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Liliane Frey-Rohn
De Freud a J u n g
Coi.KCC i o n DK P s i c o l o g í a , P s i q u i a t r í a v P s ic o a n á l is is
DE FREUD A JUNG
I l .<«lu* i ion <lr
1*. V K I O S \ 1 \ K M \
LILIANE FREY-ROHN
DE FREUD A JUNG
F O N D O DE C U L T U R A EC O N Ó M IC A
MEXICO
I
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN ALEMANA
La primera edición del presente libro apareció en el año 1969. Aunque desde
entonces han transcurrido casi 10 años, la exposición comparativa de las
concepciones básicas de Freud y Jung mantiene igualmente vivo su interés.
Puesto que tomo como referencia, esencialmente, las obras completas de
ambos psicólogos, no he tenido en consideración los libros aparecidos entre
tanto, ya que los conceptos fundamentales son los mismos de siempre.
Por ello he decidido dejar el texto de esta edición en su forma original, a
excepción de algunas correcciones necesarias. El índice analítico ha experi
mentado en cambio una mejora fundamental, y está destinado a posibilitar
al lector una rápida visión de conjunto de los problemas relacionados con
cada uno de los conceptos.
7
10 PRÓLOGO
1. LO S COMIENZOS
Ahora bien, encontraba algunas dificultades sobre todo por el hecho de
que los fundamentos teóricos del psicoanálisis provenían principalmente dé
la “práctica empírica” y no eran susceptibles de comprobación experimental
Aunque nunca puso en duda la existencia de “una maravillosa regularidad
en todas las ideas súbitas del hom bre”,16 echaba en falta unas “sólidas bases”
que perm itieran poner de manifiesto la existencia de hechos inconscientes.
El “experim ento de la asociación” le ayudó a superar, según él mismo declaró,
“las dificultades iniciales más im portantes”.17
Alphonse Maeder describió en 1956, de forma insuperable, el espíritu
reinante en Burghölzli durante los primeros años del siglo xx:
fa^uIlS
Volveré sobre esto en capítulo posterior.
3. C. G. Jung. “Nachruf über Sigmund Freud”, edición dominical del BasUr N a ch rícU en .
32 véase lap. 221.
P rimera Parte
M e dije... que sólo podría refutar a Freud quien hubiera utilizado el psicoanálisis
en m últiples aplicaciones c investigaciones com o Freud investiga. Es decir: ob ser
van d o larga y p acien tem en te la vida cotidiana, la histeria y los su eñ os, d esd e su
p u n to d e vista.*
Pero veía en Freud algo más que una mera obra individual. Era para él la
personificación de la tensión espiritual característica de los últimos años del
siglo xix. Lo consideraba en parte vástago del materialismo científico, por su
empeño en extrapolar el determinismo causal y las bases mecanicistas propias
de la ciencia del siglo xix a la vida de la psique y, en parte, exponente del
nuevo siglo, que, a semejanza de Nietzsche, anticipaba la trascendencia y el
significado de la afectividad para la comprensión del alma humana.
Pero se vio de todos modos impulsado a elaborar un método más exacto,
viendo la inseguridad reinante en cuanto al diagnóstico y terapia de las
psicosis, así como también el alto grado de subjetivismo en la tipificación
científica de los casos concretos, trabajo que dirigía su jefe Eugen Bleuler y
en el que colaboraba con su colega Franz Riklin. La investigación consistía en
experimentar por medio de la asociación, de la cual se prometía grandes
avances en la diagnosis psiquiátrica. También esperaba comprobar así el
grado de exactitud de las hipótesis freudianas. La observación de los procesos
asociativos en personas no era nueva en la clínica de Burghölzli. Desde hacía
tiempo, Bleuler y sus colaboradores practicaban dicho experimento, introdu
cido en psiquiatría por Kraepelin y Aschaffenburg.2También Jung lo utilizó,
desde los comienzos de su carrera profesional, en la exploración de las
disfunciones de los enfermos mentales. Esto hizo, en más de una ocasión, que
* C. G. Jung, Über die Psychologie der Dementia praecox, 1907, Prólogo, p. iv (Ges. Werke, III, p. 4).
2 C. G. Jung, “Experimentelle Untersuchungen über Assoziationen Gesunder”, 1905, en
Diagnostische Assozialionsstudien, I, p. 7. Estos estudios comprenden varios artículos que se publi
caron ya en 1904 y 1905.
21
22 EL EXPERIMENTO ASOCIATIVO
pudiera formarse una idea del estado interior del paciente. Bleuler concedía
gran valor a este método de investigación:
Carece de todo rasgo realmente humano... [el afecto es] desproporcionado, irra
cional... un fenómeno de la naturaleza... que rompe el orden humano.5
1 C. G. Jung, “Psychoanalyse und Assoziationsexperiment”, en Diagnostische Assoziationsstu
dien, I, p. 260.
2 C. G. Jung, “Assoziation, Traum und hysterisches Symptom”, 1906, en Diagnostische
Assoziationsstudien, II, 1909.
3 C. G. Jung, Über die Psychologie der Dementia praecox, p. 114 (que en adelante citaremos, de
forma abreviada, com o Dementia praecox). (Ges. Werke, III, p. 109.)
4 C. G. Jung, “Der therapeutische Wert des Abreagierens”, 1921 (Ges. Werke, XVI, p. 140).
5 C. G. Jung, Psychologische Typen, 1921, p. 222 (Ges. Werke, VI, pp. 164 ss.).
26
COMPLEJO Y TRAUMA 27
había formulado en 1925- causa principal de los logros culturales del indivi
duo y de la comunidad. No sólo el trauma, sino toda experiencia psíquica, pre.
sentaba una cohesión de elementos psíquicos muy poco consistente.
Al contrario que Freud, Jung tuvo siempre presente la sólida conexión
entre tono emocional y representación. Para él, el complejo, en principio, era
en sí completo y total, tal como había comprobado en sus experimentos con la
asociación. Aun cuando la disociabilidad del complejo se le hizo patente en
casos cuyos elementos emocionales poseían gran intensidad, reservó este
concepto, como veremos, para ciertos casos de esquizofrenia,18disintiendo en
esto de la opinión de Freud.
A su primera exposición del complejo como “unidad superior” siguieron
los argumentos que expuso en Dementia praecox (1907), según los cuales no
sólo reproducía cada partícula -con independencia del correspondiente
contenido- el tono emocional de la totalidad del complejo, sino que el afecto
correspondiente irradiaba el conjunto de la masa de la representación.
Este proceso podría compararse con la música de Wagner. El leitmotiv (en cierto
modo el tono emocional) indica un complejo representativo importante para la
construcción dramática (Walhalla, el Trato, etc.). Cada vez que, con la acción o la
palabra, se hace referencia a uno u otro tema, suena una variación del leitmotiv
correspondiente. Ocurre lo mismo en la vida anímica común: los leitmotive son los
tonos emocionales de nuestros complejos. Actos y estados de ánimo son variantes
del leitmotiv,19
El núcleo consta de dos componentes: primero, de una condición fáctica, dada por
la experiencia, es decir, una vivencia vinculada causalmente con el entorno; segun
do, de una condición inmanente del carácter del individuo, una predisposición.25
la vida instintiva. Esto era principalm ente así en relación con el complejo, e,,
cuyo núcleo situó el “arquetipo” mismo. Con ello, la hipótesis junguiana de
una predisposición constitucional cobraba entidad y se reforzaba la teoría dcj
núcleo como portador de significaciones arcaicas y disposiciones pulsionales. T odo e*t0
llevó a J u n g a distanciarse un poco más de Freud: le perm itió completar la
valoración parcial de impresiones externas (traum as) y la consideración
m eram ente dinámica de afecto y libido, teniendo en cuenta asimismo fe
disposición constitucional del individuo y la estructura anímica interior de la psique
inconsciente.
En la elaboración de métodos de estimación cuantitativa de los efectos del
complejo, Ju n g persiguió los mismos objetivos que Freud: ambos buscaban
u n concepto de m agnitud confiable que posibilitaba la comprensión de las
leyes psíquicas. Si Freud halló el concepto de libido,28 J u n g consagró el de
“intensidad de valor”:29 el valor energético del elem ento nuclear. De este
últim o dependía la fuerza consteladora del complejo, es decir, su capacidad
de asimilar contenidos que m uestran una afinidad con el elemento nuclear.
Su valor respondía a la intensidad de valor del complejo.
El camino real que lleva al inconsciente no son los sueños, como él [Freud]
pretende, sino los complejos, que generan sueños y producen síntomas.33
37 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, p. 21, nota (Ges. Werke, VIII, p. 11, nota).
38 Véanse las pp. 35 ss.
39 Véase la p. 244.
40 Véase la p. 287.
III. LA AUTONOMÍA DEL COMPLEJO INCONSCIENTE
El complejo del yo ya no es, en cierto modo, la persona entera, sino que existejunto
a él un segundo ser que pervive a su modo e impide y perturba la evolución y
progreso del complejo del yo...4
Divisibilidad significaba que había partes de la psique que podían separarse hasta
tal punto de la conciencia que no sólo aparecían como extrañas, sino que llevaban
también una vida autónoma. No era necesario que se tratase de fenómenos
¡!*st^ricPs de doble personalidad, ni de alteraciones esquizofrénicas de la persona
lidad, sino podía tratarse de meros complejos dentro del ámbito de lo normal.17
Hay que decir claramente, por el contrario, que las partes separadas se
presentaban, por regla general, en unidades de complejo completas, o en forma
de personalidades parciales. A diferencia del mecanismo de disociación de
afecto y representación que Freud asumía en el caso de los mecanismos de
represión, Jung sólo suponía la existencia de una destrucción del complejo
vivencial18 cuando se daban determinados fenómenos psicóticos. Tampoco
en su experiencia iba unida la neurosis con una destrucción de complejos,
sino que, como ya había recalcado Jung en sus estudios sobre la asociación,
dicha enfermedad se basaba en una disociación de dos unidades complexivas,
o personalidades separadas, que se excluían recíprocamente, pero conserva
ban su plena integridad.
Anticipándome a lo que expondré más adelante quisiera indicar que, en
1946, Jung llegó por fin a la concepción de la divisibilidad de la psique como
una propiedad general de la misma, que se da tanto en las personas enfermas
como en las sanas. Y esta convicción trató de expresarla en la idea de la
disociabilidad de la psique.19 La importancia de esta teoría residía en el hecho
de que ponía en tela de juicio, por una parte, el prejuicio de la unidad y
superioridad del complejo del yo, y, por otra, la creencia en una unidad del
individuo dada a priori. Aun cuando en el alma humana dormitara una
imagen de unidad (arquetipo del sí mismo), esta unidad no existía ni mucho
menos de antemano, sino que era, antes bien, la idea de un fin hacia el que
se orientaba el desarrollo del individuo. Pero, de todos modos, precisamente
esta constatación resultaba fructífera en relación con la posibilidad de proce
sos de integración de contenidos todavía inconscientes. Ponía en evidencia el
hecho de que no sólo derivaba el surgimiento de la conciencia de una unión
de islas de conciencia todavía inconexas, sino que también el ensanchamiento
de la conciencia mediante neoformaciones creativas20 se debía a una integra
ción paulatina de contenidos inicialmente oscuros pero capaces de llegar a
hacerse conscientes.
en cada caso expresión de una oposición teñida de afecto y que había quedado sin
elaborar.
También para Jung residía el conflicto psíquico en una tensión contradic
toria, en una “contradicción afectiva”, ya fuera entre el ethos y la sexualidad,
entre pretensión individual y norma colectiva, o entre naturaleza y espíritu.
Aun cuando también veía en el conflicto la condición de toda neurosis,3 veía
en él un hecho que, a diferencia de como lo veía Freud, debía describirse y
entenderse partiendo fundamentalmente de \a psique normal. Jung se orien
taba siempre asumiendo el punto de vista de la personalidad en su totalidad. Es
decir: el conflicto era para él un inevitable hecho de la vida y de su proceso evolutivo,
que no había que juzgar sin más como algo negativo. El conflicto delataba,
por el contrario, en última instancia -tal como ya lo había expuesto Jung en
1912-, una tensión de vital importancia para la construcción del individuo,
una tensión fundamental entre “querer y no querer ”,4 entre crecimiento y
voluntad de muerte. En él aparecían los polos de la vida anímica, no sólo en
forma de oposición entre interior y exterior, entre exigencia externa y ley
interna, sino también en forma de una dinámica de fases del propio proceso
vital que discurrían en sentido contrario .5 Como acontecimiento enraizado
en lo hondo de la existencia humana, característico tanto de la psique normal
como de la psique enferma, expresaba, indistintamente de si lo hacía con
signo positivo o negativo, “la aparente imposibilidad... de que pudiera [jamás]
afirmarse la totalidad del ser humano”.*
Por ello, visto desde la totalidad, el grado de disociación era decisivo para
el surgimiento de un conflicto neurótico. Mientras los opuestos se mantenían
unidos, podía considerarse normal el conflicto. Pero cuanto más se separasen,
favoreciendo un estado de “desacuerdo consigo mismo”, tanto más probable
era la aparición de una neurosis. Surgía así una disociación de la psique,7 una
circunstancia en la que los polos opuestos se mantenían separados por una
fuerte tensión emocional.8 A diferencia de Freud, para el que la neurosis
siempre indicaba la presencia de un componente inconsciente reprimido. Jung
reconocía asimismo en el conflicto neurótico una tensión de contradicción,
en la que las contradicciones no se limitaban a estar representadas por dos
personalidades parciales que mantenían su integridad por separado, sino que, en todo
caso, se conservaba también la unidad de la personalidad total. Carácter total
mente distinto mostraba la disociación psíquica en los fenómenos psicóticos:
en éstos no era raro que adoptara la forma de meros fragmentos de formas
de la personalidad, es decir, de restos de contenidos dotados de sentido .9
3 C. G. ju n g , W a n d l u n g e n m i d S y m b o le d e r L i b id o , p. 167.
4 I b i d ., p. 168.
5 Véase la p. 209.
6 C. G. Jung, “Allgemeines zur Komplextheorie”, p. 12 (Gm. W e r k e , VIII, p. 113). (La cursiva
es mía.)
7 C. G. Jung, Ü b e r d i e E n e r g e t ik d e r S e e le , pp. 55 s. (G e s . W e r k e , VIII, p. 36).
8 C. G. Jung, “Psychoanalyse und Assoziationsexperiment” en Diagnostische Assoziationsstu
dien, I, p. 279.
9 C. G. Jung, “Psychologische Determinanten des menschlichen Verhaltens” (G e s . W e r k e ,
VIII, p. 141).
44 LOS CONFLICTOS PSÍQUICOS Y EL COMPLEJO
Es obvio que los complejos son una especie de inferioridades en el sentido más
amplio, a lo que tengo que añadir en seguida que tener complejo o complejos no
significa inferioridad sin más. Lo único que quiere decir es que subsiste una cierta
1 Véase la p. 177.
2 A. Adler, Über den nervösen Charakter, 1912, 4a. ed., 1927, pp. 25 s.
3 Ibid., p. 24.
45
46 SOBRE EL SENTIDO DEL COMPLEJO
1 Comunicación verbal.
49
VIL SUSTITUCIÓN Y SIMBOLIZACIÓN
1C. G. Jung, “Einige Aspekte der modernen Psychotherapie”, 1919 (G e s . W e r k e , XVI, p. 31)
2 C. G. Jung, “Psychologische Typologie”, 1936 (G e s. W e r k e , VI, p. 592).
3 S. Freud, “Über Deckerinnerungen”, 1899 (G e s. W e r k e , I, p. 546). Cf. Jung, “Über das
Verhalten der Reaktionszeit beim Assoziationsexperiment”, en Diagnostische Assoziationsstudien I
p. 214. ’ ’
4 S. Freud, Zur P s y c h o p a th o lo g ie d e s A llta g s le b e n s , 1904 (G e s . W e r k e IV)
5 Ibid., p. 308.
6 C. G. Jung, D e m e n tia p r a e c o x , p. 84 (G es. W e rk e , III, p. 81).
50
SUSTITUCIÓN Y SIMBOLIZACIÓN 51
Así p u es, antes d e d ecir que el d em en te precoz está d ep rim id o por algu n a razón
in ad ecu ad a, d eb em o s tener p resente que hay en toda persona m ecanism os que
co n sta n tem en te trabajan para reprim ir al m áxim o lo d esagradab le y ocultarlo en lo
m ás h o n d o .7
Unos cuarenta años más tarde, en notable contraste con lo aquí expuesto,
entendía Jung el proceso depresivo en relación con cambios de conjunto de la
personalidad: “Lo que más claramente se observa... en ciertas psicosis es una
baja de la energía”, que puede estar determinada por un “falso funcionamiento
de la conciencia”, por “cambios en la personalidad”, así como también por la
activación de “formas creativas”.8
También puede comprobarse en la psicología de Jung un cambio respecto
a la concepción de las formaciones fantásticas y simbólicas. Si en 1912 todavía
interpretaba el “pensamiento fantástico” como un “producto de condensa
ción de la historia evolutiva psíquica [del ser humano ]”,9 en la edición de este
trabajo, Symbole der Wandlung, aparecida en 1952, expresaba la opinión de
que las fantasías creativas revelaban la existencia de un “espíritu primitivo“ en
el hombre.10 También la reducción que había asumido en 1918 de la exalta
ción religiosa a meros mecanismos de desplazamiento, a “formaciones sustitutivas
de lo erótico”,11 halló una modificación nada desdeñable en Symbole der
Wandlung, pues en 1952 decía:
Pero no hay ninguna razón real para dar por supuesto que lo prim ero [el
pen sam ien to subjetivo] no es sino una deform ación d e la im agen del m un d o
objetiva. Pues resulta cuestionable que el m otivo interior, fun d am en talm en te
inconsciente, que dirige los procesos imaginativos, no represente una circunstancia
objetiva. El propio Freud ha señalado ya abundantem ente hasta qué p u n to los
m otivos inconscientes se basan en el instinto, que sin duda es un h ech o ob jetivo.13
otras representaciones ,14 para explicar este hecho como proceso de transforma-
dón 15 natural y que se desarrollaba de manera automática.
También debemos referirnos a los actos sintomáticos, 1617que Freud había
estudiado en 1904, concibiéndolos de modo semejante a los actos fallidos.
También en estos actos, que él entendía como expresiones de determinados
gestos y movimientos expresivos, así como de hábitos motores, creyó ver un
mero compromiso entre intenciones contrapuestas. Como Freud destacó,
cobraba en ellos “expresión algo que el ejecutante no sospechaba y que, por
regla general, no tenía la intención de comunicar, sino de guardar para sf’.n
Se trataba de formaciones de compromiso que “obedecían a dos incitaciones”:
la represión de un deseo, por una parte, y el cumplimiento de un deseo
inconsciente, por otra .1819
Apoyándose en Freud, también Jung había interpretado el automatismo
de los actos como un mecanismo para "disfrazar pensamientos reprimidos 19 (1907).
Pero, ya en 1913, sustituyó la expresión “acto sintomático”, que a su entender
ponía excesivamente el acento en la existencia de intenciones inconscientes,
por el término de acto simbólico,20 con el que quería recalcar el hecho de las
constelaciones inconscientes. Se le antojaban cada vez más inadecuados lo
involuntario, lo “puramente casual” de aquellos actos simbólicos que, a su
parecer, indicaban menos una intención que un sentido inconsciente. Pero era
largo el camino que había de recorrer para ir desde las formaciones sustitu-
tivas a las relaciones simbólicas. Bajo la impresión que producía en él la
personalidad de Freud, osciló bastante tiempo entre valorar negativa o
positivamente las relaciones simbólicas. Tan pronto las concebía como expre
sión de un pensamiento caracterizado meramente por una disminución de
la claridad y de la precisión ,21 como las tomaba por prototipo de todo
pensamiento mitológico.
Pero hasta 1921 no concluyó Jung provisionalmente la discusión sobre los
actos sintomáticos. La culminación consistió en que contrapuso a estos actos,
que Freud había equiparado al síntoma, el acto simbólico que, debido a su sentido
aún oculto, parecía dotado de significación.
El h e c h o d e q u e ex ista n d os d istin tas c o n cep cio n es, e n recíp ro ca con trad icción , y
a las q u e se ataca aq u í y allá, sob re el se n tid o o la falta d e se n tid o d e las cosas, nos
e n s e ñ a q u e ex iste n e v id e n te m e n te p ro ceso s q u e n o e x p r e s a n n in g ú n sentido
esp e cia l, q u e so n m eras co n se cu en cia s, q u e n o son sin o síntomas, a la vez q u e hay
o tro s p ro ceso s q u e llevan en sí u n sentido oculto, q u e n o se lim itan a p ro ced er de
a lg o , sin o q u e, a n tes b ien , q u ieren llegar a ser algo; d e a h í q u e sea n sím b o lo s.22
23 C. G. Jung, Die Psychologie der unbewußten Prozesse, 1917, p. 63 (Ges. Werke, VII, p. 50).
24 Véase la p. 253.
25 S. Freud, Studien über Hysterie (Ges. Werke, I, p. 302). También “Die Abwehr-Neuropsycho-
sen” (Ges. Werke, I, p. 63).
26 C. G. Jung, “Psychoanalyse und Assoziationsexperiment”, en Diagnostische Assoziationsstu
dien, I, p. 281.
27 C. G. Jung, Psychologische Typen, p. 675 (Ges. Werke, VI, p. 516). Véase la p. 257.
VIII. REPRESIÓN Y DISOCIACIÓN
ßujo energético. Dicho de otro modo, todo lo reprimido seguía las leyes del incons
ciente, de los procesos prinuirios.
P ero aú n más decisivas fueron las modificaciones que introdujo F reud en
su teoría sexual. La abreacción, o reacción catártica, que todavía en sus Estudios
sobre la histeria había entendido como reacción puram ente psicógena del yo
ante el traum a, la cim entó en 1905 con la hipótesis biológica de la libido, es decir,
con factores que obedecían a una determ inación pulsional. Pues dio por
supuesto que, tanto las vivencias traum áticas como las tendencias de defensa
del yo, tenían esencialm ente un fundam ento constitucional, lo que ya se ponía
de m anifiesto de forma expresa en el cambio del térm ino “defensa” p o r la
expresión rep resió n ” , 18 entendida en sentido biológico. La relación del yo
con la base constitucional del individuo la expresaba por m edio del “tiem po
de latencia ” , 19 que asimismo tenía un anclaje en la constitución. Tam bién a
este respecto se p ro d ujo una precisión del térm ino, en la m edida en la que el
yo, en ten d id o hasta ese m om ento como instancia censora vagam ente definida,
alcanzaba ahora el reconocim iento de centro del preconsciente. En relación con
el tiem po de latencia recibía tam bién el yo el “no p atern o ” a los deseos
pulsionales, es decir, tanto el tabú del incesto como las norm as culturales que
se basaban en el m ism o .20 Decisiva para este periodo de la obra freudiana fue
sobre todo la fundamenloción biológica de la teoría de la neurosis. Lo que hasta aquel
m om ento había denom inado defensa y traum a, energía y reavivam iento de
recuerdos, lo sometió a un cambio de terminología. A partir de ese m om ento,
prefirió utilizar las expresiones: represión, fijación sexual, libido y regresión.21 De
todos m odos, esta fundam entación biológica de la teoría de la represión no
tuvo influencia, ni en las características de la represión descritas hasta enton
ces (exclusión del traum a del ámbito del yo, inadecuación de la representación
a la conciencia, y mecanismo de desplazamiento del quantum de afecto), ni en
fundam ental significación en relación con el origen de la neurosis.
La hipótesis de la represión obtuvo su gran im portancia gracias a otra
hipótesis de F reud, según la cual existía una correlación entre reprimido e incons
ciente22 (1915) y que sólo perdió su validez con el descubrim iento del superyó.
En el capítulo dedicado al inconsciente tratarem os más a fondo este tema.
U na de las modificaciones más decisivas la llevó a cabo F reud años más
tarde, fu n d an d o un a psicología del yo en la que hizo pasar el peso de su
actividad investigadora de los estudios de las mociones pulsionales reprim idas
al de la instancia represora: el yo. No sólo reconoció en el ideal del yo y en el
superyó la fuente de la que, en últim a instancia, surgía la represión ,23 sino
18 S. Freud, Meine Ansichten über die Rolle der Sexualität (Ges. Werke, V , p. 157). EI con cep to d e
“d efen sa ”, q n e era p u ram ente psicológico, se sustituyó por la noción orgánica d e “represión
sexual”.
19 S. Freud, Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, 1917 (O s. Werke, X I, p. 338).
20 V éan se las pp. 143-144.
21 V éase la p. 148.
22 S. Freud, “D ie V erd rän gu n g”, 1915 (Ges. Werke, X , p. 250).
23 S. Freud, “Zur E inführung d es N arzißm us”, 1914 (Gm. Werke, X, p. 161). “La form ación
del ideal sería, por parte del yo, la condición para la rep resión .”
58 REPRESIÓN Y DISOCIACIÓN
puesto que la humanidad no era capaz de negar a la larga todo aquello que
hace la vida digna de vivirse, creó equivalentes de lo perdido, interiorizando
la renuncia que se había impuesto a sus deseos. Surgió así un superyó colectivo
que llevó a la creación de ideales y de obras de arte. El que Freud acabara por
entender también las representaciones religiosas, no sólo como formas de eva
dirse de la dureza de la renuncia pulsional, sino también como “ilusiones,
como satisfacciones de los deseos más antiguos, más fuertes y más imperiosos
de la humanidad ,27 había de ser una de las consecuencias de más dudoso
valor de su teoría de la represión. Y Freud fue tan lejos a este respecto que
llegó a equiparar el desarrollo religioso del conjunto de la humanidad con el
del niño. Lo mismo que el niño aprendía a “refrenar” sus derechos pulsionales
mediante actos de represión y se fabricaba un ideal del padre, así también la
humanidad, que en sus dioses intentaba hacer la vida nuevamente vivible. No
dudó siquiera Freud en considerar que “la religión... fera] una neurosis obsesiva
universal de la humanidad [que], como la del niño... [procedía] del complejo de Edipo,
de la relación con el padre”.28 No cabía formular de modo más tajante la
derivación de los bienes culturales, en especial de las ideas religiosas, de las
represiones y nada más que de las represiones.
m iento aju icio y el discernim iento no eran sólo un regalo de la gracia, sino
tam bién un regalo envenenado. Aun cuando Ju n g reconocía en el “someti
m iento ajuicio... una necesidad insoslayable del proceso consciente, determi-
naba [al mismo tiem po una]... inevitable unilateralidad j46 pues todo cuanto
fuera contrario al proceso de sometimiento ajuicio, y por tanto incompatible
con el mismo, o se rechazaba de nuevo al inconsciente o perm anecía desde el
principio en la psique inconsciente. El resultado era la constitución de una
parte inferior de la personalidad, que incluía tanto lo inadaptado, lo primitivo y
lo arcaico como lo penoso y lo inaceptable, así como, finalmente, lo “reprimi
d o ”, idea que en 1921 expresaba Ju n g del siguiente modo:
Y todavía es más clara la formulación que de este pensam iento hizo veinte
años después con las siguientes palabras:
...se descubre que el “otro” en nosotros es “otro”, un ser humano de verdad que
hace, siente y aspira a todas las cosas que son abyectas y despreciables... Un hombre
entero... sabe que su más acerbo enemigo, ni siquiera toda una serie de enemigos,
no contrapesa con mucho a su peor antagonista, a saber: el “otro propio” que se
“aloja en su pecho”. Nietzsche llevaba a Wagner en sí mismo, y por eso le envidiaba
el Parsifal. Pero lo que aún era peor, él, Saulo, llevaba en sí a Pablo. Por eso se
convirtió Nietzsche en estigmatizado del espíritu. Tuvo que vivir la cristificación
como Saulo, al inspirarle el “otro” el ecce homo. ¿Quién se desplomó ante la cruz?
