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La evolución de eufemismos y disfemismos en función de las condiciones

extralingüísticas
Caso particular de las minorías sociales
Julián Zapata Montoya
Español y Aprestamiento a la Traducción II – Universidad de Antioquia, Escuela de Idiomas.

El concepto eufemismo ha recibido numerosas definiciones a lo largo del tiempo como


parte del objeto de estudio de la lingüística. Sin embargo, al ser un tema que, de una u
otra manera, está condicionado no solo por el carácter teórico sino también por el
práctico, es decir, por lo social, el entorno, el contexto cultural, histórico, geográfico y
temporal, se ha afrontado desde perspectivas extralingüísticas. Desde el punto de vista
netamente lingüístico, los investigadores se enfocan en el fenómeno principalmente desde
la léxico-semántica, y en ocasiones abordan las implicaciones pragmáticas del
eufemismo. Por su parte, las definiciones extralingüísticas se salen del proceso
eufemístico como tal, y afrontan la discusión desde las causas de este, dándole una
explicación de cierto modo psicológica.
De las definiciones extralingüísticas, destaca la clásica de Hatzfeld, quien propone que el
eufemismo “consiste en la sustitución de una palabra no grata por otra agradable cuando
aquella se evita por temor religioso, por timidez moral o por delicadeza” (Hatzfeld, 1928.
Citado en Senabre, 1971), o la posición de lingüistas como Vendryes (1967) o Howard
(1986) que definen el concepto como “una forma fina y educada de lo que se llama la
interdicción de vocabulario” y “la sustitución de una expresión ofensiva por una más
suave, más ambigua o perifrástica”, respectivamente (Citados en Casas Gómez, 2009).
Las anteriores posiciones se centran en los motivos del eufemismo, y bajo el mismo
criterio, surgen las clasificaciones del fenómeno. De este modo, se habla de eufemismos
por miedo, adoración o veneración, pudor, enfermedad, sexo, muerte, corrección política,
o egoísmo disfrazado y beneficio propio (Reutner, 2011). Estas categorías son
cambiantes según el contexto, es decir, lo que tiende a ser interdicho en un lugar, puede
no serlo en otro; del mismo modo, lo que se considera prohibido en una época específica,
puede ser aceptado en otra.
Ahora, no es esta la única definición y clasificación del eufemismo que ha ameritado
atención y estudio. Como se mencionó inicialmente, los campos léxico-semántico y
lingüístico-pragmático han hecho aportes que caracterizan al eufemismo desde sus
mecanismos de interdicción, es decir, hacen a un lado las razones por la que el uso del
eufemismo resulta preferible en un ámbito específico y analizan los tipos de sustituciones
o modificaciones que se hacen en el discurso. En este orden de ideas, el eufemismo ha
llegado a ser establecido como una faceta de la sinonimia (Senabre, 1971), aunque no se
identifica por completo con ella debido a las discrepancias semánticas que pueden llegar
a tener las palabras sustituyentes, tanto en su significado connotativo como en cualquier
variación que puede no ser del todo clara en la relación comunicativa entre hablante y
oyente, por lo que el eufemismo es, factualmente, más inestable y transitorio, y en
algunos casos, puede no ser percibido de la manera pretendida por quien lo usa.
El eufemismo, o más bien, el proceso eufemístico en su totalidad necesita la integración
de todos estos conceptos lingüísticos y extralingüísticos para su entendimiento como un
fenómeno no sólo teórico, sino también cultural. Con base en esto, se define el
eufemismo como un proceso cognitivo que surge de la conceptualización de una realidad
prohibida la cual, al manifestarse en el discurso por medio de mecanismos lingüísticos
como sustitución léxica, alteración fonética, modificación morfológica, composición o
inversión, agrupación sintagmática o combinación, modulación verbal o paralingüística, o
