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Facultad de Ciencias religiosas

y Filosóficas

Magister en Ética y Formación Ciudadana

Idea de una moral integradora como base para una ética ciudadana.

Asignatura: Fundamentos de
la formación ciudadana y políticas
educativas en Chile.

Profesor: Dr. Ramiro Lobatón

Estudiante: Sebastián Ibáñez Pinto

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Mediante este informe
pretendo revisar algunos
fundamentos éticos
considerados en las bases
curriculares nacionales en
tanto su legitimidad y práctica,
formulando preguntas dirigidas
a una crítica a la actual
propuesta educacional vigente
en dos partes: una que
desarrolla la idea de una
revisión de los fines éticos de la
asignatura de Formación
Ciudadana desde una mirada
de autonomía moral dirigida a
identificar “lo distinto” o las
diferencias de las personas
como un paradigma cultural
errado desde lo formativo y
una segunda parte, cuya
propuesta apunta a una
solución del fenómeno antes
descrito desde la idea de “lo
similar” o integrador como
solución a la problemática
moral.

Desde este análisis se considerarán aspectos como la complejidad social y la


diversidad cultural contempladas en la ley 20.911 que crea el Plan de Formación
Ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado junto a las

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orientaciones curriculares para el desarrollo del plan de formación ciudadana propuesta
por el MINEDUC como el Marco Curricular (1996-1998); Ajuste Curricular (2009) y Bases
Curriculares.

La exacerbación de lo “distinto” como punto de partida a una visión cultural errada.

La idea de una cohesión moral o moral de integración como base ciudadana


obedece a la necesidad de revisar algunos conceptos relativos a la interculturalidad,
inclusión o respeto por las diferencias que, al ser considerados como principios valóricos
depositarios de una ética democrática, son ofrecidos como legítimos a nuestra sociedad
por el hecho de representar o considerar diferencias como una base de acción moral, cito:
“Educar para la diversidad es una forma de educar para la paz, es educar para saber que
hay pueblos, etnias, culturas y personas diferentes, y que esta pluralidad nos enriquece”
(Vinyamata, E., 2009; citado desde Referencias a las orientaciones transversales;
Interculturalidad; p.21) sin embargo: “En un contexto cada vez más diverso, se erigen
prácticas como la discriminación arbitraria en base a categorías raciales y de
nacionalidad, la cual puede verse claramente reflejada dentro del espacio escolar” (Tijoux,
2013; UNICEF, 2011; citado desde Formación para la ciudadanía, P.18)

Ambas citas anteriores parece que nos remiten, desde mi punto de vista, a un
fenómeno que se retroalimenta de sí mismo: el aconsejarnos que lo éticamente correcto o
lo que nos conviene moralmente a todos es institucionalizar las diferencias para
solucionar nada menos que el problema de la discriminación, pero este problema parece
seguir: desde ésta mirada la asignatura de Formación Ciudadana, o Historia, o cualquier
otra llamada Ciencia Social, parecieran sugerir que hay problemas insoslayables o de
imposible solución; problemas que nos presentan fenómenos como la discriminación o el
racismo de forma alarmante (lo son) pero, sin embargo, sugiere también que nos
preparemos como sociedad para su inevitable aparición quedando, desde mi punto de
vista, como una teoría sin acción, que solo reacciona a los fenómenos pero que no tiene
ningún control sobre ellos. ¿Son inevitables tales fenómenos? Al ser fenómenos sociales

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¿se pueden eliminar o erradicar de nuestra conciencia? La primera tarea será el
determinar si podemos controlar un problema y no, más bien, sólo reaccionar ante él.

