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LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA

Fue escrita entre 1242 y 1252, son una colección de 25 milagros donde se
muestran las beneficiosas intervenciones de la Virgen en la vida de todos sus
devotos. Berceo quiere aumentar la devoción por la Virgen. Para llevar a cabo
esta tarea se sirve de la lírica trovadoresca, de gran importancia en aquella época,
sus milagros tienen un carácter épico, se dirigen directamente al publico no incluye
cultismo, están escritos con naturalidad.
Gonzalo de Berceo utiliza estrofas que consisten en cuatro versos alejandrinos
que riman en consonante:
Yo, maestro Goncalvo de Verceo nomnado, 14A
Yendo en romeria caeci en un padro, 14A
Verde e bien sencido, de flores bien poblado, 14A
Logar cobdiciaduero pora omne cansado. 14A
Todos los milagros constan de la misma estructura:
1. Berceo indica donde conoció el milagro, cuando ocurrieron los hechos y
quien lo protagonizo.
2. Sigue la decisión del personaje, y nos cuenta sus defectos (borracho,
vividor, fornicador, ladrón) y sus cualidades, en todos ellos la devoción de la
Virgen. Los personajes suelen se hombres que forman parte del clero.
3. El protagonista cae en la tentación, cometiendo un pecado, cuando esta a
punto de condenarse aparece la Virgen y le salva por su devoción.
El libro refleja el conocimiento de los clérigos, y un buen ejemplo son el
vocabulario variado que aparece. Usa un lenguaje sencillo, técnico y donde
predominan abundantemente los cultismos y las expresiones populares. La obra
tenía una intención divulgativa y didáctica, para que la gente pudiera saber qué
ocurría durante el milagro.
Ahora les hablare sobre cada milagro:
Milagro I: La casulla de San Idelfonso
En Toledo había un arzobispo llamado Ildefonso, escribió un libro sobre la
virginidad de María y celebró una fiesta en su honor, el día de la fiesta, se le
apareció María, le dio una casulla cosida por ángeles, con la que cantase, y le dijo
que, si se la ponía otra persona, moriría.
Milagro II: El sacristán impúdico
Hubo un monje en un convento que era muy devoto a María, pero el demonio lo
corrompió y le hizo fornicar, y como adoraba a María, cada vez que pasaba por
delante de su imagen, la alababa. Un día el monje murió, y los demonios fueron
por él, pero la Virgen lo defendió.
Milagro III: El clérigo y la flor
Existió un fraile de vicios mundanos pero que amaba a la Gloriosa. Un día lo
matan y sus compañeros para privarlo de honores lo sepultan lejos, por lo cual la
Virgen se molesta y le ordena a un fraile darle sagrada sepultura. Luego, todos
abren el sepulcro y ven una hermosa flor que nacía dentro, todos notaron el
milagro y dieron al clérigo una merecida tumba.
Milagro IV: El premio de la Virgen
Hablamos de otro clérigo más que amaba a María, la adoraba, la alababa,
etcétera. Un día se puso muy enfermo y vio a la Virgen, que le dijo que ese dolor
pasaría. Cuando murió, los ángeles se lo llevaron con María.
Milagro V: El pobre caritativo
Un hombre pobre vivía de las limosnas de las personas que iban a la iglesia, pero
adoraba tanto a María que lo que recibía, que era poco, lo repartía entre otros
mendigos. Cuando murió se apareció María ante él y se lo llevó, diciendo que
quien hiciese el mal o se apartase de ella y de su hijo, saldría mal aventurado.
Milagro VI: El ladrón devoto
Había un ladrón que no trabajaba ni asistía a la iglesia, sin embargo, creía en La
Virgen. Un día fue sentenciado a la horca por sus actos, no obstante, la Virgen lo
salva. Cuando todos se enteraron de que sobrevivió, quisieron degollarlo, pero la
Virgen lo protegió nuevamente con sus manos. Al final el ladrón adopta una vida
sana.
