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(coord.)
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del TrabaJ'o Social
Alianza Edi'ton'al
Po1ítica socia1 / Servicios sociales
Colección dirigida por Tomás Femández García
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece
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para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte,
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fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva
autorización.
Los autores
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Contribuciones de la ciencia po1ítica C\ C\ C\ cr)cr)ÚtÚ ®C^-Út-
Contribuciones del derecho
Contribuciones de la economía
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Referencias bibliográficas
1. Introducción
2. Evolución metodo1ógica del Trabajo Socia1
3. El concepto de modelo en la ciencia
4. El concepto de modelo en el Trabajo Socia1
5. Conceptualización y estructura del modelo en Trabajo Social..................... 301
6. Diferentes modelos de intervención en el Trabajo Socia1.........................,.. 303
7. Modelo psicodinámico 304
8. Modelo de modificación de conducta 308
9. Modelo de intervención en crisis 312
10. Modelo centrado en la tarea 316
11. Modelo humanista/existencialista 320
12. Modelo critico/radical 326
13. Modelo de gestión de casos 331
14. Modelo sistémico 335
15. Modelos y práctica profesiona1 340
16. Referencias bibliográficas 342
Referencias bibliográficas
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Los autores
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IntroduccI®ón
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docentes que respondan a las exigencias que la sociedad demanda y que los
estudiantes de Trabajo Social requieren para su íómación dentro del Espa-
cio Europeo de Educación Superior. E1 1ibro que les presentamos intenta
ofi'ecer una respuesta académica en la fiormación de los flmdamentos del
Trabajo Socia1. Su contenido engloba los aspectos más destacados que se
deben conocer para entender esta profésión, divididos en tres bloques temá-
ticos imprescindibles: 1a historia, los fiindamentos y las herramientas de
trabajo.
La primera parte, que está dedicada a la histórica, está compuesta por
dos capítulos, uno aporta la infiomación de los antecedentes históricos que
han motivado el surgimiento de esta ciencia, haciendo un recorrido históri-
co desde el siglo xvl hasta la actualidad, y el otro estudia la evolución del
Trabajo Social en España.
En la segunda parte se analiza la naturaleza del Trabajo Social, com-
puesta principalmente por los fimdamentos, objeto, principios, objetivos y
la ética profésiona1. E1 1ector deberá entender y reflexionar sobre los conte-
nidos de esta parte teórica para afi-ontar el aprendizaje y el uso adecuado de
las herramientas sociales de la profésión, que se ofi-ecen en la ú1tima parte.
El tercer y último bloque temático es eminentemente más práctico, ofi-ece
el interior de la «caja de herramientas» de un trabajador socia1: necesida-
des, problemas, recursos, aportaciones de otras ciencias sociales que permi-
ten una visión multidisciplinar, metodología, modelos de intervención, ám-
bitos diversos de trabajo, documentos básicos de comunicación y fiientes
de iníómación donde poder documentarse.
La finalidad de este manual ha sido doble: por un lado, hemos querido
ofrecer las claves necesarias para entender una proíésión que pretende dar
respuesta a los cambios sociales y docentes que se avecinan, y por el otro,
hemos buscado ese ámbito amónico capaz de incentivar el trabajo en equi-
po, la cordialidad y la reflexión intelectual de nuestro cometido. Los auto-
res de los capítulos de este libro reúnen todas estas características.
Es el espacio adecuado para dar las gracias a todos los autores de1 1ibro,
a los proíésionales, y a todas aquellas personas que ofi-ecen cada día su
apoyo, su solidaridad y su compromiso ante la deíénsa de una sociedad más
justa e igualitaria, donde debe imperar siempre la dignidad humana y la de-
fénsa de los derechos sociales. Gracias a todos, porque eso nos hace seguir
sintiéndonos más vivos.
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1. EL nacimI®ento de una nueva
profesión: el TrabaJ®o Social
Tn-nT'dad Banda GaLlego
1. Introducción
15
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decidir también cómo cuidar a los ancianos solos, a las madres solas, de los
niños sin padres o del padre de familia sin empleo (Thomson, 1990: 440).
Es así como resulta de obligado estudio y reftrencia conocer, siquiera sea
con una rápida mirada, las primeras fiomas en que se ejerce el Trabajo So-
cial por las personas, hombres y mujeres que fiieron nuestros predecesores
en esta ocupación, que llegó a configurarse como profésión hace ya más de
im siglo, desde organizaciones religiosas y laicas que intentaban dar solu-
ción a la pobreza, la creciente industrialización, el crecimiento urbano y,
especialmente en Estados Unidos, a la inmigración. En los barrios bajos de
las grandes ciudades fiie donde tanto europeos como americanos descubrie-
ron la nueva pobreza que estaba invadiendo la población.
Nos hacemos asimismo eco de las palabras de Miranda (2008: 11) acer-
ca de la necesidad de conocer el origen de la profesión, sobre todo por parte
de quien la ejerce o serán fiituros ejercientes: «Nadie puede prescindir de
sus orígenes. Una profésión, una disciplina que desconoce sus orígenes está
obligada a inventarlos pemanentemente». No hay nada que inventar, por-
que se conoce bastante bien quiénes fiieron nuestros predecesores, cuá1es
fiieron sus ideales, las primeras técnicas para el diagnóstico y el tratamien-
to, la voluntad de proceder a hacer reíómas sociales desde la investigación
de las causas que provocaban los problemas sociales, y cómo concebían la
relación entre el usuario (cliente) y el trabajador socia1.
No es nuestro propósito aquí dedicamos a indagar exclusivamente sobre
los pioneros del Trabajo Social, sino más bien acercamos al contexto, al
pensamiento social y a las organizaciones que acogieron esta nueva fioma
de dar racionalidad y eficiencia a la ayuda social, y a partir de aquí dar con-
tenido disciplinar a lo que comenzó siendo primero una ocupación para
convertirse en una profesión, pasadas ya algunas décadas desde su naci-
miento.
Hay un consenso generalizado en que el surgimiento del Trabajo Social
de manera organizada surge en lnglaterra, a partir de la actividad de grupos
y organizaciones que pretenden dar respuesta a los graves problemas socia-
les que aparecen a finales del siglo 2mc como consecuencia de las transfor-
maciones que se iban produciendo en la sociedad derivadas del proceso de
industrialización. Estos problemas incitaron a la compasión de algunos sec-
tores de las clases altas, que por su instrucción, cultura, medios económicos
y espacios de ocio, tomaron conciencia del problema e intentaron buscar
soluciones. La aparición por tanto de un personal especializado en íávor de
los indigentes sociales se sitúa en la época de la industrialización de la so-
ciedad occidental.
Son las dos experiencias más significativas que surgen entre finales del
siglo xlx y principios del xx, y que son las que dan origen al Trabajo So-
cia1: 1as Organizaciones Sociales de la Caridad y los Se#Je7#e72fs. Ambas
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menos elegible (menos deseable) que la vida ensalzada por el trabajo» (Pat-
terson,1993: 42). Este es un principio que reina unánimemente en 1ás po1í-
ticas sociales: el socorro y la asignación de recursos deben ser siempre in-
Íériores a las retribueiones más bajas que un individuo podía obtener eón
una retribución «noma1» (Castel, 2004: 140). De modo que, para entrar en
este sistema, hay que estar reducido a la necesidad más extrema, verse co-
accionado por una fiierza exterior o por el miedo.
Como señala sir Edwin Chadwick, discípulo de Benthan, en el debate
de 1834 sobre la Ley de Pobres: «Al igual que el trabajo es la íúente de la
riqueza, la pobreza es la íúente del trabajo» (Ashíórd,1989: 82). El aceptar
la miseria como condición natural del trabajo implicaba que el camino ha-
cia una concepción más constructiva de la relación entre los salarios y la
po1ítica social quedaba bloqueado.
Ashford (1989: 91), cuando estudia las corrientes de pensamiento en la
búsqueda de ideas refiormistas para el Estado de Bienestar Británico, habla
de tres corrientes: Una corriente de pensamiento refiomista (eduardiano)
fiie la de Herbert Spencer, que propuso el darwinismo social como un nuevo
credo. Otra corriente de pensamiento que tuvo un impacto muy directo fiie el
movimiento de la beneficencia (CÁczrz-o, 77eoi,e77ce7cz), inspirado en el movi-
miento evangé1ico del siglo xlx2. Dicho movimiento quedó consolidado en
1869 con la constitución de la Organización Social de la Caridad (C¢czrz'p
Socz'eÜ, OJ~gcz7zz'zczfz'oJc). Fue patrocinada por la reina y por el arzobispo de
Canterbury. El secretario durante cuarenta años fiie Charles Steward Loch
¢oven refiormador liberal), una de las voces más importantes de la refor-
ma social británica. Prestó sus servicios en las comisiones reales para los
ancianos pobres (1883-1895), los deficientes mentales (1904-1908) y las
Leyes de Pobres (1905-1909). De los diecinueve miembros de la Comisión
de las Leyes de Pobres, seis estaban vinculados a la Organización Social de
la Caridad, y Octavia Hi11, una de los miembros más activos de la Comi-
sión, era ima iníátigable trabajadora en las organizaciones benéficas en los
tuguios de Londres, concretamente en el distrito de Marylebone. Dicha
Organización se opuso a todos los proyectos de pensiones presentados en
los años ochenta y noventa, pero concentró sus ataques en las Leyes de Po-
bres. Las objeciones del movimiento de beneficencia a las fiomas actuales
de ayuda a los pobres no implicaban una negativa a que se les prestara asis-
tencia, sino más bien el que ésta debía ir unida a una vivienda digna, la
atención a la salud y a la fámilia. En realidad, su visión de estas ú1timas era
bastante razonable: 1a asistencia social sin la atención individual que ayuda
a las víctimas de la pobreza a volver a una vida nomal y productiva suele
conducir al fracaso.
Las propuestas del matrimonio Webb podían haber constituido otra co-
rriente, pero no lo fte porque no pudieron conseguir unos seguidores tan
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que estaba siendo aliviada generosamente con una mano, era en muchos ca-
sos producto de los males que le venían producidos por la otra. La concien-
cia de este hecho se fiie dejando sentir de íóma lenta, pero su descubri-
miento fi]e la contribución peculiar del siglo Xlx al bienestar social. En
gran medida, el descubrimiento fie el fiiito de hombres y mujeres que en-
tregaron sus vidas y sus fiortunas a la filantropía.
También veían el problema en las ayudas de la beneficencia pública, que
tenían que desaparecer. Como producto de este pensamiento, juzgaban más
importantes los cambios morales en el carácter que los cambios sociales o
la simple ayuda materia1; por ello estaban en desacuerdo con la donación
de limosna sin más.
Los filántropos ilustrados del xDc denostaron las limosnas como algo me-
nos beneficioso para los pobres que la guía en el camino de la moralidad y la
autodisciplria. Tanto Herbert Spencer, y sus seguidores, como los darwinistas
sociales, que aplicaron la biología darwinista al pensamiento social, pensaban
que la competencia era la ley de la vida; no habría, por tanto, otro remedio
para la pobreza que la autoayuda. De acuerdo con el credo de la autoayuda, tan
censurable era obtener la riqueza sin haber trabajado para conseguirlo, como
lo era ser pobre como consecuencia de la holgazanería. En la práctica, aunque
también se producían las críticas al rico ocioso, se dejaban oír con menor fi-e-
cuencia que las condenas a los pobres holgazanes. Los pobres que seguían
siendo pobres debían pagar el tributo pedido por la naturaleza a todos los inca-
pacitados. Cualquier interferencia a su favor, independientemente de por quién
fiiera emprendida, por el Estado o por fi1ántropos, no sólo sería insignificante,
sino absolutamente peligrosa. Proteger a los débiles en la lucha por la existen-
cia no só1o permitiría que éstos se multiplicaran, sino que no llevaría a otro re-
sultado que no fiiera el de un desastroso debilitamiento de las especies; ame-
nazan'a el plan de la naturaleza de un progreso automático y evolutivo hacia
las fomas más elevadas de la vida socia1. Durante muchos años los problemas
de los inquilinos de las viviendas en las grandes ciudades, o de los trabajado-
res desempleados en las colas del pan, siguieron discutiéndose como si quie-
nes la sufiiJan ftieran gentes perdidas que vivieran en ma comunidad de fi-on-
tera. Sin embargo, bajo el impacto de los cambios sociales e industriales, las
inadecuaciones y las falacias de la explicación individualista se hicierori más
obvias y sus críticos fiieron haciéndose gradualmente más numerosos y expre-
sándose cada vez de una fioma más abierta. Heman Melville, en 1854, se
moíába de las calumnias de los pobres hechas por los prósperos: «De todas las
ridículas creencias de la humanidad sobre la hmanidad nriguna supera a las
críticas que, sobre las costumbres de los pobres, hacen los que viven bien, es-
tán bien vestidos y bien alimentados».
El pensamiento social dominante era, por tanto, de un individualismo
extremo, por el que la causa de la pobreza estaba, no tanto en la fioma en
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que la sociedad estaba organizada, sino en los defiectos individuales del ca-
rácter-. pobreza, ociosidad, negligencia, mala administración, alcoholismo,
juegos de azar, etc.
El individualismo óorno forma de pensamiento se cónformaba por una
serie de premisas:
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cer coexistir la diversidad de razas, que crecía sin cesar al ritmo de la 11ega-
da de nuevas oleadas de inmigrantes. En las ciencias sociales imperaba el
darwinismo social de inspiración maltusiana3 que servía de soporte al eli-
tismo y al despreoio por las masas. Sin embargo, en Estados Unidos, y más
concretamente en Chicago, no triu]ifió el darwinismo social, sino la idea de
que la conducta de los seres humanos no hunde principalmente sus raíces
en la herencia, sino más biep el medio social, de modo que las conductas
individuales son inseparables de las condiciones de vida en las que los indi-
viduos se desenvuelven. Fueron por tanto críticos con el darwinismo social
y la filosofia del Jczz-sez/czz®7ie:
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La cuestión social es una cuestión tan europea como americana. En los grandes centros
industriales de Estados Unidos el obrero arrastra una vida miserable, los niños perecen
prematuramente aniquilados por las penosas tareas a las que tienen que dedicarse:
¿cómo puede golpear tan duramente la pobreza a quienes oon su trabajo generan la ri-
queza? (Á1varez y Varela, 2004.' 271).
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investigación floreció como nunca antes lo había hecho. Una parte conside-
rable de esta actitud fiie subvencionada por la Foundation Russe11 Sage, que
se incorpora en 1907, y estaba obligada a dotar con diez millones de dó1a-
res para la mejora de las condiciones sociales y de vida de Estados Unidos.
Publicó cerca de 501ibros, entre e11os e11ibro de texto sobre Trabajo Social
de casos sociales de Mary E. Richmond, Socz.cz/ Dz®czg72osz®s' (1917).
Pero quizás la obra más influyente a la hora de producir un cambio de
énfásis de la investigación social en Estados Unidos fiie la extensa y minu-
ciosa investigación de Charles Booth, sobre la vida y el trabajo de la gente
deLcJrldres, Lif¡e and Labour or the People ofLondon", err+re lg92 y 1897 .
En buena medida sirvió de modelo para las posteriores investigaciones so-
ciales americanas. Esta investigación causó una fiierte impresión en la po-
blación en general y ayudó a popularizar la idea de que la mejora moral de
los pobres dependía de la mejora de sus condiciones económicas, desper-
tando de esta manera la conciencia moral de muchos. En e11a demostró que
el verdadero problema de la sociedad inglesa no era el pauperismo (teoria
sostenida por el gobiemo), sino la pobreza rea1; no la excesiva confianza
del socorro público, sino la absó1uta y completa incapacidad de la gente
para vivir por sus propios medios, por razones ajenas a su voluntad. A fina-
1es de siglo la idea de que la miseria era fimdamentalmente resultado de la
holgazanería, la falta de previsión y la inmoralidad estaba moribunda, y
además para un número considerable de americanos esta visión ya no pare-
cía estar acorde con los hechos de la vida rea1. En su lugar estaba surgiendo
una actitud de simpatía hacia los pobres contemp1ándolos más como vícti-
mas que como culpables.
Según Bremner (1993.' 101-102), Booth tenía pasión por los hechos.
Estaba insatisíécho por las especulaciones sobre la cantidad de pobreza,
con las teorizaciones sobre las causas probables de la misma, y con las
melodramáticas descripciones de ejemplos de miseria aislados. A la larga,
la lección de este estudio ftie la demostración de que la pobreza no era un
problema amorfio, intangible y seudorreligioso, sino una situación concre-
ta, susceptible de definición económica y merecedora de un escrutinio
científico. El tono de sus observaciones, a juicio de álvarez y Varela
(2004: 282), se parece mucho al estudio de casos que las pioneras del
Trabajo Social inglesas y norteamericanas estaban empezando a períéc-
cionar. En este sentido, tanto el empirismo de las estadísticas como el es-
tudio de casos a partir de técnicas cualitativas de observación respondían
a una común concepción atomística de la sociedad inscrita en la 1ógica
de1 1iberalismo económico. La tradición inglesa de encuesta tuvo un fiier-
te peso en Estados Unidos y, consecuentemente, en la tradición de la Es-
cuela de Chicago, pues los saberes científicos estaban al servicio de las
po1íticas sociales.
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Desde finales del siglo xlx y principios del xx es cuando tienen su naci-
miento y posterior desarro11o las ciencias sociales. Casi todas ellas hunden
sus raíces en el esflerzo por interpretar científicamente la condición huma-
na iniciado durante la Ilustración, es decir, por extender 1ógicamente y sin
solución de continuidad el método científico natural al estudio de los seres
humanos y sus creaciones. Sin embargo, este esíúerzo só1o dio lugar a dis-
ciplinas sistemáticas, con pretensiones de dignidad académica, bien entrado
el siglo xlx (Giner, 2008: 645). Las ciencias sociales, fi-ente a las naturales
son «ciencias del espíritu» (Wilhelm Dilthey,1833-1911), que intentan
comprender el sentido y la significacióh no sólo objetivos, sino subjetivos y
vivenciales de épocas y eventos que son, más que fisicos, humanos.
En estos momentos, tanto el Trabajo Social, como todas las disciplinas
que se mueven en e1 ámbito de las ciencias humanas o sociales están constru-
yendo su propia identidad, y también, por las enolmes confluencias entre to-
das e11as, marcando distancias con las más próximas. La unidad íntima de to-
das las ciencias sociales ha sido siempre un hecho. Comenzaron así a nacer la
sociología, la antropología, la psicología social, rodeadas todas e11as de mar-
cos teóricos muy estimulantes. Este proceso va a llevar décadas, hasta que
van apareciendo las identidades de cada una de ellas, más o menos consolida-
das. Todas, no obstante, nacieron para entender los cambios que la revolución
industrial y la revolución urbana trajeron consigo, pero es más, nacieron con
un objetivo, que era el de su aplicabilidad; esto es, llevar los resultados de sus
teorías sobre el conocimiento de la sociedadpara modificar su fimcionamien-
to, para modificarla a través de sus métodos, desde el conocimiento científi-
co O4iranda, 2008: 19). Fueron los progresos en las ciencias naturales, los
que inspiraron el desarrollo inicial de las ciencias sociales.
En Trabajo Social, el saber especializado procedía, como apunta García
Salord (1998: 30), de la sistematización de las experiencias prácticas de los
voluntarios, fimdamentadas hasta el momento en reférencias religiosas (ha-
cer el bien por amor a Dios) y éticas üacer el bien por amor al hombre),
hasta que comienzan a apoyarse en los conocimientos derivados de las
ciencias sociales nacientes, la sociología fimdamentalmente, pero también
la antropología, la psicología, la ciencia política, la medicina y el psicoaná-
1isis. Así también apunta Vázquez (2003: 113) que las dificultades que ha
tenido el Trabajo Social para convertirse en una disciplina social con el a1-
cance de otras de mayor rango se debe a que nació como una actividad
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EI Estado va tomando cada vez más fiierza para regular los intereses con-
tradictorios que emanan de la sociedad. La explicación del fénómeno inter-
vencionista universal y constante hay que buscarlo en mú1tiples causas:
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entre los dos sexos todo el encanto de esos lazos por los cuales el uno pide el apoyo de
la fiierza, y el otro amor y temura. (. . .) ese noble comercio de los beneficios y del reco-
nocimiento se marifiesta de un modo más sensible entre las dos clases extremas. Tres
son las relaciones principales entre los hómbre§, y son: daf, reóibif, y permutar. La ú1ti-
ma supone la igualdad o la independencia recíproca de los que transigen, y las otras nos
suponen la desigualdad, la necesidad por una parte y la superfluidad por otra. Lajusticia
dirige a la última clase de reciprocidades, y a las otras dos la generosidad. Con la prime-
ra los hombres aprenden a respetarse, y con las segundas a amarse. (. . .). La alianza en-
tre el fiierte y el débil expresa una moralidad más perfecta, porque es enteramente de-
sinteresada y es sublime y tiema, porque revela su porvenir, mientras que la alianza
entre iguales satisface el estado presente del hombre. (. . .) La miseria no solamente soli-
cita una limosna, sino que reclama un consuelo, una guía, un apoyo. La caridad menos
digna de ese nombre es la que sólo da dinero (Gerando, 94-97).
6. La fT'[antropi-a femenina
Se puede añadir, señores, que lustra bandera la filantropía, es decir la manera filosófica
de amar y servir a la humanidad, más bien que la caridad, que es el deber cristiano de
amar y socorrer al prójimo. La caridad se satisface cuando se ha aliviado el infortunio;
1a filantropía sólo puede quedar satisfecha cuando lo ha prevenido (. . .) las mejoras, su
obra [la obra del fi1ántropo], lejos de cesar con él, se transforman un poco antes o des-
pués en instituciones (L. de Guisart, cit. en Castel, 2004, 250).
41
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parte de sus donaciones iría a parar a los pobres, ella contestó con orgullo:
«Ni un céntimo» (Bremner,1993: 78). Consecuentes con la filosofia de la
época de la autoayuda, trabajaban sobre la base teórica de que la gente te-
nía que ser autosuficiente. Para Charles Steward Loch, creador de la prime-
ra Organización Social de la Caridad, su fin último era conseguir «una so-
ciedad sin dependientes» (Moix,1991: 110).
Daban asistencia caritativa, pero no de una fiorma abundante, sino redu-
cida y a regañadientes, y só1o en caso de extrema necesidad, lo que le pro-
vocó no pocas críticas, que posteriormente pasaremos a analizar. Conse-
cuentemente, la ayuda se dirigía más al individuo que al entomo. Para que
las ayudas caritativas fteran más eficaces, se exigían tres requisitos: una
organización más eficaz y racional; una investigación para fávorecer el que
las personas se ayudasen a sí mismas y la abolición del socorro extemo por
parte de las ciudades.
Las organizaciones filantrópicas de la época estaban movidas por moti-
vos distintos. En una sociedad conservadora era natural que se le diera más
importancia a la mutua comprensión entre clases que a drásticas refiomas
sociales. Cierto que los fi1ántropos sentían una cierta simpatía natual hacia
los desafiortunados, porque deseaban realmente mejorar la condición de los
pobres y ayudarlos, bien ftiera movidos por creencias religiosas, por creen-
cias ligadas al amor al hombre o como medio de mitigar el sentido de cul-
pabilidad personal.
Todo este pensamiento estaba arraigado en la idea de que los ricos se te-
nían que comprometer en visitas voluntarias o en otro tipo de actividades
caritativas, con el fin de que los pobres pudieran ver mejorada su situación
al ponerse en contacto con personas que eran moralmente superiores. Si da-
ban su amista¢ 1es ayudaban a recobrar su autorrespeto y contribuirían
también a reducir las divisiones de clase en la sociedad 14. Por el contrario,
desde el otro movimiento donde tiene su nacimiento el Trabajo Social, el de
los establecimientos, sus dirigentes ponían el acento no tanto en lo que los
ricos pueden aportar a los pobres, sino que ponen el énfasis en las ventajas
recíprocas que podiran resultar del contacto y la asociación de personas pro-
cedentes de distintos niveles sociales y económicos, para que los jóvenes
procedentes de hogares acomodados pudieran estudiar la vida en toda su
crudeza y familiarizarse con personas y situaciones que de otra manera no
hubieran tenido la oportunidad de conocer, porque no había otra manera de
hacer comunidad, amistad y vecindad si no era a través del contacto próxi-
mo entre unos y otros, como bien dice el proverbio fi-ancés: «Quien siem-
pre toma y nada da, el amor del amigo abandona» (Semet, 2003: 215).
En Estados Uridos, al igual que en otros países anglosajones, la filantro-
pía tiene fiiertes raíces en las creencias religiosas, en la historia de la asis-
tencia mutua, en los principios democráticos de participación cívica, en las
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que los males de la pobreza afiecten a las filas de los acomodados, ya sea a
través del contagio, del hacinamiento o del descontento.
Todos los sistemas de ayuda, en fin, se han configurado como instru-
mentos de control social, como un medio para refiorzar los intereses de los
grupos dominantes a fin de evitar los riesgos que podían representar los
menos fávorecidos, en fioma de revoluciones, reinieltas o huelgas.
Aunque las mujeres han sido las que tradicionalmente han realizado la-
bores de ayuda al prójimo, no será hasta finales del siglo 2mc y principios
del siglo xx cuando unas mujeres exhorten a otras a hacerse cargo de la si-
tuación material y moral de los más desprotegidos. Fueron cada vez más
numerosas las organizaciones de todo tipo las que solicitaban el esfiierzo de
las mujeres, particulamente solas y solteras, pues se temía que el ocio y la
esterilidad les agriara el carácter (Perrot, 1993: 486) para que se dedicaran
a estos menesteres. Fue con el desarro11o de estas prácticas como surge el
Trabajo Social como proíésión primero, y como disciplina algo más tarde.
Las numerosas denominaciones que han tenido las personas dedicadas a es-
tas tareas es significativo, por lo que hace reférencia al género de sus inte-
grantes y a las labores que en principio realizaban: visitadoras de pobres,
visitadoras amigables, visitadoras amistosas, señoritas de la beneficencia,
señoritas de la caridad, fi1ántropos, agentes sociales de la caridad, asistentes
sociales, trabajadoras sociales. Todas las excelentes virtudes que se les su-
ponía a las mujeres son las que hicieron que se las viera perftctamente ca-
pacitadas para «salir íúera del hogar» a extender sus habilidades hacia el
cuidado de miembros que no eran de su propia familia ®adres, hemanos e
hijos) y se volcaran en trabajos asistenciales y educativos. De hecho, como
dice Flahaut (2000: 330), en los inicios de la proíésión las mujeres asis-
tentes sociales eran muchas de ellas solteras, y a través de su proíésión lo-
graban encontrar una especie de fámilias de sustitLición en los niños, los en-
fermos o en los pobres, algo similar a lo que ocurría con las maestras,
institutrices y eníémeras.
Una característica de estas mujeres es su anonimato, ffente al reconoci-
miento público de los pocos varones que también estaban presentes en estas
tareas, a los que se le dedicaban estatuas, se le concedían condecoraciones,
se les hacían homenajes, porque probablemente ocupaban los puestos de
responsabilidad, y se hacían más visibles. En palabras de Sylvian Merecha1:
«El nombre de una mujer só1o debe estar grabado en el corazón de su padre,
su marido y sus hijos, o bien de sus pobres, que son sus otros hijos» (cit. Pe-
rrot, 1993: 486). Catherine Duprat confiesa que, en sus investigaciones his-
tóricas, ha tenido mucha dificultad para identificar los nombres de todas las
mujeres que se dedicaban a tareas caritativas, denominándolas «figurantes
mudas» por el tipo de actividades anónimas que realizaban, pero que de-
mandaba, sin duda, una inmensa energía íémenina (cit. Genolet, 2005: 55).
