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SEXUALIDAD

400..0.10
.00.00P
.11°S-
040011

HQ21
W43518
UNAM 6377
PUEG
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Universidad Nacional Autónoma de México

Doctor Francisco Barnés de Castro, Rector Jeffrey Weeks


Doctor Humberto Muñoz García, Coordinador de Humanidades
Doctora Graciela Hierro, Directora del PUEG

Programa Universitario de Estudios de Género


SEXUALIDAD
Comité Editorial
Gabriela Cano
Teresita De Barbieri
Mary Goldsmith
René Jiménez Ornelas
Marta Lamas
Araceli Mingo
44,

María Luisa Tarrés ' 1010 VI


'Mal*I% #111,*,
1.11°111101‘15'
Lorenia Parada-Ampudia e IP 1110 Clitlia
ve, ~00 ."
Coordinadora del Comité Editorial 100311°13
Martha Donís
Publicaciones

El Programa Universitario de Estudios de Género agradece


a la Fundación Ford su apoyo para la publicación de este libro.

PAID O S
México
Buenos Aires
Barcelona

PUEG
Universidad Nacional Programa Universitario de
Autónoma de México Estudios de Género
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Título original: Sexuality


Publicado en inglés por Routledge, 1986

Traducción: Mónica Mansour


Cubierta: Mario Eskenazi

AbA ÍNDICE

alOnallutok t tutAments

1.11111111117ARIO
MANN qi «HM
Man Nene CamMmer Agradecimientos 9

Prólogo a la edición en castellano 11

Capítulo 1. Los lenguajes del sexo 15


la. edición, 1998

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», Capítulo 2. La invención de la sexualidad 23
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por Breve historia de la historia de la sexualidad 23
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, 28
y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
La "construcción social" de la sexualidad
1. Parentesco y sistemas familiares 32
2. Organización económica y social 33
D.R. O 1986 Jeffrey Weeks / Ellis Horwood
3. Reglamentación social 34
D.R. O 1998 Universidad Nacional Autónoma de México
4. Intervenciones políticas 35
Programa Universitario de Estudios de Género
5. Culturas de resistencia 35
Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F.
La importancia del sexo 36
D.R. O 1998 Editorial Paidós Mexicana, S.A.,
La sexualidad y el poder 41
Rubén Darío 118, col. Moderna, 03510 México, D.F.
1. Clase 42
Tels.: 579-5922, 579-5113. Fax: 590-4361, y
2. Género 43
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
3. Raza 45
Mariano Cubí 92, 08021 Barcelona, y
Editorial Paidós, SAICF,
Capítulo 3. Los significados de la diferencia sexual 47
Defensa 599, Buenos Aires
El imperativo biológico 47
1. Argumentación por analogía 53
ISBN 968-853-384-X
2. La tiranía de los promedios 53
3. La hipótesis del "agujero negro" 54
Impreso en México-Printed in Mexico
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8 Sexualidad

La sexualidad y las relaciones sociales 57


La sexualidad y el inconsciente 63
La's consecuencias de la diferencia 67

Capítulo 4. El desafío de la diversidad 71


El lenguaje de la perversidad 71
El discurso de la diversidad 77 AGRADECIMIENTOS
Deconstruir las categorías 83

Capítulo 5. Sexualidad y política 91


El sexo: ¿un nuevo frente? 91
Elementos de una crisis sexual 94
Reglamentar la sexualidad 102
La política de la sexualidad 108

Capítulo 6. Placeres privados y política pública 113

Sugerencias de lectura 123 Hace ya más de diez años que empecé a escribir sobre la historia y la sociología del sexo.
Durante este tiempo he contraído muchas deudas intelectuales y afectivas. No hay es-
Índice analítico 127 pacio aquí para mencionar los nombres de toda la gente que me ha ayudado. Remito
a los lectores a los agradecimientos de mis libros anteriores, cuyos datos aparecen en
"Sugerencias de lectura" al final de este libro. Ahora sólo puedo agradecer a todos una
vez más, y liberarlos de cualquier acuerdo total o parcial con lo que aquí digo.
Algunas deudas, sin embargo, son inmediatas. Debo agradecer a Peter Hamilton
por pedirme que escribiera este libro; a Caradoc King por animarme a hacerlo; a Bar-
bara Giddins por transformar pacientemente mis borradores en textos legibles, lo
cual me permitió reconsiderar, reacomodar y reescribir, y a Janet Hussein (como
siempre) por mecanografiar una versión final impecable. Mi gratitud, como de cos-
tumbre, a Chetan Bhatt, Micky Burbidge y Angus Suttie por apoyarme durante la es-
critura de este ensayo. Pero la deuda mayor la he contraído con mis estudiantes, del
pasado, del presente y (si lo permite la política gubernamental) del futuro. Espero que
ellos se beneficien tanto con este ensayo como me benefició a mí trabajar con ellos.
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PRÓLOGO A LA EDICIÓN
EN CASTELLANO

Estoy consciente de que presentar este libro a nuevos lectores, en una lengua y una
cultura distintas a las mías, es una paradoja.
En toda mi obra sobre estos temas, desde la década de 1970„ he dicho que sólo
puede comprenderse la sexualidad dentro de su propio contexto social y cultural es-
pecífico. Aun cuando hay claros rasgos comunes —características sexuales masculinas
y femeninas diferenciadas, una cantidad relativamente limitada de maneras de obte-
ner placer del cuerpo, el hecho de que todos nacemos, vivimos y al final morimos—,
difiere enormemente la manera como las sociedades organizan el potencial erótico
humano. En las distintas culturas y a lo largo de la historia de cada una de ellas, po-
demos descubrir variaciones importantes en el modo como los seres humanos han or-
ganizado el matrimonio y la familia, las relaciones entre hombres y mujeres, mujeres
y mujeres, hombres y hombres, adultos y niños, y también en la importancia que la
costumbre, la ley, la religión y la moral atribuyen a la sexualidad. Ante nuestros ojos
ocurren cambios de distintos tipos. Seguramente los cambios continuarán: ¿quién pue-
de saber cuáles serán las implicaciones del cibersexo?
No obstante, a pesar de mi convicción teórica de que no hay una esencia abso-
luta en lo que llamamos sexualidad, y que lo erótico sólo puede tener un significado
en culturas específicas, ofrezco a un público más amplio un libro que surge de mi pro-
pia experiencia culturalmente limitada. ¿Encontrará eco o simplemente se desechará
como la visión particular de alguien que escribe desde un punto de vista exclusivamen-
te occidental y metropolitano?
El problema, como siempre, es encontrar un equilibrio entre un relativismo ab-
soluto, que a fin de cuentas implica que nunca podremos encontrar un lenguaje co-
mún, y un universalismo falso, que sostiene que en el fondo todos somos iguales. Este
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12 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Prólogo 13

libro intenta ir más allá de esa dicotomía innecesaria. Considero que este ensayo tiene individual y desarrollar una ética que respete todas las distintas maneras de existir
una relevancia más amplia, sobre todo, por dos razones. como seres humanos. En mi libro Invented Moralities: Sexual Values in an Age of Un-
En primer lugar, debido al creciente impacto de la globalización económica y so- certainty (Columbia University Press, 1995) [Moralidades inventadas: valores sexua-
cial, vivimos cada vez más en un mundo en que lo que sucede en una cultura tiene les en una época de incertidumbre], especifico en detalle algunas de estas maneras. En
gran influencia sobre todas las otras. En una época de comunicación instantánea, tu- los últimos capítulos de este libro esbozo cuáles podrían ser. Considero básico que de-
rismo en gran escala, transporte rápido y migración masiva de pueblos por razones po- sechemos la idea de que sólo la ciencia puede indicar el camino. Lo que importa son
líticas y económicas, ninguna cultura puede ya aislarse de cualquier otra. La transfor- las maneras que encontremos para vivir juntos. No importa tanto lo que uno hace en
mación global de la economía y la cultura se filtra hasta cualquier poblado, por más lo sexual, sino el contexto en_ que lo hace. La sexualidad adopta muchas formas. De-
pobre o lejano de las capitales metropolitanas que esté, a través de la televisión y las bemos aprender a vivir con todas ellas, con una condición fundamental: que lo que
películas que vemos, la ropa que usamos, la comida que comemos y las imágenes se haga no dalle a otros.
sexuales que flotan frente a nosotros. La identidad de gays y lesbianas, y sus modos de Este libro se publicó por primera vez en inglés en 1986. Muchas cosas han cam-
vida, inventados en las ciudades estadounidenses en la década de 1960, ahora desa- biado desde entonces. Si hoy empezara a escribir este libro, tal vez daría mayor o me-
fían las múltiples maneras de interacción homosexual que han existido tradicional- nor importancia a distintos asuntos, y de seguro cambiaría algunos detalles. Pero no
mente en Asia, África y América Latina. Tal vez haya resistencia ante las nuevas iden- cambiaría el argumento básico ni mi conclusión. Todo lo demás forma parte de nues-
tidades, o quizás éstas se transformen, pero su impacto es vasto. La política de tro diálogo continuo acerca de lo que significa ser sexual.
emancipación de las mujeres, así como la libertad sexual, asume diferentes formas en
distintos países, de acuerdo con tradiciones económicas, legales y religiosas, pero la Jeffiey Weeks
"cuestión femenina" y los asuntos relacionados con el control de las mujeres sobre su Julio de 1997
capacidad reproductiva —en especial, el control de la natalidad y el aborto— ahora
son una preocupación global. Asimismo, la epidemia del sida puede tener un impacto
distinto en diversas poblaciones, de acuerdo con muchos factores, pero no cabe nin-
guna duda de que es una amenaza a escala mundial. El ritmo de los cambios econó-
micos, sociales y culturales puede variar de un país a otro y de una región a otra, pero
en todo el mundo ahora se cuestionan las tradiciones establecidas, y los modos de
vida, incluyendo la vida erótica, con frecuencia se han transformado al grado de que
ya no se reconocen.
Aunque sólo fuera por esta razón, debemos aprender unos de otros, debemos res-
petar distintos modos de vida y aprender a entablar un diálogo en torno a la sexuali-
dad. Este libro podría considerarse como parte de ese diálogo necesario. Su objetivo
no es decir la verdad absoluta acerca de la sexualidad, porque no existe una verdad ab-
soluta, sino más bien entablar una conversación acerca de los distintos significados de
la sexualidad, los que existen y los que pueden y podrían existir.
La segunda razón por la que considero que este libro resulta útil más allá de su
contexto local se deriva de la necesidad de entablar un diálogo con los demás. Digo en
el libro que la búsqueda de una verdad única sobre la sexualidad y el cuerpo ha lle-
vado, durante demasiado tiempo, a una negación de la diversidad humana y de las
opciones, ha limitado la autonomía individual, y ha convertido los placeres del cuer-
po en un secreto indecente. Estoy de acuerdo en que el comportamiento sexual im-
plica peligros tanto como alegrías, y en que fácilmente puede convertirse en un agente
de dominación así como de potenciación individual. Pero esto sólo nos lleva al desa-
fío real: encontrar valores comunes que puedan trascender las diferencias culturales,
construir maneras de vivir juntos que puedan incluir la diversidad y la autonomía
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1. LOS LENGUAJES DEL SEXO

El sexo atrae o aterra,


fenómenos que se excluyen mutuamente:
rara vez está en terreno intermedio
Murray S. Davisl

Cuanto más hábiles somos para hablar de la sexualidad, mayores son las dificultades
que encontramos al tratar de comprenderla. Pese a los intentos sostenidos a lo lar-
go de muchos años para "desmistificar" el sexo, y a varios decenios de "liberalismo"
y "tolerancia" proclamados —o condenados— a voz en cuello, lo erótico todavía des-
pierta una fuerte dosis de ansiedad moral y confusión. Esto no se debe a que el sexo
sea intrínsecamente "malo", como señaló acertadamente una comentarista sensible,
sino "al hecho de que es un crisol de sentimientos poderosos".2 Las fuertes emociones
que indudablemente despierta el mundo de la sexualidad le confieren una sensibili-
dad sísmica y lo convierten en una banda de transmisión para una amplia variedad
de necesidades y deseos: amor y odio, ternura y agresión, intimidad y aventura, ro-
mance y depredación, placer y dolor, empatía y poder. La experiencia del sexo es muy
subjetiva.
Al mismo tiempo, la movilidad misma de la sexualidad, su habilidad camaleó-
nica para adoptar diversos aspectos y formas, de modo que lo que para uno puede ser
fuente de calidez y atracción, para otro puede serlo de temor y odio, hace que sea un
conductor particularmente sensible de influencias culturales y, por lo tanto, de divi-
siones políticas y sociales. Así, no debe sorprender que, sobre todo durante el siglo
pasado, la sexualidad se haya convertido en causa de feroces divisiones políticas y
éticas: entre moralistas tradicionales (de diversos matices religiosos o sin ningún tinte
religioso) y liberales; entre los altos portavoces de la limitación sexual y los partida-

1 Murray S, Davis, Smut: Erotic Reality/Obscene Ideology, Chicago y Londres, University, of Chicago Press, 1983,
P. 87.
2 Sue Cartledge, "Duty and Desire: Creating a Feminist Morality", en Sue Cardedge y Joanna Ryan (comps.),
Sex and Love. Neto Thoughts on Old Contradictions, Londres, The Women's Press, 1983, p. 170.
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16 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Los lenguajes del sexo 17

ríos de la liberación sexual; entre los defensores del privilegio masculino y otros, co- las necesidades y conductas sexuales de nuestros contemporáneos más cercanos, por
mo las feministas, que lo cuestionan, así como entre las fuerzas de la reglamentación no hablar de los deseos infinitamente más ambiguos de nuestros antecesores. Las bru-
moral y una multitud de oposiciones sexuales radicales, algunas de los cuales se ata- mas del tiempo y los diversos disfraces que adopta el prejuicio nublan otras maneras
can entre sí con la misma vehemencia con que se oponen a la ortodoxia sexual. de vivir una vida sexual. Esta voluntad flexible de no saber se apoya en una suposi-
Tal vez estos debates se consideraron marginales respecto de la vida política do- ción profundamente inmersa en nuestra cultura: que nuestra sexualidad es el aspecto
minante en el pasado, independientemente de su importancia para los que estaban más espontáneo y natural que tenemos. Ésta es la base de algunos de nuestros senti-
más involucrados en ellos. Sin embargo, durante las últimas décadas, los asuntos mientos y compromisos más apasionados. A través de ella, nos vivimos como gente
sexuales se han acercado cada vez más al centro de las preocupaciones políticas. En
verdadera: nos da nuestra identidad, nuestro sentido del yo, como hombres y muje-
Estados Unidos y Europa, la "nueva derecha" ha movilizado recientemente muchas res, como heterosexuales y homosexuales, "normales" o "anormales", "naturales" o
fuerzas políticas al destacar los llamados "asuntos sociales": la afirmación de la san- "antinaturales". Se ha convertido, como lo expresó el filósofo francés Michel Fou-
tidad de la vida familiar, la hostilidad ante la homosexualidad y las "desviaciones
cault, en "la verdad de nuestro ser".3 Pero, ¿cuál es esta "verdad"? ¿Y sobre qué base
sexuales", la oposición a la educación sexual y la reafirmación de las fronteras tradi- podemos considerar algo como "natural" o "antinatural"? ¿Quién tiene el derecho de
cionales entre los sexos; todos estos temas han resultado ser armas poderosas para que establecer las leyes del sexo? El sexo puede ser "espontáneo" y "natural". Pero no ha
la política conservadora construya nuevos grupos políticos. A su vez, constituyen un puesto fin a una interminable andanada de consejos de cómo hacerlo mejor.
halago indirecto al éxito del feminismo y los movimientos sexuales radicales en su Empecemos con el término "sexo" y sus usos comunes. Su misma ambigüedad se-
cuestionamiento de muchas normas heredadas de conducta sexual, identidades y re- ñala la dificultad. Nos enteramos desde muy jóvenes y de distintas fuentes que el sexo
laciones. La "opinión progresista" tal vez no supo bien cómo reaccionar ante estos de- "natural" es lo que ocurre con miembros del "sexo opuesto". Por lo tanto, el "sexo" en-
safíos, pero reconoce ampliamente que las reglas básicas del debate se han modificado tre gente del "mismo sexo", por definición, es "antinatural". Esto se da por hecho. Sin
en forma irreversible. Esto sí está claro. Lo que es menos evidente es cómo debemos embargo, los múltiples significados de la palabra "sexo" en estas últimas oraciones de-
abrirnos paso por entre el laberinto en que aparentemente se ha convertido la "se- berían alertamos sobre la complejidad real de la cuestión. El término se refiere tanto a
xualidad". un acto como a una categoría de persona, una práctica y un género. La cultura moder-
En Occidente, por lo menos, se ha considerado que la sexualidad tiene una rela- na ha supuesto que existe una conexión íntima entre el hecho de ser biológicamente
ción especial con la naturaleza de la virtud y la verdad desde antes del triunfo del cris- macho o hembra (es decir, tener los órganos sexuales y la potencialidad reproducti-
tianismo. Se supone que a través de nuestro sexo debemos encontrarnos y encontrar va correspondientes) y la forma correcta de comportamiento erótico (por lo general
nuestro lugar en el mundo. Lo que se analizó en los debates de fines de la Antigüe- el coito genital entre hombres y mujeres). El primer uso del término "sexo" en el si-
dad, codificado en las primeras disquisiciones cristianas sobre la carne y personalizado glo xvi se refería precisamente a la división de la humanidad en el sector masculino y
en los procedimientos de la confesión católica y en el testimonio protestante frente el sector femenino (es decir, diferencias de género). Sin embargo, hoy en día el signi-
a Dios, llegó a su apoteosis en el siglo pasado, mientras la medicina y la psicología, la ficado dominante y usual desde principios del siglo xix se refiere a las relaciones físi-
sexología y la pedágogía, asumían, junto con las iglesias, la función de establecer las cas entre los sexos, a "tener sexo".* La extensión de los significados de estas palabras
normas morales y sociales. Hacia fines del siglo xix, como muchos han señalado, los indica un cambio en la manera como se entiende la "sexualidad" (el sustantivo abs-
médicos habían adoptado algunos atributos de un nuevo sacerdocio, y muchos pare-
tracto que se refiere a la calidad de ser "sexual") en nuestra cultura.4
cían tan seguros de sus puntos de vista como los antiguos sacerdotes. Sin embargo, la
Son complejos los procesos sociales mediante los cuales esto ha ocurrido. No obs-
politización cada vez mayor del sexo durante el último siglo ofrece nuevas posibili-
tante, sus implicaciones están claras, porque con ellas vivimos todavía ahora. En pri-
dades, con los desafíos que éstas conllevan: no sólo de control moral, y su reverso mer lugar, se supone que hay una distinción marcada entre "los sexos", una dicoto-
inevitable, la desviación sexual, sino también de análisis político, oposición y cambio.
Esto hace más necesario que sepamos a qué nos referimos cuando hablamos de sexua-
lidad, que aclaremos el significado (o, más bien, los significados) de este fenómeno
* Traducción literal de la expresión inglesa "to have sex"; el uso normal en español es "tener relaciones sexua-
complejo. Tenemos que saber lo que ha sido y lo que es, antes de poder decidir ra- les" [N. de la TI
cionalmente lo que debería o podría ser. 3 Michel Foucault, The History ofSexuality, I. An Introduction, trad. Robert Hurley, Londres, Allen Lane, 1979.
Es fácil proclamar esta meta. Pero llevarla a cabo es una tarea considerablemente [Versión en castellano: Historia de la sexualidad, I. La voluntad de saber, trad. Ulises Guiñazú, México, Siglo XXI,
más arriesgada. Todos hemos invertido tanto en nuestro propio concepto de lo que 1982.]
4 Los términos se analizan en Raymond Williams, Keywords. A Vocabulaly of Culture and Socieos Londres, Fla-
es realmente el sexo, que resulta bastante difícil comprender en forma desapasionada
mingo, 1983, pp. 283-286.
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18 Sexualidad Los lenguajes del sexo 19

mía de intereses, incluso un antagonismo ("la batalla de los sexos") que sólo puede re- perversidades sexuales, la sexología ha ayudado a codificar una "tradición sexual", un
solverse de manera precaria. Los hombres son hombres y las mujeres, mujeres; y rara conjunto más o menos coherente de suposiciones, creencias, prejuicios, reglas, méto-
vez se encontrarán unos y otros. Pero, en segundo lugar, se cree que el "sexo" es una dos de investigación y formas de reglamentación moral que todavía configuran la ma-
fuerza natural irresistible, un "imperativo biológico" misteriosamente ubicado en los nera como vivimos nuestra sexualidad. ¿Es amenazador y peligroso el sexo? Si quere-
genitales (sobre todo en los voluntariosos órganos masculinos), que arrasa con todo mos creer eso, podremos encontrar una justificación no sólo en una tradición
lo que tiene enfrente (por lo menos si eres hombre), como pueblos bajo una avalan- cristiana particular, sino también en los escritos del padre fundador de la sexología,
cha, y que de alguna manera resuelve esta división, como un arco iris sobre un Krafft-Ebing, y en los de muchos de sus sucesores científicos. Por otra parte, ¿es el
abismo. En tercer lugar, esto produce un modelo piramidal del sexo, una jerarquía sexo una fuente potencial de libertad cuyo poder liberador sólo está bloqueado por
sexual que se extiende hacia abajo desde la corrección aparentemente otorgada por la la fuerza regresiva de una civilización corrupta ("bajo el pavimento, está la playa",
naturaleza al coito genital heterosexual hasta las extrañas manifestaciones de "lo per- como proclamaba temerariamente la rebelión estudiantil en París en 1968)? Si es así,
verso", que se espera esté bien enterrado en la base, pero que desafortunadamente entonces se puede encontrar justificación en la obra de polemistas y "científicos" des-
siempre brota en lugares dudosos. de el siglo xix hasta el presente, obra que incluye no sólo a los pioneros socialistas
Esta visión del mundo del sexo está profundamente inmersa en nuestra cultura, como Charles Fourier y Edward Carpenter y a freudianos marxistas como Wilhelm
es parte del aire que respiramos. Proporciona una justificación ideológica para la lu- Reich y Herbert Marcuse, sino también a los "contadores sociales" más evidentemen-
juria masculina incontrolable y, por lo tanto, también para el acto de violación, para te solemnes como Alfred Kinsey. Sean cuales fueren nuestros valores políticos y mo-
la degradación de la autonomía sexual femenina y para la manera en que tratamos rales, ha sido difícil escapar a la falacia naturalista de que la clave de nuestro sexo está
a las minorías sexuales distintas de nosotros, así como para las realidades más acepta- en alguna parte de los nichos de la "naturaleza" y que la ciencia sexual proporciona el
bles del amor, las relaciones y la seguridad. Además, desde fines del siglo xix, este en- mejor medio para acceder a ella. No es sorprendente que algunos teóricos sexuales,
foque ha tenido el apoyo patentemente científico de la amplia tradición conocida co- como ha señalado Murray Davis, se hayan convertido en los custodios de la vida inte-
mo sexología, la "ciencia del deseo". Sexólogos como Krafft-Ebing, Havelock Ellis, lectual, que lleven a cabo tareas de tutoría y saneamiento, y pongan orden en el mundo
August Forel, Magnus Hirschfeld, Sigmund Freud y muchos otros trataron de descu- transformando el desorden en pulcros casilleros.6 Desafortunadamente, el "desorden"
brir el verdadero significado del sexo explorando sus diversos aspectos: la experiencia regresa una y otra vez con el viento, lo cual interminablemente confunde nuestra
de la sexualidad infantil, relaciones entre los sexos, la influencia del "plasma germi- mirada.
nal", hormonas y cromosomas, la naturaleza del "instinto sexual" y las causas de las Contra las certezas de esta tradición, pretendo ofrecer en este ensayo una manera
perversiones sexuales. A menudo no había un acuerdo y con frecuencia se contrade- distinta de entender la sexualidad. Esto implica no considerarla como un fenómeno
cían. Al final, aun los más dedicados tuvieron que aceptar cierto fracaso. Freud con- primordialmente "natural", sino como un producto de fuerzas históricas y sociales. La
fesó la dificultad de llegar a un acuerdo respecto de "algún criterio ampliamente re- "sexualidad", en mi opinión, es una "unidad ficticia", que alguna vez no existió y que
conocido de la naturaleza sexual de un proceso",5 y aunque hoy podemos alegar que en algún momento en el futuro tal vez de nuevo no exista. Es un invento de la mente
estamos un poco más seguros respecto de lo que es "sexual" o no, todavía tenemos la humana. Como ha sugerido Carole S. Vance, "el órgano más importante de los hu-
vista tan nublada como aquellos pioneros en lo que se refiere a interpretar sus impli- manos está ubicado entre las orejas".7
caciones. Esto no significa que podamos simplemente ignorar el edificio masivo de sexua-
La sexología ha tenido importantes efectos positivos en la ampliación de nuestro lidad que nos envuelve. Se ha dicho que la "sexualidad no tiene la importancia que
conocimiento de las conductas sexuales y no pretendo denigrar sus logros reales. Sin se le ha concedido en nuestra sociedad contemporánea [...] no existe como tal, por-
ella estaríamos esclavizados en un grado mucho mayor de lo que estamos ante mitos que la sexualidad no existe".8 Aquí vemos una reducción al absurdo de un concepto
y panaceas. Por otra parte, en su búsqueda del "verdadero" significado del sexo, en su valioso. Desde luego, la sexualidad existe como una presencia social palpable, que
intenso cuestionamiento de la diferencia sexual y en su categorización obsesiva de las

6 Murray S. Davis, op. cit., p. 272, n. 1.


5 Sigmund Freud, "Introductory Lectures on Psychoanalysis", conferencia 21, en James Strachey (comp.), The 7 Diary ofa Confirence on Sexuality, Barnard Women's Center, 1982; Carole S. Vance, "Pleasure asid Danger: To-
Standard Edition of the Complete Psychological Works ofSigmund Freud, t. 16, Londres, Hogarth Press-Institute of Psy- wards a Politics of Sexuality", en Carole S. Vance (comp.), Pleasure and Danger. Exploring Female Sexuality, Boston y
choanalysis, 1953-1974, p. 323. [Versión en castellano: Obras completas, 24 ts., ordenamiento, comentarios y notas Londres, Routledge & Kegan Paul, 1984. [Versión en castellano: Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina (se-
de James Strachey con la colaboración de Anna Freud, asistidos por Alix Strachey y Alan Tyson, Buenos Aires, Amo-
lección de textos), trad. Julio Velasco y Marfa Angeles Toda, Madrid, Revolución, 1989.]
nonti, 1984.] 8 Stephen Heath, The Sexual Fix, Londres, Macmillan, 1982, p. 3.
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20 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

des que existen en otras culturas y dentro de la nuestra. Otras culturas, como señaló
configura nuestra vida pública y personal. Sin embargo, considero que lo que defini-
Ruth Benedict, funcionan como laboratorios "en los que podemos estudiar la diver-
mos como "sexualidad" es una construcción histórica, que reúne una multitud de dis-
sidad de instituciones humanas".1 ° Darnos cuenta del modo como hacemos las cosas
tintas posibilidades biológicas y mentales —identidad genérica, diferencias corporales,
no es la única manera de vivir; puede sacudir nuestro etnocentrismo de manera salu-
capacidades reproductivas, necesidades, deseos y fantasías— que no necesariamente
dable. También puede obligarnos a preguntar por qué ahora las cosas están como es-
deben estar vinculadas, y que en otras culturas no lo han estado. Todos los elemen-
tán. Otras culturas y subculturas son un espejo de nuestra propia transitoriedad. Los
tos constitutivos de la sexualidad tienen su origen en el cuerpo o en la mente, y no
nombres de estudiosos como los antropólogos Malinowski o Mead, el biólogo Kin-
pretendo negar los límites planteados por la biología o los procesos mentales. Pero las
sey o los sociólogos Gagnon, Simon y Plummer aparecen varias veces en estas pági-
capacidades del cuerpo y la psique adquieren significado sólo en las relaciones so-
nas porque nos dicen que la norma es la variedad y no la uniformidad.
ciales. El próximo capítulo, que versa sobre la invención de la sexualidad, intentará
El legado de Freud y su teoría del inconsciente dinámico es otra fuente importan-
justificar este argumento, mientras los capítulos tercero y cuarto analizarán las im-
te de la nueva teoría sexual. A partir de la tradición de psicoanálisis que él inició, se
plicaciones de este enfoque en la reflexión acerca del género y la identidad sexual, así
ha reconocido que lo que sucede en la mente inconsciente suele contradecir las cer-
como el hecho de la diversidad sexual.
tezas aparentes de la vida consciente. La vida de la mente —sobre todo de las fanta-
Estos capítulos resultan ser una crítica a lo que ahora suele llamarse el enfoque
sías— revela una diversidad de deseos de la que el ser humano es heredero. Perturba
‘`esencialista" del sexo; es decir, un método que intenta explicar las propiedades de
la solidez aparente del género, de la necesidad sexual, de la identidad. Como ha di-
una totalidad compleja basándose en una supuesta verdad interna o una esencia, en
cho gráficamente Rosalind Coward, "en la vida privada de la mente, nada es seguro,
la suposición de que "en todos los asuntos sexológicos debe haber un esquema único, nada es fijo".11
básico, uniforme, decretado por la naturaleza misma".9 Esto, en el lenguaje de la cien-
Junto a este desarrollo, la "nueva historia social" de años recientes, con su acento
cia crítica moderna, es un método reduccionista, dado que reduce la complejidad del
en la historia de las poblaciones y las "mentalidades", las experiencias y creencias de
mundo a la sencillez imaginada de sus unidades constitutivas; y es determinista por-
los sometidos y los oprimidos tanto como de los poderosos, ha planteado nuevas pre-
que intenta explicar a los individuos como productos automáticos de propulsiones
guntas acerca de lo que significa "el presente" así como sobre la "historia del pasado".
internas, ya sea de los genes, el instinto, las hormonas o las maniobras misteriosas del
La historia de la sexualidad, de Michel Foucault, ha influido de manera espectacular
inconsciente dinámico.
en el pensamiento moderno sobre el sexo porque surgió de este desarrollo fértil de
Contra este enfoque diré que los significados que atribuimos a la "sexualidad"
nuestra comprensión histórica y al mismo tiempo contribuyó a él. Foucault, al igual
están socialmente organizados, sostenidos por diversos lenguajes, que intentan decir-
que Freud dos generaciones antes, está en una encrucijada del pensamiento sexual, tan
nos lo que es el sexo, lo que debería ser y lo que podría ser. Los lenguajes existentes del
importante por las preguntas que plantea como por las respuestas que proporciona.
sexo, insertos en tratados morales, leyes, prácticas educativas, teorías psicológicas, de-
Por último, y sobre todo, el surgimiento de nuevos movimientos sociales que tie-
finiciones médicas, ritos sociales, ficción pornográfica o romántica, música popular
nen que ver con el sexo —el feminismo moderno, los movimientos de gays y lesbia-
y suposiciones de sentido común (la mayoría de las cuales están en desacuerdo entre
nas y otros movimientos sexuales radicales— ha desafiado muchas de las certezas de
sí) establecen el horizonte de lo posible. Todos aparecen como representaciones ver- la "tradición sexual" y ha ofrecido nuevas ideas sobre las formas intrincadas de poder
daderas de nuestros deseos y necesidades íntimas. La dificultad está en sus llamados
y dominación que configuran nuestras vidas sexuales. La política de la homosexuali-
contradictorios, en la babel de voces a que dan lugar. Para darles un sentido, y tal vez
dad ha sacado a la luz cuestiones que tienen que ver con la preferencia, la identidad
ir más allá de los límites actuales de lo posible, debemos aprender a traducir estos len-
y la elección sexuales. El movimiento de la mujer ha llevado a reconocer las múltiples
guajes y a desarrollar otros nuevos. Ésta ha sido una de las tareas de quienes, en años
formas de subordinación sexual femenina, desde la violencia masculina endémica y
recientes, han intentado "deconstruir" la unidad aparente de este mundo de la se-
la misoginia hasta el acoso sexual y un lenguaje penetrante de denigración y abuso se-
xualidad. Juntos han presentado los elementos de un concepto no esencialista de la
xual. Ha exigido el reconocimiento de los derechos de la mujer sobre su propio
"sexualidad".
cuerpo al replantear preguntas sobre la anuencia y los derechos reproductivos, el de-
A partir de la antropología social, la sociología y la investigación sexual posterior
seo y el placer. Una vez más hay la misma cantidad de preguntas que de respuestas.
a Kinsey, ha surgido una conciencia cada vez mayor de la amplia gama de sexualida-

Ruth Bendice, Patterns of Culture, Londres, Routleclge & Kegan Paul, 1980 (la. ed. 1935), p. 12,
11 Rosalind Coward, Fernale Desire. Women:c Sexualiol Today, Londres, Paladin, 1984, p. 204.
9 Irving Singer, The Goals of Human Sexualit> Londres, Wildwood House, 1973, p. 15.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
22 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

Han surgido diferencias entre hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, ne-


gros y blancos. No existe un código aceptable de conducta adecuada a pesar de todos
los debates fervientes, pero ha sucedido algo mucho más valioso: nos estamos viendo
forzados a reconsiderar lo que entendemos por sexualidad debido a una conciencia
cada vez mayor de la enmarañada red de influencias y fuerzas —economía, raza, gé-
nero, moral— que configura nuestras emociones, necesidades, deseos y relaciones.
Entonces, ¿qué significa una teoría no esencialista de la sexualidad para la políti- 2. LA INVENCIÓN DE LA SEXUALIDAD
ca de la sexualidad y la ética sexual? Éstos son los temas que examino en los capítulos
quinto y sexto. Tal vez plantean los desafíos más difíciles. La "tradición sexual" su-
ponía que el sexo era el sino o el destino: lo que uno deseaba es lo que era. La sexua- ...la sexualidad puede pensarse, experimentarse y actuarse de manera
lidad clavaba un alfiler como a una mariposa sobre la mesa. Si uno rompe con esta diferente de acuerdo con la edad, la clase, el grupo étnico, la capacidad
tradición, si rechaza la idea de que la sexualidad encarna sus propios valores y objeti- fisica, la orientación y preferencia sexuales, la religión y la región.
vos, entonces se enfrenta con problemas complejos de conformidad y elección. Ante Carole S. Vancel
estas incertidumbres, es muy fácil refugiarse en absolutos morales o políticos, reafir-
mar una vez más, contra todas las probabilidades, contra todas las pruebas, que hay
una verdadera sexualidad que debemos encontrar a toda costa. El objetivo de este en-
sayo es cuestionar esos absolutos sin caer en la trampa de decir que ningún valor es
posible, que "todo vale". La "sexualidad" es un concepto profundamente problemá- BREVE HISTORIA DE LA HISTORIA DE LA SEXUALIDAD
tico, y no hay respuestas fáciles a los desafíos que plantea. Pero si empezamos por ha-
cer las preguntas correctas, entonces tal vez podremos encontrar el camino a través del Cuando empecé a escribir acerca de la historia de la sexualidad, me gustaba usar una
laberinto. Al final del viaje no hallaremos una prescripción de conducta correcta, pero frase del historiador estadounidense Vern Bullough: que el sexo en la historia era un
tal vez encontremos un marco que nos permita aceptar la diversidad, y volvamos a en- "campo virgen".2 Esto puede haber sido un dudoso juego de palabras, pero era útil
contrar, en la sexualidad, nuevas oportunidades para las relaciones creativas, la acción para subrayar una realidad importante, que por lo general se ha pasado por alto. Se
y la elección. hablaba y se escribía mucho sobre la "sexualidad", pero nuestro conocimiento histó-
rico al respecto era bastante insignificante. Los posibles colonizadores que se aventu-
raban en este campo tendían a presentar generalizaciones transculturales ("la historia
de una larga guerra entre los impulsos peligrosos y poderosos y los sistemas de tabúes
e inhibiciones que el hombre ha erigido para controlarlos" 3) o bien a incluir el tema
bajo rótulos más neutrales y aceptables (sobre todo "matrimonio" y "moral"). El sexo
parecía marginal a los amplios terrenos de la historia ortodoxa.
Durante el último decenio han cambiado muchas cosas, a veces radicalmente. Ha
habido una relativa abundancia de textos históricos acerca del sexo. Ahora sabemos
mucho sobre temas como el matrimonio y la familia, la prostitución y la homosexua-
lidad, las formas de reglamentación legal y médica, los códigos morales precristianos
y no cristianos, el cuerpo y la salud de la mujer, la ilegitimidad y el control de la na-
talidad, la violación y la violencia sexual, la evolución de identidades sexuales y la im-

Carole S. Vance (comp.), Pleasure and Danger. Exploring Female Sexu.a4,, Boston y Londres, Routledge &
Kegan Paul, 1984, p. 17. [Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
2 Vern L. Bullough, Sex, Socieo, and History, Nueva York, Science History I'ublications, 1976 (el ensayo "Sex

in History: A Virgin Field" fue publicado por primera vez en 1972).


