cosquillas en
el estómago. Tuve que admitir que sus reproches no eran infundados y
que probablemente había cometido un error al no anticiparme a lo que
acababa de ocurrir. Después de todo, el asesinato, la violencia y la
destrucción formaban parte de su herencia genética, al igual que su
largo cabello negro, su piel de nácar y sus ojos esmeralda. Y el hecho de
que no esté lista para dejar que se haga cargo de una herencia así, de
ninguna manera debería hacerme olvidarla.

─ ¡No olvides tus zapatos! ─ Dije antes de volver a prestar atención a la


joven humana.

Su energía vital había aumentado increíblemente. Algunas señales sutiles


como un ligero pliegue en sus párpados y el aceleramiento de su
respiración me indicaron que ella estaba a punto de emerger. Y me hizo
sentir mejor. Cuanto más tiempo permaneceríamos encerrados en el
baño, más nos arriesgábamos a que alguien intentara entrar y se
sorprendiera al encontrar la puerta cerrada.

─ ¿Pequeña? ─ La golpeé suavemente en las mejillas.

─ May. Su nombre es May, me recordó Leonora, con su cara húmeda y 14


su ropa mojada.

Asentí con la cabeza y me incliné sobre la niña otra vez.

─ ¿May? May. ... despierta.

Ella gimió y abrió lentamente los ojos.

─ ¿Cómo te sientes? ─

─ Mal... Dolor de cabeza ... ─

Ella movió ligeramente su pierna derecha y trato de enderezarse.

─ No te muevas, ─ le aconsejé suavemente. Examiné su cuello. Leo no


sólo le había perforado la piel con sus caninos, también le había
arrancado parte de su carne.

─ Señora, quiero... no me siento bien. ─

─ Es normal, te desmayaste. ─

Suavemente levantó la cabeza, vio a Leonora y de repente se puso


pálida.

─ ¡No, ella no! Dígale.... que se vaya. ─ Le di una mirada explícita a mi


hija que miró al cielo y fue a sentarse suspirando en el azulejo, al otro
lado de la habitación.

─ Tienes que esperar unos minutos antes de levantarte─, le dije,


tratando de calmarla.

─ Tenemos que... tenemos que irnos, señora. Ella me atacó y trató de


matarme. ─
─ Si eso fuera cierto, ya estarías muerta, ¡cretina! ─

─ ¡Leonora Kean, cállate! No quiero oír ni una palabra más, ¿está


claro? ─

─ Señora, por favor. ¿Puedes llevarme a la enfermería? ─ dijo ella, 15


mirando a Leo por el rabillo del ojo como si tuviera miedo de otro
ataque.

─ No puedes levantarte todavía, pero yo me quedo contigo, hasta que te


pongas mejor, está bien... ─ le dije con voz tranquilizadora.

─ No, no. No lo entiendes, esta chica es un vampiro .....─

─ ¿Un vampiro? ─ dije ampliando los ojos, pareciendo falsamente


sorprendida.

─ Le aseguro que ella .. ─

Le empujé suave pero firmemente por los hombros hacia atrás, hasta el
suelo para que pudiera extenderse y luego le acaricié la frente.

─ Cálmate. Tengo la impresión de que ya no sabes lo que dices. ─

─ Se lo juro, no estoy mintiendo, tenía colmillos y. .. ─

─ Te golpeaste muy fuerte la cabeza. Es muy posible que tenga una


conmoción cerebral y alucinaciones, ─ dije en un tono relajante.

Leo hizo un sonido que sonó como una burla. La miré y rápidamente le
eché un vistazo a mi reloj. Las clases de la mañana estaban
probablemente a punto de terminar en unos minutos, no había tiempo
que perder.

Tomé la cara de la colegiala en mis manos.

─ ¿Qué.... qué está haciendo? ─

─ Mírame... eso es, May... ─ le dije, la voz vibrante de poder.


─ Señora... yo...─

─ Engergemet, gnatius y olbid, ─ respiré suavemente mientras lanzaba mi


hechizo.

Sus ojos capturados por los míos se perdieron repentinamente en la red 16


de la magia y ella cerró la boca, incapaz de hablar o pensar en nada más
que en lo que le estaba susurrando.

─ May, entrerai sirit exit ...... ─

─ ¿Qué le hiciste, mamá? ¿Por qué la hiciste dormir? ─

─ El hechizo ha confundido su mente y cuando se despierte, habrá


olvidado todo lo que pasó esta mañana. ─

Me miró con admiración.

─ No está mal.... ¿me enseñarás? ─

─ Esperaré hasta que hayas adquirido un nivel suficiente primero.


Modificar una memoria es una operación delicada. Si cometemos un
error, el humano al que le estás lanzando el hechizo puede perder la
cabeza permanentemente.

─ Auch....... ─

─ Como has dicho. Vamos, tenemos que irnos ahora, ─ ordené a


Leonora inmediatamente.

─ ¿Pero no esperaremos a que se despierte? ─

─ No, no hay nada de qué preocuparse ahora. La magia ha curado


parcialmente su herida y acelerado el proceso de curación. Cualquiera
que la encuentre pensará se desmayó o que se golpeó y quedo
inconsciente. ─

─ ¿Estás segura de que nunca recordará nada? ─


─ No lo sé. La mente de May es fuerte, es mucho menos maleable que
la de la mayoría de los humanos ─, le contesté mientras agarraba mi
bolsa de gimnasia.

Los ataques de vampiros eran traumáticos. Las víctimas se sentían


perdidas, extraviadas y, en general, tardaban mucho tiempo en recordar 17

lo que les había sucedido. Pero a diferencia de ellos, la niña había


permanecido perfectamente lúcida.

Un destello de inquietud iluminó los ojos de Leonora.

─ Pero si se lo dice...─

─ No te preocupes, nadie le creerá de todos modos, ─ la tranquilizaré


inmediatamente. ─ Vamos, sígueme ahora. ─

Nos envolví en un hechizo de discreción y luego agarré la mano de Leo.

─ ¿Estás segura de que nadie nos puede ver? ─

─ No somos invisibles, pero nadie recordará habernos visto. Vamos, el


hechizo dura muy poco tiempo, tendremos que correr ─ le indiqué.

Corrí hacia la salida y casi tropecé cuando sentí que Leo me atrapaba en
vuelo y me levantaba en sus brazos.

Sus movimientos eran tan rápidos que mis ojos no podían distinguirlos,
pero dos segundos después, estábamos fuera y se escuchaba a lo lejos,
detrás de nosotros, pasos y una horda de niños corriendo al entrar
chillando en el patio de la escuela.

─ No está mal, ─le dije en un tono apreciativo mientras ella descansaba


en el suelo justo delante de nuestro coche.

─ ¿Supongo que eso no evitará que me castiguen? ─dijo irónicamente


antes de abrir la puerta y sentarse en el asiento delantero.

─ No, ─ le contesté lacónicamente.


─ Eso pensaba...─

Parecía relajada, como si todo lo que acababa de pasar fuera sólo un


incidente menor, como si ya no estuviera preocupada en absoluto.

─ Leo, confió en que evites este tipo de incidentes en el futuro. 18


Prométemelo, ─ le dije cuando nos alejábamos a bordo del vehículo.

─ Te prometo que no volveré a atacar a un niño, mamá. ─

─ ¿Quieres decir a ningún humano? ─

─ No, me refiero a un niño. No quiero mentirte y no sé qué me deparará


el futuro. Puede que tenga que defenderme o defenderte algún día.... ─

Mi mundo era cruel y violento. De repente comprendí que, a pesar de


mis esfuerzos por mantener un poco de normalidad en su vida, la suya
probablemente no sería muy diferente.

La miré atentamente.

─ ¿Crees que puedes hacerlo? ─ Se encogió de hombros.

─ Soy tu hija. ─

No había ninguna duda al respecto. Y eso era precisamente lo que me


preocupaba.....
Capítulo Dos

Tres meses después.....


19
Una forma negra, animal saltaba de un techo cubierto de nieve a otro,
hasta que llegó al de un pequeño edificio. De repente, se oyeron algunas
voces en la calle y la silueta se congeló, tensó las orejas, al acecho.
Después de unos momentos, rompió una ventana, agarró la cornisa y se
dejó caer silenciosamente en el apartamento del quinto piso.
Rápidamente puse unos jeans y un suéter de cuello alto en la esquina de
mi cama, suavemente deslicé mi Beretta en la funda y agarré mi teléfono
de la mesita de noche.

─ Clarence, acabo de ver a un cambiante entrar ilegalmente en un


apartamento al frente de mi casa. ─

Clarence White era mi mano derecha. Unos meses antes, había dejado
su puesto como Assayim en el estado de Nueva York, por los hermosos
ojos de una puma de apariencia física agradable y un carácter terrible,
que residía en la región y que le dificultaba la vida. Todavía no entendía
lo que le gustaba de Beatrice Marron ni qué milagro había hecho que
esta arpía lo hubiera convencido de mudarse a Burlington, pero me
alegró de que lo hiciera.

─ Lo sé, lo estoy siguiendo. ─

─ Ya estás en ello, ─ le dije sorprendida.

─ ¿Qué crees? ─

─ Está bien, hombre sensible, no quise ofenderte. ─

─ Este no es el caso. Por cierto, ¿puedes decirme qué haces todavía


levantada a las 3 de la mañana? Pensé que necesitabas descansar. ─
No podía imaginarme diciéndole que me preocupaba quedarme dormida
sola, desde que me di cuenta de que Mark, mi ex amante, un
semidemonio, tenía la habilidad de entrar en mis sueños y bombardear
mi inconsciente con imágenes y escenas tan eróticas y reales que casi
podía oler, el aroma de nuestros encuentros flotando en el aire en la 20
mañana.

─ Insomnio, ─ contesté lacónicamente.

─ Deberías tomar un par de pastillas e irte a la cama. ─

─ Sí, debería. ─

─ Pero no lo harás. ─

─ No. ─

Lo oí suspirar al otro lado del teléfono.

─ Te esperó abajo de tu edificio, date prisa.

─ ¡Ya salí! Dije mientras me ponía el anorak, la bufanda y los guantes.


Un minuto después, bajé corriendo por las escaleras y me sumergí en la


fría y nevada noche. Cuando me vio, Clarence White inmediatamente
caminó hacia mí sonriendo. Con su cabeza rapada, sus bíceps de locura
y su andar felino, tenía todas las características de un depredador y no
lo escondía.

─ Así que Assayim, ¿jugamos a espiar a nuestros vecinos por la


noche? ─

Un ligero viento levantó su camisa. Los cambiantes no eran sensibles al


frío ni al calor. Tenían su propia regulación interna, lo que me pareció
algo bueno en una ciudad donde la temperatura podría alcanzar los
veinticinco o treinta grados bajo cero.

Me encogí de hombros.
─ ¿Por qué? ¿Hay algo más interesante que hacer en Burlington a esta
hora? ─ Bromeé.

─ ¿Qué hay de aburrirte haciendo guardia conmigo a -10 grados en la


calle de abajo de tu casa? Ciertamente, sí...─
21
─ ¿Vigilar? ¿No vas a hacer nada al respecto? ─

─ No. ─

Lo miré seriamente.

─ ¿Por qué? ─

─ Porque el tipo al que viste entrar en el apartamento es un tipo listo y


quiero saber más sobre lo que está haciendo aquí antes de arrestarlo. ─

─ Es arriesgado, imagina si lastima a alguien..... ─

─ No es el tipo de persona que hace el trabajo sucio. Si quisiera


deshacerse de alguien en particular, habría enviado a uno de sus
secuaces a hacer el trabajo sucio, no habría venido en persona. ─

─ ¿Cómo es que lo conoces tan bien? ─

─ Su nombre es Edmund Wallace y si lo conozco, es porque ya cometió


crímenes en mi antiguo territorio poco antes de que yo fuera nombrado
y el tipo al que reemplacé nunca logró atraparlo. ─

Fruncí el ceño.

─ ¿Cómo sabías que estaba aquí? ─

─ Le concedí un permiso de residencia. ─

Todos los seres sobrenaturales que no residían permanentemente en el


Estado de Vermont debían solicitar un permiso para residir en nuestro
territorio. Los que no lo hacían corrían el riesgo de ser perseguido y
asesinados sin juicio ni advertencia.
─ ¿Por qué? ¿Crees que no tenemos suficientes problemas? ¿Tienes
miedo de que nos aburramos? ─

─ Wallace es increíblemente cuidadoso. Si no se le hubiera permitido


quedarse aquí, habría enviado a alguien más, a alguien que yo no
hubiera podido identificar. Así que preferí darle una licencia y seguirlo. 22

Quiero saber por qué vino a arrastrar sus polainas.

─ ¿No crees que sería más fácil preguntarle en vez de congelarse


aquí? ─

─ Sería una pérdida de tiempo, no hablará. ─

─ Todo el mundo habla, ─ le contradigo con una sonrisa.

─ ¿Lo dices en serio? ─

Le sonrío fríamente sin responder.

─ Tenemos a un famoso criminal que acaba de irrumpir


fraudulentamente en una casa privada por la noche, eso debería ser
suficiente, ¿verdad? ─

─ No para torturar a alguien que tiene un permiso de residencia válido,


─ protestó.

A diferencia de mí, Clarence era más del tipo de procesar y, como


cualquier buen servidor público, adicto al papeleo. Escribía un informe
detallado sobre todos los acontecimientos que se producían en su
territorio, desde una simple solicitud de estancia hasta los delitos y faltas
más graves. El Directum, que hasta ahora tenía que ser satisfecho con
los resúmenes orales en las reuniones mensuales parecían estar muy
satisfechos con este retorno a un formalismo más convencional. Yo no.

─ En ese caso, supongo que tendré que ir sola y no hay forma de que
te pida que cuides del cuerpo del Sr. Wallace cuando termine con él. ─

Le dije, reajustando torpemente mi gorro sobre mi largo cabello.


─ ¿Qué es lo que llamas "cuidar del cadáver"? ─

─ Enterrarlo, incinerarlo, despellejarlo, lo que quieras. Por supuesto,


también podrías comértelo entero, nos ahorraría de.... ─

─ ¡Eso está fuera de discusión! ─ 23

─ Muy bien, vístete con dignidad. Pero te recuerdo que eres un puma,
que necesitas carne fresca y sería estúpido no saltar ante esta
oportunidad. ─

Sus ojos brillaban de emoción. Los cambiantes carnívoros generalmente


tenían que conformarse con alimentarse como los humanos y comprar
sus productos, pero muchos de ellos parecían sufrir mucho por ello.
Incluyendo a Clarence, a quien aún no se le había permitido cazar
criminales solo, desde su nombramiento.

─ Estás preocupada por mi salud, ¡qué encantador! ─

─ Mi principal preocupación es evitar el momento en que pierdas el


control. Eres un cazador, Clarence, y ha pasado mucho tiempo desde
que tuviste un criminal para desayunar. ─

─ Puedo prescindir de ello muy bien. ─

─ ¿Ah, sí? ─ Me burlé, dándole una fuerte mirada. Frunció el ceño con
sus gruesas y negras cejas.

─ Vale, mira, incluso si tienes razón, no quiero correr ese riesgo. ─

─ ¿El riesgo de qué? La única manera de saber si comiste o no un


cadáver es analizar el contenido de tu estómago durante la autopsia. .. ─

─ ¿Mi autopsia? ─

─ Bueno, sí. ─

─ ¿Alguien te ha dicho alguna vez lo desagradable que puedes ser a


veces? ─
─ No en estos términos, pero hay mucha gente que me ha hecho
entenderlo, sí... ─

─ ¿Cómo? ─

─ Trataron de matarme... Entonces, ¿quieres mi propuesta o no? ─ 24

Sus ojos se iluminaron y supe que había ganado.

─ Ya veremos... pero te advierto, si me atrapan, ¡diré que sólo seguí las


órdenes de mi supervisor!─

─ ¡Eres un maldito soplón! ─

─ ¡Absolutamente! ─ se rió tan entusiasmado, que casi podía sentir el


olor de la excitación que lo impregnaba y la violencia que emanaba de
cada uno de sus poros, como un hedor a humo asqueroso. ─

Caminamos tranquila y discretamente hacia el edificio, mientras


observaba la calle vacía, mis ojos irresistiblemente atraídos por las pocas
ventanas que aún tenían las luces encendidas. Cuando llegué a la puerta
principal, lancé un hechizo de desbloqueo y entré en el vestíbulo.

Clarence inmediatamente corrió hacia las escaleras y subió los primeros


escalones de cuatro en cuatro. Miré frustrada el ascensor, pero seguí sus
pasos, consciente de que teníamos que estar lo más callados posible.
Cuando llegué al quinto piso, me puse la mano en la boca para
amortiguar el sonido de mi respiración entrecortada y me reuní con mi
ayudante frente a una puerta gris, sin nombre en el timbre. Me hizo una
señal con la cabeza y yo sondeé el apartamento mientras lanzaba un
hechizo de silencio. No había rastro de presencia viva excepto la del
cambiante.

─ Déjame entrar primero, es más prudente, - susurró.

─ Deja de ser macho, ─ le contesté, lanzando un hechizo de apertura


en la puerta.
─ Rebecca, creo que...─

Pero ya no lo escuchaba, la mirada cautivada por los dos gigantescos


ojos negros que me miraban.

Intenté encontrar mi voz, que parecía extrañamente atascada en algún 25


lugar de mi garganta.

─ ¡Rebecca, sal del camino! ─ gritó Clarence mientras dos patas


peludas de repente me agarraron abruptamente de mis hombros y me
levantaron violentamente del suelo.

─ ¡Mierda! ─ me di cuenta de que algo o más bien alguien me estaba


lanzando a una velocidad vertiginosa a través de la habitación.

─ Sabes que vuelas muy bien para ser una bruja, ─ se rió Clarence con
una voz ronca e inhumana mientras se transformaba.

Me levanté lo más rápido y con la mayor dignidad posible, bendiciendo la


gruesa alfombra que había amortiguado mi caída, y saqué mi arma para
apuntar al enorme gorila que avanzaba hacia mí.

─ No te muevas, ─ ordené al mastodonte.

No tuve tiempo de apretar el gatillo cuando el puma ya se estaba


interponiendo entre nosotros, los colmillos adelante y todas las garras
hacia afuera. El gorila se congeló inmediatamente.

─ Muévete, Clarence, lo tengo en la mira. ─

Volvió la cabeza hacia mí e hizo un rugido agresivo que claramente me


ordenó que me ocupara de mis propios asuntos.

Abrí la boca para hacerle un comentario, pero la furia contenida que vi


en sus ojos me desanimó. Después de todo, si Clarence quería tirarse al
King Kong solo, realmente no vi por qué le estropearía la diversión.
Desde su llegada aquí, no había tenido la oportunidad de divertirse y
enfrentarse a un adversario de este tipo.
Lentamente retrocedí unos metros, con la pistola pegada a la pierna, sin
apartar los ojos de ambos cambiantes. Por el momento, parecían estar
midiéndose.

El puma giraba lentamente alrededor del gorila que estaba saltando,


golpeando sus enormes puños contra el suelo cada vez que rebotaba. 26

Entonces, de repente, se lanzaron uno contra otro en un movimiento tan


rápido que me pregunté si no lo había soñado. Cuando finalmente
entendí lo que estaba pasando rodaban piel a piel en la alfombra y
devastaron todo a su paso. La energía que estaban liberando era tan
increíblemente alta que sentí que la temperatura del ambiente subía diez
grados. Moví la cabeza y me alejé con cautela, de espaldas a la pared y
lo más rápido posible, de estos dos locos furiosos. Es que para ellos
habría sido suficiente unos segundos - un gesto torpe o una garra
perdida - y podrían hacer lo que cientos de enemigos mucho más duros,
estaban tratando desesperadamente de hacer desde que nací: matarme.

─ ¡Fuera de mi camino! ─ Grité mientras de repente miraba impotente


como los brazos del mastodonte cercaban los lados de la bestia con
tanta firmeza que Clarence soltó una especie de chillido.

El puma intentó en un esfuerzo desesperado de cegar al gran simio con


una pata y luego cambió de táctica colocando su enorme mandíbula en
el brazo del adversario. Un torrente de sangre inundó la alfombra
mientras el gorila, loco de rabia y dolor, apretó repentinamente las
costillas del gato. Dos segundos más tarde, oí un grito y varios huesos
rotos.

─ Creo que es hora de rendirse, Clarence, ─ le dije, disparando una


bala de plata justo encima de la cabeza del gorila, que inmediatamente
se congeló.

El puma giró la cabeza y me mostró sus colmillos para decirme que no


estaba de acuerdo con mi intervención, pero decidí ignorarlo.
─ Suéltalo, ─ ordené en tono helado al gorila que me miraba con sus
ojos redondos y llenos de odio.

El gorila me miró por un momento y luego disparó su puño al cráneo de


Clarence, el cual sostenía entre sus brazos con un gesto de furia.
27

Agité la cabeza y suspiré.

─ ¡Eso fue realmente estúpido! ─ Dije, metiendo suficientes balas en su


hombro para que dejara caer al puma al suelo.

Pero la bestia era testaruda. El cuerpo de Clarence apenas había tocado


el suelo cuando corrió hacia mí, sus ojos inyectados de sangre y la furia
en su vientre.

Levante los ojos al cielo, enfurecida, y le lancé una bola de fuego al


pecho. Pronto, un olor a pelo quemado invadió mis fosas nasales y los
gritos dolorosos del cambiante enloquecido, se extendieron por todo el
apartamento.

─ Deja de moverte así, aceleras el proceso, ─ dije con calma mientras


veía cómo las llamas le prendían fuego a su pecho y le lamían la boca.
Pero seguía gritando, desorientado.

─ ¡Oh, mierda! ¡El cabrón está loco por incendiar al edificio! ─ me


quejé cuando el poder del agua invadió mis venas.

Esperé unos segundos más y luego vertí en su cuerpo suficiente agua


para ponerle fin definitivamente a su agonía. Cuando volví a mirar hacia
el gorila, estaba sentado en silencio, goteando agua, en medio de la sala
de estar y golpeando suavemente los pelos que seguían ardiendo, dando
gemidos conmovedoramente, como sollozos.
─ Si te mueves, te vuelvo a encender como una antorcha, ¿entendido,
Sheetah?1 ─ Arrojé con una voz amenazante mientras lo apuntaba con
la pistola.

Varias emociones pasaron por sus ojos, miedo, pánico, duda, mientras
olfateaba y olía la magia que flotaba en la habitación. Luego se congeló 28

y curvó los labios lo suficiente para decirme que lo había entendido.


Entonces me volví hacia Clarence y vi, aliviada, que estaba volviendo a
su forma humana.

─ White, espero que no hagas que te cure de nuevo. ─ me quejé.

─ Ocúpate de tu trasero y deja el mío en paz, ─ gruñó, sosteniendo


dolorosamente sus costillas.

─ Hablando de tu trasero, espero que tengas la intención de vestirte. ─

Los cambiantes rasgaban sistemáticamente sus ropas durante sus


transformaciones. Como resultado, ellos estaban constantemente
desnudos y yo me veía obligada a compartir una intimidad que no había
querido en absoluto y que me molestaba.....

─ Tengo al menos tres costillas rotas, así que puedes dejarme respirar,
¿o no? ─

Crucé los brazos y levanté las cejas.

─ Sí, si prometes ir a buscar algo de ropa. ─

─ Sólo tú puedes pedirle a un tipo que está tan bueno como yo que se
vista. ─

Quería creer eso. El cuerpo de Clarence era simplemente fantástico.


Tendrías que ser alguien mucho más modesta que yo, para no fijarse en
sus hombros anchos, su vientre musculoso, sus glúteos firmes y
redondeados...

1
Sheetah: jajaja el mono de Tarzan.
─ ¿Rebecca? ─ de repente dijo Clarence en un tono divertido. Si sigues
mirándome así, ¡voy a presentar una queja por acoso sexual en el
trabajo! ─

Aparté los ojos y me sonrojé.


29
─ Sí, entonces les explicarás al mismo tiempo por qué andas desnudo
en horas de oficina...─

Iba a tomar represalias cuando de repente me sobresalté. La luz se


había apagado. Sentí un movimiento en la habitación y escuché el sonido
de una ventana rota. Dos segundos después, nuestro sospechoso peludo
saltó al vacío.
Capítulo Tres
30

─ Creo que tu cena se acaba de echar a perder, ─ me di cuenta


cuando vi una sombra desaparecer en la nieve. Eso era tan estúpido,
incluso pensé en calentársela....

Me miró fijamente durante mucho tiempo, probablemente


preguntándose si estaba bromeando, y luego trató de levantarse.

─ ¿Puedo preguntarte qué estás haciendo? ─

─ ¿Qué crees? Vamos a alcanzarlo, ─ contestó.

Miré al cielo.

─ Tienes razón, vamos a perseguir a un gorila de 300 kg en la nieve a


las 4 de la madrugada... y luego, si seguimos en buena forma, iremos a
capturar a Chewbacca en Andorra y volaremos la Estrella de la Muerte,
─ me burlé.

─ Yo no he dicho eso... ¿Y entonces? ─

─ Entonces lo encontraremos, ─ dije en un tono de confianza.

─ Rebecca. ─

─ No empieces, ¿de acuerdo? ─

─ ¡No puedo creer que vayas a dejar que se salga con la suya! ─

Este tipo era el rey de las ideas fijas. No podía soportar que alguien o
algo se le escapara, era más fuerte que él. Un psiquiatra probablemente
explicaría su comportamiento extraño a través de un trauma de la
infancia, una madre castradora o un padre autoritario. Cualquiera que
sea la explicación, era un grano en el culo de primera.

Abrí el congelador, agarré la tela cerca del fregadero y vertí una veintena
de cubitos de hielo en ella antes de volver a lo que antes había sido una
habitación muy bonita para comer. 31

─ Toma, ponte esto en la cara, realmente duele verte. ─

Los cambiantes se regeneran rápidamente, pero esto no les impedía


degustar todo el proceso de curación, lo que resultaba extremadamente
doloroso. Al menos, eso era lo que había oído.

Puso la tela congelada en su mejilla y luego en la otra.

─ No te preocupes, en una hora, no aparecerá más. Y habremos dejado


escapar estúpidamente a nuestro sospechoso, ─ refunfuñó.

─ Cielos, ¿no eres un poco obsesivo? ─

─ ¡No conoces a Wallace, no sabes de lo que es capaz! ─

Le sonreí.

─ No, pero sé que no consiguió lo que vino a buscar. ─

─ ¿Y qué te hace estar tan segura? ─

─ Huyó con las patas vacías y estaba buscando algo cuando llegamos,
le expliqué, mostrándole la gran biblioteca pegada a la pared, de la cual
sólo la mitad de los libros yacían en el suelo.

Lentamente se enderezó, sosteniendo dolorosamente sus costillas.

─ Esas son buenas noticias, ─ admitió.

─ La mala noticia es que vamos a tener que registrarlo todo, ─ le dije,


dirigiéndome hacia un secreter que permaneció curiosamente intacto
cerca de la entrada.
─ ¿Para encontrar qué? No tenemos ni idea de qué se trata.─

─ Lo sé, ─ le contesté, agarrando un montón de correo que había sido


colocado descuidadamente sobre el secreter.

─ Todas estas cartas están dirigidas a Stella Stevic, debe ser el nombre 32
de la mujer que vive aquí. ─

─ ¿Te suena ese nombre? ─

Pensé por un momento y luego sonreí.

─ No. ─

Clarence agarró uno de los cojines del sofá y olió la tela antes de
destrozarlo y arrojármelo.

─ ¿Humana? ─ Preguntó.

Agarré el cojín mientras volaba e inmediatamente capturé un rastro de


energía.

─ No, potioneuse...─

─ Ow...─

Las potioneuses ejercían su magia a través de la elaboración de filtros y


pociones. Representaban al grupo más grande e influyente de brujas en
el mundo. Y si bien el alcance de sus poderes no estaba a la altura de
los de las brujas de guerra, eran sin embargo capaces de mostrarse
suficientemente retorcidas y peligrosas para generar desconfianza y
temor en todas las demás especies.

─ Todas estas cartas tienen más de dos semanas de antigüedad, ─ me


di cuenta, ─ así que han pasado al menos dos semanas que no vuelto a
casa, mira, ni siquiera ha recibido su último cheque y... ¡Oh, mierda!...─

─ ¿Qué? ─ Cerró el cajón roto de la mesa de café.

─ Stella Stevic es profesora. ¿Y has visto quién es su empleador? ─


─ Escuela Sainte-Madeleine...... ¿Sainte-Madeleine? ¿No es esa la
escuela en la que inscribiste a Leonora? ¿El bastión de las
potioneuses?─

─ Sí, ─ le dije en un tono sombrío.


33
Leo había estado asistiendo a la escuela de brujas durante casi tres
meses. Desde el incidente que causó cuando atacó a una joven humana
en los baños de la escuela. Habíamos decidido que ya no tenía lugar
entre los seres humanos y que al menos debía saltar tres o cuatro
clases, dada su extensión de conocimientos y su grado de madurez. Pero
no había sido fácil de aceptar y hubiera preferido enfrentarme a un
ejército de vampiros, miles de psicópatas y hordas de demonios que
tener que admitir que mi hija podría haber cambiado tanto en unas
pocas semanas.

─ ¿Maurane no denunció su desaparición? ─ Maurane era la líder del


clan de potioneuses de Vermont.

Era miembro del Directum y era responsable de la seguridad de las


quinientas cincuenta brujas que vivían en su territorio y de sus familias.

─ No. ─

Pero me sorprendería si lo hubiera hecho. La maestra de las pociones


tenía el desafortunado hábito de resolver discreta y eficazmente los
pequeños problemas que los miembros de su clan podrían llevar a una
reunión.

─ En este caso, probablemente no hay nada de qué preocuparse.


Después de todo, la maestra puede estar viviendo con su novio o puede
tener una vida sexual agitada y...─

Le di una foto con el vidrio roto, que representaba a una mujer de unos
60 años, con el rostro arrugado y cara aburrida.

─ Vale, nada de vida sexual agitada...─


─ Bien, ya veremos lo de la desaparición más tarde. Ahora mismo,
tenemos que registrar el apartamento y averiguar qué buscaba
Wallace.─

─ ¿Por dónde quieres que empecemos? ─


34
─ Por el laboratorio, ─ respondí.

─ ¿El laboratorio? ─

─ Ya sabes, el lugar donde pone sus calderos, sus hierbas, sus


frascos. .. ─

─ Puede que ella no tenga uno, ─ dijo, olfateando su nariz en el aire.

─ Todos las potioneuses tienen un laboratorio, ─ lo contradije


enseguida.

─ ¿Tienes uno?, ─ preguntó, corriendo hacia el pasillo.

─ No soy una potioneuse. ─

─ Pero tú tienes uno, ─ insistió.

─ Sí y te garantizo que Stella Stevic también, ─ certifiqué siguiéndolo a


una habitación azul, un poco anticuada pero de aspecto cómodo.

Olió el aire y estornudo una o dos veces antes de decir:

─ Hay un olor extraño aquí.... como hierba cortada y azafrán. ─

Cerré los ojos, llamé al poder del aire y de repente sentí un ligero viento
que venía de la pared del dormitorio detrás de la cama.

─ Siento una corriente de aire que pasa por debajo, lo noté cuando
puse mi mano en la parte inferior de la pared. Es ligero, pero. ─

─ ¿Crees que hay un cuarto secreto? ─

─ Obviamente. ─
─ Genial, estamos en casa de la abuela de James Bond, ─ suspiró en
tono cansado.

─ En vez de quejarte, ayúdame a encontrar el mecanismo de apertura.



35
Después de diez minutos a tientas, finalmente encontramos el botón por
casualidad. Estaba incorporado cuidadosamente en una especie de
pintura que colgaba sobre la cama, compuesta por collages de pequeños
objetos y periódicos, como una obra de arte moderno.

─ Mierda, odio este tipo de lugares, ─ comentó Clarence cuando


entramos en una habitación rectangular, con paredes cubiertas de
estanterías donde se amontonaban múltiples tarros, tres o cuatro
calderos, un horno, un fregadero, un sistema de extracción de aire, una
mesa gigantesca, dos alambiques, una nevera y una estufa.

No pude evitar sonreír.

─ No te preocupes, la bruja malvada del Oeste no te matará, Dorothy,


─ me burlé de él.

─ Esa es una declaración rápida. Sólo para que conste, ¿puedes decirme
qué es esto? ─ Lo hizo agarrando un gran frasco transparente.

─ Ojos de dragón de Komodo. ─

─ ¿Qué hay de esto? ─

─ Murciélago en formol. ─

─ ¿Qué hay de esto? ─

─ Patas de cangrejo Yeti. ─

─ Es asqueroso...─ tragando saliva.

─ No pinta tan bien, ─ dije siniestramente mientras examinaba los


cientos de pociones almacenadas en tubos de ensayo.
Clarence inmediatamente se volteó hacia mí con una mirada de
preocupación en sus ojos.

─ ¿Cuál es el problema? ─

─ Es un arsenal, ─ respondí ansiosamente. Abrió los ojos, sorprendido. 36

─ ¿Un arsenal? ─

─ Sí, ─ respondí, agarrando cautelosamente una poción verde con


reflejos dorados.

─ No entiendo .... ─

─ Cada una de estas pociones es un arma. Por ejemplo, ¿ves lo que


tengo en mis manos ahora mismo? Es un opti gemini glaius. Con una sola
gota, vuelas por los aires una manzana entera. ─

Clarence parecía horrorizado y dio un paso atrás.

─ Y este es un mordum foci, ─ continué, mostrándole un tubo de ensayo


de color de la noche con reflejos plateados, ─ es un secador de
vampiros. ─

─ ¿Un secador de vampiros? ─

─ Sí. Si le tiras esta poción a un vampiro, todo el líquido de su cuerpo


se evapora y se seca y se desmorona como si estuviera expuesto al sol.

─ Impresionante. Habría sido muy práctico durante la guerra. ¿Por qué


no nos dijeron las brujas sobre la existencia de estas pociones? ─

─ Porque están prohibidas y se supone que las fórmulas utilizadas para


prepararlas, desaparecieron hace varios cientos de años, ─ suspiré.

Se puso pálido.

─ ¿Extintas? ─
─ Sí. ─

─ O se supone que sí, ─ dije en un tono frío. Tomó un profundo


respiro.

─ ¿Estás seguro de que Stella Stevic los hizo? Quiero decir, tal vez sólo 37
las estaba guardando, como piezas de museo. ─

─ No creo que sea así. ─

─ ¿Por qué? ─

─ Porque la vida útil estas pociones no excede un mes. Después de este


tiempo, su textura y color cambian y pierden sus efectos. ─

─ Así que, si entiendo bien, Stella Stevic estaba preparando una serie
de pociones asesinas cuando desapareció. ─

Asentí seriamente con la cabeza.

─ Por lo que parece, sí. ─

─ Hay suficiente para dirigir una verdadera lucha armada. ¿Crees que
las potioneuses están tramando algo? ─

─ ¿Te refieres a un ataque masivo o algo así? ─

─ Por ejemplo. ─ Sonreí.

─ No. No veo a Maurane embarcándose en una operación suicida, no


está en su temperamento. ─

─ ¿Tienes otra teoría? ─

─ Puede ser un montón de cosas, un grupo de brujas disidentes, tráfico


de armas o incluso el trabajo de una loca.─

─ ¿Qué vas a hacer al respecto? ─

─ Encontrar a Stella Stevic lo antes posible. ─


─ ¿Qué pasa con el Directum? ─

─ ¿Qué hay del Directum? ─

─ ¿Piensas informarles de todas formas? ─

─ No. ─ 38

Me miró con ojos vacilantes y preocupados.

─ ¡Pero no puedes guardarte esa información para ti! ─

─ ¿Ah, no? ¿Y cómo crees que reaccionarán los líderes de los clanes
cuando se les diga que una potioneuse tiene actualmente un arsenal
capaz de destruir a todas las criaturas sobrenaturales que viven a
trescientos kilómetros a la redonda?

La guerra entre demonios, vampiros, brujas y sus aliados puede que


haya terminado hace unos años, pero no se puede decir que el odio y las
tensiones entre ellos hayan disminuido por completo. Las viejas alianzas
y la mayoría de los antagonismos siguen vivas y persiste la desconfianza
en ambas partes. Frunció el ceño y suspiró.

─ Pueden tomar esto como una declaración de guerra de Maurane... ─

─ Eso es correcto. ─

Pensó durante unos segundos y luego sonrió.

─ ¿Eres consciente de que serás juzgada por traición si el Directum


descubre la verdad? ─

No sería la primera vez, por lo que a mí respecta.....


─ Probablemente lo sé mejor que tú. ─

Mi clan me había sentenciado a muerte once años antes por tener una
aventura con un vampiro llamado Michael. Me había escapado de la
sentencia logrando fugarme antes de ser ejecutada, pero las Vikaris
no eran de las que se daban por vencidas....
─ No llevas el mundo sobre tus hombros, Rebecca, ¿por qué quieres
arriesgar tu vida por esta mierda? ─

─ ¿Crees que tenemos elección? ¿Que disfruto asumiendo tal


responsabilidad? ¡Bueno, te equivocas! ¡Es sólo que no tengo la
intención de dejar que desencadenen una nueva guerra y ver al mundo 39

volverse loco sin hacer nada! ─

Me miró fijamente a los ojos cuando un rayo de curiosidad se iluminó


repentinamente en sus ojos.

─ Extraño, pensé que una guerrera de tu nivel le gustaría recuperar la


febril atmósfera de sangre y campos de batalla...─

─ Ser Assayim no se trata sólo de hacer cumplir la ley, Clarence, sino


también de preservar la paz y la seguridad de quienes están a tu
cuidado. ─

─ ¡Qué grandilocuencia! No sabía que eras tan desinteresada, ─ se


burló.

─ Todos hemos pagado un precio muy alto a la parca, puma, tal vez es
hora de seguir adelante, ¿no crees? ─

─ Pero tú, sin embargo, sigues pagando este tributo, ¿no? ─

─ Soy una hija del inframundo, ¿cómo podrías esperar otra cosa? ─

Sonrió extrañamente.

─ Entonces, ¿qué decides? ¿Estás conmigo o no? ─ Por favor, acepta,


no me hagas matarte....
─ Sólo por curiosidad, ¿qué harías si me negara? ─

Dudé un momento en responder, pero opté por la franqueza. Clarence


no era un mal hombre, tenía derecho a saber lo que le esperaba.
─ Tendría que liquidarte ─ respondí en un tono helado. ─ Una vida
contra miles, la elección no era no muy complicada.
─ Sabes que eres la peor compañera que he tenido, ─ dijo con sentido
de humor.
40
Me encogí de hombros.

─ ¿Por qué? ¿Porque quiero mantener la paz? ─

─ No, porque tienes una manera muy propia de argumentar. ─

─ La forma más eficaz de defender una opinión es matando a los que


no la comparten. ─

─ ¿Qué demonios es eso? ¿Un extracto de la guía del perfecto


dictador? ─

─ No, un viejo dicho familiar. ─ Extendí mi mano para ayudarlo a


levantarse. ─

─ Bueno, siento decirte esto, pero tu familia apesta. ─

─ Sí, aun así, estás muy por debajo de la verdad, ─ suspiré.

─ Veo que tuviste una infancia difícil, ¿no? ─

─ No tienes ni idea .... ─

Reflexionó por un buen rato.

─ ¿Está realmente convencida de la reacción de Directum si le


informamos? ─

─ Sí. ─

Pensó un momento más y finalmente asintió.

─ Entonces no le diré nada al consejo. Pero francamente, nos conviene


no meter la pata. ─
─ ¿Tengo tu palabra? ─

─ La tienes. ─

Los cambiaformas generalmente preferían morir antes que cometer


perjurio, lo que me llevó a creer que estaba diciendo la verdad. Un buen 41
punto para él y para mí. Honestamente no quería dispararle.

─ Entonces, ¿por dónde empezamos? ─

─ Primero, destruimos todas las pociones y registramos el


apartamento, habitación por habitación. Luego nos iremos a dormir una
o dos horas y yo iré a buscar a Stella o su cadáver, mientras tú cazas a
Edmund Wallace. ¿Te parece bien? ─

Asintió al jefe.

─ ¿Tienes idea de dónde puede estar Stella Stevic? ─

─ No, pero espero que Maurane lo sepa. ─

─ ¿Y si se niega a ayudarnos? ─

La maestra de las pociones puede no haber sido muy cooperativa, pero


el asunto era demasiado serio para mí, como para usar la diplomacia o
nuestros habituales jueguecitos. Si estuviera convencida de que ella
sabía algo y aun así se negaba a revelármelo, le saldría el tiro por la
culata como nunca....

─ Ella no se negará, ─ contesté en un tono helado. Levantó las cejas y


tosió.

─ Rebecca, Maurane es parte del Directum, si te desquitas con ella, ya


sabes lo que puede pasar. .. ─

─ Deja que me encargue de Maurane. Intenta encontrar a ese maldito


gorila y haz que hable, ¿de acuerdo? ─

─ Bien, ─ asintió mientras se alejaba de la habitación de Stella.


Considerando su andar ligero, comprendí que sus huesos ya se habían
soldado y que había recuperado gran parte de sus capacidades físicas
desde su pelea con Wallace.

─ ¿Adónde vas? ─
42
─ A vestirme, ─ contestó mientras le oía abrir uno de los armarios.

Un minuto después, regresó al laboratorio con un largo impermeable


beige.

─ ¿Qué te parece?, ─ dijo, atándose el cinturón de tela a la cintura.

Me encogí de hombros mecánicamente.

─ Espero que a tu mujer le guste el aspecto de "viejo pervertido


exhibicionista", ─ le contesté, forzándome a no reírme.

─ ¿Sabes? estoy empezando a preguntarme qué me hace


soportarte. .. ─

─ Esa es exactamente la pregunta que me estaba haciendo, ─ me reí.


Capítulo Cuatro

43
Unas horas más tarde, regresé a casa exhausta y congelada. Nuestra
investigación en el apartamento no había dado resultado y yo no tenía
forma de adivinar qué había venido a buscar el cambiante gorila, o por
qué se había empeñado con los libros y papeles en lugar de centrarse en
las pociones. Estos hechizos podrían haber sido negociados por varias
decenas de millones de euros en el mercado negro, este tipo de rufián
no podría haberlos ignorado. Por lo tanto, podía suponer que no estaba
al tanto de lo que Stella Stevic estaba traficando y de la existencia de las
fórmulas prohibidas, o que estaba buscando un objeto o documentos
que eran mucho más valiosos para él.

─ ¿Mamá? ─

Tiré mis botas para nieve en el pasillo de entrada y eché un vistazo a mi


reloj que mostraba 7 a.m.. ¡Maldita sea! Ni siquiera iba a poder dormir
durante una hora o dos.

─ ¿Quieres un poco de café? ─

─ Uno doble, ─ le dije mientras caminaba hacia la cocina. Apenas había


cruzado el umbral cuando Leo agitó la cabeza y me miró brevemente con
desaprobación.

─ ¿Algo más? ─

Si, dúcharme, dormir doce horas, visitar a las potioneuses, interrogar a


Stella Stevic y encontrar a Edmund Wallace. Y no necesariamente en ese
orden.....
─ No, gracias, cariño, ─ le dije mientras me sentaba.
─ ¿Sabes que tienes un moretón enorme en la mejilla? ─ dijo en un
tono falsamente tranquilo mientras ponía un tazón frente a mí.

Me toqué suavemente el pómulo y sonreí.

─ ¿Te caíste de la cama anoche? ¿Tu almohada te trató mal? Porque te 44


vi irte a la cama justo después del Dr. House .... ─

Sí, bueno, de acuerdo, soy fan de un programa donde el héroe es un


drogadicto, un médico egocéntrico y loco, ¿y qué?
─ Ya me conoces, a veces tengo problemas para dormir, así que cuando
vi a un tipo entrar en el edificio de enfrente, pensé ..... ─

─ ... pensaste que sería más divertido salir a mitad de la noche, en


medio de la nieve y el frío para patrullar a un criminal que contar ovejas,
─ Es eso ¿no? ─

Su tono sarcástico contrastaba tan extrañamente con su pijama rosa


caramelo, sus mejillas de bebé y su cabello despeinado que no pude
evitar sonreír.

─ Más o menos. ─

─ Sabes, cuando las madres de mis amigas tienen insomnio, toman un


somnífero, no una pistola, ─ me dijo, mojando un trozo de pan en su
taza de sangre caliente.

Le di una mirada de perplejidad.

─ ¿Por qué tengo la extraña sensación de que debo disculparme? ─

Ella estaba inquieta.

─ No, no es eso, es que de vez en cuando, desearía que... Oh! olvídalo,


de todos modos, no serviría de nada, ─ susurró, jugando con su
cuchara.

─ No, no, sigue, ¿te gustaría qué...? ─


─ Bueno, que te parezcas un poco más a los otros y que pares todo
esto y... bueno, sé que no cambiará nada y que no te importa lo que te
diga de todos modos, así que... ─

No sabía lo que ella quería decir con "ser como los demás", pero
ciertamente no se aplicaba a una guardiana de los elementos.... 45

─ ¿Qué tiene de malo el ser diferente? ─

─ No está mal, es sólo que en estos casos, a menudo estamos solas, ─


suspiró con tristeza.

Levanté las cejas, preocupada.

─ ¿Qué está pasando? ¿Tienes problemas con tus nuevas


compañeras?─

Las potioneuses formaban un clan relativamente cerrado y altamente


secreto. Habían aceptado a Leonora entre ellas porque era una bruja y
era capaz de asimilar el arte de la potiología, pero Leo era perfectamente
consciente, como yo, de que ella nunca sería realmente una de ellos.

─ No, en realidad no, pero me gustaría pasar más tiempo con ellas para
que me acepten un poco mejor. ─

─ Hablas de salidas como ir al cine o..... ? ─

─ No. Hablo de vivir con ellas en la escuela. Me gustaría que me


inscribieras en el internado. ─

Leonora era la única estudiante que no residía en la Escuela Sainte-


Madeleine. Maurane, la Maestra de las pociones, me había dado este
tratamiento especial para agradecerme por salvar la vida de una de sus
estudiantes antes.

─ Leo, sabes muy bien que eso no es posible, ─ dije en tono molesto.

─ Pero si yo ......─
─ ¿Si tú qué? ¿Y si dejas de beber dos litros de sangre al día y te
arrancan los colmillos? ─

Me miró fijamente.

─ Podríamos confesarse la verdad a Maurane. ... ─ 46

─ Si lo hago, te enviará de vuelta de inmediato. Maurane es consciente


de que eres atípica, igual que yo, y el hecho de que seas una bruja la
convenció de que hiciera una excepción y te aceptara como estudiante.
Pero, ella cambiaría rápidamente de opinión si descubriera tu verdadera
naturaleza. ─

─ ¿Por qué?

─ Porque ella es responsable de la seguridad de sus estudiantes y


ningún director de escuela se arriesgaría a dejar que un vampiro se
mueva libremente entre sus estudiantes. ─

─ ¡Pero yo no soy peligrosa! ¡No podría atacarlas ni alimentarme de


ellas aunque quisiera! ─

No estaba mintiendo. La sangre de otras criaturas sobrenaturales


actuaba como veneno, prácticamente como repelente para los vampiros,
por lo que las jóvenes potioneuses estaban a salvo de este tipo de
agresiones, pero no las protegía de su extraordinaria fuerza física.

─ Leo, no puedes luchar contra el odio o los prejuicios, lo sé por


experiencia, créeme. ─

─ Pero la guerra ha terminado....─ susurró.

Sí, ¿pero por cuánto tiempo? La angustia que sentí cuando descubrí el
arsenal de Stella Stevic y vi las masacres que se fomentarían en mi
ciudad no me dejaba. Ni tampoco el temor de que el Directum pudiera
saber la verdad y que se desatara una guerra de nuevo, por cierto....
─ Pon tu taza en el lavavajillas y ve a prepararte rápido, ya estamos
atrasadas, ─ me limité a responder.

─ Deberías ir a la ducha primero, dadas tus ojeras, te va a llevar más


tiempo que a mí arreglarte, ─ hizo notar con un poco de insolencia.
47
¿Arreglarme? ¿Yo?
Ella me miró críticamente y sonrió.

─ Sí, es verdad que no es lo tuyo. ─

─ No. ─ De todos modos, mi belleza siempre me había metido en


muchos más problemas de los que me había ayudado. Puede que haya
sido una guerrera excepcional y un Assayim, pero debido a mi físico de
ensueño, nadie me había tomado en serio al principio. Como resultado,
tuve que ser mucho más cruel y brutal para establecer mi autoridad que
la mayoría de mis colegas masculinos. Lo que me pareció perfectamente
ridículo.

─ Pero es una pena, ─ añadió.

Tal vez, pero por el momento estaba lejos de ese tipo de consideración.
Mi cabeza estaba a punto de explotar y tenía un deseo loco de
acurrucarme bajo mi edredón como un bebé, dejando a Bruce Willis para
que salvara al mundo en mi lugar.

¿Qué? Siempre se puede soñar, ¿no?


Tan pronto como entré al baño, dejé mi ropa apestosa en el suelo y me
sumergí en una ducha caliente durante diez minutos para relajarme y
olvidar mis problemas.

─ ¿Mamá? ¿Terminaste? ─ dijo una voz a través de la puerta.

─ En dos minutos, ─ grité mientras me envolvía en una toalla y luego


me paré frente al espejo grande en el lavabo.
Mi largo y empapado cabello castaño contrastaba con mi piel blanca y
hacía resaltar mis ojos esmeralda. Casi pegué mi frente contra el espejo
para observar las ojeras de las que Leo me había hablado, pero no las
encontré. Mi cara era tan suave y fresca como la de una chica de 20
años. Parece que mi reloj biológico estaba completamente jodido. No 48
había envejecido, ni tomado una arruga desde que llegué a la edad
adulta. No estaba triste ni preocupada por ello, pero a veces me
preguntaba qué razón tuvo el tiempo, para salvar a una mortal y si debía
preocuparme por ello o no.

Abrí la puerta del baño y me encontré con Leo mirándome fijamente.

─ Te tomaste tu tiempo, ¿no? ¿No me digas que me creíste? ─ Sonrío


mientras miraba al cielo.

─ Métete en el baño antes de que te patee el trasero. ─

Se evaporó inmediatamente como por arte de magia. O más bien como


un vampiro.

Inmediatamente corrí a mi habitación, agarré unos vaqueros oscuros, un


suéter de cachemir gris y una enorme bufanda de lana antracita, y luego
me dirigí a la habitación de Leo con una bolsa de viaje.

Leonora había pintado las paredes de su habitación y sus muebles en


seis colores diferentes, la habitación era tan colorida y alegre como el
resto del apartamento.

Como ella había improvisado como diseñadora de interiores, tuve la


impresión de vivir en medio de un arco iris (un duende probablemente
ya habría cavado el suelo para enterrar su tesoro allí, pero por desgracia
no tenía ninguno para enterrar).

─ ¿Por qué estás empacando mi maleta? ─

─ Porque esta noche tienes que dormir en casa de Gordon. ─ Gordon


era el lobo Alfa de la manada de Vermont.
Nos habíamos acercado mucho últimamente a pesar, o mejor dicho,
debido a su enfermedad. El mal de los lobos viejos robaba a los
licántropos su humanidad y si no hubiera convencido a Gordon para que
soltara a su bestia de vez en cuando para cazar y matar criminales
conmigo, habría acabado rompiéndose y ya no sería capaz de 49
controlarse.

Sí, lo sé, el tratamiento no era muy convencional pero al menos tenía el


mérito de funcionar....

Sonrió.

─ Tienes un caso nuevo, ¿verdad? ─

El problema con los niños inteligentes es que son inteligentes....


─ Eso es. ─

Se encogió de hombros con indiferencia.

─ ¿Te das cuenta de que soy demasiado vieja para tener una niñera? ─

─ Sí, pero no para ser secuestrada o asesinada. ─ Leonora era mi talón


de Aquiles. Si alguien quería hacerme daño o impedirme hacer mi
trabajo, todo lo que tenían que hacer era ir tras mi hija. Y de ninguna
manera iba a ponerla en peligro.

Pareció pensar durante unos segundos y luego asintió.

─ Está bien, pero luego quiero que Bruce se quede conmigo. Llámalo y
dile que venga. ─

─ ¡Sabes muy bien que no lo haré, Leo! ─

Bruce, mi compañero de cuarto hombre lobo, había decidido


repentinamente irse por un tiempo y no había sabido nada de él en casi
tres semanas. Sabía, gracias al extraño vínculo que compartimos, que
estaba bien, que no estaba en peligro, pero había decidido desaparecer
deliberadamente y estaba convencida de que quería que lo dejaran en
paz.

─ ¿Por qué? ¿Crees que es normal que decida abandonarnos? ─

No, no creí que eso fuera normal. Pero tampoco me pareció normal 50
admitir ante mi hija que la conexión metafísica que compartía con el
licántropo era tan poderosa que su ausencia me dolía físicamente o que
me sentía sola e infeliz desde que se fue y que quería gritar cada vez
que alguien me hablaba estúpidamente de él.

─ Mira, por lo que oímos, Bruce se fue con una chica hermosa, así que
supongo que ambos están en algún lugar tranquilo, pasándola bien y no
quiere ..... ─

─ ¿No quiere qué? ¿Regresar con la mujer que lo ama? ─

Abrí los ojos, sorprendida.

─ ¿Qué es lo que te pasa? ─

─ Él te ama, me lo dijo, ─ ella escupió obstinadamente.

─ Y yo también lo quiero, suspiré, pero sólo somos amigos, Leo, nada


más. .. ─

─ ¡Y estoy segura de que no está enamorado de esa chica! ─

Desde que lo conocí, Bruce había estado acumulando conquistas y


cambiando de novia regularmente.

Pero me imaginé que si una chica se las había arreglado para sacarlo de
su trabajo como gerente de un club nocturno y llevarlo tan lejos de aquí,
era porque su relación era necesariamente más seria de lo que Leo
suponía.

─ De todos modos, esta historia no es asunto nuestro. ─


─ Mamá, puedes decir lo que quieras, ya tengo edad suficiente para
saber la diferencia entre la amistad y el amor, y puedo asegurarte que
Bruce no ama a nadie más que a ti. ─

Me inquiete.
51
─ Cariño, no sé qué imaginaste, pero... ─

─ No me imaginé nada. Sentí, escuché el latido de sus corazones


acelerarse cada vez que él se acercaba a ti, su forma de mirarte, no sé si
lo notaron, pero ustedes ríen todo el tiempo cuando él está aquí. ─

Sentí que mi garganta se tensaba. Me había estado preguntando durante


bastante tiempo si debía o no hablar con mi hija sobre mi relación con
los hombres que me rodeaban. Pero en vista de la discusión que ambas
estábamos teniendo, no había manera de dejarlo pasar. No podía dejar
que siguiera engañándose sobre la existencia de un pseudo-romance
entre el lobo y yo cuando ya había estado compartiendo oficialmente la
vida de Rafael, el maestro de los vampiros de Nueva Inglaterra, durante
varios meses.

─ Te aseguro que no hay nada... entre Bruce y yo. ─

─ ¡Oh, está bien, mamá! Sé perfectamente bien que no te acuestas con


él, sino con Rafael. .. ─

─ ¡Leo! ─

─ ...pero eso no cambia nada. ─

─ ¿Qué quieres decir con que eso no cambia nada? ─

─ Bueno, no, ya que los amas a los dos. Bueno, vamos, sal de mi
cuarto, tengo que vestirme o llegaremos tarde, ─ contestó antes de que
su cabeza desapareciera en su armario.
¿Estaba soñando o mi hija de 11 años acababa de anunciarme sin
pestañear que pensaba que yo estaba enamorada de dos hombres al
mismo tiempo y parecía encontrarlo muy natural?
─ Leo ..... ─
52

─ ¡Mamá, date prisa! ─

─ ¡Vamos, fuera! ─ Dijo, empujándome fuera de su habitación.

Fuera, fuera... ¡mierda! pero al final ¿Qué? No era estirada o anticuada,


pero que una niña se dijera a sí misma: "Genial, mamá ama a dos chicos
al mismo tiempo, es demasiado guay", tenía una ligera tendencia a
ponerme nerviosa. No, en serio, normalmente las niñas sueñan con el
príncipe azul, no muestran esa clase de apertura mental, ¿verdad?
─ Espera, yo ..─

Ella me cerró la puerta en la cara y yo me quedé allí sorprendida


preguntándome en que momento había arruinado su educación y
rezando para que ella nunca compartiera sus ideas fantasiosas con
Raphael, mi actual novio. El ex jefe general de los ejércitos vampiros era
increíblemente posesivo y realmente no me sentía de humor para
manejar una crisis sentimental en medio de una investigación de alto
riesgo. Toda mi atención, todos mis esfuerzos, toda mi concentración
tenía que estar dedicada a las potioneuses y a la búsqueda de Stella
Stevic y sus cómplices y no a mi vida privada, nuestras vidas dependían
de ello. Y no tenía intención de dejar que los hombres de mi vida o mi
hija me molestaran.

─ Ya está, estoy lista, ─ sonrió Leonora. Dejó su largo cabello castaño


flotar sobre sus hombros, añadió un ligero brillo a sus bonitos labios, se
había puesto jeans y uno de mis suéteres.

─ ¿Llevas maquillaje? ─

─ ¿No te gusta? ─
─ No. Eres demasiado joven. ─

─ ¿Sabes que pronto podría ser una supermodelo si quisiera? ─

─ ¿Top model? ¿Nada más? ─ Dije en tono cáustico.

─ He heredado tu belleza, me parezco a ti y ya soy prácticamente de tu 53

tamaño, creo que podría tener una carrera.... ─

Quería reírme en su cara pero no pude. Sí, podría hacerlo. No hay duda
de ello.

─ Leo, no hay forma de que... ─ Ella se rió.

─ ¡Estoy bromeando, mamá! Sólo quería ver la expresión de tu cara. ─

Ja ja ja.....
─ ¡Coge tu mochila, tenemos que irnos! ─

─ Ves, te asusté tanto que olvidaste que tengo maquillaje puesto. ─

─ Leo .. ─

─ Voy, ─ dijo sin dejar de sonreír.


Capítulo Cinco

La escuela de las potioneuses Sainte-Madeleine se extendía sobre cinco


hectáreas rodeada de paredes de piedra blanca de al menos cuatro 54

metros de altura y una puerta de hierro forjado. El edificio principal, de


madera blanca, estaba decorado con columnas del mismo tono y un
gran tejado de tejas grises. Al fondo del parque había un gimnasio y los
edificios que albergaban los dormitorios. La propiedad tenía una vista
despejada del lago Champlain y estaba a media milla del centro de la
ciudad.

─ Hasta luego mamá, ─ dijo Leonora mientras la dejaba en la puerta.

─ Gordon te recogerá a las 4:00. ¡Ah! Y por cierto, le prometí que te


portarías bien y que no irías sola por el territorio de la manada, como la
última vez.

─ ¡Pero me cuida, mamá! ¡No me soltará ni un minuto! ─

Gordon era un hombre lobo Alfa, por lo que su instinto protector estaba
muy desarrollado, así que iba a tener que lidiar con este pequeño
defecto y no molestarle si no quería terminar atada, bajo una tonelada
de cambiantes tumbados sobre ella, para evitar que se moviera.

─ Dijo que si lo hacías de nuevo, te daría unas nalgadas. ─

Abrió los ojos, conmocionada.

─ ¿Crees que se atrevería? ─

─ Intenta desobedecerlo y verás...─ Tragó durante mucho tiempo y


luego suspiró.

─ Está bien, de acuerdo. ¿Me llamarás? ─

─ Sí, a las 8:00 p.m. Te quiero. ─


─ Yo también te quiero, mamá. ─

La vi alejarse y esperé unos minutos antes de dar vuelta y dirigirme a


una encantadora casa con una blanca puerta de muralla a unas decenas
de metros de la entrada.
55
─ ¿Rebecca? ─

─ Hola Maurane. ─

El perfume de la Maestra de las pociones era ligero pero muy floral. Su


delicada tez y sus finos rasgos fueron realzados por una inmensa melena
roja y rizada. Llevaba un vestido de lana de color rosa pálido que le
llegaba hasta los tobillos que reforzaba en gran medida, su apariencia
engañosa de joven romántica.

─ ¿Te estoy molestando? ─

─ No, entra, tienes suerte, no estoy enseñando esta mañana, ─ dijo


cortésmente antes de moverse para dejarme entrar.

Golpeé violentamente los pies una o dos veces sobre la alfombra para
quitar la nieve pegada a mis botas y la seguí tan pronto como la puerta
se cerró, a un pequeño salón al final del pasillo.

─ Siéntate, te traeré un poco de té, ─ dijo, señalando el sofá.

La habitación parecía un boudoir. Encantadoras baratijas y porcelana


inglesa adornaban los estantes de las vitrinas, los sofás floridos de color
pastel y las cortinas a juego creaban un ambiente agradable y muy
femenino.

─ Maurane me dijo que teníamos un invitado, pero no esperaba


encontrarte aquí, Assayim. ─

La abuela de Maurane, Rosemary, estaba en la puerta con un plato de


canapés en la mano. Llevaba una falda de tweed marrón, una blusa
verde, medias de color carne y zapatos de cuero fuertes. Su pelo era
casi blanco y estaba atado en un moño severo.

─ Hola Rosemary. ─

─ ¿Qué has venido a hacer en esta casa? ─ 56

─ A charlar con viejas amigas y disfrutar de su encantadora


hospitalidad, por supuesto, ─ respondí cortésmente.

Levantó las cejas.

─ ¿Me estás tomando el pelo? ─

─ Oh, Rosemary, ¿qué es lo que se imagina? Bromeaba por supuesto.


─ ¿Espero no haber tardado demasiado? ─ dijo Maurane mientras


irrumpía en la habitación con una bandeja y un encantador juego de té.

─ No. Tu abuela es tan acogedora como un nido de serpientes de


cascabel, pero estoy segura de que estas acostumbrada, ─ le respondí
con una sonrisa.

Maurane se rió y luego puso la bandeja sobre la mesa de café de cerezo.

─ Siéntate, Rebecca. ¿Quieres azúcar? ¿Leche?

─ Una ligera espuma de leche, gracias, ─ le contesté, sentándome en


los suaves cojines del sofá.

Algunas personas piensan que las almas de las personas, sus


pensamientos, sus emociones marcan el lugar donde viven, lo impregnan
y que algo permanece en el aire y en las paredes. Pero están
equivocados. Todo aquí parecía tranquilo y dulce, pero ninguna de las
mujeres que vivían allí me dio esa impresión.

─ ¿Un aperitivo? ─ Preguntó Rosemary, dándome un plato de pasteles.


Ella sonrió mientras mis señales internas de alerta se encendieron
inmediatamente en el panel de advertencia.

Rosemary había dicho que no había sido informada de mi visita antes de


entrar en la habitación, pero no quería correr riesgos innecesarios. Las
potioneuses eran capaces de envenenar cualquier sustancia en cuestión 57

de segundos. Y sabía que la anciana estaba demasiado resentida, como


para olvidar que le había roto torpemente la muñeca unas semanas
antes para evitar que Tom, el demonio bibliotecario, recibiera en la cara
la poción ofensiva que estaba tratando de lanzarle.

Sacudí la cabeza con cuidado.

─ No, gracias, estoy cuidando mi figura. ─

─ Tu línea es perfecta, querida ─ respondió tomando un sorbo de té.


Maurane descansó su taza suavemente, hizo un sonido con su garganta


que sonó como el ronroneo de un gato satisfecho, y luego me miró.

─ Muy bien Rebecca, ahora podemos ir al grano. Dime, ¿qué te trae por
aquí? ─

Al menos no iba a irse por las ramas, perfecto.


─ ¿Conoces a Stella Stevic? ─

─ Sí. Enseña aquí. ─

─ Me gustaría verla, ¿podrías concertar una cita pronto? ─

Un destello de sospecha se iluminó en sus ojos.

─ Eso depende. ¿Por qué quieres conocerla? ─

─ Atrapé a un hombre irrumpiendo en su casa anoche...─

Las dos mujeres intercambiaron una mirada discreta.


─ ¿Un ladrón? ─

─ No que yo sepa. ─

─ Entonces, ¿qué estaba haciendo allí? ─ Le miré a los ojos.

─ Dímelo tú. ─ 58

─ ¿Cómo diablos voy a saberlo? ─

─ Parece que Stella no ha puesto un pie en su casa en dos semanas,


¿tienes una explicación? ─

─ No, y aunque tuviera una, no te la daría. ─

La tensión había aumentado bruscamente en la habitación.

─ ¿Realmente tengo que recordarte tus obligaciones? ─ La comunidad


sobrenatural había experimentado una serie de secuestros un año antes.
Debido a la falta de comunicación entre los clanes, vincular las diferentes
desapariciones se había hecho demasiado tarde. Para evitar que tal error
volviera a ocurrir, el Directum había decidido obligar a los directores a
informarme en un plazo de veinticuatro horas de cualquier ausencia
sospechosa.

─ Stella no está desaparecida, Rebecca ─ dijo secamente.

─ En ese caso, no veo qué me impediría conocerla. ─

─ Como te acabo de decir, eso no es posible en este momento. ─

De repente empecé a preguntarme si la Maestra de las pociones era tan


inocente como yo creía que era....

─ En ese caso, voy a tener que pedirte que vengas conmigo. ─

Maurane abrió los ojos.

─ ¿Y por qué me arrestas, por favor? ─

─ Alta traición ─ contesté en tono helado.


─ ¿Cómo te atreves? ─ exclamó Rosemary mientras saltaba de su
asiento.

─ ¡Cállate y siéntate! ─ Le ordené fusilándola con la mirada.

─ ¿Qué es lo que te pasa? Con quién crees que estás hablando, ─ 59


preguntó Maurane, altiva, que se sentía muy incómoda escondiendo la
ira que literalmente bullía en sus venas.

─ Preferiría que vinieras por tu propia voluntad, pero si me obligas a


hacerlo....─ lo hice agarrando mi arma de mi funda.

Levantó con orgullo su preciosa barbilla.

─ No te atreverías. ─

Atreverse no era un problema, disparar lo era. Maurane no era


estrictamente una amiga, pero apreciaba su compañía y el apoyo
sistemático que me brindó durante las reuniones de Directum de las que
era miembro. Como estaba lejos de mi clan, ella era la única bruja con
la que me gustaba frecuentar y una de las pocas que podía hacerme
reír.

─ Estas dispuesta a apostar tu vida en esto. ─ Le dije, dejándole ver en


mis ojos que no estaba bromeando.

─ ¿Pero de qué me culpas al final? De repente Maurane gritó, asustada


y enfadada.

Tomé un frasco del bolsillo de mi abrigo y se lo mostré.

─ ¿Sabes lo que es? ─ Ella negó con la cabeza.

─ No. ─

─ ¿Dónde… dónde encontraste eso? ─ Rosemary preguntó de repente,


blanca como una sábana.

─ En un cuarto secreto de la casa de Stella Stevic. Y había cientos más,


todos diferentes y todos igual de peligrosos. ─
─ ¿Sabes de qué se trata esto? ─ dijo inmediatamente Maurane,
mirando sospechosamente a Rosemary.

La vieja potioneuse parecía aturdida. Sus extremidades y manos


temblaban y ella no podía apartar los ojos de la poción que yo sostenía
firmemente en mi mano. 60

─ ¿Abuela? ─

─ Díselo, Maurane, dile dónde está Stella ─ dijo la anciana.

Maurane agitó con gracia sus largos rizos rojos.

─ ¿Por qué haría eso? ─

Mostré una expresión fría y le apunté con mi arma de nuevo.

─ ¿El hecho de que quiera dispararte no parece una motivación


suficiente? ─

─ Stella Stevic está en la enfermería de la escuela, ─ suspiró Rosemary.

Levanté las cejas.

─ ¿En la enfermería? ¿Desde cuándo? ─

─ Desde que fue encontrada inconsciente en su clase hace quince


días. ─

─ ¿Quieres decir que ha estado en coma todo este tiempo? ─

─ No está en coma, es víctima de un hechizo, ─ rectificó


inmediatamente.

Abrí los ojos, sorprendida.

─ Pero en ese caso, ¿por qué querías ocultármelo? ─

Rosemary miró a Maurane, quien inmediatamente volteó la cabeza en un


silencio hostil.
─ Stella no es la única que fue atacada, dos de nuestros estudiantes
sufrieron la misma suerte hace unos días, pero no queríamos que se
supiera. ─

─ Imagina lo que le pasaría a la escuela si se difundiera esta noticia, la


reacción de padres y alumnos... sin duda sería histeria...─ 61

Obviamente. De hecho, me costó mucho controlar mi deseo de


apresurarme a recuperar a mi hija y mantenerla a salvo en casa. En
cualquier caso, explicaba mucho, empezando por el incomprensible
comportamiento de la Maestra de las pociones que no intentaba, como
temía, proteger a su pseudocómplice, sino la reputación de su maldita
escuela.

─ ¿Puedes explicarme que te ha llevado a querer resolver este asunto tu


sola? ─ Le pregunté a Maurane mientras guardaba mi arma.

Ella sostuvo mi mirada durante unos segundos y finalmente confesó:

─ Si hubiera contactado contigo, el Directum lo habría sabido y nos


habría sido imposible mantener el secreto.... todo lo que hemos
construido, todo lo que hemos creado, todo eso, se habría derrumbado y
no me sentía lo suficientemente fuerte para soportarlo...─

Levanté las cejas, sorprendida.

─ ¿Por qué crees que necesariamente informaría al Directum? ─

─ Porque eres el Assayim y la amante de uno de sus miembros,


Rebecca. ─

Rafael, como líder del clan de los vampiros de Vermont, era uno de los
miembros más poderosos del Directum. Pero francamente me ofendió
que Maurane pudiera imaginar por un segundo que podríamos ser una
de esas parejas extrañas que no tenían secretos entre sí. Peor aún, que
podría ser lo suficientemente ingenua como para confiar en él. Aunque la
magia nos había atado al vampiro y a mí, no podía olvidar que había
liderado los ejércitos vampiros durante siglos, ni que era el más
peligroso y astuto, de nuestros antiguos enemigos. Y eso, sin importar
cuales fueran los sentimientos que nos unían hoy.

─ Tu desconfianza me ofende, Maurane. Casi me haces arrepentirme de


haber corrido el riesgo de callarle al Directum lo que Stella Stevic 62

escondió en su laboratorio, un arsenal capaz de erradicar a la comunidad


sobrenatural de una ciudad en pocos minutos, ─ dije en tono ácido.

Tenía hipo.

─ Ninguna poción es capaz de causar tanto daño. ─

─ Sí. Estas pueden, ─ dije mientras sacaba el frasco de mi bolsillo otra


vez.

─ ¿Qué es? ─

─ ¿Has oído hablar de las fórmulas prohibidas? ─

Levantó las cejas.

─ ¿Fórmulas prohibidas? ¿De las que hablan la leyenda de las Néss -


avec2? ─

Las Néss - avec...... Seis mujeres que incluso antes de nacer tenían el
poder y el conocimiento de la magia de las pociones. Seis brujas dotadas
por Akhmaleone con un poder inconmensurable a cambio de su devoción
y atadas por una promesa. El de no inculcar nunca el conocimiento
oscuro en sus descendientes y en el clan que se suponía que debían
formar.

Una promesa que una de ellas finalmente rompió al escribir para una de
sus hijas favoritas, Mary, un grimorio con las fórmulas que había
prometido nunca revelar. Como es fácil imaginar, las consecuencias de
esta traición resultaron ser fatales. Mary usó las fórmulas oscuras para

2
Néss - Avec: significa nacidas con. Se refiere a que nacieron con el conocimiento de las fórmulas Prohibidas.
derramar sangre y saciar la sed de poder que la devoraba. Furiosa y
herida, Akhmaleone tuvo que decidirse a intervenir y eliminar a la joven
rebelde y luego ordenó a las potioneuses que quemaran el grimorio y,
una vez hecho esto, le advirtió a las almas de las Nées - avec, limitó el
poder de sus descendientes y abandonó a las potioneuses para siempre. 63

─ Sí, le confirmé. ─

─ ¿Pero qué tiene eso que ver? ─

─ Bueno, la poción que tengo en mis manos es una de las pociones


prohibidas en la leyenda. Las que deberían haber desaparecido. ─

La cara de Maurane ya no mostraba la más mínima expresión. Todos sus


rasgos se habían congelado como si se hubiera detenido mientras
asimilaba la información.

Luego, después de unos segundos, me miró fijamente con sus hermosos


ojos y me dijo en tono neutro:

─ Así que, si he entendido bien, ¿dices que has encontrado las pociones
prohibidas de las Nées - avec en la casa de Stella?

─ Sí, ─ respondí. Un brillo escéptico cruzó sus ojos.

─ Eso es imposible. ─

─ No, no lo es. No si el grimorio no fue quemado, sino que fue


guardado y transmitido en el mayor secreto y alguien descubrió dónde
estaba escondido. ¿Qué opinas, Rosemary? ─ Agité la poción bajo las
narices de la anciana.

─ ¡No lo sacudas, idiota! ¡Nos vas a matar a todos! ─ Gritó.

Maurane miró inmediatamente a Rosemary con curiosidad.

─ Abuela, ¿sabes de qué se trata esto? ¿Existen realmente estas


pociones? ─
─ ¡No tengo derecho a hablar de ello! ─

Los ojos de Maurane brillaban de furia y sus dedos literalmente


aplastaban los apoyabrazos del sofá en el que estaba sentada.

─ ¿Disculpa? Rebecca me dice que una de mis potioneuse hace 64


pociones mortales y que por eso me arriesgo a ser juzgada por alta
traición y me estás diciendo que no puedes hablar de ello ¿Me estás
tomando el pelo? ─

Rosemary miró hacia abajo.

─ Lo siento, no pensé que algo así pudiera pasar...─

Maurane la miró horrorizada.

─ Entonces, es verdad, este libro todavía existe...─

─ Sí, ese grimorio aún existe, pero es conservado y preservado por el


Alto Consejo de Magia, Maurane, nadie puede tener acceso a él, y
menos aún Stella Stevic, ─ dijo Rosemary bruscamente.

De que hablas... Rosemary siempre puedes fingir que esas fórmulas


están a salvo y bien guardadas, pero Stella las había usado. Esto
implicaba que habían sido robadas o que habían sido copiadas. En
ambos casos, su vigilancia había sido burlada.
─ No puedo creer que el libro esté en nuestra posesión y que no lo
hayas usado durante la guerra. ─

─ ¡No lo entiendes, es magia negra, mi niña! ¡Magia Maldita! ─

─ ¿Quieres decir que dejaste morir a miles de nosotros por tus


estúpidas supersticiones? ─

No pude evitar intervenir.

─ Estas no son supersticiones sino supervivencia, tu clan ya no tiene el


poder necesario para usarlas. ─
La Maestra de las pociones frunció el ceño.

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Quiero decir que todos las potioneuses que practiquen el arte negro
durante demasiado tiempo mueren por ello y que debilitan 65
permanentemente su poder cada vez que hacen una poción. ─

─ Así que Stella...─

—... Stella debería morir pronto, esté en coma o no, ─ dije con calma.

Rosemary tenía Kalashnikovs3 en lugar de ojos.

─ ¿Cómo sabes de estos secretos, Rebecca? ¿Quién te dio la


información? ─

─ No esperarás que responda a eso, ¿verdad? Nos arriesgamos a otra


guerra, Rosemary, ¿no te preocupa más eso? ─

La vieja potioneuse abrió los ojos.

— ¿Una guerra? —

─ ¿Cuál será la reacción del Directum si se entera de que alguna de


ustedes está fabricando armas? ─

Rosemary abrió la boca y la cerró sin decir una palabra y se sentó en su


silla...

— ¿Qué vas a hacer para evitarnos esto? Preguntó Maurane llamando mi


atención.

— Todos los acontecimientos y los protagonistas están relacionados de


una manera u otra con esta escuela, así que voy a empezar a meter la
nariz e investigar aquí, ─ respondí.

— ¿Aquí? ─

3
Kalashnikovs: es el nombre común usado para el fusil AK – 47 se refiere a que fusilaba con su mirada. Jajaja .
— Sí. Y para que las cosas sean lo más discretas posible, me vas a
contratar. ─

— ¿Contratarte? ─

─ Si quiere preservar la reputación de tu establecimiento, sería mejor 66


que trabajara encubierta, ¿no? ─

Las potioneuses formaban un clan tan secreto y cerrado que era


prácticamente imposible entrar. Y algo me decía que mis amenazas
habituales y mis maneras brutales no serían muy efectivas en su
pequeña comunidad y que era mejor adoptar un enfoque gentil.

─ Vale, ¿pero cómo qué? ─

- ¿Has encontrado un reemplazo para Stella?

─ No. No hay muchas maestras de mutación y transformación y, a decir


verdad, nadie en mi clan es capaz de enseñar ese tema en este
momento. ─

─ En este caso, este trabajo es para mí, ─ dije.

─ Uh.... No quisiera desanimarte, pero ¿tienes idea del nivel requerido


para dominar el arte de la transformación? ─

─ Sí. Tu nivel máximo, el séptimo. ─

─ Entonces, ¿cómo piensas hacer que los estudiantes crean que...─

Se detuvo cuando me vio sonreír.

─ ¿Qué? ─

─ Pregúntame. Hazme preguntas como si estuvieras reclutando a una


bruja de este nivel. ─

─ ¿Lo dices en serio? ─

─ ¿Dudas de ello? ─ Ella suspiró.


─ Muy bien. ¿Qué ingredientes necesito si quiero preparar un incante
defomant?

- Gragona hervida, huevos de paloma y patas de gallo.

Un destello de sorpresa cruzó sus ojos. 67

─ Ok... ¿Cómo se llama la poción que incluye madreselva, ancas de


rana, médula de gacela y babosas derretidas?

─ Albumi Note.

─ Y si digo huevos de dragón de Komodo, garras de cangrejo yeti seco,


caballos de mar frondosos y rocas de tierras antiguas, el romero se lanza
de repente. ─

─ Serpentia amundia, pero no cuentes conmigo para enseñar ese hechizo


a mis estudiantes, Rosemary. Estoy aquí para entrenarlos, no para
traumatizarlos, ─ dije sonriendo.

No importa lo mucho que intentes no asustarte, ver a una chica joven


convertirse en un monstruo híbrido con garras gigantescas y una lengua
venenosa sobre dos metros de largo era una vista bastante aterradora...

─ No te preocupes, no está en el programa, ─ contestó la potioneuse


inmediatamente, echándole una mirada oscura a Rosemary antes de
volverse hacia mí. Tus conocimientos teóricos son impresionantes, ¿qué
hay de la práctica? ─

─ Dame los ingredientes necesarios y te mostraré lo que puedo hacer,


te lo aseguro. ─

─ No pierdas el tiempo, Maurane. Alguien que puede reconocer una


poción que está prohibida por su textura y color también es capaz de
prepararla. Y es un trabajo que requiere mucha más destreza que las
pociones que acabas de mencionar, ─ dijo Rosemary.

La Maestra de las pociones me observó intensamente y luego susurró:


─ Estás llena de sorpresas... pero nunca funcionará. ─

Fruncí el ceño.

─ ¿Por qué? ─

─ Rebecca, tú eres la Assayim. ¿Realmente crees que alguien va a 68

comprar esta historia del reemplazo en un santiamén? Además, no eres


un potioneuse, ni siquiera se supone que sepas cómo manejar esta
forma de magia.─

─ Va a plantear preguntas, no lo niego, pero si eres lo suficientemente


convincente...─

─ Sí, y si no funciona, siempre puedes imitar a la Sra. Kean y negarte a


contestar las preguntas que te vamos a hacer, ─ se burló la anciana en
tono ácido.

El hecho de que yo supiera tanto sobre uno de sus secretos más oscuros
le picaba al potioneuse. Pero no quise aclararlo por el momento. No
tenía confianza en ella y me hubiera sido difícil explicarle de dónde venía
mi conocimiento, sin revelar mi identidad y la del clan a la que
pertenecía.

─ Siento una especie de frustración en ti, Rosemary, ¿quieres hablar de


ello? ─ dije con una voz dulce y amenazadora.

─ Muy bien, no empiecen de nuevo ¿de acuerdo? ¡Tenemos otras


prioridades! ─ Maurane intervino inmediatamente.

Luego se volvió hacia Rosemary y dijo en un tono autoritario:

─ Llevaré a Rebecca a la enfermería. Mientras tanto, les informarás a


los estudiantes de la Sra. Stevic de la reanudación de las clases de
transferencia mañana. Ah, sí.... y prepara también para Rebecca una
copia de su nuevo horario.

La vieja potioneuse apretó los labios, pero asintió.


─ De acuerdo. Arregla este asunto, Assayim, no tengo ninguna
intención de tolerarte más de lo necesario entre nosotros. ─

─ ¡Ah! pero si es sólo eso, puedo sacarte de tu miseria ahora mismo,


Rosemary ─ contesté en tono cáustico.
69

Maurane miró a su abuela, luego a mí y viceversa antes de mover la


cabeza.

─ No sé por qué, pero algo me dice que ustedes dos no me van a


facilitar las cosas...─

─ Sin duda no, ─ sonreí antes de caminar lentamente hacia la puerta


principal y ponerme la bufanda y el sombrero.
Capítulo Seis

Había seguido a Maurane por el camino cubierto de nieve desde su casa


hasta el edificio principal donde se encontraban las aulas, el refectorio, la 70

enfermería y los dormitorios de las alumnas más jóvenes, las colegialas.


La Maestra de las pociones me había explicado brevemente que las
alumnas mayores, las chicas de la escuela secundaria, vivían en un
edificio anexo al otro lado del parque, cerca del gimnasio.

─ Rosemary dijo que usted encontró a Stella en su aula, y a las otras


dos estudiantes, ─ le pregunté, admirando los bancos y las estatuas a lo
largo de los senderos blancos, en parte barridos por las docenas de
huellas que los estudiantes habían dejado.

