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Ingeniería interior, Sadghuru

En ese tiempo era un hombre.


Yo solo ascendí la Colina
porque tenía tiempo para matar,
pero maté todo lo que era Yo y lo Mío.

Sin Yo ni Mío
perdí toda mi voluntad y habilidad.
Estoy aquí, un recipiente vacío
esclavizado a la Divina Voluntad e infinita habilidad.

En este vasto universo en expansión continua, ¿qué es arriba y qué abajo? No lo sabemos.
En ningún lugar está indicado: «este es el lado de arriba»; la única distinción que conoces
es «dentro» y «fuera» (aunque para el yogui incluso esa diferencia ha desaparecido).

Hace miles de años apareció un yogui en lo más alto de los Himalayas que llegó a ser
conocido como Adiyogi, el primer yogui. Fue él quien nos legó la ciencia del yoga a través
de siete disciplinas que más tarde llevó al mundo. Estas disciplinas contenían un sistema de
auto exploración y transformación de una profundidad inimaginable, basado en la premisa
radical de que es posible para un ser humano evolucionar conscientemente. A diferencia de
la evolución biológica, que tiene lugar sin nuestra participación consciente, la evolución
espiritual puede suceder de forma consciente. Todo lo que se necesita, según nos enseñó
Adiyogi, es voluntad.

Si vives hacia fuera, el viaje resulta interminable, pero si vuelves a tu interior es cuestión de
un instante. En ese momento todo cambia. En ese momento ya no buscas el gozo, sino que
tu vida se convierte en una expresión de ese gozo.

Ser humano significa que eres capaz de moldear las situaciones que vives de la forma en
que te gustaría que fueran; pero en la actualidad ocurre lo contrario: la mayoría de la gente
está determinada por sus circunstancias al pasarse la vida reaccionando ante ellas.

Para poder transformar las situaciones del modo en que desearías, primero debes saber
quién eres. El punto fundamental es que todavía no sabes quién eres. Tu identidad no es la
suma total de todo aquello que has acumulado; todo lo que conoces como «yo» es
solamente una acumulación. Tu cuerpo es una acumulación de alimentos; tu mente lo es de
impresiones captadas por los cinco sentidos. Aunque aquello que almacenas sea tuyo, jamás
podrá ser tú. ¿ Quién eres tú? La respuesta aún permanece inconsciente y está por llegar a
tu experiencia. Estás tratando de vivir tu vida a través de lo que has acumulado, no a través
de quién eres, y por si fuera poco, ¡ni siquiera eres totalmente consciente de todo eso que
has acumulado!

Tu destino está escrito por ti mismo de manera inconsciente. Cuando dominas tu cuerpo
físico, controlas entre el quince y el veinte por ciento de tu vida y tu destino; cuando
dominas la mente, tienes control de entre el cincuenta y el sesenta por ciento de tu vida y tu
destino; y cuando dominas tu energía vital, eres responsable del cien por cien de tu vida y
tu destino.

Todo lo que haces de forma inconsciente también puedes hacerlo conscientemente, y eso
hace toda la diferencia. Es la diferencia entre la ignorancia y la iluminación.

Cuando nos embargan el dolor, la tristeza o la ira, hemos de mirar hacia dentro, no a
nuestro alrededor. Para sentir bienestar, lo único que necesita repararse eres tú. Lo que se te
olvida es que, cuando estás enfermo, eres tú el que necesita la medicina; cuando estás
hambriento, eres tú el que necesita la comida. Eres tú el que necesita arreglo, ¡pero a la
gente le lleva varias vidas entender este simple hecho!

Crear tu propio destino no significa que tengas que controlar todas las situaciones en el
mundo; se trata de avanzar sin pausa hacia tu bienestar y tu naturaleza verdadera, al margen
de tus circunstancias vitales. Significa simplemente reconstituirte de tal manera que
cualesquiera que sean los sucesos y situaciones que te rodeen, no te aplasten, sino que tú los
domines.

El proceso espiritual no consiste en imponer tus ideas a la existencia, sino en ser de tal
manera que la creación y el Creador, y cada átomo del universo, no puedan evitar rendirse
ante ti. Cuando vives en función de tus preferencias y rechazos, te sientes solo en esta vasta
existencia, constantemente inseguro, inestable y en un desafío psicológico. Pero una vez
que la existencia se rinde ante ti, te conduce a un lugar diferente de gracia en el que cada
piedra, cada roca, cada árbol y cada átomo te hablan en un lenguaje que entiendes. _ Cada
instante suceden millones de milagros alrededor de ti: una flor floreciendo, un pájaro
piando, una abeja zumbando, una gota de lluvia cayendo, un copo de nieve flotando en el
claro aire de la tarde. La magia está en todas partes. Si aprendes a vivir, la vida a diario se
convierte en un auténtico milagro.

Así pues, a menos que hagas lo correcto, no conseguirás los frutos correctos. Los principios
y las filosofías solo tienen consecuencias sociales. Es momento para ti de despertar como
un ser existencial, como un ser vivo en lugar de ser un caso psicológico. Entonces tu
destino será tuyo, cien por cien tuyo. No se trata de una promesa infundada: es una
garantía.

La calidad de nuestra vida está determinada por la habilidad para responder a las diversas
situaciones complejas que encontramos. Si la facultad de responder con inteligencia,
competencia y sensibilidad se ve mermada por un enfoque compulsivo o reactivo, la
situación nos atrapa; esto significa que hemos permitido que la naturaleza de nuestra
experiencia vital esté determinada por las circunstancias y no por nosotros mismos.

Las dimensiones física y psicológica pertenecen a la esfera de las polaridades: dolor-placer,


amor-odio, masculino-femenino, y así sucesivamente. Si tienes uno de estos elementos, el
otro le seguirá necesariamente; pero cuando accedes a la dimensión fundamental de lo que
eres, estás más allá del mundo de los opuestos y te sientes feliz de forma espontánea. Eres
el dueño de tu destino.
Solo es necesario que tomes conciencia de que eres responsable de todo lo que eres y de
todo lo que no eres; de todo lo que podría sucederte y de todo lo que no podría sucederte.

Aceptar tu responsabilidad no es cu1pabilizarte a ti mismo en lugar de a otros: se trata de


responder a una situación conscientemente. Una vez que te responsabilices de ella,
empezarás a explorar las formas de afrontarla y buscarás soluciones.

La reactividad es esclavitud; la responsabilidad es libertad.

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