45
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Que el trabajo tiene sexo parece que áhora ya se da por hecho, aunque la idea no se 11e-
ve a la práctica en todas las ciencias humanas. En cambio, lo que hay que demostrar son
las virtudes heurísticas de una lectura sexuada del mundo social y del mundo del trabajo
en particular (Laufer, Marry y Maurani, 2005: 20).
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Como podía esperarse del modelo jerárquico del conocimiento profesional, la investiga-
ción está institucionalmente separada de la práctica, y conectada a e11a por relaciones de
intercambio cuidadosamente definidas. Se supone que los investigadores proporcionan
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1as bases y la ciencia aplicada de la que derivar las técnicas para el diagnóstico y la so-
lución de los problemas de la práctica. Los profesionales se suponen que proporcionan a
los investigadores los problemas por estudiar y las pruebas de la utilidad de los resulta-
dÓ§ de 1á inve§tigáóión (1998: 35).
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La principal necesidad del pobre no (es) hoy recibir limosnas, sino el sostén moral de la
verdadera amistad, tener un auténtico amigo, cuya educación, experiencia e influencia,
cuyo conocimiento general de la vida o conocimiento esencial de la economía domésti-
ca se pongan al servicio de quienes no tienen la inteligencia, la habilidad, ni la oportuni-
dad para extraer el máximo de sus flacos recursos (Sennet, 2003: 135).
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En las grandes ciudades las personas se unen por el deseo de lucro. En lo referente a ha-
cer fortma no se ha11an en una situación de cooperación, sino de aislamiento; y en cuan-
to a todo lo demás, no se preocupan por sus vecinos. El cristianismo nos enseña a amar
a nuestro prójimo; 1a sociedad modema no reconoce a prójimo alguno Qitnam, 2002:
514).
Hay que tener en cuenta que en esa época era muy abundante la prolife-
ración de sociedades caritativas y filantrópicas que daban soluciones a la
pobreza a corto-medio plazo, soluciones que eran inmediatas y íáciles de
otorgar, ya que no se planteaban ningún tipo de trabajo más a11á de la dona-
ción. Por parte de las personas que constituyeron la primera de esas organi-
zaciones se consideraba que daban una caridad indiscriminada, irreflexiva,
múltiple y abusiva, y que los recursos estaban muy fi-agmentados. Se pen-
saba incluso que el aumento de las mismas había dado lugar a que los po-
bres se depauperaran aún más. A más sociedades, decían, más depaupera-
ción. Ante esta situación, los promotores de estas primeras organizaciones
se plantean que para obtener unos resultados mínimos había que plantear la
solución a los problemas sociales de otra manera.
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La ayuda, como dádiva, es hasta tal punto antidemocrática que la reprobación le llega
tanto al que la da como al que la recibe y constituye una maldición para ambos. La ayu-
da, en sí y por sí, no tiene ninguna calidad moral y menos que cualquier otra la de poder
tomarse democrática. Su verdadero papel es subsidiario (1922,1982: 115).
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Estos voluntarios tenían que ayudar con ropa, con alimentos, a encontrar
trabajo, que los niños fiieran a la escuela, instruirlos en la higiene corporal
y de la casa, cómo comprar barato y cocinar, enseñar a ahorrar, sugerir for-
mas de recreo, y cuidar de 1á salud, pero el mayor interés se centraba en la
influencia moral que debían ejercer sobre e11os y que se suponía que debía
cambiar la fioma de vida del indigente. Se trataba de individualizar el pro-
blema y de ahí 1a importancia de los archivos de los casos de pobreza.
Otra fimción de estos visitadores era descubrir a los impostores y a los
mendigos proíésionales, que pedían ayuda en varios organismos de benefi-
cencia, esto es, detectar el ffaude, lo cual fiie un motivo de crítica. Se trata-
ba de hacer desaparecer la relativa situación de ventaja que tenía el pobre
en medio de la desorganización de la beneficencia.
No obstante, el visiteo amistoso no era tan fi-ecuente como los 1íderes de
las Organizaciones Sociales de la Caridad esperaban; por e11o, no tardó de-
masiado tiempo en que estas actividades recayeran en personal pagado, con
lo que se inicia, en cierta medida, la profésionalización. Se puso en eviden-
cia, relativamente pronto, que este trabajo requería unas especiales cualida-
des, y un conocimiento del comportamiento humano y de la sociedad, com-
prendiéndose que los trabajadores sectarios, ineficaces o sin tacto, harían
más mal que bien. Es así como comienza el proceso de íómación.
Mary E. Richmond (una de las primeras trabajadoras sociales y la prime-
ra que sistematizó conocimientos propios del Trabajo Social) en Estados
Unidos, junto con otros trabajadores sociales, decide realizar una encuesta
para conocer mejor a las íámilias asistidas por su organización. Con esta fi-
nalidad se promueven unos seminarios para preparar un personal adecuado,
seminarios que se van períéccionando hasta que en 1897 organiza en Nueva
York la Escuela de lnstrucción para la Filantropía Aplicada (actualmente Es-
cuela de Trabajo Social de Columbia en el estado de Nueva York), donde se
organizaron los primeros cursos de Trabajo Social y en la que era docente.
Aimque la primera escuela no nace en América, sino en Europa. Los prime-
ros trabajadores sociales fieron pronto conscientes de la importancia de su
trabajo; entendieron que su organización no era una más de las muchas or-
ganizaciones existentes. En las mismas se codificaban las técnicas y guarda-
ban las relaciones escritas de los casos, de manera que cada uno pudiera ser
conocido y estudiado individualmente. No fiie pues una casualidad que la
sociología estuviera tan estrechamente vinculada en su primera época con el
desarro11o del Trabajo Social, hasta tal punto que fiie Loch, el creador de
la primera Organización en Londres, uno de los que contribuyó a fimdar la
London School of Sociology, con la que se le dio a su personal, a los traba-
jadores sociales de entonces, una íómación fimdamentalmente sociológica.
La propuesta de fiomación también la vio Octavia Hi11 ®recursora del
Trabajo Socia1) tempranamente, de manera que ideó un plan de fiomación
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para las visitadoras que reclutó para hacer un trabajo con las fámilias a las
que se las dotaba de ima vivienda en alquiler a bajo precio, promovida por
e11a misma, para combatir las viviendas insalubres y los abusivos alquileres
de la clase trabajadora. Necesitaban tener un conocimiento técnico de las
ciencias sanitarias y de las leyes relativas a los propietarios y a los inquili-
nos, tenían que aprender a tratar con la gente, a entender las condiciones en
las que viven y los caminos por los que podrían mejorar; tenían que fámi-
1iarizarse con todas las organizaciones de ayuda. Lo más importante para
Hill era la relación personal con los inquilinos, tener con e11os simpatía hu-
mana, más que la simple ayuda material, de ahí la importancia que adquiere
la preparación de las visitadoras que tendrían que moldear el carácter de los
inquilinos y aconsejarles en materia de economía doméstica, en materia de
educación de los hijos, sano empleo del tiempo libre, etc.
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deuda. Estudió 1os trabajos británicos sobre asistencia a los pobres, comen-
zó el establecimiento de una asociación para asegurar en cierta medida la
cooperación entre las veinte sociedades benéficas que trabajaban en Bos-
ton. Las cóntribuciónes de Tuckerman a la teóría y la práctica de la caridad
fiieron redescubiertas al final del siglo xlx por los deíénsores de la filantro-
pía científica, que aprendieron que su modesto ministerio se había antici-
pado casi medio siglo al desarro11o fiituro del Trabajo Social en Estados
Unidos.
Los orígenes del Trabajo Social en Estados Unidos se remontan a1 ú1ti-
mo tercio del siglo xlx, y a los esfiierzos de hombres y mujeres de la alta
sociedad asociados a organizaciones religiosas y laicas que daban trata-
miento a la problemática de la pobreza, urbanización e inmigración. Estos
proto-trabajadores sociales ls intentaban ayudar a los pobres a través de la
persuasión moral y el ejemplo persona1. Con posterioridad a la guerra civil,
se observó una rápida expansión industrial y, consecuentemente, un aumen-
to vertiginoso en las necesidades personales y comunitarias. Entre los cam-
bios sociales más notables de esta época se incluyen: una serie de depresio-
nes económicas y sus adversas consecuencias, nuevas manifestaciones de
racismo y un precipitado aumento de inmigrantes procedentes del sur del
continente americano y de Europa. Ante este panorama, los refiomistas in-
tentaron responder a algunos de estos acontecimientos regulando la distri-
bución de beneficios públicos a través de lo que se denominó 1a Scz'c77zzJ}c
C7,cz7'z-9, (Caridad Científica).
La primera Sociedad de Organización Caritativa se estableció en 1877,
en la ciudad de Búfá1o, en el estado de Nueva York, y fi]e el reverendo S.
Humphreys, conocedor de la Organización Social de la Caridad londinense,
el fimdador de la misma. De ahí se extendió de una fioma rápida a otras
ciudades americanas, recibiendo el nombre de C%cz7'z'o, O7'gcz73z-zcz#-o7c Á4oi,e-
77¬e7tz (Movimiento para la Organización de la Caridad). En el curso de diez
años se fimdaron veinticinco sociedades de organización caritativa.
Los íúndadores eran habitualmente ciudadanos acomodados, moralmen-
te obligados a aliviar el suffimiento de los pobres, esperando de esta mane-
ra reducir la inquietud po1ítica y las huelgas industriales. Eran comercian-
tes, banqueros, fabricantes, que querían ser respetados en su comunidad
como beneíáctores religiosos y fi1ántropos, y como dirigentes cívicos. De-
seaban hacer lo que fiiera necesario para aliviar el sufiimiento de los pobres
de una manera eficiente y económica, pero no a través de los impuestos,
sino a través de las contribuciones y el servicio de volmtarios, porque lo
que necesitaban los pobres era la asistencia para el desarro11o de un buen
carácter que, en la escala de valores de los fi1ántropos, significaba la capa-
cidad para mantenerse a uno mismo. La autodependencia y la asistencia
tendrian que consistir en eso, en modificar el carácter, porque se adhieren,
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«Pasé veinticinco años de mi vida para que el Trabajo Social fiJ.ese aceptado como un
proceso válido del Trabajo Socia1. Ahora pasaré el resto de mi vida procuando demos-
trar que el Trabajo Social no es só1o el trabajo de casos» (Alayon,1980: 154).
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A pesar de1 éxito de su trabajo y el alivio que supuso para los grupos más
desfavorecidos, sus princi~pios,y sus métodos, pensados y a veces ejecuta-
dos con racionalidad, no pudieron sustraerse a las criticas que recibió.
Se les acusó de ser insensibles y distantes, buscando el ffacaso personal en los casos de
extrema pobreza, cuando aplicaban sus principios con la radicalidad con la que fiJ.eron
planteados. Fueron también muy criticados por su dureza, porque rechazaron ffecuente-
mente casos siguiendo su filosofia de «dar un adecuado socorro en calidad y en cantidad
o de lo contrario no dar nada», y cuando los recursos escaseaban lo seguían al pie de la
letra, empleando métodos muy rigurosos y mostrando un talante nada caritativo y filan-
trópico. Howe11s se preguntaba ¿por qué había que ser tan duros con los pobres, cuando
se sabe por experiencia personal y por las estadísticas que miles de e11os no pueden con-
segür trabajo y deben suírir, a menos que se pongan a pedir? Sugería que quizás se die-
ra una equitativa división del trabajo si dejáramos que los ricos que verdaderamente me-
recieran serlo dieran solamente a los pobres verdaderos, y si dejáramos a los pobres
falsos para aque11os de nosotros que, si no somos ricos, tampoco merecemos serlo
@re-er,1993: 81)20.
Otro motivo de crítica fiie por la injerencia que hacía en la vida de la gen-
te pobre, se les acusa de ser fiscalizadores, detectores del ffaude, además de
que a mucha gente pobre no le gustaba ser investigada. No hacían más que
seguir el principio de ayudar só1o a aque11os que podían 11egar algún día a
mantenerse a sí mismos, porque para el resto estaban las wo7ik¢oe,ses (casas
de trabajo), que tenían una disciplina carcelaria.
La temprana y ffecuente profésionalización del trabajo asistencial fiie
también mal visto por los contemporáneos. En el contexto americano fiie
un motivo de preocupación para los progresistas, desde el momento en que
hombres y mujeres corrientes renunciaran a participar y prefirieran ser es-
68
?- # z¥g%¬,gg3j?Í@#&# #g #gr#a ffig£@#ég gsggg#@gá,á#3 6#á ¥,#z#%g2á!j®@ #á2£¥;#!¢
Vuestra sociedad, con su junta de representantes fomada por los magnates del acero,
los empresarios del carbón y los patronos, no está realmente interesada en la caridad. Si
lo estuviera, acabaría con las jomadas de trabajo de doce horas, aumentaría los salarios
y pondría fin a la mutilación y muerte de los trabajadores. Está interesada en apartar de
su vista los restos que sus propios miembros producen. No resulta agradable verlos
mendigando por las calles (Bremner,1993: 81).
7.8. Las primeras fl'guras del Trabajo Social. Dos de sus figuras
representatT-vas
69
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de dedicarle espacio a todas e11as, nos vamos a centrar en dos: Octavia Hi11
y Mary E. Richmond.
70
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rés por la teoría. Su trabajo íúe práctico; se entrevistaba con la gente, orga-
nizaba el trabajo, trataba los asuntos económicos. Documentaba su trabajo
en imumerables conférencias y artículos, documentación que íúe el punto
de partida de sus numerosos trabajos teóricos.
Frente a quienes pensaban que la sociología era la mejor íóma de pre-
paración para el Trabajo Social, ella pensaba que «como un arte de ayuda»
era una actividad práctica, y como tal, no dependía de una sola ciencia, sino
de muchas. Tomando las ideas de Anne Dawes, que según Soydan íúe la
primera en proponer una educación específica para la proíésión dé Trabajo
Social, propuso cómo diseñar y organizar un plan de fiomación.
Mary E. Richmond se dedicó toda su vida a la práctica del Trabajo So-
cial, y en el desarrollo del trabajo diario encuentra los elementos de siste-
matización y organización y un fiierte sentimiento por conocer y fomarse,
ingredientes necesarios para dar al Trabajo Social una base teórica y cientí-
fica. Por e11o el valor de esta precursora radica en su temprana contribución
a la teoría y método de la disciplina, que desarro11a en sus dos libros fimda-
"errka]es, Social Diagnosis (1917) y Caso Social lndividual (192;2:). Con
estos dos libros quedó, en cierta medida, institucionalizado el témino de
Trabajo Social de casos y sus obras han influido durante generaciones en
los trabajadores sociales de todo el mundo. EI Trabajo Social de casos se
convirtió, en cierta medida, en el método propio de la actividad de los tra-
bajadores sociales y en la base para una reivindicación del estatus proíésio-
nal, aunque consideraba que la coordinación de los servicios comunitarios
y la creación de nuevos recursos de bienestar eran indispensables para el
proceso de ayuda.
Llegó a establecer que las dificultades que encontraban algunos indivi-
duos no eran fórzosamente el resultado de íáctores extemos, y que se de-
bían buscar las causas íntimas de tales obstáculos en la propia personali-
dad. Desde aquel momento se comenzó a considerar al necesitado como un
individuo, esto es, como una persona (De Bray y Tuerlinckx, 1973: 15) y
que para ayudarlo de una manera verdaderamente eficaz era necesario plan-
tear un bien diagnóstico.
Para Richmond, el grupo básico de relaciones sociales es la familia,
tema este que es una constante en su obra, porque parte de que muchos de
los problemas que atienden los trabajadores sociales son productos emer-
gentes de las deficientes relaciones sociales. Siendo el trabajador socia1 «el
artífice de las relaciones sociales» entiende la autora que debe ser capaz de
«descubrir las significaciones y nuevas posibilidades que estas situaciones
familiares producen en sus miembros». A diférencia de positivistas y fim-
cionalistas, Richmond no aísla. Por el contrario, indica que hay que tener
cuidado «de no sustituir con la parte el todo, con los medios el fin». Y lo
corrobora al afimar que:
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El conjunto del servicio social (Trabajo Socia1) es mayor que las partes que lo componen.
Todas están al servicio de la personalidad, pero le sirven de distintas fomas. El servicio
social de casos individuales la sirve efectuando mejores adaptaciones entre el individuo a
su rñedió soóiá1`, é1 serviéió sÓÓial cÓ1eótivÓ 1a sirve aótuañdo diréctafiefité sóbre 1Ós indi-
viduos, pero sin tratarlos uno por uno; las refomas sociales la sirven mejorando «en con-
junto» 1a situación de masas por la propaganda y la legislación socia1 (1922, 1982: 173).
76
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8.1. Su nacI-miento
77
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Las décadas de finales del siglo xlx y principios del xx, aunque no sean ab-
solutamente precisas, son conocidas como la edad dorada (1870-1900) y la
era progresista (1900-1915), y son importantes para el nacimiento del Tra-
bajo Social en Estados Unidos porque flie durante estos dos periodos cuan-
do llegan desde lnglaterra las imovaciones de la filantropía científica. Vea-
mos cuá1 era la situación en aque11as décadas, siguiendo básicamente la
aportación que nos hace Putnam.
Las comunidades americanas se transfóman radicalmente con la llegada
de la industrialización, el desarro11o urbanístico y las oleadas masivas de
inmigrantes, nacidos en Europa o en cualquier parte de América, que se
aíánaban en las grandes empresas industriales, lo que hace que se produzca
un fiierte desarro11o demográfico24. Hay una rápida evolución de una socie-
dad rural, local y tradicional a una nación modema, industrializada y urba-
na. El nivel de vida mejoró sustancialmente, crece la renta per cápita, así
como el producto interior bruto, pero estos beneficios no se distribuyeron
de manera regular ni entre las clases sociales ni a lo largo del tiempo, ya
que trajo consigo la degradación de las ciudades, oleadas de delincuencia,
miseria urbana, corrupción po1ítica, enfemedades, violencia y unas acusa-
das desigualdades en riqueza y poder entre ricos y pobres. En 1896, Char-
1es B. Spaur calculaba que e1 1% de la población era dueño de más de la
mitad de la riqueza nacional, mientras que e1 44% de las familias del esca-
1ón más bajo poseía sólo e1 1,2% (Putnam, 2002: 499). Hubo varias rece-
siones graves que interrumpieron el progreso económico (1873-1877 y
1893-1897) pero estuvieron seguidas de casi dos décadas de crecimiento
prácticamente ininterrumpido.
Veamos cuál va a ser el panorama que nos deja la edad dorada. Uno de los
fenómenos más radicalmente impactantes fiie la 11egada interminable de in-
migrantes que año tras año recalaban en las grandes ciudades, provenientes
de las granjas norteamericanas y pueblos europeos (alemanes, irlandeses,
79
#gajG8¥ #¥%ZáZg@#2%#¢f» #ga "¿#7#áZáj2z,É# §#g;Jéaá
En los bloques de pisos todas las influencias contribuyen a agravar la situación, pues
son los semilleros de las epidemias que 11evan la muerte a ricos y pobres por igual, los
viveros de la miseria y el crimen que llenan nuestras cárceles y nuestras comisarías.
Año tras año se deshacen de una escoria de cuarenta mil ruinas humanas para arrojarlas
a los asilos para pobres construidos en las islas de Manhattan y Brook1]m y sostenidos
por las parroquias. En los ú1timos ocho años han producido alrededor de medio mi11ón
de mendigos que se alimentan de nuestros donativos de caridad y mantienen un ejército
pemanente de diez mil vagabundos, con todo lo que e11o implica, pues con su letal con-
tagio moral afectan principalmente a la vida familiar (Putnam, 2002: 504).
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Otro gran problema fiie el de las divisiones étnicas que tendían a refor-
zar las diíérencias de clase. La mancha de aceite de la segregación se ex-
tendió de manera constante, tras el comienzo de siglo xx, de los férrocarri-
les a los tranvías, de los hospitales a las cárceles, de los parques zoo1ógicos
a los teatros. En la década de 1880 el linchamiento hacia la población negra
era una práctica común, pero alcanzó su punto á1gido entre 1889 y 1898.
Las fomas más atroces de segregación se concentraron en el sur, aunque
muchas instituciones cívicas del norte excluían exp1ícitamente de la afilia-
ción a personas de clase obrera, así como a afi-oamericanos, judíos y cató-
licos.
La ideología pública dominante de la edad dorada había sido el darwi-
nismo socia1. Sus deíénsores habían sostenido que el progreso social reque-
ría la supervivencia del más apto y que el gobiemo debía interférir poco o
nada en las leyes naturales del mercado. En ima sociedad organizada de ese
modo los más capaces triuníárían, ffacasarían quienes no tuvieran unos ob-
jetivos y el proceso sin trabas de su eliminación garantizaría el progreso so-
cia1. Esta filosofia presagiaba, en aspectos importantes, el culto liberal al
mercado sin limitaciones, tema popularizado actualmente en los procesos
de globalización. Sin embargo, los críticos del darwinismo social fiieron
imponiéndose progresivamente, tanto desde el punto de vista intelectual
como po1ítico.
Este giro de rumbo fiie provocado en parte por las revelaciones de la in-
vestigación social y las revelaciones de periodistas que practicaban la de-
nuncia social: Jacob Riis, Lincoln Steffens, Ida Tarbell, Upton Sinclair, en-
tre otros muchos.
Durante la edad dorada los actos caritativos parecían a las confiortables
clases medias una respuesta adecuada a los males sociales del momento,
los lazos sociales se estaban debilitando irremediablemente; no obstante,
fi]e en esta época, cuando se pusieron los cimientos para que a principios
del siglo xx, en la era progresista, diera el frito más poderoso, la inventiva
cívica y unos esfi]erzos de refioma organizada, estimulados por una mezcla
de descontento y esperanza.
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82
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La acción colectiva obrera tenía raíces más complejas que las simples cuestiones de sa-
1ario y horarios (. . .) Los sindicatos eran só1o una parte del movimiento de masas para
fomar clubes, logias y órdenes fi-atemales. Trabajar para el sindicato y autorizar a los
83
2gajg? #Á3Óggg@g.2iᮣ #;@á x####*#,3rJ z#¢#gá#á
'###íff©z#%%#z#%%%%%%%%%zzíí/##%%%%#Í%í}%ÍffÍ;iz;i;Í%%%ff/%%;,;9¢}i;,;,}Á;p;Á}Ázzzázffiz22&z2z,/%zí2ízí2zí¢zffiíñÁ%%%zí%%z%%%#%%íí/í,z%%%%%%%Ííí%%Íí,%%Í%%%%%%/íff#%%©©íffgí©%%%%í%%%%%#%zí/íí{íñ%í,%í%í#%%%%%%%%%íñ%%%%íf,%%%áffífí©
delegados a bata11ar con el patrón equiva1ía a una reafimación del poder del individuo
sobre su entomo. Los planes de prestaciones mutuas conftrían un sentimiento de seguri-
dad ffente a accidentes industriales y el paro estacional, mientras que las iniciativas so-
ciales, bai1és, fiéSta§ Óaffipéstfe§ y óoñfe'réñcias óffecían üná actividad é§tiffiulante páfa
los momentos de ocio ¢utnam, 2002: 533).
84
áá# g§& z%agy§í+j!éffz#®# &jg á4z3a #ág@¥a g2#z3##g9;á#á; g§® x#ré%áá3£:á2 g#J¬¥9á¿á
Uno de los legados más importantes que dejó 1a era progresiva podemos
decir que fiie el nacimiento de los asentamientos norteamericanos. Fue a fi-
nales del decenio de 1880 cuando tienen lugar, de manera progresiva, la
puesta en marcha de este sistema de atender la pobreza en los barrios mar-
85
g%g? ái#¢áí?@,g?#,g%g #Ja#ggá ##é?#aáá3 Sggg#;ág&
En Chicago tenemos una enfemería de día en la Hu11 House. Nos hubiera gustado mu-
cho más que alguien distinto hubiera establecido la enfemeria y haber dedicado nuestro
dinero para otra cosa; pero la tenemos porque no hay suficientes enfemerías en esta
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Áá@ %& ffi#¬x#¢8ír8#®g%## &e gj!g?a g3!#ég#ía ##®#®£É#£#§ ®¬a #Z#Z%égzSí% Sg!#?é¿&
%í7%í#%í#%Í/##í%Íf%#ííg%í#%©2ffÍ%%%#í%#%í%%%í©ffiff7uffizff7%%#7J72z22#í,zí,íñ,g%záíí¢í¢í%Íiñí¢2;//¢ffiffi2f¢;¢/¢#:/¢zfázzf¢/«/á/á:íí/%%zí#í#%%zíz:Ízffi¡2f2fifÁÍ!2¡zzi/Íz##2Íz;/ÍÍ¢fÁÍzííz%%©z%Íz%íí%%|%,#%%%%í#%%^
parte de la ciudad. Tenemos una guardería infantil gratuita, porque no contamos con su-
ficientes en las escuelas públicas de nuestro barrio. Tenemos un cafié econóniico en que,
en inviemo, vendemos al coste alimentos baratos, no porque este tipo de cosas sea lo
qu6 en un inicio oomenzara a hacer el ásentamiento, sino porqué sentimos que hay fie-
cesidad de hacerlo. Uno de los residentes va cada día a los tribunales y se hace cargo de
los niños, cuando éstos son arrestados por primera vez, para su cuidado durante su liber-
tad condicional, y no porque queramos hacer esto, sino porque no tenemos tribunales de
menores ni fimcionarios para vigilarlos (Bremner,1993: 93).
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Jz%i%%z,%ffi2zz©z%%zz7%%9f§z,4;¢%;Í;Í;%%%%%%%z%%%%z%%%%%%;i;,ffi;;¢;pÁ;Áji¡iffiazz#»%%%%zf%í,%zf2íii%í,z,iízf,#%%ffj%zzíjzí,%%íí,%í#%íí,,#Íj#ííííffííí,#ííízzífíííí%%%f#z±%7gí%ííz7í7#íñí©%%%z#z{í,%í{#íf,%%%%%#%©%%%%z#^
Reunión de personas que, interesadas por la refoma social de los barrios pobres, se es-
tablecen en ellos viviendo en estrecha relación con sus habitantes y llevando a cabo una
intensa y variada vida socia1 (Patterson,1993: 17).
Un centro para la vida social y cívica superior, instituir y mantener instituciones educa-
tivas y filantrópicas e investigar y mejorar las condiciones de los distritos industriales
de Chicago (Jane Addams).
Los pioneros de los asentamientos fiieron todos e11os jóvenes. Los cen-
tros acogían fimdamentalmente a jóvenes idealistas, hombres y mujeres de
clase media, que vivían durante varios años en los barrios bajos urbanos
para proporcionar «sostén mora1» y educativo a los inmigrantes pobres. En
su mayor parte eran hijos de familias de clase media o alta, bien nacidos y
bien educados. Encontraron irresistible la 11amada para un servicio altruista
y gravitaron hacia la pobreza, una condición que era extraña a su experien-
cia persona1. Sus objetivos eran dar fácilidades de recreo, disíhite estético y
que los pobres se automejoraran, pero no estaban menos deseosos de hacer
que sus asentamientos sirvieran como una especie de escuelas superiores
en donde los jóvenes y las jóvenes de hogares acomodados pudieran estu-
diar la vida en toda su crudeza y familiarizarse con, y aprender de, personas
y situaciones que de otro modo no hubieran conocido. Este doble objetivo
dio lugar a una gran incertidumbre acerca de sus fimciones exactas. De he-
cho, la misión de los asentamientos no era áczcer una labor determinada,
sino crear una atmósfera en la que pudieran establecer lazos de entendi-
miento y simpatía entre personas de orígenes y condiciones materiales muy
88
g~ gíffi z%#á#:#z®gg3@á® gÉ,á% ágg3£ g¥aág&%*z& g2###ag#:éffig gá ffzé%*3gf2 g;@#gíaá
diíérentes. Ésta era, una vez más, im reflejo de la importancia del pensa-
miento filantrópico de la época.
