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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

Instituto Superior
de Pastoral

¿Dónde está Dios?


Itinerarios y
lugares de encuentro

verbo divino
UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

Instituto Superior
de Pastoral

¿Dónde está Dios?


Itinerarios y
lugares de encuentro
VIII Semana de Estudios
de Teología Pastoral

EDITORIAL VERBO DIVINO


Avda. de Pamplona, 41
31200 ESTELLA (Navarra) España
1998
Contenido

Introducción 7
Juan Martín Velasco

I
PONENCIAS
La novedad de Dios y la vejez de nuestro mundo.
Una perspectiva sobre la actualidad de la cuestión
de Dios 13
Miguel García-Baró
Los caminos de la experiencia. Aprender a padecer a
Dios 37
Juan Martín Velasco
Iniciación a la experiencia de Dios 91
Casiano Floristán
Experiencia de Dios, encuentro con el pobre y com-
promiso por la justicia 113
Cubierta: Miren Sorne. Julio Lois

© Instituto Superior de Pastoral. - © Editorial Verbo Divino, 1997. Lugares para el encuentro con Dios en la vida cotidiana. 139
Printed in Spain. Fotocomposición: Arellano. Impresión: Aldecoa, Luis Briones
S.L., Burgos. Depósito Legal: BU-1. - 1998

ISBN 84-8169-217-4
5
II
MESA REDONDA
Descender a los abismos: Itinerario para el encuentro
con Dios 203
José Luis Segovia
Entre la taberna y el monasterio pasando por la natu-
ralidad 215
Antonio García Rubio
Introducción
La experiencia de Dios, itinerario sin retorno 227
Cristina Kaufmann

III
COLOQUIOS
Una vez más tengo el gusto y el honor de presentar
La catequesis al servicio del encuentro con Dios 241 los textos que resumen la Semana de Teología Pastoral -la
Teresa Ruiz Ceberio VIII ya- organizada por el Instituto Superior de Pastoral
Experiencia de Dios y celebración litúrgica 261 de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid.
Luis Maído nado Desde la primera sobre la Iglesia en la sociedad es-
pañola hasta la V y la VI, que abordaron los temas:
IV «Mundo en crisis, fe en crisis» y «Espiritualidad cris-
RESUMEN DEL TRABAJO tiana en tiempos de crisis», nuestras Semanas se han
DE LOS GRUPOS ocupado, con preocupación, pero sin derrotismo, de la
Resumen del trabajo de los grupos 269 situación de cambio profundo, de dificultad no exenta
de gérmenes de esperanza, por la que atraviesan el cris-
tianismo y las Iglesias que lo encarnan institucional-
mente en los países occidentales de tradición cristiana,
sometidos a un proceso de secularización avanzada.
Los análisis sobre la crisis de las creencias, las prácticas
religiosas y las instituciones nos llevaron a preguntarnos
con J.B. Metz si por debajo de ellas no estaría producién-
dose una crisis más radical: la Gotteskrise, es decir, la crisis
de Dios y de la fe en Él. Por eso, urgidos en buena medida
por los participantes en los últimos encuentros, decidimos
abordar el tema de Dios. Fieles a la perspectiva propia de la

6 7
teología pastoral, orientada a la puesta en práctica de la vi- Como los volúmenes de las Semanas anteriores,
da cristiana, nos propusimos estudiarlo no desde la pers- éste ofrece los textos de Teresa Ruiz Ceberio y Luis
pectiva de su existencia (an sit, si Dios existe) ni desde la de Maldonado, que introdujeron los coloquios de la tar-
la determinación de la naturaleza de Dios (quid sit, qué es de; los testimonios de Cristina Kaufmann, José Luis
Dios), sino desde la que refleja de la forma más viva y más Segovia y Antonio García Rubio en la mesa redonda
inmediata la situación de muchísimos hombres y mujeres que clausuró los trabajos de la reunión, así como un
de nuestro tiempo que se preguntan a sí mismos y se pre- breve resumen, elaborado por Felisa Elizondo, de los
guntan unos a otros, muchas veces con un trasfondo, no resultados del trabajo de los grupos.
siempre explícitamente reconocido, de angustia, de zozo-
bra: «y aquí, en estas sociedades opulentas pero con con- Permítaseme ofrecer, como síntesis de unos días
ciencia de su radical injusticia; y ahora, en estos tiempos de extraordinariamente densos y por eso imposibles de re-
oscurecimiento cultural de lo divino, ¿dónde está Dios?» sumir, una impresión personal compartida por muchos
de los asistentes: la reflexión, la discusión, la oración en
La respuesta a la convocatoria fue la primera muestra
común y la celebración nos hicieron ahondar en la
de que habíamos tocado un punto neurálgico de la si-
pregunta «¿dónde está Dios?» como parte de nuestra
tuación, de las preguntas y de las necesidades de las co-
manera de creer. Pero la profundización en la pregunta
munidades cristianas. Ningún año las inscripciones ha-
nos permitió al mismo tiempo fortalecer nuestra fe
bían sido tan numerosas. Ningún año las reflexiones, las
siempre desfalleciente, siempre necesitada de la ayuda
reuniones por grupos, las oraciones y celebraciones ha-
de Dios y de los hermanos, y buscar en común formas
bían adquirido el grado de intensidad que adquirieron
de encarnarla en las circunstancias llenas de dificultad
en esta VIII Semana.
y de posibilidades del ahora que nos ha tocado vivir.
Plantear el problema en la forma práctica que requie-
re la teología pastoral que cultiva nuestro Instituto exigía Termino la presentación de la Semana de este año
partir ciertamente de la descripción de la situación, que con unas palabras que vengo repitiendo desde la pri-
estableció con la radicalidad propia de la mejor filosofía mera: las del agradecimiento del Instituto Superior de
Miguel García-Baró, pero nos obligaba, además, a des- Pastoral a todas las personas que la han hecho posible:
cribir itinerarios, lugares y formas posibles de encuentro los alumnos, ex alumnos y amigos de nuestro Instituto
que intentaron señalar las ponencias de Juan Martín Ve- que nos honran con su fidelidad; los ponentes, comu-
lasco, Casiano Floristán, José Ignacio González Faus y nicantes, moderadores y secretarios de los grupos; la
Luis Briones. Desgraciadamente, por razones ajenas a la Fundación Pablo VI y su director D. Ángel Berna, que
voluntad de todos nosotros, no nos ha sido posible reco- pone a nuestra disposición con generosidad sus locales;
ger la valiosa reflexión ofrecida por González Faus. En su y la Editorial Verbo Divino, que hace posible la cons-
lugar, y dada la proximidad de sus perspectivas, Julio tancia y la difusión de sus trabajos.
Lois ha desarrollado los puntos que ofreció como intro-
ducción al coloquio sobre «Experiencia de Dios, en-
cuentro con el pobre y compromiso por la justicia». Juan Martín Velasco
Director del Instituto Superior de Pastoral
8
9
I
PONENCIAS
La novedad de Dios
y la vejez de nuestro mundo.
Una perspectiva sobre la actualidad
de la cuestión de Dios
Miguel García-Baró

1. La vejez de nuestro mundo


No soy sociólogo. No se puede decir que practique
las llamadas ciencias humanas, sobre cuyo valor para el
problema que aquí nos ocupa tengo una opinión no
demasiado optimista. Quisiera poder decir que soy lo
más filósofo que me es posible, y, junto con ello, que
no desconozco la historia y la fenomenología de la reli-
gión, porque mi condición de hombre religioso me ha
atraído necesariamente a ese ámbito de temas.
Así, no es el prestigio de la ciencia, precisamente, el
escudo desde detrás del cual escribo. Aspiro a no ha-
blar desde la protección de ningún escudo, y dejo en el
aire la cuestión de decidir si poseo alguna competencia
peculiar para tratar de la vejez de nuestro mundo y la
eterna juventud de Dios.
Condensemos mucho las palabras. Hay que empe-
zar por registrar como hecho máximo en cuanto con-

13
cierne a Dios en nuestro mundo lo que algunos han
llamado un enceguecimiento de su rostro, una difumi- casa a Godot: ni siquiera parece sentir la sed de infor-
nación de su contorno. El problema no es si Dios marse sobre si las cosas realmente son tan negras como
existe, sino quién y qué es Dios, para que podamos se dice. Tan sólo deja, quizá, que termine la época del
considerar luego la posibilidad de su existencia. Y este bachillerato, y, luego, que termine también la de la
problema se nos presenta en dos frentes: el de la con- universidad, y luego, que vayan viniendo tiempos y
ciencia pública y el de nuestra privada conciencia de tiempos, todos tan viejos como si ya se hubieran vivido
cristianos. En la conciencia pública, me parece que tie- cien veces, o, por lo menos, como si se tuviera la certe-
ne los rasgos de lo ejemplar una pequeña anécdota de za de que habrá cien vidas más para irlos viviendo. No
mi vida de profesor universitario. Hará cosa de dos parece haber idea alguna, sentimiento alguno, sería
años, una de mis mejores alumnas declaró que no en- mejor decir, de vocación, de asomo del entusiasmo en
tendía en absoluto a qué venía mencionar el nombre el horizonte.
de Dios en el contexto del tratamiento filosófico del
mal. No es que le pareciera un milagro el teísmo -el Pero no es sólo que se nos contagie el nihilismo a
único milagro, como dice cínicamente un autor con- los cristianos como a los viajeros desprevenidos la ma-
temporáneo- al confrontarlo con la más que probable laria. Son los resortes más profundos de nuestra exis-
imposibilidad de la teodicea, de modo que Dios termi- tencia los que nos aseguran de que atravesamos el
na cayendo en el viejo dilema de Epicuro sobre la in- tiempo de una crisis ancha, enorme. Hemos dejado
compatibilidad de la omnipotencia y la justicia abso- atrás la ribera, pero no vemos ahora ni el punto de
luta. Sencillamente, es que la verdadera hondura de los partida -casi no nos reconocemos pisando la orilla
problemas más hondos carecía en su conciencia de filó- abandonada- ni ningún posible punto de llegada. ¿Es
sofa de toda conexión con la trascendencia de Dios. esto un río, o es la caída en un abismo? ¿Algo nos sos-
Hasta tal punto el mal era a sus ojos condición de la tiene, o es que ha llegado el momento de aceptar, un
finitud, que intentar afrontarlo recurriendo, de la ma- instante antes de la desaparición, que tantos como nos
nera que fuera, a la no-finitud le resultaba impensable. han diagnosticado que vivíamos un sueño, una ilusión
Sólo podía prometerme que intentaría comprender mi nada exenta de peligros morales y psíquicos, para no-
empeño en establecer alguna conexión. sotros mismos y para los que viven con nosotros, te-
nían razón? El sociólogo dirá que ahora empezamos a
vivir las consecuencias de los que se rebelan respecto
En el terreno de la conciencia privada, es muy difí- del hecho de haberse aislado en lo que ellos llaman una
cil que alguno de nosotros escape a la certeza de que su minoría cognitiva. Muchos diremos que, efectivamen-
experiencia religiosa está transida de nihilismo, de un te, estamos seguros de que lo que sostiene nuestras vi-
cierto ateísmo interior. Quizá en ciertos casos esto sea das no es una pequeña locura idiosincrásica de esta
secuela, sencillamente, de nuestro afán religioso por minoría a la que nos vemos reducidos; y que, por tan-
acompañar hasta el final la aventura humana de nues- to, es verdad que nos sucede, en buena parte, que no
tro prójimo, que en tantas oportunidades está de lleno conseguimos entender por qué caen en el vacío los que
en el ámbito del nihilismo. Un hijo nuestro espera en pensábamos que iban a ser ecos de la realidad solidísi-