3 Gordon Rattray Taylor, Sex in History, Londres, Thames & Hudson, 1953, p. 13.
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24 Sexualidad La invención de la sexualidad 25

portancia de redes sociales y sexualidades de oposición. Los historiadores han desple- pectos de la intimidad no tienen nada que ver con el sexo (y algunas actividades se-
gado métodos complicados de reconstitución familiar e historia demográfica, han xuales no son íntimas). Los sociobiólogos modernos que quieren explicar toda mani-
buscado intensamente y cuestionado fuentes documentales nuevas y viejas y han uti- festación de la vida social en relación con la "energía infinita de los genes egoístas" pue-
lizado más plenamente las entrevistas de historia oral para reconstruir la experiencia den encontrar alguna lógica biológica en todas estas actividades. Los demás —y
subjetiva o la experiencia considerada tabú. Con el impulso de una historia popular sabiamente, en mi opinión— probablemente somos un poco más escépticos. Somos
vigorosa, alimentada en especial por el impacto del feminismo moderno y de las po- algo más que las "máquinas de supervivencia: robots ciegamente programados para
líticas de gays y lesbianas, ahora hay una impresionante biblioteca de artículos, folle- preservar la molécula", que describe el sociobiólogo Richard Dawkins.6
tos y libros. La historia de la sexualidad quizá no sea todavía un campo respetable de Entonces, ¿de qué es historia la historia de la sexualidad? Mi respuesta un poco de-
investigación: la investigación sexual, como ha señalado el sociólogo Ken Plummer, cepcionante sería que es una historia sin un tema determinado; o más bien, como ha
aún parece "moralmente sospechosa".4 Pero ahora, por lo menos, tiene cierto grado sugerido Robert Padgug, la historia de un tema en flujo constante.7 Suele ser una his-
de reconocimiento profesional así como un público interesado y en ocasiones apa- toria de nuestras preocupaciones siempre cambiantes acerca de cómo deberíamos vi-
sionado. Ya no parece una actividad tan extravagante y marginal como alguna vez lo vir, cómo deberíamos disfrutar o negar nuestro cuerpo, tanto como acerca del pasado.
fue. Incluso se empieza a reconocer que quizás arroje luz sobre nuestro presente con- La manera en que escribimos sobre nuestra sexualidad nos dice tanto del presente y
fuso y desconcertante. sus preocupaciones como de ese pasado.
No obstante, dicho esto, todavía nos queda un dilema respecto de cuál es exac- Desde luego, no somos la primera generación que especula acerca de la historia
tamente nuestro objeto de estudio. Puedo enumerar, como hice antes, algunas activi- de la sexualidad, ni la primera que tanto revela de las preocupaciones propias al ha-
dades que convencionalmente designamos como sexuales; pero, ¿qué es lo que las cerlo. Tener algún sentido del pasado siempre ha sido un elemento importante para
vincula entre sí? ¿Cuál es el elemento mágico que define algunas cosas como sexua- quienes han reflexionado acerca del significado y las implicaciones de la vida erótica.
les y no a otras? En el centro de nuestra preocupación, desde luego, está un interés en - En su libro Patriarchal Precedents, Rosalind Coward ha descrito los debates comple-
las relaciones entre hombres y mujeres. Una forma específica de su interacción es el jos y acalorados de la segunda mitad del siglo xix acerca de la naturaleza de la fami-
proceso de reproducción biológica y social. Ningún historiador del sexo se atrevería lia y las formas sexuales contemporáneas.8 Los primeros científicos sociales veían en
a ignorar esto, pero una historia de la reproducción no es una historia del sexo. Como la sexualidad un sitio privilegiado para especular sobre los orígenes mismos de la so-
observó agudamente Alfred Kinsey: ciedad humana. De allí fluyeron teorías contradictorias acerca de la evolución y el de-
sarrollo de los diversos esquemas de la vida sexual. ¿Había evolucionado la familia
Biólogos y psicólogos que han aceptado la doctrina de que la única función natural del sexo
es la reproducción simplemente han ignorado la existencia de la actividad sexual que no es re-
moderna a partir del clan primitivo o ya estaba allí, "naturalmente", en el nacimiento
productiva. Han supuesto que las respuestas heterosexuales son una parte del equipo innato, de la historia? ¿Vivían nuestros antepasados en un estado de promiscuidad primitiva
"instintivo" de un animal, y que todos los otros tipos de actividad sexual representan "per- o era la monogamia una necesidad y un hecho biológicos? ¿Hubo alguna vez un Edén
versiones" de los "instintos normales". Sin embargo, tales interpretaciones son místicas.5 de igualdad sexual antes de la "derrota histórica mundial del sexo femenino" o estuvo
presente la dominación patriarcal desde el alba de la cultura? De la resolución de estos
La mayor parte de la interacción erótica, aun entre aquellos a quienes fácilmente lla-
debates dependían las actitudes no sólo ante formas sociales existentes (matrimonio, de-
mamos "heterosexuales", no lleva a la procreación. Y hay muchas formas de sexo no
sigualdad sexual, doble moralidad), sino también ante otras culturas "primitivas" que
heterosexual, entre mujeres y entre hombres. Algunas de estas formas incluyen el coito
existían, contemporáneas a la occidental. ¿Podríamos encontrar claves para nuestra pro-
de una u otra manera; otras no. La mayoría tiene por lo menos la posibilidad de llevar
pia historia de la evolución en los ritos y conductas de los aborígenes, atorados en la
al orgasmo. Pero algunas actividades que están claramente relacionadas con el sexo (por
escalera del progreso? ¿O acaso nos decía esta gente algo más acerca de la variabilidad
ejemplo el travestismo) pueden llevar en ocasiones al "desahogo sexual" o no hacerlo.
de las culturas?
Ni siquiera la intimidad parece ser un criterio suficientemente claro para juzgar lo que
es sexual. Algunas actividades que describimos como propiamente sexuales (la mastur-
bación) no implican, por lo menos en la superficie, a ninguna otra persona; algunos as-
6 Richard Dawkins, The Selfish Gene, Granada, St. Albans, 1978, p. X. Analizo la sociobiología más adelante
en el cap. 3.
7 Robert A. Padgug, "Sexual Matters: On Conceptualizing Sexuality in History", Radical History Revi ew, pri-
4 Kenneth Plummer, Sexual Stigma. An Interactionist Account, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1975, p. 4. mavera/verano, 1979, no. 20 (edición especial sobre la sexualidad en la historia).
5 Alfred C. Kinsey, Wardell B. Pomeroy, Clyde El Martin y Paul H. Gebhard, Sexual Behavior in the Human 8 Rosalind Coward, Patriarchal Precedents: Sexuality and Social Relations, Londres, Routledge & Kegan
Female, Filadelfia y Londres, W. B. Saunders Company, 1953, p. 448. Paul, 1983.
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26 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. La invención de la sexualidad 27
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Aún no hemos escapado totalmente de los efectos de estas controversias evolu- sideraba las culturas como mecanismos delicados, diseñados para satisfacer una na-
cionistas. Durante gran parte de este siglo, las prácticas racistas se han visto legiti- turaleza humana básica: en el proceso, la posición de "lo natural" no se cuestionaba
madas al referirlas a la condición primitiva de otras razas. Incluso quienes alaban las sino que se reafirmaba, aunque ahora era menos un producto de la evolución y más
virtudes de la libertad sexual de sociedades no industriales se apoyan en la creencia de las necesidades instintivas básicas. Por otra parte, el apoyo a una "plasticidad infi-
de que esos pueblos de algún modo están "más cerca de la naturaleza". De manera nita" de las necesidades humanas por Ruth Benedict, Margaret Mead y sus seguidores
semejante, muchos de los debates feministas contemporáneos acerca de la permanen- no llevó a un recuento más histórico de los esquemas sexuales, sino a una antropolo-
cia de la dominación masculina patriarcal vuelven a arar el terreno tan febrilmente gía puramente descriptiva en que se ofrecía a los lectores evocaciones maravillosas y
trabajado hace más de un siglo. Sin embargo, desde la década de 1920, las preguntas brillantes de las vidas sexuales de otros pueblos, pero pocas reflexiones acerca de por
más antiguas acerca de la evolución de la cultura humana estaban siendo desplaza- qué estas formas eran como eran. A falta de una teoría de estructuras determinantes,
das por un nuevo enfoque antropológico, el cual planteaba preguntas distintas acerca una vez más se reafirmaron subrepticiamente las suposiciones esencialistas.
de la sexualidad. La originalidad de los intentos contemporáneos por desarrollar un enfoque his-
Esto se asoció en primer lugar con escritores como Bronislaw Malinowski y Mar- tórico de la sexualidad está en su voluntad de cuestionar el carácter natural e inevi-
garet Mead. Ellos reconocieron el peligro de tratar de comprender nuestra propia table de las categorías y suposiciones sexuales que hemos heredado. Los sociólogos
prehistoria tomando como modelo a las sociedades existentes. Como resultado, hubo Gagnon y Simon han hablado de la necesidad que quizás existió en alguna época in-
un nuevo esfuerzo por tratar de comprender a cada sociedad específica en sus propios determinada del pasado de inventar una importancia para la sexualidad, tal vez de-
términos. Esto dio lugar a una especie de relativismo cultural al considerar otras cos- bido a la baja población y al riesgo de ruina cultural." El filósofo francés Michel Fou-
tumbres sexuales y a un reconocimiento de la validez de distintos sistemas sexuales, cault ha ido más lejos al tratar de cuestionar la categoría misma de "sexualidad": "La
por más exóticos que hayan parecido según las normas de las sociedades industriales sexualidad no debe pensarse como un tipo de hecho natural que el poder trata de
del siglo xx. Este nuevo enfoque influyó mucho en el intento de ubicar a la cultura mantener controlado, ni como un dominio oscuro que el conocimiento trata de des-
occidental, con todos sus malestares, en algún tipo de contexto. Además, al reconocer cubrir gradualmente. Es el nombre que puede darse a un constructo histórico."12
la diversidad de los esquemas sexuales en todo el mundo, contribuyó a una mayor La obra de Foucault ha contribuido de modo vital a los análisis recientes de la
comprensión de la diversidad de las formas sexuales dentro de nuestra propia cultura. historia de la sexualidad, precisamente porque surgió a partir de un trabajo que se es-
La antropología social ayudó a establecer una norma crítica mediante la cual podía- taba desarrollando creativamente en la sociología y en la historia social radical, y al
mos empezar a juzgar la naturaleza histórica de nuestra propia sociedad. El ejemplo mismo tiempo irrumpió en él y ayudó a precisar preguntas que ya se habían formu-
más famoso de este tipo, la descripción romántica que hace Margaret Mead del acto lado. A las preguntas acerca de qué configuraba las creencias y conductas sexuales, se
de "llegar a la nubilidad" en Samoa, tuvo enorme influencia en la década de 1930, en añadió una nueva, que tenía que ver con la historia de la idea misma de la sexualidad.
gran parte porque demostraba que la manera estadounidense (represiva) de tratar el Para Foucault, la sexualidad era una relación de elementos, una serie de prácticas y acti-
problema de la adolescencia no era deseable ni inevitable ni necesaria.9 vidades que producen significados, un aparato social que tenía una historia, con raíces
No obstante, había dificultades. Por una parte, estaba el peligro de tratar de com- complejas en el pasado precristiano y cristiano, pero que logra una unidad concep-
prender todos los actos sexuales por su función, como respuestas cuidadosamente afi- tual moderna, con efectos diversos, sólo en el mundo moderno.
nadas de acuerdo con las peticiones de la sociedad. Para Malinowski, la comprensión El resultado más importante de este enfoque histórico de la sexualidad es que
de las leyes de la sociedad debía conjugarse con una comprensión científica de las abre todo el campo al análisis y a la evaluación críticos. Ahora es posible relacionar la
leyes de la naturaleza; honraba a Ellis y manifestaba un respeto crítico hacia Freud por sexualidad con otros fenómenos sociales. Tres tipos de preguntas adquieren impor-
ayudarle a entender "lo universalmente humano y fundamentani° Malinowski con- tancia decisiva. Primero: ¿cómo se configura la sexualidad, cómo se articula con las
estructuras económica, política y social, o sea, cómo se "construye socialmente"? Se-
gundo: ¿cómo y por qué ha logrado el campo de la sexualidad una organización tan
9 Margaret Mead, Coming of Age in Samoa. A Study of Adolescence and Sex in Primitive Societies, Harmonds-
worth, Penguin, 1977 (la. ed. 1928). [Versión en castellano: Adolescencia y cultura en San2oa, trad. Elena Dukelsky
Yoffe, Buenos Aires, Paidós, 1971.] Para una disección muy crítica de esta obra, véase Derek Freeman, Margaret Mead
and Samoa. The Making and Unmaking of ara Anthropological Myth, Cambridge, Mass. y Londres, Harvard Univer- J.H. Gagnon y William Simon, Sexual Conduct. The Social Sources of Human Sexuality, Londres, Hutchin-
sity Press, 1983. son, 1973.
1 ° La frase se utiliza en Bronislaw Malinowski, "Culture as a Determinant of Behavior", reimpreso en su libro 12 Michel Foucault, The Histoty of Sexuality, 1. An 1ntroductiom trad. 'Robert Hurley, Londres, Allen Lane,
Sex, Culture and Myth, Londres, Rupert Hart-Davis, 1963, p. 167. 1979, p. 105. [Véase n. 3 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
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28 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
La invención de la sexualidad 29

crítica y tanta significaCión simbólica en la cultura occidental, o sea, por qué creemos
Estos enfoques suponen que el sexo presenta un "mandato biológico" básico que
que es tan importante? Tercero: ¿cuál es la relación entre sexo y poder; qué función de-
presiona contra la matriz cultural y debe ser restringido por ella. Esto es lo que quiero
beríamos asignar a las divisiones de clase, los esquemas de dominación masculina y
decir cuando hablo de enfoque esencialista de la sexualidad. Adopta muchas formas.
el racismo? Al revisar todas estas preguntas hay una preocupación recurrente: si la
Los teóricos liberadores como Reich y Marcuse tienden a considerar el sexo como una
sexualidad está construida por los humanos, ¿en qué medida puede cambiarse? Ésta
fuerza benéfica que está reprimida por una civilización corrupta. Los sociobiólogos
es la pregunta que trataré de abordar en los capítulos siguientes. Examinaré las pri-
contemporáneos, por su parte, consideran todas las formas sociales como, de alguna
meras tres en el resto de este capítulo.
manera no especificada, emanaciones de material genético básico. Sin embargo, to-
dos parten de un estado de naturaleza que proporciona la materia prima que debe
usarse para la comprensión de lo social. Contra todos estos argumentos quiero sub-
LA "CONSTRUCCIÓN SOCIAL" DE LA SEXUALIDAD
rayar que la sexualidad está configurada por fuerzas sociales. Y lejos de ser el elemento
más natural en la vida social, el que más se resiste a la modelación cultural, es tal vez
La expresión generalmente utilizada de "construcción social de la sexualidad" suena
uno de los más susceptibles a la organización. De hecho, yo diría incluso que la se-
dura y mecanicista, pero en realidad es un asunto bastante directo y comprende "las
xualidad sólo existe a través de sus formas sociales y su organización social. Además,
maneras múltiples e intrincadas en que nuestras emociones, deseos y relaciones son
las fuerzas que configuran y modelan las posibilidades eróticas del cuerpo varían de
configurados por la sociedad en que vivimos"."
una sociedad a otra. "La socialización sexual —han escrito Ellen Ross y Rayner
En la práctica, la mayoría de los que escriben sobre nuestro pasado sexual supone
Rapp— no es menos específica para cada cultura de lo que es la socialización en el ri-
que el sexo es una energía natural irresistible apenas controlada por una delgada cor-
tual, el vestido o la cocina."16 Esta afirmación pone el acento firmemente donde co-
teza de civilización. Para Malinowski:
rresponde: en la sociedad y las relaciones sociales más que en la naturaleza.
El sexo es un instinto muy poderoso [...] no cabe duda de que los celos masculinos, la mo- No quiero negar la importancia de la biología. La fisiología y la morfología del
destia sexual, la timidez femenina, el mecanismo de atracción sexual y de galanteo, todas estas cuerpo proporcionan las condiciones previas para la sexualidad humana. La biología
fuerzas y condiciones hicieron necesario que, aun en los grupos humanos más primitivos, condiciona y limita lo que es posible. Pero no es la causa de las formas de vida sexual.
existieran medios potentes para reglamentar, suprimir y dirigir este instinto.
No podemos reducir la conducta humana al funcionamiento misterioso del ADN o a
El "sexo", como dijo en otro trabajo, "es verdaderamente peligroso" y es el origen de lo que dos escritores contemporáneos recientemente denominaron "la danza de los
la mayor parte de los problemas humanos a partir de Adán y Eva.14 cromosomas".17 Prefiero ver en la biología una serie de potenciales que se transfor-
En estas palabras todavía resuenan los ecos de la visión de Krafft-Ebing a fines man y adquieren significado sólo en las relaciones sociales. La conciencia y la histo-
del siglo xix, según la cual el sexo es un instinto todopoderoso que exige cumpli- ria humanas son fenómenos muy complejos.
miento, contra lo que proclaman la moral, las creencias y las restricciones sociales. Esta postura teórica tiene muchas raíces: la sociología y la antropología del sexo,
Pero incluso los historiadores académicos más ortodoxos hablan un lenguaje bastante la revolución psicoanalítica y la nueva historia social. Pero a pesar de estos puntos de
parecido. Lawrence Stone, por ejemplo, en The Family, Sex and Marriage, sensata- partida dispares, adquiere cohesión en torno a varios supuestos comunes. En primer
mente rechaza la idea de que "el ello" (la energía del subconsciente freudiano) es el im- lugar, hay un rechazo general del sexo como un reino autónomo, un campo natural
pulso más fuerte e invariable. Sugiere que los cambios en la ingesta de proteínas, la con efectos específicos, una energía rebelde controlada por lo social. Ya no podemos
dieta, el esfuerzo físico y la tensión psíquica tienen efectos sobre la organización del hablar de "el sexo" y "la sociedad" como si fuesen campos separados. En segundo lu-
sexo. Sin embargo, sigue hablando del "superego" (nuestro sistema interiorizado de va- gar, hay un amplio reconocimiento de la variabilidad social de formas, creencias, ideo-
lores), que a veces reprime y a veces libera el impulso sexual, y que elocuentemente logías y conductas sexuales. La sexualidad tiene una historia o, de manera más rea-
reproduce el muy viejo cuadro tradicional.15 lista, muchas historias, cada una de las cuales debe comprenderse en su singularidad

13 Sue Cartledge y Joanna Ryan (comps.), Sex and Lave. New Thoughts on Old Contradictions,
Londres, The
16 Ellen'Ross y Rayna Rapp, "Sex and Society: A Research Note from Social History and Anthropology", en
Women's Press, 1983, p. 1.
14 Bronislaw Malinowski, Sex, Culture and Myth, op. cit., pp. 120 y 127.
Ann Snitow, Christine Stansell y Sharon Thompson (comps.), Desire: The Politics ofSexuality, Londres, Virago, 1984.
15 Lawrence Stone, The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800, Londres, Weidenfeld & Nicolson,
La edición para Estados Unidos fue publicada con el titulo Powers of Desire: The Politics of Sexualiol, Nueva York,
1977, p. 15. Monthly Review Press, 1983.
17 Jeremy Cherfas y John Gribbin, The Redundant Male, Londres, The Bodley Head, 1984.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
30 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. La invención de la sexualidad 31

y como parte de un esquema intrincado. En tercer lugar, debemos abandonar la idea rece ser cierto.21 Otras culturas no han considerado necesario expresar tal mandato.
de que podemos comprender fructíferamente la historia de la sexualidad como una Los antropólogos Ford y Beach encontraron que sólo 15% de 185 sociedades dife-
dicotomía entre presión y desahogo, represión y liberación. La sexualidad no es rentes estudiadas restringían las relaciones sexuales a una sola pareja. Las cifras de
una olla de vapor que debemos tapar porque nos puede destruir; tampoco es una Kinsey indicaban que bajo una uniformidad superficial, las prácticas occidentales son
fuerza vital que debemos liberar para salvar a nuestra civilización. Más bien debemos igualmente variadas: en su encuesta de la década de 1940, 50% de los hombres y
cobrar conciencia de que la sexualidad es algo que la sociedad produce de manera 26% de las mujeres habían tenido relaciones eatramaritales hacia los cuarenta años.22
compleja. Es un resultado de distintas prácticas sociales que dan significado a las El matrimonio no es inevitablemente heterosexual: entre los nuer, las mujeres
actividades humanas, de definiciones sociales y autodefiniciones, de luchas entre mayores "se casan" con mujeres más jóvenes.23 Tampoco la homosexualidad es un
quienes tienen el poder para definir y reglamentar contra quienes se resisten. La tabú universal. Hay diversas formas de homosexualidad institucionalizada, desde los
sexualidad no es un hecho dado, es un producto de negociación, lucha y acción ritos de pubertad en algunas tribus africanas, hasta las relaciones pedagógicas entre
humanas. hombres mayores y jóvenes (como en la Grecia antigua) o las parejas de travestis (las
Nada es sexual, ha señalado Plummer, pero el hecho de nombrarlo hace que lo berdache) entre indios estadounidenses, integradas al grupo socia1.24
sea." Si tal es el caso, debemos movernos con cautela al aplicar nuestras definiciones En Occidente aún definimos las normas del sexo en relación con uno de los re-
occidentales a otras culturas. Varían enormemente la significación atribuida a la sultados posibles: la reproducción. Durante largos siglos de dominio cristiano, era la
sexualidad y las actitudes ante las diversas manifestaciones de la vida erótica. Algu- única justificación para las relaciones sexuales. Sin embargo, otras culturas en oca-
nas sociedades muestran tan poco interés en la actividad erótica que han sido llama- siones ni siquiera han vinculado la cópula con la procreación. Algunas sociedades
das más o menos "asexuales".19 Las culturas islámicas, por el contrario, han desarro- sólo reconocen la función del padre, otras la de la madre. Los habitantes de la isla
llado una visión lírica del sexo con intentos permanentes por integrar lo religioso a lo de Trobriand investigados por Malinowski no veían ninguna conexión entre acto
sexual. Bouhdiba escribe acerca de "la legitimidad radical de la práctica de la sexua- sexual y reproducción. Sólo después de que el espíritu niño entraba a la matriz, el
lidad" en el mundo islámico, siempre y cuando no sea homosexual, ya que esto es coito adquiría alguna significación para ellos, ya que éste moldeaba el carácter del
"violentamente condenado" por el Islam.2° El Occidente cristiano, de manera nota- futuro bebé.25
ble, ha visto en el sexo un terreno de angustia y conflicto moral, y ha erigido un dua- Cada cultura establece lo que Plummer llama "restricciones de quién" y "restric-
lismo duradero entre el espíritu y la carne, la mente y el cuerpo. Esto ha dado como ciones de cómo". Las "restricciones de quién" tienen que ver con las parejas, su géne-
resultado inevitable una configuración cultural que repudia el cuerpo a la vez que ro, especie, edad, parentesco, raza, casta o clase, y limitan a quién podemos aceptar
muestra una preocupación obsesiva por él. como pareja. Las "restricciones de cómo" tienen que ver con los órganos que usamos,
Dentro de los amplios parámetros de las actitudes culturales generales, cada cul- los orificios que se pueden penetrar, el modo de relación sexual y de coito: qué pode-
tura clasifica distintas prácticas como apropiadas o inapropiadas, morales o inmora- mos tocar, cuándo podemos tocar, con qué frecuencia, y así sucesivamente.26 Estas re-
les, saludables o pervertidas. La cultura occidental sigue definiendo la conducta apro- glamentaciones tienen muchos aspectos: formales e informales, legales y extralegales.
piada con base en una gama limitada de actividades aceptables. El matrimonio Tienden a no corresponder de manera indiferenciada a la totalidad de la sociedad. Por
monogámico entre compañeros de edad más o menos igual pero género diferente si- ejemplo, suele haber distintas reglas para hombres y mujeres, configuradas de manera
gue siendo la norma (aunque, desde luego, no necesariamente la realidad) y, a pesar
de muchos cambios, la puerta aceptada para entrar a la edad adulta y a la actividad
21 Dennis Altman, The Homosexualization of America. The Americanization of the Homosexual, Nueva York, St.
sexual. Por su parte, la homosexualidad sigue arrastrando su pesada herencia de tabú.
Martin's Press, 1982. Para una evaluación del impacto del sida, veáse cap. 5 más adelante.
Aunque hoy se acepte a los homosexuales —ha señalado Dennis Altman—, no se 22 C.S. Ford y F.A. Beach, Patterns of Sexual Behavior, Londres, Methuen, 1965 (la. ed. 1952). [Versión en cas-
acepta la homosexualidad, y en un ambiente en que una enfermedad como el sida tellano: Conducta sexual, Barcelona, Fontanella, 1972.) Kinsey et al., op. cit. Véanse los comentarios en Michael
puede provocar un pánico en la prensa acerca del estilo de vida de los gays, esto pa- Argyle y Monika Henderson en The Anatomy of Relationships, Londres, Heinemann, 1985, p. 159.
23 E Edholm, "The Unnatural Family", en Elizabeth Whitelegg et al, The Changing Experience ofWomen, Ox-

ford, Martin Robertson, 1982.


24 Véase el resumen en Ford y Beach, op. cit.
18 Plummer, op. cit.
25 Bronislaw Malinowski, The Sexual Lifi of Savages, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1929. [Versión en cas-
19 Véase, por ejemplo, J.C. Messenger, "Sex and Repression in an Irish Folk Community", en D.S. Marshall y
R.C. Suggs, Human Sexual Behavior: Variations across the Ethnographic Spectrum, Londres, Basic Books, 1971. tellano: La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia, Madrid, Morata, 1975.]
20 Abdelwahab Bouhdiba, Sexual), in Islam, trad. Alan Sheridan, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1985, 26 Kenneth Plummer, "Sexual Diversity: a Sociological Perspective", en K. Howells (comp.), Sexual Diversity,

pp. 159 y 200. Oxford, Blackwell, 1984.


Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. La invención de la sexualidad 33
32 Sexualidad

esquemas familiares se configuran y reconfiguran por factores económicos, reglas de


que la sexualidad de las mujeres queda subordinada a la de los hombres. Estas reglas
herencia, intervenciones del Estado para reglamentar el matrimonio y el divorcio o
con frecuencia son más aceptables como normas abstractas que como guías prácticas.
para mantener a la familia mediante la asistencia social o políticas de impuestos. Todo
Pero determinan los permisos, las prohibiciones, los límites y las posibilidades a tra-
esto afecta los esquemas probables de vida sexual: fomenta o desalienta la tasa de ma-
vés de las cuales se construye la vida erótica.
trimonios, la edad del matrimonio, la incidencia de la reproducción, las actitudes
Cinco grandes áreas destacan como particularmente importantes en la organi-
ante el sexo no procreativo o no heterosexual y el poder relativo de hombres sobre mu-
zación social de la sexualidad: parentesco y sistemas familiares, organización social y
jeres, entre otros aspectos. Estos factores son importantes de por sí. Pero se vuelven
económica, reglamentación social, intervenciones políticas y el desarrollo de "cultu-
doblemente importantes porque en la cultura occidental la familia es el sitio en el que
ras de resistencia".
la mayoría de nosotros adquirimos algún sentido de nuestras necesidades e identida-
des sexuales individuales y, según el psicoanálisis, es donde se organizan nuestros de-
seos desde la primera infancia. De modo que para comprender la sexualidad tenemos
1. Parentesco y sistemas familiares
que comprender mucho más que el sexo: tenemos que comprender las relaciones en
las que suele ocurrir.
Éstas parecen ser las formas básicas y más invariables de todas, sobre todo el enfoque
"natural" de la socialización y la experiencia sexuales. El tabú del incesto, es decir, la
prohibición del involucramiento sexual dentro de ciertos grados de parentesco, pa-
2. Organización económica y social
rece ser una ley universal, y según suele decirse, marca el paso del estado natural al de
la sociedad humana: es constitutivo de la cultura (también es la base de nuestro mito
Como he dicho, las familias en sí no son entidades naturales autónomas. Están con-
más constante, el de Edipo.) Sin embargo, las formas del tabú varían enormemente.
figuradas por relaciones sociales más amplias. Los esquemas domésticos pueden verse
En las tradiciones cristianas medievales se prohibía el matrimonio hasta el séptimo
modificados por fuerzas económicas, por las divisiones de clase que surgen como
grado de parentesco. Hoy en día, se permite el matrimonio entre primos hermanos.
resultado del cambio económico, por el grado de urbanización y el rápido cambio in-
En el Egipto de los faraones se permitía el matrimonio entre hermanos y, en algunos
dustrial y social.29 En el pasado, y probablemente también en el presente, las migra-
casos, también entre padre e hija, con el fin de preservar la pureza del linaje real.27 La
ciones laborales han afectado los esquemas de galanteo y han contribuido a dictar la
existencia del tabú del incesto ilustra la necesidad que tienen todas las sociedades de
incidencia de tasas de ilegitimidad. La proletarización de la población rural en Ingla-
reglamentar el sexo, pero no la manera como ha de hacerse. Incluso los "parentescos
terra a principios del siglo xix contribuyó al surgimiento masivo de la ilegitimidad
de sangre" deben interpretarse a través del cedazo de la cultura.
durante esa época, dado que los viejos esquemas de galanteo se derrumbaron debido
La verdad es que los vínculos de parentesco no son vínculos naturales de la san-
a los trastornos económicos e industriales: fue un caso de "frustración del matrimo-
gre, sino relaciones sociales entre grupos, con frecuencia basados en afinidades resi-
nio" más que una revolución sexual consciente. Las condiciones de trabajo pueden
denciales y hostiles a afinidades genéticas. Marshall Sahlins ha dicho:
configurar la vida sexual. Un buen ejemplo de ello se encuentra en los documentos
Las concepciones humanas de parentesco pueden estar tan lejos de la biología que excluyen de las décadas de 1920 y 1930 en los que se afirma que las mujeres que trabajaban en
de la categoría de "pariente cercano" a todos salvo a una pequeña fracción de los parientes ge- fábricas solían conocer mucho mejor los métodos de control artificial de la natalidad
nealógicos de una persona, mientras que al mismo tiempo incluyen en esa categoría, como de
y, por lo tanto, limitaban el tamaño de su familia mucho más que las mujeres que sólo
la misma sangre, a gente relacionada de manera muy distante o también a extraños. Entre es-
tos extraños (genéticamente) pueden estar los hijos propios (culturalmente).28
trabajaban en el hogar o en el servicio doméstico.3°
Las relaciones entre hombres y mujeres se ven afectadas constantemente por los
Quién decidirnos que es pariente y qué describimos como "la familia" son he- cambios en las condiciones económicas. La participación cada vez mayor de las mu-
chos que dependen claramente de varios factores históricos. Hay muchas formas fa- jeres casadas en la fuerza de trabajo asalariada durante las décadas de 1950 y 1960
miliares, sobre todo dentro de las sociedades occidentales industrializadas: entre dis- inevitablemente afectó los esquemas de vida doméstica. También impulsó un auge
tintas clases y entre diferentes grupos geográficos, religiosos, raciales y étnicos. Los consumista que fue una de las condiciones previas para el surgimiento de nuevos mer-

29 Para más detalles véase el análisis en Jeffrey Weeks, Sex, Politics and Society: The Regulation ofSexualio, Since
27 JeanRenvoize, Incest: A Family Histoly, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1982. 1800, Harlow, Longman, 1981, cap. 4.
28 Marshall Sahlins, The Use and Abuse of Biology: An Anthropological Critique of Sociobiology, Londres, Tavis-
30 Véase Diana Gittins, Fair Sex: Family Size and Structure 1900-1939, Londres, Hutchinson, 1982.
tock, 1976, p. 75.
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34 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
La invención de la sexualidad 35

cados para artículos sexuales en la generación pasada. La sexualidad no está determi- timos de juegos sexuales en la cama, pero con la ropa puesta. Más cerca de nuestra
nada por el modo de producción, pero los ritmos de la vida económica proporcionan época podemos encontrar el fenómeno igualmente exótico del besuqueo, que de-
las condiciones básicas y los límites últimos para la organización de la vida sexual. pende de la idea de que si bien el coito en público es tabú, pueden emprenderse otras
formas de juego íntimo que no están definidas como el acto sexual. Kinsey señaló a
principios de los años cincuenta que:
3. Reglamentación social
A los viajeros extranjeros a veces les asombra la abierta exhibición de actividades tan obvia-
mente eróticas [...]. Es cada vez más frecuente observar el besuqueo en medios de transporte
Si bien la vida económica establece algunos de los ritmos fundamentales, las formas
tan públicos como autobuses, tranvías y aviones. Los otros pasajeros han aprendido a igno-
reales de reglamentación de la sexualidad tienen una autonomía considerable. Los rar tales actividades si se realizan con alguna discreción. A veces se llega al orgasmo con el be-
métodos formales para reglamentar la vida sexual varían según las épocas, depen- suqueo que ocurre en esos lugares públicos.32
diendo de la importancia de la religión, la función variable del Estado, la existencia
o no de un consenso moral que reglamente los esquemas del matrimonio, las tasas de En estos fenómenos hay reglas complejas implícitas, aunque sólo semiconscientes, que
divorcio y la incidencia de la no ortodoxia sexual. Uno de los cambios más importan- limitan lo que puede y lo que no puede hacerse. Métodos informales de reglamenta-
tes de los últimos cien años ha sido que las iglesias se han alejado de la reglamentación ción como éstos pueden tener efectos sociales importantes, por ejemplo, limitar los
moral y se ha dado un modo más laico de organización a través de la medicina, la embarazos ilegítimos. En el pasado, con frecuencia han sido impuestos mediante
educación, la psicología, el trabajo social y las prácticas de asistencia social. También prácticas tradicionales de avergonzamiento, rituales de humillación y burla públicos
es importante reconocer que los efectos de estas acciones no necesariamente están —algunos ejemplos son la "cencerrada" y la "música turbulenta"— que sirven para
reforzar las normas de la comunidad.
predeterminados. En no pocas ocasiones la vida sexual se modifica por las conse-
cuencias no deliberadas de la acción social tanto como por la intención de sus auto-
res. Las leyes que prohíben la aparición de publicaciones obscenas suelen conducir a 4. Intervenciones políticas
juicios que acaban haciéndoles publicidad. Prohibir las películas eróticas les da una
fama que tal vez de otra manera no merecerían. Y, hablando de temas más serios, las Estos métodos formales e informales de control existen dentro de un marco político
leyes diseñadas para controlar la conducta de algunos grupos de personas pueden en que va cambiando. El equilibrio de las fuerzas políticas en un momento dado puede
realidad provocar un mayor sentido de identidad y cohesión entre ellos. Esto parece determinar el grado de control legislativo o la intervención moral en la vida sexual.
lo que sucedió cuando se depuraron las leyes relacionadas con la homosexualidad El clima social general proporciona el contexto en que algunos asuntos adquieren más
masculina a fines del siglo xix.31 importancia que otros. La existencia de "líderes de opinión" hábiles, capaces de ar-
Pero no sólo los métodos formales configuran la sexualidad; hay muchos esque- ticular y hacer surgir corrientes incipientes de opinión, puede ser decisiva para hacer
mas informales y consuetudinarios que son igualmente importantes. Las formas tra- que se cumpla la legislación existente o para idear una nueva. El éxito reciente de la
dicionales de reglamentación del galanteo adolescente pueden ser medios funda- nueva derecha en Estados Unidos para lograr que se estableciera un programa de con-
mentales de control social. Es muy difícil romper con el consenso de la comunidad servadurismo sexual, movilizando a la sociedad contra liberales y/o desviados sexua-
en que uno vive o del grupo de compañeros en la escuela, y esto es tan cierto hoy co- les, ejemplifica las posibilidades de movilización política en torno al sexo.
mo lo fue en las sociedades preindustriales. Un lenguaje de abuso sexual ("chica fá-
cil" y "golfa") funciona para mantener en orden a las muchachas y para reforzar las 5. Culturas de resistencia
distinciones convencionales entre las que lo hacen y las que no. Tales métodos infor-
males, reforzados por los que se adhieren estrictamente a las reglas, suelen producir, se- Pero la historia de la sexualidad no es una simple historia del control; también es una
gún las normas contemporáneas, diversas manifestaciones extravagantes de conducta historia de oposición y resistencia frente a los códigos morales. Las formas de regla-
sexual. Un ejemplo de ello está en la forma tradicional de galanteo hasta el siglo xix mentación moral hacen surgir culturas de resistencia. Un ejemplo excelente de éstas
en algunas partes de Inglaterra y Gales, conocida como bundling, que incluía ritos ín- se encuentra en las redes de información de mujeres acerca de los métodos de control
de la natalidad, sobre todo del aborto. Como ha dicho Angus McLaren: "Al estudiar
las ideas sobre el aborto, se pueden vislumbrar aspectos de una cultura sexual feme-
31 Véase Weeks, Coming Out. Homosexual Politics in Britain from the 19th Centuty to the Present, Londres,
Quartet, 1977. 32 Kinsey et al., op. cit., p. 259.
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36 Sexualidad
La invención de la sexualidad 37

fina distinta, que apoya la independencia y la autonomía de las mujeres respecto de tro del hogar. También era muy distinto el objeto del debate. Freud, con su perspica-
médicos, moralistas y esposos". cia acostumbrada, logró resumir uno de los aspectos de esta diferencia: "La distinción
La historia de esta sabiduría paralela es muy larga. Un ejemplo clásico se en- más notable entre la vida erótica de la Antigüedad y la nuestra sin duda se encuentra
cuentra en el diseminado uso del compuesto de plomo a fines del siglo xix y princi- en el hecho de que los antiguos ponían el acento en el instinto en sí, mientras que no-
pios del xx en la región central de Inglaterra. Ampliamente utilizado como antisép- sotros acentuamos su objeto."35
tico, accidentalmente se descubrió que también servía para inducir el aborto, y hay Nos preocupa con quién tenemos relaciones sexuales, a los antiguos les preocupa-
pruebas de que fue empleado como profiláctico por mujeres de la clase obrera hasta ba la cuestión del exceso o el abuso, la actividad y la pasividad. Platón habría prohi-
el estallido de la Primera Guerra Mundial.33 bido la pederastia en su ciudad no porque fuera contra natura, sino porque era un ex-
Podemos encontrar otros ejemplos de resistencia cultural en el surgimiento de las ceso respecto de lo que exige la naturaleza. La sodomía era excesivamente licenciosa,
subculturas y redes establecidas por minorías sexuales. A través de la historia de Oc- y el problema moral no radicaba en tener sexo con un hombre siendo un hombre,
cidente se observa una larga historia de subculturas de homosexualidad masculina, sino en ser activo o pasivo. Las prácticas homosexuales pasivas y la gente que las prac-
manifiesta, por ejemplo, en pueblos italianos de fines del Medioevo, y en Inglaterra ticaba eran rechazadas no por la homosexualidad sino por la pasividad.36 Por otra
desde fines del siglo XVII. Esto ha sido fundamental para el surgimiento de las iden- parte, a nosotros nos preocupa obsesivamente el hecho de que una persona sea nor-
tidades homosexuales modernas, que se han formado en gran parte en estas redes so- mal o anormal, definido en términos de si somós heterosexuales u homosexuales.
ciales amplias. En épocas más recientes, durante aproximadamente los últimos cien Buscamos la verdad de nuestra naturaleza en nuestros deseos sexuales, lo cual repre-
años, ha habido una serie de movimientos políticos de oposición explícita, organizados senta un cambio fundamental en el significado organizativo que se da a la sexualidad.
en torno a la sexualidad y a asuntos sexuales. El ejemplo clásico es el feminismo. Pero, Esto es producto de una historia larga y complicada. No obstante, parece haber
además, las investigaciones históricas recientes han demostrado la existencia, desde tres momentos clave en su evolución. El primero se desarrolla con las innovaciones
mucho antes, de movimientos de reforma sexual que suelen estar estrechamente vin- del siglo I de nuestra era, antes del advenimiento general de un Occidente cristianiza-
culados con campañas en favor de los derechos homosexuales: los movimientos mo- do. Se manifestó mediante una nueva austeridad y una desaprobación cada vez mayor
dernos de gays y lesbianas tienen antecedentes que se remontan al siglo xix en el caso del mollities, es decir, del sexo realizado meramente por placer. La Iglesia aceptó y
de países como Alemania y Gran Bretaña.34 afinó la visión de que los maridos no debían comportarse de manera incontinente con
Lo que con tanta confianza conocemos como "sexualidad" es, así, el producto de las esposas en el matrimonio. El objetivo del sexo era la reprodu¿ción, de modo
múltiples influencias e intervenciones sociales. No existe fuera de la historia, sino que que el sexo fuera del matrimonio era obviamente por placer y, por lo tanto, un pe-
es un producto histórico. A esto nos referimos cuando hablamos de la "construcción cado. Como ha dicho Flandrin, "el matrimonio era una especie de medicina preven-
social" de la sexualidad. tiva dada por Dios para salvar al hombre de la inmoralidad".37 Los pecados de la
carne eran una tentación constante que alejaba del camino divino.
El segundo momento fundamental se produjo en los siglos XII y XIII, tras una se-
LA IMPORTANCIA DEL SEXO rie de intensas luchas críticas y religiosas contra el triunfo de la tradición cristiana del
sexo y el matrimonio. Esto no afectó necesariamente la conducta de todos en la so-
Todas las sociedades deben tomar medidas para la organización de la vida erótica. Sin ciedad. Pero, en cambio, sí estableció una nueva norma impuesta tanto por el brazo
embargo, no todas lo hacen con la preocupación obsesiva de Occidente. A lo largo de religioso como por el secular. El matrimonio era un asunto de acuerdo familiar por
la historia occidental, desde la época de la antigua Grecia, lo que llamamos sexualidad
ha sido objeto de preocupación moral, pero el concepto de vida sexual no ha sido el mis-
mo. Porque la preocupación de los griegos antiguos por los placeres del cuerpo —afro- 35 Sigmund Freud, "Three Essays on the Theory of Sexuality", en James Strachey (comp.),
The Standard Edi-
tion of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, t. 7, Londres, Hogarth Press-Institute of Psychoanalysis
disia era sólo una y no necesariamente la preocupación más importante de la vida,
(1953-1974). [Versión en castellano: Tres ensayos sobre teoría sexual, trad, Luis López Ballesteros y de Torres y Ramón
y debía situarse junto a las reglas alimenticias y la organización de las relaciones den- Rey Ardid, Madrid, Alianza,1991. Véase n. 5 del cap. 1 de esta obra para la referencia de la versión en castellano de
las obras completas de Freud.].
36
Paul Veyne, "Homosexuality in Ancient Rome", en Philippe Aries y André Bejin (comps.), Western Sexua-
li: Practice and Precept in Past and Present Times, Oxford, Blackwell, 1985, p. 27. [Versión en castellano: Sexuali-
33 Angus McLaren, Reproductive Rituals, Londres, Methuen, 1984, p. 147, y Birth Control in IVineteenth Cen-
dades occidentales, trad. Carlos García Velasco, México, Paidós, 1987.]
tury England, Londres, Croom Helm, 1978, p. 390.
37 Jean-Louis Flandrin, "Sex in Married Life in the Early Middle Ages: the Church's Teaching and Behaviou-
34 Véase Jeffrey Weeks, Coming Out...
ral Reality", en Aries y Bejin, op. cit., p. 115.
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38 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. La invención de la sexualidad 39
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el bien de las familias. De este modo, tenía que elaborarse un conjunto estricto de re- versa? ¿Debía ser tolerada o sometida a curación? Havelock Ellis distinguía al inver-
glas para las dos personas que se unían, las cuales con frecuencia eran desconocidas. tido del pervertido. Freud, al "invertido absoluto", al "anfigénico" y al "contingente".
Como resultado, «la pareja no estaba sola en su lecho matrimonial: la sombra del con- Poco después, Clifford Allen distinguía 12 tipos, que iban desde el compulsivo, el
fesor asomaba por entre sus retozos".38 Los teólogos y canonistas analizaban la vida nervioso, el neurótico y el psicótico, hasta el psicopático y el alcohólico. Kinsey in-
sexual de las parejas casadas hasta el último detalle, no sólo como un juego intelec- ventó una calificación de siete puntos para el espectro de comportamiento heterose-
tual, sino para dar respuestas a preguntas morales prácticas. xual/homosexual, lo cual permitió a sus sucesores distinguir a un "Kinsey uno" de un
El tercer momento fundamental y decisivo ocurrió en los siglos xviii y XIX, con "cinco" o un "seis" como si fuese cuestión de vida o muerte.39
la definición cada vez más precisa de la normalidad sexual como las relaciones con el Esta energía y este celo por clasificar y categorizar ha llevado a muchos historia-
sexo opuesto, y la consiguiente categorización de otras formas como desviaciones. No- dores a decir que el surgimiento de distintas categorías de seres sexuales a lo largo del
sotros somos los herederos inmediatos de esta última modificación, que se manifes- último siglo es consecuencia de un esfuerzo continuo por lograr el control social.
tó mediante el viraje de la organización religiosa de la vida moral hacia una reglamen- Quienes han escrito sobre la historia del lesbianismo han señalado que el desarrollo de
tación cada vez más laica incorporada a las nuevas normas médicas, psicológicas una identidad lesbiana sexualizada a fines del siglo xix y principios del XX fue una im-
y educativas. Junto con esto, surgieron nuevas tipologías de la degeneración y la per- posición por parte de los sexólogos, concebida precisamente para dividir a las mujeres,
versión y hubo un crecimiento decisivo de nuevas identidades sexuales. La homo- con el fin de romper los vínculos emotivos y afectivos que unen a todas las mujeres en
sexualidad dejó de ser una categoría del pecado para convertirse en una disposición contra de los hombres.4° Desde luego, esto contiene un elemento de verdad. No obs-
psicosocial. La sexología empezó a hacer especulaciones acerca de las leyes del sexo, y tante, considero que es mucho más creíble ver el surgimiento de identidades claras du-
la "sexualidad" finalmente surgió como un continente de conocimientos separado rante este periodo como el producto de la lucha contra las normas prevalecientes, que
con sus propios efectos distintivos. necesariamente tenían efectos diferentes sobre hombres y mujeres. Los sexólogos no
El surgimiento de la categoría de homosexualidad y de "el homosexual" ilustra lo inventaron al homosexual o a la lesbiana, sino que intentaron traducir a su propio len-
que estaba sucediendo. Desde luego, las actividades homosexuales están presentes en guaje patologizador típico los cambios que estaban ocurriendo frente a sus ojos. Los
todas las culturas y en Occidente hay una historia ininterrumpida de homosexualidad. primeros sexólogos, como Krafft-Ebing, se enfrentaban a personas que aparecían en
Pero la idea de que haya algo a lo que pueda llamarse la persona homosexual es relati- los tribunales o que acudían a pedirles ayuda en gran parte como resultado de un
vamente nueva. Todo sugiere que antes del siglo xviii existía la homosexualidad, nuevo celo, con motivaciones políticas, políticamente motivado por controlar todas
interpretada en su sentido más amplio como la participación en actividades eróticas las manifestaciones del deseo sexual. La definición de la homosexualidad como una
entre personas del mismo género, pero no así "los homosexuales". Algunos actos, perversión específica fue un intento de adecuarse a esta nueva realidad. Produjo una
como la sodomía, eran severamente condenados: en Gran Bretaña merecieron la pena respuesta inevitable en el impulso hacia la autodefinición.
capital, por lo menos formalmente, hasta 1861, pero al parecer no se manejaba mu- La actividad sexual definía cada vez más a un tipo específico de persona. Por su
cho la idéa de un tipo distintivo de personaje homosexual. La sodomía no era un de- parte, la gente empezaba a definirse a sí misma como diferente y la diferencia se cons-
lito específicamente homosexual; la ley se aplicaba indistintamente a las relaciones tituía en torno a su sexualidad. Un tal Thomas Newton fue arrestado en Londres en
entre hombres y mujeres, hombres y animales, así como hombres y hombres. Y si 1726, sorprendido por un informante de la policía en un acto homosexual. Al en-
bien en el siglo XVIII el sodomita persistente se percibía claramente como un tipo es- frentarse a la policía, dijo: "Lo hice porque pensé que lo conocía, y creo que no es delito
pecial de persona, aún se definía por la naturaleza de su acto más que por el carácter dar el uso que yo quiera ami propio cuerpo."41 Aquí podemos ver, en forma embrio-
de su personalidad. Sin embargo, a partir de mediados del siglo xix, "el homosexual" (el naria, el impulso por autodefinirse que florecería en la proliferación de identidades
término "homosexualidad" se inventó alrededor de 1860) se consideraba cada vez más homosexuales en el siglo xx. A su vez, la ampliación de la categoría del homosexual a
como un tipo específico de persona, caracterizado por sentimientos, una latencia fines del siglo xix presagiaba la profusión de nuevos tipos e identidades sexuales en el
y un trastorno psicosexual. Esta opinión fue elaborada por los primeros sexólogos, siglo xx: el travesti, el transexual, el bisexual, el pedofílico, el sadomasoquista, entre
quienes producían descripciones y explicaciones cada vez más complejas. ¿Era la ho-
mosexualidad un producto de la corrupción o la degeneración, era congénita o re-
sultado de un trauma infantil? ¿Era una variación natural o una deformación per-
" Véase el análisis en Jeffrey Weeks, Sexuality and its Discontents. Meanings, Myths and Modem Sexualities, Lon-
dres, Routledge & Kegan Paul, 1985, pp. 89-91, y cap. 8.
40 Lillian Faderman, Szopassing the Love of Men, Londres, Junction Books, 1981.
38 IbieL, p. 126. 41 Alan Bray, Homosexuality in Renaissance England, Londres, Gay Men's Press, 1982, p. 114.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
40 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. La invención de la sexualidad 41