Charles R. Henderson, en 1898, muy vinculado a la Hull House y profé-
sor en el Departamento de Sociología de Chicago, teorizó la experiencia de
los asentamientos de Londres y de Chicago en un pequeño libro titulado
Socz'cz/ Se#/e77ce7c,s. Los asentamientos eran, a su juicio, verdaderos /czbo7itz-
zorz-os s'ocz-cz/es en los que se podían ilustrar o someter a contraste empírico
las teorías socio1ógicas. Dos conceptos describen bien el epicentro de esta
activa y creativa preocupación por los pobres y por sus problemas: el con-
cepto de experz®e7ecz'cz y el cz73óJz'sz's de /cz s'z-z#czcz'ó73, a los que periodistas, es-
critores y novelistas van a añadir, con sus trabajos, una nueva dimensión, la
obs'e7vc,cz-ó7eparfz'czPc,7cfe (Á1varez y Varela, 2004: 283).
Necesariamente hay que tomar como referencia el asentamiento de la
Hu11 House, por ser el más investigado, pero, como veremos posteriomen-
te, no todos e11os tuvieron im fimcionamiento similar. El corazón del pro-
grama eran los clubes ®or ejemplo, Club del Héroe, donde escuchaban his-
torias sobre la vida de los grandes hombres y discutían después las razones
por las que sus héroes habían tenido éxito en la vida). Muchos asentamien-
tos estimularon también la fiomación de clubes de ciencia social y de refór-
ma social para los adultos y sociedades literarias, gimnásticas y corales, en-
tre otras.
La metodología del asentamiento parte de un principio que era: el inter-
cambio de tiempo, cultura y experiencia en la reciprocidad. Aportan un ele-
mento básico al Trabajo Social que es la importancia de la relación inter-
personal como proceso de ayuda. A parti{ de este principio, podemos
establecer una serie de ítems por los que se guiaban en su fimcionamiento:
89
#áé ff%#a#£&8Jí»g%@£ #a¢; ##zaágágzjgÍ:¢ §®¬£áai¬&
Tt}á2;,}ñ/iff2/zffi/áffiffiíi/ff/%Á%í%fzzí2Íáffizf4Í,2;íí%í%í#%%%%%,j/zz/%íí%í/%íí,í/%íí%ff%í#í7/Íjj/%%Ííí%%%%z%Íííífíí%/©#%%%%/íff5G%mzZí/%/ZíZóí%Á
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yzíffzíffz##í#í%íí©uf%í,zíí,%%ííí%%%%,%¢«í,!í,,{%27#í,#í,,í,%%eáíz»íí,íí%zí2ízffizzzíí7ziáffiffifzzíf;ÍÍ2ÍÍzífií%zf#%%%%%í;%íí%í;#í;%zífñ,%%zzzÉ2;Áz;%zf;2z¿i;%Á;Á;Á;ffií,zÍ%%%ÍÉ#ffi%%z©z%4
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gá?ffégj###;®g3é@,¢» ##gá x#rgagá%:%aá#¿ S@g#a&
casa será el establecimiento Hu11 House, por el que Jane Addams será más
reconocida, ya que fiie el primer asentamiento de relevancia, el más exten-
so y el de mayor duración en Estados Unidos.
La casa estaba situada en uno de los barrios más póbres de Chicago, po-
blado por desempleados e inmigrantes pobres de varias nacionalidades: ju-
díos, italianos, polacos, rusos, irlandeses, alemanes, griegos. El estableci-
miento tenía que proporcionar «un centro para la vida cívica y social más
alta; para instituir y mantener las empresas educativas y filantrópicas e in-
vestigar y mejorar las condiciones en los distritos industriales de Chicago».
En su segundo año de apertura atendía a dos mil personas por semana.
Tales centros comenzaron dotados de objetivos generales, pero, a difé-
rencia de las Organizaciones Sociales de la Caridad, sin concentrarse en
unos deteminados métodos. Eran agencias de asistencia social de la vecin-
dad. También conocidos como centros de comunidad o casas de vecindad.
Y su objetivo fimdamental es el desarro11o y la mejora de una vecindad o de
un grupo de vecindades, porque decían: «Cuando la gente se conoce, con-
fiaban más los unos en los otros». El vivir a1 1ado de los pobres, compartir
sus condiciones de vida, sus alegrías y tristezas, significa ser un vecino, y
los residentes de los establecimientos se consideraban buenos vecinos. A
finales de1 2mc y principios del xx estos establecimientos americanos eran
especialmente activos entre los nuevos inmigrantes. Los centros de asenta-
mientos hicieron aportaciones valiosas a la vida de los pobres urbanos: pro-
movieron servicios comunitarios -1os primeros modelos de Trabajo Social
comunitario se desarro11aron a partir de las experiencias del movimiento de
los Asentamientos y tuvieron mucha influencia en el desarro11o de los ser-
vicios de voluntariado y en la organización comunitaria-, apoyaban a los
sindicatos en sus propuestas y 11evaron a cabo grandes cruzadas para aliviar
los males sociales del momento. Hacían un mayor hincapié en la refoma
social que en la mejora individua1. Sin despreciar la autoayuda, trataban de
estimular mediante los clubes, coníérencias y foros los esfiierzos cooperati-
vos para e11ogro de la mejora comunitaria.
En la Hu11 House se atendía a un gran número de familias, tanto en sus
necesidades materiales (comidas calientes) como aféctivas, educativas, re-
creativas, etc. Se establecieron galerías de arte, escuelas de música, biblio-
teca, guarderías, enftmerías de día, bolsa de trabajo, clases de ing1és, de
baile, de canto, gimnasia, etc. Además, eran lugares de reunión para los
grupos sindicalistas. Había también numerosos clubes -Club Social de la
Ciencia, Club de los Muchachos Alegres, Club de Mando1ín, Club ltalo-
Americano, Club de los Héroes, Club de Música, que dio su primer clarine-
te a Benny Goodman.
Fueron muchos los líderes -residentes de este establecimientcL que sur-
gieron de aquí, fiomando un grupo impresionante. Aparte de Jane Addams,
96
á® g& 8%##Jgfáíg#@#éá@ ág á2ffia, ##j@¥ég ###®#r@Sázá##3 gá ¥###&x?:á2 g&j;z®ffiP#a
que fiie su flndadora, otros residentes eran Julia Lathrop, Florence Kelley,
Eleonor Roosevelt, E11en Gates Starr, Edith Abbot, Alicia Hamilton, Sop-
honisba Breckinridge, Alzina Stevens; todas ellas fiomaron un extenso gru-
po que tuvo un gran alcance social para las refiomas sociales. Algunas resi-
dentes ocuparon cargos importantes. Por ejemplo, Florence Kelley fiie la
primera inspectora de fábricas en I11inois; Alzina Stevens, primer oficial de
la libertad condicional de Chicago, y Julia Lathrop, responsable del Tribu-
nal Juvenil de Chicago. También se convirtió en un lugar de reunión para
intelectuales y refómadores, convirtiéndose en un centro donde se impar-
tían conferencias y se hacían debates, y en un foco cultural y de interven-
ción social muy activo y muy próximo al Departamento de Sociología de la
Escuela de Chicago, con la que tenían un contacto muy estrecho (Álvarez y
Varela, 2004: 281). La propia Jane Addams fimdó en 1890 The Working
People's Social Science Club, un centro de reunión, de discusión y de peda-
gogía social en el que cada miércoles intervenían intelectuales y 1íderes po-
1íticos, y por el que pasaban a diario entre cuarenta y cien personas. Jo]m
Dewey, fi1ósofó y pedagogo, fiie uno de los fi-ecuentes conferenciantes.
También fi]e una escuela de aprendizaje y entrenamiento para fiituros mag-
nates dotados de concienciapública. Desde allí, los residentes se integraron en
todo tipo de actividades de reíóma social progresista: mejora de los bloques
de viviendas, parques públicos de juego, la abolición del trabajo infantil, la
exigencia de mejores salarios y horarios para las mujeres trabajadoras, etc. A
comienzos de 1900 quizás no hubo otros norteamericanos que intentaran idear
soluciones para los problemas urbanos o industriales con tanto vigor o éxito
como las mujeres y hombres de los centros de asentamientos.
De la Hull House salieron una serie de proyectos con una gran influen-
cia en la sociedad americana: 1a Liga Protectora de lnmigrantes, la Asocia-
ción Nacional para la Gente de Color, la Liga lntemacional de las Mujeres
para la Paz y la Liberta¢ de la que fiie presidenta Jane Addams hasta 1929 y
presidenta honoraria el resto de su vida, la Asociación Protectora Juvenil, etc.
Figuraron en la vanguardia de los esfiierzos desplegados para hacer ilegal el
trabajo de los menores y aliviar el de las mujeres. También se dirigieron
mú1tiples investigaciones que servían para comprender las pésimas condi-
ciones que querían cambiar y basar en ellas sus argumentos en los debates
con los po1íticos y los responsables de la toma de decisiones. Temas de in-
terés fiieron la incidencia del consumo de alcohol y drogas, condiciones de
trabajo en las fábricas, condiciones de la vivienda, condiciones sanitarias,
mortalidad infantil, presencia de enfemedades, educación de la infancia, etc.
Como producto de estas investigaciones, se promulgaron las primeras leyes
de fábrica de I11inois, una ley de acompañamiento de la educación obligato-
ria, y se animaba a los inmigrantes para que trabajaran juntos y mejoraran
las condiciones de su vecindad. Lucharon asimismo contra la corrupción de
97
ggSÁg3&z§ó##zz#¢#S #:eá ¥#gS¿ajgJqJ S®gáak
1os po1íticos y por las refiomas del gobiemo local, para lograr mejores ser-
vicios municipales, pavimentación de ca11es; construcción de baños públi-
cos y parques infántiles y de recreo para los vecinos pobres.
Jane Addams impartía cónferencias, y esoribía artículos y libros que de-
ta11aban el trabajo realizado en este establecimiento, lo que contribuyó a que
su trabajo se conociera y difimdiera. Su primera obra, yez'73fe cz7~2~os' e73 /cz ZJc,//
ZJo#se, se considera que fiie su autobiografia. Fue la primera mujer elegida
presidenta de la Coníérencia Nacional de Caridad y Corrección (más ade-
1ante 11amada Confierencia Nacional de Trabajo Socia1) en 1910. Su nombra-
miento fiie significativo porque era la primera vez que era elegida una per-
sona ajena a las Organizaciones Sociales de Caridad, tan conocidas en la
época y que trabajaban con principios a veces opuestos al de los asentamien-
tos. En 1911 se creó una Federación Nacional de Establecimientos y centros
de vecindad, siendo elegida su primera presidenta Jane Addams.
En definitiva, fiie representante del movimiento progresista en Estados
Unidos, que intentó superar los eíéctos de la deshumanización como conse-
cuencia de la rápida industrialización, con una gran variedad de reíómas
sociales, po1íticas y económicas.
Vrias actuaciones concretas mostraron a Jane Addams que la idea de los
establecimientos 11evaban inevitablemente a la acción po1ítica. Los trabajadores
sociales politizados aprendieron no poco acerca de la naturaleza de la po1ítica
en los distritos de los sububios. Como activista po1ítica, secundó el nombra-
miento de Theodore Roosevelt como candidato presidencial, haciendo campa-
ña po1ítica para é1 y el Partido Progresista por toda la nación en 1912. También
centró sus enerrias en los problemas intemacionales, siendo 1íder destacada en
el movimiento por la paz. Llegó a ser una de las mujeres más fámosas de su
época en Estados Uridos. Tras la Primera Guerra Mundial, se hizo miembro
muy activo del movimiento pacifista. Recibió compartido el premio Nobel de
la Paz en 1931, por sus actividades en los movimientos para lapaz de la época,
y fiie asimismo una auténtica 1íder de los movinrientos intemacionales de mu-
jeres y niños. No pudo ir a recogerlo porque estaba hospitalizada en el momen-
to de la ceremonia. No obstante, notificó al Comité su agradecimiento.
Actualmente la Hu11 House es un museo, que es un símbolo intemacio-
nalmente reconocido de comprensión multicultural, de innovación educati-
va del Trabajo Social, de la investigación ubana, de la refoma social y un
modelo de las preocupaciones humanitarias. Restaurado a mediados de los
años sesenta, es actualmente una seña de identidad de Chicago. Los objetos
expuestos, mobiliario, pinturas, Íótografias, etc., reconstruyen la historia
del establecimiento y el trabajo de sus residentes.
Jane Addams íá1leció e121 de mayo de 1935 en Chicago. Sus fimerales
se celebraron en el patio de la Hull House y fiie enterrada en su lugar de
nacimiento, Cedarvi11e, I11inois.
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#jm Lj§# #g&#¡ffi#gág@ ág mza gr£ág®xri#& %®#ágg¥á#g #á ¥#z§@a£©@ g%á2#¥93&
Diferencias
Intervención individualizada con los sec- Visión más general de los problemas.
tores de población más vulnerables. Intervención grupal y comunitaria.
Individuo culpable de su situación, al me- Los factores del entomo son una causa de
nos en unos primeros momentos; esta for-madepensamientocambiaríaconeltiem-PO. 1a conducta humana.
Usuarios eran considerados clientes con Los usuarios eran considerados vecinos.
necesidades que resolver. Se confia en la vecindad para producir
cambios y mejoras, sin fijarse tanto en las
patologías individuales.
99
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Nota: Si bien planteamos las diferencias para establecer una disimilitud, no siempre estas diferen-
cias flieron tajantesJ porque ya hemos visto como, a medida que transcurría el tiempo, ambos mo-
vimientos consideraron la necesidad de una intervención, basada en investigaciones previas, y am-
bos por igual entendieron que la causa ú1tima de los problemas sociales no estaba en el individuo,
sino en el contexto donde éste se desenvolvía y las oportunidades que tuvieran a su alcance.
Similitudes
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102
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Notas
l Era una institución de asilo para los pobres sin empleo en la que aque11os que no su-
ftieran ninguna incapacidad estaban obligados a trabajar, Las condicione§ de alQja-
miento y trabajo eran de una dureza extrema. El abogado Robert Rashley decía en
1852: «La wo7-¿tio#se, tal como está organizada ahora, es una deshonra y una desgracia
peculiar de lnglaterra; no puede encontrarse nada que se le parezca en todo el conti-
nente europeo».
2 El credo de los evangé1icos, basado en la independencia y la mejora a través del
propio esfi]erzo, era incapaz, por definición, de construir una visión colectiva de la so-
ciedad, como demostró 1a decadencia de su más fiierte baluarte victoriano, la Organiza-
ción Social de la Caridad.
3 Véase p. 21.
4 El juicio se celebraba tras los trágicos acontecimientos que tuvieron lugar tras la
celebración de una huelga en Chicago en 1886, que se conoció como /cz ftczgedz-cz cZe
C7#'cczgo, en la que hubo muertos y heridos. Se encausaron a ocho cabeci11as, siete fiie-
ron condenados a la pena capital y uno a quince años de prisión.
5 Los planteamientos de Albion Small, uno de los iniciadores de la Escuela de Chi-
cago, y uno de los propugnadores del refomismo social que había iniciado Lester
Ward, estaban próximos a la defensa del Estado Social y al humanitarismo, y fiie de los
primeros que propuso estudiar los aspectos cotidianos y ocultos de la vida socia1: 1a po-
breza, la delincuencia, el crimen, la enfemedad y las patologías sociales.
6 Pu11man era un magnate ferroviario que en la década de 1880 fimdó una ciudad
para trabajadores. La misma estaba provista de viviendas, escuelas y parques, un estilo a
la que Robert Owen había creado en New Lanark, aunque con bastantes diferencias,
porque no rediseñó el trabajo mismo, sino só1o la comunidad que lo rodeaba. Pullman
era personalmente dueño de todo. Sus actos benéficos le llevaron prácticamente a la rui-
na. Los trabajadores y su ciudad modelo se levantaron contra é1 y su benévolo despotis-
mo en una violenta huelga, una de las más violentas de la historia obrera norteamerica-
na (Semett, 2003: 136-137).
7 Albion Sma11 (1854-1926) fle .el director del primer departamento de sociología
del mundo, de la Universidad de Chicago, fimdado en 1893. Publicó 1a Rei,z's¿cz J47#erz|-
cc,72cz cZe Soczlo/ogzJcz, lanzada por él en 1895. Gracias a Small y a la Revz's,cz consiguió
que trabajaran en el departamento gente de gran significación, y que más tarde se for-
mara toda una escuela muy notable, sobre todo por sus estudios de sociología ubana.
Mientras tanto, otras universidades, comenzaron a seguir el ejemplo de la de Chicago y,
en abierto contraste con Europa, se empezaron a abrir escuelas y departamentos de so-
ciología por todo el país (Giner, 2008: 666).
8 Robert E. Park entró en el Departamento en 1913. Había sido periodista de inves-
tigación antes que soció1ogo. Fue un antirracista y un defensor de los derechos humanos
y de los valores democráticos. No simpatizaba con la filantropía, pues prefería la justi-
cia. Era partidario de divulgar los infomes de investigación y que no fiieran guardados
en un cajón, sino que 11egaran a la opinión pública, no sólo para infomar sino también
para instruir. Park se inspiró en su trabajo de objetivación y de conceptualización en los
trabajos de George Simmel, John Dewey y de Wi11iam James.
104
3#,,Ó %& #é#¬###@gTÉ#g# á# ##a g#§j8#Si¿%& ##@#ág£#;é£ffi3 £& #g£Z§éZ¿#% #@#j¥:#gx
9 Con este trabajo de campo Anderson pretendía redactar un informe para la Ofici-
na de Ayuda Social, por lo que se pone una vez más de relieve las estrechas relaciones
que existían entre la sociología de Chicago y el Trabajo Social (Álvarez y Varela, 2004:
297 y ss.). El áobo era un trabajador emigrante, temporero y nómada, predominante-
mente varón, en una proporción de diez a uno respecto a las mujeres. Los áoboes tenían
unos estilos de vida muy peculiares, cercanos a los áome/ess, pero diferentes en la me-
dida en que todos los vagabundos son áoJ%e/csS, pero no todos los áo772e/eJs son vaga-
bundos. Distingue así entre varios tipos de pobres: El áobo, que trabaja irregulamente y
se desplaza de unos lugares a otros. El vagabundo, que no trabaja pero se desplaza. EI
c/ocáczrc7, que no trabaja y es sedentario. El frc!77!p, que puede ser sedentario o vagabun-
do y se busca la vida como puede. E1 ÁoJ7¬eg#czrc7, que es un trabajador ocasional seden-
tario. EI Z,#772 y el beggcz7-, que viven de la limosna y son relativamente sedentarios.
Dirigió su J72/o7~7#e fimdamentalmente a los trabajadores sociales, pues quería contri-
buír a mejorar la vida de los áoboeLs, y para e11o propone algunas soluciones que se deri-
van de su investigación. Por ejemplo, la creación de una oficina central de inforinación
que debería estar en relación con las agencias públicas de empleo destinadas a propor-
cionar trabajo. Su principal fimción sería offecer un diagnóstico médico, psicológico y
socio1ógico que podría servir de base a un servicio de orientación profesional, a servi-
cios de reinserción social y de reintegración de estos trabajadores en la industria. Aun-
que Anderson no contaba con que el problema de la intervención social se complicaba
si se tenía en cuenta la animadversión que mostraban los ftoóoes por todas las socieda-
des filantrópicas, caritativas y asistenciales que trataban de cambiar el destino que ellos
mismos creían haber elegido libremente. EI Trabajo Social representado por J. Addams
y la sociología científica representada por Robert Park y Nels Anderson, entre otros,
han hecho al fm del trabajador irregular, del trabajador nómada, un trabajador inestable,
TJriproblema soci,al..
10 Los libros populares y los artículos de revistas eran importantes básicamente
como indicadores de un interés creciente por las cuestiones sociales. Pero, basados en
las observaciones o en impresiones personales, por lo general eran subjetivos en su
aproximación.
11 Fue una investigación por oficios, y ca11e por calle, a partir de entrevistas y visi-
tas domiciliarias en los diversos distritos de Londres; obtuvo datos sobre el empleo, los
ingresos y la vivienda de una considerable proporción de la población de las ciudades.
Preguntaba sobre si trabajaban o no, las condiciones de vida y de trabajo, el número de
horas de lajomada laboral y el salario que percibían. Estimó que e130% de la población
londinense vivía en la pobreza.
12 Aunque esas técnicas era dificil que hicieran fi-ente a la amplitud de los proble-
mas planteados por el pauperismo. Era necesarió añadir prácticas colectivas, inscritas en
instituciones (cajas de ahorro, sociedades de socorros mutuos, diferentes comités para el
perfeccionamiento moral de los presos, para la ubicación de los huérfanos, de higiene
pública, etc.). Eran instituciones capaces dep7'eve7zz®r los males causados por la indigen-
cia, que tenían un valor moralizador y servían como pedagogía de la previsión.
13 La distinción entre merecedores y no merecedores no es una idea nueva. Ya ha-
bía sido establecida desde el siglo xvl con las propuestas de refoma de la beneficencia
de las principales ciudades europeas.
105
##¢g?gJZag%##g,#é®S #j@i, %#á8rg3ag® S@#á&&
14 Esta idea no nos debe resultar novedosa desde el momento en que la propia encí-
clica Re7"77¬ Noi,czJ~c,77,, del papa León XIII, de 1891, insistía en esa misma idea en una
de sus propuestas, por el temor que acarreaba la propia división de clases sociales entre
los poseedores y los desposeídos, por la fiierza social qu§ estos ú1timos estaban toman-
do, a raíz de la toma de conciencia de su situación de desprotección.
15 Spencer publicó su primera obra en 1850, Es£á#'ccz Socz'czJ, donde recoge una serie
de ensayos que había venido publicando con anterioridad. Trabajó nueve años como in-
geniero en una empresa ferroviaria, pero siempre mostró interés por las cuestiones eco-
nómicas y po1íticas. Su obra constituye un hito en la historia de las ciencias sociales, a
pesar de sus problemas de salud menta1. Spencer leyó muy poco y su animadversión por
la lectura y las obras de otros teóricos le 11evó en ocasiones a proponer y escribir ideas
que algunos autores han calificado de incoherentes y extravagantes, principalmente so-
bre la evolución del mundo. Llegó a manifestar: «Toda mi vida he sido im pensador y no
un lector, y estoy de acuerdo con Hobbes en que si hubiera leído tanto como otros hom-
bres habría llegado a ser tan poco como ellos» (Valero, 2005: 623). Ritzer (1995, reo7-z7cz
socg-oJógz-ccz cJc!Jz'ccz, McGraw Hi11) dice que «el ideal de Spencer es una sociedad en la
que el gobiemo se redujera al mínimo y en la que se permitiera a los individuos la máxi-
ma libertad». Se mostraba convencido de que la evolución hacia im estado perfecto era
inevitable, pero esta evolución estaba basada en un principio: 1a supervivencia del más
apto. Convencido de que el camino hacia la felicidad del hombre pasa por el ejercicio
de sus facultades humanas, y éstas só1o s'e pueden ejercer en libertad. La libertad, por
tanto, es un valor máximo. La única limitación es el respeto a la libertad de los demás y
para garantizarla está el Estado. Su principal fimción es entonces proteger el ejercicio de
la libertad de los individuos. EI Estado no debe intervenir en la marcha de la evolución,
permitiendo que se cumplan las leyes que ordenan el proceso. EI Estado no debe inte-
rmmpir las leyes inexorables de la _evolución intentando paliar situaciones de pobreza,
tampoco las entidades privadas deben hacerlo porque se estarían oponiendo a la marcha
inevitable de la sociedad hacia la perfección. Aún más, con la pretensión de ayudar a los
desfavorecidos están creando más problemas sociales, puesto que fomentan su repro-
ducción, provocando más problemas para el fi]turo. Spencer tenía mala opinión de los
que vivían a expensas del Estado y pensaba que los que trabajaban duramente no debían
cargar con los pobres; 1a probable consecuencia de todo ello era que se debería permitir
el suírimiento a los pobres, y en última instancia, su muerte. Era el portavoz científico
más efectivo del primitivo capitalismo industrial: defensa de la propiedad privada y de
la libre empresa, y advierte de los desastres bioculturales que caerán sobre la humanidad
si se permite que el gobiemo intervenga a favor de los pobres. Se oponía a que las es-
cuelas, las bibliotecas, los hospitales fiieran públicos y gratuitos, rechazaba las medidas
de sanidad pública, las vacunas obligatorias, las leyes de pobres y cualquier otro sistema
de beneficencia pública. Condenaba todas estas manifestaciones de intervención estatal
por estar en contra de las leyes de la naturaleza y predecía que servirian para aumentar
los suffimientos de los débiles y los necesitados.
16 Bremner (1993: 79) refiere que la Organización Social de la Caridad de Nueva
York mantenía una serrería. A los que hacían una donación para el proyecto se les daba
unos vales que, a su vez, ellos entregaban a las personas que pedían ayuda; 1os recepto-
res de los vales los llevaban a la serrería, en donde serraban y cortaban madera durante
106
4Á,a %?fz ffigíg?¢g+g%ffl¢gg?&# ág áágrga g38*@¥a PZ#gJ#@£3:égBg ®á #gyég&g}é¢g2 g;g3##í&&
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#Ü%*# áígzTí¡#¢%##"@ág #@g, "f?3a*z&j® S®g?&!z
en desorden e incertidumbre. Uno de sus rasgos filndamentales era la ayuda mutua, ba-
sada en el principio de reciprocidad: quien recibe hoy será mañana donante. Hombres
de todas las categorías sociales se afiliaban a estas organizaciones, y era característico
que estuvieran segregadas en fimción a la raza y al sexo.
27 Vésase Putnam, 2002, figura 94, página 519.
28 La expresión de capital social fiie inventada por un educador de la era progresis-
ta, Lyda Judson Hanifan, en 1916, al exponer el valor de los centros comunitarios rura-
1es. Según Fukuyama (2000: 29), el capital social puede definirse como im conjunto de
normas o valores informales que comparten los miembros de un grupo y que pemiten
su cooperación. Cuando los miembros del grupo tienen el convencimiento de que los
demás se van a comportar con honestidad y fomalidad, nace la confianza entre e11os.
La confianza es como un lubricante que hace que cualquier grupo u organización fim-
cione con mayor eficiencia.
29 Actualmente, cuando la mayor parte de estas medidas han sido adoptadas, lo re-
conocemos como el núcleo del Estado de Bienestar.
30 Las misiones, aparte de sus actividades estrictamente religiosas, intentaban ali-
viar la condición material de los pobres, comprometiéndose en un relativo trabajo asis-
tencia1. Algunas construyeron viviendas y albergues, equiparon bibliotecas y salas de
lectura, promovieron vacaciones para los chavales de los barrios bajos. Una de las mi-
siones más conocidas y que tuvo mayor éxito fiie la Cczscz de /cz J72cJc,sf7^z'cz, de los Five
Points de Nueva York. Muchos estudiosos achacan la regeneración del vicioso distrito
de Five Points a la influencia educativa y civilizadora de esta institución y de su fimda-
dor, Lewis M. Pease.
