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Así como evoluciona una semilla bajo tierra, así fue reventando y
creciendo mi vocación, en medio de piedras, raíces y falta de agua
incluida, en lo más profundo de la oscuridad terrenal.
Con mis hermanos, jugando en casa, todo lo que era del culto a lo divino
lo repetíamos. En ese entonces, mi madre y una tía, cual jardineras-
cultivadoras, nos fueron enseñando la no discriminación. En el altar,
todos teníamos las mismas funciones y nos turnábamos: quien hacía de
cura, quien predicaba, quien de monaguillo, quien de fiel observador
escuchando... De mi parte, este último también lo incluiría, pues la
responsabilidad eclesial es de todos/as.
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regañó muy "suavemente". Aún me duele, porque no era consciente de
que estaba haciendo algo malo.
De todas maneras, en todo este proceso yo iba aprendiendo que tenía que
ir al cielo y no al infierno. El camino propuesto parecía sencillo y fácil.
Bastaba con decir a TODO “si” y “creo”, cumplir los mandamientos de la
Ley de Dios, las Bienaventuranzas y recibir todos los sacramentos, menos
uno y medio, por ser mujer. Sin poder preguntar si eso me favorecía o no,
o cuáles eran las ventajas de dicha exclusión.
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conocer mediante simposios y talleres no solo en Colombia, sino a nivel
de América Latina, hasta que los recursos fueron retirados a petición de
un cardenal, cuyo nombre se me “escapa”, pero que dejó honda huella de
dolor y tiranía en la Historia de la Iglesia.
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Es cuestión de tiempo. Del cielo, cae y cae la lluvia, deteriorando
estructuras y cemento, hasta calar las piedras. Una gota de agua debió
de poder colarse y llegar hasta mi semilla. Elfriede Harth (colombo-
alemana), escuchó acerca de mi búsqueda e inquietudes para atender mi
llamado. Creo que fue la gota que permitió que mi semilla comenzara a
germinar. Ella me narró la historia de Ludmila Javoroba (presbítera
católica romana, Checoslovaquia 1970), llegando hasta las mujeres
ordenadas en el Danubio y el Movimiento Presbíteras Católicas Romanas.
¡Para mí era un imposible! Me sonaba como una música fuera de cuerda.
¿Será otra secta? Por algún tiempo el hecho quedó grabado, guardado en
mi corazón. Seguí investigando... y conociendo otras experiencias.
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Jamás como presbítera -y hoy como obispa- me he sentido excluida o
rechazada dentro de mi Iglesia, a pesar del canon 1398 latae sententiae,
porque nunca he renunciado a mi Bautismo y nadie me lo puede borrar
o arrebatar.
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ARCWP (Asociación Romana Católica de Mujeres Presbíteras) –a la cual
pertenezco- estamos en Estados Unidos, Canadá, América Latina y en
todo el mundo. Mujeres y hombres calificados son preparados para servir
al pueblo de Dios como sacerdotes. Nuestros ritos son de acuerdo con las
normas estipuladas por la Iglesia Católica Romana, promoviendo la
igualdad de derechos y justicia para las mujeres en la Iglesia, según el
Bautismo. La justicia para el pueblo de Dios es constitutiva del Evangelio
de Jesucristo.
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actuar como una comunidad de iguales en la toma de decisiones como
organización y dentro de comunidades eclesiales de fe. Abogamos por el
rescate de la visión de Jesús como tal, según como se encuentra en
el Evangelio para nuestra Iglesia y nuestro mundo.
La primera vez que concelebré con las mujeres recién salidas de la cárcel,
(y digo concelebrar, porque en el momento de la consagración todas
fueron invitadas a pronunciar las palabras de la consagración conmigo)
sus comentarios fueron: “Primera vez que no nos sentimos, señaladas,
acusadas, regañadas y rechazadas”. Una abuela recluida por 5 años por
culpa de sus nietos, nos repartió la comunión. Es hacerla sentir Iglesia,
con responsabilidad de ser Iglesia.
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A los niñas/os se les da participación, no solo como acólitos, también
hacen las lecturas y participan en el diálogo de las homilías. (Mateo
19:14).
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BIBLIOGRAFIA:
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c1p6_sp.html
http://romancatholicwomenpriests.org/index.htm
www.arcwp.org
https://arcwpamericadelsur.wordpress.com/