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Sanhueza Concepto Estilo Tecnologico Aplicación Chile Central
Sanhueza Concepto Estilo Tecnologico Aplicación Chile Central
Donald Jackson S.
Diego Salazar S.
Andrés Troncoso M.
(Editores)
GTAT
Grupo de Trabajo en Arqueología Teórica
2006
Dedicado al Profesor y colega
XIV.- Hacia una retrospetiva de la teoría arqueológica en Chile: ¿Qué somos?, ¿de
donde venimos?, ¿A dónde vamos?.................................................................................217
Andrés Troncoso, Diego Salazar y Donald Jackson.
Autores...............................................................................................................................245
El Concepto de Estilo Tecnológico 53
Lorena Sanhueza R.
Resumen
En este trabajo se presenta un análisis del concepto de estilo tecnológico aplicado a los conjuntos cerámicos
del período alfarero temprano de chile central, con el objetivo de definir unidades sociales. Se discuten los
alcances y limitaciones de esta perspectiva, tomando en consideración el tipo de unidad social posible de
identificar, la naturaleza del proceso de producción cerámica y los procesos postdepositacionales que han
afectado los sitios habitacionales de esta región.
Abstract
In this work we present an analysis of the concept of technological style as it has been applied to the pottery
assemblages of the early ceramic period from central chile, with the objective of defining social units. the
reaches and limitations of this perspective are discussed, taking in consideration the type of social unit
possible to identify, the nature of the process of ceramic production and the postdepositional processes that
have affected the habitational sites of this region
Hace algún tiempo empezamos a trabajar los conjuntos cerámicos del Período Alfarero
Temprano (PAT) de chile central a partir del concepto de estilo tecnológico. Esta es una
aproximación que deriva de la antropología de la tecnología (Letchman 1977, Lemmonier
1992), que pone especial énfasis en la cadena operativa de la manufactura de los objetos y
en las opciones que los artesanos hacen en cada una de las etapas.
En este trabajo queremos realizar un ejercicio analítico que nos permita explicitar los
problemas en la utilización de esta aproximación teórica en nuestra problemática en Chile
Central, especialmente en sitios habitacionales, y clarificar así los alcances y limitaciones
de esta perspectiva en nuestra realidad particular.
“Puentes Hacia el Pasado” 54
La definición del concepto de estilo tiene muchas aristas, ya que involucra qué parte de los
objetos "contienen" el estilo, las bases conductuales de comportamiento social que lo
originan y las consecuencias de esas conductas en los objetos.
En el marco de la arqueología procesal, el estilo pasó a ser un ele mento dicotómico con la
función de los objetos, analogado a todo lo que no estaba relacionado con su función
(utilitaria) y asimilado mayoritariamente con el aspecto decorativo de éstos. Sackett (1986,
1990) fue uno de los primeros en plantear que esta dicotomía estilo/función era artificiosa,
y que el estilo más bien estaba en todo el objeto, en todos y cada uno de sus atributos. Esta
idea ha sido también desarrollada por la escuela francesa de antropología de la tecnología
(Lemonnier 1992), a partir de su concentración en las cadenas operativas de los artefactos y
la proposición del concepto de estilo tecnológico (Dietler y Herbich 1998, Stark 1999).
En esta propuesta el acento está puesto tanto en la práctica de producción (técnicas) de los
objetos como en los objetos mismos. La producción de cultura material implica tomar
opciones, las que no sólo se refieren a la decisión de producir efectivamente un objeto, sino
a cómo éste va a ser producido, ya que para solucionar un problema o para lograr un
determinado objetivo por lo general hay distintas vías (o técnicas). Estas opciones, que no
han sido constreñidas por las condiciones naturales del medioambiente (clima,
disponibilidad de recursos, etc), son arbitrarias y están determinadas por el contexto socio
cultural en el cual los actores sociales las aprenden y practican (Stark 1999, Dietler y
Herbich 1998).
