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EL A L M A DE T A C N A
Esquem a Geográfico del Departam ento
ESQUEMA GEOGRAFICO

DEL DEPARTAMENTO DE TACNA

Las provincias de Tacna y Arica sujetas al


Laudo Arbitral del Presidente Coolidge pertene­
cen, junto con la provincia de Tarata, al depar­
tamento peruano de Tacna creado por ley de 25
de Junio de 1875. La superficie total de este
departamento es de 32,618 kilómetros cuadrados.
Sus límites son: por el norte el departamento de
Puno y la provincia litoral de Moquegua, por el
sur la quebrada y el río de Camarones, por el
este la República de Bolivia y por el oeste el
océano Pacífico.
El aspecto general del territorio correspon­
de al de la típica geografía peruana, con su divi­
sión de costa y sierra. La costa es una llanura
desolada que interrumpe de trecho en trecho la
faja verde de los valles. Contrafuertes andinos
desprenden a veces cordones de cerros que llegan
— 8 —

hasta el mar. La costa de Tacna, como la de todo


el Perú, es de una extrema fertilidad que la au­
sencia de agua condena a no manifestarse sino
allí donde un río proveniente del deshielo de las
cumbres improvisa un huerto florido con exhube-
rancias de trópico.
Entre estos valles se distinguen especialmen­
te tres: Tacna, Sama y Locumba. El valle de Tac­
na se alimenta del Caplina, riachuelo que nace
cerca de los nevados de Queñuta, y se acrecienta
con el tributo que le llega de las quebradas de To-
quela, Ancona y Barroso. Comprende el valle los
pagos de Challata, Tocuco, Calientes, Pachia y Ca­
laña del distrito de Pachia y los de Piedra Blanca,
Pocollai, Peschai ,etc., que corresponden al distri­
to de Tacna. La división agrícola del valle es otro
sello inconfundible de su peruanidad. En gene­
ral las costumbres de la labranza, la repartición
del agua y la repartición de la tierra, tienen una
ejecutoria de antigüedad incaica. Estos son lazos
económicos que vinculan indisolublemente la re­
gión al Perú. La patria es una unidad geográfica,
racial y económica. La economía de Tacna—-co­
mo la de todos los departamentos peruanos de
riqueza especialmente agrícola—está dispuesta
modernamente pero con una organización que
tiene su raiz en los incas. Desde el punto de vis­
ta de la geografía social esta similitud de Tacna
y el Perú confunde totalmente a Tacna en la uni­
dad geográfica peruana.
— 9 —

La feracidad de la tierra es en el valle de


Tacna excepcional. En general casi no hay reta­
zo de suelo en el departamento que no guarde ri­
cas potencias productivas, pues hasta los cerros
arenosos se cubren en la época de “lomas” con
una capa de polícroma yerba, pero aquí la fecun­
didad del suelo parece resumir su capacidad de
rendimiento. Es tradicional en el sur del Perú
el encanto y la esplendidez con que la naturale­
za—ayudada de la mano del hombre—ha colmado
las chacras de Tacna. Todo género de hortalizas
se cosechan. Arboles frutales rodean los sem­
bríos. Se juntan, como en un muestrario lujoso
de botánica, las más raras especies de plantas.
Las de climas tropicales como la palmera y el
plátano, y las de climas fríos como el pino de Nue­
va Holanda. La alfalfa alcanza hasta seis cortes
por año. El algodón crece silvestre y las propie­
dades rurales no levantan tapias pues el ganado
les hace un compacto y elevado cerco. Casi al fin
del valle se encuentra la ciudad de Tacna.
Tacna es integramente de alma peruana. El
trasporte aluvial de colonos chilenos realizado sis­
temáticamente desde 1910 en que comenzó la po­
lítica de chilenización no ha mermado su senti­
miento nacional. Más bien se ha incrementado
con la violencia del sistema chileniziador. El pla­
no de la ciudad de 1926 es, con nimias correccio­
nes, el plano de la ciudad de 1879. Ninguna nueva
calle se ha abierto, ninguna nueva plaza, ningún
10 —

edificio grande y hermoso se ha construido. Lo


que Tacna exhibe como progreso urbano al via­
jero de hoy. es debido al esfuerzo de las munici­
palidades y Prefectos anteriores a la ocupación.
Periodistas recién llegados sin embargo, hacen una
donosa y gratuita afirmación en contrario. El ra­
quítico progreso improvisado desde abril de este
año con fines de propaganda electoral les sirve de
asidero y sostén a su entonada declamación. Otros
pueblos del valle son Pocollai, Calaña y Pachía. Su
triste estado del presente—en que ruinas de un pa­
sado esplendor los rodea—es una argumentación
objetiva de lo que valió para aquellas regiones-
la administración del Perú.
El valle de Sama tiene por característica su
gran extensión. Las fuentes del río están en la
provincia de Tarata, en las quebradas de Tala-
baya y Taracucache. El río Estique es su prin­
cipal afluente. Un gran número de pueblos tie­
nen asiento en las márgenes tales como Coruca,
Sama Grande, Poquera, Tomasiri, Buenavista y
Las Yaras. La Siquina, última hacienda del va­
lle, está a poca distancia del mar. Una gran va­
riedad de productos agrícolas rinden las tierras
del Sama. El algodón y la caña de azúcar son los
principales.
Locumba se encuentra hacia el norte. Su
riqueza principal está en la vid. Provisionalmen­
te el pueblo de Locumba sirve de capital al de­
partamento mientras Tacna se desliga de la ocupa­
ción extranjera.
II

Otros valles menores se encuentran en la


provincia de Arica. El de Azapa comienza en Livil-
car y termina en el puerto y la ciudad de Arica.
Es bastante fértil y produce deliciosas frutas, es­
pecialmente naranjas, plátanos y aceitunas. Llu-
ta cuya sección inferior contigua a la costa se lla­
ma Chacalluta, es de aguas poco apropiadas para
el cultivo lo que no obsta para que produzca maíz,
algodón y legumbres. La parte alta, donde se en­
cuentran Putre y Socoroma, a 3,000 metros sobre
el mar, produce magníficas alfalfas. Al sur de Ari­
ca se halla la quebrada de Vítor, con algunos cul­
tivos. Su punto principal, al interior, es Codpa,
con muy buena fruta.
A parte de la agicultura existen en el depar­
tamento yacimientos mineros que hasta ahora no
han alcanzado un gran desarrollo. Plata y cobre
se extraen de Choquelimpe en el distrito de Be­
lén. La laguna de Chilcaya contiene bórax de alta
calidad. Azufre se encuentra formando muy ricos
mantos en las faldas del Tacora, Chupiquiña y
otros volcanes apagados de la cordillera. Aguas
termales existen con toda abundancia en Canda-
rave. Muy cel'ca de Tacna está el balneario de
Calientes.
La sierra del departamento de Tacna se for­
ma por una sucesión laberíntica de profundas que­
bradas y altas cumbres que constituyen los bor­
des occidentales de la meseta boliviana. Crestas
nevadas permanentemente dan belleza al panora-
12

ma de la cordillera, visible aun desde la orilla del'


mar. El Tacora, frente a Tacna, se eleva a 4173
metros. Chupiquiña, Quenuta, Pallagua, son los
nombres de otros picos cubiertos de nieves eter­
nas.
Tal, en un rápido croquis, la geografía del de­
partamento de Tacna, que por mandato de la.
naturaleza, que es mandato irrevocable, se inclu­
ye íntegamente en el territorio peruano.
Esquema Histórico
TACNA Y ARICA EN LA COLONIA

Diego Martínez Vegaso es el primer enco­


mendero de Arica (1540), Pedro Pizarra y H er­
nando de Torres son los primeros encomenderos
de Tacna (1540 y 1543); pero ya la región ha­
bía sido una “pascana” para las expediciones de
Almagro y de Valdivia y un refugio a algunos
conquistadores pospuestos en los repartimientos
y en las guerras civiles. Pedro Pizarra, que ha
dejado larga descendencia en Tacna, no era una
figura vulgar; primo del conquistador del Perú,
fundador del Cuzco y de Arequipa, enemigo de
Almagro, es uno de los cronistas más minucio­
sos de la Conquista. De él desciende en línea
recta el general peruano José Ramón Pizarro, tac-
neño de nacimiento, y senador por Tacna.
Arica creció rápidamente. Fue su primer co­
rregidor Francisco Rodríguez Almeida (1565) cu
— IÓ —

y as atribuciones comprendían a Tacna, Tarapa-


cá, Pica y Locumba. Fue llamada ciudad por pro­
visión real (1570). En su bahía que carece de las
rompientes indómitas de Moliendo y de las ale­
ves erupciones de la “paraca” pisqueña, fondea­
ron galeones y pataches a llevar la plata de Po­
tosí, a traer el azogue para Potosí o agua y pro­
visiones y la población creció a pesar del clima
insaluble. Tacna (de Tacana que puede derivar­
se del quechua “golpear lugar” o del nombre de
una tribu septentrional, fué un pueblo, cuya acta
originaria no existe, sin provisión real que lo fa­
vorezca (necesitó surgir la República para que
■obtuviera honores y preeminencias); vivía del
arrieraje y creció siguiendo el curso del río Capli-
na y de las acequias regadoras así como el curso
del camino al interior; sólo su clima y el traslado
de las Cajas Reales de Arica por el temor de los
corsarios (1718) le comenzaron a dar realce, atra­
yendo a gente española, aunque conservando in­
fluencia indígena. Arica llegó a tener tres conven­
tos (San Francisco, la Merced y San Juan de
Dios) y una Iglesia Matriz y Tacna sólo una igle­
sia.
Colocada en medio del camino de los cor­
sarios, Arica supo resistirles siempre. Drake, que
saqueó a Valparaíso, pasó de largo (1577); Ca-
vendish que saqueó a Paita temió a los aprestos
bélicos del vecindario (1587); Spitberg tampoco
se atrevió a arriesgar un combate que hubiera si-
— i7 —

do cruento (1615); el filibustero Watling sufrió


la derrota y la muerte al desembarcar con sus
huestes, siendo el héroe de esa jornada precurso­
ra, el maestre de campo Gaspar de Oviedo (1680) ;
Clipperton en vano mantuvo un bombardeo de
tres días sin lograr desembarcar (1721), Sólo dos
siglos después, Arica pudo caer en manos de unos
corsarios más terribles todavía.
Significativo es que los documentos de más
importancia de Tacna colonial provengan de las
postrimerías de la Colonia. El primer intendente
de Arequipa, Alvarez Jiménez, que hizo una visi­
ta a ese pueblo en 1793 ha dejado una relación que
revive su vida incipiente. Sorprendióse de que el
número de casas no pasasen de 850, de no encon­
trar casa de ayuntamiento, de la miseria de la
cárcel. Fundó por primera vea una escuela de pri­
meras letras y reunió a los vecinos para que ini­
ciaran el alumbrado y empedrado de las calles y
el enlozado de las acequias. El empeño para el
bien urbano que el vecindario demostró acogien­
do las iniciativas de Alvarez Jiménez y con la
manuficencia que él relata de don Francisco Gri-
maldos y don Diego Siles sólo es comparable al
sentimiento autónomo que demuestra ¡en episo­
dios como aquel que él también narra sobre la
prolongada rebeldía de los arrieros de Tacna a
construir el estanque que por disposición supe­
rior se les ordenó hacer, habiendo llegado hasta
a la violencia en defensa de sus derechos y como
— i8 —

aquel que narra don Carlos Basadre en sus “Apun­


tes sobre la provincia de Tacna” (1862) sobre la
justicia que hizo el pueblo al joven Ara despoja­
do con malas artes del cacicazgo. Esfuerzo progre­
sista, independencia: esas han de ser las dos notas
que caractericen también a Tacna en la Repúbli­
ca.
Don Manuel Ureta y Peralta en su relación
publicada en el “Mercurio Peruano” (1792) no ha­
ce literatura de funcionario sino de vecino. Se
dedica a describir la naturaleza de la región y di­
ce con entusiasmos de galán que Tacna “si se
hallara protegida de aguas fijas llenaría de abun­
dancia el reino y sólo se conocería por el jardín
delicioso del Perú”. Pero hay otros rasgos signifi­
cativos en Ureta y Peralta: “Lo que encuentro
de aprecíable, entre otras cosas, en estos indivi­
duos, es la dedicación constante a sus respectivos
destinos y profesiones. Se hallan libres de aquel
veneno formidable que esparcen los vagos en los
pueblos, porque no los tiene”. Y más adelante di­
ce de los indios de Tacna: “por lo general son in­
dios ladinos y civilizados” . Y a pesar de no haber
escuelas cita varios varones ilustres que Tacna y
Arica dieron en la Colonia, entre otros los frai­
les Isidoro de Herrera e Ignacio de Castro; omi­
tiendo a Patricio Meléndez y Juan José Segovia,
coopartícipes de la revolución de Tupac Amaru.
En los últimos años del siglo XVIII, Arica
por la ruina del valle de Azapa, los terremotos,
— 19 —

lo insalubre del clima, se arruinó. Tacna, en cam­


bio, comenzó a surgir; en 1779 se fundó allí la.
“callana”, fundición de productos mineros y mo­
dificada la organización política del virreynato
con las Intendencias, (1782) el partido de Arica
correspondiente a la Intendencia de Arequipa, tu­
vo a Tacna de capital.
Arica en decadencia, Tacna todavía sin lle­
gar a la madurez, se perdían en medio del virrey-
nato opulento en que Lima, Potosí, Huamanga,
Trujillo estaban como envueltas en el lujo de
un manto de romance. En esta humilde villa
prosaica se urdió durante tantos años solo el poe­
ma ignorado del amor al trabajo, del amor al ho­
gar, del esfuerzo para hacer la vida buena y útil.
Y así, la planta de la leyenda llega a tender en
la Colonia su sombra sedante sobre Tacna y Ari­
ca con sus flores y sólo más tarde las aroma de en­
sueño .
2 0 ----

TACNA EN LA INDEPENDENCIA
NACIONAL

Tacna tiene una tradición libertaria que no


comienza ni ha de acabarse con el cautiverio ac­
tual. Si realmente este constituye un hecho sin
parangón en la historia de los pueblos, la leal­
tad heroica de Tacna y Arica a su nacionalidad
no representa un caso insólito dentro de su pro­
pia historia.
La libertad como prerrogativa de disponer
independientemente de su destino es, si analiza­
mos el pasado, ideal hecho norma en la vida pú­
blica de Tacna. La Historia de la Emancipación
americana comprueba este aserto con palabras
que esmaltan y aureolan de gloria el escudo de su
nobleza cívica.
Cuando en 1810 se produjo en América un
estremecimiento unánime de los espíritus y pren­
dió la fiebre revolucionaria, Tacna pasaba por un
régimen de opresión parecido solo al que sufre
hoy, cuando la certidumbre y ya no la sospecha
de que el pueblo escogiera su libertad si se le
diera opción para elegir independientemente, hace
del sojuzgador un celoso y vehemente carcele­
ro de las conciencias. Buenos Aires con su revo­
lución del 25 de mayo había sido el foco propa-
21

gador y coordinador, principalmente, de aquel


movimiento. El Perú que por razón de albergar
el núcleo formidable del poder hispánico no pu­
do participar materialmente de la revolución, tu­
vo en Tacna una especie de adelantado heroico que
representó a la patria en aquella primera cita del
patriotismo americano. No fue suficiente para
detener a los tacneños entonces el despliegue de
un poder militar y civil que acababa de castigar
con crueldad suma a los revolucionarios de La
Paz y que con el antecedente de un primer cona­
to en Tacna, pocos meses antes, había segura­
mente extremado las medidas de sojuzigación y
vigilancia. El pueblo de Tacna, sugestionado por
el llamamiento vibrante de Castelli que se acer­
caba con el ejército argentino por el Alto Perú,
rompió en un momento dado la presión española y
lanzó al viento su primer grito de libertad el 2Q
de junio de 1811.
Por la relación y el parecido que tienen las
revoluciones tacneñas de 1811 y 1813 con el fran­
co y levantado repudio de la dominación extran­
jera que Tacna y Arica están en vísperas de dar,
merece la pena de recordarse aquellos episodios,
aún sea en la remembranza fugaz que impone la
situación del presente cuando todos los tacneños
con vínculo en el pasado de nuestro suelo, nos
aprestamos febrilmente a luchar por la segunda
libertad de Tacna.
— 22

