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El Quijote y la educación

Coordenación del número*:


Gabriel Janer Manila

* Este número extraordinario se realizó siendo Jefe de Redacción D. Rogelio Blanco Martínez
GABRIEL JANER MANILA: Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

JULIO RUIZ BERRIO: El oficio de maestro en tiempos de Cervantes . . 11

ANTONIO VIÑAO FRAGO: Oralidad y escritura en el Quijote: ¿Oposi-


ción o interacción? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

LEONOR SIERRA: Analfabetos y cultura letrada en el siglo de Cervan-


tes: los ejemplos del Quijote . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

ANNA MARÍA BERNARDINIS: Los peligros de la lectura y el caso de


Don Quijote de La Mancha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

ANTONIO CASTILLO GÓMEZ: «Aunque sean los papeles rotos de las


calles» cultura escrita y sociedad en el Quijote . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

JUAN CARLOS GONZÁLEZ FARACO: Arte, lenguaje y educación: apun-


tes para una crítica de la razón pedagógica en el Quijote . . . . . . . . . . 77

MARÍA ZAMBRANO: La liberación de Don Quijote . . . . . . . . . . . . . . 105

JORGE CHEN SHAM: La interpretación noventayochista del Quijote:


consagración filosófica de su sentido «profundo» . . . . . . . . . . . . . . . . 111

MARÍA LLUÏSA QUETGLES ROCA: La educación en el Quijote . . . . . . 119

MARÍA STOOPEN: Las nociones de sujeto, historia y cosmos en el


Quijote . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

MIGUEL JOSÉ PÉREZ y JULIA ENCISO: Don Quijote, enseñar para la


aventura: el diálogo, fundamento de la educación . . . . . . . . . . . . . . . 149

GABRIEL GENOVART: La caballería como una pedagogía superior y


Don Quijote de La Mancha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165

PARK CHUL: La república utópica en el Quijote . . . . . . . . . . . . . . . . . 177

PEDRO C. CERRILLO: Cervantes poeta: el valor de los versos del Qui-


jote . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

GABRIEL JANER MANILA: De la risa regeneradora y jocunda . . . . . . . 195


ALEJANDRO TIANA FERRER: Ediciones infantiles y lectura escolar del
Quijote. Una mirada histórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207

GIUSEPPE FLORES D’ARCAIS: La educación: diálogo, convencimiento,


consenso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221

PEDRO GIL MADRONA y ONOFRE RICARDO CONTRERAS JORDÁN:


Una experiencia interdisciplinar desde el área de Educación Física: el
Quijote y sus juegos motores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
Presentación

Hoy, gracias a la teoría de la recepción literaria de Hans Robert Jauss y W. Iser, sabemos
que un texto literario –y el Quijote puede servirnos de ejemplo– conlleva un potencial de
significaciones que podemos considerar virtuales, sólo capaces de hacerse realidad o evi-
denciarse en la imaginación del lector. Aquellas propuestas de los teóricos de la escuela
de Constanza pusieron de manifiesto la capacidad de toda obra literaria de promover o
suscitar múltiples lecturas y en esto, justamente, hicieron caer el acento al redefinir el con-
cepto de clásico. La obra clásica es aquella que puede ser leída de forma diversa tanto en
el espacio como en el tiempo. Quiero decir que cada nueva generación, cada escuela,
cada geografía, en última instancia cada lector, podrá leer de forma nueva aquel texto y
encontrar algunas respuestas a las preguntas fundamentales que plantea su tiempo.
Con anterioridad, la crítica formalista había buscado el encuentro de los valores for-
males inmanentes en el texto. Una obra literaria poseía una serie de valiosas y perma-
nentes cualidades indiscutibles, siempre vigentes, que, con el paso del tiempo, seguían
inmutables. Posteriormente, la crítica marxista se alejó de los valores formales y buscó en
el texto literario el reflejo de las tensiones sociales,el testimonio de los dramas colectivos
y la afirmación de la lucha de clases. Quienes, más adelante, se alinearon en los postula-
dos de la teoría de la recepción no negaron las aportaciones de aquellas escuelas. Siguie-
ron pensando que toda obra de arte contiene valores estéticos permanentes, que en todo
texto hallamos las tensiones sociales y el testimonio de los tiempos en que fue escrito;
pero les interesaba poner el acento en el protagonista fundamental de la recepción: el lec-
tor. Para ellos, la lectura es ante todo un proceso mediante el cual el lector construye el
sentido de aquello que lee. A partir de esta idea, Jauss afirmaba que el lector convierte en
«habla» el texto y aplicaba a la lectura de la obra literaria los conceptos de «lengua» y
«habla» de Saussure. El lector convierte en significado actual aquello que potencialmente
está en la obra e introduce en el marco de su lectura su propio concepto del mundo.
Otros, entre ellos Paul Zumthor, habían sugerido con anterioridad ese lado salvaje que
contiene el acto de leer, la posibilidad de descubrimiento, de aventura, de capacidad de
hallar los aspectos inacabados e incompletos que la deben caracterizar y definir, como
definen todo placer.
El lector aparece como uno de los actantes de la gestación literaria. Y al tratar de
entender aquel sentido que un determinado tiempo o un lector individual atribuyen a un
texto literario no se pueden dejar de considerar ni la experiencia ni los efectos que la lite-
ratura tiene sobre el pensamiento y la vida de los hombres. Quiero decir con ello que, al
iniciar la lectura de un texto literario, contamos con una suma de comportamientos, de
conocimientos, de ideas preconcebidas, de emociones que van a ejercer su influencia. Lo
ha dicho recientemente G. Steiner1: «Todo intento de comprensión, de «correcta lectura»,
de recepción sensible es, siempre, histórico, social e ideológico. No podemos «escuchar»

(1) G. Steiner: Errata. Madrid: Siruela, 1998.

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a Homero como lo escuchaba su público original». El significado no está exento de refe-
rencias externas. Cada lectura individual de un texto nos lleva a la «espiral de la interpre-
tación», según la expresión de Albert Menguel, y de esta forma el texto participa en el pro-
ceso de formación de la experiencia humana. Testimonio del espíritu del tiempo, expre-
sión de las neurosis del escritor, espejo de una sociedad… Puede ser todo eso, pero ade-
más encontramos en su interior el testimonio de nuestro tiempo, la expresión de nuestras
propias neurosis, el espejo de nuestras realidades. Y es interesante investigar las pregun-
tas a las que aquella obra a lo largo del tiempo supo dar alguna respuesta. Sería pues
atractivo conocer cómo fue leído el Quijote en el siglo XVIII; cómo fue leído durante el
Romanticismo, o en ocasión del tercer centenario de su publicación, hace ahora cien
años. Entre los trabajos que presentamos, el del profesor Juan Carlos González Faraco se
acerca a este tema con cierto pudor, pero, crítico y sagaz, se pregunta por las lecturas
pedagógicas del Quijote en los tiempos que se avecinan y que él llama «de la modernidad
tardía». En otro trabajo, en este caso el del profesor Jorge Chen Sham, de la Universidad
de Costa Rica, presentamos la interpretación profundamente filosófica que las gentes del
noventa y ocho hicieron de la novela de Cervantes.
Pero además de las múltiples lecturas que un determinado texto posibilita y de la
diversidad de sentidos que se le atribuyeron a lo largo del tiempo, hay algo que cabe
subrayar: en nuestra lectura actual del Quijote, como en la lectura de cualquier otro tex-
to literario, intervienen de manera terminante las lecturas que la precedieron, aquello que
con cierta melacolía llamamos nuestra biblioteca interior. Desde esta perspectiva, podría-
mos referirnos a la influencia de Kafka sobre Cervantes, en el sentido de que, habiendo
leído a Kafka con anterioridad a la lectura del Quijote, dicha lectura habrá ejercido su
efecto sobre la posterior lectura cervantina. O como aquel que, habiendo leído el Ulises
de Joyce, lee con posterioridad la Odisea de Homero. ¿Se puede hablar en este caso de la
influencia de Joyce sobre Homero? Leemos como si fuéramos tejiendo un palimpsesto.
Nuestras lecturas van configurando una serie de impresiones que quedan plasmadas en
la entretela de nuestra memoria, al enfrentarnos con una nueva lectura, aquellas figura-
ciones se activan e intervienen en la tarea de significar el nuevo texto.
Desde esta perspectiva hemos construido este número especial de la Revista de Edu-
cación dedicado al IV centenario de la publicación de la primera parte del Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Hemos convocado para ello a estudiosos que desde
lugares a veces muy lejanos han querido participar en nuestro proyecto y lo han hecho
con aquel justo entusiasmo tan necesario para las cosas más hermosas. Buscamos la con-
tribución de cervantistas prestigiosos cuyo campo de estudio se hubiera aproximado al
ancho mundo de los temas educativos. A otros los reclutamos en nuestro propio campo:
el del área de la Teoría e Historia de la Educación. Pretendíamos que el Quijote fuera leí-
do desde la perspectiva de las Ciencias de la Educación. Y desde el palimpsesto que el
estudio científico de la Educación ha tejido en nosotros, se ha abordado una novísima lec-
tura del Quijote. Entre aquella lectura del III centenario y la nuestra de hoy nos separa un
siglo. Pero, justamente, este siglo que nos separa fue el siglo del niño y nuestro bagaje de
conocimientos teóricos y prácticos sobre el quehacer educativo es complejo y valioso.
Leer la novela de Cervantes desde esa complejidad puede que haya definido nuestra lec-
tura de hoy, cuando comenzamos el siglo XXI, tal vez cuando se inicia la modernidad tar-
día. Sabemos que nuestra lectura –nuestras lecturas– no pueden pretender ser definitivas.
No hay ninguna lectura que pueda considerarse definitiva. Habrá otras nuevas lecturas,
enfoques nuevos, maneras diferentes a las nuestras de entender la prodigiosa aventura de
Don Quijote. Y así es como debe ser. De lo contrario, le habríamos extendido el certifi-

6
cado de defunción. Don Quijote vuelve a cabalgar cada vez que un lector empieza a leer
por primera o por enésima vez la historia de sus extravagantes y lunáticas desdichas. Cada
vez que un lector abre una de las múltiples ediciones del Quijote y comienza a leer: «En
un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que
vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corre-
dor…» abre de nuevo el espacio mágico por el que van a moverse Don Quijote y Sancho,
su escudero. Pero también otros singulares personajes salidos del imaginario de Cervan-
tes: el cura y el barbero, Aldonza Lorenzo, Sancho, el ventero, el vizcaíno, los cabreros,
Maritornes, la hermosa Dorotea, la infanta Micomicona, el mozo de mulas, el loco sevi-
llano, el bachiller Sansón Carrasco, Teresa Panza, el caballero de los Espejos, el del Ver-
de Gabán y tantos otros: pastores, marqueses, rufianes labriegos, estudiantes, venteros,
pastores enamorados, titiriteros y monos adivinos que circulan por el interior del relato y
configuran un vivo retablo de las maravillas de su tiempo. De una época en la que el ofi-
cio de maestro –advierte Julio Ruiz Berrio– comenzaba a configurarse y a consolidarse sus
estudios. Ahí están aquellos personajes para acompañar a Don Quijote en su aventura:
metáfora de la realización personal, punto de encuentro entre el analfabeto y el lector,
entre la cultura letrada y la cultura popular, fundamentalmente de tradición oral, pero
además, apunta Antonio Viñao, en el Quijote oralidad y escritura se implican en un recí-
proco proceso de simbiosis; personalidad extraviada por la lectura cuyo extravío puede
ser el único espacio en el cual un lector de su época podía construir su identidad. Y otras
lecturas que el Quijote brinda como un río inacabable de sugerimientos. Quedan por refe-
renciar algunos trabajos imprescindibles: el de Park Chul sobre la República utópica, el
de Gabriel Genovart sobre la educación caballeresca, el de Pedro Cerrillo sobre los ver-
sos del Quijote y su valor didáctico, el de María Stoopen sobre las nociones de sujeto, his-
toria y cosmos en el Quijote, el de Alejandro Tiana sobre las múltiples y diversas edicio-
nes infantiles del Quijote. Y otros que se refieren a los viejos juegos que aparecen en la
novela, a la risa regeneradora que el relato de Cervantes procura. Todo ello traza nuestra
lectura de hoy, sometida a los avatares sociológicos e históricos de nuestro tiempo, a
nuestras lecturas anteriores, a nuestra manera de entender el mundo. Pero eso es, justa-
mente, aquello que debemos pedir al Quijote en su IV centenario: que nos permita hacer
una lectura de nuestro tiempo, a partir de todos los tiempos que llevamos a cuestas. Sólo
así el caballero de la Triste Figura nos estará hablando de nosotros mismos y Cervantes
será nuestro contemporáneo.

GABRIEL JANER MANILA


Universitat de les Illes Balears

7
Nota del Jefe de Redacción

Desde el número 305 de 1995 hasta el 333 de 2004 he tenido en suerte participar en el
Consejo Editorial, como redactor jefe de la Revista de Educación asumiendo tareas de
coordinación, diseño, edición y distribución. Un total de veintinueve números ordinarios
y media docena de extraordinarios son el resultado del esfuerzo y de la colaboración de
más de medio millar de autores, de numerosos asesores externos, recensionistas y correc-
tores de estilo. Del mismo modo, en esta tarea ha sido inestimable la tarea de los miem-
bros del Consejo de Dirección y de los coordinadores de cada número. Durante este
período, cuatro han sido los directores de la revista (Alejandro Tiana Ferrer, José Luis Gar-
cía Garrido, Gerardo Muñoz Sánchez-Brunete y Santiago Arellano Hernández), de los que
siempre sentí su apoyo. Sólo me resta darles las gracias por la confianza otorgada. Y han
sido dos los secretarios de la revista, los profesores José Manuel Moreno Olmedilla y Car-
men Labrador Herraiz, sin su ayuda estos números hubieran sido diferentes; pues su
experiencia y conocimientos en todo momento los han puesto a disposición, un verda-
dero alarde de desinterés y ecuanimidad en sus decisiones.
Finalmente no se puede olvidar a los becarios quienes se han entregado laboriosa-
mente y, con frecuencia más allá de sus obligaciones: Nuria Vaquero, Mercedes Serrano
Parra, Teresa Pastor Casares, Silvia Mantero Martínez, Marcos Fernández Manso y Guiller-
mo Álvarez Pérez. En la tarea de correspondencia con los autores, elaboración de nómi-
nas, etc. ha sido imprescindible la colaboración de Julia Gómez Moreno, Paloma Her-
nández Gil y Consuelo Alonso Pérez. Del mismo modo que la ayuda prestada por San-
tiago Piñas Rodríguez, así como la del resto del personal del extinto Instituto Nacional de
Calidad y Evaluación (INCE) y actual Instituto Nacional de Evaluación y Calidad del Siste-
ma Educativo (INECSE).
Por último, deseo señalar singularmente la eficaz ayuda de Margarita Cabañas Cori-
huela. A la revista llegamos al mismo tiempo. Sus juicios, precisiones e indicaciones han
sido tan imprescindibles como su generosa colaboración. Gracias a todos, pues estimo
que juntos logramos una publicación respetada y considerada como única en su especia-
lidad.

ROGELIO BLANCO MARTÍNEZ


Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas

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EL OFICIO DE MAESTRO EN TIEMPOS DE CERVANTES

JULIO RUIZ BERRIO (*)

RESUMEN. Se trata de una época muy interesante, puesto que en ella se configuró en
gran parte el oficio de maestro del Antiguo Régimen. Hechos históricos tan impor-
tantes como el desarrollo del Protestantismo en Europa, la realización del Concilio
de Trento, la creación de una Administración nacional por parte de Felipe II, la elec-
ción de una capital por razones geopolíticas –el caso de Madrid–, influyeron de mo-
do especial en el interés de las autoridades civiles y religiosas por la formación ele-
mental y, con ella, por el establecimiento de escuelas de primeras letras en diversos
tipos de población.
En esta segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII se pueden registrar más de 14
tipos de maestros, pero nos centramos de modo especial en el maestro que abría
escuela pública tras conseguir el permiso del Consejo de Castilla o bien de corregi-
dores o regidores municipales. Tras conocer cómo se obtenía el permiso para abrir
aula, vamos recordando las condiciones que se exigían a los candidatos, tiempos y
tipos de examen, precios que tenían los aprendizajes, currículo enseñado, métodos
utilizados, estima social... Completamos la visión de esos maestros con una breve
historia de la acreditación que ellos mismos solicitaron y con la constitución de la
cofradía correspondiente, la Hermandad de San Casiano.
ABSTRACT. This is a very interesting period, in which a significant part of the tea-
ching trade of the Ancien Regime was shaped. Important historical developments
such as the development of Protestantism in Europe, the Council of Trent, the cre-
ation of a national Administration by Philip II, and the election of a capital for geo-
political reasons (Madrid) particularly influenced civilian and religious authorities in
their interest in elementary education, leading to the establishment of primary
schools in different kinds of towns.
In the latter half of the 16th and the first half of the 17th century there were over 14
types of teachers, but we shall particularly focus on teachers who opened up a pu-
blic school after being granted permission by the Council of Castile or by local ma-
yors or councilmen. After reviewing how permission was obtained to open a class-
room, we shall recall the conditions that had to met by the candidates, examination
periods and types, the price of learning, the curriculum that was taught, the me-
thods that were used, their status in Society... We shall complete this view of tea-
chers with a short account of the certificate that they themselves certified and the
establishment of the corresponding guild, the Fraternity of St. Casiano.

Es costumbre ya inveterada entre los histo- dada su creencia firme en el poder de la


riadores de la cultura y de la educación educación para renovar la cultura del pue-
caracterizar a los discursos de la Ilustración blo, conseguir su elevación moral, transfor-
especialmente por su «optimismo pedagógico», mar la economía y asegurar la convivencia

(*) Universidad Complutense de Madrid.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 11-26. 11


Fecha de entrada: 06-04-2004
en cada nación. Ellos otorgaron a la instruc- mente por los maestros, por los currículos
ción un valor decisivo en la política de las y por los conocimientos impartidos. Y
sociedades y en el desarrollo de los indivi- cuando detectamos que ese crecimiento
duos, razón por la cual decidieron ilustrar a escolar y esa vigilancia pedagógica se debe
todos en general y especialmente a las cla- en buena parte a las resoluciones del Con-
ses poderosas, aristocracia y burguesía. cilio de Trento (1545-1563), bien directa-
Sin embargo, cuando contemplamos la mente o bien a través de diversos Sínodos1
realidad escolar de la España de tiempos de y Constituciones2, que ordenaban a los
Cervantes, que no es otra que la España del obispos y a los párrocos la apertura de
siglo XVI –y una pequeña parte de la centu- escuelas y el control religioso y moral de
ria siguiente– nos encontramos con una las mismas, nos damos cuenta de que nos
sociedad que ofrece dos momentos muy encontramos ante un gran movimiento de
definidos de interés rotundo por la educa- fe en el poder de la educación, puesto que
ción: una primera etapa, iniciada ya en el se apuesta por la instrucción vigilada3 para
reinado de los Reyes Católicos, en la que el llevar a cabo el movimiento de la Contra-
movimiento humanista estimulado por el rreforma, para asegurar la creencia en la fe,
Renacimiento y posibilitado por la inven- para evitar el alejamiento de la ortodoxia
ción de la imprenta promueve el interés por del Catolicismo4. La publicación de Cristos5
la literatura, las ciencias y las artes, median- en casi doscientas lenguas diferentes por
te la creación de modernos centros de ense- parte de la Compañía de Jesús, por ejem-
ñanza, el estímulo hacia los descubrimien- plo, es un índice más de ese valor seguro
tos científicos y técnicos, la depuración de que se concede a la instrucción. En último
las lenguas clásicas y la sistematización de término, y dicho de otra manera, también
las modernas, etc., comprendiendo también estamos ante un fenómeno concreto y
la preocupación municipal en muchas amplio de optimismo pedagógico, aunque
poblaciones por el establecimiento y funcio- ciertamente haya muchas diferencias en su
namiento de escuelas de primeras letras. punto de partida, puesto que en el siglo XVI
La segunda etapa, coincidente con los se parte de un concepto de hombre como
reinados de Felipe II y Felipe III, contem- ser débil y pecador6, mientras que el opti-
plará un desarrollo mucho mayor del mismo pedagógico de la Ilustración sostie-
número de escuelas, así como un cuidado ne que el niño, como dijo Rousseau, es
especial por los elementos personales y bueno por naturaleza, pero la sociedad lo
materiales del proceso educativo, especial- pervierte.

(1) Sobre la proliferación de leyes canónicas en relación con la enseñanza en este siglo XVI pueden cono-
cerse cifras y datos concretos en B. Bartolomé Martínez: Las escuelas de primeras letras, 1993. En B. Delgado:
Historia de la educación en España y en América, II: La educación en la España Moderna (siglos XVI-XVIII).
Madrid, Fundación Santa María/ Ediciones SM, pp. 178 y 179 especialmente.
(2) En ese sentido conviene recordar la importancia destacada de la Constitución Etsi minime, de Pío V, de
6 de octubre de 1571, por la que se mandaba a los obispos que crearan en sus diócesis sociedades o cofradías
para la instrucción religiosa de los niños y jóvenes, como recordaba hace ya bastante años Julia Varela en Modos
de educación en la España de la Contrarreforma. Madrid, La Piqueta, 1983, p. 267.
(3) Sobre la «desconfianza» que se tiene hacia el niño, y sus consecuencias pedagógicas, es interesante el
capítulo sobre «Los grandes principios pedagógicos» en la obra de F. J. Laspalas Pérez: La reinvención de la
escuela. Pamplona, EUNSA, 1993, pp. 121-183.
(4) Por otra parte conviene recordar, como lo hace M. Fernández Álvarez (Felipe II y su tiempo. Madrid,
Espasa Calpe, 1998, p. 260) al hablar de la sociedad española de la segunda mitad del siglo XVI, que:
Lo religioso impregnaba aquella sociedad, no ya sólo en los grandes acontecimientos personales: nacimiento, boda, muer-
te; o en los sociales: Navidad, Semana Santa, Fiestas patronales. Es que, jornada a jornada, desde el primer toque de las
campanas parroquiales llamando a misa, hasta la retirada al descanso, pasando por el ángelus del mediodía, la vida ente-
ra estaba impregnada por lo religioso. De tal forma, que cualquier cosa que hoy veríamos como privativo de una comu-
nidad determinada se tomaba entonces como algo que afectaba a todos.
(5) Abecedarios para aprender a leer que empezaban por la palabra Cristo.
(6) El concepto de hombre en el cristianismo es a la vez pesimista –en la vida terrenal– y optimista
–creencia firme en la vida eterna–.

12
Reconocido el fenómeno de optimismo da en que fue preparado desde hacía
pedagógico que se aprecia en la segunda muchos años, antes incluso de Carlos V.
mitad del siglo XVI, así como el consecuen- Desde los tiempos de los Reyes Católicos,
te movimiento de impulso de la enseñanza el progreso del castellano, el desarrollo de
la imprenta, la fundación de las universida-
elemental en España, que se vehicula a tra- des de Alcalá y Salamanca, favorecieron las
vés de la escuela, creo que es oportuno discusiones alrededor de la religión, del
hacer un par de aclaraciones que amplíen derecho, de la cultura antigua [...] Al mismo
nuestra información y no equivoquen nues- tiempo, los grandes descubrimientos y los
tro juicio. Se trata de puntualizaciones que problemas que ellos plantean suscitan la
no pretenden tratar ni repetir aspectos de la eclosión de una literatura científica dema-
cultura y de la enseñanza en tiempos de siado tiempo menospreciada fuera de Espa-
Cervantes, como ya se hace en otros artícu- ña: bajo la impulsión de un Santa Cruz, de
un Nonius, de un Martínez Guijarro, de un
los de esta Revista, sino que buscan, senci-
Hernández de Oviedo, de un Pérez de Oli-
llamente, ayudar a centrar los marcos cultu- va, de un Miguel Servet, las matemáticas, la
rales y las realidades escolares en que cosmografía, las ciencias físicas, la medici-
actuaban y se movían los maestros de pri- na, lograron progresos decisivos10.
meras letras. En ese sentido, y precisamen-
te por haber destacado el desarrollo de la Otra precisión que se hace necesaria es
enseñanza elemental en el siglo XVI, es con- la que nos pone de relieve las diferencias
veniente contemplar el fenómeno dentro entre los siglos XVI y el XVII. Y no es sola-
de una perspectiva global, y recordar por mente porque, como sabemos todos, los
un lado que la cultura con mayúsculas era siglos no existan, ya que son una artificial
cuestión de las élites7, mientras que «en el muleta en que nos apoyamos a veces los
mundo rural –que constituía no lo olvide- historiadores, sino porque en este caso se
mos, la gran mayoría de la población– el registran grandes distinciones en cuestiones
generales como la economía, la política, las
analfabetismo era abrumador»8. Como pre-
relaciones internas y externas, etc., entre la
cisaba el hispanista Joseph Pérez hace ya
sociedad española de las épocas de Carlos V
una década a su pregunta de «¿quién podía
y Felipe II y la de los últimos Austrias, a la
en aquella época aprovecharse de las ense-
vez que en toda una serie de aspectos con-
ñanzas de los libros?», sólo «una pequeña
cretos. Y entre estos últimos creo que mere-
élite, ya que el 80 u 85 por ciento de la
ce la pena indicar las diferencias existentes
población como mínimo eran totalmente en el tipo y en el ideal de vida de los espa-
analfabetos, sobre todo en las zonas rura- ñoles, entre el optimismo social y personal
les»9. Por otro lado, también es pertinente del XVI y el pesimismo de las gentes españo-
recordar que el gran desarrollo cultural de las del XVII, entre las grandes creaciones de
la época de Felipe II no consistió en una los Austrias mayores y los abandonos e
especie de repentina llamarada: inconsistencias de los menores.
De hecho, el Siglo de Oro de la civilización En el caso de las escuelas elementales
española no se explica más que en la medi- y de los maestros es fácil constatar que se

(7) «La culture des Élites espagnoles a l’Époque Moderne», en Bulletin Hispanique (1995). Bulletin Hispa-
nique, (1997) 1. Université Michel de Montaigne, avec le concours du Centre National de la Recherche Scienti-
fique.
(8) M. Fernández Alvarez: Op. cit., 1998, p. 277.
(9) J. Pérez: El hombre del Renacimiento. En El siglo de Fray Luis de León. Madrid, Ministerio de Cultura,
1991, pp. 22-23.
(10) Jean François Canavaggio: «Prelude au Don Quichotte», en L’Espagne au temps de Philippe II. Paris,
Hachette, 1965, p. 219.

13
repiten también las diferencias de un tiem- LOS MAESTROS DE LA ESCUELA PÚBLICA
po a otro, lo que deseo subrayar para
poder enfocar con más acierto el presente Sabemos que en la época de Cervantes se
trabajo. Vaya por delante que en la histo- podía contabilizar varios tipos de escuela
riografía al caso, con bastantes publicacio- elemental según su fundación y característi-
nes a lo largo del siglo XX, se suele tratar de cas: parroquiales, municipales, de los Doctri-
una vez las dos centurias, bajo ese techo nos, públicas, diocesanas, caritativas, de
común y tan cómodo de la Modernidad, huérfanos, de huérfanas, de amiga11, de hos-
pero al hacerlo se desvirtúan muchas reali- pital, de órdenes religiosas, de fundación
dades y se desenfocan procesos, institucio- real, públicas, particulares, etc., por lo que
nes y discursos verdaderamente distintos. podríamos hablar de varios tipos de maes-
Ya no digamos cuando ese tratamiento se tro, generando cada uno un oficio de ense-
aplica a una microsociedad, y si ésta es tan ñante. Pero como en la mayoría de estos
compleja como lo es la de Madrid, que se casos se advierten coincidencias y repeticio-
convirtió en aquellos tiempos nada menos nes en las prácticas y comportamientos de
que en la Corte de España, un mayor rigor tales maestros, creo que es más acertado dis-
en el análisis al referirse a aquella sociedad tinguir entre dos modelos de ellos, el que
exige establecer periodos distintos, por lo imparte sus tareas en una familia –sea de la
menos el previo al reinado de Felipe II, el nobleza o de la temprana burguesía– y el
de la primera capitalidad, y el de la segun- que desarrolla sus actividades en un aula
da y definitiva. Pero en el caso de la ense- pública, sea financiada por diversas institu-
ñanza, en razón de las diferencias de la ciones o bien mediante el desempeño de
educación y de los mismos maestros, se una actividad libre y remunerada. A ellos
distinguen con facilidad cuatro: un primer habría que añadir un tercer tipo, el maestro
tiempo de lento desarrollo de la escuela y regio, de cuyo oficio ya habló Julia Varela en
de la instrucción; un segundo momento en su momento12, y cuya pedagogía ya estudió
que surgen auténticos montones de maes- mucho antes Ángeles Galino13.
tros ante el polo de atracción en que se ha De esos tres tipos, ¿cuál nos interesa
convertido la villa por ser la Corte y haber más porque represente al maestro clásico de
aumentado su población y su importancia primeras letras en la sociedad española de
de modo extraordinario; un tercer tiempo aquella época? Del primer tipo hay que
en que los maestros deciden controlar la decir que desempeñaba realmente un oficio
competencia entre escuelas y se asocian distinto al de maestro público, por los alum-
para ello y para vigilar la calidad de la nos, por el espacio de enseñanza, por la
enseñanza; y un cuarto tiempo final en que retribución, por el control de su comporta-
el gremio va reduciendo cada vez más el miento y de sus lecciones, etc. Del último
número de maestros que pueden abrir tipo, el regio, hubo muy pocos representan-
escuela mientras que al mismo tiempo tes, puesto que fueron pocos los príncipes
aumenta las exigencias para entrar en del periodo. Sin embargo, estamos obliga-
aquél, en la Hermandad de San Casiano. dos a mencionar que precisamente para

(11) Hasta en una letrilla del famoso poeta Luis de Góngora aparece la existencia de escuelas de amiga,
así como la asistencia de niñas a la misma. Es en aquella letrilla que empieza así:
Hermana Marica,
mañana que es fiesta
no irás tú a la amiga,
ni iré yo a la escuela.
(12) J. Varela: Op. cit., 1983, pp. 64 y ss., con el título de «El oficio de maestro regio: enseñar deleitando».
(13) A. Galino: Los tratados sobre educación de príncipes (siglos XVI y XVII). Madrid, Instituto de Pedago-
gía del C.S.I.C, 1948.

14
esos príncipes se escribieron más tratados el espíritu que presidía ese ejercicio era el
de educación que para los otros alumnos, de cualquier corporación, aunque la verdad
escritos pedagógicos que unas veces fueron es que los maestros en España tardaron bas-
tenidos en cuenta y en otros casos sirvieron tante en asociarse formalmente para regular
de pauta para la educación de hijos de la sus derechos y deberes ante la sociedad y
alta nobleza. Y qué duda cabe de que en ante la competencia15. Pero mientras tanto,
tales obras encontramos dos características las relaciones con los clientes, con los alum-
pedagógicas innovadoras en aquel tiempo: nos y sus padres, eran similares a las de
una nueva concepción de la infancia, consi- otros profesionales con sus clientes respec-
derándola persona y creyendo en el poder tivos, de venta del producto oportuno –en
de la instrucción en las edades más peque- este caso la enseñanza, a quien la retribuye-
ñas y un nuevo concepto de la enseñanza, ra según los precios estipulados– necesitan-
como una actividad que debe ser atractiva y do el permiso del Consejo de Castilla para
no un castigo o una carga. Características,
instalar su escuela, si era en villas y ciudades
ambas, que tardarán en incorporarse a la
práctica de la escuela popular. importantes, o bien el del Corregidor corres-
Desechados el ayo y el maestro regio pondiente o el de las autoridades locales si
nos queda el maestro de escuela pública. se trataba de una población reducida. En
Escuela de enseñanza que se da en público muchas ocasiones la verdad es que el pro-
de la gente, de modo social, en grupo, tan- ceso era a la inversa, es decir, eran las auto-
to si su fundación y/o mantenimiento es ridades, las civiles, las diocesanas o las
eclesiástico, conventual, noble, etc., o bien parroquiales, las que buscaban maestro que
si es un establecimiento abierto al público atendiera la escuela al caso, y firmaban un
y que por ello cobra a cada alumno de contrato entre las dos partes. Como se decía
acuerdo con lo que le enseña: leer y/o en algunas partes del norte de España, las
escribir y/o contar. Pero especialmente nos leyes autorizaban al «Alcalde y Regidores de
vamos a referir a este maestro que, con el cada pueblo para que puedan por sí solos
permiso de las autoridades civiles, y tras el hacer conducción de Maestros de Escuelas
examen correspondiente según los tiem- de primeras Letras, sin necesidad de juntar
pos, tendrá matrícula abierta para cualquier Concejo, ni tomar Voto de los Vecinos por
muchacho en la edad idónea que esté dis- un Trienio, excepto en los Pueblos donde
puesto a abonar los honorarios, y sus hubiere costumbre contraria»16.
padres a firmar un contrato con el maes- En cuanto a la formación y personali-
tro14, en el que se señalaba lo que se iba a dad de los que ejercían el magisterio nos
enseñar y en qué tiempo. volvemos a encontrar con una amplia
¿Quiénes desempeñaban ese puesto de gama de casos. Se daba el caso de muchos
maestro?, ¿qué condiciones debía reunir un sacristanes que hacían de maestros, de
aspirante? La contestación no debe ser úni- algunos párrocos, de eclesiásticos regula-
ca, pero sí hay que reconocer que dado el res, de bastantes casos de zapateros o sas-
carácter gremial del ejercicio de cualquier tres que preferían la instrucción a su primer
profesión u oficio, y la del magisterio lo era, oficio, de preceptores de latinidad, y en la

(14) La reproducción de uno de estos contratos puede leerse en la obra de R. Ródenas Villar: Maestros de
escuela en el Madrid de los Austrias. Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2000, pp. 26-27.
(15) Hablaremos del proceso específico posteriormente, pero ya podemos adelantar que por primera vez
lo hicieron en 1642.
(16) Así rezaba la Ley 32 de 1617 (el año siguiente a la muerte de Cervantes, por cierto), 66, lib. I, tít. 10,
de Navarra. T. Virto de Vera: Dirección de padres de huérfanos, y superintendentes de escuelas del Reyno de
Navarra, con varias reflexiones sobre cada uno de ambos empleos. Pamplona, Imprenta de Miguel Ignacio Cos-
culluela, 1802, p. 62.

15
mayoría de los casos de jóvenes que en tor- de la de Madrid, en la que, nada más con-
no a los veinte años de edad, dados sus vertirse en capital del Reino, «los Señores
conocimientos básicos, sobre todo de escri- del Consejo Real de Castila remitieron al
tura, se decidían por abrir escuela. En cual- Maestro más Decano, y ejemplar, que exis-
quier caso no recibían formación alguna, y tía en Madrid, que a la sazón era Antonio
si de antes no tenían otra cultura, su prepa- López Arias, las aprobaciones de los Maes-
ración se limitaba a haber hecho algún año tros del Arte de Escribir, y ejercitó la ocu-
de escuela y, con frecuencia, a haber sido pación por sí sólo seis años, y fue el primer
ayudante de un maestro con escuela abier- aprobador que ha habido en Madrid»,
ta o bien a haber sido leccionista. como relata con toda fidelidad uno de los
Cuestión distinta a la de la formación maestros más famosos que hubo en Espa-
es la del examen. En la mayoría de los pue- ña, Blas Antonio de Cevallos, en su Libro
blos que sostenían escuela eran las mismas histórico, y moral, sobre el origen y excelen-
autoridades del municipio las que proce- cias del Nobilísimo Arte de Leer, Escribir y
dían a examinar a los candidatos. ¿Sobre Contar, y su enseñanza, publicado en
qué? pues durante mucho tiempo, y con las Madrid, por Antonio González de Reyes,
matizaciones que exige la variedad de los en 169217.
pueblos de toda España, ese examen versó Respecto a la retribución del magisterio
sobre la doctrina cristiana, la lectura, las podríamos decir que hubo dos módulos de
tablas de la aritmética y, sobre todo, cono- cantidades que se estipularan. Uno el
cer y escribir algún o algunos tipos de letra correspondiente a las grandes poblaciones,
(no olvidemos que ese maestro podía ser que, por distintos anuncios y otros docu-
también secretario del municipio o fiel de mentos de que se disponen sabemos que
hechos). Además se pidió en varias ocasio- en la segunda mitad del siglo XVI y primera
nes que supieran cantar, con el fin de del XVII solía ser de dos reales al mes por
poder hacer de sacristanes en las iglesias. enseñar a leer, cuatro reales si se enseñaba
Un aspecto específico al hablar de a leer y escribir, y seis si se añadía la ense-
pruebas para poder ejercer de maestro fue ñanza de las cuentas. En los pueblos de
la regulación de lo que pudiéramos llamar reducida vecindad y de precios de vida
examen «oficial», que surgió como proble- inferiores el módulo era más bajo, por
ma candente en las grandes ciudades, supuesto. En cualquier caso es convenien-
especialmente en Madrid y Barcelona, don- te enfocar la cuestión de estos costes desde
de el aumento de población por varias el punto de vista de los maestros y de los
razones hacía aumentar también el número alumnos. Para los primeros, su éxito eco-
de maestros. Aunque en otro apartado nómico estribaba en el número de alumnos
dedicaremos unas páginas a ello, vaya por que tuvieran, y en ese sentido es interesan-
delante que de ese examen y su aproba- te saber que las aulas solían estar llenas en
ción se hizo una batalla larga y dura, que muchos casos, oscilando desde unos 40
tenía por objeto regular las competencias niños hasta 140. Por lo que podemos afir-
entre los maestros de una misma pobla- mar que unos maestros disfrutaban de
ción, a la vez que asegurar una calidad notables ganancias, sobre todo los más
mínima en cada caso así como el prestigio famosos, y en las ciudades, mientras que
social de la profesión. En el siglo XVI otros tenían varios problemas a la hora de
comenzó a haber examinadores maestros terminar el mes, entre otras razones porque
en algunas poblaciones, como es el caso no hay que olvidar que tenían que pagar el

(17) E. Cotarelo y Mori (1913-1916): Diccionario biográfico y bibliográfico de calígrafos españoles. 2 vol.
Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, t. II, pp. 1302-1303.

16
alquiler del local, los materiales escolares de los primeros fundadores de la Ilustre
necesarios y el pasante que les ayudara. La Congregación de la Magdalena, y de la Pia-
verdad es que uno de los principales ene- dosísima del Refugio, Hermano de la
migos de los maestros aprobados en las Orden Tercera de N. Seráfico P. S. Francis-
ciudades fue el intrusismo, llevado a cabo co», tuvo un hijo Caballero del Hábito de
por gentes desaprensivas sin los conoci- Santiago, y cuando se estaban haciendo las
mientos mínimos y normalmente sin el informaciones para recibir el mismo, «no
decoro necesario, pero que hurtaban a los faltó un envidioso que por obstáculo depu-
maestros reconocidos decenas de alumnos so en las informaciones que se hicieron
posibles. Esta debilidad económica empujó que su padre había sido Maestro de niños».
a los maestros a tener pupilos si podían, o Es verdad que los miembros del Consejo
a ejercer varios oficios simultáneamente, Real de las Órdenes de entonces decidie-
entre los que fue corriente el de escribano. ron que tal característica no era un deméri-
Desde el punto de vista de los alum- to sino «un honorífico ejercicio», pero
nos, los estipendios normales que cobra- patente queda que el oficio de maestro era
ban los maestros eran siempre altos, pues mirado de forma despectiva en aquella
con los sueldos que cobraban los trabaja- sociedad18.
dores en las ciudades o en el campo llega- Las enseñanzas que impartían estos
ban como mucho a pagar el precio por maestros, como he dicho más arriba, eran
enseñar a leer a un hijo, pero no podrían la Doctrina Cristiana (principales oracio-
comprar otra cosa, y no digamos cuando nes), el aprendizaje de la lectura, el de la
–como era bastante frecuente– una familia escritura y las cuentas. La verdad es que los
tenía cuatro o cinco hijos en edad escolar. buenos maestros de la época eran sobre
De esta manera descubrimos una de las todo, desde mi punto de vista, maestros de
causas del abstencionismo escolar, así escribir, y, por supuesto, magníficos calí-
como de la herencia condicionante para no grafos e incluso ilustradores. Por lo que no
llegar nunca a subir en el contexto social. Si es de extrañar que unas veces los historia-
faltaba el estímulo social, y no había dine- dores busquen a los escribientes entre las
ro para pagar ni tiempo para poder dedi- filas de los maestros19 y otras veces inda-
carlo al aprendizaje de las letras, podemos guemos noticias sobre los maestros entre
entender la persistencia del analfabetismo las historias de calígrafos como las citadas
en la mayoría del pueblo. de Cotarelo y Mori, Rico y Sinobas, Rufino
A pesar de que algunos de los maestros Blanco o Manuel Barona Chorp.
de las ciudades que he apuntado antes ¿Cómo se enseñaba a escribir? Se utili-
tuvieran retribuciones importantes, es pre- zaban plumas de ave que el maestro debía
ciso indicar que la mayoría de los maestros cortar previamente y se seguía la práctica
–ni siquiera los de mayor posición en la de la copia, mediante muestras, a veces
profesión o en las riquezas– no eran esti- impresas en planchas de hierro. Allí el niño
mados por la sociedad. Hay un testimonio iba a prendiendo a formar en primer lugar
al respecto bastante esclarecedor. Y es el letras, luego sílabas y por último frases. En
que aporta el citado maestro e historiador cuanto al aprendizaje de la lectura, como
Blas de Cevallos, que cuenta cómo en la recuerda Bernabé Bartolomé, servían «car-
segunda mitad del siglo XVII un maestro tillas individuales y catecismos de peque-
famoso en Madrid, Felipe de Zavala, «uno ños formatos, ampliamente difundidos por

(18) E. Cotarelo y Mori, E.(1913-1916): Op. cit., p. 655.


(19) Véase, por ejemplo, el denso capítulo de Aurora Egido sobre «Los manuales de escribientes desde el
Siglo de Oro. Apuntes para la teoría de la escritura», en Bulletin Hispanique, Op. cit, (1997) 1, pp. 67-94.

17
la imprenta», de los cuales se concedió el En el año 1600 el Consejo de Castilla
monopolio de distribución al Claustro de la ordenó 22 que los maestros que tenían
Catedral de Valladolid en 1583. En realidad, escuela abierta en Madrid, así como los que
como advertía Ricardo Sáez en 1996 al refe- aspiraran a abrirla, deberían acreditar sus
rirse a los maestros de las escuelas de Tole- saberes mediante un examen pertinente,
do, el método para la enseñanza de la lectu- haciendo responsable al Corregidor de la
ra es «el mismo método que el que se seguía Villa de Madrid de la realización del mismo
en toda Europa: el método silábico que ope- y de que sus resultados fueran los oportu-
ra según tres fases: la letras, la sílaba y la nos, por lo que de allí en adelante a él
palabra»20. Sobre los espacios en que se lle- correspondería el nombramiento de los
vaba a cabo esa enseñanza y sobre la prác- maestros de la Corte y de las villas y aldeas
tica y normas escolares diarias remito al vecinas. Antes de terminar ese mismo año,
magnífico resumen que el profesor Bernabé el Corregidor de la época, Mosén Rubí de
Bartolomé hace en su trabajo ya citado21. Bracamonte de Ávila, nombró a un exami-
nador y convocó a todos los maestros que
enseñaban a leer, escribir y contar en
LA ACREDITACIÓN: CÓMO SE GENERA Madrid a presentarse a examen en días y
horas determinados, mandando que sus-
Como he prometido antes voy a dedicar pendieran sus clases hasta que lograran el
unas cuantas páginas a uno de los procesos nombramiento oportuno.
más interesantes para conocer mejor el tipo
de maestros que había en la época, el pro-
ceso de la acreditación. A lo largo de él
entramos en contacto con las ambiciones LAS PETICIONES
de institucionalización y de poder de los
maestros de la capital de España, así como Como nos podemos imaginar, esta disposi-
con su lucha por lograr el control comercial ción del Consejo de Castilla no fue produc-
y profesional de esa actividad de la ense- to de la casualidad. En tiempos antiguos
ñanza elemental. Veremos primero cómo algunas personas –padres, maestros, auto-
se generó la acreditación, después analiza- ridades– ya habían echado de menos una
remos las zonas de originarse de ese modo demostración pública de la competencia
y, finalmente, conoceremos las disposicio- de los que abrían escuela, pero en los vein-
nes sobre exámenes que consiguieron que ticinco años previos a la determinación
se reconocieran administrativamente y que citada lo que encontramos son testimonios
se siguieran. Contemplándolas nos infor- concretos. Por un lado, las peticiones, los
mamos del maestro ideal que perseguían ruegos a la autoridad para regularizar una
los que ya eran maestros aprobados, y situación de completa libertad de apertura
cómo usaban de ellas para hacer una criba de escuelas, de la que más que la insolven-
de escuelas abiertas y de maestros no com- cia profesional de muchos maestros lo que
petentes o no bienvenidos. molestaba es que a mayor número de

(20) R. Saez: «Enseignement et petites écoles au tournant du XVIe siècle à Toléde: des texts aux pratiques»,
en A. Redondo, A. (dir.): La formation de l’enfant en Espagne aux XVIe et XVIIe siècles. París, Publications de la
Sorbonne-Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1996, p. 170.
(21) B. Bartolomé Martínez: Op. cit., 1993, p. 192.
(22) «En la villa de Madrid, a tres días del mes de Junio de 1600 años, los señores del Consejo de S.M. man-
daron por consulta que el Corregidor desta Villa examine los maestros que en ella enseñan a leer, escribir y con-
tar, por personas que sepan del arte y se informen de sus vidas y costumbres y habilidades, y sin esto ninguno
pueda enseñar. Francisco Martínez».

18
escuelas disminuían los ingresos posibles, Se sabe también que ocho maestros de
como sucedía en otros sectores profesiona- Madrid26 presentaron más tarde, en 1587,
les o comerciales en las urbes de entonces dos27 escritos al Consejo en el mismo senti-
si no estaban regulados23. Una de ellas es la do, solicitando que «S.M. mande que todos
petición 40 de las Cortes de 1576 sobre las los Maestros de escuela que hay en esta
cualidades que debieran tener los maestros corte y sus ayudantes sean examinados y
de primeras letras. Dice así: aprobados; y para este efecto se nombren
dos personas que entiendan bien esta arte
De enlo24 de la habilidad y suficiencia, que y que se hagan ordenanzas para la conser-
tan necesaria es en los maestros que ense- vación de ella»28. Estos maestros respalda-
ñan niños en tierna edad, es mucho más ron su solicitud con un documento oficial
importante que sean personas de conocida de la época del Emperador Carlos V, la Real
christiandad y exemplares costumbres, por- Provisión de 17 de mayo de 1553, por la
que tales las aprendan dellos sus discípu-
cual se mandaba en todos los reinos caste-
los. Desto no hay el cuidado que se requie-
llanos cumplir las constituciones (capítulos
re, antes los que quieren hacer este oficio
se dice en el documento) que sobre el fun-
por su sola autoridad se introducen en él,
de que se han seguido muchos inconve-
cionamiento de las casas de Niños de la
nientes. Suplicamos á vuestra Magestad, Doctrina habían presentado al Consejo
que pues en la crianza de los niños en Gregorio Pesquera y Juan de Lequeitio,
aquella edad va tanto, y las costumbres que administradores de la Casa de Doctrinos de
entonces aprenden con dificultad las olvi- Valladolid29. Entre los 19 capítulos había
dan, mando: que ninguno pueda poner alguno que precisamente se refería a la
escuela ni estudio para enseñar mucha- necesidad de visitar y examinar a «todos los
chos, sin tener aprouación de la justicia y maestros de enseñar niños que hoviere en
regimiento del lugar do la hubiere de los pueblos de sus jurisdicciones»30.
poner, y tenerse del la satisfazión que tanto Como no hubo respuesta pronta a sus
es necesaria25. demandas, o quizá para que cobrara más

(23) En la primera mitad del siglo XVI, es decir, antes de que Madrid fuera sede de la Corte, muchas de las
corporaciones habían elaborado sus Ordenanzas, sobre todo en el periodo entre 1540 y 1650. Uno de los casos
más adelantado, quizá, fue el del gremio de zapateros, que lograron que en las Ordenanzas de la Villa de 1500
se estableciera el nombramiento anual de inspectores (veedores) del oficio y que se obligara aprobar un examen
a los aspirantes a ejercer el oficio. Tomado el dato de la Obra de J. M. López García (dir.): El impacto de la Cor-
te en Castilla. Madrid y su entorno en la época moderna. Madrid, Siglo XXI, p. 32.
(24) Transcribo este texto tal y como aparece en la obra de la que lo recojo.
(25) Tomo este texto de V. De la Fuente: Historia de las Universidades, colegios y demás establecimientos
de enseñanza en España. Madrid, Imprenta de la Viuda e Hija de Fuentenebro, tomo II, 1885, p. 608.
(26) Sus nombres eran: Juan de Espinosa, Alonso Roque, Fernando de Ribera, Benito Ruiz, Pedro Gómez,
Francisco de Montalvo, Domingo López de Iriarte y Santiago de Múxica. Todos ellos tenían escuela abierta en
la Corte, y destacaban como valiosos maestros, habiendo dejado obra escrita algunos de ellos.
(27) El número de «dos» lo indica el Presidente del Consejo de Castilla, en las Advertencias que hace a peti-
ción del rey sobre los medios para remediar la situación de las escuelas de primeras letras, a partir de tales escri-
tos. Véase J. L. de las Heras: «Un proyecto frustrado de ordenación de la enseñanza de las primeras letras en el
Madrid del siglo XVI», en Studia Historica. Historia Moderna, (1991) IX, p. 100.
(28) E. Cotarelo y Mori (1913-1916): Diccionario biográfico y bibliográfico de calígrafos españoles. 2 vol.
Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, t. I, pp. 17.
(29) Sobre la génesis de la Provisión y el caso particular de Valladolid puede verse Mª Carmen Pérez: La
formation de l’enfant a Valladolid aux XVIe et XVIIe siècles: «los niños de la Doctrina cristiana» (1542-1627), en
A. Redondo (dir.): La formation de l’enfant en Espagne aux XVIe et XVIIe siècles. Paris, Presses de la Sorbonne
Nouvelle, 1996, pp. 177 y ss.
(30) J. L. de las Heras: Op.cit., 1991, p 98.

19
fuerza su petición, en agosto de ese año de siempre, por cierto, con la claridad y dis-
1587 se elevó31 al Rey, Felipe II, un Memo- tinción que Descartes pediría.
rial32 «suscrito por algunos maestros de
Madrid»33 según Cotarelo, pero de carácter
anónimo ya que no aparecen firmas. En LOS INFORMES
ese escrito se reclamaba de nuevo la nece-
sidad de examinar a los candidatos a abrir Junto a las peticiones nos interesa el capí-
escuelas de primeras letras, tal como se tulo de los informes. De ellos uno es el eva-
hacía en otros oficios o ministerios. Es este cuado por el Corregidor de Madrid en
un Memorial al que se ha hecho referencia aquel momento, Luis Gaytán de Ayala, con
en muchas publicaciones 34 , aunque no fecha 12 de octubre de 1587, en el que el

(31) Le fue entregado al monarca por Manuel García de Loaysa, que era preceptor del príncipe Felipe III
y capellán del Rey. De ahí que en algunos trabajos se le conozca como «Memorial García Loaysa», pero estimo
que no es correcta esa denominación, ya que oculta el deseo y la ambición de un sector de los mismos maes-
tros por hacerse con el control de los demás y de la enseñanza de primeras letras.
Es interesante recordar que Manuel García de Loaysa Girón, nacido en Talavera de la Reina en 1542, fue
una figura eminente en su tiempo. Estudió en Alcalá de Henares Filosofía y Teología, fue canónigo de Toledo y
arcediano en Guadalajara, fue llamado a la Corte en 1584, y murió en 1599, sin haber podido tomar posesión
del arzobispado de Toledo, para el que había sido preconizado. (Q. Aldea Vaquero; Marín; T. Vives (coord.):
Diccionario de Historia eclesiástica de España, t. II, p. 975. Madrid, Instituto Enrique Flórez del CSIC).
(32) «Memorial presentado al rey Felipe II sobre algunos vicios introducidos en la Lengua y escritura cas-
tellana, y medios tomados para su reforma, examinando a los maestros de primeras letras del lenguaje castella-
no y de su escritura», en Muñoz y Manzano, Cipriano (Conde de la Viñaza): Biblioteca histórica de la filología
castellana. Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1893. Obra premiada por la Real Academia Españo-
la. Edición facsimil: 1978. Madrid, Atlas, t. II, pp. 1166-1180. (Es la transcripción hecha por Martín Fernández de
Navarrete en 1792, del manuscrito de la Biblioteca Alta de El Escorial, ms. L.I.13, fols. 262-266). Manuscrito idén-
tico se guarda en el Archivo General de Simancas, Consejo y Juntas de Hacienda, leg. 240, fol. 21., según infor-
mó ya en 1991 José Luis de las Heras (op. cit., pp. 100-104).
(33) E. Cotarelo y Mori (1913-1916): Op. cit. I, p. 17. Es muy posible que fueran parte de los anteriores y
otros, a tenor de los comportamientos de los maestros en aquellas décadas en cuestión de reivindicaciones y
denuncias.
(34) Entre otras, y por orden cronológico, las siguientes:
– C. Muñoz y Manzano (Conde la Viñaza): Biblioteca histórica de la filología castellana. Madrid, Imprenta
y Fundición de Manuel Tello, 1893. Obra premiada por la Real Academia Española. Edición facsimil:
1978, 3 vol., Madrid, Atlas.
– Academia Española: Memorias de la Real Academia Española, VIII. Madrid, Imprenta Hijos de MGHer-
nández, 1902.
– E. García y Barbarín: Historia de la Pedagogía española. Madrid, Librería de Perlado, Páez, Cía., 1903.
– E. Cotarelo y Mori (1913-1916): Diccionario biográfico y bibliográfico de calígrafos españoles. 2 vol.
Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.
– J. L. de las Heras: Op.cit., 1991, p. 93.
– Mª A. Casanova: «La evaluación institucional para la mejora y la promoción del profesorado en los nive-
les no universitarios», en Revista Complutense de Educación, (1993) 4, 1, pp. 169-185.
– B. Bartolomé Martínez: «Siglo XVI. Las escuelas de primeras letras», en B. Delgado(dir.): Historia de la
Educación en España y América. La educación en la España Moderna (siglos XVI-XVIII). Madrid, SM-
Morata, 1993, t. II, pp. 175-194.
– «Las escuelas de primeras letras», en B. Bartomolmé (dir.): Historia de la acción educadora de la Iglesia
en España. I, Edades Antigua, Media y Moderna. Madrid, BAC, 1995, pp. 612-630.
– A. Viñao Frago: «Alfabetización y primeras letras (siglos XVI-XVII)», en A. Castillo Gómez (dir.): Escribir
y leer en el siglo de Cervantes. Barcelona, Gedisa editorial, 1998, pp. 39-84.
– R. Ródenas Villar: Maestros de escuela en el Madrid de los Austrias. Madrid, Universidad Autónoma de
Madrid, 2000.

20
Ayuntamiento en pleno se muestra defen- lo otro, porque como aquí hay tanta varie-
sor de las Constituciones de 1553, y las esti- dad de gente y tanta suma de muchachos,
ma muy beneficiosas para los Niños de la no ha habido nadie que haya reparado en
Doctrina y «de los demás que aprenden en esto»37. Recomienda que los maestros «usen
escuelas públicas, en las quales conbiene y enseñen por sus personas y tengan horas
que haya maestros escogidos y aprobados señaladas y precisas de asistencia en la
de costumbres y havilidad», pero se decan- escuela... en el invierno desde las ocho de
ta por corregidores y regidores municipales la mañana hasta las doce del día, y por la
a la hora de examinar a los maestros. tarde desde las dos hasta las seis; y en el
Estos maestros, cinco de los firmantes verano desde las siete de la mañana hasta
de la petición señalada más arriba, una vez las once, y por la tarde desde las tres hasta
que supieron que el Corregidor de la Villa las siete». Y propone dos clases de examen,
y Tierra de Madrid informaba positivamen- uno en la Corte para todo el Reino, y otro
te la petición, pero atribuía la responsabili- ante las justicias de los pueblos para el de
dad y ejecución del examen a las justicias, su residencia. De esa forma no se reduciría
tras hacer constar que los mejores exami- el número de maestros porque el examen
nadores son los del mismo oficio, se «ofre- fuera muy riguroso, ni habría que cerrar
cieron» para asesorar a las autoridades que escuelas temporalmente si de toda la
se encargaran de allí en adelante de valorar nación tuvieran que venir a examinarse a
los conocimientos de quien aspirara a abrir Madrid.
escuela en la Corte35.
La verdad es que el informe que consi-
deramos decisivo, dados los conocimientos LA NORMATIVA
y la responsabilidad político-social del que
lo emite, y dados sus análisis y propuestas, Y, después de las peticiones y el informe,
es el conocido como las Advertencias. Me viene la normativa. En este caso, como
refiero al del Conde de Barajas en 1588. dijo Cotarelo en su día, «una minuta de Real
Visto por la Corona el Memorial de 1587, al Cédula»38, o como podríamos expresarlo
año siguiente pasó a manos del Consejo de ahora, el proyecto de Real Cédula que el
Castilla para su dictamen, correspondiendo Consejo de Castilla presenta al Rey. Ahí es
al Presidente del mismo entonces, D. Fran- donde se ordena que en adelante «ninguna
cisco Zapata de Cisneros, Conde de Bara- persona que haya sido maestro de escuela
jas36, el elaborar el informe sobe la denun- o quiera serlo, no ponga escuela pública ni
cia y la petición, informe que a veces se la tenga en pueblo ni parte alguna destos
confunde con el mismo Memorial. De él ha [sic] reinos sin ser primero examinado, o
llamado siempre la atención la fuerte críti- por lo menos aprobado para ello como
ca que hace a las escuelas de Madrid, pues aquí se dirá, so pena de treinta mil marave-
subraya que «son las peores de España», «lo dises por la primera vez que lo hiciere; y si
uno, porque cualquier remendón pone no tuviere con qué pagarlos destierro del
escuela como y cuando le parece, sin tener reino por tres años. Y que ningún maestro
letra, ni habilidad, ni examen, ni licencia; y examinado y aprobado enseñe a leer y

(35) Documento que obra en el Archivo de Simancas., Consejo y Juntas de Hacienda, leg. 240, fol. 21, y
transcrito por J. L. de las Heras en el artículo mencionado.
(36) Este Conde de Barajas, representante de una de las familias más activas y distinguidas en la vida polí-
tica madrileña y nacional durante mucho tiempo, presidió el Consejo de Castilla desde 1582 hasta 1593.
(37) E. Cotarelo y Mori (1913-1916): Op. cit., t. I, p. 18.
(38) Ibidem, p. 18.

21
escribir la lengua castellana sino por ins- gunta importante es: ¿se puso en vigor esta
trucciones y cartillas impresas de aquí ade- real carta? Dato que no podemos contestar
lante con licencia de los de mi Consejo, so realmente. Es verdad, como indiqué al
pena de privación de oficio de maestro por principio, que en 1600 se recibió en Madrid
tres años la primera vez que se le probare un auto acordado del Consejo de Castilla
y la segunda de privación perpetua». Ade- ordenando llevar a la práctica las condicio-
más, tendrán que proporcionar «informa- nes antedichas, y también es verdad que
ción de sus costumbres, que no son vicio- desde entonces en adelante, a través de
sos, dados à vino ni deshonestos, y que no numerosos legajos existentes en el Archivo
juran ni juegan, ni son hijos ni son nietos Histórico de la Villa de Madrid, estudiados
de judíos, moros, hereges [sic] ó quema- en distintas épocas por Cotarelo y por
dos, ni penitenciados por el Santo Oficio, Ródenas Villar entre otros, se puede hacer
ni pos otros castigos infames y deshonra- un seguimiento completísimo de los maes-
dos, y que saben la Doctrina Christiana tros examinadores de maestros a lo largo
como la Iglesia manda que se sepa». Se de los siglos XVII y XVIII, incluyendo los
establecen dos clases de maestro, unos seriales corporativos que el recelo, la ambi-
para todo el país, y otro para las localida- ción y, sobre todo, la envidia, iban tejiendo
des correspondientes, responsabilizando con demasiada frecuencia. Pero Blas Anto-
de este último a los Corregidores y Gober- nio de Zevallos40, en una obra pionera en
nadores de las ciudades y cabezas de parti- la historia de la educación41, indica que los
dos realengos y de Señoríos, que se ocupa- exámenes a los maestros habían comenza-
ran de que algún maestro examinado si lo do en la última década del siglo XVI, obser-
hubiere, «y si no de dos personas de letras vación que parece confirmar la copia de un
y religiosos y otros seglares los que más título de maestro que incluye, el de Juan
noticia tuviesen de la lengua y escriptura Lorenzo López, expedido en 27 de julio de
[sic] castellana»39. Para velar por el cumpli- 1591, en el que se lee que Ignacio Pérez,
miento de esta disposición, se encargó a Roque de Liaño y Alonso Roque 42 eran
los Justicias de aquellos Reinos que visita- «examinadores perpetuos y generales del
ran una vez cada año las escuelas y los nobilissimo arte de leer, escribir y contar en
maestros, «para ver si enseñan bien y en el estos Reynos de España, en virtud de Reales
cuidado que deben». Ordenes de su Magestad y Señores de su
Dos dudas se ciernen sobre la concre- Real Consejo de Castilla». Posiblemente
ción de esa Minuta. La primera es su fecha, podamos hablar de exámenes de maestros
puesto que no se conoce. Pero cuesta poco antes de comenzar el siglo XVII y de cuerpo
adivinar que a finales del año 1587 bien de examinadores a partir de este siglo.
pudo ser redactada. Sin embargo, la pre-

(39) Biblioteca de El Escorial, L.I.13, fol. 250, según trabajo mencionado de J. L. de las Heras. Esta «Minu-
ta para que los maestros de escuela se examinen», transcrita por el Conde la Viñaza en su Biblioteca histórica de
la Filología castellana (op. cit.), fue difundida a principios del siglo XX por Eugenio García y Barbarín, Historia
de la Pedagogía española. Madrid, Librería de Perlado, Páez, Cía, 1903, pp. 278-279.
(40) «Cevallos» en transcripción moderna.
(41) Libro histórico, y moral, sobre el origen y excelencias del Nobilissimo Arte de Leer, Escribir, y Contar, y
su enseñança. Perfecta instrucción para educar á la Juventud en virtud, y letras. Santos y maestros insignes que
han executado la enseñança de los primeros Rudimentos. Por el Maestro Blas Antonio de Zevallos, Hermano de
la Venerable Orden Tercera de Penitencia de nuestro Serafico Padre San Francisco. Con licencia. En Madrid.
Por Antonio Gonzalez de Reyes. Año de 1692. [sic].
(42) Por cierto, en la notificación que el Corregidor de Madrid hace el año 1600 a todos los maestros de
Madrid para que se examinen, se constata que seguían con escuela abierta Ignacio Pérez y Alonso Roque.

22
COMO SE ORIGINÓ LA ACREDITACIÓN 90.000, lo que significa que se multiplicó la
misma por 4, 5 (¡nada menos!) antes de ter-
De todas formas, aquí y ahora no es la res- minar el siglo43. Los dos hechos hicieron
puesta a las dudas indicadas lo que más aumentar las gentes de los oficios, la noble-
interesa. Creo que es mucho más impor- za baja, los menestrales, etc., y, por ende y
tante el ser conscientes de que en las últi- a la par, el número de maestros. Pero como
mas décadas del siglo XVI es cuando se sucedió con su urbanización, ese creci-
determina la necesidad de acreditar los miento fue acelerado, caótico, sin control.
saberes por parte de los profesionales en Y pasados los primeros tiempos, exigió la
ejercicio o de los aspirantes a serlo. Que la regularización.
sociedad sintoniza con ello, y que las máxi- Por otra parte, la existencia de una
mas autoridades asumen la petición y legis- política planificada y centralista no se con-
lan sobre el caso. Pero, por encima de cibió sin un control de todos los oficios y
todo, que son los mismos profesionales los profesiones, y de todas las gentes en reali-
que lo solicitan reiteradamente. dad. Y los maestros, cuyo número e impor-
¿Qué había sucedido para que conflu- tancia aumentaba por momentos no podí-
yeran las tres voluntades –sociedad, fuer- an ser una excepción. A estos factores
zas vivas y profesionales– al comenzar el habría que unir el incremento del movi-
último tercio del siglo XVI? Si reducimos el miento económico a escalas hasta entonces
escenario a Madrid, de donde eran los desconocidas, lo que hacía preocuparse
maestros que clamaban incesantemente por una instrucción básica para asegurarse
por una regulación de su actividad, podre- el personal competente, a la vez que mos-
mos apuntar con mayores posibilidades de traba con cierta inmediatez los buenos
acierto algunas respuestas que nos ayuda- resultados que se podían alcanzar con el
ran a entender los cambios operados enton- conocimiento de las primeras letras. Final-
ces y no antes. En primer lugar, que el últi- mente, y para no extendernos en este mar-
mo tercio del XVI es, lógicamente, posterior co tan pequeño de exposición, hay que
a 1561, año en que Madrid había sido desig- recordar otra razón de extraordinaria
nado sede de la Corte, hecho que aumenta importancia en el desarrollo y vigilancia de
extraordinariamente su importancia ya que las escuelas de primeras letras44, el desarro-
en realidad la decisión de Felipe II fue la de llo del Concilio de Trento (1545-1563), que
instituir la capitalidad de un Estado Moder- estableció45 la obligación por parte de los
no, en el que se empezó a estructurar y maestros de enseñar la doctrina cristiana y
centralizar una administración. Ese Madrid, por parte de los obispos la de controlar y
cuya población no alcanzaba los 20.000 vigilar lo enseñado por aquellos, así como
habitantes en 1561, crecerá hasta unos los libros a utilizar en esa enseñanza46.

(43) Ese salto se produjo en muchos otros órdenes. Por ejemplo, hasta el año 1500 Madrid no contaba más
que con cuatro fundaciones religiosas (benedictinos, dominicas, franciscanos y clarisas), mientras que para el
año 1600 había establecidas ya en la Corte 30.
(44) Sobre el concepto y configuración de estas «escuelas de primeras letras» puede verse en general la
obra de J. Laspalas Pérez: La reinvención de la «escuela» Cinco estudios sobre la enseñanza elemental en la Edad
Moderna. Pamplona, EUNSA, 1993 y en especial sus páginas 110-112, donde se resumen los rasgos que caracte-
rizan a las mismas.
(45) Al respecto pueden verse distintos trabajos, especialmente los de Bartolomé Martínez y Viñao Frago
ya citados.
(46) Entre otros índices de este control puede considerarse la concesión que se hizo en 1583 al Cabildo de
la Catedral de Valladolid de imprimir y difundir la cartilla, monopolio que mantendría hasta el reinado de Fer-
nando VII.

23
De esas y otras razones no explicitadas, DISPOSICIONES SOBRE EXÁMENES
se deduce con claridad que había intereses
políticos, ideológicos, y económicos para Aunque haya dado prioridad a los proce-
dar luz verde a la regularización de los sos que originaron la costumbre de acredi-
maestros. Al mismo tiempo, desde el pun- tar los saberes por parte de los maestros de
to de vista gremial, se puede detectar que primeras letras en el Antiguo Régimen,
se entremezclaron intereses de solvencia entiendo que puede completar su com-
profesional junto a los corporativos para prensión recordar, brevemente por supues-
ocupar un rango de igualdad con los otros to, los tipos de examen que la normativa de
gremios, los de ambición por parte de un aquellos siglos estipuló.
pequeño sector que quería dominar a los Empecemos por la práctica en la déca-
demás maestros y al mismo tiempo ganar da última del siglo XVI. De entonces no
un dinero extra mediante el ejercicio de conocemos disposiciones, pero sí tenemos
examinador y la fama que proporciona, información sobre exámenes del título de
para sacarles de la mísera vida que lleva- maestro de Juan Lorenzo López que cita-
ban muchos de sus compañeros. Bajo el mos páginas arriba. Allí se dice que cumple
aparente buen deseo de servir mejor a la las condiciones para presentarse a examen,
sociedad que les paga, encubren una lucha incluida la Licencia eclesiástica para ense-
enconada, como cualquier comerciante, ñar la doctrina cristiana, y luego detallan
por reducir el número de escuelas para que los contenidos de su examen son:
tener mayor número de clientes. Como
– escribir «letra redonda, antigua, bas-
pide el famoso maestro y calígrafo Pedro
tarda, liberal y aprocesada»;
Díaz Morante ya a principios del siglo XVII,
se trata de «que haya tasa de maestros, y – conocer firmas, rúbricas y letras
que los que quedaren sean pocos y los falsas;
mejores, que mejor y más enseñarán pocos
– conocimiento de «las cinco reglas de
buenos, que muchos que no saben»47.
cuentas, la ortographia y líneas que
En esa línea ambiciosa de poder el gran
comprehenden las letras, particular-
triunfo de la élite de los maestros consistió
mente las mayúsculas que llaman
en el reconocimiento jurídico de su corpora-
latinas o góticas, para su perfección,
ción, la Hermandad de San Casiano, funda-
orden, igualdad, disposición, hermo-
da en 1642 por dos examinadores precisa-
sura, simetría y distribución».
mente, José de Casanova y Felipe Zabala48.
Se trataba de una congregación con fines En cuanto a la primera mitad de la cen-
apostólicos y sociales, que al principio influ- turia siguiente creo que tampoco hay nor-
yó mucho sobre la elección de examinado- mativa, y las referencias a la práctica nos
res, y que desde el siglo XVIII decidió ella remite a las pruebas antedichas, que en
sobre las condiciones y tipos de examen49. muchos casos se resumen diciendo que se

(47) A.V.M., S-2.376.12. (Tomada la cita y la referencia de R. Ródenas Villar: Op. cit., 2000, p. 153.
(48) Sobre ella pueden consultarse estos artículos:
– B. Delgado Criado: «La Hermandad de San Casiano», en B. Delgado (dir.): Historia de la Educación en
España y América. II, La Educación en la España Moderna (siglos XVI-XVIII). Madrid, SM-Morata, 1993,
pp. 400-498.
– A. Martínez Navarro: «Las primeras ordenanzas de la Hermandad de San Casiano, de 1647», en Revista de
Ciencias de la Educación, (1982) 111.
(49) Un siglo más tarde los políticos ilustrados presionaron a sus directivos para que se modernizara y die-
ra prioridad a los aspectos académicos sobre los gremiales, transformándose en 1780 en el Colegio académico
del Noble arte de primeras letras, y viendo aprobados sus Estatutos en 1781.

24
examinaban de «leer, escribir y contar». En en las sylabas de la Cartilla, y que
cambio en las Ordenanzas de la Herman- deletree algunos nombres, dando
dad de San Casiano de 1668 no se regula el sentido a lo que leyese»;
tipo de examen pero en la IV se establece
– «que escriba todo tipo de letras y en
que:
todo tipo de números, indicando la
No se admita a examen de Maestro de composición de todos los trazos, y
dicho Ate a persona alguna que no tenga qué es escribir»;
veinte años cumplidos [...] y que han de
probar aver asistido con Maestro aprobado – «cómo ha de enseñar esta letra bas-
dos años continuos, y hacer información de tarda a los niños, y el gobierno y dis-
su limpieza y buenas costumbres, por los posición de la Escuela»;
yerros, y malos abusos que pueden acae-
cer, no siendo persona en quien concurran – «en Ortografía tendrían que dar
las calidades, y suficiencia, que para tales razón de lo más preciso»;
Maestros se requiere, enseñando a los – «en la Aritmética, que sepa las cuatro
niños la Doctrina Christiana, y buenos reglas generales, con los quebrados
documentos, en quanto se debe mirar, por
ser el principio de la enseñanza de nuestra
y reglas de reducción y prorrateos,
Santa Fé Católica50. Reglas de tres, directa t con tiempos,
y de quebrados, y enteros, y de que-
Y para encontrar disposiciones concre- brados solos, y falsas posición,
tas sobre las condiciones para ser Maestro reglas de aligaciones y mezclas, y de
en Madrid y en las poblaciones importan- Testamentos, la extracción de la raíz
tes del Reino, hay que reconocer que es cuadrada y cúbica»;
necesario saltar hasta principios del siglo
XVIII, en que un Decreto especial del Con-
– y «en la Doctrina Christiana ha de dar
sejo de Castilla de 16 de agosto de 1719 dis- razón de lo que contiene el Catecis-
pone que para ser Maestro de la Corte y mo del padre Gerónimo Ripalda, y
Villa de Madrid, es decir, maestro de pri- en particular del Mysterio de la San-
mera categoría51 en la práctica. Por su tísima Trinidad, y Humanidad, con
curiosidad, y porque recoge las aspiracio- los demás Mysterios de Nuestra San-
ta Fé Católica»;
nes de la Hermandad de San Casiano, es
decir, de los maestros a lo largo del siglo – «pues ejecutando los Exámenes en
anterior, transcribo que se decidía que los esta forma habrá en esta Corte gran-
aspirantes a maestros tendrían que exami- des maestros, que sepan el Arte de
narse de lo siguiente: Escribir científicamente»52.
– «que lea sueltamente en un Libro de De tal examen se pueden extraer algu-
molde de letra romanilla y de coro, o nas consideraciones. La primera, que aque-
Bula, y en letra manuscrita antigua llos maestros nunca sabrían más que lo que
muy dificultosa; que lea de seguido se exige en las pruebas citadas. También

(50) L. Luzuriaga: Documentos para la historia escolar de España. Tomo I. Madrid, JAE e IC, Centro de
Estudios Históricos, 1916, p. 24.
(51) Conviene recordar que por Real Provisión de 20 de diciembre de 1743 se aprobó, entre otros, un
acuerdo de la Hermandad por el que de allí en adelante debería haber «tres exámenes, y títulos diferentes en
esta conformidad: el primero general para esta Corte; el segundo, para Ciudades y Villas de largo vecindario; el
tercero, para Lugares Aldeas, y Villas cortas» (Ibidem, p. 88). En realidad venía a sancionar una costumbre bas-
tante extendida, que llevaba adscrita la de hacer exámenes más sencillos según se descendía en categoría.
(52) Ibidem, pp. 56-58.(el subrayado mediante cursivas es mío).

25
que dada la concepción centralista del con- siones y posibilidades del maestro del siglo
trol de exámenes y títulos, los maestros de XVI al XVII, en último término la mayoría de
otras poblaciones sabrían menos. Igual- los maestros que cohabitaron en España en
mente es importante darse cuenta de que tiempos de Cervantes, se deduce que no
lo principal del examen está dirigido a pre- solamente existió un oficio de unos maes-
parar magníficos calígrafos, pendolistas y tros de capacidades y competencias diver-
peritos calígrafos, así como asistentes técni- sas, sino que se configuró en gran parte el
cos en el comercio y en la agrimensura; lo oficio del maestro ideal, un maestro cuyas
que es indicio una vez más de que los costumbres, conocimientos, métodos y
maestros compatibilizaban sus clases con actividad escolar condicionaría la realidad
otra serie de actividades, dejando mientras del resto de maestros del Antiguo Régimen
tanto a los muchachos con algún ayudante, e incluso de gran parte de los que integró
que no era otra persona que un aspirante al el Sistema escolar como maestros de ense-
magisterio, sin preparación alguna. ñanza primaria en el siglo XIX.
En resumen, creo que es consecuente
afirmar que de las características, dimen-

26
ORALIDAD Y ESCRITURA EN EL QUIJOTE:
¿OPOSICIÓN O INTERACCIÓN?

ANTONIO VIÑAO (*)

RESUMEN. La oposición tajante entre oralidad y escritura reflejada en el Quijote, por


el contraste entre sus dos personajes principales, sólo puede mantenerse tras una
lectura superficial de dicho libro. Don Quijote, un producto de la cultura tipográfi-
ca, que habla como un libro y cuya locura procede del abuso de lecturas inade-
cuadas, tendría el contrapunto de Sancho Panza, analfabeto, que comete todo tipo
de incorreccciones lingüísticas y que, cuando habla, utiliza los recursos propios del
mundo oral. El Quijote, sin embargo, constituye un texto donde oralidad y escritu-
ra, interaccionan en recíproco proceso de simbiosis, hibridación y transformación
que afecta tanto al texto escrito como a Don Quijote y a Sancho Panza. En este sen-
tido, este artículo pretende analizar dicha interacción entre oralidad y escritura a
través, sobre todo, de los indicios o marcas de oralidad existentes en el Quijote. En
especial de aquellos que se refieren a la presencia en el mismo de formas de com-
posición oral, de préstamos o incorporaciones de producciones orales y de indicios
sonoro-auditivos o de índole visual y teatral.

ABSTRACT. The categorical opposition between orality and literacy depicted in Don
Quixote, because of the contrast between the two main characters, can only be con-
tended after a superficial reading of the book. Don Quixote, a product of typo-
graphic culture, who speaks like a book and whose madness arose from the abuse
of inadequate books, has his counterpoint in Sancho Panza, an illiterate, who is
prone to all sorts of linguistic incorrections and who, when speaking, uses the re-
sources of the oral domain. Don Quixote, however, is a text in which orality and li-
teracy interact in a reciprocal process of symbiosis, hybridation and transformation
that affects both the written text and the characters Don Quixote and Sancho Pan-
za. Accordingly, this article purports to analyse the interaction between orality and
literacy, particularly through the traces or marks of orality present in the character
Don Quixote. Especially those referring to the presence in this character of oral
compositions, loans or incorporations of oral productions and sonorous, auditive
traces or those of a visual, theatrical nature.

La lectura de cualquier texto del pasado, en quiso decir y lo que los lectores entendie-
especial de los clásicos, sitúa al lector ante ron que decía), o bien se busca en dichos
un dilema interpretativo. O bien se trata de textos respuestas o interpretaciones que
recuperar los sentidos y significados que el respondan a las preguntas e inquietudes
autor y, como mucho, los lectores de su del lector o comentarista moderno (Close,
tiempo dieron a la obra (lo que el autor 1998a, p. CXLII; Lerner, 1996, p. 64). En la

(*) Universidad de Murcia

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 27-47. 27


Fecha de entrada: 17-02-2004
práctica dicho dilema posee, sin embargo, Carreter (1998), Lozano Reineblas (1998),
la artificialidad propia de todas las separa- Martín Morán (1997), Paz Gago (1995, pp.
ciones tajantes. De hecho, los análisis filo- 141-166), Rivers (1976; 1986; 1988), Rodrí-
lógico-literarios centrados en la crítica tex- guez (1993), Sacido Romero (1995-97) y
tual o el contexto de producción y recep- sobre todo Moner (1984; 1988; 1989). En
ción coetáneo a la obra en cuestión o a su este sentido, primero expondré algunas
autor –en este caso el Quijote y Cervantes– cuestiones sobre la presencia de la cultura
difícilmente pueden sustraerse a los deba- escrita –más bien tipográfica– en el Quijo-
tes del tiempo en que se llevan a cabo. Asi- te; después me referiré a los indicios o mar-
mismo, aun en las interpretaciones más cas de oralidad en el mismo; por último,
esotéricas, cabalísticas o filosóficas de la concluiré con una serie de observaciones
obra cervantina –por otra parte abundan- generales sobre la interacción entre orali-
tes– resulta imposible, salvo desvaríos, dad y escritura en el Quijote.
ignorar los límites textuales y contextuales
impuestos tanto por dicha obra como por
el tiempo y circunstancias del autor. EL QUIJOTE Y LA CULTURA ESCRITA
La anterior observación, necesaria en
un trabajo de esta índole1, ha de ser com- Alonso Quijano, Don Quijote, es un «hom-
pletada, en estos párrafos introductorios, bre del libro» (Chevalier, 1989). No sólo su
con algunas referencias al tipo de interpre- locura es un «efecto directo» de la lectura
tación o análisis que en él se realiza. De compulsiva de libros de caballerías, algo
entre los distintos enfoques que han pre- sólo posible en la cultura de la imprenta
dominado en relación con la obra cervanti- cuando «la palabra escrita se estaba convir-
na, desde la publicación en 1925 por Amé- tiendo, por primera vez, en una mercancía
rico Castro de El pensamiento de Cervantes comercial extensamente asequible» que
(Close, 1998a, pp. CLX-CLXI), éste se inserta facilitaba el «sobreconsumo de materiales
en la doble línea interpretativa que repre- escritos» (Iffland, 1989, pp. 24-25), sino
sentan los trabajos de Bajtin, con su énfasis que, en palabras de Foucault, «todo su ser
en el dialogismo, la polifonía textual y no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas
heteroglosia o multiplicidad de voces con impresas, historia ya transcrita. Está hecho
las que Cervantes inaugura la novela de palabras entrecruzadas». En la primera
moderna –todo ello relacionado con los parte, la de 1605, Don Quijote «lee el mun-
aspectos paródicos, cómicos y carnavales- do para demostrar los libros». Debe pues
cos del Quijote, tratados en este volumen «mostrar en la realidad que los libros decí-
por Janer Manila–, y los desarrollados por an la verdad, que eran en efecto reales»,
Walter J. Ong, Paul Zumthor y otros histo- transformando de este modo «la realidad en
riadores y analistas de las interacciones signo» de que lo relatado en aquellos libros
entre lo oral y lo escrito, así como de la lla- es real, de que lo escrito y la realidad se
mada poética de lo verbal. Una línea en la asemejan e incluso son, en el fondo, una
que, en relación con el Quijote y la obra misma cosa. De ahí que recurra a dichos
cervantina, destacan, entre otros, los traba- libros para «saber qué hacer y qué decir y
jos de Domínguez Caparrós (1988), Lázaro qué signos darse a sí mismo y a los otros».

(1) Me refiero al hecho de que el que esto escribe no es filólogo ni historiador de la literatura –mi interés
por el tema procede de anteriores investigaciones sobre la interacción entre lo oral y lo escrito realizadas des-
de la historia de la alfabetización entendida como un cambio en los procesos de comunicación o «conversación»
entre los seres humanos– y de que la revista en que se publica el trabajo está dirigida a educadores, pedagogos
y profesores en general y no a filólogos e historiadores de la literatura. Dado que estos últimos encontrarán poco
de nuevo en estas páginas, este último aspecto es el que justifica su publicación.

28
Y en la segunda, la de 1615, además –al veces, –sobre todo en la primera parte– en
igual que Sancho– Don Quijote debe «ser un lenguaje arcaico y caballeresco, y otras
fiel» al personaje que representa y al papel veces, en su papel de hidalgo letrado –en
desempeñado en la primera parte prote- especial en la segunda parte–, en el len-
giéndolo frente a «los errores, las falsifica- guaje pulido y elegante de quien conoce
ciones» y «las continuaciones apócrifas» bien su lengua. En realidad habla como un
(Foucault, 1968, pp. 53-55). libro. En el primer caso, remedando los
Don Quijote, en palabras del narrador, libros de caballería y el lenguaje de los
«se enfrascó tanto en su letura [la de los caballeros andantes (Rosenblat, 1971, pp.
libros de caballerías], que se le pasaban las 26-32). En el segundo, siguiendo los pre-
noches leyendo de claro en claro, y los días ceptos del Galateo español (1593) de Gra-
de turbio en turbio; y así, del poco dormir cián Dantisco sobre el «arte de la conversa-
y del mucho leer, se le secó el celebro de ción refinada», preceptos que asimismo
modo que vino a perder el juicio. Llenóse- sigue o aconseja seguir en todo lo relativo
le la fantasía de todo aquello que leía en al comer, al caminar, al vestir y al manejo
los libros» (DQ, I, 1, p. 39)2. Además, como del cuerpo (Chevalier, 1989). Loco o cuer-
el nuevo lector tipográfico, no leía a otros do, Don Quijote/Alonso Quijano, es el
o en voz alta, sino en solitario, privada- «homo typographicus» por excelencia.
mente y, hay que suponerlo, de modo Además el Quijote es, ante todo, un
silencioso. Así lo indica el hecho de que, libro de y sobre libros, con continuas reso-
como diría su sobrina al barbero tras la pri- nancias de otras obras y autores, escrito en
mera salida de Don Quijote, «muchas veces una época en la que una nueva tecnología
le aconteció a mi señor tío estarse leyendo de la comunicación y de la palabra –la
en estos desalmados libros de desventuras3 imprenta–, había alterado y estaba alteran-
dos días con sus noches, al cabo de los do los modos de leer y de escribir, de
cuales arrojaba el libro de las manos, y hablar y de pensar. En este sentido, Cer-
ponía mano a la espada, y andaba a cuchi- vantes sería uno de los primeros escritores
lladas con las paredes» (DQ, I, 5, p. 74). Al en advertir que se estaba originando una
margen de su locura y de la lectura de «situación radicalmente nueva» y que se
libros de caballerías y novelas pastoriles había ya entrado en la «era tipográfica»
que son los libros que alimentan su discur- (Chevalier, 1991, pp. 89-90). De hecho, el
so en la primera parte, Alonso Quijano, el Quijote, como ha indicado Iffland (1989,
hidalgo, muestra en la segunda parte, pp. 29 y 31), constituye la «primera exposi-
aquella en la que diserta con más extensión ción» o «representación en la literatura» del
sobre cuestiones literarias, sociales o políti- proceso de producción de una obra litera-
cas, una cultura libresca mucho más rica y ria tal y como se llevaba a cabo en el nue-
diversificada en la que entran desde los vo mundo de la imprenta. En la segunda
libros sagrados a las obras científicas parte, tras llegar Don Quijote a Barcelona,
pasando por las de ciencia política, litera- entra en una imprenta, observa las diferen-
tura didáctica, poética, poesía, civilidad, tes etapas del proceso tipográfico, conver-
historia, cosmografía, lingüística y mitolo- sa con los allí trabajan y se interesa por
gía. Alonso Quijano, Don Quijote, puede todo lo relativo a la industria del libro y a
conocer, conoce y usa en contadas ocasio- su difusión comercial (DQ, II, 62, pp. 1142-
nes el habla rústica, pero se expresa unas 1146). Por otro lado, en el Quijote pueden

(2) La edición del Quijote manejada es la del Instituto Cervantes – Crítica de 1998 dirigida por Francisco
Rico. Para la localización de las citas se indica, por este orden, la parte a la que corresponde –en números roma-
nos–, el capítulo de dicha parte y la página o páginas en que se hallan.
(3) He aquí un buen ejemplo de juego de palabras, propio del lenguaje oral, con fines paródicos y cómi-
cos, tan abundantes en el Quijote y a los que luego aludiré.

29
hallarse referencias a distintos modos de más, con independencia de lo anterior –o
leer y a distintos tipos de lectores, a libros quizás a consecuencia de ello–, sea con fines
de oraciones, de cuentas y de «memoria», a paródicos, sea con la finalidad de introducir
manuscritos, a cartas misivas, cédulas, tes- en su obra el lenguaje de su tiempo, el «de la
tamentos y salvoconductos, a firmas y calle y de los caminos», haciendo, como
rúbricas, a escrituras delegadas y escriba- sucede en la vida real, que cada personaje
nos, a soportes de lo escrito tales como las hablara y se comportara con arreglo a su
cortezas de los árboles o la arena (Castillo «calidad y carácter», y que, dentro de esta
Gómez, 2001), a las licencias de impresión caracterización lingüística, cambiaran «cien
y privilegios de venta de libros y a las cen- veces de tono y de retórica como lo hacemos
suras eclesiástica y civil, así como alusio- todos los hablantes» (Lázaro Carreter, 1998,
nes, en la segunda parte, a la difusión tipo- pp. XXIII, XXVII y XXXI), el hecho es que el
gráfica y comercial de la primera, a sus lec- resultado final ofrece una multiplicidad de
tores y a posibles errores de impresión. Por lenguajes y estilos escritos y orales –pero
último, la impresión en 1614 de la «falsa» puestos por escrito y en una obra literaria, no
segunda parte de Avellaneda, hace que en académica o filológica–. En palabras de
la «verdadera» segunda parte, la «auténtica», Anthony Close (1998, pp. LXII-LXIII), dicho
la de 1615, aparezcan lectores de la «falsa» y resultado final es «un amplio abanico de
que Cervantes, en un mundo de plagios y registros y sociolectos que desborda al marco
piraterías editoriales, afirme sus derechos de lo estrictamente literario: la germanía, los
sobre sus personajes –a modo de esbozo chistes y cuentecillos, los lugares comunes
de la relación entre existente entre autoría del habla cotidiana [....], el lenguaje notarial,
y propiedad intelectual, algo inimaginable mercantil, litúrgico, términos del juego, jura-
en la cultura del manuscrito– al hacer mentos e imprecaciones, el refranero, fórmu-
declarar a don Álvaro Tarfe –un personaje las epistolares, el lenguaje rústico», a los que
de la «falsa» segunda parte–, ante el alcalde añadir el lenguaje arcaico de los libros de
del pueblo, que los «auténticos» Don Quijo- caballería, el de la milicia, el naútico, el retó-
te y Sancho no eran, ni por asomo, los que rico de la oratoria, el de la prosa literaria, el
él había conocido en esa «falsa» segunda culto, el poético, el de los cortesanos, y el de
parte (DQ, II, 72, pp. 1204-1208). los que, por ser «discretos», saben discernir y
En último término, el Quijote, «libro de hablar «con buen seso», como diría Covarru-
los libros» (Moner, 1989a, p. 90), es un pro- bias en su Tesoro de la lengua castellana
ducto de la cultura escrita, tipográfica y lite- (1611). Todo ello articulado y entretejido
raria. Lo que sucede –y de ahí el interés que para entretener, deleitar, hacer pensar y paro-
ofrece su estudio desde la perspectiva de las diar o no, según la ocasión y el momento,
relaciones e interacciones entre lo oral y lo todo tipo de registros y lenguajes.
escrito– es que, como tal producto tipográfi-
co y literario, se escribe e imprime en un
momento de transición desde una sociedad EL QUIJOTE Y LA CULTURA O
de «oralidad mixta» –por adoptar la termino- TRADICIÓN ORAL
logía de Zumthor (1989, p. 21)–, cada vez
más debilitada, en la que lo oral sigue dispo- El estudio de la oralidad o modos de mani-
niendo de espacios sociales y culturales en festación y expresión propios del lenguaje
los que goza de cierta preeminencia y valo- oral, en aquellas culturas en las que el
ración como modo de expresión y pensa- saber –dando a este término su más amplio
miento, y en la que la influencia de lo escrito sentido– se preserva y transmite exclusiva
es externa y superficial, a otra «oralidad o primordialmente por vía oral, puede
segunda», en la que la preeminencia de lo hacerse desde diferentes perspectivas. Una
escrito debilita los valores de la voz y de la de ellas, aquella a la que recurren los antro-
escucha en el uso cotidiano, en la organiza- pólogos y estudiosos de las tradiciones ora-
ción de la sociedad y en lo imaginario. Ade- les vigentes, es la que combina la observa-

30
ción directa y la grabación o filmación de coetáneas al autor del texto escrito que reco-
dichas creaciones o «textos» orales. ge o incorpora, o en las que se inspira, la
Como el recurso a este tipo de técnicas producción oral, siempre subsiste el proble-
no es posible cuando nos referimos al ma de saber si la fuente de la que se toma
pasado (aunque, a veces forzadamente, se dicha producción fue una fuente oral –por
hayan utilizado sus análisis para conocer así decir, la calle– o escrita. Por último, la
los modos de transmisión oral y las estrate- cuestión se complica todavía más en el
gias narrativas y nemotécnicas de los caso de que en un texto escrito se imiten
aedos, bardos, juglares y recitadores de los modos de expresión propios del len-
otras épocas), por trabajarse aquí exclusi- guaje oral –modos, como se verá, relativos
vamente con los rastros o huellas escritas a la composición estructural, al oído o a la
de dichas creaciones orales (salvo que se vista de los lectores u oyentes–. En este
trate de un pasado reciente), el estudio de supuesto también persiste la duda de si la
las mismas, desde un punto de vista litera- fuente de procedencia fue oral o escrita,
rio o socio-cultural, ofrece una serie de sólo que aquí, a diferencia del caso ante-
problemas y peculiaridades. O bien se tra- rior, no se trata del contenido o asunto
ta de creaciones orales transcritas en un transcrito, sino de las formas retóricas con
momento y por alguien determinado –o en las que se adornan y muestran lo oral y lo
diversos momentos y por diversas perso- escrito. Formas retóricas en muchos casos
nas–, como los romances, cuentos y cuen- comunes a ambos lenguajes y que proce-
tecillos, anécdotas, poemas, villancicos, den de tratados de retórica dirigidos tanto
canciones, refranes, proverbios, adagios, al orador como al escritor o, incluso con
fórmulas, frases hechas, adivinanzas, chis- preferencia, a este último4. En otras pala-
tes, dichos y todo tipo de historias o relatos bras, la operación de transposición literaria
recitados o cantados, o bien de incorpora- de producciones orales o de los actos de
ciones a un texto, literario o no, del len- habla no debe hacernos olvidar:
guaje coloquial y del habla ordinaria o • Que la introducción y difusión en
común o de alguna de las mencionadas una sociedad determinada de la
producciones orales, a título de inspiración escritura no supone, sin más, el paso
o incluso como transcripción más o menos de «la oralidad a las letras, sino, más
modificada en función del relato. O bien, bien, de la oralidad a una combina-
por último, se trata de textos escritos que ción de letras y oralidad» (Kegan,
imitan las manifestaciones y modos de 1991, P. 84), es decir a una situación
expresión propios del lenguaje oral. En el nueva de interacción y mezcla entre
primer caso, la transcripción de una pro- ambas.
ducción oral implica –salvo que haya varias
que recojan algunas de las variantes exis- • Que aunque en la operación de
tentes– su «congelación». En todo caso, transposición literaria de las produc-
cuando sólo exista una transcripción, ésta ciones orales y de los actos de habla
será en el futuro la única fuente para cono- se incorpore o se simule o imite
cer dicha producción, habiéndose perdido dichas producciones y actos, siem-
para siempre las demás variantes. En el pre estaremos ante un texto no habla-
segundo caso, cuando, como suele suce- do, sino escrito. De aquí que dicha
der, existen versiones escritas y orales transposición implique siempre una

(4) No está de más recordar que la retórica fue, en sus orígenes, el arte de hablar en público, que las «artes»
o tratados de la retórica eran textos escritos, y que todavía en la España del siglo XIX, el tratado de retórica más
prestigioso, el de Josef Gómez Hermosilla, editado en 1826, tenía el contradictorio o ambiguo título de Arte de
hablar en prosa y verso.

