Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?”
Jeremías 32:27
En muchos momentos de nuestra vida, nos encontramos cara a cara con situaciones
realmente complicadas, desafíos o conquistas que debemos enfrentar y que son
verdaderos gigantes imposibles de derribar. Y así como en la antigüedad fueron
derrotados, Dios va a derribar todos tus gigantes.
Hoy deseo que exploremos un acontecimiento histórico. Sé que todos aquí conocen
muy bien acerca de este evento, ya que creo que es el evento más reconocido por toda
persona que ha leído la Biblia. Estamos hablando de lo que sucedió con David y Goliat.
La razón por la que deseo que exploremos este evento es porque cuando buscaba un
tema para predicar esta semana, leí lo que sucedió en ese momento de la historia, y se
me hizo muy claro que los eventos descritos en esta porción de las escrituras
continúan sucediendo en la vida de muchos.
En otras palabras, que la batalla que encontramos descrita en esa porción de las
escrituras continúan siendo peleada hoy en día, pero desdichadamente no toda pelea
ha tenido el mismo resultado, sino que muchos han perdido y caído muertos en el
campo de batalla.
Claro está en que cuando digo que muchos han caído muertos no me estoy refiriendo
a la muerte física, aunque en las situaciones más drásticas (suicidios, homicidios) si
pueden suceder, sino que les estoy hablando acerca de la muerte espiritual, cual es
mucho peor que la muerte física.
Hoy estaremos explorando 1 Samuel 17; porque el tiempo que compartimos es corto,
no les leeré el capítulo completo, sino que usaremos los versículos claves que servirán
para ilustrar el tema de hoy.
“Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de
Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. 2 También Saúl y los hombres
de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla
contra los filisteos. 3 Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba
sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos.” 1 Samuel 17:1-3
Quiero que prestemos mucha atención a esta pequeña sección de las escrituras de
hoy. Deseo que prestemos mucha atención porque en esta pequeña porción de las
escrituras encontramos muy bien reflejado lo que sucede en nuestra vida hoy en día.
¿Cómo así? Pensemos por un breve momento en lo que acabamos de leer para
determinar si lo que les digo tiene sentido o no.
¿Quiénes eran los Filisteos?
No creo que tengamos que pensar mucho en el asunto para reconocer que los filisteos
eran una fuerza poderosa que pretendía conquistar al pueblo de Israel, y como
podemos ver, ellos acamparon su ejército en la tierra de Judá.
Los filisteos no tenían derecho alguno de estar en ese lugar, ya que está era la tierra
que Dios le había entregado a Su pueblo, pero ahora ellos la ocupaban por fuerza y
pretendían arrebatársela. ¿Por qué he tomado el tiempo de explorar este detalle?
He tomado el tiempo de explorar este detalle que a primera vista aparenta
insignificante porque cuando hacemos una comparación entre lo que sucedió en ese
instante, y lo que sucede en la vida de muchos hoy en día, pronto llegaremos a la
conclusión que no existe mucha diferencia entre los eventos de ese entonces y los
eventos de hoy.
No es que tengamos un ejército físico acampado a nuestro alrededor, o acampado a la
puerta de nuestro hogar, pero si existe un ejército de principados y potestades
malignas acampados a nuestro alrededor que a diario tratan de desviarnos de la
voluntad de Dios.
Fíjense bien como esto es algo que queda bien claro en Efesios 6:12 cuando leemos:
“…Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes.”
Así que estamos hablando acerca de los poderes de las tinieblas que luchan sin
descansar para tratar de desviarnos. ¿Cómo opera este ejército?
El ejército del maligno opera influenciando a aquellos que nos rodean, y en ocasiones a
nosotros mismos, para que surjan circunstancias o situaciones que nos roben la paz y
el gozo que Cristo nos ha entregado. En otras palabras, circunstancias o situaciones
que solo sirven de piedra de tropiezo en nuestra perseverancia en la fe.
Pero la realidad de todo es que al igual que el ejército filisteo no tenía derecho alguno
de acampar en la tierra de Judá, esas circunstancias o situaciones no tienen derecho
alguno de invadir nuestra vida ya que el Señor nos liberó. Fíjense bien como nos dice el
Señor en Juan 8:36 cuando leemos:
“…Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. ”
Dile a la persona que tienes a tu lado: ¡libre soy!
El ejército del enemigo puede acampar a nuestro alrededor, pero ellos nos pueden
apoderarse de nosotros, no pueden apoderarse de lo que Dios nos ha entregado. No
pueden apoderarse de lo que Dios nos ha entregado porque nosotros no
pertenecemos a ellos, nosotros pertenecemos a Dios, y Dios nos da la fortaleza y poder
para echarles fuera de nuestra vida.
Pero ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué detiene que muchos no
puedan echar fuera de su vida esas potestades que aparentan ser invencibles? Para
contestar esta pregunta continuemos examinando lo que sucedió a continuación.
“4 Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat,
de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo. 5 Y traía un casco de bronce en su
cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce.
6
Sobre sus piernas traían grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros.
