Está en la página 1de 2

UNSL-2018

Literatura Argentina I-Unidad 1

Respiración artificial (1980)


Ricardo Piglia
La primera página del Facundo: texto fundador de la literatura argentina. ¿Qué hay
ahí? dice Renzi. Una frase en francés: así empieza. Como si dijéramos la literatura
argentina se inicia con una frase escrita en francés: On ne tue point les idées
(aprendida por todos nosotros en la escuela, ya traducida). ¿Cómo empieza Sarmiento
el Facundo? Contando cómo en el momento de iniciar su exilio escribe en francés una
consigna. El gesto político no está en el contenido de la frase, o no está solamente
ahí. Está, sobre todo, en el hecho de escribirla en francés. Los bárbaros llegan, miran
esas letras extranjeras escritas por Sarmiento, no las entienden: necesitan que venga
alguien y se las traduzca. ¿Y entonces? dijo Renzi. Está claro, dijo, que el corte entre
civilización y barbarie pasa por ahí. Los bárbaros no saben leer en francés, mejor son
bárbaros porque no saben leer en francés. Y Sarmiento se los hace notar: por eso
empieza el libro con esa anécdota, está clarísimo. Pero resulta que esa frase escrita
por Sarmiento (Las ideas no se matan, en la escuela) y que ya es de él para nosotros,
no es de él, es una cita. Sarmiento escribe entonces en francés una cita que atribuye a
Fourtol, si bien Groussac se apresura, con la amabilidad que le conocemos, a hacer
notar que Sarmiento se equivoca. La frase no es de Fourtol, es de Volney. O sea, dice
Renzi, que la literatura argentina se inicia con una frase escrita en francés, que es una
cita falsa, equivocada. Sarmiento cita mal. En el momento en que quiere exhibir y
alardear con su manejo fluido de la cultura europea todo se le viene abajo, corroído
por la incultura y la barbarie. A partir de ahí podríamos ver cómo proliferan, en
Sarmiento pero también en los que vienen después hasta llegar al mismo Groussac,
como decíamos hace un rato con Tardewski, dice Renzi, cómo prolifera esa erudición
ostentosa y fraudulenta, esa enciclopedia falsificada y bilingüe. Ahí está la primera de
las líneas que constituyen la ficción de Borges: textos que son cadenas de citas
fraguadas, apócrifas, falsas, desviadas; exhibición exasperada y paródica de una
cultura de segunda mano, invadida toda ella por una pedantería patética: de eso se ríe
Borges. Exaspera y lleva al límite, entonces, me refiero a Borges, dice Renzi, exaspera
y lleva al límite, clausura por medio de la parodia la línea de la erudición cosmopolita y
fraudulenta que define y domina gran parte de la literatura argentina del XIX. Pero hay
más, dice Renzi. ¿Querés ginebra? dice Marconi. Dale, dice Renzi. ¿Volodia? Con un
poco más de hielo, le digo. Pero hay más, hay otra línea: lo que podríamos llamar el
nacionalismo populista de Borges. Quiero decir, dice Renzi, el intento de Borges de
integrar en su obra también a la otra corriente, a la línea antagónica al europeísmo,
que tendría como base la gauchesca y como modelo el Martín Fierro. Borges se
propone cerrar también esta corriente que, en cierto sentido, también define la
literatura argentina del siglo XIX, ¿Qué hace Borges? dice Renzi. Escribe la
continuación del Martín Fierro. No sólo porque le escribe, en El fin, un final. ¿Querés
un cigarrillo? dice Renzi. Esperá. No sólo porque le escribe un final, dice ahora, sino
porque además toma al gaucho convertido en orillero, protagonista de estos relatos
que, no casualmente Borges ubica siempre entre 1890 y 1900. Pero no sólo eso, dice
Renzi, no es sólo una cuestión temática. Borges hace algo distinto, algo central, esto
es, comprende que el fundamento literario de la gauchesca es la transcripción de la
voz, del habla popular. No hace gauchesca en lengua culta como Güiraldes. Lo que
hace Borges, dice Renzi, es escribir el primer texto de la literatura argentina posterior
al Martín Fierro que está escrito desde un narrador que usa las flexiones, los ritmos, el
léxico de la lengua oral: escribe Hombre de la esquina rosada.
De modo que, dice Renzi, los dos primeros cuentos escritos por Borges, tan distintos
a primera vista: Hombre de la esquina rosada y Pierre Menard, autor del Quijote son el
modo que tiene Borges de conectarse, de mantenerse ligado y de cerrar esa doble
tradición que divide a la literatura argentina del siglo XIX. A partir de ahí su obra está