31
operación de adaptación al nuevo personajes que cuentan historias, cuentos
medio (Domínguez Caparrós, 1988, o su propia vida y aventuras. En palabras
pp. 8-9). Una operación que, sin de Moner (1989, p. 183), «el personaje cer-
embargo, deja huellas, indicios o vantino, como el de las Mil y una noches,
marcas. es un narrador en potencia». Basta, añade,
que una cuestión o pregunta se plantee en
Una vez aclarado lo anterior –un requi-
sito necesario para la cabal comprensión un momento oportuno, o que una circuns-
de lo que seguidamente se dirá– procede tancia o la disposición del auditorio lo
pasar a analizar los indicios o marcas de favorezca, para «hacer surgir del personaje
oralidad apreciables en el Quijote. Dichos el narrador que hay en él», ya sea para con-
indicios o marcas pueden catalogarse, tar «una anécdota» o la «historia de sus tri-
siguiendo en buena parte el criterio de bulaciones». Los narradores van añadién-
Moner (1988), como estructurales (formas dose uno a otro y a veces entremezclándo-
de composición oral), préstamos o incor- se capítulo tras capítulo del Quijote. Así en
poraciones del mundo oral, auditivos y la primera parte, por ejemplo, en los capí-
visuales. tulos XII y XIII Pedro el cabrero cuenta la
historia de Grisóstomo y Marcela; en el XIV
es la misma Marcela la que narra la suya; en
INDICIOS ESTRUCTURALES O FORMAS el XXII son algunos de los condenados a
DE COMPOSICIÓN ORAL galeras los que, a petición de Don Quijote,
relatan su vida y delitos; en el XXIV se ini-
El diálogo, la estructura dialógica, es sin cian las sucesivas historias entrelazadas de
duda una de las formas más utilizadas, des- Cardenio, Luscinda, Fernando y Dorotea
de la antigüedad clásica, para simular o que continuarán entre los capítulos XXVII al
imitar, en un texto escrito, la conversación XXIX; entre los capítulos XXXIII al XXXV Cer-
entre dos o más personas. Desconozco si vantes introduce la lectura de la «novela»
se ha efectuado algún cálculo sobre el por- del «Curioso impertinente»; en el XXXVIII se
centaje que representan los diálogos, for- inicia la historia del «cautivo» que finaliza
malmente reconocibles por el uso del en el XLI para entremezclarse en este capí-
guión como signo visible, en el conjunto tulo y en los dos siguientes con la del
del Quijote. En este punto, me limito a oidor, su hija Clara y su enamorado don
constatar, sin más, la importancia cuantita- Luis así como con la de Cardenio, Luscin-
tiva y cualitativa del diálogo, desde un pun- da, Fernando y Dorotea que, en el desarro-
to de vista estructural, no sólo en el Quijo- llo de lo narrado, ha representado a su vez
te sino en el conjunto de la novela cervan- el papel y contado la historia ficticia –no
tina. Una importancia que alcanza su máxi- auténtica ni verdadera como las otras– de
ma expresión en el Coloquio de los perros. la princesa Micomicona en los capítulos
Dicha constatación debe hacerse, sin XXIX y XXX; y en el LI, por último, un cabre-
embargo, teniendo en cuenta la difusión y ro narra la historia, apuntada en el capítulo
relevancia concedida a esta forma de fic- anterior, de Leandra.
ción conversacional en el Renacimiento. La división, en ocasiones, en capítulos
Un segundo rasgo estructural, propio de la obra y el recurso, asimismo en oca-
de las producciones orales y, en especial, siones, a las técnicas de creación de un cli-
de los relatos oralizados de origen oriental, ma de suspense y expectación que man-
es la presencia de historias intercaladas en tengan el interés del lector u oyente por
el relato o historia central, a modo de inci- continuar con el capítulo siguiente, son
sos y disgresiones más o menos extensas, otras tantas estrategias de la composición o
y, relacionado casi siempre con ello, de ejecución oral, asimismo presentes, aun-

32
que no sólo, en aquellas obras escritas para sea la del capítulo VIII de la primera parte
ser leídas en público y en voz alta. En que finaliza con las espadas en alto de Don
cuanto a la división en capítulos, al menos Quijote y el vizcaíno, dispuestos a arreme-
en la primera parte del Quijote, se ha seña- terse, con la disculpa de no haber escrito
lado cómo Cervantes, a partir del capítulo más el autor de la historia, para dar paso en
XIX, «incapaz de imaginar como un todo el capítulo siguiente a la ficción autorial del
coherente una trama tan extensa», habría hallazgo de su continuación en unos «carta-
recurrido, para hacer más atractiva e intere- pacios y papeles viejos», escritos en carac-
sante la obra, a introducir episodios inde- teres árabes, que contenían la Historia de
pendientes de la narración principal, así Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide
como detalles y pasajes, a cambiar pasajes Hamete Benengeli, historiador arábigo.
preexistentes y a dividir lo escrito en capí- Pueden señalarse en el Quijote, por
tulos que facilitaran dichas interpolaciones último, dos marcas o indicios más de orali-
y adiciones. Todo ello «mediante formas de dad, de índole estructural, que afectan a su
composición oral» próximas al collage, sin composición narrativa: el paso abrupto del
que, desde luego, el recurso a estas formas estilo directo al indirecto o viceversa y la
explique todos los aspectos de la composi- petición previa al comienzo de un relato,
ción de la obra (Anderson y Pontón, 1998, cuento o historia. Los cambios abruptos en
pp. CLXXII-CLXXIII). Asimismo, se ha señala- la persona que habla o del narrador a un
do, a título de hipótesis, que los capítulos personaje y viceversa, es decir, de la voz
del Quijote «rara vez son largos y tienden a referida a la citada, tan habituales en el
una extensión regular, como ocurre tam- Quijote (por ejemplo en II, 18, p. 776) y en
bién en muchos libros de caballerías, lo otras obras de Cervantes, han sido asimis-
mismo que en ciertas crónicas», con el fin mo considerados por algunos analistas
de no «cansar a los oyentes» de «posibles «una voluntad de oralidad que prescinde
lecturas orales» (Frenk, 1997, p. 28). Una muchas veces de lazos gramaticales o sin-
circunstancia que explicaría, por ejemplo, tácticos que formalizaban el discurso en
aquellas divisiones que implican una inte- grados tal vez excesivos para la simultánea
rrupción en el relato de alguna de las his- multiplicidad de voces que buscaba Cer-
torias intercaladas como las de Cardenio y vantes» (Lerner, 1996, p. 67). Ya se trate de
el cautivo, entre otras. Quedan, por último, una imposición de las «leyes de la oralidad»
las interrupciones más o menos abruptas a la narración escrita (Lozano-Renieblas,
de algunos capítulos mediante el recurso a 1998), es decir, de un artificio buscado pre-
fórmulas que mantengan el suspense y el meditadamente, ya de descuidos gramati-
interés del lector u oyente. Tal es el caso de cales, como también se ha sostenido, el
los capítulos VIII, XVIII, XIX, XXIII, XXVII, XXXII, hecho es que su existencia produce en los
XXXIX y L de la primera parte y III, XI, XII, XXV, lectores una cierta impresión o efecto de
XXI, XXXI y XXXV de la segunda. Valgan como oralidad.
ejemplos de este tipo de fórmulas las La petición o ruego previo al comienzo
empleadas al final de los capítulos XVIII de un relato constituye un ritual o fórmula
(«...diciéndole alguna cosa, y entre otras habitual en las narraciones o recitaciones
que le dijo fue lo que se dirá en el siguien- orales (Moner, 1984 y 1989, pp. 147-160).
te capítulo») y L («El cual comenzó su histo- Por un lado, forma parte del pacto narrati-
ria de esta manera:») de la primera parte y vo y, por otra contribuye a crear un clima
XXVI de la segunda parte («... el trujamán de preparación tanto en el que narra como
comenzó a decir lo que oirá y verá el que en los que oyen, así como de teatralidad en
le oyere y viere el capítulo siguiente»). Aun- los lectores. De hecho, la casi totalidad de
que, sin duda, la interrupción más notable las historias intercaladas en el Quijote

33
empiezan con una petición, ruego previo o cuentos insertos como relatos, interrumpi-
permiso al narrador para que dé comienzo dos o no, en ocasiones con alguna varian-
al relato. Valga, a título de ejemplo, el rela- te. La cuestión, no obstante, es algo más
to del «loco sevillano» contado por el bar- compleja. Por un lado, porque habría que
bero en el capítulo I de la segunda parte: distinguir, como ha hecho Chevalier (1978,
A esta sazón dijo el barbero: pp. 44-51) entre el cuento folklórico y el
–Suplico a vuestras mercedes que se cuentecillo tradicional, con lo que, en lo
me dé licencia para contar un cuento breve que al primero se refiere, sólo habría, a su
que sucedió en Sevilla, que, por venir aquí juicio, dos ejemplos en el Quijote: el cuen-
como de molde, me da gana contarle. to de las cabras (DQ, I, 20) y el del pleito
Dio la licencia Don Quijote, y el cura y sobre los escudos prestados (DQ, II, 45). La
los demás le prestaron atención, y él deuda de Cervantes y de los escritores del
comenzó desta manera: Siglo de Oro con la tradición oral quedaría
(DQ, II, 1, p. 629)
así pues minimizada si nos restringimos al
cuento folklórico. De ahí que, en su estu-
dio sobre el «cuento oral» en el Siglo de
PRÉSTAMOS O INCORPORACIONES
Oro, Chevalier (1978) utilice este otro con-
DE PRODUCCIONES ORALES
cepto más amplio, y analice sus relaciones
Como ya se ha advertido, uno de los rasgos con refranes, frases proverbiales, pullas,
característicos de esa multiplicidad de burlas y consejas, es decir con esa rica cul-
voces que es posible oír en el Quijote, es la tura oral común a letrados y analfabetos,
incorporación, junto a las resonancias lite- perfectamente conocida por unos y por
rarias de las obras de otros poetas y escri- otros. Una cultura que facilitaba la existen-
tores del mundo clásico o de su época cia de una amplia comunidad de lectores u
(Márquez Villanueva, 1973), del lenguaje oyentes familiarizada con las alusiones,
de la calle y de los caminos, del lenguaje referencias y personajes de la obra teatral o
coloquial y del habla cotidiana. Con inde- de la novela en cuestión cuando guarda-
pendencia, pero en estrecha relación con ban algún tipo de relación o procedían de
ello, la obra cervantina, y el Quijote en par- dicha tradición oral. En este aspecto, Cer-
ticular, suele incorporar o inspirarse en vantes representa, en comparación con los
ocasiones en cuentos, cuentecillos y anéc- escritores de su tiempo, un «caso excepcio-
dotas procedentes del folklore popular, de nal por la densidad de relatos tradicionales
autoría anónima y transmisión oral aunque que aparecen en las comedias que nos
–como también sucedía en el caso de los quedan de él», y, en lo que a la novela se
refranes– muchos de ellos circularan asi- refiere, por la «originalidad radical» del
mismo por escrito en colecciones, recopila- aprovechamiento, asimismo más frecuente,
ciones y pliegos sueltos o hubieran sido que hace de los cuentos tradicionales. Una
incorporados o aprovechados desde el originalidad que «reside en tres hechos: el
mundo de la novela o el teatro. componer una novela corta –El Licenciado
En este punto Barrick (1976) estableció Vidriera– a base de cuentecillos tradiciona-
la distinción y proporcionó abundantes les, el apelar con frecuencia a burlas y con-
ejemplos en su estudio sobre «la forma y sejas que hubo de conocer por vía oral, [y]
función de los cuentos folklóricos» en el el utilizar como punto de partida de varias
Quijote entre a) las alusiones familiares, obras suyas –La Gitanilla, Rinconete y Cor-
breves, a modo de frases proverbiales o tadillo, El cautivo– unas consejas familiares
hechas, cuentos, fábulas, anécdotas o que circulaban por la España de su tiempo»
leyendas; b) los cuentos que sirven de base (Chevalier, 1978, pp. 94-95 y 106). Aspec-
o inspiración de algún episodio; y c) los tos, todos ellos, asimismo apreciables en el

34
Quijote, que explican que, al poco de salir protagonismo, en la segunda parte, una vez
la primera parte, sus personajes, en espe- que Cervantes tomara conciencia de las
cial Don Quijote y su caballo y Sancho y su posibilidades que le ofrecía. Estamos
asno, fueran incorporados en forma de hablando, como es obvio, de Sancho Panza.
máscaras a fiestas y carnavales. O, también, El mismo nombre de Sancho Panza
las palabras del bachiller Sansón Carrasco une dos diferentes tradiciones: Sancho es
cuando en el capítulo III de la segunda par- un nombre que «figura en el refranero des-
te dice, con referencia a la primera: de la época medieval junto a un burro» (DQ,
[....] es tan clara que no hay cosa que 1998, I, VII, p. 91, nota 37; Molho, 1976, pp.
dificultar en ella: los niños la manosean, los 249-252)5, y Panza «no es nombre de refra-
mozos la leen, los hombres la entienden, y nero, sino figura carnavalesca» (Molho,
los viejos la celebran, y, finalmente, es tan 1976, p. 252; Redondo, 1989). La figura lite-
trillada y tan leída y tan sabida de todo raria de Sancho Panza constituye, pues,
género de gentes, que apenas han visto una operación creativa que refunde y ree-
algún rocín flaco, cuando dicen: «Allí va labora en un nuevo personaje popular dos
Rocinante». arquetipos tomados de la tradición oral
(DQ, III, 3, pp. 652-653) española y del folklore occidental: la del
Sólo la familiaridad previa con los dis- bobo-listo o necio-astuto, la del aldeano o
tintos registros del lenguaje, y con las his- rústico simple, crédulo y mentecato pero al
torias, alusiones, referencias, juegos de mismo tiempo malicioso, sagaz y socarrón,
palabras, equívocos y malentendidos tan a veces tonto fingido (Close, 1973; Molho,
habituales en el Quijote explican que llega- 1976), y la del voraz glotón, cobarde o
ra a ser, en la España del siglo XVII, «casi tan medroso, barrigón y aprovechado.
familiar como el Romancero para el hom- Dos de los rasgos más característicos
bre de la calle» (Close, 1998a, p. CXLVI). Una de esta reelaborada figura son, sin duda,
obra considerada de «entretenimiento» que sus irrefrenables deseos de hablar y su
no invitaba «a ser conservada», sino «a pasar idiolecto. Y, dentro de este último, el recur-
de amigo en amigo» y entrar «con facilidad so a los refranes y la forma de utilizarlos
en los boyantes mercados de segunda (Finello, 1991; Flores, 1985; Joly, 1975;
mano y alquiler» (Rico, 1998, p. CCIV). Lázaro Carreter, 1998, pp. XXXI-XXXV). Hasta
La originalidad de Cervantes en esta tal punto que al igual que el Quijote, y con
tarea de transposición o aprovechamiento él, el protagonista que da título al libro, se
literario de la tradición y cultura orales, efec- convirtió en la España del principios del
tuada en el Quijote, fue incluso más allá. siglo XX en objeto de un género específico
Hizo popular un personaje, de honda raíz de libros escolares (Tiana, 1997, pp. 281-
folklórica y oral, del que no se habla hasta la 284), asimismo Sancho Panza, retratado en
segunda salida de Don Quijote, en el capí- la portada con una imagen algo «panta-
tulo VII de la primera parte. Un personaje gruelesca», vería utilizado su nombre,
que en principio quizás sólo estaba llamado como ficción autorial, en un Compendio de
a desempeñar un papel secundario, pero Refranes y Fábulas para ejercicios de lectu-
que poco a poco se situaría, como contra- ra elemental (Sancho Panza, 1928).
punto, al mismo nivel que el personaje prin- Sobre sus irrefrenables deseos de
cipal desplazándole incluso, en cuanto a hablar y su sentido agonístico, empatético

(5) «Al buen callar llaman Sancho; al bueno, bueno, Sancho Martínez», «Hallado ha Sancho su rocín», «Topa-
do ha Sancho con su asno», «Lo que piensa Sancho, sábelo el diablo», «Quien a Sancho haya de engañar, mucho
ha de estudiar», «Quien a Sancho haya de engañar, por nacer está», «La mujer de Sancho, rueca, religión y ran-
cho», «Revienta Sancho de hidalgo» (MOLHO, 1976, pp. 249-252).

35
y participante de los actos de habla –rasgos Sancho Panza –no sólo él, pero sobre
todos ellos característicos de los modos de todo él– se identifica por su hablar «rústico»
expresión y pensamiento de las culturas frente al hablar «polido» de Don Quijote. Y
orales (Ong, 1987, pp. 49-52)– baste recor- uno de los signos de ese hablar «rústico»
dar las quejas de Sancho por haberle Don –junto a los vulgarismos, coloquialismos,
Quijote impuesto el «aspero mandamiento «prevaricaciones idiomáticas» (Alonso,
del silencio» (DQ, I, 21, p. 228) tras la aven- 1948) o incorrecciones cómicas, juegos de
tura de los batanes: palabras, cómicos giros de frases y cambios
de palabras o del orden de las mismas en
[....] y Sancho iba muerto por razonar
una frase–, tomado de la tradición oral, es
con su amo y deseaba que él comenzase la
plática, por no contravenir a lo que le tenía el uso y el modo de uso de los refranes
mandado; mas no pudiendo sufrir tanto (Flores, 1985). De hecho Sancho no es el
silencio le dijo: único en utilizarlos cuando habla e incluso
–Señor Don Quijote, vuesa merced me el mismo Don Quijote ensarta para demos-
eche su bendición y me dé licencia, que trar a Sancho que él también sabe arrojar-
desde aquí me quiero volver a mi casa, a mi los «como llovidos» (DQ, II, 7, p. 682). Hay
mujer y a mis hijos, con los cuales por lo que tener en cuenta que, sin entrar ahora
menos hablaré y departiré todo lo que qui- en consideraciones sobre las diferencias
siere; porque querer vuestra merced que entre refrán o proverbio –u otros términos
vaya con él por estas soledades de día y de como adagio, máxima, aforismo, apotegma
noche, y que no le hable cuanto me diere o paremia–, diferentes cálculos ofrecen
gusto, es enterrarme en vida.
una cifra total, entre ambos, de 125 en la
(DQ, I, 25, p. 271) primera parte y 377 en la segunda (Joly,
1975, p. 5) o, con una concepción más res-
O bien, las frases de Sansón Carrasco
trictiva del refrán, de 171 entre ambas par-
cuando en la segunda parte del Quijote,
tes (Colombi, 1989, pp. 24-25), aunque
tras reconocer a Sancho como la «segunda otros cálculos menos estrictos elevan dicha
persona de la historia» de la primera parte, cifra hasta los casi mil refranes, adagios,
afirma «que hay tal que precia más oíros proverbios y frases proverbiales. dos refra-
hablar a vos que al más pintado de toda nes en un momento determinado de la
ella» (DQ, II, 3, p. 650) o cuando, con refe- segunda parte
rencia a la promesa de una posible segun- Los primeros refranes que aparecen en
da parte, en ella afirma que «algunos que el Quijote no son pronunciados por San-
son más joviales que saturninos6 dicen: cho. De hecho, Sancho no dice su primer
«Vengan más quijotadas, embista Don Qui- refrán («y como dicen, váyase el muerto a la
jote y hable Sancho Panza» (DQ, I, 4, p. 658). sepultura y el vivo a la hogaza») hasta el
Todo ello por no aludir a las diversas oca- capítulo XIX de la primera parte y la prime-
siones en las que en la segunda parte Don ra acumulación o retahíla de refranes hasta
Quijote u otros personajes caracterizan a el capítulo XXV de esa misma parte:
Sancho de gran hablador o se refieren a sus
«gracias y donaires» (por ejemplo, DQ, II, 7, –Ni yo lo digo ni lo pienso –respondió
Sancho–. Allá se lo hayan, con su pan se lo
p. 682 y II, 30, pp. 878-879), o a la excla- coman: si fueron amancebados o no, a Dios
mación de Don Quijote tras una «arenga» habrán dado la cuenta. De mis viñas vengo,
de Sancho: «Plega a Dios, Sancho –replicó no sé nada, no soy amigo de saber vidas
Don Quijote–, que yo te vea mudo antes de ajenas, que el que compra y miente, en su
que muera» (DQ, II, 20, p. 799). bolsillo lo siente. Cuanto más, que desnudo

(6) O sea, más alegres que melancólicos (DQ, I, 4, p. 658, nota 20).

36
nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Como ha mostrado Maxime Chevalier
Más que lo fuesen, ¿qué me va a mi? Y (1993), no todas las formas orales tradicio-
muchos precisan que hay tocinos, y no hay nales experimentaron a la vez y del mismo
estacas. Más ¿Quién puede poner puertas al modo ese proceso de devaluación, como
campo? Cuanto más, que de Dios dijeron.
formas de expresión, en la España del Siglo
(DQ, I, 25, p. 273) de Oro. Tanto el cuento, como el proverbio
Dejo a un lado ahora los diferentes y el romance sufrieron un descenso en su
propósitos, sentidos o usos con los que valor y estima social durante los siglos XVI y
Sancho y otros personajes, incluso en oca- XVII, pasando a ser tenidos, entre los escri-
siones el mismo narrador, recurren a los tores y el público letrado y culto, por pro-
refranes, una cuestión tratada en diversos pias del vulgo. Pero así como el cuento
trabajos por, entre otros, Rosenblat (1971, –cuentecillo, patraña o conseja de vieja– y
pp. 25-43), Joly (1971, 1975, 1991) y el romance –desconectado de sus raíces
Colombí (1989). Sólo me interesa, en este épicas– devinieron formas de expresión
punto, destacar dos aspectos. El primero se grosera y trivial propias de analfabetos,
refiere a la estructura en general rítmica, semialfabetizados y niños, con los prover-
balanceada, equilibrada y en ocasiones bios y refranes sucedió algo diferente. Con-
rimada –«el que compra y miente, en su siderados como axiomas o expresiones
bolsillo lo siente»– de los refranes y frases condensadas de lo veraz, de un antiguo
proverbiales a fin de facilitar su memoriza- saber o filosofía natural, a modo de filoso-
ción. Algo ya indicado por Ong (1987, p. fía universal y eterna, fueron a menudo
41) con dos ejemplos: «Divide y vencerás» objeto de admiración. La casi generalidad
–tres sílabas a cada lado, a modo de brazos de los autores de la época muestra una
de una balanza equilibrada en su eje con la familiaridad y un conocimiento de los mis-
«y» intermedia– y «Errar es humano, perdo- mos –facilitados por la comunicación oral y
nar es divino» –tres palabras a cada lado de por recopilaciones impresas– parejos con
la balanza y la palabra «es» como eje, a su la dignidad que les confieren. Como en
vez, de las dos balanzas, formadas además ocasiones dicen algunos personajes letra-
por un infinitivo y un adjetivo, que compo- dos del Quijote, en especial Alonso Quija-
nen, a modo de brazos, la balanza gene- no, los refranes son «sentencias breves
ral–. Los refranes y frases proverbiales, por sacadas de la luenga y discreta experien-
razones si se quiere pragmáticas pero efec- cia», por ello muy verdaderos (DQ, I, 39, p.
tivas –al igual, como se verá, que otras pro-
451; I, XXI, p. 223; II, 43, p. 974). Este era el
ducciones orales–, poseen en general una
punto de vista del humanista y del culto,
estructura poética. Responden a las exigen-
cias de la poética de lo oral (sonoridad, rit- así como el de quienes vivían y se desen-
mo, rima, equilibrio, estilo formulario, volvían en el ámbito de la cultura escrita.
implicación corporal). Una mente, por tan- La nueva dignidad conferida al refrán, la
to, en la que dichas frases o refranes se apropiación que del mismo se hacía desde
acumulen y vengan a la boca sin esfuerzo la cultura escrita, desvirtuaba su finalidad y
alguno bien puede calificarse de poética. Y usos originales. En primer lugar, de entre la
ésta es justamente la diferencia entre San- masa general de refranes se hacía una
cho y Don Quijote: la misma que existe selección: los había vulgares y selectos.
entre la concepción que se tiene del refrán Estos últimos, además, debían ser utiliza-
o proverbio en una cultura oral y la que se dos como máximas o sentencias morales o
tiene en una cultura donde lo escrito está de prudencia. Éste sería el precio a pagar
ya desplazando, por innecesarios y propios por su reutilización. Como diría Don Qui-
de rústicos y analfabetos, los modos de jote a Sancho, reprochándole una vez más
expresión del mundo y de la tradición oral. su hábito de ensartar refranes, uno tras

37
otro, el refrán sólo tenía sentido «traído a extracción social de quien habla. De ahí
propósito» (DQ, II, 43, p. 975) y como sen- que, cuando en el capítulo V de la segunda
tencia breve. Lo que sucede es que Don parte –un capítulo que el traductor del
Quijote, como reconocería poco después, manuscrito de Cide Hamete Benengeli
para «decir uno y aplicarle bien» sudaba y considera apócrifo porque en él «habla
trabajaba «como si cavase» (DQ, II, 43, p. Sancho Panza con otro estilo del que se
977), mientras que, para Sancho los refra- podía prometer de su corto ingenio» (DQ, II,
nes eran su única «hacienda» o «caudal» (DQ, 5, p. 663)– Teresa Panza al hablar con su
II, 43, 975) habiendo ya nacido, el «linaje de marido sobre el futuro de sus hijos –a los
los Panzas», con «un costal de refranes en el que Sancho quiere encumbrar socialmen-
cuerpo» (DQ, II, 50, p. 1043). De ahí que te–, cometa las mismas «prevaricaciones
Sancho, frente al consejo de Don Quijote idiomáticas» de este último y ensarte tam-
de que –en su futura condición de gober- bién uno tras otro los refranes, Sancho, en
nador de la ínsula de Barataria– no ensarta- un juego de papeles invertidos, no sólo le
ra y trajera los refranes «por los cabellos», reprocha, como con él hacía Don Quijote,
por parecer «más disparates que senten- sus equivocaciones y el uso de los refranes
cias», dijera: tan habitual en él mismo, sino que llegue a
–Eso Dios lo puede remediar [....] por- llamarla «mentecata e ignorante» por esta
que sé más refranes que un libro, y viénen- última causa (DQ, II, 5, p. 668). Investido en
seme tantos juntos a la boca cuando hablo, su papel de futuro gobernador adopta ante
que riñen por salir unos con otros, pero la su mujer el lenguaje que le correspondería
lengua va arrojando los primeros que como tal, aprendido de Don Quijote, y, al
encuentra, aunque no vengan a pelo. Más mismo tiempo, la actitud que hacía él tenía
yo tendré cuenta de aquí en delante de Don Quijote, haciendo ver a Teresa Panza
decir los que convengan a la gravedad de que su forma de usar los refranes revela su
mi cargo, que en casa llena, presto se guisa condición de mujer tonta e ignorante7.
la cena, y quien destaja, no baraja, y a buen
salvo está el que repica, y el dar y el tener,
seso ha de menester.
INDICIOS SONORO-AUDITIVOS
(DQ, II, 43, pp. 974-975)
[....] procurar que a la llana, con pala-
El segundo aspecto que nos interesa
bras significantes, honestas y bien coloca-
resaltar es la respuesta, algo airada, de Don das, salga vuestra oración y período sonoro
Quijote a la chanza de su escudero. Una y festivo, pintando en todo lo que alcanzá-
respuesta que termina con una frase que redes y fuere posible vuestra intención,
constituye, desde nuestra perspectiva, el dando a entender vuestros conceptos sin
elemento clave de la cuestión: un refrán intrincarlos ni oscurecerlos.
«traído a propósito» no parecerá «mal» en su
(DQ, prologo, p. 18)
futura condición de gobernador, dice Don
Quijote, pero «cargar y ensartar refranes “a «Sonoro y festivo»: estas eran las pala-
troche y moche” hace la plática desmayada bras que el fingido amigo de Cervantes uti-
y baja» (DQ, II, 43, p. 975), es decir, impro- lizaba en el prólogo de la primera parte
pia de dicha condición y reveladora de la para indicarle como debía ser el estilo de

(7) Hasta donde yo sé no se ha llamado la atención sobre el paralelismo entre esta escena y aquélla de Los
santos inocentes de Delibes en la que el recién alfabetizado Paco, el Bajo, enseña a leer a su hija Nieves. Cuan-
do ésta le plantea las mismas cuestiones fonético-ortográficas que él planteaba a los «señoritos» alfabetizadores
–que la Z con la I estaba de más porque para eso ya estaba la C– él, remedando a estos últimos, inflaba la risa y
le respondía con las mismas palabras con las que a él le habían respondido: «eso, cuéntaselo a los académicos».

38
su escritura. El estilo «festivo» guardaba ción verbal y auditiva de dicho relato. En
relación con la inmediata sugerencia de una noche cerrada, que no «dejaba ver cosa
que escribiera para que al leer su «historia», alguna», Don Quijote y Sancho después de
entre otras cosas, el «melancólico se mueva cenar se adentran en un prado con «árboles
a risa» y «el risueño la acreciente». El térmi- altos» en busca de alguna fuente o arroyo.
no «sonoro» se ha interpretado, por lo gene- El desconocimiento del lugar, las tinieblas,
ral, en el sentido de que lo escrito tuviera el silencio nocturno roto por el gran ruido
sonoridad, que sonara bien al oído de de una cascada «y de unos golpes a com-
quien lo leyere o lo escuchare leer a otro. pás, con un cierto crujir de hierros y cade-
Un rasgo estilístico propio de las produc- nas», y el «estruendo» de los árboles movi-
ciones orales, exigido por su misma condi- dos por el viento, infundían «miedo, temor
ción oral, y utilizado en ocasiones en las y espanto». Ante el deseo de Don Quijote
producciones escritas, en especial de índo- de avanzar solo a la búsqueda de una nue-
le poética o dirigidas a la infancia8. va aventura y el requerimiento a su escu-
Unas veces esta sonoridad, este dirigir- dero para que le esperase en aquel lugar
se al oído más que a la vista, se evidencia durante tres días, Sancho decide atar los
en el uso o presencia de palabras relativas pies a Rocinante con el cabestro de su asno
a la percepción auditiva –escuchar, oído, sin que Don Quijote lo advierta y, para
oyente– o al tipo de voz o entonación de entretenerle hasta el alba, promete contar-
quien habla, y, en otras ocasiones, en el le un cuento que inicia del siguiente modo:
recurso a modos de expresión característi- –Pero, con todo eso, yo me esforzaré a
cos de las producciones orales como, entre decir una historia, que si la acierto a contar
otras, las fórmulas y los «juegos acústicos y y no me van a la mano, es la mejor de las
rítmicos» producidos mediante «duplicacio- historias; y estéme vuestra merced atento
nes, aliteraciones, rimas, concatenaciones» que ya comienzo. «Érase que se era, el bien
que viniere para todos sea, y el mal, para
y «cadenas verbales» (Moner, 1988, pp. 119- quien lo fuere a buscar...» [....].
121)9. Esta última sonoridad, en todo caso, –«Digo, pues –prosiguió Sancho–, que
puede derivarse de su uso en un relato, en un lugar de Estremadura había un pastor
cuento o cuentecillo oral inserto en la obra, cabrerizo, quiero decir que guardaba
como algo consustancial al mismo, o bien cabras, el cual pastor o cabrerizo, como
ser un recurso estilístico más utilizado por digo de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz; y
Cervantes como narrador o al hacer hablar este Lope Ruiz andaba enamorado de una
a alguno de sus personajes. pastora que se llamaba Torralba; la cual
pastora llamada Torralba, era hija de un
Como muchos autores han señalado, la
ganadero rico; y este ganadero rico....»
aventura de los batanes (DQ, I, 20) propor- –Si desa manera cuentas tu cuento,
ciona un buen ejemplo de relato oral intro- Sancho –dijo Don Quijote–, repitiendo dos
ducido en un texto literario que conserva veces lo que vas diciendo, no acabarás en
buena parte del estilo propio de la condi- dos días: dilo seguidamente y cuéntalo

(8) Léanse, oyéndolos, estos dos ejemplos entre tantos posibles:


«Mi corza, buen amigo, / mi corza blanca. / Los lobos la mataron / al pie del agua. / Los lobos, buen amigo, / que
huyeron por el río. / Los lobos la mataron, /dentro del agua» (Alberti, 1937). Poema incluido en una «antología lírica esco-
lar».
«Sábanas blancas en un armario / Sábanas rojas en una cama / Un niño en la madre / La madre en los dolores / El
padre en el corredor / El corredor en la casa / La casa en la ciudad / La ciudad en la noche / La muerte en el grito / Y el
niño en la vida». (Prevert, 1980, p. 187). Poema titulado «Primer día».
(9) Abundantes ejemplos del recurso en el Quijote a la paronomasia, la aliteración, la rima o la repetición
como juegos acústicos –en ocasiones consideradas incorrecciones– pueden verse en Rosenblat (1971, pp. 109-
205 y 305-325).

39
como hombre de entendimiento, y si no, transmitidos. Como dice Ong (1987, p. 41),
no digas nada. «las necesidades mnemotécnicas determi-
–De la misma manera que yo lo cuen- nan incluso la sintaxis». De ahí que Sancho
to –respondió Sancho– se cuentan en mi diga que no sabe contar cuentos de otra
tierra todas las consejas, y yo no sé contar- manera.
lo de otra, ni es bien que vuestra merced
El tercer aspecto –la descalificación de
me pida que haga usos nuevos.
este modo de narrar efectuada por Don
(DQ, I, 20, pp. 212-213) Quijote– guarda un claro paralelismo con la
antes referida al calificar de «plática desma-
Dejo a un lado en este momento otros
yada y baja» el modo en que Sancho utiliza-
aspectos no menos interesantes del cuento
ba los refranes. En este caso Don Quijote,
de la Torralba como el que dicho cuento
«homo typographicus» por excelencia, lo
sea de los de «nunca acabar» o el paralelis-
que le exige a Sancho es que hable como
mo entre el rítmico golpear de los batanes
un libro, es decir, no en espiral, avanzando
–pues esa era la causa de los golpes que
y retrocediendo para avanzar después un
amedrentaban a Sancho– y el no menos rít-
poco más, a la manera oral, sino de modo
mico modo de contarlo. Sólo me detendré lineal. Algo plausible en un texto escrito
en tres detalles. El primero es el inicio for- donde el lector puede, si lo desea, volver
mulario del cuento –«Érase que se era....»– atrás y releer lo ya leído, pero no aconseja-
siguiendo el modo tradicional de comen- ble en un relato oral en el que los oyentes
zarlos. El segundo es el estilo redundante, no pueden volver a oír lo ya oído salvo que
prolijo, repetitivo y acumulativo con el que se les repita. «Dilo seguidamente y cuéntalo
Sancho relata el cuento. Y el tercero es la como hombre de entendimiento», dice Don
descalificación o devaluación que Don Quijote a Sancho. O sea, sólo cuando aban-
Quijote hace de dicha manera de narrar. dones los modos de hablar y expresarse
Los dos primeros aspectos –estilo for- propios de la cultura y tradición oral, a la
mulario, acumulativo y redundante– son que como analfabeto perteneces, y hables
como señaló Ong (1987, pp. 40-47) modos como un libro, serás considerado «hombre
de expresión propios de las producciones de entendimiento» o «discreto» (DQ, I, 20, p.
orales. Y no por capricho o por voluntad 213, nota 38) en el sentido con que Cervan-
de utilizarlos, sino por necesidad. Una tes usa esta palabra: hombre de buen juicio,
necesidad impuesta tanto por la memoriza- sensato e inteligente10.
ción y el recuerdo como por las caracterís- El recurso a fórmulas o estrategias simi-
ticas de la transmisión y del relato oral: las lares a las de los relatos orales o la búsque-
fórmulas y repeticiones acumulativas no da de sonoridad en la escritura se produce,
sólo facilitan el recuerdo sino que dan en el Quijote, desde luego cuando algún
tiempo al que narra a preparar lo que sigue «rústico» narra un cuento o cuentecillo, por
y al oyente a seguir al que narra. El que de ejemplo en el caso del cabrero que relata la
la necesidad se haga en este caso virtud historia de Grisóstomo (DQ, I, 12, p. 131),
puede ocultar o velar su exigencia pero no pero también, con independencia de ello,
debilitarla. Se habla así no porque ese en la misma narración o en el habla de
modo de narrar sea el resultado de una algún personaje. La misma indetermina-
opción entre otras posibles, sino porque es ción del comienzo –«En un lugar de la Man-
el único modo en el que los relatos orales cha de cuyo nombre no quiero acordarme»,
pueden ser memorizados, recordados y o sea, del que ahora no voy o no llego a

(10) Las voces «discreto», «discretísimo», «discretamente» y «discreción» aparecen en el Quijote 222 veces,
sobre todo como antítesis de necio, tonto, simple o rústico (Rosenblat, 1971, p. 59).

40
acordarme, o incluso no entro ahora en sí nó a asir de su albarda, y lo mismo hizo
me acuerdo o no (DQ, I, 1, p. 35, nota 3)– Sancho; Don Quijote puso manos a su
guarda claras analogías con el principio de espada y arremetió a los cuadrilleros; don
algunas narraciones populares (Rosenblat, Luis daba voces a sus criados, que le deja-
sen a él y acorriesen a Don Quijote, y a Car-
1971, pp. 70-75). El estilo oral, acumulativo
denio y a don Fernando, que todos favore-
y rítmico conseguido mediante la sucesiva cían a Don Quijote; el cura daba voces; la
repetición al comienzo de una serie de fra- ventera gritaba; su hija se afligía; Maritornes
ses breves de un mismo adverbio –aquí, lloraba; Dorotea estaba confusa; Luscinda
allí, acullá, allá, tanto/s, tanta/s–, pronom- suspensa, y doña Clara desmayada; el bar-
bre –este, otro, quien– o conjunción –y, bero aporreaba a Sancho; Sancho molía al
que– es utilizado en el Quijote en diversas barbero; don Luis, a quien un criado suyo
ocasiones (DQ, I, 43, p. 509; I, 44, p. 529; I, se atrevió a asirle del brazo porque no se
47, p. 546; I, 49, p. 562; I, 50, p. 570; II, 1, p. fuese, le dio una puñada que le bañó los
634, entre otras) así como el recurso oca- dientes en sangre; el oidor le defendía; don
Fernando tenía debajo de sus pies a un cua-
sional a las concatenaciones por el mismo
drillero, midiéndole el cuerpo con ellos
Sancho cuando habla: muy a su sabor; el ventero tornó a reforzar
No sé esas filosofías –respondió San- la voz, pidiendo favor a la Santa Herman-
cho–, mas solo sé que tan presto tuviese yo dad.... De modo que toda la venta era llan-
el condado como sabría regirle, que tanta tos, voces, gritos, confusiones, temores,
alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo sobresaltos, desgracias, cuchilladas, moji-
como el que más, y tan rey sería yo de mi cones, palos, coces y efusión de sangre.
estado como cada uno del suyo; y siéndo- (DQ, I, 44, p. 525)
lo, haría lo que quisiese; y haciendo lo que
quisiese haría mi gusto, estaría contento; y O como estos otros tres ejemplos, más
en estando uno contento, no tiene más que breves, tomados, en los dos primeros casos,
desear; y no teniendo más que desear, aca- de los relatos del cabrero y del cautivo:
bóse, y el estado venga, y a Dios y veámo-
nos, como dijo un ciego a otro. Yo quedé suspenso, Anselmo atónito,
el padre triste, sus parientes afrentados,
(DQ, I, 50, p. 573) solícita la justicia, los cuadrilleros listos;
Asimismo sucede con las enumeracio- tomáronse los caminos, escudriñáronse los
bosques y cuanto había, y al cabo de tres
nes o listas (DQ, I, 47, p. 550; I, 49, p. 563), días hallaron a la antojadiza Leandra en una
las rimas (DQ, II, 52, p. 587), si bien éstas cueva del monte.
son más excepcionales, las cacofonías –«el
gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al (DQ, I, 51, p. 579)
palo» (DQ, I, 16, p. 173), frase tomada de un Besé la cruz, tomé los escudos, volví-
cuento popular, o «el malo que todo lo me al terrado, hecimos todos nuestras zale-
malo ordena, y los muchachos que son mas, tornó a parecer la mano, hice señas
más malos que el malo» ( DQ , II , 61, p. que leería el papel, cerraron la ventana.
1132)– o la yuxtaposición de frases breves (DQ, I, 40, p. 465)
a fin de imprimir un fuerte dinamismo y
teatralidad al relato como la que seguida- Quedó molido Sancho, espantado Don
mente, a título de ejemplo, se recoge: Quijote, aporreado el rucio y no muy cató-
lico Rocinante.
El ventero, que era de la cuadrilla,
entró al punto por su varilla y por su espa- (DQ, II, 58, p. 1106)
da, y se puso al lado de sus compañeros;
los criados de don Luis rodearon a don
Luis, porque con el alboroto no se les fue-
se; el barbero, viendo la casa revuelta, tor-

41
INDICIOS VISUALES (TEATRALIDAD) escritura, recreara la atmósfera propia de
un cuento relatado oralmente ¿Cómo? Fun-
Y es que los cuentos, unos encierran y damentalmente por medio de dos estrate-
tienen la gracia en ellos mismos; otros, en gias: una visual y otra teatral.
el modo de contarlos; quiero decir que Las referencias a los ojos y a la vista
algunos hay que aunque se cuenten sin
preámbulos y ornamentos de palabra, dan
como fórmula o estrategia retórica para
contento; otros hay que es menester vestir- lograr que el lector u oyente «vieran» y
los de palabras y con demostraciones del vivieran lo que se decía o contaba, dándo-
rostro y de las manos y con mudar la voz, le al mismo tiempo mayores visos de vera-
se hacen algo de nonada, y de flojos y des- cidad, era un lugar común en las narracio-
mayados se vuelven agudos y gustosos. nes orales. De ahí que el cabrero, al contar
(Cervantes, 2001, p. 548) la historia de Grisóstomo y Marcela, inicie
la breve descripción de la madre de Marce-
Estas frases de Cipión, tomadas del la con un «No parece sino que ahora la veo»
Diálogo de los perros, sintetizan la impor- (DQ, I, 12, p. 131). Asimismo, cuando San-
tancia de la voz, de las manos, del rostro, cho narra a Don Quijote el ya referido
de los gestos y del cuerpo, así como de la cuento de la Torralba, tras una de las inte-
puesta en escena y de la performance o rrupciones de su amo, dice:
representación, en las narraciones orales.
Esta presencia de lo corporal en el acto Así que, señor mío de mi ánima –prosi-
narrativo oral va ligada, ya desde el princi- guió Sancho–, que, como ya tengo dicho,
este pastor andaba enamorado de Torralba
pio, al hecho de traer a la memoria, de
la pastora, que era una moza rolliza, zaha-
recordar, lo que se ha de contar. La memo- reña, y tiraba algo a hombruna, porque
rización de las producciones orales, y su tenía unos pocos de bigotes, que parece
recuerdo, requieren, por lo general, movi- que ahora la veo.
mientos rítmicos en la respiración, la gesti-
culación y el cuerpo –un cuerpo de sime- (DQ, I, 20, p. 213)
tría bilateral– (Ong, 1987, p. 41) acompa- Una expresión que, reforzada, vuelve a
ñados o no de sonsonetes, música o danza. usar en el cuento de los asientos:
El mismo Cervantes lo advierte en el Quijo-
te cuando Sancho intenta recordar al pie de –Es, pues, el caso –replicó Sancho–
la letra la carta dirigida por Don Quijote a que estando los dos para sentarse a la
Dulcinea: mesa, que parece que ahora los veo más
que nunca....
Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza
para traer a la memoria la carta, y ya se (DQ, II, 31, p. 887)
ponía sobre un pie y ya sobre otro, unas En otras ocasiones, sin embargo, no se
veces miraba al suelo, otras al cielo, y al trata de un relato o cuento narrado por
cabo de haberse roído la mitad de la yema
de un dedo, teniendo suspensos a los que
escrito como si fuera un relato oral, sino
esperaba que ya la dijese, dijo al cabo de del mismo Don Quijote que al describir al
grandísimo rato: canónigo, por ejemplo, el contenido de los
libros de caballería recurre a esta fórmula
(DQ, I, 26, p. 296) retórica para que visualice en su mente lo
No obstante, en una novela en la que que describe: «¿hay mayor contento que
los diálogos, historias, cuentos y cuenteci- ver, como si dijéramos, aquí ahora se
llos eran tan abundantes, el problema que muestra delante de nosotros un gran lago
se planteaba era el de crear una atmósfera de pez hirviendo a borbotones....», u «Ofré-
no sólo auditiva –como se ha visto– sino cesele a los ojos una apacible floresta de
también visual y teatral que, mediante la tan verdes y frondosos árboles compues-

42
ta...», hasta llegar incluso a la repetición –Pues así es, esténme vuestras merce-
cacofónica cuando dice «¿Y hay más que des atentos.
ver, después de haber visto esto, que ver No hubo ella dicho esto, cuando Car-
salir por la puerta del castillo un buen denio y el barbero se le pusieron al lado,
deseosos de ver como fingía su historia la
número de doncellas...» (DQ, I, 50, pp. 569- discreta Dorotea, y lo mismo hizo Sancho,
570). que tan engañado iba con ella como su
En el prólogo del apócrifo Segundo amo. Y ella, después de haber puesto bien
tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la silla y prevenídose con toser11 y hacer
la Mancha de 1614, su autor, Fernández de otros ademanes con mucho donaire,
Avellaneda (1972, I, pp. 7 y 12), calificaba comenzó a decir desta manera:
de «comedia toda la historia de Don Quixo- (DQ, I, 30, pp. 346-347)
te» y «las más de sus novelas» de «comedias
en prosa», es decir, de obras teatrales en Callaban todos y mirábanse todos,
Dorotea a don Fernando, don Fernando a
prosa. La teatralidad del Quijote puede Cardenio, Cardenio a Luscinda, y Luscinda
analizarse desde distintas perspectivas a Cardenio. Mas quien primero rompió el
(Baras, 1989): la posibilidad de que la idea silencio fue Luscinda, hablando a don Fer-
original surgiera del anónimo Entremés nando desta manera:
famoso de los Romances, la inserción de
(DQ, I, 36, p. 427)
espectáculos o escenificaciones, la adapta-
ción novelada de historias propias del tea- Llegada, pues, la hora, sentáronse
tro de enredo, la abundancia de personajes todos a una larga mesa [....] y dieron la
disfrazados o fingidos, etc. La que aquí me cabecera y principal asiento, puesto que él
lo rehusaba, a Don Quijote, el cual quiso
interesa destacar es aquella característica o que estuviese a su lado la señora Micomi-
estilo, también denominado pictórico o cona, pues él era su aguardador. Luego se
visual, por la que el narrador da cuenta, de sentaron Luscinda y Zoraida, y frontero
modo breve y esquemático, de lo que dellas don Fernando y Cardenio, y luego el
todos y cada uno de los personajes en cautivo y los demás caballeros, y al lado de
escena hacen, piensan o dicen –e incluso las señoras, el cura y el barbero.
de donde se sitúan, qué espacio ocupan o (DQ, I, 37, p. 442)
junto a quien se hallan– con el fin de que el
lector u oyente «vea» con los ojos de la ima- Y la orden que llevaban era esta: iba
primero el carro, guiándolo su dueño; a los
ginación, es decir, imagine y componga en dos lados iban los cuadrilleros, como se ha
su mente la escena narrada. dicho, con sus escopetas; seguía luego San-
Por lo general dicha escenificación cho Panza con su asno, llevando de rienda
suele ir a unida al inicio de un relato, cuen- a Rocinante. Detrás de todo esto iban el
to o historia, junto a la ya mencionada peti- cura y el barbero sobre sus poderosas
ción previa o licencia para narrar, aunque mulas, cubiertos los rostros como se ha
no siempre sucede así –por ejemplo, en la dicho [....] Don Quijote iba sentado en la
vívida y visual descripción de la pelea en la jaula.
venta, asimismo ya citada (DQ, I, 44, p. (DQ, I, 47, p. 542-543)
525)–. Además permite graduaciones
diversas que van desde el esbozo o apunte
a la más detallada exposición:

(11) El «toser» y «hacer otros ademanes» no era sólo, en el primer caso, para aclarar la voz antes de iniciar
el relato, sino una técnica utilizada por los recitadores de cuentos para atraer la atención de los oyentes e indi-
car que iban a comenzar su relato (Moner, 1989, p. 151).

43
LA INTERACCIÓN ENTRE LO ORAL Y LO veces «un género culto se «oraliza» como la
ESCRITO EN EL QUIJOTE: NATURALEZA transmisión oral-memorial de los Prover-
Y ARTIFICIO bios morales de Sem Tob, o la composición
oral de los libros de caballería». Otras, por
La antítesis Don Quijote/Sancho o, si se último, «un género culto se aprovecha de la
prefiere, escrito/oral o culto/rústico, sólo oralidad hasta el punto de erigirse en docu-
puede ser admitida como instrumento de mento histórico-lingüístico, como en los
análisis y comparación, nunca como sepa- sermones populares o aspectos de La
ración tajante entre dos mundos opuestos Celestina». Lo que hay, pues, entre lo oral y
sin relación o interacción alguna. De lo escrito es un proceso de interacción,
hecho, como se ha apuntado en repetidas transformación, adaptación al nuevo
ocasiones, en la segunda parte de la obra medio y simbiosis que puede ofrecer diver-
–frente a la caricaturización de ambos lle- sas posibilidades y formas.
vada a cabo por Fernández de Avellaneda El Quijote incorpora géneros de pro-
en su Quijote apócrifo– el lector asiste a ducción y transmisión oral –cuentos y
una cierta idealización de ambos persona- refranes–, si bien en una época en la que
jes mediante la «quijotización» de un San- ya se disponía de colecciones y recopila-
cho convertido en un campesino ingenioso ciones impresas o manuscritas de dichos
y agudo capaz de expresarse al modo géneros y en la que los tratados de retórica
libresco, cortesano o culto cuando la situa- entremezclaban lo oral con lo escrito en el
ción lo requiere, así como, de la mano uso de las figuras y modos de expresión.
sobre todo de Don Quijote, a la acentua- Asimismo, sus personajes, historias y
ción de los aspectos formativos, moralizan- dichos pasarían de inmediato al mundo de
tes o ejemplarizantes de acuerdo con el las frases hechas o proverbiales, de los
lema, adoptado por Cervantes, de entrete- refranes y de las farsas carnavalescas. Ade-
ner o deleitar y enseñar12. De este modo, más, el Quijote, al representar por escrito
frente al dualismo bipolar de los arquetipos un mundo oral en su origen, puede ser uti-
tradicionales enfrentados, «los héroes cer- lizado como un documento histórico-lin-
vantinos no son planos y uniformes, sino güístico en el que analizar algunos de los
que evolucionan y cambian hasta mezclar- aspectos de ese mundo oral y de los modos
se en sus humores, acciones y discursos» de interacción e hibridación entre lo oral y
(Egido, 1991, p. 42). lo escrito. Todo ello, sin embargo, no debe
En este caso lo afirmado por Deyer- hacernos olvidar que estamos ante una
mond en relación con la «literatura oral» en obra literaria y que entre las intenciones de
la «transición de la Edad Media al Renaci- Cervantes no entraba la de realizar un
miento» también puede aplicarse al Quijo- «estudio etnográfico sobre la tradición oral»
te. La oralidad, nos dice Deyermond (1988, o incluso una síntesis «de los principales
p. 32) «influye en casi todos los géneros rasgos del estilo oral» (Sacido Romero,
literarios que nos ofrece esta época de tran- 1995-97, p. 45). Sus propósitos, literarios y
sición, sea de una u otra manera». Unas paródicos, de entretenimiento, ingenio y
veces, prosigue, se trata de un «género tra- enseñanza, eran otros.
dicional –oral en sus orígenes y en su esen- Dicho esto, me gustaría hacer dos últi-
cia– que se transforma en literatura escrita, mas precisiones. Una de ellas es que, aun-
como los romances y los refranes». Otras que este no fuera el propósito de Cervan-

(12) En la segunda parte de la obra, Sancho, al distinguir los «falsos» Don Quijote y Sancho de Avellaneda
de los «auténticos», los de Cide Hamete Benengeli, caracteriza al «verdadero» Don Quijote de «valiente, discreto
y enamorado» y a sí mismo de «simple gracioso, y no comedor ni borracho» (DQ, II, 59, p. 1114).

44
tes, el hecho es que, frente al nuevo mun- ras orales son, en ocasiones, el resultado
do de los libros y de la imprenta del hom- de actividades asimismo formalizadas y
bre culto y letrado, su obra muestra como artificiosas en cuanto a su uso y aprendiza-
los modos de expresión oral de Sancho, y je. Que sus distintas manifestaciones, posi-
de otros personajes rústicos, eran ya consi- bilidades y formas no son utilizadas por
derados como propios de analfabetos sin todos los miembros de una cultura oral del
ingenio ni entendimiento. Nacidos, idea- mismo modo y con la misma extensión e
dos y utilizados, dichos modos, no por intensidad, sino sólo por aquellos que han
razones estéticas sino pragmáticas, con el aprendido a utilizarlas en contextos y de
fin de facilitar el recuerdo, constituían el acuerdo con modos determinados. El habla
fondo de una cultura y de una mente rítmi- de Sancho puede parecernos espontánea y
ca y poética. En la nueva cultura de la natural, pero guarda dentro de sí todo un
imprenta habían perdido su utilidad y, por artificio propio que, como diría Cervantes,
ello, eran modificados, abandonados o requiere, para utilizarlo, ingenio y discre-
devaluados. De ahí que el paso desde el ción. Un ingenio y una discreción que, al
predominio de lo oral al de lo escrito- igual que sucedía entre los letrados, no
impreso como modo de «conversación» todos los rústicos poseían.
entre los seres humanos, deba ser contem-
plado al mismo tiempo –como en cualquier
otro cambio histórico similar– más como BIBLIOGRAFÍA
un complejo proceso de ganancias y pérdi-
das que como un avance o un retroceso, ALBERTI, R.: «Mi corza», en M. A. SALVATELLA:
más como una fase de interacción e hibri- Cordialidades. Antología lírica escolar.
dación entre ambos modos de «conversa- Barcelona, 1937, p. 60.
ción» que como una situación de oposición ALONSO, A.: «Las prevaricaciones idiomáti-
y enfrentamiento. cas de Sancho», en Nueva Revista de
La segunda observación guarda una Filología Hispánica, II-1 (1948), pp. 1-
relación estrecha con la anterior. A menu- 20.
do, en el análisis del habla de Don Quijote ANDERSON, E. M. y PONTÓN GIJÓN, G.: «La
y Sancho, o sea, del lenguaje «polido» y composición del Quijote», en M. DE
«rústico» en el Quijote, suele calificarse de CERVANTES SAAVEDRA: Don Quijote de la
natural o espontánea el habla rústica de Mancha. Barcelona, Instituto Cervan-
Sancho, dando a entender que el modo de tes - Crítica, 1998, t. I, pp. CLXVI-CXCI.
hablar que caracteriza a Don Quijote, pro- B ARAS , A.: «Teatralidad del Quijote», en
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de a un artificio. En otras palabras, que el BARRICK, M. E.: «The Form and Function of
del primero se adquiere por la mera inser- Folktales in Don Quijote», en The Jour-
ción en un contexto social determinado en nal of Medieval and Renaissance Stu-
el que dicha forma de hablar es la usual, y dies, 6-1 (1976), pp. 101-138.
el del segundo es el resultado de una acti- CASTILLO GÓMEZ, A.: «La escritura represen-
vidad educativa formalizada. Esta oposi- tada. Imágenes de lo escrito en la obra
ción entre lenguaje natural o espontáneo, de Cervantes», en Volver a Cervantes.
que no requiere aprendizaje formal algu- Actas del IV Congreso Internacional de
no, y lenguaje libresco o culto que sí lo la Asociación de Cervantistas, Palma
requiere, sólo es posible realizarla desde la de Mallorca, Universitat de les Illes
cultura letrada olvidando que las estrate- Balears, 2001, pp. 311-325.
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47
ANALFABETOS Y CULTURA LETRADA EN EL SIGLO DE CERVANTES:
LOS EJEMPLOS DEL QUIJOTE

LEONOR SIERRA (*)

Para mi «Netherlands» por su gran amistad.


En recuerdo de nuestro «spanglish»
y nuestras inolvidables jornadas de «shopping».
…si los receptores de la literatura eran tan
pocos y necesariamente intelectuales,
hay una serie de cosas que no entendemos.
¿Cómo es que los escritores, sobre todo
desde fines del siglo XVI, se dirigen una y otra vez
al vulgo, o sea, a un público amplio,
generalmente juzgado ignorante?...1

RESUMEN. En la Edad Moderna se constata, al igual que en el período medieval, un


elevado índice de analfabetismo en el conjunto de la población. Sin embargo, con
la llegada de la época moderna se produce un acercamiento, cada vez mayor, entre
los analfabetos y la cultura letrada. De esta manera, el sector iletrado de la sociedad
intensifica su relación con la lectura y la escritura, siempre a través de la oralidad.
Este creciente contacto entre las clases populares y el universo culto está presente
en muchas de las obras literarias de la Edad Moderna. Este es el caso de El Quijote,
novela en la que Miguel de Cervantes describe, de forma magistral, la sociedad y la
cultura del siglo XVII. Los analfabetos que aparecen en esta obra cervantina convi-
ven, en diferentes ocasiones, con muchos de los elementos del ámbito cultural del
Siglo de Oro. Así, los personajes iletrados de El Quijote entran en contacto con las
instituciones docentes y las disciplinas académicas de su tiempo, siempre con la
participación de un intermediario capacitado para leer y escribir.
ABSTRACT. In the Modern Age, just as in the Middle Ages, there was a high rate of illi-
teracy among the population at large. However, during the Modern Age there was a
gradual approach between the illiterate and the learned culture. In this way, the illi-
terate sector of Society intensified its relations with reading and writing, though al-
ways by way of orality. The growing contact between the popular classes and the
cultivated world is present in many of the literary works of the Modern Age. This ap-
plies to Don Quixote, a novel in which Miguel de Cervantes gives a masterful ac-
count of Society and culture in the 17th century. The illiterate appearing in this work
by Cervantes on various occasions live alongside a number of elements in the cultu-
ral realm of the Golden Age. Thus the illiterate characters of Don Quixote come in
contact with the teaching institutions and the academic disciplines of their day, al-
ways thanks to the participation of an intermediary who is able to read and write.

(*) Universidad de Alcalá de Henares.


(1) M. Frenk: Entre la voz y el silencio: La lectura en tiempos de Cervantes. Alcalá de Henares, Centro de
Estudios Cervantinos, 1997, pág. 24.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 49-59. 49


Fecha de entrada: 28-10-2003
INTRODUCCIÓN dían como los que se recibían, decidiendo lo
que se debía y no se debía destruir3. El here-
Miguel de Cervantes vivió y desarrolló su dero de Felipe II, Felipe III, más preocupado
actividad como escritor en una época en la por divertirse que por gobernar, concedió
que las monarquías europeas habían confi- plenos poderes a un valido para que se hicie-
gurado la idea y la realidad de lo que se ra cargo de los asuntos del Estado, entre los
conoce como el «Estado moderno». Este tipo que se encontraba el funcionamiento del
de Estado se caracterizaba por un alto grado aparato burocrático. El primer valido fue el
de centralización, ya que todo el poder polí- duque de Lerma, que tuvo este cargo hasta
tico se concentraba en la figura del rey. 1618, año en que fue sucedido por el duque
Uno de los elementos que contribuyeron, de Uceda. A pesar de que el soberano no
de una manera más eficaz, a este proceso de gobernaba, ambos validos continuaron utili-
concentración de autoridad en las manos rea- zando la razón gráfica como un elemento
les, fue el sistema burocrático, creado por los esencial para dirigir el estado, ya que éste
monarcas para ejercer un gobierno más efec- mantuvo su carácter centralizado.
tivo sobre sus territorios y súbditos. Este siste- Así, la escritura se convirtió en un ele-
ma administrativo contaba con una pieza mento indispensable para los gobernantes
indispensable, la escritura, en la que los del Estado moderno. Sin embargo, este
gobernantes descubrieron el mejor instru- desarrollo de la actividad escrituraria no
mento para controlar a toda la sociedad. De quedó circunscrito a los órganos de gobier-
esta manera, el rey gobernaba desde su des- no, sino que afectó a todos los estratos
pacho, en el que se redactaban y revisaban sociales de la época: nobles y plebeyos,
todos los documentos relativos a sus domi- letrados y analfabetos. Por otro lado, este
nios, e incluso en el que se coordinaban fenómeno no se produjo sólo en relación
todos los órganos administrativos del reino. con el acto de escribir, sino también con la
En consecuencia, la escritura era utilizada, de lectura y con todos los aspectos que con-
la misma forma que lo es en la actualidad, formaban la cultura de la época.
como «un instrumento de poder y del poder»2. Durante la Edad Media la mayor parte
En el caso de España el monarca que, sin de la población permaneció analfabeta y
duda, ejemplifica mejor este tipo gobierno es prácticamente aislada de la cultura letrada
Felipe II, en cuya corte, altamente burocrati- de su tiempo. La relación que mantuvo con
zada, se recogía por escrito cualquier aspec- la lectura y la escritura se realizó siempre
to relacionado con el funcionamiento del rei- con la presencia de un intermediario y
no. Además del rey, los encargados de redac- mediante el uso de la voz. Asimismo, el
tar y revisar todos los documentos que afec- escaso contacto que existió entre la gran
taban a las tareas de gobierno, eran los pro- masa social iletrada y el espacio erudito del
fesionales de la escritura que estaban a su medioevo tuvo lugar a través de los usos
servicio: escribanos, secretarios, notarios, etc. orales. Con la llegada de los tiempos
Sin embargo, la labor de redacción, no era la modernos se produjo un cambio en este
única que había que tener en cuenta a la hora sentido, ya que no sólo los eclesiásticos y
de ejercer con éxito el monopolio de la razón la élite social gozaron de la relación con lo
gráfica y en consecuencia, el control de la escrito y lo reconocido como culto. Los
población. La administración real, junto con menos privilegiados comenzaron a acce-
las tareas de escritura, debía encargarse de der, de forma cada vez más frecuente, al
conservar tanto los documentos que se expe- universo de los letrados, si bien, mantuvie-

(2) A. Castillo Gómez: «La fortuna de lo escrito: funciones y espacios de la razón gráfica (siglos XV-XVII)» en
Bulletine Hispanique, 100 (1998), 2, pág. 368.
(3) F. Bouza: Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II. Madrid, Akal,
1998, pp. 29-30.

50
ron la tradición del medioevo y lo hicieron legio exclusivo de los nobles, y comenzó a
casi siempre oralmente. estar al alcance de lectores pertenecientes a
De esta forma, aunque es cierto que otros sectores de la sociedad7. Estos conti-
durante la Edad Moderna los niveles de nuaron siendo una minoría en relación con
analfabetismo continuaron siendo eleva- los lectores de las clases privilegiadas, pero
dos, también lo es que existió una mayor eran un número considerable si lo compa-
difusión de la cultura letrada en el conjun- ramos con la cantidad de usuarios del libro
to de la sociedad. A este respecto es nece- que había en épocas anteriores.
sario tener en cuenta que el contacto con el Por lo tanto, se produjo un incremento
mundo alfabetizado y erudito se produjo, en los niveles de alfabetización en el con-
en mayor o menor medida, en función de junto de la sociedad moderna. Esta cir-
los siguientes aspectos: las diferencias cunstancia sin duda favoreció que tanto la
regionales, si el modo de vida era urbano o élite social, como las clases subalternas
rural, la condición social, la actividad pro- tuvieran un mayor contacto con la cultura
fesional y el sexo4. En líneas generales, la erudita. De esta manera, por ejemplo, los
alfabetización y por lo tanto, la posibilidad miembros de las clases privilegiadas y los
de acceder a la cultura «culta», era práctica- grupos más populares tenían acceso a los
mente total entre los nobles y el clero. Si mismos géneros literarios, independiente-
bien, un sector, cada vez más amplio, del mente de su procedencia social. No obs-
tercer estamento accedió a la alfabetización tante, es necesario precisar que, en muchos
y a ciertos aspectos del mundo docto. Este casos, esta relación con la cultura letrada,
es el caso de los comerciantes y los artesa- se produce de forma diferente en función
nos, cuya labor profesional requirió que del estamento social al que se pertenece.
aprendieran a leer y escribir5. Además, las Los individuos altamente alfabetizados, por
actividades comerciales o mercantiles se lo general pertenecientes al grupo de los
desarrollaron fundamentalmente en las más privilegiados (nobles y eclesiásticos) y
ciudades, lo que favoreció que el número a los profesionales de prestigio (abogados,
de población alfabetizada fuera mayor en notarios, médicos, etc.), accedían a los tex-
el mundo urbano que en el rural. Por otro tos mediante la lectura erudita, esto es, una
lado, las ciudades ofrecían unas oportuni- lectura silenciosa y solitaria, cuyo propósi-
dades educativas, que en ningún caso se to principal era obtener nuevos conoci-
daban en el campo, ya que en ellas era más mientos8. Por el contrario, la mayoría de los
frecuente la existencia y el mantenimiento miembros de las clases populares, alfabeti-
de escuelas, así como la presencia de cen- zados o no, recurrían a la lectura extensiva
tros universitarios en algunos casos6. para conocer los diferentes géneros litera-
Asimismo, a partir de los diversos estu- rios. Este tipo de lectura se caracteriza por
dios que se han realizado sobre la actividad el uso de la voz y por la participación de un
editorial y el mercado del libro en la época lector oralizador que lee para una asam-
moderna, se ha comprobado que, poco a blea de auditores. Muchos textos de ficción
poco, el libro impreso dejó de ser un privi- del Siglo de Oro fueron difundidos de esta

(4) B. Benassar: La España del Siglo de Oro. Barcelona, Crítica, 2001, pág. 272.
(5) A. Viñao Frago: «Alfabetización y primeras letras (siglos xvi-xvii)» en A. Castillo Gómez (compilador):
Escribir y leer en el siglo de Cervantes. Barcelona, Gedisa, 1999, pág. 45.
(6) J. Amelang: «Formas de escritura popular: las autobiografías de artesanos» en A. Castillo Gómez (com-
pilador): Escribir y leer en el siglo de Cervantes, pp. 130-135.
(7) R. Chartier: «Del libro a la lectura. Lectores «populares» en el Renacimiento» en Bulletine Hispanique, 99
(1997), 1, Burdeos, pág. 310.
(8) J. M. Prieto Bernabé: «Prácticas de la lectura erudita en los siglos xvi y xvii» en A. Castillo Gómez (com-
pilador): Escribir y leer en el siglo de Cervantes. Barcelona, Gedisa, pp. 317-318.

51
manera entre la población9; su lectura de de un intermediario letrado y a través de la
viva voz permitía que los individuos anal- oralidad. En consecuencia, obviaré la rela-
fabetos accedieran a los libros y los textos. ción que existió entre los iletrados y la cul-
Así, durante la Edad Moderna los iletra- tura escrita, ya que en una ocasión anterior
dos también intensificaron su relación con dediqué un artículo a este aspecto10.
la lectura y la escritura, siempre mediante Por último, creo que es importante
los usos orales. Asimismo, este aumento de señalar que he considerado como analfa-
su acceso a la cultura escrita en particular, betos a aquellos individuos que no saben
supuso al mismo tiempo un mayor acerca- leer o escribir con un mínimo de destreza.
miento a toda la cultura de su tiempo en Es decir, he tenido en cuenta los estudios
general. Los analfabetos contactaron, a tra- del profesor Antonio Viñao Frago, quien
vés de la voz, además de con los géneros plantea que las investigaciones sobre los
literarios, con otras disciplinas que se estu- niveles de alfabetización no pueden estar
diaban en la época y con las instituciones basadas sólo en la capacidad de firmar o en
educativas modernas. Si bien, es necesario la habilidad para escribir11.
matizar que este encuentro no fue tan fre-
cuente como el que tuvieron con la litera-
tura. LOS ANALFABETOS
Esta progresiva penetración de la cul- Y LA CULTURA LETRADA
tura escrita y del mundo letrado en la socie-
FIGURAS DE ANALFABETOS
dad de la Edad Moderna ha quedado refle-
jada en muchas de las obras literarias de
A lo largo de su prodigiosa obra El ingenio-
este periodo. Este es el caso del Quijote,
so hidalgo Don Quijote de la Mancha,
novela en la que Cervantes nos ha dejado Miguel de Cervantes nos presenta un nume-
un magnífico retrato de la sociedad y la cul- roso y variado elenco de personajes analfa-
tura del siglo XVII. Son muchos los episo- betos, de los cuáles sólo algunos manifies-
dios de esta novela en los que se constata tan, de forma explícita, su incapacidad para
el encuentro de individuos no letrados con leer y escribir. En el resto de los casos úni-
la cultura docta de su tiempo. camente podemos intuir su condición de no
El objetivo de este trabajo no es otro letrados, teniendo en cuenta su posición
que analizar cómo los iletrados de esta social, profesión o el lenguaje que utilizan.
obra cervantina entran en contacto con No es posible afirmar categóricamente que
algunos elementos del universo culto del estos personajes fueran iletrados, ya que en
Siglo de Oro. Me ocuparé, más concreta- el texto del Quijote no encontramos pala-
mente, de la relación que pueden llegar a bras o hechos que directamente así lo atesti-
tener los analfabetos con las instituciones güen. Por lo tanto, en este trabajo me cen-
docentes modernas y con algunas áreas de traré en el análisis de aquellos personajes
estudio, propias del mundo académico. que aparecen como analfabetos «declara-
Consideraré en gran medida que este con- dos»: Sancho Panza, Teresa Panza y un gru-
tacto siempre se establecía con la presencia po de cabreros (I, caps. XI-XIV).

(9) R. Chartier: «Ocio y sociabilidad: la lectura en voz alta en la Europa Moderna» en El mundo como repre-
sentación. Historia cultural: entre práctica y representación. Barcelona, Gedisa, 1992, pág. 123.
(10) L. Sierra Macarrón: «Escribir y leer para otros: figuras del analfabetismo en el texto cervantino» en A.
Bernat Vistarini (ed.): Volver a Cervantes. Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas,
celebrado en Lepanto del 1 al 8 de octubre de 2000. Palma de Mallorca, Universitat de les Illes Balears, 2001, pp.
287-400.
(11) A. Viñao Frago: Alfabetización y primeras letras (siglos XVI-XVII), pp. 39-51.

52
Sancho Panza es el ejemplo más repre- demuestra que el saber firmar, no significa-
sentativo que, del analfabetismo, encontra- ba necesariamente tener un nivel más ele-
mos en la obra de Cervantes. El escudero vado de alfabetización, esto es, un conoci-
de Don Quijote aparece descrito desde el miento mayor de las capacidades escritura-
principio de la novela como un iletrado. ria y lectora15. Sancho se ve a sí mismo
Esta descripción se conforma tanto con las como un individuo poco inteligente y
palabras del propio Sancho, como con las carente de conocimientos, tanto que llega
de aquellos que están a su alrededor. Cer- incluso a compararse con un burro: «Señor
vantes nos lo presenta en los primeros mío, yo confieso que para ser del todo asno
capítulos de la siguiente manera: «En este no me falta más que la cola...»16. Además,
tiempo solicitó Don Quijote a un labrador, alude en varias ocasiones a su escasa pre-
un hombre de bien (si es que este título se paración intelectual y a su limitado contac-
puede dar al que es pobre), pero de muy to con los ambientes cultos: «No se apunte
poca sal en la mollera...»12. Sancho es un vuestra merced conmigo –respondió San-
labrador, de escasos recursos, que vive en cho– pues sabe que no me he criado en la
el mundo rural. Esta última circunstancia Corte, ni he estudiado en Salamanca...»17.
limita aún más sus escasas posibilidades de Por último, es su señor Don Quijote quien
acceder a un nivel básico de alfabetización, describe su precario grado de inteligencia:
ya que fue en el mundo urbano donde la «Mira, Sancho, por el mismo que denantes
población de la Edad Moderna tuvo un juraste te juro –dijo Don Quijote– que tie-
mayor contacto con la cultura escrita. Ade- nes el más corto entendimiento que tiene ni
más de este retrato que, como narrador, tuvo escudero en el mundo»18.
nos proporciona Cervantes, Sancho Panza Sin embargo, que a lo largo de toda la
manifiesta abiertamente que no sabe ni leer novela se haga referencia a la escasa forma-
ni escribir: «... y así será menester que se me ción académica del escudero, no significa
den por escrito; puesto que no se leer ni que este no poseyera otro tipo de conoci-
escribir, yo se los daré a mi confesor para mientos de carácter popular. En numerosas
que me los encaje y me los recapacite cuan- ocasiones Sancho enuncia refranes y cuenta
do fuera menester»13. Esta ocasión pertene- relatos, todos ellos pertenecientes al folclore
ce al capítulo en el que se narran parte de del pueblo y transmitidos de generación en
las aventuras que el escudero vivió como generación mediante el uso de la voz. Sirva
gobernador, y en el que también se hace como ejemplo el momento en el que Sancho
referencia a un momento de su vida en el Panza le cuenta a su señor un relato pastoril
que alguien intento enseñarle a firmar: en el capítulo XX de la primera parte:
«Bien se formar mi nombre –respondió –Digo, pues –prosiguió Sancho–, que en un
Sancho–; que cuando fui prioste en mi lugar de Extremadura había un pastor
lugar, aprendí a hacer unas letras como de cabrerizo, quiero decir que guardaba
marca de fardo, que decían que decía mi cabras, el cual pastor o cabrerizo, como
nombre»14. Este ejemplo de Sancho Panza digo de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz19.

(12) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco
Rico. Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica, 1998, (Biblioteca Clásica, 50), i, cap. vii, pág. 91.
(13) Ibidem, ii, cap. xliii, pág. 976.
(14) Ibidem, ii, cap. xliii, pág. 976.
(15) A. Viñao Frago: Alfabetización y primeras letras (siglos xvi-xvii), pág. 53.
(16) M. De Cervantes: Don Quijote de la Mancha, II, cap. XXVIII, pág. 867.
(17) Ibidem, II, cap. XIX, pág. 786.
(18) Ibidem, I, cap. XXV, pág. 277.
(19) Ibidem, I, cap. XX, pág. 212.

53
La esposa de nuestro escudero, Teresa difusión de las actividades escrituraria y
Panza, es el siguiente personaje que apare- lectora entre las clases populares, aunque
ce en el Quijote como iletrado «declarado». continuó siendo mínima en comparación
En primer lugar, es su propio marido quien con la que tuvo lugar entre los grupos de
alude a su faltad de conocimiento cuando privilegiados.
la insulta en repetidas ocasiones, por no Una vez que han sido señalados cuáles
comprender lo que él está proponiendo: son los analfabetos que, de forma más cla-
«Ven acá, mentecata e ignorante, que así te ra, nos describe Miguel de Cervantes en el
puedo llamar, pues no entiendes mis razo- Quijote, corresponde analizar cómo con-
nes y vas huyendo de la dicha»20. En segun- tactaron estos con la cultura letrada de su
do, Teresa se describe a si misma como una tiempo, mediante la transmisión oral.
analfabeta, por ejemplo, en el capítulo L de
la segunda parte, cuando le pide a un paje
del marqués que le lea la carta que ha reci- LOS ILETRADOS Y LAS INSTITUCIONES DOCENTES
bido de su esposo: «léamelo vuesa merced,
señor gentilhombre –dijo Teresa–; porque En primer lugar, hay que considerar que
aunque yo sé hilar, no sé leer migaja»21. En los analfabetos acceden a la cultura docta
el caso de Teresa Panza hay que tener en de la mano de un intermediario, pertene-
cuenta que su situación como iletrada no ciente a ese ambiente erudito. Este media-
sólo es consecuencia de la clase humilde a dor se convierte, a través del uso de la voz,
la que pertenece y del ambiente rural en el en el vínculo de unión entre universo ile-
que vive, sino también de su condición de trado y el altamente alfabetizado. Así, los
mujer22. analfabetos «declarados» del Quijote
Por último, entre los analfabetos, que adquieren algún conocimiento de las áreas
se identifican de forma explícita como de estudio del Siglo de Oro y de las institu-
tales, nos encontramos con un grupo de ciones educativas en las que estas se
cabreros, con los que Don Quijote y su impartían, porque otros personajes de la
escudero se topan en una de sus múltiples novela, vinculados al mundo académico,
aventuras. Los cabreros disfrutan de una les describen su funcionamiento.
comida con nuestro caballero andante y su El primer elemento del sistema docen-
fiel servidor, y después de comer les invi- te español de época moderna que aparece
tan a escuchar cómo recita uno de ellos, el en el Quijote es la escuela de primeras
cual si es capaz leer y escribir: «...que hacer letras. Este tipo de escuela, que constituía
que cante un compañero nuestro que no la principal agencia de alfabetización en la
tardará mucho en estar aquí; el cual es un España de ese período, es nombrada dos
zagal muy entendido y muy enamorado, y veces en la novela de Cervantes, y en
que sobre todo sabe leer y escribir...»23. De ambas ocasiones interviene la figura de un
esta frase se deduce que el resto de los pas- iletrado. La primera de ellas, cuando Don
tores no sabían leer ni escribir, ya que tie- Quijote le pide a Sancho que busque una
nen en alta estima al compañero que sí tie- escuela en la que le pongan por escrito la
ne estos conocimientos. Con este ejemplo carta que ha redactado de memoria para su
se comprueba, que si se produjo cierta dama, doña Dulcinea del Toboso: «...y tú

(20) Ibidem, II, cap. V, p. 668.


(21) Ibidem, II, cap. L, p. 1038.
(22) Mª. del Mar Graña Cid: «Palabra escrita y experiencia femenina en el siglo XVI» en A. Castillo Gómez
(compilador): Escribir y leer en el siglo de Cervantes, pp. 211-242.
(23) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, I, cap. XI, pág. 120.

54
tendrás cuidado de hacerla trasladar en en el Concilio de Trento (1545-1563), todos
papel, de buena letra, en el primer lugar los maestros estaban obligados a enseñar la
que hallares, donde haya maestro de doctrina cristiana. En otros sínodos, como
escuela de muchachos, o si no, cualquier el de Salamanca de 1604, se estableció que
sacristán te la trasladará...»24. Los niños o todos los maestros debían contar con la
los muchachos, como dice nuestro caballe- licencia eclesiástica, que se obtenía tras
ro andante, acudían por primera vez a esta realizar un examen, en el que se medía su
escuela cuando contaban, aproximada- nivel de virtud, costumbre, ciencia y doctri-
mente, seis años de edad; allí aprendían a na cristiana27. Esta influencia eclesiástica se
leer y escribir en su lengua vernácula, a dio también sobre los textos utilizados en
hacer las operaciones aritméticas más sen- la escuela de primeras letras, de tal manera
cillas y a recitar partes del catecismo. El que Sancho Panza, en el segundo episodio
número de alumnos de estas escuelas osci- en el que se nombra a esta órgano educati-
laba entre 38 y 140, lo que dificultaba tanto vo, hace referencia a la presencia de una
el ejercicio de la docencia, como la ade- cruz en las cartillas o silabarios: «Letras
cuada adquisición de los conocimientos –respondió Sancho–, pocas tengo, porque
por parte de los estudiantes25. Además, aún no se el A, B, C; pero básteme tener el
sólo había un maestro y dos asistentes para Cristus en la memoria para ser buen gober-
tal número de niños, de tal manera que la nador»28. En este ejemplo se comprueba
atención individual era prácticamente como el escudero, a pesar de ser analfabe-
inexistente. to, tiene conocimiento de la existencia de
Don Quijote también le menciona a las cartillas de aprendizaje de primeras
Sancho esta figura del maestro de primeras letras, e incluso es posible que hubiera vis-
letras. A partir de sus palabras es posible to alguna.
interpretar que se refiere a un profesional Existe una tercera ocasión en la que, en
de la docencia laico, ya que lo distingue el Quijote, se hace referencia a la escuela.
claramente del miembro del clero (un Esto sucede cuando Sancho Panza y su
capellán) del que habla a continuación. esposa Teresa, en una de las conversacio-
Esta circunstancia es un reflejo de la parcial nes que mantienen, hablan sobre su hijo:
secularización que afectó al sistema educa- «Advertid que Sanchico tiene ya quince
tivo del Siglo de Oro. Ya en el siglo XVI años cabales, y es razón que vaya a la
habían surgido las primeras preocupacio- escuela, si es que su tío el abad le ha de
nes dentro del poder público o civil por dejar hecho de la Iglesia»29. Pero, en este
intervenir y regular algunos aspectos de la caso no es posible saber con exactitud si el
educación de la época. Por ejemplo, algu- matrimonio se refiere a la escuela de pri-
nos municipios promovieron la creación meras letras o la escuela de gramática. Por
de escuelas de primeras letras26. un lado, debido a la edad que tiene San-
Sin embargo, esto no significa que la chico, es posible imaginar que se trate de
Iglesia dejara de tener un gran control esta última. En estas escuelas se impartía la
sobre la actividad docente en la España enseñanza de la gramática latina y de los
moderna. Tal y como había sido aprobado estudios relacionados con ella, como la

(24) Ibidem, I, cap. XXV, p. 282.


(25) VV.AA.: Manual de Historia de España 3. Siglos XVI-XVII, Madrid, Historia 16, 1991, pág. 382.
(26) A. Viñao Frago: «Alfabetización y primeras letras (siglos XVI-XVII)», pág. 55.
(27) Ibidem, pág. 56.
(28) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, II, cap. XLII, pp. 968-969.
(29) Ibidem, II, cap. V, p. 665.

55
retórica o la poética, siendo su propósito formado parte de ella. Los dos tipos de
que los alumnos lograran manejar con sol- alumnos universitarios que presenta Cer-
tura el latín. No siempre fue posible alcan- vantes, siempre con la presencia de un
zar con éxito este objetivo, pues en analfabeto, son los bachilleres y los licen-
muchos casos las escuelas de gramática ciados, si bien, aparecen con más frecuen-
gozaron de muy baja calidad y de una con- cia los primeros que los segundos. El
siderable precariedad de medios30. Ade- bachillerato en artes duraba cuatro años,
más, se podría considerar que Sancho y en los cuales se cursaban las siguientes
Teresa Panza están refiriéndose a este tipo materias: gramática, música, matemáticas,
de escuelas, porque plantean la posibilidad lógica, filosofía moral y filosofía natural. A
de que su hijo se haga eclesiástico, de la partir de la fiesta de la Purificación de
mano de un abad tío suyo. Para convertir- María (2 de febrero), dentro del cuarto año,
se en miembro del clero era indispensable se iniciaban los exámenes, ante un tribu-
adquirir cierto dominio de la lengua latina, nal, para conseguir el título de bachiller.
y esto no era posible si previamente no se Para obtener el grado de licenciado era
había recibido la formación elemental en necesario continuar con el estudio de las
las escuelas de niños. Lo más lógico sería disciplinas que se impartían en el tercer y
pensar que, si Sancho Panza y su esposa cuarto años del bachillerato. Después, se
querían que su hijo fuera eclesiástico, éste realizaba un examen con mayor grado de
ya hubiera adquirido esos conocimientos exigencia que el de bachiller. El bachillera-
básicos. to en artes se puede considerar como el
Por otro, podría ser que la escuela de la grado elemental de la formación universi-
que habla el matrimonio Panza sea una de taria de la época, ya que este título era
primeras letras, ya que en ocasiones, no requisito indispensable para acceder a
sólo los niños, sino también los jóvenes otros estudios superiores, como los de Teo-
acudían a estos centros educativos31. En logía o Medicina.
cualquier caso, lo más significativo de este El grado de licenciado era algo supe-
pasaje es, sin duda, que tanto Teresa Pan- rior al de bachiller y por lo tanto, gozaba de
za, como su marido son conscientes de la más prestigio en la sociedad de la época.
importancia que tiene la formación acadé- Esta circunstancia ha sido recogida por
mica, sobre todo en el caso de su hijo Cervantes en el capítulo XIX de la primera
varón. Por el contrario, consideran que lo parte, cuando don Quijote y Sancho Panza
mejor que puede ocurrirle a su hija es que se encuentran con un cortejo fúnebre, en el
encuentre un buen marido: «Mirad también que viaja un bachiller que finge ser licen-
que Mari Sancha, vuestra hija, no se morirá ciado: «Y así sabrá vuestra merced que,
si la casamos: que me va dando barruntos aunque denantes dije que yo era licencia-
que desea tanto tener marido como vos do, no soy sino bachiller, y llámome Alon-
deseáis veros en el gobierno…».32 so López»33. En este pasaje se nos presenta
El siguiente órgano educativo que está también la existencia de miembros del cle-
presente en el Quijote es la universidad. ro que poseían el título de bachiller, ya que
Esta institución aparece casi siempre repre- el citado Alonso López se identifica tam-
sentada a través de los estudiantes que han bién como clérigo: «...que no me mate; que

(30) A. Capitán Díaz: Breve historia de la educación en España. Madrid, Alianza, 2002, pp. 97-98.
(31) P. Cardim: «La presencia de la escritura (siglos XVII-XVIII)» en A. Castillo Gómez (coordinador): His-
toria de la cultura escrita. Del Próximo Oriente a la sociedad informatizada. Gijón, Trea, 2001, pág. 275.
(32) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, II, cap. V, p. 665.
(33) Ibidem, I, cap. XIX, pág. 203.

56
cometerá un sacrilegio: que soy licenciado mujer cuando esta comete algún error lin-
y tengo las primeras ordenes»34. Además, güístico: «Resuelto has de decir, mujer –dijo
Cervantes también nos proporciona algu- Sancho–, y no revuelto»37.
nos ejemplos de eclesiásticos que habían Por último, en relación con la enseñanza
obtenido el grado de licenciado, como es universitaria, considero necesario señalar
el caso del cura de la población en la que que la única universidad que se nombra en
vive don Quijote: «Por Dios señor licencia- el Quijote es la de la ciudad de Salamanca:
do, que los diablos lleven la cosa que de la «...que el muerto era un hijodalgo rico, veci-
carta se me acuerda, aunque al principio no de un lugar que estaba en aquellas sie-
decía: «Alta y sobajada señora»35. En este rras, el cual había sido muchos años estu-
ejemplo se constata que Sancho Panza diante en Salamanca»38. Esto puede atribuir-
sabía que existían distintos títulos universi- se al hecho de que, la de Salamanca, era la
tarios, ya que trata al cura con el que le universidad más antigua que existía en Espa-
corresponde, esto es, el de licenciado. Es ña. Asimismo, el currículo educativo de las
posible también que nuestro escudero facultades de Salamanca servía como mode-
conociera alguna de las diferencias que lo para otras universidades de la época39.
había entre el bachillerato y la licenciatura,
ya que mantiene un contacto relativamente LOS ILETRADOS Y LAS DISCIPLINAS ACADÉMICAS
estrecho con el cura y con un bachiller lai-
co, Sansón Carrasco. Tal y como he mencionado anteriormente,
Este último es, sin duda, el universita- en los centros educativos de época moder-
rio que aparece con más frecuencia en el na, como las escuelas de gramática y la uni-
Quijote, y el que tiene una relación más versidad, se impartían una serie de mate-
cercana con los analfabetos de la obra. rias, algunas de las cuales han sido recogi-
Sansón Carrasco mantiene una larga con- das por Miguel de Cervantes en el Quijote.
versación con nuestro caballero andante y Son numerosos los episodios en los
su escudero a lo largo de varios capítulos que los analfabetos de esta obra entran en
de la segunda parte, corrigiendo en varias contacto con alguna de las disciplinas aca-
ocasiones a Sancho Panza por las equivo- démicas. La primera de ellas es el latín,
caciones que comete al hablar: cuyo dominio era el propósito fundamen-
tal de las escuelas de gramática. El conoci-
–Y de mí –dijo Sancho–; que también dicen miento de la lengua latina permitía acceder
que soy yo uno de los principales presona- a los estudios de bachiller o licenciado.
jes, della. Sancho Panza, como la mayoría de los no
–Personajes, que no presonajes, Sancho
amigo –dijo Sansón–36
privilegiados de la época, establece una
relación con esta lengua a través del senti-
Sancho no acepta de buen grado estas do del oído. Es muy probable que los
correcciones, de la misma forma que no conocimientos que el escudero tenía del
admite las que le hace su señor. Sin embar- latín los hubiera adquirido en los oficios
go, no tiene reparos en enmendar a su religiosos40: «Quien ha infierno –respondió

(34) Ibidem, I, cap. XIX, pág. 203.


(35) Ibidem, I, cap. XXVI, pág. 296.
(36) Ibidem, II, cap. III, pág. 650.
(37) Ibidem, II, cap. V, pág. 670.
(38) Ibidem, I, cap. XII, pág. 129.
(39) A. Capitán Díaz: Breve historia de la educación en España, pp. 103-131.
(40) B. Benassar: La España del Siglo de Oro, pág. 272.

57
Sancho– nula es retencio»41. En este ejem- cos como parte de las enseñanzas gramati-
plo se observa cómo la transmisión oral del cales.
latín podía provocar que esta lengua no Por último, queda mencionar la astro-
fuera comprendida correctamente por sus logía, que se enseñaba en las facultades de
auditores, ya que Sancho malinterpreta la artes dentro de la disciplina de matemáti-
palabra retencio. cas. En uno de los episodios del Quijote, se
La siguiente disciplina que conocen los narra cómo nuestro caballero andante y su
iletrados cervantinos, muy ligada al latín, es escudero, en compañía de un grupo de
la gramática. La gramática latina era la cabreros, hablan sobre un estudiante de
materia fundamental del currículo de las Salamanca, que tiene conocimientos de
escuelas de gramática, ya que se conside- astrología: «Principalmente decían que
raba que era la base de todos los demás sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que
conocimientos42. Su aprendizaje continua- pasa allí en el cielo, el sol y la luna...»45.
ba en los años de la enseñanza universita-
ria, siendo una de las asignaturas esencia-
les en las facultades de artes. Sancho Pan- CONCLUSIÓN
za, en una conversación que mantiene con
Sansón Carrasco, alude a este área de Durante la Edad Moderna tuvo lugar un
conocimiento de la siguiente manera: «Con proceso de difusión de la escritura y la lec-
la grama bien me avendría yo –dijo San- tura en el conjunto de toda la sociedad. El
cho–; pero con la tica, ni me tiro ni me acceso a la cultura escrita, poco a poco,
pago porque no la entiendo»43. En este caso dejó de estar restringido a los privilegiados,
el servidor de Don Quijote no sabe muy y se extendió a otros sectores más desfavo-
bien en qué consiste esta materia, ya que recidos de la población. De esta forma, se
cree que el único término utilizado consta incrementaron los niveles de alfabetización
de dos palabras. en todos los estamentos sociales y en con-
La Historia es otra de las disciplinas secuencia, aumentó también el contacto
que conocen los analfabetos del Quijote a con los textos escritos y con otros aspectos
través de un intermediario. En el caso del de la cultura del Siglo de Oro. Sin embargo,
saber histórico, la mayoría de las veces, el esto no significó que los iletrados perma-
mediador es Don Quijote y el iletrado que necieran ajenos a la cultura «culta» de su
recibe estos conocimientos no es otro que tiempo. Entre los analfabetos también se
Sancho Panza. Son numerosas las ocasio- intensificó notablemente la conexión con
nes en las que el caballero andante cuenta el mundo letrado de la época moderna, si
episodios de la Antigüedad, recordando a bien, esta siempre requería de la presencia
personajes como Alejandro Magno o Julio de un intermediario y se establecía a través
Cesar: «Julio Cesar, animosísimo, prudentí- de la voz y el oído.
simo, y valentísimo capitán, fue notado de Este creciente contacto que se produ-
ambicioso y algún tanto no limpio, ni en ce, a lo largo de toda la Edad Moderna,
sus vestidos ni en sus costumbres»44. En las entre los iletrados y la cultura docta ha sido
escuelas de gramática y las facultades de recogido por Miguel de Cervantes en su
letras se estudiaban algunos textos históri- obra El Ingenioso hidalgo don Quijote de la

(41) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, I, cap. XXV, pág. 281.


(42) VV.AA.,
Manual de Historia de España 3. Siglos XVI-XVII, pág. 383.
(43) Ibidem, II, cap. III, pág. 651.
(44) Ibidem, II, cap. II, pág. 644.
(45) Ibidem, I, CAP. XII, pág. 129.

58
Mancha, en la que ha dejado para la pos- rias que constituían la enseñanza académi-
teridad un magistral retrato de la sociedad ca (el latín, la gramática, la retórica, la poé-
del Siglo de Oro. El escritor muestra a sus tica, la filosofía, la historia, etc.). En ambos
lectores las diferentes formas en las que los casos, Cervantes siempre deja constancia
analfabetos, como Sancho Panza o su de que, a pesar de no saber leer y escribir,
esposa Teresa, conocen algunos aspectos estos personajes sabían de la importancia
de las instituciones docentes de la época de la razón gráfica y de todas las institucio-
(escuelas de primeras letras, escuelas de nes y disciplinas que giraban en torno a
gramática y universidades) y de las mate- ella.

59
LOS PELIGROS DE LA LECTURA Y EL CASO DE
DON QUIJOTE DE LA MANCHA

ANNA MARIA BERNARDINIS (*)

RESUMEN. Se cuestiona la interpretación común del personaje de Don Quijote como


una persona apartada por la lectura de los libros de caballería, obsesiva y exclu-
yente, y en su lugar se propone considerar su locura como el único espacio en el
que un lector de su época podía construirse una identidad original propia y ser el
autor de su propio personaje. Desde este punto de vista, se puede aproximar el iti-
nerario donquijotesco al del Emilio de Rousseau, presentando entonces una clave
distinta a la funcionalista para estudiar la relación entre pedagogía y literatura.

ABSTRACT. This article questions the common interpretation of the character Don
Quixote as a person set aside after reading books of knight-errantry who becomes
obsessed and exclusive. Instead, the author proposes that we consider his madness
as the only place where a reader in his day could build himself an original identity
of his own and be the author behind his own character. From this standpoint, we
might compare the path of Don Quixote with that of Rousseau's Emile, which
would allow us to move away from the functionalist approach when studying the
relationship between education and literature.

«Galeotto fue el libro y quien lo hiciera»1, el Los «peligros» (y, a la inversa, los méri-
verso del Infierno dantesco es uno de los tos) de la lectura se atribuyeron a la lectura
más célebres actos de acusación del libro y como tal (fantástica, y en consecuencia falsa;
su autor: el efecto de su lectura sobre los inmoral y amoral; ideológicamente persuasi-
dos amantes, Paolo y Francesca, provoca la va o realizable, etc.), a determinados géne-
dramática muerte, física y espiritual. En los ros literarios (principalmente novelas, de
albores de nuestra civilización, como en las amor o eróticas; de caballeros, satíricas, cien-
demás, quedó patente la nefasta influencia tíficas, etc.) o al tipo de lectura (intensiva,
de la lectura al exaltar, simétricamente, el exclusiva, o al contrario, dispersiva, superfi-
poder benéfico de los buenos libros y la cial, omnívora, etc.) o a las funciones que
lectura (o audición), seleccionados y guia- podía desempeñar (de identificación, míme-
dos por quienes preconizaban el valor edu- sis, catarsis; de evasión o realización; lúdica
cativo. o formativa, de elevación social, etc).

(*) Universidad de Padua, Italia.


(1) N. del T.: Dante Alighieri: La Divina Comedia: Infierno, Canto V, verso 137. Verso traducido tomado de
la versión al castellano realizada por Angel Crespo.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 61-66. 61


Fecha de entrada: 10-02-2004
Como a la heroína de Flaubert, Madame nible y necesario, así para el aumento de su
Bovary, al igual que Don Quijote en nuestra honra como para el servicio de su repúbli-
cultura, antes que cualquier otra connota- ca, hacerse caballero andante, e irse por
ción, se le atribuye la condición de persona todo el mundo con sus armas y caballo a
alienada por la lectura: de las novelas de buscar las aventuras y a ejercitarse en todo
amor, en el caso de la provinciana del siglo aquello que él había leído que los caballe-
XIX; de las novelas de caballería, en el caso ros andantes se ejercitaban, deshaciendo
del gentilhombre manchego. todo género de agravio, y poniéndose en
Afortunadamente el destino del Caba- ocasiones y peligros donde acabándolos,
llero de la Triste Figura no es trágico como cobrase eterno nombre y fama» (1, I), la
el de Madame Bovary, pero es evidente más completa se traduce en comporta-
que la realidad novelesca se antepone, mientos, valores y objetivos compartidos,
para ambos personajes, a la cotidiana y con la imitación, más fiel y acrítica: «Toda
mediocre realidad de su presente hasta aquella noche no durmió Don Quijote,
convertirlos en unos seres incomprendidos pensando en su señora Dulcinea, por aco-
e incomprensibles para quienes viven con modarse a lo que había leído en sus libros,
ellos. cuando los caballeros pasaban sin dormir
Sin lugar a dudas, podría considerarse muchas noches en las florestas y despobla-
la novela de Cervantes como la ilustración dos, entretenidos con las memorias de sus
más exacta y lograda de los efectos nocivos señoras» (1, III) pero también la más ade-
de la lectura. cuada a su situación: «Ea, pues, manos a la
obra: venid a mi memoria, cosas de Ama-
Es cierto que Cervantes parece querer
dis, y enseñadme por dónde tengo de
ridiculizar la moda imperante de su tiempo,
comenzar a imitaros» (1, XXVI), excluyendo
sobre los romances y las novelas de caballe-
la posibilidad de basarse en el Orlando
ría: la lista o catálogo y la posterior quema
Furioso, traicionado por Angélica, pues no
de los volúmenes de la biblioteca de Don quería una Dulcinea infiel: «Y así, bástame
Quijote propone títulos de reciente edición a mí pensar y creer que la buena de Aldon-
o de pocos decenios anteriores2 y los dos za Lorenzo es hermosa y honesta [...] y para
censores con palabra, el curo y el barbero, concluir con todo, yo imagino que todo lo
no logran hacerse con los textos más precia- que digo es así, sin que sobre ni falte nada,
dos, acusando la locura de su amigo a aquel y píntola en mi imaginación como la deseo»
patrimonio literario tan exclusivo y de lectu- (1, XXV) de cuya imitación explicita el valor
ra obsesivamente reiterada. educativo, como Homero y Virgilio repre-
En la novela, la crítica a la cultura sentaron a Ulises y Eneas «no pintándolos
libresca es todavía más analítica que la ni describiendolos como ellos fueron, sino
escena inicial de censura. Los diversos como habían de ser, para dar ejemplo a los
«efectos» de la lectura, procedentes de las venideros hombres de sus virtudes» (íbi-
novelas de caballería (y los romances) dem).
quedan perfectamente reflejados en las dis- Las «hazañas» de Don Quijote están
tintas vicisitudes del relato. siempre precedidas por una «escena» imagi-
Sobre la identificación del lector con naria, que extrae de una de sus lecturas,
los héroes literarios: «que le pareció conve- retiene en su memoria, y reinterpreta en el

(2) Los estudios de V. Infantes y de J. F. Botrel, entre otros, sobre la difusión y duración de la literatura
caballeresca y la literatura de cordel, prueban cómo perduraron en los países hispanófonos las tramas y los per-
sonajes que les caracterizaban no sólo en el Siglo de Oro sino en todo el siglo XIX (cfr. T. Delcourt; E. Parinet:
La Bibliothèque bleue et les littératures de colportage. Troyes, 2000, pp. 193-220).

62
momento en que vive la situación de aven- amplia y compleja trama de las interpreta-
turas que se le presenta. Así como se sirve ciones de la obra maestra cervantina 3 ,
de otros episodios librescos e imita lengua- como tampoco lo es dejar al azar una lec-
jes y comportamientos de los personajes tura de las aventuras del Caballero de la
que ha elegido como modelo para decidir Triste Figura, pese a estar tejidas con una
el propio en las acciones a cumplir: «Así es cultura literaria refinadísima con deslum-
la verdad, respondió Don Quijote; y si no brantes creaciones estructurales que abrie-
me quejo del dolor es porque no es dado a ron el camino a la novela moderna, reco-
los caballeros andantes quejarse de herida rrido aún hoy inexplorado en su totalidad.
alguna, aunque se les salgan las tripas por Igualmente fascinante para los estudio-
ella» (1, VIII). Pero, sobre todo, Don Quijo- sos del tema sería la autoridad del autor, es
te ilustra, con terca obstinación, el peor decir, la relación de Cervantes con sus per-
efecto atribuido a la lectura, del que se acu- sonajes, especialmente en la segunda par-
sará regularmente a uno u otro género lite- te, cuando estos se descubren como perso-
rario directamente, a la literatura como tal: najes literarios, en cierto modo predetermi-
el evadir de la realidad o el querer vivirla nados, en su psicología y acciones por la
en las obras y momentos que el destino escritura autoral y las sucesivas estampas:
nos tiene reservados. situaciones literarias completamente inno-
Don Quijote no solo elige la aventura, vadoras entonces, reproducidas después
esto es, lo desconocido e imprevisto en un por los Seis personajes pirandellianos, hoy
tiempo y clima culturales míticos, los de la en día una banal cotidianidad.
caballería feudal, sino que, cuando el cho- Por otra parte, querría proponer otro
que con la realidad le haría verla, él la lee, tipo de aproximación a Don Quijote, que
interpreta y se la explica a Sancho y a él quizá logre modificar mi tema principal
mismo con el tranquilizante filtro de sus referente al significado ejemplar de las des-
historias maravillosas, en las cuales el venturas del hidalgo manchego, desviado
poder resolutivo de las encantamientos por lecturas inservibles y anacrónicas.
garantiza tanto el triunfo del valor y la cau- Sin duda está loco, y así lo consideran
sa justa como la fama eterna del héroe. sus familiares, conocidos, quienes le ven y
El hecho de que la acogida de la nove- asisten a sus absurdas empresas, el Caba-
la de Cervantes, por parte de los contem- llero de la Triste Figura y el mismo autor lo
poráneos en España y Europa entera, dada define así desde el principio, señalando
la rapidez de las traducciones, que prece- como causa de su locura la literatura caba-
dieron la publicación de la segunda parte, lleresca, que acaba en un ruego de sabor
haya sido la de un relato cómico y parodís- contrarreformista. Locura que, en opinión
tico, sólo confirma la clave interpretativa de los críticos, el autor utiliza para asegu-
más explícita e inmediata relativa al efecto rarse un mayor espacio de invención y
evasivo y ridiculizador de un contenido de para protegerse de la peligrosa censura.
lecturas mal digerido y sobre todo, de la ¿Acaso impide tal locura a su persona-
pretensión, por parte del lector, de tradu- je, Don Quijote, hacer un uso más inusual
cirlo en acciones y crear el personaje. y personal de las imágenes, significados y
Pese a nuestra condición de lectores valores que tales lecturas le proponen?, ¿no
apasionados, pero ingenuos del Quijote, podría interpretarse la locura del personaje
no es nuestra intención adentrarnos en la como el espacio libre de direcciones prees-

(3) Véase el ensayo de D. Pini, Don Chisciotte, en A. M. Bernardinis: Filosofia e Pedagogia del leggere-Per-
sone e Personaggi. Pisa-Roma, Giardini, 1998, pp. 117-134, que resume las líneas de la bibliografía cervantina y
analiza la estcuctura de la novela.

63
tablecidas e interpretaciones canónicas que caballero andante. Don Quijote se atribuye
ofrece la literatura, o quizá debería ofrecer- sin dudar el valor físico, la fuerza y audacia
se, al lector, para que pueda «vivirla» de en la batalla, por ser los rasgos principales
múltiples formas? de los héroes de las historias que ha leído.
Sin necesidad de recordar ahora los De tales lecturas ha extraído la savia de
numerosos pasajes de la novela en los que su personaje y, en lugar de soñarlo o recha-
el discurso, las reflexiones, las doctas dis- zarlo, aceptando el freudiano principio de
quisiciones de Don Quijote parecen con- realidad, lo saca a la luz y le da vida,
tradecir su declarada locura, por lo que haciendo de las circunstancias ambientales
Sancho Panza la considera justamente limi- el teatro de sus gestas y obligando al narra-
tada al mundo de la caballería andante, es dor, árabe o español, a documentar la
clara la voluntariedad de su elección de situación. Retomando la tesis de Michel
hacerse caballero y asumir los valores y Zéraffa que escribía: «Entre la persona posi-
estilo de vida, conocedor de la situación ble, o esencial y las limitaciones que se opo-
real del hidalgo de mediocre fortuna: «Al nen a su advenimiento, el personaje es
caballero pobre no le queda otro camino mediador. El personaje (al menos ésta es
para mostrar que es caballero sino el de la nuestra tesis) es el significante de la perso-
virtud, siendo afable, bien criado, cortés y na. Don Quijote o Kyo, el héroe de la nove-
comedido, y oficioso; no soberbio, no arro- la objetiva, condensa un aspecto del ser
gante, no murmurador, y, sobre todo, cari- humano al mismo tiempo sobrehumano y
tativo [...] Dos caminos hay, hijas, por don- en ocasiones inhumano»4.
de pueder ir los hombres a llegar a ser ricos Si leemos el itinerario de Don Quijote
y honrados: el uno es el de las letras; otro, el como la formulación progresiva del propio
de las armas. Yo tengo más armas que personaje, es decir, de la mejor forma (o
letras» (2, VI). ideal) que cada aventura permite adaptar,
También está reiteradamente confirma- corregir o reproyectar, entonces se puede
do el valor totalizante de la «forma» de interpretar su locura como la única clave
caballero con que se reviste Don Quijote, posible en la época para proponer un iti-
que no adquiere únicamente estudiando: nerario formativo completamente libre de
«la ciencia de la Caballería Andante, que los usos y rígidos esquemas imperantes por
encierra en sí todas o las más ciencias del aquel entonces: «Yo sé quien soy –respondió
mundo» (2, VIII), sino que aparece activa- Don Quijote– y sé que puede ser» (1, V). Iti-
mente ilustrada, no al modo de los cortesa- nerario del que es el mismo autor, reparti-
nos que la ejercitaban entre sedas y broca- do proporcionalmente entre las fuerzas y
dos, luchando ante las damas en los torne- medios que pertenecen naturalmente al
os de la corte, explorando «los rincones del personaje encarnado.
mundo, éntrese en los más intrincados Entonces la lectura, la obsesiva inmer-
laberintos; acometa a cado paso lo imposi- sión en las extraordinarias y maravillosas
ble [...] no le asombren leones ni le espanten tramas de las novelas de caballería, le per-
vestiglos, ni atemoricen endriagos» sin mite hacer aflorar los valores y comporta-
medir los peligros, pues tal es el deber del mientos que Ramón Llul5 había indicado al

(4) M. Zéraffa: Personne et personnage. Paris, Klincksieck, 1971, pp. 161-462.


Traducción del francés: «Entre la personne possible, ou essentielle et les contraintes qui s’opposent à son avè-
nement, le personnage est médiateur. Le personnage (du moins était-ce-là notre thèse) est le signifiant de la per-
sonne. Don Quichotte ou Kyo, le héros du roman objective, condense un aspect de l’humain qui est en même
temps surhumain et parfois non humain».
(5) R. Llull: Libre de l’Ordre de Cavalleria (1275-76), edición de M. Gustà M. Barcelona, 1981.

