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VITAE Academia Biomédica Digital

Congreso Venezolano de Psicoanálisis AVEPSI


http://caibco.ucv.ve Número 24 Julio-Septiembre 2005

La poética del sueño y las metáforas del sufrimiento


Gonzalo Himiob
Asociación Venezolana de Psicología Analítica (AVPA)

“Si el poema no nace, pero es real tu vida,


eres su encarnación
Habitas
en su sombra inconquistable.
Te acompaña
diamante incumplido”.
Rafael Cadenas, Poemas Selectos abril 2004

Dice Octavio Paz en El Arco y La Lira.


“No todo poema…. contiene poesía” y más adelante: “Hay poesía sin poema; paisajes, personas y hechos
suelen ser poéticos: son poesía sin ser poemas”.

Así, los sueños son poesía emergente. Son creaciones que, partiendo de las profundidades de la psique,
van a condensar y expresar en metáforas, la vida inconsciente del soñante.

La poesía expresa en imágenes la conjunción de los opuestos y el tormento de un alma en busca de


senderos.

El sueño se refugia en el dormir para poder expresar la creación que le niega la vigilia.

Los sueños son vías que se abren al viajero, puertas, grifos de los que va surgiendo el alma con su
historia, su momento y su destino.

Aconsejaba Rilke en “Carta a un joven poeta”: “Si Usted puede vivir sin escribir, usted no es un poeta.”

Parafraseo: “Si Usted puede vivir sin soñar, su alma está dormida o no está” y afirmo en mi trabajo
“Alquimia y Psicoterapia,” que la peor forma de maldad es la carencia de imaginación

El alma requiere su emergencia, la manifestación de sus contenidos. Todo complejo psíquico, consciente
o inconsciente, toda esencia anímica busca discurso. Es pulsión que genera la emoción y necesita
hacerse imagen, soma, conducta, angustia, gesto. La exposición viene modulada y estructurada en el
espacio imaginal, desde allí procura su manifestación en la metáfora que conjuga, integra y contiene.

El conflicto comienza con la encarnación de lo esencial, el alma se diferencia de la totalidad de la cual


surge. Se establece la dialéctica entre la criatura y el origen, entre Todo e individuo, entre ego y Self, para
concluirse en forma.

El Self se hace metáfora psíquica de la Divinidad, es vida, esencia, idea, expresión, imagen, mito, destino,
búsqueda, maldición, fuego eterno que se calcina de su propia entraña, que requiere mostrarse y hacerse
estructura condensada. Para ello buscará senderos, se disfrazará de formas que oculten su sentido real, o
regresará al umbral hurgando en las profundidades radicales, primigenias, las maneras simbólicas del
drama. Allí, el individuo trata de contener en la imagen a la epifanía desbordante que lo agobia. Pero:
¿Cómo englobar a Dios? ¿Cómo poder entender lo que no puede ser entendido? ¿Cómo conjugar a los
contrarios?

El sueño, la locura y la poesía señalan, en opacos, el camino que se aovilla desde lo desconocido para
significarse, para dar letra a lo inasible.

Freud quiere conocer al alma por medio de los sueños, y afirma que ellos son la vía regia al inconsciente.
Para él, el sueño es imagen que oculta otras urgencias y penurias. Dice que el encuentro del instinto con

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el colectivo interiorizado provoca el conflicto, la educación impone su censura y demanda transacción. Los
mecanismos de traducción se activan y surge la alusión resolutoria. Sin embargo, la creación ha quedado
sometida a la censura, a la no aceptación de lo pulsional, y toda obra queda sometida a negar lo natural.
Sublimar! Grita Freud y subsume la divinidad al compromiso, con lo cual ha disminuido sueño y poesía.

Para Jung el sueño es lenguaje primario. Es expresión de lo que el corazón persigue. Los sueños, en su
criterio, son brutalmente honestos, no velan ni distorsionan, dicen lo que hay y lo que es, pero lo dicen en
el lenguaje primario del niño y del primitivo, en el lenguaje de trascendente del símbolo. Su manifestación
es un regreso al origen del lenguaje. Mas no un retorno inferior sin uno que quiere hacerse alma. Cómo en
toda operación alquímica—y el devenir es transmutación de lo verde en oro—tiene formas superiores e
inferiores. “El nuestro no es el oro del vulgo,” decían los Maestros, ellos buscaban la realización del alma.

Para Jung soñar es crear y la creatividad es un instinto que se activa en todo ser que sueña, ella se
inventa en el imaginario para venir ser lo que se es.