otros. Durante el siglo xx, la gente se ha definido cada vez más a través de la defini- floreció durante este siglo. En los años de entreguerras y hasta la década de 1940, la
ción de su sexo. La pregunta que debemos hacernos es por qué la sexualidad se ha vuel- disminución de la tasa de natalidad produjo debates fervientes sobre los méritos del
to tan importante para nuestra definición del yo y de la normalidad. control de la natalidad, el fomento selectivo de las políticas de planeación familiar y
La sexualidad se configura mediante la unión de dos ejes esenciales de preocupa- la posibilidad de que el país cayera en manos de las razas que alguna vez estuvieron
ción: nuestra subjetividad, o sea, quiénes y qué somos, y la sociedad, o sea, el creci- sometidas. Hacia la década de 1950, en la época de la guerra fría, se inició una nueva
miento, el bienestar, la salud y la prosperidad futuras de la población en conjunto. Las búsqueda de degenerados sexuales, sobre todo homosexuales, porque se suponía que
dos preocupaciones están íntimamente relacionadas, porque en el centro de ambas se eran particularmente propensos a la traición. Esto se convirtió en un aspecto funda-
hallan el cuerpo y sus potencialidades. `A medida que el cuerpo humano se hace au- mental de la cacería de brujas macartista en Estados Unidos que tuvo ecos en Ingla-
tónomo y consciente de sí mismo" —ha escrito Lowe—, es decir, a medida que se terra y otros países. Hacia los años ochenta, tras varios decenios a los que se ha dado
convierte en el objeto de una atención plenamente laica, a medida que la emoción en llamar liberales, se culpaba a las formas minoritarias de sexualidad, sobre todo a la
se retiró del mundo y se encerró más, la sexualidad en la sociedad burguesa surgió homosexualidad, de la decadencia de la familia, lo cual dio nueva energía a un rena-
como un fenómeno explícito.42 cimiento de fuerzas políticas de derecha.
Y a medida que la sociedad se preocupa cada vez más por la vida de sus miem- En estas crisis se cristalizan diversas preocupaciones: las normas de la vida fami-
bros, en beneficio de la uniformidad moral, el bienestar económico, la seguridad na- liar, o las relaciones entre hombres y mujeres, la naturaleza de la sexualidad femenina,
cional o la higiene y la salud, también se preocupa cada vez más por la vida sexual de la cuestión de la desviación sexual, las relaciones entre adultos y niños, por mencionar
sus individuos, dando lugar a métodos complicados de administración y gerencia, y sólo algunas. Estos asuntos son fundamentales en toda sociedad. Los debates al res-
a una proliferación de ansiedades morales, intervenciones médicas, higiénicas, lega- pecto en Inglaterra durante las últimas décadas han sido acalorados precisamente por-
les y de asistencia social, o indagación científica, todas diseñadas para comprender el que las discusiones sobre sexualidad son discusiones sobre la naturaleza de la socie-
yo mediante la comprensión del sexo. dad; la forma como marcha el sexo es un indicador de cómo marcha la sociedad.
En consecuencia, la sexualidad se ha convertido en un asunto social, político y
moral cada vez más importante. Si consideramos las principales crisis en Gran Bretaña
desde comienzos del siglo XIX, veremos que de una u otra manera la preocupación por LA SEXUALIDAD Y EL PODER
el sexo ha sido parte integral de ellas. Durante la crisis de las guerras revolucionarias
francesas a principios del siglo xix, una de las preocupaciones centrales de los ideó- Ésta es otra manera de decir que los asuntos de la sexualidad son cada vez más im-
logos era la relativa a la decadencia moral, la cual se consideraba que había pro- portantes dentro del funcionamiento del poder en la sociedad contemporánea. Ya
vocado la secuencia de acontecimientos que llevaron al colapso de la monarquía mencioné que uno de los efectos del enfoque histórico de la sexualidad era considerar
francesa. En las décadas de 1830 y 1840, con la primera crisis de la nueva sociedad que el poder sobre la sexualidad era algo productivo más que negativo o represivo. La
industrial, hubo una preocupación obsesiva por la sexualidad de las mujeres y la ame- metáfora de la represión proviene de la hidráulica: ofrece la imagen de una energía
naza a los niños y niñas que trabajaban en fábricas y minas. Hacia mediados del siglo efervescente que debe refrenarse. El enfoque histórico de la sexualidad acentuaría más
xix, los intentos por reordenar la sociedad se centraban en la cuestión de la higiene y la bien el impacto de las diversas prácticas sociales que construyen la reglamentación
salud morales. Durante las últimas cuatro décádas del siglo pasado, la prostitución, sexual, dan sentido a las actividades corporales, configuran definiciones y limitan y
las normas morales de la sociedad y la reforma moral estaban en el centro del debate controlan el comportamiento humano.
público; muchos veían en el deterioro moral una señal de la inminente decadencia El rechazo de un modelo de represión (lo que Foucault llamaba la "hipótesis re-
imperial. En los primeros decenios del siglo XX, estas preocupaciones se reconstitu- presiva") no significa, desde luego, que todos los regímenes de reglamentación sexual
yeron en una nueva preocupación respecto de la calidad de la población británica. El tengan la misma fuerza o efectividad. Algunos son claramente más duros, autoritarios
florecimiento de la eugenesia y la crianza programada de lo mejor en la sociedad, aun- y opresores que otros. Uno de los resultados importantes de la nueva investigación
que nunca fueron dominantes, tuvieron una influencia significativa para configurar histórica sobre sexualidad ha sido una revaloración de toda la época victoriana. Tradi-
tanto las políticas de asistencia social como el intento de reordenar las prioridades na- cionalmente se ha considerado que esta época se distinguió por la hipocresía moral y
cionales frente a la competencia internacional. Esto llevó a un racismo inevitable, que la negación sexual. Ahora se ha visto cada vez más que esto es un grave error. Lejos
de evitar el sexo, el siglo xix tenía una fuerte obsesión respecto de los asuntos sexua-
les. Más que ser un tema que se disimulaba, era un asunto que se discutía cada vez
u Donald M. Lowe, Histoly of Bourgeois Perception, Chicago, Chicago University Press, 1982, p. 100. más en relación con distintos aspectos de la vida social. Sin embargo, esto no signi-
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
42 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. La invención de la sexualidad 43

Pica que la época victoriana ahora pueda considerarse como especialmente liberal. En clases inferiores en el transcurso de los siglos xviii y xix. Un sistema de creencias co-
Inglaterra, la pena de muerte por sodomía permaneció dentro del derecho escrito lonizadoras intentó remodelar la forma de gobierno a su propia imagen. Las normas
hasta 1861. Las restricciones a la autonomía sexual de la mujer eran severas y la dis- respetables de la vida familiar y doméstica —delimitaciones más marcadas entre las
tinción entre las mujeres respetables y las incorregibles (la virgen y la puta, la María funciones masculinas y femeninas, una mayor distinción ideológica entre vida pú-
y la Magdalena) alcanzó su apogeo durante esta época. Aunque la época presente no blica y privada y una fuerte preocupación por la vigilancia moral e higiénica de la
haya logrado dar una solución perfecta a todos los conflictos, para muchos de noso- sexualidad no marital y no heterosexual— fueron, cada vez más, las medidas con las
tros es infinitamente preferible a lo que existía hace cien años. que se juzgaba toda conducta. Desde luego, esto no significa que todas las conduc-
Sin embargo, la utilidad de abandonar el modelo represivo, en su forma más tas o la mayoría de ellas se ajustaran a esas medidas. Hay muchas pruebas de que la
cruda, es que nos lleva hacia un intento de comprensión de los mecanismos de poder conducta de las clases trabajadoras se adaptó muy bien a los modales de la clase me-
reales que funcionan en cada época determinada. El poder ya no aparece como una dia. Sin embargo, los esquemas sexuales complejos que existen en el siglo xx son el pro-
entidad singular mantenida o controlada por un grupo específico, el Estado o la clase ducto de una lucha social en que la clase era un elemento vital. No debe sorprender
dominante. Según la expresión de Schur, es "más bien un proceso que un objeto",43 que esto haya producido distintas formas de vida sexual de acuerdo con la clase. La
una fuerza maleable y móvil que adopta muchas formas diferentes y que se ejerce me- encuesta de Kinsey, realizada con 18 mil personas en Estados Unidos en la década de
diante diversas prácticas y relaciones sociales distintas. Si se adopta este enfoque del 1940, indicaba que, en asuntos como la masturbación, la homosexualidad, la inciden-
poder, entonces tenemos que abandonar todo enfoque teórico que considere a la cia de sexo oral, el escarceo erótico, el sexo con prostitutas, las relaciones premaritales
sexualidad como moldeada por una voluntad dominante y determinante, ya sea de o extramaritales o el "desfogue sexual total", había esquemas de clase significativa-
la "sociedad", como tendía a sugerir la sociología funcionalista, o del "capitalismo", mente diferentes entre los hombres. Por su parte, para las mujeres las diferencias de
como dirían los marxistas, o del "patriarcado", como propondrían algunas feministas. clase cumplían una función relativamente menor: sus ideologías de género y edad
El poder no funciona mediante mecanismos únicos de control. Funciona mediante eran factores mucho más importantes para configurar su conducta. Las encuestas
mecanismos complejos y traslapados —y con frecuencia contradictorios— que pro- posteriores, aunque indicaban la erosión gradual de los límites entre las clases, han
ducen la dominación y las oposiciones, la subordinación y las resistencias. confirmado la permanencia de estas sexualidades de clase. Así, no es sorprendente que
Hay muchas estructuras de dominación y subordinación en el mundo de la sexua- haya muchos textos con imágenes de relaciones entre hombres y mujeres (y desde
lidad, pero hoy en día parecen especialmente importantes tres ejes fundamentales: los luego entre hombres y hombres) en que la clase, el poder y el deseo sexual están in-
de clase, de género y de raza. trincadamente entrelazados.

1. Clase 2. Género

Las diferencias de clase en la reglamentación sexual no son específicas del mundo mo- La clase, como hemos visto, no es una categoría indiferenciada. Las clases están for-
derno. En la sociedad esclavista de la Roma precristiana, las normas morales variaban madas por hombres y mujeres, y las diferencias de clase y posición pueden no tener el
con la posición social. "Ser impudicus (es decir, pasivo) es ignominioso para un hom- mismo significado para mujeres y para hombres. El género es una división primordial.
bre libre —escribió Séneca el Viejo— pero es la obligación absoluta del esclavo res- Muchas estudiosas feministas han considerado que la elaboración de la diferen-
pecto de su amo, y el hombre manumiso tiene una obligación moral de sumisión." 44 cia sexual es fundamental en la opresión de las mujeres, ya que la sexualidad no sólo
Lo que era cierto en el mundo antiguo aparece más agudamente en el moderno. De refleja las relaciones de poder entre mujeres y hombres, sino que es esencial para cons-
hecho, se ha dicho (por Foucault) que la idea misma de la "sexualidad" es esencial- truirlas y mantenerlas.45 Como afirmación general esto es claramente cierto. Los
mente burguesa, y que se desarrolló como un aspecto de la autodefinición de clase, esquemas de sexualidad femenina son ineludiblemente un producto del poder histó-
tanto contra la aristocracia decadente como contra la inmoralidad rampante de las ricamente arraigado de los hombres para definir y categorizar lo que es necesario y de-
seable. Rosalind Coward ha dicho que:

" Edwin Schur, The Politics of Devianc,e: Stigma Contests and the Uses of Power, Englewood Cliffs, Nueva Jer-
sey, Prentice-Hall, 1980, p. 7. 45 Véanse, por ejemplo, los argumentos de L. Coveney et al., The Sexualio, Papers. Mate Sexuality and the So-
44 Veyne, op. cit., p. 31. cial Control of Women, Londres, Hutchinson, 1984.
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44 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
La invención de la sexualidad 45

Ser mujer es ser objeto constante de atención y de escrutinio [...]. El deseo femenino es fun- 3. Raza
damental para toda nuestra estructura social. No debe sorprendernos que sea tan cuidadosa-
mente oscurecido, tan interminablemente perseguido, tan frecuentemente replanteado y re- Las categorizaciones por clase o género se cruzan con las de etnicidad y raza. En reali-
formulado.46 dad los historiadores del sexo no han ignorado el concepto de raza en el pasado, pero
Y, desde luego, sigue siendo perseguido, replanteado y reformulado por los hombres. lo han insertado dentro de un marco preexistente. De este modo, el modelo evolu-
Como ha dicho Richard Dyer, la sexualidad masculina es un poco como el aire: "La tivo de la sexualidad presentado por los teóricos de fines del siglo XIX inevitablemente
respiras todo el tiempo, pero no te das cuenta de que lo estás haciendo."47 Miramos presentaba a la persona negra —"el salvaje"— como más abajo en la escala evolutiva
el mundo a través de nuestros conceptos de sexualidad masculina de modo que, aun que el blanco, como más cercana a la naturaleza. Esta visión sobrevivió incluso en los
cuando no miremos la sexualidad masculina como tal, estamos mirando al mundo escritos culturalmente relativistas y aparentemente liberales de Margaret Mead. Uno
dentro de su marco de referencia. de los atractivos de su descripción de la vida en Samoa era precisamente la idea de que
Sin embargo, no sería correcto ver este poder de definición como monolítico ni los samoanos, en algún sentido indefinible, estaban más libres de restricciones y más
como incuestionable. Las leyes, la medicina y hasta la opinión popular son muy con- cerca de la naturaleza que los estadounidenses contemporáneos. El mito más cons-
tradictorias y cambian con el paso del tiempo. Antes del siglo XVIII, la sexualidad fe- tante es el de la insaciabilidad de las necesidades sexuales de los pueblos no europeos
menina se consideraba voraz y devastadora. En el siglo Xix, hubo un esfuerzo cons- y, por consiguiente, la amenaza que representan para la pureza de la raza blanca. El
tante por informar a la población de que la sexualidad femenina entre las mujeres temor al priapismo masculino negro, y la explotación inversa de mujeres negras para
respetables sencillamente no existía. En el siglo )0( ha habido una incitación general que complacieran a sus amos, era parte integral de la sociedad esclavista en el Sur de
a la sexualidad femenina como apoyo a todas las formas de consumismo. La sexua- Estados Unidos durante el siglo XIX y ha sobrevivido en una serie de estereotipos en
el siglo xx. Durante el régimen de apartheiden Sudáfrica, las prohibiciones de la Ley
lidad de la mujer, en diversas épocas, se ha considerado peligrosa, fuente de enfer-
medades, medio para transmitir valores nacionales en la época de la eugenesia, guar- de Matrimonios Mixtos y la sección 16 de la Ley de Inmoralidad, diseñadas para evi-
diana de la pureza moral en discusiones sobre la educación sexual y centro principal tar el mestizaje, fueron algunos de los primeros productos de la legislación del apartheid
de atención en los debates sobre tolerancia y liberación sexual en la década de 1960. que se introdujeron después de que el Partido Nacional llegara al poder en 1948 con
La sexualidad femenina ha sido limitada por la dependencia económica y social, el una política de segregación racial. Cuando el régimen intentó controlar la crisis del
apartheid en la década de 1980 remodelando sus formas, uno de los primeros pilares
poder de los hombres para definir la sexualidad, las limitaciones del matrimonio, la
del apartheid que trató de eliminar fueron precisamente estas leyes. Como resultado,
carga de la reproducción y el hecho endémico de la violencia masculina contra las
mujeres. Al mismo tiempo, estas definiciones contradictorias también han brindado el régimen recibió severas críticas por parte de los grupos de extrema derecha que de-
cían que todo el edificio del apartheid se derrumbaría si las leyes se revocaban. En una
la oportunidad para que las mujeres definan sus propias necesidades y deseos. Desde
fines del siglo xlx, los espacios aceptables para la autodefinición se han extendido escala mundial, en la que la creencia en la superioridad de las normas europeas se re-
rápidamente para incluir no sólo el placer en el matrimonio, sino también formas vela tal vez con mayor claridad es en la preocupación obsesiva de Occidente por la ex-
relativamente respetables de actividad heterosexual sin matrimonio y sin procreación. plosión demográfica en el Tercer Mundo, la cual ha llevado a diversos esfuerzos por
No obstante, como observa Vance, apartarse de manera patente y pública de la "con- parte de los organismos de desarrollo así como de las autoridades locales para impo-
dición de mujer 'buena" —siendo lesbianas promiscuas o ejerciendo una hetero- ner los esquemas occidentales de control de la natalidad artificial, a veces con resul-
sexualidad no tradicional— es un hecho que aún invita al abuso y se utiliza para tados desastrosos, ya que la delicada ecología de la vida social ha perdido su equili-
brio. Esto debería servir para recordarnos que las actitudes modernas frente al control
justificarlo.48 No se han quebrantado los esquemas del privilegio masculino. Al mis-
de la natalidad están arraigadas tanto en el deseo de las mujeres de limitar su propia
mo tiempo, los verdaderos cambios de este siglo y la vitalidad continua del feminismo
fertilidad como en una política eugenésica y de "planeación familiar" cuyo objetivo
demuestran que estos esquemas no son inevitables ni inmutables.
era la supervivencia y aptitud de las razas europeas. Algunos elementos de este pasado
eugenésico son comunes en las prácticas actuales. En Israel, las familias judías reciben
más subsidio para los hijos que las familias árabes, mientras que en Inglaterra la pe-
ligrosa inyección anticonceptiva, Depo Provera, se ha aplicado casi exclusivamente a
Rosalind Coward, Female Desire. Womeni Sexuality Today, Londres, Paladin, 1984, p. 13..
46 mujeres negras y muy pobres. En un estudio se encontró que había incluso más fo-
47 RichardDyer, "Male Sexuality in the Media", en Andy Metcalf y Martin Humphries, The Sexuality of Men,
lletos de control de la natalidad en clínicas de planeación familiar en lenguas asiáti-
Londres, Pluto Press, 1985, p. 28.
48Carole Vance, Pleasure and Danger, p. 4. [Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
cas que en inglés. Detrás de todos estos ejemplos está la suposición de que hay una
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46 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

norma de conducta sexual civilizada y apropiada que todos deben respetar. A su vez,
esta creencia está codificada en una serie de prácticas que van desde las leyes de in-
migración hasta la propaganda de control de la natalidad, desde las actitudes médi-
cas hasta la patologización de distintos esquemas de vida familiar en la psicología y la
sociología."
No es sorprendente, entonces, que muchos pueblos negros y de minorías étnicas
en países occidentales y en el Tercer Mundo rechacen los análisis contemporáneos de 3. LOS SIGNIFICADOS DE LA DIFERENCIA SEXUAL
las políticas sexuales radicales y feministas, pues irremediablemente poseen un tras-
fondo racista más o menos inconsciente. Esto ha llevado a la presentación y el desa-
rrollo de formas de política sexual que son específicas de la experiencia de la gente E: ¿Su primera pareja fue hombre o mujer?
negra y que simultáneamente están comprometidas con políticas antirracistas. R.: Por cortesía no se lo pregunté.
Los límites entre raza, género y clase inevitablemente se traslapan. La gente ne- (Entrevista con el novelista Gore Vidal)
gra en Inglaterra, que es la más sometida a las prácticas racistas, tiende a ser de la clase
obrera, mientras que la definición de pertenencia a un grupo étnico por lo general
depende de que se lleven a cabo con éxito los atributos de género. El poder funciona
sutilmente a través de una serie compleja de prácticas entrelazadas. Como resultado,
los cuestionamientos políticos a las formas opresivas son complejos y a veces contra-
dictorios. Por lo tanto, las políticas sexuales nunca pueden ser una forma única de EL IMPERATIVO BIOLÓGICO
actividad. Están enmarañadas en toda la red de contradicciones y antagonismos so-
ciales que conforman el mundo moderno. Sin embargo, hay un punto importante La respuesta característica de Gore Vidal a una pregunta ligeramente insolente nos di-
que puede derivarse de este análisis. En lugar de considerar la sexualidad como un vierte y tal vez nos sacude porque en nuestra cultura sí importa con quién tenemos re-
todo unificado, debemos reconocer que hay diversas formas de sexualidad: de hecho, laciones sexuales. El género, la condición social de ser hombre o mujer, y la sexuali-
hay muchas sexualidades. Hay sexualidades de clase y sexualidades específicas de gé- dad, la manera cultural de experimentar nuestros placeres y deseos corporales, ahora
nero, hay sexualidades raciales y sexualidades de lucha y elección. La «invención de la están inextricablemente vinculados, de modo que cruzar la frontera entre el comporta-
sexualidad" no fue un acontecimiento único, ahora perdido en el pasado remoto. Es miento masculino o femenino correcto (es decir, lo que se define culturalmente como
un proceso continuo que simultáneamente actúa sobre nosotros y del que somos ac- apropiado) a veces parece ser la transgresión más grave. Todavía no podemos pensar
tores, objetos del cambio y sujetos de esos cambios. en la sexualidad sin tomar en cuenta el género; o, en términos más generales, la com-
pleja fachada de la sexualidad en gran parte se ha construido sobre la suposición de
diferencias fundamentales entre hombres y mujeres, y de la dominación masculina
sobre la mujer. Las distinciones genitales y reproductivas entre hombres biológicos y
mujeres biológicas se han interpretado no sólo como una explicación necesaria, sino
también suficiente, de distintos deseos y necesidades sexuales. Aparecen corno las dis-
tinciones básicas entre los pueblos, profundamente arraigadas en nuestra "naturaleza
animal".
Una de las peculiaridades de los humanos es que buscamos respuestas a algunas
de nuestras preguntas más fundamentales observando la vida de los animales. Esa cria-
tura tan despreciada y temida, la rata, ha influido mucho en la investigación sexual,
sobre todo en investigaciones experimentales sobre los efectos de las hormonas "mas-
culinas" y "femeninas". Muchos otros investigadores han encontrado pruebas y apoyo
para sus hipótesis más descabelladas acerca de la diferencia sexual en todos los ani-
49 Véanse el resumen de datos en Valerie Amos y Pratibha Parmar, "Challenging Imperial Feminism", en Femi-
nist Review, julio de 1984, no. 17, y Hoya Anthias y Nira Yuval-Davis, "Contextualizing Feminism —Gender, Eth-
males, desde los insectos y la humilde lombriz hasta el gorrión costero y el mono rhe-
nic and Class Divisions", Feminist Review, invierno de 1983, no. 15 . sus. No cabe duda de que es mucho lo que se ha aprendido en este proceso, sobre
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investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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48 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Los significados de la diferencia sexual 49

todo acerca del comportamiento animal. Pero muchos temas permanecen aún sin ex- sobre una base más científica. Así, el sexo se definía como una "ley fisiológica", "una
plicación mediante esos métodos. fuerza generada por fermentos poderosos", un impulso "que no puede dejarse de lado
Desafortunadamente para la simplificación de la investigación, los seres humanos en aras de algún tipo de convención social" y, de la manera más gráfica, "un volcán
somos criaturas complejas, arbitrarias y variables. Manipulamos el lenguaje para re- que se consume por el fuego y deja escoria a su alrededor: [...] un abismo que devora
modelar constantemente nuestras percepciones del mundo y del sexo. Desafiamos la todo honor, sustancia y salud".3 La revolución de Darwin en la biología, mediante
aparente lógica de nuestra apariencia externa. Hacemos borrosos los límites entre mascu-
la cual se demostraba que el hombre era parte del mundo animal, fomentó la bús-
linidad y feminidad. Creamos diferencias que trascienden las diferencias de género (de
queda del animal en el hombre, y lo encontró en su sexo.
edad, raza, necesidad sexual) y construimos fronteras que tienen poca lógica "en la na-
La sexualidad femenina representaba inevitablemente un problema —un enig-
turaleza". Incluso cambiamos nuestro comportamiento en respuesta a factores mora-
ma, un "oscuro continente", según las famosas palabras de Freud— para estos pun-
les, políticos o accidentales. No obstante, todo el tiempo nos gusta complacemos con tos de vista. Según una larga tradición cultural, la sexualidad femenina era voraz, de-
la fantasía de que nuestra sexualidad es lo más fundamental y natural que nos rodea y
voraba y consumía todo. Esta idea ha tenido a últimas fechas un renacimiento
que las relaciones entre hombres y mujeres están establecidas para toda la eternidad,
significativo en los comentarios (hechos por hombres) de que el feminismo moderno
como las huellas en el concreto, por los dictados de nuestra "naturaleza" innata. En una
ha agotado y debilitado a los hombres al favorecer las exigencias sexuales femeninas.
cultura preocupada por la diferencia sexual, como la nuestra, tales creencias tienen efec-
Tal argumento probablemente nos dice más sobre los temores y fantasías del hombre
tos sociales decisivos; repitiendo lo ya dicho, la forma como pensamos sobre el sexo mo-
que sobre la mujer, pero de todas maneras cabe señalarlo como un mito fantasioso y
dela la manera en que lo vivimos. De modo que los análisis acerca de los orígenes y la
persistente. No obstante, desde el siglo xix la visión más convencional ha consistido
forma de las diferencias entre hombres y mujeres son mucho más que debates oscu-
en tratar la sexualidad femenina básicamente como una reacción o respuesta que se
ros. Son centrales para el rumbo que toma nuestra sociedad.
aviva sólo a través de cierto tipo de "instinto reproductivo", o despierta mediante la
John Money ha señalado "la práctica cultural, que se da por hecho en nuestra cul-
habilidad del pretendiente, el hombre. El lesbianismo ha sido muy problemático para
tura, consistente en subrayar las diferencias, incluidas las de conducta, entre los sexos,
los teóricos del sexo precisamente porque es una sexualidad femenina autónoma en
en lugar de subrayar las semejanzas".1 De esto no puede culparse a la "ciencia del la que el hombre no tiene ninguna función.
sexo", dadas las suposiciones culturales profundamente arraigadas con que se encon- La idea de que hay una diferenciafindamenta/entre la naturaleza sexual de hom-
traron los primeros sexólogos: de muchas maneras sólo teorizaron lo que creían ver. bres y mujeres ha sido muy fuerte. Ni siquiera las pruebas recientes, basadas en el tra-
Además, muchos de ellos, atentos a la realidad empírica, con el tiempo se sintieron bajo de observación de Kinsey y de Masters y Johnson para demostrar que hay una
ansiosos por afirmar el traslape tanto como las diferencias. Para Havelock Ellis, en la respuesta fisiológica similar entre hombres y mujeres, han minado la creencia de que
década de 1930 el sexo era "mutable" y sus fronteras, inciertas, con "muchas etapas existen diferencias psicosexuales básicas en otros aspectos.4
entre lo completamente masculino y lo completamente femenino".2 Sin embargo, al La idea de que hay diferencias entre los pueblos no es en sí misma peligrosa. Lo
mismo tiempo continuaba la búsqueda de lo esencialmente femenino y lo esencial- que tiene de peculiar la sexualidad es que algunas diferencias se han considerado tan
mente masculino, con el resultado inevitable de que se subrayaban las diferencias
fundamentales que se convierten en divisiones y hasta antagonismos. En el mejor de
sexuales a costa de las semejanzas. La sexología se convirtió en un arma en el conflicto
los casos está el argumento de que aunque hombres y mujeres puedan ser diferentes,
endémico acerca de las funciones sociales apropiadas de hombres y mujeres, que se
también pueden ser iguales. En el peor de los casos, las suposiciones acerca de la natu-
acentuó en los últimos decenios del siglo pasado y ha persistido hasta nuestros días
raleza vigorosa del impulso sexual masculino se han utilizado para legitimar la domi-
con un ritmo y una intensidad variables. nación del hombre sobre la mujer.
La definición misma del instinto sexual se derivaba esencialmente de prácticas Podríamos pensar que estas creencias se han visto debilitadas en el pasado cer-
y fantasías masculinas. Baste considerar algunas de las metáforas presentadas en tex- cano, sobre todo debido a las críticas del feminismo moderno, al grado de que hoy
tos sobre el sexo: fuerzas irresistibles, impulsos absorbentes, ríos a borbotones, espas-
en día gozan de muy poca credibilidad. Sin embargo, nos equivocaríamos. Tomemos
mos incontrolables... Tales imágenes han dominado el discurso occidental sobre el
como ejemplo la opinión de algunos estudiosos recientes que han influido sobre lo
sexo. Los primeros sexólogos utilizaron estas imágenes aunque intentaron colocarlas
que se conoce como la "nueva derecha" en Inglaterra y Estados Unidos. El filósofo

I John Money, Love and Love Sickness, Baltimore y Londres, Johns Hopkins University Press, 1980, p. 133.
3 Véase el análisis en Jeffrey Weeks, Sexuality and its Discontents. Meanings, Myths and Modern Sexualities, Lon-
2 Havelock Ellis, The Psychology of Sex, Londres, William Heinemann, 1946 (1a. ed. 1933), p. 194. [Versión
dres, Routledge & Kegan Paul, 1985, pp. 80-85.
en castellano: Psicología de los sexos, trad. y notas de Manuel Scholz Rich, Barcelona, Iberia, 1965.]
4 Véase William H. Masters y Virginia E. Johnson, Manan Sexual Response, Boston, Little, Brown and Co., 1966.
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investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
50 Sexualidad Los significados de la diferencia sexual 51

conservador inglés Roger Scruton ha planteado lo que describe vívidamente como la hacer lo que sea mejor para sus genes en general".8 Si esto es cierto, entonces el gran
"ambición desenfrenada del falo", que evade toda obligación, como contraria a la fun- conflicto entre individuo y sociedad simplemente se disuelve: existe un continuum
ción dada por la naturaleza a las mujeres de "calmar al más vagabundo". Para George entre la energía eterna del gen y las manifestaciones sociales más complejas, en que
Gilder, ferviente defensor de los valores tradicionales, sólo las exigencias del matri- "la sociedad y la naturaleza trabajan en armonía". Entonces; ¿qué sucede con las ins-
monio y la familia pueden canalizar la "agresividad masculina que de otro modo sería tituciones aparentemente sociales como el matrimonio, la crianza, el vínculo social?
irruptora" hacia la obligación social de esforzarse por su esposa y sus hijos.5 Así, el ale- Son "adaptativas", según el término clave de la sociobiología, productos no de la his-
gato feminista contra la violencia sexual masculina (culturalmente codificada) se toria o del desarrollo social, sino de la "necesidad evolutiva". ¿Y qué sucede con las
transforma en una defensa de la división sexual y de la moralidad tradicional. Ambos ideas, los ideales, los valores y las creencias? Según Wilson, no son más que "meca-
estudiosos creen en una naturaleza humana refractaria, que amenaza con provocar nismos que permiten la supervivencia".9
trastornos a menos que se restrinja mediante la voluntad moral y la ortodoxia social. Dando por hecha esta certeza, la existencia de sólo dos sexos paradójicamente es
Visiones como ésta encuentran una justificación en la "nueva síntesis" de la so- un problema para la sociobiología. E.O. Wilson dice que el sexo es una fuerza antiso-
ciobiología, mediante la cual el determinismo biológico ha disfrutado de un modesto cial en evolución, ya que causa dificultades entre la gente. La relación hombre/mujer
renacimiento. Es importante no exagerar la influencia de esta posible nueva ciencia está llena de desconfianza y explotación mutuas. Es más probable que haya altruismo
que podría llegar a existir; pero cabe señalar, a la vez, las importantes repercusiones que —necesario para la supervivencia de los genes— cuando todos son iguales. Entonces,
ha tenido, y no sólo en la derecha. La sociobiología ha sido utilizada también por ¿por qué no se lleva a cabo la reproducción humana mediante la partenogénesis, co-
fuentes liberales para explicar la renuencia a cambiar por parte de las instituciones so- mo sucede con algunas criaturas primitivas? ¿Y por qué hay dos sexos y no tres o cuatro
ciales, y algunos de sus aspectos se han usado para exigir mayor libertad para las mino- o cinco? "Para ser totalmente honestos —aceptan Cherfas y Gribbin— nadie lo sabe."1°
rías sexuales sobre la base de su funcionalidad biológica. Por lo tanto, debemos estar Concluyen que, por esta razón, el sexo es tan enigmático. Los sociobiólogos por fin han
atentos a su atractivo, así como a los peligros que en mi opinión le son inherentes. La decidido, después de mucho barajar sus tarjetas de datos, que la razón más probable
sociobiología fue definida por su padre fundador, E.O. Wilson, como "el estudio sis- para la reproducción sexuada es que promueve la diversidad, la capacidad de barajar
temático de la base biológica de todo comportamiento social".6 Su objetivo es llenar el mazo genético para compensar las apuestas contra un ambiente que cambia en forma
el hueco abierto entre las teorías biológicas tradicionales, por una parte, y las expli- impredecible. Dos sexos son suficientes para asegurar la máxima recombinación gené-
caciones sociales, por la otra, tratando de demostrar que había un mecanismo clave tica potencial. Dos sexos también aseguran salud y resistencia, al mezclar los consti-
que unía a ambas. Este mecanismo, según lo expresó uno de los primeros entusiastas tuyentes químicos lo suficiente para producir inmunidad contra las enfermedades. De
de la obra de Wilson, era "la ley fundamental del egoísmo de los genes".7 El gen es manera que la tarea de los hombres "consiste en proporcionar los medios para que las
la unidad básica de la herencia, definida como una porción de la molécula del ADN, mujeres puedan prevenir las enfermedades":11 lejos de ser "redundantes", los hombres
que afecta el desarrollo de cualquier rasgo en el nivel bioquímico más elemental. todavía son esenciales para el futuro de la raza humana.
Lleva el código que influye sobre el desarrollo futuro. Con esto todos podemos estar Independientemente de las especulaciones intrincadas (y a veces metafísicas), flu-
de acuerdo. Pero los sociobiólogos alegan —ampliando con entusiasmo las posicio- ye de todo esto una conclusión sobresaliente: "En lo que se refiere a la sexualidad, hay
nes más inciertas de Wilson— que hay genes que existen para cada fenómeno social, una naturaleza humana femenina y una naturaleza humana masculina, y estas natu-
de modo que la supervivencia azarosa de los genes podría explicar todas las prácticas ralezas son extraordinariamente diferentes."12 Esas diferencias empiezan y terminan,
sociales, desde la eficiencia económica y el éxito educativo hasta las divisiones de gé- según parece, con las características evolutivas del óvulo y los testículos. Dado que los
nero y la preferencia sexual. En este modo de pensamiento, la unidad fundamental hombres tienen una cantidad casi infinita de espermatozoides (millones con cada eya-
ya no es "el individuo", como en la teoría liberal clásica; tampoco lo es la "sociedad", culación), mientras que las mujeres tienen una provisión muy restringida de óvulos
como en la otra gran tradición. El individuo se considera ahora como poco más que (alrededor de 400 en una vida), se deduce que los hombres tienen una propulsión
un vehículo para la transmisión de los genes, "una máquina egoísta, programada para evolutiva hacia la difusión de sus semillas para asegurar la diversidad y el éxito re-

5 Roger Scruton, "The Case against Feminism", The Observer, 22 de mayo de 1983; George F. Gilder, Sexual d., p. 71.
Suicide, Nueva York, Quadrangle, 1973. 9 E. O. Wilson, On Human Nature, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1978, p. 3.
6 E.O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis, Cambridge, Mass., y Londres, Harvard University Press, Jeremy Cherfas y John Gribbin, The Redundant Male, the Bodley Heach Londres, 1984, p. 4.
1975, p. 4. Ibid., p. 178.
7 Richard Dawkins, The Selfish Gene, St. Albans, Granada, 1978, p. 7. 12
Donald Symons, The Evolution of Human Sexualiy, Oxford y Nueva York, Oxford University Press, 1979, p. 11.
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52 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Los significados de la diferencia sexual 53

productivo y, por ende, hacia la promiscuidad; mientras que las mujeres tienen un in- complejas de lo que quieren hacernos creer los sumos sacerdotes de la "tradición
terés equivalente en reservar la energía, un instinto de conservación y, por lo tanto, sexual" (entre quienes ahora debemos contar a los sociobiólogos). Por lo general, los
se inclinan hacia la monogamia. De ahí se puede deducir la explicación de todas las partidarios más fervientes del determinismo biológico muestran tres modos caracte-
otras diferencias supuestamente fundamentales: mayor competencia entre los hom- rísticos de argumentar: la argumentación por analogía; una dependencia, que llega a
bres que entre las mujeres, mayor tendencia de los hombres hacia la poligamia y los ser casi una tiranía intelectual, respecto de las "afirmaciones promedio", y por último
celos mientras las mujeres son "más maleables" y dóciles, y una mayor voluntad lo que llamaré, a falta de una frase mejor, la hipótesis del "agujero negro". Todas pre-
sexual y potencial de excitación en los hombres que en las mujeres: "Entre todos los sentan muchas dificultades.
pueblos, la copulación se considera esencialmente como un servicio o favor que
las mujeres hacen a los hombres, y no al contrario, independientemente de cuál de los
sexos desea, o se cree que desea, mayor placer del acto sexual".13 1. Argumentación por analogía
La sociobiología tiene cierto encanto embriagador, sobre todo porque ofrece ter-
minar con el estancamiento de las explicaciones sociales que solían afrontar las cien- Este procedimiento supone que observando a los animales salvajes podemos descifrar
cias sociales en la década de 1970. También —y quizás éste sea su mayor atributo— el código de nuestra civilización. El renovado interés en observar a los animales en su
parece hablar con creencias muy difundidas, de sentido común, sobre la naturalidad hábitat natural durante los años de entreguerras fue una de las raíces de la sociobio-
de las divisiones sexuales. Va en el mismo sentido, y no en contra, de la veta del pre- logía. E.O. Wilson dedicó la mayor parte de sus primeros intentos a hacer una sín-
juicio popular. Pero si bien puede afirmar que explica algunas cosas (el amor a pri- tesis en insectos y aves. El problema aquí es que, a pesar de los esfuerzos por realizar
mera vista "sencillamente puede ser la poderosa respuesta del cuerpo al aroma de un una observación neutral, los prejuicios humanos se introducen sin que nos demos
conjunto muy diferente de antígenos de histocompatibilidad"; la homosexualidad cuenta. Como han dicho Rose et al:
puede ser necesaria para impulsar la preocupación altruista por los hijos de hermanos Una y otra vez, con el fin de apoyar la afirmación de la inevitabilidad de un rasgo dado del
y hermanas), no puede explicar otras de manera general y convincente (por qué hay orden humano, los deterministas biológicos intentan presentar sus afirmaciones como uni-
variaciones entre diferentes culturas, por ejemplo, o por qué la historia con frecuen- versales. Si la dominación masculina existe en los humanos, es porque también existe en los
cia experimenta cambios sociales rápidos). Como enfoque, también es profunda- mandriles, los leones, los patos, o lo que sea. Los estudios etológicos están repletos de re-
mente conservador en sus implicaciones, ya que si la explicación de lo que hacemos cuentos de los "harenes" de mandriles, la dominación por parte del león macho sobre "su"
desde el punto de vista social y sexual está en la azarosa colisión de genes, entonces es manada, la "violación masiva" en patos silvestres y la "prostitución" en colibríes.15
poco lo que podemos hacer para cambiar las cosas: doblar la varita un poquito aquí, No hace falta decir que aquí se da una atribución de explicaciones sociales muy exa-
enderezarla por allá, pero no demasiado en ningún sentido porque toda la rama se geradas al comportamiento animal. ¿Por qué habría que ver a los agrupamientos de
puede romper. Si, como reafirman H.J. Eysenck y Glenn Wilson, "en las actitudes se- animales hembra como harenes? Igualmente podrían verse, si se atiende a todas las
xuales ampliamente variables que observamos cuando miramos a los hombres y las pruebas en contrario disponibles, como prototipo de grupos de mujeres para crear
mujeres [hay] un fuerte origen biológico subyacente"," entonces son utópicas las exi- conciencia. Decir esto tal vez provoque alguna sonrisa. Pero también debería hacerlo
gencias feministas e incluso las reformas liberales. Como dijeron algunos partidarios el argumento circular mediante el cual se atribuyen a los animales las explicaciones
anteriores del determinismo biológico, en el contexto de un auge anterior de activi- derivadas de la experiencia humana y luego se usan para justificar divisiones sociales
dad feminista: "Lo que fue decidido entre los protozoarios prehistóricos no puede ser en la actualidad.
anulado por un decreto del Parlamento." No hay mucho que discutir al respecto.
Desde luego, esto puede ser parcial o totalmente cierto. El problema es que, si bien
las pruebas de la biología y la historia natural resultan muy atractivas, no son con- 2. La tiranía de los promedios
cluyentes. Tal vez sea imposible, a fin de cuentas, refutar una hipótesis sociobiológica
—quién sabe con qué puede salir la "ciencia"—, pero es igualmente difícil compro- Este es tal vez el argumento más insidioso. En promedio, los hombres pueden ser más
barla. En el mundo real de la sexualidad en que vivimos, las cosas son un poco más activos sexualmente que las mujeres. Los hombres homosexuales pueden ser más pro-

13 Ibid., pp. 27-28.


14
H.J. Eysenck y G.D. Wilson, The Psychology of Ses, Londres, Dent, 1979, p. 9. [Véase n. 2 de este cap. para 15 Steven Rose, Leon J. Kamin y R.C. Lewontin, Not in Our Genes. Biology, Ideology and Human Nature, Har-

la referencia de la versión en castellano.] mondsworth, Penguin, 1984, p. 158.


