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Gabriela Valencia Dávila

Discusiones Contemporáneas de la Filosofía Política

Texto: Améry, J. (2004). “la tortura” y “el resentimiento” En: Más allá de la culpa la
expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Traducción, notas y
presentación de Enrique Ocaña, pre-textos, Valencia.

La construcción de la memoria a partir de la ética del resentimiento

Las experiencias que tiene cada individuo en la vida son diferentes permitiendo que cada
uno vea la historia de una forma distinta. Jean Améry, autor del libro Más allá de la culpa y
la expiación fue una víctima que vivió en carne propia la tortura en el holocausto nazi,
sintiendo la deshumanización y el despojo de su dignidad Este autor en los capítulos de La
Tortura y El Resentimiento testifica, denuncia y reflexiona a partir de lo vivido. Es sin duda
la construcción de una ética del resentimiento.

El autor, además de exponer los motivos y las circunstancias que lo llevaron a su detención
por parte de la Gestapo, inicia dando un acercamiento a lo que él, bajo su experiencia,
considera que es la tortura y un paneo general sobre esta.

La tortura es el acontecimiento más atroz que un ser humano puede conservar en su interior
(Améry, 2004, p. 83). Así mismo, la tortura a pesar de ser un acto tan terrible que atenta
contra la propia esencia de lo que se considera humanidad, ha sido (y sigue siendo por
supuesto) una herramienta usada a pesar de que, institucionalmente hablando, haya sido
abolida legalmente en la mayoría del mundo; los gobiernos se han acostumbrado a la
tortura.

¿Y esto, a que se refiere? Améry hace referencia a que la tortura ha estado presente en toda
la historia de la humanidad, en donde los grandes reinos, gobiernos e instituciones han
hecho uso de la tortura como herramienta que busca un fin en específico: información,
infundir miedo, salvaguardar la nación o razones tan simples como el hecho de hacerlo por
gusto, como un valor infundido y necesario, como sucedía en el caso del
nacionalsocialismo de la Alemania Nazi, quien, según el autor, era un régimen
fundamentado y cimentado en el terror de la tortura. Así pues, y como consecuencia, la
tortura “no es un elemento accidental” (Améry, 2004, p. 85), sino todo lo contrario una
herramienta que se encuentra entre lo real y lo imaginario.

En este punto Améry describe que la tortura no puede considerarse como una expresión
banal del mal, o una banalidad de la maldad, como lo explicaría Hannah Arendt, sino más
bien como un hecho que nace de la experiencia vivida por él mismo. Por tanto, hablar de la
tortura desde la abstracción o como espectador sería un error, pues solamente el dolor
(físico y psíquico) puede contemplarse desde la experiencia y no desde la expectación: el
dolor como relato no se alcanza a comprender si no se ha vivido en carne propia.

Ahora, ¿qué es la tortura? La tortura, explica Améry, va más allá del simple dolor físico,
pues en este proceso en que la víctima es completamente limitada de todas sus libertades
influye, en primer lugar, el despojo (Améry, 2004, p. 90). El despojo en el sentido en que la
víctima queda a merced de sus perpetradores, pero adicional el sentimiento de soledad,
indefensión y falta de ayuda, es decir, se pierde toda esperanza de que alguien vele por uno,
de que alguien pueda ayudar, simplemente queda la víctima y el victimario. Pero ¿qué
significa perder la dignidad humana al ser torturado? Améry explica que existen varios
factores que influyen en esta pérdida de humanidad, primero la falta de ayuda del prójimo;
el sentimiento de indefensión sumado a la completa soledad, segundo, la pérdida de la
confianza en el mundo y en la humanidad, y tercero, la impotencia del yo al no poder
defenderse ni reaccionar de algún modo para evitar el sufrimiento.

Cuando hablamos de tortura y de sus perpetradores, ¿acaso hablamos de hombres sádicos,


que gozan y se satisfacen solo en el dolor del prójimo? Améry explica que está sería una
visión muy simple para entender a la tortura (Améry, 2004, p. 94), es decir, por algo la
tortura parece ser la base de los totalitarismos, nacionalismos extremos, o sencillamente
como un fenómeno que sostiene desde las sombras a los gobiernos y que sirven a sus
propósitos (sean o no totalitarios, incluso democracias actuales hacen uso de este método).
La tortura no se trata de sadismo (por su puesto no en el sentido sexual), ni tampoco en el
disfrute del dolor ajeno, sino que parece acercarse más bien a una visión mucho más
terrible: “el dominio del anti-hombre (…), el odio y el desprecio a la humanidad” (Améry,
2004, p. 95), parecería entonces que la tortura, en algunos casos deja de ser un medio y se
convierte, o trasciende al propio ser, al fin en sí mismo. Es decir que se va a entender como
una estrategia de apropiación hacia el otro o como Bataille manifiesta “la negación radical
del otro” (Améry citando a Bataille, 2004, pág. 100)

En pocas palabras, la tortura es la “violación de los límites de mi yo por medio del otro”
(Améry, 2004, p. 97), así pues, una persona torturada es aquella que es postrada bajo la
violencia, sin esperanza alguna de ayuda y sin posibilidad de defensa. La tortura rosa los
límites entre la vida y la muerte pues solo en ese momento, de máxima expresión de dolor,
se alcanza a vislumbrar realmente lo que se siente la muerte, y lo que es desearla, el dolor
sería el puente entre la vida y la muerte. De ahí proviene su carácter horrífico, pues el ser se
suspende en el dolor y sufrimiento, impidiendo y dilatando la muerte. Améry lo explica
como: cuerpo = dolor = muerte. Si existe el cuerpo existe el dolor y este a la vez es el
puente entre la vida y la muerte, sin embargo, la tortura se encuentra en medio.

