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UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS

MADRID

Facultad de Teología
Departamento de Espiritualidad

Itinerario Espiritual de
Dolores Rodríguez Sopeña
(1848-1918)

Tesina para la obtención de la licenciatura

Director: Jesús Corella Marquina, sj


Autora: Patricia Jacqueline Rivas Agurto

Madrid 1998
Índice

Índice ................................................................................................ 1
Presentación ...................................................................................... 2
Bibliografía ....................................................................................... 5
Siglas empleadas ............................................................................... 8

ITINERARIO ESPIRITUAL DE DOLORES R. SOPEÑA

ANTECEDENTES (1848-1866) ..................................................... 10

“PRIMERA CONVERSIÓN” (1866-1871) .................................... 13


1. Almería (1866-1869).................................................................. 13
2. Madrid (1869-1871) ................................................................... 21

EN EL TALLER DEL ALFARERO (1871-1883) .......................... 24


1. Puerto Rico (1871-1873) ............................................................ 24
2. Santiago de Cuba (1873-1876) ................................................... 40
3. Regreso a Madrid (1876-1883) .................................................. 49

“CONTROL DE CALIDAD” (1884-1901) ..................................... 60


1. Por los barrios de Madrid (1884-1892) ...................................... 61
2. La crisis de Madrid (1893-1897) ................................................ 73
3. Por los caminos de España (1897-1901) .................................... 89

INSTRUMENTO EN MANOS DE DIOS (1901-1918) ................ 100


1. “Es Dios quien lo ha hecho todo” (1901-1910) ........................ 102
2. Hacia la plena identificación con Cristo (1910-1918) .............. 126

A MODO DE CONCLUSIÓN ...................................................... 142


Presentación

La presente tesina pretende reconstruir el ITINERARIO ESPIRITUAL DE


DOLORES RODRÍGUEZ SOPEÑA (1848-1918).
Hablar de “itinerario espiritual” supone la concepción de la vida espiritual
como camino, como proceso, como crecimiento en el tiempo. La vida espiri-
tual no es algo estático y, precisamente porque es “vida”, su desarrollo, si se
somete a las condiciones adecuadas, o, mejor, si no se impide su crecimiento,
es continuo.
En el intento de reconstrucción de un itinerario espiritual lo más delicado es
determinar las diversas etapas que se recorren, los contenidos de las mismas,
el punto de partida y el punto de llegada de cada etapa y, por supuesto, la
meta de todo el itinerario.
El método que hemos seguido ha sido lento y laborioso. Lo primero que he-
mos hecho ha sido adentrarnos en el contexto histórico de Dolores Sopeña,
situarnos en su mundo social, familiar, religioso, precisamente para compren-
der su historia personal. A continuación, hemos tenido que hacer la recons-
trucción de su biografía, intentando precisar los acontecimientos más decisi-
vos de su vida, investigando algunos aspectos de la misma que estaban oscu-
ros y precisando lo más exactamente posible las fechas de su recorrido pues
no existe una cronología detallada ni exacta. Esto era imprescindible ya que,
sólo conociendo lo que estaba viviendo, podíamos comprender el alcance de
muchas de sus vivencias espirituales. De allí que, al presentar su itinerario,
hayamos tenido tanto interés en contextualizarlo, pues es imposible separar
lo que Dolores hace exteriormente, de su vida interior. Ahora bien, gran parte
de este trabajo no aparece directamente reflejado en la tesina, salvo en algu-
nas notas.
Simultáneamente, hemos ido interiorizando diversas propuestas de itinerarios
espirituales, precisamente para tener una guía a lo largo del camino que nos
ayudara en su reconstrucción. Sin embargo, al final, hemos optado por no
ajustarnos a ninguna propuesta en concreto sino en hacer la experiencia de
dejarnos conducir por sus escritos, siendo fieles a lo que íbamos encontrando,
e intentando, sobre la marcha, ir elaborando su itinerario.

2
Sobra decir que en muchas ocasiones demarcar las diversas etapas y sus tran-
siciones ha exigido mucho estudio, análisis y elaboración, precisamente por-
que no existe ningún estudio previo al respecto. Sin embargo, ha sido un tra-
bajo que ha merecido la pena. Poco a poco hemos logrado reconstruir su iti-
nerario y marcar sus etapas; cada una de ellas corresponde a una parte de la
tesina.
Las etapas de su itinerario espiritual son básicamente cuatro: “primera con-
versión” (17-22 años), que marca el inicio del itinerario espiritual, propia-
mente dicho ; “el taller del alfarero” (22-34 años), que es el tiempo dedicado
fundamentalmente a la formación personal y espiritual; el “control de cali-
dad” (35-52 años), tiempo de gran productividad precisamente porque la per-
sona está fundamentalmente hecha y, a su vez, tiempo de depuración; y, fi-
nalmente, la etapa que hemos denominado “instrumento en manos de Dios”
(52-69 años), que marca la plena madurez espiritual, el punto de llegada del
itinerario. Estas cuatro etapas tienen sus “antecedentes” (hasta los 17 años) y
a estos hemos dedicado las primeras páginas.
Marcar el instante en que daba inicio o culminaba una etapa no ha sido fácil,
precisamente porque la vida no es lineal y existen momentos que podríamos
llamar de transición. Por eso, hay que tener en cuenta que la datación que
realizamos sólo tiene un carácter indicativo.
Al final de la tesina presentamos de forma breve y ordenada lo que hemos
tratado con más amplitud en todo este trabajo y exponemos las conclusiones
a las que hemos llegado a lo largo del estudio y elaboración del itinerario
espiritual de Dolores Sopeña.
En toda la exposición hay una serie de cuestiones que sólo aparecen sugeridas
o enunciadas y que merecerían un estudio más individualizado y exhaustivo;
sin embargo, desarrollar todos los temas excedía los objetivos y los límites de
esta tesina.
Las principales fuentes que hemos utilizado en nuestra investigación han sido
la Autobiografía y los Apuntes Espirituales de Dolores Sopeña (recopilación
de sus notas de Ejercicios, retiros, cuentas de conciencia, exámenes, etc). Ló-
gicamente, no hemos tenido acceso a los originales sino a ediciones a partir
de sus manuscritos. Así mismo, hemos recurrido a otra serie de escritos que
aparecen muy bien detallados en la bibliografía y clasificados en cuatro

3
apartados: escritos sobre Dolores Sopeña, espiritualidad, contexto histórico y
otros.
Al concluir esta presentación, quiero agradecer sinceramente a todas las per-
sonas que me han ayudado y animado a lo largo del camino y sin quienes no
hubiera sido posible llevarlo a término.
En primer lugar, a María Jesús González, Superiora General del Instituto Ca-
tequista Dolores Sopeña, al que pertenezco, por haberme dado la oportunidad
y haberme brindado las condiciones necesarias para emprender toda la carrera
de Teología, incluida la especialización en Espiritualidad, un sueño que, para
mí, parecía imposible. Gracias a mi comunidad de Madrid por su apoyo y por
haberme facilitado la tarea dándome los espacios y el tiempo necesarios para
realizarla. Gracias a Ana María Gómez Vega, con quien he compartido los
hallazgos, las intuiciones, las dudas, las incertidumbres del camino y que ha
leído pacientemente y en diversas ocasiones los distintos borradores, aportán-
dome sus críticas y sugerencias. Y gracias al P. Jesús Corella, sj, que desde
el primer momento aceptó con gusto dirigir la tesina y me ha acompañado
con dedicación, y cuyas indicaciones y experiencia me han sido de gran
ayuda.

Jacqueline Rivas Agurto

Madrid, 13 de mayo de 1998


Fiesta de Ntra. Sra., la Virgen de Fátima

4
Bibliografía
1. ESCRITOS SOBRE DOLORES R. SOPEÑA
− SOPEÑA, Dolores, Autobiografía. Gráficas Ellacuría, Erandio-Bilbao
1977.
− SOPEÑA, Dolores, Apuntes Espirituales. Transcripción mecanografiada
para uso interno.
− CONCHA, T. y R., El pasar de un apóstol. Vida de la Sierva de Dios
Dolores R. Sopeña, fundadora del Instituto de Damas Catequistas. Edito-
rial Católica Toledana, Toledo2 1945.
− CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, Canonizationis Servae
Dei Mariae Perdolentis Rodríguez Ortega Sopeña. Positio super virtuti-
bus. Tipografía Guerra, Roma 1987.
− FERNÁNDEZ POMBO, A. y F. DEL VADO, S., Vida y Obra de Dolores
R. Sopeña. BAC Popular nº 109, Madrid 1995.
− INSTITUTO CATEQUISTA DOLORES SOPEÑA, Devocionario. Roma
1984.
− Cartas de Dolores R. Sopeña. Selección mecanografiada para uso interno.
− Constituciones del Instituto Catequista Dolores Sopeña. Roma 1982.
− Diario de Toledo. Transcripción mecanografiada del diario de la comuni-
dad de Toledo para uso interno.
− Fragmentos de Diarios relacionados con N. Madre. Selección mecano-
grafiada de diario de diversas comunidades para uso interno.
− Recreos, explicaciones, visitas de Dolores R. Sopeña. Selección mecano-
grafiada para uso interno.
− Testimonios, cartas y otros escritos de personas que conocieron a Dolores
Rodríguez Sopeña, Fundadora de las Damas Catequistas. Transcripción
mecanografiada para uso interno.
− Tesoro de las Damas Catequistas. Enseñanzas sacadas de apuntes auto-
biográficos, cartas, recreos y explicaciones de la R.M. Dolores R. Sopeña,
fundadora del Instituto de Damas Catequistas. Talleres Voluntad, Madrid
1925.

5
2. ESPIRITUALIDAD
− ARZUBIALDE, S., Ejercicios Espirituales de S. Ignacio. Historia y Aná-
lisis, Col. Manresa nº 1, Mensajero-SalTerrae, Bilbao-Santander 1991.
− ARZUBIALDE, S., Theologia Spiritualis. El camino espiritual del segui-
miento a Jesús (tomo I). Publicaciones de la Universidad Pontificia Comi-
llas, Madrid 1989.
− BEINAERT, L., Tiempo y crecimiento espiritual: Cuadernos de Espiri-
tualidad 98 (1996), Santiago-Chile, 21-33.
− CORELLA, J., Sentir la Iglesia, Col. Manresa nº 15, Mensajero-Sal Te-
rrae, Bilbao-Santander 1996.
− GALILEA, S., Las Edades del Espíritu: Cuadernos de Espiritualidad 98
(1996), Santiago-Chile, 3-20.
− GARRIDO, J., Proceso humano y Gracia de Dios. Col. Presencia Teoló-
gica nº 83, Sal Terrae, Santander 1996.
− SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas. Editorial de Espiritualidad,
Madrid5 1993.
− STA. TERESA DE JESÚS, Obras completas. BAC, Madrid2 1967.
− Constituciones de la Compañía de Jesús. Introducción y notas para su
lectura. ARZUBIALDE, S., CORELLA, J., GARCÍA LOMAS, J.M.
(Eds.), Col. Manresa nº 12, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 1993.
− Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Sal Terrae, Santander2
1986.
− Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, Fundador de la Compa-
ñía de Jesús, explicados por el P. Ramón García. Apostolado de la Prensa,
Madrid3 1901.
− Nuevo Diccionario de Espiritualidad. Ediciones Paulinas, Madrid3 1983.

3. CONTEXTO HISTÓRICO
− GARCÍA DE CORTÁZAR, F. y GONZÁLEZ VESGA, J.M., Breve his-
toria de España. Alianza Editorial. Barcelona7 1994.
− DE GUIBERT, J., La Espiritualidad de la Compañía de Jesús. Bosquejo
histórico. Sal Terrae, Santander 1955.

6
− JIMÉNEZ DUQUE, B., La Espiritualidad en el siglo XIX español. Uni-
versidad Pontificia de Salamanca-Fundación Universitaria española. Ma-
drid 1974.
− LABOA, J.M., Momentos estelares de la Historia de la Iglesia. Sociedad
de Educación Atenas, Madrid 1985.
− REVUELTA, M., Memorias del P. Luis Martín, General de la Compañía
de Jesús. Edición preparada por J.R. Eguillor, M. Revuelta y R.M. Sanz
de Diego (2 tomos), Universidad Pontificia Comillas y otras editoriales.
Madrid 1988.
− REVUELTA, M., La Compañía de Jesús en la España Contemporánea (2
tomos). Universidad Pontificia Comillas y otras editoriales, Madrid 1991.
− Historia de la Iglesia en España. Dirigida por Ricardo García-Villoslada
(tomo V). BAC Maior nº 20, Madrid 1979.
− Historia de España. Tomo IV: De 1808 a nuestros días. Plaza & Janes
S.A., Barcelona 2 1976.

4. OTROS
− DENZINGER, E., El Magisterio de la Iglesia. Biblioteca Herder, Barce-
lona3 1963.
− PÉREZ, S., Normas de presentación de tesis, tesinas y proyectos. Publi-
caciones Universidad Pontificia Comillas, Madrid 1995.
− Biblia de Jerusalén. Desclee de Brouwer, Bilbao 1978.
− Diccionario Teológico Enciclopédico. Verbo Divino, Estella (Navarra)
1995.

7
Siglas empleadas

− A Autobiografía de Dolores R. Sopeña.


− AE Apuntes Espirituales de Dolores R. Sopeña.
− CCJ Constituciones de la Compañía de Jesús.
− CDS Cartas de Dolores Sopeña.
− EE Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola.
− PSV Positio super virtutibus.
− REV Recreos, explicaciones y visitas de Dolores Sopeña.
− T Tesoro de las Damas Catequistas.

8
Itinerario Espiritual de
Dolores Rodríguez Sopeña
(1848-1918)

9
Antecedentes
(1848-1866)
Hablar de “itinerario espiritual” supone la concepción de la vida espiritual
como camino, como proceso, como crecimiento en el tiempo. La vida espi-
ritual no es algo estático y, precisamente porque es “vida”, su desarrollo, si
se somete a las condiciones adecuadas, o, mejor, si no se impide su creci-
miento, es continuo.
Ahora bien, en este itinerario, una de las cuestiones más delicadas es deter-
minar las diversas etapas que se recorren, los criterios que marcan la transi-
ción de una etapa a otra, el punto de partida y, por supuesto, el punto de lle-
gada.
En el caso de Dolores Sopeña, precisar el punto de partida de su itinerario
espiritual no es sencillo. Dolores no es una “convertida”. Es decir, no existe
un momento concreto en el que podemos decir se da un cambio radical en su
vida a partir de una experiencia significativa. Por eso, es preciso bucear en lo
que podríamos denominar “los antecedentes”.
Dolores nace y crece en un ambiente profundamente cristiano, de conviccio-
nes religiosas fuertemente arraigadas. Sus padres, Don Tomás Rodríguez So-
peña y Doña Nicolasa Ortega Salomón, eran lo que hoy podríamos llamar
“cristianos practicantes”.
Nace en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848 1 y es bautizada
el mismo día en la Parroquia de “La Encarnación” y, seis meses más tarde, el
27 de junio, recibe el sacramento de la Confirmación. Es la cuarta entre siete
hermanos: Enrique, Tomás, Natividad, Fermín, Antonio y Martirio. Su naci-
miento es enormemente significativo para sus padres, pues Natividad acababa
de morir. Con ello, Dolores viene a ocupar el lugar de “primogénita”... Será
la única niña de la familia durante muchos años, lo que la hace acreedora de

1
Salvo indicación contraria, las fechas que se refieren a la vida de Dolores Sopeña
han sido tomados de: PSV, Informatio..., 20-72, y de la cronología elaborada por
FERNÁNDEZ POMBO, A. - F. DEL VADO, S., Vida y Obra de Dolores R. Sopeña.
BAC Popular, Madrid 1995, 219-226.

10
un trato y cariño especiales, tanto por parte de sus hermanos como de sus
padres.
Don Tomás era madrileño y doña Nicolasa, de Palencia. Se habían casado en
Madrid y allí habían tenido sus primeros hijos. Sin embargo, Dolores nace y
pasa su infancia y adolescencia en Andalucía. La razón, muy sencilla. Su pa-
dre había terminado la carrera judicial pero no tenía la edad reglamentaria
para ejercer y el trabajo que consigue es como administrador de las fincas de
los Marqueses de Vélez2. Dolores recibe el influjo de unos padres castellanos
y, por ósmosis, la impronta propia de las tierras andaluzas.
Su infancia se desarrolla en una España que conserva con fuerza sus raíces y
tradiciones cristianas3 y esto la marca en sus primeros años de vida, precisa-
mente porque lo asume de modo inconsciente y deja en ella un hondo sustrato
religioso.
En estos años, el pueblo —especialmente en las zonas rurales— es aún pro-
fundamente religioso y piadoso. Las costumbres públicas están marcadas to-
davía con signo cristiano. Las iglesias son los edificios que dominan el con-
junto de las poblaciones, y las campanas de las mismas señalan el horario de
la vida religiosa y civil, pública y privada, los acontecimientos ordinarios y
los extraordinarios: las Avemarías, tres veces diariamente; el toque de áni-
mas, el de queda, las fiestas, los peligros, todo... Hasta los serenos saludan
con el Avemaría al cantar las horas... La vida religiosa elemental se observa
por la inmensa mayoría: misas los domingos y fiestas, cumplimiento pascual,
bautizos y bodas, ayunos y abstinencias cuaresmales, últimos sacramentos,
etc. La Navidad, la Semana Santa, las fiestas patronales, se celebran intensa-
mente, con repercusión en mil detalles de la vida familiar y social. Dolores
crece en este ambiente...
El talante de sus padres aparece bien reflejado en la postura que adoptan ante
una epidemia de cólera que se ceba sobre Vélez Rubio. Quienes tienen

2
CONCHA, T. y R., El Pasar de un Apóstol. Editorial Católica Toledana, Toledo 2
1949, 9.
3
Sobre el ambiente religioso y la espiritualidad de la época: Cfr. JIMÉNEZ DU-
QUE, B. La Espiritualidad en el siglo XIX español. Universidad Pontificia de Sala-
manca y Fundación Universitaria Española, Madrid 1974, 137ss. y, del mismo autor,
en Historia de la Iglesia en España (tomo V: La Iglesia en la España contemporá-
nea), BAC Maior, Madrid 1979, 395-474.

11
posibilidades, alejan a sus familias del peligro para evitar el contagio. Ellos
deciden permanecer en el pueblo con sus hijos, como muestra de solidaridad
con todos aquellos que no pueden permitirse el lujo de trasladarse a otro lugar.
En cuanto a rasgos personales, podemos describir a don Tomás como un hom-
bre de talento, íntegro, valiente, de gran corazón, de carácter ensimismado y
con tendencias al pesimismo. Su madre destaca por su agudo ingenio, su no-
table hermosura y es una mujer vehemente y graciosa4. Dolores será la sínte-
sis de ambos.
Cumplida la edad requerida, su padre empieza a ejercer, lo que motiva conti-
nuos desplazamientos por diversos pueblos de Almería y Granada: Albuñol,
Guadix, Ugíjar, Sorbas. Esto le dejará su marca pues desde niña tuvo la ex-
periencia de una “vida itinerante”.
Desde muy pequeña conoció de cerca el dolor y la enfermedad. Tenía los ojos
delicados y, con sólo 9 años, sufre una dolorosa operación que no remedia
del todo su mal, pues siempre sufrirá de la vista y, fruto de esta intervención
quirúrgica, sus ojos perderán expresión y belleza pues los médicos tuvieron
que cortarle parte de los párpados5.
Pese a todas estas experiencias, disfrutó de una gran estabilidad emocional,
tanto que, al periodo de su vida que abarca sus primeros 17 años, ella lo define
como un lago de tranquilidad6.

4
CONCHA, T. y R., o.c., 9.
5
Ibid., 12.
6
A, 17.

12
“Primera conversión”
(1866-1871)
1. ALMERÍA (1866-1869)
En 1866, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Almería 7. Do-
lores tiene 17 años y la familia ya está al completo pues, poco antes, había
nacido su hermana Martirio. Es aquí, en Almería, donde podemos situar el
comienzo propiamente de su itinerario espiritual. Momento fundamental en
la vida de una persona, pues supone el paso de un cristianismo heredado a un
cristianismo interiorizado, asumido, optado. Esta afirmación está fundamen-
tada en diversos indicios.
Para reconstruir su itinerario tenemos la suerte de contar con el testimonio
de su Autobiografía. Y, curiosamente, su narración empieza allí, en Almería.
Almería marca un antes y un después: Hasta los 17 años, mi vida fue un lago
de tranquilidad8 donde todo marcha sin esfuerzo, sin darse cuenta; o, mejor,
Almería marca un comienzo, el comienzo. Por otro, es allí, a sus 17 años,
cuando ella sitúa lo que denomina: mi primera conversión9. Por tanto, en Al-
mería empieza algo nuevo, diferente, y nos lo señala ella misma.
Dolores Sopeña empieza su Autobiografía así: La obediencia me obliga,
aun cuando sea a grandes rasgos, contaros páginas de mi vida 10. ¿Por qué
empezar la narración de su vida a los 17 años? ¿Por qué no cuenta nada de su
infancia? Este hecho no es fortuito ni fruto de un olvido o descuido. Para
responder a esto es necesario caer en la cuenta de lo que supuso para Dolores
escribir su Autobiografía.
La escribe al final de su existencia11, cuando tiene la perspectiva suficiente
para hacer una lectura de todo lo vivido y puede valorarlo con la sabiduría y

7
Sobre su estancia en Almería, cfr. A., 19-26.
8
A, 17.
9
Ibid.
10
Ibid.
11
No se sabe con exactitud cuándo empezó la redacción de su Autobiografía, pero
se puede inscribir entre 1911 y 1916. El primer año corresponde a una carta fechada
el 11 de enero que le escribió el P. Cesáreo Ibero, sj, —que fue quien la ayudó en la
13
experiencia que da el paso del tiempo. Mira su vida desde el final, cuando se
puede comprender el sentido de cada una de las etapas recorridas y se tiene
ya una visión del conjunto. Escribe, no con el afán de contar sin más su bio-
grafía, sino que tiene claramente marcada la finalidad de sus “memorias”, lo
que la lleva a elegir unos acontecimientos e ignorar otros, y esta selección es,
de por sí, elocuente.
A lo largo de su lectura se descubre el verdadero objetivo de su trabajo y
los destinatarios de su enseñanza y, por ende, sus criterios de “selección” de
la información. Lo que pretende es escribir lo relacionado con su vocación12,
allí donde ha visto actuar a Dios 13, por si lo que ha vivido puede servir de
experiencia para ayudar a sus hijas a luchar y sufrir 14 y para formarlas en el
verdadero espíritu del Instituto15. Por tanto, es claramente una lectura cre-
yente de la propia historia con una finalidad “didáctica”.
Su intencionalidad es clara, contar cuándo y dónde empezó todo, y cómo
se ha ido desarrollando la acción de Dios en su historia y en la formación del
Instituto por ella fundado, de modo que se descubra no sólo la acción de Dios
sobre su persona sino, en su modo de haberla modelado, el espíritu neto, las
características esenciales de ese Instituto.

redacción de las Constituciones del Instituto— y que dice así: ...vaya escribiendo su
vida para gloria de Dios y provecho de sus Hijas; servirá sin duda para que ninguna
se desanime por creerse inútil, pues hace Dios cosas grandes con “instrumentos dé-
biles” y al mismo tiempo, leyéndola, se empaparán sus Hijas en el Espíritu propio
del Instituto”. En los Apuntes Espirituales de los Ejercicios hechos en diciembre de
ese mismo año se lee: “En este día me pides un sacrificio grande... que escriba apun-
tes de mi vida, en los que resplandezcan más tus grandezas y misericordias con esta
ruin criatura. Me lo mandaron una vez y no obedecí. ¿Tú lo quieres?, yo, también
(los subrayados corresponden al original, cfr. AE, 94). Con todo, no se sabe si efec-
tivamente empezó ahí, pues la primera vez que habla públicamente de esos apuntes
es en un recreo, el 24 de julio de 1915 (REV, 20). Lo que sí parece cierto es que tiene
concluido su trabajo en 1916, pues así lo indica en el recreo del 29 de agosto de este
año e incluso hace leer a las Novicias algunos pasajes (REV, 30). Hay que tener en
cuenta que Dolores murió el 10 de enero de 1918.
12
A, 70.
13
A, 123.
14
A, 135.
15
A, 288.

14
En Dolores ocurre lo que suele suceder con todos los fundadores. Dios
plasma en ellos de modo visible aquello que quiere realizar al establecer un
nuevo carisma en la Iglesia. De allí la importancia de conocer no sólo la tra-
yectoria del fundador, sino el “producto terminado”, la obra final salida de
las manos de Dios. Y el comienzo de esta historia, de este camino, ella lo data
en el año 1866, cuando tenía 17 años. Queda, por tanto, situado, el comienzo
de su itinerario.
El traslado a Almería supone muchos cambios, más de los acostumbrados.
El ambiente que la rodea ya no es el propio de los pueblos de Andalucía;
ahora, está en la capital. Dolores ha dejado de ser una niña y tiene que empe-
zar a frecuentar la sociedad, asistir a fiestas, bailes, reuniones, liceos, y alter-
nar con lo más alto de la sociedad almeriense, tal como lo exigía la posición
de su padre. Y esto no le produce ningún placer, como sería lo normal en
jóvenes de su edad. Con todo, la capital le ofrece grandes posibilidades de
relación y de actuación.
En su narración, destacan dos hechos fundamentales. Por un lado, Almería
representa el momento en que empieza sus trabajos apostólicos y, por otro, el
momento en que se puede hablar de una vida espiritual consciente, con perfi-
les más o menos definidos. Son estos dos hechos, profundamente unidos entre
sí, los que señalan el punto de partida de su itinerario: una acción hacia fuera
y una acción hacia dentro.
¿Cómo describe ella esta primera etapa de su itinerario? ¿Qué resalta?
¿Cómo la califica?
En Almería, empiezan a relucir los rasgos más sobresalientes de su perso-
nalidad. Dolores es una joven sensible ante el sufrimiento ajeno, generosa,
tiene iniciativa, autonomía, ingenio, constancia, decisión, capacidad de
riesgo, de entablar amistades profundas y de liderazgo. Y, por lo que se lee,
esto se traslucía al exterior. Para demostrarlo bastan dos hechos contados muy
prolijamente en sus escritos y que aquí sólo señalaremos.
Pese a conocer a muchas jóvenes, había entablado especial amistad con
Araceli Núñez, que se convierte en su compañera inseparable. Un buen día,
les avisan que en las cuevas de Almería había dos niñas enfermas de tifus.
Seguramente les avisan porque sabían que estarían dispuestas a ayudarlas. Y
así fue. Van a visitarlas exponiéndose al contagio.

15
Por temor a que les prohibiesen realizar esta labor, no dicen nada en sus
casas, aunque ella misma reconoce que sus madres eran “buenísimas”. Son
hijas de familia y, por tanto, no disponen de recursos económicos propios.
Sin embargo, esto no las detiene. Primero, echan mano de sus ahorros; luego,
toman de las despensas de sus casas lo necesario para alimentar a las enfer-
mas; finalmente, Dolores decide que se vistan de mendigas para pedir por las
casas y así obtener dinero para las medicinas. Tiene el objetivo claro y no
escatima los medios y, para ello, no le falta ingenio. Finalmente, Araceli se
contagia y se descubre todo, pero no escarmienta.
Al poco tiempo de que Araceli se recuperara, les avisan de un leproso que
vivía a las afueras de la ciudad. Y vuelven a las andadas. No dicen nada y van
a verle para hablarle de Dios. Los padres de Araceli descubren todo y le prohí-
ben verse con Dolores pues seguía fielmente todo lo que ésta le decía. Un
gran comienzo pero un drástico final, pues se queda sin compañera.
Este afán de ayudar brota de una clara motivación religiosa: demostrar su
amor a Dios con obras y no sólo de palabras16. Ésta era su auténtica intención
al obrar y, atribuye a esta “pureza de intención”17 la protección que Dios les
brindó pese a cometer muchas imprudencias. Desde el principio concibe de
manera inseparable la vida cristiana y el compromiso apostólico.
Simultáneamente a este despertar “apostólico”, se empieza a desarrollar
con fuerza su vida interior.
En Almería sitúa lo que ella misma denomina su “primera conversión”:
...había pasado mi vida hasta que fui a Almería, como un lago tranquilo, sin
embargo de haber cometido muchas ofensas de Dios, que las reconocí y las
lloré en ésta, mi primera conversión (como yo la llamo)18. Hemos dicho que
Dolores no fue una “conversa”, en el sentido usual del término, sin embargo
reconoce en su vida un momento en que da un giro radical hacia una mayor
toma de conciencia de su vida cristiana, de su relación con Dios, de su vida
interior. Pero, en esa “primera conversión”, ¿a qué ofensas se refiere? No

16
Salimos de aquella casita completamente emocionadas, dándole gracias a Dios
porque nos había proporcionado el tesoro de aquellas criaturas para hacerles el
bien y de este modo demostrarle nuestro amor a Él con obras y no sólo con palabras.
(A, 19-20)
17
A, 21.
18
A, 17.

16
sabemos, aunque es fácil suponer serían que las propias que se cometen en la
infancia.
Este “despertar” religioso no es meramente interior sino que lo manifiesta
conforme a los usos de la época que le toca a vivir: le dio por las penitencias
de no comer para guardar la comida para los pobres 19 y por ponerse sogas.
Era la forma de expresar la conversión y el deseo sincero de cambiar de vida.
Una nueva forma de expresar el amor con obras. Esto, fruto también de la
mejor de las intenciones, ella lo califica como “¡disparate!” e incluso le llega
a remorder la conciencia. ¿Por qué? Aquí se atisban unos cuantos indicios de
un incipiente discernimiento...
Cuando al final de su vida recuerda estos acontecimientos escribe:
Tenía que alternar en sociedad, por la posición de mi padre y el Se-
ñor me hizo el favor especial de no tener que remorderme la concien-
cia, de faltar en nada asistiendo por obediencia a reuniones, liceos
y demás; pero sí me remuerde el ponerme sogas y demás cosas que
se me ocurrían de penitencia, sin permiso de nadie y por mi propia
voluntad20.
De allí que la lección que extrae de estos años la resume así:
[Dios] quiere (...) que les cuente mi estancia en Almería a los 17 años
para humillación mía y que aprendáis a no perder el tiempo como
sucede cuando se hacen las cosas con propia voluntad 21.
Y no es que hiciera cosas “malas”, sino, simplemente, sin contar con na-
die. En efecto, dirá más adelante, cuántas equivocaciones se cometen cuando
no se tiene dirección y se obra por propia voluntad, aunque se hagan cosas
buenas. De hecho, su vida penitencial le deterioró la salud. Es precisamente
en este punto donde ella reconoce que “el enemigo” solía engañarla muy bien
y ella se dejaba engañar con facilidad 22, pues actuaba guiada por su propio
parecer, sin más discernimiento, sin dejarse conducir por nadie, incluso

19
Es significativa esta forma de practicar el ayuno, no sólo como sacrificio “per-
sonal” sino en beneficio de otros, lo que hoy diríamos, “ayuno por solidaridad”.
20
A, 18 (los subrayados son nuestros).
21
A, 17.
22
Cfr. A, 22.

17
desobedeciendo a su madre, que ella misma reconoce hubiera estado dis-
puesta a ayudarla. El resultado final era claro, en el fondo le queda un gran
malestar.
En Almería siente también por primera vez el deseo firme de consagrarse
a Dios23 y allí empieza la larga búsqueda del momento y el lugar donde res-
ponder a esta llamada. Así mismo, esta inquietud vocacional va unida a su
despertar apostólico.
Después del episodio con el leproso, Dolores había quedado sin compa-
ñera, pero esto no la hace desistir de su empeño de ayudar a los necesitados.
Nunca más volverá a concebir su existencia sin hacer el bien a los demás,
tanto, que el hilo conductor de su vida es su despliegue apostólico. Pero ya
no actúa a escondidas, lo que le da gran tranquilidad de conciencia ya que
toda su forma de actuación hasta el momento la hacía sentirse hipócrita, pues
desde pequeña detestó el engaño y sentía mucho tener que mentir a su madre
que tenía hacia ella una fe ciega y una confianza sin límites, y la presentaba
siempre como modelo de hijas obedientes 24.
Su madre pertenecía a las Conferencias de San Vicente de Paúl; Dolores
estaba sólo de aspirante pues aun no tenía edad para pertenecer. Con todo,
acompañaba a su madre a visitar a los pobres y, si por algún motivo doña
Nicolasa no podía ir, la enviaba con uno de sus hermanos más pequeños. Esta
experiencia le da ocasión de sentir en su interior lo que llamaríamos “diversas
mociones” que con el paso de los años se irán perfilando más y le harán des-
cubrir su verdadera vocación. Ella lo cuenta así:
Cuando [mi madre] me dejaba sola hacía de las mías. Avisaba a to-
dos los pobres, los reunía en medio de la calle —eran barrios extre-
mos—, acudían mujeres, hombres impedidos, cojos, mancos, ciegos,
chicos; y así que formaba yo mi auditorio, empezaba mi sesión de
doctrina. ¡Cuánto gozaba en dar a conocer a Dios a esta pobre gente,
tan ignorante y que me oían con la boca abierta...! Yo me decía en
mi interior: ésta es mi vocación. ¿Dónde habrá almas que se dedi-
quen sólo a ganar muchas almas para Dios? Y sólo se me ocurrían

23
Había experimentado este deseo en dos ocasiones anteriores, a los 5 y a los 15
años, pero de forma pasajera. Ella misma reconoce que en Almería, este deseo fue
duradero (cfr. A, 17).
24
cfr. A, 23.

18
las Hermanas de la Caridad25 ; pero encontraba el inconveniente,
para mí, que había que esperar en los hospitales a que llegasen los
enfermos para hacer bien a aquellas almas; y aun estando llenas las
salas, me parecían pocas almas...26.
Ya aquí aparecen los rasgos esenciales de su vocación. No es sólo deseo
de consagrarse a Dios, sino que es una clara llamada al apostolado, un apos-
tolado abierto, un apostolado dirigido a todos, a multitudes, con el único fin
de dar a conocer a Dios, el mismo móvil que la llevó hasta las enfermas del
tifus, hasta el leproso.
Podríamos decir que el “qué” lo tiene claro: desea ser religiosa, pero el
“dónde” no lo está tanto. Piensa en las Hijas de la Caridad, pero no la llenan
del todo pues no dan respuesta a lo que siente en el fondo del corazón sin
poderle dar nombre aún.
La muerte inesperada de su hermano Enrique produce en ella un fuerte
impacto y la motiva a acelerar su decisión. Los sentimientos que nos trans-
mite ante este acontecimiento dejan traslucir también su punto de partida en
cuanto a su concepción del mundo: Mi impresión fue terrible, mi desengaño
del mundo cada vez más, mi resolución de ser Hermana de la Caridad estaba
tomada27.
Su cambio de concepción en la relación que existe entre el mundo y Dios
será otro de los puntos en los que incidirá fuertemente la acción de Dios. Con
todo, aplaza esta decisión por no ocasionar un nuevo sufrimiento a sus padres.
Un último rasgo a destacar es su devoción la Virgen. Dolores, como gran
parte de la juventud cristiana de su tiempo, pertenecía a la Congregación de
Hijas de María. En sus escritos destaca el trato tierno y afectuoso que man-
tiene con ella: ¡qué de cerca sentía la protección de mi Madre María Inma-
culada! ¡Qué de veces apartó mi corazón de afectos de criaturas, recordán-
dome que nadie lo llenaría! y Ella fue mi áncora de salvación durante mi
estancia en Almería 28. Dolores era muy afectiva. En su corazón librará

25
Se refiere a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
26
A, 25.
27
A, 25-26.
28
A, 18.

19
grandes luchas y en esa laboriosa tarea de entregárselo entero a Dios, la Vir-
gen, a quien llama Madre y áncora, jugará un papel muy importante.
De repente, su vida dará un nuevo giro. Tras el destronamiento de Isabel
29
II , su padre es destituido de su cargo, aunque luego, al comprobarse que
había sido improcedente, no sólo es repuesto en el mismo sino que recibe un
nuevo ascenso: va destinado como magistrado a Puerto Rico, colonia espa-
ñola30.
Este nuevo destino va a provocar una momentánea separación familiar.
Emprenden viaje a América don Tomás y su hijo Tomás, militar, pues, de
momento, no pareció oportuno que fuesen todos por miedo a las enfermeda-
des. Sus padres deciden que el resto de la familia se instale en Madrid para
poder atender mejor a la educación de los hijos.
Cuando aún estaban en Almería realizando los preparativos para el tras-
lado, muere repentinamente otro de sus hermanos, Antonio, con sólo 15
años31. Finalmente, viajan a la capital su madre con sus tres hijos: Dolores,
Fermín y Martirio.
En Almería estuvo sólo tres años, pero allí se vislumbran las grandes lí-
neas de su espiritualidad que se irán perfilando poco a poco: amor práctico 32,
pureza de intención, cuidado de actuar conforme a la voluntad de Dios y no
por propia voluntad, aunque fuera para hacer el bien; valoración de la

29
En 1868 tiene lugar la revolución de septiembre, más conocida como “La Glo-
riosa”. La reina Isabel II se exilia en Francia. Toma el poder un Gobierno Provisional
formado por Francisco Serrano y Rodríguez, al que le suceden Juan Prim, Juan Bau-
tista Topete y Práxedes Mateo Sagasta. El nuevo gobierno expulsa a los jesuitas y
suprime las Órdenes Religiosas (excepto las de enseñanza y beneficencia) y las Con-
ferencias de San Vicente de Paúl; la legislación es claramente antieclesiástica. Esto
complica las relaciones con la Iglesia que no reconoce el Gobierno Provisional.
Llama la atención que Dolores Sopeña no aluda a estos vaivenes políticos que reper-
cutieron directamente en su familia.
30
España mantiene en América las colonias de Puerto Rico y Cuba.
31
CONCHA, R. y T., o.c., 26.
32
“Amor práctico” es una expresión muy utilizada por Dolores Sopeña para refe-
rirse al amor a Dios manifestado con obras. Con ella hace suyo el sentir de los Ejer-
cicios Espirituales de san Ignacio en la Contemplación para alcanzar amor: ...el amor
se debe poner más en las obras que en las palabras. (EE [230])

20
penitencia, devoción mariana, consagración total a Dios y opción decidida
por el apostolado directo.

2. MADRID (1869-1871)
Madrid representa el punto de llegada de esta primera etapa en el itinerario
espiritual de Dolores33.
En su Autobiografía no refiere nada respecto a su vida social, y hay que
recordar que en Madrid tenía familia por parte de su padre. Tampoco comenta
lo que supuso para ella la separación de su padre y hermano Tomás, a quienes
tenía especial cariño. Ninguna alusión respecto a la situación política 34. Su
objetivo se mantiene claro. Por ello, sólo refiere cuestiones sobre su vida cris-
tiana.
Ya tiene 20 años. Su vida cristiana alcanza mayor estabilidad, orden y
perfiles más definidos. Ella sitúa en Madrid el momento de su “verdadera
conversión”. Hace Confesión general de toda su vida y elige director espiri-
tual35.
Al igual que en Almería, Dolores desarrolla su vida cristiana en una doble
dirección: hacia dentro y hacia fuera; trabajo interior y despliegue apostólico,
ambos, intrínsecamente unidos, pero ya no volverá a ir por libre.
El cambio más significativo consiste en actuar según el plan de vida que
le organiza su director. La tranquiliza respecto a su vocación pues le indica
que, al menos por el momento, no podía realizar el ser Hija de la Caridad, y
le pone comunión diaria36.
Por otro lado, al ver sus inclinaciones de ayudar a los demás, la llena de
actividades apostólicas: los lunes, enseñar doctrina en el hospital de la Prin-
cesa; los miércoles, en la cárcel de mujeres; y los domingos, a los niños en la

33
Para su estancia en Madrid, cfr. A, 27-29.
34
Durante estos años, España vive una etapa de gran inestabilidad política (cfr.
nota 29). Finalmente, el 2 de enero de 1871, Amadeo de Saboya es nombrado rey de
España, aunque abdica dos años más tarde (cfr. nota 102).
35
No se conoce el nombre de este primer director.
36
Esto supone algo extraordinario para su tiempo. La comunión diaria no se hará
frecuente hasta el decreto de la Congregación del Santo Concilio, aprobado por Pío
X el 20 de diciembre de 1905 (cfr. Denzinger, 1981-1990).

21
Escuela Dominical37 de la parroquia de san Lorenzo 38. Y cuando las presas
salían de la cárcel, las seguía reuniendo para hacerles todo el bien que podía.
Evocar esta etapa de su vida le trae gratos recuerdos. La posibilidad de
comulgar todos los días es fuente de grandes consolaciones: ¡Cuánto gozaba
mi alma! Dios se complacía en inundarla de delicias...39. La eucaristía será
una de sus grandes devociones. Y al actuar por obediencia, tanto a su Director
como a su madre, experimenta los sentimientos propios de quien está en con-
solación pues exclama: ¡Qué tranquilidad proporciona a la conciencia el ha-
cerlo todo bajo obediencia!40. Éste es el gran aprendizaje y el logro de esta
etapa.
Aunque tenía claro que no era el momento de ingresar como religiosa,
continúa su búsqueda vocacional. No duda de su vocación, el problema es
dónde realizarla. Y un elemento fundamental en su discernimiento es su tra-
bajo apostólico. Ella misma nos comunica sus reflexiones: realizar la instruc-
ción religiosa en los hospitales, al final de la vida, era prácticamente imposi-
ble por el estado de los enfermos. Por otro lado, continúa: se me empezó a
quitar mucha ilusión de ser Hermana de la Caridad, pues veía de cerca no
tenía la libertad que yo creía para trabajar con las almas. Y empieza a intuir
un vacío: No hay nada para los adultos ignorantes, en que se les dé a conocer
y amar a Dios. (...), la necesidad de la educación de los niños y niñas está
cubierta; hay Institutos religiosos para todas las clases de la sociedad; pero,
¿y para los que han tenido la desgracia de no ser educados cristianamente y
carecen de todo?41.
Por el momento, todo son dudas y preguntas sin respuesta, pero poco a
poco se van perfilando las constantes de su llamada. Y ella misma interpreta

37
Es probable que perteneciera a la “Cofradía de la Doctrina Cristina”, fundada
en Madrid el año 1842, pues las Conferencias de San Vicente de Paúl habían sido
suprimidas y sería muy difícil que realizara dicho apostolado por libre. Esta Cofradía
se dedicaba a enseñar la Doctrina en cárceles, hospitales, etc., al tiempo que atendía
a las diversas necesidades de sus beneficiarios (cfr. JIMÉNEZ DUQUE, B., La Espi-
ritualidad en el siglo XIX español, 95-96).
38
CONCHA, R. y T., o.c., 27.
39
A, 27.
40
Ibid.
41
A, 28 (los interrogantes son nuestros para reflejar mejor el contenido).