31 El programa de esta semana en centros sociales y clubes cívicos es variada, y
comprende veladas dedicadas a debatir sobre condiciones en la empresa, salud, arte, or-
ganización social, carestía de los precios, el problema de las bebidas alcohó1icas y los
problemas de los barrios (Putnam, 2002: 538).
32 Clarinetista y director de jazz estadounidense. Nacido en Chicago, de una fami-
1iajudía de origen polaco.
33 Florence Ke11ey fiJ.e una activista de los centros de asentamiento. Funda en 1899
1a National Consumers League, destinada a que las compradoras de la clase media boico-
tearan a las empresas que no ofi-ecían condiciones laborales decentes a sus empleadas.
34 A pesar de estos esfiierzos, en 1915, durante una conferencia titulada «¿Es el
Trabajo Social una profesión?», el doctor Abraham Flexner, una autoridad en la educa-
ción profesional de aque11os tiempos, aseveró que esta rama de estudios carecía de pre-
cisión, capacitación técnica y por consiguiente no debía considerarse como campo pro-
fesiona1. La conferencia estimu1ó esfiierzos para consolidar y nomalizar los estudios
empíricos. Por lo tanto, en 1920, se dio inicio a la investigación de casos como modali-
dad principal para el trabajo profesional en Estados Unidos (Tamenbaim y Reisch, 2).
35 Este apartado está basado en la exposición que se hace sobre e11a en el libro de
varios a:"hoHes Pioneros del Trabajo Social. Una apuesta por descubrirlos, eMboffa;do
por la autora de este capítulo. Consultar bibliografía.
108
2. EITrabajo SociaL
en España
1. Introducción
109
#~agg?a#á#%ggg#¢%é&áaS #@á, ~ggégg*a¿Z4@ gg®Z;%#mgü
del Espacio Europeo de Educación Superior, por tener una influencia deci-
siva en la comprensión de la titulación de Trabajo Social como Grado,
equiparable al resto de áreas de conocimiento que se imparten en las uni-
versidades españolas y en la legitimación de unos estudios que habilitan
para ejercer una proíésión ampliamente reconocida en todo el mundo.
110
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111
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Años más tarde, San Vicente de Paú1 (1570-1660), sacerdote ftancés, fimdó
la Congregación de los Sacerdotes de la Misión (1625) y las Damas de la
Caridad (1633). Fue seguidor de las ideas de Vives y nombrado £z'773os7ee7io
Recz/ por Luis XIII, fimción en la cual abogó por establecer mejoras en las
condiciones de los campesinos pobres. Su Congregación de las Hemanas
112
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118
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Esta segunda etapa se caracteriza por una actitud crítica que empieza a ma-
niféstarse en tomo a la fómación de los estudiantes. Hasta ese momento
había sido excesivamente práctica. Las nuevas realidades sociales exigen
algo más que «preparar la mujer para ser buena cristiana y madre de fámi-
1ia» y, en el mejor de los casos, «para el servicio de la sQciedadJt (Sanz,
2001).
En 1977 la Jeíátura del Estado emite una Ley para la creación del Cuerpo
Especial de Asistentes Sociales: 1a Ley 3/1977, de 4 de enero. Este Cuerpo
«dependerá del Ministerio de la Gobemación» y «1os cometidos a desarrollar
por los fimcionarios de este Cuerpo consistirán en la ejecución de actividades
de Trabajo Social»; «las fimciones del Cuerpo se realizarán en los puestos de
Trabajo Social de los servicios centrales y proVinciales y Organismos depen-
dientes del Ministerio de la Gobemación, sin periuicio de que sus fimciona-
119
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120
2¢ ##á %a#g;g2a;:Ípgá #@#¥a¿& #m Z££gsg#£#F%
Esta profesión, ante la falta de interés que existe en el tema de los Servicios Sociales en
deteminados estamentos políticos y sociales, asume el compromiso de sensibilizar a la
opinión pública y extender los criterios que fimdamentan la nueva política y el Sistema
Público de Servicios Sociales que se propone.
121
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Camen Rubí extrae los siguientes elementos que e11a considera básicos
y claves:
Estos tres bloques en los que la autora desglosa los elementos del Traba-
jo Social son los siguientes: 1a intervención social en general, las diférentes
respuestas ante un área específica y la participación.
Siendo la participación un elemento central en la labor del Trabajo So-
cial, las leyes de Servicios Sociales recogen este planteamiento, reforzado a
su vez por la Constitución española en sus artículos g y 23. En estos artícu-
1os se establecen unos principios generales de participación ciudadana en la
Administración, al señalar que «corresponde a los poderes públicos íácili-
tar la participación de todos los ciudadanos en la vida po1ítica, económica,
cultural y socia1», o como dice el artículo 23 «en los asuntos públicos».
Existen diversas fomas de participación: 1a orgánica, la fimcional y la coo-
perativa, donde el trabajador social a través de su labor a tres bandas puede
hacer que esa participación sea eféctiva y rea1.
Mediante la participación orgánica, el ciudadano en su condición se
incorpora a órganos fiomalizadores de la Administración pública. Ésta es la
Íómula usual y mayomente utilizada por las leyes de Acción Socia1. To-
das e11as contemplan la creación de órganos colegiados de participación en
el ámbito de la Comunidad Autónoma y en e1 ámbito municipa1. Como, por
ejemplo, los Colegios de Trabajo Socia1.
A través de la participación funcional el ciudadano no se incorpora a ór-
ganos íómales, sino que actúa desde fiiera del aparato administrativo, aun-
122
2# #& ##g¢&é%é?#3 g5g3¬áz3& #% %g3g3aíña
3.4. Cuarta etapa (el Trabajo SociaL a partir deL año 2000)
La cuarta etapa tiene como eje central las jomadas «Derechos Universales:
Los Servicios Sociales en el Estado de Bienestar», dirigidas por el profésor
Tomás Femández García y celebradas en Talavera de la Reina (28 y 29 de
marzo de 2003), organizadas por la Universidad de Casti11a-La Mancha y e1
123
Jff#6ffi##r?*z#%g3gfz%¿,a%Í; #L®g ¥#&,¿aa#P@ S###&
EI Sistema Público de Servicios Sociales constituye uno de los pilares del Estado de
Bienestar conjuntamente con el sistema de salud, la educación y las pensiones, conside-
rándose un patrimonio social irrenmciable al ofiecer cobertura a necesidades básicas
que se producen en el ámbito de la convivencia personal, familiar y social.
Sin embargo, uno de sus objetivos esenciales para el que fiieron creados, universali-
zar sus prestaciones básicas a toda la población, no se ha conseguido, por lo que es ne-
cesario exigir un compromiso po1ítico que garantice la financiación para alcanzar la co-
bertura de todos los ciudadanos.
Todos somos usuarios/as potenciales de los Servicios Sociales. Algunas personas y
fámilias los necesitan duante toda la vida o en etapas prolongadas; otras son atendidas
en situaciones de emergencia o de crisis; también hay personas que no se han acercado
nunca a e11os. No obstante, la mayor expectativa de vida, los cambios en la estructura
familiar, las incidencias de la 11amada «sociedad de riesgo», o el desempleo de larga du-
ración, harán que todos/as los ciudadanos/as necesiten en algún momento u otro de su
vida las prestaciones básicas de los Servicios Sociales.
Cuando se van a cumplir veinticinco años de la aprobación de la Constitución Espa-
ñola, es necesario garantizar el principio de universalidad a las prestaciones básicas es-
tablecidas en todas las Leyes Autonómicas de Servicios Sociales: infomación, orienta-
ción, asesoramiento y tratamiento social personalizado y comunitario; apoyo a la
convivencia y ayuda a domicilio; acogida-alojamiento altemativo; prevención e inser-
ción socia1; cooperación social: apoyo al tejido social de autoayuda y solidaridad. Servi-
cios que deben ir dirigidos a toda la población, independientemente de la renta que ob-
tenga cada ciudadano/a.
Para hacer efectiva la universalidad como garantía de derecho, se debe elaborar un
mapa naciona1/regional de necesidades en materia de equipamientos de servicios sociales,
en coordinación con los municipios, con el objeto de desarrollar un plan presupuestario de
inversiones fmancieras y sociales para la dotación de una red de centros y de profesionales
con el máximo nivel de fomación que hagan extensible el principio de universalidad.
La responsabilidad pública como principio fimdamental de todas las Leyes de Servi-
cios Sociales es determinante en la aplicación y garantía de los derechos, así como en e1
124
2S gá #g£ffi@jg® g®gzPa8& z2g3 ¥gZ£gB#óña
control de calidad de los servicios, aim cuando la gestión sea concertada con entidades
privadas o con sectores sin ánimo de lucro.
Asimismo, se debe reconocer a las organizaciones sociales y profesionales la parti-
cipación como interloóutóres sociales en el desarro11o de las po1ítieas que han de garan-
tizar los derechos sociales del Sistema Público de Servicios Sociales.
La universalidad de derechos en Servicios Sociales, junto con los demás sistemas de
protección social, son los mejores instrumentos con los que cuentan las personas y ftmi-
lias para construir un fiituro que garantice su bienestar y su calidad de vida.
125
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126
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Notas
l rrcz¿czc7o de/ socorro de /ospob7~es, escrito por Joan Lluís Vives i Marc, publicado por
la imprenta de Benito Monfort,178, traducido al castellano por Juan de Gonzalo en Va-
1encia.
2 Fuer[te`` DaNidRícardo, Principles ofpolitical economy and taxation (1817), repro-
ducido en Eric Evans, 772e Z,z|J~ÍÁ o/77code772 Brz'fczz'7! J 780-J9J4, Londres, Longman, 1997,
p. 39, citado en la web «Siete paseos por la lnglatena victoriana. Población y condicio-
nes de vida». Canales, E. (1999); http:/ffipatia.uab.es/paseos/2-sociedad/paseo2.htm.
3 Véase E. Rose. Z7!e re/zle/o/j,owerP Ír834-/9/4,, Londres. McMillan. 1986.
4 C. E"sley, Crime and socieb, in England l750-1900, Londres, Longrnan,1987,
p.30.
5 Según Documento Técnico: «El proceso de intervención en el Trabajo Social con
casos: una enseñanza teórica-práctica para las Escuelas de Trabajo Socia1», Segovia,
2009.
6 Tomás Femández (coord.): J:73#ocJ%ccz-ó7¬ aJ rrczbczjo Socz-cz/, Alianza Editorial,
Madrid, 2003.
7 Guy Haug, «Universidades: preparar e1 Íüturo empieza hoy», en EJ Pczz's', 21 de
mayo de 2007.
8 Más infomación en: http://viceees.ujaen.es/files_viceees/Trabajo%20Social
Memoria.pdf. El texto está adaptado al fomato y requerimientos de la aplicación infor-
mática del Programa Verifica de la ANECA.
131
3. NaturaLeza, fundamentos,
concepto, principios,
objetivos, obJ®eto y sujetos
del TrabaJ®o SociaL
133
#%#g£&ggz@##z@g #©á ##aá3a,Z@ #¢©#-?é&&
pequeños, la empleada intema para la abuela. . ., todo eso ha saltado por los aires. Ain-
hoa se siente incapaz de hacer ffente a las exigencias de sus hijos y a su madre. No sabe
cómo parar sus demandas y sus broncas. Le gustaría trabajar, pero no sabe ni cómo ni
pof dónde eñipezar. Ifiténtó re'tóffiár él trabajü de sú máridó áténdiéndó a 1á eafiéra de
clientes que él llevaba, pero entre su desconocimiento, la crisis económica y las insinua-
ciones odiosas de uno de los compañeros de su marido, no ha durado ni un mes en el
trabajo.
Se siente hundida, sin fiierzas para sacar su casa adelante. Ha vuelto a íúmar, a be-
ber incluso, y no es raro que pase las noches en vela agobiada sin saber qué hacer. Para
colmo, su madre se ha caído en la ducha y se ha roto la cadera.
En toda esta situación sólo hay un atisbo de apoyo. Ainhoa tiene una única hemana
que está dispuesta a ayudarla, aunque vive en una casa pequeña y tiene cuatro hijos. A
e11o se reduce su ftmilia, porque sus cuñados y cuñadas por parte del marido están au-
sentes y centrados en sus vidas.
En una etapa inicial el Trabajo Social ha sido definido a partir de tres as-
pectos: como proíésión, como ciencia y como arte. No es nuestra intención
ocupamos detenidamente de explicar este debate, porque autores anteriores
a Moix y éste mismo así 1o han reflejado en sus libros (Moix, 1991). Ac-
tualmente este debate está superado porque todas las profésiones son consi-
deradas un arte y tienen su propio reconocimiento socia1. Creemos que es
un debate mal enfocado desde un inicio porque el Trabajo Social se ha
constituido desde sus orígenes como una proíésión y una disciplina cientí-
fica. Autores más recientes aluden al concepto de «arte» para definir las
capacidades creativas que los proíésionales desarro11an durante su vida pro-
134
Z;¢ %g¿JgFé£!%¬%a# #g#éggé£#ggg¥#&@S, G@#£###4g®, #é#;ffi¬¥¢#ÉÓ#g;# ®Sg###%@Sí ®z?£oá£#®@%
y©íízÍ©%%%í#z#%%z#z%a%í#©%5f5ffzí%Íñ%%%%íízz%í%#ffff©m%ff%ffi#%%#%í%í#¢Í#;¢z§i2;z»»2pzíñ%#%%%%%%%%í#,,a;f;:;;i¢ffi!#zmz%©%%©%©©©%%%%í%í%#%#%;á%©©%%%%%%%ff%%%:áz©%Í%ffiiÍ%ff.
EI Trabajo Social apoya a las personas, grupos y comunidades a desarrollar sus poten-
cialidades y las de su entomo, porque en este desarro11o están las claves del crecimiento
y del cambio. La autodeteminación y la participación de las personas como agentes de
135
##£g?zgi#ó%#¿gS#§%@g áí@á zg?aág#gí@ S@#3.á
su propio cambio garantiza la concreción de unos objetivos acordes con las necesidades
sentidas y detectadas y el aprovechamiento de las fiientes de ayuda propias.
EI Trabajo Social interviene en situaciones de crisis o necesidad que requieren de
una aóción pfófesióna1 §istéfiatizada, inteñcióhada y faeiona1. Pafe¢é óbVio que la in-
tervención profesional debe realizarse cuando se entiende que es necesaria, dado que
existen situaciones de crisis o necesidad que pueden ser atendidas desde otras instan-
cias no profesionalizadas y que tienen más que ver con la autoayuda y la ayuda mu-
tua. La intervención profesional debe de ser intencionada, sistematizada y raciona1.
Contará con el establecimiento de objetivos a corto, medio y largo plazo. Deberá
estar fiindamentada en los aportes científicos de las ciencias psicosociales, contará
con recursos humanos, materiales, técnicos, institucionales y fmancieros que pemi-
tan la consecución de los objetivos y utilizará una metodología científica para la in-
tervención.
EI Trabajo Social atiende tanto al tratamiento de las situaciones problemas como a
su estudio y prevención, dado que investiga las causas de las mismas y propicia accio-
nes para su prevención.
136
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CAMBIO/ EQUILIBRIO
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y PSilCOsociai.
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El objeto definido a partirdesulocalizaciónenlavidacotidiana(1976-1986)
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de Servicio Social. Vo1.1, TIúm. 3.
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niendo así una situación de bienestar. AI Trabajo Socia1 1e interesa conocer
144
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146
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Los trabajadores sociales tiene una comprensión amplia de las estructuras y procesos so-
ciales, el cambio social y del comportamiento humano,'que le capacita para: interverir en
las situaciones ®roblemas) sociales (de malestar) que viven personas, frilias, grupos,
organizaciones y comunidades, asistiendo, manejando conflictos y ejerciendo mediación.
Participar en la fomulación de las políticas sociales y favorecer la ciudadanía activa me-
diante el empoderamiento y la garantía de los derechos sociales. Todo ello con el fin ú1ti-
mo de contribür junto con otros profesionales de la acción social a la integración social
de personas, Íámilias, grupos, organizaciones y comunidades, la constitución de una so-
ciedad cohesionada y el desarro11o de la calidad de vida y del bienestar social.
147
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Hasta ahora, nos hemos ocupado de analizar de qué se ocupa el Trabajo So-
cia1 (el objeto) y cómo se ocupa (1as competencias proíésionales). Procede
que abordemos ahora que reflexiones desde dónde intervienen los trabaja-
dores sociales, es decir, cuá1es son los principios y valores que lo caracteri-
zan como proíésión y disciplina. Salcedo (2000: 81) sostiene que, a pesar
de que estos principios han ido evolucionando a lo largo del tiempo, ha ha-
bido dos de ellos que se han mantenido inalterables: el compromiso con el
bienestar a través de la prestación de un servicio competente y el respeto a
150
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las decisiones de los usuarios y clientes. Veamos cómo recoge este autor la
evolución de estos principios a partir de tres autores que significativamente
se han ocupado de esta cuestión:
Individualización Individualización Respeto y promoción de1osderechosdelaspersonasPromocióndelbienestarIgualdadJusticiadistributivaW7t/ ,/'?rZ~/7~,,%/!, ,/, '71z/%;{, y'í 'í Z,%í%%/, ' /#, %/~./,/,;:#,'.aZ''/,%,'%%z'%ím%í%, *%ZS
Aceptación Aceptación
Autodeteminación Autodeteminación
Confidencialidad,%¿,,,,%z,7,zgií',,Á,z4zxú,,r,7t77í%,,z%Íz¢',{íízú%^zízz%,'?,m77:%x%%íúrí44 ConfidencialidadRespetoalaspersonasryZí;%Z%Z#%ífíí%íí/%%%%%í%Z/%%%%gZ/%Zf/Í¢íÍÍZffííí7%Zffl9©%±ÑÍZÍ%ÍZÍZ/2};Á
FuENTE: D. Salcedo (2000): La evolución de los principios en trabajo socia1. jlevz-s'f¢ |4cczlo72es e J7g-
vestigaciones Sociales, 11~, g2.
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4. ReferencT'as bibliográficas
159
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Nota
160
4. La ética deL Trabajo Social
1. Introducción
¿Se debe guardar el secreto profésional o infomar a una chica que des-
conoce que su pareja tiene sida? ¿Legalizarías la prostitución? ¿Qué valo-
res están implicados en la decisión de ordenar el intemamiento en un hos-
pital de una chica, mayor de edad, con anorexia grave?
Recibe la bienvenida a este apasionante viaje que vamos a iniciar y en el
que eres protagonista. Éste es un tránsito para personas que se atreven a co-
nocer y superar sus miedos, en el que habrá que combinar el riesgo y la
prudencia. La misión es delicada porque hay que salir de la propia moral
para poder examinar, sin prejuicios, los puntos de observación propios y
otros espacios morales.
Alberto, hijo de uno de los autores, nos ha preguntado si ésta es una his-
toria de otros mundos, como la de Harry Potter. Tal vez. . . aunque depende
también de ti. En todo caso, nuestro anhelo es comunicamos, de verdad,
contigo y hacer que te comprometas e ilusiones con este viaje.
Comenzamos, pues, nuestra aventura por las raíces. Hay tres cuestiones
que tenemos que dejar muy claras, desde el principio: los valores, la moral
y la ética.
161
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2. Losvalores
162
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163
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jetivo de intervenir para corregir esas situaciones con las personas implica-
das en la misma. Igualmente debe denunciar cualquier otra situación que
vaya contra los derechos humanos».
Desde la reflexión serena hay que cuestionar la legitimidad de la relati-
vidad moral o ética. No es lo mismo dar de comer a un niño que comérselo,
como señala Savater. Prácticas como la ablación del c1ítoris, la lapidación
de mujeres, el consumismo o la tortura no deben ser aceptadas sin más. No
parece sensato sacrificar todos los demás valores por el respeto al valor de
la diversidad, por muy importante que sea éste.
También el artículo 4 de la Declaración de la Federación lntemacional
de Trabajadores/as Sociales (FITS) es claro en este asunto: «Oponerse a las
políticas y acciones injustas. Los trabajadores sociales tienen el deber de
llamar la atención de sus empleadores, legisladores, po1íticos y de la socie-
dad en general sobre aque11as situaciones en las que los recursos son inade-
cuados o cuando la distribución de recursos, po1íticas y prácticas son opre-
sivas, injustas o peljudiciales».
El desarro11o científico, moral e incluso normativo ha ido perfilando
ciertos 1ímites que no deben ser traspasados. La tolerancia hacia las diíé-
rentes maniíéstaciones de la diversidad comportamental humana no puede
ser absoluta. Podemos intentar descubrir la «1ógica» o las razones que ex-
plican o están detrás de costumbres (como el consumismo en Estados Uri-
dos, la separación de castas en la lndia o el infanticidio de niñas en China),
pero eso no significa que las integremos y aceptemos. «La tarea moral ac-
tual más bien debería consistir en la búsqueda de lo que muchos entienden
como una Ctética cívica93, una ética de mínimos, innegociables y transversa-
1es, en los que pudiéramos reconocemos todos» (Femández, en Bermejo,
1996: 111).
167
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Varios son los motivos que explican yjustifican por qué han surgido es-
tos productos culturales. Un aspecto que sorprende a cualquier observador
de la condición humana es la capacidad que tiene nuestra especie para ge-
nerar suffimiento y dolor. La muerte por hambre de mi11onés de seres hu-
manos por el modelo social y económico vigente son prueba suficiente de
e11o. Por cierto, te recomendamos la lectura de la obra de Eduardo Galeano
titulada Pczíczs c,rrz-Z,cz.' £cz esc#e/cz de/ 777z,7ec7o cz/ 7,evés, publicada en 1998.
Si no contásemos con la guía y el fi-eno de las morales y de la reflexión
ética, es muy probable que nuestros impulsos más destructivos fiJeran do-
minantes y que hubiera mayor impunidad. Puede que sea e1 único 1ímite
real que nos ayude a desarrollar cierta capacidad de auto y heterocontro1.
Por otra parte, las nomas fácilitan la convivencia. Sin esos 1ímites no ha-
bría sociedad.
No obstante, es justo reconocer que somos generadores también de mú1-
tiples ejemplos de bondad, altruismo, generosidad, cooperación y ayuda de-
sinteresada. De hecho, la observación empírica atestigua que hay una ma-
yor ffecuencia de comportamientos «positivos» que «negativos», aunque la
visibilidad e impacto de estos ú1timos parece ser más alta.
Las morales y la ética con`tribuyen a canalizar y dinamizar la fiierza y
creatividad de nuestra especie dirigiéndola hacia metas elevadas, superando
las limitaciones y aprovechando nuestras posibilidades. «La inteligencia
creadora nos sitúa en una realidad que espera su última definición.. . somos
sorprendentes realizadores de sueños. Está claro que no somos admirables
por lo que hemos sido, sino por lo que podemos ser» (Marina, 1997: 271).
En nuestra potencialidad de bondad radica nuestra fterza. Se trata, pues, de
un proyecto con un propósito constituyente: «Hagamos, porque es bello, el
bien» (Darío s.f.r. Doval,1999: 63).
El hecho de que no siempre la conducta del ser humano sea beneficiosa
para sus semejantes, e incluso pueda resultar muchas veces claramente da-
ñina, no debe ser motivo que sustente la errónea creencia de la inviabilidad
de la ética. Nadie postula la desaparición de la Declaración de Derechos
Humanos y, por ejemplo, del derecho a no ser torturado porque no se cum-
ple sistemáticamente en muchos países.
Precisamente porque el ser humano es imperfécto, necesitamos de una
guía que oriente nuestro existir. «El hombre recto (¡y cuerdo!) quiere vivir
7#ejor... intenta hacer lo bueno no só1o pese a que es consciente de que
siempre existirá 1o malo, sinop7iecz'scz77ee77,epor eso, para defiender contra lo
irremediable la fi-agilidad preciosa de lo que considera preferible. No se
conduce éticamente a fin de conseguir algún premio o retribución, sino que
11ama C¢ética" al modo de obrar que le recompensa en su propia actividad
haciéndole saberse más razonablemente humano y libre» (Savater, 1999:
301).
168
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169
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7. Fuentes de la ética
¿Cuá1es son los yacimientos que aportan «agua» al caudal de la ética? Las
personas sabias, que andan tras la verdad, que se embarcan en la búsqueda
del sentido de la existencia y de una moralidad constructiva, se inspiran en
varias fiientes.
Una de e11as es la propia vida, la escuela principal donde aprenden los
humanos. Lo que nos ocurre, las experiencias que tenemos, las penas y las
alegrías que vamos sintiendo van moldeando nuestro ser.
Otro fi1ón de saber es la propia filosofia. En la lectura de Sócrates, Sé-
neca o Lao Tsé encuentran muchas personas respuestas y, sobre todo, pre-
guntas nuevas, algo de paz y un sentido difierente de lo que es la vida.
Pero la reflexión ética se alimenta de otros nutrientes. La ciencia plan-
tea, con sus fiormidables descubrimientos e inventos, nuevas cuestiones
éticas.
¿Tiene algo que aportar el derecho o la política a la noble tarea de la
construcción de una ética renovada? La Declaración Uriversal de Derechos
Humanos o el Tribunal Penal lntemacional son puntos de anclaje y con-
quistas sociales que debemos potenciar y aprovechar.
Las religiones han sido y son también una fiiente de inspiración de las
morales y de la ética. Jesucristo, Mahoma, Buda y otros han aportado inte-
resantes consejos de vida y han ayudado a millones de seres humanos a te-
ner reférentes útiles para navegar en el proceloso mar de la existencia.
La ética también ha aprendido del arte, de las diíérentes morales, de los
comportamientos, costumbres y hábitos. De todas esas fiientes se enriquece
y a todas revierte parte de su potencia1. Porque se necesitan mutuamente.
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Otro aspecto central, que tiene que ver con lo que estamos hablando,
es el tiempo. En concreto, la percepción de la brevedad de la vida y la ne-
cesidad de disfrutar, intensamente, el presente: Cczrpe cZz'e777. Sin embargo,
al parecer de diversos investigadores, no sólo se pierde el tiempo, sino
que se depositan las esperanzas en cuestiones externas. «Será más feliz el
hombre a quien le baste con su riqueza interior y poco o nada necesite de
fiiera para su contento» (Schopenhauer, 2002: 55-56). Se percibe iníélici-
dad si no se consiguen o se pierden ciertas metas. .. aunque eso significa
dependencia. Como indica Aristóteles: «La felicidad es de quienes se
bastan a sí mismos». En eíécto, «el resto de las fiientes exteriores de la
fielicidad y el gozo son, debido a su naturaleza, muy inciertas, equívocas,
perecederas y sometidas al azar; de ahí que, aun en las mejores circuns-
tancias, puedan extinguirse con gran facilidad. . . Es entonces cuando, más
que nunca, cobra importancia lo que uno tiene en sí mismo» (Schopen-
hauer, 2002: 56-57).
Por eso, se recomienda: «No busquéis el bien fiiera de vosotros» (Epíc-
teto s.f.r. Castañares y Gonzá1ez,1993: 134). Hay que recuperar el protago-
nismo de nuestra vida, intentando apreciar cada momento como excepcio-
nal. El autor de £cz cczbcz7~3~cz c7e/ rzío rom aconseja, al respecto: «Procura vivir
de manera que cuando mueras, hasta el de la íúneraria lo sienta» (Twain
s.f.r. Dwal,1999: 436).