─ Las encontramos en el parque en medio de la noche. ─

─ ¿Cómo lo supiste? ─

─ Vi que Maya había desaparecido, así que fui a buscarla. Pero a la otra,
Jessie, fue una de nuestras maestras, la Sra. Delawey, quien la
descubrió mientras paseaba a su perro. ─

Levanté las cejas, sorprendida.

─ ¿Se permiten mascotas en la escuela? ─

─ En realidad no, pero Celia Delawey estaba tan apegada a Briss, su


perro salchicha, que no tuve el valor de decirle que no, cuando se mudó
aquí. ─

─ ¿Cuánto tiempo ha sido parte de la institución? ─

─ ¡Oh! Ya deben ser más cinco años. Enseña pociones curativas. ─

─ Y aun así, ¿no pudo ayudarte a curarlas? ─

─ No. Preparamos docenas de pociones, pero no fueron efectivas. ─


Dejé de caminar por un momento, mis pies ligeramente hundidos en la
nieve, y la miré directamente a los ojos.

─ Maurane, los ataques tuvieron lugar dentro de la instalación, lo que


sugiere que...─
71
Me interrumpió inmediatamente.

─ Lo sé. ─

La escuela no tenía ningún poder en particular, pero sabía que estaba


protegida por una multitud de hechizos que hacían imposible una
intrusión maliciosa desde el exterior.

Nadie ignoraba esto, excepto los humanos, que generalmente evitaban


instintivamente acercarse demasiado a ella. Esto implicaba que el
agresor era un miembro del personal o una de las estudiantes. En
resumen, un bello escándalo en perspectiva.

─ No puedo dejar de pensar en ello, ─ añadió. Unos metros más


adelante vi a un grupo de chicas jóvenes riendo y hablando.

Realmente no vi sus caras debajo de sus bufandas y chaquetas gruesas,


sólo unas pocas narices rojas y unas manos enguantadas.

Cuando llegué cerca de ellas, me di cuenta de que habían dejado de


hablar bruscamente y que habían abierto los ojos y se apartaban con
miedo para dejarnos pasar.

Hacía frío, pero tenía la impresión de que la temperatura había bajado


otros diez grados.

─ ¿Qué les pasa? ¿Por qué me miran así? ─

─ No es nada, sólo te reconocieron. Eres una verdadera celebridad en


esta ciudad, ¿sabes? ─ Se burló, Maurane.
Detallé a una de ellas parada ligeramente aparte y le sonreí
amablemente. Pero ella miró hacia abajo apresuradamente como si mis
ojos la hubieran quemado.

─ Una celebridad, ¿eh? ─ Le pregunté a Maurane, que miraba la


escena en silencio. 72

─ Sí, como Jack el Destripador, Hannibal Lecter, Lee Harvey Oswald


o...─

─ Está bien, está bien, lo entiendo. ─

Considerando las reacciones de miedo de los niños, entendí que ellos no


pensaban que yo era Papá Noel, ni siquiera con mi sombrero rojo....
─ No tienes idea de los rumores que circulan sobre ti, ¿verdad? ─

─ No. ─

─ No te preocupes, mejorará cuando te conozcan mejor. ─

Miró hacia el cielo.

─ Nada muy inusual... historias del coco... si no respetas la ley, la


Assayim te meterán una bala en la cabeza o si robas, te matará ....te
perseguirá para torturarte riéndose.... Otros simplemente dicen la verdad
y mencionan su lista de caza sin prestar atención a la violencia de sus
palabras o los detalles escabrosos que tuvieron la inconsciencia de
contar. ─

─ Genial. ─

─ No pongas esa cara, mira el lado positivo, probablemente no tendrás


ningún problema de disciplina, ─ contestó en un tono falsamente
alegre.

─ Por supuesto, estarán demasiado ocupados no rechinando los dientes


o arrastrándose hasta la salida de emergencia para pensar en
interrumpir. ─
Ella dibujó una sonrisa irónica.

─ ¿Te arrepientes de haber aceptado el trabajo? ─

─ Soy profesora, ¿no? ─

Desde que llegué a Burlington, había estado enseñando literatura 73

francesa en la Universidad. Y me encantaba este trabajo, no tenía ni idea


de cómo iba a conciliar mis dos horarios y la investigación en curso, pero
no tenía intención de abandonarla.

─ Sí, y se rumorea que lo estás haciendo bastante bien. ─

─ Me encantan mis estudiantes, con ellos, puedo dejarme llevar y


concentrarme en temas menos macabros y mucho más divertidos de lo
habitual. ─

Ella se rió.

─ Eso es porque son humanos y no tienen idea de lo que eres. ─

─ Ser un Assayim no es sólo lo que soy, Maurane. Y matar es sólo una


pequeña parte de lo que hago, ─ especifiqué, cuando entramos en el
vestíbulo del edificio principal.

La enfermería estaba en el último piso. Un linóleo blanco cubría el suelo


y unas diez camas estaban distribuidas a cada lado de la pared como en
un dormitorio.

La instalación no dejaba espacio para la privacidad y pude ver con solo


una mirada a las tres pacientes acostadas bajo sus mantas azules.

Cada una de ellas estaba conectada a un tubo y a una bolsa para


alimentarlas.

Una pequeña mujer morena, con una bata blanca y un estetoscopio


alrededor del cuello, se levantó cortésmente de la silla donde estaba
leyendo en silencio.
─ Margareth, esta es la profesora Rebecca Kean. ─

─ ¿Rebecca Kean? Um... ese nombre me suena...─

Maurane ignoró su comentario y explicó lacónicamente:

─ Rebecca reemplazará a Stella hasta que encontremos una forma de 74

curarla. ─

─ Encantada de conocerla profesora mi nombre es Margareth Brewster


y soy enfermera, ─ se presentó con una sonrisa de bienvenida.

─ Encantada, ─ dije estrechando su mano.

─ Margareth, sé que te dije que nadie debía entrar aquí, pero Rebecca
es una amiga mía y creo que podría ayudar a nuestras tres pacientes. ─
Maurane explicó.

─ Oh, me gustaría. Si la profesora Kean tiene alguna idea de la


naturaleza del hechizo que golpeo a estas tres, no podría sino felicitarla
por eso, ─ dijo, me dio una mirada que parecía decir: ―”Adelante,
hermosa, no te avergüences, prefiero decirte que otras más fuertes que
tú lo han intentado y todas han fracasado.”

─ Por ahora, sólo voy a evaluar la situación, ─ dije mientras me


acercaba a la cama de Stella Stevic.

Para ser una mujer comatosa, tenía un sueño bastante inquieto. Gotas
de sudor perlaban su frente, y de vez en cuando era tomada por ligeros
sobresaltos, sutiles pero no pasaban desapercibidos.

Me incliné hacia ella y también me di cuenta de que tenía el pelo gris


suelto, que había babeado lo suficiente como para ver rastros de saliva
seca en las comisuras de sus labios y barbilla, y que era aún más fea y
arrugada que en el retrato que había encontrado en su casa. Lo que no
era poca cosa que decir...
─ No está en buena forma. Parece tan tranquila como las víctimas de
Freddy Krueger cuando los atrapa en una de sus pesadillas mortales, ─
bromeé antes de levantar la cabeza y ver la mirada indignada de la
enfermera.

─ Sí, uh... bien, ─ dijo Maurane un poco avergonzada antes de dirigirse 75

a Margareth Brewster.

─ ¿Puedes dejarnos solas un momento, por favor? ─

La enfermera me miró de forma bastante desagradable, pero se fue con


evidente reticencia, cruzando lentamente el umbral y desapareciendo.

─ Um.... Tal vez la Sra. Brewster debería tomar uno o dos


antidiuréticos, ─ sugerí justo después de irse. ─ Eso la salvaría de tener
que apretar su trasero de esa manera. ─

Ella agitó la cabeza.

─ ¿Nunca te detienes? ─

─ No, ─ le dije mientras me quitaba los guantes y ponía las manos


justo encima del pecho de Stella Stevic mientras el poder de la Tierra
vibraba y brotaba a nuestro alrededor.

─ ¿Qué haces? ─ Me preguntó Maurane, con sus ojos brillando de


curiosidad.

─ Intento averiguar lo que le pasó. ─ Apenas había empezado a


sondearla y no tardé en arrepentirme. Su miedo me asfixió como si me
hubieran puesto un yunque en el pecho y no pudiera respirar. Su
angustia eran como cuchillos que me laceraban.

─ ¿Y bien? ─

─ Ella está tan asustada que no puedo percibir nada más, ─ noté
decepcionada.

─ ¿Puedes penetrar su mente? ─


─ No. No soy Raphael, no tengo poderes telepáticos. Pero puedo
capturar sus sentimientos gracias a la energía que recorre su cuerpo,
tiene un sabor, un olor...─

Raphael, mi novio vampiro, podía violar no sólo la mente de un ser


humano, sino también la de todas las criaturas que no tenían barreras 76

mentales para protegerse a sí mismos. Este habría sido probablemente


el caso de Stella Stevic dada su condición. Desafortunadamente, no
podía permitirme pedirle ayuda sin que descubriera la verdad.

─ ¿Qué hay del hechizo? ─

Me froté suavemente la lengua en los labios y me tragué la saliva como


si acabara de probar una comida deliciosa.

─ Dejó una huella. Yo diría que flor de loto y clavo. Pero incluso si
tomara un sorbo entero de su sangre, no sería capaz de determinar
todos los elementos que lo componen, ─ sonreí.

─ Muchas pociones contienen flor de loto y clavo de olor, pero ninguna


de ellas tiene este efecto... Tú que conoces las fórmulas prohibidas,
piensas que...─

Inmediatamente agité la cabeza.

─ No conozco todas las fórmulas prohibidas, Maurane. Sólo las que


consideraban útiles para enseñarme, especifiqué.

─ En otras palabras, las más peligrosas, ─ añadí.

─ Sí. Mi profesor debe haber pensado que poner a mis enemigos en


coma era mucho menos divertido que matarlos. ─

Una opinión con la que, por cierto, estaba plenamente de acuerdo.


─ Así que no podrás ayudarnos, ─ dijo un poco molesta.
─ Todavía tenemos algunas opciones, ─ respondí mientras mis ojos se
movían hacia las camas donde yacían las dos estudiantes que habían
sido agredidas.

─ Dudo que estas niñas tengan algo que ver con esto...─
77
─ Um... veamos. Me cuesta creer que alguien las haya atacado sin
razón alguna y que no haya una conexión entre las tres...─

─ No veo como, excepto que Jessie y Maya son dos de nuestras


mejores estudiantes y se destacaron en muchas áreas.─

─ ¿Veían a Stella fuera del aula? ─

─ No lo creo, no. Quiero decir, excepto por el club de desarrollo, pero


esto...─

─ ¿El club de desarrollo? ─

─ Es un club compuesto sólo por la élite de la escuela. Sus miembros se


benefician de clases particulares con los mejores profesores para que
puedan usar todos sus talentos. La mayoría de las estudiantes que
formaron parte de ella, son ahora todas líderes de clan.

─ ¿Quieres decir que es dentro de este pequeño círculo donde se


forman las Maestras de las pociones? ─

─ Exactamente. ─

─ ¿Y qué tema eligieron Jessie y Maya para perfeccionar recientemente?


─ No lo sé... No creerás que Stella las usó para ayudarla a hacer esas
horribles pociones, ¿verdad? ─

─ Es eso o las pequeñas habían visto u oído algo que no deberían haber
visto u oído. ─
Me dirigí a la víctima más cercana, una morena de pelo largo, de unos
18 años de edad, una cara ovalada y rasgos terriblemente exagerados.

─ ¿Cuál de ellas es? ─

─ Esta es Jessie. ─ 78

─ ¿Cuándo fue el ataque? ─

─ Hace cuatro días. ─ Suspiró.

─ ¿Has avisado a los padres? ─

─ No. Todavía no, estoy tratando de ganar tiempo.

─ Entonces mi pequeña Jessie, a ver si me dices lo que te han hecho,


─ le dije poniendo mis manos en su pecho.

Unos segundos después levanté la vista y agité la cabeza.

─ No está aterrorizada, pero no entiende lo que le está pasando. Por


otro lado, detecté en ella un olor de una energía que me suena... ─

─ ¿Conoces a su atacante? ─

Me froté suavemente la frente mientras reflexionaba.

─ En todo caso, probablemente lo he visto antes. ─

─ ¿Quieres intentarlo con Maya? ─ sugirió, estirando la barbilla hacia la


tercera cama.

─ Sí, lo haré, ─ moviéndome rápidamente hacia la rubiecita


despeinada, con la nariz ligeramente arqueada y las tan mejillas
grandes, que dominaban su rostro.

─ Esta parece un bebé, ¿cuántos años tiene?─

─ 15 años. ─
─ ¿Y ya está en el último año? ─ Maurane dibujó una sonrisa un poco
triste.

─ Maya es superdotada. Empezó a hacer sus primeras pociones antes


de poder hablar. ─
79
─ De nuevo, supongo que no avisaste a los padres. ─

─ No había necesidad de hacerlo. Maya es huérfana, vive aquí desde


que tenía 6 años, ─ explicó, su garganta apretada por la emoción.

─ ¿Has estado cuidando de ella todo este tiempo?

─ La abuela y yo. ─

Um... casi borraba a Rosemary de mi lista de sospechosos...


─ ¿Por qué no me lo dijiste? ─

─ ¿Qué habría cambiado? ─ Hundiendo sus ojos húmedos en los míos.

Sostuve su mirada por un momento y luego suspiré.

─ Nada. ─

─ Así que ya ves...─

Lo que vi sobre todo, es que Maurane estaba sufriendo y que estaba


haciendo todo lo posible para no mostrarlo.
─ No la voy a incomodar mucho tiempo, ─ le dije para tranquilizarla
mientras mi poder penetraba delicadamente en el cuerpo de la niña.

Rápidamente me encontré con la corriente de energía que alimentaba la


magia y causaba una impresión de remordimiento, ira y también de
poder.

Maya no tenía miedo, pero estaba terriblemente enfadada con el que...


no... con la que le había tendido la trampa.
─ La persona que lanzó el hechizo es una mujer y Maya la conoce, ─
dije inmediatamente, mirando a Maurane.

─ ¿Tienes idea de quién es? ─

─ No, pero Maya está llena de furia. Si alguna vez logramos despertarla, 80
quienquiera que le haya hecho esto, mejor que se haga un caparazón,
porque esta niña probablemente la matará. ─

Maurane dibujó una sonrisa.

─ Siempre ha tenido un carácter bastante difícil...─ ¿En serio?

─ Sobre todo, es increíble y extrañamente poderosa para un


potioneuse. La concentración de magia que fluye por sus venas es
fenomenal. De hecho, probablemente por eso está en mejor forma que
las otras dos víctimas. ─

─ ¿Crees…crees que puedas derrotar el hechizo? ─

─ Depende de quién lo lanzó. ─

El impacto de dos pociones idénticas podía diferir de una potioneuse a


otra por la sencilla razón, de que era la magia de la bruja la que lanzaba
el hechizo, que servía como detonador del encanto. En resumen, cuanto
más poderosa era la potioneuse, más poderoso era el hechizo.

─ ¿Crees que un hechizo de neutralidad podría ayudarla? ─

Los hechizos de neutralidad bloqueaban los efectos de muchos hechizos,


pero dudé mucho de que funcionaran en un caso como este.

─ Probablemente le diste uno, ¿no? ─

─ La abuela lo hizo. ─

Casi le aconsejé que se rindiera, pero me cautivó.

- ¿Qué se arriesga con intentarlo de nuevo?


Lentamente se mordió los labios mientras reflexionaba.

─ No mucho. ─

─ Así que adelante. ─

Si me hubiera preocupado por Maya como Maurane parecía preocuparse 81

por ella, habría intentado todo para salvarla y nunca habría podido
quedarme quieta y verla sufrir sin hacer nada. Entonces, ¿cuál es el
punto de desanimarla? Necesitaba sentirse útil, muy bien. De todos
modos, no le haría daño.

─ Sabes que puedes ser muy amable cuando quieres. ─ Se dio cuenta,
no la engañé.

No pude evitar sonreír.

─ No tienes que adularme, Maurane, voy a atrapar a la gente que hizo


esto de todos modos y sacar a estas niñas del coma, ─ dije en voz baja.

─ ¿Te parecería raro si te dijera que te creo? ─

─ No, lo que me parece extraño es que puedas soportar a tu abuela. ─

Ella se rió y yo la imité hasta que la cara de desaprobación de la


enfermera Brewster, que acababa de entrar en la enfermería, nos paró
de repente y nos recordó la triste realidad.

─ ¿Quieres que te acompañe? ─ preguntó Maurane.

─ No te molestes, conozco el camino, − meneé la cabeza.

Unos momentos después bajé las escaleras y crucé corriendo el parque


para llegar a mi coche. Esperaba que me ayudara a calmarme y a calmar
la rabia que se elevaba en mis entrañas. El hombre o la mujer que había
atacado a estas dos niñas inocentes, merecían un destino muy doloroso
que me aseguraré de infligirle, pero no eran el único responsable. El Alto
Consejo para la Magia de las Poteneuses también tenía una gran parte
de la responsabilidad. Y no menos importante.
¿Cómo pudieron estas malditas brujas atreverse a quedarse con el
Grimorio después de todo lo que había pasado? ¿Qué? Si yo hubiera
estado en su lugar y Akhmaleone me hubiera privado no sólo de mis
guías sino también de una gran parte de mis poderes, no habría
guardado el objeto de mi desgracia, habría entendido la lección. ¡Pero 82
estas brujas no podían ver más allá de la punta de sus narices! Peor aún,
les robaron las fórmulas que ahora circulaban, desaparecieron y yo no
tenía idea de por qué habían sido robadas, cuántas personas estaban
involucradas y cómo serían utilizadas.

Como sea, no sabía nada. Nada excepto que si ocurriera una tragedia,
eliminaría una por una a las brujas del Alto Consejo de la Magia,
quemaría el maldito Grimorio en honor a mi Diosa y liquidaría a
cualquiera que intentara detenerme.

No cambiaría mucho, pero al menos tendría el mérito de desahogarme...


Capitulo Siete

Cuando subí al coche, abrí inmediatamente la guantera, saqué un CD de


Otis Redding de él y lo metí en la radio de mi viejo coche. Por una razón 83

desconocida, "Sentado en el muelle de la bahía" generalmente lograba


relajarme y aliviar mis nervios. Y la Diosa sabía que lo necesitaba, estaba
tensa como la cuerda de un arco listo para disparar, los músculos de mi
espalda estaban tan anudados que podía sentir pequeñas bolas duras
cuando pasaba mis dedos sobre mi piel y mi pulso latía tan rápido en mis
sienes que estaba a punto de tener mi migraña.

− ¿Rebecca? ─
La imagen de Rafael me vino de repente a la mente. Estaba de pie
contra la pared en la entrada de la mansión. Su largo cabello rubio
azotaba el aire como una capa brillante y las llamas azul zafiro ardían en
sus ojos mientras me miraba fijamente.

─ ¿Si? ─

─ ¿Dónde estás? ─

─ ¿No lo ves? ─ le dije en un tono falso e inocente.

─ No, ─ has bajado tus barreras mentales lo suficiente para que yo


pueda hablar contigo y verte, pero no lo suficiente para que yo pueda
localizarte. ─
─ Acabo de salir de la escuela Sainte-Madeleine. ─

─ ¿Le pasa algo malo a Leo? ─

El vampiro había donado su sangre a Leonora un año antes y le había


salvado la vida. Desde entonces, su poder había fluido por las venas de
mi hija y se había desarrollado una relación estrecha y poderosa entre
ellos. Él era su amo y ella su infanta. Como un padre y una hija en lo que
se refiere a lazos entre vampiros. Y Raphael se tomaba su papel muy en
serio.

─ No, sólo vine a recoger la lista de los útiles escolares que faltaban, ─
mentí.
84

─ Entonces, ¿qué está pasando? ─

Sólo usaba nuestro enlace telepático en caso de emergencia. Esto sólo


puede significar dos cosas: que nos enfrentamos a un nuevo problema,
que entre nosotros era bastante habitual, o Clarence había delatado la
historia de las pociones prohibidas, y luego.....

─ Tendré que cancelar nuestra cita de esta noche y marcharme por


unos días, ─ respondió. ─ ¿Puedes pasarte por aquí? Necesito hablar
contigo.─
Oh, oh.....

─ ¿Problemas? ─

Una sombra pasó sobre su magnífico rostro y oscureció su delgada y


translúcida piel durante un momento.

─ Más o menos. ─

─ Estaré en tu casa en diez minutos. ─

─ Nos vemos pronto, dulzura. ─

Rafael tenía 2.500 años, nervios de acero y probablemente era una de


las criaturas sobrenaturales más poderosas y aterradoras de la tierra. Así
que si él estaba tan molesto y preocupado como lo sugería el vínculo
que compartía con él, yo tenía algunas serias razones para estar
preocupada.

Esta impresión se confirmó rápidamente cuando llegué a la casa de


Rafael y me encontré con una nueva barrera blindada, vallas
electrificadas y una docena de hombres con uniforme militar y armados
con semiautomáticas.

─ Hola señora, ¿su nombre por favor? ─ preguntó un tipo


increíblemente grande con la cara quemada por el sol y la barbilla
cuadrada a través de la ventana del auto. 85

─ Kean, Rebecca Kean, ─ le contesté, descifrando en su mente la


energía de los cambiadores.

Este tipo era obviamente un hombre lobo, probablemente un


mercenario, como todos los demás.

No necesitaba usar mi poder para entender, por su forma de moverse y


su mirada fría y vagamente distante, que no estaba tratando con niños
del coro, sino con guerreros experimentados. Por un momento, pensé
que la situación debía ser aún más preocupante de lo que pensaba.

─ ¿Capitán? ─

El hombre lobo se volvió hacia un hombre moreno, no muy alto, de ojos


azules marino y pelo rizado, y le hizo señas para que se acercara.

─ ¿Rebecca Kean? ─ le preguntó.

─ Ella está en la lista, ─ contestó el hombre moreno, mirándome


fijamente.

Su energía apenas había tocado mi piel cuando salté.

Un león Alfa. Este tipo con un físico normal era un león Alfa. Lo menos
que podemos decir es que sabía cómo ocultar bien su juego.

Asentí al jefe y observé cómo se abría lentamente la valla, sin quitarle


los ojos de encima al capitán mientras se alejaba hablando por su
transmisor. Desde el comienzo de la guerra, vampiros y demonios habían
estado atacando a los más poderosos cambiantes. Los leones alfa,
aunque pocos en número, estuvieron entre las primeras víctimas. Habían
sido prácticamente diezmados en ataques suicidas contra sus clanes.
Incluso había oído que, debido a la falta de reproductores, ningún león
alfa había nacido durante casi un siglo y que sólo los leones más débiles
y frágiles seguían pisando la tierra. Me alegró saber que el rumor no era
cierto y que al menos uno de ellos había sobrevivido. 86

Lo seguí con los ojos hasta que desapareció y luego conduje varios
cientos de metros hasta la propiedad que parecía extenderse hasta
donde el ojo podía ver, frente a mí estaba una magnífica mansión
recientemente renovada.

Apenas había estacionado cuando Rafael bajó los treinta escalones de la


entrada para unirse a mí. Llevaba un largo abrigo de lana color crema
sobre pantalones de cuero y un suéter en el mismo tono. Como de
costumbre, era sobrio, elegante y de una belleza tan irreal que
prácticamente quemaba los ojos.

─ Hola, dulzura ─ dijo con voz sensual, abriéndome galantemente la


puerta.

Inmediatamente sentí su inmenso poder crepitar y el latido de mi


corazón se aceleró.

─ Hola, ─ le contesté, ignorando deliberadamente la mano que estaba


extendiendo para ayudarme a salir del auto.

Un contacto, un solo contacto y se acabó, no tendría forma de


concentrarme y él lo sabía. El efecto que este vampiro tenía en mí era
asombroso, así como la tensión sexual que había existido entre nosotros
desde que nos conocimos. Y aun así, si todo esto fuera un asunto de
feromonas y deseo, pero era mucho más que eso. Nuestros poderes se
llamaban y nuestra magia se unía como dos árboles enredados que
sacan su fuerza de la misma raíz.

─ Rebecca... dijo al acercarse tanto a mí que pude sentir la punta de su


largo cabello rubio, que ondeaba debido al viento, rozando mi piel.
─ No, ─ le dije levantando el brazo para mantenerlo alejado.

Sonrió y cruzó los pocos centímetros que nos separaban en un


movimiento tan rápido que era imperceptible a los ojos humanos, y posó
suavemente sus labios en los míos.
87
Incapaz de resistirlo, le devolví su beso a pesar de mí misma y sentí mi
cuerpo presionando instintivamente contra él como si tuviera voluntad
propia.

─ Te extrañé, ─ dijo con una voz ligeramente estrangulada. Yo


también, pero si quería ser honesta, no quería admitirlo ante él...
Acaricié suavemente el contorno de su rostro perfecto y jadeé con una
voz temblorosa:

─ ¿Entonces? ¿De qué querías hablarme? ─

─ ¿No quieres entrar primero? ─ Murmuró. Me balanceé por un


momento entre mi deseo de ir a calentarme o satisfacer mi curiosidad, y
finalmente agité la cabeza.

─ No, dime ahora mismo qué está pasando. ─

─ Rebecca, creo que sería más prudente...─

─ Raphael, dime qué estoy haciendo aquí. ─

Un rayo de desilusión pasó por sus ojos, pero asintió con gracia.

─ Muy bien, entonces trataré de ser breve. Tengo que ir a Nueva York
por orden de Mortefilis y tengo que pedirte un favor. ─

El latido de mi corazón se aceleró repentinamente.

─ ¿El Mortefilis? ─

El Mortefilis era el Alto Consejo de Vampiros, los que gobernaban. Rafael


no tenía más remedio que obedecer y responder a su convocatoria,
aunque ambos sabíamos que era una muy mala idea.
─ ¿Sabes lo que quieren de ti? ─

─ Repetir la propuesta que ya me han hecho, supongo. ─

Rafael había rechazado la oferta que le había hecho el Mortefilis de


convertirse en un Alto Consejero, pero las propuestas del Consejo, como 88
las del "padrino", no eran las que se podían rechazar impunemente...

─ ¿Crees que puedas decir que no sin ponerte en peligro? ─

─ ¿Ponerme en peligro? ─ Luego estalló en risas.

─ No veo qué es tan gracioso. No eres invencible. ─

Al menos eso me tranquiliza pensar.


─ No, nadie lo es, ─ admitió con una sonrisa.

─ Entonces, ¿por qué vas? ─

─ Hablas como una niña, dulzura. ¿Crees que porque te escondas


debajo las sábanas los monstruos no te encontrarán? ─

Sus ojos brillantes se posaron sobre mí con tanta intensidad que tuve un
escalofrío.

─ Rebecca, nadie me hará daño, al menos no de esa manera. ─

Rafael me miró con benevolente condescendencia.

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Quiero decir, que no es mi seguridad lo que me preocupa, sino la


seguridad de mi gente. Por eso te pedí que vinieras. ─

─ Adelante. ─

─ Quiero que cuides de mi clan mientras estoy fuera. ─


Le miré con asombro. — Debo recordarte que, como Assayim, es mi
deber velar por la seguridad de los clanes que se encuentran en mi
territorio, así que no veo lo que tú...

— No lo entiendes: quiero que dirijas mi clan, que ocupes mi lugar,


Rebecca. ─ 89

Abrí mis ojos, aturdida.

— ¿Quieres... confiarme a tus vampiros? ¡Pero estás completamente


loco! ─

Yo era la última persona a la que debió preguntarle algo así. Había


inscrito más chupadores de sangre en mi lista de caza que cambiantes y
lobos juntos desde que llegué a este país. Y sin el Tratado de Paz,
probablemente todavía estaría empalándolos.
— ¿Por qué?

Obviamente, no tenía ni idea de lo que me estaba pidiendo. Luchar


contra demonios o vampiros no era un deber para una Vikaris, sino una
parte integral de nuestra personalidad. Y aunque mi actitud había
cambiado, si ahora podía controlarme y mi odio visceral hacia ellos había
disminuido mucho, no había un día, ni una hora, en la que no necesitara
asumir la responsabilidad de no resbalar.

─ Raphael, soy una bruja de guerra, mato vampiros, no los cuido. ¡Sólo
un loco no podría entender eso! ─

─ Y sólo un loco no confiaría esta tarea a una compañera como tú ─


respondió suavemente.

─ Sabes perfectamente bien que no soy...─

─ Llevas mi marca, nuestra magia y nuestros cuerpos están unidos,


¿verdad? ─
Al unir accidentalmente nuestros poderes, Rafael me había marcado
como su compañera y yo llevaba una flor de lis en la parte inferior de mi
cuello para demostrarlo. Pero los efectos de esta unión fueron muy
diferentes de los que las marcas solían crear.

─ Rafael, sabes perfectamente bien que no soy "realmente" tu 90

compañera, ─ le señalé.

Un brillo de fría ira destelló en sus ojos.

─ Sí, lo eres. Desde el día que aceptaste que te reconozca como tal
frente a los Mortefilis y a mis hombres. ─

Michael, el padre de Leonora, el más poderoso de todos los vampiros


europeos, había aterrizado unos meses antes para recuperarme. Para
privar a Michael de cualquier posibilidad de reclamarme, Rafael no tuvo
más remedio que declarar a los Mortefilis que yo era su compañera y
que él me había marcado. Pero el vampiro nunca pareció tomar en serio
esta historia.

─ Conoces perfectamente las razones por las que lo hicimos, sabías


perfectamente que era una estratagema. ─

─ ¡No a los ojos de mi gente, Rebecca! Te seguirían al infierno, si se lo


pidieras...─

Abrí los ojos.

─ ¿Por qué no les dijiste la verdad una vez que Michael se fue? ─

─ ¿Qué querías que les dijera? ¿Que la magia de las marcas no funciona
contigo? ¿Que eres tan peligrosa y poderosa que no puede funcionar?
¿Has pensado en lo que ocurriría si el Mortefilis se entera de que le
mentimos y que no puedo controlarte? ─

Uh.... desde esa perspectiva, tal vez no era una buena idea....
─ No, maldición, Raphael... ¿cómo demonios se supone que voy a
reaccionar a eso? ─

Me dio una sonrisa tan encantadora que perdí un par de latidos.

─ Asume la responsabilidad hasta que regrese, Rebecca, guíalos y 91


protégelos. ─

─ Raphael, soy una Vikaris y no me has transformado... tus hombres


nunca aceptarán mi autoridad. ─

─ Te equivocas, no dudarían en besar el suelo por el que caminas si se


lo pides, ─ me contradijo tranquilamente.

La situación se estaba volviendo muy rara, incluso para mí...


─ ¡Esto es absurdo! ─

─ Para ti tal vez, pero mi gente piensa que nuestro vínculo me permite
controlarte y que eres uno de los luchadores más aterradores que han
conocido. Confían en ti, en tu devoción por mí y en tus habilidades. ─

─ No creo que sea capaz de... no. Pregúntale a otra persona,


necesariamente tienes hombres a quienes delegar esta tarea cuando te
vas de viaje, ¿verdad? ─

─ Eso suele ser así, pero la situación se ha vuelto bastante "complicada"


en los últimos días, dulzura...

Sí, tan complicado que pensó que tenía que contratar a un grupo de
guerrilleros felices para protegerse...
─ ...así que tengo que hacer otros arreglos. ─

─ ¿Disposiciones contra qué? ─

─ Pues contra los Mortefilis, ¿quién más? ─

Sonrió con una sonrisa despreocupada, pero yo sabía perfectamente lo


molesto que estaba.
─ Crees que el Alto Consejo va a organizar un ataque contra tu gente
mientras estás fuera, ¿no? ─

─ Tengo que considerar esta posibilidad. ─

─ ¿Pero por qué harían algo así? ─ 92

─ Tomar como rehén a mi gente, amenazar con matarlos, les daría un


poder sobre mí que durante mucho tiempo han intentado obtener. ─

Ouch...... Si la amenaza viene del Alto Consejo, entonces todo esto


estaba fuera de mi jurisdicción. Estaba atada de pies y manos...
─ Vale, ¿pero eso no explica por qué quieres convertirme en una niñera
de vampiros cuando sabes que no puedo involucrarme en conflictos
entre un Alto Consejo y los miembros de su especie? ─

─ No podrías hacerlo como un Assayim pero tendría todo el derecho si


aceptaras asumir tu papel de....

─ ...compañera y líder interino del clan, ─ concluí. Está bien, lo


entiendo...

No me gustó, pero tenía razón. No podía proteger a sus vampiros contra


los Mortefilis como un Assayim, la ley me lo impedía. Y si convertirme en
una especie de "reina vampiresa" y morder el nudo era la única solución
que tenía para salvarlos, ciertamente no iba a negarme. Pero la píldora
no era fácil de tragar.

─ ¿Cuántos de tus vampiros viven actualmente en la propiedad? ─

─ Cincuenta y siete. ─

─ ¿Qué hay de afuera? ─

─ Ochocientos sesenta y nueve. ─

Perdí un latido o dos.

─ ¿Cuántos? ─
─ Ochocientos sesenta y nueve. ─

─ ¿Los creaste todos? ─

─ No. Sólo una parte. En cuanto a los otros, digamos que he forjado
muchos lazos a lo largo de los años con vampiros, a veces jóvenes de mi 93
linaje, cuyos amos han sido asesinados, muchos de ellos me han jurado
lealtad....

En pocas palabras.... lideraba un verdadero ejército... así que no era de


extrañar que los miembros del Mortefilis insistieran tanto en hacerlo uno
de los suyos, ya que representaba una amenaza real para su
autoridad....
─ No esperarás que cuide de ochocientos sesenta y nueve hombres,
¿verdad? ─

─ No. Sólo los que están aquí. Me llevo a mi guardia personal conmigo,
así que sólo quedarán los más débiles. ─

La guardia de Rafael estaba compuesta por unos diez guerreros, todos


ellos con experiencia en combate. En resumen, no eran el tipo de
oponentes a los que me gustaría enfrentar.

─ ¿Los más débiles? ─

─ Los más jóvenes, si lo prefieres. ─ Suspiré.

─ Digamos que acepto - es decir, digamos - ¿cuánto tiempo se supone


que tengo que ocuparme de ello? ─

─ Mi viaje no debería durar más de una semana. ─ ¿Una semana? Um,


no era la muerte.....
─ Está bien, acepto, pero no puedo garantizar que si me ponen de los
nervios de punta, los encontrarás a todos enteros. ─
─ Mientras se mantenga dentro de los límites de lo aceptable, no veo
ningún problema, ─ respondió con ojos brillantes de malicia. Le pediré a
Héctor esta noche que prepare habitaciones para Leo y para ti. ─

− De acuerdo. ─
94
─ También me gustaría tener una lista de toda su gente y sus papeles
aquí y que nombres a Héctor para que me represente cuando duerma.

Abrió sus hermosos ojos claros, sorprendido.

─ ¿Quiere que mi mayordomo te ayude? ─ Héctor parecía un sirviente


inglés. Estirado, un poco atascado y dotado de un sentido del humor
"irónico" que me encantaba, este vampiro de 200 años nunca se dejaba
desconcertar y sabía observar a los demás y captar el más mínimo
detalle mejor que nadie.

─ ¿Por qué no? Es organizado, inteligente, me hace reír y no necesito


recordarme constantemente que no tengo derecho a matarlo. ─

─ Supongo que debería sentirse halagado. ¿Algo más? ─

Negué con la cabeza.

─ No. Pero me gustaría saber más sobre los mercenarios que conocí en
la entrada. ─

─ He contratado a los mejores que he podido encontrar, dejaré sus


referencias y archivos en mi escritorio, puedes consultarlos. ─

─ Bah...

─ ¿Qué? ─

─ Realmente no confío en la gente que está acostumbrada a vender sus


servicios al mejor postor, me parece demasiado arriesgado. ─
─ Y tienes razón, pero no esta vez. Su capitán me debe una deuda de
gratitud y es un hombre de honor. ─

─ ¿Es tan bueno? ─

─ Sí. ─ 95

─ ¿Qué hay de esa deuda? ¿Puedes contármela? ─ Raphael dibujó una


sonrisa.

─ Jencco tenía sólo 7 u 8 años cuando valientemente irrumpió en la


casa donde yo estaba con la firme intención de matarme.

─ ¿Y? ─

─ Y se las arregló para decapitar a dos de mis guardias antes de que


pudiera intervenir. Cuando descubrí que era sólo un niño, maté a los
otros seis hombres a cargo de la seguridad esa noche y lo dejé ir. ─

Podía entender eso. Rafael y este niño nacieron guerreros, hombres que
merecían ser respetados, sin importar de qué lado estuvieran.

El niño había demostrado un talento increíble para matar a dos vampiros


adultos y el vampiro había apreciado su determinación y su valentía en
su justo valor.

Probablemente yo hubiera hecho lo mismo.

─ Me alegra ver que eres capaz de mostrar misericordia a un enemigo.


─ A un niño, ─ dijo. Sí, eso pensaba también...

─ ¿Por qué no me presentas a este pequeño prodigio? ─

─ ¿Curiosa? ─ Dibujé una sonrisa.

─ Intrigada...

─ Agárrate a mí, dulzura -dijo, levantándome brutalmente en el aire.


─ ¡Oh, no! Sabes que le tengo miedo a las alturas y lo odio, ─ gemí
mientras el viento helado me golpeaba la cara.

─ Sólo tomará un segundo. ─

Sobrevolamos la propiedad y vimos una forma a lo lejos, a lo largo de 96


una valla cubierta de nieve.

─ Te lo advierto, cuida tu aterrizaje, ─ le dije a Rafael, estrechando mis


brazos alrededor de su cuello.

─ Tus deseos son órdenes, mi señora ─ dijo, besándome en la frente


antes de aterrizar suavemente en la nieve, a pocos metros de un hombre
que nos daba la espalda.

─ ¿Capitán Jencco? ─

Inmediatamente reconocí al león Alfa con los ojos azules y el pelo rizado
que había visto antes.

─ Buenos días, señor ─ dijo, caminando hacia nosotros con un paso tan
flexible que casi se podría pensar que estaba bailando.

─ Capitán, vine a presentarle a mi compañera, Rebecca ─ dijo Raphael


tan pronto como el cambiante llegó a nuestra altura.

Un brillo de asombro se iluminó en los ojos del cambiante, pero él sin


embargo, respondió en un tono neutro:

─ ¿Cómo está usted, señora? ─

─ Rebecca estará a cargo de la casa mientras yo no esté y cuento


contigo para que sigas sus órdenes como si fueran mías. ─

El león frunció el ceño.

─ Con el debido respeto, señor, ¿cree que eso es muy sabio? Quiero
decir, su esposa es humana y dudo que tenga el entrenamiento para
guiarme a mí y a mis hombres. ─
Mi magia escondía mi verdadera naturaleza de otras criaturas
sobrenaturales. Incapaz de sentir mi poder, generalmente pensaban que
era humana. El capitán Jencco, como león Alfa que era, no era una
excepción a la regla....

─ Se equivoca en ambos sentidos, Capitán. En primer lugar, no soy en 97

absoluto humana, y en segundo lugar, soy el Assayim de este estado,


por lo que soy muy capaz de dirigir o coordinar una defensa o incluso un
ataque si es necesario, ─ rectifiqué con dureza.

Por un segundo, pareció, sorprendido, e inmediatamente retomó la


expresión neutra y fría que parecía estar acostumbrado a mostrar.

─ No estoy seguro, señora, verá, somos soldados, como su marido, y


trabajamos en equipo, así es como somos efectivos. Probablemente eres
muy buena matando o capturando gente, pero estás acostumbrada a
actuar sola, sin nadie bajo tu mando, y eso cambia mucho. ─ Allí, marcó
un punto...
─ Mis hombres confían plenamente en mi compañera, capitán, igual que
yo, ─ dijo Raphael secamente mientras un rayo amenazador pasaba a
través de sus hermosos ojos. ─ Si tienes algún problema con eso... ─

Lo interrumpí inmediatamente.

─ Ponme a prueba. ─

Los dos hombres se volvieron inmediatamente hacia mí.

─ Pues sí, ponga a prueba mi poder, Capitán. Atáqueme, ─ le propuse


con una sonrisa.

─ Rebecca, te prohíbo que le hagas daño ─ gritó Rafael en mi cabeza.

─ ¿Me lo estás prohibiendo? ─

─ Sí. Necesitamos a Jencco de una pieza . ─

─ De acuerdo, no tengo intención de dañarlo de todos modos. ─


Sus sensuales labios se enderezaron con una extraña sonrisa y luego
miró fijamente al león cambiaformas:

─ Adelante, haga lo que le pide mi esposa, capitán ─ gritó en tono de


suficiencia.
98
El león Alfa abrió los ojos, una comprensible expresión de duda pasó
sobre su cara y luego asintió y comenzó a cambiar.

El increíble poder que fluía a través de cada poro de su piel me oprimía y


aplastaba mi pecho causando un hormigueo muy desagradable a lo largo
de mi espalda.

─ Impresionante, ─ sonreí al monstruo que estaba frente a mí.

Rugió, listo para saltar, cuando una repentina ráfaga de viento cayó
sobre él, obligándole a retroceder. Puso las garras en el suelo, intentó
resistirse, pero yo aumenté la presión y lo detuve en su camino. Estiré el
brazo y giré la mano rápidamente en el sentido de las agujas del reloj,
causando una especie de torbellino que lo atrapó inmediatamente en el
cielo. Y lo arrojó violentamente contra un árbol que con el choque lo
arrancó casi por completo. Hubo unos segundos de vacilación y luego vi
al león levantarse, rugir de rabia y correr hacia mí como un tanque en
las líneas enemigas.

─ Más bien como un capitán enojado, ─ le comenté a Raphael.

─ Despacio, Rebecca, despacio, no olvides lo que te dije ─ me recordó


con firmeza.

─ ¡Oh! ¡Qué aguafiestas puedes ser a veces!─ dije antes de lanzar otra
ráfaga que lo levantó cinco metros del suelo y luego lo envió bailando
contra un gigantesco arce que instantáneamente se partió en dos en el
lugar donde había aterrizado.
Inmediatamente caminé hacia el león que ya se había enderezado y
grité, envolviendo mi boca alrededor de mis manos para hacer un
megáfono:

─ Podríamos empezar este divertido juego de nuevo, pero me temo que


al final este magnífico parque acabará devastado ... ─ 99

Obviamente, a mi oponente no le importó y empezó a correr hacia mí de


nuevo a una velocidad que casi me sorprendió. Estaba a pocos metros,
con la boca abierta y las garras listas para golpear, cuando
instintivamente levanté la mano y la dirigí hacia él.

─ ¡Rebecca! ¡No! ─

Raphael empujó al león a un lado, absorbió la bola de energía que se


estrelló sobre su pecho como si no pasara nada, y luego se volvió hacia
mí. Sus ojos lanzaban relámpagos y los perfectos rasgos de su rostro
estaban congelados en una aterradora máscara de piedra.

No es bueno, realmente no era bueno...


─ Pensé que te había prohibido que le hicieras daño, ─ dijo con voz
plana y monótona.

¿Qué demonios? Se libró de eso, ¿no?


─ ¡Oh! ¡Está bien, no vas a convertirlo en una víctima tampoco! Fue
una descarga ligera, no lo habría matado.─

Su poder me abofeteó tan fuerte que mi rodilla se estrelló contra el


suelo.

─ ¡Para, Raphael, para ahora mismo!─

El poder que emanaba de él era tan denso que apenas podía moverme.
Estaba entumecida.

─ Novia tu altanería, dulzura... Creí haberte dejado todo muy claro al


contarte todas las cosas buenas que pensaba sobre el Capitán Jencco.

─ A riesgo de decepcionarte, mi ataque fue sólo un reflejo, no una
forma de provocarte. Así que relaja un poco la presión ¿de acuerdo? ─
Rugí.

Una sonrisa cruel deformó ligeramente sus labios llenos.


100
─ ¿Qué? ¿Quieres que te libere? ─

Solo el tono de su voz contenía tanta energía que no podía evitar


temblar, pero apreté los dientes y continué.

─ La presión. ¡Ahora mismo! ─

Un brillo blanco bailaba en sus ojos, una señal de peligro.

─ ¿Capitán? ─

Me di cuenta de que el león alfa había recuperado su forma humana y


que estaba completamente desnudo en la nieve y escuchando nuestra
conversación.

─ Puedes irte ─ dijo Rafael con los ojos fijos en los míos.

─ Sí, señor. ─

El cambiante me lanzó una mirada medio inquieta, medio divertida,


sonrió y luego desapareció discretamente sin dejar vestigio.

─ ¿Qué te pasa? ─ Pregunté después de comprobar que se había


alejado lo suficiente.

─ El capitán Jencco está bajo mi protección, como todos los demás


aquí. No dejaré que los maltrates sin razón, Rebecca ─ dijo en tono
helado.

Provocar al gran, terrorífico y despiadado Rafael no era una buena idea


y, para ser honesta, era incluso una muy mala idea, pero su actitud de
macho me había hecho enojar tanto que no me importaba.
─ Como te dije, esa no era mi intención. Y si tienes tan poca confianza
en mí, ¿por qué me pediste que cuidara de tus preciosos súbditos? ─

─ Eres frustrante...─

Si él esperaba que me disculpara, estaba lejos de ser... 101

─ ¡Y tú eres un bastardo arrogante que cree que puede darme órdenes!


¿Con quién crees que estás tratando, vampiro? ¿Con una de tus
marionetas? ─

Agarró mis caderas con firmeza y me atrajo tan brutalmente contra él


que me dolió.

─ No me desafíes, Rebecca, o te arrepentirás, ─ dijo con un rugido


justo antes de aplastar sus labios contra los míos y dejar que su poder
nos inundara y me atravesara de lado a lado.

Mi magia respondió inmediatamente a la suya y empezó a arder a su


vez. Pronto, me sentí devastada por un deseo tan feroz que tuve la
impresión de que todo mi cuerpo había empezado a arder.

─ Suéltame, ─ susurré, recogiendo el poco control que me quedaba.

Si sólo hubiera sido el deseo físico, no habría sido muy difícil de superar,
pero era como si algo mucho más poderoso, mucho más fuerte nos
estuviera abrumando. Mi poder necesitaba el suyo como un ser vivo
necesita respirar.

─ Tu aliento, tu piel, tu cuerpo, tu jodido carácter y tu corazón me


pertenecen, dulzura, ─ dijo tan posesivamente que sentí el ritmo de mis
latidos enloquecer. Y si tú eres mi marioneta, yo también soy la tuya....

Me moría de ganas de rebelarme, de decirle, de meterle el dedo en el


ojo y darle una bofetada, pero la pasión salvaje que podía ver en su cara
de Apolo me lo impedía. Oh, Dios mío..... Era serio, tan absolutamente
serio que a pesar de todo estaba empezando a entrar en pánico.
Cuando nos conocimos, el vampiro no había experimentado la más
mínima emoción en diez siglos. Pero él había cambiado. La magia lo
había cambiado. Gracias a ella, recuperó su capacidad de experimentar
sentimientos que creía haber olvidado hace tiempo.

El dolor, los celos, la ira, la pasión, ya nada le era ajeno. Pero aún no 102

estaba segura de sí felicitarme o no.

─ La magia es tan real como tú o yo, mi amor, y no importa lo que la


haya desencadenado, mis sentimientos por ti nunca cambiarán, nunca,
ni los tuyos por mí. ─

─ Eres... ¿cómo te atreves a asumir lo que siento? ─

Se rió y luego levantó suavemente mi barbilla.

─ Nunca asumo nada, cariño, lo sé. ─ Cerré los puños, furiosa, cuando
de repente sentí su poder descender a lo largo de mi columna vertebral
y sus dedos radiantes deslizarse suavemente sobre mi cuello.

Lloriqueaba de placer a pesar de mí misma y una mirada cruda y


primitiva invadió repentinamente sus ojos tan azules y brillantes como
un cielo de invierno.

─ Siempre eres tan presuntuoso...─

Una extraña sensación se apoderó repentinamente de mi bajo vientre


mientras su magia tocaba mis partes más íntimas, como si una mano
metafísica se hubiera deslizado en mis bragas.

─ Siento tu humedad fluir entre tus piernas, mi amor, ─ susurró.

Estaba furiosa conmigo misma, furiosa, por responder a sus caricias


cuando debí haberlo matado y desmembrado, por atreverse a decir lo
que acababa de decir. Y para colmo, la furia impotente que me había
invadido parecía disolverse a cada segundo...
─ No, ─ me quejé, luchando por no temblar de placer, mientras me
frotaba aún más íntimamente contra él.

─ Y si dejas de pelear, ─ dijo burlonamente mientras yo intentaba


evitarlo una vez más.
103
─ Nunca. ─

Apretó la mandíbula y luego me levantó literalmente del suelo.

─ ¿Qué... qué estás haciendo? ─ Suspiró.

─ Apaciguar tu deseo y el mío antes de que nos vuelvas completamente


locos, ─ dijo en tono de suficiencia.

─ Corrígeme si me equivoco, ¿no estábamos discutiendo? ─

─ Terminaremos más tarde, por ahora, tengo otras ideas en mente, ─


dijo con una sonrisa chispeante.

Cinco segundos más tarde, me estaba acostando en su cama.

─ Raphael...─

─ Shhh.... me amonestó mientras abría suavemente la cremallera de mi


abrigo, y luego puso sus labios firmemente, casi violentamente, contra
los míos, volviendo a prender en fuego a todo mi cuerpo.

Un momento después, había olvidado mi furia contra él. No sabía cómo


lo hacía, pero cada vez que peleábamos, era lo mismo: se las arreglaba
para molestarme hasta el punto de que no podía recordar al final, las
razones que nos habían llevado a gritarnos el uno al otro. Peor aún,
sospechaba que había provocado deliberadamente algunos de nuestros
enfrentamientos, sólo por el placer de verme gritar. Nadie se atrevía a
contradecirlo directamente, yo era la única persona de su entorno que se
atrevía a rebelarse contra sus decisiones durante siglos y parecía
francamente divertirle.

─ No es un juego.... yo ─ jadeaba mientras él me desvestía.


Su poder era como un latido en mi cuerpo. Deslicé mis dedos por su
largo cabello dorado y miré dentro de sus ojos.

─ Eres tan tierna, tan suave...

─ ¿Suave? ─ Dije, sorprendida. 104

─ ¿Por qué crees que te llamo "dulzura"?─ preguntó, enrollándonos en


la cama.

─ Pensé que era pura ironía. ─

─ Rebecca, ¿recuerdas cuando nos conocimos? ─

No era probable que lo olvidara. Acababa de descubrir por casualidad un


cadáver en medio del bosque, una mujer joven asesinada por un
vampiro. Raphael me había sorprendido en la escena mientras venía a
limpiar y a esconder las pruebas del crimen cometido por su
subordinado. Ese día, me asustó y pensé que no me dejaría salir viva.

─ Sí, pero no es el más agradable de mis recuerdos contigo, ─ dije.

─ ¿Ni siquiera cuando te abracé? ─ Estaba demasiado asustada para


haber apreciado realmente este contacto que parecía más un equilibrio
de poder que un abrazo....

─ Estaba demasiado asustada. ─

─ Y aun así, no te resististe. Te quedaste quieta, tu cálida y suave piel


contra mi pecho...

─ Hasta que te alejé con mi poder...─ me burlé.

─ Tu olor me volvía loco, estaba borracho, como un recién nacido ... ─

Los jóvenes vampiros se distraían por el olor de la sangre humana que


actuaba sobre ellos como una especie de droga, pero este fenómeno
desaparecía después de unos cien años.
─ Quieres decir que te quebraste... bueno, que te atraje desde la
primera vez que nos vimos... ─ Dije, con los ojos abiertos de par en par
por la sorpresa.

─ Tan pronto como te toqué. ─


105
No podía creerlo. Rafael era tan sensible y cálido como una serpiente de
cascabel en sus malos tiempos y las mujeres eran la menor de sus
preocupaciones.

─ Pensé que no sentías nada. ─

─ Nada excepto el placer que me daba la suavidad de tu piel. Fue la


primera sensación que tuve gracias a tu contacto, y la más violenta.
Habría hecho cualquier cosa para poder acariciarte y sentirte
abandonada en mis brazos. ─

Y habría hecho cualquier cosa por verlo desaparecer en llamas ese día.
Concebí una vaga culpa por ello. Fue una estupidez, sobre todo porque
la cuestión ya no se planteaba hoy en día. Sólo con la idea de perder a
Rafael, sentía a mi corazón desgarrarse.

-─ Bésame, ─ dije, mientras mis ojos se fijaban en sus anchos


hombros, en su vientre plano y musculoso.

Su aliento fresco, su boca firme, posesiva y apasionada me hizo dar


pequeños gemidos y su mirada se llenó repentinamente de un sinfín de
emociones mientras mis manos caminaban sobre su espalda, el hoyuelo
en su cadera y acariciaba implacablemente su piel de una blancura
resplandeciente.

─ Rebecca...

Su rostro era tenebroso, oscuro, poderoso y bello. Tan aterradora


perfección que me intimidó.

-─ ...sabes que nunca dejaré que me dejes, ¿verdad? ─


─ Lo sé. ─

La posesión absoluta que pude ver en sus ojos no me dejó ninguna duda
al respecto. Y no me importaba.

─ Y si otro hombre alguna vez decide tocarte...─ 106

Puse mi dedo en sus labios.

─ Cállate. ─

El deseo que emanaba de él inundó repentinamente la habitación con un


aura de sensualidad. Respiré profundamente, mordiendo mi labio inferior
y de repente sentí como su cabeza se deslizaba sobre mi pecho. Sus
dientes mordieron suavemente la punta de mis pechos que se elevaron y
colapsaron al ritmo de mi respiración que se estaba acelerando. Mis
piernas se estiraron mientras bajaba suavemente su mano y la introducía
delicadamente entre mis muslos. No hundió los dedos a pesar de mis
expectativas, sino que tocó todos los lugares sensibles hasta que
prácticamente le rogué.

─ Raphael, por favor. ─

─ No. ─

─ Raphael...─

Mi cuerpo estaba ardiendo como si fuera consumido por un fuego


interior lleno de frustración. Un líquido caliente se derramaba en las
manos de mi amante que se obstinaba en seguir haciéndome sufrir y
disfrutar del deseo que me atormentaba.

─ Yo decido, ─ dijo en tono firme.

─ Sí, ─ suspiré.

─ Dilo. ─
El océano de su vaporoso cabello me cubría y me fundía en sus ojos
donde se veía la voluntad dominante de verme ofrecida y
completamente sumisa.

─ Tú decides, ─ me rendí, consciente de que él era la única persona en


el mundo que podía hacerme mendigar, la única que también podía 107

llenar el vacío que me devoraba y el hambre que tenía.

Estremecida, con la respiración entrecortada, empujé mis uñas en su


carne color luna mientras hábilmente sumergía sus dedos en mí y su piel
de mármol se moldeaba sobre la mía.

Pronto, mi cuerpo fue sacudido por espasmos, como si estuviera


hirviendo.

─ Raphael...

─ Pídeme. ─

─ Por favor. ─

Su columna vertebral se arqueó suavemente, me agarró el pelo


arrancándome un ligero gemido y me penetró violentamente mientras
gritaba complacida.

─ Sí... otra vez...─

Encarceló mis dos brazos por encima de mi cabeza y sentí su miembro


endurecerse y expandirse más dentro de mí con cada golpe, como para
llenar cada parte de mi intimidad y colmarla completamente. Ya no tenía
dignidad, me retorcía y meneaba, me agitaba, le incitaba a alimentarse,
a saciar la sed que secaba su alma y multiplicaba nuestro placer.

─ Me gusta verte así...─ respiró con una voz espasmódica.

De todos los vampiros que conocí, Rafael era el único que mantuvo el
reflejo respiratorio durante tanto tiempo. Por lo que fue bueno para él...
─ ¿Qué? ¿Sin restricciones? ¿Sin modestia? Adicta a ti como tus
antiguas esclavas... ─ suspiré entre gemidos.

─ No. Mía, en todo el sentido de la palabra.─

Sus colmillos atravesaron mi carne, se embriagaron en mi cuello, aspiró 108


mi esencia y su poder, blanco, claro y frío como el hielo, de repente
comenzó a brotar y vibrar por todo mi cuerpo, acentuando el gozo que
sentía hasta el punto de impedirme respirar.

Cada sorbo, cada trago que Raphael tomaba causaba un orgasmo y me


hacía gritar.

─ Por favor, continúa...─

Mi cuerpo estaba extremadamente tenso.

─ No. ─

─ Raphael...─

─ Baja tus defensas mentales...─

─ Es demasiado arriesgado...─

─ ¿Todavía tengo que recordarte quién decide? ─ preguntó con una


astuta sonrisa.

El halo blanco que lo rodeaba se unió a la neblina rubí de mi poder y


nuestras energías entrelazadas tomaron la apariencia de dos dragones
bailando frenéticamente en el cielo. Dos dragones rugientes y
monstruosos, apareándose frenética y salvajemente. Cuando el más
joven de ellos comenzó a gruñir de éxtasis y dolor, la embriaguez de la
magia se derramó repentinamente sobre nosotros como una cascada.
Ondulante, resbaladiza, brillante, penetró mi piel tan violentamente que
tuve la impresión de que mi cuerpo se dispersaba en miles de células de
energía. Inmediatamente me aferré a Rafael, a su carne, para anclarme
en este mundo y luchar contra el vértigo que me hacía temblar, pero fue
una causa perdida. Mis barreras mentales fueron bajadas, estaba
desprotegida, incapaz de luchar contra el flujo de extraños destellos que
ahogaban mi espíritu y lo arrastraban brutalmente fuera de mi cuerpo
para fundirle en el cuerpo de mi amante. Grité de miedo cuando la
realidad y mi lucidez se desvanecieron y de repente me sentí proyectada 109
esta vez hacia un lugar sombrío, una habitación, una cámara con
paredes frías y heladas, tan brillante como los diamantes. En el centro
había una especie de cama de cristal donde yacía una mujer
desconocida de increíble belleza. Inmediatamente pensé en La Reina de
Hielo que leí cuando era niña. Su largo cabello rubio estaba bien
extendido a su alrededor, su vestido largo y blanco le daba una
apariencia virginal y su piel pálida, tan delgada que parecía azulada,
revelaba la magnificencia de sus rasgos. Me quede cautivaba mirándola
durante mucho tiempo, cuando las hojas de la puerta se abrieron de
repente. Rafael, vestido con una larga túnica de piel blanca y pantalones
de piel torpemente curtidos, caminaba descalzo sobre el suelo congelado
con un largo y extraño cuchillo colgando de su cadera.

La expresión de su rostro era de una tristeza tan terrible, tan dolorosa


que apenas podía respirar.

─ Debes perdonarlo, mi amor...─ sopló la encantadora criatura con una


voz tan dulce como una caricia.

─ Te abandonó, madre ─ dijo Rafael, arrodillado a su lado.

─ ¡Su madre! ─

─ Los dioses no abandonan, se van, pierden la noción del tiempo y la


fugacidad de la existencia mortal. ─

¿Un dios? ¿Qué dios? ¿Estaba delirando por la fiebre o algo así?
─ Déjame tenerte cerca de mí...─

─ No. La inmortalidad es una carga que mi corazón no puede


soportar.─
─ ¡No me pidas que te deje morir, por favor! ─

─ No te rebeles, deja que tu alma atormentada se calme...─

─ ¿Me estás pidiendo que me rinda? ─

─ No, te pido que tengas la sabiduría de aceptar el camino que el 110

destino me ha trazado, ya que nada puede cambiarlo...─

Lágrimas de sangre rodaban por las mejillas de Rafael, manchando su


vestido blanco.

─ No dejaré que te sometas a reglas que la propia Akhmaleone no


parece respetar...─

─ Está anclado en mi corazón, en mi alma, no puedes...─

Un grito estruendoso rompió repentinamente el hielo, dislocó toda la


habitación que me rodeaba, y antes de que entendiera lo que estaba
sucediendo, de repente me sentí como si me hubiera evaporado.

─ ¡Rebecca, detente! ─

Los ojos de Rafael estaban a menos de un centímetro de los míos y tenía


mis mejillas en sus manos. Abrí la boca pero la cerré de nuevo, incapaz
de hacer ningún sonido.

─ ¿Qué te pasa? ─ preguntó en tono ansioso.

Agité la cabeza y miré hacia otro lado.

─ Rebecca, háblame, por favor...─

─ ¿Sabías eso? ¿Sabías lo que podría pasar? ─ Le pregunté con una


voz que no reconocí.

─ ¿Cómo puedes siquiera suponerlo? ─ Rugió con voz ronca.


Sus ojos y su cabello eran tan blancos como la nieve, irradiaba tinieblas,
muerte y oscuridad. Y mi sentido del olfato me gritaba "atención
peligro".

─ Entrar en tus recuerdos de esa manera... fue... intenso y aterrador.─


111
Volteó la cabeza.

─ ¿La has visto? ─

─ Sí, era hermosa, realmente muy hermosa, ─ le dije en un tono de


admiración, ─ te pareces mucho a ella. ─

Llamas de ira brillaron en sus ojos.

─ Ella eligió morir. ─

─ Lo sé. Lo siento. ─

─ Ella me amaba, pero eligió dejarme. Por su culpa. ─

─ ¿Tu padre? ─

─ Sí. ─

─ ¿No quieres hablar de ello? ─

─ No. ─

Rafael siempre había sido muy discreto con su pasado, como yo, y a
pesar de sus dones nunca había buscado penetrar en mi jardín secreto o
abusar de sus poderes para desentrañar mis misterios.... Mejor aún,
nunca me había hecho ninguna pregunta, ni siquiera cuando descubrió el
monstruo que yo albergaba en mi interior. Debería, no, debí haber sido
capaz de imitarlo.

─ Entonces no digas nada. ─

Pasé mi dedo por encima de sus labios y no pude evitar pensar en la


suntuosa mujer que lo había engendrado. ¿Quién era ella? ¿Cuál era el
lugar mágico donde vivía? Y sobre todo, ¿quién era el padre de Rafael y
por qué hablaba de él como de un dios? Tantas preguntas que me
quemaban los labios y que probablemente nunca podría formular.─
¿Tienes hambre? Oigo tu estómago retumbar, ─ se dio cuenta cuando
abrió la puerta del minirefrigerador que había instalado junto a su cama 112
para que yo pudiera comer.

Eran las 2:00 de la tarde y no había comido nada desde el desayuno.


Asentí con la cabeza.

─ Absolutamente. ¿Sabía Héctor que iba a venir? ─

El mayordomo se aseguraba de que me sintiera perfectamente cómoda


en cada una de mis visitas y mostraba un celo sorprendente.

─ No, pero siempre te prepara un plato diferente cada noche y lo pone


en la nevera, por si acaso...─

─ Me encanta tu mayordomo. ─

─ Le diré que aprecias sus servicios. ─

─ ¿Estaba ya en este negocio cuando lo transformaste? ─

─ En efecto. ─

─ Tienes una manera curiosa de reclutar a tu personal, ─ me di cuenta


cuando dejé mi tenedor.

─ Suenas casi como si fueras un vampiro en el Club Med...─

─ ¿Club Med? ─

─ Sí, la cima, la panacea, ─ le expliqué. Él sonrió.

─ No, no lo es. Pero admite que no sólo hay desventajas conmigo...─

─ Discúlpame, pero no voy a postularme para eso. Estar encerrada bajo


tierra durante el día, no comer comida sólida, no volver a ver el sol... y
ni siquiera estoy hablando lo que conlleva tu nuevo trato: morir. ─
Se rió mientras cubría a medias el timbre de mi teléfono móvil que había
empezado a sonar en el bolsillo trasero de mis jeans. Puse mi plato en la
mesita de noche, estiré mi brazo y agarré mis pantalones torpemente
antes de pegar el dispositivo a mi oreja.

La voz de mi interlocutor parecía entrecortada y preocupada. 113

─ Será mejor que vengas aquí. Y rápido. ─

─ ¿Beth? ¿Qué está pasando? ─

Beth Mattison era a la vez mi mejor amiga, una licántropa y mi jefa de


departamento de la universidad.

─ Acabo de matar a un tipo en tu oficina. ─

No sabía lo que había hecho en mi vida pasada ni por qué el destino se


empeñaba en seguir poniendo obstáculos en mi camino, pero no habría
tenido nada en contra de un pequeño descanso, o algo así, como para
variar...

─ ¿Por qué en "mi oficina”? ¿La tuya no te pareció que era


lo suficientemente espaciosa? ─

─ ¡Rebecca! ─

─ Está bien, de acuerdo. ¿Algún testigo? ─

─ No. ─

─ Estoy en camino. ─

─ ¿Rebecca? ─ explotó cuando estaba a punto de colgar.

─ ¿Si? ─

─ Tráete lo que necesites para subirlo a bordo. No tengo intenciones de


comérmelo. ─
Beth tenía un estómago increíblemente frágil para un hombre lobo y no
tenía un instinto de caza tan exacerbado como otros miembros de su
especie.

Pero, sin embargo, no era por eso menos peligrosa y sus trastornos
digestivos y su alta selectividad en materia alimentaria, no presagiaba en 114

absoluto su capacidad para decapitar a un adversario o desmembrarlo


cuando se veía obligada a hacerlo.

─ Vale no te preocupes. ─

Apenas había puesto mi teléfono en la cama cuando me volví hacia


Raphael.

─ ¿Escuchaste eso? ─

─ Sí. ─

─ Me temo que no podré terminar mi comida. ─

─ Beth dijo que este tipo estaba muerto, ¿verdad? Entonces, ¿cuál es la
prisa? ─

─ No quiero que uno de mis estudiantes encuentre un cadáver, podría


dañar mi reputación. Además, la universidad acaba de cambiar la
alfombra. Voy a tener que reponerla, ─ comenté en tono molesto.

─ ¿Cuánto tiempo te llevará? ─

─ No tengo ni idea. No sé quién es ni por qué lo mató Beth, ─ le dije,


levantándose lentamente.

─ ¿Entonces no volverás antes de que me vaya? ─ Un destello de


desilusión brilló en sus ojos y, por un momento, la idea de decepcionar a
Beth cruzó por mi mente. Quería decirle que cerrara la oficina con llave y
arrojarme en los brazos de Raphael. Pero bueno, no había que bromear
con eso.
─ No lo sé, haré lo mejor que pueda, pero si no nos volvemos a ver,
quiero que me prometas que te cuidarás, ─ declaré muy seriamente,
mientras me vestía.

Nunca pensé que un día temería por él, pero lo hacía. Era irracional, lo
sabía, Rafael era tan poderoso, que nada parecía poder amenazarlo 115

seriamente, pero era más fuerte que yo. Tenía una bola en el estómago
que me hacía querer gritar. Frunció el ceño.

─ ¿Te estás poniendo sentimental, dulzura? ─

─ No, soy práctica. Si algo te pasa, me quedaré con tus vampiros por el
resto de mi vida. ─

Se rió y me tiró una almohada, que se estrelló contra la puerta del


dormitorio cuando la cerré.
Capítulo Ocho

Apenas salí del auto sentí la mordedura del frío. Cerré la puerta, ajusté
los lados de mi abrigo y puse la capucha sobre mi cabeza. Luego caminé 116

hacia los escalones que conducen al vestíbulo principal de la universidad.

─ Buenos días Sra. Kean, ─ me saludó amablemente Stephen, uno de


mis estudiantes, un moreno alocado y encantador, al encontrarme en el
pasillo.

Yo lo saludé mecánicamente.

─ Buenos días Stephen.

Me moví rápidamente hacia el pasillo mientras la nieve se derretía en mi


ropa y dejaba pequeños charcos de agua por todas partes.

Las oficinas de los profesores estaban situadas en el ala derecha del


edificio frente a las de la administración, en la parte menos frecuentada
de la universidad. La mía estaba al final de un laberinto de pasillos y
tenía la única puerta con un código de seguridad (un pequeño regalo de
bienvenida de Beth, que parecía que no pintaba nada en el clima
tranquilo de esta facultad).

─ Soy yo, ─ susurré al llegar.

─ Ya era hora, ─ dijo Beth mientras abría tan poco la puerta que tuve
que meter el estómago y retorcerme para entrar.

Escudriñé la habitación con mis ojos y noté que las sillas estaban
volteadas, el paquete de copias se extendía por el suelo, y una cabeza
humana, desprendida de su cuerpo, estaba sobre la alfombra.

─ Podrías haber tenido cuidado con la pintura, acaban de renovarlo


todo, ─ dije mientras levantaba el pedazo de carne ensangrentada por
el pelo.
─ Fui cuidadosa. Ni siquiera nos transformamos. ─ En ese caso, no se
equivocaba, si ella o su oponente hubieran luchado en su forma animal,
no sólo tendría problemas con la pintura o manchas de sangre, sino
también con la albañilería.

─ ¿Lo conoces?, ─ preguntó ella, mirándome de cerca. 117

Aunque nunca lo había visto en su forma humana, los indicios de energía


flotando sobre él dejaron pocas dudas en mi mente: sostenía entre mis
dedos por el pelo a Wallace, el cambiante gorila con el que Clarence y yo
habíamos peleado el día anterior, el mismo que se suponía que él debía
rastrear.

─ Eso sería mucho decir. Acababa de conocerlo. ¿Cómo te deshiciste de


él? ─

─ Se lo metí en el corazón, ─ dijo, enseñándome el abrecartas que


tenía en mi escritorio, ─ y luego le arranqué la cabeza. De esa manera,
estaba segura de que no se levantaría de nuevo. ─

Miré al cielo.

─ ¿Creíste que estabas en la noche de los muertos vivientes? ¡Este tipo


era un cambiante, no un zombi, Beth! No se iba a levantar después de
que le clavaste un abrecartas de plata en el corazón. ─

Las hojas de plata eran fatales tanto para los cambiantes como para los
hombres lobo. Especialmente cuando llegaban a los órganos vitales.
También causaban quemaduras desagradables cuando entraban en
contacto con su piel, lo que explicaba el olor a carne quemada que
emanaba de la mano derecha de Beth.

─ Bueno, ¿qué? ¿No eras tú la que siempre me dice que nunca se


puede ser demasiado cuidadoso? ─

─ Sí, pero en fin, uh... oh, olvídalo...─


─ ¿Qué ocurre? Si no te conociera, diría que estás molesta por la
muerte de este tipo. ─

Eso era en parte cierto. Ahora que Wallace estaba muerto, no podía
hacerle más preguntas sobre las acciones de Stella Stevic o sobre lo que
había ido a buscar en el apartamento de la potioneuse en medio de la 118

noche.

─ No, no es eso. Pero debo admitir que me hubiera gustado interrogarlo


antes de que fueras tras él. En fin, le arrancaste la cabeza. No voy a
hacer un gran problema de esto. ─

─ Lo siento, Rebecca, ─ se disculpó inmediatamente. Me encogí de


hombros. De todos modos, ya no había nada que pudiéramos hacer al
respecto.

─ Bueno, olvídalo y dime cómo fue. ─

─ De una manera muy sencilla. De hecho, iba de camino a la oficina del


profesor Mac Lean cuando lo olí. Me acerqué y vi que la cerradura de la
puerta estaba rota, así que pensé que este tipo no quería hacerte daño y
entré para deshacerme de él. ─

— ¿Así? ¿No estabas armada? ─ Le dije un tono de reproche.

─ De acuerdo, lo admito, estaba un poco nerviosa. Tuve una pelea esta


mañana con Khor y... de todos modos, necesitaba desahogarme. ¿No me
digas que eso nunca te pasó? ─

Khor era un cambiante león y amante de Beth desde hace un par de


meses. Vivían su aventura en la clandestinidad por temor a que los
licántropos se enteraran y la castigaran severamente por elegir a un
compañero fuera de la manada.

─ Sí, ─ contesté, ansiosa por no molestarla. ─ ¿Pero por qué estabas


segura de que este tipo quería matarme? ─

─ Es una cuestión de probabilidades. ─


─ ¿Probabilidades? ─

─ Sí. No hay nada que robar aquí y eres la persona más odiada de la
ciudad, sino de todo el estado. A la mayoría de la gente le gustaría verte
muerta y he conocido a mucha gente que lo ha intentado, así que tenía
un 99,99% de posibilidades de no equivocarme. ─ 119

No sabía si reír o empezar a llorar.

─ Vale. ¿Y no te preguntaste por qué abrió mi armario y revisó todos


mis cajones? ─

─ No. Sólo creo que quería asegurarse de que no había ningún arma. ─

O tal vez estaba buscando algo específico. Si ese fuera el caso, puede
que ya haya estado en mi apartamento....

─ De todos modos, no tenía por qué estar aquí. ─

La miré detenidamente, sorprendida por su tono vengativo, y de repente


me di cuenta de que no había peinado sus bonitos rizos rojos, ni
escondido sus pecas bajo una base de maquillaje. Tampoco llevaba
puesto uno de sus elegantes y muy chic trajes que solía llevar, sino un
par de vaqueros y un suéter manchado. Sus ojos estaban como si
hubiera pasado horas llorando.

─ ¿Seguro que estás bien? ─ Estaba preocupada. Inmediatamente


sacudió la cabeza.

─ No. ─

No sabía por qué se había peleado con su bello y exótico amante, pero la
furia en sus ojos y el tipo muerto y mutilado que yacía en el suelo eran
pistas indiscutibles de que debía ser bastante serio.

─ Entonces, ¿por dónde empezamos? ─ dijo ella, observando al


cadáver con una mirada de asco.

─ ¿Trajiste una sierra? ─


─ ¿Una sierra? ─

─ Incluso en dos pedazos, este tipo nunca cabrá ahí, ─ me hizo notar,
mostrándome las bolsas.

─ Pues, contaba contigo un poco para... eh...─ 120

─ Ya veo como es. ¿Eso está bien para ti? ─ dijo en un tono
ligeramente ácido mientras le arrancaba las piernas a Wallace del cuerpo
y las blandían con furia.

Sin duda, ella estaba muy enojada...


─ Perfecto, gracias, ─ respondí al abrir el cierre de la primera bolsa.

─ ¿Qué hay de los brazos? ¿Qué hacemos? ─

─ Oh, creo que deberían ser capaces de entrar, ─ dije, poniendo ambas
piernas en filas escalonadas.

─ Sí, bueno, ¡asegurémonos! ─ Gruñó. Inmediatamente oí un crujido


de hueso y un sonido de carne desgarrada.

─ ¿Estás segura de que no te vendría bien hablar? ─ Pregunté,


mirándola un poco sorprendida.

─ ¿Para decirte qué? ─

La miré a los ojos y crucé los brazos como señal de espera. Ella suspiró.

─ De acuerdo, bueno, ya que quieres saberlo todo, Khor me engañó. ─

Oh, oh...
─ ¿Estás segura de eso? ─

─ Sí. Ese bastardo me lo dijo anoche. ─

─ ¿Te dijo que se enamoró de otra persona? ─

─ No, me dijo que me amaba y que había cometido un error. ─


─ Oh bien, entonces todo está bien...─

─ ¿Qué? Pero me rompió el corazón, no tienes ni idea de cómo me


siento, ni idea de cómo...─

─ VALE, OK, OK. Bueno, si es tan malo, puedo ayudarte a vengarte. 121
Podemos castrarlo o... en fin podemos encontrar algo que te haga sentir
mejor. ¿Me pasas la cabeza, por favor? ─

─ ¿Lo dices en serio? ─

─ Sí. Pero si lo prefieres planeamos algo para la chica y...─

─ Siempre es así de simple para ti, ¿no? Matamos a los que nos hacen
daño y nos molestan ¿y el problema está resuelto? ─ se quejó, cogiendo
la cabeza de Wallace del escritorio.

─ Pues.... esa es la idea, sí...─

─ ¿Eso es lo que harías con Rafael si te engañara? ─ Preguntó ella,


metiendo la cabeza del gorila en la bolsa de deporte con un gesto
preciso, como si fuera una pelota de baloncesto.

─ Deja a Raphael fuera de esto, ¿quieres? ─ Ladré.

─ ¿Por qué? Después de todo, está mucho tiempo fuera, no sabes lo


que hace cuando no estás con él y...─

─ ¡Raphael no es Khor, Beth! Y aunque tuviera una aventura, no creo


que dejaría que me destroce...─

Aunque...
─ ¡Lo dices porque no estás enamorada de él! ─

─ No, lo digo porque estoy demasiada ocupada para perder el tiempo


lloriqueando por tonterías. ─

Me amenazó con la mirada mientras lamía sus manos manchadas de


sangre.
─ ¡No estoy lloriqueando! ¿Dónde pusiste los productos de limpieza? ─

─ En el bolso, a tu lado. Y si lloriqueas ─ Le dije, frotando las manchas


de sangre en la pared mientras ella agarraba el quitamanchas para
alfombra que había traído conmigo en una de las bolsas.
122
─ ¿Y no podías comportarte solo una vez, como las chicas de verdad
hacen en vez de regañarme? ─

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Bueno, podrías pasar horas consolándome, diciéndome que tengo


derecho a dejar a ese hijo de puta, que me merezco algo mejor que eso
y que...─

─ ¿Cómo en las películas? ─

─ Sí. ─

─ Te advierto, si realmente quieres que haga ese tipo de tonterías,


probablemente voy a tener que emborracharme, ─ le dije, viéndola
frotar la espuma blanca que cubría las salpicaduras con tanta energía,
que pronto vería un agujero en la alfombra.

— ¡Bien! ¡Eso no te ha pasado en mucho tiempo! ─

─ Sigue así y tu mano atravesará el suelo, ─ le advertí con una


sonrisa.

Me miró con furia y de repente se echó a reír:

─ ¡Oh, mierda! ─

─ Creo que deberías relajarte un poco. ¿Qué dirías si te pidiera que


vinieras a Glam's conmigo el sábado por la noche? ─

Glam's era el club nocturno de Rafael, el lugar de encuentro de todas las


criaturas sobrenaturales. Esperaba ser capaz de obtener alguna
información, llegar a conocer los últimos rumores, en resumen, probar la
temperatura ambiente.

─ ¿Me estás invitando a salir? ¿Tú? ─

─ Necesitas sacártelo de la cabeza y yo necesito relajarme, así que me 123


parece apropiado. ─

─ Vendido. ─

De repente sentí que una energía felina se acercaba lentamente al otro


extremo del pasillo e inmediatamente apunté mi Beretta a la puerta.
Beth ya se había enderezado, con la nariz en el aire y las garras afuera.

─ Es tu puma, ¿le pediste que viniera? ─

Asentí con la cabeza.

─ Sí, lo llamé en el camino antes de llegar, ─ desbloqueando el hechizo


de cierre que había lanzado en la cerradura.

Clarence se paró en el rellano por menos de un segundo antes de que


Beth lo dejara entrar.

─ Sr. White, ─ le saludó ella cortésmente.

─ Sra. Mattison, ─ contestó con la misma cortesía, mirando mi


escritorio.

Sus ojos se detuvieron en la pared y la alfombra aún húmeda y luego se


volvió hacia ella con una amplia sonrisa.

─ Rebecca me dijo que tenías un invitado del que querías deshacerte.


Con sus jeans viejos y una chaqueta de cuero negro demasiada ligera
para la temporada, cuyas mangas levantadas dejaban entrever los
agresivos tatuajes dibujados en sus antebrazos, se parecía más a un
gorila de un club nocturno o a un asesino en serie, que a un empleado
de una funeraria.

─ Es Wallace, Clarence. Beth lo mató cuando se dio cuenta de que


estaba registrando mi oficina, ─ le dije en un tono sombrío.
124
─ ¿Y lo hizo usted sola, Sra. Mattison? ─ ¿No me sorprendí cuando
miró a Beth de forma dudosa?

─ Sí. ─

─ Eh pues bien, porque era un tipo duro. ─

─ Yo también soy dura, Sr. White, ─ le contestó con los ojos


entrecerrados. ─ Y estaba de muy mal humor. ─

─ Bueno, eso no ayuda a nuestro negocio, ─ suspiró decepcionado al


mirarme.

─ Como dices, ─ suspiré a coro.

─ ¿Qué se supone que debemos hacer ahora? ─

Sabía que no sólo hablaba del momento presente, sino del resto de
nuestra investigación. Acabábamos de perder una pista seria y sentí que
lo estaba angustiando.

─ Cargamos el cadáver en el auto y lo hacemos desaparecer, luego


rastreamos las llamadas que hizo y recibió en su celular, tal vez
encontremos para quién trabajaba, ─ le respondí poniéndome el abrigo.
Barrió la habitación con los ojos y frunció el ceño.

─ Vale, ¿quieres que me lleve exactamente cuál bolsa? ─

─ Ambas. ─

Me lanzó una mirada interrogante.

─ Como te dijo Beth, estaba de muy mal humor, ─ me encogí de


hombros.
─ Ya veo. Bueno, nos vemos muy pronto, Sra. Mattison ─ dijo,
levantando una bolsa en cada mano.

Ella asintió hacia él y abrió suavemente la puerta.

─ Sé buena y no mates a nadie más, ─ le aconsejé antes de seguir a 125


mi ayudante.

─ ¿Por qué? ¿Habrá consecuencias? ─ bromeó.

─ No. Pero si lo haces de nuevo, te las arreglarás para enterrarlo tú


sola.

─ Eres dura, ─ respondió irónicamente.

Miré al cielo, apreté los labios para no reírme y salí tan dignamente como
pude. Esta chica era definitivamente imposible…
Capítulo Nueve

126

La manera más fácil de deshacerse de un cadáver era picotearlo, pero a


pesar de mis súplicas, no había sido capaz de convencer al puma de que
lo haga. En resumen, habíamos tomado el largo camino que nos lleva al
valle de Winooski para enterrarlo (con el suelo congelado tanto como yo
lo quería, iba a dejar que Clarence cavara, sólo para hacer que quisiera
jugar con su boca, no pero…)

─ Este gorila idiota estaba tan seguro de sí mismo que no borró el


rastro de sus llamadas, ─ observó el puma rompiendo por primera vez
el silencio que se había establecido entre nosotros durante veinte
minutos.