22
esta etapa como preparación: Dios, en sus altos designios, me estaba prepa-
rando para la nueva vida que me esperaba42. Y, una vez más, tiene que con-
tinuar su itinerancia.
En Madrid estuvo poco más de dos años. Establecido en Puerto Rico, su
padre envía a su hijo Tomás a la Península para traer consigo al resto de la
familia.

42
A, 29.

23
En el Taller del Alfarero
(1871-1883)
La segunda etapa del itinerario de Dolores Sopeña la podemos situar entre los
años 1871 y 1883. En 1871, empieza una experiencia nueva en América, pri-
mero en Puerto Rico (1871-1873) y, luego, en Santiago de Cuba (1873-1876).
Al morir su madre, su padre solicita el retiro y vuelven a la Península. Allí,
Dolores asume como primer compromiso atender a su padre hasta su muerte,
el año 1883. Muerto su padre, su situación personal cambia radicalmente pues
se encuentra nuevamente con muchas puertas abiertas y con el deseo de re-
solver de una vez por todas su opción vocacional.
En esta etapa, Dolores vive los años más intensos de su formación. Puerto
Rico es su escuela, periodo de aprendizaje, de adiestramiento. Santiago de
Cuba, la puesta en práctica de todo lo aprendido. Madrid, el tiempo en que
madura sus experiencias anteriores. Estos tres momentos, aparentemente tan
distintos, sobre todo el último, están íntimamente unidos entre sí, de modo
que pueden ser abordados como un todo.

1. PUERTO RICO (1871-1873)


Dolores pasa en América aproximadamente cinco años43. Son años deci-
sivos por la edad que tiene (22-27 años), por el tipo de acciones que realiza,
por los acontecimientos que vive. Años decisivos porque está fraguando su
personalidad y porque la orientación que va a dar a su vida será determinante.
De estos cinco años, el primer año y medio lo vive en Puerto Rico 44 y es,
probablemente, una de las épocas vividas con más intensidad.

43
Las cronologías que estamos manejando datan el viaje de Dolores a Puerto Rico
el año 1870. Sin embargo, cuando ella desembarca, el P. Goicoechea sj, ya se en-
cuentra en la isla. Este Padre fue destinado a Puerto Rico en septiembre de 1871 (cfr.
nota 53) y, según la Autobiografía, él acababa de llegar. Por tanto, habría que datar
su desplazamiento a América a fines del año 1871 o a primeros de 1872. Su regreso
a la Península se fecha en el año 1876.
44
A, 31-64 (a su estancia en Puerto Rico dedica dos capítulos de su Autobiografía
siendo, proporcionalmente, los hechos que narra con mayor detalle).

24
Ante este nuevo traslado experimenta sentimientos contradictorios.
Por un lado, ella misma había hecho todo lo posible para ir junto a su padre,
pues creía un deber sagrado acompañarle en el último tercio de su vida, ya
que él había consagrado la suya a su familia45, y por las cartas se ponía de
manifiesto que don Tomás no podía vivir separado de su mujer y de sus hijos.
Pero, por otro, tenía una espina en el corazón: tener menos libertad en la
nueva vida que la que tenía en Madrid, donde obraba en todo con completa
independencia46 pues su madre le dejaba gran libertad de actuación. Estos
sentimientos nos hablan de su personalidad: Dolores es muy afectiva y le en-
canta la vida de familia; pero, al mismo tiempo, es muy independiente y ac-
tiva. Sin embargo, este viaje supone una nueva separación: su hermano Fer-
mín se queda en España para continuar sus estudios de medicina47.
Pese a los años que han transcurrido desde estos acontecimientos, los
recuerda con gran lujo de detalles. Comenta el viaje, la llegada, los primeros
encuentros... Pero no pierde de vista el objetivo de la narración: las enseñan-
zas que se pueden extraer de estas experiencias.
El viaje es ocasión de reflexionar sobre su vida, sobre su futuro. En
un viaje tan largo y a un lugar tan lejano se lleva lo más importante, lo im-
prescindible. Y el único “equipaje” que menciona es su Virgen de los Dolo-
res. Las expresiones con que se refiere a esta Virgen son de por sí elocuen-
tes48 : ídolo de mi corazón, confidente de mi vida, mi compañera de viaje, mi
Virgen, mi... tesoro. Era una imagen especialmente significativa pues se la
había regalado su padre y será su compañera de viaje durante toda su vida 49.
Su relación con la Virgen es tierna, filial. Le habla, le consulta, la estrecha
sobre su corazón y siente cómo le responde sin sonido de palabras. Trata con
ella sobre el tema que la inquieta: su vocación. Dolores tiene ya 23 años, y a
esa edad, las jóvenes solían estar ya “colocadas”, sea en el matrimonio o en
la Vida Religiosa. Pero esta Madre amorosa, parece la aplazaba para más
lejos y me hacía sentir la batalla de vida que me esperaba. Gran parte del

45
A, 31.
46
Ibid. Los subrayados son suyos.
47
CONCHA, R. y T., o.c., 60.
48
A, 31-32.
49
Actualmente se conserva en Santiago de Chile.

25
itinerario de Dolores está marcado por esta búsqueda incansable y muchas
veces infructuosa del dónde y el cuándo realizar su vocación.
En el puerto los esperan su padre, acompañado por los magistrados y
algunos amigos más. No dice nada del encuentro, sin embargo, narra con de-
talle la “primera visita” que realiza:
Nos encaminamos toda la comitiva a la iglesia de los Padres de la
Compañía de Jesús, que estaba enfrente de casa ; y antes de entrar
en ésta, era de necesidad nuestra visita primera al Prisionero de
amor en el Sagrario y a María Inmaculada50.
Un nuevo detalle que pone de relieve las profundas raíces cristianas de su
familia y su especial devoción a la Eucaristía 51 y a la Virgen Inmaculada52.
Así mismo, nos transmite sus primeros sentimientos al pie del Sagrario:
yo hacía mi oblación y me ofrecía incondicionalmente para trabajar
por las almas, con deseos vehementes de ganar almas, muchas al-
mas, centenares de almas, miles de almas, mundos de almas... Y pe-
día se cumpliese en mí la divina voluntad...
En este ofrecimiento cargado de vehemencia y efusividad se descubren
dos rasgos que forman parte de su espiritualidad: el trabajar por los demás, y
cuantos más, mejor; y cumplir la voluntad de Dios con plena disponibilidad.
Una vez instalados, lo primero que piensa es elegir Director espiritual. Es
una lección que ya tiene aprendida. Pero no es simple rutina. Busca a alguien
que la pueda ayudar a crecer, que la exija, que la dirija con claridad y firmeza.
Y esto salta a la vista porque, de hecho, tuvo ocasión de elegir entre dos di-
rectores, cada uno con un estilo diferente.
Dolores es pronta y decidida en realizar lo que ve con claridad, pero no es
precipitada. Primero se informa, consulta con su padre sobre los padres jesui-
tas de la isla. Él le habla particularmente de dos: un tal P. Santos, andaluz,
cariñoso y con fama de santo, que era con quien se confesaba; y otro que

50
A, 32.
51
En España estaba muy extendida la devoción a la Eucaristía y se fomentaba
especialmente el culto a la reserva eucarística (cfr. nota 3).
52
Hay que recordar que estaba reciente la definición pontificia del dogma de la
Inmaculada Concepción (1854) y ésta había calado profundamente en el pueblo cris-
tiano.

26
acababa de llegar, el Padre Rector, P. Goicoechea 53, que le había gustado mu-
cho las veces que lo había visto si bien tenía fama de rígido54. Al escuchar
esta descripción, interiormente se inclinó por el segundo, pues tiene claro lo
que necesita, aunque ello le vaya a suponer mayores compromisos y niveles
de exigencia55.
Después de consultar, va a probar por ella misma. Se confiesa con el P.
Rector sin darse a conocer pues quería probar con varios antes de decidirse
por ninguno. Sin embargo, éste la reconoció y se ofreció a ser su Director,
mas ella prefiere esperar, no quiere asumir este compromiso sin estar segura
y no se deja condicionar. A la semana siguiente prueba con el P. Santos. Y
antes de decidirse, discierne. Refiriéndose a esto en su Autobiografía, co-
menta:
Dios Nuestro Señor me hizo ver claro que su voluntad era me pusiese
incondicionalmente bajo la dirección del P. Goicoechea, que así se
llamaba el P. Rector. Uní mi voluntad a la divina; y allá me fui, al
confesonario, a decírselo 56.
Una vez más, Dolores actúa movida por la voluntad de Dios y cuando la
ve con claridad, su respuesta es rápida y decidida.
Esta elección fue decisiva, pues la influencia del P. Goicoechea sobre Do-
lores es determinante, y ella misma reconoce lo mucho que este Padre contri-
buyó en su formación durante su juventud.

53
P. Martín José Goicoechea. Nace el 10 de febrero de 1832 en Gaztelu (Guipúz-
coa, España). Entra en la Compañía de Jesús el 11 de noviembre de 1865. Fue des-
tinado a América en septiembre de 1871. Nombrado Rector en Puerto Rico de 1872
a 1882, superior de la Misión del Perú y Maestro de Novicios en Pifo. Al regresar a
España en 1891 fue superior de la Residencia de Bilbao, donde muere el 1 de marzo
de 1896 (cfr. PSV, Informatio..., 25 ; REVUELTA, M., Memorias del P. Luis Martín,
General de la Compañía de Jesús. Edición preparada por J.R. Eguillor, M. Revuelta
y R.M. Sanz de Diego (2 tomos), Universidad Pontificia Comillas y otras editoriales.
Madrid 1988, c. 10, n. 29, II, 335).
54
La expresión es suya.
55
Cfr. A, 33.
56
Ibid.

27
Dios se sirvió de este Padre para modelarla en estos años en que la persona
es arcilla blanda y dúctil. Y parece que, desde el principio, entre ambos se
estableció una especial sintonía57.
Antes de contar los detalles de su estancia en Puerto Rico, Dolores des-
cribe la forma de ser de su primer Director jesuita pues reconoce que fue la
persona que más contribuyó en su formación durante su juventud, y en esta
descripción se descubre una profunda admiración:
Tendría unos 38 ó 40 años cuando yo le conocí... Era de aspecto ex-
terior agradable, alto de estatura, delgado, en su fisonomía se leía la
firmeza de su carácter. Al principio no solía gustar, pues sabía muy
bien ocultar el corazón de fuego con que Dios le había dotado y la
grandeza de alma que sólo aparecía cuando llegaban los momentos
de emprender las obras de celo para la mayor gloria de Dios...; pero
al exterior solía ser seco y serio. Era preciso tratarlo y estu-
diarlo...Yo doy gracias infinitas al Todopoderoso por haberme dado
a conocer a este Padre tan apostólico58.
En otro momento llega a decir que este padre era en todo modelo de san
Ignacio59. Dolores aparece aquí como gran conocedora de las personas, con
gran capacidad de relacionarse desde el interior, superando las apariencias.
Por lo visto, él mismo reconocía que su especialidad era sacar buenos sol-
dados de Cristo y que mandaba militarmente, y con Dolores actúa así, porque
Dolores “tiene madera” y se deja tallar.

57
Dolores cuenta en su Autobiografía: Dios Nuestro Señor me hizo ver claro que
su voluntad era me pusiese incondicionalmente bajo la dirección del P. Goicoechea,
que así se llamaba el P. Rector. Uní mi voluntad a la divina; y allá me fui, al confe-
sonario a decírselo. Me contestó no se sorprendía nada, porque él lo vio claro el día
que llegamos a Puerto Rico y nos vio en la iglesia. Que desde su confesonario no
separaba su mirada de mí y vio claro, Dios me enviaba allí para ayudarle en la
salvación de aquellas almas tan separadas de Dios (A, 33-34). Ambos viven este
encuentro como providencial, como preparado por Dios mismo.
58
A, 35. En esta cita los subrayados son nuestros con el fin de hacer notar que su
descripción corresponde a la forma como ella concibe a las Catequistas en su carta
del 31 de julio de 1908 “Sobre la Perfecta Catequista” (cfr. INSTITUTO CATE-
QUISTA DOLORES SOPEÑA, Devocionario. Roma 1984, 68-73).
59
REV, 28.

28
La dirección de este Padre orienta su espiritualidad hacia una clara espiri-
tualidad apostólica.
Dolores le dio cuenta de la vida que llevaba en la Península. Respecto a
su vida interior, le mantiene el plan que tenía establecido en Madrid: confe-
sión semanal y comunión diaria. De sus escritos no podemos extraer nada
más. No alude a ningún tipo de penitencias o sacrificios. La novedad está en
el gran impulso que le da hacia fuera.
La relación que mantiene con su director es estrecha, de total disponibili-
dad y obediencia absoluta. Le rinde cuenta de todo lo que hace, de todo lo
que le sucede, de todas sus inquietudes. Impresiona la cantidad de veces que
escribe: Yo le conté a solas al P. Rector, detalladamente, la primera
reunión60, se lo conté, como todo, al P. Rector61, se lo consulté al P. Rector62,
fui a dar cuenta al P. Rector de todo lo que ocurría 63, en cuanto pude me fui
a la iglesia de los Padres a contar todo lo ocurrido al P. Rector64, al P. Rector
iba también con estos clamores65.
Lo consulta todo, sigue sus indicaciones, le comunica sus iniciativas. En
Puerto Rico Dolores demuestra que, aunque tiene una gran personalidad y
autonomía, se sabe dejar conducir y modelar, lo que le va a permitir encauzar
y potenciar todas sus energías y capacidades.
Ella había ido a Puerto Rico con deseos de llevar una vida de recogi-
miento66. Tampoco tenía intención de crear grandes lazos, pues por el trabajo
de su padre su vida era itinerante y, al ser muy afectiva, en cada despedida
sufría mucho. Sin embargo, el P. Goicoechea la va a lanzar en medio del

60
A, 39 (se refiere a la primera asamblea donde propone a las jóvenes del lugar
establecer la Congregación de Hijas de María).
61
A, 41 (sus padres deciden recibir en su casa un día a la semana y esto la desco-
loca).
62
A, 45 (cuando empieza a tener dificultades por su trabajo con las Hijas de Ma-
ría).
63
A, 47 (los preparativos para la Comunión General de las primeras Hijas de
María).
64
A, 50 (sus padres, a requerimientos del Capitán General, le piden dimita como
Presidenta de las Hijas de María).
65
A, 52 (sus luchas por descubrir su vocación).
66
A, 35.

29
mundo. El despliegue de actividades que realiza es tan amplio y fecundo, que
al leer estas páginas de su vida nadie podría imaginar que todo se desarrolló
en escasamente un año y medio67.
Cuando llevaba apenas un mes de haber llegado68, el P. Goicoechea da a
Dolores su primera misión: reunir a la juventud de la isla para formar la Con-
gregación de Hijas de María, lo que supone realizar una serie de acciones que
inicialmente violentan la forma de ser de Dolores: asistir con gusto a las fies-
tas que se organizaban en su casa, ir siempre bien arreglada, frecuentar a las
jóvenes de la isla, reunirlas, hablarles, organizarlas. Y esto no sólo no entraba
en sus planes, sino que le hacía experimentar rechazo. Refiriéndose a esta
época de su vida comenta que a ella le horrorizaba meterse en sociedad, pues
era muy sosa y muy rara, tímida y callada, pero gracias a la dirección de este
Padre, cambió69. Su madre y su hermano Tomás son los primeros sorprendi-
dos pues la creían incapaz de realizar estas actividades por su gran timidez.
Esta misión, que en principio no le agrada, le da ocasión de descubrir y desa-
rrollar nuevas cualidades y, al mismo tiempo, le ayuda a caer en la cuenta de
que existen otro tipo de necesidades en personas que, aparentemente, no ca-
recen de nada.
Es la primera vez que Dolores tiene la experiencia de cumplir una misión
difícil, casi “impuesta” desde fuera, realizada por obediencia y no por mero
gusto o inclinación personal, pero no se echa para atrás ni pone excusas; al
contrario, exclama:
Yo no me asusté al oírle, pues mi fe siempre fue ciega y mi confianza
sin límites en Aquel que todo lo puede70. Y al recordar los resultados
escribe: Yo lloraba y exclamaba desde el fondo de mi alma: ¡Qué
grande es Dios!¡Qué grande es su poder!¡Qué grande su misericor-
dia! Cómo confunde a los soberbios y cómo coge los instrumentos

67
Su padre es destinado a la Audiencia de Santiago de Cuba en marzo de 1873.
Por eso, a lo mejor su estancia en Puerto Rico fue menor.
68
En las notas recogidas de algunos de los recreos de Dolores Sopeña aparecen
datos que no están en su Autobiografía y resultan interesantes (cfr. REV, 11-12, 15,
28).
69
Ibid.
70
A, 34-35.

30
que reconocen su nada, para obrar maravillas de su amor y que toda
la gloria sea para Él solo; que sólo él puede realizar tales milagros71.
Es la experiencia de sentirse desbordada, pues reconoce que los resultados
superan todas las previsiones y sólo se explican al descubrir su origen en
Dios. Profunda experiencia espiritual que potencia su audacia pues se apoya
en una confianza ciega en Él.
La misión confiada por el P. Rector pone de manifiesto, una vez más, que
Dolores tiene gran capacidad de convocatoria, ingenio, una voluntad firme y
decidida, liderazgo y dotes organizativas. Y descubrirá, con sorpresa, su gran
capacidad de relación y persuasión 72.
En el proyecto inicial, el P. Rector esperaba reunir 217 Hijas de María,
Dolores consigue 568 y hay testimonios que afirman que en la primera co-
munión general participaron 800 jóvenes 73. Cuando necesitan fondos para pa-
gar los gastos que ocasiona la preparación de la Fiesta de la Inmaculada donde
comulgarían las primeras Hijas de María o para realizar sus obras de aposto-
lado, se le ocurre poner “mesas petitorias” a la salida de la iglesia y realizar
rifas en las fiestas que se organizaban en su casa, aunque ello resultaba ex-
traño en Puerto Rico74.
Tiene don de persuasión y liderazgo, pues logra quitar miedo a las jóvenes
que pensaban que el pertenecer a una Congregación de este tipo les restaría
libertad para hacer vida de sociedad, incluso consigue que, pese a todas las
reticencias, se nombre al P. Goicoechea director de la Asociación 75. Después
de un tiempo, ella misma afirma que las tenía muy dominadas76 y la seguían
en todas sus iniciativas. Pero esto es posible porque en el fondo se ha dejado
conducir con total confianza por su director, sintiendo que era Dios mismo

71
A, 48.
72
Recuérdese cuando en Almería convocaba a los pobres en medio de la calle;
cuando involucró a Araceli en todos sus proyectos; las idas, venidas, escapadas y
ocurrencias para recaudar fondos, etc. La novedad radica en que, en Almería, parece
se movía con soltura entre los pobres pero se sentía incómoda entre la gente de so-
ciedad.
73
A, 37, 43, 47.
74
A, 54, 60.
75
A, 38-39.
76
A, 46.

31
quien la dirigía a través suyo. Al final dirá: El P. Rector lo había hecho todo
detrás de la cortina y ellas creían me debían a mí todo!77. Otra grandeza de
su carácter, su humildad, pero esa humildad que brota de un auténtico cono-
cimiento personal y de quien sabe que, quien se pone en manos de Dios, rea-
liza maravillas pues es Dios quien actúa a través de ella.
Detrás de esta gran actividad, se está realizando un cambio profundo en el
interior de Dolores.
Cuando reflexiona sobre lo que supusieron estos años, dice:
Observad que Dios nos quiere retiradas del mundo, vivir en medio
del mundo, con abstracción completa de él. Me horrorizaba meterme
en todas partes, era la formación que Dios hacía en mí para que se
la enseñase a mis hijas78.
Éste va a ser uno de los giros decisivos de esta etapa... Dios la fue for-
mando para que aprendiese a vivir en medio del mundo y, en medio del
mundo, estar en Él.
Efectivamente, todo iba marchando muy bien, mejor de lo previsto, pero
hay que reconocer que más de una vez la desconcertaron las indicaciones de
su Director.
Cuando va a realizar la convocatoria para la primera Asamblea de Hijas
de María le dice: póngase bien elegante. Cuando ella le comunica con dis-
gusto que sus padres iban a recibir en casa una vez a la semana al elemento
oficial, la reprende: ¡Esto es Providencial!, ¡ponga la cara alegre! Al darle
cuenta de estas reuniones, le contestaba:
Procure dar gusto en todo a sus padres. Si quieren que declame, há-
galo; si quieren que baile, hágalo. Si en mi país me oyesen aconsejar
a una muchacha de su edad que baile, no me conocerían, porque he
sido el mayor perseguidor de los bailes; pero aquí hay que demostrar
a estas muchachas que no es incompatible la Religión y la sociedad79,

77
A, 63.
78
REV, 12 (la cita original está en tercera persona).
79
A, 41-42.

32
y la primera que lo debe descubrir es ella. Pero también le da a conocer su
secreto: hay que agradar y complacer a todo el mundo para más dominarlos
y llevarlos a todos a Dios80.
El proceso de integrar “Religión y sociedad”, vivir en medio del mundo y
estar en Dios, no va a ser fácil, y Puerto Rico sólo va a marcar el comienzo
de un camino que recorrerá poco a poco. Ella misma comenta:
el enemigo empezó a turbar mi alma, pensando que estaba en medio
del mundo, y yo había oído decir muchas veces que Dios y el mundo
no podía ser81.
La lucha y las dudas radican en que hay un conflicto entre su manera de
concebir las cosas —propia de la época— y su práctica real. Esto se agrava
ya que su actuación la hace objeto de críticas: ¿cómo es posible estar en fies-
tas e ir a comulgar al día siguiente? Esta contradicción la resuelve gracias a
la total transparencia con su Director y a la claridad y firmeza de éste en sus
orientaciones. Seguir sus directrices la tranquilizaba, aunque no siempre las
comprendiese o, incluso, entraran en conflicto con “lo que había oído decir”
y que de alguna manera ella tenía asimilado. Y, así, Dolores seguía los cami-
nos que él le trazaba en nombre de Dios.
Desde el principio destaca también su gran confianza en Dios, y no sólo
al dejarse conducir con tanta docilidad.
Cuando tiene que preparar algo, lo organiza a lo grande, y esto supone
gastos y asumir riesgos. Todas son hijas de familia, pero no le importa endeu-
darse para preparar la Fiesta de la Inmaculada como la Virgen se merece; es
otra forma de manifestarle su amor. Su madre se muestra preocupada, pero a
ella no le asusta: Dios dirá lo que hago. Las trampas82 las hago por Él. Él es
el móvil de sus acciones y Él responderá por ella. Y, a decir verdad, nunca le
falló.

80
A, 60. Esto nos recuerda lo que luego será en ella un elemento esencial de su
metodología: ganarles el corazón para llevarlos a Dios con facilidad (cfr. A, 85).
81
A, 42. Hay que reconocer que Dolores Sopeña parte de una visión dicotómica
del mundo que ella resume en la frase arriba citada: Había oído decir que Dios y el
mundo no podía ser. Su camino espiritual la irá conduciendo hacia la integración
Dios-mundo.
82
Se refiere a las deudas que va adquiriendo sin saber a ciencia cierta cómo las
iba a pagar.

33
Puerto Rico es también la escuela en la que aprende a encarar las dificul-
tades.
La puesta en marcha de la Asociación de Hijas de María le trajo muchos
disgustos, todos ellos dirigidos a que se deshiciese todo. La amenazan con
hacerle la guerra si no deja que “otros” 83 intervengan junto con ella en la di-
rección de la Congregación. Utilizan diversas formas de presión: la critican y
difaman en la prensa, incluso recurren a la influencia del Capitán General
para que Dolores deje la Presidencia de la Asociación. Una vez más, lo con-
sulta todo con el P. Goicoechea, él la ayuda a interpretar lo que ocurre y le da
ánimo y seguridad84.
Dolores es valiente, demuestra capacidad de lucha y afronta con tesón la
tormenta hasta afirmar: Yo tengo la fuerza de Dios para la lucha y soy más
poderosa85. Aprende que ante las dificultades sólo hay un camino seguro: No
amedrentarse, dar la cara, seguir adelante, como recomienda san Ignacio en
sus Ejercicios86. Y, efectivamente, poco a poco todo volvió a su cauce, aun-
que encontraron una forma de hacerla sufrir: destinar a su hermano Tomás y
a su asistente fuera de Puerto Rico. En todo este camino lleno de dificultades,
también experimentó de manera clara la protección y la mano de la Virgen87.
Sus apuntes también nos permiten conocer nuevos datos sobre su familia
y esto nos ayuda a comprender el ambiente familiar que la rodeó y su influen-
cia sobre ella.
Sus padres la apoyan en todo lo que emprende. Dolores define a su madre
como una mujer con una gran disposición y muchísimo gusto para todas las
cosas88 ; ella la ayuda a organizar la Fiesta de la Inmaculada y parece el ele-
mento más fuerte del matrimonio pues es la encargada de pedir a Dolores que
deje la Presidencia de las Hijas de María. Su padre, se integraba

83
El hijo del Capitán General, que era un hombre de 35 a 40 años de edad, de
ideas terribles en Religión —también se decía que era masón—, me dijo muy en se-
rio: “Si usted quiere y me acepta para que entre LOS DOS dirijamos esa Congrega-
ción, habrá paz; si no acepta, habrá guerra. Piénselo bien... (A, 45).
84
A, 48ss.
85
A, 45.
86
EE [325].
87
A, 47.
88
A, 43.

34
perfectamente entre las jóvenes, y cuando había representaciones en las fies-
tas que se organizaban en su casa, actuaba como apuntador89 y, al parecer, era
un hombre muy respetado no sólo por su cargo sino por su honestidad. Su
hermano la ayudó a organizar la Biblioteca para las Hijas de María, e incluso
le puso a su disposición su asistente para que la ayudara en todo lo necesa-
rio90.
En su familia se respira esa unión profunda que nace del cariño y de com-
partir las grandes convicciones de la vida. El afecto que sienten por Dolores
es grande y son capaces de cualquier cosa por evitarle el más mínimo dis-
gusto. Incluso cuando se ven obligados a pedirle que dimita como Presidenta
de la Asociación, no la obligan ni se lo imponen; la dejan, como siempre,
actuar en libertad. Todo este humus la va calando y va moldeando su perso-
nalidad en un ambiente cálido, profundo, religioso y libre. Además, Dolores
corresponde a esta confianza. Saca tiempo para todo: para las cosas de casa
—era la encargada de llevar las cuentas y de la servidumbre— y para sus
compromisos apostólicos.
La organización de las Hijas de María le absorbía la mayor parte de su
tiempo, pero no le resultaba suficiente. Su inquietud apostólica se mantiene y
el campo de sus preferencias, también. Por ello, cuando todo estaba más o
menos marchando, le recordó al P. Goicoechea que su intención inicial había
sido poner Escuelas Dominicales o algo para enseñar la Doctrina a las ne-
gras91. Le dio permiso92, pero al mismo tiempo le recordó la importancia de
seguir formando a las señoritas para que después la pudieran ayudar. Son los
cimientos de lo que luego será su forma de trabajar: siempre con otros, siem-
pre con colaboradores y siempre preocupada por su formación.
En ese punto, la influencia del P. Goicoechea también se hace notar. La
confirma, la anima, la empuja, le da seguridad. Hay consejos que le dio que
dice le sirvieron para toda la vida y que recuerda después de tantos años.

89
A, 41.
90
A, 50-51.
91
A, 56.
92
Estas actividades apostólicas las realiza al tiempo que organiza las Hijas de
María, en el primer año de su estancia en Puerto Rico (1872). Una primera lectura de
la Autobiografía puede llevar a pensar que todo esto sucede después de la Comunión
General, pero en realidad, es simultáneo.

35
Dolores es incansable. Enseña la Doctrina en su casa diariamente, a la hora
de la siesta. Una vez que tenía a las negritas preparadas, las llevaba al P. Rec-
tor para la Primera Confesión y Comunión. Él le enseñó los mínimos que
hacen falta para que alguien pudiera recibir los sacramentos y nunca consi-
deró un obstáculo “la falta de inteligencia” o la baja capacidad para aprender
el catecismo.
Con él también aprende lo que es el celo por la gloria de Dios y la salva-
ción de las almas, un rasgo muy característico de su espiritualidad.
Cuenta que una vez fue a verla una señora en busca de una recomendación.
Sin saber cómo, intimaron y la mujer le contó toda su historia y se desahogó
por completo. Pero todo quedó ahí. Al comentárselo al P. Rector, éste le dijo
indignado que cómo la había dejado marchar. Dolores quedó desconcertada,
pero ésta fue la ocasión para una nueva lección:
en todos los lugares en que sepamos hay almas en pecado... mortal,
tenemos que meternos para sacarlas y salvarlas; y hasta en el in-
fierno si pudiéramos entrar93.
En el fondo, ella sentía lo mismo, pero a partir de ahora, se convertirá en
certeza y en su forma de actuación, y no habrá lugar que quede excluido de
su actuación.
Dolores sabe esperar, pero es insistente. Unos meses después, cuando la
Asociación ya estaba consolidada, involucra a todas las Hijas de María en las
Escuelas Dominicales. Dolores es capaz de comunicar entusiasmo. Les ceden
un local y montan una Escuela en toda regla. Una vez más sale a relucir su
ingenio, su creatividad, su liderazgo. Eran diferentes a las de la Península
porque la situación de la isla era diferente. Tiene la flexibilidad propia de
quien tiene el objetivo claro. No sólo convoca niños sino adultos, pues todos
necesitaban instrucción y catecismo94. Toda esta actividad no la distrae de su
preocupación de fondo: la pregunta por su vocación.
Respecto a su búsqueda vocacional tiene reflexiones muy significativas.
Dolores tiene profundas convicciones. Su deseo de consagrarse a Dios es
firme. Lo sintió una vez y en esto no tendrá duda, si bien reconoce que en
alguna ocasión su corazón se sintió inclinado a alguna criatura, aunque eran

93
A, 60.
94
Cfr. A, 58-59.

36
como ráfagas que se disipaban y desaparecían con gran velocidad. No hay
que olvidar que Dolores era muy afectiva y que en Puerto Rico tuvo muchas
ocasiones de elegir un buen partido y formar un matrimonio cristiano. Su ma-
dre se lo aconsejó más de una vez pues quería dejarla colocada antes de morir.
En esto, la dirección del P. Goicoechea también fue determinante, pues le
decía:
No gane esas almas a costa de dividir su corazón entre Dios y la
criatura. El día que tal sucediese, merecería una disciplina fuerte...
Estoy persuadido, que su corazón sólo lo llenará Dios, y Él no lo
quiere dividido95. Y ella añade: ¡Cuánto debe mi alma a este Padre!
¡Quién sabe si por el deseo vehemente que tenía de ganar almas, se
hubiese envuelto en algún enredo mi corazón si no hubiese tenido
una dirección tan firme y segura!96.
El P. Goicoechea ayudó a muchas de las Hijas de María a encontrar su
vocación y las encauzó hacia Institutos muy concretos: el Sagrado Corazón,
las Carmelitas Descalzas, instituciones de enseñanza. En cambio a ella la des-
anima pues no veía claro cuál era su sitio, eso sí, le aseguraba que haciendo
el tipo de vida que llevaba en Puerto Rico estaba dando mucha gloria a Dios
y que Él no la quería en un convento. Ella reconoce que entonces no com-
prendía nada pues
lo que deseaba con toda el alma era consagrarme a Dios retirada del
mundo; pero en donde se dedicaran por completo a la salvación de
las almas97.
Una vez más: consagración total a Dios y plena dedicación al apostolado.
Y también, una vez más, su concepción de la Vida Religiosa como “fuga
mundi”, si bien pone sus condiciones. No es una “huida” descomprometida,
sino una huida como condición “sine qua non” para consagrarse a Dios, pero
que, al mismo tiempo, quiere hacer compatible con la total dedicación a los
demás.
Al ver que muchas de sus compañeras encontraban y realizaban su voca-
ción, escribe:

95
A, 62.
96
Ibid.
97
A, 52.

37
Sólo yo estaba detenida, pensando en musarañas y en averiguacio-
nes de la voluntad divina... Quería como ponerle a Dios plazos para
ver lo que quería de mí... Me faltaba ese abandono total que el alma
debe tener en su Providencia paternal para con las almas... Me fal-
taba esa confianza ciega para esperar que la acción divina fuese
obrando en mí, haciéndome comprender lo que quería de esta infeliz
criatura. Y ¡cuántos años tardó aún en decírmelo, sin embargo de
mis pretensiones y de mi impaciencia en saber sus designios para con
mi pobre alma!98.
Lectura sincera y profunda de esta etapa de su vida.
Dolores es vehemente y decidida y, tal vez, por ello, impaciente. Tiene
como don natural la confianza en Dios, probablemente la aprendió en su pro-
pia casa. Ha demostrado esta confianza a la hora de trabajar apostólicamente,
pero aún le falta esa confianza vital, ese dejarse llevar sin querer marcar el
ritmo, sin marcar las etapas, sin controlar la marcha. Es un aspecto que tendrá
que madurar poco a poco. Al recordar todos estos acontecimientos y ver hacia
atrás, exclama:
¡Quién me hubiese dicho entonces que el convento que Dios me es-
taba preparando era el mundo entero!99.
Pero, una vez más, en el momento menos pensado, el 29 de marzo de 1873,
su padre es destinado como Fiscal a la Audiencia de Santiago de Cuba. Esto
produce desconcierto y desánimo en la Asociación. El mismo P. Rector reco-
noce que su ida de Puerto Rico era prematura, pero su reacción, pese a su
desconcierto, es admirable y Dolores la recuerda muy bien:
los designios de Dios son incomprensibles y hay que bajar la cabeza
a las disposiciones divinas y acatarlas en todo 100.
Una nueva lección que su Director le dio con su propia vida.
Su madre, sin embargo, fue de las pocas personas que se alegraron, pues
temía que la vida que Dolores llevaba terminara minando su salud. Y eso que

98
A, 53.
99
A, 62.
100
A, 63.

38
doña Nicolasa compartía con su hija su inquietud cristiana por ayudar a los
demás y colaboró estrechamente con todo lo que Dolores emprendió.
Sus emociones al abandonar la isla las recoge así:
Mis emociones al arrancar eran grandes y diversas; de pena de dejar
tantas almas y una dirección para mi alma tan acertada como la del
P. Rector. Pero me eché en brazos de mi Dios, como siempre, y sentí
consuelo en el fondo del alma, ante la idea de ganar allí nuevas al-
mas que esperaban; o quizá sería llegado el momento de realizar mi
ideal de retirarme del mundo101.
Pese a la tristeza de toda despedida, Dolores parece más madura, humana
y espiritualmente. Siente pena, sí, pero pena de dejar un trabajo fructífero de
entrega a los demás y una dirección espiritual certera; no es mera afectividad
superficial. Por otro, esta tristeza es superada al empezar a descubrir el futuro
como una nueva oportunidad de expandir sus trabajos o como ocasión de rea-
lizar su vocación. El futuro es un horizonte abierto y prometedor. Así mismo,
la tristeza es superada por un sentimiento mayor de confianza en Dios y el
fruto inmediato es la consolación de quien se abandona en sus manos.

101
A, 64.

39
2. SANTIAGO DE CUBA (1873-1876)
La familia Sopeña llega a Santiago de Cuba en un momento difícil, tanto
a nivel político como religioso.
Acababa de estallar un cisma religioso pues el gobierno había nombrado
obispo a un tal Llorente sin la aprobación de la Santa Sede 102. Las conse-
cuencias inmediatas fueron la expulsión, por parte del Gobierno, de los sa-
cerdotes afines a Roma, el cierre de Iglesias y capillas, y el encarcelamiento
del Provisor, Sr. Orberá, y del Sr. Penitenciario, P. Sancha. A su vez, la Santa
Sede decreta la excomunión de los que reconociesen como obispo a Llo-
rente103. Todos los que se mantuvieron fieles a Roma entraron en una situa-
ción de clandestinidad.
Estos avatares van a condicionar totalmente la vida de Dolores.
A nivel familiar, su padre, al actuar como Fiscal, tenía que dar informes
sobre la situación, lo cual lo colocaba ante una disyuntiva: mantenerse fiel a
sus principios y a la verdad, lo que suponía poner de manifiesto las arbitra-
riedades del gobierno y, por ende, exponerse a perder su puesto; o, defender
su empleo para no poner en juego la estabilidad familiar.
Estos sucesos nos permiten conocer más de cerca al Sr. Sopeña. Viene
descrito en la Autobiografía como una persona competente, eficaz, con gran
sentido de la justicia, que ha ejercido su cargo sin dejarse condicionar ni por
ideologías políticas ni por el gobierno de turno, aunque ello le supusiera ex-
ponerse él mismo y exponer a su familia a una situación delicada.
Su padre es una persona dialogante. Consulta separadamente con su mujer
y con Dolores y los tres coinciden en el planteamiento de fondo:
Antes que empleado del Gobierno es usted católico, apostólico, ro-
mano, y tiene que obrar en todo como tal. Y si preciso fuese pedir

102
A esta situación, de por sí delicada, hay que añadir que, dos años antes, Cuba
había empezado la “Guerra de los Diez Años” con el fin de independizarse de España.
Así mismo, España pasa por momentos de gran inestabilidad política: El 11 de fe-
brero de 1873, después de la abdicación de Amadeo de Saboya, se levanta la I Repú-
blica, que durará hasta que, el 30 de diciembre de 1874, Alfonso XII es declarado
rey, regresando de su exilio en Francia a primeros de enero. Todo esto condiciona el
trabajo de su padre pues es un funcionario del Estado.
103
Pedro Llorente y Miguel fue excomulgado por la Santa Sede el 30 de abril de
1873 (PSV, Informatio..., 26).

40
limosna, lo haríamos llenas de alegría, hasta con orgullo, por la
tranquilidad de su conciencia104.
Y sabemos que no son simples palabras, pues Dolores había demostrado
en Almería que era capaz de pedir limosna si era necesario. Es una familia
con principios. Dolores ha crecido en esta escuela, pero también sabe que
vivir así tiene su precio. Efectivamente, su padre actúa conforme a la justicia
y es despedido.
Con todo, Dolores vive esta experiencia como una confirmación:
...la Providencia, que siempre vela por todos los que viven arrojados
en sus brazos, veló por mi padre; y a los quince días vino la reposi-
ción de su destino (...) pero atribuyéndolo todos (...) a verdadero mi-
lagro105.
Ser fiel a la verdad y a la justicia, a los propios principios y convicciones,
no exime de dificultades ni es garantía de éxito, al contrario, puede acarrear
serios problemas, pero, al final, Dios sale por quien se fía de Él. Y ésta es una
lección que no olvidará.
A nivel personal, la situación provocada por el cisma también afecta su
vida cristiana, tanto hacia dentro como hacia fuera. Por un lado, tiene dificul-
tad en mantener su plan de vida anterior: no puede ni comulgar, ni oír misa,
ni confesarse sino cuando llega algún sacerdote castrense 106 cada ocho o
quince días; y tampoco cuenta con la guía inmediata de un Director espiritual,
si bien mantiene una comunicación permanente por carta con el P. Goicoe-
chea que es quien la sigue dirigiendo, con los límites propios de la distancia.
Por otro, no puede realizar el cúmulo de actividades que desarrollaba en
Puerto Rico. Ante esto, vive un momento de gran tristeza y abatimiento. En
estas circunstancias, reanuda su trato con las Hijas de la Caridad.
Estas religiosas atendían el Hospital Militar y cada vez que celebraban una
eucaristía en su casa —aprovechando la llegada de un sacerdote castrense—

104
A, 68.
105
A, 69.
106
Estos años Cuba se encuentra en guerra con España hasta que se firma la paz
de Sajón en 1878. Por eso, cada vez que llega un buque de guerra, viene con él un
sacerdote castrense y estos se habían mantenido fieles a la Santa Sede.

41
invitaban a Dolores y a su madre. Esto también le da ocasión de reanudar sus
visitas a los enfermos, como hacía en Madrid.
Dolores, acostumbrada a comunicarse en profundidad con el P. Goicoe-
chea, echa de menos alguien con quien hablar e intima con una hermana lla-
mada Sor Dolores a quien le cuenta todos sus sentimientos y su estado perso-
nal. Todas estas circunstancias la hacen pensar que tal vez sería llegado el
momento de entrar en la Vida Religiosa y empieza un proceso de discerni-
miento107.
En sus diálogos con sor Dolores, le había comentado sus deseos de trabajar
por los demás y su vocación de ser Hija de la Caridad, por creer que eran las
que más en contacto estaban con los que no aman a Dios porque no le cono-
cen. Al mismo tiempo, su madre le había comentado a aquella hermana que
Dolores siempre había querido ingresar con ellas pero que no se había deci-
dido por su falta de vista y por no dar un disgusto a su padre, pues era adora-
ción lo que sentía por ella. En vista de esto, dicha hermana pidió autorización
a Dolores para hacer las gestiones necesarias de cara a su admisión y se la
dio, pues así verían con claridad la voluntad de Dios.
En este primer momento del proceso aparece claramente que un elemento
fundamental para realizar su discernimiento vocacional es la clave apostólica
y que esa búsqueda se inserta en su deseo permanente de actuar conforme a
la voluntad de Dios: Piensa en las Hijas de la Caridad porque es donde ella
cree que puede tener contacto más directo con los alejados de Dios. Le da
carta blanca a sor Dolores para que haga las consultas pertinentes, pero lo
hace como medio para descubrir la voluntad divina. Pide a Dios conocer lo
que quiere de ella, pero, al mismo tiempo, pone los medios que están a su
alcance, con la libertad de quien busca sólo lo que Dios quiere.
Finalmente, Dolores es admitida; sin embargo, una espina tenía en el
fondo del alma: el no haberlo consultado al P. Rector108 .
Sor Dolores le había dicho que no hacía falta hacer la consulta hasta co-
nocer la decisión. Con todo, no queda tranquila, ya no se siente cómoda sin
consultar al que la dirige interiormente y le escribe al P. Goicoechea ponién-
dolo al tanto de los últimos acontecimientos y pidiéndole su parecer.