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ma, poderosísima, que actúa respaldando el sentido de de dirección y dan lugar a generaciones en las que el
nuestra existencia. Cuando nos parece que ese vacío es vacío está menos cerca. Quiero decir que no estamos
lo único que repercute nuestros gestos, no dejamos de autorizados jamás a pensar nuestro diagnóstico con tal
creer, ni nos diagnosticamos que creemos que creemos; alcance que nos sirva de pronóstico seguro del futuro
sólo nos sucede que Dios se nos vuelve profundamente cercano.
incomprensible, que subrayamos inevitablemente la
urgencia de la actividad en la que sí nos vemos triunfar La condensación de nuestras palabras, que, entre
o fracasar -en el mundo-, y este constante énfasis cre- otras cosas, es un medio quizá desesperado para con-
ciente -que se puede considerar como el proceso de servarles su carácter de poderosas, pasa por que no am-
moralización de la religión, o como el activismo en pliemos demasiado la descripción de la vejez de nues-
pugna con otras formas prevalentes de espiritualidad- tro mundo. Lo esencial queda dicho.
hace que sea realísimo el riesgo de pasar de la honda
difuminación del papel de Dios respecto del mundo a
la creencia arraigada en el hecho de que Dios es olvi- 2. La novedad de Dios
dable -por lo menos, un poco olvidable, es decir, radi-
calmente olvidable-. Como tanto se ha hablado ya sobre esta situación
de la existencia religiosa, también se han señalado mu-
¿Somos realmente conscientes de que los grupos y chos de los signos que apuntan a la juventud eterna de
los individuos que aún viven de la confianza en que la Dios, es decir: contrastes extraordinarios con los sín-
vida tiene algún sentido estamos reducidos a islas en tomas de agotamiento, de fin de viaje, de nada, que
un mar de apatía? El gran fenómeno masivo de nuestro brillan por todas partes en el horizonte arrasado de
tiempo es, seguramente, el ocultamiento cultural, cada nuestras vidas.
vez más torpe y más terco, del vacío de sentido, del
dolor extraordinario que inunda la existencia. He aquí En primer lugar, sea Dios lo que quiera, es, cierta-
un ejemplo cualquiera, entre tantos como se podrían mente, eterno, y esto significa, para empezar, que su
poner, que representa muy plásticamente lo que quiero ser otro respecto de nuestro mundo es tan realmente
señalar. Hace algunos años murió en Madrid el hijo alteridad que nada del mundo puede resultarle ajeno,
único de un matrimonio de escritores famosos. Murió desconocido, limitante. La compañía que la alteridad
muy joven, de sida, y a su entierro asistió su pareja, de Dios hace a la inmanencia, a la mismidad, a la vejez
contaminada por la misma enfermedad, por la misma del mundo es de tal índole que la verdad de este mun-
jeringuilla, hijo de otro matrimonio de intelectuales do no puede sino manifestar siempre un nuevo aspecto
conocidos, y que, a su vez, murió a las pocas semanas. de cómo Dios quiere su presencia ahora, justamente
No parece que haya apenas rastros de esta tragedia en ahora. Por esto la fe no tiene duda en que la experien-
la obra posterior de ninguno de los padres de ambos. cia actual de Dios, tanto la personal como la colectiva,
posee infinito sentido, aunque suceda que se vea ace-
Por otra parte, nadie sabe decir cuándo y, sobre to-
chada desde dentro, como acabamos de ver, por el
do, por qué los aires de la cultura cambian levemente
nihilismo. Si la eternidad, es decir, la trascendencia de
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Dios, únicamente fuera como la trascendencia relativa esperanza de esperar. Creo que no es exagerado decir
de unas realidades respecto de otras en el horizonte que tanto mejor será si nos sucede así.
ilimitado del mundo, entonces no podríamos preten- Porque no debemos olvidar un solo instante algo
der que su ser otro que el mundo es, precisamente, la que temo que, sin embargo, sufre constantemente ol-
forma más radical que puede concebirse de estar pre- vido. Y es que no tiene sentido hablar de Dios más que
sente en él, inmanente en él —justamente sin reducirse para referirnos, precisamente, a lo que se diría que está
a nada mundanal-. más expuesto a las críticas del ateísmo teórico clásico: a
Por esto es necesario, es puramente coherente con la meta de la esperanza exorbitante. Precisamente por-
la fe, afirmar al mismo tiempo la extrema dureza de que la eternidad de Dios imposibilita su captura como
sus condiciones existenciales de hoy y la eterna provi- un objeto del conocimiento -su degradación a mero
dencia de Dios dominando esa dureza. Lo decisivo es fragmento del horizonte universal del mundo-, al des-
permanecer fiel al mismo tiempo al mundo y a Dios, cribir a Dios sólo cabe el lenguaje hiperbólico, como
por que se entienda suficientemente que la fidelidad nos ha enseñado recientemente Emmanuel Lévinas.
radical al uno es ya de suyo fidelidad radical al otro. No basta con la negación y la negación de la negación,
Sólo las fidelidades a medias pueden separarse en este ni con la analogía; sino que es precisa la exageración
caso, y por eso coinciden en ser en última instancia extrema, de tal modo que el lenguaje, reflejando la vi-
nihilismo. da, se convierta en una pura referencia simbólica.
Y no es sólo en el intento de descripción de Dios
De aquí que sea tan justa la apreciación de los
donde tiene que tener lugar este proceso de hiperboli-
tiempos actuales como una oportunidad novísima, ju-
zación, sino también en la descripción de todo aquello
venil realmente, de depuración individual y colectiva.
que tiene que ver con El - o sea, todo-, justamente
Dios ha tenido piedad de nosotros permitiendo que se
cuando, en vez de ser considerado en la luz finita del
cumpla con creces en todos la oración unamuniana: no
mundo, se lo ve en su referencia fundamental a la eter-
nos da falsas calmas, ni nos da pura perturbación, sino
nidad.
paz en la guerra, inquietud siempre nueva.
Dentro del mundo, las entidades y sus atributos y
En otros momentos quizá no habrá sido éste el relaciones se recortan con bastante limpieza, sobre to-
rostro visible en primer lugar de la fe, pero hoy es, des- do cuando el interés por reconocerlas es de orden
de luego, la esperanza pura. Es cierto que la fe es crea- práctico-pragmático; y esto hace viable el constante uso
ción; y lo es sobre la base de la esperanza. de las frases predicativas con las que captamos la natu-
La esperanza es ya el premio de sí misma. Y su raleza del mundo. Pero el discurso de la alteridad, es
condición parece la de una paradoja. Cuanto más in- decir, el discurso - y la existencia— que hablan de las
tensa, más real es la esperanza, menos se transforma en realidades del mundo como símbolos de la eternidad
certeza, ni siquiera en certeza de que la poseemos: más de Dios, no afirma y niega, sino que exagera. Y por
es pura esperanza, incluso en el sentido de que cuando esto la esperanza religiosa no se tiene más que como
reflexionamos sobre ella sólo nos encontramos con la esperanza de la esperanza. Y por esto cualquier descrip-

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ción que se ensaya sobre el objeto de tal esperanza tie-
no pensar y no practicar suficientemente, en el interior
ne que atreverse a empezar por decir que el que cree
de la Iglesia misma, esta su condición.
en Dios, esto es, el que espera con religiosa esperanza,
cree que existe la exageración de la exageración, tanto Hay que intentar siempre sacar todas las conse-
en el sentido de la realidad, como en el del bien, como cuencias reales del hecho único de que la comunidad
en el de la belleza. Tiene que reconocer que el riesgo de la Iglesia está absolutamente orientada a la exagera-
de alienación es absoluto, porque desfallecer en esta ción hiperbólica de Dios. Las únicas componendas con
esperanza es, inmediatamente, no hacer otra cosa más esta pasión por la perfección inmediata de la Iglesia
que proyectar en la demasiado cercana exterioridad de son las que la propia caridad, es decir, la condición
nuestro mundo la imagen, el ídolo de nosotros mis- exagerada del bien de Dios, nos impone a todos. Pero
mos, la reunión en el género humano, como explicó recordemos que realmente no creemos en nada, lite-
Feuerbach, de todos los predicados que valoramos po- ralmente en nada, cuando no creemos que la meta de
sitivamente, sin darnos cuenta de que justamente es la esperanza más exaltada existe realmente, eterna-
eso el objeto proyectado - y de esta ignorancia tiene la mente, otra que este mundo y, por ello mismo, infini-
culpa el hecho de que las perfecciones sólo se nos pre- tamente encarnada en él y en toda su historia.
senten individualizadas y superlimitadas, por eso
mismo, además de estar siempre limitadas munda- Sin embargo, no tenemos tiempo para detenernos
nalmente-. ahora en la gran serie de consecuencias que trae este
principio consigo. Debemos dejar la cuestión en su
No se puede retroceder del peligro de tener que actual estado de paréntesis, aunque muy importante,
describir la religión como una locura, como una en- para volver a la sustancia de la que todo lo demás de-
fermedad, siempre que no se pierda de vista cuál es el pende.
término de comparación respecto del cual ella aparece
así. Este término es, en efecto, la nada de un mundo Regresamos a ella si nos detenemos ahora a pensar
absolutamente despojado de su condición simbólica. si es que acaso se puede demostrar que el mundo, to-
mado en su universalidad y tomado, también, en cada
Esta cuestión tiene inmensas repercusiones prácti- una de sus partes, llámense éstas hombre, lenguaje,
cas en el interior de la vida ideal de la Iglesia, que con- naturaleza, es de condición simbólica. No, no se puede
viene mucho no pasar por alto. Solemos olvidar, en demostrar; pero es que la posible demostración destrui-
presunto beneficio de la buena armonía y de la conti- ría su objeto con mucha más eficacia que ninguna ar-
nuidad de las instituciones, que lo único, lo maravillo- gumentación en favor del ateísmo.
samente peculiar de la Iglesia es su santidad realizada
ya comunitariamente, aunque sólo a la manera del Y con esto nos adentramos decididamente en las
símbolo, en el interior de la historia humana. No es consideraciones filosóficas. Sólo creo que es necesario,
sólo cuando se dice que se ataca a la Iglesia desde fuera antes de lanzarnos a ellas definitivamente, insistir por
cuando se pierde de vista este carácter extraordinario última vez en el carácter concreto, concretísimo de lo
que ella tiene, sino que lo más terrible es el hábito de que llevamos pensado aquí en común. Hemos sinteti-
zado una descripción de nuestro mundo que no se
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detuviera innecesariamente en un diagnóstico porme-
norizado que ya ha sido hecho muchas veces con gran enamorarse, la de viajar, encontrar el mar o el desierto,
precisión y muy adecuadamente. Pero luego hemos descubrir una novela, un poema, un cuadro.
descrito también el lugar esencial del encuentro con Es muy claro que la alabanza de la gratuidad de lo
Dios. Lo que no hemos hecho es intentar ir desgra- real, de lo bueno y de lo bello se traslada, en cuanto
nando una por una las ocasiones fundamentales en que entra en el terreno divino de la exageración auténtica, a
opera la esperanza religiosa, aunque hemos señalado lo oración. Y la oración es el lugar originario del sentido
que las unifica a todas, es decir, la exageración de la de la palabra Dios, como tan hondamente han visto la
realidad, del bien y de la belleza -la extremada exagera- fenomenología de la religión y la filosofía del lenguaje
ción, lindante con la locura-. No es difícil concretar en religioso.
estados existenciales las fulguraciones, por decirlo de
alguna manera, de tal esperanza desmesurada. Sabemos
que toda experiencia puede transformarse, en princi-
pio, a esta luz, aunque sea verdad, como señalaba
3. La experiencia ontológica
siempre Eliade a propósito de las hierofanías, que,
Pero si he aceptado escribir sobre este tema, a pro-
aunque todo lo habrá podido ser alguna vez, no cabe
pósito del cual tantos de mis lectores podrían decir más
que una comunidad o un sujeto religioso individual
que yo, ha sido porque estoy cierto de algo que no es
experimente todo simultáneamente como hierofánico.
frecuente apreciar de veras ya hoy, y que podría con-
Es una cuestión de los hechos culturales contemporá-
centrar lo poco de novedad que se pueda encontrar en
neos que, por ejemplo, la experiencia de la exageración
mi intento de hacer viva para todos la simultaneidad
de la realidad y la esperanza religiosa que va de la mano
de la vejez de nuestro mundo y la juventud eterna de
con ella se puedan ofrecer, por ejemplo, sobre todo en
Dios. Esta relativa originalidad es que estoy profun-
la forma del nacimiento de un hijo, o, por el contrario,
damente convencido de que la filosofía aporta un ex-
del tremendo espectáculo de cómo se consume y se
traordinario plus de esperanza, aunque lo hace de una
desmorona una persona muy querida.
manera difícil, que, precisamente por eso, es tanto más
real y atractiva.
Y lo mismo sucede con los signos de los tiempos en
las direcciones del bien y de la belleza. Sólo donde la El pensamiento no se ha quedado atrás a la hora de
experiencia de la bondad moral brilla, es posible que explorar la condición hierofánica de nuestro mundo,
fulgure también la esperanza religiosa en medio del en- sino que bien puede decirse que, con su maravillosa
cuentro humano que salva de la miseria, de la enfer- movilidad desde la época de la muerte de Hegel a
medad, de la esclavitud, de la soledad, de la mentira y nuestros días, no sólo ha servido para poner en con-
de la desesperación. Y, finalmente, es imposible agra- moción la progresiva vejez terrible de la teología y el
decer lo bastante a Dios la presencia en medio del gris estancamiento de la vida espiritual dentro de la Iglesia,
de la vida de las experiencias estéticas profundas, desde sino que, mucho más allá de ser pura crítica atea de la
la experiencia de tener alguna vez un maestro, a la de religión, ofrece muchas perspectivas apasionantes para
la teología y, más que eso, para la vida de la esperanza
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23
religiosa actual. No sólo no hay que temer pensar, sino necesidad universal de la humanidad. Lo extraño es
que, en esto como en todo, únicamente la exageración que es muy fácil construirse para uso propio una red de
tiene que ver con Dios. equilibrista de pensamientos que, en realidad, no resis-
tiría un examen de su bondad que durara más allá de
El verdadero horizonte de la especulación teológica
cinco minutos. Es facilísimo acomodarse a una ideolo-
entendida como vida del espíritu referida a Dios está
gía, es decir, a la tela de araña segregada por nuestros
hoy en lugares completamente distintos de los propios
intereses particulares, en vez de hacerlo a algo que me-
del tiempo de Hegel, pero uno de los peores signos de
rezca llamarse, por su consistencia real, una filosofía.
nuestra actualidad es la despreocupación por el pensar,
o la apresurada condena de su inutilidad. ¿Sería factible El carácter universal de la filosofía se descubre en
que pudiera yo contribuir un poco a que se encarnara cuanto se para mientes en que hay un hecho que no pue-
algo más esta realidad de la que estoy tan profunda- de faltar en la vida del hombre y que lo confronta en to-
mente cierto? dos los casos con la llamada situación límite: con la quie-
bra de todas las seguridades existenciales. Me refiero al
Escogeré para intentarlo unas pocas cuestiones, ya descubrimiento infantil de la muerte, que es, en definiti-
que el cuento de todas las importantes sería realmente va, el rito de paso esencial de nuestra vida y el primero de
el cuento de nunca acabar. Y leedme con paciencia, cuantos, apenas menos importantes, nos esperan luego.
porque cuanto sigue es aún mucho más abierto y más
discutible de lo que ya lo es lo que os llevo dicho. El niño que se enfrenta con la muerte no experi-
menta sobre todo miedo ni terror. Esos sentimientos,
Pensar, propiamente pensar, sólo vale la pena abso- que quizá aparezcan, pero, posiblemente, acompañan-
lutamente, sólo nos apasiona y nos fascina, cuando esta- do a otro de profunda curiosidad, no sabrían tener más
mos urgidos por algún misterio que verdaderamente lo es valor que el anecdótico. Lo que importa en esa expe-
y que pone, por así decirlo, en tela de juicio toda nuestra riencia es la transformación de la estructura misma de
vida hasta ese momento. Cuando una revolución exis- la vida que ella trae inexorablemente consigo.
tencial alcanza esas proporciones gigantescas, entonces,
sorprendentemente, el hombre sabe que lo único que le Para el sector anterior de la vida, usamos frecuen-
queda por hacer es pensar. Y ese pensar que busca el temente el nombre de inocencia; pero esta costumbre
Comienzo, que persigue un sentido decisivo sobre el que depende de una proyección atrás de ciertos elementos
implantar la existencia futura, es lo que debe llamarse fi- de la experiencia posterior, mucho más que de la des-
losofía -por más que quepa ampliar el significado de la cripción de la realidad de la primera infancia. Mejor
palabra hasta comprender con ella también el aprendizaje que de inocencia debería hablarse de la edad en la que
que hacemos asimilando los trágicos pensamientos de el tiempo no existía aún propiamente. Y cuando el
otros hombres, entrenándonos o educándonos en la po- tiempo no existe, la vida es esencialmente fácil: corre
sibilidad, como decía perfectamente Kierkegaard-. igual, absolutamente amparada en lo Indiscutible, en
lo Bueno, en lo Seguro; ni siquiera echa de menos te-
Estoy profundamente convencido de que la filoso- nerse a sí propia en sus manos. Ignora la necesidad de
fía, en el sentido en que acabo de describirla, es una la búsqueda, porque no tiene ninguna noticia de que