Estaba mirando el teléfono celular del cambiante gorila y anotando en su


cuaderno una lista de números.

─ Necesitamos el nombre de su empleador lo antes posible. Si le das la


lista a Ronald, nos dirá a quién pertenecen estos números. Y dile que
eche un vistazo a las llamadas enmascaradas, ─ le dije, frenando en
una encrucijada.

Ronald Travers era un chamán que trabajaba en la policía. Solía pedirle


algunos favores durante mis investigaciones. Discreto y secreto, como
todos los chamanes, el teniente era sin embargo extremadamente
efectivo.

─ Ya puedo decirles que la mayoría de las llamadas de Wallace fueron a


Albany, ─ gruñó.

─ ¿Crees que trabajaba para alguien allí? ─


─ Lo que pienso no importa porque Albany está en el estado de Nueva
York, así que está fuera de nuestra jurisdicción. ─

─ ¿Ah, sí? ─ Me reí.

Inmediatamente se volvió hacia mí. 127

─ Prefiero advertirte de inmediato, Rebecca, si Vladimir se da cuenta de


que andas por su territorio sin su permiso, será un desastre. ─

Vladimir era la antigua mano derecha de Clarence. Fue promovido por el


Directum del estado de New York poco después de que el puma
renunciara. Por lo que yo sabía, los dos hombres se habían mantenido
en contacto y se llamaban de vez en cuando.

─ Bueno, le pediremos uno. ─

─ Se negará. Ningún Assayim se arriesgará a dejarte entrar en su área


con tu reputación, ─ suspiró mientras se guardaba su teléfono en el
bolsillo.

─ En ese caso, nos las arreglaremos sin él. Mira, no tiene sentido hacer
planes sin saber adónde nos llevará el rastro, ¿de acuerdo?─

Nerviosamente pasó su mano sobre su cabeza afeitada y asintió.

─ De acuerdo. ¿Cómo te va con Stella Stevic? ¿Has visto a Maurane?─

─ Stella Stevic ha estado en coma durante dos semanas. ─

─ ¿Qué? ─

Le conté en detalle lo que había descubierto mientras hablaba con las


potioneuses, pero no le conté sobre el grimorio y las pociones
prohibidas.

─ ¿Así que aceptaste reemplazar a Stella Stevic mientras investigas lo


que está pasando en la escuela? ─

─ Sí. ─
─ Bueno, te deseo valor. Un potioneuse no es pan comido, pero ni
siquiera puedo imaginarme cómo es toda una manada de estas malditas
hembras. ─

En realidad, yo no estaba más entusiasmada que él. Manejar una horda


de adolescentes con problemas hormonales era como entrar en una 128

arena4: te parabas con miedo en tu estómago y rezabas para poder


hacerlos avanzar sin ser corneada.

─ Bueno.... no puede ser peor que mis estudiantes universitarios, ─


dije en un tono de falsa confianza.

─ ¿Quieres apostar? ─

Sonreí sin responder.

─ ¿Tu hija sabe de esto? ─

─ No. Pretendo decírselo más tarde. ─ Se rió.

─ No me gustaría ser tú. ─

─ ¿Por qué? ─

─ ¿Te imaginas lo que es para una niña tener a su madre enseñando en


su escuela? ─

No, admito que no pensé en eso. Pero realmente no tenía ni idea de


porque eso la molestaría.
─ No creo que tenga problemas con eso. ─ Me miró fijamente durante
mucho tiempo antes de reírse a carcajadas.

─ ¿Qué? ─ Me quejé.

─ Nada, nada... ─ se rió graciosamente.

─ ¿Qué diablos? ─
4
Arena: se refiere a la corrida de toro en Francia, donde solo juegan con el toro a mano limpia solo con el
capote.
Un coche había golpeado el parachoques trasero de mi viejo Chrysler
con fuerza. Conduje varios metros por la carretera tratando de enderezar
el volante mientras el coche de nuestros perseguidores nos pasaba.

─ ¡Rebecca! Agáchate, ─ gritó Clarence, empujando mi cabeza contra


mis rodillas. 129

Lo siguiente que supe, es que una ráfaga de disparos impactaron en el


lado donde yo estaba. Instintivamente piloteé, agarré mi arma en mi
funda y abrí la puerta del lado del que acababan de disparar antes de
darme cuenta de que el auto ya había desaparecido.

─ ¿tú viste eso? ¿Qué nos están haciendo? ¿Una nueva versión del
padrino? ─ pregunté, volviéndome hacia Clarence que me miraba, su
cara pálida.

─ Rebecca, no te muevas... ─

─ ¿Qué? ─

Fue entonces cuando sentí un dolor fulgurante pasando a través de mí y


mi cuerpo se dobló por la mitad. Una corriente de adrenalina se derramó
inmediatamente en mis venas y miré sin creerlo la mancha de sangre
que estaba creciendo visiblemente en mi suéter.

─ Oh, mierda...─

Los brazos de Clarence rodearon mis hombros mientras gemía y los


puntos negros nublaban mi visión.

─ Te voy a tumbar -dijo con voz ronca. ─ Suprimí el dolor y murmuré:

─ Está bien.... va a estar bien...─

─ No, no está bien. ¡Tienes dos malditas balas en las entrañas!─

Bajé la cabeza y miré un poco aturdida la corriente roja que se filtraba


entre mis dedos y derretía la nieve bajo mis pies....
─ ¡Te voy a llevar al refugio! ─

El jefe del clan cambiante tenía un micro-hospital de última generación


instalado para acomodar a los heridos cambiaformas en el sótano de su
casa y Clarence había sido admirablemente cuidado, pero yo no era
capaz, a diferencia de él, de regenerarme. Al menos no sin magia... 130

─ No... Raphael, llama a Raphael...─

Apreté los dientes tan fuerte que me dolía la mandíbula.

─ ¿Qué demonios quieres que haga tu vampiro? No es un médico que


yo sepa. ─

Un médico habría sido inútil. Mi hígado estaba afectado. Tenía que


hablar con Raphael, hacerle prometer que cuidaría de Leonora....

─ Voy a morir, tengo que... tengo que verlo por última vez, por favor
llámalo, ─ dije mientras sentía que mis piernas se estaban debilitando
lentamente.

Escuché la voz de Clarence gritando mi nombre y luego mis últimos


vestigios de lucidez desaparecieron y me hundí en la inconsciencia.
Capitulo Diez

El sonido de su extraña y cautivadora voz vino a mí desde la oscuridad.


Traté de seguir adelante, de responderle, pero cada nuevo aliento, cada 131

vez que respiraba me hacía sentir más y más pesada y me retenía. Me


hundí hasta lo más profundo, llevada por el segador que se había
aferrado a mi alma tan firmemente como una bola a los pies de un
prisionero.

─ Está muerta, Magistrado. ─

─ No, ─ contestó el vampiro, mientras un viento lleno de energía cálida


y ligera barrió de repente mi cara. ¡Váyanse de aquí! ¡Váyanse! ─

Mis fosas nasales se llenaron repentinamente de sabores desconocidos y


dulces que lentamente se deslizaron por mi garganta y se extendieron
por mis venas. Sentí el poder de Rafael escarbando en mi cuerpo,
ardiendo para encontrar el mío, aún atrapado en la oscuridad.

─ Rebecca...─

Sentí su miedo, su angustia, su negativa a aceptar perderme. Sus


emociones parecían multiplicar su poder con cada avance y no le llevó
mucho tiempo llegar al oscuro y profundo rincón de un lugar donde
nunca le había permitido mirar. Un lugar donde el odio se mezclaba con
la destrucción y en donde ninguna luz podía filtrarse.

La bestia se despertó lentamente. Solo le llevó un momento entender


que los barrotes que le retenían como su prisionero habían
desaparecido, así como el poder de su carcelero.

¿Qué hiciste, Raphael? ¿Por qué la has liberado? Te va a matar...


Un humo negro salió de mi boca, de mi garganta y flotó sobre mí. Me
sentí como Sigourney Weaver en Alien, la Resurrección, cuando se
convirtió en la madre de una bestia extraterrestre ultra sangrienta y
sociópata que devora a toda su tripulación. Excepto que mi monstruo, no
podía matarlo ni lanzarlo al espacio.

─ Estás en peligro. ¡Ambas están en peligro, sálvala! ─ Raphael le


advirtió inmediatamente. 132

La bestia gritó y para mi gran sorpresa regresó a mi cuerpo. Y pronto


sentí que una fuerza fenomenal martillaba su magia dentro de mi alma y
cerraba el enorme agujero a través del cual mi vida se escapaba
lentamente absorbida por la nada. Su energía se entrecruzó con la que
quedaba de la mía y la alimentó con una extraña delicadeza, como si
tuviera miedo de herirla más.

Pronto, la onda vibratoria de nuestras energías acumuladas explotó en


mi cuerpo y se extendió a mis órganos deteriorados, restaurando la
carne y luego la piel como lo habría hecho el cuerpo de un
cambiaformas.

Inhalé el aire profundamente en mis pulmones y lo exhalé lentamente.


Ya no sentía ningún dolor, lo que podía ser una buena o una muy mala
señal. Instintivamente palpe mi herida, pero no sentí que fluyera ningún
líquido caliente de ella. Levanté las manos y las volteé ante mis ojos sin
ver ningún rastro de sangre.

─ Raphael...─ susurré, mirando la cara que estaba sobre mí.

─ Rebecca...─

Pequeños copos de nieve llovieron sobre los ojos inmaculados del


vampiro. Lágrimas de sangre manchaban sus mejillas. Levanté mi brazo
y suavemente acaricié sus labios con la punta de mis dedos.

─ Me has dado un susto de muerte, ¿lo sabías? ─


Su voz era un poco más áspera de lo habitual, tensa, su respiración
alterada. Su largo cabello blanco cayendo como una cortina de niebla le
daba un aire fantasmal.

─ Pensé que te había perdido...─


133
─ Lo sé. ─

─ Tú estabas....estabas...─

─ ¿Muerta? ─

─ Y ya estaba planeando ir al infierno a recogerte. ─

─ ¿Cómo Orfeo? ─

─ No. Orfeo falló. Te habría traído de vuelta, ─ dijo sonriendo.

Sonreí y en silencio, intercambiamos sin palabras todo lo que nuestros


labios no podían pronunciar, lo que nuestros corazones nunca se
atreverían a admitir.

─ Un fanfarrón...─

Se rió y de repente oí un tímido aclaramiento de garganta. Giré la cabeza


y vi la mirada aliviada y feliz de Clarence.

─ No deberías estar acostada en la nieve, te resfriarás, ─ dijo


modestamente.

Hice un movimiento para ponerme de pie e hice una mueca. La bestia no


me había curado del todo, como supuse.

Me concentré por un momento, mis manos sumergidas en la nieve y mis


uñas cavando el suelo, y pronto sentí la energía de la Tierra corriendo a
través de mí y escalofríos invadiéndome. Cerré los ojos y susurré un
hechizo de curación mientras un viento de vigor y de fuerza me
abrumaba.

Raphael sonrió a medias y me acarició la cara.


─ Vamos, te levantaré. ─

─ No es necesario. ─

─ Si lo es, ─ dijo, abrazándome suavemente.

─ Espera, primero tengo que...─ 134

Busqué mi auto con los ojos pero no pude encontrarlo.

─ ¿Dónde está el auto? ─

Sí, lo sé, fue una observación curiosa de una chica que acababa de
regresar de la muerte, pero si mi cuerpo había sido gravemente herido,
mi mente estaba perfectamente despejada, al igual que mi memoria,
que con razón me recordaba que llevaba un cadáver cuando me habían
disparado. Y no había manera de que dejara un cadáver tirado por ahí,
herida o no.
─ Me ocupé de ello mientras Rafael te trataba ─ respondió el puma. ─
Los agujeros de bala fueron lo peor.

Le sonreí aliviada mientras me guiñaba el ojo.

─ Bueno, supongo que no tienes intención de sobrevolar la ciudad a


plena luz del día, así que, ¿cómo lo hacemos? ─

─ El capitán Jencco acaba de dejar mi coche, está estacionado a


quinientos metros. Te acompaño a casa.

─ Es muy amable de tu parte. ─

Me levantó la barbilla y me miró fijamente.

─ ¿Quién te disparó, Rebecca? ─

Esperaba que Raphael no estuviera demasiado molesto para darme


un indulto o que tuviera la delicadeza de dejarme recuperarme un
poco. Obviamente estaba equivocada.
─ No lo sé, no tuve tiempo de ver sus caras, ─ contesté.

Rafael se volteó inmediatamente hacia Clarence, levantando las cejas. El


puma tragó lentamente y luego contestó:

─ Rebecca tiene razón, por ahora, no tenemos idea, pero lo 135


averiguaremos, Magistrado, se lo prometo. ─

La fría ira del vampiro era impresionante.

─ ¿Crees que tiene algo que ver con lo que pasó en Plattsburg? ─

Unos meses antes, dos cambiantes me habían disparado durante una


visita que hice a Clarence, cuando aún era Assayim del estado de Nueva
York. El puma había sido herido y nosotros habíamos matado a los
asesinos sin encontrar el nombre de la persona que los contrató.

─ Estoy segura de que no tiene nada que ver con esto, ─ le dije.

─ ¿Ah, no? ¿Beth mata a un tipo en tu oficina, te disparan en tu auto y


crees que no tiene nada que ver? ¿Por qué?, ─ preguntó con recelo.

─ Es una cuestión de olfato. ─

Sonrió, pero sus ojos reflejaban un sentimiento completamente


diferente.

─ No tuve tiempo de leer tu informe semanal, Clarence, ¿en qué estás


trabajando ahora mismo? ─ le preguntó con voz dulce mientras se
sentaba suavemente en el suelo.

Sentí que mi garganta se tensaba. Si Rafael descubría la historia de las


pociones prohibidas, todos estábamos jodidos....

─ En nada fuera de lo común, señor, ─ le mintió al hombre.

─ ¿Nada fuera de lo común? ¿En serio? ─ Gruñó con tanto poder en su


voz que Clarence se desplomó a sus pies.
─ ¿No te atrevas a mentirme, Clarence? ─ Mi mano derecha enderezó
la cabeza lentamente, con los puños cerrados pero sin poder levantarse.

─ No, señor, yo no...─

Pero de repente se detuvo y se puso las manos en la garganta. Cualquier 136


color parecía haber abandonado su cara, la piel, la carne de su cuello
parecía ondularse como bajo la presión de una mano invisible que lo
estrangulaba.

─ ¡Raphael, déjalo en paz! ─

─ ¿Tienes algún secreto que ocultarme, dulzura? No tendría problemas


en atravesar el cerebro de tu ayudante, pero puede ser doloroso, así que
si quieres contármelo...─

El poder que el vampiro ejercía sobre los demás se hacía cada día más
fuerte desde que mezclamos nuestras marcas. No sólo era capaz de
penetrar en sus mentes más fácilmente, sino también de sentir sus
emociones. Y eso apesta, realmente apestaba mucho...

─ ¡No puede hablar contigo! ¡Así que déjalo en paz! ─ Me miró con
arrogancia.

─ Yo soy miembro del Directum y él es el ayudante del Assayim, ¿por


qué no debería hablar conmigo? ─

─ Estamos llevando a cabo una investigación fuera de la autoridad del


consejo. ─

Los hermosos ojos azules del vampiro se entrecerraron.

─ Nada está más allá de la autoridad del consejo, ─ dijo en tono


escalofriante.

─ ¡Te olvidas de los asuntos internos! ─ A un miembro del Directum se


le prohíbe interferir en las investigaciones privadas que el Assayim lleva
a cabo dentro de un clan a petición del clan.
Todos los miembros del Directum, todas las especies sobrenaturales
podían recurrir a mis servicios para resolver asuntos internos sin que el
consejo tuviera que ser informado y, sobre todo, sin que éste pudiera
interferir.

Frunció el ceño. 137

─ ¿Está llevando a cabo una investigación interna? ─

─ Sí. ─

─ ¿Quién? ¿Quién te pidió ayuda? ─

─ Maurane. ─

─ Los potioneuses resuelven solos los problemas que surgen dentro de


su clan y lo sabes, ─ objetó con un tono de duda.

─ Llámala si no me crees, ─ le propuse en tono tranquilo.

Maurane no tendría más remedio que confirmar mi versión de todos


modos. Si el Directum pensaba que yo trabajaba para las potioneuses
para resolver un conflicto o un asunto interno del clan, él lo daría por
sentado y no trataría de interrogarme.

Me miró y asintió.

─ Estás diciendo la verdad. Bueno, en parte, sí...─

─ Pero siento que hay algo más. ¿Qué opina Sr. White? Dijo en un tono
mordaz mientras un poder fenomenal se construía sobre el puma, como
un águila sobre su presa y lo arrojó con la cabeza por adelante, unos
metros más lejos sobre el asfalto, en medio de la carretera.

No hay duda de ello, las crisis de autoridad entre los vampiros no tenían
nada que envidiar a las de los vikaris...
─ ¡Ya basta! ─ Grité dentro del cráneo de Raphael.
─ Me disculparás, pero no creo que eso lo decidas tú ─ respondió
bruscamente.

─ Clarence es mi asistente, no un centro de información, ─ le recordé.

─ Pero también está bajo la autoridad de la junta a la que ha jurado 138


lealtad total. Podría haberme dicho que estabas en un caso privado, pero
me mintió abiertamente. ¿Por qué? ─

─ ¿Quieres jugar conmigo?, ─ le pregunté con voz amenazadora.

Sabía que estaba actuando tan brutalmente porque estaba realmente


preocupado por mí, pero sentí el deseo irrefrenable de abrir su corazón e
introducir cenizas ardientes.

─ Esto no es un juego, Rebecca. Hay reglas y las rompió mintiéndome.


Tú, más que nadie, deberías entender eso. ─

Lo entiendo. Mi clan, el Vikaris, era un clan jerárquico, casi militar, y uno


no podía contradecir a un superior, discutir sus decisiones o
desobedecerlo sin arriesgarse a la tortura o la muerte (a veces ambas
cosas), pero eso no significaba que apreciara la forma en que me habían
tratado o cómo funcionaba el sistema.

─ Sólo sigue mis instrucciones. Maurane quería total discreción y se lo


prometí.─

Tenía una sonrisa pedante.

─ Todo esto ha terminado, es demasiado arriesgado, ─ dijo con


frialdad.

─ A mí me corresponde juzgarlo, de hecho. ─ Un rayo de ira cruzó por


su mirada.

─ ¿No quieres rendirte? ─

─ No. ─
─ Rebecca, más te vale...─

─ ... ¿o qué? Te irás al anochecer, Raphael, ¿no crees que sea un poco
tarde para discutir?─

─ No estoy discutiendo. Yo mando. ─ Me partí de la risa. 139

─ ¡Es increíble lo divertido que puedes ser cuando te pones a ello! ─

─ Rebecca...─

─ Sabes lo mucho que significas para mí, pero no lo arruines tratando


de cambiarme porque no sucederá. No me romperás y nunca me
inclinaré ante todos tus deseos, mi amor...─

─ ¿"Mi amor"? ─

De repente parecía aturdido.

─ ¿Estás tratando de endulzarme? ─

─ Funciona...─ Caminé hacia él, con la mano instintivamente apoyada


en el estómago, que me tiraba.

─ Lo dudo, ─ contestó, besándome.

─ Llévame de vuelta, por favor... Yo... Yo... Siento que me voy a


desmayar, ─ respiré.

Mi estómago seguía adolorido y, a pesar de mi milagrosa recuperación,


aún no estaba en plena forma. Miró mi rostro con cuidado y tuvo que ver
que yo era seria porque su mirada cambió abruptamente y un resplandor
de gran ansiedad se iluminó en sus pálidos ojos.

─ Espera dulzura, ─ dijo levantándome en sus brazos.

Me llevó a su coche, bajó considerablemente el respaldo de la silla


delantera y me colocó suavemente allí.
─ Me alegra de que el Capitán Jencco no trajera tu Porsche, el 4x4 es
mucho más alto y mucho más cómodo, ─ dije sonriendo mientras se
colocaba una manta caliente en mi cuerpo.

Oí la puerta trasera abrirse y Clarence se instaló.


140
─ ¿Vas a estar bien?, ─ me preguntó, ansioso.

─ Sí, mi cuerpo está sanando, es un poco agotador pero todo


debería estar bien. ─

Raphael apenas había arrancado el motor cuando me quedé dormida.


Cuando abrí los ojos, tres cuartos de hora después, estábamos frente a
mi edificio.

─ ¿A qué hora te vas? ─ Le pregunté a Raphael mientras me ayudaba


galantemente a salir del coche.

─ A las 10:00 p.m. ─

─ Raphael...─

─ Lo sé. Yo también te echaré de menos, ─ susurró, sus labios contra


mi oído.

─ Así que no te vayas...─

Me miró a la cara y sonrió suavemente mientras pegaba sus caderas


contra las mías.

─ No me pasará nada, lo prometo. ─

─ Créeme, en este caso, no estás en posición de prometerme nada...─

─ Rebecca, casi te mueres, ¿no crees que soy yo el que debería estar
preocupado por ti? ─

─ No. ─
Mis presentimientos eran raros pero siempre correctos. Sin embargo, era
consciente de que no podía cambiar nada al respecto. Ambos teníamos
que pelear nuestras propias batallas por separado, sin poder ayudarnos
mutuamente. Todos tenían que seguir el camino que el destino les había
trazado, pero el sentimiento de impotencia que yo sentía no era fácil de 141
sobrellevar.

─ Todavía estás conmocionada y...─

─ Oh, por favor, tú no. ¡No ese cliché de mierda! Soy una Vikaris,
Raphael, no sé si eso significa algo para ti, pero no estamos realmente
especializados en este tipo de demostraciones emocionales. Entonces
mejor que te tomes en serio mi advertencia, ¡es una advertencia de
bruja! ─

Me miró y asintió.

─ ¿Llamas a eso una demostración de emociones?, ─ se rió.

Su inminente partida, los riesgos a los que se enfrentaba, el miedo que


tenía de perderlo, todos los temores que creía que podía manejar y
enfrentar estoicamente habían invadido mi mente, exacerbados por la
necesidad que sentía de saberlo a mi lado. No podía negarlo.

─ Lo es para mí. ─

─ Bueno, me siento halagado. ─

─ Pero aun así vas a ir...─

─ Por supuesto. ─

─ Así que espera lo peor, porque eso es lo que va a pasar. ─

─ Estaré listo. ─

─ Más vale que lo estés. ─


Se acercó a mis labios, me besó durante mucho tiempo y luego se subió
con gracia a su coche antes de partir a toda prisa. Me quedé un
momento viéndolo alejarse, preguntándome si lo volvería a ver, y luego
me volví hacia Clarence, quien estaba mirando silenciosamente el suelo
de asfalto congelado. 142

─ ¿Nos vamos a casa? Hace frío. ─

─ Um...─ contestó sin moverse.

─ ¿Qué está pasando? ¿Tienes algún problema?─ Sacudió la cabeza.

─ ¿Clarence? ─

─ No es nada, es sólo que... no me di cuenta. ─

─ ¿Darte cuenta de qué? ─

─ Bueno, cuán serias eran las cosas entre tú y Raphael. ─ Mis ojos lo
invitaron al silencio, pero continuó.

─ Quiero decir, como todos los demás, pensé que era una simple
aventura, una historia sin sentido que terminaría algún día. Dada la
reputación de Raphael... bueno, ¿lo entiendes? ─

Era difícil no hacerlo.


─ ¿Y qué te hizo cambiar de opinión? ─

─ Cuando vio la gravedad de tus heridas, se volvió loco... él... joder,


¡ese maldito vampiro incluso empezó a llorar! Raphael, no es de los que
lloran, ¿no sé si te has dado cuenta? ─

─ Me doy cuenta perfectamente bien. ─

─ Y luego, me despidió y cuando regresé, tú... tú estabas viva, te


estabas curando como si fueras uno de nosotros. ¿Qué ha hecho? ─

Yo habría dicho ¿”cómo lo hizo”? La entidad que vivía en mis entrañas


solía ser más una maldición, un arma de destrucción que un curandero,
y no supe hasta hoy que era capaz de regenerar mis órganos
defectuosos. Ella siempre me había sido fiel desde que nací y (sus
decisiones a veces dejaban algo que desear, como sus acciones, pero
nunca me había defraudado), pero hasta ahora, ella siempre me había
parecido más una carga que llevar que un verdadero aliado. 143

─ La energía de los muertos no sana, Rebecca. ─

─ Bueno, la de él sí. ─

─ Es un cadáver, no un...─

─ ¡Cállate! ─

De repente palideció.

─ Rebecca, no me digas que realmente te enamoraste de este muerto


viviente. ─

Si me hubiera hecho esa pregunta ayer mismo, le habría contestado que


no lo sabía, que la magia me había desdibujado y que un Vikaris
generalmente no estaba aferrado a ese tipo de emociones. Pero todo
había cambiado. Me llevó un tiempo, pero finalmente entendí el
contenido y la profundidad de mis sentimientos por el vampiro. Y ya no
tenía la intención de seguir mintiendo ni a mí, ni a los demás.
─ Y sin embargo ese es el caso. ─

─ ¿Así que si no podemos resolver este caso y estalla una nueva


guerra?

Lo interrumpí inmediatamente.

─ ¡No haré nada! ¡Cumpliré con mi deber y lucharé contra vampiros y


demonios como antes! ¡No me traicionaría por nadie, ni siquiera por él,
puma, aunque me arrancara el corazón! ─

─ ¿Lo matarías?, ─ preguntó provocadoramente.


─ No lo sé, pero de todos modos, dudo que sea lo suficientemente
poderosa para que una pregunta así pueda plantearse.─

Rafael era fuerte, tan fuerte que dudaba, no sólo de que quisiera
hacerlo, sino sobre todo de que pudiera hacerlo. Y esa certeza era tan
aterradora como estimulante. Encontrar un socio de este tipo era tan 144

raro para una Vikaris como encontrar una bolsa de Chanel en promoción
al final de la venta.

─ Eso no es muy tranquilizador…

─ No. Bueno ¿Me vas a ayudar a subir las malditas escaleras o no? ─

Sonrió.

─ ¿Quieres que te lleve? ─

─ ¿De verdad quieres que te meta el puño en la cara?

Se rió.

─ ¿Qué? Él es el único que tiene derecho a tocarte, ¿verdad?

─ Eso es, vamos, muévete.─

Apenas empujé la puerta de mi edificio cuando sentí la energía


almizclada y poderosa de un cambiante león. No me molesté en
deshacerme de mi abrigo para coger mi pistola. De todos modos, no
quería derribarlo, sino verlo morir lentamente y con un dolor
insoportable.

─ ¿Qué hace aquí? ─ Rugí mientras me apoyaba en el brazo de


Clarence.

Mi poder me envolvió en una niebla tan roja como la sangre y sentí que
no habría necesitado nada para que explotara a mí alrededor.

─ Rebecca, te acaban de disparar, así que mantén la calma, ¿vale? ─


Superando mi repugnancia, asentí con la cabeza. Tenía razón, no estaba
en condiciones de enfrentarme a un cambiante ahora mismo, aunque
estaba terriblemente enfadada con él.

Frustrante......
145
Capítulo Once

─ Hola Khor ─ dijo Clarence cuando llegamos al rellano.


146
─ ¿Puedo saber lo que estás haciendo? ─ gruñí, con una mirada negra.

─ Es obvio, ¿no? ─ contestó Khor, arrodillado ante mi puerta, ─ instalo


una nueva cerradura para ti, la otra fue forzada.─

El novio de Beth me dio la espalda deliberadamente, pero yo sabía por


sus músculos tensos y sus gestos nerviosos que estaba alerta y listo para
saltar para escapar.

─ ¿Me estás tomando el pelo? ─

Lentamente levantó la cabeza, con los ojos tristes, la cara deshecha, y


dejó el destornillador en el suelo.

─ No. Vine a hablar contigo, pero cuando vi que el apartamento estaba


abierto y que le habían robado, pensé que podría serle útil mientras
tanto. ─

Lo miré fijamente y noté las ojeras profundas que le llenaban los ojos,
que su hermosa piel de ébano se había vuelto gris, que sus largas
trenzas africanas estaban sucias y mucho menos apretadas de lo normal.
Tantas pistas que me dijeron que la estaba pasando mal. Que incluso
sufría por ella.

─ No te pedí nada, sal de aquí, ─ dije, tragándome lentamente la


energía que se escurría por todos los poros de mi piel.

─ Rebecca, por favor, necesito hablar contigo. ─ Crucé los brazos


mientras lo miraba.

─ Si es para decirme que le rompiste el corazón a Beth, es inútil, ya lo


sé. ─
Clarence sonrió. Hace tiempo que sabía de la aventura entre el león y la
loba. Los pilló besándose en mi escalera. Lo desaprobaba, pero se había
comprometido a mantenerlo en secreto.

No es por eso que estoy aquí. No reírme y enviarlo lejos me costó un


poco de esfuerzo, pero me encargué de ello. 147

─ Así que ve al grano. ─

─ Tú estás herida y yo cansado, así que entremos y hablemos con


calma, ¿de acuerdo? ─

─ ¿Cómo sabes que me hirieron? ─

─ Olí tu sangre tan pronto como entraste por la puerta de tu edificio. ─

Vaya esa una gran nariz...


─ ¿Qué ha pasado? ─

─ Nada que te concierna. Vete de aquí, Khor. ─

─ De ninguna manera, tengo un mensaje para ti de Ali.

Aligarth, líder del clan de los cambiantes, era uno de los cambiaformas
más extraños y poderosos que he conocido. Los tigres blancos con
dientes de sable no recorren las calles y el ver uno en nuestra época
tenía algo cautivador e insólito....

─ Así que habla y vete de aquí. ─

─ Aquí no. No es lo suficientemente discreto, creo que vas a tener que


invitarme a entrar. ─

Khor era el segundo al mando de Aligarth, así que no podía rechazar una
audiencia sin ofender a la cabeza de los cambiadores. ¡Maldita sea!

─ ¿Y si no quiero hacerlo? ─

─ Rebecca, eres una Assayim, no mezcles trabajo y vida privada. ─


No estaba equivocado.

─ Admitirás que es difícil notar la diferencia cuando estás mirando a un


tipo lo suficientemente estúpido como para ir a confesarle su travesura a
su novia, ─ dije pasando cerca de él para entrar en mi apartamento.
148
─ Entiendo que estés enfadada conmigo, pero... ─ empezó a decir,
siguiéndome.

Suprimí la risa socarrona que se acercaba a mis labios.

─ ¿Qué estoy enfadada contigo? Khor, si pudiera matar a alguien con mi


mente, ya estarías muerto.

Rápidamente barrí la sala de estar con la mirada. Estaba claro que los
objetos habían sido movidos, pero el ladrón no había causado tanto
desorden como yo temía. No, de hecho, estaba aún mejor arreglado que
cuando me fui esta mañana.

─ Me pregunto por qué hizo las cosas tan bien...─ me dije en voz alta.

─ Él no lo hizo, yo puse los cojines del sofá y los muebles en su sitio,


también arreglé los CDs y DVDs que estaban tirados en el suelo. Luego
fui a las habitaciones para rehacer las camas y poner todo en orden. No
tuve tiempo de archivar tus papeles, pero hice un montón que dejé cerca
de la cómoda de tu habitación, ─ explicó Khor de un golpe sin mirarme.

Abrí los ojos, sorprendida.

─ Beth nunca me dijo que tenías un trastorno obsesivo-compulsivo. ¿Así


que no puedes soportar el desorden? ─

─ Muy graciosa. No, sabía que estabas en mal estado y que Leo volvería
pronto de la escuela. No quería que encontrara su casa en estas
condiciones. ─

No quise decirle que Leo no volvería a casa y que dormiría en casa de


Gordon durante unos días. No porque desconfiara de él, sabía que
cuidaba de Leo cuando Beth la cuidaba y le gustaba mi hija, sino porque
no era de su incumbencia.

─ ¿Estás tratando de ablandarme? ─

─ ¿Ablandarte? ¿A ti? ─ 149

Se echó a reír sin alegría.

─ Está bien, creo que entendí el mensaje, ─ dije de golpe, ofendida,


mientras intentaba ponerse serio de nuevo.

─ Rebecca, por favor, siéntate, necesitas descansar ─ intervino


Clarence suavemente.

Pero fingí ignorarlo. No quería mostrar ninguna debilidad frente a ese


león hijo de puta. Habría sido demasiado feliz.

─ ¿Y bien? ¿Por qué te envió Aligarth aquí? ─

─ Descubrió la presencia de tres cambiantes particularmente peligrosos


en nuestro territorio, tres hombres a los que pretende perseguir
personalmente y eliminar. Quería informarte. ─

Qué amable de su parte...


El jefe del clan cambiante no tenía derecho a eliminar a nadie, cada
ejecución que tenía lugar en el Estado de Vermont tenía que tener lugar
a través de mí, por lo que fue un tanto sorprendente que quisiera
informarme de los asesinatos que pretendía cometer.

─ ¿Por qué no les disparó a escondidas en vez de advertirme?

─ No quiere que te arriesgues a acercarte a ellos sola. Estos tipos no


son honrados, te dispararían desde lejos como lo hacen los humanos...

Una luz se encendió inmediatamente en mi cabeza...


─ ¿Por casualidad uno de ellos se llama Edmund Wallace? ─
Me miró con sorpresa.

─ ¿Cómo sabes eso? ¿Alguna vez lo conociste?

─ Lo conocí y le disparé, le dije fríamente.

No tenía intención de revelarle que fue Beth quien lo mató. Primero 150

porque no tenía derecho a hacerlo y si el Directum se enteraba, tendría


que justificarse y explicar las razones por las que había tomado la
iniciativa de intervenir en lugar de ponerse en contacto conmigo. Y
además, porque sentí que había perdido el derecho a saber lo que
estaba pasando en la vida de Beth desde que se quitaba la ropa interior
en la cama de cualquiera.

Khor levantó las cejas, sorprendido.

─ ¿Wallace está muerto? ─

─ Él me atacó, yo me defendí, ¿tienes algún problema con eso? ─

─ No, absolutamente no. Hiciste lo correcto. ─

Esperaba todo menos la aprobación de Khor. El león nunca me había


ocultado lo mucho que me odiaba y lo mucho que odiaba la forma en
que yo hacía mi trabajo. A sus ojos, yo era un monstruo. Peor, una
abominación. Obviamente no me afectaba, pero él estaba actuando muy
raro.

─ ¿Por qué de repente eres tan complaciente conmigo? ─ le pregunté


en un tono sospechoso.

Me miró fijamente con sus ojos negros.

─ Lo conocía. ─

─ ¿Lo conocías íntimamente? ─


─ Suficiente para reconocer su olor fétido desde el momento en que
entré en tu apartamento. Es tu ladrón, pero supongo que ya lo sabes...
─ soltó con una sonrisa irónica.

─ ¿Puedes hablarme de él? ─ Dije con una sonrisa


151
─ Depende, ¿puedes invitarme a una copa? ─

Por mucho que no quisiera hablar con el hombre león, no podía dejar
escapar una oportunidad tan grande de aprender un poco más sobre el
hombre gorila y Khor lo sabía perfectamente bien.

Inmediatamente le di una pequeña señal a Clarence, quien asintió


suavemente.

─ ¿Expreso o café italiano? ─ lanzó el puma antes de ir a la cocina.

─ ¿No tienes una cerveza en su lugar? ─ preguntó Khor mientras se


sentaba cómodamente en el sofá.

Un momento después, Clarence regresó con una cerveza y una Coca-


Cola que nos dio.

─ Gracias, ─ dijo Khor.

─ Entonces, ¿Wallace? ─ Pregunté.

─ Cuando lo conocí, dirigía una banda de matones en Albany. Reclutaba


exclusivamente a cambiantes que querían ganar dinero fácil y que no
tenían miedo de nada. Yo estaba un poco perdido en ese momento, aún
era la guerra, mi hermano acababa de ser asesinado y también el líder
de mi clan.

─ Entonces, ¿trabajaste para él? ─ Le pregunté, tomando un sorbo de


Coca-Cola.

─ No mucho tiempo. Sólo lo suficiente para entender que este tipo


comía en todos los establos y era capaz de matar o hacer que mataran a
cualquiera por un poco de dinero. ─
─ ¿Un asesino a sueldo? ─

─ Sí. Pero no sólo eso. También vendía secretos, obras de arte, en


definitiva todo lo que se podía intercambiar. Lo abandoné el día que
me di cuenta de que había vendido la dirección de un refugio para
niños huérfanos de hombres lobo a vampiros y que todos los jóvenes 152

habían sido masacrados. ─

Tragué grueso.

─ Entiendo por qué no me culpaste por matarlo. ─

─ Sabes, si Aligarth no hubiera querido advertirte antes de actuar, lo


habría matado yo mismo en cuanto lo hubiera visto en nuestro
territorio,─ admitió en tono cansado.

─ ¿Qué hay de Aligarth? ¿Qué razones tiene para quererlo muerto? ─

─ Si quieres saberlo, pregúntale a él, pero dudo que te responda ahora


que todo está arreglado. ─

─ No todo, no. Me hablaste de "tres" hombres, ¿no? ─

Se encogió de hombros y dijo con un tono de confianza:

─ Si Wallace está muerto, sus compañeros ya deben haberse ido. ─

─ ¿Estás pensando lo mismo que yo? ─ Me volví hacia Clarence.

Asintió con una mirada de preocupación.

─ Si estos hombres acompañaron a Wallace a la universidad, deben


haber entendido cuando te vieron salir con vida que su jefe había
fracasado. Y que probablemente lo mataste. ─

─ Sí, especialmente desde que llevábamos dos bolsas grandes que no


eran muy discretas.─

─ Así que decidieron seguirnos y esperar el momento adecuado para


terminar el trabajo que Wallace había comenzado. ─
─ Y casi lo logran, ─ dije con una sonrisa amarga.

Khor frunció el ceño.

─ ¿Estos hombres trataron de matarte? ─

─ Sí, y no estuvieron muy lejos de ello, ─ dijo Clarence. Me volví hacia 153

Khor con un suspiro.

─ ¿Sabes sus nombres? ─

─ Kevin Fox y Mike Greinberg, pero si me preguntas, no tendrás que


localizarlos. ─

─ ¿Por qué? ─

─ Ali se volverá loco cuando se entere de que estos tipos te atacaron y


va a lanzar a toda la manada tras ellos, ─ dijo, con un indicio de
desaprobación en la voz.

Lo miré, sorprendido.

─ ¿Y por qué haría eso? ─

─ Le gustas, ─ dijo, mirando hacia otro lado.

─ ¿Puedo quedarme aquí? ─

─ Yo lo preferiría. ─

Miré a Clarence, que simplemente giró la cabeza, obviamente


avergonzado.

─ No parece que estén bromeando, chicos, así que...─

─ Khor no está bromeando, Rebecca. ─ Le di una mirada incrédula.

─ Esto es absurdo. ¡Soy lo suficientemente mayor para defenderme! ─


─ No se trata de lógica, se trata de instinto de protección. Ali sabe que
eres poderosa, pero estos... ¡oh, demonios, ni siquiera deberíamos estar
hablando de esto! ─ Gritó de repente Clarence.

─ ¿Por qué? ¿Da igual que ella sepa la verdad, no? ─ le señaló
secamente a Khor. 154

─ Me gustaría entender especialmente de qué estamos hablando. Si Ali


no tiene suficiente confianza en mis habilidades de Assayim, es mejor
que lo sepa ahora, ─ susurré decepcionada.

Los dos hombres intercambiaron una extraña mirada, pero no


contestaron.

─ Ya veo, ─ dije con la garganta apretada.

─ Rebecca, ─ dijo Clarence, ─ sólo porque Aligarth te esté vigilando


indirectamente no significa que él no piense que tú no estás a la altura.

─ Está bien, Clarence, no necesito que me consuelen, ¿de acuerdo? Un


Assayim protege a los clanes, los líderes de los clanes no tienen que
proteger a los Assayim, así es como debe ser y tú lo sabes. ─

─ Rebecca, creo que no lo has entendido, ─ dijo Khor en tono de


preocupación.

─ Sí, sí, lo entendí perfectamente, dije secamente. Bueno, en vista de lo


que me has dicho, tomaré a Clarence y cazaré y acabaré con estos dos
hombres. Y dile a tu jefe que es mejor que se mantenga al margen
porque los quiero vivos y soy una chica grande, no importa lo que él
piense. ─

El hombre león se puso la mano sobre su cara con una mirada vacilante
y molesta.

─ Rebecca...─
─ Nuestra entrevista ha terminado. Agradezca a Aligarth por esta
información y transmita mis respetos. Adiós, Khor. ─

Traducción: Vete de aquí si no quieres que te mate y le diga a tu jefe


que se vaya al infierno.
155
El hombre león suspiró, asintió y luego salió sin darse la vuelta.

Clarence esperó hasta que cerró la puerta detrás de él y luego se volvió


hacia mí.

─ Bueno, ¿y ahora qué? ─

─ Ahora, ve a ver a ese policía, Travers, con el móvil de Wallace. Pídele


que rastree todos los números y que le diga al chamán que esta es una
investigación prioritaria y que es mejor que se apresure.

─ Voy. Y tú cierras las persianas, no te quedes junto a la ventana y no


salgas de tu casa hasta que atrapemos a estos dos tipos. ─

─ Así que vamos a tener que encontrarlos rápidamente porque mañana


por la mañana reemplazaré a Stella Stevic en Sainte-Madeleine y no hay
forma de que detenga esta investigación, Clarence.─

─ Déjame venir, antes de que salgas de tu apartamento, para revisar el


perímetro y ver si hay francotiradores.

Era una oferta razonable. Hubiera sido estúpido no aceptarlo.

─ Muy bien. Empiezo a las 8:00. ¿Puedes pasar por casa de Raphael y
pedirle prestado su 4X4 BMW? Dile a Héctor que es para mí, te dará las
llaves.

─ Sabes, nunca pensé que diría esto, pero ser la novia de un vampiro
parece un buen plan para una chica, ─ se mofó.

─ No es un regalo, es un coche de la empresa. Rafael me confió la


dirección de su clan durante su ausencia, ─ rectifiqué.
Abrió los ojos y se puso pálido.

─ ¿Y tú aceptaste? ¡Pero estás completamente loca! ─

─ ¿Qué? ¿Cuál es el problema? ─

─ ¿No crees que vaya a haber un pequeño conflicto de intereses? ¡Te 156

recuerdo que un Assayim debe permanecer neutral, Rebecca!─

─ Soy consciente de ello y te prometo que jefe de su clan o no, si un


vampiro cruza la línea roja, lo mataré. No tengo y nunca he tenido
favoritos, y tú lo sabes.

─ ¿Y crees que esa es la opinión de Directum? ─

─ ¿Por qué siempre quieres mezclar al consejo con nuestro pequeño


negocio, Clarence? No, de verdad, se está volviendo francamente
aburrido tu lado chupamedias. ─

─ ¿Chupamedias? ─ refunfuñó.

─ Sí, ¡chupamedias!─ Escupí con desprecio.

─ Entonces, ¿así es como me ves? ─

─ Así es como actúas, ─ le contesté. Un brillo de ira bailó en sus ojos.

─ ¿Por qué? ¿Porque no creo que pueda hacerlo todo? ¿Por qué no
rompo las reglas y no me paso de la raya? ¿Porque creo en la justicia
para todos y no me tomo por Dios, como tú?

Eso me lo merecía. Era consciente de que de vez en cuando me


comportaba como una perra engreída y arrogante, pero no podía
evitarlo.

Nos criamos desde la infancia con la idea de que las Vikaris eran
superiores en todos los aspectos a las demás especies, y aunque ya no
creía realmente en ellos hoy en día, mi actitud se vio afectada y atrajo
mucha animosidad.
─ Touchee. ─

Me tocó suavemente la mejilla sin quitarme los ojos de encima.

─ ¿Por qué siempre te metes en problemas que son imposibles? ─

─ Nací bajo una mala estrella o soy demasiado estúpida para evitarlos, 157

no lo sé, pero así son las cosas y tengo que lidiar con ello, aunque me
arruine los nervios y la salud. ─

─ Quieres decir que incluso si eso tiende a arruinar "mis" nervios y mi


"salud", ─ rectificó con una pequeña sonrisa.

─ Uh.... sí. ─

─ Sabes, Kean, realmente no eres un regalo. ─

─ Te creo, ─ admití con un triste tono de voz, mirando por la ventana


al día que ya empezaba a marchitarse.

─ Bueno, voy a ver a Travers a la estación de policía, le llevo el


teléfono, ─ dijo Clarence, agarrando su chaqueta negra cubierta de
manchas de sangre casi invisibles.

- Llámame tan pronto como tengas un nombre, ─ le indiqué a mi


segundo al mando antes de que cerrara la puerta tras él.

─ De acuerdo. ─

─ Oye, ¿Clarence? ─

Se giró lentamente presionando el botón del ascensor.

─ No escatimes en los medios que tendrás que utilizar para lograr tus
objetivos. Todos los medios a mano. ─

─ Estaba seguro de que me dirías eso, ─ suspiró mientras se alejaba.


Capítulo Doce

Tan pronto como se cerró la puerta, me acosté, haciendo una mueca en


el sofá, pensando en los acontecimientos que habían tenido lugar 158

durante el día. Empezando con mí visita a las potioneuses y las pistas


que se desmoronaban constantemente. Wallace estaba muerto, el
grimorio de las pociones prohibidas desaparecido, Stella Stevic yaciendo
en la enfermería de la escuela y sin poder hablar, Clarence aterrorizado
ante la idea de que podríamos fracasar, y los asesinos casi me matan.

Y en el lado privado, las cosas no eran más brillantes. Raphael acababa


de irse a Nueva York convocado por los Mortefilis dejándome a cargo de
su clan, Beth estaba jugando a la mujer indignada y pagando sus nervios
con mis sospechosos, antes de que tuvieran tiempo de hablar y yo tenía
un miedo mortal a quedarme dormida por temor a que Mark, mi ex-
novio demonio, manipulara mis sueños.

Aunque yo era optimista por naturaleza, habría hecho falta un


sacramento de mala fe para afirmar que era un buen día. Inusual,
aterrador, sorprendente, sí, pero no un buen día.

Debería haber tenido en cuenta eso, antes de llamar a mi hija para ver
cómo estaba y decirle que iba a reemplazar a una de las maestras de su
escuela. Ella había gritado tanto que mis tímpanos aún resonaban. «
¿Por qué me haces esto? ¡Vas a avergonzarme! ¿Por qué no estás
respetando mi privacidad? » En fin, había sido una verdadera crucifixión.
Una paliza adecuada. Al final, me quede sin culo en el que sentarme y
furiosa. Deseando refugiarme frente al televisor y olvidarme de todo.
Empezando por el deseo que tenía de estrangularla.

En resumen, había estado haciendo zapping nervioso con el mando a


distancia durante unos diez minutos cuando finalmente me encontré con
Castle. Era la mitad de la segunda temporada y la teniente de policía
Kate Beckett, una hermosa morena, estaba luchando para averiguar
quién mató a su madre mientras un escritor divertido y horripilante
corría tras ella desesperadamente.

Parece como si todos tuviéramos que soportar nuestra cruz, incluso en


los programas de televisión. Excepto que los chicos pegajosos en las
películas de ficción son mucho más encantadores y divertidos que los 159

que tengo que tratar en la realidad. Empezando con Mark y su hábito de


usar mis sueños para acosarme. Este tipo era peor que el spam,
pareciera imposible deshacerse de él. Y no iba a mejorar. Sus tentáculos
mentales se habían vuelto tan fuertes últimamente, que estaba teniendo
éxito en deslizarse no sólo en mi fase de sueño más profundo, sino
también en mis breves momentos de letargo.

─ Buenas noches, cariño. ─

Abrí los ojos para descubrir que estaba en una habitación oscura,
iluminada por candelabros, y esposada a las barras de una cama
gigantesca.

Voy a matarlo, pensé, mirando la ropa interior de cuero negro que este
retorcido me había puesto.

─ Bienvenida a casa. ─

El semidemonio de dos metros de altura, de aspecto guerrero, se rió


sacudiendo sus rizos marrones que le llegaban a los hombros y me
miraba con una sonrisa de lujuria.

─ Mark, me gustaría que dejaras de hacer esas bromas. ─

─ Tú eres la que me obliga a hacerlo, bruja ─ dijo, rozando


suavemente mi vientre.

Mi cuerpo comenzó a temblar a pesar de mí misma y sonrió con una


sonrisa sarcástica.

─ Es bueno verte a ti también...─


─ ¡Vete al infierno! ─

─ ¿Por qué siempre tienes que ser tan desagradable? ─

─ ¿Quieres que te haga un dibujo? ─

─ Quieres que te toque y aun así insistes en resistirte a mí, ¿por qué? 160

─ Estos son tus sueños, no los míos, ─ le contesté, mordaz.

─ Estos no son mis sueños, Rebecca, sino el Malaat. Reúne el


inconsciente de los seres vinculados cuando no están físicamente juntos
para que puedan satisfacer sus deseos, ─ dijo, cortando los lazos de mi
sostén con un cuchillo para liberar mis pechos.

─ Sí, claro, ─ giré mi cabeza para que no pudiera ver en mi cara el


efecto que sus caricias ligeras en mi pecho estaban teniendo en mí.

─ Sabes, un día, finalmente bajarás la guardia...─ dijo.

Me recordó a una araña en su telaraña, lista para saltar, ante la más


mínima señal de distracción de mi parte, con la esperanza de que llegara
el momento en que finalmente aceptara dejarme llevar y unirme a él,
más allá de los sueños en los que él seguía abusando de mí. ¡Puf!...

─ Sucederá, pero no antes de que te encuentre y te mate, ─ dije


fríamente.

Mark había estado desaparecido durante casi tres meses, cuando


comenzaron los sueños. Toda mi investigación para encontrarlo y
eliminarlo había sido en vano y finalmente me había enterado de que
había dejado este mundo para refugiarse en Gerle Ad, la tierra de los
demonios. El único lugar al que estaba seguro de que nunca podría ir.

─ Mi ángel, cuando vuelva a ti en persona, lo único que podrás hacer es


saltar a mis brazos y besarme. ─
El deseo que sentía por el semidemonio era increíblemente poderoso,
pero tenía algo falso, truncado, en pocas palabras artificial. Y no tenía
nada que ver con los sentimientos que sentía por Raphael. Pero dejarle
claro esto a un tipo tan obsesivo no iba a ser una tarea fácil.

─ ¿Estás dispuesto a apostar? ─ 161

Me besó tan violentamente que nuestros dientes chocaron y le mordí


brutalmente el labio inferior, que empezó a sangrar.

Inmediatamente me agarró del pelo y me hizo soltarle.

─ ¡Eres una perra! ─

─ Razón de más para no avergonzarte con mi presencia. ¡Sal de mi


mente, Mark! ─

─ De ninguna manera, ─ dijo, quitándose los pantalones.

Tiré de las esposas hasta que me arranqué la piel, pero no pude


liberarme.

─ ¡Si me tocas, te arrepentirás! ─

El timbre de la puerta me expulsó brutalmente de mi sueño y abrí los


ojos, con la mirada vacía, sin entender dónde estaba....

Una vez más, sonó el timbre y de repente volví a la realidad.

No sabía quién era mi visitante, pero en ese momento de mi pesadilla,


habría recibido a una horda de asesinos cambiantes con los brazos
abiertos. Agarré el arma que tenía bajo el cojín del sofá y sondeé la
energía de mi salvador.

─ ¿Por qué no usas tu llave? ─ Me quejé cuando le abrí la puerta a


Beth antes de volver a acostarme en el sofá.

─ Bueno, está bien, las olvidé otra vez, ¿te sientes bien? Te ves
horrible, ─ agregó mientras se sentaba en la silla frente a mí.
Como de costumbre, vestía elegante y refinada. Su traje de pantalón
marrón y camisa de seda le quedaban perfectos y su maquillaje ligero
realzaba hábilmente sus finas facciones y su piel blanca.

─ ¡Increíble capacidad de observación, Miss Marple! ─


162

Ella ignoró mi sarcasmo y continuó detallándome.

─ Y tienes un agujero en tu suéter y manchas de sangre. ─

─ ¿No se suponía que nos veríamos el sábado? ─

─ No podía dormir. Conociéndote, pensé que lo mismo era para ti y que


podías invitarme una copa, vacié el resto de mis provisiones en casa. ─

En cada debacle sentimental, Beth se emborrachaba. Era una especie de


ritual que normalmente no terminaba hasta que pasara a través de él. De
todos modos, tratar de emborrachar a un hombre lobo era casi imposible
y positivamente ruinoso.

─ Sírvete, me da pereza. ─

─ Y estás de mal humor. ¿Estás enfadada conmigo por despertarte? ─

─ No, fue muy conveniente para mí. ─

─ ¿Sabes que estás actuando raro esta noche? ─ Le sonrío.

─ ¿Qué haces aquí, Beth? ¿Por qué viniste realmente? ─

─ ¿Por qué? ¿No se me permite venir a ver a una antigua amiga? ─

─ Beth...─

Ella suspiró y luego sonrió.

─ Está bien, escuché que te hirieron, así que vine a ver cómo estabas,
¿De acuerdo? ─

─ ¿Quién te ha dicho eso? ¿Khor? ─


─ Me llamó hace media hora. Me dijo que tenías dos asesinos en tu culo
y que casi no lo logras, ─ dijo con voz ansiosa.

─ Un verdadero soplón este león, hiciste lo correcto al dejarlo.

─ Ella suspiró y se sirvió un vaso de whisky. 163

─ ¿Por qué no me lo dijiste? No te importa si dejo la botella sobre la


mesa, ¿verdad? ─

Dibujé una sonrisa.

─ No, vacíala, tengo más.

─ ¿Y bien? ─

─ ¿Y bien qué? No es la primera vez que me disparan, no voy a llamar a


la policía todas las veces. ─

Frunció el ceño sospechosamente.

─ Me dijo que te dispararon dos veces en el estómago. ─

─ Claramente exageró, ─ dije, quitándome suavemente el vendaje.

─ ¿Exagerado? Oh, ¿en serio? ¿Me estás tomando el pelo? ¿Crees que
no reconozco dos agujeros de bala? Sabes, sólo porque ya lo hayas
sanado muy bien no estoy ciega...─

No, desafortunadamente...
─ Te lo dije, no es nada. ─

─ ¿Igual que tu curación acelerada? ─ Sonreí.

─ Es un poco complicado. ─

─ ¿Complicado cómo? ─

─ Todo lo que puedo decirte es que Raphael me ayudó. ─

Ella suspiró, consciente de que no podía sacarme más.


─ De acuerdo, vamos a admitirlo. De todos modos, siempre te pasan
cosas extrañas, algún día me acostumbraré. ─

No podía contradecirla... "Extraño" era mi segundo nombre.


─ Pero sí, en un siglo o dos, ya verás, estarás harta. ─ 164

─ Todavía no. ─

─ ¿Tu asalto tiene algo que ver con el tipo que maté en tu oficina? ─

─ Creo que sí.─

─ ¿Asesinos a sueldo? ─

─ Entre otras cosas, ─ contesté lacónicamente.

─ Ten cuidado, nadie corre más rápido que una bala, Rebecca ─ dijo
en tono siniestro.

¿Por qué todos me dicen eso?


─ Me parece que ya lo he entendido, ─ dije en tono helado.

─ Eso es bueno, ─ dijo antes de terminar el último sorbo de su vaso de


whisky. ─ Supongo que no podrás dar tus clases en los próximos días.

─ No, pero le daré un certificado médico a la administración. ─

Desde la llegada de Clarence, Beth había perdido el hábito de cubrir mis


ausencias y justificarlas ante la universidad y yo sabía que no quería
volver a hacerlo. Pero no podría hacerlo de otra manera. Esta
investigación era una prioridad y aunque no me alegraba tener que
poner mi vida en suspenso, no podía hacer nada, esto tenía prioridad
por encima de cualquier otra consideración.

─ Si va más allá de unos pocos días, tendremos que encontrar otra


solución, ─ apuntó.
─ Lo sé. ─

─ Tus estudiantes te necesitan. ─

─ No hace falta decir que no tomo mi papel de profesor a la ligera. ─

─ Lo sé, pero también tengo responsabilidades hacia tus alumnos y soy 165

tu jefe de departamento, garantizo la calidad de tu trabajo, lo puedes


entender, ¿verdad? ─

Me puse nerviosa.

─ ¿Crees que debería renunciar? ─

─ ¿Es eso lo que quieres? ─

─ Sabes muy bien que no. ─

─ Así que no lo hagas, pero trata de cerrar el caso en el que estás


trabajando tan pronto como sea posible, los exámenes se acercan.─

Ella tenía razón. Estaba atrapada entre el martillo y el yunque y no era


una situación cómoda para mí, ni para mis alumnos.

─ Haré lo mejor que pueda, ─ le contesté, viéndola servirse un tercer


vaso de whisky.

─ Deberías ir más despacio, ─ añadí con tono reprobador.

─ Todavía tengo un poco de margen. ─

─ Sí, pero en ese caso, duermes en casa. ─

─ ¿Me prestas la habitación de Bruce? ─

─ Preferiría que estuvieras en la mía. Noté que Mark nunca invadió mis
sueños cuando me acostaba con alguien, como si el hecho de que no
fuera el único lo detuviera. Esperaba que la presencia de Beth me
permitiera escapar de mis pesadillas por el resto de la noche. Ella se rió.

─ Si se trata de eso, vas a tener que sacar una tercera botella. ─


─ Ja ja ja... ─ Me burlé.

─ No, en serio, ¿qué está pasando? ─

─ No quiero dormir sola, no vamos a hacer un gran problema de esto.


─ 166

Ella frunció el ceño y me miró fijamente durante mucho tiempo.

─ ¿Es por estos tipos y lo que te pasó? ─

Pudo haber sido. Regularmente coqueteaba con la muerte, pero nunca


antes había bailado con ella tan de cerca. Negué con la cabeza.

─ No, no tiene nada que ver con eso. ─

─ ¿Y entonces qué? ─

─ No voy a aburrirte con mis historias, ya tienes bastante con las tuyas.

─ Rebecca, no me estoy muriendo, he sido engañada, así que deja de


ser tan compasiva y dime qué está pasando antes de que te arranque la
cabeza. ─

Como conocía a Beth, sabía que no me iba a dejar ir hasta que se lo


contara todo, así que si tenía que confesar, mejor hacerlo ahora.

─ Es Mark. ─ Se tornó pálida.

─ ¿El semidemonio? ─

─ No puedo dormir solo porque... porque invade mis sueños. ─

─ ¿Puedes repetirlo lentamente? ─

─ Él invade mis sueños excepto...─ Interrumpí, avergonzada.

─ ¿Qué? ─
─ Mira. ─ dije, mostrando los rastros que las esposas habían hecho en
mis muñecas.

Beth jadeó de sorpresa.

─ ¿Quién te hizo esto? ─ 167

─ Él. Me atacó, Beth, usó su poder psíquico sobre mí y... oh, mierda,
¿cómo se supone que gane, en sueños que no puedo controlar? ─

Un resplandor de ira se encendió en sus hermosos ojos.

─ Estas marcas son reales, ¿estás seguro de que no te drogaron? ─

─ Ciertamente. ─

─ ¿Los demonios pueden hacer eso? Quiero decir, ¿invadir sueños y


herir a sus enemigos mientras duermen? ─

─ No lo sé. Normalmente no. Pero Mark afirma que este poder proviene
de Malaat. ─

Beth sabía lo que era Malaat y el problema que tenía con este vínculo
metafísico.

─ ¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué está haciendo esto? ─

─ Me quiere a mí. ─

Tragó, un poco inquieta.

─ ¿Qué quieres decir con " a mí "? ─

─ Quiere que sea su compañera. ─

─ Todo lo que tiene que hacer, es hacer cola como todo el mundo, ─
se burló.

Me levanté y vacié el resto del vaso de whisky que había puesto en la


mesa, mientras Beth me miraba con una mirada reprobadora.
─ ¿Hablaste con Raphael sobre eso? ─

─ ¿Para qué se vuelva loco, encuentre a Mark y lo mate? No, no,


Raphael no puede permitirse liquidar a un demonio sin consecuencias y
ya tengo suficientes problemas. ─
168
─ ¡Pero Rafael finalmente verá estas marcas! ─

─ No por el momento, se ha ido de viaje. ─

─ Pero va a volver... ─

─ ¿Y qué quieres que le diga? ¡Ni siquiera yo misma entiendo lo que me


está pasando! ─

Entrecerró los ojos, repentinamente alerta.

─ ¿Cuán lejos? Quiero decir, ¿qué hace Mark en estos sueños? ─

Miré hacia otro lado y Beth comenzó a gruñir mientras sus ojos se
ponían peligrosamente amarillos.

─ ¡Me lo voy a comer! ─ Rugió.

Y algo me dijo que esta vez no le importaría si lo iba a digerir


correctamente o no...

─ Buena idea, con un buen tubo de Alka Seltzer, debe ir muy bien, ─ le
dije en tono cáustico.

Se golpeó los dientes y empujó ligeramente el colmillo que


instintivamente salió de su boca mientras yo le rellenaba el vaso de
whisky.

─ ¿Sabes dónde está? ─

─ Se está escondiendo. ─

─ Sé a qué huele, lo encontraré. ─


─ ¿Crees que no lo he pensado ya? Está en Gerle Ad, Beth, ¡ni siquiera
yo puedo alcanzarlo!

Se puso pálida.

─ ¿Está manipulando tus sueños desde Gerle Ad? ¿Cómo es posible? ─ 169

─ No tengo ni idea, ─ respondí cansada.

Las articulaciones de sus manos se apretaron hasta que se volvieron


blancas. Irradiaba rabia, una rabia bestial, una rabia primaria, una rabia
que un físico tan delicado nunca se suponía que experimentara.

Si no la calmaba lo antes posible, cambiaría y arruinaría mi nuevo sofá.

─ Beth, tranquilízate, por favor. No quiero que te transformes. ─

─ Lo siento, ─ se disculpó, respirando largo y tendido.

Durante los últimos meses, Beth había estado tomando clases de yoga
tres veces a la semana para aprender a relajarse. Dado el estado en el
que había puesto a Edmund Wallace, no estaba segura de que este tipo
de disciplina le sirviera de algo.

─ ¿Qué te parece si nos vamos a la cama? Si supieras cuánto tiempo he


soñado con dormir en paz. ─

Un rayo de compasión cruzó sus ojos.

─ ¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Cuánto tiempo ha estado pasando


esto? ─

─ Unos pocos meses. Al principio era realmente ocasional, y luego, en


las últimas semanas, es casi todas las noches. ─

─ ¿Cuántas semanas exactamente? ─

─ No lo sé, tres o cuatro. ─

Un rayo de comprensión iluminó repentinamente su mirada.


─ ¿Desde qué Bruce se fue? ─

─ Sí. ─

Se me había pasado por la cabeza la idea de que desde la partida del


lobo, los ataques de Mark se habían multiplicado, pero no estaba segura 170
de sí había una relación causa-efecto. O al menos había preferido no
pensar en ello.

─ Llama a Bruce, dile que vuelva. Si el lazo de manada detiene los


ataques del demonio, ese bastardo de Mark resurgirá en algún momento
y lo atraparemos. ─

─ No puedo hacerle eso a Bruce, Beth. Tiene derecho a vivir su vida. No


quiero que se sienta responsable por mí. ─

─ Rebecca, están unidos por un lazo de manada, él es el macho de la


loba, que tú no eres. Aunque quisiera, no podría vivir mucho tiempo sin
ti. ─

Sacudí la cabeza.

─ ¿Qué sabes tú de eso? ─

Levantó las cejas con una mirada condescendiente.

─ Quiero decir, es necesariamente diferente para los dos porque no soy


una licántropo, ¿verdad? ─

─ Es inusual, no diferente, Rebecca. Huele como tú y tú hueles como él,


y eso no ha cambiado. ─

─ ¿Crees que es normal que yo le pida que se sacrifique? ─

─ No creo que ningún hombre piense que acostarse contigo es un


sacrificio, cariño. No, ninguno.

─ ¿Qué hay de la chica de la que está enamorado? ¿Con la que se fue?


¿Crees que le gustará? ─ Pregunté, ácida.
Se encogió de hombros.

─ Primero, no estamos seguros de que él esté todavía con ella, y


segundo, pon las cosas en perspectiva, ella es sólo un ser humano,
nunca compartirá su vida con ella, más de lo que él puede hacer un hijo
con ella. 171

─ ¿Por qué no iba a tener un hijo con ella? Su clan lo rechazó y es un


solitario, ¿qué lo detendrá? ─

─ La naturaleza primero...─

─ ¿Naturaleza? ─

─ La procreación entre lobos y humanos es imposible. Oh sí, es cierto,


lo olvidé.
─ Y luego estás tú. ─

─ ¿Yo? ─

─ Su lobo te ha elegido como su compañera, no podrá procrear fuera


de tu vínculo, no ahora que se ha apareado. ─

─ Espera, espera, sabemos que hay una conexión entre Bruce y yo,
pero de eso a deducir que estamos apareados, ¡hay un gran margen! ─

─ Cree lo que quieras, pero por favor llámalo. Si no lo haces tú, lo haré
yo. ─

Nuestros ojos chocaron silenciosamente.

─ No nos debe nada, Beth. ─

─ Ese no es el punto y lo sabes. Y si fueras menos obtusa, habrías visto


la verdad hace mucho tiempo. ─

─ ¿Qué significa eso? ─


─ Lo que significa es que sé cuánto sufres por su ausencia, aunque no
te atrevas a admitirlo. ─

─ ¿Y esa es una razón para ir y hacer su vida miserable? ─ Mire hacia


el cielo.
172

─ Puedes apostar que si tú sientes esa falta, él debe estar literalmente


muriendo. Vamos, ven a la cama ya, eso evitará que me saques este tipo
de tonterías. ─

Obedecí, demasiado feliz de escapar de su mirada inquisitiva y sus


alusiones. Contactar a Bruce, ver al lobo otra vez, tocarlo, dormir con
él.... ya desde hace mucho tiempo estaba obsesionada con esta idea. Así
que hablar de ello con Beth, considerar esa posibilidad de nuevo, fue
como volver a meter el cuchillo en la herida.

Una herida que el vínculo mágico que existía entre el lobo y yo


probablemente nunca sanaría completamente.
Capítulo Trece

173
A la mañana siguiente, vigorizada por una larga noche de sueño, me
estacioné en el estacionamiento de la escuela de las potioneuses. En la
radio, el meteorólogo estaba teniendo un exagerado placer, indecente y
obvio al anunciar grandes caídas de la temperatura para la próxima
semana.

En cuanto tenga un minuto para mí, iré a dispararle al meteorólogo.

─ ¿Profesora Kean? ─

Inmediatamente reconocí la voz suave y cristalina de Maurane detrás de


mi ventana.

─ Hola Maurane. ─

La maestra de las pociones vestía un adorable pantalón blanco, botas


de piel del mismo color y un ajustado suéter que resaltaba la forma de
sus pechos. Su bonito pelo rojo estaba atado en dos trenzas gruesas y
tenía una sonrisa encantadora.

─ Deberías tener cuidado, ya sabes, ¡puedes parecer incluso más joven


que tus estudiantes! ─

- ¡Está bien que digas eso! ¡Tampoco pareces una profesora


universitaria! ─

No. Y con mis vaqueros, mi sudadera azul marino, mi gran parka de


invierno, mi sombrerito y mis guantes, no iba a mejorar.

─ Bueno, entonces, ¿lista para subir al ring? ─ Me lo preguntó.

─ Lista, ─ contesté, fingiendo ser entusiasta.

─ Ven conmigo. ─
Seguí sus pasos y entramos en el edificio principal, pasando de una
habitación a otra (Maurane saludaba a los alumnos a veces con la
cabeza, a veces con la mano, les sonreía o les miraba con una cara
severa, según los casos), entramos a una gran sala blanca y luminosa,
con grandes ventanales y una veintena de puestos de trabajo equipados 174
con pequeños fregaderos, alambiques, caños de gas y ollas.

Al fondo de la sala había una pared entera de estantes llenos de cientos


de frascos que contenían todos los ingredientes básicos necesarios para
hacer pociones.

─ Les presento a su nueva profesora de hechizos, la Sra. Rebecca


Kean. ─

Una ola de susurros corrió por el aula.

─ Puede que algunos de ustedes no lo sepan, pero la Assayim es un


potioneuse increíble, ya tendrán la oportunidad de verlo. ─

Un ruido de vidrio resonó repentinamente en la parte de atrás de la sala


y una de las estudiantes lanzó un grito apagado. Recorrí la habitación
con la mirada y noté a una adolescente rubia de unos 16 años mirando
el vial que acababa de dejar caer, asustada y avergonzada.

─ Camilla, tu torpeza sólo es igual a tu estupidez, ─ le dijo Maurane


secamente.

Caminé hacia ella y la detuve con un movimiento brusco de mi brazo.

─ Puedes terminar más tarde. Tu vestido está manchado, deberías ir a


limpiarte primero. ─

─ Sí, señora ─ dijo ella, corriendo hacia la puerta. ─ Maurane miró al


cielo y luego reanudó su discurso de presentación:

─ La Sra. Kean se quedará con nosotros hasta que vuelva su profesora.


Espero que aprendan de sus enseñanzas y honren nuestra escuela. ─
─ Sí, señora ─ respondieron las estudiantes a coro. Luego caminó
lentamente hacia la puerta y agregó con autoridad antes de salir:

─ Cuento con ustedes, señoritas, no me decepcionen. ─

Las niñas la siguieron con la mirada hasta que la puerta se cerró detrás 175
de ella y luego volvieron su atención hacia mí. Algunas miradas
reflejaban miedo, otras curiosidad, otras excitación, y de repente sentí
una sensación de malestar.

─ Bueno, para que quede claro, sí, soy el Assayim, pero si estoy aquí,
entre ustedes, en esta clase, no es como un representante de la ley de
este estado, sino como un maestro. Así que relájense y respiren, ¿de
acuerdo?

Sí... dadas sus caras y el fuerte silencio, supongo que no fui lo


suficientemente convincente.
─ Le aseguro que no muerdo. Y que a pesar de lo que le han podido
contar, no mato a gente inocente, no quemo casas y no corto a nadie
con un hacha. ─

Bueno... sí, pero no me ha pasado en mucho tiempo...


Una risa discreta me llamó la atención. Inmediatamente volví la cabeza
hacia una chica frágil, con los brazos delgados y casi demacrados y una
mirada de malicia e inteligencia.

─ Me alegra ver que al menos una de ustedes tiene sentido del humor.
¿Puedo saber su nombre? ─

- Julie, me llamo Julie Whicombe, profesora. ─ Llevaba vaqueros negros


y un suéter viejo y no mostraba ningún signo externo de la coquetería
que tanto les gustaba a las niñas a esa edad, pero la sonrisa en su rostro
la hacía eminentemente alegre.

─ Encantada de conocerte, Julie. Consulté el programa de hechizos de


transformación, pero nadie pudo decirme en qué había planeado la Sra.
Stevic que ustedes trabajaran cuando se enfermó. ¿Puedes contarme
más sobre esto? ─

─ Por supuesto, profesora, nos estábamos preparando, al menos


estábamos comenzando el programa de transformaciones físicas. ─
176
─ Muy bien. Bueno, entonces seguiremos adelante. ¿Quién de ustedes
conoce la fórmula de Longum capilleris? ─

Julie me miró avergonzada.

─ La Sra. Stevic pensó que todas las transformaciones que podían


mejorar la apariencia eran inútiles y que quienes las usaban eran brujas
que distorsionaban el maravilloso regalo que nos habían dado. ─

En resumen, la vieja y fea Stella Stevic conspiraba contra la belleza.

─ Bien, en este caso, ¿cuáles fueron las transformaciones físicas que su


maestra quería que estudiaras? ─

─ La mejora de las percepciones, estimulantes intelectuales,


reconstrucciones de carne quemada.─

─ Reconozco que estos hechizos son muy útiles pero es un poco


temprano en mi opinión para abordar estos hechizos directamente. Así
que empezaremos con la modificación de su apariencia externa. Coged
vuestros cuadernos. ─

Me volví hacia la pizarra y comencé a escribir los ingredientes necesarios


para hacer el Longum capilleris. Es decir, jengibre, extractos de gameth
ondis, tierras de roca negra, glándulas camaleónicas y patas de
Bagheera kiplingi.

Luego volví a girar frente a ellas mientras caminaba observando a la


clase. Habían cogido sus cuadernos y anotado escrupulosamente las
dosis y mis instrucciones.
─ Bueno, ahora vamos a pasar a la práctica. Trabajarán en parejas
como es lo habitual. ─

Inmediatamente oí un ligero alboroto cuando los estudiantes fueron a las


estanterías a buscar los ingredientes.
177
Una de ellas, una chica guapa con el pelo castaño cortado en ángulo
recto, y grandes y suaves ojos castaños, parecía un poco perdida.

─ ¿Tiene algún problema, señorita?, ─ le dije. Parpadeó y luego me


miró.

─ No, señora. ─

─ Pareces preocupada. ¿Cómo te llamas? ─

─ Sophie Boswell, señora. ─

─ Bueno, Sophie, ¿no vas a ayudar a tu compañera? ─

─ No tengo ninguna. Somos diecisiete, así que...─

─ Esa es otra razón para esforzarse, ¿no? ─

─ Sí, señora. ─

Una hora más tarde, el ambiente se había relajado. Caminé entre las
filas, olí las pociones, di mi consejo.

─ Este está muy bien. Tu magia parece encajar perfectamente con esta
preparación, ─ le dije a Sophie con una mirada de aprobación.

Una preciosa rubia maquillada, tosía como un camión robado, con la


esperanza de llamar mi atención.

─ ¿Y yo? ─ Dijo ella, poniendo la mano en su cadera.

─ ¿Qué hay de ti? ─

─ Bueno, ¿mi poción? Es buena, ¿verdad? ─ No pude evitar sonreír.


─ ¿Cómo te llamas? ─

─ Sandra, Sandra Whickers. ─

Por su actitud arrogante, adiviné que Sandra Whickers no podía soportar


ser ignorada. Tenía el aspecto y el comportamiento de una reina de la 178
clase, el tipo de chica a la que la mitad de sus compañeros de clase
quería parecerse y la otra mitad soñaba con asesinar.

─ Es correcto, pero no has puesto suficientes patas de Bagheera


kiplingi, el color debería haber sido un poco más oscuro. ─

Arrugó los labios, obviamente ofendida.

─ Creo que es muy bueno. ─

─ En ese caso, no lo dudes, inténtalo. Pero prefiero advertirle que en


lugar de ver crecer tu cabello unos veinte centímetros, sólo puede crecer
unos pocos milímetros. ─

─ No le creo, ─ dijo, derramando todo el contenido sobre su cráneo en


lugar de las pocas gotas que se suponía que debía usar.

─ Sandra, creo que acabas de cometer un error... ─ Le advertí.

Inmediatamente rechazó mi comentario con una mirada despectiva.

─ Sra. Kean, soy la mejor estudiante de pociología de la escuela, sé lo


que estoy haciendo y le garantizo que mi cabello crecerá como se
espera. ─

Me pellizqué los labios para no reírme.

─ Entonces te aconsejo que cumplas con las dosis en el futuro y que te


compres una buena maquinilla de afeitar o una espuma depilatoria de
alto rendimiento, tan pronto como te sea posible, pronto la necesitarás,
─ dije mientras volvía tranquilamente a mi escritorio.
Unos segundos más tarde, gritó terriblemente y huyó de la habitación
bajo los ojos asustados de las otras estudiantes.

─ No se distraigan, ─ dije flemáticamente, ─ empecemos de nuevo. ─

Al final de la mañana, mis estudiantes habían progresado mucho y yo ya 179


estaba sintiendo cómo se iban acostumbrando a sus nuevos métodos de
aprendizaje. Una de ellas, la menos feroz, Julie Whicombe, incluso
habían sugerido guiarme al refectorio para que no me perdiera.

Había aceptado cortésmente, aunque sabía que me habría bastado con


seguir el flujo de estudiantes que salían de las clases y encontraría el
camino inmediatamente.

─ ¿Sabes cuándo volverá la Sra. Stevic? ─ Me preguntó en el pasillo.

─ No. ─

─ ¿Pero te quedarás todo el tiempo de su ausencia? ─

─ O hasta que su Directora encuentre a alguien más. ─

─ ¿Puedo hacerle una pregunta? ─

─ Por favor. ─

─ No eres realmente un potioneuse, así que, ¿cómo es que sabe tanto


sobre nuestra forma de magia? ─

Le di una mirada intrigada que la hizo sonrojarse.

─ Mi madre era potioneuse, mi padre, otra cosa, salí más a él, ─ le


mentí.

─ ¡Ah! Muy bien. Pero entonces, ¿por qué no eres parte de nuestro
clan? ─

─ Soy el Assayim, debo permanecer neutral. ─ Ella asintió.

─ Entiendo. ─
─ Nos vemos pronto, Julie, ─ dije cuando llegué a la cafetería.

─ Hasta pronto, señora. ─

El olor a pescado y grasa había invadido la habitación. Me detuve en el


umbral, miré a mi alrededor e inmediatamente vi a mi hija. Leo estaba 180
sentada sola al final de una mesa y parecía estar leyendo sus clases
mientras comía. Inmediatamente sentí un pinchazo en mi corazón al
comprender que su integración social entre las potioneuses estaba
siendo aún más difícil de lo que ella había estado dispuesta a decir.

Por un momento dudé en unirme a ella cuando sacudió la cabeza y me


echó una mirada suplicante. No quería que la vieran en mi compañía. No
estaba segura de apreciarlo, pero tuve que admitir que también era por
su seguridad.

─ ¿Rebecca? ─

Maurane estaba sentada a la mesa con los otros maestros. El incesante


zumbido de las conversaciones, la curiosidad que podía leer en los
rostros de los profesores, inmediatamente me dio náuseas, pero sonreí
educadamente e inmediatamente caminé hacia ellos.

La maestra de las pociones me presentó brevemente e inmediatamente


sentí que una nube hostil pasar sobre nosotras.

─ ¿Introducir un Assayim en una escuela? ¿En qué estás pensando,


Maurane? ¿Por qué no hombres con rifles de asalto y lanzacohetes ya
que estás en ello? ─ Le preguntó una mujer de mediana edad, con una
mirada de asombro.

─ Sra. Valmer, no podíamos quedarnos más tiempo sin una profesora


de hechizos de transformación y cuando descubrí que la Sra. Kean era
una potioneuse increíble, estuve demasiado feliz de darle este puesto,
¿eso le plantea algún problema? ─ preguntó, levantando el tenedor
hacia ella, como una amenaza.
Maurane había puesto suficiente autoridad en su voz para que todos
aquellos que nos miraban con atención un momento antes, se
zambulleran bruscamente en sus platos.

El mensaje era claro: cualquier persona que cuestionase mi presencia en


este lugar tendría que tratar con ella. Y obviamente, nadie quería 181

hacerlo.

─ No, no, pero puedes imaginarte lo que la gente dirá y...─ balbuceo
la Sra. Valmer.

─ ¿Qué va a decir la gente? ¿Pero qué gente, Sra. Valmer? ¿Por qué se
supone que un oficial de la ley deba molestarle? ¿Debo asumir que tiene
algo que ocultar? ─ la perseguí con frialdad.

─ Yo... no... por supuesto que no...─

Lo miré ferozmente mientras se descomponía.

─ Bueno, entonces todo está arreglado, ─ Maurane intervino con voz


firme. ─ ¿Te unes a nosotros, Rebecca? ─

El solo hecho de pensar en comer entre estas brujas llenas al parecer de


estupidez me daba náuseas. Y el olor a grasa cocida que flotaba en el
aire me repugnaba.

─ No, gracias. No tengo mucha hambre, voy a dar un paseo. ─

Maurane se levantó inmediatamente de su silla, se puso el anorak


colgado en el respaldo y me siguió.

─ Excelente idea, he terminado, iré contigo. ─ Las dos salimos, cada


una de nosotros tomó una bocanada de aire fresco y, por consentimiento
tácito, esperamos a estar a solas, en uno de los pequeños senderos
cubiertos de nieve del parque, para hablar.

─ ¿Cómo estuvo tu mañana? ─ preguntó Maurane

─ Bastante bien si omitimos el incidente con la pequeña Whickers.─


Ella alzó las cejas.

— ¿Qué tipo de incidente? —

─ No muy grave. La Srta. Whickers ha intentado demostrarme su


talento echándose sobre la piel medio litro de una poción, por lo que 182
debe estar cubierta de pelo en este momento. ─

─ ¿Longum capilleris? Preguntó con una sonrisa divertida. —

─ Exactamente. ─ Ella estalló de risa. — ¡Habría pagado caro por ver


esto! ¡Esa niña es insoportable! ─

─ Ese es el punto. ¿Se estaba halagando a sí misma cuando me dijo


que era la mejor estudiante de pociología, o es la verdad? ─

─ Ahora que Maya y Jessie... ya no están allí, ─ Maurane contestó en


tono estoico que sus ojos negaban.

Las dos niñas acostadas en las camas de la enfermería ya no podían


competir con ella, lo que colocaba a Sandra en primera línea.

A pesar de la antipatía que sentía por ella, no quería que estuviera en la


lista de las próximas víctimas.

Y ciertamente no hasta que consiga alguna información.

─ ¿Por qué me preguntas eso? ─ preguntó la maestra de las pociones,


arrugando su preciosa nariz roja por el frío.