7
El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza
seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él.” 1 Samuel 17:4-7
Como podemos ver, aquí encontramos que el campeón de los Filisteos salió a
mortificar e intimidar al pueblo de Dios. En la descripción de este hombre encontramos
lo que muchos, sino todos, dirían que es la descripción de un hombre invencible. Digo
esto porque vemos que la descripción de este hombre era de seis codos y un palmo.
¿Qué quiere decir esto?
Para que podamos entender el significado de esta descripción tendremos que
convertir estas dimensiones a términos modernos. Un codo es aproximadamente 18
pulgadas o 45,72 cm, lo que quiere decir que este hombre media aproximadamente
3 metros.
Pero no solo eso, sino que este hombre tenía que ser una persona extremadamente
fuerte, ya que la armadura que él tenía puesta pesaba aproximadamente 125 libras, y
su lanza unas 15 libras. Dile a la persona que tienes a tu lado: era un hombre fuerte.
La presencia de este hombre solamente era algo amedrentador y alarmante.
Ahora pregunto: ¿le suena esto conocido a alguien? En realidad todo esto nos debe
sonar conocido a todos nosotros, ya que en numerosas ocasiones el creyente fiel
siempre tendrá que enfrentar a gigantes en nuestra vida que aparentan ser
invencibles. ¿Por qué aparentan ser invencibles? Continuemos con nuestro estudio
para encontrar la respuesta a nuestra pregunta.
“8 Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis
puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl?
Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. 9 Si él pudiere pelear
conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él,
y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. 10 Y añadió el filisteo: Hoy
yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo.
11
Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran
miedo.” 1 Samuel 17:8-11
¿Se pueden imaginar como esto le sonó al ejército de Israel?
Este hombre se paró frente a ellos y básicamente les dijo que ellos no valían nada; que
él solo derrotaría a cualquiera que ellos mandaran. ¿Qué resultado tuvo esto? El
resultado fue que ellos temblaron al oír lo que este hombre gritaba, y no hubo un
hombre en todo el ejército que estuviera dispuesto a enfrentarle.
Cuando reflexionamos por un momento en el asunto, creo que todos estaremos de
acuerdo cuando digo que esto exactamente es lo que sucede en nuestra vida al
confrontar esas situaciones o circunstancias que aparentan invencibles. La intimidación
y el temor nos roban nuestra voluntad de servir a Dios, nos arrebatan la victoria que
Jesús nos entregó en la cruz, y detienen el propósito de Dios para con nosotros.
Digo esto porque como todos aquí sabemos, nosotros no estamos llamados a vivir en
sufrimientos, nosotros estamos llamados a vivir en victoria. Esto es algo que queda
claramente expresado en 1 Corintios 15:56-57 cuando leemos:
“56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas
gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo.”
Pero en muchas ocasiones dejamos que los gigantes nos arrebaten nuestra felicidad,
dejamos que arrebaten nuestro honor. Eso fue lo que le paso al pueblo de Israel, y es
lo mismo que les sucede a muchos hoy en día.
La razón principal por la que le sucede a muchos es porque han permitido que la
intimidación y el miedo les conduzcan a tratar de hacer paz con los gigantes; en otras
palabras, a que comprometan su fe y sus principios.
Pero recordemos siempre lo que encontramos en 1 Corintios 10:21 cuando leemos:
“No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de
la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.”
¿Qué significa esto? Esto significa que no podemos hacer la paz con los gigantes. Dile a
la persona que tienes a tu lado: no se puede hacer la paz con el diablo.
La realidad es que o servimos a Dios como Él merece y demando, o somos esclavos del
diablo. No existe una tregua. ¿Qué tenemos hacer? Tenemos que pelear. Tenemos que
confiar en el poder de Dios y derrotar a esos gigantes.
“Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta
días.”1 Samuel 17:16
El enfrentamiento entre Goliat (el experimentado guerrero, el campeón filisteo con
casi tres metros de altura y 72 kilos de armadura y músculos brillosos e imponentes),
contra el joven pastor de ovejas llamado David, el muchacho que tiene un corazón
como el del Señor.
¿Cuántas probabilidades había de que David triunfara?… Muy pocas.
Los gigantes en nuestra vida nos quitan la paz, se adueñan de nuestra felicidad. Si me
enfoco en los gigantes voy a tropezar, si me enfoco en Dios caen los gigantes.
Nuestros gigantes no llevan espada ni escudo, pero vienen en forma de soledad. Tu
gigante quizás es una herida causada en la niñez, tu gigante quizás es la depresión. Los
gigantes están en todas partes, en la facultad, en el hogar, en la oficina.
David tomó cinco piedras del arroyo, yo te invito a que tomes cinco decisiones.
Necesitamos cinco piedras para prevalecer sobre nuestros gigantes.
1) LA PIEDRA DEL RECUERDO
1 Samuel 17:34-36.
“34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando
venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo
hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la
quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este
filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios
viviente”.
Mientras todos temblaban, David recordaba: Dios le dio fuerzas para luchar contra un
león y un oso, ¿no haría lo mismo con el gigante?”.