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54 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

miscuos que las mujeres homosexuales. Esto, como dicen los sociobiólogos, puede za, la longevidad, el color del cabello y de los ojos. La producción diversa de hormo-
tener algo que ver con los genes. También puede tener algo que ver con la cultura: nas puede afectar la maduración sexual, la distribución de vello corporal, el depósito
mayores oportunidades para la expresión sexual masculina y para la elección de la de grasa y el desarrollo muscular. Estas manifestaciones no carecen de importancia,
pareja, por ejemplo. Sobre todo, decir que en promedio los hombres tienen más ac- ya que se elaboran según códigos culturales complejos que establecen la apariencia fí-
tividad sexual que las mujeres es lo mismo que decir que algunas mujeres son más sica y el comportamiento apropiado o inapropiado para cada género. Pero, a fin de
activas sexualmente que algunos hombres. Los enunciados sobre promedios son ver- cuentas, lo realmente importante son los significados sociales que damos a estas di-
daderos, pero no particularmente útiles. No obstante, llevan un enorme peso, por lo ferencias. Si, como ha dicho John Nicholson, "las diferencias biológicas entre los
menos en parte, porque preferimos las divisiones claras a la ambigüedad. Sin em- sexos en realidad son mínimas cuando se comparan con las semejanzas"17 y, de hecho,
bargo, la naturaleza misma puede ser muy ambivalente, como lo sugiere la idea sólo uno de los 100 mil genes necesarios para formar a cada persona distingue a los
misma de los "promedios". ¿Por qué nosotros no? hombres de las mujeres, entonces deberían revalorarse las marcas críticas que usamos
convencionalmente para delimitar la diferencia.
Aparentemente las diferencias anatómicas son las esenciales. De acuerdo con la pre-
3. La hipótesis del 'agujero negro" sencia o ausencia de los órganos masculinos o femeninos, se asigna el género en el mo-
mento mismo del nacimiento. No obstante, la posesión de un pene o una vagina no
Éste es el último recurso para quienes no encuentran ninguna explicación para las di- puede ser una norma universalmente aplicable. En las aves, el macho no tiene pene;
ferencias sexuales. Si todo lo demás no logra explicar los fenómenos humanos, en- otros animales sólo tienen "órganos insertables adjuntos", como los gonopodios en tibu-
tonces tiene que existir una explicación biológica. Si hay más hombres que mujeres en rones y cazones.18 Incluso entre los humanos no es transparente el significado de estos
puestos ejecutivos, entonces de seguro lo explica la biología. Si la sociedad se resiste órganos muy reales. La vagina puede concebirse como pasiva o como devoradora. El
a las políticas del feminismo, debe de ser porque están contra la naturaleza humana. clítoris se ha conceptualizado como no más que un "vestigio de falo" y como el sitio
Si la homosexualidad no puede explicarse ni por la sociología ni por el psicoanálisis, del potencial multiorgásmico de las mujeres. El pene tiene un valor simbólico aun más
entonces la biología (hormonas, instintos, genes...) debe explicarla. Un ejemplo clá- sobrecargado en nuestra cultura. Su naturaleza "embestidora", "vigorosa" y "penetrante"
sico de esto lo podemos ver en la conclusión del informe final del Instituto Kinsey se ha considerado como el modelo mismo de la sexualidad masculina activa. No obs-
sobre la homosexualidad, Sexual Preference.16 Los autores exploran con detalle la tante, como ha señalado agudamente Richard Dyer, hay una marcada discrepancia en-
falta de pruebas de una causa única que explique la homosexualidad, y concluyen tre este simbolismo y la manera como se suele experimentar el pene:
que ni la sociología ni la psicología la aclaran. Pero, en lugar de poner a prueba la Los genitales masculinos son cosas frágiles, fofas, delicadas [...1. Los penes sólo son unas co-
hipótesis (avalada por el mismo Kinsey) de que la homosexualidad, por lo tanto, no sitas (también los grandes) con poco poder de permanencia, bonitos si se aprende a verlos así,
era una condición unitaria con raíces únicas, los autores concluyen que debe de haber pero no mágicos ni misteriosos ni poderosos en sí mismos, es decir, objetivamente carentes
una explicación biológica. Esto, en el contexto del libro, es especulación vana. Esa de poder real.' 9
"solución" le debe más al prestigio continuo de las ciencias biológicas que a la com- El significado que damos a los órganos masculinos y femeninos es social y psicoló-
probación. La biología llena una laguna que no han querido o no han podido llenar gic'amente importante. Según los conceptos del psicoanálisis, la existencia o la
las explicaciones sociales. ausencia del pene masculino (es decir, el temor o la fantasía de la castración) son
No pretendo minimizar la importancia de la biología. Las capacidades biológi- esenciales para la negociación de la crisis edípica y para la adquisición o no de la mascu-
cas proporcionan claramente el potencial a partir del cual se configura gran parte de linidad y la feminidad psicológicas, para la organización misma de la diferencia
lo humano y fijan el límite de las actividades sociales. La cópula, la reproducción, la sexual. Pero los significados esenciales que les asignamos, según Freud, son exigidos
alimentación y la muerte tienen un origen claramente biológico y proporcionan los por la cultura y no surgen directamente sólo de la biología.
parámetros de la existencia humana. Otros factores biológicos menos cósmicos tam-
bién tienen efectos sociales. Las diferencias genéticas (entre hombres y entre mujeres,
así como entre unos y otras) pueden afectar las apariencias físicas, el tamaño, la fuer- 17 John Nicholson, Men and Women. How Diffirent are They?, Oxford y Nueva York, Oxford University Press,
1984, p. 6.
18 John Archer y Barbara Lloyd, Sex and Gender, Harmondsworth, Penguin, 1982, pp. 47-48.

19 Richard Dyer, en Andy Metcalf y Martin Humphries (comps.), The Sexuality of Men, Londres, Pinto Press, 1985,
16 Alan E Bell, Martin S. Weinberg y Sue Kiefer Hammersmith, Sexual Preferente. Its Development in Men and

Women, Bloomington, Indiana University Press, 1981, pp. 191-192. pp. 30-31.
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Los significados de la diferencia sexual 57

La misma ambigüedad potencial existe respecto de otras dos marcas menos ob- Las hormonas, no más que los cromosomas, son decisivas en la configuración de
vias: la conformación cromosómica de hombres y mujeres y los esquemas hormona- las diferencias sexuales psíquicas y sociales.
les. En primer lugar, la existencia de diferencias cromosómicas es muy conocida. Esta
distinción es la que se hace en las competencias deportivas internacionales para de-
finir los sexos, y en ella los competidores, sobre todo en los torneos atléticos femeni- LA SEXUALIDAD Y LAS RELACIONES SOCIALES
nos, tienen que pasar por una prueba de cromosomas sexuales.2° Los seres humanos
tienen 46 cromosomas en el núcleo de cada célula de su cuerpo: 22 pares y dos cro- El determinismo biológico insiste en el carácter fijo de nuestras sexualidades, en su
mosomas sexuales. En las mujeres éstos son idénticos (xx); pero en los hombres uno resistencia ante todos los esfuerzos de modificación. Por otra parte, las explicaciones
es una estructura incompleta que lleva poco material genético (el cromosoma Y: los sociales e históricas suponen un alto grado de fluidez y flexibilidad en la "naturaleza
hombres suelen tener el par )(Y). humana", en su potencial de cambio. Las datos de otras culturas, y de épocas distin-
La dificultad reside en que estas marcas no son absolutas. A veces los cromoso- tas a la nuestra, muestran que hay muchas maneras diferentes de ser "hombre" y "mu-
mas no se separan durante la división celular de la manera acostumbrada, dando lu- jer", modos distintos de vivir la vida social. La experiencia de nuestro propio pasado
gar a esquemas de XXY, X, XXX o XYY: ¿son éstos masculinos o femeninos? A veces hay reciente ha mostrado las poderosas maneras en que un movimiento social enérgico
individuos cuyos cromosomas dicen una cosa y cuya apariencia dice otra: masculinos —el feminismo—, con poco apoyo institucional, puede influir en las relaciones sexua-
porque tienen cromosomas xY y poseen testículos que secretan la hormona mascu- les y en muchos casos transformarlas. Cabe imaginar el poder del cambio social rá-
lina; pero ambiguos porque, debido a una insensibilidad andrógena congénita, no se pido en el pasado. Nuestra mayor conciencia de otras culturas debería hacernos estar
han masculinizado externamente. Aun la naturaleza, con toda su sabiduría, aparente- más atentos a otras formas de interacción, dado que, a través de la perspectiva de di-
mente llega a equivocarse. Archer y Lloyd21 concluyen que anormalidades como éstas ferencias y cambios culturales, podemos empezar a reflexionar sobre la contingencia
"ilustran la naturaleza compleja y precaria del proceso de desarrollo" y, por lo tanto, histórica de nuestra propia "naturaleza humana" y cuestionar el supuesto carácter fijo
de la división entre los sexos. de nuestras posiciones como "hombres" y "mujeres".
De manera parecida, y en segundo lugar, se ha exagerado la importancia asig- Hay pruebas abrumadoras que sugieren que la sexualidad está sujeta a un
nada a las hormonas, los mensajeros químicos secretados por las glándulas. La hor- enorme grado de modelación sociocultural, al grado de que, como ha dicho Plum-
mona principal producida por los testículos es la testosterona; a ésta, junto con las mer, "la sexualidad no tiene más significado que el que se le da en situaciones socia-
hormonas del mismo tipo general, se las llama andrógenos u "hormonas masculi- les".23 Pero plantearlo así, desde luego, no resuelve las dificultades; sólo las conduce
nas". Las hormonas principales producidas por los ovarios son el estrógeno y la pro- por un camino algo diferente. Porque si bien el sexo y la diferencia sexual son socia-
gesterona (las "hormonas femeninas"). Estas hormonas sin duda son importantes les en su forma, aún necesitamos saber dónde situar los límites de las explicaciones
para el desarrollo: la testosterona produce cambios importantes en la adolescencia, puramente sociales, cuáles son los límites de la modelación cultural. ¿Es el sexo to-
entre los que se cuenta el engrosamiento de la voz y la aparición del vello corporal. talmente un asunto de determinación social? ¿Son totalmente intercambiables los
El aumento de los niveles de estrógeno en las niñas durante la pubertad provoca el papeles desempeñados por hombres y mujeres? ¿Son nuestras naturalezas sexuales
desarrollo de los senos, la redistribución de la grasa y el comienzo del ciclo mens- infinitamente plásticas, "increíblemente maleables", según las conocidas palabras de
trual. Pero aun así, no estamos hablando de posesiones únicamente masculinas y fe- Margaret Mead? Inevitablemente surgen tales preguntas, y hay que aceptar que toda-
meninas. Tanto los ovarios como los testículos producen las tres hormonas, y las vía estamos bastante inseguros respecto de las respuestas adecuadas. Sabemos lo que
glándulas suprarrenales secretan andrógenos en ambos sexos. Lo que difiere es la no son nuestras naturalezas sexuales: no son eternamente fijas, biológicamente deter-
proporción. Una vez más, no hay una división absoluta. Como dijo Kinsey hace al- minadas ni inmutables. Pero no estamos seguros de lo que sí son.
gún tiempo: "El hecho de que las hormonas se produzcan en las gónadas no es ra- Por lo tanto, existe el peligro real de confrontar un esencialismo biológico ina-
zón suficiente, a falta de otras pruebas, para pensar que son los agentes primarios decuado con un esencialismo sociológico igualmente inadecuado, en el que la
que controlan las capacidades del sistema nervioso de las que depende la respues-
ta sexual." 22
Female, Filadelfia y Londres, W.B. Saunders Company, 1953, pp. 728-729. [Véase n. 5 del cap. 2 para la referencia
20 Archer y Lloyd, op. cit., p. 47. de la versión en castellano.]
21 Ihid., p. 69. 23 Kenneth Plummer, Sexual Stigma. An Interactionist AcCount, Londres, Routledge & Kegan Paul,
22 Alfred C. Kinsey, Wardell P. Pomeroy, Clyde E. Martin y Paul H. Gebhard, Sexual Behavior in the Human 1975, p. 32.
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58 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Los significados de la diferencia sexual 59

maleabilidad de la sexualidad siempre estará a merced de imperativos sociales deter- nea.25 Los arapesh no tenían un concepto del sexo como una fuerza abrumadora
ministas. Para los influyentes antropólogos sociales de los años de entreguerras, el ob- ni en hombres ni en mujeres, y ambos sexos tenían cualidades que podrían llamarse
jeto principal de estudio no era la naturaleza humana, sino la "configuración cultu- "maternales". Entre los mundugumor, por otra parte, tanto hombres como mujeres
ral". Esto representó un verdadero avance, ya que obligó a reconsiderar muchas estaban activamente sexualizados y tomaban la iniciativa. En la tercera tribu, los
"verdades" sociológicas preciadas. No obstante, había problemas reales respecto del chambuli, había una inversión total de las actitudes sexuales en relación con nuestra
relativismo cultural que de allí surgió. Cada cultura se presentaba como un conjunto cultura, pues dominaban las mujeres y los hombres eran emotivamente dependien-
necesario e inexplicable de diferencias respecto de los otros. La historia, el desarrollo y tes. En un trabajo posterior, al resumir la información, Mead sugirió que "en todas
el cambio no se consideraban asuntos importantes. Además, se creía que cada socie- las sociedades conocidas, el género humano ha elaborado la división biológica del tra-
dad se imponía sobre sus habitantes como una totalidad en que todas las posiciones bajo en formas que con frecuencia sólo están relacionadas de manera muy remota con
sociales eran respuestas necesarias a las exigencias de la sociedad. Este tipo de argu- las diferencias biológicas originales que proporcionaron las pistas originales [...] a ve-
mento fue retomado por muchos estudiosos posteriores para hablar en favor de la ces una cualidad se ha asignado a un sexo, a veces al otro".26 No obstante, al mismo
funcionalidad de los papeles sexuales. Según Weinstein y Platt, los individuos "acep- tiempo que se reafirma la posibilidad de la modelación social, esas "pistas originales"
tan y reproducen los esquemas de conducta requeridos por la sociedad", en los que adquieren una importancia capital. Porque si la sociedad humana ha de sobrevivir,
la familia es el conducto principal para esta modelación social, y los "papeles socia- dice la autora, "debe tener un esquema de vida social que se adapte a las diferencias
les" netamente complementarios son el resultado necesario.24 Esto no parece dejar entre los sexos".27 ¿Y cuáles son éstas? Las capacidades reproductivas son claramente
mucho margen para maniobrar. No sólo se considera a la sociedad como el motor diferentes entre hombres y mujeres, e incluso es poco probable que el desarrollo de las
principal, sino que debemos suponer que los individuos son hojas en blanco, tabula tecnologías reproductivas modifique esto de manera fundamental. Sobre la base de
rasa, sobre las que se imprimen las características requeridas para el funcionamiento estas diferencias, las culturas han desarrollado funciones distintas para las labores pa-
adecuado de la sociedad. Esta organiza una división sexual del trabajo para satisfacer ternas y maternas, la alimentación, el trabajo y la organización doméstica. Pero, como
sus necesidades: de reproducción, alimentación, empleo, actividades domésticas y muestran los escritos de la misma Mead, la forma de esas funciones varía enorme-
sexo. Incluso crea papeles sociales desviados y estigmatizados —por ejemplo, el "papel" mente, ya que a veces hombres y mujeres son intercambiables en las cualidades que
de los homosexuales en nuestra cultura— para ofrecer nichos a quienes no están to- llamamos "maternales" y "paternales". Si las funciones sociales son tan flexibles, si no
talmente adaptados y como un llamado de alerta para el resto de la sociedad sobre los hay una conexión necesaria entre reproducción, género y atributos sexuales, no queda
terribles efectos de apartarse de las convenciones. claro por qué son tan radicalmente necesarias las dicotomías sexuales perfectamente
Es evidente que tales argumentos tienen su atractivo. Ofrecen una explicación definidas, a menos que supongamos a priori que son inevitables. Es difícil evitar la
elegante para las divisiones y diferencias obvias que nos rodean. Pero cualquier teoría conclusión de que, al final, Mead da por hecho la importancia primordial de la ana-
que otorgue a la "sociedad" una voluntad consciente y que considere que todas las tomía: la diferencia anatómica garantiza las funciones requeridas por la sociedad. Esto
partes se integran como un reloj maravilloso conlleva un problema: ¿dónde cabe la puede ser cierto, pero nunca se cuestiona por qué lo es. Desde luego, es muy impor-
gente con su voluntad subjetiva? Además, este acento sobre la modelación social pro- tante saber por qué tantas culturas han elegido la anatomía como la base fundamen-
voca un resultado curiosamente paradójico. Al subrayar lo social como el motor prin- tal de nuestros destinos.
cipal, se dejan de cuestionar algunas características de la "naturaleza". De manera más Debemos ir más allá de la simplicidad de algunas de estas explicaciones. Consi-
específica, en la mayoría de los informes socialmente deterministas no se cuestiona dero específicamente que la "sociedad" no es tan unificada y total en su impacto como
sino, al contrario, se reafirma la necesidad de una división sexual del trabajo de lo sugieren estas teorías, ni tampoco son tan marcadas y decisivas las líneas de dife-
acuerdo con las diferencias anatómicas. rencia. Si nos fijamos en lo que queremos decir con "sociedad", encontraremos que
Esto se hace evidente en la obra de Margaret Mead, quien hizo más que nadie en la práctica cualquier teoría social confirma la complejidad de las relaciones
para sugerir que la naturaleza humana era flexible. En Sex and Temperament in Three sociales, las "múltiples realidades" a través de las cuales negociamos nuestra vida co-
Primitive Societies, encontró una amplia gama de variaciones sexuales en Nueva Gui-

25 Margaret Mead, Sex and Temperament in Three Primitive Societies, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1948,
pp. 279-280. [Versión en castellano: Sexo y temperamento, trad. Inés Malinow, Buenos Aires, Paidós.]
26 Margaret Mead, Male and Female. A Study of the Sexes in a Changing World, Londres, Victor Gollancz, 1949,
24 Fred Weinstein y Gerald M. Platt, The Wish to be Free. Psyche and Value Change, Berkeley, University of Ca- p. 7. [Versión en castellano: Masculino y femenino, trad. Rosalía Pereda, Madrid, Minerva, 1994.]
lifornia Press, 1969, p. 6. 27 Ibid., p. 163.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
60 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Los significados de la diferencia sexual 61

tidiana. La "sociedad" no es un todo gobernado por un conjunto coherente de de- qué de ciertos tipos de actividad [...]. Es como un anteproyecto o mapa de carrete-
terminantes, sino una red intrincada de instituciones, creencias, hábitos, ideologías y ras o receta, que da indicaciones".29
prácticas sociales que no tienen una unidad a priori y cuyas verdaderas relaciones de- Desde luego, no seguimos por completo estas pautas, porque si lo hiciéramos
ben ser descifradas más que tomarse al pie de la letra. Si transferimos esta visión de "lo seríamos todos iguales, y la "inmoralidad", la desviación o la transgresión casi no
social" a las actividades sexuales, veremos que lejos de que la "sociedad" modele la existirían. Pero los "libretos" que aparecen en ciertas prácticas sociales establecen los
"sexualidad" de manera directa, lo que describimos como sexual se construye me- parámetros dentro de los cuales están las opciones individuales disponibles. La me-
diante una complejidad de relaciones sociales, cada una de las cuales tiene una visión táfora tiene otro valor: sugiere que coexisten diversos significados sexuales posibles
diferente de lo que constituye el sexo y la conducta sexual apropiada. Michel Foucault en un momento determinado. En el Occidente cristiano hemos estado sometidos a
ha sugerido que el aparato moderno de sexualidad es heterogéneo; en él se incluyen una multitud de definiciones incompatibles y con frecuencia contradictorias. Desde
"discursos, instituciones, conformaciones arquitectónicas, reglamentos, leyes, medi- el siglo xix la medicina ha trabajado arduamente para desplazar a la religión como la
das administrativas, afirmaciones científicas, proposiciones filosóficas, moralidad, fi- fuerza principal en la reglamentación de la sexualidad. Su lenguaje habla menos de
lantropía, etcétera".28 Todos estos elementos en conjunto forman lo que definimos moralidad y más de la sexualidad "natural" y la "antinatural", la sana y la enferma; su
como sexualidad, aunque es evidente que no diceh las mismas cosas ni pueden ha- centro institucional es la clínica, el hospital o el diván del psiquiatra (Michel Foucault
cerlo, ni se dirigen a nosotros de manera idéntica. no fue el primero en sugerir una analogía entre el modo confesional y la curación me-
En el mundo de la sexualidad existe gran variedad de informes diferentes y muchas diante el habla en el psicoanálisis: Freud también planteó esa relación). Luego están
veces contradictorios de lo que significa ser sexual: conjuntos organizados de significa- los lenguajes del derecho, la educación, la antropología, la sociología y la política,
dos ("discursos"), articulados mediante una gran variedad de lenguajes diferentes, y an- todos los cuales hablan en tonos cuidadosamente diferenciados acerca de la sexuali-
clados en una densa red de actividades sociales. Los conceptos tradicionales cristianos dad: ¿es un producto de la criminalidad, la alimentación, la variación cultural, la
del comportamiento sexual, por ejemplo, dependen de ciertas suposiciones acerca de elección política? Y, desde luego, están los contradiscursos, los lenguajes de oposi-
la naturaleza humana: que es incorregible o corrupta, que la división de los sexos está ción, y muchas veces militantes, de los nuevos movimientos sexuales. Vivimos en un
predeterminada, que la actividad sexual sólo se justifica por la reproducción o el mundo de descripciones y definiciones opuestas y con frecuencia contradictorias.
amor. Estas creencias están establecidas en un conjunto de textos: interpretaciones y El surgimiento de diferencias sexuales claras, por lo tanto, es un proceso prolon-
comentarios bíblicos, derecho canónico, sermones. Se generalizan a través de un len- gado para cada sujeto individual, aprendido en todas las complejidades de la vida social.
guaje de certeza y moralidad, que separa a los pecadores de los redimidos, a los mo- La vida familiar proporciona modelos, aunque éstos de ninguna manera están bien
rales de los inmorales. Estos significados se encarnan en instituciones que trabajan definidos. Las escuelas transmiten mensajes claros, aunque no siempre en el mismo
para reforzar creencias y conductas: iglesias, la posición privilegiada de ser padre sentido. La valoración por los compañeros cuida las barricadas contra la desviación so-
o madre, las prácticas de la confesión o el testimonio ante Dios, la existencia de es- cial. Los ritos de galanteo, iniciación sexual y hasta violencia sexual afirman las divi-
cuelas religiosas, los sacramentos del bautismo y el matrimonio e incluso, en muchos siones. Los deseos y la elección de la pareja aseguran la senda de normalidad o el camino
países, el sistema legal. La totalidad de estos discursos y prácticas construyen "posi- ala conducta no ortodoxa. Las representaciones en los medios de difusión construyen
ciones de sujeto", en las que la elite moral puede reconocerse realmente como parte las imágenes de las identidades deseables. El involucramiento en lo religioso, lo mo-
de los elegidos, mientras los pecadores se sitúan más allá de la esperanza de redención. ral y lo político ayuda a organizar modos adultos de vida. Incluso el azar trae su influen-
Los individuos son configurados, y se configuran a sí mismos, en relación con esos cia caprichosa. En respuesta a todas estas influencias, entre muchas otras, construimos
conjuntos preexistentes de significados, que intentan reglamentar y controlar la con- nuestra subjetividad, nuestro sentido de quiénes somos, cómo llegamos a donde esta-
ducta de acuerdo con reglas firmes y consciente o inconscientemente asimiladas. mos, dónde queremos ir: nuestras identidades como hombres y mujeres, heterosexuales
Aquí, la idea del "libreto", usada por algunos sociólogos interactivos para dar y homosexuales o lo que sea, son producto de procesos complejos de definición y au-
cuenta de la mañera como interpretamos nuestros significados sexuales, es una me- todefinición en un ordenamiento complejo de relaciones sociales.
táfora fuerte, aunque inevitablemente ambigua; John Gagnon ha sugerido que "los li- Por lo menos en la superficie, esto sugiere que las identidades masculina y feme-
bretos especifican, al igual que los anteproyectos, el quién, qué, cuándo, dónde y por nina, lejos de estar fijadas para toda la eternidad mediante atributos naturales, son no
poco frágiles y azarosas, están sujetas a diversas influencias y con frecuencia están desga-

28 Michel Foucault, Power/Knowledge, Colin Gordon (comp.), Brighton, Harvester Press, 1980, p. 194. [Ver-
sión en castellano: Poder y saber, México, La Piqueta.] 29 John H. Gagnon, Hun; an Sexualities, Glenview, Illinois, Scott, Foresman and Co., 1977, p. 6.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
62 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Los significados de la diferencia sexual 63

rradas por contradicciones. Por ejemplo, aprendemos desde muy jóvenes en nuestra servaciones de Mica Nava en centros juveniles describen las presiones extremas para
sociedad específica que ser "hombre" es no ser homosexual. La homosexualidad mas- ajustarse a las divisiones sexuales y a los pactos heterosexuales aceptados, que existen
culina ha sido estigmatizada durante varios siglos como afeminada, una inversión de y se refuerzan constantemente entre adolescentes mediante el lenguaje, el rito y la in-
género, precisamente "poco hombre". Pero también sabemos que muchos "hombres teracción. En tales centros, escribe:
verdaderos" se consideran homosexuales y que la década de 1970 presenció una "ma- La reglamentación de las muchachas es impuesta mayormente por los muchachos, quienes se
chización" del mundo gay. Aquí, las opiniones convencionales acerca de lo que es ser apoyan en una idea de feminidad que incorpora modos específicos de comportamiento, de-
hombre entran en conflicto con los deseos sexuales y (probablemente) con las activi- ferencia y sumisión sexuales [...1. En esta cultura fuera del hogar, las muchachas son obser-
dades sexuales; sin embargo, para muchos hombres gay, ambas se mantienen en ten- vadoras de la actividad de los muchachos y guardianas de la pasividad de las muchachas [...].
sión. La sexualidad de las mujeres proporciona otro ejemplo: la sexualidad femenina Tal poder se encuentra en grupos de muchachos (y muchachas) que, a través de la referencia
ha sido definida tradicionalmente como de respuesta, nutricia y estrechamente aso- a ciertos discursos y categorías —como "golfa" y "maricón"—, logran asegurar condúctas fe-
meninas y masculinas "apropiadas".3°
ciada con la reproducción. Pero durante los últimos decenios, los cuerpos de las mu-
jeres han sido cada vez más sexualizados en los medios de difusión y en general en Éste es un paradigma de cómo se institucionalizan y refuerzan las diferencias en toda
todo tipo de representaciones. Se puede hablar de la misma mujer en las páginas de la vida social, desde las prácticas en el trabajo ("acoso sexual") hasta las convencio-
una revista de modas como una ama de casa eficiente, cariñosa y doméstica, y tam- nes de la calle ("silbidos") y ritos rutinarios en bares y otras actividades sociales. A
bién como femme fatale, sensual y seductora, sin darse cuenta de que las distintas de- pesar de todos los cambios que han ocurrido (las investigaciones de Nava se realiza-
finiciones pueden contradecirse o tener efectos confusos. En nuestra mente y en ron después de un decenio de publicidad, aparentemente sin precedentes, de mane-
nuestra idea de lo sexual mantenemos una multitud de datos variables y con fre- ras distintas de ser hombre y mujer), la sexualidad masculina según su definición
cuencia contradictorios respecto de nosotros mismos, nuestros motivos, nuestros cultural proporciona la norma, mientras que la sexualidad femenina sigue siendo el
deseos y esperanzas y nuestras necesidades. problema, lo cual no debe sorprendernos. Los hombres, al hacerse hombres, asumen
Pero el mundo social exige distinciones y crea límites. La "masculinidad" y la "fe- una posición en ciertas relaciones de poder en la que adquieren la capacidad de de-
minidad" tal vez no sean conceptos unificados. Están llenos de mensajes contrarios y finir a las mujeres.
contradictorios, y tienen diferente significado en contextos distintos. No significan lo
mismo en documentos sociales formales o códigos legales que en el prejuicio popu-
lar. Significan cosas distintas en diferentes ámbitos de clase, geográficos y raciales. No LA SEXUALIDAD Y EL INCONSCIENTE
obstante, independientemente de las calificaciones que hagamos, existen no sólo
como ideas poderosas, sino como divisiones sociales radicales. Lo hacemos de dife- De entre lo que se ha revisado hasta ahora deben destacarse dos puntos importantes.
rentes maneras en distintos momentos, pero siempre dividimos a la gente en "hom- En primer lugar, debemos reconocer, con más facilidad de lo que solemos hacerlo,
bres" y "mujeres". Además, no hablamos de diferencias sencillas e insignificantes: de que las identidades sexuales no están predeterminadas ni son automáticas o fijas. Al
hecho, nos referimos a diferencias de poder y a situaciones históricas en que los hom- contrario, están socialmente organizadas y son contingentes y modificables. También
bres han tenido el poder, en lo social y en la práctica, para definir a las mujeres. La dependen de las relaciones. Tanto la masculinidad como la feminidad sólo existen de-
masculinidad y la sexualidad masculina siguen siendo las normas con las que juz- bido a la existencia de la otra. Son definiciones que se modifican y cambian, unidas
gamos a las mujeres. Esto no significa que las definiciones masculinas se acepten sin en una danza de vida y muerte aparentemente inevitable, pero que cambia todo el
más; al contrario, en el nivel individual y colectivo hay luchas constantes acerca de tiempo. En segundo lugar, parece que somos incapaces de escapar de nuestra fuerte
los significados sexuales. Pero las luchas se dan dentro de los límites establecidos por los inversión en la diferencia sexual, una diferencia en que las mujeres están continua-
términos dominantes y contra ellos. Éstos, a su vez, están codificados a través del acto mente subordinadas a los hombres. No cabe duda de que, en parte, esta continuidad
de privilegiar socialmente ciertas relaciones específicas, en el matrimonio y los arre- histórica puede explicarse en relación con el poder considerable que se otorga a los
glos familiares, así como en un montón de otras instituciones y actividades sociales, hombres. Quienes creen que en todas las culturas existen estructuras de poder pa-
a través de las cuales se construyen y reafirman constantemente las identidades de triarcal considerarían que esto es explicación suficiente. Sin embargo, no explica el
género y sexuales.
Tal vez la mayor parte de esto ocurre en un nivel en que sus sutilezas escapan a
nuestra atención consciente. Pero aun entre los jóvenes, como lo han demostrado cla- 3° Mica Nava, "Youth Service Provision, Social Order and the Question of Girls", en Angela McRobbie y Mica
ramente algunos investigadores recientes, su peso puede ser determinante. Las ob- Nava (comps.), Gender and Generation, Basingstoke, Macmillan, 1984, pp. 12-13.
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64 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

compromiso profundo que, según parece, tenemos con la diferencia sexual, ni la ten- biológicos, ni son sencillamente el efecto de relaciones sociales. Hay un reino psí-
sión que se manifiesta en la vida de mucha gente, hombres y mujeres, cuando luchan quico —el inconsciente— con su propia dinámica, sus reglas y su historia, en que las
por mantenerla. La diferencia sexual aparentemente es necesaria y precaria, funda- posibilidades biológicas del cuerpo adquieren significado. Chodorow lo ha planteado
mental pero provisional. Entonces, ¿cómo nos reconocemos en estas categorías so- con claridad:
ciales? ¿Por qué hacemos una inversión tan grande en lo que parece tan efímero en la Vivimos una vida corpórea: vivimos con esos órganos y capacidades reproductivos, esas hor-
teoría sexual moderna? ¿Por qué las diferencias sexuales aparentemente son tan poco monas y cromosomas, que nos ubican fisiológicamente como hombres y mujeres. Sin em-
esenciales pero tan permanentes y resistentes? En este momento se puede recurrir a bargo [...], esta biología no es en absoluto evidente. La manera en que cada uno comprende,
conceptos de otro enfoque teórico, el psicoanálisis: la teoría del inconsciente diná- imagina, simboliza, representa internamente o se siente respecto de su fisiología es producto
del desarrollo y la experiencia en la familia y no un producto directo de la biología en sí.32
mico y el deseo.
El psicoanálisis ha contribuido de modo fundamental a la teorización del sexo El inconsciente es un espacio de conflicto: entre ideas, esperanzas y deseos —sobre
durante este siglo, aunque su impacto con frecuencia ha sido ambiguo y contradicto- todo deseos sexuales— a los que se niega el acceso a la vida consciente por la fuerza
rio. Al igual que muchas otras de las grandes preocupaciones intelectuales del siglo )0( de la represión mental, aunque "regresan" todo el tiempo para trastornar la concien-
(como el marxismo, la democracia y el nacionalismo), tiene diferentes significados en cia en forma de sueños, lapsus linguae, chistes, síntomas neuróticos o comporta-
distintos contextos. Incluso la obra de Freud es un baúl de tesoros en lo que se refiere miento perverso. Lo que constituye fundamentalmente el inconsciente son esas es-
a interpretaciones variables, mientras que la obra de muchos que dicen ser sus legíti- peranzas y deseos reprimidos ante las exigencias de la realidad y, en especial, los deseos
mos sucesores nos lleva por numerosos caminos y desviaciones, por lo general a un des- incestuosos reprimidos de la infancia: "Lo que es inconsciente en la vida mental tam-
tino que tiene poca relación con lo que dijo, o quiso decir, o quiso creer Freud. Por lo bién es lo infantil."33
tanto, es extremadamente riesgoso tratar de describir al "verdadero Freud". Un cami- Esto lleva al segundo punto: a una teorización de la diferencia sexual. La identi-
no más interesante y más aventurado sería considerar la manera como las reinterpre- dad —como hombres y mujeres—, la organización de los deseos y la elección del
taciones recientes de Freud han presentado un desafío a las ortodoxias de la tradición objeto —como heterosexual, homosexual o lo que sea— no están automáticamente
sexual. En este punto, la contribución fundamental ha provenido de las apropiacio- asentados en el nacimiento. Son producto de luchas y conflictos psíquicos cuando la
nes feministas del psicoanálisis, con bastante influencia de la obra del analista francés primera "gota de humanidad", con su sexualidad indiferenciada y polimorfamente
Jacques Lacan y de las investigaciones de Melanie Klein sobre la infancia, pero desa- perversa y su naturaleza bisexual (la elección del objeto no está predeterminada), ne-
rrollando una síntesis cuyo objetivo es más político que «científico". gocia el camino lleno de riesgos hacia una madurez precaria. El niño o la niña nego-
Rosalind Coward asegura que la importancia del psicoanálisis está precisamente cia las fases del primer desarrollo en que distintas partes del cuerpo se convierten en
en el hecho de que no asumió la sexualidad como una categoría no problemática.3' centros de excitación erótica (las fases oral, anal, fálica y genital), avanzando a través
Más bien, el psicoanálisis propuso una revisión del concepto de sexualidad, cuestio- del primer reconocimiento de "castración" (la presencia o ausencia del órgano masculi-
nando la centralidad de la reproducción sexual y las distinciones rígidas entre hom- no) hasta el drama de la crisis edípica, en que la personita lucha con el deseo incestuoso
bres y mujeres. Según ella, la importancia de este enfoque reside, entonces, en que por la madre y el padre, hasta una identificación posterior con el "adecuado", padre
cuestiona las opiniones esencialistas y problematiza la naturaleza predeterminada de o madre, del mismo sexo. A través de esta lucha "épica", la criatura indiferenciada por
la diferencia sexual, a la vez que reconoce el poder de los significados inconscientes. fin se convierte en un hombrecito o una mujercita. Desde luego, ésta es una descrip-
Esto constituye una ampliación y un desarrollo importantes del trabajo de Freud. De ción esquemática que le hace poca justicia a las complejidades sutiles de los informes
hecho, Freud fue muy claro respecto de la naturaleza problemática de los conceptos finales de Freud. No hay un progreso inevitable hasta el altar del comportamiento
de masculinidad y feminidad, y los consideró entre los más difíciles que había tratado apropiado. Si el proceso "funcionara" automáticamente, no habría ambigüedad res-
la ciencia. A partir de estos primeros conceptos freudianos, hay tres líneas primor-
diales en la apropiación contemporánea del psicoanálisis. En primer lugar, está la teo-
ría del inconsciente en sí, el núcleo mismo del psicoanálisis. La tradición psicoana-
32 Nancy Chodorow, "Gender, Relation and Difference in Psychoanalytic Perspective", en Hester Eisenstein y
lítica propone que los individuos no son productos predeterminados de imperativos Alice Jardine (comps.). The Future of Difference, Boston, Mass., G.K. Hall, 1980, p. 18.
33 Sigmund Freud,
Introductor), Lectures en Psychoanalysis (1916-1917), en Standard Edition, t. 16, conferen-
cia 13, p. 210. [Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano de las obras completas de Freud.]
31 Rosalind Coward, Patriarchal Precedente. Sexuality and Social Relations, Londres, Routledge & Kegan
Para un análisis más amplio de las diversas teorías de la sexualidad de Freud, véase Jeffrey Weeks, Sexuak and its Dis-
canteras, cap. 6.
Paul, 1983.
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66 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Los significados de la diferencia sexual 67

pecto del género ni habría homosexualidad, fetichismo, trasvestismo y otros. Presento dos que no han sido total o terminantemente extinguidos por el drama edípico. Para
esta descripción para subrayar que, para Freud, llegar a una identidad sexual y fundir Freud, ser humano era estar dividido, constantemente "descentrado", movido por fuer-
la identidad con el deseo (quiénes somos, qué necesitamos y de qué carecemos), es zas fuera del control consciente. Yen el centro de esta subjetividad fracturada están los
una lucha en la que todos debemos participar y que, de ninguna manera, termina significados ambiguos de la masculinidad y la feminidad:
en una captura triunfante de la posición que se nos ha asignado con motivo de nues-
Para la psicología, el contraste entre los sexos se desvanece en el conflicto entre actividad y pa-
tra anatomía.
sividad, en el que identificamos con excesiva facilidad la actividad con la masculinidad y la
Por otra parte, como escribió Freud, "anatomía es destino",34 y éste es el núcleo pasividad con la feminidad, perspectiva que de ninguna manera se ve confirmada universal-
de las objeciones a las teorías de Freud desde el principio y hasta ahora. La frase pare- mente en el reino anima1.36
ce sostener la imposibilidad de manejar nuestros ordenamientos sociales, justificar la
En este momento, claramente puede considerarse a Freud como un precursor de los
división sexual e imponer una tiranía del cuerpo sobre la mente. Sin embargo, hay otra
manera de ver la importancia de la anatomía: como simbólicamente importante, re- estudios contemporáneos que intentan cuestionar el carácter fijo de la naturaleza hu-
presentativa de las diferencias sexuales que sólo adquieren significado en la cultura. En mana y la rigidez de las divisiones sexuales.
estudios psicoanalíticos recientes, el pene, o más bien su representación simbólica, el
falo, se considera la marca principal en relación con la cual se configura el significado.
Es la marca de la diferencia, y representa las diferencias de poder que existen en el "or- LAS CONSECUENCIAS DE LA DIFERENCIA
den simbólico", el reino del lenguaje, el significado y la cultura, y de la historia (por
lo tanto, potencialmente, también del cambio).35 Si esto, de alguna manera, es un re- Tenemos ahora dos expresiones para cuestionar la rigidez del determinismo bioló-
cuento preciso, entonces lo que adquiere la criatura en su acceso al orden del signifi- gico: "lo social", una red de instituciones, relaciones y creencias, y "lo inconsciente",
cado en el momento edípico es una mayor conciencia de la importancia cultural del que de muchas maneras es mediador entre los imperativos sociales y las posibilidades
órgano masculino para la diferencia sexual y la posición social subsecuentes. Así, la ame- biológicas, aunque tiene una historia propia. Nuestras identidades sexuales —como
naza de castración para el niño ("si no te portas bien te voy a cortar tu 'cosita' ...") o la hombres y mujeres, normales o anormales, heterosexuales u homosexuales— se cons-
idea culturalmente producida de una "castración" que ya tuvo lugar en la niña (que no truyen partiendo de los diversos materiales que negociamos en el curso de nuestras vi-
posee una "cosita") adquieren una significación psíquica decisiva. El terror a la castra- das, limitados por nuestra herencia biológica, modificados por la contingencia, la re-
ción impulsa al niño y a la niña a atravesar la crisis de modo distinto. Ambos tienen que glamentación y el control social, y sujetos a trastornos constantes por esperanzas y
romper el vínculo primario con su madre, pero rompen con él de manera diferente: el deseos inconscientes. Pero, al mismo tiempo, parece que no somos capaces de esca-
niño mediante una identificación con su padre y una transferencia posterior del amor par de las diferencias entre los sexos. Como señala Denise Riley: "Hay una verdad que
por su madre a un deseo de otras mujeres (esto es lo que es un hombre y lo que hace); es inamovible en la frase 'anatomía es destino' de Freud. La anatomía, dado como está
todo, nos dirige irresistiblemente por ciertos caminos a ciertas elecciones".37
la niña, en un proceso mucho más difícil y largo, al confirmar su identificación con la
madre y transformar su deseo de tener un pene en un deseo de recibir el favor del pe- Las estructuras preexistentes de diferencia sexual, las posiciones de sujeto que
ne de otro (es decir, ser una mujer receptiva de un hombre). prescriben y describen, necesariamente limitan el libre juego del deseo y la búsqueda
Lo que importa aquí no es tanto el detalle —que en su bosquejo burdo a veces parece de otras diferencias, otras maneras de ser humanos. Estamos encerrados en posicio-
risible—, sino el intento que revela por mostrar cómo se configuran las identidades sexua- nes cuyas incertidumbres podemos reconocer, pero cuyos atractivos apremiantes pa-
das en un proceso humano complejo mediante el cual las diferencias anatómicas adquie- recemos incapaces de evitar.
ren significado en la vida inconsciente. Nuestros destinos no están configurados tanto Esto plantea problemas importantes para una política sexual feminista o radical. Si
por las diferencias en sí como por su significado, socialmente determinado y psíquica- las diferencias se ven simplemente como arbitrarias y contingentes, como algo que de-
mente elaborado. Pero de aquí surge un tercer punto: las identidades no sólo son ad- be vivirse como si en realidad no existiera, entonces desmantelamos la razón de ser
quisiciones precarias, sino que son provisionales, "límites imaginarios", sujetos todo el de una política feminista comprometida con el cambio: la idea de que hay bases his-
tiempo a trastornos, mediante la erupción de elementos inconscientes, deseos reprimi-
Sigmund Freud, Ci vilisation and its Discontents (1930), Standard Edition, t. 21, p. 106, n. 3. [Versión en cas-
34 Id, Standard Edition, t. 19, p. 178. [Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano de las tellano: El malestar en la cultura, Madrid, Alianza, 1970. Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en cas-
obras completas de Freud.] tellano de las obras completas de Freud.]
35 Véase en especial Juliet Mitchell, Psychoanalysis and Feminism, Londres, Allen Lane, 1974.
37 Denise Riley, War in the Nursery. Theories of the Child and Mother, Londres, Virago, 1983, p. 4.
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68 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Los significados de la diferencia sexual 69

tóricas para que las mujeres se organicen en torno a su subordinación. El feminismo Lo que está implícito en esta posición, a fin de cuentas, no es tanto el abandono de
entonces se convertiría en apenas algo más que una colección de políticas ad hoc para una política relativa a las cuestiones de género y sexualidad, sino el reconocimiento
mejorar las desigualdades de género. Por otra parte, si se celebra la diferencia para afir- de la necesidad de idear políticas adecuadas y desarrollar valores que vayan más allá de
mar la comunidad de todas las mujeres, como diría una forma de feminismo radical, los confines actuales de la diferencia.
entonces es difícil escapar de la conclusión de que el enemigo son los hombres y que Todo esto sugeriría que la diferencia sexual, tal como la conocemos, no es ni ine-
la división y el antagonismo son inevitables. vitable ni inmutable. Sin embargo, la condición previa para que cambie es reconocer
El problema de la violencia sexual masculina contra las mujeres plantea, de ma- el entrelazamiento de los elementos que le dan vida y le permiten sobrevivir. Sólo con
nera aguda, estos dilemas. Tal violencia es endémica, se concreta en una serie de si- esta percepción, a mi juicio, será posible escapar del "imperativo biológico" y explo-
tuaciones sexualizadas, desde la violación hasta la violencia doméstica y el abuso a rar la gama de las demás diferencias que proporcionan a la vida humana su riqueza y
niños y niñas. Si rechazamos —como creo que deberíamos hacerlo— la idea de que variedad potenciales (en contraposición con la vida animal).'
esta violencia es el producto inevitable de una masculinidad inherentemente agresiva,
y más bien la reconocemos, según las palabras de Rosalind Coward, como "la repre-
sentación ritual del significado sexual sobre el sexo",38 entonces debemos encontrar
la explicación de ello en las condiciones sociales y psíquicas en que se adquiere la mascu-
linidad. Éstas son múltiples y complejas, y no se prestan a soluciones simples. El sexo,
como hemos visto, es un vehículo para diversos sentimientos y necesidades. No obs-
tante, para los hombres, ha dicho Eardley:

Lleva una carga pesada debido al analfabetismo emotivo que forma parte de la socialización
masculina. Es muy frecuente, pues, que el sexo se convierta en un cuello de botella de anhe-
los, frustraciones e ira contenidos y mal dirigidos [.. .]. La presión de esta masa de emociones
no digeridas y no experimentadas que se acumulan en torno a la sexualidad tal vez sea lo que
da al mito de la urgencia masculina el poder subjetivo para los hombres.39

No cabe duda de que esta explicación es parcial e inadecuada, pero es útil para indi-
car la fusión de factores que, de hecho, subyacen en el núcleo de la agresividad mas-
culina, desde la represión psíquica y las condiciones de vida familiar hasta las expec-
tativas sociales relativas al comportamiento masculino.
Pero si estamos de acuerdo con esto, y la violencia sexual masculina no es en
absoluto el resultado de una biología no problemática sino de prácticas sociales y
estructuras psíquicas complejas, el cambio para transformar las relaciones entre hom-
bres y mujeres sólo puede llevarse a cabo mediante procesos igualmente complejos,
que van desde nuevos métodos de crianza de los hijos hasta condiciones económicas,
legales y sociales radicalmente diferentes para las mujeres. Esto ha llevado a Riley a
la conclusión de que es menos probable que la "política sexual", a pesar de este esti-
mulante acoplamiento de "política" y "sexual", produzca algo verdaderamente revo-
lucionario, a que lo hagan las áreas de las políticas sociales y familiares que parecen
más pedestres.4°

38 Rosalind Coward, Female Desire, Women's Sexuality Thday, Londres, Paladin, 1984, p. 239.
39 Tony Eardley, "Violente and Sexuality", en Metcalf y Humphries (comps.), The Sexuality of Men, p. 101.
" Riley, op. cit.
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4. EL DESAFÍO DE LA DIVERSIDAD

Las sexualidades siguen su marcha desde el Manual de


diagnóstico y estadísticas hasta la página de sociales.
Gayle Rubin'

EL LENGUAJE DE LA PERVERSIDAD

Si la manera en que pensamos acerca del sexo configura el modo como lo vivimos,
entonces las palabras son pequeñas marcas de esos pensamientos, signos aleatorios ga-
rabateados en la página o que flotan en el aire y a los que cargamos con significados.
Tomemos dos palabras que son frecuentes al hablar sobre la sexualidad. La primera
es "perversidad", el estado de ser "perverso" o "pervertido", una desviación de lo que es
decoroso y correcto. La segunda es "diversidad", la condición de ser "diverso", refe-
rido a "diferencia" o "desigualdad". Ambas palabras están claramente relacionadas,
dado que sugieren una distancia respecto de una estricta "normalidad" (otra palabra
clave). El Shorter Oxford English Dictionary reconoce el vínculo al registrar la pala-
bra "perversidad" como uno de los significados de "diversidad", uso que se remonta
hasta el siglo xvi. Claramente tienen una historia común. Pero cuando se aplican a
la sexualidad, las implicaciones de estas palabras hoy en día son distintas. Puede pa-
recer que la perversidad y la diversidad se refieren al mismo fenómeno. En realidad
se ha abierto un abismo entre ellas, que ha representado un cambio radical en el len-
guaje de la sexualidad y en la manera como pensamos acerca de nuestras necesidades
y deseos. Porque mientras todos los términos que se relacionan con la "perversidad"
sugieren una jerarquía de valores sexuales en la que "las perversiones" están en lo más
bajo de la escala, la "diversidad" insinúa un continuum de conductas en el que un ele-
mento no tiene un valor más fundamental que cualquier otro.