Era nuestra ciudad ya de importancia en los


primeros años del siglo XIX. Viajeros del siglo
anterior nos advierten el lento proceso de desa­
rrollo urbano, social y económico que hacía cre­
cer a Tacna a expensas de Arica, cuya importan­
cia en cambio, durante el coloniaje, había sido
más grande. Se buscaba Tacna por su clima, su
naturaleza pródiga, mientras Arica de aquellos
siglos tenía el desfavor de su paludismo endémi­
co. Sin embargo su valor como población solo se
desenvolvió considerablemente en la república,
gracias al predilecto afán de todos los gobiernos
y autoridades del Perú. Junto con el mérito de
su industria agrícola la región se beneficiaba des­
de entonces con el comercio de tránsito a Boli-
via. Arica, puerto de embarque de los minera­
les de Potosí, era asiento de Cajas Reales des­
de los primeros años del virreinato. Huyendo de
piratas y tercianas estas fueron en 1776 traslada­
das a San Pedro de Tacna, con lo que ganó el
pueblo.
Gobernaba el partido de Arica en i 8 j i D.
Antonio de Rivero y Araníbar, con residencia en
Tacna, y con el título de Gobernador Subdelega­
do y Comandante Militar. La guarnición consta­
ba de un Regimiento de Dragones al mando del
Coronel don Francisco Navarro. La mayoría del
pueblo era de raza criolla en contraposición a Ari­
ca donde primaba el elemento castellano y en
consecuencia fiel a España, como lo hace notar
— 23 —

en su “Historia de las Insurrecciones de Tacna


por la Independencia del Perú” el historiador y
erudito tacneño D. Rómulo Cúneo Vidal. Explica
esta circunstancia el papel que juega Arica en las
dos ocasiones en que insurgen los patriotas tac-
neños: de Arica viene la reacción pero es debi­
do a aquella característica cualidad de su raza.
Viejos hidalgos se habían instalado con sus fa­
milias en la ciudad de San Marcos. Tacna en cam­
bio solo podía exhibir títulos de nobleza autócto­
na. Los incas no daban a las ciudades blasones ni
coronas. Les daban el presente de su organiza­
ción igualitaria y las maravillas de su sabiduría
agrícola. Así Tacna, centro de una región campe­
sina, respiraba tradición americana y no espa­
ñola. Entre los principales del lugar figuraba en
1811 su cacique don Toribio de Ara, de nombre
y raza aymará, que con sus hijos José Rosa y Ful
gencio tiene un puesto saltante en la revolución
de Zela.
Para los revolucionarios de Tacna hubo los
mismos incentivos que para la revolución ameri­
cana en general. Razones económicas de liber­
tad de comercio y razones políticas del derecho al
gobierno que aspiraban los criollos, ejemplos y
doctrinas de la revolución francesa y de los Es­
tados Unidos. El estímulo inmediato partió de
Buenos Aires, por intermedio de Castelli, caudi­
llo ardoroso que marchaba junto con el ejército
del Río de la Plata. Había este ejército vencido
— 24 —

y dominado casi todo el Alto Perú. Su jefe mili­


tar Balcarce como Castelli su jefe político, debie­
ron ansiar entonces, por necesidad táctica, la re­
belión de los pueblos que quedaban a espaldas del
ejército realista comandado por Goyeneche. Are­
quipa, Tacna y Tarapacá fueron invitadas a la
revolución por las proclamas entusiastas de Cas­
telli. Pero su afán se concentró sobre todo en Tac­
na y Arica. Representaban la mejor salida de la
revolución al Pacífico. Sublevada la región y triun­
fantes las armas independientes en Guaqui, el
camino a Lima se expeditaba grandemente. En­
viados secretos del procer argentino llegaban a
Tacna portando misivas de una encendida litera­
tura insurgente. Los espíritus rebeldes que lo
eran casi todos los no españoles del lugar, pren­
dían así su voluntad en el fuego de la intención
libertaria. Muchísimos habían hecho juramen­
to s................ juramentos de fidelidad al rey, in­
compatibles con el favor que ahora prestaban a
las nuevas ideas. Pero la conciencia de todos se
descargaba ágilmente del más ligero peso porque
las circunstancias especiales de terror que rodea­
ron a aquellas promesas eran suficientes para anu­
larlas ante “Dios y los hombres”. El primer com­
prometido por Castelli fue un oficial del reino
ensayador y balanzario de las Reales Cajas, el
limeño D. Francisco Antonio de Zela y Arizaga,
Zela había nacido en 1769, de padre español.
Su educación se hizo en el Seminario de. Lima
25

y en 1792, al morir intempestivamente su pa­


dre, heredó de aquel el puesto de ensayador que
era trasmisible. La función que correspondía al
ensayador era el beneficio de los metales y su pe­
so, a fin de deducir la parte que correspondía a la
corona. Por raza y vínculo económico Zela se
acercaba, pues, a España, pero por nacimiento y
espíritu liberal a la América libre que ya se anun­
ciaba. Unía a la inteligencia fuerte y vivaz el don
simpático de atraer y convencer. Sus biógrafos
están de acuerdo en la alta y elegante figura, en
el ademán aristocrático que convenía sinembargo
de suma cordialidad y democracia, en la imperio­
sa voz de mando que se atendía con agradable su­
misión. Tenía los ojos azules de su ascendencia
gallega, la frente despejada, la nariz recta, la bo­
ca y la barba firmes. Cuando habló y dispuso el
estallido de la revolución la noche del 20 de junio
de 1811 su palabra cayó entre los conspiradores
con reposo que se volvió premura de ejecución en
el pecho de todos.
Si Francisco de Zela era de Lima, su her­
vor revolucionario y la revolución íntegra eran
eminentemente de Tacna. Había asimilado en su
espíritu la altivez tradicional del criollo e indíge­
na tacneños. El pueblo se había decidido expon—
táneamente por la causa libertadora. En el infor­
me secreto de Landa Vizcarra al General San
Martín, hay esta referencia a nuestra tierra: “En
una palabra en todo Tacna, hombres, mujeres y
— 2Ó ---

niños y aún me avanzo a decir que en lo que


producen las tierras hay patriotismo firme y en­
tusiasta más que formal”. Y eso después de
ahogadas con rigor las dos revoluciones ante­
riores. Zela encontró fresco, no desmedrado aún
de decepciones, el entusiasmo independiente de
los vecinos del valle, y si obró con tanta pronti­
tud y gallardía fué porque corazones resueltos le
siguieron sin fijarse en los peligros de la empre­
sa ni regatear los medios para coronarla en triun­
fo.
José Rosa Ara, hijo del cacique de Tacna,
Fulgencio y Manuel Ara, Pedro José Gil de He­
rrera, Fulgencio Valdés, José Alberto Siles y An­
tequera, Juan Julio Rospigliosi, Manuel Argando-
ña, Julián Gil, Francisco Marín, Manuel Choque,
Manuel Silva y Marcelino Castro habían desde
temprano, con la discreción que el caso requería,
llegado uno a uno a casa de Zela, situada en Tac­
na en el lugar que todo tacneño bien conoce, la
noche del 20 de junio de 1811. En una de las
vastas salas d<4 la casa, a la luz temblorosa de los
velones que iluminaban la escena, el procer leyó
a los presentes la proclama y las comunicaciones
secretas de Castelli. Luego con oratoria precisa y
enérgica fué dejando caer sus razones. En el áni­
mo de todos estaban estas desde antiguo, aunque
dispersas, bien formadas, pero el caudillo las con­
citaba a sus labios resumiéndolas con elocuencia
vibradora. Un juramento unánime rubricó las úl-
timas palabras y entre ese instante y la salida de
los conjurados sólo medió un breve silencio sal­
picado de los ruidos con que se aprestaban espadas
y pistolas.
Los patriotas tacneños se dividieron en dos
grupos. Uno al mando de José Rosa Ara, su her­
mano y primos seguido de un puñado de indíge­
nas ^ue esperaban en lugar cercano, asaltó el
cuartel de caballería. El otro grupo compuesto de
cuarenta embozados a cuya cabeza estaba Zela,
asaltó el cuartel de infantería situado en la ca­
lle que entonces se llamaba del Medio y hoy es
de Bolívar. Después de unos minutos en que las
tropas de guardia, sorprendidas por la audacia del
ataque, apenas si opusieron una temerosa resis­
tencia, la libertad iluminó en aquel retazo glorio­
so del virreynato que, como una predestinación
advertida desde entonces, iba a tener que luchar
muchas veces más por la propia independencia.
Lo fugaz, de la revolución no rebaja en nada
su altísimo significado americano. Era un movi­
miento relacionado y dependiente del movimiento
militar del ejército argentino en el Alto Perú.
La ironía de la suerte quiso que la misma fecha
en que Zela daba en Tacna el primer grito de la
libertad peruana, el brigadier Goyeneche destro­
zara los ejércitos de Balcarce y Castelli a orillas
del Desaguadero. Los días sucesivos al 20, mien­
tras la distancia mantenía oculta la derrota, el
pueblo de Tacna dió muestras de una intensiva y
28 —

unánime adhesión al caudillo. La juventud se a-


presuró a ingresar a sus órdenes. Los que antes
escondieron o disimularon tímidamente su pa­
triotismo, lo exteriorizaron en manifestaciones de
júbilo público. El bando en que Zela el día 20
anunciaba su desvinculación de los tiranos fué oí­
do entre un clamor frenético de aplausos y víto­
res. El jefe de la rebelión mientras tanto no se da­
ba tregua en reorganizar los servicios públicos se­
gún el nuevo orden de cosas. Pedro Alejandri­
no de Barrios, Pedro Cossio, Cipriano de Vargas
fueron nombrados funcionarios del régimen libre.
El ejército engrosaba sus filas con el aporte de
los valles. Guapos ginetes llegaban de Sama, de
Locumba, de llabaya. Una gran revista militar
de aquel improvisado ejército tuvo lugar en la
pampa del Caramolle, el domingo 24 de junio.
De regreso de aquel acto el pueblo organizó la
primera manifestación cívica que recorrió la ciu­
dad de Tacna aclamando la libertad de América.
Los españoles y realistas permanecían mientras
tanto escondidos o refugiados en Arica. La noti­
cia .conocida el 25, de la derrota de Castelli en
Guaqui provocó la inmediata reacción de estos ele­
mentos a quienes reforzaba, más que su propio
valor, la fama sombría y la perspectiva cruel de
las venganzas que iría a ejercitar el sanguinario
Goyeneche. De Arica marchó un ejército magní­
ficamente equipado que restableció el antiguo or­
den en la ciudad. Zela, condenado al presidio de
— 29 —

Chagres, falleció en 1818, minada su salud por el


clima mortífero de Panamá pero nimbada su si­
lueta con el resplandor del sacrificio magno.
El año de 1813 marca una segunda revolu­
ción tacneña. A la tentativa de Balcarce y Cas-
telli había sucedido en el Río de la Plata la tenta­
tiva de Belgrano. Se volvió a presentar para la ciu­
dad del Caplina la misma situación de compromiso
patriótico: un ejército que venía a libertarla se ha­
llaba amenazado por las huestes de Goyeneche.
Irrumpir revolucionariamente a espaldas de Go-
veneche era fortalecer la moral del ejército ar­
gentino, debilitar el poder del ejército realista y
favorecer una solución victoriosa a las armas de
la patria. Enrique Paillardelle, francés naturali­
zado español, Manuel Calderón de la Barca, Al­
calde constitucional, y José Gómez fueron el al­
ma del levantamiento. Paillardelle había venido
niño al virreynato y su espíritu libérrimo hubo de
penetrarse pronto de la rebeldía criolla. Calderón
pertenecía a familia tacneña de buena cepa, ha­
bía nacido en 1754 y tenía una espléndida posición
social. José Gómez» es el tipo del insurgente crio­
llo, valeroso, astuto, porfiado con porfiadez teme­
raria en la locura de la independencia. “El empe­
cinado tacneño” le llama don Carlos Wiesse y le
viene muy bien el paralelo con el célebre testaru­
do español. Había nacido en Tacna en 1792.
La ocasión del estallido fué la llegada de un
nuevo Gobernador Subdelegado. El Cabildo lo
— 3°

desconció y después de una procesión de la Virgen


del Rosario, la devoción tradicional de Tacna, el
día 3 de octubre de 1813, Enrique Paillardelle
ayudado de su hermano Antonio, del Alcalde Cal­
derón y de José Gómez, como a las diez de la no­
che, apresó al Subdelegado Teniente Coronel
Francisco Suero y proclamó la patria libre entre
vivas a Belgrano y a la Junta de Buenos Aires.
El vecindario en masa se plegó a los subvensivos
y un ejército patriota quedó constituido a base
de un Regimiento Cazadores de Tacna al mando
de José Gómez». Los oficiales criollos de la guar­
nición ingresaron al nuevo ejército y los españo­
les huyeron. Paillardelle dió muestras de ser un
gran organizador. Y dió muestras sobre todo de
poseer un gran arrojo pues no esperó defender a
Tacna de la reacción realista que venía de Arequi­
pa sino que salió ofensivamente en su busca con
cuatrocientos ginetes tacneños. Antes de partir,
el 10 de octubre, la pampa del Caramolle presen­
ció por segunda vez una parada militar de solda­
dos patriotas. Se juró públicamente las bande­
ras de la revolución y el pueblo tuvo un día de
regocijo pleno. Paillardelle, montado en nerviosa
cabalgadura, lucía el uniforme brillador de la mo­
da napoleónica, con sombrero de picos y dora­
das charreteras. Su proclama al pueblo y a las tro­
pas es un documento lleno de virilidad, resolu­
ción y entusiasmo, en que invita a todos a “de-
— 3i —

rramar su sangre por la libertad de la restante


América’’.
Pero como en 1811, el destino se obstinaba en
malograr los arranques generosos de Tacna. Tres
días después del 3 de octubre, el ejército argentino
volvía a ser rechazado en su avance por el Alto
Perú. La noticia, conocida en Tacna, no impidió
sin embargo el proceso de la revolución. A pesar
de ella Paillardelle salió con su ejército en busca
de los españoles de Arequipa. El desgraciado en­
cuentro se produjo el 31 de octubre en Camiara.
cerca de Sitana, cuando los tacneños se dirigían a
Moquegua. Las fuerzas superiores vencieron al
cabo de una sangrienta refriega y Tacna fué re­
capturada para el rey el 2 de noviembre. La san­
gre de los tacneños fecundó aquel día, no obstan­
te, la semilla de la independencia cuyo desarro­
llo nadie iba a poder contener ya.
Apellidos históricos de Tacna figuran en la
revolución del año 13. Quienes en la historia del
cautiverio resaltaron honrosamente por su lealtad
al Perú, tenían desde antiguo antecedentes ilus­
tres en su amor a la independencia, altivea cívica
y capacidad de sacrificio. Entre los primeros ve­
cinos de Tacna que ofrendaron a Paillardelle sus
servicios, contribuciones en dinero y aún la pro­
pia vida en los peligros del levantamiento, esta­
ban además de Calderón y de Gómez, Francisco
de Paula Alayza, Juan José Zegarra, Juan Poma-
reda, Bartolomé Siles, Antonio Hurtado, Anto-
nio Vigil, Manuel Falón, Luis Manterola, Vicen­
te Robles, José Siles y Antequera, Melchor Alba-
rracín, Pedro Gandolfo, José María Núñez, José
Pizarro, Santos Vargas, Francisco Pomareda,
Manuel Liendo, Julián Gil, Basilio Rejas, José Ma­
ría Pacheco, José Antonio Andrade, Andrés Gu­
tiérrez», Pablo Cárdenas, Casimiro Valdivia.
De los revolucionarios del año 13, por su te­
naz persistencia José Gómez merece la venera­
ción y el afecto de Tacna. Cuando la ciudad se
recobre después de esta pesadilla trágica en que
fuerzas extranjeras la violentan, el homenaje a
Gómez reclama la perennidad y la grandeza del
bronce. Un año después de 1913, en Lima, trama
un complot, el más audaz, para sorprender a la
guarnición del Real Felipe mientras otros conju­
rados tomaban el cuartel de Santa Catalina. Des­
cubierta la conspiración, Abascal lo condena a cin­
co años de prisión. Apresado en Arica es recluido
en la cárcel local. Sus inquietas virtudes de sus-
citador se revelan aun en el presidio. Influye so­
bre el ánimo de los presos políticos que allí le acom­
pañan y los decide a la sedición. Trasladado al
Callao es encerrado en los Castillos. No tarda allí
en revivir su antiguo proyecto de asaltar la for­
taleza. Detenidos políticos de Chuquisaca, La Paz,
y Cochabamba son aliados natos de su empresa.
Gómez» se finge enfermo y trasladado al hospital
de Bellavista fuga un buen día. Su propósito es
organizar el ataque simultánea por dentro y fue-
— 33

ra del Real Felipe. La sublevación debe estallar la


noche del 21 de junio de 1818. Pero el secreto es
revelado y las autoridades sorprenden a los con­
jurados en infranti delito. Gómez es entonces con­
denado a la ahorca.
Mientras tanto Tacna esperaba su libera­
ción. La llegada de la expedición a intermedios,
cuenta Miller en sus Memorias, fué recibida en
Arica y Tacna con desbordante alegría y franco
apoyo a la causa independiente. Como otras ve­
ces sin embargo las fuerzas de la patria tuvieron,
que desocupar las dos ciudades. Una gran nota
de honor para la región es la comunicación que el
jefe realista pasó entonces al Intendente de Are­
quipa. Se quejaba en ella de que las poblaciones,
vacías de hombres porque todos se habían alista­
do en el ejército patriota, se mostraba hostil a las
fuerzas españolas.
Tal la actuación de Tacna en favor de su pro­
pia independencia y la independencia peruana.
— 34

TACNA Y ARICA EN LA REPUBLICA

El blasón democrático de Tacna

El 19 de enero de 1823, el presidente del Pe­


rú don José de la Mar promulgaba la ley que
“atendiendo al acrisolado patriotismo que ha
manifestado el pueblo de Tacna en favor de la
Independencia, desde el momento que en la tie­
rra del Sur se levantó el estandarte de la libertad,
y constando que fué el primer pueblo del Perú
que en medio de riesgos inminentes dió el grito
sagrado en el año de 1811 con extraordinario en­
tusiasmo” daba al pueblo de Tacna el título de
“villa” . Y el 26 de mayo de 1828, el mismo Pre­
sidente del Perú promulgaba la ley que conside­
rando “que la villa de Tacna ha prestado servicios
distinguidos a la causa de la Independencia; que
ha recomendado su patriotismo de modo singu­
lar ; y que fué el primer pueblo de la República en
que resonó el grito de libertad”, denominaba a la
villa de Tacna “heroica ciudad”.
— 35 —