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orden de la caballería tres siglos antes, que novela cervantina, puede considerarse aná-
él quiere reproducir a los contemporáneos: logo al que realiza el preceptor del Emilio,
«Sólo me fatigo por dar a entender al mun- quizá por esta razón estructural. Indudable-
do en el error en que está en no renovar en mente, Sancho crece y mejora por el trato
sí el felicísimo tiempo donde compeaba la con su raro señor, hasta el punto de propo-
orden de la andante caballería. Pero no es nerse el ideal de convertirse en: «el mejor y
merecedora la depravada edad nuestra de más leal escudero que jamás sirvió a caba-
gozar tanto bien como el que gozaron las llero andante» (2, IV) lo cual sucede por la
edades donde los andantes caballeros amistad y el afecto que les une, no por la
tomaron a su cargo y echaron sobre sus intencionalidad educativa que legitima la
espaldas la defensa de los reinos, el amparo relación y los diálogos desarrollados por el
de la doncellas, el socorro de los huérfanos pedagogo ginebrino. Insistiendo en la ana-
y pupilos, el castigo de los soberbios y el pre- logía, debería considerarse inevitable la
mio de los humildes» (2, I). orden expresada por ambos autores, argu-
¿Crítica a la sociedad de su tiempo y a mentada de modo distinto, en la frontera de
las evasivas fantasías novelescas que hechi- la lectura y la literatura, en concreto la fic-
zaban a los posaderos y al pueblo llano (1, ción, y el consiguiente papel de críticos y
XXXII), que Cervantes hace proferir al loco censores, para confiarse a la forma noveles-
Don Quijote? O amargura del soldado heri- ca, de la que son extraordinariamente inno-
do en Lepanto, vuyo valor y lealtad no reci- vadoras sus ideas sobre la humanidad, la
bieron el justo reconocimiento? He aquí sociedad y la persona.
algunas de las interpretaciones de la crítica E incluso la razón o racionalidad,
cervantina que tienden a ver a Don Quijo- supuestamente perdida y dolorosamente
te como una proyección ideal, esgrimida recuperada por Don Quijote, que se va
desde la locura, del autor Cervantes, pero reconociendo desde el principio, ya sea de
son interpretaciones que se alejan del estu- forma sensible y afectiva, en el Emilio, difi-
dio del personaje a quien, en este punto, culta mantener la analogía entre las dos
queremos comparar con el Emilio de Rou- personas literarias, tratando de manifestar
sseau. y perfeccionar, con voluntad perseverante
Tratándose ambos de personajes imagi- y activa, el propio valor, es decir la vida en
narios, construidos contra una realidad el modo único y singular propio de su per-
incialmente rechazada y posteriormente sonaje. Y la escritura novelesca de sus
lenta y progresivamente adaptada al propio autores para hacerlos únicos, expresión de
personaje, pero que, sobre todo, actúan y un significado transcendente, que les ase-
se proyectan sintiéndose libres o creyéndo- gura un amplio tiempo, para dirigirse a las
lo así. ¿Utopía de una educación para el ofi- generaciones de lectores6.
cio de hombre, en la que el valor personal Semejante extensión, refiriéndonos
pueda manifestarse íntegramente en la vida ahora a la obra maestra de Cervantes, del
social, en la novela de Rousseau y utopía de tiempo y el espacio de su lectura, no pue-
un retorno a los valores y costumbres de la de destinarse a una lectura por divertimen-
cortesía, respeto y pietas cristiana, profun- to, a que se refería el propio autor, ni invi-
damente interiorizados, en la aventura qui- tar a la crítica de un género literario, que
jotesca? Es cierto que el diálogo entre el afectaría sólo a los literatos y familias de los
ingenioso Hidalgo y el escudero Sancho, mesoneros habiendo muchas otras formas
diálogo que rige toda la arquitectura de la de distraerse, actualmente.

(6) M. Bachtin: Estetica e romanzo. Trad. it. de E. Strada Jovanovic, de los textos redactados en los años
1936-40, y publicados en Russia en 1975: Turín, Einaudi, 1979.

65
Por ello volvamos a considerar la locu- debe decidir no ser hombre de letras –sólo
ra, que incluso podría interpretarse como podían serlo quienes habían sido formados
un «jugar a hacer el caballero andante»7, en la cultura retórica de tradición milena-
juego en el que termina participando inclu- ria– sino ser un hombre de armas, como el
so Sancho, lo cual explicaría la insistencia caballero cristiano que castiga a los injustos
de determinadas reducciones de la novela y defiende a los débiles, que desgraciada-
para el público infantil, el único que sabe, mente sólo ha existido en las novelas de
aunque por poco, «hacer como si», entran- caballería.
do y saliendo a placer de las escenas ima- Mi lectura adolescente de las aventuras
ginarias. Sugerente hipótesis crítica, a la quijotescas, a las que ahora vuelvo, al rele-
que anteponemos nuestra propuesta, cam- er la obra maestra de Cervantes, me ha
bia la tradicional acusación a las lecturas de hecho compartir realmente su elección
evasión. vital, pues a menudo me convierto en abo-
«La locura» que en ocasiones aparece gado de las causas perdidas, como suele
como la apología de la libertad hermenéu- decirse, con el fin de luchar y proteger,
tica del lector, que se construye una biblio- pese a la previsible desconfianza, al consi-
teca con sus libros favoritos, que interpreta derarlo más justo y coherente que el con-
de un modo muy personal y que, abando- formarme sin luchar. Creo que muchos lec-
nando todos los lazos propios del sentido tores sienten aún la misma gratitud hacia el
común, pretende vivir verdaderamente en Caballero de la Triste Figura, loco8, genero-
función de las tramas y sus significados, lle- so e intrépido.
gando a él mediante el amplio tiempo de la
lectura, que cabalga los siglos. Es él quien (Traducción: Silvia Mantero)

(7) H. Bloom: Il canone occidentale. 1996, traducción al italiano de la obra: The Western canon – The books
of the ages. Milán, Bompiani, 1994, p. 119:
Don Quijote no es loco, ni bufón, sino alguien que juega a ser un caballero andante. El juego, a diferencia de la locura
y la bufonería, es una actividad voluntaria.
(8) N. del T.: el autor presenta el término castellano en su original italiano.

66
«AUNQUE SEAN LOS PAPELES ROTOS DE LAS CALLES»
CULTURA ESCRITA Y SOCIEDAD EN EL QUIJOTE

ANTONIO CASTILLO GÓMEZ (*)

RESUMEN. Entre las muchas interpretaciones que se han hecho y se harán de la obra
magna de Cervantes, la que aquí se plantea tiene la novedad de centrarse en el papel
atribuido en ella a la cultura escrita. Desde esta perspectiva, El Quijote se muestra co-
mo un espejo donde hallamos representadas un buen puñado de las prácticas socia-
les de la escritura y de la lectura en el Siglo de Oro. El acercamiento esbozado se de-
tiene en sus usos más característicos: por un lado, se revisa la función del escrito co-
mo tecnología de gobierno, sintetizada en la administración de la ínsula Barataria y
en la persona de su secretario; y por otro, se considera la extensión social de la pala-
bra escrita a través de las manifestaciones más cotidianas (cartas privadas y librillos de
memoria). A reglón seguido se estudian los sujetos productores o consumidores de
escritura; los hombres y mujeres de aquellos tiempos, alfabetizados y analfabetos, en
su relación con ella. Por último se concluye con algunas reflexiones sobre las mane-
ras de leer planteadas a lo largo de la obra y, en particular, sobre los arquetipos se-
ñalados por las veladas en voz alta y el lector audaz y moderno, encarnado literaria-
mente por Alonso Quijano; transitando siempre entre las imposiciones perseguidas
por la cultura dominante y las eventuales heterodoxias de cada situación de lectura.
ABSTRACT. Among the many interpretations past and present of Cervantes' masterpiece,
the one featured here is new in that it focuses on the role Don Quixote attaches to
written culture. From this point of view, Don Quixote is a mirror reflecting a great
many of the writing and reading practices in society in the Golden Age. The approach
dwells on the most characteristic customs. On the one hand, the article reviews the
function of written texts as a technology for governing the people, synthesized in
the administration of the Island of Barataria by its Secretary, and on the other hand,
it considers the social scope of written texts through their everyday manifestations
(private letters and memoirs). Then the article goes on to study the producers and
consumers of written texts, the men and women of the period -literate and illiterate-
and their relation with those texts. To conclude, there is a reflection on the ways of
reading mentioned throughout the book, particularly on the archetypes suggested in
the sessions of reading out loud and the daring, modern reader, whose literary em-
bodiment is Alonso Quijano, who is always caught between the demands of the do-
minant culture and the unorthodox situations brought about by reading.

I las calles. Amén, por supuesto, de los carta-


pacios y viejos pliegos que se vendían en los
A una cierta altura del capítulo nueve de la mercadillos callejeros, como en la Alcaná de
primera parte, Cervantes se confiesa tan afi- Toledo. Dice, además, que llevado de tan
cionado lector que hasta daba cuenta de natural inclinación tomó en sus manos uno
aquellos papeles rotos que encontraba por que le ofrecía un muchacho cuyo texto esta-

(*) Universidad de Alcalá de Henares.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 67-76. 67


Fecha de entrada: 02-12-2003
ba escrito en una lengua desconocida para 25). Pero tal vez el episodio donde mejor
él. Gracias a la ayuda de un morisco alja- se explicita el poder de la escritura sea
miado que por allí andaba pudo enterarse cuando Cervantes se pone en la piel de
de que la obra en cuestión llevaba por título Sancho gobernador y describe sus reaccio-
Historia de Don Quijote de la Mancha, escri- nes como destinatario de una misiva del
ta por Cide Hamete Benengeli, historiador duque que le había designado para tan alto
arábigo. Es decir, la misma que en ese cargo. El correo irrumpe «sudando y asus-
momento el lector tiene en sus manos. tado» llevando consigo un pliego cuyo
Cervantes deja correr una de las sobrescrito rezaba «A don Sancho Panza,
muchas artimañas literarias con las que tra- gobernador de la ínsula Barataria, en su
ta de disimular su autoría, siendo dicho propia mano o en las de su secretario». San-
capítulo una exquisita demostración de tal cho, metido en la piel del gobernante, pre-
juego; pero también un hermoso apunte gunta de inmediato «¿Quién es aquí mi
del peso otorgado a los libros, la escritura y secretario?, encontrando respuesta en uno
la lectura en el desarrollo de la trama quijo- cuyas credenciales no podían ser más ópti-
tesca. Visto desde esta perspectiva, El Qui- mas para el desempeño de tal menester:
jote se presenta como un espejo donde «Yo señor, porque sé leer y escribir, y soy
hallamos representadas un buen puñado de vizcaíno» (II, 47).
las prácticas sociales de la cultura escrita en Consciente así mismo de que la escri-
el Siglo de Oro. Desde los soportes escritu- tura no sólo había de servir para resolver el
rarios y las modalidades gráficas hasta las día a día de los papeles, sino igualmente
tipologías de los escritos y las respectivas para trasladar su imagen a la posteridad,
prácticas de apropiación, nada pasó des- bien que se reconfortó al saber que su
apercibido a los ojos del manco de Lepan- nombre y la fecha en la que tomó posesión
to. Por las páginas de novela tan caleidos- del cargo habían quedado inmortalizados
cópica desfilan inscripciones y letreros en la pared de su despacho:
varios, cartas de desafío y excomunión, En tanto que el mayordomo decía esto a
cédulas y salvoconductos, libros cultos y Sancho, estaba él mirando unas grandes y
populares, manuscritos e impresos, lecturas muchas letras que en la pared frontera de
efectuadas en silencio y en alta voz, o misi- su silla estaban escritas, y como él no sabía
vas personales y librillos de memoria; en leer, preguntó que qué eran aquellas pintu-
fin, los más granado de ese fresco. ras que en aquella pared estaban. Fuele res-
De la mano de los distintos personajes pondido:
que dan vida a la obra, ésta nos sitúa como –Señor, allí está escrito y notado el día en
que vuestra señoría tomó posesión desta
espectadores privilegiados de tan compleja ínsula, y dice el epitafio: «Hoy día, a tantos
realidad. A medida que discurren las de tal mes y tal año, tomó la posesión des-
muchas aventuras e historias que pueblan ta ínsula el señor Sancho Panza, que
la novela, lo hacen también las implicacio- muchos años la goce» (II, 45).
nes de la escritura en la organización y el
devenir de aquella sociedad, tanto en situa- Al igual que cualquier Estado, o acaso
ciones personales y domésticas como en por ser la más esclarecedora de sus repre-
otras más públicas y oficiales. Respecto a sentaciones literarias, Barataria debía regir-
éstas no faltan las menciones a distintas se con el imprescindible auxilio de la escri-
clases de documentos legales –testamen- tura. De este modo Cervantes ilumina
tos, cédulas, dotes, etc.–; como tampoco aquella máxima rotunda con la que Gra-
sustanciosos pasajes dedicados al deposita- cián cerraría, en la segunda parte de El cri-
rio de la fe pública. Entre otros la conocida ticón (1653), la competición entre las Artes
crítica al oficio de los escribanos y expresa- y las Ciencias por el título que reina, a
mente a esa enrevesada «letra procesada» saber: «Qui vult regnare, scribat, quien
que ni el mismo Satanás podía entender (I, quiera reinar, escriba».

68
II dedos para volverme loca de contento» (II,
52). Y ya que estamos en el plano de la fic-
Claro que el alcance social de la escritura ción, incluso con menos afectación de la
fue mucho más allá de su valor en los des- recomendada por Gaspar de Texeda en
pachos oficiales, cuyo máximo exponente Cosa nueva. Primer libro de cartas mensa-
fue el rey papelero, Felipe II. En cuanto hilo jeras (1553): «También sabéys desparzir
de unión entre las personas, la comunica- unas flores por el discurso de las cartas que
ción epistolar aparece de modo constante parece que nacieron para sólo dalles aquel
como una de las actividades más cotidianas hornamento que llevan siendo vuestras,
del escribir conforme señalaba el conocido donde no se vee ninguna sombra ni señal
refrán «Hablen cartas y callen barbas». Tama- de afetación sino que el principio se trava
ña circulación desembocó en la publicación del fin y el fin depende del principio, y el
de numerosos manuales y formularios desti- medio conforma lo uno con lo otros, de
nados a enseñar el modo de escribirlas, su suerte que siempre deleyta y nunca harta lo
retórica, la disposición de los espacios, el que compone vuestra mano, todo con tan
valor de los blancos, los sobrescritos o el sincera facilidad y ligereza quanto yo lo
correcto empleo de los tratamientos y hallo dificilíssimo de podello dezir como
expresiones de cortesía. Es decir todo cuan- pasa». Véase si no el punto hilarante de una
to hacía de las cartas un espejo de quienes respuesta de Sancho a Don Quijote cuando
las escribían y un signo de distinción hacia éste le escribe dándole algunos consejos
el destinatario. Observar dichas normas era para desempeñar el cargo de gobernador
una manera de mostrar el respeto y la adhe- de Barataria: «La ocupación de mis nego-
sión al pacto social establecido por cada cios es tan grande, que no tengo lugar para
acto de escritura, mayor cuanto más lo fue- rascarme la cabeza, ni aun para cortarme
ra la formalidad de éste. Había que acomo- las uñas, y, así, las traigo tan crecidas cual
dar el discurso a la condición y calidad de la Dios lo remedie» (II, 51).
persona a la que iban dirigidas dado que, La llegada del correo podía despertar
conforme propuso Antonio de Torquemada tanta impaciencia como recelo, alegría o
en su Manual de escribientes (ca. 1552), «los pesadumbre. Sancho saboreó enaltecido la
que escriben cartas, las han de saber variar y misiva del duque nombrándole goberna-
mudar en diversas maneras, como se mudan dor de la ínsula imaginaria. El joven Carde-
el pulpo y el camaleón»1. nio enmudeció leyendo la del duque Ricar-
Así puede notarse en el distinto tono do ofreciéndole un puesto acorde a su con-
que presentan las cartas de Teresa Panza dición y estima, pues en el premio estaba
según fueran encaminadas a la Duquesa o también el castigo. Esa carta le alejaría defi-
a su marido. En la primera domina siempre nitivamente de Luscinda, mayormente por-
el tratamiento de usted como signo de res- que su padre no le dejó ni tiempo para que
peto y distinción: «Mucho contento me dio, se hiciera a la idea de tan inesperado cam-
señoría mía, la carta que vuesa grandeza bio: «De aquí a dos días te partirás, Carde-
me escribió, que en verdad que la tenía nio, a hacer la voluntad del duque, y da
bien deseada»; mientras que las destinadas gracias a Dios, que te va abriendo camino
a Sancho Panza adoptan un carácter más por donde alcances lo que yo sé que mere-
próximo y coloquial: «Tu carta recibí, San- ces» (I, 24), fueron sus palabras.
cho mío de mi alma, y yo te prometo y juro Teresa Panza, a su vez, pasó del espan-
como católica cristiana que no faltaron los to a la alegría cuando recibió las primeras

(1) Remito más ampliamente a mi estudio «Del tratado a la práctica. La escritura epistolar en los siglos XVI
y XVII», en Carlos Sáez y Antonio Castillo Gómez (eds.), La correspondencia en la historia. Modelos y prácticas
de la escritura epistolar. Actas del VI Congreso internacional de historia de la cultura escrita, Madrid, Calambur,
2002, I, pp. 79-107.

69
letras de un señor gobernador y de una III
gentil duquesa. Al principio extrañó ser la
destinataria de un correo de tanto porte, ¿Qué librillo de memoria era ese? Cervantes
incluso se quedó pasmada; pero a medida lo describe como un ejemplar «ricamente
que el paje fue dando lectura a la misiva de guarnecido» que Don Quijote y Sancho
la duquesa, mudó la expresión de su ros- encontraron, cabalgando por Sierra More-
tro. Se sintió complacida por las palabras na, en el interior de una maleta. Iba acom-
de aquella mujer que la trataba de amiga y pañado de cuatro camisas de «delgada
más cuando supo que el tal gobernador no holanda», es decir de un lino muy fino,
era otro que su querido Sancho. Incorpora- otras piezas de lienzo no menos primoro-
da al nuevo papel no perdió tiempo en sas y un montoncillo de escudos de oro. Al
desear enterrarse donde lo hacían señoras
abrirlo para intentar desvelar la identidad
tan nobles antes que junto a las hidalgas de
del dueño, lo primero que Don Quijote
su pueblo. Encargó a Sanchica que aten-
diera al paje como se merecía, mientras «halló en él, escrito como en borrador, aun-
que ella salió «fuera de casa con las cartas, que de muy buena letra, fue un soneto».
y con la sarta al cuello, y iba tañendo en las Animado por el escudero a seguir curiose-
cartas como si fuera en un pandero». Al ando en su interior llegó a un texto en pro-
salir se topó con el cura y Sansón Carrasco, sa que parecía una carta. «¿Carta misiva?», le
ante quienes «comenzó a bailar y a decir»: preguntó Sancho. «En el principio no pare-
«¡A fee que agora no hay pariente pobre! ce sino de amores», le respondió Don Qui-
¡Gobiernito tenemos! ¡No, sino tómese con- jote, quien, «hojeando casi todo el libro,
migo la más pintada hidalga, que yo la halló otros versos y cartas, que algunos
pondré como nueva!» (II, 50). pudo leer y otros no; pero lo que todos
Y qué decir del mismísimo Alonso Qui- contenían eran quejas, lamentos, descon-
jano, tan pegado a las cartas, fueran las fianzas, sabores y sinsabores, favores y
suyas a Dulcinea del Toboso o las que desdenes, solenizados los unos y llorados
ansiaba de ésta. Mientras Cardenio, Doro- los otros» (I, 23).
tea y el cura seguían dándole vueltas a la A partir de ahí el hidalgo manchego no
«Historia de Micomicona», Don Quijote se separará del librillo, lo llevará consigo y
insistía a Sancho, al borde ya de la deses- lo hará propio. Donde Cardenio había ano-
peración, para que le contara cómo había tado versos y prosas de lastimado amor, él
reaccionado Dulcinea al leer la carta; y añadirá textos varios. Sabemos que en una
todo esto aún sabiendo que el borrador no ocasión apuntó allí la cédula de los polli-
había salido de las páginas del librillo de nos con la que quiso compensar a Sancho
memoria donde la escribió: del hurto de su rucio y en otra el citado
borrador de la carta que Sancho debía
–Echemos, Panza amigo, pelillos a la mar
en esto de nuestras pendencias, y dime
entregar a Dulcinea:
ahora, sin tener cuenta con enojo ni rencor Sacó el libro de memoria Don Quijote y,
alguno: ¿Dónde, cómo y cuándo hallaste a apartándose a una parte, con mucho sosie-
Dulcinea? ¿Qué hacía? ¿Qué le dijiste? ¿Qué go comenzó a escribir la carta, y en aca-
te respondió? ¿Qué rostro hizo cuando leía bándola llamó a Sancho y le dijo que se la
mi carta? ¿Quién te la trasladó? Y todo aque- quería leer porque la tomase de memoria,
llo que vieres que en este caso es digno de si acaso se le perdiese por el camino, por-
saberse, de preguntarse y satisfacerse, sin que de sus desdicha todo se podía temer. A
que añadas o mientas por darme gusto, ni lo cual respondió Sancho:
menos te acortes por no quitármele. –Escríbala vuestra merced dos o tres veces
–Señor –respondió Sancho, si va a decir la ahí en el libro, y démele, que yo le llevaré
verdad, la carta no me la trasladó nadie, bien guardado; porque pensar que yo la he
porque yo no llevé carta alguna (I, 30). de tomar en la memoria es disparate, que la

70
tengo tan mala, que muchas veces se me que se cita en la Miscelánea de Luis de
olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, Zapata; si se parecía a las piezas ricamente
dígamela vuestra merced, que me holgaré guarnecidas, con manecillas o llaves, que
mucho de oílla, que debe de ir como de aparecen consignadas en algunos inventa-
molde (I, 25).
rios nobiliarios2; o si consistía en un carta-
Unos capítulos más adelante Sancho, pacio de papel. Es más, incluso podría
interrogado por su señor, confirmará que pensarse que Cervantes introduce cierta
nadie le pudo trasladar la carta porque el confusión al descartar como materia de la
borrador de la misma estaba en el librillo que estuviera fabricado el papel pero igual-
de memoria y éste se quedó en las manos mente las hojas de los árboles o las tablillas
de Don Quijote: «Así es como tú dices –dijo de cera, tan difíciles de encontrar como el
Don Quijote–, porque el librillo de memo- primero:
ria donde yo la escribí le hallé en mi poder –Todo irá inserto –dijo Don Quijote–; y
a cabo de dos días de tu partida, lo cual me sería bueno, ya que no hay papel, que la
causó grandísima pena, por no saber lo escribiésemos, como hacían los antiguos,
que habías tú de hacer cuando te vieses sin en hojas de árboles o en una tablillas de
carta, y creí siempre que te volvieras desde cera, aunque tan dificultosa será hallarse
el lugar donde la echaras menos» (I, 30). eso ahora como el papel. Más ya me ha
Estos pormenores señalan la posibilidad de venido a la memoria dónde será bien, y aun
que dicho librillo viniera a remediar la fra- más que bien, escribilla, que es en el libri-
gilidad de la memoria por medio de apun- llo de memoria que fue de Cardenio, y tú
tes circunstanciales que luego se podían tendrás cuidado de hacerla trasladar en
borrar. Apuntalaría tal hipótesis la mención papel, de buena letra, en el primer lugar
que hallares donde haya maestro de escue-
del librillo de memoria de Cardenio como la de muchachos, o, si no, cualquiera sacris-
la segunda autoridad invocada por la Aca- tán te la trasladará; [...] (I, 25).
demia en su definición del término: «El
librito que se suele traher en la faltriquera, Es cierto que esta posible equiparación
cuyas hojas están embetunadas y en blan- entre el librillo y otros soportes de escritu-
co, y en él se incluye una pluma de metal, ra efímera, el carácter de borrador de algu-
en cuya punta se inxiere un pedazo agudo nos de los textos copiados en sus páginas o
de piedra lápiz, con la qual se anota en el la mención de autoridad por la Academia
librillo todo aquello que no se quiere fiar a podrían llevarnos a emparentarlo con la
la fragilidad de la memoria; y se borra des- tipología de los polípticos de hojas embe-
pués para que vuelvan a servir las hojas, tunadas, tan próximos a su vez a las writing
que también se suelen hacer de marfil» tables empleadas contemporáneamente en
(Diccionario de Autoridades). Inglaterra3. Sin embargo, conforme se ha
En el caso del librillo de Cardenio no se apuntado, no debe olvidarse que el térmi-
termina de aclarar si estaba compuesto de no librillo de memoria designaba igual-
hojas embetunadas y blancas; si se trataba mente otras prácticas de escritura más esta-
de un políptico de pizarra como lo eran bles, efectuadas en cartapacios de papel.
algunos; si podía ser «un papel negro que La amplia nómina de los libros de razón,
sin pluma ni tinta se escribe con un palillo libros de familia o libros de memoria cono-
puesto debajo en papel blanco» como el cidos desde el siglo XIV en adelante es bue-

(2) Fernando Bouza: Palabra e imagen en la Corte. Cultura oral y visual de la nobleza en el Siglo de Oro.
Madrid, Abada editores, 2003, pp. 51-52.
(3) Roger Chartier, Frank Mowery, Peter Stalybrass y Heather Wolfe: «Hamlet’s Tables ad the Technology
of Writing in Renaissance England», Shakespeare Quarterly, en prensa.

71
na prueba de ello; pero también lo es el recebían y despedían los criados; la razón y
imaginario cervantino. Por un momento cuenta de lo que se sembraba y cogía pasaba
dejo de lado El Quijote para referirme a una por mi mano, los molinos de aceite, los luga-
de las novelas ejemplares, Rinconete y Cor- res del vino, el número del ganado mayo y
memor, el de las colmenas; finalmente, de
tadillo, donde casi al final de la misma, se
todo aquello que un tan rico labrador como
narra el momento en que Monipodio saca mi padre puede tener y tiene, tenía yo la
el librillo de memoria que llevaba en la cuenta y era la mayordoma y señora, con tan-
«capilla de la capa» y se lo da a leer a Rin- ta solicitud mía y con tanto gusto suyo, que
conete porque él no sabía. Éste lo toma en buenamente no acertaré a encarecerlo (I, 28).
sus manos y encuentra que aquellas pági-
nas contenían todo un registro del afanoso Tales testimonios exhiben el eco litera-
rio alcanzado por estos libros cuyo conte-
laboreo de los bajos fondos sevillanos. En
nido podía transitar entre las anotaciones
el recto del primer folio figuraba un único
que no se querían dejar al albur de la
asiento bajo la rúbrica «Memoria de las
memoria y aquellos otros productos desti-
cuchilladas que se han de dar esta semana»;
nado al asiento de las cuentas o los recuer-
después la «Memoria de palos»; y luego el
dos personales y de familia, o incluso de
«Memorial de agravios comunes, conviene
alcance más social. Sus antecedentes más
a saber: redomazos, untos de miera, clava-
directos están en la Baja Edad Media, pues
zón de sambenitos y cuernos, matracas,
ya entonces puede documentarse un sus-
espantos, alborotos y cuchilladas fingidas,
tancioso ramillete de ellos. Aunque en paí-
publicación de nibelos, etcétera».
ses como Italia decayeron posteriormente,
Leyendo la detallada descripción que
en Cataluña y Valencia cosecharon una
sigue de su contenido resulta claro que di-
notable difusión durante la Edad Moder-
cho librillo era de un pago y tenor bien dis- na4. Por lo que se desprende de los estu-
tintos al de Cardenio-Don Quijote. Todo dios realizados hasta la fecha, el panorama
apunta a un libro manual de cuentas inte- castellano resulta menos halagüeño aun-
grado por una sucesión de registros breves que las evocaciones cervantinas bien
ajustados al fluir de los días y al discurrir de podrían sugerir la pista de una realidad
los negocios o actividades consignados en algo menos pesimista. Apuntala esta hipó-
sus páginas. Cada «memoria» estaba anotada tesis la presencia de «dos libros de cuentas»
en una hoja distinta de modo que la infor- y un «librillo pequeño» de lo mismo entre
mación estuviera más organizada y accesi- los bienes que llevaba consigo un pobre
ble, y en cada momento se pudiera conocer buhonero muerto en 1575 en el hospital de
el estado de las cuchilladas, palos o agravios Villerías de Campos (Palencia)5. Según esto
pendientes o ya ejecutados. De vuelta a El ya no se trataba sólo de que las gentes de
Quijote, en éste hallamos referencia a otro las ciudades pudieran adquirirlos en tien-
del mismo calibre, aquél donde Dorotea lle- das y otros puntos de venta; sino que, ade-
vaba la administración de la hacienda pater- más, engrosaron el mercado característico
na, labradores ricos en Andalucía: de los vendedores ambulantes al lado de
Y del mismo modo que yo era señora de sus enseres varios, libros de oraciones, estam-
ánimos, ansí lo era de su hacienda: por mí se pas o pliegos de cordel.

(4) Xavier Torres Sans: Els llibres de família de pagès (segles xvi-xviii). Memòries de pagès, memòries de
mas, Girona, Universitat de Girona, 2000; y Mª. Luz Mandingorra Llavata: «La configuración de la identidad pri-
vada: diarios y libros de memorias en la Baja Edad Media», en Antonio Castillo Gómez (coord.), La conquista del
alfabeto. Escritura y clases populares, Gijón, Trea, 2002, pp. 131-152.
(5) Luis Antonio Arroyo Rodríguez: «Las mercancías de un vendedor de pliegos de cordel en la segunda
mitad del siglo xvi», Bulletin Hispanique, 100 (1999), núm. 1, pp. 247-251.

72
Junto a estos librillos, el imaginario cer- que el buen secretario debía procurar que
vantino también estuvo atento a otras cada carta mostrara la autoridad del señor
modalidades textuales más cercanas a las con estilo grave y amoroso, respetara un
narraciones autobiográficas representadas uso cortesano liberado de prolijidad, bas-
por los discursos de vida. De esta clase, tardía y extranjerismos inútiles, se adecua-
más que un librillo de memoria en cual- ra a la condición del destinatario y al asun-
quiera de los sentidos anteriores, parece to de las misivas, y se comprendiera sin
ser La vida de Ginés de Pasamonte, escrita rodeos.
por él mismo desde su nacimiento «hasta el Sin necesidad de respetar un orden tan
punto que esta última vez me han echado minuciosamente trabado como el que pode-
en galeras» (I, 22). Un texto, según la inte- mos leer en los manuales y formularios de
resada versión de su autor, tan bueno que los siglos XVI y XVII, es indudable que la
hasta podría oscurecer el éxito que disfru- escritura epistolar requería de un mínimo
taba el Lazarillo de Tormes; pero sobre pacto de comprensibilidad que sólo podían
todo, repleto de las mismas pendencias y garantizar quienes estaban habituados a
peripecias personales que se podían leer escribirlas o conocían el modo de hacerlo.
en otros homónimos de carne real, caso de De suerte que el analfabeto cuando necesi-
las conocidas autobiografías de soldados. taba comunicarse por escrito, elevar cual-
quier súplica a un órgano oficial o comple-
tar un pliego de descargos no tenía más
IV remedio que acudir a alguien que supiera
hacerlo. Naturalmente la observancia de las
Y al hilo de las situaciones y prácticas de la distintas convenciones escriturarias depen-
cultura escrita evocadas, los sujetos pro- día mucho del contenido de cada papel, del
ductores o consumidores; los hombres y asunto tratado y de la persona a la que iba
las mujeres del Siglo de Oro en su relación dirigido. En el caso de las cartas y súplicas
con la escritura. En el discurrir de la nove- encaminadas a instancias superiores u órga-
la no faltan las gentes familiarizadas con el nos administrativos se exigía el respeto de
uso de la pluma ni los lectores consuma- un proceder que, obviamente, no era tan
dos, bien representados en la figura misma imprescindible en materia de cartas y bille-
de Alonso Quijano; pero tampoco otras tes personales. Sin ir más lejos, Teresa Pan-
personas menos avezadas o directamente za desconfiaba abiertamente del cura y del
analfabetas. Éstas, en particular, adquieren bachiller Sansón Carrasco y prefería acudir a
notable visibilidad sacando a flote muchos un paje o a un monaguillo para que le leye-
rasgos definidores de la cultura popular y ra las cartas o le escribiera las que ella que-
algunas de las formas y situaciones en que ría enviar:
los analfabetos entraron en contacto con el El bachiller se ofreció de escribir las cartas
mundo de lo escrito. a Teresa de la respuesta, pero ella no quiso
Hemos visto que el gobernador Sancho que el bachiller se metiese en sus cosas,
Panza se valió de un secretario, primero que le tenía por algo burlón, y, así, dio un
porque no sabía ni siquiera firmar y segun- bollo y dos huevos a un monacillo que
do porque el papeleo de Barataria exigía sabía escribir, el cual le escribió dos cartas,
de una competencia letrada. No bastaba una para su marido y otra para la duquesa,
con saber simplemente escribir, sino que notadas de su mismo caletre, que no son las
peores que en esta grande historia se
cualquier secretario que se preciara debía
ponen, como se verá adelante (II, 50).
conocer las condiciones establecidas para
el ejercicio de ese cargo. En lo tocante a la Dicho recelo manifiesta también una
correspondencia, Gaspar de Texeda anotó cierta tensión entre las culturas letrada y

73
popular, máxime por el tono confidencial muger el huso en la mano, y la rueca en la
inherente a la correspondencia personal. cinta, y el ojo en la almohadilla. Y éstas son
Antes de compartir sus secretos epistolares las armas que el Espíritu Santo da a la
con quienes luego podían valerse de ellos muger fuerte».
para controlar sus pasos y marcar estrecho
las aventuras del hidalgo y su escudero,
Teresa debió considerar que era mejor acu- V
dir a otras personas más próximas y de
menor estatus. Por otro lado, merced al oficio de algún
Teresa, Dorotea, la hija del ventero y que otro lector los analfabetos también
Maritornes son algunas mujeres del univer- pudieron obtener cierta familiaridad con
so cervantino descritas en distintos los textos, incluso con algunos pretendida-
momentos de relación con la cultura escri- mente destinados a los lectores más cultos.
ta. Unas como oyentes de las ficciones Sin ser exclusiva de los medios populares,
caballerescas y otras como usuarias de la es evidente que las veladas de lectura en
escritura. Teresa Panza apoyada en otra voz alta, bien testimoniadas en El Quijote,
persona que pudiera suplirle su analfabe- constituyeron uno de los espacios más sin-
tismo, mientras que Dorotea la vemos al gulares para la difusión de los libros en
cargo de los libros de razón de su padre. dichos ambientes:
Evocarían así una época en la que, frente a No sé yo como puede ser eso, que en ver-
los impedimentos establecidos por la cultu- dad que, a lo que yo entiendo, no hay
ra dominante, la nómina de mujeres que se mejor letrado en el mundo, y tengo ahí dos
apoderaron de la escritura para contar sus o tres dellos, con otros papeles, que verda-
vidas, inventar historias, escribir poesías o deramente me han dado la vida, no solo a
redactar cartas se fue haciendo más grana- mí, sino a otros muchos. Porque cuando es
da con el pasar de los años (Teresa de Car- tiempo de la siega, se recogen aquí las fies-
tas muchos segadores, y siempre hay algu-
tagena, Isabel de Villena, Estefanía de nos que saben leer, el cual coge uno destos
Requesens, Isabel Ortíz, Teresa de Jesús, libros en las manos, y rodeámonos dél más
María de Ágreda, María de Zayas y así suce- de treinta y estámosle escuchando con tan-
sivamente). Cierto que todas ellas pertene- to gusto, que nos quita mil canas. A lo
cían a un restringido entorno social que se menos, de mí sé decir que cuando oyo
movía entre dos polos muchas veces coin- decir aquellos furibundos y terribles golpes
cidentes: el noble y el religioso. Aún así la que los caballeros pegan, que me toma
sola decisión de escribir entrañaba la trans- gana de hacer otro tanto, y que querría
gresión de un orden social que, si hacemos estar oyéndolos noches y días (I, 32).
caso al discurso contrarreformista, las rele- El ventero Juan Palomeque no termina-
gaba al manejo del huso, la rueca y la ba de creerse que, como aseguraba el cura,
almohadilla, pero nunca al oficio de la plu- la falta de juicio de Don Quijote tuviera que
ma o de la espada. Valga para ello con ver con la lectura de libros de caballerías
atender al siguiente consejo dispensado pues él y otras personas habían encontrado
por el padre Gaspar de Astete en su Trata- en ellos más que regocijo y distracción.
do del gobierno de la familia, y estado de Tanta que, según su mujer, incluso se olvi-
las viudas y doncellas (1597): «la muger no daba de regañar con ella. A Maritornes le
ha de ganar de comer por el escrevir ni ocurría algo similar y paladeaba dulzona-
contar, ni se ha de valer por la pluma co- mente los pasajes amorosos, «más cuando
mo el hombre. Antes assí como es gloria cuentan que se está la otra señora debajo
para el hombre la pluma en la maniço, y la de unos naranjos abrazada con su caballe-
espada en la cinta, assí es gloria para la ro». Y en cuanto a la hija del ventero, ésta

74
también gustaba de oírlas aunque no las lecturas que había llegado a perder la
entendiera llegando a sentir como propias noción de la realidad imaginándose caballe-
las lamentaciones de los caballeros cuando ro andante y descuidando toda responsabi-
estaban ausentes de sus señoras. Todos, en lidad en el gobierno de sus bienes. Se dice
suma, venían a coincidir en el placer des- de él que olvidó «de todo punto el ejercicio
pertado por aquellos libros y los buenos de la caza y aun la administración de su
ratos pasados en aquellas veladas vesperti- hacienda», amén de vender «muchas hane-
nas. Al lado de estos segadores habría que gas de tierra de sembradura para comprar
rememorar las personas que se congrega- libros de caballerías». Se le describe, a la
ban para lo mismo en las gradas de la Cate- postre, como un lector silencioso atrapado
dral de Sevilla, así como los grupos de en un mundo de ficción, incapaz de distin-
alumbrados, protestantes o moriscos reuni- guir el día y la noche, lo real y lo imaginado:
dos en algún domicilio particular para ali- En resolución, él se enfrascó tanto en su
mentar su fe. Cuando la lengua del texto no lectura, que se le pasaban las noches leyen-
era la misma que hablaban los oyentes, do de claro en claro, y los días de turbio
como sucedía entre muchos moriscos que en turbio; y así, del poco dormir y del
habían olvidado el árabe, la función media- mucho leer, se le secó el celebro de mane-
dora del lector era aún más decisiva, pues- ra que vino a perder el juicio. Llenósele la
to que debía tanto leer como traducir e fantasía de todo aquello que leía en los
libros, así de encantamientos como de pen-
interpretar el sentido del texto. dencias, batallas, desafíos, heridas, requie-
Episodios de esta índole explicitan una bros, amores, tormentas y disparates impo-
ruptura con la cultura dominante que se sible; y asentósele de tal modo en la imagi-
refleja en la heterodoxia lectora. Huelga nación que era verdad toda aquella máqui-
recordar que buena parte del pensamiento na de soñadas invenciones que leía, que
y la literatura del Siglo de Oro arde en para él no había otra historia más cierta en
digresiones sobre los males que podían el mundo (I, 1).
derivarse de ciertas lecturas, sobre todo la Y ahí estaba el punto sobre la «i» del
prosa de ficción; contrarrestadas con los peligro de leer que Cervantes tan bien
correspondientes elogios a los libros supo caracterizar en la figura de Don Qui-
decentes y provechosos, en particular las jote: la posibilidad de imaginar otros mun-
obras de doctrina cristiana y aquellas don- dos a través de la lectura, de albergar sue-
de se pudiera encontrar instrucción y hábi- ños, de pensar en las ideas no aceptadas
to para las cosas grandes y heroicas, como por la cultura oficial, de transgredir la cerca
«los libros de historia, de razón de estado y establecida por ésta y penetrar en otros
otros de igual gravedad», según recomen- bosques. Alonso Quijano da vida literaria a
dada Juan Enríquez de Zúñiga en sus Con- un lector sumamente audaz y moderno
sejos políticos y morales (1634). Un debate entregado como su creador a la lectura de
que tiene una de sus evocaciones más cuanto cayera en sus manos, incluidos los
luminosas en el mismo Quijote, justamente papeles rotos de las calles.
en el capítulo donde el cura, el barbero
maese Nicolás, la tía y la sobrina se inter-
nan en el aposento de Alonso de Quijano BIBLIOGRAFÍA
para proceder al escrutinio de su bibliote- (básica)
ca, formada por «más de cien cuerpos de
libros grandes, muy bien encuadernados, y BAKER, EDWARD: La biblioteca de don Quijo-
otros pequeños» (I, 6). te. Madrid, Marcial Pons, 1997.
Para ellos Don Quijote encarna a un lec- BERNÁRDEZ, ASUN: Don Quijote, el lector por
tor peligroso y enfermizo, tan absorto en sus excelencia (Lectores y lectura como

75
estrategias de comunicación). Madrid, FRENK, MARGIT: Entre la voz y el silencio (La
Huerga & Fierro editores, 2000. lectura en tiempos de Cervantes). Alca-
BOUZA, FERNANDO: Corre manuscrito. Una lá de Henares, Centro de Estudios Cer-
historia cultural del Siglo de Or o. vantinos, 1997.
Madrid, Marcial Pons, 2001. FUENTES, CARLOS: Cervantes o la crítica de la
CASTILLO GÓMEZ, ANTONIO: Del escritorio a la lectura. Alcalá de Henares, Centro de
cárcel. Una historia social de la escritu- Estudios Cervantinos, 1994.
ra (siglos XV-XVII). Madrid, Akal, 2004, MARCHANT RIVERA, ALICIA: Literatura e histo-
en prensa. ria de la cultura escrita. Prácticas
CASTILLO GÓMEZ, ANTONIO (coord.): Escribir bibliófilas y escriturarias en El Quijote
y leer en el siglo de Cervantes. Barcelo- de Cervantes. Málaga, Universidad,
na, Gedisa, 1999. 2003.
EGIDO, AURORA: La voz de las letras en el R ODRÍGUEZ , J UAN C ARLOS: El escritor que
Siglo de Oro. Madrid, Abada editores, compró su propio libro. Para leer El
2003. Quijote. Barcelona, Debate, 2003.

76
ARTE, LENGUAJE Y EDUCACIÓN: APUNTES PARA UNA CRÍTICA
DE LA RAZÓN PEDAGÓGICA EN EL QUIJOTE

JUAN CARLOS GONZÁLEZ FARACO

Escribir (crear) es un acto de irreverencia, tanto en lo ético como en lo estilístico.


Una verdadera novela nunca es histórica, política o social, en el sentido acadé-
mico o formal del término, pues de hecho dejaría de ser novela para convertirse
en un testimonio o en un libro de texto, es decir, en algo aburrido.

REINALDO ARENAS, Necesidad de libertad, 1986

Como el pedagogo comenzó siendo un esclavo, la escuela no ha podido librarse


por completo de esta condición sometida.

LUIS SANTULLANO, Antipedagogía, 1938

RESUMEN. El Quijote es uno de los libros más interpretados y también más reveren-
ciados de la literatura universal Unas veces, ha sido considerado como un relato de
la historia de España o un símbolo nacional. Otras, como un depósito de sabiduría
sobre las más diversas materias, y sus personajes, como arquetipos de determinados
principios psicológicos, ideológicos o morales. En este artículo se analizan algunos
textos que han querido destacar, sobre todo, los contenidos educativos de esta no-
vela. Estos textos, publicados entre 1906 y 1929, y en parte vinculados al tercer cen-
tenario de la publicación del Quijote, son representativos de algunas de las interpre-
taciones que tradicionalmente ha sugerido esta novela. Sin embargo, la perspectiva
de este artículo no es principalmente histórica. Trata, en realidad, de estudiar crítica-
mente cómo se han construido los discursos pedagógicos sobre una obra que ha
venido siendo considerada como lectura canónica desde hace mucho tiempo. Final-
mente, y con ocasión de su cuarto centenario, propone una lectura del Quijote libre
de preceptos morales, atribuciones simbólicas o reglas académicas: una lectura que
recupere las posibilidades educativas de la misma narración novelesca.
ABSTRACT. Quixote is one of the most revered and most widely interpreted books in
world literature. Sometimes, it has been considered as an historical narrative of
Spain or as a national symbol. On other occasions it has been regarded as a depo-
sitory of wisdom about the most diverse subjects and its protagonists often have be-
en depicted as archetypes of specific psychological, ideological and moral princi-
ples. In this present work various texts are analyzed that have sought to emphasize,
above all, the educational content of this novel. These texts (published between
1906 and 1929 and in part related to the third centenary of the publication of Qui-
xote), are representative of some of the interpretations that traditionally this novel
has inspired. Nevertheless, the perspective of this article is not principally historical.
It attempts instead to examine critically how pedagogical discourses have been
constructed about a work that has been considered canonical for a very long time.
Finally, and on the occasion of its fourth centenary, a reading of Quixote is propo-
sed that is free of moral precepts, symbolic attributions, and academic norms: a re-
ading that would recuperate the educational possibilities of the fictional narrative.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 77-104. 77


Fecha de entrada: 11-01-2004
INTRODUCCIÓN1 fascinación que me producía descubrir, tras
cada lectura, nuevas posibilidades de acer-
Las primeras veces que introduje en el camiento al personaje, al autor y a la nove-
ordenador la asociación de palabras «Qui- la. Estas emociones, que tanto animan en
jote-Educación» obtuve una sola respuesta momentos de desconsuelo, no son, sin
bibliográfica: el opúsculo titulado Comen- embargo, buenas consejeras para planear,
tarios sobre las frases de El Quijote que tie- conducir y concluir un artículo que cumpla
nen relación con la educación y la instruc- con los requisitos académicos al uso. Lle-
ción públicas, publicado en 1906 por D. vado por la seducción, más de una vez se
Antonio Cremades y Bernal. Por las breves va uno por las ramas y no logra enjaretar,
indicaciones de la cita, supuse enseguida como debiera, un argumento acorde, sus-
que este libro guardaba alguna relación tantivo, bien trenzado. Para salir de este
con las celebraciones del tercer centenario atolladero, sin arriesgar mi amorosa rela-
del Quijote. Al poco tiempo, comprobé ción con la novela, había que buscar más
que mis sospechas eran fundadas. Se trata- que un objetivo (que, no lo olvidemos, vie-
ba, efectivamente, de un librito de cuaren- ne de objeto), una tonalidad, un tono narra-
ta páginas que obtuvo, como consta en la tivo, que sería el que habría de señalar, sin
cubierta, el primer premio en el Certamen acotarlo, el terreno en el que se movería el
Nacional celebrado por la Asociación discurso. La cita que encabeza este artícu-
Nacional de Maestros públicos de Barcelo- lo, del escritor cubano Reinaldo Arenas
na, para «solemnizar» aquella efeméride. (Necesidad de libertad, 2001, p. 210), tiene
La combinatoria tecnológica me había precisamente esa misión tonal –también
puesto, sin yo pretenderlo ni haberlo pre- tonificante–, porque no habrá habido libro
visto, ante un documento «antiguo» y, por más reverenciado e interpretado (quiero
tanto, ante un estudio histórico inesperado, decir manoseado) en la literatura universal
pero ahora posible. El proyecto que había que esta novela de aventuras, de la que
pensado acometer, aunque todavía indefi- ahora se cumplen cuatro siglos.
nido, no iba a moverse en ese terreno. Este Sobre reverencias al Quijote hay tantos
hallazgo, fruto de la casualidad, puso en ejemplos disponibles que casi cabría hablar
cuarentena mi propósito inicial y, tal como de un culto regular, del que el mismísimo
Don Quijote confió a Rocinante la elección Menéndez Pelayo se quejaba, pues
del camino a tomar, me dejé llevar yo por muchos, decía, habían hecho de esta nove-
la intuición, acaso también por la curiosi- la una especie de evangelio (Ayala, 1974).
dad, y empecé a tirar de este hilo hasta ver- En ese culto hay pluralidad de confesiones,
me literalmente atrapado en una maraña de aunque en ellas no sobra la ecuanimidad.
textos relacionados, de cerca o de lejos, Cervantófilos los hay de toda condición,
con las celebraciones del año 1905. lustre y perspectiva, hasta los que practican
No quiero cansar al lector con el cierto «fundamentalismo» literario o intelec-
recuento de mis desventuras en un laberin- tual. Unas veces, las loas han ido a parar
to del que sólo he podido escapar a principalmente a Cervantes; otras a su
medias, y no indemne, tras muchos días y libro, El Quijote, y algunas a Don Quijote.
trabajos, afortunadamente aliviados por la A Ortega no le interesaba tanto el persona-

(1) Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a Luis Gómez Canseco por su valiosa ayuda en la ela-
boración de este artículo. Quiero además dedicárselo a Manuel Espinosa del Pino, quien siempre tenía en la
boca aquello de...: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos,
con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por
la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

78
je como el «quijotismo» del libro y de su ma de filósofos como Kant o Nietzsche, o
creador (Marías, 1990, p. 85, nota 70), de santos como Ignacio de Loyola o Teresa
mientras que a Unamuno Cervantes lo traía de Ávila.
al fresco, tanto que escribió su propio Qui- Alberto Navarro, en una extensa intro-
jote (1905), marcando distancias con el ori- ducción crítica al libro de Unamuno (1992,
ginal (Navarro, 1992, p. 85). Pero si de pp. 15-130), coincide con la mayoría de los
sacralización y ritualidad se trata, lo más estudiosos en que Cervantes y el Quijote
sabroso es recordar su furibunda llamada concitan durante el siglo XIX una múltiple
para liberar la tumba del caballero andante y contradictoria exaltación. Para unos, será
(Storm, 2001) en su conocido artículo «El un dechado de virtudes cristianas, al que se
sepulcro de Don Quijote» (1906), que, a consagran misas, homilías y sufragios. Para
partir de la segunda edición (1914), ya otros, un adelantado a su tiempo, un eras-
siempre acompañaría su Vida de Don Qui- mista en el páramo de la contrarreforma,
jote y Sancho. «Sí, creo que se puede inten- demócrata, librepensador y anticlerical.
tar la santa cruzada –escribía (1992, p. Para todos, Don Quijote será la sublime
142)– de ir a rescatar el sepulcro de Don encarnación de un ideal. Y su historia, para
Quijote del poder de los bachilleres, curas, poetas románticos como Byron, Schelling o
barberos, duques y canónigos que lo tie- Heine, la más admirable, profunda y dra-
nen ocupado. Creo que se puede intentar mática reflexión sobre la condición huma-
la santa cruzada de ir a rescatar el sepulcro na. Desde esta primera apoteosis cervanti-
del Caballero de la Santa Locura del poder na, el encumbramiento del escritor y su
de los hidalgos de la Razón». Dejo para otra criatura no ha cesado. Sirva de ejemplo la
ocasión los sarcásticos comentarios que actual costumbre de celebrar el Día del
esta «romería laica» le inspiró a Luis Cernu- Libro (que, por supuesto, conmemora el
da, aunque animo al lector a que los degus- aniversario de la muerte de Cervantes) con
te. «maratones quijotescos» que consisten en la
Como digo, abundan las actitudes lectura pública de la novela, íntegra y de
reverenciales entre los admiradores del un tirón, en alguna tribuna principal de
Quijote. Otra, casi tan unamuniana como la Madrid, con la habitual participación de
del propio Unamuno, es la de su coetáneo políticos, gente afamada y cámaras de tele-
Navarro Ledesma, a quien Rubén Darío visión.
dedicara sus «Letanías de Nuestro Señor Esta especie de «comunión» con «la
Don Quijote» (1905). Con inspiración casi palabra cervantina», a pesar de su aire pro-
bíblica, Navarro Ledesma vislumbra en fano, pone de relieve el estilo reverencial
Don Quijote a ese «Padre común» que que se ha aplicado al Quijote desde casi
habrá de «liderar la lucha por el renaci- todas las esquinas ideológicas, y que ha
miento nacional». Y así lo invoca: «Nuestro dado en concebirlo como icono de culto,
Padre y Señor Don Quijote nos dará su sin que ello signifique que sea un libro
bendición, y su creador el divino, el Inge- muy leído y menos aún un libro meditado.
nioso Hidalgo Don Miguel de Cervantes Luis Cernuda, en un artículo excepcional
Saavedra, nos otorgará el mayor de los de 1940 sobre Cervantes, que ha poco insi-
dones del Espíritu humano… el don… de nuamos y al que volveremos más adelante,
la Redentora Alegría» (Storm, 1998, p. 652). se queja de los maléficos efectos de este
Amén. Ésa debe ser la palabra que a Nava- éxito:
rro Ledesma, uno de los más activos pro- Toda posición señera es siempre
motores del tercer centenario, le hubiera arriesgada, y uno de los riesgos que aca-
gustado oír tras su encendida plegaria en rrea, y no el menor, es el de la inconsidera-
favor de un coloso, a quien ponía por enci- da admiración. Parece como si lo admirable

79
de un hombre que ha conseguido destacar- cansancio histórico de un pueblo que ha
se sobre los demás no fuera su propio y sin- sufrido una larga decadencia. Maravall –el
gular valer, sino el hecho de hallarse primer Maravall– ve a un reaccionario que
encumbrado (Cernuda, 1994, p. 669). sueña con ideales trasnochados (Varela,
Refiriéndose al Quijote, hasta José pp. 342-343). Para Azorín (1998, pp. 157-
María Pemán decía en 1947, con ocasión 158), Don Quijote es un loco fantaseador,
de una de tantas conmemoraciones cervan- cuyo bienintencionado esfuerzo resulta
tinas, que «cuando todos ponen sus manos vano. Para Ramón de Garciasol (1969, p.
sobre alguien, al cabo de los siglos acaba 152), «Don Quijote es aviso y escarmiento
por no saberse si aquello es una apoteosis para quijotadas inútiles», un antihéroe del
o un linchamiento» (Pemán, 1947, p. 27). que Cervantes se vale para advertirnos
Llamativa y chocante coincidencia de juicio sobre la esterilidad política de la acción
entre personas tan dispares, aunque, en individual. Pero en todos ellos, incluso en
verdad, sólo aparente y provisional: no hay quienes, con rigor puritano, llegan a supri-
más que proseguir hasta el final sus res- mir pasajes que consideran «escabrosos»
pectivos discursos. No importa desde qué (Canseco, 1991) o alertan a los jóvenes
perspectiva, lo cierto es que Cervantes y el contra el mal ejemplo de un aventurero
Quijote han venido siendo sumidos y oscu- indisciplinado que vive sin trabajar (Téllez,
recidos bajo una espesa hojarasca de lectu- 1929), incluso en esos casos, observamos
ras inflamadas, tan formales, tan triviales, sin excepción una tendencia al desafuero y
que más parecen arengas, sermones o plá- la veneración ante Cervantes y su obra.
ticas pastorales. Condenados al homenaje Antes decía que, además de reveren-
perpetuo y, últimamente, carne de espectá- ciado, el Quijote es uno de los libros más
culo, autor y personaje se nos han vuelto interpretados de la literatura universal.
distantes, siendo tan cercanos; tan rotun- Hasta ahora sólo he querido mostrar la
dos, gustando tanto de la ironía; tan bana- actitud, comúnmente devota, de muchos
les, a pesar de su sutil discreción; tan lectores ante el Quijote, sin entrar a consi-
romos, teniendo tantos perfiles. derar, al menos en profundidad, las claves
Desde luego, no todo ha sido glorifica- de sus respectivas lecturas. Naturalmente,
ción en la muchedumbre de exámenes a lo uno está estrechamente relacionado con
que han sido sometidos Cervantes y el Qui- lo otro. La (pre)disposición afectiva o los
jote. Hay quienes (sin llegar ni mucho (pre)juicios con que nos enfrentamos a un
menos a la detracción) aplacan el elogio texto capital como el Quijote, antes de
considerando que Cervantes ha alcanzado haberlo leído, va a condicionar su lectura,
mucha más resonancia de la que jamás él es decir, el modo como vamos a interpre-
hubiera imaginado, con una obra pensada tarlo. Entiendo aquí «interpretado» como
como simple parodia de los libros de caba- diseccionado, sea por la razón histórica,
llería. A Juan de Valera, de quien se dice por la lógica académica o por ambas al
que leyó el Quijote treinta o cuarenta mismo tiempo.
veces, siempre le pareció ante todo un La primera ha tendido a convertir al
libro de entretenimiento (Navarro, 1992), Quijote en un relato de la decadencia o del
escrito por «un ingenio lego», conforme con porvenir de España o en un emblema
su tiempo y en absoluto rebelde o precur- nacional. La segunda, en un tratado sobre
sor de la modernidad. Otros, dándole una las más variadas materias, en un pozo de
vuelta de tuerca a esta opinión, adjudican a sabiduría donde encontrar respuesta a la
Don Quijote un cóctel de defectos de los totalidad de los problemas humanos. El
que hay que huir. Ramiro de Maeztu lo librito del Sr. Cremades y Bernal me brindó
mira como un viejo cansado, espejo del la oportunidad de contemplar el resultado

80
de una de estas incontables operaciones ducciones, o dicho de manera más ampu-
quirúrgicas: la conversión de la novela en losa: cuál es su política de conocimiento.
un minitratado pedagógico, mediante la Nótese que no hablamos de versiones
concienzuda extracción de frases literales, adaptadas de la novela, sino de comenta-
luego comentadas. Nuevos textos me ofre- rios educativos sobre ella, con frecuente
cieron más ejemplos de este mismo méto- apelación a las citas literales o a la recrea-
do aplicado con distintas finalidades, lo ción más o menos libre de algunos pasajes
que me permitió profundizar en uno de los seleccionados. Nos gustaría, con esta mira-
efectos del análisis fragmentario de la da, amortiguar la tentación historicista y lle-
novela: podía dar pábulo casi a cualquier gar un poco más lejos para tratar de res-
interpretación y a casi cualquier propósito ponder a una pregunta más general: ¿qué
ideológico, político o moral. sucede cuando una obra de arte, una nove-
Esta constatación es un clamor del que la en este caso, se transforma en un objeto
no voy a dar más detalles. Baste, por ahora, pedagógico cuyo ineludible fin es transmi-
reconocerlo. Mi interés se va a centrar espe- tir esta o aquella idea y persuadir de este o
cíficamente en las interpretaciones pedagó- aquel precepto?
gicas del Quijote. Al libro de D. Antonio Para orientar esta búsqueda, me valgo
Cremades quiero añadir algunos otros tex- de la posición genealógica que adoptan
tos publicados entre 1905 y 1929: Siurot, Thomas Popkewitz, Barry Franklin y
1916 y 1923; Ballesteros Curiel, 1919 y Miguel Pereyra al distinguir la historia cul-
Téllez, 1929. Todos ellos, con uno u otro tural de la historia intelectual tradicional.
acento, se sitúan en la estela levantada por «Para los historiadores culturales –escriben
las celebraciones del tercer centenario de la (2003, pp. 9-10)– la historia es el estudio de
aparición de la primera parte del Quijote. las formas históricamente construidas de
No trato de reconstruir los precedentes, cir- razón que enmarcan, ordenan y disciplinan
cunstancias y consecuencias históricas de nuestra acción y participación en el mun-
ese evento secular, sobre el que Eric Storm do». El lenguaje ocupa un papel central en
(1998 y 2001) y Carlos Gutiérrez (1999), una exploración semejante, siempre que se
entre otros, han escrito artículos muy suge- entienda desde una perspectiva diametral-
rentes. Pero será inevitable contar con ese mente opuesta a la que detentan los filólo-
momento crítico del cervantismo contem- gos, con su acostumbrada «soberbia grama-
poráneo, en el que se fomenta decidida- tical», como diría Borges (Larrosa, 2003, p.
mente el culto hacia la figura de Don Qui- 135). Pensamos en el lenguaje a partir del
jote, como telón de fondo del estudio de los «giro cultural» (Bonnell y Hunt, 1999) y del
textos pedagógicos citados. A través de «giro lingüístico» acaecidos en la epistemo-
ellos contemplaremos, sin duda, el clima logía contemporánea de las ciencias socia-
político de la España de entresiglos y las les, es decir, como algo que, según Nóvoa
primeras décadas del XX, y también podre- (2003, p. 68), «redefine las subjetividades e
mos detectar las discordantes interpretacio- identidades, adscribe reglas y comporta-
nes que suscitaba entonces el Quijote. mientos, configura significados y convic-
En este sentido, nuestra indagación ciones». Este giro nos ofrece un conjunto
puede considerarse histórica, tomando este de posibilidades tremendamente apeteci-
calificativo en su versión más típica. Sin bles para los estudios educativos, y en par-
embargo, estos textos no van a ser mirados ticular para los análisis históricos y cultura-
principalmente como objetos etnohistóri- les. Desde él, se repiensa la historia como
cos, sino más bien como traducciones una narración que no es independiente de
pedagógicas de una obra creativa. Nos los hechos, pero tampoco un descriptivo
interesa conocer cómo se ejecutan esas tra- reflejo de ellos.

81
Al desprendernos de una mirada dema- ENSEÑAR O DELEITAR: FUNDAMENTOS
siado cronológica y contextual de la histo- PARA UNA LECTURA ANTIPEDAGÓGICA
ria, la podemos contemplar como un dispu- DEL QUIJOTE
tado «campo de prácticas culturales»
mediante las cuales definimos problemas, Sobre el Quijote pesa como una losa la fra-
conjeturamos sus causas y arbitramos solu- se de un canónigo (que no del ingenioso
ciones (Popkewitz, Franklin y Pereyra, hidalgo) a la que se recurre con frecuencia
2003, p. 16), es decir, reconocemos el mun- para justificar su carácter «pedagógico» y
do y nos reconocemos a nosotros mismos dar pie a lecturas con alguna finalidad edu-
en él, como miembros de un grupo y como cativa: «El fin mejor que se pretende en los
sujetos concretos. La historia se vuelve así escritos (…) es enseñar y deleitar junta-
historia del presente. Y es así como preten- mente» (I, 47). Aunque el sentido copulati-
do comprenderla al producir un texto sobre vo de esta proposición parece claro (ense-
un conjunto de textos de los comienzos del ñar deleitando, deleitar enseñando), hay
siglo XX que hablan de otro texto, el Quijo- intérpretes de la obra cervantina que la
te, de comienzos del siglo XVII: como una deshacen en dos intenciones dispares y
narración en cuya inacabada construcción yuxtapuestas (ora enseña, ora deleita).
nos vemos finalmente involucrados. Sucede esto, primeramente, como conse-
Antes, proponía, como una de las cues- cuencia formal de una lectura académica y
tiones que debía considerar, el significado analítica del texto en la que se olvida el
de estos comentarios pedagógicos en el relato novelesco. El fragmento forma parte
marco cultural del tercer centenario y de la de una larga plática literaria entre el cura y
España de la Restauración, pero sorteando un canónigo, mientras escoltan el carro en
en lo posible una visión típicamente histori- que Don Quijote viaja enjaulado. En su
cista. En realidad, mi propósito es plantear desarrollo se observa que la inicial inquina
una crítica de esos textos dentro de un cur- de ambos contertulios contra los libros de
so narrativo que nos lleva a preguntarnos caballería u otras historias de ficción se va
por el Quijote y sus lecturas pedagógicas a poco a poco atemperando y matizando.
comienzos del siglo XXI, pero también a Ambos encomian el vasto campo que ofre-
imaginar otras lecturas educativas posibles cen a la libertad creativa y el aliento que
para este tiempo de modernidad tardía que, dan a la imaginación. Para el canónigo, el
a mi juicio, habrán de ser preferentemente deleite es hermano de la hermosura y «de la
antipedagógicas. El segundo fragmento ingeniosa invención que tire lo más que
incluido en la cabecera de este trabajo quie- fuere posible a la verdad». Sólo «lo más que
re contribuir, junto al de Reinaldo Arenas, a fuere posible», con toda la modestia. Ni se
entonar el texto y orientarlo en esta direc- aferran tanto al realismo como cabía dedu-
ción. Ha sido extraído de un artículo (justa- cir de los inicios de su charla, ni propugnan
mente titulado «Antipedagogía») publicado un sentido exclusivamente apologético o
–con cierto espíritu «quijotesco»– por Luis moral para la literatura. No es fácil com-
Santullano en una Barcelona al borde del prender cómo, a partir de diálogos como
asedio (Hora de España, junio de 1938), éste, tan frecuentes en el Quijote, en los
¡extraña hora para acordarse de Rousseau! que se aprecia una viva dialéctica entre los
Si Arenas hablaba de la irreverencia del acto interlocutores y una evolución en sus res-
de escribir (por complicidad, podría decirse pectivas posiciones, alguien puede inter-
lo mismo del acto de leer), entiendo que pretar determinados enunciados como
«irreverente» en nuestro caso viene a signifi- pronunciamientos absolutos, de inequívo-
car «antipedagógico». Veamos a continua- co e inmutable sentido. Que haya quienes
ción en qué sentido. prefieran leer dos intenciones yuxtapues-

82
tas, separadas o separables (enseña/delei- compartimos la idea de que la «pedagogi-
ta) en la proposición que venimos comen- zación» de la obra de arte la ensombrece y,
tando, puede que suceda precisamente en consecuencia, arruina sus posibilidades
porque otorgan a estos términos un sentido verdaderamente educativas.
estable y unívoco. Tal vez estiman que las Para este ejercicio irreverente me han
burlas, los amoríos desdichados, las enso- servido de referencia y orientación teórica
ñaciones o las peripecias alocadas que tan- algunos textos, relacionados o no con el
to divierten y menudean en la novela, o tie- Quijote o Cervantes. Muchos son estudios
nen un valor educativo irrelevante o senci- históricos; otros, no. Quisiera destacar, no
llamente pueden ser perniciosas para la obstante, unos cuantos. El primero de
educación de los niños. Como sabemos, el ellos, ya aludido, es un brillante artículo de
empleo del binomio o la antinomia, como Luis Cernuda sobre Cervantes (1940), cuyo
estrategia para la interpretación del Quijo- tema central es el Quijote. En segundo
te, es tan común que ha creado un ramille- lugar, el reciente ensayo de Peter Sloterdijk
te de imágenes dicotómicas mayoritaria- Normas para el parque humano (2001),
mente aceptadas. A estas cuestiones volve- que, como se puede leer en su subtítulo, es
remos más tarde. una «respuesta a la Carta sobre el humanis-
Hay, desde luego, quienes ven en esa mo de Martin Heidegger». Además de estos
frase dos intenciones fundidas, o juntas, tal dos textos tan distantes, me han dado pis-
como se infiere del texto: enseñar deleitan- tas de grandísimo interés estos otros: los
do o bien deleitar enseñando (el orden no comentarios de Jorge Larrosa (2003) sobre
es semánticamente inocuo), pero, en cual- la traducción a partir del singular texto de
quier caso, lo que importa es que tanto Borges «Pierre Ménard, lector del Quijote»,
estos lectores del Quijote, acaso más tex- incluido en su obra Ficciones (1971);
tuales, como aquellos otros, más dados a muchas de las reflexiones de Joan Carles
descontextualizarlo, advierten en este Mèlich sobre la narratividad en su Filosofía
enunciado una declaración de intencionali- de la finitud (2002), y, especialmente, el
dad didáctica que pone de relieve el ani- inteligente ensayo de Julián Marías sobre
mus docendi de su autor, reflejado princi- Cervantes y el tema de España (1990).
palmente en cientos de reflexiones, conse- Quiero empezar esta discusión sobre
jos, sentencias y refranes, tras los que cabe las lecturas pedagógicas del Quijote preci-
intuir toda una filosofía educativa. Frag- samente de la mano de éste último. Recuer-
mentado en lecciones, el Quijote se trans- da y analiza Julián Marías el conocido epi-
forma en un libro de texto cuya lectura, sodio en el que Don Quijote le arrebata a
normalmente en versiones infantiles o un barbero una bacía con la que se prote-
juveniles, ha sido más de una vez de obli- gía la cabeza de la lluvia y que él confunde
gado cumplimiento en las escuelas españo- con el yelmo de Mambrino. En la escena se
las. Al serle aplicada la razón pedagógica y nos presentan tres personajes cuya relación
ser, en consecuencia, repensado como con el objeto de la disputa es diferente: el
herramienta para el gobierno del alma, la barbero huye despavorido tras perder, a
novela deviene objeto pedagógico. Como manos de aquel caballero estrafalario, un
tal trataré de estudiarlo a partir de ahora a utensilio de su trabajo, temporalmente usa-
través de los textos que anteriormente cité, do como sombrero; Don Quijote cree ver
concebidos –ya se dijo también antes– un botín fabuloso en aquella bacía (yelmo)
como discursos históricos, pero no pasa- reluciente; Sancho observa y avisa de la
dos, en tanto que modelos culturales de confusión a su amo. Por supuesto, el lector
conocimiento. No negaré que este estudio común ve en este episodio un ejemplo típi-
tiene un objetivo «deconstructor», porque co de la discontinuidad entre la realidad y

83
la fantasía, presente, por demás, a lo largo figurado. Encontrar lo maravilloso en lo
de toda la obra. Aquí, como en otros pasa- cotidiano, casi siempre a través del humor:
jes, se nos muestra una cosa, un hecho, ¿puede haber mejor objetivo para la educa-
que un personaje (Sancho) reconoce y ción? Cernuda piensa que ése es precisa-
define tal cual es realmente, y que otro mente el más extraordinario descubrimien-
(Don Quijote) inventa y narra como cree o to de Cervantes: «… cómo la vida misma,
imagina que es. Marías, por supuesto, sin intrigas, ni peripecias melodramáticas,
admite que «la cuestión de la realidad y la la vida de cada día, los caminos cotidianos
ficción es el sustrato del Quijote» (1990; y sus posadas vulgares, con las gentes que
p. 239), pero rebate que su relación sea tan por ellos cruzan un momento; gentes,
simple y diáfana. Don Quijote vive una caminos, cosas que nadie hasta él supo ver
realidad que no viene de la realidad, ni con una mirada tan clara y honda, se des-
siquiera de su realidad previa como hidal- piertan y entran al fin en la esfera del arte»
go manchego, sino de la ficción de los (Cernuda, 1994, pp. 686-687).
libros de caballería. La novela, argumenta Las complejas relaciones entre realidad
Marías, es la realización de una vida ya y ficción son una constante a lo largo de la
imaginada y proyectada explícitamente por novela. Cualquier acontecimiento, por
un sujeto (sólo en la primera salida de Don nimio y anodino que sea, depara una opor-
Quijote hay una cierta indeterminación en tunidad para la fabulación. El lector se ve
el propósito), y no como la vida del común inesperadamente sacudido por un súbito
de los individuos, que va siendo imaginada cambio de plano –la ficción entra y sale de
y descubierta conforme la van viviendo. la realidad, la realidad entra y sale de la fic-
Julián Marías, como digo, relee el epi- ción– o por la simultaneidad de planos dis-
sodio del yelmo y pone en cuestión la rup- tintos en un mundo en el que casi nada es
tura semántica que la mayoría ve en él, pre- exactamente lo que parece y todo puede
guntándose por «quién es el autor de la mudarse en cualquier momento. Volviendo
interpretación de la bacía como yelmo. Se al episodio del yelmo, Julián Marías (1990,
dirá que Don Quijote –continúa–; no es así, p. 242) nos recuerda el posterior reencuen-
sino el barbero, que la puso en la cabeza. tro de los tres protagonistas del suceso y el
La bacía no está hecha para ponérsela en la coloquio que entablan sobre un objeto que
cabeza, el barbero la convierte en yelmo, la el barbero sigue llamando bacía –que es lo
yelmifica. Lo único que Don Quijote añade que es–, que Sancho, dudando ya de todo,
es la identificación con el que le interesa, el renombra como «baciyelmo» –ahora le
de Mambrino» (Marías, pp. 1990: pp. 241- parece que la bacía ha adquirido una natu-
242). Se me viene a la memoria un dibujo raleza ambigua– y que Don Quijote, en sus
de Salvador Dalí en el que un hombre lleva trece, sigue viendo como yelmo, aunque
como sombrero una hogaza de pan. Tam- ahora admite que la realidad de las cosas es
bién, algunos cuadros de René Magritte en interpretable: «Eso que a ti te parece bacía
los que los objetos «reales» ocupan lugares de barbero, me parece a mí el yelmo de
o tiempos inverosímiles: un cielo luminoso Mambrino y a otro le parecerá otra cosa»,
sobre unas casas en la penumbra de la dice.
noche, dos palomas enjauladas en el tron- Después de descender a una caverna
co de un hombre, un tren saliendo de una donde tiene una revelación onírica y con-
chimenea. Según André Breton (1965, p. templa un mundo de prodigios, Don Qui-
347), precisamente el escrúpulo figurativo, jote ve aún más clara la vida humana: «…
el aparente realismo de los objetos, le per- ahora acabo de conocer que todos los con-
mite a Magritte (acaso también a Cervan- tentos de esta vida pasan como sombra y
tes), pasar de su sentido propio a su sentido sueño, o se marchitan como flor del cam-

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po» (II, 22). El sueño es un acto de conoci- convencido de que, desde entonces,
miento, una percepción más intensa de las «empieza a deformarse la armoniosa dimen-
cosas, según Heráclito. Tras su supuesta sión humana de nuestro caballero, convir-
irrealidad hay tan sólo una realidad dife- tiéndole en campeón de un idealismo
rente. La soga por la que Don Quijote entra absurdo, el idealismo que consiste práctica-
y sale de la cueva de Montesinos es el hilo mente, a la inversa del proverbio vulgar, en
que comunica dos mundos diferentes, pero llamar pan al vino y vino al pan, que tantos
contiguos. secuaces ha tenido entre los españoles».
Detengámonos un momento en los Más claro no se puede decir.
personajes de la novela. Si se pregunta a El Quijote es una novela que crece bajo
alguien por el protagonista, es muy proba- el signo de la amistad, que es una relación,
ble que sólo señale a Don Quijote. Pocos como diría J. Carles Mèlich (2003), basada
pondrían en pie de igualdad a Don Quijote en la deferencia, de la que nace la única
y a Sancho, y menos aún (Unamuno, es un ética posible en el mundo contingente, fini-
caso ejemplar; Cernuda, también) aceptarí- to, de los seres humanos. La figura de Don
an que Don Quijote y Sancho son, en reali- Quijote sólo empieza a definirse y a crecer
dad, caras de un mismo sujeto, «de la mis- –comenta Luis Cernuda (1994, p. 683)–
ma sustancia espiritual», dice Cernuda, cuando une su destino al de Sancho desde
quien, sin embargo, y en las antípodas de su segunda salida (I, 7). Caballero y escu-
Unamuno, los siente enteramente huma- dero no caminan por las planicies manche-
nos y, por tanto, con luces y oscuridades. gas como una pareja de actores que perso-
Luis Cernuda se irrita con quienes los pre- nifican un guión o encarnan dos categorías
tenden «incluir bajo una denominación alegóricas, sino como dos amigos que con-
exclusiva» (Cernuda, 1994, p. 684), una versan, cada cual con la mente en su pro-
marca, un rasgo esencial y perenne (idea- pio ideal, es decir, con su propio lenguaje
lista, realista…) o un temperamento inva- sobre la realidad. En sintonía similar, Julián
riable. Marías (1990, pp. 172-173) afirma que Don
Ya el poeta sevillano se había referido a Quijote y Sancho mantienen una relación
Menéndez Pelayo como uno de los induc- locuente, dialéctica, mediante la que labran
tores principales de este entendimiento tan una «unidad inseparable», y van constru-
burdo, tomado, sin embargo, como un yendo su identidad y recorriendo la vida.
canon a partir del cual tendemos a pensar Los moralistas y los pedagogos, que la cap-
en los personajes de la novela como repre- tan más bien como una relación docente,
sentación de modelos ideales más que ven en sus diálogos una desigual comuni-
como individuos vivos, y por tanto ambi- cación entre un sabio y un ignorante, entre
guos. A juicio de Cernuda (1994, pp. 677- alguien que enseña y alguien que aprende.
678), Don Marcelino –recuperando, por Pero su relación, dígase lo que se diga, es,
cierto, la tesis de Gregorio Mayans, uno de como cualquier vida, una narración com-
los pioneros del cervantismo (Navarro, partida. Sin Sancho, sin su afición al diálo-
1992)– instaura un canon interpretativo, go, poco o nada sabríamos de Don Quijo-
que aún colea, según el cual «gran parte del te; él nos lo descubre con toda su vitalidad
efecto cómico de Don Quijote estriba en el y complejidad, «con esa doble faz de deseo
contraste entre lo que las cosas son en sí, y y realidad, de éxtasis y de acción, combi-
lo que parecen en la fantasía del héroe». nando dos estados espirituales aparente-
Aparte del desdén que esta simplificación mente contradictorios» (Cernuda, 1994, p.
supone para la finura de espíritu de Cer- 686). También Sancho nace de esta relación
vantes («el español más sutil de cuantos dialéctica y también se nos revela con sus
hayamos tenido noticia»), Luis Cernuda está paradójicas cualidades: necio y charlatán,

85
juicioso y bueno… (Cernuda, 1994, p. 684). cual se concede a ciertas lecturas un carác-
De cualquier modo, menos como un pobre ter canónico. Lo mismo sucede con la
estereotipo. nación y el sentimiento nacional. Ciertos
Don Quijote y Sancho no son los úni- autores, ciertos textos seleccionados y
cos protagonistas de esta historia; son sólo acordados por una burguesía letrada sirvie-
los principales personajes presentes. Ésta ron para «fabricar» estas comunidades ima-
es una novela de ausencias, narrada tam- ginadas que llamamos naciones (Ander-
bién por otros actores invisibles: Dulcinea son, 1983). Sin duda, el Quijote ha llegado
y la caterva de encantadores. Una y otros, a ser una lectura canónica, un sistema de
sin hacerse nunca evidentes más que en el razón (Popkewitz, Franklin y Pereyra,
amor o el delirio de Don Quijote, compar- 2003) que ha servido para explicar la histo-
ten su protagonismo y ayudan a tejer la tra- ria de la nación española y adivinar o pro-
ma. Dulcinea alimenta la voluntad y el yectar su porvenir, acrisolar una identidad
deseo de su enamorado: le presta un hori- nacional, de la que Don Quijote sería
zonte de posibilidades, tal vez inalcanza- arquetipo, y fijar un plantel normativo para
bles. Los encantadores hacen viable la la vida personal y colectiva: una norma
alquimia entre la realidad y la ficción, moral, una norma filológica, otra literaria,
transmutando la vida en una sustancia otra política, con profusión de frases lapi-
móvil, abierta al encantamiento, que tam- darias (Cervantes, el fénix de los ingenios;
bién aviva el deseo. Además, los persona- el español, la lengua de Cervantes; el Qui-
jes del Quijote no siempre responden a lo jote, la primera novela moderna, etc.).
que de ellos se espera; a veces, contravie- Según Sloterdijk, esta fabricación de
nen abiertamente las costumbres de su imaginarios nacionales vivió su esplendor
época. La pastora Marcela es un personaje entre la Revolución francesa y el final de la
nietzscheano que vive a su aire contra la II Guerra Mundial. En el caso español, este
opinión de todos; no es hija de su tiempo, proceso se inicia algo más tardíamente,
sólo una mujer libre. también se muestra más apocado, y proba-
¿Por qué, entonces, se habla de Don blemente ha permanecido activo por más
Quijote de manera tan rectilínea, por qué tiempo (véanse, para mayor detalle, Álva-
se le define sin sombra de duda? ¿Cómo es rez Junco, 1999; Varela, 1999; Boyd, 1999;
posible interpretar una narración que se Storm, 1998 y 2001; Fusi, 2003, entre otros).
rige por estas mudanzas, trasiegos y juegos Su vigencia quizás haya contribuido a
de apariencias como un elemental catálogo intrincar aún más su ya intrincada comple-
de principios canónicos o imperativos jidad, en la que influyen los hechos pero
morales indiscutibles? Desde luego, es también, y en alto grado, un tropel de dis-
posible. De hecho, es corriente etiquetar a cursos históricos que, en muchos casos, se
sus personajes con categorías distintivas, empeñan en encontrar explicaciones totali-
basadas en una metafísica dualista que usa zadoras, como las que enarbolaron intelec-
y abusa de oposiciones binarias, antino- tuales de la Generación del 98, regenera-
mias y otros artilugios clasificadores cionistas de variada filiación, ciertos krau-
(Mèlich, 2002, p. 31). Los argumentos de sistas, y, desde luego, autores católicos.
Peter Sloterdijk y de Luis Cernuda nos van El estudio ya citado de Ramón de Gar-
a dar la oportunidad de seguir profundi- ciasol puede ser ilustrativo de la continui-
zando en el cuestionamiento de estas estra- dad de esa tentación metafísica en la inter-
tagemas, que a veces dicen perseguir un pretación de la novela y el personaje cer-
fin más o menos educativo. vantino, al que concede categoría totémica
Sloterdijk considera que el humanismo de lo español, que, como el toro, se crece
se resume en un acuerdo literario por el con el castigo. La serie de artículos publi-

86
cados en el número 74 de la Revista Nacio- anarquista en la Barcelona republicana.
nal de Educación (1947), con motivo del Aún hoy, buceando en páginas libertarias
aniversario del nacimiento de Cervantes, de la red, no es difícil hallar textos o refe-
redunda en esta concepción. El entonces rencias que ponderan en este «loco subli-
ministro participa en este número con un me» su amor por los débiles, su respeto al
texto titulado «Símbolos hispánicos del pueblo y su lucha contra la injusticia (por
Quijote» (Ibáñez Martín, 1947) y José María ejemplo, F. Arias Solís en http://www.gran-
Pemán, a la sazón presidente de la Real valparaiso.cl), o su entrega revolucionaria
Academia de la Lengua, que, por cierto, «contra el racionalismo utilitario de la bur-
«compara» el Quijote con la Biblia, lo califi- guesía» (H. Saña, en http://www.cnt.es
ca en su artículo de «expresión total», «esen- /fal/BICEL).
cia genuina» y «rosa de los vientos» de Naturalmente, en medio de tal desme-
España (Pemán, 1947, pp. 26-27). sura y polarización interpretativa, presente
Corren tiempos de ardor guerrero y fer- en ámbitos tan opuestos, del cadáver de un
vor nacionalista, pero el estilo y la inten- sujeto mortal se obtiene un símbolo inmor-
ción no eran nuevos en el torrente de inter- tal que vale para abonar una determinada
pretaciones que se había ido configurando razón histórica (Canavaggio, 2003, pp. 296-
desde finales del siglo XIX, con su punto 297). María Zambrano, comentando a Orte-
crítico en torno al tercer centenario. La ga, ha escrito sobre esta «operación» con
polarización había sido la tónica. Unas gran perspicacia: «La vida es una novela
veces, Don Quijote sonaba a faro de la –escribe–, tenemos que hacernos un argu-
modernización; otras, a paladín de la tradi- mento, ser a la vez el novelista y el novela-
ción católica; unas veces, parecía un loco do (…). Este argumento, ¿me está entera-
decadente; otras, un ejemplo de esfuerzo mente sugerido por la necesidad o hay en
generoso y gratuito en pos de un ideal. él un aspecto creador mío?, ¿entra en él
Storm identifica, en ese momento celebra- sólo la circunstancia histórica y lo que
torio, tres tendencias: la conservadora, hemos llamado el mí o entra el yo?» (Larro-
representada principalmente por Juan de sa y Fenoy, 2003, p. 77). La disolución del
Valera, Menéndez Pelayo y los «menendez- sujeto, en nombre de un principio superior,
pelayistas» como Bonilla o Julio Cejador; la ha producido algunas de las más siniestras
liberal, de Mariano de Cavia (1903) y tragedias de la edad contemporánea. En un
demás promotores del aniversario desde «mundo de atributos sin hombre», advierte
las páginas de El Imparcial, y la regenera- Mèlich citando a Robert Musil (2002, p.
cionista, en la que cabría incluir, grosso 125), el sujeto concreto naufraga y «la fini-
modo y con todas las precauciones, a per- tud desaparece, porque las cualidades no
sonalidades tan heterogéneas como Una- nacen ni mueren, sólo los hombres de car-
muno, Azorín, Ramiro de Maeztu, Navarro ne y hueso nacen y mueren. Y, por tanto,
Ledesma y otros. en un mundo así no hay hombres, ni con-
No se agotaría aquí la nómina de pers- tingencia, ni alegría, ni dolor… Únicamen-
pectivas que confluyeron en el centenario te, burocracia, razón fría: artefactos del
de 1905. Los anarquistas admiraban en mal» (Mèlich, 2002, p. 125).
Don Quijote el espíritu de rebeldía y su Con Don Quijote convertido en arque-
desprecio de la propiedad (Calderón, 1905; tipo; con la novela convertida en lectura
Gutiérrez, 1999). Su discurso sobre la edad canónica, su vida y la vida de su creador se
dorada (I, 11) les sonaba a música celestial. esfuman. El desproporcionado poder de la
En plena Guerra Civil, Don Quijote aún razón histórica es también uno de los
seguía siendo para ellos un modelo a imi- mayores dramas contemporáneos. Sus
tar: con su nombre se editaba una revista efectos están a la vista en los desmanes del

87
nacionalismo a lo largo del siglo XX (Fusi, libertad en la construcción histórica, y ayu-
2002). María Zambrano duda, a pesar de da a discernir la complejidad de una vida
todo, de que la vida, el proyecto vital de que, como la de Cervantes, no puede
cada individuo, esté regido absolutamente impunemente reducirse a un ser exponen-
por la necesidad y que se someta sin más a te histórico o instrumento de cualquier sis-
una razón histórica que no deja alternativa tema de razón. Cervantes forma parte de
a la posibilidad narrativa del ser humano. una generación con la que vive, pero con
Si así fuera, cada proyecto vital estaría la que no escribe, puesto que toda su obra,
escrupulosamente condicionado por sus a excepción de La Galatea (1585), la escri-
circunstancias históricas y todos, sin excep- bió en la vejez, entre 1605 (I Parte del Qui-
ción y sin solución, «estaríamos plenamen- jote) y 1616 (el Persiles fue publicado des-
te embarcados en la generación a que per- pués de su muerte en 1617). Entre su pri-
tenecemos» (Larrosa y Fenoy, 2003, pp. 77- mera y su segunda obra, pasaron veinte
78). años sin que escribiera una sola línea, a no
Cuando Julián Marías habla de la vida ser algunas obras de teatro que no llegaron
de Cervantes y le aplica el concepto orte- a publicarse. Escribe, pues, junto a escrito-
guiano de las «trayectorias», quiere cuestio- res de la generación siguiente a la que por
nar el historicismo contumaz con que han edad le correspondería.
sido «leídos» escritor y obra. «La vida huma- Cervantes es un extraño en su espacio
na –escribe (1990, p. 17)– no es una línea y en su tiempo. También lo fue su criatura,
sino más bien una arborescencia, una plu- un caballero andante en la España del siglo
ralidad de caminos que se inician, se XVII. Su prolongada ausencia de su tierra
siguen o no, se interrumpen, se frustran, se (Italia, Lepanto, Italia de nuevo, Argel…),
abandonan» (1990, p. 17). En la vida de en una era muy distinta a la de la globali-
Cervantes cuenta, como en cualquier vida, zación mediática actual, lo convierte casual
el azar (cuando regresa a España tras una pero efectivamente en un desterrado.
larga ausencia es secuestrado); como a la Cuando regresa, es un forastero en su tie-
mayoría de la gente, los planes se le tuer- rra, por la que peregrinará sin fortuna, ni
cen constantemente (cae preso en dos oca- asiento ni rumbo fijo hasta su muerte,
siones) y cambia de vocación (las armas, como un bohemio (Graña y Graña, 1990,
las letras) más de una vez. La misma escri- pp. 3-12). Escribe casi toda su obra al mar-
tura del Quijote, plagada de fluctuaciones, gen de su generación, cuando era un viejo
saltos en el vacío, equívocos y arrepenti- y sus coetáneos o habían muerto o se batí-
mientos, refleja exhaustivamente los vaive- an en retirada. Cervantes es un extraño
nes de la vida de su autor (Canavaggio, generacional, una figura extemporánea,
2003, p. 287). Cervantes es, claro está, hijo que gozó en vida de éxito literario, sin
de su tiempo (quién no), pero eso no sig- ganar, por ello, notoriedad social, un hom-
nifica que su vida (cualquier vida) sea bre «relativamente marginal», llega a decir
monocorde, ni necesariamente espejo fiel de él Julián Marías (1990, p. 62), aunque
de su época ni, menos aún, de una identi- quizás el concepto de «paria» de Hanna
dad nacional que (triunfal o decadente; Arendt, en oposición al de «parvenu», le
idealista o mezquina, tradicional o rebelde, cuadre aún mejor. A veces se olvida que
qué importa) ha cruzado incólume la histo- muy probablemente la primera idea del
ria. Quijote la tuvo Cervantes en la cárcel de
Creo que lo que Julián Marías llama la Sevilla, donde estaba recluido en 1598
«anomalía generacional» de Cervantes (Canavaggio, 2003, p. 287).
corrobora las dudas de María Zambrano Creo que también el concepto de María
sobre las relaciones entre la necesidad y la Zambrano de la vida como naufragio pue-

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de aplicarse holgada y justamente a la de za humana. Ésta última nos conduce a una
Cervantes: «Cuando se encuentra el yo per- metafísica de palabras totales, en las que
dido ante las circunstancias, ¿cómo resuel- queda en suspenso o sencillamente borra-
ve salir?, ¿solamente por el conocimiento da la pluralidad propia de la condición
intelectual?, ¿no hay como una especie de humana. Me viene a la memoria la frase
inspiración? Una inspiración análoga a la con que arranca Le surmâle, la premonito-
de los artistas que me hace encontrar una ria novela de Alfred Jarry (1902): «L’amour
figura, una armonía» (Larrosa y Fenoy, est un acte sans importance, puisqu’on
2003, p. 78). Don Quijote es ese hallazgo, peut le faire indéfiniment». Pobre pedago-
esa figura que resulta, no de una determi- gía la que se empeña en crear sujetos a la
nación histórica, no de un proyecto didác- medida de un molde infinitamente repro-
tico para el futuro, no de un ejercicio meta- ducible.
fórico, sino de un acto poético, de la expre- Uno de estos moldes ha sido largo
sión de un yo múltiple y de la búsqueda de tiempo, en palabras de Peter Sloterdijk
esa armonía a la que se refiere la filósofa (2001), el «fantasma comunitario» sustenta-
malagueña. Como Cervantes, Don Quijote do por una «sociedad literaria» que se api-
está sujeto al azar, cambia de plan y senda, ñaba con arrobo ante una serie de lecturas
deambula y yerra, gana y pierde. Su vida canónicas, es decir, canonizadas. Y añade:
(su identidad inconclusa) se va haciendo «En sustancia, el humanismo burgués no
conforme avanza la narración, porque la era otra cosa que el pleno poder para
vida es una metamorfosis, en parte elegida, imponer a la juventud los clásicos obligato-
en parte dada, que en la novela tiene rios y para declarar la validez universal de
expresión onomástica: Alonso Quijano se las lecturas nacionales» (2001, p. 27). El
transfigura en Don Quijote, y éste, en Quijote ha gozado (es un decir) de esta
Caballero de la Triste Figura, Caballero de condición canónica. Como de cualquier
los Leones y, al fin, pastor Quijótiz, aunque texto consagrado, se espera de él una
sólo en proyecto. ¿Cómo comprimir en una determinada capacidad humanizadora
fórmula magistral, en un compendio esta- cuya meta larvada es el amansamiento, la
ble de atributos universales, a quien cam- domesticación del hombre. Las limitacio-
bia de nombre y de vida varias veces? ¿Qué nes actuales de un humanismo literario,
diría de tal atrevimiento un consumado como el que analiza Sloterdijk, del que
inventor de heterónimos como el poeta emerge la idea de nación, son evidentes.
portugués Fernando Pessoa? Aun así me pregunto si sus objetivos «edu-
Hanna Arendt vincula estrechamente la cadores» han cambiado de verdad bajo el
acción humana a la natalidad, porque el vigente imperio de la razón tecnológica.
nacimiento comporta, para quien nace, la
capacidad de empezar algo nuevo, es
decir, de actuar (Harendt, 1993, p. 23). Hay DON QUIJOTE, ¿PEDAGOGO?: TEXTOS Y
en la vida de Cervantes un rosario de naci- PRETEXTOS
mientos que le abren sucesivos caminos,
en los que va urdiéndose su condición No conozco ningún texto que se titule así,
humana activa, distinta a la de cualquier pero bien podría haberlo, tantas han sido
otro. Igual pasa con el hidalgo amigo de la las virtudes pedagógicas que lectores
caza, que un día se levanta como Don Qui- minuciosos han advertido en la historia del
jote, abre la puerta del corral y echa a ingenioso hidalgo. Está, que yo sepa, el
andar. Y ése no será su único «nacimiento». libro de Julio Ballesteros Curiel, que lleva
La condición humana, nos recuerda Hanna como título Cervantes, Rector de Colegio.
Arendt, nada tiene que ver con la naturale- Pedagogía del Quijote, publicado por su

89
autor en 1919. Como ya anuncié, éste va a abiertamente. Además de los partidarios de
ser uno de los textos que analizaré siguien- este nacionalismo liberal, de influencias
do la dirección apuntada en el apartado regeneracionistas, que veían la obra de
anterior. Todos ellos están, por fecha o por Cervantes «como una palanca con la que
temática, vinculados al clímax cervantino colocar a España en la vía del progreso»
del tercer centenario, en torno al cual cayó (Gutiérrez, 1999, p. 115), estaban los con-
un verdadero alud literario sobre Cervantes servadores de la generación más vieja, para
y el Quijote. Ya hemos dado cuenta de él. los que el Quijote brindaba una lección de
Ahora, nos centraremos estrictamente en la prudencia contra aventuras revoluciona-
producción pedagógica, no sin antes rias. A estos dos grupos habría que añadir
enmarcarla en el cervantismo, ese magma otro, muy heterogéneo y activo, literaria-
interpretativo que congrega innumerables mente hablando: el de los escritores más
estudiosos de la obra de Cervantes. jóvenes que abjuran de una sociedad
Ya hemos recurrido, en varias ocasio- moderna en la que, a su juicio, priman la
nes, a los textos históricos de Eric Storm hipocresía, la mediocridad y la ausencia de
(1998 y 2001) sobre las celebraciones del ideales, los agravios que ya combatiera
tercer centenario. La «teoría de las dos Don Quijote en su peregrinaje por las tie-
Españas» es el telón de fondo de unos actos rras de España. Para hacerse una idea de
de afirmación nacional en un país en el tantas y tan diversas perspectivas, basta
que la política nacionalizadora del Estado con repasar el listado de artículos y libros
había sido débil, si se la compara con la que vieron la luz en 1905 y en años inme-
promovida en Francia o Alemania durante diatamente anteriores y posteriores (Storm,
el último tercio del siglo XIX (Storm, 1998; 1998 y 2001; Gutiérrez, 1999). La cifra es
Boyd, 1999; Álvarez Junco, 2001). Cuando espectacular, pero también la resonancia
esta centuria tocaba a su fin, en medio de alcanzada por algunos de ellos.
la crisis de conciencia que produjo el Es claro que, en esos momentos, el cer-
desastre colonial, se consolida y se expan- vantismo no se agotaba en estas tres ten-
de un nacionalismo regeneracionista, doli- dencias «nacionalistas». Carlos M. Gutiérrez
do y crítico con el pasado, que insiste con pasa revista al periodo 1890-1905 y distin-
vehemencia en la necesaria modernización gue, al menos, dos cervantismos: uno que
y europeización del país. A pesar de ello, llama «intrínseco», de carácter academicista,
busca en la memoria histórica figuras y otro «extrínseco», proclive a instrumenta-
heroicas, gestas y otras referencias que lizar la novela con fines ajenos a su condi-
puedan servirles de ejemplo y guía. Todo ción literaria. Gutiérrez, siguiendo en parte
relato nacional necesita inventar tradicio- a Anthony Close (1978), divide el cervan-
nes y aclamar símbolos (Hobsbawn y Ran- tismo extrínseco en tres categorías. En la
ger, 1983). Y Don Quijote reunía todas las primera, la «panegyric school», incluye a
virtudes necesarias para «convertir –como aquéllos que encuentran en la obra de Cer-
argüía Carolyn P. Boyd (1999, p. 164)– la vantes una sabiduría excepcional, casi
manifiesta decadencia de España en un sig- enciclopédica, en diversos campos del
no de superioridad moral». conocimiento: derecho, medicina, psicolo-
Don Quijote, acaso la única figura gía, política, arte militar, etc. En esta línea
indiscutida en una atmósfera políticamente se sitúa la opinión de Francisco de Ayala,
espesa y enrarecida, podía ser y fue un quien, en un estudio comparado sobre
símbolo común. En las celebraciones de su Quevedo y Cervantes (1974), tiene a este
centenario confluyen, como ya señalamos último por ejemplo del hombre culto del
siguiendo a Storm, tres grupos generacio- Renacimiento. Juan Beneyto, por su parte,
nales cuyas ideas sobre España diferían en un excelente artículo de sorprendente

90
orientación para la fecha y la revista en que Puede que Luis Cernuda suscribiera
se publica (1947), sugiere una lectura eras- algunas de estas reflexiones críticas sobre
mista del humanismo de Cervantes, en la la utilización de Cervantes y su obra con
que trata de sopesar sus influencias filosó- fines, digamos, espurios. Se apartaría, en
ficas medievales, clásicas y renacentistas, cambio, de una clasificación que sobresti-
con cierto exceso de anotaciones, explica- ma la obra literaria como objeto filológico
ble quizás por su afán de defender a Cer- cuyo desentrañamiento debiera ajustarse a
vantes de las reticencias de Juan de Valera, una lógica científica objetiva patrimonio de
de Fitzmaurice-Kelly y de otros críticos un gremio académico. Pobre Cervantes...,
sobre la calidad de su formación cultural. «aherrojado entre eruditos comentadores.
Entre tal desmerecimiento, seguramente (…) ¿Cómo acercarse a él, cómo hablarle,
injusto con sólo rememorar las cientos de cómo conocerle, por gusto y a solas, sin
referencias cultas que contiene el Quijote, investigaciones ni academias? (…). La críti-
y la omnisciencia que los panegiristas más ca erudita, antes que acercarnos un texto,
entusiastas le asignan, puede que quede nos lo separa, y antes que aclararlo, lo
sitio para el Cervantes verdadero. oscurece», escribía (1994, p. 669).
Nicolás Díaz de Benjumea (1880) y sus El cervantismo intrínseco, valorado por
epígonos componen la llamada «esoteric Gutiérrez como proyecto de modernidad,
school», segunda categoría que Gutiérrez, poca familiaridad tiene con el inmanentis-
recogiendo una expresión de Close, inclu- mo amoroso desde el que Cernuda se acer-
ye en el cervantismo extrínseco. La obse- ca a Cervantes para gozar de una experien-
sión por buscarle un trasfondo de significa- cia poética sin intermediarios, ni reglas,
dos ocultos, enigmas y razones extravagan- con el ojo en estado salvaje, como tal vez
tes al Quijote guarda relación con el auge diría André Breton. Atisbamos en Julián
de lo esotérico en la Europa finisecular, Marías una actitud parecida, acaso algo
pero es una casi constante hasta hoy mis- más comedida y tolerante con la crítica lite-
mo. La tercera categoría, ampliamente alu- raria, frente a los efectos que sobre la lec-
dida a lo largo de este artículo, engloba las tura de un libro como el Quijote causa esta
lecturas hermenéuticas de carácter simbóli- costra ineludible de ensayos y comentarios
co, como las de Unamuno, Ortega, Azorín académicos (Marías, 1990, p. 260). Incluso
y otros. Luis Rosales, en un voluminoso ensayo
A este cervantismo, que a juicio de sobre La libertad en Cervantes, avisa de los
Gutiérrez instrumentaliza y trascendentali- peligros que acarrean «la vanidad letrada»,
za la obra literaria, debe oponerse un cer- «la precisión científica» y hasta «la timidez
vantismo intrínseco que «aspira a leer la ante la posibilidad del error» a la hora de
obra desde su propia lógica o, en última ahondar en «un pensamiento tan juguetón
instancia, desde la lógica de la filología y entreverado (...). La intención cervantina
positivista académica». Este cervantismo, sólo se puede comprender deletreándola
siempre en opinión de Gutiérrez, no inter- sin rigidez y con cautela, porque puede
preta la obra, la estudia desde un punto de afirmarse que ningún escritor se ha diverti-
vista histórico-literario, apoyado en análisis do tanto al escribir como Cervantes» (Rosa-
sociológicos, lexicográficos, biográficos, les, 1985, p. 53).
estéticos a la postre, que en su tiempo En la acometida que Cernuda propina
representaron un verdadero proyecto de a la crítica literaria en general y a la cervan-
modernidad. Valera, el Doctor Thebussen, tista en particular, se entrevé su propia cla-
Menéndez Pelayo, Cejador y Rodríguez sificación del cervantismo, más atenta al
Marín serían algunos de sus más notables patrón de la crítica que a la personalidad y
defensores. al enfoque del crítico. Califica de didáctica

91
y externa la crítica de eruditos y biógrafos, en ella un caudal de sabiduría y una prove-
de los que desconfía tanto como de aqué- chosa lección moral a través de la mirada
llos. Los artistas que escriben, desde un crítica con que Cervantes escruta su época.
punto de vista estético, sobre una obra pre- La siembra del futuro cervantismo ya está
cedente constituyen un tercer grupo críti- hecha. Pronto, los románticos elevarán el
co, ante el que Cernuda vuelve a recelar: interés por el Quijote a verdadera pasión.
gracias a su capacidad de sugestión, pue- Su primer análisis como fábula moral y,
den crear imágenes poderosas que condi- en consecuencia, como libro educativo hay
cionarán decisiva y puede que errónea- que buscarlo a fines del siglo XVIII en las
mente nuestra visión de una obra artística. obras del bachiller Pedro Gatell (v.g., La
La Generación del 98 es el blanco predilec- moral del Quijote, 1789-1792), quien ase-
to de estas acusaciones, porque piensa que gura lo siguiente: «Para todos se pueden
su sesgada percepción de Don Quijote se extraer leyes o reglas de las más puras, las
nos ha impuesto como un axioma. más justas, las más acrisoladas, con una
No sé con certeza en qué comparti- dulzura sin igual corrige los abusos en
mentos de estas dos clasificaciones del cer- todas las materias» (Navarro, 1992, p. 41).
vantismo habría que ubicar los comenta- Éste es el primero de los canales por los
rios pedagógicos sobre el Quijote cuyo que ha venido discurriendo la interpreta-
análisis vamos a emprender. Para Gutié- ción pedagógica del Quijote hasta hoy mis-
rrez, serían necesariamente «extrínsecos». mo: entenderlo como un manual de moral
Para Cernuda, didácticos, y específicamen- de validez general e intemporal.
te eruditos, aunque, por algunos de sus El segundo canal interpretativo, en
rasgos formales y de su argumento, no correspondencia con las lecturas extrínse-
andan lejos del estilo cervantista de críticos cas de carácter hermenéutico de finales del
como Unamuno, Azorín o Navarro Ledes- siglo XIX y primeras décadas del XX, lo
ma. A pesar de su anacronismo, pues fue- concibe como un símbolo egregio de lo
ron publicados entre 1906 y 1928, creo que español que puede contribuir a la cons-
estos textos son suficientemente ilustrati- trucción de la nación y del espíritu nacio-
vos de la gama de discursos con que la nal (Boyd, 1999, p. 164). También ésta es
razón pedagógica ha afrontado la interpre- una lectura potencialmente pedagógica del
tación del Quijote a lo largo del siglo XX. Quijote que, como la anterior, plantea una
Según Alberto Navarro (1992), la obra proyecto educador o reeducador a partir
de Cervantes no despierta gran interés en de una reconstrucción de la memoria
la primera mitad del siglo XVIII. Será Grego- colectiva, en la doble dirección en que se
rio Mayans y Siscar quien en 1738 inicie los mueve la memoria: el pasado y el futuro
estudios cervantinos, coincidiendo con la (Mèlich, 2002). Para unos, el Quijote con-
llegada a España desde Francia e Inglaterra tiene un mensaje regenerador; para otros,
de las primeras referencias elogiosas al está enraizado en la tradición católica; para
Quijote, y la aparición de trabajos biográfi- todos, inscrito en el ser de España. La
cos pioneros sobre Cervantes. Pero será en novela se convierte en una crónica históri-
la segunda mitad del siglo cuando el inte- ca, en un reflejo novelado de la intrahisto-
rés por Cervantes se disparará. Los ilustra- ria o de la psicohistoria nacional. Como el
dos, que van divisando nuevas vías de anterior, este modelo interpretativo contie-
interpretación, revalorizan una obra que ne, además de la tentación doctrinaria en lo
comparan con otras que, como la Ilíada, político, paralelas pretensiones moralizan-
poseen un carácter fundacional, releen la tes.
historia del ingenioso hidalgo con ojos Cabría hablar de un tercer canal, de
menos burlescos, y, en cambio, constatan carácter más específicamente académico,

92
que valora al Quijote como recurso didácti- mades (1906), un ensayo de cariz neocató-
co-escolar tanto por el contenido de su lico en el que más de una vez vemos cita-
argumento como por su condición de obje- do a Jaime Balmes. Sin que falten las obli-
to literario y lingüístico. Esta lectura peda- gadas referencias al simbolismo nacional
gógica suele ser la más descriptiva, la del Quijote, priman más la intencionalidad
menos penetrante, pero también la más moral y el carácter escolar en este librito
analítica, dado que suele elegir un foco de que quiere ser un breve tratado de peda-
investigación restringido y seguir una lógi- gogía general para la formación de maes-
ca disciplinar convencionalmente científica tros. Tales cualidades lo integrarían, dentro
(como ejemplos: Garrote, 1979 y 1997; de nuestro esquema, en el primer grupo de
Salazar, 1986). Sobran ejemplos para com- interpretaciones pedagógicas del Quijote:
probar que estos postulados no garantizan, estamos, sobre todo, ante un manual de
al menos en la medida en que se declara, ni valores educativos cuyo pretexto es una
la objetividad, por otro lado imposible ante novela famosa.
una obra de arte, ni la mesura en la admi- Quedan por citar dos últimos textos de
ración de una obra destinada a ser, eso un mismo autor, Manuel Siurot, fundador
parece, irremediablemente venerada. En en 1907 de unas escuelas católicas en Huel-
este grupo de lecturas pedagógicas, po- va, siguiendo el ejemplo del Padre Manjón
dríamos incluir, además, las adaptaciones en Granada (Boyd, 1999, pp. 69-70). El pri-
escolares que se limitan a buscar la accesi- mero es una conferencia pronunciada por
bilidad al texto y la motivación del lector, Siurot en 1916 para conmemorar el tercer
expurgando el vocabulario de vocablos de centenario de la muerte de Cervantes. Esta-
difícil comprensión, seleccionado pasajes mos ante un acto de exaltación patriótica y
con más acción que reflexión e incorpo- no ante una lección pedagógica sobre el
rando ilustraciones descriptivas. Las versio- Quijote, aunque el conferenciante recuerda
nes animadas también cabrían en este capí- que su inicial impulso fue el de hablar
tulo de adaptaciones pedagógicas. No sobre «Cervantes y los niños» y que a éste
cabrían, en cambio, aquellas ediciones bien podría calzarle el apelativo de «maes-
para niños o para adultos que con el mayor tro de escuela». El segundo texto de Siurot,
descaro amputan párrafos y capítulos ente- publicado en 1923, es un manual de histo-
ros por alguna razón moral, religiosa o ria para escolares, La emoción de España,
política (Canseco, 1991). De los textos que planteado como un libro de viajes con per-
vamos a analizar como muestras del dis- sonajes infantiles, tal como prescribía el
curso pedagógico sobre el Quijote, el de concurso ministerial para escoger un «Libro
Julio Ballesteros (1919) es el que más de la Patria» al que Siurot se había presen-
cabalmente podría representar, aunque tado en 1921 (Boyd, 1999, pp. 171-173).
sólo en algunos de sus capítulos, este ter- Tanto este libro de texto como la conferen-
cer canal interpretativo. También alguna de cia conmemorativa son ejemplos paradig-
las conferencias que conforman el libro de máticos de lo que conocemos por nacio-
Guillermo Téllez (Valor del Quijote en la nal-catolicismo y, por tanto, servirían para
educación, 1928) pudiera ilustrar esta ilustrar nuestro segundo modelo de discur-
visión didáctico-académica de la novela so pedagógico sobre Cervantes y el Quijo-
cervantina, aunque esta visión queda te.
camuflada tras un serial ininterrumpido de Nuestro recorrido textual por estos
arrebatos morales y furiosas amonestacio- diferentes discursos debe comenzar, no
nes políticas que nos trasladan a una peda- obstante, por el librito de Antonio Crema-
gogía muy conservadora. Por este motivo, des y Bernal que, aunque titulado Comen-
cabría emparejar este libro con el de Cre- tarios sobre frases del Quijote que tienen

93
relación con la educación y la instrucción en la vida del mundo, donde la virtud y el
públicas, es, en realidad, un curso de peda- deber naufragan fácilmente (p. 30).
gogía católica en el que las referencias al Sin duda, Cremades, que malicia en la
Quijote son anecdóticas y hasta obligadas imaginación una latente inmoralidad, trata
por la circunstancia. Probablemente ideado de mostrar afecto, compasivo afecto, por
para combatir la «descatolización» que, a Don Quijote, pero quienes de veras le inte-
juicio de su prologuista, padecía la escuela resan son su creador, Cervantes, por su
a principios del siglo XX, Cremades elabora proverbial sabiduría y acabado españolis-
un texto normativo con densa carga doctri- mo, y la obra, el Quijote, reflejo y resumen
nal en el que la glorificación de Cervantes de toda una civilización, la cristiana. Com-
(un elegido de Dios, espejo del alma espa- pone así un alegato no siempre explícito
ñola) contrasta, de vez en cuando, con contra la columna vertebral del personaje,
ciertos juicios críticos hacia su criatura en quien advierte actitudes vitales poco
novelesca. La educación, que debe condu- adecuadas para la educación de los niños:
cir a los niños por el camino recto de la falta de finalidad en la vida, fantasía y des-
racionalidad, tiene en la imaginación, los mesura en sus juicios. El Quijote, que le
sentidos y las pasiones a sus mayores ene- sigue pareciendo «una obra eminentemen-
migos. Y por eso se pregunta (pp. 25-26): te educativa, donde se contiene profunda
¿Qué fue, pues, lo que desequilibró el ciencia pedagógica», lo es, pero a costa del
buen juicio del Hidalgo Manchego, sino el vitalismo novelesco de Don Quijote, e
extraordinario vuelo que tomó su imagina- incluso de su cándida bonhomía. En más
ción, impulsada por las lecturas fantásticas de un párrafo, Cremades lanza críticas ace-
de los libros de caballerías, que él juzgó de radas al estado moral de la España de su
sucesos realmente acaecidos? época, pero se ceba, sobre todo, en la
La moraleja está servida: la instrucción libertad política y en la libertad de prensa.
debe ser un dique de contención de la ima- Tras ellas sólo ve intereses bastardos y des-
ginación desatada y sus muchas perversio- figuración de la verdad, velada tras bellas
nes. La enseñanza de la historia ha de enca- pero falaces palabras. Decididamente, Cre-
minarse hacia esta misma meta, proporcio- mades se decanta por la enseñanza y no
nando a los niños vidas ejemplares de por el deleite ante el Quijote:
héroes y santos antes que de personajes No es la imprenta, ni es tampoco la
fabulosos, como ya el cura aconsejara, sin litografía, no es el arte ni la belleza relativa
mayor éxito, a Don Quijote (Suárez Caso, lo que avaloran un escrito, un periódico o
1942). Personajes anodinos, que sacaban un libro; y creerlo así es exponerse a errar,
como erró un entendimiento tan claro
de quicio a Unamuno por sus mediocres
como el de Don Quijote cuando tenía por
virtudes, son en el libro de Cremades cierto cuanto había leído en las historias
modelos a secundar precisamente por su caballerescas (p. 24).
pragmatismo ramplón, como el de la sobri-
na, a quien alude expresamente: Muerta, pues, la novela como ejercicio
de fantasía, emerge un catálogo moral que,
Porque esa paz de que habla la sobrina para muchos como Cremades, servirá de
del Hidalgo Manchego es el equilibrio
pauta lectora de la obra de Cervantes.
moral que guardan en el hombre su con-
ciencia y su deber, la razón y los apetitos,
En los años que median entre el desas-
las pasiones y virtudes, contenido todo en tre colonial y la dictadura de Primo de Rive-
sus justos límites y sin que turbe tan ventu- ra, intelectuales y políticos liberales com-
rosa paz ni las ambiciones ni las envidias, partían la convicción de que la reforma de
los crímenes ni las concupiscencias ni esas la educación era una de las vías imprescin-
desenfrenadas pasiones que suelen agitarse dibles para revitalizar, con propuestas a

94
veces contradictorias, un sentimiento nacio- española». ¿Cuál es, pues, su valor educati-
nal raquítico y desfallecido, y contribuir a la vo, si es que tiene alguno?: «Como este
creación de un Estado democrático. Baste carácter rebelde lo pinta muy bien, a mi
recordar la creación por aquel entonces manera de ver –escribe (p. 19)– esta obra
(1900) del Ministerio de Instrucción Pública es un ejemplo de una cosa poco ejemplar:
y Bellas Artes, o las reformas liberales aus- el canto al valor y al esfuerzo personal
piciadas por el Conde de Romanones a pri- superpuesto a la empresa social; es el gran
meros de siglo, ante las que se alzó una vicio de nuestra raza». Ni siquiera en lo
reacción conservadora que, unas veces, se entretenido del relato, en la peripecia
mostraba intransigente y ultramontana y, cómica o en la burla ingeniosa encuentra
otras, prefería dar una impresión moderni- Téllez motivación educativa alguna: el
zadora (de Puelles Benítez, 1991, pp. 232- humor en el Quijote no es, a su entender,
268; Boyd, 1999, pp. 118-119; Álvarez Jun- más que la prueba de un hondo pesimismo
co, 2001, pp. 455-457; Escolano, 2002, pp. trufado de ironía. No es la primera vez que
63-71). «La derecha clerical –afirma Carolyn alguien enjuicia al hidalgo manchego des-
P. Boyd (1999, p. 69)– estaba determinada a de una perspectiva ideológica similar y
evitar que los institucionistas monopoliza- halla en él este tipo de contra-ejemplari-
ran el debate pedagógico». La revista de los dad. Recordemos las críticas de Ramón de
jesuitas Razón y Fe nació en 1902 como Garciasol (1969), algo más piadosas desde
alternativa al Boletín de la Institución Libre luego que las de Téllez, al individualismo
de Enseñanza; el Congreso Católico de San- de Don Quijote y a la inutilidad de su soli-
tiago de 1906 se ocupó principalmente de tario combate. O las de Ramiro de Maeztu
rebatir la política secularizadora y centrali- (1903), más comprensivas aún, con lamen-
zadora de Romanones y el catolicismo tos por un soñador fracasado, del que con-
social se hizo presente en el escenario edu- vendría renegar si de veras se quiere una
cativo con iniciativas como las de Manjón España liberada y redimida de la decaden-
(1889) y Pedro Poveda (1910). cia y la postración.
Los comentarios de Antonio Cremades Téllez desaconseja abiertamente la lec-
y, en mayor medida aún, los de Guillermo tura del Quijote en las escuelas y no entien-
Téllez son manifestaciones de un hondo de cómo puede ser obligatoria por ley. La
conservadurismo, airado en ocasiones, que enfermedad mental y afectiva de su prota-
modela la figura de Don Quijote avivando gonista y su desordenada vida debieran ser
con trazo grueso sus virtudes cristianas y razón más que suficiente para prohibírsela
difuminando o censurando cuanto procede a los niños, salvo que a través del mal
de su divorcio con la realidad. En plena ejemplo de Don Quijote aprendan que no
dictadura, Téllez, profesor del Colegio de toda lectura es buena. En opinión de
María Cristina y de la Normal de Toledo, Téllez, «esta obra nos ofrece interesantes
imparte dos conferencias para festejar otras aportaciones para la psicología y la psico-
tantas ferias del libro (1926 y 1927) que patología del vicioso lector» (p. 14). Ésta no
bien pueden ser tomadas como uno de los es, sin embargo, la única causa que hace de
ataques más feroces jamás escritos contra la obra cervantina un texto poco pedagógi-
Don Quijote, en quien ve incontables co. Su gramática, su vocabulario, muchos
vicios y contados valores pedagógicos. de sus episodios, su simbolismo, resultan
Para empezar, es un loco de atar que debe inadecuados e inaccesibles para la infancia.
su vesanía a los libros, un inadaptado, un Resulta irónico que en la conferencia
rebelde y un vagabundo, indisciplinado, inaugural de la fiesta del libro de un cole-
ocioso y despilfarrador, compendio de gio toledano el conferenciante la empren-
algunos de los males endémicos de la «raza da a mamporros dialécticos con el Quijote.

