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|. Introduccién: Echeverria, la postulacién romantica de la nacién Independencia cultural an qué lengua debe escribirse la literatura argentina? La Generaci6n del 37 espe Cula Sobre este problema sin hallarle una solucisn inmediata, Aunque sus integran- tes desconfian del saber espefiot como lo muestra Juan Marfa Gutiérrez (1982) al desplegar, como un anatomista, su “fisonemia", encuentran que es dtl valerse Be lz lengua peninsular para tener un punto de unificacién y de comprensién mutua entre los pafses hispanoamericanos. La Generacién del 37 surge en Buenos Aires en torno a la Librerfa Argentina de Marcos Sastre situada en la calle Victoria (actual Hip6lito Yrigoyen). Al se reuntan con el propésito de discutir temas politicos y culturales a los que accedian en parte leyendo et catélogo importado por Sastre, y en parte escuchando a Esteban Echeve- ‘ria (1805-1851), quien regresaba de un vigje a Paris (1825-1830) que habla tendo el efecto iniciético de conectario con el romanticismo europeo. El impacto que esa corriente estética produjo sobre el joven portefio lo convirtié en su primer vocero rloplatense desde 1830 y en el ejecutanteinical del romanticismo en lengua esp2- jiola a partir de la publicacion de Elvira o fa Novia del Plata en 1832. No faltan las, sospechas que sefialan que esta obra exhibe una proximidad con Lo Nueva Eloisa de Jean-Jacques Rousseau que limita con el plagi. Et romanticismo europeo se inicié en 1795 con el “Programa més antiguo del idealismo alemén” (Lacove-Labarthe y Nancy, 2012), del cual se desencadenaron corrientes filos6ficas como la que desarrolla Georg W. Hegel, corrientes poéticas en las que sobresalen autores commo Friedrich Holderlin, corrientes teoricas como la que despliegan los hermanos Schlegel y mitos individuales como el que encarna el poeta suicida Novalis, el del joven que vive intensamente y muere sin llegar a le madurez. Et concepto de corriente conviene al modo fluido en que se expandié el romanticismo hacie Inglaterra y Francia. En el primer caso, figuras como Lord Byron, Witliam Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Percy Shelley y su mujer, Mary Shelley (célebre autora de Frankenstein), se animan a experimentar con los “parafsos artificiales” que eran las drogas naturales como el opio y no desdefian ~ una intervenci6n politica como la que lleva 2 Byron a morir de una peste adquirida durante su participacién en la guerra de Grecia en 1821. En el caso francés, a las, primeras variantes del movimiento que se advierten en Rousseau (y que se vincu- lana lateoria politica expuesta en Elcontrato social) se aflade su expansi6n exstica com las obras del conde de Chateaubriand (Atola, René, E timo abencerroje) y su Aisposicién a la denuncie social que se evidencia en tas obras de Victor Hugo como Los miserables y Nuestra sefora de Paris, congruentes con las reflexiones tedricas que constan en el prologo a su drama Cromwell. De este romanticismo social deriva fundamentalmente la variante rioplatense. Junto con el romanticismo, Echeverrfa introdujo una serie de ideas politicas que, si encuentran un punto irradfante en Rousseau, no se sustraen al pensamiento revo- lucionario que surge alrededor de 1789 en Francia y anticipan tas adhesiones de los hombres del 37 al socialismo europeo liberal, aunque frecuentando también ciertas vertientes ut6picas. Las reuniones en ta Libreria Argentina se articulan en 1838 ManceLa caoce eee 10 en le fundacion de la Asociacién de La Joven Argentina, pare cuya inauguracién Echeverria hace un repaso de palabras clave del vocabulario politico liberal, que en el siglo XIX representa le cortiente més avanzada de pensamiento, sobre todo frente a la realidad local en fa que campean los caudillos como Juan Manuel de Ro- sas, Los nombres de Juan Marta