─ Por nada. Pensé que tal vez era una de las estudiantes privilegiadas
de la Sra. Stevic y por lo tanto parte del club de desarrollo también. Y si
ese es el caso, yo tal vez podría seguir dándole clases particulares como
lo hizo su profesora.

Maurane comprendió inmediatamente lo que quería decir y asintió con la


cabeza.
─ Eso es muy generoso de tu parte. Te facilitaré una lista de las
estudiantes implicadas, estoy segura de que estarán encantadas de que
se les ofrezca esta oportunidad. ¿Cuándo deseas comenzar? ─

─ Esta noche, después de la escuela, si es posible. ─


183
─ Está bien, las llamaré. ─

─ Gracias. Yo... ─

Me detuve cuando oí mi teléfono celular sonando en mi bolsillo.

─ ¿Me permites? ─

Me alejé unos pasos e inmediatamente escuché la voz de Clarence. Sus


frases estaban entremezcladas y tuve problemas para entenderlas. Le
hice repetir varias veces antes de entender lo que me estaba diciendo.

─ ¡Encontré a los dos cómplices de Wallace! ─ gritó en el aparato.

─ Bien hecho. ¿Dónde están? ─

─ En una cabaña de caza en el bosque de Hinesburg. ─

Le eché un vistazo a mi reloj. Mis clases se reanudaron a las 3 de la


tarde, debía tener tiempo para ir y venir.

─ Te veré allí. Espérame de camino a Black Stream. ─

─ Puedo arreglármelas solo, ¿sabes? ─

Sí...... Ambos asesinos eran profesionales. Habían demostrado su


capacidad para atacar rápidamente y acertar a su objetivo sin ningún
problema y sin derramamiento de sangre innecesario.

No estaba segura de que el puma no estuviera alardeando.

─ Lo sé, pero tengo una pequeña cuenta que saldar con ellos. ─ Colgué
y volví con Maurane, que me estaba observando por el rabillo del ojo.

─ ¿Problemas? ─
─ Para mí no. Tengo que irme, volveré a tiempo para mi clase de las
3:00. ─

─ Vi que fuiste tan amable para venir a la escuela desarmada, ¿quieres


que te preste lo que necesitas? ─
184
La potioneuse tenía una voz suave y una cara angelical, pero aun así era
increíblemente peligrosa y estaba segura de que su arsenal era casi tan
extenso como el mío.

─ No, tengo lo que necesito en el maletero del coche, gracias. ¡Nos


vemos luego! ─

─ Que se diviertan. ─

La diversión no era tan segura. Los tipos que iba a cazar no eran
monaguillos. Esa fue una de las razones por las que me negué a que
Clarence fuera solo. Mi segundo tenía el desafortunado hábito de salir
herido por un sí o por un no y no tenía ningún deseo de tener que
registrar varias hectáreas de bosques nevados para encontrar su
cadaver. A pesar de sus ideas algo estrechas y sus principios anticuados,
el puma no era un mal asistente y el trabajo administrativo del que me
estaba relevando, era una tarea menos que asumir.
Capítulo Catorce

─ Ya era hora, ¡te he estado esperando durante treinta minutos!─ me


regañó Clarence antes de transformarse. 185

─ ¡Yo no estaba en la puerta de al lado! ─ Respondí lo suficientemente


fuerte como para cubrir el sonido de sus huesos reformándose.

Había dejado mi coche setecientos metros más abajo para seguir el


sendero espeso y cubierto de nieve, que conducía al pleno corazón del
bosque hasta la cabaña de caza, generalmente inaccesible en esta época
del año, y la nieve pulverizada hacía particularmente difícil que pudiera
caminar incluso para una persona bien entrenada.

─ Más despacio, o nunca podré seguirte ─ le murmuré al puma que


corría delante de mí.

Clarence rugió y aceleró el ritmo aún más, demasiado excitado por los
rastros visuales y olfativos que había dejado nuestra presa.

─ ¡Si sigues así, te dispararé en la pata, Clarence! ─ Lo amenacé, sin


aliento.

Se congeló y gruñó hasta que llegué a su altura.

─ ¿Y bien qué? No se van a ir volando.─

La bestia rugió y luego volvió a su frenético curso.

─ Eres un verdadero grano en el culo, ¿lo sabías? ─ Me quejé mientras


escupía mis pulmones mientras me congelaba.

Cerré los ojos y me concentré.

Una poderosa energía felina se acercaba. Silenciosamente tomé el arma


de mi funda e inmediatamente apunté hacia el este.
─ A menudo se lo repito, ─ dijo de repente una voz divertida. Aligarth,
líder del clan cambiante, sonrió. Llevaba pantalones anchos y un suéter
blanco que destacaba su tez demasiado bronceada para la temporada e
irradiaba poder y peligro a pesar de la apariencia afable que parecía
haber elegido adoptar. 186

─ ¿Vamos a dar un paseo? ─

─ ¿Qué haces aquí, Ali? ─

Los fabulosos ojos grises del tigre dientes de sable brillaban como dos
joyas y se le escapó una risa.

─ Ya sabes cómo es, el espacio, el aire fresco, la nieve... es difícil para


un amante de la naturaleza como yo resistirse....

Oh vamos...
Clarence había vuelto sobre sus pasos y nos estaba observando.

─ ¿Te crees muy gracioso? ─

─ No es mi cualidad principal. ─

─ No, de hecho no.... ─ Le di la espalda para unirme a Clarence.

─ No hay necesidad de apresurarse, su cacería ha terminado, Assayim.


Miré al puma con una mirada cuestionable mientras yacía en la nieve con
un gemido frustrado.

─ Los hombres que buscas ya están atados y vigilados por mi gente. ─

─ ¿Es una broma? ─ Gruñí mientras me volvía hacia él.

─ No me vas a culpar por entregártelos en una bandeja, ¿verdad? ─

Sonrió, lo que añadió a su encanto magnético.


─ Le dije a Khor que estos hombres eran mi presa y que no quería tu
intervinieras, ¿que no te dio el mensaje? ─

─ Sí, pero también me dijo que estos dos cambiantes te habían


disparado y casi te matan, ─ explicó muy seriamente esta vez, pasando
nerviosamente sus manos a través de su pelo corto con reflejos dorados 187

naturales.

─ ¿Y qué? ¿Qué tiene que ver esto contigo? ─

─ ¿Quién te dijo que estaba preocupado? Sólo soy un fanático de una


buena caza, eso es todo. ─

Estaba mintiendo. Sabía que estaba mintiendo porque sentí una fría ira
en su voz cuando hablaba. Había hecho mi ataque personal y ¡al diablo
con ello si sabía por qué! Pero no me importaba. Tratar de entender a
este tipo de personas era como desbloquear una granada cuando no
estabas seguro, de poder lanzarla antes de que te explotara en la
cara.....

─ Ali, localizaste a estos tipos y los capturaste, espero que haya sido
suficiente para entretenerte, ahora tengo que ir a interrogarlos. ─

Inmediatamente me siguió.

─ ¿Le importa si asisto a su entrevista? ─

Un pesado silencio se estableció repentinamente entre nosotros mientras


me miraba fijamente.

─ ¡Eso está fuera de discusión! ─

Decidida a ahorrarnos el resto de la conversación, fui al pequeño


cobertizo y abrí la puerta con la pistola en la mano.

No necesitaba preguntarle a Aligarth cual hombre había designado para


que vigilara a nuestros dos asesinos. Había estado detectando la energía
de Khor durante bastante tiempo.
Cuando entré, me tropecé directamente con el hombre león. Estaba
ocupado tallando un trozo de madera con un cuchillo mientras dos
hombres muy mal vestidos atados a una silla con cadenas de plata le
daban una mirada odiosa y gemían horriblemente.

─ Comenzamos las festividades sin ti, ─ dijo, limpiando el sudor de su 188

piel de chocolate.

Sus finas trenzas estaban atadas con una cinta elástica y llevaba sus
eternos pantalones de chándal blancos.

─ No te lo agradeceré, si es lo que estás esperando. Te pedí


expresamente que no intervinieran. ─

─ Lo sé. Pero yo no doy las órdenes, ─ dijo, deslizándose en su


chaqueta de chándal antes de escabullirse al frío helado, como si fueran
treinta grados.

Por un momento pensé que finalmente tendría paz cuando vi a Aligarth


entrar en la cabina y sentarse en el suelo con una mirada decidida.

─ Ali, ese es el lugar de Clarence, no el tuyo. ─

─ Estos hombres son bestias muy peligrosas, Rebecca. Tres de mis


rastreadores fueron masacrados antes de que llegarás, me quedaré a tu
lado mientras los estés interrogando. Tómalo o déjalo ─ respondió con
firmeza.

De repente me sentí muy cansada.

─ ¿No hace falta que te recuerde lo peligrosa y monstruosa que puedo


ser con estos dos? ─

─ No es necesario. ─

─ Muy bien, ya que pareces tan interesado en mi seguridad, quédate,


─ dije, lanzando un hechizo de silencio que nos envolvió a mí y a los
dos asesinos en una burbuja opaca, de la que no podía filtrarse ningún
sonido, privando así a Aligarth de la oportunidad de escuchar mi
interrogatorio.

Di la espalda al tigre (para que no pudiera leer mis labios), volví a dirigir
toda mi atención a los dos hombres. Uno tenía el pelo castaño claro,
pequeños ojos saltones, una nariz muy larga y dientes salidos. 189

Probablemente una rata. El otro tenía el pelo gris, un gran bigote, una
cara roja y apestaba a hiena.

─ Caballeros, ¿cuál de ustedes es Fox y cual Greinberg? ─

─ Vete a la mierda, ─ murmuró la rata.

Había recibido clases bastante extensas sobre el arte de la tortura


durante mi infancia y mis profesores eran muy claros en un punto: era
una pérdida de tiempo someter a dos hombres con la misma información
al mismo trato. Uno era suficiente.

─ Respuesta equivocada, ─ dije, metiéndole las uñas en el globo ocular


y literalmente arrancándole el ojo mientras gritaba atrozmente.

─ Soy Greinberg, ─ susurró inmediatamente el del gran bigote, ─ y


éste es Fox. ─

La sangre que fluía de su sien un momento antes se había secado y su


hinchado rostro ya estaba curándose, pero las cadenas de plata que lo
mantenían atado le estaban arrancando verdaderos gemidos de
sufrimiento. Miré un poco más de cerca y noté que habían penetrado la
piel desnuda de sus brazos y mis fosas nasales estaban ahora recibiendo
un extraño olor a tostado.

─ ¿Alguien te ha interrogado antes? ─

─ No, ─ contestó el bigote.

─ Bien. Así que seré breve, ¿quién es su empleador? ─

─ Wallace, ─ susurró Fox.


─ Otra respuesta equivocada, ─ suspiré mientras mi poder penetraba su
abdomen inferior y literalmente explotó una de sus bolas.

Sí, lo sé, puede sonar sádico e inapropiado, pero los genitales de un


cambiante son los únicos órganos que no pueden volver a crecer y no
conocía a un solo cambiaformas que no sacrificara a su propia madre 190

para protegerlos.
Greinberg había cerrado los ojos tan pronto como entendió lo que yo
acababa de hacer a su cómplice y ahora estaba observando el miedo, el
verdadero miedo, doblegándolo.

─ No volveré a hacer la pregunta. ¿Quién es tu patrón? ─ dije,


levantando la papada de la hiena.

Este tipo era definitivamente un tipo duro, un asesino y un cabrón.


Probablemente había matado a mujeres y niños mientras trabajaban
bajo las órdenes de Wallace y estaba segura de que no se arrepentía. El
terror que vi en sus ojos cuando mi poder comenzó a tocarlo casi me
hizo querer reír en su cara.

Trago saliva.

─ No sé su nombre, sólo el jefe lo conocía, pero sé que es potioneuse y


que nos pagaba muy bien. ─

─ ¿Pagado para hacer qué? ¿Matarme? ─

─ No, no, no, se suponía que encontraríamos un archivo con hechizos


mágicos. ─

─ ¿Qué tipo de fórmulas? ─

─ No sé, fórmulas prohibidas o algo así...─

─ ¿Fórmulas prohibidas? ─

─ Sí, eso es correcto. Podrían ser identificados por un pentáculo rojo


dibujado en el fondo del papel. Se suponía que iba a ser una operación
fácil, pero cuando el jefe se topó contigo, en el apartamento de la bruja
a la que le iba a robar y tuvo que huir, pensó que lo sabías y que los
habías recuperado. ─

─ ¿Por eso registró mi casa e hizo lo mismo en mi oficina de la


universidad? ─ 191

─ Sí. ─

─ Pero entonces, ¿por qué me disparaste en vez de intentar que


hablara? ─

─ Fox se enfureció cuando se dio cuenta de que habías desollado al


jefe. Se volvió loco...─

─ ¡No estaba solo, hijo de puta! ─ Gimió la rata, agonizando.

─ Oh, pero tú eres un verdadero sentimental, ─ dije, volviéndome


hacia él con una mala mirada en mi cara.

─ Vas a tener que darme algo mejor que eso. Tenías un contacto en
caso de que algo saliera mal y tu jefe fuera asesinado, ¿no? ─

─ No, ─ contestó Fox mientras agitaba la cabeza.

─ Tercera respuesta equivocada, estás fuera, sonreí antes de dispararle


tres balas de plata en la cabeza. Vale, bueno, somos sólo tú y yo, ─ le
dije mientras volvía hacia Greinberg, quien me miró horrorizado.

─ No necesitabas hacer eso, ─ reprochó.

─ Necesidad no, deseo si, contesté sin renunciar a mi sonrisa. ─


Entonces ¿Ese contacto?

La hiena sabía que estaba atrapada, igual que ella sabía que yo no
sentiría más lástima por ella que por la rata. Esperaba que Greinberg no
estuviera tan desesperado para pensar que no tenía nada que ganar
informándome y que yo terminaría matándolo de todos modos.
─ ¿Me dejarás vivir si te digo lo que sé? ─

Pensé por un segundo y decidí no mentir.

─ No seas ingenuo, por supuesto que no, pero te mataré rápidamente y


sin sufrir. ¿Tienes familia? ─ 192

Un rayo de sorpresa pasó por sus ojos.

─ Una hermana y sobrinos. ─

─ ¿Escondiste dinero en alguna parte? ─

─ Sí. ─

─ Así que si lo deseas, le informaremos de tu muerte y le enviaremos


tus pequeños ahorros. Es un trato justo, ¿qué te parece? ─

El cambiaformas, como todos los sicarios, sabía que probablemente no


moriría de viejo en su cama. Ser liquidado durante una de sus misiones
era parte de los peligros del trabajo. Ambos lo sabíamos.

─ ¿Me da su palabra de honor, Assayim? ─

Le miré a los ojos y asentí.

─ Tú la tienes. ─

Una expresión casi serena apareció en su cara y luego susurró:

─ Franck Marden, vive en Albany. Su número está guardado en mi


celular. Frank estaba coordinando la operación con Wallace. Él fue el que
se encargó de la cliente. ─

Rápidamente anoté la información sobre Marden, donde Greinberg


estaba escondiendo sus ahorros y la dirección de su hermana en un
cuaderno, y luego lo guardé todo en dentro de mi gruesa chaqueta.─

─ Gracias Greinberg. ─

─ Mike, vas a matarme, así que llámame Mike. ─


─ ¿Fumas, Mike? ─ Le pregunté cuando vi un paquete de cigarrillos a
medio sacar del bolsillo de su chaqueta.

Dibujó una triste sonrisa.

─ Sí. ─ 193

─ No deberías, es muy poco saludable, ─ dije, tomando un cigarrillo y


deslizándolo entre mis labios.

─ Sabes, no fue personal, fue sólo por negocios, ─ dijo, abriendo la


boca para coger el cigarrillo que acababa de encenderle.

─ Lo sé, ─ dije.

Aproveché el momento en que inhaló el humo cerrando los ojos con


placer para disparar dos balas de plata en el corazón y dos en la mitad
de la frente.

─ Adiós Mike, ─ le susurré, ─ antes de quitarle el cigarrillo un poco


pegado a los labios y darle una o dos caladas.

Entonces levanté mi hechizo de silencio y me volví hacia Aligarth, que se


había sentado tranquilamente detrás de mí.

─ ¿Disfrutaste el espectáculo? ─ Dije en tono ácido.

─ Me disculpas, pero prefiero el cine parlante, ─ respondió con un tono


sarcástico.

─ Lo siento. ─ Lo dije en el mismo tono.

─ No tienes que ser agresiva conmigo, Rebecca. No tenías que


matarlos. ─

─ ¿Ah, no? ¿Y qué querías que hiciera? ¿Disecarlos? ─

─ Podría haberme ocupado de ello. ─

¿Y arriesgarme a que los hiciera confesar? Ni soñarlo.


─ Eso es dulce, pero es parte de mi trabajo. Por eso me pagas, ¿no?─

─ Por eso te paga el Directum, no yo. ─

─ Sí, digámoslo así...─ Me miró con preocupación.

─ No parece que estés bien, ¿pasa algo malo? ─ 194

Ese era Aligarth, acababa de matar a dos tipos fríamente delante de él y


lo único que le preocupaba era cómo estaba yo.

─ Nada, nada, sólo un poco de fatiga. ─

Matar, torturar, matar, torturar... Había suficiente para cansar a las


almas más oscuras y la mía empezaba a saturarse.

─ No me lo creo. ─

─ Cree lo que quieras. Si no te importa, no te comas a éste, ─ le dije,


mostrándole los restos de Mike, ─ "pero entiérralo", ─ le indiqué antes
de dirigirme a la puerta.

─ ¿No piensas cuidar de ellos? ─

─ No, ese es el trabajo de mi asistente, no deberías haberlo


reemplazado, ─ cerré la puerta.

Acababa de salir cuando vi a Clarence desnudo y en cuclillas en su forma


humana.

Clarence esperó instintivamente unos minutos para romper el silencio


que se había establecido entre nosotros.

─ Hay algún problema, ─ preguntó, con la garganta apretada, mientras


caminábamos hacia mi coche aparcado a varios cientos de metros más
abajo.

─ No, ninguno. ─

─ ¿Es por Aligarth? ¿Porque lo dejé asistir al interrogatorio por mí? ─


Dejé de caminar para volverme hacia él.

─ No puedes trabajar correctamente para el Directum y someterte a la


autoridad del líder de tu clan durante una investigación, ¡es
incompatible! ─
195
Me miró con cara de burla.

─ ¿Y es el Assayim que accedió a liderar el clan de vampiros quienes me


dice eso? ─

─ Los vampiros no son mi clan, no tienen poder sobre mí, no tengo que
preocuparme por ningún conflicto de intereses como el de hoy. ¡Mierda!,
¿Cómo hacías antes? ─

Se encogió de hombros y confesó:

─ Antes, el líder de mi antiguo clan era un imbécil y un imbécil mucho


menos dominante de lo que puede ser Aligarth. ─

─ ¿Quieres decir que no era lo suficientemente poderoso como para


doblegarte? ─

─ Eso es. ─

─ ¿Qué hay de Ali? ─

─ Con Ali mi sumisión no es falsa, Rebecca. No puedo resistirme a él, es


demasiado fuerte, puede controlarme y...─

De repente dejó de hablar.

─ De todas formas, estás en problemas. Y no sería el único si alguna


vez te fueras. ─

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Estoy hablando del Directum. ¿Has notado lo poderosos que son


todos los líderes de este consejo? ─
─ Hubiera sido difícil no notarlo. ─

─ Así que imagina si renuncias y contratan a un lobo, a un cambiante o


incluso a un vampiro por ti, ¿realmente crees que pueda mantener su
libre albedrío con líderes tan dominantes y fuertes como Gordon, Ali o
Raphael? ─ 196

─ No. ─

─ Y esa fue la razón por la que el Directum de Vermont había sido


privado de Assayim durante mucho tiempo. Encontrar a un asesino que
no estuviera a merced del clan del que formara parte era casi imposible,
no con criaturas tan autoritarias e influyentes como lo son todos esos
malditos líderes de clan. Si yo fuera de la junta, haría cualquier cosa
para retenerte. ─

─ ¿Quizás debería pedir un aumento? ─

─ Me sorprendes ¿sabe que los otros Assayims ganan cuatro veces más
que tú? ─

─ ¿Cuatro veces? ─

─ Si. Sin mencionar los bonos. ─

Realmente iba a tener que revisar mis condiciones. La escuela de las


potioneuses era increíblemente cara para mí y, como había inscrito a mi
hija en ella, tuve grandes problemas a finales de mes.

─ ¡Cuatro veces! ─

─ Si. Dime, ¿qué te dijeron los dos tipos? ─

Le conté en detalle la conversación que había tenido con los asesinos,


pero me interrumpió mientras decía el nombre de Franck Marden.

─ ¿Franck Marden? ¿Estás segura de que eso es lo que te dijo? ─

─ Sí. Tengo su dirección e incluso su número de teléfono, ¿por qué? ─


─ Es uno de los peces gordos de Albany, un abogado humano. Uno de
esos tipos poderosos y ricos que cree que puede hacer cualquier cosa.

─ ¿Quiere decir que un ser humano estaría involucrado en esta historia?


─ 197

─ Obviamente. Entonces, ¿qué hacemos ahora? ─

─ Lo secuestras y me lo traes. Debo saber absolutamente todo lo que él


sabe. ─

Se preocupó.

─ Al nuevo Assayim de Nueva York no le gustará esto, ─ acotó.

─ Eso es bueno, no quiero que se lo digas. ─

─ ¿Quieres que me cuele en su territorio y secuestre a un tipo sin


decírselo? ─

─ Sí. ─

─ ¡Pero estás completamente loca! ¿Sabes cómo terminará si me


cogen? ─

─ Bueno, pues no te dejes coger... ─

Abrió los ojos y se puso blanco mirándome fijamente.

─ ¿Lo dices en serio? ─

─ No tenemos elección, Clarence, el tiempo está en nuestra contra,


vamos a tener que correr riesgos. ─

─ ¿Ah sí? ¿Y puedo saber qué riesgos estás corriendo? ─

Eché un vistazo a mi reloj y sonreí.


─ Ahora mira, son casi las 3:00 tengo que volver y enseñar a un
montón de molestas, gruñonas e irritantes adolescentes, ¿quieren tomar
mi lugar? Nos intercambiamos si lo deseas...─

Inmediatamente me miró horrorizado y tragó.


198
─ Está bien, está bien, ganaste. Voy a recuperar a este tipo. Estaremos
aquí mañana a más tardar. ─

Me reí y me subí a mi auto cantando mientras él recogía el equipo de


emergencia que había metido en mi maletero.

─ ¿No te llevaste tu precioso impermeable? ─ Le grité desde la ventana


con un tono burlón.

─ Vete a la mierda, ─ gritó mientras yo arrancaba.


Capítulo Quince

A diferencia de Stella Stevic, a quien, según Maurane, le encantaba


agredir a sus alumnos con preguntas, yo no veía el sentido de humillar a 199

mis alumnos confrontándolos con su ignorancia y prefería optar por la


participación voluntaria. Las jóvenes potioneuses lo entendieron muy
rápidamente y después de una hora, no tuvieron miedo de interrogarme
o de intervenir cuando quisieran.

─ ¿Sí, Sophie? ─ Le dije cuando la vi levantar la mano.

─ En mis notas dice que se puede sustituir el azafrán por anís, ¿pero
eso no cambiará los efectos? ─

Les pedí que prepararan una poción que pudiera cambiar el color de su
piel, el pelae tentorum, fue el principio del curso, y en general les había
ido bien.

─ Sí, lo hace. El anís es más adecuado para los colores dorados, como
los tonos asiáticos, el azafrán, más chocolate o colores oscuros.

─ ¿Y si ponemos ambos? ─

─ Entonces la base de tu tez será más cálida como la de los indios o de


alguna raza mezclada, ─ le contesté.

─ Pero podría ser chocante si no cambiamos los rasgos faciales


también, ¿no? ─ Julie me preguntó tres filas más lejos.

─ Por eso no se debe forzar la dosis, ─ estuve de acuerdo. ─ Una


transformación que no es total debe ser matizada, la cara debe parecer
natural y no atraer la atención.

─ Pero, ¿y si queremos una transformación total? ─

─ Entonces en ese caso, tendremos que inventar otro tipo de poción, ─


expliqué.
Una hora más tarde, mis jóvenes estudiantes habían salido encantadas y
yo incluso había sido recompensada con una sonrisa o dos cuando las
últimas dejaban la clase. Esto ha sido una clara mejoría en nuestra
relación.

─ ¿Y entonces? ¿Ya estás empezando a domarlas? ─ Arrojó Maurane 200

con su cabeza a través de la puerta abierta.

─ Las noticias vuelan rápido, parece que tienes espías en mi clase... ¿o


no?─ Me di cuenta cuando puse mis cosas en mi maletín.

─ No, las oí hablando entre ellas en el pasillo. Parecían particularmente


entusiastas. ─

─ Pareces sorprendida. ─

─ Bueno, un poco, lo admito, pero es una buena sorpresa. ¿Vienes a


casa a tomar café o té? ─

Sonreí.

─ ¿Tu abuela estará allí? ─

─ No. Fue a ver a una de sus viejas amigas en Nueva York. ─

─ Entonces será un placer. ¿Sabes si Leonora ya se ha ido? ─

─ Sí, Gordon la recogió. No le dije que estabas aquí. ─

─ Hiciste lo correcto. Cuanta menos gente lo sepa, menos problemas


tendremos. ─

─ ¿Te diste cuenta de que tienes salpicaduras de sangre en el abrigo?


Probablemente me hice estas manchas cuando le arranqué el ojo a Fox.


─ Estoy haciendo un trabajo sucio, ─ respondí, encogiendo los
hombros. ─ Y mi parka es roja, así que... ─
Ella frunció el ceño.

─ Sí, roja y muy fea. Realmente necesitas dejar de comprar eligiendo tu


ropa en base a lo fácil que es esconder sangre o lavarla, te da un
aspecto terrible. ─
201
Es cierto que junto a ella y Beth, me veía como un verdadero
vagabundo. Aunque de un estilo de vestir muy diferente, estas dos
mujeres sin duda sabían cómo vestirse y lucirse. Yo era justo lo
contrario. Y no era por falta de recursos. Rafael me había dado un
armario tan lujoso que ni siquiera me atreví a ponérmelo. Vestidos,
trajes, saltos de cama, zapatos y joyas, todas esas maravillas habían
estado encerradas en mi enorme armario durante meses. ─

Para gran desesperación del vampiro, por cierto....

─ Sí, pero admite que es muy práctico. ─ Ella suspiró.

Agité la cabeza, ligeramente exasperada.

─ ¿No crees que tenemos otras cosas de qué preocuparnos? ─

─ La elegancia y el asesinato nunca han sido incompatibles, Rebecca. ─

─ No, excepto cuando hay que enterrar los cadáveres con una pala o
cortarlos con una sierra eléctrica para poder meterlos en una bolsa, ─ le
dije secamente.

─ Las colecciones de Kenzo tienen colores brillantes y mezclados,


algunas manchas probablemente no se verían, el color de sus ropas
combinaría perfectamente con su cutis y sería mucho más a tu favor. ─

Le di una mirada furiosa antes de darme cuenta por sus ojos brillantes y
su amplia sonrisa que estaba bromeando.

En el camino a su bonita casa, vi a las niñas potioneuses más jóvenes


corriendo y jugando, algunas de ellas de tan sólo 11 o 12 años de edad.
Las más grandes se reían mientras se pasaban los auriculares de su
iPod.

─ ¿A qué hora comienza el club de desarrollo? ─

─ Después de cenar, a las 7:30 p.m. ─ 202

─ ¿Cuántos estudiantes se inscribieron en la clase de Stella? ─

─ Cinco. Maya y Jessie están en la enfermería, Julie Whicombe, Sophie


Boswell y Sandra Whickers permanecen. ─

De todos modos, las tres chicas que ya me habían llamado la atención.


Interesante......

─ ¿Tienes algún archivo de ellas? ─

─ Por supuesto. ─

─ ¿Puedo consultarlos? ─

─ Están a tu disposición. ¿Crees que podrían estar involucradas en lo


que les pasó a sus compañeras o a Stella? ─

─ Sólo sé que no creo en las coincidencias. ─

─ Sabes, son sólo niñas, si Stella las entrenó, probablemente no


tuvieron nada que ver. ─

─ Maurane, el agresor está dentro de estas paredes, entiendo que


preferirías que fuera uno de tus maestros, pero también puede que no
sea el caso. Tú tienes que estar preparada para ello. ─

Ella suspiró y bajó la cabeza.

─ Admite que no es fácil de aceptar. ─

─ No. Pero sabes tan bien como yo que no sería la primera vez que una
joven potioneuse se vuelve loca. ─
─ Vale, pero de ahí a conocer la existencia del grimorio y poder
duplicarlo o robarlo, hay un abismo. ─

─ En eso estamos de acuerdo. Pero nada impide que muchas personas,


incluidos adultos, estén involucrados. ─
203
Ese era el quid de la cuestión. Hacer admitir a las potioneuses del Alto
Consejo que su secreto había sido revelado y que alguien había logrado
robárselo no iba a ser una tarea fácil, ni siquiera con una misión de alto
riesgo. Estas viejas brujas eran demasiado confiadas y orgullosas para
admitir que habían sido engañadas.

─ ¿Qué vas a hacer al respecto? ─ preguntó mientras abría la puerta


de su casa.

─ Nada. Creo que tu abuela ya lo ha hecho, ─ le contesté, quitando la


nieve de mi botas en la alfombra.

─ ¿Crees que se lo dijo al Alto Consejo? ─

─ No, no al Alto Consejo, a las Ocho.─

El Alto Consejo tenía una pequeña célula de ocho concejalas elegidas


entre las ocho familias más antiguas y poderosas. Ocho familias cuyos
descendientes pasaron de madre a hija la antorcha, Ocho guardianas de
la memoria.

─ ¿Por qué a las Ocho? ─ preguntó mientras entraba en la cocina.

─ Porque forma parte de ellas.

Rosemary era la potioneuse más poderosa de Vermont, era vieja, se


ausentaba con bastante regularidad y, sobre todo, conocía los secretos
más oscuros de su especie. Habría sido difícil no sospechar nada.

De repente, dejó la tetera que tenía en la mano.

─ Nadie sabe la identidad de los guardianas, pero estoy seguro de que


si lo fuera, me lo habría dicho. ─
─ Lo hará, cuando llegue el momento. ─

─ ¡Estás equivocada! ¡Mi abuela no es una guardiana! ─

─ ¡Abre los ojos, Maurane! ¿Cómo podía saber de la existencia del


grimorio y de las fórmulas prohibidas si no era así? ─ 204

─ Como tú, supongo. ─ Negué la cabeza.

─ No sabía que el grimorio no había sido destruido, sólo empecé a


preguntármelo cuando descubrí las pociones de Stella y no estaba
segura de que no hubiera sido quemado hasta que tu abuela me lo
confirmó. ─

─ Y las fórmulas prohibidas, ¿cómo las conoces? ─

─ Mi conocimiento no tiene nada que ver con tu clan. Te lo certifico. ─

─ Yo... no puedo creerlo, ─ tartamudeó, confundida.

─ Por otro lado, tal vez eso pueda ayudarnos. ─

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Las guardianas han sido traicionadas, tu abuela podrá hacer que lo


admitan más fácilmente que yo. ─

─ ¿Y? ─

─ Una vez que lo hagan, pueden averiguar de dónde proviene la fuga.


─ Um.... eso no es tontería. ─

─ El Alto Consejo de Magia reside en Nueva York, ¿no? ─

─ No. Se mudó a Albany hace dos meses. ─ Casi me ahogo.

─ Interesante. ─

─ ¿Hasta qué punto? ─ Preguntó ella, sirviéndome una taza de té.


─ Digamos que confirma una hipótesis, ─ dije, sintiendo que las piezas
del rompecabezas se entrelazaban lentamente.

Echó una mirada pensativa.

─ Sabes, he estado pensando mucho en esta historia y vuestra 205


reacción, la tuya y la de la abuela y me parece cada vez más
desproporcionada. Entiendo la peligrosidad de estos y que no deberían
dejarse en las manos equivocadas, pero ¿qué cambiaría si la verdadera
historia del grimorio se revelara finalmente? ─

Me quedé un momento para mirarla y ver si estaba bromeando, pero sus


ojos eran definitivamente serios.

─ No te das cuenta, ¿verdad? ─

─ ¿De qué? ─

¿Cómo podía hacerla entender de la insensatez de lo que acababa de


decir, sin revelar demasiado?

─ Lo peligroso que es. ─

─ ¿Peligroso para quién? ─

Un silencio incómodo se estableció entre nosotras mientras pensaba.

─ ¿Recuerdas cuando me hiciste todas esas preguntas sobre mis


orígenes? ─

─ Sí. Incluso te pregunté si eras una Vikaris...─

─ Maurane, lo que voy a decirte es muy serio... no es una advertencia a


la ligera... ─

Me miró fijamente con una mirada concentrada.

─ Adelante, di lo que tengas que decir. ─

─ Toda tu especie estaría en gran peligro si se supiera la verdad. ─


Palideció.

─ ¡Nunca me dijiste que estabas completamente loca! ─

─ Sé que tengo que darte esa impresión, pero tienes que creerme, ─
insistí en un tono sombrío. 206

─ ¿Qué sabes tú que yo no sepa? ─ Todo.

Y estaba convencido de que en el momento en que las vikaris se


enteraran de que el grimorio no había sido destruido, contrario a la
promesa que las potioneuses habían hecho a la diosa, todo su pueblo
quedaría diezmado de inmediato.

Nadie podría desafiar abiertamente a Akhmaleone y sobrevivir. Mi clan


nunca dejaría pasar este tipo de ofensa.

─ Debes confiar en mí, Maurane, si te digo que los vampiros y los


demonios no son las personas más peligrosas que pisan esta tierra, ni
las menos misericordiosas. Si se corre el rumor de que aún tienen el
grimorio, entonces la devastación y la muerte caerán sobre ti, te lo
garantizo. ─

─ ¿Eso es una amenaza? ─

─ No, una predicción. Este conocimiento pertenece a Akhmaleone y ella


te ha privado de él. ─

─ ¿Te estás creyendo estas viejas creencias? ─

─ Estas no son viejas creencias, sino la realidad. No tienes idea de lo


que estás hablando, Maurane. ─

─ ¡Estamos en el siglo XXI, Rebecca! Las diosas no han caminado por


nuestro mundo desde hace mucho tiempo! ¡Si es que realmente lo
hicieron! ─
Mi mirada se vació de toda expresión y de repente la vi poner su taza de
té sobre la superficie de trabajo y retroceder mientras llamaba a la
magia del Aire y un aura flamígera me rodeaba.

─ ¡Mírame a los ojos, Maurane, mírame y dime lo que ves! ─


207
─ ¡Estás completamente loca! ¿Qué te pasa? ─

─ Esta magia, este poder que corre por mis venas y en mucha menor
medida por las tuyas, ¿procede de dónde, en tu opinión? ─

─ De la naturaleza. Una transformación genética. ¿No me digas que


crees en esas historias sobre las buenas señoras? ─

─ No sólo creo en ello, sino que mi vida, mi alma, está dedicada a ellas.

─ No lo entiendo. ─

Miré en sus ojos, esperando encontrar un rayo, una esperanza. Busqué,


volví a buscar, pero sin éxito. Maurane no tenía fe y nada vivía en ella.

Sentí mi corazón apretado por la compasión.

─ No. Y ese es el problema, ─ dije, reprimiendo mi poder.

─ Sabes, deberías aprender a ser cautelosa con tus cambios de humor,


─ suspiró mientras terminaba su taza de té.

─ Sí, tienes razón, debería. ─

Dos horas más tarde, estaba de vuelta en mi aula donde Sophie Boswell,
Sandra Whickers y Julie Whicombe me estaban esperando.

Las tres se habían trasladado a diferentes estaciones de trabajo, como si


no quisieran tener nada que ver la una con la otra. O que esperaban
hacerme creer eso.

─ Buenas noches, señoritas. ─


─ Buenas noches, profesora Kean, ─ cantaron a coro.

─ Bien, ─ dije poniendo mi maletín al lado de mi silla, ─ ya que


estamos en un comité restringido, les sugiero que consideren hechizos
un poco más complejo que aquellos a los que están generalmente
acostumbradas. Pero empecemos por el principio y denme una lista de 208

las pociones que han aprendido a preparar durante este curso.

Las tres chicas intercambiaron una mirada discreta. Luego habló Julie.

─ Esambrume Hat, gardonum trapist, treforum obligate. ─

─ No te pregunté qué viste con tus otras compañeras durante tus horas
de clase, sino los nombres de las pociones que viste con tu profesora,
Srta. Whicombe.

─ Es sólo que no...─

Sophie fue inmediatamente interrumpida por la voz seca de Sandra.

─ La profesora Stevic era una perfeccionista, señora, no nos enseñó


nuevas fórmulas sino que nos hizo trabajar en las que veíamos en clase
durante el día, hasta que fueran perfectas. ─

Sophie bajó la cabeza mientras Julie asintió a la descarada mentira de su


amiga con una fingida franqueza que inmediatamente me hizo querer
abofetearla.

Lograr que estas niñas hablaran iba a ser mucho más difícil de lo que
había imaginado.

─ Tiempo perdido en mi opinión, ─ me limité a hacerles notar. ─


Sophie, ve a buscar las fotocopias en mi escritorio y distribúyelas a tus
compañeras.

─ Sí, señora ─ dijo mientras se ponía de pie.

Durante la siguiente hora, pasé mi tiempo observándolas y haciendo


como si no hubiera pasado nada. Tenía la sensación de que un ataque
frontal sólo serviría para predisponerlas y no quería despertar la
desconfianza que sentían, a pesar de que la mostaza empezaba a subir
lentamente en mi nariz.

─ El herbum prolifexat no es un hechizo inofensivo, Srta. Boswell. ¡Así


que siga las dosis con cuidado! ─ La regañé. 209

Se ruborizó de inmediato.

─ Pero eso es lo que hice, señora, se lo aseguro, tengo...─

─ ¿Ah, sí? En este caso, ¿cómo es que tu testículo de mandril está


entero? ─

Las tres chicas se convertirían algún día en maestra de las pociones, no


se trataba de ser tiernas con ellas ni de darles el más mínimo regalo. No
con las responsabilidades que les esperaban.

─ Cada dato, cada prescripción debe ser tratada con la mayor cautela.
Un solo error en la dosis, un simple descuido puede poner en riesgo sus
vidas y las de los que le rodean, supongo que la Sra. Stevic ya se lo ha
dicho, ¿verdad? ─

- Yo no.... pensé que...

Sophie estaba temblando en su silla, dándome miradas de miedo.

─ No, señorita, usted no pensó. Y ese es el problema. ─

Lágrimas anegaron sus ojos, pero yo las ignoré.

─ El rigor, el rigor por si solo debe ser el leitmotiv de cualquier gran


potioneuse. ¡Aleja de tu mente las aproximaciones, las dudas! ¡El trabajo
y la precisión son las únicas cualidades que te harán una verdadera
bruja y si no te sientes capaz de ello, abandona y transfórmate en una
materia menos abrupta que los hechizos de transformación!

Sophie se veía fatal mientras Sandra tenía una extraña sonrisa en su


rostro que yo no podía interpretar.
─ Parece que usted descuida la cuestión del poder, profesora, ─
señaló.

─ ¿De qué poder estás hablando, Sandra? ─

─ De nuestras habilidades mágicas. Ellos son las que determinan o no lo 210


que somos capaces de hacer, ¿verdad? Y Sophie es buena en eso. ─

─ Si no se vuelve más meticulosa, sus dones no le servirán de nada. Es


como la cuestión fundamental. ─

─ ¿La cuestión fundamental? ─

─ Sí, la elección. ¿Cómo utilizaré mis conocimientos? ¿Tomaré las


decisiones correctas? ¿Confiar en la persona adecuada? ¿En la persona
equivocada? ¿Tendré suficiente espíritu crítico para no pelear las batallas
de otras personas y tendré suficiente confianza en mí misma para pelear
mis propias batallas? ─ Ella sonrió.

─ ¡Oh! Esa...─

─ Sí, Srta. Whickers, esa. ─

─ ¿Infringiría la ley si una decisión le pareciera injusta?, ─ me preguntó


de repente a Julie, con una viva luz de interés en sus ojos.

─ Me ha pasado. Rara vez, en realidad. Porque las leyes se aprueban


generalmente para proteger los intereses del mayor número de
personas. Y no soy tan megalómana como para no tenerlo en cuenta. ─

─ Quieres decir que pensamos que estamos haciendo lo correcto al


luchar contra decisiones injustas, pero que de hecho, sin saberlo,
¿estamos causando daño a la mayoría? ─ preguntó Sophie.

─ Eso es exactamente lo que es. ─

Sophie y Julie intercambiaron una mirada que Sandra interceptó


inmediatamente.
Si todos pensáramos como usted, ─ gruñó Sandra, ─ entonces nunca
habría habido una revolución, una lucha por los derechos, o... ─

─ Estás confundiendo todo. Estoy hablando de justicia para todos, no


de privilegios para unos pocos. Vivimos en una democracia joven pero
sin discriminación entre los clanes y en una relativa igualdad y 211

seguridad. Si alguien ataca a un sistema justo por la venganza o un


deseo de dominación, sus acciones no tienen nada que ver con la
justicia, sus acciones nunca serán valientes, sino siempre serán egoístas
y despreciables, no importa cómo las presente o lo que intente hacernos
creer. ─

─ ¡Los Directums no son un sistema justo! protestó Sandra. Mírenos a,


nosotras, el clan de los potioneuses, somos los más numerosos, y sin
embargo nuestras voces sólo cuentan para un sexto en las elecciones
que se hacen. ¿Cuántos son los chamanes? ¡500 en todo el país y sin
embargo sus decisiones valen tanto como las nuestras!

Dibujé una sonrisa.

─ Los chamanes tienen un activo importante que justifica su


importancia: algunos de ellos prevén el futuro. ¿Cómo no tomar la
decisión correcta cuando tienen tanto poder? ─

─ Pero a veces cometen errores. Ni el tiempo ni el destino se quedan


fijos, ─ me contradice.

─ Es cierto, pero sus errores son pocos y tenerlos de nuestro lado


siempre ha sido una gran ventaja. Y no hay que culparlos por su
pequeño número, fueron las primeras víctimas de esta guerra, los
primeros que nuestros antiguos enemigos siempre trataron de diezmar y
los que nosotros no pudimos proteger. Sólo por tal auto-sacrificio
merecen el lugar que ocupan hoy, ¿no crees? ─

Sophie frunció el ceño.

─ Nunca había visto cosas así antes. ─


─ Claro que sí, ─ escupió Sandra. ─ ¡Los chamanes nunca se mezclan,
nos desprecian y viven en otro mundo! ¡Sólo les interesan los espíritus!
¿Por qué deberían sentarse en el Directum y participar en las decisiones
que les afectan tan raramente? ─

Esta pequeña Sandra estaba empezando a intrigarme seriamente. No fue 212

tanto el odio y el racismo que implicaban sus palabras, sino las miradas
amenazadoras que daba a Sophie y Julie lo que me estaba molestando.
Estas tres tenían algo que ocultar, o me cortaba la mano.

Con un poco de pesar, cambié cuidadosamente de tema. Tenía que


ganarme su confianza, no alertarlas.

─ Creo que nos perdimos un poco. Esta discusión fue interesante, pero
es hora de volver a trabajar seriamente. Así que vengan a mi alrededor y
miren atentamente. ─

Una hora más tarde, las niñas bostezaron hasta sacarse las mandíbulas,
pero las tres fueron capaces de preparar herbu prolifexat digno de ese
nombre.

─ Creo que podemos parar, ─ dije. Es hora de que se vayan a la cama.

Los tres recogieron sus pertenencias y las vi yendo hacia la puerta


principal. Sophie esperó un momento a que sus compañeras cruzaran el
umbral y luego volvió sobre sus pasos.

─ ¿Señora? ¿Puedo hablar con usted? ─

─ Sophie, ¿vienes? ─ De repente sonó la voz de Sandra en un tono


insistente justo detrás de su espalda.

Fruncí el ceño inmediatamente.

─ Sophie se unirá a usted en un momento, puede irse, Srta. Whickers,


─ le dije con frialdad.
Sandra, con aire apretado, fulminó a Sophie con su mirada y luego se
retiró bajo coacción y forzada.

─ Sophie, ¿de qué quieres hablarme? La chica pareció pensar por un


momento y preguntó en voz baja:
213
─ Usted sabe, yo no.... es sobre los cursos de perfeccionamiento...─

─ ¿Si? ─

─ Mentimos antes. ─

─ ¿Sobre qué? ─

─ Sobre las pociones. Las que nos enseñó la Sra. Stevic. ─

─ Te estoy escuchando. ─

─ Bueno, estábamos trabajando en pociones, pero no las que le


contaron Sandra y Julie. ─

─ ¿Tienes idea de qué se trataba? ─

─ No, pero eran hechizos extraños que no podíamos encontrar en


nuestros libros. ─

─ ¿Tenían usted y sus camaradas alguna razón en particular para


ocultarme este tipo de secreto? ─

─ La Sra. Stevic nos había prohibido hablar de ello. Dijo que eran
hechizos de alto nivel y que tendría grandes problemas si alguien se
enteraba. Y le creí hasta que...─

Se sonrojó y bajó la cabeza con una mirada avergonzada.

─ ¿Hasta qué? ─

─ Bueno, una noche fui a ver a la profesora Stevic después de la


escuela, la puerta estaba abierta y oí hablar a dos personas. Una era la
profesora, la otra, no estoy segura. Estaban discutiendo las pociones que
habíamos preparado el día anterior, estaban diciendo que devolverían a
las potioneuses a su antigua gloria y que estas armas nos permitirían
destruir a todos los enemigos de nuestro clan.

Las lágrimas anegaron sus ojos y mordió sus labios nerviosamente.


214
─ ¡Ni siquiera sabía que eran armas, Sra. Kean! Pensé que sólo
estábamos haciendo ejercicios...─

─ ¿Por qué me dices todo esto ahora, Sophie? ─

─ Tengo miedo, ─ admitió.

─ ¿De qué? ─

─ La profesora Stevic, Jessie y Maya, ellas... están desaparecidas. Hablé


de ello con Julie y Sandra y me dijeron que no tenía nada que ver con
nosotras, pero sé que están equivocadas. ─

─ ¿Por qué? ─

Se puso un par de guantes de goma y noté por primera vez que sus
pulgares y el interior de sus dedos índices habían sido quemados.

─ Bueno, hace tres días, cuando fui a mi habitación, en el internado,


encontré esto en mi almohada. No lo toque sin guantes, ¡está
impregnada de inflamax electra! me advirtió mostrándome una
fotografía.

Rápidamente me puse un par de guantes de látex que estaban en mi


escritorio y la agarré.

La foto era un retrato de Sophie, un retrato modificado desde que un


extraño había garabateado una mordaza en la boca de la niña y escrito
en el reverso "silencio o muerte". El autor de esta amenaza tenía un
fuerte gusto por el drama.

─ ¿Por qué no fuiste a ver a tu directora cuando te lesionaste? ─


Ella sacudió su cabeza.

─ Yo... estaba demasiado asustada. ─

─ Pero aun así, decidiste confiar en mí, ¿por qué? ─

─ Es por lo que dijiste antes.... sobre los sacrificios que hay que hacer 215

por el bienestar del mayor número de personas. Las pociones se han ido,
señora, ya no están en el almacén. No soy muy inteligente, pero si
entendí la conversación que la Sra. Stevic tuvo con la otra chica, estaban
planeando atacar al Directum y si eso sucede, será por nuestra culpa. ─

─ Eso es exactamente lo que estaba tratando de explicarte cuando


hablaba sobre el tema de la elección y las decisiones que vas a tener
que tomar. Eres un potioneuse muy dotada, mantén tu mente crítica y
no vuelvas a confiar en nadie a ciegas. ─

─ Sí, señora ─ dijo, limpiándose los ojos. ¿Estoy en problemas? ─

─ No conmigo, pero no puedo hablar por tu directora. ─

Suspiró aliviada y levantó su mochila de la escuela, lista para salir.

─ Una última cosa, Sophie, ¿tenía la profesora Stevic un libro o un


grimorio que usó para hacer estas pociones? ─

─ No. Tenía una especie de archivo, una especie de hojas perforadas en


una carpeta. ─

─ ¿Tenía un pentáculo rojo en el fondo? ─

─ Sí. ─

─ ¿Sabes dónde está? ¿Dónde lo guardaba la Sra. Stevic? ─

- No, lo siento.

Reprimí un suspiro de decepción.

─ Muy bien, vete a la cama rápido, es tarde. ─


La Pequeña Boswell me había dado algo en lo que pensar y estaba
comprendiendo mejor cómo habían ido las cosas. Sin embargo, no tenía
ni idea de cómo Stella Stevic había conseguido un ejemplar del libro, ni
del número y la identidad de las personas implicadas. Obviamente, iba a 216

tener que interrogar a la encantadora Julie y a la arpía de Sandra tan


pronto como fuera posible para aprender más, pero la pregunta ahora
era si nuestra conversación sería cortés o no.

Pero secretamente esperaba que estas niñas fueran lo suficientemente


razonables como para no forzarme a usar métodos traumáticos en ellas.
Mi reputación ya estaba lo suficientemente dañada, dar grano para
moler a todas esas malas lenguas, no trabajaba ni en mi interés ni el de
Maurane, que me había contratado.

─ ¿Sra. Kean? ─

─ Sí, espera, estoy instalando mi kit de manos libres, ─ dije, fijando


mis auriculares con los ojos fijos en la carretera. ¿Con quién estoy
hablando?─

─ Teniente Travers. ─

La voz era grave pero relativamente agradable.

─ Buenas noches, teniente, trabaja hasta tarde. ─

─ El Sr. White me dijo que usted necesita información urgentemente, ─


explicó.

Clarence le había dado el celular de Wallace al policía chamán, para que


pudiera identificar todos los números que el gorila había recibido y los
que había marcado en las últimas semanas. Y todos sus mensajes.

─ Ciertamente. ─

─ ¿Tienes algo en que escribir? ─


─ Estoy en el coche, ¿puedes llamarme en cinco minutos? ─

─ ¿No preferirías que te enviara todo esto por correo electrónico? ─

─ Excelente idea, Teniente. ─

─ Sra. Kean, sobre algunos de estos números..... Uno de ellos me llamó 217

especialmente la atención...─

─ ¿Si? ─

─ El de Franck Marden. Es un ser humano, pero no confíes en él, es


peligroso y ha estado involucrado en muchas ocasiones en tráfico de
estupefacientes, trata de personas y probablemente en asesinatos que
tuvieron lugar en Albany. ─

¿Por qué no me sorprende?


─ ¿Alguna condena? ─

─ Ninguna. En cada uno de estos casos, los testigos desaparecieron o


fueron encontrados muertos en extrañas circunstancias. ─

─ Parece estar muy familiarizado con las actividades de este humano,


Teniente. ─

─ Mi primo Gérald trabaja para la policía de Albany, me ha hablado a


menudo de Franck Marden, ha estado tratando de atraparlo durante
meses, ─ explicó.

─ Tranquilice a su primo, pronto le arrancaré esa espina del pie. ─

─ Tenga cuidado, nunca se mueve solo y por razones que aún no se


conocen, generalmente parece ser capaz de anticiparse a todo. ─

Algo en su voz me llamó inmediatamente.

─ ¿Un traidor entre ustedes, Teniente? ─


Algunos chamanes podían tener visiones muy precisas del futuro, a partir
de ahí suponer que Franck Marden, que es consciente de la existencia de
criaturas sobrenaturales, haya pagado por los servicios de uno de
ellos....

─ Ese es un problema que estamos considerando. ─ 218

Estaba empezando a arrepentirme de dejar que Clarence se ocupara de


Marden a solas. La misión del puma era probablemente mucho más
complicada y peligrosa de lo que se esperaba.

─ ¿El nuevo Assayim de Nueva York es consciente de las sospechas que


se ciernen sobre Marden y sus vínculos con algunos miembros de
nuestros clanes? ─

─ Sí, y ahí es exactamente donde reside el problema. ─

─ No me digas que su primo cree que Vladimir está involucrado en


estos planes. ─

─ Digamos que la situación es delicada, Assayim. ─ Es lo menos que


podríamos decir.
─ Admiro su moderación y eufemismo, teniente. ─

─ Tenga cuidado, el estado de Nueva York se ha convertido en una


verdadera canasta de cangrejos desde que el Sr. White se fue. Han
cambiado muchas cosas. Y matando a Wallace, te has hecho un montón
de enemigos. ─

─ ¿Tiene fe en su primo, teniente Travers? ─

─ Como en mí mismo. ─

─ Entonces hágale saber que lo visitaré muy pronto. ─

─ Algo me dice que le va a encantar, ─ respondió sin ironía.

Apenas había colgado cuando contacté a Clarence inmediatamente.


─ ¿Dónde estás? ─

─ ¿Dónde quieres que esté? En Albany, por supuesto. ─

─ Ve a un hotel discreto, no avises a nadie de tu llegada y no te


acerques a Franck Marden. Nos vemos mañana. 219

─ ¿Qué está pasando? ─

─ Problemas, ¿qué más quieres que sea? ─ le dije antes de colgar.

Cuando entré en mi apartamento, me sentí completamente agotada. Fui


a mi habitación, puse mi arma en mi mesita de noche y empecé a
quitarme mis jeans, el suéter, mis calcetines y los tiré en una pelota
sobre la alfombra antes de escuchar pasos familiares.

─ Eso es elegante, ─ comentó una voz en el umbral.

─ Veo que encontraste tu llavero. ─ Le pregunté a Beth, que estaba


dejando su bolsa de viaje al pie de mi cama.

─ Voy a dormir contigo unos días para que te recuperes. Fui a la casa a
recoger algunas cosas. ¿Has comido? ─

─ Beth, son las 11:30, ¡por supuesto que comí! ─

─ Ay, hueles a sangre y sudor, ¿hiciste algo especial hoy? ─

─ Sí, maté a los dos idiotas que me dispararon. ─

No le conté sobre mi trabajo como profesora interina en la escuela de las


potioneuses por temor a que me acosara con preguntas que
desafortunadamente no podía responder. Confiaba en Beth, pero
contarle lo que estaba pasando con las potioneuses no me pareció muy
sabio. La loba era la Raani de su clan, la mano derecha de Gordon, no
quería ponerla en conflicto pidiéndole que guardara ese secreto. Sin
mencionar que estaba desconfiando lo suficiente de las brujas para que
yo le diera una razón válida para odiarlas.
─ Genial. ¡Esos cabrones recibieron lo que se merecían! ─

─ Te agradezco el aliento, ─ le contesté en tono cáustico. ─ Ahora, si


me disculpas, voy a tomar un baño.

─ Buena idea, aprovecharé la oportunidad para instalarme. Me di la 220


vuelta y la vi desplegar su ropa por un momento, mirándola con gratitud.
Ella sabía lo mucho que la necesitaba y no dudó ni por un momento en
dejar su lujoso apartamento a unas cuadras de distancia para venir a
hacerme compañía y ayudarme a ahuyentar las pesadillas en las que
este demonio bastardo me seguía arrastrando.

Sólo por eso, quería besarla.

Con ese pensamiento reconfortante, me arrastré al baño, metí mis


bragas y mi sostén en la cesta de la ropa sucia y agregué las sales
perfumadas que Leo me había dado en mi cumpleaños anterior al agua
de la bañera.

Este día me había agotado por completo y mi pequeña escapada al


bosque con Clarence, me tenía bastante frustrada. Me sentía cansada,
tan cansada que al tocar el agua caliente, sentí que mis ojos se cerraban
inmediatamente.

─ Teléfono. ─

La voz de Beth detrás de la puerta me sorprendió.

─ ¿Quién es? ─

Oí a la loba intercambiar dos o tres palabras detrás de la puerta y luego


ella contestó:

─ Es Héctor, el mayordomo de Raphael, dice que no hay nada especial


que informar. ─
Rafael se había ido ya por veinticuatro horas y con todo lo que había
pasado, había olvidado completamente mis nuevas responsabilidades.
Debería darme vergüenza.

─ Agradécele y deséale buenas noches. ─


221
Unos segundos después, llamó a la puerta.

─ ¿Qué quieres? ─

─ Entrar. ─

─ Bueno, adelante. ─

Ella abrió la puerta y se sentó en el borde de la bañera, sin hablar por un


minuto, lanzándome miradas enfurecidas.

─ ¿Qué caso tiene preguntarte? En fin, te preguntaré ─

─ ¿Por qué el subordinado de Rafael te llama "Ama"? ─

Sonreí y sumergí mi cabeza en el agua durante unos segundos antes de


subir y suavizar mi pelo mojado detrás de las orejas.

─ ¿Rebecca? ¿Por qué un chupasangre te llama Ama? ─ insistió.

─ Héctor me llama por mi título, no veo qué es lo que te molesta ─ le


respondo, consciente de mi mala fe.

─ ¿Cuál título? ─

─ Estuve de acuerdo en liderar el clan de vampiros durante unos días.


De repente se puso pálida.

─ ¿Estás bromeando? ─

─ No. ─
─ ¡Estás completamente loca! No tiene derecho a...... Mierda, Rebecca,
no puedes cuidar a esos monstruos, a esos asesinos, no tú. ─

─ Cálmate, te lo dije, ¡sólo son unos días! ─

─ Pero.... pero es una locura, no puedes. ....─ 222

Se detuvo y me miró fijamente.

─ ¿Es él? ¿Es por su culpa? ─

─ Rafael no tuvo elección. Yo tampoco, así que no intentes discutir, no


servirá de nada. ─

─ ¿Lo amas? ─

─ No tiene nada que ver con esto, y si te hace sentir mejor, esta
situación no me conviene más que a ti. ─

─ ¿Pero lo haces por él? Rebecca, te conozco lo suficiente como para


saber que odias a esos malditos bastardos, así que tranquilízame y dime
que es el amor que te cegó. ─

─ ¿Qué el amor me cegó? Beth, ni siquiera sé de qué estás hablando.


Aceptar esta misión fue una decisión racional. No había otra manera de
proteger a los vampiros de un ataque de Mortefilis y mi afecto por Rafael
no tiene absolutamente nada que ver con ello. (O muy poco…)

─ ¿Así que estás fingiendo que no estás enamorada de él? ─

─ Por supuesto que estoy enamorada de él, pero eso no fue lo que
motivó mi decisión. ─

Ella sonrió.

─ Quiere decir que lo admites. ─

─ Eres rara, casi parece que estás feliz por ello. ─ Beth no tenía a los
vampiros en su corazón, por decir lo menos, y le había tomado bastante
tiempo aceptar mi aventura con el más salvaje y peligroso de todos
ellos.

─ Nunca te he visto sentir nada por nadie más que por Leo y por mí.
Pensé que estabas jodida, que envejecerías sola, y luego llegó Rafael
y.... 223

Fruncí el ceño.

─ Beth .. ─

Levantó la mano para evitar que continuara.

─ Déjame terminar. No me importa si elegiste a un vampiro al lado del


que, Lucifer parece un alegre bromista, si finalmente eres capaz de sentir
una emoción por un chico, no veo nada malo en ello. ─

La miré con ternura.

— ¿Y tú, de verdad, terminaste con Khor? Su cara se puso dura.

─ Sí. ─

─ No sólo eres estúpida, también eres la mujer más testaruda que


conozco. Mierda, Beth, ¿qué demonios? Me duele decirte esto, sobre
todo porque sabes que no llevo a tu "rugiente" en el corazón, pero
arruinar una bella historia por un momento de extravío me parece
completamente desproporcionado, ¿no crees? ─

─ ¡Puedes ser tan francesa a veces! ─

─ Sí, y lo reivindico. En nuestro país, el amor está por encima del


orgullo y los principios. Pero Beth, sabes muy bien que lo del sexo con
esa chica no tiene importancia. ─

─ Ayer ya me diste tu opinión, ─ comentó.

─ Sí, pero aún no has cambiado de opinión. ─

─ No. ─
─ ¿Así que vas a arruinarlo por una herida de autoestima? ─

─ Absolutamente. ─

No era una consejera matrimonial, ni el correo del corazón, pero no


podía evitar sentir una sensación de inmenso desperdicio. 224

Levantó una ceja.

─ ¿No tienes nada que añadir? ─

─ Eres una chica grande, supongo que sabes lo que estás haciendo, ─
le dije mientras agarraba la botella de champú.

─ Me sorprende no verte insistir. ─

─ ¿Para qué? Tu decisión ya está tomada, ¿verdad? ─

─ ¿Pero no lo apruebas? ¿Por qué? ─

─ No tengo que aprobarlo. No se trata de mi vida personal. ─

─ Sabes que realmente apestas como confidente, ¿verdad? ─

Me limpié la espuma de la frente con un movimiento de la mano y


sonreí.

─ Es como todo lo demás, depende de lo que se me confié. Prefiero que


me confieses que mataste a cien personas anoche y me pidas que lo
arregle en vez de contarme sobre los problemas con tu novio. ─

Ella se rió.

─ ¿Cien cadáveres? ¿Estás segura de eso? ─

─ Oh sí, exclamé antes de volver a sumergir la cabeza en el agua. ─

Unos diez minutos más tarde, volví a mi habitación, envuelta en mi bata


negra y calcetines grandes de lana, y encontré a Beth medio dormida en
medio de la cama.
─ Muévete, ─ le dije, levantando la colcha.

─ Humpf......

─ Sí, eso es correcto. ¡Vamos, mueve el culo o te pondré en el suelo! ─

─ Eres cruel, ─ gruñó antes de arrastrarse a un lado. 225

─ La mayor parte del tiempo, estoy agotada, ─ suspiré con satisfacción


al levantar el edredón de mi nariz.

Estaba empezando a dormirme cuando mi teléfono celular de repente


empezó a sonar.

─ Es un verdadero estándar para ti, ─ gruñó Beth mientras miraba


hacia arriba. Deja que suene, dejarán un mensaje. Necesitas dormir. ─

Tomé el aparato de la mesita de noche y eché un vistazo al número


mostrado. Era de Maurane.

─ Rebecca, tenemos un problema. ─

De repente sentí una sensación de desastre.

─ ¿Qué está pasando? ─

─ Sandra Whickers ha desaparecido. ─

─ ¿Qué quieres decir con que ha desaparecido? ─

─ Desapareció. No puedo decirte más que eso. ─

Le eché un vistazo a mi reloj. Era la 1:00 de la mañana.

─ La supervisora del dormitorio notó su ausencia hace casi una hora. ─

─ Estoy en camino. ─

Beth, con la cabeza apoyada en el codo contra la almohada, me miró


mientras me ponía de pie.

─ ¿Qué ocurre? ─
─ Una joven potioneuse se ha esfumado. Maurane me está pidiendo
ayuda. ─

─ ¿Quieres que vaya contigo? ─

El oído y el olfato de un hombre lobo pueden ser muy útiles en un caso 226
de desaparición, pero dudaba mucho de que la maestra de las pociones
apreciara la intrusión de un cambiaformas en su territorio o que lo
autorizará..

Negué con la cabeza.

─ No, quédate acostada. Yo me encargaré de ello. ─

─ Rebecca, realmente puedo ser útil, ─ insistió.

─ Lo sé, pero ya sabes, las brujas odian cuando la gente mete la nariz
en sus asuntos. ─

─ Sin embargo, te llamaron, ¿no? ─

─ Llamaron al Assayim, es diferente.

Se encogió de hombros y luego se hundió bajo el edredón.

─ Estas malditas mujeres son demasiado estúpidas... ─ resopló y cerró


los ojos.

Igual que yo. Estaba enfadada pensando en mi propia estupidez. Esas


niñas estaban en peligro, lo sabía y no había tomado ninguna medida de
precaución para protegerlas. Parece que mi cerebro se había posicionado
en el botón "stop". Me había comportado como una novata, había
cometido un error de principiante. Ya no se trataba de llevar guantes o
de proteger las sensibilidades. No sabía si la desaparición de Sandra fue
deliberada o no, pero si la hirieron o asesinaron, yo era plena y
totalmente responsable de lo que le había pasado. Y me hacía sentir
completamente enferma.
Capítulo Dieciséis

Rápidamente subí los escalones del edificio principal de la escuela y me


uní a Maurane, que me esperaba en el vestíbulo principal. 227

─ ¿Todavía no hay noticias? ─

─ Buscamos por todas partes, no está en los dormitorios, en las aulas,


en la biblioteca o en el gimnasio.... Ya no sé qué pensar. ─

Maurane llevaba unos pantalones viejos descoloridos, un gran suéter de


lana y un sombrero. Aunque estábamos dentro, el frío se las arregló para
infiltrarse y el local estaba mucho menos caliente que durante el día. ─

─ ¿Podría haber dejado la escuela discretamente? ─

─ No. La señal de alarma no sonó, ni tampoco los hechizos de


seguridad, sólo los corté para dejarte entrar. ─

─ ¿Estás segura de que no es lo suficientemente poderosa para


forzarlos? ─

─ Mi abuela los instaló, créeme, está muy lejos de tener la capacidad de


conjurarlos o volver a colocarlos en su lugar como si nada hubiera
pasado. ─

─ De acuerdo, sólo queda el parque, ─ señalé en un tono sombrío.

─ No, no. ¿Qué se supone que haga afuera? ¡Hace menos 15 grados! ─

─ Lo sé. ─

Tragó lentamente.

─ ¿Crees que...? ─

─ Si has buscado correctamente en los otros posibles escondites, eso


nos deja con pocas opciones. ¿Quién más la está buscando? ─
─ Sólo la enfermera, la Sra. Brewster y yo. Le pedí a la Sra. Barnes, la
supervisora de los dormitorios de las mayores, que se quedara en su
puesto.

Maurane, como siempre, trataba de actuar lo más discretamente posible


para proteger la reputación de la escuela, pero hoy eso me molestaba. El 228

sentimiento de culpa que sentía probablemente tenía algo que ver con
ello.

─ Bueno, entonces compartiremos la tarea. ─

Cubrir unas quince hectáreas de terreno cubierto de nieve iba a llevar


tiempo, pero no teníamos muchas opciones.

─ ¿Existe un sistema de iluminación? ─

─ Sí, pero sólo a lo largo de los senderos, para que los estudiantes
puedan circular con seguridad. ─

─ ¿Tienes linternas? ─

─ En los cajones de las oficinas de la administración. ─

─ Muy bien, entonces ve por ellos. ─

─ ¿Puedes... puedes usar tu poder para capturar su energía? ─

─ Por supuesto. ─

Unos momentos más tarde, estábamos caminando por el enorme parque


cubierto de nieve, como dos fantasma deambulando por una tierra
maldita. Mi poder flotaba en el aire buscando el más mínimo rastro de
energía. Me resbalé una o dos veces por el camino helado que conducía
a los dormitorios de las grandes y luego me hundí en un manto de nieve
casi hasta las rodillas, con la linterna apuntando hacia el suelo, con la
esperanza de encontrar huellas de pisadas. Había estado buscando
pistas durante más de media hora cuando un batir de alas me llamó la
atención. Inmediatamente giré y vi a un Gran Duque5 deleitándose con
su presa. Rápido como el rayo, el ave nocturna reanudó casi
inmediatamente su vuelo, rompiendo al pasar la capa superficial de un
gigantesco muñeco de nieve que se encontraba allí. Intrigada, di un
paso al frente y dirigí la corriente de luz hacia la extraña escultura. En el 229
mismo lugar donde las alas del ave de presa habían despojado la nieve
ligeramente, una extraña sombra sobresalía. Me acerqué de nuevo y
entonces un estilete helado cruzó repentinamente mi espina dorsal.
Naranja. Había una mancha naranja. La información se propulsó a mi
cerebro a una velocidad acelerada por la violencia del choque. Entreabrí
los labios para dejar que el aire fluyera a mis pulmones y luego exhalé
en un rugido de ira y frustración que me impidió ahogarme.

La niña tenía los ojos cerrados. Su piel estaba azulada, las migajas de
hielo escarchaban sus pestañas y su cabello dorado. Sus rasgos eran
tranquilos. Podría haber estado durmiendo. Debería haber estado
durmiendo.

─ ¡Maurane! ─ Grité. No hubo respuesta.

Me concentré e impulsé mi energía hacia la luz que podía ver a unos


cincuenta metros de distancia.

─ ¡Maurane! ─

Pronto sus pasos se sintieron en la nieve y finalmente oí el ruido de


alguien corriendo hacia mí.

─ ¿Encontraste algo? ─

Esperé a que llegara a mi altura para asentir con la cabeza.

─ Mira, ─ asentí, indicándole con mi linterna mi siniestro


descubrimiento.

5
Gran Duque: es un Búho Real.
─ ¡No! ¡NO! Dime que no es... no!!!!!! Por favor...─

Los hombros de Maurane temblaban, pero no de frío.

─ Lo siento. Debería haber previsto esto.... ─ dije, con la garganta


apretada. 230

Olfateó mientras un rayo de sorpresa cruzaba en su mirada.

─ ¿Qué quieres decir con que deberías haberlo previsto? ─

─ Esta niña, Sandra, participó al igual que Jessie, Maya, Julie y Sophie
en la elaboración de las pociones prohibidas. Ella estaba hasta el cuello
en esta historia.

─ ¿Estás.... estás segura de lo que estás diciendo? ─

─ Sí. Pensé que tendría tiempo para entrevistarlas mañana, pero


supongo que alguien lo adivinó y se me adelantó. Tenemos que poner a
salvo a Julie y Sophie ahora mismo antes de que les pase lo mismo. ─

─ ¡Oh, Dios mío! ¿Pero por qué no viniste a mí? Habría tomado medidas
de protección, las habría hecho dormir en casa. ─

─ Sophie no me dijo lo que sabía hasta esta noche, no pensé lo peor, es


todo culpa mía.... No tengo excusa. ─

Maurane me miró fijamente durante mucho tiempo, y luego lentamente


pasó su mano sobre su cara.

─ ¿Qué hacemos ahora? ─

─ Lo llevaremos a un lugar seguro. ¿Tiene un congelador grande? ─

─ ¿Estás loca? No voy a presentarla así a su familia.

─ ¡No vas a presentarla hasta que se resuelva este caso! ─

─ Pero por Dios, ella no está en coma ni bajo un hechizo, ¡está muerta!
Sus familiares deben ser informados. ─
─ Si haces eso, si la historia se propaga, que una niña ha sido
asesinada, todos los padres se apresurarán a recuperar a sus hijos y con
ellos nuestros principales sospechosos. No hace falta decir que eso está
fuera de discusión. ─

─ Sí, pero... ─ 231

─ Pero nada en absoluto. No dejaré que el que cometió este horrible


crimen se salga con la suya, ¿está claro? ─

Mi expresión resuelta superó su última resistencia.

─ De acuerdo. ¿Qué me recomiendas? ─

─ Todo el mundo debe considerar esto como una fuga y la investigación


se llevará a cabo en consecuencia. Nadie se sorprenderá de las
preguntas que se puedan hacer. ─

Ella suspiró y miró fijamente el cuerpo sin vida de la adolescente.

─ Pobre chica...─

─ Una cosa más. ─

─ ¿Qué? ─

─ Voy a tener que sondearla. ─

─ ¿Ahora? ─

─ Cuanto menos esperemos, mejor. ─

Cerró los ojos e hizo un ligero movimiento como señal de consentimiento


antes de ayudarme a sacar a la pequeña Sandra de su ataúd de nieve.

Una vez que la acosté en el suelo, le di la vuelta y me di cuenta de que


llevaba el pijama debajo de su gruesa chaqueta naranja, que su cuerpo
estaba intacto y que no mostraba ningún signo de agresión.
Respiré hondo y puse mis manos sobre ella, dejando que mi poder me
invadiera. Pronto, la magia de los cuatro elementos corrió por mis venas
en una serie de poderosas olas que inmediatamente vertí en el cuerpo
de Sandra como un catalizador. Era improbable que funcionara, pero si
podía capturar incluso una pequeña huella de energía, no tenía derecho 232
a dejar escapar esa oportunidad.

Sandra debe haber sido de mi opinión porque tan pronto como el poder
la penetró, se creó una conexión. Y sentí los indicios de magia en la
mente de la niña despertar y hacer un último grito de agonía.

Entonces entendí lo que la había matado y me dio náuseas.

─ ¿Rebecca? Rebecca? ─

─ ¿Qué? ─

─ ¿Por qué te quedas así, postrada? ─

Con mi experiencia, debería haber estado preparada para anunciar las


malas noticias, no, mejor, debería haber sido una verdadera profesional
en este campo, por desgracias, hay algunas pequeñas cosas en este
mundo por las cuales nunca me sentiré lo suficientemente impasible.

─ Sé cómo murió, ─ anuncié con voz ronca.

─ ¿Cómo? ─

─ Sólo vi una silueta, sin rostro. Quien la atacó usó un spray que
contenía una poción paralizante y luego…─

─ ¿Y luego qué? ─

─ La enterró viva bajo el muñeco de nieve con la esperanza de que el


frío y la falta de oxígeno terminaran el trabajo para ella. ─

Abrió los ojos, aterrorizada.

─ ¿Quieres decir que Sandra estaba viva cuando...? ─


─ Sí. Estaba lúcida pero no podía moverse. ─

─ ¡Oh, Dios mío! ─

─ Como dijiste. ─

─ ¿Qué... qué estás haciendo? ─ preguntó, mientras me veía 233

empezando a agarrar un gran montón de nieve en mis manos.

─ Estoy reconstruyendo la tumba de la niña. Te lo dije, quiero que el


monstruo que hizo esto piense que todavía está ahí, ─ le expliqué.

La nieve que había estado cayendo de nuevo durante casi dos minutos
crearía una nueva capa de nieve que nos ayudaría a ocultar nuestras
huellas y el agujero que nuestra nueva construcción iba a dejar. Era
perfecto.

─ ¿Y qué pasará si los pequeños deciden destruirlo para jugar? ─

─ El área está aislada de los senderos, ubicadas en el extremo opuesto


del parque. La asesina no es estúpida, eligió el rincón menos arriesgado.
Si me preguntas a mí, Sandra podría haber permanecido allí hasta el
final del invierno y hasta que la nieve se derrita sin que nadie la
descubra. ─

─ Eso es inteligente, muy inteligente...─

─ Sí, por eso vamos a tener que jugar duro. ─ Una hora más tarde,
una vez terminada nuestra tarea, con torpeza pero con firmeza
transportamos el cadáver de la joven potioneuse a bodega de la escuela.

─ Nadie la encontrará aquí, ─ dijo Maurane, con la nariz roja y los pies
congelados, dándome la llave de la cerradura del congelador en el que
acababa de encerrarla.

─ Perfecto. El frío debería permitirnos mantener el cuerpo intacto para


que podamos devolvérselo a su familia. ─

La cara de Maurane se nubló.


─ ¿Y ahora qué? ─

─ Bueno, ahora vamos a despertar a sus compañeras de cuarto y


hacerlas hablar. ─

─ Su compañera de cuarto. Las estudiantes del primer y último año no 234


duermen en dormitorios, sino en habitaciones para dos personas. ─

─ Aún mejor. ─

─ Mientras te ocupas de esto, voy a recoger a Julie Whicombe y Sophie


Boswell y a llevarlas a mi casa. ─

─ Enciérralas y no las dejes salir más, ni siquiera para ir a la escuela. ─

─ No te preocupes, ni siquiera podrán ir al baño sin que yo lo sepa. ─

Rápidamente fuimos a informar a la Sra. Brewster en la enfermería que


estábamos abandonando la búsqueda, luego Maurane me acompañó a
los dormitorios.

─ Esta...─ Se recuperó.

─ Esta es la habitación de Sandra Whickers. La Srta. Barnes va a


despertar a su compañera de cuarto. ─

Una mujer alta, morena y fuerte, de rostro redondo, asintió sin decir
palabra, abrió la puerta de inmediato y escuché unos cuantos susurros
mientras Maurane se estaba alejando hacia el final del pasillo.
Capítulo Diecisiete

La joven compañera de cuarto de Sandra llevaba una bata de baño a


rayas con marcas de maquillaje en el cuello y unas grandes zapatillas 235

rosas. Ella era alta, bastante pálida, y sus labios estaban agrietados
como después de una exposición prolongada al frío o al sol. No era fea si
te gustaba el tipo de gran bacanal anoréxico.

Cruzó los brazos y, bajando la cabeza, examinó sus zapatillas, como si se


sorprendiera de verlas allí.

─ ¿Cómo te llamas? ─

Me echó una mirada que me dijo que responder a un interrogatorio era


lo último que quería soportar en este momento.

─ Felps, señora, Marilyn Felps. ─

─ ¿Qué tan bien conoces a Sandra? ¿Eres una de sus amigas? ─

─ Si se puede decir, señora. Hemos estado compartiendo la misma


habitación desde que llegué aquí hace seis meses.

─ ¿Pero son muy unidas? ─

─ Sandra es especial, señora, un día te considera su mejor amiga, al día


siguiente se ríe de ti con sus amigas, eso lo dice todo, ─ dijo
amargamente.

─ Srta. Felps, o más bien Marilyn. ¿Te importa si te llamo Marilyn? ─

La chica asintió con la cabeza. Pero con una mirada cautelosa. Como si
el hecho de que use su nombre de pila constituyera un exceso de
confianza que sólo podría llevar a una trampa.

─ A pesar de esto, supongo que Sandra a veces confiaba en ti. ─


─ A veces, ─ reconoció.

─ ¿Te dijo adónde planeaba ir esta noche? ─

─ No, señora. ─

- ¿Ha venido alguien a verla? 236

─ No, señora. ─

─ ¿Te ha dicho tu compañera de clase que tenía la intención de huir? ─

─ No, señora.

Si no hubiera hecho esa última pregunta, se habría sorprendido. ─

─ La directora me ha permitido excepcionalmente usar una poción de la


verdad, ¿debería usarla, Marilyn? ─

─ No tienes derecho a hacer eso, va contra las reglas. ─

─ Yo soy el Assayim, nada me está prohibido. ─ Sus ojos se abrieron


de par en par y tragó.

─ Yo no.... entienda que no quiero meterla en problemas.─

─ Entiendo, pero tienes que decirme lo que sabes, Marilyn. Si lo


prefieres, ¿puedo ponerme en contacto con tus padres y explicarles la
situación? ─

Tenía una mirada de miedo en sus ojos.

─ ¡Oh, no, no haga eso, señora! Mis padres no son muy tolerantes, si se
enteran de que no quiero cooperar con usted, ¡me estrangularían! ─

Ahora parecía una niña aterrorizada.

─ No lo sabrán si me dices la verdad. ─ Ella asintió y suspiró.

─ En realidad, no sé mucho. Deberían ser como las 11:30, y teníamos


en la cama como media hora cuando oí llamar a la puerta.
─ Sandra estaba en pijama, fue a abrir la puerta. No vi quién era, la que
vino a verla se quedó en el pasillo y hablaron detrás de la puerta.
Después de un momento de charlar en voz baja, Sandra vino a buscar su
abrigo, sus botas y sus guantes, me dijo que volvería pronto y que le
dijera a la supervisora si pasaba por aquí que estaba en el baño. ─ 237

─ ¿Y eso es todo? ─

─ Sí, señora. ─

─ ¿Pero no te preocupaste cuando no la viste entrar? ─

─ No, pensé que estaba hablando en la habitación de una de sus


amigas, como siempre lo hacía. ─

─ Si ese fuera el caso, ¿por qué se llevaría su abrigo y sus guantes? ─

Se encogió de hombros.

─ En ese momento, no pensé en eso. Y luego me quedé dormida, así


que...

Bajó la cabeza, obviamente avergonzada.

─ Sabe, no veo a Sandra huyendo así. Sus padres, especialmente su


madre, son aún más intransigentes y duros que los míos. ¡Ni siquiera le
digo lo que le podrían hacer si vuelve! ─

─ ¿Les teme mucho? ─

─ Sí, señora, y si conociera a la Sra. Whickers, entendería por qué. ─

─ ¿Bajo qué circunstancias los conoció? ─

─ Sandra me invitó a su casa a pasar el fin de semana en un Hotel. Su


madre era muy mala con ella, seguía criticándola, nada de lo que hacía
Sandra es lo suficientemente bueno para ella. Además, no fue más
amable con nosotras.

─ ¿Nosotras? ─
─ Julie Whicombe, Jessie Brennan y Sophie Boswell también estuvieron
presentes. ─

─ ¿Qué tan bien se conocen las cinco? ─

─ Sí, bueno, ya no las veo mucho. Desde hace algún tiempo, siempre 238
están juntas y ya no se asocian con nadie más y.... bueno. Jessie está
enferma y Sandra se ha ido, así que sólo quedan Sophie y Julie de su
pequeña pandilla. ─

Ella había dicho eso en voz baja, pero un brillo de maldad brillaba en sus
ojos como si estuviera disfrutando secretamente de la situación. Estas
chicas deben haberla rechazado o haberla hecho sufrir muchísimo.

En cualquier caso, estaba empezando a comprender mejor las relaciones


entre las chicas y entendí por primera vez que su excelente nivel
académico y sus cursos de perfeccionamiento no eran los únicos factores
que las habían acercado tanto.

─ Una última pregunta: ¿quién es más íntima con Sandra, Sophie o


Julie? ─

─ Julie, ─ contestó de inmediato.

─ ¿No crees que sea extraño que una chica tan sofisticada y que viste
como Sandra sea amiga de una chica tan simple y natural como Julie? ─

─ Si yo fuera usted, no confiaría en las apariencias con estas chicas,


señora, ─ insinuó en tono pérfido.