95
Quizás por eso, un año después, dulcificó quier otra novela. De inmediato se produce
sus críticas y trató de ofrecer una visión un efecto zoom: las hojas ocultan el bos-
más optimista de los valores educativos que. Al perder de vista la narración en su
contenidos en la obra, añadiendo además, conjunto, los aficionados a la pedagogía se
para la publicación de ambas conferencias, quedan con lo obviamente educativo, el
un breve apéndice sobre sus aspectos consejo. Ciertos capítulos, como aquéllos
didácticos. Lo primero se traduce en una en los que el caballero ilustra al escudero
retahíla de valores morales, propios de una sobre el buen gobierno de la ínsula, han
«ética hispana», que van de la sobriedad al sido un verdadero maná para los rastreado-
patriotismo, pasando por la pureza o la res de citas pedagógicas. Algunos, sonsa-
valentía. Para todos halla de una u otra for- cando sugerencias educativas por doquier,
ma asiento o señal en las páginas de la han caído en la cuenta de que casi todo
novela. Como Cremades en sus comenta- puede ser pedagógico en el Quijote
rios, Guillermo Téllez redefine el Quijote (Román Rayo y otros, 1982; Ríos Vicente,
como un catálogo moral que resulta ser 2002). Otros se restringen a un campo dis-
simultáneamente una reescritura de la his- ciplinar y destilan del texto un breviario de
toria nacional. buenos modales, un centón de gramática
Atención aparte merecen sus conside- castellana o un decálogo del buen hablar
raciones sobre el «aspecto didáctico» o (Prado Aragonés, 1999). La táctica es casi
«pedagogía del Quijote», aunque, en reali- siempre la misma: la desintegración geomé-
dad, bajo estas expresiones, vuelve a insis- trica del texto para aplicarle una disciplina.
tir cansinamente en sus juicios morales El resultado, también: la reducción semánti-
sobre el personaje e intenta rastrear, de ca de la narración, o dicho de otro modo, la
nuevo, la norma educativa que pueda con- demolición de la creación artística al verse
tener el libro, siguiendo dócilmente las avasallada por una norma disciplinaria.
indicaciones de Menéndez Pelayo en el Técnicamente hablando, los dos textos
discurso que pronunció en la Universidad de Manuel Siurot, nuestro nuevo objeto de
Central en 1905, donde dijo que pesquisa, siguen otras pautas, distintas a
D. Quijote se educa a sí propio y edu- éstas, al afrontar la lectura del Quijote. Su
ca a Sancho, y el libro entero es una peda- autor quiere expresamente distanciarse de
gogía en acción, la más sorprendente y ori- la parcialidad de visión y la especialización
ginal de las pedagogías; la conquista del académica o gremial en la comprensión de
ideal por un loco y un rústico; la locura, Cervantes y su obra. De hecho, ninguno de
aleccionando y corrigiendo a la prudencia sus dos textos tiene formato de ensayo, ni
humana; el sentido común ennoblecido su fin primordial es el de establecer comen-
por su contacto con el ascua viva y sagrada tarios educativos sobre la obra de Cervan-
del ideal (p. 53).
tes, extrayendo párrafos suficientemente
Téllez centra su atención en la relación explícitos. El texto ahora es lo de menos.
de Don Quijote y Sancho. Como su mentor, Apenas cuenta en su materialidad textual.
tampoco él está pensando en una relación Lo que Siurot busca en el Quijote es un
locuente y amistosa, sino en una relación símbolo que ilumine a España, una nación
docente y dual, obviamente pedagógica en elegida por la Providencia para cumplir un
el sentido más institucionalizado de esta destino inmortal. Casi todos los tópicos del
palabra. Este tratamiento del texto cervanti- nacional-catolicismo más aguerrido están
no vale como ejemplo-tipo de las lecturas presentes en su retórica patriótica, inflada
fragmentarias con que muchos profesores y de argumentos historicistas.
especialistas, buscando un efecto pedagó- En su conferencia «La generación del
gico, suelen aproximarse a ésta o a cual- Quijote» (Ateneo de Sevilla, 1916), procede,

96
en tono de enardecida arenga, a su particu- aquellos corazones dispersos y los ensarta
lar y vívida retrospección del pasado de en un hilo espiritual, los nacionaliza,
España de la mano de Cervantes y el Qui- poniendo tras sus amarguras personales un
jote, jugando con artificios casi kafkianos, comunal dolor étnico (Ortega, 1990, p. 86).
como el de imaginar al andante caballero En La emoción de España (1923), asisti-
realmente transformado y encarnado en las mos a un fervoroso e inquietante crescen-
grandes figuras masculinas o femeninas de do que culmina en la visión final del viaje
la historia nacional, en horas de trascen- «de recreo e instrucción» que realizan como
dencia y riesgo. Don Quijote no es un premio a su excelencia escolar cuatro
español, ni siquiera un español excepcio- niños (Juanito Menéndez, Pepe Velázquez,
nal. Don Quijote es la esencia eterna y lím- Fernando Cid y Miguel Saavedra), dirigi-
pida de lo español, sin ninguno de sus dos por un tal Alfonso Lulio. Como ya fue-
lunares, salvo un idealismo patológico que ra norma entre regeneracionistas de una u
Siurot achaca no a él sino a la decadencia otra filiación –algunos de ellos, como Gani-
nacional. Como un Cristo, Don Quijote vet, precursores acaso involuntarios del
vive en su cuerpo las heridas estigmáticas nacional-catolicismo (Boyd, 1999, pp. 162-
de su patria y del mundo: 163)– y noventayochistas, Siurot compone
Cide Hamete Benegeli, en una nota un manual de geografía e historia que toma
sapientísima de su crónica, que a mí me ha a Castilla por corazón fundante de lo espa-
traducido un mágico prodigioso de la ima- ñol. El periplo de los cuatro niños termina,
ginación en el alborear de un sueño, dice es decir, renace, en una posada manchega,
que si los españoles somos buenos, dignos, donde se obra un milagro nocturno. El
verdaderos patriotas; digo más, si todos los niño-Cid, velando mientras los otros duer-
hombres de todas las razas son puros, son men, ve caer del cielo una estrella que,
buenos, a Don Quijote se le quitará el acercándose a la tierra, se transmuta en
ramalazo de su locura y se le caerá al suelo
Don Quijote. A renglón seguido, éste avis-
la lanza de sus descabelladas acometidas.
Es decir, que como nosotros lo volvimos
ta también otra estrella que cae y se trans-
loco, en nuestras manos está curarle la forma en el Cid Campeador, quien ense-
locura. Aun más, como el mundo entero guida habla así al hidalgo:
fue quien le puso enfermo, en las manos Hermano: la Providencia nos unió esta
del mundo está la medicina que le vuelva la noche. La Patria nos llama. Las generacio-
salud. Yo, con el pensamiento, de rodillas nes han caído en el cautiverio materialista,
ante ti, formidable caballero, te hago voto y y es forzoso plantar en el centro de la vida
juramento de que seré bueno, puro y una idealidad que levante los corazones;
patriota (Siurot, 1916, p. 62). una pincelada de amor; una brasa que,
Salvando las distancias de todo género, encendida con el soplo de nuestro deseo,
sea como la polar invariable del patriotis-
es oportuno recordar que el mismo Ortega
mo… (pág. 368).
en sus Meditaciones (1914), donde «el pro-
blema de España» es medular, también Don Quijote reniega de su platónico
sugiere un parecido papel redentor a Don amor por una mujer y promete luchar des-
Quijote, «parodia triste de un cristo más de entonces por un ideal más real y reali-
sereno y divino»: zable: «¡España, mi Dulcinea!», grita «con las
lágrimas en los ojos».
Cuando se reúnen unos cuantos espa-
ñoles sensibilizados por la miseria ideal de Con este vitalismo antirracionalista que
su pasado, la sordidez de su presente y la transparenta su discurso, y que hemos
acre hostilidad de su porvenir, desciende apreciado ya en Unamuno, Siurot abomina
entre ellos Don Quijote, y el calor fundente de la historia positiva, contada a golpe de
de su fisonomía disparatada compagina dato, y yéndose al otro extremo, postula

97
una historia emotiva, intrahistórica, psico- La última obra que quiero poner sobre
lógica, con la que construir retrospectiva- el tapete como materia de análisis para jus-
mente el imaginario nacional. Naturalmen- tificar esta lectura es la del polígrafo galle-
te, Siurot concibe al Quijote como relato go Julio Ballesteros Curiel (de pseudónimo
fidedigno de algo anteriormente realizado O’Juliel Becuri), publicada en 1919, pero
o vivido: la acción siempre precediendo a pensada originalmente para el tercer cente-
la reflexión. Pero no se contenta con su nario de 1905. Es, de las analizadas, la
mera sustancia nacional y en una deriva menos doctrinaria. Su objetivo es examinar
ahistórica, es decir, metafísica, afirma la y enaltecer las contribuciones de Cervantes
universalidad de los personajes cervanti- a la Historia universal del pensamiento
nos, «unidades de orden superior», que pedagógico, y no repara en medios. Capí-
«persiguiendo, al través de una trama jugo- tulos enteros se resumen en prolijos lista-
sa y un desarrollo literario que es un mila- dos de frases cortas que «funcionan» como
gro de perfecciones, la altísima enseñanza consejos, máximas y aforismos didácticos
que guía a la humanidad por sendas de (así el capítulo III, titulado «Didáctica»), por
seguro equilibrio, poniendo a derecha e ser el Quijote, a su juicio, un libro «esen-
izquierda del concepto razonable de la cialmente instructivo y educativo» (Balles-
vida las inflamaciones simpáticas del Inge- teros, 1919, p. 122). No hay pedagogo con-
nioso Hidalgo y las campechanas grose- temporáneo que no tenga alguna deuda
rías del Escudero» (Siurot, 1923, pp. 361- con Cervantes. La maña de que se vale
362). Ballesteros Curiel para demostrarlo es,
Sin duda, abundan las interpretaciones cuando menos, pintoresca. Compara textos
psicologistas del Quijote, como hemos sueltos, muy genéricos, de autores moder-
tenido ocasión de observar reiteradamente. nos con otros del Quijote y, cuando cree
Las hay tan superficiales, que todo cuanto haber encontrado alguna similitud, aplica
sucede en la novela lo atribuyen a la locu- un «silogismo» y sin mayor indagación
ra del personaje, en ocasiones tan peregri- deduce la influencia y la superioridad
namente que incluso se atreven a dar un pedagógica de Cervantes. Puede afirmarse
diagnóstico psiquiátrico. Hay otras inter- sin temor a errar que, en opinión de Balles-
pretaciones, más copiosas, que, sin embar- teros, en el Quijote está contenido el ger-
go, aspiran a explicar su personalidad con men de toda la pedagogía contemporánea,
mayor profundidad (v.g. Madariaga, 1926). desde Rousseau hasta sus días.
La mayoría opta por una perspectiva psico- A diferencia del integrismo católico de
trascendental de la que acaba surgiendo lo Cremades y Téllez, que blanden el Quijote
que Ortega llamaba «protoplasma-estilo» de como un arma moral contra el liberalismo,
los personajes de una obra artística, una y Siurot, que cae de hinojos ante el héroe
determinada actitud vital, una determinada redentor de una España decaída, Balleste-
manera de ser en el mundo (Ortega, 1990, ros prefiere reivindicar al Cervantes sabio,
p. 87, nota 74). Desde que Menéndez Pela- al maestro y al pedagogo. El Quijote, una
yo para referirse al Quijote acuñara una vez más, pierde su condición de novela y la
expresión como realismo idealista, tan narración es literalmente desmontada. Con
bendecida por el éxito, pocos han conse- algunas de sus piezas, Ballesteros recom-
guido esquivar la tentación de condensar pone un nuevo objeto, ahora enteramente
las vidas de las criaturas cervantinas en pedagógico, del que se obtendrán benefi-
unos cuantos arquetipos psicoideológicos cios formativos y auxilio didáctico para la
abarcadores. Pocos. Luis Cernuda es uno enseñanza de la gramática y la ortografía
de ellos. Nuestra lectura antipedagógica en primaria, literatura en secundaria y len-
también quiere conseguirlo. gua española en la universidad. Guillermo

98
Téllez denostaba el uso escolar del Quijote. sa de que, por encima de cualquier preten-
La demencia de su protagonista podía ser sión objetivadora, el Quijote es una narra-
insana para la juventud, su lenguaje arcaico ción literaria escrita a salto de mata a lo lar-
y su complejidad sintáctica eran inaccesi- go de más de quince años por un artista de
bles a la infancia, y su simbolismo escapa- vida asendereada. Una historia de amor y
ba a la comprensión de los niños. Balleste- amistad, surcada por sueños y delirios,
ros, en cambio, sólo encuentra argumentos esperanzas y decepciones, que arde pasto
favorables para su presencia en las aulas: de las llamas y queda devastada cuando se
Cervantes expone los pensamientos más le cruza algún fundamentalismo moral o
enjundiosos con sencillez y claridad y sus patriótico, o cuando cae en manos del arti-
consejos tienen aplicación en la vida. Pero ficio filológico. Elevada a los altares, adora-
el mayor mérito que le reconoce es su da y canonizada, pierde su condición
capacidad de llevar la cultura y el conoci- narrativa y vital, y acaba disfrazada tras una
miento universal a cualquier lector. muchedumbre de lecturas exteriores, como
Ballesteros idolatra un texto que cree las llamaría Borges (Larrosa, 2003, p. 135).
imperecedero, provechoso, popular y Ésta es la suplantación que quiero denun-
bellamente escrito. Pero, sobre todo, lo ciar en complicidad con Pierre Ménard, el
admira por ser plenamente educativo en personaje borgiano que leyó interminable-
sus valores morales y en sus enseñanzas mente el Quijote tratando de «llegar al Qui-
sobre cualquier materia, además de adelan- jote» a través de las propias palabras del
tarse y preludiar toda la ciencia pedagógica libro, sin aplicarles disciplina, ni regla algu-
moderna. En su planteamiento lector, los na (Larrosa, 2003, p. 138). Hablamos, pues,
actores del relato, el relato mismo con sus de una lectura anticanónica del humanis-
digresiones, vueltas y revueltas, ocupan un mo cervantino que lo inmunice contra lec-
humilde y borroso segundo plano, con lo turas profesorales, mixtificadoras y doctri-
que la objetivación de la obra de arte se narias. Pues, para que resplandezca la cre-
consuma una vez más, convenientemente ación artística, debe desaparecer el efecto
amordazada, momificada, con la cinta domesticador del canon, y establecerse
pedagógica. una relación conversacional libre entre tex-
to y lector, porque, como afirma Hans G.
Gadamer (2000, p. 39), «el lenguaje sólo se
CONVIDADOS A UNA FIESTA: OTRA realiza plenamente en la conversación».
LECTURA POSIBLE DEL QUIJOTE El procedimiento con que la pedagogía
ha solido intervenir en el Quijote (mejor
Llegamos a las playas de Barcelona: final sería decir contra el Quijote) es la exégesis.
del trayecto. Es tiempo de recapitular lo Los cuatro textos que hemos revisado, sin
andado hasta ahora. Nos enfrentamos a la importar su orientación ideológica o su
lectura de un libro sobre el que se acumu- estilo formal, son puramente exegéticos,
lan abundantes prescripciones lectoras y porque plantean una relación idolátrica
no poca erudición indigesta, como la califi- con la novela de la que nacen comentarios
ca Luis Cernuda (1994, p. 670). En ese literales, fragmentarios, proclamaciones
muro medianero que separa escritor y lec- públicas de una palabra revelada. Julián
tor nos hemos movido, porque en él hacen Marías nos recordaba que el Quijote es un
su agosto la pedagogía y sus insaciables libro poco leído, leído a trozos, despacha-
discursos del deber ser. do, a veces, con unas cuantas estampas sin-
Este artículo pretende desafiarlos, téticas y una mixtura de estudios especiali-
plantarles cara con una lectura antipedagó- zados. Gran parte del texto, como la cara
gica del Quijote, porque parte de la premi- oculta de un astro, queda en la penumbra

99
y su condición novelada, narrada, se quie- mente educativas o didácticas) daña el
bra en pedazos. «Solamente la lectura inte- corazón mismo de la creación literaria que
grada y continuada –escribe Marías (1990, es, ante todo, el fruto y realización de una
p. 260)– pone ante nosotros el libro como experiencia intensamente humana, en la
tal, sin introducir por los menos lo que que la imaginación juega un papel vital. «A
habrá que llamar la pérdida del género. En través de la fábula emerge la vida de los
la novela esto es particularmente importan- hombres, sus íntimos secretos, sus angus-
te, porque es una representación imagina- tias, sus antiguas ambiciones. Por los cami-
tiva de la vida humana, y ésa es sistemáti- nos de la imaginación cada ser humano
ca». Como la exégesis sirve a un fin supe- inventa su propia vida y descubre el mun-
rior, trascendente, rompe necesariamente do», escribe Gabriel Janer (2002, p. 23).
con el acontecimiento cotidiano, con la fla- Una obra de arte reducida a objeto
queza y la contradicción de los personajes, pedagógico condena la imaginación en
con lo laberíntico del relato, con todo nombre de un principio moral indiscutible
aquello que no confirme el principio canó- y trascendental, ante el que desaparece el
nico que la anima y acredita. De ahí que los gozo de la lectura que, como también sue-
comentarios pedagógicos del Quijote pro- le decir Gabriel Janer, es otra manera de
pendan a la fractura del texto en meros hablar del deseo. Y éste es una presencia
catálogos de consejos y sentencias, con insistente en el Quijote. No estoy seguro de
paralela mutilación de ciertos pasajes y que la trama dialogada que recorre la nove-
olvido clamoroso de capítulos completos. la de cabo a rabo sea una relación pedagó-
Sin embargo, vida y novela tienen la misma gica que supedita el deseo, como se nos
sustancia narrativa. Como la vida, tampoco quiere hacer ver comúnmente, a unas
la novela surge de la suma de sus ingre- metas ideales o prosaicas. Veo, sobre todo,
dientes. seres de carne y hueso, de compleja perso-
El espíritu exegético que suele guiar las nalidad, que siguen no una sino varias
lecturas pedagógicas del Quijote le viene vidas, que sueñan despiertos (Mèlich,
quizás de ese origen sometido al que alu- 2002). En Don Quijote esta pluralidad de
día Santullano (1938), pero más probable- trayectorias es palmaria, pero también en
mente de una tendencia pastoral, también Sancho y en otros personajes.
originaria en la pedagogía escolar (Hunter, No se ha hecho, creo yo, demasiado
1998; Popkewitz, 1998), que la impele a caso al hecho de que la novela discurre por
producir normas de clasificación. En los una llanura, que es un espacio homogéneo
textos pedagógicos que hemos tenido oca- y sin señales sobresalientes, donde las lige-
sión de revisar, se repiten, como consignas ras variaciones del relieve resultan decisi-
didácticas, múltiples distinciones y oposi- vas. La vida cotidiana semeja, en cierto
ciones binarias, tan socorridas también modo, una llanura en la que sólo el
para la crítica literario-filológica. Además encuentro con lo maravilloso rompe la
de la ruptura narrativa que esta operación monotonía. En mitad de la calma chicha
estructural representa, su efecto más inme- del mediodía, ante un rebaño de ovejas, o
diato es la deshumanización de la novela, sólo con cerrar los ojos sobre un caballo de
pues sus personajes se transforman en madera, arranca un viaje de incierto desti-
modelos, en autómatas, en funcionarios de no, se quiebra el orden del discurso orto-
un orden político, moral o académico que gráfico. La locura de Don Quijote es, como
los sobrepasa. Si, como asegura Mèlich en el acto de enamorarse, el método (es
(2002, p. 150), «la literatura es una defensa decir, el camino) que desencadena el acon-
de lo individual, de lo concreto», este juego tecimiento que anima la narración. La risa
de oposiciones metafísicas (pretendida- es, en complicidad con la locura muchas

100
veces, el otro camino que permite el fluido pero no individuos. La presunta universali-
tránsito entre realidad y ficción. Ni uno dad de los tipos humanos que quieren
solo de los textos pedagógicos que hemos encarnar las máscaras es ficticia, pero útil
venido analizando concede un papel este- para la organización catequética del cono-
lar, si siquiera importante, a la comicidad cimiento. Lectores «ingenuos» del Quijote
del Quijote. Todo lo más la interpretan como Luis Cernuda y Julián Marías saben
como mecanismo psicológico para sobre- que la inagotabilidad narrativa del Quijote
llevar con ironía el feo aspecto de la reali- no viene de representar tal o cual entele-
dad nacional, o como prueba de los efectos quia intemporal, sino de su humanidad
benéficos que Sevilla obró en Cervantes: la concreta. A fuerza de humano Don Quijote
cuestión es buscar siempre una explicación se vuelve más rico e indefinido, más inso-
racional según la cual la razón histórica (o luble en el reino solemne de las ideas pla-
el estereotipo cultural) se impone al sujeto. tónicas.
Desde estos puntos de vista, la burla Esta aparente paradoja de la infinitud
no es un bien pedagógico, sino un subpro- de lo finito se nutre, entre otras cosas, del
ducto literario que circunda el meollo humor, que siempre se mueve, como pez
moral o simbólico del texto. Pocas mutila- en el agua, en el río de lo ambiguo y de lo
ciones pueden tener menos justificación que puede ser, casi nunca en el terreno de
que la negación de la locura y la burla lo que debe ser. Sin embargo, la risa, que es
como elementos generadores del relato. La un lenguaje tan humano, queda reducida a
risa, como dice Cernuda (1994, p. 685), es la anécdota graciosa y la ocurrencia feliz o,
un don divino que nos acerca a Don Qui- peor aún, se ve absolutamente despreciada
jote. Cuanto más nos reímos de él, más fa- y por fin desterrada de la mayoría de los
miliar lo sentimos. Cosa rara, porque siem- comentarios pedagógicos. Los pedagogos
pre parece que reírse de alguien lo degra- prefieren acudir a un plano educativo tan
da moralmente. En el Quijote la risa, por el primario, y tan aburrido, como el del con-
contrario, es una invitación al encuentro sejo o la reprimenda, porque presienten
con el otro, para trabar con él una relación con algún desasosiego que la risa no retra-
amorosa y ética, es decir, a tomar parte en ta la realidad, la interpreta libremente; que
la narración de su vida. Continúa Cernuda: tampoco acepta dócilmente las regulacio-
nes, o que, incluso, las niega. Gabriel Janer
A través de las flaquezas que reímos en
Don Quijote comenzamos a vislumbrar en
(1991), que tantas virtualidades educativas
el maduro hidalgo un alma juvenil, donde ha descubierto en la risa, destaca entre
arde puro y vivo el fuego del entusiasmo ellas precisamente la de mostrar con inteli-
apasionado. No le aburre nada, ni le cansa gencia la disconformidad con el mundo.
la vida, en todo halla alimento para su mag- Probablemente, Don Quijote no es un
nífica curiosidad, a diferencia de aquellas revolucionario, como imaginan algunos
gentes que le rodean y vencen; y por eso lo anarquistas (el mismo Azorín, cuando lo
vencen, porque no tienen curiosidad ni era, lo pensaba), pero sí un outsider que
pasión, y juegan en frío, mientras que Don sigue su camino encantado, sin dejarse
Quijote pone en todo demasiado. Hay en él embaucar por quienes lo incitan, con enga-
algo de niño y poeta… (Cernuda, 1994, p.
ños y sermones, a que siga el camino rec-
666).
to.
La cirugía pedagógica ha rehuido la Las lecturas pedagógicas, apegadas a
lectura silenciosa e íntima, también inocen- su propio quijote, silencian otros quijotes
te, del Quijote para embarcarse en un posibles y callan personajes y sucesos que
espectáculo moral, político o filológico, del consideran fútiles o escasamente educati-
que resultan personajes, es decir, máscaras, vos. Hay tal disparidad entre la experiencia

101
de leer el relato de manera pausada y con- nuevas «fórmulas magistrales», aunque pue-
tinua de comienzo a fin, sin intermediación de que esta vez no sean metafísicas, sino
de expertos, y esta otra de verlo reconver- comerciales. Es, desde luego, una necesi-
tido en un objeto pedagógico con tantas dad que Cervantes y su obra dejen de ser
ausencias, que es muy difícil creer que se leídos con reverencia, pero peor aún sería
trate del mismo relato, del mismo protago- que acabaran convertidos en mercancía
nista y del mismo escritor. Una lectura anti- para cultura de masas. Creo que fue Henri
pedagógica es una invitación a adentrarse Michaux quien se negó, mientras pudo, a
en ese mundo ausente y condenado al exi- ver sus obras publicadas en ediciones de
lio. Es recuperar el deleite del relato des- bolsillo, porque no quería ser leído por
provisto de palabras, de palabrería. Es cualquiera… Para desgracia de Don Quijo-
como ser convidados a un banquete y te, la sirena que convoca al espectáculo va
sumergirse en el tiempo total y libérrimo de a sonar en cualquier momento.
la fiesta (Velasco, 1982, p. 23), donde aún
queda lugar para el gozo de lo inefable. En
1991, un siglo después, el pintor surrealista BIBLIOGRAFÍA
Jorge Camacho interpreta, en un lienzo
propio, uno de los más complejos y miste- ÁLVAREZ JUNCO, J.: Mater Dolorosa. La idea
riosos cuadros de Paul Gauguin: De dónde de España en el siglo XIX. Madrid, Tau-
venimos, a dónde vamos, quiénes somos. rus, 2001.
Para su remake, Camacho elige otro título, A NDERSON, B.: Imagined Communities.
que es su respuesta a esta cadena de inte- Reflections on the Origin and Spread of
rrogantes: El silencio. Nationalism. Nueva York, Verso, 1983.
En el tercer centenario de la aparición ARENAS, R.: Necesidad de libertad. Grito,
de su primera parte, el Quijote se vio lite- luego existo. Miami, Ediciones Univer-
ralmente zarandeado por la retórica belige- sal, 2001. Primera edición, Caracas
rante de un imaginario nacional roto. Cabe (Venezuela), Editorial Kosmos, 1986.
preguntarse a qué zarandeo verbal se verá AYALA, F.: Cervantes y Quevedo. Barcelona,
ahora sometido en 2005, cien años des- Seix Barral, 1974.
pués, en la era de la globalización. En un AZORÍN: La ruta de Don Quijote. Madrid,
stand de la Feria Internacional del Turismo Cátedra (Letras hispánicas), 1998. Con
de Madrid (FITUR, Febrero de 2004) se una «Introducción» de José María Martí-
vendían quijotes a un euro para hacerlo nez Cachero (pp. 13-45).
asequible a cualquiera, casi como uno de BALLESTEROS CURIEL, J.: Estudios Didácticos.
esos artículos made in China de los comer- Cervantes, Rector de Colegio. Pedago-
cios de todo a cien. En la red hay decenas gía del Quijote. Pontevedra, Imprenta
de miles de páginas, que son otros tantos A. Antúnez Hnos, 1919.
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104
LA LIBERACIÓN DE DON QUIJOTE 1

MARÍA ZAMBRANO (*)

RESUMEN. Durante el presente año se celebra el centenario del natalicio de María


Zambrano. La pensadora, Premio Cervantes de Literatura, recurrió con frecuencia a
las fuentes cervantinas para extraer profundas reflexiones. En este caso, contrastan-
do los planteamientos unamunianos y orteguianos, dos de sus maestros, sobre el
Quijote, reitera una vez más la necesidad de aunar la reflexión y el ensueño, la fi-
losofía y la poesía, como senda firme hacia la libertad. Es el camino quebrado ele-
gido por el Caballero de la Mancha entre la cordura y la locura, ambas espejos de
la realidad.

ABSTRACT. This year is the centennial of the birth of María Zambrano. This thinker,
who was awarded the Cervantes Prize (Literature), often resorted to Cervantes as a
source of deep reflections. In this case, contrasting what two of her teachers, Una-
muno and Ortega, had to say about Don Quixote, she reinstates the need to bring
together reflection and reveries, philosophy and poetry, as a steady path towards li-
berty. That is the crooked path chosen by the Knight from La Mancha between sa-
nity and wisdom, both of which are mirrors of reality.

Nunca fue suficiente la Filosofía, ni aun en ese género tan ambiguo llamado novela.
los momentos de su máximo esplendor. Son formas de aparición de imágenes de la
Son necesarias las imágenes que orienten vida que más allá del tiempo regular domi-
el intento de ser hombre. En cada cultura nan el pasado más remoto y el futuro inal-
se han engendrado el mito, la tragedia y canzable. Dominan, definen y hasta justifi-

(1) Este artículo inédito de la filósofa responde al manuscrito número 303 que se encuentra en la bibliote-
ca-archivo de la Fundación María Zambrano, sita en Vélez-Málaga (Palacio de Beniel). Ciertamente los textos
zambranianos en torno a Cervantes, y concretamente sobre el Quijote, son numerosos, de ahí que la selección
del presente sirva de homenaje a la autora y al Caballero de la Mancha en la celebración y en la proximidad de
sendos centenarios: el del natalicio de la filósofa (2004) y el de la edición de la universal novela (2005).
En el pie final del texto figura escrito por la autora: «París, 22 de diciembre de 1947. Ave. Victor Hugo, 199».
En el año 1946, Zambrano viaja sola de La Habana a París. Le comunican la grave enfermedad de su madre, doña
Araceli. A la capital del Sena llega el 6 de diciembre. Su madre ya había sido enterrada. Además, su hermana, Ara-
celi, que permanecía desde 1939 al lado de su madre, también se encontraba en delicada situación psicológica,
provocada por torturas de los nazis durante la ocupación de París y extradición de su marido a España, donde sería
fusilado. María no abandona a su hermana. Se establece en París hasta 1949, año en que las hermanas viajan a
América. En París conoce a J. P. Sartre, S. De Beauvoir, A. Malraux, P. Picasso, etc. pero será con A. Camus, R. Char,
J. Bergamín, O. Paz, A. Alonso, T. Osborne, con quienes establece profunda amistad y de quienes reciban ayuda
económica las hermanas Zambrano, pues «ellas dos hacían una sola alma en pena», escribe en Delirio y Destino.
(*) De la revisión y notas del texto se encargó Rogelio Blanco, redactor jefe de la Revista de Educación.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 105-110. 105


Fecha de entrada: 24-02-2004
can los haceres y padeceres que forman la producen la ambigüedad. ¿Con cuál de
historia de un pueblo. estas imágenes podemos identificarnos si
No ofrece duda de que Don Quijote de nos dirigimos a la imagen primera en rango
la Mancha es entre todas las imágenes crea- y originalidad del Caballero? Bien pronto
das por la literatura española la que alcan- aparece la otra imagen, la del hombre
za este lugar definitivo y definitorio para la común que le sirve y sostiene, y sin el cual
conciencia española. Lo corrobora el nada habría hecho. Pero todavía más: Cer-
hecho de que sea igualmente la figura vantes que nunca se confiesa, que nunca
aceptada por la conciencia universal, pues habla en primera persona, no deja de estar
un pueblo por definida que tenga su per- presente en todas las ocasiones, y él tam-
sonalidad y su trayectoria no deja de for- bién nos mira. Juego de espejos y de imá-
mar parte de la historia universal y es en genes dominadas por una mirada y una
función de ella como alcanza su rango sonrisa. Y así nos venimos a sentir como en
efectivo. la vida: indecisos bajo la mirada omnipre-
Mas la figura del Caballero de la Man- sente de un autor que manifestándose con
cha no presenta solamente ante la historia la mayor claridad ha dejado intacto el mis-
universal –la verdadera– la encarnación terio.
del anhelo profundo de un pueblo. Por el Y el misterio, que circula por todo el
contrario, para vislumbrar claramente ese libro en el que se concentra la ambigüe-
valor o ese proyecto, es necesario despejar dad, es que Don Quijote esté loco y más
previamente un problema que parece afec- que loco enajenado, encantado. No es uno
tar a los españoles pero que bien pronto se solo simplemente, sino el individuo ejem-
ve que afecta igualmente a la cultura de plar de una especie de locura que ha apa-
Occidente, es el problema de la ambigüe- recido y transitado por todas las locuras
dad. Y toda ambigüedad requiere una libe- aunque no con esa claridad y determina-
ración. ción: la especie de la locura que clama por
Si se mira a la figura escueta de Don ser rescatada, liberada.
Quijote no parece ser nada ambiguo. Pero Un loco es siempre una criatura ambi-
no podemos mirarla en soledad, siempre gua. Sabido es el respeto con que se rodea,
va acompañada de otro, de «un otro» aun en los ambientes netamente popula-
viviendo en esa íntima soledad de todos los res. Para las gentes sencillas un loco es un
héroes. Si la acción que realiza está plena- inocente, un ser inspirado por el que se
mente elegida por él, al ejecutarla ha de abre a ratos la verdad, un ser sagrado en
contar con su escudero, con su servidor suma. Don Quijote quizá no sea un loco
Sancho; es imposible separarlos. Y Sancho aparte, sino el loco tal como lo han visto y
resulta ser no sólo un servidor fiel de Don sentido la conciencia original de los hom-
Quijote, sino otra cosa al parecer contraria: bres que pervive aún en el pueblo. Pero
un juez. La presencia de Sancho es en rea- sea o no sea el origen de la concepción cer-
lidad un espejo, el espejo de la conciencia vantina, Don Quijote es un loco sagrado,
que mira y mide al genial caballero. Y así, un inocente que clama por su liberación de
al mirarnos los españoles en el espejo que los encantos del mundo.
Cervantes nos tiende, nos encontramos Pero la ambigüedad se acentúa porque
con dos imágenes indisolublemente liga- Don Quijote está poseído por la locura de
das: la imagen de Don Quijote, verdadera su liberación, de la libertad. La Libertad es
imagen sagrada, cifra de nuestro más ínti- su pasión; se entrecruza con la pasión de la
mo anhelo y la imagen de Sancho, espejo a justicia, pero justicia para él será siempre
su vez de Don Quijote; juego de juegos y libertad; libertad y no orden, libertad y no
de imágenes que en su exceso de claridad igualdad. Y la ambigüedad máxima de la

106
obra de Cervantes es que el héroe que Don Quijote y Sancho. El de Ortega, Medi-
dedica el esfuerzo de su brazo a la inflexi- taciones del Quijote, marca el comienzo de
ble voluntad de liberación de todos lo que un largo y ya maduro pensamiento filosófi-
se encuentran en su camino, sea el más co que ha desembocado en una filosofía
necesitado, galeotes y azotados, «las mozas que ha caminado hacia una filosofía de la
de partido» –a quien él llama «doncellas». razón histórica.
Todos vemos así que si Don Quijote es un Unamuno, en su Vida de Don Quijote y
clásico, un libro actual en esta hora de la Sancho, se lanza a rescatar a Don Quijote
conciencia, es simplemente porque como del ámbito de la novela cervantina con la
todos los clásicos verdaderos no nos plan- pasión insatisfecha del autor que no ha
tean nuestro conflicto y al acudir a ellos no hallado su personaje; el modo en que lo
hacemos sino mirarnos a nosotros mismos. rescata es convirtiendo a Don Quijote en
No resulta extraño que frente a esta un personaje de tragedia. Con ello le salva
ambigüedad múltiple del libro de Cervan- de la ambigüedad. Sancho es simplemente
tes, ambigüedad de planos que se cruzan el servidor incrédulo –«Creo, Señor, vence
en el foco central del misterio de su locura mi incredulidad!»– es no más que la natura-
hayan surgido en la última época del pen- leza humana no ganada enteramente por la
samiento español dos comentaristas de fe, la materia que resiste al incendio de la
idéntica jerarquía, dos libros que nos han esperanza y la cordura que no se deja
presentado a los españoles dos caminos o penetrar por la locura de la caridad. Y has-
maneras de disolver la ambigüedad del ta cambia el género de supervivencia de
Quijote, vale tanto de rescatarle de su locu- Don Quijote, que si bien recibió de Cer-
ra, de disipar los encantos que circundan y vantes la inmortalidad, asciende arrebatado
anulan al fin su clara voluntad y su inocen- por la pasión de Unamuno a la «vida eter-
te acción. Son en realidad dos «Guías» na». Y con ello, la ambigüedad se desvane-
–género tan español– para salir del conflic- ce por completo, pues ser inmortal es sim-
to que entraña el ser español. Pero si el con- plemente pervivir en la memoria de los
flicto de ser español es el conflicto de la hombres, traspasar los linderos de la muer-
enajenación, del encanto del mundo ante la te pero a costa de la vida. Mas la «vida eter-
libertad, resulta ser el conflicto más auténti- na» es por el contrario la absorción total de
camente universal, y actual, el conflicto de la muerte en la vida, la destrucción de la
la Historia toda agudizado en el acto que muerte; resultado coherente con la hazaña
estamos viviendo. No es extraño, cierta- unamunesca de la liberación de Don Qui-
mente, que cuando España ha realizado jote, ya que la vida eterna se presenta a los
verdaderamente alguna hazaña no ha sido hombres sólo en la religión que hizo de la
sólo para sí, sino antes y más allá de sí mis- libertad su revelación central, es decir, con
ma para lo universal; si cabe una definición el cristianismo. Unamuno rescata de la
del español digamos que es auténticamente ambigüedad de la novela, del juego equí-
español el que como Don Quijote vive y voco de espejos a Don Quijote y le bautiza
padece para el logro de algo universal. cristiano: su historia es una forma de la
Los intentos de liberación de Don Qui- pasión trágica, del padecer de la libertad en
jote a que nos referimos han sido realiza- la tierra, que acaba introduciendo al héroe
dos por los dos hombres de más alto pen- en la vida eterna.
samiento de nuestra última época: Don Y así Unamuno propone a los españo-
Miguel de Unamuno y el filósofo Ortega y les y a todos lo que se acercan al espejo de
Gasset. El libro del primero fue escrito en la obra cervantina, queriendo descifrar su
conmemoración del centenario de la publi- enigma, una hazaña enteramente quijotes-
cación de El Quijote, se titula La Vida de ca: que se identifiquen con el héroe y al

107
hacerlo le rescatemos de la circunstancia rrogación filosófica sobre el ser de las
mundana en que su vida se desenvuelve, cosas surgió en Grecia, fue porque sus dio-
pero esta circunstancia, ¿cuál es? Ya se ses conformados por la poesía eran ambi-
sabe; se sabe que el mundo para el héroe, guos. Tal proposición es la aclaración últi-
y más que para ninguno para Don Quijote, ma de su libro sobre el Quijote. Ante la
está «encantado». Nos ordena no tener en revelación poética del Quijote nos propo-
cuenta el «encanto» y proseguir. ne disolver esta figura casi mitológica en la
Lo que Ortega y Gasset intenta realizar conciencia, aclarará en el ensueño de que
en su libro Meditaciones del Quijote es tan es portadora, en el pensar filosófico, de
contrario como cabe de la hazaña unamu- descifrar el enigma para extraer un proyec-
nesca. En primer lugar no se dirige a Don to de vida.
Quijote sino al libro todo y a través de él a Y ahora vemos más precisamente en
Cervantes. Es a Cervantes a quien pretende qué consiste la ambigüedad del espejo que
descifrar. Y así es Ortega quien descubre la Cervantes nos ofrece: Don Quijote el pro-
ambigüedad del Quijote, su ambivalencia, tagonista, es el portador de un largo ensue-
la perplejidad que la conciencia española ño ancestral. El ha llegado a la categoría de
siente ante el libro simpar. ¿Quién era Cer- héroe nada más que por obedecer –como
vantes y qué nos quiso decir, se pregunta? han obedecido ciegamente los protagonis-
Su interrogación va cargada de la máxima tas de la tragedia– a una pesadilla ancestral
preocupación filosófica y amorosa por el de la que son la víctima en sentido sagrado
destino de un pueblo tan singular, de una y humano. Toda tragedia es un sacrificio,
cultura tan esencialmente problemática. Lo un rito por el cual se aplaca a las fuerzas
español, viene a decir, es algo tan raro en obscuras y ambiguas que permiten a costa
el mundo como las pocas gotas de sangre de la pasión y muerte del héroe que se
helénica que queden en la actualidad. aclare un obscuro conflicto, que se haga
Como realización de lo español en su ínte- visible uno de los tremendos nudos que for-
gra pureza sólo tenemos un edificio: El man la trama de la existencia humana. El
Escorial, y un libro: El Quijote. Y el libro –el protagonista de la tragedia paga con toda
monumento de palabras– es terriblemente su vida y a veces con toda su sangre por
ambiguo. A quien pretende liberar no es a obtener para los demás una gota de luz2.
Don Quijote, sino al destino de España Identificarnos con el protagonista de
aprisionado dentro de él, encantado con él una tragedia, en este caso con Don Quijote
y por él; y en consecuencia, lo que Ortega liberado del ambiente ambiguo de la nove-
hace y nos propone no es un rescate del la –como Unamuno nos propone– es con-
personaje sino un acercamiento a la mirada tinuar una pasión, una «agonía» en el senti-
del autor, y más que a su mirada al lugar do estricto del vocablo. Será revivir el
desde el cual esta mirada nace. La disolu- momento de la esperanza y el del abando-
ción de la ambigüedad estará –se deduce no, el «Padre mío, ¿por qué me has aban-
de toda la obra filosófica de Ortega– en el donado?», y lograr así un conocimiento que
conocimiento. Es el pensamiento filosófico es libertad. El conocimiento que los hom-
quien resuelve la ambigüedad esencial de bres del Antiguo Testamento identificaron
toda revelación mitológica, figurativa. con la vida eterna, el que da satisfacción al
Porque toda revelación poética es ansia de ser en la eternidad. Nada tiene
ambigua, dirá años más tarde Ortega en esto que ver con la Historia, con el destino
los comienzos de su curso Tesis metafísica histórico de un pueblo y su cultura. El rea-
acerca de la razón vital. Y si la clara inte- lizarlo implicaría el sacrificio total de Espa-

(2) La filósofa rememora del Coloquio de los perros de Cervantes el texto: «un poco de luz y no de sangre».

108
ña, su consunción histórica para ganar la dad de la historia surge avasalladoramente
eternidad. La imagen de una España eter- la angustia por el ser del hombre mismo,
na, enteramente consumida por la tragedia. del sujeto de la historia. Aceptando por
La idea de una España transhistórica apare- entero la Historia ¿el hombre qué viene a
ce plena de belleza en el libro de Unamu- ser?, ¿cabe acaso, resignarse ante ella y con-
no y atraviesa cada vez más obsesivamente fiarle la realización de eso que constituye el
toda su obra posterior, tal es la consecuen- fondo último de la vida del hombre: la
cia de extraer a Don Quijote del ámbito de esperanza? El espejo, la visión de lo huma-
la novela de Cervantes y rescatarle de su no que nos ofrece la Historia no es caso
ambigüedad, transformándolo en persona- esencial, constitutivamente ambigua. Des-
je de tragedia: el sacrificio total de la reali- cubriendo la Razón en la Historia queda
dad histórica de España. despejada su ambigüedad pero entonces
No es debido al azar, veamos ahora se concentra amenazadoramente en el
que Ortega, él, apegado a Cervantes, haya hombre, en el sujeto que al mismo tiempo
madurado su pensamiento filosófico en la es su autor y su víctima?
Razón Histórica. Comienza proponiéndo- La Filosofía, cuantas veces lo ha hecho,
nos la aceptación del libro ejemplar en su ha nacido del anhelo de vivir fuera de la
integridad, advirtiéndonos de su ambigua tragedia; ha querido ofrecer al hombre un
condición novelesca. El conocimiento, la modo de ser ajeno del sacrificio, liberándo-
mirada filosófica habría de deshacer el lo así de la ambigüedad de los dioses. En
encanto de Don Quijote. El resultado de su primer nacimiento en Grecia aparece
esta actitud, de esta aceptación inicial de la este designio con toda claridad que para-
novela y de su conversión en puro conoci- dójicamente tiene su víctima en la figura de
miento traerá como consecuencia la acep- Sócrates, el filósofo antitrágico y figura de
tación total de la Historia y la decisión por tragedia al mismo tiempo. Hija de la razón
tanto de encontrar en ella misma y no en su filosófica griega, la Filosofía medieval pro-
consunción, la realidad suprema, la reali- sigue su racionalismo esencial aun bajo la
fe cristiana. Y es Descartes quien al volver
dad ininteligible que sea al propio tiempo
nuevamente al punto de partida donde se
realidad y razón, vida y conocimiento.
origina la Filosofía –la duda– muestra la
Pero en esta clara solución del pensa-
más clara voluntad antitrágica. La concien-
miento de Ortega se esconde como en cia con su luz homogénea disolverá todos
todas las valoraciones filosóficas en que se los nudos trágicos: existir es pensar. Las
parte de la vida para no transcenderla, un pasiones, los ensueños ancestrales, las
angustioso problema, y más bien que pro- pesadillas trágicas serán disueltas por la luz
blema, una decisión, la más grave quizá de de la conciencia. Y como es sabido, el espí-
cuantas haya tomado sobre su conciencia ritu cartesiano conformará en gran parte
el hombre occidental descendiente de la toda la cultura de la Epoca Moderna.
razón griega y de la fe cristiana. Pero surge la angustia de la nada bajo
Es la decisión de la total aceptación de el ser de la «existencia» humana y bajo la
la realidad inmediata de la Historia. Frente conciencia, la subsconciencia poblada de
a esta aceptación surge la angustiosa pre- pesadillas y esperanzas inconfesables. El
gunta ¿quién soy yo?, ¿cuál es mi realidad mundo de la subsconciencia es otra vez el
verdadera de persona viviente? La Filosofía mundo de tragedia que busca y necesita
comenzó en Grecia cuando frente a la sus figuraciones, sus mitos, sus seres de
aceptación de la realidad de las cosas sur- locura. Avasalladoramente, y no sólo en los
gió la pregunta sobre el ser verdadero ensueños de la subsconciencia sino en la
escondido en ellas. En la situación actual, desnuda realidad, crece el delirio. La histo-
frente a la aceptación completa de la reali- ria es más que nunca una pesadilla.

109
La Filosofía actual, el Existencialismo No sabemos si será así, pero solamente
en todas sus formas, el Personalismo, la en este caso, en la unidad de la Filosofía y
Razón Histórica intentan recoger la totali- Poesía, encontrará nuestro Don Quijote su
dad de la vida humana: vida y conciencia, liberación; la liberación al par de los encan-
y más allá aún contempla la existencia del tos del mundo y de su locura. Y con él,
hombre entre el ser y la nada. ¿Podrá ver- todas las figuras nacidas de los enrevesados
daderamente anular la Tragedia la concien- ensueños de la esperanza. Y la esperanza
cia filosófica ensanchada hasta los últimos suprema bajo diversos nombres y signos ha
límites, anular las figuraciones poéticas, los sido siempre para los occidentales una sola,
la que lleva el nombre de Libertad.
mitos, los personajes ambiguos portadores
No se ha escrito tal vez obra alguna
de las más hondas e indescifrables espe- que esté más cerca de ser la Tragedia de la
ranzas? En los tiempos que se abren vivire- Libertad –nuestra Tragedia– que la historia
mos –vivirán los que nos sigan– del cono- ambigua del Caballero de la Mancha. Y la
cimiento filosófico o de las figuraciones ambigüedad quizá resida solamente en
poéticas? O no se estará preparando acaso esto: en que el pensamiento filosófico no
una unidad última entre Filosofía y Poesía, podrá alcanzar, sin aliarse con la Poesía, el
un mundo de conciencia y razón que sin secreto último de la libertad terrestre, la
disolver las imágenes de los héroes, logre fusión de la Libertad con lo que parece ser
desencantarlos? su contrario: amor, obediencia.

110
LA INTERPRETACIÓN NOVENTAYOCHISTA DEL QUIJOTE:
CONSAGRACIÓN FILOSÓFICA DE SU SENTIDO «PROFUNDO»

JORGE CHEN SHAM (*)

RESUMEN. Este artículo plantea la articulación de los postulados filosóficos de la es-


tética romántica y la interpretación que la Generación del 98 nos ofrece del Quijo-
te. Se parte de la tesis de que no se puede comprender esa preocupación antropo-
lógica por el héroe cervantino ni las implicaciones de la noción de «profundidad fi-
losófica» sin observar las conexiones con la estética romántica, en especial su ideal
de obra artística y el simbolismo que ésta encierra. De este modo, la Generación
del 98 canoniza determinados protocolos hermenéuticos a la hora de abordar el
Quijote.

ABSTRACT. This article articulates the philosophical tenets of romantic aesthetics and
the interpretation of Don Quixote by the Generation of 1898. The initial thesis is
that it is not possible to understand the anthropological concern for Cervantes' hero
or the implications of the notion of «philosophical depth» if we do not take into
consideration the connections with romantic aesthetics, especially the ideal regar-
ding the work of art and the symbolism it contains. Thus the Generation of 1898
canonises certain hermeneutical protocols in the study of Don Quixote.

Con La arqueología del saber (1969), lectura del Quijote inaugurada por los
Michel Foucault nos enseñó a analizar las románticos alemanes llega a su consagra-
series discursivas con el fin de establecer, ción hermenéutica en la Generación del
en la historia de las ideas, jalonamientos y 98. Muy tempranamente, en El pensamien-
discontinuidades que pudieran dar cuenta to de Cervantes (1925), Américo Castro
de la evolución y de su economía sígnica había señalado el aporte decisivo de los
(12-13). Ello supone pensar que, si bien románticos alemanes en la configuración
una serie está constituida por una red de de lo que denominamos el canon interpre-
analogías «que muestren […] cómo expre- tativo del Quijote, pues ellos vislumbraron
san todas un mismo y único núcleo central» «en la novela hondo valor humano y senti-
(Foucault 15), es necesario observar el jue- do profundo, que se imponía a los tiempos
go de correlaciones con otros discursos y el y a las diferencias de gentes» (Castro 15).
lugar que ocuparía un elemento dentro de Recordemos que, para la estética
estas series. El orden del discurso y su con- romántica, la verdadera literatura es aque-
sumo social, que Foucault evalúa en La lla que logra superar la realidad sensible y
arquelogía del saber, explicarían cómo la tangible de las cosas, para revelar lo invisi-

(*) Universidad de Costa Rica.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 111-117. 111


Fecha de entrada: 25-11-2003
ble y la fuerza que las mueve; en este sen- simbólico del arte en general, aparien-
tido, «la poesía es concebida como la única cia/profundidad. La significación de tal
vía de conocimiento de la realidad profun- «constructo» la encontramos en los dos
da del ser» (Aguiar e Silva, 1968), en un uni- libros que consagran la interpretación filo-
verso en donde aquéllas, en apariencia sin sófica y antropológica del Quijote dentro
vida, encierran un simbolismo que sólo el de la Generación del 98. Ambos son hones-
poeta puede desvelar. La naturaleza guarda tamente vitalistas y exultantes de cervantis-
sus secretos al hombre; las formas y los mo: la Vida de Don Quijote y Sancho
movimientos, inherentes al devenir de las (1905), de Miguel de Unamuno y las Medi-
cosas, se revelan cuando el conocimiento taciones del Quijote (1914), de José Ortega
humano reconoce el espíritu creador y Gasset. Comencemos por Ortega y Gas-
(Beguin 123); por lo tanto, solamente el set por razones metodológicas. En la
espíritu creador del poeta es capaz de res- «Meditación preliminar», Ortega y Gasset
taurar el dinamismo vivificante de la natu- reconoce la profundidad de lo que se
raleza y penetrar en la interioridad del ser. manifiesta como superficial: «… es a lo pro-
Esta analogía entre experiencia poética y la fundo esencial el ocultarse detrás de la
fuerza cósmica que mueve el universo es superficie y presentarse sólo al través de
fundamental para comprender la vocación ella, latiendo bajo ella» (104) y advierte que
hacia lo absoluto y la unidad que guían la las cosas profundas dan evidencia de lo
misión del poeta. Ya lo dijo con gran acier- que esconden: «hay cosas que presentan de
to Ignaz Paul Vitalis Troxler1, médico y filó- sí mismas lo estrictamente necesario para
sofo suizo para quien, «la naturaleza de las que nos percatemos de que ellas están
cosas y su unidad primera no puede cap- detrás ocultas» (105).
tarse sino en el último escondrijo del alma La tarea del filósofo sería ejercitarse en
humana» (citado por Beguin 125) y ello una actividad que implica un gran esfuerzo
deriva en un principio filosófico que hará de comprensión, es decir, un «amor inte-
escuela: «cuanto más nos adentramos en llectualis», el cual provoca en el hombre un
nosotros mismos, apartándanos de las apa- impulso para comprender las cosas y
riencias, más penetramos en la naturaleza encontrar en ellas «el camino más corto a la
de las cosas que están fuera de nosotros» plenitud de su significado» (Ortega y Gas-
(citado por Béguin125, la cursiva es del set 46)2. En virtud de la noción de «profun-
autor). didad», el filosófo expone la red de relacio-
De esta manera, determinar y captar la nes entre las cosas y el hombre, de manera
naturaleza del hombre supone un movi- que su colaboración es el presupuesto cla-
miento en el que el artista debe alejarse de ve para que cualquier objeto se dilate
las apariencias para penetrar en la interiori- abriéndose y mostrándose en su radicali-
dad; ello deriva en una dicotomía que será dad esencial. Esto es lo que denomina
básica a la hora de aprehender el estatuto Ortega y Gasset con el término «escorzo»3 e

(1) Ignaz Paul Vitalis Troxler estudió en Jena, donde fué discípulo de Schelling en su mejor época […]
publicó en 1806, 1808 y 1812 sus obras filosóficas esenciales: La vida y su problema, Elementos de biosofía y Oje-
adas a la naturaleza del hombre (Béguin 121).
(2) En su edición de las Meditaciones del Quijote, Julián Marías explica que Ortega y Gasset retoma este
concepto de la Éthique (1677) del filósofo Baruch de Spinoza (1632-1677), para quien el conocimiento más ele-
vado es aquel que tiene su causa en Dios y se dirige a comprender su perfectibilidad eterna (Marías 45, nota 9),
dentro de una doctrina de la salvación vía el conocimiento.
(3) «El escorzo es el órgano de la profundidad visual; en él hallamos un caso límite donde la simple visión
está fundida con un acto puramente intelectual» (118).

112
inmediatamente, afirma que «Don Quijote cia de una obra» (1228), ya que se dedican
es el libro-escorzo por excelencia» (119). a analizar los pasajes menos intensos y pro-
De esta forma hace de la profundidad la fundos, «que menos se prestan a servir de
clave para el estudio del texto cervantino y punto de apoyo para vuelos filosóficos o
nos propone el ejercicio de la meditación elevaciones del corazón» (1332). Observe-
como la práctica discursiva capaz de per- mos la sintonía en el pensamiento de
mitirnos entrar en la profundidad del Qui- ambos cervantistas. Plantea Unamuno la
jote. Con ello llegamos a una economía necesidad de «penetrar» en el sentido sim-
argumentativa con la que Ortega y Gasset bólico del Quijote y, para ello, pondera la
cierra su propuesta: la filosofía es profun- meditación de quien sabe propulsarse en
didad de conocimiento que invita a la refle- vuelos filosóficos. En un ensayo anterior, El
xión y el Quijote «rezuma» una profundidad caballero de la triste figura: ensayo icono-
que incita a la meditación: «… hay un ver lógico (1896), él apuntaba que solamente
que es un mirar, hay un leer que es un inte- una interpretación filosófica, el «quijotis-
lligere o leer lo de adentro, un leer pensati- mo», nos permitiría llegar «a lo verdadera-
vo. Sólo ante éste se presenta el sentido mente eterno y universal» (916) que encie-
profundo del Quijote» (124, la cursiva es rra el texto cervantino. Por esta razón, ni la
del autor). En Meditaciones del Quijote, la erudición de la Filología ni el intelectualis-
noción de profundidad se convierte no mo podrían ofrecernos la llave para encon-
sólo en el fundamento de la teoría del trar la vida que se esconde detrás del Qui-
conocimiento propuesta por Ortega y Gas- jote.
set, sino también en la mediación necesaria Cuando Unamuno publica una segun-
para todo aquel que quiera preguntarse da edición de su Vida de Don Quijote y
por el sentido de España4. Sancho (1905) en 1914 para la Editorial
Ahora bien, en plena celebración de Renacimiento6, nos recuerda en el prólogo
los 300 años del primer Quijote (1905), «autorial» el nexo ideológico entre la Vida y
Miguel de Unamuno ya enarbola la bande- el ensayo Sobre la lectura e interpretación
ra de la profundidad del texto en contra de del Quijote, por cuanto la primera constitu-
la «Escuela de la Masora cervantina»5, sin ye «sino una ejecución del programa en
llegar a un desarrollo tan sistemático como ensayo expuesto» (133). Además de acla-
el que explicita Ortega y Gasset en 1914. rarnos la significación del ensayo Sobre la
Sin embargo, en el artículo «Sobre la lectu- lectura e interpretación del Quijote, en este
ra e interpretación del Quijote», publicado prólogo Unamuno insiste en la coherencia
en La España Moderna (abril de 1905), hermenéutica entre ambos textos, lo cual
Unamuno hace un balance de la crítica de desemboca en la necesidad de reafirmar la
su época y censura las preocupaciones filo- universalidad del Quijote, «al tomar su obra
lógicas que demuestran «la incapacidad de inmortal como algo eterno, fuera de época
una casta para penetrar en la eterna sustan- y aun de país» (133). Defiende claramente

(4) «¿Habrá un libro más profundo que esta humilde novela de aire burlesco? Y, sin embargo, ¿qué es el
Quijote? ¿Sabemos bien lo que de la vida aspira a sugerirnos? […] para nosotros, el problema de nuestro desti-
no. (166-7).
(5) El sentido peyorativo de la afirmación cae por su peso, pues los masoretas eran los doctores en leyes
que, durante los siglos VIII y IX, se dedicaron a fijar los textos y el canon crítico del Talmud. Ello no es casual;
alude Ortega y Gasset a la incapacidad de los críticos de la Restauración para pensar en profundidad el texto
cervantino.
(6) No se trata de una mera coincidencia editorial. Este gesto debe interpretarse a la luz de lo que desa-
rrollamos aquí., la consolidación de una manera de leer el Quijote; no en vano Unamuno publica esta segunda
edición de su Vida anticipándose a la celebración de los 300 años de la segunda parte del texto cervantino.

113
el universalismo del texto apoyándose en Ortega y Gasset, esta antropología filosófi-
una noción de la literatura como compren- ca se dirige más bien hacia la comprensión
sión última del destino del hombre. De esta de la vida humana en tanto existencia.
manera, el «quijotismo unamuniano» se Recordemos que para la filosofía de la exis-
halla orientado por un proceso de indaga- tencia, el hombre está en el mundo cobran-
ción que debe conducir, por fuerza, al críti- do conciencia de su existencia y pregun-
co hacia una reflexión que replantea su tándose por el ser que se descubre como
propia condición humana; como analiza existiendo. Por lo tanto, existir es pregun-
Gemma Roberts, «el quijotismo representó, tarse por el ser; es decir, la pregunta por el
pues, para Unamuno, la única posibilidad hombre nos lleva inmediatamente a la pre-
de encontrar la esencia o sustancia humana gunta por el ser del hombre, de manera
en algo que está por encima de la realidad que las preguntas por el hombre y por su
racional de la existencia» (20). La filosofía existencia son en realidad una sola. A ello
es el único método para acceder a ese sen- conduce irremediablemente todo acerca-
tido universal y profundo del Quijote y en miento filosófico del Quijote; interpela
él se concretan las aspiraciones y los idea- nuestra condición humana. Tal es la preo-
les del ser humano bajo el signo de una cupación de Unamuno, por ejemplo, en «El
metafísica (Roberts 18), cuyas interrogacio- sepulcro de don Quijote», texto que inclu-
nes se dirigen hacia las dos preguntas fun- yó como prólogo en su segunda edición de
damentales de la filosofía: ¿quién es el la Vida, cuando reafirmando la paradoja
hombre? y ¿cuál es su lugar en el universo? «hamletiana» afirma:
Ello no es casual; en esa analogía sim-
¿Qué es de nosotros hoy, ahora? Ésta es la
bólica entre el conocimiento de la natura-
única cuestión.
leza y la experiencia poética, que ya había- Y en cuanto a hoy, todos esos miserables
mos señalado como preocupación máxima están muy satisfechos porque hoy existen,
de la estética romántica; el artista debe y con existir les basta. La existencia, la pura
emprender ese camino de reintegración y desnuda existencia, llena su alma toda.
hacia la unidad primordial, hacia esa No sienten que haya más que existir.
reconciliación del cuerpo y el alma; se tra- Pero ¿existen? ¿Existen en verdad? Yo creo
ta de captar la profundidad del sentido de que no; pues si existieran, si existieran de
la existencia misma del hombre. He aquí verdad, sufrirían de existir y no se conten-
cómo los símbolos poéticos, los cuales se tarían con ello. Si real y verdaderamente
manifiestan sobre todo en las grandes existieran en el tiempo y el espacio, sufri-
rían de no ser en lo eterno y lo infinito.
obras artísticas, guardan los secretos del
(141)
destino de la humanidad. Por esta razón,
este conocimiento se articula como una La conciencia de existencia desemboca
verdadera antropología filosófica, cuyo en la paradoja del sufrimiento o de la ago-
problema fundamental es explicar la natu- nía de quien se siente finito y desea trans-
raleza del hombre en el cosmos; es «la cender. La angustia filosófica del pathos
explicación conceptual de la idea de hom- «unamuniano» se revela aquí para explicar
bre a partir de la concepción que éste tiene la precariedad y la conflictividad de la exis-
de sí mismo» (P. L. Laudsberg, citado por tencia humana7. Para Unamuno la expe-
Ferrater 172). Tanto en Unamuno como en riencia de la conciencia lo conduce a des-

(7) Al respecto agrega Serrano Poncela que «Unamuno toma conciencia de su existencia por medio del
sufrimiento, de la distensión espiritual del modo a como se siente existiendo por medio del dolor corporal. Es-
ta distensión, desgarramiento o crucificación de la conciencia, cuyo símbolo máximo es Cristo, resulta indis-
pensable para un conocimiento existencial, no meramente representacional» (1953: 59).

114
cubrir abruptamente los límites y la necesi- del héroe «orteguiano» esbozada en Medi-
dad a aspirar a algo que está muy por enci- taciones del Quijote, cuando afirma que el
ma de él; de ninguna manera se trata de héroe:
resignarse a vivir el mundo sin explicarlo […] está definido por la no aceptación de la
(Béguin 59)8, sino de reconocer la caren- realidad, de lo que es, y por una voluntad
cialidad humana con el fin de intentar res- de modificación de la realidad; es decir, de
tablecer la unidad perdida y propulsarse aventura, ésta consiste fundamentalmente
hacia realidad invisible. También al carac- en un proyecto. Ahora bien, ¿proyecto de
terizar al hombre que, alejándose de la tra- qué? Los muchos proyectos posibles
dición o la costumbre, desea conducir su dependen de uno original y radical: el de
existencia para que lleve un curso distinto, uno mismo. (227)
Ortega y Gasset destaca la naturaleza voli- Por otra parte, esta autenticidad es la
tiva del accionar humano y el origen de sus base de la tragedia en cuanto concepción
iniciativas; a estos hombres Ortega y Gas- de vida, en donde la voluntad se perfila
set los denomina «héroes» en tanto ellos como una iniciativa con miras al futuro. Su
conjugan la necesidad de superarse a sí traducción en el pensamiento «unamunia-
mismos y de vencer cualquier obstáculo: no» correspondería al vitalismo de la Vida
No creo que exista especie de originalidad
de Don Quijote y Sancho, en donde el
más profunda que esta originalidad «prácti- escritor vasco nos invita también, en «El
ca», activa del héroe. Su vida es una perpe- sepulcro de Don Quijote», a abandonarnos
tua resistencia a lo habitual y consueto. precisamente a una «pasión»:
Cada movimiento que hace ha necesitado Procura vivir en continuo vértigo pasional,
primero vencer a la costumbre e inventar dominado por una pasión cualquiera. Sólo
una nueva manera de gesto. Una vida así es los apasionados llevan a cabo obras verda-
perenne dolor, un constante desgarrarse de deramente duraderas y fecundas. (150)
aquella parte de sí mismo rendida, prisio-
nera de la materia. (227-8) De esta manera, el propio Unamuno
imbrica la necesidad del vitalismo del
Para Ortega y Gasset la autenticidad y héroe con la inquietud de un perspectivis-
la necesidad obligarán al héroe a cuestio- mo meditativo9, con lo cual une así los dos
narse (a indagar) un mundo que debe asideros ideológicos que sustentan la inter-
enfrentar y superar. Como Unamuno, Orte- pretación antropológica del Quijote (la
ga y Gasset caracteriza a Don Quijote como determinación del existir con esa capaci-
el hombre que, distanciándose de la reali- dad de comprender el universo):
dad, asume el objetivo de querer ser, es
decir, con la voluntad férrea interioriza un Sólo el héroe puede decir: «¡Yo sé quién
soy!», porque para él ser es querer ser; el
ideal que propulsa a liberarse de «la mate-
héroe sabe quién es, quién quiere ser, y
ria» para transcender. Con ello, el héroe sólo él y Dios lo saben y los demás hom-
quijotesco supera el realismo que lo apri- bres apenas saben ni quién son ellos mis-
siona y le podría cortar sus alas. Lo mismo mos, porque no quieren de veras ser
opina Julián Marías; al comentar la teoría nada.... (191).

(8) La angustia puede desembocar en un pesimismo como en el que caen algunos románticos; precisa
Béguin lo siguiente: «Un ser atormentado por tales angustias, impotente para encontrarles solución y persegui-
do al mismo tiempo por el constante desequilibrio de una naturaleza inestable y propensa a la depresión, bus-
cará la manera de defenderse contra un universo externo que es todo amenazas» (59). El suicidio, el quietismo
de la soledad, el encierro en el mundo de lo onírico o la locura serán sus resultantes.
(9) Su principal derivación sería, entonces, un dualismo interpretativo (realismo/ idealismo) de la existen-
cia que no podemos analizar aquí por razones de espacio.

115
Las coincidencias entre esta teoría del ción es la circunstancia y su imperativo, su
héroe y procesos vitales del héroe son fun- deber patriótico, es comprender aquello
damentales. Ya en El caballero de la triste que inserta al individuo en una comuni-
figura: ensayo iconológico, Unamuno señala dad. Ortega y Gasset no sólo formula su
esa presencia espiritual (léase vital) del sistema filosófico a partir de una concep-
héroe cervantino para todo aquel que desea- tualización de su propia historicidad (Mai-
se sumergirse en su valor filosófico. Según el ner 143)10, sino que también postula estra-
escritor vasco, Don Quijote sostiene los áni- tégicamente el Quijote como primera cir-
mos de los esforzados luchadores, les infun- cunstancia española. De esta manera, «[p]or
de fuerzas y fe, consuelo o moderación, por- razones nacionales [...] el Quijote era tema
que «quien obra existe» (917) alimentando la ineludible de una meditación movida por
vida de los hombres. Por lo tanto, Don Qui- la pregunta «¿Qué es España?» (Marías
jote es ante todo un héroe vital. En esta teo- 348). Julián Marías resalta por ello la uni-
ría del héroe noventayochista hallamos la dad del pensamiento «orteguiano» con res-
consagración de una interpretación antropo- pecto al texto cervantino. Como lo prime-
lógica del texto cervantino. ro que debe hacer un español es conocer
Por último, agreguemos que este afán su propia circunstancia y ésta se realiza en
de meditación filosófica desemboca en un la comprensión de las grandes obras de la
ejercicio progresivo en el que el hombre cultura, el Quijote se transforma en objeto
aspirará a evaluar la realidad y a sacar con- obligatorio de un conocimiento radical-
clusiones válidas. Consecuencia de lo ante- mente filosófico cuyo presupuesto eviden-
rior, en Ortega y Gasset la indagación filo- cia la necesidad de plantear un patrimonio
sófica otorga a ese contexto que rodea al nacional (Fox, 1997).
sujeto una significación de primer orden. He aquí cómo la noción de profundi-
Se trata de una reconstrucción y una orde- dad filosófica, con este planteamiento de la
nación valorativas en las que la Historia universalidad filosófica del Quijote, deriva
«grafica», por así decirlo, la circunstancia en Ortega y Gasset hacia la obligatoriedad
«desde la cual el hombre se relaciona y se de estudiar los constituyentes que forjan tal
abre sobre su pasado, su presente y su comunidad nacional, para llegar a síntesis
futuro», según indica Enrique Lynch en la interpretativas sobre la historia de España
teoría «orteguiana» del conocimiento (88). en la que los grandes sucesos se relacionan
La meditación se «historiza» buscando su con las estructuras humanas y con la vida
adecuación temporal y la célebre frase de en la que acontecen11. Una de esas fuerzas
Ortega y Gasset, «Yo soy yo y mi circuns- motrices de los hechos humanos capaz de
tancia, y si no la salvo a ella no me salvo captar las peculiaridades de la vida españo-
yo» (77), adquiere resonancias políticas: lo la es, según Pedro Laín Entralgo, los perso-
primero que ha de ser objeto de medita- najes de la Literatura, el estudio de «las crea-

(10) Este principio de «relativización» o de historicismo, como lo denomina Mainer (143), es la diferencia
más notable que encuentro entre Ortega y Unamuno; sin embargo no me satisface totalmente la oposición que
Mainer desea ver en materia de función de la filosofía en ambos autores. Para Ortega también la filosofía debe
permitirle extraer una concepción de la existencia humana tan radical como la «unamuniana», además de «un
sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción» (Mainer 142); los opone el resultado práctico
de tal toma de posición ética.
(11) Al respecto Américo Castro, en quien también encontramos esta necesidad de síntesis interpretativa
de la historia de España en términos de una correlación de estructuras humanas, afirma en 1954 en su artículo
«La tarea de historiar» lo siguiente: «Los hechos humanos necesitan ser referidos a la vida en donde acontecen y
existen. Esa vida es, a su vez, algo, concreto y especificado, que se destaca sobre el fondo genérico y universal
de lo humano» (citado por Gómez 303).

116
ciones no intelectuales de nuestro espíritu» GÓMEZ MARTÍNEZ, JOSÉ L.: «Américo Castro y
(74); por ello, la Generación del 98 intenta Sánchez Albornoz: dos posiciones ante
caracterizar típicamente a los hombres el origen de los españoles». Nueva
españoles, con el fin de describir «la pecu- Revista de Filología Hispánica 21.2
liaridad que distingue a los distintos tipos (1972), pp. 301-19.
humanos del español real» (Laín 372), con LAÍN ENTRALGO, PEDRO: La generación del
arreglo al patrimonio cultural que estaba a noventa y ocho. Madrid,. 8ª edición,
su disposición y a los modelos literarios12. Editorial Espasa-Calpe, 1975.
LYNCH, ENRIQUE: «La perspectiva y la crítica
del conocimiento». Cuadernos Hispa-
BIBLIOGRAFÍA noamericanos 403-405 (1984), pp. 81-92.
M AINER , J OSÉ C ARLOS : La Edad de Plata
AGUIAR E SILVA, VICTOR MANUEL DE.: Teoría de (1902-1939): Ensayo de interpretación
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3ª reimpresión, 1979. nes Cátedra, 2ª edición, 1983.
BÉGUIN, ALBERT: El alma romántica y el sue-
M ARÍAS , J ULIÁN : Ortega: circunstancia y
ño.: Ensayo sobre el romanticismo ale-
vocación. Madrid, Alianza Editorial, 2ª
mán y la poesía francesa. Madrid: Fon-
do de Cultura Económica, 2ª reimpre- edición, 1984.
sión, 1993. ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: Meditaciones del
CASTRO, AMÉRICO: El pensamiento de Cervan- Quijote. Madrid, Ediciones Cátedra, 2ª
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ción ampliada y con notas del autor y ROBERTS, GEMMA: «El Quijote, clavo ardiente
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FERRATER MORA, JOSÉ:. Diccionario de Filoso- ca Moderna 32.1-2 (1966), pp. 17-24.
fía I. Madrid: Alianza Editorial, 4ª edi- SERRANO PONCELA, SEGUNDO: El pensamiento
ción, 1982. de Unamuno. México, D.F.; Fondo de
FOUCAULT, MICHEL: La arqueología del saber. Cultura Ecónomica, 1953.
México, D.F., Siglo Veintiuno Editores. UNAMUNO , M IGUEL DE: Obras Completas.
15ª edición, 1985. Tomo I. Madrid, Editorial Escelicer,
FOX, INMAN: La invención de España: nacio- 1966.
nalismo liberal e identidad nacional. — Vida de Don Quijote y Sancho. México,
Madrid, Ediciones Cátedra, 1997. D.F., REI, 1990.

(12) El paradigma de esta explicación del carácter nacional a través de personajes literarios tiene su mejor
ejemplo en Unamuno. Véase el tercer capítulo «El espíritu castellano» del libro En torno al casticismo (1895).

117
LA EDUCACIÓN EN EL QUIJOTE

MARÍA LLUÏSA QUETGLES ROCA (*)

RESUMEN. Antes de entrar en la consideración del tema de la educación en el Qui-


jote, se plantean dos contrastes: el primero entre los ideales pedagógicos de los hu-
manistas hispánicos (Nebrija, Vives y Palmireno) y la realidad de los estudios en las
diversas instituciones escolásticas de origen medieval; el segundo entre el avance de
la alfabetización de los países donde triunfa la Reforma luterana y calvinista, como
consecuencia directa de la importancia de la lectura personal de la Biblia (traducida
a las correspondientes lenguas vernáculas e impresa en libros de gran tirada), y la
persistencia masiva del analfabetismo en los países de la Contrarreforma, cuya estra-
tegia instructiva podríamos calificar de «audiovisual», ya que se basaba en la oralidad
y en la imagen iconográfica. Al estudiar las referencias a la educación y a la alfabe-
tización que aparecen en el Quijote, nos encontramos de entrada con la contraposi-
ción entre el analfabeto y el lector ávido: si bien aquellos muestran frecuentemente
su interés por los contenidos de la escritura, a la que acceden a través de interme-
diarios que leen libros en voz alta o escriben cartas de encargo, éste ha perdido con-
tacto con la realidad a causa de tanta lectura de ficción. En un segundo plano, no
obstante, se manifiesta la oposición entre estudiantes, bachilleres y licenciados, víc-
timas muy a menudo de las «artes» enseñadas en instituciones que mantienen ence-
rradas las mentes, y aquél que por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras huma-
nas, las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada. Tal cumbre, para
Don Quijote, ciertamente no es la Teología, disciplina que corona el sistema esco-
lástico medieval, sino la Poesía, fruto del talento y del esfuerzo personal.
ABSTRACT. Before considering the topic of education in Don Quixote, two contras-
ting situations are highlighted: the first one has to do with the educational ideals of
the Spanish humanists (Nebrija, Vives and Palmireno) and the actual studies provi-
ded by the various scholastic institutions that originated in the Middle Ages; the sec-
ond contrast is the advance of literacy in the countries where the Lutheran and Cal-
vinist Reformation had succeeded, directly as a consequence of the importance of
personal readings of the Bible (translated into the vernacular and with large prin-
truns), and the widespread persistence of illiteracy in the Counter-Reformation
countries, which apply what we might call an «audiovisual» educational instruction
insofar as it is based on orality and iconographic images. When studying the refe-
rences to education and literacy in Don Quixote, we first find the opposition be-
tween the illiterate and avid readers, although the former often show an interest in
the contents of written texts, which they have access to via intermediaries who re-
ad books out loud or write letters on demand. Don Quixote, on the other hand, has
lost contact with reality owing to the many fictions he has read. In the background,
however, lies the opposition between students, graduates and bachelors of arts,
who often fall prey to the «arts» taught at institutions that keep their minds locked
up, and he who on his own shall climb the summit of human letters, which are so fit
for a cloak and dagger knight. The summit for Don Quixote is certainly not Theo-
logy, the discipline that is at the pinnacle of the mediaeval scholastic system, rather
it is an outcome of one's talent and efforts.

(*) Universidad de Bolonia, Italia.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 119-137. 119


Fecha de entrada: 09-12-2003
INTRODUCCIÓN tomé el ordenador para escribille, y muchas
lo dejé, por no saber lo que escribiría».
Cuando decidí embarcarme en este trabajo
sobre la educación en el Quijote, la verdad
es que no sabía muy bien dónde me metía ni LA EDUCACIÓN EN EL SIGLO DE ORO
cómo podía desarrollar un tema como éste
teniendo en cuenta que tengo muy pocos CUESTIONES DE DOCTRINA PEDAGÓGICA
contactos con el mundo de la educación y la EN EL HUMANISMO HISPANO:
pedagogía. Aún así, me pareció un tema LOS ESTUDIOS DE NEBRIJA, VIVES Y PALMINERO
muy interesante, pero dudaba que pudiera
encontrar material bibliográfico que me La intención de hablar de las ideas huma-
pudiera orientar en un tema tan específico. nísticas referidas a la educación en España
Así que decidí tomar cuantas notas fueran no es otra que la de contrastar teoría y rea-
posibles a partir del texto del Quijote; apun- lidad, de una diferencia abismal en el Siglo
té todo el léxico, frases e ideas que pudieran de Oro. Basta con hacer un superficial aná-
tener relación con el mundo de la escritura, lisis de las doctrinas pedagógicas de la épo-
de la lectura, del sistema educativo, etc. ca para ver lo lejos que estaban de la reali-
(aunque a mi pesar, este trabajo fue en vano, dad social y de los medios que se invertían
pues en el índice de notas de la versión de en educación.
Francisco Rico estaba más o menos todo lo El primer autor citado en el título de
que yo había ido encontrando tras una lec- este capítulo es Elio Antonio de Nebrija
tura casi obsesiva por este tema). (1442-1522), humanista sevillano que estu-
Cuando me puse a leer mis caóticas dió humanidades en Salamanca y en Bolo-
notas, vi claramente que aquello necesitaba nia. Nebrija escribió De liberis educandis
un poco de coherencia y orden, así que deci- 1509, «De la educación de los hijos», obra
dí enfocar el trabajo partiendo de una óptica en la que se hace una síntesis de las ideas
general hacia una óptica más minuciosa y fundamentales de la formación del hombre
concreta. Por eso decidí dividir el trabajo en moderno. Es un compendio de los ideales
dos partes: una primera dedicada a la educa- de los clásicos (Plutarco, Cicerón, Aristóte-
ción en la sociedad del siglo de Cervantes; y les...), de los autores italianos y españoles
una segunda enfocada a las menciones sobre de la época, y de sus propias reflexiones.
el tema de la educación en el Quijote. En esta obra la educación se entiende en
Creo que para este trabajo ha sido muy un sentido muy amplio, ya que se alude a
importante contextualizar cómo andaba la importancia de la relación del saber y la
España en el tema de la educación en el virtud con la propia formación y buen de-
Siglo de Oro para poder entender la ironía sarrollo del cuerpo del hombre, que actúa
cervantina, a veces muy sutil. Sin embargo, como condicionante de una formación
y a pesar de haber conseguido la bibliogra- moral e intelectual. Y es curioso el dato
fía necesaria (o al menos «mínima») para que nos aporta Nebrija, porque dice que «si
poder hacer la primera parte del trabajo, y a se trata de elegir entre el aprendizaje de las
pesar de las documentadas notas de la edi- ciencias y la práctica de la virtud, hay que
ción de F. Rico, estoy convencida de que se anteponer siempre la rectitud de costum-
me han escapado muchas ironías del autor bres al conocimiento de las ciencias1». Y
en este espinoso tema de la educación. acaso, ¿no es lo que predica Don Quijote
Así que sin más preámbulos, he aquí un cuando nos habla de la superioridad de la
humilde trabajo, en el que «muchas veces caballería, el paradigma de la virtud del

(1) E. A. Nebrija: De liberis educandis, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, año VII, tomo IX, julio-
dic. Citado en: A. C. Díaz: Historia de la educación en España. De los orígenes al Reglamento General de Ins-
trucción Pública (1821). Dykinson, Madrid, 1991, p. 179-ss.

120
hombre, frente a las ciencias que practican exigencia de participación del humanista
los bachilleres y licenciados? en el bien común, ya que según él, las artes
Por otra parte, Nebrija distingue entre tienen que ser provechosas para el pueblo.
el pedagogo (paedagogus) o educador y el También apela a la causa ejemplar del
maestro (praeceptor). El primero sustituye buen humanista, que con su vida y sus
al padre en la educación del hijo, y tiene actos enfocados siempre hacia la sabiduría
que ser tutor, educador, consejero, erudito hace de modelo de una sociedad que ve en
y sabio. Mientras que el maestro «debe ser él una equivalencia entre vida y erudición.
un hombre honesto y virtuoso, que instrui- Finalmente, Vives también nos define
rá a sus alumnos de viva voz y con lecturas; la figura del maestro, entendido por él
su docencia debe ser sencilla y útil, procu- como una mezcla de magister y de rhetor.
rando que ésta se acomode a la capacidad El buen educador debe de enseñar con cla-
receptiva de los alumnos»2. ridad, facilidad, medida, oportunidad e
Nebrija también hace énfasis en la idoneidad. En definitiva, se podría llamar
importancia de la intervención de todos los un «saber hacer». Mientras que «el maestro
estamentos en la educación humanista, debe observar el ingenio del alumno en
refiriéndose a la escuela, familia, ciudad, relación a la agudeza mental, a la memo-
Estado e Iglesia. ria, a la voluntad, a la aptitud política, a la
El otro humanista citado (y filósofo) es disposición moral, a la actitud religiosa y a
Joan Lluís Vives (1492-1540). Para él la fina- la disciplina»4.
lidad del humanismo pedagógico debía ser El último autor al que quería hacer
la sabiduría, que es el resultado del saber y referencia es Juan Lorenzo Palmireno
de la virtud (cosa que nos hace recordar a (1524-1580), profesor de Retórica de la
Sócrates y Platón). Para Vives «en el estudio Universidad de Valencia. Palmireno nos
de la sabiduría no se ha de poner término habla de conceptos como la virtud, los
en la vida, con la vida se ha de acabar. buenos modales y la instrucción, ya que en
Siempre serán tres los puntos, que debe libros como El estudioso cortesano (1573)
meditar el hombre mientras viva: cómo intenta dar unas connotaciones sociales y
sabrá bien, cómo hablará bien, cómo obra- prácticas al humanista (como ya lo había
rá bien». Así pues, es un tipo de sabiduría hecho Vives), explicando cómo se tiene
que adquiere una dimensión sobrenatural que hacer para ser un hombre virtuoso,
porque quiere buscar la verdad suprema, y sabio, piadoso o cómo triunfar en la vida
está relacionada con la Sabiduría Divina: «el ciudadana de cada día (cosa que nos
fin de la educación es Dios mismo»3. recuerda a Baltasar de Castiglione y su obra
Vives también nos explica la actitud del El Cortesano, donde nos explica cómo
humanista, que cuanto más erudito es, más debe de ser el perfecto caballero, siempre
se da cuenta de su ignorancia («docta igno- en clave de belleza clásica, es decir, con los
rancia»), y por eso nunca para en sus inves- cánones de proporción y moderación).
tigaciones para aproximarse lo más posible Palmireno también nos explica cómo
a la verdad y a la sabiduría. Esto requiere debe ser el papel del preceptor o maestro,
una actitud activa, todo lo contrario de la que debe llevar una vida llena de austeri-
vida contemplativa que llevaban algunos dad, de privaciones, de honestidad, de
filósofos. Por otra parte Vives alude a la buenas costumbres, de sentido práctico...

(2) E. A. Nebrija: Op. cit.


(3) J. L. Vives: «Introducción a la sabiduría», en Obras Completas, I. Aguilar, Madrid, 1947, pp. 1205-1208.
Citado en Díaz: Op. cit, pp. 182-ss.
(4) J. L. Vives: Op. cit.

121
para al fin dar un buen ejemplo a su pupi- y el cuadrivium (Aritmética, Geometría,
lo (de la misma manera que la causa ejem- Astronomía y Música), por lo que hace a
plar de Vives), «porque además de enseñar la tradición escolástica. En cuanto a la
bellas letras, ha de comunicar vida»5. Filosofía, y siguiendo el corpus aristote-
En definitiva pues, se ve una gran licum, sus estudios se distribuían en
voluntad por parte de los pedagogos lógica, filosofía natural (Física), Metafí-
humanistas de adoctrinar a la población sica y doctrina moral.
mediante el ejemplo de maestros y educa-
dores virtuosos y honestos. El problema de • Finalmente había los estudios «superio-
esa magnífica teoría llega cuando a la hora res» que continuaban la tradición univer-
de la verdad, esos instructores, muchas sitaria, y eran la Teología, los Cánones
veces no sabían ni escribir en el caso de la (Derecho Eclesiástico), las Leyes (Dere-
enseñanza de la primeras letras. Y si desde cho Civil) y la Medicina (en la Universi-
la base de la pirámide del sistema educati- dad de Alcalá de Henares, una universi-
vo los fundamentos no se sostenían de nin- dad muy progresista en su época, funda-
guna manera, ¿cómo se podía llevar a cabo da por Cisneros en 1498, la Teología era
ese utópico proyecto pedagógico propues- muy valorada, pero no el Derecho, ya
to por estos íntegros humanistas? que Cisneros, como humanista, rechaza-
ba todo el engranaje de los pleitos,
implícito en el estudio de las Leyes). Para
ESTUDIOS E INSTITUCIONES DOCENTES estudiar en las facultades mayores de
EN LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO Medicina y Teología, previamente se
tenían que haber cursado las Artes Libe-
Con el fin de concretar qué y dónde se rales. Para entrar en las facultades de
estudiaba en España, haremos un breve Derecho (Cánones y Leyes) bastaba con
repaso a las instituciones y tipos de estu- superar el examen de gramática.
dios desarrollados en el Siglo de Oro6:
De todas formas, estos tres sectores
• Por un lado estaban las Humanidades, mencionados no tenían porqué estar distri-
conocidas también como Studia Huma- buidos del mismo modo entre las institu-
nitatis, que se organizaban con el estu- ciones docentes (Escuelas, Colegios, Uni-
dio de Gramática latina, Retórica, Poéti- versidades), ya que muchas veces el pro-
ca, Historia antigua y Filosofía moral. En grama pedagógico seguido en esos centros
muchos casos, se adscribían a los estu- se adecuaba a las posibilidades económi-
dios de latinidad el griego y el hebreo cas. También se tiene que dejar aparte la
(aquí podemos ver la influencia de enseñanza de primeras letras, porque estu-
Ramón Llull, recogida en la Universidad vo a cargo de «maestros» particulares, que
de Alcalá de Henares, y sobre todo en el como ya se ha dicho, muchas veces apenas
Colegio de Lenguas Orientales de Alca- sabían leer y escribir. De todos modos, y
lá, donde se inauguraron cátedras de con el tiempo, esa enseñanza de primeras
hebreo y griego, aunque finalmente sólo letras se fue impartiendo en algunas escue-
quedó la de griego). las de Gramática.
• Después estaban los estudios de las Así pues, las instituciones docentes de
Artes Liberales, organizadas entre el tri- los siglos XVI y XVII en España respondieron
vium (Gramática, Retórica y Dialéctica) más o menos a este esquema7:

(5) J. L. Palmireno: El estudioso cortesano. Valencia, 1573. Citado en díaz: Op. cit, pág. 184.
(6) A. C. Díaz: Historia de la educación en España. De los orígenes al Reglamento General de Instrucción
Pública (1821). Madrid, Dykinson, 1991, p. 313
(7) A. C. Díaz: Op. cit, pp. 314-315.