Gutiérrez, uan Bautista Alberdi,e| mismo Sastre y Domingo Faustino Sarmiento integran el istado basico del Sal6n, al que se asocian Juan Thompson (hijo de la célebre Mariquita Sanchez de Thompson), Vicente Fidel Lépez y José Marmol. Las coordenadas que retinen a estos hombres y que funcionan como punto de partida para que de ellos surja una literatura nacional comienzen con la coinci- dencia en tiempo y espacio que permite definirlos como “generacisn”, fa primera que se forma en la Argentina después de 210. A ello se suma el rechazo hacia el régimen gobernante, aunque este enfrentamiento que sostenfan con la Federacion rosista, y que se ha convertido en un tépico de la historiografialiteraria, esulta puntualmente desbaratado por Félix Weinberg (1958), quien recuerda que aquellos {que recibieron su diploma profesional en la Universidad de Buenos Aires juraron por la Federacién durante el acto académico, como indicaba la formula usual, y que s6lo se convirtieron en personajes enfrentados al régimen cuando Rosas rechaz6 les consejos politicos que le proveyeron, mediante los cuales aspiraban a aplicar las ideas politicas europeas a la orgenizacién nacional argentina. Tal circunstancia repite un desencuentro clasico entre intelectuales y poder en que, quienes cuen- ten con una formacién cultural, abrigan pretensiones que el poder real decapita inmediatamente, sospechando una amenaza detrés de cualquier sugerencia. El pa- pel de “consejeros del principe” tipificado en 1515 por Maquiavelo es rechazadé violentamente por Rosas, lo que motiva que de alli en adelante los miembros de la Generacién del 37 se conviertan en enemigos acérrimos de la Federacion. Es asf como este grupo fue calificado en conjunto como"unitarios”, incluso ‘cuando no adherfan a esa alternativa, 0 slo lo hacfan en tanto opasicién al rosis- mo, De hecho, la Asociacién de La Joven Argentina ~creada sobre el modelo de La Joven Italia fundads por Giuseppe Mazzini- tenfa un origen de corte andrquico, ‘uyo propésito capital era lograr en el plana cultural fa misma independencia con: seguida en el plano politico a partir de la Revolucién de Mayo de 1810. Acaso el Linico de los jovenes que se resistfa a este entusiasmo ut6pico fuera Alberdi, quien habia legado a Buenos Aires desde su Tucumén natal gracias a una bece conce- dida por Facundo Quiroga. Albesdi. mas préximo a la teoria politica inglesa que a la francesa, més inclinado a la préctica periodistica que cumplié en la revista Lo Moda que a la creacién lteraria en que se especializ6 Echeverria oa las reflexiones criticas que fueron la marca distintiva de Gutiérrez, iniciabe asi su formacién de ‘e6rico politico que se plasmaria una década y media después con las Bases y pun- ‘as de partide pora le organizecién nacional (1852), donde estudia las constituciones americanas evaluando sus aciertos y desaciertos para lleger al modelo que postula para la Constitucién Argentina. A partir de 1839, el levantamiento rebelde que se conocié como insurreccién de los Libres del Sur, producido en la localidad bonaerense de Dolores (y sobre el cual Echeverrfa escribe un poema conmemorativo y taudatoria), genera una reaccion inmediata del poder politico que decreta la proscripcién de los unitarios, acusados ESTEBAN ECHEVERRIA de promover la intentana. £5 asi como los hombres del 37 parten hacia el exlio: Echeverria, Gutiérrez y Alberdi se instalan en Montevideo, donde asistiran al sitio de la ciudad por las tropas del general Manel Oribe, aliado de Rosas; Sarmiento y Vicente Fidel Lopez eligen el destierro trasndino en Chile; Marmol es el Gnico que se retira a Rio de Janeiro. ‘La condicién de exilio, que Ricardo Rojas (1961) resalté al designar “Los pros- criptos” a estos intelectuales, es otro factor de unidad de los miembros de la gene- racién, que los impulsa a desempefiarse profesionalmente