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La historia de Joseph Wilson.

La empresa Haloid, era un negocio pequeño que manufacturaba papeles fotográficos


con ganancias ínfimas y unos pocos empleados. Nadie se esperaba el rotundo éxito
que tendría Xerox, ex Haloid, en su posterior llegada en 1961.

En 1958, Haloid gastó casi 2 millones de dólares de sus ingresos de 27,5 millones en
continuar la investigación, cambió su nombre por Haloid-Xerox, Inc.

La primera maquina copiadora se introdujo en el año 1959, pesaba aproximadamente


250 kg y ocupaba el espacio de un escritorio grande.

El producto de Haloid, fabricado con tanto trabajo y esfuerzo, tenía un precio de


29.500 dólares —una suma enorme para una pieza de equipo de oficina. Dado el
altísimo precio que tenía el equipo, decidieron innovar con el alquiler de las maquinas
en lugar de venderlas, ya que sería difícilmente asequibles para la mayoría de
empresas.

Las ganancias de la compañía por poco se duplicaron, pasando de 31 millones de


dólares en 1959 a 59 millones en 1961. En 1961 se habían instalado 10.000
copiadoras

Y el 18 de abril de 1961, sólo unas pocas semanas antes de que las acciones de la
compañía empezaran a venderse en la prestigiosa Bolsa de Nueva York, los
accionistas aprobaron el cambio oficial del nombre a Xerox Corporation.

Al año siguiente, cuando las ventas llegaron a 176 millones de dólares, Forbes aclamó
no sólo la llegada de la empresa sino su futuro. «Potencialmente Xerox no es una
compañía sino una industria». Hacia 1962 el negocio de copiadoras valía 400 millones
de dólares, mucho más de los 40 millones de dólares que valía diez años antes. Y la
914 era, como lo dijo Financial World, «el Cadillac de las máquinas copiadoras».

La decisión de Xerox de alquilar en vez de vender la 914 fue sumamente importante y


controvertida. Algunos de los ejecutivos de la compañía opinaban que la venta de las
máquinas por 29.500 dólares le produciría ingresos enormes a la descapitalizada
empresa. Pero Joseph Wilson tenía una visión más amplia. Él había visto el éxito de
otras empresas —como IBM— que alquilaban máquinas para oficina, y se dio cuenta
de que cualquier ganancia a corto plazo obtenida de la venta se vería disminuida al
limitarse la proliferación. Y los hechos demuestran que no se equivocó. Aquella
estrategia permitió que las máquinas se difundieran rápidamente en las compañías
grandes y pequeñas, y la 914 ocupó un lugar como objeto indispensable en la oficina.

Además, Xerox pudo acogerse a condiciones favorables en materia de impuestos. El


sistema tributario les permite a las compañías deducciones por la depreciación de
máquinas y equipos de su propiedad. Como Xerox seguía siendo dueña de todas las
máquinas que producía, la empresa podía amortizar el costo de toda la producción.

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