Es, pues, el blasón de Tacna un blasón demo­


crático. Dice por eso el tacneño Belisario Gómezi
en su ensayo sobre el coloniaje que todos los pue­
blos participaron en la Emancipación, pero que si
alguno merece llamarse el símbolo republicano,
es el de la cuna de la revolución peruana.
— 36 —

LA “DECADENCIA” DE TACNA BAJO LA

ADMINISTRACION PERUANA

La Emancipación fué para Tacna como un


despertar. La República marca su apogeo. No es
que la administración pública de entonces tuvie­
ra poderes aladinescos. Es que a su amparo, el
extraordinario espíritu propio de sus hijos pudo
hacerla progresar. La República no sólo dá a
Tacna mercedes y honores; le dá también per­
durables monumentos públicos: lo que no le dá
ni la Colonia española ni esa otra Colonia más
negra aún que es la administración de Chile.
Pero solo el largo transcurso de tiempo en que el
Perú ha vivido alejado, el advenimiento de nue­
vas generaciones que desconocen la realidad pa­
sada, han sido aprovechados ávidamente por la
propaganda chilena en la escuela y la conferencia,
en el periódico y en libro, para afirmar que pre­
cisamente esa época ha sido de decadencia; sin
que se comprenda entonces cuál ha sido la del
apogeo que a toda decadencia precede.
Mateo Paz Soldán, en su “Geografía del Pe­
rú ” publicado en 1862 dice: “Tacna progresa de un
modo asombroso.. . Desde el terremoto del 18 de
setiembre de 1833, a las seis de la mañana que
— 37 —

arruine) a esta ciudad, ha cambiado ventajosa­


mente de aspecto y solidez... Tiene Tacna una
plaza mayor y una de mercado en el centro, cons­
truida en su mayor parte por suscripción de algu­
nos notables vecinos que, siempre solícitos, acuden
con sus recursos y esfuerzos a hacer el bien posi­
ble, a esta hermosísima población’’ ( i) . Mariano
Felipe Paz Soldán, quince años después, en su
Diccionario Geográfico del Perú dice que Tacna
está llamada a ocupar el segundo o tercer lugar
después de Lima por su espíritu progresista (2).
El comercio con Bolivia, el arrieraje fueron
la causa económica principal de esta obra. Tantos
extranjeros se avecindaron allí que el capitán
Andrews que la visitó ya en los primeros días
de la República, dice que más parece una colonia
extranjera que una española, en su fisonomía,
en su actividad pero nó en su espíritu que era
gallardamente peruano desde entonces. No hay
casi familia antigua tacneña—de las que casi to­
das tienen descendientes tacneños formando par­
te de la vida peruana—que no esté vinculada con
apellidos europeos: Ledgard, Neuhaus, Baker,
Freudenhammer, Kustermann, Camerer, Plarri-
son, Mac Lean, Outran, Jones, Grohmann, Larrieu
Bebin, Salkeld, Parodi.

(1) .— G eo g rafía del P e rú T . I . P a rís 1862. P á g . 504 y 505.


(2) .— D iccionario G eográfico y E stad ístico del P e r ú . L im a
1877. P á g . g04.
- 38

Por ley promulgada el 18 de diciembre de


1851, se autorizó al Ejecutivo para contratar el
ferrocarril de Arica a Tacna; la propuesta fue
admitida en 6 de agosto de 1852 y la linea, entre­
gada en 1857. Por ley de 24 de mayo de 1861 se
autorizó al Gobierno para que mandase ejecutar
la obra del canal de Uchusuma que fué contrata­
do con Fernando Hugues en 640,000 soles y pa­
ra el cual se expropiaron terrenos por valor de
$ 10,433 más 3000 para su conexión con la lagu­
na de Condorpico, fracasando el canal a pesar de
los enormes esfuerzos realizados porque tenía
que faldear más de 46 mil metros en que los brus­
cos cambios de temperatura hacían congelar y pa­
ralizar las aguas, produciendo derrumbes en el
canal. (3). Por Resolución Suprema de 14 de ju­
lio de 1871 se ordenó el remate para la construc­
ción de la Aduana y muelles de Arica y el 22 de
agosto de 1871 se aprobó el contrato con don R,
Larrieu; el muelle entró en servicio en 1874 y la
aduana fué concluida en 1876, aunque el 9 de ma­
yo de 1877 destruyóse el muelle y perjudicóse
gravemente la aduana por un terremoto realizán­
dose subasta pública para estas reparaciones y
para construir un sólido desembarcadero, lo que
hizo la casa Petot y Cia. en $ 337.600 como cons­
ta en la memoria del ministro de Gobierno de

( 3 ) . — M em oria del P re fe c to de T acna C arlos Z apata en 1878


e n la del M inisterio de G obierno de ese a ñ o .— O tro s docum entos
e n M em oria del M in istro de G obierno de 1870.
— 39 —

1878. La iglesia Matriz de Arica fue remitida por


el gobierno de don Manuel Pardo en 1873 y con­
cluida en 1876. En Tacna, donde los terremotos
habían destruido tres veces a la iglesia había la
iglesia de San Ramón. Por resolución de 13 de
mayo de 1872 se ordenó que la caja fiscal de Tac­
na abonara para la Iglesia Matriz $ 10000 mensua­
les y su reedificación fué dirigida por vecinos no­
tables de Tacna, adoptándose por decreto el siste­
ma de contratos parciales habiéndose adjudicado
las secciones de terraplén, albañilería y fierros la
casa Eiffel y Cia. de París, creándose para esta
reedificación portentosa un derecho especial “de
matriz” en Arica sobre la importación de merca­
derías ultramarinas (8 octubre 1876). Sólo falta­
ba la parte de fierro y el decorado interior cuando
vino la guerra ,habiéndose demorado la obra en
buena parte por la depreciación de los billetes de
banco con que se recibían las mesadas para ella,
que en el cambio por dinero producía fuertes pér­
didas.
En Tacna, además, había cuando los chile­
nos la ocuparon, el mercado hecho de piedra cu­
ya plaza costó 90,000 soles; la Alameda con bellas
estatuas de mármol, arcos y columnas de piedra
y una glorieta que han desaparecido; la avenida
del 2 de Mayo que existía ya desde 1870; la Casa
de Gobierno; la Cárcel pública; la Plaza de Ar­
mas con su hermosa fuente de bronce; el pasa­
je llamado hoy Bulnes, llamado antes Vigil; el
— 40 —

hospital de San Ramón; el matadero; el lazare­


to; la capilla del Espíritu Santo; el cementerio;
dos teatros; los servicios de agua potable y de
alumbrado a gas; un hipódromo; dos estableci­
mientos de baños públicos. Es decir, lo mejor que
hay ahora después de cuarenta y seis años.
— 41 —

TACNA Y BOLIVIA

Si la población de Tacna se hubiera sugestio­


nado con su prosperidad, se habría disgregado del
Perú uniéndose a Bolivia como departamento
portuario. Una sola vea una minoría de vecinos
firmó en 1836 un acta al respecto; pero hecha ba­
jo la presión de la invasión Boliviana y del domi­
nio de Santa Cruz, cuando Bolivia y el Perú iban
a formar una sola entidad política; no hubo nin­
guna manifestación popular al respecto, Vigil en­
cabezo con su enorme prestigio la resistencia a
este conato y el acta quedó olvidada como algo
esporádico, extravagante, nimio. Santa Cruz no
se atrevió a perpetrar esa amputación y una prue­
ba de su espíritu es el decreto del 25 de abril de
1837 separando Tacna y Tarapacá de Moquegua
para lo cual les dió el título de departamento li­
toral del Estado Sur Peruano. Tacna tuvo el pri­
vilegio histórico de ser la sede del Congreso de
Plenipotenciarios para fijar las bases de la Con­
federación Perú-Boliviana (18 de mayo 1837).
Cuando más tarde, Ballivián a raíz de la batalla
de Ingavi invadió el sur del Perú ni siquiera pre­
tendió la cesión territorial como indemnización.
(Tratado de paz de Puno, 7 de junio de 1842).
— 42 —

EL APORTE COLECTIVO DE TACNA A LA

HISTORIA POLITICA PERUANA

En cambio, la participación del pueblo tacne-


ño a la historia del Perú es intensa, constante,
importante, no solo por la vida y por la obra de
sus hijos mejores sino también por su aporte co­
lectivo. Cuando en 1843 surgió una postrera ame­
naza del tradicionalismo colonial con la dictadu­
ra de Vivanco que pretendía tener caracteres mo­
nárquicos y autocráticos, fué Tacna la chispa de
la rebeldía que prendió luego en todo el país, dan­
do por resultado el benéfico primer gobierno de
Ramón Castilla. “Estos heroicos habitantes—di­
jo (1) el presidente de la República Manuel Me-
néndez de los de Moquegua, depatramento del
que Tacna era la capital,—han prestado un argu­
mento para no tener por fabulosas las hazañas
de los pueblos antiguos cuando vencían a ejérci­
tos fuertes y aguerridos que pretendían arrebatar­
les su libertad. Este departamento merece mu­
cho de la patria y vosotros lo tomaréis en consi­
deración para decretarle honores que inmortali-

( 1 ) . — M em oria al C ongreso de 1845 p á g . 7.


— 43 —

cen su fama y la transmitan de generación a ge­


neración”.
Des revoluciones grandes ostenta además el
Perú, la de 1854 que dió por consecuencia la Cons­
titución más liberal que ha tenido el Perú y el se­
gundo gobierno de su más grande figura, el tara-
paqueño Ramón Castilla; y la de 1865 para ir a
la guerra con España. En ambas Tacna secundó a
Arequipa—lo que prueba lo pueril de la afirma­
ción chilena sobre la rivalidad entre ambas ciu­
dades.—En 1854, los tacneños y ariqueños (su­
blevados el 3 de marzo) comandados por Cesá­
reo Vargas y Felipe Osorio sostuvieron el ala iz­
quierda del ejército vencedor en la batalla de la
Palma, cerca de Lima (5 de enero de 1855) ; pe­
ro antes, en el camino, habían sostenido ei com­
bate del Alto del Conde, por Moquegua (17 de
noviembre 1854) en cuyo parte dice el jefe de
los liberales Domingo E lias: “Los valientes y he­
roicos leales de Arica pelearon con un denuedo
que rayaba en frenesí y descompuestos los ma­
los fusiles que tenían, tomaron piedras y las arro­
jaban al enemigo’’. (2). En 1865, sublevada Tac­
na el 4 de marzo, fueron sus leaders Gregorio Al-
barracín que después sería el admirable monto­
nero de la guerra con Chile, Gárate, Ignacio Ola-
zábal, Carlos Zapata, José Joaquín Inclán, que

( 2 ) . — “E l R epublicano” A requipa N o . 98. T . 28. 16 de d i-


ciem pre de 1854.
- - 44 —

fue comandante general de las baterías del nor­


te en la defensa del Callao el 2 de mayo de 1866
y que murió en otra defensa más heroica e infor­
tunada, la de Arica.
Entre los prefectos notables de Tacna se des­
tacan el general Manuel de Mendiburu, autor del
monumental “Diccionario Histórico Biográfico”,
que en el ejercicio de su función prefectural, des­
de 1840 a 1842, publicó el primer periódico de Tac­
na, “El Mensajero”, cuyo primer número apare­
ció el 1’ de febrero de 1840, arregló los correos, el
tráfico con Arica, estableció los baños públicos,
etc.; el general José Antonio Pezet, que fué pos­
teriormente presidente de la República y que in­
tensificó en 1850 los progresos públicos inaugu­
rando la Alameda; el general Mariano Ignacio
Prado que llegó dos veces al más alto cargo pú­
blico, fué un año antes de su Dictadura, en 1864
progresista prefecto de Tacna; Carlos Zapata que
lo fué de 1874 a 1878 siendo por tanto el primer
prefecto del departamento de Tacna creado por
ley de 25 de junio de 1875; y Pedro Alejandrino
del Solar, más tarde primer vicepresidente de la
República, prefecto hasta la infausta tarde del
26 de mayo de 1880.
— 45 —

Resumen

La historia republicana de Tacna y Arica,


demuestra que la historia peruana tiene pedazos
de su alma adherida en lo más profundo y peren­
ne y que la inferioridad administrativa del Perú
respecto a Chile no existe.
Los hombres de Tacna
»•§••§«*§•*£**£•< •$*«§*•{•«{**{««§*•$««$♦•$•«$»•$••{«•$«•$>•§•«£*•£*«£*•§•*£•*§••£**£•«£*•£••§*•$*•$**£*«

FRANCISCO DE PAULA GONZALEZ VIGIL


(1792-1875)

Y a habéis de saber, paisano, que en todas m is


tareas, de este o aquel nom bre, T ac n a estuvo siem ­
pre a m is ojos y en m i corazón. M íos e ran los
sinsabores, m ía la a m a rg u ra, inio el sentim iento
pues todavía tengo vida p a ra s e n tir ; m ientras que
el poco m érito que con el tiem po pud ieran ellas
ten e r y la tal cual reputación que después de mis
días quizá d e ja rán , serán para mi T acna, serán
el don que en m uestra de hom enaje p o d rá le g a r­
le un tacneño.
V IG IL . (A l “C o rre o ” de T acna. E n E L
C O N S T I T U C I O N A L de L im a, N o. 74, de ju ­
lio de 1858).

Nació en Tacna el 13 de setiembre de 1792.


Estudió en el Seminario de Arequipa y en la
Universidad del Cuzco (1803-1812). Sólo en 1818,
después de iniciales dudas, se graduó de clérigo,
ingresando como catedrático al Seminario de Are­
quipa. En 1826 fué elegido diputado por su sue­
lo natal formando parte de la minoría parlamen-
— 50 —

taria que se opuso a los planes dictatoriales de


Bolívar; siendo reelegido en 1827. En 1831, fué
nombrado Rector del Colegio de Arequipa. En
1832, volvió al Parlamento, también como dipu­
tado por Tacna y también a defender la demo­
cracia; y el 7 de noviembre de ese año pronunció
su célebre discurso contra el presidente Gama-
rra que termina diciendo: “Yo debo acusar y acu­
so” y que con su excomunión posterior, forma
el adorno más alto del monumento marmóreo de
su vida. Presidió la Convención Nacional en 1833
y 1834. Fué Director de la Biblioteca Nacional de
1836 a 1838 y de 1845 a 1875 y en ella laboró, sin
recursos casi, su vastísima obra. Fué elegido pa­
ra los Congresos de 1851, 1853, 1856 y 1867, siem­
pre por su terruño, salvo la última vez y no lo
fué más veces por expresa oposición suya; parti­
cipó escasamente de estas legislaturas por el
quebranto de su salud y su consagración a la
obra escrita aunque sin abjurar de su credo y vol­
viendo en las horas difíciles a la lucha, como en
la campaña que hizo en “El Constitucional” de
1858 en favor de la Constitución liberal que esta­
ba siendo desplazada. Murió en Lima el 9 de ju­
nio de 1875 Y apesar del entierro apoteósico que
se le hizo, -le fué negada la sepultura eclesiástica
por haber incurrido en la excomunión papal
(1851) por su obra “Defensa de los Gobiernos
contra las pretensiones de la curia romana” y por
haber refutado esa decisión de Pío IX.
Fue erudito, bueno y valiente. Amó a los li­
bros, a la patria, a la libertad, a la verdad. Tuvo
corazón de niño, cerebro de sabio, pureza de após­
tol. Fué una mentalidad y una conciencia. Larga
vida de inmenso trabajo intelectual, de cruel so­
ledad íntima, de constante preocupación por los
problemas circundantes la suya. Ante su recuer­
do, toda sonrisa sería una herejía y en el misal de
la gloria está escrito con fuerza de garra su nom­
bre claro como una aurora.
Tacna no sólo fué la nodriza sino la com­
pañera constante de Vigil, Durante treinta años
lo eligió su representante; y si su pequeña ha­
cienda de Piedra Blanca fué constante lugar de
descanso para la débil salud del gran clérigo, qui­
so que su terruño fuera el lugar de su sepultura y
al evocarlo su pluma de erudito se humedecía
siempre de ternura. ¡Cuán profundamente habría
sufrido con la invasión, el cautiverio y la chileni-
zación y cuán vigorosamente la habría condena­
do ! Una inconsciente represalia viene a ser el
honroso destierro postumo que la autoridad chi­
lena infirió a la más pura gloria de Tacna man­
dando sacar el busto que la recordaba en uno de
los parques de su ciudad. Algo del alma libérrima
de Vigil alienta en la rebeldía de Tacna y Arica
y el Perú entero puede hablar a América con sus
palabras tremantes: “Yo debo acusar y acuso”.
— 52

HIPOLITO UNANUE

( i 755- i 833)