como escritores, tanto por la posibilidad de expresar fuera del pafs lo que en la Argentina permanecta ‘censurado por el régimen, como por la necesidad de sostenerse con Ia practica intelectual. Esta situacién, recorteda sobre el ejercicio europeo del romanticismo como literatura nacional, es el factor determinante que convierte 2 estos hombres tenlos iniciadores de la literatura argentina, Conscfentes de su “misi6n*, los autores ‘sededican a disefar un paisaje nacional, adifundir articulos de costumbres, a plas- mar una fe politica enfrentada con el caucilismo y cortelativemente a denunciar {a politica locat y, concurrentemente, la politica cultural que se mantiene en los cénones tradicionales Elespiritu belicaso de Sarmiento es una de las plasmaciones més vehementes de-esta posicién. Et emigrado argentino instala polémica allf donde se asienta. En Chile, las mas famosas lo destacan como representante cabal de esa generacién preocupada por el modo de expresi6n, tanto en lo puramente linguistico como en {os modos de representacidn, La polémica por la lengue lo enfrenta con el sabio venezolano Andrés Bello, organizador de la Universidad de Chile y autor de una gramatica que sigue consultandase al cabo de dos sigios de haber sido escrita la jolémica del romanticismo lo coloca en nea con un escritor chiteno, José Victoria- ro Lastarria, Mas tarde, cuando Alberdi cambie Montevideo por Chile como sede de emigracién, Sarmiento se enfrentaré con él en esa antologia de la injuria que son as Ciento y Una, a la que el jurisconsulto tucumano responce con las Cartas Quitlo- tanos, insinuando el resentimiento que desespera a Sarmiento en su condicién de sanjuanino sin dinero ni prebendas como las que ostenta Alberdi En todos estos ejercicios devbelicismo escriturario, Sarmiento evidencia el modo en que se articulan la teorfa y la prctica en sus textos. El Focuncio de 1845 ‘esa obra magna en tal sentido, y asia recupera Echeverria en la Ojeado retrospec- tiva sobre el movimiento intelectuol en el Plata desde 1837 (1851), exalténdola como el mejor libro escrito en estas tierras. La generosidad del jucio echeverriano debe centenderse en el contexto en que su obra més debatida, £! Matadero, permanece sin publicar. Su género es tan impreciso como el del Facundo en la concurrencia de articulo de costumbres, relato, denuncia, panfleto y otras discursividades en- faticas; su virulencia es tan extrema que amenaza con la violaciOn y termina con la muerte del enemigo polttico; su doctrina es tan elemental como para abundar ten el meniquefsmo en que los unitarios son victimas propiclatorias y los federales son carniceros salvajes, en esa “pequella repdblica” reglda por un juez totalitart. Lejos del equilibrio reflexivo de su Dogma Sociaista, Echeverr‘a dedica las paginas de El Motadero a una representaci6n brutal en que el iberalismo se reconace en el lenguaje refinado pero notoriamente hispanizante con que el narrador se aparta de la lengua popular. MARCELA CROCE n W Lenguaje y representacién "Este precioso boceto apareceria descolorido si levado de un respeto cexagerado por a dlicadeza del lector, suprimidramos frases y palabras verdaderamante coeces proferidas por los actores en esta tages.” Jan Marta Gutiérrez, Note a El Matadero (187) El primer problema de El Matodero ser8, en consecuentia, la eleccién dela len- gua apropiada para fundarla literatura nacional, sise acepta establecer en este tex to.su punto de partida, Un argumento banal ~"la arbitrariedad de una compilacién ‘cumplida por Renata Dongh de Halperin que colocé en el sitio inaugural el relato de Echeverrfa"- y un argumento de autoridad ~la estentérea conviccién con la cual David Vins (1964) establece que “la literatura argentina empieza con Rosas"~ con- fiuyen en tal sentido. Pese ala voluntad de (os intelectuales del 37 de