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haya lagunas de sentido que llenar, precariedades a las
puro, con ocasión de cualquier acontecimiento, de
que asistir, posibilidades desconocidas por realizar.
cualquier conversación, y no necesariamente por expe-
La vida que comienza, pero que no se asombra ni riencia de la muerte cercana, descubre de inmediato
aun del hecho de estar recién inaugurada -como si en que la aniquilación ya ha empezado: a cada nuevo
realidad estuviera dotada de una memoria colosal, que momento se es más viejo; todo es ya más viejo, irrever-
la libera de cualquier ansiedad por mirar hacia el pasa- siblemente, que hace un instante. Nada volverá a ser lo
do-, no está urgida por nada, y, por tanto, carece de mismo que ahora; pero ahora ya ha pasado. Todo,
finalidad, no siente estar lanzada hacia objetivo alguno pues, está muriéndose, pero nadie habla de ello.
y no añora realizarse ni sufre por ninguna posibilidad
Si el sujeto de esta revelación del tiempo permane-
que haya quedado cerrada para siempre. Justamente, es
ce en su experiencia, en vez de rehuirla apenas comen-
que no conoce el significado de la palabra tiempo.
zada, se ve impelido a preferir la compañía de las cosas
La revelación de la muerte es asimismo y sobre to- y de los animales; y en seguida capta, con emoción
do la del tiempo, y, por lo mismo, la del sentido que profunda, la radical inmovilidad del espacio, la identi-
indefectiblemente toma la existencia, y aun la de la dad de lo que está tan quieto como la posición relativa
existencia misma - o sea la de lo que significan los ad- de las estrellas. Ved, para comprobarlo, si es que no
verbios modales: posiblemente, necesariamente, efecti- podéis ya recordarlo, el maravilloso poema de Unamu-
vamente-. Y descubrir la existencia es descubrirse a sí no dedicado a la estrella Aldebarán.
mismo, es decir: separarse del cobijo perfecto en la Pero la experiencia ontológica -nada más justo que
Totalidad, aislarse y, en verdad, empezar. llamarla así, puesto que es, en realidad, la experiencia
El yo existente se desprende del Todo cuando tropie- del ser: la congoja por ser que nos enseña, de pronto,
za con un dilema cuyas dos ramas terminan en el cierre qué quiere decir esta palabra sobre la que gira todo el
de toda salida. La imposibilidad de continuar la vida es lenguaje- va más allá. Y es que cuando el sujeto de ella
precisamente lo que la transforma estructuralmente hasta explora la alternativa que se le ofrece respecto de la na-
tal punto que sólo porque esta mutación necesita pensar- da del acabamiento puro y simple, descubre que la po-
se basada en un soporte, en una «materia» del cambio, es sibilidad de seguir siempre siendo lo que hasta enton-
por lo que no puede decirse resueltamente que la vida ces se ha sido, si bien con la modificación grandísima
misma, y no sólo el yo, empieza entonces. de la noticia de la muerte, es aún más espantoso que
tener que desaparecer un día en la nada. Esta alternati-
Tal entonces tiene a su vez, tácita o expresamente, va resulta ahora tan invivible y tan indeseable como la
esta estructura: de pronto descubro que mi vida actual nada.
no es para siempre; que ha de acabar. ¿Acabar pura y
simplemente? En tal caso, no sólo dejará de ser todo, Así experimenta el niño, quizá secretamente, quizá
sino que se olvidará. abiertamente, la agónica pinza del dilema que le pre-
senta la realidad; y si su capacidad afectiva se abre a
Pero esta misma sorpresa enorme, encontrada de esta experiencia en la medida suficiente, ya no entiende
súbito en la tranquilidad de una vida sin tiempo, juego cómo podrá seguir viviendo. La vida y la muerte le son
26 27
insoportables justamente porque le son ininteligibles.
Todas las salidas, todas las posibilidades son absurdas, puedo ir considerando, justamente en su dolorosa ex-
en el sentido de absolutamente insoportables. cepcionalidad. Esta dote sobreabundante es la sensibi-
lidad propiamente tal. El ser juega o lucha con la nada;
Ser no es ahora, para quien realiza esta experiencia, el hombre -es decir, la sensibilidad-, con la muerte -es
no poder dejar de ser, sino no poder dejar de darse decir, con la insensibilidad-. Ambos juegos se descri-
cuenta. La primera angustia no se alza de la pregunta ben como tiempo; pero, de manera propia, el tiempo
por el fin que le está reservado a la existencia indivi- es el ámbito del entrelazarse doloroso, en el hombre, de
dual. No se trata de estar atrapado, sin más, en la al- sensibilidad e insensibilidad.
ternativa que es o bien cesar un día de ser o bien con-
tinuar siempre siendo. Más bien el horror que no deja Y es de esta manera como el hombre, en tanto que
de acompañar a la experiencia ontológica surge de la ser que siente, es, como gustaba Lévinas de escribir, la
pregunta: ahora estoy enterándome de que vivo, pero ex-cepción. La sensibilidad misma es, por así decirlo,
¿puedo sufrir la indeterminada prolongación de la con- ese movimiento formidable -el milagro, dice también
ciencia? ¿O es que puedo sufrir su contrario: la pers- Lévinas-, por el que se diría que el ser se rompe, se fu-
pectiva de abandonar definitivamente la conciencia? ga de sí mismo -justamente sin por eso constituir, en
En este segundo caso, ¿por qué no se me ha ahorrado su exterior, un ser segundo-.
la fugaz estancia en la casa de la luz? ¿Qué sentido tiene Sin embargo, hay un milagro dentro del milagro:
sentir para que, de inmediato, lo sentido vaya desapa- hay la infancia que aún ignora la muerte, aunque es ya,
reciendo en el vacío -aunque quede fantasmáticamente y extraordinariamente, sensibilidad. Como si la crea-
en mi memoria un poco de tiempo-, y termine por ción del hombre no tuviera exclusivamente que ver con
perderse absolutamente? Todo lo que todos los hom- algún acontecimiento ontológico. La experiencia on-
bres han vivido fresca, intensa y plenamente, minuto a tológica es siempre devenida, generada; es, por esencia,
minuto de todas las vidas, va transformándose, prime- algo no absolutamente primario. Y, por esto mismo, el
ro lentamente, al final, de súbito, en nada. ¿Se puede cumplimiento radical de la creacionalidad del hombre
vivir con conciencia o bien para conservarla siempre o no queda agotado por la aventura ontológica, ni si-
bien para perderla para siempre? quiera cuando ésta alcanza supremas claridades con-
ceptuales. Hay aún algo más: un deseo de antes o más
Si seguimos explicitando el sentido de la experien- acá de la tensión necesaria hacia el cumplimiento de las
cia ontológica fundamental, diremos que el ser tiene su insatisfacciones de la teoría, que puede ser confundido,
ley, que nos es desconocida, según la cual juega su jue- por razones esenciales que ahora se entrevén, con el
go con la nada entrelazándose y separándose de ella en anhelo de la infancia primera, y aun con el anhelo de
el tiempo. No sabemos cuál será la última palabra: desnacer. Así, Unamuno confunde la trascendencia
¿sólo el ser, sólo la nada, siempre el tiempo? Lo terrible con la inocencia relativa del niño que aún no ha expe-
- y lo vital- es que yo, siendo, he recibido una dote es- rimentado la muerte.
pecial, sobreabundante, que me separa de ese juego y
Hay que responder, sin duda, a la cuestión de por
me obliga a obedecer leyes propias y aparte, que sí
qué no es explícitamente universal esta expresión de la
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29
experiencia ontológica fundamental. Su universalidad clave en la vida del hombre. Considero una auténtica
implícita llena la literatura de todos los pueblos y, sobre evidencia fundamental el hecho de que en la vida hu-
todo, la popular y, en general, el folclore. Lo hace, prin- mana comparecen siempre males que auténticamente
cipalmente, en la forma de la represión: más vale ador- merecen ese nombre, o sea, respecto de los cuales no
mecer el dolor de la muerte; más vale entregarse a la pie- hace sentido, ni teórica ni prácticamente, que subsista
dad y las costumbres tradicionales; hay una sabiduría tan la posibilidad de que, en realidad, sean sólo males rela-
antigua como las cosas, en la que consta la necesidad de tivos, medios para un bien racionalmente discernible.
la antítesis entre los dioses y los hombres; todo cuanto Quiero decir que hay experiencia del sin sentido, del
existe y tiene algún sentido en la esfera humana, lo debe a contravalor absoluto, de lo que ni tiene explicación ni
su fundación originaria en el tiempo primordial, que es debe ser explicado. Se experimenta el mal radical, y pa-
cíclico en el sentido de potencialmente omnipresente. ra estas experiencias que de él se hacen conviene reser-
var el significado supremo de la palabra dolor. Hay
Creo también, por otra parte, que no se puede eludir
males que por bien no vienen, y sólo ellos son la reali-
el hecho de que, más allá de la enorme diferencia de for-
zación del mal, y sólo su presencia es el dolor puro, la
mas circunstanciales que adopta en cada vida la experien-
congoja, la contracción del alma, la sequedad espiritual
cia ontológica, hay que reconocer una misteriosa distin-
absoluta.
ción entre los hombres, que, aun siendo en buena medida
superable por la educación, parece mucho más real que las Los ejemplos nos vienen a las mientes en excesiva
diferencias de inteligencia o capacidad razonadora. Me cantidad; en tanta, que es justamente superfluo enu-
refiero a una diferencia que, a falta de nombre más ade- merarlos.
cuado, está suficientemente bien descrita como diferencia Pero lo que me interesa decisivamente es destacar a
de sensibilidad. La palabra no es mala, porque, en efecto, su propósito ciertos rasgos estructurales, no todos los
se busca captar con ella, dicho con metáfora quizá inevi- cuales han sido reconocidos.
table, el nivel mayor o menor de profundidad en la recep-
ción de lo que la realidad tiene de emotiva. El primero de estos rasgos es que ningún dolor su-
premo tiene por objeto a quien lo sufre. El mayor de
La emoción sigue fielmente al impacto recibido, y el los males que a mí solo me afecta no causa, de ninguna
mayor misterio de la naturaleza humana, la desigualdad manera, un dolor supremo, porque no es un verdadero
más incomprensible, quizá sea la incapacidad de algunos ejemplo del mal a secas. Por mucho que quiera yo fin-
para la emoción: la insensibilidad, que está asociada, desde gir que no hay derecho ni en el cielo ni en la tierra a
luego, a los estadios primeros de la vida moral madura. este dolor mío, sé siempre que no soy inocente. Sé que
soy, oscuramente, el portador de una responsabilidad
infinita, respecto de la cual me encuentro, desde luego,
4. La experiencia moral culpable. Y aplico entonces la ley uniforme de la cau-
salidad teleológica a cualquiera de mis privadas desgra-
Pasemos ahora a un segundo orden de temas, cuyo cias, de modo que sé en secreto que quizá, seguramen-
descubrimiento pleno constituye otro paso de umbral te, la merezco. Comprendo que mi culpa repercute

30 31
hasta el infinito en el mundo, así que no me puede cente es sentir el riesgo de que desespere, de que se
sorprender la dureza de mi destino. transforme en un monstruo y su dolor alcance un matiz
Esto significa que la experiencia originaria del mal es desconocido, inhumano, absolutamente intolerable. Al
el dolor por el sufrimiento del otro. El dolor es una vi- dolor del otro nunca hay derecho. Su dolor es el verda-
vencia que se cumple, paradójicamente, en el miedo que dero dolor; en mí, el más verdadero dolor es el miedo a
se refiere a la trascendencia irreductible del otro. Mejor lo que a él pueda sucederle.
dicho - y es esencial esta enmienda a la fórmula que aca- Este miedo puede llegar a ser aniquilador literal-
bo de utilizar-: el dolor carece de cumplimiento, por te- mente, incluso de sí mismo y de todo sufrimiento. En
rrible que llegue a ser en ocasiones, y esta apertura al tal caso, se ha transformado en desesperación. ¿No es
abismo es su faceta más dolorosa. El dolor es el descu- nuestro miedo siempre miedo a la inmerecida desespe-
brimiento explícito de la alteridad personal, hasta él ración prematura del otro? Se ha observado que es casi
confundida con la propia inconciencia; y de aquí que insuperable la muerte de las personas queridas; en todo
haya estado ya ineludiblemente presente en la descrip- caso, mucho más terrible que la muerte propia. Yo creo
ción de la revelación infantil de la muerte. En ella nos que este dolor, que parece abrir en cada uno de noso-
dolemos hasta de la estrella más lejana, y también, desde tros una brecha palpable de sinsentido, es sólo un dolor
luego, de Dios, que, siendo inocente, asiste a nuestro te- previo o intermedio, que se cumple en el espectáculo,
rrible sufrimiento, y al de todos, encerrado en el silencio. éste sí realmente intolerable, de la desesperación y la
¡Pobre Dios, que ha creado a personas que sufren tanto aniquilación de los demás, de la gente amada por no-
incluso cuando se acuerdan de El, y que sienten acre- sotros. Y todavía este dolor en nosotros tiene de más
centar con esta memoria el divino dolor! doloroso el miedo al horror que el otro está padeciendo
y que a mí, culpable, me está vedado experimentar. Al
La razón de esta esencial referencia del dolor a la al- no poderlo nunca vivir yo mismo, sé que no puedo
teridad personal está en que la noción cumplida de cul- ayudar, precisamente en la única ocasión en que pres-
pa es estrictamente individual y mía. Culpa quiere decir tar socorro es la urgencia absoluta. Somos por com-
mi culpa. El otro es otro justamente a título de inocente, pleto impotentes ante el mal auténtico.
al menos, de posible inocente. Y en esto radica la inevi-
table prosopopeya de toda la realidad que hacen el niño, No sólo es blasfemia la teología capaz de hablar
el poeta, el hombre religioso y el metafísico. Al no dis- con apariencia de sentido acerca de Auschwitz: es
poner de una noción originaria de la culpa ajena, no blasfema la supuesta teología racional que, desde el
puedo realmente trasladar el esquema de la causalidad estoicismo, declara que el mal es un bien que no sabe-
teleológica al otro y ver su sufrimiento en una auténtica mos comprender; o que, en la formulación de Espinosa,
conexión de sentido con su responsabilidad y su culpa. exige de nosotros que expulsemos al mal de la ontología,
No sé jamás que el otro se merezca sus penas, y, por lo porque tan sólo es un antropomorfismo verdaderamente
mismo, mi experiencia de ellas tiene un costado abierto pueril.
a la evidencia de que el otro no las puede entender y, Y con esto llegamos al segundo rasgo estructural
por tanto, quizá no las pueda soportar. Ver sufrir al ino- que deseaba yo destacar en este orden de fenómenos. Y

32 33
es que, lejos de ser el mal la puerilidad del hombre teó- tiempo: nosotros no somos la Vida absoluta, por más
rico, la evidencia de su presencia es condición consti- que ésta nos habite. Nosotros estamos creados en la
tutiva de la propia racionalidad y, por lo mismo, no referencia sustantiva a la alteridad doliente del otro
sólo experiencia universal de la humanidad, sino certe- hombre, fuente de nuestros deberes, origen de nuestra
za primordial. La certeza apodíctica por excelencia es el infinita responsabilidad. Y esta responsabilidad es ante-
deber de combatir el mal, la necesidad de levantar rior a todo conocimiento, a toda inocencia, a toda li-
contra sus múltiples acechos un veto absoluto, un no bertad. Dios no explica el mal, pero ha creado la espe-
irreductible. No hay libertad, ni hay vida personal, sin ranza absoluta que quizá -de ello no puedo tener
el acicate de este tábano. evidencia teorética pura- soy yo1.