Según Charles Taylor la identidad viene dada por el reconocimiento de otro desde
sus diferencias, cito: “[…] la exigencia de reconocimiento se vuelve apremiante debido a
los supuestos nexos entre el reconocimiento y la identidad, donde este último término
designa algo equivalente a la interpretación que hace una persona de quién es y de sus
características definitorias fundamentales como ser humano.” (Taylor, Charles; El
multiculturalismo y la política del reconocimiento, 1993, p. 43; Fondo de Cultura
Económica)

Si bien esta identidad depende, según Taylor, de las “relaciones dialógicas con los
demás” (Taylor, 1993, p. 53-55), esta interpretación también puede ser falsa y generar un
daño: “La tesis es que nuestra identidad se moldea en parte por el reconocimiento o por la
falta de este; a menudo, también, por el falso reconocimiento de otros, y así, un individuo
o un grupo de personas puede sufrir un verdadero daño, una auténtica deformación, si la
gente o la sociedad que lo rodean le muestran, como reflejo, un cuadro limitativo, o
degradante o despreciable de sí mismo,” (Taylor, 1993, p. 43)

Si, entonces, nuestra identidad depende del reconocimiento del otro para
legitimarse, nuestras diferencias serán también la base para generar falsas imágenes, una
identidad falsa generada por un falso reconocimiento, problema cuya solución estará no
en una contemplación y opinión subjetiva del otro con respecto a lo que “le represento”,
sino, más bien, un reconocimiento ligado a una moral de corte idealista: “El ideal de
autenticidad adquiere una importancia crucial debido al avance a un avance que tuvo
lugar después de Rousseau.” (Taylor, 1993, p. 49).

Se presenta en este punto la necesidad de un protagonismo moral de tipo


universal para controlar o medir las opiniones que pueden desencadenar falsos
reconocimientos.

Es así como podemos explicar que el fenómeno de la discriminación o del racismo


obedecen a una falsa imagen que ha sido legitimada por quienes les otorgan un falso

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reconocimiento a otros (mirada subjetiva), sin embargo, se nos ofrece un camino moral
para legitimar el reconocimiento que pretende ser universal y supone una valoración del
otro asimilándolo a conceptos universales: “La política de la dignidad igualitaria se basa
en la idea de que todos los seres humanos son igualmente dignos de respeto […] Según
Kant, cuyo empleo del termino dignidad constituyó una de las primeras evocaciones de
esta idea que ejerció considerable influencia, lo que inspira respeto en nosotros es nuestra
condición de agentes racionales, capaces de dirigir nuestra vida por medio de principios”
(Taylor, 1993, p. 65; citado desde Kant, Grundlegung der Metaphysik der Sitten; Berlín,
Gruyter, 1968)

Una mirada moral idealista cuyo objetivo es buscar identidad en las ideas y no en
las representaciones subjetivas nos puede ayudar a dar solución a la primera pregunta:
¿se puede erradicar de nuestra conciencia la tendencia de interpretar (legitimar) a otros
por sus diferencias? He intentado deducir hasta ahora que la visión de identidad apoyada
en las diferencias apela a una interpretación subjetiva, esta sólo se eliminaría en razón de
un conocimiento de valores universalmente válidos, luego, quienes pueden pensar estos
valores han recibido una educación adecuada a ellos; quienes no, aún piensan sólo desde
la facilidad que les brinda la ignorancia y la incapacidad de pensar una identidad más allá
de una apariencia.

La idea de lo similar como base para una moral integradora.

He pretendido, en una primera parte, hacer el ejercicio de someter a crítica la idea


de una identidad formada desde las diferencias. He justificado también la necesidad de
salir de esta valoración negativa de la identidad con la posibilidad de llegar a entender,
educación de por medio, que la identidad se puede establecer desde parámetros
universales que invitan a pensar la idea de dignidad humana como condición base para
una valoración moral éticamente válida.