epgrtarse de la norma peninsular y establecer un uso propio del espaol ~que llega en el caso de Gutiérrez a rechazar el ingreso a la RAE-,'(a jerarquta de lenguas que despliega El Motodero es ambigua. El narrador verifica su condicién liberal de dos maneras: situéndose -tfpica convencién del narradorrealista que logra ver y saber todo- en tun lugar alto y alejado del “espectaculo brutal” que atribuye a la escena popular (La perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, lena de animacion") y evitando “regalara ls lectores” con el lenguaje soez que emplea la chusma federal (Dos gestos de suficiencia dominan esta dispostci6n: la superioridad de quien relata con respecto alo que observa y el reclamo de un uso ingifstico que desdena lo popular. Esa misma antipopularidad ~que llega a la paradoja de organizar la literatura argentina suprimiendo los rasgos propiamente rioplatenses como el vo- seo- se consagra eneldiscurso del unitario, colmado de abstracciones ("la patria"), recargado de referencias religiosas (“infames sayones") pese al profesado atetsmo de quienes revistan en las filas del Progreso y saturedo de formas peninsulares como “vosotres” frente al austero y reconocible “vos” en que se desenvuelven los didlogos de los personajes tipicos del matadero. Tal dualismo tiene repercusiones retoricas en el maniquetsmo que organiza el texto. Su despliegue comienza en la ambivalencia entre descripel6n y narraciOn “tan extensa y subrayada que El Motodero parece més una descripcién proliferante que una narracién efectiva- y, antes de recaer en el previsibleenfrentamiento entre fecerales y unitarios que anticipa el lema sarmientino de “civilizacion y barbarie’, propone algunas hipatesis sobre el sistema de representacién, objeto final de la literature argentina en sus inicios. En primer lugar: como ya sefalara Adolfo Prieto (1996) en su libro sobre los Viajeros ingleses, la caracterizacién del matadero (como también ocurre con la pin- tura del desierto que se impone como trasfondo en La cautive) no responde a una 1 cure es dsignado on 167 lamb coespendlnte del Real Academia spate dels Lege, cr fesevato ps Ilene stables ef pases de hab pan. €cechaa el loa cu een Ia FA ends que oes upside" belly erpleadar(oma proclaim el Acai ura ee {a tcalvecion om ee proo Ur pero expat ar Marne Vikes, epoch ac de Gute Ete le rexpondé eas Cro dun Perit, ESTEBAN EcHEVERRIA experiencia propie del autor (cuya superposicién con el narrador es total, como en luna autobiograffa), sino @ una transcripci6n précticamente literal de los cuadros costumbristas trazades por los sajones que venfan al territorio antes con ojos de explorador que de turista, menos con anima de paseante que de empresario que verifica la aptitud de la zona para efectuar una inversién. Mejor: como si EiMotade- 10 fuera una autobiograffa de ese inminente exiliado por el régimen rosista que es Echeverrfa, a quien la Federacion no parece reconocerle la presunta generosidad de haber importado el romenticismo europeo al pais, dotando ala nueva nacién de ‘un modo expresivo, Pero ademas, la representacién de esas “quintas al sur de la cludac”,situadas en el catastro actual de Plaza Espata y sus adyacencias en Barracas ~mientras su homélogo del Oeste estaba emplazado en la actual Plaza Miserere (donde alguna Inclinacién grotesce mand6 erigir fa tumba del acérrimo unitarla Bernardino Riva- davia)-, se postulan como un equivatente de toda la Repablica. Una serie de co- srespondencias que se especifican como proporciones establecen la simetrfa entre el juez del Matadero y el Restaurador (ambos ejercen le suma del poder; éste en las Provincias Unidas y aquel en “aguella pequefia repdblica” cuyo espacio se define cen la representacin del croquis), entre Matasiete y el arquetipo del mazorquero, etre el unitario victimizado y los j6venes intelectuales