Precisamente, éste es el flanco que aún exige una


indirecta interpretación teleológica de la experiencia
del dolor, y, por lo mismo, una de las fuentes eternas
de la metafísica. Vivimos, sin duda, porque luchamos,
porque estamos situados en la mitad de un desequili-
brio que no veremos nunca desaparecer. El deber nos
reclamará siempre más allá. La voluntad que en noso-
tros quiere no podrá nunca coincidir con uno cual-
quiera de nuestros actos, por más que en él hayamos
creído ponernos enteros y vaciarnos. El mal, al dotar
de irracionalidad a la historia, al sumergirla en la radi-
cal precariedad, rinde, paradójicamente, un inmenso
servicio al hombre: nos descubre que, tal como entre-
veíamos en la mudez relativa de la infancia, la felicidad
no tiene descripción racional, el Bien trasciende al Ser,
la esencia del tiempo que somos es una esperanza radi-
calmente desmesurada, un deseo abierto a lo descono-
cido: un solemne sí irrevocable a la realidad que no di-
rigimos a ninguna de sus partes imaginables, factibles o
queridas en concreto por nosotros. Esta inquietud in-
finita que constituye nuestra temporalidad nos es re-
velada por la evidencia del dolor y por la certeza de que
nunca seremos felices y nunca daremos nuestra vida 1
Reitero estas ideas, en un contexto diferente, en el ensayo «La gé-
por cumplida. Esta vigilia produce en la Vida la ruptu- nesis de la revolución y los orígenes líricos de la Filosofía», en Agustín Se-
ra que es su salida a la exterioridad primera del tiempo rrano de Haro (comp.), La posibilidad de la Fenomenología, Editorial
inmanente. Tenemos que desarrollar la vida en el Complutense, Madrid 1997, pp. 35ss.

34 35
Los caminos de la experiencia.
Aprender a padecer a Dios
Juan Martín Velasco

Mi intervención se sitúa, como todas las de esta Se-


mana, bajo el título que preside nuestras reflexiones de
este año: ¿dónde está Dios? l Por eso, antes de entrar en
la materia a la que se refiere el título, me parece indis-
pensable reflexionar sobre la pregunta y su significado.

Situaciones en las que surge la pregunta


«¿dónde está Dios»
«¿Dónde está Dios?» es una pregunta tan antigua
como el hombre; pero se ha hecho insistente hasta la
obsesión en esta franja de la historia humana que co-
nocemos como modernidad y posmodernidad en los
países occidentales, hasta el punto de que si, en otros
tiempos, el hombre en relación con Dios se preguntaba
sobre todo an sit (si existe) y quid sit (qué es), hoy pre-

1
Y quiere ser una respuesta que indica un lugar, un camino y un
itinerario: la experiencia. El subtítulo: aprender a padecer... se refiere a la
modalidad que ha de caracterizar a la experiencia para conducir al lugar
en el que se vislumbra la respuesta a la pregunta: ¿dónde está Dios?

37
valece sobre todas, como primera, la pregunta ubi Deus el que otras veces ha librado a su pueblo? «¿Hasta
sit (dónde está Dios) 2. cuándo, Señor, te esconderás para siempre... Dónde
De ella tenemos ejemplos claros, expresos, en la están, Señor, tus antiguas bondades...?» (Sal 89,47-50).
tradición bíblica. Una breve alusión a las formas en «¿Por qué nos ha acaecido todo esto? ¿Dónde están to-
que se manifiesta nos revela la complejidad de las si- das tus maravillas que nos han contado nuestros pa-
tuaciones humanas que en ellas se expresan. dres, diciendo: 'Yahweh nos hizo salir de Egipto'? En
cambio, ahora, Yahvé nos ha desamparado...» Que 6)
La pregunta aparece con frecuencia dirigida, casi «¿Dónde está, se pregunta Isaías, el que hizo subir del
lanzada, por sujetos ajenos a la propia tradición religio- mar al pastor de su rebaño? ¿Dónde el que puso en su
sa, por enemigos del pueblo de Dios, a los miembros interior su santo espíritu?» (Is 63,11-16).
de este pueblo, para poner en evidencia la ausencia o la
impotencia del Dios en el que éste ha creído o sigue Con frecuencia todas esas preguntas, procedan de
creyendo. La pregunta rezuma entonces ironía, es la ajenos a la fe o de los propios creyentes, tienen su ori-
expresión de un sarcasmo que los creyentes experi- gen en la experiencia de un mal que se estima incom-
mentan vivamente y del que se quejan a su Dios: ¿Por patible con la presencia y la existencia de un Dios fiel
qué se ha de decir entre los pueblos: «¿dónde está su justo y amoroso: «¿dónde está el Dios de la justicia?»
Dios?» (Joel 2,7); Por qué han de decir los gentiles: (Mal 2,17).
«¿dónde está su Dios?» (Sal 99,10). Por qué han de de- Pero la pregunta por Dios y el lugar donde encon-
cir las naciones: «¿dónde está, pues, su Dios»? (Sal trarle puede ser expresión de otras situaciones y puede
115,2). «Mis adversarios, dirá también un creyente adquirir otros significados. Así, no faltan ocasiones en
atribulado, me han vejado con quebranto de mis hue- las que la pregunta, incluso en boca de los ajenos a la fe,
sos al decirme todo el día: '¿dónde está tu Dios?'» (Sal surge del deseo de encontrar a un Dios que no deja de
42,11). estar presente en el corazón de todo hombre y que, por
En muchos casos la pregunta muestra que la razón eso, no deja de dar señales de su presencia. Por esa ra-
que lleva a los adversarios a lanzar esas cuestiones sobre zón, Dios se queja con frecuencia de que su pueblo, o
Dios es el estado de postración en que se encuentran los sacerdotes, no se pregunten: «¿dónde está Dios?»,
sus fieles y la aparente victoria de los otros dioses sobre como muestra de que han dejado de interesarse por El y
el Dios de Israel. de buscarle. Así, Jeremías proclama este oráculo: «Esto
dice el Señor: ¿Qué encontraron vuestros padres de in-
La prolongación de esas situaciones termina a veces
justo en mí para que se apartaran de mí, fueran tras la
por llevar a los propios creyentes a preguntarse con an-
vanidad y se hicieran vanos? No dijeron: '¿Dónde está el
gustia: «¿dónde está nuestro Dios?» En esos casos la
Señor, el que nos hizo subir del país de Egipto...' Los
pregunta significa: ¿dónde está ahora el que antigua-
sacerdotes no han dicho: '¿Dónde está el Señor...?' los
mente hizo maravillas para los suyos? ¿Dónde está aquí
depositarios de la ley ya no me conocen...» (Jer 2,5-6).
2
Cf. A. Gesché, Dieu pourpenser. III: Dieu. París, Cerf, 1994, pp. El libro de Job contiene esta queja: «Gritan por la
36ss. multitud de opresiones, claman bajo el brazo de los

38 39
grandes. Pero nadie dice: '¿dónde está mi Dios, mi crea- Nos la dirigen, por último, con mayor urgencia, los
dor, que me inspira cantos en la noche...?' Entonces que, habiendo pasado por grandes pruebas o estando
gritan, pero Dios no responde» (Job 35,9-12). Es decir, instalados en situaciones de sufrimiento extremo o de
que si la pregunta puede ser en algunos casos la expre- esa extrema injusticia que son el hambre, la margina-
sión de la increencia, en otros la falta de la pregunta apa- ción y la exclusión, se preguntan y nos preguntan an-
rece como el grado último del alejamiento de Dios, del gustiados: «y aquí ¿dónde está Dios?»
desinterés y la indiferencia hacia su existencia.
Todas estas preguntas de nuestro entorno repercu-
Todas las situaciones de las que se hacen eco las ten en la conciencia de los creyentes hasta el punto de
preguntas «dónde está tu Dios», en la tradición religio- afectar a nuestra misma forma de creer, que se ve, que
sa tienen sus correspondencias en nuestra propia situa- no puede por menos de verse, condicionada y modifi-
ción. Por eso la pregunta que encabeza el programa de cada por ella. Y repercuten de muchas maneras que se-
nuestra Semana no deja de tener eco en nosotros. ría bueno que identificásemos y formulásemos cada
Nos la dirigen las críticas de la existencia de Dios uno, como condición indispensable para iniciar el ca-
formuladas por las filosofías de la modernidad que no mino hacia la búsqueda de una respuesta que es perso-
dejan de tener vigencia en pensadores de nuestro tiem- nal o no será respuesta en absoluto.
po, y que, además, persisten, divulgadas y convertidas Para algunos de nosotros, entre los mayores sobre
en una mentalidad racionalista y sobre todo positivista, todo, la pregunta tal vez se presente en los términos ya
en masas enteras de la población. Nos las dirigen la presentes como hemos visto en la Escritura: «¿dónde
mentalidad y la sensibilidad posmoderna y sus muchos está Dios ahora?» Hemos sabido de El, aunque tal vez
esfuerzos por «desconstruir» la misma idea de Dios y «de oídas». Nuestra vida ha estado gobernada -al me-
reducir la palabra que la designa a fósil en la gramática nos oficialmente- por sus normas; nuestro pensa-
(Nietzsche). Nos la dirige el fenómeno creciente de la miento descansaba en su afirmación, dándonos la im-
indiferencia que ha dejado de preguntarse por Dios y presión de que todo estaba en orden; El constituía una
parece resignarse sin la menor necesidad de duelo a la especie de evidencia nunca puesta en cuestión, dada
muerte de Dios: «Estamos sin noticias... sin noticias de siempre por supuesto. Pero la cultura de la ausencia de
Dios». Dios está erosionando nuestras convicciones. En una
Nos la dirigen -de otra forma, con otro sentido- sociedad sin apoyos o que los busca en otras realidades,
grupos importantes de contemporáneos en los que se también para nosotros ha podido debilitarse la firmeza
manifiesta de muchas maneras una al parecer inelimi- de nuestra adhesión; ese debilitamiento ha podido os-
nable necesidad religiosa que busca satisfacerse sin re- curecer su presencia; ese oscurecimiento ha podido ha-
currir más allá de la totalidad del mundo y de las di- cer que se vaya esfumando el significado de la palabra.
mensiones profundas de la persona, aureoladas con El resultado de ese proceso puede ser que nuestra for-
una vaga referencia a lo sagrado. Recordemos el tema ma de creer hoy día, más que una firme, gozosa, entu-
«religión sí, Dios no» que inspira a tantos de los llama- siasta, rotunda afirmación de Dios, tal vez sea pregun-
dos nuevos movimientos religiosos. tarnos: «¿por qué nos has ocultado tu rostro?, ¿hasta

40 41
cuándo, Señor, te esconderás por siempre?, ¿dónde es- luntad de creer y sin incluirla en el ejercicio concreto,
tán, Señor, tus antiguas bondades?» en la vivencia de nuestra fe. Más aún, tal vez pueda de-
cirse que para muchos de nuestros contemporáneos la
Al haber padecido el ocultamiento progresivo de
única forma de creer sea preguntarse una y otra vez,
un Dios del que creían disfrutar como presente, la pre-
con las tonalidades de la necesidad de saber, de la que-
gunta para tales creyentes será «¿por qué se ha oculta-
ja, del lamento, de la protesta, del deseo: «¿dónde está
do?, ¿durará este ocultamiento para siempre?, ¿volverá
nuestro Dios?»
a hacerse presente?, ¿qué formas revestirá su presencia?»
Pero precisamente por la relación estrecha de la
En las generaciones más jóvenes de creyentes la pregunta: «¿dónde está Dios?» con la realización de la
pregunta puede revestir otras formas. Ellos ya no han fe: precisamente porque para algunos hacerse la pre-
vivido una cultura de la presencia culturalmente «im- gunta puede ser la única forma de creer, es de suma
puesta» de Dios. Han crecido en una fe difícil, en importancia que intentemos esclarecer las distintas
confrontación permanente, exterior e interior, con la formas de hacerse esa pregunta fundamental con el fin
pregunta por Dios. Su fe ya está familiarizada con la de superar las que, por surgir de unos presupuestos
ausencia de Dios. Pero para no desfallecer necesitan, equivocados o pervertidos de preguntarse por Dios, ex-
sobre todo, señales, indicios, rumores de su presencia; cluyen de antemano la posibilidad de una respuesta, o
lugares donde verificar una presencia que ya saben que condenan a la búsqueda iniciada a partir de ella a una
nunca va a ser evidente. Buscan sobre todo comunida- respuesta necesariamente errada.
des en las que compartir una búsqueda que presienten
que va a ser permanente.
Unos y otros y todos, creyentes y no creyentes, en Las formas erradas de preguntarse
el día de hoy, nos vemos además confrontados con la ¿dónde está Dios?
existencia del mal en sus formas extremas de sufri-
mientos personales, irreversibles o intolerables y de El Salmo 115 nos muestra con toda claridad dónde
graves injusticias sociales que nos parecen desafiar la radica el error y el pecado de muchas de las formas
existencia de un Dios bondadoso a quien confiar la vi- pervertidas de preguntarse ¿dónde está Dios?
da y la historia. Y aquí, nos preguntamos: «¿dónde está
Dios?» «En una situación como ésta: Auschwitz, Aya- «No a nosotros, Señor, no a nosotros
cuyo, Ruanda y tantos otros nombres para lo horrible, sólo a tu nombre da gloria, por tu amor, por tu fidelidad.
para lo intolerable, ¿cómo podemos seguir pronun- Por qué han de decir las naciones: '¿Dónde está su Dios?'
ciando esta palabra sin la que, por más mancillada que Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiere lo hace;
sus ídolos en cambio son de plata y oro,
esté, nuestra razón y nuestro lenguaje no cumplen su
tienen boca y no hablan; tienen ojos y no ven» (Sal 115,1-3).
función de dar cuenta de la necesidad de sentido?»
Eso hace que hoy nos resulte imposible creer sin Así quedan descalificadas las preguntas cuando sur-
hacernos esta pregunta, sin incorporarla a nuestra vo- gen de un hombre que cree saber lo que significa la