¿Wagner o Nietzsche?53
La teoría de la represión sólo tiene realmente en cuenta aquellos casos en los que
un contenido de por sí no apto para la conciencia se rechaza totalmente de ésta y
se convierte en inconsciente, o se mantiene liminarmente al margen de la concien
cia. Pero no toma en consideración aquellos otros casos en los que, a partir de
materiales del inconsciente que en sí no son aptos para la conciencia, se forma un
contenido de elevada intensidad energética, pero que inicialmente no puede
hacerse consciente o sólo puede serlo con las mayores dificultades. En estos casos,
la actitud consciente no sólo no es hostil, sino que tendría la mejor disposición para
con dicho contenido. Se trata de neoformaciones creativas que, como se sabe, con
harta frecuencia tienen su principio original en el inconsciente.66
dos personales, sobre todo a los contenidos creativos de la psique. Aun cuando
Freud se fue distanciando cada vez más de la equiparación del inconsciente
con lo reprimido, el ámbito de lo reprimido originariamente, que él consideraba
trascendente, no podía considerarse creativo ni equipararse a la profundidad
arcaica del inconsciente. Frente a ciertas concepciones que intentan equiparar
la represión originaria con el inconsciente colectivo (K. Bash), creo que las
desmiente el hecho de que se trata, en tales casos, de impulsos teñidos de
afecto y “ciegos”, inaccesibles a toda catexis o psiquificación. Tampoco puede
verse en la posterior suposición de una herencia arcaica,67 concepto por el que
Freud entendía la existencia de motivos jilogenéticos, que se manifestaban en
restos de la evolución temprana de la humanidad ,68 una concesión a la
hipótesis de Jung de los contenidos impersonales del inconsciente. Freud
nunca estuvo dispuesto a reconocer que en la psique inconsciente se producía
una actividad creadora. Cuando parecía imponerse la presencia de una
actividad tal, siempre la cincunscribía el ámbito de las reminiscencias históricas69
de las experiencias de los antepasados.
El reconocimiento de los contenidos impersonales en el fondo de la psique
condujo a una consecuencia de peso: Jung volvió a aceptar plenamente el
concepto, ya utilizado al principio, de disociación, para aplicarlo como concepto
global a todos los complejos relativamente no aptos para la conciencia. Por una parte
designaba todas las vivencias que habían sido conscientes una vez y que ahora
se habían vuelto incompatibles con el yo (lo reprimido) y, por otra, compren
día los procesos que todavía no habían tenido acceso a la conciencia, que
todavía no habían sido capaces de ser percibidos. En 1946, formulaba de la
siguiente manera esta distinción a la que había llegado muchos años antes:
Seele, p. 125.
7 2 Ibid., p. 123.
7 3 Era psíquico-objetivo lo independiente de lo personal. Véase también la p. 8 6 .
IX. UNIDAD Y TOTALIDAD DE LA PERSONALIDAD
I, p. 8 8 ).
W erk e,
4 C. G. Jung, “Die Struktur des Unbewußten”, 1916 (G e s . W e r k e , VII, p. 335, nota IV de la
primera redacción). (La cursiva es mía.)
5 I b id . (G e s . W e r k e , VII, p. 330).
6 C. G. Jung, P s y c h o lo g is c h e T y p e n , p. 639 (G e s . W e r k e , VI, p. 479).
UNIDAD Y TOTALIDAD DE LA PERSONALIDAD 73
Fueron sobre todo sus investigaciones sobre las fantasías del inconsciente
lo que permitió a Jung aportar la prueba empírica de que la sucesión de las
imágenes estaba dominada, no sólo por un abigarramiento de fragmentos
disociados sin orden ni concierto, sino también por una tendencia al paulatino
centramiento: “seguían determinadas directrices inconscientes que conver
gían hacia un determinado fin”.8
Este proceso evolutivo no discurría sin objeto, sino que conducía siempre
a la “revelación de la persona esencial”,101a la realización de la personalidad,
colocada originariamente en el germen embrionario, con todos sus aspectos.11 La
demostración de que se desarrollaba en la psique un proceso de centramiento
paulatino, y de que tenía su fundamento en el sí mismo, significaba al mismo
tiempo suponer que la personalidad tenía su medio, que existía un “punto
medio de la personalidad”.12 Fue también con esta hipótesis con la que Jung
sobrepasó fundamentalmente las fronteras del campo de investigación deli
mitado por Freud. El enfoque de Freud, basado en las ciencias naturales,
nunca hubiera permitido establecer esta hipótesis de un centro organizador
de la personalidad. Para este último siempre había sido fundamental el juego
de fuerzas entre las emociones conscientes e inconscientes, tanto si centraba
su atención en el dualismo del proceso primario y el secundario, de la censura
y el deseo sexual, o del yo y el ello. No carece de interés que también en su
intento antropológico de 1933, que partía de la contraposición de las estruc
turas del yo y del ello, se echara de menos la idea de un centro en el conjunto
7 C. G. Jung, Ü b e r d i e E n e r g e t i k d e r S e e le , p. 8 6 ( G e s . W e r k e , VIII, p. 56).
8 C. G. Jung, D i e B e z i e h u n g e n z w i s c h e n d e m I c h u n d d e m U n b e u m ß t e n , 1928, pp. 189 s. (Gm.
W e r k e , VII, pp. 252 s.).
9 I b i d . , p. 91 ( G e s . W e r k e , VII, p. 191).
1 0 C. G. Jung, Ü b e r d i e P s y c h o lo g i e d e s U n b e w u ß t e n , p. 197 ( G e s . W e r k e , VII, p. 120).
11 I b i d .
1 2 C. G. Jung, D ie B e z ie h u n g e n z w is c h e n d e m Ich u n d d e m U n b e w u ß te n , p. 175 (G es. W e rk e , VII,
p. 243).
74 UNIDAD Y TOTALIDAD DE LA PERSONALIDAD
Este núcleo era tanto principio como fin; no sólo se desarrollaba en el curso
de la vida, sino que tenía desde el principio la condición de ser propio. Desde
esta perspectiva se esclarece hasta qué punto podía Jung definir la persona
lidad humana como la “realización máxima de la innata idiosincrasia del ser
vivo individual...”17 o, también, como el “mejor desarrollo posible de la
totalidad de un ser individual”,18concepción esta que, de todas formas, tenía
primordialmente el valor de una imagen ideal que servía de orientación. Aun
cuando sólo expusiera sus ideas sobre la totalidad psíquica de manera
paulatina y siempre con extraordinaria prudencia, en cuanto experiencias
límite de la existencia humana se hallaban en la base de toda su labor
psicológica.
De ese “centro”, al que también denominó “sí mismo” (o “mismidad”), nos
ocuparemos ampliamente más adelante.
Quisiera decir por último que Jung se daba perfecta cuenta de que, con su
psicología de la totalidad de la personalidad y sus inevitables premisas
1 3 S. Freud, N e u e F o lg e d e r V o r le s u n g e n z u r E i n f ü h r u n g in d i e P s y c h o a n a ly s e , 1933 (G e s . W erke,
XV, p. 99).
14 C. G. Jung, Ü b e r d i e P s y c h o lo g ie d e s U n b e w u ß te n , p. 111 (G e s . W e r k e , VII, p. 67). (Se
p. 243).
1 7 C. G. Jung, “Vom Werden der Persönlichkeit”, 1932, en W ir k lic h k e it d e r S e e le p 186
1 8 Ibid.
UNIDAD Y TOTALIDAD DE LA PERSONALIDAD 75
19 V éase la p. 281.
20 C. G. Jung, “Psychologische Typologie”, 1936 (Ges. Werke, VI, pp. 591 s.).
T ercera Parte
mente esta desilusión había de introducir un punto de flexión en la obra de Freud, ya que no
podía por menos de “comprender la importancia de la imaginación”. Cf. Ernest Jones, D a s L e b e n
u n d W e r k v o n S i g m u n d F r e u d , I, p. 313.
2Ibid., p. 232.
3 S. Freud, “Über Deckerinnerungen” (G e s. W e r k e , I, p. 553).
4 S. Freud, Drei A b h a n d lu n g e n z u r S e x u a lth e o r ie (G es. W e r k e , V, p. 127, nota).
79
80 LA PSICOLOGÍA DE LA FANTASÍA
Los deseos insatisfechos son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y toda fantasía
es la satisfacción de un deseo, una corrección de la realidad insatisfactoria... Trátase
de deseos ambiciosos, que sirven para realzar el valor de la personalidad, o de
deseos eróticos.11
9 I b i d . , p. 223. ’ ,p ‘ ''
1 0 S. Freud, V o r le s u n g e n z u r E i n f ü h r u n g in d i e P s y c h o a n a l y s e ( G e s . W e r k e , XI p 389)
1 am bién las cosas más absurdas no son sino sím bolos de pensam ientos que no sólo
son com prensibles en un sentido hum ano general, sino que se alojan en el pecho
d e toda persona. Así, no encontram os en los enferm os m entales algo nuevo y
desconocido, sino el subsuelo de nuestro propio ser, la matriz de los problemas
vitales que a todos nos hacen afanarnos.18
Con esta afirmación, no sólo tendía un primer puente desde la vida mental
del enfermo a la de la persona sana y normal, sino que adquiría también una
nueva perspectiva terapéutica. En vez de descartar como algo extraño los
sistemas de fantasías del demente, le pareció más idóneo despertar la sensi
bilidad del enfermo para el sentido humano universal de las fabulaciones de su
imaginación.
T am b ién lo condujo la indagación del co ntenid o espiritual de las creacio
nes del enferm o m ental al descubrim iento de su sentido teleológico.19 Aun
cu a n d o ya en 1908 había señalado los intentos de solución inconscientes en
las producciones psicóticas, y en 1912 se había percatado del contenido
an ticipatorio de los contenidos oníricos,20 bajo la poderosa impresión de la
p erso n alid ad de F reud había dejado a un lado tales ideas, para no volverá
tom arlas p len am en te hasta 1913/1914. En u n o de los últimos apartados del
p rese n te libro volverem os sobre este p u n to .21
Su libro Wandlungen und Symbole der Libido había de constituir un hito en
el desarrollo de las ideas junguianas. Demostraba en él que, en el sustrato
inconsciente de los sueños y en las fantasías arcaicas, existían fuentes objetivas
de la fuerza creadora, independientes en gran parte de las motivaciones
personales.
Haciendo uso del material cedido por Th. Flournoy,22 relativo a una mujer
en el estadio prodromal de la esquizofrenia, trató Jung de esclarecer tanto la
problemática individual como el fondo universal humano, y para ello se
refirió de igual modo a las impresiones conscientes de la enferma como a sus
16 C. G. Jung, D e r I n h a lt d e P sych o se, p. 10 (G e s . W e r k e , III, p. 184).
17 I b i d , (la cursiva es mía).
18 I b i d . , p. 26 ( G e s . W e r k e , III, p. 198).
19 ibid., p. 16 ( G e s . W e r k e , III, p. 190).
20 C. G. Jung, W a n d l u n g e n u n d S y m b o le d e r L i b i d o , p. 55.
2 1 Véanse las pp. 89 ss.
cana Frank Miller, publicado por primera vez en “Archives de Psychologie” en 1906.
LA PSICOLOGÍA DE LA FANTASÍA 83
25 I b i d ., p. 127.
2 6 S. Freud, “Der Wahn und die Träume”, 1907 (G e s . W e r k e , VII, pp. 78 y 85).
edición en el J a h r b u c h ).
84 LA PSICOLOGÍA DE LA FANTASÍA
Las bases inconscientes de los sueños y las fantasías sólo en apariencia son
reminiscencias infantiles. En realidad se trata de formas basadas en los instintos,
primitivas o arcaicas, que, como es natural, aparecen más claramente en la infancia
que posteriormente.3031
Pero esta delimitación no debe en modo alguno dar a entender que Jung
desvalorizase fundamentalmente, como tendremos ocasión de ver, el aspecto
de lo personal o de lo arcaico primitivo en la fantasía. Como en el caso de los
complejos, siempre reconoció la importancia de configuraciones basadas en
reminiscencias, impresiones y experiencias personales y relacionadas con los aconte
cimientos de la propia biogiafia. A este respecto, siempre se remitió a las notables
teorías de Freud. Pero lo que no le era posible era la limitación exclusiva a lo
personal, puesto que en sus estudios sobre la historia de las religiones y de
las mitologías había descubierto abundantemente la importancia de los mo
tivos impersonales.
Dentro de este contexto pueden interpretarse también los inicios de
ruptura con la imagen del mundo de orientación freudiana que aparecen ya
en la primera parte de Wandlungen und Symbole der Libido. Pues, no sólo en los
mitos, sino también en los cuentos infantiles y en el folclore, halló motivos
intemporales, correlaciones de motivos que siempre volvían a aparecer, que
indicaban ia existencia de las llamadas imágenes originarias o primitivas31 y
símbolos humanos universales. Estas observaciones lo llevaron a suponer
procesos nucleares impersonales en la psique inconsciente, supuesto que
pudo confirmar más tarde sirviéndose de dibujos primigenios y arquetipos.32
Pero también tuvo ahí su origen la hipótesis de xmapulsión creadora de mitología
en la psique,33 rechazada por Freud.
Una de sus más destacadas consecuciones durante aquel periodo de
transición fue el descubrimiento del significado simbólico de la fantasía. Éste se
expresaba no sólo en la distinción entre un significado “superior” y otro
“inferior”,34 ni en la teoría del doble significado de todo lo psíquico (natural y
28 C. G. Jung, Symbole der Wandlung, p. 43.
29 I b i d . , p. 44.
™ I b id .
31 Esta expresión aparece por vez primera en la segunda parte. Véanse las pp. 94 ss.
32 Véase la p. 99.
3 3 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 27.
34 I b i d ., p. 53.
LA PSICOLOGÍA DE LA FANTASÍA 85
35 I b id ., p. 93.
36 I b id . , p. 105.
37 Véanse las pp. 175 ss.
XI. LAS FANTASÍAS ARCAICAS
Esta ruptura no hay que entenderla como si Jung hubiera negado alguna
vez lo arcaico y lo primitivo de la vida imaginativa, en lo que tanto hincapié
hizo Freud, como tampoco el hecho de la regresión a las capas arcaicas de la
psique. Muy al contrario. Fue precisamente lo arcaico de las formaciones de
la fantasía lo que había de convertirse en punto de partida de nuevos
descubrimientos, pues lo que descubrió en las imágenes arcaicas -como
también afirmaría retrospectivamente- fue un “hecho objetivo que se encontraba
allí y que no dependía... ni de la experiencia individual del arbitrio personal subjetivo" 2
En la regresión de la actividad imaginativa a imágenes arcaicas halló un
fenómeno que, con independencia del carácter inicialmente personal y
subjetivo, permitía abrir, con el planteamiento de la problemática adecuada,
una perspectiva hacia lo humano universal. A su entender era fundamental
que, en el fondo de la fantasía creadora, se revelara un espíritu originario del
hombre, con sus contenidos peculiares, y que lo hiciera del mismo modo que
lo había hecho desde la antigüedad en las creaciones míticas de los pueblos.
7 Véase la p. 275.
8 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 25.
9 Ibid., p. 26.
1 0 Ibid.
11 S. Freud, “Die Verdrängung”, 1915 (Ges. Werke, X, p. 242).
88 IAS FANTASÍAS ARCAICAS
12 S. Freud, “Aus der Geschichte einer infantilen Neurose" (Ges. Werke, XII, p. 131).
13 Véanse las pp. 177 s.
14 Véase la p. 130.
XII. EL AFÁN FINALISTA DE LA PSIQUE
...la realidad es el problem a sin resolver... Las soluciones [del en ferm o m ental] son
ilu sion es insatisfactorias; su curación, un abandono tem poral d el problem a, que,
al n o estar resuelto, sigu e afanándose en las profun d id ad es del in con scien te y, a
su d eb id o tiem p o, vuelve a em erger hasta la superficie para crear, con nueva
escen ificación , nuevas ilusiones. C om o p u ed en ver, una abreviada representación
d e la historia d e la h u m an id ad . 1
la vida futura del hijo. Le resultaba evidente que, no sólo los fenómenos del
inconsciente, sino también las cosas que decían los niños neuróticos, apunta
ban a un afán, inmanente a la vida, de búsqueda de un fin.
Pero, en todo caso, esto no quería decir que las tendencias organizadoras
tuvieran siempre efectos positivos. Con harta facilidad se producían situacio
nes conflictivas de carácter neurótico entre la “constelación infantil” (el efecto
persistente de la imagen del padre), por un lado, y la “individualidad”6 (la
tendencia a la autorrealización), por otra. Pero, de todas formas, parecía Jung
considerar más saludable la aparición de una neurosis que una sorda persist
encia en las lucubraciones fantasiosas de la infancia.
Jung fue un paso más allá en su trabajo, aparecido en 1910, “Sobre los
conflictos del alma infantil”, pensado como contrapartida al que había publi
cado Freud en torno a las fobias de Juanito.7 Lo interesante es que, cinco años
más tarde (1915), hizo constar retrospectivamente que este ensayo, que
originariamente quería aportar una confirmación de la teoría causal y de la
teoría sexual freudianas, real y verdaderamente había aportado una prueba
del enfoque prospectivo y de su importancia para la psicoterapia. Y fueron
sobre todo las lucubraciones de la fantasía procedentes de la pulsión de saber
y de la curiosidad sexual las que permitieron com prender el desarrollo mental
del niño. Aun cuando en modo alguno discutía la concepción de Freud de
que tanto las fantasías en torno al nacimiento como las que trataban de la
muerte estaban relacionadas con la función sexual, el material de que dispuso
le sirvió primordialmente para confirmar su hipótesis de la función sexual
como semillero defunciones mentales y espirituales superiores:
...v eo e n la “sex u a lid a d d e la p rim era in fan cia” (in terés se x u a l, fa n ta sía s se x u a le s
activ id a d es sex u ales) los in icios d e la futu ra fu n ció n se x u a l, p e r o ta m b ién el
se m illero d e fu n cio n es m en tales y esp iritu ales su p e r io r e s.8
6 Ibid. ' ’
7 S. Freud, “Analyse der Phobie eines fünfjährigen Knaben”, 1909 (Ges. Werke VII DD 9 4 1 ^
8 C. G. lung, “Über Konflikte der kindlichen Seele”, 1910, Prólogo a la 2a. ed i q i * I'i'
Psychologie und Erziehung, 1946, p. 130. ’’
EL AFÁN FINALISTA DE LA PSIQUE 91
Y también observó Jung en los sueños, sobre todo en los de las personas
neuróticas, que revelaban al investigador tendencias anticipatorias. Pues
pudo comprobar
También con ayuda de los sueños descubrió, como expondré más adelante,
la función de la autorregulación,12 hallazgo que se confirmaría del modo más
elegante con el afán finalista inherente a lo psíquico.
Estas observaciones no deben inducirnos a pensar que fue Jung el primero
en reconocer en lo psíquico esta característica del afán finalista. Ya Th. Lipps
había puesto como base de su psicología, aun cuando se tratara de una
psicología de orientación filosófica, “afanes”, y había encontrado en los
9 C. G. Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, p. 131.
10 C. G. Jung, Die Psychologie der unbewußten Prozesse, p. 63 (Ges. Werke, VII, pp. 49 s.).
11 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 55.
12 C. G. Jung, Das Unbewußte im normalen und kranken Seelenleben, p. 90. Y en forma más extensa
en Über die Psychologie der Unbewußten (Ges. Werke, VII, p. 67).
92 EL AFÁN FINALISTA DE LA PSIQUE
14 C. G. Jung, “Die Struktur des Unbewußten” (Ges. Werke, VII, p. 328, nota).
XIII. LA IMAGEN ORIGINARIA
es mía.)
8 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 53.
9 C. G. Jung, Psychologische Typen, p. 597 (Ges. Werke, VI, p. 452).
1 0 Ibid.
11 Ibid.
96 LA IMAGEN ORIGINARIA
Estas dominantes son los soberanos, los dioses, es decir, las imágenes de las leyes
y principios dominantes, de regularidades medias en el desarrollo de las imágenes
que el cerebro ha recibido en el curso de procesos seculares.12
Esta visión de una nueva dimensión se refería también a otra cosa más: en
el término “arquetipo” no se ponía el acento en arché: principio, causa
primitiva; sino en typos: huella. Por lo que cabía entender el “tipo” como
“efecto del sello”, o bien como símbolo de un sentido aún desconocido.
El punto de vista religioso entiende el “tipo” como efecto del sello; el científico lo
entiende en cambio como símbolo de un contenido que le resulta desconocido e
incomprensible.15
12 C. G. Jung, Die Psychologie der unbeumßten Prozesse, p. 117 (Ges. Werke, VII, p. 103).
13 Este término fue utilizado por vez primera en “Instinkt und Unbewußtes”, 1919 (Ges.
Werke, VIII, p. 153). En años posteriores, Jung estableció la distinción entre la imagen arquetípica
y el “arquetipo”, entendiendo este último término en el sentido de m odelos generales de la
com prensión, mientras que limitaba el primero a las manifestaciones simbólicas y expresiones
icónicas del “arquetipo”.
1 4 C. G. Jung, Über die psychologie des Unbewußten, p. 140, nota (Ges. Werke, VII, p. 83, nota).
1 5 C. G. Jung, Psychologie und Alchemie, 1943, p. 33.
LA IMAGEN ORIGINARIA 97
efectos creadores, fue revolucionario y había de allanar el cam ino para plenitud
de nuevos conocimientos. Por m or de la im portancia de estos conocimientos,
vamos a reproducir in extenso cómo se dio el paso aludido.
E l a r q u e t ip o e s u n a e s p e c ie d e d is p o s ic ió n a r e p r o d u c ir s ie m p r e las m ism as o
p a r e c id a s r e p r e s e n t a c io n e s m íticas. P a rece a p r im e r a v ista , a s í p u e s , c o m o si lo que
s e g r a b a e n e l in c o n s c ie n t e fu e s e e x c lu s iv a m e n t e la r e p r e s e n t a c ió n su b jetiv a d e la
fa n ta s ía e x c ita d a p o r e l p r o c e s o físico. Y p o d r ía p o r t a n t o s u p o n e r s e q u e los
a r q u e t ip o s s o n la s im p r e s io n e s m ú lt ip le m e n t e r e p e tid a s d e la s r e a c c io n e s subjeti
v a s. P e r o tal s u p o s ic ió n n o h a c e s in o lib ra rse d e l p r o b le m a sin r e s o lv e r lo . N a d a nos
im p id e s u p o n e r q u e c ie r to s a r q u e tip o s a p a r e c e n ya e n lo s a n im a le s , y q u e p o r tanto
se b a sa n e n la id io sin c r a s ia d e l siste m a v iv ie n te , s ie n d o e n c o n s e c u e n c ia expresión
de vida y no pudiéndose, hallar más explicación del hecho de que sean así.ls
1 5 C. G .Ju n g, “Analytische Psychologie und W eltanschauung”, 1927 (Ges. Werke, VIII, p. 432).
EL ARQUETIPO COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL 101
no era otro que la personalidad consciente del yo. La imagen era materia
prima, necesitada de traducción al lenguaje de la época correspondiente.
P e r o h u b ie r a s id o u n e q u ív o c o s u p o n e r q u e las im á g e n e s fa n tásticas d e l in c o n s
c ie n te p o d r ía n u tiliz a r se d e m a n e r a in m e d ia ta , cu al si se tratara d e u n a r e v e la c ió n .
N o so n s in o la m a te r ia p rim a q u e , p ara cob rar se n tid o , n e c e sita a ú n d e la
tr a d u c c ió n a la le n g u a d e la é p o c a c o r r e s p o n d ie n te .16
Sin respuesta del yo, sin su activa participación, no era posible ninguna
experiencia de la contrapresencia, y tampoco, por tanto, transformación
alguna de la personalidad. En efecto, Ju n g encontró en las posibilidades de
comprensión que se daban en cada individuo una condición igualmente
esencial para la experiencia viva de la realidad interior. Se trataba en este
proceso de una dependencia alternante, en la que emergían por un lado
efectos espontáneos del inconsciente y por otro se producía un proceso
conformador por parte de la psique consciente. Para que se convirtiera en
experiencia de la imagen se requería consonancia entre el sujeto que experimentaba
y el objeto experimentado.17
Del mismo modo que las formas de vivencias arquetípicas aspiraban a que
el yo les diera forma, para aproximarlas a lo humano, también la conciencia
exigía la asociación creativa por parte de las profundidades del alma. Al igual
que el ensanchamiento de la conciencia iba unido a la contrapresencia
creadora, también la realización del “sí mismo” dependía de la integración
moral y acorde con el entendimiento de las posibilidades icónicas concretas.
Sólo en una acción conjunta de hechos conscientes y extraconscientes expe
rimentaba el individuo tanto la exaltación de su sentimiento vital como la
profundización de su autocomprensión.
La comprensión psicológica de la imagen arquetípica como centro creador,
del que partían efectos conformadores, abrió a Jung nuevas vías para la
psicoterapia. La perspectiva abierta, no sólo a lo grande e impersonal de la
psique, sino también a las fuerzas creadoras y compensatorias del propio
interior, era adecuada para ampliar el punto de vista personalístico, que
deducía el síntoma de la biografía personal, mediante los elementos estruc
turales impersonales de la psique. Con ello adquirió Ju n g un instrum ento
capaz de liberar al neurótico de sus intrincamientos personales, de sacarlo de
su aislamiento y dirigir su mirada a las fuerzas impersonales de la vida. Ahora
bien, este instrum ento sólo resultaba fructífero y servía de ayuda en manos
de quienes poseyeran una sutil capacidad de discernimiento para los conte
nidos pertenecientes a la psique personal, así como para aquellos otros que
cabía atribuir a la psique impersonal.18
16 Ibid.
17 Ibid.
1 8 C. G. J ung, Das Unbeumßte im normalen und kranken Seelenleben, p. 136 (Ges. Werke, V II, p. 102).
C uarta Parte
105
XV. LA IDEA DE CONCIENCIA Y DE IN C O N SC IE N T E
EN FREUD
sus experiencias con la psicopatolgia. En Das Ich und das Es (El yo y el ellopo
partió por vez primera de la totalidad del individuo, rompiendo el enfoque
personalista que hasta entonces había mantenido para contemplar al hombre
desde una mayor y más alta atalaya. No sólo pasó a prim er plano de su interés
la interrclación de las tres instancias: yo, superyó y ello, sino que también lo
hizo el punto de vista que contemplaba un estrato profundo del ser humano que
trascendía lo personal. En el ello reconoció un ámbito que era más amplio que
el inconsciente y que también mostraba mociones pulsionales que no tenían
por qué estar reprimidas. Todo cuanto hasta ese momento había atribuido al
inconsciente seguía siendo válido para el ello. Pero por encima de esto, el ello
abría una perspectiva sobre el fondo impersonal de la vida anímica y el
filogenético. Representaba básicamente una “parte de la personalidad oscura,
impenetrable“,21 inmanente a la vida. En virtud de esta incognoscibilidad
inherente, pudo Freud ver en el ello, que por una parte se abría a lo somático,
o “se abastecía allí de energía”,22 mientras por otra encarnaba al portador de
un misterio que se perdía en los oscuros fondos y abismos de la herencia
fdogcnética o arcaica de los antepasados. Apoyándose en la biología vinculó
con las pulsiones tendencias que se daban con la vida misma y que eran de
naturaleza tanto constructiva como demoledora, destructivo-agresiva.