La fé1icidad nace del interior. «El hombre común, en cambio, con res-
pecto a los goces de su vida, depende de cosas exteriores,/c,em c7e é/: las
posesiones, el rango... los amigos, la sociedad, etcétera; en tales cosas se
apoya la ftlicidad de su vida. Por eso se quiebra con su pérdida o cuando lo
decepcionan o desengañan. Podríamos decir, para expresar mejor esta rela-
ción, que su centro de gravedad descansafi#ercz c7e é/» (Schopenhauer,
2002: 64).
Buda era de la opinión que el secreto del buen vivir se hallaba en la au-
sencia de deseo. Lao Tsé sostiene algo similar. No en vano se afima que
una persona rica no es la que tiene más, sino la que necesita menos y se
apela a la vida sencilla. También, se advierte, al respecto: «Para vivir féliz-
mente basta con muy poco» (Marco Aurelio s.f.r. Doval,1999: 164).
Por otra parte, la observación de las personas, que manifiestan sentirse
dichosas, ha aportado sugestivas líneas de investigación. Una de ellas es la
constatación de que «el hambre» de algo hace más placentero su consumo
o disfiiite. En nuestra sociedad saturada de cosas triuníá, paradójicamente,
el hastío y la apatía. ¿Por qué sucede este fénómeno? Rivera nos da una po-
sible respuesta: «. .. cuanto más cruda es la incomodidad, más intenso pue-
de ser el placer; es decir, cuanto más nos alejamos del óptimo de estimula-
ción, más largo y profundo es e1 ¬Cviaje" placentero del que podemos
gozar» (Rivera, 2003: 86-87).
173
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(Ce;Na;rrtes, EI Qyijote)
174
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alguien crecidito es más bien triste seguir con esa mentalidad» (Savater,
1999: 60-61).
La libertad se vincula con la capacidad de elección, de decisión. Somos
libres en la medida que disponemos de opciones. EI Diccionario de la Real
Academia define la acción de elegir como «escoger, prefieri a alguien o
algo para un fin». ¿Y qué es decidir? Este término proviene de1 1atín cJeczO-
c7e7iÉ,, es decir, cortar la dificultad, fiomarjuicio definitivo sobre algo dudo-
so o contestable. También significa resolver, tomar determinación de algo.
¿Por qué, entonces, tiene más valor el sacrificio de Héctor, el mejor gue-
rrero de Troya, que ha de luchar (sin desearlo realmente) contra Aquiles,
que el de las temitas-soldado que van seguras a la muerte? La diferencia se
ha11a en que Héctor no está programado. Es un sujeto libre (Savater, 1999:
26y 2:]).
Desde que nuestra especie existe, la libertad ha sido considerada una de
las cualidades más apreciadas y, a la vez, más amenazadas. Desde la ética
proftsional se ha valorado también como un objetivo y una condición fim-
damenta1. De hecho, empoderar a las personas y a las comunidades ha sido
uno de los elementos definitorios de nuestra acción.
Pero para ayudar a otras personas a reconocer, disfiutar y hacer buen uso
de su libertad es preciso que profimdicemos en lo que realmente significa.
Hay una expresión latina que nos puede ayudar. No7c se7vz-cz77c.' No seré es-
clavo. ¿Qué factores extemos e intemos limitan tu libertad? ¿Qué cosas nos
encadenan? ¿Qué elecciones nos favorecen?
Si examinas tu experiencia, observarás que hay continuamente situacio-
nes que demandan de ti una respuesta, en las que hay que decidir: ponerse
un preservativo o no; vivir para trabajar o trabajar para vivir; ser o tener;
ser o hacer; poner vida a los años o años a la vida (Savater,1999: 165).
Pero ¿somos libres realmente? Es cierto que estamos sometidos a mú1ti-
ples influencias. Empezando por nuestra propia bioquímica (a veces, estás
alegre, triste o eníádado por ese motivo) y terminando por los íáctores ex-
temos (1a clase social, tu éamilia, el barrio en que vives. . .). Sin embargo,
diversos autores indican que existe un reducto, una posibilidad de superar
esas limitaciones y condicionantes.
Para poder ser libre, los expertos aconsejan reflexionar sobre lo que
esto sigrifica, ser conscientes de los condicionantes internos (tu edad, tu
biología, tus impulsos, tus esquemas mentales, tus miedos. . .) y también de
aquellas variables extemas que te aíéctan. Hay que fortalecer la autoesti-
ma, la tolerancia a la ffustración, el autocontrol o el domirio de la impu1-
sividad.
Si entendemos la ética como arte de elegir, la cuestión que inmediata-
mente nos viene a la mente es ¿cómo aseguramos de hacer una buena elec-
ción? Como ya sabes, no es tarea íácil. Requiere tiempo, reflexión, infior-
175
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176
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¿Se debe ocultar iníómación para no crear alama social en temas como la
salud o la seguridad colectivas? ¿Alguien que comete un delito durante un
pemiso carcelario debe tener doce años después una nueva oportunidad?
¿Y si es un violador? ¿De qué fóma la deslocalización de empresas reduce
177
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180
éGg© Z%#= é%«g¬a á®á #a,#á28;g# #®g«?añ¢
de ética de la Complutense). Éste había sido cesado por sus ideas, en los
tiempos en que nuestro país carecía de libertades. La relación entre lo ético
y lo estético se extiende desde casi los inicios de la propia humanidad. «En-
tre los griegos, la idea de felicidad era estética y la de be11eza era moral; y
esto no porque los griegos estuviesen confimdidos, sino porque eran civili-
zados» (Santayana s.f.r. Savater,1999: 248).
¿La utilidad y bondad de una acción realizada por un trabajador social
en qué se distingue de la que no lo es? En los eféctos que producen. Si pro-
vocan resultados beneficiosos como mejora de la conciencia, de la autoesti-
ma, im mayor grado de libertad, de justicia, de paz... se trata de acciones
adecuadas. Si lo que producen, por el contrario, es culpabilidad, temor, sen-
timientos de iníérioridad... entonces es posible que estemos ante decisiones
y comportamientos erróneos.
Son principios de la actuación proftsiona1 1a individualización, la impli-
cación emocional controlada, la expresión explícita de los sentimientos, la
aceptación, la actitud «no enjuiciadora», la autodeteminación del usuario
@anks, 1997, 40). También se reconocen como principios la autonomía, y
lajusticia distributiva (Femández, en Bemejo,1996: 132-138).
Otros principios son la prevención, la acción integral, la nomalización,
el favorecer la integración, la coordinación... Tomás Femández y Laura
Ponce señalan, además de los expuestos, la confidencialidad (2008: 54).
Consulta varias leyes autonómicas de Servicios Sociales y observa sus si-
militudes y diférencias.
En definitiva, las cuestiones éticas en el Trabajo Social tienen que ver
con los derechos individuales y el bienestar particular y público, así
como las condiciones de desigualdad y la opresión estructura1 (Banks,
1997: 27).
Son tres las dimensiones de la ética que deben ser analizadas: 1a teleológi-
ca, la deontológica y la pragmática. Van de lo más abstracto y general a lo
más concreto y específico.
La primera (1a teleo1ógica) tiene que ver con el aná1isis de los principios,
valores, fines, objetivos o metas de la proíésión, que se eligen o se preten-
den conseguir o potenciar con nuestra acción. «Con ello estamos aún en el
terreno de la máxima abstracción moral, en el campo de los conceptos más
elevados, por tanto en e1 ámbito más alejado posible de la actividad ordina-
ria» @emejo en Bemejo,1996: 17).
La segunda (1a deonto1ógica) se refiere al código de nomas y reglas que
regulan y que orientan la acción profésional. Es el terreno de los deberes,
181
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182
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Pre-convencional:
-Estadio 1: El motivo de la acción es la evitación del castigo. «Bueno
es lo que yo quiero y puedo». Orientación castigo-obediencia: «Me
porto bien para que no me castiguen».
- Estadio 2: El motivo de la acción es el deseo de recompensa o bene-
ficio. Hedonismo y reciprocidad (egoísmo mutuo): «Me porto bien
para que me premien».
- Estadio 3: El motivo de la acción es la desaprobación anticipada real
o imaginaria. Se basa en expectativas interpersonales de mutualidad:
«Hoy por ti, mañana por mí».
Convencional.`
- Estadio 4: El motivo de la acción es el deshonor anticipado o la culpa.
«No me porto mal porque, si no, me sentiría culpable». Hay cierto
sentido de la responsabilidad y del compromiso en el mantenimiento
del orden socia1. Se ven necesarias las reglas y la figura de una autori-
dad. Se comparten y se cumplen las convenciones o acuerdos sociales.
Post-convencional:
- Estadio 5: El motivo de la acción es el respeto a los iguales y la co-
munidad (más basado en la razón que la emoción). Hay autorrespeto
y se reconoce que los demás son sujetos con derechos. Hay un pacto
o contrato social que es útil para la convivencia. «Es lo que hay que
hacer aquí».
- Estadio 6: El motivo de la acción es sentirse coherente con los prin-
cipios y valores que uno mismo ha decidido y construye. Se teme,
más que la valoración o desaprobación ajena, la autocondenación
por la violación de los propios principios. «Esto no lo puedo hacer,
va contra mis principios» (Kolhberg, en Rubio,1987: 160).
Son mú1tiples las situaciones que tienen una dimensión o implicación ética
y mora1. Prácticamente, toda decisión 11eva aparejada una componente de
ese tipo. En particular, nuestra profésión se enffenta continuamente a reali-
dades complejas, a situaciones en las que intervienen numerosas variables,
que comprometen a seres humanos y donde operan varias morales en inte-
racción. Por eso, se indica que «1as cuestiones morales obsesionan al Tra-
bajo Socia1» (Jordan,1991, s.f.r. Banks, 1997: 23). Incluso, se 11ega a decir
que «el Trabajo Social es, esencialmente, una empresa mora1» (Pinker,
1990, s.f.r. Banks,1997: 23).
183
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184
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xiones teóricas que pueden orientarte, tanto de carácter general como espe-
cíficas del Trabajo Socia1. Es fimdamental también que tengas en cuenta el
ordenamientojurídico del país donde operas.
Por otra parte, en cada Colegio Proíésional debe existir una Comisión
Ética para ayudarte en caso de duda y de necesitar amparo. También en e1
ámbito universitario te encontrarás profiesores responsables de la imparti-
ción de la asignatura de ética en el Grado y a los que podrás pedir opi-
nión.
Supuesto 1.
Una fámilia solicita aljuez intemamiento de una chica con anorexia, mayor
de eda¢ que se niega a comer. Eljuez deniega la solicitud. ¿Qué valores es-
tán enjuego en el momento de la solicitud?
Han pasado varios meses y la chica agoniza. Ahora, ¿qué valores se ha-
11an comprometidos?
Procura analizar las distintas perspectivas que se pueden tener sobre el
CaSO.
185
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Supuesto 2.
Una niña de cinco años ingresa en un hospital en Barcelona por una posible
agresión realizada, al parecer, por su madre o su compañero sentimental.
Sin embargo, la progenitora acusa al padre bio1ógico y exonera a su pareja
actua1.
El médico o pediatra de guardia da parte aljuez y a los servicios de pro-
tección de la infáncia autonómicos, dado que detecta ciertas irregularidades
y un posible maltrato.
En el proceso, que se inicia con la primera detección de síntomas de
riesgo, han intervenido varios profesionales ¢ueces, abogados, policías,
médicos, trabajadores sociales. . .) de diversas instituciones autonómicas y
locales y han transcurido varios meses.
Los técnicos que intervienen en el caso hacen caso de la versión inicial
de la madre de la menor, y no contrastan suficientemente la iníómación.
De hecho, la acusación matema luego se ve desconfimada. Se cometen
claras muestras de fimcionamiento anómalo, como, por ejemplo, la solici-
tud de infiomación del Juzgado (vía correo ordinario y no por íáx) a la Po-
1icía, lo que consumió varias semanas, Íá11os de intercambio de infioma-
ción y coordinación entre los diíérentes actores intervinientes, falta de
agilidad en el proceso...
Una noche, aproximadamente tres meses después, la niña vuelve a ser in-
gresada de urgencia en un hospital, esta vez en coma, por una nueva agresión.
¿Por qué se produce la cadena de errores que origina esta indefensión de
la niña? ¿Por qué han íá11ado los sistemas de detección y protección? ¿Ha-
bría que castigar a los autores directos y a los indirectos (entre los que se
incluyen miembros de instituciones con competencias de protección)? ¿El
número de casos que atiende un profesional incrementa los errores? ¿Debe
ser un derecho laboral no sobrepasar cierto número de casos? ¿Por qué
crees que no ha existido coordinación?
186
á@ ga áíp#ffé3 #g?!ffi ?#á9¢&é?#?# í3?á2agS#,ñ¢
187
5. Necesidades, probLemas
y recursos
Pun'ficaci'ón Morgado Panadero
189
#áSffig#affí%&F2#g3¿S g###g, ¥*##%áSaj@ g@g£¿a§x
necesidad la tendencia que tiene toda persona a hacer algo para satis-
facerla.
® Desde lape7ispeczz'vczflJosóficcz. Se entiende por necesidad la relación
eausal que une a dos seres o dos fénómenos tanto en el plano natural
como en el plano idea1/fioma1. Por ejemplo, si nacemos, necesaria-
mente tenemos que morir, ya que existe un vínculo causal entre am-
bos momentos. En definitiva, estamos ante una secuencia de hechos
que tienen que suceder necesariamente.
® Desde unape7ispeczzli,czj#7~zJdz'ccz. La existencia de necesidad se vincula
al reconocimiento de los derechos sociales en el ordenamiento jurídi-
co de un país, lo que pemitirá su reconocimiento legal y la posibili-
dad de ser exigidos ante los tribunales. A esta cuestión le dedicaremos
m estudio posterior.
® Desde unaperspeczz®vcz ecoJeóJ%z'ccz. Es desde la que se ha realizado un
mayor número de aná1isis de estas cuestiones. Permitiría establecer
una relación entre necesidad y los medios que nos van a pemitir pre-
verir situaciones de carencias o subsanarlas. En este contexto, se con-
sidera que las necesidades humanas tienen dos peculiaridades de gran
importancia económica:
190
S¢ #é®gg§Í#ag@gg, g;#@égá@##ag gÁ ,g®#á§gt,£@,S
privados) en la sociedad que las construyan para que otros las puedan
disfiutar y eliminar esa necesidad.
191
Zg%ợ#é£gTí2#a¥ñaa,Á£ ##á ##¢#záBagÓ® g®gáéaá
psíquico. Es decir, existen necesidades humanas que son tan básicas y íún-
damentales como éstas. En este sentido, la integración en la sociedad, el
afecto o reconocimiento de los sujetos en el grupo en el que están inmersos
también pueden ser calificados como necesidades.
Por lo tanto, entendemos por necesidad aque11a carencia de algo necesa-
rio para nuestro bienestar, para el desarro11o de la persona, de fiorma que si
no se posee, se produce una situación de malestar en la persona que la su-
fie, y el impulso (o motivación) de hacer algo para subsanarlo. La necesi-
dad se configura como la carencia de algo, de carácter fisico o psíquico,
que no nos permite obtener la plenitud. En este sentido, avanzamos hacia
un concepto más amplio que el exclusivamente económico, y que nos colo-
ca la necesidad en un determinado contexto, en una estnictura socia1.
Una vez establecido ya un concepto de esta institución, sería converien-
te distinguir la necesidad de otros conceptos afines, que pueden inducir a
error, como pueden ser el deseo, las demandas o el recurso.
En cuanto al cJeseo, el elemento clave para establecer la 1ínea de división
es la percepción que de ambc,s 11evan a cabo las personas. Así, mientras que
la necesidad opera en e1 ámbito de lo empírico, y por tanto obedece a crite-
rios objetivos que son fácilmente mensurables y contrastables en la reali-
dad, no sucede lo mismo en el caso de los deseos. Respecto a estos ú1timos,
es algo más ocasional que depende de cada persona. Es decir, se sitúan en
e1 ámbito de lo subjetivo. Así puede ser acogido que, «a diférencia de Ctde-
sear" o CCquerer", CCnecesitar" no es un verbo intencional, aparentemente. Lo
que necesito no depende del pensamiento o del fimcionamiento de mi cere-
bro... sino de cómo es el mundo»2.
En definitiva, podría admitirse que el deseo es algo más cercano a la li-
bertad, a la independencia, a la autonomía, pues es el sujeto el que decide;
por el contrario, en el caso de las necesidades dicha libertad quiebra, en la
medida en la que el sujeto debe regirse por las pautas establecidas en el
contexto social en el que está inmerso, ya que esas necesidades básicas son
establecidas socialmente y sólo tendrán tal consideración si empíricamente
pueden ser valoradas.
En ámbitos políticos y administrativos, el término que se emplea con
más ffecuencia es el de c7emcz7ccJcz. Las decisiones po1íticas se basan más en
las demandas de la población que en investigaciones sobre necesidades rea-
les. Esta demanda puede manifestarse a través de cartas, manifestaciones,
peticiones, acciones sociales, elecciones, campañas públicas, etc.
Las 7¡ecesz-c7ades es un concepto más popular entre los planificadores e
investigadores académicos, pero que en definitiva no hacen más que ser el
origen de la demanda que posteriomente realizan los ciudadanos ante las
instituciones po1íticas o administrativas. En definitiva, el ciudadano que su-
fi-e una necesidad o cree que otros la sufien, demanda ante las instancias
192
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Según este autor, las necesidades del ser humano están jerarquizadas y es-
calonadas de foma que cuando quedan cubiertas las necesidades de un or-
den es cuando se empiezan a sentir las necesidades del orden superior.
Maslow definió en su pirámide las necesidades básicas del individuo de
una manerajerárquica, colocando las necesidades más básicas o simples en
la base de la pirámide y las más relevantes o fimdamentales en la cima de la
pirámide. Sin embargo, no siempre es necesario que las necesidades más
bajas sean satisfechas para que surjan las más elevadas, sino que es posible
que ambas coexistan, pero las básicas predominarán sobre las superiores.
193
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En e1 ámbito del Trabajo Social iría unido a los servicios sociales bási-
cos, incluso muy cercano a lo que sería la beneficiencia. Con estos meca-
rismos se pretenden cubrir las necesidades básicas que sufi-en los indivi-
duos para subsistir. Es lo que pretende situarse en e1 ámbito de los
denominados umbrales de pobreza, es decir, intentar que la persona tenga
un bienestar social relativo al cubrir las necesidades básicas para subsistir.
194
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e) Necesidad de autorrealización
Este ú1timo nivel es algo diíérente y Maslow utilizó varios términos para de-
nominarlo: «motivación de crecimiento», <mecesidad de ser» y «autorrealiza-
ción». Son las necesidades más elevadas, se ha11an en la cima de la jerar-
quía. Se 11ega a ésta cuando todos los niveles anteriores han sido alcanzados
y completados, al menos hasta cierto punto.
Las personas que tienen cubiertos todos estos escalones llegan a la culmi-
nación y desean sentir que están dando de sí todo lo que pueden. No todas
las personas sienten necesidades de autorrealización, debido a que es una
conquista individual, un nivel de plena íélicidad o amonía. Pero en definiti-
va esto se plantea porque existen personas que nunca van a ver colmadas sus
necesidades; están en un proceso continuo de búsqueda y satisfacción.
195
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' Estéticas.
' Conocimiento.
' Religiosas.
Por ú1timo, las de los escalones más bajos (de seguidad y fisio1ógicas
básicas) podrán ser denominadas «necesidades bio1ógicas»:
' Alimento.
' Procreación.
' Seguridad.
196
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mz/©#%/%7gí#í#íí%%©í©©%%ffiff%©%z,%%%íí,%%%/%%%%#5í,%ff©í©í©%í5,jí#%%%%%%%Í%%#ÍÍ7#ffíí7,Íi#í{fÍ%%ífíííg%í;%íííízzííi%##%Ñff%%%%íí,#Éfzzz;zí;,m;íí#z,aíí:íí,Íí,z,%%2%zffiíÁÍ;2ÁfcízffiÑ;ÁjzÁ;z;;,j;á,;jíÍ,,,i,;;iziñmff%%ff%z#Í#íñ,#%%fff%ff%í#¢ÍÍÍ;;,¢4;Í%;zm
Parten de una concepción del hombre como agente socia1 (y mora1). El ser
humano participa activamente en la sociedad y se integra en ella para con-
seguir unos fines propios, unos objetivos. En este sentido, el daño es la im-
posibilidad de poder actuar y participar en la sociedad para conseguir esos
fines. Basándose en esas premisas, dividen las necesidades en básicas e in-
temedias.
Así, nos encontraremos con unas primarias o básicas, de carácter vital,
sin las cuales el individuo no podría subsistir. Para estos autores /czs 7£ecesz'-
dades básicas serám condiciones previas uni,versalizables para la participa-
cíón social y la persecucíón de fines propios. En este se"hdo, podem!os
destacar el alimento, oxígeno, agua, higiene, protección fi-ente al dolor y
enfémedad, entre otras 7. Estas necesidades básicas son de tal importancia
que en el caso de que nos íá1ten no podríamos subsistir, lo que se puede
comprobar objetivamente. Es decir, que cuando una persona sufi-e la caren-
cia de esas necesidades básicas, que se pueden valorar objetivamente, ya
que son mínimos vitales, no podría desarrollarse e incluso 11egaría a extin-
guirse. Por lo tanto, las necesidades básicas serían los íáctores objetivos in-
dispensables para la supervivencia y la integridad psicofisica de los seres
hmanos 8. Para Doyal y Gough estas necesidades básicas son la salud fisi-
ca y la autonomía persona1.
En cuanto a sus características, hay que precisar dos: objetividad y uni-
versalidad. Por lo que se refiere a esta comprobación objetiva, deriva del
hecho de que estamos hablando de datos empíricos reíéridos a personas rea-
les. Es decir, se establecen unos criterios que se comprueban en la práctica
y respecto a unas personas identificables. Podría admitirse que lo que se
necesita no depende de la persona sin más, sino de la estructura social en la
que está inmerso y que impone unos niveles mínimos.
Pero además hay que tener en cuenta que todas e11as son universales, en
la medida en que cualquier persona, con independencia de la sociedad y mo-
mento histórico en el que viva, debe satisfácerlas para poder subsistir. Si
bien hay que matizar que la fóma de provisión de esa necesida¢ o, dicho de
otra manera, la íóma de cubrir esa necesidad puede variar de una persona a
otra, o en un estadio social distinto. Por ejemplo, todos tenemos necesidad
de alimento, agua, vivienda, pero la fioma de llevarlo a cabo, o incluso la
cuantía necesaria para la satisfacción de esa necesidad, varía de unos a otros.
Por lo tanto, habría que distinguir en estos casos entre los medios suficientes
para satisíácerla, que tienen carácter indeteminado, en la medida en la que
varían de unos individuos a otros; y entre la necesidad propiamente dicha,
197
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198
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. Ser.
. Tener.
. Hacer.
. Estar.
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res. Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfac-
tores. Lo que está culturalmente deteminado no son las necesidades huma-
nas fimdamentales, sino los satisfactores de éstas.
Hay que establecer una diferencia entre necesidad (ausencia o carencia
de algo imprescindible) y el hecho de satisfacerla ®roceso a través del
cual desaparece la ausencia o carencia). Un aspecto son las necesidades en
sí, y otro, el cómo se satisfacen. En ese sentido, las necesidades no se
construyen socialmente según el contexto, más bien se satisfacen socia1-
mente (de una fiorma o de otra, con unos medios u otros...). En definitiva,
las necesidades humanas fimdamentales de una persona que pertenece a
una sociedad consumista son las mismas del que pertenece a otro tipo de
cultura, ya que éstas tienen carácter universa1. Lo que varía es la cantidad
y calidad de los satisfáctores elegidos y/o las posibilidades de tener acceso
a los mismos.
200
g¢ gjgg#§Í#a##£, g§g&ggá##ffia£ g áff#¬;%g,£#Jg
í#Í%Íz%zÍ»z;zízz2ÍÁÍ;ÍÍÍ¢iíii¢;zzzÍÁz%iím%mÍ;zz#íñzí2í,zí#Íí%%z%íí,zzífií9íí7íéí%zízzí%¢%í%%zím%zffi,¢mz%í#í¥%zÍÉ%í#íí,zíff2íz©í%%ziáíJz#í,zíí%zzg72#%%%¢í%í%z#%#%zzízzzí©zzí©7í%%7%%%%zz ff,%%%%%%gzíí%%%%©%©%z%z#%%z©%©%%%m.
Hasta ahora hemos analizado las distintas teorías que han existido sobre las
necesidades. Aunque ya en algunas de e11as se ha hecho reíérencia a las
mismas, en e1 ámbito del Trabajo Socia1 1as que nos interesan no son todas
las necesidades humanas, sino aque11as que son calificadas como sociales.
En esa 1ínea, entendemos que una necesidad humana puede ser considerada
social cuando es compartida por conjuntos de personas claramente defini-
dos ll. Además hay que tener en cuenta que esas necesidades son cubiertas
por lo que denominamos política social y por unos poderes públicos que se
desarro11an en un concreto Estado: el socia1. Hecha esta definición, convie-
ne detenemos en los elementos que las definen y el contexto en el que se
producen.
En primer lugar, habría que preguntarse qué puede ser calificado como po-
lítica socia1. Sin embargo, se trata de una ardua tarea. Entendiendo como
po1ítica «un conjunto estratégico de actuaciones puestas al servicio de
201
Z;g£# #zag:g:g gJ#é£SS ##á #grq#aá#?Jjgb% í3:3¬jg#& &
202
g¢ a#g¬Ég§,#®á¡aé¡@£, #í,®¿g#J#"ag .##, Z##",#í,S@#
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Pero ¿cómo cubren estas necesidades los Estados sociales? Habrá que
fijar cuá1es son los instrumentos que utilizan para que sus ciudadanos pue-
dan acceder a la cobertura de éstas. Los Estados organizan las necesidades
configurándolas como derechos sociales, es decir, que es objeto de protec-
ción por los organismos públicos desde el momento que se le da rango de
derecho social, incluyéndolo como tal en algima noma (en el caso español
son los recogidos en el capítulo llI CE: Prz-72czPz'o§ recfo7ies de Jcr po/zrfz-ccz
s'ocz'czJJ, eco72ó77%'ccz). Todo lo expuesto hace entender que deberán existir di-
fierentes po1íticas sociales en fimción de cuá1 sea la necesidad a cubrir y e1
203
Z:#6g<3##g{##a#ázg#,s &#§® "##£á2a£@ g&®#a&
204
g¢ g!#$3gá2§¡óg¡#&g#,£, g:é##á3á@ffia# % g-g#=?Já8¢#a2g~
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en cuenta por la sociedad. Dicho de otra manera, salen de1 ámbito de lo pri-
vado para tener relevancia en el contexto socia1. En este grupo estarían las
definiciones que resaltan los aspectos objetivos perjudiciales de los proble-
mas, aunque éstos no sean identificables por sectores amplios de población
cono situaciones susceptibles de ser cambiadas. Pero esta postura se queda
limitada.
Habría que tener también en cuenta la parte subjetiva. Estarían aque11as
definiciones que entienden que existe un problema social no só1o cuando
éste se produce, sino cuando un grupo significativo de la sociedad percibe
y define ciertas condiciones como problema y pone en marcha acciones
para solucionarlas. De esta manera la insatisfacción de una necesidad que
genera un malestar en las personas puede ser también considerada como in-
deseable en una civilización y producirse, por ende, una situación que ge-
nera una necesidad de ayuda. En este sentido, el problema no es só1o la in-
satisfacción de la necesida¢ sino también la toma de conciencia de su
existencia y de la necesidad de actuar.
