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1- Villa Hortensia: los vecinos de la actual sede del Centro Municipal de Distrito
Norte, la señorial casona ubicada en Warnes 1917, aseguran que cuando el edificio
estaba abandonado y sin energía eléctrica, por las noches las luces se encendían y se
apagaban repetidas veces. Aseguran que era un llamado de alerta de María Hortensia de
Echesortu, antigua dueña de la propiedad, que temía que la mansión cayera bajo el peso
de la piqueta. Hoy, la guardia nocturna del lugar, sostiene que cuando oscurece, una
cuando una joven imprudentemente se le cruzó en el camino. El hombre, que iba medio
dormido, clavó los frenos para evitar atropellarla. Asustado se bajó a ver si había la
espaldas y al mirar por el espejo retrovisor vio a la chica, sentada en el últitmo asiento y
llorando.
funcionó hasta mediados de 2007, cuando sus instalaciones quedaron vacías. Cuentan
los guardias a los que se les encomendó que hicieran las guardias nocturnas que por las
noches, en los laberínticos pasillos del viejo nosocomio, se escuchan quejidos, llantos y
gritos de dolor. Y los vecinos, al caer la tarde, han visto y hasta han fotografiado, en una
de las ventanas de uno de los pisos superiores, la figura de una mujer que mira
lánguidamente a la calle, vestida con una bata blanca. Nadie sabe quién es, porque el
4- La Ocho: la voz de alerta la dio hace ya varios años atrás la locutora que cubría el
turno de madrugada en la emisora de calle Córdoba 1843. Por las noches, cuando se
quedaba sola en el estudio, veía pasearse por los pasillos la figura de un hombre. Nunca
se cruzó con él, hasta una noche que fue al baño ubicado en la planta superior del
edificio y vio una cabeza que apenas asomaba por la puerta. Salió rápidamente para
sorprenderlo, pero no había nada, sólo escuchó pasos que bajaban las escaleras. Al
preguntarle al guardia de seguridad si había visto a alguien, le respodió que no, que
estaba solo.
memoriam" de su hijo Juan Bautista, quien fuera pintor, crítico y coleccionista de arte.
Cuentan los empleados más antiguos que ellos han percibido una presencia fantasmal
que recorre los pasillos en las horas que el museo permanece cerrado. Aseguran que se
trata de un pintor al que las duras críticas de Juan Bautista le cercenaron la carrera y que
juró venganza. Lo cierto es que, por las noches, los guardias de seguridad le escapan al
"Laguna de Mandinga”, la leyenda urbana hacia 1910, contaba que era un ojo de agua
joroba, renguera y gritos inarmónicos se metía en el agua. Al contacto con el calor del
Maligno el agua hervía. Los escalofriantes gritos causaban temor entre los que llegaban
Aprendices del Ferrocarril Central Argentino. La laguna o baño de Mandinga llegó a ser
famosa con una fotografía en la revista rosarina Monos y Monadas, de 1910. Al parecer