Unánue abarca armoniosamente dos siglos


que son hostiles. La docta pluma que escribió la
Memoria del Virrey Taboada y Lemus, escribió
memorias ministeriales y, aún por breve tiempo,
cuando la gloria de Ayacucho llevaba a Bolívar
hasta las cumbres de Potosí, firmó como Jefe del
Estado.
Destruida la Colonia, el prestigio colonial de
Unánue queda incólume. Sobre su gloriosa caren­
cia de blasones, el saber le había labrado con su
reciedumbre perenne, el más alto pedestal que la
cultura colonial ostenta. Y su relieve de literato,
matemático, cosmógrafo, humanista, financista y
orador y médico, se había relievado con dos ca­
racterísticas que son esenciales en su vida y en
su obra: su valor como renovador de la medici­
na ya en la cátedra de Anatomía de la Universi­
dad (1789), ya inaugurando el primer anfiteatro
anatómico de América Española (1792), ya fun­
dando la Escuela de Medicina (1811); y su valor
como “amante del país”, como escudriñador de la
patria desde los días del preclaro “Mercurio Pe­
ruano”, que está lleno de estudios suyos sobre his-
— 53 —

toria, geografía, historia natural y literatura pe­


ruanas .
Tras de la Revolución de la que fuera uno
de los precursores por el indirecto aporte de su
renovación cultural y del fervor nacionalista de
su obra y por el ejemplo inicial de su unión a San
Martín en 1821, no le seduce el ensueño demo­
crático, que produciría más tarde la anarquía y la
desorganización que favorecieron a la agresión
chilena. Su moderantismo de anciano y de sabio
lo une primero a los proyectos monárquicos de
San Martín y luego a los proyectos autocráticos
de Bolívar. Caído con los planes de éste, se retira
a su hacienda de Cañete, colindante con la que
O’Higgins habitó en medio de las amarguras del
destierro y de la magnanimidad del Perú.
Unánue murió en Lima el 15 de julio de 1833.
Hijo de Arica, el servicio de la patria lo alejó del
puerto al que el saber ha dado así un renombre,
compatible con el que el infortunio y el heroísmo
diéronle más tarde.
54

FRANCISCO LAZO

(1823-1869)

Si Tacna y Arica contribuyen con Zela y Pa-


llardeli a liberar al Perú de la acusación sobre su
retardo en la Independencia; con Unánue en­
grandecen y culminan la historia de su cultura
colonial y con Vigil redimen a su primera época
republicana dando inmarcesible realce a su his­
toria ideológica, con Francisco Lazo aportan un
permanente valor a la peruanidad en la pintura
y en la literatura.
Como pintor, Lazo perteneció sin abandonar­
la nunca, a la escuela de Ingres y de Glayre que
hacían imperar el cuidado de la línea, el dibujo
puro. Junto con Ignacio Merino es la más alta
gloria que el Perú ostenta en las artes pictóricas
en la primera mitad del siglo pasado. Con la mis­
ma decisión con que en París vistióse de indio, qui­
so hacer arte nacional; y entre sus motivos an­
dinos tiene su “Habitante de las cordilleras” que
exhibiera en la Exposición Universal de París de
1855 y que mereció el elogio de Gustavo Planche
en la “Revue de deux Mondes”, aunque el cuadro
que le ha dado más celebridad es su “Santa Rosa
de Lima”, admirable de espiritualidad.
— 55 —

Escritor costumbrista en “La Revista de Li­


ma” de 1862, “El Nacional” de 1868 y en sus co­
rrespondencias a “El Comercio” desde Europa,
su obra dispersa sólo fué coleccionada por sus
enemigos en el folleto “El Aguinaldo” (1868) pa­
ra desautorizar su candidatura a la diputación
por Lima recordando sus acerbas críticas sociales,
sin comprender que solo el amor a la patria podía
haberles dado esa fuerza.
Lazo, que había desdeñado desde muy joven
sus blasones aristocráticos y había sido elegido
vicepresidente del partido liberal en 1862, fué co­
mo liberal al Parlamento de 1868. Su aparición
política no era un hecho inferior a su personali­
dad intelectual: era la consecuencia del sentido
social que, en cierto modo, quiso dar a su vida de
artista. La muerte sorprendióle antes de que pu­
diera revelarse como orador, cuando iba en 1869,
enfermo por el camino de Jauja; murió en el es­
cenario de tantos de sus cuadros.
Aunque la vida alejó a Lazo de Tacna, en lo
mejor de su alma, en su carácter libérrimo y en su
amor al Perú, late el alma de su terruño, más be­
llo que cualquier cuadro que pudiera pintarse.
- 56 -

JOSE JOAQUIN INCLAN

(1825-1880)

Inclán es el tipo del caballero militar. Uno


de los más ricos propietarios de Tacna, consagró
toda su actividad a su provincia y a la Patria, co­
mo simple ciudadano, como Prefecto y diputado
después.
Su amor a Tacna y al Perú no era de oportu­
nidad sino de siempre, de permanente norma.
Había trabajado por el progreso agrícola del va­
lle y orientaba su esfuerzo hacia el verdadero in­
terés de todos los campesinos sus paisanos: la
irrigación de Tacna. El canal de Uchusuma le
debe mucho, como lo prueba el* magnífico informe
que emitiera sobre él. Pero como su cariño a
Tacna tenía que ser también cariño al Perú, cuan­
do el Perú estuvo en peligro de ser reconquistado
por España, peleó valientemente, con puesto de
alto comando, en el combate de 2 de Mayo de
1866.
Representa Inclán en la guerra del 79 la ac­
titud erguida de Tacna para defenderse de Chile
mediante el heroísmo y hasta la muerte. Por el
sacrificio consciente, recapacitado cada día, como
57 —

por el gesto final de su vida, la mañana del 7 de


junio de 1880, en que murió como comandante de
la 7a. división, este tacneño extraordinario sim­
boliza el rechazo que la región hacía y hace del
invasor extranjero. Su porfiada actitud mereció
ser recogida por todo un pueblo y prolongada a
porvenir por espacio de medio siglo.
->!z-

Tacna y Arica en la Guerra


A los que cayeron
defendiendo la li­
bertad de Tacna
y Arica, en las ba­
tallas de mayo y
junio de 1880, tri­
butamos homenaje con esta cruz¡ llena de pensa­
miento rendido a su memoria. Eran hombres
fuertes, para quienes la vida no valía nada en la
indignidad y esclavitud. Habitaban la pacífica y
riente extensión de los valles, amaban a todos los
hombres y no ansiaban la riqueza del extraño.
Pero cuando la
agresión injusta
amenazó la inte­
gridad de su de­
recho, se irguie­
ron para formar
una barrera con
sus cuerpos, a la
puerta de sus ciu­
dades queridas. El
enemigo avasalló
esa barrera solo
cuando toda su
sangre, como una
llama abatida, co­
rrió cubriendo las
arenas del comba­
te. En el momen­
to en que se acer­
ca la reparación de la
Justicia que ellos defendie­
ron, su recuerdo se levanta co­
mo una estrella rútila para presidir
la marcha triunfadora de los estandartes.
£1 Cautiverio
LA PRIMERA EPOCA DE LA
CHILENIZACION

Cuando el plenipotenciario Novoa puso en


su cartera el tratado de Ancón, una cazurra es­
peranza debió sonreírle, en medio de su insolen­
cia de triunfador. No era la cláusula tercera una
cesión disimulada, como lo evidencian la memo­
ria del ministro de Relaciones Exeriores de Chi­
le, Aldunate, en 1883 Y carta del propio No­
voa a su colega peruano Castro Zaldívar; pero
podía ser factible dominar en diez años sobre una
región insignificante. Pero el pueblo que fué con­
denado a expiar cincuenta años de desorganiza­
ción, no fué inferior a su destino, y su vida opa­
ca de provincia se engrandece hasta la sublimi­
dad.
Hubo en Tacna y Arica una época inicial,
durante la administración de los intendentes Fie­
rro y Palacios, en que los pocos funcionarios chi­
lenos buscaron la armonía con el vecindario pe-
— 66 —

ruano. Acaso estaba dentro de los planes de los


gobiernos de Chile cumplir algún día honestamen
te la palabra empeñada en Ancón; acaso pensa­
ban ganar a la población por medios pacíficos; o
acaso, también, dentro de los planes de cesión a
Bolivia que más de una vezt inspiraron la veleido­
sa política chilena, no era necesaria la desperua-
nización. Pero el orgullo nacional unido a previ­
siones estratégicas pudieron más que el cumpli­
miento leal del pacto, que hubiera devuelto a Chi­
le la amistad del Perú, con incalculables conse­
cuencias morales y económicas para ambos países,
y para América. Desde 1900 comienza el nuevo
período: el ministro chileno Koenig afirma en Bo­
livia con voz tonante la germánica doctrina del
imperialismo; clausúranse las escuelas peruanas.
Y vienen luego el traslado de la Corte de Apela­
ciones, el refuerzo de la guarnición, el artilla-
miento de Arica, la expulsión de los playeros, el
ferrocarril a La Paz. Y más tarde, la clausura de
las iglesias y de las imprentas peruanas, los in­
tentos de colonización agrícola de Tacna, la ex­
pulsión en masa de habitantes en 1918, 1920 y
1925, el acarreo de pobladas auspiciado por la ca­
sa Franke Jullian.
Ya inicialmente había manifestado la ocupa­
ción chilena su sicología incorporando Tarata a
Tacna, por simples razones económicas y estraté­
gicas; ciudad que con algunos kilómetros más de
terreno ha tenido que devolver, sin poder alegar
— 67 —

una razón justificativa de su ocupación, merced


al laudo de 1925. Conviene no olvidar la ocupa­
ción de Tarata pues, hace ver cuan arbitraria es
la tesis chilena de que Chile en esta región impli­
ca la civilización domando a la barbrie: ningún
servicio público, ningún adelanto edilicio ha he­
cho en la ciudad y mucho menos en la región.
— 68 —

POR QUE NO BASTARON LAS PRIMERAS


VIOLENCIAS

Los maestros, los curas, los periodistas su­


frieron los primeros rigores de la chilenización.
A las escuelas se les impidió funcionar oficialmen­
te en mayo de 1900; las iglesias fueron clausuradas
en noviembre de 1909 y los curas expulsados en
la misma forma oficial en marzo de 1910; los perio­
distas vieron destrozadas sus imprentas en julio
de 19x1, empleándose aquí el procedimiento de las
violencias populares, aunque ellas se perpetraron
a pocas cuadras del cuartel de policía y era impo­
sible formar pobladas que no tuvieran conexión
con las autoridades. Supresiones significativamen­
te sucesivas, para desarraigar al alma peruana en
sus más visibles exponentes. Máximo R. Lira fue
el ejecutor de estos actos, el símbolo de la prime­
ra chilenización; y sin embargo, murió olvidado en
■Santiago y tan amargado que cuéntase que dispu­
so que solo se publicara la noticia de su muerte
después de su entierro.
Eliminados por Lira los exponentes de la pe-
ruanidad, la chilenización no avanzó mucho. Y es,
que la rebeldía de Tacna y Arica no era un senti­
miento de clase, de casta o de ocasión. Emanó de
—- Ó9 —

los arcanos más profundos del alma popular, en


inagotables episodios, llenos del rústico aroma del
candor. En los cantos de las horas de esparcimien­
to como aquel!

Allá en la Quinta de las Palmeras


el roto Lira rabiando está
al ver que Tacna no chileniza. ..

y. en los cantos solemnes como el “Mantengamos


-el fuego sagrado” que sustituye al “Somos libres”,
irónico allá; en sus reiteradas huidas ante la obli­
gación de servir en el ejército chileno como en me­
nudos actos cotidianos, el pueblo negó expontá-
nea. conscientemente, su acatamiento al invasor.
Tiene su actitud un carácter anecdótico. Sacrificio
pasivo, revelado en 1-a huraña negativa para adap­
tarse, en la fidelidad íntima a la patria alejada y
soñada. Sacrificio sin el cual el problema hubiera
dejado de existir, o habría perdido sus resonancias
más patéticas y que para comprender y admirar
no se necesita sino tener corazón para compren­
der el dolor y admirar la rebeldía ante la injusti­
cia. Lo sufrieron todos, los pobres más que los ri­
cos, los jóvenes tanto como los viejos. El amor al
Perú tenía su reducto en los hogares: lo enseñaban
las madres con los arrullos de la primera edad.
Varias generaciones crecieron aprendiendo junto
■a los cuentos tradicionales y a la tacneña conseja
-de los “gentiles”, la verídica historia de los atro-
70 —

pellos y más de una vez turbó sus sueños infanti­


les un meeting hostil. Algo de la hosca amargu­
ra que dió el cautiverio a las dos ciudades, han
heredado muchos. El sabor bueno de pan que es el
sabor de la tierruca, tiene en los tacneños y ari-
queños, hiel de rencor.
Desde los primeros años del siglo, el culto de
la patria quedó reducida a lo secreto. Fueron pro­
hibidas las banderas y los desfiles; pero antes de
replegarse al fondo de los hogares y de las concien­
cias, como para dejar un ejemplo indeleble, se rea­
lizó la procesión de la bandera. Fué el 28 de julio
de 1901, en la bendición del estandarte de la So­
ciedad de A rtesanos: aún permitió la autoridad que
hubiese un desfile pero prohibiendo todo grito y
la menor provocación. Crueldad de déspota o es­
tratagema de criminal. Conducido el estandarte
ocultamente, apareció deslumbrador a la puerta de
la iglesia, cuando la multitud se había reunido ya
en la plazoleta. Cayeron de rodillas todos, descu­
biertas las cabezas, arrodilladas y descubiertas
también las almas. Y luego comenzó la procesión
por las calles, sin un grito ni una provocación, con­
fundidos hombres, mujeres y niños en una masa
imponente que a los mismos oficiales chilenos que
encontraba, hacía saludar y que en una esquina fué
detenida por un viejo mutilado que magnificó aún
más el instante besando al estandarte.
— 7i

EL EXODO DE LA POBLACION

La violencia de Máximo R. Lira con las ins­


tituciones y las personas representativas, resultó
timidez más tarde. Si algunas familias comenzaron
a salir en 1911 y 1912 ante las nubes precursoras
de la tempestad, y muchos mocetones tuvieron in­
termitentemente que fugar, considerados como de­
sertores del ejército, en 1918, 1920 y 1925 realizá­
ronse expulsiones en masa. En 1918, por la agita­
ción creada en el Perú por la victoria de los alia­
dos y las doctrinas de Wilson. En 1920, por la po­
sibilidad de la guerra que el gobierno de Sanfuen-
tes agitó, con la movilización sobre Tacna para des­
viar a la opinión pública por razones políticas. En
1925, por el laudo, ante la inminencia del plebisci­
to. Otras expulsiones fueron virtuales, nó por las
autoridades y sus agentes sino por la intranquili­
dad, la zozobra de la vida. Como la autoridad sin
control es fácil que llegue al desborde, muchas han
sido las víctimas de la chilenización. Y entre los
que necesitaron quedarse, muchos afectaron con­
formidad, El sacristán de la iglesia de Tarata sir­
vió a los sacerdotes que fueron a consolidar, en
nombre del Evangelio, la invasión, pero cuando re­
gresaron los peruanos, desenterró de un rincón ig­
norado y les ofrendó las riquísimas alhajas de la
— 72

iglesia, que él escondiera ante los chilenos largos


años; asi también, enterrada en el rincón más pro­
pio de muchas almas existe la fortuna del ideal
que se revelará en el momento necesario.
En tanto, en Tacna y Arica parece que hu­
biera ocurrido un terremoto, asolando a los habi­
tantes solamente ya, que la vieja alma poblana
subsiste aún. Ninguna región de la exigua impor­
tancia de ésta, ha tenido un movimiento de emi­
gración e inmigración tan vasto. Son muchos los
hogares que generaciones a generaciones habían
enraizado en el terruño y que han sido arrancados,
las gentes cuya segura medianía allá se ha troca­
do en azarosa aventura por ambientes lejanos, las
vidas que han conocido así lo extraordinario y lo
fatídico.
— 73 —

LA ADMIRABLE FIDELIDAD

Y sin embargo, la patria no es solo el lugar


donde se nace. Hay algo de egoísmo siempre en lo
humano y a esa pobre gente han solido faltarle esos
menudos intereses que influyen en el ideal. En to­
tal desamparo ha vivido. El Perú no pudo llegar
nunca a a mí inar su sufrimiento. Los cónsules ex­
tranjeros tienen sus intereses ligados a los chile­
nos, salvo don Frank Bebin que murió, Elliot, cón­
sul inglés, que fué sustituido por un homónimo su­
yo, Cameron. americano, vilmente apaleado en
1920 porque investigaba los atropellos. Ni el con­
suelo de la religión encontró esa gente, devota por
tradicionalismo español; al servicio de la fuerza
está el púlpito.
¿Por qué no han desaparecido los vínculos en­
tre Tacna y Arica y el Perú después de los años y
de los infortunios? La respuesta es compleja. El
pueblo de la ciudad de Tacna—donde menos han
penetrado los chilenos—está compuesto principal­
mente de artesanos. Como la región es pobre, no
hay posibilidades para las grandes empresas in­
dustriales y fabriles ni posibilidad, por lo tanto, de
infiltrar grandes masas de inmigrantes. Nunca ha
ofrecido ninguna perspectiva alucionante para la
aventura individual ni originado ninguna vasta
— 74

empresa colectiva. A una región captada por el


capitalismo hubiera sido más fácil hacer cambiar
de hábitos, de ideas. Si hubiera habido, por lo me­
nos, latifundismo, es decir, sujeción económica y
anulamiento mental de la población rural, la susti­
tución del latifundista hubiera bastado, pero los
chacareros, pequeños propietarios, no dejan de te­
ner espíritu propio. Además, Chile, país pequeño
y pobre, carece de las fuerzas de expansión y de
asimilación necesarias. A ello se agregan también
algunos motivos éticos, entrevistos simplista pero
hondamente por esas mentes sencillas. El llama­
do de la conciencia encarnado en el respeto a los
padres, a la sangre, a la tradición palpitan con su
antigua virtualidad en esta provincia alejada del
enervante materialismo de la civilización. E influ­
yen también primariamente, factores negativos:
la reacción contra la violencia, la injusticia, la
crueldad.
— 75 —

