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SOCIEDAD 31 de mayo de 2020

CORONAVIRUS. CUARENTENA. MINISTERIO DE EDUCACIÓN

El debate sobre la calificación vuelve a ocupar el centro de la escena

La evaluación escolar en tiempos de


coronavirus

A partir de la decisión ministerial de suspender la calificación numérica, docentes


de todos los niveles cuestionan el qué y el cómo de la evaluación escolar.

Este año, el cierre del primer trimestre del ciclo lectivo en las escuelas
de todo el país traerá una inédita particularidad: el período no será
acreditado con calificación numérica. Ante la modificación de toda la
práctica educativa por el aislamiento social, preventivo y obligatorio, el
Ministerio de Educación de la Nación decidió que la evaluación
trimestral tendrá “carácter formativo”, con el foco puesto en "el proceso
de aprendizaje”.

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Si bien la medida es de carácter excepcional, logró abrir


preguntas que golpean de lleno en uno de los cimientos con que todo
el sistema educativo sostiene la enseñanza: la lógica del "premio" y el
"castigo". ¿Cómo se evalúan hoy los procesos de aprendizaje? ¿Cómo
impacta la resolución del ministerio en la práctica docente
cotidiana? ¿Es posible otra lógica de evaluación? ¿Pueden las y los
docentes reflexionar sobre sus prácticas de evaluación en las
condiciones en que trabajan? Para responder estas preguntas, Página
12 dialogó con especialistas en educación y docentes de escuelas
secundarias.

La nota como castigo

"La virtualización del vínculo entre docente y estudiante puso sobre la


mesa la dificultad para resolver la evaluación en un contexto como
éste. Aunque hubo que construir desde la nada todo un nuevo modo
de enseñar, a eso nos adaptamos y yo no he visto que aparecieran
preocupaciones más que tecnológicas. Sin embargo, con la evaluación
aparecen otro tipo de problemas: está todo bien hasta el momento en
que ya no puedo poner nota", analiza el doctor en Educación Jorge
Steiman.

Según comenta Rosario Martínez, profesora de lengua en escuelas


secundarias de la Ciudad de Buenos Aires, "cuando supe que no se
iba a calificar con nota hubo un momento de incertidumbre. Creo
que hay un vacío en ese sentido. Aunque una da las clases igual e
intenta seguir los procesos de los chicos, sin la nota siente que falta
cerrar algo". Para Nicolás Herrera, docente de historia en tres
escuelas de la zona sur del Gran Buenos Aires, "la mayor dificultad
práctica está en que los chicos se relajan y muchos dejan de mandar
trabajos. De algún modo, dicho en términos brutos, dejamos de tener
esa herramienta de amenaza que a veces es la nota, ya no se puede
decir 'si no hacés el trabajo te llevás la materia', porque ese castigo no
está en el horizonte".

Sin embargo, ambos docentes afirman que en aquellos alumnos que


sí mantienen la continuidad pedagógica parece despertarse un interés
diferente al habitual: "Hay algo más espontáneo, como si al no tenerle
miedo a la nota estuvieran mejor predispuestos a buscar otras
maneras de entrar a los contenidos", relata Martínez mientras que
Herrera advierte que así y todo "uno no puede contentarse con eso y
abandonar a los demás. Muchas veces los trabajos no se mandan
porque no pueden o por no tener acceso a internet, por ejemplo, y eso
no puede ser castigado. Pero incluso en los casos donde no tienen
ganas de hacerlo hay que tratar de estar atento, de eso se trata la
enseñanza al fin y al cabo".

En este sentido, Carina Kaplan, doctora en Educación por la


Universidad de Buenos Aires, asegura que "calificar el logro o el
resultado escolar en este tiempo de excepcionalidad implicaría
desconocer o negar las condiciones de desigualdad. Yo invito a
hacernos esta pregunta: ¿Es justo calificar en las condiciones tan
desiguales en que nos encontramos? Considero que no es un
momento para poner un número a cada estudiante sino para
comprender su proceso". 