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Nada más que lo que acabo de decirle. ¿Puedo irme a la cama ahora?
Nos levantamos en dos horas y tengo un examen de geometría. ─

Le hice una señal y salí de la habitación con nuevas preguntas en mi


cabeza. Empezando con el papel de Maya, la pequeña protegida de
Maurane. Marilyn no había dicho su nombre ni una sola vez y me cortó la
mano si las otras no la ignoraban fuera del curso avanzado. ─

─ ¿Ha terminado, señora, o quiere ver a alguien más? ─ Preguntó la


supervisora que me estaba esperando en el pasillo.
239
─ Son casi las 5 de la mañana, ─ dije, moviendo la cabeza. ─ Creo que
voy a tomar un buen café. ─

Las 5:00 de la mañana.... a ese ritmo, realmente me iba a desmoronar.


Reuní las pocas fuerzas que me quedaban y me fui directamente a la
casa de Maurane, decidida a continuar a pesar del frío y la fatiga que me
invadía. La violencia brutal de este primer asesinato y el dominio del
asesino sobre su ejecución eran de muy mal augurio. La muerte era un
fenómeno contagioso una vez que el juego comenzaba y yo tenía la
firme intención de tomar las cartas en mis manos y no dejarlas ir.

¿No fuiste a dormir a tu casa? ─ preguntó Maurane, con los ojos rojos
y la cara somñolienta.

─ No, tengo que hablar con las niñas primero. ─

─ Están dormidas, regresa en unas horas. ─

─ Esta vez no, Maurane. No, esta vez no esperaré para hablar con
ellas.─

Ella entendió que yo no cedería porque inmediatamente se alejó un poco


para dejarme entrar.

─ Estás empapada. Primero toma una ducha caliente, mientras te


preparo un té y ropa seca. ─

─ ¿Crees que eres mi madre? ─

─ No, pero coger una neumonía no va a ayudar. Ven conmigo. ─


Obedecí, demasiado cansada para discutir. De todos modos, Maurane
tenía razón. Enfermarse ahora mismo habría sido tan catastrófico como
inútil.

Así que la seguí a un baño blanco y beige en el primer piso.


240
─ Las toallas están en este armario, pero también puedes llevarte este
albornoz, es de los invitados, ─ dijo mientras abría una puerta corrediza.
─ Te veré en unos minutos.

Apenas había desaparecido cuando ya me estaba quitando la ropa.


Pedazos de hielo cubrían gran parte de mis pantalones y me costó
trabajo quitármelos. Bajo el tejido húmedo, mis piernas estaban tan
rojas que me quemaban. Las froté por unos momentos para detener el
hormigueo y luego entré en el agua caliente con un suspiro de éxtasis.

Diez minutos más tarde, Maurane me trajo uno de sus vaqueros, una
braga de algodón todavía en su envase y un grueso suéter de cachemir
rojo.

─ Debería ser de tu talla, ─ dijo.

─ Gracias. ─

Me observó en silencio durante unos momentos y luego dijo:

─ ¿Qué es ese tatuaje? ─

No había pensado en esconder la salamandra que cubría parte de mi


espalda.

─ Es la marca de mi clan. ─

─ ¿Por qué la salamandra? ─

─ Según las leyendas, la salamandra es el único animal, junto con el


dragón, capaz de bañarse y vivir en el fuego. El único que se mueve sin
riesgo en las llamas del infierno y se regenera allí. ─
─ Fuego, ¿eh? Es más una cosa de demonios que de brujas. ─

─ No necesariamente, ─ dije un tono evasivo mientras me ponía el


suéter.

Me miró tan intensamente que casi sentí su mirada quemándome la 241


espalda.

─ ¿Me lo explicarás algún día? ─

─ ¿Qué? ─

─ Bueno, ¿quién eres y de dónde eres? ─

Me volví hacia ella y la miré a los ojos.

─ No te conozco, Maurane, no realmente y honestamente no veo cómo


mi vida puede interesarte. ─

─ Perdóname, sólo tengo curiosidad por entenderte, por entender por


qué tu aura es tan oscura, tan ardiente...─

Maurane había luchado en la guerra, pero las batallas que libró su


especie no eran como las que solían librar las Vikaris. Las pequeñas
potioneuses no eran perseguidas como nosotras por los demonios, no
poblaban sus pesadillas, no debilitaban sus mentes hasta el punto de
perderlas. La maestra de las pociones no tenía ni idea de la voluntad, el
endurecimiento, el poder, que tuvimos que adquirir desde temprana
edad para sobrevivir.

Nunca había luchado contra la oscuridad, nunca había servido como


baluarte para miles de millones de personas, nunca había rezado a la
diosa todas las mañanas para que le diera la fuerza que necesitaba para
resistir un día más.

No, Maurane no tenía en su boca el sabor de la nada y la oscuridad, y yo


la envidiaba por eso.
Capítulo Dieciocho

Sophie y Julie estaban sentadas hombro con hombro sobre las mantas
de la cama matrimonial. Intercambiaron breves miradas y parecían 242

visiblemente preocupadas.

─ Sophie, ¿puedes dejarme hablar a solas con tu compañera y reunirte


con la directora hasta que te llame? ─

La preciosa morena asintió, se levantó y desapareció sin decir nada más,


mientras que yo inmediatamente volví mi atención hacia Julie.

─ ¿Está todo bien, Julie? ─

─ Sí, señora. ─

Su apariencia contradecía sus palabras. Tenía ojeras debajo de los ojos y


flotaba en su pijama, una señal de que había perdido peso
recientemente.

─ Como probablemente escuchaste, Sandra Whickers se escapó. ─

─ Sí. ─

─ ¿Tienes alguna idea de dónde podría estar escondida? ─

Ella sacudió la cabeza.

─ No. Cuando la dejé antes en la puerta de su habitación, nunca me


dijo que quería huir. ─

─ Pero si lo hubiera hecho, si te hubiera dicho que tenía la intención de


hacerlo, ¿te habrías sorprendido? ─

Pareció dudar durante una fracción de segundo y luego asintió.

─ Sí, señora. ─
─ Julie, ¿crees que estaba asustada? ─

Miró hacia abajo durante un segundo y luego levantó la vista con


expresión de sospecha.

─ ¿De qué? ─ 243

─ No voy a andarme con rodeos, ¿podría la partida de Sandra tener


algo que ver con la profesora Stevic y el trabajo que hiciste en el curso
de actualización? ─

─ ¿Sophie le dijo eso? ─

─ Responde a mi pregunta. ─

─ Mire, señora, sé que la profesora no tenía derecho a enseñarnos


hechizos de tal nivel, pero realmente no veo la conexión con la partida
de Sandra. ─

─ Oh, ¿en serio? De las cinco estudiantes que participaron en este


curso, dos han estado enfermas por dos semanas y una tercera ha
desaparecido, ¿no te preocupa más que eso? ─

─ No. La Sra. Stevic, Jessie, Maya y Sandra volverán de todos modos.


─ ¿No intentaste contactar con ellas? ─

─ Sí, les envié correos electrónicos y les dejé mensajes, pero...─

─ ... ¿pero no responden? ─

─ No. ─

La miré fijamente durante mucho tiempo y deliberadamente dejé que se


estableciera un silencio incómodo.

─ Muy bien, es cierto que es raro, pero todo el mundo puede contraer la
gripe, ¿verdad? ─
─ Julie, ¿qué sabes de las pociones que la Sra. Stevic te pidió que
hicieras? ─

─ No mucho. Ya sabe, sólo seguimos sus instrucciones, eso es todo. ─

─ Entonces, ¿así que pretendes no conocer los efectos de los hechizos 244
que estaban preparando? ─

─ No, y no nos importaba. Todo lo que nos interesaba era conseguir


puntos extra para aumentar nuestro promedio general. ─

─ No te creo, Julie. ─

─ Bueno, eso es una pena, porque es la verdad. ─

─ Eso es lo que vamos a ver. ─

─ ¿Qué quiere decir? ─

─ Traga esto, ─ ordené, dándole un frasco.

─ ¿Qué es? ─

─ Una poción de la verdad. ─ Ella palideció.

─ ¡No, no voy a tomar eso! ─

Dada su extrema delgadez y pequeño tamaño, sabía que no tendría


ningún problema en hacérsela tragar contra su voluntad. Insistí por
última vez.

─ Bébetelo o te la meto en la boca, ─ dije en tono amenazador.

Me miró de mal talante y luego tomó la poción.

─ ¿Por qué está haciendo esto? ¿Crees que dándome este tipo de
tratamiento va a encontrar a Sandra? ─

Encontrar a Sandra ya no era un problema, pero decidí no abordar el


tema.
─ Cállate y bebe. ─

Me miró con desprecio y luego se tragó todo el frasco.

─ El efecto se sentirá en unos minutos, relájate, ─ dije.

No me contestó, parecía ausente y ligeramente disgustada. Después de 245

un momento, vi su cuerpo estremecerse brutalmente y supe que estaba


lista para ser interrogada de nuevo. No poder mentir u ocultar el más
mínimo sentimiento a un extraño era una experiencia dolorosa, pero
dadas las apuestas y la seriedad de los hechos, no sentí ni una pizca de
culpa por haberle impuesto esta pequeña molestia. La estrategia puede
haber sido cruda, pero en generalmente funcionaba.

─ Bueno, entonces Julie, ¿qué sabes de las pociones que la Sra. Stevic
te pidió que prepararas durante tus cursos de perfeccionamiento con
ella? ─

─ Yo no...─

Tragó, se resistió por un momento, su cuerpo tembloroso, y finalmente


la confesión brotó de sus labios:

─ Esas son pociones de batalla. La profesora Stevic nos dijo que tenía la
intención de usarlas contra vampiros y demonios que en secreto siguen
matando a los nuestros. ─

─ ¿Crees que te dijo la verdad? ─

─ N.... no. Pero no me importaba. Los vampiros mataron a mi madre y


a mis abuelos, yo... quería verlos morir. ─

─ ¿Tus compañeras de clase son conscientes de esto? ─

─ No, sólo Sandra, Jessie y yo. Sophie, sólo quería sacar buenas notas y
Maya se negó. ─
Por lo tanto, la protegida de Maurane no estaba involucrada. Me sentí un
poco aliviada, pero lamenté profundamente que no las hubiera
denunciado.

─ ¿Cuántas de estas pociones han preparado? ─


246
─ Unas cien. ─

─ ¿Y dónde las guardaban? ─

─ En casa de la profesora Stevic. ─

─ ¿En ningún otro lugar? ─

— N...

Trató de mentir, pero las palabras parecían atascarse en su garganta.

─ ¿En ningún otro sitio? ─ Repetí.

─ Sí. Aquí, en mi habitación. Me quedé con diez de ellas. Quería esperar


hasta después de que salieran del Glam's, el club de vampiros, y
tirárselas a todo los chupasangres. ─

Desorganizada, impulsiva, Julie era sólo un pequeño peligro, pero ni los


vampiros ni Rafael, a quien pertenecía el club, habrían dejado pasar tal
ataque.

─ ¿Tienes algo que ver con la agresión a tu profesora o a tus


compañeras?

Abrió los ojos, aturdida.

─ No. ¿De qué tipo de agresión estás hablando? ─ No contesté y seguí


adelante:

─ ¿Sabe dónde está la carpeta de la Sra. Stevic, la que usaba para


dictarle pociones? ─

─ No. ─
─ ¿Tenía un antiguo grimorio? ─

─ No. ─

Maurane irrumpió de repente en la habitación con el rostro sombrío.

─ ¿Puedo verte cinco minutos? ─ 247

Asentí con la cabeza y me levanté para seguirla fuera de la habitación.

─ ¿Qué está pasando? ─ Pregunté con una mezcla de molestia y


perplejidad.

─ Stella Stevic está muerta, la Sra. Brewster me lo acaba de decir. ─

─ No hay nada sorprendente en eso. Te dije que usar las fórmulas


prohibidas era suicida para una potioneuse, ¿no? ─

Cien pociones.... Había esperado en secreto que las chicas no hubieran


contribuido al desarrollo de todos estos hechizos y que Stella Stevic
hubiera inventado la mayoría. Desafortunadamente, entre nuestras
esperanzas y la realidad....

Tragó, su cara devastada.

─ Rebecca, ¿Maya....? ─ Inmediatamente negué con la cabeza.

─ No. Ella es inocente. Se negó a cooperar y no debería arriesgar


nada. ─

De repente, un peso pareció desaparecer de su pecho y la oí inspirar


profundamente.

─ ¿Qué hay de las otras? ¿Las pequeñas? ¿Están condenadas


también?─

─ A más o menos largo plazo, dependiendo de su grado de implicación,


sí, ─ confirmé en tono siniestro.

─ Entonces, ¿Jessie...? ─
─ Jessie, Julie, Sophie. Están todas jodidas. ─

Si Sandra no hubiera sido brutalmente asesinada, ella también habría


muerto, pero extrañamente no me sentía tranquila.

─ ¿Cómo? ¿Cómo puedo aceptar eso? ─ Me miró fijamente durante 248

unos segundos buscando una respuesta, pero no encontró ninguna.

─ Sabes, a veces es sólo una cuestión del destino, ─ dije.

─ No te das cuenta, a esa idiota de Stella, yo la contraté. Yo era


responsable de la seguridad de estas niñas, Rebecca, y ella las involucró.

─ El problema no viene de ti, sino del Alto Consejo de la Magia y todos


sus secretos. ─

Secretos que tenía que descubrir rápidamente. Descubrir si el libro había


sido robado o simplemente copiado era una de mis prioridades.
─ Sí. Creo que voy a tener una discusión muy seria con mi abuela
cuando vuelva. ─

─ No eres la única. ─

Con eso, volví al cuarto de huéspedes donde Julie me estaba esperando.


Cuando entré en la habitación, noté inmediatamente su mirada
deprimida, sus hombros hundidos y sus ojos llenos de lágrimas.

─ ¿Qué es lo que te pasa? ─

─ Lo he oído.

─ ¿Qué? ─

─ La discusión que acabas de tener con la directora. ─

Oh, mierda...
─ ¿Cómo es que tú...─

Contestó inmediatamente, aún sin poder mentir debido a la poción.


─ Pegué mi oreja a la puerta. ─

─ Eso no fue inteligente, ─ suspiré.

─ ¿Así que la profesora Stevic está muerta? ─

─ Sí. ─ 249

─ ¿Y lo que le pasó a ella nos pasará a nosotras también? ─

─ Sí. ─

Julie había cometido grandes errores, pero iba a pagar un alto precio por
ellos. No sentí ningún deseo de clavar el cuchillo en la herida.

─ ¿No hay nada que hacer? ─

─ No. ─

Las lágrimas corrían por sus mejillas, pero ni siquiera se molestó en


limpiárselas.

─ Quiero irme a casa. ─

─ No, lo siento. No hasta que se resuelva este caso. ─

Ella gritó y envió la lámpara de noche rosa que estaba a un lado, al otro
lado de la habitación.

─ ¡Quiero irme a casa! ─

─ Te dije que no. ─

Me miró de tal manera que pensé que su mente estaba cediendo.

─ Sigue así y te irás de este mundo mucho antes de lo esperado Julie,


─ la amenacé.

─ Los otros tenían razón, ¡eres un monstruo! ─

─ Sí. Ahora, acuéstate ─ susurré suavemente un conjuro para dormir.


Esperé pacientemente a que se durmiera y me uní a Maurane y Sophie
en la cocina.

La maestra de las pociones miró por un momento mi tensa cara y bajó la


mirada.
250
─ La oí gritar, ─ dijo.

─ Ella tuvo un ataque de ira, pero ahora está dormida, ─ especifiqué


inmediatamente para tranquilizarla.

─ Bien, ─ contestó lacónicamente.

─ Entonces, supongo que ahora es mi turno. ─

─ Sí. ¿Tienes algo en contra de las pociones de verdad? ─

─ No. ─

Por fin una que me hará la vida más fácil....

─ Perfecto.

Un cuarto de hora después, había terminado con la preciosa morenita.


Había tragado la poción de la verdad sin dudarlo y no tenía nada que
añadir a lo que me había dicho anteriormente al final del curso. De todos
modos, no había avanzado más. Todavía no tenía idea de quién llevo a
cabo los ataques y todavía no sabía dónde había escondido Stella Stevic
su famoso archivador.

─ ¿Has terminado? ─ Maurane me preguntó.

─ Sí. ─

─ ¿Quieres un poco de té? ─

─ Más bien un café. ─

─ ¿Qué vas a hacer ahora? ─

─ Dormir una o dos horas y continuar. ¿Qué más quieres que haga?
─ Y Sophie y Julie ¿qué les va a pasar? ─

─ Deben permanecer encerradas aquí por su seguridad. No dejes que


hablen con nadie, ni siquiera con sus padres. ─

─ ¿No crees que ya sea suficiente? ¿No podríamos dejarlas en paz 251
ahora? ─

─ Tu corazón es demasiado tierno, Maurane, estas chicas sabían


exactamente lo que hacían. Al menos Julie. Si me preguntas, deberían
ser ejecutadas. ─

Me miró con indignación.

─ ¡No somos monstruos, Rebecca! No me digas que considerarías


seriamente matar a esas niñas. ─

Me encogí de hombros despreocupadamente.

─ En mi clan, habrían sido quemados vivos por este tipo de crimen. ─

─ No sé a qué clan perteneces, pero en el mío nunca se mostraría tal


barbarie. ─

─ Creo que deberías estar más interesada en la historia de los


potioneuses, Maurane, te sorprenderías, respondí poniendo mi taza de
café vacía en la superficie de trabajo antes de cruzar el umbral.
Capítulo Diecinueve

252

Albany, la capital del estado de Nueva York, estaba a sólo 30 kilómetros


de la frontera de Vermont, pero a 300 kilómetros de Burlington. En otras
palabras, tuve que conducir tres horas. Fui primero donde Raphael para
cambiar el 4X4 por un BMW negro de la serie 7 con un gran baúl para
que Franck Marden pudiera viajar cómodamente. Después de todo, sólo
porque tengas la firme intención de matar a un tipo malo no significa
que no puedas mostrar un mínimo de modales.

Sí, bueno, de acuerdo, lo admito, he estado esperando para probar este


gran coche durante un tiempo y estaba aprovechando la ausencia de
Raphael para pedirlo prestado a escondidas.
De todos modos, había dejado la escuela de las potioneuses lo
suficientemente temprano para visitar al primo del teniente Travers.
Tener a un policía de tu lado cuando planeabas el secuestro de un
mafioso en territorio extranjero me parecía una ventaja que no debía
descuidarse y esperaba que el chamán fuera tan recto y honesto como
dijo Travers.

─ ¿Sra. Kean? ¿Assayim? ─

El hombre era pequeño, fuerte y barbudo. Llevaba una gran chaqueta de


caza caqui y unos vaqueros inmaculados.

─ ¿Capitán Grecco? ─ Dije mientras caminaba hacia el porche.

─ Bienvenida a Albany, señora, ─ dijo, acercándose a mí. ─ Entra, no


te quedes allí.

Construida de dos pisos y alineada con altas cercas, la casa del Capitán
Grecco era grande, cómoda y cálida (bonito piso de madera, lujosa
escalera que lleva al primer piso, grandes ventanales...., el capitán o
tenía un gran arquitecto o una esposa que era fanática de los programas
de decoración). ─

─ ¿Quieres darme tu abrigo? ─ preguntó galantemente mientras abría


uno de los armarios del vestíbulo. 253

─ No, yo...─

Me interrumpí y me congelé de repente.

─ Pensé que íbamos estar solos, capitán ─ dije con frialdad.

Frunció el ceño, sorprendido.

─ Los míos no tienen olor y no tienes el oído de un vampiro o de un


cambiaformas, ¿así que cómo diablos...? ─

Le di una mirada condescendiente y caminé por el comedor hasta una


gran sala de estar.

Un hombre de pelo blanco y largo, sin duda de origen indio, me miró tan
pronto como entré en la habitación y lentamente se levantó de su silla.

─ Assayim, ─ dijo, saludándome.

Su mirada era dura, pero brillaba de inteligencia y la energía que


desprendía sabía a poder y a muerte. Inmediatamente entendí quién
era.

─ Maestro chamán ─ dije, sonriéndole educadamente.

─ Kala, llámame Kala. ─

El líder del clan chamán en el estado de Nueva York era sin duda más
simpático que Tyriam, nuestro líder chamán local. Pero eso no era muy
difícil. Un Doberman contaminado con rabia habría sido más jovial que
Tyriam.
─ ¿Puedo ofrecerle algo de beber, Sra. Kean? ─ preguntó el capitán
Grecco.

─ No, gracias. Tengo muy poco tiempo, así que vayamos al grano,
Capitán, creo que es mejor. ─
254
─ Muy bien. Nuestro venerado líder, Kala, tuvo una visión que
anunciaba que vendrías a mi casa hoy, y dice que usted está en grave
peligro. ─

La presciencia no era un don muy común, incluso entre los chamanes y


sus visiones generalmente estaban lejos de ser tan precisas.

─ Oh, ¿en serio? ─

─ Si yo estoy al tanto de sus planes de secuestro, Assayim, entonces


también lo está Franck Marden, ─ dijo Kala de repente.

─ ¿Le advertiste? ─ Se rió.

─ ¿Yo? Por supuesto que no. Pero otro probablemente, ya lo habrá


hecho. ─

─ ¿Afirma usted que un miembro de su comunidad, que también tiene


visiones, trabaja para Franck Marden? ─

─ Eso es correcto. ─

─ ¿Por qué debería creerte? ¿Qué interés tiene en ayudarme? ─

─ Franck Marden es un matón sin conciencia y es un ser humano. Debe


morir. ─

─ Si estás tan convencido, ¿por qué no le pides a Vladimir, tu Assayim,


que lo elimine? ─

─ Vladimir no está actuando en mi nombre, sino en nombre del


Directum. Y por extraño que parezca, no parece decidido a actuar. ─

─ El consejo podría obligarle a hacerlo. ─


─ Los otros miembros del Directum tienen poco interés en este
problema, que consideran poco importante, y la influencia de Vladimir en
ciertos clanes le permite congelar temporalmente ciertas decisiones. ─

─ Ya veo. ─
255
Lo que más vi fue que había un gran problema en el Directum del estado
de New York y que, si continuaba así, pronto nos veríamos afectados por
el efecto mariposa.

─ ¿Ha identificado al traidor en sus filas, Maestro Kala? ─

─ Por supuesto. ─

─ ¿Pero no lo mataste? ─

─ Esperábamos no tener que hacerlo. Como usted probablemente sabe,


hay pocos profetas entre nosotros. ─

Los chamanes vivían en parte, en el mundo espiritual y se comunicaban


con los muertos. Ver el futuro no era el talento más extendido.

─ Si su chamán ha informado a Franck Marden de mis planes para él, ya


debe haber dejado la ciudad. ─

─ Verá, Sra. Kean, Marden depende casi exclusivamente de Charles, el


chamán que acabamos de mencionar. Charles ha sido privado de su don
de presciencia durante las últimas veinticuatro horas. Probablemente no
ha previsto la hora exacta de su llegada y Marden no se moverá hasta
que se comunique con él.

─ ¿Bloqueaste sus visiones? ─

─ Temporalmente, sí. Para poder ayudarte. ─

─ Supongo que esperas algo de mí a cambio. ─

El capitán Grecco se rascó el cuello y asintió.


─ Nos gustaría que se encargara personalmente de liquidar a Charles.

Esperaba por un momento que mi legendaria imaginación me jugara una


mala pasada. Pero en vista de su expresión decididamente seria y su
cara decidida, tuve que decidirme rápidamente. 256

─ ¿Por qué no lo haces tú mismo? ─

Los dos hombres intercambiaron una mirada avergonzada y Grecco


simplemente respondió:

─ No podemos hacer eso. Cuando un chamán mata a otro chamán, crea


una grieta entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos. La
mente de la víctima se esfuerza por destruir la mente de su asesino. Es
una especie de embrujo que es casi imposible de combatir y que no se
puede evitar realmente. ─

─ Puede contratar a alguien para que haga el trabajo por usted. ─

─ Pero eso es exactamente lo que estamos haciendo, Sra. Kean, ─ Kala


se mofó de mí, mirándome intensamente.

¿Por qué siempre tengo que ser yo?


─ Charles ha estado en el santuario desde esta mañana, en comunión
con diez de los nuestros, pero no podremos mantenerlo por mucho
tiempo. Si aceptas ayudarnos, Grecco te llevará a Marden y te ayudará a
llevar a cabo tu misión. ¿Aceptas el trato?

Ir a liquidar a un chamán traidor en territorio extranjero estaba muy


lejos de mis atribuciones y me hacía caer en varios cargos bajo la mirada
de nuestras leyes. Pero tenía pocas opciones. Incluso si liquidara a
Franck Marden, el chamán probablemente vendería más tarde sus
servicios a otra organización criminal, con el riesgo de poner en peligro a
toda la comunidad sobrenatural de este país. No podía dejarlo pasar, y
Kala y Grecco lo sabían.
Me levanté suspirando y simplemente respondí:

─ James te llevará allí. ¿James? ─ El policía asintió.

─ Sí, ahora mismo. ─

Eché un vistazo a mi reloj y me dirigí al umbral. 257

─ Sra. Kean, una última cosa, tenga cuidado con Vladimir. Dudo que le
deje tomar a Franck Marden tan fácilmente. ─

─ Si tu Assayim se interpone en mi camino, Maestro Chamán, puedes


estar seguro de que tendrás que encontrar un sustituto rápidamente. ─

─ ¿Por qué no una sustituta? Sus resultados son excelentes por lo que
me han dicho y la población sobrenatural de Vermont, aunque mucho
mayor que la nuestra, parece haberse vuelto increíblemente tranquila
desde su llegada. ─

─ Me halaga tu propuesta, pero no me interesa. ─

─ Lástima, estoy convencido de que a pesar de tus horrorosas


amistades, habrías sido una excelente recluta. ─

─ ¿Mis horribles amistades? ─

─ Tyriam nos informó de su relación con Raphael. ─

Me encogí de hombros.

─ Tyriam encontraría cualquier excusa para expulsarme, me odia. ─

─ No, él te teme. ─ Fruncí el ceño.

─ ¿Sabe algo que yo no sé, Maestro Kala? ─

─ Soy un maestro chamán, Assayim, lo contrario sería sorprendente. ─

Una pregunta tonta...


─ Hasta pronto, Sra. Kean, me saludó con un tono cansado mientras un
extraño y sorprendente resplandor de tristeza pasaba por sus ojos. ─

─ Hasta pronto, Kala... ─ Susurré antes de apresurarme a seguir al


Capitán Grecco.
258
Capítulo Veinte

Frente a mí había un gigantesco cementerio bordeado a lo largo de todo


su recorrido por altas verjas. 259

─ Es un cliché, ¿sabes? ─

─ No. Si fuera un cliché, yo sería un vampiro y estaría oscuro, ─


contestó mientras me bajaba del coche.... No está mal.

Lo seguí hasta un gran edificio con grandes vidrieras construidas al otro


lado de la calle, justo enfrente de una fila de tumbas.

Al entrar en la enorme sala, inmediatamente vi a un tipo alto, moreno,


con la cara cortada, sentado cerca de la entrada.

─ Hola James, ─ gruñó el tipo sospechoso cuando vio a Grecco.

─ ¿Está aquí? ─

─ Abajo, con los otros. ─

─ ¿Cómo va todo? ─

─ Gina y Cora se están cansando. Están a punto de quebrarse. ─

El capitán asintió con la cabeza y nos dirigimos hacia las escaleras del
sótano. Al descender, oí salmodias y la voz alta de una mujer cantando
en un idioma que nunca antes había oído.

─ ¿Podemos interrumpirlos? ─

─ No tan brutalmente. Entraré en el círculo y me uniré a ellos para


alcanzar sus espíritus que están ahora en el reino de los muertos y
traerlos de vuelta ahora, ─ susurró.

¿El reino de los muertos? No sabía que era un destino tan turístico...
Le hice señas de que lo había entendido, y luego fue a sentarse en el
círculo de otros diez chamanes sentados en el suelo, sobre una gran losa
de piedra cubierta de inscripciones y símbolos extraños.

La mayor parte de mi conocimiento del arte chamánico era anecdótico y


mi conocimiento se basaba más en historias y leyendas que en 260

experiencias reales en este campo. Así que estaba feliz de asistir a este
tipo de reuniones y traté de olvidar por un momento las razones
desagradables que me habían empujado a venir y concentrarme en lo
que estaba sucediendo ante mis ojos.

Decir que el espectáculo era interesante habría sido un eufemismo,


nunca había sentido una energía de esta naturaleza y todo mi ser se
extendía hacia el centro del círculo, un centro desde el cual irradiaba un
poder oscuro y poderoso. Me tomó unos segundos entender que era una
especie de entrada, un portal y que tenía hambre.

Cerré los ojos y proyecté tentáculos de energía para sondear la energía


de los chamanes, todos postrados, excepto la mujer que cantaba, y me
di cuenta de que eran sobres vacíos y que sus almas los habían
abandonado temporalmente. Inmediatamente deduzco de esto, que ellos
se habían movido al otro lado por voluntad propia o que el portal les
había absorbido. Era impresionante. Impresionante y aterrador.

─ Están aquí, regresan... ─ jadeó de repente la mujer que estaba


cantando.

Sus ojos brillaban, ella había cruzado los brazos y su cuerpo se


balanceaba de un lado a otro en un ritmo frenético, y de repente sentí
un poder fenomenal escapando de la puerta, corriendo a través del
círculo en una corriente de energía chispeante y conectando los cuerpos
de los chamanes entre sí en un enorme aro de luz.

Cegada por su intensidad, cerré los párpados y esperé unos segundos.


Cuando los abrí de nuevo, los chamanes ya no estaban congelados y el
primero de ellos comenzó a levantarse, con un aire demacrado y un
movimiento incierto.

La pregunta ahora era cuál de los seis tipos que tenía delante de mí ya
tenía su boleto de vuelta a la otra vida.
261
─ ¿Rebecca? ─

El Capitán Grecco me hizo una señal para que viniera, e inmediatamente


noté el tipo alto y delgado de origen indio que estaba a su lado.

Le dirigí una gran sonrisa mientras cualquier color parecía abandonar su


rostro.

─ Charles, supongo. ─

Los otros salieron de la habitación y se precipitaron bruscamente hacia


las escaleras como si hubiera un incendio.

El hombre llamado Charles se volvió hacia Grecco, confundido.

─ ¡Mi padre no puede haber permitido esto! ─ gruñó mientras miraba


al capitán con una mirada acusadora.
─ Te lo advertimos, Charles, pero no nos escuchaste ─ respondió con
un suspiro.

─ ¡Quiero ver a Kala, quiero ver a mi padre! ─

─ ¿Kala es su padre? ─ Dije, consternada.

─ Sí, por eso pudo bloquear las visiones de Charles y todo lo


relacionado con el momento presente, ─ contestó Grecco.

No envidiaba al maestro chamán. Sacrificar a uno de sus hijos, era con


mucho, la decisión más difícil que un hombre podía tomar. Y la más cruel
también.

─ No te conozco, Charles, y no tengo ni idea de por qué traicionaste a


los tuyos y trabajaste para un criminal humano, pero sé que no me
gusta lo que voy a tener que hacer ahora, lo hice apuntando con mi
arma a su corazón antes de que tuviera tiempo de reaccionar.

La atención de Charles se volvió hacia Grecco y tuvo tiempo de respirar:

─ Dile a mi padre que tenía razón. Díselo a él. ─ 262

El capitán asintió con la cabeza y las balas perforaron el cuerpo del


joven, que se derrumbó inmediatamente. Lo siguiente que supe es que
estaba caminando hacia las escaleras sin mirar atrás.

─ ¿Siempre es así? ─ Grecco me preguntó con una mirada pensativa.

─ ¿Qué? ─

─ ¿Sus ejecuciones? ─

─ No. Normalmente hago un acto de claqué y les ofrezco un paquete


de caramelos antes de liquidarlos, ─ me reí amargamente.

El policía me miró fijamente tratando de encontrar un "no sé qué" en mis


ojos y luego se encogió de hombros.

─ Kala puede decir lo que quiera, no me gustaría ver a alguien como tú


trabajando en mi territorio. ─

─ Su primo, el teniente Travers, dijo lo mismo hace unos meses. ─

─ ¿Y?

─ Y cambió de opinión cuando salvé la vida de una niña atacada por


tres vampiros en casa de uno de sus amigos y los freí ante sus ojos. ─

Le miré a los ojos.

─ No soy monaguillo, Grecco, y la razón por la que maté al hijo de Kala


es porque tú me lo pediste, así que te prohíbo que me juzgues, ¿de
acuerdo? ─

─ Tienes razón. Es sólo que...─ Fruncí el ceño.


─... ¿qué? ─

─ No lo sé. Tienes un efecto extraño en mí, Assayim, y no soy un


hombre impresionable ─ miró hacia otro lado.

Los chamanes, a diferencia de otras especies, eran particularmente 263


sensibles y detectaban más fácilmente la oscuridad que se escondía
dentro de cada una de ellas. Imaginé que tenía que percibir la presencia
de la entidad que acecha en mi alma y tenía miedo instintivamente de
ella.

─ No se preocupe, no voy a imponerle mi presencia por mucho tiempo,


Capitán. Quiero ir al hotel y recoger a mi asistente, el Sr. White, antes
de ir a encargarme de Franck Marden, y luego nos iremos. ─

─ ¿En qué hotel se alojó? ─

─ Georgia Home. ─

─ Allá vamos. ¿Me sigue? ─

Me subí al coche y salí inmediatamente.

Media hora más tarde, llegamos al hotel sin que yo pudiera comunicarme
con Clarence a través de su teléfono móvil. Lo que era una muy mala
señal.

La recepcionista intentó dos veces contactar con el puma a petición mía,


pero sin éxito.

─ Lo siento, el Sr. White debe estar fuera, ─ dijo la rubia bonita.

─ ¿Cuál es su número de habitación? ─

─ Señora, si no está aquí, no podemos...─

─ ¿Su número de habitación? ─ Insistí, disparándole una mirada


autoritaria.

— 214. Está en el segundo piso. ─


Asentí a Grecco, quien inmediatamente me siguió.

El pasillo del segundo piso estaba desierto, excepto por una camarera
que empujaba un carro.

─ ¿Puedes abrirnos la puerta, por favor?, ─ preguntó amablemente 264


Grecco, enseñándole su placa.

La criada frunció el ceño y luego se acercó a nosotros y pasó su tarjeta


magnética por el sistema de apertura de la puerta.

Gracias, señora ─ dijo Grecco mientras entraba precipitadamente en la


habitación.

Mis ojos se extendieron por toda la habitación. La cama estaba


totalmente destrozada y el colchón estaba lacerado por fuertes garras.

Maldita sea, pensé, cerrando los ojos para concentrarme mejor.

Tres rastros de energía sobrenatural seguían flotando en el aire.


Inmediatamente descifré el de Clarence y el de Vladimir, el nuevo
Assayim de Nueva York, el tercero era totalmente desconocido para mí.

─ Tengo la impresión de que su colega está en problemas, ─ susurró el


capitán Grecco.

─ Sí, pero te prometo que no va a ser el único, ─ dije en un tono frío.


─ ¿Tienes idea de dónde puede estar escondido Vladimir?─

─ Como lo conozco, no se esconderá. Te tenderá una trampa con


Marden y sus hombres, te disparará y luego le dirá al Directum de ese
estado que tú y Clarence vinieron a él con malas intenciones y sin
permiso. ─

─ ¿Los miembros de Directum realmente se van a creer esta historia? ─

─ Probablemente. ─

─ ¿Por qué? ─
─ Porque te tienen miedo. Nadie ignora lo que has hecho con la
custodia personal del Consejo Europeo, Assayim, y muchos de ellos
tienen una opinión muy negativa de la pareja que formas con Raphael y
del poder de tal alianza. ─

Michael, el padre de mi hija, el más alto dignatario vampírico europeo, 265

había venido recientemente a Vermont a recogerme. Su colaborador más


cercano, Pierre, así como toda su guardia personal se habían asustado.
Intentaron matarme para evitar que me llevara de vuelta. Debería haber
pensado que la eliminación de unos quince vampiros tan viejos y
experimentados no había pasado desapercibida y que todos los
Directums tendrían que estar informados.

─ Así que, si lo entiendo bien, ¿el consejo encontraría un interés político


en mi desaparición? ─

─ El Vermont Directum es infinitamente más poderoso que el nuestro y


también más influyente. Su intervención en un territorio extranjero
pondría a su junta directiva en una situación delicada que tendría
dificultades para justificar, por no decir más, y perdería no sólo parte de
su credibilidad, sino también la confianza de otros Directum, que la
considerarían una amenaza potencial. ─

─ Ya veo. ─

Le eché un vistazo a mi reloj. Estaba oscureciendo. Los vampiros


estaban ahora probablemente despiertos. Tomé mi teléfono celular y
marqué el número de la mansión.

─ ¿Héctor? ─

─ ¿Sí, ama? ─

─ ¿Puedes llamar a Jolan, el maestro vampiro de Nueva York, y pedirle


que le conceda al jefe del clan vampiro de Vermont un permiso de
residencia de veinticuatro horas en su territorio? ─
─ Es inútil, señora, este derecho nos ha sido concedido desde que el
Maestro Raphael se fue a Nueva York. Los vampiros de Vermont tienen
libre acceso a este territorio siempre y cuando permanezcan allí para
garantizar su seguridad. Esta cláusula formaba parte de los acuerdos
que celebramos con el Directum de New York y el Mortefilis cuando 266
negociamos este viaje.

─ ¿Eso también se aplica a mí? ─

─ Usted es la actual ama del clan de vampiros de Vermont, señora, eso


no es un problema. ─

No pude evitar sonreír.

─ Perfecto, Héctor. Eres un ángel. ─

─ Eso sería sorprendente, señora, ─ respondió el mayordomo con


humor.

Poco después de colgar, me volví hacia Grecco, que se había acomodado


tranquilamente en un rincón de la cama y esperaba pacientemente.

─ ¿Tienes el número de Jolan contigo? ─

─ ¿El maestro vampiro? Por supuesto, pero ¿está segura de que eso es
prudente, Assayim? ─

─ ¿Prudente para quién? ─

Me miró como si estuviera completamente chiflada, pero aun así escribió


el número en un pedazo de papel.

Un minuto después, tenía al maestro vampiro de Nueva York al otro lado


de la línea.

─ Assayim, susurró, ¿a qué debo el honor? ─

Decidí evitar las banalidades de costumbre y entré directamente en el


meollo del asunto.
─ Te llamo por cortesía, Jolan, para informarte que te denunciaré a ti y
a tu Directum por traición y perjurio. ─

─ ¿Sólo eso? ¿Y por qué razón, por favor? ─ preguntó en tono


tranquilo.
267
─ Violaste el acuerdo que hiciste con el clan de vampiros de Vermont y
los Mortefilis. ─

─ ¿De qué acuerdo estás hablando? ─

─ De aquel por el cual usted y su Directum se han comprometido a


conceder al Clan Vampiro de Vermont su protección y permiso para
residir en tu territorio. ─

─ No lo entiendo. ─

─ Su Assayim me atacó a mí y a uno de mis empleados hace una hora


en un hotel de Albany. ─

─ Si eso es cierto, lo siento, pero no veo cómo este ataque podría poner
en duda el acuerdo del que está hablando. Por lo que sé, no perteneces
al clan de vampiros de Vermont, Rebecca. ─

─ Raphael me ha nombrado su compañera y de hecho, actualmente


estoy dirigiendo nuestro clan durante su ausencia. Esta agresión no es
sólo una traición sino, según la ley, es un acto de guerra, Jolan. ─

─ ¿Estás.... estás bromeando? ─

─ No, en absoluto. ─

─ ¿Dónde estás? ─

─ En el Hotel Georgia. ─

─ Ahora mismo voy para allá. ─

─ No hace falta, ya me habré ido. ─


─ ¡Sra. Kean, espere! Le aseguro que este desafortunado incidente no
fue culpa nuestra. ─

─ No, es el de tu Assayim y un ser humano al que protege, un criminal


llamado Franck Marden. Pero tú eres responsable, Jolan. Al igual que tu
Directum. 268

Se estableció un silencio entre nosotros.

─ ¿Qué quieres? ─

─ Compensación. ─

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Quiero a Marden vivo y el regreso de mi empleado Clarence White


que está actualmente en manos de Vladimir. ─

─ ¿Y eso es todo? ─

─ La cabeza de Vladimir en una bandeja no me desagradaría. ─

Nuevo silencio.

─ Estás pidiendo mucho. ─

─ Ese hombre es un incapaz y un traidor. Y tú lo sabes. Te daré dos


horas. Dos horas antes de que me comuniqué con Rafael y los Mortefilis
y empecé a sembrar cuerpos detrás de mí. ─

─ ¿Dónde puedo ponerme en contacto con Usted? ─

─ En este número. Pero no se demore demasiado, la cuenta atrás ya ha


comenzado. ─

Colgué y me encontré con los ojos asombrados de Grecco.

─ ¿Qué? ─ Dije algo agresiva.

─ Nada... Sabía que eras una luchadora talentosa y una cazadora hábil,
pero no sabía que también eras una estratega. Me sorprendes, Assayim.
─ En vez de halagarme, será mejor que te vayas de aquí. Podría hacer
mucho calor. ─

─ ¿Crees que Jolan no se tomará en serio tus amenazas? ─

─ Oh, sí, se los tomará muy en serio. Ese es el punto. El maestro 269
vampiro de Nueva York arriesgó su cabeza y él lo sabe. Los Mortefilis
nunca lo perdonarían tal error. Así que sólo le quedaban dos opciones:
cumplir o eliminarme antes de que pudiera acusarle de perjurio o decidir
iniciar una guerra. ─

─ ¿Qué vas a hacer mientras tanto? ─

─ La frontera de Vermont está a media hora de aquí. Los vampiros se


mueven diez veces más rápido que un coche, así que volveré a los
límites de mi territorio, traeré a mis hombres y esperaré pacientemente.

Un rayo de respeto pasó por su mirada.

─ Si lo he entendido bien, ¿ya no necesita mis servicios? ─

─ No. ─

Sonrió y luego se volvió hacia mí antes de abrir la puerta.

─ Supongo que ya te lo han dicho, pero eres tan peligrosa con un arma
como sin ella...─

Peligrosa, probablemente, loca, ciertamente. Tenías que serlo


completamente para hacer lo que yo hacía. Rafael me había confiado su
clan para que yo lo protegiera y cuarenta y ocho horas más tarde,
traicioné su confianza al poner en peligro la seguridad de sus hombres
para resolver un asunto en el que él era ajeno y del que no podía
hablarle. Si después de eso, no decidía estrangularme....
─ Adiós y buena suerte, Assayim. ─

─ Adiós, capitán Grecco. ─


Unos minutos más tarde, recogí las cosas de Clarence, puse los muebles
en su lugar lo mejor que pude y arreglé la habitación. Luego me dirigí a
la frontera de Vermont donde planeaba refugiarme. Si me arriesgaba a
una confrontación con Jolan y su guardia, prefería que tuviese lugar en
mi territorio antes que en el suyo. Era una cuestión de comodidad, así 270
como de estrategia.

─ Héctor, ¿puedes enviarme una docena de tus hombres de camino a


Bennington en Bram's Coffee? ─

─ ¿Puedo saber con qué intención, señora? ─ preguntó el mayordomo


en tono preocupado.

─ Intimidación. Jolan nos acaba de pisar los pies. No tengo intención de


dejarle pensar que puede impresionarnos. ─

─ ¿Y cómo piensa explicárselo? ─

─ ¿Diplomacia? ─

─ Diplomacia.

─ Con el debido respeto, la diplomacia no es realmente su fuerte, ama,


─ señaló con calma.

─ Lo sé, Héctor. ─

─ Bien. Aviso a los hombres... ¿Cree que estará ahí toda la noche,
señora? ─

─ No, ¿por qué? ─

─ Porque me gustaría que pasara por la finca antes del amanecer. ─

─ ¿Problemas? ─

─ No, pero hay asuntos urgentes que tratar. Negocios por hacer...─ Si
alguien me hubiera dicho hace unos meses que aceptaría liderar un clan
de vampiros, me habría reído en su cara. Ahora sólo quería llorar.
─ De acuerdo. Me reuniré contigo tan pronto como resuelva el incidente
con Jolan. ─

─ Perfecto. ─

─ Nos vemos pronto, Héctor. ─ 271


Capítulo Veintiuno

Cinco hombres salieron del primer coche, una limusina negra. Tres
vampiros, un cambiante y un humano. 272

─ Sra. Kean. ─

La energía que emanaba de Jolan, el vampiro maestro de Nueva York,


era considerable. Con sus ojos grises, su pelo castaño y liso que le
llegaba hasta los hombros, sus pómulos altos, su camisa con volantes,
su abrigo y su precioso aire, parecía un aristócrata o un príncipe
encantador como las niñas lo imaginaban.

─ Maestro Jolan. ─

─ Siempre es un placer, querida amiga, pero este lugar...─

Barrió la cafetería con los ojos y suspiró. ─ .... en fin. ─

─ Veo que no viniste con las manos vacías, Jolan ─ dije, mientras mis
ojos se deslizaban hacia el tipo que rezumaba miedo a su lado,
probablemente Franck Marden, y luego hacia Clarence, cuya cara estaba
muy dañada.

─ Hola. Te lo advierto de inmediato, no hay forma de que vayas a


cobrar tus pequeñas vacaciones por horas extras, ─ le dije al puma
mientras se unía a mí.

Gruñó, pero vi un destello de alivio y gratitud a través de sus ojos.

Entonces me volví hacia el vampiro.

─ Gracias. ─

─ Fue tan amablemente solicitado, ¿cómo podría resistirme? ─


Bueno, haber chantajeado a Jolan de esta manera no era bonito, pero
como dicen, el fin justificaba los medios y temía que no pudiera salvar a
Clarence antes de que Vladimir y sus secuaces lo mataran. Sin
mencionar que probablemente habría hecho un desastre y sembrado un
montón de cadáveres antes de conseguir lo que quería. 273

─ Si esperas una disculpa, será por sus gastos. No soy responsable de


esta situación, ─ dije, mirando de cerca a los vampiros que Héctor me
había enviado y que se habían desplegados estratégicamente conmigo.

─ Oh, sí, es cierto, hay un famoso ataque.─

─ ¿Cuál es el problema? ─ Sonrió a traición.

─ El problema, Rebecca, es que no estoy convencido de que Vladimir te


haya atacado en el Hotel Georgia, como dices. ─

─Supongo que Vladimir y sus hombres negaron haberme atacado. ─

─ De hecho, ─ admitió.

─ Su Assayim es un renegado, ha sido corrompido por los humanos y


tengo pruebas de que el Directum de New York era perfectamente
consciente de ello y lo permitió. Comunicaré esta evidencia a todos los
Consejos Superiores de cada especie, y entonces veremos quién de
nosotros, - un Judas o un líder de clan, - las altas autoridades elegirán
escuchar. ─

Me acerqué lo suficiente a él como para tocarlo.

─ Créeme, Jolan, los traidores son malos testigos y terribles aliados. ─

El vampiro se rió.

─ Sabes, voy a terminar creyendo que Raphael no está tan loco por
dejarte a cargo de su clan como pensé que estaba. ─

Uh, eso, eso todavía tenía que ser probado...


─ Rafael, en cualquier caso, no se deja cegar fácilmente por el orgullo,
siempre sabe dónde están sus intereses. Es un hombre sabio. ¿Lo eres
Jolan?, ─ le pregunté, poniendo mis ojos en los suyos.

─ ¿Qué? ─
274
─ Sabio. ─

─ Depende, ─ dijo, rozando mi cara con el dorso de su mano.

─ ¿De qué? ─

─ Lo que tengo que ganar con ello. ─

Nos enfrentamos con los ojos por un momento y luego dirigí mi atención
a Franck Marden.

─ ¿Puedo tomarlo? ─ Pregunté, mirando al prisionero con desprecio.

Asintió con la cabeza.

─ ¿No te sorprenderás si te digo que este ser humano tiene muchos


temores sobre ti?....─ bromeó.

─ No, sus temores están justificados, ─ lo reconocí enviando una


discreta señal al vampiro moreno y delgado que está a mi lado.

Un parpadeo más tarde, Franck Marden fue noqueado y encerrado en el


maletero del BMW.

─ Créame, maestro Jolan, soy muy consciente de las molestias que esta
desafortunada historia le ha causado y recordaré con mucha precisión la
ayuda que me ha prestado y la discreción con la que se ha resuelto este
malentendido, ─ dije, evitando su pregunta.

Una sonrisa sarcástica pasó sobre sus labios, rápidamente reemplazada


por una divertida mueca. El mensaje era cinco de cinco.

─ ¿Muy precisamente? ─
─ En cada detalle. ─

─ ¿Es una promesa? ─

─ Una palabra. ─

Un servicio por un servicio. Así es como trabajaban los vampiros. Si Jolan 275

no hacía preguntas y se mantenía discreto, yo tendría que hacer lo


mismo por él cuando me lo pidiera.

─ Saúl, ─ dijo, volviéndose hacia un tipo alto de pelo corto y blanco


que desapareció inmediatamente y regresó un segundo después, con los
brazos cargados de un gran paquete de regalo.

Lo abrí y le di al maestro vampiro de Nueva York mi sonrisa más


encantadora.

─ Me mimas, Maestro Jolan ─ dije, sacando la cabeza del difunto


Vladimir del embalaje.

─ Oh, querida, ha sido tan agradable satisfacerte ─ dijo, agarrando mi


mano ensangrentada y llevándola a sus labios.

En otras palabras, Jolan había decidido eliminar a Vladimir con o sin mi


intervención. Y mi ultimátum sólo había acelerado un poco las cosas.

Pero bueno, como dicen, "a caballo regalado no se miran los dientes"...
─ ¿Puedo llevarte a cenar a algún sitio? ─

Sacudí la cabeza.

─ Espero que no pienses que soy desagradecida, pero debo irme a


casa, lo siento. ─

Un rayo de desilusión se le cruzó por los ojos.

─ ¿Mañana?
─ ¿Por qué no cuando Rafael regrese? Creo que una excursión podría
divertirle, ha estado falto de distracción últimamente. ─

Dibujó una astuta sonrisa.

─ Mensaje recibido. Fiel, ¿eh? ─ 276

─ Por entero, totalmente, completamente...─

─ Lástima. ─

─ Nos vemos muy pronto, Maestro Jolan, ─ lo hice acortando


cortésmente la conversación y dirigiéndome hacia el coche.

─ ¿Rebecca? ─

Lentamente giré mis talones.

─ ¿Si? ─

─ A pesar de mi simpatía e interés por usted, no siempre seré tan


comprensivo y cooperativo. Así que un buen consejo, sigue las reglas
aquí la próxima vez y hazme saber antes de sus visitas, para que no
haya malentendidos. ─

La amenaza era clara. Decidí tomármelo en serio.

─ Así lo haré, Jolan. ─


Capítulo Veintidós

La ruta de regreso parecía extrañamente más larga que el camino de


entrada, mientras que la distancia a Burlington se redujo 277

considerablemente. Probablemente un efecto de la profunda fatiga que


me estaba invadiendo. Clarence apenas había dicho una palabra desde
que le pedí a todos los vampiros que regresaran a la propiedad de
Rafael, y había conducido en silencio como de costumbre, la mayor parte
del camino.

─ ¿Qué hacemos con Marden? ─ Preguntó una vez que había pasado el
cartel de la entrada de la ciudad.

─ A casa de Raphael. ─

─ ¿Por qué no en tu casa?

─ En casa de Raphael, ─ insistí. Él suspiró.

─ De acuerdo, de todos modos en este momento...─ Sus moretones


habían disminuido considerablemente, pero aún quedaban algunos
rastros del trato que había recibido de Vladimir y sus hombres. Lo que
significa que en realidad casi se muere.

─ ¿Cómo te sientes? ─ Le pregunté sin mirarlo para no molestarle.

─ Mal y terriblemente ofendido por qué tuvieras que salvar mi pellejo


otra vez. ─

─ No deberías culparte. Lo que pasó es mi culpa, nunca debí haberte


enviado a secuestrar a Marden solo. ─

─ Rebecca, Nueva York es mi antiguo territorio, Jolan y los otros, mis


antiguos jefes, ¿no podías adivinar que no podría sobrevivir más de
veinticuatro horas en un lugar donde estaba mi hogar no hace mucho
tiempo? ─
No, pero debería haber tomado más precauciones tan pronto como el
teniente Travers me hizo entender que había un problema con Vladimir,
el nuevo Assayim de Nueva York, y llegar a él más rápido. Pero lo que se
hecho, hecho está y si lo he resumido correctamente, fuimos ganadores
en casi todos los frentes gracias a la ayuda de Jolan y el gusto 278
inmoderado de los vampiros por las negociaciones políticas de todo tipo.
Así que no había nada de que arrepentirse. Nada excepto la posible
reacción que podría tener Raphael cuando le dijeran de la manera
inapropiada en que lo había usado a él y a su clan.

─ Buenas noches, Héctor ─ saludé cortésmente al mayordomo que


había venido a saludarme al porche.

Por una vez, había dejado su traje de mayordomo y se había puesto un


traje oscuro que no alteraba su lado austero y típicamente británico.

─ Buenas noches, ama. Estoy contento de volver a verte, ─ dijo en un


tono alegre.

─ Gracias. Le agradecería que tomara al humano en el maletero y lo


encerrara en uno de los sótanos. ─

Levantó una ceja.

─ ¿Algún otro equipaje, ama? ─

─ No. ─

─ Perfecto. ¿Estás planeando tomar un bocadillo o algo de beber? ─


preguntó, ignorando deliberadamente la presencia de Clarence a mi
lado.

─ No para mí, pero si pudieras encontrar algo para mi ayudante, te lo


agradecería, Héctor. ─

El vampiro apretó los labios con una mirada despreciativa al cambiante,


pero asintió sin hacer ningún comentario.
─ Creo que no será difícil, ─ dijo mientras entrábamos en la gigantesca
sala de la mansión.

Clarence me dio un codazo discreto para llamar mi atención sobre los


vampiros que se inclinaban en mi camino.
279
Casi podría haberme reído a carcajadas si no me hubiera sentido tan
avergonzada.
─ Sr. White, Molly lo llevará a la cocina y le preparará un bocadillo, ─
dijo Héctor, saludando a una pequeña mujer rubia y regordeta.

Caminó hacia el puma, puso su mano en su brazo y la sacó


precipitadamente cuando escuchó su gruñido descontento.

─ Está bien, Clarence, no tienes nada de qué preocuparte, te lo


prometo, ─ le tranquilizé.

Me miró con una mirada que decía "vas a pagar por esto", pero no
protestó y siguió a Molly arrastrando las piernas, sólo para expresar su
reticencia.

No lo culpé. Pasar el rato en medio de un nido de vampiros habría sido


una verdadera tortura para cualquier cambiante y Clarence habría estado
totalmente loco si no se hubiera preocupado por ello.

Esperé a que llegara al final del pasillo para dirigirme al mayordomo.

─ Entonces, Héctor, ¿cuáles son esos casos urgentes para los que me
pediste que viniera? ─

─ La están esperando en el pequeño salón, señora. Si quiere venir


conmigo, por favor. ─

Seguí sus pasos y entré en una habitación con tonos verdes y muebles
de regencia donde me esperaban tres vampiros.

─ Caballeros, ─ los saludé.


─ Ama, ─ dijeron todos a coro, inclinándose como si yo fuera la Reina
de Inglaterra.

─ ¿Ya conoces a Claudio, Martin y Gerald? ─ preguntó Héctor.

Asentí con la cabeza. 280

Claudio era el hombre de negocios de Raphael. Un pequeño moreno, con


la frente calva y ojos brillantes, el vampiro era un genio del mercado, de
las finanzas, un especialista en bienes raíces y, según recuerdo, un gran
amante del arte. Martin era el jefe del equipo de seguridad de vampiros.
Trabajaba en coordinación con los cambiantes que protegían la
propiedad durante el día, también servía ocasionalmente como portador
de armas y ejecutor de las malas obras de Raphael. En cuanto a la
Gérald, el rubio de rostro soso y escuálido, era el abogado, el hombre
que le impedía dar vueltas en círculos, el rubio antipático y odiado, pero
terriblemente útil y astuto. En resumen, estos tres hombres eran los
colaboradores más cercanos del Magistrado.

─ Por supuesto, ─ dije.

─ Estos caballeros querían discutir con usted las últimas veinticuatro


horas. Tienen que tomar algunas decisiones y quieren su aprobación. ─

¿Por qué yo?


─ ¿Ninguna de estas decisiones puede posponerse hasta que Rafael
regrese? ─

Héctor apretó los labios.

─ Me temo que no, señora. Ya hemos revisado todos los problemas


secundarios, pero requieren expresamente su acuerdo explícito e
inmediato. ─

Sentí un nudo extraño en mi estómago. ¿En qué demonios estaba


pensando al aceptar algo así? Era mala en los negocios, mala en la ley y
ciertamente no estaba lo suficientemente calificada para tomar ese tipo
de decisiones. Era algo para morderse los dedos, incluso la mano entera.

─ De acuerdo, a menos que estos casos de los que quieren hablarme


estén relacionados, creo que la forma más fácil sería recibirlos de uno a
uno. ¿Héctor? Vienes conmigo, ─ ordené al mayordomo con una 281

confianza que no sentía.

Luego me dirigí a la lujosa oficina de Raphael. Me senté en su silla y


respiré instintivamente el respaldo, esperando encontrar su olor.

─ Trae a Martin primero, ─ Héctor.

─ Sí, ama. ─

Martin, al entrar en la habitación, mostraba un aire serio y distante como


de costumbre. Le di una sonrisa que no devolvió, no para hacerme
entender la antipatía que sentía por mí, sino porque nunca sonrió y
probablemente no sabía cómo hacerlo.

─ Entonces, ¿cuál es el problema? ─

─ Dos hombres, dos vampiros, están actualmente en nuestro territorio y


sé de una fuente fiable que son espías de los Mortefilis. Necesito saber
qué quieres que haga. ─

No habían perdido el tiempo. Rafael había partido apenas cuarenta y


ocho horas antes de que el Alto Consejo ya nos hubiera enviado a sus
secuaces.
─ ¿Cuáles son las opciones? ─

Martin era un matón duro, pero detrás de su aspecto rudo y su barbilla


ancha y cuadrada, había una mente brillante y una lealtad y un coraje a
toda prueba. Y el vampiro casi había alcanzado los 600 años de edad, lo
que le dio una experiencia muy beneficiosa. Así que me convenía no
descuidar sus consejos.
─ Capturarlos, matarlos o vigilarlos.

─ ¿Cuál elegirías? ─

─ Cada solución tiene sus ventajas y desventajas. Capturarlos no será


fácil, son luchadores muy viejos y poderosos, puede haber pérdidas pero 282
probablemente podríamos obtener alguna información de ellos. Matarles
sin más es correr el riesgo de provocar represalias, pero sin duda pondría
fin a su investigación. Si nos conformamos, y esta es la última opción, no
tendremos represalias, pero los Mortefilis podrán tomar la medida de
nuestras fuerzas exactas y preparar mejor un ataque si les apetece. ─

─ Capturarlos no sería un problema si lo hacemos en su sueño, en pleno


día, dije, puedo ocuparme de eso, en cuanto a matarlos, de nuevo, no
hay problema, puedo ocuparme de ello sin quebrantar la ley o provocar
a los Mortefilis, ya que no han pedido un permiso de estadía, pero si
prefieres vigilarlos.... depende de ti. Conoces a Rafael desde hace mucho
tiempo, ¿qué elección habría hecho? ─

─ Habría hecho que los vigilaran. Rafael nunca ataca primero, teje su
telaraña y espera pacientemente. ─

─ De acuerdo. Quiero que cada barco, cada avión, cada aeronave, estén
vigilados, y tenemos que equipar el camino y la propiedad con sistemas
explosivos y trampas de todo tipo. Quiero que se vigilen todas las
carreteras que conducen aquí y que dupliquen las municiones. Quiero
lanzallamas, lanzacohetes y ametralladoras. ─

─ Así no es como luchamos y lo sabes. ─

No, luchaban la mayor parte del tiempo con espadas, cuchillos, colmillos,
garras, etc., pero lo encontré un poco anticuado e ineficaz.

─ Ese es el punto. Vamos a cambiar las reglas, para reequilibrar las


posibilidades en caso de una ofensiva. ─

─ Los vampiros y los lanzallamas no se mezclan, ─ me señaló.


─ Esos lanzallamas no serán para vampiros, sino para el Capitán Jencco
y sus hombres. ─

─ También protegeré la casa de huéspedes con hechizos muy


poderosos cuando llegue el momento. Llevaré a todos los vampiros
menores de 100 años allí en caso de ataque. No quiero tenerlos cerca. 283

─ En ese caso, puede que no seamos lo suficientemente numerosos. ─

─ Sí, si estoy liderando el ataque. ─

─ Te van a matar. ─

─ Posiblemente. ─

─ ¿Por qué estás haciendo esto? Nunca nos has apreciado, ¿verdad? ─

Puse mi mirada en la suya.

─ Soy tu ama, mi trabajo es protegerte pase lo que pase. ¿Algo más,


Martin? ─

─ No, ama, ─ se inclinó. Le asentí con la cabeza y luego se escabulló.

─ No puedo decir que sea un ferviente admirador de los métodos


modernos y bárbaros que pretende utilizar, pero sin duda tiene estilo,
ama ─ me felicitó, Héctor.

─ Sí, algo así...─

─ ¿Debería añadir unos cuantos tanques a la lista, por si acaso? ─


Bromeaba.

No pude evitar reírme.

─ ¡Ah, Héctor, eres invaluable! ─

─ Si usted lo dice, ama, ─ lo hizo, acariciando su cabello engominado.

─ Trae al matón con traje y corbata, por favor. ─


─ ¿El abogado o el banquero, señora? ─ preguntó con una sonrisa
sarcástica.

Miré hacia el cielo.

─ El banquero. ─ 284

En la siguiente media hora, tomé la decisión de comprar una pequeña


empresa que fabricaba bolsas de plástico para plasma sintético, una
tremenda oportunidad según el financiero, y le di carta blanca al
abogado para probar la corrupción de dos políticos involucrados en una
demanda en la que los vampiros tenían un gran interés.

─ Eso es todo, Héctor, ¿no hay nada más que arreglar? ─ Dije después.

─ No, lo hiciste perfectamente bien. ─

─ Genial, así que me iré a casa y me iré a la cama. ¿Dónde está el


capitán Jencco? ─

─ Está dormido, señora. Los nuestros están actualmente a cargo de la


seguridad. ─

─ En ese caso, cuando se despierte, dígale que recogeré a mi prisionero


a última hora de la mañana y dejaré mi teléfono celular conectado en
caso de que necesite contactarme. ─

─ ¿Puedo señalar que el Sr. White tiene sopa y le está esperando en el


auto? ─

─ Perfecto. Te deseo buenas noches, Héctor ─ dije mientras caminaba


hacia el vestíbulo.

─ ¿Quiere decir un buen día, señora? ─ Sonrío.

─ Cierto, lo olvidé. ─
─ Puede que me esté adelantando, pero puede ser que antes de que
vuelva el amo, usted también olvide muchos de sus prejuicios y nos
haga olvidar los nuestros, ama...─

─ No sabía que eras tan optimista, Héctor. ─


285
─ Lo sé, pero estoy evolucionando, ama, ─ dijo, cerrando la puerta tras
de mí.
Capítulo Veintitrés

Cuando llegué a casa, encontré a Beth dormida en mi cama.


286

─ Podrías haber llamado, te había preparado la cena, ─ gruñó,


manteniendo los ojos cerrados.

Su energía tenía un sabor picante, una señal de que estaba molesta.

─ Lo siento. Debería haberlo pensado, pero debo admitir que estaba un


poco abrumada, ─ dije en tono contrito al desvestirme.

─ ¿Qué hora es? ─

─ Las 4 de la mañana, contesté, con un ojo en el despertador.

─ ¿Y no has dormido desde hace...? ─

─ Dos días. ─

─ Estás completamente loca, ─ me regañó mientras abría los párpados.

Fingí pensar en la pregunta y respondí:

─ Probablemente. ─

Se puso de pie contra la cabecera de la cama.

─ Te advierto, podría haber una bomba nuclear, un grupo terrorista o


una horda de demonios cayendo sobre la ciudad, ¡no te dejaré salir de
esta cama durante al menos diez horas! ─

Esta investigación, francamente, no fue un viaje de salud y yo aún


estaba lejos de acercarme a la verdad. Pero ya no estaba en condiciones
de atormentarme de todos modos, y de mantener mis pensamientos
alejados, tan agotada como estaba, ya no era realmente una
preocupación. Todo lo contrario.
─ Mmm, buena idea...─ murmuré antes de bostezar y deslizarme en
mis bragas y camiseta bajo el edredón.

─ No ocupes todo el espacio, ─ dijo.

─ Yo no soy la que roba las mantas, así que cállate, ─ refunfuñé 287
cuando un suave letargo se apoderó de mí.

Beth irradiaba un calor tranquilizador y relajante, su lujoso aroma


francés perfumaba la sábana y sentí que cada uno de mis músculos se
relajaba lentamente y mi mente se hundía.

Cinco horas después, me sacaron en pleno sueño mientras dormía como


si alguien hubiera gritado.

─ ¿Beth? ─

O Beth estaba de pie, con su camiseta larga que decía "no me busques"
en la cama, con los colmillos afuera, los labios enrollados, oliendo y
gruñendo, o había perdido la poca salud mental que me quedaba.

─ ¿Beth? ¿Qué demonios es…─

Su mirada se extendió por la habitación y respiró muy fuerte mientras


olfateaba el aire.

─ Bastardo.... ella gruñó. Abrí los ojos, sin entender.

─ ¿De quién estás hablando? ─ Pregunté, con la boca seca.

─ Mark, estoy hablando de Mark. Estuvo aquí. ─

─ Imposible... Estaba dormida pero... ¿no crees que seas capaz de


entrar en tus sueños también? ─

Agitó la cabeza, sus ojos llenos de ira.

─ No digas tonterías. ─
─ Pero entonces... ─

─ No estabas soñando, Rebecca. No sé cómo lo hace este bastardo,


pero...─

De repente se me acercó y me puso la nariz en el pecho, sonriendo. 288

─ Voy a matarlo, ─ me gruñó cuando de repente me di cuenta de que


estaba totalmente desnuda.

─ Beth, no, ¿qué pasa? ─

─ Su olor.... está por todas partes... ─

─ ¿Qué? ¡Me levanté y puse el edredón encima! Pero, ¿cómo puedes


esperar que su olor....? ─

Un escalofrío me recorrió la espalda cuando sus ojos se cruzaron con los


míos. Una fría y mortal ira iluminó sus ojos.

─ ... oh, Dios mío, tragué mientras un sentimiento de horror se deslizaba


lentamente dentro de mí. Eso significa que… ─

─ ... significa que el bastardo no sólo ha encontrado una manera de


jugar con tu mente sino que realmente se está materializando... dijo ella,
golpeando tan fuerte la pared que la atravesó con su puño.

Respiré lentamente, muy lentamente, para no empezar a gritar de rabia


y frustración.

─ Basta, es inútil, ya es demasiado tarde. ─

─ Rebecca yo... ─

─ ¡Cállate! ─ Dije, con voz temblorosa.

Me agarró del brazo y me sostuvo cerca de ella.

─ Oh, cariño, lo siento, debí haber estado más alerta, fui a tomar un
baño y él aprovechó la oportunidad para...─
─ No es tu culpa, ─ dije con voz tranquila y helada. ─ Es mía. Debí
haberme encargado de ese perro, hace mucho tiempo y hacer que lo
mataran. ─

Desde que conocí a Mark, había mentido para seducirme escondiéndome


su identidad, me había insultado, había mancillado mi reputación 289

haciéndome parecer un monstruo con sus amigos y, finalmente, me


había manipulado para hacerme el amor en contra de mi voluntad. Sin
mencionar que el vínculo metafísico que nos unía me impedía matarlo
como yo quería. Como persona normal, necesitaba mucho menos que
eso para enojarme.

─ Sí, pero para que eso suceda, tiene que dejar Gerle Ad. Tenemos que
encontrar una manera de sacarlo de su agujero. ─

─ Ah, sí, ¿y cómo? ─

- Tiene gente que le importa aquí, ¿no? ─

Este tipo de propuesta de alguien tan recta y fundamentalmente honesta


como Beth fue sorprendente, pero yo sabía que cuando se trataba de
protegerme, nada podía detenerla. Ni moralidad, ni principios, ni siquiera
su buen corazón. Perdía todo el sentido de la medida.

─ ¿Hablas en serio ahora mismo? ─

─ Más que nunca. ─ Ella sonrió.

─ ¿Qué tal Ferguson? ─

El Dr. Ferguson era probablemente uno de los mejores amigos de Mark,


pero ir tras el doctor no me tentaba. Encontrar otro forense me iba a
hacer perder mucho tiempo y energía. Y el hombre lobo era muy
agradable.

─ Uh...─

─ ¿Tom Cohen? ─ Ella me propuso.


El demonio bibliotecario no era tan dañino como los de su raza, incluso
me tomé tiempo para visitarlo sólo para hablar.

De todos modos, disfrutaba de su compañía.

─ Bueno...─ 290

─ ¿Quieres atraparlo o no? ─

─ Sí, pero... ─

─ ¿Pero qué? ¿Escoge Rebecca, Cohen o Ferguson? ¿A quién estaba


dispuesto a liquidar más fácilmente? ¿El demonio o el cambiante? ─ La
pregunta ni siquiera surgió.

─ Cohen. ─

─ Bueno, entonces vístete y vámonos. ─

─ No, Beth, iré sola. No quiero verte involucrada en esto. ─

Ella abrió los ojos.

─ ¿Quieres que te abandone? ─ Agité la cabeza.

─ No, pero tampoco quiero que infrinjas la ley por mí. ─

─ Rebecca. ─

─ ¡Te dije que no, Beth! ─

Se cruzó de brazos y me dio la espalda deliberadamente, como si


quisiera tomarse un par de segundos para calmarse. Aproveché la
oportunidad para salir de la cama y entrar corriendo al baño. El olor de
ese tipo en mi cuerpo me dio náuseas, necesitaba ducharme.

Unos diez minutos después, pasó la cabeza por la puerta. Sus ojos me
hicieron una pregunta silenciosa.

─ Entra, pero si me quieres convencer de que te deje venir conmigo,


estás perdiendo el tiempo, cariño, ─ dije.
Suspiró frustrada.

─ No, no, está bien, lo entiendo. ─

─ Bien por ti. ─

Se deslizó el dedo entre los dientes y empezó a morderse las uñas. 291

─ ¿Puedo hacer un comentario? ─ Me había sorprendido.....

─ Adelante. ─

─ ¿Cómo planeas matar a Mark si lo encuentras? ─ Levanté las cejas.

─ Eso no es realmente un comentario, que .. ─

─ No estoy bromeando. ¿Cómo piensas hacer eso? ─

Beth tenía razón. Matar a Mark con mis propias manos era imposible
para mí, el vínculo que nos unía me habría impedido hacerlo, pero la
bestia que cobijaba en mi vientre, probablemente podría hacerlo no se
avergonzaría de los mismos escrúpulos. Al menos, eso esperaba.

─ Tengo un plan. ─

─ ¿Un plan? Rebecca, tú sabes el efecto que el Malaat tiene en ti, tan
pronto como lo veas, será más fuerte que tú, te acostarás con él y no
podrás soltarte. ─

─ Seré capaz de controlarme. ─

─ Eso no es verdad y lo sabes. Tu cuerpo ya no te pertenecerá,


Rebecca, tu deseo será demasiado fuerte para que te resistas. ─

─ ¿Qué sabes tú de eso? ─

─ Los vi juntos, sentí el efecto físico que este tipo tiene en ti. ─

─ ¿Sentir? ─
─ Sentir, ─ repitió, tocándose la punta de la nariz. Me sonroje
avergonzada.

─ ¿Sabes lo vergonzoso que es esto? ─

─ Espera hasta que te metas en la cama de este tipo y le dejes hacer lo 292
que quiera contigo, siendo perfectamente consciente de que traicionas tu
corazón y al hombre que amas, y cambiarás de opinión sobre lo que es
realmente vergonzoso o no. ─

Ninguna de las dos lo dijo en voz alta, pero ambas sabíamos que Beth
estaba hablando por experiencia. El calor de su loba a menudo la había
llevado a traicionar sus sentimientos o a los hombres que amaba al tener
relaciones sexuales con lobos que no le importaban o, peor aún, que
odiaba. El fuego que encendía su cuerpo en esos momentos no le dio
opción, pero sufría por ello.

─ Lo sé, pero será diferente para mí. ─

─ ¿En qué sentido? ─

─ Te lo dije, tengo un plan, Beth, y creo que puede funcionar. ─

Un rayo de desaprobación cruzó por sus ojos, pero dejó de insistir.

─ Espero sinceramente que tengas razón. ─

─ No te preocupes, ─ la tranquilicé dándole un golpecito en la mano.

Luego me fui del baño. Cinco minutos más tarde, me había puesto un
pantalón negro, un suéter largo de lana, una chaqueta de esquí y ya me
iba.

─ ¿Estarás aquí cuando vuelva? ─

─ Sí. Hice lo que tú hiciste, me tomé un día libre y voy a ver tu


colección de DVDs de amas de casa desesperadas. ¿No estás demasiado
celosa? ─
Sus ojos brillaban de alegría.

─ Te odio. ─

─ Yo también. ─

Mientras subía a mi auto, sólo quería ir a casa, hacer palomitas de maíz 293

y sentarme frente a la pantalla del televisor con Beth, pero en vez de


eso, llamé rápidamente a Maurane para ver cómo estaban las niñas y
pedirle que disculpara mi ausencia.

─ ¿Cuándo volverás? ─ preguntó la maestra de las pociones.

─ Mañana. ¿Alguna novedad? ─

─ No, pero mi abuela está en casa. Cree que ha encontrado la fórmula


para eliminar el hechizo de las chicas y sacarlas del coma. ─

─ Son buenas noticias. ─

─ Sí, si funciona, ─ admitió con un suspiro.

─ ¿Te contó lo del libro? ─

─ Confirmó que aún estaba en manos del Consejo y que no había sido
robado. ─

─ Así que estamos buscando un duplicado, ¿verdad? ─

─ Eso parece, sí. ─ Algo en su voz me alertó.

─ Parece no te oyes bien, Maurane...─

─ No, está bien, sólo estoy molesta. ─

─ ¿Sobre qué? ─

─ Le pregunté a la abuela si estaba en el Consejo de los Ocho, pero me


dijo que me fuera al infierno. ─
─ Ya la conoces, una cola de rata puede estar saliendo de su boca y
aun así fingiría que no se la tragó. ─

─ Es cierto, pero me está poniendo los nervios de punta. ─

─ ¿No confías en ella? ─ 294

─ Tengo que decirte que ya no sé qué pensar al respecto. ─

─ Sabes, te diré un secreto, mi abuela es aún más desagradable,


antipática y manipuladora que la tuya. ─

─ ¿Estás tratando de consolarme? ─

─ No, sólo intento decirte que lo siento y que si decides matarla, te


dejaré fingir que su asesinato fue un suicidio sin parpadear. ─

─ Gracias por tu apoyo, ¡me calienta el corazón! ─ se rió.

─ Pero por favor hazlo, ─ le dije antes de colgar.

Cinco minutos después, me estacioné frente a la horriblemente sucia


fachada de la librería de Longmor de Tom Cohen. La perspectiva de
visitar al demonio para amenazarlo de muerte no era muy atractiva, ni
tampoco la de tener que retrasar mi entrevista con el famoso criminal
humano, Franck Marden, pero tenía pocas opciones. Había llegado al
final con Mark y la urgencia de ponerle las manos encima se había
convertido en una de mis principales prioridades. Por no decir una
necesidad absoluta. Ahora que sabía la verdad y que mis sueños se
estaban haciendo realidad, era imposible dejar que la situación
empeorara. No si podía hacer algo al respecto.
Capítulo Veinticuatro

─ Estoy un poco avergonzada, Tom..... Le dije mientras me llevaba a la


sala de estar del apartamento que ocupaba en el primer piso de la 295

librería.

─ Déjame ponértelo fácil. No tienes nada que temer de mí y yo, todo


que temer de ti. Entonces, ¿de qué se trata? ─

El demonio bibliotecario estaba ocupando el cuerpo de un hombre


barbudo de unos cincuenta años, con rasgos finos y ojos inteligentes.

─ Tengo que encontrar a Mark. ─

Suspiró mientras se reajustaba las gafas.

─ Te lo dije, está en Gerle Ad. ─ Puse mi mirada en la suya.

─ Y estoy segura de que tienes una forma de contactar con él. ─

Se acarició la barba nerviosamente mientras me miraba.

─ ¿Qué quieres exactamente, Rebecca? ─

─ Adivina... ─

Tosió y se rascó ligeramente la frente, obviamente avergonzado.

─ ¿Esto se trata de tus sueños otra vez? ─

─ Tom, no suelo disculparme por los actos que a menudo tengo que
hacer, pero voy a hacer una excepción por ti y decirte que lo siento, ─
pero lentamente sentí la magia invadiéndome. Se puso pálido.

─ Rebecca, ¿qué estás haciendo? ─

─ Encuentra la manera de llegar a Mark, Tom, y dile que te mataré si no


se decide a venir rápido, ─ dije con voz amenazadora.
─ No puedo contactarlo sin atravesar las puertas de ambos mundos, ─
Rebecca.

Sólo los demonios podían cruzar el velo que separaba a Gerle Ad del
mundo humano. Si Tom decidiera no volver, yo perdería mi moneda de
cambio. 296

─ Envía a alguien más. ─

─ Pero yo... ─

─ No quiero jugar más, Tom. Y si tengo que hacerte daño para que te
rindas, lo haré. Será a regañadientes y sin placer, pero lo haré, ─ le dije
en tono helado.

─ Deberías escucharla, no dudará ni un segundo, ─ dijo de repente una


voz desde la entrada de la sala de estar.

Me volví hacia él y sentí un característico escalofrío.

El joven debe haber tenido 18 o 20 años como mucho. Moreno, atlético,


con dientes brillantes, estaba vestido con jeans y un suéter de Lacoste y
tenía el aspecto perfecto de un hijo de buena familia.

Las gafas de sol escondían parte de su cara.

─ Baetan... ─ susurré, frunciendo el ceño. El líder del clan de demonios


inclinó su cabeza.

─ Hola Rebecca. Tom... ─ Dijo, dándole una breve señal como saludo.

Desde el día de nuestra primera reunión unos meses antes, el


representante de los demonios del Estado de Vermont había cambiado
su apariencia muchas veces.

O debería decir de "anfitriones".


Pero de todos modos, aunque hubiera ocupado el cuerpo de Paris Hilton
o de Robert de Niro, no podría haberme engañado. Su energía y su aura
nauseabunda no eran de las que se podían olvidar fácilmente.

─ No te esperaba… ─ dijo Tom, sorprendido. Su tono era a la vez


preocupado y respetuoso. 297

─ Digamos que es una pequeña visita sorpresa, una visita de cortesía,─


dijo mientras se sentaba en el sofá frente a nosotros. No te estoy
molestando.

─ De hecho sí, ─ le contesté.

─ ¿Una copa de vino? ─ Preguntó Tom mientras caminaba hacia el bar


de la sala de estar.

─ Por favor. ─

Baetan no me quitaba los ojos de encima, como si yo fuera la cosa o la


persona más cautivadora que jamás había tenido delante de sus ojos.

─ ¿Qué pasa? ─ Dije yo, a la defensiva.

─ Nada. Creo que pareces cansada. ─

─ Lo estoy, ─ admití con voz más suave.

─ Deberías dormir un poco, no puede darte el lujo de no estar lo mejor


que puedas en este momento, ─ me dijo.

Quería reírme en su cara. ¿Desde cuándo a los demonios les importaba


lo que me pudiera pasar?

─ Estaría menos cansada si Mark Feldman dejara de acosarme.─ Le


dije secamente.

─ Escuché parte de su conversación. ¿Por qué no viniste a mí? Si tienes


un problema con un demonio, me parece que soy la mejor persona para
resolverlo. ─
"No acudí a ti porque eres un monstruo y no confío en ti" me pareció
una respuesta poco diplomática, así que respondí en un tono neutro:

─ Yo soy el Assayim. Se supone que debo hacerlo…─

─ tú sola, sí, lo repites cada vez como un verdadero leitmotiv. ─ 298

Se quitó las gafas lentamente y colocó su mirada de fuego en la mía.

─ ¿Entonces por qué estás aquí en la casa de Tom pidiéndole que


contacte a Mark? ─

─ Preguntando, preguntando, no realmente... exigiendo, más bien, ─


corrigió Tom sobriamente.

─ Quiero matarlo, ─ le expliqué.

Baetan me miró tan intensamente que quise desaparecer y esconderme


en algún lugar lejos de él.

─ Supongo que sabes que no puedes cazar y matar a uno de mis


súbditos sin razón. ─

¿Quién se creía que era? ¿Luis XIV?


─ Oh, pero tengo una, ─ respondí con una sonrisa.

─ ¿No te importará si te pregunto? ─

─ Violación. ─

─ ¿Violación? ¿Y a quién se supone que atacó? ─

─ A mí. ─

Se estremeció, visiblemente sorprendido.

─ ¿Cómo? Quiero decir...─

─ En mis sueños, todas las noches. ─


Baetan pareció extrañamente recibir el golpe como si le hubiera dado
una bofetada.

─Ya veo. ─

─ Quiero el pellejo de Mark, Baetan, y no hay nada que puedas hacer 299
para detenerme. ─

─ Rebecca, ¿necesito recordarte que Mark es mi responsabilidad? ─

─ Si yo fuera tú, evitaría halagarme a mí mismo, ─ le contesté en un


tono helado.

Me miró fijamente mientras suspiraba.