Con la perspectiva del fondo filogenético se hicieron más profundas las
ideas fundamentales de la psicología freudiana. No sólo adquirió el ello
significado como origen del destino de todas las pulsiones, sino que pasó a
representar también el comienzo de todas las formaciones del yo y el superyó.
Freud lo denominó gran depósito de libido,23 en el que se guardaban también
las decantaciones de todas las formas previas del yo, de las formaciones
religiosas, morales o sociales. El impulso que le indujo a sustituir el término
utilizado hasta entonces de “inconsciente” por el de “ello” lo recibió Freud
del descubrimiento de que el superyó incluía una participación inconsciente
en el yo pero que no era por naturaleza reprimida. El superyó no sólo no
estaba reprimido sino que era él mismo la causa de todos los actos de
represión. Ya no era posible, sencillamente, seguir equiparando inconsciente
y reprimido.
Sabemos que el inconsciente no coincide con lo reprimido. Sigue siendo cierto que I
todo lo reprimido es inconsciente. Pero no todo lo inconsciente está reprimido. Una
parte del yo, una parte sabe Dios qué tan importante que pueda ser asimismo
inconsciente, es sin duda inconsciente.24
¿Qué entendía Freud por superyó, la parte inconsciente del yo? En primer
lugar le pareció importante que funciones esenciales del individuo, tales como
arranques de la conciencia moral, el afán de perfeccionamiento o la aparición
20 S. Freud, Das Ich und das Es (Ges. Werke, XIII, pp. 235 ss.).
21 S. Freud, Neue Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Ges. Werke, XV, p. 80).
22 Ibid.
23 S. Freud, Das Ich und das Es (Ges. Werke, XIII, p. 258, noia).
24 Ibid. (Ges. Werke, XIII, p. 244).
LA IDEA DE CONCIENCIA Y DE INCONSCIENTE EN FREUD 111
desde el ello. Una vez que se hubiera asignado al superyó la función moral,
y que se le hubiera separado de la totalidad del yo, quedarían reservadas al
yo en sentido estricto las vitales funciones del examen y comprobación de la
realidad, por una parte, y de poner a salvo al individuo de los peligros que lo
amenazaran desde el interior y desde el exterior, por otra. Aun cuando Freud no
atribuyera a la instancia del yo solamente el pensamiento, sino también la
razón y el discernimiento,2» su triple cometido,29 de proteger al individuo
frente al mundo exterior, el mundo interior (superyó) y el ello, seguía siendo
tan restrictivo y oprimente, que se convertía también, a su vez, en verdadera
morada de la angustia.30 Le adscribió tres formas de estados de angustia que
respondían a las tres servidumbres a las que está sujeto: la angustia real ante
los peligros del mundo exterior, la angustia neurótica ante las exigencias
exageradas de la libido (angustia de castración y angustia ante la pérdida del
amor)31 y, finalmente, la angustia de conciencia, ante los mandatos del superyó,
que envolvían al individuo en reproches y sentimientos de culpa. Como
medio de defenderse de la angustia halló Freud la señal de la angustia,32 que
advertía de la aproximación del peligro.
En 1923, Freud resumía de la siguiente manera sus puntos de vista sobre
el yo:
Así p u es, es m ejor plantear la pregunta ¿cóm o llega algo a ser consciente? d e otra
m anera: ¿cóm o llega algo a ser preconsciente? Y la respuesta sería: m ed ian te la
u n ió n con las corresp on d ien tes representaciones verbales.37
Esta afirmación, que es una de las más problemáticas que Freud haya hecho
acerca de la relación entre ambos sistemas, equivale a declarar inequívoca
mente que todo contenido de saber procede del mundo de la percepción y
de sus huellas mnémicas.
Es c o m o si hubiera d e dem ostrarse la frase: todo saber procede de la percepción exterior.*1
Pero con todo esto no quiere decirse que la cualidad de la conciencia haya perdido
para nosotros su importancia. Sigue siendo la única luz que alumbra y orienta en
medio de la oscuridad de la vida anímica. Debido a la especial índole de nuestros
conocimientos, nuestra labor científica en la psicología consistirá en traducir los
procesos inconscientes en conscientes, de modo que cubramos las lagunas que se
dan en la percepción consciente.43
42 S. Freud, Die Zukunft einer Illusion, 1927 (Ges. Werke XIV p 377)
v “ S- F ™ '1' "Som e elem entary Lessons in Psycho-Analysis". ¡938, obra póstum a W tiit,
XVII, p. 147). r
XVI. CONCIENCIA E INCONSCIENTE
EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG
1. S obre el c o n ju n to de c o nciencia e in c o n sc ie n t e
2. YO Y CONCIENCIA
Así, en la mayoría de los sueños, se tiene una conciencia relativa del propio yo, que
es en todo caso un yo muy limitado y peculiarmente alterado, al que se denomina
yo onírico. Es sólo un fragmento, o un indicio del yo en estado de vigilia... Así pues,
parece importante la diferencia de la actividad psíquica en estado de vigilia y en
estado de reposo.15
J
CONCIENCIA E INCONSCIENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG 119
En realidad siem pre se dan las dos cosas: la preponderancia d el sí m ism o y la hybris
d e la con cien cia.20
Pues la con cien cia es, en todo su ser, discrim inación, distinción en tre yo y n o yo,
en tre sujeto y objeto, en tre sí y no, etc. A la diferenciación con scien te se d eb e la
separación d e los pares d e contrarios, p ues sólo la conciencia es capaz d e r econ ocer
lo p ertin en te y distinguirlo d e lo no pertinente o d e lo n o válido... Pero d o n d e no
hay con cien cia, d o n d e todavía sigue im perando, in con scien tem en te, lo instintivo,
18 C. G. Jung, Mysterium coniunctionis, I, 1955, p. 118.
19 Ibid., p. 117.
20 C. G. Jung, “Das W an dlu ngssym bol in d er Messe”, 1940/1941, en Von den Wurzeln des
Beumßtseins, 1954, p. 298.
120
CONCIENCIA E INCONSCIENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG
no hay reflexión, no hay pro y contra, no hay desacuerdo, sino simple acontecer
mera secuencia de resortes pulsionales, proporción de la vida.21
3. El inconsciente
a) El inconsciente personal
rías universales del hom bre”.«? Pero hasta 1919 no encontram os u n a prim era
descripción del inconsciente personal.
b) El inconsciente colectivo
carnaba el suelo nutricio de la conciencia, las viejas sendas que siempre trataban
de conducir de nuevo a los procesos de la conciencia a su fuente de origen.
En él se mantenía viva la vida de los antepasados desde los primeros comienzos.
Pero [el inconsciente colectivo] no es, en cierto modo, un mero prejuicio histórico
gigantesco. Sino que es, al mismo tiempo, la fuente instintiva en la que los
arquetipos no son sino formas de manifestación de los instintos. Pero de las fuentes
38 C. G. Jung, Das Unbewußte im normalen und kranken Seelenleben, p. 113. Publicado en 1943
con el título Über die Psychologie de Unbewußten (Ges. Werke, VII, p. 83).
39 C. G. Jung, “Die Struktur des Unbewußten”, 1916 (Ges. Werke, VII, p. 336).
40 C. G. Jung, “Die Struktur der Seele”, 1928 (Ges. Werke, VIII, p. 183).
41 C. G. Jung, “Das Grundproblem der gegenwärtigen Psychologie”, 1931 (Ges. Werke, VIII,
p. 398).
C O N C IE N C IA E IN C O N S C IE N T E EN LA P SIC O L O C ÍA D E J U N G 127
vitales del instinto fluye también todo lo creativo, de modo que el inconsciente no
se limita a ser condicionamiento histórico, sino que produce a la vez el impulso
creador, a semejanza de la naturaleza que es inmensamente conservadora y en sus
actos creadores vuelve a suprimir su propio condicionamiento histórico.42
Mientras que las imágenes mnémicas del inconsciente personal son imágenes hasta
cierto punto rellenadas, por ser vividas, los arquetipos del inconsciente colectivo
se presentan sin rellenar, por ser formas no vividas personalmente por el individuo
( 1 9 2 6 ) .45
Si se consigue esta traducción, nuestro mundo intuitivo vuelve a unirse, por medio
del símbolo de una visión del mundo, con la experiencia primordial de la huma
nidad: el hombre histórico, universal que hay en nosotros tiende la mano al hombre
42 C. G. J u n g , “Die Struktur der S eele” (Ges. Werke, V III, |>. 182).
43 C. G. J u n g , Das Unbeumßle im normalen und kranken Seelenleben, p. 114 (Ges. Werke, V II, p.
83).
44 C. G. J u n g , “D ie Struktur des U nbew ußten” (Ges. Werke, V II, p. 331).
45 C. G. J u n g , Das Unbeumßte im normalen und kranken Seelenleben, pp. 113 s. (Ges. Werke, V II,
p. 83).
128 C O N C IEN C IA E IN CO NSCIENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JU N G
individual que acaba de llegar a ser. Esta experiencia que se aproximaría a la del
primitivo que se une místicamente con sus antepasados muertos en el ágape
ritual.46
4. H e r e n c ia a r c a ic a e i n c o n s c ie n t e c o l e c t iv o
cos al pasado infantil, con el tiempo se le fue haciendo difícil cerrar su atención
al hecho de que se trataba de contenidos humanos generales que no sólo
estaban anclados en la constitución, sino que era posible seguirlos hasta la
primigenia etapa filogenética. No pudo por menos que dar por supuesta la
existencia de una “herencia filogenédca”48 (1918), es decir, de tendencias y
motivos arcaicos, que mostraban “trozos del origen filogenético”, es decir,
trozos que el individuo “traía ya consigo desde el nacimiento”.49
Con razón podemos preguntarnos si Freud, cuando estableció la hipótesis
de la “herencia arcaica”,50 estaba pensando en la existencia en la psique de
experiencias primitivas o de disposiciones heredadas. Pero se trata de una
pregunta de difícil contestación, ya que los datos que nos proporciona Freud
no son uniformes, sino contradictorios. Inicialmente parecía como si en efecto
afirmara la existencia de disposiciones de la psique51 que cumplían la función
de una “recuperación”, ya fuese de contenidos heredados52 o de “esquemas
de procedencia filogenética”.53 Pues, siempre en aquel mismo año, hizo
alusión a que esquemas tales como las “categorías filosóficas facilita[ba]n la
acogida de las impresiones vitales”,54 hecho al que había de hacer de nuevo
referencia en sus escritos tardíos (1937). Concretamente con Der Mann Moses
und die monotheistische Religion (Moisés y la religión monoteísta)55 expresaba la idea
de que las formaciones arcaicas no eran meros “precipitados del desarrollo
humano primitivo”,56 sino que permitían, asimismo, conocer la aparición de
formas de reacción específicas y de disposiciones que impulsaban la vida
mental en una dirección determinada. Freud entendía por tales disposiciones
“la facultad de seguir determinadas tendencias evolutivas y la inclinación a
ello, así como de reaccionar, de un modo determinado, ante determ inados
estímulos, excitaciones e impresiones”.57
Al hablar de disposiciones psíquicas, pensaba en una especie de “herencia”
que requería siempre ser despertada por el individuo. Resulta interesante
que contara entre ellas tanto determinadas aptitudes del ello, como las
disposiciones del pensamiento, o determinadas relaciones mentales adquiri-
48 S. Freud, “Aus der Geschichte einer infantilen Neurose” (Ges. Werke, XII, p. 131). En torno
a este artículo leemos en Freud: “Esta historia clínica fue escrita poco después de term inarse el
tratamiento en el invierno de 1914/1915, bajo la impresión, fresca todavía, de las reinterpreta
ciones que C. G. Jung y Alfred Adler querían hacer de los resultados psicoanalíticos. Enlaza por
tanto con el artículo publicado en el Jahrbuch der Psychoanalyse, VI, 1914, ‘Zur G eschichte der
Psychoanalytischen Bewegung...’, y complementa la polémica contenida en el m ism o, que tenía
un carácter fundamentalmente personal, mediante consideración objetiva del material analíti
co...”
49 S. Freud, Der Mann Moses und die monotheistische Religion, 1937/1939 (Ges. Werke XVI p
204).
50 S. Freud, “Die endliche und die unendliche Analyse”, 1937 (Ges. Werke, X V I, p. 86).
51 S. Freud, Der Mann Moses und die monotheistische Religion (Ges. Werke, X V I, p. 205).
52 S. Freud, “Aus der Geschichte einer infantilen Neurose” (Ges. Werke, XII, p 29 nota)
53 Ibid., p. 155.
54 Ibid.
55 S. Freud, Der Mann Moses und die monotheistische Religion (Ges. Werke, XVI, pp. 101 ss.).
56 S. Freud, “Die endliche und die unendliche Analyse”, 1937 (Ges. Werke, X V I, p. 86).
57 S. Freud, Der Marin Moses und die monotheistische Religion (Ges. Werke, X V I, p. 205).
130 CONCIENCIA E INCONSCIENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG
:
C O N C IEN C IA E INCONSCIENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JU N G 131
Resulta curioso que Freud, en el marco de sus reflexiones biológicas, siem pre
vacilara en suponer la existencia de un acervo instintivo en el hom bre. Aun
encontraba más o menos demostrable la existencia de una herencia instintiva
tal en los animales, e incluso le parecía altamente probable en el niño. Pero,
curiosamente, nunca pudo decidirse a asumir la existencia de un acervo
heredado en los comportamientos, o de un conocimiento basado en el
instinto, a semejanza del de los animales, aun cuando no pudiera escapar a
determ inadas especulaciones. Así, en 1918, escribe:
Ahora bien, por fascinante que fuera la idea del “acervo instintivo” como
“núcleo del inconsciente”, o de la neurosis como precio por la neoadquisición
de la razón -y por más que tales ideas anticiparan un acercamiento a la
hipótesisjunguiana de los comportamientos arquetípicos-, la ulterior retirada
de Freud hasta la etiología de meras huellas mnémicas de linajes anteriores65
relegaba tales intuiciones al terreno de la pura especulación.
64 S. Freud, “Aus der Geschichte einer infantilen N eurose” (Ges. Werke, X II, p. 156).
65 S. Freud, Der Marin Moses und die monotheistische Religion (Ges. Werke, XVI, p. 206).
132 CONCIENCIA E INCONSCIENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG
69 Ibid., p. 137.
70 Ibid. (Ges. Werke, X II, p. 137, nota).
71 S. F reud, Der M ann Moses und die monotheistische Religion (Ges. Werke, X V I, p. 207).
72 Ibid., p. 241.
CONCIENCIA K INCONSCirSIl I N IA FSICOliJOU DK JUNO
D E L A L IB I D O A LA E N E R G ÍA P S Í Q U IC A
XVII. DE LA TEORÍA SEXUAL DE FREUD'
...Los instintos... son los fundamentos vitales, las leyes de la vida en sí.16
Freud, había una cosa que para él estaba clara: la pulsión nunca se extinguía
con la posesión de un fin ni con la supeditación a un objeto. Como veremos
más adelante, la pulsión disponía de un lado mental, de un “sentido”, idea que
formuló por primera vez en 1919, en el sentido de que representaba la
“imagen arquetípica de la autopercepción de la pulsión ” .1819Veintisiete años
después, como veremos en el apéndice, volvió a ocuparse del tema, al
considerar el arquetipo como el “sentido de la pulsión”. ,9
Desde este punto de vista hay que considerar también los reparos que pone
Ju n g a la distinción freudiana entre las pulsiones de Eros y Tánatos. No podía
hacer coincidir la fuerza vital como tal con el Eros, ni la pulsión tanática con
el principio del mal, de lo destructivo, de la muerte. Ambas pulsiones
contenían también en sí el otro lado: el Eros contenía el principio anímico de
la relacionalidad, y la pulsión de muerte, un aspecto espiritual.
Sobre la base de este hecho [una madre terrible], mi alumna, la doctora Spielrein,
desarrolló su idea de la pulsión de muerte que luego asumió Freud. Pero, a mi
parecer, no se trata en modo alguno de un mero impulso de muerte, sino,
asimismo, del “otro impulso” (Goethe), que significa vida espiritual.20
del yo, sino que se exigía también en ella la adaptación a las crecientes
exigencias de la sociedad, representaba un periodo sobrem anera crítico, que
encerraba en sí la premisa para los más graves trastornos e inhibiciones. Por
una parte, la sexualidad de la prim era infancia estaba sometida a diversas
represiones, y por otra se producía su fijación y aprisionamiento en las
vivencias habidas. La fijación y la limitación obraban en dirección idéntica. En
ambos casos, la energía que fluía libremente se veía constreñida y atada? Del
mismo modo que la represión indicaba la existencia, en cada caso, de un punto
débil en el desarrollo del yo, la fijación denotaba en cambio un punto sumamente
sensible en el desarrollo sexual. En todos los casos se producían perturbaciones
del desarrollo, como consecuencia de las cuales determ inados componentes
instintivos seguían el proceso de desarrollo, mientras que otros se quedaban
atrás, en el estadio infantil, con lo que se retrasaba su incorporación a los fines
culturales.
En la m edida en que Freud reconocía en las vivencias de la infancia los
factores etiológicamente más significativos para los conflictos, no ya sólo del
niño, sino también del adulto, la cura psíquica dependía también en gran
parte de la posibilidad de reavivar los recuerdos infantiles. Pero despertarlos
de nuevo no resultaba nada fácil. Como había comprobado Freud, ya en 1897,
la veracidad de los recuerdos infantiles era de lo más dudosa ,56 ya que se
introducían en la memoria, de manera perturbadora, tanto las fantasías de
la imaginación, como recuerdos inventados, velando la realidad objetiva.
Freud formuló sus experiencias, con definitiva claridad, con las siguientes
palabras:
j
Q u iz á se a d u d o s o q u e te n g a m o s r ecu er d o s c o n sc ie n te s procedentes de la in fan cia, y !
n o , m á s b ie n , m e r o s r e c u e r d o s sobre la in fan cia. N u e s tr o s r e c u e r d o s in fa n tiles no
n o s m u e str a n lo s p r im e r o s a ñ o s d e n u estra vida tal c o m o fu e r o n , s in o tal c o m o han
a p a r e c id o al se r d e sp e r ta d o s en p o sterio res o c a s io n e s.78
exterior, en prim er lugar, con los padres. Fue para él fascinante y sorpren
dente la maduración del niño: seguir su paso en la elección del objeto, de la
relación autoerótica narcisista hasta el punto culminante de un enamora
miento de la m adre” y del correspondiente “sentimiento de celos frente al
padre ”. 15 El complejo de Edipo, cuyo modelo se encontraba en la leyenda
griega, culminaba en el deseo incestuoso -desde el punto de vista del niño-
de casarse con la madre y de matar al padre, mientras que en la niña se
producía a la inversa. Fue conmovedora la carta que dirigió a Fliess en 1897:
He hallado también en mí la pasión por la madre y los celos hacia el padre, y ahora
juzgo que estos sentimientos constituyen un hecho general de la primera infancia...
Si esto es así, se entiende la fuerza arrebatadora del rey Edipo, a pesar de todas las
protestas que la razón pueda levantar frente a la aceptación de que existe un
destino fatal, y se entiende por qué había de fracasar tan miserablemente el
posterior drama existencial... La leyenda griega recoge una imposición que todos
reconocemos porque todos la comprobamos en nosotros mismos.16
fructífera que pudiera ser la idea de una sexualidad infantil, sino también al
significado de los complejos más importantes introducidos por Freud: el de
la organización sexual de la primera infancia y el complejo de Edipo. Ninguno
de estos ámbitos problemáticos que desempeñaban un papel tan preponde
rante en la teoría freudiana gozó de una valoración semejante en la psicología
de Jung. Si bien en la primera parte de sus Wandlungen und Symbole der Libido
atribuía los síntomas de la neurosis a reminiscencias infantiles y a sus imágenes
eróticas sustitutivas,28 o caracterizaba el estado del “pensamiento fantástico”
por notas tales como lo “infantil” y lo “desfigurado”,29 desde su apartamiento
de Freud se distanció también de modo creciente de esta forma de ver las
cosas.
* Fundamentalmente arrojó en medio de la discusión dos problemas: la
cuestión de la índole sexual de las actividades infantiles auloeróticas, por una parte,
y la de la verdad atribuible a los recuerdos infantiles, por la otra.
Aunque ya Freud había relativizado la validez de los recuerdos de la
temprana infancia, viendo su limitación, motivada por la actividad distorsio
nante de la fantasía, dentro de su sistema conservaban un gran valor como
factores de la neurosis de la mayor importancia etiológica. En cambio Jung
i adoptó al respecto una actitud bastante diferente. No sólo hacía cada vez
ü menos hincapié -en las situaciones de conflicto de carácter neurótico- en el
b valor fáctico de las impresiones infantiles, sino que además contraponía, a este
n punto de vista, otro notablemente diferente. Más esencial que la situación pasada
» le parecía la presente; más esencial que el acontecimiento concreto era para él la actitud
psíquica que el individuo adoptaba respecto a su situación. Y también era para
él más importante el significado simbólico del recuerdo que el suceso acaecido en la
infancia del sujeto. La cuestión del valor etiológico del recuerdo infantil se
ti
convirtió inadvertidamente en lo opuesto: no le pareció a Jung que la
memoria traumática infantil fuese lo esencial en el origen de la neurosis, sino,
antes bien, la actividad fantaseadora, que se apoderaba de manera regresiva
c de los restos del recuerdo, los exageraba y los avivaba eróticamente. Lo que
i? Freud consideraba resultado de huellas mnémicas que seguían actuando,
il prefería contemplarlo Jung como resultado de una exacerbada actividadfanta
i seadora que, de modo regresivo, imaginaba y creaba las vivencias infantiles.30
i* Pese a la relativización del valor fáctico de los recuerdos de la niñez, sería
ï injusto dar por bueno que Jung desconociera la importancia del pasado en
el desarrollo del individuo. ¡El pasado, la historia personal, no era, a este
efecto, lo mismo que el recuerdo!, pues si bien los recuerdos de la infancia
eran, en gran medida, poco confiables, nada cambiaba esto en el hecho de
que cada instante de la vida escondía en sí toda la historia precedente. Lo que
el individuo había llegado a ser encerraba en sí las impresiones específicas de
i su vida, sus vivencias individuales y su trabajo de elaboración mental. Pero
t esto, a su vez, no significaba que los conflictos actuales pudieran resolverse
i
28 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 61.
29 Ibid., p. 31.
30 Véanse las pp. 132 s. y 156 s.
150 LA SEXUALIDAD INFANTIL Y LA ORGANIZACIÓN DE LA LIBIDO
que esta vision más profunda tenía que llevar tras de sí un método de
comprensión profundizado .35
Ahora, tras estas consideraciones de carácter más general, nos volveremos
a examinar la apreciación que Jung hizo de los distintos problemas, en el
periodo que nos ocupa: el de su separación de Freud.
Tal com ojung recalcó más de una vez, no pudo, sobre la base de sus propias
observaciones, confirmar la existencia de una disposición pulsional perverso-poli
morfa ni la de un comienzo en dos tiempos de la función sexual. Estas dos
afirmaciones le parecían ser mucho más expresión de una idea extraída de la
psicología de las neurosis del adulto y proyectada retrospectivamente sobre
la psicología del niño ,36 que un hecho real de la vida psíquica infantil. Y no
es que Ju n g no reconociera como cierta la tesis de Freud de que en la infancia
se daba una pluralidad de componentes de la libido que funcionaban con
mutua independencia. También él comprobaba la existencia de un polimor
fismo en las formas de actividad de la primera infancia, tales como chupar,
morderse las uñas, etc. Como destacado empírico que era, no podía cerrarse
al hecho de que los juegos autoeróticos, las costumbres infantiles, que poste
riormente tienen su continuación en los juegos sexuales, estaban en el orden
del día. Pero este reconocimiento del polimorfismo del modo de actividad de
la primera infancia no significaba, en modo alguno, que tuviera que ser
indefectiblemente de naturaleza sexual. ¡Todo lo contrario! Ju n g rechazaba
rigurosamente toda extensión del concepto de “sexual” a la actividad autoe-
rótica infantil. Los juegos sexuales de los niños eran para él básicamente
diferentes de los de la edad adulta. No sólo estaban mucho menos determi
nados localmente, en la medida en que estaban referidos a alguna zona
corporal en particular, sino que también el carácter del placer obtenido era
esencialmente diferente. A su entender la obtención de placer no tenía por
qué coincidir con la satisfacción sexual. Aun cuando lo cierto es que se
engañaba al creer que Freud había dado por sentada una identificación tal .37
En consecuencia, lo que Freud había designado como sexualidad de la
primera infancia, eligiendo para ello el calificativo de “perversa”, lo contem
plaba Jung, antes bien, como una etapa infantil, previa a la sexualidad
posterior. En cuanto a las llamadas formas de actividad perversas, parecióle
aju n g que era mucho mejor verlas como una “paulatina migración por etapas
de la libido [primitiva] que, abandonando la función nutricia, se dirigía hacia
la función sexual”.38 Lo que él observaba no era precisamente la universalidad
35 V éanse las pp. 195 ss.
36 C. G. Ju n g, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, p. 60.
37 Cf. la exposición que hace Karl Abraham en torno a “Versuch einer Darstellung” en
Ärztliche Psychoanalyse, 1914, pp. 72 ss. .
38 C. G. Ju n g, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, p. 60.
152 LA SEXUALIDAD IN FANTIL Y LA ORGANIZACIÓN DE LA LIBIDO
Como m uestra esta reflexión , yo considero la función pen san te, n o com o m era
función d e aplazam iento d e la sexualidad, que ve im pedida su actividad m arcada
m ente placentera, y qu e por ello, en caso de necesidad, se con vierte en fun ción
pensante, sino qu e, efectivam en te, veo en la “sexualidad de la tem prana infancia”
los com ienzos d e la futura función sexual, pero tam bién los p u n tos germ in ales d e
las funciones m entales su p eriores.45
Esta disposición embrionaria incluye no sólo los comienzos de la vida adulta, sino,
asimismo, toda la herencia de los antepasados, remontándose indefinidamente...
Ahora bien, cuando por medio de un procedimiento reductor destapamos los
estadios previos infantiles de una psique adulta, hallamos como fundamento último
los gérmenes infantiles, que por una parte contienen al posterior ser sexual natural
en statu nascendi, pero por otra parte contienen también todas las complicadas
condiciones históricas previas del ser cultural.47
Pero esta referencia a las personas del padre y la madre como objetos de
placer y objetos sexuales era sólo una mínima parte de las objeciones que Jung
hacía al complejo de Edipo. En su actitud crítica podemos diferenciar varias
etapas que coinciden con los años 1913, 1928, 1946 y 1952.56 Si inicialmente
se había limitado a rechazar el carácter sexual de la forma de vinculación de
la primera infancia (1913), con el tiempo llegó a poner en duda que los padres
desempeñaran siquiera algún tipo de papel como objetos durante la infancia.