107
Cfr. A, 67, 70-73.
108
A, 70.

42
Mientras tanto, la noticia se empieza a filtrar. Su padre entra en una pro-
funda tristeza y, suavemente, intenta disuadirla. Ver a su padre así “le partía
el alma” pero, dice: mi voluntad estaba firme en cumplir la divina, viéndola
en la contestación del P. Rector; así es que la esperaba con ansiedad 109.
A estas alturas, parece que Dolores ha interiorizado el sentido de las me-
diaciones y reconoce en su Director un instrumento privilegiado para conocer
los designios de Dios sobre ella que es, como hemos dicho, lo único que
busca. Su hermano Tomás también conoce la noticia y enferma, pero esto
tampoco la condiciona.
Todos estos avatares nos ayudan a conocerla mejor. Dolores es muy afec-
tiva y, por tanto, no es indiferente a las reacciones que su decisión provoca
en sus seres más queridos, sin embargo, prevalece en ella el deseo de moverse
conforme a la voluntad de Dios. No actúa ni por puro gusto personal, ni em-
pujada por las circunstancias, ni por darle gusto a su familia; su interés es
darle gusto a Dios, aunque ello conlleve lucha, incomprensión y sufrimiento.
Su centro es Dios; Él ordena sus afectos y en torno a él se articulan sus prio-
ridades. Esto supone pasos hacia la madurez espiritual.
Rápidamente recibe contestación “firme y enérgica” del P. Rector en estos
términos:
Su deber, por ahora, es permanecer al lado de su buenísimo padre,
aun cuando veinticinco mil Hermanas de la Caridad opinen lo con-
trario. Deshaga lo hecho; y no tenga escrúpulo ninguno, pues no ser-
viría para ello... Tranquilice a sus padres, yo lo haré a su buenísimo
hermano Tomás (...). No se habla de otra cosa en Puerto Rico y todo
el mundo dice que es un disparate; que haga ahí lo que hizo aquí. Y
yo le digo lo mismo, pero de una manera seria y formal. Eso110 ya se
va tranquilizando y le esperan nuevas batallas. El Señor la ayudará
como siempre111.
En primer lugar, el P. Goicoechea apela a su “sentido del deber”, cualidad
muy valorada por este jesuita y por Dolores. Y la encauza, una vez más, hacia

109
A, 71.
110
Se refiere al cisma.
111
A, 72.

43
el apostolado, desanimándola en su opción con un argumento muy tajante:
que no serviría para ese tipo de vocación.
Pasa un apuro grande de pensar que lo tiene que comunicar a sor Dolores,
pero se dispone a ello inmediatamente. Dolores, cuando ve algo claro, no
duda en realizarlo ni admite dilaciones. Al ir a hacerlo, se entera de que ha-
bían reconsiderado su admisión y se la habían denegado por su poca vista, lo
que interpreta como una confirmación: veo con claridad que no es la voluntad
de Dios; y yo no busco nada más que el cumplirla 112. Y termina diciendo:
Nos despedimos; ella muy triste y yo bendiciendo las bondades de mi
Dios, que tan cogida me tenía de su mano divina para no separarme
del camino que él mismo me trazara113.
Al analizar todo este proceso de discernimiento saltan a la vista algunos
elementos significativos: todo el proceso está muy contrastado, primero con
sor Dolores, luego, con el P. Rector. Su hilo conductor es la búsqueda sincera
de la voluntad de Dios. En esta búsqueda, Dolores reconoce el papel de las
mediaciones, tanto en su Director como en los acontecimientos. Esta decisión
no es fácil e incluso altera sus relaciones familiares, pero ello no condiciona
su resolución final.
El proceso aparece nítido y a estas alturas bien puede afirmarse que la
brújula de Dolores es la voluntad de Dios; su búsqueda y su realización irán
jalonando toda su vida y marcando sus determinaciones. Toda esta búsqueda,
en principio infructuosa, no sólo no la desanima, sino que va aprendiendo a
vivir los acontecimientos como “Providencia” y descubre en lo que ocurre la
mano de Dios que es quien la conduce.
Todos estos hechos coinciden con el final del cisma 114. Las cosas se van
calmando —a nivel político, religioso, familiar y personal— y Dolores, una
vez resuelto, al menos de momento, su discernimiento vocacional, puede em-
prender de nuevo sus actividades apostólicas.
En Santiago de Cuba va a hacer lo mismo que en Puerto Rico, pero no va
a contar con las instrucciones claras ni las confirmaciones de un director. Es
el momento de poner en práctica lo aprendido y aquí va a aparecer su primera

112
A, 73.
113
Ibid.
114
El cisma se da por terminado el 30 de marzo de 1874.

44
gran síntesis personal. Su primera iniciativa se dirige a los sectores más po-
bres y alejados de la población, a los barrios de la periferia. Se dirige a todos,
hombres, mujeres, niños, pues sigue buscando llegar al mayor número de per-
sonas posibles. Su finalidad es clara: enseñar la Doctrina, preparar para reci-
bir los sacramentos —que es la forma de evangelizar de entonces—. Está
sola, pero inmediatamente busca una compañera, Julia Puncet, una joven de
apenas 16 años que había conocido durante el cisma y que se le había ofrecido
incondicionalmente. A esta joven la define con las cualidades que, más tarde,
querrá para todas las Catequistas: un alma de cielo y una inteligencia clarí-
sima115.
Aunque parece que en Santiago de Cuba llegó a fundar también la Con-
gregación de Hijas de María o, al menos, una especie de Asociación benéfica
de Damas116, en su Autobiografía sólo habla de sus actividades relacionadas
con lo que ella denomina “Centros de Instrucción”. Es decir, da la impresión
de que lo fundamental de su estancia en Santiago de Cuba fueron sus acciones
dirigidas a la población marginal, precisamente porque descubre en estas ac-
tividades los antecedentes más remotos de lo que más tarde serán los Centros
de Instrucción y el momento del nacimiento del Instituto.
Efectivamente, cuando recuerda estos tiempos exclama: Allí nació el Ins-
tituto de Damas Catequistas117. Es decir, en Santiago de Cuba está, en ger-
men, lo que aparecerá más tarde en todo su esplendor. Una vez más, lo que
determina su narración es el deseo de transmitir aquello relacionado con su
vocación y con los orígenes del Instituto.
A partir de este momento, Dolores centra todo su relato en sus activida-
des118 y aparece ya perfilada toda una metodología de trabajo: consigue cola-
boradoras, va a buscar a la gente en sus casas, acoge a todos, los invita a
actividades que puedan suscitar interés —leer, escribir, cuentas—, es flexible
y abierta en los medios, pero sin olvidar la finalidad: catequizar.
Dolores demuestra, una vez más, sus cualidades organizadoras. Consigue
un local de reuniones, invita a más personas a que la ayuden, busca formas

115
A, 74.
116
PSV, Informatio..., 26.
117
A, 76.
118
A partir de la p. 73 de su Autobiografía.

45
estables de financiamiento, organiza una Asociación que facilite la continui-
dad del proyecto, nombra a una persona con recursos como Presidenta de la
Asociación para así poder sufragar los gastos y, una vez que estaba ya todo
organizado, continúa su expansión. En tres años llegó a fundar tres Centros
de Instrucción en tres barriadas diferentes.
Es verdad que Dolores habla poco de ella misma y de su interior, y rápi-
damente quedamos deslumbrados por el gran despliegue de sus trabajos, que
aquí no hacemos más que evocar, pero en todo este ir y venir se puede intuir
algo más.
A estas alturas Dolores tiene 25 años. Ya es una joven más hecha. Una vez
despejadas, al menos de momento, sus dudas vocacionales, recobra la calma
interior y no hay rastros de aquella lucha que mantuvo en Puerto Rico a la
hora de integrar vida social y vida espiritual. Así mismo, parece tener bastante
superada su timidez.
Su vida cristiana está marcada por el apostolado, pues lo primero que se
le ocurre es reorganizar sus trabajos apostólicos y todas sus energías están
totalmente orientadas a ese fin. Es ingeniosa, firme, creativa, emprendedora,
independiente. Demuestra gran capacidad de movimiento y decisión sin tener
que depender continuamente de un director ni de nadie. Ha alcanzado satis-
factoriamente una buena dosis de autonomía, tiene iniciativa personal, pero
también sabe consultar y dejarse ayudar 119.
Dolores es una joven firme en sus convicciones, lo que le permite relacio-
narse con personas que no comparten sus mismas creencias religiosas. Aquí
conviene recordar que elige como Presidenta de la Asociación a la Sra. Ma-
riana de Bruch, protestante, pero a la que describe así: señora de un banquero,
joven, instruida y con un corazón de oro, que no podía ver lástimas a su lado
(...), mujer de gran talento120; Dolores ve el corazón.
Su madre se preocupa, pero ella responde con perfecto dominio de la si-
tuación: Dios puede más que nadie y Él estaba conmigo. No es una temeridad

119
No olvidemos que mantiene su relación con el P. Goicoechea y que éste la
sigue orientando en las grandes áreas de su vida, pero en ningún momento se observa
ni dependencia ni infantilismo.
120
Refleja algunas de las cualidades que desea tengan sus colaboradores (cfr. A,
76-77).

46
ni una vana confianza en sí misma; es arriesgada precisamente porque tiene
una confianza en Dios firme y porque sabe que lo que hace, lo hace por Él.
Su modo de ser debió de ser atrayente, pero por la gran coherencia perso-
nal que traslucía, pues su forma de vivir terminó por cautivar a la Sra. de
Bruch que pidió ser instruida en la Religión Católica y se aficionó a las con-
versaciones con Dolores y Julia sobre cuestiones de la fe. Y, para favorecer
esta “conversión”, las dos jóvenes deciden hacer oración y sacrificios.
Este episodio puede ayudar a reconstruir y completar el plan de vida de
Dolores. Una vez superado el cisma, retoma sus prácticas habituales: misa y
comunión diarias y confesión frecuente. Al mismo tiempo, aparece la valora-
ción de la oración y los sacrificios como medios de intercesión es decir, tam-
bién con una intencionalidad apostólica.
Cuando todo se había estabilizado, una vez más, sus trabajos se van a in-
terrumpir bruscamente.
En 1876, su madre muere después de una corta enfermedad. Todo lo que
nos transmite de estos acontecimientos confirman las hondas raíces cristianas
de su familia y la profunda fe de doña Nicolasa que, hasta el último momento,
es quien anima a su familia. Su entierro es una auténtica manifestación de
cariño popular y de aprecio por los Sopeña pues acudió casi toda la población
y de todas las clases de la sociedad 121.
Dolores pierde a su madre y, con ella, a la persona que le sacaba todos los
permisos de su padre y la que le daba libertad completa para emprender todas
las obras. Su padre queda desconsolado y ella se convierte en la “señora de la
casa” y debe asumir el papel de su madre.
En todo esto, destaca la figura de Dolores como una buena hija. Acompaña
y vela a su madre hasta el último momento y, a partir de su muerte, dedica su
vida a cuidar de su padre. Y en estos momentos tan delicados, también apa-
rece la figura del P. Rector que le escribió con instrucciones bien precisas:
dedicarse a cuidar y consolar a su padre, que bien clara estaba la voluntad de
Dios, y que me dejase guiar por su Providencia divina122.
Dolores va aprendiendo a dejar que sea Dios quien marque el ritmo y a
dejarse conducir, como un ciego guiado por un buen lazarillo; como

121
Sobre la muerte de su madre, cfr. A, 83-85.
122
A, 85.

47
Abraham, que sabe que camina conducido por Dios, pero sin saber hacia
dónde. Ya no hay tristeza ni impaciencias, sino una gran docilidad.
También le cuesta dejar Santiago de Cuba, pero todos estos desgarrones,
en vez de endurecerle el corazón, lo van haciendo fuerte, desprendido, libre.

48
3. REGRESO A MADRID (1876-1883)
Dolores regresa a la Península después de aproximadamente cinco años.
No son muchos, pero han sido vividos muy intensamente, y han dejado una
profunda huella en su personalidad. Se marchó siendo “hija de familia”, con
apenas 22 años; regresa con 27 y con el delicado papel de estar al frente de la
casa y al cuidado de su padre y hermanos, especialmente Martirio, la pequeña,
que tendría poco más de 10 años.
Volver a Madrid en esta situación, le supuso un cambio radical de vida y,
exigió por su parte, una rápida maduración que no sólo la dan los años sino
los acontecimientos que la vida trae, en este caso, la toma de responsabilida-
des, con el consiguiente descentramiento personal. No es que antes no tuviera
responsabilidades, sabemos que su madre la había encargado de organizar la
casa, pero la diferencia radica en que ahora es ella la última responsable, y la
responsabilidad, tomada en serio, madura.
Ya no está su madre, que la apoyaba en todo; ya no dispone de todo el
tiempo del que disponía en América; ahora se debe a su familia. Las indica-
ciones del P. Goicoechea al respecto habían sido claras y precisas, y sabe
responder a la altura de las circunstancias.
Al llegar a Madrid, lo primero que hace es buscar la forma de organizar
su tiempo de modo que pueda atender tres frentes: el cuidado de su padre, las
obligaciones de la casa y el apostolado 123. Ni siquiera en esta situación ex-
trema, que requiere gran parte de su persona y de su tiempo, abandona las
obras apostólicas, ya es algo que forma parte de su vida. La diferencia está en
las prioridades.
La fórmula más sencilla que encuentra es dedicarse a aquello que realizaba
antes de ir a América: enseñar la Doctrina. Los lunes va al Hospital de la
Princesa; los miércoles, a la Cárcel de Mujeres y, los domingos, a las Escuelas
Dominicales. Probablemente volvió a pertenecer a las mismas Asociaciones
que entonces124.
Al mismo tiempo, otra de sus primeras tareas es elegir Director Espiritual.
Sabe que es algo imprescindible, el P. Goicoechea está demasiado lejos y

123
Ibid.
124
Cfr. nota 37.

49
necesita una dirección cercana. El mismo P. Rector escribe a otro jesuita para
que la dirija.
El Padre recomendado resultó un santo y la dejaba obrar en todo como
ella quería, con lo cual veía claro que no le convenía, así que empezó a buscar
otros confesores que fuesen más fuertes y enérgicos. Ella es exigente consigo
misma y es consciente de que lo que necesita en esos momentos es a alguien
que la exija, aunque sea más duro. Recordemos que aún está “en el taller del
alfarero”.
Después de varias consultas, dio con el P. López Soldado125 que, al escu-
char de Dolores el motivo por el cual quería cambiar de Director, le contestó:
Está bien, puede venir, que yo la mandaré a lo soldado; pero antes tiene que
decírselo [al otro padre]. Y, una vez más, aunque le cuesta, comprendiendo
que era voluntad de Dios, fue y habló con él. En esta ocasión, Dolores de-
muestra la misma libertad de siempre, esa libertad que da el buscar lo que
realmente le conviene, mirado desde el plan que intuye Dios tiene sobre ella
y desde el conocimiento que tiene de sí misma. Dolores busca activamente la
voluntad de Dios y sabe actuar en consecuencia y, en esto, no hay miramien-
tos humanos, ni siquiera la detiene el no seguir la sugerencia de su querido y
valorado P. Rector en quien tenía depositada una confianza incondicional.
El P. López Soldado, al ver sus inclinaciones de ayudar a los demás, la
llenó de actividades apostólicas que fuesen compatibles con sus obligacio-
nes126 y cuando ella le comentó su inquietud vocacional, le confirmó lo dicho
por el P, Goicoechea: que mientras viviese su padre, no pensase en nada y
estuviese completamente tranquila.

125
P. Félix López Soldado, operario y catequista en Madrid, Superior de la calle
Isabel la Católica. Nace en Mondéjar (Guadalajara), entró dos veces en la Compañía
de Jesús: el 21 de febrero de 1827 y, siendo ya sacerdote, el 24 de marzo de 1858.
Muere en Madrid, el 14 de abril de 1907 (En: AA.VV., Memorias del P. Luis Martín,
c. 27, n. 12, 866).
126
“El influjo del P. Soldado [en Madrid] fue enorme, lo que resulta más admira-
ble si se tiene en cuenta la medianía de sus dotes humanas. Era una eminencia gris,
con carisma para embarcar a otros en compromisos apostólicos o en exigencias de
santidad. Su sincera humildad le hacía desaparecer discretamente de la escena, para
que otros actores recogieran el éxito que él había sembrado”. En: REVUELTA GON-
ZÁLEZ, M., La Compañía de Jesús en la España Contemporánea (2 tomos). Uni-
versidad Pontificia Comilla y otras editoriales, Madrid 1991, II, 1207.

50
Pero aún podemos indagar más al fondo, pues se conservan gran parte de
los Apuntes Espirituales127 que ella escribió desde el año 1877; es decir, desde
su regreso a la Península, y ellos se convertirán, junto con la Autobiografía,
en una de las principales fuentes para conocer su itinerario espiritual.
En estos Apuntes podemos descubrir sus sentimientos, deseos y aspiracio-
nes más profundas, no sólo lo que se intuye desde su hacer o lo que pálida-
mente deja traslucir al narrar su vida.
En marzo de 1877 hace sus primeros Ejercicios Espirituales de San Igna-
cio de Loyola durante 8 días128. Acaba de llegar a la Península y seguramente
tiene ya su primer Director Espiritual que cita sólo con las iniciales “P.M.” 129.
Cuando Dolores habla de estos años en la Autobiografía, lo hace en pocas
palabras. Nada hace pensar que fueran momentos particularmente difíciles.
Sin embargo, en sus Apuntes Espirituales, al escribir sus sentimientos, apare-
cen notas de tristeza, pena, amargura. Efectivamente, fueron momentos du-
ros, aunque los supiera integrar adecuadamente. También hace una pequeña
referencia a su estado de salud, un poco delicado, tanto, que estuvo a punto
de abandonar los Ejercicios.
Yendo más al fondo, lo primero que salta a la vista es la relación tan cer-
cana, cálida y personal que mantiene con Dios, y esto no se improvisa, es
fruto de todo un camino anterior. Dolores, como hemos dicho, era muy afec-
tiva, pero gran parte de esa afectividad está dirigida y canalizada hacia Dios.
Tiene expresiones tan efusivas como: Dios adorable; mi Dios y mi todo;
¡Dios de toda mi alma!; delicia de mi alma; encanto de mi corazón; ¡cuántos
encantos tienes!... Dios ocupa un lugar central en su existencia, no es mera
religiosidad.
Al mismo tiempo, sus escritos reflejan una espiritualidad que podríamos
denominar “práctica”; es decir, una espiritualidad que, sin despreciar los afec-
tos y los sentimientos, se centra sobre todo en las repercusiones concretas que
la experiencia de Dios tiene en la vida misma. Así, por ejemplo, existe una

127
Estos “Apuntes Espirituales” (AE) contienen sus notas de Ejercicios, retiros,
planes de vida, exámenes prácticos, cartas escritas a san Ignacio y otras cuestiones
de corte espiritual relacionadas con el Instituto. Son escritos totalmente íntimos y
personales.
128
AE, 1-3.
129
Normalmente a las personas sólo las cita a través de iniciales.

51
perfecta correspondencia entre lo que ella medita o contempla, los sentimien-
tos que le suscita y los propósitos que realiza:
Mi Divino Modelo, hoy me encuentro avergonzada ante tu presencia,
viéndote nacer en un establo, eligiendo pobreza voluntaria por mi
amor130, mientras yo, que me jacto de ser tu discípula, gasto en ton-
terías y vanidades del mundo: yo te prometo, hechizo de mi corazón,
elegir siempre lo peor en mi casa y evitar todo gasto superfluo por tu
amor. No es voluntarismo; es respuesta al amor de Dios manifestado
en Jesús.
O, por ejemplo, al contemplar la Pasión: Encanto de mi corazón, hoy te
contemplo dando tu preciosa vida por mi amor... yo te suplico que me con-
cedas la dicha de dar la mía por el tuyo 131. El amor de Dios no es una idea,
parece más bien una experiencia personal. Y este amor personal que llega
hasta dar la vida, es la raíz de su deseo de alcanzar el martirio: amor por amor,
vida por vida... Dolores es apasionada en el hacer, apasionada en el amar,
apasionada en su relación con Dios.
Este mismo dinamismo lo encontramos al analizar su vivencia del pecado.
Es verdad que el primer movimiento parece ser una mirada hacia ella misma:
...me lleno de horror al ver mi alma ennegrecida de tanta miseria como la
agobia, pero tampoco es puro moralismo. En realidad, ese sentido del pecado
surge en un segundo momento, como respuesta al amor de Dios: no más ofen-
derte en lo que me resta de vida y sí sólo adorarte con el alma toda, mi dulce
Jesús. Lo que destaca es su deseo de agradarle, no un solapado narcisismo.
También aparece con claridad la decisión de empezar un proceso serio de
trabajarse a sí misma. Hace su examen práctico y se centra en cuatro defec-
tos concretos:
la murmuración; la melancolía casi habitual en mí, que llena mi
alma de tristeza, y me quita el gusto para todo, y en el olvido que
suelo tener durante el día de dirigir mi pensamiento a Ti, mi precioso
amor; también en ocuparme demasiado de mí misma.
Pero no basta este reconocimiento; inmediatamente busca cómo comba-
tirlos:

130
El subrayado es nuestro.
131
AE, 1-3.

52
Yo te prometo, ayudada con tu gracia, no emplear mi lengua si no es
en alabarte y bendecirte; estar siempre alegre y que no me cause
tristeza si no es el ofenderte, Dios mío — acordarme constantemente
durante el día de Ti para bendecirte y no ocuparme de mí ni en pro
ni en contra.
En el fondo se observa un profundo esfuerzo de descentramiento personal
para poner su mirada en Dios.
Es verdad que, aunque son grandes deseos, todavía le queda por perfilar,
lo que diríamos, una estrategia para superar estos defectos, pues se propone
cuestiones demasiado genéricas, pero el movimiento aparece con claridad:
ante un defecto, la respuesta es instantánea y reacciona con su contrario. Do-
lores tiene claridad de mente y gran fuerza de voluntad y la va a aplicar en su
vida espiritual.
Así mismo, aparece otro elemento ya reflejado con anterioridad: la interio-
rización del sentido de las mediaciones. Desea hacer penitencia por sus peca-
dos, pero ya ha aprendido la lección, pues acto seguido escribe: toda la que
mi Director espiritual me permita, que lo veo como tu representante en la
tierra, y el ángel que has puesto en mi camino para que me conduzca al cielo.
Dolores no vuelve a actuar por libre; toda su vida espiritual está seriamente
contrastada... Pero su sentido de la obediencia es aún más amplio y tiene pro-
fundas raíces evangélicas:
Vida preciosa de mi Jesús, yo quiero imitar tu obediencia en aquel
taller de carpintería y haz con tu gracia que yo obedezca ciegamente,
en primer lugar a mi Director Espiritual, que veré sus consejos como
inspiraciones tuyas, y después a mi Papá y hermanos, y haré lo que
me digan los menores y los criados, siempre que no sea en contra de
tu Ley Santa, hermoso cielo de mi alma.
Estas penitencias a las que nos hemos referido son, fundamentalmente, de
carácter exterior, pero se atisban las penitencias interiores, tan propias de la
espiritualidad ignaciana: las penitencias orientadas a trabajar los afectos: go-
bernar mis afectos según Tú, espiritual delicia de mi alma y sabemos que en
ella era algo central y costoso.
Estos primeros apuntes recogen sus inquietudes apostólicas, inseparables
de sus vivencias espirituales: te suplico con todas mis fuerzas, es el que me

53
concedas derramar hasta la última gota de mi sangre, por la conversión de
los pecadores y por engrandecer tu reino.
En todas estas notas, ocupa un lugar central el tema de la voluntad de Dios:
derrama tus luces sobre mí para que yo comprenda tu santísima vo-
luntad, y no me separe ni un ápice de ella; éste es mi más ardiente
deseo, amor de mis amores.
Una voluntad buscada, deseada, querida: mi alma desea, Jesús mío, ir su-
biendo de escaloncito en escaloncito hasta llegar a hacer lo que más agrada
a tus purísimos ojos. Sabe que le queda mucho por recorrer, pero tiene la
mirada puesta en la meta.
Por último, queremos dejar constancia de su primer “Plan de vida” que
conocemos, pues luego sólo hará pequeñas variantes sobre el mismo: Ante
todo dar mi vida antes que ofenderte venialmente, ni disgustarte en lo más
insignificante, Jesús de mi alma:
Levantarme a las 7.
Meditación de 7 ½ a 8.
Misa, de 8 a 9.
Desayunarme, de 9 a 9 ½.
Pensar en cómo he de cumplir mejor con mis obligaciones, de 9 ½ a
10 ¾
Después, asearme y atender a las cosas de la casa hasta las 11 ¾.
Examen particular, 11 ¾ a 12.
Almuerzo a las 12.
Después, o salir si lo dicen, o hacer labor. Lectura espiritual de 2 ¾ a
3132.
Examen particular, 5 ¾ a 6.
Comer a las 6.
Devociones, de 8 a 8 ½ .
Rosario a las 10.
Examen general a las 10 ½.
Puntos de la meditación a las 11.
Acostarme a las 11 ½.

132
En el original pone de 3¾ a 3.

54
Días de comunión: Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo.
Enseñar Doctrina los Miércoles a la cárcel y los Domingos a la Es-
cuela133.
Cilicio los viernes.
Es, claramente, un plan inspirado en la distribución de los Ejercicios, aun-
que incluye otros aspectos, tales como sus compromisos apostólicos. Los
Ejercicios son su gran escuela espiritual y allí obtendrá las principales herra-
mientas para su crecimiento espiritual.
Dolores lleva este tipo de vida durante unos siete años: dedicada a la casa,
a su familia y a una vida apostólica centrada, básicamente, en enseñar la Doc-
trina, seguida por una dirección espiritual firme y un plan espiritual serio.
Siete años a los que dedica sólo cuatro páginas de su Autobiografía134. Siete
años en que parece entrar en una especie de “vida oculta”, pese a no abando-
nar del todo la actividad exterior. Siete años en que se van sedimentando las
experiencias vividas en tierras americanas. Siete años de maduración lenta y
callada, hacia dentro, hacia la profundidad. Y Dolores interpreta estos años
como la voluntad de Dios y, de hecho, son años relativamente tranquilos a
nivel vocacional pues, en ese momento, el querer de Dios sobre ella está claro
y lo asume con serenidad.
En esto nos fundamentamos para decir que en Madrid aún está “en el taller
del alfarero”, pero en el momento en que “la vasija” está siendo terminada y
pasa por la cocción lenta que le dará la forma definitiva y la convertirá, en
cierta medida, en una pieza acabada.
En el año 1883 muere su padre, víctima de una afección cardiaca. Una vez
más, Dolores se comporta como una buena hija. Lo acompaña día y noche
hasta el momento mismo de su muerte. Y en el lecho del dolor, recibe el “tes-
tamento” de su padre:
Hija mía, sabes que has sido siempre mi ojo derecho, el ídolo de mi
corazón. Tú realizarás ahora tus deseos, pero donde quiera que va-
yas no me olvides nunca y pide constantemente por tu padre que es-
pera mucho de tus oraciones. Yo, hija mía, dentro de pocos momentos
me veré en la presencia de la Beatísima Trinidad, y por intercesión

133
Aquí todavía no aparecen reflejadas sus visitas al Hospital de la Princesa.
134
A, 85-88.

55
de la Santísima Virgen me serán perdonados mis pecados, sirviendo
de consuelo en estos momentos supremos únicamente las buenas
obras que hayamos practicado en esta vida.
Aquí aparece claramente el contenido de su fe, sus convicciones más pro-
fundas y esto también lo hereda Dolores.
Muerto su padre, vuelven sus luchas de vocación y lo expresa en sus tér-
minos de siempre: ya había terminado mi misión en el mundo y me podía
retirar de él para realizar mi consagración total a mi Dios; pero había que
ver con claridad dónde me quería. Consagración como “fuga mundi” —pro-
bablemente no tiene otras categorías para expresar su llamada y toma las de
la teología de su tiempo—. Y vocación como respuesta a la voluntad de
“Otro”; de allí el problema: descubrir dónde.
Dolores tiene ya 34 años. El discernimiento lo realiza con el P. López Sol-
dado. También se conservan las notas de los Ejercicios que hizo en estas fe-
chas135, unos Ejercicios claramente marcados por su discernimiento vocacio-
nal.
Empieza estas notas escribiendo:
De qué manera quieres que yo te sirva?, mi Dios adorable; habla a
mi alma comunicándole tu santísima voluntad; me arrojo por com-
pleto en vuestro regazo de amor para que dispongáis de mí como os
plazca; y si yo no merezco que enviéis sobre mí un destello de vuestra
divina luz, enviadla sobre el santo y venerable Padre que dirige mi
alma, para que me haga comprender lo que queréis de mí, que yo
estoy dispuesta a todo, mi dulcísimo Jesús. Y escribe como propósi-
tos de estos Ejercicios: Una indiferencia completa a lo que mande el
P.L[ópez Soldado], sea el que sirva a mi Señor en vida perfecta en
religión, o en vida menos perfecta en el mundo, viendo en lo que me
diga la voluntad divina.
Las disposiciones son perfectas; la búsqueda, sincera; los medios, adecua-
dos.
Son Ejercicios duros. No ve con claridad y esto la turba, la desconcierta,
la angustia:

135
AE, 4-6.

56
ansío con vehemencia comprender lo que queréis de mí, y no lo veo
claro; qué angustia, qué pena tan grande siente mi corazón. Pero la
turbación también le viene por otro lado: Qué recuerdo tan constante
tengo hoy de las presas, de las enfermas y las pobres gentes de los
matrimonios136 ; cuánto gozo con ellas (...) éste es mi centro.
En este texto se observan diversas mociones, como en el segundo tiempo
de elección de los Ejercicios. Y una intuición:
es acaso, Dueño mío, que Vos queréis que os sirva en el mundo; si es
esto, no me opongo a vuestros divinos designios; pero renunciar a
ser tu esposa, nunca: yo te prometo, con permiso de mi P. hacer voto
de castidad, de obediencia y de pobreza, y celebraremos nuestros
desposorios en secreto, y formaré mi nido de amor dentro de vuestro
Corazón Divino.
Es un texto que no tiene desperdicio: búsqueda sincera, lucha, confianza
en las mediaciones, indiferencia auténtica; ya no hay rechazo por lo que lla-
maríamos “vida secular”, y va surgiendo una “intuición”: consagración en
medio del mundo, consagración y trabajo apostólico, pues ambos elementos
para ella son esenciales. Pero eso es sólo una intuición.
Termina sus Ejercicios con serenidad:
Gracias, mi dulcísimo consuelo, porque en este día calmas las an-
gustias de tu hija, confiando en vuestra misericordia sin límites que
no permitirás que yo haga lo contrario de lo que sea de vuestro ma-
yor agrado.
Al final, también escribe su Plan de Vida. La distribución es similar a la
de 1877. Lo encabeza así: Unión íntima con mi Dios, donde quiera que sea
de su mayor agrado yo esté. Como novedad destacamos: aumenta las peni-
tencias exteriores, pero también las interiores que abarcan nuevos campos, no
sólo los afectos sino la voluntad: contrariar mi propia voluntad tres veces al
día. Y se centra especialmente en dos objetivos: la presencia de Dios, con un
medio concreto: renovarla cada media hora; y los exámenes: dos exámenes

136
Se refiere a uno de los apostolados que ella realizaba y que consistía en ayudar
a legitimar las uniones ilícitas que ella encontraba en sus visitas a la cárcel o a los
hospitales. Además, aprovechaba estos encuentros con las parejas para enseñarles la
Doctrina.

57
particulares y el examen general de la noche. Ahora parece que realmente son
instrumentos adquiridos y que está decidida a utilizar.
Su discernimiento vocacional no está resuelto, pero en los Ejercicios ha
confirmado la orientación básica de su vida: qué dichosa sería la más pobre-
cita de tus criaturas si aceptases mi vida entera por la salvación de las almas.
Al terminar sus Ejercicios continúa la búsqueda con su director. Las Hijas
de la Caridad están descartadas. Se inclina por las del Sagrado Corazón por-
que le ofrecían la posibilidad de trabajar con niñas pobres y, a la vez, con
niñas de clase elevada para formarlas como apóstoles para que trabajasen en
medio de la sociedad, recordando yo mis tiempos de Puerto Rico. Solicita la
admisión pero se la deniegan por considerar su falta de vista con un impedi-
mento, con lo cual ve que no era la voluntad de Dios sobre ella. Su director
es reacio a todas las nuevas fundaciones; tampoco ve con buenos ojos que
postule en las Esclavas del Corazón de Jesús. Ante la insistencia de Dolores,
le sugiere pruebe en las Salesas. Ella se sorprende pues jamás había pensado
en la vida totalmente contemplativa, pero en realidad ambos acceden como
un ensayo para descubrir la voluntad de Dios pues todos los otros caminos
estaban descartados137.
Las cosas se complican. Sabe que especialmente para su hermano Tomás
será muy doloroso. Además, por esos días llegan a Madrid las hermanas Pun-
cet, a quienes había conocido en Santiago de Cuba138 y que habían venido a
España para ofrecerse a trabajar con Dolores. Pudo ser una tentación. A pesar
de todo, no cambia su decisión e ingresa en el convento un 8 de diciembre 139.
Su experiencia en la clausura es un fracaso 140, pero le sirve para descubrir
que no es su vocación. Valora la vida que se hace allí, pero no es el camino
que Dios quiere para ella. Y, una vez más, se pone de manifiesto su total
libertad y su búsqueda sincera del proyecto de Dios sobre ella:
Yo les agradezco con toda mi alma el afecto y caridad con que me
tratan y los obsequios que me hacen; pero yo no he venido aquí bus-
cando cariño, ni comer bien; y sólo he venido en alas de mi

137
A, 88-89.
138
Una de ellas era Julia Puncet, su compañera y amiga en Santiago de Cuba.
139
No se sabe con exactitud si es el año 1883 o 1884.
140
A, 91-96.

58
vehemente deseo de cumplir la divina voluntad. No la encuentro aquí
y me voy tan tranquila.
Efectivamente, sólo estuvo diez días. Con esta experiencia, en cierta
forma da por concluida su búsqueda de un sitio concreto —no su intención
de consagrarse a Dios—, y continúa por el camino que Dios le va trazando,
dedicándose aún con más fuerza al apostolado, que es lo que veía con total
claridad.
Este es el momento en que podemos dar por concluida esa etapa que hemos
llamado: “En el taller del alfarero”. Dolores ya es una persona básicamente
hecha, con una vida interior rica y personalizada, y con grandes posibilidades
de despliegue hacia fuera.

59
“Control de calidad”
(1884-1901)
Entre los años 1884-1901, Dolores Sopeña atraviesa uno de los periodos más
importantes de su vida. Esta etapa, prolongada en el tiempo, marcará el paso
hacia el momento decisivo en la vida espiritual de una persona: la plena ma-
durez.
En “el Taller del Alfarero”, Dolores se ha ido configurando por dentro. Su
personalidad interior y exterior está prácticamente terminada y se distinguen
con claridad sus rasgos esenciales. Dolores se ha ido haciendo en el trabajo
apostólico, en el trabajo de sí misma a nivel humano y espiritual, y bajo la
guía de diversos directores espirituales que la han ayudado en este proceso
tan definitivo para toda persona. Llegado a este punto, viene lo que denomi-
namos “control de calidad”; es decir, momento de probar la calidad del pro-
ducto.
El “control de calidad” es una etapa rica en matices. Incluye un tiempo de
gran despliegue hacia fuera, precisamente porque la persona tiene experiencia
y está básicamente hecha; pero, a su vez, es un tiempo de depuración. Tiempo
de grandes realizaciones; y, a su vez, tiempo en que las dificultades, luchas y
contradicciones de la vida pondrán a prueba la consistencia de sus opciones,
deseos y realizaciones. Tiempo de éxitos; y tiempo de fracasos e incompren-
siones. Tiempo en que la persona pone en juego todas sus potencialidades y,
a su vez, experimenta hasta el fondo sus límites.
El “control de calidad” pone de manifiesto lo que la persona da de sí, por
fuera y por dentro. Sólo quien atraviesa con éxito esta etapa, alcanza la plena
madurez espiritual.
Es la etapa en que se vive en la propia carne el Misterio Pascual. Jesús avaló
su vida al ser capaz de aceptar la cruz; y esa cruz, fue el camino hacia la
resurrección. Y, éste, es el camino del cristiano.
En concreto, en estos años Dolores Sopeña fue introducida en la experiencia
de Getsemaní como preparación al camino de la cruz que recorrerá en la etapa
siguiente.
Al empezar esta etapa, ha cambiado la situación personal de Dolores. Ha
muerto su padre, por el momento está descartado su ingreso en la Vida

60
Religiosa, su hermana Martirio ya no es una niña. Dolores está más libre y
puede desplegar alas sin ningún tipo de ataduras, dejándose mover por lo que
va descubriendo día a día y siendo fiel a las intuiciones que siente dentro de
sí. Aumenta su actividad apostólica, precisamente porque va respondiendo a
las diversas necesidades que le van surgiendo y casi, como sin darse cuenta,
algo nuevo va naciendo. Poco a poco, la obra que ha ido surgiendo impercep-
tiblemente, va a adquirir estabilidad, lo que le permitirá extender aún más su
acción. Momento de plenitud hacia fuera. Pero, este trabajo exterior es sólo
la punta del iceberg; son los frutos de un árbol con raíces profundas; un edi-
ficio que surge de unos cimientos bien puestos.
Sin embargo, en el mismo instante en que parece alcanzar la plenitud, va a
vivir situaciones difíciles que le producirán grandes sufrimientos, aunque esto
no siempre saldrá a la luz sino que lo padecerá en su interior.
En estos años su vida acontece como en dos planos: el exterior, donde todo
transcurre rodeado de éxito, y el interior, el de los sufrimientos ocultos y pu-
rificadores que pondrán a prueba la consistencia de los cimientos y termina-
rán de perfilar el instrumento para poder ser realmente manejado por Dios.

1. POR LOS BARRIOS DE MADRID (1884-1892).


Después de su último intento frustrado de ingresar en la Vida Religiosa,
Dolores se dedica aún con más fuerza y decisión al apostolado. Tiene la ma-
durez propia de una mujer de unos 35 años con muchos años de experiencia
apostólica y camino espiritual. Además, ahora cuenta con la ayuda de Julia
Puncet.
Dolores y Julia continúan su enseñanza de la Doctrina en el Hospital de la
Princesa, en la cárcel de mujeres y en las Escuelas Dominicales. Pero, de estas
visitas, surgían innumerables casos: parejas sin casar, hijos sin bautizar. Para
responder a esta necesidad, deciden organizar una oficina en toda regla, pri-
mero, en su casa, más adelante, al aumentar la afluencia de público, alquilan
un piso en la calle Almagro. Es así como nace lo que ella denomina: la Casa
Social. Allí se arreglan y tramitan expedientes y también se aprovecha para
enseñar la Doctrina141.

141
Según ella cuenta, se llegaron a legitimar entre 400 y 500 uniones al año.

61
De las visitas a la cárcel surgió un nuevo campo de acción. Un día del año
1885, una presa que estaba a punto de ser puesta en libertad, Pepa la Ciga-
rrera, la invitó a ir a visitarla a su barrio142, llamado Las Injurias143. Y Dolores
acepta la invitación. Cuando recuerda estos hechos escribe:
Esta mujer fue el instrumento de que Dios se valió para el nacimiento
de una Obra que, más tarde, había de regenerar aquel barrio.
Nada ocurre de repente. Las obras de Dios son lentas y sólo surgen gracias
a enormes dosis de fidelidad y constancia.
Dolores y Julia van al barrio y su sensibilidad es fuertemente tocada por
la enorme pobreza que encuentran a todos los niveles 144: material, moral y
espiritual. Lo que empezó por una visita, se convierte en una misión:
Aquí hay que seguir viniendo. Dios nos ha traído. Y desde ahora que
no se llame para nosotras el “Barrio de las Injurias” y sí el barrio
del Corazón de Jesús; a Él se lo consagraremos todo.
Da cuentas de lo sucedido al P. López Soldado y él la apoya en todo.
Es un trabajo difícil. Al principio encuentran enormes resistencias y rece-
los. Empiezan por visitar el barrio una vez a la semana para ir ganando poco
a poco la confianza de la gente. Al testimonio y al gesto de la visita y cercanía,
añaden la fuerza irrefutable de los hechos, saliendo al paso de las necesidades
que encuentran.
Después de poco más de un año, empiezan a reunirlos para enseñarles la
Doctrina. Con constancia y paciencia logran convocar no sólo grupos de mu-
jeres145 sino un pequeño grupo de hombres. Cuando está el camino abierto,

142
Recuérdese que, ya la primera vez que trabajó en Madrid (1869-1871), Dolores
no se limitaba a ir a la cárcel, sino que continuaba los casos una vez que las mujeres
salían de allí.
143
Estos sucesos están narrados con detalle en su Autobiografía (A, 99-121).
144
“En una hondonada, a la izquierda del Puente de Toledo, existe un grupo de
humildísimas viviendas, llamado barrio de las Injurias. Lo componen unas cincuenta
casas, desprovistas de condiciones higiénicas y en cercana vecindad con los gérmenes
palúdicos del río y las miasmas del depósito judicial de cadáveres. Este barrio alberga
unos 150 vecinos, la mayoría de los cuales son obreros y pobres de solemnidad” (de
la Revista Blanco y Negro, citado en: FERNÁNDEZ POMBO, A. - F. DEL VADO,
S., o.c., 78). Hay que considerar, además, que en 1885 hubo una epidemia de cólera.
145
Habla de 200 a 300 mujeres.