Por ejemplo, la cobertura de las situaciones de dependencia es una nece-
sidad que existe desde hace mucho tiempo. No se trata de un ftnómeno o
necesidad que haya surgido ahora. Siempre han existido las personas que
no pueden valerse por sí mismas y han necesitado de otras para realizar las
actividades básicas de la vida diaria. Sin embargo, en los ú1timos años han
aumentado de fioma considerable (incremento de la esperanza de vida, más
accidentes laborales y de tráfico...) y, sobre todo, se ha producido la impo-
sibilidad de atención de estos sujetos por sus propios parientes ante los
cambios en las estructuras familiares, debido en gran medida a la incorpo-
ración de la mujer al mercado laboral, que era la que tradicionalmente se
hacía cargo de ellos. Es en este momento cuando esa necesidad ya existente
es tomada en cuenta por la sociedad como una necesidad insatisfecha, y
que genera un malestar, cuando adquiere la condición de problema social.
Sin embargo, para que este efecto se produzca, será necesario que los
grupos sociales más relevantes la tengan en cuenta. Es decir, no todas las
necesidades de los ciudadanos, incluso aque11as que aíécten a un número
importante, pueden alcanzar la categoria de problema socia1. A este estadio
superior só1o se accede si en la sociedad así se quiere. En este sentido los
grupos sociales con más poder son los que, en cierta medida, deciden qué
es o no un problema social. Por ello, la calificación de una situación como
problema social carece de argumentos objetivos, siendo las sociedades las
que legitiman esa situación.
En definitiva, el problema social es una situación que un número impor-
tante de personas, o, al menos, los más relevantes de una sociedad, conside-
ran como inaceptable, y lo juzgan como desfávorable o desagradable. Por
lo tanto, no bastará só1o con que una circunstancia sea dañina (elemento
205
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206
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208
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será necesario que distintas instituciones aporten los medios para po-
der superar ese problema. Por lo tanto, los problemas sociales son,
por definición, cuestiones públicas y no cuestiones personales o pri-
vadas.
209
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210
F3¢ g#g¬#g-;####£? gg%@g?g#*ffiaS # ggg8á!g,fj@g
de los que se dota a sí misma una sociedad para dar respuesta a las necesi-
dades de sus individuos, grupos y comunidades en cuanto integrantes de
ella. Por lo tanto, el recurso social es el que en alguna medida resuelve o
satisfáce necesidades sociales.
Al igual que hacíamos al reférimos a las necesidades sociales, hay que
afimar el carácter relativo y dinámico de los recursos sociales en lo que
respecta a programas de bienestar socia1. Así, en este ámbito también exis-
ten «modas», de tal manera que, por ejemplo, en un momento deteminado
la familia no resultaba un recurso adecuado y era criticada como la gene-
radora de muchos problemas sociales, y posteriormente era justo lo con-
trario.
Dada esa definición, puede acogerse que es el elemento final una vez
que se produce la necesidad socia1. Dicho de otra manera, la secuencia ne-
cesidad-problema finalizaría con el recurso. Primero se produce la necesi-
dad social, que es la fá1ta de algo para conseguir el bienestar; cuando ésta
no es satisíécha, y genera un malestar, que es asumido por la sociedad, se
convierte en problema, que finalmente será eliminado con los recursos so-
ciales. Por lo tanto, el recurso será el medio para abolir los problemas y
conseguir la cobertura de la necesidad, todo ello producido y con repercu-
siones en la sociedad. Es en definitiva la respuesta que la sociedad articula
para la cobertura de las necesidades. Por e11o, los tres conceptos van rela-
cionados.
Aceptada esa definición, convendría ahora fijar cuá1es son las caracte-
rísticas que se podrían acuñar a este témino. Así, las notas esenciales de
los recursos sociales son:
Los recursos surgen apara eliminar las necesidades que tienen las perso-
nas. De hecho, un mismo recurso podría valer para cubrir necesidades dis-
tintas, y también para una misma necesidad podrían crearse recursos di-
férentes. Por ejemplo, mediante prestaciones de Seguridad Social para
desempleados (recurso) se cubriría la necesidad social de esos colectivos,
pero también mediante cursos de íómación (recurso) obtendrían una nueva
cualificación profésional que les ayudaría también en la satisíácción de la
necesidad social que es el desempleo.
Existe una relación causa-eíécto con los problemas. Si se produce el
problema social ante la insatisfácción de las necesidades de las personas, la
aparición del recurso persigue la eliminación de ese problema y la conver-
211
#Üaé#&?%g#ég###S&# #ú#% #~#á3áZFffij® S%3g£a§x
sión del mismo en una situación «noma1» que perlnita el bienestar de los
ciudadanos, y no sea un obstáculo.
® Los recursos son diseñados por sociedades concretas, pór lo que pue-
den variar de unas a otras.
' Estos recursos surgen desde las instancias públicas o también por ini-
ciativa privada.
212
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Son mutables, cambian al compás de las sociedades que los crean. Como
ya se ha dicho, los recursos sociales tratan de cubrir necesidades sociales.
Estas últimas son el resultado en muchas ocasiones del desarro11o de las so-
ciedades, por lo que necesidades que hoy lo son hace unos años no existían.
Dado que los recursos surgen como consecuencia de la aparición de ne-
cesidades y problemas sociales, y que son diseñados para que éstos desapa-
rezcan, tienen que adaptarse también a ese proceso dinámico del que hacen
gala las otras dos instituciones. Por ello, habrá recursos que una vez que las
necesidades hayan sido cubiertas, carezcan de sentido, y deban ser suprimi-
dos ante su ineféctividad e inactividad. De igual manera, si surgen nuevas
necesidades habrá que crear nuevos recursos.
Numerosas son las fómas en las que podemos clasificar estos instrmentos
de ayuda, atendiendo a distintos criterios. Vamos a presentar algunas de las
fiomas más utilizadas en el ámbito del Trabajo Socia1:
De las Heras y Cortajarena (1985) 18 establecen una clasificación en fim-
ción de la fomalización de los recursos. Así distinguen:
213
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Por su parte, Rubí Martínez 19 1os clasifica en fimción de1 órgano del que
procedan:
214
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Los recursos sociales son el instrumento que tienen los trabajadores socia-
1es para la intervención. Su íúnción no es la de crearlos, sino que lo que de-
ben hacer es utilizarlos para así conseguir el bienestar social de los ciuda-
danos. El trabajador social debe conocer bien los recursos sociales que
existen para cada intervención. Se plantea en este caso la necesidad de ac-
ceder a los recursos sociales que tienen los ciudadanos y que el trabajador
socia1 1os debe conocer, infiomar y orientar.
Es más, dada la cercanía que el trabajador social tiene con los ciudada-
nos, lo que podríamos plantear como la convivencia personal, es uno de los
215
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216
g¢ géa9¢®##Sá#a##§, g3ffá8ázá#gffi?## # #@g"3,#8Í3
9. Referencias bi-bLiográficas
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g#%&ag%#JZ¡Z@g ###á ¥;?ég3??gg?a# S®£?a&
'%íñíí,íí,íí,%%©%©#¡#ífi%##%%:gí%##%í#%%zí%í#%%%%##í/%z#%%%%%ff,%zffi&%z%%zízíz%íí,íí,%íí,%zí2ffií2zzígz¢Í,í#zízízzzmz/zza/zffizAfifi/,/%%%zs2;,íff%%%%%zí#%Í%Ízíí/%Íí;ff%%Í;%%%í/#íf,ízíí//í/%%j/z#iiííz;/%%,p;i,,izzp:%zgpzÍÍ2zpí%%%2Í22£2zÍ;/Á
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Notas
218
gÓ #§?@¬;g#4##iá¡@£, ggg@ágá#gjfiá?óg 37 í@#£*g.g@g
16 Sullivan, T., Thompson, K., Wright, R., Gross, G. y Spader, D. (1980): Socz-cz/
proZ,/eJ72s.' Dz'verge7eZperLrpecfz-ves, Nueva York, John Wiley and Sons.
17 De las Heras, P. y Cortajarena, E. (1985): JJ2z7~ocZg,ccz-ó7c cz/ Z,z-eJcesfczr socz'cz/, Ma-
drid, Consejo General de Diplomados de Trabajo Socia1.
18 De las Heras, P. y Cortajarena, E. (1985): JJcftodt,ccz-ó7z cz/ bz-e72esZczJ~ Lrocz-cz/, cit.,
pp.150-151.
19 Rubí Martínez, C. (1989): J7¡z7~odG,ccz'ó77 cz/ rrc,bcz/'o S'ocz-cz/, cit., p. 40.
20 Rodríguez Martín, V. (2003): «Los recursos sociales», en Femández García, T.
(coord.): J77f7-ocZz,ccz'ó77 c,/ rrczZ,czjo S'ocz'cz/, Madrid, Alianza Editorial, pp. 383-387.
21 De las Heras, P. (2000): «La construcción histórica de una profesión», en
AA.lJ`Í.-. Pasado, presente y fiuturo del trabajo social-. T:1 Foro de Trab.ba.jo SocLal, Mz+
drid, Ed. Uhiversidad Pontificia de Comi11as, pp. 65-66.
219
6. Contn'buciones de las
ciencias sociales
aL Trabajo SociaL
1. Introducción
221
aüffig3 #agffieZ?í#ggg, ##á X#a#é8á3aj@ ¬A£#Z:é?z#&
para poder entender los problemas sociales, desde una visión amplia y complementa-
ria. La psicología, la sociología, la pedagogía y la antropología se enfocan principa1-
mente al estudio del comportamiento humano, su adaptación al entomo y la configu-
ración de las diversas culturas. Otras ciencias como el derecho, la economía, la
ciencia política, la medicina o la historia, ofiecen parcelas más específicas que com-
plementan todo el territorio de referencia plual que pemite al Trabajo Social dispo-
ner de un completo marco metodo1ógico (Femández y Rondón, 2005).
2. Contn®buciones de la soci-ologi-a
Las 11amadas ciencias sociales son aquellas que estudian al hombre en su di-
mensión social, y todas e11as tienen el mismo punto de partida: el concepto
del hombre como ser social. Aunque existen muchas dificultades para for-
mular una definición adecuada de la sociología, Goldthorpe (1990) nos
acerca a su contenido cuando dice que «la sociología es el aná1isis científico
del comportamiento social humano». Esta definición representa un intento
de aplicar al estudio de la sociedad humana el mismo método y el mismo
sistema de aproximación científica que al mundo fisico. El profesor Giner
(1998) también nos indica «que es la ciencia social que tiene como objeto
estudiar y comprender científicamente la sociedad entendida como el con-
junto de colectividades, asociaciones, grupos e instituciones sociales que los
hombres y mujeres hemos confomado». La sociología, según estas aproxi-
maciones, se distingue de otras ramas de las ciencias sociales particulares,
como la economía, el derecho o la historia, entre otras, por su mayor grado
de generalidad, así como por su constante preocupación por construir y ex-
plicar los hechos y sucesos en su contexto con el fin de dotar a los procesos
sociales de un sentido de totalidad. Podemos decir que la sociología es el es-
tudio de la realidad social, de sus estructuras y de su fimcionamiento.
El objeto de estudio de la sociología somos nosotros mismos como seres
sociales. Nuestras interacciones, nuestras estructuras sociales, nuestros pro-
222
#¢ #6¢@##rijáBájffl6g8#ff# # gag g¢#Pggá#a¢g #@ff¢;g!,§®á2g a& #%g&gj¢@ ##J#¥;agm
cesos de cambio se realizan desde una perspectiva que analiza los vínculos
que se generan al relacionamos, y en los que vivimos inmersos. Como se-
res humanos, somos libres, cambiamos en fimción de nuestros conocimien-
tos y preférencias, y a la vez nos encontramos siempre en una situación his-
tórica determinada, impregnados por una cultura, en una determinada
posición social. La sociología trata de generalizar sobre todos los aspectos
del hombre en sociedad, intentando investigar las estructuras, los procesos
y la naturaleza de la sociedad humana. Posee una mayor amplitud que el
resto de las ciencias humanas, porque nos posibilita establecer relaciones
entre íénómenos de muy diverso origen: económico, demográfico, po1ítico,
jurídico, cultural, religioso, etc. A este carácter globalizador de la sociolo-
gía lo denomina Mi11s (1957) «imaginación socio1ógica», porque «en todos
los casos el estudioso de la sociedad hace uso de un enfoque interrelaciona-
do que constituye la clave de la inteligencia sociológica de la realidad hu-
mana». Se trata de una actitud que nos permite subrayar a la vez la unidad
y la diversidad del mundo social, y la básica interdependencia de todas las
áreas de la realidad socia1.
Es importante su conocimiento porque estudia la organización, las rela-
ciones sociales como im todo integrado dentro de la sociedad, a través del
desarro11o histórico, es decir, concibe a la sociedad de forma dinámica, y al
encontrar la esencia de cada una de las fiomaciones históricas puede elabo-
rar leyes que rigen el proceso social, lo que da por resultado que se proyec-
te la sociología como una ciencia aplicada que puede dirigir importantes
cambios sociales.
Su metodología se basa en la acumulación de conocimiento de íénóme-
nos concretos, cuantificables y comprobables. Al considerarse una ciencia,
siempre busca la verdad, y es la explicación objetiva racional la base para la
comprobación del conocimiento. Las características son la objetividad ®or-
que interpreta la realidad como es) y la racionalidad ®orque los datos que
nos suministra son sometidos a comprobación).
La actividad profésional de los trabajadores sociales se desarro11a siem-
pre en un contexto social determinado, en un momento histórico concreto,
y por e11o necesita infomación rigurosa sobre el medio social, la cultura, la
estructura socia13 el comportamiento, el poder, e1 1iderazgo, la comunica-
ción, las necesidades, los problemas sociales, las desigualdades, como los
recursos, así como de los modelos de interpretación característicos de la so-
ciedad en la que vive. Todo en su conjunto es una fi]ente de infórmación
básica para realizar un adecuado diagnóstico y el punto de partida de toda
acción socia1.
Ese marco actualizado lo constituye el desarro11o de modemos estados
democráticos, cuyas iniciativas generan la incesante construcción de nuevas
medidas adaptadas a los emergentes requerimientos sociales. EI Estado de
223
g'á8Zg#z#2Z?@g3#gg ¬£#g- #?¥g8á5&j# ga¿g2@&
224
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3. Contn'buciones de la psicoLogi-a
225
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226
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4. Contn®buc]®ones de La antropologi-a
227
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que la antropología se ocupa de cz7z¢/z'zczr /cz /ógz'ccz c7eJ s'er %c,J7¬cz7zo. Que es
lo mismo que decir que la antropología se ocupa de ayudar a entender a
los distintos seres humanos que pueblan la tierra a través de su objeto de
estudio más importante que son sus distintas fiormas de cultura» (García
Breso, 2000).
Esto nos 11evaría a clarificar que ante la diversidad humana no es que
haya varias 1ógicas, sino que ha de realizarse un esfiierzo por entender la
1ógica de los comportamientos de cada grupo humano en concreto y que
pueden no coincidir con los nuestros. Dada la diversidad de grupos, se pue-
de asumir que lo que es 1ógico para nosotros no tiene por qué ser 1ógico
para otros. Siempre debemos partir de la base que los seres humanos somos
diversos y con comportamientos distintos para empezar a entender una dis-
ciplina que nos ayude a su comprensión.
La palabra antropología en su aplicación actua1 Íúe importada de Esta-
dos Unidos en los años cincuenta del pasado siglo. «Fue Lévi-Strauss,
quien asignó definitivamente a la ef7zog7icz,cz la tarea de la recogida de da-
tos, a la ef7co/ogz'cz la de elaborar la materia a escala de las sociedades parti-
culares y a la cz73z7iopo/ogzícz la de realizar el aná1isis comparado de las socie-
dades y las culturas, como de alimentar la reflexión teórica» (Izard, 1996).
Son tres etapas de una misma investigación, y la preíérencia por uno u otro
de estos téminos tan só1o expresaría que la atención está dirigida en íóma
predominante hacia un tipo de investigación, que nunca puede excluir a las
otras dos qévi-Strauss,1980).
Además de la acción investigadora, la antropología offece una visión
más amplia, una perspectiva característicamente comparativa y transcultu-
ra1. Por su carácter comparativo, la antropología fácilita el aná1isis de todas
las sociedades tanto antiguas como modemas, como simples o complejas.
Al comparar, aprendemos que existen fomas nomales de pensar y actuar
aunque sean diférentes a las nuestras. El ser humano ha sido capaz de vivir
en casi todos los ecosistemas que existen en la tierra y debido a esa adapta-
bilidad existe una enome diversidad de grupos humanos.
Otra característica de la antropología que siempre suele destacarse es su
carácter ho1ístico, porque la «antropología estudia la totalidad de la condi-
ción humana, tanto del pasado, como el presente y el fiituro, e incluso la
biología, la sociedad, e11enguaje y la cultura» (García Breso, 2000). Desde
la aplicación de sus datos nace ima subdisciplina llamada antropología apli-
cada, que estaria reférida a aplicar los datos, las perspectivas, la teoría y los
métodos antropo1ógicos para identificar, evaluar y resolver los problemas
sociales que se presenten en el mundo contemporáneo.
Aunque desde el siglo 2mc quedó definido el objeto de la antropología
en la cultura (Tylor, 1977), no debemos perder de vista que en realidad el
objeto es la cultura de los seres humanos porque aprendemos desde que na-
228
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229
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5. Contribuciones de La pedagogT-a
231
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232
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Contn®buciones de La histon'a
233
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Desde que nacemos hasta que morimos las personas estamos sujetas a la
aplicación del derecho. Ser ciudadano de un determinado país nos otorga el
derecho a la ciudadanía. Así, a lo largo de nuestra vida vivimos dentro de
un grupo de reglas que rigen nuestra convivencia en sociedad, que nos otor-
gan derechos o íácultades a la vez que establecen o nos imponen obligacio-
nes. Como ciudadanos, el derecho también tiene la fácultad para ejecutar
deteminadas conductas o abstenemos de e11as, o para exigir a otra persona
el cumplimiento del deber.
La palabra «derecho» proviene del vocablo latino «directum», que signi-
fica en su primer origen «lo que es bien dirigido» o «1o que no se aparta del
buen camino». Algunas definiciones del derecho nos acerca]i «al conjunto
de nomasjurídicas, creadas por el poder legislativo para regular la conduc-
ta extema de los hombres en sociedad» o «sistema de normas, principios e
instituciones que rigen de manera obligatoria el actuar social del hombre
para alcanzar la justicia, la seguridad y el bien común», pero quizás la que
engloba a la totalidad de estas definiciones es la que nos acerca Sills
(1979), cuando dice «que el derecho es el orden normativo e institucional
de la conducta humana en sociedad inspirado en postulados de justicia,
cuya base son las relaciones sociales existentes que determinan su conteni-
do y carácter. En otras palabras, es el conjunto de nomas que regulan la
convivencia social y pemiten resolver los conflictos interpersonales». Los
fines del derecho serían:
239
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240
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9. Contn'buciones de la economi-a
241
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Los trabajadores sociales deben de tener una visión global del mundo
que les rodea, entre otras muchas cosas porque realizan su actividad en
mú1tiples ámbitos profiesioná1es dentro de las distintas áreas de protección
social, siendo el soporte técnico administrativo en el que se apoyan los sis-
temas de bienestar: centros de servicios sociales, centros de promoción de
la salud, hospitales, colegios, institutos, instituciones penitenciarias, sindi-
catos, empresas cooperativas, consultorios u organizaciones sin ánimo de
lucro. Entre las múltiples fimciones que realizan en los centros donde desa-
rro11an su actividad profésional, se pueden destacar las siguientes aporta-
ciones de la economía al Trabajo Socia1:
242
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243
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244
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245
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246
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247
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248
7. EL conocT'mT®ento cienti-fico
y Las bases metodoLógI®cas
deL TrabaJ'o Social
249
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250
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Funcionalismo
OBJETIVISMO Y DETERJMINISMO:
t Marxismo
SUBJETIVISMO
Orientaciones comprensivas
Y NO DETERMINISMO: t
El estudio deta11ado de Cestos dos apartados y las teorías incluidas en los
mismos resultarán de gran utilidad para explicar los diferentes elementos
teóricos que pueden y deben manejar los trabajadores sociales en la bús-
queda continuada de conocimiento, que al fin y al cabo es una de sus prin-
cipales tareas, alejando la actividad profésional de la obsoleta beneficencia
y caridad, acercándolo a la noción de ciencia. Se hará alusión a las princi-
pales corrientes del siglo xlx que han contribuido al desarro11o científico y
al sugimiento de las ciencias sociales: fimcionalismo, marxismo y las
orientaciones comprensivas, desde un punto de vista senci11o y relacionán-
dolo con los perfiles más operativos del Trabajo Socia1.
251
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252
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253
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La teoría de la evolución tuvo especial énfásis a lo largo del siglo xlx, debi-
do a la obra de Darwin en biología y su teoría de evolución de las especies,
y la obra de Spencer en sociología. En sus principales obras (Esfcízz-cc! so-
cz'cz/, 1850; P7'z'7zczPz'os cJe /cz Socz®oJogzJcz,1896), Spencer enlaza su plantea-
miento teórico con el modelo orgánico, en el cual se establece un paralelis-
mo entre la organización y evolución de los organismos vivos y la
organización y evolución de las sociedades. El paralelismo entre el organis-
mo bio1ógico y el organismo social se constituye como la espina dorsal de
su teoría. La evolución del organismo social otorga una especialización
emergente en sus estructuras, adaptándose a los requerimientos sociales im-
perantes en los difierentes momentos históricos. Estudiar estas adaptacio-
nes, utilizando la metáfiora bio1ógica, nos acerca a una mayor comprensión
de la plasticidad que tienen y que experimentan las sociedades en sus flm-
ciones y en sus necesidades.
Obviando las connotaciones de estas teorías que justifican los plantea-
mientos del /¢z's5'ez /czz'7ie de la época, adaptadas a los principios de libre
mercado y la justificación de la estructura social del momento, las teorías
plantean una visión organicista que esquematiza el planteamiento de aná-
1isis que deberá aplicar el trabajador social en el estudio de la exclusión
social.
254
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255
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Enlazando con las 1íneas anteriores aparecen las aportaciones del marxis-
mo como paradigma explicativo de los conflictos sociales, más a11á de un
mero equilibrio y mantenimiento de estructuras, apuntado en el epígrafe
anterior. Como se puede deducir de las obras literarias socialistas, la evo-
1ución de la sociedad difiere de la concepción propuesta por Comte. La
sociedad darwiniana, evolucionista y empirista offece parámetros represi-
vos en la acción social y aboga por la necesidad de un control social, pre-
dominando la lucha por la supervivencia y la conservación de los seres
más capacitados o aptos. Los planteamientos socialistas ofrecen una nueva
visión en el estudio de las desigualdades sociales, desde el cambio estruc-
tura1. Este debate queda reflejado en el siglo xlx en la actividad de la COS
(Sociedad para la Organización del Socorro caritativo y la represión de la
mendicidad), cuyo perfil más conservador velaba por la conservación de
la armonía social sin alterar el entomo socia1; y una postura más reivindi-
cativa aludía a la unión entre las causas sociales y personales para la expli-
cación de la pobreza.
256
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259
gaÁ#£#azáLí2@¢#á##@S á#a "ZX%zg#á,á3aj@ §FL#¬£;gz&
MARXISMO
-APLICACION DE LA
DIALÉCTICA PARA
EL ESTUDIO DE LOS
CON FLICTOS
SOCIALES
-PROPONE
MODIFICACIÓN DE
SOCIALES
- TRADUCIDO EN
MEDIDAS DE
DESARROLLO
PERSONAL Y
GENERACIÓN
CONTINUADA DE
RECURSOS
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Ó DETERMINISMO
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CIÁLES BASÁDAS EN
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2. Recogida de información
Entre las competencias específicas que debe desarrollar el trabajador so-
cial, se pueden destacar: ser un excelente comunicador y un correcto asesor.
Entre las técnicas fimdamentales del Trabajo Social se destacan la entrevis-
ta y el asesoramiento. Para ser buen comunicador en una materia concreta,
previamente se debe recopilar fehacientemente la iníbrmación necesaria
para poder desempeñar la labor proíésional. La recogida de datos se hará
siguiendo los protocolos de actuación pertinentes y una exhaustiva selec-
265
#w#g##í##%£##@g #®á ##a&aj## £a¬3#¡a&
ción de los contenidos que se van a tratar. La infiomación que puede dispo-
ner un trabajador social es variopinta, amplia y enlazada principalmente
con cinco bloques temáticos fimdamentales: 1a autopercepción profésiona1
(conocerse a sí mimo), las personas, la insti.tución u organización donde se
trabaja, los recursos sociales disponibles, y las decisiones y los movimien-
tos económicos, po1íticos y sociales que repercuten` directamente sobre la
acción socia1. Todo este material requiere una actualización constante, de-
dicación y constancia; pero, desde luego, el esmero en esta íáse se puede
ver compensado a la larga por un ahorro de esfiierzo y la evitación de vici-
situdes.
4. Diseño de la intervención
Después del diagnóstico, continúa la actividad reflexiva del trabajador so-
cial, pero esta vez para delimitar y traducir operativamente el diagnóstico
previo, es decir, elaborar el proyecto de intervención o planificación. Am-
bos, el diagnóstico y el diseño de intervención, offecen el pronóstico de la
situación. La planificación sirve para anticipar el fiJturo, reducir la incerti-
dumbre y orientar la toma de decisiones para mejorar las condiciones ac-
tuales. Cuando un médico explica el diagnóstico a un eníérmo, también
266
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267
#a%#3#ag###¢#á2S &gá ##¥g¿&#&ja? ¬£ag¬Í#q!%
¢;2}:}i}iz}Á}Affiz}2%}zzm}Á}Íffii/%zm%%%zmÉ2É2%z;Íffíz,74%%9/%%í#%ff,%z%zÉ/%í#f#%%%Íí#í#%%ffzff,%,iñ,i#%zffií,z,i%g,%%á',í,i,Í,i%ííí/#ffí/%zz%%%í/%ííí#%í7%í%í7%%í/%í/%ff%%%%%%í%í/%í/%Í,,/í%Í///ííí%í%í/fffíí,zí%%í/í,,Í,,/Í%%%%%%%%/%z#j,%%%%ff/%z%íííí%%zí,#í©%~
6. Evaluación
La última fase del proceso metodológico del Trabajo Social es la evalua-
ción, cuya característica más relevante es su recursividad. Gracias a la eva-
268
¢éÍ¢ gá #;®Z%@#"g#z¥®ffl¬@ #j#Fgág,g4ffig® gí #aaS§ ¿F%S#"3§ #®£g3gggSáá#é#£g
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269
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270
?Ó gá £J@#fg#j#Í###,##6#® g«¡#-8#§*Á#?¬® # áz%g áS#S?S gg3£#pá3#S@&ég4g£§ #i#®í. ¥8.Z?g2g2,!á2 gááaaé#&
FuENTE: Elaboración propia. Método de Trabajo Social con casos, basado en la ponencia del Con-
greso de Escuelas de Trabajo Social, celebrado en Zaragoza, 2006. Femández y Ponce de León
(2006). El proceso de intervención en el TrabaJ-o Social con casos: ima enseñanza teórica-práctica
para las escuelas de Trabajo Socia1. 4cczloJtes e JJeves'Zzlgczcz-o7Ges Soc!'oJógz-co§, extra l, 371.