Además, Kaplan sugiere que esta experiencia inédita podría ser un


impulso para que "la sociedad empiece a repensar los sistemas de
evaluación tradicionales hacia una evaluación no condenatoria ni
punitiva. De lo que se trata es de valorar las trayectorias escolares
intentando igualar la estructura de oportunidades socioeducativas”.
Según Martínez, en este contexto sucede que a veces son los propios
alumnos los que preguntan por qué sus trabajos no tienen nota o
incluso piden ser calificados. Para Steiman, esto se da porque "ese el
sentido asignado a la escolaridad: se va a la escuela a aprobar y el
éxito o el fracaso se define por eso".

La nota como premio

"Mediante las calificaciones numéricas se reconoce


administrativamente un conocimiento, pero eso no es indicativo del
aprendizaje de los sujetos. Un proceso como el del aprendizaje
escolar no puede reducirse a números y escalas, porque evaluar no es
sinónimo de medir", señala la doctora en Educación. Por su parte,
Steiman considera que "hay un halo en torno a la evaluación, como si
en ella se acabara todo el sentido de la enseñanza: se enseña para
evaluar, no para que se aprenda, y son los propios sistemas
educativos los que solventan esto".

Según los dos especialistas, esta preponderancia de la calificación


hace que las estructuras educativas adquieran lógicas de competencia
"meritocrática". En este sentido, Kaplan advierte que las calificaciones
numéricas son "una herencia del siglo XIX que fabrica jerarquías de
excelencia, pero la evaluación no necesariamente debe involucrar un
sistema de medición o una tabla de calificaciones que compara sujetos
entre rangos inferiores y superiores". De igual modo, Steiman critica la
idea de que la nota numérica pueda servir, a modo de premio, como
un "estímulo": "Se cree que la nota estimula, pero eso es así solo en el
marco de un sistema competitivo. Desde mi punto de vista sería mejor
evaluar por 'aprobado' o 'desaprobado', sería menos meritocrático y
habría menos competencia".

Que la evaluación debe estar orientada a acompañar los procesos de


aprendizaje de cada estudiante en particular ya es un consenso dentro
del mundo académico. Desde este punto de vista, la nota, el examen,
la tarea o el trabajo práctico no debieran ser elementos externos que
el docente introduce cada cierto período de tiempo para conocer qué
fue lo que el alumno aprendió de memoria, sino que deberían
pensarse como parte integral de la enseñanza y el aprendizaje: "En sí
mismo, la nota o el número no es el problema, sino el objeto de la
evaluación. Hay que preguntarse: ¿Qué es lo que estamos
evaluando?", señala el doctor en Educación en este sentido.

El énfasis puesto por el Ministerio de Educación en focalizar en los


"procesos" y en el "carácter formativo" de la evaluación no es algo
nuevo para el mundo de la práctica docente. Sin embargo, la decisión
ministerial de no calificar con nota numérica llevó a que las
distintas instituciones educativas deban buscar formas nuevas de
llevar la evaluación, mediante la utilización de rúbricas y el
seguimiento particular de las trayectorias de los alumnos. Entre los
puntos a evaluar no solo se recomienda tener en cuenta si los
estudiantes resolvieron las actividades, sino también cómo sostuvieron
el lazo con la escuela, si tuvieron acceso tecnológico a las propuestas
de enseñanza, si plantearon dudas, preguntas u opiniones o si
compartieron las actividades con sus compañeros.