Jung llegó en efecto a la conclusión de que los padres físicos tenían
fundamentalmente su importancia en cuanto portadores de imágenes. Tan
importante como la influencia personal inmediata de los padres eran las
imágenes que para el niño encarnaban, como, por ejemplo, la imagen de ser
alimentado o de ser querido, a la imago del ser-niño o del querer-seguir-sien-
do-niño.
A menudo parecía como si las imágenes del niño fueran las que forzaran
a los padres a asumir formalmente el papel de padre y de madre. La idea de
que en la base del complejo de Edipo residían imágenes de una importancia
vital la tomó Jung repetidas veces, hasta entenderla finalmente como expre
sión de modos funcionales innatos, de factores organizadores, pertenecientes
a la herencia. De ahí también su efecto fascinador y subyugante. En 1952
expresó Jung esta idea formulándola de un modo esclarecedor:
55 C. G. Jung, Psychologie und Erziehung, 1946, p. 38.
56 La discusión del problema de los padres o del complejo de Edipo prosiguió en los trabajos:
Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewußten, Die Psychologie der Übertragung y Symbole der
Wandlung.
57 C. G. Jung, Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Ubewußten, p. 114 {Ges. Werke, VII, pp.
205 ss.).
LA SEXUALIDAD INFANTIL Y LA ORGANIZACIÓN DE LA LIBIDO 157
La referencia a los padres no es, en realidad, más que una manera de hablar. De
hecho, el drama se desarrolla en el interior de una psique individual en la que los
“padres” no son tales, sino que son, únicamente, imágenes, es decir, las repre
sentaciones que han surgido a partir del encuentro entre la idiosincrasia de los
padres y la disposición individual del niño.58
Con esta concepción del fundamento arquetípico del complejo de Edipo intro
dujo Jung en la psicología un nuevo modo de ver las cosas: era la calidad
numinosa de las imágenes la que daba a los padres esa dimensión profunda
de lo “incestuoso” y que, sobre todo en la memoria retrospectiva, les hacía
aparecer como objetos que despertaban “emociones incestuosas”, pues en el
curso de sus investigaciones descubrió la sobresaliente importancia que
correspondía a la fantasía, sobre todo a la actividad fantaseadora que retros
pectivamente contemplaba el país de la infancia. Era esta fantasía la que daba
a los adultos la sensación de estar prisioneros en los lazos familiares, y la que
les permitía imaginar la infancia como un paraíso perdido, un paraíso en el
que se estaba rodeado de amor, cobijo y cuidados. Era esta combinación de
la actitud infantil o -para decirlo en palabras de Jung- del infantilismo del modo
de adaptación psicológico59 con la nostalgia retrospectiva, la que con frecuencia se
ponía en la balanza de la imagen incestuosa de la unión con los padres. Sobre
este fondo se dibujaba la representación del amor y del respeto, o también de
la resistencia, del rechazo y del odio, que hacía que los adultos con un
padecimiento psicológico quedaran enganchados de estas grandes imágenes
del pasado. Desde ahí no había gran distancia para llegar a comprender que
también en la regresión religiosa se desarrollaban procesos semejantes, es
decir, arquetípicos.
La regresión religiosa se sirve sin duda de una imago de los padres, pero sólo en
cuanto símbolo, es decir, disfraza el arquetipo con la imagen de los padres.60
Como recalcó Jung una y otra vez, la tendencia regresiva del individuo no
es precisamente una “recaída en el infantilismo, sino un genuino intento de
la persona de encontrar algo que le es necesario”,61 una búsqueda de sí mismo.62
Fue también la combinación de la actitud infantil y la imaginación retrógrada
lo que había de llevar a Jung a una interpretación totalmente distinta de los
traumas sexuales y las “escenas originarias” que Freud daba por supuestos.
Surgió así la importante controversia de si en el origen de las neurosis había
que conceder la importancia etiológica primaria a esas primeras escenas o,
antes bien, a la subsecuente actividad imaginativa. Mientras que Freud -como
ya hemos visto- acabó, tras prolongadas vacilaciones, por mantenerse fiel a
su idea de que las fantasías eran primordialmente “derivaciones de las escenas
58 C. G. Jung, Symbole der Wandlung, p. 567.
59 C. G. Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, p. 72.
60 C. G. Jung, Symbole der Wandlung, p. 151.
61 C. G. Jung, “Einige Aspekte der modernen Psychotherapie" (1930) (Ges. Werke, XVI, p. 34).
62 Ibid.
158 LA SEXUALIDAD INFANTIL Y LA ORGANIZACIÓN DE LA LIBIDO
El paso decisivo para ir más allá de Freud lo dio Jung con el punto de vista
simbólico. En vez de reducir el deseo incestuoso al anhelo de cohabitación
con el progenitor del sexo opuesto, planteó la cuestión del posible sentido
simbólico que se escondía en la imagen del incesto .66 En todo caso, no veía en
la fantasía incestuosa un símbolo ya de por sí, pero consideraba que, dentro
del conjunto de las tendencias opuestas del hombre, podía llegar a ser el
punto de partida para una transformación simbólica. Puesto que la compren
sión del símbolo está íntimamente ligada con el concepto de energía quejung
contrapuso al concepto freudiano de libido, proseguiremos las presentes
reflexiones una vez que lo hayamos examinado.
63 S. Freud, “Aus der Geschichte einer infantilen Neurose” (Ges. Werke, XII p 137)
64 Ibid.
65 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 263.
66 Véase el capítulo XXV, sección 1.
XIX. LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA
VITAL UNITARIA
Este punto de vista energético, así concebido, le parecía ser el único que
era capaz de explicar los cambios, desplazamientos y transformaciones de la
libido de modo fructífero.
Jung era perfectamente consciente de las dificultades que entrañaba la
introducción en la ciencia psicológica de un enfoque energético. ¿Permitían
los factores psicológicos trasladar el modo de pensar de la física, haciendo por
ejemplo abstracción de los aspectos cualitativos a fin de desarrollar leyes de
movimiento? ¿No se oponía la propia índole de lo psíquico a los principios
mismos de la energética? Existían dificultades mucho mayores para la ener
gética psicológica que para la energética física. Aun cuando esta última
prescindiera de las sustancias y se limitara a establecer puras relaciones,
siempre seguía habiendo objetos déterminables cuantitativamente. En con-
10 C. G. Jung, Über dir Energetik der Seele, p. 30 (Ges. Werke, VIII, pp. 18 s.).
11 C. G. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 124 (en el texto, parcialmente en cursiva).
12 C. G. Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, p. 55.
'3 Ibid., p. 36.
14 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, pp. 9 s. (Ges. Werke, VIII, p. 3).
LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA 163
...la libido con la que op eram os no sólo no [es] concreta o conocida..., sino que es
p recisam ente una x... una pura hipótesis, una im agen o una ficha para contar, tan
poco con ceb ib le co m o algo concreto com o la energía del m un d o d e ideas d e la
física...17 Las fuerzas tien en un carácter fenom énico: lo que hay en la base d e su
relación d e eq u ivalen cia es el con cep to d e energía hipotético, que... es totalm ente
psicológico y qu e nada tien e que ver con la llamada realidad objetiva.18
22 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, p. 49 (Ges. Werke, VIII, p. 31)
23 Ibid., p. 50 (Ges. Werke, p. 32).
24 Ibid., p. 51 (Ges. Werke, p. 32).
25 S. Freud, Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie (Ges. Werke, V, p. 118).
26 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, p. 39 (Ges. Werke, VIII, p. 24)
LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA 165
También pudo com probar que no era nada nuevo en la psicología empírica
tener en cuenta relaciones de equivalencia. Ya Charcot había llamado la
atención, en relación con su teoría del trauma, acerca de la conversión de
estados conscientes en inconscientes, como consecuencia del shock, y su
discípulo Janet, siguiendo las huellas del maestro, había investigado los
procesos paralelos que se dan entre el “abaissement du niveau mental” y los
recuerdos disociados. Pero la exposición más diferenciada de este punto de
vista se hallaba en Freud, cuyos esfuerzos, desde los comienzos de su interés
por la psicología, se dirigieron a probar que los síntomas constituían formaciones
sustitutivas de valor equivalente a los totales que se hurtaban a la conciencia. En
consecuencia, no había cantidad de energía alguna que desapareciera sin
volver a presentarse en la correspondiente forma sustitutiva (acto fallido,
fijación infantil y síntoma). Esta profundización en el nexo causal establecido
por Charcot, entre yo, trauma y síntoma, había de revestir gran importancia,
sobre todo en el aspecto psicoterapéutico, en la medida en la que curar pasó
a ser equivalente a descubrir energías perdidas.
El hecho de que Freud, en este complejo problemático, se remitiera
principalmente, de acuerdo con su modelo de conocimiento, basado en las
ciencias naturales, al principio de la constancia, no tenía para Jung fuerza
27 S. Freud, “Beiträge zu den Studien über Hysterie”, 1892 {Ges. Werke, XVII, p. 12).
28 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, p. 33 {Ges. Werke, VIII, p. 20).
29 Ibid., pp. 32 s. {Ges. Werke, VIII, p. 20).
166 LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA
La libido es un penchant natural. Es como el agua, que tiene que tener un gradiente
para poder correr. Constituye un difícil problema establecer cuál sea la naturaleza
39 C. G. J u n g, Wandlungen und Symbole der Libido, p. 135.
J.
LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA 169
de las analogías, ya que, tal como hemos dicho, tienen que ser representaciones
que atraigan a la libido.40
El símbolo no puede ser una incógnita x cualquiera, como pretende hacernos creer
el racionalismo. Sólo constituye legítimamente un símbolo aquel en el que cobran
expresión las invariables relaciones estructurales [Strukturverhältnisse] del incons
ciente, consiguiendo por ello una aceptación general.42
3. T e n s i ó n d e c o n t r a d i c c ió n y c o m p e n s a c ió n e n e r g é t ic a
El juego de los contrarios era para él uel carácter energético del proceso vital,...
acjuella tensión de los contrarios que es indispensable para la autorregulación ”45Visto
desde esta perspectiva, encontraba en el concepto de energía psíquica un
concepto extremadamente fructífero que, al tiempo que apuntaba a “ese algo
que constituye un equilibrio dinámico entre contrarios”,46 era capaz de dar
expresión, de modo adecuado, al hecho de la existencia de movimientos
contradictorios en la psique.
También debe entenderse como expresión de la polarización de los con
tenidos psíquicos la tendencia de los contrarios a transmutarse entre sí, o
enantiodromía. Jung proclamó con satisfacción que, ya en tiempos muy
pretéritos, había señalado Ilcráclito la existencia de una ley de la marcha
opuesta. Esta ley significaba para él el “encuentro de las tendencias contra-
43 C. G .J u n g , Über die Energetik der Seele, p. 89 (Ges. Werke, V III, p. 57). (D estacado en cursiva
en cl texto.)
44 C. G. Jung, Psychologische Typen, p. 287 (Ges. Werke, V I, pp. 216 s.).
45 C. G. J u n g , Die Beziehungen zwischen dein Ich und dem Unbewußten, 1928, p. 131 (Ges. Werke,
VI I, p. 21 6 ).
46 C. G. J u n g , Über die Energetik der Seele, p. 93 (Ges. Werke, VIII, p. 60).
IA LIBIDO EN JU N G COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA 171
rías , sobre todo el hecho de que “todo acaba alguna vez por convertirse en
su contrario .47 1ámbién Nietzsche era para él un garante de peso que, con
palabras vehementes, había expresado algo parecido al afirmar que “cada vez
que el hom bre crece crecen también sus espaldas [su reverso ]“ .48
Del mismo modo que la polarización de las contradicciones, el hecho de
un siempre renovado desmoronamiento de lo unido forma parte de la realidad
viva; del mismo modo que todo acto hum ano estaba determ inado por
estímulos antagónicos, Ju n g veía también en la búsqueda de la compensación
de los contrarios un principio básico de la existencia hum ana. Ya en época
temprana (1017) basó este principio de la compcnsaciém de los contrarios en
la ley de la autorregulación. Es decir que podían reconocerse en la psique, no
sólo la tendencia a la polarización, sino también la tendencia a la com pensa
ción, a crear situaciones de equilibrio coherentes. Ambas estaban relacionadas
con la ley de la autorregulación, de capital importancia para la psique. ¡Im
psique se regulaba a sí misma! Y en consecuencia, Ju n g era partidario de que
una teoría que quisiera estar a la altura del acontecer anímico, tenía que
apoyarse en los principios de la contradicción y de la autorregulación.
Una teoría psicológica [científica] que pretenda ser algo inás que un mero medio
auxiliar técnico, tiene que basarse en el principio de contradicción, pues de lo
contrario no haría sino reconstruir una psique neuróticamente desequilibrada. No
hay equilibrio ni sistema dotado de autorregulación sin contradicción. Y la psique
es un sistema dotado de autorregulación.49
47 C. G. Jung, Die Psychologie der unbeumßlen Prozesse, pp. 92 s. (Ges. Werke, VII, p. 78).
48 Fr. Nietzsche, Ges. Werke, Alfred Kroner, XVI, Der Wille zur M acht, 1912, IV. T om o I.
Rangordnung Nr. 881, p. 296.
49 C. G. Jung, Das Unbewußte im normalen und kranken Seelenleben, 1926, p. 90 (Ges. Werke, VII,
pp. 66 s.).
50 C. G. Jung, Über die Psychologie des Unbewußten, p. 97 (Ges. Werke, VII, p. 58).
51 Jung entendía por “nom otético” un térm ino que equivalía a “creador de leyes”.
172 LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA
Así, Dios sería, no sólo el punto culminante de la luz del espíritu, que aparece como
la flor más tardía en el árbol de la evolución; no sólo el fin espiritual de la salvación
en el que culminaría toda creación; no sólo el final y el objeto, sino también la causa
más oscura, más subterránea de todas las tinieblas naturales.52
Nace así cada niño con una inmensa incongruencia: por un lado con un ser
inconsciente, animalesco, por así decirlo, y por otro lado con la incorporación de
una suma hereditaria antiquísima e infinitamente complicada. Esta incongruencia
da lugar a la tensión existente en la disposición embrionaria y explica además
muchos enigmas de la psicología infantil, que a buen seguro no está nada despro
vista de ellos.54
En el capítulo siguiente nos ocuparemos del sentido cada vez más profundo
en el que Ju n g fue concibiendo esta tensión de los contrarios en el curso de
su quehacer científico. Señalaremos de antemano únicamente que la natura
leza espiritual del hombre no fue nunca para él un “apéndice... un producto
secundario de las pulsiones ”,55 sino un principio sui géneris, al que concedió
la dignidad de principio formal genuino de lo psíquico.
El proceso de la polarización y de la compensación de los contrarios
adquirió su profundo significado sólo en la llamada segunda mitad de la vida
(después de los 35 años). Pues era típico del desarrollo del individuo que éste,
para cumplir con el principio vital que lo animaba de m anera innata, se viera
en la edad m adura ante la necesidad de integrar a “lo otro [que había] en sí
52 c. G. Jung, Über die Energetik der Seele, pp. 92 s. (Ges. Werke, VIII, p. 60; texto ligeramente
cambiado).
53 Ibid., p. 93 (Ges. Werke, VIII, p. 60). (La cursiva es mía.)
54 Ibid., p. 87 (Ges. Werke, VIII, p. 56).
55 Ibid., p. 93 (Ges. Werke, VIII, p. 61).
LA LIBIDO EN JUNG COMO ENERGÍA VITAL UNITARIA 173
giintarnos qué entendía Jung por ios términos instinto y pulsión. Por sus
propias explicaciones podemos comprobar que utilizaba ambos de modo
promiscuo. Sólo podemos encontrar una definición por lo que i especia al
concepto de instinto, mientras que por lo que se refiere a la pulsión, se nos
informa únicamente de las características de la necesidad, el verse impelido,
y también de la apetencia o el deseo. Denominó instinto a aquellos procesos
inconscientes que tenían un carácter recurrente, y que se caracterizaban
fundamentalmente por su necesidad imperiosa57 y por ser heredados. Ln
relación con esta última propiedad, encontraba ilustrativo el instinto de
reproducción sumamente refinado de la mariposa de la yuca.58 Y también
consideraba importante el hecho de que el instinto funcionara con total
independencia de la individualidad del hombre y de que tuviera además
carácter colectivo, lo cual apuntaba a su afinidad con la imagen arquetípica.
1 ambién las imágenes primitivas mostraban un comportamiento autóctono
y uniforme: funcionaban de manera autónoma y tenían un anclaje colectivo.
A partir de estas observaciones llegó jung al conocimiento, extraordina
riamente fructífero para sus ulteriores investigaciones, de que no sólo se
fundaban los instintos (pulsiones) y las formas básicas de la orientación
humana (imágenes arquetípicas) en el in c o n sc ie n te c o le c tiv o , sino que, con base
en las regularidades y en los aspectos comunes que presentaban, mantenían
co rre la c io n e s y con independencia de det *m ndas diferencias de detalle.
Los arquetipos son formas típicas de la concepción, y siempre que existen concep
ciones que se repiten con periodicidad y uniformidad, se trata de un arquetipo,
con independencia de que se reconozca o no su carácter mitológico.60
Los instintos son formas típicas del comportamiento, y siempre que nos las
habernos con formas de reaccionar repetitivas, uniformes y regulares, se trata de
un instinto, siendo indiferente que al mismo vaya unida una motivación consciente
o no.61
57 G. G.Jung, “Instinkt und Unljcwußtcs”, 1019 {Grs. Werke, VIII, p. I 5 jy
58 Ibid., p. 152.
59 Ibid., p. 157.
60 Ibid., p. 158.
61 Ibid., p. 156.
LA L IB ID O EN J U N G COM O ENERGÍA V IT A L U N IT A R IA 175
Los instintos no son en modo alguno impulsos ciegos, espontáneos y aislados, sino
que, antes bien, están estrechamente ligados a imágenes de situación típicas, y no
es posible en absoluto accionarlos cuando las condiciones imperantes no responden
a la imagen apriorística de la situación. Ahora bien, los contenidos colectivos, que
se manifiestan en forma de mitologemas, suponen este tipo de imágenes de
situación que se hallan en la unión más íntima con el accionamiento de los impulsos
instintivos.626364
5 . I magen del in c e st o y r e n a c im ie n t o
unidas a recuerdos individuales, sino que forman parte del acervo de posibilidades
de la representación hereditarias, que vuelven a nacer con cada ser humano. Aquí
tienen su origen las imágenes de los seres “divinos”, que en parte tienen naturaleza
humana y en parte naturaleza animal.77
algo que rodeaba el plasma germ inal ,85 incluso defendiendo un carácter
químico de las fuerzas psíquicas. No sólo habían de encontrar todas nuestras
hipótesis psicológicas provisionales alguna vez su asiento en factores orgáni
cos...”, sino que era también probable “que fueran ciertas sustancias y proce
sos químicos los que desencadenan los efectos de la sexualidad... 86
Si estas últimas afirmaciones remitían al campo de lo fisiológico, la distin
ción entre la pulsión de vida y la pulsión de m uerte había que entenderla ya
como una concesión a lo anorgánico. Mientras que el Eros perseguía la
finalidad de complicar y m antener “la vida m ediante una síntesis cada vez
más amplia de la sustancia viva dispersa en partículas ” ,87 en el instinto de
m uerte, y en la fuerza de repetición que le era propia, veía F reud la peculiar
finalidad “de devolver lo orgánicam ente vivo al estado in erte ” .88
Si hemos de aceptar como experiencia sin excepción que todo cuanto vive muere
por razones internas, volviendo a lo anorgánico, podemos decir también: Elfin que
persigue toda vida es la muerte. Y remontándose ab ovo: Lo inertefue antes que lo vivo,89
7. O bservación final
E n lo que llevamos expuesto hasta aquí, que nos ha llevado hasta finales de
los años treinta, se ha dado implícitamente por supuesta la cuestión del
procedimiento analítico y de su validez. Para salvar esta laguna es inevitable
que volvamos a los comienzos de la psicología del inconsciente.
La introducción del método de la asociación en la psicología profunda fue
el principal mérito de Freud. No sólo estaba tan estrechamente ligado al
psicoanálisis que Freud le dio el nombre de método psicoanalítico como tal,
sino que era también uno de los descubrimientos a los que su descubridor se
mantuvo fiel durante toda su vida, aun cuando en forma modificada o
ampliada. Visto desde esta perspectiva, así como considerando la gran im
portancia que el procedimiento de la asociación libre ha adquirido en los
posteriores sistemas psicológicos, difícilmente puede sobre valorarse. Como
ha recalcado Dalbiez con razón, se trata de un auténtico invento, de una
“découverte absolument personnelle de Freud ...” 1 que tiene pleno derecho
a gozar del atributo de objetividad. Puesto que el método de la asociación
libre constituye el núcleo central de su procedimiento psicoterapéutico, no es
posible considerarlo separadamente del conjunto de la concepción freudiana.
Para Freud era fundamental -de acuerdo con su formación en las ciencias
naturales- la creencia tanto en las leyes del acontecer natural, basadas en la
relación de causa y efecto, como en una teoría fundamentada sobre la ausencia
de contradicciones. Si uno de los principales propósitos de su psicología era
la investigación de la neurosis, el descubrimiento de las noxas, de las causas de la
enfermedad, era la conditio sine qua non de la curación. Desde el primer
momento vio la verdadera causa de la enfermedad psíquica en las vivencias
reprimidas de la infancia, y el objetivo de su método terapéutico consistía en
hacer conscientes las huellas mnémicas de carácter patológico, así como la
transformación de los afectos mal orientados. Ya en su primer trabajo de
alguna extensión, Estudios sobre la histeria (1895), complementó el método
catártico de Breuer mediante el procedimiento del recordar,2 en el que
reconoció la técnica idónea para descubrir las causas de la enfermedad.
¿Cómo llegó Freud a su método de la asociación libre u ocurrencia? Su
carrera profesional, iniciada ya en la década de 1880, estuvo marcada inicial
mente por determinados puntos, tales como “abreacción”, “hipnosis”, “suges
tión hipnótica”, métodos todos que lo habían dejado insatisfecho.3 Las expe-
1 R. Dalbiez, Iji méthode psychanalytique et la doctrine freudienne, I, Paris, 1949, p. 108.
2 J. Breuer y S. Freud, Studien über Hysterie (Ges. Werke, I, p. 268).
3 L. Frey-Rohn, “Die Anfänge der Tiefenpsychologie”, en Studien zur analytischen Psychologie
C. G.Jungs, 1955.
185
186 LA ASOCIACIÓN LIBRE Y EL MÉTODO CAUSAL DE FREUD
Con motivo de una posterior lectura de este ensayo quedó Freud al parecer
bastante asombrado de encontrar la alusión, no sólo a la asociación libre, sino
también a la idea de la censura. E. Jones no excluye la posibilidad de que en
ambos casos se haya producido una especie de criptomncsia. Pero por
interesante que sea esta referencia a la criptomncsia, no debe confundirnos
respecto al hecho de que no era sólo la concentración en la ocurrencia, sino
también la aplicación de este método a la historia del paciente y a los focos de
perturbación afectiva, lo que constituye la aportación científica de Freud.
Tampoco cambia gran cosa respecto al gran mérito de Freud el que la
fundamentación teórica de la ley de la asociación la hubieran establecido,
siglos antes, Locke y Hume, volviendo a ocuparse de ella, posteriormente,
Herbart. Lo decisivo fue que Freud aplicara las leyes de la asociación -tales
como la ley de la semejanza, de la oposición y de la contigüidad- al campo
empírico del inconsciente y de la psicoterapia. Con ello adquirían una nueva
valoración y un nuevo significado.
El método de asociación libre, empleado por primera vez en 1895 para
4 S. Freud, "Die Sexualität in der Ätiologie der Neurosen”, 1898 {Ges. Werke, I, p. 512).
5 E. Jones, Das Isben und Werk von Sigmund Freud, 1960, I, p. 291.
6 S. Freud, “Zur Vorgeschichte der analytischen Technik", 1920 {Ges. Werke, XII, pp. 311 s.).
LA ASOCIACIÓN LI IIRK Y EL MÉTODO CAUSAI. DE FREUD 187
La resistencia acompaña al tratam iento en todos sus pasos. Cada acto del sujeto
del tratam iento tiene que tener en cuenta la resistencia y representa un compro
miso de las fuerzas que aspiran a sanar y las fuerzas indicadas que se oponen a
aquéllas . 18
14 Ibid., p. 268.
15 S. Freud, “Zur Dynamik der Übertragung” (Ges. Werke, VIII, p. 366).
16 S. Freud, Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Ges. Werke, XI, p. 374).
17 S. Freud, “Erinnern, Wiederholen und Durcharbeiten” (G<?s. Werke, X, p. 129).
18 S. Freud, “Zur Dynamik der Übertragung” (Ges. Werke, X, p. 280). ’
LA ASOCIACIÓN LIBRE Y EL MÉTODO CAUSAL DE FREUD 189
1. El MÉTODO PROSPECTIVO-CONSTRUCTIVO
En cambio, como añadió Jung, el punto de vista causal era en g ran p arte
reductor: se rem itía a causas instintivas, a lo primitivo y elem ental, y era a la
vez disolvente y destructor. Por el contrario, el punto de vista constructivo-
prospectivo se caracterizaba por buscar un efecto sintético y positivo y p o r dirigir
la m irada hacia adelante. El procedim iento de Freud, como él m ism o había
dicho en 1914, era una comprensión hacia atrás”, a diferencia de la “com
prensión hacia adelante ”9 de Jung. Mientras que para la visión causal- reduc-
tora la cuestión del “por qué” tenía un interés preponderante, y p o r ello se
perseguían tam bién con tanto ahínco en el pasado los focos de perturbaciones,
es decir, los desarrollos fallidos, los defectos de la memoria y los falsos intentos
por controlar afectivamente la energía vital, para el punto de vista construc
tivo ocupaba el primer plano del interés la comprensión de la situación actual y la
solución del conflicto presente. Con este planteamiento esperaba J u n g abrirse
camino hacia un entendim iento más adecuado de nuevas posibilidades de
desarrollo y posibles valores del individuo.
Cuando se sabe por qué ha surgido en una persona todo cuanto ha surgido, sólo
la estamos entendiendo a medias. Y si sólo se tratara de eso, tanto daría que hubiera
muerto hace tiempo. Pero no la habremos comprendido en cuanto ser viviente.