62
involucran en su trabajo a su hermana Martirio y a las hermanas de Julia. Más
adelante, invitan a otras señoras, pero muchas de ellas, después de conocer el
barrio, no regresan por considerarlo un sitio muy peligroso.
Dolores ha invertido en este campo cinco años de trabajo laborioso. Pero
todavía es una actividad entre otras. En principio, continúa yendo a la cárcel,
al hospital, a las Escuelas Dominicales; al barrio va un día a la semana. Al
tener que dedicar más tiempo a la Casa Social, deja de ir al hospital.
Un campo bien cultivado, al final da sus frutos. Parece que hacia el año
1890 ya están establecidas las Doctrinas en toda regla y cuenta con algunas
señoras que la ayudan. Precisamente, una de las señoras que Dolores había
llevado a Las Injurias, la Marquesa de Bueno, contó al Sr. Obispo, Ciriaco
Sancha146 lo que estaba ocurriendo.
El Obispo cita a Dolores, y de este encuentro Dolores va a aprender una
lección: tener informado al Obispo o al Ordinario del lugar de todas las acti-
vidades que se realicen en su diócesis.
El Sr. Obispo se invita al Barrio. Esta visita revoluciona no sólo a las gen-
tes de Las Injurias sino a todos los barrios de alrededor.
Aprovechando la coyuntura y viendo que estaba ya todo organizado pues
contaban con un grupo de señoras, decide extenderse a las barriadas aledañas:
Cambroneras, Casa Blanca y Casa del Cabrero. Poco después, a propuesta de
su director, el P. López Soldado, y luego de un año de preparación, unos Pa-
dres de Tercera Probación de la Compañía de Jesús dan una misión en la Pa-
rroquia de Las Peñuelas, que era a la que pertenecían estas barriadas.
Al constatar cómo se iba desenvolviendo todo, el Obispo Sancha dispone
que se forme una Asociación. Dolores se resiste, tiene miedo que el mundo,
si se introducía en ella, la echase a perder.

146
El que pocos años más tarde sería Cardenal Ciriaco Mª Sancha y Hervás, nace
en Quintana del Pidio (Burgos, España), el 18 de junio de 1833. Murió siendo Arzo-
bispo de Toledo el 25 de febrero de 1909. Conoció a Dolores cuando él era Canónico
Penitenciario de la Catedral de Santiago de Cuba (1869-1876) y fue quien administró
los últimos sacramentos a su madre (A, 83). Más tarde, siendo Obispo de Madrid
(1886-1892) la animó a fundar una Asociación Apostólica y aprobó el Reglamento
respectivo. Siendo Arzobispo de Toledo (1898-1909) le ofreció todo su apoyo para
la fundación del Instituto (PSV, Informatio..., 30, nota 20).

63
Como todo, lo consulta con su director, y pese a las resistencias iniciales,
ven claro que deben obedecer al Obispo. Efectivamente, presenta los estatutos
correspondientes, naciendo así el “Apostolado de Señoras del Sagrado Cora-
zón de Jesús y San Ignacio de Loyola” 147.
Han pasado ya siete años desde la primera visita al barrio y Dolores tiene
43. El despliegue de actividades de estos años nos da noticia de algunos ras-
gos de su personalidad que, en realidad, ya hemos descubierto con anteriori-
dad: emprendedora, decidida, tenaz, constante.
También la vemos segura a la hora trabajar. Tiene gran capacidad organi-
zativa y poco a poco va desarrollando una metodología, que nace del conoci-
miento profundo de la realidad y de las personas que trata: empieza con el
contacto personal, atiende a las diversas necesidades materiales, morales y
espirituales, va ganando la confianza de la gente y, finalmente, les propone la
enseñanza de la Doctrina.
Rotulado el campo, incorpora a otros a su trabajo. A medida que crece el
auditorio, los organiza por grupos, secciones, con sus respectivas listas, pre-
mios de fin de curso, etc. Y, en todo este camino, siente que es Dios mismo
quien la conduce, no es mera casualidad. Y ella, se deja mover, se deja llevar
por las inquietudes que le surgen al entrar en contacto con las necesidades de
la gente. Va haciendo camino casi sin darse cuenta.
Hasta aquí, todo es perfecto, en continuo ascenso.
Pero no todo es acción hacia fuera. En sus planes de vida que elabora al
término de sus Ejercicios anuales aparece con claridad que Dolores se orga-
niza de modo que pueda atender a su familia —sus hermanos Tomás y Mar-
tirio—, a su vida interior y a su vida apostólica. Recordemos que ella está al
frente de su casa y, en cierto modo, ejerce como madre de familia.
¿Qué pasa en su interior durante esta temporada que va de los 35 a los 43
años?
Dolores lleva una vida espiritual muy organizada. Tiene un director con el
que contrasta toda su vida, la de dentro y la de fuera. Cuenta con un plan,
elaborado al terminar sus Ejercicios anuales, que incluye una serie de ejerci-
cios espirituales —misa, comunión, meditación, exámenes particular y

147
Los estatutos son aprobados a nivel diocesano el 30 de julio de 1892 y el año
siguiente reciben la aprobación del estado español.

64
general, lectura espiritual, rosario, devociones, penitencias— y unos objeti-
vos muy concretos para trabajarse a ella misma de cara a obtener determinada
virtud o combatir algún defecto. Y, en medio de tanto trabajo, dedica un día
al mes para hacer retiro en la “casita de Almagro” 148 donde tenían instalada
la Casa Social.
Para seguir su itinerario espiritual, vamos a recurrir nuevamente a sus
Apuntes de Ejercicios de estos años.
En sus Ejercicios de 1886149, lo primero que llama la atención es que se
percibe una cierta insatisfacción:
quisiera borrar de mi vida estos tres últimos años, mi Jesús amado.
Te suplico cortes instantáneamente el hilo de mi existencia, si tu hija
ha de seguir así, pues no la quiero, si no he de emplearla toda ella
en tu santo servicio.
¿Qué produce esa insatisfacción? Detrás de este lamento, se intuye que
Dolores aún no ha logrado la plena integración interior de su afectividad en
Dios pues, a continuación del sentimiento antes expuesto se propone:
Hacer todos mis esfuerzos para secar en mi corazón las afecciones
de la tierra, y que sólo viva en mí el deseo de trabajar sin descanso
por la gloria de Dios y la salvación de las almas.
El trabajo que se plantea ahora es la unificación de sus deseos y de sus
energías en el servicio de Dios en los demás.
Por otro lado, mantiene una especie de “nostalgia vocacional”:
te contemplo, amor mío, invitándome a seguirte. Aquí me tienes dis-
puesta a todo por tu amor, y si no sirvo para tu esposa, acéptame
como tu esclava, y si soy inútil para morar entre tus escogidas y tener
todas las delicias en el Tabernáculo de tu amor, permíteme que las
tenga en correr por calles y barrancos, buscándote almas para ense-
ñarlas a conocerte y amarte.
Su deseo de consagrarse a Dios persiste y, como no puede realizarlo como
ella desearía, encauza estos deseos hacia el trabajo apostólico como una
forma de expresar este mismo deseo de entrega total a Dios. Está segura de

148
A, 97.
149
EE, septiembre 1866 (AE, 6-8).

65
que Dios la llama a su seguimiento, pero se mantiene la incertidumbre sobre
el dónde realizar su deseo de entrega total:
Mi Rey Celestial, bajo tu bandera quiero alistarme y trabajar con
todas mis fuerzas y dar mi vida entera por la salvación de las almas
y engrandecer tu reino. Yo no sé dónde quieres que te sirva, ni dónde
ni de qué manera, ni cómo; lo que sí sé es que mi corazón se abrasa
en deseos de ganarte almas.
Ésta es ya su opción fundamental, el eje articulador de todo: dedicar su
vida a su servicio ganándole almas.
Termina sus ejercicios con el deseo de siempre: no haga yo en todo nada
más que lo que sea de tu mayor agrado y de vuestra mayor gloria. No es un
mercenario que cumple las órdenes frías de su señor; su deseo es agradar,
complacer.
En estos Ejercicios recibe una luz muy importante:
Hoy me iluminas, Dios mío, que el amor verdadero es lo que más
íntimamente une a tus almas contigo y que las almas que más cerca
estarán del Trono de tu amor serán las que más verdaderamente te
hayan amado en la tierra. Y de esta luz brota un deseo: Por lo tanto,
hermoso cielo de mi alma, concédeme el abrasarme en ese divino
fuego y que mi vida entera sea un prolongado suspiro de amor.
Y ese deseo, como es habitual en ella, lo transforma en propósitos prácti-
cos: Hacer 50 actos de amor todos los días.
En Dolores se da una profunda coherencia entre lo que contempla, descu-
bre, desea y hace. Es lo que antes hemos denominado “espiritualidad prác-
tica”. Las luces que recibe no sólo ilustran su entendimiento o aumentan sus
conocimientos sobre Dios, si no que mueven su voluntad y se traducen en
hechos. Pero esto no es voluntarismo, pues su móvil es el amor, el deseo de
responder al amor con amor. Pero no un amor etéreo sino personal y con-
creto150.
Su deseo último es la unión con Dios, ser toda de Él, de allí sus ansias de
consagración total y el cuidado que dedica a su vida espiritual. Y cuando des-
cubre que esa unión se realiza en el amor, se le abren nuevos horizontes y

150
Es la actitud propia del tercer binario (EE [155]).

66
encuentra un cierto descanso. Dolores es afectiva y su vida se irá unificando
en torno al amor.
Su plan de vida es similar al de otros años; sólo aumenta sus penitencias
exteriores, pero ahora la motivación es doble: Hace penitencia no sólo por sus
pecados, sino por la de todos los pecadores. Aquí también se observa que
amplía sus horizontes y se empieza a desarrollar un corazón cada vez más
universal y abierto a la intercesión.
A partir del año 1887, parece que empieza la costumbre de hacer todos los
años sus Ejercicios en Loyola, durante el verano.
En las notas de estos Ejercicios151, la tónica es similar, aunque aumenta, si
cabe, la intensidad de los deseos y una mayor integración en su vida personal,
integración encaminada a unir su actividad exterior con la interior.
En estos apuntes se lee:
Todas las obras que yo haga durante mi vida, por insignificantes que
sean, adquirir la costumbre de ofrecerlo todo: A mayor gloria de
Dios.
Así mismo, mantiene la lucha frontal contra los afectos, pero una lucha
orientada a la unificación interior: Arrancar de mi corazón todo afecto que
me impida el más y más servir a mi dulce amante. Se trata de encauzar la
afectividad, no de matarla. Todo tiene que ir dirigido al servicio de Dios, éste
es el elemento discernidor. El objetivo final es claro, pero sabe que, a fin de
cuentas, es una gracia que hay que pedir: Desprende mi corazón de todo
afecto terreno, para que Tú y sólo Tú seas ahora y siempre el amor de mis
amores. Dolores está llevando a cabo el proceso de centrar y ordenar toda su
persona en Dios y ordenar toda su vida en torno a ese centro.
Dios es su descanso, su reposo. Dios la seduce, la enamora. Y ese amor se
manifiesta en la invitación a asociarla a su misión, y su respuesta, como siem-
pre, es apasionada:
Con caracteres de sangre quisiera escribir mi nombre bajo tu ban-
dera, para pelear y defender tu Reino Celestial y conquistarte mu-
chas almas para engrandecerlo.

151
EE 1887 (AE, 8-10).

67
Poco a poco va canalizando toda su energía y potencialidades en Él, y Él
la lanza hacia fuera y despliega sus alas.
Esa integración personal también la expresa en una imagen muy querida
por ella: tener su morada en el Corazón de Jesús. Empieza sus Ejercicios
deseando reposar durante esos ocho días en el nido de amor que es el Corazón
de Jesús. Y los termina expresando un deseo que abarca la vida entera:
te prometo formarte de mi corazón un templo vivo donde formes tu
morada; llénala de virtudes preciosas, no para regocijarme yo en
ellas, y sí para que Tú te complazcas en mí.
Una vez más, deseos de agradar y deseos de unión íntima, personal e in-
disoluble con Jesús. Pero aún estamos en el ámbito de los deseos.
También se observa un salto en su búsqueda vocacional:
Me encuentro completamente indiferente, donde sea tu Santísima Vo-
luntad. Tú quieres en el estado religioso, allá va tu Dolores, donde
Tú quieras. Tú quieres que trabaje sin descanso en el mundo, pues
bendito seas. Lo que tu Dolores sí quiere es hacerte algún voto para
que nuestros desposorios se celebren en secreto y tener derecho a
llamarte esposo mío. Lo que sí te sé decir, mi amor, es que otras
veces estaba llena de luchas y congojas en este punto y ahora estoy
completamente tranquila, persuadida que pidiéndote siempre el ha-
cer tu santísima voluntad sobre la tierra, no dejarás de oír mis súpli-
cas, pues en Ti tengo puesta toda mi confianza.
Ya no hay ansiedad. No disminuyen sus deseos de entrega. Más aún, su
relación con Dios es profundamente personal y afectiva. Pero poco a poco se
va soltando en manos de Dios y dejándose conducir al ritmo que Él le marca.
En su plan de vida se refleja que en el curso 1887-1888 ya no va al Hos-
pital de la Princesa y sí, en cambio, tiene ya asignado un día a la semana para
ir al Barrio. En cuanto a sus ejercicios espirituales, aumenta una vez más las
penitencias exteriores, pero también la mortificación interior. Esta mortifica-
ción, dirigida no al cuerpo sino a su relación con los demás, surge en corres-
pondencia al amor de Jesús contemplado en la pasión:
al meditar tus dolores y contemplar lo mucho que por mi amor su-
fristeis, más y más dispuesta está tu Dolores a dar mi vida por tu
amor, que por el mío la diste Tú, mi divino amante.

68
Pero, como siempre, no se queda en sentimientos, se materializan en un
propósito concreto: sufrir con paciencia y caridad todos los defectos de todos
los que me rodean.
A estas alturas lo que se detecta es mayor serenidad y estabilidad interior.
En los Ejercicios del año 1889152 no hay cambios sustanciales en su orien-
tación de fondo:
emplear mi vida entera en que se consuma sólo en el amor de mi Dios
que para esto me crió, y encaminar todo lo que me rodea sólo a este
fin…; trabajar sin descanso por la salvación de las almas…; me
ofrezco de manera decidida a pelear contigo y a dar mil vidas si las
tuviera, en la batalla de tu amor…
De hecho, el plan de vida es el mismo que el año anterior y ni siquiera lo
escribe.
Con todo, se observan pequeños avances hacia la unificación interior. La
misma tenacidad y voluntad que manifiesta en sus trabajos exteriores, la
aplica en su trabajo interior.
Al contemplar a Jesús en el taller de Nazaret, escribe: Tú vas a hacer en
ese taller divino un marco para ponértelo y entregármelo Contigo dentro,
para que te copie en mí. No es mera imitación exterior, es interiorización.
Pero, acto seguido, añade: ¡Qué difícil es esto en el mundo! Pero no queda
ahí, pues se propone: desprendimiento de todas las criaturas y que sólo tu
amor sea el móvil de todas mis acciones. No habla de recortar relaciones, ni
de “fuga mundi”; además, hay que recordar que, en estos momentos, su des-
pliegue hacia fuera es enorme. Ahora dirige su trabajo al corazón, lo que tiene
que lograr es una gran dosis de libertad a la hora de amar. Y aunque le cuesta,
ya ha dado con el filón.
Respecto a su situación vocacional, es en estos Ejercicios cuando realiza
su elección:
Por la tarde de este día 14 de enero de 1889.- Te ofrezco la elección
hecha confirmada en tu divino acatamiento, si ha de ser para mayor
gloria vuestra y salvación de mi alma. Elijo el ser religiosa, y la mo-
tiva: porque es el estado en que la criatura más se asemeja a Ti, mi
divino Modelo, porque me siento con un deseo vehemente de hacerte

152
EE, enero 1889 (AE, 11-12).

69
la total entrega de todo mi ser, porque es en el estado en que creo
más podré resarcir las ingratitudes e infidelidades que he cometido
contra Vos, y, por último, porque a la hora de la muerte será éste mi
mayor consuelo, poder decirte: toda yo me di a Ti, y darte la mayor
prueba de amor que la criatura puede darte.
Aquí Dolores refleja en gran parte la Teología de la Vida Religiosa de su
tiempo, pero, a su vez, aparece límpidamente su motivación última: su deseo
es entregarse total e íntegramente a Dios. Lo llamativo es que toma esta de-
cisión sin haber encontrado el Instituto o Congregación donde realizar esta
consagración, pero esto ya no la detiene 153. Más adelante añade:
ya está nuestra alianza hecha; en medio de ella está el P.A. 154; sea
éste el canal por donde acabes de derramar tus luces a tu Dolores y
te prometo hacer la menor de sus indicaciones como si oyese tu voz.
Claridad y firmeza en la decisión, pero la contrasta.
Termina sus Ejercicios con un deseo:
medito tu divino amor y te pido me abrases en él, y te ofrezco que al
ponerme a escribir, cada letra sea un acto de amor; al andar, cada
paso sea un acto de amor; al dormir, cada palpitación sea un acto
de amor, y de esta manera mi vida entera sea un prolongado suspiro
de amor.
Aquí se refleja el valor de lo cotidiano y los pasos hacia una unidad plena
de vida, sin dicotomías.
Y concluye todas sus notas con una expresión muy elocuente: Así sea, mi
amor.

153
Llama la atención que esta actitud de Dolores refleje perfectamente la dispo-
sición que se exige a los candidatos de la Compañía de Jesús en el Examen que apa-
rece en sus Constituciones: “Séales propuesto cómo la intención de los primeros que
se juntaron en esta Compañía, fue que se recibiesen en ella personas ya deshechas del
mundo y que hubiesen determinado de servir a Dios totalmente, ahora sea en una
religión [Congregación] sea en otra” (CCJ, 532).
154
Estas iniciales podrían corresponder al P. Alonso, pero no sabemos si es el
mismo que, poco después, dirigirá la Asociación apostólica fundada por ella pues,
según la Autobiografía, parecería que no lo conoce antes de 1892 pero, por la forma
de referirse a él, daría la impresión que es él, lo que indicaría que sus relaciones em-
pezaron mucho antes de lo se suele pensar.

70
En los Ejercicios de1890155 se refleja un cambio de situación interior. Do-
lores la califica como la época más difícil de mi vida. Y no hay que olvidar
que, externamente, es de las más fecundas. ¿A qué se refiere?
Dolores va a empezar a librar una lucha interior terrible, una lucha en el
centro mismo de su persona: el corazón. No es la primera vez que experi-
menta la fragilidad de su corazón pero, en cierta forma, hasta ahora, nunca
había sentido que ello había puesto en serio peligro su relación con Dios.
Al meditar el Principio y Fundamento de los Ejercicios, escribe:
Qué afectos de confusión y vergüenza embargan mi alma; cómo me
he separado del fin para que me criasteis! Es posible que en mi mente
haya rivalizado el pensamiento de las criaturas con el vuestro; y que
haya concebido por primera vez en mi vida que se podía uno olvidar
de Vos!... ¿Por qué me empeño en dividir mi corazón, si Tú solo lo
llenas y eres el único que nos enseñas el verdadero amor?
¿A qué se refiere? ¿Empezó alguien a ocupar el corazón de Dolores?
Todas sus notas reflejan esta misma inquietud: Se lamenta de la ingratitud
con que ha correspondido a la inmensidad del amor de Dios, pide perdón por
sus infidelidades. Y al meditar sobre el Infierno escribe:
el verdadero infierno para tu Dolores es lo que estoy hoy pasando:
creer que te he sido infiel y que he dado lugar a que apartes tu mirada
de amor de mí.
A estas alturas, parece que Dolores tiene superada una concepción mora-
lista del pecado y tiene, más bien, una concepción relacional: el pecado como
falta de correspondencia al amor.
En estos Ejercicios también se trasluce que Dolores está atravesando por
un momento difícil. No aclara en qué consiste, pero hay indicios que nos lle-
van a pensar que la batalla se está librando en el corazón:
Tu amor sea el que me mueva a todo y nada más, obrar en todo es-
condida a las miradas de las criaturas. Es como si sintiera que se
empieza a introducir en ella un móvil que no es sólo Dios.
Todo esto le produce un gran sufrimiento. Incluso, al meditar la muerte,
escribe:

155
EE, abril 1890 (AE, 13-15).

71
yo acepto la que Tú exiges de mí, y es que viva muriendo; y aun
cuando esta agonía prolongada me parezca a veces insoportable y
superior a mis fuerzas, Tú me sostendrás con tu gracia divina,
y como resumen de sus propósitos se lee: Conformidad completa con la
voluntad de Dios en todas las amarguras que me manda.
A pesar de todo, da la impresión de que ella termina los Ejercicios con
serenidad e inclusive renueva su propósito de ser religiosa.
Efectivamente, por estas fechas se le presentó la oportunidad de irse como
misionera al Napo (Ecuador) 156, llegando a solicitar la admisión en las reli-
giosas del Divino Pastor157.
Al final del proceso de discernimiento, el P. López Soldado y su primer
director, el P. Goicoechea, la hicieron desistir y la animaron a dedicarse con
más fuerza a su apostolado en el barrio de Las Injurias. Es su último intento
de ingresar religiosa.
Siguiendo las indicaciones de sus consejeros, se dedica con mayor inten-
sidad a sus trabajos, culminando, como ya está escrito, en la fundación del
“Apostolado de Señoras del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Lo-
yola” y dedicándose a la expansión de las Doctrinas por todo Madrid.

156
A, 137-139. No se conoce la fecha de esta propuesta con exactitud. En todo
caso, es antes de 1891, pues el P. Goicoechea estuvo en América hasta ese año, y en
la Autobiografía consta que dicho padre estaba de Superior y Maestro de Novicios
en Quito (Ecuador) y que Dolores le escribió allí para consultarle esta posibilidad
(cfr. nota 53).
157
REV, 69.

72
2. LA CRISIS DE MADRID (1893-1897).
La fundación de una Asociación y la protección del Obispo de Madrid,
favorecen aún más el despliegue de sus trabajos. Aumenta el número de se-
ñoras que la ayudan y continúa el establecimiento de “Las Doctrinas” por
otros barrios marginales de Madrid: Cuatro Caminos y Vallecas 158.
Sus energías se dirigen en una doble dirección: formar a las señoras de la
Asociación y organizar cada vez mejor las Doctrinas.
La formación espiritual de las señoras estaba más directamente a cargo del
Director espiritual de la Asociación. En un primer momento, Dolores pensó
en el P. López Soldado, pero no aceptó por estar demasiado ocupado, sin em-
bargo, le recomienda al P. Crisóstomo Alonso, que acaba de ser destinado a
la capital159. Además de las reuniones semanales para cuestiones sobre la mar-
cha de la Asociación y las Doctrinas, se organizan retiros mensuales y Ejer-
cicios anuales.
Por otro lado, la organización de las Doctrinas se va perfeccionando: se
enseña doctrina una vez a la semana; después de un año, se organiza la pri-
mera misión que, a partir de entonces, será anual y, fruto de ésta, se empieza
la celebración dominical de la eucaristía.
Este rápido desarrollo pone al descubierto una nueva necesidad: capillas
para celebrar la misa y locales para reunir a toda la gente que aumenta día tras
día en los tres barrios.
Económicamente, recibían ayuda del P. López Soldado 160 y del Obispo
Sancha, pero ello no era suficiente para emprender la construcción de locales.
Sin embargo, descubierta la necesidad, Dolores se lanza a cubrirla, poniendo
de manifiesto su enorme fe, una fe que al ser auténtica certeza, mueve mon-
tañas y realiza auténticos milagros (cfr. Mc 11, 22-25).
Cuenta en su Autobiografía:
Se citó a Junta a todas las señoras para saber su opinión y decidir lo
que se hacía. Todas opinaron no meterse en empresa tan grande sin

158
Para estos acontecimientos, cfr. A, 123-135.
159
El P. Juan Crisóstomo Alonso nace el 27 de enero de 1850 en Sigüenza (Gua-
dalajara, España). Entró en la Compañía de Jesús el 19 de febrero de 1867. Murió
en Sevilla, el 9 de marzo de 1917 (PSV, Informatio..., 31).
160
El P. López Soldado destinaba a este fin gran parte de las limosnas que recibía.

73
tener medios necesarios, y que por consiguiente era una verdadera
temeridad; incluso el P. Alonso. Yo contesté lo que mi Dios me in-
culcó desde mi niñez, que para los negocios humanos hace falta pru-
dencia humana, pero para los divinos no hace falta más que la fe.
Dolores tiene el don de persuasión. Finalmente se acuerda ir a ver a la
Reina María Cristina para pedir su colaboración 161. Dolores se resiste por dos
motivos: por tener que hacer el gasto de un traje decente de etiqueta, y por
parecerle falta de fe acudir a Palacio empleando medios tan humanos. Lo
consulta con el P. Tarín, sj162, que estaba de paso por Madrid y éste la acon-
seja: No te importe ir como cuando vas a otra cualquier casa a pedir limosna
para tus pobres; y por el gasto de hacer un traje de etiqueta no lo haces, que
en eso sí que se faltaría, habiendo tantas necesidades; que tú vas con el
mismo vestido que visitas a tus pobres y vas a enseñarles la Doctrina. Ponles
esta condición a tus compañeras y pide dispensa de ir de etiqueta. Ésta es
una nueva lección: aprender a tratar con todos, sin reparos humanos.
Consigue que sean aceptadas sus condiciones. Se realiza la visita y, para
asombro de todos, sólo consiguen un donativo de dos mil pesetas. Pero a ella
parece no sorprenderle, y escribe: Dios quiso demostrarnos una vez más lo
que yo sentía: que en Él sólo podemos cifrar nuestras esperanzas 163. Efecti-
vamente, al final, el edificio se terminó y no quedó deuda ninguna, y sí salpi-
cado todo él de verdaderos milagros. Lo mismo puede afirmarse sobre los

161
Sobre esta visita: cfr. A, 116-119.
162
El Ven. Francisco de Paula Tarín, nace en Godelleta (Valencia, España), el 7
de octubre de 1847. Entró en la Compañía de Jesús el 30 de octubre de 1875. Murió
el 12 de diciembre de 1910. Este Padre dio la primera misión en Vallecas (c.a. 1893)
y hacia el año 1894-1895, fue otro de los directores Espirituales de Dolores, acom-
pañándola incluso por carta (cfr. PSV, Informatio..., 31).
163
Esta frase, que Dolores repite en muchas ocasiones, tiene probablemente su
origen en la espiritualidad ignaciana, pues es sorprendente su parecido con la expre-
sión que recogen las Constituciones de la Compañía: “Porque la Compañía, que no
se ha instituido con medios humanos, no puede conservarse ni aumentarse con ellos,
sino con la mano omnipotente de Cristo Dios y Señor nuestro, es menester en Él solo
poner la esperanza de que Él haya de conservar y llevar adelante lo que se dignó
comenzar para su servicio y alabanza y ayuda de las ánimas” (cfr. CCJ, 8122-3). Esto
pone de manifiesto, una vez más, la influencia de esta espiritualidad en la de Dolores.

74
otros edificios en Cuatro Caminos y Vallecas: El edificio del Puente de Va-
llecas fue otro milagro164.
El año 1894, el P. Rabanal, sj, la invita a establecer las Doctrinas en Sevi-
165
lla . Con ello se le abren nuevas posibilidades de expansión, pues lo de Ma-
drid ya estaba consolidado. Este momento, que podría ser de plenitud, desata
una crisis tremenda que, en realidad, se venía gestando en silencio años atrás.
Hay grandes tensiones entre sus dos directores: el de la Asociación, P.
Alonso, que se opone radicalmente a esta iniciativa y, su director espiritual,
P. López Soldado, que le da permiso para marchar.
Finalmente, en 1896, buscada y hallada la voluntad de Dios, Dolores viaja
a Andalucía en medio de la tormenta, superando incluso la oposición de sus
hermanos que les parecía expuesto viajase sola por tener tan mala la vista.
¿Qué sucedió durante estos años previos a su primera salida de Madrid?
Como bien sabemos, nada ocurre de repente. En realidad, el deterioro de las
relaciones con el P. Alonso se fue gestando poco a poco y todo ello estuvo
envuelto de mucho sufrimiento. En el momento de mayor esplendor hacia
fuera, Dolores está atravesando por uno de los momentos más dolorosos hacia
dentro, tan dentro, que probablemente no se traslució absolutamente nada al
exterior.
Lamentablemente, desde septiembre de 1890 hasta abril de 1893 en que
realiza sus Ejercicios anuales, no se tiene noticia de ningún apunte sobre su
vida interior, con lo cual no podemos saber lo que vivió en esos años tan
delicados. Sus notas de estos Ejercicios son breves166, pero reflejan muy bien
su estado interior: tristeza, amargura de corazón, desánimo, turbación, desfa-
llecimiento de espíritu. Pero, ¿qué produce esa situación? El dolor que siente
la afecta en su punto más sensible: el corazón.
Al intentar analizar lo que le ocurre, escribe: ¿Cuál es la raíz de mis tris-
tezas y amarguras? No pensar en lo que tengo y anhelar por lo que, sin Dios,
tanto me dañaría. Lo está pasando mal, pero no quiere permanecer en esa
situación, de hecho, la tónica de estas notas es que, pese a su brevedad, reco-
gen fundamentalmente propósitos a conseguir. Basta leerlos para descubrir

164
A, 125.
165
Retiro, julio 1894 (AE, 25 y también A, 139-151). Cfr. nota 187.
166
EE, abril 1893 (AE, 15-16).

75
su auténtica situación: Mirar a Dios en todo lo que me rodea, y dominar al
corazón cuando se siente herido por no hallar lo que neciamente busca en
las criaturas. Trabajar por Dios únicamente.
Sí, su corazón está herido, y la herida está ahí, donde más le duele, en las
relaciones humanas, en las relaciones con las personas que más quiere. Dolo-
res es recta, transparente, parece intuir que algo no está marchando bien y está
en la lucha de quien intuye lo que ocurre, pero no quiere darle crédito. Por
ello, también se propone: No dejarme llevar de impresiones, teniendo a raya
la imaginación, que me hace ver lo que no hay. El sufrimiento es fuerte y,
lógicamente, el primer impulso, más aún si siente tener la razón, es buscar
consuelo. Por eso, escribe: Abrazarme con la cruz, sin querer que me com-
padezcan, ni buscar el consuelo en las criaturas, mirando únicamente a lo
que más me lleva a Dios.
Esto se agrava pues parece tener dificultades con quienes la dirigen: Obe-
diencia ciega a los que me dirigen, sujetando mi juicio al suyo, en todo, en
todo, en todo. También tiene dificultades con las señoras de la Asociación:
No querer saber cosa alguna de lo que hacen o dicen las demás, por-
que esto, aunque proceda de buena intención, me turba y descom-
pone, perdiendo la paz interior.
Efectivamente, su corazón está tocado en todos los frentes y pocas cosas
hacen tanto daño. Sin embargo, no parece que la llega a afectar en su opción
fundamental.
Meses más tarde, el 9 de junio, día del Sagrado Corazón de Jesús, Dolores
hace sus Primeros Votos en secreto, prometiendo castidad perfecta por un
año, y consagrada en todas mis acciones, de pensamiento, palabras y obras
a mayor gloria vuestra y salvación de las almas, por el mismo tiempo, con
deseo de guardarla toda la vida.
Se consagra a Dios y al trabajo; ya no hay dicotomía entre estos dos ele-
mentos. Estos votos los renovará anualmente hasta hacerlos perpetuos el año
1901167.
Con todo, las cosas no se calman; la tormenta se mantiene. En sus apuntes
de retiros y Ejercicios que llegan hasta el año 1896, se va perfilando todo el
proceso. El problema está en la Asociación, concretamente, en su relación

167
AE, 16-17.

76
con el P. Alonso por quien, por lo visto, llegó a sentir un gran afecto y esto
se convierte en fuente de sufrimiento y de purificación. Al leer sus notas del
retiro del mes de octubre de 1893168, al hacer el examen escribe:
Creer yo que el P. no cree que se pueda hermanar cariño grande y
santidad. Creer que quiere más a otras que a mí. Creer que tiene más
confianza con otras... y que no solamente no la tiene él, sino que la
quita a las demás que la tengan conmigo. Creer que conmigo no tiene
interés ninguno y que a otras les concede más de lo necesario... Todo
esto me turba... me desalienta y me retrae....
Pero ella interpreta lo que siente diciendo:
tengo dificultad en abrazarme a la cruz de las humillaciones y desvío
de las personas que quiero, porque nunca lo veo como cruz enviada
por Nuestro Señor, y sí procedente de mala intención de las criaturas
a quienes quiero, para hacerme sufrir... y esto me desespera.
Da la impresión de que Dolores tiene comprometido el corazón, aunque
justifica sus sentimientos envolviéndolos en su gran sentido de la verdad y la
justicia. ¡Y qué difícil es aceptar un sufrimiento percibido como injusto! Pre-
cisamente, ahí está el salto que tendrá que dar. Realmente impresiona su
transparencia y honestidad con ella misma y con quien la dirige.
Durante estos años, su trabajo interior se dirige a varios frentes: la purifi-
cación del corazón hasta entregárselo entero a Dios; la plena integración per-
sonal, hermanando la vida activa con la contemplativa. Esto implica, a su vez,
someterse a una dirección espiritual muy exigente.
Dolores está entregada totalmente al trabajo, y parte de su lucha se dirige
a que este trabajo no interfiera en su vida espiritual. No se trata de disminuir
la actividad, sino de ordenarla de modo que encuentre el justo equilibrio en
su vida y la plena integración entre su actividad exterior y la interior. Durante
todos estos años trabaja fuertemente en esta dirección: Concédeme la soledad
del alma en medio de la bulla del mundo169. Y el medio empleado: cultivar
cada vez con más fuerza la presencia de Dios, la pureza de intención, enco-
mendándole todo lo que hacía: Habituarme a la constante presencia de Dios;

168
Octubre 1893 (AE, 17). Da la impresión de que este examen lo escribe para
dar cuenta de conciencia, si bien no sabemos a quién.
169
EE, abril 1894 (AE, 20).

77
que ni los quehaceres exteriores, ni el exceso de ocupación, sean obstáculo
nunca para interrumpir la conversación interior con mi Jesús 170. Sin em-
bargo, aquí no parece encontrar especial dificultad.
La gran prueba de fuego de estos años le vino por el corazón y a través del
“hijo de sus entrañas”: la Asociación. Por un lado, parece que los temores que
tenía cuando el Sr. Obispo Sancha le propuso fundar la Asociación termina-
ron haciéndose realidad. El Barrio de Las Injurias se puso de moda y se em-
pezó a perder el espíritu con que habían nacido los trabajos de la Asociación,
de humildad verdadera y de una sencillez y pureza de intención que encan-
taba al mismo Corazón de Cristo...171.
Por otro, durante todos estos años mantiene una lucha sin cuartel con los
afectos. En el fondo de su corazón siente tristeza, desaliento, resentimiento
con su Director. Lo que le duele es que todo esto sea originado por las cria-
turas y no por Dios. La hacen sufrir los desaires del P. Alonso, pero, en el
fondo, lo que le parte el alma es descubrir que tiene dividido el corazón.
Las desavenencias con el P. Alonso y con las señoras eran evidentes. Pro-
bablemente al principio no les dio mucha importancia, o incluso intentó jus-
tificarlas. Pero poco a poco la fueron afectando pues era objeto de constantes
humillaciones por el Director de la Asociación que, al parecer, la desautori-
zaba delante de las señoras y se aprovechaba del cariño que Dolores le tenía
para hacerla sufrir. Probablemente, lo que realmente le molestaba era sentir
que Dolores tenía más ascendiente sobre las señoras que él y que, en el fondo,
Dolores no cayó presa de sus manipulaciones afectivas 172.

170
EE, agosto 1895 (AE, 30).
171
A, 150.
172
El P. Revuelta presenta al P. Alonso como un hombre atractivo y de cualidades,
que en 1897 fue destinado a Andalucía para librarle de los cariños que despertaba en
algunas señoras. Cita una carta que el P. Alonso dirigió al P. Martín, General de la
Compañía de Jesús, atribuyéndose la obra de las Doctrinas (C. Alonso a Martín, Ma-
drid 10-12-1895), aunque el P. Revuelta asegura que nadie puede disputar a Dolores
Sopeña la fundación de las mismas. También cita un informe que envió el P. Provin-
cial Granero al P. General (Granero a Martín 26-8-1897) en el que el P. Alonso reco-
noció que cinco años antes le había abrazado y besado una señora que le quería mu-
cho, que al ir a los barrios algunas señoras se le apelotonaban en el tranvía, y que a
veces las trataba de forma poco decorosa. Añade el Provincial que algunas señoras le
compraban tabaco, y que aquellas con las que el Padre no se mostraba afectuoso
78
En la Autobiografía se reflejan toda una serie de malos entendidos. El más
elocuente es el que ella nos refiere a continuación:
Otros proyectos hermosos que no pudieron realizarse por oponerse
el Director P. Alonso cuando tratamos de realizarlos. El enemigo se
metió por medio y alegó no habíamos contado con él... En efecto,
creo que así fue. Yo tenía libertad de obrar, pareciéndole bien siem-
pre todo; y por otro lado creí que el P. Tarín le habría contado todos
sus planes antes de irse; y él sin duda creyó lo habría yo enterado...
Primera desilusión mía: que por etiquetas, que yo creía existían sólo
en sociedad, se dejase de hacer el bien. He dicho primera desilusión
mía y no he sido exacta: venía sufriendo en silencio horrores al ver
se introduce el espíritu del mundo en las obras de Dios y que las
miserias y pequeñeces del corazón alcanzan también aun a las per-
sonas consagradas a Dios... Esto nos enseña la vela constante que
tenemos que tener sobre nosotros mismos.... Y prosigue, a manera de
reflexión sobre los hechos que, para cuando escribe su vida, ya son
historia: Estos apuntes son sólo para mis hijas, por si ellos les pueden
servir de experiencia para luchar y sufrir... y que sólo estén colgadas
de la voluntad de Dios173.
No le falta ningún ingrediente: envidias, celos, pequeñeces, susceptibili-
dades, debilidades humanas.
Pero Dolores no vive pasivamente esta situación; lucha. Tiene un carácter
fuerte, y estos acontecimientos la sacan de quicio. Por eso, al tiempo que
combate contra los afectos, se concentra en atajar las aristas de su carácter:
Dominar los primeros ímpetus del genio, mortificación interior...
Con las señoras, estar más cariñosa con las que me son más antipá-
ticas; y mortificar en todo mis pasiones ofreciendo todos mis sacrifi-
cios interiores por las almas174.

suponían que había cosas peores (cfr. REVUELTA, M., La Compañía de Jesús en la
España Contemporánea, o.c., II, 1213-1214).
173
A, 134-135.
174
Todas las citas que vienen a continuación corresponden a apuntes del año 1894
(AE, 21-27).

79
A su vez, estas dificultades van a purificar fuertemente su sentido de las
mediaciones. Aunque seguir el criterio de sus directores, concretamente el P.
Alonso, no le resultó fácil pues en más de una ocasión parece no estuvo de
acuerdo con sus directrices, tiene claro que no puede sin más actuar conforme
a su propio juicio. En diversos momentos del año 1894, escribe: Obediencia
ciega y renunciar a mi voluntad y hacer sólo la del P., cuésteme lo que me
cueste175, y en los Ejercicios: Sumisión completa a los decretos divinos, que
veré siempre me los transmite quien dirige mi conciencia y, meses más tarde:
Abnegación de mí, de la propia voluntad y del propio juicio... dejarme por
completo trabajar por mi Divino Artífice176.
No es voluntarismo, siente que en todo esto, es Dios mismo quien está
haciendo su trabajo. Incluso, no es casual que las virtudes en las que más
insiste en estos años de sufrimiento son la humildad y la obediencia. Y en
esta lucha, Dolores va caminando hacia la plena identificación con Cristo:
Abrazarme con todas las humillaciones que me vengan para más imitarte a
ti; pedir humildad verdadera y procurar practicarla viendo las contradiccio-
nes con calma y como voluntad de Dios177. Y meses más tarde: sabiendo tú
me ayudas en todos mis trabajos, no me desaliente con todo lo que me rodea...
y sepa sufrir de la manera que Tú quieres que yo sufra178. En el fondo, éste
es el trabajo que Dios está haciendo en ella, y no ceja hasta conseguirlo.
Estos sufrimientos interiores no afectan ni su vida apostólica ni su vida
interior. Apostólicamente, Dolores continúa su despliegue; más aún, es esa
inquietud apostólica, ese deseo de entrega, esa conciencia de ser llamada a
trabajar en la extensión del Reino de Cristo la que la ayuda a superar esta
situación tan difícil: Concédeme tener la confianza sólo en Dios, pero traba-
jando sin descanso... como si el salvar el mundo entero dependiera de mí179.