Si bien, el autor habla desde su experiencia como víctima, su análisis no exime la


caracterización de los victimarios o verdugos, a quienes nombra como un “estólido de
burócratas de la tortura (Améry, 2004, p. 100) que van a buscar una especie de
autorrealización homicida, un deber al cual se entregan completamente, esto puede ser
causa de que se sientan con una especie de poder supremo dado a que se reafirman a partir
del hacerle daño al otro, creyéndose una especie de Dios.

Améry por supuesto enlaza la tortura con el resentimiento, y lo toma como una
consecuencia de sufrir semejante dolor y sufrimiento de ser sometido a tortura. El
resentimiento es la condición subjetiva de la víctima “resultante de una larga evolución
personal e histórica” (Améry, 2004 p. 148), es decir, como resultado de la experiencia de
cada persona, por lo que es lógico deducir que el resentimiento carece completamente de la
capacidad de ser objetivos, pues es obvio que se tendrá un juicio de valor muy arraigado
sobre los victimarios o sobre los hechos ocurridos.

El resentimiento posee dos factores que influyen a la vez (no en igual proporción por
supuesto): el resentimiento desde una perspectiva moral y el resentimiento desde una
perspectiva psicológica de un conflicto, como una perturbación (Améry, 2004, p. 148).
Algo que hay que tener claro es que el resentimiento no nace desde la autocompasión, sino
nace por una atadura al pasado, como el deseo de cambiar lo que pasó, como el desear que
“lo acontecido deba cancelarse” por completo. Esto plantea un problema por supuesto, el
estar constantemente atados al pasado supone negar o “bloquear la salida a la dimensión
perfectamente humana, que es el futuro” (Améry, 2004, p. 149).

Así pues, el resentimiento distorsiona el tiempo, en el sentido en que la víctima queda


atrapada en el pasado, viviendo por su resentimiento deseando que lo ya vivido sea borrado
y reemplazado por lo que moralmente y psicológicamente considere mejor.

Pero ¿cuál es el fin del resentimiento? El fin del resentimiento más que para la víctima va
dirigido hacia los perpetradores, esto en el sentido en que sus actos deben adquirir una
realidad moral, pues al momento de gestarse el hecho del que nace el resentimiento, el
victimario actúa desde acciones objetivas de su voluntad (como ocurrió por ejemplo en la
Alemania Nazi) y no desde la moral (Améry, 2004, p. 150), en pocas palabras, se busca la
verdad del crimen.

Para la víctima el resentimiento cumple la función de lograr redimirse de un desamparo que


perdura, es decir, lograr llegar al punto de superar el crimen cometido contra ella, y esto por
supuesto no se logra por medio de la venganza ni la expiación. El resentimiento no busca
en sí, o el fin del resentimiento no es la venganza, pues a pesar de que llegue la muerte del
victimario (como le paso a Améry, donde el oficial a cargo de su tortura y castigo fue
sentenciado a muerte en los juicios de Núremberg) aun así persistirá el dolor y el
resentimiento. El fin del resentimiento entonces es la redención del dolor y el desamparo.

Por su puesto, la manera de avanzar y dejar atrás el resentimiento es la llegada del perdón,
sin embargo, este es un proceso personal e individual que no puede ser producido por algún
tipo de presión social ni pública, primero porque como lo explica Améry en el primer
capítulo, solamente el que vive en carne propia el dolor y la tortura es realmente consiente
de ese sufrimiento y nosotros como meros espectadores solamente somos eso: espectadores
ajenos a ese dolor. Y segundo, sería inmoral pedir a la víctima que perdone a su
perpetrador. Así pues, el resentimiento al final hace parte del rencor, alimentado por el
dolor y las injusticias morales.

Para finalizar el autor hace una aclaración de hacia dónde va enfocada o focalizado dicho
resentimiento, no solo hacia el victimario como tal, sino que se mueve dentro de la culpa no
individual sino colectiva. Por ejemplo, el autor se pregunta si en el caso de él y las demás
víctimas de los Nazis ¿deberían culpar solo a sus verdugos, o si también el resto del pueblo
alemán comparte la culpa de esos hechos por apoyar al movimiento nacionalsocialista y
permitir, desde la pasividad y el conocimiento, de que ocurrieran todos esos hechos
atroces? Bueno, no está del todo claro, solamente Améry aclara que los hijos de esa
generación de alemanes no tendrían por qué ser culpados de los pecados de sus padres y
abuelos, pero que tampoco Alemania debería desconocer esa mancha en su historia, pues al
fin y al cabo es parte de su historia y la historia de la humanidad.

Sin embargo, es muy importante traer a colación que el perdón no es una acción que se dé a
corto plazo y en muchas ocasiones este ni siquiera se da, pues el dolor que se ha sentido no
se puede solo perdonar y olvidar, no obstante, Améry manifiesta que el resentimiento es el
único método que va a lograr construir la memoria histórica, pues para él no se puede
perdonar lo imperdonable, no obstante, es importante preguntarse ¿la reconstrucción de la
memoria histórica debe estar basada en el resentimiento? ¿El resentimiento como
sentimiento negativo puede ser la destrucción misma de la justicia? ¿la ética del
resentimiento es el medio para construir la memoria histórica? Además, sin justificar los
hechos atroces de los verdugos ¿los verdugos nos son víctimas del mismo adoctrinamiento
del régimen nazi? Pues en un sentido como lo dice Springer (2012) los torturadores como
los mismos militares no tienen derecho a abandonar las filas ni expresar sus opiniones.

REFERENCIAS

Springer, N. (2012). Como corderos entre lobos. Del uso y reclutamiento de niñas, niños y
adolescentes en el marco del conflicto armado y la criminalidad en Colombia.
Recuperado de:
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informe_comoCorderosEnt
reLobos.pdf

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