EL APORTE DE CHILE

Es así como al instalarse la Comisión Plebisci­


taria en Arica, la principal de las fuerzas de que
disponía Chile como baluarte de ataque y de de­
fensa, eran las autoridades políticas, administra­
tivas, religiosas, educativas, militares. Compren­
diendo que son el corazón de la chilenidad, Chile
se ha negado a permitir control alguno sobre ellas;
si hubiera confianza en el pueblo auténtico, habría
limpiado de dificultades el camino de los peruanos,
se habría, si cabe, solidarizado con la demanda de
las garantías más amplias para obtener así un títu­
lo plebiscitario indiscutible. Dependientes de las
autoridades, directa o indirectamente, están los pe­
riódicos, que se sostienen por apoyo fiscal y que
realizan lamentable labor de envenenamiento polí­
tico y literario. Algunos nativos, que ni por el nú­
mero, ni por su posición intelectual, social o de
trabajo, ni por la prestancia histórica de su apelli­
do se equiparan a los peruanos, actúan decisiva­
mente: son en buena parte hijos de los empleados
públicos chilenos y algunos tienen madre peruana,
produciéndose verdaderas tragedias familiares en­
tre dilemas que la siniestra presión de los aconte­
cimientos hacen aparecer como insalvables. Algu-
- 76 -

nos comerciantes extranjeros, solidarizados por


tendencia con el que manda, y una excesiva porción
de residentes que a pesar de las limitaciones del
laudo perciben en gran parte del Estado la “die­
ta plebiscitaria” completan la topografía plebisci­
taria chilena. Las obras públicas chilenas, o son es­
tratégicas militarmente, como los cuarteles y el ca­
mino de Tarata, o son estratégicas políticamente,
como las obras del ferrocarril de Arica a La Paz.
Cuarenta y seis años y el progreso que europeiza
a América no borra aún la fisonomía de antaño. Es
así como Chile aporta a este conflicto su orgullo
militar, su pertinacia de invasor, su defensa de los
intereses creados solamente; algo frío, acerado, no
expontáneo. El dolor de Tacna y Arica, en cambio,,
aunque haya sido explotado por políticos y retó­
ricos y aunque haya provocado concupiscencias,
permanece intacto en sus proyecciones éticas y
espirituales; así también la causa misma, a pesar
de todos los desastres, deja siempre el rescoldo
de una esperanza.
Y cada injusticia impune perpetrada allá en
la tierra de los granados y de las vilcas ha sido un
golpe más que ha cincelado el alma nacional pe­
ruana. En los momentos difíciles o decisivos, las
discordia política se han atenuado, la conciencia
colectiva se ha erguido y unánimemente el alma de
los peruanos se ha conmovido con la emoción del
momento y se ha agitado con la zozobra del por-
— 77 —

venir. Por el dolor de Tacna y Arica las muche­


dumbres han irrumpido en las calles con una fuer­
za única de tempestad y comulgan con un fervor
inefable de oración, mujeres, niños y hombres, en
un fervor que no olvida y que espera.
________

Notas del ambiente


ARICA

El Puerto

Junto con la rudeza de la mole granítica—


rudeaa de la leyenda heroica, del repecho bravio—
rinden la ciudad y el puerto el encanto suave de
su tono menor. Blanca la ciudad con el prestigio
azul del golfo y esmeralda de los valles cercanos,
contrasta su ala frágil ascendiendo los primeros
declives del moro oscuro, petro, desigual. Se im­
presionan así los ojos que se aproximan de alta
mar a los que ganan el desierto, después de aban­
donar el paisaje tacneño. Por su interior esa
misma sensación de finura y de paz—líneas gó­
ticas de su capilla, sombra de parque y calles ar­
boladas—se antepone a lo que surge adusto, en­
vuelto en emoción de historia.
Geográficamente ocupa aquella depresión
honda de la línea litoral del Pacífico que remata
la dirección NE. SO. de casi toda la costa pe­
ruana e inicia hacia el sur un nuevo rumbo. La
bahía es amplísima, tranquila, de fuerte colorí-
82

do por las condiciones luminosas del cielo, resguar­


dada de vientos y tempestades, fácil a las faenas
del comercio maritimo y de la industria pesque­
ra. El Morro de Sama se destaca en las bru-
mosidades del norte mientras el de Arica, con la
isla del Alacrán, la cierra al sur. La planta ur­
bana se extiende al pié del Morro, escalonando
su falda después del maremoto de 1604 que la
arrasó por completo, cuando se hallaba en terre­
no más bajo, en la región de la campiña llamada
“Las Chimbas”. Al constituir el nuevo caserío se
le dió el plano perfecto que prescribían minucio­
samente las ordenanzas reales, y que es el que
aparece en el croquis de Frezier (1712. “Rela­
ción del Viaje por el Mar del Sur”) y que con­
serva ampliado hasta hoy.
Tiene simpatía el conjunto de sus edificios,
la vida activa de sus gentes, el don tradicional de
su hospitalidad y gentileza. Los elementos popu­
lares cuentan, para amenizar sus charlas, con la
veta inagotable de una imaginación vivaz, la eru­
dición de las leyendas ingénuas, ligeramente poé­
ticas. Las clases superiores conservan la herencia
de una cultura secular. Ariqueños fueron nume­
rosos varones destacadas de la colonia y nació en
Arica por las últimas décadas del siglo XVIII.
Don Hipólito Unánue, sabio fundador de la Es­
cuela de Medicina y procer de la independen­
cia.
- 8 3 -

La ciudad es casi tan vieja como el virreyna-


to. Su población, su carácter de lugar preferente­
mente habitado, se pierde en la historia de las
primeras civilizaciones peruanas. Los habitantes
más remotos de América dejaron allí sus huellas.
Les atrajo la riqueza de la fauna marina y la fe­
cundidad de los oasis, la blandura del clima, las
ventajas naturales para la defensa. Pescadores y
agricultores hicieron el feliz) consorcio de sus que­
haceres diversos, impulsando la cultura con la di­
visión del trabajo y la multiplicidad de los pro­
ductos. Fueron los ricos pescados de valle en va­
lle y llegaron de allí los retornos pródigos. Cons­
tituyó comarca venturosa desde antes de los in­
cas.
Como la población existía ya, no necesitó Ari­
ca de una pomposa fundación como las rituales de
la época, sino simple establecimiento de españoles.
La caleta recibió el título de ciudad en 1570. Du­
rante toda la colonia tiene la importancia de ser
“el puerto de Potosí”, con toda solicitud marcado
en las cartas geográficas de los piratas. Terremo­
tos, salidas de mar, y amago de corsarios, forman
por dos siglos y medio su historia saltante, la úni­
ca casi que subsiste por sobre los episodios oscuros
del querellar de abades y gobernadores. En 1600
erupciona el Ornate y con intermitencias relativa­
mente cortas, se producen nuevos siniestros, hasta
la salida de mar de 1877. Siempre se rehace de las
catástrofes, tiene constantemente en jaque a los
— 84 —-

piratas. “En diferentes oportunidades”, relata con


sencillez una antigua crónica, “las naciones ene-*
migas penetraron al mar del Sur con el intento de
saquear sus puertos, resolviendo insultar a Arica
y en todas han sido el juguete de su valeroso ve­
cindario”. La tentativa de Sharp, sobre todo—1681
—merece recordarse como el más glorioso antece ­
dente, en la distancia de dos siglos, del 7 de junio
de 1880. Después de un combate de siete horas en
que hasta mujeres y ancianos defienden palmo a
palmo las calles y las casas, Sharp se ve obligado
a reembarcarse sin una sola prenda de botín, de­
jando veinte muertos y diecinueve prisioneros pa­
ra la horca.
¡Cuánta riqueza del Alto y Bajo Perú no se
pesó en la Balanza de sus Cajas Reales! Solo el
nombre de Potosí llena el clamor admirativo de
tres siglos. Número incontable el de galeones que
se mecieron en su rada y marcharon con su pre­
ciosa carga ganosos de salvar las calmas, capear a
los piratas y avistar a Cádiz.
Durante la República, Arica goza de prospe­
ridad que estimulan el comercio de tránsito a Bo-
livia y el progreso agrícola de los valles vecinos.
En plena etapa floreciente la sorprende la guerra
del Pacífico. Esta es una verdad digna ahora de
batirse al viento, más que nunca, cuando la mal­
dad o la ignorancia tergiversan y ocultan la his­
toria. Se había construido para unir las dos ciuda­
des el segundo ferrocarril del hemisferio sur, cuyó
- 85 -

material, en mucho se usa hasta hoy, dotándolo


de muelle anexo; se había construido la Aduana,
talvez» mejor del Pacífico (como no la tenía el Ca­
llao) y de Europa, con planos de Eiffel, el arquitec­
to más famoso del siglo, se había traído la iglesia
Matriz, toda de fierro, joya de la ciudad por el cor­
te de sus líneas y los vitreaux que la exornan.
La inmortal hazaña del 7 de junio consagró
el peñón como un sitio de veneración nacional. Ari­
ca se defendió con excepcional heroísmo de caer en
poder de país extranjero. Pero el Morro estaba
destinado desde antes a significar la vinculación de
Arica al Perú. Cuando niños oíamos a las viejas
undosas, de espíritu impregnado en el floklore na­
tivo, la leyenda de la “Cueva del Inca”, aquella ca­
verna con apariencias de curioso laberinto, hoy un
tanto obstruido, que se abre, por un capricho de la
naturaleza, en medio de la muralla anterior del
Morro. La tradición dice que antaño llegaba hasta
el Cuzco e iba a salir a los jardines del Inca. Por
ella le llevaban al Gran Señor los chasquis, libre
de los soles y de los caminos lentos, el fresco tri­
buto de los pescadores del g o lfo .... ¡Simbólica
y milenaria leyenda que une así la comarca al co­
razón de la P a tria !
— 86 —

LA IGLESIA MATRIZ

La “Catedral”, dice la tradición lugareña y


en el contrastre entre la palabra ambiciosa y la
ruinosa realidad, los niños imaginan agoreras con­
sejas. Más triste y más esperanzada es la ver­
dad. Un día la ciudad en auge tuvo el ensueño de
superarse a sí misma, con un monumento de pie­
dra y de magnificencia. El deseo fué más pode­
roso que la momentánea capacidad de realizarlo.
En la limitación de aquella vida provinciana, la
gesta de la Iglesia Matriz tenía que ser difícil,
larga, intermitente. La ciudad, tras de renovar
sus fuerzas, en irnos cuantos años hubiera culmi­
nado su obra. Pero vinieron la invasión y el cau­
tiverio. vino la decadencia de la ciudad. La Igle­
sia Matriz» quedó como una aspiración, como una
esperanza, como un emblema del inconcluso y so­
berbio esplendor de antaño. Sus dos torres que
se recortan sobre el cielo diáfano, sus muros en­
hiestos que le dan algo de la apariencia de un
castillo, las graderías que la circundan como un
marco, se ungieron con el polvo del tiempo, tro­
cáronse en una reliquia y dijeron impasibles su
nostalgia a través de los largos años de humilla­
ción moral y estancamiento material.
- 87 -

La Iglesia Matriz sigue hoy como antes de


la invasión. Todo lo fundamental de la ciudad
sigue idéntico. Con piedras sustraídas a la Igle­
sia Matriz se hizo la Intendencia; a la vez. que
depósito de municiones ha pasado aquélla a ser
estación radiotelegráfica. Tales desviaciones pro­
fanas son asaz significativas. La obra de los ocu­
pantes no logra el desarraigamiento definitivo de
lo antiguo y su reemplazo por algo más nuevo
y mejor; llega a transformaciones como éstas,
subordinadas o pasajeras. Un confuso respeto
palpita en medio de la obra cruel de los ocupantes.
Y la antena que acompaña a las torres de la Igle­
sia Matriz; implica que lo mejor y lo más impor­
tante de lo nuevo no es lo chileno sino lo que es
producto fatal del progreso.
Las torres sin campanas hoy, llamarán ju­
bilosas al vecindario y las puertas cerradas se
abrirán de par en par exhibiendo la terminación
de la obra, más bella y más magnífica en lo re­
construido. cuando la bandera del Perú flamee en
todas las casas de Tacna, cuando las zozobras del
cautiverio parezcan un sueño. Los tacneños de
Tacna peruana terminarán la Iglesia Matriz y
así sobre la base inconclusa y perenne del alma
antigua, incólume a pesar del tiempo y de la des­
gracia, magnificarán a su ciudad ejemplar supe­
rando el auge del pasado.
— 88 —

EL MERCADO DE TACNA

El mercado de un pueblo es el esquema mul­


ticolor de su vida. Dentro del cuadrado amplio y
sombroso la campiña escancia lo que tiene de más
fresco, de más jugoso, de más delicadamente cro­
mado. Y el alma popular en él se viste y se des­
viste de sus paños, de sus joyas, de toda la sun­
tuaria ingenua. Porque en el mercado del pueblo
está el ramo de juncos, el fruto maduro, las le­
gumbres tiernas y están también los negociantes
de baratijas locales: lo que hizo la naturaleza sin
esfuerzo. con gracia, y lo que hizo el hombre, sin
esfuerzo, con gracia. Flores y vasos de greda,
verdura y tambones de dulce. El paisaje se vuel­
ve pequeño para entregarse en la dulzura de una
poma y la tradición se cuenta, toda ella, en un
tejido de castilla, en unas figuritas de filigrana.
Todos los mercados de pueblo tienen cosas que no
se parecen, matices que no se conciban, pero en
el fondo son iguales en esta función maravillosa
del alma del pueblo y del alma del valle.
Mi mercado, nuestro mercado, el mercado de
Tacna tiene, típicamente, el valor de este nexo,
con ser muy vario en efectos hondos, en desgai­
res rítmicos, en porfías trágicas, el espíritu colec­
tivo y artista. La Alameda cuenta jacarandás y
— Se - -

palmeras, se hace larga por cuadras, y a mitad se


engalana con los jardines del parque, del parque
de la Recoba. El mercado tiene en Tacna este
nombre de tradición castiza, de resabio árabe. To­
dos dicen la Recoba. El “reloj de la recoba” vi­
gila severamente las horas de media ciudad. El
“parque de la recoba” tiene césped para los niños,
laguna para los contemplativos, lirios morados y
blancos para las almas ilusas. Y “por la recoba’’
están los tenderos más prestigiosos, los jardines
más inmediatos al radio urbano.
No estaba antes la Recoba en la Alameda,
estaba en lo que hoy es el Pasaje Vigil. El pa­
saje Vigil tan amplio y tan pulido con sus jardin­
cillos ingleses, junto a la calle del Comercio, es­
tación de gentes bien aviadas y cita de las confi­
terías mejores, dió en su época abrigo al demo­
crático concierto de colores que es el Mercado.
Suelen contar las abuelas detalles de la primera
piedra, pintorescos detalles de la ceremonia inau­
gural—fanfarria, discursos, orgullo del régimen
que representaba el prefecto—y pena furtiva al
mirar como se derrumbaban los viejos galpones.
Nunca precisan las abuelas fechas concretas, pero
tiene simpatía sobre la vagorosa ilimitud del ayer,
la movida escena civil que interpretan mejor que
la historia, las láminas polícromas de la narración
familiar.
Cuatro puertas, para las cuatro calles, y cada
una con su especialidad. Ninguna especialidad
90 —

más grata, por cierto, que ésta de la puerta prin­


cipal donde floristas y fruteras, con la pulcritud
de sus blancos delantales, ofrecen lo que tiene la
estación. Nunca niega la estación, una flor o una
fruta. Las hay de invierno y de verano, de pri­
mavera y de otoño. En diciembre se juntan las
brevas turgentes y negras, rajadas en línea im­
perceptible, con las azucenas albas, mareantes de
aroma, que harán escalas niveas por el altar de
Alaría. E irán acompañándose flores y frutas
hasta las peras rojecidas de mayo y los juncos de
oro y blancor, suaves por su abundancia, por su
perfume, por su persistente lozjanía en el vaso
donde se les coloca en la ciudad. El invierno tie­
ne claveles, rosas, naranjas, granadas que son de
un eterno fructificar. Ninguna especialidad más
grande que esta de la puerta principal. Por las
otras hay puestos de géneros, de pastas, de cosas
menos recamadas de color y de estética..........
La infancia tiene para su íntima recordación
esta inseparable objetividad de la imagen. Como
una música que se concretiza y se requiere y se ofre­
ce y siempre triunfa, siempre emerge la mañana
musical surcada de pregones. Por el aire filarmó­
nico, en trama inextricable, se cruzaban cantos y
silbidos, voces de protesta y de risa ; la fuente cén­
trica era como el latido de cristal para aquella al­
garabía. Aquella algarabía iba en descanso con la
consumación de la m añana..........
— 9i —

Las mesas de legumbres, de carnes y pescados


formaban una red de callejas era difícil pasear, pa­
ra pasear estaban las avenidas laterales con sus
variadas ventas, sus atrayentes ventas de ropa he­
cha. Allí estaban, en las vidrieras, los muñecos se­
rranos, de género de colorines, muy chistosos con
sus sombreros, muy trenzas, sus equipos y sus cal­
zones de oveja, las machorras de lana, gráciles y
finas, las cucharas de plata labradas, los cántaros
de barro en mil formas. Y otras, las ventas de dul­
ces y las ventas de quesos de San Andrés. Por la
sedeña tersitud de la imagen van pasando las cosas
y a veces se detienen y quedan en la quietud de un
mosaico que nos fuera dable remirar muchas ve­
ces.
Alma del pueblo iba para aquel mercado y al­
ma del paisaje venía a ofrendarse. Alma de pueblo
que era alegre y era artista por sobre la honda
amargura del momento. Y alma de paisaje que se
sabía en un iris de belleza vibrante.
92 —

LA ALAMEDA

Es una penetración comedida y ccrtés de la


campiña en la ciudad. Se viene andando la arbole­
da y se alinea urbanamente entre la doble hilera de
casas haciendo guardia al río, vena de aquella ge­
nerosidad magnífica.
En Tacna no se sabe donde acaba la ciudad
y comienza la campiña. Cuando creemos que la
ciudad termina en calle a veces se interna en un
paseo confiado por la soledad agreste y cuando
estamos en el centro de la población estalla el ver­
dor campesino de una huerta, un jardín, una pla-
cita o una avenida. Se enlazan el campo y la ciu­
dad. La ciudad le da al campo su manual de bue­
nas costumbres en la belleza y pulcritud de los ca­
minos bordeados de acero florido y en la parce­
lación geométrica de la propiedad. El campo le
presta en retorno a la ciudad una decoración de
vida palpitante.
Tal Alameda de Tacna como la continuación
lozana del valle por entre el poblado. Tiene del va­
lle lo principal, el río. Para la evocación es pues
indispensable remontarse a época anterior a esta
en que el bello paseo se ha “modernizado” con el
sacrificio del Caplina.
93 —

Lo único costoso hecho en beneficio de Tacna


desde 1880 es inaceptable para la tradición y la es­
tética que en este caso se confunden en un solo sen­
timiento.