42 43
palabra «Dios», que cree conocer la idea contenida en Dios. Todo lo que el hombre es y todo lo que hay en él
apunta hacia el mundo superior de la divinidad; más aún,
esa palabra y con la pregunta busca tan sólo descubrir
como dice la propia Biblia, el hombre tiene su origen en lo
dónde se encuentra el referente de esa palabra, dónde más profundo del corazón de Dios» (Gn 1,26-27) 3 .
se encuentra la realidad a la que se refiere la idea, pre-
viamente conocida por él, de Dios. Preguntarse dónde «Dios está en los cielos, todo lo que quiere lo ha-
está Dios desde tal actitud significa tomar al hombre ce...» decía el Salmo. Es decir, que la pregunta del
como punto de partida absoluto, definir desde él el es- hombre por Dios no es la primera. El hombre que se
pacio posible que se confunde con su mundo y descu- hace la pregunta por Dios es un hombre a quien Dios
brir en qué lugar concreto de ese mundo humano pue- ha salido previamente al encuentro: «¿Adán, dónde es-
de alojarse Dios. Desde la pregunta así planteada la tás?» (Gn 3,9). Después de una larga historia de con-
respuesta no puede ser otra que un Dios que forme tacto con Dios, en la que el profeta ha hecho gala de
parte del mundo humano, un Dios hechura de las ma- disponer del poder de Dios, Elias sólo se encuentra de
nos del hombre, de su inteligencia o de su deseo, es de- verdad con él cuando, tras el paso por el desierto, el
cir, un ídolo. Señor le dirige la pregunta decisiva: «Elias, ¿qué haces
aquí?» (1 Re 19,9). Y en el libro de Job, tras las incon-
Contra esa forma de proceder debemos tener claro
tables preguntas, exigencias, requerimientos que ese
que, si Dios es Dios, no ha de someterse a la exigencia
justo sufriente dirige a Dios como condición para se-
de acreditación que le impone el hombre; su existencia
guir creyendo, la irrupción del Misterio se dirigirá a
no depende de que se someta a las leyes de la lógica de
Job desde la tormenta y le someterá a las preguntas que
la razón humana, a la medida de sus deseos. La pre-
van a poner en cuestión su anterior seguridad: El Señor
gunta humana ¿dónde está Dios? tiene sentido. Ya
respondió a Job desde la tormenta:
hemos visto cómo Dios puede quejarse de que el hom-
bre deje de hacérsela. Pero, para que lo tenga, el hom-
bre tiene que hacérsela con las condiciones que le im- «¿Quién es ese que enturbia mi consejo con palabras sin sentido?»
«...Yo te preguntaré y tú me responderás» (Job 38,13)
pone la realidad de Dios a la que se refiere. G. von Rad
«¿Querrá aún el censor discutir con el Poderoso?
lo expresaba hace tiempo de forma meridianamente ¿Querrá todavía replicar el que critica a Dios?» (40,2).
clara:
Sólo estas preguntas del Señor a Job restablecen la
«El problema de la relación del hombre con Dios no
situación en sus justos términos. Desde esa situación,
puede plantearse desde una previa idea del hombre que pre- Job, que tanto ha preguntado, acepta su papel, se dis-
juzga lo que ha de pensarse de Dios y de la relación con él. pone a responder, reconoce «he hablado a la ligera»,
Desde el punto de vista de la Biblia eso significaría poner las «así he hablado yo insensatamente de maravillas que
cosas al revés, porque no existe ese hombre desde el que pu- me superan y que ignoro». Y, restablecida la situación,
diera entablarse un debate sobre la cuestión de su posible re-
lación con Dios; más bien es en la palabra sobre la condición
3
del hombre como imagen de Dios donde se afirma que el ser La realidad de Dios, en La acción de Dios en Israel, Madrid, Tro-
humano sólo es comprensible desde el punto de vista de tta, 1996.

44 45
planteada en sus justos términos la pregunta por Dios, personajes decisivos de esa historia como los patriarcas,
se producirá el encuentro anhelado: «te conocía sólo de los profetas, los santos. Se ha expresado en las más va-
oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (Job 42,1-6). riadas formas de lenguaje: el relato, la confesión de fe,
la alabanza, la súplica, la invocación. Pero si se quiere
La conclusión que nos sugieren estos textos nos in- señalar la raíz de la que han brotado formas tan varia-
dica el cambio de perspectiva indispensable para que la das de encuentro con Dios y de la que brota la posibi-
pregunta por Dios y todos los pasos sucesivos abran el lidad de seguir viviéndolas en la actualidad, habrá que
camino hacia el encuentro con El. Si la pregunta remitir a la persona, a su interior, y a la toma de con-
«¿dónde está tu Dios?» supone ver la realidad desde el ciencia y la aceptación por esa persona de la Presencia
hombre y organizaría en torno a él, Dios no podrá apa- que permanentemente la origina. Hablar de la expe-
recer en el campo abierto por esa pregunta. Para que la riencia como respuesta a la pregunta «¿dónde está
pregunta por Dios nos oriente hacia El es indispensa- Dios?», como camino y lugar por excelencia para el en-
ble considerar la realidad desde Dios, dejarse interrogar cuentro con El, es decir que éste puede revestir formas
por su presencia soberana y descubrir nuestras pre- concretas tan variadas como las que muestra la historia,
guntas, búsquedas y deseos -incluso los dirigidos a pero que todas ellas lo son en la medida en que supo-
Dios- como el eco en nosotros de la puesta en cues- nen y realizan alguna forma de experiencia personal.
tión, la aspiración a ser, el impulso de vida que la Pre-
sencia originante de Dios suscita en nosotros por su Esto significa, en primer lugar y negativamente,
llamada a la existencia. que la pregunta que nos ocupa no tiene respuesta sufi-
Pero reorientada la pregunta «¿dónde está tu ciente en el terreno del pensamiento puramente teórico
Dios?», ésta nos remite sin duda al lugar o, mejor, los y de la adhesión a las conclusiones de los razonamien-
lugares en que puede situarse el encuentro con El y a tos que ese pensamiento instaura. Significa, también,
los caminos, procesos e itinerarios que habremos de se- que ninguna persona encontrará una respuesta sufi-
guir para llegar a El. ciente a nuestra pregunta por la sola adhesión a una
comunidad o institución que imponga esas conclusio-
nes a sus miembros como criterio de pertenencia. Sig-
Los caminos de la experiencia nifica igualmente que la multiplicación de actos exter-
nos referidos a ese Dios, como los ritos de los sistemas
La historia de las religiones y la de la espiritualidad de culto, no es tampoco garantía de relación efectiva
cristiana señalan hacia los más variados lugares cuando con Dios. Significa, además, que, sea cual sea el lugar
se refieren al encuentro de los hombres con Dios. Este en el que se ha manifestado lo divino, esa manifesta-
ha podido suceder en el cosmos con sus incontables ción sólo habrá podido ser reconocida mediante un
realidades, fenómenos y maravillas: el cielo y la tierra, proceso en el que el sujeto ha puesto en juego su con-
el viento y la nube, el fuego y el agua. Ha sucedido a dición de persona y ha reconocido en su interior la
veces en los acontecimientos históricos que configuran presencia que se le anunciaba en la realidad teofánica.
la historia de un pueblo. Ha tenido lugar en la vida de Decir que el lugar y el camino para el encuentro con

46 47
Dios es la experiencia es decir que, para que se produz- miento, es decir, de la «totalidad» definida por nuestra
ca, el sujeto tiene que ejercitar lo mejor de sí mismo, razón. Y es porque, en otro orden de cosas, hemos
entrar en su propio interior: noli foras iré, in interiore confundido la fe con la práctica de los ritos o hemos
homine habitat ventas: no quieras salir afuera, la verdad reducido la vida cristiana de la inmensa mayoría de los
habita en el interior del hombre, y realizar esa reditio in fieles a la aceptación de una pertenencia puramente pa-
cor, esa vuelta al corazón de la que hablan las más di- siva a la institución eclesiástica. Con estas desviaciones
versas tradiciones espirituales. y perversiones en la realización del cristianismo hemos
condenado a masas de fieles a una vida cristiana por
Dicho de otra forma, hay numerosas palabras para procuración, en la que la experiencia personal apenas
Dios; hay ideas y sistemas de ideas con los que las tra- contaba y de la que por eso no han tenido dificultad en
diciones religiosas han intentado expresar el significado desprenderse cuando los apoyos institucionales, socia-
de esa palabra. Hay numerosas y variadas expresiones les y culturales de antaño han sido sustituidos por el
de las repercusiones sobre la vida que se siguen de per- clima socio-cultural religiosamente inclemente de estos
tenecer a una u otra tradición religiosa, pero todo eso últimos tiempos.
descansa sobre una opción radical por la que se acoge
la presencia de una realidad sobrehumana. Y es en esa
opción radical y en la toma de conciencia y el consen- Felizmente, en estos últimos años, se ha extendido
timiento a que da lugar donde únicamente puede de- considerablemente en la Iglesia la convicción del lugar
cirse que el sujeto se ha encontrado con Dios. De he- central de la experiencia personal en la realización de la
cho, las palabras -comenzando por la misma palabra vida cristiana. La necesidad de la experiencia de Dios
«Dios»-, las ideas -incluso las más sublimes para desa- está pasando a ser una evidencia desde el punto de
rrollar el significado de esa palabra-, los ritos, precep- vista teológico en el cristianismo de nuestros días. Cre-
tos o instituciones religiosas tienen un valor grande en ce, también, a mi modo de ver, el deseo de la experien-
el conjunto de la vida religiosa, pero sólo como expre- cia de Dios y la demanda, por los diferentes grupos
siones y mediaciones del contacto vivido con el miste- cristianos, de ideas, medios, recursos para su cultivo.
rio de Dios. Pero no creo pecar de pesimista si constato que todavía
estamos lejos de una suficiente claridad sobre lo que
Si conviene insistir en este hecho aparentemente significa la experiencia de Dios y, sobre todo, que no
obvio es porque, sobre todo en esa época moderna del disponemos de una acción pastoral adecuada que per-
pensamiento que todavía perdura en no pocas com- mita pasar de la convicción teórica sobre la necesidad,
prensiones del cristianismo, hemos hecho de la afirma- y del deseo bastante generalizado de experiencia entre
ción teórica de Dios, de la demostración racional de su los cristianos, a la existencia de propuestas, de itinera-
existencia (teología natural) y de su defensa por la ra- rios de iniciación, de procesos de educación y madura-
zón frente a la existencia del mal (teodicea) los pasos ción, de maestros que acompañen y guíen en tales pro-
primeros y fundamentales en el camino del conoci- cesos, de comunidades cristianas que organicen el
miento de Dios, haciendo así de Dios una idea más, conjunto de su vida en torno a lo que es su eje, y de
aunque la más elevada, de nuestro sistema de pensa- propuestas y modelos de articulación del ejercicio de la

48 49
experiencia cristiana de Dios con los otros aspectos de a falsas búsquedas; en definitiva a falsas experiencias, y
la vida cristiana: ética, servicio, compromiso por la no generan otra cosa que decepción o falsa satisfacción.
justicia, opción por los pobres, sin los que una expe-
riencia cristiana de Dios no tendría de tal más que el Todas estas comprensiones de Dios orientan hacia
nombre. También falta mucho, a mi modo de ver, pa- una comprensión de la experiencia de Dios determina-
ra que las diferentes acciones eclesiales incorporen esta da por ellas y que la pervierten radicalmente. Un Dios
dimensión esencial de la vida cristiana y se pongan al recurso explicativo remite a la experiencia como capta-
servicio de su desarrollo. ción de Dios, en un concepto claro con el que me lo
represente adecuadamente, o en un acto de intuición
A estas carencias intenta responder nuestra Sema- sensible de su existencia. Dios pasará así a ser objeto de
na. Naturalmente no es mi tarea ni mi propósito entrar una experiencia entendida como evidencia de la que
en el desarrollo de cada uno de los temas aludidos. Pe- dispone la razón humana mediante un proceso empa-
ro sí creo indispensable, para responder al título de mi rentado con la demostración. Dios concebido como
exposición y a los objetivos que se le asignaron, esclare- poder, recurso contra la debilidad y las limitaciones,
cer en la medida de lo posible la idea misma de expe- remite a una experiencia entendida como acción de
riencia de Dios, subrayando el que me parece su rasgo dominio y disposición de Dios por parte del sujeto.
más característico. Dios entendido como respuesta a las necesidades
orienta hacia una experiencia como acto de asimilación
El peligro mayor para una recta comprensión y reali-
o disfrute que incorporaría a Dios al sujeto, procurán-
zación de la experiencia de Dios es que partamos de una
dole satisfacción y saciedad plenas.
idea de Dios previa a esta experiencia, creada por noso-
tros o recibida de una deficiente tradición o formación, Todas estas formas de perversión de la experiencia
y que arrastrará erradamente la misma pregunta por conducen a una experiencia de Dios como acto o con-
Dios, su búsqueda y el deseado encuentro. Por eso es junto de actos del sujeto por los que éste se apropia a
importante que antes de entrar en la descripción de la Dios, dispone de Él y lo domina. Todas ellas contradicen
experiencia de Dios nos preguntemos por qué Dios nos a la forma de relación con Dios representada por la fe y
preguntamos; qué significa «Dios» para nosotros, qué se presentan como alternativas y sustitutivos de la misma.
contenido damos a esta palabra. ¿Es Dios un recurso, el
último, para la explicación de la realidad, el Dios causa- El primer paso para la correcta comprensión de la
sui, o el ser supremo? ¿Es Dios un poder a nuestro servi- experiencia de Dios y para iniciar el camino hacia su
cio, aunque sea en el ámbito de la religión y al servicio realización es aceptar ese cambio radical de perspectivas
de la religión, como sucedía en el Elias de la discusión en la representación de Dios y en la pregunta por Él al
con los sacerdotes de los baales? (1 Re 8,20-40). ¿Es que nos orientaban nuestras primeras reflexiones sobre
Dios la respuesta a nuestras necesidades, materiales o in- el planteamiento mismo de la pregunta y que se resu-
cluso espirituales, el paliativo para nuestros fracasos, el me en lo que cristianamente llamamos la fe.
recurso último para nuestros límites y sus fallos? Estas Un cambio de perspectiva, una inversión de la
falsas ideas sobre Dios conducen a falsas localizaciones y orientación de la existencia, una conversión del cora-