portefios que deben emi brar. Para abusar del determinismo, el narrador anota que el nombre de la “herofna” ~precisamente, "Eneatnacién” en esa orgia de carniceros sanguinarios~ se escribe on las letras de sangre en que se especializaba la Mazorca (policta secreta rosista ‘que Echeverrfa inscribe como "Més-horca” para trasuntar la brutalidad federal) * Carne y sangre: circuito productive y violencia La sangre salpica todo el texto, Desde las bolas de barro y sangre que se arrojan ls muchachones que acompafian a las negras achuradoras en el robo de residuos -enbolsas improvisadas con panzas y vejigas infladas? (que se conjugan con la “san- Branza seca y reciente” mantenida en las zanjas anexas ala explanada principal), el ‘elato anticipa una sucesién que en lo descriptivo prosigue en las letras de sangre ‘Con que se inscribe el nombre de le difunta en la casila del Juez, y dispara hacia ‘ornarrativa en tos tres hechos de sangre que constituyen el Gnico relato en tantas paginas ‘ge Hechos de sangre: ta identificactn parece desviarse hacta el género polictal, Pero en realidad es el modo de instalar le denuncia a partir de golpes de efecto crecientes sobre el lector/espectador, ateniéndose a la advertencia del narrador 2 La refrac os muet “heros” uo obgtoriSnpuesto por Restaurador saa gue to, ue rls prineras nea es ncndsesuecha dent dela cae e180, debe sare ene 139 ao de dea 2 Encaracon Ecara~y 2839 El morent precise de exertur iu tndo vga, dene entonces baste 1729 {up Jan Marta Gutserez da a conocer as Obvas Completes de Eenever',permanece nk, Ics despues de. (oecineno del aur en 851 y ea devo de Ress en tata Ge aseos e852 2 Seal de una acs de cit abundancia (aschra que se decatbs ona cad de 830 hacia ls sh 70a entero se era pert, "todo bho qu cami |vaa pra as2€er a csi ningane pate. wanceLa croce B 4 segin la cual toda la escena costumbriste “era para vista, no para escrita™ Dis- puestos como serie de ceulos concéntricas se suceden la muerte accidental del chico, a liquidacion de toro y la tentativa de asesinato del unitari. Una progresién sanguine los asiste: el primer momento es sangriento el segundo sanguinolento (la sangre és ineludible al matar y carnearal animal; es previsible en ese émbito y ro provoca la impresion de los presentes)y el tercero se perfila como sanguinario, aunque finalmente el orgulo del unitario impida ta violacion seguida de muerte para declararffsicamente tode su resolucin reventando de rab. La descripcién de cada una de esas muertes confirma la inclusién de una en otra hasta a sintesis {ue provee el episodio final: el chico muere emanando un largo chorro de sangre mientras del toro brota un torrente y el unitario explota en un torrente que comieniza 2 caer a chorros a ambos lados de la mesa. El texto podrfa haber conducido al policial. Pero prefirié el naturatismo, al fin y al cabo una derivacién mas l6gica del tempestuoso romanticismo del tomienzo, Se advierte esta tendencia en el gusto por las imégenes brutales, el desparramo de visceras, a explosién de sangre. De este modo, el liberal que narra y que se ‘identifica con el unitario, que no cree mas que en el progreso ~“ias luces" de las, ‘que son enemigos los oscurantistas que mantienen tos tonos en el rojo y negro de la bandera dela Federacién, con su lema amenazante de equtvoca devocién religio s2- se incline por laciencia y apartado de la anatomie que todavia mostraba cierta persistencia en los textos ensayisticos, se pronuncia por la fisiologfa dela sangre, dlescubrimiento tardio en la historia de la medicina.