descripción textual, permite que un hablante ubicado en un contexto determinado o en
una situación pragmática específica, atenúe algún concepto o realidad prohibida (Casas
Gómez, 2009). Cabe resaltar que el proceso paralelo y opuesto al eufemismo, esto es, el
disfemismo, comparte las mismas bases lingüísticas en cuanto a mecanismos utilizados,
mas su objetivo no es atenuar o suavizar el mensaje transmitido sino, al contrario,
reforzarlo o enfatizarlo.
En gran cantidad de áreas hay presencia de eufemismos. Esto es de esperarse debido a
que ellos son un resultado de la permanente necesidad comunicativa: donde existan
medios para transmitir información, ya sean orales o escritos, es decir, donde exista
lenguaje, y donde exista una condición cultural definida por contextos geográfico-
temporales e históricos, siempre habrá algo que no se querrá decir con la mayor claridad
posible. Los motivos para ello varían. Puede ser una razón puramente estilística, en cuyo
caso, la agrupación sintagmática, la perífrasis y la sustitución léxica comprenden los
mecanismos más utilizados para la elaboración de estructuras eufemísticas metafóricas;
este caso es común en la literatura. También puede haber motivos humorísticos
entremezclados con el típico rechazo hacia ciertos temas. Aquí se toca un aspecto que
tiende a quedar de lado cuando se habla de eufemismos: si bien se entiende que la
aparición de estas figuras es esencialmente para la designación de temas tabú, también
hay que considerar que estos temas, en especial los sexuales o escatológicos, gracias a
su naturaleza prohibida, suelen resultar graciosos en contextos culturales particulares.
Ejemplos de esto se encuentran en numerosas canciones de parranda antioqueña, y
resulta claro que los mecanismos de eufemismo más utilizados para este fin son la
alteración fonológica y la sustitución léxica. Gildardo Montoya (compositor tamesino) y
Vargasvil (humorista santuariano) hacen uso de la primera en gran parte de su canción “el
gitano groserón”. Por ejemplo, en la frase “…porque tenía una gitana, y se lo tenía
clava…ay, ay, ay”, el elemento eufemístico se encuentra en la utilización del sonido ay
para ocultar el final de la palabra clavado, la cual a su vez constituye un eufemismo de
sustitución léxica para el acto de penetración. Otro ejemplo clásico en la cultura
antioqueña es la designación de la vagina como el apachurrado en el tema “el
apachurrao” de Leonardo Marín (músico cocornense). Estas canciones hacen parte de un
extenso y querido repertorio en la tradición festiva paisa, por lo que se concluye que, si
bien si está presente el aspecto tabú, también hay gran peso en el objetivo cómico del uso
de los eufemismos.
Otros usos de eufemismos, ya más acordes a la definición clásica de atenuación de
palabras o frases que pueden resultar ofensivas o faltas de tacto, se encuentran en el
ámbito fúnebre. Existen numerosas expresiones para suavizar la muerte, entre las cuales
destacan “pasar a mejor vida”, “regresar a la casa del señor”, “pérdida”, o incluso algunos
términos mas respetuosos como “fallecimiento” o “deceso”. Incluso se ha encontrado que
en los mensajes fúnebres, el tiempo verbal utilizado varía según el rol del agente principal,
es decir, si se expresa el sentimiento ante la muerte de otro o si se habla del difunto como
el sujeto, constituyendo eufemismos condicionados por variaciones gramaticales
(Quesada Vargas, 2009).
Hasta ahora, se han mencionado ejemplos de eufemismos en temas que, durante mucho
tiempo, han sido, y probablemente continuarán siendo, tabús generalizados, como lo son
la muerte y el sexo. Podría decirse que estas áreas de la existencia humana tienden a ser
más permanentes en cuanto la prohibición y la aceptación, debido a que la totalidad de
seres humanos muere, y la mayoría de las personas, en algún período de sus vidas,