50 51
zón de la persona que afectan a todos los aspectos y ni- nos dicen. La fe «tiene vocación de experiencia» (H. de
veles de nuestra relación con Dios. Cambio que nos Lubac); la fe «necesita experiencia» (G. Lohfink).
conduce a reconocer a Dios como el centro de la reali- Lo que llamamos experiencia de Dios en realidad
dad que exige para ser encontrado el descentramiento no es hacer a Dios objeto de ningún acto nuestro: de
del sujeto. Cambio que comporta una radical conver- visión, de pensamiento o de deseo. No es, en definiti-
sión de la mirada, según la cual Dios no es objeto de la va, experiencia de Dios, sino experiencia de la fe en
visión, sino la luz gracias a la cual vemos todo, gracias a Dios. O lo que es lo mismo, la vivenciación en nuestra
la cual podemos verle a El mismo: in lumine tuo vide- conciencia, voluntad, sentimientos, y en definitiva en
mus lumen. Cambio que nos muestra que Dios no es nuestra vida de la adhesión y el reconocimiento del
objeto conquistable por nuestro esfuerzo, sino la fuerza Misterio en que consiste la fe.
que nos mueve a buscarlo. Conversión de la mirada
que nos convence de que Dios no es ente o bien con- Esta vivenciación, preparada por los necesarios proce-
creto que venga a satisfacer el corazón del hombre sino sos de interiorización y de purificación, puede llevar a
la raíz de una aspiración que lo mantiene en el deseo momentos y actos privilegiados de toma de conciencia
permanente de El. fulgurante, con la consiguiente certeza; puede llevar a
instantes en los que la persona vive sentimientos muy in-
tensos de una suavidad, paz y gozo indefinibles. Pero la
Así, la experiencia de Dios viene no a sustituir a la
experiencia de Dios no consiste esencialmente en ellos.
fe, sino a inscribirse en su interior como su ejercitación
Tales momentos extraordinarios son las llamaradas de un
y vivenciación por las diferentes dimensiones, faculta-
hogar permanente que consiste fundamentalmente en la
des, actos y momentos de la vida de la persona. Expe-
realización de esa experiencia humana que es la vida toda
riencia de Dios no significa, pues, ni puede significar,
vivida a la luz que confiere al sujeto el reconocimiento de
un conocimiento de Dios alternativo al que procura la
Dios como origen y meta de la misma, el consentimiento y
fe y que venga a sustituirla. No se trata de que unos,
la conformidad a su amor; la aceptación de su voluntad 4.
los primeros testigos o los místicos, pudieron o puedan
ver, tocar, sentir a Dios, y a otros nos sea dado tan sólo
creer, es decir, saber por procuración de otros que vie- 4
X. Zubiri expresa con la mayor claridad este hecho que atestiguan en
ron. A esta falsa oposición conducía una mala lectura otros términos todas las religiones: «ante todo hay que decir que la experien-
del texto. «Tomás, porque me has visto has creído; cia de Dios no es la experiencia de un objeto llamado Dios. No solamente
bienaventurados los que sin ver creyeron» (Jn 20,29). porque el hombre no es capaz de eso, sino porque ni siquiera así debe conce-
birse lo que sería una intuición de lo divino, si algo así pudiera darse. Dios no
A esta falsa oposición conducía la definición de la fe
es una realidad-objeto... Dios no es ni término objetual para el hombre ni es
como «creer lo que no vimos», es decir, la reducción de tampoco un estado suyo. Lo que sucede es que el hombre está fundamentado
la fe a creencia. No hay sujetos que en esta vida pue- y que Dios es la realitas fundamentalis, por lo que la experiencia de Dios por
dan hacer la experiencia de Dios en el sentido de verle, parte del hombre consiste en la experiencia del estar fundamenrado funda-
mentalmente en la realidad de Dios», El hombre y Dios, Madrid, Alianza
porque «no puede ver el hombre a Dios y seguir vi- Editorial, 1984, p. 326. Los creyentes, podríamos decir, «no perciben a Dios,
viendo» y porque «Dios habita una luz inaccesible». sino perciben su mundo y se perciben a sí mismos a la luz de la presencia de
Por otra parte, la fe no se reduce a aceptar lo que otros Dios», J. V. Dalfert, Theologische Literaturzeitung 121 (1996) 430, n. 43.

52 53
Describir la experiencia de Dios requiere, pues, un discurso, sino recibiendo su impronta por ilumina-
antes de referirse a las múltiples, casi innumerables ción divina, como si se imprimiera en el propio espí-
formas que adopta en la vida de los sujetos religiosos la ritu el conocimiento de lo que está por encima de la
toma de conciencia y la vivencia de la fe, detenerse en naturaleza. Tal iniciación en las realidades divinas es
la descripción del núcleo mismo de la fe. Tal descrip- designada iniciación por simpatía o connaturalidad 6.
ción puede hacerse de muchas formas, según las pers- Santo Tomás se refiere a la fórmula del Pseudodio-
pectivas que se adopten. Dado el interés práctico de mi nisio en varios lugares de su obra, la hace suya y le
reflexión, mi deseo de ofrecer indicaciones sobre la atribuye un denso sentido que da lugar a diferentes
realización efectiva de todo ese proceso que constituye interpretaciones. Así, en su comentario al Libro de los
la fe y su experiencia, centraré mi descripción en torno nombres divinos, tras reproducir la traducción latina:
a la condición pasiva de la experiencia de la fe; intenta- non discens sed patiens divina, añade: esto es, no sólo
ré, como indica el título de mi exposición, señalar ca- recibiendo la ciencia de los misterios de Dios en el en-
minos para aprender a padecer a Dios. tendimiento, sino también amándolos, unido a ellos
por el afecto. Así, orientando santo Tomás el significa-
do del padecer a un contexto experiencial por amor, en
Padecer a Dios y su acción en nosotros la Summa Theologica entiende el pati divina, atribuido
Pati divina, padecer a Dios, es la traducción latina ciertamente a la caridad, en términos de Sabiduría, y
de una fórmula del Pseudodionisio con la que la tradi- ve en ella un conocimiento por connaturalidad o com-
ción cristiana viene refiriéndose a la pasividad como pasión (II-IIae, q.45, art. 2).
propiedad característica de la experiencia mística. La La expresión ha penetrado en todas las descripcio-
fórmula está tomada del Libro de los nombres de Dios nes de la mystica theologia, del conocimiento místico de
(2,9) 5. Con ella se refiere el Areopagita al conoci- Dios o de la contemplación, originando una gran can-
miento de los divinos misterios que obtuvo su precep- tidad de temas, expresiones y términos, tales como «he-
tor y maestro Hieroteo, iniciado en ellos, non tantum rida de amor», iluminación, infusión (sabiduría infusa
discens sed et patiens divina: no sólo aprendiendo, sino por Dios en el alma), inhabitación, etc. Todas esas expre-
padeciendo las cosas de Dios. siones han venido a subrayar el carácter de pasiva -pro-
El texto, transmitido por los espirituales y teólogos ducida por Dios- y amorosa -que afecta al sujeto todo
de la Edad Media, ha recibido numerosas interpreta- y no sólo a sus facultades intelectivas- de toda con-
ciones. Una muy común, inspirada sin duda en Máxi- templación o experiencia mística de Dios. De ahí que
mo el Confesor, se expresa en estos términos: padecer pati divina haya pasado a ser «la fórmula clásica para
las cosas divinas es recibir la iniciación al misterio de especificar el carácter propio del conocimiento místi-
Dios no bajo la forma de la enseñanza y por medio de co», descrito como la situación en la que «el alma, sin

s
5 Pseudodionisio, Obras completas. Edición preparada por Teodoro Cit. en Aimé Solignac, Passivité (Dans l'expérience mystique), en
H . Martín, Madrid, BAC, 1990, p. 288. Dictionnaire de spiritualité, vol. XII, 1984, p. 358.

54 55
razonamiento y sin discurso, se sabe y se siente investi- adopta en esta vida la culminación de la realización de
da por un movimiento que no viene de ella misma y la la relación teologal, del encuentro con Dios, para con-
lleva más allá de ella misma»; situación en la que pade- cluir que la pasividad expresada en pati divina estará
ce, es decir, experimenta la presencia de Dios, del to- presente en todas las formas y niveles de la experiencia
talmente otro, en el acto mismo por el que la trans- de Dios, y que en la comprensión de esta fórmula, feliz
forma para unirla consigo 7. como pocas para caracterizar el conocimiento de Dios,
Para subrayar la importancia de este tema en la tenemos un camino para describir lo fundamental y ca-
comprensión de la experiencia mística cabe señalar que racterístico de ese camino de la experiencia que hemos
la expresión pati divina, entendida en relación con Heb elegido para responder a la pregunta ¿dónde está Dios?
5,8: dedicit ex iis quaepassus est obedientiam, aprendió de Pero la pasividad contiene diferentes aspectos y niveles
lo que padeció la obediencia, ha sido utilizada también que será útil desglosar.
para resumir la fase pasiva de la purificación del místico,
en la que Dios interviene para culminar el desasimiento
de sí indispensable para que tenga lugar la unión; una La pasividad radical
intervención de Dios en la que el hombre no interviene
más que consintiendo a la acción de Dios; y que tiene Hacer la experiencia de Dios consiste en padecer a
mucho de «sufrimiento», de padecimiento en el sentido Dios, porque toda posible relación con Dios descansa
más riguroso, porque en esa purificación «el alma tiene en la presencia originante de Dios en el centro de la
todo su amor concentrado en Dios, conocido como el persona que es permanentemente creada por Dios,
único, aquel sin el que no puede vivir, percibido, al quien por este acto constituyente de creación está per-
mismo tiempo, con un sufrimiento a la medida del manentemente dándole de ser.
amor que Dios pone en ella, como inaccesible». Este hecho fundamental verdadero principio y
Hasta tal punto pati divina es una expresión feliz fundamento fons et origo de la existencia humana y de
para designar la experiencia mística, que el grado últi- toda posible relación del hombre con Dios, es la razón
mo de la contemplación, el momento de la unión, ha última de la pasividad de todo ulterior ejercicio por el
sido caracterizado como estado «teopático», estado en hombre de esa relación. Aquí tocamos la raíz de todas
el que el alma padece a Dios 8 . nuestras pasividades en relación con Dios. La visión
religiosa y cristiana de la realidad tiene en este hecho
Basta tener en cuenta que la experiencia mística no
no una verdad junto a otras del complejo sistema de
es otra cosa que una de las formas, no la única, que
creencias que comporta tal religión, sino la verdad ori-
gen de la que proceden todas las verdades; la luz que
7
Paul Agasse et Michel Sales, Mystique. III. La vie mystique chré- permite el alumbramiento de todos los demás descu-
tienne, en Dictionnaire despiritualité, X, 1980, col. 1955. brimientos.
8
L'union tbéopatique, art. cit., nota anterior, col. 1965-1978.
También, J. Baruzzi, Saint Jean de la Croix et le problime de l'expérience Por ser el hecho originario de nuestra existencia, la
mystique, París, Félix Alean, 21931. luz gracias a la cual existe nuestra inteligencia, el im-

56 57
pulso que pone en movimiento todas nuestras tenden- convertido al cogito, al sujeto pensante, en el centro de
cias, resulta imposible convertirlo en objeto de nuestra la realidad convertida toda ella en cogitatum, en idea,
observación y entablar en relación con él cualquier en elemento de la totalidad definida por su razón. A
procedimiento de tipo demostrativo. Todas nuestras partir de este punto de partida indebidamente absolu-
ideas, deseos, acciones lo suponen como su origen 9. tizado, Dios mismo, concebido como ente supremo,
Pero precisamente por eso, también todo lo que el como causa sui, como ser necesario, ha pasado a ser
hombre piensa, desea y hace da señales de ello, y basta una pieza de esa totalidad definida por el hombre, me-
una mirada suficientemente atenta, concentrada, pro- dida por sus criterios, justificada por su razón. Como
funda sobre uno mismo o sobre la realidad del mundo no podía ser de otra forma, esa manera de pensar ha
para que aparezcan testimonios irrefutables de la exis- terminado por declarar a Dios creación humana y por
tencia de eso que Zubiri llama el «hecho inconcuso de instaurar el proyecto de emanciparse de él proclaman-
la religación». do su muerte, sin tomar conciencia de que tal Dios no
pasaba de ser un ídolo.
Por eso, si bien no cabe una demostración de esta
verdad que es la luz que hace posible el ejercicio mismo La extensión de la mentalidad científica y de la
de la razón, sí cabe, en cambio, remitir a cada una de desmesurada ambición técnica han divulgado la visión
las dimensiones de la persona, a las acciones, las situa- de la realidad contenida en la ontoteología moderna y
ciones en las que se manifiesta y se impone esa presen- están conduciendo a la propagación de la conciencia de
cia, para que cada cual haga personalmente esa expe- la ausencia de Dios y a la instalación de masas de per-
riencia. Sólo esta experiencia permitirá comprender la sonas en la indiferencia.
pregunta misma ¿dónde está Dios? y ponerse en un La respuesta a esta situación exige una radical con-
camino no errado de responder a ella. versión de la mirada. Esa conversión no consiste en la
Lo difícil para hacer este descubrimiento insusti- renuncia al ejercicio de la razón, en la negación de los
tuible es dar con el punto de partida o con la perspec- deseos humanos, en la censura de las preguntas que se
tiva adecuada, sobre todo porque siglos de una forma plantean al hombre. Requiere, al contrario, llevar las
de pensamiento muy extendida a lo largo de la época preguntas hasta su más profunda radicalidad, sondear
moderna —de la que se ha dicho con razón que es tan los deseos humanos en toda su hondura, ejercitar la ra-
teológica como irreligiosa-, e inconscientemente in- zón hasta sus últimas consecuencias.
corporada por una deficiente teología cristiana, han Por lo demás, para llevar a cabo la tarea que supone
esta radical conversión de la mirada, no se requiere ser
9
«La existencia personal es en verdad voluntad en íntimo desequi-
filósofo. Basta con ser hombre o mujer y ejercer como
librio perpetuo; causalidad espiritual herida, escindida de sí y en sí, pero tales. Pero ¿cómo desarrollar ese ejercicio? Indiquemos
siendo esta escisión íntima la condición que permite cualquier grado de al menos unas pistas. El hombre es un sujeto perma-
lucidez en la raíz del hombre. Una herida esencial que sería vano intentar nente de actitudes y de actividades: de decisiones, op-
explicar, precisamente porque queda a la espalda de toda comprensión
originaria de las posibilidades futuras de la existencia». Miguel García Ba-
ciones, acciones; de imaginaciones, sueños, ideas, pre-
ró, Ensayos sobre el Absoluto, Madrid, Caparros, 1993, p. 163. guntas y respuestas; de creaciones artísticas, en las que