175
Retiro, enero 1894 (AE, 18).
176
Retiro, agosto 1894 (AE, 26).
177
EE , abril 1894 (AE, 20-23).
178
Retiro, junio 1894 (AE, 24)
179
Éste también es un pensamiento ignaciano profundamente interiorizado por
Dolores Sopeña. Para comprender su alcance, traemos aquí el comentario de S. Ar-
zubialde: “Nuestro Señor hizo comprender a S. Ignacio que debía dedicarse a las
cosas de su servicio utilizando todos los medios humanos honestos a su alcance como
si todo el éxito (resultado) dependiera sólo de él y Dios no fuera a intervenir en ab-
soluto. Pero al mismo tiempo que confiara en Dios como si todos los medios fueran
80
Y esta inquietud va unificando sus deseos, pues la va conduciendo poco a
poco a su total descentramiento para centrarse en Dios y su causa.
En cuanto a su vida interior, cada día es más exigente con ella misma.
Sigue elaborando todos los años su plan de vida que cumple con bastante
fidelidad180. Desde el año 1893, en los días de retiro lleva un control minu-
cioso de las faltas cometidas en el examen particular con el fin de trabajarse
en serio a sí misma.
Esta es la situación en la que se encuentra cuando la invitan a Sevilla por
primera vez. Las dificultades aumentan y los roces con el P. Alonso y las
señoras, también. Al dar cuenta de conciencia escribe: Para con las demás y
para conmigo misma, hasta la noticia de la ida a Sevilla, bien... desde ese
día, trastorno general, de juicios, de incomodidades, de desalientos...
Que su relación con el P. Alonso fue su mayor fuente de sufrimiento lo
prueban sus notas de Ejercicios del año 1895181. Empieza con sentimientos
de desolación, tristeza, amargura. Sus propósitos siguen siendo los mismos:

inútiles (que no pusiera su confianza en los medios humanos) porque Dios lo había
de llevar todo a término según su voluntad” (ARZUBIALDE, S., Ejercicios Espiri-
tuales de S. Ignacio. Historia y Análisis, Col. Manresa nº 1, Mensajero-Sal Terrae,
Bilbao-Santander 1991, nota 76, 830).
También conviene señalar que, según J. Corella, la frase atribuida a S. Ignacio:
“Pon toda tu confianza en Dios, como si todo dependiera de Él, y nada de ti; y pon
todo tu esfuerzo en las cosas, como si todo dependiera de ti, y nada de Dios” no
corresponde a la frase original ignaciana. La auténtica, traducida al castellano es:
“Pon en Dios toda tu confianza, como si todo dependiera de ti, y nada de Él; y pon
todo tu esfuerzo en las cosas como si todo dependiera de Dios, y nada de ti”. [For-
mulada así], adquiere un vigor dialéctico-vital mucho más rico (...). La acción de
Dios y la del ser humano no se yuxtaponen simplemente, sino que se cualifican entre
sí. Dios actúa con plena libertad, pero teniendo en cuenta, lleno de amor y respeto, a
su creatura preferida, el hombre. Éste, a su vez, actúa con plena libertad y responsa-
bilidad, poniendo en Dios toda su confianza, en pura gratuidad” (CORELLA, J., Sen-
tir la Iglesia, Col. Manresa nº 15, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 1996, nota
18, 201-202).
180
Cuenta en la Autobiografía que cuando el P. Tarín dio la misión en el barrio
de Vallecas, ella y su hermana Martirio tenían que salir muy temprano de casa, y que
en el camino iban realizando la meditación (A, 127).
181
EE, febrero 1895 (AE, 27-29). Estos Ejercicios los dio el P. Alonso a las se-
ñoras de la Asociación el mes de febrero.

81
desprendimiento de las criaturas; negar mi voluntad y mi juicio en todo. Y,
de repente, una gran consolación. Ella la refiere así:
Como los días anteriores: desolación completa... Por la tarde, mi Je-
sús, parece que se rasga el cielo para tu Dolores, haciéndola entre-
ver un paraíso de delicias... Después de hacerte el ofrecimiento de
que seguiría esta vida de sacrificio... pero perfeccionando este sacri-
ficio, y que te serviría dónde y de la manera que fuese tu Santísima
Voluntad... Me diste la recompensa, hablando con el P.A[lonso] y
diciéndome... “Que nunca me dejaría y seguiría siendo el mismo
para mí y nada lo haría variar nunca”... Parece que el cielo se
rasgó, mi Jesús, haciéndo[me] gustar un torrente de delicias. ¡Ben-
dito seas una y mil veces!
Con todo, es en estos Ejercicios donde da un salto pues, al terminar, es-
cribe como propósitos:
Dar a Dios con generosidad todas las cosas pequeñas y por su amor
sufrir: desprecios —desengaños— todo lo que me venga de las cria-
turas, puesto que mi Jesús ha sufrido mucho más de mí... Del
P[adre]... de las Sras.... de la gente... de amarguras interiores que
me producen los recuerdos... de desconsuelos que me vienen... de
desalientos... Esté yo firme en tu amor y en trabajar sin descanso por
las almas, y abrazada a mis cruces... te seguiré con alegría por el
Calvario que Tú quieras llevarme, y formaré mi nido de amor en la
herida de tu Costado Santo.
A partir de estos Ejercicios descubre que, si bien no está en su mano al-
canzar el martirio de sangre, sí lo está alcanzar el martirio del corazón tritu-
rando los afectos, eliminando de él todo lo que lo separe de Dios. Un martirio
lento, oculto y doloroso. Por lo demás, su opción fundamental ha salido for-
talecida.
Seis meses más tarde, en el verano de 1895182, Dolores hace nuevamente
Ejercicios. Aquí ya está en condiciones de empezar a leer lo que le ha estado
sucediendo: De Dios vengo y a Dios voy - pero al considerar hoy en el camino
de mi vida, cuántas veces he querido dividir mi corazón con las criaturas, la
amargura que he sentido es indecible.

182
EE, agosto 1895 (AE, 30-32).

82
Siente amargura profunda, le duele su ingratitud, pero esto no la des-
alienta. Aumentan sus deseos de entrega total a Dios y a los demás: Tú eres
mi único Dueño y Señor, en absoluto quiero ser tuya, tuya, tuya... Concédeme
que mi vida sea un prolongado suspiro de amor.... Ya no hay referencias ni a
las señoras ni al P. Alonso y sí sólo un deseo:
Lo mismo contemplándote en tu vida privada que en tu vida pública,
que muriendo en la cruz, no tengo nada más que una sola idea... un
solo deseo... morir por Ti... o consumiendo mi vida, como una lám-
para se consume delante del altar... o trabajando sin descanso por tu
gloria y la salvación de las almas... u ofreciendo mi sangre a que se
derrame gota a gota en el altar del sacrificio. Toda tuya-tuya-tuya...
quiere ser tu pobre Dolores... sufriendo... gozando... viviendo... mu-
riendo... Si ha de ser para tu gloria, que se realicen todos los planes
que me has hecho concebir en estos días, que no me atrevo a estam-
parlos en el papel... Deseo emprender vida completamente nueva.
Dolores ha soltado amarras y es capaz de seguir soñando. Pero, ¿a qué
planes se refiere? Parece ser que a la propuesta de extender las Doctrinas fuera
de Madrid183.
Se intuye que algo nuevo está naciendo. En Dolores ha habido un cambio
de actitud. Sus energías se dirigen ahora a la unión con Dios: deseo vivir ín-
timamente unida a mi Jesús, habituarme a la constante presencia de Dios;
que ni los quehaceres exteriores, ni el exceso de ocupación, sean obstáculo
nunca para interrumpir la conversación interior con mi Jesús.
También, a estas alturas, ha desplazado el objeto de las penitencias. No
descuida las penitencias exteriores, la tiene diaria, pero cada vez toma más
importancia la mortificación interior que le origina la vida cotidiana.

183
Cfr. Carta a san Ignacio, septiembre 1895 (AE, 55). Después de sus Ejercicios
en Loyola, Dolores solía escribir cartas a San Ignacio pidiéndole determinados favo-
res, dejándoselas por escrito en la talla que se encontraba en la Santa Casa de Loyola
y que actualmente se conserva en la Ermita de La Magdalena (Azpeitia, Guipúzcoa).
Por ello, muchas señoras de la Asociación llamaban a S. Ignacio su Ministro de Es-
tado pues con él trataba los diferentes asuntos de la Asociación (A, 120). En la carta
que escribe al término de estos Ejercicios se lee: que podamos extender este aposto-
lado, y propagar tu devoción, no sólo en Madrid sino en todas partes del mundo.

83
Las tensiones y dificultades no disminuyen; cambia su talante. Nos limi-
tamos a transcribir sus propósitos de los retiros del curso 1895-1896184:
Vencimiento propio en todo... Habituarme a la constante presencia
de Dios y a que mi conversación interior con mi Jesús no sea inte-
rrumpida por los quehaceres exteriores; Ser humilde en todo; Abra-
zarme a todas las humillaciones que me vengan en este mes y tener
paciencia en todo; Abrazarme a todas las humillaciones y tener sólo
mi confianza en sólo Dios; Abrazarme con todas las humillaciones y
sufrir en silencio los desengaños de todos.
Parece ser que los diversos acontecimientos le fueron abriendo los ojos.
Es el momento en que sufre uno de los grandes desengaños de su vida, pues
cae hecha trizas la imagen de su querido P. Alonso. Al dar cuenta de concien-
cia escribe: las conversaciones del P. que he tenido con C..., si he juzgado
con demasiada dureza... y hecho que la otra le juzgue lo mismo... Los juicios
ligeros que he formado. Enmendarme (contener) en el hablar de todo o sólo
para con el P[adre] A[lonso]185. Y esto es ya irreversible.
En los Ejercicios de 1896 toma una decisión que refleja una profunda li-
beración interior: Trabajar sin descanso por las almas y si no me dejan en-
sanchar más nuestro apostolado en Madrid, [hacerlo] fuera o donde quiera
que sea. He aquí por qué no puedo ser religiosa 186.
Aquí se sitúa su salida de Madrid para establecer la Asociación en Sevilla.
Después de consultarlo con el P. López Soldado y con el P. Tarín, y pese a
tener a todos en contra, decide aceptar la invitación del P. Rabanal, sj 187.
En Sevilla las cosas no resultan tan fáciles. Le cuesta conseguir señoras
que la ayuden, pues les parecía peligroso adentrarse en los barrios extremos.
Por otro lado, hasta no ver si las Doctrinas echaban raíces, por indicación del
P. Rabanal no dijeron nada al Sr. Obispo, Mons. Spínola. Éste se enteró por

184
AE, 73.
185
Retiro, julio 1896 (AE, 32).
186
EE, agosto 1896 (AE, 34).
187
El P. Bernardo Rabanal nace en Cáceres (España), el 30 de enero de 1837.
Entra en la Compañía de Jesús el 18 de mayo de 1862. Es superior de Sevilla (1897-
1899) y, luego, superior de Jerez. Muere en Chamartín (Madrid), el 1 de febrero de
1908. Fue Socio del Provincial, P. Juan de la Cruz Granero y Consultor de la Provin-
cia. (En: AA.VV., Memorias del P. Martín, c. 9, n. 25, 252 ; c. 35, n. 128, II 127).

84
boca de algunas señoras y mandó a llamar a Dolores y al P. Rabanal 188. Todo
se aclaró. Finalmente lograron formar un grupo de 17 señoras y empezaron
las visitas a los barrios y la obra de las Doctrinas.
Este viaje hace estallar la tormenta en Madrid. El P. Alonso contó los
sucesos a su manera, sembrando la división entre las señoras. Dolores fue
acusada de soberbia, de actuar por puro amor propio, de abandonar sus res-
ponsabilidades. Le informan de todo lo ocurrido la Secretaria de la Asocia-
ción y su hermana Martirio. A su vez, el P. López Soldado le escribe dicién-
dole que debe presentar su dimisión inmediatamente. El P. Rabanal le sugiere
consultar el asunto con el Padre Provincial que estaba de paso por Sevilla 189.
Habla con él, pero al no contarle todos los detalles por no perjudicar a terce-
ros, le aconseja no dimitir. De esto también extrae una enseñanza: De este
error de conciencia mío me he tenido que lamentar varias veces, al demos-
trarme después la experiencia que a los superiores se les debe contar todo,
pues son los únicos que lo pueden remediar...190.
Al regresar a Madrid a mediados de 1897, habla con el P. López Soldado191
y éste se mantiene en que tiene que dimitir como Presidenta, lo que hace sin
dilaciones. Algunas señoras quisieron convocar una Junta para aclarar las co-
sas, pero el P. Tarín lo impidió: Dejen que formen mala opinión de ella, dejen
que la azoten192. Él sabe lo que hace. Dolores tiene que pasar por la prueba
de la humillación, de los falsos testimonios, de superar el qué dirán. La

188
De esta experiencia saca el propósito firme de presentarse siempre a la Auto-
ridad Eclesiástica del lugar donde piensen establecer las Doctrinas, aunque le acon-
sejen lo contrario.
189
P. Juan de la Cruz Granero. Nace en Granada el 22 de octubre de 1848. Ingresa
en la Compañía de Jesús el 31 de mayo de 1867. Muere en Granada, el 14 de febrero
de 1917. Fue Provincial de Toledo en los años 1890-1897. (En: AA.VV., Memorias
del P. Martín, c. 10, n. 108, II, 373).
190
A, 147.
191
El P. López Soldado estaba ampliamente informado de la situación pues era el
confesor de muchas de las señoras que formaban la Asociación. Seguramente tenía
más información que la misma Dolores que accede a lo requerido por él sin tener
todos los datos. Estos acontecimientos parecen acaecer entre mayo y julio de 1897.
En esta época, era Consultor de la Provincia de Toledo, siendo el Provincial el P.
Granero.
192
REV, 16.

85
mayoría de sus antiguas amistades la abandonaron, sólo se mantuvieron a su
lado unas pocas193. Es el momento más duro del “control de calidad” y, aun-
que con dolor, lo atravesó con decisión.
Durante un tiempo continuó asistiendo a las Doctrinas como una más. Mu-
chas rehuían su compañía, pero ella no perdió la paz, según cuenta una de las
señoras de la Asociación, la Sra. Juana Marquina:
Antes, cuando tomábamos el tranvía para ir a las Injurias, todas se
atropellaban por colocarse al lado de Dolores, considerándolo como
sitio de honor; nunca olvidaré la primera vez que fuimos a las Doc-
trinas después de los sucesos con el Padre Alonso; al subir al tranvía,
el mismo alboroto de siempre, pero no para rodear a Dolores, sino
para colocarse lejos de ella. Yo me senté a su lado, maravillada de
verla con una paz inalterable, con la misma afabilidad en el rostro,
como sin advertir lo sucedido. Dolores —le dije—, ¡qué cambios hay
en el mundo! No tiene nada de extraño —me contestó—: esto es lo
propio del corazón humano194.
Toda esta experiencia está envuelta en un halo de misterio. Dolores So-
peña alude a estos acontecimientos en diversas ocasiones, pero sin revelar
jamás los detalles por respeto a las personas: Siento no poder contar cosas
que servirían de gran enseñanza; pero temo que al referirlas se puedan des-
cubrir faltas de personas que, por caridad, debemos ocultar195.
Sin embargo, es fácil deducir que se mezclaron muchos intereses y debi-
lidades humanas.
El resumen de sus propósitos al terminar sus Ejercicios hechos el verano
de 1897196 nos muestran su estado interior:
1º Abrazarme a todas las pruebas que el Señor me envía y llevarlas
con alegría... 2º Sujetar la lengua para no hablar de los defectos aje-
nos. 3º Que mi conversación interior con el amado de mi alma, no
sea interrumpida por el quehacer exterior. 4º Que no vea en nada de

193
A este sufrimiento y a esta soledad hay que añadir que, en el año 1896, murió
su querida amiga y compañera, Julia Puncet.
194
En: CONCHA, R. y T., o.c., 130.
195
A, 149-150.
196
EE, agosto 1897 (AE, 35-37).

86
lo que me sucede, a las criaturas, y sí sólo la mano de Dios que me
lo envía; y cómo Dios N. Señor saca de los males bienes y convierte
los yerros de los hombres en aciertos suyos. 5º Trabajar sin descanso
por las almas, y pedir constantemente que los designios divinos se
cumplan en mí cuésteme lo que me cueste... comenzando por lo que
en el mismo seno de la familia he de sufrir cuando vea que mis her-
manos sufren y padecen por mí.
En medio de esta situación tan delicada se descubre una nueva Dolores.
Sufre, mas de qué distinta manera. Pero, sobre todo, sus sentimientos hacia
Dios son cada vez más intensos:
Me levanto a la una de la noche a hacer mi meditación de la “Con-
quista del Reino de Dios”, tan llena de encantos siempre para mí, y
estampo en el papel (para recordarlo) los deseos tan vehementes que
me has comunicado de conquistarte pueblos enteros para tu reino...
Concédeme la dicha de trabajar sin descanso, de día sufriendo los
ardores del sol, y velando por la noche por tu amor... No tengo ele-
mentos197 de ninguna clase para las aspiraciones de mi alma que se
me ensanchan cada vez más... Atiende a los deseos que me devoran
el alma de conquistarte el mundo entero.
El sufrimiento no la ha mutilado, no le ha endurecido el corazón, no ha
matado su capacidad de soñar. Al contrario, de repente es como si experimen-
tara una profunda sensación de libertad interior que hace posible que termine
de desplegar sus alas. En estos Ejercicios aparece la primera constancia es-
crita, de la inspiración de fundar un Instituto Religioso. En la carta que escribe
a San Ignacio, como todos los años al terminar sus Ejercicios en Loyola, se
lee: Te pido, si en ello hay mayor gloria de Dios, que la Asociación se trans-
forme en una Congregación... de Mi[sioneras]... Acepta mi vida en la forma
que te plazca, para conseguirlo198.
Pero todavía son “sueños” que no se atreve a compartir con nadie.
Al volver a Madrid las cosas no se arreglaron, por lo cual decide abando-
nar la capital e irse sola para fundar la Asociación donde lo pidiesen 199. Su

197
Se refiere a que no cuenta ni con medios humanos ni materiales.
198
EE, agosto 1897 (AE, 56).
199
Detalla muy bien todos estos hechos en su Autobiografía (A, 150-152).

87
hermano Tomás intenta disuadirla diciéndole emprendiera una nueva vida a
su lado, tranquila, pues la vida que ella realizaba no era vida y sí una batalla
constante, sin tregua ni descanso. En el fondo es una tentación —hay que
recordar que Dolores tiene ya 48 años— pero ella no claudica.
Dejar Madrid definitivamente le produjo uno de los sufrimientos más
grandes de su vida, tanto, que incluso enfermó. No era sólo el hecho de dejar
la Obra que el mismo Dios había colocado en [sus] manos, renunciar a su
Isaac200, sino el sentir que todo se iba a ir desvirtuando.
En su Autobiografía recuerda las palabras del P. López Soldado:
me tranquilizó y me dijo emprendiese mi nueva vida, que Dios velaría
por todo, y que llevase el único móvil que me había llevado a formar
la Asociación, que había sido el buscar almas (...) y donde quiera
que me escribiesen o me hablasen para poner la Obra, lo viese como
aviso del mismo Dios y fuese en seguida. Y continúa: Yo salí de Ma-
drid en alas de la obediencia, gracias a Dios; y resultó al exterior,
según opinión del Director y señoras, que salía en rebelión con la
Compañía de Jesús, sublevada y ahogada por la soberbia, para
echármela de fundadora. ¡Dios sea bendito por todo! El arranque de
Madrid fue terrible. Mi hermano me fue a despedir a la estación, pa-
sado de pena (...). Al arrancar el tren y quedarme sola con mi Dios,
le consagré de nuevo mi vida para las nuevas empresas que me pe-
día; y como depositó tal tesoro de fe en mi corazón y una confianza
sin límites en su amorosa Providencia, que como el niño se duerme
en brazos de su madre tranquilamente, así me arrojé yo en el regazo
de su amor, sin temor de ninguna clase... Mucho gozaba ante la idea
de que mucho me iba a proporcionar para ofrecerle... ¡Qué hambre
me daba de padecer por su amor!
Dolores ha dado el salto. No es indiferente a lo que le ocurre, pero está
descentrada; o, mejor dicho, está centrada en Dios y en la misión que éste le

200
Cuenta en su Autobiografía: Parece que el alma me la arrancaban al sepa-
rarme de aquella Asociación, que formaba los amores de mi corazón. Doce años,
que la vi nacer desde la primera mujer y el primer hombre; y había en la actualidad,
de ambos sexos, 6.000 almas (A, 149). Más que “Isaac”, las Doctrinas representarían
a “Ismael”; “Isaac” será el Instituto.

88
encomienda. Y ello, la ha ido unificando por dentro, polarizando todos sus
deseos y energías hacia Jesús y la extensión de su Reino.

3. POR LOS CAMINOS DE ESPAÑA (1897-1901).


Dolores abandona la capital e instala su centro de operaciones en Sevi-
201
lla . Desde allí, se dedicó a establecer la Obra de las Doctrinas donde la
llamasen, tal como se lo había indicado el P. López Soldado.
En sólo cuatro años (1897-1901), realizó 199 viajes por toda la geografía
española en los medios de transporte de la época sin impedírselo su falta de
vista: Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, San Fernando, Lebrija, Toledo,
Daimiel, Linares, Cuenca, Ciudad Real, Burgos, Almería, Barcelona, Málaga,
Jaén, Badajoz, Mérida, Alicante, Guadalajara, Villanueva de la Serena, Ca-
muñas, Bilbao y Santoña202. En cada una de las poblaciones establecía, a su
vez, la Asociación de Señoras, que eran quienes atendían más directamente
las Doctrinas, pues ella sólo las podía visitar dos o tres veces al año 203. Sin
embargo, con la salida de Madrid no acaba su sufrimiento.
En una carta que le escribe a su amiga Juana Marquina leemos: No creas,
querida mía, que sin embargo del inmenso campo que se me presenta aquí,
donde trabajar, no puedo olvidar ni un momento eso, sin embargo que lágri-
mas de sangre hacen verter de mi corazón las heridas que recibo de ahí...
Ayúdame a pedir fortaleza para todo, pues la que tuvo pico para pedir, debe
tener hombros para llevar; mi petición constante era seguir las huellas en-
sangrentadas de mi Jesús y mírame qué flaca estoy ahora para caminar por
el camino que he pedido, con alegría y regocijo, de que mi petición fue
oída204. Efectivamente, este deseo está expresado en muchas de sus notas de
Ejercicios.
Dos años más tarde, expulsan a siete amigas y a su hermana Martirio de
la Asociación, y le escribe a su amiga: Nuestro Señor me lleva por caminos

201
A partir de noviembre de 1897, la mayoría de sus retiros los realiza por Anda-
lucía.
202
CONCHA, T. y R., o.c., 139. Para seguir su trayectoria también se pueden
consultar las Cartas que le escribe a san Ignacio, en Loyola, durante estos años (AE,
55-57).
203
A, 155.
204
Sevilla, 18 de diciembre de 1897 (cfr. CDS, 1).

89
muy espinosos, pero por otro lado me da consuelos indecibles, al ver es su
Voluntad Santísima el que yo no descanse de trabajar205.
Durante esos cuatro años que Dolores estuvo “navegando por el mundo
sola”206 no todo fue fácil. Tiene dificultades en los desplazamientos, dificul-
tades para apoyar las diversas poblaciones pues la llaman continuamente de
un lugar a otro, dificultades por su salud. Pero las dificultades mayores las
encuentra al no hallar apoyo en las personas que ella sentía debían ayu-
darla207.
En estos cuatro años, de alguna forma, se termina de realizar el “control
de calidad”. Demuestra tesón, constancia, capacidad de sufrimiento, ideas
claras y gran libertad de corazón y de movimiento. Sus convicciones se van
arraigando cada día más y Dios se va convirtiendo, más conscientemente, en
el móvil de todas sus acciones. Cuatro años en que se termina de perfilar el
instrumento para que pueda ser plenamente movido por Dios. Cuatro años en
que siente a Dios cerca, muy cerca, conduciéndola, animándola, inspirándola.
En sus Apuntes Espirituales de estos años se sigue muy bien este proceso.
En sus Ejercicios de 1898208 vemos que Dolores es consciente de lo que le
ha pasado, pero ya es historia:
Al leer las emborronadas páginas de mi vida, me considero una hi-
pócrita, una criminal e ingrata criatura... Como la oveja corriendo
entre las zarzas deja los vellones de lana entre las espinas, así mi
corazón se hizo jirones entre las criaturas... Sólo Tú, Dios mío, pue-
des cicatrizar sus heridas con el bálsamo que mana de tu Corazón
Divino... y después de curado... llénalo Tú sólo... no más criaturas....
Hay heridas que aún no han cerrado del todo, pero está en proceso de
sanación y su corazón se va purificando poco a poco hasta poner a Dios en el
centro. Esa conciencia se convierte en lucidez hacia ella misma al verse ante
Jesús:
¡Qué humillada me encuentro en el Calvario, al pie de la cruz!...
¡Qué mal he llevado mis tribulaciones en este año pasado!... cuando

205
Sevilla, 19 de octubre de 1899 (cfr. CDS, 2).
206
La expresión es suya (cfr. REV, 70).
207
A, 165.
208
EE, septiembre 1898 (AE, 38-40).

90
tantas veces me he ofrecido de VÍCTIMA para prosperidad de nuestro
“Apostolado” ¡Cómo me he olvidado de ello!... ¡Qué me importa la
opinión que forme de mí el mundo entero, si tengo a mi Jesús con-
migo y sigo sus huellas ensangrentadas como he ofrecido.
Sufre, pero esto no la endurece ni la paraliza:
Resuelta una vez más tu Dolores, de ir en pos de Ti, mi Capitán Ge-
neral, sin descanso ni tregua, para conquistarte muchas almas que
no te aman porque no te conocen... Pueblos enteros quisiera ganarte
¿qué digo?, el mundo entero quisiera correr de extremo a extremo,
enseñando tu doctrina celestial. (...) Quiero ir muy cerca de ti, sin
que me rindan las fatigas... las luchas... las contrariedades... Sufrir
es amarte... aun cuando mi corazón tenga que verter sudor de sangre,
y mi alma devorar las más secretas amarguras... No importa. Con-
cédeme el ganarte almas para ensanchar tu reino... de lleno me
pongo en tus manos para que dirijas mis pasos.
En realidad, aquí es donde se ven sus mayores avances: aprende a sufrir y
a hacer de ese sufrimiento una prueba de amor. Pocos meses antes, en el retiro
de mayo, había escrito: Abandono total de mí misma en brazos de la Provi-
dencia divina. Vos me enviáis cruces y yo me abrazaré a ellas, con todo el
amor de que Vos me haréis capaz209.
Y al terminar los Ejercicios de este año escribe:
Que se realice el plan que se me presenta en este sitio todos los años
en los Ejercicios y que no lo estampo en el papel, por temor de que
sea un delirio de mi imaginación... Entonces sí, mi Jesús, que po-
dríamos ir al Napo... África... Y correr el mundo de punta a punta,
buscando las almas. Te ofrezco mi vida...210.
Y, después de elaborar su plan de vida, escribe:
He de procurar con todo empeño, hacerme superior a todas las ruin-
dades y pequeñeces del mundo y de los hombres más o menos resa-
bidos de lo mundano, para atender con entera y absoluta libertad a
la obra para la cual parece me llama Dios de procurar a las muche-
dumbres instrucción y educación religiosa, para que estos pobrecitos

209
Retiro, mayo 1898 (AE, 75).
210
Aquí, con toda probabilidad, se refiere a la fundación del Instituto.

91
conozcan a Dios y conociéndole le amen y consigan la eterna salva-
ción.
Estos Ejercicios marcan claramente la resolución del conflicto y la empie-
zan a introducir en la etapa siguiente. A partir de aquí, los sufrimientos de
Madrid dejan de ocupar el centro de su corazón y todas sus energías se con-
centran cada vez más en su vida apostólica y en su vida interior. Unificados
sus deseos, integrada su afectividad y alcanzada su polarización hacia la per-
sona de Jesús y su causa, ahora va camino de la unión con Dios, pero esa
unión se va a dar en la voluntad: unir su voluntad a la divina.
La última prueba le viene cuando le informan que su hermana Martirio ha
sufrido un ataque al corazón y la reclama. Dolores estaba preparando una
misión en Jerez de la Frontera 211 y le resultaba imposible ir a su lado: Sus
cartas y telegramas eran como una reprensión a mi manera de proceder; de
haberlos abandonado y faltar a mis deberes, pues ellos no sabían que mi
compromiso con Dios era lo mismo que si estuviese en un convento de clau-
sura.
Pasa la noche en vela pidiendo luces para averiguar el cumplimiento de
la voluntad divina. Una de las señoras de la Asociación, Angelita Vergara, le
dijo: ¡Cuánto habrá sufrido esta noche! ¡Cuidado que Nuestro Señor pone
en aprietos a las almas que elige para labrarlas y hacerlas santas! Dios la
sigue trabajando y preparando. Consulta con el P. Tarín y éste le contesta que
debe quedarse en Jerez, como en efecto hace, cargando con las consecuencias
del qué dirán y del resentimiento de su familia.
Dolores busca la voluntad de Dios y su deseo es unirse a ella. Todos sus
propósitos a partir de 1899 se dirigen a ese fin: Hágase plenísimamente, Se-
ñor, en mí vuestra Voluntad. Unión completa con la voluntad divina en
todo...; Enseñadme, Señor, a hacer vuestra Santísima Voluntad. Unión com-
pleta con la Voluntad Divina en lo grande, en lo mediano y en lo pequeño212.
Y esta voluntad no siempre es fácil, no sólo de descubrir sino, sobre todo,
de realizar. Tal vez esta experiencia interior la hizo sintonizar e identificarse
de manera especial con la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

211
Esto ocurre en febrero de 1899. Para mayores detalles, cfr. A, 156-159.
212
Retiros de marzo y mayo de 1899, respectivamente. Propósitos parecidos ex-
presa en los retiros de junio y julio (AE, 75-76).

92
Sus Ejercicios de este año 1899213 corroboran estos datos. Al meditar el
Infierno, escribe: El verdadero infierno de mi alma es no saber cumplir la
voluntad santísima de mi Dios, y no seguir sus divinas inspiraciones.
De igual forma, se observa mucho interés en intensificar el trabajo sobre
sí misma, y no olvidemos que son años de muchísima actividad hacia fuera.
Sus escritos son testigos de que mantenía un control riguroso de sus retiros
mensuales, Ejercicios anuales, exámenes. Y, como hemos dicho en otro mo-
mento, estos escritos nos revelan una espiritualidad que hemos llamado
“práctica” pues, su relación afectiva con Dios desemboca en propósitos prác-
ticos, en acciones que pretenden incidir en su vida cotidiana, poniendo, a su
vez, medios concretos para hacer realidad dichos propósitos.
Un medio privilegiado para su trabajo personal son los dos exámenes prác-
ticos que realiza cada día, anotando las faltas al mismo y dando rigurosa
cuenta de conciencia al P. Tarín. Se exige en el cumplimiento de sus ejerci-
cios espirituales diarios; sigue trabajando las aristas de su temperamento pro-
poniéndose tener un carácter dulce y no impacientarse. Dolores tiene claro
que si Dios la llama a acercar a las personas a Él, la primera que tiene que
estar cerca es ella, y esto no se consigue sin trabajarse a sí misma, incluso en
los detalles más pequeños. Todo este trabajo se inscribe en el deseo de ir pu-
liendo el instrumento para que se deje manejar por Dios sin poner resisten-
cias214. Dolores se ha formado en la escuela de los Ejercicios y estos preten-
den preparar y disponer a la persona para quitar de sí todas las afecciones
desordenadas, y una vez quitadas, buscar y hallar la voluntad de Dios 215. Y
esto Dolores se lo ha tomado en serio y lo hace.
Es precisamente en estos Ejercicios cuando escribe: En estas dos medita-
ciones216 es donde sueño despierta todos los años 4 ó 5... no me atrevo a
estamparlo... me llena de paz y alegría... me viene en todo momento... Hoy
me das valor de estamparlo... veo... ¡Misioneras en medio del mundo! Es el

213
EE, agosto 1899 (AE, 41-42).
214
He aquí otro pensamiento ignaciano que lo ha asumido como propio y que en
las Constituciones de la Compañía se formula así: “Los medios que juntan el instru-
mento con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano, son más efi-
caces que los que le disponen para con los hombres”. (CCJ, 8132-3)
215
EE [1]
216
La Conquista del Reino (EE [91-98]) y Dos Banderas (EE [136-147]).

93
momento en que florece con fuerza ese deseo que se ha ido gestando lenta-
mente. El fruto parece maduro. El instrumento ha dado pruebas suficientes de
estar preparado y abandonado en manos de Dios y Dios puede ya entregarle
su obra.
El año 1900 marca un hito muy importante. Todos los acontecimientos
parecen precipitarse y apuntar cada vez más hacia un único fin.
En los Ejercicios de ese verano, escribe unos apuntes relativamente deta-
llados sobre la Congregación de Misioneras del Sdo. Corazón de Jesús, Ma-
ría Inmaculada y San Ignacio de Loyola. O Misioneras de Cristo Redentor217
. Meses más tarde, el Arzobispo de Sevilla, Mons. Spínola, la invita a parti-
cipar en la peregrinación a Roma que organiza su diócesis el mes de octubre
con motivo del jubileo dedicado a Cristo Redentor. Después de consultarlo
con el P. Tarín, éste le recomienda ir con algunas señoras de la Asociación
para darse a conocer.
En este viaje218 aparece su fuerte sensibilidad eclesial. Es un viaje cargado
de emociones al pisar por primera vez la “Ciudad Eterna” y poder conocer de
cerca al “Vicario de Dios en la tierra”, el Papa León XIII 219. Sin embargo,
pese a las recomendaciones que le dio el Cardenal Sancha, no pudo conseguir
una audiencia. Durante esos días hace numerosas visitas, una de ellas, al Ge-
neral de los Jesuitas, P. Luis Martín, con quien tiene una larga conversa-
ción220. Él es la primera persona a la que le consulta su intención de consolidar

217
15 agosto 1900 (AE, 64-68). El nombre de la Congregación probablemente
está inspirado en el Jubileo de ese año dedicado a Cristo Redentor. Estos escritos que
ella denomina “Primeros Apuntes”, recogen muy bien su intuición carismática y la
novedad de la misma.
218
Para todos estos acontecimientos, cfr. A, 161-167.
219
Este Pontífice había publicado la encíclica Rerum Novarum el año 1891. Aun-
que Dolores no habla de ello, este documento debió confirmarla en su apostolado.
220
El P. Luis Martín, nació en 1846, en Melgar de Fernamental (Burgos), fue
elegido general en Loyola en 1892 y murió en Roma en 1906. Esta entrevista está
reseñada en las Memorias del P. Martín, II, 634: “...yo procuré en tal tiempo de visitas
excitar siempre a la unión en la acción católica, y sobre todo lo hice en la visita larga
que me hizo la Sra. Sopeña el 19 [de octubre] sobre la cuestión de las escuelas cató-
licas, animándola mucho yo, a pesar de los desaires de Madrid con motivo del P.”.
En la nota aclaratoria, los editores escriben: “En blanco en el original. Se trata del P.
Juan Crisóstomo Alonso (...). Había estado antes en Granada y allí volvió después de
los sucesos que se insinúan (...). Los desaires que había recibido la srta. Sopeña se
94
la Obra de las Doctrinas fundando un Instituto Religioso y recibe su apoyo en
todo. Al comentar la entrevista, escribe: Primera bendición para nuestro Ins-
tituto, antes de nacer.
El 22 de octubre, en un día de retiro que realiza en el sepulcro de san Pe-
dro, recibe la confirmación: vi con luces clarísimas tenía que empezar la obra
ardua que Dios me encomendaba... De tejas abajo no contaba con elemento
ninguno. Pero, ¡qué día de retiro aquel! ¡Qué verdad tan grande es que Dios
habla al alma sin sonido de palabras!
Esta experiencia, descrita de forma tan sencilla y escueta, es, sin duda, una
profunda experiencia de Dios221. Allí recibe la claridad y la fuerza necesarias
para fundar un Instituto religioso con el fin de animar la Asociación de Seño-
ras y consolidar la Obra de las Doctrinas 222, aunque no se le esconden las
dificultades que tendrá que superar.

debían a diferencias entre él y el P. López Soldado (...). El P. Martín tenía ya noticia


de algunas de estas tensiones por carta del P. Alonso (10-12-1895: ARSI, Litt. Gen.
Tolet., 2-XXIII-11) como, sobre todo, por una carta del P. Tarín (18-10-1897) que
apoyaba a Dolores Sopeña en sus diferencias con el P. Alonso”.
221
Probablemente en este retiro Dolores tuvo una “consolación sin causa” (cfr.
EE [330]). Entre las características de este tipo de consolación, S. ARZUBILALDE
señala: “Crea un silencio total de todo otro lenguaje...”. Y en la nota al pie de página
escribe: “Carta [de S. Ignacio] a Teresa Rejadell, Venecia 18 de Junio de 1536 (MHSI
22 Ep. Ign I, p. 105): “Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve y fuerza a
nuestra ánima a una operación o a otra abriendo nuestra ánima; es a saber, hablando
dentro della sin ruido alguno de voces, alzando toda a su divino amor, y a nosotros
a su sentido, aunque quisiésemos, no pudiendo resistir”. Otra característica impor-
tante es que “otorga la certeza y evidencia acerca de la voluntad divina, que a veces
va unida a un propósito o decisión determinada y particular y otras no”. Ambas ca-
racterísticas se cumplen en la experiencia reseñada por ella. El mismo autor afirma
que la consolación sin causa “por sus rasgos [su origen directo en Dios, su gratuidad,
la inmediatez de la comunicación y el contenido de la misma] es la concreción más
cualificada de la actividad del Espíritu de Dios” (cfr. o.c., 716-717).
222
En sus notas se lee: Yo he visto prácticamente en todas las Poblaciones que he
estado estos años anteriores, que esta Obra tiene que ser puramente de las Sras. Y
que éstas, aun cuando tengan su director, como no tiene ni puede ser el que esté en
continuo contacto con ellas, sus trabajos dejan mucho que desear, pues, ¿cuánto más
podrían hacer dos o tres Religiosas de éstas, que de lleno estuviesen dedicadas a
llevar el trabajo fuerte de la Asociación (...) y el estar constantemente visitando a las
95
Al volver a España le comenta su experiencia al P. Tarín, quien le propone
hacer unos Ejercicios. En la Hora Santa que hace en la víspera como prepa-
ración a los mismos, recibe la confirmación definitiva. Lo que experimentó
en este tiempo de oración lo recoge en sus apuntes de forma muy prolija:
Hice el propósito de estar estos días de retiro en el Huerto de las
Olivas, meterme en el Corazón de Jesús, que lo veo brotando sangre,
ante la idea de la pérdida de tantas almas. Vi levantarse un plantel
de Misioneras, consolándole y ofreciéndole sus vidas, para ir por to-
dos los confines de la tierra, enseñando su Doctrina Celestial, para
ensanchar su Reino. Yo me ofrecí de víctima, unida a la Víctima Di-
vina, que bebía hasta las heces el cáliz que el Ángel le presentaba...
Mi jaculatoria para este año y para toda mi vida entera: “Padre mío,
no se haga en nada mi voluntad, sino la tuya divina se cumpla en
mí”... Señor, ¿qué queréis que haga? Escribe tu Ley de Amor en mi
corazón. Aquí estampo en el papel lo que Tú me inspiraste en este
Hora Santa... (...) Será esta milicia religiosa formada en el momento
de tu abandono, en el momento de tu desamparo, en el momento de
apurar hasta las heces la amargura... Oye, mi Jesús, mezclada con
la voz del Ángel que le conforta, la de unas débiles mujeres que le
dicen: Aquí estamos, dispuestas a dar vida por vida... somos unas
arenas... pero, ¿qué importa, si manejadas por la mano de nuestro
Artífice Divino labrará con ellas los cimientos del edificio espiritual
que ha de servir para levantar el espíritu religioso de las muchedum-
bres de Poblaciones enteras. Con rudos pescadores formó su Igle-
sia... con débiles mujeres se hará el renacimiento cristiano... ¡Así se
admirarán las maravillas de sus obras!... Envía tu luz clarísima so-
bre nuestras almas y graba tu imagen en nuestros corazones como
en una plancha fotográfica, para no tener más vida que la que Tú nos
comuniques, y tu bendición plenísima venga sobre mí, derramando
tus copiosas gracias, para que cumpla en todo tu divino beneplácito,

Sras. y animándolas, se les iría fortaleciendo y formándoseles el espíritu insensible-


mente (AE, 42).

96
que colgada deseo estar en todos los instantes de mi vida de tu vo-
luntad santísima223.
El texto no tiene desperdicio y refleja una experiencia de Dios singular
cargada de gracias especiales. En esta Hora Santa, Dolores cristaliza lo esen-
cial de su espiritualidad, una espiritualidad claramente apostólica.
El contexto de esta experiencia espiritual es una Hora Santa 224. Sin em-
bargo, gran parte del contenido evoca las grandes meditaciones de la segunda
semana de Ejercicios, especialmente la Conquista del Reino y Dos Banderas,
iluminadas desde su experiencia en el Huerto de los Olivos.
Para Dolores, la oración de Jesús en Getsemaní es un lugar teológico pri-
vilegiado. Allí tuvo una revelación singular y en este momento de la vida de
Jesús se sintió particularmente identificada con Él, precisamente porque la
oración del Huerto es el momento culmen donde se da la plena identificación
con la voluntad de Dios en medio de una gran lucha y sufrimiento; y es allí
donde Jesús sale fortalecido para cumplirla. Getsemaní es el momento en que
Jesús supera su “control de calidad” y puede emprender con paz y libertad
interior el camino hacia la cruz; es el lugar del gran sí de Jesús a la voluntad
de su Padre. Y Dolores quiere unir su vida a ese sí.
Dolores ha alcanzado la gracia que se pide insistentemente en los Ejerci-
cios ignacianos: Conocimiento interno del Señor para que más le ame y le
siga225. Ha penetrado en lo más profundo del corazón de Jesús y ha sintoni-
zado con la raíz de su sufrimiento: el amor a la humanidad. Esto pone en
movimiento toda su persona, encauzando todas sus energías al servicio apos-
tólico, un servicio por el cual está dispuesta a dar la vida, como Jesús 226.