tienden a materializar sus deseos sexuales, y este territorio se encuentra más de lado de
la privacidad individual. Es precisamente por la naturaleza global de la muerte y el sexo
que los eufemismos en ambos persisten a lo largo del tiempo. Sin embargo, es
interesante cuestionar la adopción y evolución de eufemismos en aspectos más volátiles y
variables. Antes de abordar un poco más lo anterior, es importante mencionar que la
premisa primordial que se aceptará es que lo permanente o global es lo vivido o
experimentado por todos como seres humanos. Se hace la aclaración que este vivir y
experimentar aplica únicamente para los sujetos activos dentro del tema en cuestión, y no
para observadores, pues si así fuese, todas las vivencias serían globales. Para
ejemplificar lo anterior, basta considerar lo siguiente: todas las personas mueren, esto es
un ejemplo de vivencia global, pero no todas las personas son parte de una minoría racial,
y esto es un ejemplo de una vivencia particular.
Al considerar lo mencionado, puede hacerse una lista de algunas experiencias
particulares que agrupan perfectamente diferentes eufemismos (y también disfemismos),
tales como las minorías étnicas (comunidades negras, asiáticos, latinos, entre otros), la
comunidad LGBT, las personas discapacitadas física y/o mentalmente, las personas
gordas, las personas pobres, las personas con enfermedades poco comunes e incluso, en
muchos casos, las mujeres. Esto permite suponer que la evolución de los eufemismos y
disfemismos está íntimamente relacionada con los grupos específicos sobre los cuales
recae su uso.
Es un hecho que, a lo largo de la historia, estos grupos han sido víctimas de
marginalización y discriminación sistemática perpetuada por el colectivo restante que
lógicamente comprende un grupo que, si no es siempre mayor en número, sí lo es en voz,
participación, y poder. Si se toma por ejemplo el caso de la raza, es bien sabido que, en
muchos territorios, la esclavitud ha sido una práctica bajo la que se someten
forzosamente a miembros de la raza no dominante. En el caso particular de la raza negra,
específicamente en los Estados Unidos, donde la esclavitud data hasta 1619, la opresión
dio origen a términos que actualmente se consideran tabú dentro de la raza caucásica.
Estas palabras pueden considerarse actualmente disfemismos, e incluyen “neger”,
“nigger”, y la variación estilística “nigga”. Actualmente la repulsión por la palabra es tal
que, por fuera de la comunidad negra, suele ser referenciada como the N-word o la
palabra N. Otro disfemismo común que nació de la práctica de la esclavitud fue la
comparación de las personas negras con gorilas, orangutanes, o cualquier otro primate.
Es claro que todo este paradigma fue marcado por las condiciones sociopolíticas de la
época, y no es hasta la abolición de la esclavitud que el uso de dichas palabras empieza
lentamente a caer en desuso y, eventualmente se convertirían en disfemismos muy mal
vistos y se originarían expresiones eufemísticas como person of color o african-american,
o el término denotativo black person.
Curiosamente, la evolución de estas palabras tabú y la percepción de las personas que
han sido victimas de ellas no terminan allí. En Colombia, por ejemplo, donde la esclavitud
también fue una práctica estándar hasta mediados del siglo XIX, es extremadamente
común escuchar a la población referirse a los negros como negritos o morenos y
morenitos, términos que constituyen eufemismos para atenuar el peso de la palabra
negro, que ya parece estar íntima e inconscientemente asociada con esclavitud. Este es
un ejemplo de que, en estos casos, los mecanismos eufemísticos más utilizados son
precisamente la sustitución léxica o las modificaciones morfológicas de las palabras,
específicamente la estructura diminutiva, dado que ella carga las palabras de contenidos
connotativos asociados al cariño, la familiaridad y la amistad (Liu, 2016).