Milagro VII: El monje y San Pedro
Era un monje que no se comportaba como tal, ya que se iba con mujeres, usaba
drogas, etcétera. Cuando murió se lo llevaron los demonios, pero San Pedro lo vio
y pensó que cumplió con lo suyo en la vida y pidió a Jesús que le diese otra
oportunidad, acudió la Virgen María junto con otras dos amigas para convencer a
su hijo de que se la diese, ya que éste no estaba por la labor.
Milagro VIII: El romero de Santiago
Un fraile que quería ser monje llamado Giraldo no respetaba algunas normas. Se
le aparecieron unos demonios disfrazados de Ángeles se le aparecieron y le
dijeron que para cumplir su penitencia se tenía que cortar los testículos. Este se
los corto y se murió. Los diablos se llevaron su alma, pero la virgen se lo resucito y
lo resucito sin testículos para así cumplir sus penitencias
Milagro IX: El clérigo ignorante
Había un clérigo ignorante que solamente sabía decir la misa de la Virgen María.,
fue acusado ante el obispo de necedad, el cual le quitó su cargo en la iglesia. La
Virgen se apareció al obispo, al que mandó que volviese a admitir al clérigo donde
estaba antes, lo cual fue obedecido por el obispo.
Milagro X: Los dos hermanos
eran dos hermanos que vivían en Roma, uno llamado Pedro que era cardenal y el
otro llamado Esteban que era juez. Ambos eran avariciosos. El clérigo murió y
Esteban fue asesinado. El juez fue al infierno con su hermano Pedro, habló con la
Virgen y consiguió un mes más de vida para arreglar los errores que había
cometido. Arregló los males que cometió y un mes después fue al cielo.
Milagro XI: El labrador avaro
Este capítulo trata sobre un perro que es un labrador, que se dedicaba a recoger
las cosechas de los ciudadanos. Cada vez que cometía un delito citaba la
siguiente oración “Salve Regina Santa”. Cuando murió los diablos querían llevarse
su alma, pero un ángel intervino recogiendo su alma y llevándosela al cielo.
Milagro XII: El prior y el sacristán
En Pavía, Lombardía había un monasterio erigido en honor al señor San Salvador.
Allí vivía un prior que estaba un poco desencaminado de la senda del señor, pero
él era muy devoto a la Virgen María. Cuando llegó la hora de su muerte la madre
salvadora intervino por él, le perdonó sus pecados y lo llevó a un lugar mejor.
Entonces el difunto prior se le apareció al sacristán y le explicó que gracias a la
bondad de nuestra divina madre se le habían perdonado y ahora estaba en un
lugar mejor. Debido a ello el sacristán predico lo que el difundo prior le había dicho
al resto de sus monjes, y ellos rindieron gracias a la madre del salvador por ser
siempre tan piadosa con sus vasallos.
Milagro XIII: El nuevo obispo
Era un hombre llamado Jerónimo, muy amigo de la Virgen esta lo mandó que le
dijese al grupo de obispos que pasaba por su ciudad que él sería el obispo, que se
lo había dicho la Virgen, estos le creyeron y le aceptaron como obispo, que
además fue muy compasivo y bondadoso, como lo predijo María.
Milagro XIV: La imagen respetada
El fragmento describe como se incendia el monasterio de San miguel de la Tumba
y como por obra de dios, la imagen de la virgen, su hijo y aquellos enseres que la
rodean se libran de las llamas, el humo o daño alguno. Esto se consideró un
milagro siendo recordado a lo largo del tiempo, convirtiendo y salvando incluso las
almas de algunos no creyentes que terminan por convertirse al cristianismo.