Así y todo, la modificación en el método de evaluación puso de relieve


algunas dificultades materiales que, tanto docentes como alumnos,
tienen a la hora de llevar a cabo la continuidad pedagógica: "Desde mi
punto de vista resulta un poco descolocado hacer énfasis en los
procesos justo en este contexto ¿Cómo evalúo el proceso de un chico
que, por una razón u otra, no pudo enviar ningún trabajo en todo el
trimestre?", advierte Herrera. Algo similar sostiene Martínez: "La
mayoría de los profesores de secundaria tenemos, como mínimo, 150
alumnos entre todos nuestros cursos. Si ya en la normalidad del aula
se hace difícil seguir la trayectoria de cada uno, la virtualidad lo
complica más aún", asegura.

Sin embargo, la docente cree que "cuando esto termine tal vez sea
diferente y se pueda pensar mejor, creo que lo importante a la hora de
evaluar es entender que cada alumno tiene un proceso particular y
que, por otro lado, ese proceso no se puede reducir a un número".
Según Kaplan, en la práctica, los docentes "junto con la calificación
numérica requerida, ya evalúan procesos, porque la apropiación de los
aprendizajes se logra en interacción, a través de la construcción del
conocimiento compartido, tejiendo y entretejiendo solidariamente en el
aula".

¿Es posible otra forma de evaluar?

"Ahora estamos en pleno tránsito de una experiencia inédita, pero


puede haber efectos no buscados que son una oportunidad para, una
vez que pase esto, enriquecer los sistemas de evaluación. Ir hacia la
evaluación en proceso, de carácter formativo, que es un modo de
contrarrestar las desigualdades", explica Kaplan que considera que
sería esperable "repensar si el sistema de evaluación será numérico,
procesual o ambos". Para Steiman, la evaluación "es mucho más que
un examen o que un momento, es algo que acompaña a la
enseñanza, tiene que tener un sentido y el énfasis tiene que ser más
formativo".

Desde su experiencia cotidiana, Herrera opina que, en las condiciones


en que hoy en día se desarrolla la labor docente, un cambio de este
tipo no puede esperarse en términos individuales: "Yo tengo cerca de
300 alumnos. Normalmente cruzo tres localidades para ir a las
escuelas, el fin de semana corrijo y me quedan algunas horas libres.
Así y todo reflexiono sobre mi práctica y trato de buscar otras formas
de evaluar. La mayor parte de las veces te cruzás con obstáculos
institucionales que no permiten hacer nada: al fin y al cabo tenés que
poner el numerito cada trimestre y eso no es una decisión mía, es una
decisión estatal".

En esto coincide Martínez, quien utiliza una comparación


cinematográfica para explicar la situación: "Cuando salió la
serie Merlí y estaban de moda sus métodos yo pensaba: 'si yo
trabajara cuatro horas por semana y el sueldo me alcanzara para vivir
como vive él, entonces también tendría tiempo para pensar métodos
nuevos'". Así y todo, la docente considera que "cada docente puede y
debe tomarse un espacio para reflexionar sobre sus prácticas, pero
hay determinadas cosas que no podemos cambiar por cuenta propia".

En palabras de Kaplan, "la escuela es una institución que contiene las


huellas del pasado pero a la vez muta con los cambios de época. La
escuela es un proyecto político y cultural, una experiencia que nos
constituye subjetivamente y que está atravesada por los signos de su
tiempo". Restará saber si los cambios que la pandemia impuso a la
práctica evaluativa llegaron para quedarse o si el sistema de premio y
castigo sobrevive sin variaciones. Cualquiera fuera el caso, será
producto de una decisión política. 

"Una pedagogía de la ternura"


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"Es importante en esta experiencia inédita asumir una pedagogía del


trauma, una pedagogía de la ternura", define Carina Kaplan quien,
además de ser doctora en Educación, es profesora de la materia
Sociología de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA. Entre otros títulos, coordinó la publicación "Desigualdad
educativa: la naturaleza como pretexto", y ahora hace hincapié en la
necesidad de problematizar los contextos desiguales de los
estudiantes ante el proceso de "continuidad pedagógica", además del
valioso rol de la escuela pública ante la cuarentena.