Menciones similares podrían hacerse para otras minorías: el término en inglés faggot,
usado para referirse a hombres homosexuales de manera peyorativa, cada vez se
considera de peor gusto, y su uso es considerado altamente ofensivo y en desacuerdo
con las políticas de igualdad prevalentes en el siglo XIX, y en su lugar, se utiliza el término
gay, la palabra denotativa homosexual, o el eufemismo de perífrasis orientación sexual
diferente. Lo mismo ocurre con la palabra tranny, alguna vez utilizada ofensivamente para
referirse a hombres transgénero; o retard/retrasado, término para denotar a personas con
discapacidades mentales, a quienes actualmente se les refiere eufemísticamente como
especiales. Este último se relaciona con un caso particular, pues el uso del término
mongólico, que fue científicamente aprobado por mucho tiempo, cada vez se considera
menos apropiado, y fue sustituido por un nuevo equivalente científico: persona con
Síndrome de Down; sugerido por la organización mundial de la salud por una petición
formal de Mongolia.
Lo anterior recopila un buen número de ejemplos en los que las características
socioculturales de un período histórico particular no solo hacen necesaria la abolición de
ciertos disfemismos dentro del lenguaje hablado y escrito en la actualidad, sino que dan
lugar al nacimiento de nuevos eufemismos como respuesta al entendimiento de las
condiciones de quienes fueron discriminados en un pasado, todo en función de una
sociedad que cada vez se empeña en ser más políticamente correcta.
Estas consideraciones dan lugar a un interrogante más: ¿es necesaria la implementación
de estos eufemismos o es esta tendencia a la extrema corrección política perjudicial o
irrelevante para las comunidades afectadas? Para lograr encontrar una respuesta
aproximada, es preciso analizar las actitudes y pensamientos de las personas que
pertenecen a tales comunidades. Al hacer esto, se puede ver un fenómeno muy particular:
los términos peyorativos, catalogados como disfemismos, han sido adoptados por algunos
de estos grupos como parte de su dialecto colectivo. Es decir, no es extraño ver a dos
personas negras en los Estados Unidos referirse entre sí como niggers, y en este caso, lo
entienden como algo completamente aceptable y, de hecho, como una muestra de cariño
dentro de su propia comunidad. Lo mismo ocurre con las palabras faggot, marica o loca
en la comunidad homosexual masculina, y tranny en la comunidad de hombres
transgénero. Lo más seguro resulta siendo que estas minorías no rechazan exactamente
la palabra, sino la connotación que traen consigo por su trasfondo histórico, y como
respuesta a ella, la asumen en su cotidianidad como un tipo de celebración de los
obstáculos que han logrado superar.
No son las minorías quienes inicialmente fuerzan el uso de los eufemismos para reparar
las connotaciones adquiridas por los términos denotativos, sino que los medios de
comunicación, generalmente controlados por el régimen político que a su vez tiende a
seguir el paradigma sociocultural de la época, se encargan de implantar esta terminología
en el lenguaje popular. Es decir, si la población general no escuchara constantemente en
las noticias, o demás medios de divulgación de información, las expresiones “persona de
bajos recursos” en lugar de pobres, “peso superior al recomendado” en lugar de “obeso”,
o “integrantes del centro de inserción social” en lugar de “prisioneros”, muy posiblemente
estos eufemismos no se convertirían en lo que la persona del común considera aceptable.
A través de los medios de comunicación, se da un uso masivo de eufemismos como
armas de manipulación social (Jardiel, 2005), y esta manipulación, si bien puede tener
fines positivos, suele generar subdivisiones sociales que son silenciosamente dañinas a
raíz de las confusiones terminológicas producto de este fenómeno lingüístico.
En conclusión, una buena parte de los tabús de la sociedad nacen como resultado de un
cambio súbito del paradigma sociocultural, de tal modo que, en el nuevo marco ético y
moral, múltiples prácticas antiguas se entienden como inhumanas. En vista de que la
lengua siempre tendrá un papel fundamental en la institución de cualquier tipo de
comportamiento, ella es también víctima de cambios, y buena parte de ellos se reflejan en
la desaparición de disfemismos y adopción de eufemismos, y lógicamente, puede ocurrir
lo inverso: pasar de un lenguaje rico en eufemismos a uno donde la realidad o la
vulgaridad pasan a ser la norma. Sin embargo, el papel del ser humano, del hablante,
específicamente del hablante perjudicado o beneficiado por los disfemismos y
eufemismos iniciales, es un rol de suma importancia que condiciona la periodicidad,
velocidad, modos de uso y aceptabilidad de estas variaciones. El rol poco perceptible de
los humanos como seres individuales o miembros de pequeños grupos combinado con la
agenda del régimen político de paso tiende a abrir camino a contradicciones dialécticas
impredecibles, las cuales pueden crear brechas en un tejido social aparentemente
estable, perturbado por diferencias lingüísticas dependientes del contexto geográfico e
histórico.

REFERENCIAS

Casas Gómez, M. (2009). Towards a new approach to the linguistic definition of


euphemism. Language Sciences, 31(6), 725–739.
https://doi.org/10.1016/j.langsci.2009.05.001
Jardiel, E. G. (2005). El eufemismo como instrumento de manipulación social. Universidad
Francisco de Vitoria.
Liu, J. (2016). Análisis sociopragmático del eufemismo. Retrieved from
http://hdl.handle.net/10651/39083
Quesada Vargas, M. (2009). EUFEMISMOS FÚNEBRES. Artes y Letras. Universidad de
Costa Rica., 95–105.
Reutner, U. (2011). El eufemismo como fenómeno cultural y lexicográfico. Lea, 33(1), 55–
74. Retrieved from http://www.phil.uni-
passau.de/fileadmin/dokumente/lehrstuehle/reutner/A36_El_eufemismo.pdf
Senabre, R. (1971). El eufemismo como fenómeno lingüistico. Boletín de La Real
Academia Española, 51, 175–189.

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