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Hacemos presente en este punto que la reforma de 2005, junto con modificar el
orden en que se comprendían los tipos de leyes que debían pasar por este control
preventivo, incorporó los tratados internacionales en tanto contengan normas de
dicho rango. Se trata de establecer en el texto constitucional una noción
jurisprudencial y doctrinaria preexistente que, en todo caso, es absolutamente
necesaria. Por lo demás, esta norma es coherente con la del actual número 1 del
artículo 54, en cuanto este último expresa que los tratados internacionales, en su
aprobación por parte del Congreso Nacional, deben respetar los quórum que
correspondan según la materia sobre los que recaen.
Otro tema a tener presente es que, dentro de una misma ley, pueden existir
preceptos que deban pasar por este control de constitucionalidad y otros que no,
en cuanto a las materias que tratan unos y otros.
Esta atribución fue incorporada en la reforma de 2005 al artículo 93. Se trata, sin
duda, de un importante avance desde que los auto acordados han entrado a
regular de manera detallada y a veces excesivamente restrictiva materias
constitucionales como, por ejemplo, la acción de protección.
Silva Bascuñan sostiene que esta atribución del Tribunal Constitucional sólo
puede ejercerse desde el momento en que se da cuenta ante la cámara de origen
de determinado proyecto, pues sólo en ese momento se ha iniciado la tramitación.
Por el contrario, la misma no existe entre la presentación del mensaje o moción y
el momento en que se da cuenta del mismo y, por ello, en esa etapa previa no
puede intervenir el Tribunal Constitucional, siendo resorte del promotor del texto
el retirarlo si estima que el mismo encierra una inconstitucionalidad.
El ejercicio de esta atribución por parte del Tribunal Constitucional puede ser a
solicitud del Presidente de la República, de cualquiera de las Cámaras del
Congreso Nacional o de al menos una cuarta parte de sus miembros en ejercicio.
Dicho requerimiento debe ser formulado antes de la promulgación de la ley o de
la remisión al Presidente de la República de la nota que le informa la aprobación
del tratado internacional y, en todo caso, no después de 5 días de ocurrido
cualquiera de estos eventos. La idea es no mantener la incertidumbre en relación
al proyecto, acotando los plazos para que el mismo se convierta en ley o tratado
internacional.
Por otro lado, esta atribución puede ser ejercida tanto en relación con aspectos de fondos,
es decir, cuando la norma del decreto con fuerza de ley no es conciliable con la
Constitución Política de la República, o por problemas de alcance más o menos formal,
relativos, por ejemplo, al cumplimiento del mandato delegado dentro de los plazos
determinados por el Congreso Nacional materia, por lo demás, en relación a la cual el
Tribunal Constitucional ya se pronunció antes de 1973. Este criterio fue reiterado en el
rol 231 de 1996, el cual señala que el alcance de la “cuestión” de constitucionalidad
relativa a un decreto con fuerza de ley no es el mismo que el relativo a las leyes, entre
otras razones, por la oportunidad en que proceden ambos requerimientos.
Así, algunos casos típicos de estos cuestionamientos pueden ser, por ejemplo, que se
exceda el mandato, que se ejerza fuera de plazo o que se haga sobre una materia en
relación a la cual no procede delegación de facultades legislativas de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 64 de la Constitución Política de la República.
Esta materia puede ser promovida por cualquiera de las partes o por el Tribunal que
conoce del asunto, de lo que se desprende que no es posible solicitar una declaración en
abstracto sino que debe tratarse de una norma que concretamente puede resultar
aplicable.