Gayle Rubin, "Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality", en Carole S. Vance
(comp.), Pleasure and Danger. ExploringFemale Sexuality, Boston y Londres, Routledge & Kegan Paul, 1984, p. 287.
[Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
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72 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. El desafío de la diversidad 73

El lenguaje de lo perverso siempre ha tenido un acento moral fuerte que implica que su existencia transformaba las opiniones convencionales respecto de lo que cons-
una desviación de lo correcto, una entrega a lo incorrecto. Está cargado de oprobio. Por tituía el sexo. Las usaba, como dicen Laplanche y Pontalis, "como un arma con la cual
lo tanto, el uso de términos como perversión y pervertido en los escritos de sexología poner en duda las definiciones tradicionales de la sexualidad".5 La nueva definición
de fines del siglo XIX tenían una carga muy fuerte. Esos términos, según Havelock se extendía hacia atrás para incluir hasta los susurros más modestos de sexualidad in-
Ellis (quien, con no poca habilidad, los expuso en sus escritos anteriores), surgieron fantil (fijación al seno, contracción de los intestinos, manipulación de los genitales, una
en una época en que "las anomalías sexuales se consideraban siempre como pecados sensualidad generalizada, así como ansiedades edípicas menos abiertas pero más sig-
o delitos o, por lo menos, como vicios".2 El resultado inevitable fue que las prohibi- nificativas) y hacia afuera hasta los alcances más lejanos de la conducta humana, para
ciones que tenían sus raíces en antiguos códigos cristianos se transfirieron al lenguaje incluir no sólo variaciones comunes y corrientes sino también manifestaciones eso-
notablemente científico de los libros de texto de sexología. Allí se convirtieron en el téricas que tenían poca relación obvia con el orgasmo y ninguna con el placer. Aquí
marco dentro del cual se conducía la investigación clínica de vidas sexuales individua- estaban las semillas de una visión moderna de una variedad sexual infinita. Pero el
les, al proporcionar definiciones, como comentó agudamente Kinsey, casi idénticas a lado negativo de este entusiasmo clasificador fue que se reforzó marcadamente "lo
las "clasificaciones teológicas y los pronunciamientos morales del derecho consuetu- normal". Había pocos análisis de la heterosexualidad como tal (todavía no los hay).
dinario inglés del siglo xv".3 Homosexualidad, fetichismo, voyeurismo, cleptomanía, El término en sí surgió, con dificultades, después de la homosexualidad y se refería
sadismo y masoquismo, travestismo, coprofilia, ondinismo, frotamiento, satiriasis originalmente a lo que ahora llamamos bisexualidad. Aun en nuestros días tiene un
crónica y ninfomanía, necrofilia, pederastia... La lista era interminable. Cada per- tono vagamente clínico que limita su uso común en el habla cotidiana. No obstante,
versión se investigaba con atención objetiva y se especulaba interminablemente sobre la falta misma de especulación acerca de su naturaleza fundamental reforzó su posi-
sus causas. ¿Era una degeneración o una anomalía inofensiva, congénita o adquirida, ción como algo natural. Además, los debates sobre la causa de las perversiones, así
resultado de una herencia manchada o efecto de la corrupción moral, producto de un como las descripciones detalladas incluso de los casos más excesivos, inevitablemente
trauma psíquico o una elección libre y voluntaria? Krafft-Ebing distinguía entre una sirvieron para subrayar su patología, su relación con lo degenerado, la locura y la en-
perversión y una perversidad ésta como producto del vicio y aquélla como una con- fermedad, y ayudaron a reforzar el carácter normal de las relaciones heterosexuales.
dición psicopatológica. Havelock Ellis distingue entre inversión, un "deporte" bio- Esto sirvió para dar nuevo vigor a ese modelo de sexualidad enferma que ha influido
lógico más o menos aleatorio, y perversión, que surgía del exceso moral. Magnus enormemente sobre las maneras de considerar la conducta sexual en el siglo xx.
Hirschfeld y sus seguidores distinguían entre perversiones y anomalías. Pero inde- Tomemos, por ejemplo, el intento de Freud de ampliar el significado de sexua-
pendientemente de las especulaciones acerca de demarcaciones o etiologías (causas) lidad. Las perversiones, decía, simplemente son actos que extienden las prácticas
precisas, no había dudas acerca del resultado. Fuera de las páginas de estos escritos se- sexuales más allá de las regiones del cuerpo convencionalmente designadas como
xológicos, hablando en auténticos tonos de autoconfesión (aun cuando sus recuerdos apropiadas (es decir, los genitales de ambos sexos), o bien, que se demoran en activi-
más extravagantes estuvieran cuidadosamente censurados, acompañados por líneas de dades que pueden ser decentes si al final llevan a la sexualidad genital (la llamada es-
puntos suspensivos o vertidos al latín), había seres individuales reales, marcados o timulación erótica, tal como besar, acariciar, chupar, morder), pero que se convierten
manchados por sus rótulos de no ortodoxia sexual. en perversión si permanecen como fines en sí mismas. 6 Ésta puede ser una definición
El resultado de lo que Foucault ha descrito como la "implantación perversa"4 era que más o menos funciona y es más generosa en su inclusividad que muchas otras de
doble. En el lado positivo, la descripción de estos nuevos tipos de ser sexual expan- las que se ofrecen. Sin embargo, es difícil evitar pensar que en su mente hay un mo-
día considerablemente la definición de lo que podía considerarse como "sexual". delo de lo que debería ser el sexo, una meta hacia la cual deberían dirigirse las prác-
Freud abría sus Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad en 1905 con un análisis de ticas sexuales y, por lo tanto, una prescripción de cómo deberíamos vivir.
la homosexualidad y otras "aberraciones sexuales" precisamente porque consideraba Freud es un ejemplo interesante de la ambivalencia de estos primeros científicos
del sexo precisamente porque fue más allá que los demás al incorporar lo perver-
so dentro de la gama aceptable de la sexualidad. El efecto de los Tres ensayos... fue su-
2 Havelock Ellis, The P.whology of Sex, Londres, William Heineman, 1946 (1a. ed. 1933), p. 126. [Véase n. 2 gerir que las perversiones, lejos de ser propiedad exclusiva de una minoría enferma o
del cap. 3 para la referencia de la versión en castellano.]
3 Alfred C. Kinsey, Wardell B. Pomeroy y Clyde E. Martin, Sexual Behavior in the Human Male, Filadelfia y
Londres, W.B. Saunders, 1948, p. 202. [Véase n, 22 del cap. 3 de esta obra para la referencia de la versión en caste- 5 J. Laplanche y J. B. Pontalis, The Language ofPlychoanalysis, Londres, Hogarth Press-Institute of Psychoa-
llano.] nalysis, 1980, p. 307.
4 Michel Foucault, The History ofSexualio, I. An Introduction, Londres, trad. Robert Hurley, Allen Lane, 1979. 6 Sigmund-Freud, "The Sexual Aberrations", Three Essays on the Theory of Sexuali, Standard Edition,
t. 7.
[Véase n. 3 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.] [Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
74 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. El desafío de la diversidad
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
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inmoral, son propiedad común de todos nosotros. Su lado negativo se revelaba en en el siglo pasado— sobre la base de que esto no era sino "un juicio de valor, una con-
síntomas neuróticos, que eran representaciones desplazadas de deseos sexuales repri- dena en lugar de una explicación". También rechazaba la distinción, favorecida por
midos. Su presencia positiva se mostraba en la estimulación erótica y en la existencia Havelock Ellis y otros, entre la homosexualidad "adquirida" y la "congénita" porque
social de pervertidos evidentes que caminan por las calles y llenan hospitales y tribu- le parecía "estéril e inapropiada".1° La homosexualidad, al igual que su forma her-
nales. Estas perversiones —"desviaciones respecto del objeto sexual", en las que se mana, la heterosexualidad, sólo puede comprenderse en relación con el funciona-
incluyen la homosexualidad y la bestialidad, y "desviaciones respecto del objetivo miento del aparato psíquico como una totalidad. Sus raíces podrían encontrarse en
sexual", en las que el placer se extiende más allá de los genitales— representaban el la bisexualidad universal en la que nacemos y en los procesos mentales mediante los
resurgimiento de instintos componentes que todos heredamos. En la perversidad y la cuales cada individuo maneja los peligros de la ansiedad de castración y la crisis edí-
bisexualidad universales polimorfas de la infancia, Freud pudo encontrar raíces de lo pica para obtener una "identidad sexual" precaria.
que después los sociólogos llamarían "nuestra desviación común": "Ninguna persona Entonces, la homosexualidad no era una enfermedad. No necesitaba "curación".
sana, según parece, puede dejar de añadir algo que podría llamarse perverso al obje- Estaba generalizada. Era un continuum respecto de la heterosexualidad en muchas de
tivo sexual normal; y la universalidad de este descubrimiento en sí es suficiente pa- sus formas. Y, como ésta, no era una condición única sino más bien un conjunto de dis-
ra mostrar lo inapropiado que es utilizar la palabra perversión como una palabra de tintas actividades, necesidades y deseos: "Lo que hemos reunido, por razones de con-
»7
censura.. veniencia, bajo el nombre de homosexualidad, puede derivarse de una diversidad de
Pero, si así sucede, ¿por qué mantener el concepto? La actitud del psicoanálisis procesos de inhibiciones psicosociales." 11
ante la homosexualidad aquí es reveladora precisamente porque para Freud, como él Aquí, aparentemente, vemos desmitificada, de una vez por todas, a la homo-
lo dijo, "casi no era una perversión". El resultado es que algunos defensores radicales sexualidad. Ya no es necesario que se esconda bajo una piedra como las lombrices y
del psicoanálisis contemporáneo ya han retirado la homosexualidad de la categoría de otras criaturas molestas. Es un fenómeno más o menos común, parte de la vida de to-
lo perverso, aunque se mantenga la categoría como tal. Pero el interés real del análi- dos, y ahora sujeto a la luz del razonamiento científico. Y sin embargo, no es exacta-
sis de Freud sobre el tema, en diversas formas y a lo largo de muchos años, es su am- mente así como se ha visto dentro del psicoanálisis, ni tampoco fue así, en la práctica,
bigüedad muy real y su renuencia a hacer lo mismo. como a fin de cuentas el mismo Freud fue capaz de dejar el tema. El problema está
Por una parte, Freud examina cuidadosamente y rechaza las opiniones sexológi- encapsulado en la palabra "inhibición". Porque mientras, por una parte, tenemos
cas convencionales sobre el tema. Argumenta que reducir la elección de la pareja a esta deconstrucción racional de la homosexualidad, por la otra se nos ofrece un mo-
una del mismo sexo en la homosexualidad es paralela a una reducción similar en la delo de sexualidad que supone un esquema normal de desarrollo que, por lo tanto,
heterosexualidad. Como resultado, sugiere: "Desde el punto de vista del psicoanáli- hace que la homosexualidad sea muy problemática como elección de vida. En su fa-
sis, el interés sexual exclusivo sentido por los hombres respecto de las mujeres tam- mosa carta a la madre de un joven homosexual, Freud le aseguraba que la homosexua-
bién es un problema que debe dilucidarse." 8 La homosexualidad no podía conside- lidad no era un vicio ni una degradación, ni tampoco era una enfermedad: no era
rarse como algo aparte. En lo que se refiere a la elección del objeto y a la organización algo de qué avergonzarse. Pero añadía: "La consideramos como una variación de la
genital de la actividad sexual, es un continuum respecto de la heterosexualidad. Ade- función sexual producida por una interrupción del desarrollo sexual." 12
más —escribió en su ensayo sobre Leonardo da Vinci—, todo el mundo es capaz de Allí está la dificultad. Un "desarrollo" supone un resultado final apropiado y la
una elección homosexual del objeto, como lo revelan los sueños y las fantasías. Y los sen- "interrupción", un bloqueo artificial. Para Freud, el crecimiento de cada individuo
timientos homosexuales, "bloqueados y recanalizados", sublimados en emociones más desde la infancia hasta la sexualidad adulta madura reproducía el desarrollo (hipoté-
amorfas de solidaridad y hermandad, eran un elemento importante para comprender tico) de la raza como un todo, desde la promiscuidad y la perversidad sexual primi-
la psicología de los grupos. En cierto sentido, puede considerarse que todas las insti- tivas hasta la heterosexualidad monogámica. No era simplemente un producto de la
tuciones de un solo sexo, desde la santidad de las órdenes sacerdotales y la paz de los evolución, sino de imperativos culturales. El destino trágico de la humanidad era de-
monasterios y conventos, hasta el carácter masculino de la disciplina militar, se apo-
yan en una homosexualidad sublimada.9 Así, Freud se distanció de toda idea de que
la homosexualidad fuese un signo de "degeneración" —un término muy favorecido al pie; Group Psychology and eheAnalysis of the Ego, en Standard Edition, t. 18, pp. 67-143. [Véase n. 5 del cap. 1 para
la referencia de la versión en castellano de las obras completas de Freud.]
I° Id., Three Essays..., pp. 138-139; "Homosexuality in a Woman", en Standard Edition, t. 18, p. 154. Véase
7 Ibid., p. 160. nota anterior.
8 Iba., p. 146, n. 1, añadida en 1915. II Id, Three Essays..., p. 146.
9 Id., Leonardo da Vinci anda Memory of his Childhood (1910), en Standard Edition, t. II, p. 99, nota 12 Ernst Freud (comp.), Letters of Sigmund Freud 1873-1939, Londres, Hogarth Press, 1961, p. 277.
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sistir necesariamente de la infinita gama de los deseos para asegurar la supervivencia es heterosexual, procreativa y en gran medida masculina, en la que la sexualidad fe-
en un mundo de escasez. Cada individuo, al igual que la raza, tenía que alcanzar menina casi invariablemente se ha definido como secundaria o como respuesta a la
la "tiranía de la organización genital" para sobrevivir, mientras que la elección apro- masculina (debe añadirse que esto se aplica también al concepto mismo de la perver-
piada del objeto se volvía menos un acto de voluntad y más una exigencia cultural. sión. Como ha dicho Plummer, el campo de la desviación sexual ha sido delimitado
Por lo tanto, al final se reinserta un imperativo heterosexual y reproductivo en el re- principalmente por el tema del deseo masculino.14 Las rupturas femeninas de la norma
cuento de Freud. Una vez que se introduce una versión de la sexualidad dirigida a una se insertan en un cuadro dicotómico de actividad masculina y pasividad femenina. No
meta, por más subrepticiamente que sea, empieza a tambalearse todo el edificio de la sorprende entonces que las desviaciones sexuales femeninas más comúnmente recono-
variedad sexual, tan laboriosamente construido. cidas incluyan satisfacer a los hombres en la prostitución o la pornografía, o "provo-
Para Freud, el término "perversión" tenía un significado técnico preciso, era un car" a los hombres, como en los informes de presunta violación; y las especulaciones
aspecto de la vida de todos nosotros del que no podríamos escapar. Sólo cuando se sobre el lesbianismo, la forma más común de las variaciones sexuales femeninas, se han
convertía en un fin en sí mismo y bloqueaba el camino a la "sexualidad madura" hecho en términos que se derivan completamente del hombre). Por otra parte, hay un
se volvía un problema. Sin embargo, era muy difícil separar ese significado de los sig- catálogo cada día mayor de perversiones, desviaciones, parafilias, llámense como sea,
nificados morales y políticos más amplios ligados a él. De este modo dejaba una que inevitablemente margina y en última instancia patologiza otras sexualidades. El
puerta entreabierta que permitía que volvieran a entrar juicios de valor en un discur- lenguaje de la perversión divide el inundo de la sexualidad en lo normal y lo anormal,
so clínico supuestamente neutral. Muchos posfreudianos abrieron afanosamente esa los elegidos y los condenados, y rara vez coinciden.
puerta de par en par.
Así, por ejemplo, Ernest Jones, uno de los partidarios más leales de Freud y bió-
grafo suyo, lo criticó por una actitud demasiado tolerante frente a su paciente les- EL DISCURSO DE LA DIVERSIDAD
biana y comentó que "la ganancia es cuantiosa si se abre el camino a la gratificación
heterosexual". Algunos freudianos posteriores, en su prisa por abandonar la idea de "La noción de diversidad —ha escrito Ken Plummer— intenta captar el tono más
que la homosexualidad en sí no era una patología, han desechado incluso el concepto benigno y tolerante que ha surgido recientemente en algunos rincones de la cultura
fundamental de Freud de la bisexualidad universal. Para Socarides, la heterosexuali- occidental".13 Cabe señalar que términos como pervertido y perversión no han desa-
dad era el estado natural del cual la homosexualidad era una desviación. Observa que parecido del todo, y ni siquiera lo han hecho en forma significativa, de la conciencia
una de las resistencias curiosas de sus pacientes estaba en suponer que su trastorno era pública. En un contexto social y político en que todavía puede generarse el apoyo po-
"una forma normal de la sexualidad", y sugiere que "estas opiniones deben tratarse pular para las cruzadas morales de la nueva derecha mediante fuertes ataques contra
desde el principio". Para Elizabeth Moberly, "la heterosexualidad es la meta del desa- lo no ortodoxo sexual ("amamos al pervertido pero odiamos la perversión"), sería di-
rrollo humano".13 En estos comentarios podemos ver un regreso a un moralismo pre- fícil argumentar que hemos entrado en una cultura que voluntariamente acepta la va-
freudiano. Apenas puede culparse de ello a Freud. No obstante, las semillas de tales riedad sexual. ¡De verdad son pamplinas! Sin embargo, en dos áreas fundamentales,
posiciones quedaron sembradas por las ambigüedades de los textos de Freud. En dis- una teórica y la otra política, ha surgido un "discurso de la diversidad" que ha tenido
tintos momentos habla de la homosexualidad como una anormalidad, un trastorno, efectos culturales significativos.
algo patológico, y, en el caso masculino, como una "huida de las mujeres". De hecho, La primera área es la sexología en sí. En un nivel, es poco más que un cambio ter-
en ocasiones incluso la describió sin ambigüedad como "una perversión". Y esto, a minológico cosmético, anunciado desde la década de 1930 por el mismo Havelock
fin de cuentas, no es sorprendente. En últirha instancia, sean cuales fueren las cuali- Ellis. El término "perversión —sugería— es completamente anticuado y malicioso y
dades de la afirmación de que el germen de perversión está presente en todos noso- debería evitarse".16 Para remplazarlo, ofreció el término menos febril (aunque todavía
tros, la noción de desarrollo implica una norma. ideológicamente cargado) de "desviación sexual", expresión que se ha vuelto común
Los fundadores de la sexología —y en esto Freud, una de sus figuras más radica- en los análisis sociológicos durante los últimos cuarenta años. En estas modificacio-
les, no era una excepción— construyeron un modelo unitario de sexualidad del cual
ha sido difícil escapar. Por una parte, se nos ofrece una norma de comportamiento que
14 Kenneth Plummer, "Sexual Diversity: A Sociological Perspective", en K. Howells (comp.), Sexual Diversity,

Oxford, Blackwell, 1984, p. 219.


13 Ernest Jones, The Life and Work of Sigmund Freud, t. 2, Nueva York, Basic Books, 1955, p. 299; C.W. So- 15 /bid., p. 221.
carides, Homosexuality Nueva York, Jason Aranson, 1978; Elizabeth R. Moberly, Psychoanalysis, The Eady Develop- 16 Havelock Ellis, The Pokhology of Sex, p. 127. [Véase n. 2 del cap. 3 para la referencia de la versión en cas-

ment of Gender-Identi, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1983, p. x. tellano.]


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78 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. El desafío de la diversidad 79
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nes de la terminología estaba latente un cambio más importante: el reconocimiento gas ofrecen una percepción sin paralelo de la vida sexual en Estados Unidos. Cuando
del pluralismo sexual y el surgimiento de lo que Gayle Rubin ha descrito como el fue posible decir, sobre la base de lo que aún es la investigación más completa que se
concepto de una «variación sexual benigna".17 ha hecho hasta ahora, que 37% de la muestra masculina había tenido contacto sexual
Las semillas de este nuevo enfoque quedaron sembradas claramente con las inves- hasta llegar al orgasmo con otro hómbre, entonces, aun cuando la muestra no fuese
tigaciones de los sexólogos fundadores, y las delicadas plantas fueron regadas me- representativa y los porcentajes estuviesen exagerados, ya no podía considerarse la ac-
diante la adopción de la proclama freudiana de una perversidad infantil polimorfa co- tividad homosexual como un síntoma malsano de una pequeña minoría enferma. Por
mún. La celebración del deseo como polifacético y polimorfo por parte de algunos lo menos entre un sector significativo de los estadounidenses, era algo bastante
estudiosos modernos ha llevado esta posición a su conclusión lógica y con frecuencia común. Y si esto era cierto respecto de la homosexualidad, entonces posiblemente
moralmente anárquica. La figura clave en la transformación del debate público, ade- también lo era respecto de una amplia gama de otras formas de sexualidad, desde la
más de Freud, fue Kinsey. Aunque con renuencia, se acercó a las especulaciones de bestialidad hasta la pedofilia, desde el sadomasoquismo hasta la pasión por la porno-
Freud, cuando dijo que había una idea importante, que rara vez aparecía claramente grafía. Kinsey estaba fascinado por la gama de variaciones en las conductas sexuales
en los análisis científicos o generales, de que el sexo era una función biológica normal humanas. Mencionaba con entusiasmo el ejemplo de dos hombres que vivían en la
aceptable en cualquier forma en que apareciera; le escribió a un muchacho que lu- misma ciudad, se encontraban en el mismo lugar de trabajo, tenían actividades so-
chaba con sus sentimientos homosexuales que "biológicamente no hay ninguna ciales en común y, sin embargo, experimentaban vidas sexuales enormemente dife-
forma de desahogo que yo considere anormal. Biológicamente no existe lo correcto rentes. Un individuo a quien entrevistó había tenido una sola eyaculación en treinta
ni lo incorrecto".18 Tales afirmaciones todavía estaban dentro del marco naturalista años; otro tenía treinta por semana, es decir, una diferencia de 45 mil veces. Éste era
de la tradición sexual y, por ello, deben tomarse con una pizca de escepticismo. sólo un ejemplo, para Kinsey, de la vasta variedad que existía en las distintas clases,
Es más probable que sus ecos resuenen hoy en las especulaciones de los sociobiólogos géneros y razas. De aquí se derivó un asunto sociológico y político profundamente
que encuentran un funcionalismo genético en las variaciones sexuales, que en los es- importante que tuvo gran influencia. Escribió:
tudios de sociólogos o historiadores. Sin embargo, el mensaje subyacente es funda- Lo que públicamente se supone es nuestro código moral, nuestra organización social, cos-
mental para los debates contemporáneos. Hoy en día, pocos sexólogos de la corriente tumbres matrimoniales, leyes sexuales y sistemas educativos y religiosos, se basa en la suposi-
dominante se sentirían cómodos al usar un término como "perversión" para descri- ción de que los individuos se parecen mucho en lo sexual y que es igualmente fácil para to-
bir las variedades de esquemas sexuales. En uno de los estudios más recientes e influ- dos limitar su comportamiento al esquema único que dicta la costumbre."
yentes sobre el tema, elaborado por Robert Stoller, la perversión es "la forma erótica Pero, ¿qué sucedería si la gente de hecho fuese diferente, tuviese distintas necesidades,
del odio", definida no tanto por los actos (las perversiones) sino por el contenido: la
deseos y comportamientos? Entonces se abriría una gran brecha entre los códigos mo-
hostilidad; mientras que el término «pervertido" para describir a un tipo particular de
rales y la conducta sexual, que confundiría las certezas absolutas de la tradición
persona está totalmente excluido de los estudios sexológicos. Incluso existe una nueva
sexual. Éste fue el punto de partida preferido de las críticas subsiguientes a la regla-
modestia, bienvenida en todas partes, que acepta que "es fundamental recordar que mentación normativa.
aún sabemos muy poco acerca de los mecanismos o las causas de la conducta sexual
Si bien las transformaciones dentro de la corriente dominante de la sexología pro-
humana"." Esta modestia es un antídoto contra las posiciones categóricas.
porcionaron un marco teórico para reconocer la diversidad, el impulso político provi-
Pero si bien sabenios poco sobre las causas, sabemos cada vez más sobre las for-
no de un origen diferente: las minorías sexuales. Señalamos antes que, por lo menos
mas y la ocurrencia frecuente de la diversidad sexual, y ésta, más que su cuestionable desde el siglo XIX, la mayor parte de las sociedades industriales han presenciado un es-
biologismo, es la contribución real de Kinsey. Los dos vastos tomos que escribió en
fuerzo sostenido de lesbianas y homosexuales masculinos por articular y desarrollar
su mayor parte, Sexual Behavior in the Human Male y Sexual Behavior in the Human identidades claras en el contexto de subculturas y comunidades sociales más amplias.
Female, así como los otros que inspiró, tal vez tengan problemas metodológicos y A medida que los modos de vida homosexual se han hecho más públicos y los ho-
muestras insuficientemente representativas, y estén permeados por sus propios pre-
mosexuales tienen más confianza en sí mismos, han surgido a su paso otras afirma-
juicios inconscientes. Pero los miles de sujetos a quienes entrevistaron él y sus cole- ciones de identidad de minorías sexuales. El ejemplo de la homosexualidad, como ha
dicho Gayle Rubin, ha proporcionado un repertorio de estrategias políticas y for-
17 Gayle Rubin, "Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality", en Carole S. Vance
(comp.), Pleasure and Danger. [Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
18 Wardell B. Pomeroy, Dr. Kinsey and the Institute for Sex Research, Nueva York, Harper & Row, 1972, p. 77.
20
19 Robert J. Stoller, Perversion. The Erotic Form of Hatred, Londres, Quartet, 1977, p. 45. Kinsey et al, Sexual Behavior in the Human Male, p. 197.
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El desafío de la diversidad 81

mas organizativas para la movilización de otros grupos eróticos.21 Ha surgido la voz La búsqueda de identidades sexuales válidas ha caracterizado la historia de la ho-
de travestis, transexuales, pedofílicos, sadomasoquistas, fetichistas, bisexuales, prosti- mosexualidad masculina y femenina durante este siglo. Distintos grupos de personas
tutas y otros, exigiendo su derecho a la expresión y la legitimidad. Los pervertidos ti- han encontrado diversas maneras de hacerlo: no hay un objetivo predeterminado. Las
tubeantes de las páginas médico forenses de Krafft-Ebing, al confesar sus secretos más diferencias de género, geográficas y raciales han producido identidades diferenciadas.
íntimos a los nuevos expertos sexuales, han salido del texto clínico para entrar en el es- No obstante, todo parece indicar que sigue siendo esencial una identidad firme. Es
cenario de la historia, como pruebas vivas de la diversidad sexual. posible que la categorización y la autoclasificación, es decir, el proceso de elaborar una
Estas nuevas identidades sexuales y sociales quizá surgieron en el terreno trazado y identidad social, controle, restrinja e inhiba, como han dicho muchos críticos, pero
minuciosamente articulado por los propios sexólogos. Pero, como el mismo Kinsey su- a la vez, como ha señalado Plummer, proporcione "comodidad, seguridad y afirma-
brayó, sólo la mente humana inventa categorías y se esfuerza para que los hechos que- ción".22 Y una condición previa para lograr un sentido de identidad personal y de
pan en casilleros separados, a pesar de que los hechos se subvierten constantemente. pertenencia que dé seguridad ha sido la formación de redes sociales amplias, el ha-
La sexología fue importante para instituir el lenguaje con el que fueron descritos llazgo de una manera colectiva de manejar la diferenciación sexual, y el estableci-
y analizados estos herejes. A través de su relación simbiótica con la profesión médica miento de comunidades sexuales.
(muchos de ellos, como Ellis, eran médicos de carrera), estos primeros sexólogos ayu- El surgimiento de subculturas y comunidades sexuales distintivas forma parte de
daron a construir un modelo de enfermedad que tuvo gran influencia y cuyos efec- un proceso más amplio que ha marcado al siglo xx y que se caracteriza por una com-
tos todavía son evidentes. No obstante, las pobres criaturas a las que describieron no plejidad y una diferenciación social cada vez mayores, lo cual produce un nuevo plu-
eran invento de ellos: eran producto de procesos sociales muy complejos, de defini- ralismo de formas de clase, étnicas, raciales y culturales, así como una diversidad de
ción social y autodefinición en los que la sexología tuvo una participación importante experiencias de género y sexuales. Este proceso de diferenciación, desde luego no sólo
pero no definitiva. Además, el lenguaje de la sexología podía usarse también para ha producido complejidad, sino también nuevas formas de conflicto y antagonismo
cuestionar las certezas de la tradición sexual. social. En el contexto de la lucha continua sobre la conducta apropiada, también han
Empecé este capítulo con algunos términos. Otras tres palabras simbolizan el surgido identidades sexuales politizadas, articuladas desde fines del siglo XIX en
cambio que está ocurriendo: "sodomita", "homosexual" y "gay". Así como el surgi- una serie de agrupamientos en favor de los derechos homosexuales y otros movi-
miento (primero en Estados Unidos) y la difusión de la autodescripción "gay" en las mientos de reforma sexual en el mundo industrializado. Éstos han constituido una de
décadas de 1950 y 1960 marcaron una nueva etapa fundamental en el surgimiento de las formas más importantes en que las minorías han respondido a los cambios en los
una identidad sexual politizada, la difusión gradual del término "homosexual" des- esquemas de la reglamentación sexual y cuestionado las normas sexuales.
de fines del siglo xix marcó una ruptura significativa respecto de la terminología tra- Para que esto se logre parecen necesarios cinco factores:23 la existencia de gran
dicional del pecado que no podía nombrarse entre los cristianos, el de la sodomía. cantidad de gente en la misma situación, la concentración geográfica, la presencia de
"Sodomita" era un término cubierto con pesados tonos de moralidad medieval. Tam- puntos de oposición identificables, sucesos o cambios repentinos en la posición so-
bién era ambiguo. Se refería a alguien que cometía un tipo particular de acto sexual, cial y una dirección intelectual con metas claramente comprendidas. Cada uno de es-
el coito anal. Por su parte, el homosexual era un tipo particular de persona sexual, que tos factores ha estado presente en la historia de los movimientos homosexuales en di-
tenía no sólo un nombre sino una historia personalizada (padre débil, madre fuerte, o versas épocas, lo cual explica su presencia social significativa en comparación con
a veces un padre impositivo y una madre sumisa), características físicas (caderas anchas otras minorías sexuales. Ya para fines del siglo XIX había una gran cantidad de hom-
y voz aguda si era hombre, figura masculina y vello en el labio superior si era mujer) y bres que se consideraban homosexuales y construían cada vez más subculturas. Los
deficiencias indicativas (incapacidad para chiflar, disgusto por los niños). Muchos no agrupamientos de lesbianas eran más embrionarios; no obstante, en muchas ciuda-
se reconocerían del todo o para nada en estas descripciones de discurso clínico; pero des de Estados Unidos y Europa estaban desarrollando tanto una identidad como redes
ellas servían para validar su existencia, para afirmar que otros como ellos existían al sociales. Éstas constituyeron las semillas en que se apoyaron organizaciones como el
ser nombrados y que, lejos de ser criaturas únicas, podían volver a entrar en los cá- Comité Científico Humanitario Magnus Hirschfeld en Alemania, fundado en 1898,
nones de las sexualidades reconocidas, aunque pervertidas. Surgió un nuevo lenguaje y las organizaciones, más pequeñas, de reforma sexual en Inglaterra y otros lugares,
de autodescripción —"invertido", "uranista", "tercer" sexo o sexo "intermedio"— que
marcaba el asomo de un sentido del yo afirmativo y moderno.
22Kenneth Plummer (comp.), The Making of the Modern Homosexual, Londres, Hutchinson, 1980, p. 29.
23 VéaseBarry Adam, The Survival ofDomination, Inferiorisation and Everyday Life, Nueva York y Oxford, El-
sevier, 1978; John D'Emilio, Sexual Politics, Sexual Communities, The Making of a Homosexual Minori in the Uni-
21 Rubin, op. cit.
ted States 1940-1970, Chicago y Londres, University of Chicago Press, 1983.
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82 Sexualidad El desafío de la diversidad 83

creadas poco antes de la Primera Guerra Mundial. El éxito de las organizaciones fluc- Sin embargo, aunque puedan variar las condiciones para el surgimiento de or-
tuaba de acuerdo con los cambios en las circunstancias políticas. El movimiento ganizaciones políticas fuertes sobre el modelo de los grupos de gays y lesbianas, el he-
homosexual alemán, que en un momento llegó a ser el más grande del mundo, fue cho es que en todo el mundo industrializado, y posiblemente como resultado de la
destruido por los nazis en la década de 1930. No obstante, en los años cincuenta ya industrialización y la urbanización, han surgido nuevas "comunidades de intereses"
había surgido una nueva iniciativa, esta vez con sede en Estados Unidos. Organiza- en torno a asuntos sexuales, y a través de ellas se han afirmado diversas identidades
ciones como la Sociedad Mattachine y Las Hijas de Bilitis se fundaron en parte como sexuales. Ya no parece haber un gran continente de normalidad rodeado por peque-
resultado de la caza de brujas macartista contra los desviados sexuales a principios de ñas islas de trastornos. Más bien ahora presenciamos enormes grupos de islas, gran-
la década de 1950, pero también dentro de un contexto de subculturas cada vez más des y pequeñas, que parecen estar en movimiento constante unas respecto de las
difundidas de hombres homosexuales y de lesbianas durante la década de la posguerra. otras, cada una con su vegetación y geografía específicas. Han surgido nuevas cate-
La conjunción de las comunidades gay, cada vez más sofisticadas, de ciudades como gorías y minorías eróticas. Las más antiguas han vivido un proceso de subdivisión a
Nueva York y San Francisco, con un movimiento politizado de "liberación gay" a fi- medida que gustos especializados y necesidades y aptitudes específicas se convierten
nes de la década de 1960, aportó el impulso definitivo para que surgieran movi- en la base de otras identidades sexuales que proliferan: parejas que se "intercambian",
mientos masivos de gays y lesbianas en Estados Unidos en los años setenta y ochenta. lesbianas "machina y fem", gays SM, lesbianas leather* y locas de mezclilla... La lista
Esto proporcionó un modelo que imitaron otros países cuando lo permitían las con- es potencialmente interminable, ya que cada deseo específico se convierte en un cen-
diciones locales. tro de afirmación política y posible identidad social.
Las condiciones que hicieron posible que la homosexualidad tuviera voz no Es inevitable que surjan muchas preguntas: ¿son igualmente válidas todas las for-
siempre han estado presentes en otros grupos. El intenso estigma ligado a la pedofilia mas de deseo?, ¿debería cada subdivisión del deseo ser la base de una identidad sexual
(atracción sexual hacia niños y niñas) y su traslape controvertido, aunque refutado, y posiblemente social?, ¿tiene el mismo peso cada afirmación de identidad en los de-
con el abuso sexual infantil, ha dificultado mucho que sus partidarios desarrollen una bates de política sexual?, ¿qué sucede con la identidad heterosexual? Y si rechazamos
subcultura sustancial, encuentren una voz común o se agrupen durante largo tiempo por completo la categoría de lo perverso en favor de un discurso que celebre la di-
en organizaciones estables. Organizaciones como NAMBLA (North America Man Boy versidad, ¿hay alguna manera de distinguir lo bueno y lo malo, lo apropiado y lo ina-
Love Association: Asociación de Amor entre Hombres y Niños de Norteamérica) en propiado o, si nos atrevemos a decirlo, lo moral y lo inmoral? Afirmar la existencia
Estados Unidos y PIE (Paedophile Information Exchange: Intercambio de Informa- de la diversidad no responde a las difíciles preguntas planteadas por la tradición
ción Pedofílica) en Inglaterra han sufrido difamación social y vigilancia policiaca sexual, sólo plantea preguntas nuevas.
constante incluso por defender actitudes modificadas. Tal vez más importante es el
hecho de que esta actividad no se presta fácilmente para el establecimiento de comu-
nidades sociales estables debido a la hostilidad social y a la naturaleza transitoria de DECONSTRUIR LAS CATEGORíAS
muchas relaciones pedofílicas, dado que los niños y las niñas acaban por crecer, y
dada la disparidad de intereses entre adultos y niños. Los partidarios de la actividad En primer término, cabe señalar que aceptar el hecho de la diversidad sexual no ne-
sexual sadomasoquista (SM) también son limitados en cantidad, lo que inhibe el es- cesariamente lleva a una norma de la diversidad. Los esfuerzos que han hecho los mo-
tablecimiento de movimientos a gran escala, aunque han desarrollado redes de apoyo ralistas sociales por impulsar o imponer un regreso a los "valores tradicionales" sugiere
y subculturas a pequeña escala en varias ciudades occidentales. El SM también se ha que, por lo menos, algunas personas no se han dado por vencidas en la esperanza de
convertido en un asunto de gran controversia política y sexual entre diversos radica- revivir una norma moral universal. Y estas esperanzas absolutistas no se limitan a lo
les: los movimientos de feministas, gays y lesbianas están radicalmente divididos res- sexualmente conservador. Hay fuertes tendencias entre algunas feministas, radica-
pecto de los méritos de tales actividades. Los asuntos relacionados con travestis y tran- les sexuales y, de manera más general, en sectores de la izquierda a buscar una "nueva
sexuales también han dividido a esos movimientos, aunque la controversia en estos moralidad" en la que por fin se eliminen los elementos corruptos de una sociedad ca-
casos no ha sido tanto por la actividad sexual como porque supuestamente perpetúa pitalista/burguesa/dominada por el hombre/heterosexista, según el lenguaje que se
los estereotipos de género existentes. Las prostitutas y otros trabajadores sexuales (en use. El problema está en que hay pocos acuerdos incluso entre los oprimidos sexual-
pornografía, clubes de striptease, etc.) han planteado distintos problemas relacionados mente y las minorías sexuales que tienen voz. ¿La pornografía es constitutiva de la
con la organización política: la validez de trabajar en el campo comercial sexual y de
que las mujeres satisfagan las fantasías masculinas, lo cual incluye cumplir deseos de
violencia y degradación. * Leather dykes, lesbianas masculinas sadomasoquistas que se visten con ropa de cuero negro IN. de la Tl.
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El desafío de la diversidad 85
84 Sexualidad

creencia inconsciente de que algunos actos son mejores que otros, aunque en un
violencia masculina, es un reflejo de la sociedad generalmente sexista o es inofensiva?
mundo pluralista no siempre podemos estar de acuerdo en lo que debería ser el orden
¿El sexo intergeneracional es un cuestionamiento radical de las divisiones arbitrarias
adecuado.
de edad o constituye abuso sexual infantil? ¿La transexualidad consiste en cuestionar
Por su parte, una perspectiva que atiende más bien a las relaciones intenta com-
la tiranía de los estereotipos de género o en rendirse ante esas divisiones y estereoti-
prender todas estas prácticas sexuales como aspectos de relaciones sociales más amplias,
pos sexuales? ¿El sadomasoquismo implica sumergirse en peligrosas fantasías de vio-
desenredar el contexto en que los actos adquieren significado. Esto, a su vez, implica
lencia o no es sino una realización inofensiva de relaciones de poder erotizadas? Es-
tratar de comprender el funcionamiento de las relaciones de poder, las coerciones su-
tas preguntas y muchas otras son clave en la política sexual de los arios recientes. Son
tiles que limitan las posibilidades de elección, el impacto probable de una actividad
importantes porque nos desafían a reconsiderar los criterios con los que podemos de-
sexual específica sobre uno mismo y sobre los demás, así como las posibilidades de
cidir entre conducta apropiada e inapropiada.
placer y autonomía personal que pueden impulsarse. Este apoyo al pluralismo moral
La tradición sexual ha presentado básicamente dos posiciones: o bien el sexo es
conlleva muchos asuntos difíciles, que intentaré analizar después. Lo que ha de su-
fundamentalmente peligroso, aceptable sólo cuando está canalizado por vías apropia-
brayarse aquí es que esta perspectiva debe romper con cualquier sistema moral que se
das (en general, sexo procreativo marital), o bien es básicamente sano y bueno, pero
base en los actos en sí.
ha sido reprimido, distorsionado y negado por una sociedad corrupta. Hay un tercer
Sin embargo, tal vez tiene una implicación aun más desafiante. En la tradición
enfoque, que es el que he apoyado en este ensayo: que el sexo únicamente adquiere
sexual algunos actos se han considerado como ejemplos vivos de un sistema sexual es-
significado en las relaciones sociales, lo cual implica que sólo podemos hacer eleccio-
pecífico, como manifestaciones de un síndrome. La perspectiva que se ha esbozado
nes apropiadas en lo que se refiere a la sexualidad si comprendemos su contexto polí-
aquí rompe con esas categorías unitarias. Si hacemos esto, ya no será posible conde-
tico y social. Esto implica dejar atrás definitivamente la moralidad de los "actos" que
nar una práctica sexual porque es "homosexual" o incluso "heterosexual", "sadoma-
ha dominado las teorías sexuales durante cientos de años y adoptar una nueva pers-
soquista" o "pedofílica". Más bien deberemos empezar a preguntar: ¿qué hace que esta
pectiva de las relaciones que tome en cuenta el contexto y los significados. Todavía da-
actividad específica sea válida o inválida, apropiada o inapropiada? ¿Cuáles son los
mos por hecho que el pecado o la salvación, la moralidad o la inmoralidad, la norma-
factores sociales que la hacen significativa? ¿Cuáles son las relaciones de poder que
lidad o la anormalidad se encuentran en lo que hacemos. Esto quedó consagrado en funcionan en ella?
los códigos cristianos de la Edad Media, en las tablas que declaraban que la violación
Si tomamos tres ejemplos veremos el tipo de factores que debe tomarse en
heterosexual estaba más alto en la escala de valores que la masturbación o la sodomía
cuenta. El primer ejemplo es la heterosexualidad. A primera vista esto puede sorpren-
consensual porque aquélla era procreativa y éstas eran estériles. Allí, la prioridad que
der. A tal punto se ha considerado la heterosexualidad como norma que rara vez se
se daba a la reproducción dictaba la jerarquía de valores. A fines del siglo xx somos
cuestiona. Es el dato básico de las teorías sexuales, la forma natural con la que juzgamos
mucho más tolerantes, pero aún damos por hecho que algunas prácticas son inheren-
otras. Sin embargo, un poco más de paciencia y una lectura atenta de los estudios so-
temente mejores que otras. Sólo que ahora tendemos a dar crédito a la naturaleza, a
bre el sexo mostrarían que no es un fenómeno único. El término incluye tanto la vio-
la biología o a la ciencia del sexo por la revelación de esa jerarquía. El coito anal ya
lación como las relaciones amorosas, tanto la coerción como la elección. Abarca una
no es el peor crimen conocido por los cristianos, aunque todavía es técnicamente ile-
multitud de prácticas sexuales, desde el acto sexual en la posición "normal" hasta el acto
gal en Inglaterra entre las parejas casadas. La masturbación se fomenta en libros, re-
sexual oral y anal. Como término, hace que se pierdan las diferencias de edad, de insti-
vistas y diarios en todos los puestos de periódicos. A veces este efecto de ascenso se
tucionalización e incluso de las fantasías de los integrantes de la pareja. En sí no describe
debe a la revaloración científica. Pero, por lo general, es el resultado de cambios mo-
nada salvo el hecho de la elección del objeto. Los significados de esto pueden ser diver-
rales y políticos con la ayuda de campañas bien organizadas. La organización militante
sos. Pero si privilegiar la heterosexualidad lleva a que se pierdan las diferencias reales, de
de homosexuales fue la que logró que se retirara la homosexualidad de la lista de en-
la misma manera su rechazo total está más que equivocado. Algunas críticas feministas
fermedades de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos en 1974.24 En los últimos
de su forma actual han acabado por rechazar toda forma de heterosexualidad porque
cien años, campañas apasionadas de feministas y hombres y mujeres que apoyan la
supuestamente perpetúa la dominación masculina. Para escritoras como Adrienne
pureza social han hecho que cambien las ideas sobre el sexo intergeneracional, la por-
Rich, la "heterosexualidad obligatoria" es el mecanismo clave del control sobre las
nografía y la prostitución, en distintas direcciones. No obstante, todavía existe la
mujeres y, por ello, la heterosexualidad se convierte en el enemigo por excelencia.25