Pues la vida no tiene únicamente un ayer y no se explica por el hecho de que
reduzcamos el hoy al ayer. La vida tiene también un mañana, y el hoy solamente
se entiende cuando somos capaces de añadir, a lo que ayer fue, los brotes que
apuntan hacia el mañana.10
La vida es un proceso energético como otro cualquiera. Pero todo proceso ener
gético es en principio irreversible y, por tanto, se dirige hacia un objetivo, y ese
objetivo es el estado de reposo... La vida es incluso lo teleológico por excelencia, es
la tendencia misma a la finalidad, y el organismo viviente es un sistema de propósitos que
tratan de realizarse. El punto final de cada proceso es su objetivo.14
También a la muerte había que verla, desde este punto de vista, como un
objetivo y su consumación. Pero, con independencia de este distanciamiento
creciente respecto al causalismo freudiano, Jung trató siempre de hacer
justicia a los méritos de Freud. Así, en 1952, hacía constar de manera
retrospectiva:
2. E l m é t o d o de la a m pl if ic a c ió n
¿Cuáles fueron las consecuencias que para el método asociativo extrajo Jung
de su imagen del mundo? Aun cuando no existía ninguna relación forzosa
entre técnica de la asociación libre y concepción básica de la psicología, podía
comprobarse sin embargo una cierta afinidad de las asociaciones libres con
lo causal-reductor. E igualmente parecía existir una afinidad de lo prospec-
tivo-final con la asociación ligada, con la incurrencia que siempre aparecía
vinculada a la unidad significante de un símbolo. Una técnica de la asociación
de este tipo, que Ju n g bautizó como método de la amplificación, culminaba
en la referencia de las asociaciones a la unidad psíquica correspondiente:
complejo, sueño, visión o incluso fantasía. Del mismo modo que la técnica de
la asociación libre, que seguía una trayectoria lineal, también el método de la
14 C. G. Jung, “Seele und T od”, 1934 (Ges. Werke, VIII, pp. 464 s.). (La cursiva es mía.)
15 C. G. Jung, Symbole der Wandlung, Prólogo, p. vm .
196 LA A SO C IA C IÓ N ENLAZADA Y EL P U N T O DE V IS T A D E J U N G
El fin del p rocedim iento de la amplificación fue siem pre esclarecer el punto
central del significado de la unidad psíquica. Visto formalmente, este punto tenía
siempre un carácter radial, mientras que por su contenido ten ía un carácter hermenéu
tica. El esclarecim iento podía ser de índole tanto personal com o im personal.
En la am plificación personal, el individuo aportaba las asociaciones que tenían
im p ortancia p ara su vida personal y para su biografía, con lo q ue conseguía
el d en o m in ad o contexto para los correspondientes elem entos de la estructura
psíquica. En cambio, la amplificación im personal se basaba en asociaciones
p ro ced en tes de m ateriales del inconsciente colectivo, com o p o r ejem plo de la
m itología, d e los cuentos o del folclor. Si el contexto servía p a ra u n a com pren
sión m ás p ro fu n d a de la biografía personal, de las situaciones de conflicto que
ésta llevaba consigo y de form as de relación no satisfechas, p o r m edio de la
am plificación im personal ensanchaba el individuo su h o rizonte en el sentido
de u n a com prensión humana universal de sus dificultades. Con ayuda del
p atrim o n io cultural objetivo, sus necesidades se relativizaban, participaba en
posibilidades de solución de sus conflictos de carácter general y ap ren d ía a
co m p re n d erse con su condición hu m an a más p ro fu n d a y con u n a base
objetiva.
En térm inos generales, J u n g siguió el principio establecido p o r F reud de
p e d ir al sujeto que expresara las asociaciones que le sugería el m aterial por
él ap o rtad o . P ero el sujeto no fue nunca para él u n p u n to d e referencia pasivo,
com o lo era p a ra F reu d , sino que, de acuerdo con su m éto d o concéntrico,
q ue g irab a en to rn o a u n núcleo de significado, J u n g hacía in terv en ir mucho
más activamente al sujeto en el proceso de interpretación.
16 C. G. J u n g , “D ie praktische V erw end b ark eit d er T rau in an alysc”, 1931 (Gm. W erke, XVI,
p. 158).
17 R esulta in teresa n te q u e J u n g llegara a afirm aciones parecidas a las d e F reu d , cl cual
d escu b rió u n a d istrib u ción con cén trica d el m aterial m n éin ico en to rn o a p u n to s d e cristalización.
18 C. G. J u n g , U nveröffentlichtes S em in a r über K iiulerlräu m e, I, 1 9 3 8 /1 9 3 9 .
19 C. G. J u n g , Ib id ., II, 1 9 39/1940.
LA ASOCIACIÓN ENLAZADA Y EL PUNTO DE VISTA DE JUNG 197
Q uien tenga experiencia práctica en el análisis, podrá con ven cerse cada vez más
del hecho d e que, en estas condiciones, nunca se rep rod u ce cualq u ier cosa
aleatoria, sino que siem pre aparece algo que se en cu en tra en relación con el
com plejo que, a priori, no siem pre resulta transparente... Esta o p in ió n está d e
acuerdo con con cep cion es psicológicas ya conocidas. El m om en to p sicológico no
es, en cada caso, más que el resultante d e todos los acon tecim ien tos psicológicos
que lo p reced en .21
1. La n e u r o s is a la l u z d e la t e o r ía d e la p u l s ió n (F r eud )
Lo mismo que con el hallazgo del carácter obsesivo de las neurosis, con su
valoración de los sueños como principal fuente de información acerca de los
procesos del inconsciente - “los sueños son la vía real hacia el inconsciente”- arrancó
Freud un valor al pasado que parecía haberse perdido sin remedio.1
201
202 I .A NM1KOSIS '.PROBLEMA DEL INST INTO O DF. LA PERSONALIDAD-
FI con (lid o origin al, del q u e se derivan las neu rosis, es el q u e se p rod u ce entre
p u lsio n es con servad oras d el yo y las p u lsion es sexuales, l ^ s n eu rosis responder
un su b y u g a m ien to m ás o m en os parcial d el yo por la sexu alid ad , una vez que
ha fracasado en el in ten to d e som eter a ésta.2
El niño no sólo tiene una actitud ambivalente respecto al padre y mantiene una
tierna elección objetal respecto a la madre, sino que, al mismo tiempo, se comporta
como una niña: muestra hacia el padre una actitud caracterizada por la ternura
femenina y por la correspondiente actitud de celos y hostilidad frente a la madre.7
Freud, no tenía una índole puramente psíquica, sino que se refiere a una
ordenación arquetípica dada apriorísticamente en forma de estructura cuádruple.8
En todos estos casos de formación de neurosis, el destino del individuo se
decidía por la forma y manera en la que se llevara la lucha entre el deseo
incestuoso y el miedo al incesto, o entre el complejo de Edipo y el de
castración. Dicho de otra manera: todo dependía de cómo se elaborase el
conflicto entre “las exigencias de la pulsión y las de la realidad”.9
Si lo dicho por Rank -que la neurosis “representaba la incapacidad del yo
de habérselas con una pulsión sexual demasiado poderosa”—10era válido para
todos los conocimientos basados en la hipótesis sexual, al dar Freud por
supuesta la existencia originaria de una pulsión de agresión y de destrucción,
surgía la tarea, aún más dificultosa si cabe, de controlar las tendencias
agresivas, no sólo dentro de la sociedad humana, sino, sobre todo, en el propio
interior del individuo. Freud estableció la notable hipótesis de que todo
impediiíiento que encontraba la tendencia a la agresión en el exterior hacía que esta
pulsión, de un modo que no dejaba de ser peligroso, se volviera hacia adentro. Del
mismo modo que la amenaza de castración procedente del padre conducía a
la formación de un superyó imperativo en el interior, también la evitación de
la agresión en el exterior hacía que apareciese en el interior una reacción
problemática. Freud pensaba en la interiorización de estas pulsiones, que rara vez
resultaba inofensiva y que, por el contrario, era la causa de graves perturba
ciones del proceso de maduración del individuo que se dejaban sentir ya en
la etapa anal. La autodestrucción y el miedo eran sus consecuencias más
frecuentes.
Con el desarrollo de la psicología del yo se transformó también, en más de
un aspecto, el cuadro trazado sobre el origen de la neurosis. Si en su teoría
de la sexualidad, Freud había atribuido al mecanismo de represión la causa
primordial en la formación de la neurosis, dentro del marco de la psicología
del yo aparecía cada vez más postergado en relación con la importancia que
ahora se daba al miedo y al superyó. Por una parte, como hiciera constar
Freud, el yo, amenazado por peligros interiores y exteriores, recurría a
medidas de aseguramiento y protección, y por otra parte era el superyó el
que, como constante temor de la conciencia, como temor de perder el amor,
rechazaba las exigencias instintivas sirviéndose de distintos mecanismos (me
canismos de defensa). Al igual que el superyó llamaba a la renuncia a la pulsión,
el yo poseía con la señal del miedo o de la angustia un instrumento para hacer
entrar enjuego la represión. Por eso Freud, cambiando su anterior afirma
ción de que el miedo era consecuencia de la represión, llegó a lo siguiente:
No es la represión la que origina la angustia o el miedo, sino que el miedo está ahí
con anterioridad; es el miedo el que da lugar a la represión.11
8 C. G. Jung, Aion, 1951, p. 233. Véase también el Apéndice, p. 267.
9 S. Freud, “Abriß der Psychoanalyse” (Gm. Werke, XVII, p. 59).
10 O. Rank, Imago, 1912, I, p. 7.
11 S. Freud, Neue Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, 1933 (Ges. Werke,
XV, p. 92). (1.a cursiva es mía.)
206 LA NEUROSIS: ¿PROBLEMA DEL INSTINTO O DE LA PERSONALIDAD?
12 S. Freud, Hemmung, Symptom und Angst, 1926 (Ges. Werke, XIV, p. 188).
13 H. Nunberg, Neurosenlehre, 1959, p. 367.
14 S. Freud, Neue Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Ges. Werke, XV, p.
165).
15 S. Freud, Aus den Anfängen der Psychoanalyse, p. 296. Carta de 19 de febrero de 1899.
LA NEUROSIS: ¿PROBLEMA DEL INSTIN TO O DE LA PERSONALIDAD? 207
Podríamos decir que los síntomas de la neurosis son, en todo caso, bien satisfaccio
nes sustitutivas de un afán sexual, o medidas para evitar el mismo, constituyendo,
por regla general, compromisos entre cimbas casru...16
traía consigo al tratamiento “un alma entera y con ella todo un trozo de
mundo”.24 Lo que vislumbró desde el primer momento fue la personalidad
enferma (1902), idea que cuarenta años más tarde habría de repetir, habiendo
profundizado más en ella, al afirmar con énfasis que no había sólo enfermedades,
sino también enfermos, y que el objeto de la psicoterapia no era la ficción de la
neurosis, sino la totalidadperturbada de un ser humano.25Con tales pensamientos
buscaba dar expresión a lo que en el hombre había de superior, así como a la
disposición del individuo respecto a ese algo superior como sentido que
ejercía en su vida un efecto sanador.
A diferencia de la atribución que en los primeros tiempos había hecho
Freud del enfermar psíquico al fracaso de un mecanismo de defensa, la
atención de Jung se dirigió primordialmente a la idea de una personalidad en
discordia consigo misma. Si también él consideraba -a semejanza de Freud—que
el conflicto psíquico era fundamental para el origen de la neurosis, este
conflicto no se limitó nunca a contradicciones existentes en las pulsiones. No
eran sólo mociones pulsionales contrapuestas las que se situaban frente a
frente, sino que eran también emociones espirituales, personalidades. La
neurosis era fundamentalmente un fenómeno de disociación de la personalidad,
la expresión de contradicciones no resueltas.
Desde el punto de vista formal. Jung, apoyándose en Janet, definió la
neurosis desde el principio como una disociación de dos personalidades que se
mantenían separadas gracias a la intervención de poderosas inhibiciones
de la afectividad.26 También hizo hincapié en los años 1912/1913 en que la
neurosis suponía esencialmente una desavenencia, discordia consigo mismo 27
una “desunión con uno mismo”, llena de tensiones, que había que entender
como expresión de una contraposición inconsciente de dos tendencias de la
psique que se hallaban en recíproco contraste. Decisiva fue siempre para él
la discrepancia entre una actitud consciente y una actitud inconsciente, que
con frecuencia estaban también referidas a una disputa entre un comporta
miento moral-espiritual y amoral-natural. Una de sus primeras definiciones
de la neurosis rezaba así:
infantil y otro más maduro; que se trate de división entre una motivación
relativamente primitiva y una motivación espiritual, del conflicto entre la
propia convicción y la disposición instintiva o, finalmente, de la oposición
entre las intuiciones colectivas y la predisposición personal, siempre vio Jung,
eii el conflicto neurótico, la expresión de una tensión de contradicción más amplia e
inmanente a la inda.
Jung no se limitó a rechazar la explicación exclusiva de la neurosis
mediante un conflicto instintivo, sino que rechazaba también el desplaza
miento del punto de gravedad a la etiología del pasado. No eran los recuerdos
infantiles, sino el conflicto actual el que se encontraba en el punto focal de su
planteamiento. Veía en la neurosis, en primer lugar, una “reacción [inadap
tada] a un conflicto actual”,29 cuya culminación consistía, en la mayor parte
de los casos, en que el individuo se evadía adentrándose en el mundo de la fantasía.
En todo caso, ya en los años noventa, también Freud señaló el hecho de la
huida de una realidad insatisfactoria y el refugio en las invenciones de la
memoria. Pero, aparte de esto, la fijación reprimida, el trauma reprimido,
recibía en su psicología el significado de un primer punto de partida que
ejercía una gran fuerza de atracción. En contraposición a él, Jung veía en la
nostalgia retrospectiva, en el retroceso del yo ante las exigencias de la
realidad, una causa primaria de la formación de la neurosis. Era la fantasía
la que imaginaba las fábulas sexuales y los traumas de la infancia, dándoles la
apariencia de realidad.30
Pero, del mismo modo que Jung no retrotraía a la infancia el origen del
conflicto neurótico, tampoco lo reducía de modo general a una problemática
personal. Ya en 1912 puso de relieve que, en la neurosis, podían manifestarse
también problemas humanos generales, tales como los problemas del devenir de
la humanidad.31 En tales casos, no era raro que el enfermar neurótico se le
presentara como “un intento fallido del individuo de resolver en sí mismo el
problema general”.32 Es notable a este respecto lo pronto que Jung comple
mentó la significación de los conjuntos de relaciones importantes para la
historia personal con la que tenían los objetivos y planteamientos humanos de
carácter general, enfoque este en el que habría de profundizar aún consider
ablemente en el marco de sus investigaciones en torno a los problemas del
inconsciente colectivo y de los arquetipos.
A semejanza de Freud, que buscaba una explicación dinámica de la
neurosis, también Jung trató de profundizar la concepción de la neurosis que
hasta ese momento había mantenido, basada en la “discordia de la persona
lidad consigo misma”, mediante el punto de vista energético. Pero a diferencia-
de Freud, que quería basar su dinámica, de marcado tono sexual, en meca
nismos psíquicos tales como la represión, la formación de subrogados y la
regresión, Jung partía de formas de relación que, por una parte, eran
resultado de la acción del principio de la tensión de contradicción, y, por otra,
29 C. G. Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, 1913, p. 132.
30 Ibid., pp. 139 ss.; véase también la p. 133.
31 C. G. Jung, “Neue Bahnen der Psychologie”, (Gm . Werke, VII p 284)
32 Ibid.
LA NEUROSIS: ¿PROBLEMA DEL INSTINTO O DE LA PERSONALIDAD? 211
miento de las funciones y complejos inferiores, excluidos hasta ese momento del proceso
de adaptación. Surgían así fenómenos de retención que daban ocasión a que
se formaran síntomas neuróticos. Tal como correctamente había puesto de i
relieve Toni Wolff, hablar de síntoma era utilizar “una expresión inadecuada
que sólo [debía entenderse] desde un punto de vista energético... como
fenómeno de contención”.36
Aun cuando inicialmente Jung había considerado a los síntomas neuróticos
“reminiscencias regresivamente resucitadas” (1913),37 la explicación causal
cada vez despertaba menos su interés. Reconocía cada vez más como lo propio
del síntoma el sentido oculto, el proceso arquetípico que le servía de base. De
acuerdo con su inclinación hacia el sentido integral, la regresión, a diferencia
de lo que ocurría con Freud, no era para él, necesariamente, un proceso
patológico, un “paso atrás en el sentido de una involución o degeneración”.38
Era mucho más importante, a su entender, concebirla como potencialmente
positiva, como una vivificación de nuevos valores y como un estímulo para
adquirir una actitud fructífera ante la vida. Mientras que Freud se aferraba a
que el movimiento regresivo indicaba un “retorno [patológico de la libido] a
fases anteriores de la vida sexual”,39Jung, en todos aquellos casos en los que
el retorno se producía en la dirección de una introversión de la libido I
orientada hacia un objetivo, es decir, a una adaptación al mundo interior40 y a
sus tendencias autorrealizadoras, lo concebía en un sentido prospecdvo-cons-
tructivo.
Tocamos con esto una diferencia sobremanera importante con la teoría
freudiana: la complernentación del enfoque causal con el enfoquefinalista-pros
pectivo.41 La pregunta por el “para qué” hacía pasar a segundo plano la que
se había formulado respecto al “por qué”. Con otras palabras: el descubri
miento de las causas requería su complernentación con el planteamiento del
sentido del síntoma neurótico en el conjunto de la personalidad. Este intento
de nueva valorización cobró ya expresión en 1913 al concebir Jung que esta
forma de enfermar no era “eo ipso lo antinatural, lo morboso, sino [que era]
asimismo lo conveniente y lleno de sentido”,42 que muchas veces anunciaba
un intento individual de solución de un problema que hasta ese momento
parecía insoluble. A partir de ahí, es decir, desde un punto de vista finalista,
la neurosis suponía un intento fallido de introducir en la vida consciente la otra
parte, taparte no reconocida de la personalidad total.43 Se manifestaba en ella el
fracaso de una integración en la personalidad total de los valores y aspectos
que faltaban en el yo:
36 Toni Wolff, “Einführung in die Grundlagen der Komplexen Psychologie”, en Die kulturell,
Bedeutung der Komplexen Psychologie, 1935, p. 69.
37 C. G. Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie, p. 106.
38 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, p. 62 (Gm . Werke, VIII, p. 40).
39 S. Freud, “Über Psychoanalyse”, 1910 (Ges. Werke, VIII, p. 53).
40 C. G. Jung, Über die Energetik der Seele, p. 61 (Ges. Werke, VIII, p. 39).
41 C. G. Jung, “Allgemeine Gesichtspunkte zur Psychologie des Traumes” (Ges Werke VIII
pp. 275 y 290). ’
42 C. G.Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie,?. 137. (La cursiva es mía \
43 C. G.Jung, “Neue Bahnen der Psychologie” (Ges. Werke, VII, p. 289).
IA NEUROSIS: ¿PROBLEMA DEL INSTINTO O DE LA PERSONALIDAD? 213
b) Neurosis y curación
saber inconsciente del propio paciente, y no el saber del médico, aun cuando
los conocimientos y la comprensión de este último podían revelarse, secun
dariamente, como de gran utilidad.
Este punto de vista tenía también, como es natural, su efecto sobre el tan
debatido problema de la transferencia del paciente al médico. Aun cuando,
a semejanza de Freud, reconociera Jung en la situación de transferencia un
factor fundamental para la curación, en la forma de tratar esta situación se
producía una diferencia abismal entre Freud y él. Su principal preocupación no
era la superación o disolución de la relación de transferencia, sino, antes bien, el dejar
crecer las tendencias ocultas en esta relación. Por medio de esta actitud esperaba
comprender mejor la verdad interna del paciente, de manera tal que pudieran
establecerse las constelaciones de valores que importaban de modo inmediato
al enfermo. Incluso cuando el paciente hacía llegar al médico deseos infantiles
y representaciones arcaicas, Jung no lo valoraba como algo de valor inferior
que había que superar, sino más bien como un material todavía informe que
escondía en sí la personalidad más adulta. El éxito de la empresa dependía
también en gran medida de la personalidad del médico, de su capacidad de
comprensión, de su madurez y grado de objetividad. Pero ser objetivo no
significaba para Jung ester por encima de la situación, sino dentro de la situación,
ser en la medida de lo posible consciente de su propia igualdad y ponerse al
servicio de lo suprapersonal. En la medida en que el médico significaba tanto la
enfermedad como la curación para el paciente, la adecuada configuración de la
relación entre ambos era de vital importancia. La relación psíquica entre
médico y paciente era cualquier cosa menos una forma de vinculación que
había que “superar”, sino que era -como ocurre a menudo con posibilidades
de la autorrealización y de la adquisición del sentimiento de libertad
interior- una forma de relación que era provechoso tomar en serio e
indagar. La libertad interna nunca significó para Jung estar libre de todo
vínculo, sino, por el contrario, el reconocimiento de la relación interna que nos
une a los demás.
También los síntomas psíquicos los concebía Freud en aquella época tardía
de su labor, de manera parecida a como lo había intentado Jung en 1912, es
decir, como sustantivos de la realidad (equivalentes de la realidad, en la
concepción de Jung), atribuyéndoles la función de la restauración de la
relación con la realidad.52
Otro rasgo común tie ambos investigadores consistía en que, en la etiología
de las enfermedades psíquicas, no se basaban únicamente en factores psicó-
genos, sino que también prestaban atención a las fuentes somáticas. Mientras
que Freud ponía siempre de relieve la química de las sustancias sexuales, o
del metabolismo sexual, ya en 1907 estableció Jung la hipótesis de que en la
dementia praecox podía actuar una toxina™ Esta suposición forma parte de las
intuiciones con gran fuerza de anticipación que no influyeron en la investi-478950123
47 P. Janet, Névroses et idéesfixes, 1808.
48 Ibid.
49 S. Freud, “Über einen autobiographisch beschriebenen Fall von Paranoia" 1911 (Ges
Werke, VIII, pp. 313 s.).
50 C. G. Jung. Dementia praecox, p. 114 (Ges. Werke. III, p. 109).
51 S. Freud, “Neurose und Psychose", 1924 (Ges. Werke, XIII, p. $90).
52 S. Freud, “Der Rcalitätsverlust bei Neurose und Psychose“, 1924 (Ges. Werke, XIII p $68)
53 C. G. Jung, Dementia praecox, p. 114 (Ges. Werke, III, p. 109). ’ ’ 1“
LA NEUROSIS: ¿PROBLEMA DEL INSTINTO O DE LA PERSONALIDAD? 217
»7 Ibid; p. 166.
18 Ibid., p. 140.
19 Ibid., p. 556.
20 Ibid., p. 105.
21 En el lugar oportuno se hablará extensamente de la simbolización y de la formación de
símbolos.
224 DEL SUEÑO COMO SÍMBOLO AL SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIMBÓLICA
No entiendo por símbolo, ni mucho menos, una alegoría a un mero signo; sino,
antes bien, una imagen que sirva para caracterizar, de la mejor manera posible, la
naturaleza de espíritu, sólo oscuramente intuida. El símbolo no comprende ni
explica, sino que señala, por encima de sí mismo, un sentido todavía ultraterrenal,
inconcebible, oscuramente intuido, que no podría expresarse suficientemente en
ninguna palabra de nuestro actual lenguaje.44
Se adhería por ello a la opinión del Talmud, según el cual se concebían los
sueños de acuerdo con su propia interpretación.60 De aquellos mismos años,
1940/1941, procede la siguiente observación:
Los sueños son una materia tan difícil y enrevesada que no me atrevo a hacer
ninguna suposición sobre las tendencias al engaño que posiblemente posean. Los
sueños son un fenómeno natural y no hay ninguna razón aparente para dar por
sentado que constituyan una astuta invención cuya finalidad sea la de engañarnos.61
verdad interior tal como es; no porque yo la suponga así, ni porque yo desee qnc
sea así, sino tal como es.6263
sentan de modo manifiesto deseos cumplidos o temores. Pero, ¿qué otras muchas
cosas no se dan en ellos? Los sueños pueden ser también verdades implacables,
sentencias filosóficas, ilusiones, fantasías salvajes, recuerdos, planes, anticipaciones,
incluso visiones telepáticas, vivencias irracionales y Dios sabe qué más. Hay una
cosa que no debemos olvidar, a saber: casi la mitad de nuestra vida se desarrolla
en un estado más o menos inconsciente.67
67 C. G. Jung, “Die praktische Verwendbarkeit der Traum analyse” (Ges. Werke, XV I, p. 157).
68 S. Freud, Neue Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Ges. Werke, X I, p. 147).
69 C. G. Jung, “Allgem eine Gesichtspunkte zur Psychologie des T raum es” (G «. Welke, VIII,
pp. 276 ss.).
70 C. G. Jung, “Psychoanalysis”, 1913, en Collected Papers on Analytical Psychology, 1916, p. 222.
71 Ibid. “Según Freud, los sueños son en su esencia un velo sim bólico que cubre los deseos
reprimidos, que se hallan en conflicto con los ideales de la personalidad. Yo m e veo obligado a
contemplar la estructura onírica desde un punto de vista diferente. Para mí, los su eñ os son, en
primera instancia, retratos subliminales de la situación psicológica en la q u e se en cu en tra el
individuo en el estado de vigilia.”
72 C. G. Jung, “Allgem eine Gesichtspunkte zur Psychologie des T raum es”, ed ición au m en
tada de “T he Psychology o f Dreams” (Ges. Werke, VIII, p. 300).
DEL S U E Ñ O COM O SÍM BOLO AL SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIM BÓ LICA 233
3. De la p r e s e r v a c ió n d e l s u e ñ o a la f u n c ió n c o m p e n s a t o r ia
a) Sueños y sueño
Puesto que los sueños proceden del sueño, llevan consigo todos los signos del
abaissement du niveau mental (Janet), es decir, de la reducida tensión energética:
discontinuidad lógica, carácter fragmentario, formación de analogías, asociaciones
superficiales de índole lingüística, fonética y plástica, contaminaciones, irraciona
lidad de la expresión, confusión, etcétera.73
[No hay que] pasar por alto el hecho de que precisamente son los sueños los que más
perturban el sueño, y que hay incluso sueños -pocos- cuya trama dramática se dirige
de manera lógica, diríamos, a una situación cargada al máximo de emotividad, y
que la generan en tal medida que la emoción despierta indefectiblemente al
soñante.74
nes intensas que pueden llegar incluso a abrirse paso hasta la conciencia, a
originar incitaciones a despertar. Pero hubiera estado en contradicción con
el conjunto del pensamiento junguiano, con la orientación finalista del
mismo, considerar tales fenómenos únicamente desde el punto de vista de su
carácter perturbador del sueño o incluso de su aspecto perjudicial para la
vida. A Jung se le antojaba sobremanera estrecha la concepción freudiana,
levantada sobre consideraciones de índole biológica.75 El enfoque biológico
sólo lo juzgaba adecuado cuando se daba en el durm iente una reducida
tensión energética. En tales casos, la función del fenómeno onírico podía
agotarse en lo biológico. Sin embargo, en opinión de Jung resultaba mucho más
interesante la evaloración psicológica. De esta manera le fue posible comprobar,
por ejemplo, que una represión de las emociones en los sueños, no sólo no
cumplía la finalidad biológica de la preservación del sueño -tal como había
supuesto Freud- sino que, por añadidura, podía eliminar efectos negativos e
inhibidores del desarrollo sobre la psique. Pero también se producía todo lo
contrario, a saber: Jung, a diferencia de Freud, pudo observar que el aumento
de intensidad de las emociones en los sueños podía representar también una fuente
de valores impulsores de la vida. Se iba convenciendo cada vez más de que uno
de los valores fundamentales del fenómeno onírico residía en inducir a una
orientación consciente, y que podían entenderse como invitación a reflexionar y a
enfrentarse con los contenidos todavía inconscientes.