223
Sevilla, 31 de enero de 1901 (AE, 44-45). Dolores transcribe esta experiencia
en su Autobiografía prácticamente con las mismas palabras (A, 169-171). Fue una
vivencia de Dios tan honda y determinante, que se le grabó profundamente en el co-
razón.
224
En 1864 fue la Beatificación de Margarita Mª Alacoque, gran divulgadora de
esta devoción. Ella tuvo diversas apariciones del Corazón de Jesús.
225
EE [104].
226
Aquí late lo esencial de la experiencia de la meditación conocida como “La
Conquista del Reino” o “El llamamiento del Rey...” (cfr. EE [91-98]). Fruto de esta
meditación, se espera que “todos los que tuvieren juicio y razón ofrecerán todas sus
personas al trabajo”. Más aún, este ejercicio termina con la conocida oblación de
mayor estima y momento: “Eterno Señor de todas las cosas yo hago mi oblación con
97
El lenguaje que utiliza corresponde casi exactamente al utilizado en la me-
ditación de “Dos Banderas”227. Así mismo, todo el texto está imbuido del es-
píritu de “las tres maneras de humildad” 228, donde se desea la máxima iden-
tificación con Cristo como muestra de amor: identificación en la pobreza y
en el sufrimiento por amor, identificación que la lleva a la plena unión con
Cristo para ofrecerse, conjuntamente con el Hijo, al Padre. Esta unión aparece
expresada, una vez más, en la plena identificación con la voluntad de Dios,
aunque ello conlleve resistencia y sufrimiento.
Dolores se nos muestra, una vez más, humilde. Y su humildad consiste en
ser consciente de la desproporción que existe entre sus propias posibilidades
y la misión encomendada. Pero esto se convierte en oportunidad para expresar
su plena y absoluta confianza en Dios. Ella tiene la experiencia de san Pablo:
Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios.

vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madre glo-
riosa y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es
mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imi-
taros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiri-
tual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado”.
Años más tarde, Dolores escribe una Hora Santa inspirándose en esta experiencia
y utiliza una composición de lugar parecida a la empleada en los momentos más de-
cisivos de los Ejercicios; incluso explicita la experiencia trinitaria que en el escrito
que ahora estudiamos sólo está de forma latente. El texto dice así: Veamos como si
se abriesen los cielos y apareciese el trono de la Beatísima Trinidad rodeada de la
Santísima Virgen ofreciéndose a ser nuestra Maestra de oración; del Patriarca S.
José, de S. Ignacio de Loyola, y de todos los Santos de la Corte celestial, interce-
diendo por nosotras para alcanzarnos ese don preciosísimo de la oración. Invoque-
mos también a los ángeles custodios que vengan en nuestra ayuda y nos enseñen a
conferenciar con la Majestad divina. Veamos al Padre Celestial, que nos invita a
seguir a su Divino Hijo al Huerto de los Olivos. Contemplemos al Hijo, que nos
escoge a nosotras entre millones de almas para que le sigamos y acompañemos du-
rante sus amarguras de Getsemaní... y sintamos al Espíritu Santo que se posa sobre
nuestras cabezas para depositar en nuestros corazones las inspiraciones divinas que
en la soledad del Huerto desea comunicarnos... (Devocionario, 42-43).
227
Cfr. EE [136-147], especialmente EE [145]: “Considerar cómo el Señor de
todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etcétera, y los envía por
todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos estados y condiciones de
personas”.
228
Cfr. EE [164-168].

98
Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo
y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la
nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios...
(1Cor 1,27-29).
Su confianza ciega expresa su convicción de que quien realiza las obras
es Dios y de que es éste el camino que Él ha elegido a lo largo de toda la
historia de la salvación229 con el fin de que todo el mundo, al ver lo que rea-
liza por medio de instrumentos tan pobres y débiles, glorifique a Dios que
obra maravillas230. Por eso, su confianza la lanza al trabajo y es la explicación
de su admirable audacia.
Dolores está envuelta en una gran consolación y recibe luces clarísimas
sobre la misión que Dios le encomienda. Llama la atención que casi todo el
texto esté escrito en plural, como si se tratase de una visión profética. De
alguna forma, es como si Dolores viera el futuro y, en él, a aquellas que for-
marían el Instituto.
Concluye esta oración con la formulación de un deseo: que Dios grabe en
sus entrañas la imagen de Cristo para no tener más vida que la que proviene
de Dios. Deseos de unión, de identificación, de fusión.
Al término de estos Ejercicios hace sus Votos Perpetuos. Dolores ha superado
el “control de calidad” y está lista para realizar la misión encomendada. Desde
entonces, dirige todos sus trabajos a buscar compañeras.

229
Existe gran parecido entre algunas de las consideraciones que Dolores realiza
sobre este tema y la meditación sobre la vocación de los apóstoles en: Ejercicios
Espirituales de s. Ignacio de Loyola, explicados por el P. Ramón García. Apostolado
de la Prensa, Madrid3 1901, 217-221. Hay que tener en cuenta que ella manejó este
libro.
230
Es la experiencia que formula en la Regla 11 y a la que alude en múltiples
ocasiones por considerarla esencial: Medite cada una a menudo, que Nuestro Señor
escoge débiles y rotos instrumentos para labrar con ellos sus vasos más preciosos,
y, reconociendo nuestra pequeñez y despertando nuestra confianza ciega en Nuestro
Señor, sabremos ganar muchas almas para con ellas acrecentar el Reino de Cristo.

99
Instrumento en manos de Dios
(1901-1918)
La que consideramos última etapa del itinerario espiritual de Dolores Sopeña
abarca el último periodo de su vida, desde la fundación del Instituto de Damas
Catequistas231, hasta su muerte.
¿Por qué situarla en este momento de su vida?
Marcar el instante en que da inicio o culmina una etapa no es fácil, precisa-
mente porque la vida no es lineal y existen muchos momentos en que, en
realidad, coexisten dos etapas; son momentos que podríamos llamar de tran-
sición. De hecho hay que reconocer que, en cierta forma, la datación que rea-
lizamos no pretende ser exacta sino que tiene un carácter indicativo.
Con todo, hay indicios suficientes como para poder asegurar que en torno a
la fundación del Instituto, Dolores Sopeña se introduce en una nueva etapa
del camino, la etapa de la plena madurez espiritual, denominada de muchas
maneras en las diversas propuestas de itinerarios espirituales, pero que coin-
ciden en presentarla como el momento de la total identificación y unión con
Cristo232.
El indicio más significativo que nos permite situar a estas alturas del camino
un cierto salto cualitativo, nos lo da ella misma en su Autobiografía. Al final
de la misma, cuando recuerda, a manera de inclusión, el motivo que la llevó
a escribir su vida —decir cuándo y cómo nació el Instituto—, escribe:
Yo no lo sé (...). Yo vuelvo la vista atrás y contemplo a nuestro Dios
formando de un pedazo de barro al primer hombre y con un soplo de
su divinidad darle vida... Así yo vi siempre que cogía el pedazo de
barro de esta infeliz criatura y me introducía en el alma el soplo del
espíritu del Instituto... ¿Cuándo? No lo sé; pero sí les diré a mis Hijas
que lo siento hervir en el alma, en el corazón, que corre por mis

231
Hoy, Instituto Catequista Dolores Sopeña.
232
En el esquema tradicional de las “Tres vías”, esta etapa se denomina “vía uni-
tiva”, que culmina en el desposorio y matrimonio espiritual (cfr. san Juan de la Cruz
y santa Teresa de Jesús). Javier Garrido la titula “Pascua”. Segundo Galilea prefiere
llamarla “Sabiduría Espiritual”. Nosotros le damos el nombre genérico de “Plena Ma-
durez”.

100
venas, y que mil vidas que tuviese las sacrificaría por mi Instituto,
que es de mi Dios. Que después de hacer ver y reconocer mi nada,
me lo entregó; y yo apoyada totalmente en Él, de quien recibo toda
la fuerza para gobernarlo, la fortaleza que siento no es mía...233.
Dolores está mirando hacia atrás y al intentar responder a la pregunta sobre
el nacimiento del Instituto, la afirmación central es que Dios, después de ha-
cerle ver y reconocer su nada, se lo entregó. Con ello, no sólo habla del Ins-
tituto sino que habla de ella misma. Está mirando hacia atrás, leyendo su vida
e interpretándola, y la fundación del Instituto coincide con el instante en que
Dios le ha hecho ver y reconocer su nada. Éste ha sido el fruto del “control
de calidad”, el punto de llegada de la etapa anterior y lo que marca la entrada
en ésta. Y, “reconocer su nada”, lo que significa es la plena conciencia de su
identidad: criatura conducida por Dios, y la plena conciencia de quién es
Dios, que es el verdadero protagonista y artífice de la historia y de la propia
vida.
La etapa anterior corresponde al camino recorrido hasta alcanzar la verdadera
humildad y libertad interior —sólo Dios es Dios y nosotros somos sus criatu-
ras— y la etapa que ahora comienza es cuando Dolores se sabe plenamente
un instrumento en sus manos y ha aprendido a dejarse manejar por Dios con
docilidad, sin poner resistencia. En palabras de Pablo, es el momento en que
se puede afirmar: No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20a).
No se trata de una lección aprendida ni de una doctrina que se repite; a estas
alturas, lo que se sabía se ha convertido en realidad, en vida. La experiencia
fundamental de esta etapa es que es Dios quien actúa a través de la persona
concreta gracias a la profunda unión que se da entre ambos. Por eso la titula-
mos: “Instrumento en manos de Dios”.
La identificación y unión con Cristo, punto de llegada de todo itinerario espi-
ritual, puede realizarse de distintas maneras; precisamente éste es uno de los
factores que permiten hablar de diversas espiritualidades o caminos espiritua-
les234. En el caso que nos ocupa, lo que intentaremos es señalar en qué se
produce dicha identificación y cómo se manifiesta dicha unión.

233
A, 314 (la Autobiografía tiene 315 páginas).
234
Sobre este tema es muy iluminador lo que escribe el P. José De Guibert, sj, en
la introducción de su libro La Espiritualidad de la Compañía de Jesús. Editorial Sal
101
Esta última etapa es, si cabe, la más importante de todo itinerario espiritual
ya que es su punto de llegada, su meta. Es aquí donde aparecen con mayor
claridad los elementos fundamentales de la espiritualidad de una persona, sus
acentos, sus convicciones profundas, su gran síntesis personal.
Al final del “control de calidad”, Dolores ha vivido y aceptado su Getsemaní:
Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino
la tuya (Lc 22,24). Ha superado las luchas y resistencias iniciales; se ha pro-
ducido en ella la identificación con la voluntad de Dios asumiéndola como
propia. Ahora, va a recorrer su “Via Crucis”, camino de la Pascua, pero como
Jesús, en cumplimiento de la voluntad salvadora de su Padre, con gran paz
interior y como prueba del máximo amor que es la entrega de la propia vida.
En Dolores Sopeña, su vida exterior y su camino interior van estrechamente
unidos. Por ello, no pueden separarse sin correr el riesgo de no comprender
enteramente su itinerario espiritual. Su vida interior vivifica sus obras y la
vida exterior actúa, en muchas ocasiones, como lima sorda que termina de
pulir el instrumento hasta asimilarlo plenamente a Cristo.
Para facilitar su presentación, vamos a dividir esta última etapa en dos mo-
mentos que, sin embargo, están intrínsecamente unidos. El primero corres-
ponde a los inicios de la vida del Instituto, hasta el I Capítulo General; el
segundo, a partir de 1910, años de especial dificultad, hasta su muerte. En la
primera, en cierta forma sigue en un proceso ascendente, personal y apostóli-
camente; en la segunda, se va deteriorando su salud y ve próximo el momento
de su partida, y este descenso vital coincide, sin embargo, con el zenit de su
vida espiritual.

1. “ES DIOS QUIEN LO HA HECHO TODO” (1901-1910).


Al fundar el Instituto, Dolores Sopeña tiene 52 años. Exteriormente, inau-
gura una nueva etapa de su vida. Ello mismo representa un momento de ma-
durez, el momento de recoger el fruto: la fundación de un nuevo Instituto en
la Iglesia, la realización del deseo que Dios depositó en su corazón y que ha
ido germinando poco a poco. Todo ocurre velozmente, como si obedeciese a
un plan preconcebido, aunque no sin dificultad.

Terrae, Santander 1955, XIII-XXV. Allí señala en qué sentido puede afirmarse que
existen diversas espiritualidades o escuelas espirituales.

102
La búsqueda de aquellas con quienes empezar la tarea es ardua pues ini-
cialmente no contaba con nadie. Finalmente, el 17 de septiembre de 1901,
Dolores y nueve compañeras235 empiezan unos Ejercicios Espirituales en Lo-
yola, con el fin de discernir si era voluntad de Dios que se formase un nuevo
Instituto Religioso en la Iglesia236. Al término de los mismos, el 24 de sep-
tiembre, fiesta de la Virgen de las Mercedes, en la Capilla de la Inmaculada
de la Santa Casa de Loyola237, se firma el acta que refleja la decisión de fundar
un Instituto Religioso que consolidara la Obra de las Doctrinas 238 y se elige
por unanimidad a Dolores Sopeña como cabeza de la nueva familia espiri-
tual239.
De Loyola se trasladan a Toledo 240 para empezar su nueva vida241. El 29
de octubre empiezan el Noviciado y el 31 se levanta el acta de fundación
oficial ante el Sr. Arzobispo, el Card. Ciriaco Sancha.
Dolores continúa sus viajes a las poblaciones donde tenía establecida la
Asociación, aunque durante el primer año los reduce al mínimo pues es ella

235
Sus primeras compañeras fueron : Pepa y Petra Ayala, Teresa Segura, Dolores
Navarro, Dolores Fernández, Dolores Béquer, María Manjón, Carmen Moreno y
Martirio Sopeña. Dolores Navarro y Dolores Fernández, al escuchar los compromi-
sos que estaban a punto de contraer, determinaron no continuar y no llegaron a ir a
Toledo.
236
Sobre estos Ejercicios, cfr. A, 177-181.
237
Con las reformas de la Santa Casa de Loyola esta capilla ha desaparecido.
Antiguamente se situaba en lo que actualmente son las caballerizas. En el lugar co-
rrespondiente se ha colocado una imagen de la Virgen.
238
Inicialmente el nombre del Instituto parece que fue “Misioneras de Cristo Re-
dentor” (cfr. nota 217), pero pronto lo cambió por el de “Instituto de Damas Cate-
quistas”.
239
Dolores Sopeña votó a María Manjón, que fue elegida Superiora General en el
Capítulo General que se celebró al morir Dolores. Los Ejercicios y la firma del acta
estuvieron presididos por el P. Ignacio Aramburu, sj.
El P. Aramburu nació en Segura (Guipúzcoa), el 31 de enero de 1852; ingresó en
la Compañía de Jesús el 2 de julio de 1871 y murió en Burgos el 5 de enero de 1835
(cfr. REVUELTA, M., La Compañía de Jesús en la España Contemporánea, II,
1156-1157).
240
A, 182-183.
241
Sobre la vida que realizó los primeros años en Toledo (A, 243-256).

103
la encargada de formar a las nuevas religiosas que poco a poco van en au-
mento242.
Cuando recuerda estos primeros tiempos, escribe:
¡Pobre de mí!, al frente de todo; pero con toda verdad puedo decir yo
sólo era el instrumento visible, sintiendo una fuerza interior que me
hacía sentir, mover y obrar a impulsos de la voluntad divina, que era
la que se cumplía. No importa que los instrumentos sean débiles y ro-
tos, con tal que no sujeten la mano del Artífice divino... Él hace primo-
res con sólo decir “hágase”. Así hizo un mundo... así formó un Re-
dentor... así instituyó Sacramentos... así formó apóstoles... así nacen
Institutos como el nuestro, con unas mujercillas sin elementos ni atrac-
tivos de ninguna clase. Basta sólo reconocer la grandeza de sus obras
y la pequeñez de los instrumentos que elige para realizarlas.
Para Dolores, la fundación del Instituto es una profunda experiencia espi-
ritual, comparable al “hágase” de la creación. Podemos afirmar que Dolores
ha alcanzado la cima de la madurez espiritual precisamente porque es capaz
de reconocer en todo lo que ocurre la mano de Dios. Dios es el Artífice, el
protagonista; ella, su instrumento. De Dios le viene la fuerza, la inspiración;
y ella se mueve a impulsos de la voluntad divina. Unión perfecta entre ambos,
perfecto acoplamiento.
De aquí, precisamente, su resistencia a ser llamada Fundadora: A veces
dicen que soy la Fundadora, pero yo os aseguro que no lo soy. Dios me cogió
de la mano como un lazarillo a un ciego y sin poderme dar cuenta, me fue
trazando su Divina Voluntad243. No se atribuye nada, simplemente queda ex-
tasiada como quien contempla un milagro que sólo puede tener su explicación
en la acción de Dios y que, por honestidad personal, no puede apropiárselo.
Ni soberbia ni falsa humildad.
La madurez espiritual otorga la auténtica visión de las cosas pues la reali-
dad se contempla con los ojos de Dios. Y esta manera de contemplar la

242
En septiembre de 1902, Dolores Sopeña reúne a sus primeras compañeras en
“Consistorio” para nombrar los cargos más importantes. Queda elegida Maestra de
Novicias su hermana Martirio (cfr. Diario de Toledo. Transcripción mecanografiada
para uso interno).
243
De una explicación a las MM. Terceronas (4 septiembre de 1912). En: REV,
69.

104
realidad la hace ver milagros por todas partes: ...se ha visto salpicada la his-
toria del Instituto de milagros verdaderos, no de ilusión 244. Dolores tiene la
mirada transformada, ha alcanzado la gracia de ver a Dios en todas las cosas
y a todas las cosas en Dios245.
El desarrollo del Instituto es vertiginoso:
Al año de estar en Toledo empiezan las primeras fundaciones 246: Car-
mona247, Santoña248, Barcelona249. El día de su santo del año 1905, le regalan
un caserío en Loyola, adosado a la Ermita de Olaz y se inaugura el 31 de julio
del mismo año. Aquí pasa gran parte del verano para hacer Ejercicios y trazar
las grandes líneas para la construcción del Noviciado a la sombra de la Santa
Casa de Loyola250.
El 28 de agosto de 1905 obtiene, antes de lo establecido, el Decretum Lau-
dis y elige como Cardenal Protector del Instituto al Card. Rafael Merry del
Val251. Esto le hace sentir la urgencia de elaborar el texto de las Constitucio-
nes, pues el Card. Sancha había redactado unas que no la satisfacían del todo
por no reflejar el espíritu propio del Instituto y lo que ella realmente deseaba
era hacer un injerto del espíritu especial que Dios había puesto en mi alma
con las Reglas de san Ignacio252 pues el Instituto es una flor brotada en los

244
Recreo con la comunidad de Olaz (4 abril de 1915). En: REV, 16.
245
Recordemos que éste es el punto de llegada del camino espiritual que proponen
los Ejercicios en la conocida Contemplación para alcanzar amor [230-237].
246
A, 185-204.
247
30 de noviembre de 1902.
248
Septiembre de 1903. Desde aquí se atendía Santander y Bilbao.
249
La primera comunidad en Barcelona se inaugura en el barrio obrero de Sans el
23 de marzo de 1905. Desde allí se atienden los Centros de Manresa, Tarragona y
Tortosa. El 23 de abril de 1907, se abre una segunda casa en el centro de la ciudad
condal.
250
A, 197-199.
251
Rafael Merry del Val nace en Londres el año 1865 y muere en Roma el 1930.
Es ordenado sacerdote en 1888. Es nombrado Cardenal y Secretario de Estado por
el Papa Pío X (PSV, Informatio..., 47).
252
A, 206.

105
Ejercicios del espíritu de san Ignacio, estando la raíz en el Divino Cora-
zón253.
El P. Tarín le había dicho que, en el momento oportuno, Dios le pondría
en su camino quien la ayudase. Y así fue. Un día en Santander, el P. Zugasti 254
sj le pregunta si tenía terminadas las Constituciones y al decirle que no, le
recomienda hablar con el P. Cesáreo Ibero 255, Rector de Loyola y Maestro de
Novicios. Al año siguiente, bajo la dirección de este Padre, empieza la redac-
ción el día de san Ignacio256. La primera parte de las mismas se promulgó el
15 de agosto de 1906257. La redacción de la segunda parte se hizo inmediata-
mente.
Ese mismo año 1906 tiene que someterse a dos operaciones en Barcelona.
Primero, le tienen que intervenir una rodilla 258 y luego, un brazo259. En ellas
demuestra su gran capacidad de sufrimiento, pues son operaciones dolorosí-
simas y convalecencias molestas que soporta con paciencia y sentido del hu-
mor. Pero ni siquiera esto la detiene. Dolores se siente urgida por dentro, mo-
vida por una fuerza que reconoce no es suya sino de Dios. En plena convale-
cencia realiza en primera persona la fundación de Almería y continúa sus idas
y venidas a Loyola para supervisar la construcción del Noviciado y escribir
las Constituciones. Todos estos sufrimientos los ofrece por estas dos

253
T 131.
254
P. José Antonio Zugasti nace en Bilbao el 8 de febrero de 1861, ingresa en la
Compañía el 6 de julio de 1877 y muere en Orduña el 8 de octubre de 1920. Escritor
sobre temas variados, hagiógrafos y sociales sobre todo (En: AA.VV., Memorias del
P. Luis Martín, c. 50, n. 260 ; II, 606).
255
P. Cesáreo Ibero nace en Azpeitia (Guipúzcoa) el 1 de noviembre de 1864,
ingresa en la Compañía el 25 de julio de 1880 y muere en Bilbao el 25 de abril de
1942. (En: REVUELTA, M., La Compañía de Jesús en la España Contemporánea,
II, 607-610).
256
Cuenta en su Autobiografía: Le entregué todo lo que yo tenía escrito hacía
años y a lo que yo llamaba mis primeros apuntes. Estos, después de leídos, dijo que
los encontraba bien y que ése era el espíritu neto del nuevo Instituto ; y que esto no
pensaba tocarlo y sí sólo agregar (como era mi deseo) todas las Reglas de San Ig-
nacio que pudiéramos nosotras tener respecto a la vida religiosa. (A, 217)
257
Cfr. carta de la misma fecha (CDS, 64).
258
Enero de 1906 (cfr. AE, 81-82 y A , 199-200).
259
Abril de 1906 (cfr. AE, 82 y A, 200-203).

106
intenciones. Dolores ha interiorizado el valor del sufrimiento que, unido al de
Cristo, llega hasta el mismo Dios y lo hace fuente de bendiciones260. Incluso
se alegra de poder padecer para así poder demostrarle su amor.
En octubre de 1907 viaja a Roma con la única intención de conocer al
Papa Pío X261. Llega el día 12, Fiesta de la Virgen del Pilar. También lee esta
“coincidencia” como una prueba más de que sus pasos van acompañados por
la presencia maternal de la Virgen 262, su “compañera inseparable”. Dos días
más tarde es recibida en audiencia pública, a la espera de tener una audiencia
privada263, pese a no llevar ninguna recomendación264.
Durante esos días, por sugerencia del Card. Vives, presenta la redacción
de las Constituciones a un consultor de la Sagrada Congregación para pedirle
su opinión. Ante las múltiples objeciones, no ve oportuno presentarlas a la
Sagrada Congregación para su estudio por temor a que le quitasen aspectos
que consideraba esenciales265. Sin embargo, el 21 de noviembre, Fiesta de la

260
Yo hacía tiempo que todos mis sacrificios los ofrecía por el Noviciado de Lo-
yola; pero desde este día [en que se empezó la construcción del nuevo edificio], hasta
la más pequeña cosa, unido todo, por supuesto, a los méritos de Cristo, que esto es
lo que da valor a todas nuestras obras, unir la moneda de cobre con la de oro, y así
ofrecer al Padre Celestial lo nuestro con la Sangre de Cristo (A, 199). Más adelante
añade: ¡Qué alegría me dio al ver que mis sufrimientos habían sido aceptados para
servir de cimientos en el edificio que tanta gloria iba a dar a Dios ! (A, 204).
261
El Papa León XIII había muerto el año 1903.
262
[Llegamos] a Roma el 12 de octubre de 1907. Era el día de la Santísima Virgen
del Pilar y esta Madre amadísima se portó como siempre lo hace con todas nuestras
empresas, con su protección maternal (A, 223). Más adelante cae en la cuenta de
que, efectivamente, los grandes acontecimientos del Instituto se han realizado en fies-
tas marianas.
263
Los detalles de este viaje y todos los acontecimientos en torno a la aprobación
de las Constituciones están recogidos con mucho detalle en la Autobiografía, 223-
237.
264
El Card. Sancha se oponía a que realizase este viaje pues ponía grandes difi-
cultades cada vez que Dolores tenía que salir de Toledo, pero ella insistía pues veía
claro que era la voluntad de Dios. Aunque al final el Cardenal accedió, no quiso darle
ninguna recomendación para tener una audiencia con Pío X.
265
Al Consultor, Mons. Batandier, le parecía exagerado tener dos años de Novi-
ciado, hacer una experiencia apostólica antes de los Primeros Votos y poner Tercera
107
Presentación de la Virgen, recibe directamente del Sumo Pontífice la aproba-
ción definitiva de las Constituciones del "Instituto de Damas Catequistas",
hecho que todos consideran “milagroso” por el poco tiempo desde la funda-
ción y por su aprobación directa sin poner ninguna traba a su nueva concep-
ción de la vida religiosa266. Por lo extraordinario de la aprobación, le piden
guardar secreto por un tiempo. Las Constituciones se promulgan el día de la
Inmaculada267.
Muchos acontecimientos y trasiego en muy pocos años. Mientras tanto,
¿qué está pasando en el interior de Dolores?
La mitad de sus apuntes autobiográficos corresponden a estos últimos años
de su vida: Autobiografía, notas de retiros mensuales, Ejercicios Espirituales,
exámenes prácticos, cuentas de conciencia, propósitos, jaculatorias. Sin em-
bargo, pese a la abundancia de materiales, se percibe una progresiva simpli-
ficación, concentrándose cada vez más en dos o tres puntos básicos.
Todos estos sucesos están escritos con gran sensibilidad espiritual pues
todos ellos son leídos como conducidos directamente por Dios. Toda su re-
dacción está entrelazada de exclamaciones, acciones de gracias, alabanzas a
Dios que es quien va conduciendo su vida y el desarrollo del Instituto. Pero,
intentemos bajar a los detalles y seguir su vida por dentro.
Primero nos adentraremos en la forma como solía distribuir su jornada,
pues ello nos pondrá al descubierto sus prioridades. La distribución del día
que ella elaboró para todas las comunidades era la siguiente 268:

Probación. También le parecía muy exigente la forma de plantear el voto de obedien-


cia.
266
Los elementos tradicionales de la vida religiosa tales como el hábito y deter-
minados signos externos, convento, etc., son eliminados, apareciendo siempre al ex-
terior con una presencia laical precisamente para adentrarse en los lugares más aleja-
dos de Dios y de la Iglesia. Dolores reinterpreta estos elementos y los interioriza:
Nuestro convento es el mundo entero; nuestra celda, el Corazón de Jesús ; nuestro
hábito, el manto de modestia ; las penitencias exteriores, la trituración de la voluntad
y de los afectos del corazón (cfr. Carta sobre la Perfecta Catequista. En: Devocio-
nario, 68-73. (Ver nota 58).
267
Dolores mantiene una relación cariñosa y filial con María. Siempre que está
en su mano, elige fiestas de la Virgen para dar realce a determinados acontecimien-
tos y muchas de las casas fundadas por ella están bajo una de sus advocaciones.
268
A, 207-208.

108
5 Levantarse.
5½-6½ Meditación y examen.
6½ Horas Menores.
7 Misa, comulgando antes de empezarla.
7½ Desayuno.
8 Limpieza de las habitaciones.
9 Estudio.
10 Visita al Santísimo y explicaciones.
11 Visita al Santísimo.
11-11½ Estudio de las Reglas.
11½ Examen general y particular.
12 Comida.
12½-1½ Recreo.
1½-2 Quiete.
2 Vísperas y Completas.
2½ Lectura.
3 Cada una a sus respectivos cargos y ministerios.
6½ Rosario y Bendición con el Santísimo.
—Exposición Menor—
7½ Cenar.
8-9 Recreo.
Una vez más aparece con claridad que no todo es actividad exterior sino
que asigna mucho espacio a los ejercicios espirituales y a la vida comunitaria.
O, dicho de otro modo, la actividad está sostenida y alimentada por la fuerte
vida interior.
Así mismo, sigue realizando un día de retiro al mes y sus Ejercicios Espi-
rituales anuales de ocho días. Hay constancia de que incluso cuando viajaba
intentaba cumplir con exactitud esta distribución.
Sin embargo, un día normal de Dolores empezaba más temprano. En los
primeros años de la fundación su salud era buena y podía, sin hacer impru-
dencias, llevar una vida un poco más rigurosa. Antes de que bajase la comu-
nidad, Dolores ya llevaba una hora, o por lo menos tres cuartos, al pie del
Sagrario.

109
La Eucaristía era una de sus devociones preferidas. En realidad, era más
que una devoción. Es lugar de encuentro, de presencia, de comunión, de ins-
piración. Hay constancia de que pasaba largos ratos de oración gratuita junto
al “Prisionero de amor”. Incluso los meses que no podía hacer retiro, pasaba
velando al Santísimo toda una noche.
Por su falta de vista, por los continuos cambios de residencia y por su
temperamento inquieto, Dolores no tuvo grandes estudios ni preparación 269.
El primer año que se hizo cargo de las Novicias comenta que cuando tenía
que hablar a sus Hijas cinco minutos antes me voy al Sagrario y le digo a
nuestro Jesús: Déjame abrir la puerta de tu Corazón divino, donde se encie-
rran los tesoros de tu sabiduría celestial, y dame una gotita no más para
transmitirla a mis Hijas. Que no haya nada mío y sí todo tuyo270. De este
modo, tenía garantizado que en todo lo que dijera no hubiese nada de ella y
sí todo de Dios. Aquí Dolores tiene la experiencia que describe san Ignacio
al final de los Ejercicios: el amor consiste en la comunicación de las dos
partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de
lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera
que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene...271.
Al pie del Sagrario arregla todos los asuntos del día:
¡Y qué bien se arreglan allí, donde no hay nada humano y sí sólo todo
es divino! ¡Porque el cumplimiento de la divina voluntad deseamos y
en busca de conocerla vamos allí! (...) La fortaleza que se recibe al pie
del Sagrario, no se parece a nada... La inspiración con que llena el
alma no deja lugar a la vacilación de lo que quiere de nosotros, para
unir nuestro querer a sus quereres divinos... La unión de voluntades

269
Yo os aseguro que en toda mi vida no he tenido tiempo de leer un libro, ni de
inspirarme en nada. Así como Martirio devoraba los libros... ¡esa sí que ha leído de
vida espiritual! ... las Moradas; las Noches claras y oscuras, etc. de todo sabe.
Cuando volvía a casa, de vuelta de mis correrías, siempre la encontraba leyendo; en
cambio yo nunca tuve tiempo ni afición. (De un recreo con las Novicias, Olaz, 29 de
agosto de 1916. En: REV, 32). Y, un año más tarde comenta: Yo no he estudiado ni
he aprendido nada para fundar, pero en cambio he hecho siempre los Ejercicios de
S. Ignacio... para que veáis que es Dios, Dios y sólo Dios el que lo ha hecho todo.
(De un recreo con las Novicias, Olaz, 26 de julio de 1917. En: REV, 52).
270
A, 244.
271
EE [231].

110
que allí se realiza es indisoluble... La unión de corazones que por me-
dio del cambio voluntario allí se establece... es dejar de tener vida el
nuestro para vivir sólo del suyo Divino, y entonces ya no necesitamos
nada más para todo el día y para toda nuestra vida...272.
Para ella, estar ante la presencia eucarística es estar ante la gloria divina y
ante ella tiene grandes experiencias místicas. Es el momento donde ella siente
que se consuma el acto de total unión entre Dios y la criatura. La Eucaristía
es el lugar donde se producen dos milagros extraordinarios: la unión indiso-
luble entre Dios y la persona al nivel de la voluntad, haciendo nuestra la de
Dios hasta no distinguirse entre ambas; y la plena transformación en Dios
hasta el punto de no tener ya más vida propia sino que es la misma vida de
Dios la que se comunica a la persona 273.
Es la experiencia que tuvo en la Hora Santa de Sevilla del año 1901 y que
recoge la síntesis de todo su proceso interior : la identificación con la volun-
tad de Dios, una voluntad buscada, querida y realizada, no sin sufrimiento, y
la transformación en Dios precisamente por esa identificación con su volun-
tad. Por eso, en dicha Hora Santa pide que al calor de esa Fragua Divina nos
arrojemos como pedazos de hierro, para salir fundidas en el perfecto modelo
que queremos copiar; y no tener vida propia, sino la que nos dé su aliento
divino274.

272
A, 249-250.
273
Para abordar algunos aspectos de esta etapa del itinerario espiritual de Dolores,
resulta iluminador acudir a dos grandes doctores espirituales como santa Teresa de
Jesús y san Juan de la Cruz, aunque no pertenezcan a la espiritualidad ignaciana. Sin
embargo, existen notables semejanzas y sería interesante poder hacer un estudio por-
menorizado de las mismas. Así, por ejemplo, nos llama la atención la semejanza que
existe entre la experiencia que describe Dolores y la que narra santa Teresa en las
séptimas moradas al explicar la diferencia entre el desposorio y el matrimonio espi-
ritual. En el desposorio existe unión con Dios, pero momentánea “porque aunque
unión es juntarse dos cosas en una, en fin, se pueden apartar y quedar cada cosa por
sí”. En cambio, en el matrimonio espiritual, la unión que se produce es indisoluble,
“es como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua,
que no podrán ya dividir ni apartar cuál es el agua del río o lo que cayó del cielo”
(7M 2,5-6).
274
De la Hora Santa en Sevilla (cfr. nota 223).

111
En realidad, este es el proceso interior que ella ha ido viviendo y hacia
donde ha ido convergiendo todo: la unión con la voluntad divina y su trans-
formación en Dios. Y podríamos asegurar que se da un grado de unión similar
al que algunos autores espirituales denominan matrimonio espiritual. Sí, la
cima espiritual de Dolores se da en esta unión cada vez más indisoluble con
la voluntad de Dios que es, en última instancia, la conformación plena con
Él: ya no son dos, son uno solo275. Muchos de sus escritos sobre retiros y

275
Al respecto, san Juan de la Cruz escribe: “...cuando hablamos de unión del
alma con Dios, (...) [hablamos] de la unión y transformación del alma con Dios, que
no está siempre hecha, sino sólo cuando viene a haber semejanza de amor (...). La
cual es cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están
en uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra. Y así, cuando el
alma quitare de sí totalmente lo que repugna y no conforma con la voluntad divina,
quedará transformada en Dios por amor” (2S 5,3).
“En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia
en sí solamente y en tenerle también por unión. Que lo uno es bien quererse, y lo otro
es también comunicarse. Que es tanta la diferencia como [la que] hay entre el despo-
sorio y el matrimonio. Porque en el desposorio sólo hay un igualado sí, y una sola
voluntad de ambas partes (...) mas en el matrimonio hay también comunicación de
personas y unión (...). Cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en sus poten-
cias, que la voluntad esté muy purgada de otros gustos y apetitos extraños (...) y en-
teramente dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del
alma una en un consentimiento propio y libre, [ha] llegado a tener a Dios por gracia
de voluntad todo lo que puede por vía de voluntad y gracia. Y esto es haberle Dios
dado, en el sí de ella, su verdadero sí y entero de su gracia. Y éste es un alto estado
de desposorio espiritual del alma con el Verbo [en] el cual el Esposo la hace grandes
mercedes y la visita amorosísimamente muchas veces, en que ella recibe grandes fa-
vores y deleites. Pero no tienen que ver con los del matrimonio, porque todos son
disposiciones para la unión del matrimonio. Y así, entre Dios y el alma está actual-
mente formado un amor recíproco en conformidad de la unión y entrega matrimonial,
en que los bienes de entrambos, que son la divina esencia, poseyéndolos cada uno
libremente por razón de la entrega voluntaria del uno al otro, los poseen entrambos
juntos, diciendo el uno al otro lo que el Hijo de Dios dijo al Padre por San Juan, es a
saber : (...) Todos mis bienes son tuyos, y tus bienes míos y clarificado soy en ellos.
Lo cual en la otra vida es sin intermisión en la fruición perfecta ; pero en este estado
de unión acaece cuando Dios ejercita en el alma este acto de la transformación, aun-
que no con la perfección que en la otra” (L 3, 24-25.79). Cfr. también la nota 273.
Sería el equivalente a lo que, de manera más sencilla, San Ignacio escribe en la
Contemplación para alcanzar amor: “el amor consiste en comunicación de las dos
partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que
112
Ejercicios recogen de un modo u otro este deseo que, a su vez, se convierte
en propósito: la unión cada vez más estrecha con la voluntad de Dios. Y, este
deseo, poco a poco se va haciendo realidad y desemboca en auténtica trans-
formación en Él. Vamos a intentar seguir poco a poco este proceso a lo largo
de la etapa que estamos considerando.
Los tiempos previos a la fundación del Instituto los vive bajo esta inten-
ción: Unión completa de la voluntad Divina con la mía y dejarme gobernar
según su beneplácito276. Y su jaculatoria preferida es: Señor, hágase de mí,
en mí y por mí tu Santísima Voluntad, ahora y por siempre jamás 277. Todo su
ser está polarizado hacia este único deseo: buscar la voluntad de Dios para
cumplirla.
Esa búsqueda y cumplimiento de la voluntad de Dios no es sólo un deseo
abstracto que se vive en momentos puntuales, sino que supone el desarrollo
de una sensibilidad especial que le permite captar las inspiraciones divinas en
la cotidianidad de la vida pues la inspiración de Dios se comunica al alma lo
mismo en un rincón del templo en gran recogimiento, como en las plazas, en
calles, en visitas y en convites278. Pero para ello es preciso estar especialmente
unida a Dios, vivir en Él: Elijo el Corazón Amantísimo de mi Jesús para mo-
rar en Él estos días de retiro y percibir sus divinas inspiraciones y ayudada
con su gracia, ponerlas por obra279.
Un tercer aspecto a tener en cuenta es que, como hemos dicho anterior-
mente, no se trata de un cumplimiento frío y servil. Lo que destaca es su deseo
de agradar: Mi Dios y mi Todo, tú quieres que yo haga esto ahora, pues te lo
ofrezco a tu mayor gloria280.

tiene o puede...” EE [231], en cuyo contexto introduce la conocida oración “Tomad,


Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.”
EE [234]
276
Retiros, febrero y abril de 1900 (AE, 76).
277
Retiro, julio 1901 (AE, 78).
278
A, 279.
279
EE, septiembre 1902 (AE, 47).
280
Retiro, diciembre 1902 (AE, 78).

113
Dolores alcanzó la gracia de unir su voluntad a la de Dios, pero esta unión
no se da de manera automática. No basta desear, hay que poner los medios.
Por eso, Dolores realiza un trabajo personal serio encaminado a eliminar todo
lo que pueda suponer un obstáculo para la realización de este deseo. Hay que
tener en cuenta que en muchas ocasiones la voluntad de Dios no coincide con
la propia voluntad, por eso pide: Estar siempre colgada de la voluntad de
Dios, pisoteando la mía, purificando mi intención en todo 281. Por otro lado,
supone estar abierta a los imprevistos y en disposición para aceptar situacio-
nes que no siempre resultan comprensibles a primera vista: Conformidad con
la voluntad de Dios, por no poder hacer mis Ejercicios anuales a causa de
mi enfermedad”282. Pero no se trata sólo de conformarse, entendido como
aceptación resignada, sino de conformarse en el sentido más profundo del
término; es decir, hacerse-una-con. Por eso, su aspiración más profunda es:
Unión íntima con la voluntad de Dios, al ver que no había podido hacer los
Ejercicios en Manresa, por romperme el brazo 283.
La centralidad que ocupa en ella la conformidad con la voluntad divina
explica su insistencia en el ejercicio de triturar la propia voluntad en todo,
prefiriendo esto a las penitencias exteriores, pues sabe que el gran enemigo
de la voluntad de Dios es el regirse únicamente por uno mismo.
La búsqueda de la voluntad de Dios termina convirtiéndose en energía
dinamizadora que jalona toda su existencia: Señor, ¿qué quieres que haga?
Habla, que tu Dolores escucha, ansiosa de hacer en todo tu Santísima Vo-
luntad284. Todos sus movimientos y acciones sólo se explican desde aquí: el
deseo vehemente de cumplir Su voluntad en lo pequeño, en lo grande, en lo
sencillo, en lo cotidiano. Puede afirmarse que a esta altura del proceso, Dolo-
res no hace nada por propia voluntad y que, cuando descubre la voluntad de
Dios, nada ni nadie la detiene, aunque le cueste285.