58 59
plasma su capacidad para la belleza; de deseos, búsque- dice de la forma más expresiva san Agustín: factus eram
das, satisfacciones. Pero basta que remontemos el curso ipse mihi magna quaestio et interrogabam animam
de todas estas actividades para que lleguemos a un ni- meam: me convertí en enigma para mí mismo y pre-
vel en el que el sujeto de todas ellas aparece sometido a guntaba a mi alma 10. El sujeto interrogante se ve así él
una inevitable e insuperable pasividad en la que perci- mismo interrogado, forzado a remontarse más allá de sí
be la huella de una acción que proviene de más allá de mismo para que él y su proceso de interrogación no se
él mismo, de la que él no dispone, a la que él solo pue- hundan en un pozo de sinsentido.
de consentir. Recordemos como ejemplo de un proceso de este
Para dar concreción a estas alusiones, sigamos al- estilo a Pascal cuando, al reflexionar sobre la miseria y
gunas de las pistas aquí apuntadas, comenzando por el la grandeza del hombre, concluye «¿Qué quimera es,
camino del conocimiento. ¡Qué extraordinario es y pues, el hombre, qué novedad, qué monstruo, qué caos,
cuánto saber supone su ejercicio! Gracias a él vamos qué sujeto de contradicción, qué prodigio? ¿Quién de-
forzando a la realidad a descubrirnos sus secretos. Gra- sentrañará este enigma?... Conoced, pues, soberbios,
cias a esa capacidad de saber, conocemos cada vez me- qué paradoja sois para vosotros mismos... aprended
jor la naturaleza, nuestro pasado, nuestra historia, la que el hombre supera infinitamente al hombre y escu-
organización y el funcionamiento de nuestro organis- chad de vuestro maestro vuestra condición verdadera
mo, los repliegues de nuestro psiquismo. Pero vayamos que ignoráis. Escuchad a Dios...» «De donde parece
más allá del «qué» de las cosas y del hombre. Pregun- que Dios, queriendo devolvernos la dificultad de
témonos por el hecho mismo de la existencia del mun- nuestro ser ininteligible para nosotros mismos, ha
do y del sujeto de la pregunta, preguntémonos «por ocultado su mundo tan alto, o, mejor, tan bajo, que
qué existe algo y no más bien nada». Pasemos del «có- somos incapaces de llegar a El. De manera que no es
mo es el mundo» al «que el mundo es» (Wittgenstein). por las soberbias agitaciones de nuestra razón, sino por
Sometamos también al sujeto de las preguntas al mis- la simple sumisión de la razón, como podemos cono-
mo interrogatorio y preguntémonos sencillamente: cernos verdaderamente» ''.
¿quién soy? Así, la pregunta radical dirigida al sujeto nos des-
El resultado de esta radicalización de la actividad cubre una razón que, por debajo de todas sus activida-
inquisitiva del hombre es que el mundo todo resulta des, nos remite a la sumisión, a la pasividad como úl-
puesto en cuestión e incapaz de dar cuenta de sí mis- tima palabra. En virtud de la desproporción interior,
mo; el resultado es que el sujeto mismo y su actividad de la falta de asiento que ella misma descubre como
interrogativa se ven puestos en cuestión. Por debajo de última dimensión del sujeto, la razón, nos descubre al
las preguntas que el hombre se hace, aparece así, como hombre, que abarca con la interrogación de su inteli-
centro del que surgen, un hombre, un sujeto, incapaz
de dar cuenta de sí mismo, puesto él mismo en cues- 10
Confesiones, IV, 4,9.
tión, constituido por un «imperativo de interrogación» 11
B. Pascal, Pernees, en Oeuvres completes, París, Gallimard, Biblio-
(G. Steiner), convertido él mismo en pregunta, como théque de la Pléiade, 1954, pp. 1206-1207.

60 61
gencia a todo lo que existe, incapaz de abarcarse a sí jeto que la satisface. Tales tendencias y las respuestas a
mismo, puesto él mismo en cuestión por una luz que le las mismas son indispensables para la supervivencia de
excede 12. este ser corporal, imperfecto, finito, mundano que es el
Al mismo resultado nos remite el análisis de esa hombre, referido incluso corporalmente al mundo para
otra vertiente de la condición humana que es el deseo. vivir, y constantemente erosionado por el desgaste que
Es útil referirse a él porque toda búsqueda de Dios, to- comporta la duración de su ser corporal. Las necesida-
da pregunta por El, tiene el deseo como punto de par- des, en realidad, se desencadenan en nosotros; sólo
tida. parcialmente somos dueños de ellas; están orientadas
infaliblemente a objetos concretos que vienen a satisfa-
El deseo, se ha podido decir, es el corazón del cerlas, y terminan, al ser saciadas, en la asimilación y la
hombre, la esencia misma del hombre, decía Spinoza; «consumición» del objeto al que tienden y, por tanto,
el seno del hombre, lo llama san Agustín. Para san en su destrucción, en su sacrificio en aras del bien del
Juan de la Cruz, el hombre puede ser descrito como sujeto.
«un ser de deseo» 13. En todo lo que pensamos, quere-
mos y hacemos se manifiesta esta dimensión de nuestra Los deseos constituyen un nivel más hondo de la
condición humana. Pero también en ella, como en tendencia humana. Los deseos son ya tendencias asu-
nuestra dimensión cognoscitiva, aparecen estratos y ni- midas e integradas en el dinamismo espiritual. Por eso
veles que la reflexión debe aprender a diferenciar si lo la respuesta al deseo es menos inmediata. El deseo se
queremos tomar como guía de una posible experiencia elige, mientras la necesidad se impone. El objeto del
de Dios. deseo no son ya simples cosas que vengan a paliar ca-
rencias. Los deseos se refieren al otro. Y «desear al otro
El primer nivel, el más superficial de esas tenden- es quererle por lo que es y yo no soy» (D. Vasse); es,
cias en las que se concreta nuestro conatus essendi, por tanto, renunciar a hacer de él el objeto de mi nece-
nuestro impulso de ser, es el de esos deseos que últi- sidad; es renunciar a reducirlo a objeto.
mamente vamos aprendiendo a identificar como nece-
sidades 14. La necesidad es en el hombre una carencia Los deseos todavía dependen excesivamente del
necesariamente, inexorablemente volcada hacia el ob- sujeto del que surgen. Todavía muestran a éste orien-
tado fundamentalmente hacia la satisfacción. Los de-
12
seos, sobre todo, muestran todavía al sujeto disperso en
Cabría anotar que el mismo Descartes, adversario de Pascal en la la multiplicidad de bienes que responden a ellos. En
forma de pensar, se ve necesitado, en su intento de descripción del hom-
bre como punto de partida de su sistema y su visión de la realidad, a un los deseos, por lo demás, el sujeto aparece como centro
más allá del hombre del que es testigo la presencia en el hombre finito de al que las realidades a las que le orientan vienen a ser-
la ¡dea de infinito que no puede depender de su actividad, que ha tenido vir.
que ser puesta en él, y que, por tanto, él no puede más que recibir.
13
Cf. mi estudio Experiencia de Dios desde la situación y la conciencia
Pero el hombre no se agota en el nivel de los de-
de su ausencia, en Congreso Internacional Sanjuanista (1991). Junta de seos. Por debajo de ellos, como su raíz, está un nivel
Castilla y León, 1993, vol. 3, p. 229. más hondo. Las antropologías cristianas se han referido
14
Cf. D. Vasse, Le temps du désir, París, Seuil, 1969. a él con términos diferentes. San Juan de la Cruz, por

62 63
ejemplo, se refiere a ese nivel con la distinción entre del ser humano como ser-para-Dios. La identificación
«tus deseos» y «lo que desea tu corazón» 15. Puesto a de este «deseo de Dios» muestra cómo lo que es su ob-
ofrecer una primera descripción global de su naturale- jeto, o, mejor, su término, es al mismo tiempo su ori-
za, probablemente no haya otra mejor que la que él gen, con lo que la expresión «deseo de Dios» sólo pue-
mismo ofrece cuando lo define como «deseo abisal» l6 , de ser entendida como genitivo subjetivo, deseo
es decir, deseo que ya no depende del propio sujeto, en procedente de Dios, como única explicación del posi-
el que éste se descubre envuelto; anterior a él y que, ble genitivo objetivo, es decir, el deseo que tiene a Dios
más que orientarle a la posesión de un bien mundano, por término. Por ser este deseo originario la raíz de to-
suscita en él una tendencia que ningún bien mundano dos los actos particulares de la voluntad, en todos ellos
es capaz de aquietar. Es decir, que, por debajo de los la voluntad ejercerá ese deseo que lo constituye. Por ser
deseos que el sujeto «produce», existe en el hombre el este deseo constitutivo del ser espiritual y que origina
deseo que lo constituye -el deseo que es el hombre- y su dinamismo fundamental, su conatus essendi, su
que tiene su origen en la desproporción interior, en la frustración conllevaría el fracaso radical del espíritu.
incapacidad de adecuarse consigo mismo, en el hecho Esto no quiere decir, sin embargo, que esté en el hom-
de ser más de lo que es y de ser incapaz de coincidir bre la posibilidad positiva de responder a este deseo
con ese más allá de sí mismo, al que siempre está natural. En el hombre existe la potencia pasiva, obe-
abierto, al que tiende con todos sus deseos y con todas diencial, que sólo Dios puede actuar para hacer efecti-
las acciones que esos deseos originan, pero con el que vo el fin al que tiende 19.
no consigue coincidir porque es el origen del que está El resultado de la doctrina del deseo natural para la
constantemente surgiendo 17. comprensión del hombre es que el espíritu humano
A ese deseo radical lo llamaban los autores cristia- aparece como un ser-para-Dios. Como un ser paradó-
nos medievales el deseo natural de ver a Dios, verdadera jico y sublime que no puede llegar a su propia perfec-
idea fuerza o «idea matriz de la autocomprensión del ción última -aquella a la que le orienta su deseo- más
cristianismo antiguo» 18. Los rasgos que le atribuyen que por un don libre de sí mismo de quien ha puesto
nos muestran su radicalidad y originalidad en compa- en él ese deseo, es decir, de su creador. El hombre apa-
ración con los muchos deseos del corazón humano. Lo rece así como un ser que aspira a ser algo que sólo pue-
llaman «natural» porque no es un deseo añadido al es- de hacerse realidad por la donación de aquel al que su
píritu humano, sino constitutivo de su ser, expresión deseo aspira. Porque ese deseo no es una mera caren-
cia, no es mera posibilidad que tenga en el hombre
15 mismo su origen. Es el fruto de la presencia constitu-
Dichos de luz y amor, 15.
16 yente de Dios en él. La huella que deja en él la Presen-
Cántico B, 17,1.
17 cia que lo hace ser. La impronta de la mano del Crea-
Cf. J. Lacroix, Le désir et les désires, París, PUF, 1995, especial-
mente Maurice Blondel et la dialectique du désir, pp. 151-175.
18
J. H. Walgrave, Quelques remarques sur le désir naturel chez Saint
19
Thomas, en San Tommaso e l'odiema problemática teológica, Roma, Pontifi- Para las indispensables precisiones, cf. el artículo de J. H. Walgra-
cia Academia di S. Tommaso, Citta Nuova Editrice, 1974, pp. 221-229. ve citado en la nota anterior.

64 65
dor. Es, pues, la primera manifestación de la radical de Dios como non aliud, confiere nuevos acentos a su
pasividad -origen de todas sus actividades- de la exis- comprensión del deseo intelectual. Éste tiene algo de
tencia humana. praegustatio; es, pues, experiencia afectiva y no mera
curiosidad intelectual. Tiene por raíz al infinito, por lo
El tema es tan central en la comprensión creyente
que el espíritu humano nunca puede pretender alcan-
del hombre que ha sido formulado con los más varia-
zarlo; es más, el desiderium tiende tanto más vehe-
dos acentos, tonos y matices por los grandes pensado- mentemente a Dios cuanto más clara conciencia tiene
res creyentes de todas las tradiciones religiosas. de que su término es incomparable, inagotable, in-
Aludiré a algunas de la tradición cristiana que me conmensurable; por eso el conocimiento que procura
parecen particularmente expresivas. Recordemos, en es una docta ignorantia. El desiderium no origina un
primer lugar, la muy sugerente de Nicolás de Cusa. El conocimiento adquirido de una vez por todas; se reali-
deseo natural de los escolásticos recibe en él el nombre za, al contrario, en la medida en que a lo largo y en
de «deseo intelectual» y la descripción del mismo se medio de la vida actualizamos la vinculación originaria
inscribe en la forma de entender la presencia del Infi- a la fuente de nuestra vida y libremente nos «revincu-
nito, de la Trascendencia, en su creación, y en ese cul- lamos a ella». Como resumen de la concepción del Cu-
men de la misma que es el espíritu humano. Sin entrar sano del desiderium y del conocimiento que procura,
aquí en detalles técnicos, el deseo de Dios -origen de la nada mejor que remitir a una de las mejores exposicio-
búsqueda de Dios por el hombre- es el resultado, la nes sobre este aspecto de la doctrina del Cardenal 20 : «a
huella, de la previa mirada creadora de Dios. Por eso, este conocimiento de la infinitud incomprensible e
el deseo intelectual de Dios no es un deseo más que inagotable llama Nicolás de Cusa gaudiosissima incom-
tenga a Dios por objeto y que surja en el hombre del prehensibilitatis comprehensibilitas et affectuosa docta ig-
previo conocimiento que pueda alcanzar de Dios. Es, norantia, cum haec scit suo modo et tamen nescit in prae-
más bien, la huella que imprime en el hombre la mira- ciso. Por este no saber, por no poder hacer a Dios
da creadora de Dios, que hace del espíritu un ser «con- objeto de pensamiento ni experiencia alguna, a la vez
verso a Dios», vuelto hacia Dios, un ser-para-Dios. Por que se tiene de él una praegustatio, es nuestro deside-
eso, el deseo intelectual no es mero deseo que tenga en rium intellectuale un añorar. Conocer a Dios es en este
el hombre su origen y en Dios su objeto. Es, más que sentido un recordar en un esfuerzo por hacernos pre-
deseo, nostalgia de Dios, «recuerdo con pena» de la
presencia que lo constituye y que no se deja percibir de
20
forma directa, que no se deja entender ni comprender Mariano Álvarez, Añoranza y conocimiento de Dios en la obra de
por la mente, ni se presta a ser un objeto más de la Nicolás de Cusa, en L. SchefFczyk / W. W. Dettloff / R. Heinzmann
(eds.), Wahreit und Verkündigung. Michael Schmaus zum 70. Geburtstag.
tendencia humana, por ser la luz que hace ver a la ra- Munich / Paderborn / Viena, Verlag F. Schóningh, 1987, vol I, pp. 651-
zón y la raíz que suscita el deseo. 685. La cita, en p. 668, es una muestra del interés de todo el artículo.
Felizmente disponemos de una buena edición castellana del texto de Ni-
La conciencia aguda que el Cusano tiene de la tras- colás de Cusa, La visión de Dios (traducción e introducción de Ángel Luis
cendencia de Dios y la correlación que establece entre González, Pamplona, EUNSA, 1994), en el que se resumen buena parte
de sus ideas sobre el tema.
trascendencia e inmanencia, resumida en la descripción