Él nos dice:
“La obra que late en el alma del artista antes de nacer es una fuerza de la naturaleza que se impone, bien
con titánica violencia, o con esa argucia sutil del fin natural, sin reparar en el bienestar o en el dolor del ser
humano sometido al ansia creadora. Lo creador vive y crece en el ser humano como el árbol en el suelo,
del que extrae, forzándolo, su sustento. De modo que haríamos bien en considerar al proceso creador
como un ser vivo implantado en el alma del hombre.”

El camino creador es síntoma, símbolo y metáfora. Ellos se forjan en un cuerpo estremecido, en lo vulgar,
en el dolor, en la nostalgia, en el miedo, en la rabia, en la derrota, en la angustia de la palabra que se
gesta, en el parto suspendido ante la hoja aun no escrita o en la lucha que se media entre la almohada y
el ronquido.

El maestro de Zürich definió como Función Trascendente a la capacidad simbolizante del alma. El afligido
hace del conflicto un símbolo, y este seguirá los caminos que el alma le facilite y cada quien creará la
forma que le sea propia. La necesidad de destino genera el movimiento para buscar meta, mito y sentido.
Desazón, sufrimiento, disfunción, enfermedad, lesión y muerte, es la dinámica del alma divorciada de su
fatalidad. ¿Cómo volver al mito que lo impulsa, que quiere vivirse y ser en ella? La imagen que se forma
en el dormir es la poesía que resuelve los opuestos y reconecta el sino.

Heráclito, Pitágoras, Platón nos hablan de movimiento, de oposiciones creativas y de ideas que sustentan
su expresión formal; de angustias proyectadas sobre el telón del Ser. Los opuestos son variados: Uno y
Múltiple, Alto y Bajo, Dentro y Fuera, Bueno y Malo, etc. Ellos viven en la poesía y en el sueño; la vigilia y
la normalidad los desalientan, los rechazan. Ellos incomodan a la costumbre. Son hacedores de inquietud.
Son hijos del azar, son demonios destinados crear dificultades. Doy gracias a La Naturaleza por su
epifanía. No hay cosa más terrible que un alma plana, sin conflictos. Los sueños son hijos de los
demonios tutelares del psiquismo.

En “Fedro” Sócrates / platón nos habla de las formas de la locura:


La Dionisíaca o extásica
La Apolínea o profética
La Afrodítica o erótica
Y, por último, la de las musas o poética.
Y locura es vivir lo que soñamos, la diferencia es la conciencia.

La oniropoyesis: es la capacidad imaginativa de la psique, es la Función Trascendente que ya mencione,


es la capacidad del alma para crear, es la poética del alma que se expresa en el dormir. Si el Yo queda en
suspenso expectante durante el sueño, si en él los límites se rompen, entramos en el reino de las musas.
Las fronteras que separan la locura del soñar, son las mismas que divorcian a la poesía del delirio.
La frontera es lugar de despedidas, de desunión, de coto. ¿No podrá ser también lugar para el encuentro?

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Para la conversación fugaz de peregrinos que convocan a Baco en la taberna. ¿No será este el confín
donde locura, sueño y poesía se conjugan?

Que fácil es ser crítico y que difícil ser poeta! Juzgar lo creativo por lo medido, por lo talentoso, es poner al
pensamiento mas allá de la emoción.

He oído, con asombro, decir que tal o cual poeta es de primera o de segunda, que tal o cual persona tiene
sueños trascendentes y tal no, que la creación de un paciente es artística o no lo es. Como si los analistas
fuéramos críticos de la emoción que se resuelve en fantasía!

Los psicoterapeutas queremos ser poetas. Queremos acceder a la poesía. Algunos lo consiguen, otros se
estacionan y pierden el sentido de su oficio, trasmutándose en prejuiciados jueces del sentir.

La poesía es fruto del azar, del desasosiego, del afán, del fuego que calcina y purifica para expresarse en
la “Coniunctio”. La poesía comprometida con la audiencia, la que busca en el espejo entendimiento; es el
sueño que busca complacer lo insatisfecho. Es la necesidad, el hambre mercenaria de inmanencias, que
no es por ello menos importante. Lo humano y lo divino son mezcla que se hace esencia en el Ser y en el
individuo.