De esta manera, el estilo podría ser definido como el modo de existencia de atributos
particulares de la cultura material que tienen una regularidad o recurrencia y que tienen
condiciones de existencia sociales e históricas específicas (Shanks y Tilley 1987). Este
"modo de existencia" es elegido dentro de un número de opciones posibles, a partir del
habitus (Bourdieu 1977) o de las representaciones sociales de los productores (Lemonnier
1992). Si bien estas elecciones la mayor parte de las veces son inconscientes, juegan un
papel activo en la estructuración o re-estructuración del habitus y de la sociedad, ya que
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La tecnología, además de ser una acción que lleva a cabo una transformación de materia
involucra también energía, objetos, gestos y conocimiento, sea este conc iente o
inconsciente (Lemonnier 1992). En este sentido la materialidad es sólo la parte visible de la
tecnología. Pero la tecnología tampoco es reducible a las actividades de producción y uso
de artefactos. La separación entre el acto de manufactura y uso de la cultura material y la
dinámica de la actividad tecnológica y sus relaciones sociales, es decir entre tecnología y
sociedad, es artificial (Dobres y Hoffman 1994, Dobres 2000). De esta manera, la
tecnología puede ser definida como una “malla” integrada donde se entretejen habilidades,
conocimientos, destrezas, valores, metas, necesidades funcionales, actitudes, tradiciones,
relaciones de poder, constreñimientos materiales y productos finales, junto con la agencia
social, el artificio y las relaciones sociales del técnico o artesano (Dobres 1999).
Las concepciones de identidad, habitus y estilos tecnológicos antes expuestos pueden tener
consecuencias muy concretas cuando son aplicadas en el ámbito arqueológico. La
identificación de una serie de decisiones arbitrarias recurrentes, permitiría identificar
grupos que comparten habitus y de esta manera, finalmente unidades sociales. Estos habitus
pueden ser objetivados a través del análisis de las cadenas operativas de distintos objetos,
que permiten definir estilos tecnológicos. Pero, ¿qué tipo de unidad social se está
realmente identificando a partir de la definición de estilos tecnológicos? puesto de otra
manera, que unidades o grupos sociales comparten un habitus?
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De acuerdo a esto hay dos elementos centrales: a) que el grupo de personas comparta las
condiciones (materiales) de la existencia y b) la cotidianeidad y el contexto de relaciones
cara a cara son esenciales para la generación de un habitus compartido.
En esta coyuntura puede ser útil el concepto de comunidad, tal como lo han desarrollado
yaeger y canuto (2000). Para ellos, la comunidad puede ser definida como "una institución
social siempre en proceso de emergencia que genera y es generada por interacciones en un
nivel supra-unidad doméstica, la que es estructurada y sincronizada en un conjunto de
lugares en un lapso de tiempo particular " (Yaeger y Canuto 2000: 5). En esta definición es
clave la interacción mutua y frecuente entre individuos, ya que ésta se sustenta en y a la
vez genera premisas y entendimientos compartidos que pueden ser utilizados en el
desarrollo de identidades comunes. Es decir, es indispensable la confluencia regular de los
individuos en un espacio común que permita esa interacción, aunque esto no
necesariamente implica coresidencialidad (Yaeger y Canuto 2000).
En esta definición las personas son consideradas, además, como miembros que juegan roles
activos y críticos en la constitución de la comunidad. No obstante lo anterior, "sus actos son
estructurados por las condiciones materiales y por las estructuras sociales y culturales que
condicionan la relación de los agentes con el mundo material" (Yaeger 2000:125).
