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Un sacerdote observó cómo los comunistas profanaron el tabernáculo y las hostias consagradas en una iglesia de China. Una niña china de 11 años rezó en la iglesia y vio lo sucedido. Cada noche, regresaba a la iglesia para hacer una hora santa de oración y recibir la comunión para reparar el acto de odio, hasta que la trigésima noche fue descubierta y asesinada por un guardia. El sacerdote presenció este acto de martirio heroico desde su celda.
Un sacerdote observó cómo los comunistas profanaron el tabernáculo y las hostias consagradas en una iglesia de China. Una niña china de 11 años rezó en la iglesia y vio lo sucedido. Cada noche, regresaba a la iglesia para hacer una hora santa de oración y recibir la comunión para reparar el acto de odio, hasta que la trigésima noche fue descubierta y asesinada por un guardia. El sacerdote presenció este acto de martirio heroico desde su celda.
Un sacerdote observó cómo los comunistas profanaron el tabernáculo y las hostias consagradas en una iglesia de China. Una niña china de 11 años rezó en la iglesia y vio lo sucedido. Cada noche, regresaba a la iglesia para hacer una hora santa de oración y recibir la comunión para reparar el acto de odio, hasta que la trigésima noche fue descubierta y asesinada por un guardia. El sacerdote presenció este acto de martirio heroico desde su celda.
El obispo Sheen respondió que su mayor inspiración no fue un papa, un
cardenal, u otro obispo, ni siquiera un sacerdote o monja. Fue una niña
china de once años de edad.
Cuando los comunistas se apoderaron de China, encerraron a un sacerdote
en su propia rectoría, cercana a la iglesia. El sacerdote observó asustado, desde su ventana, cómo los comunistas invadían el templo y se dirigían al santuario. Llenos de odio, profanaron el tabernáculo, cogieron el cáliz y arrojándolo al suelo, se cayeron las hostias consagradas.Eran tiempos de persecución y el sacerdote sabía exactamente cuántas hostias había en el cáliz: treinta y dos.Cuando los comunistas se fueron, tal vez no se dieron cuenta o no prestaron atención a una niña que estaba rezando en la parte trasera de la iglesia y vio todo lo que sucedió.En la noche, la pequeña regresó y escapando del guardia que estaba en la rectoría, entró en el templo. Ahí, hizo una hora santa de oración, un acto de amor para reparar el acto de odio. Después de su hora santa, entró en el santuario, se arrodilló e inclinándose hacia delante, con su lengua recibió a Jesús en la Sagrada Comunión (en aquel tiempo no estaba permitido a los laicos tocar la Eucaristía con sus manos).La pequeña regresó cada noche, haciendo su hora santa y recibiendo a Jesús Sacramentado en la lengua. La trigésima noche, después de haber consumido la última hostia, accidentalmente hizo un ruido que despertó al guardia. Este corrió tras ella, la agarró y la golpeó hasta matarla con la parte posterior de su arma.Este acto de martirio heroico fue presenciado por el sacerdote que, profundamente abatido, miraba por la ventana de su cuarto convertido en celda.