partida en dos: por un lado, los cuentos de cuchilleros, con sus variantes; por otro
lado, los cuentos, digamos, eruditos, donde la erudición, la exhibición cultual se
exaspera, se lleva al límite, los cuentos donde Borges parodia la superstición
culturalista y trabaja sobre el apócrifo, el plagio, la cadena de citas fraguadas, la
enciclopedia falsa, etc., y donde la erudición define la forma de los relatos. No es
casual entonces que el mejor texto de Borges sea para Borges El sur, cuento donde
esas dos líneas se cruzan, se integran. Todo lo cual no es más que un modo de decir,
dice Renzi, que Borges deber ser leído, si se quiere entender de qué se trata, en el
interior del sistema de la literatura argentina del siglo XIX, cuyas líneas fundamentales,
con sus conflictos, dilemas y contradicciones, él viene a cerrar, a clausurar. De modo
que Borges es anacrónico, pone fin, mira hacia el siglo XIX. El que abre, el que
inaugura, es Roberto Arlt. Arlt empieza de nuevo: es el único escritor verdaderamente
moderno que produjo la literatura argentina del siglo XX. Una de las indudables
virtudes de los intelectuales porteños, dijo Marconi, es su nunca del todo envidiada
capacidad para decirlo todo de corrido. Sí, dijo Renzi, las teorías es mejor enunciarlas
de corrido, sobre todo si uno ha tomado suficiente ginebra. Y entonces, dijo Marconi,
¿puedo esperar ahora una teoría de corrido sobre Roberto Arlt? Cómo no, dijo Renzi,
respiro un poco y enseguida te enuncio una veloz teoría sobre la importancia de Arlt
en la literatura argentina. En realidad, dijo Marconi, esto parece una novela de Aldous
Huxley. ¿Huxley? dijo Renzi. Prefiero el capítulo de la Biblioteca, Escila y Caribdis, en
la Telemaquiada gaélica. Discutamos entonces sobre Hamlet, dijo Marconi. Che, dijo
Renzi, pero Concordia está lleno de eruditos. Recién empiezo, dijo Marconi: ¿O no
demostraremos mediante el álgebra que el nieto de Hamlet es el abuelo de
Shakespeare y que él mismo es el espectro de su propio padre? ¿Eh, Buck Mulligan?
dijo Marconi. Viejo, vos tenés una memoria que ni el mismo José Hernández, dijo
Renzi. Un poeta sin memoria, dijo Marconi, es como un criminal abrumado y casi
anulado por la decencia. Un poeta sin memoria es un oxímoron. Porque el Poeta es la
memoria de la lengua. ¿Cómo entonces esperar de mí que hable de Arlt? dijo Marconi.
Porque digo yo, con perdón de los presentes, ¿qué era Arlt aparte de un cronista de El
mundo? Era eso, justamente, dijo Renzi: un cronista del mundo. Después de lo cual
vos me dirás, sin dudas, que podía ser un cronista de las pelotas pero que escribía
mal. Exacto, dijo Marconi, en esta parte yo te digo que Arlt escribía mal y de ese
modo, supongo, te doy pie para tu veloz carrera teórica. Pero aparte de eso, dijo
Marconi, la verdad que escribía como el culo. ¿Quién? dijo Renzi ¿Arlt? No, Joyce,
dijo Marconi. Arlt, claro, Arlt, dijo. Me merece el mayor de los respetos pobre cristo,
dijo Marconi, pero la verdad, escribía como si quisiera arruinarse la vida,
desprestigiarse a sí mismo. El masoquismo que le venía de su lectura de Dostoievski,
ese gusto por el sufrimiento a la manera de Aliosha Karamazov, él lo destinaba
exclusivamente a su estilo: Arlt escribía para humillarse, dijo Marconi, en el sentido
literal de la expresión. Tiene, no hay duda, un mérito indudable: peor no se puede
escribir. En eso es imbatible y es único. ¿Terminaste, Morriconi? dijo Renzi. Marconi,
viejo, dijo Marconi. Me llamo Marconi, no te hagas el distraído. Tranquilidad, dije yo.
Pacem in terris. No hay como el latín, dijo Marconi, para calmar los ánimos. Entonces,
dijo después, quedamos en que Arlt escribía mal. Exacto, dijo Renzi, escribía mal:
pero en el sentido moral de la palabra. La suya es una mala escritura, una escritura
perversa. El estilo de Arlt es el Starvroguin de la literatura argentina; es el Pibe Cabeza
de la literatura, para usar un símil nativo. Es un estilo criminal. Hace lo que no se debe,
lo que está mal, destruye todo lo que durante cincuenta años se había entendido por
escribir bien en esta descolorida república. Cita de Borges, dijo Marconi: descolorida
república. Cualquier maestra de la escuela primaria, incluso mi tía Margarita, dijo
Renzi, puede corregir una página de Arlt, pero nadie puede escribirla.

También podría gustarte