En todo caso, había que distinguir las consecuencias del proceso onírico
como tal de los efectos psíquicos del contenido de los sueños. Tal como había
subrayado Maeder, el mero proceso del soñante podía ya influir de manera
benéfica en el hecho de dormir, concepción que Jung amplió al considerar
que la objetivación de las emociones en los símbolos oníricos, 77 es decir, su revesti
miento de sentido y contenido, hechos que iban unidos al hecho de soñar,
eran los que actuaban de manera estimulante sobre el desarrollo de la psique
del individuo.
75 Ibid.
76 Ibid.
77 Cf. los estudios experimentales sobre el valor de los sueños, em prendidos por T C Frey
conjuntamente con C. A. Meier. T. C. Frey, “Probleme der Traum deutung”, en Traum und Symbol,
DEL SUEÑO COMO SÍMBOLO AL SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIMBÓLICA 235
78 C. G. Jung, “Allgemeine Gesichtspunkte zur Psychologie des Traumes” (Ges. Werke, VIII,
p. 287).
79 S. Freud, Die Traumdeutung (Ges. Werke, II/III, p. 129).
80 S. Freud, "Die kulturelle Sexualmoral und die moderne Nervosität”, 1908 (Ges. Werke, VII,
p. 166).
81 A. Adler, Studien über die Minderwertigkeit von Organen, 1907.
82 C. G. Jung, Dementia praecox, pp. 171 s.
83 C. G. Jung, “Über die Bedeutung des Unbewußten in der Psychopathologie”, que
236 OKI. SUEÑO COMO SlMHOl O Al. SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIMBÓLICA
En las p erso n as norm ales, la misión principal tlel inconsciente consiste en actuar
tie m an era com pensatoria y establecer un equilibrio. T a l a s las tendencias cons
cientes extrem as se ven suavizadas y m txleratlas p o r u n co n traim p u lso en el
inconsciente.*4
Esta concepción fue completada gracias al hecho, que Jung liegt» a conocer
aquel m ism o año, tic que ¡a f undón on inca representa un contrapeso de la situación
psicológica consciente
Los sueños se com portan de una m anera com pensatoria resp ecto a la situación tic
la conciencia en cada caso.86
constituyó ¡nicialmcntc una conferencia, en Collected Papers on Analytical Psychology n 286 (Os.
Werke, III, p. 234). **1
84 Ibid., |). 281 (Os. Werke, III, pp. 229 s.).
85 C. G. Jung, “The Psychology of Dreams”, 1914, en Collected Papen on Analytical Psychology,
por otra eran una respuesta equilibradora y dotada de sentido a los conven
cimientos y tendencias de la conciencia. Los elementos oníricos eran tanto
factores constitutivos del inconsciente como compensaciones de la situación momentá
nea de la conciencia que los “atraía y seleccionaba por ásociacíón”.89
hn la compensación reconoció Jung una regla fundamental de importancia
universal y que tenía validez para todas las formaciones psíquicas: la imagi
nación, las visiones, los sueños. La única excepción que concedía era la del
sueño traumático, que repetía siempre en la misma forma la situación
traumática de partida.
De un modo general, el proceso onírico contrarrestaba las situaciones de
perturbación del equilibrio, formando constelaciones que incluían no sólo lo
habitualmente inconsciente y reprimido, sino también lo en esencia aún no
sabido. Cuando se daba una adaptación relativamente buena del individuo
al mundo exterior, los sueños se limitaban a ser aportaciones complementa
rias a la actitud consciente. En cambio, en caso de una actitud unilateral de
la conciencia, la respuesta del sueño era también unilateral: se situaba en el
“lado opuesto”, lo que permitía poner en evidencia las situaciones de conflicto
latentes. La actividad reguladora de los sueños no discurría en modo alguno
paralela con las intenciones conscientes, sobre todo cuando estas últimas
“amenzaba[n] resultar peligros[as] para las necesidades vitales del indivi
duo”.90 En tales casos se presentaban, por el contrario, “sueños vividos, cuyo
contenido mostraba un fuerte contraste pero resultaba adecuadamente com
pensatorio”.91 Y a la vez, en aquellos casos en los que el episodio onírico se
acercaba más o menos al centro de la personalidad, “el sueño se conformaba
con variantes”.92 Si, por último, la actitud de la conciencia era adecuada para
el conjunto de la psique, “el sueño coincidía y subrayaba así la tendencia de
la misma, aunque sin perder por ello su autonomía”.93
Jung hizo especial hincapié en la compensación arquetípica o mitológica, que
tendía a establecer un equilibrio de las convicciones conscientes procedentes
de las capas profundas de la psique. También formaban parte de este tipo de
compensación las compensaciones religiosas que, pese a su alejamiento de la
conciencia, tenían a menudo una importancia decisiva para la forma en que
ulteriormente se configurase la vida del soñante.
89 C. G. Jung, “Allgemeine Gesichtspunkte zur Psychologie des Traumes” (Ges. Werke, VIII,
p. 283).
90 Ibid., p. 288.
91 Ibid.
92 C. G. Jung, Unveröffentlichtes Seminar über Kinderträume, I, 1938/1939. Así como “Vom
Wesen der Träum e”, 1945 (Ges. Werke, VIII, p. 328).
93 C. G. Jung, “Vom Wesen der Träume” (Ges. Werke, VIII, p. 328).
238 DEL SUEÑO COMO SÍMBOLO AL SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIMBÓLICA
En todo caso, como observó Jung, hay actitudes conscientes tan mal
adaptadas al conjunto de la personalidad, que la actitud inconsciente que
aparece en los sueños responde mejor al conjunto, y por ello consigue
m adurar posibilidades de sentido insospechadas. Como ejemplo recurrió, ya
en 1914, al sueño de Nabucodonosor, quien, en el punto culminante de su
poder, tuvo un sueño que anticipaba su caída.98
En la interpretación del sentido de los sueños abrió Jung nuevas sendas que
se apartaban en gran medida del método freudiano. En cuanto hacía a los
94 C. G. Jung, “Allgemeine Gesichtspunkte zur Psychologie des Traum es” (Ges. Werke, VIII,
p. 285).
95 Véase “Der Inhalt der Psychose” (Gm. Werke, III, p. 204).
96 C. G. Jung, “Allgemeine Gesichtspunkte zur Psychologie des Traum es” (Ges. Werke, VIII,
p. 291).
97 Ibid, (la cursiva es mía).
98 Ibid., p. 286.
DEL SU E Ñ O COMO SÍMBOLO AL SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIMBÓLICA 239
Para confrontar el sentido del sueño con la situación consciente del soñante
era siempre orientadora la pregunta: ¡qué actitud consciente resulta compensada
por el sueño?"* Sin un conocimiento semejante de la situación consciente nunca
podía interpretarse el sueño con seguridad.112314 Pero como nunca podía darse
con seguridad y sin más la situación de la conciencia, tenía extraordinario
valor heurístico preguntar al soñante acerca de su situación psíquica actual.
Sobre todo los sueños que hacían referencia a los datos de la vida personal
exigían para su interpretación las asociaciones del soñante.
Según el material que apareciera constelado en el sueño, el intérprete se
limitaba a corregir la actitud consciente complementándola o añadiéndole
algo. Pero también podía ir más lejos y llamar la atención sobre tendencias
contrarias a las concepciones conscientes, sacando así a la luz situaciones de
conflicto. Podía asimismo centrar la indagación en los símbolos arquetípicos
que, por lo general, ofrecían una compensación a la conciencia procedente
de los estratos primitivos.
A diferencia del método reductor, que era para Freud el de uso normal,
Jung se limitaba a determinados casos en los que estaba indicado no sólo
obligar al soñante a retrotraerse a lo primitivo y elemental, sino también
hacerle recuperar la medida adecuada. Era recomendable para el psicotera
peuta, en tales casos, llamar la atención del soñante sobre sus “ilusiones,
ficciones y exageraciones”, haciéndole comprender también, en caso necesa
rio, su perseverancia en el infantilismo. En cambio, cuando se utilizaba el
método prospectivo-finalista, era esencial destacar las tendencias susceptibles
de desarrollo del soñante, completando así su actitud consciente. Y el método
hermenéutico tenía por último la finalidad de ampliar la actitud consciente
mediante la referencia retroactiva del yo a los valores que encerraban las
imágenes arcaicas y arquetípicas, a fin de reconciliar lo arcaico con la imagen
consciente del mundo.
112 C G lung, “Über das Wesen der Träume” (Ges. Werke, VIII, p. 327).
113 C. G. ju n g , “Die praktische Verwendbarkeit der Traumanalyse” (Ges. Werke, XVI, p. 164).
114 Ibid.
24 4 DEL SU EÑ O COMO SÍMBOLO AL SUEÑO COMO EXPRESIÓN SIMBÓLICA
Si para Freud el descubrimiento de los deseos y causas ocultos, así como las
sendas del pensamiento veladas a la conciencia, eran el fin, no sólo de la teoría
de la neurosis, sino también de la interpretación de los sueños, Ju n g veía el
objeto de la interpretación onírica, para el individuo, en la asimilación del
sentido inmanente del sueñon5 a la situación de la conciencia. Ésta representaba la
tercera etapa de la interpretación de los sueños. Mientras que Freud encon
traba suficientes premisas para el acoplamiento de los contenidos inconscien
tes en el contexto de las ideas conscientes, en la detección y elaboración de
las causas de los sueños, Jung no encontraba ni mucho menos que, con
descubrir el sentido del sueño, quedase garantizada su adecuada incorpora
ción a la conciencia. Por el contrario: el soñante tenía que realizar aún una
proeza, consistente en conseguir la interpenetración recíproca de los contenidos
conscientes e inconscientes.»« Lo que con ello se proponía, como insistentemente
recalcó, no era ni una “valoración unilateral... [ni una] reinterpretación y
cambio de sentido de los contenidos inconscientes mediante la conciencia”.115*17
La asimilación era, antes bien, un acercamiento e igualamiento alternativos
de las valoraciones opuestas de consciente e inconsciente, con lo que podía
superarse una disociación de la personalidad todavía existente; se hacía
posible de nuevo el compartir parcialmente la vivencia del inconsciente;
podía, en fin, alcanzarse una mejor comprensión de sí mismo. En este proceso
era de fundamental importancia que no “se lesionaran o incluso se destruye
ran valores auténticos de la personalidad consciente”,11819ya que toda com pen
sación por parte del inconsciente sólo podía ser efectiva en unión de una
conciencia integral. Jung consideraba igualmente im portante que, tras ha
berse percatado de los valores inconscientes, el soñante no volviera a repri
mirlos -con lo que perdería la posibilidad de un ensanchamiento de la
conciencia- ni abandonara los valores anteriores, lo que equivaldría a la
disolución del sujeto en un caos de valores.
R e s p e c to a la a sim ila ció n n u n ca se p r o d u c e un esto-o-aqu ello, sin o q u e s ie m p r e se
tra ta d e u n esto -y-a q u e llo .n 9
Con una actitud del esto-y-aquello, el soñante podría, tal como argüía Jung,
alcanzar un punto de vista que conciliara los opuestos y que se acercara de
nuevo a su autonomía natural.
M e d ia n te la a sim ila ció n d e c o n te n id o s in c o n sc ie n te s, v o lv e m o s a a r m o n iz a r ... la
v id a c o n s c ie n te , q u e co n su m a facilid ad se ap arta d e la ley n a tu ra l, c o n ésta,
lle v a n d o a sí al p a c ie n te n u e v a m e n te a su a u to n o m ía n a tu r a l.120
5 . P e r s p e c t iv a h is t ó r ic a d e l c o n c e p t o d e p r o y e c c ió n
135 C. G. Jung, Symbole der Wandlung, p. 186. Ya en Wandlungen und Symbole der Libido decía el
texto lo siguiente: “La proyección hacia lo ‘cósmico’ es el privilegio primitivo de la libido, pues se
introduce de manera natural en nuestras percepciones a través de las puertas de los sentidos, en
forma de tonos de placer y desgana o desagrado [Lust und Unlust] de las percepciones y que, como
es sabido, atribuimos sin más reflexión al objeto, inclinándonos, pese a todas las consideraciones
filosóficas, a buscar siempre sus causas en el objeto, cuando éste tiene desesperadamente poco
que ver con ello...”
136 C. G. Jung, Mysterium coniunctionis, II, 1956, p. 260 (Ges. Werke, XIV/2 p 260)
137 Ibid., p. 261 (Ges. Werke, XIV, II, 261).
O ctava Parte
Así pues, los elem entos existentes en el contenido de los sueños y que requieren
u n a com prensión simbólica nos obligan a utilizar u na técnica com binada que, por
u na parte, se basa en las asociaciones del soñante, y, por otra, introduce lo que falta
a p artir de la com prensión de los símbolos que posee el in térp re te.6
recid o ” , u n a e s p e c ie d e “le n g u a je f u n d a m e n ta l” d e la h u m a n i d a d ,8 al q u e
rem itía n t o d o s lo s s ig n if ic a d o s d e lo s sím b o lo s a c tu a le s .
Segundo: e s t e le n g u a j e f u n d a m e n ta l se b a sa b a e n r e la c io n e s d e id e n t id a d
fijas9 e n t r e e x p r e s i ó n v e r b a l y p r o c e s o s e x u a l, d o n d e la r e la c ió n s im b ó lic a
p arecía in d ic a r “ u n r e s to y u n a h u e lla d e la id e n tid a d q u e u n a v e z e x i s t i ó ”. 10
“Lo q u e h o y s e h a lla v in c u la d o s im b ó lic a m e n t e , p r o b a b le m e n t e e s ta b a u n id o
en lo s t ie m p o s p r im ig e n io s m e d ia n t e la id e n tid a d c o n c e p t u a l y v e r b a l.”11
En c o n s e c u e n c ia , lo s sím b o lo s d e l p r e s e n t e p o d ía n c o m p r e n d e r s e sin
forzarlos, c o m o r e p e t ic io n e s e s ta b le s d e e q u iv a le n c ia s p r im itiv a s.
Tercero: t o d a s e s ta s id e n tid a d e s se b a sa b a n e n c o o r d in a c io n e s fijas e x i s t e n
tes e n tr e la p a la b r a y e l o b je to se x u a l. T o d a s a q u e lla s “c o s a s q u e u n a v e z
tu v iero n e l m is m o n o m b r e q u e lo s g e n it a le s p o d ía n a p a r e c e r a h o r a e n lo s
su eñ o s c o m o s ím b o lo s d e ta le s ó r g a n o s ”. 12 C o m o c o n s e c u e n c ia d e e x is tir ta le s
raíces lin g ü ís tic a s c o n u n o r ig e n se x u a l, todos los objetos deforma alargada hacían
referencia al miembro masculino, y todas las formas ahuecadas, a los genitales
femeninos; d e l m is m o m o d o q u e to d a s las a rm a s y h e r r a m ie n ta s r e p r e s e n t a b a n
lo m a sc u lin o , m ie n tr a s q u e lo s o b je to s tra b a ja d o s r e p r e s e n t a b a n lo f e m e n in o .
El s im b o lism o s e b a sa b a , s e g ú n e s to , e n u n e s q u e m a d e in te r p r e ta c ió n g e n e r a l
que, p a ra se r m á s e x a c t o s , r e v e la b a se r u n esquema corporal. ¿ C ó m o s e e x p r e
saba e s to e n lo s su e ñ o s ?
Lo q u e s u p u s o u n a cie r ta d ific u lta d p a ra F r e u d f u e o b s e r v a r q u e lo s
sig n ifica d o s d e lo s sím b o lo s , a u n c u a n d o fu e r a n d e ín d o le g e n e r a l y e s ta b le ,
se m a n te n ía n p a r a el s o ñ a n t e t o ta lm e n te in c o n s c ie n t e s . S e v e ía p o r ta n to
o b lig a d o a s u p o n e r la e x is te n c ia d e conocimientos o d e r e la c io n e s d e p e n s a
m ien to inconscientes, 13 a u n c u a n d o n o p u d ie r a in d ic a r c ó m o p o d ía n e la b o r a r s e
en el s u e ñ o . P a ra e llo h u b ie r a n e c e s ita d o u n a h ip ó te s is s o b r e e l p r o c e s o d e
acceso a la c o n c ie n c ia d e lo s m o d e lo s d e p e n s a m ie n to in c o n s c ie n t e s .
P or m u y p r o g r e s iv a q u e q u isie r a a p a r e c e r la te o r ía d e lo s s ím b o lo s , F r e u d
acabó r e d u c ié n d o la a sus c o n c e p c io n e s a n te r io r e s. N o s ó lo r e d u j o e l s im b o
lism o a p r o c e s o s r e g re siv o s q u e se p e r d ía n e n lo p r e n a ta l, s in o q u e , a d e m á s ,
halló su f u n d a m e n t o e n c o n t e n id o s reprimidos: sólo lo que estaba reprimido podía
representarse simbólicamente. E n la m e d id a e n q u e , p o r a ñ a d id u r a , lo r e p r im id o
tenía ta m b ié n u n a n a tu r a le z a d e fo r m a d a , ta m b ié n lo s im b ó lic o p o d ía in c lu ir
se sin m á s e n e l p r in c ip io d e la d e fo r m a c ió n o n ír ic a . L le g ó a sí F r e u d a la
c o n clu sió n d e q u e lo s símbolos oníricos no eran sino desfiguraciones procedentes de
épocas remotas y que seguían teniendo efecto. C o m o r e s to s d e u n a id e n t id a d
in te rm ed ia e n t r e la p a la b r a y el o b je to s e x u a l, p r o p a g a b a n e l c a r á c te r s e m ió -
tico o r ig in a l d e e s t e s ig n if ic a d o v erb a l. D ic h o d e o tr a m a n e r a : F r e u d c o n c e b ía
tanto lo s s ím b o lo s o n ír ic o s c o m o lo s s ím b o lo s e n g e n e r a l c o m o s ig n o s q u e e n
realidad r e p r e s e n t a b a n lo s ó r g a n o s se x u a le s.
8 S. Freud, Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Ges. Werke, XI, p. 169).
9 Ibid., p. 170.
10 S. Freud, Die Traumdeutung (Ges. Werke, II/III, p. 357).
11 Ibid.
12 S. Freud, Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Ges. Werke, XI, p. 170).
13 Ibid., p. 168.
XXV. EL SÍMBOLO EN JUNG COMO ALGO
RELATIVAMENTE DESCONOCIDO
P a r a Jung, la explicación causal que daba Freud del símbolo no lenta valor
realm ente simbólico, puesto que se agotaba en la reducción tic algo conocido
a otra cosa también conocida. Tanto la comprobación de que el símbolo había
que entenderlo como símbolo del recuerdo, o bien como producto sustitutivo
de recuerdos de la infancia reprimidos, como el intento de Freud de reducirlo
a significados sexuales fijos, contradecían de pleno su propia concepción. Si en
el prim ero de los casos lo único que se hacía era retrotraer el problema, en el
último se ponía de manifiesto que se trataba de un mero significado scmiótico,
pero nunca de un "auténtico" símbolo. Cuando Freud designaba a los símbolos
universales como “restos y señales de una identidad conceptual y lingüística
existentes desde los tiempos prehistóricos”,1 para Jung esto constituía una
simbolización tan impropia como su reducción a procesos sexuales desfigu
rados. Fn ambos casos, el símbolo era la “designación abreviada de una cosa
conocida”:2 un síntoma. Jung no podía nunca considerar que el sentido de un
símbolo fuese “un signo que ocultara algo de común conocimiento”, sino que
veía en él esencialmente una indicación de, algo todavía desconocido. En lo que
Freud pensaba, según expuso él mismo, era una manifestación activa del
síntoma, o acción sintomática, y no en una acción simbólica, hecho que, por
ejemplo, se ponía claramente de manifiesto en la reducción de melodías, cuyo
canturreo se arrastraba inconscientemente, a acciones que constituían la
expresión de síntomas:
Una expresión que se establece para una cosa conocida no deja nunca de ser un
mero signo, jamás un símbolo. l)c ahí que resulte totalmente imposible crear un
símbolo vivo, es decir, preñado de significado a partir de relaciones conocidas...
Todo producto psíquico, hasta el punto en que consitituya, de momento, la mejor
expresión pasible para un estado de cosas desconocido hasta ese momento, o sólo
relativamente conocido, puede concebirse como símbolo, siempre y cuando se
incline uno a admitir que lo que esa expresión quiere también designar es lo que
inicialmente se vislumbra pero no se sabe con claridad.5
Pero, a pesar de todas sus reservas, Ju n g nunca pasó por alto el gran mérito
de Freud, que consistía en haber elaborado las bases formates del símbolo, es
decir, en la concentración e identificación de representaciones. De modo
semejante, concibió también la concentración como condensación de distintas
propiedades en una única propiedad, tal como ocurría, por ejemplo, en la
personificación de aspectos de la personalidad, o en la formación de repre
sentaciones arquetípicas. De todos modos, Ju n g se autolimitó tanto más
respecto al contenido cuanto que no era capaz de ver en el proceso de
identificación una analogía inconsciente de cosas comunes de tipo sexual -tal
como la que, por ejemplo, Freud suponía en la relación de la palabra con el
objeto sexual-, y tampoco veía en la expresión simbólica meras características
sexuales cambiadas de forma. La identificación se basó siempre, para él, en una
equiparación de hechos esencialmente desconocidos. En su opinión, la teoría de
Freud había pasado de largo ju n to a la auténtica realidad del símbolo sin
reparar verdaderam ente en ella. Estaba convencido, además, de que una
perspectiva m onopolar, de acuerdo con la cual los opuestos se basaban en
ineras experiencias pulsionales, no ofrecía posibilidad alguna de esclarecer
cambios ele forma fundamentales de la libido, tales como, por ejemplo, el paso
de formas inferiores a formas superiores,6 y mucho menos aún la realidad
esencial del símbolo, que tenía su base en lo profundo del ser humano. Faltaba
para ello la diferencia de nivel que constituía la premisa fundamental del
símbolo.1
1. E l s ím b o l o d el in c e s t o
A partir d e esas fantasías con fuerte carga emocional dedujo Jung el efecto
q u e tienen las r e p r e s e n ta c io n e s re lig io sa s in c o n s c ie n te s , de elevado poder sugesti
vo. Al parecer era característico de las m ism as que difícilmente se atenían a
las ideas dogmáticas transm itidas por la tradición. For el contrario, mostraban
un carácter herético. Y tam bién llamaba la atención el hecho de que las
imágenes de los padres aludían por regla general a motivos relacionados con
la cópula entre divinidades, que no sólo eran de una rara perfección, sino que
irradiaban un brillo sobrehumano. Tanto si el símbolo recordaba a los seres
andróginos de Platón, si permitía establecer una analogía con las imágenes
primitivas del rey y la reina del cielo, como si se refería a una dualidad
masculino-femenina (San Nicolás de Flue), para Jung, cuando se daban estas
fantasías, no se trataba nunca de una mera relación incestuosa, sino más bien
de la acción de un arquetipo de significación universal. De ahí que, en su
opinión, el origen de estas imágenes no podía explicarse nunca mediante la
teoría del incesto.» Lo que actuaba en el fondo de la fantasía del incesto era
el arquetipo (imagen primigenia) de la pareja divina, de la sizigiap la imagen,
7 C. G. Jung, “Über den Archetypus mit besonderer Berücksichtigung des AninubcgrilVes,\
1938, cn Von den Wurzeln des Bewußtseins, 1954, p. 69.
» Ibid., p. 80, nota.
9 Ibid.. pp. 74. 67: Syzygos: apareado, unido. Sizigta: unión.
EL SÍMBOLO EN JUNG COMO ALGO RELATIVAMENTE DESCONOCIDO 259
E n tr e la s ldcas n
m e d ia d o r , e n e l q u e . (
J
, T'int'îhlt's d e l u n e f ie r r a la c o n c e p c ió n d e l sím b olo como
c o n tr a r io s d e c o n s c ie n te e in con scien te. En
, h a a d q u ir id o u n a form a racional y de
su c a lid a d d e im a g e r i qju 1 ‘ im itiv o , el sím b o lo form ab a p a rle, simul-
m a n ife s ta c ió n d e l f o n d o a ¿ , unR ve ía e n él u n a expresión paradójica
S ólo p u ed e ser... sim bólico aquello que en lo uno con tien e también ,o otro n
m á s ta r d e , e sc r ib ía J u n g :
i ,r en tre la luz y las tinieblas, lo qu e u n e los contrarios, parücipa
„ que n en e lugar e n n e la j la izquierda q u e por la derecha, sin
de las dos caras y p u ed e juzg P ^ ú n ico qu c cabe hacer es arrancar de
que por ello nos haga m g sirve aquí d e ayuda, el cual, d e acuerdo
nuevo la contrad.cc.6n « l o e l i - lerccr\ é r m i n o q u e - a l en ten d e r de la
“ .i la realidad, con stituye la verdad
v ivien te.14
El d o b le c a r á c te r ir r a cio n a l d e l s ím b o lo lo e x p r e s ó J u n g d e m a n e r a m u y
n ítid a e n la s ig u ie n t e frase:
Por mor de su doble naturaleza, el símbolo era una paradoja que no sólo
intensificaba las contradicciones, sino que suponía, al mismo tiempo, un más
allá de la tensión contradictoria entre lo racional y lo irracional. Esta función
sintetizadora de lo simbólico era a la vez el auténtico secreto de la transfor
mación de la personalidad, que equivalía... a un desarrollo progresivo hacia una
nueva actitud.16 Ya nos hemos ocupado de ella como función trascendente.
De ahí que la función simbólica fuera, como afirmase Jung en 1928, de una
importancia central en el proceso de autorrealización, en el proceso de
individuación. Entendía por tal un “proceso de desarrollo que [surgía] del
conflicto entre los dos hechos anímicos fundamentales”18 del yo y el incons
ciente, un proceso irracional en gran medida y que buscaba la constitución y
desarrollo de la totalidad originaria. Al dirigir su mirada al todo, Jung veía la
realización del hombre no solamente en la diferenciación del yo respecto a
sus contradicciones, sino, asimismo, en alcanzar un punto más allá de esas
contradicciones.
16 C. G. Jung, Über die Psychologie des Unbewußten (Ges. Werke, VII, p. 108). Y de modo similar
ya en 1921, en Psychologische Typen, p. 684 (Ges. Werke, VI, p. 522). (La cursiva es mía.)
