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Escudo de Soportújar, España
Escudo de Talagante, Chile
Uno de los primeros en querer rehabilitar a las brujas fue Jules Michelet, quien les
consagró un libro en el año 1862. El autor quiso desarrollar en ese escrito
un « himno a la mujer, benefactora y a la vez víctima» (« hymne à la femme,
bienfaisante et victime»).3637
Michelet eligió allí presentar a la bruja como una rebelde y como una
revolucionaria, al mismo tiempo que como una víctima, y así rehabilitaba o
intentaba rehabilitar la imagen de la bruja en una época donde la misma estaba
casi totalmente opacada y subordinada por la del diablo. En el libro citado,
Michelet acusó directamente a la Iglesia de haber organizado la « caza de
brujas» no solamente en el Medioevo, sino también en el correr de los siglos XVII
y XVIII. Como en cierta medida era de esperar, en su momento hubo resistencias
y dificultades para poder concretar la edición de este escrito, lo que naturalmente
desencadenó un escándalo.38 Michelet se defendió y respaldó su trabajo,
afirmando que su libro recogía un escrito de historia y no una novela de ficción.
Pero en su fuero íntimo y a pesar de las ideas positivas de este autor, este jamás
reconoció a las mujeres su derecho a la emancipación. Fue necesario esperar el
surgimiento de los movimientos feministas de los años 1970, para ver claramente
planteado este asunto de una manera más moderna y positiva. En efecto, los
representantes de dichos movimientos se apoderaron entonces de la bandera de
la emancipación, y reivindicaron esta cuestión como símbolo y emblema de su
combate. Puede señalarse por ejemplo a la revista "Brujas" de Xavière Gauthier,
donde se presentaron en forma fiel y en detalle « las prácticas subversivas de los
movimientos feministas».39
Una novedad y un punto de quiebre respecto de estos asuntos tuvo lugar a inicios
del siglo XX, cuando la egiptóloga Margaret Murray afirmó en The Witch-Cult in
Western Europe (Oxford, 1921) que las descripciones y afirmaciones de las
acusadas por brujería se referían a ritos reales, pues lo entonces llamado
"brujería" tenía relación con una religión muy antigua, un culto precristiano de la
fertilidad, que los jueces inquisidores catalogaban como una perversión diabólica.
Para hacer tales aseveraciones, Margaret Murray se inspiró en las tesis
defendidas en La rama dorada (1911) por James George Frazer. Si bien casi
todos los historiadores de las brujas y de las brujerías piensan hoy día que los
trabajos de Murray fueron no científicos y fundados en una manipulación
voluntaria de documentos, a principios del siglo pasado esta tesis tuvo una gran
difusión y repercusión, e incluso fue a la propia investigadora Murray a quien se le
confió la redacción del artículo "Witchcraft" en la Encyclopædia Britannica.40
Las brujas son presentadas desde una óptica relativamente más favorable y como
menos peligrosas que antaño en muchas de las obras de ficción que circulan hoy
día, y los miembros y adherentes de la Wicca actualmente se presentan como
herederos de un culto y de una cultura donde en su momento habrían estado
enmarcadas las brujas del tiempo de las persecuciones.
La iniciación de la bruja[editar]
Grabado titulado Ensayos de la serie Los Caprichos (1799) de Francisco de Goya. "La imponente figura
de Satán como macho cabrío vigila mudo a una joven bruja que practica sus primeros experimentos
suspendiendo en el aire a un hombre que parece asustado; a los pies del buco aparece una olla de las
que se mencionan en [el auto de fe] de Logroño [de 1610]" (Carmelo Lisón, pág. 257)
Prácticas atribuidas[editar]
Artículo principal: Aquelarre