—“Estaba mejor la alameda antes, con el río


descubierto............ es la queja común de la gen­
te de Tacna. Tiene una indudable razón esta fra­
se que no podrán nunca comprender los advenedi­
zos que se crean heraldos de progreso y civiliza­
ción. A los tacneños les gustaba ver su río para
el que los extrangeros tenían siempre una ironía,
a flor de labio. ¡Un río que puede salvarlo cual­
quier saltarín ágil! ¡Un río que solo tiene agua
algunos días de la sem ana! Pero la verdad es que
el rachuelo se comporta como una gran arteria que
vivificara la región. Se desangra íntegramente
en ofrenda del paisaje. La tierra se fertiliza v
concibe desde la profundidad. En ninguna par­
te se aprecia mejor tal sacrificio. Y el río dimi­
nuto y saltante es querido como si se adivinara
un corazón bajo su pecho cristalino. Cuando en
la infancia íbamos a la Recova a lo largo de la
Alameda, la trasparencia y el frescor de la ma­
ñana parecían emerger de la linfa. Unicamen­
te en Febrero el río estaba borrascoso y turbio y
un poco de temor había porque ya antaño se vino
campante por las calles centrales. Sinembargo
füé una sola vez por mil que ha servido en sumi­
sión. Encajonar al río para hacer una avenida
— 94
ancha y lisa es progreso indudable (del que no
pueden vanagloriarse los administradores actua­
les sino el mundo que evoluciona sin cesar) pero
es progreso que no se concilia con la peculiaridad
local. Muchas cosas bellas se hubiese podido ha­
cer con iguales inversiones, en cambio. Orna­
mentar desde luego, el cauce abierto del Caplina.
A base de la ornamentación existente, arcos y es­
tatuas de mármol, glorietas y parques ingleses,
darle mejor y más artístico lecho al río de la ciu­
dad. El reemplazo de las vilcas y jacarnadás no
está, en cambio, mal. Es una innovación que se
aviene con la geografía peruana de Tacna. Esas
palmeras no pudieron venir del sur sino del nor­
te. El gesto despectivo con que los chilenos acom­
pañan siempre toda mención al trópico abarca
también a Tacna. Las palmeras de la Alameda
como las de la Plaza de Armas de Lima, crecen
fuertes y lozanas.
La avenida tiene el atractivo del aire puro, la
vista magestuosa de la cordillera y la agradable
caminata. Constituye el barrio más largo de la
población. Se presta para la carrera de los mu­
chachos y el paseo lento de los viejos. Es un si­
tio de concentración de- los niños. Una brigada
bulliciosa de chiquillos de la Alameda nos ha ini­
ciado a casi todos los tacneños en las primeras
diabluras de la vida. El parque final lleno de fron­
das de b,ambú, árboles de toda especie y fuentes
rodeadas de hojas de uva, nos ha acogido en la
— 95 —

primera tarde soñadora y fué bajo el morado es­


malte de un jacarandá que sentimos, seguramen­
te, el primer latido de amor.
No en valde la campiña, gran maestra de la vi­
da, cortés y urbanamente incursiona por la Ala­
meda de Tacna.
— g6

LA CAMPIÑA

La campiña de Tacna no tiene—como la de


Arequipa, por ejemplo, con la que comparte fama
en el sur del Perú—la cualidad de las perspectivas
vastas. El paisaje es siempre breve porque la ve­
getación no deja espacios libres ni se ofrece deco­
rativamente a la distancia, sino que se eleva y nos
cerca con su apresurado regalo de frescura y de
sombra. Solo en ciertos lugares el pintor tendría op­
ción a los segundos planos, a los conjuntos en que
la vista se derrama y fatiga de lontananzas: Los
bordes donde la fronda se detiene para que siga
la infinita fulguración del desierto, las alturas de
los cerros desde donde puede verse el valle hasta
e1 níé de los Andes.
Vista desde la altura la campiña tiene por
mejor elogio su policromía recortada en líneas
geométricas. Habla esta virtud de la naturaleza
pródiga pero también del hombre que con su ma­
no paciente ha organizado y pulido la obra que
recibiera silvestre. Además supone la división
mayor de la tierra entre los hombres porque las
filas de árboles y los altos cercos de granado,
compactos como muros floridos, sirven de señal ya
que no de defensa a la propiedad de cada cual
- 97 —

según la vieja enseñanza del inca que multipli­


caba los topos y no dejaba a nadie sin uno.
La chacra guarda la más rica tradición de la
comarca. Lo que las generaciones fueron suman­
do en experiencia, en conocimiento de la agro­
nomía popular, se resume ahora sin necesidad de
libros ni recetas impresas. Cada uno de los pro­
ductos locales encierra un milenario proceso de
perfección. Los peruanos más remotos transfor­
maron así la papa desde una raíz amarga hasta
el fruto sabroso que el mundo entero goza hoy.
En Tacna, tan peruana por esta su paciencia in­
dia de laborar con lentitud para conseguir la co­
secha mejor, las frutas, las legumbres, su vida,
su único comercio de exportación, son la heren­
cia indiscutible del Perú incaico, del Perú colo­
nial, del Perú republicano. La repartición del agua
la parcelación de la tierra, la bondad del árbol y
de su poma jugosa, le deben algo a cada época,
a cada año de la historia peruana. Como providen­
cia tutelar del estado sobre la fortuna privada,
le debe la campiña especialmente a la República.
Tacna no es geográficamente Chile y por eso la
política de irrigación que hay que seguir allí no
es la política del campo de Chile sino la del cam­
po costeño del Perú. A eso se debe que la única
obra de irrigación que cuenta el valle, la del ca­
nal de Uchusuma, es obra peruana de la Repú­
blica. En cuarenta años Chile no ha abierto nin­
gún pequeño canal para fertilizar la tierra se-
- 98 -

dienta. La compañía Azucarera y su canal tienen


agua, rinden caña, y aun elaboran azúcar pero so ­
lo en los editoriales de la prensa chilena. Aunque
el propósito de esta empresa no era favorecer al
campesino tacneño sino a una compañía anóni­
ma del sur, el proyecto fue en un momento útil
como adorno en el vacío de la administración chi­
lena. Pero ahora ya no sirve ni para el reclame
electoral.
El porvenir de la campiña tacneña, el por­
venir de la zona inmensa de pampas y terrenos
eriazos que la rodean, está en la irrigación que so­
lo el Perú puede darle. Necesita Tacna incluirse
en el formidable programa en ejecución con que
-ef gobierno del Perú, desde hace años, y actual­
mente convierte los desiertos en campos .de ver­
dura. Necesita ser peruana en el hecho para mul­
tiplicar la maravilla de sus chacras y repartir en­
tre los hombres de su raza el bienestar que hasta
poco antes de las persecuciones chilenas gozaron
los tranquilos labradores tacneños.
Así la tradición agrícola atesorada por cien
generaciones podrá lanzarse fuerte al porvenir a
enriquecerse con la ilimitada adquisición que le
brinda la bandera del Perú.
CIO

EL CAMPESINO

Curvado en la vega propicia o con su reata


de vareta por los caminos, el campesino es tan
típico en la campiña de Tacna como lo son los gra­
nados y las vilcas. Para su vestido gusta de to­
nos obscuros—gris.plomo, negro,—y sólo osten­
ta una nota vibrante en su faja o en su poncho.
Las mujeres, en cambio, que suelen trabajar du­
ramente en la labranza, llevan, en las regiones
de la serranía, numerosas polleras rojas, verdes,
granate, que un “topo” sujeta y así ataviadas sue­
len ir al mercado de Tacna, montadas en sus as­
nos, en grupo que un pintor no desdeñaría. (La
aparición del primitivismo campesino en la ciu­
dad, es aquí siempre rara. La ciudad aquí, si bien
no tiene el ritmo febril de la urbe, no tiene tam­
poco lo rudimentario, lo burdo que se ha preten­
dido encontrar en la provincia).
Ensimismado y simple, taimado y receloso,
el campesino de Tacna ha sido forjado en el cri­
sol glorioso de la raza indoperuana. Bigotes y pó­
mulos mongólicos, perfiles rectos y viriles, her-
moscs ojos grises o negros no faltan en multipli­
cidad inasible pero la raza es un blasón unánime
que define y manda, simboliza y dignifica y que es-
IOO

tá delatando a los pocos advenedizos que la posi


bilidad del plebiscito inyecta en la venerable here­
dad tacneña.
Sin embargo, los indios de la campiña tac­
neña tienen su singularidad. Son más sobrios, más
sanos, más vivaces en su vida y costumbres que
los indios de otras regiones, aún del mismo Pe­
rú, Casi no hay ninguno que no sepa hablar cas­
tellano. Y no faltan los que siquiera saben fir­
mar .
En Tacna el campesino no es esclavo de la
tierra: no es mujik ni fellah. Ella es como una
madre y como una esposa para él. Es una vida
de esfuerzo multiplicado la suya, porque no os­
tenta solo la gloria incomprendida de la siembra
y de la cosecha y antes debe hacer a la tierra
apta para ello: es un doble proceso de transfor­
mación del páramo en tierra de labranza y de
fecundación de esta tierra burlando a la avari­
cia del destino. Desde insospechados tiempos, el
campesino está acostumbrado a realizar mila­
gros de ingenio y de paciencia para explotar los
hilos de agua que la cordillera le envía: de un mi­
nuto o de una compuerta suele depender más de
una chacra fecunda. Y la tierra parece que agra­
deciera los desvelos de las generaciones y les
brinda, incansable, esas flores que parecen poe­
mas y esas frutas que son como joyas con sabor
a miel.
No solo porque gobierna su feracidad es el
IOI

campesino dueño de la tierra. Es su dueño tam ­


bién porque el producto de su trabajo, en la in­
mensa mayoría de los casos, es para él mismo.
En Tacna no se conoce el latifundismo; así co­
mo en la ciudad es desconocido igualmente el in­
dustrialismo. El campesino es señor de su tierra,
de su hogar, de su espíritu. No es el ganado su­
frido e inconsciente que ignora hasta quién es su
amo. Con el tránsito de la administración perua­
na a la chilena, no ha cambiado de amo; lo ha
adquirido con el extranjero que va a hollar su
soledad con su autoridad omnímoda, terrible en
manos de todo conquistador y más terrible aún en
manos del soldado. Y el campesino sabe muy bien
esto porque lo sufre en el robo, en la intimida­
ción, en la violación que el carabinero suele ha­
cer de su hogar, de su chacra, de su mujer y por­
que la emancipación económica suele estar unida
con la emancipación espiritual. El amor a las co­
sas propias es ya una base del patriotismo.
Y así como juntos están en el sentimiento del
deber los campesinos—que por estar más lejos
de la civilización, podían ser menos conscientes
de ello,—y los artesanos; juntos están también el
amor a la patria y el amor al terruño en todos
los buenos hijos de esta bendita tierra cuya his­
toria parece fábula y cuya campiña merece la
égloga y que tiene la sugestión suprema de ser
bella, desventurada y gloriosa.
Narraciones del Cautiverio
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LA MAESTRA

De niño el puerto me atraía con la fuerza de


un ensueño azul pronto a ofrecerse. Desde que
el tren dejaba a la ciudad perdida tras la campi­
ña y ya no se veian sino los más altos pinos sobre
la mancha verde del valle, todo mi anhelo espec­
iante se concentraba sobre la linea del horizonte
que cerraba el desierto y que de improviso, a los
ojos del mejor vigía, se transformaba en una té-
nue floración blanca, anunciadora del añil del
mar. Luego aparecía, recortándose del cielo cla­
ro, la silueta azulina del Morro a cuyos piés des­
cubríamos más tarde, como en el refugio que ins­
piraba la amenaza de las aguas infinitas, el pue­
blo escalonado y albo. La visión brumosa a me­
dida que se acortaba la distancia emergía con len­
titud a sus grandes relieves y cuando la locomo­
tora ganaba la arena brillante de la playa, el Mo­
rro plantaba su imponencia de huracán petrifica­
do como reto permanente a las bravezas del golfo.
Todas las calles antojábanseme impregnadas de la
— io ó -

ilusión del mar, como si el inmenso espejo que era


proyectase reflejos sobre ellas y sobre todo lo cer­
cano a la orilla. En el mismo aspecto de la vida
presurosa que llevaban las gentes se delataba la
agitación marina, como un contagio, por comple­
to opuesto a la melancólica tranquilidad que de­
jara con el mayor encanto dinámico en el rio bu-
llente a lo largo de la Alameda. Días de Arica,
días de contento móvil en que el espíritu ejerci­
taba la gimnasia sugerida por el panorama he­
roico; rudeza bárbara en la altura, en la caída a
‘pico, vertical y profunda de la mole granítica;
-concierto salvaje de las mareas entre las rocas eri­
zadas; contraste maravilloso con la tersura del
cielo azul y del azul esmalte del océano.
La casa aquella con su acogida de caluroso
afecto, los primos conocedores de los secretos ma­
rinos ante mi ignorancia de tierras adentro, pro­
digio de azotea para mis ojos deslumbrados del
paisaje: once días fueron aquellos. Tan pocos
porque no había el pretexto de los baños. ¡Pero
que grande esa emoción del siete de junio pasado
a la sombra del Morro! Largas vacaciones eri
Arica, ninguna tiene matiz tan fuerte, como de
rojo en un concierto gris de tonos fugitivos y le­
ves. Hubo consejo de familia para decidir si de­
bía quedarme en casa o acompañar a mis dos pri­
mos a ia escuela. Las razones fueron realmente
definitivas; ellos no podían perder sus clases por
acompañarme a jugar de mañana o tarde; yo me
— lc>7 —

iba a aburrir en la soledad. Lo mejor era rogar


a la maestra que me admitiese por aquel poco
tiempo. Desde las cuatro de la tarde en que sa ­
líamos, ¡qué de tiempo para estar en la azotea, en
todos los juegos y en la playa cuando alguien nos
acompañase!
Se hizo así. La señorita de la escuela acep­
tó gustosísima. Regresamos el primer día a las
cuatro. ¿Quién no guarda recuerdo eterno del
primer día que pasa en un nuevo colegio? Fui
pollito en corral ageno, según comentaron risue­
ños todos en casa. Y luego la discusión infantil:
— ¿Verdad que esta maestra es mejor que la
que tienen en Tacna ¿Verdad que es más jo­
ven? ¿Verdad que es más bonita?
Tuve que mentir. El orgullo lugareño se im­
ponía a la certeza obvia. Podía ser más joven,
pero no enseñaba mejor ni era más bonita afirmé,
mientras dentro de mí mismo rendía llama de ad­
miración a esta señorita rosada y blanca con blan­
cura de porcelana, que con vibradora alegría ga­
naba en belleza, en atracción, en brevedad de
años y en inteligencia a la cansada señora de mi
ciudad, siempre bien provista de reniegos y de
rezos difíciles. Corrieron cinco días en la escue­
la sonora, llena de música, de lecciones y de ri­
sas, en que aprendí nuevas y bellas cosas inolvi­
dables.
Me acostumbré tanto que sentía pena a la'
hora de partir. A la hora de partir la maestra se
— io 8