17 C. G. Jung, Das Unbewußte im normalen und kranken Seelenleben, p. 116 (Ges. Werke, VII, p. 87).
18 C. G. Jung, “Bewußtsein, Unbewußtes und Individuation”, 1939, p. 269.
19 C. G. Jung. Antu>ort auf Hiob, 1952, p. 153 (Ges. Werke, XI. p. 493).
20 C. G. Jung, Psychologische Typen, p. 367 (Ges. Werke, VI, p. 281).
262 EL SÍMBOLO EN JUNG COMO ALGO REI-ATI VAM ENTE DESCONOCIDO
Lo mismo que entendía por sí mismo un algo que no sólo era el comienzo de la
vida psíquica, sino que era además el fin hacia el que todo se dirigía, también
entendía por pnveso de autorreali/ación un proceso de desarrollo en el curso del
En todos los casos, la ceremoniosa danza en corro tiene como fin -y consigue- dejar
grabada la imagen del círculo y del centro, así como la relación de cada punto de
la periferia con el centro. Desde el punto de vista psicológico, esta disposición es
un mandata, y por tamo un símbolo del sí mismo, al que se ajustan, no sólo el yo
individual, sino otros muchos símbolos que tienen un mismo sentido o están unidos
a él por un destino común.51
31 C. G. Jung, "Das Wandlungssymbol in der Messe”, 1941 (Ges. Werke, XI, p. 302).
EL SÍMBOLO EN JUNG COMO ALGO REI AUVAMENTE DESCONOCIDO 207
A d ep to Soror mística
Sólo el estab lecim ien to... [de los] cuatro aspectos perm ite una descripción basada
en la totalid ad .36
Puesto que [en el caso del cuaternio matrimonial] se trata de un esquem a prim itivo,
característico tanto d e la psicología de la relación amorosa com o de la transferencia,
32 C. G. Jung, Aion, pp. 303 s.
33 C. G. Jung, Die Psychologie der Übertragung, 1945, pp. 96 s. (Ges. Werke, XVI, p. 241).
34 Véase la p. 147.
35 C. G. Jung, Aion, p. 233. (La cursiva es mía.)
36 Ibid., p. 371.
268 EL SÍMBOLO EN JUNG COMO ALGO RELATIVAMENTE DESCONOCIDO
Jung se ocupó cada vez con mayor intensidad de la relación entre la expe
riencia del sí mismo y de la imagen divina. Aun cuando, como sin duda ha
quedado ya claro, puso la idea del sí mismo en el centro de su psicología,
sobre todo en la segunda mitad de los años veinte, la fenomenología de la
imagen divina había despertado su interés ya en años anteriores. Una de sus
notables consecuciones consistió, en 1912, en librar la imagen de la divinidad
de la maraña de la interpretación personalista. Cada vez estaba más claro para
él que en las imágenes de Dios, tal como aparecían en los sueños, las visiones
y la imaginación, se dibujaba un hecho más profundo que el del yo, a saber:
una función natural del alma que ponía de manifiesto experiencias inmediatas
en el interior y procesos vivos en el inconsciente. A este respecto resultó especial
mente esclarecedora para él la imagen de la renovación divina. Indicaba a su
parecer, por lo general, un valor supremo, que preparaba tanto una nuei>a
actitud de la conciencia como una nueva manifestación de la vida,38También en la
psicoterapia, y en los procesos regresivos hacia la imagen arcaica del mundo
que van unidos a ella, le había llamado la atención (1928) la gran importancia
que podía tener, para el proceso de autorrealización,39 una renovación o
revitalización de la imagen arcaica de la divinidad.
A la existencia de una imagen primitiva o arquetípica de la deidad Jung hizo
referencia sobre todo en el artículo “Psychologie und Religion” (1939). Este
investigador pensaba en una “función psicológica de naturaleza irracional”,
referida a la experiencia de algo numinoso y que nada tenía que ver con la
cuestión de la real existencia de Dios.™ De la misma manera que la religión estaba
referida a lo numinoso, el homo religiosus indicaba la existencia de un hombre
cuya actitud psíquica “había sido alterada por la experiencia de lo numino-
so”.41 El hecho de una relación de esta índole, la subordinación del hombre
a lo divino, trató Jung de esclarecerla mediante la comprensión profunda de
que la imagen divina se basaba fundamentalmente en una correspondencia
del alma con el ente divino.
Q uizá sea ir d em asiad o lejos hablar d e una relación d e afinidad [entre Dios y el
alm a]. P ero, e n tod o caso, el alm a tiene que ten er en sí una posibilidad d e relación,
es d ecir, u na corresp on d en cia con el ser d e Dios. De lo contrario nunca podría
p. 331.
& I b id .,
38 C. G. Jung, P s y c h o lo g is c h e T y p e n , p. 275 (Ges. W e r k e , VI, p. 206).
39 C. G. Jung. Die Beziehungen zunschen dem Ich und dem Unbeumßtcn, p. 68 (Ges. Werke. VII, p. 175).
40 C. G. Jung, Ü b e r d i e P s y c h o lo g ie d e s U n b e u m ß te n , pp. 128 s. (G e s . W e rk e . VII, p. 77).
41 C. G. Jung, P s y c h o lo g ie u n d R e l ig i o n , p. 15 (G e s. W e r k e , XI. p. 6).
F.L SÍMBOLO EN JUNO COMO ALGO REI ATI VAMENTE DESCONOCIDO 209
A lo la r g o d e lo s a ñ o s c u a r e n ta , J u n g c e n tr ó su in te r é s e n la f u n c ió n
relig io sa d e l sí m is in o , a sí c o m o e n la r e la c ió n d e la im a g e n d iv in a c o n ésta .
R e c o n o c ió e n c r e c ie n te m e d id a q u e lo s sím b o lo s d e l sí m is m o n o se d if e r e n
ciaban e n m o d o a lg u n o d e lo s d e la d iv in id a d . Así, e n 1 0 1 0 , d e c ía :
A m b as fo r m a s d e v iv e n c ia , la e x p e r ie n c ia p s ic o ló g ic a d e la m is m id a d o sí
m ism o y , al m is m o t ie m p o , la e x p e r ie n c ia r e lig io sa , te n ía n al p a r e c e r u n a b ase
c o m ú n , un algo que se vivía como unidad comprensiva y como totalidad. AJ ig u a l q u e
la im a g e n d e la d iv in id a d , ta m b ié n el a r q u e tip o d e l sí m is m o p o d ía a p o d e r a r s e
del h o m b r e c o n tal fu e r z a q u e ya n o fu era ra p a z d e d u d a r d e la v e r d a d d e su
viven cia. E n a m b o s c a so s el in d iv id u o se v eía p r e sa d e lo n u m in o s o q u e le
“c o m u n ic a b a u n a v iv e n c ia in tu itiv a d e la to ta lid a d ”. N o p a r e c ía d a r se d ife
rencia e n t r e la v iv e n c ia d e la m ism id a d y el vivir a D ios.
En e s te h e c h o se b a sa b a ta m b ié n la su b jetiv id a d d e l v a lo r g n o s e o ló g ic o d e
las p r o p o s ic io n e s r e la tiv a s al sí m ism o , así c o m o d e las rela tiv a s a la im a g e n
divina. Al fin y al c a b o , el in d iv id u o n o ten ía d e am b a s co sa s m á s q u e el
testim o n io d e su v iv e n c ia in d iv id u a l, so b r e la q u e n o p o d ía fu n d a m e n ta r s e
n in g u n a p r o p o s ic ió n o b je tiv a m e n te v e r d a d e r a , ni e n c u a n to a la h o m o g e n e i
dad ni e n c u a n t o a la h e t e r o g e n e id a d d e lo s tr a sc e n d e n te s q u e le se r v ía n d e
base. A u n c u a n d o to d a s las p r o p o s ic io n e s se refería n a a lg o o b je tiv o d e
carácter e x tr a o r d in a r ia m e n te n u m in o s o , tan só lo les era p r o p io u n v a lo r tie
verdad d e tip o s u b je tiv o . D e a h í q u e n o p u d ie r a h a b la rse p a ra n a d a d e q u e
J u n g e q u ip a r a b a ai a r q u e tip o e n sí, o al in c o n sc ie n te , con D ios. L o q u e cab ía
decir d e la e x p e r ie n c ia d e la m ism id a d y d e D io s ta m b ién p o d ía d e c ir s e d e
todos lo s te s tim o n io s r e lig io so s: tal c o m o resa ltó con a h ín c o J u n g , su valor
42 C. G. Ju n g , Pyschologie und Alchemie, p. 23. (U» cursiva es mía.)
43 C. G. Ju n g , "Versuch einer psychologischen Deutung des Trinitätsdogmas" (Os. Werke,
XI, p. 170).
44 Ibid., p. 207.
270 EL SÍMBOLO EN JUNG COMO ALGO RELATIVAMENTE DESCONOCIDO
Uno de los más importantes conocimientos adquiridos por Jung en los años
cuarenta fue la hipótesis de una actividad ordenadora por parte de los arquetipos.
Y fueron una vez más las formas producidas por la fantasía en la psique
inconsciente o, más exactamente, las fantasías convocadas por la imaginación
activa y que se extendían a lo largo de grandes espacios de tiempo, las que lo
incitaron a ir en esta dirección. Reconoció en ellas reguladores inconscientes del
fondo anímico, que ordenaban el material ¡cónico con independencia de las
motivaciones personales. No era nuevo para él que determinados motivos se
repitieran y que permitieran descubrir una coincidencia con los símbolos
mitológicos. Pero lo que resultaba sorprendente era no sólo la forma consi
derablemente ordenada en que se presentaban, sino también lo centrado del
material imaginativo. Era como si en las profundidades del alma actuaran
factores espontáneos. Sí, como si hubiera incluso un núcleo de significación
inconsciente que poseyera la función de incitador del acontecer.
En tal dirección apuntaba sobre todo lo numinoso del arquetipo, hecho que
Jung había de comprobar principalmente en el arquetipo en sí. Dondequiera
que éste apareciese, tenía carácter de forzoso y siempre que “su efecto se hacía
consciente... [estaba] caracterizado por la numinosidad”.4 El que el arquetipo
se experimentase como representación onírica o ¡cónica, como idea o como
figura humana, lo que tenían en común todas sus formas de manifestarse era
que iban unidas al sentimiento de la presencia de un numen. Dicho de otra manera:
el sujeto que se sentía prendido por esa conmoción, vivía la fuente de su
experiencia como una presencia psíquica extraconsciente, dotada del carácter
especial de lo “iluminante” y lo benéfico, pero también de lo extraño. Jung
describió con gran fuerza este proceso de sentirse prendido por el núcleo de
sentido arquetípico:
2 C. G. Jung y K. Kerény, Einführung in das Wesen der Mythologie, 1941,p. 112.
3 C. G. Jung, Psychologische Typen, p. 600 (Ges. Werke, VI, p. 454).
4 C. G. Jung, “Versuch einer psychologischen Deutung des Trinitätsdogmas" (Ges. Werke,
XI, p. 163).
EL ARQUETIPO EN SÍ 277
Y proseguía:
P ero , v isto e m p írica m en te, el a rq u etip o n u n ca su r g ió e n el á m b ito d e la vida
o rg á n ica . H izo su ap arición con la v id a .12
b) Lo aproximativo de la conciencia
Entre el “hago” y el “soy consciente de lo que estoy haciendo” no sólo media una
diferencia abisal, sino que existe también, a veces, una notable contradicción.13
...L le g a m o s a sí a la c o n c lu s ió n p a ra d ó jic a d e q u e n o h a y n in g ú n c o n te n id o d e la
c o n cien cia q u e n o se a en otro a sp ec to in c o n sc ie n te .17
16 ibid.
16 Ibid., p. 4 2 5 (Ges. Werke. V III, p. 217).
17 Ibid., p. 4 2 5 (Ges. Werke, V III, pp. 217 s.).
18 Ibid., p. 441 (Ges. Werke, V III, p. 230).
19 Ibid., p. 421 (Ges. Werke, V III, p. 215).
288 LA PSIQUE DESDE LOS FACTORES TRASCENDENTALES
‘leyes naturales estadísticas con probabilidades primarias’. Pero ambas formulaciones coinciden
en la tendencia a ampliar la vieja y estrecha idea de la ‘causalidad’ (determinism o) hacia una forma
más general de ‘conjuntos de relaciones’ existentes en la naturaleza, que es también hacia adonde
apunta el problem a psicológico.’’ W. Pauli, Dialéctica, 1954, vol. 8, núm. 4, p. 300.
24 C. A. Meier, “M oderne Physik - M oderne Psychologie”, 1935, en Die kulturelle Bedeutung
der Komplexen Psychologie, p. 362.
™ Ibid., pp. 359 s.
290 LA P S IQ U E D ESD E LOS FA C TO R ES T R A SC E N D E N T A L E S
La realidad subyacente a los efectos del inconsciente comprende también, así pues,
al sujeto observador, por lo que su naturaleza resulta inconcebible. Es, en efecto,
la realidad más íntimamente subjetiva, al tiempo que encierra una verdad univer
sal, es decir, que, en principio, puede demostrarse su existencia en todas partes...
El carácter fugaz, caprichoso, oscuro y único, que el entendimiento lego atribuye
siempre a lo psíquico, sólo tiene validez en relación con la conciencia, pero no con
lo absoluto del inconsciente.28
Y asimismo, unos diez años más tarde, en total acuerdo con los alquimistas,
Ju n g desarrolló la idea de modelo según la cual “el fondo de nuestro mundo
empírico... es un unus mundus”,34 cuya base es la identidad del ser psíquico y
el ser físico.35
Con esta sospecha de que materia y psique constituyen los dos aspectos del
fondo trascendental de nuestra facticidad empírica, quisiera poner fin a las
consideraciones metafísicas de Jung. No representan tanto resultados esta
blecidos cuanto perspectivas de la problemática aún no elaborada de la
psicología compleja.
44 Ibid., p. 284.
45 S. Freud, Das Unbehagen in der Kultur (Ges. Werke, XIV, p. 487).
46 S. Freud, Das Ich und das Es (Ges. Werke, XIII, p. 283).
47 Ibid., p. 284.
48 S. Freud, Die Zukunft einer Illusion (Ges. Werke, XIV, p. 378).
40 Ibid., p. 373.
50 S. Freud, Hemmung, SymptomundAngst (Ges. Werke, XIV, pp. 187 s.).
296 LA PSIQUE DESDE LOS FACTORES TRASCENDENTALES
psicológicamente, que un padre sublimado, y a diario nos pone ante los ojos cómo
personas jóvenes pierden la fe religiosa en cuanto se desmorona en ellos la
autoridad del padre. Así reconocemos en el complejo de los padres la raíz de la necesidad
religiosa: el Dios todopoderoso yjusto y la benévola naturaleza nos aparecen como
grandiosa sublimación del padre y la madre, o mejor: como renovación y restau
ración de las representaciones de ambos en la primera infancia. La religiosidad
deriva biológicamente de la duradera menesterosidad del niño pequeño, el cual,
cuando más tarde ha probado su verdadero desvalimiento y su debilidad frente a
las grandes fuerzas de la vida, siente su situación de un modo parecido a como la
sentía en la infancia y trata de negar su desconsuelo mediante la renovación
regresiva de las fuerzas protectoras infantiles. La protección frente al enfermar
neurótico que la religión proporciona a sus creyentes, se explica fácilmente por el
hecho de que los libera del complejo de los padres, del que depende la conciencia
de culpa del individuo, así como de la humanidad entera, resolviéndole el proble
ma, mientras que el no creyente tiene que acometer esta tarea por sí solo.51
51 S. Freud, “Eine Kindheitserinnerung des Leonardo da Vinci”, 1910 {Ges. Werke, VIII, p.
195). (La cursiva es mía.)
52 Véase lo dicho al respecto por Ernest Jones, Sigmund Freud, Leben und Werk, III, cap. XIV.
53 S. Freud, “Charcot”, 1893 (Ges. Werke, I, p. 31).
54 S. Freud, “Charakter und Analerotik”, 1908 (Ges. Werke, VII, p. 208, nota).
55 S. Freud, “Das U nheim liche”, 1919 (Ges. Werke, XII, p. 251).
56 Ibid., p. 250.
57 S. Freud, “Traum und Okkultismus”, 1933 (Ges. Werke, XV, p. 58).
58Ibid., p. 38.
59 Ibid., p. 50.
LA PSIQ U E DESDE LOS FACTORES TRASCENDENTALES 297
Si uno se tiene a sí mismo por escéptico, no estará de más que, de vez en cuando,
se dude del propio escepticismo. Q u iz á ha ya ta m b ién en m í u n a sec reta in c lin a c ió n p o r
lo m a r a v illo s o q u e se co m p la ce en e l establecim iento d e hechos o cu ltos.60
60Ibid., p .5 7 .
61 S. Freud, “Angst und Trieblcbcn", 1933 (Ges. Werke, XV, p. 101).
62 S. Freud, “Eine T eufelsneurose im siebzehnten Jahrhundert”, 1923 (Ges. Werke, X III, pp.
315 ss.).
III. C O NSID ER AC IÓ N FINAL
C. G.Jung. Siempre que no se indique otra cosa, los datos citados se refieren
a la la. ed. de los escritos de Jung, así como a la edición Gesammelten Werke
de Rascher, Zurich. Se dan los años de aparición correspondientes a los
tomos I, III, IV, Vi, VII, VIII, XI, XIV y XVI, ya publicados. Las obras en
las que se cita como fuente únicamente Zurich como lugar de aparición -así
como los Studien aus dem C. G. Jung-Institut- también han sido publicadas por
Rascher.
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ÍNDICE ANALÍTICO
abaissement du niveau mental, 165, 211, 217, 33, 34, 43, 150, 233, 242
218, 233, 285 retraso del desarrollo, 150
abreacción; reacción liberadora, 185 trastornos, perturbaciones, alteraciones,
acicate; estímulo para despertar, véase 22, 24, 25, 32, 186s., 188, 193, 206
afecto afecto (véanse también disociación, sue
acontecimiento; valor de acontecimiento ños), 13, 15, 25ss., 27s., 29s., 32, 34,
[véase también acontecimiento de la in 42s., 55s., 57, 60, 107, 122, 123, 141,
fancia), 149, 192, 197, 286 161,167,185,219,225,231 ss„ 233,242,
actitud; forma actitudinal, modo (véase 245, 253 286, 294
también conciencia), 44, 62, 64, 65, 68 , como estímulo para despertar, 233
115, 178, 182, 209, 211, 237, 238, 243, disociación de representación y, 15,28,
261,262, 268, 289, 297 29, 55, 60, 106, 123
ambivalente, 147, 204 inicial, 26, 28
consciente, 68 , 182, 237, 243, 262 incongruencia de representación y, 60
habitual, 242 opuesto, contradictorio, 42s., 55s., 60,
infantil, 50, 157 215, 225
nueva, 214, 261, 262, 268 transposición del, 15
unilateralidad; parcialidad de la, 211 , traumático, 26, 27, 29s., 33, 55, 122
237 vinculación de imagen y, 23
acto fallido, rendimiento fallido, 17, 24, afianzamiento, aseguramiento; método
34, 50s., 52, 165 del, 186
actuar, actuación, 188, 52, 139, 174, 225, agresión, 111, 148, 295
275, 279 agua, 176
concepción y, 279 aislamiento, 58n.
adaptación; proceso de, 34, 55, 93, 112, alegoría; lenguaje alegórico, 292, 298
118, 150, 178, 207, 211, 214, 216, 237 alienación, locura, véase sentido
infantilismo de la adaptación psicológi formación alienada; idea, fantasía alie
ca, 157 nada; sistema alienado, 37 , 38, 68 ,
afectividad, 15, 21s., 23, 27, 33s., 60, 139, 89, 167, 220, 235
150,189, 193, 242 alimentación; función alimenticia, pul
como fundamento de la personalidad, sión alimenticia, 151, 156, 231
71, 139 alimento inmortal, 120
complejo como escala para medir la, 23 aü-or-none-reaction, véase pulsión
en la psicosis, 218 alma, anímico; psique, psiquismo, psíqui
falta de adecuación de la, 60 co (véase también vivencia infantil), 11 ,
la neurosis como perturbación de la, 26,29,61,65,72,87,89,93,95,99,105,
201 '09, 110, 114, 143, 168, 177, 179, 231,
afectivo (véanse también núcleo, tensión), 237, 239, 242s., 263s„ 268, 271, 275,
313
314 ÍNDICE ANALÍTICO
como algo en-sí, 10, 219, 269s., 271, ciación, ley de asociación; asociativo
276ss., 278,281,282s., 288, 295 (véase también pensamiento), 15, 21s.,
como algo no psíquico, 288, 291 24ss.,27,3 3 ,3 6 ,5 0 ,6 1 ,7 5 ,8 3 ,1 2 2 ,1 8 6 ,
como a priori heredado, 279 187, 191, 196ss., 218, 228, 243, 247,
como bipolaridad, 265, 280 254s.
como correlato del instinto, de la pul perturbación de la, 22s., 24, 36,
sión, 279ss. superficial, 190, 233
como creatio continua, 284 asociación libre; idea que viene a la
como dibujo original, 100 mente, ocurrencia, 187, 189s., 191,
como dom inante estructural; como 194, 197, 227, 239, 254, 275
elem ento estructural, 278, 284 asociación creativa, 101, 227
como espíritu rector, 281 asociación ligada, vinculada, 195,
como lo ultravioleta, 281 197
como modelo, 96n., 278 bloqueo de la, 16, 187
como núcleo ordenador; como orde método de la, 15, 185s., 187, 188,
nador, regulador apriorístico, 276s., 191s., 195, 197, 240, 253
278, 280, 284ss., 288 nexo causal entre recuerdos, sínto
como numen presente, 276 ma y asociación , véase n exo
como ordenación apriorística, 279, causal
283s., 288 astrología, 283
como órgano de la psique prerracio- atascamiento, 91, 119, 177
nal, 99 atención, perturbación de la, 22,24,54,62
como “pattern o f behaviour”, 30, 280 Atman, 265, 269
como precognición, 277 auténtico, genuino, lo, 87, 141, 223, 256,
como principio metaíTsico, 281 262s.
como sentido de la pulsión, 140, 154, autismo, 161
281 autoanálisis, 80, 107, 108, 137
inaprehensible, com o forma básica, de autocomprensión (véase también indivi
fondo, 121, 277 duo), 93, 101, 239s., 244
naturaleza psicoide, animoide, trascen autoconocimiento, 239
dental, inaprehensible del, 100, autoconservación; pulsión de, 42,138,181
121, 277ss., 281ss., 284s. autoengaño, 11, 83
numinosidad del, 271, 276 autoerotismo; autoerótico, 143, 145s.,
orientación del arquetipo hacia un fin, 149, 151ss., 161,216
278 autolimitación; véase espíritu
plenitud de sentido del, 278 automatismo, 12s., 49,52, 54, 62,121,285
trastorno funcional del arquetipo cen autonomía (leyes propias); autónom o
tral, 219 (véanse también complejo, imagen, in
ascetismo, 295 consciente, psique, psiquismo), 34, 37,
asimilación; asimilar (véanse también com 46s., 49, 61, 70, 83, 94ss., 122,125,191,
plejo, yo), 2 7 ,32,87 ,1 1 7 ,1 8 2 ,1 8 7 ,2 3 1 , 197, 217, 227, 237, 242, 247, 264
244s. autoridad, 111, 156, 294,
asistemático (véanse también disociación, paterna, 130, 156, 204, 295
psicosis), 218 introyección de la, 111, 118, 204,
asociación (respuesta), proceso de aso 295
316 ÍNDICE ANALÍTICO
69s., 88, 118, 125, 132, 134, 111, 181s., como personalidad parcial, 37s., 46
240, 275 como punto focal y nodal, 45
base primitiva, originaria, i w base com o unidad superior (totalid ad ),
primitiva 29s., 38s., 46, 227
conciencia, véase, conciencia colectiva conflicto como base del, 42
inconsciente, véase inconsciente consciente c inconsciente, 33ss.
comienzo en dos etapas (en dos tiempos) de Kdipo, véase F.dipo
de la función sexual, 143, 151, 179, de castración, véase castración
202s., 206 de menoscabo, véase menoscabo
como causa de la neurosis, 143, 206 de sombra, véase sombra
compensación; com pensatorio (véanse del yo, véase yo
también in con sciente, sueños), 81s., devastación del, 60, 215
178, 182, 220, 22 ls., 232ss., 235ss., dividido, disociado, 30, 35s., 38s., 40,
2 3 7 s . , 2 4 1 , 2 1 3 s „ 266 60,61,69, 117,286,293
arquetípica, mitológica, religiosa, 237s. doble estratificación del, 40
como ley fundamental, básica del in efecto de asimilación del, 26, 32
consciente, 236 elemento nuclear (núcleo) del, 23s.,
como proceso de orden, 241 31ss., 34, 38, 72, 116, 227
de estados de perturbación del equili experimento asociativo como base del,
brio, 237, 241 25
del estado de conciencia, de la actitud extrañeza, incorrcgibilidad del, 68s.,
consciente, 235ss., 237, 241, 243 122
ordenación de los actos compensato fuerza de atracción de los, 45
rios de acuerdo con un plan, 241 impersonal, 35, 36, 40, 61
por medio de imágenes integrales o de incestual, véase incesto
totalidad, 259 incompatibilidad del yo con el, 46
significado de la, 81 inconsciente, 33-41, 45s., 53s., 62, 66,
complejo, 23ss., 26ss., 31-37, 41s., 46s., 49, 94, 263n.
60ss., 64, 66s., 69, 72s., 81, 84, 94, 115, materno, véase madre
122s., 128, 138-140, 146, 158, 191ss., nuclear, 80, 146
195, 203s., 206, 211, 227s., 233, 247, paterno, véase padre
264, 295 psicología del, véase psicología
agudo y crónico, 27s., 60, 122 reprimido, inferior, 61, 65, 68
autodestrucción del complejo patoló semejanza con el yo, 117, 123
gico, 39, 219 sentido del, 45, 193
autonomía del, 34-37, 46s., 61, 94, 122, sistematización del, 38
191, 197, 217s., 227,242, 247 tendencia a la autonomización, 38s., 46
característica del, 23s., 32, 164 tendencia pcrsonificadora del, 38s.
como base, fundamento, de unidades teñido de emotividad; emocionalmen
estructurales, 30 te teñido, cargado, 23ss., 27, 32s.,
como camino real hacia el inconscien 94 s., 122
te, 33 trauma y, 26ss., 32s.
como corpus alienum, 46 com p lcm cn taried ad ( rec ip ro cid a d ),
como escala de la afectividad, 23 288ss., 292
como fuente de información, 32 de conciencia y fenómenos de sincro-
318 ÍNDICE ANALÍTICO
inonización, 38, 290 destino (véase también padre), 89, 96, 137,
venta cid alma al, 197s. 139, 141, 177
depresión psicótica, 50 espiritual, 119
desarrollo fallido, erróneo (véanse también pulsional, 110
neurosis, pulsión cognoscente, sexuali desvalorización, devaluación; motivo de
dad), 153, 193, 20ls., 206s. la, 62
desarrollo, evolución; historia, proceso determinación; carácter de determinado,
del desarrollo ( véanse también afectivo, determinismo (véase también sueños),
individuo), 3, 51, 63, 65, 75, 115, 119, 15, 17, 21, 50, 71, 159, 208, 221s., 228,
120, 146, 150, 152, 158, 172, 191, 193, 239, 283, 288n.