271
Z;a8# #aÍ##g#zg?*jár2g ###á ##aé**aó£Ófz£ §@géá%¥%á
272
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2Ez,AÍJL¢J,ivám/¿íÍ%_
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5 F fÍ %
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FuENTE: Elaboración propia. Basado en Femández y López (2006). r7'czZ,czjo SoczlczJ co# g7~#pos.
Madrid: Alianza Editorial.
Las técnicas utilizadas en el Trabajo Social con grupos son muy varia-
das, desde técnicas de presentación, como la escucha mutua; técnicas de
conocimiento y confianza, como la dramatización o el náufi-ago; técnicas
de crecimiento grupal, como el regalo de la alegría; técnicas de creatividad
grupal, como poema encadenado; técnicas de animación para el análisis de
problemas, como el sociograma; técnicas de planificación, como el itinera-
rio, y por ú1timo las técnicas de evaluación, como «me gustaría borrar»
¢emández y López, 2006).
273
###gáaZ¢é# ®%#*#ég #j&áZ£g#a ###3£#ój@ g®g£&z§x
274
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FTJF:m:. Fe;m:án:dÍ5z y López (2;OO8-. +4L). TrabcLjo Social comunitario: Afi-ontando jmtos los retos
de/ sz-g/o x¡r. Madrid: Alianza Editoria1.
275
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276
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Fase 1. La planificación
Previamente se ha analizado la existencia de una situación social sobre la
que se debe intervenir y donde se requiere una organización competente y
planificada de los recursos existentes. El trabajador social se puede poner
277
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q©%%f#%%#zí,z#%%%%%%z%%%z%%%%;2;,;Á;,jj¢aaazáffiffiffiíziziÍ¡Ím;í,í,z;z:%%%%###í%ííííí,%íí%í,%%zzzffff%;zí%%%%%%zÍ,#í#zffi©%%%%z{%%%%%%%%%%%%%%%Á
278
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FuENTE: Basado en Márquez y Pomar (2002). <dJa planificación en Servicios Sociales», en Femán-
dez y Ares (coords.) Servzlcz'of Socz'c,/eLs.' Dz-reccz'ó72, Ge5'#-óJz J/ P/cz7,zJ;cczcz'ó72. Madrid: Alianza Edi-
toria1.
Fase 2. La organización
Cuando se ha establecido la planificación de las actividades, el siguiente
paso es el de la organización de las mismas en fimción de los recursos dis-
ponibles, principalmente humanos y económicos. La organización será la
coordinación racional de las actividades de un cierto número de personas,
que intentan conseguir un objetivo común, definido en la fase anterior. Es
la racionalización de medios humanos y materiales, que regulan toda la ac-
tividad planteada. Este entramado tiene que estar organizado si se desea
rentabilizar lo previamente planificado. Se genera un esfiierzo común y
unos complejos sistemas de relaciones. Se cuenta con técnicas importantes
para la organización, entre e11as destacamos los gráficos de actividades, los
organigramas, los manuales de actividad y las hojas de derivación. La coor-
dinación generada a raíz de la especificación de la organización es inevita-
ble, ésta puede ser intema y extema. Se recomienda utilizar instrmentos
de comunicación que íáciliten el intercambio de infiormación entre proíé-
sionales y entre entidades, especialmente hojas de derivación expresamente
diseñadas para los objetivos e instituciones concretos.
Fase 3. La evaluación
En este caso ligada al concepto de calidad del servicio prestado, que me
pemitirá saber si la actividad programada ha cumplido los objetivos indi-
cados, si ha contribuido a la eficacia de la institución y si ha sido acertado
279
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280
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283
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284
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285
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286
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287
á~%g3#arza*#Sá®~¢; a§óz2á "##a#á*gaj#J £®g£&á
3. Referencias bibliográficas
288
%S gá g#z%@£¥géí!#6psffi%fg g:¢Z#%#¢#%4g# 2¥ g#SS ft%a£ázS$ 8?á@#Ó®#a¢#&#;g£ff#,# éj:zgá #%é#,&g¡,jS@ §®fféáS,g&
289
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290
¥¢ %a #:#z%@g:¥ffáa§g#¬@ g3g%#á«éffi#@ g;# gáag ¿ááS#,g« g#@%#á2¢®&á§~Í#Ja§ á£g2& ff#ffgi828j©® Sá3g?ág&
Notas
l Para una aclaración de los valores y principios fimdamentales del Trabajo Social, se
recomienda visitar la siguiente dirección de lntemet: hftp://www.cgtrabajosocia1.es.
donde se puede encontrar el Código Deonto1ógico del Trabajo Social.
2 «[. . .Es divertido examinar las vicisitudes de Obama cuando se file a estudiar De-
recho a Harvard, tras haber sido trabajador social en Chicago durante tres años. . .]. EJ
j`4%7ec7o, martes 20 de enero de 2009. Ame Diatkine. £z-óerczfzloJ2/E/ A4%7!c7o.
291
8. ModeLos de I®ntervencI®ón
en TrabaJ®o Social
1. Introducción
293
Z:%%2g#m#Lr§a#éa#£ rZg#¿ %*#@,áSg¿® £#*g'gag
294
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295
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296
#p, %®#@éá®,S á¡# Íffifggg?jí@grgg#:á;gT2 @# «í'#£&é2j@ #®géa&
297
#~¢¢Á9a?###?®gtfflg4#;#g #:@á #x#&,¿áaj@ #á#gáí#?#!®
No lea los siguientes párrafios hasta que las conteste al menos menta1-
mente.
Seguro que en su respuesta se encontrará todo un fúndamento coherente,
aimque probablemente intuitivo (ya que no dispone de muchos datos) de lo
que a11í ocurre. La reflexión sobre el enunciado de este caso habrá creado y
generado una explicación teórica, no muy concreta todavía, de lo que a11í
ocurre. Dicha explicación le habrá orientado sobre las acciones que se de-
berían 11evar a cabo.
Recordemos ahora brevemente lo que la ciencia señala del modelo: «El
modelo reduce el íénómeno a sus 1íneas fimdamentales, traduciendo la rea-
1idad a un lenguaje 1ógico, que sirve de soporte estructural para realizar
tentativas de explicación y evaluar la eficacia de las hipótesis comprobando
a posteriori su fimcionamiento en la realidad, y escogiendo, de entre los
298
#S g###gZ¢@# st# é'%&ég#97gg:#¬L%:ég:% g# #gy#g?éSZ§& gfjTÍ#g®éZ&
í2íg%©í%í%íñíí2ffí©%©%©%%zfi%%%%%m%%%%%í{í67záí,#zíí,,íí,ffíí,,í%g,%©©zí©ííffíi:%%íffizííízíñízí,í;fí;,í%íí,íí,,%%%%zÍ,zff,zzí%%%zí2ííí%2ÑgíÉ»í2í2ffimízffiñ2iz2zÁ;Áffi;j;:%;Í,;,;#;,;p;;%,,2;;í%%ÍÍ;Í;í%%¢f;Í;4;!#%%%;:í,%%ffí%%ffií%#%%%%#%^
299
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300
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301
#y¢##zg #az39@m¥#@g #LgÁZ4 ¥#á2#£#jr# §@gáf#:aá
hipótesis sobre las que pueden apoyarse las hipótesis de trabajo y el desa-
rro11o del tratamiento. Escartín (1997) señala que cada modelo en Trabajo
Social es una miniteoria, una categoría operacional y un instrumento de
aná1isis. Se diíérencian de la teoría científica en su reducido dominio y en
que no están sujetos a leyes. Por tanto, dependiendo del objeto al que van
dirigidos, los modelos contienen en sí una teoría y una práctica difierente;
es decir, el modelo 11eva imp1ícitos:
302
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ffffií%%%%7ffi%%%%©%%íó%zí#%zííí,%%íí##íñíí%%©%%%%zí#%%%%%%%f¢í¢#%%%%%#z7%jzí%í¢%ízíz#ííííñí#2í%zfífizsz52í%z52;íj7zá2fffffí7fí%%%%%%%%z,%zffi,%%%z,#Í%zz%,#íí,ñí%Íj7íííÍ,z,zff##,ifi;i;í%%z,zziÑÁp;zpíiazz;;%izzfi2Á2i2;2:2ij,;ÁÍ;;#Íj2i%z%%%z%zí%zff%##%%%zz%%%%mm
- Modelo psicodinámico.
- Modelo de intervención en .crisis.
- Modelo ¿entrado en la tarea.
- Modelo conductual-cognitiv®.
- Modelo humanista y existencia1.
- Modelo crítico/radica1.
- Modelo de gest.ión de casos.
- Modelo sistémico.
303
'gág9#á!asTí2®,í??ffi#,g ##£Z& #,#a,25#¿j@ #®g-?#i
7. Modeloüpsicodi®námi'co
Sin duda alguna, las primeras y grandes influencias teóricas que recibió el
Trabajo Social provinieron de los, entonces, deslumbrantes progresos cien-
tíficos a los que 11egaron disciplinas como la psicología y la psiquiatría. Su
influencia se tradujo en el Trabajo Social en que en lugar de conceder pri-
mordial atención a los problemas económicos y socio1ógicos del cliente, se
empezó a otorgar mayor importancia al conocimiento de sus problemas psi-
co1ógicos y emocionales. Además acentuó 1a tendencia a perder de vista los
aspectos institucional y social, tan importantes para Mary Richmond, «y a
apoyarse más en los problemas y recursos de la persona que en los proble-
mas y recursos de la situación» (Du Ranquet, 1996: 70). A este respecto,
fiieron fáctores muy relevantes los descubrimientos realizados por Sigmund
Freud, el psicoaná1isis y la psicología dinámica, y el trabajo realizado por
los seguidores de Freud: Otto Rank, Carl Gustav Jung, Alfi-ed Adler y otros,
que fimdaron sus propias escuelas.
304
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305
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306
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307
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308
gp, #®gjg@á®g #® #:##@g?x#8*fg¬§;éff3 #JZ,Zí4 #g.#ffl£&éa4@ g#g?®áS&
Bajo esta óptica, el Trabajo Social conductista fija los objetivos de su inter-
vención básicamente en obtener, suprimir, disminuir o refiorzar de foma
duradera ciertas conductas. Así lo significan diversos autores. Hil1 (1986)
309
#Sú##a*###gi;#¬; é§,@á x%Lxg#2gé%,~j® g¬3£%aá
g©%%,:Í;#%zzí,%%%zz{z{zí%;Íiiiz;%%#%%%%ffff#;,;2;;9Á;2j;á;%%;á22;¢ffiz2izz#Á;zfffi,%%%zffzí,zíazí,ff%%%%zziÉÍ;í,Í:z%Í;%%%%z2;2;íí##%%í%í%íí%í7%Í%Í%%%íí©í%%%%%%íí%í%%%í#íí,#%%í,#%#%í7%í#%©íf%%%%%©%©íí%íóff©%í©%%©7#%ffi
310
g3® á#@#é3g®®g ág é,gSggggT7#f¡Gióé% g#ffi #r5gg28£9g2 #g3¬?S¥6S!«
muy clara, de tal fioma que luego puedan ser observadas y evalua-
das lo más objetivamente posible.
b) Proceso de implementación.' una vez establecidas las metas terapéu-
ticas y se ha establecido un acuerdo y una implic`ación en el com-
portamiento que debe ser cambiado, se trata de establecer el tipo de
tareas que se van a 11evar a cabo y qué rol o roles se van a desempe-
ñar. La principal tarea en este momento es desarro11ar estrategias
apropiadas para los objetivos propuestos, que sean tareas claras,
Íáctibles y ejecutables dentro de unos 1ímites de tiempo razonables.
Algunas de las principales técnicas que utiliza el modelo son.' el re-
Íúerzo positivo, la concatenación, la implosión, la aproximación su-
cesiva, el sistema de puntos, la extinción operante, insensibiliza-
ción, exposición, el modelamiento.
c) Evaluación del tratamiento: una vez fiormulado el plan, se eva1úa su
resultado, tanto durante el proceso terapéutico como con posteriori-
dad al mismo. Este proceso de evaluación proporciona un/eec7-bczc¿
o retroalimentación en el paciente acerca de su proceso, lo cual po-
see efiectos positivos. Igualmente, la evaluación puede fórtalecer la
posición del trabajador social en el tratamiento y revelar si es nece-
sario revisar el programa.
311
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'pffiffi©%%%z%%%ffí#í,%%%%%%%%%©%%g7%%%%z#%%%%ffifí%zíffiffiz©%%%%#%©©%z#%%z7;zif;f;%%%%z%%;Í;¢ffi;¢ÍiÍ¢%zzz%z;m%;2;az;Í;%ffñzz¢%zz#Í%%%%%,©%%%%%%%í%%%%zzí©íí%ígffffñz¢%í#zffií{z%ffií%%%©
ciente vaya teniendo un papel cada vez más autónomo dentro del proce-
so, considerando el aprendizaje como un elemento activo en el proceso de
cambio.
312
Z%S ffi@#£g®¢á # 3¢ZS#¿gff#¢Z@ffig%®@# #2r4 #ff#¿g,;gf# gg2g3Pz3ga
tante para que los trabajadores sociales puedan hacer fi-ente a los cambios
que oci:rren en el proceso de intervención en crisis y evitar resultados nega-
tivos e msatisfáctorios.
313
Z;gg#é¡¿+z%ág#§@g#g; #g%¿ ##aá3#¿£@ g£®a:?a!z
©#ffif,¢i/#%%##%/,;Í;2;z/É/¢zzffiíx2iÍ2í'%%ffi/%%í#,Jí;%í%%%%%zf,%í4%%zíffg,#zíí/%%íí/í{7í%©©%%zÍ%á
9.
Las pérdidas anticipadas o reales suelen ser un factor importante a
trabajar.
10. Con la resolución adaptativa emergen nuevas fiierzas y nuevas ha-
bilidades de resolución de problemas para el ftturo.
314
g6 F#@#gS ## é¢#&##;gffi#?éffi #g% «#ffg?¿égj@g3 g;fé?ͬ;?gigffi
315
#g£a#ág2#Ó#@2##Ú@S í#eá ##7#@¿aÍ¢#£ §@áf9áéa!¢
'ñff4#©%%%g7¢%%%%%zff%%%©zmf2%%z%#í%mzó©z2z©%%z%%#zz#%ff%©©ff,%%ffíí%íí%íffi;72;szzáazíññ2zz2í%í,%z###%%%%%%%%%©%í#%2©%%©z##z#%zí%%%%%%%zíffzí3©%z7%%%%z#%Ñ%%%%©%
En primer lugar, hay que señalar que este modelo de intervención no toma
concepciones teóricas ni metodo1ógicas prestadas de otras disciplinas cien-
tíficas, sino que ha sido desarro11ado por completo desde el Trabajo Social
y para el Trabajo Social, aunque recibe ligeras influencias de la teoría de la
comunicación, de la teoría del aprendizaje, de la teoría de los roles y del
conductismo. Los orígenes de este modelo de intervención hay que buscar-
1os en los trabajos realizados por Wi11iam Reid y Ann Shyne, a finales de
los años sesenta. Estos trabajos sugerían que los resultados de intervencio-
nes a corto plazo eran más satisfactorios que aque11os que se obtenían a tra-
vés de intervenciones abiertas en el tiempo, en las que algunos usuarios
abandonaban los servicios de ayuda. En cuanto a su concepción teórica, es
un modelo orientado a proporcionar una respuesta práctica, breve y eficaz,
centrándose en la consecución de unos objetivos específicos y en la ejecu-
ción de unas tareas, con el fin de solucionar un deteminado problema.
316
g¢ #%#£áS# ## ?®g?ft#zz##%#6,¥®á;#g gffi #%#-*jg2 3j#;gJ?#3,#&
7%%%©©%íññíñ©mí%%z#m7%wS¢z#%%z{zí%#g9%íggff©%zíff%#ff%í%##,jff,íí;%í%z#zíÑ6%%z%zffiazÁ¿ffiÁÍ,;z;i2;2;£iÉ;íñ,4;;;Í;í%%%z#zza;z;Ñ:z,Í;z3zs22zñzp;%%%%%%zÑ2zzíí% í%#ff#íñmff%%©zfíf7%%%%í%%í@%%ff,ff%%%©ffff%%#%%%%ff
317
#gáffg&ég,g%Z;¢##@@S ##á _g,#8#3ój@ £íL?g#a&
318
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r%í%ff©%ff%%%%z%íí/%Í#%Í/#z/zíi%%%zá%%%©í%íñÁ©ff©z#%zÍ%y%%í%zí%í#íñz»Á;aíz/#z5/;zf,/%%z,í/%z##zz:z;Íp:ffff#%zÉÑ2íÁ;}fÁ:}2i;¢/Áz ffiffff%#Í%z%%%ÍÍ%%zmz%ffffiz©%%%zzíííí,%©23a©%%%%%%ff%z{%z%Ág,%%©©%%ffi
socia1» y es una manera de fiomalizar u]i acuerdo que tiene como fi-
nalidad básica realizar un cambio. Este modelo de intervención se
vale de esta estrategia fijando en é1 una serie de contenidos y de
compromisos sobre las actividades que cada uno, trabajador social y
usuario, 11evarán a cabo.
319
#8£g? éíég¬ffi@#%áa#~¢¿ gj#z2gS %?#@&é%já3 S@g_áfgz!ü
320
#* &i@#£a®g á!@ ?g%g:#gg%g%?¿a¥ gffi ¥##&á3;g#% g@afizag&
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323
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gñ%©%íí©%©zí#;7íí%©%%©%:z%zffiff#/ffí%í,%;s%/í%%%/zí#7ííf%%7í%%%%í7%#ff/f¡%%z%2Íi;%ff;,Í,Á;!%á,z%z/íf#%%%;Í;É;É¡:%%%%%%%:izí%%í#,#%z%#%%%%#j/%í/Íí#,#íízzíÍ/%%íí/%%ff//#zi:i/f¢i;Í;/z%ffi,í,:/í,77#i;Í;z;/%%z;zzí2í,z;%%ffizí,iz2Íffizíí%%%%%%zí2zffiffiz»%ffi
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326
#S¢ £%@&#g®g ##j ?Gffi%#ffigg#G#¿# 9Z#ffi ###,í¢ágj#J g#ggggZa
©%fffff74©###z#ffi%%%ffiffi%©%%%%í%%%©!É%%7í©#%%%z%%ííí©%%#%%%%%m%©%íí%ííz©zi%7ñ7%%%©©%%#%%%%ffi©í©%%%%%%z%zffi%%%%ó%%%%©ff%%%##%J%%%%%%%%##%%,
327
g8ú#á&r2388:g&#S &ó#Z ##8á#bj@ #¿@ff¢áa&
g%%%í#í7,#####Í#%Íz%z5%ff%%m%¢2Í2Í2i2Áj¢f;%zñzÑ2,2Ñz,áffi í,{#ñí,íí,%zí#¢::¢f¢zffiffizzí¢zñzzzzí©z¡z¡©ffi%Í#%%%%%z%©%%%%%%Í,#%%Íñ%Íffjz%ffií%Á
328
2g® gS%#£áfJg #g ?:g3#£gí?#gñ¬?;éffi ffg? #r#Z#a?®#J S®#¥;á3¿
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329
g8£ff2éi#ffi¢#f§@z!Á£#jS a#g, ¥'í@&aj@ Sag#ag¢~
%%9ffií%%z%%%2ff©%%%z%z#%%%%zff%©%%zffi%%%%%¿%%©%%%%%%%zffi%z%%%%%%%%%z%z%©jÍ2Á2i2iíi,:m%%%%í#%%%zzff%zíz¢zz¢ffi%zzí%%%%%í%%%%%,í%©%%%%©%%©%%%%%ff©z%%í%%í%,
La relación entre trabajador social y usuario se caracteriza por ser una rela-
ción basada y fimdamentada en los principios democráticos de igualda¢
equidad, confianza y respeto. El usuario es soberano en sus acciones y el
que más sabe, puesto que la experiencia personal es un conocimiento más
valioso que el saber técnico del profesiona1. Existe además una confianza
en el potencial humano para resolver los propios problemas, así como un
gran respeto por el otro desde la comprensión. EI Trabajo Social crítico
pone especia1 éníásis en que el trabajador social debe ser conocedor de su
posición de poder en la relación con la persona y que mediante el reconoci-
miento de esa posición debe esforzarse por conseguir una relación igualita-
ria en donde se haga una transferencia de poder del trabajador social al par-
ticipante. Healy (2001) señala que son tres las estrategias que postula el
Trabajo Social crítico para conseguir unas relaciones igualitarias en la prác-
tica profésiona1:
330
Íj/, ÁJzZéz:::íá,ͬz;,í~~,/¬; '`y~¬ íí; ';'Z;~é Z:,6~'3íZ9ir,j¬?í~; ZéZ¿¡'áZ?
Jz##%í,í%%#%ff/g%%©#%z%%%zzz%%%#í2ñ%í%z»ffi4Í:#Í¢z¢;í9:%%íg%íi'%%z?i2¡Á2ÁÍí%%%%#ff,z#%Á
Í:-:- í? 'Í',r;.,2 ;r,j, ,,í::, ,;¢ í; ,_;;- í; í: í' ,:;, í,
331
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332
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La idea central del modelo es que todos los trabajadores sociales realizan ta-
reas de gestión, cualquiera que sea e1 ámbito en el que se encuentren: desde
la gestión de uno mismo (del propio trabajador socia1) a la gestión de los de-
más y a la gestión de los sistemas (Coulshed,1998). La gestión de casos, se-
gún autores tan relevantes como Austin (2001), Rose (1992) u O'Connor
(1988) es un tipo de intervención que tiene un impacto a dos niveles: siste-
ma del usuario y sistema de la organización. La gestión de casos implica
tanto la actividad de Trabajo Social directo, en donde se desenvuelve en re-
1ación con la puesta en marcha de un plan para un caso o usuario determina-
do, como a las estructuras organizativas, refiriéndose a cuestiones adminis-
trativas, de relación entre servicios y a los recursos fomales existentes en la
comunidad. Por tanto, el Trabajo Social de la gestión de casos no requiere
de técnicas y Fases de intervención especiJficas, dependiendo éstas del nivel
en el que actúe la gestión de casos, ya sea a nivel de Trabajo Social directo
con el usuario o a nivel estructural u organizativo (Trabajo Social indirecto).
La gestión de casos en el Trabajo Social ha tenido y tiene en la actuali-
dad diversas variantes de aplicación que dependen de la participación de di-
Íérentes variables, tales como el entomo geopo1ítico, el tipo de servicio o
agencia desde los que se lleve a cabo la intervención o el tipo de usuarios a
los que se dirija el servicio. Pese a la variedad de publicaciones y reíéren-
cias existentes, creemos importante mencionar como enfioque o variante es-
pecialmente significativa el modelo de gestión de casos propuesto por la
Asociación Nacional de Trabajadores Sociales Norteamericana QTASW).
Desde este enfóque, la naturaleza de la intervención que se realiza desde la
gestión de casos tiene que tener en cuenta los siguientes elementos:
333
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entendidos de fioma aislada, sino que tienen que ser tratados desde el punto
de vista de la interacción. Esta concepción desplaza la atención del objeto
del Trabajo Social, dejando de lado una concepción causal e individualiza-
da de la intervención, a una concepción en la que pasan a tener más rele-
vancia el entorno, los cambios que se producen en é1 y en las transacciones
con los mismos.
337
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1es plantea la vida, dependen del apoyo que les presten los sistemas
sociales existentes en su entomo social inmediato, por lo que el Tra-
bajo Social debía volcar su atención y actuación en dichos sistemas.
- El modelo eco1ógico o «me Mode1». Gemain y Gitteman (1980)
aportaron un modelo de intervención para el Trabajo Social cuya
atención se centra en el concepto de transacción entre los individuos
y su medio fisico y social y entre las propias personas, grupos e ins-
tituciones. Este enfoque sistémico tiene una fimdamentación eco1ó-
gica. El objetivo del modelo es, primero, evaluar o hacer m diagnós-
tico de la problemática existente, teniendo como base un enfoque
sistémico donde las interacciones y las comunicaciones entre siste-
mas son un elemento clave, y segundo, plantear una intervención
proíésional que tenga a su vez elementos sistémicos.
339
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344
9. ÁmbI®tos de l'ntervención
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345
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Otros autores nos explican que las áreas de actuación se establecen des-
de la programación macro-microsocial de la po1ítica social o el bienestar
social, traduciéndose en materia de sanidad, educación, cultura, deportes y
trabajo (Heras y Cortajarena, 1984).
Los ámbitos profesionales o las áreas de bienestar emanan de los dere-
chos humanos y de la justicia social mediante la extensión de po1íticas que
evolucionan y definen el espacio y práctica profesional en los sistemas de
protección. La intervención parte del interés interpretativo que se realiza
desde distintas instituciones u organizaciones sociales de naturaleza públi-
ca, privada o desde el tercer sector (asociaciones, fimdaciones, cooperativas
351
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- Infiomación y orientación.
- Ayuda a domicilio y otros apoyos a la unidad de convivencia.
- Alojamiento altemativo.
- Prevención e inserción socia1.
- Cooperación social y fómento de la solidaridad.
354
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tectados por las unidades de Trabajo Social y por otros profesionales, y que
se producen por problemas estructurales o coymturales que empujan a las
personas hacia zonas de exclusión.
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18,5% sobre el total de la población española, y para e12026 esta cifi-a a1-
canzaría e121,6%. Al factor demográfico hay que sumarle los cambios en
el modelo de apoyo iníómal que representa la fámilia, reduciéndose su dis-
ponibilidad para el cuidado doméstico. Estos factores con11evan im aumen-
to en la necesidad social de la atención al cuidado y un establecimiento de
mecanismos para que las personas aíéctadas y sus familias puedan desarro-
1lar su vida de la íóma más nomalizada posible.
Este contexto social que acabamos de describir debe acogerse en el seno
de los diférentes sistemas de protección social y asumirse por todas las Ad-
ministraciones Públicas mediante la cooperación interadministrativa basada
en la corresponsabilidad instituciona1. En el desarrollo y aplicación de es-
tos derechos deben participar coordinadamente la Administración central,
las CCAA y las CCLL. Se crea para esta finalidad el Sistema para la Auto-
nomía y Atención a la Dependencia (SAAD) que regula las condiciones
fimdamentales que garantiza la Ley, coordinaría diferentes recursos y íór-
maría una red de utilización pública integrada por centros, servicios y pres-
taciones. Además, en el proceso de promoción de la vida personal y atención
a la persona en situación de dependencia podrán participar en la aplicación y
desarro11o de servicios y prestaciones tanto el tercer sector como la iniciati-
va privada.
Entendemos que esta norma se enmarca en varios sistemas de protec-
ción socia1: de la Seguridad Social, de la Salud y de los Servicios Sociales,
ya que, por una parte, recoge y amp1ía de fóma más coordinada las presta-
ciones básicas recogidas en el Plan Concertado, y, por otra, acrecienta el
impacto de la atención social en tomo a un doble objetivo: 1) promocionar
la autonomía de las personas, como es, entre otras, la conciliación de la
vida £amiliar y laboral de los cuidadores, y 2) atender a aque11os ciudada-
nos que se encuentren limitados o imposibilitados para la realización de las
actividades básicas de la vida diaria.