Milagro XV: La boda y la Virgen
San Casiano muy servicial a María, que vivía en la ciudad de Pisa. Cuando
murieron sus padres, que eran muy ricos, le convencieron para que tuviese hijos y
le diese su gran herencia, de forma que no cayese en manos de la iglesia. El día
de su boda paso por una iglesia antes de ir con su mujer, y se le apareció la
Virgen, que le dijo que se apartase de lo material, así que se casó y por la noche
se marchó a algún monasterio para rezar a la Virgen haciendo rica a su mujer.
Milagro XVI: El niño judío
Un niño judío comulga junto a otros niños cristianos con los que solía reunirse. El
padre, enfurecido con el hijo que ha traicionado su religión, lo introduce en un
horno encendido. El niño, sin embargo, no recibe ningún daño ni siente calor. El
milagro había sido obra de Santa María, cuya imagen había admirado el
muchacho en le momento de comulgar.
Milagro XVII: La iglesia profanada
Tres amigos matan a un vecino dentro de una iglesia, por lo que la Virgen y Dios
los castigan enviándoles un fuego que dañaba su cuerpo. Arrepentidos, solicitan el
perdón de la Virgen y ésta los alivia de su dolor, por lo cual, van con el obispo que
les asigna como penitencia, andar en romería para redimir sus pecados. Cada uno
iba por los pueblos contando el milagro.
Milagro XVIII: Los judíos de Toledo
Los judíos cometen crimen por un ritual. El pueblo cristiano mata a los judíos por
petición de la Virgen
Milagro IX: Un parto maravilloso
En una isla donde las olas manifestaban su furia, ocurrió que, en la fiesta del
Arcángel Miguel, una mujer embarazada se mete en la marejada quedando
atrapada. Sin embargo, la Virgen la salva, cubriéndola con su mato y al salir del
oleaje, la mujer ya había dado a luz. Al escuchar esto, toda la clerecía le dedica un
canto a la Virgen y al señor.
Milagro XX: El clérigo embriagado
Hubo un clérigo que era muy bueno y honraba mucho a María, pero cometió un
error. Un día bajó a la bodega del convento y se emborrachó. Cuando iba hacia la
Iglesia, el demonio se le apareció en forma de toro, pero María le ayudó y lo
espantó. Mas tarde pasó lo mismo, pero ahora se apareció con forma de perro y
María le volvió a ayudar. Cuando llegó a la iglesia se encontró con un león, pero
María lo azotó con un palo para que no volviese. Cuando le llevó a su cama le dijo
que hiciese penitencia, y desde entonces hasta su muerte se comportó mejor.
Milagro XXI: De cómo una abadesa fue preñada
Se juntaron unos hombres en un barco para ir de romería. Al principio todo les iba
bien, hasta que estalló una tormenta y se les rompió el fondo del barco. El capitán
acompañó a los clérigos más importantes a un bote salvavidas, pero hubo un
peregrino que fue astuto y se coló en el bote, pero cayó al mar y murió. Cuando
los supervivientes llegaron a tierra empezaron a mirar a la mar para ver si veían a
sus amigos muertos y poder sepultarlos, cuando vieron unas palomas
blanquísimas que iban hacia el cielo. Creyeron que eran las almas de sus amigos.
Cuando estaban buscando algún cuerpo vieron al chico que había saltado al bote,
que les contó que se había encomendado a la Virgen y ésta la había salvado.
Cuando llegaron a su destino lo contaron y todo el mundo adoró a María.
Milagro XXII: El naufrago salvado
Se juntaron unos hombres en un barco para ir de romería. Al principio todo les iba
bien, hasta que estalló una tormenta y se les rompió el fondo del barco. El capitán
acompañó a los clérigos más importantes a un bote salvavidas, pero hubo un
peregrino que fue astuto y se coló en el bote, pero cayó al mar y murió. Cuando
los supervivientes llegaron a tierra empezaron a mirar a la mar para ver si veían a
sus amigos muertos y poder sepultarlos, cuando vieron unas palomas
blanquísimas que iban hacia el cielo. Creyeron que eran las almas de sus amigos.