Al interior de una comunidad, la cotidianeidad de las interacciones, las rutinas diarias y los
procesos de socialización primaria, conformarían un habitus o un conjunto de disposiciones
para la acción compartidas (Bourdieu 1977) y, en términos materiales, maneras
compartidas de "hacer las cosas" (Stark 1999). Por otra parte, esta interacción y habitus
generan una "sensación" o "percepción" de comunidad (Yaeger 2000). Esta identidad puede
explicitarse, expresando la filiación en prácticas concretas que permitirán diferenciarse de
un "otro", dentro de las cuales la cultura material juega un papel importante (Yaeger 2000,
Hegmon 1998).
Por otra parte, la aplicación del concepto de estilo tecnológico para definir unidades
sociales que compartan un habitus a través del registro arqueológico requiere que se
cumplan ciertas condiciones.
Uno de los principales problemas surge del hecho que como arqueólogos trabajamos con el
patrón espacial de la cultura material una vez que ésta sale del contexto sistémico y
accedemos, por lo tanto, a lo que descartaron los usuarios de una cierta materialidad. La
dificultad surge cuando lo s usuarios no son los mismos que los productores de ésta,
“Puentes Hacia el Pasado” 58
Al respecto cabe señalar que esta diferenciación productor/usuario adquiere relevancia sólo
a un nivel supra unidad doméstica, ya que incluso en los sistemas de producción más
simples lo más probable es que sólo algunos miembros del grupo familiar sean los que
producen cerámica, que sin duda es utilizada por todos los integrantes del grupo.
Con este problema en mente, se ha sugerido que los bienes utilitarios, que serían los que
potencialmente menos circularían o intercambiarían, deberían reflejar la tecnología y estilo
"local", y serían, por tanto, los más adecuados para definir estas unidades sociales menores
(Welsh y Terrel 1998, Stark 1999). Esta dicotomía entre bien utilitario y otro no utilitario
también puede darse dentro del propio dominio de la cerámica, entre el conjunto de vasijas
que conforma la “vajilla doméstica” y son utilizadas en la cotidianeidad y aquellas vasijas
que son utilizadas sólo en determinados contextos o situaciones específicas.
Sin duda, esto enmarca la potencialidad de uso de estas conceptualizaciones (con el fin de
identificar unidades sociales), a sociedades con una organización de la producción que no
esté basada en la especialización y en la cual el movimiento de bienes, o al menos parte
importante de ellos, esté restringido a los miembros de la misma unidad familiar o
comunidad.
A diferencia del material lítico, que deja una cantidad importante de desechos del proceso
de manufactura de los instrumentos, en la cerámica sólo contamos con el producto
terminado: la vasija. Cuando estas provienen de sitios habitacionales, generalmente se trata
además de vasijas usadas y fragmentadas, que a partir de los mismos procesos de descarte y
luego postdepositacionales, se han mezclado de tal manera que sólo es posible acceder a la
unidad (vasija) a partir de procesos de clasificación.
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d) Secado: aunque es una etapa por la que necesariamente tienen que haber pasado todas las
vasijas, no podemos realizar ningún tipo de inferencia acerca de cómo y donde se llevó a
cabo este proceso, ni por cuanto tiempo.
e) Tratamiento de superficie: sin duda este es un atributo que efectivamente puede ser
observado tanto en piezas completas como en fragmentos, siempre y cuando éste no este
obliterado por procesos erosivos ocurridos durante el uso mismo de la pieza o en contexto
posdepositacional. Sin embargo, es muy difícil inferir como se llevó a cabo este tratamiento
se superficie, y sólo en algunos ocasiones se puede deducir la utilización de algún
instrumento particular, a partir de alguna huella particular, o bien la direccionalidad del
pulidor (especialmente en vasijas completas).
d) Decoración: en las vasijas completas este es un aspecto que se puede abordar de manera
bastante completa, ya que incluso de pueden realizar análisis de eventuales pigmentos. No
obstante, en fragmentos esto es bastante más complejo y depende mucho del tamaño de
éstos. Es así como, si bien se puede identificar la técnica de decoración y los elementos que
la constituyen, los motivos y la configuración de éstos al interior de las vasijas pocas veces
se puede deducir. De la misma manera, los instrumentos con que fue realizada la
decoración sólo pueden inferirse a un nivel muy básico (p.e. pincel fino, instrumento
agudo), así como la secuencia en que fue hecha la decoración (p.e. a partir de la
superposición de trazos).
