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Hombre de Pueblo

Un cuarto pa’ las cuatro, ya era puro verano y el frío de la madrugada se alejaba en
cuanto asomaba el sol. El gallo empezaba a cantar mientras hervía la aguapanela
en la estufa de leña y se doraban las arepas de laja. Hoy es un día importante, hay
que colocarse las alpargatas porque vamos pal pueblo- me dijo mi madrecita
mientras me tomaba el primer sorbo de aguapanela. Me alisté lo más rápido que
pude y me jui alante con mi padrecito que caminaba ligeritico y casi que me hacía
trotar.
El pueblo tranquilo como siempre, la gente bien perjila´a con su mejor pinta iba
entrando al templo para la misa dominical de cinco, ya sonaban las campanas y don
Siervo iniciaba el canto de entrada, el cura Araoz en la homilía hizo catequesis sobre
la importancia de las obras de misericordia, el resto de misa no la entendí, aunque
poco a poco me iba grabando más las respuestas en latín. Cuando salimos mi
padrecito y yo juimos a la tienda de tío Carmelo a comprar el cuajo pa’ hacer el
suero y la cuajada de la semana, mientras que mi madrecita me mandaba a hacer
el pantalón de dril para la escuela. Nos topamos en la plaza y nos sentamos en las
gradas a esperar quien salía de primer presidente de la República Independiente de
la Acción Cupista que ya su reverencia Araoz como nos había explicado era
catolicismo, unión y patriotismo.
Según el calendario bristol marcaba primero de enero de 1935, casi un mes después
andábamos asentados en el mismo lugar, con las mismas alpargatas y con los ojos
aguados por la posesión del Presidente Lázaro Jiménez y el prominente futuro que
nos esperaba, haciendo cuentas así por encimita calculo que habíamos unas 5.000
personas, el Presidente hizo un desfile por las calles del pueblo mientras que todos
entonábamos el himno cupista, los niños y los ancianos agitaban sus pañuelos y
gritaban emocionados ¡Viva el Cupismo! Se sentía un ambiente muy a gusto don
Tiberio y doña Sara bailaron torbellino al compás del tiple de don Cerafín, también
la Banda de Música amenizó la tarde cultural, mientras que los niños correteaban y
los adultos se emborrachaban con chicha.
La juerga estaba tan guena que con mis padrecitos nos quedamos buen rato y
aunque yo era menor pa’ estar tomando, tío Carmelo me emborrachó tanto que no
me sentía en mis sentidos, primero jue guarapo y luego, de sorbo en sorbo de chicha
me fui foquiando. Cuando me desperté ya no había niños puay, los adultos hablaban
sobre política, la crítica hacia los liberales era cada vez más ardiente, esta nueva
república independiente solamente tenía que ser conservadora- gritaban unos, y
otros hasta se sulfuraban por pensar que algún rojo estuviera en la plaza.
La vaina reventó cuando enfinado tío Carmelo de tanta hinchera no aguantó más
su secreto, tío Carmelo era un rojo a pasión, tanto que recortaba todas las noticias
de los liberales que venían en el periódico y las usaba para separar los libros de la
Sagrada escritura. La demora jue que empezara a alzar la voz cuando la primera
peinilla sonó contra la piedra de la plaza, tío Carmelo no hacía más que gritar y
abuchear a los azules y estos a su vez lo iban acorralando poco a poco hasta que
se avistó rodeado por una multitud enardecida que no soportaba un voltiao, nosotros
no sabíamos qué hacer estábamos paralizados ante tal noticia, pero como decía
padrecito ante todo la familia, así que nos metimos entre la gente y juimos a
defender a tío Carmelo, los conservadores estaban empeñados en expulsarlo del
pueblo a como diera lugar.
Sólo sentí el frío de la peinilla cortando cual ternero degollado en mi delgado cuello,
alguien se llenó de irá contra mi agresor y mientras me desangraba al lado de mi
desconsolada madrecita, se iba salpicando la plaza con sangre roja y azul, las
últimas palabras que escuché eran de mi padrecito desgarrado porque su único
hermano ya lo habían descuartizado.
María Catalina Beltrán Rodríguez
2020

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