EI Libro Blanco sobre la Atención a las Personas en Situación de De-
pendencia en España señala un fterte vínculo con el sistema sanitario,
puesto que un estado delicado de salud puede producir o derivar en una si-
tuación de dependencia. Ambos sistemas, el de Salud y Servicios Sociales,
deben coordinarse dando lugar a un espacio sociosanitario de actuación in-
tegra1. La atención social de esta Noma debe interpretarse de fioma trans-
versal desde el resto de sistemas de protección social, pero le corresponde a
los Servicios Sociales garantizar el acceso a las prestaciones y servicios.
Los principios que inspiran el desarro11o de esta Noma son los siguien-
tes3:
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#wá?¢¢# #agTr§ggfi#,f##, f#@g@, ¥rag*é%j® g®Z:#a&
4.2. Áreadesalud
360
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361
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362
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363
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364
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rí%ízff%%í%íí©í©%zíff©;ff%%%ífz%zíííí,%%%z%%Íííí%fzfí%íí#ííÍ%íí,,í7íffffzíÍ,,ííí,ííí%,%%%íízñíí%%íff,,íí%íí,%ÍÍííííí#ÍiÍÍ,ii,Ía;í#2míízÍ%;Í;ízízmí#í,%zf2i2íáffiiffffzñáznffi2íffáiffiÁ;ÁÁÁ;;;á:;ffi
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369
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370
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371
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375
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'%##%##%%%%%%%%%ff©%%%%%%%%#%/%%%%%%%%%í,©©%©m%zzÑ2¿2Í2¡2zzñzñzÑ;%%zz>i,¢;Í;z;z;¢ff,%ff,%%zz;ffi%2;z;%;á2;Í;Á;Ázjáff®í%%zzzz%z%ffi,%%%z%%%%zí#%%%%Í%z©%%%%%%#%¢%%z,%%%%%%%%%%%©©%%
376
@# ággzg2#fá¢?S ## Z'gz£@##J#g«ié;## é#á ##&£p6#;g# #@g=éé#&
377
##2##¢agg?gg:É#g@g á8g, ##é8g?é£j® §®¬áé3.á
Hasta aquí hemos planteado los ámbitos principales, pero no queremos ce-
rrar este apartado sin exponer otros espacios donde la figura del trabajador
social puede fortalecer su presencia, o bien incorporarse como profesional.
378
#¢ ág%g3«g¥®S é%:# ,g:g#£g,3;#*g3g-;¿% #j@á ,;g,g.#82#3?@ g#gég;á
379
Z;%g¥&&ffigg#%&@g Z%ggá *í;%g8¿#zj® S@e"ga¿&
í,%%í#í%í;%í;zí,%/ÍÍ,%Í%Í%Í%Í2í2f2fif2f2Í;¢;¢2;2Í2iz¢¢í,%%%%%zmí/m%zí,%íízñ%zíí!%%%%í¢ífíí#%%í%#:######zí%%%%zzí,%©©zÁ
9. Referencias bib[iográficas
380
@¢ ág%g%Ü%®£ é# ?p#%@#F#ágg?g¥pá;g:g gá#a ##gg2gj# #@#á3Sa&
381
#&g#g#az78®g¥S#@S #ea "f%gg2g#jfz£ #¿@#Í#¡«
T;ái},}ffia}za2}Íiffi/Á}Áz#zffiízffif2zffinÍ}z}/%%%íí%Í¡,z,íSz/ÉÍÍyÍ%á/Z%%Ñ/%%%%%%%%%%íf/Í#í/Í/í/%í#í/#%í7%íí/%íí/í#í¢##,í/%í/%íízí/%í7%í#í/ÍÍ77/%íÍ/%%%zífíí%/íffffífií%%%/BzGC,í,ff#%/%#íj%%í%%%^
Notas
382
gg,, á*g2á3#®S ## g,r?úá®#?#ffig¥á# #-®!# #%#&g£o@ SfJ#j?9#&
383
10. Documentos básl'cos en
TrabaJ®o SociaL
1. Introducción
385
g8* g,»g #z3Ó#%®#&g,ag &,£á #gx?#áz;íz£aój#£ Saz¬?é¥ó&
2. La histon'a social
386
aáS¢ #@#aé+#g@g##2%S Í#f#ág;#g@s ®z:g ¥g#,ZgfJx3¢a§ g;##%9é%&
387
#8áJffé&am@#¥a#J§, #z#á3a ####aéaá@ S®g";&§¿x
I. Identificación de la información
388
óáᮢ Z3#J;#Jg£8%g%%Z;£ á2á#Íg@£ gz? ##£&8j¢@ g;#g?g?&
389
#PáSg#£ #axzg@gTg#,@g #%a& ¥~#a&¥g%;%&z S®£áa!z
s,7í,©©%%zí%í/í#%zzí%z%ií,s%ííí,#%%%%%%%zÍ%Í%%Í,%%%%í7%%í%í,%í7%í#%ff%Íí,Í,,#ízí#í#í#z%%í#ízó,%ff,z%%%zí2Í!zzffiazfáffizf2;íÁ&í2»%zzzzíz%%%zí2íizzz%Á
3. Lafichasoc]-aL
390
á@¢ g2@#Éá#28g?z£®S Z3á£É«#S az? #ffg@*bé?j@ S&#égi
391
#áj¥glg #agTT?¬x2#é##éí3 #aá "f,#@á%#%j® g@gÍ& !«
392
?Ag¢ g@¿:%#gíi¡&@S #á,§#g@g #g? #%gg#2é2j©é# gá2g?®a!á
393
#a3 í»g&zaóai¥%#g{»Í%@«S &##o, #2zézá3a£9@ g®£3gi&
o Agilizar la gestión.
o Facilitar el almacenamiento de los datos.
o ldentificar el problema.
o Recoger necesidades y recursos.
o Detección de necesidades.
o Reorganización de los recursos.
o Evaluación y planificación.
394
ÁÁg-g¢ %3®###gg»z#@S g2á@#;#@g @# #'%#¢g2#£¢@ #@ffZ:í?#
® A largoplazo:
La ficha social está compuesta por cuatro partes: Datos personales, da-
tos socio-fámiliares, datos del hábitat y datos de iñtervención socia1 (de-
manda, valoración, recurso idóneo y recurso aplicado).
Mediante la aplicación, los diferentes estamentos participantes de la
misma disponen de una importantísima fiJente de infomación, por cuanto
«el SIUSS,
395
g###a#@#á&#~S ##á %#é5ág#jeB g@gá&i
396
óÁ®¢ %g2¬agzg%@zx£¬ggg #á,S¥a®g g,z3 #%a%£# ¬j#J#ér%§#
Para el Trabajo Social, para sus proíésionales, para las instituciones don-
de desarrollan su actividad, para los usuarios de los Servicios Sociales y
para el desarro11o del bienestar social en nuestro país, éste es un tema de
gran relevancia. Como se ha ido indicando a lo largo del apartado, contar
con una ficha homogénea en los Servicios Sociales pemite «muchas co-
sas», pero sin duda la más relevante es que ayuda a una mejor comprensión
de la realidad social, aportando infomación y datos quejustifiquen la toma
de decisiones y posibiliten actuar. Conocer las necesidades que presentan
las personas y sus potencialidades para hacerles fi-ente, de una fóma real,
veraz y científica, ayudará a los ciudadanos, a las comunidades y a los pro-
397
#¢á; í?#é#:ág3í2g?g:?%á@g ##!¢ ¥?#r¢%¥#jp@ S@gSág!¢
4. ELinforme socia[
398
Á¿ ¬'+;í¿ ;'}¬jÍ:,z;j,,r3z'!3z,,2,¿'íí:í;,.¬=, ;3¬zj,¬;~; í_-J;::z;; ,2=;,~¡ ,;,Í,7,z;;;;^:,j,¡:zÍ ,zÍ;jz;,;:z2: ¿v;,í^
399
í.'##92á!a##í3@##-rj,S #é!¬#á #Fa£gój#g S@#a&
¢Íz#zffiffzf2í/zí4í2z¢íáíffáí¢É»%%z%»%Z%zí8Éí#%%%%%%ffi%7%z%z%%zi%%%zf,íéf,Í/f;,f,ffií,í%z%z,í%íñ,,z%z,í2í,zfíz,íí%%Éz%%zzí¿ízÍ%ffii%ffiz;#Á
Logotipo de la institución.
NO de expediente o código de reíérencia.
Fecha de realización.
Emitido por.
Dirigido a.
Motivo del lnfiorme:
401
ggjggg!é?#é##%@g #ó£g® %.gZ2g?#4jP® S@#Ééa&
"7í,©íf{%%%%í#%ígí##%í7%7%ííÍ,%%%i{%zí,,í!í,zffií%íí,íí,ía7í#íí,%©%%í%%%%%%ííff%íffí,Í#ÍjjÍ#zz,%%í,zí#%%ff,%z%í,zízíáízázñzzmffi;Á;ÁzÁ;;ÁiÁÁffiznffiznffiffi2Á;zíz¢;#%%z#%%ffí7ííz%%#Í%zff,%,4i4;zz;%%%¢z;4;z%z#z%%z%zÍ;z;zñz,2Ñ;zffi,z2zzíz;%Á
402
Áá@¢ ffi®##j¿ffiéggx#¿Éfz%£ g2á£#g@s ég,x#g ¥#á%g2áS£g2 g;#g;~i#á
'y%ff%yízzzzf¢i,,í4í,zffizzffiíffií%%%íÉ,zííí®zíáífffííímffiÍ,z%%%%%2níéíi,%%zíÑ2í2í#»%zfz2f@Í%%zí2%í2Ñ&zffiéíÍ¡É##,z&ízff2íéíázñj2fzzéz;;%z2ffiÍÉzÁÁiÁ#Áffi2#2nffi;%Ájánffi;ÉfiÁ;2;n2;Á;;z::;Á;ÁzÑ;%;¢2iz;,;zffi
403
#'4éj#éía¢#g%#@á@# #?®á "fe#éBá3#ój® £@gÍ&ñ&
404
z¿zí:}¢ £';:í2z:¿; ázríÍ'~> r;í.|.,r,9s,:¿ í;:u.'z;; é~; ; £'',í:,, zü, £L>íi ííf::jL37,-jizí,oz :;íz,/:3,,:zja
zz%;i»zfffiffiíí7%#%zjzñmízízfffiñ%%%í2ffiffi;Á;zzííñnmÁ;Í;mzíffizzffi,%Áffii,#Á;Áffinzffim»znzffiffi;%ÍÍ%zf2ffíffzííz#í¢ízíg2ízf,%%,ííí;z%,%íí,z%,s%íí%í%Í,#%%%%%%%%%%%%%%%%%Í%%íi%í%%Í¡%%%%íí%zcíñ#%íffizí%%í©%%z%%ífi
5. Referencias bibLiográficas
405
#,#glg#aZ%###&@£ #@á %,,#é2&aaj@ g#é;«á#ÁÍx
406
11. Fuentes documentaLes
de información
para el TrabaJ®o SociaL
1. Introducción
El capítulo que presentamos tiene por objeto dar a conocer las principales
fiientes de infomación documentales relacionadas con el Trabajo Socia1.
Para cualquier ciencia, el conocimiento y acceso a las ftentes documenta-
les constituye una herramienta imprescindible. Nos informan del estado en
que se ha11a un tema o asunto objeto de estudio y íácilitan el avance y desa-
rro11o del mismo, ya sea a través de la investigación, de la docencia o del
ejercicio profesiona1.
407
gaéLi#aZ2g#grg@a@~S í#?#eá "g'Za¿#£@ S#*#aá
408
#» á® gag#g?#»@g ##£gáSffi#gi3%aá@g #ig;#, ¢;ffi##gffi飢¬®gTa ggéa#a 8?% ¥#f%g3@j®® #ffi#¥:a¢,&
Las fúentes primarias generales se refieren a las que conducen a una prime-
ra toma de contacto sobre los temas de interés:
a) Enciclopedias.
b) Diccionarios.
409
#ágffé #z8#®%¥#;@~S z§z#á ¥'gzaga&gá #á®g#&§@
rc,%zmffi ff,ff,2i,%%zz;íSíéíffif%í#í#í#zff,%%%ffiff,%zzz,z%Ézíf%í#íí,#ffizí,Ízz7z#í#z%í/zííí2íáíáézz%%zzzzz}/%zfám2}ÁzÁ
c) Directorios y guías.
d) Manuales.
e) Anuarios.
2.1.1. Enciclopedi-as
La palabra enciclopedia fiie traducida del griego por Rabelais en 1532, con
el sentido de educación que abarca el círculo entero de los conocimientos
humanos. Posteriomente se amplió a las obras que tratan de las distintas
ramas del saber humano, siguiendo un orden metódico o el orden alfabético
de un diccionario. Las más utilizadas en Trabajo Social a nivel intradisci-
plinar e interdisciplinar son:
2.1.2. Diccionan'os
410
óá #Ó #~###»¢¥áS£ á@¬agzffi#gS%áaᮣ ág@ zS®¡í¡##gy2#ag¥¢@%í% gga#a g& #yff#g3éS£¢#J gg%a9;Í£&
2.1.4. ManuaLes
Son los libros en los que se resume o compendia lo más sustancial de una
materia. Puede corresponder a1 área de conocimiento propia de la disci-
plina o de las distintas asignaturas o materias que la confiorman. Actua1-
mente, existe una abundante bibliografia de manuales de Trabajo Social y
de Servicios Sociales desde los que se tratan diversos temas generales de
estudio e intervención social, en los diversos campos y áreas de la acción
socia1.
Téniendo en cuenta que esta publicación se dirige principalmente a estu-
diantes de Trabajo Social y a proíésionales interesados en la materia, nos
parece oportuno indicar algunos manuales de Trabajo Social, cuyo uso y
consulta se recomienda.
411
#a3,##a##@8??a@S ##ga, "f#&&a,jíz£ #j23*¢á&g¢
2.1.5. Anuarios
412
ó¿z ÁÁ6 a~#J£#£%%&S# á¡®ggJiffi@z%ff*a&gS£ #r¿ J¬@##®%ígií8agíñ%gg g3##a gá ¥ffa!&3,g9@ #¥%#:##
2.2.1. Revistas
413
Z=8£gx2##gg3@*f£#g#S #a#¿ #,#8#£#3rJ @®#é&!«
414
a #% #raj#g¥%## áá#g8#,g#¬2i#É#éa?@@£ #@ i@ffi#g§9f#aé#4rjgs zgga#a éág& #áygiízé3;%g3 g#j¡#~;a&
7%©%©%%ff%%%%í%%í,zíí;%#í%í#íÍ,%%%%ffiÑ©%2%%@í%%%íííÍ#,#%,#%%2,%%2ffi©%%©7#íí%íí,7i%zízí%Ímz2iz2ffiníz¢Íí§¢:zz¢¢zÍÍ9f##¡¢;¢97£7gíg¡¢:ífíí,%%%%%%#ziííí7#%%íí,#%#%%ffg7íí,,ñía,z;zzázíz;íí,z2i2i,z2z:i4Íz%zzzÍ2;¢zíz©%í%í#íííí#%%íííÍ,í#ÍÍ#%ff'zÍ%%ííf%mím
Quincena1.
- fJecz/¿Á cz7ed Socz®cz/ 77ro7i#. Washington. Nasw Press. Cuatrimestra1.
- fle/z'oscope. Revista Europea de las Personas Minusvá1idas. Bé1gica.
Equipo de Expertos Helios.
- fJz®/ero Egc,7ceJitzzc,z. Boletín documental sobre Servicios Sociales.
San Sebastián. Departamento de Justicia, Trabajo y Seguridad So-
cial. Gobiemo Vasco. Mensual.
415
g~ág#&za#@ff%%@S #a#@á ###á%ágaja! ¬¢íg?w#a&
416
g-4- #wag©8Á2¥ffl@£ é¡ággg#ff#*jg:gg&!®g;£ á# S;###@#2ñjga#¢£g# #é£#g. ®á #á,é%&é2j#¿ gg?g?»g?#&
Constitucionales. Cuatrimestra1.
- jZei,z'Sfcz c7e Cz'e7ccz-czs Socz.cz/es'. Curicó, Chile. Universidad Cató1ica de
Maule. Semestra1.
- Revz'szcz de EcZ#cczcz'ó72. Madrid. Ministerio de Asuntos Sociales. Cua-
trimestral.
- Revista Española de Drogodependencias. Valher+c;Ia. ALsocLÍLcjiómDro-
galcohol. Trimestral.
-Revista Española de lnvestigaciones Sociológicas. M:a,drid. Cerrho
de lnvestigaciones Sociológicas. Trimestra1.
- Rei,z-szcz Gcz/egcz c7e r7itzZ,czjo Socz'czJ. Galicia. Colegio Oficial de Diplo-
mados en Trabajo Socia1. Santiago de Compostela. Anua1.
- jZevz-sfcz cZe Ps'z'co/ogz'cz Socz.czJ. Madrid. Universidad Autónoma de
Madrid. Semestra1.
- Revísta Multidisciplinar de Gerontología. H:ospL+iLhe+ de T|obregzI+.
Nexus. Trimestra1.
- Rérvz®5'¿cz cJe Es'f#c7z'o§ de J#i,e7ef%c7. Madrid. Instituto de la Juventud.
Trimestral.
- Revz®szcz J7¬ferJ2czcz'o7zczJ de/ Nz-7~z~o. Ginebra. Unión lnternacional de
Protección a la lnfancia. Irregular.
- Revísta lnternacional del Tlrabajo, Ginebr2L. O.T..Ti TrirrLesftal.
- jZei,z®szcz de Esf#dz'os' PeJez'fe7ccz'czrz'os. Madrid. Ministerio de Justicia.
Trimestra1.
- Revz's'fcz de Psz'co/ogzJa Socz'¢J. Madrid. Universidad Autónoma de
Madrid.
- Revista lnternacional de Ciencias Socíales. Barcelo"a. T";SCO.
Trimestra1.
417
ge3grg#ag72@83¥*@r® ágá #¥g3%r3a#@ £@gáa&
418
¢¿É¢ #4áffí3&g»g%g gj®gggg##%#a¡a§g d# ¥©ffi#@ZZffi#¬¥ó@g3 #gB#a g%á #ff¬m£Z2égj& #@g?gg&
419
gá8zg#áa2#2#i#£#?¥@~#á #%g3á Tí*#é?,g$3#,Síz?z¢ g¢## !«
2.2.3. Monograffas
420
já #m #¢á3@ffijá*6#*S £a3#§J§gffa#g##3Ó&g£ #g #8##ay#géag#®g% #&g# ®Z£ J%&ggé¿%9@ g;#£B;ag"
Otras íúentes primarias especializadas son las tesis, los trabajos de inves-
tigación y los infomes de las prácticas de campo. Estos ú1timos son un ma-
terial muy abundante en las Escuelas de Trabajo Social o en los Departa-
mentos de Trabajo Social y Servicios Sociales de las diferentes
universidades de España, y en e11os se recogen los trabajos de estudio e in-
tervención realizados por los estudiantes de segundo y tercero en las prácti-
cas de campo.
421
#ajgt-Í #aZ% £8?&##y #&g=#;, #f#£á3z=á%j@ §#g?#á
7ff©%%%%%%©í%%%%%%%%%%%%%%%í{í,,{{í,%í,%í,,,z%27%%ígííñ©%%zz7%í,í,mff%í,%%í,%%í7,%ííí,í;%í#ííí%%í,Ííííi#y#%í%zíí%íí,Ñ;ff;#%%í;z%í#%%%%zíáizéí%#zfz¢záffim;%%Á2affiáii;zÁ:i;Í;,já;;z,;,;%%;Í2;,;,i;;,z,,;%%ff%%%%#z7;z%%%#z%Í%%%;4iz;íffzz#%z#%,2,Í z,zffffi©#%©zz%
422
a #r¢ #áá#g#m®£ gú®¬§£ffi@83ÁÉa%S@£ #® é¢3##gffia#¥¢@gS gzág¢a #& #íag2á%£gz #@#;¥aa§«
4. Internet
4.1. Buscadores
423
#¿£##agffi@#§##@g &,#á %#%#=#aá@ f£íL?zffér#§a
de búsqueda, las cuales pueden ser por: palabras claves, autores, temas, fé-
chas de los boletines, nombre de leyes o decretos, entre otros.
Hay muchos motores de búsqueda disponibles en lntemet. Éstos pemi-
ten buscaf palabras clave que aparezcan en distintos documentos.
Desde la red se puede acceder a fiientes primarias y secundarias y tam-
bién a otro tipo de recursos específicos de la misma como páginas weZ,, fó-
ros de debate, listas de correo, grupos de noticias.
Antes de listar los buscadores más populares de lntemet es importante
resaltar el monopolio natural del buscador de páginas weZ, Google. Domi-
nar las búsquedas mediante Google facilitará enomemente la tarea de en-
contrar la infomación que buscamos, pues en buena parte de las ocasiones
no necesitaremos hacer uso de ningún otro buscador. No obstante, el cono-
cer otros buscadores es de vital importancia, pues no siempre encontrare-
mos lo que necesitamos gracias a Google.
Algunos de los portales más populares para poder realizar búsquedas
SOn:
® Altavista: http://www.altavista.com
' AllTheWeb.com: http://www.alltheweb.com
® AOL Search: http://search.ao1.es
® Ask Jeeves: http://www.ask.com
' Google: http://www.google.com
® Live Search: http://www.1ive.com/
' Yúoo: http://wmw.yahoo.com/
424
£ #,¢ #~á8g3#%#ÍJ á;g"*¬gz~íffi@g34;aá@g #@ 9;ffi#®ggffiaá;¥¢@é*; zga#a ®§% #gyggZ2é¥#£9@ g£g%#2£aa
4.2. WT'kiped]'a
425
#8£ zá!®,#Qí%#ffi¢¬,#zs #jzgg, #%áaá2égój® g%@z;Ía§«
426
% &,. g#gz§S*gg g£@a:8Á¡ffi¬gg%íz#Sz#8¢@§ #ag zg##rJg'ffiag3@g3 g5#"g'8Á ®8á ¥#á;g2&j# ggSgS#
e;ÍÑz,í%%í%%ff,#;z;Í;ÑíÉ¡Ííí%í%#%íí,z%%%%ííí%%z%%í;íí%íí,í;%í,íííí%ííÍ%Í;%##íí,%Í%#íí%%ííífzfí%%%%%%%Íííffz%%%%%íif7;ffa2fí;7f2fz;ífí,%f;;2;z£,fff;fzf2;ff;;íiáffií%%iíÍ5z¢2f22fíf2Í2Íffi%ÁÍÑí%záffizffiñfiáiízií¢ffií#zií#i,í%2ffií®#ffií§%í%ízíí,í##z{%íí,íí7íí{í#%í{/íJff£J%J%í##%í%í%%%#/J%%7Éíffi!7%#z#z{í,%%í{#%zí{í{#%%%%#%%%%%í%í#%íí¢ff#í,íñíá
427
Zr»'#,g,.gáag%#ffÍ##jS #gg& %?#é2g3é?ój¢g3 S#á;#áé%&
428
óá a¢ #á£@g%á#@§, &®g§#fj#£g3¢Ía§ffi@g;~ gj:gg ¥¢ffi#@##%agá@g3 gga#a ®á J¢gJz
f@##%agÉ@g3 gga#é# ®g '¢g,,,í,#Za3Íg@ g##?##gá
¢©©%%í#%%í;í%í7#%í#íí,,íz7ííñíffi7í,%í%#%%í,íí%í,#ííí#Í%í;,2a;,%zí!Í;iÍ2ÍÁ;Áffiga;::;i:,;%#Íff®%¢Íi4iz%zz%ffzá#%
429
g%g2##¢#gá£g?i®#g ##á, ##é5#é%ja! £#¢£a¡,a!ffi
zz©í%í#%ffi,%íí,í#%%íííz%Í;z%f,ff%%%ízmffijÍ;ziÍ2Ízíz2Áf22zÍÉÍzízñ%%zz%zz,%íí#%zzz,#%#%%gíí{%%%%%%zázíáz¢zzzzzzzzñígí,z%zí,í4í4íñaó©z%%%%%%%z%%ff,%%%%%ff%©#%z,%zffffi%í%#z##í,%%í,%%í%Í,z%ff7¿
430
4#g #~ #¢£á;@í#### #úffgJ!ffi£g#%a§# ág 鮢##@o#ffi#¬3¢@g¥z g2a#a #á ###ázᣣff# g£##?ág&
íffíííííí%#%í{fíí%zí#%#fí,fj,ff%í%%©©í#%í4%í%%%#%4ff#%í%#%Íff#Íf#©%%%%©y©m;ffz,%%%%%m%ffi©zzfg©:É7#í!ffz;¢;%%%Í;ízízp;Ñz,%%,%#ff,ff,%%%%%ff%zff%%%zíffiff,f;ífíÍ;zffiffzÍ2ÍÍ;:z§f9,§:%:9:§7§2f£;2í¢79í%%%íí¢;¡:%zÉ;£í,í%%%#%%%%%zíffizg%©qff%
431
Zg%g¥#é?Ó#3g5#É®.#; #eá ##@ft3gaj® gx,@gá#¿
6. Referencias bibli-ográficas
432
349l 3
9-88L6-90Z-78-8¿6 :NgSI
ie!oos oít3qt3JJ. Á ie!oos eo!ijiod
(-spJooo) eiuen] t3i ep t3'w t3pueio^ ^
eJoJeg zepu?uJe] s?iuoi
. soseo uoo le!oos oít3qeJJ.
+
(|pJooo) t3,íoJeo zepu?uJe] s?iuoi
ixx oi6!s [ep soJit3sep so[ soiun.r 'ieuo!seioJd
opueiuoJie :o!Jei!unuoo le!oos oíeqt3JJ.
ze?iec] zedgi oiuoiuv ^ o!o!oJeíe le st3jiut3Jt36 seiue!o!Jns uoo esJei
eJoJt3D zepu?uJe] s?uoi -ueJiue eJed seo!s?q oít3qeJi ep st3iue!u
lt2!OOS O,Ít3qeJJ. ue uOIOueMeiu! ep -eJJeu sei ^ soiueiut3punJ soi íe!Jois!u eI
sopoigui ^ soiepoN
:soo!i?uei senboiq seui ue sop!p.,^!p lu9!s
ieJJeos!^ spser ut3nr
-eioJd eise Jepueiue t3Jed Jeoouoo ueqep
it3!oos oíeqt3JJ. Á uoiooeioJd ep
seu5is!s fpep!ot3dt3os!o es enb sopt3oeisep s?u soioedse soi
ozueJoi ep ieeJet] t3'qoI6ue oJq!i e`iues©Jd i] -seieuo!seioJd
soi ep t3nu!iuoo u9!ot3iuJoi t3i ue ^ e!Jt3i!s
solniJi soJiO
-Je^!un uOIOt3iuJq t3l ue PeP!IeO JO^Bu eun
ep e!oue6ixe t3i t3o!idui enb oi íut3ut3ioaJ
o.reqt3Ji ep opeoJeu le ^ pepe!oos t3i enb
seioue6Jn se^enu st3i e JepuodseJ ueqep
ie!oos oít3qt3JJ_ iep seit3uo.iseioJd sol e ^
-C]]Nn ei ue selt3!oos seiue!pnise sol e ue6ixe es enb se!oueied
SOIOIMeS Á lt3!OOS OÍeqeJl eP Jelnl!l -iLioo sei IJo!Jedns u9!oeonp] ue t2edoJn]
JoseioJd se eJoLü3D zepu?uJe] s?uoJ. t3¡oue6Je^uóo ¬i ep o!Jeueose o^enu ie u]
It3Toos o.ft3qt3JL lep
soitI9"t3pllnH
(IpJooo) eJoJeo zepupuJe] s?uoi