281
EE, diciembre 1904 (AE, 79).
282
Operación de la pierna en Barcelona. Retiro, enero 1906 (AE, 81-82).
283
Retiro, abril 1906 (AE, 82).
284
Retiro, abril 1908 (AE, 84).
285
Escribe santa Teresa: “En lo que está la suma perfección claro está que no es
en regalos interiores ni en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profe-
cía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa
entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan
114
Pero aún es posible ir más allá. El deseo de cumplir la voluntad de Dios
va dando paso progresivamente a lo que en espiritualidad se denomina una
cierta “pasividad”; es decir, es Dios mismo quien cada vez va adquiriendo un
mayor protagonismo y el trabajo personal consiste en abandonarse en sus ma-
nos: Me arrojo en el regazo de tu amor, para que me gobiernes según tu
beneplácito divino286; abandono que surge del amor confiado, pues sólo quien
ama puede entregarse hasta perderse en el ser amado, y sólo quien se siente
profundamente amado puede llegar a confiar la vida entera en el otro sin te-
mor alguno.
Es tal su confianza en Dios y su unión con la voluntad divina, que llegó a
alcanzar la auténtica “indiferencia ignaciana”. Al evocar sus vivencias la vís-
pera de la aprobación de las Constituciones, recuerda: Mis compañeras, a la
vez que emocionadas, me preguntaban cuál era la causa de aquella indife-
rencia mía. Yo no lo sabía y sí sólo sentía una unión de mi voluntad con la
de mi Dios...287. Dolores se siente indiferente, profundamente libre, pues per-
sonalmente no desea ni teme nada, pues sabe que es Dios quien conduce los
acontecimientos.
Esta experiencia, convertida en convicción vital, es la que está detrás de
su profundo sentido de instrumento. Sentirse instrumento no es sentirse utili-
zada como un objeto inerte. Sentirse instrumento es la experiencia de estar
plenamente unida a Dios. Y la unión entre el instrumento y Dios llega a ser
tan estrecha, que culmina en la fusión: Jesús mío, Tú y yo, los dos uno, para
obrar en todo288. Sí, ella es un instrumento en manos de Dios, por eso no se
atribuye nada y ha superado el temor ante el futuro, pues simplemente es con-
ducida, movida, llevada, precisamente porque ya no pone ningún obstáculo a
la acción divina.

alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Ma-


jestad. Esto parece dificultosísimo, no el hacerlo, sino este contentarnos con lo que
de en todo en todo nuestra voluntad contradice conforme a nuestro natural; y ansí es
verdad que lo es. Mas esta fuerza tiene el amor si es perfecto, que olvidamos nuestro
contento para contentar a quien amamos” (F 5,10).
286
Retiro, junio 1909 (AE, 86).
287
A, 233.
288
Jaculatoria, abril 1910 (AE, 88).

115
En todo este proceso de identificación permanente con la voluntad de
Dios, Dolores no deja de lado las mediaciones. Dios se le comunica interna-
mente, pero ella lo consulta todo, lo de dentro y lo de fuera, tanto con su
Director Espiritual289 como, en su momento, con el Cardenal Protector del
Instituto. Sin embargo, poco a poco va aumentando la inmediatez con Dios,
que es otro de los rasgos que caracterizan a quienes han alcanzado la plena
madurez espiritual:
Me apuraba muchas veces el que parecía que yo obraba en todo con-
forme a mi voluntad y deseaba yo tener algún Padre de toda mi con-
fianza a quien a veces le consultase algún apuro gordo, de los mu-
chos que me pasaban de distinta índole; pero el que más confianza y
fe me inspiraba era el P. Tarín y éste estaba siempre de misiones,
viajando sin parar, y en algunas ocasiones que le escribía, no recibía
la contestación hasta después de pasado el apuro, diciéndome lo ha-
cía a propósito para que lo decidiese todo al pie del Sagrario, sin
intervención de criatura ninguna... Y así sucedía aumentándose mi
fe, si posible fuese, de día en día. En cambio me tropezaba con otros
Padres que me insinuaban el deseo de meterse en todo, y varios con
pretensiones de ser Directores Generales; y esto se me resistía por
entender que Dios no lo quería así290.
Este deseo de cumplir la voluntad de Dios y de moverse a impulsos de ésta
hasta que Dios se convierte en el motor y centro de su persona, va insepara-
blemente unido a otro deseo cada vez más vivo en ella: la continua presencia
de Dios291. El “Peregrino Ruso” está animado por el deseo de alcanzar la ora-
ción continua; Dolores Sopeña aspira a alcanzar la presencia continua de
Dios.
A medida que Dolores avanza hacia la cima espiritual, crece su deseo de
vivir de forma estable en la presencia de Dios, y todos sus esfuerzos se dirigen

289
Durante este periodo su Director espiritual es el P. Tarín. Ella le enviaba todos
los meses por escrito sus cuentas de conciencia y, en muchas ocasiones, él le daba las
orientaciones pertinentes para sus retiros mensuales.
290
A, 251.
291
Éste es otro rasgo de la plena madurez espiritual. Santa Teresa habla amplia-
mente de él en las séptimas moradas y existe gran coincidencia con lo expresado por
Dolores. No citamos todas las referencias por no alargarnos.

116
a conseguirla. Recordemos que, para Dolores, los deseos se convierten en
propósitos y, los propósitos, se consiguen poniendo en juego a toda la persona
y buscando industrias y medios adecuados. Casi podríamos afirmar que, para
ella, la autenticidad de los deseos se prueba en su puesta en práctica. De allí
nuestra afirmación de que, la suya, es una espiritualidad práctica. Pero reco-
rramos despacio este proceso y su modo de entender y vivir la presencia de
Dios.
Uno de los caballos de batalla de Dolores fue alcanzar la integración de su
actividad exterior con su vida interior; lograr la integración entre consagra-
ción total a Dios y dedicación plena al apostolado.
En esta etapa parece que ha encontrado el lazo de unión entre ambas:
Es necesario también que todas mis acciones conserven una continua
presencia de Dios, como principio y fin de mi ocupación actual; que
trabaje bajo sus miradas (...) hacer todo según Dios. Entonces no me
buscaré a mí misma sino que buscaré a Jesucristo, haré la obra de
Dios y Dios hará mis obras. Vivir de este modo es llevar una vida
perfecta, llamada mixta, que consiste en la unión de la vida activa y
de la vida contemplativa292.
Su modo de expresarse refleja que estamos ante una intuición, una luz que,
a partir de aquí, día a día se irá convirtiendo en realidad. La lógica es sencilla.
Si actuamos siempre bajo la mirada de Dios, si estamos siempre ante su pre-
sencia, ya no hay dicotomía, no hay ruptura, no hace falta dejar la actividad
para estar con Dios ni hace falta dejar a Dios para volver a la actividad. Así
de simple. La meta está clara, la cuestión se juega en cómo alcanzarla.
Los medios empleados son múltiples:
Hacer 100 actos de presencia al día, hacer una comunión espiritual
cada hora, llevar un Kempis chiquito en el bolsillo y aprovechar
cuando tenga que esperar o ir en los tranvías, leer máximas para ir
meditándolas por la calle. Pero no basta, su deseo es: que mi sola
aspiración sea no hacer 100 actos de su presencia al día y sí sólo
uno desde el despertar hasta el dormirme, y que aun dormida lata mi
corazón por Él solo293.

292
Retiro, febrero 1900 (AE, 43).
293
EE, enero 1901 (AE, 45).

117
En realidad estamos ante otra manifestación de su unión indisoluble con
Dios: despierta o dormida, trabajando o descansando, su deseo es estar siem-
pre con Él.
Durante estos años su actividad exterior no disminuye. Tiene que viajar
constantemente y su trato con todo tipo de personas es continuo. Pero esto ya
no es un obstáculo; el secreto está en que, por fin, Marta y María andan juntas
(cfr. Lc 10, 38-42).
Sabe que unir la acción y la contemplación no es sencillo, por eso, es más
bien una gracia que pide con insistencia a lo largo de todos estos años:
que me conceda la gracia de que el quehacer exterior y el trato con
las criaturas en que tengo que estar constantemente, no interrumpan
mi conversación interior con el amado de mi alma, contemplándole
siempre como centro de todas mis operaciones294.
Dolores camina con paso decidido hacia la integración plena de su vida,
sus deseos, sus afectos, sus actividades, en Dios; Él es el centro, el eje orde-
nador de todo.
Cada vez aumenta los medios: visitas al Santísimo cada dos horas ; dedi-
car más tiempo a los exámenes; ofrecer todas las obras por pequeñas que
sean295; decir 200 veces al día “a mayor gloria de Dios”296; examen particular
de la presencia de Dios cada hora, haciendo una Comunión espiritual, me-
tiéndose en el Sagrario con todas sus hijas 297;
todas las horas recorrer los Sagrarios del mundo entero y detenerme
en uno metiéndome yo en él con todas mis hijas y el P.I[bero] (...) y
durante la hora trabajar bajo la influencia de su mirada amorosa298.
No es voluntarismo, todo rezuma amor, amor que necesita manifestarse
en obras. Y estos propósitos los renueva mes tras mes, año tras año y los
evalúa y da cuenta de los mismos.

294
Ibid.
295
Retiro, diciembre 1902 (AE, 78).
296
Retiro, febrero 1905 (AE, 81).
297
Retiro, septiembre 1905 (AE, 81). El mes anterior se había propuesto hacer el
examen cada cuarto de hora, pero se ve fue excesivo.
298
Retiro, junio 1906 (AE, 82).

118
Que éste es un elemento central en su espiritualidad lo confirma el que, al
meditar el Infierno, escribe: El [infierno] que padece [mi alma] en esta vida
es, no estar en continua presencia de mi Dios...”299.
Todos estos deseos de que su vida entera transcurra bajo la mirada amo-
rosa de Dios, también la van conduciendo poco a poco a su plena transforma-
ción en Él. Es decir, lo que realmente siente es
deseos vehementes (...) de que mi vida entera sea un prolongado sus-
piro de amor... que enferme de amor... que me consuma de amor...
que muera de amor... que haga locuras de amor divino y que obre
siempre amándole y demostrándole, con obras, mi amor.
Una vez más, lo que la anima, lo que la motiva es el amor que siente, un
amor que tiende a la transformación en el otro. Por eso, Dolores no se con-
forma con mantenerse en la presencia de Dios, y a continuación pide: me
concediera el obrar sobre la tierra como un pedazo de Él mismo300.
Este deseo de mantenerse en continua presencia de Dios se une con la
búsqueda de su voluntad. Ya no busca sólo que los quehaceres exteriores no
interrumpan su conversación interior con Jesús; esa conversación se convierte
en consulta permanente: Dios es el amigo, el compañero, el amante insepara-
ble301. Todo, poco a poco, va convergiendo hacia el mismo punto: Jesús mío,
Tú y yo, los dos uno, para obrar en todo302. El punto de llegada es el mismo:
la unión con Dios, pero una unión que culmina en la inhabitación de Dios en
ella, como en una nueva encarnación: Dios vive en ella y ella vive en Dios.
Cada vez su trato con Dios es más íntimo, más personal, más continuo, sin
cortes, precisamente porque está siempre con Él. Su deseo es alcanzar cada
vez mayor intimidad:
Sentí deseos ardientes de vivir sola con mi Jesús y formarme esta
soledad en mi corazón, aun en medio del bullicio del mundo303.

299
EE, diciembre 1904 (AE, 79).
300
EE, julio 1907 (AE, 50-51).
301
Cfr. retiro, julio 1908 (AE, 85).
302
Jaculatoria abril 1910 (AE, 88).
303
EE, julio 1907 (AE, 49).

119
No se trata de apartarse del mundo, se trata de estar en el mundo estando
en Dios, y esto es posible al tener en Él su morada permanente 304.
Detrás de todos esos deseos de unión, de intimidad, se esconde una mujer
seducida, enamorada, que aspira a crecer cada día más en ese amor: Mi Jesús,
amor, dame más amor; enamórame bien de Ti... para no vivir nada más que
en Ti... por Ti... y para Ti...305.
Ese amor se personaliza cada vez más, pues llega a comprender que el
amor es Dios mismo: Mi Jesús, amor, dame más amor. Dame a ti mismo y
esto me basta306. Por eso, cuando las novicias le decían ¡qué difícil es nuestra
vocación!, ella sencillamente contestaba: Lo único que hace falta es saber
enamorarse bien de la perfección divina... y entonces todo se hace fácil.307
Pero no es puro romanticismo. Alcanzar este grado de unión también su-
pone mucho trabajo personal: Enséñame a morir a mí misma y sólo vivir de
Ti, para Ti, por Ti308. Una y otra vez insiste en que hay que morir a uno
mismo, vaciarse de uno mismo para dejarle sitio a Dios. Por eso, junto al
ejercicio de triturar la propia voluntad, insiste sobremanera en el ejercicio de
triturar los afectos del corazón:
La suma perfección consiste en la trituración de los afectos del co-
razón y en el rendimiento completo de la voluntad...; de este modo
estaremos entregadas, unidas, arrojadas completamente en brazos
de Dios, con confianza sin límites, con ese abandono total que es
condición indispensable para ir adelante. Ese no pensar en mí por-
que Él lo piensa todo, Él lo hace todo309.

304
Dolores formula esta síntesis personal en la Regla 5ª: Vivirán en medio del
mundo, inflamadas en el celo de la gloria divina y atentas únicamente a la obra de
la salvación de las almas, por las que estarán siempre dispuestas a sacrificarse; para
esto procuren tener su constante morada en el Corazón amantísimo de Jesús, donde
estarán resguardadas contra todos los asaltos del enemigo. Esta regla, junto con la
11ª, presentan lo esencial de su espiritualidad (cfr. nota 230).
305
Todas estas jaculatorias corresponden al año 1905, pero se prolongan en el
tiempo (AE, 81).
306
Retiro, abril 1907 (AE, 83).
307
A, 255.
308
Retiro, julio 1905 (AE, 81).
309
T 430 (Tomado de una Visita General: Olaz, 12 de agosto de 1916).

120
Esta es la orientación que ella da a las penitencias: preferir la interior a la
exterior, entendiendo por interior la que se dirige a ordenar los afectos y la
voluntad como paso previo y preparación a la unión con Dios pues, para hacer
la voluntad de Dios, hay que aprender a subordinar la propia, y para que Dios
ocupe el centro del corazón, hay que ordenar los afectos en torno a ese centro.
La unión con Dios así concebida, no desemboca en un intimismo; al contrario,
cada vez despliega más sus alas y aumenta su proyección hacia fuera.
Dolores ha sido siempre una mujer emprendedora y dinámica, pero su tra-
bajo ha sido siempre trabajo apostólico, respuesta a la llamada de Dios a co-
laborar con Él en la extensión de su Reino, no mero activismo. Con el paso
de los años no disminuye su actividad, al contrario, cada día se siente más
urgida. Y cada vez más, ese trabajo es expresión de amor. Es el amor el que
la mueve, y una persona enamorada hace locuras de amor divino 310. Basta
recordar todas sus realizaciones en estos años.
Al mismo tiempo, su unión con Dios, la hace más fecunda, más eficaz,
pues el saberse instrumento en sus manos libera todas sus energías, despliega
sus alas y redobla su audacia: Si es Dios quien actúa, no hay obstáculo que
no pueda ser vencido; si es Dios quien realiza las obras, ¿qué podemos te-
mer?, ¿quién nos puede detener?; si es Dios el verdadero Artífice, ¿qué im-
porta el instrumento?:
Concédeme el emprender empresas grandes para tu gloria, aun
cuando no tenga auxilios humanos ninguno... téngate a Ti... y esto
me basta. Somos pobres, qué importa si Tú eres riquísimo; somos ig-
norantes, qué importa si eres Sabiduría infinita; somos débiles, qué
importa, si eres fortaleza misma; estamos sin virtudes sólidas, qué
importa, si Tú eres Santísimo... Así es que soy rica, sabia, fuerte,
santa. Yo pongo el vaso de mi corazón vacío y Tú me lo llenas de
todo lo que sea necesario para ser ciego instrumento de tu gloria311.
No es temeridad ni ingenuidad, es lucidez y confianza. Este es su secreto:
su audacia es expresión de su confianza en Dios. Esta es la manifestación
concreta de su descentramiento y raíz de su fecundidad apostólica.

310
EE, diciembre 1904 (AE, 80).
311
EE, septiembre 1902 (AE, 47). Cfr. nota 275.

121
Así mismo, esto nos ofrece otra de las claves para comprender su concep-
ción del pecado: El pecado venial.- Con horror vi sus consecuencias y sobre
todo hacerse inútil instrumento para ayudar a las almas312. Porque el pecado
rompe la comunión con Dios, es decir, rompe la unión entre el instrumento y
quien lo utiliza, éste pierde su virtualidad y su eficacia; se vuelve inútil.
El año 1909 es especialmente fecundo.
El 30 de mayo funda en Madrid 313; en julio, el Noviciado se traslada de
Toledo a Loyola, aunque estaba sin terminar 314. En septiembre, abre una co-
munidad en Sevilla315 y, a continuación, otra en Sanlúcar.
Al año siguiente, el día de san Ignacio, se inaugura el Noviciado. Dolores
amanece completamente ciega316 y al recordarlo, exclama:
¡Qué cosas tan bonitas hace Dios! Llena de ilusiones para lo que
tanto nos ilusionaba ver terminado, y estar ciega totalmente. Y con-
tinúa su reflexión: Seguí el camino que el mismo Dios me trazara,
pero éste solía ser siempre el seguir sus huellas ensangrentadas.
Pero siempre también sentía la fortaleza interior que necesitaba, y
veía claro me venia del que es fortaleza para sostener a los débiles
que necesitan apoyo para caminar por los desiertos de la vida; y así
parecen por los que Nuestro Señor lleva a algunas almas que Él sólo
las puede sostener... ¡Qué fuerzas interiores se sienten, qué seguri-
dad de que no camina una sola! ...317.
Una vez más aparece el sufrimiento como camino de identificación con
Cristo y su plena conformidad con los designios de Dios.
A continuación de la inauguración, se celebra el I Capítulo General. En él
es elegida Superiora General y se terminan de dar algunos retoques a la orga-
nización del Instituto.

312
EE, julio 1907 (AE, 48).
313
Se inaugura el 31 de mayo de 1909. A esta fundación le dedica algunas páginas
en su Autobiografía por lo que supuso para ella volver a Madrid. (cfr. A, 271ss.).
314
Acababa de morir el Card. Sancha, en febrero de 1909.
315
Los Centros de Sevilla se atendían desde Carmona. El 17 de septiembre de
1909, esta comunidad se traslada a Sevilla para desde allí atender Carmona.
316
Este ataque a la vista le duró dos meses (A, 292).
317
Ibid.

122
Gran actividad exterior y profunda actividad interior. En medio del tra-
siego de la vida, Dolores va caminando hacia la comunión trinitaria, y ese
camino, como ya hemos visto, no está exento de luchas, dificultades, contra-
dicciones y sufrimientos a todos los niveles. Y es que el seguimiento com-
porta también luchas, dificultades y contradicciones, y el discípulo está lla-
mado a correr la suerte de su Maestro (cf. Mt 10, 16-24).
De hecho, al final de su Autobiografía, escribe:
Nuestro Señor se ha divertido siempre con mis ensueños de gozar,
cambiándolos por los sufrimientos profundos de mi alma, y esto le
place y yo hago con gusto lo que es el suyo. ¡Qué fuerzas interiores
da para cumplirlo y qué confianza tan ciega para cumplir lo que or-
dena! Sólo Él sabe dar esta fuerza irresistible, reconociendo a la vez
no es de una, nada...318.
Y recordemos que en estas páginas está releyendo e interpretando su vida
y una clave fundamental es el papel que en ella jugó el sufrimiento.
A nivel externo las dificultades le vienen por diversos frentes.
Por un lado, dificultades en las fundaciones, no tanto porque no contaran
con medios de subsistencia suficientes pues disfrutaba cuando podía sentir
los efectos de la pobreza319, sino por la oposición encontrada entre personas
que ella creía debían ayudarla: sacerdotes, religiosos, señoras 320. Y esta era
una de las cosas que más la hacían sufrir, la lima sorda de los buenos (cfr. Jn
16,1-2).
Por otro, tiene que encarar todo un proceso de adaptación de las Doctrinas
a los tiempos anticlericales que corren 321. Pero lo peor era que muchos no

318
A, 313.
319
A, 191; 211; 287.
320
A, 277-278; 286-287.
321
“De 1875 a 1936 la religiosidad católica española sufre una lenta sangría in-
terna. La política liberaloide en el peor sentido de la palabra, el caciquismo en los
pueblos, la libertad de Prensa y de espectáculos cada vez más amplia y atrevida, la
población urbana en aumento, la industrialización aunque limitada a ciertas zonas, y
sobre todo la inteligencia y perseverante actuación de la Institución de Libre Ense-
ñanza en el terreno de la instrucción, y la del Partido Socialista con sus sindicatos...,
lo fueron todo barrenando poco a poco (...). A pesar de los esfuerzos del clero (no
demasiados ni demasiado a punto y a tiempo ; en conjunto, no supo responder como
123
comprendían que estas religiosas no llevasen hábito, que apareciesen exter-
namente como señoras, que actuasen como miembros de una asociación civil
y desde una plataforma no confesional, y que no enseñasen directamente el
catecismo, por lo que fueron acusadas de ser simplemente una institución
laica322. Pocos entendieron que este cambio de metodología se adaptaba per-
fectamente a los nuevos tiempos. Además, en muchos ambientes se mante-
nían los efectos de los comentarios a raíz de su salida de Madrid. Esto provocó
que muchos padres jesuitas no sólo no la apoyaran sino que se formaran un
mal concepto de ella. Así, por ejemplo, al comentar la fundación en Madrid,
escribe:
...empezamos a luchar con las mismas personas que estaban llama-
das a ayudarnos. Yo fui a ofrecerme y visitar al Padre Provincial de
los Padres Jesuitas, y como confesaba a las que estaban mal infor-
madas de los motivos que ocasionaron mi salida de Madrid, no hubo
forma de que me recibiera en las cinco veces que fui a visitarle. Mi
secretaria me solía decir: “¿Otra vez a ver al Provincial? No sé, Ma-
dre, qué pretende usted con esto”. El cumplir con mi deber en todo,
le contesté. Pero sirve de puntos de meditación que hombres de ta-
lento y virtud como lo era éste, se dejen impresionar por cuatro bea-
tas, como vulgarmente se dice... Pero así sucede en efecto 323.
Pero, a estas alturas, también ha aprendido a encajar las incomprensiones
y el qué dirán. Reflexionando sobre esto, comenta: Sepamos templar nuestro

era necesario al desafío de la Institución ni del Socialismo, a lo que éstos tenían de


verdad y a lo que tenían de mentira...) (...), el catolicismo perdía vida y fuerzas en
España. Una gran masa del pueblo español estaba envenenada, religiosamente ha-
blando...” (Cfr. JIMÉNEZ DUQUE, B. La Espiritualidad en el siglo XIX español,
139ss .).
322
Hay que recordar que ésta es una expresión claramente despectiva y es una
acusación seria, pues se entiende “laico” como lo opuesto, incluso contrario, a lo
religioso. Además, existía un movimiento en auge que pretendía abolir la educación
religiosa en favor de la educación laica. Este movimiento, impulsado en gran medida
por Francisco Ferrer Guardia, fundador de la “Escuela Moderna”, debió impresionar
mucho a Dolores Sopeña, pues lo cita en diversas ocasiones en su Autobiografía. Éste
probablemente fue uno de los factores que la condujeron a presentar los Centros en
apariencia “laical” para atraer a los obreros reacios a todo lo religioso e, incluso,
anticlericales.
323
A, 272-273.

124
corazón en el amor divino para que ni las alabanzas ni los vituperios y hu-
millaciones hagan sensación en él324.
No son sus primeras experiencias dolorosas. Su Getsemaní comenzó en su
salida de Madrid. A partir de entonces empezó a hacer suyo un deseo:
seguirte por tus huellas ensangrentadas... amor por amor... pobreza
por pobreza... sacrificio por sacrificio... muerte por muerte... amarte,
mi Jesús, es imitarte... imitarte es sufrir... Yo me ofrezco de víctima
por la salvación de todas estas almas.325.
Este deseo cada vez ha ido creciendo hasta hacerse realidad. El segui-
miento de Jesús, el deseo de seguir sus huellas, tan presente en todos sus es-
critos, se convierte en seguimiento hacia la cruz... Es una forma de redimen-
sionar su propio sufrimiento uniéndolo al de Jesús, convirtiéndolo en medio
para expresar su amor, y camino de identificación 326. Y todos estos deseos
van vinculados a sus aspiraciones de alcanzar el martirio, precisamente por-
que el dar la vida es la máxima expresión de amor:
Jesús en la cruz.- Aquí no sé más que decirte repetidas veces, amor
por amor, sacrificio por sacrificio y vida por vida, y que acepte la
mía en la forma que más gloria le dé, pero que deseo la dicha de que
me haga digna del martirio327. Pero, una vez más, no son simples
deseos románticos: Como nunca seré digna del martirio de sangre,
emplead, Señor, conmigo lima sorda de continua contradicción por
parte de quien menos lo espere yo, de los más allegados para que sea
su acción muy penetrante, sólo que de todo resulte vuestra mayor
gloria e incremento del naciente Instituto 328.
Y, sí, Dolores será mártir, pero mártir del corazón... Y el martirio es el
camino más perfecto de unión con Cristo y expresión suprema de amor.

324
A, 311.
325
EE 1896 y 1897 (AE, 35; 37). Son los años de la crisis de Madrid.
326
Recordemos que en la meditación de Dos Banderas, las humillaciones apare-
cen como el escalón para alcanzar la humildad, punto de llegada de la vida espiritual
[146]. Y, a fin de cuentas, es lo que se pide en los coloquios [147, 156, 157] y a lo
que se aspira en la tercera manera de humildad [167-168].
327
EE, julio 1907 (AE, 50).
328
EE, septiembre 1902 (AE, 47).

125
2. HACIA LA PLENA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO (1910-1918)
Los últimos años de Dolores son muy intensos. Estamos al final de su vida,
entre sus 61 y 69 años.
A estas alturas, ha visto realizarse gran parte de sus sueños: el Instituto
tiene sus Constituciones aprobadas, se ha terminado la construcción del No-
viciado, se ha celebrado el I Capítulo General. Pero aún queda mucho por
hacer. En cierta forma, estos últimos años son de consolidación y de consu-
mación personal e institucional.
Cada día crece en ella la preocupación por el Instituto y dedica gran parte
de sus energías a él: dejarlo todo organizado, inculcar su verdadero espíritu a
las hijas, escribir cosas referentes a él.
Sin embargo, esta preocupación no brota del deseo de querer controlarlo
todo o de dejarlo todo atado y bien atado. Su deseo es el de Jesús: Yo te he
glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste reali-
zar (Jn 17,4). Dolores siente la necesidad de llevar a término lo que Dios le
ha confiado.
En los Ejercicios que hizo el año 1911, Dolores habla por vez primera de
la proximidad de su partida, y lo hace con serenidad y lucidez. Y es precisa-
mente aquí, cuando escribe: Me ofrezco de nuevo a seguirte de cerca, perfec-
cionar mi vida religiosa y perfeccionar la Obra que me has encomendado 329.
Efectivamente, todos sus esfuerzos se concentrarán ahora en estas dos direc-
ciones: su propia persona y el Instituto, pero en respuesta al encargo recibido.
Por eso decimos que estos años son el tiempo de la “consumación”: consumar
la obra que Dios está realizando en ella y consumar la obra que Dios ha puesto
en sus manos.

329
EE, septiembre 1911 (AE, 94).

126
Las fundaciones continúan: Valencia 330 ; Bilbao331 ; se abre un Centro en
Pau (Francia), pero se cierra al estallar la guerra 332 ; Oviedo333 y, su “sueño”,
abrir residencia en Roma334 para estar cerca del Papa Pío X y del Cardenal
Merry del Val, aunque el Papa murió a los pocos días de inaugurar la casa 335.
También realiza una incursión en África, pues le proponen colaborar en unas
misiones en Orán, con la posibilidad de establecer allí un Centro 336. Final-
mente, inaugura la Casa Generalicia en Madrid en enero de 1916337. De éstas,
son particularmente significativas la de Roma y la de Madrid, por lo que re-
presentan de consolidación y madurez institucional. Pero su labor se concen-
tra particularmente hacia dentro.
En estos últimos años, en la lista de sus propósitos siempre incluye un
apartado dedicado al Instituto. Así, por ejemplo, en los Ejercicios de 1910 se
lee:

330
La fundación de Valencia se realiza cuando entra en vigencia la “Ley del Can-
dado” (23 diciembre 1910), que prohibía el establecimiento de nuevos Institutos Re-
ligiosos, por lo cual se intenta la fundación como Asociación Civil. A pesar de todas
las dificultades se logra la autorización y se inaugura el 2 febrero 1911 (A, 279-283).
331
30 de noviembre de 1911. Previamente tenía Centros ya establecidos allí que
se atendían desde Santoña.
332
Año 1912.
333
El año 1911 las habían llamado para colaborar en unas misiones. Al año si-
guiente, abren un Centro Obrero. Y, al año siguiente, el 19 de enero de 1913, inau-
guran una Residencia para las Catequistas. Desde aquí atienden a los mineros de los
alrededores.
334
La casa se inaugura el 21 de junio de 1914.
335
La fundación de Roma estuvo envuelta de grandes sufrimientos: Quien pudiese
imaginar que al ver realizada la ilusión de toda mi vida, se iba a convertir todo en
tortura de alma y lucha constante de nuestro pobre corazón, que se ahogaba de pena,
al pensar que al mes de nuestra instalación vimos desaparecer de la tierra al que
creíamos sería nuestro consuelo el vivir a su lado. ¡Fiat! ¡Dios sea bendito por todo!,
que así deshace las ilusiones y planes de las criaturas, aun cuando éstos sean buenos
y hermosos (A, 288-291). Al morir el Papa Pío X, es elegido Benedicto XV. En 1914
estalla la I Guerra Mundial, lo que dificulta los desplazamientos por Europa.
336
Sobre estos acontecimientos cfr. cartas del 1 y 14 de marzo de 1913 (CDS 35-
36).
337
A, 305-308.

127
Lo que mi Dios, de Quien soy por completo, me ha pedido en estos
Ejercicios escriba:..., y hace una lista de 18 cuestiones: ... espíritu de
fe de la Catequista; la obediencia perfecta...; del espíritu de Pobreza;
caridad fraterna y decir defectos de las h[ermanas] sólo a las supe-
rioras; escribir examen práctico y particular ; escribir consagración
al C[orazón] de J[esús]; ...varias Horas Santas; el orden que debe
tener una Catequista para casa y trabajos apostólicos; interpreta-
ción cap. de viajes; modo de estar en las casas donde nos hospeden;
de las fundaciones de casas; de las fundaciones de Centros; cómo
tratar a los obreros; cómo estar en los Centros; cómo en cada sec-
ción en particular; trato con las señoras; de las Catequistas que di-
rigen los Centros; fundaciones de los Centros desde que empeza-
ron338. Y, al año siguiente, parece que finalmente se decide a escribir
su vida: En este día me pides un sacrificio grande... Que escriba
apuntes de mi vida, en los que resplandezcan más tus grandezas y
misericordias con esta ruin criatura. Me lo mandaron una vez y no
obedecí. ¿Tú lo quieres?, yo, también339.
Estos últimos años son, por tanto, el tiempo en que Dolores desarrolla lo
que llamaríamos su “Magisterio Espiritual”. Ha alcanzado la madurez y ex-
periencia suficientes como para poder comunicar una sabiduría que no se en-
cuentra en los libros. Y en el ejercicio de este Magisterio, Dolores lleva a
plenitud su maternidad espiritual: es la Madre que comunica a sus hijas la
vida y el espíritu que Dios ha infundido en ella340.
En estos años, su descentramiento es total. Su vida está polarizada en Dios
y en la Obra por él encomendada. Sólo vive para el Instituto y para sus hijas,
y ello es la expresión concreta de su amor a Dios: es Dios quien se lo enco-
mienda y ella, una vez más, sencillamente hace lo que Dios quiere. Incluso el
trabajo que sigue realizando sobre sí misma, se orienta, en muchas ocasiones
en esta dirección.

338
EE, septiembre 1910 (AE, 90).
339
EE, diciembre 1911 (AE, 94).
340
Los escritos dirigidos a sus Hijas o que recogen sus enseñanzas son abundantes
y merecerían un tratamiento individualizado y exhaustivo. En este estudio sólo po-
demos aludir a la existencia de este Magisterio, pues excede el objetivo de este tra-
bajo.

128
Con todo, estos años tan fecundos también estuvieron llenos de dificulta-
des externas e internas: su salud se deteriora, las incomprensiones de muchos
sectores se mantienen, la necesidad de terminar de adecuar los medios de
apostolado a los cambios que se iban generando en la sociedad desde finales
del siglo XIX le exige gran flexibilidad y apertura 341. En este sentido, son las
mismas dificultades que en los años anteriores.
Pero ahora, lo más delicado son las incomprensiones de dentro del mismo
Instituto. Dentro de él se llegaron a constituir dos facciones: una, fiel a Dolo-
res Sopeña y a los cambios introducidos por ella; y, otra, liderada por Dolores
Muñoz (Vicaria General)342 y Margarita Cabellos343, que se consideraban fie-
les al espíritu original, interpretando los cambios introducidos por la Funda-
dora como pérdida o tergiversación del fin del Instituto 344. Y no hay dolor

341
Cfr. nota 321.
342
Dolores Muñoz fue de las Catequistas primeras. Ingresó al Instituto en 1902.
Llegó a ser admonitora personal de Dolores Sopeña, primera Consejera y Vicaria del
Instituto (1910-1919) y Maestra de Novicias (1910-1914). A la muerte de Dolores
Sopeña, queda al frente del Instituto y es urgida por el Card. Merry del Val para
convocar el Capítulo General cuanto antes. En el Capítulo es reelegida Vicaria Ge-
neral, siendo destituida del cargo por autoridades eclesiásticas del Vaticano el 16 de
enero de 1919. Permaneció en el Instituto hasta el día de su muerte el 7 de marzo de
1962 (cfr. PSV, Informatio..., 53-68).
343
Margarita Cabellos también fue de las primeras Catequistas, por lo que emitió
los primeros Votos ya perpetuos por concesión del Card. Sancha, como todas las que
los hicieron antes de la aprobación del Instituto por la Santa Sede. Participó en las
fundaciones de Almería y Sevilla. Dolores Sopeña le encargó la redacción de guiones
para las explicaciones a los obreros. Al evolucionar las Doctrinas hacia Centros de
Instrucción, quiso mantener el mismo estilo en las explicaciones, por lo que se le
pidió dejara de hacerlos. En el I Capítulo General (1910) es elegida Consejera y queda
destinada en Loyola como “Prefecta de estudios de las Novicias”. También fue “Pre-
fecta del Apostolado de Señoras” de todos los Centros de España. En 1912 dimite
como Consejera General. Pese a diversos avisos, se mantuvo disconforme con el giro
dado por Dolores Sopeña a pesar de que estos cambios contaban con la aprobación
del Card. Merry del Val, Protector del Instituto. Muerta Dolores Sopeña, se mantuvo
en su actitud y recibió otro aviso de la Sagrada Congregación, con amenaza de ex-
pulsión si mantenía su postura. Pidió la dispensa de sus votos el año 1924, lo que se
le concede el 9 de agosto del mismo año, saliendo del Instituto el día 28 de agosto de
1924 (cfr. PSV, Summarium..., 603-605).
344
Dolores Sopeña tiene gran cuidado de consultar absolutamente todos los cam-
bios con el Cardenal Merry del Val, recibiendo en todo momento su aprobación e
129
más agudo que el infringido por los íntimos, por sus hijas. De aquí, tal vez,
su urgencia por dedicarse tan intensamente al interior del Instituto y de incul-
car a sus hijas el verdadero espíritu del mismo, pues lo que está en juego es
la fidelidad a la inspiración y los deseos de Dios.
¿Cómo vive Dolores todos estos acontecimientos? ¿Cómo se desarrolla su
itinerario espiritual en estos últimos años?
Por un lado, es el momento de releer la propia vida, con la suficiente pers-
pectiva como para interpretarla y comprenderla en toda su globalidad. Relec-
tura, al escribir su biografía; relectura al hacer sus Ejercicios Espirituales.
El final de la vida es el tiempo de mirar hacia atrás, observar el camino ya
recorrido y valorar todo lo vivido. Ya no hay vuelta atrás.
Dolores tiene gran lucidez y honestidad personal a la hora de considerar
su historia: Hoy devora mi alma pena intensa al leer en las páginas de mi
vida pasada345. Pero esta experiencia no la cierra en sí misma ni la deprime
sino que la lleva al reconocimiento de la misericordia de Dios: Son grande la
multitud de mis pecados... pero es más grande la grandeza de su Misericor-
dia... Mírame, ámame, compadéceme, y se propone: Constantemente anona-
darme en las misericordias de mi Dios346. Precisamente su conocimiento per-
sonal es fuente de alcanzar un mayor conocimiento del amor de Dios, mani-
festado en misericordia, en amor fiel e incondicional. Y en estos mismos Ejer-
cicios exclama: ¡Bendita sea la grandeza de la misericordia de mi Dios! La
experiencia del amor de Dios como misericordia es otro rasgo de quien ha
alcanzado la plena madurez.
Años más tarde, escribe:
Medito hoy el libro de mi vida... y me estremezco de ver escrita la
sentencia que en el juicio particular me enseñaron en el Tribunal de
la justicia... Yo me presenté con mi Madre, mi San José y San Igna-
cio... pero más tarde, en el Tribunal de la penitencia vi bañada mi
alma con la Sangre de Cristo y rota la sentencia, que tan justamente
tenía merecida... La emoción de mi alma, en estos momentos, no se

incluso su estímulo para mantenerse en esa dirección pese a todas las oposiciones de
dentro y de fuera.
345
EE, septiembre 1910 (AE, 89).
346
EE, septiembre 1912 (AE, 97). Este año hace Ejercicios durante 17 días.

130
puede explicar y sí sólo sentir; los sollozos y gemidos desahogaron
mi corazón347.
Prescindiendo del lenguaje de la época, la vivencia que comunica es clara.
Dolores es consciente de su historia personal, es consciente de los errores y
pecados cometidos, pero queda desbordada por el amor de Dios. Dolores tuvo
esta experiencia envuelta en una gran consolación: siente una gran emoción
y llega hasta las lágrimas.
Su experiencia de Dios estos últimos años es más intensa, más personal,
más íntima, más inmediata. Tiene grandes consolaciones por este Dios que
cada vez le manifiesta su amor de modo más cercano, tanto, que casi se puede
tocar:
Comulgué en la cama, en el Noviciado y el Señor me consoló, pues
dándole yo quejas de que en días tan señalados me daba tales prue-
bas, me dijo que sólo por ir este día a unirse conmigo, visitándome
en la cama y consolándome, hubiese instituido el Sacramento de su
amor. Al hacerme sentir esto, en el fondo de mi alma, ésta se deshizo
en acción de gracias, de gratitud348.
Dolores vive en acción de gracias continua y esto es fruto de haber alcan-
zado el don de la contemplación: Todo el año entrante sea una acción de
gracias continuada sin interrupción, viendo clarísimamente sólo Dios sos-
tiene el Instituto”349. Dolores no experimentó lo que se conoce como “fenó-
menos místicos, ni arrobamientos ni éxtasis. Su experiencia de Dios es sen-
cilla y transcurre por cauces ordinarios. Pero alcanzó el don de ver a Dios con
ella todo el día, en lo cotidiano, en lo ordinario, y éste es un don místico 350.