mostraba nerviosa y un tono de angustia velaba


su voz. Todos ceremoniosos pronunciábamos
amables despedidas y ella hacía recomendaciones
que se nos entraban como saetas que jamás se
desprenden. Eran recomendaciones para el mo­
mento, para la salida, para la conducta que de­
bíamos observar en la calle; pero que quedaban
grabadas para toda la vida. Las daba a los niños
con temblorosa aflicción de madre que ve como
rodean los peligros a su infantil parvada.
—Salgan despacio. Salgan uno por uno. Sal­
gan con los libros escondidos porque desde hace
días los policías secretos vigilan la casa. ¡ Hágan­
lo por la p atria! Y no olviden para mañana aquel
verso a Bolognesi. ¡Falta ya poco para el siete
de junio!
Llegó la víspera. La maestra dió a su pala­
bra una gravedad nunca hasta entonces oída. Era
como de cristal que se rompiese por instantes casi
casi en llanto. Pero era firme, aunque empapada
de emoción y nos comunicaba una fuerza que al
entrar al espíritu sonaba llena de ecos amantes al
pasado de nuestro suelo. Nadie conservaba la
disciplina rigurosa de los otros días. Todos ha­
bíamos rodeado su asiento como calentándonos a
la llama de su palabra, y como formando a su al­
rededor un solo gran corazón cuyo latido ella rit­
maba. El episodio de la guerra que esplendió su
apoteosis sobre la cumbre del Morro, vivió una
vida ágil al llamado de su decir cálido, salpicado
ic>9 —

de imágenes, e hizo brillar en todos los ojos hú­


medos el destello de admiración, de fé, de rebel­
día, que se asomaba a los suyos muy negros. Nos
repasó por última vez “La Muerte del Héroe”'
que debían repetir los niños la mañana siguiente
en todos los hogares, ante los padres y los her­
manos, ya que no iba a haber clases en memoria
del gran aniversario y al darnos, cuando íbamos
a salir, las recomendaciones finales, agregó las.
que correspondían a la fecha y que eran para el
día siguiente. ¡ Pero que fueron para toda la
vida!
—Mañana nadie debe pasar el día alegre. Es
efemérides para honrar a los héroes y meditar a
la Patria. Si después de decir el verso a Bolog-
nesi los llevan a la Iglesia, recen por los muertos
de entonces y al entrar ¡fíjense en la sangre que
todavía está en las gradas a pesar de lo mucho
que se ha lavado! ¡ Recen por los prisioneros fu­
silados en la puerta de la Iglesia!
La maestra nos despidió uno a uno y no la
volví a ver más porque no fuimos a su escuela el
siete, y porque el ocho, el crepúsculo me alumbró
en los campos verdes de Tacna, entre cuyos cer­
cos corría el tren, mientras su enseñanza era in­
separable del recuerdo y la imaginación.
n o

TRES CARACTERES TACNEÑOS

Una tarde de 1925, dos tacneños venidos en


el “Ucayali” pasaban por uno de esos callejones
de Tacna que se estrechan entre los granados en
boscaje y los cañaverales ondulantes, a cuya vera
el arroyuelo parece que vertiera sobre el alma su
sedante frescura y donde crece la ambarina flor
de la ariruma que nuestras abuelas solían llevar, la
verde hoja redonda que es flor y es hoja o la reta­
ma que en el árido camino de Arica es como una
mensajera jubilosa de la campiña. Iban en pos
de unos datos sobre la denunciada expulsión de un
tacneño,, de un peruano, a Iquique, y aunque la es­
posa de la presunta víctima se había negado a ha­
blar sobre ese viaje limitándose a llorar y a mirar
fijamente a una imágen de la Virgen del Perpe­
tuo Socorro que era el único adorno del salón de
su modesta casa, donde tuvo lugar la entrevista.
Ese silencio torpe y sublime, impuesto por quien
sabe qué amenazas y por el recuerdo que esa mujer
tendría de su hermano victimado por los chilenos
porque se confesó peruano cuando fué obligado a
inscribirse en el censo, era ya revelador.
El callejón por donde avanzaban los dos pe­
ruanos estaba solitario. Habían despistado la vi-
XII

gilancia que sobre ellos como sobre todos sus com­


patriotas se ejercía entonces, entrando a una casa
y saliendo por su puerta falsa. Pero, por el lado
opuesto del camino, anunció el silbido de una can7
ción marcial, a un extraño. Era un soldado. AI
ver a los imprevistos transeúntes, se sobreparó. A
los pocos pasos tenían éstos que pasar entre una
verja de alambres que los carabineros habían pues­
to para no dejar ir y venir de la ciudad sino con
tarjetas especiales. Les ayudó el soldado a pasar
y cuando los otros le dieron las gracias, se quitó la
gorra y les dijo:
—Ustedes son peruanos, no es cierto? Y les
pidió su nombre.
Cuando ellos averiguaron que era tacneño y le
preguntaron si era peruano, el soldado del ejército
de Chile, hombre ya maduro, bajó la cabeza para
decir en tono uncioso que lo e ra ........La presión,-
la necesidad de mantener a los suyos habíanle obli­
gado a aceptar ese uniforme. Y como para poner
a prueba su sinceridad, reveló que, en las cerca-:
nías, en casa de una comadre, estaba una mujer que
había venido de Palca, del interior de la provincia,
a denunciar la expulsión de un hijo de ella. Se­
guros de que no era una asechanza, aceptaron los
peruanos ir a visitar a esa campesina. Y miran­
do temeroso a todos lados, sabiendo que la aven­
tura podía costarle la degradación, quizá la vida,
guióles el soldado, admirable porque traicionaba
al interés para seguir al deber.
112

Acurrucada en el suelo, con gruesas lágri­


mas que desfiguraban aún más su rostro de mo­
mia, la india contó la común historia de la violen­
cia, de la internación. Entre las lágrimas, ofre­
cía todo lo que tenía en su chacrita, lo que qui­
sieran, a esos hombres si lograban que su hijo vol­
viera de Copiapó. Lágrimas incontables veces
vertidas, lágrimas de todas las mujeres que vie­
ron arrojar a los suyos a una lejana provincia del
sur, a una indiferente provincia del norte o tam­
bién a esa provincia ignorada de la muerte; lá­
grimas ante todos los bochornos y ante todas las
humillaciones que la insolencia de la plebe arroja
a la religiosidad patriótica de las mujeres de Tac­
na; lágrimas que suscitara el pedazo de tela roja
y blanca que un domingo de Agosto volvió a izar­
se para abrirse como una flor madura al azar del
viento: Si todas esas lágrimas se juntaran, ha­
rían un pozo muy grande, donde podrían ir los
apóstatas, los frívolos, los escépticos y los trafi­
cantes a lavar sus debilidades y sus concupis­
cencias.
— H3 —

EL VIEJO ORGANO

El orgullo de una amistad ilustre, de aquellas


«fue nos hacen decir: “Oh! mi íntimo amigo!’’, la
he sentido muy temprano en mi vida, apenas cons­
ciente la niñea Bien que en la realidad y en la
metáfora era una celebridad de parroquia la de
mi anciano y recordado amigo, el músico mayor
de aquella iglesia, y que apenas atravesaba el lí­
mite de su circunscripción devota para cautivar el
fervor admirativo de mi pueblo, pero en la rela­
tividad de las cosas aquello corresponde a algo
muy grande de hoy, supongamos a algún artista
de fama continental que por desgracia, para la
dotación perfecta de mi relato, desconozco al pre­
sente. Donde yo oía mencionarlo ,en casa de los
amigos o en un corrillo de viejas beatas, senten­
ciosas y mímicas, mé llegaba el elogio como cosa
propia que halagara un recóndito egoísmo.
El atrio era inmenso, abierto en semicírculo
con la curva amplia, firme, de un ideal acogimien­
to y finamente empedrado. Todas las tardes lo
cortábamos en dos por un camino de asfalto blan­
do, que nos dejaba en la puerta del templo. Mi
viejo amigo me explicaba, mientras ascendíamos
la escalera crugiente del coro, que al entrar a las
iglesias él se persignaba con el pensamiento y so-
— H4 —

bre el corazón, lo que yo admiraba, cándidamente,


con mi limpia admiración infantil........ Y luego,
ante la contemplación de la tarde que parecía des­
cansar su fatiga luminosa sobre los policromados
vidrios de la roseta, charlábamos de cosas que ya
no recuerdo sino por su vaguedad melancólica y
ardiente.
Era el coro el sitio más alegre debido a su
claridad y abandono, pues mirando hácia las naves
la fulgencia de los altares semejaba luchar con
las sombras, y las mismas ancianas tempraneras,
diseminadas por las bancas en la larga espera de
la distribución, que se turnaban en las toses y
emergían del claro obscuro, parecían concreciones
de una tiniebla palpitante y devota. Con su an­
tañona dignidad la dibujada vaqueta de los si­
llones fraileros rodeaba las paredes, y en el cen­
tro se alzaba el órgano. El órgano, con sus tu­
bos altos, bronceados y opacos, con su gran caja
labrada, con sus candelabros de plata antigua.
De su fuelle asmático, de sus flautines tar­
dos, del mismo ruido leve y extraño de maderas,
cansadas que hacían sus teclas, tengo un recuer­
do de multisonía triste, pegada al fondo de mi
pena de niño. Era un órgano viejo y cualquiera
diría que inservible. Pero no. Cuando sus vein­
te gargantas se llenaban de aire, dificultosamente,
lentamente, dejando a veces hasta escapar un tra­
quido o un resuello de asfixia, pero generalmente
en su plenitud tónica, por las vetustas bóvedas re-
- H5

sonaba la dulzura y la potencia en la gama im­


ponderable de su melodía. Era un conjunto ar­
mónico el formado por sus voces en que parecía
vibrar, angustiarse y ascender algún raro esfuer­
zo anímico.
Dolor y aspiración de libertad en un vuelo
renovado y siempre fresco de fé. Se diría que te­
nía alma, por lo menos un retazo de alma, del al­
ma de mi viejo amigo........
¿Y acaso mi viejo amigo, en sus silencios de
untuosa remembranza, de hombre que vió correr
todos los años del cautiverio hasta entonces, en
sus palabras aceradas de la creencia en lo porve­
nir, en su amor a lo que ya no era en mi ciudad,
pero que debía ser por ley imperativa de su propio
espíritu, y en sus tristezas del presente, no jun­
taba ñor la maravillosa virtud de síntesis que tie­
nen los artistas, todo el calor afectivo, toda la
fuerza creadora de voluntad, toda la heroica per­
severancia del Tacna?
Sonaba el órgano y en la Iglesia llena, oscura
de multitud, parecía marcar el ritmo de la oración
romántica.

La iglesia venía a ser el hogar amable en que


ardían unidas una llama de fé y otra de ideal li-
bertarick El sentimiento de amor a la Bandera,
ese sentimiento purificado en el dolor y tan dis­
tinto al que en los periódicos y en los discursos
populacheros hacen a veces tremolar colorines-
— lió —

camente los profesionales del patriotismo; el sen­


timiento de amor al pasado que refresca y vivifi­
ca el viento aromoso de la tradición; el sentimien­
to de amor al suelo, lazo ingénito que une mile­
nariamente el alma del pueblo a la vida, a la be­
lleza y a la perennidad lozana del paisaje; todos
sentimientos irreductibles dentro del espíritu tem­
plado al fuego de la diaria lucha, tenían bajo las
naves su sitio de ardimiento seguro y único; ya
no había escuelas, ya no había periódicos. . . . . . .
Los que no alcanzamos a ir a las escuelas ni a
leer los periódicos fuimos por lo menos a la igle­
sia. Y el recuerdo se policroma con la evocación
sucesiva. Pasan por él los juegos alegres del
atrio alegre y luminoso. Pasan en un desenvol­
verse lento y solemnne las procesiones de la Vir­
gen Patrona recargada de las joyas antiguas, de
los ex-votos centenarios e ingentes que con el bri­
llo severo de las platas labradas, de las piedras
fúlgidas, de las perlas envejecidas, nos hablaban
del ayer próspero, cuando el valle libre y laborio­
so aclamaba a sus santos patrones de ricos home­
najes en un sueño de ingenuidad ferviente. Pasa
za figura menuda del párroco, leyendo por las ca­
lles su breviario y recortado en el bosquejo memo­
rativo con los contornos finos de una aguafuerte
o de una imagen de Dickens. Se extiende el ma­
ravilloso panorama de la campiña vista desde la
torre; cerros altos van guardando su tesoro es­
meralda hasta ofrendarlo a las montañas violetas
como una lejana .decoración de fondo........
— ii7 —

¡También una vez de la Iglesia salió la pro­


cesión de la Bandera!

Corrieron los años y la iglesia, cerrada una


vez por quienes tenían la fuerza, se abrió muchas
o tras..........pero permaneció vacía. El impostor
había arrojado a los legítimos pastores. Y fue
para él irresoluble problema. Puso luz eléctrica
en los altares, hizo como los empresarios de tea­
tro propaganda musical en el atrio, trajo un mi­
trado ostentoso que regalaba sonrisas y acaricia­
ba por las calles melosamente a los niños. La
iglesia está vacía hasta hoy............ Sólo una vez
la curiosidad me atrajo hacia su puerta. La cu­
riosidad y la añoranza. Como una caverna fría y
solitaria la nave central tenía bajo el dombo un
arco eléctrico y en su vaguedad silente el órgano
sonaba. ¿Una melodía férvida, llena de calor y
de alma? Mi amigo el músico mayor de aquella
iglesia se embarcó cualquiera mañana gris para
una tierra distante. Y ahora el viejo órgano sim­
plemente sonaba..........
— n8 —

QUERIA ESCRIBIR

Fué una vez en que pareció que iba a cum­


plirse el tratado de Ancón. Había, por eso, en
la ciudad un ambiente de esperanza, de regocijo,
de ansiedad. Tuvo el episodio como escenario a
una escuela y como espectadores, con significati­
va casualidad, a unos niños. ¡Lección admirable
que no ha sido olvidada!
Desde el salón de estudios se veía a la ma­
ñana, vaporosa como un hada y alegre como una
zagala. La maestra hacía su clase. De pronto
se asomó en el umbral un viejo. No era un men­
digo ni un vago; era un campesino. Enhiesto
aunque arrugado, tenía esa majestad que la cam­
piña dá a sus buenos hijos. (Acaso era el mismo
viejo que para arrodillarse y besar al estandarte,
detuvo a la procesión que lo acompañaba a la So-
ciedad de Artesanos, después de su bendición).

—Perdone, señora, dijo. Vengo a suplicarle


algo.
La voz era humilde, balbuceante: la voz que
dice los deseos más íntimos, más queridos, más
difíciles. Era sencilla y simple; pero tenía la
trascendencia que tiene la luz que revela a la
aurora.
— ii9 —

La clase se detuvo.
—Dicen que por fin va a haber plebiscito. En­
séñeme a escribir. Quiero votar por el Perú.
Como el prisionero entre las rejas de la cár­
cel, asoma en este episodio el rostro de Tacna, ese
rostro que por más apagada y herida que se tenga
el alma dá siempre un fervor ingénuo y una lím­
pida ilusión.
£1 Plebiscito próximo
•^♦♦5**5**J**í**5**í**í**5**í**¿**í***'***'**í***'**^**'*'*♦*}♦»{**}*♦{*♦?* *}**}**t**V»}»*$»h*»**í**i**í*****í**I**•*•♦■*♦♦}♦♦$•♦$*

LA GRAVEDAD DEL MOMENTO

La historia de Tacna y Arica ha pasado por


grandes crisis en que su heroísmo, probado con ru­
deza, ha sufrido sin quebrantarse ni morirse.
La Independencia, la guerra del 79, los cua­
renta y seis años del cautiverio, son algo así como
cumbres elevadas que han levantado para nuestro
pueblo escenarios de sufrimiento y de gloria. En
todas aquellas ocasiones en que el honor y el valor
fueron citados para comparecer ante la fuerza de
la opresión, el alma de Tacna y Arica surgió puri­
ficada y engrandecida mientras sus hijos recogían
para su orgullo la honda satisfacción de haber na­
cido en este suelo. El plebiscito próximo que debe
cumplirse según el fallo del presidente de los Esta­
dos Unidos no es otra cosa que un acontecimiento
trascendental más, como aquellos a los que tacne-
ños y ariqueños con raigambre en la historia de
Tacna y Arica estamos acostumbrados y que fa­
talmente conducirá también, como en todos los ca­
sos anteriores, a afirmar el honor de Tacna y Ari-
— 1 2 4 ----

ca, a ratificar sus sentimientos de libertad y de


peruanidad, a comprobar nuevamente su intrépida
voluntad de no ceder a la imposición de los extra­
ños.
Será un acontecimiento grave que resuma la
historia íntegra de la región. En breve lapso los
más jóvenes que apenas alcanzamos a compartir
con los más viejos la última etapa de esta historia,
podremos vivir todo lo que el pasado tiene como
esplendor de su entusiasmo heroico. Es necesario,
por eso, que ninguno deje de corresponder a esta
oportunidad de privilegio.
Si en algo el plebiscito sobrepasa en importan­
cia a los hechos anteriores de nuestra historia re­
gional, es precisamente en la atenta vigilancia con
que América y el mundo lo observan desde cerca.
Los grandes periódicos de las capitales hacen día
a día, bajo grandes y llamativos títulos en que fi­
gura el nombre de nuestro suelo, la historia del
plebiscito. La actitud que cada uno asuma no será
por eso oculta sino pública, propagada sin límites,
conocida del mundo entero. Será tan escaso el
número de hombres que resuelva cuestión tan de­
finitiva y crítica que la responsabilidad de cada uno
crece y reconcentra la expectación, la curiosidad
de todos. No habrá al fin de cuentas nadie que
escape al juicio de sus contemporáneos y de la His­
toria. Habrá un proceso para cada hombre. El por­
venir no olvidará jamás a los sin dignidad, sin res-
— 125 —

peto a su pasado y su nombre; la actitud de hoy


repercutirá siempre e influirá en el nombre limpio
o mancillado que hereden los hijos.
El momento es grave, pues, para cada tacneño
y ariqueño. Y sería locura que por el interés pe­
queño de vivir tranquilo tres meses se comprome­
tiera el interés permanente de vivir tranquilos pa­
ra siempre precipitando el triunfo del Perú con
su voto y salvando el honor y la fama de honradez
ciue duran más allá de la tumba.
I2Í3