Si bien se trata de una materia novedosa, la evidente similitud que en ciertos aspectos
presenta con las normas sobre el recurso de inaplicabilidad del que conocía la Corte
Suprema hacen relevante analizar la jurisprudencia que a su respecto se sentó por este
último tribunal. En razón de ello, reiteramos lo señalado en su momento a este respecto
Derechamente, nos encontramos ante una nueva atribución del Tribunal Constitucional,
incorporada el 2005. Al respecto, un primer comentario: Nos parece razonable que,
declarada la inaplicabilidad concreta de un precepto por considerar que el mismo,
atendido los hechos o demás normas, puede devenir en una inconstitucionalidad
aplicativa a determinado caso, se revise derechamente la inconstitucionalidad abstracta
del precepto. Ahora bien, nos parece que también debiese existir la atribución de declarar
inconstitucional un precepto legal sin necesidad de un recurso previo de inaplicabilidad
pues, de alguna manera, esta atribución trata de la esencia de la función del Tribunal
Constitucional en cuanto protege a las minorías de las mayorías parlamentarias
ocasionales.
Esta facultad, luego de declarada la inaplicabilidad, puede ser ejercida de oficio por el
Tribunal Constitucional o requerida por cualquier persona, pues existe acción pública al
respecto atendido el interés general en que las leyes respeten la Constitución Política de
la República. En todo caso, se remite de manera amplia la regulación de la acción
pública al respecto y el procedimiento que deberá seguirse para actuar de oficio, a la ley
orgánica constitucional.
Esta atribución puede ser ejercida por cualquiera de las cámaras del Congreso Nacional o
por una cuarta parte de sus miembros en ejercicio. La misma tiende a resguardar el
trabajo legislativo y se debe ejercer dentro de los 30 días siguientes a la fecha de
publicación del texto diferente al aprobado o dentro de los 60 días siguientes a que se
debió promulgar el texto aprobado.
Sobre este punto se debe tener presente que la doctrina estima que si la resolución
representada ha sido dictada por un organismo de la administración del Estado diferente
al Presidente de la República, es el mismo el único llamado a solicitar el
pronunciamiento del Tribunal Constitucional. Atendido el tenor literal de la norma del
número 9 del actual artículo 93 de la Constitución Política de la República, esta
interpretación es cuestionable, a menos en aquellos casos en que la resolución es dictada
“por orden del Presidente de la República”.
Esta atribución se ejerce sólo a requerimiento del Senado, apreciando los hechos en
conciencia.
La acción a este respecto deberá ser iniciada por cualquiera de las autoridades o
tribunales en conflicto. Nos parece que, al menos en hipótesis de contiendas negativas de
competencia, debiese existir la posibilidad de que los particulares afectados pudieren
accionar en estas materias, de manera de obtener alguna forma de pronunciamiento de
parte del Estado.
Existe acción pública a efectos que el Tribunal Constitucional ejerza estas facultades,
existiendo un control previo de admisibilidad de la acción por parte de una sala contra
cuya resolución no procede recurso alguno. Dicho tribunal apreciará los hechos en
conciencia.
En su momento, se consideró inapropiado que estas causales fueran declaradas por los
propios parlamentarios. Se trata de causales jurídicas que, por lo mismo, deben
sustraerse del Congreso Nacional. El Tribunal Constitucional ha ejercido esta facultad en
algunas oportunidades declarando, por ejemplo, que carece de competencia para resolver
una suerte de recusación contra un parlamentario, cuando se intente que el mismo se
sustraiga de votar una materia. Así ocurrió en el rol 165 de 1993, en donde se intentaba
inhabilitar a los senadores designados por la Corte Suprema de votar una acusación
constitucional contra ministros de dicho tribunal.
La acción a este respecto corresponde a cualquiera de las Cámaras, dentro de los 30 días
siguientes a la publicación o notificación del acto impugnado. En caso que no se
impugne que el Presidente de la República excede la potestad reglamentaria autónoma,
la acción corresponde también a una cuarta parte de los miembros de cualquiera de las
cámaras. Básicamente, lo que se quiere evitar es que el Congreso entorpezca el ejercicio
de la potestad reglamentaria del Presidente de la República, claramente reforzada en el
texto constitucional vigente.
Las sentencias dictadas a este respecto se publicarán en el Diario Oficial dentro de los 3
días siguientes a su dictación.