─ ¿Supongo que Raphael no sabe nada de la situación? ─

─ Si lo supiera, Mark habría muerto hace mucho tiempo. ─

─ ¿Y qué te hace estar tan segura? ─

─ A Raphael no le gusta compartir. ─

─ Raphael no tiene derecho a estar contigo. ─

─ ¿No crees que esa sea nuestra decisión? ─

─ Para tomar una buena decisión, es mejor tener todos los datos,
Rebecca. ─

─ ¿Qué significa eso? ─

─ Lo que significa es que no tienes idea de lo que es o incluso de quién


es. ─

─ Sí, ya he oído eso antes. ─

A decir verdad, no dejaba de oírlo una y otra vez.


─ Bueno, ¡deberías haber escuchado! ─
─ ¿Por qué debería hacer eso? ¿Piensas honestamente que no soy
consciente de los abusos que Rafael ha cometido y que todavía puede
cometer? ¿O que no entiendo la violencia que a veces devasta su alma?
Porque en este caso, te equivocas. Somos iguales él y yo y lo que sé de
él, desde que estoy a su lado, no me asusta. ─ 300

─ ¿Ah, no? ¿Y cómo te sentirías si te dijera que cada vez que lo rozas,
cada vez que te toca y compartes su cama, traicionas a tu Diosa? ─

─ Yo diría que ya he tenido este sermón de mi clan cuando tuve una


aventura con Michael. ─

─ Y sin embargo, esa lección no fue suficiente para ti. ─

─ Los Vikaris pueden decir lo que quieran, Akhmaleone me ha


mantenido a salvo. ─

─ Eso es porque ella no lo sabe. ─

- ¿Qué? ¿Que soy la compañera de un vampiro?

─ No. Que eres la compañera de Rafael. Ves, los dioses son así, no
están interesados en nuestros amores o pasiones y no entienden las
emociones de las criaturas que crearon. Somos sólo los peones de una
partida de ajedrez que nunca parece querer terminar. ─

─ Bonita metáfora, pero no me hará cambiar de opinión sobre mi


vampiro, Baetan. ─

Se rió.

─ ¿Un vampiro? Pero Raphael no es sólo un vampiro, Rebecca, nunca lo


fue. ─

Bueno, aquí hay algo más.....


─ Tienes razón, sólo porque un tipo inmortal ande por ahí con colmillos
y se alimente de sangre humana no significa que tengamos que sacar
conclusiones precipitadas, ─ me mofé.
─ Puedes bromear, cuanto quieras, pero debes saber que si tú y Rafael
persisten en unirse, los dioses pronto se darán cuenta, el equilibrio no
podrá ser alcanzado y el mundo cambiará, ─ dijo en un tono
enigmático.

Levanté los ojos al cielo, enojada. 301

─ Mira, no tengo ni idea de lo que estás hablando y no quiero saberlo,


pero si piensas por un segundo puedes convencerme de que deje Rafael
por Mark, vas a tener una cruel desilusión. Las brujas de guerra no
tienen la misión de vivir con demonios sino de matarlos, Baetan. Es así,
está en nuestros genes, es más fuerte que nosotras, nos encanta
matarlos. Quiero decir, sin ofender. ─

Una especie de sonrisa apareció repentinamente en su cara y yo sólo


quería levantarme y caminar directamente a la puerta principal sin
darme la vuelta.

─ Lo creas o no, no me importa lo que planees hacer con Mark o cuál


será el nombre de tu futuro amante, Vikaris, las apuestas son mucho
más altas que eso, incluso si eres demasiado narcisista para entenderlo.

Luego volvió sus ojos de color rojo granate hacia Tom, que estaba en
silencio e inmóvil en un rincón de la habitación.

─ Tienes que enseñarle el libro, Tom. ─

El demonio bibliotecario parecía avergonzado y se retorció las manos.

─ Baetan, no estoy seguro de que Rebecca esté lista para...─

─ ¡Ya no tenemos tiempo para perder! ─ interrumpió inmediatamente a


Baetan.

─ ¿De qué libro están hablando? ─ Pregunté, intrigada.


─ Podría ser más fácil si te ocuparas de ello personalmente, ─ sugirió el
demonio bibliotecario ignorándome deliberadamente.

─ Dudo que le convenga...─ Baetan hizo una mueca.

─ Quiero asegurarme, ¿eres consciente de que sigo aquí, contigo, en 302


esta habitación? ─ espeté.

Tom levantó la vista como si yo hubiera dicho una estupidez y continuó


conversando con Baetan como dos adultos frente a un niño ligeramente
invasor.

─ Piénselo, usted sabe cómo es y de lo que es capaz cuando está


molesta, ─ insistió Tom.

─ ¿Le tienes miedo? ─

─ Sí, ─ confesó, evitando mi mirada.

─ Estoy dispuesto a admitir que es de armas a tomar, ─ dijo sonriendo


como si fuera la más notable de mis cualidades, ─ pero no creo que ella
realmente quiera matarte, ¿verdad, Rebecca? ─

Estos dos estaban empezando a perseguirme con sus pequeñas


insinuaciones…
─ Si alguno de ustedes me aclarara la situación, probablemente estaría
en condiciones de responder a esa pregunta. ─ dije en tono glacial.

─ Tom te lo mostrará, desafortunadamente tengo que irme, tengo una


cita urgente y ya llego tarde, ─ dijo el demonio cuando se levantó del
sofá.

Genial, me sentí como una completa idiota.


─ Espera, tengo derecho a...─

Pero ni siquiera tuve tiempo de terminar mi frase antes de que Baetan


hubiera desaparecido.
Mis ojos se dirigieron inmediatamente hacia Tom.

─ Ahora que Houdini se ha ido, ¿te importaría explicarme de qué estás


hablando? ─

─ Como te dijo Baetan, no te lo voy a explicar, sino que te lo voy a 303


enseñar ─ dijo en un tono serio, ─ sígueme. ─

No sabía por qué, pero algo me dijo que no me iba a gustar lo que iba a
encontrar detrás de la pared que acababa de girar y que revelaba, como
en la casa de Stella Stevic, una pieza gigantesca que parecía un museo.

Y pensar que yo era la única criatura sobrenatural en esta ciudad que no


tenía pasadizos secretos o piezas móviles....
Capítulo Veinticinco

304

Cuando reapareció, Tom tenía un libro viejo y polvoriento en sus manos.

─ ¿Qué es eso? ─ Le pregunté sospechosamente.

─ Algo que Baetan quiere mostrarte. ─

─ ¿De qué hablas? ─

─ Léelo y lo entenderás, ─ dijo, poniendo el antiguo libro sobre la mesa


justo frente a mí.

─ Tom, estoy en medio de una investigación y tengo que interrogar a


un testigo clave, así que no sé qué es este libro, pero no me importa.
Quiero que contactes a Mark como te pedí. ─

─ No lo he olvidado, Rebecca, y te doy mi palabra de que lo traeré de


vuelta muy pronto. ─

─ Ahora. Lo traes de vuelta ahora o pintaré estas paredes con tu sangre


y dejaré la cabeza de Ferguson en tu mostrador como recuerdo, ─
ordené en un tono seco.

─ Está bien, pero no antes de abrir este libro, ─ respondió de una vez
con voz firme.

Su mirada era decidida y comprendí que no tenía la intención de ceder a


pesar del miedo que yo le inspiraba.

─ Eres un verdadero grano en el culo, ¿lo sabías? ─

Me miró severamente.

─ El libro, Rebecca. ─
Suspiré se abrió paso desde mi alma y luego dirigí mi atención al
increíble trabajo que tenía ante mí. La cubierta de cuero era
terriblemente gruesa y estaba engastada con piedras preciosas. Bajé la
cabeza para observarla más de cerca y noté el grabado de un escorpión
brillante en el centro. 305

─ Es magnífico, ─ constate, mirándolo con aire admirativo y


acariciando suavemente la encuadernación.

─ Sí, ─ respondió sobriamente mientras sentía un extraño cosquilleo en


mi piel.

─ ¿Qué es lo que...─

─ ¡No te muevas, Rebecca! ─

Abrí los ojos y miré fijamente al escorpión que de repente había cobrado
vida y caminaba con su aguijón en el dorso de mi mano.

─ ¿Estás tratando de matarme, Tom?, ─ pregunté mientras sacaba mi


arma con la mano izquierda.

─ No hagas ningún movimiento brusco y todo estará bien, ─ respondió


sin pestañear.

─ ¿Ah, sí? dije, ─ quitando el pestillo de seguridad.

─ Es una prueba, Rebecca, nada más que una prueba, ─ dijo con una
intensa sonrisa de satisfacción. ─ El escorpión es el guardián del libro, lo
protege y por el momento no te ha picado. ─

Miré hacia abajo y vi que se había detenido.

─ Espero que te des cuenta de que esta cosa puede matarme. ─

Sonrió, obviamente no muy conmovido.

─ No le veo fallando... ─ Casi me ahogo con indignación.

Suspiró y plantó sus ojos en los míos.


─ Hay riesgos que a veces hay que correr, Assayim. ─

─ Sí, pero cuando decidimos correrlos. ¡No te pregunté nada y menos


pedí ver este maldito libro! ─

─ No te arrepentirás, te lo prometo, Rebecca. ─ 306

─ Si es tan importante como crees, ¿por qué no resumirlo, eh? Un


cuento corto bien hecho, ¿era mucho pedir? ─

Sacudió la cabeza.

─ No. Debes pasar esta prueba. ─ Puse los ojos en blanco, exasperada.

─ No voy a perdonarte, ¿lo sabes? ─

Dibujó una sonrisa.

─ Como te dije, tienes que pasar esta prueba. ─

─ ¿Y no podías hacer como los demás y preguntarme una adivinanza o


un acertijo? ─

─ Eso fue bueno para la Esfinge, somos demonios, Rebeca, ─ me


señaló.

─ Es inútil recordármelo, soy perfectamente consciente de ello, créeme,


─ lo hice bajando mi arma para quitarme suavemente una de mis
zapatillas.

─ Es un hechizo mortal, no un escorpión de verdad, ¿qué crees que


estás haciendo con este zapato? ─ preguntó, frunciendo los labios para
no reírse mientras lo levantaba sobre el escorpión, todavía inmóvil

Le di una mirada obstinada.....

─ Medidas cautelares. ─

No podía verme admitir a un demonio mi miedo a los arácnidos. Un


miedo que desgraciadamente no se le había escapado a mis maestros
que me habían dejado a la edad de 7 años por una semana encerrada
con un centenar de arañas y escorpiones durante un ejercicio de
supervivencia.

─ Quédate quieta y observa. ─


307
Volví a mirar hacia abajo y vi con asombro que el escorpión había
recuperado su lugar y había vuelto a la cubierta de cuero.

─ Has tenido éxito, ─ me felicitó.

─ Fabuloso, estoy extasiada, ─ me reí, a pesar de estar furiosa.

─ Lo siento, pero como te dije... ─

─ Sí, sí, está bien, creo que lo entiendo. ─

─ Te garantizo que ahora puedes abrir ese libro con seguridad, ─ dijo.

Le di una mirada terriblemente desconfiada y agarré la esquina del libro


con la punta de los dedos antes de abrirlo suavemente.

─ Otra sorpresa y te disparo, ¿está claro? ─ Le dije, mientras mi


mirada se posaba en la primera página amarillenta del manuscrito.

─ Muy claro. ─

Unos segundos después, levanté la vista y miré el arma.

─ ¿Es esto algún tipo de broma? ─

─ ¿De qué estás hablando? ─

─ De la escritura. ¿Cómo esperas que entienda algo sobre estos


símbolos? ─

Puedo leer latín, griego antiguo e incluso algunas escrituras cuneiformes,


pero ahora me estaba secando por completo.

─ Sí, lo olvidé, están escritos en mi idioma. ─


Hablando de omisión.
─ ¿En tu idioma? Pero, ¿cómo esperas que lo lea? ─

Puso un dedo en mis labios y repitió con voz suave:

─ No pienses, lee. ─ 308

Lo miré con sorpresa y luego volví a mirar hacia abajo las páginas sin
poder descifrar una sola palabra.

─ ¿Sabes lo que dicen sobre los efectos de las drogas en un hombre de


tu edad? ─

Me miró de repente con seriedad.

─ Rebecca, no es momento para bromas. Despeja tu mente y


simplemente deja que tus instintos te guíen. ─

¿Mis instintos? Mis instintos me decían que tenía que ponerle dos balas
en la frente, luego desmembrarlo antes de quemar sus restos en medio
de una hoguera. ¡Eso es lo que me decía mi instinto!

Puso su mano sobre la mía y sentí que un poder calmante penetraba mi


piel.

─ Tom, quita tu mano antes de que te la corte. ─

─ Shhh. Concéntrate. ─

Concéntrate, concéntrate... Sentí como si estuviera escuchando a mi


abuela decir, «Vamos, Morgana, ¿no puedes quedarte callada durante
cinco minutos y concentrarte? ¡Tus palabras zumban como abejas sobre
un campo de flores! ¡Eres una idiota! »
Después de unos segundos de reflexión, pensé que no me costaba nada
intentarlo, después de todo, había arriesgado mi vida para abrir este
libro (aunque no lo supiera) y Tom parecía bastante seguro de sí mismo.
Cerré los ojos y lentamente dejé que la paz me invadiera y el silencio se
instalara.

─ Eso es bueno, sigue, eso es.... ahora abre los ojos. ─

Cuando volví a mirar hacia abajo la página, de repente aparecieron 309


claramente en mi mente palabras y frases. Los símbolos no habían
cambiado, pero ahora tenían un significado y yo podía leerlos y
entenderlos.

Me volví hacia Tom, atónita.

─ ¿Me diste el poder de leer tu idioma? ─ Me guiñó un ojo, se levantó y


caminó hacia la puerta.

─ No te di nada que no tuvieras, ─ deslizó en un tono de misterio al


cruzar el umbral.

Eso es lo que yo decía, no le funciona bien el coco.


─ Te dejaré ahora. ─

─ ¡Espera un minuto! Este es un libro de historia, ¿por qué debería


interesarme? ─

─ En todo, Rebecca. ─

¿Por qué de repente tenía la impresión como si este demonio de la nada


estuviera jugando conmigo?
─ Vale, ¿pero por qué hacerme leerlo ahora? ─

─ Baetan pensó que un poco de conocimiento general te haría mucho


bien. ─

─ ¿Conocimiento general? ─

Me había tomado dos horas en medio de una investigación para


deshacerme de mis pesadillas y de un incómodo semidemonio, ¡no para
jugar a las ratas de biblioteca!
─ ¿No tienes curiosidad, Assayim? ¿No quieres descubrir lo que ninguna
bruja - ni siquiera una Vikaris - ha descubierto antes que tú? ─

Sonreí.

─ La historia del dios Avkah, el fundador de Gerle-Ad, ¿es eso? ─ 310

─ Eso es. ─

─ Bueno, supongo que un libro protegido por un hechizo tan sofisticado


probablemente vale la pena echarle un vistazo. ─

─ Sin duda alguna, ─ lo aprobó.

Mientras ahondaba en las páginas del libro, pensé en lo que Baetan me


había dicho sobre Rafael y las razones que podrían haber motivado al
demonio a revelarme la historia de su clan y su creación. ¡Oh! por
supuesto, que Mathilde, la historiadora vikaris, ya nos había hablado de
la fundación de Gerle Ad, pero me di cuenta de que sabía muy poco
sobre Avkah, el dios de los demonios, y me pregunté por qué Baetan
había juzgado que la vida de su creador bien podía preocuparme. Yo era
una Vikaris, una Prima y una guardiana, sólo una de estas categorías
debería haberle disuadido de permitirme acceder a este tipo de
conocimiento, así que ¿por qué me dio un documento de tal valor?
¿Cómo me las arreglé para pasar su famosa prueba? Y sobre todo,
¿cómo había logrado descifrar el lenguaje de estos monstruos? Estas
preguntas giraban en mi cabeza como remolinos y tuve que leer el
primer capítulo por lo menos diez veces, antes de poder entender su
significado. Y unas diez más para asimilar la increíble información que allí
se revelaba.

La historia, como sabemos, es a menudo una cuestión de interpretación


y la historia de los demonios era sorprendente, por decir lo menos. Si
creyera lo que estaba escrito, Avkah fue un dios amoroso y compañero
de la diosa Akhmaleone durante miles de años cuando conoció a una
hermosa joven, Zaia, con quien tuvo un hijo, Télon. Muy apegado al hijo
nacido mortal, como su madre, Avkah le rogó a Akhmaleone que le
concediera a su descendiente la vida eterna, lo cual ella le negó.
Decepcionado, el dios decidió robar algunos de los poderes de su
esposa. Le robó una de las tres piedras de la creación y un poco de su 311
sangre que le dio al niño, despertando así, a su descendencia a la
divinidad y a la inmortalidad.

Loca de rabia, Akhmaleone desterró a Avkah sin sospechar ni por un


momento los planes de su antiguo compañero y su decisión de usar la
piedra robada para crear un nuevo mundo, un mundo que no tendría
que compartir, Gerle Ad.

Mis manos dieron vuelta a la página y comencé, con mi corazón


palpitando el segundo capítulo, el dedicado a Telón, el hijo de Avkah.

Telón había permanecido viviendo entre los humanos y tenía tres hijos,
uno mortal, concebido con una humana, uno inmortal, concebido con
una bruja muy poderosa, y un tercero concebido de una demonio que
había cruzado el velo. Como su padre, Telón poseía grandes poderes y
cuando su hijo mortal Elijah murió a la edad de 30 años, bañó su
garganta con su sangre, sangre de Akhmaleone, y le dio vida de nuevo,
transformando así a una persona muerta por primera vez a la vida.

Sabemos lo que pasó después, Elijah infectó a varios humanos y dio a


luz a toda una nueva especie: los vampiros.

Cuanto más lo pensaba, más me preguntaba qué era verdad y que


mentira en esta versión extraña que enfatizaba el amor paternal en lugar
del deseo de conquista y ambición. Entonces, con un toque de
escepticismo, me acerqué al tercer capítulo del libro, en el que se
relataban los comienzos de la guerra en la que se habían involucrado los
primeros seres sobrenaturales y demonios. Las Vikaris también figuraban
prominentemente. El primer pasaje declaró que las brujas de guerra
fueron creadas por Akhmaleone con la ayuda de las tres piedras de la
creación (antes del robo de la tercera) y que originalmente eran la
guardia personal de la diosa. El segundo, que Avkah había considerado
nuestra reasignación en el mundo humano como una vil traición por
parte de su ex Compañera, sin siquiera, indicar o explicar las razones
exactas de su exasperación. Esto planteó algunas preguntas. ¿Por qué?
¿Por qué Avkah se había sentido más ofendido por el papel de 312
Akhmaleone que por los hombres lobo, cambiantes, chamanes o
potioneuses? ¿Fue porque éramos más peligrosas, más efectivas, o hubo
alguna otra razón?

Francamente, este libro me había dado tantas respuestas como


preguntas.

─ ¿Tom? ─ Lo llamé mientras bajaba las escaleras hacia la librería.

─ Estoy aquí, ─ contestó, posado, con un libro en la mano, en su vieja


escalera.

─ ¿Y bien? ¿Cómo encontraste el libro? Es emocionante, ¿verdad? ─

─ Eso es mucho decir. Mi versión de la historia es mucho menos


completa que la suya, debo admitirlo. ─

Mathilde, la historiadora de mi clan, probablemente no habría apreciado


este comentario despectivo, pero estaba lejos de ser infundado.

─ Supongo que nunca habrás oído la historia de Telón y su cautivadora


descendencia. ─

─ No. ─

Me miró intensamente.

─ Es una pena, sin duda habría sido muy útil para ti. ─

Fruncí el ceño.

─ Si tienes algo que decirme, dilo, pero ten la amabilidad de parar esas
pequeñas indirectas. ─
Parecía molesto.

─ Nada me agradaría más que satisfacerte, pero no tengo derecho a


hacerlo. ─

Misterios, más misterios, todavía misterios, siempre misterios me estaba 313


empezando a poner de los nervios....
─ ¿No tienes derecho? ─

─ Si tienes alguna pregunta, ponte en contacto con Baetan. ─

Hum... pensemos... Podría ir a interrogar a un demonio psicópata que


probablemente se negaría a contestar todas las preguntas que yo misma
me estaba haciendo, o ir a entrevistar a un psicópata humano que no
tendría más remedio que contestar todas las preguntas que le hiciera....

─ Olvídalo, realmente no tengo tiempo para jugar este juego ahora


mismo. ─

─ Lástima. ─

─ Sí, digámoslo así .. ─

─ ¿Quieres un poco de té, café o cualquier otra cosa? ─

Le miré a los ojos.

─ Sabes muy bien lo que quiero, Tom. ─

─ Mark Feldman volverá en 24 horas, Rebecca. Te doy mi palabra. ─

─ Eso espero. Odiaría tener que matarte a ti o a Ferguson. ─

Él sonrió...

─ No debería ser necesario, Baetan me advirtió hace unos minutos que


acababa de informar a Mark de la situación. ─
─ Espero que no se vaya. ─ Tenía una media sonrisa.

─ Mark Feldman tiene muchos defectos pero no es un cobarde,


Rebecca. No usará a sus amigos como escudos. ─

Le miré a los ojos. 314

─ Te gusta, ¿verdad? ─ Se encogió de hombros.

─ No es responsable del Malaat y sus efectos. ─

─ ¿Estás diciendo que no se mete intencionadamente en mis sábanas


por la noche para violarme? ─

─ No. Simplemente estoy diciendo que ha perdido completamente el


equilibrio, hasta el punto de descuidar su increíble voluntad y su propia
seguridad. ─

─ La debilidad nunca ha sido una excusa, Tom. ─

Suspiró en protesta mientras un resplandor de tristeza pasaba por sus


oscuros ojos.

─ No, supongo que no. Adiós, Rebecca. ─

─ Adiós, Tom. ─
Capítulo Veintiséis

315

─ Buenos días señora, ─ me saludó uno de los guardias de la entrada,


─ el capitán Jencco la espera adentro.

─ Buenos días, ─ respondí cortésmente mientras la barrera eléctrica se


abría lentamente.

Ahora que mis pequeños asuntos privados estaban prácticamente


resueltos, esperaba tener la tan esperada conversación personal con
Franck Marden. Héctor lo puso en la bodega durante más de doce horas
y todo lo que quedaba era rezar para que los vampiros no lo hubieran
lastimado demasiado. Cuando se trataba de sangre humana, siempre les
costaba mucho resistirse.

─ ¿Algo en particular que informar, Capitán? ─

─ No, señora, todo va bien por ahora, ─ respondió, echando hacia


atrás su pelo rizado.

Lo observé por un momento, notando que era tan encantador como de


costumbre, pero que sus ojos tenían ojeras y una arruga bloqueaba la
mitad de su frente.

─ ¿Cómo está el prisionero? ─

─ Le traje algo de comida, no parece estar entrando en pánico, ─ dijo,


dándome un montón de llaves.

Las agarré con una sonrisa.

─ Temo que no tardará mucho. ─

─ Por curiosidad, Assayim, ¿tiene este hombre alguna relación con uno
de sus casos? ─
─ Este hombre es un criminal. ¿Puedo preguntar de qué se trata esta
pregunta? ─

─ Se llama Franck Marden, ¿verdad? ─ Fruncí el ceño.

─ Bueno, creo que está en la lista. ─ 316

─ ¿La lista? ─

─ La lista de personas para las que hemos trabajado. De hecho, estoy


seguro de que lo está. ─

El león Alfa ofrecía sus servicios por grandes sumas de dinero, así que
no me sorprendió saber que había trabajado para Marden.

Entrecerré los ojos con una mirada amenazadora.

─ ¿Me estás diciendo que aceptaste trabajar para un ser humano? ─

─ No. Pero la transacción no fue entre él y nosotros directamente. No


sabía que no era uno de nosotros, ─ admitió en tono mortificado.

─ ¿Hace cuánto tiempo sucedió todo esto? ─

─ Seis meses. ─

─ Perdóneme si soy indiscreta, pero ¿cuál fue la misión para la que lo


contrataron? ─

─ Se suponía que íbamos a ayudar a una niña a escapar de la casa


donde estaba encerrada. ─

─ Muy bonito, ¿puedes ser más específico? ─

─ De hecho, no sabíamos mucho de ella, excepto que era una joven


potioneuse de 17 años y que la retenían contra su voluntad en una villa
cerca de Washington. ─

─ ¿17 años? ─
─ Supongo que no podía permitirse tal intervención, así que, ¿quién te
pagó por este trabajo? ─

─ Franck Marden. Pero como le dije, no tratamos con él directamente.



317
Fruncí el ceño.

─ ¿El nombre de la chica? ─

─ Sophia Germann. ─

Este nombre obviamente no era desconocido para mí. Había conocido a


la joven Sofía durante mi investigación sobre las desapariciones de
criaturas sobrenaturales que tuvieron lugar poco después de mi llegada.
Su madre Kathryn había sido cómplice en este sórdido asunto y había
terminado asesinada. La niña con importantes problemas de
comportamiento había abandonado la escuela de las potioneuses y fue
exiliada por Maurane para proteger al resto de la comunidad.

─ Bien hecho, Jencco, has liberado de prisión a una joven sociópata que
está completamente loca, talentosa y terriblemente astuta, ─ me quejé.

─ Esa no es la historia que nos contaron. Para nosotros, fue un simple


problema de divorcio que salió mal. ─

Oh, Señor, mi jefe de seguridad diurna cree que está en la tierra del Oui-
Oui.6
─ Bueno, siento decírtelo, pero te han estafado. ─

Sus ojos se llenaron de ira.

─ ¿Me estás juzgando? ─

─ No, sólo le estoy señalando los problemas que su pequeño negocio


puede causar a la comunidad. ─

6
Pays Oui- Oui: es una tierra perfecta de un libro de cuentos francés.
Se encogió de hombros.

─ Pero... Es sólo una niña…─

─ Este "niña", como usted dice, tiene un vínculo directo con mi principal
sospechoso en varios asaltos y homicidios cometidos en mi territorio, 318
Capitán. ─

─ No creerás que ella tuvo algo que ver con esto, ¿verdad? ─

Lo miré severamente sin responder.

─ Pero esto es ridículo, ¿cómo puedes imaginarte que una chica de esa
edad pueda representar el más mínimo peligro? ─

─ Sólo por curiosidad, ¿a qué edad mató a su primer enemigo, Capitán?


Sonrió con condescendencia.

─ Eso no tiene nada que ver. ─

─ ¿Por qué? ¿Porque Sofía es potioneuse? ─

─ Eso es correcto. ─

─ Está lleno de prejuicios, Capitán. ─

─ Simplemente tengo más experiencia que usted, señora. ─

Me eché a reír a carcajadas.

─ ¿Más experiencia que yo? ─

Todavía me reía cuando salí de la sala de estar y lo deje plantado allí.


No, definitivamente, este pequeño capitán realmente necesitaba una
buena lección y me arrepiento profundamente de no haber podido
enseñársela. Al menos no por el momento. Una vez que Jencco ya no
estuviera a cargo de la seguridad de los vampiros de los que yo era
responsable y Rafael regresara, nada podía impedirme hacerlo. Este león
Alfa tenía un maldito carácter y anteojeras, pero estaba lleno de
habilidades que no tenía la intención de dejar que siguiera
desperdiciando.

Las bodegas estaban en silencio, todos los vampiros dormían. Caminé


por la primera habitación amueblada con una fila de camas y una docena 319

de ataúdes, y luego me dirigí a la cárcel donde Franck Marden estaba


encerrado.

El humano estaba sentado en el suelo, con la cabeza entre las rodillas.

─ Hola Sr. Marden ─ dije, girando la llave. Se levantó estirando los


músculos como si no se hubiera movido en un siglo. Su cara estaba
pálida, mal afeitada y su ropa de lujo arrugada, pero mantuvo el encanto
y la actitud despreocupada de un hombre que nada se le había resistido.

─ Sra. Kean, me alegro de poder conocerla por fin.

La curvatura de sus labios traicionó su amargura y repugnancia por estar


aquí, pero extrañamente no parecía tener miedo. No, no tenía miedo en
absoluto.

Entré en la celda y lo observé, de pie, con los brazos cruzados y la


espalda contra la pared.

─ Tengo muchas relaciones con gente como tú, ¿sabes? ─

Una risa involuntaria se me escapó de la garganta.

─ ¿Y se supone que eso me asusta? ─

─ Debería, ─ dijo. Me incliné hacia él.

─ Sr. Marden, ninguno de sus supuestos amigos vendrá a salvarlo. Se lo


puedo asegurar. ─

Un resplandor de ira ardía en sus ojos.


─ Tú, tú no eres nada, sólo eres un subordinado como Vladimir. ¡Quiero
ver a sus líderes, quiero ver al Directum! ─

Lo abofeteé con mi poder.

─ ¡No me compares con esa cucaracha de Vladimir! ¡Nunca! ─ 320

Mi energía vibraba a través de la celda y varias barras se habían roto.


Marden estaba en el suelo y su cara había perdido toda la arrogancia
que lo caracterizaba.

─ No dejaré que... Conozco a gente... Yo... ─ tartamudeó.

─ Me encantaría que me hablara de sus amigos, pero más tarde, Sr.


Marden. ─

Trató de levantarse, pero dos tentáculos de energía lo restringieron y le


impidieron levantarse.

Era hora de poner manos a la obra.

Tomé mi arma de su funda y le disparé en la rodilla. Él gritó.

Me agache para estar a su altura.

─ El nombre de su cliente, Sr. Marden. ─

─ No la entiendo, ─ se quejó. Le disparé en la segunda rodilla.

─ Argh!!!!!!!

─ No se desmaye, Sr. Marden. El nombre. Quiero el nombre de la


persona que le pidió que tomara el grimorio de Stella Stevic, ─ me
deslicé en su oído.

─ Sophia...... Sophia Germann. ─

─ ¿Fue contratado por una niña? ─

─ Sí. Yo... conocí a su madre y... ─


Se detuvo. Lágrimas de dolor corrían por sus mejillas y gotas de sudor
por su frente.

─ De acuerdo. ¿Cómo supo Sophia lo del libro? ─

─ Ella.... lo robó e hizo una copia. Ella... fue a ver a su antigua 321
profesora para pedirle que la ayudara a llevar a cabo su proyecto, pero
Stella Stevic la traicionó. Se quedó con el libro y amenazó con
denunciarla. ─

Sofía había sido traicionada y, cualesquiera que fueran sus intenciones,


Stella Stevic las había frustrado. Empezaba a preguntarme si...

─ ¿Sabes dónde está Sophia? ─

─ No. ─

Tomé la poción de la verdad que quedaba en mi bolsillo y se la puse en


la boca.

Sí, bueno, vale, podría haberla usado antes y evitar hacerle daño, pero
tienen que admitir que habría sido mucho menos divertido.

─ Repito mi pregunta: ¿Sabes dónde está Sophía? ─

─ Ella... ella ha cambiado... su apariencia pero no sé dónde está, se lo


juro. ─

─ ¿Qué quieres decir con que ha cambiado de aspecto? ─

─ Tú... deberías saberlo mejor que yo, ¿verdad? ─ Él jadeaba mientras


la sangre inundaba sus costosos pantalones de Armani.

─ ¿Qué aspecto tiene, Marden? ─

─ A una chica yo que sé. ─

─ Haz un esfuerzo, ─ ordené, deslizando mi arma bajo su barbilla.

Tragó.
─ Ella... es alta, muy linda...─

─ Tienes que ser más específico. ¿Es rubia o morena? ─

─ En el medio.

─ Eso no me ayudará...─ 322

─ Sabes, los niños no son lo mío...─

─ Me alegra ver que no estás acumulando tendencias de homicidas y


pedofilia, Marden, eso habría sido muy feo. Una última pregunta: ¿Sofía
le explicó cómo accedió al libro original? ─

─ No. Sólo me dijo que alguien la había ayudado. Pero ella no... no me
dijo quién era. Ahora que tienes lo que quieres... vas a llamar a un
médico, ¿verdad?, ─ me suplicó en tono de preocupación.

─ Aún no tengo exactamente lo que quiero, Marden. ─

─ ¿Qué... qué...? ─

─ Necesito la lista. ─

─ ¿La lista? ─

─ La lista de tus amigos. ─

─ Por.... ¿por qué? ─

─ No pierda el tiempo discutiendo innecesariamente, Sr. Marden...─

Desinhibido por la poción de la verdad y asustado, el moreno abogado


comenzó a dictarme una serie de nombres desconocidos, con la
excepción de Charles, el chamán que había ejecutado el día anterior.

─ Gracias. ─

─ Así que... ¿me llevas al hospital?, ─ suplicó un tono doloroso.


─ ¿Para qué? ─ Le respondí encogiéndome de hombros. Al salir, cerré
la celda. Marden no podía caminar ni moverse, pero nunca me había
arrepentido de ser más cuidadosa de lo que las situaciones requerían.

Dejar escapar al ser humano habría privado a Héctor de la fiesta que yo


generosamente le había dejado y apreciaba demasiado al vampiro como 323

para frustrarlo.
Capítulo Veintisiete

Había dejado la propiedad de Rafael con el corazón más ligero y libre de


la tensión que me afectaba. No sólo tenía ahora una pista seria a la que 324

dirigirme, sino que Franck Marden me había confirmado que el problema


era mucho menos importante de lo que había supuesto al principio.
Sophia por sí sola era fundamentalmente incapaz de rehacerlo todo y a
menos que el grimorio volviera a caer en manos de otra potioneuse,
también completamente loca, estaba segura de que tarde o temprano lo
encontraría. Ahora quedaba por descubrir quién de las Ocho había
traicionado a los suyos ayudando a Sophia y por qué lo había hecho. Por
otra parte, era más una cuestión de curiosidad que de verdadera
necesidad porque el destino del Consejo de las Ocho y del Grimorio era
considerado por la Prima Vikaris y la guardiana de Akmaleone que era
yo, y desde ahora estaba sellado.

─ ¿Gordon? ─

El lobo Alfa de la manada tenía una voz profunda y bien timbrada.

─ ¿Rebecca? ¿Está todo bien? ─ Sonrío por dentro.

─ Muy bien, no te preocupes. Sólo quería preguntarte si Leonora ya


había vuelto de la escuela. ─

─ Sí. ¿Quieres venir a buscarla? ─

─ Sólo por esta noche. ─

─ Echas de menos a tu hija, ¿verdad, pequeña? ─

─ Más de lo que puedas imaginar. ─

No había hablado con Leo desde hacía varios días y no la habia tomado
en mis brazos. Eso era como una eternidad.
─ Ven a casa, Martha nos hará una buena cena. ─

─ Es una obsesión tuya querer engordarme. ─

Desde que lo conocí, ni una sola visita que le hice al Alfa y a su esposa,
ni una sola, no había terminado en una comida gigantesca que luego 325
tuve la mayor dificultad para digerir.

─ ¿Crees que no nos dimos cuenta de que tan pronto como estás en
una investigación, prácticamente dejas de comer? ─

─ Eres un verdadero padre para mí, Gordon, ¿lo sabías? ─

─ Vuelve aquí, chica, y deja de decir tonterías. ─

─ Sí, señor. ─

Veinte minutos después, entré en el territorio de la manada. Varios


cientos de hectáreas de bosques y tierras nevadas.

Cuando crucé el umbral de la casa Alfa, fui abordada directamente,


primero por los brazos de Martha vestida con su delantal sin fin, luego
por los brazos de Gordon que me abrazaron tan fuerte que pensé que
iba a morir.

─ Pareces cansada, ─ comentó el viejo lobo mientras me daba una


palmadita en la mejilla.

─ Sí, sí, lo sé, me lo siguen diciendo, ─ respondí, sentada en una silla


alrededor de la mesa de la cocina, justo al lado de William sonriéndome.

─ Hola Assayim. ─

─ Hola Will, ─ le dije, respondiendo a su sonrisa.

─ ¿Te traigo un café o algo más fuerte? ─ Observé a William de cerca.


Había madurado terriblemente recientemente y se estaba convirtiendo
en un hombre terriblemente atractivo. Su pelo negro, sus brillantes ojos
llenos de inteligencia, su sonrisa burlona y su actitud rebelde le confería
un encanto que a las hembras jóvenes de la manada les resultaba difícil
resistir. Pero según Gordon y a pesar de los esfuerzos del viejo Alpha
para tenderle una trampa, ninguna de ellas parecía interesarle
realmente.

─ Un café será perfecto, ─ le contesté suavemente mientras se 326

levantaba para hacerme un expreso.

─ Entonces, chica, ¿qué noticias hay? ─

─ Desafortunadamente, nada de lo que pueda hablar, pero pronto


estará bien. ─

─ He oído algunas historias sobre ti. ─

─ ¿Algunas historias? ─

─ Un miembro de la manada de Nueva York dice que fuiste a su


territorio y dejaste dos cuerpos. ─

─ ¿Ah, sí? ─

─ Dime la verdad, Rebecca, ¿de verdad asesinaste a un chamán y al


Assayim de Nueva York? ─

Sin duda, las malas noticias se propagaban tan rápido como la gonorrea
en un burdel.
─ Vladimir era un traidor y un sucio bastardo, pero no fui yo quien lo
decapitó, ─ respondí.

Me miró con insistencia.

─ Te lo juro, ─ agregué.

─ De acuerdo. Y en lo que respecta a los vampiros, supongo que el


rumor estaba equivocado. ─

─ ¿De qué rumor estás hablando? ─


─ El que dice que actualmente lideras el clan de chupasangres de
Raphael. ─

Fruncí el ceño.

─ No vine aquí para ser interrogada, ─ Gordon. 327

Suspiró y golpeó suavemente mi mano.

─ Sólo estoy preocupado por ti, chica. ─

─ Lo sé. Mira, es cierto que estoy a cargo del clan de vampiros, pero es
sólo temporal. Están en peligro y es la única manera de protegerlos.
Cuando Raphael regrese, todo volverá a la normalidad.

─ ¿Te dijo cuándo iba a volver? ─

De hecho, ni siquiera nos habíamos llamado. Yo, porque no podía


soportar mentirle sobre lo que estaba pasando, él porque probablemente
estaba muy ocupado o concentrado en lo que hacía.

─ No, pero llegará en cualquier momento. ─

─ ¿Los otros miembros del Directum también son conscientes de esto?


─ Probablemente ─ Le sonreí. ─ Entonces estoy en problemas. ─

─ No. No si tengo algo que decir al respecto. ─

Le sonreí, me incorpore y le bese con cariño la mejilla.

─ Sabía que no me decepcionarías. ─

─ Eres un completo desastre, ¿lo sabías? ─ Sí, uh… es posible....

─ Por cierto, hablando de desastres, ¿dónde está mi hija? ─

Se levantó y señaló hacia la ventana.

─ Ella camina afuera, mira. ─


Estaba oscureciendo y mis ojos eran mucho menos penetrantes que los
de los lobos, pero no tuve problemas para ver a Leo y al guapo chico
rubio con los ojos claros que caminaba amablemente a su lado. Abrí la
ventana y me incliné un poco sobre la cornisa para llamarla cuando oí al
niño hablar con ella. 328

─ Leo, toma esto, no quiero que te enfríes. ─

Se quitó la chaqueta de lana azul marino y la puso tan delicadamente


sobre los hombros de Leo que no pude evitar sonreír.

─ Lindo chico, ¿quién es? ─ Le pregunté a William.

Se acercó a la ventana y vi que su mirada se oscurecía.

─ Alguien que no debería estar allí, ─ dijo, cruzando rápidamente el


umbral de la puerta.

─ ¿Un problema? ─ Me volví hacia Gordon.

─ Nada que mi nieto no pueda arreglar, ─ contestó mientras se unía a


mí.

─ ¿Qué? ¿Qué demonios pasa contigo? ─ Leonora gritó mientras


William le quitaba la chaqueta del niño de los hombros y la tiraba al
suelo.

─ Cállate y vuelve a casa inmediatamente, ─ le ordenó Will.

─ De ninguna manera, ─ insistió obstinadamente. El rubio miró al joven


Alfa con incredulidad.

─ ¿Qué pasa? ¿Cuál es tu problema? ─ exclamó, poniendo una mano


posesiva en el brazo de mi hija.

─ Aléjate de ella, David, ─ regañó William.

─ ¿No quieres dejarnos solos un rato? Sólo estamos hablando, ─ gritó


Leo furiosa.
─ ¿Cuántas veces tengo que decírtelo, Leo? ¡Te prohíbo que hables con
nadie! ─ contestó William, visiblemente exagerado.

─ ¿Quién te crees que eres? No tiene derecho a...─

─ Estás bajo mi responsabilidad y la de mi padre, así que mejor que no 329


lo olvides, ─ rugió con una voz tan llena de poder que sentí erizarse el
vello en mis brazos.

Dudó un momento, se desestabilizó, pero caminó hacia él apretando los


puños.

─ ¡No soy uno de tus lobos! ¡No tengo que obedecerte! ─ Puso los ojos
en blanco, exasperada.

─ ¡Harás lo que te ordene! ─

─ ¡En tus sueños! ─

Realmente necesitaba tener una conversación con Leonora sobre los


hombres lobo y lo peligroso que era molestarlos. Especialmente cuando
era un hombre tan dominante y poderoso como William.

─ No estábamos haciendo nada malo, realmente no veo por qué. ─


Dijo David.

El poder del Alfa lo golpeó de lleno y el joven lobo se encontró tirado en


el suelo.

─ ¡No te pedí tu opinión, lobo! ─

Los ojos de William se habían vuelto amarillos y ahora sus dedos estaban
siendo reemplazados por enormes garras.

Se escucharon gruñidos provenientes de su garganta en señal de


advertencia.

Me volví hacia Gordon.

─ ¿No te parece que está exagerando un poco? ─ Gordon suspiró.


─ ¿Cuántos años crees que le da este chico a Leo? ─

─ No sé, de la misma edad que él, supongo, 14 o 15 años. ─

─ ¿Tengo que recordarte lo que pasa cuando nuestras hembras


alcanzan los 14 o 15 años de edad? ─ 330

No era necesario. Una vez que alcanzaron esa etapa de madurez, las
lobas jóvenes eran forzadas a tener relaciones sexuales con machos
solteros que estaban en mejor posición que ellas en la jerarquía, o se
veían forzadas a encontrar un compañero de su edad y a emparejarse.

─ Mi hija no es un licántropo, le recordé. Estas reglas no se aplican a


ella. ─

─ No, pero Leo es tan hermosa para tentar a un santo y los jóvenes
varones no son ni santos, ni ciegos. ─

La mayor libido de los hombres lobo y la falta de hembras adolescentes


los empujaban a tener relaciones sexuales con otras especies
sobrenaturales o a veces, más raramente, con los humanos.

─ ¿Está diciendo que este chico podría intentar atacarla? ─

Me miró fijamente durante mucho tiempo y agitó la cabeza.

─ Ella está bajo la protección de la manada, él lo sabe perfectamente,


pero nada le impide tratar de seducirla. ─

─ Sabes que si este chico se le acerca, yo...─

─ Lo matarás y me enviarás sus genitales en una bolsa de sorpresa, sí,


lo sé. Y ese es exactamente el tipo de pequeño inconveniente que
William trata de evitar a toda costa. ─

Suspiré y mis ojos se sintieron atraídos de nuevo por el espectáculo de


Leonora y William, que seguían discutiendo.
─ ¡Te prohíbo que le hagas daño! ─ gritó Leo mientras interponía entre
ellos.

─ Leo...... Sal del camino, ─ la regañó William.

Pero no prestó atención a los ruidos en su garganta y se paró en medio 331


de su camino, sus ojos brillando con furia.

─ ¿O qué? ─

Tranquila, Leo, con calma...


─ Puedo hablar con quien quiera, no es asunto tuyo. ─

─ Ahí es donde te equivocas, jovencita. Estás en el territorio de la


manada, mi territorio, y mientras estés aquí, estarás sujeta a mi
autoridad y decisiones.

─ Sí, bueno, ¡no son justas tus decisiones! ─

─ No dejaré que te pongas en peligro, Leo. ─

─ ¿En peligro? Pero, ¿qué peligro? ─

De repente se movió a una velocidad asombrosa y reapareció en la


espalda de David, con los colmillos apoyados en su yugular y el brazo
alrededor de su cuello.

─ Entonces... ¿quién crees que es más peligroso él o yo? ─

Gordon sacudió la cabeza, divertido.

─ ¿Se ha vuelto tan poderosa? ─

─ Poderosa, no lo sé, pero un gran dolor en el culo, seguro...─

David hizo un sonido de estrangulamiento en la garganta y ella lo soltó


inmediatamente.

─ Lo siento. ─
El joven lobo la miraba fijamente, divertido y sorprendido.

─ ¿Eres un vampiro? ─

Se encogió de hombros con indiferencia.

─ Técnicamente no porque no estoy muerta, pero...─ 332

─ ¡Leonora, deja de hablar y vuelve a casa! ─ espetó William.

Ella lo fulminó con la mirada.

─ ¿Es tuya? No puedo olerte en ella, sin embargo... ─ dijo el joven lobo
mientras se levantaba.

─ No les pongo la pata encima a niñas de 11 años y será mejor que


lo evites también si no quieres que te mate.

David saltó y examinó a Leonora moviendo la cabeza, incrédulo.

─ ¡Ninguna niña de 11 años se ve como ella! ─ contestó como si le


pareciera impensable.

Luego se volvió hacia Leo, quien inmediatamente se enojó.

─ ¡Oh, mierda!, ─ dijo.

Luego tomó su chaqueta y se fue sin decir una palabra.

─ ¡Te odio, William! ─ rugió Leo mientras se lanzaba sobre él.

─ Claro, pero sí... ─

Ella era rápida, pero él no tuvo problemas para evitar su ataque y


mantener sus manos detrás de su espalda.

─ ¡Suéltame o te muerdo! ─

─ ¡Inténtalo, mocosa, y te prometo unas nalgadas que recordarás por


un tiempo! ─
La agarró por la cintura, la subió a sus hombros y la llevó corriendo a
pesar de sus protestas hacia la casa.

Tragué.

─ No puedo creer que los chicos ya estén interesados en ella...─ 333

─ Y ella en ellos. No sé si te fijaste, pero no parecía insensible al


encanto del joven David, ─ comentó Marta riendo.

Gordon se frotó el puente de la nariz y dijo suavemente:

─ Creo que deberías hablar con tu hija antes de que prenda mi manada
en sangre y fuego. ─

─ ¿De qué demonios quieres que hable? ¡Es demasiado joven! ─

Levantó las cejas y se echó a reír de repente.

─ Continua. ─

─ ¿Qué? ─

─ Sigues mintiéndote. ¡Es increíble que una chica tan racional e


inteligente como tú esté teniendo tantas dificultades para afrontar las
cosas cuando se trata de su hija! Leo puede tener 11 años en años
humanos, Rebecca, pero su crecimiento es mucho más rápido que el de
un niño normal. Acéptalo de una vez por todas, porque al ritmo que va,
puede que se convierta en adulta en un año o dos y tendrás que
adaptarte. ─

Ouch. ¿Por qué la gente más cercana siempre tiene que golpear donde
más duele?
─ ¡Eres una plaga egoísta e insoportable! ─ William acababa de cruzar
el umbral con mi adorable niñita furiosa sobre sus hombros.

─ ¡Y tú eres un maldito lobo machista y completamente testarudo!


─ contestó ella, intentando arañarle la cara.
La puso violentamente en el suelo y luego clavó sus furiosos ojos en los
suyos.

─ Madura, Leo, madura para que yo... te... te... te...

─ ¿Yo qué? ─ 334

─ ... ¡te dé la paliza que te mereces! ─ Extraño.... Habría puesto mi


mano en el fuego asegurando que iba a decir otra cosa.
Mis ojos se cruzaron con la mirada disgustada y sorprendida de Gordon y
supe que no me había equivocado.

Oh, no, no, no, eso no, por favor....


─ Una paliza, ¿pero qué paliza? Si quisiera, yo.... ─

─ ¡Cállate, Leo, no quiero oírte más! ─

Abrió los ojos y le tomó un par de segundos para darse cuenta de que
yo estaba allí y que no estaba soñando.

─ ¿Mamá? ─

─ ¡Me avergüenzas, no es así como te crie! ─

─ ¡Pero fue él el que comenzó! ─ Ella trató de justificarse dirigiéndose


al lugar donde se encontraba William un momento antes, para constatar,
observando con desagrado, que el joven Alfa había desaparecido
silenciosamente.

─ Leonora, ¡le faltaste el respeto a Gordon y a su familia, así que mejor


discúlpate con ellos lo antes posible si no quieres pasar los próximos
meses encerrada en tu habitación, atrapada en un hechizo de
inmovilidad! ─

Ella palideció.

— ¡Pero no es culpa mía! —


─ Sí, lo es. ¡William sólo te ha protegido y te has portado terriblemente
mal! ─

Ella tragó, suspiró y luego giró hacia Martha y Gordon. — Siento


haberles ofendido. Espero que me perdonen. ─
335
Martha dibujó una sonrisa y Gordon se rascó la garganta, avergonzado.
— No es nada, cariño, no te preocupes, yo era peor que tú a tu edad,
─ respondió Martha encogiendo los hombros.

— Y no ha cambiado, confirmó Gordon riéndose. Su esposa le miró


falsamente severa. — ¡Será mejor que cambies de discurso si quieres
cenar! ─

Los chistes de Gordon relajaron claramente la atmósfera y el ambiente


pronto se calmó.

─ ¿Viniste a buscarme? ─ Preguntó Leo.

─ Sí, pero sólo por la noche. Me moría por verte. Después de la cena,
propongo una sesión de la nueva temporada de Scrubs en casa, ¿qué
dices? ─

─ Creo que estaría bien. ¿Pero qué hay de la escuela? Tengo que
empezar temprano mañana y...─

La corté inmediatamente.

─ No vas a ir mañana, cariño. ─

─ ¿Pero por qué? ─

─ Prefiero que estés a salvo aquí. La escuela ya no es un lugar seguro


por ahora. ─

Me miró con mala cara.

─ Ha pasado algo de lo que no quieres hablar conmigo, ¿eh? ─

─ Sabes que no puedo responder a esa pregunta. ─


─ Pero esa es mi escuela. ─

─ Tal vez, pero esta es mi investigación, así que haz lo que te digo, ¿de
acuerdo? ─

─ ¡No soporto que me traten como a una niña! ─ 336

─ Sabes, si te hace sentir mejor, tu madre no nos dice más a nosotros


que ti. ─

Martha le dio una mirada severa.

─ ¿Por qué siempre tienes que quejarte? Vamos, vamos a comer, al


menos cuando comes, ¡dejas de decir tonterías! ─
Capítulo Veintiocho

Cuando llegué a casa, descubrí que Beth nos había dejado a Leo y a mí
una bonita nota diciéndonos que había salido por la noche y que había 337

llenado el congelador y los armarios de la cocina con helado de


chocolate y caramelo antes de irse. Si esa no era una amiga.....

─ Mamá, ¿te importa si me tomo una Coca-Cola? Martha dice que no es


saludable y nunca me deja comprarla, ─ dijo Leo.

No me sorprendió la vieja loba, pero pensé que era un poco exagerado.


Mi adorable descendencia podría haberse tragado un litro de arsénico y
tres litros de lejía y apenas le habría provocado náuseas.

─ Adelante, sírvete tú misma. Oh sí, también fui al almacén a renovar


tus bolsas de sangre, tendrás que recordarme que las ponga en tu bolsa
de gimnasia cuando te vayas. ─

─ ¿A qué hora planeas volverme a llevar? ─

─ ¿Te parece bien a las 11:00? ─ Saltó de alegría.

─ Si. Bien, tú te instalas, yo pongo el DVD en el reproductor, ¿de


acuerdo? ─

─ Funciona, ─ aprobé, me desplomé con todo mi peso en el sofá.

Un segundo después, sentí extrañas quemaduras en las palmas de mis


manos.

─ ¿Leo? Aléjate de mí o del sofá, ─ le advertí mientras giraba.

─ ¿Pero por qué? ─

No contesté y acerqué a la nariz los dedos. Un fuerte olor a planta y a


agua podrida los había impregnado.
─ ¡Arrójame el teléfono, rápido! ─

─ Mamá... ¿qué está pasando? Mami ─ gritó Leonora, su cara


destrozada por la preocupación mientras caminaba hacia mí.

Sentí la magia empaparse en mis piernas y en la parte baja de la 338


espalda. Lentamente se destilaba a través de mi ropa y luego en mi piel
como cientos de insectos en enjambre listos para comerme.

─ ¡Aléjate de mí, te lo dije! Mi teléfono celular...─ Leo asintió


imperceptiblemente y menos de un segundo después, marqué el número
de Maurane, la maestra de las pociones. Probablemente la única persona
en esta maldita ciudad que puede salvarme.

─ Maurane.... soy Rebecca... Yo... Te necesito rápido... ─

Mi cabeza empezó a dar vueltas de repente. Traté de levantarme


agarrándome de los apoyabrazos pero mis piernas estaban paralizadas.

─ ¿Qué está pasando? ¿Dónde estás? ─ preguntó con voz suave, casi
infantil.

─ En mi casa... Soy víctima de un hechizo... ─

Un hechizo rociado en mi sofá.


─ ¿Sabes de qué se trata? ─

Aunque había una gran cantidad de pociones capaces de matar a alguien


en minutos o incluso segundos, había muy pocas que combinaban una
sensación de ardor y un efecto paralizante y mortal.

─ Por lo que parece, yo diría que... Yhextalliane vobiscae o


gratium quatero...─

─ ¿Maurane? ─

─ Elige. ─

─ ¿Qué? ─
─ Elige, tenemos muy poco tiempo para preparar dos antídotos. ─

Genial... como si tuviera corazón para jugar a la ruleta rusa.


─ Vamos.... digamos que Yhextalliane. ─

─ Bueno, estaré allí en una hora. ─ 339

─ Es demasiado tiempo… ─ Respiré.

─ Lo sé, ─ respondió en un tono siniestro antes de colgar.

Sentí un dolor fulgurante pasando por mi estómago y apreté los dientes


para no gritar. No había duda: en alguna parte, alguien me odiaba lo
suficiente como para querer verme morir lentamente y con un dolor
insoportable.

─ ¡Mamá! ─

Leo me miraba con los ojos llorosos, los rasgos rígidos y parecía que se
tomaba muchas molestias para evitar derrumbarse.

─ Mira Leo, tú... tú... vas a hacer exactamente lo que yo diga...─ Yo


jadeaba mientras miles de pequeñas uñas me perforaban los ojos y
oscurecían mi visión.

Asintió imperceptiblemente.

─ Ve a mi laboratorio y toma un hechizo de neutralidad...─

─ ¿El que cancela la magia de las pociones? ─

El hechizo de la neutralidad no podía salvarme, el encantamiento del que


fui víctima era demasiado poderoso, pero sabía que ralentizaría
suficientemente sus efectos.

─ Sí... vete... coge las llaves de laboratorio de mi bolso, del llavero...─

Ella se apresuró y tomó mi bolso y derramó todo su contenido sobre la


alfombra.
Luego agarró las llaves y corrió a la velocidad de la luz a la pequeña
habitación junto al baño que yo usaba como laboratorio.

─ No... no me toques, ─ le advertí tan pronto como reapareció.

─ ¿Tengo que tirártelo? ─ preguntó ella, con un frasco en la mano. 340

─ Sí, lánzamela, me las arreglaré. ─

Agarré la bebida con una mano temblorosa y me la tragué torpemente.

─ ¿Estás segura de que no puedo ayudarte? ─

No, sólo la aniquiladora habría podido hacer eso, pero ella no pareció
ser capaz de despertar y responder a ninguna de las llamadas de ayuda
que le hice.

Cerré los ojos por un momento, reprimí mi deseo de gritar y le hice una
señal de que no.

─ No te preocupes, funcionará. Mientras tanto, vas a sacar algo del


maletero...─

─ ¿El que escondiste en el falso techo encima de tu habitación? ─

Puede que no tuviera una pared retráctil o habitaciones secretas, pero


tenía un escondite muy práctico en el que ni Wallace ni mis otros
ladrones aparentemente habían pensado nunca.

─ Sí. ─

─ ¿Qué estoy buscando? ─

─ Hay.... hay una caja dentro, tómala. ─

─ ¿Qué es? ─ preguntó, abriendo la enorme caja de madera tallada


unos segundos después.

─ Ingredientes raros y muy preciados. Tú... eres una... una niña


afortunada. Te autorizo a usarlos. ─
Abrió los ojos, horrorizada.

─ ¿Quieres que haga una poción? ─

─ Sí. ─

─ Pero, mamá, no tengo talento para eso, lo sabes. ─ 341

No. De hecho, Leo no era particularmente buena haciendo pociones,


pero no era como si yo pudiera hacer otra cosa.
─ Si... si no lo intentas, podría morir, Leo. Lo que tampoco habría sido
necesariamente peor.

Me dolía tanto que no podía pensar ni hablar.

─ ¿Morir? Pero pensé que... ─ Cerré los ojos.

─ Maurane no llegará a tiempo. ─

El dolor me devoraba el cerebro a la velocidad de una nube de langostas


en un campo de trigo.

─ Muy bien, guíame, ─ dijo de repente en un tono determinado.

Tomó uno de los frascos y quitó la tapa. Un olor a planta invadió


inmediatamente la habitación.

Rápidamente le dije los nombres de los ingredientes y las dosis que tenía
que usar.

─ ¿Y luego qué? ─

─ La cola seca de la salamandra debe calentarse. ─

─ No tenemos un caldero, voy a buscar uno, ─ me advirtió


suavemente.

La presión se acumulaba bajo mi pelvis, mis piernas ya no eran las


únicas partes de mi cuerpo que estaban paralizadas. En 15 minutos a
más tardar, el veneno llegaría a mi pecho y me asfixiaría.
─ El.... caldero es para el folklore... aquí, te aconsejo que tomes un....
plato apto para microondas. ─

─ ¿En el microondas? Nunca nos dices que podemos hacer esto en


clase, ¿por qué? ─
342
─ No está en... en las tradiciones, ─ respiraba con dificultad.

─ ¿Cuánto tiempo lo pongo? ─ gritó desde la cocina.

─ Cincuenta segundos, máxima potencia, ─ susurré, seguro de que me


oiría tan claramente como si hubiera gritado.

─ Mamá .. ─

La sensación de ardor se intensificó, apenas podía respirar. Mi cuerpo


entero estaba como consumido y el hechizo estaba chupando mi dolor
con la codicia de un recién nacido.

─ ¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que te pasa? ─ Raphael estaba


gritando tan fuerte en mi cabeza que me iba a dar dolor de cabeza. Era
realmente perfecto.....

─ ¿Podrías.... podrías bajar el sonido un... decibelios o dos?, por


favor.....
El veneno mágico no sólo atravesó mi cuerpo sino que también socavó
las protecciones que preservaron mi mente, permitiendo a Rafael sentir
mi angustia e infiltrarse a través de las brechas que aparecieron por
todos lados.

─ Rebecca... por favor... Siento tus necesidades pero no puedo ...no


puedo alcanzarte. . ─
Fue como una conversación a larga distancia con mala recepción. Los
1.200 kilómetros de Burlington a la ciudad de Nueva York afectaron
claramente nuestro sistema de comunicaciones.

─ Lo sé. Lo siento.─
─ Rebecca!!!!!!

Me concentré y restauré mis defensas mentales lo mejor que pude.


Dejarlo presenciar mi agonía me pareció tan inútil como cruel.

─ ¿Y luego qué? ─ 343

─ Lo calientas y cuando hierva, dices "exmellet, arcodia, enume" con todo


el poder que tienes. ─

Literalmente se rompió.

─ Mamá, no tengo suficiente magia para...─

─ Muy bien.... escucha, ponte unos guantes, rápido, los guantes.─

Rápidamente se puso el par de guantes que había dejado en el vestidor


del vestíbulo y regresó a toda prisa.

─ Llévame a la cocina. ─

─ ¿Qué? ─

─ Por los zapatos.... tira por los zapatos....─ Una vez en la cocina, le
señalé la mesa rectangular.

─ Quita las patas de la mesa, deslízame sobre la bandeja y levántala


hacia arriba...... a nivel de.... el.... el microondas ..... ─

─ Lo entendí. ─

Si mi hija no hubiera tenido una fuerza hercúlea y una velocidad de


ejecución digna de Speedy Gonzales, yo no habría tenido la más mínima
oportunidad, todavía había un rayo de esperanza, uno pequeño, muy
pequeño rayo de esperanza....

─ Eso es, mamá, ─ dijo, cargándome como un camarero habría hecho


con una bandeja.
Una mancha oscura se extendía lentamente sobre mí y la oscuridad
comenzaba a congelar lentamente mis huesos. Cerré los ojos, llamado el
poder del aire y de la tierra y proyectó la magia para que invadiera hacia
mi garganta.

Ac.... acércame.... ─ susurré, luchando por no hundirme. 344

Ella asintió, pareció contener la respiración y luego repitió lentamente


conmigo:

─ Exmellet, Arcodia, enume. Exmellet, Arcodia, enume. Exmellet, Arcodia, enume.


Una vez que se pronunció el conjuro, sentí la poca fuerza que me


quedaba escapar y mi pecho casi explota.

─ ¡Mamá! ─
Capítulo Veintinueve

Alguien estaba llorando. No. Mi hija, mi hija estaba llorando. Sentí sus
lágrimas calientes caer sobre mi cara como gotas de lluvia. Ploc, ploc, 345

ploc.

─ ¡Mamá, despierta, por favor! ¡Mamá! No. Muy mal. Mucho peor.

─ Mamá, te lo ruego. ─

Déjame en paz, un minuto, sólo un minuto.


─ ¡Si no abres los ojos, te juro que te daré una bofetada! ─

─ Leonora Kean ─ murmuré, ─ si haces eso, te clavaré con clavos en


las paredes de tu habitación. ─

El olor que salía de mi boca era sucio y literalmente quemaba mis fosas
nasales.

─ Mamá, oh! Mamá, ─ gimió.

─ Mi querida. ─

─ Mamá... Yo... lo siento. ─

Abrí los ojos y la miré a los ojos. La tensión en su rostro era tal que casi
esperaba ver su adorable rostro roto en mil pedazos.

─ Leo. ─

─ No sabía qué hacer, agarré la poción, yo... yo.─

─ Está bien, cariño. Hiciste lo correcto, exactamente lo que necesitaba,


─ le dije tratando de sentarme.

─ Pero, ¿estás segura? Quiero decir, tal vez no funcionó y...─

Disipé sus dudas con un gesto de mi mano.


─ Si no hubiera funcionado, no estaríamos los dos aquí discutiéndolo.
Ayúdame a levantarme. ─

─ ¿Puedo tocarte ahora? ─ Asentí con la cabeza.

─ El hechizo que brotaba de mi piel ha sido destruido, ya no hay nada 346


que temer. ─

─ ¿Cómo sucedió esto? Quiero decir, ¿qué te contaminó? ─

─ El sofá. Alguien roció el sofá. ─

─ ¿Quieres decir que vamos a tener que tirar nuestro nuevo sofá? ─

─ Prefiero quemarlo, ─ dije, acercándome a ella.

─ ¡Pero me encanta este sofá! Si atrapo a la persona responsable de


todo esto, te juro que...─ ella gruñó mientras me ayudaba a
levantarme.

─ Yo soy la responsable, ─ suspiré.

Normalmente, nunca entraría en mi apartamento sin comprobarlo, pero


estaba tan feliz de volver a casa esta noche con Leo que me olvidé por
completo de hacer los controles de seguridad habituales. Como
resultado, no sólo había estado a punto de morir, sino que también
había puesto en peligro la vida de mi hija.

Entrecerré los ojos.

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Quiero decir que fui descuidada, ─ dije antes de alcanzar mi teléfono


celular cuando sonó.

─ Hola, ¿sí? ─

─ ¿Rebecca? ─ preguntó Raphael.

─ Sí. ─
─ ¿Te encuentras bien? ─

─ Debería estar bien. ─ Silencio.

─ ¿Raphael? ─

─ Cuando regrese, realmente necesitamos hablar. ─ 347

─ Mira, era mucho menos serio de lo que parece y...─

─ Sentí que morías, Rebecca. Una vez más. ─

─ Sí, pero...─

─ Volveré en dos días. Hasta entonces, Héctor y mis hombres te


cuidarán. ─

─ De ninguna manera. −

─ Rebecca.─

─ Nos vemos pronto, Rafael ─ dije yo, colgando.

─ Creo que vas a tener problemas, ─ comentó Leo suavemente.

─ Yo también lo creo, ─ sonreí.

─ ¿Qué vas a hacer? ─

─ ¿Qué quieres que haga? Por ahora voy a concentrarme en lo esencial


y explorar el apartamento. ─

─ ¿Puedo ayudarte en algo? ─

─ Por supuesto, ¿te siente capaz de usar tu sentido del olfato para
detectar un olor extraño? ─

Ella sonrió.

─ No va a ser fácil con los vapores de la poción y todo, pero lo


intentaré. ─
Cinco minutos después, habíamos rodeado el apartamento y el rellano.

─ ¿Veredicto? ─ Le pregunté a mi hija.

─ No estoy segura. Había algo más, muy ligero, como si la persona se


hubiera puesto perfume o...─ 348

─ ... ¿o escondió su olor con una poción? ─

─ ¿Podemos hacer eso? ─

─ Oh, sí. Pero no oculta una firma de energía, ─ dije en un tono de voz
implícito.

Ella sonrió.

-─ Entonces, ¿sabes quién es? ─

─ Tengo una buena idea. ─

─ Supongo que no me dejarás rastrearla contigo. ─

Sacudí la cabeza.

─ No. Eres demasiado joven, Leo. ─

─ ¡Pero trató de matarte! ─ Abrí la boca para responder cuando de


repente sonó la campana.

─ Rebeccaaa Rebeccaaa ─

Leo inmediatamente me miró con una mirada interrogadora. Asentí con


la cabeza.

─ Ve a abrir la puerta, es Maurane. ─

─ La tengo, tengo la poción. ─ La oí gritar desde la entrada.

Miré mi reloj. Le tomó sólo tres cuartos de hora preparar la cura y hacer
el viaje. Buen rendimiento.

─ ¿Dónde está? ¿Dónde está tu madre? ─


─ Estoy aquí, Maurane, ─ le contesté lo suficientemente fuerte como
para que me escuchara.

─ Llegué a tiempo, ¡oh, Dios mío, llegué a tiempo! ─ Ella dijo, irrumpió
en la sala de estar y se fijó en mí.
349
La potioneuse estaba pálida, la expresión de su cara aterrorizada. Estaba
completamente sin aliento.

─ Está bien, cálmate, todo está arreglado, ─ la tranquilicé


inmediatamente.

─ ¿Eh? ¿Qué? ─

Parecía asombrada.

─ Estoy bien, todo ha terminado, ─ dije mientras caminaba hacia ella.

─ Pero... pero... ¿cómo? ─

─ Leo me ayudó. Ella siguió mis instrucciones e hizo el contra hechizo.


Lo tomé hace por lo menos veinte minutos, ─ le expliqué suavemente.

La maestra de las pociones se veía rara, como si se preguntara si me


reía de ella o no.

─ Espera, espera. ¿Qué hizo tu hija? ─

─ Ve a revisar la cocina, lo entenderás, ─ dije en un tono de voz


insistente.

Ella miró cuidadosamente mi cara, se encogió de hombros, desapareció


por un momento y luego regresó inmediatamente, con los ojos brillantes.

─ ¿Leo preparó esto? ─

─ Sí. ─

Miró con admiración a Leonora, que empezó a sonrojarse.

─ Un hechizo de nivel siete. ─ Leo bajó la cabeza, confundida.


─ Mamá me ayudó mucho, ya sabes...─ Maurane inmediatamente
dirigió su atención hacia mí.

─ ¿Tiene alguna sospecha sobre la identidad de la persona que intentó


matarte? ¿O sobre las razones que lo motivaron? ─
350
Sacudí la cabeza.

─ No, ─ mentí mientras Leo me miraba sorprendida.

Un rayo de desilusión cruzó sus ojos y luego sonrió.

─ De todos modos, puedes agradecerle a tu hija, le fue muy bien para


un híbrido, ¿sabes? ─

Me perdí un par de respiraciones.

─ ¿Cómo sabes eso? ─

─ ¿Qué? ¿Que su padre es un vampiro? ¿No pensaste que después de la


visita del Consiliere, todavía era posible que yo lo ignorara?

Michael había descubierto cuando vino a Vermont que era el padre de mi


hija. Decir que le había conmocionado estaba por debajo de la verdad.
Pero yo no tenía idea de que este secreto había sido tan ampliamente
divulgado.

─ Y aun así aceptaste matricularla en tu escuela, ¿por qué? ─ pregunté


con suspicacia.

Maurane agarró el colgante en forma de corazón que adornaba su


escote y comenzó a tocarlo nerviosamente.

─ Eres la bruja más poderosa y peligrosa que he conocido. Pensé que si


Leo tenía la mitad de tus habilidades, entonces valía la pena arriesgarse
a entrenarla a pesar del peligro que podría representar. ─

─ ¿Y? ─

─ ¿Y qué? ─
─ Te conozco un poco ahora, Maurane, nunca te hubieras arriesgado
tanto por esa única razón. ─

Nuestros ojos se cruzaron por un momento y luego ella finalmente bajó


la mirada.
351
─ Muy bien, también pensé que no quería ver a tu hija crecer bajo la
única influencia de los vampiros. ─

Política, siempre política... incluso dentro de las escuelas...


Sonreí.

─ Y de Raphael. ─

─ Especialmente Raphael, ─ dijo ella. ─ Si la guerra vuelve a


estallar…─

La corté.

─ Mi hija ya sabe exactamente cuál es su deber, Maurane. ─

─ ¿Ah, sí? En ese caso, ¿por qué no la dejas unirse a mi clan? ─

Los ojos de Leonora se iluminaron de repente de alegría.

─ ¿Es eso cierto? ¿Me aceptarían como una de ustedes? ─

Se volvió hacia mí, buscando mi aprobación, y luego se derrumbó


cuando negué con la cabeza. Sabía que Leo se moría por ser aceptada
por las otras chicas, pero no podía aceptar la propuesta de la maestra de
las pociones. Esto es por razones obvias.

─ No quisiera ser desagradable, pero no te confié a mi hija para que la


reclutaras, sino para que la entrenaras, ─ le comenté a Maurane.

─ Error, me la confiaste porque estaba creciendo y se estaba volviendo


potencialmente peligrosa para los humanos. ─
Definitivamente estaba increíblemente bien informada...... Leo protestó
inmediatamente.

─ No lo soy. ─

─ ¿Qué? ─ preguntó Maurane. 352

─ Peligrosa. ─

─ Lo sé. Te he estado observando y supervisando durante bastante


tiempo, Leonora. Estoy convencida de que tus camaradas no tienen
nada que temer de ti, ─ la tranquilizó inmediatamente.

Leo me miró con una mirada que decía: « Ah, ya ves... »

─ Lo siento, pero no podemos aceptar tu oferta, Maurane, ─ dije con


firmeza.

─ Mamá, por favor.─

─ No, Leo. ─

─ ¿Por qué? Ella estaría a salvo con nosotros, ─ insistió Maurane.

Las potioneuses vivían permanentemente bajo la ilusión de que sus


reglas, su número y su poder eran suficientes para hacerlas triunfar
sobre la adversidad. Estaban equivocadas, pero no sentí ni el corazón ni
el deseo de explicárselo.

─ Lo sé. Por eso te he confiado parte de la educación de mi hija. Pero


los talentos de Leo pueden ser mucho más extensos que los de una
simple potioneuse. Y para el resto de su aprendizaje, me necesitará.

─ ¿Así que planeas negarte a dejarle vivir con un clan? ─

Fruncí el ceño.

─ Pero Leo tiene un clan. ─ Mi hija saltó, sorprendida.

─ Tiene a Beth, Gordon, Raphael, Bruce y yo. No está sola, Maurane. ─


─ Tres lobos, un vampiro y una bruja. Un poco ecléctico, ¿no crees? ─

─ ¿Y qué? No veo por qué eso sería un problema. ─

─ Pero vamos, Rebecca, tú no... ─

─ ¡Espera un minuto! ─ 353

De repente nos volvimos hacia Leo.

─ Mamá tiene razón. No lo vi de esa manera.... Pero es verdad, Beth,


Bruce, Gordon, Raphael.... me enseñan muchas cosas, me cuidan y me
apoyan, eso es lo que hacen los verdaderos clanes, ¿verdad? ─
Maurane suspiró y asintió.

─ Entonces estoy perfecta así. Soy un caso especial que pertenece a un


clan especial, eso tiene sentido, ¿no? ─

Maurane se rió.

─ ¡No puedo contradecir su razonamiento! ─

─ Además, el hecho de que no seas parte del clan de las potioneuses no


significa que no hagas amigas entre ellas. Encontrarás a una chica lo
suficientemente inteligente en esa maldita escuela que no te rechacé
porque eres diferente, ─ le dije a Leo.

─ La encontrará, ─ dijo Maurane. ─ No todas estas chicas son malas,


sólo tienes que darles algo de tiempo. Hablando de plagas, voy a tener
que irme a casa, dejé a Julie y Sophie solas sin supervisión para venir a
ayudarte. ─

Le di una mirada de sorpresa.

─ Pensé que tu abuela había vuelto a casa. ─

─ Lo hizo, pero no ha salido del laboratorio desde que volvió. ─

─ ¿La cura que trajo de Nueva York funcionó con Maya y Jessie?
¿Salieron del coma? ─
─ Aún no se las ha dado. Dice que necesita mucho tiempo de
preparación y que mañana estará lista. ─

─ Genial. Cruzo los dedos, ─ dije con una sonrisa.

─ No eres la única, ─ dijo mientras caminaba hacia el pasillo que lleva 354
a la puerta.

─ ¿Maurane? ─

Se dio la vuelta.

─ ¿Si? ─

─ Gracias. ─

─ No hay de qué. ─

La maestra de las pociones apenas había cerrado la puerta principal


cuando Leo se volvió hacia mí, con las manos en las caderas, y me miró
con una cara acusadora.

─ ¿Entonces no sabes quién te envenenó? ─ Me encogí de hombros.

─ No quería compartir esta información con Maurane. ─

─ Tampoco lo compartiste conmigo, por cierto. ¿Por qué no se lo


dijiste? ─

─ No podía hacer eso. ─

─ ¿No confías en ella? ─

─ Sí, así es. ─

─ ¿Y bien? ─

El sonido de la llave en la cerradura afortunadamente me impidió


contestar y grité en un tono falsamente alegre:

─ ¡Bueno, creo que Beth está en casa! ─


─ ¿Vive en casa otra vez? ─

─ ¿No la oliste en el apartamento? ─

─ Sí, pero pensé que sólo estaba de visita. ¡Eso es genial! ─ Dijo ella,
aplaudiendo. 355

─ No te emociones, sólo estará aquí unos días, ¿de acuerdo? ─

─ ¡Hola, chicas! Escuché que hay una pequeña fiesta aquí. ─

Levantó la vista e hizo una cara horrible.

─ ¿Qué demonios es ese olor? ─

─ Cocinamos un poco. ¡Oh! No te sientes en el sofá, ─ le dije,


levantando el dedo.

─ Mamá fue envenenada, casi muere. ─ Leo explicó.

La loba levantó las cejas.

─ ¿Otra vez? Se está convirtiendo en un hábito. ─ Sonreí.

─ ¿Es mi culpa que atraiga a todos los psicópatas del país? ─

─ Y no quiere decirle a nadie el nombre de la persona que trató de


matarla, ─ añadió Leonora a traición.

Beth sonrió.

─ Es porque no se atreve a decirte que tiene muchas opciones. ─

Suspiré durante mucho tiempo y luego caminé con un paso fatalista


hacia el bar para servirme una pequeña copa de moscatel francés.

─ No sé por qué, pero algo me dice que quizás hubiera sido mejor si
hubiera pasado.─
Capítulo Treinta

Cuando regresé de la casa de Gordon, donde había dejado a Leonora,


pensé tranquilamente en los acontecimientos que habían tenido lugar
356

durante la noche y una pregunta me obsesionaba: ¿qué pudo haber


causado que Rosemary quisiera envenenarme? Oh, por supuesto, sabía
que ella me odiaba y que pensaba que yo sabía demasiado sobre sus
pequeños secretos, pero de ahí a irrumpir en mi casa y empapar mi
nuevo sofá con hextalliane... no, honestamente, ella estaba abusando de
ello. Incluso abusó de ello abiertamente. Este tipo de ataques mezquinos
y cobardes eran francamente indignos de una potioneuse de su calibre y
no se parecían en nada a la agresiva e impulsiva Rosemary que yo
conocía. Seamos claros, yo sabía que nuestra relación no era buena y
que necesariamente terminaría saliéndose de control entre esa vieja
bruja y yo, pero no de esta manera. No. A Rosemary le gustaban los
ataques frontales demasiado, como para renunciar a ellos sin una buena
razón. Y no vi ninguna. A menos que... a menos que no actuara por su
cuenta. Rosemary se había marchado durante varios días para hablar
con el Alto Consejo, o mejor dicho, con las Ocho. Si ella les da habían
contado todo, incluso lo que yo sabía sobre las pociones prohibidas,
estas brujas tuvieron que identificarme inmediatamente como una
amenaza. De ahí a pensar que le ordenaron a la vieja potioneuse que me
eliminara discretamente.

─ ¿Rebecca? ─

La voz de Tom por teléfono estaba tensa y un poco más profunda de lo


habitual.

─ ¿Sí, Tom? ─

─ Mark ha vuelto. Me pidió que le informara. ─

Mis dedos apretaron instintivamente mi teléfono.


─ ¿Dónde está? ─

─ Te prometí que volvería a este mundo dentro de veinticuatro horas,


Rebeca, nada más ─ respondió secamente el demonio.

─ ¿No quieres decirme dónde está? ─ le pregunté, apretando el botón 357


de mis limpiaparabrisas para ahuyentar los copos de nieve que
empezaban a caer sobre mi parabrisas.

─ Eso no es parte de nuestro trato. ─

El demonio de biblioteca estaba enojado conmigo y no podía culparlo. Lo


amenacé, lo chantajeé y estaba decidida a matar a uno de sus amigos.
Si yo fuera él, también me odiaría.

─ Muy bien. Me las arreglaré, ─ dije, colgando.

Manejé unos kilómetros más hacia la ciudad, cuando una extraña forma
apareció en medio de mi camino y de repente oscureció mi campo de
visión, ya sacrosantamente alterado por la tormenta de nieve. Un
tractor. Un enorme tractor estaba parado en la carretera. Giré el volante
y pisé el pedal del freno a fondo, lo que, como sabemos, es un error que
no hay que cometer cuando se está en una carretera helada..... El BMW
giró a la derecha, luego a la izquierda y finalmente resbaló unos 20
metros antes de golpear la máquina. Sentí que el airbag se inflaba hasta
que me ahogué. Entonces, de repente, no sentí nada. Nada más que el
frío causado por la apertura de la puerta.

─ ¡Rebecca, Rebecca! ─

Esa voz, oh no, esa voz no.... Abrí los párpados, me crucé con la mirada
ardiente que me observaba con preocupación y luego los cerré de
nuevo.

─ Genial, todavía tengo pesadillas. ─ murmuré.


─ No, Rebecca, esta vez no estás soñando, soy yo, ─ respondió Mark.

Volví a abrir los ojos.

─ El accidente.... el coche. .. ─

─ Me dijeron que me buscabas, tuve que improvisar, ─ gruñó Mark, sus 358

labios ardían como hielo pegado a mi cuello.

─ ¿Tú eres el que...? ─

─ Sí. ─

Este tipo definitivamente no le tenía miedo a nada.

─ Vas a pagar por ello, ─ le aseguré concentrándome. Pero ni la Tierra


ni el Aire respondieron a mi llamada.

Lo mismo ocurre con mis armas que habían desaparecido. Era como una
marioneta a la que le habían cortado los hilos. Clavada en el suelo e
indefensa.

─ Es inútil, tu magia no funciona aquí, ─ dijo con una sonrisa mientras


abría los botones de mi blusa uno por uno.

A nuestro alrededor, las paredes de la habitación parecían nacer y


renacer en un torbellino de colores extravagantes que me cegaban.

─ ¿Dónde estamos ahora? ¿Adónde me llevaste? ─

─ A mi casa, en Gerle Ad, ─ contestó, poniendo sus manos alrededor


de mis pechos.

Esta vez era seguro que estaba divagando.

─ Imposible, no puedo cruzar las barreras demoníacas, ─ dije, con la


garganta apretada.

─ Eres santurrona, arrogante, violenta e insoportable, pero no eres


estúpida, Rebecca. Mira a tu alrededor. ─
No, no era estúpida, pero aun así no me decía por qué no estaba
muerta. Gerle Ad hacía totalmente imposible la intrusión externa no
deseada. Ningún ser vivo, ya sea por teletransportación, encantamiento
o hechizo, era capaz de sobrevivir a ella. Los espíritus de los muertos no
podían entrar en ella. ─ Es imposible, ─ repetí. 359

─ Y sin embargo, aquí estás. ─

─ Mark, yo...─

─ Shhh ...─

Ahora llevaba una máscara arrogante y confiada y sentí que mi


estómago se contraía con el deseo, con un deseo tan intenso que todo
mi cuerpo parecía quemarme.

─ Suéltame... ─ Jadeé con voz ronca.

Se acercó y comenzó a deslizar su mano bajo mi falda.

─ Es... en serio... Mark .. ─

Me acarició suavemente los pechos desnudos y puso su boca sobre la


mía.

─ No dejaré que vuelvas a alejarme. ─

─ Solté un gemido de placer mientras su mano se movía lentamente


hacia el interior de mis muslos. ─ Tú me odias, soy una Vikaris, no
puedes. .. ─

Me detuve y levanté la parte inferior de mi vientre a pesar de mí misma


cuando sentí que su dedo me penetraba suavemente.

─ ¡Basta! ─ Ordené mientras mi cuerpo se incendiaba y gritaba de


frustración.