HAY QUE SER SINCEROS

Tacneños y ariqueños deben reconcentrarse


en estos momentos profundamente dentro de sí
mismos. Es necesario buscar la verdadera perso­
nalidad que a veces se pierde bajo una capa obli­
gada por la violencia exterior. El espíritu colec­
tivo como el espíritu de cada cual tiene un fondo
de amor a la verdad y de honradea que podrán re­
cubrir o alterar pero jamás eliminar las fuerzas
ciegas de la presión física. Si cada tacneño y ari-
queño se busca a sí mismo, sin excepción, hallará,
un alma emanada del paisaje y de la historia na­
tiva. Y la sentirá indeleblemente peruana. Debe
unir entonces esa peruanidad a la conciencia que
tenga sobre la gravedad de la hora. Llegará así
el momento de pensar y actuar con sinceridad, se
perderá el temor creado por Chile, sus autoridades
y agentes y el solo hecho de que cada peruano,
todos los peruanos de Tacna y Arica definan una
actitud de acuerdo con su corazón, será suficien­
te para que el enemigo se desconcierte ante la fir­
meza y el valor y se vea en la necesidad de respe­
tar el paso triunfal de la Justicia
Los tacneños y ariqueños que dejamos nuestro
hogar desde hace años porque veían las autorida­
des chilenas en nosotros sus víctimas predilectas,
127

guardamos la amargura del destino trunco, la tris­


teza de la casa o la propiedad rural abandonada, pe­
ro como una compensación el Perú nos acogió con
amplio abrazo y aunque añorando siempre nuestra
tierra, vivimos tranquilos y prósperos repartidos
en casi todas las progresistas ciudades del Perú.
Fuera cosa extraña por imposible que desde allí
no pensáramos constantemente en los hermanos
que dejamos. Pensábamos y con honda pena por­
que, apesar de habitar la casa propia, su suerte
era mil veces más lamentable que la nuestra. Has­
ta lo inviolado de esa casa llegaba el hálito de la
sojuzgación que imponía como una atmósfera irres­
pirable el extranjero. Todos los quehaceres coti­
dianos estaban amoldados, tenían el sello humi­
llante de aquella tiranía. Y nosotros nos sentíamos
por eso llamados al recuerdo compasivo: nos ha­
bía sido doloroso el viaje fuera de Tacna o de A ri­
ca pero ahora junto con una posición económica por
lo menos comparable a la de allá, respirábamos a
pleno pulmón la libertad, que como el aire, es el
primer bien que necesita el hombre. Considerába­
mos que aquellos tacneños o ariqueños eran los
más dura y cruelmente probados en la historia
de nuestro cautiverio.
Por todo ello la palabra más fuerte, el grito
más alto que damos ahora es en su llamado. De­
ben convencerse que la hora del saldo definitivo
se acerca. Que los eodepartamentanos que llegan
del norte vienen a luchar por la libertad de Tacna
— 1 2 8 ----

que es, al fin y al cabo la libertad de ellos. Y que


la ayuda más hábil, más eficaz será la que proven­
ga de su clara posición hacia el lado de la causa
peruana.
Para conseguir esto no hace falta sino, vahen*
temente, ser sinceres con el propio corazón.
— 129 —

LA RAZON DEL HONOR

Hay dos razones no sólo para votar por el


Perú sino para estar decidida y francamente por
su causa: la razón del honor y la de la convenien­
cia personal. Ninguna es despreciable, ambas
tienen una fuerza irreducible. En este caso es­
tán confundidas, forman casi un argumento úni­
co pero es necesario tratarlas separadamente y
establecer su gerarquía.
La propaganda chilena, ofensivamente para
la dignidad de los tacneños y ariqueños, se apo­
dera con artificio de una sola de ellas: Tacna y
Arica dice, deben ser chilenas porque Chile es
un país progresista y el porvenir económico de la
región está garantizado única y exclusivamente
bajo su nacionalidad chilena. Revela este razo­
namiento, repetido con tanta monotonía en la
prensa y en el discurso, una rotunda incompren­
sión del espíritu tacneño. Los pueblos tienen, co­
mo los individuos, un sentido de su dignidad co­
mún. No se puede proponer a un hombre que se
aprecia, cambios radicales en su vida, reniego de
su nombre, de su familia, solo con la oferta del
oro, en este caso tan eventual. Hay que resolver
primero el problema moral, después el problema
130 —

económico. La fortuna es siempre un bello norte


hacia el cual dirigirse, pero no es un vano senti­
mentalismo el preocuparse de la honradez con que
va a alcanzársela. Primero es el honor, ense­
guida el dinero podrá ser bienvenido. La propa­
ganda chilena no entiende otro argumentar que
éste sencillamente escueto: la región será más
próspera y más rica bajo Chile que bajo el Perú.
No es este el modo de pensar, mejor dicho de
sentir con que los tacneños y ariqueños han en­
carado el problema. En ellos la lealtad a su pa­
tria ha sido siempre como la lealtad al padre, co­
locada por encima de toda tentación económica.
Así le ofrecieran a un buen hijo los tesoros del
mundo con la condición de entregar a manos ex­
trañas su casa, de traicionar su hogar, no lo haría
jamás. El caso es idéntico tratándose de la na­
cionalidad de las provincias. No es cierto, es
una mentira piadosa, que Chile puede darle a
Tacna y Arica un brillante porvenir, pero aunque
esto fuera una verdad clara y rotunda, no era
móvil suficiente para cambiar de parecer. Con
esa lógica ¿por qué los habitantes de Valparaíso
no piden su anexión a Inglaterra o los Estados
Unidos? El país más rico sería así el amo de to­
dos los demás. La patria no es solo el interés
económico, hay en la emoción de patria otros ele­
mentos Je valor que constituyen su significado
eterno: La unidad del territorio, la unidad de la
raza, la unidad de la historia, la unidad de las
— i3 i —

costumbres nacionales. Todo se coordina para


formar un compuesto tan armonioso y sintético
que lo podemos resumir en los colores breves y
flameantes de nuestra bandera. La patria viene
así a los hombres como una ofrenda de la natura­
leza o de Dios, hecha, elaborada con las monta­
ñas, los desiertos o los ríos que la separan de otros
pueblos, que la dividen y la hacen original, indi­
vidual o libre. Esta patria no se puede cambiar
ni vender. Tampoco se puede agrandar con los
rétanos de suelo arrebatados al vecino porque ven­
drían a ser elementos distintos, heterogéneos a la
heredad común. Cuando a los pueblos les entra
la locura de expandirse así, arrebatando a los ve­
cinos girones del territorio, se forman patrias ar­
tificiales, monstruosas como era el Imperio Aus­
tro-Húngaro antes de la guerra. Su existencia
por eso, fué fugan y su caída estrepitosa. Es ne­
cesario que todo sea parejo y adaptable. Y no
hay nada más diferente de Chile, más disímil a
Chile que Tacna y Arica como territorio, como ra­
za, como espíritu colectivo. Lo que hace a la pa­
tria grande fuera del interés económico, el con­
junto de estas relaciones de territorio, raza y es­
píritu, equivalen a lo que hace unida a la familia
independientemente del afán de enriquecerse.
Es necesario repetirlo para que lo oiga muy
bien el propagandista contrario: tacneños y ari-
queños aman hondamente al Perú porque repre­
senta su patria natural heredada de los padres.
— 132 —

No la cambiarían por ningún motivo, mucho me­


nos por el oro hipotético que suena con tanta fan­
farronería en los escritos pero que en tantos años
de ocupación no ha dejado una sola huella de su
paso por el territorio.
— i3 3 —

LA RAZON DE LA CONVENIENCIA

Es una razón respetable y plausible pero solo


cuando se concilla con la dignidad humana. Así
sucede en el caso del plebiscito tratándose del vo­
to por el Perú. La dignidad impone al regnícola
su voto por el Perú, la conveniencia ratifica este
mandato, lo impone por segunda vezi.
No es difícil destruir la leyenda de que Tac­
na y Arica vivirán días de progreso mayor bajo
Chile que bajo el Perú. Hay una infinidad de cir­
cunstancias que favorecen la fácil comprobación
de que la verdad es lo contrario, de que Tacna y
Arica conseguirán su ruina sumándose, añadién­
dose a la nación chilena y que su porvenir real­
mente estupendo está en vincularse al florecimien­
to económico y social del Perú moderno.
La prensa chilena ha tenido alguna vez una iro­
nía de mal gusto para las estadísticas que demues­
tran el progreso incontenible de las finanzas pe­
ruanas. Sin embargo, no hay nada más elocuen­
te que las cifras, nada más retórico, menos tropi­
cal, más definitivo y palpable. No basta decir que
Chile es un país que acrecienta su riqueza acele­
radamente, hay que probarlo. No basta tampoco
decir que el Perú vive aletargado en una era de
quietismo o de sueño retrógado: hay también que
— 134 —

probarlo. Y para transparentar verdades los nú­


meros de las Estadísticas, sobre todo si son e x ­
tranjeras, constituyen el más simple y más pode­
roso argumento. Por ellas se puede asegurar el
espíritu imparcial de que el presente del Perú
siendo en extremo halagüeño, es solo adelanto
mínimo de lo que el porvenir le reserva como ri­
queza espléndida.
El Perú quedó en 1884, después de la gue­
rra con Chile, apenas con un presupuesto de cua­
tro millones de soles. Sucesivamente desde en­
tonces ha ido multiplicando sus ingresos hasta
convertir en veinte veces más la suma aquella. La
curva de sus rentas sigue subiendo año tras año.
No hay cálculo probable que haga temer un cam­
bio para esta progresiva bonanza. Las fuentes de
producción en el Perú son de una variedad que
abarca toda la naturaleza y aunque algunos pro­
ductos momentáneamente se deprecien en el mer­
cado, centenares de otros los reemplazan equili­
brando el presupuesto. Sucede así con el caucho
de nuestra montaña, por ejemplo. Valió mucho
y vale poco. Pero en nada sufre con ello la finan-
za pública porque hay petróleo, algodón y azúcar
para sustituir su falta. Pasa en el Perú que la
contribución al presupuesto se reparte entre una
gran variedad de exportación. No depende nues­
tro bienestar económico exclusivamente de una ri­
queza, como el bienestar chileno depende del sali­
tre. Ninguno de aquellos frutos del suelo perua-
— 135 ~

no está amenazado de desvalorización y quiebra


futuras. No hay la inminente probabilidad de
que se produzca algodón, petróleo o azúcar sinté­
ticos ni que las reservas minerales se acaben. El
petróleo explotado de la costa, sólo, representa el
5 por ciento de las existencias comprobadas. Ea
irrigación de la costa, la penetración a los bosques
que suman medio millón de kilómetros cuadra­
dos, centuplicará la producción agrícola. Los An­
des son como una inmensa caja de caudales toda­
vía no abierta. Tacna y Arica no tienen porqué
excluirse de esta perspectiva tan rica de engran­
decimiento.
Los periódicos chilenos se encargan, por el
contrario, ellos mismos, de probarnos la verdad
contraria para Chile. Aparte de la prensa que
se edita en la zona plebiscitaria, todos los diarios
del sur comentan amargamente la crisis econó­
mica. La situación ha llegado al punto de que
se tenga que clamar por una misión extranjera
reorganizadora de la hacienda y que ésta se cons­
tituya en Santiago a dictar la ley de la regenera­
ción fiscal. Pero ni Mr. Kemmerer ni sus aseso­
res lograrán curar lo irremediable: baja del sali­
tre, tupida casta de militares y burócratas que se
nutren en las arcas públicas. Necesitaría Chile
estimular más las industrias que no provienen del
botín de la guerra, su agricultura y sus manufac­
turas junto con moderar sus inversiones de gue­
rra, para volver a los presupuestos sin déficit, a la
136 —

épcca ya un poco lejana en que las entradas cu­


brían los gastos y no se recurría a los emprésti­
tos con la frecuencia de la administración Ales-
sandri. Tres revoluciones militaristas en menos
de dos años y un escaso respeto al consejo de eco­
nomías dado por la misión americana, hacen pre­
ver la continuación de la política de escuadra y
ejército desmedidos, recargo de empleos públicos
mientras el salitre continúa acosado por la com­
petencia alemana y yankee. Entre los documen­
tos de la propaganda chilena hay uno útilísimo al
particular, el “Catecismo Patriótico”, volante pa­
ra ingénuos, muy gracioso por el desenfado de sus
afirmaciones. Pero una es, por lo menos en par­
te, veraz: “Era Chile la última de las colonias ba­
jo el poder de España, dice, y hoy, libre y sobera­
no, ocupa un puesto eminente entre las naciones
de América”. Faltó al catequista chileno mucho
más en elogio de Chile, porque la insignificancia
económica de su país no sólo era en la Colonia si­
no hasta vísperas del 79 y si algo tiene de eminen­
te entre las naciones de América es debido desde
entonces a la cuantiosa entrada del salitre perua­
no; pero hoy el salitre parece que por designio
providencial decrece su importancia en el comer­
cio. Chile pasará por hondas crisis cuyo prelu­
dio sufre al presente.
El más elemental sentido de la conveniencia
hará que tacneños y ariqueños vinculen el porve­
nir de la región al Perú y nó a Chile.
— 137 —

EL FUTURO DE TACNA Y ARICA

El futuro de Tacna y Arica no puede cons­


tituir por todo esto lo absurdo sino lo razonable,
El Laudo del Presidente de Estados Unidos en­
trega la suerte de Tacna y Arica a su propio cri­
terio. Mientras el elemento advenedizo, aquel
ejército de residentes sin amor ni apego a las pro­
vincias es seleccionado inclementemente por el
Laudo y el Reglamento Electoral a fin de redu­
cirlo lo más posible, los nacidos en Tacna y Arica
son llamados sin restricciones a votar. Prácti­
camente de éstos será la decisión. Los que verda­
deramente aman a Tacna y Arica, por haber na­
cido en su suelo, no podrán imprimirle otro desti­
no que el que le espera bajo la nacionalidad pe­
ruana.
El futuro de Tacna y Arica queda así amplia,
ilimitadamente asegurado. Su futuro propio es
el de la riqueza agrícola. Aunque Chile tuviese y
quisiera gastar mucho dinero en irrigar Tacna,
jamás podría hacerlo porque el agua para tales
irrigaciones tendría que traerla de las sierras de
Tacna Libre, sobre todo ahora que Tarata ha pa­
sado al territorio soberano del Perú. Sólo el Pe­
rú puede, mediante su hábil política de irrigación,
transformar en zona fértil la desolada región con-
— 138—

tigua a Tacna. Los productos del valle alcanza­


rán entonces exportación en gran escala. Lima
es el mercado ideal para ellos. Hoy ya llegan a
pesar de la restricción chilena y desde que la pam­
pa salitrera ha iniciado su proceso veloz de deca­
dencia. La gente de Tacna conoce estas cosas
por certera intuición y no cabe repetirlas más ex­
tensa y comprobadamente.
Conoce también la gente de Tacna y Arica
que Chile no ha hecho en realidad nada por la re­
gión. Lo que no quiere decir que no haya gasta­
do millones pero que se han escurrido en los in­
tentos fracasados de colonización desde la admi­
nistración Lira hasta hoy y en mantener briga­
das combinadas de residentes ociosos y funciona­
rios con sueldo pingüe. Sólo a última hora y con
ñnes de propaganda electoral, después de promul­
gado el Laudo, ha comenzado una febril campaña
de construcciones escolares, hotel para Arica, es­
tación agronómica para Tacna, clínicas populares
en las dos ciudades. El ferrocarril de Arica a La
Paz es la mejor obra de la provincia y fue hecha
en cumplimiento de un tratado internacional con
Bolivia. Tacna y Arica saben de lo que sucede­
ría si el plebiscito acabase favorablemente a Chi­
le. Cuando ya no hubiese necesidad de halagar el
deseo de progreso que cada regnícola siente por
su suelo, el olvido de gobernantes sin amor a las
provincias las sumaría al número de las más le­
janas y desatendidas regiones de Chile.
— 139 —

Los extranjeros no ligados a Tacna y Arica


más que por interés comercial de sus negocios,
deben más que nadie avalorar estas razones. Los
nativos tienen además de ellas el imperativo m o­
ral de su dignidad comprometida con el voto a fa­
vor de la causa peruana.
El comicio plebiscitario próximo a celebrar­
se puede ser asi una gran Asamblea en que el
hecho y no la palabra de la Libertad se aclame,
para honra de la historia liberal de América.

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