347
EE, septiembre 1913 (AE, 104).
348
Loyola, 1º abril 1915 - Jueves Santo (AE, 111-112).
349
EE, diciembre 1915 (AE, 115).
350
“...la mística es una etapa de la vida espiritual que supone un conocimiento y
una percepción de Dios de una gran profundidad, acompañada a menudo de una fe-
nomenología extraordinaria (éxtasis, estigmas, levitación...). Santa Teresa, por ejem-
plo, propone cuatro grados de la vida mística (...), [el cuarto lo denomina] mística
esponsal, en la que la persona empieza a saborear la presencia de Dios, implicando
también al cuerpo, en un acto entre conocimiento y visión beatífica inmediata de
Dios, que se expresa como irrupción amorosa.” (BOVE, G., Mística. En: Diccionario
Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1995, 646

131
Sobre esta experiencia es muy elocuente lo que Dolores escribe sobre el
espíritu de fe en que debe vivir la “perfecta Catequista”:
¿Qué es fe? Creer lo que no se ve. ¿Y cómo se llamará creer y ver a la
vez? Ver lo que se cree firmemente y ver a Dios obrando a nuestro lado
a medida de la confianza ciega que el alma ha depositado en Él... La
Catequista no puede vivir sin una vida de fe viva, sobrenatural... en
todo lo que emprende, en todos los momentos del día cree que Dios
está con ella, le ve... que le oye dirigiendo todas sus obras... que le
palpa... que le toca... que Él la calienta, la sostiene, la fortalece, la
conforta y cree firmemente que con Él lo puede todo, sin Él, nada (...).
Ve realizarse más milagros que si viese trasladarse montañas (...). Ve
una mano Omnipotente que, a la vez que bendice, la conduce por los
caminos de la vida que el dedo divino la trazara... Se ve llena de Dios,
rodeada de Dios, siendo un pedazo de Dios colgada siempre de la vo-
luntad de Dios para ejecutarla, y este Dios, tres veces Santo, une su
voluntad divina a la de la pobre y débil criatura 351.
En realidad, Dolores está hablando de su propia experiencia, ésta es la fe
tal como ella la ha experimentado y vivido. Dolores ve, siente, oye a Dios a
su lado todos los momentos del día. La fe es la experiencia personal de la
presencia y la acción de Dios, fundamento y explicación de todas sus obras.
Por otro lado, también pone de manifiesto lo que ya hemos dicho con ante-
rioridad, poco a poco Dolores va alcanzando mayores niveles de inmediatez
y de pasividad: Dios se va convirtiendo en Señor absoluto y único Dueño de
su persona.
Pero esta experiencia no la lleva a una falsa pasividad, que hubiera con-
sistido en pactar con sus debilidades. Es verdad que hay muchas páginas em-
borronadas, pero el futuro permanece abierto y aún queda camino por reco-
rrer: Señor, luz, más luz para mi conocimiento propio y poner remedio a todo.
Su lista de propósitos de los Ejercicios de este mismo año nos da una idea
clara de la orientación de esta etapa:
No dejar los ejercicios espirituales por muchas y grandes que sean
las ocupaciones exteriores.- Firmeza para cumplir el orden que me
propongo llevar en la distribución del día.- Tener más dominio de mí

351
T 301 (no cita la fuente).

132
misma y no dejarme llevar del ímpetu de mi genio.- Fomentar la ca-
ridad fraterna y unión entre las hijas, haciendo sacrificio para con-
seguirlo.- Guardar fielmente las Reglas y hacer que se cumplan en
todo.- Cumplir con más delicadeza las obligaciones de mi cargo.-
Pedir constante presencia de Dios y actuarme en ella 352.
En estos propósitos aparecen prácticamente todos los aspectos en que va
a trabajar estos años. Y el medio privilegiado para hacerlo siguen siendo los
exámenes prácticos, aunque ahora añade otro: leer estos propósitos un día a
la semana e incluso se propone hacer oración sobre ellos ese día. Alcanzar la
cima de la madurez no supone descanso. Dolores está en vela constante sobre
ella misma y no claudica jamás.
Con el paso del tiempo, su actividad sigue en aumento: viajes continuos,
obligaciones que cumplir, personas que recibir y la enfermedad que le supuso
recortar algunas actividades y tomarse algunos momentos de descanso. Todo
esto hacía difícil que ella pudiera seguir la distribución establecida para toda
la comunidad. Sin embargo, ella quiere ser fiel hasta en los más pequeños
detalles: cuidar los exámenes, preparar bien la oración diaria, hacer bien la
confesión semanal, no dejar de hacer la lectura diaria, no dejar de hacer el
retiro mensual, y si no puede hacerlo, al menos hacer una hora de examen
práctico, etc. Y está trabajando en esto hasta el final. La razón es sencilla.
Dolores se mantiene en su deseo de cumplir la voluntad de Dios, y esa volun-
tad se expresa en lo que disponen las Constituciones, de allí su exigencia per-
sonal y la recomendación a sus hijas de observarlas fielmente. No es mero
cumplimiento del deber, es deseo de fidelidad.
La dificultad de seguir la distribución comunitaria, unida a la urgencia de
llegar cada día a más cosas, la llevó a elaborar su propia distribución personal
y exigirse su cumplimiento con gran exactitud. Impresiona la delicadeza para
cumplir lo que ella entiende como voluntad de Dios y la importancia que da
a las pequeñas cosas de la vida.
Por otro lado, sigue trabajando en su carácter: dominio de sí misma, con-
trolar los ímpetus del genio. Dolores tiene un temperamento fuerte; gracias a
eso pudo emprender grandes empresas y afrontar grandes batallas. Todo su
trabajo se orienta a dulcificar su carácter y a ejercer realmente como Madre:

352
EE, diciembre 1911 (AE, 93-95).

133
Ser más dulce con las hijas, en las reprensiones353; unir la firmeza con la
suavidad y dulzura, para mis hijas354. Y sabemos que esto, no le debió resul-
tar nada fácil.
El año 1911355 debió ser particularmente difícil, pues escribe:
Caridad maternal para ocultar los defectos de mis hijas 356; llenarme
de mansedumbre y caridad para con todas mis hijas, sin que las fal-
tas de ellas resfríen un punto el fuego de caridad con que las debo
amar357.
Y en los Ejercicios que hace al acabar el año, escribe:
Es cierto lo que me dices, que quiero más a las hijas que más gloria
te dan y no regatean sacrificio para servirte y más unidas me están,
y esto es lo natural, pero me pides lo sobrenatural, mi Dios, que
atienda más a las que menos perfectas y más distantes las veo del
verdadero espíritu del Instituto. Yo te prometo, mi Jesús, que así lo
haré, ayudada con tu gracia divina358.
Y esto, por lo visto, también lo consiguió pues hay diversos testimonios
que lo confirman, y no sin grandes dosis de sufrimiento y de sacrificio ca-
llado, pues muchas de sus hijas la hicieron sufrir enormemente.
Dolores ha anhelado continuamente el martirio. Su sueño hubiera sido su-
frir el martirio cruento, pero poco a poco se fue convenciendo de que el mar-
tirio al que Dios la llamaba era el martirio del corazón, y qué mayor sufri-
miento interior que el ocasionado por los más allegados, por los más próxi-
mos, por sus propias hijas. Es en este aspecto, si cabe, donde resplandece con
mayor fuerza la madurez de su espíritu.
En los años de la crisis de Madrid, la dificultad que experimenta es que
entiende que lo que está pasando no es enviado por Dios sino que es producto

353
EE, agosto 1914 (AE, 110).
354
Retiro, febrero 1915 (AE, 111).
355
Este año se debieron producir serias diferencias en el interior del propio Con-
sejo General, que culminaron con la renuncia de su cargo por parte de Margarita
Cabellos (cfr. nota 343).
356
Retiro, marzo 1911 (AE, 91).
357
Retiro, mayo 1911 (AE, 91).
358
EE, diciembre 1911 (AE, 93).

134
de las debilidades humanas. Ahora, Dolores ya es capaz de integrar todo lo
que le sucede, incluido el sufrimiento injusto y el ocasionado por las debili-
dades humanas, dentro del plan amoroso de Dios, como Jesús en Getsemaní.
Y, más aún, lo convierte en ocasión de identificarse cada vez más con Cristo,
completando así, lo que le falta a su pasión (cfr. Col 1,24):
llévame por el camino de las injurias, oprobios, deshonras, para más
seguirte de cerca y más imitarte... Tu gracia divina vendrá en mi
ayuda. Yo me ofrezco a mí misma, unida con la Víctima de la cruz,
por la salvación de todos los hombres359.
Dolores ha llegado a entender el valor redentor del sufrimiento por propia
experiencia:
Hoy medito el tercer grado de humildad y me abrazo al tercero. Mi
Jesús, tú me has llevado ya por tus huellas ensangrentadas, y me
ayudaste a sufrir oprobios y afrentas y persecuciones de personas
buenas y santas; esa es la herida que más lastima a mi alma.
Ya no es deseo, es realidad. No es que no le duela, pero entiende que éste
es el camino que conduce a la plena identificación con su Señor, por eso, a
continuación es capaz de pedir: ... que mis hijas me desprecien y Tú sólo seas
el sostén y la fortaleza de tu Dolores.
Pero la madurez del amor se alcanza en la capacidad de ofrendar la propia
vida. En los mismos Ejercicios, escribe:
... mi deseo se extiende a conquistarte mundos enteros, mi Dios y Se-
ñor, y del fondo del alma te hago mi oblación de mi vida; acéptala
en la forma que más gloria te dé... de mi honra, arrincóname en el
Instituto y que mis humillaciones sean el cimiento de la observancia
y mortificación de todas, para que nuestro Instituto se conserve in-
maculado360.
En realidad, el gran proceso interior que Dios está culminando en Dolores
es la plena identificación con él, la consumación de la unión, y en el caso
concreto de Dolores, ésta se manifiesta trabajando sin descanso e identificán-
dose con su voluntad hasta la entrega de la vida.

359
EE, septiembre 1912 (AE, 99).
360
EE, agosto 1914 (AE, 110).

135
Su propio conocimiento personal, las dificultades de la vida y el deterioro
progresivo de su salud, la van conduciendo cada vez más a la experiencia de
la propia pobreza, de la propia nada o, mejor, de su total necesidad y depen-
dencia de Dios.
Dolores experimenta cada vez con más fuerza la soledad del corazón. Las
diversas personas que la han acompañado en su camino, han muerto ya: Goi-
coechea, López Soldado, Tarín, el Card. Sancha, el Papa Pío X361. En estos
años, escribe:
Sólo Tú, mi Dios, no tengo a nadie que me dirija... ni Maestro que
me enseñe. Sola... sola... sola... llena de luchas... de penas... de des-
alientos... de oscuridad... ¿dónde ir?... si no es a abismarme en el
seno de tu amor (...). Que como Padre, con entrañas amorosísimas
para sus hijos, me alientes, me confortes, me fortalezcas en las luchas
de la vida (...) esperando en Él solo el remedio de todas mis necesi-
dades y miserias...
Pero no es sólo una soledad “padecida”, sino una soledad buscada, una
soledad llena:
ansia de soledad (...). Bendito oasis de mi vida, que me sirves de re-
frigerio y descanso para continuar el espinoso camino... de mis difí-
ciles deberes...362.
Dolores cada vez hace más sitio a Dios en su corazón, lo va vaciando hasta
el punto de que Dios la llega a hacer suya por completo. A medida que Dolo-
res disminuye, Dios crece; y, paradójicamente, en esa misma medida, Dolores
es cada vez más lo que está llamada a ser: “un pedazo de Dios”; es decir, Dios
mismo actuando, obrando, amando, sufriendo, en ella y por ella. Esta es la
transformación más profunda y determinante que sufre y es el punto de lle-
gada, el zenit de la vida espiritual, el término del itinerario, no mera metáfora.
Dolores ha logrado descubrir a Dios como origen y fuente de todo, in-
cluido su propio ser:

361
Estos años mantiene una relación más cercana con el P. Cesareo Ibero, sj y
con el Card. Merry del Val.
362
EE, septiembre 1913 (AE, 103).

136
Dios y yo... Dios es mi fin... Dios es mi felicidad. Soy pues toda de
Dios (...). De mí misma nada soy, nada tengo, nada puedo... Con mi
Dios todo lo puedo, sin Él, nada363.
Esta convicción existencial, que en realidad es la gran sabiduría espiritual,
va unificando cada vez más sus deseos.
Esta experiencia le produce una gran libertad interior y despliega sus alas.
Ella se ve cada día más enferma, más débil, y es consciente de la enorme
desproporción que existe entre sus posibilidades y lo que Dios le ha puesto
en sus manos, pero, no importa, pues ha descubierto que no es ella quien lo
tiene que hacer, su trabajo es no poner obstáculo, o, mejor, dejarse habitar, y
en los mismos Ejercicios, escribe: Yo te suplico (...) encarnes en mi corazón,
para abrasarlo y purificarlo..., para darle vida y no vivir nada más que en
Ti, por Ti, para Ti... Por eso, no pide nada en concreto. Su riqueza, su bien,
su todo, es Dios mismo: Señor, dame a Ti mismo y esto me basta 364.
Ya no hay nada ni nadie más que realmente pueda llenar su corazón: Sólo
Tú bastas para poder llenar el corazón de tu Dolores365. Ella ha experimen-
tado el amor de Dios y lo ha descubierto como el fundamento de su vida y la
meta de su existencia. Y al amor de Dios, sólo se puede responder con amor:
Mi Amador Eterno, ámete yo, desde que soy criatura, que Tú me
amaste desde que fuiste Dios... Pon, Señor, mi corazón en el Tuyo y
hazme comprender la grandeza de este Amor366.
De allí que una de sus jaculatorias preferidas sea: Amor por amor, vida
por vida, sacrificio por sacrificio. Amor hasta dar la vida.
El amor ha sido el móvil de la vida de Dolores. Éste amor se ha ido cen-
trado en Dios, pero no es un amor intimista, es un amor práctico, un amor que
necesita expresarse, traducirse en obras: Dadme amor, mi Jesús, más amor,
amor y siempre amor, y que éste te lo demuestre con obras; éste es el cons-
tante deseo de tu Dolores, pero la aspiración de toda persona enamorada es
la total fusión en el otro: Úneme a Ti, vida de mi alma, será la nada en todo,

363
EE, septiembre 1912 (AE, 97).
364
Retiro, enero 1912 (AE, 95).
365
Retiro, abril 1914 (AE, 108).
366
Retiro, julio 1913 (AE, 103).

137
convertida367. Y esa unión se da, como ya hemos visto, en la voluntad y en el
corazón: Unión de voluntades... unión de corazones... te pido, vida de mi alma
y alma de mi vida...368. Una muestra más de que en Dolores todo camina hacia
la simplificación. Citar todas las expresiones que nos hablan de esta unión
íntima que denominamos fusión, sería interminable; por eso nos limitaremos
a recoger sólo una más: Mi vida es Tuya... la Tuya es mía... en la que deseo
vivir369.
Dolores terminó sumergida en Dios. Todo lo demás, sus realizaciones, sus
logros, se explican desde aquí. Vivir en y para Dios le da nuevas energías y
motivación para seguir trabajando:
Que mi único descanso sea el no descansar, trabajando en tu servicio
y para tu gloria, Bien mío!370.
Amor a Dios y entrega al trabajo son, en realidad, la manifestación de otra
síntesis personal:
Es un lazo con un nudo en el medio: el amor de Dios y del prójimo.
Si de veras amamos a Dios, no es posible que estemos quietas371.
Los últimos años de su vida son particularmente duros, pues las divisiones
internas continúan. Y, lo más impresionante, es que consigue recorrer este
camino con una enorme paz interior, esa paz fruto de hacer lo que Dios quiere,
esa paz de quien ya no se busca a sí misma, esa paz que es un don y es un
fruto del Espíritu, un nuevo signo de haber alcanzado la madurez espiritual,
precisamente porque se posee establemente, en medio de las dificultades y la
lucha de la vida, ya que es paz interior, paz producida por la presencia estable
de Dios en la persona y que le permite afrontar las cosas con serenidad pues
ha entendido que todo está en manos de Dios.
En 1916 se celebra en Madrid el segundo Capítulo General que reelige a
Dolores como Superiora General y ratifica los métodos de apostolado del

367
EE, septiembre 1913 (AE, 104-105).
368
Retiro, julio 1914 (AE, 109).
369
Retiro, mayo 1915 (AE, 112).
370
Retiro, octubre 1913 (AE, 107).
371
T 627 (De una carta circular a sus hijas).

138
Instituto, saldando la polémica suscitada en el interior del mismo respecto a
este tema aunque, como es natural, no todas quedaron conformes 372.
La paz es la petición y la adquisición de los últimos años de su vida. En
los Ejercicios que realiza al mes siguiente del II Capítulo General, escribe:
Llenad, Señor, mi corazón de la paz y alegría de vuestra gracia. De-
fender la paz del alma y gobernar el Instituto con ella, y adquiera ese
dominio mi corazón, para mí y todas las que tengo yo que gobernar ;
así te lo pido, mi Divino Jesús y este deseo es el fruto que ansío sacar
de estos Ejercicios. Tener paz en prosperidad y gozando, y tener paz
sufriendo y muriendo. Yo deseo hacer felices a todas, pero dentro de
una observancia que sea la base de esta felicidad verdadera...373.
Dos meses más tarde, precisamente un año antes de su muerte, escribe: Yo
te hago, Jesús mío, la entrega total de todo mi ser, sin embargo de mis mise-
rias...374. Dolores ya no se pertenece a sí misma; está abandonada en Dios,
aunque cada vez es más consciente de lo que le falta para llegar plenamente
a Él. Pero no importa... Ha llegado a la conclusión de que Yo soy su nada y
Él es mi Todo375, y esto le basta.
En 1917, acepta la invitación de ir a fundar a Chile, para lo cual envía a
dos Catequistas, teniendo ella la intención de ir al año siguiente. A finales de
este año, Dolores viaja a Toledo para hacer sus Ejercicios anuales. A su re-
greso, la esperaba un nuevo sufrimiento. Aprovechando su estancia en

372
Lo que se pretendía era penetrar en el mundo obrero a través de la asistencia
social y de la instrucción para, poco a poco, llegar cuando fuese posible, a la forma-
ción religiosa. Para intentar zanjar la polémica, el Card. Merry del Val escribe una
carta al Consejo General, pocos días después de la muerte de Dolores Sopeña (25
enero de 1918), en la que dice: “Las Catequistas no son simplemente maestras de
Catecismo, como una Pía unión cualquiera de señoras para dar lecciones o cursos de
Catecismo. Esto también lo harán, ciertamente, cuando sea oportuno y útil, y donde
encuentren un auditorio ya dispuesto y deseoso de aprender el Catecismo. (...) Pero
en el campo obrero, antirreligioso y antisocial envenenado por falsas teorías se trata
no de instruir católicos sino de hacer católicos. [Por ello], no se debe enseñar religión
sino amor a la religión... no se hablará a los obreros de Catecismo sino según el Ca-
tecismo” (en: PSV, Summarium..., 612-613).
373
EE, noviembre 1916 (AE, 118).
374
Retiro, enero 1917 (AE, 119).
375
EE, agosto 1914 (AE, 110).

139
Toledo, Dolores Muñoz y otras Catequistas hablaron con el Obispo de Ma-
drid, Mons. Prudencio Melo, diciéndole que la Madre General, por causa de
su enfermedad, no estaba en condiciones de gobernar el Instituto. Estas ges-
tiones surtieron efecto. Mons. Melo reunió a las Catequistas de la Casa Ge-
neralicia para decirles que de ahora en adelante se confiaran a la M. Muñoz ;
por otra parte, habló con el P. Cesáreo Ibero para que le sugiriese a Dolores
Sopeña dimitir de su cargo. Al volver de Toledo, el P. Ibero le hace una visita
y la invita a retirarse de la dirección del Instituto pero, al intuir la verdadera
situación, al día siguiente le pidió olvidar todo el asunto 376.
Pocos días después, su salud se deteriora aún más y entra en la fase aguda
de su enfermedad377. Todo se sucede velozmente. El 30 de diciembre se con-
fiesa por última vez y recibe el Viático. El 3 de enero dicta su última carta 378,
su “testamento espiritual”, que recoge la esencia de su espiritualidad y mani-
fiesta el punto de llegada de su itinerario espiritual:
Amadísimas hijas de mi alma: ¡Qué hermoso es irse al Cielo son-
riendo! Así le sucede a vuestra pobre Madre, que tiene el corazón
lleno de contento en estos días desde que veo próxima la hora de la
partida. El 30 recibí al Santo Viático con una paz, una dulzura y un
consuelo que no puede compararse con nada. Hoy la Extremaunción.
Y como en los dos actos he estado rodeada de las hijas que aquí es-
tán, quiero también despedirme con esta carta de las hijas ausentes.
Quiero enviaros mi última bendición en la tierra; pero desde el Cielo
os bendeciré siempre y desde allí os ayudaré más. Hijas mías, sed
santas, muy santas, y sobre todo, que tengáis una confianza com-
pleta en Nuestro Señor. Yo no he tenido nada, absolutamente, ni vir-
tudes, ni méritos, ni cosas heroicas; sólo la confianza sin límites.
Conservad el Instituto inmaculado. Y no se os olvide que lo nuestro
es ganar almas a granel; con almas de ángeles, como si estuvierais
en el Cielo, buscar almas sin tregua ni descanso. Os bendice con toda

376
Sobre todos estos sucesos (cfr. PSV, Informatio..., 65-68).
377
Dolores Sopeña tuvo diversos achaques a lo largo de toda su vida: sufría del
corazón, era diabética y terminó casi ciega, con los ojos llenos de úlceras. Pero la
enfermedad que la condujo a la muerte fue la diabetes (PSV, Informatio..., 68-69).
378
Devocionario, 79-80.

140
el alma a todas vuestra Madre en el Corazón Divino.- Dolores R.
Sopeña.
La paz interior y el modo de acoger la muerte, son señales de haber alcan-
zado la plena madurez espiritual. Por un lado, es la paz del deber cumplido,
la paz de quien puede decir como Jesús: Todo lo he cumplido... Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu (Jn 19,30; Lc 23,46). Por otro, es el anhelo de
quien ve cerca el momento del encuentro con Aquel por quien ha vivido, pa-
decido y trabajado, el encuentro con quien ha amado apasionadamente y a
quien le ha entregado todo su ser.
Sus recomendaciones se dirigen a cuatro puntos básicos: confianza total y
absoluta en Dios, velar por el espíritu del Instituto, entrega al trabajo e inte-
gración entre acción y contemplación. Ésta es su síntesis personal.
Tiene gran relevancia el puesto que asigna a la confianza pues sabe que de
ella depende todo. Y para Dolores la confianza es el nombre que ella da a la
humildad; es decir, reconocimiento de la propia realidad personal pero, sobre
todo, abandono total en Dios con quien todo es posible. Éste fue su secreto, y
su vida, el camino para alcanzarlo. Esa confianza es la que explica su gran
despliegue apostólico. No es confianza que conduce a la pasividad ; es con-
fianza que lanza al trabajo y que nos hace audaces, pues sabemos no vamos
solas, pero un trabajo que será fecundo si el instrumento se mantiene unido a
su Artífice. Todo su camino espiritual tiene en la verdadera humildad su punto
de llegada y el signo más elocuente de su autenticidad es la paz.
Dolores ha llegado al final de su vida pero, sobre todo, al término de su
itinerario: el encuentro definitivo con Dios y la plena comunión con Él.

141
A modo de conclusión
Al final de este trabajo de investigación vamos a intentar, por un lado, pre-
sentar de forma breve y ordenada lo que hemos tratado con más amplitud en
toda la tesina y, por otro, exponer las conclusiones a las que hemos llegado a
lo largo del estudio y elaboración del itinerario espiritual de Dolores Sopeña.
Lo primero que queremos destacar es que, efectivamente, Dolores Sopeña
recorre un itinerario espiritual y que este itinerario se puede reconstruir. Ésta,
puede parecer una afirmación demasiado simple. Sin embargo, llegar a esta
conclusión supone afirmar que Dolores Sopeña vive una historia personal con
Dios, una historia en la que se descubren etapas bien marcadas, con conteni-
dos, puntos de partida y puntos de llegada muy precisos, aunque no siempre
fáciles de demarcar, precisamente porque la vida se sucede en el tiempo de
modo continuado, aunque con verdaderos saltos y evolución en todo su de-
venir.
El seguir un itinerario determinado nos permite, a su vez, elaborar una especie
de “teología espiritual narrativa”. Es decir, al intentar reconstruir el itinerario
espiritual de una mujer específica —Dolores Rodríguez Sopeña—, podemos
extraer una serie de conclusiones que nos ayuden a presentar, trascendiendo
el caso concreto, en qué consiste un itinerario espiritual, cuáles son las etapas
que se recorren, qué marca el paso de una etapa a otra, cuál es su punto de
llegada, etc. Por tanto, lo que nos ha movido no es sólo un interés “arqueoló-
gico” —reconstruir el pasado— sino aprender de una experiencia para poder
aplicarla a nuestra vida concreta.
Por último, antes de pasar a los contenidos específicos, nos gustaría hacer
notar que hemos encontrado notables semejanzas entre las distintas propues-
tas de itinerarios espirituales que hemos considerado, pese a que muchas de
éstas corresponden a espiritualidades diferentes y momentos históricos diver-
sos, lo que nos lleva a afirmar, también, que el camino que Dios recorre con
nosotros es similar en el fondo, aunque presenta rasgos peculiares que es lo
que nos permite hablar de itinerarios personales. Esto nos avala para sostener,
como ya hemos hecho, que es posible aprender de quien ha tenido la expe-
riencia de ser conducida por Dios.
Vamos a presentar las etapas del itinerario partiendo de un ejemplo sencillo
pero elocuente: en el taller del alfarero es imprescindible la arcilla —si no

142
hay arcilla no pueden hacerse cacharros—, pero la arcilla no basta, esa arcilla
debe ser modelada por un artesano. Una vez obtenido el objeto deseado, éste
debe ser probado antes de ser presentado al mercado; es decir, debe ser so-
metido a un “control de calidad”, tanto para comprobar sus utilidades, como
para hallar sus imperfecciones, de modo que pueda pulirse hasta prepararlo
para desempeñar la función prevista. Sólo si supera el control de calidad, es-
tamos ante un objeto verdaderamente útil y fiable.
Obviamente, la arcilla somos nosotros y Dios es el artesano que actúa sobre
la arcilla a través de múltiples mediaciones. Es lo que se ha sostenido siempre
al afirmar que Dios actúa teniendo en cuenta la naturaleza; es decir, Dios in-
terviene en la vida de una persona a partir de lo que esa persona es, pues Él
mismo la ha hecho así. Su intervención se dirige a llevar a plenitud lo que, de
alguna manera, en esa persona está ya en germen, a nivel humano y a nivel
espiritual. Toda la acción de Dios se dirige a reproducir en nosotros la imagen
de su Hijo, el primogénito entre muchos hermanos. Este trabajo es lento y
laborioso y tiene que pasar también por lo que hemos llamado “control de
calidad”, que no es un término negativo, pues Dios no pretende destruir, sino
que el control de calidad lo que busca es llevar a plenitud su obra, aunque
tenga su parte dolorosa. Con todo, hay una diferencia sustancial entre el ejem-
plo que nos ilustra y el camino espiritual: el alfarero interviene sobre la arcilla
sin más, Dios pide nuestra colaboración; la arcilla no puede negarse a la ac-
ción del artesano, nosotros, sí.
Bajando al caso que nos ocupa. Dolores Sopeña es arcilla, y arcilla buena.
Dolores tiene madera y cuenta con una naturaleza bien dotada. Su entorno
social, religioso y familiar es inmejorable. Nace y crece en un ambiente cris-
tiano. Es una hija profundamente querida y valorada. Su padre es un hombre
de talento, íntegro, valiente, honrado, coherente, respetado por su honestidad
y con un profundo sentido del deber y de la justicia, si bien de carácter un
poco melancólico y con tendencia al pesimismo. Su madre, una mujer her-
mosa, vehemente, alegre, graciosa, con gran disposición y muchísimo gusto.
Ambos educaron a Dolores en un ambiente impregnado de valores cristianos
traducidos en compromisos concretos a favor de los demás y en una atmósfera
de confianza y libertad. Por el trabajo de su padre, desde niña Dolores tiene
que vivir una vida itinerante, de desarraigo; tiene que aprender a convivir con
la enfermedad (siempre tendrá los ojos enfermos), y atraviesa por la

143
experiencia de la muerte de dos de sus hermanos. Sin embargo, Dolores dis-
frutó en los primeros años de su vida de gran estabilidad emocional.
Dolores tiene grandes cualidades. Es sensible ante el sufrimiento ajeno, dis-
puesta, práctica, generosa, independiente, constante, vehemente, responsable,
decidida, alegre, emprendedora, ingeniosa, honesta, coherente, verdadera,
buena hija; tiene iniciativa, capacidad de riesgo y de entablar amistades pro-
fundas, grandes dosis de autonomía y liderazgo; es una persona muy afectiva
y con gran sensibilidad espiritual y desde el principio sobresale por sus in-
quietudes apostólicas. Estas cualidades incidirán decisivamente en su creci-
miento espiritual. Al mismo tiempo, es una joven tímida, sosa, con tendencia
a la melancolía, y no le gustaba frecuentar la sociedad. Esta es la arcilla, y
Dios va a intervenir aquí.
Su itinerario, propiamente dicho, comienza en lo que hemos llamado su “pri-
mera conversión”. Supone el paso de un cristianismo heredado a uno perso-
nalizado. Es el momento en que experimenta un profundo despertar religioso
y siente con fuerza un doble deseo: consagrarse totalmente a Dios y dedicarse
plenamente al apostolado, ambos nacen de una misma raíz, entregar a Dios
toda la vida. Estos deseos irán jalonando toda su existencia.
Dolores es práctica, y quiere demostrar su amor a Dios con obras. Sin em-
bargo, ella misma se dio cuenta que sin dirección, aunque se pueden hacer
obras buenas, se cometen muchas imprudencias y se pierde el tiempo. Efec-
tivamente, el logro de esa primera etapa será buscar siempre una persona con
quien contrastar la propia vida y que la dirija con claridad y firmeza. Sus
diversos directores serán la mediación privilegiada de que Dios se va a servir
para trabajar sobre ella.
A esto hay que añadir unas disposiciones personales óptimas que tiene desde
el principio y que mantiene a lo largo de todo el camino. Dolores tiene gran
confianza en sus directores, es dócil, se deja dirigir, encauzar; sabe consultar,
contrastar la propia vida, dar a conocer sus estados interiores. Y, a su vez,
Dolores se trabaja seriamente, es exigente consigo misma, cuando ve algo
con claridad es firme y decidida para realizarlo, poniendo los medios a su
alcance, aunque le cueste. Su gran honestidad personal y sensibilidad espiri-
tual la disponen al encuentro con Dios, a escuchar su voz y a seguir sus indi-
caciones.

144
A nuestro modo de ver, estos son los tres factores básicos que le posibilitan
emprender exitosamente su itinerario espiritual: una naturaleza bien dotada,
la conciencia de necesitar a alguien que la dirija y unas buenas disposiciones
personales para trabajarse a sí misma y para dejarse trabajar. Esto hará posible
que su paso por “el taller del alfarero” sea provechoso.
En “el taller del alfarero”, Dolores va a tener una dirección espiritual acertada,
firme y metódica. Ello la ayudó a conocerse, a desarrollar nuevas facetas de
su personalidad, a superar su timidez y su rechazo a la vida de sociedad, a
tener más confianza en sí misma y sus posibilidades, a llevar una vida espiri-
tual seria y contrastada. Su forma de ser y su particular sensibilidad espiritual
la hicieron sintonizar fuertemente con la espiritualidad ignaciana, y fueron
sus directores jesuitas quienes le aportaron los instrumentos más eficaces para
su crecimiento y maduración personal y espiritual.
Es en estos años cuando inicia el proceso de integración de sus dos deseos
que, inicialmente, parecen incompatibles: Dios y mundo, consagración a Dios
y entrega al apostolado. Todavía será un proceso largo, pues ella parte de una
concepción dicotómica de la vida espiritual, pero aquí se pondrán los cimien-
tos sobre los que levantar el edificio y se orientará hacia una clara espiritua-
lidad apostólica.
Esta etapa, orientada básicamente a la formación personal y espiritual, no está
exenta de dificultades. Dolores experimenta persecuciones, críticas; tiene que
vivir las consecuencias de un cisma religioso; mantiene una vida itinerante de
continuas despedidas y separaciones; mueren sus padres; su búsqueda voca-
cional es infructuosa. Pero esto la va fortaleciendo, le enseña a encarar los
contratiempos de la vida y termina de completar su formación inicial.
“El taller del alfarero” es un periodo donde se tienen las denominadas “expe-
riencias fundantes”. Dolores tiene experiencias espirituales profundas. Su re-
lación con Dios es personal, cercana y afectiva. A su vez, ha llevado una vida
apostólica muy activa y fecunda y ello le dio la ocasión de comprobar que si
se pone con plena confianza en manos de Dios, Él se encarga de sacar ade-
lante los proyectos, aunque ella se vea incapaz.
Al final de esta etapa, Dolores tiene confirmada su opción fundamental. Es
verdad que no ha logrado resolver su búsqueda vocacional pues no ha encon-
trado una Congregación donde realizar sus deseos de consagrarse plenamente
a Dios, pero ha descubierto que su orientación básica es el apostolado, el

145
servicio a los demás y, concretamente, los adultos, los que no aman a Dios
porque no lo conocen. Y llega a esta confirmación por experiencias de con-
solaciones y desolaciones: cuando está entre la gente dándoles a conocer a
Dios exclama: “¡está es mi vocación !”, cuando no puede explayarse apostó-
licamente experimenta tristeza y decaimiento.
En esta etapa aparecen con claridad las grandes intuiciones y los grandes de-
seos que la acompañarán a lo largo de la vida: deseos de ser como Jesús, de
amarlo, servirlo, seguirlo; deseos de vivir a impulsos de la voluntad de Dios,
de agradarle y de entregarle toda la vida, lo que le hace descubrir la impor-
tancia no sólo de las penitencias exteriores sino de las interiores, orientadas
básicamente a ordenar la voluntad y el corazón, precisamente para hacer reali-
dad estos deseos; deseos de integrar la vida interior con sus quehaceres exte-
riores; deseos de vivir en continua presencia de Dios. Dolores es una mujer
con grandes deseos, pero no son meras ilusiones, ella tiene una espiritualidad
práctica. Sus deseos nacen de la contemplación de la vida de Jesús y los con-
vierte en fuerza dinamizadora, y estos deseos se traducen en propósitos prác-
ticos que ella se esfuerza en vivir. En todo este proceso, los Ejercicios igna-
cianos jugaron un papel decisivo pues ayudaron a dar nombre a sus inquietu-
des y a potenciar y canalizar sus deseos.
Al salir de “el taller del alfarero”, Dolores es una mujer básicamente hecha.
Tiene fraguada su personalidad, ha confirmado su opción fundamental, tiene
una profunda experiencia espiritual y apostólica que dinamiza toda su vida y
cuenta con los instrumentos necesarios para continuar su andadura. Llegada
a este punto, está preparada para pasar el “control de calidad”.
El “control de calidad” es el momento de conocer a fondo la consistencia y
calidad del instrumento y terminar de pulirlo; momento de comprobar la so-
lidez de los cimientos para, a continuación, levantar el edificio.
Esta etapa se vive en “tres tiempos”: años de gran despliegue, fecundidad y
creatividad; años de dificultad, de crisis, de conflicto; y años críticos en que,
o se da un salto cualitativo, o se interrumpe el itinerario.
Dolores tiene experiencia espiritual y apostólica; lleva una vida personal y
espiritual muy seria, contrastada y organizada: dirección espiritual, Ejercicios
anuales, retiros mensuales, plan de vida que incluye su vida interior y apos-
tólica, exámenes prácticos, cuentas de conciencia. Está en un momento per-
sonal óptimo, con grandes posibilidades y deseos de desplegar alas. Ha ido

146
aprendiendo a dejarse conducir por Dios a través de la voz de su director y de
los acontecimientos. Etapa apostólicamente fecunda en que es capaz de dar
respuestas personales y originales, y en que se van decantando sus preferen-
cias apostólicas, concentrándose cada vez más en una sola. Momento en que
organiza la Casa Social, se consolida el trabajo en los barrios a través de las
Doctrinas, funda una Asociación Apostólica para dar solidez y continuidad a
los trabajos. Momento de apertura hacia la Iglesia jerárquica, de pasar de un
trabajo personal a uno más eclesial.
Sin embargo, en medio de todo este despliegue, mantiene una especie de
“nostalgia vocacional”. Pero es ahora cuando su deseo de consagrarse a Dios
va a encontrar su cauce. Primero, encauza sus deseos de entrega total a Dios
entregándose plenamente al trabajo apostólico y, poco después, se consagra
totalmente a Dios haciendo votos privados. A estas alturas ha logrado integrar
sus dos deseos: consagración a Dios y entrega al apostolado, consagrándose
a Dios y su causa. Esto produce en ella una gran unificación interior. Ya no
hay dicotomía, pero aún queda mucho por hacer.
Estos también son años de purificación. Sus mayores fuentes de sufrimiento
fueron el Director y las señoras de la Asociación, y esto la afecta en su punto
más débil: el corazón. No es sólo el afecto que llegó a sentir por el P. Alonso
y las humillaciones a las que la sometió, sino que sus directores eran para ella
la mediación de Dios. No es sólo que la Asociación fuera perdiendo su autén-
tico espíritu, sino que era el hijo de sus entrañas. Libra grandes luchas inte-
riores, pero éstas no afectan ni su vida interior ni su vida apostólica; al con-
trario, redobla sus esfuerzos encaminados a su trabajo personal, a vencerse a
sí misma, a superar su desilusión y continuas decepciones. Estos sufrimientos
purifican su sentido de las mediaciones y exigen de ella una profunda libertad
interior.
Dolores siempre deseó el martirio; a partir de aquí, sabe que no está en sus
manos alcanzar el martirio cruento, y empieza a intuir que será mártir del
corazón. Aquí aprende a integrar el dolor y el sufrimiento, sobre todo el in-
justo, y los convierte en camino de identificación con Cristo. Sus deseos ya
no son sólo ser como Jesús, seguir sus huellas sino, concretamente, seguir sus
huellas ensangrentadas, integrar en su horizonte y en su vida, la cruz. No la
cruz “soñada”, sino la que se pone sobre sus hombros. A su vez, es momento
de tentación, de dejarse vencer por el cansancio de la marcha, por un falso

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“realismo”. Tiene ante sí dos caminos: retirarse con su familia, o arrojarse en
brazos de Dios y continuar su itinerancia. Opta por el segundo.
En los años de resolución de la crisis aumenta aún más su despliegue apostó-
lico y tiene profundas consolaciones y experiencias espirituales. Consuelo al
trabajar sin descanso aun en medio de las humillaciones; consuelo al moverse
a impulsos de la voluntad de Dios aunque le costara; consuelo al arrojarse en
sus brazos; consuelo al saberse conducida aunque no supiera hacia dónde.
El punto de llegada de esta etapa se refleja perfectamente en su experiencia
de la oración de Jesús en Getsemaní, en su Hora Santa de 1901: entrega e
identificación plena con la voluntad de Dios, como Jesús, superando luchas y
resistencias. Dolores es asociada a la misión del Hijo; recibida bajo “su Ban-
dera”.
Al final del “control de calidad”, Dolores ha alcanzado la auténtica humildad,
se ha abandonado total y confiadamente en brazos del Padre y ha hecho la
ofrenda de la propia vida: amor por amor, vida por vida, sacrificio por sacri-
ficio. Ahora, Dolores es realmente un “instrumento en manos de Dios” y Dios
puede entregarle Su obra, el Instituto.
La última etapa del itinerario espiritual la hemos denominado “instrumento
en manos de Dios”. Toda ella está dinamizada por un único deseo: la identi-
ficación y la unión con Cristo, deseo que se hace realidad. Éste es el punto de
llegada de todo itinerario espiritual, pero en Dolores se expresa de una manera
específica.
Dolores alcanza la identificación con Cristo en Getsemaní; es decir, la plena
identificación con la voluntad de Dios superando todas las resistencias, hasta
llegar a la entrega de la propia vida. Por otra parte, Dolores va a lograr la
unión con Dios en el hacer, en la cotidianidad, en la plena integración de su
vida exterior e interior, llegando a vivir en la continua presencia de Dios. Y,
según los grandes Maestros espirituales, ambos aspectos manifiestan un
grado de unión con Dios tal que ellos denominan “matrimonio espiritual” y
que nosotros hemos llamado “fusión”, pues ya no son dos sino uno sólo: Dios
vive en Dolores y Dolores en Dios, pero de forma estable y permanente. Mas
esto no desemboca en una relación intimista, al contrario, llegar a este grado
de unión, potencia aún más su despliegue apostólico y la hace mucho más
fecunda en sus trabajos.

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Dolores expresa esta profunda experiencia espiritual por medio de dos imá-
genes: ser instrumento en manos de Dios y tener la constante morada en el
Corazón de Jesús.
La imagen de ser “instrumentos en manos de Dios” está casi siempre vincu-
lada a lo apostólico. Por un lado, expresa una actitud profunda de humildad,
docilidad y confianza; por otro, un grado de unión tal, que es Dios mismo
quien actúa por medio de ella. Es la unión que se da entre el sarmiento y la
vid (Jn 15). Es decir, tiene una clara vivencia espiritual y apostólica. Es la
experiencia que aparece formulada en su conocida Regla 11.
“Tener la constante morada en el Corazón de Jesús” expresa la unión estable
y permanente con Él, en medio de la cotidianidad de la vida, despierta o dor-
mida, trabajando y descansando, siempre. Es la expresión de haber alcanzado
la plena integración de todo su ser en Dios y el secreto de su fecundidad apos-
tólica. Es la experiencia que refleja en la Regla 5ª.
Ambas imágenes, expresión de una única experiencia, se encaminan hacia la
comunión trinitaria, hacia la plena transformación en Dios que formula con
la expresión “ser un pedazo de Dios”, un “pedazo del Corazón de Cristo”. Y,
no es una metáfora.
Efectivamente, en la vida espiritual, todo camina hacia la simplificación, pero
una simplificación rica en matices.
En la última etapa del itinerario espiritual, al estar al final del camino, es el
momento de hacer la relectura y valoración de la propia historia. En esta lec-
tura serena, profunda y sincera, se descubren muchas lagunas, pero todo se
convierte en ocasión para dar gracias, alabar, bendecir y cantar la misericor-
dia de Dios, su amor fiel e incondicional. La vida se lee como una historia de
amor y de gracia.
Precisamente porque se vive en Dios, se tiene la mirada transformada y se
alcanza el don místico de la contemplación, el don de verlo presente en todo
y en todos, siempre y en todo lugar. Se vive en consolación, no porque no
haya dificultades, sino porque aumenta la experiencia de inmediatez con
Dios. No disminuye el trabajo personal, pero se relativiza, en el sentido de
que aumenta la pasividad; es decir, es Dios quien asume cada vez con mayor
fuerza el verdadero protagonismo.
Dolores tiene grandes experiencias espirituales pero por cauces que ella
misma califica como “ordinarios”: ante la eucaristía, al comulgar, al moverse

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a impulsos de su voluntad, en un convite, en calles y plazas, todo se convierte
en lugar de encuentro, de presencia, de allí su interés en demostrarle su amor
en los pequeños detalles, en la fidelidad a las cosas pequeñas.
Dolores ha interiorizado el papel del sufrimiento, lo ha convertido en camino
de identificación con Cristo, en expresión de amor. Padecer por su amor la
consuela, precisamente porque ha llegado al tercer grado de humildad.
Los últimos años son años de consolidación y consumación. Años en que
ejerce de manera natural y sencilla lo que hemos llamado Magisterio y Ma-
ternidad espiritual. Años de total descentramiento. Vive para Dios y su causa;
vive para Él y para la obra por Él encomendada.
El fruto que se gusta al haber alcanzado la meta es la paz. Paz del deber cum-
plido, paz de vivir en y para Dios, paz de cumplir su voluntad. Paz en medio
de luchas y dificultades. Paz que es la expresión de estar totalmente habitada
por el Dios del Amor y de la Paz.
La última prueba de su plena madurez espiritual es su forma de afrontar la
muerte, la serenidad profunda, la libertad para dejar el Instituto en manos de
Dios en momentos tan delicados, el amor hacia todas la que le hicieron sufrir.
Y en este momento cumbre, entrega su testamento espiritual, su síntesis per-
sonal, que expresa en cuatro elementos clave: tener una confianza total y ab-
soluta en Dios, velar por el espíritu del Instituto, entrega al trabajo apostólico
e integración entre el trabajo exterior y la vida interior. En realidad es la forma
como ella vivió: abandonada en Dios, lo que la hizo tremendamente audaz;
fiel al don recibido y dispuesta a dar la vida por él; entregada a la misión
encomendada, pero no mero activismo, sino en profunda unión e identifica-
ción con su Dios y Señor. Éste es su punto de llegada, la meta a la que todos
somos llamados.

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