> Desde ese modelo es posible leer Ef Matadero como un sistem circulatorio, con tas caracteristicas que son propias en los mamiferos: un circuito completo, cerrado y doble, Completo, porque las venas y las arterias que lo conforman se duplican en los unitari y los federales (incluso con sus colores simbélicos respectivos) {que se disputan el poder nacional desde los aos 30. Cerrado, porque la sangre no entra.en contacto con el exterior, aunque en este punto hay una leve alteracion del concepto: el asgo de cerrazén est§ determinado porque ningin “externo” sale vivo ‘del matadero =de hecho, al unitaio se le efectéa una virtual autopsia en vida en cuyo transcurso debe demastrar que lleva el luto “en el corazén por la patria que vosotros habéis matado”, ye que no porta la banda negra que éxigia el Resteurador en ese duelo compulsivo. Doble, porque la relacion entre circulacion menor y cir culacién mayor se desdobla en la funci6n econémica que cumple el matadero: por un lado abastecer al consumo interno y por el otro exporter la carne para lograr el ingreso de divisas 1 J rege 2010235) sess ge ercens“s st eset tiande 2 er gaada pol epseylo novelas: tienes queen vata comunidad de lestovs qu preupes scar police bn peda, cantor sept Seg La esertra nes montone eles lea ror, os hee parte dl aston 5 E2405 el ngs Will Karey dsr le ces sarglne oun Wats tulad De Mot Corts as pies antiguas qo rot ua sage serra eno gad aa ce all mediante ves ports quedsn {eaimeredesacettades cuando el vance en os nso de oserecon fundamentals el Gsarolodel Inlresopi=pemiter vere canes sagaens Lara de ieleéntovo ur impecandiat uraee0 ‘vie canis ipa x atcomes parte dei XIl se impone er voraulara de cores ih “coraneshistrcat oto dssanemeries Gees que recalan ene sig KX ene “Map de concen prima po es sre rancee, ESTEBAN ECHEVERRIA ‘Yes justamente en este segmento donde se revela el agujero negro del texto, que es también el punto ciego del pianteo liberalunttarfo. Porque si la correspon- dencia indiscutida ~en la l6gica del texto entre gobierno autoritario criminal y faenas de matarife obliga @ que un pats bajo ese régimen deba respetar tal sistema econémico, cuales la alternativa propuesta por los unitarios para reemplazar el modelo agroexportador que ya comenzaba a perfilarse y que alcanzeré su disefo ims preciso hacia fines del siglo XIX? Simplemente no existe. El iberalismo echeve- rriano pretendia mantener el esquema carnicero con un gobierno “amigo de las lu 2s", lo que constituye una contradiccién que et relato se ha esforzado por subrayar, justamente a través de ese maniquefsmo resistente a toda dialéctica que conduce hacia el enunclado mayor de los conflctos argentinos: cvilizacién y barberie, Hombres en pugna Todas las sefiles externas de la civilizacion asisten al unitario, desde la de- cisién de cortarse ta barbe en forma de U -continuada con ta patila~ haste le in- corporacién de ciertos “adelantos” como las pistolas y la adhasin a las impreg. naciones dandies: la galera, el frac a sila de montar. En oposicién absoluta, pero también como sintesis de todos los miembros de su clase ~lo que se expone en ElMatadero es nada menos que une lucha de clases en el origen de la nacién-, et matarife lleva la patilla federal, porta una daga que da cuenta de su valor personal al obligarlo ala lucha cuerpo a cuerpo (con ese cuchillo corto ha desjaretado aun taFo), posiblemente lleva el gorro mazorquero y un mameluco ensangrentado, y ‘monte en pelo 2 los animales. Civilizacion y barbarie; la rebeldte que se desprende del retrato de Matasiete anticipa la caracterizacion de Quiroga en el Facundo (1845) de Sarmiento’ Y esa forma descriptiva que es el retrato encastra de manera precisa con el cuadro cos- tumbrista previo y remite a otros cuadros posibles: el pictérico, dominado por las ‘estampas" dela época, el cuadto elinico que en su exacerbado naturalismo roman- tico explice la muerte del unitacio y el cuadro teatral en que se sitda la victima en el centro de la escena para ser ultimada ante el piblico. Julio Ortega (2010: 237) propone otras variants formals: a crénica, el emblema y la alegoria que “ocurren por ampliacién de funciones y sigificaciones", donde fo emblemstico radica en el ‘episodio del toro que provoca un cambio desde la descripcion del matadero en la primera seccin haste la configurecién del Matadero en a segunda parte, confirma: deren el paso de mindscula a mayiscula que registra el texto. Logue en &1 Matoderoes la intromisi6n permanente de un narrador omnisciente cuyos juictos convocan a un lector acorde con ello, en el texto de “La Refalosa” ‘que integra Poulin Lucero de Hilario Ascasubies la vor federal a que se hace cargo dle la amenaza, expuesta en un poema narrativo. Resulta perad6jico que un militar ‘como Ascasubi resuelva mejor el tema en términos literarios que un intelectual 'sumientatanbign se sia ent nes de llectuales laces a ques Ehevers les atl “des ojos” ecg. clavido en eres oe gaye oto and hacle Europa. EI esulace de ese sagéstico allie sons vanes rmdatin eos aslo "b6bror” dds nels se petence epi lal 6 “La Refalosa” le da la voz al federal y exime de juicios, aunque se presenta como “amenaza de un mazorquero y degollador” que desempenia sus oficios tenebrosos enel sitio de Montevideo, contra un “gacetero” que difunde noticias desfavorables a los federales. El periadista se llama Jacinto Cielo, nombre que convoca a las dos obras més conocidas del poeta gauchesco Bartolomé Hidalgo: los Cielitos que cele- bran hacia 1810 los éxitos del ejército independentista,y los Diélogos Patriétcos en ‘que Jacinto Chano y Ramén Contreras evalian la potitica rioplatense (cfr. Ludmer, 1988). La escena de “La Refalosa” muestra que el degielto forma una serie, multipti- cando to que en E/Matadero era un hecho aislado: con uns lonja de piel que le sacan al unitario torturado, atardn al siguiente como se atan las vacas con una menea 0 tira de cuero para ser ordefiadas. La masica que en Ef Matadero anunciaba el supli- cio aquf acompafia el baile macabro de la victima que resbala en su propia sangre, ¥ prosigue hasta que un puftal identificado como “quita penas” termina con la vide del sujeto al que se le extirpan “barba, patilla ycejas" en la tipica tusada federal. “La Refalosa” decide inscribirse en la serie gauchesca. Su lenguaje es el de los mazorqueros, no el de los alambicados miembros de una élite que desdiefia el modo de produccién que mantiene al pafs en que viven. Su vocacién de enfrentamiento procura ponerse en el lugar del otro, en vez de saturarlo con maniquefsmos. Por eso es mucho més certera en su propésito de desvirtuar el lema federal “Mueran los salvajes, inmundos y asquerosos unitarios. Viva la Santa Federaciént”, revelando ‘con mediaciones y en una lengua accesible cémo operan los federales, al punto de invert la divisa verbal que acompana al distintivo punz6: aqut los unitarios no son salvajes, inmundos ni asquerosos y la Federacién no es santa. Echeverria habfa intentado sefialarlo con la prolongada ironfa con que se inicia &! Matadero, pero su sorna anticlerical no propiciaba el tono mas convincente para desarticular la fachada religiose, de un primitivismo proximo a la devocién por la estampits 0 los paisanos milagretos, que desplegaba el rosismo. El texto inaugural de la literature argentina puede leerse, por lo tanto, camo la primera confesién de imposibilidad que hace un intelectual local sobre su parti- cipacién en la organizacién politica de fa naci6n. La proxima que, una década y ‘media més tarde, la har8 Sarmiento en la Compofia enel ercite grande al reprochar cel moda en que al general Urquiza desoye los consejos de los “entendidos” ~la con dici6n de “especialista” es demasiado pretenciosa-, para encontrar Finalmente una permeabilidad cierta del poder a "las luces" recién cuando el urista Alberdi enun- Cie las Bases y puntos de partida para lo organizacién nacional en el mismo 1852.

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