f) Cocción: a partir del color de las secciones de las vasijas podemos deducir la atmósfera
en la que se realizó esta etapa, o incluso si hubo algún manejo de ésta. a partir de ciertas
técnicas (p.e. dilatometría) se puede inferir la temperatura de cocción y a partir de
eventuales rasgos asociados también se puede conc luir el tipo de estructura de combustión
utilizada. Pero la manera particular en que ésta se llevó a cabo, el tipo de combustible
utilizado, la disposición de las vasijas en la estructura de combustión, el tiempo de cocción,
entre otros aspectos, no los podemos reconstruir.
Esto, que ya por si mismo constituye una limitante importante, se torna aún menos
auspicioso cuando consideramos la información generada por numerosos trabajos
etnoarqueológicos (Longacre 1981, 1991, Gosselain 1998, 2000, Stark 1999, Dietler y
Herbich 1998), que apuntan a que las decisiones más reveladoras en relación a grupos de
personas que comparten un estilo tecnológico son justamente las que menos posibilidades
tenemos de reconocer.
Estas tienen principalmente que ver con aspectos más bien sutiles de la forma de las vasijas,
como las proporciones de alto y ancho entre las distintas secciones que la componen,
espesores de paredes o bien leves diferencias en la forma de las secciones, todas
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características que, o son muy difíciles de abordar o que definitivamente no pueden ser
abordados a partir del estudio de la fragmentería.
Se ha propuesto que estas sutilezas tienen que ver con los hábitos motores involucrados en
la confección de las vasijas, los que son aprendidos e incorporados desde la niñez, y por
tanto son más difíciles de cambiar (Gosselain 1998, 2000). Por otra parte, también tiene
que ver la cualidad de “visibilidad” de los distintos aspectos que componen una vasija,
siendo las más visibles (p.e. la decoración) las más sujetas a manipulaciones, influencia y
copias, y estando las menos visibles (p.e. las técnicas de formatización primaria), por el
contrario, menos expuestas a estos mismos factores (Gosselain 1998, 2000).
Lo anterior debería llevar a preguntarnos a que unidad social estamos apuntando a partir de
la reconstrucción francamente parcial de la cadena operativa que podemos hacer a partir del
material cerámico fragmentado.
Creemos que distintas dimensiones apuntan a distintos niveles de inclusión social. A partir
de nuestra experiencia con el trabajo de los sitios del PAT de Chile Central, hemos podido
observar que hay ciertos aspectos de los conjuntos cerámicos, especialmente algunos
atributos relacionados con la forma y la decoración, que son los más compartidos entre
distintos sitios, mientras que otros, como la pasta, es el que se presenta mayor variabilidad,
siendo prácticamente particular a cada ocupación. Pensamos que esto tiene que ver tanto
con el sistema de producción inferido para estos grupos, como con la frecuencia e
intensidad de las relaciones sociales intergrupales y la visibilidad de las distintas
dimensiones de las vasijas cerámicas.
Estas similitudes observadas a nivel de forma y decoración tienen que ver con la presencia
de ciertas categorías de vasijas que tienen ciertas regularidades en relación a la morfología
y tratamientos de superficies y la existencia de ciertas decoraciones con la misma
configuración de motivos. Estas responden a una misma “forma de hacer” que es
compartida por grupos de personas que seguramente están interactuando entre sí, aunque no
de manera cotidiana (y no necesariamente todos a la vez, ver Sanhueza 2004), y por tanto
se refleja principalmente en los aspectos más visibles de las vasijas.