─ Oh no.... Llevo semanas visitándote mientras estás sola, semanas que


hemos estado conociéndonos en nuestros sueños.... semanas durante las
que espere hasta que el Malaat creciera y se fortaleciera lo suficiente para
que ya no puedas rechazarme. ─

─ Mark, esta es tu última oportunidad, ─ grité mientras los sobresaltos


me sacudían y yo jadeaba sin poder contenerme.
360

─ Si no te follo ahora mismo, ¿qué crees que va a pasar? ─

─ Mira, no eres tú mismo, eres… ─

Se rasgó la camisa con un movimiento repentino, un gigantesco tatuaje


negro con extraños símbolos cubría su espalda. Le di una mirada de
sorpresa.

─ Es el Malaat. Cuando la ceremonia termine, tendrás lo mismo en las


caderas, ─ dijo, mirándome con una mirada impaciente y febril.

Sabía a pan de jengibre y canela, tenía hambre, tanta hambre....

Se quitó los pantalones con una mirada de fuego y se acostó sobre mí.
Su cuerpo era duro, varonil hasta el extremo, al igual que sus músculos
bellamente desarrollados.

─ No... espera, ¡hay otra manera! ─

El deseo fluía como sangre por mis venas, un fuego real devastaba mi
cuerpo. Me incliné un poco más con cada una de sus caricias,
completamente ofrecida. Exageré mi poder para encontrar el hilo que me
llevaba a Bruce y Raphael, pero sin éxito.

─ No te creo ─ respondió con voz suave, desabrochándose los


pantalones.

El deseo que ardía en su iris no dejaba lugar a dudas sobre sus


intenciones y sentí que mi boca se secaba de repente.

─ Mark, no hagas eso, hay otra manera, estoy seguro de que podemos
romper ese vínculo y. ─
Agitó la cabeza, me arrancó las bragas de cuero con un gesto y luego
inmovilizó mis piernas para evitar que lo golpeara.

─ Es demasiado tarde para eso, Rebecca. Lo intenté, juro que lo


intenté, pero el Malaat.... necesito sentirte, ahora mismo para no morir,
─ dijo, tumbado encima de mí y deslizándose entre mis muslos. 361

─ ¡No! No. ─

─ Es demasiado tarde, ─ agarró mis caderas, ─ Intenté resistir, luchar,


pero…─

Gimió, empujó lentamente y luego se hundió suavemente en mí,


causando espasmos de placer a lo largo de mi columna vertebral. El
sentimiento de su sexo en mí me llenó tanto que empecé a gemir.

─ Tu boca dice que no, pero tu cuerpo me grita su placer, mi ángel ─


susurró, mordiendo la punta de mis pechos. ─ Llevaba tiempo dispuesto
a recibirme. ─

─ ¡Tú... no eres más que una escoria! ─ le dije, mi aliento entrecortado


por las sensaciones que me abrumaban.

Una rabia, una rabia loca, indefensa, había invadido mi mente y sólo
empeoró cuando sentí que rodeaba su cintura con mis piernas y
comenzaba a moverme sin poder controlarme.

─ No, soy como tú, un simple esclavo de sus sentidos y del Malaat, y
será mejor que lo aceptes antes de que ambos dejemos nuestra piel allí,
¡bastardo cabeza de mula! ─

Las olas de placer que fluían a través de mí se convirtieron rápidamente


en una tormenta. La sangre de todo mi cuerpo de repente empezó a
arder. Sentí lágrimas corriendo por mis mejillas mientras trataba
desesperadamente de contener los gritos de éxtasis que llegaban a mis
labios. Era ridículo, lo sabía, pero todo mi ser se rebeló ante la idea de lo
que mi cuerpo estaba haciendo, la violencia de su voluntad y traté de
derribar sin éxito la prisión en la que la verdadera Rebecca había sido
encerrada temporalmente.

─ ¿Sabes?, sólo porque no puedo oírte no significa que no sepa lo que


está pasando dentro de ti. ─ gritó Mark mientras su líquido caliente me
llenaba al alcanzar su orgasmo. 362

Cuando terminó de temblar, me miró con una mirada tan triunfante que
le escupí en la cara.

Ese bastardo había cumplido sus fantasías esta vez, y ya no era un


sueño.
Capítulo Treinta y Uno

Abrí los ojos lentamente, sorprendida de no ver la luz del sol hasta que
recordé dónde estaba. Miré a mi alrededor y sentí las sábanas en la 363

oscuridad sin oír ninguna respiración. Mark ya estaba levantado. Me


estiré y enderecé mientras las paredes cubiertas de colores oscuros se
iluminaban un poco como para permitirme ver hacia dónde iba.

─ ¿Desayuno? ─

Llevaba una bandeja con olor a café. Cerré los puños inconscientemente
y le pregunté en un tono frío:

─ ¿La comida es tan asquerosa que importas tu comida humana? ─

Se encogió de hombros ignorando mi latente agresividad.

─ Soy un mestizo. La comida de Gerle Ad no me bastaría para


sobrevivir. Necesito muchos más nutrientes de los que necesitan los
organismos puros, ─ dijo antes de colocar la bandeja que sostenía en
sus manos sobre una tabla brillante que de repente apareció.

─ ¿Todos los muebles que usas sólo aparecen cuando son útiles? ─

─ Sí. Por eso se llaman "útiles". Sí. Tiene sentido. No es grandioso en


términos de decoración, pero es lógico. ─

─ Es un concepto bastante futurista. ¿Cómo funciona el sistema? ─

Levantó las cejas, sorprendido.

─ ¿Quieres hablar de ciencia? ─

─ No, preferiría que habláramos de viajes, de mi inminente partida, por


ejemplo, ─ me senté en una extraña forma rosada que acababa de
aparecer bajo mis nalgas.
─ No está a la orden del día, ─ contestó, empujando un mechón de su
cabello rizado hacia atrás en la parte posterior de su cráneo.

Estaba pensando eso también...

─ Entonces, ¿cuál es el programa? ¿Cuánto tiempo más me vas a tener 364


aquí? Porque odio tener que recordártelo, pero tengo algunas
responsabilidades en mi mundo, ─ dije ácidamente.

Evitó cruzarse con mi mirada de odio y simplemente bebió un sorbo de


café suavemente y me respondió en un tono lacónico:

─ Hablaremos de ello más tarde. ¿Qué tal si comemos y damos un


paseo? ─

Um... caminar por el infierno... si eso era una oferta romántica....

─ Oh, sí, un poco de compras, un buen restaurante, una pequeña


película, siento que va a ser divertido, ─ me burlé.

─ Rebecca, deja de actuar como una mala persona y ábrete un poco.


Gerle Ad es un universo mágico. ─

¿Estaba bromeando o yo seguía soñando?

─ Te recuerdo que no tengo un arma y mi magia no funciona aquí, así


que ir a pasar el rato con todos estos demonios sueltos. ─

─ No tienes nada que temer, ─ respondió en voz baja.

Me froté estoicamente el entrecejo, frunciendo el ceño, harta.

─ Mark, no creo que hayas captado el meollo del problema. ─

─ Y no creo que hayas entendido mi respuesta, ─ sacudió la cabeza. ─


No tienes nada de qué preocuparte, ¿entiendes? ─

Podría lanzarme a una avalancha de protestas y discusiones


innecesarias, o ceder y encontrar una salida una vez que pudiera
escapar.
─ De acuerdo, ya que lo dices...─ esta vez lo hice sin objeción.

─ Así que vamos, ─ ordenó antes de rodearse con una capa roja
gigantesca y ligera, de un tejido delicado, luego hizo un seña, para
instarme a que lo siguiera.
365
Un momento después, una sección de la pared de la casa se abrió
repentinamente, revelando extrañas paredes rocosas. Una cueva....
estábamos sin duda en una cueva. Caminé hacia la luz exterior, me
incliné sobre el vacío y observé, asombrada, docenas de otras viviendas
excavadas en la roca como hormigueros. Me incliné más y noté, a cien
metros de profundidad, el valle con sus plantaciones púrpuras y
gigantescas que sobresalían de la montaña.

─ Es el Valle del Excil, ─ dijo Mark, cuando un bicho gigante con alas
brillantes pasó justo debajo de mis narices.

─ Guau, ¿qué es eso? ─ exclamé, mirando fijamente al aterrador pájaro


mientras se unía a sus compañeros en el cielo carmín.

El cielo de Gerle Ad era de carmín. Ni sol, ni luna, sino destellos negros


de relámpagos rayaban la bóveda celeste como arañazos y se esparcían
con cada estruendo de truenos en el corazón de un enorme firmamento
rojo sangre.

─ Bonita vista, ─ dije después de mucho tiempo.

─ Me alegro de que te guste, ─ respondió Mark, obviamente divertido.

─ ¿Cómo bajamos de aquí? ─

─ Pues por el ascensor, como todo el mundo. ─ Por supuesto, ¿en qué
estaba pensando?

Dio una media sonrisa y luego caminó con paso firme y decidió hacia
afuera, hacia el vacío. Abrí los ojos, conteniendo la respiración, pero en
vez de verlo caer como esperaba, sus pies se encontraron de repente
con un material sólido y transparente. Parpadeé, me sorprendí y de
repente me di cuenta de que estaba parado en medio de una jaula de
cristal.

─ ¿Vienes?, ─ preguntó, acercándose a mí. Asentí sin decir una palabra


y lo seguí a través del extraño ascensor mientras cruzaba mis dedos
para que no desapareciera tan repentinamente como había llegado. 366

─ Entonces, ¿qué te parece mi refugio? ─

No contesté, mis ojos cautivados por la veintena de cajas transparentes


que subían y bajaban a lo largo de la pared rocosa de la montaña como
si se tratara de edificios ultramodernos.

─ ¿Rebecca? ¿Puedes oírme? ─

─ Sí, ─ respondí lacónicamente.

Me atrajo contra él, en un movimiento posesivo que provocó en mí un


sentimiento de deseo y me hizo desear gritar mi frustración por no poder
resistirme a él.

─ Suéltame, por favor. ─

─ No. Nunca más, ─ respondió, pero haciendo lo que le pedí.

La fría determinación contenida en su voz me hizo comprender de


repente con horror que nunca aceptaría traerme de vuelta.

─ Mark, tengo que irme a casa. ─

─ Te dije que hablaríamos de ello más tarde. ─

Más tarde, era fácil para él decirlo. No tenía ninguna hija que cuidar,
ningún asesino que encontrar, ninguna guerra que evitar y ningún clan
que proteger. Estaba solo, sin carga ni responsabilidad.

─ Tú no lo entiendes. Si no llego a casa muy pronto… ─

─ ... ¿qué? ¿El mundo se derrumbará? ─ dijo con una ironía que me
hizo querer abofetearlo.
─ Es posible, ─ declaré en un tono siniestro.

Puso su mirada en la mía y frunció el ceño.

─ De repente estás muy seria. ─

─ Eso es porque tengo un problema muy serio. La gente está en riesgo 367

de ser asesinada, hay muchas vidas en juego, Mark. ─

─ Te das demasiada importancia, ─ dijo una vez que se detuvo la jaula


de vidrio. ─ No eres la única que puede manejar las dificultades, no eres
tan esencial como crees, cariño. ─

¿Qué pensaba ese idiota? ¿Que tenía problemas de ego? ¿Qué quería ser
famosa?

Desde que lo conocí, el semidemonio nunca había entendido nada en


absoluto, y mucho menos lo que estaba en juego ante sus ojos, sólo se
preocupaba por su pequeña persona, su propio bienestar y sus discursos
pontificios morales que eran capaces de hacer enfermar a la Madre
Teresa en persona.

─ Y tú eres un monstruo de egoísmo y estupidez, ─ dije en un tono


sincero antes de salir de la jaula para pisar un callejón de piedras
blancas por la ladera de la montaña.

─ No. Estás equivocada. Entiendo lo importante que es tu trabajo para


ti, pero se acabó, no puedes seguir, Rebecca. ─

¿Quién se creía que era? ¿Realmente pensó que me iba a someter entre
cuatro paredes y vivir la vida de una pequeña ama de casa pacífica en su
pequeña cueva de mierda?
─ ¿Oh? ¿Y tú eres el que va a detenerme? ─

─ Si es necesario. ─

Sonreí y seguí caminando por el sendero bordeado de plantas y flores de


más de cuatro metros de altura. Me sentí como un ratón caminando por
una galería excavada en el campo. Caminamos cien metros antes de
llegar a una gran plaza pavimentada de blanco, no, más bien como una
explanada llena de pequeños comercios y gigantes bebiendo y
charlando.

Gigantescos, de al menos tres metros de altura, alargados de rostros 368

delgados, piel brillante y ligeramente dorada completamente lisa, ojos


rubíes y ropas largas con reflejos brillantes.... La verdadera apariencia de
los demonios era muy diferente de lo que yo esperaba.

─ ¿Es algún tipo de mercado? ─

─ Un lugar de intercambio. Aquí no hay moneda, sólo trueque. Todos


tienen un papel bien definido en la comunidad y deben cumplirlo. ─

─ Um, parece que a los habitantes no les gustan los extraños, ─ le dije,
mostrándole un grupo de demonios que estaban hablando un poco más
lejos y fingiendo ignorarnos.

Mark expresó su desaprobación con unos pocos gruñidos y luego asintió.

─ ¿Son todos los demonios de raza pura como ellos? ─

─ Algo así. ─

─ Extraño. ─

─ ¿Por qué? ¿Qué esperabas? ─

La envoltura carnal original de los demonios no podía cruzar el velo que


separaba nuestros dos mundos. Sólo su forma "desmaterializada" podía
hacer eso, así que no tenía ni idea, hasta ahora, de qué aspecto tenían.

No pudo evitar reírse.

─ ¿Estás decepcionada? ─

─ No, más bien intrigada. ¿Por qué eres diferente? ─


─ Soy mestizo, fui concebido por un demonio que ocupaba un cuerpo
humano y mi madre era humana, ellos nacieron en Gerle Ad. Son
"almas" puras. ─

Vi un rayo de tristeza pasando por sus ojos.


369
─ Los mestizos no son bien vistos, por eso nos ignoran, ¿eh? ─ Me di
cuenta.

─ Probablemente, ─ admitió, sonriendo.

─ ¿Entonces por qué vuelves aquí? ─

─ Este es mi hogar, aquí es donde crecí. ─

─ Cada uno tiene su cruz. Fui criada por las Vikaris, ¡Francia es un país
bastante bonito pero algunos de sus habitantes temen el sacramento! ─

─ ¿Estás hablando de las brujas de tu clan? ─

─ Sip. Piensa en mí como la más agradable, dulce y sensible de todas y


te dará una vaga idea de la pesadilla que fue mi infancia. ─

Sólo sonrió y me envió una mirada compasiva.

─ Aquí, nunca podrán encontrarte, estarás perfectamente a salvo, ─


dijo.

─ Tal vez, pero no tengo intención de quedarme mucho tiempo. ─

─ Sin embargo, es necesario. Debemos completar nuestro vínculo con la


ceremonia de Zveingh. Después de eso, nada podrá separarnos de
nuevo. ─

─ ¿El Zveingh? ─

─ La ceremonia que los ancianos practican para unir a dos demonios


unidos por Malaat para siempre. ─

¿Dos demonios? Déjalo ir, déjalo ir, este tipo está completamente loco....
─ No creo que me convenga. ─

─ No tenemos elección, el Malaat es...─

─ ¡No me importa Malaat! ─

─ Cuando seamos bendecidos por el poder de los ancianos, verás las 370

cosas de manera diferente, créeme, y me amarás, Rebeca, me amarás


más de lo que nunca has amado a nadie. ─

Hablar con un semidemonio completamente demente tuvo un efecto


terrible en mi sistema nervioso. Inhalé dos o tres veces profundamente y
exhalé lentamente.

─ Mark, no tengo intención de discutir esto contigo, pero creo que


deberías considerar internarte. ¿Hay algún hospital psiquiátrico en esta
ciudad?, ¿verdad?

Me besó violentamente, sus manos agarrando mis hombros.

─ Puedes bromear e ironizar como quieras, no hay escapatoria,


Rebecca. ─

Si yo fuera tú, no estaría tan seguro de eso, mantener un nivel tan alto
de vigilancia es un ejercicio bastante difícil. Me reí.
─ Sigue engañándote si te hace feliz, no tengo intención de pelear
contigo. ¿Qué hacemos ahora? ─

─ Vamos a dar un paseo, es hora de que descubras un poco de Gerle


Ad. ─

─ Turismo? ─ Um.... ¿por qué no...?

Conocer a tus enemigos, descubrir sus debilidades, tal vez incluso


nuevas formas de matarlos, era muy emocionante, incluso excitante, y
Mark me ofreció todo esto inconscientemente en una bandeja..... sería
difícil perder la oportunidad.
─ ¿Tienes un coche? ¿O un vehículo estacionado en algún lugar? ─

─ No exactamente, ─ contestó en un tono travieso.

Caminó hacia un extraño círculo dibujado en el suelo y agitó su voz,


causando un estridente ruido. Treinta segundos más tarde, apareció un 371
monstruo de cuatro patas de al menos cuatro metros de largo y más
grueso que un mamut.

─ ¿Un amigo tuyo? ─ Me reí mientras me apartaba.

Mark caminó hacia el animal y lo acarició suavemente. Su enorme


cabeza redonda y peluda estaba rodeada de extraños tentáculos
dispuestos como un bisel que oscilaba de derecha a izquierda con cada
movimiento. Grandes colmillos salían de su boca, sus dos pares de ojos
sin pupilas nos miraban agresivamente.

─ Vamos ven. .. ─

Uh… Acariciar a Godzilla no me tentaba...


─ Creo que deberían crear un comité de ética para evitar este tipo de
manipulación genética. ¡Este tipo de experimentos apestan! ─

─ Es un gwon, el equivalente a un caballo para los humanos. ─

─ ¿Quieres decir que esta... cosa es una montura? ─

─ Así es. ─

─ ¿Y es normal que parezca que quiere comernos? ─ Dije


sarcásticamente.

─ ¿Tienes miedo? ─

─ No, pero prefiero tomar un taxi. ─

─ Está domesticado, no te atacará a menos que lo provoques, ─


contestó sonriendo.
─ ¿Cómo? ¿Respirando, por ejemplo? ─ Me burlé. Miró hacia el cielo.

─ Rebecca, por favor, haz un esfuerzo, tócalo. ─

Suspiré y toqué suavemente el pelo castaño y ligeramente pegajoso del


animal mientras que un halo rojo, mi halo de poder, repentinamente 372
estalló.

Mark me miró con sorpresa.

─ ¿Qué está pasando? ─ Pregunté.

─ Parece tener un efecto extraño en ti, ─ dijo con voz vacilante.

No pude evitar sonreír.

─ Lo contrario sería sorprendente. Todos los monstruos parecen tener


un efecto extraño en mí últimamente, incluyéndote a ti. ─

El gwon empezó a berrear y entonces vi una lengua larga y pegajosa


salir de su boca y lamerme la cara.

Sonreí antes de limpiarme con la parte de atrás de la manga.

─ Creo que le gustas. ─

─ Si sigue así, lo cortaré en pedazos y organizaré una barbacoa. ─

─ Su carne es indigesta, su sangre contiene un veneno mortal, ─


respondió, divertido.

Es bueno saberlo...
Me rodeó con el largo de sus brazos y me atrajo hacia él, lo que
inmediatamente me dio una extraña e inquietante sensación de
bienestar. Pero no tenía ninguna intención, a pesar de la necesidad que
sentía, de dejar que un simple mecanismo metafísico me atara a Mark
por el resto de mi vida.
─ ¿No te importaría darme un poco de aire? ─ Escupí, apretando los
dientes y empujándolo de repente.

Se rascó su áspera barbilla y se rió.

─ Va a ser un poco complicado, cariño, porque viajar juntos en un gwon 373


puede obligarnos a estar un poco .... cerca. ─

─ ¿No lo dices en serio? No querrás que me suba a esa cosa apestosa,


¿verdad? ─

─ De hecho, si, ─ sonrió con una sonrisa sarcástica.

─ De ninguna manera. ─

─ Sin embargo, es la única manera, ─ dijo, abriendo las manos como


señal de impotencia.

─ No te creo, ─ dije, cruzando mis brazos.

─ Cariño, no me hagas forzarte. ─

─ Mark, sólo porque mi relación con mi diosa se haya roto


temporalmente y ya no tenga mi Beretta, cuchillos, lanzallamas, daga y
otros artefactos fetichistas, no significa que esté indefensa. ─

Sus ojos ardientes me miraban intensamente.

─ Es verdad, pero tengo la fuerza física para eso, no eres rival para mí
en este mundo, Rebecca. ─

Abrí la boca y la cerré de nuevo. Tenía razón, no era lo suficientemente


fuerte para luchar contra un semidemonio con mis propias manos.

─ Además, el Malaat no permitía que me hicieras daño ni que me


mataras, ─ añadió, guiñándome un ojo.

Un obstáculo más en una lista que no dejaba de crecer.....


Le di una mirada helada y le pregunté en un tono firme:
─ Entonces, ¿cómo vamos a subirnos a su espalda? ─

─ Así, ─ dijo, tirándome literalmente a la espalda de Gwon.

Apenas alcancé uno de los tentáculos de la bestia, lanzó un horrible


estruendo. 374

─ ¡Si tienes quejas, habla con tu amo! ─ gruñí mientras me curvaba


cerca de un orificio en el lado de su boca que presumía ser
probablemente una oreja.

Dos horas después, recorrimos unos 30 por las praderas púrpuras y


nos detuvimos frente a un río de agua negra como ébano.

─ ¿Es potable esta agua? ─

─ Sí. Tanto como el agua clara de los arroyos terrestres. Tienes que
bajar de su espalda, el Gwon tiene sed. ─

Apenas había aterrizado en el suelo con el riesgo de romperme los


huesos cuando el Gwon se dirigió hacia el líquido oscuro y se
zambullía. Estuvo mucho tiempo bajo la superficie sin subir y
mientras miraba las ondulaciones del agua con ansiedad, terminó
por salir a la orilla para sacudirse vigorosamente mojándome.

─ Genial. ¡Mira en qué estado me has puesto! ─

─ No te preocupes, vamos a entrar en el Desierto de los ‘Oursal, ¡tu


ropa pronto estará seca! ─ dijo Mark inmediatamente para
tranquilizarme.

─ ¿Un desierto? ─ Miré por encima del horizonte hacia el agua y vi


un terreno llano desprovisto de vegetación, con pastos brillantes y
perfumados, en resumen, una extensión áspera e imperfecta.

─ ¿Realmente quieres que vayamos por ahí? Me parece bastante


hostil de este lado. ─
─ No nos llevará más de unas horas cruzarlo, ─ dijo, tomando una
extraña cantimplora y llenándola de agua. ─ Pero quizás no podamos
hacerlo antes de que oscurezca, ¿verdad?─

─ No hay ritmos diurnos ni nocturnos aquí, Rebecca. ─

No hay crepúsculo, no hay sol, no hay luna, sólo la luz roja del cielo
bañando territorios que parecían extenderse hasta el infinito. Excelente…

─ ¿Estás decepcionada? ─

─No. Nunca he encontrado mucho encanto por la noche. Para mí, la


oscuridad no es sinónimo de horror y peligro que de cielo estrellado. ─

─ ¡Cuidado, por un momento casi puedo creer que no odias lo que ves! ─
me dijo, ayudándome a volver al gwon.

Si quisiera ser honesta, una parte de mí que no conocía apreciaba estar


aquí. No. Estaba loca de alegría por estar aquí y estaba emocionada por
este mundo rugiente e incandescente de belleza devastadora. La otra
parte de mí estaba asustada y sentía la necesidad de destruirlo y luego
alejarme lo más posible de este universo aterrador.

─ No te engañes, Mark, todavía me considero en territorio enemigo. ─

Una sombra pasó sobre su cara y dijo en un tono firme:

─ Esto cambiará pronto, ─ me aseguró mientras nos dirigíamos hacia un


enorme puente de piedra que conducía a través del río a la tierra del
l’Oursal y su desierto.

─ Eso me sorprendería. ─

375
Mecida por el balanceo del gwon, perdí rápidamente la noción del tiempo
poco después de nuestra llegada a las tierras áridas. Cuanto más lejos
íbamos, más suave me parecía mi entorno con una nueva claridad y me
daba la extraña sensación, mientras veía este mundo desplegarse bajo
mis pies como una alfombra, de que todo me resultaba extrañamente
familiar. El silencio absoluto que amplificaba todos los sonidos, el
estruendo de los animales, el sonido de los horribles y aterradores
pájaros volando sobre nosotros, el canto de los insólitos insectos que
cubrían piedras en forma de gigantescas raíces de árboles e incluso el
temblor de la tierra que se hinchaba y rezumaba como una herida
infectada.

─ ¿Qué hora es? Siento que han pasado horas desde que nos fuimos. ─
Pregunté, rompiendo brutalmente el silencio en el que nos habíamos
encerrado desde que entramos en estas tierras.

─ Esta carretera no está muy transitada, es demasiado salvaje. Pensé


que te gustaría. ─

─ Ese sería el caso si no hubiera un olor extraño en los últimos


minutos.─

Me agaché y miré hacia abajo, notando inmediatamente que las patas de


nuestra montura se estaban hundiendo en un material esponjoso con un
olor fétido.

─ L’Oursal está salpicado de un centenar de pantanos, llegaremos a sus


fronteras en treo cuatro kilómetros, ─ explicó Mark, besando
suavemente mi cuello.

Tuve que recurrir a la violencia para permanecer impasible y dejar que


mi mente siguiera vagando y disfrutando de los maravillosos paisajes de
este extraño mundo en el que ningún ser humano había entrado antes
que yo.
─ ¡Mira! ─

El brazo de Mark apuntaba a una horda de criaturas arrastrándose como


lagartijas corriendo a nuestro lado.

─ ¿Qué son? ─

─ Mograks. Individualmente, son adorables animalitos, pero en grupos,


pueden devorar cualquier gwon solitario. ─

─ Me molestaría tener que seguir a pie, ¿no tienes un arma o algo


así?─

─ No te preocupes por eso. No se acercarán más por nuestro olor. ─

─ ¿Nuestro olor? ─

─ Sí. Las emanaciones de nuestro cuerpo crean un efecto repelente que


deberá mantenerlos a raya. ─

─ Eso suena reconfortante, ─ me reí.

Una hora más tarde, me quedé dormida contra el gran pecho de Mark
exhausta por el calor y la falta de sueño de las últimas noches.

377
Capítulo Treinta y Dos

─ ¿Rebecca? ─
378

Abrí los ojos y me llevó al menos treinta segundos darme cuenta de


dónde y con quién estaba.

─ ¿Qué? ─ Miré a Mark que me miraba, preocupado.

─ ¿Cuánto tiempo llevabas sin dormir? ─

─ No lo sé. Pero si yo fuera tú, no pensaría en ello porque si estoy tan


cansada, te lo debo a ti. ¡Has estado haciendo esto durante semanas,
arruinar mi sueño con tus malditos sueños eróticos! ─

Se rió y me besó en la parte superior de la cabeza riéndose.

─ ¡Y no tienes ni idea de lo mucho que me gustó! ─ Se burló de mí.

Suspiré, me enfadé y dejé que mi mirada deambulara por la pantalla de


niebla hacia donde nos dirigíamos.

─ ¿Dejamos el desierto? ─

─ Sí, y estamos a punto de cruzar las fronteras de las tierras de Gislid,


la brillante. ─

Me di la vuelta y vi las llanuras cubiertas de vegetación plateada y


luminosa, flotando un metro sobre el suelo como un largo y brillante
velo.

─ Oh, Dios, ¡me lo perdí! ─

─ Sí, eso, pero también las fariennes, las hadas y sus canciones de
bienvenida. Nos acompañaron parte del camino y literalmente te
observaron, ¿sabes? Uno de ellas incluso aterrizó en tu corazón.
Sospechaba de las hadas de Gerle Ad y de toda su fauna. Ningún ser
puro podría vivir en una tierra demoníaca. Sus hadas deben haber tenido
garras y colmillos tan largos como sus brazos.

─ ¿Dejaste que esa criatura se acercara tanto a mí? ─


379
─ Me dijo que no era hostil y que las Fariennes nunca mienten. Además,
no quería correr el riesgo de ofenderlas. ─

Le di una mirada intrigada.

─ ¿Por qué? ─

─ Pues porque nos habrían matado. ─ Sí, allí, evidentemente…

─ ¿Y ahora qué? ¿Qué hay detrás de esta niebla? ¿Ogros amarillos?


¿Los cuatro jinetes del Apocalipsis? ¿El hijo perdido de Belcebú?

Él sonrió.

─ No, mira. ─

Ubicados en nuestro extraña montura en la cima de una colina, observé


la increíble ciudad que había aparecido detrás de la pantalla de niebla.
En el centro, una inmensa torre negra dominaba la ciudad como una
amenaza latente y alzaba hacia el cielo en una neblina de oscuridad.

─ ¿Cómo se llama esta ciudad? ─

─ Gismath. Significa la ciudad en lo alto, ─ respondió. ─ Es la ciudad


más grande de este nivel. ─

─ ¿Qué quieres decir con "este nivel"? ─

─ Lo que ves es sólo la punta del iceberg. Hay seis niveles por debajo
de nosotros. Seis universos muy diferentes. ─

Abrí los ojos.

─ ¿Cuántos de ustedes son? Quiero decir, ¿cuántos demonios hay? ─


─ Nadie lo sabe con exactitud, pero yo diría que no más de cien mil, ─
respondió.

¿Cien mil? Cuando supe de lo que era capaz uno de estos monstruos, no
me atreví a imaginar lo que pasaría si decidieran invadir el mundo
humano. 380

─ ¿Y cómo son los niveles inferiores? ─

─ No sé.... Quiero decir, no podemos entrar salvo raras excepciones.


Tiene que ver con el tipo de demonios a los que pertenecemos. Cuanto
más abajo vamos, más poderosa es la especie que ocupa el mundo. Los
más fuertes entre nosotros son los Destructores, se desmaterializan, se
liberan de las contingencias de la carne y viven en los niveles más
profundos. ─

Sentí que mi garganta se tensaba y sentí una incomodidad oscura.

─ ¿Los.... los Destructores? ¿Cómo los Destructores o las Destructoras


del Mundo? ─

La coincidencia era demasiado grande para que yo la ignorara.

─ Sí, así es como los llamamos, pero nunca nos cruzamos excepto
durante las grandes matanzas, son nuestra última justicia, los que
intervienen cuando uno de nuestros siete mundos está en peligro. Su
nacimiento es un misterio, al igual que su existencia, pero se afirma que
cuando el dios Avkah creó Gerle Ad, los nombró guardianes y les delegó
algunos de sus poderes. ─

─ Pero todos los demonios son capaces de desmaterializarse cuando


llegan al mundo humano, ¿qué hace que los Destructores sean tan
diferentes? ─

─ Tú no lo entiendes. No necesitan un cuerpo para sobrevivir en el


mundo demoníaco o humano. Se comunican a través de nuestras
mentes, no se alimentan, son pura energía. ─
Me puse pálida.

─ ¿Alguno de estos Destructores ha cruzado el Velo? ¿Pueden poseer un


cuerpo humano y vivir con otra alma? ─

─ No que yo sepa. Ninguna envoltura carnal y especialmente ninguna 381


alma humana podrían albergar y estar en contacto con un demonio de
tal poder, y ni siquiera estoy hablando de controlarlo. ─

Con la posible excepción de una maestra de los elementos Vikaris...

De repente mi estómago se llenó de angustia. ¿Podría ser que la entidad


que había estado llevando en mi vientre durante tanto tiempo fuera
realmente un demonio? ¿Uno de sus famosos Destructores? ¿Había sido
incapaz mi clan de reconocer una extraña forma de posesión? ¿Se
habían equivocado al considerar la vida que abrigué en mi vientre como
un regalo de la diosa Akhmaleone en lugar de ver la mano de su
enemigo en ella?

─ ¿Qué pasa, Rebecca? Estás blanca, mi ángel, ─ Mark se preocupó


mientras me acariciaba la mejilla.

─ ¡Deja de llamarme así, me estás dando urticaria! ─

─ ¿Preferirías que te llamara " dulzura" como Rafael? ─

─ No, preferiría estar con él. ─

Para sacarle los ojos y derramar su sangre.

Porque si yo estaba realmente poseída, entonces Rafael lo sabía. Había


visto a "la destructora" el día que luché contra la guardia de Michael, y
no sólo la había visto, sino que inmediatamente la llamó " Destructora
del Mundo "... así que, ¿por qué no me había dicho lo que era? ¿Por qué
no me dijo lo que significaba? Pero nunca le había ocultado que no lo
sabía.
─ Puedes pensar en él con ternura, Rebeca, soñando que está a tu lado,
eventualmente lo olvidarás. ¡La ceremonia de Zveingh te hará olvidarlo!
─ gruñó, obviamente ofendido.

Ese tonto de Mark estaba tan a menudo fuera de control que se volvía
agotador.... 382

- ¡Genial, entonces todo está bien! ─ Me burlé de él con una mirada


despreciativa.

Comenzamos a descender por una suave pendiente y me di cuenta


desde nuestra altura de que todos los demás caminos, ya vinieran del
sur, este, oeste o norte, parecían inexorablemente conducir a la inmensa
reserva de demonios hacia la que nos dirigíamos.

Era la primera vez desde el comienzo de mi extraño viaje que me sentía


realmente amenazada y que el atractivo de lo nuevo parecía
desvanecerse lentamente.

Al entrar en Gismath, esta sensación no hizo más que aumentar cuando


tuvimos que abandonar el gwon en un establo gigantesco a la entrada
de la ciudad y continuar a pie. Caminamos por una calle ancha y
curiosamente bordeada a un lado por edificios transparentes y nuevos,
y al otro lado por antiguas viviendas con ventanas muy pequeñas.

─ ¿Por qué son tan diferentes? ─ Le pregunté a Mark con curiosidad.

─ La ciudad está dividida en dos y estamos en el límite de ambas


mitades. ─

─ Sí, pero ¿por qué no modernizaron todo? ─

─ Aquí todo funciona según las castas. Si usted nació en una casta
inferior, será empleado en trabajos subordinados y residirá en la ciudad
vieja, las castas superiores ocupan las viviendas más nuevas. ─

─ ¿A qué casta pertenecía tu padre? ─


─ A la casta favorecida. ─

Lo habría adivinado. Hablaba de sus complejos mestizos, pero tenía la


actitud arrogante de un mocoso mimado a quien probablemente nunca
se le había negado nada.
383
─ ¿Por qué vives fuera de Gismath? ─

─ Pues porque prefiero las cuevas de Merxcil de lejos. La vida es más


dura allí, pero los prejuicios contra los mestizos son menores y los
paisajes son mucho más atractivos. ─

Difícilmente podría decir lo contrario. Esta ciudad y sobre todo la torre


negra que la dominaba me daban incomprensibles y espantosos
escalofríos. A menos que fueran simplemente el centenar de demonios
que habíamos visto hasta ahora.

─ Adónde vamos, ─ le dije mientras giraba en una calle más estrecha.

─ A la torre de los sabios. ─ Tragué saliva.

─ Mark, no quiero acercarme a esa cosa. ─

─ No seas ridícula. Aquí es donde se celebra el consejo de los ancianos


del mundo de la superficie. Los necesitamos para celebrar el Zveingh.
Tengo que presentarles mi petición. ─

─ Corrección, "tú" los necesitas. Por cierto, ¿no temes que se


sorprendan un poco al ver que el Malaat te ha elegido una compañera
humana? ─

Miró hacia otro lado y dijo con una extraña y un poco avergonzada voz:

─ No. ─

─ Creo que te estás engañando y te van a pedir que me envíes de


vuelta a mi mundo lo antes posible. ─

Si no decidieran simplemente matarme.....


─ ¿Es eso lo que quieres? ─

─ Por supuesto. ─

─ ¿Tienes idea de cuánto dolor sentirás si nos separamos? ─

─ Como te dije hace algún tiempo, el Malaat no tiene el mismo efecto 384

en mí que en ti, así que creo que podría manejar el problema. ─

─ Quizás en ti, aunque lo dudo, pero no tengo ninguna intención de


hacerme eso a mí mismo, ─ dijo con dureza mientras miraba la
gigantesca escalera transparente como de cristal, que conduce a la gran
torre.

Subimos los escalones lentamente pero, a mitad de camino, ya no


estaba en condiciones de seguir avanzando hacia ese lugar repugnante
que mi instinto me gritaba que evitara.

─ ¿Por qué te detienes? ─

Iba a decirle que se fuera a la mierda cuando de repente empecé a


vomitar.

─ ¿Qué está pasando? ─ Se preocupó, dándome una especie de tela


plateada.

Me limpié la boca y lo fusilé con la mirada.

─ No puedo hacerlo. No puedo seguir adelante. ¡Este lugar está lleno de


hechizos! ─

─ ¿Un hechizo? ¡No somos brujas, Rebecca! ─

Gruñí antes de darme cuenta de que varios demonios nos miraban, con
los ojos arrugados, visiblemente intrigados.

Cuando Mark notó la atención que recibíamos, asintió y me miró a los


ojos.

─ Está bien, iré solo. ─


Sólo con la idea de librarme de él, mi cabeza gritaba de alegría y mi
cuerpo sufría por no tocarlo más. De todos modos, tuve un gran
problema de desdoblamiento de personalidad para variar.

─ No intentes escapar, no serviría de nada. La entrada de las velas no


sólo es secreta, sino también muy protegida. Todo lo que podrá 385

conseguir si te alejas es ser interrogada o arrestada.

─ Si eso es cierto, ¿cómo me trajiste aquí? ─

─ Uno de mis amigos de la infancia se encarga de la seguridad de uno


de los pasadizos, tuvo la amabilidad de cerrar los ojos, ─ explicó.

─ Mark. ─

─ Quédate aquí y que no te noten, ─ insistió, frunciendo el ceño en un


tono autoritario.

─ Entendido. ─

Ese tonto de Mark debería haber escuchado sus propios consejos y


haber abandonado toda la ceremonia. La situación ya era tan arriesgada
para mí que no necesitábamos añadir nada más. Si sólo uno de estos
"ancianos" descubriera que yo era una Vikaris, ese idiota probablemente
sería viudo antes de casarse.

Lo vi alejarse un momento y luego bajé al borde de un callejón no muy


lejos de un grupo de demonios que estaban hablando. Al principio los
escuchaba mecánicamente, luego al cabo de unos minutos su extraño
balbuceo sonaba extrañamente en mi oído, los sonidos se convertían en
palabras, los extraños ruidos que hacían con su boca en un idioma, y
finalmente, sentí que todo tenía sentido, que podía entenderlo todo,
como con el libro que Tom me había prestado.

─ La saludo, señora ─ dijo sonriendo. ─ ¿Sabes que estás vestida de


forma extraña?
Miré con indiferencia mis vaqueros sucios y mi suéter gris arrugado y me
encogí de hombros mientras me volvía hacia el joven demonio de apenas
un metro de altura que me miraba fijamente.

─ Vengo del mundo humano y no tuve tiempo de cambiarme, ─ le


expliqué al niño. 386

Pensé que no había entendido una sola palabra de lo que acababa de


decir, pero me contestó en su propio idioma, como si no hubiera pasado
nada.

─ Puedo ver eso. ─

─ ¿Entiendes.... entiendes el lenguaje humano? ─

─ Sí, en general lo aprendemos en la escuela, pero sigo siendo


demasiado pequeño. Mi padre me enseñó. ─

─ Bueno, eres muy bueno, te felicito. ─

─ Gracias. ¿Sabes que también tienes una cabeza graciosa y que es


minúscula? ─

Se me escapó una risa.

─ ¡Midurh! Quiero decir, ¿dónde están tus modales? ─

Una gigante mujer con el cráneo cubierto con una hermosa bufanda de
color púrpura y oro caminó repentinamente hacia nosotros sonriendo.

─ Lo siento. Nunca tuvo la oportunidad de conocer mestizas femeninas


y fue muy grosero, ─ dijo con una voz clara y bella que encajaba
perfectamente con su tez dorada y luminosa.

¿Mestizas femeninas?
─ Por favor, no es gran cosa, yo misma estoy un poco perdida y no
estoy familiarizada con sus costumbres.... ─ le dije.

Ella me sonrió.
─ ¿Acabas de cruzar? ─

─ Sí. ─

─ Entonces necesitas un guía. Los ancianos te darán uno si lo deseas.


─ 387

─ Yo... gracias. ─ Ella frunció el ceño.

─ Nos vamos a casa, ¿quieres un trago o algo de comer? ─

Iba a negarme cortésmente cuando vi la mirada inquisitiva de dos


enormes demonios que me miraban con curiosidad. Anchos de hombros,
de al menos cuatro metros de altura, esos tipos con largas capas negras
eran verdaderos mastodontes. Y adiviné por su manera de estar de pie y
de mirar a la gente que pasaba por allí, que probablemente eran algún
tipo de policía o militares.

¿Pero en qué había pensado Mark cuando me arrastró hasta aquí?


─ Sería un placer. ¿Vive usted en la zona? ─

─ Sí, pero a pocas cuadras, en la ciudad vieja. Me llamo Frawel es


Bath. ─

¿La ciudad vieja? Asumo que era un demonio menor y que por lo tanto
estaba a salvo.

─ Y el mío es Rebecca ─ respondí sonriendo.

─ Yo soy Midurh, ─ dijo el pequeño demonio, que parecía feliz.

Los seguí por las calles que conducían a la ciudad vieja hasta un extraño
edificio cuadrado salpicado de aperturas microscópicas.

─ Mi casa es modesta, ─ se disculpó el demonio al entrar.

─ Estoy segura de que es muy bonita, ─ respondí cortésmente.


De hecho, el lugar era hermoso. Compuesto de una sola pieza, el lugar
estaba salpicado de colores hermosos y llamativos, tuve la impresión de
estar en el corazón de un espectáculo de fuegos artificiales de verano.

─ Siéntese, por favor. No tenemos comida humana, pero el blowac


debería ser adecuado para tu cuerpo, ─ me dijo Frawel. 388

Doblé mis piernas y una especie de silla rara se deslizó bajo mis nalgas.

─ Creo que nunca me acostumbraré a vuestras " utilidades ", ─ admití.

─ ¿Es su primera transferencia? ─

─ Sí. ─

─ Entonces, te entiendo. Me imagino que todo debe parecerte muy


extraño ─ dijo Frawel.

─ Mamá, ¿puedes creerlo? ¡Nunca ha estado aquí! ─ gritó Midurh.

─ ¿Tu padre o tu madre demoníaca no te acompañaron? ─ Frawel


preguntó.

─ Mis padres están muertos, ─ le contesté.

─ Apuesto a que fueron las Vikaris, las brujas malvadas que viven en el
otro lado, quienes los mataron. ─

─ Uh. ─

─ ¿Alguna vez has conocido a alguna de ellas? ─

─ ¿Qué? ─

─ ¿A las Vikaris? ─

─ ¡Vamos, Midurh! Si ese hubiera sido el caso, la pobre Rebecca


ciertamente no estaría aquí! le dio un sermón a su madre dándome una
fruta extraña.
De repente me sentí avergonzada. Mark me dijo que los hijos de Gerle
Ad tenían pesadillas al oír nuestro nombre. Hoy me di cuenta de que no
había exagerado.

─ Tienes que quedarte aquí, porque si te encuentran, te harán daño


como a papá. ─ dijo acariciándome la mano con una voz triste 389

─ No te preocupes por mí, me han estado persiguiendo durante mucho


tiempo, pero no me van a atrapar, ─ certifique.

No era una mentira. A las Vikaris les importaba más mi muerte que la de
cualquier demonio, pero eso no me impedía sentir que estaba jugando
un juego desagradable en el que sin duda yo desempeñaba el papel de
villana.

─ ¿Ellas te están cazando? ¿Es verdad? ─

Se volvió hacia su madre aterrorizado, mientras ella me miraba,


visiblemente asustada.

─ Si eso es cierto, Rebecca, mi hijo tiene razón, no debes dejar Gerle


Ad, ─ dijo Frawel.

─ No te preocupes por mí, te aseguro que no vale la pena, ─ le dije.

─ Toda vida vale la pena, Rebecca. Las de las hembras mestizas aún
más que las otras, sois tan pocas. ─

¿Hembras mestizas? Ahora que lo pienso, nunca he visto una antes.


─ No estamos seguros, pero.... algunas personas susurran que la
mayoría de ustedes mueren de deformidades cuando son bebés, otras
que no...─

Se detuvo, avergonzada.

─ ¿Otras que no? ─ Le animé a que continuara.


─ Otros dicen que algunas de ustedes han sido eliminados. Debido a
una profecía.... bueno, eso es estúpido, ─ dijo, obviamente ansiosa por
cambiar de tema.

Mark no me había dicho nada al respecto, pero si lo que dijo Frawel era
cierto y yo era considerada una hembra mestiza, estaría en peligro de 390

llamar la atención.

Y esta historia de Zveingh me pareció cada vez más estúpida.

─ ¿Mamá? ¿Está bien si le toco el pelo de su cabeza? ─

Me miró con curiosidad y le contesté asintiendo con la cabeza.

─ Adelante, pero sé amable, ─ dije.

Los pequeños demonios se parecían extrañamente a niños humanos y


eran casi tan entrañables como ellos.

─ ¿Tienes hijos? ─ Frawel preguntó mientras me servía una extraña


mezcla en un extraño recipiente.

─ No, ─ mentí.

─ Eso es una pena. Sabes, si no hubiera tenido a Midurh, nunca habría


soportado la desaparición de su padre hace dos meses. ─

¿Dos meses?

─ No quiero ser indiscreta, ¿por qué se fue al otro lado? ─ le pregunté.

─ Mi marido, Wameth, era un científico. Quería estudiar el mundo


humano. Durante mucho tiempo, sus viajes de estudio fueron bien y un
día se cruzó con una bruja y no volvió. ─

─ ¿Tu marido era como tú, un demonio de la superficie de Gerle Ad?


¿Un demonio menor? ─

─ Sí, ¿por qué haces esa pregunta? ─


─ Las Vikaris adultas no pierden el tiempo atacando demonios menores,
con la excepción de las más jóvenes: las niñas. Y sólo cuando quieren
entrenar. ─

─ ¿A entrenar? Sus niñas matan por entrenamiento, ─ dijo Frawel


indignada. 391

─ Lo sé, dicho de esa manera, suena un poco... pero lo bueno es que


los hechizos de destierro de las muy jóvenes Vikaris rara vez se
completan. ─

─ ¿Qué quieres decir? ─

─ Quiero decir que a veces el demonio se queda atascado por el


hechizo en su anfitrión, pero que está demasiado débil para salir de él,
pero que no está muerto, ─ hice una mueca.

─ ¿Está sugiriendo que mi marido podría estar vivo? ─

Los demonios en su forma desmaterializada no necesitaban respirar o


comer para vivir, así que era una posibilidad.

─ No, no quiero darte falsas esperanzas, lo más probable es que esté


muerto, pero si me das el nombre de su anfitrión humano y el lugar
exacto donde fue asesinado, haré arreglos para revisar el lugar donde
fue enterrado tan pronto como llegue a casa. ─

─ ¿Y si... y si el cuerpo de su anfitrión ha sido cremado? ─ preguntó


Frawel.

Bajé la mirada.

─ Entonces ya debería estar en casa, ─ le dije amablemente.

─ Es verdad, ¿vas a tratar de encontrar a mi papá?, ─ gritó Midurh.

─ Midurh, hay una buena posibilidad de que no funcione, tienes que


entenderlo, así que no te hagas ilusiones. ¿De acuerdo?
─ Muy bien, Rebecca. ─

Tomé un sorbo del extraño líquido que Frawel me había servido y lo


escupí.

─ Lo siento, ─ tosí. 392

─ No te preocupes, no es nada, ─ me tranquilizó Frawel. Llevará


tiempo acostumbrarse a ello.

─ No creo que pueda hacer eso. ─

─ ¿No pareces muy feliz aquí, Rebecca? ─

─ No lo soy. ─

─ Entonces, ¿por qué quedarse?, ─ preguntó.

─ El hombre que me trajo aquí lo hizo contra mi voluntad y no sé cómo


escapar. ¡Todo por culpa de ese maldito Malaat! ¡No sabes lo que daría
por deshacerme de él! ─

─ ¿Quieres deshacerte del Malaat? ─ preguntó Frawel.

─ Si. ¡Y del mestizo loco que cree que es mi marido! ─

Ella se rió.

─ Su relación debe ser muy reciente, ya verá, después de algún tiempo,


se acostumbrará y le encantará, ─ dijo.

─ ¿Qué es lo que usted llama "reciente"? ─

─ Unos días terrestres. ─

Ahora, fui yo quien se echó a reír.

─ ¿Me estás tomando el pelo? He estado llevando esta carga y a este


tipo durante meses y meses, ¡y no estoy dispuesta a adorarlo,
créanme!─
De repente se sentó a mi lado.

─ ¿Meses? Rebecca, espero que no veas ninguna ofensa de mi parte,


pero ¿quién eres? ¿Exactamente? ─

─ No lo entiendo. ─ 393

─ Ninguna criatura demoníaca tiene el poder de contrarrestar los


efectos de Malaat durante tanto tiempo. ─

─ Lo sé, ─ dije, mirándola fijamente.

─ Midurh, ve a Malouel y pídele que me devuelva mi meliac, creo que


ha vuelto, ─ le ordenó de repente a su hijo.

─ ¡De acuerdo! Espera a que vuelva, ¿eh, Rebecca? ─ Dijo antes de


salir a toda prisa.

─ Hasta pronto, Midurh, ─ me limité a responder.

─ No respondiste a mi pregunta, Rebecca. ¿Quién eres tú? Preguntó de


nuevo Frawel, una vez que su hijo salió.

─ Soy alguien que no debería estar aquí. ─ Suspiré.

─ Eso lo entendí. ─

─ Ayúdame a llegar a casa, Frawel, ayúdame y me aseguraré de


comprobar que tu marido ha fallecido como tú crees. ─

─ ¿Y si sigue vivo? ─

─ Entonces lo liberaré. ─

Se tomó unos segundos para pensar y dijo:

─ ¿Es un pacto? ─

Pensé por un momento. Nunca había hecho un pacto con un demonio, ni


había hecho el más mínimo compromiso, pero....
─ Es un pacto, ─ dije.

─ En ese caso, acepto. ─

Entonces apareció una extraña luz y una gota de mi sangre cayó sobre la
mesa mientras que un trozo de carne fue literalmente arrancado de la 394
mano de Frawel.

Entonces vi nuestros nombres escritos lentamente en un papel brillante


con letras de fuego ante nuestros ojos.

Morgane Vikar es mirhul eb camin Gerleadis et Frawel es bath.

La demonio se levantó de repente, aterrorizada.

─ ¿Frawel? ¿Está todo bien? ─

─ No. ─

─ Es raro tu pacto, ni siquiera escribió el nombre correcto, ─ me encogí


de hombros.

─ Un pacto nunca comete un error de nombre, Rebecca, ─ dijo


mientras su cuerpo se derrumbaba.

─ ¡Espera, te ayudaré! ─

─ ¡No! ¡Aléjate de mí! ─

─ Pero no voy a lastimarte, nunca tuve la intención de hacerlo. ─

─ Eres un Vikaris. ─

─ Pero ya no vivo con mi clan. Me he convertido en un Assayim y trato


de mantener la ley y la calma en mi mundo. Ya no expulso demonios,
Frawel, sólo criminales. ─

Me miró fijamente durante mucho tiempo, sus ojos con múltiples colores
sobre mí.

─ ¿Por qué estás aquí? ─


─ Te lo dije, me llevaron a Gerle Ad en contra mi voluntad. No quería
entrar a tu mundo. —

─ «Mi» mundo. ¡Lo dices como tu si no lo fueras! —

─ Ese es el caso. — 395

─ ¿Es posible que no tengas conciencia de lo que eres, Morgana Vikar


es mirhul eb camin Gerleadis? —

─ Te lo dije, ese no es mi verdadero nombre. El pacto se equivocó. Me


llamo Morgana, es verdad, y soy una Vikaris, de nuevo, pero mi apellido
no es Vikar es mirhul eb camin Gerleadis, ¿de acuerdo? —

─ ¿Ah, no? ¿Cómo hablas nuestro idioma? ¿Cómo puedes vivir en


nuestra tierra? ¿Para cruzar el velo y compartir el Malaat con uno de los
nuestros? ─ Buena pregunta.

─ No lo sé. Mi mejor teoría es que he sido poseída por un demonio


desde que era niño. Uno de tus destructores del mundo, como ustedes
les llaman. ─

Dejó salir una risa amarga.

─ Los destructores del mundo no "poseen", sino que "tienen", Morgana


Vikar. ─

─ Si tú lo dices, lo que sea, tengo que irme de este lugar lo antes


posible. ¿Sigue en pie el pacto? ─

─ El pacto "está", si ese es el sentido de su pregunta.

─ Perfecto. Entonces, ¿qué pasa ahora? ─

Un enigmático brillo cruzó sus ojos, luego desapareció y regresó al


momento siguiente con una tabla brillante con un nombre y un lugar
escrito en ella.

Probablemente de su marido y el nombre del lugar donde desapareció.


─ El mapa con todos los pasajes que te permitirán cruzar el velo está
dentro, así como el mapa de la ciudad, ─ dijo.

─ ¿Crees que... que puedo sobrevivir si lo hago sola? ─

Ella se rió. 396

─ No hay duda de ello. ─

Frawel no estaba mintiendo. Ningún demonio puede dañar


voluntariamente al hombre o a la mujer que ha hecho un pacto con él o
ella, va en contra todas sus reglas y le puede costar la vida.

─ Gracias Frawel. ─

─ Encuentra a mi marido, Vikaris. ─

─ Si todavía está en el cuerpo de su anfitrión, lo encontraré, ─ le


certifiqué antes de cruzar el umbral de la casa.
Capítulo Treinta y Tres

El mapa que Frawel me había dado era perfecto, tenía una especie de
brújula y función GPS que me permitía orientarme perfectamente en las 397

calles oscuras y estrechas del casco antiguo. Me moví rápidamente por


las aceras iluminadas por extrañas farolas, mis orejas se mecían
distraídas por el sonido de mis pasos. No había tráfico, coches, ruidos
de motor, solo los roces de unos pocos peatones que se deslizaban en el
suelo, aireados y con gracia.

─ ¿Rebecca? ─

Mirando cuidadosamente a mi alrededor, crucé la plaza principal hacia el


arca, el lugar donde el velo estaba siendo rasgado y donde, por
supuesto, Mark me estaba esperando.

─ ¡Ya basta, nos vamos a casa! ─

─ No, lo siento, pero tengo que irme. ─

─ Los guardias no te dejarán pasar, ─ suspiró, señalándome mientras


señalaba a una docena de gigantescos demonios vestidos con capas
negras.

Fruncí el ceño.

─ ¿Cómo puede interesarles mi partida? ─

─ Rebecca, aún no has visto nada de Gerle Ad, es un mundo hermoso,


un mundo…─

─ Deja de actuar como un guía turístico, Mark, y explícame, si este


mundo es tan perfecto, ¿por qué los tuyos lo están dejando? ─

─ No lo entenderías. ─

─ Siempre puedo intentarlo. ─


─ No todos los demonios que se van eligen unirse libremente al mundo
humano. La mayoría de las veces, son exiliados. ─

─ ¿Exiliado? ¿Y por qué es eso? ─

─ Para evitar la guerra. ─ Fruncí el ceño. 398

─ ¿No puedes ser más explícito? ─

─ En el pasado, Gerle Ad fue devastada por luchas internas, luchas de


poder, violencia, así que se decidió que a nuestros elementos más
belicosos y guerreros se les permitiría, e incluso forzaría, a cruzar el velo
entre nuestros dos mundos y ejercer sus talentos en otros lugares. ─

─ ¿Disculpa? ¿Quieres decir que todos tus asesinos, tus guerreros, tus
psicópatas son enviados voluntariamente a mi mundo para que puedan
satisfacer su instinto de dominación y destrucción sobre los humanos? ─

─ No es tan simple. ─

─ Oh, sí, lo es, ─ le contesté secamente.

─ Verás, es sólo una pequeña parte de la población y luego, algunos


demonios mucho menos agresivos, como Tom por ejemplo, eligen
exiliarse voluntariamente por otras razones. ─

─ ¿Pero no te sorprende? Quiero decir, tú que siempre eres tan rápido


para luchar contra la injusticia, tú que te enorgulleces de tener valores
morales. ─

─ Sí, por supuesto que sí. Pero la naturaleza humana es tan destructiva,
tan agresiva y tan numerosa, no veo cómo unos pocos demonios más o
menos pueden marcar la diferencia. ─

─ ¡Basta! Deja de hablar de los humanos como si no te importaran,


como si fueran extraños, ¡porque no lo son! ─

─ ¡Está bien que hables así, tú que no tienes respeto por la vida
humana! ─
─ Sí, pero no tengo la hipocresía de jugar a ser un boy scout
moralizador. ─

Se alejó como si le hubiera abofeteado y palideció.

─ Yo no... ─ 399

─ Sí. Y eso es lo que te hace tan molesto. ─ Sonrió con tristeza y me


abrazó.

─ Todavía no me amas, ¿verdad? ─

─ No. Una parte de mí necesita tu contacto, necesita que me toques,


necesita hacerte el amor, pero la otra parte...─

─ ...me odia. ─

─ No, ni siquiera, ─ le contesté con tristeza.

─ Yo lo hubiera preferido. La indiferencia es...─

─ Lo sé, ─ miré hacia abajo para no ver la tristeza en sus ojos.

─ ¿Cómo lo hizo? ─

─ ¿Quién? ─

─ Raphael, ¿cómo calentó tu corazón de hielo? ─

Me sonrojé a pesar mío.

─ No quiero hablar de él. ─

─ Sin embargo, tendremos que. ─ sacudí la cabeza.

─ No. ─

─ Vamos, Rebecca. Nos vamos a casa. ─

─ ¡No! ─

Trató de cargarme, pero le di una patada fuerte y lo hice tambalearse.


─ Sólo estas siendo una idiota, ─ gruñó abofeteándome. El dolor, luego
la rabia me abrumó y de repente oí el murmullo de una canción familiar.

─ Y no tienes idea de lo que estás haciendo, ─ dije, abandonando el


control y dejando que mis emociones se apoderen de mí.
400
─ Rebecca, no me hagas noquearte. ─

─ Deberías dejarme ir, Mark. ─ Gruñí mientras sentía que mi oscuridad


se despertaba lentamente y se agitaba bajo mi piel como mil insectos
que se arrastraban.

─ Tiene razón, tienes que dejarla ir. ─ De repente gruñó una voz
familiar detrás de mí.

Me di la vuelta y me encontré con la mirada de Baetan, mirándonos con


una mirada de preocupación.

─ ¡No es asunto tuyo, Baetan! ─ exclamó Mark.

─ ¡Cualquier cosa que ponga en peligro esta ciudad es asunto mío,


Feldman! ─ contestó Baetan mientras caminaba hacia él, con aires de
mal humor.

─ ¿En peligro? Pero, ¿qué peligro? Rebecca ya no tiene ningún poder,


¡su magia es totalmente ineficaz aquí! ─

No pude evitar sonreír.

─ ¡Mírala y atrévete a repetir lo que acabas de decir! ─ El poder de la


destructora irradiaba por todos los poros de mi piel y un aura roja
sangre me rodeaba lentamente.

─ Pero eso no es posible! Ella no puede...─

─ No sabes nada de lo que puede o no puede hacer, idiota. ─

Una gigantesca franja apareció de repente en la cara de Mark y gotas


de sangre en las uñas de Baetán.
Empecé a entender por qué los demonios nos enviaban a sus psicópatas,
empezando por Baetan....una buena decena de monstruos de ese
calibre, arrasaría el más pacífico y tranquilo de los pequeños pueblos en
un abrir y cerrar de ojos cuando no estás acostumbrado.

─ ¡No deberías haberla traído de vuelta aquí! ¡No estaba lista! ─ 401

Mark apretó los puños y agitó la cabeza.

─ La traje de vuelta porque es mía y se quedará, le guste o no. ─

─ Entonces te matará a ti y a todos los demás. ─

─ No, Rebecca no. ─

No Rebeca, ella…─ dijo Baetan, mostrándole, petrificado, la nube negra


que se escapaba de mi boca con un grito sombrío y que se envolvía
alrededor de mi pecho como una estola. ─

─ ¿Qué diablos? ─

Mark me miró extrañamente como si estuviera en las garras de una


fascinación malsana y los guardias, a unos veinte metros de distancia,
me miraron horrorizados.

─ Un destructor.... ─ susurró Mark, consternado.

─ Lindo, ¿eh? ─ Dije. Suelo sacarlo sólo para ocasiones especiales,


pero como parecías tan insistente ... ─

Fulminó a Baetan con la mirada y gruñó:

─ Me dijiste que Rebecca era mestiza, como yo. ─

─ Te dije que era mestiza, pero nunca te dije que era como tú. ─

De repente sentí un espíritu helado apretar mi corazón entre sus garras


y aplastarlo. Miré a Mark y repetí sus palabras mientras mi sangre
parecía rugir en mis oídos y mis labios se abrieron para gritar.
─ ¡No soy una maldita mestiza! Estoy poseída, probablemente sabes lo
que significa "poseída". ─

─ ¿Crees que estás poseída? ─ dijo Baetan, levantando una ceja.

─ Sí. La destructora ocupa mi cuerpo y parte de mi mente pero 402


somos dos entidades separadas y no una persona. No tiene nada que
ver con un problema genético. ─

─ ¿Por qué? ¿Porque está desmaterializado y tú no? ¿Porque tiene un


voluntad diferente a la tuya? ─

─ Eso es correcto. ─

─ Te equivocas, ella es tu lado demoníaco y tú eres su lado humano,


pero son estos dos aspectos combinados los que te hacen lo que eres.
Tú simplemente posees la habilidad de separar la parte demoníaca de tu
ser y separar tu mente para darle suficiente conciencia para que se
controle a sí misma. Pero ella sigue siendo tú. ─

─ ¡Imposible, soy mortal! ─

─ Los demonios y semidemonios pueden vivir para siempre, siempre y


cuando no los maten, ¡lo sabes! ¡Mírate! Mira tu cara, Rebecca, dejaste
de envejecer hace unos años, debes haberte dado cuenta de eso,
¿verdad? ─

Me faltó una respiración o dos y toqué mi cara nerviosa.

¿Podría ser que Baetan estuviera diciendo la verdad? ¿Qué sabía yo de


mis padres después de todo? No conocía a mi madre, la habían matado
en una batalla, al menos eso es lo que me dijo mi abuela. En cuanto a
mi padre, nadie me había hablado de él. Oh, había intentado muchas
veces hacer preguntas sobre él, sobre su identidad, pero cada vez me
habían golpeado y azotado por ser demasiado curiosa. Tanto que
finalmente me di por vencida.
─ ¿Crees que tus mentiras cambiarán algo del deseo que tengo de
matarlo? ─ le pregunté.

Hizo una mueca.

─ No. ¡Oh, no! Los Vikaris hicieron un buen trabajo contigo, estas 403
perfectamente condicionada. ─

─ Comer…─ susurró la bestia en mi cabeza.

─ Coge a los guardias, son tuyos, ─ contesté yo.

La nube negra de la destructora se dirigió hacia los demonios con largas


capas negras y luego los envolvió. Primeros gritos. De tono agudo. Atroz.
Terrible.

Mark me miró horrorizado.

¡Basta! ¡Basta! ¡Detenla! ─ Lloró.

─ No, ─ dije en tono helado.

─ ¡Eres un monstruo! ─

─ Te advertí sobre esto. ─

Después de unos segundos, una parte de la nube negra regresó a mí y


se enrolló alrededor de mi cuello.

Otra vez, otra vez, suplicó la bestia en mi cabeza. Podría destruir toda la
superficie de Gerle Ad si yo se lo permitía. Pero la idea de dejarla matar
y torturar a mujeres y niños pacíficos e indefensos, hizo que mi cabello
se erizara.

─ Te dejé estos ocho hombres pero no dejaré que te desquites con


otras personas inocentes, ─ contesté.

─ No inocentes, sólo débiles, ─ protestó.


Hace un tiempo, probablemente hubiera estado de acuerdo con él, pero
las cosas habían cambiado, yo había cambiado.

─ Termina de divertirte y deja de ser un gourmet...─

La mini-nube se desdobló de mi cuello y voló hacia los gritos y los 404


sonidos de la carne que estaban siendo arrancados.

─ ¿Qué tal un trato, Baetan? ─ le dije, prestando atención a él.

─ ¿Qué es lo que sugieres? ─

─ Estaría dispuesta a comprometerme a perdonar todas las vidas a este


nivel y retraer mis garras (la destructora hizo un rugido de frustración
que traté de ignorar), pero a cambio, exijo dos condiciones. La primera
es que me lleves a casa.─

─ No debería ser un problema para mí, ya que no perteneces aquí de


todos modos, ─ dijo.

Dientes apretados, frente sudorosa, resistí la presión del Malaat que me


obligaba a proteger al semidemonio y trataba de impedir que siguiera
hablando.

─ La segunda... es que... (las palabras parecían ahogarse en mi


garganta y las cuerdas vocales me quemaban). ... deshacerme
definitivamente de... ¡Mark! ¡Mark! yo quiero... quiero que lo mates, ─
dije, empujando mis uñas tan profundamente en mi carne que
prácticamente podía sentir el hueso de mi brazo.

Baetan levantó la vista sorprendido.

─ No deberías poder preguntarme eso, ya no. ─

Él tenía razón. Estaba luchando para no rodar por el suelo por el dolor.
Todo mi cuerpo me quemaba y protestaba contra la idea. Pero años de
entrenamiento me habían permitido combatir el sufrimiento y aprender a
superarlo.
─ Convertirme en... esclava sexual de un semidemonio no está en mis
planes. ¡Prefiero morir! ─ Tartamudeé con voz temblorosa.

Baetan me observó en silencio durante mucho tiempo y luego asintió.

─ Rebeca, no...─ me rogó Mark con sus ojos, y sentí que mi corazón 405
se rompía de repente.

─ Quiero ser libre.... No quiero... ─ Dije, tratando de contener los


sollozos que me subían por mi garganta.

─ Lo siento, chico, pero no tengo elección, ─ declaró solemnemente


Baetan cuando una larga y afilada espada apareció de repente en sus
manos.

─ ¡Rebecca!, ─ gritó Mark.

Un parpadeo más tarde, la espada del demonio cayó sobre su cuello.


Capítulo Treinta y Cuatro

Pensamientos espantosos giraban en mi cabeza y las pulsaciones de una


terrible migraña latían bajo mis párpados. Híbrido...... mestizo...... 406

demonio....

Tenía la impresión de que todo lo que me habían enseñado, todo lo que


hacía mi vida más fácil y evitaba que mis pensamientos se perdieran,
todas mis certezas se derrumbaban lenta e irrevocablemente. Diosa....
¿era posible que estos demonios me dijeran la verdad? ¿Que vengo de
un cruce improbable entre una Vikaris y un Destructor de Mundos, un
demonio desmaterializado? ¿Podría realmente existir tal abominación?

─ ¡Rebecca! ¡Rebecca! ─

Alguien me estaba sacudiendo los hombros. Sonreí.

─ ¡Sé amable, deja de pensar que soy una coctelera! ─ Me quejé


cuando abrí los ojos.

Beth se inclinaba sobre mí y me miraba con una mirada de


preocupación.

─ Muévete y deja que esta niña respire un poco, ─ ordenó


repentinamente una voz sonora.

Miré un poco hacia arriba y vi a Gordon. El viejo lobo estaba


completamente desnudo, supongo que acababa de cambiar.

─ ¿Qué estás haciendo aquí? ─

─ ¿Qué crees tú? Te hemos estado buscando durante tres horas, desde
que Beth nos llamó para decirnos que no habías vuelto a casa, ─
contestó.
─ Encontramos tu coche en la carretera, nos entró el pánico, ─
continuó Beth.

Parpadeé varias veces y me di cuenta de que estaba acostado en la


cama de mi habitación.
407
─ ¿Tres horas? ¿Sólo tres horas? ─

─ Rebecca, ¿estás segura de que estás bien? Puede que tengas un


trauma. Con este accidente .... ─

- No, no, es sólo que. ─

Me detuve. No había manera de decirle a Beth y a Gordon dónde estuve


o lo qué me había pasado. Ellos habrían deducido de esto o que había
sido drogada en el mejor de los casos o que era un demonio en el peor.
Lo cual me negué obstinadamente a considerar.

─ ¿Cómo me encontraste? ─

─ Baetan. Baetan te trajo de vuelta. ─

Sí. Ya me acordé. La entidad regresó a mi cuerpo quejándose, el pasaje


de los mil colores, los brazos del demonio que me levantaron
delicadamente....

─ Es Mark, ¿verdad? ¿Te volvió a hacer lo de la "aventura fatal"? ─

Le di una mirada de sorpresa.

─ ¿Por qué me preguntas eso? ─

─ Encontramos su rastro en la escena del accidente, inmediatamente


pensé que te había secuestrado, ─ explicó.

─ Lo hizo, pero no te preocupes por él. Nunca podrá volver a hervir un


conejo, Beth. ─

Ella sonrió.
─ Así que lo mataste. ─

─ ¿Qué es esto del conejo?, ─ gruñó Gordon.

─ ¿Viste "atracción fatal"? La película con Glenn Close y Michael


Douglas... ─ le pregunté. 408

─ Uh.... No lo creo. ─

─ Bueno, en esta película, Michael Douglas, que es un hombre casado,


tiene una aventura con Glenn Glose. La deja, pero ella no lo soporta. Se
vuelve loca, empieza a acosar a su familia, aterroriza a sus hijos
hirviendo su conejo la mascota doméstica. ─

─ Está bien, lo entiendo. Ambas están completamente locas, ─ dijo.

─ Es posible, ─ respondí mientras Beth se reía a carcajadas.

Miró al cielo y suspiró.

─ Bueno, se lo diré a mi manada y tranquilizaré a Leonora y a Martha.


Las dos estaban muy preocupadas. ─

─ Siento haberte preocupado, ─ dije de manera arrepentida.

─ No te preocupes, una pequeña salida nocturna de vez en cuando no


hace daño a nadie. ─

Estaba a punto de salir de mi habitación cuando lo vi darse la vuelta.

─ Hay algo que me intriga. ─

─ ¿Si? ─

─ ¿Cómo demonios ese semidemonio enmascaró su olor y el tuyo y se


alejó de nosotros? ─

─ Francamente, no recuerdo lo que pasó, así que no puedo explicártelo,


─ le mentí.
Los hombros del viejo lobo colapsaron, luego asintió con la cabeza y
finalmente salió de la habitación gruñendo con locura.

─ Creo que está molesto, ─ comentó Beth. La sonreí y la abracé.

─ Gracias. Gracias por cuidar de mí. ─ 409

Me apartó, frunciendo el ceño con una expresión de asco en su cara.

─ ¿No podrías darte una ducha rápida antes de abrazarme? Este hedor
es...─

─ Lo sé, es el gwon, ─ dije, con la garganta apretada.

─ ¿El qué? ─

─ El Gwon, una especie de taxi apestoso y enfadado. ─ Ella abrió los


ojos.

─ ¿Estás segura que estás bien? ─

No, no estaba bien. Nada bien. Las imágenes de Gerle Ad, sus tierras
salvajes, su cielo rayado, su extraña fauna acechaban mi mente y mi
corazón. Los tenía delante de mí todo el tiempo desde que me desperté,
como un fondo de escritorio, un paisaje de fondo. Y no entendía por qué
me daban ganas de llorar.

─ Bah ─ dije, apoyando la frente en su hombro.

Instintivamente me acarició el pelo.

─ Rebecca, ¿no quieres decirme qué te está pasando? Nunca te he


sentido tan mal. ─

La miré a ella.

─ ¿Crees que aún podrías amarme si te dijera que soy un vampiro o un


demonio? ─

Ella frunció el ceño.


─ Cariño, con o sin colmillos, demonio o no, realmente no veo por qué
dejaría de amarte. ─

─ Dices eso, pero...─

─ ¿Pero qué? ¿Crees que mis sentimientos por Leonora cambiaron 410
cuando descubrí que era un vampiro? ¿O que mi afecto por ti
desapareció cuando descubrí que eras una Vikaris? ¿Tienes idea del
terror y el horror que inspira tu especie? Créeme, si he logrado hacer la
vista gorda ante el hecho de que eres una de las criaturas más
aterradoras del mundo, ¡puedo hacer la vista gorda ante tus otros
problemas genéticos! ─

No pude evitar sonreír.

─ Todo es siempre tan sencillo para ti. ─

─ Rebecca, no es de dónde venimos o lo que decimos lo que nos hace


quienes somos, es lo que hacemos. ─

─ He oído eso antes en alguna parte, ─ me burlé.

─ Sí, pero sigue siendo cierto, ─ dijo en tono serio.

Asentí y suspiré.

─ Bueno, creo que es hora de que me dé una ducha. ─

─ Un consejo, cambiaré las sábanas, así que frótate bien porque no te


dejaré dormir conmigo si todavía tienes un rastro de ese olor horrible. ─

Me eché a reír y cuando entré en la ducha, mi corazón ya estaba un


poco más ligero. Tan pronto como el agua comenzó a fluir, empecé a
pensar un poco más tranquilamente sobre cómo me sentía con respecto
a la entidad y cómo pensaba en un "ser poseído". Los humanos a los que
les sucedió perdieron toda personalidad, eran como sobres vacíos, su
piel como ropas en las que se deslizaban los demonios. Pero yo no era
como ellos. Nunca he sido así antes. Eso no significaba que Baetan
estuviera diciendo la verdad, pero me dio mucho que pensar. Durante
mucho tiempo, los ancianos de mi clan me habían explicado que la
destructora era un arma que la Diosa me había dado, un arma muy
poderosa que tenía que aprender a controlar. Pero ya no lo creía. Un
arma no piensa, un arma no se comunica, un arma es una herramienta. 411
Pero la destructora y yo éramos como las dos caras de un mismo ser.
Nuestras voluntades siempre terminaron fusionándose como después de
una larga discusión con nosotros mismos. ¿Podría ser que Baetan tuviera
razón? ¿Podría ser que yo fuera como Janus, el dios de las puertas? A la
vez mirando el pasado y el futuro, la tierra y el cielo, el este y el oeste y
que la bestia tiene las llaves del mundo demoníaco y yo tengo las llaves
del mundo humano, ¿pero están las dos juntas en el mismo ajuar? Y si
eso era cierto, ¿por qué el demonio pensó que debería revelármelo?
¿Qué sombras oscuras lo guiaron? No importaba cuánto mirara, no podía
ver lo que estas revelaciones podían traerle. Era la hija de Akhmaleone,
una Vikaris, mis lealtades no corrían el riesgo de cambiar de ninguna
manera, no más que mis pequeños problemas de agresión o mis
impulsos homicidas hacia sus congéneres.

─ Deja de moverte, ─ gruñó Beth en tono de sueño.

─ ¡No me muevo, me acuesto! ─ Me defendí.

─ Vale, pero intenta no moverte demasiado. Mark está muerto, cariño,


puedes dormir tranquila, ya no te puede pasar nada, ─ murmuró
mientras rodaba hacia un lado.

─ ¿Ya no me pasara nada? ─

─ Sí, bueno, nada inusual. Por supuesto, pueden entrar en la habitación


y tratar de matarte de nuevo o podrías ser secuestrada de nuevo. ─

─ Está bien, está bien, creo que lo entiendo. Me siento completamente


tranquila, ─ dije en tono irónico.

─ Bien, ─ dijo, volviendo a dormirse de inmediato.


Capítulo Treinta y Cinco

De pie en el marco de la puerta de la oficina a medio abrir, fui testigo de


una discreta pero relativamente acalorada confrontación entre la 412

maestra de las pociones y su abuela tan pronto como llegué.

─ Esta no es la solución correcta, ─ protestó Maurane, hundiéndose en


su asiento lo más lejos posible de su escritorio mientras Rosemary se
inclinaba hacia ella.

─ No tienes voz ni voto, ─ contestó ella, golpeando su puño contra la


mesa como para darle más peso a sus palabras.

─ Por supuesto, que lo tengo y te digo que nos vas a llevar directo
contra un muro. ─

─ Te aconsejo que obedezcas sin discutir, ─ Maurane.

Elijo atraer su atención aclarando mi garganta.

─ Te estoy molestando, ─ le pregunté, abriendo la puerta por


completo.

─ No, en absoluto, todo lo contrario, ¿no es así, Maurane? ─ preguntó


Rosemary con voz dulce mientras su nieta se levantaba de su silla.

De repente entré y noté la presencia en la parte de atrás de la


habitación de una mujer con la cara pétrea, vestida de negro.

Su energía era la de una potioneuse, una potioneuse muy poderosa....

─ Esta es Lady Violetta Brenwald del Alto Consejo de Magia. Lady


Brenwald, ella es Rebecca Kean. ─

─ Encantada de conocerla, ─ asentí.


Debería haber esperado eso. Como mi asesinato fracasó
miserablemente, el Alto Consejo -o mejor dicho, el de los Ocho-
reaccionó inmediatamente y probablemente encontró otra forma de
deshacerse de mí.

─ Entonces, ¿usted es el Assayim de Vermont? Usted es la que nos 413

traes todos estos problemas, ─ preguntó Violetta Brenwald con una


mirada reprobadora.

Se veía y se comportaba como una vieja maestra de escuela con su bollo


apretado y su mirada enojada.

─ Desde mi punto de vista, la responsabilidad de este caos recae


principalmente en las potioneuses, Lady Brenwald. ─

Un destello de ira pasó a sus negros ojos y se volvió hacia Maurane con
aire amargado.

─ Bueno, ahora que las presentaciones están hechas, vayamos al grano,


suspiró la maestra de pociones. Rebecca, Lady Brenwald quiere que
detengas tu investigación y que las investigaciones posteriores sean
transferidas a la jurisdicción del Alto Consejo, según lo permita la ley.

Los Consejos Superiores de cada caso tienen derecho a resolver los


asuntos de su clan solos y de forma prioritaria, por lo que Violetta
Brenwald puede negarse a permitirme interferir en la investigación de los
ataques que se han producido en la escuela.

Se levantó elegantemente de su asiento y caminó hacia mí.

─ Cuando Rosemary vino a contarle al Alto Consejo lo que estaba


pasando, decidimos ocuparnos nosotros mismos de este problema de
ahora en adelante. Esta es nuestra decisión, ─ dijo, entregándome un
documento muy oficial.

─ Hmm... Interesante, pero tengo que rechazar su petición de


delegación de competencias, Lady Brenwald. ─
De repente se puso pálida.

─ ¿Disculpe? ─

─ De hecho, esta investigación estaba comprendida en el artículo 3 de


la primera ley, el relativo a los casos de alta traición. Por lo tanto, está 414
bajo la jurisdicción exclusiva del Directum en cuestión, en otras palabras,
la mía. ─

─ ¿Alta traición? Pero, ¿qué alta traición? ─

─ Tengo pruebas de que la potioneuse Stella Stevic y sus cómplices


Sophie Boswell, Sandra Whickers, Jessie Jacob y Julie Whicombe han
preparado en el mayor secreto una serie de ataques contra varias
personalidades pertenecientes principalmente a los clanes de vampiros y
demonios. Estos ataques se fomentaron con un arsenal de pociones que
no cumplían las normas del Tratado y cuya existencia nunca fue
denunciada por el tribunal superior competente, a saber, la suya,
señora.─

Ella tragó con una mirada indignada.

─ Pero... pero, bueno, ¿quién va a creer esas tonterías? ─

─ Mi Directum, señora, así como los líderes de los clanes amenazados


tan pronto como les haya proporcionado las pruebas que tengo.
Además, es inútil decirles que como jefe del clan de vampiros, me siento
particularmente conmocionada por el proceso.

─ ¿Tú... tú eres el líder del clan de vampiros? ─

─ De hecho, de forma provisional. ─

No vi ninguna sorpresa en los ojos de Maurane, lo que significaba, como


Gordon había supuesto, que ella ya estaba al tanto. Sin embargo, el
asombro que vi en los ojos de Rosemary me dejó claro que no había
informado a su abuela. Tenía que admitir que empezaba a gustarme
esta preciosa pelirroja.
─ Lo cambia todo, ─ dijo, mirando a Rosemary con una mirada
venenosa, que inmediatamente bajó la cabeza.

La vieja potioneuse estaba en el banquillo de los acusados. Primero, yo


todavía estaba viva y segundo, el Alto Consejo probablemente no iba a
perdonarla por no advertirle de un hecho tan importante. 415

Personalmente, no habría querido estar en su lugar.

─ Mire, Lady Brenwald, mis intenciones, como Maurane debe haberle


dicho, son no filtrar este asunto. Como usted, me gustaría castigar a los
responsables y encontrar la copia del libro que le robaron, pero...─

─ ¿Qué sabe exactamente de este grimorio o de las pociones


prohibidas, Sra. Kean? ¿Quién se lo dijo? ─ interrumpió Lady Brenwald.

─ Lo siento, pero no tengo intención de revelárselo. ─

─ Maurane, tú eres el líder del clan aquí, no vas a dejar que esa chica
responda a Lady Brenwald en ese tono. ─ gritó Rosemary

Maurane se volvió hacia ella y le dijo en un tono seco:

─ Rebecca no es mi empleada, sino la del Directum. Además, es un líder


de un clan, así que no tengo autoridad sobre ella. No es por no
habértelo dicho. ─

─ De acuerdo. Quería ser cortés, pero ya que insistes, pondré el trato


en tus manos: o me dejas en paz y evitas poner obstáculos en mi
camino, o le daré publicidad a este caso del que tendrás problemas para
recuperarte. Imagina lo que pasaría si todos descubrieran tus pequeños
y sucios secretos. ─

─ ¿No creerás que el Alto Consejo de Magia vaya a ceder al patético


chantaje de una traidora y una puta? ─ protestó Rosemary.