Es evidente advertir lo mucho que ha calado en nuestras bases culturales y


educativas la idea de privilegiar una mirada desde ”lo distinto” para definirnos a nosotros
mismos; citaré para su análisis un párrafo dirigido a justificar la Interculturalidad como

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uno de los ejes del programa de Ciencias Sociales desde un marco referencial propuesto
por el Mineduc: “En torno a los focos transversales que deben orientar los estandares,
encontramos la relevancia y urgencia de atender la multiculturalidad en un país que ha
sido testigo de un fenómeno migratorio reciente (OIM, 2011). En un contexto cada vez
más diverso, se erigen prácticas como la discriminación arbitraria en base a categorías
raciales y de nacionalidad, la cual puede verse claramente reflejada dentro del espacio
escolar (Tijoux, 2013). De esta manera, la tarea recae en enfrentar aquella problemática
en donde las y los docentes tienen un rol fundamental como formadores y formadoras de
ciudadanos y ciudadanas.” (Mineduc; Marco Curricular 1996-1998)

Al exponer la urgencia de atender a un fenómeno migratorio nos induce a pensar


en la idea de enfrentarnos a lo desconocido, a “tomar precauciones” frente al otro.
Otredad, multiculturalidad, inclusividad social; conceptos enmarcados dentro de una
política ciertamente democrática, que persigue valores y principios que apelan a la
justicia, la dignidad, pero expuestos ciertamente bajo el paradigma de lo distinto como un
fenómeno al cual la comunidad educativa en su conjunto debe enfrentar de forma
eficiente. Volvemos al paradigma de lo distinto como factor común, a la idea del otro con
legítimas diferencias a las cuales enfrentar. ¿Somos tan distintos?

La propuesta de una revisión de los principios que mueven las bases de una cultura
ciudadana y democrática legítima están, desde la Idea de una moral integradora como
base para una ética ciudadana, en identificar las bases ideales valóricas como referentes
al momento de calificar al “otro”: es totalmente legítimo reconocer que somos distintos,
sería insensato declarar que somos una masa uniforme de pensamiento y acción, la
propuesta de una moral de cohesión está dirigida a formar ciudadanos dirigidos por una
moral de ideales y principios que deben ser aplicados en un mundo sometido a la
tendencia de justificar lo distinto como principio y fin en sí mismo de las relaciones
humanas.

El salto cualitativo que representa una educación basada en la igualdad supone el


reemplazo de fenómenos (conceptos) que nos remiten a diferencias, como el racismo, por

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ejemplo, o el nacionalismo, por otros conceptos adecuados a la humanidad en su sentido
más extenso: somos más similares que distintos en términos ideales, o por lo menos más
cercanos al momento de entender el concepto de dignidad o de respeto por el deber de
practicarlos, por la necesidad de vivirlos, sin justificaciones para fines materiales: “La
escuela, como institución de educación formal, tiene una tradición de ser un espacio
homogeneizador que tiene la tarea de reproducir y transmitir a las nuevas generaciones
los conocimientos, saberes y valores considerados como fundamentales para dicha
cultura, invisibilizando los rasgos particulares de los estudiantes” (Castro, R., Rodriguez, F.,
2017) Pero este proceso homogeneizador solo puede ser interpretado desde la necesidad
de promover valores democráticos comunes a un espacio cultural, invisibilizar rasgos
particulares sólo puede pretender obviar las características físicas o raciales y realzar
cualidades comunes dirigidas a pensar en el otro como la posibilidad de reflejarme de
forma positiva y reciproca con vistas a mejorar nuestra sociedad, porque ¿el designar a
ciertos grupos de personas bajo categorías étnicas, culturales o raciales no es también un
tipo de discriminación?, ¿cómo manejar el problema de la discriminación en nuestros
colegios si ya hemos institucionalizado tales diferencias?

Bibliografía

- Ministerio de Educación (2016): Orientaciones para el plan de formación


ciudadana.
- República de Chile (2016) Ley 20.911
- Eurydice (2005): Educación para la ciudadanía en el contexto escolar europeo.
- Taylor, Charles; El multiculturalismo y la política del reconocimiento, 1993;
Fondo de Cultura Económica.

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