24 Ronald Bayer, Homosexuality and American Psychiatry. The Politics of Diagnosis, Nueva York, Basic Books,
25 Adrienne Rich, "Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence", en Ann Snitow, Christine Stansell y
1981. Sobre asuntos semejantes en Australia, véase R.F. Balr et al., "Homosexuality and Psychological Adjustment", Sharon Thompson (comps.), Desire: The Politics of Sexuality, Londres, Virago, 1984. .
en The Medical Journal of Australia, 1984, no. 1.
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Esta posición sencillamente es una imagen en espejo del privilegio que nuestra cul- que las niñas, debido a su fertilidad potencial y su posición cultural como juguetes se-
tura da a la heterosexualidad. Una perspectiva relacional empezaría no con la elección xuales, son más vulnerables que los niños en las relaciones con los adultos. ¿Será im-
del objeto o el acto que se considera su forma más característica (el coito genital), sino portante distinguir entre la pedofilia homosexual y la heterosexual, dado que las re-
con la multitud de factores que configuran su significación. ¿Existe la posibilidad de laciones homosexuales tal vez carecen de algunos de los desequilibrios de poder de las
que las relaciones entre el hombre y la mujer sean equitativas? En caso negativo, ¿es relaciones heterosexuales? También se ha dicho que, en los debates sobre pedofilia, no
el acto sexual en sí un medio para perpetuar las relaciones de dominación y subordi- se ha tomado en cuenta la función de la iniciación infantil: hay algunas pruebas de
nación? En caso afirmativo, ¿qué otras opciones hay? ¿Es necesario o deseable un cam- que la actividad sexual suele ser incitada por los propios menores. ¿Será más válido
bio? Éstas son las preguntas que plantea la reconsideración de la heterosexualidad. por ello el sexo intergeneracional o resulta eso totalmente irrelevante para nuestras de-
Las relaciones de poder que puede involucrar el sexo se ilustran de modo más ra- cisiones? Brian Taylor ha señalado la existencia de ocho subcategorías posibles de sexo
dical con la cuestión del sexo entre distintas generaciones. Para la gran mayoría de intergeneracional, dependiendo de la edad de los involucrados, la distinción de gé-
la población, esto no es un problema serio como tal: se trata simplemente de abuso nero, la naturaleza de la proclividad sexual y la interacción de esos tres factores.27 Esto
sexual infantil. Implica a adultos poderosos que usan su experiencia y ardides para ob- sugiere que hay varias pedofilias, no una pedofilia única. A fin de cuentas, tal vez si-
tener satisfacción de niños y niñas sin experiencia y vulnerables. Por otra parte, para gamos condenando todas las formas de abuso sexual infantil. Pero ya no deberíamos
los partidarios de la pedofilia, hay una celebración de imagen en espejo de las posibili- hacerlo simplemente porque es una sola actividad; más bien tenemos que incluir
dades del sexo intergeneracional. Se le aplaude por sus posibilidades pedagógicas, la otros criterios que no son intrínsecos al acto sexual en sí.
llamada justificación amorosa de los griegos: se dice que, en el paso de la dependen- El poder es un asunto delicado en los análisis del sexo intergeneracional. En el
cia infantil a la responsabilidad adulta, la guía sexual y moral de un hombre afectuoso sadomasoquismo consensual, se lleva un paso más allá, hasta la erotización del poder
puede ser inapreciable. Además, se lo legitima por la supuesta realidad de la sexua- en sí: "Elegimos las actividades más aterradoras, asquerosas o inaceptables y las trans-
lidad infantil: la misma sexología ha revelado la gran extensión del potencial sexual mutamos en placer." 28 Para los teóricos de la tradición sexual, el SM tiene sus raíces en
infantil, que incluye la masturbación. Si algo es tan natural y omnipresente, ¿debería una exageración de las relaciones normales intrínsecas entre hombres y mujeres. Para
estar controlado tan rígidamente como lo está la sexualidad infantil hoy en día? Y Krafft-Ebing, el sadismo no era "sino una intensificación patológica excesiva y mons-
también, si es natural, entonces de seguro no puede ser dañino aunque se realice con truosa de fenómenos —posibles también en condiciones normales, en formas rudi-
adultos. Como ha escrito Tom O'Carroll, "no hay ninguna necesidad de que un niño mentarias— que acompañan la vida sexual psíquica, sobre todo en los hombres [...];
o una niña conozca 'las consecuencias' de involucrarse en juegos sexuales inofensivos, el masoquismo es lo opuesto del sadismo".29
sencillamente porque son eso: inofensivos".26 Sin embargo, para muchos partidarios del SM dentro de las subculturas sexuales de
En lugar de involucrarse en estos argumentos que se excluyen mutuamente, con- Occidente, ofrece una percepción única de la naturaleza del poder sexual, dado que el
sidero más racional volver a examinar lo que esto implica. Y si lo hacemos, no debe- sexo terapéutico y catártico revela la naturaleza del sexo como ritual y como juego.36 No
ría sorprendernos encontrar una variedad de elementos distintos que podrían deslin- cabe duda de que esto es exagerado, pero lo que en efecto hace es plantear de modo muy
darse. El primero es el de la edad. ¿Hay una edad ideal en que el consentimiento radical el problema de la relación entre contexto y elección, subjetividad y consenti-
se libere y en que una relación sea consensual? Desde luego, la mayoría de nosotros miento, al pensar sobre la sexualidad. ¿Debería la gente tener el derecho de consentir a
estaría de acuerdo en que no son los tres o los ocho años, pero, ¿podrían ser los 12, actividades que convencionalmente se consideran como dolorosas y potencialmente da-
que parece ser la norma en algunas culturas, y que a fines de 1985 el gobierno ho- ñinas? ¿Cuáles son las condiciones que hacen válidas esas elecciones? ¿Existe la misma
landés conservador propuso debería ser la edad del consentimiento, o 14 ó 15 años, posibilidad de elección libre, digamos, entre un hombre y una mujer que entre gente de
que es la edad de consentimiento en varios países europeos? Las leyes varían inmen-
samente y afectan a niños y niñas de manera muy distinta (en Inglaterra, la edad de
consentimiento para las chicas es de 16 años, para los hombres homosexuales, de 21, 27
Véase la "Introducción" de Brian Taylor, en Taylor, op. cit.
y para otros hombres parece rondar por los 16 años). Esto indica la importancia po- 28 Pat
Califia, "Unraveling the Sexual Fringe. A Secret Side of Lesbian Sexuality", The Advocate, 27 de di-
tencial de las cuestiones de género al valorar la pedofilia. Por ejemplo, se ha sugerido ciembre de 1979, p. 19.
29 Thomas Weinberg y G.W. Levi Kamel (comps.), S. and M. Studies in Sado-Masochism, Buffalo y Nueva
York, Prometheus Books, 1983, p. 27.
26 Tom O'Carroll, Paedophilia. The Radical Case, Londres, Peter Owen, 1980, p. 153. Sobre las distintas legi- 3° Para una fuerte defensa del SM, véase Samois (comp.), Coming to Power. Writings and Graphics on Lesbian
timaciones que se ofrecen, véase el análisis en Ken Plummer, "The Paedophile's Progress", en Brian Taylor (comp.), S/M, Berkeley y California, Samois, 1982. Para una visión opuesta, véase Robin Ruth Linden et al. (comps.), Against
Perspectives on Paedophilia, Londres, Batsford, 1981. Sadomasochism. A Radical Feminist Analysis, East Palo Alto, California, Frog in the Web, 1982.
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"la misma casta" (gays, dos mujeres)? Las actividades "sexuales limítrofes", entre las cua- La cuestión vital aquí es que, en última instancia, las distinciones que hacemos son
les las SM son tal vez las más transgresoras, pueden ser marginales respecto de la corriente éticas o políticas, y dependen menos del peso racional de las pruebas que del equili-
dominante en la vida sexual de la mayoría de la gente, pero de hecho plantean pregun- brio de las fuerzas políticas. Por ello, los asuntos de la sexualidad son inevitable e ine-
tas fundamentales acerca de los límites de la normalidad, las fronteras de la actividad ludiblemente políticos. Lo que a fin de cuentas está mal en la palabra "perversión" es
sexual válida, y los extremos a que deberíamos llegar en la búsqueda del placer. que su tono patentemente científico oculta los juicios morales y políticos. Impide la
Un desglose de las prácticas sexuales según los lineamientos que aquí propongo discusión. La ventaja de favorecer el término "diversidad" es que deja las preguntas
las conduce a la interrogación política y social. Al hacerlo, evidentemente no encon- importantes abiertas de par en par al debate, la negociación y la elección política.
traremos respuestas sencillas en favor y en contra de actividades específicas. Pero de-
construir las categorías unitarias de los sexólogos presenta el valor incalculable de
abrir debates fundamentales sobre los parámetros dentro de los cuales pueden to-
marse decisiones válidas y hacer elecciones.
Cabe señalar otros dos aspectos. En primer lugar, aceptar la idea de que hay va-
riaciones sociales benignas no debe implicar un abandono de las distinciones. Hay
ciertas clases de actos ligados con el sexo que serán condenadas universalmente como
malignas, sobre todo las que incluyen actos de violencia deliberados, ya sea en la
forma de asesinato sexual, violación o abuso sexual infantil. De esto parece hablar
Stoller cuando plantea su teoría de la perversión como la forma erótica del odio. Es
un potencial en todos nosotros que, según él, se relaciona con las tensiones y ansie-
dades producidas por la necesidad de lograr identidades específicas de género. A tra-
vés de estas consideraciones puede abrirse la puerta para elaborar discernimientos
teóricos sobre la naturaleza de las actividades aberrantes, pero dejaremos esta cuestión
para otro momento y otro lugar. Por lo pronto subrayaremos que, aun en este caso,
no es el acto mismo lo que constituye el problema, sino todo el contexto —social y
psíquico— que le da lugar, y del cual toma su significado: factores como las circuns-
tancias familiares o la ansiedad y el poder masculinos. En otras palabras, si la perver-
sión, en este enfoque psicoanalítico complejo, es de hecho una rebelión contra los
límites impuestos por la cultura, un medio de eludir, según los términos de Chasse-
guet-Smirgel, "el carácter fatal del complejo de Edipo",31 un salto que niega la vida
para alejarse de la realidad, entonces sigue siendo esa cultura, esa realidad la que nos
puede ayudar a entender la actividad individual. La concentración tradicional sobre
la etiología del acto del individuo ya no puede ser suficiente. Esto lleva al segundo as-
pecto, que tiene que ver con el significado real del concepto de diversidad. Como ha
dicho Plummer:
Por más neutral y objetivo que parezca hablar sobre la diversidad sexual, también se está ha-
blando sobre el poder. Cada cultura tiene que establecer —mediante procesos políticos tanto
formales como informales— la gama y el alcance de las diversidades que serán ilegales o
prohibidas. Ninguna cultura podría funcionar con una libertad sexual total, pero el esquema
de estas restricciones es extremadamente variable en distintos tiempos y espacios.32

31 Janine Chasseguet-Smirgel, Crealivior and Perversion, Londres, Free Association Books, 1985, p. 26.
32 Plummer, "Sexual Diversity", p. 219.
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5. SEXUALIDAD Y POLÍTICA

...no hay ningún aspecto del comportamiento


humano sobre el que se haya pensado
más, hablado mds y escrito más.
Alfred Kinsey'

EL SEXO: ¿UN NUEVO FRENTE?

El asunto de la sexualidad ha estado en el centro de las preocupaciones de Occidente


desde antes del triunfo del cristianismo. Ha sido tema de debates políticos durante cer-
ca de doscientos arios. Ya para las últimas décadas del siglo xix estaban discutiéndose
las preocupaciones del feminismo contemporáneo: el poder masculino sobre las mu-
jeres, la explotación sexual, las diferencias entre hombres y mujeres y el significado del
consentimiento y la elección. En las décadas de 1920 y 1930, con el ascenso y des-
censo de un movimiento mundial de reforma sexual, y el ascenso cada vez mayor y
aparentemente irresistible del autoritarismo social y el fascismo, se hicieron patentes
los vínculos intrincados entre valores sexuales y poder político. Durante esta época,
a través de los escritos de gente como Wilhelm Reich, surgió por primera vez un con-
cepto que ligaba el sexo y la política: la "política sexual".
No obstante, cabe decir que sólo desde la década de 1960 ha tenido verdadero im-
pacto y resonancia la idea de política sexual, dado que pasó de la periferia al centro.
Hoy la damos por hecho como una realidad contemporánea poderosa: esa expresión
se ha convertido casi en una frase hecha, pero sus ramificaciones atraviesan toda la vi-
da social y la política modernas. Además, ya no es una política limitada a lo que de
manera amplia podría llamarse "la izquierda" o los círculos "progresistas". Durante los
años setenta y principios de los ochenta, algunos de los avances más hábiles y de ma-
yor influencia que ha realizado la política en torno a la sexualidad ha provenido de fuer-

' Alfred C. Kinsey, Wardell B. Pomeroy y Clyde E. Martin, Sexual Behavior ín the Human Male, Filadelfia
y Londres, W.B. Saunders, 1948, p. 21. [Versión en castellano: Conducta sexual en el hombre, Buenos Aires, Si-
glo )0{., 1977.]
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Sexualidad y política 93

zas conservadoras, sobre todo las agrupadas bajo el nombre general de "nueva derecha".
A un grado inesperado e inusual, la sexualidad se ha convertido en el campo de batalla antes del supuesto descenso a la "tolerancia" durante la década de 1960, con lo que
de fuerzas políticas contendientes, en un nuevo frente de la política contemporánea, co- Margaret Thatcher llamó la denigración de "las viejas virtudes de disciplina y mode-
ración"? 3 ¿O podría encontrarse en los años de entreguerras, cuando escritores como
mo dice Dennis Altman.2 Parece que para muchos la lucha por el futuro de la socie-
dad debe librarse en el terreno de la sexualidad contemporánea. La manera en que Marie Stopes tenían la esperanza de una "gloriosa apertura" en las relaciones entre
marcha la sexualidad es un signo de cómo marcha la sociedad. hombres y mujeres? O tal vez podemos encontrar sus rastros en el último gran flore-
Esta preocupación intensa por lo erótico a la vez proviene de una crisis de la cimiento de paz y jerarquía social antes del estallido de la Primera Guerra Mundial,
sexualidad que se está desarrollando y contribuye a desarrollarla. En el centro está siempre y cuando pasemos por alto sus excesos materialistas y las frivolidades de la
la crisis de las relaciones entre los sexos, profundamente inestable debido al rápido clase alta. Ha habido defensores de cada una de estas épocas como la "edad de oro";
cambio social y al surgimiento del feminismo moderno, con sus amplias críticas y de- pero también es importante señalar que cada una ha tenido sus propios profetas de
safíos a las distintas formas de dominación masculina y subordinación femenina. És- decadencia y ruina. Recientemente parece haber surgido un consenso entre quienes
te es el significado de la expresión «política sexual" en su sentido más amplio: una lu- quieren reinstaurar las "viejas normas": desde luego, son los "valores victorianos" (en
cha por el presente y el futuro de la diferencia sexual y la división sexual. Pero, a su Inglaterra) los que deben buscarse y restablecerse, o los valores vigorosos de los colo-
vez, esto alimenta una crisis cada vez mayor del significado de la sexualidad en nues- nizadores del Viejo Oeste (en Estados Unidos), en que un hombre era un hombre y
tra cultura, el lugar que damos al sexo en nuestras vidas y relaciones, la identidad y el una mujer, una mujer. La realidad, desde luego, siempre es un poco menos brillante.
placer, la obligación y el poder, la elección y el consentimiento. Los puntos fijos que Lejos de que hubiera un consenso moral en el siglo xix, de muchas maneras fue una
parecen organizar y reglamentar nuestras creencias sexuales y nuestra moral —reli- época que es un reflejo de la nuestra: cambio rápido, desajuste moral y una "lucha por
giosa, familiar, heterosexual, monogámica— han sido radicalmente cuestionados du- el control" sostenida, aunque no muy efectiva. El "consenso" como tal surgió sólo
rante este siglo. El reinado de los "valores tradicionales" quizá fue parcial e ineficaz; precariamente a fines del siglo, un compromiso incómodo entre la convicción moral
las normas quizá fueron restrictivas y autoritarias. Pero el eclipse aparente de su he- y la conveniencia política. No era un modelo real.
gemonía ha dejado un vacío. Ya no estamos muy seguros —o por lo menos no esta- La precisión histórica de un punto de referencia en el pasado, sin embargo, es
mos de acuerdo— de lo que queremos decir con sexualidad, o lo que debería ser irrelevante para su poder contemporáneo. Proporciona una medida con la cual juz-
su papel en la vida social e individual. Se ha difundido un nuevo pluralismo de creen- gar el presente, por lo general revelando más acerca de nuestros descontentos actua-
cias y conductas, que más que una diversidad de actividades sexuales es una amplia les que de las realidades del pasado. Más específicamente, la glorificación del pasado
gama de esquemas de relación. Tal vez este pluralismo siempre estuvo allí, bajo nuestra permite que la gente actual logre precisar el movimiento de decadencia imaginado. Si
mirada moralista e ingenua: hay cada vez más pruebas históricas y sociológicas que lo los "valores victorianos" representan un símbolo positivo, la "tolerancia" representa su
sugieren. No obstante, el reconocimiento de una diversidad social y sexual como lado negativo para muchos críticos contemporáneos, y la década de 1960 su mo-
un hecho espectacular ha agudizado el dilema de cómo manejarla en la política social mento de éxito singular. El periodista conservador británico Ronald Butt ha escri-
y la práctica personal. Esto explica el surgimiento y el impacto de lo que se ha lla- to acerca del triunfo de un nuevo liberalismo en los años sesenta, cuya esencia era:
mado una "política sexual sexual": es decir, dar prioridad a los problemas que han es- La tolerancia en un área social estrictamente limitada (es decir, el sexo) junto con la exacción
tado modelando y remodelando los debates morales durante bastante más de cien de la obediencia estricta a nuevas normas prescritas por la ortodoxia liberal en otra. En algu-
años, pero cuyo perfil con frecuencia se ha visto oscurecido o marginado en la co- nos asuntos se otorgaba el privilegio de una licencia individual que desencadenaba un ataque
rriente política dominante. sin precedentes contra las viejas normas comúnmente aceptadas de conducta y responsabili-
dad personales.4
Mencioné los "valores tradicionales". Parece que una de las características de
quienes se enfrentan a cambios sociales rápidos es añorar un regreso a una supuesta El punto interesante que cabe señalar en torno a una jeremiada como ésta no es tanto
"edad de oro" de orden, decencia, disciplina y decoro. La dificultad es que cuanto más su precisión estricta —estoy convencido de que, de hecho, es una distorsión de la dé-
la buscamos, más parece que nos encerramos en un laberinto interminable en que la cada y de los cambios que han ocurrido— como su calidad representativa. Los cam-
meta siempre está justo a la vuelta. ¿Existía esta "edad de oro" en la década de 1950, bios que ahora representa la década de 1960 —una liberalización de actitudes, 'ma-
yor libertad para hablar sobre lo sexual, las reformas legales y otros— se han

2 Dennis Alunan, "Sex: The New Front Line for Gay Politics", Socialist Review, septiembre-octubre de 1982,
no. 6. 3 Discurso del 27 de marzo de 1982.
4 Ronald Butt, "Lloyd George Knew his Followers", The Times (Londres), 19 de septiembre de 1985.
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convertido en símbolo de todo lo que ha salido mal, como ha dicho Ernest White- católica romana, muchos de los fieles ignoran las enseñanzas de sus dirigentes sobre
house (marido de la dirigente de la pureza social Mary Whitehouse), el área "en que el control de la natalidad o la homosexualidad. Para los no religiosos; las actitudes han
ha ocurrido el mayor derrumbe de normas morales".5 navegado, por lo general, libres de las sanciones religiosas. El proceso de seculariza-
Cabe señalar que este ataque contra la década de 1960 no se limita a la derecha ción ha avanzado más en algunos países (Gran Bretaña) que en otros (Estados Unidos,
política. Encuentra ecos en un liberalismo desilusionado que buscaba satisfacción Irlanda del Norte y del Sur). Sin embargo, en todos ellos el efecto ha sido conceder un
en un nuevo hedonismo y, en su lugar, encontró desilusión; y en un feminismo mo- mayor peso a la expectativa de las relaciones sexuales en sí de lo que se solía hacer. A
ral que considera el decenio como una época en que el aumento de la sexualización falta de una visión del mundo distinta de la religiosa, el sexo mismo se ha convertido
del cuerpo de las mujeres las acercó mucho a una esclavitud del poder sexual mascu- en un terreno para pensar acerca del destino personal y la pertenencia.
lino. Deben aclararse dos aspectos de estas opiniones. En primer lugar, es una curiosa Esta tendencia ha sido fomentada, y en parte causada, por un proceso relacio-
distorsión histórica centrar todos los cambios en un decenio mitologizado. Muchos nado con ella: el involucramiento cada vez mayor del sexo con el mercado, el ingreso
de los cambios genuinos que han ocurrido han tenido una larga gestación. Algunos de las relaciones mercantiles y de intercambio en más y más áreas de la "vida privada".
incluso son posteriores a los años sesenta. En segundo lugar, es evidentemente ina- El ejemplo más espectacular de este fenómeno ha sido el vasto crecimiento del mer-
decuado considerar cualquier época como monolítica. La década de 1960 presenció cado de la pornografía en la generación anterior (a principios de la década de 1980
no sólo un mayor despliegue explotador de imágenes de la sexualidad femenina, sino se estimaba como una industria de cinco mil millones de dólares en Estados Unidos);
también el resurgimiento del feminismo; no sólo la reforma sexual, sino también el pero hay otras áreas donde se observan cambios más sutiles. Los esquemas de galan-
renacimiento de campañas de pureza moral y la búsqueda de nuevas formas de re- teo se han visto influidos por la comercialización del ocio, que incluye desde discote-
glamentación. El cambio siempre es complejo, y si queremos adaptarlo y controlarlo, cas hasta automóviles. Las nuevas tecnologías han configurado varios aspectos de la
tenemos que comprender exactamente lo que está en juego y no rendirnos ante mitos vida personal, desde aditamentos sexuales hasta técnicas reproductivas. El sexo —so-
sobre el pasado, ni sobre el presente. bre todo la sexualidad femenina— se ha convertido en un rasgo central de la publici-
dad, un elemento vital en la venta de todo, desde cigarrillos hasta calefacción central.
Al mismo tiempo, se han descubierto, o creado, continuamente nuevos mercados
ELEMENTOS DE UNA CRISIS SEXUAL para productos sexuales: para los adolescentes en los años cincuenta, las mujeres en
los sesenta, los gays y las lesbianas en los setenta.
Entonces, ¿qué ha cambiado? Considero que hay tres amplias áreas donde el cambio Estos cambios obviamente han aumentado las posibilidades de explotación, y sus
ha sido rápido, aunque no del todo, o para nada, cataclísmico. Llamaré a la primera efectos negativos pueden verse en la forma de degradar y reificar la imagen de la mu-
la "secularización" del sexo. COn esto me refiero al alejamiento progresivo de los va- jer, en la sordidez de las "zonas rojas" en las ciudades importantes, en una "romanti-
lores sexuales respecto de los valores religiosos, incluso para muchos creyentes. Esto zación" de la violencia sexual y en la comercialización de los placeres sexuales. No
tiene una larga historia, aunque posiblemente el elemento clave de su desarrollo fue obstante, para muchos millones de personas que quieren escapar de la privación
el proceso, que empezó a mediados del siglo XIX, en que la iniciativa para juzgar la social y el autoritarismo sexual, esta nueva "libertad sexual" ha ofrecido otras posibi-
sexualidad pasó de las iglesias a los encargados de la higiene social y mental, sobre lidades. Los cambios de las generaciones anteriores han funcionado como un disol-
todo en la profesión médica. Ésta ha sido una revolución inconclusa en el sentido de vente de las viejas certezas y los valores heredados. Han abierto el camino a nuevos
que los asuntos morales y médicos siguen estando inextricablemente vinculados. To- peligros, proporcionando grandes oportunidades para el surgimiento de un nuevo
davía se puede señalar a alguien como enfermo e inmoral si ofende las normas con- moralismo. Pero también han abierto posibilidades que ni siquiera se habían soña-
vencionales. Tampoco pretendo decir con esto que los religiosos ya no intenten regla- do y que muchos han aprovechado.
mentar el sexo. Para refutar ese argumento, basta con observar el surgimiento del No es sorprendente —y ésta es la segunda tendencia principal— que se haya ex-
fundamentalismo religioso vinculado al autoritarismo moral en los mundos cristiano tendido una gran liberalización de actitudes en todo el Occidente industrializado. En
y no cristiano. No obstante, la sexualidad pertenece cada vez más al campo de los ex- general, la gente acepta más el control de la natalidad, el aborto, el divorcio, el sexo
pertos no religiosos, de la sexología, la psicología, los servicios de asistencia y política premarital, la cohabitación de parejas no casadas y la homosexualidad. Ha habido un
sociales, así como de la medicina en sí. Aun en las iglesias más tradicionales, como la nuevo reconocimiento de la legitimidad de la sexualidad femenina. Esto no significa
que no haya importantes áreas problemáticas. La jerarquía católica romana en Occi-
dente ha proseguido su oposición al sexo no marital, al control de la natalidad artifi-
5 Cit. en Michael Tracey y David Morrison, Whitehouse, Londres, Macmillan, 1979, p. 177. cial, el aborto y el divorcio. La homosexualidad sigue siendo ilegal en muchas regio-
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96 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Sexualidad y política 97

nes de los Estados Unidos de Norteamérica y en otras partes, y en los países europeos principios de los ochenta, el asunto del sexo entre adolescentes ha cobrado gran im-
la legislación sigue tratando de manera diferente la homosexualidad y la heterosexua- portancia y plantea preguntas difíciles acerca del conocimiento, la elección y el con-
lidad en las leyes de edad de consentimiento y otras. Sobre todo, los cambios posible- trol sexual. El juicio para impedir legalmente que los doctores dieran consejos sobre
mente han afectado de distinta manera a hombres y a mujeres. Ha habido mayores el control de la natalidad a niñas menores de 16 años sin el consentimiento de los pa-
oportunidades para que las mujeres expresen su sexualidad, un impulso importante dres, entablado por la señora Victoria Gillick en Inglaterra, fracasó en la apelación en
para la satisfacción sexual de la mujer. Pero en una cultura que sigue estando decidi- octubre de 1985. No obstante, el extenso juicio planteó cuestiones fundamentales
damente dominada por los hombres, esto suele ocurrir en situaciones definidas por —acerca de quién debía decidir (padres y madres, médicos, las propias niñas), en qué
los hombres, para el beneficio de los hombres. No obstante, en todos los grados de circunstancias y para el beneficio de quién—, que radicalizaron los problemas pro-
opinión convencional, las actitudes, aunque universalmente no han dejado de ser au- vocados por la ausencia de normas comúnmente aceptadas. ¿Siempre saben los padres
toritarias o explotadoras, desde luego son más variadas y abiertas de lo que eran en la y madres qué es lo mejor? ¿Son capaces las niñas menores de 16 años de tomar de-
década de 1950 y antes. Esto se ha sumado a la gran abundancia de textos en torno cisiones racionales acerca de algo tan emotivo como el sexo y la maternidad? ¿La
a la sexualidad, una nueva voluntad, y hasta compulsión, por hablar sobre el sexo, lo disponibilidad universal de consejos sobre control de natalidad y educación sexual
que ha llevado a una profusión sin precedentes de debates y discursos sexuales en fomenta la promiscuidad o sólo constituye una protección racional contra sus con-
todo, desde manuales maritales hasta música popular. Incluso la homosexualidad, el secuencias? El Instituto Guttmacher, que revisó la incidencia de embarazos adoles-
amor que alguna vez no se atrevió a decir su nombre, ha asumido una volubilidad sin centes en varios países, encontró que la mayor incidencia se daba en Estados Unidos
precedentes, y a su paso otras minorías sexuales han enunciado sus necesidades y (96 embarazos por mil muchachas con edades entre 15 y 19 años), la menor en Ho-
derechos con un nuevo vocabulario de deseo sexual. La "sexualidad" ahora habla mu- landa (14 por mil), y que Inglaterra y Gales se situaban más o menos en medio (45
chos lenguajes, se dirige a muchos tipos de personas y ofrece una cacofonía de dis- por mil).7 La conclusión era contundente: los países con mayores facilidades para el
tintos valores y posibilidades. control de la natalidad y programas muy completos de educación sexual tienen tasas
Los efectos de todo esto en la conducta son más difíciles de medir. Desde luego mucho más bajas de embarazo en adolescentes. Sin embargo, información como ésta
ha habido cambios significativos, sobre todo en la apertura con que ahora se realiza no ha acallado la discusión: sólo ha radicalizado las opiniones totalmente diferentes
el sexo fuera del matrimonio. En un país como Suecia, la gran mayoría (99%) de los que existen acerca del lugar y la función que ocupa el sexo en nuestra vida. ¿El sexo
hombres y las mujeres ahora tienen relaciones sexuales antes de casarse; en Estados es para el placer o para la procreación? ¿Debería considerarse un derecho o un privi-
Unidos lo hacen 50% de las mujeres y un porcentaje algo mayor de hombres. Igual- legio? ¿Es un área de elección o de obligación? ¿Tiene el mismo significado para hom-
mente, con el sexo extramarital, encuestas recientes sugieren que alrededor de una ter- bres y mujeres? ¿Cuándo estamos aptos para decir sí o no? En Estados Unidos la cues-
cera parte de las mujeres y la mitad de los hombres tienen relaciones sexuales fuera del tión de la educación sexual en las escuelas se volvió un campo de batalla porque
matrimonio. Tal vez ni hombres ni mujeres tienen más relaciones sexuales, pero ahora simbolizaba los problemas planteados por el cambio sexual. Para los liberales, la edu-
parecen tenerlas con mayor frecuencia fuera de los parámetros formales del matri- cación sexual era el único medio de difundir la información con base en la cual po-
monio legal.6 dían tomarse decisiones racionales. Para los conservadores, amenazaba con minar a la
También parece que, en promedio, están iniciando la actividad sexual más jóve- familia y abrir más el camino hacia la secularización y la desmistificación del sexo.
nes que sus padres o abuelos. Esto se debe en parte a que muchachos y muchachas Entre esas tendencias parece haber poco terreno común.
alcanzan la madurez a menor edad (la edad del inicio de la menstruación ha dismi- Todos estos cambios han contribuido a un tercero: un cambio en el esquema de
nuido de 16 a 13 años en el último siglo) y en parte a que existen mayores oportuni- las relaciones que ha llevado a muchos a pensar que hay una "crisis de la familia". A
dades. Se ha calculado que la cantidad de niñas sexualmente activas menores de la esta supuesta crisis se le han atribuido diferentes orígenes y ha tomado diversas for-
edad de consentimiento, de 16 años en Inglaterra, puede haberse triplicado en los úl- mas, la más importante de las cuales ha sido una inquietud por el futuro del matri-
timos dos decenios, aunque también hay pruebas de que la promiscuidad no es ma- monio, que tradicionalmente era la entrada privilegiada a una buena posición social
yor que en la generación de sus padres. No obstante, durante la década de 1970 y y a la actividad sexual. Después de un aumento en la tasa de matrimonios durante la
década de 1950 y principios de la siguiente, época en que se casó un porcentaje ma-