Creemos que para el caso del PAT de Chile Central, el análisis de la cadena operativa de las
vasijas, a pesar de todas las limitaciones que hemos visto, nos permite identificar distintos
niveles de inclusión social, todas significativas. En este sentido, el estilo tecnológico como
tal nos permite acceder a una familia o un pequeño grupo de ellas, lo que constituiría
nuestra "unidad social mínima", mientras que algunos aspectos de él, como la forma y la
decoración, nos permitirían su integración a una unidad social significativa mayor.
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Por otro lado, la desestructuración de los patrones de distribución espacial originales tiene
como implicancia que el contexto de uso de las vasijas, aspecto igualmente importante para
la definición de estilos tecnológicos, sólo puede ser inferido de manera indirecta y parcial,
por medio de criterios morfofuncionales, y de proporciones de distintas categorías de
vasijas representadas en el depósito. Las huellas de uso pueden ser observadas e
interpretadas en vasijas completas, pero son prácticamente inabordables en un análisis de
fragmentería, porque la localización exacta de los fragmentos en la vasija es desconocido
(lo que es vital para una adecuada interpretación de la huella) y por la dificultad de
diferenciarlas de eventuales huellas producidas por los procesos postdepositacionales.
En Chile Central este es un aspecto especialmente crítico, porque una gran mayoría de los
sitios se encuentran ubicados en áreas que actualmente son utilizadas para el desarrollo de
actividades agropecuarias, lo que en muchas localidades se remonta a tiempos coloniales.
A esto se le suma el hecho que muchos de los sitios tienen un depósito que no sobrepasa los
40-50 cm de profundidad, de modo que estas actividades han afectado a la totalidad del
sitio. El paso reiterado del arado, junto con el pisoteo de hombre y animales ha tenido como
principal consecuencia dispersar materiales que originalmente se encontraban
concentrados, mezclar materiales que se encontraban depositados a diferentes
profundidades, y una reducción del tamaño de la fragmentería cerámica, lo que va unido a
la erosión de sus superficies.
Recapitulación
En este trabajo hemos intentado analizar la aplicación de un concepto que tiene un referente
social (estilo tecnológico) a la realidad de PAT en Chile Central, intentando explicitar los
problemas con que nos hemos visto enfrentados y las consecuentes cautelas que debemos
tener. Por lo tanto, este debe ser visto como un ejercicio individual, que no pretende tener
un alcance mayor, sino que esta referido a una realidad en particular.
En este sentido nos parece relevante destacar que Chile Central presenta una situación
extrema en cuanto a la conservación de los sitios arqueológicos y los procesos
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postdepositacionales a los cuales se han visto y se ven sometidos hasta la actualidad, que
nos obligan a centrarnos en algunas pocas materialidades (cerámica y lítica) y a enfocarnos
en tratar de obtener de ellos la mayor cantidad de información posible. De esta manera, este
panorama tan poco auspicioso en relación a la alteración que han sufrido tanto los
materiales arqueoló gicos como los depósitos en los cuales se encuentran contenidos tiene
mejores perspectivas en otras áreas geográficas, con un clima más seco, una menor
explotación agrícola ganadera y una menor densidad poblacional.
La reflexión que hemos presentado ha resultado muy provechosa para nosotros, ya que nos
ha obligado a explicitar las limitaciones y alcances de estas conceptualizaciones en relación
a nuestra particular temática de estudio y por tanto también de las inferencias y propuestas
que estamos intentando realizar a partir de ellas. queremos destacar en este sentido, que las
variables de análisis utilizadas para operacionalizar el enfoque de los estilos tecnológicos
son básicamente las mismas de cualquier análisis cerámico tradicional (tratamientos de
superficie, espesor, formas, decoraciones, pastas), pero que por una parte, adquieren un
sentido y significado distinto en el marco de la teoría que sustenta esta conceptualización, y
por otra, son ponderadas diferencialmente de acuerdo al análisis crítico expuesto.
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