195, 208, 211, 213, 225, 232, 238, 239, deus absconditus, 180
241,246, 248, 251,262 devastación (ruina, decadencia) (véanse
de la conciencia, véase conciencia también complejo, personalidad, psico
de la personalidad, véase personalidad sis), 27, 60, 215,217s.
del yo, perturbaciones del, 203, 206 devenir integral, 182
inhibición del, 234 diagnóstico objetivo, 24
líneas del, 12, 192, 193, 232, 240 diálogo, 24
organización de la libido como base dinámica, dinamismo, dinámico, 27, 43,
del, 202 54, 71, 72, 74, 92, 106, 122, 123, 142,
sexualidad como base del, 202 159, 162, 164
desarrollo; transcurso del desarrollo (de enfoque, véase enfoque
un) movimiento, 107, 109, 167 diuámico-inconsciente, 123
dualismo del, 56, 107s. Dios, deidad; divino (véanse también expe
energía libre y ligada, 56s., 107s., 123, riencia, símbolo), 59, 96, 134, 172,
144 258s., 265s., 268ss., 271, 293, 295, 297
descarga motora, 232 discordia consigo mismo, 119
desconocido, lo (véase también símbolo), disfraz, 52, 222, 254
53,105, 228, 242, 256ss., 262ss., 285 disociación, disociabilidad (carácter divi
deseo; imagen del deseo; moción, excita sible, división, escisión, separación)
ción, tendencia del deseo; desear, 80s., (véanse también contradicciones, expe
83,87,92, 107, 125, 146, 179,222,232, riencia, opuestos, personalidad, psi
235, 244, 297 que, vivencia), 12, 29, 38, 43, 49, 54s.,
de muerte, 222 64, 69, 71, 106,120,122,165, 208, 211,
imaginación, fantasía y, 80, 87 215s., 217, 244,259, 285, 287
incestuoso, véase incesto como causa de la formación del sínto
inconsciente, 52, 108, 222s., 231, 244 ma, 106
infantil, 111,215,226 de afecto y representación, 15, 29, 38,
onírico, 223 39, 55, 60, 106, 123
pulsional, véase pulsión la neurosis como, 39,43,209,211,215s.
reprimido, no consumado, 107, 223, represión y, 69, 122
224, 226, 23ls. sistemática, asistemática, 218
desintegración (désagrégation psychologi tendencia a la disociación y tendencia
que)', véase personalidad a la unidad, 72, 92
despertar, 117 displacer y placer ( principio) ; véase placer
desplazamiento, 162, 168 disposición, 31, 42,129, 132
322 ÍNDICE ANALÍTICO
sión energética, valor energético ( véase 92, 192, 194s., 238, 240, 243
también curación), 56, 95, 110, 122, concretista, 130
162s., 164s., 170s., 172, 175, 227, 25l[ de las ciencias naturales, 73, 207
261,281,289 dinámico, 32, 164, 168, 210
alteración, transformación de la, 164 energético, 74, 162s., 164, 167, 210
catexis, 108, 123, 148 filogenético, 132
cambio de la, 56, 61, 66 , 108 finalista, constructivo; prospectivo, 45,
como base del principio de equivalen 90s., 192ss., 212ss., 225, 234, 238,
cia y del principio de constancia, 240, 242, 243
165ss. integral, de conjunto, 60, 75, 118, 140,
como compensación, equilibrio entre 181
los contrarios, 172 moral, 150
concepto de, 158, 162s., 164 objetivo, subjetivo, 32, 70, 283
conservación de la, 162, 165 simbólico, 52, 142,158, 182, 254
física, 162 engaño, ilusión sensorial, 235
formas básicas, fundamentales, de la, ensueño, sueño diurno, ensoñador, 80,
165 245
gradiente, potencial de, 162, 166, 168 entendimiento, 270
hundimiento, baja de la, 51, 285 inconmensurabilidad de la religión, de
intensidad de valor de la, 163, 168 la realidad trascendental con el,
libre y ligada, vinculada, 56, 107, 123, 270, 285
144 más allá de la categoría del, 285
progresión y regresión de la, 148, 210, entropía, 162, 166
213 envidia, 155
psíquica, 142, 159, 170 epidemia histérica, 296
retirada de la, 36 equilibrio, situación de equilibrio (véase
tensión entre contrarios como base de también compensación), 171, 182, 237,
la, 170 241
transformación, cambio, traslación, equivalencia, equivalente, principio de
transmisión, conducción de la, 56, equivalencia (véase también analogía),
159, 165s., 168 142, 163,165s., 167, 175
vital, véase vida como base de transformaciones simbó
enfermedad; foco, causa, de la enferme licas, 168, 170
dad (véase también persona), 15s., 49, como relación energética, 165
137, 185, 187, 190 equivocarse, equívoco, 17, 24
enfermo; historia del enfermo, 16s., 106, erógenas, véase zona
139,141,187ss., 190, 197,208,258,266 Eros, 109, 138, 140, 180, 2Ó1
como sujeto de la curación, 187 y pulsión de muerte, 138
mental; enfermedad mental, 21,37,61, errores en la reacción ( características del
68,81,89, 122, 235 complejo), 22
enfoque (concepción, método, opinión, escena originaria, 132ss., 157s.
orientación, perspectiva, problemáti fuerza de atracción de la, 80
ca, punto de vista), 49, 191, 240, 244 imaginación, fantasía, y, 132s., 157s.
biológico, 219, 234, 293 neurosis y, 157
causal-reductivo, mecanicista, 28, 70, escritura en imágenes, 229
324 ÍNDICE ANALÍTICO
196s., 217, 224, 227, 260, 264, 275, demostración empírica del, 16, 25, 27,
279, 284 73, 105s., 186
ámbito psicoide, inaprehcnsible, destierro al, 15, 49, 55s., 63
animoide del, 124s., 284s. dinámica del, 142
como base del instinto, 126, 174, dináinico-inconsciente, 123
279 efectos ordenadores del, 290
como continuo espacio-temporal, ello e, 58, 109s.
292 espontaneidad del, 61, 6 8 , 101,163,
como decantación de la experiencia 214,256, 261
de los antepasados, 126, 128 estructura del, 118, 169s
como forma de ser aespacial y atem factor unitario en el, 121
poral, 284 fuerza de atracción del, 67
como hecho objetivo, 125 hundimiento en el, 285, 289
como imagen especular histórica, incognoscibilidad del, véase incognos
127, 174 cibilidad
como impersonal, 127 indeterminabilidad del, 285s.
como masa hereditaria espiritual, intemporal, 106
126 las dos clases de, 107
como mundo interior espiritual, latente, 106, 123
127 leyes imperantes en el, 57, 107
como viejos caminos, como suelo nutri manifestación, automanifcstación del,
cio de la conciencia, 126s. 8 G, 100, 122, 163, 233
estructura cerebral e, 126, 128 observación del, 290
inconsciente personal e, 121, 127, orientación, gobierno por el, 242
227 personal, 41, 65, 105, 121, 122ss., 124,
represión primitiva e, 69,105,121s., 127, 227, 285
294 como lo reprimido, 105,122s., 123s.
como correlativo con lo reprimido, como no percibido, subliminal,
57s„ 61, 108, 109s. 122 ss.
como deseo reprimido, 23ls. plusvalía (plusrendimiento) del, 12 ,
como estrato profundo ubicuo, 125 42, 67s., 79, 121
como inconsciente reprimido, 106, principio de orden trascendental en el,
122 ss. 265
como lo arcaico, 44, 125 psicoide, véase psicoide
como lo reprimido, véase reprimido relalivización del, 285s.
como moral e inmoral, 44, 70 representante pulsional como núcelo
como preconsciente, 106s., 123 del, 109
compensación a través del, 220, 235, sexual ismo del, 140
244 sobrevaloración del, 116, 238
complementariedad de conciencia e, yo e, 115, 117, 119s., 261
290 inconsciente-consciente; véase consciente-
conciencia en el, 74,115,124,170,182, inconsciente
211,261,264, 265, 290, 293 incorregible, irreproducible, 6 8 , 123
condicionamiento pulsional del, 231 individuación; principio de, proceso de,
consciencia del, 286 71, 115, 241,261,270
ÍNDICE ANALÍTICO 331
distintos mecanismos; véame de con psicoanalítico, 21, 49, 105, 185s., 190s.,
densación, de defensa, de deforma 224
c ió n , d e d e s p la z a m ie n to , d e sintético, 193, 194s.
disociación, de regresión, de repre milagro, maravilla, lo maravilloso, 297
sión, de simbolización, de sustitución, minusválido, sentim iento de minusvalía,
de transformación de inferioridad, 45s., 235
enfoque mecanicista, véase enfoque mito, investigación de los; mítico ( véanse
mediador, véase símbolo también fantasía, motivo), 38, 83n., 84,
m édico, 95, 107, 188, 240, 258, 200 80s., 90, 99s., 134, 141, 170, 245, 293,
m edio ambiente; mundo circundante, in 298
fluencia del, 31 s., 235 sexual, 139
megalomanía (paranoia), 139, 145, 101 mitología; mitologema; mitológico ( véase
melancolía, 295 también pulsión), 52,83n., 84s., 80,90,109,
memoria, 02 175, 190, 259, 206, 270, 285, 293, 297
complem entariedad de la, 113 com pensación, 237
trastornos, perturbaciones de la, 24, m odelo, 9Gn., 255, 278, 288, 290s.
30, 187 intelectual, 290s.
menopausia, 238 normal de formaciones psicopatológi-
menoscabo, com plejo de, 81 cas; véase sueños
mensurabilidad, 71, 159 modos de com portam iento, de conducta,
mesmerismo, 11 habituales, 20, 38, 107, 131s.
metafísica, metaflsico, 75, 270s., 278, 281, infantiles, 188, 280
283, 291 moral ( véanse también conflicto, enfoque,
metapsicología; metapsíquico, 293, 297 resistencia, sentido, sombra, sueños,
m étodo (análisis), 21, 315s., 185s., 188, valor), 29, 42, 44, 65, 70, 101, I lls .,
190, 207, 214, 254 118s., 150, 150, 232, 294
asociativo, 15s., 2 1 ,2 4 , 185-187, 190ss., el superyó com o función moral, véase
197, 221 superyó
catártico, 185 el superyó com o moralidad, véase su
causal; causal reductive) (véase también peryó
en foq u e), 142, 192, 194ss., 240s., motivo, motivación ( véase también repre
243 sión), 38, 51, 62s., 08, 80, 81, 84s., 87s.,
científico natural, de las ciencias natu 9 2 ,9 5 ,1 2 3 ,1 4 1 ,2 2 2 ,2 4 2 ,2 5 8 ,2 6 6 ,2 7 6 ,
rales, 49 278
criptográfico, 254 arcaico, arquetípico, místico, mitológi
de amplificación, véase amplificación co, 31, 83, 95s., 99, 128, 141, 231,
de asociación, véase asociación 241, 206
tie estimación, 32s. autoerótico, infantil, 70, 152
de la aseveración, del aseguramiento, conductor (leitmotiv), 30, 241
del afianzam iento, véase afianza inconsciente, 15, 17, 33, 51, 70, 125,
m iento 289
finalista, 193s., 224, 240, 243 inmoral, 70
hcrm en cu tico, 87, 190, 198, 240ss., interior, 51, 84
243, 251 objetivo, im personal, atcmporal, 51,
prospectivo-constructivo, 193s., 194 82, 84
ÍNDICE ANALÍTICO 335
265, 268, 275, 281-283, 286, 290s., 293 197, 226, 231
aspectos reales de la, 282 leyes de la, 32, 49, 189
de materia y psicología, 292s. reguladores, principios reguladores en
autonomía (vida propia) de la, 35 49 la, 92, 166, 231
61,70, 125, 160, 228 trastornos, perturbaciones de la, 287
base biológica de la, 178 unidad, factor unitario de la, 122
cambios, transformaciones de la, 162 psiquiatría, 13, 21
carácter trascendental de materia y, psychopompos, 238
292s. pubertad, fantasía de la, 79, 152, 238
como algo suprapersonal, 41, 96 pueblo, 87
como base del yo, 119 pulsión; disposición, acontecer, fuerza,
como estrato profundo, ubicuo, 125 moción, pulsional; carácter pulsional,
como lo mayor, 70, 101, 105, 125 29, 30, 92, 109, 110, 114, 120, 137,
como lo no, 100, 124, 292 139s., 153,160,168,170,173, 178, 181,
como principio autorregulador, 74, 231,263, 280, 285, 294,297
171,236 agresiva, 109, 11Os., 138, 140. 180, 201,
como totalidad consciente-inconscien- 205s„ 207, 295
te, 287 all-or-7ione-reaction, 285
como un algo trascendental, transpsí arcaica, 32
quico, atemporal, 40, 283ss., 291s arquetipo, relación con la, 140, 152,
como un todo, integridad, totalidad, 154, 281
29, 30, 35, 46, 49, 72, 108, 166, 170, automatismo de la, 285
228, 237, 242, 263, 265, 267, 288 autopercepción de la, 140
condicionamiento pulsional de la, 138 cognoscente, impulso al conocimien
dinámica de la, 72, 74, 105, 159 to, 153
disociabilidad (divisibilidad), disocia como concepto límite entre soma y psi
ción de la, 29, 38, 43, 49 que, 179
doble significado de lo, 84, 95 como puente con la materia, 282
el arquetipo como órgano de la psique compulsión, 160
prerracional, 99 condicionamiento, 138, 294
espontaneidad de la, 100, 192, 259 de autoconservación; véase autoconser-
estructura de la, 30, 32, 98ss., 101, 121, vación
169, 229, 239, 278, 284 de muette, 109,138,140,166,180,293,295
estructura cuádruple de la, 173, 204 como el mal, 140, 232
forma básica, psicoide, inaprchensible crecimiento y voluntad de muerte,
de la, 121, 125, 281,282, 291 43
inconsciente, 18,24,25s„ 32,36,40,69, Eros y, 138
86 s., 93, 105s., 120s., 124, 133, 173, de poder (de dominio), véase poder
189s., 191s., 231s., 233, 235, 241, de saber, de conocimiento, 90, 152s.
256, 276 como causa de las perturbaciones
líneas de desarrollo de la, 12 , 192, del desarrollo, 153
193 desarrollo defectuoso de la, 201 s.,
procesos nucleares de la, 84 206
indeterminabilidad de la, 163 deseo, 27, 44, 56s., 111,137,160
intencionalidad de la, 91, 93,138,192, del sí mismo, véase sí mismo
342 ÍNDICE ANALÍTICO
57, 144
22,27,54,105,144,166,187,189s., 192,
onírico; sueño recordado, 229 194, 197s., 207, 221, 239, 283, 288n.
personales, 40, 84, 122, 194 relativización (véanse también conciencia,
reprimido, rechazado, 16, 187, 193 consciente-inconsciente; el incons
significado simbólico del, 149 ciente; psique), 285ss.
traumático, 148, 192 religión; historia de las religiones; religio
reflejo; véase fantasía, imaginación, mán sidad; religioso {véanse también expe
dala riencia, función, ¡dea, representación,
reflexión, discernimiento, 112 , 118, 234 símbolo, vivencia), 27,30s., 59,84s., 95,
regresión ( retorno) ; regresivo {véansetam 130, 157, 160, 171s., 177, 181, 237s.,
bién neurosis, psicosis, sueños), 45 , 57 s., 258s., 265s., 268s., 270s., 295s., 298
91s., 120, 138, 147ss., 149, 157, 16l[ como neurosis obsesiva de carácter uni
177s., 203, 207, 208, 210-213, 216, 221, versal, 59, 160
240, 255, 293s. como relación con el padre, 59
a la infancia, recuerdo infantil, vivencia experiencia de la, véase experiencia
infantil, 28, 89, 149, 177s. polisemia de las manifestaciones, 270
a las etapas (anteriores), 91, 148, 212, renacimiento, 120, 175s., 263
293s. espiritual, 120 , 160
a lo arcaico, arcaísmos, 86 s., 141, 177, repetición; tendencia a la, dejar que se
207, 268 repita (véase también pasado), 42, 96,
a lo infantil, imagen del incesto, 91, 97s., 138, 188s., 237, 251, 255
157, 177, 207 de acontecimientos previos, anterio
a puntos de fijación, 42, 80, 123, 146, res, 130s.
147s., 203 identidad prehistórica ( equiparación),
como búsqueda de sí mismo, 157 251,255
como renovación, embrión de nuevas representación; idea, mundo represen
posibilidades de vida, 91, 177, 263, tado; representarse (véase también afec
296 to), 23, 29, 38, 49s., 54, 55s., 60, 66 , 85,
de la fantasía, véase fantasía 98, 106s., 108, 123, 126, 141, 157, 168,
de la libido, véase libido 171-173, 179, 187, 245, 257, 259, 277,
en los sueños, onírica, 148s. 288, 295
y nacimiento del símbolo, 213 arcaica, 215, 218
mecanismo de la, 58n., 208, 210, 221 arquetípica, 118, 126, 247, 257, 277,
onírica, 148s. 282s.
reguladores, regulador ( véanse también ar como posibilidad prefigurada, 98
quetipo, placer-displacer, psique), 92, disociación de afecto y, 15, 29, 39, 55,
138,166, 174, 231, 237, 276s., 280 60, 106, 123
inconscientes, 276s. forma básica de la, 277
relación, forma de, simbólica, 297 inconsciente, 54, 107-109,169, 258
de los símbolos, 50, 52, 59, 221, 223, límite, 116
229, 230, 239, 251, 255ss., 256, 263 no apta para la conciencia, sin acceso
cuádruple, 267 posible a la conciencia, 33, 55, 57,
relaciones; conjunto de, contexto (véanse 106
también concatenación, encadenamien objetiva, 108
to, enchaînement, nexo causal), 15, 17, posibilidades hereditarias de la, 178
344 ÍNDICE ANALÍTICO
primaria, primitiva, originaria, 96, 264, yo, desarrollo del yo, relación con la,
265, 270 57, 202s., 206, 208
religiosa, 31, 59, 160, 171s., 258, 271, ideal del yo como fuente de la, 57
295 superación, domino de la, teniendo
reprimida, 60, 106, 108 en cuenta el yo (yo), 208
sexualización de la, 14ls. reprimido, lo; v é a m e complejo, deseo in
tono emocional y, 23, 29s., 61, 66, 173 cestuoso, deseo reprimido, función se
transformación, traslación, metamor xual, inconsciente personal, infancia,
fosis de la, 171, 222 pulsión; recuerdo, huella mnémica; re
verbal, de la palabra, v é a se palabra cuerdo de la infancia, representación,
represión, proceso de { v é a s e ta m b ié n sexua sombra, síntoma, trauma, vivencia de la
lidad), 15, 17, 33, 36, 49, 50, 54, 56, personalidad, 52, 56s., 61, 64, 67, 123,
57-62ss., 67, 69s., 122, 131, 139, 144, 133, 206s., 237
147, 155, 158, 161, 167, 181, 188, 202, como inaccesible a la conciencia, no
208, 263n. apto para la conciencia, 55, 57, 61
angustia y, 205, 207 como lo deformado, 255
como huida al inconsciente, 36 como lo previamente sabido, previa
como liberación moral, 70 mente consciente, 61s., 122, 124
como rechazo al inconsciente, 15, 49, como parte inferior, 64s.
55s. como portador de un sentido oculto,
de las pulsiones, 58 214
el olvido como motivo de la, 62 devenir consciente de lo, 108, 185,
el superyó como origen de la, 57s., 110, 188s.
205 disfraz de lo, 52
empuje de atrás de la, 124 el síntoma como lo, 207
empuje de la, 144, 146, 153 incompatibilidad del yo con lo, 60, 69,
experimento asociativo y, v é a se experi 139
mento asociativo inconsciente, 106, 122ss.
fundamentación de la, 56, 57 la neurosis como retorno de lo, 17,133,
histórica, 133 206
la desvalorización como motivo de la, la sombra como lo, 65, 66
625 lo históricamente reprimido, 133
la resistencia como apoyo de la, 187 lo inconsciente como correlativo con
mecanismo de disociación y, 15, 39, 69, lo, 57s., 69, 108, 109s.
122 lo inconsciente personal, 57, 105,
mecanismo de la, 50s., 54, 58, 71, 205, 122ss., 124
208,210, 221 primitivo, originario, 69, 105, 124s.,
nada más que, 45, 58ss., 70 294
neurosis de, 17, 57s., 59, 147, 155, 202s repetición (retorno); compulsión a la
la neurosis como intento fallido de, repetición de lo, 17, 138, 263, 206s.
17, 66, 202 reversión tic lo, 108
reversión, eliminación de la, 33, 108, reproducción, intento de, reproductibili-
188,214,248, 293 dad, 23n.,27, 117
sustitución, simbolización y, 60 resistencia ( v é a n s e ta m b ié n neurosis, repre
teoría de la, 59, 122 sión), 16, 66, 90, 158, 187ss., 229
ÍNDICE ANA lin e o 545
simetría; simétrico ( véa n se tam bién contrario, como núcleo dolado de valor y sen
cuaternio, mandala, ordenación), 265s. tido, 91
como principio del orden trascenden nexo causal de ocurrencia, sueño y,
tal, 265 véa se nexo causal
sincronicidad; sincrónico; sincronístico, paranoico, 297
275, 283, 285, 288, 289, 292 psicótico, 24, 80
coincidencias ( significativas), 283,285, sentido del, 193, 206,212,214
289, 292 significado último del, 53, 256
complementaria de la conciencia y la símbolo y, 52s., 253, 256
consciencia, 289s. trauma y, 15, 52
como fenómeno pleno de sentido, 283 valor sintomático, 52, 239, 253, 256
como mero estar allí y ser así, 283 sistema; sistema parcial, 12, 165, 166
como relación basada en la analogía y sistema cerrado, 165
en el sentido, 283, 288 nervioso, simpático, 99
sintético; vé a se método sistematización, sistemático ( vé a n se tam
síntoma, 15,26s., 33,42, 54s., 95,101,120, bién complejo, neurosis), 38, 218
143, 144, 165, 167, 186, 187, 189, 192, situación de (la) conciencia, 95, 235ss.,
193, 207, 239, 256 242ss.
como algo reprimido, 207 incompatibilidad con la, 46
como contraposición inconsciente, 15, compensación de la, 235ss., 243
43 sizigía (véase ta m b ién individuación), 259,
como conversión, transposición o pro 266s.
yección, 16 como dualidad de masculino y femeni
como formación de compromiso, 16, no, 266
17. 52, 55, 109, 188, 207, 262, 263 como pareja divina (pareja amorosa),
como formación sustitutiva equivalen 258, 266
te, 15, 17, 109, 165, 168, 207, 238s. sociedad, social, 139, 144, 181
como imagen refleja simbólica, 24 sol, 160
como intento de solución, 212, 214 somático, lo, 110, 179
como secuela de recuerdos inconscien sombra, personalidad, 64ss.
tes, 16 arcaica, 65
como símbolo mnémico, 53, 55, 223 como lo otro, 65
formación de, 15, 16, 133, 161, 222 como lo reprimido, 65, 66
la disociación como causa de la, 106 como personalidad parcial inferior,
motivo de la, 222 64s., 65s.
histérico, 253 como problema moral, 66
los sueños como, véa se sueños complejo de, 66
manifestación activa de un, 50,52,191, incompatibilidad de yo y, 66
256 luz y, 267
y manifestación activa de un símbo personal, 65
lo, 52, 256 significado prospectivo de la, 65
neurótico, 24, 42, 49, 53,56, 66, 80, 89, yo, relación con la, 65
91,109,141,149,168,173,188,207, sometimiento, supresión, 63, 115, 178,
223, 239 223, 253
como intento fallido, 91 sonambulismo, sonámbulo, 12, 23, 29,37,
ÍNDICE ANMÍTICO 349
el censor, la censura en los, 2 2 2 ss., 228 restos, residuos diurnos en los, 226,254
el fenómeno onírico como preserva- sentido (sentido de un sueño), estruc
dor del sueño, 92, 222, 234 tura de sentido de los, 193, 214,
el fenómeno onírico como psychopom- 221s., 226ss., 229,234,238ss., 242ss.,
pos, 238 244, 254
espontaneidad de los, 229, 230, 236 tendencia moral en los, 232
fases; cuatro fases de los, 228 tendencia profética en los, 93,116,238
formación de analogías en los, 233 trabajo del, 223ss., 229
función de los, 225, 234s., 236, 238 unidad del, 17, 221, 228, 239s.
interpretación de los, 187, 192, 2 2 0 , sufrimiento psíquico, 41
221, 230, 231, 239, 242, 244, 254 sugestión hipnótica, 16, 106, 185
en el estadio subjetivo y objetivo, ajena, 187
245 sujeción ajuicio {véanse también conscien
interpretación de los signos, 240 te psique), 64, 107, 166
esquema interpretativo, 253, 255 sujeto, 15, 49, 101,111, 119,187,189,191,
la conciencia en los, 226,235,237,242, 196, 223, 239, 246, 270, 290
243 disolución del, 244
la asociación libre en los, 189, 192, 254 el yo como sujeto de actos conscientes
la personificación en los, 38, 117, 245 personales, 117
lenguaje alegórico; escritura en imáge interrogación del, 187, 189, 191, 197
nes de los, 229 refuerzo, reforzamiento del, 246
lo arcaico en los, 95, 107, 122 superior; véase función
lo deformado, lo oculto, lo disfrazado superstición, 296
en los, 222s., 228, 230, 254, 255 superyó, 57s., llOss., 118s., 181
lo infantil en los, 107, 223, 243 como adquisición consciente, 118s.
método criptográfico (de interpetar como afán de perfeccionamiento, 111 ,
los), 254 294
modelo normal de formaciones psico- como agresión, destrucción, 295
patológicas, 17 como angustia de la conciencia moral,
neurosis y, 17, 91, 201, 221-223 véase angustia
núcleo de significado (significante) en como autoridad espiritual, 118
los, 227, 234, 238, 239, 242 como causa del sentimiento de culpa,
orientación hacia un fin de los, 226, Ills ., 295
239 como compulsión repetitiva, 124
regresión onírica, véase regresión como conciencia colectiva, 118, 182s.
recuerdo onírico; véase recuerdo como función moral, como resistencia
pensamiento onírico, véase pensamien moral, Ills ,
to como imagen divina, 118
yo onírico, véase yo como imperativo categórico, 1 1 1 , 294
serie de sueños, onírica, 241, 280 como inmoral, 295
símbolo onírico, véase símbolo como instancia defensiva, 58s., 110
simbolismo de los, onírico, véase simbo 205, 294
lismo como instancia represora, 58
investigación de los, 224 como introyccción del padre, 111 1 1r
teoría de los; psicología de los, 195,224 204, 294s.
ÍNDICE ANALÍTICO 351
Prólogo .................................................................................................................................. 9
introducción.............................................................................................................................11
1. Los com ienzos........................................................................................11
2. Las aportaciones deFreud hasta finales de s ig lo ..................................14
Primera Parte
DEL TRAUMA AL COMPLEJO CON TINTE EMOCIONAL
Segunda Parte
DE LOS “MECANISMOS” PSÍQUICOS A LA PERSONALIDAD
EN SU CONJUNTO
Tercera Parte
DE LOS CONTENIDOS PSÍQUICOS PERSONALES A LOS COLECTIVOS
Cuarta Parte
DEL INCONSCIENTE PULSIONAL AL INCONSCIENTE COLECTIVO
Quinta Parte
DE LA LIBIDO A LA ENERGÍA PSÍQUICA
Sexta Parte
DEL MÉTODO CAUSAL AL HERMENÉUTICO
Séptima Parte
NEUROSIS Y SUEÑOS
XXIII. Del sueño como síntoma (Freud) al sueño como expresión simbólica (Jung) . . .220
1. Los sueños en Freud ............................................................................. 221
2. Los sueños en la psicología de Jung ....................................................224
a) El sueño como manifestación del inconsciente, 226; b) ¿Desfiguración o
configuración simbólica?, 228; c) Cumplimiento de un deseo o autorretrato,
231
3. De la preservación del sueño a la función compensatoria .................233
a) Sueños y sueño, 233; b) Sobre la función compensatoria de los sueños, 235
358 ÍNDICE
Octava Parte
DEL SIGNO AL SÍMBOLO
Apéndice
LAS CONCEPCIONES DE JUNO DE LOS AÑOS 1939-1961
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