122
• Escuelas de Gramática (llamadas «de lati- Por último se tendrían que mencionar
nidad» o de «Humanidades»). En principio los grados académicos, que por orden eran
era donde se impartían clases de Gramá- el de bachiller, licenciado y doctor8:
tica latina y los estudios de Humanida- Para el grado de bachiller, Salamanca exigía
des. Sin embargo, la gran multitud de esas la suficiencia en gramática, cursar determi-
escuelas, sus orígenes, la diferencia de nados años según la facultad, leer o expli-
recursos materiales, la procedencia social car públicamente diez lecciones y respon-
der en la recepción del grado a los que qui-
y cultural, etc. hacían que el programa sieran argüir sobre determinada cuestión.
educativo impartido variase mucho de Tratándose de artes y de medicina había
una escuela a otra. Así, las Humanidades también un examen previo.
se podían cursar en Escuelas Municipa- Al grado de bachiller seguía un período
también de varios años según la facultad, lla-
les, Escuelas y Colegios menores, depen- mado de pasantía, como observamos antes,
dientes o adscritos a la Universidad, que capacitaba al bachiller, mediante el ejer-
Escuelas monacales y catedralicias, Semi- cicio de lectura o docente, para presentarse
narios post-tridentinos, Colegios de la a los actos previos y examen para la licen-
Compañía de Jesús y de otras órdenes ciatura, que eran los requisitos más exigen-
tes y difíciles de toda la carrera universitaria.
religiosas, Escuelas parroquiales y algu- Obtenida la licenciatura, se podía
nas escuelas particulares. ascender al magisterio en artes o teología, o
al doctorado en cánones, leyes o medicina
• Colegios y Escuelas de la Iglesia, donde –títulos que equivalían a lo mismo, el máxi-
se impartieron las Artes o estudios de mo grado académico–, cuyos actos y requi-
Lógica, Física, Metafísica y Ética, junto a sitos eran más protocolarios y de alto sim-
bolismo que de dificultad académica, más
las Humanidades y a la Teología (sería el sencillos tratándose de la facultad menor de
caso de la Ratio Studiorum, de 1599, de artes o filosofía.
los Colegios de la Compañía de Jesús).
En el Quijote aparecen varios persona-
• Facultades de Artes. Aquí es donde se da jes que dicen ser bachilleres, licenciados o
una mezcla de muchas de las disciplinas doctores. Prueba de ello lo tenemos en el
anteriormente mencionadas: en princi- bachiller Alonso López9, el bachiller San-
pio las Universidades conformaban sus són Carrasco10; el licenciado del pueblo de
cursos de Artes partiendo de la base del Don Quijote, más conocido como el
corpus aristotelicum, pero luego tam- «cura»11; el licenciado Juan Pérez de Vied-
bién añadían los estudios de latinidades ma12; el licenciado Torralba13; los hijos de
(considerados como previos y necesa- el labrador de Miguel Turra, uno que es
rios), y hasta intentaban agregar, en la bachiller y el otro es licenciado14; y hasta el
medida de lo posible, los estudios del doctor Pedro Recio, aunque participa en la
trivium y cuadrivium. farsa del gobierno de Sancho en Barataria
(por eso hay cierta burla porque dice que
• Facultades Mayores de la Universidad, estudió medicina en la Universidad
donde se impartían clases de Teología, –menor– de Osuna, y allí nunca hubo una
Cánones, Leyes y Medicina. Facultad de Medicina)15; además de los dis-

(8) A. Rodríguez: «La Universidad de Salamanca», en B. Delgado Criado (Coord.): Historia de la Educación
en España y América. La Educación en la España Moderna (Siglos xvi-xviii). Madrid, SM-Morata, 1993, p. 228.
(9) M. Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Edición de Francisco Rico. Barcelona, Crítica, 2001, p. 203.
(10) M. Cervantes: Op. cit, p. 645.
(11) M. Cervantes: Op. cit, p. 294.
(12) M. Cervantes: Op. cit, p. 495.
(13) M. Cervantes: Op. cit, p. 962.
(14) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1010.
(15) M. Cervantes: Op. cit, pp. 1006-1007, n. 18.

123
tintos estudiantes que Don Quijote se van del libro traducido a la lengua vulgar, cosa
encontrando por el camino, como el sobri- que se aprecia en el protestantismo, o por
no de don Antonio16. el contrario, la importancia del libro sagra-
do, que adoctrinaba mediante la voz, el
oído y la imagen, propio del catolicismo.
LOS CONTRASTES CULTURALES Y EDUCATIVOS Es una diferencia fundamental que radica,
RESPECTO A EUROPA sobre todo, en el luteranismo, ya que en su
doctrina iba implícito el hecho de que cada
Si hemos dicho que en el siglo XVI y princi- uno debía leer e interpretar las Sagradas
pios del XVII el índice de alfabetización de Escrituras para poder estar más cerca de la
España era bastante similar al de otros paí- palabra de Dios («libre examen»), y esto iba
ses europeos, ¿cómo se explica el tremen- ligado a la traducción del latín a las lenguas
do contraste entre una Europa protestante vulgares. En concreto, se tradujo al danés,
alfabetizada y una España católica con sueco, neerlandés, inglés, etc. Con esto se
inferiores porcentajes de alfabetización? De consiguió que el Nuevo Testamento fuera
hecho, todos los países cristianos de la objeto de lectura y, a su vez, «libro de tex-
Europa occidental habían compartido to» para aprender a leer.
durante siglos un mismo sistema educativo Este hecho, evidentemente, contaba con
(el llamado «sistema escolástico medieval»), la oposición escolástica, ya que no les hacía
controlado por la Iglesia y basado en el ninguna gracia que cualquiera pudiera leer e
latín, su lengua oficial. A grandes rasgos, interpretar el Evangelio porque así la Iglesia
podemos decir que la reforma protestante perdía el papel tan importante que había
acabó con esa unidad y las diferencias que desarrollado durante toda la Edad Media.
introdujo fueron aumentando con el paso El luteranismo no llegó nunca a hacer
del tiempo hasta la segunda mitad del siglo mella en los reinos hispánicos. De esa
XX. En países como Alemania y Francia, manera, no es de extrañar que en un país
donde la Iglesia católica se encontró frente tan católico como España después de la
a una mayoría significativa de protestantes, Contrarreforma, la Iglesia quisiera ejercer
ésta no dudó en usar estrategias análogas a un control total –hay que recordar que en
las propias del protestantismo (traducción el Concilio de Trento (1545-1563), lanza-
de la Biblia a las lenguas nacionales, miento oficial de la Contrarreforma, partici-
fomento de la escolarización primaria, paron destacados teólogos de la Universi-
etc.); pero donde la Iglesia católica tenía un dad de Salamanca–. Una de las formas de
predominio absoluto, simplemente mantu- ese control fue prohibir la lectura de la
vo sus viejas prácticas medievales. Biblia por parte del vulgo (hubo una pro-
Se podría decir que los cambios más hibición inquisitorial establecida en 1559,
importantes en los países católicos fueron el que no permitía imprimir, vender o poseer
poder creciente de los jesuitas, congrega- versiones en lengua vulgar del Antiguo y
ción religiosa paradigmática de la Contrarre- Nuevo Testamento, que no se levantó has-
forma, que pasan a controlar las escuelas de ta 1782), cosa que daba un papel infinita-
Gramática y las Universidades (aunque nun- mente más importante a los sacerdotes, los
ca se interesaron de forma clara por la ense- intermediarios entre el pueblo y Dios. Así
ñanza de las primeras letras); y por otra par- pues, sólo les quedaba el medio «audiovi-
te, la presencia creciente en la vida social sual» para adoctrinar al pueblo mayoritaria-
del libro impreso en lenguas vernáculas. mente analfabeto, y eso se tradujo en ser-
Está clara pues la explicación tradicio- mones, memorización de oraciones y cate-
nal del contraste entre España y la Europa cismo, imágenes de la pintura barroca, pro-
protestante, que contrapone la importancia cesiones, autos sacramentales, etc.

(16) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1142.

124
A todas esas limitaciones por parte de otra parte estaban los Escolapios, la prime-
la Iglesia, se debe añadir las impuestas por ra orden religiosa dedicada a la enseñanza
Felipe II, quien por la pragmática del 22 de de las primeras letras de manera exclusiva
noviembre de 1559 prohibió salir al extran- y para un público más popular: sus prime-
jero para ir a estudiar o a enseñar a las uni- ras escuelas no se abrieron hasta 1677, su
versidades, estudios y colegios. Los que ya expansión no se produjo hasta la segunda
estaban en tales centros debían volver mitad del siglo XVIII, mucho después que
antes de cuatro meses, bajo pena de con- en otros países.
fiscación de bienes y destierro perpetuo.
Las razones de esta prohibición, según esta
ley, eran de índole moral, económica y ANALFABETISMO EN LA ESPAÑA
política, afectando igualmente a clérigos y DEL SIGLO DE ORO
laicos. Las excepciones eran el viaje de
estudios a los centros docentes del reino de
Aragón, al Colegio de San Clemente de ¿QUIENES ERAN LOS ANALFABETOS EN LA SOCIEDAD?
Bolonia y a las universidades de Roma,
Nápoles y Coimbra17. Hacia finales de los años setenta surgieron
una serie de estudios sobre el analfabetis-
Pero como se ha dicho al principio de mo en la España de los siglos XVI, XVII y XVIII
este capítulo, ésta es una explicación tradi- basados en el cómputo de quienes sabían
cional, y conviene hacer unos pequeños o no firmar, y la calidad de dichas firmas.
matices. Por poner un ejemplo muy claro, Esos estudios nos pueden ayudar a tener
y según Antonio Viñao18, las diferencias en una idea más o menos definida de la reali-
la alfabetización entre católicos y protes- dad social del Siglo de Oro, y según Anto-
tantes en los Estados alemanes parece que
nio Viñao 19 se han podido extraer las
se debían más a desigualdades económicas
siguientes conclusiones:
que a factores ideológico-religiosos, ya que
los protestantes crearon una red escolar • Durante el siglo XVI y principios del XVII
municipal gratuita. (cuando Cervantes escribe el Quijote),
Y si volvemos a España veremos que España no distaba mucho de la educa-
no hubo nada comparable con la actividad ción francesa o inglesa, o al menos en el
de los Oratorianos y de los Hermanos de medio urbano y para los hombres. Fue
las Escuelas Cristianas (Francia, en 1611 y hacia finales del XVII cuando las diferen-
1680, respectivamente), o a las Escuelas de cias con la Europa del norte se hicieron
Doctrina Cristiana establecidas en Italia a más patentes.
partir de 1539. Las iniciativas religiosas en
el campo de la educación vinieron por • Se ha comprobado que hubo un incre-
mano de los jesuitas, que se centraron más mento de las personas que sabían firmar
en lo que hoy sería la educación secunda- y de la calidad de su firma durante el
ria, aunque básicamente se dedicaban a siglo XVI, de la misma manera que ocu-
preparar a los que después seguirían los rrió en el siglo XVIII, pero sin embargo
estudios de latinidad y humanidades. Por hubo un gran estancamiento hacia el

(17) B. Delgado: «La educación durante el reinado de Carlos I», en B. Delgado Criado (Coord.): Historia de
la Educación en España y América. La Educación en la España Moderna (Siglos xvi-xviii). Madrid, SM-Morata,
1993, pág. 35.
(18) A. Viñao Frago: «Alfabetización, lectura y escritura en el Antiguo Régimen (siglos XVI-XVIII)», en A.
Escolano: Leer y escribir en España. Doscientos años de alfabetización. Madrid, Fundación Sánchez Ruipérez,
1992, pp. 45-68.
(19) A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.

125
siglo XVII. De todos modos, es necesario había una cierta alarma social debida a
decir que hubo profundas diferencias de la avidez lectora de las mujeres rurales
ritmo, ya fuera por cuestión de sexo, por de la Castilla del siglo XVI, que a parte
áreas geográficas, por el nivel de la de leer libros religiosos, también leían
riqueza o por las categorías ocupaciona- novelas de caballerías y aventuras fan-
les (por ejemplo los artesanos, mercade- tásticas. A modo de ejemplo, en el Qui-
res y comerciantes tenían que saber jote, Luscinda23 y Dorotea24 leen libros
defenderse en la lectura y escritura de de caballerías. De igual manera, tampo-
contratos para poder mantener vivos sus co se debe pasar por alto el hecho de
negocios). que a finales del siglo XVI, la imagen de
la mujer escritora/erudita pasó a ser
• La diferencia entre hombres y mujeres se
reconocida por ciertos sectores de la
puede apreciar en los tres siglos. Ade-
cultura oficial25. Eso se ve en la corres-
más se puede afirmar que en ocasiones
pondencia que mantienen la duquesa y
muy frecuentes las mujeres estaban a
Teresa Panza. Es evidente que esta últi-
años luz de la educación de los hom-
ma no es ni escritora ni erudita, pero la
bres, sobre todo si se trataba de mujeres
duquesa sí es capaz de escribir, y eso
que vivían en el campo. Y también hay
refuerza la hipótesis que durante los
que decir que el matrimonio con un
siglos XVI y XVII hubo un avance de la
hombre alfabetizado no aseguraba la
escritura de las mujeres, alterando en
alfabetización de la mujer. Es importante
cierta medida el orden establecido, un
señalar que estaba mal visto que una
orden completamente patriarcal26.
mujer supiera escribir, porque esto le
daba libertad para poder escribir cartas • De todas formas, y a pesar de los mati-
(género muy desarrollado en el Siglo de ces de la conclusión anterior, como regla
Oro) sin necesidad de intermediarios ni general, se deduce que ser hombre y
el consentimiento de la figura masculina vivir en la ciudad suponía muchas más
dominante (ya fuera padre o marido). facilidades para llegar a saber leer y
De aquí a que en el Quijote se encuen- escribir. Pero cabe decir que esas posibi-
tren comentarios como: «no está bien a lidades decrecían con el aumento de la
las doncellas saber ni hablar tanto»20, «Si población y aumentaban con el peso de
trajeres a tu mujer contigo […], enséñala, la estructura administrativa (que tanta
adoctrínala»21. Sin embargo, y basándo- importancia tuvo para Felipe II, llamado
nos en estudios más recientes22 a partir «el rey papelero» porque mejoró y con-
de documentos inquisitoriales del Obis- solidó el Archivo de Simancas, creado
pado de Cuenca, se ha encontrado que en el año 1540 bajo el reinado de Carlos

(20) M. Cervantes: Op. cit, pág. 370.


(21) M. Cervantes: Op. cit, pág. 971.
(22) Sara T. Nalle: Literacy and Culture in Early Modern Castile. Past and Present 125. S.l., 1989, pág. 69.
Citado en M. M. Graña Cid: Palabra escrita y experiencia femenina en el siglo xvi, en A. Castillo Gómez: Escri-
bir y leer en el siglo de Cervantes. Ripollet, Gedisa, 1999, pág. 216.
(23) M. Cervantes: Op. cit, pág. 267.
(24) M. Cervantes: Op. cit, pág. 335.
(25) Graña Cid: Op. cit, pág. 218.
(26) L. Sierra Macarrón: «Escribir y leer para otros: figuras del analfabetismo en el texto cervantino», en
Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas. Lepanto, 1-8 de octubre de 2000, t. I. Pal-
ma, Antonio Bernat Vistarini, Universitat de les Illes Balears, 2001, pp. 387-400.

126
V). Una estructura administrativa que los considerados como alfabetizados no
requería una serie de «letrados» o profe- sabían descifrar según qué tipo de letra;
sionales de la escritura como escribanos, esta dicotomía tampoco contempla la posi-
secretarios, notarios, etc. bilidad de que algunas personas sólo
supieran descifrar textos memorizados,
• En cuanto a los pequeños comerciantes
familiares o textos integrados en grabados
y artesanos, están en los porcentajes
y pinturas, grabados, estampas o imágenes;
intermedios, aunque hay muchos mati-
y lo más grave de esa dicotomía es que da
ces: tenía mucho que ver, otra vez, el
a entender que los analfabetos no tenían
hecho de que vivieran y trabajasen en la
acceso a la literatura de la época, cosa
ciudad, ya que así los porcentajes crecen
completamente errónea si tenemos en
desde el siglo XVII al XVIII; y también se
cuenta que era muy habitual el que una
tiene que tener en cuenta las diferentes
persona que supiera leer, lo hiciera en voz
categorías y profesiones (así, los apren-
alta para una auditorio que no sabía leer
dices solían ser analfabetos, mientras
pero que tenía una gran curiosidad por esa
que los maestros de los gremios tenían
literatura. Y quien dice literatura, dice tea-
que saber leer y escribir, o al menos fir-
tro, mucho más directo con el público.
mar).
De todos modos, estas conclusiones se
• El analfabetismo lo encontramos sobre tienen que complementar con datos sobre
todo entre las mujeres, los labradores la escolarización y el aprendizaje escolar
sin tierras, jornaleros, peones, pobres y de la lectura y la escritura para poder hacer
finalmente las personas que no estaban un seguimiento más riguroso de la evolu-
integradas en la lengua y cultura domi- ción de la alfabetización. Y asimismo es
nante por razones étnicas o lingüísti- importante la relación entre la alfabetiza-
cas. ción y la imprenta, por lo que en los
siguientes puntos se tratarán ambas cues-
• Así pues, el dominio de la firma y su alta
tiones.
calidad eran generales entre el clero, los
letrados, los profesionales liberales, los
funcionarios, los comerciantes acomoda-
ALFABETIZACIÓN Y ESCOLARIZACIÓN27
dos y la nobleza, aunque no entre sus
esposas.
Del nivel de escolarización de los siglos XVI
Todas estas conclusiones son muy al XVIII se sabe muy poco, ya que la prime-
importantes para poder matizar las típicas ra estadística global es la del censo de
dicotomías establecidas entre ser analfabe- 1797. Aún así, no faltan las hipótesis sobre
to y pobre, inculto o marginado; y por otra lo que ocurría anteriormente. La hipótesis
parte, saber leer y escribir, ser moderno y de más peso28 nos expone que tuvo que
estar dentro del progreso. Y digo que hay haber un incremento de la escolarización y
matices porque se tiene que tener muy en alfabetización que acompañase a la expan-
cuenta una realidad de semi-alfabetización: sión universitaria y de las escuelas de lati-
saber leer y no escribir, o simplemente nidad y gramática en la España del siglo XVI
saber hacer la firma y poco más; o a veces, (hay que recordar que en 1498 Cisneros

(27) A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.


(28) R. L. Kagan: Universidad y sociedad en la España Moderna. Madrid, Tecnos, 1983, pp. 47-73. Citado
en A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.

127
fundó la Universidad de Alcalá de Henares, contra esa cultura en minoría) y a la socie-
en la que entre 1502 y 1517 se escribió la dad en general. Esa era una típica actitud
Biblia Políglota Complutense en hebreo, de la Contrarreforma (cuyos ideales se
arameo, griego y latín). manifestaron en el Concilio de Trento,
También debemos recordar que el entre 1545 y 1563). Se tiene que recordar
aprendizaje del latín iba ligado al del caste- que España, durante el reino de Felipe II,
llano, hecho este demostrado por las obras pasó del erasmismo a un catolicismo abso-
para la enseñanza de ambos idiomas como luto, que apostaba por una fuerte redog-
Arte para aprender a leer y escribir perfec- matización y control de la sociedad. Basta
tamente en romance y latín de Bernabé decir que los edictos pasaron a ser leyes
Busto (1535). Pero de la misma manera, del reino.
hubo un desinterés de la Iglesia, munici- En cuanto a la cristianización de la
pios y clases acomodadas por la educación población morisca, se empezaron una serie
elemental que supuso el estancamiento del de campañas para ese fin, como establecer
siglo XVII ya mencionado en el punto ante- escuelas parroquiales y editar cartillas y
rior. catecismos, pero el poco éxito que tuvie-
Centrándonos en esa «revolución edu- ron con esa política de asimilación queda
cativa» del siglo XVI, y basándonos en con- demostrado con la expulsión decretada de
tratos entre municipios y maestros u órde- 1609.
nes religiosas, se puede decir que al menos La Iglesia también se preocupó de
en Castilla (la patria de Don Quijote, por evangelizar y cristianizar una población
supuestamente cristiana, ya que se dio
cierto) y en poblaciones importantes exis-
cuenta del poder de la educación. Eso se
tían maestros y clérigos dedicados a la tradujo en la intensificación de la creación
enseñanza. Incluso Bartolomé Bennásar de escuelas por parte de los párrocos (obli-
remarcaba la favorable postura política y gados por los mandatos de concilios pro-
religiosa hacia la educación de los poderes vinciales y sínodos) y en el refuerzo del
locales, y la demanda social de este tipo de control de la ortodoxia de los maestros. De
enseñanza. Pero se tiene que moderar esa hecho, esta práctica se seguía en el siglo
generalizada opinión, ya que no fue hasta XV, pero en el contexto de la Contrarrefor-
el siglo XIX cuando las escuelas tuvieron un ma se acentuó y se exageró, de la misma
carácter plenamente estable y regular (una manera que volvió a ocurrir en el siglo XVIII
escuela podía cerrar de manera intermiten- (esta vez gracias a los impulsos de obispos
te, de la misma manera que la asistencia a reformistas).
clase era muy irregular). Además, las Esa educación impartida por parte de
poblaciones rurales y todos aquellos que la Iglesia se hacía a través de la catequesis,
no podían pagar los honorarios del maes- las órdenes religiosas dedicadas a la ense-
tro obviamente quedaban excluidos de ese ñanza (aún vigentes hoy día) y a través de
la escuela anexa a la parroquia (con figuras
sistema, lo que se acentuó hacia el siglo
como el mismo párroco, sacristán o maes-
XVII, cuando hubo una especie de crisis
tro).
educativa. En cuanto a la catequesis, cabe decir
Otro factor importantísimo para la que fue muy distinta a la de los Países
«revolución educativa» del siglo XVI fue el Bajos o el Norte de Francia, en donde se
peso que tuvo la Iglesia en la educación, enseñaba la lectura. Muy diferente era lo
para, a través de ella, poder dogmatizar, que pasaba con la catequesis española,
evangelizar y cristianizar a la población que se basaba fundamentalmente en la
morisca (de manera forzosa y atentando memoria y la voz (aunque también está el

128
tema de las cartillas, del que se hablará más El contenido de esas cartillas era el
adelante). De esa manera, la doctrina se siguiente: un abecedario, un silabario, las
cantaba, se rezaba o se repetía (evidente- oraciones más comunes, un catecismo ele-
mente ni se leía ni escribía). Con ese siste- mental, el orden para ayudar a misa y una
ma, a lo máximo a que se podía aspirar era tabla de multiplicar. Todo ello en 16 pági-
a reconocer visualmente alguna frase o nas en 8ª. Su precio oscilaba entre los 4 y 8
palabra aprendidas de memoria. maravedís. Esta cartilla-catecismo fue junto
a alguna versión de Catón y documentos
manuscritos de la vida cotidiana, el materi-
EL APRENDIZAJE ESCOLAR al utilizado para el aprendizaje de la lectu-
DE LA LECTURA Y ESCRITURA ra31.

El aprendizaje de la escritura en el Antiguo


Régimen era el doble de caro que el de la ALFABETIZACIÓN E IMPRENTA.
lectura, y sólo se iniciaba cuando se domi- LECTORES Y LECTURAS
naba perfectamente la lectura. Eso era algo
muy complicado porque se necesitaba un Haciendo una escueta historia de la
material (plumas de ave, tinteros, tinta y imprenta en España, vemos como la pri-
papel) y se requería mucha habilidad en el mera imprenta documentada fue la de
Segovia en el año 1472, aunque las de Bar-
laborioso proceso técnico, dominado por
celona, Valencia y Zaragoza fueron las ciu-
una caligrafía muy precisa y compleja.
dades consideradas como pioneras. De
Escribir era todo un arte u oficio en manos
todos modos, a principios del siglo XVI al
de escribanos y maestros-caligráficos29. No
menos 26 localidades españolas disponían
fue hasta el siglo XVIII cuando algunos de imprenta, y ahora se verá lo importante
maestros plantearon la necesidad de sim- de ésta para el tema de la educación.
plificar el aprendizaje y la práctica de la Para empezar facilitó la difusión del
escritura. libro y de la lectura, y si analizamos los
Por otra parte, el método habitual para procesos de alfabetización y el de produc-
aprender a leer era el deletreo, seguido del ción y comercio de textos impresos, pode-
silabeo y finalmente culminado con la lec- mos observar cómo ambos parecen seguir
tura «de corrido», sin interrupciones. La lec- un mismo curso. Claro ejemplo de ello es
tura escolar era pues lectura en voz alta, y el hecho de que hubo un declive de la
su aprendizaje se iniciaba con la cartilla, de producción y comercio de textos impresos,
las que, aunque se editaron muchas, sólo hacia el 1625, causado por la crisis econó-
muy pocas se han podido conservar. A lo mica general, la legislación represiva, las
largo del siglo XVI sólo se han censado30 un trabas fiscales, las censuras y controles, los
total de diez cartillas impresas en España: monopolios de impresión y venta, etc.32.
la primera hacia 1526 y la última en 1596. El libro religioso y de devoción predo-
El monopolio de esas cartillas lo tenía des- minó (como ya venía haciendo antes de la
de 1583 (y hasta finales del siglo XVIII) la imprenta) a lo largo de los siglos XVI, XVII y
iglesia colegial de Valladolid, pese a las XVIII, pero en el siglo XVI los libros de caba-
protestas de maestros y impresores. llerías, las comedias, los romances, las his-

(29) A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.


(30) A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.
(31) A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.
(32) A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.

129
torias y todo tipo de pliegos sueltos y de Macarrón sobre los personajes analfabetos
literatura menuda comenzaron a hacerse que aparecen en dicha obra de Cervantes.
un lugar muy importante entre las prefe- En este estudio se hacen dos grupos según
rencias de la población, cosa que sólo se el tipo de analfabetismo. En el primero, el
puede explicar a partir de la continuidad, grupo de los analfabetos «declarados»
incremento y diversificación de preferen- encontramos a Sancho Panza, a su mujer
cias y hábitos lectores33. Teresa Panza, y a un grupo de cabreros (II,
Por otra parte, la imprenta aceleró el caps. XI-XIV). En el otro grupo, el de los
proceso de la lectura en voz alta a la lectu- analfabetos «supuestos», se mencionan los
ra silenciosa y mental, y el de la lectura arrieros (II, cap. XIX), las mozas del partido
pública a la individual, gracias a la adecua- (I, cap. II), un grupo de labradores (II, cap.
ción tipográfica en busca de una mayor
XIX ), Maritormes ( I , caps. XXXII - XLVII ), la
legibilidad, entre otras cosas. Esto provocó
mujer del ventero Juan Palomeque (I, caps.
cambios en la manera de escribir, ya que
XXXII-XLVII), etc.
ahora los libros no estaban hechos para ser
recitados, sino para que el lector los pudie- Del personaje del que se puede sacar
ra interiorizar de manera individual. más información sobre el analfabetismo es
También es muy importante el hecho Sancho, un personaje con una evolución
de que gracias a la producción masiva de la muy compleja, ya que es un labrador que
imprenta, los precios bajaron, y ahora más vive en el ámbito rural, y si a eso le suma-
o menos cualquier persona podía tener los mos su origen humilde, el resultado es cla-
medios para comprar un libro, o adquirirlo ro: tendría que haber sucedido un milagro
aunque fuese de segunda mano o de prés- para que Sancho Panza hubiera recibido
tamo. una educación mínima (hay que recordar
Frente a ese inminente cambio en el que muchas familias que vivían en el cam-
concepto de la lectura, hubo una serie de
po, a parte de no poder pagar la educación
personas (como Suárez de Figueroa) que
se oponían por razones ascético-morales a de sus hijos, necesitaban el dinero que
esa invasión de nuevos lectores, abogando pudieran conseguir estos poniéndolos a
por una lectura más detenida y releída de trabajar desde muy pequeños)34. Así pues,
pocos libros, y no por la lectura superficial son muchas las referencias que hace San-
de muchos libros, de calidad más baja cho de sí mismo y su analfabetismo:
según ellos. La verdad sea […] que yo no he leído nin-
guna historia jamás.35
LA EDUCACIÓN EN EL QUIJOTE Desdichado de yo, que soy casado y no sé
la primera letra del abecé!36
¿QUIÉNES SON LOS ANALFABETOS DEL QUIJOTE?
Pues a fe mía que no sé leer.37
Centrándonos ya en el Quijote es impor- Ni por pienso […], porque yo no sé leer ni
tante mencionar el estudio de Leonor Sierra escribir, puesto que sé firmar.38

(33) J. N. H. Lawrence: «The spread of lay literacy in late medieval Castile», en Bulletin of Hispanic Studies,
1985, pp. 19-94. Citado en A. Viñao Frago: Op. cit, pp. 45-68.
(34) B. Bartolomé: «Las escuelas de primeras letras», en Delgado Criado: Op. cit, pp. 175-194.
(35) M. Cervantes: Op. cit, pág. 118.
(36) M. Cervantes: Op. cit, pág. 297.
(37) M. Cervantes: Op. cit, pág. 364.
(38) M. Cervantes: Op. cit, pág. 931.

130
Letras […], pocas tengo, porque no sé el LAS ESTRATEGIAS DE RELACIÓN
abecé.39 DE LOS ANALFABETOS DEL QUIJOTE
Pero aunque el analfabetismo de San- CON EL MUNDO DE LO ESCRITO
cho se manifiesta en todo momento, más
recurrente es el tema de los refranes y A pesar del gran número de analfabetos
cuentos que tan a menudo explica Sancho. que había en el Siglo de Oro, en ningún
Estos provienen del folclore y de la tradi- momento se ha dicho que no estuvieran
ción popular, que evidentemente Sancho interesados por entrar en contacto con el
ha aprendido a través de la tradición oral: mundo de la escritura, ya fuera por necesi-
No con quien naces, sino con quien paces.40
dad44, como por curiosidad y por ocio. En
el primer caso estaría implícita la práctica
Bien predica quien bien vive […] y yo no sé de escribir por medio de otros; en el caso
otras teologías.41
del ocio, podríamos destacar las lecturas de
La otra analfabeta por excelencia es libros en voz alta. De ahí el que se haya
Teresa Panza, que tampoco tiene ninguna mencionado anteriormente la necesidad de
vergüenza en definirse a ella misma como matizar el concepto de analfabetismo y la
analfabeta: de destruir tradicionales dicotomías entre
Léamelo vuestra merced, señor gentilhom- quienes son analfabetos y quienes no.
bre […]; porque aunque sé hilar, no sé leer Empezando por la cuestión de escribir
migaja.42 por medio de otros, se puede decir que era
una necesidad para que los analfabetos
Por último está el grupo de cabreros,
también se pudieran desenvolver y relacio-
que aunque ellos no se declaren directa-
narse en la sociedad de la Edad Moderna.
mente como analfabetos, tienen mucha
Se hacía por medio de la comunicación
admiración por uno que dicen que sí sabe
oral: el interesado dictaba lo que deseaba
leer y escribir:
al intermediario que lo escribía. Hasta fina-
[…] hacer que cante un compañero nuestro les del siglo XVII, la «delegación de la escri-
[…]; el cual es un zagal muy entendido y tura»45 se hacía a personas no profesionales
muy enamorado, y que sobre todo sabe de la escritura, sino a individuos del mismo
leer y escribir.43
círculo que el solicitante de dicho escrito.
De este caso se deduce lo que ya se El género más común de esa práctica era el
había mencionado antes con respecto a la epistolar, que en la Edad Moderna alcanzó
importancia del lugar de residencia, del ofi- una gran importancia tanto a nivel político
cio y de la clase social para poder acceder como familiar. En el ámbito político encon-
a una educación. Este caso pues, es una tramos las cartas que dicta Sancho a un
excepción a la norma generalizada entre la secretario cuando es gobernador de la
gente del campo. ínsula Barataria: «dijo al secretario que, sin
añadir ni quitar cosa alguna, fuese escri-

(39) M. Cervantes: Op. cit, pág. 968.


(40) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1180.
(41) M. Cervantes: Op. cit, pág. 800.
(42) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1038.
(43) M. Cervantes: Op. cit, pág. 120.
(44) Como es el caso de aprender a firmar, mencionado en este trabajo.
(45) A. Petrucci: Alfabetismo, escritura y sociedad. Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 105-106. Citado en Sierra
Macarrón: Op. cit, pp. 387-400.

131
biendo lo que él dijese»46. En este caso tan En este tipo de lecturas en voz alta se
peculiar Sancho recurre a una persona que podían leer muchos tipos de libros, mien-
no es de su mismo rango (el secretario) si tras fueran interesantes para el auditorio.
vemos a Sancho como un mero labrador- Entre estos géneros oralizados encontra-
escudero, pero la cosa cambia si lo mira- mos los famosos libros de caballerías, la
mos desde la óptica de que él es el gober- poesía lírica, las crónicas y relatos de viajes,
nador y, en ese caso, es normal que se las novelas cortas y los cuentos, los roman-
relacione con secretarios y escribanos. ces nuevos y letrillas medio populares y los
Pero más claro es el caso de Teresa, la
textos religiosos. A este tipo de lecturas
mujer de Sancho, que recibe dos cartas
(una de la duquesa y otra de su marido) y podían acudir todo tipo de clases sociales,
se decide a contestarlas, recurriendo para aunque eran los analfabetos quienes saca-
ello a un monaguillo, al que paga por sus ban más provecho de ellas, ya que durante
servicios: «y así dio un bollo y dos huevos a mucho tiempo no habían tenido acceso a
un monaguillo que sabía escribir, el cual le estas obras.
escribió dos cartas, una para su marido y De todos modos, estas lecturas colecti-
otra para la duquesa, notador de su mismo vas solían desarrollarse en el ámbito urba-
caletre»47. En definitiva se trata de alguien no (ya se ha comentado que el fenómeno
de su mismo círculo. De hecho, el bachiller de expansión de la cultura escrita se pro-
Sansón Carrasco se ofrece para ayudarla dujo sobre todo en las ciudades), ya fuera
con las cartas, pero Teresa desconfía de él: en plazas públicas o en casas de artesanos,
«El bachiller se ofreció de escribir las cartas mercaderes o comerciantes, lo cual no
a Teresa, de la respuesta; pero ella no quiso
quiere decir que esto no ocurriera en el
que el bachiller se metiese en sus cosas, que
campo, como refleja el Quijote, ya que Cer-
le tenía por algo burlón»48.
La segunda estrategia mencionada es la vantes aprovecha para mostrarnos estas
de leer por medio de otros, íntimamente lecturas en voz alta cuando hay una acu-
ligada a la expresión oral, ya que las perso- mulación de personajes, cosa que ocurre
nas analfabetas podían escuchar a un muy a menudo en las ventas, lugar de reu-
mediador letrado recitando directamente un nión por excelencia en esta obra de Cer-
texto o algo aprendido de memoria de una vantes. Hay que recordar que Don Quijote
lectura anterior, del mismo modo que tam- se aparta o no llega a entrar en las ciuda-
bién podían escuchar leer, recitar o decir a des: se aparta de Toledo, no llega a Zara-
otras personas que sabían historias, aunque goza, y no se adentra en Barcelona50. Ejem-
podían ser perfectamente iletrados. plo de esas lecturas en público nos lo da
De hecho, esos analfabetos «oidores»49 este pasaje del Quijote:
eran considerados como lectores en la
Edad Moderna, ya que ese concepto era Las cartas fueron solenizadas, reídas, estima-
mucho más amplio de lo que es actual- das y admiradas; y para acabar de echar el
mente. sello llegó el correo que traía la que Sancho

(46) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1050.


(47) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1038.
(48) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1038.
(49) M. Frenk: Entre la voz y el silencio: La lectura en tiempos de Cervantes, Centro de Estudios Cervanti-
nos, Alcalá de Henares, 1997, pp. 41-43. Citado en Sierra Macarrón: Op. cit, pp. 387-400.
(50) A. Redondo: «Acercamiento al Quijote desde una perspectiva histórico-social», en Otra manera de leer
«El Quijote”. Madrid, Castalia, 1997, pág. 64. Citado en Sierra Macarrón: Op. cit, pp. 387-400.

132
enviaba a don Quijote, que asimesmo se Además del género epistolar, Sancho
leyó públicamente51. tiene acceso a otros géneros literarios,
como los libros de caballerías, la novela, el
También cabe mencionar que Sancho
cuento y la poesía lírica. Por lo que refiere
Panza necesita cuatro veces un mediador
a los libros de caballerías, podemos decir
que le lea lo que está escrito. En las cuatro
que Don Quijote es quien explica a Sancho
ocasiones se trata de cartas, y en dos no
todas las historias de sus caballeros andan-
consiste en lecturas en voz alta a modo de
tes favoritos que él mismo ha leído tantas
ocio; es la necesidad de Sancho una vez se
veces. Y eso pasa tan a menudo que San-
ha convertido en gobernador y se supone
cho llega a saber de libros de caballerías
que tiene que poder entender las cartas
casi tanto como si los hubiera leído él mis-
que le envían el duque y don Quijote:
mo. Varios ejemplos de momentos en los
«Hízolo así el recién salido secretario y
que Don Quijote explica a Sancho la vida y
habiendo leído lo que decía, dijo que era
miserias de sus caballeros andantes favori-
negocio para tratarle a solas»52; y «Mandó
tos, se encuentran en los siguientes pasa-
Sancho al secretario que la leyese para sí, y
jes:
que si no viese en ella alguna cosa digna de
secreto, la leyese en voz alta»53. Pero las dos Porque el poderoso Amadís de Gaula se vio
primeras tienen lugar cuando Don Quijote en poder de su mortal enemigo Arcalous el
encuentra una maleta perdida en medio de encantador.56
Sierra Morena. En esta maleta hay un libri- Yo me acuerdo haber leído que un caballe-
llo de memoria, y a su vez, dentro de éste ro español Diego Pérez de Vargas habiendo
hay una carta de amor que Sancho le pide roto su espada…57
que lea en voz alta: «y leyéndola en alto,
En cuanto a la novela, Sancho tiene
como Sancho se lo había rogado vio que contacto con ella a través de la lectura en
decía de esta manera […]»54. La otra oca- voz alta que hace el cura cuando lee la
sión es cuando Sancho le pide a Don Qui- novela del Curioso impertinente a todas las
jote que le lea la carta que él ha escrito a personas que se encuentran en la venta de
Dulcinea en ese mismo librillo, que Sancho Juan Palomeque:
se supone que tiene que dar a la amada de
don Quijote. Pero como Sancho no se fía Mientras los dos esto decían había tomado
de él mismo, le pide que le recite dicha car- Cardenio la novela y comenzado a leer en
ta: ella; y pareciéndole lo mismo que al cura,
le rogó que la leyese de modo que todos la
Escríbala vuestra merced dos o tres veces oyesen.58
ahí en el libro y démele que yo le llevaré
bien guardado: porque pensar que yo lo he Otro género al que accede Sancho es el
de tomar de memoria es disparate… díga- cuento, mucho más cercano a él por su
mela vuestra merced, que me holgaré origen ligado a la tradición popular. Ejem-
mucho de oilla55. plo de ello lo tenemos cuando don Quijo-

(51) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1060.


(52) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1008.
(53) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1048.
(54) M. Cervantes: Op. cit, pág. 254.
(55) M. Cervantes: Op. cit, pág. 286.
(56) M. Cervantes: Op. cit, pág. 63.
(57) M. Cervantes: Op. cit, pág. 97.
(58) M. Cervantes: Op. cit, pág. 375.

133
te, Sancho y el cura se encuentran con un salen temas tan importantes como el amor
cabrero, y éste les narra un cuento: y la aceptación de los hijos, tal y como son;
General gusto causó el cuento del cabrero a la definición y defensa de la poesía con su
todos los que escuchado le habían.59 influencia en la educación y formación del
hombre; el esfuerzo del hombre ante la
Finalmente, la relación de Sancho con vida; la crítica de la burguesía acomodada
la poesía lírica (que pasó a desarrollarse en
y ociosa; la defensa de las virtudes caballe-
los ambientes aristocráticos a llegar a otros
rescas (justicia, honor, imparcialidad...),
sectores de la población, en forma de lírica
etc. Con todo esto, Cervantes consigue des-
de cancionero, villancicos y romances fol-
clóricos y semipopulares) viene por mano tacar la dignidad, cordura y sensatez de su
del cabrero Antonio, que sabe recitar y «héroe» (al menos en este pasaje).
cantar: Este discurso se desarrolla gracias al diá-
logo que mantienen Don Quijote y el «Caba-
De esta manera, Antonio, bien podrás llero del Verde Gabán», que en realidad se
hacernos placer de cantar un poco, porque
vea este señor huésped que también por
llama don Diego de Miranda. Se trata del
los montes y selvas hay quien sepa de encuentro de dos caballeros que en princi-
música. Hémosle dicho de tus buenas habi- pio tienen un gran respeto mutuo, aunque
lidades y deseamos que las muestres y nos sus vidas no pueden ser más distintas: la
saques verdaderos.60 vida de don Diego es sosegada y tranquila,
En cuanto a Teresa Panza, Cervantes todo lo contrario de la de Don Quijote, que
nos informa de que la mujer de Sancho busca en todo momento la aventura renun-
Panza sólo tiene acceso al género epistolar, ciando a la vida regalada que había tenido
aunque no nos da tantos ejemplos como en hasta entonces. Esto se puede traducir en un
el caso de su marido: enfrentamiento entre lo tradicional y lo esta-
blecido frente a lo progresista, lo renovador,
Léamela [la carta de la duquesa] vuesa mer-
ced, señor gentilhombre, porque aunque la amplitud de miras y la búsqueda de nue-
yo sé hilar, no sé leer migaja.61 vos horizontes.62
Por tal razón don Diego de Miranda no
puede aceptar que su hijo de 18 años no
EL CAPÍTULO XVI DE LA SEGUNDA PARTE DEL estudie lo que a él le gustaría. Don Diego
QUIJOTE se empeña en imponer su propia voluntad,
porque resulta que su hijo quiere ser poe-
En la segunda parte de este sugerente capí- ta, y el padre quiere que estudie teología.
tulo, se toca el tema de la educación desde Don Quijote se siente más cerca de la acti-
una óptica muy tolerante y meditada que tud del hijo que la del padre, ya que es una
sale en boca de Don Quijote, en uno de sus actitud que implica inquietud, búsqueda,
momentos de lucidez mental (como pasa reflexión, etc., y entonces Don Quijote se
con el discurso de la Edad de Oro o el de siente capaz (él que no tiene hijos) de dar
las armas y las letras). En este discurso consejos de educación al Caballero del Ver-

(59) M. Cervantes: Op. cit, pág. 582.


(60) M. Cervantes: Op. cit, pág. 124.
(61) M. Cervantes: Op. cit, pág. 1038.
(62) M. J. Pérez; J. Enciso: «El capítulo XVI de la segunda parte del Quijote. El tema de la educación y su
actualidad», en Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas. Lepanto, 1-8 de octubre de
2000, t. I. Palma, Antonio Bernat Vistarini, Universitat de les Illes Balears, 2001, pp. 705-713.

134
de Gabán: es necesario que los padres res- que todo aquel que no sabe, aunque sea
peten las decisiones de sus hijos, cuanto señor y príncipe, puede y debe entrar en
más cuando deciden dedicarse a la poesía, número de vulgo.65
que según don Quijote es la madre de las Por otra parte, este episodio es crucial
ciencias. en cuanto a la defensa de las lenguas
Estos consejos, aparte de ser válidos maternas en poesía, hecha por Cervantes
para la más moderna y actual educación, otra vez en boca de don Quijote:
son universales, pues no pierden su senti-
Pues no hace falta buscar las lenguas
do a pesar del paso del tiempo.
extranjeras para declarar la alteza de tus
No obstante, a don Diego le cuesta conceptos.66
creer que la poesía también sea una cien-
cia, y lo más importante, que sea una cien- Y por último Cervantes defiende la
cia de provecho económico y prestigio idea de que «el poeta nace»:
social. Con esa excusa Cervantes hace una También digo que el natural poeta que se
apología de la poesía en boca de su hidal- ayudare del arte será mucho mejor y se
go manchego. V. Gaos considera que éste aventajará al poeta que sólo por saber el
es el capítulo más importante que Cervan- arte quisiere serlo.67
tes dedica a la poesía63: la poesía no sola-
mente es una ciencia, sino que «todas las Como conclusión principal de todo el
otras ciencias» han de estar a su servicio y, discurso de Don Quijote, él mismo dice a
a la vez, ha de aprovecharse de ellas e don Diego de Miranda:
incluso «autorizarlas»: Sea, pues, la conclusión de mi plática,
señor hidalgo, que vuesa merced deje de
La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es
como una doncella tierna y de poca edad, y caminar a su hijo por donde su estrella le
en todo extremo hermosa, a quien tienen llama; que siendo él tan buen estudiante
cuidado de enriquecer, pulir y adornar como debe de ser, y habiendo ya subido
otras muchas doncellas, que son todas las felicemente el primer escalón de las esen-
otras ciencias, y ella ha de servir de todas, y cias [¿ciencias?], que es el de las lenguas,
todas se han de autorizar con ella64 con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre
de las letras humanas, las cuales tan bien
También es importante lo que Cervan- parecen en un caballero de capa y espada,
tes nos transmite sobre la poesía: quien y así le adornan, honran y engrandecen
quiera acercarse a ella que lo haga como como las mitras a los obispos o como las
quien se acerca a un delicadísimo tesoro de garnachas a los perritos jurisconsultos.68
inestable precio. La poesía no se ha de tra-
tar por el «ignorante vulgo», y aquí Cervan-
tes nos hace una distinción de quién es y CONCLUSIÓN
quién no es la gente plebeya e ignorante:
Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vul- Hacer un trabajo como éste me ha servido
go solamente a la gente plebeya y humilde; sobre todo, y aunque parezca mentira, para

(63) V. Gaos: Introducción a la edición de las Poesías Completas de Cervantes. Madrid, Castalia, pág. 7-37.
Citado en M. J. Pérez; J. Enciso: Op. cit, pp. 705-713.
(64) M. Cervantes: Op. cit, pág. 757.
(65) M. Cervantes: Op. cit, pág. 757.
(66) M. Cervantes: Op. cit, pp. 757-758.
(67) M. Cervantes: Op. cit, pág. 758.
(68) M. Cervantes: Op. cit, pág. 758.

135
agudizar un poco más mis sentidos respec- los personajes antagónicos de Sancho y
to a la constante ironía cervantina. Si no Don Quijote. Una manera es la tradicional,
hubiera trabajado este tema, no hubiera basada en el refranero popular, en el senti-
entendido frases como «mi hija lee y escribe do común, en la experiencia cotidiana y
como un maestro de escuela» (pág. 1020). que poco tiene que ver con la escolariza-
Quizá hubiera pensado que esta chica era ción. Es el modo de vida de la mayoría de
una fuera de serie en su época, pero ahora la sociedad, tachada de vulgar y analfabeta.
me doy cuenta de lo cínico de esta frase: Se personalizaría en la figura de Sancho.
muchas veces los maestros de escuela no Pero después de hacer este trabajo, me doy
sabían leer ni escribir. Con una realidad cuenta de que ser analfabeto en aquella
como ésta, no es de extrañar que Cervantes época, poco tenía que ver con serlo ahora,
no tenga una imagen idealizada de la edu- porque era de lo más común. Y como ya he
cación en el Siglo de Oro. No creo que sea dicho, ser analfabeto no implicaba ser ton-
casualidad que deje en ridículo al bachiller to. La otra manera es la que concierne a
Sansón Carrasco cuando éste es derrotado Don Quijote, un hidalgo que se ha podido
por el loco de Don Quijote; como tampoco costear una biblioteca personal, que lejos
es casualidad que en cierto momento lle- de ser una fuente de sabiduría, le ha lleva-
gue a escribir que «estudiar en Salamanca do a la más tragicómica de las locuras.
es burla». ¿Y qué decir de las referencias a De las ideas de Cervantes también se
la Universidad menor de Osuna, lugar de puede deducir que no todo lo que se escribe
estudio de algunos de los supuestos alfa- tiene por qué ser bueno, como tampoco es
betizados de la obra de Cervantes? Es clara bueno en su totalidad y funcionamiento el
pues, su crítica constante de aquellos que sistema educativo ofrecido por la Iglesia, y
dicen ser eruditos, cuando en realidad son mucho menos después de ver todos los inte-
más tontos que algunos de los frecuentes reses de poder que había detrás. Quizá las
labradores que salen en la obra (más tontos personas alfabetizadas, de hecho estén más
porque han pagado por una educación que en peligro de caer en esas redes para acabar
al final les ha llevado de cabeza a la corrup- formando parte de ellas sin darse cuenta.
ción y monopolio de la Iglesia sobre la Quizá sean las personas eruditas las que des-
educación). pués de todo estén en peligro de volverse
No es que diga que Cervantes esté idea- locas después de tanta mentira y paraferna-
lizando el analfabetismo. Es evidente que lia, tapadera de un sistema educativo y una
no es así porque hace discursos como el de sociedad que hacía aguas por todos sitios.
la poesía desarrollado en el capítulo XVI de Para finalizar, me gustaría decir que me
la segunda parte. Simplemente creo que el hubiera interesado bastante poder indagar
autor denuncia (o desmitifica) un poco el en la educación de la mujer en el Siglo de
concepto de «clase social adinerada es Oro, pero en el Quijote las referencias a
igual a alfabetización, cosa que lleva direc- este tema son escasas. De todos modos,
to a la sabiduría y erudición». Sin embargo, cuando busqué información sobre ello, me
nos hace ver cómo los analfabetos (que no encontré con que había algunos estudios
se pueden costear una educación reglada más bien antiguos que trataban el tema a
por la Iglesia) tienen curiosidad por el partir de fuentes que no proporcionaban
mundo de la escritura que todo lo rodea, y una información real de la situación de la
por eso acuden a lectores y escritores inter- mujer. Sin embargo, se están demostrando
mediarios. hipótesis bastante reveladoras en los estu-
Así pues, es interesante ver las dos dios más recientes, aunque la educación de
maneras de aprender a ser autosuficientes la mujer en esta época, sigue siendo un
en la vida, dos maneras diferenciadas en campo de estudio poco explorado.

136
BIBLIOGRAFÍA DELGADO CRIADO, B. (Coord.): Historia de la
Educación en España y América. La
Actas del IV Congreso Internacional de la Educación en la España Moderna (siglos
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2001. 1983.

137
LAS NOCIONES DEL SUJETO, HISTORIA Y COSMOS EN EL QUIJOTE

MARÍA STOOPEN (*)

RESUMEN. En el presente artículo se propone una indagación sobre las nociones de


sujeto, historia y cosmos en el Quijote, mediante un repaso de los avatares de di-
chos conceptos tanto en los libros de caballerías como en las concepciones cosmo-
lógicas previas y contemporáneas. En relación con el asunto del sujeto, la colabo-
ración centra su estudio en las modificaciones que el comportamiento del autor tex-
tual va presentando en los relatos caballerescos a partir del surgimiento de dicho
género literario. A la vez, dichos libros, siendo de naturaleza no sólo ficticia, sino
fantástica, pretenden presentarse como narraciones históricas, no sólo por razones
ideológicas y morales, sino por la carencia de una poética que proponga las dife-
rencias entre poesía e historia. El Quijote recoge tales recursos genéricos, aunque
los trabaja con intención paródica. El resultado es un interesante juego con la fic-
ción de la autoría, así como una apuesta definitiva por la narración de naturaleza
ficticia. El genio innegable del escritor consigue estos resultados gracias a las tra-
ducciones y versiones renacentistas de la Poética de Aristóteles, quien propone la
diferencia entre historia y poesía. La multiplicidad de sujetos autorales presentes en
el Quijote, posiblemente se relaciona con el descentramiento que sufre la idea del
cosmos: ni la tierra es más el centro del universo, ni las órbitas de los astros son cir-
culares, sino elípticas. El hombre, junto con el planeta que habita, ha perdido su
posición de privilegio en el universo.
ABSTRACT. This article investigates the notions of subject, history and cosmos in Don
Quixote, by reviewing these concepts in the books of knight-errantry and in the
cosmological conceptions of past periods and in the 17th century. Regarding the no-
tion of subject, it focuses on the changes of behaviour that the author of the text
presents regarding books of knight-errantry since the birth of the genre. At the sa-
me time, these books, which are of a fictional and even fantastic nature, try to pres-
ent themselves as historical accounts, not only for ideological or moral reasons, but
because of the lack of a clear distinction between poetry and history. Cervantes ta-
kes advantage of these resources, even though he treats them as a parody. The re-
sult is an interesting play with the fiction of who the author is, as well as the option
of a fictional account. The brilliant author is able to achieve these results thanks to
translations and Renaissance versions of the Poetics of Aristotle, who proposes a se-
paration between history and poetry. The many subjects acting as authors who are
present in Don Quixote might be related to the decentralisation of the idea of the
Cosmos: the Earth is no longer the centre of the Universe and the orbits of the plan-
ets are not circular but elliptical. Man, together with the planet he lives on, is no
longer in a privileged position in the Universe.

De manera explícita o implícita y más o toria y del cosmos. El asunto comporta gran
menos compleja, un relato literario contiene interés cuando se trata de un libro de la tras-
determinadas nociones del sujeto, de la his- cendencia y complejidad del Quijote. Es

(*) Universidad de Florida, EE.UU.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 139-148. 139


Fecha de entrada: 03-11-2003
posible colegir tales conceptos a partir del Durante el siglo XIII, los autores de los
comportamiento de Miguel de Cervantes en romans franceses, se proponen cristianizar
la construcción de la obra de arte, de su los elementos míticos del género, relacio-
relación con el lector, de los recursos litera- nándolos directamente con acontecimien-
rios que utiliza, de la manera como el texto tos históricos de la vida de Cristo y organi-
concibe y se inserta en la historia, así como zándolos, no sin contradicciones, según el
de la poética en que se inscribe la obra. modelo ortodoxo de la experiencia cristia-
Ya que el Quijote es un libro de caballe- na. De este modo, la crónica y la alegoría
rías, aunque con intención paródica, hemos coexisten en una relación paradójica. Es así
de iniciar con un repaso a los asuntos arriba que la posibilidad de encontrar vínculos
enunciados a partir de sus antecedentes alegóricos entre la tradición artúrica y el
genéricos con el fin de relacionar y contras- saber cristiano estimula la fantasía de los
tar uno y otros. En los romans de Chrétien autores para concebir situaciones maravi-
de Troyes, del siglo XII, y los libros de caba- llosas, cuya presencia, al tiempo que dis-
llerías españoles, del XVI, se observa una tancia la narración de la verosimilitud, pro-
imagen de cómo el autor tiene el poder de voca una contradicción interna en el relato,
controlar y manipular la acción del relato, dada su pretensión de autenticidad históri-
de guiar a los personajes por medio de ca. Se hace necesaria y se consagra, así, la
reglas de conducta preestablecidas y deriva- convención genérica de un autor, unos
das de un orden sobrenatural, del cual documentos y una traducción ficticios que
depende la lógica de la narración, así como den validez histórica a los hechos y a los
de hacer intervenir acciones misteriosas por héroes que en ellos participan, así como a
medio de símbolos y hechos maravillosos. los testigos presenciales.
Según resume Edwin Williamson, «el autor Así pues, el narrador medieval de las
de un romance puede desempeñar el papel materias de Troya, de Francia o de Bretaña,
de Dios o la providencia»1. comprometido con una pretendida veraci-
Otro asunto relativo al género caballe- dad histórica y con el valor moral de los
resco es el de los hechos narrados como si relatos, se hacía pasar por historiador, el
fueran sucesos históricos. La Historia regum cual, preso de desconfianza en la imagina-
Britanniae (1136), escrita en latín por Geof- ción como una facultad que falsifica la rea-
frey de Monmouth, obra fundadora de la lidad, negaba que hubiera inventado nada,
materia de Bretaña, concede a la figura y los aun cuando lo hubiera inventado casi todo.
acontecimientos del rey Arturo el estatuto De tal manera, al no existir una categoría
de historia verdadera. Este rey legendario poética legítima que justificara la verosimi-
«podía figurar en poemas y romances caba- litud en la ficción literaria, el autor fluctua-
llerescos al lado de Carlomagno y Alejandro ba entre su capacidad imaginativa y el peso
como personaje histórico indiscutible» 2. de una supuesta verdad histórica.
Chrétiene de Troyes, al reelaborar la materia El complejo de dispositivos de la autoría
de Bretaña en lengua francesa, sitúa sus
obras en un pasado remoto de ese lejano ficticia derivado, precisamente, de la necesi-
reino y, puesto que los hechos del rey Artu- dad de inventar un autor historiador será
ro y la Tabla Redonda eran tomados enton- recuperado con fines paródicos, junto con
ces como acontecimientos verdaderos, otras convenciones, en el Quijote de 1605. Se
dicho autor no se sentía obligado a probar sabe, sin embargo, que Cervantes no tuvo
su veracidad histórica3. acceso directo a los romans originales y que

(1) Edwin Williamson: El Quijote y los libros de caballerías. Madrid, Taurus, 1991, p. 63.
(2) Ibidem., p. 34.
(3) Cfr. Edwin Williamson: El Quijote y los libros de caballerías. Op. cit., pp.44 y 45. Sin embargo, William-
son también señala que: «Es difícil saber hasta qué punto Chrétien y sus lectores creían literalmente estas mara-
villas». Ibidem, p.44.

140
son la versión del Amadís de Gaula, reela- desaparece tras el personaje narrativo de
borada por Montalvo a principios del siglo Elisabad [...]» y si «este recurso va dirigido a
XVI, y Las sergas de Esplandián, la continua- intensificar aún más la apariencia de histori-
ción escrita por el mismo, el «puente entre el cidad, y gracias a ello, la autoridad moral del
ciclo francés [...] y el género subartúrico de texto»6, el mismo dispositivo en la pluma de
libros de caballerías españoles que se con- Cervantes –por su parte, parapetado tras
virtió en el objeto de la parodia de Cervantes Cide Hamete Benengeli–, dará un giro de
[...]»4, a quien, por conducto de Montalvo, le ciento ochenta grados al buscar y conseguir,
llegan acrecentados el proceso cristianizador gracias al distanciamiento irónico –ausente
y la intención didáctica y, por tanto, agudi- en Montalvo–, justamente lo opuesto, debi-
zadas la contradicción entre fantasía e histo- do a que el autor apócrifo del Quijote, por
ricidad y las interpretaciones mecánicas tan- ser moro, es calificado de mentiroso, a par-
to de los símbolos, como de las acciones y el tir de lo cual se obtiene la paradoja de un
código caballeresco. historiador que no es fiel a la verdad.
La cuestión de la verdad en la narrativa Ciertamente, Cervantes no es el primero
se hace presente a partir del prefacio gene- en aprovecharse del artificio heredado con
ral a los cuatro libros del Amadís y al intenciones lúdicas o irónicas. Algunos
Esplandián5. Allí, Montalvo antepone a los escritores lo habían explotado ya de una
escritos históricos, «las historias fengidas», manera consciente e intencionadamente
que han de ser llamadas «más por nombre irónica. Ariosto, en el Orlando furioso (1516,
de patrañas que de crónicas». Sin embargo, 1532), acude al Arzobispo Turpin para que
la lección didáctica es situada por encima atestigüe como verdaderas las aventuras de
de la veracidad histórica, ya que para el Orlando y Ruggiero. La Utopía (1518), de
autor del prólogo sólo tienen valor los rela- Tomás Moro, pretende ser un relato de via-
tos que sirven de ejemplo moral o que con- je. La crónica del gigante Gargantúa (1532)
tienen verdades trascendentes. De esta for- supuestamente fue encontrada por Jean
ma, la contradicción entre crónica y patra- Audeau en una tumba. Pero el escritor espa-
ña queda sin ser resuelta de manera con- ñol dará un paso adelante al confrontar el
vincente. Para Montalvo, su autoridad en la mundo caballeresco –concebido imagina-
obra depende por completo de su fe en las riamente por el hidalgo de la Mancha y
enseñanzas de la Iglesia, única fuente hacerlo posible ya sólo en la mente de un
incuestionable de la verdad. loco– con un plano narrativo realista cuyo
Asimismo, el maestro Elisabad, uno de referente es la realidad histórico-social de
los personajes de los libros anteriores, a finales del siglo XVI. En este momento, ade-
quien de manera apócrifa se atribuye la más, las discusiones de preceptiva y poéti-
autoría del Esplandián, es introducido, ca, gracias a la divulgación en Europa de los
según Williamson, «como un supremo principios de la Poética de Aristóteles, han
recurso de corroboración, un extraordinario incorporado asuntos que dejarán atrás los
testigo presencial capaz de representar el usos narrativos medievales.
papel de todos los narradores e informado- La atención estará puesta ahora en la
res previos. Montalvo, el verdadero autor, naturaleza y el valor de la poesía o literatu-

(4) lbídem, p. 75. Los romans artúricos empezarán a ser traducidos a lenguas ibéricas hasta el siglo xiv. De
la difusión de tales traducciones parte la composición de los libros de caballerías peninsulares. Cfr. lbídem, «La
estructura del Amadís de Gaula», pp.72 y ss.
(5) Garcí Rodríguez de Montalvo: Amadís de Gaula, ed. e intr. Juan Manuel Cacho Blecua. Madrid, Cáte-
dra, 1991, (Letras Hispánicas), pp. 219-225.
(6) Edwin Williamson: El Quijote y los libros de caballerías. Op. cít., p. 94.

141
ra de imaginación, así como en la diferen- problemas del novelista son tanto los del
cia entre la historia –alimentada por los historiador como los del poeta que escribe
hechos ocurridos en la realidad (res ges- una epopeya en prosa.9» De este modo, el
tae)– y la ficción –si bien, con la posibili- principio aristotélico de la verosimilitud10
dad de que la sensibilidad artística del –distinto, aunque no opuesto, al de la vera-
escritor acepte tales hechos. Hay que tomar cidad histórica– adquiere vigencia, junto
en cuenta, sin embargo, que tanto del pro- con otros preceptos de la poética clásica,
pio Quijote, como de la polémica que se en la narrativa renacentista de ficción gra-
produjo entre los teóricos del Renacimien- cias a los trabajos de traductores, críticos y
to, se desprende que «la relación entre his- teóricos que los difunden en Europa. «La
toria y poesía era ciertamente más comple- mayoría de los críticos [italianos] –apunta
ja que lo que pudiera hacer suponer la sim- Weinberg– creen que el objeto [de imita-
ple afirmación de su dicotomía»7. ción] debe de ser verdadero si se busca
Por su parte, los historiadores se mues- como resultado la credibilidad; que la vero-
tran cada vez más preocupados por la similitud es una especie de una segunda
autenticidad de sus fuentes y construyen verdad óptima»11.
una noción de la historia en la que se nie- Poco a poco, los poetas –incluidos los
gan las licencias que sus antecesores clási- narradores en prosa– se ven liberados de
cos se otorgaban de inventar discursos y las acusaciones de traición a la verdad y,
descripciones de los hechos, al tiempo que por lo mismo, de mentir. Con todo, el pro-
sospechan de las tradiciones por venera- blema de defender moralmente su trabajo,
bles que hubieran sido y rechazan la com- se vuelve más agudo en una época en la
posición artística, puesto que se aleja de la cual los fines de la ficción narrativa son
verdad desnuda8. Los narradores de fic- materia de gran polémica. Por un lado, aún
ción, por la suya, tienen ahora la libertad es considerada una pérdida de tiempo,
de relatar eventos del pasado como si fue- vana, infantil, fútil, frívola, y, por otro, pla-
ran históricos, sin pretender que realmente centera, recreativa y de solaz12. Sus defen-
hubieran sucedido y presentarlos, sino sores encuentran en la recreación un fin
como producto de su imaginación. Para el valioso, ya que el ser humano, incapaz de
autor del Quijote –nos advierte Riley–, «los laborar ininterrumpidamente, requiere de

(7) Edward C. Riley: Teoría de la novela en Cervantes. trad. del inglés Carlos Sahagún, Madrid: Taurus, 1989,
(1964), pp. 275-276. En el capítulo intitulado «La verdad de los hechos», este autor da cuenta del proceso de dife-
renciación entre verdad y ficción que empezó a producirse a principios del siglo XVI. Op. cit., pp. 255 y ss.
(8) Cfr. William Nelson: Fact or Fiction. Boston, Harvard College, 1973, p. 41. Véase asimismo, el capítulo
«The Difference Between Fiction and History», pp. 38-55, en Ibidem. p. 241.
(9) Edward C. Riley. Teoría de la novela en Cervantes. Op. cit., p. 241.
(10) «Después de la divulgación de la Poética –comenta Riley–, las novelas de caballerías se consideraron
falsas en un doble sentido: desde el punto de vista histórico, porque no habían ocurrido en la realidad; y des-
de el funto de vista poético, porque jamás pudieron ni debieron ocurrir». Ibidem, p. 263.
(11) «Most [Italian] critics believe that the object [of imitation] must be a true one if credibility is to result,
that verisimilitude is a kind of second-best truth». Bernard Weinberg: A History of Uterary Criticism in the Italian
Renaissance. Chicago-Londres, University of Chicago Press, 1961, tomo I, p. 633. La Poética de Aristóteles era
conocida en Italia en los inicios del siglo xvi. Hacia 1555 se había completado el proceso de unir sus principios
con los de la Ars poetica de Horacio. Aunque en España no se hizo ninguna traducción de la Poética antes de
1626, Alonso López Pinciano propagó su doctrina a partir de 1596 con la publicación de su diálogo Filosofía
antigua poética. El fundamento de la teoría cervantína se sustenta en ideas aristotélicas, horacianas y platóni-
cas. Cfr. Edward C. Riley. Op. cit., pp. 17, 18 y 24.
(12) «[...] time wasting, vain, childish, trifling, frivolous, delightful, recreative, and «solacious», según los
calificativos que recoge William Nelson. Op. cit., p. 56. Para el debate sobre el valor moral de la literatura de fic-
ción, véase asimismo, el capítulo «Fiction as Play», en Ibídem, pp. 56-72.

142
esparcimiento. Por ello –piensan–, resulta clara la intención recreativa que se des-
más sano que las personas ocupen su tiem- prende de la naturaleza ficticia de la histo-
po libre en diversiones inocentes y ejem- ria que ese prólogo introduce. De igual
plares y no en ocupaciones pecaminosas. modo, las expresiones de humildad referi-
Quienes escriben libros imaginativos, sin das tanto al autor como a su obra, presen-
embargo, aún se sienten obligados a justifi- tes en el mismo, se entienden también
car su trabajo, por lo que, en esas obras es como un gesto relacionado con el requeri-
frecuente el empleo de fórmulas de excusa miento de vindicar la vocación y el dere-
cho –reconocidos allí además como pro-
y súplica de indulgencia al lector. William
pios del lector– de optar por la literatura
Nelson proporciona una explicación histó- imaginativa. Utilizados en un texto de esta
rica a la reticencia renacentista de aceptar índole, los artificios con los que el género
la prosa de ficción: caballeresco buscó acreditar los relatos
Los poetas y dramaturgos tenían como como verdaderos, se asimilan a la naturale-
precedente un vasto corpus clásico de fic- za ficticia del libro en su conjunto. Es así
ción; en tanto que quienes escribían relatos que la relación entre autor y lector se ve
en prosa no lo tenían. Los ejemplos nota- transformada. El primero ahora confía y
bles de prosa clásica son históricos, filosó- ejercita con mayor libertad sus capacidades
ficos, retóricos o didácticos; la prosa ficticia imaginativas y su poder de invención. Tie-
antigua conocida por los escritores rena- ne la prerrogativa de contar una historia
centistas está representada por una disper- como si fuera verdadera con una nueva
sión de obras muy diversas, ninguna de actitud moral en relación con la pretendida
ellas de la estatura de la Eneida, y la mayo- falsedad existente en el arte, dado que la
ría sujeta a la acusación de frivolidad: las verosimilitud –la facultad de lo posible, ya
novelas griegas, La ciropedia de Jenofonte, no la engañosa historicidad– es hoy el nue-
La verdadera historia de Luciano, las fábu- vo pacto de lectura. Gracias a dicha cate-
las de Esopo, El asno de oro de Apuleyo, El goría aristotélica, puesta nuevamente en
satiricón de Petronio Árbitro. Ya que la circulación, las alas de la imaginación crea-
rima era, proverbialmente, una alternativa dora podrán soltar las amarras que aún las
de la razón, y la poesía, la madre de la atan al dictado de la verdad histórica. En
mentira, la prosa debería de ser, por natu- adelante, el valor de los relatos residirá en
raleza, el vehículo de la racionalidad y la la verdad poética que puedan alcanzar.
verdad, un medio de instruir y de informar Cervantes, oteando desde las cimas con-
en el presente de lo que había sido tras- quistadas por algunos de sus antecesores,
cendente en el pasado13. contribuyó sobre manera a liberar muchas
No es gratuita ni azarosa, entonces, de las ataduras. Sin embargo, todavía se
puesto que se explica a 1a luz de la men- conserva la instrucción junto con el entre-
cionada polémica, la invocación al «Des- tenimiento, como «las dos funciones geme-
ocupado lector», con que inicia el prólogo las tradicionalmente adscritas a la poesía
al Quijote de 1605. Tales palabras, las pri- [...] y las cualidades a ellas asociadas [...], la
meras que el autor dirige al lector, dejan utilidad y el deleite»14.

(13) «Poets and dramatists had a great classical body of fiction for precedent; those who wrote stories in
prose did not. The notable examples of classical prose are historical, philosophic, rhetorical, or didactic; ancient
prose fiction familiar to Renaissance writers is represented by only a scattering of very various works, none of
them of the stature of the Aeneíd and most subject to the accusation of frivolity: the Greek romances, Xeno-
phon’s Cyropedía, Lucian’s True History, the Aesopic fables, Apuleius’s Golden Ass, the Satyrícon of Petronius
Arbiter. Since rhyme was proverbially alternative to reason and poetry the father of lies, prose should naturally
be the vehicle of rationality and truth, a medium for instruction and for informing the present of what had trans-
pired in the past». Ibídem, pp. 98-99.
(14) Edward C. Riley. Teoría de la novela en Cervantes. Op. cit., p. 135.

143
Del mismo modo que la verosimilitud, principio de la invención –imaginativa o
la inventio, así como la imitatio, conceptos intelectual–, facultad que ahora forma par-
rescatados de la retórica clásica por el te básica del caudal del naciente género
humanismo renacentista, adquieren carta narrativo que, con el Quijote, se está orien-
de ciudadanía y se convierten en parte de tando hacia nuevas directrices.
los pilares sobre los que se sustentan, por Como resultado de la creciente confian-
un lado, la facultad creadora de los poetas za y el ejercicio de las propias capacidades
y, por otro, la imitación de la naturaleza, así creativas, cuyo sustento son los conceptos
como de los modelos de la antigüedad clá- de verosimilitud e invención, arriba señala-
sica. En la teoría literaria del siglo XVII dos, surge una nueva imagen de
–según Riley–, no se hacía una distinción creador, el cual ya no está obligado, como
clara entre imitación e invención –«en los autores del roman y de los libros caba-
cuanto a la fábula, la imitación y la inven- llerescos, a mantener un precario equilibrio
ción son una misma cosa» [I’imitazione e entre su propia fantasía y la verdad institui-
I’invencione sono una cosa stessa quanto a da –ya fuera doctrinal, de comprobación
la favola]– asevera Torcuato Tasso15. Por la histórica o de preceptiva genérica–18. Ante
última se entiende [...] primariamente el la tensa e ineludible construcción de un
hallazgo de material [...] Sin embargo, autor sometido a los dictados de alguna ins-
como la invención no significa dejarse lle- tancia superior y trascendente –intermedia-
var por la fantasía desbordada, sino más rio de la deidad, si no Dios mismo–, en
bien la «excogitatio rerum verarum aut veri cuya autoridad se sustenta la del autor, aho-
similium», es natural que se requiera cierto ra son la intención –a la cual se refiere el
ejercicio de discriminación intelectual16. amigo gracioso y bien entendido en el pró-
En el prólogo al Quijote I, el autor logo al Quijote de 1605– y la conciencia
manifiesto se refiere a la invención y a artística del escritor las que conciben, orga-
otros conceptos asociados como supuestas nizan y vigilan el universo ficticio. Frente a
carencias de su leyenda, causadas unas por las certezas incuestionables, al sometimien-
ausencia de imaginación creadora –«seca to al orden establecido y a los sentidos uní-
como un esparto, ajena de invención»–; vocos de aquellos relatos, se erigen los
otra por defecto de elocución –«menguada poderes de la imaginación y la razón, así
de estilo»– y las demás, por insuficiencia de como la distancia crítica, la capacidad lúdi-
conocimientos –«pobre de concetos y falta ca e irónica, la pluralidad de perspectivas...
de toda erudición y doctrina»– (I, Pról., Como alternativa a las incongruentes rela-
52)17, las cuales, en conjunto, no son más ciones entre historia y ficción y al obligado
que transgresiones a las exigencias de la disimulo de la naturaleza imaginativa de los
retórica neoaristotélica. Sabemos que en relatos, se proponen la parodia de tales
dicho prólogo, la imitación servil a los clá- recursos fraudulentos y su uso consciente-
sicos se vuelve objeto de burla y la imita- mente engañoso, las constantes referencias
ción a los modelos y recursos caballerescos del texto a sí mismo y el desnudamiento del
se ejercita allí y en el cuerpo del relato, de proceso de creación.
manera paródica. En consecuencia, uno y Y, como resultado de lo anterior, la ins-
otro tipo de imitación están supeditados al tancia autorial ha sido capaz de desdoblar-

(15) Torcuato Tasso. Apología in difesa della sua «Gerusalemmel», Opere, IV, 185, citado en Ibidem, p. 101.
(16) William. C. Riley. Teoría de la novela en Cervantes. Op. cit., pp. 101-102. La cita en latín proviene de
Incerti Auctoris Rhetorica ad Herennium, trad. de Caplan, Loeb CI, libro I, II, 3.
(17) Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 3 vols., ed., intr., notas y biblio-
graf. Luis Andrés Murillo, 5ª. ed. Madrid, Castalia, 1991. Cito por esta edición.
(18) Ello no significa que Cervantes y los escritores de la época hayan desechado o negado este tipo de
verdades. Sin embargo, su autoridad en la obra no depende de la aplicación mecánica de las mismas.

144
se, «ficcionalizarse» y contemplarse a sí mis- [...] vuelta sobre sí, marca del propio refle-
ma en el acto creativo –fenómenos que se jo, puesta en escena de la utilería. En él, la
producen bajo la mirada del lector en el adición de citas, la múltiple emisión de
prólogo de 1605 y se reproducen gracias a voces, niega toda utilidad, toda naturalidad
a un centro emisor: fingiendo nombrarlo,
la intervención de los múltiples autores
tacha lo que denota, anula: su sentido es la
que colaboran en la historia, así como a la insistencia de su juego20.
irrupción del primer libro en la diégesis del
segundo–, nos encontramos, en conse- Del mismo modo, parece pertinente
cuencia, ante una nueva noción de la insti- asociar ahora los avatares del sujeto-autor
tución autorial, la de un sujeto divisible y con el cambio por el que atraviesa el cono-
dividido, múltiple y contradictorio, presen- cimiento cosmológico y las resonancias
te y a la vez distante de su creación y, por simbólicas que tal transformación tendrá
tanto, lejano de aquella imagen al mismo en la cultura y, de esta forma, considerar la
tiempo monolítica, ambigua e ingenua crisis del orden cósmico como una metáfo-
que, por subordinación a reglamentos ra de la crisis del sujeto. Me valdré, nueva-
autoritarios impuestos apriorísticamente a mente, de la manera como lo expone Sar-
su creación, estaba impedida para hacerse duy: «El paso de Galileo a Kepler es el del
cargo de las falsedades y contradicciones círculo a la elipse, el de lo que está trazado
en las que incurría19. alrededor del Uno a lo que está trazado
Así, al considerar las diversas funciones alrededor de lo plural, paso de lo clásico a
que el autor de los géneros narrativos afi- lo barroco [...]»21. Al respecto, Edward C.
nes va adoptando durante la Edad Media y Riley informa que:
el Renacimiento, nos hemos podido perca- La primera parte del Quijote apareció el
tar del itinerario que en manos de Cervan- mismo año en que Bacon publicaba The
tes cumple el complejo de autores, inter- Advancement of Learníng y en que Kepler
mediarios e historias. El dispositivo autorial acababa de terminar su Astronomía nova.
de los libros de caballerías, transformados [Esta obra aparece publicada en 1609, o
su intención y su significado bajo la sea, entre las dos partes del Quijote]. En
influencia de las poéticas neoaristotélicas tiempos de Cervantes, el acontecimiento
renacentistas, en el Quijote –con mayor cla- que había de tener más importantes conse-
ridad en el de 1615– se convertirá, además, cuencias era el nacimiento de la ciencia, y
en un artificio conscientemente barroco. la característica predominante del pensa-
Como un primer reconocimiento de este miento europeo en los primeros años del
tránsito, baste cotejar los nuevos comporta- siglo XVII fue su ambivalencia ideológica. El
mientos del sujeto-autor, arriba descritos, universo medieval comenzaba a declinar;
así como el uso del mencionado recurso, su centro había sido desplazado y ahora
con las observaciones que hace Severo Sar- giraba alrededor del sol22.
duy sobre las características del lenguaje Será, pues, en ese pasaje –el del «centro
barroco: único, irradiante, luminoso y paternal»23 del

(19) «Para Cervantes –escribe Riley– el autor era la persona más responsable de todas. [...] Una novela es
un asunto de orden privado en mayor medida que lo es una obra teatral, y por eso fue con el lector individual
con quien Cervantes [...] estableció esos lazos de simpatía en los que nunca ha sido igualado.» Op. cit., p. 185.
(20) Severo Sarduy: Barroco. Buenos Aires, Sudamericana, 1974, p. 52.
(21) Ibidem, p. 19, nota 5.
(22) Edward C. Riley: Teoría de la novela en Cervantes. Op. cit., p. 343.
(23) Severo Sarduy: Barroco. Op. cit., p. 56. Véanse los capítulos «La cosmología antes del barroco» y «La
cosmología barroca: Kepler», en Ibídem, pp.23-83.

145
círculo que cede el paso al doble centro, el ca –que da cuenta del plano caballeresco
centro en exilio de la elipse– donde deban instaurado por Don Quijote y del realista
inscribirse los accidentes del desdoblamien- en que suceden los acontecimientos secu-
to, la «ficcionalización» y la autocontempla- lares– es obligada a causa de las discrepan-
ción que experimenta la instancia autorial a cias en las interpretaciones de la realidad
partir del prólogo al Quijote de 1605. que tienen lugar entre los personajes y el
Con el fin de observar las formas como caballero andante.
se dan las multiplicaciones y mutaciones En el segundo libro, además de que se
–el trazo alrededor de lo plural– que sufre multiplican las posibilidades del dispositivo
el sujeto-autor –anteriormente trazado autorial, del que se hace un empleo autopa-
alrededor del Uno– a lo largo de los dos ródico, el enfrentamiento entre los sujetos
Quijotes, intentaremos definir el tipo de autoriales emerge a la superficie del relato y
relación que establecen los varios autores alcanza la conciencia de los protagonistas.
entre sí. Los autores del prólogo de 1605 Allí, el autor árabe, así como la historia
–el manifiesto y el amigo– forman un con- –ambos ya en el dominio de la opinión
trapunto de voces cuya concordancia pública–, serán enjuiciados tanto por los
resuelve la dificultad de la escritura del tex- implicados, como por otros personajes. Lo
to preliminar en cuestión. En el cuerpo de sobresaliente de la confrontación reside en
la narración, si bien el autor castellano y el que el autor real –Cervantes mismo– no sólo
arábigo –cuyas historias se empalman en el permite, sino que provoca una crítica al his-
primer libro para dar continuidad al relato– toriador arábigo y a su historia, expresada
están relacionados por yuxtaposición, a en boca de los personajes y en el terreno
partir del surgimiento del segundo autor mismo en que, habitado por éstos, aquél ha
–quien cumple el papel de enlace–, se ori- delegado la autoría a Benengeli. De este
gina un vínculo antagónico entre éste y el modo, el enfrentamiento, frontal, se produ-
autor arábigo, dada la desconfianza que, ce entre el autor real y el ficticio –como se
como heraldo de la visión cristiana –misma sabe, máscara del primero–, lo que significa
que implica al lector–, le despierta la pala- que la confrontación es protagonizada por
bra del historiador árabe, así como la del el propio escritor consigo mismo. En esta
traductor morisco. Sin embargo, el enfren- Segunda Parte, la historia es invadida por las
tamiento entre dichas autoridades textuales presencias autoriales y se convierte, así, en
no trasciende al universo representado en el espejo en el cual se reflejan las imágenes
la ficción. A pesar de la suspicacia sembra- de los sujetos entre los que se fracciona la
da por el segundo autor en el ánimo del autoridad textual, el espacio en el cual, los
lector, la narración fluye sin tropiezos. Con mismos establecen relaciones entre sí,
todo, el autor árabe y su historia son poéti- haciéndose eco unos a otros.
camente confiables, gracias a un auténtico Y, puesto que de duplicaciones se tra-
sentido de verosimilitud que emana del ta, antes de terminar, me valdré una vez
relato y que no es más que el legítimo más de un comentario de Sarduy, en el cual
acuerdo sobre el cual gravitan el autor y el destaca la manera como coexisten las dos
lector. De este modo, tanto las pruebas ini- culturas, los dos credos antagónicos –el
ciales como la posterior sospecha de vera- islamismo y el cristianismo– en la estructu-
cidad histórica se vuelven un divertimento ra especular de la obra cervantina, en una
sostenido por los diversos colaboradores de las ya proverbiales comparaciones que
para el disfrute del lector. En cuanto a las algunos críticos han hecho entre el Quijote
funciones crítica y caballeresca que desem- y el más famoso lienzo de Velázquez:
peña el narrador, lejos de ser antitéticas son El Quijote se encuentra en el Quijote
complementarias, dado que su visión jáni- –como Las Meninas en Las Meninas– vuelto

146
al revés: del cuadro en el cuadro no vemos te– en cuanto a la identidad del autor ini-
más que los bastidores; del libro en el libro, cial y la relación que guarda con la historia
su reverso: los caracteres arábigos, legibles de Cide Hamete Benengeli.
de derecha a izquierda, invierten los caste- En el Quijote de 1615, la historia, el
llanos, son su imagen especular; el Islam y autor, los lectores y el público reales cuen-
sus «embelecadores, falsarios y quimeristas» tan con un doble ficticio. De tales dobles,
son también el reverso, el Otro del cristia- sin embargo, el único cuyo reflejo se origi-
nismo, el bastidor de España. (Los subraya- na en un objeto de la realidad –palpable y
dos son del autor)24. plenamente identificable– es el libro que
La imagen del espejo que engendra el narra la historia de los andantes manche-
doble, por medio de la cual se construye el gos, puesto que, en efecto, se trata de la
Quijote, puede ser ampliada para dar cabi- Primera Parte que circula tiempo atrás, mis-
da a otras estructuras en las que se mani- ma que todo lector puede identificar como
fiesta la duplicidad de distinta manera en tal, debido a que tiene noticia de su exis-
las dos partes de la obra. El texto castellano tencia. En torno a este objeto proveniente
visible –dice Sarduy–, al que tiene acceso de la realidad –igual que el puñal de
el lector, encierra un doble en árabe, su Ramón de Hoces, el Sevillano, del que
reverso, oculto a los ojos de quien lee. supone Sancho es el mismo con el que
(Descubrimos aquí la presencia del doble Montesinos extrajo el corazón de Duran-
centro de la elipsis, uno de los cuales se darte–, se organizan los demás elementos
encuentra velado)25. Podemos reconocer del conjunto –el autor, los lectores y el
esta misma imagen especular en el desdo- público, incluida la opinión crítica– que, si
blamiento del autor del prólogo de 1605 bien, forman parte del universo de la fic-
quien, igual que Velázquez en Las Meni- ción, son imágenes en las que pueden con-
nas, se representa a sí mismo en el acto de templarse los correspondientes sujetos rea-
escribir. De igual forma, en la Primera Par- les (de tales invasiones de planos, que se
te, así como en el prólogo, la lectura de vuelven bastante inquietantes por el tras-
documentos efectuada por el autor-narra- torno de naturalezas que implican, se ha
dor inicial con el fin de componer la histo- ocupado Borges, tanto en sus comentarios
ria de Don Quijote, supone un número de a la obra cervantina, como en sus relatos de
textos encubiertos detrás de la versión ter- ficción).
minada, de los cuales el lector ignora el Es de este modo que el Quijote de
verdadero contenido: palimpsesto, punto 1605 se introduce en el universo ficticio
ciego y perturbador que vuelve problemá- del segundo libro con su enorme reperto-
ticas las certezas de y sobre la historia que rio de recursos y, al encontrar allí un espe-
emerge a la superficie. (Casi –avant la let- jo en el cual reflejarse, puede verse con
tre– la metáfora freudiana del iceberg para suficiente objetividad y emitir un juicio
representar el inconsciente que, por añadi- crítico sobre sí mismo para reconocer y
dura, está estructurado por capas y capas enmendar errores y conseguir magnificar
de lenguaje que nos preceden; múltiples el potencial de sus propias virtudes. Por
historias que nos cuentan y nos contamos a su cuenta, la misma Segunda Parte –sin
nosotros mismos). De allí también las fluc- detenerse en el goce que procura al lec-
tuaciones de la crítica –incluida la presen- tor– manifiesta su conciencia autocrítica

(24) Ibídem, p. 80.


(25) La elipse –comenta Sarduy– «opone a ese foco visible [el centro del círculo] otro igualmente operan-
te, igualmente real, pero obturado, muerto, nocturno, el centro ciego, reverso del yang germinador del Sol, el
ausente.» Ibídem, p. 56.

147
cuando considera apócrifas las pondera- El Quijote se encuentra en el Quijote
das palabras que emite Sancho Panza en –como Las Meninas en Las Meninas– vuel-
la conversación a solas con su mujer, to al revés: del cuadro en el cuadro no
como uno de los ejemplos. vemos más que los bastidores; del libro en
Este sería –creo– el sentido de la lectu- el libro, vemos su reverso: imperfecto; su
ra atenta, a la vez crítica y amorosa, así propia conciencia crítica, lectora de lo que
tiende a ocultarse, subvierte las miradas
como la lección de vida que nos lega –no autocomplacientes y se vuelve su imagen
sin coquetería, no sin humildad– el genio especular; el Quijote espurio y sus embele-
del inmenso lector Miguel de Cervantes. A cadores, falsarios y quimeristas, ausentes
partir de esta imagen, podemos permitir- de todo sentido autocrítico, son también el
nos parafrasear al escritor cubano antes de reverso, su propio otro, el bastidor de la
poner punto final: obra magnífica.

148
DON QUIJOTE, ENSEÑAR PARA LA AVENTURA:
EL DIÁLOGO, FUNDAMENTO DE LA EDUCACIÓN

MIGUEL JOSÉ PÉREZ (*)


JULIA ENCISO (*)

Así niños y hombres pasan.


El hombre duda. El viejo sabe.
Sólo el niño conoce.
Todos miran correr la cola vívida.
(V. Aleixandre)
RESUMEN. Intentamos valorar, y destacar, en este artículo, en primer lugar, la impor-
tancia que tiene el personaje de Don Quijote en el campo de la enseñanza/educa-
ción. Y, aunque es un tema recurrente, nosotros lo enfocamos desde un punto de
vista que creemos original: lo importante que es la aventura para la realización per-
sonal de cada individuo; pues, en definitiva, sólo nos podemos realizar satisfacto-
riamente andando por nosotros mismos y abriéndonos nuestro propio camino. Y,
más que nunca, hoy, que nos están imponiendo la uniformación por medio de ese
tan nefasto llamado «pensamiento único».
En segundo lugar, entendemos que el que se aventura valora, elige y se arriesga, por-
que se asombra ante el espectáculo del mundo, como le pasa a Don Quijote -¡y a los
niños!- y por tanto, aprende a ser curioso, a indagar, a dudar, a ser crítico. Destaca-
mos, asimismo, la importancia de la imaginación como fuente de conocimiento.
En resumidas cuentas, se trata de poner al niño/joven/hombre -o, mejor dicho, de
hacer que se ponga él mismo ayudado por nosotros- solo ante el riesgo, pero si-
guiendo sus pasos, encauzándole por los vericuetos de la razón, dialogando con él
en el camino de la aventura, esa hermosa aventura de la enseñanza, la educación,
como hacen Sancho y Don Quijote; y ayudándole a tomar una decisión en la en-
crucijada de esos caminos que llevan a la aventura de ser hombre, como Alonso
Quijano el Bueno.
ABSTRACT. In this article first we attempt to assess the importance of the character
Don Quixote in the field of teaching and education. Although it is a recurring topic,
we approach it from a standpoint that we think is original: the importance of ad-
venture in the personal development of each individual, because in the end we can
only flourish satisfactorily by walking ahead and treading on a path of our own.
This especially applies today, when uniformity is imposed upon us by such an ill-
fated phenomenon as a standard way of thinking suited for all.
Secondly, we understand that he who embarks on an adventure values, chooses
and takes risks, because he is amazed at the spectacle of the world, just like Don
Quixote –and children too!–, and therefore learns to be curious, to investigate, to
doubt and to be critical. We also underscore the importance of imagination as a
source of knowledge.
In short, it is a matter of placing children/youths/adults –or, rather, they should pla-
ce themselves with our assistance– alone in the face of risk, but following them clo-
sely, leading them along the rugged path of reason, establishing a dialogue along
the road to adventure the beautiful adventure of learning and education, just like
Sancho and Don Quixote; helping them to take a decision at the crossroads leading
to the adventure of being a man, like Alonso Quijano the Good.

(*) Universidad Complutense de Madrid.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 149-163. 149


Fecha de entrada: 19-11-2003
I hasta dónde llegaba. Atraviesa una frondo-
sa espesura, pero «anda que te andarás el
En su libro Cuentos por teléfono, Gianni camino no terminaba nunca». Un perro le
Rodari incluye uno que lleva por título «El sale al paso y le conduce a una bella man-
camino que no iba a ninguna parte». El pro- sión donde una hermosa dama le invita a
tagonista, Martín, hace una serie de pre- entrar. Allí encuentra salones llenos de
guntas a la gente, relativas a averiguar a tesoros de todo género. La dama le presta
dónde conduce aquel camino, y todos le un carrito que él llena con todo lo que le
dan la misma respuesta: apetece y, tirado por el perro, regresa al
pueblo donde ya le daban por muerto y
–¿Aquel camino? No va a ninguna parte.
–¿Y hasta dónde llega?
reparte todos los tesoros. Muchos se preci-
–No llega a ninguna parte. pitaron «por el camino que no iba a ningu-
–Pero entonces ¿por qué lo hicieron? na parte» en busca de más tesoros, pero
–No lo hizo nadie; siempre ha estado ahí. todos regresaron con la cara larga: para
–Pero ¿no ha ido nunca nadie a ver a dón- ellos el camino terminaba ante un espeso
de va? muro de matorrales y un mar de espinas.
–Eres bastante testarudo: ¿no te digo que no No había nada...
va a ninguna parte? Lo que nosotros intentamos valorar, y
–Si no habéis ido nunca, no podéis saberlo. destacar, en este artículo, es la importancia
(Rodari, 1980, p. 59). que tiene el personaje de Don Quijote en el
campo de la educación1, precisamente por-
El deseo de indagar, de saber, por sí que siempre hemos pensado en lo impor-
mismo, y de no conformarse con las res- tante que es la aventura para la realización
puestas que recibe porque no le conven- personal de cada individuo, y, en definiti-
cen, se plantea ya desde el principio en va, porque sólo nos podemos realizar satis-
este diálogo. Y es que, a cada una de las factoriamente andando por nosotros mis-
respuestas que recibe, el muchacho res- mos y abriéndonos nuestro propio camino.
ponde con otra pregunta que deshace con Y, más que nunca, hoy, que nos están
toda la lógica de la razón más elemental la imponiendo la uniformidad de ese tan
respuesta recibida: «¿hasta dónde llega?, nefasto llamado «pensamiento único». Asi-
¿por qué lo hicieron?, ¿nadie va a ver a dón- mismo, entendemos que el que se aventu-
de va?» Hasta que al final afirma con una ra elige y se arriesga, porque siente vivo el
resolución decidida que encierra una firme deseo de curiosidad por todo lo que va
decisión interior de averiguarlo por sí mis- apareciendo ante él, como le pasa a don
mo: «Si no habéis ido nunca, no podéis Quijote y a los niños, y, por tanto, aprende
saberlo.» Y el muchacho, al que no le a ser crítico, a dudar. Destacamos, asimis-
molestaba que le llamaran «Martín Testaru- mo, la importancia de la imaginación
do», «continuaba pensando en el camino como fuente de conocimiento. En resumi-
que no iba a ninguna parte». Esa firme y das cuentas, se trata de poner al niño/
decidida decisión, evoca la decisión de joven/hombre o, mejor dicho, de hacer
Don Quijote. que se ponga él mismo ayudado por nos-
De modo que, cuando creció lo bas- otros solo ante el riesgo, pero siguiendo sus
tante «como para cruzar la calle sin tener pasos, como hacía Sancho con Don Quijo-
que cogerse de la mano de su abuelo», una te, dialogando con él en el camino de la
mañana decidió coger ese camino y ver aventura, esa hermosa aventura de la

(1) Es bien sabido de todos que el tema de la educación en El Quijote es un tema inagotable. Nosotros que-
remos destacar con algunas pinceladas determinados hechos que consideramos de permanente actualidad.

150
enseñanza y el aprendizaje, y ayudándole a personal («Caminante, no hay camino;/se
tomar una decisión en la encrucijada de hace camino al andar», que dijo A. Macha-
esos caminos que llevan a la misma aven- do), el camino que a cada uno nos toca
tura de ser hombre, como «Alonso Quijano hacer y adentrarnos en él con una gran fe
el Bueno». Una aventura en la que Sancho en nosotros mismos y una gran imagina-
ha entrado tan de lleno que, al final, pare- ción que nos encandile y nos guíe hasta
ce tomar el relevo de su amo invirtiendo las encontrar nuestro destino. Como Don Qui-
funciones con él: jote; y como Sancho, en definitiva. Y como
el muchacho del cuento, Martín.
¡Ay! No se muera vuestra merced, señor Pensamos también y estamos seguros
mío, sino tome mi consejo, y viva muchos
de ello que la base de la educación, com-
años; porque la mayor locura que puede
hacer un hombre en esta vida es dejarse
pañera de la sabiduría, se asienta asimismo
morir sin más ni más, sin que nadie le mate, en esos principios y se consolida al fomen-
ni otras manos le acaben que las de la tar aquella capacidad de observación; pues
melancolía. Mire no sea perezoso, sino el que observa es el que detiene su mirada
levántese desa cama, y vámonos al campo y contempla el espectáculo del mundo; el
vestidos de pastores, como tenemos con- que se asombra, pregunta, indaga y es
certado: quizá tras de alguna mata hallare- capaz de imaginar. Todas estas caracterís-
mos a la señora Dulcinea desencantada, ticas conforman la complejidad del perso-
que no haya más que ver. Si es que se mue- naje creado por Cervantes. De repente
re de pensar de verse vencido, écheme a mí Alonso Quijano, empapado de todas aque-
la culpa diciendo que por haber cinchado llas lecturas de libros y libros de caballe-
yo mal a Rocinante le derribaron; cuanto rías, vino a «perder el juicio», despertándo-
más que vuestra merced habrá visto en sus se en él el deseo de cambiar la vida tedio-
libros de caballerías ser cosa ordinaria
sa que llevaba en su aldea. Entonces, lleno
derribarse unos caballeros a otros, y el que
es vencido hoy ser vencedor mañana (II,
su espíritu y su corazón de todas aquellas
74, p. 1.037). fantasías caballerescas, decide cambiar su
destino: su vida se vuelve dinámica y
Pensamos que Don Quijote y Sancho comienza la acción, la aventura. Y en esa
alcanzan, juntos definitivamente, la sabidu- aventura le va a acompañar también, siem-
ría, cuyo principio es, indudablemente, el pre, su fiel escudero Sancho.
cultivo del deseo, la inquietud, la curiosi- En efecto, Don Quijote a lo largo de
dad, el asombro: sí, el deseo de conocer lo toda su vida, y ya desde que sale de su
desconocido, el deseo de adentrarse en un aldea, desde su propia existencia como Don
camino cuyo final no se conoce y encauzar Quijote, va en busca de su destino sin
el pensamiento hacia ese final, pero sin la importarle a donde le lleve el camino2; y
ambición exorbitante y egoísta de atesorar siempre con la ilusión de poner en práctica
riquezas materiales, ya que entonces el los anhelos que han ido modelando su espí-
final acabará siendo también de una u otra ritu a través de la lectura de aquellos libros
manera y tarde o temprano «un mar de cuyas aventuras creía reales y realizables, y
espinas». Porque lo que importa es andar el guiado siempre también por el ideal de
camino con la ilusión de cada día buscan- defender a los desvalidos y de imponer la
do en cada paso la susodicha realización justicia en el mundo. Así le dice, con una

(2) Ya es simbólico de ese destino este párrafo de los comienzos de la obra (finales del capítulo 4): «En
esto llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los
caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían, y, por imitarlos, estuvo un rato que-
do; y al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya»
(I, 4, p. 109). Citamos siempre por la edición de Vicente Gaos, publicada por la editorial Gredos en 1987).

