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1800 magdalenense muertos. Llegó a Junior, puerto de oro de los jugadores costeños, por
un negociazo de Los Char: se lo arrebataron a Nacional.
Costeño puro, tan puro como una palangana llena de butifarra o como una yuca harinosa
azá o como una caribañola de queso.
Jugador exquisito. De toque sabroso, inteligente y arriesgado. Su cuello alto, que se alarga
por su garbo, le da una visión en el campo que ni siquiera las míticas lechuzas del
Metropolitano tienen.
Sus pases arrebataos, al puro estilo de La Troja: variados, sabrosos, riesgosos y bacanos.
Sus pies, bañados en las mismas aguas en las que se bañó el Pibe Valderrama, no fallan,
no erran, no dudan, solo echan pa’lante —como el Joe.
Cuando llegó el Metropolitano era la tumba de tres muertos: el de los Junior 2014, 2015 y
2016 que fueron abatidos en Medellín.
Ahora, luego de tres años de oro, de tantos shows, de tantas alegrías —una final
internacional, cuatro títulos y dos estrellas tejidas— se va a Brasil, al Cortinthians, para
cumplir su siguiente objetivo: convertirse en titular indiscutido de la Selección.
Hoy sus hinchas lo lloran con la misma melancolía con la que despidieron a Carlos Bacca y
esperan que regrese así como lo hizo Teo Gutiérrez.