─ Abuela, cállate, ─ la regañó Maurane abiertamente.


Lady Brenwald mojó sus labios, pareció pensar por unos segundos y
luego caminó hacia mí.

─ Creo que preferimos la discreción. ¿Puedo preguntarle las razones de


tal determinación? ─
416
─ Siempre me ocupo personalmente de garantizar la seguridad de los
clanes bajo mi responsabilidad. ─

Me miró durante mucho tiempo y luego asintió.

─ Entiendo. Desenreda esta desafortunada historia a tu manera,


Assayim, ya que parece que te importa tanto. Pero a cambio, me
gustaría que se comprometiera a visitar el Consejo para explicar en
detalle la investigación que ha llevado a cabo y para devolvernos los
documentos que ha encontrado. ─

La señal de alarma que sonaba en mi cabeza hacía que me doliera la


cabeza. La trampa puede haber sido cruda, pero no podía perder una
oportunidad así, servía demasiado bien a mis proyectos.

─ ¿Quieres que vaya a Albany a hablar con el Alto Consejo de Magia? ─

─ Ese es nuestro deseo, en efecto. ─

Y yo quiero ganar la lotería y comprarme un yate, pero


desafortunadamente, no siempre conseguimos lo que queremos....
— Está claro que iré. Y mejor dicho iré más de una vez... —

─ Bueno, ya que todo está arreglado, todo lo que tengo que hacer
ahora es dejarte. ¿Rosemary? ¿Sería tan amable de acompañarme a
casa? ─

Rosemary asintió con la cabeza, me miró con odio y luego siguió


obedientemente sus pasos.

─ Bueno, fue bastante bien, ¿no te parece? ─ Lo dije tan pronto como
me encontré a solas con Maurane.
La maestra de las pociones me miró como si estuviera loca y luego se
desplomó pesadamente en la silla de su oficina sin decir una palabra.

─ ¿Maurane? ─

Ella sacudió la cabeza y luego tuvo un hipo. 417

─ ¿Te encuentras bien? ─ Segundo hipo.

─ Deberías tomar un vaso de agua. ─

─ ¿Un vaso de agua? Rebecca, tranquilizarme, ¿estás bien de la cabeza?

─ Sin duda de alguna. ─

─ ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? ─

─ Sí, desafié al Alto Consejo de Magia o más precisamente al Consejo


de los Ocho. ─

Tercer hipo.

─ Deja de preocuparte, todo va a salir bien. ─

─ La reacción de Lady Brenwald no fue normal. No vayas a Albany,


Rebecca. ─

─ ¿Estás preocupada por mí? ─

─ Sí. ─

Tut tut tut tut tut... ¿no te da vergüenza pensar en esas cosas? ¡Es tu
clan de todos modos! Parecía falsamente ofendida.

Otro hipo.

Oh, sí. En realidad, lo decía muy en serio. Y Maurane no tenía idea de


cuánto.

─ Nunca te tomas nada en serio, ¿verdad? ─


Oh, sí. En realidad, lo decía muy en serio. Y Maurane no tenía idea de
cuánto.

─ De acuerdo, nos ocuparemos de eso más tarde. De todos modos,


todavía no hemos encontrado la copia del libro y la persona responsable
de los ataques, así que...─ 418

─ ¿Tienes alguna pista nueva? ─

─ Sí, por eso venía a verte, Sophia Germann, ¿te suena? ─

─ La hija de Kathryn, por supuesto, fui yo quien te dijo que había


escapado de la supervisión de las potioneuses a quienes se les había
confiado. ─

─ Fue ella la que robó el libro y lo duplicó. ─ Abrió los ojos,


conmocionada.

─ Imposible. ─

La sorpresa había curado su hipo. Siempre de una mala situación había


algo que ganar. Suspiré.

─ ¿Por qué? ─

─ Mira, ni siquiera yo estaba al tanto de la existencia de este libro, así


que no veo cómo esta chica pudo haber sabido de él. ─

─ ¿Tenía Kathryn algún amigo en la junta o en la familia? ─

─ No lo sé, lo comprobaré, pero me niego a creer que Sophia pueda


estar involucrada. ¡Sólo tiene 17 años, por el amor de Dios! ─

─ A esa edad ya había matado a varios cientos de demonios e incluso


más vampiros. ¡Entonces perdóname si no encuentro tu objeción
válida! ─

Ella suspiró.
─ Muy bien. Digamos que tienes razón, no tenemos ni idea de dónde
puede estar, ¿verdad? ─

─ Creo que ella está aquí y es la responsable de todos los ataques. ─

Stella Stevic la había traicionado, así que Sophia tenía un motivo 419
excelente para querer matarla. Lo mismo ocurre con las pequeñas que la
habían ayudado.

─ Pero si Sophia estuviera aquí, ¡alguien la habría visto!

─ Maurane...─ Ella sacudió la cabeza.

─ No, sé lo que estás pensando, pero no. Ese tipo de hechizo de


transformación requeriría mucho poder, no puedo creer que esta
pequeña sería capaz de hacerlo. ─

─ Y sin embargo es el caso. Un testigo la conoció y me aseguró que


había cambiado completamente su apariencia. ─

─ ¿Oh? ¿Y cómo es ella ahora, según él? ─

─ No pudo describirla. ─

─ ¿No pensaste que era porque te estaba mintiendo? ─

─ Le di un suero de la verdad, Maurane. ─ Vi en sus ojos que ella


acusaba el golpe.

─ ¿Por qué no me hablaste de este testimonio antes? ─

─ Pues porque interrogué a este tipo ayer y luego alguien trató de


matarme. ─

─ Quiero verlo. ─

─ ¿A quién? ─

─ A tu testigo. ─
─ Hubiera sido un placer, pero es demasiado tarde. Se lo regalé a un
amigo. ─

Franck Marden le había servido de cena a Héctor, por lo que el


mayordomo me lo agradeció calurosamente por teléfono.
420
─ ¿Disculpa? ─

─ ¿Qué demonios? No está prohibido complacer, ¿verdad?─ Se pasó la


mano por la cara, como si hubiera dicho una obviedad. Unos segundos
después, soltó en tono cansado:

─ Vale, pero eso no cambia el hecho de que Sophia no puede caminar


por el campus. No contigo cerca. ─

─ ¿Por qué no conmigo? ─

─ Porque descifras bien las energías, ¿no? Incluso si ya no tiene la


misma cara o cuerpo, ¡mantiene la misma firma energética! ─

Sonreí, avergonzada.

─ En teoría, eso es cierto, excepto que no recuerdo en absoluto el olor


o el color de su poder. No sería capaz de reconocerla, lo siento. ─

─ ¿Me estás tomando el pelo? ─

─ No. Era sólo una niña, una potioneuse, y no tenía por qué
memorizarla. ─

─ ¡Bueno, eso es genial! Entonces, ¿cómo lo hacemos? ¿Te das cuenta


de que podría ser cualquiera, una profesora, la enfermera, una
cocinera?─

─ No. Tomó el lugar de una estudiante. De eso estoy segura. Así que
empezaremos por buscar estudiantes que hayan estado aquí hace
menos de seis meses, si no encontramos nada convincente, bueno, hay
un hechizo de revelación, ¿verdad? ─
El hechizo de revelación anulaba todos los efectos de los hechizos de
transformación, principalmente las mutaciones físicas, y revelaba el
verdadero rostro de aquellos que los absorbían.

─ ¿Ah, sí? ¿Y cómo vamos a saber a quién administrárselo? ─


421
─ ¿Has producido alguna vez una poción en serie? ─

─ ¿En qué estás pensando? ─

─ Todas las estudiantes comen en la cantina, ¿verdad? ─

─ ¿Te das cuenta de que este sería un verdadero trabajo de titán


verdad? ─

─ Podemos empezar por centrarnos en los estudiantes de último año.


─ ¡Son al menos sesenta! ─

─ Oh, deja de refunfuñar. ¿Ves alguna otra salida? ─

─ Sí. ¡Busca una sospechosa! ─

─ Pero tengo un sospechoso. Vamos, Maurane, no me decepciones. ─

Ella suspiró durante mucho tiempo y luego asintió.

─ Bueno, de acuerdo. ─

Le di una mirada fuerte.

Y no se lo digas a Rosemary. ─

─ ¿No tiene nada que ver con la antipatía que sientes por ella? ─ se
burló de ella.

─ No. No es nada personal (aunque...), pero si Rosemary sabe de


Sophia, encontrará la manera de adelantarse a nosotros y matarla para
preservar el Alto Consejo y todos sus secretos.
─ ¿Aún crees que es una de las Ocho? ─ Más que nunca...

─ Creo que es sumamente peligrosa. ─

Maurane ni siquiera se molestó en negarlo.

─ Muy bien. De todos modos, no iba a decírselo. ─ 422

─ Bueno, ya que estamos de acuerdo, ¿vamos a trabajar? ─

Me frunció el ceño, mirándome con una mirada severa.

─ ¿No creerás que vaya a dejar que dejes a tus alumnos y te saltes las
clases de la mañana? ─

─ ¿Las clases? ─

Inmediatamente miré mi reloj. ¡Oh! ¡Mierda! ¡Las clases!

─ Cierra la puerta al salir, ─ me gritó mientras corría hacía el umbral.


Capítulo Treinta y Seis

423

Me tomó unos segundos entenderlo. El chirrido de los pasos que corrían


en la nieve, los gritos atroces propagados por el viento, y luego el llanto,
el llanto que no cesaba nunca…

La alta columna de humo negro que escapaba del dormitorio de las


niñas parecía engrosarse de segundo en segundo mientras corría hacia
el desastre.

─ ¡Fuera! ¡No se queden aquí! ─ Les grité a las estudiantes aturdidas


que me cruzaba en el camino.

Las 11 era un poco más tarde del mediodía, la mayoría de los


estudiantes estaban afortunadamente almorzando en el refectorio del
edificio principal al otro lado del parque. Pero entre los rezagados y los
fanáticos del régimen, eso todavía dejaba un número nada desdeñable
de víctimas potenciales.

─ ¿Queda alguien en el interior? ─ Le pregunté a una mujer de pie


frente al edificio en llamas.

─ Yo... no sé... ─

─ Hazte a un lado, ¡lleva a todos los niños que encuentres a un lugar


seguro! ¿Me has oído? ¡Muévete! ─

─ Pero yo... ─

─ ¡Haz lo que te digo! ─ Ordené en un tono brutal.

Saltó como si le hubiera clavado una batería eléctrica debajo del culo y
se giró hacia mí.

─ Uh... yo... sí, ¡ahora mismo Assayim! ─


Cuando vi por primera vez sus ojos, reconocí a la maestra que tanto me
había disgustado en mi primer día de escuela, la que había protestado
contra mi presencia y había sido reprendida por Maurane en la cantina.

─ ¿Profesora Valmer? ─
424
─ ¿Sí, Assayim? ─

─ No dejes que nadie se acerque, excepto Maurane. ─

─ ¡Pero tenemos que llamar a los bomberos, apagar el fuego! ─

─ Yo me encargaré de ello. ─

Abrió los ojos y un rayo de duda le cruzó por su mirada.

─ ¿Sola? ─

─ No pierda tiempo, profesora. ─

Ella asintió y luego la oí gritar órdenes y correr hacia las pequeñas


siluetas que aún nos rodeaban.

Tranquilizada por el destino de las curiosas jóvenes, empecé a avanzar


hacia el infierno, con el brazo extendido y la mano abierta, mientras la
magia del Agua invadía mis venas. Una forma transparente comenzó a
formarse lentamente en el suelo cubierto de nieve y a elevarse hacia el
cielo. Giré mi muñeca lentamente y la torre de líquido se dividió en unos
diez chorros que guie a través de las ventanas y las puertas en llamas. Al
momento siguiente, el crepitar de las llamas se detuvo y me apresuré a
entrar en los dormitorios quemados.

A primera vista, la planta baja había sido relativamente preservada. Baja


tasa de carbonización, bajo daño… pero no significaba nada. Los fluidos
y las emanaciones se propagan hacia arriba y, en general, no afectan el
foco donde había comenzado el fuego.

Caminando por los pasillos, rápidamente sondeé las habitaciones, pero


no surgía ninguna energía. Al menos, no del todo.
─ ¿Rebecca? ─

─ Estoy aquí, Maurane. ─ Dije con voz ronca.

─ ¿Qué diablos...? ¡Oh, qué horror! ─ gritó mientras entraba en la


habitación donde yo estaba. 425

En el suelo, cerca de una pared quemada, yacía el cuerpo quemado y


enroscado de una adolescente (o más bien lo que quedaba de él).

─ Creo que sé dónde y cómo se inició el fuego, ─ dije, acuclillándose


cerca de la desafortunada niña.

Fue estúpido, pero me sentí mal, como si tuviera algo qué reprocharme.
Como si tuviera una parte de responsabilidad por las atrocidades que
estaban ocurriendo. Lo que probablemente era en parte cierto.

─ Conozco esta habitación, ─ pensé en voz alta.

─ Es la de Sandra Whickers y Marilyn Felps, ─ contestó Maurane,


molesta.

Eché un vistazo dudoso al cadáver. Sandra puede haber estado


escondida en el fondo de un congelador, pero yo todavía tenía
problemas para ver en este pequeño cuerpo encogido a la alta
anoréxica que había entrevistado.

─ ¿Estás segura de eso? ─

Asintió con la cabeza, luchando visiblemente para reprimir una crisis de


lágrimas tan improductiva e innecesaria.

─ Bien. Ve arriba y comprueba si hay otras víctimas y asegúrate de no


atravesar las escaleras. ─

─ ¿No has mirado ya? ─

Negué con la cabeza.De hecho, había sondeado los techos y extendido


mi poder lo suficiente como para saber que ella no iba a encontrar nada,
pero quería estar a solas con Marilyn durante el tiempo necesario para
examinarla y capturar sus últimos pensamientos.

─ Muy bien, ya vuelvo, ─ dijo antes de cruzar el umbral con una mirada
angustiada.
426
Tan pronto como salió de la habitación, propulsé mi magia al cuerpo
herido de la joven, despejando todas las dudas que aún tenía sobre su
identidad. Sí, era Marilyn, el vínculo que acababa de crear al unir mi
energía con lo que quedaba de ella había disipado definitivamente mis
incertidumbres sobre este tema. Pero.... oh, mierda, yo había sido
testigo de muchos horrores en mi corta vida, pero el dolor que esta chica
sintió cuando su asesino la paralizó y luego le prendió fuego fue....

─ ¿Rebecca? No hay nadie ahí arriba. ─

La miré y enjugué las lágrimas de dolor que nublaban mi vista.

─ Menos mal, ─ me limité a responder. Me miró intensamente.

─ ¿Qué está pasando? ¿La has sondeado? ─

─ Sí. ─

─ Rebecca. ─

─ Lo sé, no debí hacerlo. ─ Ella suspiró.

─ ¿Encontraste algo interesante? ─

Sí, lo suficiente para no arrepentirme de haber capturado sus últimos


pensamientos.
─ Mira, ─ dije, levantando dos tablas del suelo.

─ ¿Qué es esto? ─ me preguntó, inclinándose sobre mi hombro.

─ Su escondite. Aquí es donde Sandra y Marilyn escondieron la copia


del libro. ─
─ ¡Pero está vacío! ─

─ Sí. El asesino se lo llevó. ─ Maurane se masajeó la frente.

─ ¿Tienes idea de quién es? ─

─ Aún no, pero no falta mucho. ¿Cómo te va con los hechizos de 427

revelación? ─

Ella suspiró.

─ Ni siquiera a mitad de camino. ─

─ Entonces nos encargaremos de ello. ─

─ Rebecca, ¿te das cuenta de que la escuela va a tener que cerrar? ─

─ Nadie saldrá de esta propiedad hasta que encuentre a Sophia y al


Grimorio, ─ declaré firmemente.

─ ¿Pero dónde quieres que haga dormir a estas niñas? ─

─ El gimnasio tiene calefacción, hay agua y duchas, ¿no? ─

─ Rebecca...─

─ He dicho que tendremos que ocuparnos de ello, ─ no dándole tiempo


para presentar más objeciones.

─ Te doy veinticuatro horas, ni un minuto más, ─ suspiró, frotando el


polvo en sus pantalones.

De repente note, siguiendo su gesto, que se había hecho daño en la


pierna y que gotas de sangre habían manchado sus zapatos.

─ ¿La escalera? Mirando de cerca su herida.

─ No, el piso. Mi pie lo atravesó cuando subí.

Reprimí una sonrisa.

─ Te dije que tuvieras cuidado. ─


─ No, me dijiste que tuviera cuidado con las escaleras. ─

─ Quisquillosa. ─

Al salir del devastado edificio, Maurane hizo una mueca al ver al grupo 428

de maestros y empleados histéricos que la esperaban.

─ ¡Maurane! « ¿Algún herido? ¿Saben el Assayim cómo comenzó el


incendio? ¿Por qué no llegaron los bomberos? ¿Cuál es el alcance del
daño? ¿Deberíamos contactar a los padres? ¿La compañía de seguros? »

Las preguntas venían de todos lados. Vi que los hombros de la maestra


de las pociones primero se hundieron, pero luego respiró hondo, levantó
valientemente la barbilla y se arrojó a la refriega.

Una hora más tarde, los ánimos se habían calmado y todos se fueron a
hacer sus tareas habituales como si nada hubiera pasado.

─ Buen trabajo, ─ la felicité.

─ Sí… y Marilyn, ¿qué hacemos? ─

─ Me ocupé de ella mientras tú estabas ocupada. ─ De hecho, había


cavado una tumba con la ayuda del poder de la Tierra y la había
enterrado discretamente detrás del edificio.

─ Supongo que no podemos mostrar su cuerpo a sus padres. ─

─ No, y no era mi intención. ─

─ ¿Qué se supone que debo decirles? ─

─ Les explicaré lo que pasó. ─

─ ¿Puedo esperar que tengas un poco más de tacto de lo habitual?


preguntó en un tono falso mientras caminábamos hacia su casa.

─ ¿Por quién me tomas? ─


Levantó las cejas mirándome fijamente.

─ ¿Qué? ─ Dije.

Miró al cielo y aceleró su paso a pesar de su pierna lesionada.

─ ¡Hey! Supongo que con todo esto, no tuviste tiempo de hacer la lista 429

de los estudiantes que llegaron recientemente, ─ agregué.

Se giró bruscamente, haciendo una pequeña mueca de dolor, luego sacó


un papel de su bolsillo y me lo dio.

─ Bueno, sí. En realidad, la hice tan pronto como me lo pediste. Sólo


encontré dos. ─

─ ¿Marilyn Felps y Sophie Boswell? ─ Exclamé.

─ Marilyn llegó hace poco más de siete meses, Sophie, seis. ─

─ ¿Puedes conseguirme el horario de Sophie? ─

Ella asintió con la cabeza y luego me hizo señas para que la siguiera a su
oficina.

─ ¿Crees que Sophie es Sophia Germann? ─ me preguntó, sentada


detrás de la pantalla de su computadora.

Si Sophie Boswell era realmente Sophia, entonces me había mentido y


manipulado desde el principio. Peor aún, lo había hecho bajo la
influencia de la poción de la verdad que le había administrado y había
logrado contrarrestar sus efectos, probablemente por medio de un
hechizo de neutralidad.

─ Esa es una posibilidad. Según las grabaciones, llegó a la escuela poco


después de que Sophia escapara. Quizá sea una coincidencia, pero
tendré que revisar todo esto. ─

─ ¿Dónde está? ─
─ Debe estar ahí arriba. Lo último que supe es que estaba viendo la
televisión con Julie. ─

─ ¿Tu abuela no se quedó a vigilarlas? ─ Corrí a las escaleras.

─ No. ¡Ni siquiera sé dónde está! ─ 430

Cuando abrí la puerta del dormitorio, encontré a Julie tumbada en la


cama, con los ojos fijos en la pequeña pantalla y devorando un helado.

─ ¿Dónde está Sophie? ─

─ Estaba harta, salió a dar una vuelta. ─

─ ¿Cuánto tiempo ha pasado? ─

─ No lo sé... al menos dos horas. ─

Me interpuse deliberadamente entre ella y la televisión y la miré


fijamente con los brazos cruzados.

─ ¡Tenían prohibido salir! ─

─ Sí, bueno, sólo dígaselo. ¡De todos modos, ella hace lo que quiere! ─

─ Julie, es importante, ¿no tienes idea de a dónde fue? ─

─ No, yo lo siento. ─

Suspiré con una mirada molesta a Maurane mientras escuchaba nuestra


conversación con asombro.

─ Debe haber aprovechado el tiempo que pasé en mi laboratorio para


escapar, ─ explicó la maestra de las pociones.

─ No te preocupes por eso. No es culpa tuya. ¿Puedes traerme dos de


las pociones de revelación que hiciste, por favor? ─

Maurane apenas había desaparecido cuando volví mi atención sobre


Julie.
─ ¿Por qué estás tan estresada? No te preocupes por ella, Sophie sabe
muy bien cómo manejarse.

─ ¿Hablaste con ella? ¿Te dijo algo sobre su familia y amigos? ─

─ No, a Sophie, no le gusta mucho hablar de sí misma. ─ 431

─ Ya veo, es del tipo "discreto y sumiso". ─ Dije, predicando lo falso


para conocer lo verdadero.

─ ¿Sumisa? Te digo que ella solo hace lo que le da la gana ¿y tú sigues


creyendo que es sumisa? Pero si ese fuera el caso, Profesora Kean, ella
estaría aquí conmigo, ¿no? ─ me hizo notar sabiamente. ─ No confíe en
su mirada de mosquita muerta, es una pose. Sophie sabe lo que quiere y
siempre sabe cómo conseguirlo. Por eso le dije que no se preocupara.
Estoy segura de que sabe cómo defenderse. ─

Sí, e incluso atacar.


─ Con estas chicas, no hay que fiarse en las apariencias.... ─ me había
dicho Marilyn la noche que la entrevisté, debería haberla escuchado un
poco mejor. Si lo hubiera hecho, Sophie o Sophia no me habrían
engañado tan fácilmente.

─ Toma, ─ me dijo Maurane cuando entró en la habitación. Tenía dos


frascos en la mano. Se las quité y me volví hacia Julie otra vez.

─ Julie, vas a tener que beber esto, ─ dije.

─ ¿Qué es? ─

─ Un hechizo de revelación. ¿Has oído hablar de él? ─

─ ¿Es peligroso? ¿Cómo se siente? ─ Moví la cabeza.

─ No, no es peligroso, es sólo para revelar a las personas como son. ─

─ Físicamente, ¿quieres decir? ─

─ Sí. ─
Se encogió de hombros y luego gritó en un tono irónico:

─ Me alegro de no haber cambiado mi tamaño y color de pelo como


otros sugirieron. ¡Habría quedado como una estúpida! ─

Luego se bebió todo el hechizo en unos pocos sorbos. 432

─ ¿Cuánto tarda para que se empiecen a ver los efectos? ─ Le


pregunté a Maurane, vigilando a Julie.

─ Los efectos son casi inmediatos, ─ respondió, ─ pero aun así no


noté ningún cambio en la niña.

─ ¿Te importaría decirme por qué me miras tan raro? ─

─ No te preocupes, Julie, sólo estamos comprobando si eres tú. ─

─ ¿Qué, estoy bien? Sabe, profesora, ahora mismo, no me gusta ser yo,
y menos aún porque sé que estoy a punto de morir.

─ Te lo dije, no tenemos forma de saber cuándo va a suceder, ─ dijo


Maurane.

─ Ya me lo has dicho. Pero lo que me gustaría saber es por qué. ¿Por


qué no lo sabes? ─

Suspiré.

─ Pues como es como un envenenamiento. Todo depende del número


de pociones de ataque que hayas preparado durante tus cursos
avanzados, le expliqué.

─ ¿Preparado o con éxito? ─

─ Con éxito, ─ especifiqué.

─ Entonces sólo hice dos. ─

─ ¿Dos? ─
─ Sí. No sé por qué, pero seguía metiendo la pata, ya la Sra. Stevic,
incluso estaba empezando a enfadarse. ─

Dos.... era una noticia inesperada para ella. Dos pociones prohibidas no
podrían matarla. Tal vez debilitarla por unos años, pero no matarla.
433
Le guiñé el ojo a Maurane.

─ Si estás diciendo la verdad, entonces tu falta de talento


probablemente te salvó la vida. ─

Julie abrió los ojos.

─ Quieres decir que... que...─

─ Que te saldrás con la tuya, sí, ─ le confirmé. Saltó directo a mi


cuello.

─ ¡Oh, eso es genial! ¡Increíble! ─ Gritó mientras estallaba en lágrimas.

─ Sí, me alegro por ti. ─

─ ¿Y Sophie? ─ jadeó, su cabeza aún pegada a mi hombro.

─ ¿Qué hay de Sophie? ─

─ Ella, ella hizo como unas 20, así que...─

─ ¿Veinte? ─ Repetí en un tono sombrío.

─ Sí. ─

Intercambié con Maurane una mirada llena de significado y luego le


susurré al oído:

─ Lo siento. ─

De repente levantó la cabeza y luego retrocedió para mirarme mejor.

─ ¿Entonces va a morir? ─

─ Eso es seguro. El proceso ya debe haber comenzado. ─


Julie se sentó pesadamente en la cama, con la cara lívida.

─ Entonces no deberías dejarla sola, deberías ayudarla y...─

─ Sí, pero para eso, tengo que encontrarla primero, ─ dije. Ella bajó la
cabeza y confesó: 434

─ Tiene un teléfono celular. ─

─ ¿Un teléfono móvil? ─ Me sorprendió cuando me dirigí a Maurane.

─ Imposible, confisqué sus teléfonos, ─ la contradijo inmediatamente la


maestra de las pociones.

─ Sí, pero Sophie tiene dos. Escondió su teléfono prepagado. He


intentado llamarla como acordamos al menos tres veces desde que se
fue, pero no me ha contestado. ¿Crees que...? ─

─ ¿Qué significa "según lo acordado"? ─

─ Sophie no quería que la pillaran desobedeciendo, tenía que advertirle


si Maurane volvía del laboratorio y llamarla con esto, deslizó su mano
bajo su almohada y sacó un teléfono móvil de color rosa caramelo.

─ ¡Pero es mi teléfono! ─ exclamó Maurane, quitándoselo.

─ Sí. Lo dejaste en el borde del lavabo en el W.C.. ─

Apreté los labios para no reírme de la mirada indignada de la maestra de


las pociones.

─ ¿Y juegan a este juego a menudo? ¿Sophie suele salir a caminar tan


pronto como Maurane se da la vuelta? ─

─ Sí, a veces, pero nunca se va por tanto tiempo. ─

─ ¿Entonces por qué me dijiste que no me preocupara? ─

─ No lo sé, me imaginé que si no la buscabas y ella volvía sola a la


casa, no serías muy dura con ella, pero entonces no sabía que ella
estaba en peligro de morir tan rápido por esa cosa de la poción y no
podía... bueno, ¿tú sabes? ─

Asentí con la cabeza.

─ Iremos a buscarla. Pero, ¿estás segura de que me dijiste todo lo que 435
sabes? ─ Le pregunté, puse mi mirada en la de Julie.

─ Sí, te lo juro. ─

─ De acuerdo. Termina de ver tu película en silencio, iremos a buscarla.


Y no te muevas, ¿de acuerdo? ─

─ No, señora. De todos modos, tengo las manos ocupadas, están


pasando cuatro episodios de Mentalist seguidos. ─

─ ¿Cuatro? ¿Qué temporada? ─ Me volví inmediatamente hacia la


pantalla.

─ El tercero. ─

Miré a Maurane y le pregunté, sonriendo:

─ ¿Hay alguna forma de grabarlos? ─


Capítulo Treinta y Siete
436

La enfermera Brewster se veía tan triste y estirada como de costumbre,


pero un extraño resplandor brillaba discretamente en sus ojos.

─ Te estaba buscando, Maurane. Quería advertirte que la pequeña


Jessie murió, pero tu abuela logró salvar a Maya. Ha salido del coma.
Llevo intentando decírselos desde hace dos horas. Iba a decírtelo antes,
pero pensé que con el incendio, deberías estar muy ocupada y... ─

Me deslicé entre las dos mujeres y me paré frente a la enfermera.

─ ¿Ha hablado ya Rosemary con ella? ─

─ No entiendo el significado de su pregunta. ─

─ Te pregunto si Maya y Rosemary tuvieron la oportunidad de tener una


conversación fuera de su presencia.

─ Uh.... sí. Por supuesto, pero Rosemary se fue hace mucho tiempo. ─

De repente empecé a correr hacia el edificio principal, corriendo como si


mi vida dependiera de ello.

─ Rebecca, ¿qué te pasa? ¿Adónde vas? ─ gritó Maurane.

─ ¡A la enfermería! ─

─ Hola Maya, ─ le dije sonriendo suavemente a la rubia con el pelo


enredado y sus grandes mejillas de bebé que me miraba fijamente.

─ ¿Quién es usted? ─
─ Soy el Assayim, tengo algunas preguntas muy importantes que
hacerte. ─

Una luz de inquietud se iluminó inmediatamente en sus ojos.

─ Si es para preguntarme quién me hizo esto, es inútil, ¡no tengo ni 437


idea! ─

─ Eso me sorprendería, ─ dije, agarrando una silla y sentándome


tranquilamente a su lado.

─ Mira, estoy cansada. Necesito descansar un poco y no quiero hablar


contigo. ¡Por favor, vete! ─

─ Me temo que eso no es posible, Maya. Necesito un par de datos que


sólo tú puedes darme. ─

─ ¡Te dije que no sé nada, que no recuerdo nada, que no puedo


ayudarte! ─

Sentí, más de lo que oí, que Maurane y la enfermera Brewster entraban


en la habitación a su vez.

─ Y sé que estás mintiendo. ─

Maurane se acercó e inmediatamente abrió los brazos.

Efusión, gestos tiernos, lágrimas... bueno, todo fue muy bonito, pero ya
era hora de agitar un poco el cocotero para ver qué pasaba.

─ Maurane, ¿puedes darle un segundo, por favor? Aún no he


terminado. ─

─ Pero ya que te dice que no tiene ni idea, ni recuerda lo que pasó. ─

─ ¿Y tú le crees? ─

─ Pero por supuesto. ¿Por qué mentiría? ─


─ No sé, para vengarse, para proteger a alguien que conoce... ya sabes,
a veces las adolescentes tienen pensamientos retorcidos y
complicados.... Pero no te estoy enseñando nada. ─

Maurane se encogió de hombros.


438
─ No, no, Maya nunca haría eso. ─

Teniendo en cuenta lo que había aprendido de la niña cuando la sondeé,


la maestra de las pociones se metería el dedo en el ojo por ella. Esta
chica no era el tipo de chica que se dejaría pisotear.

─ Bueno, Maya, tengo una poción de la verdad en mi bolsillo, así que


creo que la manera más fácil de probar tu punto de vista sería...─

De repente giró la cabeza hacia la pared.

─ No. ─

Inmediatamente le di una mirada a Maurane, que significaba: «¡Ah, ya


ves lo que te decía! »

─ Maya, ya basta, te aconsejo que dejes de hacerte la tonta y le


contestes a la Assayim antes de que me enfade. ─

─ No puedo, ─ trago Maya.

─ ¿Es Rosemary? Ella te hizo prometer que lo mantendrías en secreto y


que no revelarías el nombre de la mujer que te atacó, ¿verdad? ─

Inmediatamente plantó sus ojos tristes en la maestra de las pociones.

─ Sí. Se lo prometí, Maurane. No quiero traicionarla. ─

─ No es una traición, querida mía, ─ dijo Maurane. La abuela no tenía


derecho a pedirte algo así y no puedo imaginarme por qué se comportó
tan mal. ─
─ Rosemary no tiene derecho a tomarse la justicia por su mano, Maya.
Si ella decide vengarte y comete un crimen, entonces me veré obligada
a ejecutarla, ¿es eso lo que quieres? ─

Maya me miró como si me hubieran salido una segunda cabeza, una


cabeza horrible. 439

─ No, no, claro que no. ─

─ Así que dime quién te atacó, ─ insistí.

Jadeó durante mucho tiempo y luego dijo con voz estrangulada:

─ Fue Sophie, fue Sophie Boswell. ─ Bueno, al menos ahora estaba


segura.
─ No le harás daño a la abuela, ¿verdad? ─

─ Rosemary te explicó por qué te pedía que mantuvieras en secreto. ─

─ Sólo dijo que eran asuntos familiares y que tenían que arreglarse en
familia. ─

Básicamente, ella no quería que yo me involucrara.... en resumen… nada


nuevo.
Inmediatamente me levanté de mi silla y me volví hacia Maurane:

─ ¿Tiene Rosemary un lugar propio, un lugar donde le gusta


refugiarse? ─

Maurane levantó la vista, pensó durante unos segundos y asintió.

─ Está su laboratorio personal, el que hizo instalar en las antiguas


bodegas bajo este edificio. ─

─ Llévame allí. ─

Levantó las cejas, incrédula.


─ Espera, sé lo que estás pensando, pero si te metiste en la cabeza que
mi abuela tiene la intención de matar a Sophia. ─

─ Maurane, llámame paranoica si quieres, ¡pero date prisa! ─ Le dije


mientras caminaba rápido hacia la puerta.
440
─ ¿No podías simplemente llamar? ─ me preguntó Maurane, mirando a
la puerta del laboratorio de Rosemary, que acababa de pulverizar, con
una mirada de disgusto.

─ Sí. Pero no habría tenido el mismo efecto, ─ contesté al entrar en


una gran sala rectangular donde flotaban extraños olores.

─ Te lo advierto, no te quejes si la abuela te lanza una poción urticante,


te lo habrás ganado, ─ me advirtió Maurane.

La silueta de Rosemary se separó repentinamente de la pared en el otro


extremo de la habitación.

─ ¿Qué estás haciendo aquí? ─ gruñó mientras caminaba hacia


nosotros, con una expresión enfurecida en su cara.

─ ¿Dónde está, Rosemary? ¿Dónde está Sophie? ─ Dije sin


preámbulos.

─ No entiendo de quién estás hablando, ¡pero sal de mi casa ahora


mismo! ─

Escaneé el laboratorio con mis ojos. Las paredes estaban cubiertas de


estantes llenos de tarros y utensilios de todo tipo. Tres, no, cuatro ollas
enormes estaban en el suelo y dos ollas estaban hirviendo en la enorme
estufa en medio del laboratorio. Pero no había rastro de la chica.

─ Abuela, estamos buscando a Sophie Boswell, ¿te encontraste con ella


por casualidad? ─ preguntó Maurane.

─ No. ¡Ahora llévate a tu asesino psicótico contigo y vete! Necesito estar


sola. ─
─ Maurane, siento la energía de la pequeña... es débil pero la siento, ─
dije, sondeando cuidadosamente las fuentes de energía circundantes.

Tres segundos después, caminé hacia una sección de la pared.

─ Maurane, ¿no podrías encontrarme un mazo en alguna parte? ─ 441

─ Será inútil, ─ contestó Maurane lanzándole una mirada negra a su


abuela antes de unirse a mí y presionar la cabeza de un viejo búho de
madera en uno de los estantes.

Se abrió una abertura en la pared y pude ver el cuarto secreto al otro


lado.

Hay alguien en esta maldita ciudad que no sea un fan de los Cazadores
del Arca Perdida... suspiré irónicamente cuando entré a un pequeño
cuarto oscuro sobriamente decorado con una larga mesa y una joven
atada artísticamente.

Inmediatamente caminé hacia ella y le agarré la muñeca.

─ Está viva, pero apenas, ─ observé, frunciendo el ceño.

─ Abuela, ¿puedes explicarme por qué Sophie está aquí y por qué la
ataste? ─ la regañó Maurane.

─ Sí, Rosemary, ¿cuál es el problema? ¿No había lugar en la sección de


tejido de punto o bingo de su club de la tercera edad, así que optaste
por el departamento de tortura y asesinato? ─

─ Ella merecía ser castigada, ─ contestó simplemente.

─ Tal vez, pero ciertamente no por ti. ─

─ ¿Por qué está inconsciente? ¿Le diste algo? ─ Maurane preguntó,


golpeando las mejillas de la joven psicópata.

─ Fue necesario. Esta pequeña monstruosidad era difícil de controlar. ─

─ Bien, ¿y cómo hago ahora para hablar con ella? ─


Sonrió burlonamente.

─ Abuela, realmente necesitamos interrogarla, ─ insistió Maurane.

─ Esta pequeña plaga mató a varios de sus camaradas y no sintió


ningún remordimiento, ¿qué más quieres saber? ─ 442

─ Su nombre real, sus posibles cómplices, sus motivaciones, por


ejemplo...─ Tomé un frasco de mi bolsillo y puse parte del hechizo de
revelación en la garganta de Sophie.

La sonrisa sarcástica de Rosemary comenzó a encogerse y luego


desapareció por completo.

─ ¿Qué quieres decir con su verdadero nombre? ─

─ Pero... ¡pero es la pequeña Germann! ─ exclamó Rosemary, con los


ojos bien abiertos, al cabo de unos segundos.

─ ¿Lo entiendes ahora? Vamos, abuela, dinos qué hechizo le diste, por
favor, ─ le preguntó Maurane.

Pero la vieja cabra no era de los que se dejaban influenciar. Ella agitó la
cabeza con una mirada obstinada.

─ No. ─

─ Bueno, vamos a dejar de jugar, ya he tenido bastante paciencia, ─


gruñí, dándole una bofetada fenomenal que la tiró al suelo.

─ ¡Rebeca! ─ gritó Maurane con una mirada de miedo.

Ni siquiera me molesté en responder y recogí a la vieja que no había


sido más que un dolor en el culo desde que llegue, sin piedad.

─ ¿Dónde está el antídoto? ─

Ella me rechazó brutalmente.

─ ¿Te atreviste a golpearme? ─ Acerqué mi cara a la de ella.


─ Trataste de envenenarme. ─

─ ¡Yo no hice nada de eso! ─

─ Mentirosa, ─ dije con una sonrisa.

─ ¿Abuela? ─ 443

Los ojos de Maurane estaban literalmente girando en sus órbitas. Su


respiración se había acelerado.

─ Dime que eso no es verdad. ─

─ Vamos, Rosemary, niégalo, ya no vas a mentir.─ Dije con frialdad.

La potioneuse me miró con odio y luego caminó hacia su nieta.

─ Rebecca sabe demasiado, Maurane. El Alto Consejo consideró que


amenazaba nuestra seguridad. ─

─ ¿Cuándo amenazó Rebecca nuestra seguridad? ¿Cuándo se arriesgó


al no revelar nada al Directum para protegernos? ¿Cuándo apagó el
fuego que estaba arrasando los dormitorios? ¿Cuándo puso su vida en
peligro para averiguar la verdad? ¿Eh? ¿En qué momento exactamente,
abuela? ─ dijo con voz helada.

Una expresión increíblemente dura invadió la cara de Rosemary.

─ Conoce el secreto del grimorio y las fórmulas prohibidas. ─

─ ¿Y eso es suficiente para que tú y el consejo la sentencien a


muerte? ─

─ Ese es el precio que tenemos que pagar para mantener nuestro


conocimiento en secreto, Maurane. ─

Entonces ella caminó hacia mí con una mirada amenazadora en su cara.

─ ¡No dejaré que sigas robando nuestro arte y lo desvíes, Assayim! ─

─ ¿Robar? ¡Robar! ¡No he robado nada, vieja loca! ─


─ ¿Ah, sí? Entonces, ¿de dónde sacas todo el conocimiento que tienes?
¿Por qué no nos dices el nombre del que te entrenó si no tienes nada
que ocultar? ─

─ ¿Quieres respuestas? Bueno, yo también, así que vamos a hacer un


pequeño toma y daca. Te revelo el nombre de mi maestra y tú, a 444

cambio, me dices qué le diste a Sophia y cómo tratarla, parece un buen


compromiso, ¿no es así? ─

Rosemary inmediatamente me miró con suspicacia.

─ ¿Por qué quieres ayudar a esta criminal? ─

─ Te lo dije, todavía tengo algunas preguntas que hacerle. ─

Miró el alargado cuerpo de la niña con una sonrisa vacilante y finalmente


asintió.

─ Es un trato, ─ dijo, sacando un frasco negro y gris del bolsillo de su


chaqueta y dándomelo. ─ Le di proxilis equiba. Si le das laquidium,
debería despertar. ─

Tomé la poción, la metí en el bolsillo y la miré de nuevo.

─ Muy bien, ahora es mi turno: la que me entrenó se llama Juliette,


Juliette Marant, es francesa, ─ le dije.

─ Estás mintiendo, Assayim. Conozco íntimamente a la mayoría de los


grandes potioneuses europeas y ninguna de ellas tiene ese nombre. ─

─ Juliette no es una potioneuse, sino una Née-avec, ─ le respondí.

Rosemary, conmocionada, me miró asombrada mientras Maurane


mostraba una expresión de perplejidad.

─ Pero Rebecca, eso no es posible, ¿eres consciente de lo que dices?


Ninguna Née-avec ha nacido desde hace cientos de años y. ... ─
─ Nace una, o más bien una entre nosotros, nace cada cincuenta años
desde el nacimiento de mi clan, ─ le dije a la maestra de las pociones.

Rosemary entonces caminó hacia su nieta, con lágrimas brillantes en los


ojos.
445
─ ¿Te imaginas lo que eso significa? Todo nuestro conocimiento
perdido, todo lo que hemos olvidado... todo, podríamos recuperarlo
todo. ─

Negué con la cabeza.

─ No. ─

─ ¿Pero por qué? ─

─ Este conocimiento no te pertenece, no es para ti, ─ dije en tono


condescendiente.

─ ¿Pero cómo puedes decir eso, Rebecca? Nosotros somos los


guardianes, es a nosotros a quienes se nos ha confiado esta tarea, ─
protestó Rosemary.

─ Mal. Esta tarea fue confiada a las Vikaris por Akhmaleone y tú lo


sabes. ─

─ Así que, tenía razón, ─ dijo Maurane de repente con una sonrisa, tú
eres uno de ellas.─

─ Lo era y, en cierto modo, lo sigo siendo, lo admito. ─

Rosemary me miró y puso una mano sobre su pecho, como para frenar
el frenético latido de su corazón.

─ ¿Una Vikaris? No es posible, no puedes ser... ¡no! ─

Corrió a uno de los muchos estantes para agarrar una botella, pero no lo
suficientemente rápido como para escapar de los tentáculos de energía
que acababan de aparecer repentinamente del suelo.
─ No te muevas más o te estrangularán, ─ le dije, dándole una
muestra de mi poder.

La magia de la Tierra, como la del Aire, el Fuego y el Agua, tenía un


sabor particular. Acre, poderoso, amargo.
446
Maurane estaba pálida, con los ojos bien abiertos, cautivada por mi pelo
color fuego y el halo rojo que me rodeaba. Y Rosemary no se veía mejor,
con la boca abierta, completamente obstruida por los tentáculos que la
rodeaban.

─ Rebecca, por favor.... ─ susurró la vieja potioneuse con voz


estrangulada.

─ Soy un Vikaris, no conozco la piedad, lo siento. ─ Un terror


indescriptible invadió los rasgos de la anciana.

─ Nosotras... no sabíamos quién eras. Si hubiéramos sabido...─

─ Habrías intentado matarme más rápido, ¿verdad, Rosemary? ─

─ No, no...─

─ ¿Esperas que me crea eso? El Concilio de las Ocho ha estado


mintiendo desde el principio, desde que traicionaste a tu Diosa al no
destruir el grimorio. ─

Caminé lo suficientemente cerca como para sentir su aliento y resoplé en


tono despectivo:

─ ¿Por qué arriesgarse a que la ira de Akhmaleone cayera sobre tu


gente un día, potioneuse? ¿Por qué pusiste a todo un pueblo en peligro
para mantener el objeto de vuestra desgracia y decadencia? ¿Eh? Dime,
¿valió la pena? ─ La cara de Maurane estaba pálida.

─ ¿Está diciendo la verdad? Tú y el Alto Consejo arriesgaron nuestras


vidas por esa cosa. ─
─ Era nuestra herencia, Akhmaleone no tenía derecho a pedirnos que la
quemáramos. ─

Mi mirada se dirigió hacia la maestra de las pociones.

─ Es completamente testaruda, ─ suspiré. ─ No pierdas el tiempo 447


tratando de razonar con ella. ─

─ ¿Qué vas a hacer al respecto? ─

─ ¿Qué crees tú? ─

─ No vas a advertir a los tuyos, ¿verdad?, ─ preguntó con una voz llena
de aprensión.

Sacudí la cabeza.

─ No. No veo ninguna razón por la que deba pagar toda una especie
por el orgullo y el egoísmo de unos pocos, ─ respondí con una mirada
despectiva a Rosemary.

─ Entonces, ¿vas a traicionar a tu gente por nosotros? ¿Para


protegernos? ─

Levanté las cejas.

─ ¿Quién dijo algo sobre traicionar a alguien? No, honraré a


Akhmaleone destruyendo la copia del grimorio, luego el grimorio mismo.

─ ¡No! ─ gritó Rosemary.

La miré enfadada y me volví hacia Maurane, que me miraba fijamente,


preocupada.

─ El Consejo de los Ocho nunca te dejará acercarte a él. ─

─ El Consejo de los Ocho debe desaparecer. ─

Me miró con horror.


─ ¿Vas a matarlas? ─

─ Por supuesto que sí. Conocen muchas fórmulas, al menos las


suficientes para reescribir un nuevo grimorio, y todas ellas son unas
infames traidoras, ¿por qué debería perdonarlas? ─
448
Abrió la boca para contestar y luego la cerró inmediatamente.

─ Estas mujeres sólo pueden traer muerte y destrucción a tu pueblo,


Maurane. Ya están malditas, ─ agregué.

─ ¿Qué hay de mi abuela? ¿Vas a hacer lo mismo con ella? ─

Maurane me miró y su cara se descompuso inmediatamente.

─ Déjame hablar con ella...─

─ No servirá de nada, cree que tiene una misión que le fue confiada por
sus antepasados, ¡una maldita misión para proteger ese maldito
grimorio! Nunca podrá pensar en ello con calma, ─ respondí, lanzando
un hechizo de silencio sobre la vieja potioneuse.

─ Creo que la subestimas. ─

─ Nunca podremos subestimar lo suficiente a las personas


adoctrinadas.─

─ ¡Haces que suene como si fuera parte de una secta! ─

─ Sí, y un culto de tontos! ¡Traicionar a Akhmaleone fue muy


estúpido!─

─ Hablas como si la Diosa estuviera siempre presente. ─

─ Maurane, solo porque te haya abandonado y nunca haya dado


señales de vida desde que se fue, no significa que haya hecho lo mismo
con mi clan. ─

─ Tú... tú lo dices en serio. ─


─ Sí. Quiero decir eso. ¿De dónde crees que saco todos mis poderes? ─

─ ¡Oh, Dios mío! ─

─ Mira, sé que te preocupas por tu abuela, pero es la única manera, ─


dije, levantando un brazo amenazador hacia Rosemary. 449

Pero no tuve tiempo de terminar mi gesto y envolver el tentáculo de


energía alrededor del cuello de la vieja potioneuse, cuando Maurane me
interrumpió aferrándome a mi codo.

─ Espera... espera... tu magia, tu magia es muy poderosa ¿si no me


equivoco? ─ preguntó en tono de pánico.

─ Sí, ¿y qué? ─

─ ¿Alguna vez has creado un hechizo de olvido? ─

─ No funcionará con una mente tan fuerte. ─

─ Entonces combina tu magia con la mía. Un hechizo elaborado por dos


brujas de nuestro nivel será necesariamente muy poderoso, tan
poderoso que nada ni nadie podrá contrarrestarlo. Por favor, inténtalo,
─ me suplicó, con lágrimas en el borde de los ojos.

A la mierda, que te jodan.


─ ¿Qué ganaría yo con eso? ─

Reflexionó a gran velocidad y luego dijo con voz ronca, rota por la
emoción:

─ Si aceptas intentarlo, te ayudaré a eliminar a los otros miembros del


Consejo de los Ocho. ─

─ ¿Hablas en serio? ─ Le dije, sorprendida.

─ Nos traicionaron durante años y su maldito grimorio fue la causa


directa de la muerte de muchas de mis estudiantes, créanme, soy muy
seria en esto. ─
─ ¿Tienes un plan? ─

─ Efectivamente.

─ Entonces está bien. ─

Un rayo de alivio cruzó los ojos de la maestra de las pociones, así que 450

pensé que sería una buena idea añadir:

─ Pero no quiero que te hagas ilusiones, si la poción del olvido


fracasa...─

─ Entiendo. Se lo que está en juego, ─ suspiró con tristeza.

─ Entonces, pongámonos a trabajar. ¿Tienes cuerda en alguna parte?─

─ Sí. En el cobertizo. La traeré. ─


Capítulo Treinta y Ocho

451

Sentada en el borde de la mesa, vi a Sophia Germann despertarse


lentamente. Gracias al láquidium que contrarrestó los efectos del hechizo
de Rosemary, la niña había recuperado algo de color y había conseguido
un aplazamiento de corta duración.

─ Hola Sophia ─ dije con voz tranquila.

Su cara se congeló inmediatamente cuando me reconoció. Por un


momento ella sostuvo mi mirada y luego suspiró desanimada.

─ Hola Assayim, le ha costado mucho tiempo reconocerme. ─

Le di una media sonrisa.

─ Admítelo, no me lo hiciste más fácil. ─

─ Lo confieso, ─ admitió.

─ Supongo que no te sorprenderá que te haga unas preguntas. ─

─ No. Nada de eso importa de todos modos. Por primera vez, su


mirada reflejaba una cierta sinceridad. Esperaba no equivocarme.

─ Me gustaría que me explicaras por qué. ¿Por qué robaste el libro y


cuáles eran tus intenciones? ─

─ Quería que pagaran por la muerte de mamá y por todo lo que me


habían hecho pasar, ─ explicó con calma.

─ ¿Con quién estás enfadada? ¿Con Maurane? ¿Con las potioneuses? ─

─ Con todos ustedes. Todos dejaron morir a mi madre, todos la


condenaron sin siquiera intentar comprenderla. ─
─ Tu madre fue asesinada por humanos, Sophia. Por humanos que no
sólo la corrompieron sino que la traicionaron usándola para sus
experimentos. Tu clan no fue en absoluto responsable de ello. ─

─ Si la hubieran ayudado cuando lo necesitaba, mamá no se habría


visto obligada a hacer lo que hizo, ─ me contradijo. ─ Les había dicho 452

que necesitaba dinero, que el banco podía quitarnos la casa, pero a sus
supuestos amigos no les importó.

Nunca había tratado de entender por qué Kathryn Germann actuó de esa
manera, tenía que admitirlo. Sus acciones habían tenido consecuencias
terribles, al igual que su traición, lo que me bastó para juzgarla y
formarme una opinión muy negativa de ella.
─ Yo no sabía eso. ─

─ Puedes ser, pero los otros no. Yo quería que sufrieran y sabía que
matando a unos cuantos vampiros y demonios y dejándote suficientes
pistas, ¡terminarías matando a Maurane y a toda su banda de mentirosas
e hipócritas! ─

─ ¿Querías usarme para llevar a cabo tu venganza? ─

─ Quería usarte contra ellos, como ellos te usaron contra mamá. ─

─ ¿Qué hay de Stella? ¿Por qué fuiste a verla? ─

─ Al principio, sólo quería que me enseñara a hacer una o dos pociones


muy complicadas... luego pensé que tal vez estaría dispuesta a
ayudarme. ─

Stella odiaba a Maurane y al Alto Consejo por el Tratado de Paz. Ella


nunca aceptó que la lucha había terminado. Así que cuando le dije que
tenía una copia del libro de fórmulas prohibidas, inmediatamente se le
metió en la cabeza que el Alto Consejo nos había mentido, que podíamos
haber ganado la guerra, que no era demasiado tarde, que el error aún
podía corregirse. Cuando le dije que estaba enloqueciendo, me ahuyentó
amenazando con exponerme y luego pidió a varios de sus estudiantes
que la ayudaran con su proyecto. ─

─ ¿Es por eso te uniste a la escuela? Querías acercarte sigilosamente y


coger el libro, ¿no? ─
453
Ella asintió.

─ Sí. Hackeé el ordenador de la escuela y vi una pequeña noticia, que


una chica nueva Sophie Boswell, estaba a punto de llegar. Era más fácil
para mí tomar el lugar de una chica que nadie conocía, era menos
probable que cometiera un error y me expusiera. ─

─ ¿Y qué le pasó a la verdadera Sophie Boswell? ─

─ Tuve que matarla. ─

Ella había respondido con un desconcertante desapego, como si


estuviera hablando de las acciones de otra persona o que no estuviera
involucrada.

─ ¿Por qué atacaste a Stella y a las otras antes de tomar el libro?


¿Sospecharon de ti? ─

─ No. Pero una noche oí hablar a Sandra y a la Sra. Stevic. Habían


planeado comenzar su pequeña guerra de guerrillas atacando al líder del
clan de vampiros, Rafael, y a Baetan, el líder del clan de demonios.
Raphael y Baetan, pero honestamente, ¿lo crees? Como si tuvieran
alguna posibilidad de salirse con la suya. No, todo lo que podían haber
hecho era tirar mi plan por la borda al ser atrapadas y entonces yo
habría tenido que descartar el libro, y eso estaba fuera de discusión.

─ Entiendo que fueras tras Stella, pero ¿por qué Jessie y Maya? ─

─ Maya no sabía mucho, se había negado a participar en los proyectos


de Stella, pero era la pequeña protegida de Maurane. Sabía que en algún
momento acabaría contándolo todo. En cuanto a Jessie, me pilló
revisando las cosas de la Profesora Stevic en uno de los casilleros del
laboratorio. ─

─ ¿Qué hay de Sandra? ¿Por qué mataste a Sandra? ─

─ Lo intenté todo, pero no pude conseguir las malditas fórmulas y los 454
amigos que llamé afuera aparentemente no pudieron encontrar nada. ─

─ ¿Te refieres a Frank Marden y sus secuaces? ─ Me miró con


sorpresa.

─ ¿Los conoces? ─

─ Los conocí, ─ le respondí sobriamente.

─ Sí, bueno, de todos modos, pensé que si el libro no estaba en la casa


de Stella o en las cosas personales que había dejado en la escuela,
podría ser porque alguien más lo estaba guardando, alguien en quien
ella hubiera confiado. ─

─ Sandra. ─

─ Sí. ─

─ Ella fue la que te dijo que tenía el grimorio y te reveló dónde estaba,
─ le dije.

─ Sí, pero luego viniste a buscarnos a Julie y a mí demasiado pronto y


no tuve tiempo de recogerlo. ─

─ Vale, ¿pero por qué también fuiste tras Marilyn, la compañera de


habitación de Sandra? ─

─ No tuvo suerte. Si esa idiota hubiera ido a la cantina con las otras,
todavía estaría viva en este momento. ─

Sonreí severamente.

─ Vale, pero de ahí a quemarla viva. ─


─ Ella entró cuando yo estaba levantando el suelo. Sólo me quedaban
dos pociones prohibidas para usar, dos hechizos para prender fuego a
los vampiros. ─

Ella suspiró.
455
─ Te lo dije, tuvo mala suerte. ─

Su rostro era neutro, indescifrable, excepto por una cierta tristeza en la


parte posterior de sus ojos.

─ Y el libro, ¿qué hiciste con él? ─

─ Rosemary lo encontró en mí y lo quemó. ¿No te lo dijo? ─ Punto a


favor para la vieja...

─ No. Rosemary es como tú, tiene sus pequeños


secretos...Precisamente sobre pequeños secretos, ¿cómo te enteraste
de la existencia de las pociones prohibidas? ¿Quién te lo ha contado? ─

Volteó la cabeza hacia el otro lado sin responder.

─ Te hice una pregunta, Sophia. ─

Su cuerpo inmovilizado se endureció y apretó los puños.

─ Bueno, de todos modos, no cambia mucho. Dentro de veinticuatro


horas a lo sumo habré eliminado el Consejo de los Ocho y destruido el
verdadero grimorio, así que, como ves, no hay nada de qué
preocuparse. ─

Volvió a girar la cabeza hacia mí, sus labios temblando.

─ No vas a hacer eso, ¿verdad? ─

─ ¿Por qué? ¿Hay alguien que te importe entre los miembros de las
Ocho Familias? ¿Una tía? ¿Una abuela? ¿Una madrina tal vez? ─

La expresión de odio en su rostro respondió a mi pregunta.


─ Lo siento por ti, pero si te sirve de consuelo, no estarás ahí para
verlo, ─ dije, disparando caritativamente dos balas en su sien.

Al momento siguiente murió sin haber tenido tiempo de tener miedo o


darse cuenta de lo que le iba a pasar.
456
Capítulo Treinta y Nueve

Dos horas más tarde, estaba duchada, tumbada en albornoz en mi


nuevo sofá recién entregado y comiendo mi tercera barra de chocolate 457

frente a la tercera temporada de Nip/Tuck cuando oí una llave girar en la


cerradura de la puerta. Agarré mi Beretta con un suspiro, la puse debajo
de mi almohada y luego grité sin siquiera sondear la energía de mi
visitante no deseado:

─ Beth, ¿no me digas que habéis roto otra vez? ─

Salté al oír el sonido de una voz masculina que me respondía.

─ Buenas noches, mi ángel. ─

De repente sentí que mi corazón estaba a punto de estallar.

─ ¿Bruce? ─

Inmediatamente lo miré y noté su cabello despeinado, sus ojos vivaces y


burlones, su camiseta blanca con la que se dibujaba su magnífica
musculatura y su chaqueta negra de cuero de motociclista. El tiempo no
se prestaba para este tipo de vestimenta, pero a los hombres lobo, al
igual que a los cambiaformas, no les importaba.

─ ¿Qué estás haciendo aquí? Quiero decir, ¿dónde has estado? ─

─ No sabía que tenía que rendirte cuentas, ─ dijo burlonamente


mientras ponía su casco de motocicleta en su lugar.

La alegría y la sorpresa que sentí cuando lo vi se desvanecieron


inmediatamente y fruncí el ceño, un poco ofendida.

─ No tienes, en efecto. ─
Me levanté del sofá para ir a mi habitación sin añadir nada más cuando
sentí que su mano agarraba mi brazo, me daba la vuelta y me pegaba
contra su pecho.

─ Yo también te extrañé, ─ respiró, deslizando su barbilla en mi cuello


mientras me invadía un gran alivio. 458

─ Bruce... ─ susurré, oliendo su fresco y ligeramente picante aroma y


acercándome aún más a él.

Era como una adicta a las drogas. Sentí la necesidad de sentir su piel, de
absorber su olor y de revolcarme en él.

─ Déjame mirarte, ─ dijo, levantando suavemente mi barbilla. Pareces


cansada, cariño.

─ No todo el mundo tiene la oportunidad de dejar todo atrás para irse


de vacaciones cuando quiera, ─ dije en un tono que sonó como un
reproche.

─ ¿Estás enojada conmigo? dijo mientras sus labios rozaban mis ojos,
mi boca, mis mejillas como caricias silenciosas.

─ ¿Porque huiste para una escapada romántica con una chica guapa?
No. ¿Porque no llamaste a nadie? Sí. ¡Mierda, el teléfono existe, Bruce!
─ Instintivamente metí mis manos bajo su camisa.

─ Creo que sería más razonable detenerse ahí, cariño, ─ dijo.

Abrí la boca para protestar e inmediatamente la cerré, aturdida por el


deseo que se reflejaba en sus ojos. Esta vez, hablaba muy en serio.

─ Por favor... ─ añadió con voz ronca. Asentí e inmediatamente me


separé de sus brazos.

─ No quería.... Quiero decir, yo... ─ Me interrumpió.

─ Lo sé. Este es uno de los efectos del vínculo de manada. ─


─ ¿Quieres decir que incluso los hombres entre ellos...? ─ Sacudió la
cabeza.

─ No. ─

─ Así que. ─ 459

Miró hacia otro lado.

─ Contrariamente a lo que imaginaste, no me fui con una chica. Fui a


ver a mi padre. Quería saber cómo pudo haber ocurrido algo así entre
una bruja y un hombre lobo y si había una forma de liberarnos de ello.

─ ¿Y? ─

─ Me presentó a dos mujeres muy atractivas y poderosas. Pensó que si


elegía a una de ellas como mi compañera, automáticamente rompería el
vínculo creado por la magia entre los dos. ─

No fue estúpido, al menos valió la pena intentarlo. Pero si una parte de


mí estaba entusiasmada con la idea de hacer desaparecer la necesidad
del uno por el otro, otra parte de mí gritaba ante la idea de perderlo.

─ Obviamente, no funcionó, ─ constaté en un tono falsamente neutro.

─ Una de estas mujeres, Clara, era perfecta. Quiero decir, ella era
hermosa, inteligente, sensual y a su loba parecía gustarle mucho, pero...
¡Oh! ¡Mierda! ¡Rebecca, debería haber funcionado! ─

─ Tal vez si te hubieras acostado con ella. ─

─ ¡Pero me acosté con ella! ─ Admiraba su sentido del sacrificio.

─ En ese caso, quizás deberías haberle dado más tiempo o...─

Puso un dedo en mis labios para callarme, un brillo triste en mis ojos.

─ En la noche de luna llena, mi lobo rechazó a todas las hembras,


incluyendo a Clara... Mi padre dice que está actuando como si ya
estuviera apareado. Todos los lobos solteros tuvieron sexo en su forma
animal con hembras no apareadas del clan durante la luna llena. Las
parejas, por otro lado, estaban copulando por su lado. ─

─ Pensé que compartíamos un simple vínculo...


460
─ Supongo que es más complicado que eso, ─ dijo frotándose la
frente, con cara de disgusto.

─ No quiero parecer desagradable, pero te recuerdo que no soy una


licántropo, así que no puedo ser la compañera de tu lobo bajo ninguna
circunstancia. ─

─ Si tú piensas que hace una diferencia... Uh, sí, eso, por supuesto...─

─ Tal vez debiste quedarte más tiempo, tal vez si conocieras a otras
chicas.─

─ Rebecca, ya me ha costado mucho alejarme de ti durante más de tres


semanas... Ni siquiera tuve la paciencia de volver a mi antiguo
apartamento para cambiarme, me moría por verte, por sentirte…─

Puse un dedo en sus labios para evitar que continuara.

─ Lo sé. Es lo mismo para mí. ─

─ ¿Estás tratando de consolarme? ─

─ No. Si intentara consolarte, te diría que nuestro vínculo no es el más


embarazoso que he tenido con un hombre últimamente. ─

Levantó una ceja interrogante.

─ ¿Raphael? ─

─ No. Mark. ─

Sus ojos se oscurecieron.

─ ¿Desde cuándo se ha convertido en parte de la ecuación? ─


─ Ya no es parte de esto, está muerto. ─

─ Bien, porque no soportaba a ese tipo ni la forma en que se te pegaba.


Si me hubieras dejado hacerlo, le habría cortado la garganta hace mucho
tiempo. ─
461
Le di una mirada divertida.

─ Es increíble lo mucho que te pareces a Rafael a veces. ─

Sonrió.

─ ¿Dónde estás él? ─ preguntó en un tono demasiado ligero para ser


natural.

─ Por el momento, está en un viaje de negocios...─ Dudé y finalmente


lo dejé ir:

─ Dirijo el clan vampírico durante su ausencia. ─

─ ¿Me tomas el pelo? ─

─ No. ─

─ Vale.... ¿hay más cervezas en la nevera? ─

─ Sí, las tuyas. ─

─ Voy a agarrar una y tú me vas a contar todo lo que pasó, algo me


dice que puede ser fascinante. ─

Un cuarto de hora más tarde, le di una rápida actualización de todo lo


que había pasado, excepto de mi viaje a Gerle Ad.

─ ¿Por qué no me hablaste de tus problemas con el semidemonio antes


de irme? ─

─ Porque no había nada que pudieras hacer. Se había refugiado en una


ciudad demoníaca, tú habrías estado tan indefenso como yo, y eso te
habría vuelto loco. ─
─ Rebecca, prométeme que si te pasa algo en el futuro, me lo dirás. ─

─ Eres mi amigo, Bruce, mi compañero de manada, no mi ángel de la


guarda. ─

Un extraño brillo cruzó sus ojos. 462

─ ¿Qué? ─ Le dije.

─ Te quiero. ─

Me encogí de hombros.

─ Sí, bueno, yo también te quiero. ─

─ Lo sé, ─ dijo, mirándome fijamente, como si dudara en decir algo.

Entonces sacudió la cabeza y reanudó su tono de siempre.

─ ¿Qué dirías si nos preparara una buena comida? ─

─ Me encantaría, pero la nevera está en modo "Terre Adélie"7, sólo


quedan cubitos de hielo.

─ Lo sospechaba, así que mira, ─ dijo mientras sacaba paquetes de


compras de su bolsa de viaje.

─ ¿Has traído enchiladas? ¡Oh! ¡Eres increíble! Lo siguiente que supe es


que estaba sentada en uno de los armarios de la cocina y lo veía
preparar la cena.

─ ¿Qué estás haciendo? ─ le pregunté mientras lo veía amasar la


harina.

─ Un postre sorpresa. Por cierto, ¿qué hiciste con Leo? ─

─ Lleva unos días en casa de Gordon.

─ ¿En el territorio de la manada? ─ rugió, obviamente infeliz.

7
Terre Adélie: un sector de la Antártida.
─ ¿Qué? ¿Es eso un problema para ti? ─

─ No es seguro. ─

─ ¿Qué quieres decir con no es seguro? ¿No confías en tu vieja


manada? ─ 463

Aunque Bruce era una especie diferente de licántropos, había sido parte
de la manada de Gordon durante algún tiempo. Pero en esa manada no
había tenido tiempo de adaptarse a sus necesidades y el vínculo que se
había creado entre nosotros había hecho en cualquier caso imposible su
integración.

─ No. No para ese tipo de cosas. ¿Sabes cuál es la edad media de la


primera relación sexual de una joven loba? ─

Suspiré.

─ Lo sé, ya he tenido esta discusión con Gordon. Pero si me preguntas,


Leo está absolutamente a salvo.

─ ¿Ah, sí? ─

─ Al menos por un tiempo. William la cuida como un diamante


precioso. ─

Frunció el ceño.

─ ¿William? ─

─ Creo que él.... Quiero decir, siente algo por ella. ─

─ Rebecca, es una historia imposible, lo sabes. Aunque espere a que


ella crezca lo suficiente, no puede haber nunca, quiero decir nunca,
ninguna historia entre ellos. ─

─ Estás predicando a los convertidos. ─

─ William se convertirá en el próximo Alfa, este tipo de relación está


totalmente prohibida en su situación, ─ continuó.
─ Ese también es tu caso, ¿no? ─ Bruce era un Alfa y un futuro líder
del clan.

Había sido desterrado durante unos años, pero su padre no lo rechazó.


O las hembras de su manada, teniendo en cuenta lo que me acaba de
decir. 464

─ Para mí es diferente. Estoy destinado a crear un nuevo clan, no a


tomar el lugar de mi padre. Me hace más libre. ─

─ Tal vez, pero no hasta el punto de poder casarse y formar una familia
con un miembro de otra especie. ─

─ Sabes muy bien que ningún lobo puede hacer eso a menos que viva
fuera de un clan. ─

─ Perfectamente cierto, por eso no me preocupo demasiado por Leo y


William. ─

De repente me miró fijamente durante mucho tiempo.

─ ¿Qué hay de nosotros? ¿Estás preocupada por nosotros? ─ Sonrío.

─ No...Dime ¿Me dejaras lamer la olla? ─ Le dije, viéndolo verter las


barras de chocolate derretidas en la masa.

Sonrió.

─ De ninguna manera, ese es el privilegio del cocinero. ─ Me eché a


reír a carcajadas.

─ ¿Sabes qué? Me alegro de hayas vuelto a casa.

Sonrió ampliamente:

─ No eres la única. ─
Capítulo Cuarenta
465

Maurane me examinó desde todos los ángulos y luego empezó a sonreír:

─ Estás perfecta. ─

Hice una mueca cuando vi mi reflejo en el hielo. Si yo me hubiera tenido


parecerme a alguien, ciertamente no habría elegido parecerme a una
mujer de la edad y con el físico de Rosemary, sino a Grace Kelly o
Angelina Jolie. Pero bueno, para usar las grandes palabras, los grandes
remedios y la poción de transformación fue desde un punto de vista
técnico un verdadero éxito.

─ Es una locura, siento como si tuviera a mi abuela delante de mí. ─


Maurane respiraba con orgullo.

El plan audaz de la maestra de las pociones resultó ser una maravilla de


ingenio. ¿Quién mejor que Rosemary para infiltrarse en el Concilio de los
Ocho y tener acceso al libro cuando quisiera?

─ Intenta hablar un poco para que pueda oír tu voz, ─ me sugirió.

─ Maurane, no quiero ser una mala persona, pero no voy a ir a tomar el


té ni a conversar con ellas. ─

─ Genial, tienes sus entonaciones y expresiones, ─ aprobó. ─


Bueno.... las que tenía antes. ─

Rosemary no era la misma desde que le dimos la poción del olvido.

Parecía un poco perdida, confundida y tenía la actitud de una mujer


tímida y reservada. En resumen, su personalidad había cambiado
totalmente.
─ ¿No te arrepientes de tu elección cuando la ves así? ─

─ No. Es un poco extraño, lo reconozco, y a veces extraño sus gritos,


pero no es como si tuviéramos elección. ─

─ No, ─ confirmé, ─ no la teníamos. 466

─ Parece más feliz que nunca, como si le hubieran quitado un enorme


peso de los hombros al mismo tiempo que su memoria. Incluso bromea
de vez en cuando, ¿te das cuenta? ─

No pude evitar sonreír mientras me daba una cajita de terciopelo rojo.

─ ¿Qué es? ─

─ Las joyas que la abuela suele llevar, nunca las deja. ─

─ No sabía que eras tan perfeccionista, me burlé de ella. Se encogió de


hombros y luego hizo retroceder sus largos rizos rojos frunciendo su
bonita nariz:

─ Estas mujeres la conocen desde hace mucho tiempo, se frecuentan


asiduamente, así que es mejor no llamar su atención innecesariamente.
¿Seguro que no quieres que te lleve a Albany? ─

Rosemary había reprobado los exámenes impuestos a las personas


mayores en el momento de la renovación de su licencia de conducir y le
había aplastado con un paraguas la cabeza de la examinadora que tuvo
el descaro de cuestionar sus habilidades mentales. De todos modos, no
podía conducir sola sin levantar sospechas o arriesgarme a que la
arrestaran los policías locales que la tenían en la mira.

─ Como te dije, Beth ya se ha ofrecido a venir conmigo. ─

─ ¿A qué hora tienes que irte? ─

─ En 15 minutos. ¿Has preparado un hechizo de revelación para mí? ─


─ Ya está en tu bolso. Retomarás tu apariencia normal al cabo de un
minuto de haberla tomado. ─

Perfecto. No quería mantener esta apariencia más de lo necesario. Me


hacía sentir francamente incómoda.
467
─ Gracias Maurane. Sé que la situación no es fácil para ti. ─

─ El Consejo de las Ocho no tuvo reparos en poner nuestras vidas en


peligro para proteger ese maldito grimorio, no veo por qué debería
tenerlas, porque se van a enfrentar al destino que ellas mismas
forjaron. ─

─ No sabía que podías tener un diente tan duro, ─ me mofé.

─ He visto con mis propios ojos la devastación que pueden causar las
pociones prohibidas y el precio que tenemos que pagar para usarlas....
Jessie, Sandra, Marilyn, Sophie y hasta Stella están muertas, Rebecca, ¿y
todo por qué? ¿Por el placer de un grupo de viejas locas completamente
irresponsables y devastadas? ¡Oh, no, destruye el grimorio, no soy yo
quien te va a detener! ─

Su preciosa carita estaba decidida y sus ojos no reflejaban ninguna duda


ni vacilación.

─ Tengo que irme...─ Ella sonrió y añadió:

─ Pero ten cuidado, no va a ser un paseo dominical, estas viejas perras


son peligrosas. ─

─ No son las únicas, sonreí, mientras ponía mi mano sobre la funda en


mi muslo a través de la tela de mi falda de tweed.

Beth me estaba esperando en el auto en el estacionamiento. El motor


estaba encendido y pude verla mirándome fijamente a través del
parabrisas.
─ Hola, cariño, ¿sabes que te ves horrible? ─ Arrojó en cuanto entré en
el coche.

─ No agregues nada más, por favor, tengo dolor de espalda y dolores


articulares muy desagradables... ¡no es de extrañar que esta mujer sea
tan irritable! 468

─ ¡Eso no es ninguna excusa! Mírate: normalmente no tienes


reumatismo, pero eso no te impide ser la chica más antipática y
desagradable que conozco, ─ ¡se rió!

Iba a darle una réplica sangrienta cuando de repente me di cuenta de


dos o tres detalles perturbadores. Empezando por su ropa demasiado
elegante para este tipo de viaje, su perfume y el brillo de alegría que
habitaba en su mirada traviesa.

─ Vaya te ves muy bien. ─ Me di cuenta al arrancar el coche.

─ Tuve una noche tórrida, ─ admitió con una sonrisa.

─ ¿Khor? ─

─ Sí. Pensé en lo que me dijiste. Arruinarlo todo por una simple historia
de culos, fue un poco...─

─ ¿Excesivo? ─

─ Eso es correcto. ─

─ Khor es un cambiante y tú eres un lobo. Ambos han acumulado unas


cuantas relaciones durante sus respectivas vidas y sus necesidades
físicas íntimas son mucho más altas que el promedio debido a su
naturaleza animal. Establecer una relación monógama en estas
condiciones no está exenta de desafíos. ─

─ ¿Desde cuándo te preocupas por las cosas desde el corazón? ─

Levanté las cejas, sorprendida.


─ ¿Qué cosas del corazón? Sólo estoy hablando de análisis de
comportamiento y estadísticas. ─

Me miró con cara de burla.

─ Si eso pensaba. ─ 469

Puso el intermitente para adelantar a un camión que se arrastraba


miserablemente y luego preguntó en un tono mucho más serio:

─ ¿Cómo van a ser las cosas cuando lleguemos allí? ─

─ Muy simple. Me esperarás sentada tranquilamente en el coche con el


motor en marcha, mientras yo me encargo de liquidarlas a todas. ─

Me vi obligada a explicarle brevemente a Beth lo que había sucedido en


los últimos días, incluyendo la existencia del Grimorio. Iba a diezmar a
parte del Alto Consejo de Magia con su complicidad, lo menos que podía
hacer era decirle la verdad.

─ Muy simple, en efecto. ¿Estás segura de que no quieres que vaya


como refuerzo? ─

─ No. Nadie debe verte, ni hacer ninguna conexión entre lo que va a


suceder ahora y nuestra presencia. No debemos dejar ninguna pista que
pueda hacer que las potioneuses vayan tras nosotros. ─

Estaba muy contenta con mi disfraz para la ocasión. Si hubiera


aterrizado en el territorio de Jolan otra vez sin previo aviso, el maestro
vampiro probablemente habría tomado la delantera y la situación se
habría agravado.

─ ¿Quién dice que no lo saben ya? Quiero decir, aun así decidieron
matarte, te pondrán inmediatamente en primer lugar en su lista de
sospechosos, ¿cierto? ─

Sacudí la cabeza.
─ Fue el Consejo de las Ocho las que tomaron esta decisión, no el Alto
Consejo de la Magia. Dudo que los otros miembros sean conscientes de
sus pequeños secretos. Y aunque lo fueran, nadie fuera de las Ocho
Familias sabe lo del Grimorio. ─

— ¡Son a pesar de todo malditamente calladas! ─ ella observó. 470

─ No lo suficiente, obviamente... todavía consiguieron robar el libro


debajo de su narices, una niña que no solo lo ha robado sino que
también se permitió devolverlo tranquilamente a su lugar después de
haberlo escaneado, según descubrí.

— Sí, allí es cierto que la cagaron un poco. ─

— Es lo menos que se puede decir. ─

Cuando llegamos a Albany, nos dirigimos directamente a un edificio


grande y moderno. Con sus numerosas ventanas, grandes salas y
centrales telefónicas, se parecía a cualquier otro edificio de oficinas y
encajaba perfectamente en el trazado urbano de esta parte de la ciudad.
Me imaginé que este era exactamente el efecto esperado por las
potioneuses, que hicieron de ello una cuestión de honor de nunca ser
notadas por los humanos desde los oscuros días de la caza de brujas
organizada por la Iglesia Católica en Europa.

─ ¿Estás segura de que es aquí? ─

─ ¿Qué esperabas? ¿Un viejo edificio en la parte de atrás de un


cementerio? ─

─ ¿Por qué un cementerio? ¿Que yo sepa, las potioneuses no se


comunican con los espíritus? ─

Miré al cielo.

─ Es increíble lo anticuada que puedes ser a veces, ¿sabes? ─


─ Tengo derecho a pensar que carece de originalidad. ─

─ No hay necesidad de insistir en eso, lo voy a quemar de todos


modos. ─

Me miró con sorpresa. 471

─ ¿Qué? ─

─ Bueno, el edificio, lo voy a quemar, ─ respondí.

─ Rebecca, sólo porque piense que un edificio tiene un estilo de


arquitectura que es un poco banal o aséptico para mi gusto, no significa
que tengas que sentirte obligada a quemarlo. ─ Subrayó cuando salí del
coche riendo.

Diez minutos más tarde, el grimorio estaba en cenizas, el edificio en


llamas y el Consejo de los Ocho estaba completamente diezmado.
Capítulo Cuarenta y Uno

472

Lo has hecho rápido, ─ constató Beth al arrancar.

— Sí, no es exactamente el tipo de misión en la que es bueno alargarse,


─ le hice notar.

─ ¿Así que se acabó? ¿Fue así de fácil? ─

Las potionosas, por poderosas que fueran, estaban tan indefensas en el


combate cuerpo a cuerpo como los humanos. No tenían ni los reflejos, ni
la fuerza o la velocidad de los lobos, los vampiros o incluso los
cambiantes, y ninguna de ellas había tenido tiempo de reaccionar ante
los ataques relámpagos que les había lanzado. No estaba orgullosa de
ello, pero era así.

─ Acabo de matar a siete personas, Beth, no diría que "es fácil" porque
no lo es, nunca es fácil. ─

─ ¿Qué hay del grimorio? ¿Lo encontraste o no? ─

─ Sí. Además, no es de extrañar que la pequeña Sofía pudiera poner


sus manos en él tan fácilmente, estas brujas arrogantes estaban tan
seguras de sí mismas y de sus poderes que no encontraron nada mejor
que hacer, que exponerlo detrás de una vitrina en su sala de reuniones
secreta. ─

─ ¿Es una broma? ─

Suspiré mientras negaba con la cabeza.

─ No. ─
Beth miró al cielo presionando el acelerador y permaneció prácticamente
en silencio hasta que llegamos a la frontera de Vermont y decidí tomar el
hechizo de revelación.

─ Ya está, he vuelto a ser yo misma, ─ dije, mordisqueando la barra de


cereal que había encontrado en la guantera. 473

─ Eres sexy, pero la ropa de Rosemary que llevas es... en fin...─


suspiró.

Miré hacia abajo el traje gris que se había vuelto demasiado ancho, me
arremangué las mangas ligeramente quemadas y me encogí de hombros
con indiferencia.

─ ¿Tienes planes para esta noche? ─ Le pregunté, encendiendo la


radio.

─ Bueno, como ya no me necesitas y Mark está finalmente muerto,


decidí volver a mis penes y caer en la lujuria, ¿tienes algún
inconveniente? ─

─ Absolutamente ninguno. Planeo dormir doce horas seguidas, cada


uno tiene su propia manera de divertirse. ─

─ ¿Cuándo regresa Raphael? ─

─ Hoy o mañana. Aún no me ha llamado. ─

─ Estás poniendo una cara rara, no me digas que estás preocupada por
él. ─

Miré hacia otro lado.

─ Rebecca, ¿esto es serio?, ─ preguntó en tono de urgencia.

─ Sí. He tenido una bola de ansiedad en mi estómago desde que se fue,


Beth. Sé que es estúpido, pero... ─
─ ...pero eres una bruja. Y estás acostumbrada a escuchar a tu instinto
e intuición. ─

Asentí y suspiré.

─ Exacto. ─ 474

─ Si crees que está en peligro, será mejor que te unas a él, ¿no? ─

No tuve tiempo de responderle. Mi teléfono celular empezó a sonar de


repente.

─ ¿Ama? ─

─ ¿Héctor? ¿Qué está pasando? ─

─ Cien hombres se dirigen a nuestra frontera. Estarán aquí en menos de


dos horas. ─

Sentí temblar la tierra bajo mis pies, a menos que fueran mis piernas....

─ ¿Se lo notificaste a Rafael? ─

─ El amo ya no responde, ama. O cualquier otro miembro de su


guardia.

Cerré los ojos. Una pesadilla sólo podía ser una pesadilla y yo iba a
despertar.

─ ¿Ama? ─

─ Ahora mismo voy para allá. Dile a Jencco que lleve a los más jóvenes
al sótano y saque la artillería. ─

Colgué mientras Beth me miraba con una mirada de preocupación.

Rebecca... la miré y luché para no gritar.

— El Mortefilis ataca al clan de Raphael. —

─ ¿Y él esta…? ─ Ella se detuvo inmediatamente cuando me vio.


— No lo digas, no lo digas, por favor, mientras mi vista se nublaba
lentamente y yo reprimía mis lágrimas.

— ¿Qué vas a hacer? Se limitó entonces a preguntar con un tono


prudente. Me volví hacia ella y sonreí. — ¿Quieres matar a cien
vampiros?─ 475

Ella me dio una sonrisa aterradora.

CONTINUARÁ.....

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