151
mirada retrospectiva y llena de inmensa camino y como niño que es, a punto está
satisfacción y sano orgullo, al Caballero del de abandonar cuando recibe una inestima-
Verde Gabán, don Diego de Miranda: ble ayuda «vio un perro» que le empujó a
Soy caballero destos que dicen las gentes seguir: «Donde hay un perro hay una casa
que a sus aventuras van. Salí de mi patria, o, por lo menos, un hombre», dice. El
empeñé mi hacienda, dejé mi regalo, y muchacho reaviva su caminar y, guiado
entreguéme en los brazos de la fortuna, por el perro, sigue hasta el final, donde ve
que me llevasen donde más fuese servida. cumplida su ilusión y encuentra la recom-
Quise resucitar la ya muerta andante caba- pensa a su aventura.
llería, y ha muchos días que, tropezando Don Quijote, a pesar de «tantos palos»
aquí, cayendo allí, despeñándome acá, y recibidos por los mercaderes toledanos,
levantándome acullá, he cumplido gran que le dejaron «molido como cibera» ya en
parte de mi deseo, socorriendo viudas, la primera «desventurada aventura» (como
amparando doncellas y favoreciendo casa-
dice Sancho de la de los Galeotes), Don
das, huérfanos y pupilos, propio y natural
oficio de caballeros andantes; y así, por mis Quijote repetimos, mantiene intacto su
valerosas, muchas y cristianas hazañas he espíritu y afirma solemnemente, ante el
merecido andar ya en estampa en casi labrador de su pueblo que le dice que es «el
todas o las más naciones del mundo; trein- señor Quijana»:
ta mil volúmenes se han impreso de mi his- Yo sé quién soy, y sé que puedo ser no sólo
toria, y lleva camino de imprimirse treinta los que he dicho sino todos los Pares de
mil veces de millares (II, 16, p. 236). Francia (I, 5, p. 122).
«A sus aventuras van». Su caminar por
la vida es una constante aventura. Don
Quijote sabe muy bien lo que quiere, tiene II
una absoluta seguridad en sí mismo y una
fe inquebrantable en sus actos. Tanta es la A partir de este autoconocimiento solemne,
seguridad que tiene en su persona y en sus Don Quijote, que se crea a sí mismo, se afir-
actos que profeta de sí mismo da por segu- ma también a sí mismo como el hombre que
ro que todo el mundo le conocerá. Esa es, símbolo y representante, por tanto, de
seguridad aparece ya en el capítulo dos de todo lo que ser hombre lleva consigo. Y así
la primera parte, donde afirma, «hablando creo que podemos aplicar a Don Quijote el
consigo mismo»: célebre principio de Terencio Homo sum,
¿Quién duda sino que en los venideros humani nihil a me alienum puto.
tiempos, cuando salga a la luz la verdadera Tras ser armado caballero, Don Quijo-
historia de mis famosos hechos, que el te sale al mundo que le rodea con el espíri-
sabio que los escribiere no ponga, cuando tu transido de gozo por el mundo quiméri-
llegue a contar esta mi primera salida, tan co de la caballería andante que va a ilumi-
de mañana, desta manera?: Apenas había el nar sus caminos:
rubicundo Apolo tendido por la faz de la
ancha y espaciosa tierra las doradas hebras La del alba sería cuando Don Quijote salió
de sus hermosos cabellos (...), cuando el de la venta tan contento, tan gallardo, tan
famoso caballero Don Quijote de la Man- alborozado por verse ya armado caballero,
cha, dejando las ociosas plumas, subió que el gozo le reventaba por las cinchas del
sobre su famoso caballo Rocinante, y caballo (I, 4, p. 99).
comenzó a caminar por el antiguo y cono-
Esta inmensa y gozosa alegría que
cido campo de Montiel (I, 1, pp. 70-71).
manifiesta Don Quijote nada más salir de la
El protagonista del cuento de Rodari se venta armado caballero, se mantiene viva a
encuentra con muchos obstáculos en su lo largo de la obra a pesar de algunos bre-

152
ves altibajos pero se manifiesta especial- en épico». Así, León Felipe, después de
mente en ocasiones clave, como, por ejem- decirnos que «antes denuncia nuestras
plo, después de vencer al Caballero del miserias el poeta que el moralista», añade:
Bosque3. Así, sin miedo, sin cortapisas de La primera aventura de Don Quijote no es
ninguna clase, con toda su ilusión a cuestas la de Puerto Lápice ni la de los molinos
por descubrir lo que se va a encontrar en como quieren algunos. La primera aventura
su camino, Don Quijote se lanza a la aven- surge cuando el poeta se encuentra con la
tura, seguro de sí mismo como hemos realidad sórdida del mundo, después de
dicho más arriba, y con una absoluta segu- salir de su casa, llevando en la mano la Jus-
ridad también en la rectitud de sus actos, ticia. Cuando llega a la venta. No es verdad
dueño de sus pensamientos y de sus incon- que nada épico sucediese allí. Allí comien-
movibles principios. Sabe que tiene que za la hazaña primera y única que se ha de
repetir a través de todo el peregrinaje del
enfrentarse a ese mundo apacible de los poeta. Porque no hay más que una hazaña
que nada emprenden4. Y nunca adoptará en toda la crónica: el trastrueque, el tras-
una actitud pasiva, sino que, según dijimos, bordo de un mundo a otro mundo; de un
será siempre dinámica y activa. Así, mundo ruin a un mundo noble. Aparente-
siguiendo a Aristóteles, dice Fernando mente no es más que una hazaña poética,
Savater: una metáfora. Pero es una hazaña revolu-
cionaria también, porque ¿qué es una revo-
La acción no es fabricación de objetos o de lución más que una metáfora social? (Feli-
instrumentos sino creadora de humanidad. pe, 1963, pp. 229-230).
La praxis es autopiética: la principal indus-
tria del hombre es inventarse y darse forma Y ahí, en la venta, efectivamente, Don
a sí mismo (...). Actuar requiere sin duda Quijote no ve, no quiere ver, lo que real-
conocimiento e imaginación (...); pero con- mente hay (un albergue sucio e incómodo,
siste principalmente en decisión acerca de lo un hombre el dueño grosero y ladrón, unas
que va a hacerse (Savater, 2003, pp. 26, 35) prostitutas descaradas, un pito estridente
Ha nacido para él un mundo nuevo de un capador de puercos, una comida
que tiene que descubrir –como el niño de escasa y rancia, es decir, el mundo real que
Rodari–, como todos los niños del mundo a le rodeaba). Don Quijote transforma la rea-
quienes se les deje actuar con la libertad lidad, y en esto se comporta como un niño,
con que actúa Don Quijote. Esa aventura según dice Harald Weinrich:
es permanente y no únicamente exterior, Por el cuento, el niño se entera de que exis-
sino que es vivida esencialmente en su te otro mundo distinto del que le rodea
interior; sale de sí mismo a través de la inmediatamente, en el que hay que comer,
dormir, jugar y obedecer. En el cuento
imaginación creadora. Con ella consigue aprende el niño a participar en un mundo
ennoblecer la realidad, creando así una que no es el suyo... Como en el caso del
realidad mágica5, «convertir lo doméstico guiñol, el niño toma el mundo relatado pri-

(3) Así en los caps. 15 y 16 de la segunda parte encontramos dos ejemplos que, además, aparecen en
correlación poética con ese texto por su contenido y por su misma estructura trimembre: «En extremo conten-
to, ufano y vanaglorioso iba Don Quijote por haber alcanzado victoria de tan valiente caballero como él se ima-
ginaba que era el de los Espejos» (II, 15, p. 226); «Con la alegría, contento y ufanidad que se ha dicho seguía Don
Quijote su jornada, imaginándose por la pasada victoria ser el caballero andante más valiente que tenía en aque-
lla edad el mundo» (II, 16, pp. 230-231).
(4) Todo El Quijote en sí mismo es un libro itinerante, un libro de viajes. Pero es, ante todo, también «un
libro formativo, un libro de educación, lo que los alemanes han llamado mucho después con esa denominación
moderna de Wildungsromanz» (Sánchez, 1989).
(5) Un interesante estudio sobre este tema y su influencia en el mundo de Dostoyevski y de Mark Twain
es el de Serrano Plaja (1967).

153
meramente por el mundo comentado y pro- llas que se hacen para que el pueblo se
cura intervenir en él. Don Quijote, al obrar olvide de la trágica realidad, se aísle de los
de la misma forma, se comporta precisa- problemas y se distraiga produciendo en la
mente como un niño (Weinrich, 1968, p. 85).
gente una risa hueca, vacía e inconsistente;
La realidad es demasiado sórdida y el a los jueces que se venden y se guían «por
hombre necesita, de vez en cuando, levan- la ley del encaje»; a todos aquellos cuya
tar los pies de la tierra para buscar un cami- mirada miope se detiene en lo concreto de
no, aunque menos seguro, más sugerente y su pequeño mundo doméstico, como
atractivo, más poético, más lleno de ilusión aquel clérigo que se sentaba a la mesa
y de ventura, donde la ficción y la realidad de los duques y que pertenece a esa clase de
se den cita para conseguir que sea posible los que «quieren que la grandeza de los
llevar a cabo la misión que nos propone- grandes de espíritu se mida con la estre-
mos. Don Quijote lo sabe muy bien. Y el cheza de sus ánimos» (II, 32, p. 460).
caballero se niega a admitir no puede Asimismo, bajo su mirada crítica apare-
admitir ese mundo. De ahí que a continua- cen los nobles que bostezan acomodados
ción afirme también León Felipe: en el pedestal del poder y del dinero, y que
desprecian a todo el que no es de su clase
Y dice en seguida [Don Quijote]: Pero esto
no puede ser el mundo; esto no es la reali- ni de sangre que llaman «noble». Por eso
dad, esto es un sueño malo, una pesadilla defenderá la dignidad del ser humano y la
terrible..., esto es un encantamiento. Mis nobleza ganada por su valía personal y no
enemigos, los malos encantadores que me por su sangre y su nacimiento, recurriendo
persiguen, me lo han cambiado todo. Enton- con frecuencia a la sabiduría popular:
ces su genio poético despierta, la realidad «Cada uno es hijo de sus obras» (I, 4, p.
de su imaginación tiene más fuerza y puede
más que la realidad transitoria de los malos 104); «Sábete, Sancho, que no es un hom-
encantadores, y sus ojos y su conciencia ven bre más que otro si no hace más que otro»
y organizan el mundo no como es sino (I, 18, p. 360)6; «Ruin sea quien por ruin se
como debe ser (Felipe, 1963, p. 230). tiene» (I, 21, p. 426)7. Por eso entre los con-
sejos que da a Sancho, para el buen gobier-
Por ello su actitud será siempre crítica
no de su ínsula, aparece éste:
hacia esa «realidad transitoria» que nombra
el poeta cuando comprueba –como acaba- Haz gala, Sancho, de la humildad de tu lina-
mos de decir– la sordidez del mundo que je, y no te desprecies de decir que vienes de
contempla a su alrededor. Así, Cervantes labradores; y préciate más de ser humilde
virtuoso que pecador soberbio (...). Mira,
critica la mala literatura, la que sólo divier- Sancho, si tomas por medio a la virtud y te
te para distraer la atención de los hechos precias de hacer hechos virtuosos, no hay
graves pero no educa, la que no plantea los para qué tener envidia a los que los tienen
problemas que la vida presenta cada día, la príncipes y señores; porque la sangre se
que no se preocupa de la formación huma- hereda, y la virtud se aquista, y la virtud
na y de cultivar la sensibilidad del hombre, vale por sí sola lo que la sangre no vale (II,
42, pp. 583-584).
la que no obliga a pensar. Critica asimismo
a los malos gobernantes que permiten que Cervantes conoce muy bien el valor de
se representen las malas comedias, aque- la crítica, y la usa con la más refinada ironía

(6) Antonio Machado, siglos más tarde y comentanto el refrán popular «Nadie es más que nadie», dirá en
su nunca bien valorado y precioso libro Juan de Mairena: «Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos,
porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre» (Machado, 1964,
p. 369).
(7) Refrán popular que recoge ya La Celestina –que tan bien conocía y admiraba Cervantes–, obra que es
esencialmente diálogo y donde unos personajes no nobles intentan liberarse de sus amos. Allí dice Areusa:
«Ruyn sea quien por ruyn se tiene. Las obras hazen linaje, que al fin todos somos hijos de Adán y Eva. Procure
ser cada uno bueno por sí e no vaya buscar en la nobleza de sus passados la virtud» (Rojas, 1958, II, p. 35).

154
y siempre con una enorme dosis de respe- Antonio Machado, después de decirnos que el
to por las personas, pero sin concesiones a diálogo en Shakespeare «es un diálogo entre
la estupidez, el fanatismo, la hipocresía, la solitarios, hombres que, a fin de cuentas, cada
necedad, o la soberbia que nace de la igno- uno ha de bastarse a sí mismo», añade:
rancia y que pretende convertir la mentira Cuando llegamos a Cervantes, quiero decir
en verdad. Como dice Martín-Santos: al Quijote, el diálogo cambia totalmente de
Cervantes, Cervantes.. ¿Puede realmente clima. Es casi seguro que Don Quijote y
haber existido en semejante pueblo, en tal Sancho no hacen cosa más importante –aun
ciudad como esta, en tales calles insignifi- para ellos mismos–, a fin de cuentas, que
cantes y vulgares un hombre que tuviera conversar el uno con el otro. Nada hay más
esa visión de lo humano, esa creencia en la seguro para Don Quijote que el alma inge-
libertad, esa melancolía desengañada tan nua, curiosa e insaciable, de su escudero.
lejana de todo heroísmo como de toda exa- Pero aquí ya no se persiguen razones a tra-
geración, de todo fanatismo como de toda vés de la selva psíquica, ya no interesa tan-
certeza? (Martín-Santos, 1979, p. 62). to la homogeneidad de la lógica como la
heterogeneidad de las conciencias. Enten-
dámonos: la razón no huelga: es como
cañamazo sobre el cual bordan con hilos
desiguales el caballero y el criado. No olvi-
III demos, sin embargo, que uno de los dialo-
gantes está loco, sin renunciar en lo más
Todos sus actos, sus aventuras, pero sobre mínimo a tener razón, a imponer y –digá-
todo sus palabras irán encaminadas a con- moslo en loor de nuestro Cervantes– a per-
vencer de sus razones, así como a su auto- suadir de su total concepción del mundo y
educación y a enseñar a los demás, pero de la vida, y que el otro padece tanta cor-
dura como desconfianza de sus razones. Y
también a aprender de ellos, sobre todo a aquí nos aparece el diálogo entre dos
Sancho, con quien llega a identificarse tan- mónadas autosuficientes y, no obstante,
to que logra que el mismo Sancho se con- afanosas de complementariedad, en cierto
vierta en su yo complementario8; y todo sentido, creadoras y tan afirmadoras de su
ello sucederá fundamentalmente a través propio ser como inclinadas a una inasequi-
del diálogo, que es constante, como es ble alteridad. Entre Don Quijote y Sancho
la razón del diálogo alcanza tan grande pro-
bien sabido, en El Quijote, especialmente fundidad ontológica, que sólo a la luz de la
claro está entre los dos protagonistas. Así lo metafísica de mi maestro Abel Martín pue-
reconoce el mismísimo Don Quijote cuan- de explicarse (Machado, 1964, p. 570).
do le dice a Sancho, después de salir de la
escena de los Batanes: Este diálogo entre Don Quijote y San-
cho se desarrolla como decimos a lo largo
Y está advertido de aquí adelante en una de toda la obra, pero es en las aventuras
cosa, para que te abstengas y reportes en el antes y, sobre todo, después de ellas cuan-
hablar demasiado conmigo: que en cuantos do adquiere mayor viveza y cuando Don
libros de caballerías he leído, que son infi- Quijote trata de convencer a Sancho de lo
nitos, jamás he hallado que ningún escude-
ro hablase tanto con su señor como tú con
acertado de sus decisiones, de sus actos9.
el tuyo (I, 20, p. 401). Asimismo, con ocasión del encuentro con
los diferentes personajes es cuando Don
El diálogo tiene tal importancia que, sin él, Quijote trata también de convencer, con un
no existiría El Quijote, como todos sabemos. razonamiento impecable, «de su total con-

(8) Salvador de Madariaga ha hecho célebre el término «quijotización» de Sancho. Hay un constante proceso
de ósmosis y endósmosis entre don Quijote y Sancho, y ya desde el principio (Sánchez, 1989). Véase, sobre este
tema, el célebre artículo de Dámaso Alonso (1962). Recuérdese que Don Quijote, cuando le escribe aquella carta
a Sancho, «gobernador de la ínsula», se despide de él con «Tu amigo/Don Quijote de la Mancha» (II, 51, p. 723).
(9) Resulta curioso observar que las aventuras ocupan muy poco espacio en comparación con los comen-
tarios hechos mediante el diálogo; de modo que aquéllas vienen a ser, como quien dice, «el pretexto», tal y como
afirma Alberto Sánchez (1989).

155
cepción del mundo y de la vida» –según refranes, Don Quijote pretende educarle
dice el texto machadiano–, y, por tanto, de sacando de él, gracias a la naturaleza bon-
cuán necesario sea defender la verdad y la dadosa de Sancho, lo mejor de sí mismo11;
justicia, bases de la dignidad del ser huma- y aparte también del diálogo casi monólo-
no. Así, se va destacando en este proceso a go de los capítulos 42 y 43 de la segunda
través del diálogo lo importante que para parte donde Don Quijote se explaya en dar
eso es la enseñanza, la educación. consejos a Sancho, unos relativos al espíri-
El diálogo entre amo y escudero es de tu y otros al cuidado del cuerpo, el capítu-
tal intensidad que realiza el «milagro» de lo que consideramos más importante en lo
que Sancho participe de la misma «locura» relativo a la enseñanza y al fin que se bus-
de su amo y se abran para ambos las ven- ca, es el capítulo 16 de la segunda parte.
tanas de todos los horizontes. Este diálogo Efectivamente, en ese capítulo, ha con-
es como dice asimismo Alberto Sánchez centrado Cervantes las ideas básicas y, a la
(1989), lo más enjundioso de todo el libro; vez, imprescindibles de la educación del ser
es un diálogo fresco, animado, vivo: lo más humano12. Ahí aparece también el contraste
vivo del libro. Don Quijote, la voluntad entre dos tipos de educación: la que ha reci-
proyectiva, actúa sobre la voluntad recepti- bido –y quiere transmitir a su hijo don Die-
va de Sancho. Y Sancho que no sabe leer ni go de Miranda, que «lleva una vida desaho-
escribir, como él mismo lo reconoce en gada, apacible, placentera, agasajada, al
varias ocasiones se va elevando a lo largo amparo de los suyos y satisfecho con sus
del libro en un proceso de formación gra-
dual, y lento pero siempre firme. riquezas», y la que representa y lleva a cabo
Como hemos dicho, también Don Qui- Don Quijote, que –con la única, y valiosa,
jote se autoeduca a través de la influencia de compañía de Sancho– sale en busca de su
Sancho, y del diálogo que con él mantiene, realización personal abandonando, como
pues de todos es sabido que el buen profe- ya sabemos, su vida acomodada. Pero el
sor aprende también y se va formando a tra- horizonte del Caballero del Verde Gabán es
vés de las preguntas de sus alumnos, que le demasiado limitado, y en él no cabe la aven-
hacen reflexionar. Podemos decir que El tura ni el riesgo, ni por tanto la imaginación
Quijote es de principio a fin «pedagogía en y el pensamiento libre. Su vida acomodada
acción, con un protagonismo esencialmente no le permite ver más allá de su propio hori-
dual, pues hay en todo él un proceso de zonte y no está preparado para dar solución
enseñanza, de educación, con altibajos pero al problema que tiene con su hijo, quien, en
sobre todo con grandes logros» (Sánchez, contra de la voluntad de su padre, quiere
1989). El texto de Machado lo resume todo. estudiar lo que a él le apetece: poesía; pues
Aparte de las continuas correcciones solo así y a través de ella desarrollará libre-
de lo que Amado Alonso llamó «prevarica- mente su personalidad. Cervantes insiste en
ciones lingüísticas» de Sancho10, o las lla- destacar, reiteradamente, lo mucho que este
madas a la moderación cuando argumenta personaje se empeña en imponer su propia
sus razones con una serie interminable de voluntad al hijo13.

(10) Es digno de destacar cómo Sancho, que aprende rápidamente de su amo, en el que tiene una con-
fianza absoluta, ejerce de educador ahora de su mujer ya al principio de la segunda parte: «Yo no os entiendo,
marido –replicó Teresa (...). Y si estáis revuelto en hacer lo que decís... –Resuelto has de decir, mujer –dijo San-
cho, y no revuelto» (II, 5, p. 96).
(11) Así lo reconoce el propio Don Quijote en su testamento cuando, en la primera de las mandas que
hace, refiriéndose a Sancho termina con estas palabras: «porque la sencillez de su condición y fidelidad de su
trato lo merece» (II, 74, p. 1.037).En lo que al uso de refranes se refiere, recuérdese especialmente la discusión
que mantienen Don Quijote y Sancho al final del capítulo 67 de la segunda parte.
(12) Véase nuestro estudio sobre este capítulo, donde lo abordamos teniendo en cuenta su vigencia per-
manente (Pérez-Enciso, 2001). Algunas de las ideas que exponemos a continuación aparecen ya en ese trabajo.
(13) Hasta tal punto se siente infeliz don Diego y quiere presionar a su hijo para que estudie «leyes» o «teo-
logía», que le dice a Don Quijote: «de no tenerlo [el hijo], quizá me juzgara por más dichoso de lo que soy» (II,
16, p. 240). Es éste un tema de permanente actualidad. Como ejemplo queremos reproducir, nuevamente, frag-
mentos de una redacción que hizo un alumno mío sobre este capítulo:

156
Cervantes nos presenta a su héroe en le da una serie de consejos que son todo un
una de las intervenciones más dignas, más catálogo de orientaciones, válidas no sólo
profundamente humanas de toda la obra: para los más modernos y valiosos sistemas
Don Quijote aparece ante nosotros –como de enseñanza, sino para todos los tiempos:
es habitual en él, pero ahora más que nun- son éstos consejos los que conservarán
ca–, lo repetimos de nuevo, seguro de sí siempre una palpitante actualidad.
mismo, dueño de su pensamiento; y, con Ya sabemos que el chico lo que quiere
una infinita dignidad y cordura, en un diá- es estudiar poesía, por eso Don Quijote
logo lleno de majestuosa sencillez, expone aprovecha el momento para hacer un pre-
al Caballero –que parece pagado de sí mis- cioso elogio precisamente de la poesía,
mo– su pensamiento acerca de la educa- que, aunque «es menos útil que deleitable,
ción de los hijos. El mundo de Don Quijo- no es de aquellas que suelen deshonrar a
te está más en consonancia con el espíritu quien la posee» (II, 16, p. 242). Y no se con-
inquieto del hijo del Caballero del Verde forma con dar por hecho que es una cien-
Gabán que con la vida anodina de éste. cia, sino que añade:
Preguntarse por las cosas, por el hombre;
asombrarse, buscar, aventurarse para des- La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es
cubrir lo desconocido14, inquietar, obligar a como una doncella tierna y de poca edad, y
en todo extremo hermosa, a quien tienen cui-
pensar..., todo eso ha sido, como ya sa-
dado de enriquecer, pulir y adornar otras
bemos, la norma de Don Quijote desde muchas doncellas, que son todas las otras
que salió de su aldea; y aquí Don Quijote, ciencias, y ella se ha de servir de todas y todas
que no tiene hijos, puede dar lecciones a se han de autorizar con ella (II, 16, p. 242).
este «virtuoso» Caballero: «los padres tienen
que respetar el camino que elijan los hijos, Es decir, que la poesía no solamente es
y más si el hijo quiere seguir el camino de una ciencia, sino que «todas las otras cien-
la poesía, que es la reina de las ciencias, cias» han de estar a su servicio y, a la vez, ha
ante la que hay que sentir un gran respeto». de aprovecharse de ellas e incluso «autori-
Luego Don Quijote le recuerda que los zarlas». Después, y siguiendo con la muy
hijos, que «son pedazos de las entrañas de acertada imagen de la «doncella»15, añade
sus padres», ante todo se han de querer, «o estas palabras, que deberían tener en cuen-
buenos o malos que sean», como «almas que ta algunos de los políticos actuales16, y los
nos dan la vida» (II, 16, 241). A continuación malos poetas de todos los tiempos:

Pero hay otra cosa de la que no nos damos cuenta, y es lo que produce esa libertad de elegir lo que a uno le gusta: lo pri-
mero eso, la capacidad de elegir; lo segundo, el desarrollo de tu personalidad, la maduración de la persona (...). Al fin y
al cabo pienso que son los pilares básicos del desarrollo de una persona y su capacidad para moverse en el mundo que
le rodea, aunque al final gane menos (...) ¿De qué me sirve estudiar una cosa que no me gusta si no me llena? Yo he teni-
do un problema de este tipo, siempre he actuado influido por mi familia; las decisiones nunca las tomaba por mi cuenta
(...). El último problema que tuve fue hace dos años y tuvo que ver, precisamente, con los estudios. Yo quería hacer Tera-
pia Ocupacional; era mi ilusión desde 1º de BUP, o, si no, Educación Especial. En mi familia me dijeron que esas no eran
carreras; que debía hacer Administración y Dirección de Empresas; y yo, naturalmente, accedí. Llegó el comienzo de las
clases y yo iba ilusionado (...); pero no aprobé ninguna (...). Decidí contarle a mi madre que esa carrera no me gustaba.
Al principio se enfadó, pero finalmente se resignó. Yo quería hacer una carrera más «humana», que sirviera de ayuda a
mucha gente. Eso sí que era algo que me llenaba. Finalmente dejé la carrera y volví a la misma situación anterior, pero
esta vez elegía yo, no mi familia. Creo que la decisión que he tomado es la acertada (...). Este consejo que da don Quijo-
te a don Diego de Miranda es un consejo demasiado «moderno» para esos tiempos, pero, aun así, pienso que es el conse-
jo más acertado que le podía haber dado (Enrique Fernández Acebes).
(14) Recordemos lo que hemos dicho anteriormente y recordemos también que eso mismo es lo que hace
el protagonista del cuento de Rodari.
(15) Como nos recuerda A. Sánchez, «Cervantes gusta de presentar una personificación de la poesía, noble-
mente ataviada y descollante en el concepto de las artes y ciencias» (1961, 194), y cita otro ejemplo semejante
de La Gitanilla.
(16) Recuerdo, a este respecto, la desagradable impresión que me produjo el hecho de que un destacado
político español recurriera, en plena campaña electoral de 1996 y con fines partidistas –por tanto, espurios y
sacados de contexto–, a citar versos de alguno de nuestros más valorados poetas.

157
Pero esta tal doncella no quiere ser gios económicos. Tanto vales, cuanto
manoseada, ni traída por las calles, ni publi- sabes: transformación idealista del «tanto
cada por las esquinas de las plazas ni por tienes, tanto vales» (Sánchez, 1961, p. 195).
los rincones de los palacios (II, 16, pp. 242-
243). Nosotros hemos pensado siempre que
la poesía está en el fondo de todas las cosas
Cervantes, por boca de Don Quijote, y de una manera especial en el del ser
ahonda todavía más en la concepción de humano, y toda enseñanza debe comenzar
«poesía» como algo de supremo valor y que con ella, y ella debe ser el principio que
es imprescindible que quien quiera acer- guíe la formación del hombre: ante todo
carse a ella lo haga como quien se acerca a porque el niño es esencialmente una cria-
un delicadísimo tesoro de inestimable «pre- tura de enorme sensibilidad, lleno de vida,
cio»: de ilusión, que vive en un mundo mágico
Ella es hecha de una alquimia de tal virtud cuyo secreto ansía conocer. Y, luego, por-
que quien la sabe tratar la volverá en oro que el mundo que nos rodea necesita ser
purísimo de inestimable precio; hala de conocido a través de las entrañas de la
tener, el que la tuviere, a raya, no dejándo- infancia que todo hombre lleva en el fondo
la correr en torpes sátiras ni en desalmados de sí mismo y que, desgraciadamente, olvi-
sonetos (II, 16, p. 243). da con tanta frecuencia y transforma en un
Luego de decirnos que la poesía «no ha mundo degradado y odioso, convirtiendo,
de ser vendible en ninguna manera» y que así, lo que es vida y libertad en la más
«no se ha de dejar tratar de los truhanes ni negra esclavitud y muerte. Y sólo en un
del ignorante vulgo», hace esta aclaración, acto de «locura» como la que transformó a
digna de permanente recuerdo: Don Quijote –y a Sancho–, se puede inten-
tar recuperar aquel mundo mágico.
Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vul- Una vez más, en aquel horizonte man-
go solamente a la gente plebeya y humilde; chego, es posible la aventura cuando la
que todo aquel que no sabe, aunque sea
mente no se ve limitada por lo concreto,
señor y príncipe, puede y debe entrar en
número de vulgo (II, 16, p. 243).
por el mundo doméstico que todo lo ali-
nea; y Don Quijote, por primera vez en
Escuchamos, pues, puesta en boca de esta segunda parte, demostrará el valor que
Don Quijote, una de las frases más lumino- le llevó a la aventura en la primera parte de
sas y comprometidas de Cervantes que la novela, volviéndose a enfrentar con ese
podemos encontrar en toda la novela: «yo poder establecido que tanto alabaron
llamo aquí vulgo a todo aquel que no sabe, otros. Ante su mirada aparece «un carro lle-
aunque sea señor y príncipe». Y la poesía no de banderas reales». Don Quijote vuelve
no debe ser manoseada por el vulgo. No es al mundo de la «locura», pero una locura
algo corriente17: fraguada en el ánimo y el esfuerzo. Y vuel-
Cervantes ha dado aquí el toque de nove- ve, después de haber dado a don Diego de
dad moderna introduciendo en ese «vulgo» Miranda y a todos los «diegos» del mundo la
a los ricos ignorantes, a la mediocridad más maravillosa y acertada lección que se
carente de instrucción, haciendo caso omi- puede dar sobre la educación de los hijos, de
so de la nobleza de sangre o de los privile- la humanidad, y sobre la libertad humana.

(17) Sobre la educación, así como la importancia de la poesía en la misma sobre todo, pueden verse los
artículos 27 y 30, respectivamente de Bajamin G. Kohl, «Humanism and Education» y de Danilo Aguzzi-Barba-
gli, «Humanism and Poetics», que aparecen en el volumen 4 (Partes a y b respectivamente) de la importantísima
obra colectiva Renaissance Humanism, 5 vols., publicada en Philadelphia, The University of Pennsylvania Press,
1988.

158
Lección que conserva y conservará todo su nada en ello» (I, 22, p. 447), «La libertad,
valor a través de los tiempos. Como dice Sancho, es uno de los más preciosos dones
Martín Santos, que a los hombres dieron los cielos; con
En ese «hacer loco» a su héroe va emboza-
ella no pueden igualarse los tesoros que
da la última palabra del autor. La imposibi- encierra la tierra ni el mar encubre; por la
lidad de realizar la bondad sobre la tierra libertad se puede y debe aventurar la vida»
no es sino la imposibilidad con que tropie- (II, 58, p. 797)18.
za un pobre loco para realizarla. Lo que Un hecho que conviene destacar en lo
Cervantes está gritando a voces es que su que a la estructura del diálogo –y en gene-
loco no estaba realmente loco, sino que ral a la de El Quijote– se refiere es la falta
hacía lo que hacía para poder reírse del de prisa con que transcurre y la serenidad
cura y del barbero, ya que, si se hubiera que produce. Se saborea el tiempo, sobre
reído de ellos sin haberse mostrado previa- todo el tiempo de la conversación, pausa-
mente loco, no se lo habrían tolerado y
damente, serenamente. Ello contribuye al
hubieran tomado sus medidas montando,
por ejemplo, su pequeña inquisición local, goce que nos produce su lectura: ese tiem-
su pequeño potro de tormento y su peque- po amoroso que comparten esas dos almas
ña obra caritativa para el socorro de los gemelas y que con tanta frecuencia nos
pobres de la parroquia (Martín Santos, presentan dos visiones diferentes pero
1979, p. 63). complementarias de la misma realidad, y
que tan fecundo resulta para la enseñanza,
Es decir, Cervantes nos está indicando para el desarrollo de su formación. Debe-
que no debemos aceptar las instituciones mos enseñar a gozar de una lectura lenta,
que impiden el desarrollo de la personali- reposada, meditada, para ir interiorizando
dad individual y coartan su libertad –perso- sensaciones, vivencias. Como dice Roland
nalidad y libertad que son bases de toda Barthes:
enseñanza–. Y como Cervantes, Don Qui-
jote no se conforma con ese mundo degra- No devorar, no tragar, sino masticar; para leer
dado que observa a su alrededor –según a los autores de hoy es necesario reencontrar
dejamos ya dicho más arriba–, tendrá que el ocio de las antiguas lecturas: ser lectores
aristocráticos (Barthes, 1991, p. 23).
inventar un escenario más digno, humano
y noble, y más justo, donde el hombre, por
encima de todo, pueda efectivamente ser
libre tal y como le pertenece por derecho IV
natural. Así lo proclama Cervantes y lo sos-
tiene a lo largo de la novela, y de toda su De ese modo, lenta pero firmemente, va
obra, y Don Quijote lo destaca especial- calando en Sancho la palabra de su amo;
mente en dos ocasiones, en el capítulo de como se ve, por ejemplo, cuando sale en
los galeotes y después de abandonar la defensa de la dignidad del mismo –y de la
mansión de los duques al verse «en la cam- suya propia– cuando lo llevan enjaulado
paña rasa y libre». Así dice: «Me parece duro de regreso a su casa tras las aventuras vivi-
caso hacer esclavos a los que Dios y Natu- das en la primera parte. Cervantes ha con-
raleza hizo libres» (I, 22, p. 446), «No es seguido que Sancho sea ya «uno» con su
bien que los hombres honrados sean ver- señor. Sancho sabe bien que a su señor lo
dugos de los otros hombres, no yéndoles llevan enjaulado contra su voluntad; así les

(18) Así le habla a Sancho cuando dejan el palacio de los duques y Sancho se siente «contentísimo» por los
días allí pasados; pero Don Quijote le advierte que no habrá libertad si aquello de lo que se goza no es tuyo,
porque «las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan
campear el ánimo libre» (II, 58, p. 798).

159
dice: «Ahora, señores, quiéranme bien o conocemos, y a mí no se me ha de echar
quiéranme mal por lo que dijere, el caso de dado falso. Y en esto del encanto de mi
ello es que así va encantado mi señor Don amo, Dios sabe la verdad; y quédese aquí
Quijote como mi madre: él tiene su entero porque es peor meneallo (I, 47, pp. 904-
juicio, él come y bebe y hace sus necesida- 905).
des como los demás hombres, y como las La fuerza de la palabra es tal, y tanta la
hacía ayer antes que le enjaulasen» (I, 47, p. fe inquebrantable del escudero en la de su
903). Y luego, dirigiéndose al cura: amo, que en muchas ocasiones Sancho
¡Ah señor cura, señor cura! ¿Pensaba vues- («colgado de sus palabras») acaba creyendo
tra merced que no le conozco, y pensará –o por lo menos dudando– en lo que Don
que yo no calo y adivino adónde se enca- Quijote dice. Así en la aventura de los reba-
minan estos nuevos encantamentos? Pues ños:
sepa que le conozco, por más que se encu-
bra el rostro, y sepa que le entiendo, por Y la polvareda que había visto la levanta-
más que disimule sus embustes. En fin, ban dos grandes manadas de ovejas y car-
donde reina la envidia no puede vivir la vir- neros que, por aquel mesmo camino, de
tud (I, 47, p. 903). dos diferentes partes venían, las cuales, con
el polvo, no se echaron de ver hasta que
Después, el barbero le dice, engreído y llegaron cerca. Y con tanto ahínco afirmaba
displicente, a Sancho: «En mal punto os don Quijote que eran ejércitos, que Sancho
empreñastes de sus promesas, y en mal lo vino a creer (I, 18, p. 345).
hora se os entró en los cascos la ínsula que
tanto deseáis» (I, 49, p. 904). Pero el buen En la aventura del Caballero del Bos-
escudero Sancho, defendiendo su persona- que, tras la victoria de Don Quijote éste tra-
lidad, y, como ofendido en su propia dig- ta de convencer a Sancho y llevarlo al mun-
nidad por las palabras del barbero, con do de su fantasía. De modo que el escude-
sano orgullo y muy satisfecho de haber ro –que en el capítulo 10 se había inventa-
acompañado y servido a su señor, le repli- do el encantamiento de Dulcinea– acaba
ca, con el respeto que merece toda perso- dudando de que el caballero al que real-
na, sí –y hasta con cierta ironía y superiori- mente ha vencido Don Quijote sea en efec-
dad como quien sabe más que él–, pero to Sansón Carrasco; y así le dice a su señor:
con toda la fuerza de quien está seguro de Soy de parecer, señor mío, que, por sí o por
sí mismo: no, vuesa merced hinque y meta la espada
Yo no estoy preñado de nadie, ni soy hom- por la boca a este que parece el bachiller
bre que me dejaría empreñar, del rey que Sansón Carrasco; quizá matará en él a algu-
fuese; y aunque pobre, soy cristiano viejo, no de sus enemigos los encantadores (II,
y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, 14, p. 221).
otros desean otras cosas peores; y cada uno Y cuando Don Quijote decide enfren-
es hijo de sus obras19; y debajo de ser hom-
tarse a los leones cuando van plácidamen-
bre puedo venir a ser papa, cuanto más
gobernador de una ínsula (...)20. Vuestra te hablando con el Caballero del Verde
merced mire cómo habla, señor barbero, Gabán, que los ha invitado a su casa, y des-
que no es todo hacer barbas, y algo va de pués de rogarle que intervenga para que
Pedro a Pedro. Dígolo porque todos nos Don Quijote no se enfrente a los leones,

(19) Aparte de que, como es bien sabido, tanto Don Quijote como Sancho recurren con frecuencia a la
sabiduría popular –aunque Cervantes la suele poner más en boca de Sancho–, conviene destacar aquí la evi-
dencia de que éste aprende y asimila a la perfección lo que su amo ha dicho en otras ocasiones (I, 1, p. 59; I, 4,
p. 104).
(20) Véase sobre estos pensamientos lo que dejamos dicho en la nota 6.

160
tiene lugar una de las más acertadas y dig- le confianza en sí mismo, abrirle horizontes,
nas intervenciones de Sancho en defensa y hacer que esa alegría de la infancia siga
de las acciones de su señor. Así lo vemos viviendo en el fondo de sus entrañas. Es
en este diálogo y en la intervención poste- obligación nuestra, asimismo, oponernos
rior: por todos los medios a que en sus jóvenes
conciencias aparezca ese sentimiento de
–Pues ¿tan loco es vuestro amo –respondió
el hidalgo–, que teméis y creéis que se ha
culpa que tanto daño ha hecho y sigue
de tomar con tan fieros animales? haciendo a la humanidad, así como impedir
–No es loco –respondió Sancho–, sino y evitar siempre que el miedo se apodere
atrevido. de él, siguiendo el ejemplo de Don Quijote:
–Yo haré que no lo sea –replicó el ese sentimiento de culpa y ese miedo, que
hidalgo (II, 17, p. 253). son el cáncer de la enseñanza y el aprendi-
zaje, de la educación, y que tan nefastas
Pero, naturalmente y como era de consecuencias acarrea a la sociedad, y tan
esperar, las intervenciones sucesivas del dañino resulta para la vida colectiva y la
hidalgo, así como las del propio Sancho, convivencia; pues, como dice Darío Fo –ese
no surtieron efecto alguno. Por eso, cuan- hipnotizador italiano de almas y palabras,
do Don Quijote les llama para que regre- premio Nobel de Literatura:
sen, Sancho exclama: «Que me maten si mi
señor no ha vencido a las fieras bestias, Un pueblo que no tiene sentido del humor
pues nos llama» (II, 17, p. 259). Y el final de termina siendo criminal. Lo primero que se
le arranca a un pueblo libre es la alegría de
la famosa aventura se cierra con estas
vivir. Cuando un pueblo se siente con sen-
memorables palabras de Don Quijote, que timiento de culpa, es más fácil de dominar,
son toda una proclama contra el miedo y a no es un hombre libre (Fo, 1986).
favor de la búsqueda de lo desconocido,
del riesgo, de la aventura: Tal y como hace nuestro héroe, secun-
dado por su escudero –y como hizo el niño
¿Qué te parece desto, Sancho? –dijo don Martín, del cuento de Rodari–, el joven/el
Quijote–. ¿Hay encantos que valgan contra
hombre debe lanzarse en busca de lo des-
la verdadera valentía? Bien podrán los
encantadores quitarme la ventura; pero el
conocido, y de su propia realización perso-
esfuerzo y el ánimo, será imposible (II, 17, nal. Por eso decimos en nuestro título ense-
p. 260). ñar para la aventura; ello quiere decir,
como ya queda expuesto a lo largo de este
trabajo: dudar, elegir, arriesgarse, someter
todo lo que se recibe a la criba de la razón
V humana, pensar por sí mismo, tener su pro-
pio criterio y aprender a conocer y defend-
Es indudable y evidente que la enseñanza er los valores humanos. Todo esto lleva
que recibimos de la actuación y la manera consigo el ser libres, el poder tener ideas
de ser de Don Quijote nos induce, nos inci- propias y, respetando las ajenas, contras-
ta, ante todo, a la defensa de la dignidad del tarlas con ellas, y sacar sus propias conclu-
ser humano, y a lograr el desarrollo en siones.
libertad de la personalidad de cada indivi- ¿Cómo podremos conseguir alcanzar
duo. Por ello es necesario ir poniendo al esta meta? Pensamos que únicamente si se
hombre, ya desde niño y según su capaci- enseña, se educa y se aprende en un
dad, en una encrucijada de caminos y que ambiente de amplitud de miras, abierto, res-
él con nuestra ayuda –cuando ésta sea petuoso y tolerante, libre; y si, al mismo
necesaria–, vaya tomando la iniciativa de tiempo, se frecuenta la lectura, mejor cuanto
elegir el suyo propio. Deberemos infundir- más variada sea, una lectura que siembre en

161
su alma –tal y como nos dice Emilio Lledó– Quijote el astuto Sansón Carrasco cuando
«la entreabierta semilla de un lenguaje aquél afirma que su historia «tendrá necesi-
para la reflexión, y que haga, como dice el dad de comento para entenderla»22:
poeta, el alma navegable». –Eso no –respondió Sansón–, porque es tan
Sí. «El alma navegable» platónica sólo clara, que no hay cosa que dificultar en ella:
puede darse a través de la literatura. Ese los niños la manosean, los jóvenes la leen,
inacabable panorama de millones de naves, los hombres la entienden y los viejos la
construidas por los poetas a lo largo de los celebran (II, 3, p. 68).
siglos –como decimos en otro lugar– 21,
constituyen la única manera de recorrer De ese modo, en el horizonte manche-
todos los mundos y abrir nuestra mente, la go de la vida humana se encontrarán, junto
de los jóvenes sobre todo, enriqueciéndola a Don Quijote y Sancho, todos aquellos que,
con multitud de visiones que amplíen sus eligiendo libremente y seguros de sí mis-
horizontes y le abran las puertas de par en mos, aun en medio de la duda el camino de
par a la reflexión. A través de sus obras los su andadura personal, busquen alcanzar la
grandes creadores han ido dejando su pro- plenitud como ser humano sobre la tierra.
pia visión del hombre de su época, y del
mundo en que han estado inmersos, así
como las impresiones que en su espíritu ha BIBLIOGRAFÍA
dejado su paso por ese mundo.
Para conseguir aquella amplitud de ALONSO, D.:, «Sancho-Quijote, Sancho-San-
horizontes, y preparar al hombre para ello cho», en Del Siglo de Oro a este siglo de
ya desde niño, debemos «iniciarlo en el siglas. Madrid, Gredos, 1962, pp. 9-19.
infinito placer de leer», como dice Lázaro BARTHES, R.: El placer del texto, Madrid,
Carreter (1991). Ese placer que hizo que SIGLO XXI, 1991.
Don Quijote «pasara las noches de claro en CERVANTES, M. de,: El Ingenioso Hidalgo don
claro, y los días de turbio en turbio» (I, 1, p. Quijote de La Mancha. Madrid, ed. de
57). Cervantes lo conocía muy bien y, V. Gaos, Gredos, 3 vols, 1987.
seguramente mientras escribía su obra FELIPE, L.: Ganarás la luz, 3, «El poeta pro-
inmortal, disfrutaba tanto escribiéndola meteico», en Obras completas. Buenos
como pensando en lo que habían de gozar Aires, Losada, 1963.
sus contemporáneos y las generaciones FO, D.: Entrevista hecha al autor en El País,
futuras, porque tenía clara conciencia, y publicada el 8 de marzo de1986.
lúcida, del valor de su obra. Tenía concien- LÁZARO CARRETER, F.: «La enseñanza de la
cia de que aquella modélica pareja de literatura», en Actas de las I jornadas de
almas gemelas –«ingenua, curiosa e insacia- metodología y didáctica de la lengua y
ble»–, en su deambular por el mundo y en la literatura españolas. Cáceres, ICE de
su relación con todas las clases sociales, la Universidad de Extremadura, 1991.
había de hacer reír, y pensar, y llorar, a los MACHADO, A.: Obras. Poesía y prosa,. Bue-
hombres de todas las edades y de todos los nos Aires, Losada, 1964.
tiempos. Sí, de todas las edades, porque El MARTÍN-SANTOS, L.: Tiempo de silencio. Bar-
Quijote es obra que se puede leer en cual- celona, Seix Barral, 1979.
quier etapa de la vida, aunque en cada una PÉREZ, M. J.: La palabra necesaria: Magia,
de distinta manera. Así se lo dice a Don maravilla y poder del lenguaje. Confe-

(21) Véase nuestra conferencia inaugural del curso 2003-2004 en la Facultad de Educación-Centro de For-
mación del Profesorado (Pérez, 2003).
(22) Véase nuestro trabajo sobre la ficción y la realidad en El Quijote (PÉREZ-ENCISO, 1999).

162
rencia inaugural del Curso Académico na, Juventud, 1980, pp. 59-61.
2003-2004. Madrid, Facultad de Educa- ROJAS, F. La Celestina. Madrid, Espasa-Cal-
ción-Centro de Formación del Profeso- pe, Clásicos Castellanos, 2 vols, 1958.
rado, 2003. S ÁNCHEZ , A.: «El Caballero del Verde
PÉREZ, M. J.; ENCISO, J.: «Cervantes entre la Gabán», en Anales cervantinos, 9, 1961,
realidad y la ficción de su propia obra. pp. 169-201.
(Una meditación personal en torno al —«Don Quijote, pedagogía en acción»,
capítulo III de la Segunda Parte)», en conferencia pronunciada en la Escuela
Didáctica (Lengua y Literatura), Núm.. Universitaria Pablo Montesino, en
11. Madrid, Publicación de Universidad mayo de 1989, con motivo del 150º ani-
Complutense, 1999, pp.111-122. versario de la creación de la primera
— «El capítulo XVI de la segunda parte del Escuela de Magisterio.
Quijote. El tema de la educación y su SAVATER, F.: El valor de elegir. Barcelona,
actualidad», en Volver a Cervantes. Ariel, 2003.
Actas del IVºº Congreso Internacional SERRANO PLAJA, A.: Realismo «mágico» en
de la AC (Lepanto, 1/8 de octubre de Cervantes. Madrid, Gredos, 1967.
2000). Palma, Universitat de les Illes WEINRICH, H.: Estructura y función de los
Balears, 2001, pp. 705-713. tiempos en el lenguaje. Madrid, Gredos,
RODARI, G.: Cuentos por teléfono. Barcelo- 1968.

163
LA CABALLERÍA COMO UNA PEDAGOGÍA SUPERIOR
Y DON QUIJOTE DE LA MANCHA

GABRIEL GENOVART (*)

RESUMEN. En la historia de la educación, la caballería andante constituye un mode-


lo que aglutina los paradigmas heroicos propuestos por la vieja tradición oral –mi-
tos y cuentos inmemoriales– así como por las grandes epopeyas antiguas, las le-
yendas medievales y los cantares de gesta, erigiéndose en uno de los primeros
grandes géneros de la novela en Europa: los libros de caballería.
El presente artículo analiza la figura del caballero errante para comprender la pai-
deia caballeresca como arquetipo de conducta, la dimensión del imaginario simbó-
lico que nutre la fantasía de Don Quijote de la Mancha y su incidencia en la histo-
ria de la educación, presentando la caballería como una pedagogía superior que
ejemplifica las fases de un itinerario de perfección que culmina en el encuentro del
hombre con el núcleo de su ser personal.

ABSTRACT. In the history of education, knight-errantry is a model that brings together


the heroic paradigms proposed by the old oral traditions –myths and tales from ti-
me immemorial– and ancient epopees, mediaeval legends and chansons de geste,
and it led to one of the first great genres of the European novel: Books of knight-
errantry.
This article analyses the figure of the knight errant in order to understand the knight
errant paideia as an archetype of conduct, the dimension of the symbolic imagery
that nurtures the fantasy of Don Quixote and its effect on the history of education.
Knight-errantry is presented as a higher form of education that exemplifies the sta-
ges of a road to perfection culminating in the encounter of man with the core of his
personal being.

Como es bien sabido, la historia de Don y hermosas son aquellas que, previamen-
Quijote es la del hombre que soñó con ser te, más intensamente se han soñado. Co-
caballero andante y, ya muy entrado en mo realmente fue la vida del Ingenioso hi-
edad de madurez, trató de transportar a la dalgo Don Quijote de la Mancha, el más
realidad sus largos años de sueños. No im- glorioso perdedor que jamás vieron los si-
portó, en su caso, que se cumpliera la ley glos.
inexorable que siempre amenaza todo sue- Don Quijote de la Mancha no se armó
ño: la inevitable degradación que sufre caballero en la venta de los campos de
aquello que se ha soñado cuando se en- Montiel que «se le representó que era un
frenta con la dureza del mundo real. No im- castillo con sus cuatro torres y chapiteles
portó, porque quizá las vidas más auténticas de luciente plata», según el famoso lance

(*) Universidad de Barcelona.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 165-175. 165


Fecha de entrada: 19-11-2003
con el cual dan principio los infortunios de quién quiero ser!». Y es el quicio de la vida
sus andanzas caballerescas. Con antelación humana toda: saber el hombre quién quie-
a ese comienzo de su vida pública como re ser. Te debe importar poco lo que eres.
caballero errante, está toda su vida oculta Lo cardinal para ti es lo que quieras ser. [...]
anterior de soñador impenitente, de niño Sólo el héroe puede decir «¡yo sé quien
soy!», porque para él ser es querer ser, y
eterno que sueña en ser, «cuando sea ma-
sólo él y Dios lo saben, y los demás hom-
yor», algo muy grande. Fue en sus largas bres apenas ni saben quién son ellos mis-
noches de vela, enfrascado en la lectura de mos, porque no quieren de veras ser nada.
novelas de caballerías, mientras a causa Ni menos saben quién es el héroe2.
«del poco dormir y del mucho leer se le se-
có el cerebro de manera que vino a perder A lo largo de los siglos, las culturas han
el juicio», cuando el hidalgo manchego fue ido definiendo modelos de comportamien-
madurando en su espíritu y armando su to. Estos paradigmas de conducta constitu-
mente en acomodo a uno de los arqueti- yen una de las acepciones de lo que Carl
pos de comportamiento humano más be- Gustav Jung entendía como arquetipos:
llos y nobles que jamás ha pergeñado la formulaciones ideales del «deber ser». Así lo
pedagogía: el arquetipo del caballero. Cer- explicaba Jung a Richard Evans:
vantes y Don Quijote elevaron este arque- [...] la forma según la cual el hombre debe-
tipo de conducta, que habla de la búsque- ría comportarse se expresa mediante un
da eterna del hombre de su mismidad o arquetipo. Por tanto, usted comprueba que
autenticidad profunda (que es el «oro del los primitivos cuentan tales historias. Una
alma»), al grado más alto de lo sublime. gran dosis de pedagogía se trasmite a través
Porque si alguna vez hubo un caballero de de estos relatos. Por ejemplo, se reúne a los
oro, éste fue Don Quijote de la Mancha. jóvenes, y dos hombres más viejos repre-
sentan ante sus ojos todas las cosas que no
deberían hacer. Luego dicen: «Eso es exac-
EL ARQUETIPO DEL CABALLERO tamente lo que no se debe hacer», [...] y su
enseñanza se apoya siempre en relatos
Corresponde a Juan Eduardo Cirlot la defi- mitológicos. [...] Al mismo tiempo, los
arquetipos son dinámicos. Son imágenes
nición de la caballería como una pedagogía
instintivas no creadas intelectualmente.
superior1 que ejemplifica todos las fases de Están siempre allí y producen ciertos pro-
un itinerario de perfección con el cual cul- cesos en el inconsciente que se podrían
mina el encuentro del hombre con el comparar mejor con los mitos. Este es el
núcleo de su ser personal, aquello que, en origen de la mitología. La mitología es la
su psicología analítica, Jung calificó como expresión de una serie de imágenes que
el selbst (el «si-mismo») y que constituye su formulan la vida de los arquetipos. [...] En
interioridad más honda. Ese «centro inte- efecto, las manifestaciones de todas las reli-
rior» que en los viejos cuentos se simboliza giones, de muchos poetas, etcétera, son
con el oro (o tesoro escondido) y en la enunciados de los procesos mitológicos
caballería errante con el Santo Grial. internos, que son, a su vez, necesarios por-
«Yo sé quien soy», dice Don Quijote, que el hombre no es completo si no es
que es tanto como decir, según apunta consciente de esa dimensión de la realidad.
Por ejemplo, nuestros antepasados han
Unamuno, «yo sé quién quiero ser»:
hecho esto y aquello y así debe hacerse. O
Don Quijote discurría con la voluntad, y al tal o cual héroe ha hecho eso y eso otro: he
decir «¡yo sé quien soy!», no dijo sino «¡yo sé aquí su ejemplo. En las enseñanzas de la

(1) J. E. Cirlot: Diccionario de símbolos. Barcelona, Labor, 1979, pág. 109.


(2) M. Unamuno: Vida de Don Quijote y Sancho. Madrid, Alianza, 2002, pág. 68.

166
Iglesia católica campean miles de santos. alta Edad Media (por contraposición a su
Ellos nos muestran cómo actuar. Tienen sus «primer nacimiento» en la época clásica).
leyendas. Y ésa es la mitología cristiana. Acaso debamos detenernos en todo cuanto
Usted sabe que en Grecia existían de remoto, profundo y simbólico gravita
Teseo y Hércules, modelos de hombres y
de caballeros que nos enseñan cómo com-
sobre la figura del caballero errante para
portarnos. Ellos son arquetipos de conduc- comprender más cabalmente en qué consis-
ta. Yo me sentí cada vez más respetuoso te la paideia caballeresca como arquetipo de
con los arquetipos, y eso me llevó natural- conducta y su incidencia en la historia de la
mente a un profundo estudio de ellos. Por educación. Y para entender en toda su
eso son, ¡por Júpiter!, un enorme impulso dimensión el imaginario simbólico que nutre
para nuestra maduración y para nuestro la fantasía de Don Quijote de la Mancha.
bienestar, que debe tenerse en cuenta3. En el imaginario de Don Quijote con-
Mil caballeros campean en la mente de fluyen en amalgama todo el repertorio de
Don Quijote como ejemplares de conducta héroes de lo que, desde Jean Bodel (que
cuando decide, como dice Vicente Gaos4, compuso hacia 1200 su poema épico La
«no leer ya más literatura, sino vivirla»: chanson des saxons), se han venido lla-
pasar de ser Don Alonso de Quijano, hidal- mando las «tres materias» de la épica caba-
go sedentario y solariego, a ser el errante lleresca. En la introducción a su poema,
caballero Don Quijote de la Mancha. Esto escribe Bodel:
es, dejar su personal caverna de ficciones Ne sont que trois matieres a nul home atandant:
para buscar en la realidad exterior la bella De France et de Bretaigne et de Rome la Grant;
verdad ideal de sus sueños y de sus arque- Et de ces trois matieres n’i a nule semblant.
tipos. Buscar la «dimensión ideal» de la rea- Li conte de Bretaigne sont si vain et plaisant;
lidad. Es decir, su vida soñada. Cil de Rome sont sage et de san aprenant.
En la historia de la educación, la caba- Cil de France sont voir chascun jor apparant5.
llería andante, con todo su bagaje de sím- Las tres célebres materias suministra-
bolos y significaciones profundas, constitu- ron una vasta tipología heroica de la que se
ye en cierto modo, por lo que a la formula- nutrió ampliamente el nuevo género narra-
ción de arquetipos de comportamiento se tivo de la novela de caballería; con un cla-
refiere, un modelo que aglutina los para- ro y creciente predominio, sin embargo, de
digmas heroicos propuestos, por una parte, la materia bretona sobre las otras dos.
por la vieja tradición oral en los mitos y Como escribe Carlos García Gual:
cuentos inmemoriales y, por otra, los pro-
puestos por las grandes epopeyas antiguas, Las tres «materias», de Francia, de Bretaña y
las leyendas medievales y los cantares de de Roma, distinguen bien tres ámbitos lite-
gesta, para desembocar conjuntamente en rarios, el de la épica tradicional francesa, el
uno de los primeros grandes géneros de la de las novelas de caballerías y el de las
leyendas de la Antigüedad greco-latina,
novela en Europa: los libros de caballería. matizadas de romanticismo en su adapta-
Los libros de caballería representan así ción medieval. [...] Aunque Bodel pretende
el más importante de los géneros narrativos con su obra ampliar la tradición épica,
en este «segundo nacimiento» de la novela en constata bien los méritos de las dos anterio-
la historia de la literatura que representó el res: la sabiduría de la tradición clásica y el
surgimiento de la novela en la Europa de la atractivo fascinante del fabuloso mundo

(3) R. Evans: Conversaciones con Jung. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1968, pp. 73-75.
(4) Vid. V. Gaos: «La locura de Don Quijote», en Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Edición crítica y
comentarios de Vicente Gaos. Madrid, Gredos, 1987, t. III, pág. 164.
(5) Cit. por C. García Gual: Primeras novelas europeas. Madrid, Istmo, 1988, pág. 67.

167
novelesco en torno al rey Arturo y sus caba- tantas blasfemias contra una cosa tan reci-
lleros. En la competencia por la populari- bida en el mundo, y tenida por tan verda-
dad y el favor del público la novela artúrica dera, que el que la negase, como vuestra
iba a imponer pronto sus misteriosos proto- merced la niega, merecería la misma pena
tipos, porque reflejaban sin duda los afanes que vuestra merced dice que da a los libros
de la época, no sin haber incorporado cuando los lee y enfadan. Porque querer
enseñanzas de la épica tradicional y de las dar a entender a nadie que Amadís no fue
leyendas clásicas. [...] No sabemos si es más en el mundo, ni todos los demás caballeros
de admirar la rápida difusión de estas nove- aventureros de que están colmadas las his-
las (en poco más de cincuenta años los per- torias, será querer persuadir que el sol no
alumbra, ni el yelo enfría, ni la tierra sus-
sonajes del ciclo artúrico se han hecho
tenta; porque ¿qué ingenio puede haber en
famosos en toda Europa, a finales del siglo el mundo que pueda persuadir a otro que
XII y principios del XIII) o su pervivencia no fue verdad lo de la infanta Floripes y
en el favor del público lector hasta el siglo Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la
XVI. Todavía en el siglo XVII entusiasma- puente de Mantible, que sucedió en el tiem-
rán sus prolíficas continuaciones a lectores po de Carlomagno, que voto a tal que es
como Don Quijote en su Mancha remota6. tanta verdad como es ahora de día? Y si es
mentira, también lo debe ser que no hubo
Para el hidalgo manchego toda la Héctor, ni Aquiles, ni la guerra de Troya, ni
arquetipología heroica de las tres materias los doce Pares de Francia, ni el rey Artús de
(a las que él añade, por su cuenta, la tradi- Inglaterra, que anda hasta ahora convertido
ción épica española), constituye la realidad en cuervo y le esperan en su reino por
auténtica y ejemplar, del mismo modo que momentos. Y también se atreverán a decir
las ideas platónicas constituyen la verdad que es mentirosa la historia de Guarino
Mezquino, y de la demanda del Santo Grial,
ideal y el mundo cotidiano es tan sólo som- y que son apócrifos los amores de don Tris-
bra suya. Por ello vale añadir que, para tán y la reina Yseo, como los de Ginebra y
Don Quijote, como tal vez para todos los Lanzarote, habiendo personas que casi se
grandes soñadores que en el mundo han acuerdan de haber visto a la dueña Quinta-
sido, acaso cupiera invertir (o matizar ñona, que fue la mejor escanciadora de
cuando menos) la lectura más usual de la vino que tuvo la Gran Bretaña. Y esto es tan
famosa alegoría contenida en el inmortal así, que me acuerdo yo que me decía una
mi agüela de partes de mi padre, cuando
mito platónico de la caverna. La «caverna veía alguna dueñas con tocas reverendas:
interior» de ficciones caballerescas –su par- «–Aquella, nieto, se parece a la dueña Quin-
ticular «cueva de Montesinos»–, alimentadas tañona». De donde arguyo yo que la debió
en el curso de sus largas noches de lectura de conocer ella, o por lo menos, debió de
y ensoñación, es para el hidalgo de la Man- alcanzar a ver algún retrato suyo. Pues
cha su «verdad más verdadera». Y el mundo ¿quién podrá negar no ser verdadera la his-
toria de Pierres y la linda Magalona, pues
exterior, hacia donde saldrá en busca de su hasta hoy se ve en la armería de los reyes la
personal mundo de ensueños, es sólo una clavija con que volvía al caballo de madera
pálida sombra, una mala copia, de toda la sobre quien iba el valiente Pierres por los
belleza ideal que previamente ha sido aires, que es un poco mayor que un timón
soñada. Bien lo deja ver en su respuesta al de carreta? Y junto a la clavija está la silla de
canónigo, en el capítulo XLIX de la primera Babieca, y en Roncesvalles está el cuerno
parte de su vida y andanzas: de Roldán, tamaño como una grande viga:
de donde se infiere que hubo doce Pares,
Pues yo –replicó don Quijote–, hallo por mi que hubo Pierres, que hubo Cides, y otros
cuenta que el sin juicio y el encantado es caballeros semejantes, destos que dicen las
vuestra merced, pues se ha puesto a decir gentes que a sus aventuras van7.

(6) C. García Gual: Op. cit., pp. 67-69 (la cursiva es nuestra).
(7) M. Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Madrid, Cátedra, 1994, t. I, pp. 568-569.

168
EL PARADIGMA LULIANO diversa laya y procedencia). La ociosa clase
DEL CABALLERO Y SU INCIDENCIA de los caballeros, que sólo se justificaba por
EN EL QUIJOTE el ejercicio de las armas, se inclinó fácil-
mente al servicio mercenario en las a
En el manifiesto anterior se encuentra prác- menudo poco edificantes disputas feudales
ticamente contenido todo el ideario plató- donde el guerrero a caballo buscaba diver-
nico-caballeresco del caballero de la Man- sión, exhibición, promoción personal, boti-
cha. O casi todo, porque además del reper- nes y fama. De este modo los caballeros se
torio épico que detalla Don Quijote al entregaron, no ya solamente a la guerra
incrédulo canónigo, su arquetipo de caba- indiscriminada al margen de toda justicia,
llero se nutre también muy decisivamente sino también a una vanidad mundana que
(o tal vez sería mejor decir se culmina) en convertía la caballería en un juego temera-
otras fuentes de inspiración que subliman rio, frívolo y cortesano.
la caballería y la convierten en una alta A la vista de esta situación, la Iglesia
empresa de carácter espiritual reservada a consideró que era deber suyo «recristiani-
unos pocos escogidos. Una empresa espiri- zar» el oficio del caballero (alejándolo de la
tual en la que se aglutinan todos los mode- mundanidad, la secularización excesiva y
los heroicos procedentes de las fuentes el exhibicionismo huero) para retornarlo a
más diversas para fundirse en el paradigma unos orígenes míticos en los que, supues-
superior del «caballero cristiano». tamente, la Caballería ejemplarizaba los
Como señala Marina Gustà, «el orden de más sublimes ideales cristianos. A la vez, la
caballería es el resultado de la transforma- Iglesia trataría de canalizar el brío y la
ción de un sector social que tenía una ocu- pujanza de este estamento militar hacia
pación determinada –los guerreros– en una empresas de carácter más elevado y reli-
clase»8. A lo largo de los siglos IX, X y XI, la gioso. Nacería así el espíritu de las Cruza-
acción defensiva y ofensiva de la estrategia das y la idea de la conquista del Santo
militar se apoyaba fundamentalmente en Sepulcro que, desde el punto de vista sim-
los equites; esto es, la sección de fuerza bólico, tenía mucho que ver con la mística
armada constituida por los soldados a caba- búsqueda de este «centro espiritual» que en
llo, convertidos en la auténtica élite de los las leyendas de la caballería andante repre-
ejércitos y verdaderos «señores de la gue- sentaba el sagrado Grial de las tradiciones
rra». Pero tal oficio guerrero comportaría un artúricas.
dispendio cada vez más considerable de Con esta tarea doctrinal, la Iglesia con-
armamento, cabalgadura y guarnición, siguió modificar con cierto éxito la caballe-
aparte de un aprendizaje sistemático y ría más rudimentaria y primitiva a base de
entrenamiento constante que sólo podía exhortaciones continuas y de la paciente
llevarse a término en los patios de los casti- propuesta de modelos ideales. Por influen-
llos feudales. Todos estos requisitos restrin- cia eclesial, la misma ceremonia de armar-
gían el acceso a este oficio de armas al esta- se caballero –la vela de armas– se convirtió
mento nobiliario, hasta el punto de que, ya en una liturgia de marcado carácter religio-
en el siglo XI, noble y caballero se habían so que, por otra parte, entroncaba simbóli-
convertido en dos conceptos prácticamente camente con los más arcaicos (y arcanos)
equivalentes (lo cual no obstaba que even- ritos de iniciación de las culturas más diver-
tualmente pudieran entrar a formar parte de sas. El propósito fundamental consistió en
estamento tan selecto aventureros de la más la creación de una caballería al servicio de

(8) Vid. M. Gustà: «Estudi introductori», en R. Llull: Llibre de l’Ordre de Caballería. Barcelona, Edicions 62,
1992, pág 19.

169
la fe y la formulación de una tipología su aureola galante y legendaria. Llull cris-
caballeresca conforme a la que la figura y tianiza la imagen del caballero, pero sin
condición del caballero apareciera adorna- «clericarizarlo» en absoluto ni distanciarlo
da por estas tres directrices principales: la tampoco de su halo romántico.
defensa de la Iglesia y de la cristiandad En el prólogo de su breve tratado –un
(que tuvo su primera gran manifestación prólogo que es mucho más que esta
en la magna empresa de las Cruzadas); la «pequeña ficción de carácter novelesco»
lealtad en el servicio de la jerarquía supe- que tan sólo se ha querido siempre ver–,
rior; y la defensa de los estamentos más Ramón Llull sumergía al lector de su obra
desvalidos de la sociedad: las viudas, huér- en un paraje simbólico que recreaba los
fanos y ancianos, sobretodo. Alrededor del viejos escenarios de iniciación; estos esce-
año 1275 ó 1276, este paradigma espiritual narios mítico-rituales donde los ancianos
de «caballero cristiano» fue bellamente for- proponen a los jóvenes neófitos arquetipos
mulado por Ramón Llull en su Llibre de heroicos de conducta. Cuenta Llull en este
l’Ordre de Caballería, cuya influencia, prólogo que un viejo caballero «que con la
como veremos, se prolonga hasta Don nobleza y fuerza de su gran coraje por
Quijote de la Mancha. muchos años había mantenido la Orden de
Como dice también Marina Gustà: Caballería, y su sabiduría y ventura lo
habían conservado en el honor de la mis-
El Llibre de l’Ordre de Caballería no se ma en guerras, torneos, asaltos y batallas,
explica sin tener presente que Llull conocía se determinó a hacer vida eremítica cuan-
de cerca las costumbres caballerescas. do vio que sus días eran breves y por la
Con todo, cabe precisar, como hace vejez la faltaban las fuerzas naturales para
Gustà, que este pequeño tratado luliano el uso de las armas10». Y ocurrió que este
bebe también de fuentes precedentes. provecto caballero repartió entre sus hijos
Tales como, por ejemplo, el Policraticus de sus heredades y fijó su morada en un bos-
Juan de Salisbury o el poemático Livre de que donde llevaba esta vida contemplativa
les manières de Esteve de Fougères que y de oración que, como en el caso de Blan-
iniciaron esta línea de potenciación de una querna (otro personaje luliano que podría-
caballería paralela y complementaria del mos calificar como «caballero andante a lo
estamento clerical. Y quizá habría también divino»), parece ser la cima deseable y el
que añadir otra obra, probablemente cono- más alto estado de perfección que debe
cida de Llull, como De laudae novae mili- coronar idealmente una vida caballeresca.
tiae, que San Bernardo dedicó a la orden Entonces aconteció, sigue contando Llull,
de los Templarios, así como la influencia que «un gran rey, muy noble y muy colma-
de las páginas de la segunda parte de las do de buenas costumbres convocó Cortes; y,
Partidas del rey Alfonso el Sabio que, a tra- por la gran fama de ellas que corrió por el
vés de preceptos jurídicos, hacen referen- mundo, un distinguido escudero, solo,
cia a la condición del caballero9. Sin negar montado en su caballo, iba a la corte para
todas estas influencias, el mérito de Llull ser armado nuevo caballero». Y fatigado y
consiste en que su retrato del caballero (a rendido el escudero, se quedó dormido
diferencia de las propuestas de Juan de mientras cabalgaba; y su caballo se salió
Salisbury, Esteve de Fougères o del mismo del camino para adentrarse en aquel bos-
San Bernardo) se aparta mucho menos de que donde vivía el viejo caballero retirado

(9) Vid. M. Gustà, Op. cit., pp. 19-21.


(10) Las citas textuales en castellano del Llibre de l’Ordre de Caballería han sido extraidas de la versión de
M. Batllori: Ramón Llull. Obras literarias. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 106-ss.

170
y contemplativo: una floresta en la cual relevantes del inconsciente colectivo, apa-
«había un hermoso prado, un árbol muy rece «como la expresión del saber ancestral
grande todo cargado de fruta», debajo del de la humanidad» o como la personifica-
cual «corría una fuente muy hermosa y cla- ción misma del inconsciente colectivo y el
ra que fertilizaba el prado y todos los árbo- depositario de sus imágenes simbólicas. «Es
les al derredor». Y en tan idílico escenario la encarnación en nosotros –dice Jung– de
el anciano anacoreta acostumbraba en las imágenes arquetípicas; el hombre tan
venir todos los días para meditar, orar y viejo como el mundo que durante dos
hacer penitencia. millones de años ha vivido la vida humana
En este singular paraje tiene lugar el con todos sus sufrimientos y todas sus ale-
encuentro entre el joven y gentil escudero grías y ha almacenado las imágenes fun-
y el viejo caballero ermitaño. Al despertar damentales de la existencia». Por esta
de su sueño, el escudero encuentra ante sí, razón, el anciano se presenta también a
sentado en el verde prado, a la sombra del menudo como un guía interior: el ilumina-
árbol frondoso y junto a la clara fontana, dor, el instructor, el maestro, mistagogo o
un anciano que «era muy viejo y traía una psicopompos; aquel que desbroza los cami-
grande barba» y leía un libro «que tenía en nos de la noche oscura del alma y pone el
su falda». Todos los detalles de este consciente al contacto con el inconsciente
encuentro rezuman un bello y hondo sim- para ayudar al primero a extraer del segun-
bolismo de pura arquetipología jungiana: do sus fuerzas más creativas. Finalmente, el
el bosque que, como la noche, es siempre anciano es la personificación del supremo
en los mitos y los cuentos el lugar de las conocimiemto profundo y de esa plenitud
revelaciones y transmutaciones profundas; o totalidad interior que el simbolismo de la
el joven escudero errante, que expresa esta alquimia se representa con la imagen del
búsqueda interior en pos de la cual van oro como suprema expresión del si-mis-
siempre los solitarios héroes itinerantes y mo11.
que, en este caso, se cifra en alcanzar la En el prólogo del tratado luliano, el
suprema condición de caballero; el árbol y viejo caballero ermitaño se sorprende de
la fuente, que son símbolos de renacimien- que el joven escudero busque la investidu-
to, renovación y regeneración espiritual; y, ra caballeresca sin tener pleno conocimien-
finalmente, el anciano o viejo sabio que to de lo que ello significa. Así que decide
aparece a menudo bajo la figura de un instruirlo entregándole el libro que en
ermitaño o anacoreta en tantos cuentos y aquel preciso momento tiene en sus
mitos inmemoriales (así como en las leyen- manos: El Libro de la Orden de Caballería
das caballerescas del ciclo artúrico) y que que, en siete partes «por la significación de
constituye una de las figuras más grávidas los siete planetas, que son cuerpos celestes y
de significación simbólica de todo el imagi- gobiernan y ordenan los cuerpos terres-
nario colectivo universal. tres», contiene todos los preceptos y virtu-
El viejo caballero asume aquí, en efec- des que tienen que adornar la conducta de
to, todos los significados simbólicos que la un caballero:
psicología jungiana ha atribuido al arqueti- El caballero entregó el libro al escudero,
po del anciano sabio. El anciano, que quien habiéndolo leído, entendió que el
según Jung es uno de los arquetipos más caballero es un hombre escogido entre mil

(11) C. G. Jung: Los complejos y el inconsciente. Madrid, Alianza, 1970, pág. 432. Jung se ocupa también
especialmente de esta figura en otras obras como El hombre y sus símbolos (Madrid, Aguilar, 1969), Arquetipos
e inconsciente colectivo (Buenos Aires, Paidós, 1976) y Simbología del espíritu (México-Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económico, 1962).

171
para tener un oficio más noble que todos y impide alcanzar la victoria; y al llegar al
comprendió la regla y orden de Caballería; castillo del Grial, tras haberse arrepentido y
entonces consideró un poco y dijo: –Bendito ser confesado por el ermitaño, recibe una
seáis, Dios y Señor mío, que me habéis traído visión extática que le permite retornar al
a lugar y tiempo que tenga yo conocimiento mundo reconfortado espiritualmente por
de la Caballería, la que he deseado mucho
esta experiencia numinosa.
tiempo sin saber la nobleza de su Orden ni la
honra que Dios ha puesto en todos los que Inspirándose directamente en Ramón
están en la Orden de Caballería. Llull, recogen este pasaje Joanot Martorell y
Don Juan Manuel. Martorell estructura
Posiblemente, la cautivadora belleza y sobre la base del diálogo entre el joven y el
la honda significación simbólica de este anciano eremita desde el capítulo XXVIII
pasaje del cual se vale Llull para introducir hasta el XLI de Tirant lo Blanch; y Don Juan
su arquetipo de perfección caballeresca Manuel en prácticamente todo su Libro del
–«el caballero es un hombre escogido entre Caballero y el escudero. El tema, con varia-
mil»–, así como sus probables raíces en la ciones, aparece igualmente en el Amadís
literatura oral de los viejos cuentos de de Gaula. Y, desde las obras citadas, el
hadas, no fueron ajenas a la influencia que influjo del tratado luliano llega hasta
este breve prólogo tendría en la literatura Miguel de Cervantes.
posterior.
Este motivo sobre el encuentro entre Miguel Batllori analiza de este modo la
un personaje itinerante (normalmente influencia del Libro del Orden de Caballería:
joven) y un provecto anacoreta llegará a Esta curiosa influencia de uno de los más
convertirse en un tema eminentemente ardientes místicos de nuestro medioevo
luliano. Lo encontraremos en efecto en (Ramón Llull) en una de las novelas más des-
otras obras de Llull como el Fèlix o Llibre de preocupadas y livianas del decadentista oto-
les Meravelles, en la novela Blanquerna, en ño de la edad media (el Tirant), no sólo inte-
resa a la literatura catalana y a la historia críti-
el Llibre del Gentil e los tres savis y en los ca de los libros de Caballería cuatrocentistas:
versos bellísimos de El desonhort. Por otra ella conecta al príncipe de la literatura cata-
parte, se trata de un motivo que encontra- lana (Ramón Llull), con el príncipe de las
mos también, como ya hemos dicho, en la letras españolas, Miguel de Cervantes, quien
literatura caballeresca del siglo XII, aparte al menos a través del Tirant –único libro que,
de una posible presencia más remota en con el Amadís, salva de la quema– conoció los
los cuentos fabulosos de «búsqueda de un ideales lulianos de la Caballería12.
objeto codiciado y maravilloso». Ciñéndo- Porque de lo que no cabe duda es que
nos a los relatos de caballería, en La bús- estos «ideales lulianos de la Caballería» son
queda del Santo Grial por ejemplo, escrita los mismos que compartió Don Quijote de
en Francia en el mismo siglo en que Llull la Mancha.
compuso su tratado (y que algunos atribu-
yen a Gautier de Map), suelen ser frecuen-
tes los encuentros entre los caballeros LOS GRADOS DE LA
andantes y viejos y sabios eremitas que PERFECCIÓN CABALLERESCA
asumen el oficio de guías o consejeros
espirituales. Tal es el caso de Lanzarote del En la figura de Don Quijote se compendian
Lago, a quien, en la novela citada, el peca- igualmente todos los grados de ascensión
do de su amor adúltero por Ginebra le que llevan al logro de todos los altos idea-

(12) M. Batllori: Introducción al Libro de la Orden de Caballería, en Op. cit., pág. 100 (la cursiva es tam-
bién nuestra).

172
les que convierten al caballero en «un hom- co o rojo; con mucha mayor frecuencia,
bre escogido entre mil». E, incluso, en el todavía, del caballero negro. ¿Se trata de
mejor entre todos los escogidos. meras estimaciones estéticas de matiz, con
literal y decorativo sentido? ¿La determina-
La caballería –ha escrito Juan Eduardo Cir- ción del color proviene de un fondo forzo-
lot– se nos aparece como una pedagogía so y altamente significante? Nos inclinamos
superior tendiendo a la transformación del por esto último. Dado que la escala de
hombre natural (descabalgado) en hombre colores ascendentes (progresivos, evoluti-
espiritual. Y en ella –añade– tenía una par- vos) en alquimia es: negro, blanco, rojo
te muy importante la proposición de mode- (materia prima, mercurio, azufre) con una
los, como caballeros famosos, míticos cual etapa final, sólo aludida (dorado, oro),
los de la corte arturiana, o santos patrones podemos establecer una escala descenden-
como San Jorge, Santiago o el arcángel San te con los otros colores, desde cielo a tierra
Miguel13. (azul a verde). Estos dos matices son los
símbolos del factor celeste y terrestre natu-
A todos ellos rinde tributo de admira- ral. Dadas las asociaciones siguientes:
ción Don Quijote; pero, en especial a los negro (culpa, penitencia, ocultación, oscu-
que pueden considerarse como los repre- ridad, regeneración en la profundidad, tris-
sentantes del más alto grado de perfección teza), blanco (inocencia –natural o recobra-
caballeresca, que es la «caballería celestial». da por la penitencia–, iluminación, mostra-
ción, alegría) y rojo (pasión –moral o mate-
Así discurre el caballero de la Mancha ante
rial, amor y dolor–, sangre heridas, subli-
las figuras de un retablo que reproduce las mación y éxtasis), se puede determinar que
imágenes de San Jorge, San Martín, San el Caballero verde simboliza al pre-caballe-
Diego Matamoros y San Pablo: ro, al escudero, al aprendiz o vocado a la
Por buen agüero he tenido, hermanos, caballería); el Caballero negro, al que sufre
y trabaja, todavía en la oscuridad y en la
haber visto lo que he visto, porque estos
culpa, en el castigo de la penitencia, para
santos y caballeros profesaron lo que yo
transformarse y aparecer en la gloria (de la
profeso, que es el ejercicio de las armas;
fama mundana o del cielo trascendente); el
sino que la diferencia que hay entre mí y Caballero blanco (sir Galahad) es el triunfa-
ellos es que ellos fueron santos y pelearon dor natural, el «escogido» de los Evangelios,
a lo divino y yo soy pecador y peleo a lo o el iluminado después de la etapa de
humano. Ellos conquistaron el cielo a fuer- nigredo; el Caballero rojo es el caballero
za de brazos, porque el cielo padece fuer- sublimado por todas las pruebas, ensan-
za, y yo, hasta ahora, no sé lo que conquis- grentado por todos los sacrificios, suprema-
to a fuerza de mis trabajos; pero si mi Dul- mente viril y dominador de lo inferior,
cinea del Toboso saliese de los que padece, quien, lograda la gran obra de su vida, es
mejorándose mi ventura y adobándoseme acreedor al oro de la última metamorfosis:
el juicio, podría ser que encaminase mis su glorificación15.
pasos por mejor camino del que llevo14.
De algún modo, todas las especifica-
El camino de la Caballería andante tie- ciones cromáticas de este simbolismo
ne, como bien entiende Don Quijote, gra- alquímico-caballeresco están presentes, en
dos de perfección. Grados de perfección uno u otro momento, en la vida y andanzas
que se han expresado en el hermoso len- de Don Quijote de la Mancha, hasta llegar
guaje de los símbolos. Escribe Cirlot: a la última etapa de su glorificación áurea.
Con frecuencia, los relatos medievales y Pues este último grado puede representar-
leyendas hablan del caballero verde, blan- se simbólicamente de múltiples maneras:

(13) J. E. Cirlot: Op. cit., pág. 109.


(14) M. Cervantes: Op. cit., Cátedra, t. II, pág. 459.
(15) J. E. Cirlot: Op. cit., pp. 108-109.

173
• Caballero de oro es, por ejemplo, de la prometida, la boda con ayuda de
aquel que culmina su itinerario de objetos mágicos», etc., aparecen a menudo
búsqueda con el hallazgo del santo como pasajes más destacados 16. Y cabe
y oculto Grial, reservado al más añadir que, tanto en los más viejos mitos y
puro y limpio de corazón entre cuentos como en los libros de caballería, el
todos sus pares. Como sir Galahad significado simbólico que la psicología
en el momento supremo de descu- profunda ha atribuido al sentido último de
brir el Grial sagrado en el corazón esta aventura es el de esa búsqueda inte-
rior a la que nos hemos referido.
del Palacio espiritual.
Así lo entiende también, en referencia
• Caballeros de oro son igualmente los
a Don Quijote de la Mancha, Andrew Sin-
longevos y sabios eremitas de los
clair, quien, en su obra El descubrimiento
bosques lulianos, quienes, después
del Grial, habla de este modo del hidalgo
de haber recorrido todas las grada-
manchego recordando su profesión de fe
ciones que llevan a la perfección en
caballeresca contenida en la célebre (y más
su oficio caballeresco, culminan su arriba citada) «respuesta al canónigo» y
existencia entregándose a la mística enlazándola con el episodio de sus deliran-
contemplación. Como el anciano tes visiones en la cueva de Montesinos:
caballero del Llibre de l’Odre de
Caballería o Blanquerna en su extáti- Aquí Don Quijote habla en verdad de la
búsqueda del Santo Grial y del amor de
co diálogo del Amigo con el Amado. Ginebra y Lanzarote. Después describe otra
• Y caballero áureo es también Don visión del castillo del Grial en la que él es el
Quijote, el cual, tras haber culmina- Caballero del Lago. Sumergido en un calde-
do su búsqueda interior en la que ha ro de agua hirviendo, se encuentra una vez
más en los Campos Elíseos del paraíso
encontrado el oro de su alma (por- delante de un castillo hecho de rubíes, per-
que al fin ha descubierto quién es él las y esmeraldas. Allí unas hermosas don-
verdaderamente), maltrecho, derro- cellas le bañan y le alimentan, y le dicen
tado y andrajoso, regresa, caballero que están prisioneras de un hechizo mági-
de su triste figura, a su lugar de la co, hasta que un caballero las libere. Esta
percepción, dice Don Quijote, le convierte
Mancha para morir lúcidamente en un hombre mejor, valiente, cortés, gene-
como Alonso Quijano el Bueno. roso y osado. Si las leyendas artúricas eran
materias de sueños, se vuelven reales con
el cambio de carácter que operan en sus
creyentes. Ésta es otra manera de decir que
LA CABALLERÍA la romántica búsqueda de lo divino es un
COMO BÚSQUEDA INTERIOR camino válido para llegar a Dios, un viaje
moral por derecho propio. Incluso, si el
Como ha señalado Jean Marx (y recuerda caballero en su búsqueda en la España del
siglo XVII es anticuado y ridículo, sus prue-
Carlos García Gual), la novelas caballeres- bas son reales como sus sufrimientos, y
cas son tributarias de un fondo narrativo estos purifican su espíritu. En el momento
que en último término se remonta a la pau- en que sus ilusiones se convierten en obras,
ta o esquema de los cuentos de búsqueda y hacen de él un hombre mejor.
aventura, en los que «la búsqueda de talis- Estos argumentos no podían sobrevivir
manes maravillosos, la visita al castillo del al veredicto final de Cervantes, cuando mata
a su glorioso personaje. El engañado caballe-
Otro Mundo, las pruebas, iniciaciones y ro es recibido una vez más en la fe cristiana.
consagración de la soberanía (a menudo La caballería y las cruzadas se han acabado,
tras cumplir una venganza), la conquista pero no la búsqueda interior de lo divino17.

(16) C. García Gual: Op. cit., pág. 95.


(17) A. Sinclair: El descubrimiento del Grial. Barcelona, Edhasa, 2003, pág. 244.

174
Y termina diciendo Andrew Sinclair: búsqueda de la revelación en el viaje inte-
rior hacia el alma. La cueva de Montesinos
La inagotable popularidad de la obra con- se convertiría en el examen de la desespe-
virtió a Don Quijote en un personaje eter- ranza y el sueño. El viaje de la redención
no. La burla de Cervantes de los peregrina- pasaría por el cerebro y las entrañas del
jes de entonces en la tierra concentró la individuo18.

(18) Ibidem, pág. 245.

175
LA REPÚBLICA UTÓPICA EN EL QUIJOTE

PARK CHUL (*)

RESUMEN. El artículo subraya el inconformismo de Miguel de Cervantes y su actitud


crítica con la sociedad de su tiempo. A su vez, pone de manifiesto los ideales utó-
picos que se proyectan en Don Quijote. Nacido en la edad de hierro, Don Quijote
piensa que ha venido al mundo para restablecer los tiempos dorados. Por ello de-
cide hacerse caballero: «para el servicio de su república» y deshacer agravios y en-
tuertos con que se pudiera topar. Cervantes idealiza su república utópica y sueña
con ella, a pesar del clima que la Contrarreforma había creado. Y aflora sobre todo
en la Edad de Oro, en el gobierno de la Ínsula barataria y en las repúblicas bien or-
denadas a las que Don Quijote se refiere con frecuencia.
ABSTRACT. This article focuses on the non-conforming outlook of Miguel de Cer-
vantes and his critical attitude towards Society in his day. At the same time, it por-
trays the utopian ideals projected in Don Quixote. Born in the Iron Age, Don Qui-
xote thinks his mission in the world is to restore the Golden Age. That is why he de-
cides to become a knight-errant, «to serve his Republic» and to undo any affronts
and offences he may come across. Cervantes idealises his utopian republic and dre-
ams of it, in spite of the climate brought about by Counter Reformation. This is par-
ticularly the case in the many references by Don Quixote to the Golden Age, to the
government of the Island of Barataria and to orderly republics.

INTRODUCCIÓN hombre cultísimo, hecho que desde enton-


ces se considera «la piedra angular del cer-
Tomás Tamayo de Vargas calificó a Cervan- vantismo»2.
tes de escritor cómico en el siglo XVII y en En 1925 Américo Castro publicó El pen-
los siglos posteriores fue frecuente menos- samiento de Cervantes, en el que vio a Cer-
preciar la cultura de Cervantes, y de eti- vantes no como un contrarreformista, entu-
quetarle como monárquico y católico1. En siasta del aislamiento intelectual de Espa-
1905, tercer centenario del Quijote, Menén- ña, sino como un pensador y un reforma-
dez Pelayo en su discurso titulado «Cultura dor inhibido solamente por la censura y las
literaria de Miguel de Cervantes y elabora- autoridades3. Y en 1975 Francisco Márquez
ción del Quijote» calificó a Cervantes de Villanueva pudo emitir el siguiente juicio:

(*) Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros, Seúl, Corea.


(1) Daniel Eisenberg: Cervantes y Don Quijote. Montesinos, Barcelona, 1993, pp.94-97.
(2) Cfr. «Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote», en Edición Nacional. Obras
Completas. Estudios y discursos de crítica histórica y literaria. Santander, Aldus (CSIC), 1941, I, pp. 323-356].
(3) Cfr. Anthony Close: «La crítica del Quijote desde 1925 hasta ahora», en Cervantes. Centro de Estudios
Cervantinos, Madrid, 1995; Daniel Eisenberg: Cervantes y Don Quijote. Montesinos, Barcelona, 1993.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 177-187. 177


Fecha de entrada: 19-11-2003
«La idea de Cervantes como autor de gran pensamiento utópico dentro del Quijote.
peso intelectual, artista del perspectivismo, Por ello he decidido hacer un análisis del
de la ambigüedad creadora y de las más Quijote desde esta perspectiva, que nos
fantásticas plurivalencias no es ya seria- brindará otras posibilidades de interpreta-
mente contradicha»4. ciones. Por eso en este trabajo8 voy a abor-
Para mí, lo más atrayente en Don Qui- dar algunos rasgos de las repúblicas bien
jote de la Mancha de Cervantes es el incon- ordenadas en Don Quijote de la Mancha,
formismo con el mundo en que vivía el que considero forman parte de las imáge-
propio autor, y que se manifiesta aquí y allá nes de «la república utópica» con que soña-
en la novela. La crítica social se advierte a ba Cervantes.
cada paso en las «pláticas» de los protago-
nistas. Crítica sútil e implacable –como dice
Bosch Gimpera– en la ficción de Don Qui- CERVANTES Y LA UTOPÍA
jote de la Mancha sin finalidad trascenden-
tal aparente5. Don Quijote expresa en no En 1516, Tomás Moro escribió en latín Uto-
pocos de sus discursos del inconformismo pía9 con una visión pragmática de la vida.
y la protesta de Cervantes. En relación con Tomás Moro la concibió para denunciar la
el mismo tema José Antonio Maravall dice: injusticia social de su tiempo en Inglaterra,
«La inadaptación y disconformidad del pen- como Platón había inventado la Atlántida
samiento del Quijote respecto a la situación para mostrar una situación semejante en
social en que se produce nos es conocida Atenas. Parece que la imposibilidad de
ya y rebosa en todas las páginas del libro»6. decir la verdad en forma directa conduce a
La investigación sobre Cervantes y sus Tomás Moro a presentar la realidad como
obras es cada día más viva y ha habido una ficción.
reorientación fundamental en su enfoque En los siglos XVI y XVII hubo un gran
en las últimas décadas. interés por las utopías en toda Europa.
Podemos encontrar que en El Quijote Eran los años en que se presentía el fin
aparece frecuentemente la frase hecha «la inmediato de las estructuras feudales de la
república bien ordenada»7, y me di cuenta sociedad, para dar lugar a nuevos sistemas
de que Miguel de Cervantes nunca emple- de poder burgués. En el siglo XVII la pre-
aba la palabra «utopía» en El Quijote, y a su sencia de la Utopía se acusa pronto en las
vez usaba «las repúblicas bien ordenadas» bibliotecas españolas y su lectura inspira a
para sugerir el mundo ideal. Me parece que algunos humanistas, como Juan Maldona-
este término es subrayado de forma parti- do y el Brocense. Los evangelizadores de
cular con un sentido de reforma social y el América leyeron el libro de Tomás Moro

(4) F. Márquez Villanueva: Personajes y temas del Quijote. Taurus, Madrid, 1975, p.147.
(5) Jesús Silva Herzog: «La crítica social en Don Quijote de la Mancha», en Don Quijote Meditaciones His-
panoamericanas, Vol. I. University Press of America, 1988, pp. 215-217.
(6) Cfr. José Antonio Maravall Utopía y contrautopía en el Quijote. Pico Sacro, Santiago de Compostela,
1976.
(7) «Os he descrito tan fielmente como he podido las instituciones de las que considero no sólo la mejor
de las repúblicas, sino la única que puede atribuirse por derecho propio la calificación de república». (Tomás
Moro: Utopía. Colección Austral, Madrid, 1999, p. 168)
(8) Este trabajo se basa originalmente en «La República bien ordenada en el mundo literario de Cervantes»,
(Park Chul), en Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantes, Tomo I, Lepanto, 1/8 de
octubre de 2000, Universidad de les Illes Baleares, 2001.
(9) La palabra «utopía» utilizada en la obra de Moro por primera vez, tiene la raíz griega doble: Ou[no]
topos[lugar]. Es decir, un sitio que en realidad no existe; sólo está en la imaginación del que habla o escribe.

178
como guía política en la que cabía inspirar- les rotos de la calle [I, 9], y por otra, el libro
se para organizar las nuevas sociedades había salido por primera vez ya en 1516 en
que podían implantarse en el Nuevo Mun- latín, lengua que Cervantes conocía 14 .
do, como hizo Garcilaso el Inca y más ade- Según José Antonio Maravall, Cervantes
lante, Juan de Solórzan10. conocía la obra de Moro, o al menos, lo
¿En qué fuentes se inspiró Cervantes que de ella se había incorporado a la cultu-
para plasmar la tendencia social de su des- ra europea en Italia15.
cripción de la república utópica? La Utopía También Américo Castro dice que Cer-
de Moro se tradujo al alemán en 1524 y al vantes ha leído la literatura de su siglo, los
italiano en 1548. En España, a pesar de la tratadistas de poética y tal vez libros de
prohibición por el Arzobispo de Toledo en carácter filosófico e ideológico. Sus ideas
1583, se publicó en 159211. Cervantes pudo literarias no son elemento casual que se
ver y leer la Utopía en España. Además superponga a la labor de su fantasía y de su
podríamos imaginar que Cervantes hubiera sensibilidad, sino, al contrario, parte cons-
leído ya la Utopía en la versión italiana de titutiva de la misma orientación que le
1548 durante su estancia en Italia. Los años guiaba en la selección y construcción de su
de Cervantes en Italia van de 1569 a 1575, propia senda16.
época en que aparecieron las poéticas de Para la mayoría de los cervantistas, no
Castelvetro y Piccolomini, años capitales cabe duda de que Cervantes leía muchísi-
en que se plantea el gran problema de la mo y era uno de los hombres intelectual-
historia y la poesía12. mente mejor formados de su época. Cer-
Recordamos la frase: «como yo soy afi- vantes vivía y escribía sus obras cuando
cionado a leer, aunque sean los papeles Europa estaba organizándose rápidamente
rotos de las calles» [I, cap. 9], expresión de de acuerdo con las nuevas formas políticas
la ilimitada curiosidad con que Cervantes del Renacimiento17.
afrontaba la vida, curiosidad que transmitió
a su amigo Don Quijote: «Como él era algo
curioso, y siempre le fatigaban deseos de LA EDAD DE ORO Y LA UTOPÍA
saber cosas nuevas»[ I, cap. 24]13. En cone-
xión con este asunto quiero citar a Lúdovik La concepción humanista unió la antigua
Osterc que dice que muy probable que utopía patriarcal sobre la Edad de Oro, des-
Cervantes pudiera leer la Utopía de Tomás crita por Séneca, Ovidio y Virgilio, con los
Moro, puesto que, por una parte, como motivos poéticos de la pastoril, y trató de
Cervantes mismo dice, leía hasta los pape- encontrar un apoyo para ellos en la realidad

(10) Cfr. F. López Estrada: América como pueblo utópico, en Tomás Moro y España., Madrid, Editorial de la
Universidad Complutense, 1980.
(11) Antonio Martí: «Las Utopías en Don Quijote», en Anales Cervantinos, Tomo xxix, 1991, csic, Madrid,
pp. 48-49. Sin embargo En Utopía y España de Francisco López Estrada se ve que la primera traducción de Uto-
pía se publicó en España en 1637.
(12) Antonio Martí, op.cit., pp. 48-50.
(13) Américo Castro: El pensamiento de Cervantes. Barcelona, Moguer, 1980, p. 106.
(14) Cfr. Lúdovik Osterc: El pensamiento social y político del Quijote, UNAM, 1988.
(15) Cfr. José Antonio Maravall: Utopía y contrautopía en el Quijote. Santiago de Compostela, Pico Sacro,
1976.
(16) Américo Castro, op.cit., p. 27.
(17) Menéndez Pidal lo interpreta dentro de su teoría de que España es el país de los frutos culturales tar-
díos: «Así Cervantes salva de la ideología medieval algo que esencialmente debe perdurar en el fondo del alma
nueva, a través de las crisis iniciadas por el Renacimiento y la Reforma» [Cfr. Francisco López Estrada, op. cit.].

179
idealizada de la vida aldeana. Lo mismo vantes pudo leer, se presentan las mismas
sucede con el Quijote, donde su héroe pro- ideas de propiedad en común, de la nostal-
nuncia el célebre discurso sobre la Edad de gia por volver a la Edad de Oro del pasado
Oro en el ambiente bucólico de los pastores y de la presentación de un ser humano vir-
de cabras [I, cap. 11]. Don Quijote recuerda tuoso que vive según la naturaleza, busca
aquí el discurso de la Edad de Oro: la satisfacción y el placer y así es el mejor
hombre. Reproducimos el modelo de La
Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a Utopía de Tomás Moro para que podamos
quien los antiguos pusieron nombre de comparar los dos textos.
dorados, y no porque en ellos el oro (que en
esta nuestra edad de hierro tanto se estima) Allí [Utopía], como no hay nada privado, se
se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga ocupan seriamente en los negocios públi-
alguna, sino porque entonces los que en ella cos y en ambos casos se tienen motivos jus-
vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo tificados para ello, pues en los otros países,
y mío. Eran en aquella santa edad todas las ¿quién ignora que si no se ocupa en sus
cosas comunes; a nadie le era necesario para propios intereses, aunque la república sea
alcanzar su ordinario sustento tomar otro tra- floreciente, correrá el peligro de morirse de
bajo que alzar la mano y alcanzarle de las hambre? Todos, pues vense obligados a
preocuparse más de sí que del pueblo, es
robustas encinas, que liberalmente les esta-
decir, de los demás. Por el contrario, en
ban convidando con su dulce y sazonado Utopía, donde todo es de todos, nadie teme
fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en que pueda faltarle en lo futuro nada perso-
magnífica abundancia, sabrosas y transpa- nal, con tal que ayude a que estén repletos
rentes aguas les ofrecían. los graneros públicos. La distribución de los
La Edad de Oro elogiada por Cervantes bienes no se hace maliciosamente y no hay
pobre ni mendigo alguno y aunque nadie
en El Quijote es el reino de la Utopía, en tenga nada, todos son ricos.19
donde no existe la propiedad privada,
ignorando estas dos palabras de «tuyo y En el discurso sobre la Edad de Oro,
mío». La edad de oro elogiada por Cervan- Cervantes continúa pronunciando que las
tes no es otra cosa que el comunismo pri- abejas solícitas y discretas forman su repú-
mitivo, idealizado por cierto, o sea, la pri- blica utópica: «En las quiebras de las peñas
mera formación social del género humano, y en lo hueco de los árboles formaban su
en donde no existía la propiedad ni lucha república las solícitas y discretas abejas,
de clases, en donde reinaban la libertad e ofreciendo a cualquiera mano, sin interés
igualdad social, la paz y la seguridad, la jus- alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo
ticia y la verdad, la concordia y la amis- trabajo»[I, cap. 11].
tad18. Así es que en El Quijote Cervantes El modo en que Cervantes valoraba
soñaba con la Edad de Oro en que no este tipo de república ideal aparece en el
había propiedad privada entre los hombres adjetivo «solícito» referido a las abejas, que
sino en que todas las cosas eran comunes. implica: «Las obras hacen linaje». Cervantes
Cervantes proyecta sobre el mito de la subraya que las obras hacen linaje, más
Edad dorada su república utópica. bien que buscar la virtud en la nobleza de
En la obra de Tomás Moro, que Cer- sus padres20. Cervantes soñaba con la repú-

(18) Esta visión nostálgica de una Edad de Oro del pasado era tópico corriente en la literatura del Renaci-
miento, cuyas fuentes inmediatas eran Ovidio en las Metamorfosis y Virgilio en Geórgicas.
(19) Tomás Moro, Utopía, Colección austral, 1999, p. 168.
(20) En cuanto a este tema, recordamos La Celestina de Fernando de Rojas: (18) «Calisto es cavallero, Meli-
bea fijadalgo: assí que los nacidos por linaje escogido buscándose unos a otros... Ruyn sea quien por ruyn se
tiene. Las obras hazen linaje, que al fin todos somos hijos de Adán y Eva. Procure de ser cada uno bueno por
sí, y no vaya buscar en la nobleza de sus pasados la virtud...»[Fernando de Rojas, La Celestina, Madrid, Cupsa
Editorial, 1976].

180
blica bien ordenada, en la que es elogiada batalla de los rebaños en el capítulo XVIII
la gente diligente que busca linaje por su del Primer Libro: «Sábete, Sancho, que no
propia virtud es un hombre más que otro si no hace más
En el capítulo XLIX de la Segunda Parte que otro»22. También Don Quijote aleccio-
Cervantes ataca fuertemente a la gente na a su escudero Sancho Panza que «en lo
ociosa comparándola con los zánganos: «la del linaje importa poco», [I, Cap. XV] refi-
gente baldía y perezosa es en la república riéndose al nacimiento de Dulcinea. Esto
lo mesmo que los zánganos en las colme- se repite en el capítulo XXXII de la Segunda
nas, que se comen la miel que las trabaja- Parte de Don Quijote de la Mancha, repli-
doras abejas hacen». cando Don Quijote al duque, cuando éste
En Utopía de Tomás de Moro, que Cer- pone en duda la alteza de linaje de Dulci-
vantes pudo leer, se ven las mismas ideas nea: «Dulcinea es hija de sus obras, y que
de holgazanería de hombres, nobles, sacer- las virtudes adoban la sangre, y que en más
dotes y religiosos. Veamos el comentario se ha de estimar y tener un humilde virtuo-
de Tomás Moro en Utopía para que poda- so que un vicioso levantado». Lo que se ha
mos comparar las dos descripciones: de recordar es que Don Quijote regala
[... casi todas las mujeres, que constituyen la estas bellísimas palabras a su escudero,
mitad de aquella población, y donde las antes de que éste vaya a su Ínsula Barata-
mujeres trabajan, casi siempre los hombres ria: «Mira, Sancho, si tomas por medio a la
huelgan en lugar de ellas. Además los virtud, y te precias de hacer hechos virtuo-
sacerdotes y religiosos, que así son llama- sos, no hay para qué tener envidia a los
dos, ¿cuán ociosa turba no componen? Lue- que los tienen, príncipes y señores; porque
go todos los ricos, especialmente los pro- la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y
pietarios de latifundios, que el vulgo llama la virtud vale por sí sola lo que la sangre no
nobles, y sus numerosos sirvientes, bara- vale» [II, 42].
húnda de espachines y bribones…21
Conforme a tales conceptos, Cervantes
Para Cervantes, la virtud, la conducta nos declara que la dignidad humana no
impecable y las buenas obras son el único depende del puesto que ocupa en la jerar-
criterio, según el cual se determina la cali- quía social, de la fama, o de los galardones,
dad de un ser humano. Cervantes subraya sino de las calidades interiores del indivi-
que el hombre crea su linaje por su com- duo. La ideología cervantina, hondamente
portamiento. renacentista y casi moderna de nuestros
Veamos aquí un texto muy expresivo: días, sobre los linajes, a diferencia de los
«Importa poco eso –respondió Don Quijo- petrificados dogmas discriminatorios del
te–; que Haldudos puede haber caballeros; feudalismo y de la iglesia, que querían eter-
cuanto más que cada uno es hijo de sus nizar y santificar los privilegios exclusivos
obras»[I, 4]. de la nobleza histórica en la sangre here-
Esta idea es tan fija en la novela, que dada, valora, por el contrario, la virtud
reaparece en varios pasajes más: «Y cada como denominador común de la verdade-
uno es hijo de sus obras; y debajo de ser ra nobleza que extrae su esencia distintiva
hombre puedo venir a Papa», contesta San- de la calidad humana, de la buena conduc-
cho a las palabras del barbero que consi- ta moral y de sus buenas obras.
dera ser el escudero tan loco como su amo Cervantes también soñaba con la repú-
[I, 47]. En cuanto a esto, Don Quijote ya blica utópica en que las muchachas iban
había dicho a su escudero, después de la vestidas de yedras, con naturalidad, cu-

(21) Tomás Moro, op.cit., p. 101.


(22) Esto trata de una reformulación del proverbio «Quien no hace más que otro, no vale más que otro».