6 Véase el análisis de estas tendencias en Jeffrey Weeks, Sex, Politice and Society. The Regulation of Sexuality Since 7 Cit. en Virginia Ironside, "How Mrs. Gillick has Hijacked Morality", en The Guardia?,
(Londres), 23 de ju-
1800, Harlow, Longman, 1981, cap. 13, y Sexuality and its Discontents. Meanings, Myths and Modern Sexualities, Lon- lio de 1985. Para un análisis del sexo entre adolescentes, véase Judith Bury, Teenage Pregnancy in Britain, Londres,
dres, Routledge & Kegan Paul, 1985, cap. 2. Birth Control Trust, 1984.
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98 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. Sexualidad y política 99
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yor que nunca antes de hombres y de mujeres, desde mediados de los años sesenta se La diversidad aumenta, pero aún no nos hemos adaptado a ella ni en el aspecto
inició en Suecia y Dinamarca una disminución que se extendió a Inglaterra, Estados ideológico ni en el de política social. Nuestra cultura está permeada por valores fami-
Unidos y Alemania Occidental a principios de los setenta y a Francia un poco des- liares, al grado de que el lenguaje de la familia todavía proporciona el único vocabu-
pués. Esto sucedió junto con un aumento en la cohabitación y un incremento radi- lario de relaciones verdaderamente duraderas con que contamos. El resultado de esto
cal en la incidencia de los divorcios. A principios de la década de 1980, más o menos es muy curioso y paradójico. Por una parte, hay muchos que lamentan la caída de "la
una tercera parte de los matrimonios parecía a punto de terminar en divorcio. En la familia tradicional" y todo lo que con ella se asociaba. Por la otra, para todos los que
práctica, los temores de un colapso del matrimonio y la familia resultaron algo pre- no viven en una relación convencional, la ideología de la familia todavía es la domi-
maturos. Con excepción de Suecia, donde la cohabitación tenía una estabilidad pa- nante al grado de que no hay otra legitimación real que no sea la de la familia, no hay
recida a la del matrimonio, la mayoría de los cohabitantes con el tiempo se casaban otra manera de expresar nuestra necesidad de relaciones. El vínculo tradicional entre
y, hacia mediados de los años ochenta, la tasa de matrimonios había regresado a sus matrimonio, familia y sexualidad en parte se ha roto; pero en su lugar no tenemos al-
cifras anteriores, lo cual sugiere que lo que sucedió fue una posposición general del guna opción única, sino una pluralidad de formas. Para muchos, esta diversidad es un
matrimonio y no su abandono. Y si bien una tercera parte de los matrimonios pro- desafío; para otros representa un grave peligro.
metía terminar en divorcio (cifra que también parecía tambalearse hacia mediados de Estos cambios en sí mismos, aunque son importantes, no han transformado el es-
la década de 1980), dos terceras partes sobreviviría. Además, cerca de 70% de los di- cenario sexual hasta el punto de que no se reconozca. Las afirmaciones de que hay una
vorciados se volvían a casar. Algunos sociólogos veían en estas cifras no el colapso de "liberación sexual" o una "decadencia moral" parecerían estar completamente erradas.
la familia tradicional, sino su resurgimiento en un nuevo estilo, la "familia neocon- Sin embargo, la mezcla compleja de algunos cambios muy reales ha provocado una cri-
vencional" según la frase de Robert Chester:8 más pequeña que la familia victoriana, sis de valores y de significados, un clima de incertidumbre y (para algunos) de confu-
con menos hijos, tal vez más equitativa en la distribución de tareas domésticas, tal vez sión. En este clima afloran a la superficie profundas corrientes de sentimientos que en-
más inclinada a un esquema de "monogamia seriada" que en el pasado, cuando el ma- cuentran expresión en lo que se llama pánico moral. El pánico moral se definiría como
trimonio, por lo menos ideológicamente, era para toda la vida. una serie de rachas de ansiedad social que suelen centrarse en una condición o perso-
Pero todavía era muy reconocible como "una familia". La mayoría de la gente si- na o grupo de personas a quienes se identifica como una amenaza a los valores y su-
gue naciendo dentro de una familia, la mayoría vive casi toda su vida dentro de ella posiciones sociales aceptados. Surgen, por lo general, en situaciones de confusión y am-
y la mayoría aún aspira a encontrarla. bigüedad, en épocas en que los límites entre comportamiento legítimo e ilegítimo
Todo esto es cierto, y muy importante para valorar nuestra cultura material y parecen requerir una nueva definición o clasificación. El pánico moral clásico en el pa-
sexual. Al mismo tiempo es igualmente importante reconocer una diversidad cada vez sado ha producido con frecuencia resultados drásticos, en la forma de caza de brujas
mayor de formas domésticas, que perfora la solidez aparente de la familia conven- moral, agresión física y acciones legislativas. Desde la Segunda Guerra Mundial ha ha-
cional. Dentro de los amplios límites del término "familia", hay muchas diferencias bido una serie aparentemente interminable de reacciones de este tipo que en gran par-
internas que surgen de distintas creencias y prácticas de clase, religiosas, raciales, ét- te se enfocaron en asuntos morales y sexuales: enfermedades venéreas, prostitución, ho-
nicas y políticas. Junto a estas formas diferentes hay diversos esquemas no tradicio- mosexualidad, abuso sexual infantil y pedofilia, sexo entre adolescentes, pornografía,
nales: la soltería perpetua, la cohabitación no marital, la falta voluntaria de hijos, la "videos repulsivos" y otros. Un rasgo significativo de todos ellos ha sido el vínculo que
"familia adquirida" basada en un nuevo matrimonio y la convivencia de niños de ma- se ha establecido entre sexo y enfermedad, entendiéndose por ésta una metáfora de la
dres o padres distintos, padres o madres solteros (dentro de lo cual incluimos tanto las mugre, el desorden y la decadencia. No deben sorprendernos, pues, las oleadas de pá-
familias con sólo padre o madre, originada por divorcio o muerte, como la creada vo- nico que han surgido recientemente por las connotaciones sociales y morales del her-
luntariamente, ya sea a través del coito heterosexual convencional o bien por insemi- pes genital, el cáncer cervical y, en fecha más reciente y de modo más radical, el sida
nación artificial), los llamados "matrimonios abiertos", hogares con muchos adultos, (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). El impacto del sida ejemplifica todos los
parejas lesbianas y gays, y probablemente muchas más.9 signos característicos del pánico clásico. Más importante para nuestro análisis es que
revela también la presencia de ansiedades más amplias acerca del lugar actual que ocu-
pa la sexualidad en nuestra sociedad. Por esta razón, la crisis resultante exige más que
una mirada. Ilumina rincones oscuros de nuestra cultura sexual, condensando muchas
8 Robert Chester, "The Rise of the Neo-Conventional Family", New Society, 9 de mayo de 1985.
Véanse, por ejemplo, Eleanor D. Macldin, "Non-traditional Family Forms: a Decade of Research", Journal
tensiones sociales en un blanco simbólico reconocible.1°
9
of Marriage and the Family, 1980, no. 42, pp. 905-922, y los ensayos en R.N. Rapaport et al, Families in Britain,
Londres, Routledge & Kegan Paul, 1982. 1 ° Para un análisis completo, véase Dennis Altman, AIDS and the Mind of America, Nueva York, Doubleday,
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Uno de los rasgos más notables de la crisis del sida es que, al contrario de la ma- se extiende por todo el mundo."11 Pronto aparecieron manifestaciones de lo que Su-
yoría de las enfermedades, desde el principio se culpó a sus víctimas principales de san Sontag ha llamado "prácticas de descontaminación" 12 contra mujeres que no eran
causar la enfermedad, debido a sus actitudes sociales o a sus prácticas sexuales. Y, da- vulnerables a ella, así como contra hombres que sí lo eran: los restaurantes se rehusa-
do que la mayoría de la gente que sufría esta enfermedad en los países occidentales ban a servir a clientes gay, despidieron a los meseros gay, los dentistas se negaban a
eran homosexuales masculinos, esto dice algo acerca de las actitudes y sentimientos examinar los dientes de los homosexuales, los recolectores de basura usaban másca-
actuales ante las sexualidades no ortodoxas. Desde la primera identificación de la ras cuando recogían los desechos de sospechadas víctimas, los carceleros se negaban
enfermedad en Estados Unidos en 1981-1982, se hablaba del sida como si fuese una a mover a los prisioneros, el personal tras bambalinas en los teatros se rehusaba a tra-
aflicción específicamente homosexual, y el término "peste gay" se convirtió en su des- bajar con actores gay, patólogos distinguidos se negaban a examinar el cuerpo de pa-
cripción común en las zonas más escabrosas de los medios de difusión. De hecho, desde cientes de sida y los enterradores se rehusaban a sepultarlos.
el principio estaba claro que otros grupos de personas eran propensos a la enfer- Las pruebas científicas hacia mediados de 1985 eran claras: el sida se transmitía
medad: haitianos (en Estados Unidos), adictos a drogas intravenosas y hemofílicos, por un virus, que en sí no era excepcionalmente infeccioso. El contagio sólo era po-
debido a su dependencia de la sangre de otros. Pronto se supo también que en grandes sible a través del contacto sexual íntimo o el intercambio de sangre. No era una en-
regiones de África central, donde la enfermedad puede haberse originado, y donde fermedad específicamente homosexual y, de hecho, la mayoría de la gente en el
parecía ser endémica, la población heterosexual era la más afectada y, por lo tanto, mundo que padecía la enfermedad era heterosexual. Además, su difusión podría im-
claramente podía transmitirse a través del coito heterosexual. Sin embargo, la apa- pedirse con toda probabilidad introduciendo cambios relativamente pequeños en el
rente conexión entre actividad sexual no ortodoxa y la enfermedad fue una de las estilo de vida, y sobre todo evitando algunas prácticas sexuales (como el coito anal sin
principales causas que provocaron pánico en el Occidente industrializado. protección).
Cuando surge una oleada de pánico moral se produce una estereotipificación ca- Todo esto sugería que lo que se necesitaba era una campaña de educación pú-
racterística de los actores principales como tipos específicos de monstruos, que lleva a blica que apaciguara los temores y promoviera una conciencia de cuáles eran las acti-
un nivel ascendente de temor y a la percepción de una amenaza cada vez mayor, a asu- vidades sexuales más seguras. En lugares como California, Nueva York, Holanda y
mir posiciones de pánico y absolutistas y a una búsqueda de soluciones sims, por otros países con regímenes sexuales tradicionalmente liberales, eso fue lo que sucedió.
lo general imaginarias, para el problema que se ha exagerado. En el caso del sida hay En otras partes, la respuesta de los gobiernos fue muda, y ferviente la participación
una enfermedad genuinamente aterradora, que ha devastado la vida de mucha gente, de los conservadores morales. En algunas partes de Estados Unidos y Australia llegó
para la cual no hay cura, y que al principio parecía irrefrenable en su ritmo de difu- a solicitarse la segregación y reclusión de los identificados como enfermos de sida o
sión. Hacia mediados de 1985, se había convertido en la principal causa única de portadores potenciales, lo cual recuerda la solución que se dio al problema de la sífi-
muerte de hombres adultos en la ciudad de Nueva York y estaba muy extendida en lis en Inglaterra durante la década de 1860: el examen y tratamiento obligatorios de
otras partes. La ansiedad era legítima. Sin embargo, la forma que tomó esa ansiedad prostitutas de quienes se sospechara estuvieran enfermas, conforme a lo establecido
fue una búsqueda del chivo expiatorio, y los hombres gay parecían especialmente vul- en las notables Leyes de Enfermedades Contagiosas. En Inglaterra, un comentarista
nerables. Se culpó de manera importante en la difusión de la enfermedad a algunas de la nueva derecha, respondiendo a denuncias del pánico moral en torno al sida, su-
prácticas sexuales (por ejemplo, el acto sexual anal) y hábitos sociales (múltiples pa- girió que lo que se requería era "un poco más de pánico moral", contra quienes decían
rejas), por lo general (aunque equivocadamente) asociados con homosexuales hom- que la homosexualidad era tan normal como la heterosexualidad y hacían proseli-
bres, y fue fácil culpar a la gente con sida. De aquí se dio fácilmente un deslizamiento: tismo en favor de ella.13
de la idea de que los homosexuales causaron "la peste" (sin ninguna prueba de apoyo) a ¿Qué nos dice esta respuesta sobre las actitudes contemporáneas? Susan Sontag
la idea de que la homosexualidad en sí era una peste o plaga. Un delegado en la con- ha descrito el uso de la enfermedad como una metáfora, en la que el mal recibe un es-
ferencia del Partido Laborista en Inglaterra en 1985, que se oponía a una moción en tigma específico cuando está ligado a grupos o actividades que suelen ser desaproba-
favor de los derechos de gays y lesbianas, resumió incoherentemente esta confusión de dos.14 Los primeros en ser identificados como vulnerables al sida en Estados Unidos
opiniones: "Éste es un mal y una enfermedad en nuestra sociedad y, debido a ese acto —sobre todo haitianos y homosexuales hombres— estaban todavía en los márgenes
específico —ese acto antinatural—, tenemos esta difundida enfermedad del sida que
11 Cit. en Daily 7elegraph (Londres), 5 de octubre de 1985.
12 Susan Sontag, l'unes: as Metaphor, Harmondsworth, Penguin, 1983.
1986, publicado en Inglaterra como A!DS and the New Puritana, Londres, Pluto, 1986. Véanse también mis comen- 13 Digby Anderson, "No Moral Panic —That's the Problem", The Times (Londres), 18 de junio de 1985.
tarios en Sexuality and its Discontents, pp. 44-53. 14 Susan Sontag, op. cit.
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102 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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de la aceptabilidad, debido a la ideología oculta de racismo o por la continua hosti- mos a adoptar un conjunto de valores relajado o hasta radical, y a apoyar una posi-
lidad social contra la homosexualidad. Ambos grupos exageran los cambios que se ción libertaria. Entre estas dos posturas extremas encontraremos una tercera: tal vez
han dado en la que para muchos fue alguna vez una sociedad social y moralmente in- no tenga la certeza de que el sexo en sí es bueno o malo; sin embargo, está convencida
tegrada. La homosexualidad, en especial, como una de "las perversiones" que que- de los males tanto del autoritarismo moral como del exceso. Llamaré a ésta la posición
brantaron las expectativas del comportamiento ortodoxo, para muchos representaba liberal o liberal pluralista. Estos tres enfoques —o estrategias de reglamentación—
una amenaza a la integración tradicional de sexo, domesticidad, orden social y dis- han estado presentes en nuestra cultura durante mucho tiempo. En gran medida
tribución económica, consagrados en el matrimonio y la familia. Así, fácilmente se siguen brindando el marco —ya sea consciente o subliminal— para las discusiones
convierte en un blanco para quienes se alarman por el cambio y le temen. actuales sobre sexo y política.
Más allá de esto, hay un conjunto de creencias escurridizas, pero igualmente po- Históricamente somos herederos de la tradición absolutista. Ésta se ha basado en
derosas: las que vinculan los pecados con las enfermedades en nuestra imaginación y una creencia fundamental en que los poderes destructores del sexo sólo pueden con-
nuestros temores. Las sanciones de enfermedades todavía enmarcan y organizan en trolarse mediante una moralidad definida, intrincadamente inmersa en un conjunto
gran medida nuestras creencias sexuales más profundas (a fin de cuentas, "enfermo" es específico de instituciones sociales: matrimonio, heterosexualidad, vida familiar y
uno de los insultos preferidos). Así, resulta fácil que algunas enfermedades relaciona- (por lo menos en la tradición judeocristiana) monogamia. Esta moralidad absolutista
das con el sexo, si bien muy tangencialmente en algunos casos, como el herpes, el está profundamente arraigada en el Occidente cristiano, pero aunque sus bases hayan
cáncer cervical o el sida, aparezcan como castigos, como la retribución divina o el cas- surgido en la religión, hoy es un fenómeno político y cultural mucho más amplio al
tigo de la naturaleza por cometer delitos sexuales. La misma palabra "peste", según el que se adhieren tanto el ateo como el cristiano (u otro religioso) dispuestos a adorar
Oxford English Dictionary, sugiere este significado. "Pobres homosexuales —dijo Pa- los valores morales fuertes. El absolutismo moral ha tenido una profunda influencia
trick J. Buchanan, consejero de los presidentes Nixon y Reagan—, han declarado la en nuestra cultura general, sobre todo en las formas de reglamentación legal, muchas
guerra contra la naturaleza, y ahora la naturaleza se está cobrando una retribución es- de las cuales aún sobreviven. El conjunto más importante de cambios legales en Gran
pantosa". John Junor, editor del Sunday Express (de Londres) lo vio uniawo menos Bretaña en los últimos decenios del siglo XIX y principios del xx (sobre obscenidad,
metafísicamente, aunque con un tono no menos moralista: "Si el sida no es un acto prostitución, edad de consentimiento, homosexualidad, incesto) fueron impulsados
de Dios con consecuencias tan temibles como el fuego y el azufre, entonces, ¿qué dia- por movimientos absolutistas de moralidad social, fomentados en muchos casos por
blos es?"15 un fervor religioso, y con frecuencia en alianza con un feminismo moral. Aunque
Ha habido una secularización, una liberalización, un cambio en el esquema de moderadas por una imposición selectiva y ajustes pragmáticos (por ejemplo en la
las relaciones, aunque con efectos desiguales. Sin embargo, todos han dejado un pro- prostitución, en la que coexistían la censura moralista y la aceptación tácita), estas le-
fundo residuo de ansiedad y culpa, de temor y aversión, que fácilmente pueden lle- yes siguieron definiendo las ofensas sexuales hasta los años sesenta y, en -algunos ca-
var a un renacimiento del absolutismo moral o bien a más cambios. sos, después.
Al igual que el enfoque absolutista, la tradición libertaria incluye varias líneas de
creencias. Hay un elemento importante que tiene una afinidad sorprendente con el
REGLAMENTAR LA SEXUALIDAD
absolutismo moral en sus suposiciones fundamentales de lo que es el sexo. Una im-
portante tradición literaria, desde el Marqués de Sade hasta los "decadentes" de fines
La crisis de los significados sexuales ha acentuado el problema de cómo reglamentar del siglo XIX y autores más o menos contemporáneos como Georges Bataille y Jean
y controlar la sexualidad. Lo que pensamos que es o debería ser el sexo estructura Genet, celebran el sexo como peligro y transgresión. Al igual que los absolutistas cristia-
nuestras respuestas ante él. Así, es difícil separar los significados específicos que da- nos, parecen ver la sexualidad como una amenaza al individuo, a la sociedad e incluso
mos al sexo de las formas de control que apoyamos. Si consideramos que el sexo es al universo. Pero, a diferencia de los absolutistas, consideran que así debe ser.16 El
peligroso, destructor y fundamentalmente antisocial, entonces es probable que asu- sexo transgresor es una manera de romper con la tiranía del orden existente. Aquí se
mamos posiciones políticas y morales que propongan una reglamentación estricta y unen con la otra línea libertaria, que también considera que la liberación sexual es una
(o tal vez la) llave para la libertad social, una energía irruptora que puede ayudar a
autoritaria. Llamo a esto la posición absolutista. Si, por otra parte, creemos que los
poderes del deseo son básicamente benignos, intensifican la vida y liberari, tendere-

16 Este enfoque "gnóstico" se analiza en Murray S. Davis, Smut: Erotic Reality/Obscene Ideology, Chicago y Lon-

dres, University of Chicago Press, 1983.


15 New York Post, 24 de mayo de 1983; Sunday Express, 24 de febrero de 1985.
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104 Sexualidad Sexualidad y política 105
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romper con el orden existente. La diferencia es que estos libertarios consideran que tar el ámbito público y, en especial, mantener la decencia pública. Sin embargo, ha-
el sexo es fundamentalmente bueno y sano', una fuerza bloqueada sólo por el poder bía límites en su obligación de controlar el ámbito privado, el campo tradicional de
de la "civilización" o el capitalismo. Suele haber aquí una afinidad estrecha con una moralidad personal. Las iglesias pueden esforzarse por decir a la gente lo que debe ha-
fuerte tradición socialista que se extiende desde pioneros como Charles Fourier y Ed- cer en su vida privada. No era tarea del Estado intentar hacer lo mismo. Por lo tanto,
ward Carpenter hasta Wilhelm Reich en la década de 1930 y Herbert Marcuse en las el Estado no participaba de ninguna manera en la imposición de normas privadas. En
de 1950 y 1960. Tal posición política libertaria tuvo enorme influencia en el desa- tal enfoque había una aceptación tácita de que la sociedad ya no estaba gobernada
rrollo de la política sexual de fines de la década de 1960. El problema con las tradi- —si es que alguna vez lo estuvo— por un consenso moral, y que en la práctica había
ciones absolutista y libertaria es que ambas dan por hecho visiones fundamental- una pluralidad de distintos conceptos morales. Por lo tanto, la ley debería limitar su
mente esencialistas de lo que es el sexo. La sexualidad en sí aparece no sólo como una función a mantener las normas comunes de decencia pública.
energía poderosa que está fuera de la sociedad y se opone a ella, sino también, por lo La "estrategia Wolfenden" proporcionó el marco teórico para la serie de reformas
mismo, como una fuerza natural que parece encarnar su propia moralidad. Los valo- relativas a la sexualidad que se aprobaron en Gran Bretaña en la década de 1960:
res y las suposiciones teóricas acerca de la naturaleza del sexo están íntimamente reformas a las leyes sobre obscenidad, homosexualidad, aborto, censura del teatro y
relacionados. En este sentido, la posición libertaria y la absolutista son la imagen en divorcio." Su punto de partida era la idea de que los enfoques absolutistas eran ina-
espejo una de otra: ambas están comprometidas con una visión de la sexualidad que decuados para reglamentar la sexualidad, porque no había una moralidad común que
trasciende los límites de la historia como tal. los sostuviera. Es notable que la mayoría de las iglesias cristianas, en especial las rela-
Sin embargo, en la práctica, la reglamentación de la sexualidad para la genera- cionadas estrechamente con el orden establecido, como la iglesia anglicana, apoyaran
ción anterior estuvo dominada por formas variables de la tradición liberal. Digo esta suposición: tal vez no aprobaban la homosexualidad, el aborto o el divorcio, pero
"formas variables" porque hay considerables matices de interpretación en diferentes claramente consideraban que ya no podían esperar que la ley mantuviera en sí esta
culturas que dan mayor importancia a distintos elementos, lo cual se ve sobre todo posición moral.
entre Estados Unidos y Europa. En Estados Unidos la idea organizativa ceroWs la Había más que un simple agnosticismo moral en este enfoque racionalizado. Ha-
de los "derechos": es significativo, por ejemplo, que en las discusiones sobre e_ aborto, bía también un sentimiento implícito de que la ley en sí ya no era un medio apropia-
cada una de las partes use el lenguaje de derechos fundamentales, los derechos del no- do o eficaz, si alguna vez lo fue, para tratar de controlar la conducta sexual privada. En
nato contra los derechos de la madre para controlar su propio cuerpo. Como se ve, ha- muchos de los debates de esa época en torno a la sexualidad había una búsqueda de
blar de derechos no acaba con la discusión. Sigue quedando el problema de cuáles son otros métodos de reglamentación, que se centraban en limitar el daño más que en eli-
los derechos más importantes en cada situación específica; la preferencia de los dere- minar el pecado. Havelock Ellis ya había enunciado el enfoque típico en los años trein-
chos de una de las partes con frecuencia puede ser claramente una cuestión política ta: "La pregunta no es ya: ¿es anormal el acto? Es ahora: ¿es perjudicial el acto?"19
más que una cuestión moral a priori. En el caso del aborto están en juego valores con- El informe Wolfenden analizaba si la homosexualidad y la prostitución podrían
trarios. El resultado es una batalla entre absolutos contrarios, en que cada una de las considerarse como enfermedades, y tratarse mejor con la medicina que con la legis-
partes sólo depende de su propia pasión y capacidad para movilizar el apoyo. lación. Concluía que no eran enfermedades, pero de todas maneras recomendaba
En Inglaterra, la idea de los derechos civiles fundamentales no está consagrada ni nuevas investigaciones acerca de sus "etiologías" (orígenes y desarrollo), y una de las
en una constitución escrita, ni en una declaración de derechos, ni en una legislación suposiciones de los reformadores posteriores era que la medicina o los organismos de
claramente definida. No obstante, la tradición liberal está profundamente arraigada asistencia social estaban mejor preparados que las autoridades legales para reglamen-
y, en relación con la sexualidad, ha estado articulada de manera clara y tenido gran tar bien la sexualidad: en la reforma de ley de 1967 sobre el aborto se asignó a los mé-
influencia; la instancia más conocida es el informe del Comité Wolfenden sobre pros- dicos la responsabilidad principal para decidir si se debería permitir o no que una
titución y homosexualidad masculina, publicado en 1957.17 El punto de confluen- mujer terminara su embarazo, y no a las mujeres mismas.
cia con la tradición estadounidense es el acento que ambos enfoques ponen en lograr Así, las reformas se ajustaban a una estrategia liberal que limitaba la interferen-
un equilibrio apropiado entre los ámbitos público y privado. El informe Wolfenden cia directa en la vida privada. Pero no necesariamente abandonaban la idea de control
aclaró la distinción de manera clásica. Proponía que el deber de la ley era reglamen- —la ley en realidad se hizo más estricta en relación con las muestras públicas de pros-

3 Al respecto, véase Jeffrey Weeks, Sex, Politics and Sociely, cap. 13.
Home Office, Scottish Home Department, Report of the Committee on Homosexual Offences and Prostitution,
17 19Ellis, The Psychology of Sex, Londres, William Heinemann, 1946 (la. ed. 1933), p. 183. [Véase n. 2 del
Cmnd 247, Londres, Her Majesty's Stationery Office, 1957. cap. 3 para la referencia de la versión en castellano.]
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106 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Sexualidad y política 107

titución y homosexualidad— ni tampoco la de consagrar nuevos derechos. No había limitada o titubeante del pluralismo sexual. Además, el enfoque en sí tenía graves de-
posibilidad de solicitar un aborto, ni existía el derecho legalmente consagrado al di- bilidades al enfrentarse a la complejidad cada vez mayor de cuestiones relacionadas con
vorcio por mutuo consentimiento, y la homosexualidad masculina no estaba total- el sexo que cambiaban rápidamente. La respuesta confusa al informe del comité sobre
mente legalizada: ciertos tipos de conducta homosexual por consentimiento entre obscenidad y censura del cine, presidido por Bernard Williams a fines de los años se-
adultos (mayores de 21 años), en privado, ya no eran un delito, pero tampoco estaban tenta, ejemplifica este problema. Al tratar de delinear una respuesta a un material sexual-
legitimadas, y esto es representativo de otros casos semejantes. Así como el enfoque mente explícito, que estuviera de acuerdo con las normas generalmente aceptadas, no
liberal era agnóstico respecto de la efectividad de la ley en una sociedad compleja, sólo ofendió a la derecha, sino que no logró conseguir el apoyo entusiasta de liberales
también era agnóstico respecto de los méritos de las actividades hacia las cuales diri- y feministas.22 Las dificultades de la estrategia Wolfenden quedan aun mejor ejem-
gía su atención. plificadas con la reacción ante las nuevas tecnologías reproductivas a principios de la
Las reformas de la década de 1960 fueron muy importantes, y desde luego esta- década de 1980: los problemas planteados en especial por la inseminación artificial por
blecieron las condiciones para muchos de los cambios de los años setenta. Algunos de donante (IAD), la fertilización in vitro (Frv) y la contratación de madres subrogadas, y
los resultados fueron espectaculares. Entre 1968 y 1980 se realizó más de un millón la investigación embriológica. Al tratar de manejar estos asuntos, el informe del Co-
de abortos legales. La tasa de divorcio se triplicó para la gente menor de 25 años en- mité Warnock sobre fertilización y embriología humanas señaló que había dos nive-
tre 1970 y 1979, y se duplicó para los mayores de 25 años. Se abrieron nuevas posi- les en el debate.23 El primero era el problema de si podría haber un acuerdo general
bilidades para hablar sobre el sexo, en libros y en el teatro, y para desarrollar nuevos sobre lo correcto o incorrecto de una acción en sí misma (por ejemplo, la subrogación
estilos de vida. Pero los cambios no se dieron en una sola dirección. Al mismo tiempo o la IAD). El segundo era el problema más difícil de que, aun cuando hubiese unani-
que la homosexualidad masculina dejó de ser un delito, lo que yl? pprimera vez hi- midad acerca de una actividad específica, ¿sería justificado intervenir para imponer una
zo posible un modo de vida homosexual que pudiera afirmarse úblicamente, entre visión moral? Por ejemplo, en lo que se refiere a la investigación que utiliza embrio-
1967 y 1976 se duplicaron los incidentes registrados de indecencia entre hombres, la nes humanos, no podían funcionar las distinciones liberales clásicas entre placer pri-
cantidad de juicios se triplicó y la de condenas se cuadruplicó. Se hicieron varios in- vado y política pública. El deseo de obtener resultados positivos de la investigación em-
tentos de limitar los abortos. La legislación de divorcio llevó a realizar esfuerzos de- briológica podría ser una' meta privada (impulsada, por ejemplo, por el objetivo de
nodados por llegar a acuerdos respecto del cuidado de los hijos y las consecuencias encontrar una pista para algunas enfermedades genéticamente transmitidas), pero era
financieras. Esto ilustra lo que Stuart Hall ha llamado "la doble taxonomía" de la probable que se financiara públicamente y, por lo tanto, que estuviese sujeta a deci-
libertad y el control que subyacían en las reformas, y escasamente justificaba las pre- siones políticas. Al mismo tiempo, planteaba cuestiones éticas abrumadoramente
dicciones de Mary Whitehouse de que las reformas habían producido "un desarme difíciles acerca de la naturaleza de la vida y las obligaciones de la ciencia.
moral progresivo de la nación por ley",20 y que lo peor aún estaba por venir. En un caso como éste, proporcionar un marco formal para separar la ley de la
No obstante, las reformas en sí se convirtieron en símbolo de todos los otros cam- moralidad privada no podía ser, en sí, un método satisfactorio para tratar cuestiones
bios que estaban ocurriendo, y en el asidero para quienes querían detener la ola de li- difíciles de elección o conflictos de valores. No es sorprendente que las preguntas so-
beralismo y tolerancia. En Estados Unidos, donde por tradición las reformas se habían bre cómo controlar la investigación embriológica y sobre los méritos de la subroga-
logrado a través de juicios más que por cambios en la ley, la decisión clave de la Su- ción comercial se convirtieran de inmediato en controversias políticas que iban más
prema Corte en 1973 de permitir el aborto dio lugar a lo que se ha descrito como una allá de las divisiones convencionales de partido y trascendían las alianzas liberales tra-
"guerra civil moral" entre las fuerzas contendientes.21 En Inglaterra, las reformas de la dicionales. Esto ilustra, una vez más, que la política, la moralidad y la sexualidad no
década de 1960 provocaron intentos vigorosos de aprobar enmiendas restrictivas y, lo habitan en distintos ámbitos de la vida social. Están íntima e inextricablemente vincu-
que fue aun más grave, definieron el blanco para los contraataques conservadores. ladas en el clima político y social en que vivimos.
Una de las dificultades de la estrategia liberal para enfrentar estos desafíos era que,
aunque desde luego molestaba a los moralistas conservadores, su enfoque, en general,
no consiguió el apoyo enérgico de las fuerzas radicales, en gran parte debido a su defensa

20 Stuart Hall, "Reformism and the Legislation of Consent" en National Deviancy Conference (comp.), Per- 22 Home Office, Report of the Committee on Obscenisy and Filrñ Censorship, Cmnd 7772, Londres, Her Ma-
missiveness and Control. The Fate of the Sixties Legislation, Londres, Macmillan, 1980; Tracey y Morrison, Whitehou- jesty's Stationery Office, 1979.
se, p. 67. 23 Mary Warnock, A Question olLife. The Warnock Report on Human Fertilisation and Embryology, Oxford, Ba-
21 Malcolm Potes, "America's Battle over Abortion", New Society, 7 de febrero de 1985. sil Blackwell, 1985.
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108 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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LA POLÍTICA DE LA SEXUALIDAD sideraba el colapso moral y social representado por el feminismo y las políticas de gays
y lesbianas. Junto a asuntos fuertemente emotivos, como la decadencia nacional, el
Durante los últimos veinte años, con los cambios significativos en la configuración conflicto racial, la asistencia social burocrática y el cambio económico, la defensa de
cultural y social de los países industrializados, se han intensificado mucho las posibi- "la familia" y la idea de los valores sexuales y morales tradicionales codificados bajo
lidades de movilización política en torno a asuntos sexuales. El crecimiento económico ese rótulo, se convirtieron en un fuerte punto de unión para quienes estaban moles-
rápido seguido por el desplome, la disolución de los límites de clase anteriores y la re- tos por el cambio y temerosos del futuro. La nueva derecha, al buscar asuntos que a
construcción de límites nuevos, el surgimiento y la decadencia parcial de la asisten- la gente le importaran, encontró que los problemas sociales cumplían los requisitos.24
cia social, cambios importantes en la relación entre los sexos, dentro de la familia y La pregunta es: ¿por qué a la gente le importan tanto estos asuntos? La respuesta pa-
las comunidades locales —en suma, la geografía social variable de los países occiden- rece estar, por lo menos en parte, en la importancia capital que otorgamos al hecho
tales—, han producido nuevas tensiones y antagonismos sociales, formas de domina- de mantener los límites impidiendo las amenazas a la posición social y a la identidad
ción y resistencia, que han sacudido las formas y métodos políticos tradicionales. Los sexual. La nueva política sexual desde los años sesenta ha desestabilizado profunda-
nuevos antagonismos y los movimientos sociales que se han derivado de ellos no han mente los límites existentes, dado que cuestiona el carácter fijo de los atributos mascu-
desplazado a los viejos, de clase, raza, etnicidad o género; de muchas maneras, las lu- linos y femeninos, la división entre adultos y niños, la relación entre procreación y
chas en torno a estos asuntos tomaron un nuevo impulso durante, generación ante- sexo, entre los genitales y el placer sexual, y muchos otros asuntos. Ha puesto en un
rior, y han estado íntimamente vinculadas entre sí. El movimi to negro en Estados crisol muchas creencias que se habían dado por hecho, y provocado confusión en el
Unidos en los años sesenta no sólo fue muy importante para afirmar las demandas de universo mental de mucha gente, sobre todo de aquellos que ya se sentían amenaza-
justicia de los racialmente oprimidos; también constituyó un estímulo organizativo dos por otros cambios. En tal situación, algunos reaccionan con violencia y con exi-
para que renaciera el movimiento de las mujeres, mientras que, a la vez, cuestionaba gencias de segregación moral, retribución y el restablecimiento de las viejas disciplinas
los distintos esquemas familiares y la organización racista de las sexualidades. Sin em- (en gran parte míticas).
bargo, junto a estas formas de resistencia más tradicionalmente reconocibles han sur- Lo paradójico de la política sexual durante la década de 1980 es que, si bien en
gido otras nuevas, por la paz, el medio ambiente y, lo que para este estudio resulta general los movimientos sociales radicales inclinados a la izquierda eran los que plan-
más relevante, en torno a preferencias y elecciones sexuales. teaban nuevas preguntas acerca de la sexualidad, fue la derecha la que supo capitali-
El feminismo y los movimientos de gays y lesbianas en todos los países más im- zar las energías y tendencias nuevas para integrar una fuerza política efectiva. Esto se
portantes de Occidente —pero sobre todo en Estados Unidos— han transformado vio especialmente en Estados Unidos, donde la "mayoría moral" se convirtió en un
los debates tradicionales acerca del sexo al afirmar una nueva exigencia de autodefi- agregado importante de las nuevas alianzas de conservadores que llevaron al poder al
nición y autodeterminación en todos los asuntos relativos al cuerpo y sus placeres. De presidente Reagan. El valor de los "problemas sociales" estaba en que proporcionaban
hecho, estos nuevos movimientos sociales sexuales han creado otro ámbito público un marco ideológico para construir y organizar eficazmente una base de masas poten-
de interacción personal, debate, publicaciones y confluencia intelectual, creando en el cialmente poderosa para la política conservadora y articular la ansiedad social al cen-
proceso lo que ha llegado a ser una "sexología popular" que ha desafiado las certezas trarse en un enemigo simbólico, en el cual el liberalismo sexual, la "tolerancia" o la
de la tradición sexual. Los movimientos radicales que tienen que ver con la sexuali- "anarquía sexual" (las expresiones variaban) se convirtieron en la explicación de los
dad de ninguna manera están unificados ni son coherentes, ni en sus medios ni en males sociales. En Estados Unidos esta nueva política moral logró un apoyo poten-
sus fines. Sin embargo, han introducido un nuevo elemento en la política contem- cialmente amplio: del renaciente fundamentalismo religioso entre católicos, protes-
poránea al construir nuevas "comunidades de intereses", nuevas agrupaciones y un tantes reconvertidos, mormones y judíos militantes, el apoyo de pequeños poblados
nuevo programa moral. El resultado ha sido una expansión importante en el signifi- disgustados, mujeres molestas por la amenaza del feminismo y muchos otros. Fue ca-
cado del término "política", para incluir no sólo nuevos movimientos sino también paz de desplegar su apoyo con eficacia debido a una situación política nueva y más
una nueva gama de preocupaciones por asuntos que hasta entonces habían parecido fluida, asociada con la decadencia de la vieja maquinaria de los partidos y el mayor
microscópicamente personales respecto de la salud, el cuerpo, los valores, las elec- poder de las campañas con una sola causa. Cada vez más parecía que la política ins-
ciones y los placeres. trumental en Estados Unidos quedaría desplazada por asuntos simbólicos.25 Esto no
Esta nueva política de la sexualidad ha creado nuevos espacios. Sin embargo,
también abrió nuevas fisuras y ha generado nuevas hostilidades. No cabe duda de que 24 Véase "The New Right: A Special Report", Conservative Digest, junio de 1979.
uno de los factores que llevaron al surgimiento de la "nueva derecha" en Estados Uni- 25 Consúlteseel análisis en Jerry G. Pankhurst y Sharon K. Houseknecht, "The Family, Politics and Religion
dos, con su propio programa moral, fue la profunda hostilidad contra lo que se con- in the 1980s", Journal of Family Issues, 1983, no. 4, pp. 5-34.
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110 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Sexualidad y política 111

sucedía tanto en otros países industrializados importantes, donde parecían más arrai- temporánea. Se ha observado una división potencial entre una "política del sexismo"
gados los límites políticos tradicionales y las divisiones sociales en torno a la clase. y una "política del deseo".27 La primera, dominio de la "política sexual" clásica, se ha
Pero incluso en Gran Bretaña, la defensa de la familia resultó ser un elemento impor- preocupado sobre todo por la realidad de la subordinación económica, social y sexual
tante, aunque secundario, del llamado de Margaret Thatcher y los Conservadores en de la mujer. Durante la década de 1970 se acentuó cada vez más el poder de los có-
las elecciones generales de 1979 y 1983, mientras que la restauración de la discipli- digos sexuales existentes dominados por el hombre —sobre todo la "heterosexualidad
na social y de la ley y el orden se convirtieron en motivo central de su campaña pa- obligatoria"— para perpetuar la opresión femenina. Este acento ofrecía un antídoto
ra la reelección durante un tercer periodo. Los asuntos morales pueden movilizar a valioso a la política que ignoraba la sexualidad o la consideraba secundaria respecto de
la gente. otros asuntos. Llevó a una nueva concentración en cuestiones genuinamente importan-
El éxito de esta política sexual conservadora ha sido variable. Hay muchas pruebas tes, como la violencia sexual, la violación, la explotación sexual infantil, la pornografía
de que no ha modificado fundamentalmente la opinión pública en ninguna parte de y la naturaleza política del lesbianismo. Pero también llevó a un nuevo acento en las
Occidente, que en asuntos como el aborto sigue siendo aparentemente liberal. Inclu- diferencias entre las sexualidades masculina y femenina, y en las mujeres como vícti-
so en lo que se refiere a la homosexualidad, la opinión pública es considerablemente mas del poder y el deseo masculinos. Alice Echols ha comentado: "A medida que el
más tolerante de lo que era en aquella época de liberalidad, los años sesenta. No obs- feminismo reciente se ha convertido en sinónimo de la reclamación de un supuesto
tante, ha tenido efectos significativos en términos políticos debido a su influencia en principio femenino y su determinación, ha llegado a reflejar y reproducir las suposi-
los círculos gubernamentales, y en Estados Unidos ha logrado modificar la perspecti- ciones dominantes sobre las mujeres."28
va de la política pública sobre el aborto, la educación sexual y la pornografía, así co- Es decir, que está en complicidad con las ideas convencionales sobre la agresión
mo el tono general del debate. El nombramiento de jueces conservadores a las cortes masculina y la pasividad femenina. En oposición a esto ha surgido entre las feminis-
superiores por el gobierno de Reagan significó que, en una cultura política en que los tas la voz de una "política del deseo". Esto no descalifica la importancia de las cues-
procesos legales son un elemento fundamental en la configuración de la política pú- tiones planteadas por los debates sobre violencia y explotación. Sin embargo, intenta
blica, el programa moral para la década de 1990 probablemente estaría determinado subrayar las posibilidades positivas de libertad sexual, cuestiones de placer tanto co-
por las actitudes de la "nueva derecha" que se remontan a la década de 1980. mo de poder, de elección tanto como de victimización.
Sin embargo, tal vez el efecto primordial de esta política moral más confiada es La polaridad entre estas dos tendencias de alguna manera es equívoca. Quienes
que ha tendido a revelar las divisiones e incoherencias de algunos movimientos socia- se concentran en las mujeres como víctimas tienen su propia visión de la satisfacción
les más claramente radicales. El debate sobre la pornografía lo ejemplifica muy bien. sexual; asimismo, quienes próponen una política del deseo están conscientes de los
Para los conservadores morales, la pornografía ha sido el símbolo más obvio de lo que puntos fuertes de las estructuras de dominación y subordinación en relación con la
ha salido mal, ya que revela gráficamente la separación entre el sexo y los valores mo- mujer. No obstante, la diferencia de acento entre estas dos tendencias planteó cues-
rales. También para las feministas ha sido un asunto fundamental, sobre todo porque tiones vitales, que estallaron a fines de los años setenta y principios de los ochenta en
representa con toda claridad la explotación sexual de las mujeres y cuestiona el núcleo divisiones fundamentales entre las feministas, cuando asumieron posiciones polari-
del poder masculino. Sin embargo, algunas feministas han ido más allá y consideran zadas sobre asuntos como sadomasoquismo, homosexualidad y pornografía.29 A su
la pornografía no sólo como la representación de la violencia, sino en realidad como vez, esto forma parte de un dilema más amplio entre liberales e izquierdistas durante
violencia contra las mujeres y, por lo tanto, como el mayor enemigo de las aspiracio- la década de 1980 acerca de cómo responder mejor a la crisis sexual. Parecía genera-
nes feministas. El resultado en Estados Unidos y otros lugares ha sido una alianza tá- lizada la idea de que en los cambios de la generación anterior había muchas cosas que
cita entre algunas feministas y los conservadores morales en los intentos legales de estaban mal o eran inadecuadas. La libertad sexual de los hombres en realidad puede
prohibir la pornografía.26 Sus puntos de partida pueden ser distintos, al igual que sus haber incrementado la subordinación sexual de las mujeres. Al mismo tiempo, había
metas. No obstante, en los, hechos esta alianza significa hacer borrosos los límites de
campañas diferentes, y muchos consideran esta jugada, claramente táctica, de algunas
feministas como un abandono fundamental de la política sexual radical. 27 Kenneth Plummer, "Sexual Diversity: A Sociological Perspective", en K. Howells (comp.), Sexual Diversi,

Éste es sólo un aspecto de un debate más amplio, impulsado en especial por el Oxford, Blackwell, 1984.
28 Alice Echols, "The New Feminism of Yin and Yang", en Ann Snitow, Christine Stansell y Sharon Thomp-
feminismo moderno, acerca del lugar que ocupa la política sexual en la política con-
son (comps.), Desire: The Politics of Sexuality, Londres, Virago, 1985, p. 62.
29 Carole Vance analiza esto en su capítulo de Vance (comp.), Pleasure and Danger. Exploring Pemale
Boston y Londres, Routledge & Kegan Paul, 1984. [Véase n, 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en caste-
26 Véase, por ejemplo, "The War against Pornography", Newsweek, 18 de marzo de 1985, pp. 58-67. llano.] Véase también Jeffrey Weeks, Sexuality and its Discontents, cap. 9.
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112 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

una conciencia cada vez mayor de que en realidad casi no había cambiado la herencia
de un pasado más autoritario: las leyes y las convenciones sociales todavía limitaban
la elección sexual en todo, desde la preferencia sexual y los derechos reproductivos
hasta la distribución libre de materiales de lectura y representación visual.
En el centro del dilema flotaba la pregunta de cómo responder mejor a la reali-
dad cada vez más amplia de la diversidad sexual. Al tratar de analizar este asunto, con
toda su delicadeza y complejidad, quedó claro para muchos que la política, los valo- 6. PLACERES PRIVADOS Y POLÍTICA PÚBLICA
res y la ética no son ámbitos separados. Están inextricablemente vinculados en la po-
11ítica moderna de la sexualidad.
Si la naturaleza humana es histórica, los individuos tienen
historias diferentes y, por lo tanto, necesidades diferentes.
Michael Ignatieff I

Podríamos hacer muchas preguntas sobre la sexualidad: sobre el derecho y la obli-


gación, la moralidad y la inmoralidad, el bien y el mal, la salud y la enfermedad, la
verdad y la falsedad. Debates sutiles, y no tan sutiles, en torno a alguna de estas di-
cotomías o a todas ellas, han dominado el discurso de Occidente sobre la sexualidad
durante más de dos mil años. Sea cual fuere la gama de respuestas que pueda obte-
nerse, todas se distinguen por su fuerte carga prescriptiva, porque intentan decir
a la gente, en general de manera coercitiva, cómo debe comportarse para lograr una
vida buena (o moral o higiénica). Sin embargo, el hilo conductor de este ensayo es
que a la idea de la sexualidad se le han cargado demasiadas suposiciones, por lo que
ha avanzado lentamente, bajo el peso de expectativas que no puede ni debería sopor-
tar. Como ha dicho acertadamente Gayle Rubin: "Los actos sexuales están cargados
con un exceso de significación."2 Deberíamos aligerar la carga.
Una de las mayores dificultades para hacerlo ha sido el papel privilegiado que se
han atribuido los expertos en sexo durante los últimos cien años para decirnos lo que
es una conducta buena o mala, apropiada o inapropiada. En su discurso presiden-
cial para el congreso de la Liga Mundial para la Reforma Sexual de 1929, Magnus
Hirschfeld declaró que "una ética sexual basada en la ciencia es el único sistema sano
de ética".3 La intención que estaba detrás de esta declaración era realmente noble.