El terapeuta busca aliviar, y en el sentido más antiguo, es aquel que está al servicio de los dioses. Con lo
cual se coloca en posición de humildad ante fuerzas que lo trascienden. Para entender sus designios
debe esclarecer las formas crípticas en que se expresan. Allí se transforma en un descifrador de
símbolos. Lectura la debe hacer con su Ser total y no solo con su pensamiento. Su corazón, su cuerpo,
responden mejor que su intelecto. Ponerse cóncavo ante la imagen, permitir que esta lo penetre, lo invada
y hable; es lo único que puede generar sabiduría.

Ahora bien, la función y el objeto final de todo del analista es la reflexión. Para él lo menos importante de
la psicoterapia debe ser la interpretación, ella coagula la emergencia del complejo, la detiene y una
imagen que no genere otra es forma inmóvil. Cuando la interpretación es apropiada cierra, es el remate, la
última hebra de la urdimbre. La psique es mariposa, forma alada en continua evolución, si la contenemos
en la cosa, se nos muere. Es en la pregunta, en la inquisidora mirada del analista abierto al aprendizaje,
ese que no sabe pero quiere conocer y conocerse en el encuentro, donde se gesta y se genera el alma.
Toda imagen debe estar preñada de otra y esta, a su vez de muchas más.

Quien se dedique al estudio de los sueños debe entenderlos como emergencias de profundidades. Son
metáforas que movilizan y son movilizadas por complejos, por formas del imaginario fecundo de
emociones, que no puede definirse en la estructura. Nadie sabe ni debe de prejuzgar a las metáforas del
sueño. Estas son la inspiración del movimiento íntimo, individual e introspectivo que se comparte y
reflexiona en el misterio del análisis.

El poeta es en la poesía, y esta es inspiración demónica que deviene del mundo desconocido y colectivo
que inspirará y provocará la imagen. Es en este lugar donde se encuentran poeta, psicótico y soñante, es
la frontería, el espacio imaginal donde dentro y fuera ya no existen. El poeta escribe, el durmiente sueña y
el loco delira o alucina. Los mecanismos creativos se parecen, se diferencian en modo, tiempo,
conciencia y circunstancia.

Así, los tres tienen mi mayor respeto. La cantidad de sufrimiento los define. Ellos buscan en la fantasía la
respuesta.

Sor Juana dice: “Primero sueño,” se podría añadir “….Y luego escribo” mientras en el alienado la pesadilla
se concreta en la vigilia. No será lo imaginario lo que defina a la locura, será la forma y el lugar de su
expresión.

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Pero no toda metáfora será onírica o poética, el ser humano también crea en el síntoma somático, en la
conducta, en el pensamiento, en la emoción, en la visión de historia, en su destino y en la ciencia, cuando
es poética pensada.

La metáfora del alma puede ser trascendente o paralítica, Cuando el camino se enmaraña, la psique se
entorpece
Y dice Vallejo
“Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.”
Y se huye de la vida Ramos Sucre
"...Yo quiero escapar de los hombres hasta después de muerto..."
Y Gerbasi busca en el paisaje un referente novedoso que lo contenga.,
Te amo, infancia, te amo
porque aún me guardas un césped con cabras,
tardes con cielos de cometas
y racimos de frutas en los pesados ramajes.

Y se goza Rojas Guardia en:


El sabor del agua después de gustar la picadura
holandesa de mi pipa.
El rojo asoleado del capó de un automóvil
donde canta la salud del siglo XX

Mientras, hace unos años, una participante en grupos de análisis de sueños, me hace el siguiente don:
“Anoche soñé que buscaba a mi amante, él me había prometido amores y no sé donde se esconde.-
Me miro con pena desde fuera de mí misma pues se de la desazón de las promesas de amor. No hago
caso a mí mirada que me observa y continúo. Al abrir una puerta me encuentro en una cocina, en la
mesa descansa mi amante desnudo. Me desvisto, me acuesto junto a él y lo acaricio suavemente. El sexo
de mi amado crece y eyacula. Es como una fuente, como un gran fuego que, en forma de cono, se va
abriendo hasta convertirse en una gran roseta, de ella brotan miles de multicolores hipocampos que se
adhieren a las paredes y salen por las ventanas.
El amante muere de placer y recojo su simiente. Mi vientre se abre como una bolsa marsupial donde
atesoro la última semilla del amado.”

El analista es testigo del proceso creativo, es enzima capaz de ayudar, contener y acompañar. Él debe
crear el espacio y la estructura para hacer la transición. Su función es pasajera y permanente, pasajera
por lo efímero de la presencia, permanente por la dialéctica que se incorpora. El mismo respeto que tiene
por la vida deberá tenerlo por la creación, sea esta poesía, sueño, música, síntoma o delirio.

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