181
briéndose lo imprescindible y las doncellas ticia en la tierra. El propio Don Quijote lo
andaban libres sin temor de que peligrase formula muchas veces en la charla con su
su honestidad; no como en nuestros detes- escudero: «Sancho amigo, has de saber que
tables siglos en que ninguna estaba segura. yo nací, por querer del cielo, en esta nues-
[...] Las doncellas y la honestidad andaban,
tra edad de hierro, para resucitar en ella la
como tengo dicho, por dondequiera, solas de oro, o la dorada, como suele llamarse»
y señeras... Y agora, en estos nuestros [I, cap. 20].
detestables siglos, no está segura ninguna... Don Quijote decide hacerse caballero
[I, 11]. «para el servicio de su república», «deshacien-
do todo agravio» con que se pudiera topar.
Cervantes enfatiza en el discurso de la Además de las injusticias concretas que trata-
edad dorada en que no existía la injusticia rá de mejorar, donde Don Quijote asume la
ni eran necesarios los jueces en la repúbli- misión de héroe mítico de eliminar a los
ca utópica. Sus ideas llevan un sello seña- gigantes de la tierra. De ese modo contribui-
ladamente revolucionario y progresista. La ría a la construcción de una sociedad mejor.
actitud negativa del caballero andante
hacia la época en que le correspondió lle- Asi para el aumento de su honra como para
var a cabo su elevada misión, se expresa en el servicio de su república, hacerse caballe-
muchas partes de la obra, donde habla de ro andante e irse por todo el mundo con
sus armas y caballo a buscar las aventu-
«estos tan calamitosos tiempos»[I, 9], «estos
ras... [I, cap. 1].
nuestros detestables siglos »[I, 11], «la edad
tan detestable» [1. 38] o, «la depravada edad
nuestra» [II, 1].
Examinando el Quijote a la luz de la EL ALCAHUETE, LA COMEDIA, EL JUEGO
concepción social de Cervantes, hemos de DE AJEDREZ EN LA REPÚBLICA BIEN
afirmar que toda ella respira el criterio ORDENADA
humanista-renacentista, pues don Quijote a
través de sus discursos y sus acciones Recordamos a la Tolosa y la Molinera24 que
manifiesta su profunda disconformidad armaron a Don Quijote en el capítulo III de
con el sistema social del feudalismo, sus la Primera Parte. Y en El licenciado Vidrie-
normas, costumbres, moral, discriminacio- ra de las Novelas Ejemplares al preguntar-
nes e injusticias23. Don Quijote en el dis- se qué le parecía el oficio de las alcahuetas.
curso de la Edad de Oro elogia la primera Respondió que «no lo eran las apartadas,
edad de la existencia del hombre y censu- sino las vecinas».
ra acremente a modo de contraste, la infe- En el capítulo XXII del Primer libro de
liz edad de hierro en que vivía. Don Quijote de la Mancha al tratarse del caso
Don Quijote, cuando está a punto de de alcahuete, Cervantes dice: «es oficio de
salir de aventuras, manifiesta que la justicia discretos y necesarísimo en la república bien
es su fin esencial y no cesa de repetir a lo ordenada, y que no le debía ejercer sino gen-
largo de toda la novela, recordando su te muy bien nacida». Y además aconseja que:
deber de proteger a los humildes y pobres, «convenía hacer elección de los que en la
derribar soberbios y poderosos, deshacer república habían de tener tan necesario ofi-
agravios, y reparar la injusticia. Su misión cio». Esto nos parece que Cervantes adelanta
es restablecer el reino del bien y de la jus- una visión del espía moderno.

(23) Cfr. Lúdovik Osterc: El Pensamiento político y social del Quijote. México, UNAM, 1988.
(24) Francisco Rico las llama «rameras» y considera que su presencia en la ceremonia de investidura con-
fiere a la escena un carácter grotesco [Don Quijote de la Mancha, Instituto Cervantes. Barcelona, Crítica, 1998].

182
Hay que recordar que el saber leer podía dias y el principal intento es para entrete-
llevar a las mujeres al burdel en el entremés ner la comunidad con alguna honesta
La elección de los alcaldes de Daganzo: «Ni recreación y divertirla a veces de los malos
tal se probará que en mi linaje, Haya perso- hombres que suele engendrar la ociosidad.
na tan de poco asiento, Que se ponga a En el capítulo XXXII de la primera parte de
aprender esas quimeras, Que llevan a los Don Quijote en las repúblicas bien concer-
hombres al brasero, Y a las mujeres a la tadas hay juegos de ajedrez, de pelota y de
casa llana»25. trucos para entretener a algunos que no tie-
En Don Quijote de la Mancha Cervan- nen, ni deben, ni pueden trabajar. Se pue-
tes, en boca del viejo alcahuete, defiende de establecer que el centro ideal de la
continuamente el oficio de alcahuete como visión de Cervantes está representado por
sigue: «en lo de alcahuete, no lo pude la aspiración a un mundo utópico más feliz
negar. Pero nunca pensé que hacía mal en y divertido.
ello; que toda mi intención era que todo el
mundo se holgase y viviese en paz y quie-
tud, sin pendencias ni penas...». LA ÍNSULA BARATARIA Y LA UTOPÍA
Cervantes, rechazando fuertemente la
hechicería, admite con razón el oficio de La reflexión sobre una república utópica se
alcahuete en una república bien ordenada, da sobre todo en los capítulos que tratan
pues la alcahuetería hace holgarse y vivir del gobierno de Sancho en la «Ínsula Bara-
en paz y quietud a todo el mundo. Cervan- taria», donde culmina el tema de la «ínsu-
tes habla de todo esto, a través de su héroe la»27 que había aparecido desde que San-
en serio. Y no es extraño que Cervantes cho había aceptado hacerse escudero con
aquí aproveche la ocasión para hacer un la esperanza de que Don Quijote ganase
elogio de la alcahutería como «oficio de alguna ínsula y le dejase por gobernador
discretos y necesarísimo a la república bien de ella.
concertada». En aquel tiempo la prostitu- La presencia de elementos utópicos en
ción iba viento en popa, abundaban los el Quijote ha sido, hace ya tiempo, señala-
alcahuetes y rameras, las mancebías existí- da. Carreras Artau observó que Cervantes
an en todas las ciudades de España26. quería encarnar en su tosco escudero el
En el capítulo XLVIII de la primera parte tipo del perfecto gobernante. Y no cabe
de Don Quijote en las repúblicas bien duda que la ínsula Barataria es el punto en
ordenadas se permite hacer públicas come- que culmina la utopía cervantina28.

(25) F. Sánchez y Escribano interpreta que este trozo aducido podría considerarse como una de tantas
genialidades del humorismo cervantino y el soliloquio se encalabrina de ridiculeces. [F. Sánchez y Escribano, Un
tema erasmismo en el Quijote, I, XXII, en Revista Hispánica Moderna, 1953].
(26) Luis Astrana Marín: Vida ejemplar y heróica de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid, 1948-1958, vol.
IV, p. 385.
(27) La palabra «ínsula» aparece en Don Quijote de la Mancha, como también la palabra «república». Remi-
te en primer lugar a dos escenarios que evocan un pasado nostálgico: la isla fantástica descrita en los libros de
caballerías y la «ínsula pastoril», locus amoenus del género bucólico, particularmente presente en el utopismo
renacentista [Cfr. Mariarosa Sacaramuzza Vidoni, «Luces de Utopía en el Quijote», en Cahiers D’Etudes Romanes,
Aix-En-Provence, 1989]. Agustín Redondo estudia la huella que en el episodio del gobierno de Sancho Panza
han dejado las tradiciones del carnaval, junto con sus ritos, su concepción del tiempo, su inversión de las jerar-
quías sociales. [Cfr. «Tradición carnavalesca y creación literaria del personaje de Sancho Panza al episodio de la
ínsula Barataria en el Quijote», en Bulletin Hispanique, 80, 1978.]
(28) Cfr. Francisco Jávier Conde: «La Utopía de la Insula Barataria», en Escordial, Revista de cultura y letras,
Tomo III. Madrid, 1941; José Antonio Maravall: Utopía y contrautopía en el Quijote. Santiago de Compostela, Pico
Sacro, 1976.

183
En el Segundo Libro del Quijote, Cer- gobierno de la Ínsula Barataria de su escu-
vantes quiere comprometerse aún más con dero, Sancho Panza. La Ínsula Barataria
el mito utópico; esto ocurre en la aventura constituye una de las utopías con más
de la Insula Barataria29. El propósito de esta visión de futuro. En el Quijote, coincidien-
aventura es mostrar la intención de «refor- do con las aspiraciones políticas contem-
ma» que anima a Sancho Panza después de poráneas, esta idea llega a transcribirse al
haber convivido con su señor don Quijote campo de lo social, produciendo una igua-
y oído los consejos que le dio para el caso lación humana de los de abajo con los de
de su gobierno30. arriba. En esa línea sostiene Sancho, sin
Sancho introdujo en sus pláticas con réplica de su amo, haber visto por ahí
Don Quijote el tema central del gobierno gobernadores que, a su parecer no llegan a
democrático31; «No todos los que gobier- la suela de su zapato33.
nan vienen de casta de reyes...». Su gobierno avanza rápidamente hacia
Y Don Quijote, sujeto a oírlo, confirmó el establecimiento político de una repúbli-
bellamente sus palabras; «Innumerables ca utópica. El gobierno de Sancho es un
son aquellos que de baja estirpe nacidos, régimen de reformas influido por las ideas
han subido a la suma dignidad pontificia e utópico-humanistas. Así es que el hecho de
imperatoria... La sangre se hereda, y la vir- que se realice en la ínsula Barataria le da
tud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo cierta semejanza con la Utopía de Tomás
que la sangre no vale» [II, Cap. 42]. Moro, lo mismo que con la Ciudad del sol
Como ya he mencionado arriba, para de Tomás Campanella –ambas islas tam-
Don Quijote el hombre es como cada uno bién–. Todas son islas que constituyen un
se hace. El mérito va con lo que cada uno símbolo de utopía34.
alcanza y el pensamiento de la época insis- La carta que Don Quijote envía a San-
te en valorar lo que se adquiere sobre lo cho pudiera tomarse por algo parecido,
que se hereda. Todos los hombres al ser pero en realidad es una serie de consejos
libres, están en igualdad de condiciones morales para el gobernador, mejor que un
para merecer por aquello que obren. adoctrinamiento político.
Según la investigación de López Estrada, En conexión con lo que aconseja Don
la utopía española en Cervantes no se conci- Quijote a su escudero para el gobierno de
be como un imaginado estado perfecto, sino la ínsula, creemos que Cervantes pudo
como el cotidiano esfuerzo de un hombre obtener las experiencias como acompa-
que, por el motivo que sea, se dispone a ñante del cardenal Aquaviva, a través de
emprender un cometido «utópico» por el que haber intervenido en la Armada Invencible,
Don Quijote acomete las acciones32. a través de su encarcelamiento por los pira-
Cervantes idealiza su «república bien tas argelinos, a través de su empleo humil-
ordenada» o «república utópica» en el de de recaudador, a través de su prisión en

(29) F. López Estrada: «Factores utópicos en el Quijote», en Tomás Moro y España. Madrid, Editorial de la
Complutense, 1980, pp. 75-79.
(30) La aventura, realizada con el maduro arte de Cervantes, culminante en esta segunda parte del Quijo-
te, presenta el profundo contraste entre el impulso utópico de los propósitos del gobernador, y la realidad de la
vida existente en el pretendido «estado» inventado para los duques para su regocijo [Cfr. F. López Estrada, La Uto-
pía en el mundo de Cervantes].
(31) Cfr. Germán Arciniegas: Don Quijote, un demócrata izquierda, en Revista de Occidente, Tomo xlvii,
Madrid, 1974.
(32) Francisco López Estrada, op.cit., pp. 75-79.
(33) José Antonio Maravall, op.cit., p. 86.
(34) F. López Estrada, op.cit., pp. 58-59.

184
España, y demás circunstancias de su porque quiero que sepáis, amigos, que la
vida35. gente baldía y perezosa es en la república
En su práctica judicial Sancho muestra lo mesmo que los zánganos en las colme-
cualidades de excelente juez. Su justicia es nas, que se comen la miel que las trabaja-
imparcial, eficaz y muy común. Siendo doras abejas hacen. Pienso favorecer a los
muy indulgente, conserva como eco per- labradores, guardar sus preeminencias a los
hidalgos, premiar los virtuosos, y, sobre
manente de los consejos del Don Quijote
todo, tener respeto a la religión y a la hon-
un alto concepto de la equidad y de la ra de los religiosos [II, 49].
compasión que suaviza el rigor de la ley.
Esta nota profundamente humana de la jus- Parece que la república utópica con
ticia de Sancho es reflejo de la orientación que soñaba Cervantes es la investidura de
humanista de Miguel de Cervantes. un campesino como jefe de gobierno. Pues
Por ejemplo, Sancho impone una mul- todos los gobernadores personificados en
ta al pícaro jugador que encuentra en su las obras literarias anteriores a Cervantes,
inspección nocturna, y destierra por diez inclusive las de los humanistas, fueron
años al mirón, condenando el vicio del jue- reyes o príncipes, o por lo menos, de lina-
go, y prohibiendo los garitos; deporta a la je. Pero con la aparición de Don Quijote de
mujer de mala vida y calumniadora, so la Mancha surge por vez primera en la his-
pena de 200 azotes si regresase a la ínsula, toria literaria, como gobernante, un rústico,
y dictamina en pro del ganadero engaña- auténtico representante del pueblo. De ahí,
nado. En cambio, durante toda su goberna- la índole netamente democrática de su
ción no notamos acto alguno en benefi- gobierno. Mientras tanto vemos que San-
cio de los hidalgos y sus prerrogativas, ni cho pide que no le traten de «don», prefi-
en el de los religiosos riendo con orgullo la humildad de su lina-
Es verdad que Sancho arregla todos los je. Sancho se burla del abuso del trata-
pleitos que se le presentan desde el punto miento de los nobles como sigue:
de vista de una justicia ética y humana, de
acuerdo con su conciencia y sentido […] yo imagino que en esta ínsula debe
común, tratando de penetrar en la esencia haber más dones que piedras; pero basta:
de tal o cual asunto. La sociedad de su Dios me entiende, y podrá ser que si el
gobierno debería acercarse a una isla utó- gobierno me dura cuatro días, yo escardaré
estos dones, que, por la muchadumbre,
pica, que es una república bien ordenada,
deben de enfadar como los mosquitos [II,
aspiración de Miguel de Cervantes. Cap. 45].
La actividad de Sancho Panza en su
gobierno es toda una lección de ética-polí- Es democrática también su conducta
tica. A modo de los gobernantes moder- respecto de sus súbditos, pues siguiendo
nos, se vale de la primera ocasión que le los consejos de Don Quijote de visitar las
viene a la mano, para dar a conocer lo que, cárceles, las carnicerías y las plazas, ins-
hoy en día, llamamos el programa político. pecciona personalmente el mercado y los
Consiste éste en proteger a los labradores, alimentos, y efectúa en persona la ronda de
galardonar a los virtuosos, y expulsar a los la ínsula 36 . Además de democrático, el
perezosos y vagabundos. Veamos el texto: gobierno de Sancho es popular. Como tan
[...] es mi intención limpiar esta ínsula de lo denota su actividad legislativa en forma
todo género de inmundicia y de gente de ordenanzas que Sancho hizo el último
vagabunda, holgazanes y mal entretenida; día de su administración:

(35) Cfr. Jean Babelón: Cervantes. Madrid, Losada, 1994.


(36) Miguel de Cervantes, El Quijote, II, Cap. XII-II.

185
Ordenó que no hubiese regatones de los cha, es decir, la ficción, la ironía y lo
bastimentos en la república, y que pudie- extraordinario. No es Cervantes, sino su
sen meter en ella vino de las partes que qui- personaje loco, el que dice y hace cosas
siesen, con aditamento que declarasen el desorbitadas y absurdas. Sólo así pudo
lugar de donde era, para ponerle el precio escapar a la severa censura eclesiástica,
según su estimación, bondad y fama, y el
siempre alerta y celosa para conservar los
que lo aguase o le mudase el nombre, per-
diese la vida por ello. Moderó el precio de dogmas de la religión»38.
todo calzado, principalmente el de los
zapatos, por parecerle que corría con exor-
bitancia [II, Cap. 51]. CONCLUSIÓN
Obrando así, Sancho Panza refrenó los Se puede decir que el centro ideal de la
apetitos especuladores de los comercian- visión de Cervantes está representado por
tes, y suprimió algunas limitaciones del la aspiración a un mundo nuevo más justo
comercio y de la industria, lo cual demues- y feliz que coincide con un regreso a la
tra que Cervantes se había adelantado en república utópica. Sin embargo Cervantes
este campo en varios siglos a sus contem- no ha hecho una obra enteramente dedica-
poráneos. Cervantes nos deja la utópica da a describir una sociedad utópica, como
constitución diciendo que «Sancho Panza ocurre en la Utopía de Tomás Moro, sino
ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se que en El Quijote encontramos aspectos
guardan en aquel lugar, y se nombran las sugeridos en buena parte por esos ideales
constituciones del gran gobernador Sancho utópicos.
Panza» [II. Cap. 51]. Don Quijote decide hacerse caballero
El éxito moral, intelectual y político de para el servicio de su república, deshacien-
Sancho demuestra que el arte del gobierno do todo el agravio con que se pudiera topar.
no es un secreto de las clases nobles, sino La Edad de Oro elogiada por Cervantes es el
que son accesibles igualmente a las clases reino utópico, donde no existe la propiedad
inferiores, y que para ejercerlas bien se privada, ignorando las palabras «tuyo y mío»
requieren cualidades más preciosas que el y la vida feliz de los hombres. Cervantes
conocimiento serio de las leyes y el estudio niega de hecho a la nobleza histórica funda-
de la política. Estos son la justicia, el buen da en los linajes y árboles genealógicos; y
sentido y el deseo de acertar. defiende el concepto de la dignidad, la
Aquí quiero citar a Jesús Silva Herzog libertad y el honor cimentados en las pro-
quien dice en su ensayo titulado La crítica pias obras y no en la sangre heredada. Cer-
social en Don Quijote de la Mancha que vantes subraya que el hombre crea su linaje
«Tomás Moro se vale en La Utopía para cri- por sus propias obras. Todos los hombres,
ticar la organización social de su tiempo; al ser libres, están en igualdad de condicio-
Erasmo de Rotterdam, con el mismo pro- nes para merecer por lo que ellos obren.
pósito, escribió su gran obra titulada Elogio Como hemos visto, el pensamiento cervan-
de la Locura, sátira genial del ilustre huma- tino sobre los linajes se asemeja al pensa-
nista 37 . Miguel de Cervantes, el mayor miento moderno de nuestros días.
humorista de Occidente, utiliza parecido En la república bien ordenada, como
procedimiento en Don Quijote de la Man- hemos visto, el alcahuete es oficio de dis-

(37) A su amigo Tomás Moro, el de Utopía, Erasmo le explicaba su método: «Nada hay más necio, sin duda,
que hablar en serio, de lo que es pura necedad, ni nada más divertido que hablar en broma de aquello que no
se sospecharía que lo fuera» [Germán Arciniegas, op.cit., pp. 86-87].
(38) Cfr. Jesús Silva Herzog, op.cit., pp. 133-148.

186
cretos y «necesarísimo». Y allí se permite políticas y eclesiásticas del reino monárqui-
hacerse públicas comedias para entretener co en declive.
la comunidad con alguna honesta recrea- Don Quijote de la Mancha se convier-
ción y divertirla a veces de los malos hom- te, en manos de Cervantes, en un magnífi-
bres. También en las repúblicas bien con- co método para soñar con una república
certadas hay juegos de ajedrez, de pelota y utópica. Esta era irrealizable en la época de
de trucos para entretener a algunos que no Cervantes, pues el impulso utópico estaba
tienen, ni deben, ni pueden trabajar.
bloqueado en España, en medio del clima
Finalmente Cervantes idealiza su repú-
blica utópica en el gobierno de la Ínsula de Contrarreforma que se había formado
Barataria de Sacho Panza. Sus consejos en torno al siglo XVII, cuando cualquier ide-
deberían seguirlos hoy día los que impar- al renovador se vio ante la censura de la
ten justicia y los que gobiernan naciones. Inquisición. En conclusión, en El Quijote
Cervantes, desde el ángulo de su humanis- la visión utópica de Cervantes aflora en la
mo renacentista radical, somete a una críti- Edad de Oro, en la Ínsula Barataria y en las
ca aniquiladora a las instituciones sociales, repúblicas bien ordenadas.

187
CERVANTES POETA: EL VALOR DE LOS VERSOS DEL QUIJOTE

PEDRO C. CERRILLO (*)

RESUMEN. Cervantes (1547-1616) no fue un hombre con suerte. Fue a triunfar como
novelista, y no como poeta o como dramaturgo, que eran los géneros literarios que
daban prestigio a un escritor en la Edad de Oro.
El conocimiento de la poesía cervantina es un estupendo ejercicio didáctico para
conocer y comprender la poesía que se hacía en España en aquellos años. Efecti-
vamente, los estudiosos de la poesía cervantina coinciden al afirmar que cultivó
tanto la poesía tradicional como la italianizante, usando una considerable variedad
de formas métricas: romances, villancicos o redondillas, en el primer caso; y terce-
tos, octavas reales, sextinas, verso libre y, sobre todo, sonetos, en el segundo caso.
Otro asunto distinto es la valoración literaria que esos mismos estudiosos hacen de
los versos del autor del Quijote: en una época en que España alumbró los mejores
poetas de su historia, que terminaron siendo algunos de los mejores poetas de la li-
teratura universal (Garcilaso, San Juan, Quevedo, Lope de Vega o Góngora), Cer-
vantes se sintió inseguro componiendo versos, lo que, junto a su habitual capaci-
dad para la autocrítica, le llevó a desacreditarse como poeta; en Viaje del Parnaso
llegó a decir: Yo que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta /
la gracia que no quiso darme el cielo... Cervantes es un poeta desigual, desde lue-
go, al que le costaba mucho esfuerzo componer versos, frente a la facilidad natural
de Lope o la maestría técnica de Quevedo o Góngora.

ABSTRACT. Cervantes (1547-1616) was not a fortunate man in his lifetime. Success ca-
me to him as a novelist, not as a poet or as a playwright, which were the literary
genres that gave a writer renown in the Golden Age.
The study of the poems of Cervantes is a wonderful exercise for those who want to
know about poetry in Spain in those days. Scholars versed in the poems of Cervan-
tes coincide in that he practiced both traditional and Italian style poetry, using a
substantial variety of metres: romances, villancicos and quatrains, in the first case,
and tercets, octaves, sestinas, blank verse and especially sonnets, in the second ca-
se. An entirely different matter is the literary valuation of the author of Don Quixo-
te by those same scholars: in a period in which Spain produced its best poets ever,
who became some of the best poets of universal literature (Garcilaso, St. John of
the Cross, Quevedo, Lope de Vega, Góngora), Cervantes felt insecure when writing
in verse, which alongside his usual capacity for self-criticism, led him to discredit
himself as a poet. In Voyage to Parnaso he says: I who am always toiling and ende-
avouring / to seem that I have as a poet / the grace that Heaven did not grant me...
Cervantes was an irregular poet, needless to say, for whom it was difficult to com-
pose verses, compared to the natural ease of Lope de Vega or the technical mastery
of Quevedo and Góngora.

(*) Universidad de Castilla La Mancha.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 189-194. 189


Fecha de entrada: 22-07-2003
Cervantes (1547-1616) no fue un hombre un cierto rechazo, aun reconociendo la
con suerte. Fue a triunfar como novelista, y importancia que tenía esa «extraña» novela:
no como poeta o como dramaturgo, que sirva como ejemplo la existencia de una
eran los géneros literarios que daban pres- carta de Lope de Vega, probablemente
tigio a un escritor en la Edad de Oro. Pién- escrita a los pocos meses de la aparición
sese que los literatos que pertenecían a la del libro, en la que se refiere despectiva-
nobleza o a la Iglesia, los dos estamentos mente a la novela cervantina.
sociales más poderosos, junto a la monar-
quía –claro está–, de la España de aquellos
años, no cultivaron la novela, un género LA POESÍA CERVANTINA
joven entonces. Cervantes tuvo que emple-
arse en diversos quehaceres ajenos a la lite- En verso escribió sus diez obras de teatro
ratura, pues no podía vivir de su trabajo de más extensas, dos entremeses y numerosí-
escritor1. Vagó por oficios diversos, visitó simas composiciones, sueltas unas (apare-
varias veces la prisión, tuvo problemas cidas en cancioneros de la época) y espar-
económicos importantes y pasó épocas de cidas por sus novelas otras. Los estudiosos
verdadera necesidad. Ni siquiera el éxito de la poesía cervantina coinciden al afirmar
de la primera parte del Quijote le sacó de que cultivó tanto la poesía tradicional
las estrecheces económicas. como la italianizante, usando una conside-
Cervantes nació a finales del reinado rable variedad de formas métricas: roman-
de Carlos I, en plena época de expansión ces, villancicos o redondillas, en el primer
imperial de España, pero cuando publicó caso; y tercetos, octavas reales, sextinas,
el Quijote (en 1605 apareció la primera par- verso libre y, sobre todo, sonetos, en el
te) España había iniciado el declive de una segundo caso. Pero en una época en que
política expansionista fracasada. En térmi- España alumbró los mejores poetas de su
nos literarios, Cervantes nació en el Rena- historia, que terminaron siendo algunos de
cimiento y editó el Quijote en el Barroco. Si los mejores de la literatura universal (Gar-
la literatura renacentista se caracteriza por cilaso, San Juan, Quevedo, Lope de Vega o
la claridad y la armonía, la barroca es exa- Góngora) Cervantes se sintió inseguro
geración y estilización. Precisamente el componiendo versos, lo que, junto a su
Quijote es la asimilación de esas dos sensi- habitual capacidad para la autocrítica, le
bilidades, representando la mejor síntesis llevó a desacreditarse como poeta; en Via-
de géneros, tendencias, estilos y, sobre je del Parnaso llegó a decir:
todo, conceptos del mundo. En ello está,
quizá, el motivo esencial de su grandeza. Yo que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
Aunque escribió poesía y teatro, fue en la gracia que no quiso darme el cielo...
la novela donde Cervantes logró su único
éxito en vida, el Quijote, precisamente. Y Es un poeta desigual, desde luego, al
aún así, fue un éxito relativo, pues si bien que le costaba mucho esfuerzo componer
la primera parte de la novela fue acogida versos, frente a la facilidad natural de Lope
por el público lector con general acepta- o la maestría técnica de Quevedo o Gón-
ción (el mismo año se hicieron seis edicio- gora. Eso y su propia proyección como
nes más y enseguida se editó también en novelista han tapado sus valores como
Italia y en Bélgica), muchos escritores de la poeta. A Cervantes le hubiera gustado
época la recibieron con irritación, envidia y triunfar como poeta y, lo que es más

(1) En 1595 ganó un premio menor de poesía en la ciudad de Zaragoza (el galardón fueron dos cuchari-
llas de plata). Malvendió sus primeras comedias y tuvo muchas dificultades para que sus poemas se publicaran.

190
importante, haber sido reconocido, por sus autores diversos (personajes de libros de
coetáneos, como un buen poeta, reconoci- caballerías, como Orlando Furioso, Oriana
miento que no se produjo y que él asumió –el amor de Amadís– o El Caballero del
en vida con resignación y notable franque- Febo6). Además, en los capítulos XXXIII,
za; en el propio Quijote (capítulo VI de la XXXIV y XXXV de la primera parte, en los que
primera parte), cuando el Cura y el Barbe- inserta la novela del Curioso impertinente,
ro están expurgando la biblioteca del inge- Cervantes vuelve a fingir: en este caso,
nioso hidalgo manchego, y ante la apari- haber leído en una «comedia moderna»
ción en sus estanterías de La Galatea, Cer- unos versos (en redondillas abrazadas), en
vantes hace hablar al Cura así: los que un viejo prudente aconseja a otro
Muchos años ha que es grande amigo mío que tiene una hija doncella que la encierre
ese Cervantes, y sé que es más versado en y la guarde, porque7:
desdichas que en versos.2 Es de vidrio la mujer;
En el prólogo a su famosísima novela, pero no se ha de probar
cuando se está justificando ante los lectores si se puede o no quebrar,
por haber compuesto una obra de tales porque todo podría ser.
Y es más fácil el quebrarse,
características, dice lo siguiente:
y no es cordura ponerse
También ha de carecer mi libro de sonetos a peligro de romperse
al principio, a lo menos de sonetos cuyos lo que no puede soldarse.
autores sean duques, marqueses, condes, Y en esta opinión estén
obispos, damas o poetas celebérrimos; aun- todos, y en razón la fundo;
que si yo los pidiese a dos o tres oficiales que si hay Dánaes en el mundo,
amigos, yo sé que me los darían, y tales que hay pluvias de oro también.
no los igualasen los de aquellos que tienen
más nombre en nuestra España.3 A Cervantes le faltó la frescura y la gra-
cia que, como poetas, tenían otros escrito-
res de su época: sirvan como ejemplo los
LOS VERSOS DEL QUIJOTE dos forzados versos del final del poema
anterior, en que se refiere al episodio mito-
Pese a lo dicho por Cervantes, un puñado lógico en el que Júpiter se transformó en
de sus poemas aparecen insertos en el Qui- lluvia de oro para gozar de Dánae, que
jote, aunque es verdad que muchos menos estaba encerrada en una torre.
que en su teatro, donde, a juicio de Vicen- En los mismos capítulos del Curioso
te Gaos4, podemos encontrar la mejor poe- impertinente, Cervantes dice que «un poe-
sía cervantina. Me referiré a algunos de los ta», al que no se ha identificado nunca y
poemas del Quijote. Precisamente tras el que, probablemente, era él mismo, escribió
prólogo, se incluyen dos poemas de «cabo estos versos resignados y notablemente
roto»5 y ocho sonetos, en algunos de los amargos, en estructura de décima, un poco
cuales Cervantes finge que los escriben más logrados que los anteriores8:

(2) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Madrid, Cátedra, vol. I, 1977, pág. 125.
(3) Id., ib., pág. 69.
(4) Cf. V. Gaos: Ed. Poesía completa de Cervantes, vol. II. Madrid, Castalia, 1981, pág. 19.
(5) En los poemas de «cabo roto» la rima se hace sólo con la última sílaba acentuada de cada verso, que
recae –en este caso– en palabras llanas: Soy Sancho Panza, escude– / del manchego don Quijo–; / puse pies en
polvoro–, / por vivir a lo discre-(…); es una modalidad muy rara y de difícil lectura
(6) Uno de los protagonistas de Espejo de príncipes y caballeros, de Diego Ortúñez, novela de 1562.
(7) M. de Cervantes: Op. cit., pág. 392.
(8) Ib., pág. 398.

191
Busco en la muerte la vida, vantes quiere resaltar en los versos que le
salud en la enfermedad, dedica el académico mencionado; esa
en la prisión libertad, belleza la reflejó mejor, sin duda, el propio
en lo cerrado salida Don Quijote en la novela cervantina, como
y en el traidor lealtad.
bien explica Emilio Pascual en su novela
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien, Días de Reyes Magos, con un punto de iro-
con el cielo ha estatuido nía, a la que no fue ajeno el propio creador
que, pues lo imposible pido, del insigne personaje: «Mi padre que se
lo posible aun no me den. sabía el Quijote prácticamente de memoria,
cuando quería ponderar la belleza total de
Al final de la primera parte, una vez una mujer, recurría retórica, teatralmente al
don Quijote ha vuelto a su casa, Cervantes personaje del enamorado caballero, y
simula de nuevo, ahora que en una caja ha repetía las mismas razones que Don Quijo-
encontrado unos poemas en castellano, te dedicó a Dulcinea:
cuya autoría atribuye a los académicos de
la Argamasilla: son tres sonetos y tres epi- Su hermosura es sobrehumana, pues en ella
tafios, en los que da diversa noticia de Dul- se vienen a hacer verdaderos todos los impo-
cinea, de la fidelidad de Sancho, de la sibles y quiméricos atributos de belleza que
los poetas dan a sus damas; que sus cabellos
sepultura de Don Quijote, aún no fallecido son oro, su frente campos elíseos, sus cejas
en la novela, etc. Y aprovecha para pedir a arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas
quienes sean los lectores de esos versos el rosas, sus labios corales, perlas sus dientes,
mismo crédito que solían dar a los libros de alabastro su cuello, mármol su pecho, mar-
caballerías: Cervantes estaba pidiendo cré- fil sus manos, su blancura nieve, y las partes
dito, otra vez, a su oficio de poeta. Uno de que a la vista humana encubrió la honesti-
esos sonetos está dedicado a Dulcinea; se dad son tales, según yo pienso y entiendo,
inicia con notable acierto, pero enseguida que sólo la discreta consideración pude
pierde intensidad. Es éste: encarecerlas y no compararlas.

Del Paniaguado, académico de la Argamasilla, Ahora sé que mi padre no era ajeno a


«In laudem Dulcineae del Toboso»9 la ironía cervantina10.
Esta que veis de rostro amondongado, Sin duda, Pascual se refiere a que Cer-
alta de pechos y ademán brioso, vantes en una de sus novelas ejemplares, El
es Dulcinea, reina del Toboso, Licenciado Vidriera, se burlaba de los hala-
de quien fue el gran Quijote aficionado. gos excesivos y artificiales con que los poe-
Pisó por ella el uno y otro lado tas renacentistas describían a las mujeres
de la gran Sierra Negra, y el famoso
campo de Montiel, hasta el herboso amadas, a quienes idealizaban siguiendo
llano de Aranjuez, a pie y cansado. siempre el mismo arquetipo metafórico.
Culpa de Rocinante. ¡Oh dura estrella!, Otro de los sonetos del final de la pri-
que esta manchega dama, y este invicto mera parte del Quijote, quizá más logrado
andante caballero, en tiernos años,
ella dejó, muriendo, de ser bella, que el anterior, es el que otro académico
y él, aunque queda en mármores escrito, de Argamasilla escribe dedicado a San-
no pudo huir de amor, iras y engaños. cho11:
Se puede comprobar que no queda Sancho Panza es aquéste, en cuerpo chico,
clara la hermosura de Dulcinea, que Cer- pero grande en valor, ¡milagro extraño!

(9) M. de Cervantes: Op. cit., pág. 581.


(10) E. Pascual: Días de Reyes Magos. Madrid, Anaya, 1999, pp. 31-32.
(11) M. de Cervantes: Op. cit, pág. 582.

192
Escudero el más simple y sin engaño vida, por un lado, y a la lectura, por otro,
que tuvo el mundo, os juro y certifico. incluye este elocuente diálogo entre ese
De ser conde, no estuvo en un tantico, chico y la chica que le gusta:
si no se conjuraran en su daño
insolencias y agravios del tacaño –...Hablando de caballeros andantes, vas a
siglo, que aun no perdonan a un borrico. tener que leer el Quijote. La de «lite» nos ha
Sobre él anduvo (con perdón se miente) dicho hoy que una pregunta cae fijo. En el
este manso escudero, tras el manso supuesto de que te interesen cosas tan
caballo Rocinante y tras su dueño. poco sublimes como aprobar el curso, cla-
¡Oh vanas esperanzas de la gente! ro.
¡Cómo pasáis con prometer descanso, –...¡Pero cómo se puede leer ese rollo!
y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño! –Pues yo lo he leído y no me ha pasado
nada.
También incluye Cervantes poemas en –Tú no eres de este mundo.
la segunda parte de su novela, algunos de –Don Quijote tampoco. A lo mejor me gus-
calado más popular que los antes citados, ta por eso. Creo que hasta se parecía un
como los romances de los capítulos XLIV y poco a ti. Estaba tan poco conforme con el
XLVI; o el Epitafio de Sansón Carrasco, com- mundo que le tocó vivir, que decidió arre-
pendio –breve y esclarecedor– de la perso- glarlo todo a mandobles y lanzadas.
nalidad desbordante de la gran criatura cer- Más adelante, cuando el muchacho se
vantina: va aficionando a la lectura, su actitud ante
Yace aquí el Hidalgo fuerte el Quijote, que sigue sin haber leído, ha
que a tanto extremo llegó cambiado y le pregunta al ciego para el
de valiente, que se advierte que lee libros:
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte. –¿No vamos a leer nunca el Quijote?
–Tranquilo, muchacho: todo llegará. El
Tuvo a todo el mundo en poco; Quijote es como el botillo berciano: hay
Fue el espantajo y el coco que tener buen estómago y comerlo con
del mundo, en tal coyuntura, juicio. De lo contrario, corremos el riesgo
que acreditó su ventura de sufrir una indigestión y perder las ganas
morir cuerdo y vivir loco.12 de repetir. Y sería una gran pérdida13.
De todos modos, no es recomendable En la 1ª mitad del siglo XVII, en que un
la lectura del Quijote, precisamente, por elevadísimo tanto por ciento de la pobla-
todos estos versos, que, aun teniendo un ción no sabía leer, se leía en voz alta frag-
cierto interés, no pueden competir con la mentos del Quijote a grupos de gente que
historia del caballero andante fracasado se reunía, con ese motivo, ante la catedral
que, con especial maestría, construyó Cer- de Sevilla, o en medio del campo a la hora
vantes. Un libro tan vendido, traducido y del descanso, o en cualquier concurrida
editado que casi todo el mundo ha oído calle de Madrid, o dentro de la misma cor-
hablar de él; otra cosa es saber con certeza te real. Se leía poco a poco, como, efecti-
su número de lectores. Probablemente por- vamente, hay que leerlo la primera vez.
que no siempre nos hemos acercado a su Mariana Cantacuzène es una narradora
lectura en las condiciones y en el momen- francesa que realizó, hace no mucho tiem-
to apropiados. po, un recorrido de 1.800 kilómetros, des-
El propio Emilio Pascual, en esa nove- de los Pirineos orientales hasta Dunquer-
la citada, Días de Reyes Magos, que es el que, leyendo el Quijote, en voz alta, de
viaje iniciático del chico protagonista a la pueblo en pueblo, tarea en la que empleó

(12) Id., vol. II, pág. 577.


(13) E. Pascual: Op. cit., pp. 66 y 114.

193
seis meses, que no es un mal tiempo para tafio a Dulcinea que «compone» Tiquitoc,
que, quien no lo haya leído, lo haga: segu- otros de los académicos de Argamasilla,
ro que lo disfruta; incluso, puede saltarse con que se cierra la primera parte de la
los versos, pues su ausencia no merma, en inmensa novela cervantina:
nada, la poderosa creación del mejor nove- Reposa aquí Dulcinea;
lista de todos los tiempos. Aunque, tam- y, aunque de carnes rolliza,
bién es cierto, algunos de esos versos la volvió en polvo y ceniza
–aquellos en que Cervantes se ofrece más la muerte espantable y fea.
sencillo y más directo, sin el encorseta- Fue de castiza ralea,
miento de querer alcanzar la maestría de y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama,
otros poetas de su tiempo– deberíamos y fue gloria de su aldea.14
leerlos con detenimiento, como los del Epi-

(14) Cit., vol. I, pág. 583.

194
DE LA RISA REGENERADORA Y JOCUNDA

GABRIEL JANER MANILA (*)

RESUMEN. El Quijote ha sido considerado una novela satítica y burlesca, un libro de


burlas que provocan la risa y una parodia de aquellos viejos libros de caballerías
que hicieron perder la razón al hidalgo manchego. Pero también es la historia de
un fracaso, tras el combate por deshacer entuertos. Y es la crónica de un sueño que
podría no ser cierto. En este artículo se analizan los fundamentos antropológicos de
la ficción: las competencias de quienes se integran en su construcción, las implica-
ciones lúdicas que contiene, las capacidades cognitivas que estimula. Se investiga la
actitud de Cervantes ante los géneros cómicos y se hace referencia a la diversidad
de enfoques con que se enfrenta a lo risible. Su actitud encierra un concepto ele-
vado del arte cómico, como muestra de inteligencia y de imaginación capaces de
sanar penas y rencores. La risa es para Cervantes una respuesta moral, a la vez que
absorbe la energía cómica de la cultura carnavalesca de las clases populares, capaz
de acortar distancias entre el hombre y la realidad. Esta risa carnavalesca presente
en el Quijote sigue siendo un arma contra el miedo, una propuesta de regenera-
ción.

ABSTRACT. Don Quixote has been considered a satirical and burlesque novel, a book
of mockery that makes one laugh, and a parody of the old books of knight-errantry
that led our man from La Mancha to lose his senses. But it is also the story of a fai-
lure, after the struggle to make up for offences. And it is the chronicle of a dream
that might not be true. This article analyses the anthropological foundations of fic-
tion: the skills of those involved in the construction of fiction, the implications it has
for playing, the cognitive capacities that are stimulated. Cervantes' attitude towards
comical genres is researched, pointing out the various approaches he takes towards
laughable episodes. His attitude encloses a high concept of the art of comedy, as a
token of intelligence and imagination as healers of sorrow and resentment. Laugh-
ter for Cervantes is a moral response, which absorbs the comic energy of the carni-
val-oriented culture of the popular classes and is capable of bridging the gap be-
tween man and reality. The carnivalesque laughter present in Don Quixote remains
a weapon against fear, a proposal of regeneration.

El profesor Martín de Riquer ha escrito que que el propio autor escribe en el prólogo
el Quijote «es una novela satírica y burles- de la primera parte, donde se dice que ha
ca, lo que hoy llamamos humorística, y procurado que, entre quienes se acerquen
como tal fue recibida por los contemporá- a leer la historia del caballero de la Man-
neos de Cervantes»1. Es probable que, en cha, «el melancólico se mueva a risa, el
gran medida, fuera debido a las palabras risueño la acreciente, el simple no se enfade,

(*) Universitat de les Illes Balears


(1) M. Riquer: Para leer a Cervantes. Barcelona, El Acantilado, 2003, p. 226.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 195-206. 195


Fecha de entrada: 19-11-2003
el discreto se admire de la invención, el ra del Quijote, escribe: «A partir del capítu-
grave no la desprecie, ni el prudente deje lo VI seguí leyendo sin parar, deslumbrado
de alabarla»2. Y es Francisco Rico quien en y horrorizado por aquella desenfrenada
nota a pie de página nos advierte de que la carrera hacia el fracaso»5. De un noble y
lectura del Quijote como libro de burlas hermoso fracaso se trata, que habría que
que provocan la risa fue la que predominó reivindicar como un objetivo de la educa-
en los siglos XVII y XVIII3. Puede pensarse ción. En un tiempo –ese tiempo es el nues-
que el mismo Cervantes estuvo interesado tro– en que las propuestas sociales suelen
en que su novela fuera observada por sus dirigirse al triunfo inmediato, al enriqueci-
contemporáneos desde esta perspectiva y miento fácil, a la conquista del trofeo que
contribuyera a configurar dicha interpreta- pueda exhibirse y al éxito, cabría proponer
ción puesto que «son muchas las veces en otro modelo: la ética del fracaso. También,
que insiste en su propósito de divertir al la estética. La mente de Don Quijote, caba-
lector y de hacerle reír»4. Esclarecer las cau- llero de las causas perdidas, está llena de
sas de este interés sería una aventura poco utopías, de ideales, de proyectos que cam-
menos que quijotesca. Es probable que en biarían la realidad y la harían más hermosa
la mente del ingenioso Miguel de Cervan- y más justa. En el horizonte de su fracaso
tes circularan diversos proyectos de lector: hay un proyecto de cambio, la ilusión del
la variedad de lecturas posibles que la obra cambio. Entre los objetivos de la educa-
literaria puede estimular, y buscara en esta ción, la moral del fracaso. Aquel fracaso
idea de novela humorística cierta comodi- cotidiano que viene tras el combate por
dad. Aunque sabía que la historia de Don deshacer entuertos. Así, se ha escrito:
Quijote podía ser leída desde otros puntos Cuando se pierda la confianza en la capaci-
de mira, incluso por quien, pasado el tiem- dad del hombre para conocer la realidad,
po, volviera de nuevo a sus páginas. Y bien esto es, cuando el idealismo moderno se
podríamos hacer uso de la palabra de replantee de manera aguda que lo real no
Heráclito: nadie se baña dos veces en un es racional, y lo racional no es real, enton-
mismo libro. Fue Jorge L. Borges quien dis- ces la fábula del Quijote se entenderá en
tinguió entre el lado cómico de la primera sentido contrario: como denuncia de los
excesos del mundo que tan escasas posibi-
parte –parodias y burlas que se reflejan en
lidades concede al anhelo de perfección de
la sátira de la caballería o, mejor dicho, en unos hombres que poseen la energía y la
la caricatura que de los ideales caballeres- voluntad para transformarlo. De esta faceta
cos había hecho un determinado género se nutren los héroes románticos, de ahí sur-
literario–, en contraste con el cariz patético ge la fascinación alemana por la obra.
que el personaje adquiere en la segunda Incluso el fracaso del héroe será prueba de
parte. En realidad, la peripecia de Alonso una conciencia superior, incompatible con
Quijano, por muy cómicas que sean sus un mundo mezquino, egoísta y filisteo6.
aventuras y grotescos sus desvelos, es la Has vivido demasiado tiempo en Nueva
historia de un fracaso. Eduardo Mendoza, York, le dije. Hay otros mundos. Otra clase
que ha narrado cómo fue su primera lectu- de sueños. Sueños en los que el fracaso es

(2) M. de Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Barcelona, Edición del Instituto Cervantes, dirigida por
Francisco Rico, 1998, p. 18.
(3) F. Rico: «Notas a pie de página», nº 90, en M. DE CERVANTES: Op. cit., p. 18.
(4) M. Riquer: Op. cit., p. 226.
(5) E. Mendoza: «Mi primera lectura del «Quijote», en El País (Babelia), 18-IV-1998, p. 10.
(6) D. Ynduráin: «Los caminos infinitos», en El País (Babelia), 18-IV-1998, p. 10.

196
posible. Honroso. En los que, en ocasiones, texto y la obra nace cada vez que se acerca
vale la pena incluso buscarlo. Mundos en a ella dispuesto a interrogarla. De esta
los que el reconocimiento no es el único manera, la literatura, al incitarnos a ejercitar
barómetro de la brillantez o la valía de una la imaginación y a jugar con sus posibilida-
persona. Hay mucha gente luchadora a la des, anticipa el futuro del hombre, puesto
que conozco y quiero, gente mucho más
que se abre una puerta a la alternativa, a la
valiosa que yo, que va a la guerra cada día,
sabiendo de antemano que perderá. Es
diversidad de respuestas. De este modo
cierto, tienen menos «éxito» en el sentido participa en la construcción de la sociedad
más vulgar de la palabra, pero no están de humana.
ningún modo menos realizados7. Yo creo –espero– que no peligre la cul-
Aquel sentido cómico que la novela tura escrita –dice Emilio Lledó en una entre-
vista–. La importancia de la lectura es fun-
tomó en el siglo XVI persiste todavía hoy, a damental. En el silencio de tu cuarto de tra-
pesar de la diversidad de representaciones bajo, pones tus ojos sobre un libro y empie-
con que ha sido acometida su lectura. «La zas a hablar con Nietsche, Hegel, Mann,
historia del hidalgo –escribe D. Ynduráin–, Ortega… Poder establecer este diálogo,
si bien da lugar a sentimientos de melanco- enriquecer el sordo y tristón discurso que
lía o angustia, está escrita como un juego llevamos dentro con el de otros… ¿Sabe los
intranscendente y divertido que provoca la momentos de felicidad que me ha hecho
risa»8. No me atrevería a suscribir la idea de pasar Cervantes? El lenguaje es la verdade-
ra transformación del ser humano. No cabe
«juego intranscendente y divertido». No hay
duda del valor de una imagen, pero no creo
duda para mí de que la creación artística en absoluto que valga más que mil pala-
ahonda sus raíces más profundas en la bras. La imagen es algo de nuestro mundo
capacidad que tenemos los seres humanos y hay que cultivarla, pero si una persona no
de jugar. Y el Quijote, como obra de arte es palabra, no es lenguaje, si no tiene ese
que es en primer lugar, no se aleja de ello. murmullo interior que se llama pensamien-
«La cultura viene del juego –ha escrito Hui- to, no es nada y, para colmo, puede ser
zinga– y el juego es, ante todo, invención y manipulada por la imágenes. ¡Qué parado-
libertad»9. Pero la invención y la libertad no ja!, ¡las imágenes pueden cegar!11
son un juego intranscendente. Y la calidad Y a través del juego –hacemos hincapié
del juego, su intensidad, depende de la en la función experimentadora de la lectu-
capacidad de locura con que lo aborda- ra– exploramos las consecuencias de aque-
mos, de nuestra capacidad de alejarnos de llo que quisiéramos hacer y no nos atreve-
la vulgaridad10. En el juego al que me refie- mos. Pero sobre todo nos adentramos en
ro –y comprendo en él la creación del Qui- los caminos de la ficción donde viviremos,
jote– se conjugan la turbulencia y la norma. gracias a la fascinación del arte, en los pai-
Diría que lleva en su interior el germen de sajes que la fantasía en libertad fue capaz
la subversión. También debe ser un juego de crear. El afán de ser otro, de estar en
para el lector, quien convierte en significa- otros, de ser lo que soñamos. Las ficciones
do actual aquello que se halla implícito en son el espejo de nuestras rebeldías, el lugar
la obra. Es, pues, el lector, la mesura del donde se proyecta nuestro coraje, la ilusión

(7) A. Roy: «El final de la imaginación», en El País (Domingo), 2-VIII-1998, p. 3.


(8) D. Ynduráin: Op. cit., p. 10.
(9) J. Huizinga: Homo ludens. Madrid, Alianza Editorial, 1975, p. 8.
(10) P. Zumthor: Introduction à la poésie orale. París, Edit. du Seuil, 1983, p. 267.
(11) L. Lara: «Emilio Lledó, baluarte de la enseñanza pública», en Cuadernos de Pedagogía, nº 287. Barce-
lona, enero de 2000, p. 49.

197
–como la tuvo Don Quijote– de un mundo yo llegué a oir que eres gobernador, me
que podría ser creado por segunda vez. O pensé allí caer muerta de gozo, que ya
tantas veces como fuéramos capaces de sabes tú que dicen que así mata la alegría
soñarlo. Aunque el temor y la desconfianza súbita como el dolor grande. A Sanchica tu
hija se le fueron las aguas sin sentirlo de
nos vuelvan pragmáticos. Así, en aquella
puro contento. El vestido que me enviaste
fábula iniciática que es La vida es sueño, en tenía delante, y los corales que me envió mi
la que un «animal» aprende a ser hombre señora la duquesa al cuello, y las cartas en
asumiendo los espectros de la existencia y las manos, y el portador dellas allí presente,
venciendo por su libre albedrío el determi- y, con todo eso, creía y pensaba que era
nismo de las estrellas. Segismundo ejerce todo sueño lo que veía y lo que tocaba,
su libertad autolimitándose porque duda y porque ¿quién podía pensar que un pastor
piensa que, en cualquier momento, puede de cabras había de venir a ser gobernador
despertar. Uno y otro saben que la realidad de ínsulas?13
posee una forma no racional de emerger Esta carta, como todo el conjunto de la
profundamente vinculada al lenguaje del correspondencia mantenida entre Sancho,
sueño. Y esta emergencia de la realidad a la Teresa Panza y la duquesa configura «uno
que llamamos ficción es esencialmente de los momentos más cómicos de la nove-
humanizadora. la»14 y pertenece a las denominadas cartas
Es la mediación de lo imaginario, de lo bufonescas, una modalidad literaria que
inverificable (lo poético), son las posibili- alcanza su auge durante el Renacimiento,
dades de la ficción (mentira) y los saltos en tiempos anteriores a la publicación del
sintácticos hacia mañanas sin fin lo que ha Quijote. Había sido acogida por los bufo-
convertido a hombres y mujeres, a mujeres nes oficiales y extraoficiales residentes en
y hombres, en charlatanes, en murmurado- las cortes y fueron ellos quienes establecie-
res, en poetas, en metafísicos, en planifica- ron las bases de un arte festivo dirigido a la
dores, en profetas y en rebeldes ante la
diversión cortesana. A través de las cartas
muerte12.
de Teresa se adivina, aunque sea de forma
Años antes de que Segismundo viniera sutil, una tensión social; de ahí su estrecha
al mundo para soñar una realidad que podía vinculación con las implicaciones críticas
no ser cierta, también Teresa Panza, mujer de la bufonesca: el arte de los bufones, con
de Sancho, había temido que todo cuanto sus invectivas y sus burlas mordaces.
sucedía a su marido fuera mentira: el título En sueño, dice Cervantes, se convier-
de gobernador de la ínsula Barataria, los ten las vanas esperanzas de la gente. En
regalos que la duquesa le mandara, el mis- sombras de la nada. ¿Hay algo más demo-
mo mensajero que le trajo la carta… Todo ledor y terrible? O puede que, tal vez, haya
ello podía ser un sueño, una irrealidad. Cer- en ello un hermoso rastro, un recuerdo
vantes describe con sutil ironía ese temor: lejano del «carpe diem»:
Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y ¡Oh vanas esperanzas de la gente,
yo te prometo y juro como católica cristiana cómo pasáis con prometer descanso
que no faltaron dos dedos para volverme y al fin paráis en sombra, en humo,
loca de contento. Mira, hermano: cuando en sueño!15

(12) G. Steiner: Errata. Madrid, Siruela, 1998, p. 114.


(13) M. de Cervantes: Op. cit., p. 1.059.
(14) A. L. Martín: «La epístola bufonesca y la segunda parte del Quijote», en Actas del III Coloquio Interna-
cional de la Asociación de Cervantistas. Anthropos, 1993, p. 431.
(15) Ibidem, p. 595. Francisco Rico anota en pie de página otro verso famoso de Luis de Góngora: «En tie-
rra, en humo, en polvo, en sombra, en nada».

198
Recorrer aquellos paisajes que la ima- na no son reliquias auténticas, lo hacéis
ginación construye tiene la misma función con tanta devoción?» La respuesta del mon-
que el juego para un niño. Al entrar en je fue así de clara: «No es el problema si son
ellos hemos de estar dispuestos a que los o no auténticas. Si las beso devotamente,
animales hablen, a que los gigantes nos puedo percibir su perfume». El profesor de
atormenten con sus delirios y su hambre Semiología comprendió que con aquella
atávica de carne humana, a que se crea respuesta no había pretendido demostrar
entorno a aquella realidad ficticia un uni- la autenticidad de los iconos, sino explicar-
verso propio, con sus lluvias y sus crepús- le el poder convulso de la mentira cuando
culos, su red de amores y fracasos. Creo estamos dispuestos a creerla. En realidad,
que fue Hemingway quien escribió en el se trata de un pacto como el que Alicia
prólogo de París era una fiesta que la irre- establece con el unicornio. Éste le propo-
alidad de los mundos de ficción es capaz ne: «Bueno, ahora que ya nos hemos visto,
de iluminar con luz nueva las cosas que si tú crees en mí, yo creeré en ti. ¿Trato
fueron contadas como ciertas. Pero cabe hecho?».18 Ambos decidieron que el otro
añadir que esa irrealidad «subjuntiviza» la era de verdad, aunque sabían que sólo
realidad: porque da consistencia a aquello eran el sueño de alguien. Pero de todos los
que pudiera ser o debiera ser. Un universo episodios que trazan la irrealidad de Alicia,
«subjuntivizado» es especialmente excitan- el más inolvidable es para J. L. Borges el
te, y puede también que sea perturbador. que cuenta el adiós del Caballero Blanco:
Porque nuestro cerebro nace y se desarro-
lla, justamente, entre dilemas16. Acaso el Caballero está conmovido, porque
Cuenta Umberto Eco17 una pequeña no ignora que es un sueño de Alicia, como
Alicia fue un sueño del Rey Rojo, y que está
historia, casi una anécdota, que le sucedió
a punto de esfumarse. El Caballero es asi-
en el monte Athos donde encontró a un mismo Lewis Carrol, que se despide de los
monje bibliotecario que hablaba francés sueños queridos que poblaron su sole-
correctamente. «Pronto –dice– hablamos de dad19.
París», y durante la conversación, el monje
le preguntó si Julia Kristeva todavía estaba Es frecuente que el sueño se asocie a la
casada con Philippe Sollers. Cuando Eco le ficción. Así ocurre también en el Quijote:
pidió que le contara cómo conocía este –Pues con este beneplácito –respondió el
hecho y tantas otras cosas de París, le res- cura–, digo que mi escrúpulo es que no me
pondió que en mayo del 68 había estado puedo persuadir en ninguna manera a que
en la Sorbona tras las barricadas, y que, toda la caterva de caballeros andantes que
pasado aquel tiempo de euforia revolucio- vuestra merced, señor don Quijote, ha refe-
naria, había andado el camino de la con- rido, hayan sido real y verdaderamente per-
versión religiosa hasta retirarse en el mon- sonas de carne y hueso en el mundo, antes
te Athos, el monasterio solitario. Luego, imagino que todo es ficción, fábula y men-
Umberto Eco le dijo: «Sois un hombre que tira y sueños contados por hombres des-
piertos, o, por mejor decir, medio dormi-
sabe del ejercicio de la inteligencia. ¿Por
dos20.
qué, si sabéis que los iconos que besáis
todos los días durante la misa de la maña-

(16) Vid. J. Bruner: Pourquoi nous racontons des histoires? París, Retz, 2002, p. 47.
(17) U. Eco, en AA.VV.: La fi del temps. Barcelona, Empúries, 1999, pp. 236-237.
(18) Citado por A. Manuel: Leer imágenes. Madrid, Alianza Editorial, 2002, p. 170.
(19) J. L. Borges: Prólogos. Buenos Aires, Torres Agüero, edit., 1975, p. 111.
(20) M. de Cervantes: Op, cit., p. 635.

199
Intentar comprender los fundamentos mejor letrado en el mundo, y que tengo
antropológicos de la ficción es en primer aquí dos o tres dellos, con otros papeles,
lugar entrar en el análisis de las competen- que verdaderamente me han dado la vida,
cias intencionales de quienes se hallan no sólo a mi, sino a otros muchos. Porque
implicados en su construcción: tanto del cuando es tiempo de la siega, se recogen
aquí las fiestas muchos segadores, y siem-
emisor como del receptor, de los mecanis-
pre hay algunos que saben leer, el cual
mos psicológicos que pone en acción, de coge uno destos libros en las manos, y
aquellos presupuestos que nos permiten rodeámonos dél más de treinta y estámosle
crearla, de las implicaciones lúdicas que escuchando con tanto gusto, que nos quita
contiene, de las capacidades cognitivas mil canas23.
que estimula.
Hay en el Quijote abundantes referen- Advierte el ventero que los libros le die-
cias a la lectura. A veces es la lectura que nos ron la vida. Después del trabajo, más duro
en tiempo de siega, se reúnen para escuchar
lleva por un luminoso laberinto de ideas;
la lectura en voz alta de las invenciones que
otras, aquélla que conduce a la locura:
el libro les ofrece. La ficción transita por la
Cervantes nos dice que nuestro hidalgo voz. El ventero dice que, estándole escu-
andaba ocupado en cazar y administrar sus chando, les quita mil canas: mil preocupa-
bienes, pero en los ratos que estaba ocioso, ciones y desvelos. Y el andar por las veredas
que eran los más del año: «Se daba a leer de la ficción les rejuvenece, les llena de
libros de caballería, con tanta afición y gus- experiencias que van a interferir en su
to, que olvidó casi de todo punto el ejerci- manera de entender la vida. Hoy sabemos
cio de la caza y aun la administración de su que toda lectura, sea cual fuere, se proyecta
hacienda»21. Y estas lecturas le llevaron a en otra. Cada página leída proyecta su som-
una locura que nace de los libros, en rela- bra sobre la página siguiente. En mi lectura
ción con la letra impresa: «Se enfrascó tan- actual intervienen los estratos sucesivos de
to en la lectura, que se le pasaban las mis lecturas anteriores. Albert Manguel ha
noches leyendo de claro en claro, y los días definido la lectura como un palimsesto24. El
de turbio en turbio; y así, del poco dormir palimsesto es un texto escrito sobre otro tex-
y del mucho leer, se le secó el cerebro de to. Y en eso consiste la lectura: leemos sobre
manera que vino a perder el juicio»22. Pero otras lecturas preexistentes. Por eso, podría-
hay quien recuerda con nostalgia los tiem- mos referirnos a la influencia de Kafka sobre
pos en que, tras las tareas del campo, se la lectura del Quijote, cuando la lectura de
reunían las gentes en torno a quien era Kafka precedió a la del Quijote. O a la
capaz de coger un libro y leer en voz alta. influencia del Ulisses de Joyce sobre la Odi-
Así, el ventero, estando su mujer, su hija, sea, cuando aquella lectura fue anterior a la
Maritornes y muchos otros, y escuchando del poema homérico. Leemos desde otras
lecturas que condicionan nuestra construc-
los relatos del cura sobre los males que la
ción del sentido.
lectura de libros de caballería había hecho
Difícilmente, dado el actual estado de
a Don Quijote, dijo: los estudios, se podría volver a la idea que
No sé yo cómo puede ser eso, que en ver- Cervantes quisiera escribir una obra cómi-
dad que, a lo que yo entiendo, no hay ca y que el Quijote fuera concebido como

(21) M. de Cervantes: Op. cit., p 37.


(22) Ibidem, p. 39.
(23) Ibidem, p. 369.
(24) A. Manuel: Dans la forêt du miroir. Arles, Actes Sud / Leméac, 2000, p. 236.

200
una simple parodia de los libros de caba- Miróle Sancho y vio que tenía la cabeza
llería. Durante varios siglos –especialmente inclinada sobre el pecho, con muestras de
el XIX y el XX–, y, probablemente, como estar corrido. Miró también don Quijote a
consecuencia de que Byron escribiera en Sancho y vióle que tenía los carrillos hin-
su Don Juan sobre la tristeza que provoca chados y la boca llena de risa, con eviden-
la risa –o la sonrisa– del Quijote: «Tis the tes señales de querer reventar con ella, y no
saddest, and the more sad, / Because it pudo su melancolía tanto como él, que a la
vista de Sancho pudiese dejar de reírse; y
makes us smile», ha predominado la idea
como vio Sancho que su amo había comen-
de la triste y patética risa que encontramos zado, soltó la presa de manera que tuvo
en el libro de Cervantes. Esta sonrisa triste necesidad de apretarle las ijadas con los
procede no de una ironía mordaz, sino de puños, por no reventar riendo…28
aquélla que «entraña cierta simpatía por su
víctima y es capaz de sustituir la risa burlo- Si bien los estudios sobre los aspectos
na del reproche sarcástico por la benévola cómicos de la obra de Cervantes no han
y fina sonrisa de la razón»25. Pero aquéllos sido abundantes, cabe destacar, entre los
que han considerado la actitud de Cervan- primeros, los trabajos de P. E. Russel29, los
tes ante los géneros cómicos de su tiempo, de Anthony Close30 y el de Daniel Eisen-
aúnque hayan sido más bien escasos, han berg31, especialmente el capítulo dedicado
subrayado de forma persistente la diversi- al «humour». Posteriormente, y ya en la
dad de enfoques con que se enfrenta a lo década de los años noventa del pasado
risible. Esta heterogeneidad de estilos y siglo, surgen una serie de propuestas,
géneros nos permite percibir en estado generalmente relacionadas con los
latente «una teoría cervantina de la obra o encuentros internacionales de cervantistas,
fábula risible»26. El mismo A. Close añade sobre la comicidad burlesca y satírica del
que esta teoría encierra una concepción Quijote. Son trabajos que, en ocasiones,
elevada y orgullosa del arte cómico, como aparecen como reacción a los ensayos de
una muestra de inteligencia, imaginación y Russell y Close y a su interpretación dema-
buen gusto, capaz de sanar penas y renco- siado vinculada a la idea de que la risa era
res y salvar barreras sociales. «Es una con- la reacción que se proponía Cervantes. Y,
cepción –afirma– que permite que lo risi- aunque sabemos que la sátira es una
ble sea presentado como un cortocircuito
corriente que fluye difusa en la mayoría de
en el sistema de valores de las clases eleva-
sus obras, no se pueden olvidar aquellos
das, provocado por la afirmación de un
versos del capítulo cuatro del Viaje al Par-
antisistema de valores antagónicos»27. Aun-
que con frecuencia la risa puede estar mar- naso que dicen:
cada por el espíritu de juego o de fiesta:

(25) A. M. Dotras: «La fina sonrisa cervantina», en Actas del II Coloquio Internacional de cervantistas. Bar-
celona, Anthropos, 1990, p. 555.
(26) A. Close: «Cervantes frente a los géneros cómicos del siglo XVI», en Actas del II Coloquio Internacio-
nal de cervantistas. Barcelona, Anthropos, 1993, p. 90.
(27) Ibidem, p. 94.
(28) M. de Cervantes: Op. cit., p. 219.
(29) P. E. Russell: «DQ as a Funny Book», en Modern Language Review, LXIV, 1969. Traduc. esp. «DQ y la
risa a carcajadas», en su Temas de la Celestina y otros estudios: del Cid al «Q». Barcelona, Ariel, 1978.
(30) En especial: A. CLOSE: The romantic approach to Don Quixote. Cambridge, Cambridge University Pres,
1978.
(31) D. Eisenberg: A study of Don Quixote. Newark, Juan de la Cuesta, 1987. Traducción española: La inter-
pretación cervantina del Quijote. Madrid, Compañía Literaria, 1995.

201
Nunca voló la humilde pluma mía magistral por el autor del Quijote: la risa
por la región satírica, bajeza erasmiana, lo satírico-burlesco, la parodia
que a infames premios y desgracias guía32. del bufón, el mundo puesto al revés de la
Se trata de la aversión de Cervantes por tradición carnavalesca se unen y configu-
la sátira difamatoria y a favor del uso de ran una hermosísima síntesis de la que se
recursos satíricos cuando éstos son dirigi- desprende aquella risa regeneradora y
dos a la manera de Horacio, a reprender jocunda capaz de poner en entredicho
los vicios humanos sin derivar en acusacio- todo aquello que es rígido e inalterable. El
nes. hombre que no ríe, afirmaba J. Cocteau, no
Pero cabe destacar que tras la evidente es un hombre serio. La inaptitud de ciertas
personas para abandonar la intransigencia
comicidad, en el trasfondo de tantas cons-
de los prejuicios, la incapacidad de perce-
trucciones con fachadas cómicas, Cervan-
bir la comicidad de una situación, la rigidez
tes consigue imbricar una serie de preocu-
de algunos labios cerrados a la risa son sig-
paciones y desvelos sobre la sociedad de
nos inequívocos de intolerancia. Miguel de
su tiempo y los difíciles avatares que ace- Cervantes sabía que la risa es el resultado
chan al hombre de todas las épocas, con lo de un proceso de socialización, un acto de
cual se desvía de lo puramente cómico. comunicación y una forma de conocimien-
Adrienne Leskier Martin, primero en una to. Pero también que, a veces, se puede reír
comunicación presentada en el I Coloquio en solitario. Hay una forma silenciosa de
Internacional de Cervantistas33 y, más tar- reír: la risa interior. El hombre ríe, a menu-
de, en su libro Cervantes and the Burlesque do, como quien medita. Es una forma de
sonnet34, propone mediante el estudio del risa inquietante. Pero el hombre que ríe se
soneto burlesco de Cervantes –los sonetos humaniza, al mismo tiempo que trata de
sueltos y los del Quijote– una visión más comprender el mundo. Y es una capacidad
amplia de aquella comicidad, puesto que ejercida desde la inteligencia. Un don que
dichos sonetos –y analiza con detalle el los dioses dieron a los hombres para que
Diálogo entre Babieca y Rocinante–, infun- tuvieran la capacidad de consolarse de ser
den una profundidad crítica e intelectual a inteligentes. Dice Baudelaire36 que el sabio
los tradicionales géneros cómicos, al mis- tiembla cuando ríe. Porque, a menudo, la
mo tiempo, que subraya el modelo cervan- materia de la que nos reímos –la vida del
tino en cuanto abarca e integra tres corrien- hombre– está hecha de tristeza y angustia.
tes de lo cómico: 1) la vena clásica y huma- La risa surge en la inteligencia del que ríe y
nística de humor procedente de la sátira y no en el objeto del que nos reímos. Es una
la literatura bufonesca, 2) la risa amplia y cualidad humana y no una condición de las
liberadora de la tradición popular y 3) la cosas risibles. No es difícil deducir que la
invectiva personal35. Estas tres modalida- risa, en tanto que respuesta física de una
des cómicas fueron integradas de forma operación intelectual, es una respuesta

(32) Vid. la edición de F. Rodríguez Marín. Madrid, C. Bermejo, 1935, p. 52.


(33) Celebrado en Alcalá de Henares entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 1988. «Un modelo
para el humor poético cervantino: los sonetos burlescos del Quijote», en Actas del II Coloquio Internacional de
cervantistas. Barcelona, Anthropos, 1990, pp. 349-356.
(34) A. Laskier Martín: Cervantes and the burlesque sonnet. Berkeley y Los Ángeles, University of Califor-
nia Press, 1991.
(35) A. Leskier Martín: «Un modelo para el humor poético cervantino: los sonetos burlescos del Quijote»,
en Op. cit., p. 349.
(36) CH. Baudelaire: De l´essence de rire et généralment du comique dans les arts plastiques. París, Edit.
René Kieffer, 1925.

202
moral. Reír sería emitir juicios de valor. vas a eliminarla si eliminas el libro. El viejo
Quienes se adscriben a esta idea han fraile ciego cree que la risa es una debili-
observado que la mayoría de chistes, cuen- dad del hombre corrupto, la distracción del
tos de burlas, histórias cómicas se dirigen campesino, la exuberante fiesta del borra-
contra alguno o algunos valores estableci- cho. Incluso la Iglesia, que es sabia, ha per-
dos. Reír implica, pues, un juicio. mitido el jolgorio de la fiesta, del carnaval y
Es interesante rastrear en el texto de de la feria –afirma– para que los hombres
Cervantes esa risa amplia de la tradición descarguen las tensiones y liberen las emo-
popular que Mijail Bajtin definió en su ciones agresivas. De esta manera, se trata
conocido estudio sobre la obra de François de evitar otros males peores; otros deseos y
Rabelais37. Hay una forma de reír popular, otras ambiciones. Esta risa, no obstante, es
múltiple y compleja, contrapuesta a la cul- algo inferior, propio del pueblo bajo, que
tura oficial, al hermetismo religioso y feu- se divierte en las parodias vulgares des-
dal. Esa risa era el resultado de una varie- pués de beber y comer desmesuradamen-
dad de formas culturales –fiestas carnava- te. Jorge de Burgos sabe que aquel libro
lescas, rituales burlescos, bufones, paya- que ha mantenido escondido tanto tiempo
sos, literatura paródica, etc.– que poseían invierte la función de la risa y enseña de
una unidad de estilo y configuraban la qué manera puede transformarse en una
denominada cultura cómica popular. Sus operación intelectual dirigida al rigor de la
manifestaciones constituían una parte fun- crítica. No hay que temer la risa que se cen-
damental de la creatividad de las clases tra en el vientre. Si llega al intelecto, puede
populares. Bakhtin profundiza en la natu- que contribuya a que el miedo desaparez-
raleza de esta risa y subraya su universali- ca.
dad, la capacidad de comprender la visión Pero la risa popular también es el resul-
del mundo de las gentes del pueblo, su tado del afán humano de diversión, de las
ambigüedad y su relación con el tiempo y ganas de reírse del mundo, de rebelión: el
el espacio. Por su parte, Umberto Eco38 sentido que adquieren las cosas al invertir-
contrapone la risa popular, tolerada por el se, el poder revulsivo de la burla paródica,
poder y permitida con recelo porque libera del escarnio, la fuerza de la risa y su ener-
energías y sirve de descarga, a la risa inteli- gía transformadora, su aspecto ritual, ser-
gente, arma sutil que destruye convencio- mones disparatados, batallas burlescas, la
nalismos y desintegra las bases que sostie- vida al revés: el pez que pesca al pescador,
nen el poder. Fray Guillermo de Baskervi- los sirvientes que dan órdenes a los amos,
lle pide al bibliotecario de la abadía, viejo y los hombres que se visten de mujer. Cam-
ciego, Jorge de Burgos, que le enseñe el biar de sexo, aunque sea sólo por una
libro que ha escondido durante toda su noche, perder la identidad, falsear la voz,
vida, porque no iba a permitir que alguien insultar a la gente con la cara cubierta…
acabara por leerlo: el segundo libro de la Inquietante, el Carnaval es la fiesta de la
Poética de Aristóteles, que muchos consi- libertad efímera, porque efímero es el rei-
deran perdido y otros, que jamás fue escri- nado de don Carnal. Pero también es la
to, pero del que tiene guardada una copia fiesta de la irracionalidad, de la locura. El
en secreto. ¿Por qué tienes tanto miedo, le mundo como fiesta, como disfraz, engaño
pregunta, de este discurso sobre la risa? No y borrachera, pero también como locura

(37) M. Bakhtin: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabe-
lais. Barcelona, Barral, edit., 1974. Pueden consultarse del mismo autor: Problemas de la poética de Dostoievski.
México, Fondo de Cultura Económica, 1986, y Teoría y estética de la novela. Madrid, Taurus, 1989.
(38) U. Eco: El nombre de la rosa. Barcelona, Lumen, 1982.

203
que triunfa –elogio de la locura–, que rom- algo que recuerda las fiestas de locos, las
pe todo lo inamovible y rígido. El Quijote burlas y escarnios del Carnaval. Los diálo-
participa de esta risa 39 . Un pobre loco gos equinos fueron utilizados durante el
hidalgo manchego se disfraza de caballero Renacimiento para criticar las costumbres
andante y empieza su andadura disparata- sociales y los rocines de ficción, a veces
da. Y Cervantes sabe, como antes lo había bufonescos y satíricos, revelan a menudo la
sabido Rabelais, que «un rire plein d’huma- naturaleza absurda del hombre. Y puede
nité peut chasser la peur, même la plus que el asno, entre tanto equino parlante,
vive»40. Su proyecto de reírse del mundo sea el que desempeña más variedad de
simbolizó una reconciliación entre la Edad papeles dentro de las tradiciones clásica y
Media y el Renacimiento, entre las voces del popular: testamentos paródicos de asnos
pueblo y la sabiduría de los cultos. Serían que distribuyen sus miembros, sermones
múltiples los ejemplos de esa risa alegre y burlescos sobre el asno, tratados sobre la
de cómo Cervantes es capaz de carnavalizar nobleza del burrro, asnos con disfraz de
las historias y los personajes con los que jue- león descubiertos por sus rebuznos, revela-
ga. «El Quijote es una obra penetrada de da su verdadera naturaleza, el asno que sir-
atmósfera carnavalesca», dice Agustín ve de montura al cornudo para que todos
Redondo41. Veamos algunos ejemplos: se rían de él… Don Quijote llegará a la ven-
Después de la paliza que caballo, amo ta montado en un asno, como Sileno, peda-
y escudero reciben de unos yangüeses que gogo del dios de la risa. Confundirá el lugar
se encuentran por el camino, porque la con un castillo y allí sucederán otras des-
vida de los caballeros andantes está sujeta gracias.
a mil peligros y desventuras, y viendo San- Todos los sucesos que ocurren en la
cho que su jumento ha quedado «libre y sin venta tienen su impacto cómico, comen-
costas» después de tan desgraciado zando por el hecho de confundir la venta
encuentro, piensa Don Quijote que bien con un castillo, las mujeres por damas, el
podrá aquel asno suplir la falta de Roci- toque del cuerno del que se sirve un por-
nante, llevándoles a algún castillo donde quero para recoger sus cerdos por el toque
de trompeta de un enano que le acoge des-
sean curados de las heridas:
de las almenas del castillo. Igualmente bur-
Y más que no tendré a deshonra la tal caba- lesco es cuanto le sucede mientras vela las
llería, porque me acuerdo haber leído que armas en el corral de la venta, y el ritual en
aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo que el ventero y las rameras Tolosa y
del alegre dios de la risa, cuando entró en Molienra le arman caballero. O el tema del
la ciudad de las cien puertas iba muy a su encantamiento de Dulcinea que llega a ser
placer caballero sobre un muy hermoso
asno42.
el hilo conductor más importante de la
Segunda Parte, entretejido con lo más pro-
El «ayo y pedagogo del alegre dios de fundamente cómico-serio de toda la nove-
la risa» viajó en un burro. Hay en la escena la43. Hay elementos carnavalescos en el

(39) M. Durán: «El Quijote a través del prisma de Mikhail Bakhtin: carnaval, disfraces, escatología y locu-
ra», en AA.VV.: Cervantes and the Renaisance (Papers of the Pomona College). Yale, Yale University, 1980, pp.
71-86.
(40) M. Schreech: Rabelais. París, Éditions Gallimard, 1992, p. 17.
(41) A. Redondo: «El personaje de Don Quijote: tradiciones folklórico-literarias, contexto histórico y ela-
boración cervantina», en Nueva Revista de Filología Hispánica, 29 (1980), pp. 36-59.
(42) M. de Cervantes: Op.cit., p. 166.
(43) A. A. Sicroff,: «En torno al Quijote como “obra cómica”», en Actas del II Coloquio Internacional de cer-
vantistas. Barcelona, Anthropos, 1990, pp. 353-366.

204
contraste entre gordos y flacos que, ade- que es sabia. Bakhtin se refiere a la risa
más de los dos protagonistas, pueblan la como a una «segunda naturaleza humana»,
novela: «Sancho Panza, montado en el ahogada con frecuencia en la seriedad uni-
rucio, era una festiva representación de las lateral de lo cotidiano. Cuando el sentido
Carnestolendas»44. Cabe fijar la atención en festivo del Carnaval penetra el lenguaje
el cuadro de Pieter Bruegel, el Viejo, El literario, como ocurre en el Quijote, apare-
combate del Carnaval y la Cuaresma, de ce una pluralidad de tonos, una amalgama
1559, actualmente en el Kunsthistorisches de registros heterogéneos, un universo
Museum de Viena. Gordo como Sancho, cómico y también subversivo que, al con-
don Carnal, montado en un tonel de vino, cretarse en las grandes obras del Renaci-
encabeza el desfile grotesco. Frente a su miento –con Bocaccio, Rabelais, Cervantes
escudero, don Quijote, el Caballero de la y Shakespeare, porque sus obras hereda-
Triste Figura, es un ser cuaresmal: seco de ron la risa milenaria del pueblo, la risa se
carne, de rostro enjuto, largo y flaco. vuelve una visión del mundo– hace que
Va a ser esta cultura cómica de las cla- percibamos el aliento libre de la plaza
ses populares la que va a preparar la eclo- pública, el jocoso universo de la locura.
sión naturalista de los tiempos nuevos. No
habría sido posible que el mundo se con-
virtiera en objeto de investigación científica
basada en la experiencia mientras estuvie- BIBLIOGRAFÍA
ra marginado del hombre. La conquista del
mundo cotidiano por medio de la risa car- BAKHTIN, M.: La cultura popular en la Edad
navalesca destruía los obstáculos y acorta- Media y en el Renacimiento. El contex-
ba las distancias entre el hombre y la reali- to de François Rabelais. Barcelona,
dad que le rodeaba. Eso le permitía palpar Barral, edit., 1974. Pueden consultarse
la realidad, acercar el hombre al mundo, a del mismo autor: Problemas de la poéti-
su propio cuerpo, penetrar el misterio ca de Dostoievski. México, Fondo de
secreto de las cosas y compararlas, anali- Cultura Económica, 1986, y Teoría y
zarlas, medirlas con precisión, experimen- estética de la novela. Madrid, Taurus,
tarlas. Percibir sus cualidades por medio de 1989.
los sentidos. De esta manera, la cultura B AUDELAIRE, CH .: De l´essence de rire et
cómica de las clases populares contribuía généralment du comique dans les arts
al desarrollo de la nueva ciencia experi- plastiques. París, Edit. René Kieffer,
mental y práctica. Don Quijote es uno de 1925.
aquellos seres quiméricos que definen su BERGSON, H.: La risa. Madrid, Espasa Calpe,
época: exaltado y loco, porque razona de 1986.
forma divergente y extraña. Nos hace reír B ORGES, J. L.: Prólogos. Buenos Aires,
–matiza Bergson45– porque parte a correr Torres Agüero, edit., 1975, p. 111.
tras un ideal y tropieza con la realidad BRUNER, J.: Pourquoi nous racontons des
dura. Pero nos seduce por su infinita ino- histoires? París, Retz, 2002, p. 47.
cencia. CERVANTES, M. DE: Don Quijote de la Man-
En el gran teatro del mundo, la risa nos cha. Barcelona, Edición del Instituto
permite construir un espejo del tiempo. Esa Cervantes, dirigida por Francisco Rico,
risa va a ser un arma contra el miedo, por- 1998, p. 18.

(44) A. Redondo: «El personaje de Don Quijote: tradiciones folklórico-literarias, contexto histórico y ela-
boración cervantina», en Op. cit., p. 37.
(45) H. Bergson: La risa. Madrid, Espasa Calpe, 1986.

205
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cómicos del siglo XVI», en Actas del II segunda parte del Quijote», en Actas
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206
EDICIONES INFANTILES Y LECTURA ESCOLAR DEL QUIJOTE.
UNA MIRADA HISTÓRICA

ALEJANDRO TIANA FERRER (*)

RESUMEN. El Quijote ha sido una referencia permanente en la literatura española y


universal, a partir de su primera edición, de la que se celebra ahora el cuarto cen-
tenario. El número de ediciones publicadas desde entonces en diversas lenguas y
latitudes es incalculable, al igual que lo es la cifra de sus lectores. No tiene, pues,
nada de extraño que también haya ocupado un lugar destacado en las aulas esco-
lares. En este trabajo nos detendremos en el análisis del papel que la lectura del
Quijote desempeñó en las escuelas primarias españolas, desde la época de consti-
tución del sistema educativo español, a comienzos del siglo XIX, hasta el último ter-
cio del siglo XX. Sin pretensión alguna de exhaustividad, el artículo subraya algunos
momentos clave en ese periodo histórico, al tiempo que explora las características
de la producción editorial a que dio lugar.

ABSTRACT. El Quijote has been a continuous reference in the universal and Spanish
literature since its first edition, whose forth centenary is now celebrated. The num-
ber of editions published since then in several languages and latitudes is incalcula-
ble, as it is the number of its readers. Therefore, it is not strange that it had played
an important role at the school classes. In this article, it will be analysed the role
that the reading of El Quijote played in the Spanish primary schools from the time
of the constitution of the Spanish educational system, at the beginning of the 19th
century, to the last third of the 20th century. Without any ambition of being exhaus-
tive, this article underlines some crucial moments in that historical period, exploring
at the same time the characteristics of the publishing production that took place.

EL QUIJOTE COMO LECTURA ESCOLAR época en que los modelos curriculares se


fueron haciendo más complejos y comen-
zó a ampliarse la lista de las materias obje-
El libro de lectura ocupó históricamente un
to de instrucción1. No se trata de un fenó-
lugar privilegiado en la escuela primaria, al meno exclusivamente español, sino que la
menos hasta el primer tercio del siglo XX, situación fue similar en la práctica totalidad

(*) UNED. Actual Secretario General de Educación.


(1) Véase al respecto A., Tiana: «Los libros de lectura extensiva y desarrollo lector como género didáctico.
El Quijote en la escuela. Las gramáticas escolares», en A., Escolano Benito (dir.): Historia ilustrada del libro esco-
lar en España. Del Antiguo Régimen a la Segunda República. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez,
1997, pp. 255-289. Este artículo constituye una versión actualizada y ampliada de una parte de dicho trabajo, al
que se remite al lector para un desarrollo más extenso de algunos de los argumentos presentados en este apar-
tado inicial.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 207-220. 207


Fecha de entrada: 09-12-2003
de los sistemas educativos, hasta aproxima- exposición de las obligaciones civiles»3, al
damente la época de la Segunda Guerra tiempo que preveía que quedasen privados
Mundial. Tanto es así, que la lectura ha lle- de derechos civiles a partir de 1830 quienes
gado a ser legítimamente considerada no hubiesen aprendido a leer y escribir.
como el principal eje vertebrador de la Esa escuela primaria, a la que se refería
práctica escolar2. el Reglamento de las Escuelas Públicas de
La importancia que la lectura adquirió Instrucción Primaria Elemental de 1838
en el currículo de la escuela primaria tiene como la establecida «para la masa general
que ver con las diversas funciones que se del pueblo» y cuyo objeto debería ser «des-
le atribuyeron. En primer lugar, ha sido arrollar las facultades mentales del hombre,
siempre considerada un instrumento cultu- suministrando los conocimientos necesa-
ral indispensable para una persona culta, rios a todas las clases sin distinción»4, con-
por cuanto permite el acceso a los más sideraba la lectura como un aprendizaje
prestigiosos bienes culturales. Además, en fundamental, por los motivos enunciados.
una sociedad de masas, como comenzaron De hecho, la importancia que siempre le
a ser las democracias representativas del fue concedida se puso de manifiesto en
siglo XIX, su aprendizaje no debía restrin- todas las normas que prescribieron el currí-
girse a las clases y grupos dominantes, sino culo que debía impartirse en las escuelas
que tenía que ser un bien básico, accesible primarias españolas durante el siglo XIX y
a todos los ciudadanos, dado que todos comienzos del XX. Como es sabido, a falta
estaban llamados a participar en la vida de una prescripción curricular que incluye-
pública. No era otro el motivo por el cual la se los contenidos precisos de estudio,
Constitución española de 1812 disponía la dichas normas se limitaron a recoger una
apertura de escuelas de primeras letras en relación de las materias que deberían ense-
todos los pueblos de la monarquía, donde ñarse en las escuelas, en las que invariable-
se enseñase a los niños «a leer, escribir y mente la lectura aparecía en primer o
contar, y el catecismo de la religión católi- segundo lugar, junto con la doctrina y la
ca, que comprenderá también una breve moral cristianas5.

(2) Esta idea fue recogida en el título de una conferencia pronunciada en un congreso internacional sobre
la historia de los manuales escolares, subrayando así la importancia que la lectura llegó a tener en las escuelas
primarias. Véase A. Tiana: «La lectura como eje vertebrador de la práctica escolar. Una perspectiva histórica», en
Castro, R. Vieira de, Rodrigues, A., Silva, J. L., Sousa, M. L. Dionisio de (orgs.): Manuais escolares. Estatuto, Fun-
ções, História. I Encontro Internacional sobre Manuais Escolares. Braga, Centro de Estudos em Educação e Psi-
cologia –Instituto de Educação e Psicologia– Universidade do Minho, 1999, pp. 35-56.
(3) Historia de la Educación en España. Textos y documentos. Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia,
1979, Tomo I: Del despotismo ilustrado a las Cortes de Cádiz, p. 431.
(4) Historia de la educación en España. Textos y documentos. Madrid, M.E.C., 1979, Tomo II: De las Cor-
tes de Cádiz a la revolución de 1868, p. 157.
(5) El Reglamento de 1838 establecía las siguientes materias para las escuelas elementales: «1º Principios
de Religión y Moral. 2º Lectura. 3º Escritura. 4º Principios de Aritmética, o sea, las cuatro reglas de contar por
números abstractos y denominados. 5º Elementos de Gramática Castellana; dando la posible extensión a la Orto-
grafía». (Historia de la educación en España, Tomo II, pp. 174-175). También la Ley Moyano adoptó una defini-
ción semejante, estableciendo para la primera enseñanza elemental las siguientes materias: «1º Doctrina cristia-
na y nociones de Historia Sagrada acomodadas a los niños. 2º Lectura. 3º Escritura. 4º Principios de Gramática
Castellana con ejercicios de Ortografía. 5º Principios de Aritmética con el sistema legal de medidas, pesas y
monedas. 6º Breves nociones de Agricultura, Industria y Comercio, según las localidades» (Ibidem, pp. 244-245).
El Real Decreto de 26 de octubre de 1901 dispuso que la primera enseñanza incluiría las siguientes materias: «1º
Doctrina Cristiana y Nociones de Historia Sagrada. 2º Lengua Castellana: Lectura, Escritura y Gramática. 3º Arit-
mética. 4º Geografía e Historia. 5º Rudimentos de Derecho. 6º Nociones de Geometría. 7º Idem de Ciencias físi-
cas, químicas y naturales. 8º Idem de Higiene y de Fisiología humana. 9º Dibujo. 10º Canto. 11º Trabajos manua-
les. 12º Ejercicios corporales» (Colección legislativa de Instrucción Pública. Años 1900-1935, pp.750-751). Este
programa de estudios se mantendría en los años siguientes, siendo confirmado por Real Decreto de 8 de junio
de 1910, y siguió básicamente vigente hasta la publicación de los primeros Cuestionarios Nacionales en 1953.

208
Pero no se trata solamente de que la En 1841, en el acto público de inaugu-
lectura fuese considerada una materia de ración de la escuela práctica de niños de
interés instrumental (no sólo en el plano Guadalajara, su director, don Juan Jimeno,
cultural, sino incluso en el político, a la vis- hacía algunas afirmaciones del mismo esti-
ta de las intenciones que la guiaron), sino lo, demostrando que los maestros que esta-
que de ella se esperaba también que pro- ban comprometidos en la construcción del
porcionase un acceso al saber en términos sistema educativo liberal compartían tales
más amplios. Dicho con lenguaje actual, la planteamientos:
lectura debería ser el vehículo que permi- …el ejercicio de lectura, siempre que se
tiese la adquisición de muchos otros cono- sepa dirigir y se haga una acertada elección
cimientos que la escuela no podría sumi- de libros, puede dar un ensanche extraor-
nistrar de manera sistemática, dada la exi- dinario a los conocimientos de los niños
güidad de su currículo. Si tenemos en [...]. La lectura debe ser un medio de adqui-
cuenta además que durante un largo perio- rir las primeras nociones de historia, princi-
do de tiempo las únicas materias que cur- palmente de la de nuestra patria; de cono-
saban todos los alumnos eran la doctrina cer las causas de los fenómenos sorpren-
cristiana y la lectura6, podremos entender dentes que admiramos en la naturaleza a
cada paso, y evitar de este modo que la
que esta última se concibiese como la fuen-
ignorancia y superstición los conviertan en
te de otros muchos aprendizajes comple- efectos sobrenaturales; de aprender la sig-
mentarios. Por ese motivo, el citado Regla- nificación de muchas voces, ya de ciencias
mento de 1838 afirmaba que: ya de artes, como elemento indispensable
Se necesita que los niños adquieran en el para el mayor adelanto que se debe hacer
libro que tienen a la vista mayor instrucción después en el estudio; de analizar y desci-
que la que resulta del conocimiento de la frar el sentido vario en que se puede tomar
forma y posición de las letras; que el maes- una misma palabra, lo que constituye la
tro les vaya progresivamente informando base de la verdadera lógica; y en fin, de
de muchas cosas desde el momento en que enseñar a los niños a discurrir planteando
conocen bastantes letras para la formación el sistema interrogatorio, de cuyos maravi-
de palabras, aunque se compongan de una llosos efectos nadie duda8.
sola sílaba. Es preciso enseñarles a asociar La importancia concedida a la lectura
los significados con los signos correspon- estuvo en el origen de la gran expansión de
dientes; explicarles y darles a conocer estos
significados hasta el punto de interesarlos e
la edición escolar que tuvo lugar durante el
instruirles a la vez desde que comienzan a siglo XIX. Influyó además decisivamente en
leer; proporcionándoles entre otras venta- ese fenómeno la progresiva sustitución de
jas la inapreciable adquisición de un hábito los métodos individual y mutuo de ense-
permanente de atender siempre el signifi- ñanza por el simultáneo. Aunque sabemos
cado de la palabra leída7. que esa sustitución exigió mucho tiempo y

(6) Disponemos de datos de diversos años que confirman esa apreciación general. Por ejemplo, el Boletín
Oficial del Ministerio de Fomento, núm. 372, 1859, Tomo 29, p. 169, cuadro núm. 3 presentaba unas cifras, según
las cuales sólo el 47, 9% de los alumnos cursaban ese año escritura, el 39, 2% aritmética, el 20, 2% gramática y
el 6, 3% agricultura. Los que seguían enseñanzas de ampliación en escuelas elementales suponían un reducido
4, 6%. Sólo un 42, 6% de las niñas aprendían a coser y un porcentaje mucho menor, otras labores. Esas propor-
ciones irían aumentando con el paso del tiempo, pero años después aún serían muchos los alumnos que reci-
bían solamente lecciones de lectura y doctrina cristiana. Véanse al respecto los datos proporcionados para los
años finales del siglo XIX en N. de, Gabriel: Leer, escribir y contar. Escolarización popular y sociedad en Galicia
(1875-1900), Sada, Ed. do Castro, 1990, p. 402.
(7) Historia de la educación en España, Tomo II, p. 159.
(8) Boletín Oficial de Instrucción Pública, núm. 12, 1841, Tomo 2, pp. 24-25.

209
que a finales del siglo XIX todavía se utiliza- semejante al seguido por la industria edito-
ba en bastantes escuelas el método indivi- rial en general. Tanto por el número y tipo
dual, pese a haber sido proscrito en 1838, de ediciones, como por su uso efectivo en
la paulatina introducción del método las escuelas, el Quijote no fue una excep-
simultáneo contribuyó a difundir el uso del ción notable, aunque presentó algunas
libro individual del alumno, lo que obligó a peculiaridades que merecen consideración
producir cantidades crecientes de manua- y que se mencionarán más adelante.
les escolares. Es así como durante la época La mejor demostración del hecho que
isabelina y, sobre todo, en la Restauración acaba de mencionarse está en que, poco
se constituyó una pujante industria de edi- después de la implantación del sistema de
ción escolar. La importancia que en esa listas de libros autorizados, la que llevaba el
producción adquirieron los libros de lectu- número 32, publicada el 10 de diciembre de
ra viene avalada por las cifras. Así, de los 1856, incluía El Quijote de los niños y para el
169 libros autorizados en 1848 para uso en pueblo, abreviado por un entusiasta de su
las escuelas, 76 eran de lectura9. En la lista autor Miguel de Cervantes, al precio de 4
recapitulativa de 1856 eran 362 los libros reales. La lista número 33, del mismo día y
aprobados, de los cuales 195 eran de lectu- año, incluía El Quijote para todos, abreviado
ra10. Y en la lista general publicada en 1885, y anotado por un entusiasta de su autor
de los 1.141 libros autorizados, 484 eran de Miguel de Cervantes, con un precio en este
lectura11. Como puede apreciarse, en torno caso de 10 reales12. Ambas obras tuvieron
a la mitad de los manuales aprobados esta- varias reediciones antes de fin de siglo e
ban dedicados al aprendizaje o la práctica incluso después. En 1867 se publicó en París
de la lectura. Y además, al contar con una El Quijote de la juventud, extractado por
matrícula superior a la de otras materias, las Domingo López Sarmiento, que no era una
ventas de este tipo de libros también serían edición de carácter propiamente escolar,
en principio más elevadas. sino más bien destinada a la lectura infantil
En este contexto hay que insertar la y juvenil13. En 1875 se publicaría por la Pro-
expansión de la lectura escolar del Quijote, paganda Católica El ingenioso hidalgo don
que siguió unas pautas parecidas a las men- Quijote de la Mancha arreglado para que
cionadas. Por una parte, su lectura, más o sirva de texto de lectura en las escuelas de
menos obligada, fue difundiéndose paulati- instrucción primaria14, aunque no aparecía
namente en las escuelas; por otra, el ritmo entre los libros incluidos en la lista recapitu-
de producción de «Quijotes» escolares fue lativa de 1885. En este último año se publi-

(9) Colección Legislativa de la Administración Central, Tomo 43, pp. 193-201. Sobre el papel que desem-
peñaron las listas de libros autorizados en la legislación y la práctica escolar, puede consultarse M. de, Puelles:
«La política del libro escolar en España (1813-1939)», en A. Escolano Benito (dir.): Historia ilustrada del libro
escolar en España. Del Antiguo Régimen a la Segunda República. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez,
1997, pp. 47-67.
(10) Colección Legislativa de la Administración Central, Tomo 70, pp. 114-134.
(11) Colección legislativa de Primera Enseñanza. 1885, Madrid, Imp. del Colegio de Sordomudos y Cie-
gos, 1886, pp. 1-55.
(12) Véase la Orden de aprobación en J. L. Villalaín Benito: Manuales escolares en España. Tomo II. Libros
de texto autorizados y censurados (1833-1874). Madrid, UNED, 1999, pp. 355-356. La edición de ambos volú-
menes se hizo en Madrid, en la imprenta de José Rodríguez, en 1856. Aunque la Orden de aprobación de ambos
libros parecía atribuir el trabajo de abreviación a su editor, don Nemesio del Campo y Rivas, las fichas biblio-
gráficas consultadas y algunos de los volúmenes disponibles la registran como realizada por don Fernando de
Castro, lo que le concede mayor fiabilidad.
(13) París, Garnier, 1867. Tuvo reediciones al menos en 1887, 1888 y 1891.
(14) Madrid, La Propaganda Católica, 1875.

210
caba también El ingenioso hidalgo don Qui- selecto de máximas y documentos, com-
jote de la Mancha arreglado para que sirva pendio de erudición, gala de discreteos y
de texto de lectura en las escuelas de instruc- donaires, despertador ameno de la alegría,
ción primaria, compendiado por don Juan ahuyentador constante del tedio y la triste-
Manuel Villén15. De ese modo, ya durante el za»16. En su parte dispositiva, el decreto
siglo XIX se empezó a contar con algunos encargaba al Ministerio de Instrucción
«Quijotes» infantiles, destinados muchos de Pública y Bellas Artes que realizase las ges-
ellos al uso escolar. Sin embargo, hay que tiones necesarias para llevar la iniciativa a
reconocer que el auge de su lectura en la buen puerto. Sin embargo, mal podría el
escuela aún no había llegado en el momen- ministro Cortezo dar más pasos en esa direc-
to del cambio de siglo. ción, cuando el 20 de junio cesaba el
Gobierno, siendo sustituido por otro presi-
dido por Montero de los Ríos, que sólo
LA OBLIGACIÓN DE LA LECTURA DEL duraría hasta noviembre. La apertura de una
QUIJOTE EN LAS ESCUELAS etapa de gran inestabilidad política aparca-
ría el proyecto durante bastantes años.
El impulso principal para la difusión de la También con ocasión del tercer cente-
lectura escolar del Quijote llegaría con oca- nario, el conocido político liberal Eduardo
sión del tercer centenario de su edición, ya Vincenti editó en 1905 una versión abrevia-
a comienzos del siglo XX. Los actos progra- da de la novela, que llevaba por título El
mados para celebrarlo fueron diversos, libro de las escuelas17. Como respuesta a su
como diversas fueron las iniciativas oficiales solicitud de que fuese declarada obra útil
y privadas que se pusieron en marcha. En para la enseñanza, una Real Orden de 24
esa atmósfera de conmemoración, el gobier- de mayo de 1905 (Gaceta del 26 de mayo)
no de Raimundo Fernández Villaverde deci- lo recomendó como libro de lectura esco-
dió erigir un monumento a Cervantes en lar. En el informe preceptivo de la Sección
Madrid. El 8 de mayo de 1905 se publicaba primera del Consejo de Instrucción Pública
un Real Decreto por el que se disponía la se vertían diversos elogios a la publicación,
erección de dicho monumento, que debía afirmando que se trataba de un trabajo de
ser sufragado por suscripción voluntaria reducción y selección «concienzudo»,
entre los pueblos que tienen el castellano hecho «con incomparable esmero» y «exqui-
como lengua nacional. En su exposición de sito respeto», dando como resultado «una
motivos se calificaba al Quijote de «joya esti- reducción escrupulosa» que merecía ser
mabilísima», «flagelador irónico de la aloca- recomendada «con especial interés» como
da fantasía, cáustico corrector del prosaísmo texto de lectura para las escuelas prima-
materialista, Biblia del humorismo, centón rias18. En realidad, se trataba de una edi-

(15) Sevilla, José G. Fernández, 1885. Era costumbre en estos años que las editoriales vendiesen a otras
algunos ejemplares de sus libros o sus derechos de edición, por lo que un mismo título podía aparecer sucesi-
va o simultáneamente en varias casas editoras. Bien pudiera ser el caso de este libro, dada la similitud del títu-
lo con el anterior y que el editor es el mismo que el de la edición de 1877 del Quijote de los niños. A pesar de
esas coincidencias, el número de páginas de ambos volúmenes es bastante diferente.
(16) Real Decreto de 8 de mayo de 1905 disponiendo la erección de un monumento a Cervantes (Gaceta
del 8 de mayo de 1905).
(17) Madrid, Imp. Hijos de M.G. Hernández, 1905 (1ª ed.) y 1907 (2ª ed.). Tenemos registrada una 5ª edi-
ción de 1908, pero ninguna otra posterior.
(18) Colección legislativa de Instrucción Pública. Años 1900-1935, vol. 111, pp. 292-293. Posteriormente,
como respuesta a otra petición del propio Vincenti, una Real Orden de 6 de julio de 1905 (Gaceta del 11 de julio)
disponía la adquisición de 833 ejemplares de dicha obra por parte del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes, al precio de 3 pesetas ejemplar, para ser destinados a las bibliotecas públicas del país (Colección legisla-
tiva de Instrucción Pública. Años 1900-1935, vol. 139, pp. 408-411).