I Michael Ignatieff, The Needs of Strangers, Londres, Chatto & Windus, 1984, p. 135.
2 Gayle Rubin, "Thinking Sex", en Carole S. Vance (comp.), Pleasure and Danger. Exploring Female Sexuality,
Boston y Londres, Routledge & Kegan Paul, 1984, p. 285. [Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en
castellano.]
3 Magnos Hirschfeld, "Presidential Address: The Development and Scope of Sexology", en Norman Haire
(comp.), Wor/d League for Sexual Refirm: Proceedings of the Third Congress, Londres, 1930, p. XIV.
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114 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. Placeres privados y política pública 115
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Hirschfeld, al igual que otras luminarias de esta primera etapa de la revolución sexo- El objeto de esta polémica no es rechazar cualquier intento de comprensión cien-
lógica, esperaba que surgiera una nueva era en la que el prejuicio, el moralismo reli- tífica del funcionamiento del cuerpo o de la mente. Más bien nos da argumentos para
gioso y los códigos sexuales autoritarios se disolvieran ante la luz de la razón que pro- desechar la afirmación de que la sexología por sí sola proporciona una guía objetiva de
vendría de la nueva ciencia del sexo. El conocimiento sexual y la política sexual la verdad de nuestros cuerpos y, por lo tanto, un código según el cual deberíamos vi-
marcharon de la mano cuando sexólogos como Hirschfeld, Havelock Ellis y Auguste vir nuestras vidas personales y sociales. La "ciencia del sexo", al igual que cualquier otra
Forel (copresidentes de la Liga Mundial en 1929) también se convirtieron en defen- ciencia, está enmarañada en una red de relaciones sociales. Por ello deberíamos tra-
sores de la reforma sexual; al mismo tiempo, los reformadores sexuales de distintos tarla con cautela y recordar los orígenes de sus afirmaciones más extravagantes, sobre
matices, desde las feministas que apoyaban el control de la natalidad hasta quienes todo cuando se trata de humanos con todas sus contradicciones.
hacían campaña por los derechos homosexuales, buscaban a los científicos como Contra la tradición sexual, que la sexología tanto se ha esforzado por sostener, en
guías para continuar sus actividades. "Por la ciencia a la justicia", proclamó Hirsch- este ensayo he intentado problematizar la idea de la sexualidad, mostrar que ha surgi-
feld como la contraseña de su Comité Científico Humanitario. Era el lema de todo do de una historia compleja, estrechamente entretejida con las relaciones de poder; que
el movimiento de reforma sexual. El problema entonces, como ahora, era que las ha realizado esfuerzos por sostener y normalizar ciertas formas de actividad erótica, y
consideraciones de esta nueva ciencia no eran directas o inequívocas; en otras pala- marginalizar otras, y que ha producido una crisis de significados como resultado de
bras, los sexólogos no estaban de acuerdo entre sí. Los activistas homosexuales sus distintos cuestionamientos. Sin embargo, aún queda una pregunta que asoma
podían buscar las teorías de Hirschfeld que decían que éstos pertenecían a un sexo cada vez más cuando contemplamos el campo de la sexualidad: ¿qué lugar debería
"tercero" o "intermedio" para justificar sus exigencias de justicia social, pero los na- ocupar el sexo en nuestras vidas individuales en el mundo contemporáneo? Ésta no
zis, que quemaron la biblioteca y el legado de Hirschfeld después de 1933, podían es en absoluto una pregunta sin importancia. En el centro está la viejísima cuestión
utilizar más o menos los mismos argumentos para descalificar por completo a los ho- de la ética, de cómo deberíamos vivir.4
mosexuales del nuevo orden moral, como anomalías biológicas, y encontrar cientí- La crítica al esencialismo que apuntala este trabajo ha sido muy útil para sacar a
ficos que los apoyaran. Los sexólogos señalaban el hecho de que la sexualidad era un la luz algunas suposiciones que permanecen ocultas, pero que cumplen una función
continente rico y variado, pero también se prestaban para apoyar la normalización controladora, así como para abrir el campo sexual a nuevas preguntas sobre historia,
de las instituciones, intentar "curas" y buscar soluciones eugenésicas a los "proble- poder, significados, diversidad, elección y otras. En general, ha tenido menos éxito en
mas" del exceso de población y la proliferación de los "débiles mentales". Havelock lo relativo a proporcionar mapas para viajar por las carreteras y desviaciones de lo que
Ellis no era el único reformador sexual partidario de la procreación eugenésica de "lo todavía es, a pesar de los abundantes estudios al respecto, un territorio en parte inex-
mejor" (inevitablemente definido por criterios de clase y raza). Los estudios cada vez plorado. Esta carencia tiene una explicación bastante directa. La sexología ofrecía una
más abundantes sobre el amor matrimonial fomentaban la idea de que las mujeres visión del mundo distinta a la cosmología religiosa, contra la que se dirigía principal-
también eran seres sexuales que merecían satisfacción y placer. Pero estos expertos en mente su energía inicial. Afirmaba descubrir la verdad de la naturaleza en oposición a
el matrimonio también patologizaban a la mujer soltera y contribuían a mantener el las verdades del prejuicio o la tradición. Pero si el conocimiento científico también es
florecimiento de estudios sobre las insuficiencias de las mujeres "frígidas". sospechoso, ¿qué queda?
Las implicaciones políticas y morales de la "Ilustración" sexual eran, en el mejor Si rechazamos la jerarquía de valores sexuales establecida por la ciencia del sexo,
de los casos, ambiguas, y en el peor, peligrosas, ya que contribuían a una justificación ¿cómo distinguir entre lo normal y lo anormal? Si, como dijo Foucault en referencia
científica de posiciones esencialmente tradicionales o autoritarias. Hacia la década de a Sade, "el sexo no tiene ninguna norma ni regla intrínseca que pueda formularse a
1920, las organizaciones de pureza social buscaban los estudios de Ellis, Freud y otros partir de su propia naturaleza",5 ¿cómo podemos determinar el comportamiento
para apuntalar sus posiciones modificadas, pero todavía fundamentalmente norma- apropiado o inapropiado? Si ya no podemos considerar el sexo ni como intrínseca-
lizadoras. En el medio siglo transcurrido a partir de entonces, se ha utilizado la mente amenazador y malo, ni como liberador y bueno, ¿cómo podemos escapar al
ciencia del sexo para justificar una enorme variedad de posiciones morales, desde Escila del moralismo, por una parte, y, por la otra, al Caribdis de las ideas libertarias
la defensa apasionada de la revolución sexual hasta el apoyo ferviente a la ortodoxia en que todo se vale? Por último, si ya no podemos aceptar la política de los viejos "re-
sexual. Hoy en día, hasta el menos teórico de los emprendedores morales es capaz de volucionarios sexuales" debido a su esencialismo, ni creer en una "liberación sexual"
referirse a una enciclopedia de argumentos dizque científicos para sostener su posi-
ción, desde teorías hormonales para explicar la diferencia sexual y la perversidad hasta
Véase Bernard Williams, Ethics and the Limits of Philosophy, Londres, Fontana Press/Collins, 1985, p. 1.
4
"los susurros silenciosos" de la sociobiología para justificar lo inevitable de la des- 5 Michel Foucault, The History of Sexuality, L An Introduction, trad. Robert Hurley, Londres, Allen Lane,
igualdad. 1979, p. 149. [Véase n. 3 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
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trascendente debido al involucramiento inevitable del sexo en el intrincado juego de los niños y los esclavos. Foucault rechaza, por principio, la evocación de edades de
poder, ¿para qué sirve la política sexual? Los movimientos de liberación recientes — oro, y de todos modos considera que el mundo de la Antigüedad no era muy dorado.
observó Foucault en una entrevista posterior— "sufren porque no pueden encontrar Pero de manera notablemente oblicua, al examinar una época tan diferente de la
ningún principio sobre el cual basar la elaboración de la nueva ética [salvo] una ética nuestra, pone de relieve nuestras propias necesidades y aspiraciones. Sugiere que lo
fundada en el supuesto conocimiento científico de lo que es el yo, lo que es el deseo, que nos falta no es una verdad trascendente, sino maneras de tratar con una multi-
lo que es el inconsciente, entre otros".6 El problema es que ese "conocimiento cien- plicidad de verdades. Más que una moralidad basada en valores absolutos, necesita-
tífico", como sabemos, está lleno de divisiones y contradicciones acerca de lo que es mos una ética (y una política, añadiría yo) que nos permita manejar una variedad de
el yo, lo que puede ser el deseo e incluso si existe "el inconsciente". Pero si rechaza- opciones. Al presentarnos las artes de la existencia en el mundo antiguo, Foucault nos
mos estas pautas, ¿qué queda? pide que reflexionemos sobre los modos de vida que podrían ser válidos para noso-
El intento tardío del mismo Foucault de lidiar con este dilema, en los dos tomos tros en la actualidad.
de su Histoire de la sexualité publicada al final de su vida, es notablemente indirecto. ¿Cuál sería la base de una ética sexual moderna? Hay algunas pistas en la distin-
Los dos tomos, por lo menos superficialmente, son simples exégesis de antiguos tex- ción que hace Foucault entre la libertad de "actos sexuales" y la libertad de "elección
tos griegos y latinos acerca de cómo debería vivir la gente.7 Pero su mismo carácter sexual". Él dice estar contra la primera, en especial porque puede implicar el apoyo a
indirecto y su evidente falta de contacto con los problemas de hoy sirve para aclarar actividades violentas como la violación. Desde luego, también es el modo de la tra-
lo que está en juego. Él equipara el mundo de griegos y romanos al nuestro en un as- dición sexual. Pero está a favor de la segunda, como dice él, aunque sea "la libertad
pecto clave. Al igual que nosotros, los poscristianos, ellos se enfrentaban a la tarea de de manifestar o no manifestar esa elección".8 Esto significa que la naturaleza de las re-
elaborar una ética que no se basara en la religión ni en cualquier otra justificación a laciones sociales en que la elección es significativa tiene importancia fundamental. Se
priori, y menos que nada en la ciencia. Al igual que a nosotros, les inquietaban las nos impulsa a cambiar de una situación en que juzgamos la naturaleza del acto a una
cuestiones morales en torno a lo que llamamos sexualidad (el equivalente más cercano en que consideremos el contexto y el significado del acto para los participantes. Ya he
para ellos se llamaba afivdisia). De hecho, muchas de las preocupaciones han subsis- mencionado' algunas de las implicaciones de esto en el capítulo sobre la diversidad.
tido durante más de dos mil años: por el cuerpo, las relaciones de hombres y mujeres Ahora quisiera revisar las implicaciones más amplias, ya que apuntan en dirección
o de hombres y hombres. Sin embargo, a diferencia de nosotros, no intentaron co- opuesta a una moralidad absolutista, basada en una naturaleza humana fundamental,
dificar los actos de modo que el sexo en sí fuese portador de valores negativos y y hacia una ética totalmente pluralista, basada en la aceptación de distintos gustos.
ansiedades morales, ni intentaron subordinar a los individuos a reglas externas de He descrito este enfoque en otra parte como "pluralismo radical": pluralismo
conducta basadas en esos valores y ansiedades. Más bien buscaron una "estética de la porque comienza con una suposición del hecho de que existen distintos gustos, pla-
existencia", un arte de la vida en el que la moderación equilibraba el exceso y la au- ceres y relaciones; radical debido al apoyo decidido de la variedad como un adjunto
todisciplina mantenía el orden en los placeres. necesario de nuestro mundo cada vez más complejo. Rubin ha dicho que, a pesar de
Se preocupaban por los métodos de autoconocimiento, las técnicas del yo, las re- todos los cambios muy reales que han ocurrido, "esta cultura siempre trata al sexo con
glas de conducta organizadas en torno a asuntos dietéticos (la relación del individuo suspicacia. Explica y juzga cualquier práctica sexual en términos de la peor de sus ex-
con su cuerpo), la economía (la conducta de quien encabezaba el hogar) y lo erótico presiones posibles. El sexo se considera culpable hasta que demuestre su inocencia".9
(las relaciones de hombres con niños). En otras palabras, buscaban modos de vida El pluralismo moral comienza con una creencia diferente: que el sexo en sí no es
que se derivaran no de una verdad central sobre el sexo, sino del conjunto de rela- ni bueno ni malo, sino un campo de posibilidades y potencialidades que deben juz-
ciones en que estaba inmerso el individuo. El objetivo era definir los usos del placer garse por el contexto en que ocurren. De este modo, abre el camino a la aceptación
de manera que no se ignorara, pero que no constituyese una entrega a su fuerza em- de la diversidad como la norma de nuestra cultura y el medio apropiado para pensar
briagadora. sobre la sexualidad.
Desde luego, Foucault no sugiere que éste sea un modelo para nuestra propia Desde luego, esto no acaba con todas las dificultades; de hecho, en varios senti-
época. Era una ética para "hombres libres", de la que estaban excluidas las mujeres, dos las agrava. Es mucho más fácil confrontar cada área de elección difícil con un có-
digo moral que nos diga exacta e invariablemente cómo debemos vivir. En un clima
6 Id., "On the Genealogy of Ethics: an Overview of Work in Progress", en Paul Rabinow (comp.), The Fou-
cault Reader, Nueva York, Pantheon Books, 1984, p. 343.
7 Id, Histoire de la sexualité, t. II. L'Usage des plaisirs; t. III. Le souci de soi, París, Gallimard, 1984. [Véase n. 3 8 Id., "Sexual Choice, Sexual Acts", Salmagundi, otoño de 1982-invierno de 1983, nos. 58-59, p. 12.
del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.] 9 Gayle Rubín, op. cit., p. 278.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. Placeres privados y política pública 119
118 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.

cerse atractivas de ciertas maneras, y esas maneras implican someterse a las creencias de la cul-
social de rápidos cambios sociales —y morales—, y del surgimiento de nuevas posi-
tura acerca de la conducta sexual apropiada; la apariencia de las mujeres está abrumada de
bilidades sociales, identidades y estilos de vida, constituye una tentación buscar una valores culturales, y las mujeres deben formar sus identidades dentro de esos valores o, con
vez más la seguridad en normas morales absolutas, que nos fije en un mundo de certe- mucha dificultad, contra ellos."
zas en el que están determinadas las identidades personal y social. El absolutismo moral,
como ha observado Alvin Gouldner, "sirve para cortar el nudo gordiano de la indeci- Se ha sugerido que una "moralidad democrática" juzgaría los actos por la manera
como las parejas se tratan, la consideración mutua que muestran, la falta de coerción,
sión",10 haciendo desaparecer mágicamente la duda y la ansiedad y posibilitando el
avance del ejército de los justos. El enfoque pluralista radical, en fuerte contraste con y el grado de placer y necesidades que pueden satisfacer.12 Estas metas son admira-
la tradición absolutista, es tentativo, provisional y abierto. Puede considerarse que com- bles, pero su reconocimiento puede verse constantemente obstruido por la concien-
cia de las restricciones que limitan la elección libre.
parte algunos elementos de la tradición libertaria —sobre todo lo que puede designarse
como actitudes "sexuales positivas"— mientras que, al mismo tiempo, comparte con En la sociedad en que vivimos, hay limitaciones reales para el libre juego de la
la tradición liberal un reconocimiento de la necesidad de hacer distinciones minuciosas, elección. Pero cuando se plantean las cuestiones de la elección asoma otro proble-
de comprender el significado y el contexto, y de la importancia del discurso de derechos ma: ¿dónde debe terminar la elección? ¿Debería ser libre la gente, por ejemplo, para
y elecciones. Donde difiere de estas dos tradiciones es en su reconocimiento definiti- elegir actividades que pueden ser dañinas para ella misma o para otros, sea o no en
vo de la producción social de las sexualidades y su inmersión compleja en diversas re- forma deliberada? El problema aquí no es tanto el daño físico —que puede me-
laciones de poder. Por consiguiente, su objetivo es proporcionar pautas para la toma dirse—, sino el daño psíquico y moral que, por lo general, no puede medirse. ¿Una
de decisiones más que nuevos valores absolutos. Rechaza la tentación de una "mora- sociedad justa debería prohibir la pornografía debido a sus representaciones explota-
doras de la mujer? ¿Debería tolerarse el sexo sadomasoquista incluso, como dice la fa-
lidad radical", derivada de la tradición ya sea del feminismo o del socialismo, dos
mosa frase, "por consentimiento entre adultos en privado"? Daño, desde luego, es una
discursos políticos que dicen tener, cada uno, una mayor percepción moral. En su lu-
palabra difícil, para empezar. Havelock Ellis en los años treinta, en lo que se conver-
gar, subraya los méritos de la elección y las condiciones que la limitan.
tiría en la formulación liberal clásica del asunto, consideraba que era un concepto tan
La elección implica, en primer lugar, democracia. Puede parecer extraño aplicar
la palabra "democracia" al ámbito sexual, pero sin duda se necesita un nuevo con- difícil que sólo en dos casos requeriría una condena o una interferencia: si los sujetos
cepto de democracia cuando hablamos del derecho a controlar nuestros cuerpos, estaban en peligro de dañar su salud y, por lo tanto, probablemente solicitaran trata-
cuando decimos "nuestros cuerpos son de nuestra propiedad". La exigencia de la miento médico o psicoterapéutico, o si había peligro de daño a la salud o a los dere-
autodeterminación corporal no es nueva; tiene raíces en muchas tradiciones mora- chos de otros, en cuyo caso la ley tendría el derecho de interferir." Por lo menos
les y políticas diferentes. Se puede rastrear la evolución de la idea de "propiedad de la superficialmente, estas pautas son muy razonables; sin embargo, dejan de lado un fac-
propia persona" desde sus raíces liberales en la revolución puritana del siglo xvii. tor que ha cobrado cada vez mayor importancia en debates recientes sobre la sexua-
La tradición marxista presenta una visión de la sociedad en que pueden satisfacerse lidad: la idea de que el "daño" o "perjuicio" puede ser tanto moral como físico, tanto
armoniosamente las necesidades humanas. De las ciencias biológicas viene la com- emotivo como psicológico. La hostilidad de algunas feministas contra la pornografía
y las actividades sadomasoquistas se basa en el argumento de que las representacio-
prensión del cuerpo, sus capacidades y sus limitaciones, estableciendo los límites de
la posibilidad individual. Estos tres puntos de vista reconocen los límites del libre nes de violencia pueden provocar violencia y que la conducta sexual que coquetea
ejercicio de autodeterminación corporal: a través de la autoridad patriarcal tradicional, con desequilibrios de poder puede contribuir a mantener las relaciones de poder exis-
tentes.
la ditribución desigual de la propiedad y el poder, o los límites de la personalidad en
sí, con sus necesidades de subsistencia física, calidez emotiva y, sobre todo, participa- El argumento más sólido contra esto, también presentado por feministas, aun-
ción social. Del feminismo ha venido un reconocimiento de otras limitaciones, las que de convicciones algo distintas, es que los intentos de reprimir representaciones o
coerciones sutiles de una sociedad dominada por los hombres y la infiltración de la fantasías potencialmente dañinas no las eliminan en la práctica, sino que, al contra-
rio, refuerzan su poder transgresor. Jessica Benjamin ha dicho que nuestra cultura se
desigualdad mediante todas las relaciones de la vida social. Coward ha dicho:
enfrenta a una crisis de lo que denomina "racionalidad masculina" y a un resurgi-
Cuando oímos hablar de libertad para elegir a la pareja sexual, podemos estar seguros de que
también oiremos hablar de atracción visual, la misteriosa alquimia que sale de la nada en los
momentos más inoportunos. Y allí está la coerción. Porque las mujeres están obligadas a ha- Rosalind Coward, Female Desire. Women's Sexuality Tvlity, Londres, Paladin, 1984, p. 78.
12 Rubin, op. cit., p. 288.
13 Havelock Ellis, The Psychology of Sex, Londres, William Heinemann, 1946 (la. ed. 1933), p. 184. [Véase

n. 2 del cap. 3 para la referencia de la versión en castellano.]


1° Alvin For Sociology, Londres, Allen Lane, 1973, p. 295.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
120 Sexualidad Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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miento de las fantasías eróticas. Prosigue: "Una política que niegue estos asuntos, que sexualidad está fragmentado por muchas otras relaciones, sobre todo de raza, género
intente higienizar o que racionalice los componentes eróticos fantásticos de la vida y clase. Esto significa que distintos grupos defenderán diferentes perspectivas y con
humana no derrotará la dominación, sino que sólo evacuará el campo."14 frecuencia elaborarán prioridades claramente opuestas. La crítica de las feministas
Considera que esto significa evitar tanto una simple aceptación libertaria como blancas a la familia, por ejemplo, parecerá etnocéntrica y opresora a los ojos de las fe-
una condena moral. La tarea fundamental es comprender. ¿Y cuál debería ser la base ministas negras que luchan por defender a sus familias contra los procedimientos de
de nuestra comprensión? Desde luego, debe ser un reconocimiento de que las fuerzas inmigración racistas que pueden utilizarse para dividir a las familias. De manera
complejas que configuran nuestras sexualidades —biológicas, potencialidades, moti- semejante, la prioridad que dan los movimientos de gays y lesbianas a "salir", a de-
vaciones y deseos inconscientes y organización social— producen muchas necesidades clarar abiertamente sus preferencias sexuales como un medio para afirmar su validez,
y anhelos que suelen ir más allá de nuestra comprensión imparcial o de los cánones suele entrar en conflicto, en una cultura racista, con la necesidad que sienten lesbia-
de lo políticamente correcto. Lynne Segal escribe que la excitación sexual "está ge- nas y hombres gay negros de afirmar su identidad política con sus comunidades de
nerada por una multitud de necesidades, no todas <decentes', y está al servicio de origen, independientemente de las ortodoxias familiares y sexuales que allí prevale-
ellas".15 Esto implica —con razón, a mi juicio— que la sexualidad es una idea tan cen.16 Por lo tanto, un discurso de elección debe basarse no sólo en un reconoci-
difícil y evasiva que no puede acomodarse en compartimentos ordenados bajo las eti- miento de distintas necesidades y metas individuales, sino de diferentes medios para
quetas de bien y mal. Tenemos que estar alertas a sus cualidades ambivalentes y am- llevarlas a cabo.
biguas, y actuar de acuerdo con ellas. Cabe mencionar otro factor importante. La prioridad que se ha dado a la diver-
Así, la "elección" sexual sugiere un reconocimiento de límites y de posibilidades, sidad y la elección corre el peligro de parecer una actividad puramente individual, en
de caminos riesgosos y metas positivas. Sin embargo, también debe tomar en cuenta que cada mónada aislada debe hacer su propia elección ante una multitud de opcio-
otra realidad: las elecciones contradictorias y los objetivos opuestos. Como ya he se- nes. Sin embargo, las lecciones de los últimos veinte años de política sexual sugieren
ñalado, a fin de cuentas el debate sobre el aborto ha producido "derechos" irrecon- que la actividad colectiva, a fin de cuentas, proporciona la verdadera garantía de elec-
ciliables: los del "nonato" contra los de la madre que exige el derecho a controlar su ción individual. El surgimiento de nuevos sujetos políticos —feministas, lesbianas y
propia fertilidad. Aquí surge un conflicto entre concepciones totalmente diferentes: gays, y otras minorías sexuales, junto a negros, pacifistas, ecologistas y otros— ha ra-
distintas visiones de lo que constituye la "vida" y afirmaciones opuestas sobre la dicalizado el cambio que está ocurriendo en la ecología política de Occidente, que
autonomía absoluta del cuerpo. Pero incluso dentro de los amplios parámetros de suele tener profundos efectos en el funcionamiento de sus sistemas representativos.
una afiliación política y social común, el "derecho de elegir" puede tener distintos sig- Sin embargo, para este análisis es más importante señalar que ha hecho manifiesta-
nificados en diferentes contextos. La exigencia feminista del derecho a elegir el aborto mente posible la nueva autoafirmación individual de mujeres, homosexuales y otros,
también debe incluir el derecho a elegir no tener un aborto. En una sociedad en que lo cual ha cambiado el escenario sexual de Occidente. El nuevo vocabulario de nece-
se puede impulsar (por razones racistas o por política de población) alas mujeres ne- sidades y deseos sexuales en gran parte es producto de lo que puede llamarse "activi-
gras o pobres a limitar el tamaño de su familia, la exigencia del derecho al aborto pa- dad colectiva del yo".
recerá estrechamente excluyente. En Inglaterra, a mediados de la década de 1980, esto Éste es el punto en que la política sexual inevitablemente regresa a su contexto
llevó a un cambio entre las feministas: alejarse de una campaña sólo en favor del de- social más amplio y a sus afiliaciones políticas y morales. Al final, las elecciones con
recho al aborto y entablar una campaña más amplia para asegurar los "derechos re- las que nos enfrentamos no se deciden por algo intrínseco a la sexualidad en sí, si-
productivos" de las mujeres en general, que incluya campañas contra la esterilización no por el conjunto más amplio de valores y metas que adoptamos. Esto nos trae de
o el aborto obligatorios, así como por el derecho de la mujer a terminar su embarazo, vuelta al ideal de la democracia. Una democracia sexual necesariamente implica un
si así lo prefiere. proceso más amplio de democratización en que se desmantelen definitivamente las
Por lo tanto, es fundamental el contexto en el que se exige y.funciona la elección. barreras que restringen el potencial y el crecimiento individuales: las barreras de
Los valores sexuales no pueden desentenderse de los valores sociales más amplios que explotación económica y divisiones de clase, opresión racial y desigualdades de gé-
apoyamos, y éstos en sí son cada vez más diversos. Vimos antes que el mundo de la nero, autoritarismo moral y desventaja educativa, pobreza e inseguridad. Esto no im-
plica que desaparecerán o deberían desaparecer las dificultades reales, las divisiones
14 Jessica Benjamin, "Master and Slave. The Fantasy of Erotic Domination", en Ann Snitow, Christine Stan-
se11 y Sharon Thompson (comps.), Desire: The Politics of Sexuality, Londres, Virago, 1984, p. 308.
15 Lynne Segal, "Sensual Uncertainty, or Why the Clitoris is not Enough", en Sue Cartledge y Joanna Ryan 111 Véanse Valerie Amos y Pratibha Parmar, "Challenging Imperial Feminism", Feminist Review,
otoño de 1984,
(comps.), Sex and Love. New Thonghts on Old Contradictions, Londres, The Women's Press, 1983, p. 45. no. 17, Barbara Ormolade, "Hearts of Darkness", en Ann Snitow et al., op. cit.
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122 Sexualidad

reales de necesidades e intereses, los conflictos reales de prioridad o de deseo. Al con-


trario, la meta debería ser lograr el máximo de medios por los cuales estas diferencias
y conflictos pueden resolverse democráticamente.
A medida que la sociedad se hace más compleja, es probable que los esquemas de
necesidades y relaciones sexuales individuales sean cada vez más exóticos. En este en-
sayo he sugerido que deberíamos estar mejor preparados para seguir el fluir de las cir- SUGERENCIAS DE LECTURA
cunstancias: aceptar totalmente las posibilidades que abre un pluralismo moral y so-
cial cada vez mayor; aceptar los méritos de la diversidad y la elección sexuales, con
todas sus ambigüedades y conflictos posibles. La tradición sexual ofrecía un cons-
tructo fundamentalmente monolítico que conocemos como "sexualidad". En años
recientes se han fracturado sus pretensiones, se han revelado sus orígenes dudosos y
se han expuesto sus efectos restrictivos. Hemos deconstruido la idea de la sexualidad.
Tal vez ahora sea el momento de reconsiderar las necesidades y aspiraciones indivi-
duales y las políticas sociales que pueden satisfacerlas; reflexionar sobre el equilibrio
adecuado entre placeres privados y políticas públicas. Una aceptación genuina del
pluralismo moral parece ser el único punto de partida adecuado.
La perspectiva esbozada en este ensayo se desarrolla con más detalle en los tres libros que
he escrito sobre la organización social del sexo: Jeffrey Weeks, Coming Out. Homosexual
Politics in Britain from the 19th Century to the Present, Londres, Quartet, 1977; Sex,
Politics and Society. The Regulation of Sexuality Since 1800, Harlow, Longman, 1981;
Sexuality and its Discontents. Meanings, Myths and Modern Sexualities, Londres,
Routledge & Kegan Paul, 1985. Éstos contienen notas y referencias detalladas de
otros estudios sobre el tema, que pueden consultarse.
Ningún estudioso contemporáneo de la sexualidad puede sustraerse a la in-
fluencia de Michel Foucault, aunque el resultado final sea un rechazo total de sus
obras. Sus opiniones están polémicamente resumidas en The History of Sexuality. I.
An Introduction, Londres, Allen Lane, 1979. [Véase n. 3 del cap. 1 para la referencia
de la versión en castellano.]
Cuando escribí este ensayo, los dos tomos siguientes de La historia de la sexuali-
dad, publicados justo antes de su muerte, no se habían traducido del francés. Son
diferentes del primer tomo en estilo y contenido, pero de todas maneras resultan fas-
cinantes: Histoire de la sexualité, t. II. L'Usage des plaisirs, y t. III Le souci de soi, París,
Gallimard, 1984. Sus entrevistas suelen presentar muchos conceptos esclarecedores
respecto de su proyecto general. Véase sobre todo Power/Knowledge: Selected Inter-
views and Other Writings 1972-1977, publicado por Colin Gordon, Brighton, Har-
vester Press, 1980, y The Foucault Reader, publicado por Paul Rabinow, Nueva York,
Pantheon Books, 1984. Aunque no puede sustituirse la lectura de los originales, hay
cada vez más estudios sobre Foucault, pero hasta ahora, lo cual es sorprendente, nin-
guno se refiere específicamente a sus estudios sobre sexualidad. Para una guía útil
de su obra, véase Barry Smart, Michel Foucault, Chichester y Londres, Ellis Hor-
wood/Tavistock, 1985.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la
investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
124 Sugerencias de lectura El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Sugerencias de lectura 125

Análisis sociológicos recientes sobre el sexo pueden consultarse en: J.H. Gagnon the Fourteenth Century, Chicago y Londres, University of Chicago Press, 1980; Atan
y William Simon, Sexual Conduct. The Social Sources of Human Sexuality, Londres, Bray, Homosexuality in Renaissance, Londres, Gay Men's Press, 1982; Jonathan Ned
Hutchinson, 1973; John H. Gagnon, Human Sexualities, Glenview, Illinois, Scott, Katz, Gay/Lesbian Almanac, Nueva York, Harper & Row, 1983; Lillian Faderman,
Foresman and Co., 1977; Kenneth Plummer, Sexual Stigma. An Interactionist Surpassing the Love ofMen. Romantic Friendship and Love between Women from the Re-
Account, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1975; Mike Brake (comp.), Human naissance to the Present, Londres, Junction Books, 1980; Kenneth Plummer (comp.),
Sexual Relations. A Reader, Harmondsworth, Penguin, 1982. Para el psicoanálisis, The Making of the Modern Homosexual, Londres, Hutchinson, 1981; y Estelle B. Fre-
el punto de partida debería ser Sigmund Freud, Three Essays on the Theory of Sexua- edman et al., The Lesbian Issue. Essays from Signs, Chicago y Londres, University of
lity, publicado por primera vez en 1905 y muy revisado en los siguientes veinte años. Chicago Press, 1985.
Está disponible en el t. 7 de The Standard Edition of the Complete Psychological Works Sobre la biología y la psicología de las diferencias sexuales, véase John Archer y
of Sigmund Freud, editado por James Strachey, Hogarth Press y el Institute of Psy- Barbara Lloyd, Sex and Gender, Harmondsworth, Penguin, 1982; John Nicholson,
choanalysis, Londres, 1953. [Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en Men and Women. How Different are They, Oxford y Nueva York, Oxford University
castellano de las obras completas de Freud.] En Inglaterra está disponible en edición Press, 1984; Ann Oakley, Sex, Gender and Society, edición revisada, Gower, Alders-
rústica, en el t. 7 de "The Pelican Freud Library", On Sexuality, Harmondsworth, hot, 1985; Steven Rose, Leon J. Kamin y R.C. Lewontin, Not in our Genes. Biology,
Penguin, 1977, junto con otros ensayos útiles. Pueden encontrarse análisis de la im- Ideology and Human Nature, Harmondsworth, Penguin, 1984; Julian Henriques et
portancia de Freud en los estudios contemporáneos de la sexualidad en: Juliet Mit- al., Changing the Subject. Psychology, Social Regulation and Subjectivi, Londres y
chell, Psychoanalysis and Feminism, Londres, Allen Lane, 1973; Rosalind Coward, Pa- Nueva York, Methuen, 1984; Andy Metcalf y Martin Humphries, The Sexuality
triarchal Precedents, Sexuality and Social Relations, Londres, Routledge & Kegan Paul, ofMen, Londres, Pluto, 1985; Angela McRobbie y Mica Nava, Gender and Genera-
1983; Female Desire. Women's Sexuality Today, Londres, Paladin, 1984; y Jacques La- tion, Londres, Macmillan, 1984; y Janet Sayers, Sexual Contradictions, Londres, Ta-
can y la École Freudienne, Feminine Sexuality, editado por Juliet Mitchell y Jacque- vistock, 1986.
line Rose, Londres, Macmillan, 1982. Los dos libros de Coward son también muy Análisis recientes del significado de "perversión sexual" pueden consultarse en:
pertinentes para los estudios actuales sobre la naturaleza de la sexualidad. Robert J. Stoller, Perversion. The Erotic Form of Hatred, Londres, Quartet, 1977;
Hay dos recopilaciones de artículos que contienen abundante material sobre Janine Chasseguet-Smirgel, Creativity and Perversion, Londres, Free Association
teoría, historia, sociología, poesía y política (sobre todo política feminista) del sexo: Books, 1985; y los ensayos en K. Howells (comp.), Sexual Diversity, Oxford, Black-
Ann Snitow, Christine Stansell y Sharon Thompson (comps.), Desire. The Politics of well, 1984.
Sexuality, Londres, Virago, 1983, publicado en Estados Unidos como Powers ofDesire: Las controversias políticas contemporáneas sobre el sexo pueden consultarse en:
The Politics of Sexuality, Nueva York, Monthly Review Press, 1983; y Carole S. Vance Barbara Ehrenreich, The Hearts ofMen. American Dreams and the Flight from Com-
(comp.), Pleasure and Danger. Exploring Female Sexuality, Londres, Boston, Rou- mitment, Londres, Pluto, 1983, publicada por primera vez en Anchor Press/Double-
tledge & Kegan Paul, 1984. [Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en day, Nueva York, 1983; Elizabeth Wilson, What is to be Done about Violence against
castellano.] Un extenso ensayo de Gayle Rubin en este último es fundamental: Women?, Harmondsworth, Penguin, 1983; Dennis Altman, The Homosexualization
"Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality". Ambos libros ofAmerica, the Americanization of the Homosexual, Nueva York, St. Martin's Press,
contienen artículos útiles sobre la relación entre raza y sexualidad. Para otros análisis 1982; AIDS and the Mind ofAmerica, Nueva York, Doubleday, 1986, publicado en
de sexo, género y raza, ver Feminist Review, 1984, no. 17. Inglaterra como AIDS and the New Puritans, Londres, Pluto, 1986; Sue Cartledge y
Un panorama útil, aunque variable, de las actitudes occidentales ante el sexo Joanna Ryan (comps.), Sex and Love. New Thoughts on Old Contradictions, Londres,
puede encontrarse en: Philippe Ariés y André Bejin (comps.), Western Sexuality, Prac- The Women's Press, 1983.
tice and Precept in Past and Present Times, Oxford, Basil Blackwell, 1985. [Véase n. 36
del cap. 2 para la referencia de la versión en castellano.] En el voluminoso libro de
Lawrence Stone, The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800, Londres, Wei-
denfeld & Nicolson, 1977, aparece un panorama general de actitudes (sobre todo de
la clase alta) en esas épocas. Hay cada vez más estudios importantes sobre la historia
041451
11 15.
de la homosexualidad que presentan nuevas consideraciones acerca de la "invención de
la sexualidad". Algunos textos fundamentales son: John Boswell, Social Tolerante and
Homosexuality. Gay People in Western Europe from the Beginning of the Christian Era to
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ÍNDICE ANALÍTICO

aborto 35, 36, 95, 104, 105, 106, 110, 120


absolutismo 102, 103, 118
ADN 29, 50
Altman, Dennis 30, 92, 99, 125
Allen, Clifford 39
antigüedad 16, 37, 117
apartheid 45
aphrodisia 36, 116
Archer, John y Barbara Lloyd, 55, 56, 125
Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos 84

Bataille, George 103


Benedict, Ruth 20, 21
Benjamin, Jessica 119, 120
biología 20, 29, 32, 49, 52, 54, 55, 65, 68, 84, 125
bisexualidad 73, 74, 75, 76
Bouhdiba, A. 30
Buchanan, Patrick J. 102
Bullough, Vern L. 23
Butt, Ronald 93

cáncer cervical 99, 102


Carpenter, Edward 19, 104
clase 23, 28, 31, 33, 36, 42, 43, 45, 46, 62, 81, 93, 98, 108, 110, 114, 121, 125
Comité Warnock 107
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128 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. Índice analítico 129

Comité Wolfenden 104 herpes genital 99, 102


complejo de Edipo 88 heterosexualidad 44, 73, 74, 75, 76, 85, 86, 96, 101, 103, 111
control de la natalidad 23, 35, 41, 45, 46, 95, 97, 114 hipótesis represiva 41
Coward, Rosalind 21, 25, 43, 64, 68, 118, 124 Hirschfeld, Magnus 18, 72, 81, 113, 114
cristianismo 16, 91 Historia de la sexualidad (Foucault) 21, 23, 25, 123
cromosomas 18, 29, 56, 57, 65 homosexualidad 16, 21, 23, 30, 31, 34, 36, 37, 38, 39, 41, 43, 52, 54, 62, 66, 72,
73, 74, 75, 76, 79, 81, 82, 84, 95, 96, 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105, 106,
Chasseguet-Smirgel, Janine 88, 125 111, 124
Cherfas, Jeremy y John Gribbin 29, 51 hormonas 18, 20, 47, 54, 55, 56, 57, 65
Chester, Robert 98
Chodorow, Nancy 65 identidades sexuales 23, 33, 38, 39
Ignatieff, Michael 113
Davis, Murray S. 15, 19, 103 incesto, tabú del 32
Dawkins, Richard 25, 50 inconsciente 20, 21, 46, 60, 63, 64, 65, 66, 67, 78, 85, 116, 120
Dyer, Richard 44, 55 instinto 18, 20, 24, 28, 37, 48, 49, 52, 54, 74
Islam 30
Echols, Alice, 111
Ellis, Havelock 18, 26, 38, 48, 72, 75, 77, 80, 105, 114, 119 Jones, Ernest 76
escarceo erótico 21 Junor, John 102
esencialismo 58, 115
eugenesia 40, 44 Kinsey, Alfred 19, 20, 21, 24, 31, 35, 39, 43, 49, 54, 56, 72, 78, 79, 80, 91
Eysenck, Hans Jurgen 52 Klein, Melanie 64
Krafft-Ebing, Richard von 18, 19, 28, 39, 72, 80, 87
familias 33, 37, 45, 98, 121
Family, Sex and Marriage, The (Stone) 28, 124 Lacan, Jacques 64, 124
feminismo 16, 21, 36, 44, 24, 49, 54, 57, 68, 91, 92, 94, 103, 108, 109, 110, 111, Laplanche, Jean y Jean-Bertrand Pontalis 73
118 lesbianismo 39, 49, 77, 111
Ford, C.S. y Frank Ambrose Beach 31 Leyes sobre Enfermedades Contagiosas 101
Forel, August 18, 114 liberalismo 15, 93, 94, 106, 109
Foucault, Michel 17, 21, 27, 41, 42, 60, 61, 72, 90, 115, 116, 117, 123 libertarias, ideas 115
Fourier, Charles 19, 104 libretos sexuales 61
Freud, Sigrnund 18, 19, 21, 26, 37, 39, 49, 55, 61, 64, 65, 66, 67, 72, 73, 74, 75, Liga Mundial por la Reforma Sexual 113, 114
76, 78, 114, 123 Lowe, Donald 18

Gagnon, John H. 21, 27, 60, 124 macartista 41, 82


género 17, 20, 21, 22, 30, 31, 38, 42, 43, 45, 46, 47, 48, 50, 55, 59, 62, 66, 68, 69, Malinowski, Bronislaw 21, 26, 28, 31
79, 81, 82, 84, 86, 87, 88, 108, 121, 124 , Marcuse, Herbert 19, 29, 104
genes 20, 50, 51, 52, 54, 55, 123 marxismo 64
Genet, Jean 103 masculinidad 48, 55, 62, 63, 64, 67, 68
Gilder, George 50, 71 Masters,William H. y Virginia E. Johnson 49
Gillick, Victoria 97 masturbación 24, 43, 84, 86
Gouldner, Alvin 118 McLaren, Angus 35
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130 Sexualidad El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
Índice analítico 131

Mead, Margaret 21, 26, 27, 45, 57, 58, 59


Schur, Edwin 42
Moberly, Elizabeth 76 Segal, Lynne 120
Money, John 48
Sex and Temperament in Three Primitive Societies (Mead) 28, 124
movimientos de gays y lesbianas 21, 82, 108, 121
sexología 16, 18, 19, 38, 48, 72, 76, 77, 79, 80, 86, 94, 108, 115
Sexual Behavior in the Human Female (Kinsey et al.) 24, 57, 78
NAMBLA 82
Sexual Behavior in the Human Male (Kinsey et al.) 78, 79, 91
naturaleza 16, 18, 19, 20, 25, 26, 27, 29, 37, 38, 41, 45, 47, 48, 49, 50, 51, 54, 55, Sexual Preferentes (Bell et al.) 54
56, 57, 58, 60, 64, 65, 67, 73, 82, 84, 87, 88, 102, 104, 107, 111, 113, 115,
sexualidad femenina 19, 41, 43, 44, 49, 63, 77, 94, 95
117, 124
Sida 30, 31, 99, 100, 101, 102
Nava, Mica 63 Simon, William 21, 27, 124
Nicholson, John 55
Socarides, Charles W. 76
Nueva Derecha 16, 35, 49, 77, 92, 101, 108, 109, 110
socialismo 118
sociobiología 25, 50, 51, 52, 53, 114
O'Carroll, Tom 86
sodomía 37, 38, 42, 80, 84
Sontag, Susan 101
Patriarchal Precedents (Coward) 25, 64, 124
Stoller, Robert 78, 88, 125
pedofilia 79, 82, 86, 87, 99
Stopes, Marie 93
perversiones 18, 24, 71, 72, 73, 74, 77, 78, 102
Sunday Express 102
PIE 82
Plummer, Kenneth 21, 24, 30, 31, 57, 77, 81, 88, 111, 124, 125
Taylor, Brian 87
pluralismo radical 117 Thatcher, Margaret 93
poder 15, 19, 21, 27, 28, 30, 33, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 55, 57, 62, 63, 64, 66, 68,
tolerancia 15, 44, 93, 106, 109
84, 85, 86, 87, 88, 91, 92, 93, 94, 104, 109, 110, 111, 115, 116, 118, 119
tradición sexual 18, 21, 22, 53, 64, 78, 79, 80, 83, 84, 85, 87, 108, 115, 117, 122
pornografía 77, 79, 82, 83, 84, 95, 99, 110, 111, 119 transexualidad 84
psicoanálisis 21, 33, 54, 55, 61, 64, 74, 75, 124 trasvestismo 24, 66, 72
Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad (Sigmund Freud) 37, 72
Rapp, Rayner 29 Trobriand, habitantes de 31
raza, racismo 22, 26, 31, 41, 42, 45, 46, 48, 51, 75, 76, 79, 108, 114, 121, 124
Reagan, Ronald 102, 109, 110
Vance, Carole S. 19, 23, 44, 78, 111, 113, 124
Reich, Wilhelm 19, 29, 91, 104 Vidal, Gore 47
reproducción, derechos 21, 112
reproducción, tecnologías 95, 107 Weinstein, Fred y Gerald M. Platt 58
Rich, Adrienne 85 Whitehouse, Ernest 94
Riley, Denise 67, 68
Whitehouse, Mary 94, 106
Rose, Steven 53, 125
Wilson, Edward Osborne 50, 51, 53
Ross, Ellen 29
Rubin, Gayle 71, 78, 79, 113, 117, 124
Wilson, Glenn 52, 125 ,,
4g4111:
115:
5

10t̀oto'
Sade, Marqués de 103, 115 o".
sadomasoquismo 79, 84, 87, 111
Sahlins, Marshall 32
Scruton, Roger 50

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