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Querida Ausencia
Querida Ausencia
Recuerdo que cada vez que te observaba no podía ocultar mi sonrisa, y te veía; mis labios
se curvaban, estaría enojado por dos intercambios de palabras y te veía, mis dientes
brillaban al sol, y la cabeza se difuminaba por tus pasos, cruzaba la calle, corría ante ti, te
sonreía.
No recuerdo haberte pensado más de dos veces al día, sabía que estarías ahí, que los pasos
eran tus pasos, que tendrías que cruzar la puerta, saludar tres desconocidos cortejar unos
cuantos más y me llamarías telepáticamente a tu corazón. Las puertas de tus latidos
estaban abiertas para mí, me hacía paso entre dos o quizás cuatro pucheros y estaba ahí,
unos kilómetros de distancia y me latías.
Recuerdo contarte mi día a día como fantasías, maté a un dragón, miles de soldados y
hoy… la rutina me había golpeado, pesaba el mundo, tenía miedo de despertar y dejar
de ser un héroe, renunciar a mi valentía y pensar que todo destino sería mejor que los
designios de la vida, pero estuviste ahí, estarías quizás peor que yo, pero ahí me decías
palabras que sumergían mi vida en una esponja, absorbías mis miedos. Me levantaba,
eran buenos días, tomaba mi bicicleta, sonreía al frío que chocaba súbito a la velocidad
de mis ruedas, y te pensaba.
En tu corta ausencia las palabras me fluían, los sonidos tenían apellido, los sueños
esperanza, y la esperanza la construía contigo. Hoy siento las consonantes que se distancian
tanto como tú, las vocales se desgarran en una insoportable A y después mi aliento
terminaba en H y entre letras de mi escritura recordaba tu L, la primera que tantas veces
entoné para llamarte a mi pecho y recuerdo.
Susurraba tu nombre en mi pecho, desvelaba mis sueños contigo, te hablaba del mañana
en la mañana y de repente, amanecía, no habían pasado tres o cuatro días y más fantasías
te construía, mirábamos la marea en el parque eras la capitana escalabas mis hombros te
alzabas ante el sol y en la atalaya y en el sol y en tus palabras y mis besos me decías
capitán, bordeaba tus brazos emprendía la marea entre tus labios, cerraba los ojos y
desperté.
Estaba allí y ahora vuelvo a tu ausencia, a tu sonrisa fragmentada por mi memoria,
recordada por mi amor y no te veo. Hay oscuridad, la telepatía no funciona y mis palabras
caen al pasado, la frustración me sumerge entre liras. Hace sol, salgo para distraerme y
llueve, caen gotas, mojan el techo, cubren mi cabello y llueve, salen tormentas, suena el
granizo y llueve. Mis ojos nublados gotean lluvia salada de soledad mía; sin ti, y acompaño
la lluvia, y cae el cielo y tú… cielo mío ya no estas.
Atentamente, Santiago.