"La desigualdad social preexiste a la escuela. Niñas, niños y jóvenes


transitan su escolaridad en forma diferencial según las marcas de
origen social, pero la escuela pública mantiene la promesa de la
igualdad y procura con sus prácticas desanudar el vínculo que parece
inexorable entre el sello de cuna y el destino escolar", explica Kaplan y
agrega que si bien en este contexto "el encuentro virtual no suple a la
interacción cara a cara, que compromete al cuerpo y a las emociones,
la escuela sigue siendo la generadora del lazo social".

En este sentido, la doctora sostiene que "la escuela democrática es


aquella que lucha cotidianamente por ser más justa, en una sociedad
de mercado desigual, permitiendo avizorar horizontes simbólicos de
oportunidad", y añade que, aún sin la presencia física de la institución,
es importante mantener el vínculo con los estudiantes en este contexto
particular: "Es necesario, en cada comunicación, preguntarles cómo se
sienten, cómo están transitando esta experiencia, cuáles son sus
miedos o en qué los podemos ayudar".

Kaplan concluye que el rol más importante de la escuela y los


docentes se sitúa ahora en "ayudar a tramitar los miedos a la
enfermedad o a la muerte. Y al volver a las aulas la escuela necesitará
ayudarlos a curar las heridas sociales, a elaborar las pérdidas. El
lenguaje de las emociones es lo que nos hace humanos, por eso
debemos asumir una pedagogía de la ternura".

La educación superior, no tan afectada

Ante el aislamiento social, preventivo y obligatorio, la educación


superior también ha visto sus prácticas modificadas y la evaluación no
está exenta de cambios. "En la mayor parte de los caso se va a
resolver la acreditación de forma virtual, con mesas de examen a
distancia, trabajos prácticos o evaluaciones domiciliarias", detalla
Jorge Steiman quien, además de ser doctor en Educación, se
especializa en Enseñanza Universitaria.

Sin embargo, existen determinadas materias que, por tener una carga


de contenidos mayormente orientada a la práctica, no pueden
reemplazar la clase presencial con tanta facilidad: "En estos casos hay
problemas para dictar las clases, algunas fueron dadas parcialmente y
otras directamente postergadas, como es el caso de las prácticas
docentes en los profesorados, por ejemplo", explica Steiman y detalla
que, en algunas de estas materias, "se decidió ir hacia un esquema
de dos instancias: acreditar la parte teórica por una parte y postergar
la práctica para otro momento".

Ante el contexto excepcional, los profesores universitarios también se


vieron obligados a modificar sus metodologías de enseñanza: "Surgen
nuevas prácticas, o algunas que eran poco utilizadas se vuelven más
comunes", sostiene el doctor en Educación. Una de estas modalidades
es la denominada "clase invertida", la cual supone que "el estudiante
ya llega a clase con el teórico visto; el profesor se filma, graba el
teórico y los estudiantes lo miran, por lo que a la clase llegan solo a
discutir conceptualmente lo que se vio en el teórico", según explica
Steiman

En este sentido, el especialista en enseñanza universitaria separa las


prácticas de enseñanza de la educación primaria o secundaria de las
prácticas de la educación superior. Mientras que "en los niveles más
bajos el vínculo entre profesor y estudiante no es tan fácilmente
reemplazable", en la educación superior sí existe "la posibilidad de
suplir la presencia del profesor por una vía alternativa, la discusión que
se da en el aula se puede dar también por vías virtuales", concluye
Steiman. 

https://www.pagina12.com.ar/269255-la-evaluacion-escolar-en-tiempos-de-coronavirus
grupo 2 ) Magister: Rebeca Anijovich Evaluar si, pero ¿Qué y cómo?

https://www.facebook.com/ifdcregina/videos/2689827094627117/
Grupo 3) Rebeca Anijovich ¿Cómo sabemos que nuestros estudiantes están
aprendiendo?

https://www.youtube.com/watch?v=UAqQbeus2dc

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