Cuando estaban buscando algún cuerpo vieron al chico que había saltado al bote,
que les contó que se había encomendado a la Virgen y ésta la había salvado.
Cuando llegaron a su destino lo contaron y todo el mundo adoró a María.
Milagro XXIII: La deuda pagada
En la ciudad de Constantino había un burgués de gran corazón que hacía muchos
favores a la gente, pero que cuando estuvo en un apuro de dinero nadie le prestó
dinero. Una vez que fue a la Iglesia a rezar, se le ocurrió ir a pedir un préstamo al
judío más rico de la comarca. Cuando el judío le preguntó que a quien ponía de
fiador por si él no podía pagar, el burgués dio el nombre de María y el de Jesús.
Cuando tuvo dinero se fue a comerciar a Francia y el día que tenía fijado para
pagar se le olvidó acudir a la cita, así que pidió ayuda a Dios y éste le dio una
idea: dejó un saco con el dinero prestado y lo tiró a la orilla del río, y pidió a Jesús
y a su madre que por favor se lo entregaran al judío para que no se lo fuese a
pedir al fiador. Cuando el judío lo cogió no pensó que era el préstamo. Cuando el
burgués volvió a su ciudad, lo acusaron por moroso, y para solucionarlo se lo
fueron a preguntar a la imagen del Niño Jesús de la iglesia donde habían hecho el
trato. Este dijo que el judío ya cobró y ese día hicieron una fiesta a Jesús.
Milagro XXIV: La iglesia robada
Fueron guiados unos ladrones a Castilla por el diablo, uno era un ignorante y el
otro un obispo. Antes de llegar a la ciudad vieron una iglesia cercana a la casa de
una monja. Saquearon la casa y la iglesia. Cuando se iban a ir se dieron cuenta
que la corona de la Virgen era valiosa, y cuando fue el clérigo a cogerla se le
quedó pegada a la mano y María les hizo perder la cabeza, para que no pudiesen
y no encontraban la salida. La monja avisó a la gente, que acudió a socorrerla y
encontró a los dos ladrones en la iglesia. Los azotaron y mandaron al clérigo con
el obispo, que a su vez lo envió con el obispo de Avila, que era su superior, para
que lo castigase.

Milagro XXV: De cómo Teófilo hizo una carta al diablo


Hubo un hombre bueno que ayudaba a la gente, a los romeros, a los
desafortunados, etcétera. Se llamaba Teófilo y era ayudante del obispo. Le
solucionaba todos los problemas, ya que éste no sabía hacer nada.
Cuando el obispo murió, le quisieron dar el obispado a él, pero éste lo rechazó.
Cuando le dieron el puesto a otro le despidieron de su cargo de ayudante.
Entonces fue a pedir consejo a un judío mentiroso que daba consejos falsos a la
gente. Teófilo acudió a esta persona porque quería su anterior puesto de trabajo, y
el consejo que le dio fue que volviese de nuevo por la noche para llevarle ante su
rey, que era el demonio. Cuando le llevaron ante su rey, le explicó el problema al
demonio y le hicieron firmar una carta en la que renunciaba a Dios y a su Madre
para que no pudiese negarlo. Al día siguiente, el obispo le volvió a dar su puesto.
Todo le iba bien hasta que Jesús se apiadó de él y le hizo ver el error que había
cometido. Cuando vio el mal que se había hecho, fue a rogar a Santa María. A los
cuarenta días de penitencia se le apareció la Virgen, que le dijo que hablaría con
su hijo para conseguir la carta. A los tres días, María le trajo la carta que había
firmado con el demonio. Al despertarse, fue a la misa que estaba dando el obispo
y le contó lo ocurrido. El obispo, a su vez, se lo contó a los creyentes y quemó la
carta. Murió a los tres días, pero antes pidió perdón a todas las personas y repartió
su dinero con los pobres.

Juan Martín Delgado Sánchez

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