211
ción abreviada, en la que se habían exclui- haber realizado ninguna gestión al respec-
do algunas novelas insertas, como la del to, esta disposición anunciaba la próxima
Curioso impertinente, y se habían aligerado convocatoria de un concurso de proyectos
algunos pasajes, como la historia de la pas- para construir el monumento, una vez que
tora Marcela. el Ayuntamiento de Madrid había decidido
Al año siguiente, a instancias nueva- su emplazamiento. Pero la orden no se
mente de Eduardo Vincenti, una Real quedaba ahí, pues con la intención de evi-
Orden de 25 de noviembre de 1906 (Gace- tar «que todo quede reducido a los fríos y
ta del 6 de diciembre) disponía que los embarazosos términos de unos cuantos
maestros empleasen el Quijote para reali- actos oficiales», consideraba indispensable
zar ejercicios de lectura, utilizando edicio- además «que las generaciones escolares se
nes como la publicada por el proponente u eduquen desde luego en el conocimiento y
otras semejantes que pudiesen recomen- en la admiración del prodigio literario, que,
darse en el futuro, sin que ello implicase traducido a las lenguas todas que los hom-
para los estudiantes la obligación de com- bres hablan sobre la tierra, constituye el
prarlas. Aunque el dictamen era abierta- símbolo vivo y perdurable de una grande-
mente favorable a su uso, no dejaba de za que nadie puede disputarnos». Con ese
subrayar la necesidad de adaptar la lectura propósito, el artículo 11 disponía que «los
a la capacidad de los niños «en la íntima maestros nacionales incluirán todos los
relación de su edad y de su vigor ético, días, a contar del 1º de enero próximo, en
toda vez que la más elemental prudencia sus enseñanzas una dedicada a leer y expli-
aconseja prescindir en la lectura escolar de car brevemente trozos de las obras cervan-
algunos pasajes libres», reconociendo así tinas más al alcance de los escolares». Aun-
implícitamente la inconveniencia de algu- que no se mencionaba expresamente al
nos pasajes para el público infantil. La dis- Quijote, el contexto de la norma aludía
posición no suponía una verdadera obliga- bastante directamente a la obra cumbre de
ción de leer el Quijote, aunque daba un Cervantes. La orden también disponía que
paso decidido en esa dirección, con el pro- la Real Academia Española informase al
pósito de responder a la «necesidad de que Ministerio «acerca de la forma, plan de
las generaciones venideras [lo conozcan], publicación y personas a quienes haya de
cosa que no ha ocurrido con las pasadas ni confiarse la dirección de dos ediciones del
ocurre con la presente, por lo menos con la Quijote, una de carácter popular y escolar y
extensión debida»19. otra crítica y erudita20».
En 1912 se dio un paso más en la gene- En 1920 se proclamó finalmente la
ralización de la lectura del Quijote en las obligación de la lectura del Quijote en las
escuelas, con la publicación de una Real escuelas nacionales. Lamentando la falta de
Orden de 12 de octubre (Gaceta del 13 de conocimiento que el libro sufría en España,
octubre). En realidad, la orden no estaba cuando era tan apreciado en otros países,
dedicada a la lectura del Quijote, sino que el Ministerio consideró necesario imponer
retomaba el asunto de la erección del su lectura diaria en las escuelas. La práctica
monumento a Cervantes al que se hizo alu- debería ocupar el primer cuarto de hora de
sión más arriba. Tras más de siete años sin clase de cada día, «terminado el cual, el

(19) Colección legislativa de Instrucción Pública. Años 1900-1935, vol. 182, pp. 327-328.
(20) Colección legislativa de España, 1912, Tomo XLV, vol. 2º, pp. 689-692. Hay que señalar que el pro-
yecto del monumento, situado en la Plaza de España de Madrid, sería adjudicado en 1915 al arquitecto Rafael
Martínez Zapatero y al escultor Lorenzo Coullaut Valera y que las obras, dirigidas por Pedro Muguruza Otaño,
se desarrollaron entre 1928 y 1930.

212
Maestro explicará a los alumnos, con bre- a Calderón, a Santa Teresa, a Fray Luis de
vedad y en términos apropiados para su León, a Jorge Manrique, a Quintana? Se dirá
inteligencia, la significación e importancia que exceden de su alcance. [...] Hay que
del pasaje o pasajes leídos». A tal fin, se dar oro puro, aunque sea en proporciones
preveía la publicación de una edición abre- modestas, y con ese oro puro del arte exci-
viada, preparada por el Director de la Bi- tar la imaginación infantil»22. Las exposicio-
blioteca Nacional, un académico de la Real nes de motivos de las normas citadas apun-
Academia de la Lengua y el catedrático de taban en la misma dirección que las opi-
Lengua y Literatura Española de la Univer- niones de este tenor defendidas por diver-
sidad Central21. sos escritores e intelectuales.
No obstante, esa primera incitación y Adoptando una posición opuesta, fue-
posterior obligación no estuvieron exentas ron también varias las voces que se eleva-
de polémica. Fueron varios los escritores ron en contra de dicha obligación, sobre
que alzaron sus voces a favor o en contra todo después de la publicación del decreto
de tal tendencia, aunque es justo señalar de 1920. Así, Antonio Zozaya escribió
que algunos de los juicios no estaban pocos días más tarde un artículo en La
directamente ligados al Quijote, sino que Libertad, en el que afirmaba que «el Quijo-
tenían más bien que ver con las distintas te no es lectura para párvulos ni para ado-
concepciones existentes acerca de la fun- lescentes [...] en la escuela no hacen falta
ción que debía desempeñar la lectura esco- Don Quijote ni Hamlet» y que dio pie a
lar de los clásicos. Ortega y Gasset para elaborar un largo
Muchos de dichos escritores concorda- ensayo pedagógico, titulado precisamente
ban con Unamuno, que en una conferencia «El Quijote en la escuela»23. En ese trabajo,
pronunciada en Bilbao el 11 de agosto de expresaba Ortega su acuerdo con Zozaya,
1905 había expresado su convicción de llegando a calificar el decreto de «desatino»
que la lectura de los clásicos no podía en muchos sentidos, si bien discrepaba en
resultar sino beneficiosa para los escolares. los motivos por los que se oponía. Frente a
En el contexto de una apasionada defensa la crítica de Zozaya de que este tipo de
de un aprendizaje natural, no gramatical, obras «no preparan para la vida», que Orte-
de la lengua, el Rector de la Universidad de ga consideraba excesivamente «practicista»,
Salamanca aprovechaba para defender la el filósofo basaba su oposición en el con-
lectura escolar de los clásicos: «A los niños cepto de vida infantil que sustentaba su
se les debe dar a leer, repito, las mismas idea de la educación. Pero, más allá de las
cosas que los mayores leen, sin más que justificaciones diferentes, ambos coincidían
bien escogidas. ¿Qué inconveniente hay en en una postura contraria a la manifestada
que los niños lean en España a Cervantes, años antes por Unamuno.

(21) Real Orden de 6 de marzo de 1920, en Colección legislativa de Instrucción Pública. Años 1900-1935,
vol. 22, pp. 140-142. En la exposición de motivos no se ahorraban expresiones elogiosas para el Quijote, al que
se calificaba como «Biblia profana de la Edad Moderna, arsenal copiosísimo que atesora sentencias, observa-
ciones y verdades, donde el hombre de saber halla siempre la expresión adecuada de cuanto signifique postu-
lados amplios y generales; el que tiene mediana cultura, vastos horizontes de conocimientos que aún no posee;
el que sólo adquirió las elementales nociones de la instrucción primaria, frases y razonamientos que presentan
claras a su inteligencia las normas vulgares y corrientes de la vida cotidiana, y todos en general, el exuberante
y riquísimo venero de nuestro espléndido idioma; pues de este libro sin par puede decirse, mejor que de nin-
gún otro, que tiene tantos diamantes como dicciones».
(22) M. de Unamuno: «La enseñanza de la Gramática», BILE, núm. 561 (1906) pp. 353-362 (cita en p. 360).
(23) J. Ortega y Gasset: «El Quijote en la escuela» (1920), en Obras completas. Madrid, 1946, vol. 2, pp. 267-
299.

213
La polémica seguiría vigente durante alcanzaron notable difusión. Algunas de
bastantes años, como lo pone de manifies- ellas se publicaron de forma regular duran-
to la respuesta que Antonio Zozaya daba te la segunda mitad del siglo XIX y conti-
en 1930 a la cuestión sobre qué deben leer nuaron apareciendo en el siguiente. Así,
los niños, formulada en uno de los temas por ejemplo, el Quijote de los niños y para
de oposiciones al magisterio y sobre la que el pueblo..., antes mencionado, tuvo edicio-
había opinado Juan Bereber dándole pie nes en 1856, 1861, 1867, 1870, 1873 25 ,
para el debate24. Pero lo cierto es que, al 187726, 188527 y 189728. Más tarde, tras
margen de la pervivencia de dichas polé- introducir ligeros cambios y cambiar su
micas, la lectura del Quijote se fue exten- título por el de Don Quijote de la Mancha
diendo en las escuelas primarias españolas. para uso de los niños, continuaría apare-
ciendo en la Casa Editorial Hernando, sien-
do objeto de abundantes reediciones29. El
LA EDICIÓN DE QUIJOTES INFANTILES Quijote de Hernando sería uno de los más
populares en las escuelas españolas de la
La consecuencia de las disposiciones época, por lo que merece la pena comen-
adoptadas entre 1905 y 1920 no fue otra tarla, siquiera sea brevemente30.
que un aumento en el número de edicio- La edición de Hernando tiene 560 pági-
nes del Quijote, así como una multiplica- nas de letra no excesivamente apretada e
ción de sus editores. En conjunto, puede incluye las dos partes de la novela31. Como
afirmarse que el primer tercio del siglo XX dice su compilador en una breve introduc-
constituyó una época fecunda en lo que ción, en ella «no falta ninguno de los suce-
respecta a la producción y uso de Quijotes sos de la fábula, ordenadamente referidos
infantiles. como el autor la compuso», aunque no
No hay que creer, sin embargo, que la indica nada más acerca de los criterios apli-
edición de este tipo de obras fuese privati- cados para realizar la síntesis. Cuando cote-
va del siglo XX, pues ya el XIX había asistido jamos la publicación con la novela original,
a la aparición de muchas de ellas, como se comprobamos que los 52 capítulos de la
vio en el apartado anterior. Las ediciones primera parte se han reducido a 25, por el
realizadas antes de 1900 fueron bastantes y procedimiento de eliminar algunos de ellos

(24) Antonio Zozaya: «¿Qué deben leer los niños?», BILE, núm. 814 (1930) pp. 145.
(25) Las ediciones de 1870 y 1873 fueron publicadas en Madrid, por Martínez García.
(26) Edición publicada en Sevilla, por José G. Fernández.
(27) Edición publicada en Madrid, por los Sucesores de Rivadeneyra.
(28) Edición publicada en Madrid, por la viuda e hijos de Tello.
(29) El título que aparece en la cubierta es el reseñado, pero en la portada figura otro: El ingenioso hidal-
go Don Quijote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, compendiado para que sirva de libro
de lectura en las escuelas por un apasionado de su autor. Nos constan ediciones, al menos, de 1904, 1905, 1910,
1916, 1918, 1921, 1923, 1925, 1927, 1930, 1933 y 1940. Debe faltar alguna intermedia, pues la de 1933, que
hemos consultado, dice ser la duodécima. Sobre la Casa Editorial Hernando y su política de compra de dere-
chos a comienzos del siglo XX, véase el magnífico trabajo de J. F., Botrel,: «Nacimiento y auge de una editorial
escolar: la Casa Hernando de Madrid (1828-1902)», en J. F., Botrel: Libros, Prensa y Lectura en la España del siglo
XIX. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993, pp. 385-470.
(30) Como se señala más adelante, el Quijote de Hernando fue la única edición resumida aprobada como
libro de lectura escolar durante la Segunda República. Además, siguió utilizándose durante el periodo franquis-
ta, por lo que subsistió a lo largo de muy diversos regímenes políticos.
(31) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, com-
pendiado para que sirva de libro de lectura en las escuelas por un apasionado de su autor. Madrid, Hernando,
1933 (12ª ed.).

214
y de refundir otros en uno solo, mientras servados se respeta en líneas generales el
que los 74 capítulos de la segunda parte texto de Cervantes. La única excepción, que
han pasado a ser sólo 40. La portada, en explica el editor en una nota editorial intro-
cartoné, está ilustrada en colores y en el ductoria dirigida a los profesores, consiste
interior hay abundantes ilustraciones en en eliminar ciertas expresiones proferidas
blanco y negro. El lenguaje está moderni- por Sancho, decisión que se justifica ampa-
zado, para facilitar su lectura. El libro no rándose precisamente en la conducta del
incluye ningún elemento didáctico adicio- Quijote para con su escudero:
nal y su aspecto puede considerarse atrac-
tivo, en términos generales. Si alguna frase de Sancho (muy pocas, por
Otra edición del Quijote también muy fortuna) se echara de menos, cúlpese a
popular en las escuelas fue la de Saturnino nuestro deseo de que ningún concepto que
pueda disonar hiera los inocentes oídos de
Calleja. Publicada por primera vez en 1905,
los lectorcitos a quienes esta edición va
con ocasión del tercer centenario, tuvo
dedicada; y si por ello alguien apellidara
sucesivas reediciones (en 1912, 1916, 1923 y herejía literaria, conste que no hacemos
otras posteriores)32. Se trata de un largo tex- sino seguir el ejemplo del Ingenioso Hidal-
to de 682 páginas, considerado en la propa- go, que en más de una ocasión y con aquel
ganda de la editorial como la octava y última donaire y gentileza que le eran peculiares,
parte de su método de enseñanza titulado refrenaba el no siempre limpio decir de su
«El pensamiento infantil»33. El libro tiene una gracioso escudero35.
letra bastante apretada e incluye varias ilus-
traciones en blanco y negro. Al contrario de Tras establecer en 1920 la obligación de
lo que sucede en otras ediciones, como la la lectura diaria del Quijote fueron apare-
mencionada de Hernando, en ésta se opta ciendo otras ediciones, como la de Ramón
por suprimir capítulos enteros de la novela, Sopena36, la de los sucesores de Paluzie37,
pero sin condensar o refundir los que se la realizada por J. R. Lomba para el Institu-
mantienen34. Además, en los capítulos con- to-Escuela38 o la de Dalmau Carles39. Esta

(32) La Casa Calleja publicó otras diez ediciones completas del Quijote, además de la infantil. Tres eran
microscópicas, otras tres económicas, una de bolsillo y tres de mayor calidad y precio. Véase el catálogo Prin-
cipales publicaciones de la Casa editorial de Saturnino Calleja Fernández. Madrid, Calleja, 1909.
(33) Véase J. Ruiz Berrio, (dir.): La Editorial Calleja, un agente de modernización educativa en la Restau-
ració., Madrid, UNED, 2002, p. 159.
(34) En la edición consultada, que es la primera (Madrid, Casa Editorial Calleja, 1905), los capítulos supri-
midos corresponden más a la segunda parte de la novela que a la primera. De la primera se suprimieron los
capítulos 33, 34 y 35 (El curioso impertinente) y el 51. De la segunda, los 9, 11, 16, 18, 23, 29, 33, 37, 44, 46, 48,
52, 56, 67, 69 y 70. El editor no explica los criterios utilizados para dicha supresión.
(35) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Madrid, Casa Editorial Calleja, 1905, p. 7.
(36) Las famosas aventuras de Don Quijote. Edición del Quijote para niños, por E. Gómez de Miquel, Bar-
celona, Ramón Sopena editor, 1925 (1ª ed.). La última edición que hemos podido consultar de esta obra es de
1940. Sopena también editó el Quijote en versión íntegra, con un formato adaptado para el uso escolar, aunque
sin incluir en la cubierta ni la portada referencia alguna a ese destino.
(37) Don Quijote. Episodios de su vida dedicados a los niños. Barcelona, Imp. Elzeviriana, 1926 (1ª ed.). La
Imprenta Elzeviriana (juntamente con la Librería Camí) se convirtió en la cesionaria única de las producciones
de la editorial Paluzie, tras su cierre. Las últimas ediciones de otras obras por Hijos de Paluzie se realizaron en
1926, el mismo en que se editó este Quijote infantil.
(38) Don Quijote... Selección hecha por D. J. R. Lomba. Madrid, Instituto Escuela-Junta para Ampliación de
Estudios, 1922, 1933.
(39) Las famosas aventuras de Don Quijote. Edición para niños. Gerona, Dalmau Carles, 1926 (1ª ed.).
Tuvo reediciones posteriores, al menos en 1935 y 1938. La publicación de Dalmau es otra de las que plantean
el problema del título, pues después de la Guerra Civil aparece con el de Don Quijote de la Mancha. Edición
para niños en cubierta y el de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha en la portada. No es raro, pues,
que aparezca en distintas bibliografías y bases de datos con títulos no exactamente coincidentes. Sorprende ade-
más la coincidencia de su título con el de Ramón Sopena, aunque la de Dalmau es una obra extensa, como se
ha indicado, mientras que la de Sopena no alcanza en ninguna de sus sucesivas ediciones las 100 páginas.

215
última se presenta en un libro de 603 pági- tino. Es el caso de la edición que Nicolás
nas, de letra densa y con algunas ilustracio- González Ruiz preparó para Escuela Espa-
nes en blanco y negro. Al igual que el libro ñola42. Tanto por su estilo como por su for-
editado por Calleja, el procedimiento de mato y tipografía, se trata de una obra de
síntesis consiste en la eliminación de algu- aspecto bastante moderno, que no parece
nos capítulos o partes de los mismos. especialmente preocupada por mantener
Resulta interesante comprobar la coinci- la fidelidad al texto original. Aún más leja-
dencia de la mayor parte de los capítulos nas a la novela de Cervantes resultan otras
suprimidos por ambas ediciones 40. Ade- ediciones, como la titulada Estampas del
más, con ánimo de facilitar la lectura por Quijote, escrita por Federico Torres con
parte de los niños más pequeños, el editor bastante libertad y de extensión muy breve
optaría por escribir párrafos más cortos, (apenas 92 páginas, sin capítulos numera-
por el simple procedimiento de dividir los dos, con una historia diferente y una ilus-
de la novela original en otros más breves, tración en blanco y negro en cada pági-
lo que tenía la ventaja, en su opinión, de na)43. A ellas podrían sumarse algunos
que, «no alterando para nada el sentido de libros de lectura basados en las obras de
las cláusulas facilita la lectura41». Cervantes, como el que lleva por título
Las ediciones mencionadas fueron las ¡Gloria a Cervantes!, de Eugenio García
más importantes de entre las impulsadas Barbarín, que incluye una selección de
por las normas que se dictaron entre 1905 escritos morales y literarios del autor man-
y 1920 para prescribir la lectura escolar del chego44. Otros libros de fragmentos escogi-
Quijote. Todas ellas se caracterizaron por dos de la literatura española incluyeron
una fidelidad bastante considerable a la obviamente pasajes del Quijote, aunque no
obra de Cervantes. Como hemos visto, se consideran en este análisis, dado su
suprimieron o refundieron algunos capítu- carácter misceláneo.
los, modernizaron el lenguaje o la estructu-
ra de la redacción, pero no pueden consi-
derarse recreaciones libres, ya que se preo- EL QUIJOTE COMO RECURSO DIDÁCTICO
cuparon en todos los casos por conservar
el texto en su versión original. En conjunto, puede decirse que durante los
No fue ese, sin embargo, el caso de siglos XIX y XX existió una diversidad nota-
todos los Quijotes publicados para uso ble de Quijotes para uso escolar o de otras
escolar. Algunos autores o editores optaron obras similares basadas en la literatura de
por realizar cortes internos en los capítulos, Cervantes. La obligación de su lectura dia-
conservando el hilo del relato y renuncian- ria en las aulas impulsó considerablemente
do generalmente a añadir frases nuevas, esa parcela de la industria editorial, como
pero modificando bastante el texto cervan- se ha visto. Sin embargo, los manuales de

(40) Los capítulos suprimidos por Dalmau Carles son los 33, 34, 39, 40, 41, 42, 48, 50 y 51 de la primera
parte de la novela y los 9, 11, 16, 18, 19, 23, 24, 28, 29, 33, 37, 44, 46, 48, 52, 56, 67, 69 y 70 de la segunda.
(41) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Gerona, Dalmau Carles Pla S.A. Editores, s.f., p. 5.
(42) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, edición infantil, abreviada por Nicolás González Ruiz.
Madrid, Editorial Escuela Española-Hijos de E. Solana, 1964 (10ª ed.). La 1ª edición es de 1947 y en 1989 se publi-
caba la 16ª, que era una reimpresión de la primera.
(43) Estampas del Quijote sacadas de la inmortal obra de Cervantes, para deleite de los niños. Madrid y Bar-
celona, Librería de los Niños y Editorial Salvatella, s.f. (la 3ª edición es de 1945).
(44) E. García Barbarín: ¡Gloria a Cervantes!. Madrid, Sucesores de Hernando, 1905 (luego Perlado, Páez
y Cía, 1918). Es una obra también breve, de sólo 71 páginas.

216
lectura extensiva basados en el Quijote no oportunidad como abundancia, justifican
agotan toda la producción que vio la luz en la admiración y el aprecio con que han
esa época. Otro conjunto de obras, muy mirado este portentoso libro literatos, filó-
interesantes de analizar, son las que utiliza- sofos y moralistas de diversos tiempos y
ron la novela como recurso didáctico, naciones, considerándolo como el más
como medio para desarrollar otros apren- adecuado para enseñar a la juventud el
dizajes y adquirir otros conocimientos, fue- camino del honor, de la caballerosidad y de
sen de tipo lingüístico, literario o moral. De la hidalguía»46. Su principal mérito es que
todos ellos encontramos ejemplos relevan- consigue educar deleitando, siguiendo el
tes. camino del ejemplo e incluyendo observa-
Una primera obra de fuerte contenido ciones, advertencias, avisos y consejos
didáctico es la que publicó Ezequiel Solana saludables para quienes se inician en la
como respuesta a los planteamientos de la vida.
Real Orden de 1912, con el título Cervan- Ezequiel Solana considera que su libro
tes, educador 45. El libro no es una versión puede cumplir varias funciones. Por una
reducida de la novela, como otros que parte, sirve para enseñar a leer a los niños
hemos comentado, sino que consiste en pequeños y para hacer ejercicios de len-
una relación alfabética de temas, para cuya guaje y de dictado con los más crecidos.
ilustración se utilizan fragmentos de las Por otra, puede utilizarse para deducir
novelas de Cervantes. Conceptos tales
máximas morales y para proporcionar a los
como la ambición, el amor fraternal, la her-
alumnos enseñanzas sobre muy diversos
mosura, la higiene, los linajes, los maestros
asuntos. En realidad, es una especie de
de escuela, la popularidad, las relaciones
enciclopedia que sirve al maestro para
de señores y criados o la vida pastoril, son
abordados e ilustrados mediante el recurso organizar las lecciones diarias. El propio
a diversos pasajes de obras cervantinas. La autor sugiere cómo debería emplearse en
mayor parte de ellos proceden del Quijote, las aulas:
aunque no faltan algunos extraídos de La Después de la lectura de cada trozo, un
gitanilla u otras novelas. ejercicio de conversación bien dirigida pue-
La patente voluntad pedagógica de la de ser ocasión propicia para ilustrar la inte-
obra de Solana se aprecia claramente en las ligencia del niño con conocimientos útiles y
veintidós páginas que dedica a exponer el positivos, para hablar de la propiedad y sig-
interés de la lectura de las obras cervanti- nificado de ciertas palabras, explicar las de
nas, que son consideradas fuente de gran- sentido figurado, buscar en el Diccionario
des enseñanzas lingüísticas y morales. las ya caídas en desuso, analizar los pensa-
mientos y estudiar la belleza y corrección
Como dice el autor, en términos muy elo-
de las frases que son dechados de pureza y
giosos, «el mérito del Quijote, como obra elegancia. [...] La conversación y el recitado,
de moral, como libro de educación, excede como complemento de la lectura, serían
a todo encarecimiento. [...] La muchedum- ejercicios provechosísimos, tanto para el
bre y variedad de reflexiones, de senten- desarrollo de las facultades intelectuales,
cias y discursos que se encuentran en el como para despertar nobles sentimientos,
Quijote sobre casi todos los asuntos y ocu- para adquirir el buen gusto y para formar el
rrencias de la vida, esparcidos con tanta carácter47.

(45) E. Solana: Cervantes, educador. Madrid, El Magisterio Español, s.f. Aparte de la edición consultada,
que no especifica la fecha, nos consta una 4ª edición de 1923.
(46) Ibídem, pp. 9-10.
(47) Ibídem, pp. 21-22.

217
Aunque no desarrollase unos recursos en los que el aprendizaje gramatical ocu-
didácticos muy sofisticados, el libro de paba un espacio importante. El principal
Solana demostraba una clara voluntad interés didáctico del libro consiste en que
pedagógica, que marcó el camino para el autor concibe la gramática como un exa-
otros que vinieron después. Porque, efecti- men sistemático del lenguaje, lo que le lle-
vamente, hubo más libros que siguieron va a evitar el aprendizaje memorístico y a
esa misma tendencia, aunque presentaran optar por un enfoque activo, basado en la
algunas diferencias notables. En realidad, realización de abundantes ejercicios. Como
entre los volúmenes que hemos encontra- se puede comprobar, el Quijote es en este
do con una carga pedagógica más acusada, caso un recurso para la enseñanza del len-
bastantes de ellos fueron publicados des- guaje, más que un pretexto para la forma-
pués de la Guerra Civil, aunque sus prime- ción moral o estética.
ras ediciones fuesen en ocasiones anterio- Otra obra con clara intención pedagó-
res. Nos limitaremos a comentar algunos gica es el Quijote que publicaron los Her-
casos especialmente relevantes, que ilus- manos Maristas en 1932 y que se siguió
tran la nueva tendencia que se fue exten- reeditando después de la Guerra Civil49. En
diendo. este caso se seleccionaron como lecturas
En los años inmediatamente posterio- básicas 32 capítulos de la primera parte de
res a la victoria franquista se difundió una la novela y 22 de la segunda. Los capítulos
edición del Quijote preparada por Felipe se acompañaban con unos recursos didác-
Romero Juan, profesor de Escuela Normal, ticos que habían sido concebidos de mane-
que estaba concebida como un instrumen- ra sistemática, puesto que se repetían regu-
to para aprender la lengua española48. En larmente en cada uno de ellos. Así, antes
realidad, se trataba de una versión sintética de comenzar cada capítulo se incluyen dos
de la novela de Cervantes, con un total de pequeños apartados: «Sentido del capítulo»,
sólo 43 capítulos que abarcaban 338 pági- que sintetiza en breves líneas su contenido,
nas. Hasta ahí no se apreciaba novedad y «Tono o dicción», que da orientaciones
alguna. Lo novedoso está en que, al finali- concretas acerca de cómo debe realizarse
zar cada capítulo, aparecían dos apartados la lectura en voz alta de las partes corres-
específicamente destinados al trabajo esco- pondientes a cada personaje. Al final del
lar, con una diferenciación tipográfica cla- capítulo aparecen otras dos secciones:
ra. El primero, denominado «Vocabulario y «Cuestionario», que plantea varias pregun-
fraseología» incluía varias palabras de espe- tas para su discusión en clase o para el tra-
cial dificultad, con sus correspondientes bajo individual de los alumnos, y «Prácti-
definiciones o explicaciones, siempre en el cas» relativas a cuatro elementos funda-
contexto de la obra analizada. El segundo, mentales del aprendizaje lingüístico. En los
denominado «Prácticas gramaticales», pro- capítulos correspondientes a la primera
ponía varias actividades a realizar colecti- parte del Quijote, esos cuatro elementos
vamente en la clase o individualmente por son, respectivamente, Prosodia, Análisis
los alumnos, relativas a diversos aspectos gramatical, Ortografía y Redacción. En la
de la gramática española. Obviamente, nos segunda parte son Repaso, Sintaxis, Diccio-
encontramos ante un texto destinado a los nario y Composición. El libro constituye un
grados superiores de la escuela primaria, método bastante completo y sistemático,

(48) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez, 1942 (6ª edi-
ción). Nos constan ediciones posteriores, al menos hasta 1965 (23ª edición).
(49) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Edición escolar. Barcelona, Editorial FTD, 1932. Nos
consta una edición de 1956, aunque es posible que existiesen posteriores.

218
de carácter práctico, para la enseñanza de cio del siglo XX, pero que parecía estar
la lengua española. Como se puede apre- decayendo durante los años treinta51, reci-
ciar, ofrece un grado considerable de sofis- bió un nuevo impulso con el propósito del
ticación didáctica, sobre todo en compara- régimen franquista de recuperar las glorias
ción con otros libros antes analizados. imperiales. El Quijote fue considerado uno
La voluntad pedagógica que inspiró a de los principales emblemas del imperio y,
esta obra se hizo aún más evidente con la en consecuencia, su lectura se siguió no
publicación paralela de un libro del maes- sólo manteniendo, sino incluso fomentan-
tro, en el que se abordaban las cuestiones do52.
y los ejercicios planteados en las secciones Como hemos ido viendo, aunque no
correspondientes del libro del alumno 50. haya sido de manera sistemática, fueron
En relación con el cuestionario, presentaba abundantes las ediciones escolares del
y analizaba diversas voces y locuciones Quijote que pervivieron o aparecieron
que aparecían en el capítulo y que podían durante la primera etapa franquista, hasta
plantear problemas a los estudiantes. Des- bien avanzados los años sesenta. No obs-
pués, resolvía las cuestiones prácticas plan- tante, las reformas pedagógicas introduci-
teadas, aportando incluso ejemplos de das desde finales de los años cincuenta
redacciones posibles sobre los temas pro- supusieron un punto de inflexión en el
puestos. El maestro de los grados superio- lugar atribuido a la novela de Cervantes en
res encontraba en esta obra un amplio con- las aulas53. La obra cervantina siguió siendo
junto de recursos didácticos para enrique- objeto de estudio, pero más desde una
cer notablemente la lectura del Quijote. perspectiva literaria que con el carácter
totalizador, ejemplarizador y moralizante
de las décadas anteriores. Si bien las aulas
EL FINAL DE UN PROCESO de los años cincuenta y sesenta continua-
ron siendo testigos de los Quijotes que
La lectura escolar del Quijote, que había pasaban por ellas, la situación fue cam-
vivido una época de auge en el primer ter- biando paulatinamente. Las ediciones

(50) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Edición escolar. Libro del maestro. Zaragoza, Edito-
rial Luis Vives, 1939. También en este caso hay varias ediciones posteriores. La editorial Luis Vives o Edelvives
fue la sucesora de FTD, heredando su catálogo, que amplió notablemente.
(51) Como confirmación de esta apreciación, puede recordarse que entre los libros de lectura aprobados
durante la Segunda República para su uso en las escuelas sólo figuraban dos de tema cervantino, más un terce-
ro incluido entre las obras destinadas a las bibliotecas escolares. Los dos primeros fueron Cervantes en la escue-
la, conjunto de trozos del Quijote, seleccionados por Acisclo Muñiz y Vigo (Burgos, Hijos de S. Rodríguez, 1913
y Luarca, Imp. Viuda R. P. del Río, 1925, 4ª edición), y el Quijote de la Casa Hernando, ya aludido. El tercero fue
Sancho Panza: compendio de refranes y fábulas para ejercicios de lectura elemental. Barcelona, Seix y Barral
Hnos., 1935, 2ª edición. La lista completa de libros autorizados aparece en la Orden ministerial de 17 de mayo
de 1934 (Gaceta de Madrid del 18 de mayo).
(52) En este periodo aparecieron algunas nuevas ediciones abreviadas del Quijote, similares a las mencio-
nadas. Podemos citar, por ejemplo, las editadas por los Salesianos, a las que hemos tenido acceso. Se publica-
ron dos versiones distintas, una para la escuela elemental, adaptada por José Campañá, y otra para sus colegios,
preparada por Camilo Ortúzar. Aunque la 2ª edición de esta última no indica la fecha, la 4ª corresponde a 1959.
La versión reducida fue publicada en 1960. Ambas ediciones incluían las famosas ilustraciones de Doré. La más
amplia contenía un buen número de notas críticas, conformando en conjunto un texto de gran calidad, quizás
incluso superior a lo que era común en la época. Por testimonios personales del profesor Gómez R. de Castro,
sabemos que su lectura era una práctica habitual en los colegios de la Sociedad Salesiana.
(53) Véase A, Tiana Ferrer: «El libro escolar como instrumento didáctico. Concepciones, usos e investiga-
ciones», en Escolano Benito, A. (dir.): Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la refor-
ma educativa. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998, pp. 149-175.

219
escolares de la obra cumbre de la literatura ximadamente cien años antes y que había
española fueron poco a poco desapare- alcanzado su cenit durante el medio siglo
ciendo, como también lo hicieron las enci- anterior. Los tiempos eran ya definitiva-
clopedias. mente otros, como otras eran las concep-
La reforma plasmada en la Ley General ciones predominantes de la enseñanza y el
de Educación de 1970 supuso un cambio aprendizaje. Los clásicos seguirían siendo
de ciclo en la educación española. Los Qui- clásicos, pero ya no estarían presentes cada
jotes escolares no escaparon a esa tenden- día en las aulas. Lo que se ganó y se perdió
cia y fueron adoptando otras modalidades en dicho cambio puede ser objeto de inte-
y ubicándose en otros espacios, más liga- resante debate, pero escapa a la modesta
dos a las bibliotecas familiares y juveniles pretensión de este trabajo, que sólo ha
que a los estantes de las escuelas. Se cerra- querido sentar los hitos fundamentales de
ba así un ciclo que se había iniciado apro- aquel proceso histórico.

220
LA EDUCACIÓN: DIÁLOGO, CONVENCIMIENTO, CONSENSO

GIUSEPPE FLORES D’ARCAIS (*)

RESUMEN. Se sintetiza la concepción de la relación educativa a modo de diálogo en-


tre dos personas, presentando un proyecto de valoración de sí mismo y en conse-
cuencia con el afán de construir, mediante un consenso en constante renovación,
un espacio educativo libre y dinámico, localizando en la formación del caballero
medieval y del cortesano renacentista momentos históricamente significativos para
la pedagogía moderna, siendo la obra de Cervantes una de las más fascinantes ilus-
traciones literarias de esta problemática.

ABSTRACT. This article synthesizes the concept of the educational relation as a dialo-
gue between two individuals, presenting a project of self-assessment and hence as
a quest to build, by means of a consensus in consistent renewal, a free and dyna-
mic space for education located in the preparation of a medieval knight and the
Renaissance courtier in times of great historical significance for modern education.
In this respect, Cervantes' oeuvre is one of the most fascinating literary illustrations
of this problem.

Antes de abordar el objetivo principal de la tipo S Õ R (estímulo Õ respuesta), donde,


educación, debemos preguntarnos por sus si existe a necesaramente ha de existir b.
actores. Aunque, a nivel de lenguaje ¿Cuál será entonces la forma de presentar
común, de experiencia cotidiana, se prue- la acción y el agente educativo en su resul-
ba que la educación siempre es única, dis- tado?
tinta a las demás e irrepetible, siempre En educación se han señalado los peli-
–como ya se ha dicho– educación «a la gros que pueden derivar de una presencia
medida». La educación busca el consenso, ideológica que no podría eliminarse, pues
no la imposición: es propuesta, no impues-
el individuo siempre tiene su propia Wel-
ta; es posibilidad, no necesidad; por ello
tanschauung, resultado de tradiciones, de
entraña riesgo, pues la intención no basta y
el proyecto no siempre puede realizarse. E hábitos no siempre críticamente reconoci-
indudablemente en la práctica, y en la dos o reconocibles, de compromisos socio-
denominada práctica educativa, se advierte políticos, recibidos a nivel más o menos
la imposibilidad de una aplicación de la consciente, de opiniones y adhesiones de
regla o de la consecuencialidad de una apli- carácter fideístico. Parece necesario ideolo-
cación de la regla o la consecuencialidad gizar tales posturas, para conocer, del

(*) Universidad de Padua, Italia.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 221-225. 221


Fecha de entrada: 08-03-2004
mejor modo, la claridad intelectual necesa- yo denomino psicopedagógicas, las de la
ria para una decisión operativa. Y todavía, llamada persuasión oculta.
deteniéndonos en este punto, se manten- Cierto es, existe una capacidad manipu-
dría el riesgo de un individualismo solipsís- ladora de la palabra, así como de hacerla
tico (cerrado en sí mismo, o, al menos, convergir hacia objetivos preestablecidos,
abierto al diálogo con otros en la base de claramente utilitarios. No olvidemos, en el
mera «tolerancia») o prevaricador (si se qui- campo de la pedagogía, o más explícita-
siera instituir la singularidad con voluntad mente escolar, la fascinación que un maes-
de potencia o de dominio: como sucede tro puede ejercer sobre sus alumnos: el estí-
políticamente con la tiranía, socialmente mulo emotivo y productivo de los resulta-
con la llamada a la «fuerza», y pedagógica- dos, a veces más eficaz que la rigurosa
mente –y aquí interesa considerar este demostración de un teorema matemático. Y
aspecto especialmente– con el llamamien- nuevamente, la persona, como no sólo es
to explícito a la autoridad magistral). logos (racionalidad lógico-discursiva), tam-
Resulta muy evidente que, de ésta y poco es eros (emotividad, afectividad, etc.).
otras formas análogas, la relación educativa Para ella, se emplea el criterio et-et. Y ello
se presenta inevitablemente de manera precisa proceder no por la vía de la argu-
unidireccional, de modo que la depen- mentación persuasiva, sino por la del con-
dencia del otro del estudiante –o bien edu- vencimiento, de modo que la argumenta-
cando– no limita la autonomía, ni descui- ción, aunque no basada en la razón, esté
da, negándolo, el valor personal. Sin el siempre en condiciones de mostrar la pro-
adecuado reconocimiento de la otra «per- pia racionalidad, lo que significa que pre-
sona», ¿cómo hablar de educación? Si este valezca la no contradicción. La razón del
valor constituye el primum, la lógica impo- argumentar viene del destino de los proce-
ne que la relación educativa reconozca y dimientos de tipo analógico, incluso cuan-
de esta forma construya un «espacio» –el do la analogía se convierte en metáfora o
«espacio educativo»– en el que se desarrolla símbolo. Además, el signo lingüístico con-
mediante el diálogo, la comparación entre siste en «algo» que existe en lugar de otra
posiciones diversas, e incluso contrarias, cosa, y que todavía no es copia sino ima-
que puede ofrecer un educador y un edu- gen, con la consiguiente inevitabilidad de
cando, un maestro y un estudiante, una tra- deber cumplir la investigación hermenéuti-
dición que quiere continuar y una exigen- ca: interpretación.
cia de transformación e innovación. La acción del convencimiento es peda-
Conviene que el hombre sepa emplear, gógicamente posible sólo si se arriesga a
para alcanzar este objetivo, palabras argu- crear un «espacio educativo» en que puede
mentativas, si existe el riesgo de ceder a tener lugar la comparación (también podrá
posturas individuales y utilitaristas, hecho haber al principio un enfrentamiento) entre
expuesto por la antigua sofística, a nivel el educador y el educando. Sin ese «espa-
práctico pero también teórico. También es cio» no puede existir el autoritarismo de
posible que, por otra parte, con el actual quien impone o transmite al otro, forzado
conocimiento y empleo de las técnicas sólo a recibir y a repetir; o si lo hay, la
argumentativas, se sepa llegar a algunos espontaneidad apela al dato «natural». No
resultados –especialmente en el ámbito existe, en ninguna de las situaciones, nin-
político, comercial y publicitario– que lejos guna forma de comparar y debatir posibles
de ser interpretables en términos de «racio- diferencias o divergencias: de opiniones,
nalidad», revelen más bien las posturas que de teorizaciones, de Weltanschauungen.

222
También se observa en el educando yecto educativo», cuyos contenidos y meto-
una actitud de «inmadurez», perceptible en dologías procedimentales constituirán las
quien no es capaz de advertir la propia «variables» condicionadas por las situacio-
identidad personal, o en quien se encuen- nes concretas existenciales y los múltiples
tra en una posición de no-normalidad, a la itinerarios posibles.
que se refiere cierta psicología humanísti- Diálogo, convencimiento, consenso: de
ca. En esta situación, obviamente se impo- ahí la evidente pluralidad de actitudes, o,
ne un proceso previo de reeducación, o como se le suele llamar, el pluralismo cul-
normalización, que podría precisar presta- tural, que debe considerarse no desde el
ciones de tipo claramente terapeútico. En punto de vista de la antropología cultural,
condiciones de normalidad también es sino del de la pedagogía que vela por lo
posible que la personalidad del educando, que debe hacerse, y para obtener siempre,
especialmente en ciertas fases del desarro- precisamente, mayor consenso, convenci-
llo biofisiológico, manifieste una clara opo- miento y diálogo.
sición en los debates del educador, sin lle- De este modo el deber ser se cumple al
gar a una radical oposición, y para consi- ser: mediante el posse1, retornando a la
derar claramente positiva la diversidad de divisa renacentista del esse-posse-velle 2 ,
las posiciones; siempre vinculada al modo «interiorizada» en la persona, que permite
evidentemente personal en que cada cual aprovechar el vínculo estructural entre pre-
considera el propio «valor». sente y futuro, la existencia actual y la exis-
Es evidente que el «espacio educativo» tencia como proyecto. La posibilidad de
implica, en primer lugar, la posibilidad de alcanzar objetivos se individualiza en el
testimoniar, por parte de los dos polos de proceso del vivir y se traduce en un dina-
la relación, educador y educando, al pro- mismo personal que siempre lleva a la per-
pio ser personal en su dimensión axiológi- sona a responder mejor a su identidad: en
ca, lo que conduce al respeto y el reconoci- ella se encuentra su personal valor. Y es
miento de la dignidad personal, entre una identidad no construida de manera
ambos. Es el fundamento –auténticamente indefinida: debe consolidarse y validarse
personalistico– para las posteriores consi- continuamente y sobre todo prosperar
deraciones. Para que el proyecto educativo como proyecto de vida, en que la respon-
encuentre después el adecuado consenso, sabilidad humana se identifica con el com-
será necesario estudiar los objetivos, los promiso educativo.
tipos de aplicación, los instrumentos Es interesante observar la evolución de
empleados y las consecuencias que podrán la cultura humanística desde su inicio
derivar de ello: y esto conllevará nueva- medieval hasta la corte de la Europa rena-
mente el debate, la comparación, la revi- centista. De la educación del gentilhombre
sión crítica, los análisis histórico-empíricos de Montaigne, en que la cultura deviene
y la disposición de las partes individules en sabiduría, la transición a la cultura de la
un todo (no ya en el todo) Corte es fácil e inmediata, lo que no signi-
Si el consenso que se desea alcanzar es fica que desde el punto de vista cronológi-
el «escuchar» juntos y el «participar», éste co pueda ser documentada. Conviene
debe ser el presupuesto de cualquier «pro- tomar, sin obviar la disposición temporal,

(1) N. del T.: del latín, poder.


(2) N. del T.: del latín, la divisa significa: ser-poder-querer (realización-potencia-voluntad), retomando tal
vez la máxima de Epicteto: Tu enim foelicitatis est posse quantum velis, sic magnitudinis velle quantum possi,
esto es: el más alto grado de felicidad consiste en poder lo que se quiere; y el de grandeza, en querer lo que se
puede.

223
aquello que pertenece al desarrollo ideal hace narración y poesía lírica, o descrip-
de cada situación. Existe una cultura corte- ción refinada. Y las artes figurativas, en Ita-
sana, que se desarrolla en los ambientes lia y el extranjero, son los siguientes testi-
aristocráticos de los príncipes y sus seño- monios.
res, en Italia; de los soberanos, fuera de Ita- La educación caballeresca también se
lia. transforma: en un primer momento el
Lo primero es indagar en la Edad caballero tenía que aprender el oficio de
Media, en la educación de la caballería que las armas, después el cabalgar y manejar
es uno de los aspectos concretos de la diestramente la espada se convierten en
pedagogía medieval, por qué es la que más ejercicios necesarios para los torneos, y por
se aleja de la educación escolar, o si en la esta razón se preocupa no sólo por fortale-
misma caballería se encuentra un funda- cer su cuerpo, sino de que sus movimien-
mento de espiritualidad religiosa que ase- tos sean elegantes. Y si al principio el caba-
gure la validez y evidencie las prerrogati- llero no tenía necesidad de conocer la lite-
vas. El nacimiento de la caballería está ínti- ratura, y mucho menos de leer y escribir,
mamente relacionado con las formas de más tarde las exigencias de la vida de la
vida social y políticas propias del feudalis- Corte le conducen a la poesía y a cantar
mo medieval, así como con el principio versos de amor a su dama.
regente de las conductas enérgicas, en oca- Y en este punto podemos hablar en
siones brutales, propias de la clase feudal. sentido propio de la existencia de un pro-
Y una vez más, la Iglesia interviene para grama educativo de la caballería, con dos
disciplinar y corregir: la fuerza individual y períodos distintos: educación del paje, de
el espíritu aventurero se consagran a las los siete a los 14 años; educación del escu-
mayores empresas sociales, políticas y reli- dero, de los 14 a 21. Se envía al niño de
giosas, que presenta la situación histórica, familia noble a la Corte o al castillo de uno
y son, por ejemplo, las batallas contra los de los principales feudatarios, se convierte
musulmanes de España y las cruzadas. El en paje de la dama, aprende los servicios
caballero adquiere así una disciplina, refina de la corte, la religión, las artes del trivio y
la virtud del coraje, comprueba la necesi- música, y conoce las gestas de los valientes
dad de la obediencia a la ley, la generosi- caballeros. Se hace escudero y pasa al ser-
dad, la buena fe, el altruismo, y emplea su vicio del señor: aprende las nociones del
propia fuerza para defender a los débiles o amor cortés (gentileza, generosidad, ele-
proteger a las mujeres. gancia al hablar, canto y música), los ins-
Si al principio el orgullo, el amor al trumentos de la guerra (cabalgar, participar
duelo, el desprecio a los inferiores, la vio- en torneos, manejo de armas, la caza
lencia y la crueldad para con los vencidos común o cetrería). A los 21 años una cere-
parecen conceder el auténtico «valor», llevar monia religiosa solemne –como una inves-
una vestimenta cada vez más refinida, tener tidura– le arma caballero: se bendice su
mayores relaciones sociales, el nuevo espí- espada, jura amar a la Iglesia y sus herma-
ritu de un humanismo que se adelanta al nos, luchar contra los malvados, respetar al
futuro, llevan a transformar el ideal caballe- clero, proteger a las mujeres y los niños,
resco en ideal cortés. El duelo se convierte defender su país y seguir el siguiente decá-
en torneo, la obediencia en servicio a la logo:
dama, la generosidad, en el refinamiento y
– creerás en todo lo que enseña la
la elegancia, la gentileza en pasión amoro-
Iglesia y observarás todos sus pre-
sa, la vida libre y autónoma del caballero
ceptos;
en vida social en la Corte y los castillos. De
todo esto es prueba la literatura que se – protegerás a la Iglesia;

224
– respetarás a los débiles y serás su armas, sino para aquellos que, viviendo en
defensor; la Corte, deben demostrar dotes especiales
y hacer gala de un comportamiento muy
– amarás el país en que has nacido;
concreto.
– no retrocederás ante el enemigo; Hablar de la vida de la Corte o de una
cultura cortés equivale a afirmar, pasando
– lucharás contra los infieles; por alto la propia naturaleza de las distintas
– cumplirás con todos los deberes Cortes, a los príncipes y señores o la
sociales, a menos que sean contra- monarquía. En la propia Italia y sus princi-
rios a la ley de Dios; pados, se encuentran los príncipes más
acogedores y mecenas, y en consecuencia
– no mentirás y te mantendrás fiel a la con mayor disponibilidad ante los princi-
palabra dada; pios del Humanismo, y se desarrollan las
– serás liberal y generoso con todos; Cortes más comprometidas con el oficio de
las armas y la guerra.
– defenderás la verdad y el bien frente Y desde esta perspectiva relativa a la
a la injusticia y el mal. extensión plurisecular de la cultura y la
Si el Renacimiento revive literariamen- educación caballerescas, la lectura ofrecida
te las obras de los escritores y poetas, el por la novela de Miguel de Cervantes El
ideal caballeresco (bastará recordar las ree- Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Man-
laboraciones, de las chansons de geste3, del cha se manifiesta, para el pedagogo con-
Orlando de Boiardo y el Ariosto) también temporáneo, de penetrante actualidad.
es cierto que la vida de la Corte retoma ese
tipo de educación, no sólo para el caballe- (Traducción: Silvia Mantero)
ro o para el hombre que se dedica a las

(3) N. del T.: canciones de gesta, en francés en el original.

225
UNA EXPERIENCIA INTERDISCIPLINAR DESDE EL ÁREA DE
EDUCACIÓN FÍSICA: EL QUIJOTE Y SUS JUEGOS MOTORES

PEDRO GIL MADRONA (*)


ONOFRE RICARDO CONTRERAS JORDÁN (*)

RESUMEN. El presente artículo tiene por finalidad presentar a la comunidad educati-


va el relato de una experiencia en Educación Física en un Colegio de Enseñanza In-
fantil y Primaria de Albacete, presentando el procedimiento seguido para trabajar la
obra de D. Miguel de Cervantes: El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
desde el área de Educación Física, a través de los juegos populares que aparecen
en la obra, aprovechando que estamos en el IV centenario de su publicación.
Para ello inicialmente se hacía preciso el conocer cuáles eran los juegos motores
populares que aparecen en la novela. A partir de la localización y el conocimiento
de dichos juegos populares pasamos al plan de acción, diseñar una propuesta de
intervención educativa en las etapas de Educación Infantil y Educación Primaria.
A estos efectos, el juego como elemento cultural se ha trabajado a partir de los tex-
tos del Quijote, de su lectura y comentario en el aula en las áreas de Lengua y Co-
nocimiento del Medio, complementándose con la realización de clases teórico-
prácticas en la pista y gimnasio en las clases de Educación Física.

ABSTRACT. This article aims to present the educational community the experience
carried out in the Physical education area in an Infant and Primary education scho-
ol in Albacete. It shows the procedure followed to work on D. Miguel de Cervan-
tes’ literary work: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, from the Physi-
cal education area, through the popular games shown in the work and taking into
account the IV centenary of its publication.
First of all it was necessary to know the popular motor games which appear in the
novel. Once these popular games were found and known, we designed a proposal
of educational intervention in the levels of Infant and Primary education.
For these purposes, we have worked with the game as a cultural element from Qui-
xote’s texts, reading and discussing on them in the classroom in the areas of Lan-
guage and Natural, Social and Cultural Environment. This work was completed with
theoretical and practical Physical education classes in the track and the gymnasium.

EL JUEGO vés del cual se ha buscado que el niño se


EN EL CONTEXTO EDUCATIVO desarrolle motriz, social y cognitivamente.
El juego tiene valor por sí mismo y se diri-
A lo largo de la historia, el juego ha sido ge a la totalidad del individuo haciendo
utilizado como un recurso didáctico a tra- partícipe lo corporal, lo emocional y lo ra-

(*) Universidad de Castilla La Mancha.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2004), pp. 227-243. 227


Fecha de entrada: 01-06-2004
cional. La motivación intrínseca que acom- pueden cumplir distintos objetivos ligados
paña al juego, cuya actividad libre, volun- a la motricidad (pedagógicos, recreativos,
taria, que busca el disfrute y la alegría de de dinamización de grupos, culturales, de-
sus participantes, lo conforman como una portivos), por lo que la característica prin-
herramienta ideal para todo tipo de apren- cipal del juego motor se encuentra en que
dizajes. Así es avalado por las teorías de la motricidad que promueve sea significa-
Buytendijk (1933 y 1969), Bühler (1924), tiva. Es decir, que sea una situación mo-
Piaget (1932 y 1946), Wallon (1941) y Bru- triz, incierta, de carácter lúdico y con
ner (1970 y 1983) ya que todas ellas coin- acuerdos, normas o reglas (Hernández
ciden en concebir el juego como un meca- Moreno, Castro y Navarro, 2003, p. 176).
nismo de aprendizaje, que conduce al Los juegos populares o tradicionales
niño fundamentalmente, a adquirir un me- son aquéllos de carácter tradicional deriva-
jor conocimiento del medio y una adapta- dos de actividades laborales o de proce-
ción adecuada a los problemas y sus cir- dencia mágico-religiosa, que no se en-
cunstancias. cuentran excesivamente reglamentados,
Sin ninguna duda la adquisición de va- donde las reglas, si existen, surgen del
lores y las pautas de conducta de la socie- mutuo acuerdo de los jugadores y, por
dad en la que está inmerso el niño, siem- tanto, son variables y flexibles. Se han ido
pre ha sido más accesible si se hace por transmitiendo de generación en genera-
medio del juego. Ya que a través del jue- ción, generalmente de forma oral de pa-
go, el niño integra aquellos elementos que dres a hijos, de niños mayores a niños pe-
son importantes, para la sociedad en la queños o a través de la literatura, como es
que se encuentra integrado. Por lo tanto la el caso que nos ocupa.
potencialidad que comporta es un elemen- Estos juegos tradicionales poseen dife-
to que estimula el aprendizaje, la adapta- rentes características y desarrollan distintas
ción social, la expansión individual y la habilidades al alcance del educador y que,
conservación de la propia cultura. Así en palabras de Trigo (1995, p. 7), posibili-
pues los juegos nos proporcionan los me- tan la capacidad de investigación de todo
dios idóneos para desarrollar capacidades ser humano al descubrir el patrimonio lú-
cognitivas, motrices, de estabilidad perso- dico, generan en el alumno un interés es-
nal y de relación e inserción social. pecial por estos juegos a través de su prác-
El Diccionario de Ciencias del Deporte tica, permiten conocer mejor la cultura
(1992, p. 143) define el juego motor como propia y por ello a valorarla, contribuyen a
«juego que se caracteriza por la motricidad relacionarse con otras personas de distin-
y la actividad motriz» y Navarro (2002, pp. tas edades, sexo y condición, conllevan la
140-141) señala «el juego motor se aplica a autoestima hacia lo propio, además de fa-
través de la significación motriz, enten- vorecer la mejora cualitativa del uso del
diendo por ésta el grado motor suficiente tiempo libre.
de empleo de sistemas de movimiento que Ahora bien, cuando introducimos el
comporten paralelamente intención, deci- juego tradicional en el contexto escolar, se
sión, y ajuste de la motricidad a su contex- puede, y en ocasiones, se debe introducir
to, sus situaciones fluctuantes en el medio pequeñas variaciones en aras de ajustarlo
o con otros, y todo ello bajo la lógica de a los objetivos educativos.
las situaciones». Por lo tanto el juego mo- Vistas las posibilidades educativas más
tor es una organización que incluye todos significativas del juego tradicional, el currí-
los tipos de situaciones motrices, en forma culo no se podía mantener al margen e ig-
de actividades lúdicas, que comportan norarlas. Así el juego tradicional aparece
conductas motrices significativas y que de forma explicita como recurso y como

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contenido. Nos referimos al juego tradicio- Por lo tanto, al trabajar el Quijote en la
nal como recurso cuando aparece en áreas escuela estaremos socializando a la infan-
que no son la de Educación Física como cia en los valores que encierra nuestra cul-
las Matemáticas, Lengua Española y Litera- tura popular, ya que desde los primeros
tura o Educación Artística. En el área de años los niños aprenden a relacionarse
Educación Física el juego tradicional apa- con la realidad que les rodea a través de
rece recogido explícitamente como un las interpretaciones con una carga valorati-
contenido que tiene que ser trabajado en va que les proporciona su sociedad, en
la educación primaria tanto en el currículo nuestro caso Castilla-La Mancha. Así, esta
que se desprende de la LOGSE como el que inmersión del niño en la cultura popular
surge de la LOCE. de su grupo, de su región a través de un
clásico de la literatura como es El ingenio-
so hidalgo Don Quijote de la Mancha, e in-
JUSTIFICACIÓN DE NUESTRA PROPUESTA: teriorizada a través de un proceso de so-
RELACIÓN, ESTRUCTURA Y cialización, es lo que va a favorecer el
FUNCIONALIDAD desarrollo de su conocimiento y le va a
DE LOS JUEGOS MOTORES
RELATADOS EN LA OBRA proporcionar una imagen de la realidad
histórica y cultural (gastronomía, indu-
La importancia educativa del juego tradi- mentarias, vestuario, costumbres, expre-
cional en nuestra propuesta, no sólo radi- siones corporales, hechos o actos lúdicos,
ca en el componente motriz, sino que tam- juegos populares...) que se observan en la
bién, y sobre todo por ser un componente obra del Quijote.
diferenciador, está en su vinculación con Pero esa «socialización» necesita en to-
el contexto sociocultural que le rodea, en dos los casos de una mediación e inter-
el que la práctica se manifiesta y toma sen- vención pedagógica que contribuya a desa-
tido. En nuestro caso el juego tradicional rrollar la autonomía, el juicio critico y el
va a permitir a los niños un contacto y un compromiso con la sociedad en la que el
conocimiento de su entorno, de su cultu- niño está inmerso. Se trata por tanto de
ra, ya que se mostrarán distintos elemen- iniciar a los niños y niñas en procedimien-
tos incluidos en ésta, y cómo se relacionan tos de indagación, búsqueda y observa-
con el juego. Ha resultado importante co- ción, propiciando el contacto y la toma de
nocer y analizar los vínculos que se esta- conciencia con la historia y el contenido
blecen entre juego y género, juego y tra- cultural de sus antepasados, haciendo una
bajo, juego y espacio, por citar algunos asimilación que podemos llamar cultural y
ejemplos. que sin duda le permitirá al niño sentirse
inmerso en un contexto en el que se reco-
noce y que asume como propio.
JUSTIFICACIÓN DE NUESTRA PROPUESTA En la Educación Infantil la experiencia
se ha emprendido desde una perspectiva
La escuela, en nuestra sociedad actual, si- globalizadora, lo que quiere decir que no
gue manteniendo un importante sentido se han priorizado unos aspectos del desa-
cultural y social, de ahí que continúe man- rrollo infantil sobre otros mediante la glo-
teniéndose en vigor el planteamiento de balización como no parcelación del cono-
Dewey (1967, pp. 28-ss) cuando viene a cimiento en asignaturas.
decir que la misión de la institución esco- En la Educación Primaria se lleva a ca-
lar es facilitar un ambiente que posibilite bo desde una perspectiva interdisciplinar,
la comprensión de la complejidad de ya que desde las áreas curriculares de Len-
nuestra sociedad, de la cultura popular. gua y Conocimiento del Medio se organi-

229
zaron actividades de lectura y escritura de ba este juego era la clase social baja, es
narraciones y verbalizaciones en torno a de carácter popular, la intensidad física
personajes, gastronomía, vida y sociedad del juego es baja, el material necesario
de la época, costumbres, ocio y recrea- es el propio de los malabares. El núme-
ción, lugares o paisajes aparecidos en la ro de participantes es de uno en adelan-
obra, teniendo en cuenta la diversidad cul- te, en dicho juego se deben pasar las
tural y social. Lo que sin duda permitirá in- bolas lo mas rápidamente y espectacu-
troducir a los niños y niñas en el análisis larmente posible (cap. XLVII de la segun-
de las imágenes, las lecturas o los gestos, da parte de la obra). Apto para el des-
sabiendo la fuerza que tienen éstos para arrollo de la coordinación, habilidades
influir en su socialización en nuestra socie- perceptivas como la percepción óculo-
dad actual. manual.
Con ello lo que pretendemos es que – Barras derechas: este juego lo practi-
los niños conozcan el patrimonio lúdico a caban sólo varones y de clase social
través de la práctica de los juegos motores baja. El material necesario para el des-
tradicionales y populares en las clases de arrollo del mismo es una barra de hie-
Educación Física, los juegos tradicionales rro arqueada. Está tomado del juego
de su región en una época concreta. Ello de barras, o de la argolla, en cuya me-
hará que los niños conozcan la cultura sa hay una barra de hierro en forma
propia y la valoren, que sientan un interés de arco. Cuando la bola pasa por me-
especial por la práctica de juegos popula- dio de ella, sin declinar o tropezar en
res en el ámbito escolar y fuera de la es- ninguno de los dos lados se dice ba-
cuela, lo que contribuirá a relacionarse rras derechas, esto es hacer la jugada
con otras personas de distintas edades, se- o ganarla (cap. XXI de la primera parte
xo y condición en una mejora del uso del de la obra). Apto para el desarrollo de
tiempo libre, y a su vez, sin duda, dicha la puntería o la precisión de lanza-
práctica les animará a la lectura de la obra, miento.
a interesarse por otros aspectos de la épo-
ca y conllevará también a una autoestima – Lidia de toros: lo practicaban tanto pro-
hacia lo propio. fesionales como aficionados, de clase
social media y baja, varones, se hace
en fiestas y se necesita una lanza. La in-
LOCALIZACIÓN Y DESCRIPCIÓN tensidad física del «juego» es alta. En
DE LOS JUEGOS MOTORES
esa época los caballeros lidiaban toros
bravos en la plaza, a caballo, con una
Inicialmente se hacía preciso el conocer lanza, con riesgo de perder la vida
cuales eran los juegos populares que apa- (cap. XIII de la segunda parte de la
recen en la obra El Quijote, tarea empren- obra). Apto para el desarrollo de la re-
dida desde la asignatura de Juego, ocio y sistencia, la coordinación, los desplaza-
recreación situada en segundo curso de mientos, etc.
carrera de Maestro especialista de Educa- – Juego de pelota: Lo practicaban los hom-
ción Física en la Escuela de Magisterio de bres. La intensidad física del juego es al-
Albacete. Los juegos aparecidos son los ta. El material necesario era una pelota
descritos a continuación: de cuero. Dicha pelota de cuero tiene
que ser pasada de una a otra persona
– Juego de Maesecoral: este juego lo prac- mutuamente. No se detalla el número
ticaban los varones, cuyo oficio era el de jugadores como tampoco se habla de
de titiritero, por lo tanto quien practica- las normas (cap. XIII de la segunda par-

230
te). Apto para trabajar las percepciones a las normas se debía de guardar la
y recepciones, los desplazamientos, las distancia designada para tirar, respetar
tomas de decisiones, la centralidad en el la distancia de tiro. Se trata de demos-
juego, la cooperación-oposición entre trar la puntería a la hora de tratar de
otros. introducir uno herrones en un clavo
introducido en el suelo. Por lo tanto
– Pares y nones: Lo practicaban los varones
de lo que se trataba era de intentar
de clase social baja, sólo se utilizan las
acertar con la herradura en el clavo
manos, se esconden las manos y se sacan
(cap. X de la segunda parte). Apto pa-
con los dedos de fuera que se quiera, ca-
ra el trabajo de la precisión de lanza-
da jugador dice par o non, recuentan los
miento, la toma de conciencia del es-
dedos que hay entre los jugadores y se-
pacio, etc.
gún es par o non gana un jugador u otro.
La intensidad física del juego es baja (cap. – La sortija: Era un entrenamiento o ma-
XXII de la primera parte). Apto para el tra- nera de pasar el rato para militares,
bajo de la relajación y la intuición. aunque no se especifica la graduación.
La intensidad física del mismo es me-
– La manta: Lo practicaban desde niños
dia. Lo practicaban los hombres de cla-
hasta ancianos de clase social media o
se social alta, la nobleza militar, si bien
baja. La intensidad física del juego es al-
también lo practicaban los civiles. El
ta. El material necesario es una manta
mismo se realizaba en ceremonias co-
de lana. Entre varias personas escogen a
mo justas y competiciones y en otros
una de ellas y los demás la «mantean»
momentos de ocio. El material o uten-
lanzándola al aire. Entre las normas del
silios utilizados eran un caballo, una
juego está el no mantearlo demasiado
lanza y una «sortija» (aro o anillo pe-
alto. El día de los Santos Inocentes en
queño). El juego es un ejercicio de des-
vez de mantear a una persona se mante-
treza que consiste en ensartar, atravesar
aba a un pelele con el fin de reírse de
o enhebrar en la punta de la lanza, co-
ella y hacerle burlas (Cap. XXLI y XLVI de
rriendo a caballo, una sortija (aro, ani-
la primera parte). Apto para trabajar la
lla) pendiente de una cinta. En referen-
cooperación, la coeducación, la habili-
cia al número de jugadores no hay un
dad motriz, la precisión, la coordinación
número deter-
entre compañeros, etc.
minado (cap. LIX de la segunda parte).
– Juego del peón: el cual consistía en liar Juego de precisión, de habilidad de
un cordel a la peonza «zompo» para desplazamiento, del manejo de objetos,
que, tirando con violencia la mano ha- etc.
cia atrás el cordel se desenvuelva estan-
– Justas: Lo practicaban los profesionales,
do la «peonza» en el aire (cap. XXXII de
varones, de clase social alta. El mismo
la segunda parte). Apto para el trabajo
se llevaba a cabo en fiestas cuya finali-
de la precisión, la habilidad con el ma-
dad era la diversión. El origen del juego
nejo de objetos.
es francés. El material necesario para su
– El hito: Lo practicaban desde niños desarrollo era una lanza de madera o de
hasta ancianos, de clase media y baja. metal, caballo, armadura. Los partici-
El material necesario era un clavo, una pantes eran dos. Con la lanza de made-
herradura o «herrones» (trozo de hierro ra se intenta dar al adversario, obtenien-
redondo con un agujero en medio). El do una puntuación y otra en función de
número de jugadores podía ser tan la parte del cuerpo que se conseguía to-
amplio como se desease. En referencia car al adversario (cap. IV de la segunda

231
parte). Apto para trabajar los desplaza- do. El mismo resulta ser muy entreteni-
mientos, el equilibrio, la coordinación, do si a los oyentes les interesa la historia
la fuerza, la agilidad, el componente es- (aparece en el capítulo XXXIII de la se-
tratégico, etc. gunda parte).
– Hípico (subir a un caballo): este «jue- – La contienda: Lo practicaban los varo-
go» lo practicaban los varones. La clase nes de 25 a 40 años. La intensidad física
social por la que era practicado era la del juego era alta. Practicado por la cla-
alta y se llevaba a cabo en ceremonias, se social media. Se utilizaban para su
fiestas y lugares de trabajo. Lo único desarrollo materiales como escudos,
que se necesitaba era un caballo. El lanzas, espadas, cascos, de hierro o de
juego consistía en subirse a un caballo aleaciones. El número de participantes
e intentar esquivar diversos obstáculos era de dos. El mismo consiste en el en-
(cap. XLIII de la segunda parte). Apto cuentro de dos caballeros, uno enfrente
para trabajar el equilibrio, la coordina- del otro montados en su caballo deben
ción, etc. conseguir vencer a su contrario tirándo-
lo del caballo y después matarle o per-
– La vaca de la boda: Lo practicaban los donarle la vida. En este sentido más que
varones mayores de 16 años de clase un juego es un combate. Solían enfren-
social baja. El mismo se realizaba siem- tarse por amor, venganza, tierras... (cap.
pre que había alguna boda. Lo necesa- LXIV de la segunda parte). Desarrollo de
rio para el desarrollo del juego era una la resistencia, la fuerza, equilibrio, etc.
vaca atada y embolada. La vaca se hace
correr en las diversiones de las bodas. – Duelo entre caballeros: Lo practicaban
Participaban todos los asistentes a la bo- los caballeros, varones, de clase social
da, dejando correr a la vaca. Hasta hace alta, en cualquier época del año, co-
poco se hacía en fiestas aldeanas, acabó mo espectáculo. El fin era defender el
siendo prohibida esta celebración por honor. Los materiales necesarios eran
los accidentes demasiado frecuentes una lanza, un escudo, un caballo y la
(cap. LXIX de la segunda parte). Apto pa- armadura. El desarrollo del mismo era:
ra el trabajo de la coordinación, los des- dos rivales compuestos por armadura
marques, los desplazamientos, la ocupa- y lanza, subidos a caballo se enfrentan
ción del espacio, etc. yendo ambos al encuentro con el con-
trario y procurando derribar al contra-
– Correr cañas: Lo practicaban los varo- rio y evitando ser derribado (aparece
nes, de carácter tradicional, en fiestas. en el capítulo XIV de la segunda parte).
Los materiales necesarios son cañas, Apto para el trabajo de estrategias de
adargas (escudos) y caballos. Diferentes lucha de combate, de oposición.
cuadrillas, cuyo número era indetermi-
nado, hacían varias escaramuzas arro- – Tiro de la ballesta: lo practicaban varo-
jándose recíprocamente las cañas, res- nes, de clase social alta, de carácter po-
guardándose con las adargas. Era un pular y se realizaba en ceremonias. Uti-
juego de caballeros (cap. XLIX de la se- lizaban los motones de trigo para tirar la
gunda parte). ballesta. Las reglas eran establecidas por
los mismos jugadores. En una ballesta
– La historia: Es de carácter tradicional, de se pone una flecha para lanzarla y se-
clase alta, media y baja, sirve para rela- gún la distancia se recibe una puntua-
jarse y reírse. Se basa en que uno cuen- ción u otra (cap. IX de la segunda parte).
ta una historia y los demás le escuchan. Apto para el trabajo de los lanzamien-
El número de participantes es indefini- tos, la puntería, etc.

232
EL QUIJOTE EN LA EDUCACIÓN INFANTIL tengan suma importancia la actividad mo-
A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN FÍSICA triz, el juego, el descubrimiento, la creati-
vidad, el lenguaje, la expresión plástica,
Dentro del ámbito del desarrollo motor la las relaciones interpersonales, la coeduca-
Educación Infantil como señalan García y ción, los valores sociales y culturales y el
Berruezo (1999, p. 56) se propone facilitar papel clave que juegan las emociones.
y afianzar los logros que posibilita la ma- Por lo tanto los objetivos de nuestra
duración referente al control del cuerpo, propuesta son trabajar el juego como me-
desde el mantenimiento de la postura y los dio de conocimiento de nuestra cultura,
movimientos amplios y locomotrices, has- desarrollar a través del movimiento no só-
ta los movimientos precisos que permiten lo los aspectos motores sino también los
diversas modificaciones de acción, y al conocimientos declarativos, cognitivos y
mismo tiempo favorecer el proceso de re- actitudinales, es decir, potenciar la educa-
presentación del cuerpo y de las coorde- ción infantil desde una perspectiva globa-
nadas espacio-temporales en que se desa- lizadora y la elaboración de un trabajo in-
rrolla la acción. Todo esto, unido a la fina- terdisciplinar (áreas, alumnos, profesores y
lidad de posibilitar el desarrollo de la indi- familias).
vidualidad, con el descubrimiento de la Con motivo de la celebración del IV
propia identidad y el fomento de la con- centenario del libro de D. Quijote de la
fianza en sí mismo, estimulando los hábi- Mancha, y como manchegos que somos,
tos y actividades, las reglas sociales, la re- esta experiencia didáctica que a continua-
solución de conflictos, la coeducación ción relataremos era de obligado cumpli-
desde la más tierna infancia, el espíritu co- miento. A través de ella trabajamos los di-
operativo y solidario, la educación en va- versos ámbitos educativos de la Educación
lores, así como las relaciones interperso- Infantil (Identidad y autonomía personal,
nales e integración social de todos los Medio físico y Social, y Comunicación y
alumnos sin distinción de raza o color de Representación), tratando la transversali-
piel, sexo o creencias religiosas. dad (educación en valores, la coopera-
De ahí que, nuestra actividad en lo re- ción, etc) desde una perspectiva globaliza-
ferente a la educación de la motricidad se dora.
centrará en el desarrollo o trabajo de la la-
teralidad, el equilibrio, la coordinación de
movimientos, la relajación y la respiración, AMBIENTACIÓN DE LA SALA-GIMNASIO
de la organización espacio-temporal y rít-
mica, de la comunicación gestual y expre- Las paredes del gimnasio estarán empape-
sividad corporal, postural y tónica, de la ladas con papel continuo, sobre el que se
relación del niño con los objetos, con sus han pintado las llanuras manchegas con
compañeros y con los adultos, del desa- un gran sol. El resto de la decoración son
rrollo afectivo y relacional, de su sociabili- recortables gigantes colocados en función
dad a través del movimiento corporal, lo de la aventura que vivamos. Los recorta-
que supone controlar y expresar su motri- bles serán los molinos de viento, girasoles,
cidad voluntaria en su contexto relacional una venta, los personajes princi-
manifestando sus deseos, temores y emo- pales: Don Quijote con Rocinante y San-
ciones. cho con Rucio, Dulcinea, el perro, alguna
Si bien todas las propuestas estarán hoguera, algunos árboles. A su vez dibuja-
sumergidas en el principio de globalidad mos un gran mapa de Castilla-La Mancha,
del niño y la niña que rige la etapa de in- señalando en él los lugares emblemáticos
fantil, de ahí que en nuestras propuestas de las historias del Quijote.

233
Las clases y actividades motrices en el maria, elaborado en Power Point para
gimnasio tienen un patrón común: es el dar cabida también a las TIC y que dice
relato de una de las aventuras y desventu- así:
ras del ingenioso hidalgo y su escudero,
desarrollo de las actividades motrices y ac- Hace mucho, mucho tiempo, vivía en
tividad de reposo y afianzamiento de la nuestro país un niño llamado Miguel de
historia contada. Cervantes. Miguel era un niño inquieto y
En todas ellas, se partía del guión an- curioso al que le encantaba viajar.
terior, el relato de un capítulo del Quijote, (Dibujos y viñetas de España
donde se destaca Castilla-La Mancha)
incorporando siempre algunas modifica-
ciones para que el niño recibiese una in- Siempre que podía se iba con su papá,
formación que él pudiera procesar y en- que era cirujano, a recorrer todos los lu-
tender, desarrollo de la práctica motriz y, gares de España, pues le gustaba conocer
reposo y afianzamiento de la historia con- gentes y paisajes diferentes a los de su
tada. pueblo.
El orden de desarrollo y relato de las (Dibujo y viñeta de un cirujano y un niño)
sesiones fue el siguiente: Cuento de Mi-
guelillo el Aventurero, taller de plástica y Cuando Miguel creció, todo el mundo lo
motricidad fina: elaboración material, am- conocía por Cervantes. Éste se hizo solda-
bientación gimnasio, retrato del ingenioso do y fue en una de sus batallas, donde per-
dió la mano izquierda, lo llamaron el «man-
hidalgo Don Quijote de La Mancha, los ca-
co de Lepanto».
zadores (dramatización), manteo de San- (Dibujo y viñeta de un soldado
cho, los molinos de viento, los oficios y el con lanza, caballo y una sola mano)
mercadillo medieval.
Por cuestiones de espacio se nos plan- Tuvo una juventud plagada de aventuras y
tea una duda: presentar una sesión integra desventuras, fue apresado por unos piratas
o bien presentar un ejemplo de activida- turcos y lo retuvieron en Argel durante cin-
des de cada una de las sesiones, optando co largos años. Cuando consiguió la liber-
por esta última. Por lo tanto, por razones tad y regresó a España, deambuló por An-
de espacio presentamos solamente algu- dalucía trabajando como recaudador de
contribuciones.
nas de las actividades que conforman la (Dibujo y viñeta de un
experiencia en su integridad. soldado español y un soldado turco)
– Cuento de Miguelillo el Aventurero: En
primer lugar había que describir a través A Cervantes, le gustaba mucho escribir y
contar cuentos y leyendas. Por aquellos
de un cuento a los niños de 3, 4 y 5 tiempos, no existían bolígrafos ni lapice-
años, quién era Don Quijote. La pro- ros, la gente escribía con plumas de gallina
puesta planteada para conseguirlo es a cuyas puntitas mojaban en tinta. Eran muy
través del cuento que adaptamos para la pocos los que tenían la oportunidad de es-
ocasión: Miguelillo el Aventurero, que cribir, pues los niños no tenían la suerte de
relata las vivencias de las aventuras y ir al colegio.
desventuras del personaje principal, (Dibujo y viñeta de Cervantes escribiendo
Don Quijote, que conduce a nuestros un libro con una pluma de gallina
alumnos/as a través de una serie de y una gallina al fondo)
ejercicios motrices, en los que predomi- El hecho de viajar tanto en su infancia le
na el juego y la fantasía. El cuento, por ayudó mucho a desarrollar su imaginación.
tanto, es un resumen de la biografía de De todos los libros que escribió el más la-
Don Miguel de Cervantes, animada por borioso y leído fue el de Don Quijote de la
dibujos y el sonido de alumnos de pri- Mancha, que cuenta las aventuras de un

234
caballero, de su escudero y de su amada En esta actividad colaboraron alumnos de
Dulcinea. Educación Primaria.
(Dibujo y viñeta de varios libros
encima de una mesa) – Lanza de Don Quijote: usamos globos
de los que tienen forma alargada y es-
Cervantes, nos presenta a D. Quijote como trecha, pintura, gomets... también un in-
un señor alto y delgado con la cabeza un flador de globos. Cada niño con un glo-
poco perdida y totalmente convencido de bo o dos se fabricará su propia lanza de
que es un gran caballero. Éste siempre va
acompañado de su caballo Rocinante, de Don Quijote que podrá decorar a su
su perro galgo y de ... gusto con pintura de dedos, gomets,
(Dibujo y viñeta Don Quijote montado en cintas...
un caballo flaco, con un galgo
y Dulcinea en su mente)
– Escudo de Don Quijote: utilizamos bande-
jas de cartón con forma redondeada, pa-
[...] su inseparable escudero y amigo San- pel de periódico, pintura, agua y harina.
cho Panza, que es bajito, gordito y muy Hicimos una pasta con el agua, la harina
pobre en conocimientos por lo que siem- y el papel de periódico, con ésta forra-
pre se deja convencer por Don Quijote. mos la bandeja de cartón y esperamos
(Dibujo de Sancho Panza) que se seque, una vez esté seco decora-
mos nuestro escudo con pintura y con
Miguel de Cervantes Saavedra, ayer Migue-
lillo el aventurero. «alkil».
(Pintura de Cervantes) – Molinos: usamos gomaespuma, pintura
– Taller de plástica y motricidad fina: y maquillaje de barra. Con gomaespuma
elaboración material: las actividades realizamos unas aspas con forma de ma-
que se proponen a continuación, for- nos que nos servirán para simular las es-
marían parte de una serie de «acciones cenas de los molinos, es importante el
previas» propuestas antes de las clases maquillaje y la caracterización de la cara
en el gimnasio, con el fin de que nues- para este disfraz. Las aspas con forma
tros alumnos/as se familiaricen con la de manos las habrá dibujado y recorta-
obra de El Quijote, su autor, y sus per- do previamente el profesor; los niños
sonajes mas destacados y a su vez ela- harán la tarea de pintarlas, dichas aspas
boren un material que posteriormente llevarán en su parte posterior unas tiras
utilizarán en el desarrollo de las pro- para que los alumnos puedan sujetárse-
puestas motrices. La forma de poner en las a los brazos.
práctica estas actividades será a través – Armadura de Don Quijote: empleamos
de talleres; así, en pequeños grupos harina, agua, papel de periódico, glo-
unos se dedicarán a pintar, otros a rea- bos, trozos de cartulina gomaespuma,
lizar la técnica de papel maché, a re- pintura gris. Para hacer el casco de Don
cortar. Las actividades las realizarán los Quijote utilizamos la técnica de pasta de
alumnos de 3, 4 y 5 años distribuyendo papel: mezclamos harina y agua hasta
las tareas a los grupos según su grado obtener una pasta densa, cortamos tiras
de dificultad.
de papel de periódico, mojamos las tiras
En este sentido se realizó un taller de de papel en la pasta y pegamos sobre
plástica y motricidad fina para confeccio- un globo hinchado y dejamos secar du-
nar los disfraces de Don Quijote, Sancho, rante un día. Cuando la pasta está seca
molinos, armadura de Don Quijote... se pinchamos el globo, dibujamos la parte
ambientó el gimnasio y la clase con gran- del visor y recortamos. Decoramos el
des murales y recortables referentes al tema. casco con trozos de cartulina.

235
• Los oficios de la época en el Quijote:
• Retrato del hidalgo Don Quijote de la
– Barbero. Materiales: jabón neutro
Mancha y de su escudero Sancho Pan-
espumoso y regla. Por parejas debe-
za:
rán de afeitarse.
– «El mundo de Don Quijote y de San-
– Escudero. Materiales: pañuelos, co-
cho»: cuatro niños harán de Quijo-
nos y cuerdas para construir un cir-
tes, cada uno de ellos llevará en sus
cuito. Por parejas. Un miembro de
manos una barra de pintura de car-
la pareja se venda los ojos y el
naval de color diferente, tratarán de
acompañante (escudero) debe guiar-
pillar al resto de niños y le pintarán
le.
un bigote y una barba. Una vez pin-
– Mesonero. Materiales: bandeja y di- tados comenzarán a hacer locuras y
versos materiales para trabajar el a decir disparates. La maestra será
equilibrio de objetos. Sobre una una más de la clase (sería conve-
bandeja el niño llevará varios obje- niente que empezase ella siendo
tos e intentará pasar el circuito sin Don Quijote para que el resto de ni-
que se le caigan. ños la imite). Realizaremos la misma
actividad para presentar a Sancho;
– Pastor. Materiales: picas y conos pa-
una vez maquillados, harán que es-
ra construir un redil. Toda la clase
tán comiendo, bebiendo y durmien-
excepto dos niños llevan los ojos
do.
vendados. Quienes no van venda-
Variante: con 3 años si están dos
dos son los pastores y deberán in-
profesoras una hará de Don Quijote
troducir en el redil al resto de la cla-
y otra de Sancho; el pillado de San-
se. Una vez dentro se quedarán
cho y Quijote puede hacerse a la
sentados y se pueden quitar la ven-
vez. Para 4 y 5 años, como son más
da. Las «ovejas» van andando, el pas-
independientes, uno de los niños/as
tor lleva del brazo a cada uno/a y lo
puede hacer de Sancho y otro/a de
deposita dentro del redil. Uno/a
Don Quijote.
puede hacer de perro pastor para
ayudar. – «Vestimos a Don Quijote y a Sancho
Panza»: en una pared del gimnasio
– Cómicos. Materiales: picas y conos.
pegaremos a nuestros personajes
Construimos un escenario. El alum-
Don Quijote y Sancho Panza. En el
nado que quiera sale para contar
otro extremo del gimnasio colocare-
chistes, recitar poesías, bailar, etc...
mos recortables de las vestimentas
que estos llevaban: barba, bigote,
• El manteo de Sancho: Las actividades
lanza, escudo, yelmo, zurrón, som-
reflejan cómo fue manteado uno de los
brero de paja... Los niños tratarán de
protagonistas (Sancho Panza):
vestir a los personajes de la manera
– Con una tela a modo de «paracaídas» más apropiada. Para llegar de un
los alumnos junto con sus dos extremo a otro deberán atravesar un
maestras/os cogerán el paracaídas y circuito que habrá montado previa-
tienen que hacer saltar una pelota mente la maestra y, han de simular
sin que ésta salga del paracaídas. que son uno u otro personaje.
– La misma actividad, pero ahora los – «La danza de Dulcinea» (con la músi-
alumnos tienen que tratar de colarla ca de Al jardín de la alegría): en co-
por el agujero del centro. rro cantaremos y bailaremos una

236
canción que omitimos por razones ganará y por tanto conseguirá que
de espacio. le devuelvan el dinero empleado en
esta actividad.
• El mercadillo quijotesco medieval. Los
– Malabarismos: Material: unas bolas
juegos motores del Quijote: Para finalizar
de distintos tamaños y de distintas
esta unidad didáctica o experiencia de-
durezas para realizar la actividad.
dicada a Don Quijote de la Mancha rea- Tendrán en una mesa un montón de
lizamos un mercadillo medieval. Cuan- bolas de diferentes tamaños y pe-
do los alumnos entran al gimnasio, éste sos. Con ellas irán haciendo los ejer-
estará decorado con diferentes activida- cicios que un responsable les dirija.
des todas ellas características de la épo- Lanzamientos uno enfrente de otro.
ca que estamos representado. Irán di- Por debajo de la pierna, por encima
rectamente al centro de la sala y se de la cabeza...
caracterizarán con telas, bolsas de basu-
ra, distintos tipos de papeles de colo- – Lucha con lanzas: Material: dos silli-
res.... como si estuvieran en dicha épo- nes con ruedas, varios bancos sue-
ca. Durante toda la actividad sonará cos y palos de gomaespuma. Con
música medieval. El desarrollo de esta los bancos suecos puestos unos en-
sesión la llevaremos a cabo por rinco- cima de otros se hará la división de
nes a modo de circuito por lo que será ambos terrenos de juego. Los niños
preciso que haya un profesor en cada se sentarán en los sillines con rue-
estación circuito o rincón: das y en carrera tendrán que golpe-
ar en el cuerpo a su contrincante.
– Tiro de Pelota: Material: piscina con
bolas de plástico y diana con ruido. – Nuevas historias: para volver a la
Un niño se sentará en lo alto de un calma y recuperar la tranquilidad,
banco sueco que estará colocado les contaremos un capítulo del Qui-
encima de una piscina de bolas, los jote, nunca se lo leeremos.
niños que quieran pasar a la activi-
dad tendrán que coger una pelota e
intentar dar a una diana que hemos LA APLICACIÓN DIDÁCTICA
colocado a determinados metros se- DE LOS JUEGOS QUIJOTESCOS
gún la edad del alumno. Cuando el EN LA EDUCACIÓN PRIMARIA
niño dé en la diana, ésta emitirá un
ruido que hará que el que está colo- OBJETIVOS CONCRETOS DE LA EXPERIENCIA

cado encima del banco sueco «se ti-


re a la piscina de bolas» Los fines de intervención educativa que
hemos llevado a cabo desde el área de
– Lanzamiento de Lanza: Material: pi- Educación Física en Educación Primaria y
cas forradas con gomaespuma. Se que hemos enmarcado dentro del bloque
diseñará en el gimnasio o sala de de contenidos de «los juegos» es:
psicomotricidad un espacio, alejado
del resto de las actividades y sin po- – Introducir al niño en la cultura propia
de nuestra región a través de los juegos
sibilidad de romper nada. En este
tradicionales que aparecen en la obra
espacio se dibujará con tiza en el
Don Quijote de La Mancha.
suelo unas marcas que nos dirán la
puntuación que les daremos por ca- – Vivenciar, a través de la práctica, las
da lanzamiento. El que obtenga más costumbres, festejos y juegos de carácter
puntos en tanda de lanzamientos popular de la época.

237
– Incentivar al alumno a la lectura de la – Aceptación de las reglas y normas
obra de Miguel de Cervantes a través de los juegos.
del juego.
– Construir una base histórico-cultural de PROCEDIMIENTO METODOLÓGICO
nuestra región a través de los juegos ex-
puestos en la obra Don Quijote de la La interdisciplinariedad ha sido el un pun-
Mancha. to fundamental de nuestra mediación, ya
– Socializar a la infancia en los valores que la participación de todas las áreas cu-
que encierra nuestra cultura popular. rriculares del centro ha sido una constan-
te; a través del debate, la discusión y el
– Respetar la cultura y tradiciones de la trabajo en equipo hemos enriquecido
región y entender su significado para te- enormemente el aprendizaje por parte del
ner un conocimiento más próximo a la niño de un conocimiento histórico-cultural
realidad. de su región y de la obra en cuestión.
La metodología ha sido participativa y
dinámica, hemos conseguido una gran
CONTENIDOS motivación y haciendo al alumno protago-
nista de su propia actividad, dotándole de
Como se verá posteriormente en nuestra oportunidades para la exploración y expe-
propuesta hemos trabajado los contenidos rimentación, predominando el ejercicio y
motrices, el desarrollo de las habilidades desarrollo de la actividad creadora, el em-
básicas ha sido también una constante: pleo de la imaginación ya que hemos co-
desplazamientos (marcha, carrera, cuadru- locado al educando en situaciones de re-
pedia, deslizamientos), saltos, giros, mani- solver problemas, en los cuales existía un
pulaciones, lanzamientos, recepciones, re- proceso de razonamiento, lo que ha per-
cogidas, impactos. mitido desarrollar al máximo las potencia-
lidades de cada niño.
• Conceptuales: El juego como actividad En este sentido una vez que hemos
social y cultural. propuesto el juego se ha dado el tiempo
suficiente para que experimenten todas
• Procedimentales: sus posibilidades; si bien en algunos casos
– Ejecución y experimentación de las se hace necesario proporcionarles las pis-
distintas habilidades específicas que tas adecuadas para su total comprensión y
implica cada juego. disfrute. En definitiva, lo que se ha preten-
dido ha sido que vivencien, experimenten
– Participación como jugador de for- y conozcan todas las actividades para asi-
ma individual o colectiva, según re- milar mejor los objetivos propuestos, con-
quiera la actividad. siguiendo los valores y conocimientos de
nuestra cultura.
– Adaptación de los juegos que apare-
cen en la obra, diferenciando entre
ciclos y niveles, al contexto escolar. DESCRIPCIÓN PRÁCTICA DE NUESTRA
– Integración con el resto de la áreas «INTERVENCIÓN»
curriculares.
En el proceso seguido podemos distinguir
varias fases diferenciadas:
• Actitudinales:
1. Fase preparatoria: Esta fase se corres-
– Respeto a la cultura y tradiciones. ponde con la programación de la activi-

238
dad. Así, dentro de esta fase podemos dis- – Material no convencional: clavo, tizas
tinguir tres etapas: de colores, pared del gimnasio.
a) Localización de los juegos populares – Material natural: árboles, agua.
aparecidos en la obra: lectura deteni-
– Material alternativo: canuto de papel,
da de la misma.
goma elástica, pelotas de malabares, fi-
b) Adaptación de los juegos a la Escuela. chas, sillas, globos, cubo, receptáculos
Al tratarse de juegos tradicionales y de de botella.
costumbres propias de la época, era
necesario llevar a cabo una adaptación – Las actividades correspondientes a cada
que los acercara al entorno educativo. ciclo.
Ésta se llevó a cabo siguiendo una se- 2. Fase práctica: Esta fase ha sido la más
rie de pautas: gratificante del proceso, la cual compren-
– La clasificación de los juegos en de dos etapas, como son la toma de con-
función de su dificultad de realiza- tacto con los juegos y la obra literaria y la
ción y de comprensión en cuanto al realización de las Jornadas.
contenido de los mismos.
– Adaptación de las reglas y normas • La toma de contacto: tuvo una duración
de cada juego. de una semana, llevada a cabo en las cla-
– Adaptación del material y del terreno ses de Educación Física. Los objetivos que
de juego necesarios para su desarrollo. pretendimos conseguir, en orden de prefe-
rencia, fueron:
c) Realización del proyecto: adaptación
de los juegos al propio centro escolar. – Introducir a los alumnos en la época y
la obra de El Quijote, a través de la lec-
Una vez enmarcados los juegos en la tura de los dos primeros capítulos. Al
realidad escolar, el siguiente paso fue la comienzo de cada sesión cada alumno
realización de una Unidad Didáctica o leía un párrafo del capítulo en la clase
propuesta de intervención donde queda- de Lengua y después se les explicaba
ran reflejados: qué se hacía en cada juego, qué tipo de
– Los objetivos, tanto generales como es- gente lo practicaba y el acontecimiento
pecíficos de cada ciclo. cultural o social en que se desarrollaba.

– Los contenidos, diferenciando entre con- – Llevar a la práctica los juegos adaptados
ceptuales, procedimentales y actitudinales. a cada ciclo, comprobando su normal
desarrollo en las clases y corregir posi-
– La metodología pretendida. bles errores, con el fin de prevenirlos en
– La distribución de los espacios, a la ho- la Jornadas.
ra de organizar las actividades, y la tem- – Al final del periodo observamos que los
poralización. resultados obtenidos fueron muy positi-
– El material a utilizar en el desarrollo de vos por lo que no tuvimos que realizar
las diferentes actividades: ninguna modificación de las adaptacio-
nes de los juegos.
– Material convencional: pañuelos, herro-
nes, cintas y anillas, soportes, cuerdas, • Las Jornadas Quijotescas: en esta fase,
redes de voleibol y de bádmington, nos pusimos de acuerdo con el tutor de
bancos suecos, colchonetas, conos, va- cada curso de Educación Primaria, para
llas y picas (plástico y madera), aros, preparar el horario específico para las jor-
bolos de gomaespuma, pelotas de tenis. nadas. Éstas iban a tener una duración de

239
tres días, dedicándole un día a cada ciclo, – Desarrollo: juego del pillao, una vacas o
realizándolo después del recreo el primer toros son los que pillan, al resto de com-
nivel y por la tarde el segundo. Si algún pañeros, los cuales disponían de un pa-
profesor quería colaborar, tenía las puertas ñuelo para torear. La zona está delimitada
abiertas para hacerlo, ya que era una ex- por los bancos suecos que a su vez servi-
periencia en la cual la colaboración entre rán de refugio para los corredores. Cuan-
los diferentes profesores y alumnos es do una vaca o toro atrapa a un corredor,
muy interesante. No obstante tuvimos una este pasa a ser vaca o toro y el otro a ser
estupenda colaboración por parte de algu- corredor.
nos de los tutores de los diversos grupos.
Tuvimos que contar con la aprobación del – Duración: 10 minutos. Instalación: Zona
equipo directivo para que nos dieran el acotada por los bancos. Ciclo: 1º
visto bueno en la realización de esta acti- – Observaciones: este juego gusto muchí-
vidad, por lo cual le entregamos una copia simo.
del proyecto realizado.
Una vez acabada la programación del • El hito:
proyecto, la puesta en práctica en el aula
de los juegos adaptados y todas la gestio- – Material: herrones, clavo o juego del
nes oportunas, todo estaba preparado pa- herrón.
ra la realización de las jornadas. Para el – Desarrollo: juego de precisión que con-
desarrollo de la actividad en cuestión, con- siste en el lanzamiento de herrones a
tábamos con la participación de seis maes- un clavo situado a una distancia pru-
tros, por lo que nos vimos limitados a rea- dencial en el suelo, según en el ciclo
lizar tan solo seis juegos por curso. Los que se trabaje. El número de participan-
juegos estaban distribuidos en diferentes tes es ilimitado pero se debe lanzar por
zonas del patio y gimnasio del centro. Al turnos guardando una distancia de lan-
comienzo de cada sesión, se reunía a todo
zamiento preestablecida. Se formarán
el nivel dentro del gimnasio para la elabo-
grupos de cinco a diez alumnos que
ración de los seis grupos. Cada maestro se
lanzarán a un clavo tres lanzamientos
encargaba de llevar a un grupo a su pues-
por turno, después se sumarán todos
to de trabajo para que realizara su juego. A
los aciertos, ganará el grupo que más
la indicación del maestro coordinador los
aciertos tenga.
diferentes grupos rotaban por las distintas
estaciones (zonas de juego), donde les es- – Duración: 10-12 minutos. Instalación:
peraba el maestro responsable de la mis- Interior/exterior. Ciclo: 1º,2º y 3º.
ma. Todos y cada uno de los grupos debí-
an pasar por todas las estaciones por lo – Observaciones: Lo ideal sería haberlo
que se limitó el tiempo por estación a 10- hecho con herraduras. Era uno de los
15 minutos. Cada sesión disponía de una juegos que gustaba a los niños menos
duración de 90 minutos. dinámicos. Se pudo apreciar la diferen-
cia de desarrollo que existe en los dife-
rentes ciclos.
LOS JUEGOS POPULARES: SU DESCRIPCIÓN,
ADAPTACIÓN, PUESTA EN PRÁCTICA • La sortija:
EN CADA CICLO Y OBSERVACIONES
– Material: «sortija» (anillas de plástico con
una cinta de color), «lanza» (un folio en
• La vaca de la boda:
forma de canuto o cucurucho), cuerda,
– Material: bancos suecos y pañuelos. soportes de salto de altura.

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– Desarrollo: Consiste en ensartar o atrave- tar con estaciones variadas como zig-
sar con el canuto de papel la anilla. Los zag, colchonetas para giros transversales
niños de primer ciclo lo harán pasando y longitudinales, saltos, reptaciones,
por debajo de la cuerda e intentando equilibrios, etc...
conseguir una anilla sin frenar la marcha
– Duración: 10 minutos. Instalación: Inte-
(sin soportar cargas y con una anilla más
rior/exterior. Ciclo: 1º y 2º.
grande). Los de segundo y tercer ciclo lo
harán igual pero subido a caballo de un – Observaciones: de gran éxito entre los
compañero (soportando cargas). alumnos de primer ciclo. Al ser tan pe-
queños no se podían hacer ejercicios
– Duración: 10-15 minutos. Instalación:
con cargas, por lo que se hizo indivi-
Interior/exterior. Ciclo: 1º, 2º y 3º.
dualmente en cuadrupedia y bípeda.
– Observaciones: Al aproximarse a las ani-
llas se solían parar para tener mayor • La manta:
precisión a la hora de introducir el ca-
– Material: pañuelos, balón de voleibol,
nutillo de papel en la anilla.
red y soportes de voleibol.
• Justas: – Desarrollo: dos equipos, divididos a su
vez en parejas, separados por la red de
– Material: soportes, receptáculos, cuer-
voleibol. Cada pareja coge un pañuelo de
das y «lanzas» (bolos de gomaespuma).
los cuatro picos. Consiste en hacer lanza-
– Desarrollo: dos grupos, uno situado en mientos de la pelota de voleibol, con el
cada lado del terreno de juego. Los par- pañuelo, al otro lado de la red intentando
ticipantes intentan dar con las lanzas al que el otro equipo no la recepcione.
adversario al cruzarse en medio del te-
– Duración: 10-15 minutos. Instalación:
rreno de juego, cada uno por su lado
Interior/exterior. Ciclo: 2º y 3º.
correspondiente, obteniendo distinta
puntuación en función de la parte del – Observaciones: Este juego sirve de trans-
cuerpo en la que se toque al adversario ferencia positiva para el voleibol. Lo
(0 ptos cabeza, 1 pto tronco y extremi- identifican con el deporte y fue mejor
dades y 2 ptos glúteo). Los niños de se- aceptado en el tercer ciclo al tener me-
gundo ciclo lo harán igual pero montan- jor control sobre el balón.
do a caballo con un compañero.
• Tiro de la ballesta:
– Duración: 10-15 minutos. Instalación:
Interior/exterior. Ciclo: 1º y 2º. – Material: recipiente de agua, pelota pe-
queña y diana (dibujada en la pared con
– Observaciones: con los niños de segun-
tiza).
do ciclo tuvimos que dejar que lo hicie-
ran sin montarse a caballo, porque per- – Desarrollo: cada alumno moja la pelota
dían mucho el equilibrio y los niños con en agua y lanzará la pelota hacia la dia-
sobrepeso no podían jugar como jinetes. na, teniendo dos intentos y sumando la
puntuación total.
• Hípico:
– Duración: 10-15 minutos. Instalación:
– Material: bancos, conos, picas, colcho- Interior/exterior. Ciclo: 2º.
netas, tacos de madera y aros.
– Observaciones: gracias al material natu-
– Desarrollo: realizar el circuito señalado ral como el agua creó gran motivación
a cuadrupedia y bipedia. Éste debe con- en los niños; aunque era un día muy so-

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leado, con el paso de las rondas se no- anime a poner en marcha la misma en
taban menos las marcas de la pelota, otros centros tanto de Castilla-La Mancha
por lo que el maestro debía estar atento como del resto del Estado, ya que sin du-
a donde lanzaba. da la obra sobrepasa ampliamente las
fronteras de la Mancha.
• Juego de Maesecoral: Concluir diciendo que es posible el
aprendizaje y conocimiento de la obra
– Material: pelotas de malabares.
Don Quijote de la Mancha, de una forma
– Desarrollo: iniciación en los malabares. lúdica e interdisciplinar a través de los
Empezar con movimientos y ejercicios juegos tradicionales en la Educación Físi-
simples con una, dos y tres pelotas con- ca. Así, de esta forma también hemos
secutivamente. acercado al alumno a la cultura y costum-
bres castellano-manchegas. Sin duda la
– Duración:10-15 minutos. Instalación: implicación de todos los tutores desde sus
Interior/exterior. Ciclo: 3º. diferentes áreas de conocimiento ha sido
– Observaciones: no fue uno de los juegos fundamental para conseguir un buen co-
más aceptados ya que les resultaba com- nocimiento de la obra.
plicado lanzar y recepcionar con más de Ha sido una actividad muy gratificante
dos pelotas, pero uno de cada diez alum- y motivadora tanto para el propio alumna-
nos se inició con acierto en los malabares. do como para el profesorado, a pesar de
la dificultad y esfuerzo que ha acarreado
• Duelo entre caballeros: su organización e implementación. Tam-
bién hemos podido tomar conciencia de
– Material: picas, tizas, bancos suecos y los interesantes resultados de la educación
colchonetas. a través del movimiento en cuanto a la
– Desarrollo: se dibuja un círculo con tiza, mejora del ambiente y la convivencia.
que va ha ser el terreno de juego. Dentro Por último terminamos invitando a los
del círculo se colocan dos adversarios, maestros de Infantil y Primaria a la realiza-
sujetando ambos la misma pica. El juego ción de esta actividad, de forma que sus
consiste en echar al contrincante del cír- alumnos trabajen dicha obra de manera di-
culo sin soltar la pica y permanecer uno ferente a la que hasta ahora han venido
dentro de él. Una variante que se realizó haciendo y que experimenten de otro mo-
fue encima de un banco sueco rodeado do la vida y la cultura.
de colchonetas, con el mismo fin, el de
intentar derribar al compañero.
BIBLIOGRAFÍA
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