66 67
senté lo que nos es más íntimo, lo que se encuentra en No quieras despreciarme
la base y raíz de nuestro ser y nuestra actividad, lo que que si color moreno en mí hallaste
ya bien puedes mirarme
nos pre-es y con esta su presencia nos esencia y nos después que me miraste
sujeta a sí mismo». que gracia y hermosura en mí dejaste.
La tragedia latente en la gloriosa concepción del
hombre que aquí se transparenta aparece con claridad Y también:
si tenemos en cuenta que, por una parte, «el desiderium
nos hace tender a Dios como lo más propio», y, por Oh cristalina fuente
otra, dado que Dios «se nos presenta como inaccesible, si en esos tus semblantes plateados
resulta que el espíritu no experimenta sino el dolor y el formases de repente los ojos deseados
que llevo en mis entrañas dibujados.
vacío de no poder poseerle a El ni poder poseerse a sí
mismo». Y para subrayar cómo el carácter pasivo se
Y por último:
torna pático en sentido estricto, es decir, sufriente, re-
cordemos que la inaccesibilidad de Dios, origen y tér-
Mil gracias derramando
mino del desiderium, hace que sólo en ese dolor, en el
pasó por estos sotos con presura
«sentir hambre de Dios», en el «sentir su vacío y ausen- y yéndolos mirando con sola su figura
cia», «en la añoranza ante lo absolutamente incom- vestidos los dejó de hermosura 2 2 .
prensible es donde Dios se nos manifiesta» 21.
No es posible referirse al deseo de Dios y a la an- La mirada de Dios pone en el hombre y en su fi-
tropología que instaura sin remitir a san Juan de la nitud, como huellas de su acto creador, el deseo de sí,
Cruz, cuya obra constituye una de sus expresiones más la imagen de su presencia añorada y anhelada, «los ojos
hermosas y logradas. deseados». Esto convierte al hombre en un ser cuyo
centro es Dios -«el centro del alma es Dios», lo que
Ya le hemos escuchado distinguir los muchos de- nos permite entender lo que significa «deseo abisal»- y
seos del hombre de lo que de verdad desea su corazón. que, por tanto, está llamado a ser «Dios-por-
Este último es un deseo del que el hombre no dispone. participación». Desde aquí se comprenden los símbolos
Es un «deseo abisal». Este deseo abisal no puede tener en los que el poeta reconoce la condición humana: he-
su origen en el hombre. Es el resultado de la presencia rida, caverna, hueco anhelante, excessus 2i, y las expre-
de Dios en él. Es la huella que imprime en él la mirada siones verbales en las que describe el movimiento de su
amorosa de su creador. Porque también para san Juan realización: salí, iré, pasaré, volé... Desde aquí se com-
de la Cruz la creación y la acción de Dios sobre el
mundo y sobre el hombre tienen que ver con la mirada 22
creadora de Dios. Recordemos, por ejemplo: Cántico Espiritual, B. Estrofas 33, 12, 5.
23
Sobre la antropología de san Juan de la Cruz aquí sólo aludida, cf.
el excelente estudio de P. Cerezo, La antropología del espíritu en san Juan
de la Cruz, en Actas del Congreso Internacional Sanjuanista (1991). Junta
21 de Castilla y León, 1993, vol. 3, pp. 127-154.
Mariano Álvarez, loe. cit., pp. 672ss.

68 69
prende también que el comienzo del itinerario hacia el ejercicio de la razón y el deseo. Así, el abismo del
Dios sea no la búsqueda ni la pregunta que el hombre hombre llama a un abismo mayor: Abyssus abyssum in~
se hace, ni el deseo que el hombre tiene de Dios, sino vocat. O, mejor, se nos muestra como el eco de una
la pregunta que provoca la presencia-ausente de Dios presencia y una llamada que viene de infinitamente
vivida como gemido, herida, anhelo y nostalgia: más lejos. Así se nos impone la inversión de la mirada
que necesitábamos realizar. Habíamos tomado como
punto de partida la pregunta del hombre por Dios y
A dónde te escondiste
amado y me dejaste con gemido llegamos a la pregunta que Dios dirige al hombre. Par-
como el ciervo huíste timos de la búsqueda humana de Dios y nos vemos
habiéndome herido remitidos a un Dios en busca del hombre 25. Remon-
salí tras ti clamando tando la corriente de nuestros deseos, llegamos al cora-
y eras ido. zón del que proceden y nos encontramos con una voz
que resuena en su interior y que nos llama a trascen-
Para mostrar la proximidad de los místicos de otras dernos: «oigo en mi corazón: buscad mi rostro».
tradiciones a esta comprensión del deseo de Dios en el
hombre, baste recordar este verso de Al-Hallaj: «Yo avan- Por otra parte, este descubrimiento admirable no se
zaba hacia él... y ya el amor había grabado en mi corazón, identifica sin más con la fe. A los sujetos crecidos en una
con el hierro candente del deseo, su (original) huella» 24. tradición religiosa pero vivida de prestado o por procu-
ración, el descenso hasta la profundidad de sí mismo vi-
El análisis de la pasividad radical del conocer y del vido e interpretado a la luz de esa tradición religiosa les
deseo humano conduce a una consecuencia doble. Por lleva por lo general a identificar ese más allá de sí mis-
una parte, muestra la condición inabarcable, insonda- mos con la figura pálidamente representada hasta enton-
ble, indominable del sujeto, que, más que producirlos, ces por la palabra y el nombre de Dios en su tradición, y
crece desde ellos y se realiza en ellos. Ese remontar de esta identificación les lleva a «realizar personalmente», a
las acciones a la acción, de los pensamientos a la razón hacer suya la fe en Dios en la que vivían instalados por
de la que proceden, de las preguntas a la pregunta que tradición y como por inercia. Esta identificación llena de
es el hombre, de los deseos al deseo abisal que los ins- un contenido nuevo la palabra y ésta comienza a ser para
taura, nos conduce a descubrir en el interior del hom- ellos la condensación de la experiencia de trascendi-
bre un misterio que escapa a sus posibilidades de com- miento a la que su itinerario interior los ha conducido.
prehensión y de dominio. Verdaderamente, res sacra Tales creyentes se identificarían con el Job que, siendo
homo, el hombre es realidad sagrada. El abyssus que ahí ya hombre justo y religioso, cuando le visita la prueba y
se muestra impide hacer pie en el hombre cuando, si- escucha la voz que le ha hablado a través de ella, excla-
guiendo las manifestaciones de su condición, intenta- ma: «sabía de ti de oídas: ahora te han visto mis ojos».
mos llegar a ese fin y a ese principio a los. que nos abre

25
24 Para el desarrollo de este tema, cf. la obra de A. Heschel y, en
Le Díwán de Al-Hallaj, edit. por L. Massignon, París, Geuthner,
particular, Dieu en quéte de l'homme, París, Seuil, 1968.
1955, p. 27.

70 71
Donde verle no significa tener visiones, sino tomar con- brada en el interior de sí mismo. Esa vivenciación podrá
ciencia de haber reconocido personalmente a quien él producirse como un acto o una sucesión de actos de
engañosamente creía conocer. A esto ha llamado un deslumbramiento de su conciencia y de inundación de
teólogo el paso del saber lleno de ignorancia a la igno- su afectividad por la Presencia a la que ha consentido. A
rancia llena de sabiduría sobre Dios. tal tipo de experiencias nos referimos cuando una perso-
na dice: «he tenido una experiencia de Dios»; «he sido
En las circunstancias actuales de oscurecimiento visitado por Él». Puede producirse, y ésta es la forma
cultural de Dios, de cultura de la ausencia de Dios, el más común de experiencia para la inmensa mayoría de
descubrimiento de esta radical pasividad, el anuncio en los creyentes, en una forma de vivir que refleja la toma
el fondo del hombre de una fuerza originaria que hace de conciencia de la presencia siempre elusiva en una
ser y atrae a la persona no se identifica sin más con la nueva forma de ver la realidad, toda ella habitada e ilu-
fe explícita. La presencia elusiva ahí anunciada puede minada por la Presencia; y en una nueva forma de rela-
no ser identificada por el sujeto con el referente de la cionarse con esa realidad que la hace pasar de objeto de
palabra Dios que prácticamente carece de significado apropiación y de dominio a manifestación de un don y
en su vocabulario o está llena de significados que la ha- una generosidad que se acoge agradecido.
cen inidentificable con el centro del centro del hom-
bre, con el misterio que lo envuelve; de ahí que ese Así, cuando se produce efectivamente la conversión
descubrimiento pueda desembocar en un esfuerzo de- del corazón, del deseo y de la mirada a la que orienta el
sesperado por taparse los ojos ante un abismo que le dinamismo de nuestro ser espiritual, haya o no mo-
produce vértigo. Esta respuesta sitúa al sujeto en una mentos actuales de experiencias de Dios, o mejor, de
aparente indiferencia o puede desembocar en el recha- experiencias de la fe, la vida toda se transforma en la
zo de una presencia incómoda que, aparentemente al ocasión y el lugar de esa experiencia. Hasta el punto de
menos, pone en cuestión al sujeto y, desde luego, le de- que ya no puede hablarse de experiencias sólo humanas
sinstala de su tendencia a constituirse en centro de to- y experiencias religiosas, ya que las mismas experiencias
do. La fe surgirá tan sólo cuando, sea cual sea la inter- humanas, incluso en sus momentos más cotidianos, vi-
pretación, religiosa o no, que el sujeto atribuya a esa vidas a la luz de la Presencia acogida, pueden conside-
Presencia originante, consienta a ella y acepte organizar rarse verdaderas experiencias de la fe y en ese sentido
desde ella el conjunto de la vida. experiencias de Dios. Por eso tiene razón el poeta judío
medieval español Jehuda Halevy cuando a propósito
Esta opción decisiva será la que abra al hombre la de Dios nos recomienda: «no preguntes dónde está y
posibilidad de la experiencia explícita de Dios y ésta po- cómo, porque El llena el cielo y la tierra» 26. Tiene ra-
drá revestir, revestirá de hecho, las incontables formas zón Rahner cuando habla de la mística de la cotidiani-
que atestigua la historia religiosa de la humanidad e in- dad, de la experiencia de Dios en medio de la vida; y
cluso la historia de la humanidad a secas. En sustancia, tiene razón Schillebeeckx cuando, a propósito de la ex-
todas esas formas consisten en la vivenciación por el su-
jeto, su razón, su deseo, sus sentimientos, sus decisiones 26
y acciones, del consentimiento a la llamada a ser vislum- Cit. en A. Heschel, o. c, p. 163.

72 73
periencia de Dios, escribe: «hablar con sentido de Dios go de la espiritualidad cristiana. Queríamos aprender a
solamente es posible sobre la base de experiencias hu- «padecer» a Dios y parece que terminamos en una
manas», o cuando resume lo mejor de su teología es- comprensión de la experiencia de Dios en la que más
cribiendo que los hombres, sus vidas, son relato de quepati divina parece que terminamos por frui divina,
Dios. X. Zubiri ha escrito, en la misma línea: «La expe- disfrutar de Dios.
riencia subsistente de Dios no es una experiencia al Continuemos, pues, nuestra reflexión, porque es
margen de lo que es la vida cotidiana: andar, comer, seguro que gozar de Dios es el final de la experiencia
llorar, tener hijos... No es experiencia al margen de con la que el hombre puede verse agraciado; pero no es
esto, sino es justamente la manera de experienciar en menos cierto que el camino que empieza con la pasivi-
todo ello la condición divina en que el hombre consis- dad radical que hemos descrito pasa necesariamente
te» 27. por etapas, o contiene elementos, que comportan el
Con esto podría parecer que devaluamos la expe- padecer a Dios en el sentido más propio de sufrirlo.
riencia de Dios al ponerla al nivel de las experiencias
humanas de la vida cotidiana. Pero lo que sucede es
justamente lo contrario. Desde esta perspectiva se pro- La pasividad del sufrimiento. La experiencia
duce, más bien, que, miradas a la nueva luz que otorga de Dios en los lados oscuros de la existencia
la Presencia consentida, las cosas más menudas: el
agua, el fuego, la luz de cada día, etc., se transfiguran En el apartado anterior anotábamos que la tradi-
en símbolos de la Presencia de la Trascendencia: «de ción espiritual cristiana ha entendido la expresión dio-
Dios llevan significación» (san Francisco), «y todos nisiana del pati divina -en continuidad con Heb 5,8:
cuantos vagan / de ti me van mil gracias refiriendo» «y aunque era Hijo, aprendió de lo que tuvo que sufrir
(san Juan de la Cruz); considerados en relación con el la obediencia»- para resumir la etapa purificadora, a
deseo que nos constituye, los acontecimientos todos través de la prueba y el sufrimiento, que comporta to-
son signos y huellas de su paso por nuestra vida; como do conocimiento místico de Dios, toda contemplación
los sujetos con los que compartimos la vida son trans- o experiencia de Dios. De nuevo aquí, los místicos no
figurados en la condición de hermanos. hacen más que ilustrar lo que es un rasgo de toda expe-
Estos últimos desarrollos parecen habernos hecho riencia de la fe.
desembocar en una especie de idílica visión de la expe- De hecho, la misma Escritura contiene constantes
riencia de Dios que tiene poco que ver con la situación referencias a la prueba y el sufrimiento como momento
real de los creyentes de la que partimos. Decíamos que ineludible de la experiencia de Dios. Sólo después del
la pregunta «¿dónde está Dios?» nos la dirigen nuestros paso por el desierto, de la subida al monte y de la en-
contemporáneos y la tenemos tan interiorizada que trada en la nube percibe Moisés oculto tras la roca el
hoy forma parte de nuestra manera de creer, es un ras- paso, de espaldas, de Yahweh. Sólo tras la peregrina-
ción por el desierto y la experiencia del desánimo más
27
El hombre y Dios, o. c, p. 402. radical que le lleva a desearse la muerte, percibe Elias la

74 75
presencia de Yahweh en el susurro de la brisa suave. Y lugar he intentado mostrar que la noche es para san
Jeremías ha tenido que pasar por el oscurecimiento Juan de la Cruz un símbolo densísimo de significado
total de Dios que se ha vuelto para él «arroyo engañoso con el que se refiere al mismo tiempo a la necesaria pu-
de aguas caprichosas», es decir, un espejismo (Jer 15), rificación del sujeto, al sujeto mismo y su incapacidad
para encontrarse de verdad con El. Como Job, apa- para abarcarse, a la fe, único medio del hombre para la
rentemente justo y religioso, ha tenido que pasar por unión con Dios, y a Dios mismo, que por su radical
sufrir «la mano de Dios que le ha herido» (19,21) y por trascendencia e incomprensibilidad no puede por me-
el oscurecimiento más radical de su presencia: «voy a nos de cegar las facultades del hombre y su uso ordina-
Oriente y no está allí, a Occidente y no doy con él; lo rio. Así entendida, la noche revela, pues, que la ausen-
busco en el Norte y no lo encuentro, en el Sur y no al- cia, el silencio, el oscurecimiento de Dios, que
canzo a verlo» (23,8) para llegar a «verlo» con sus ojos. necesariamente constituye un tormento para el alma
Lo mismo que la experiencia decisiva de Jacob, la que toda ella traspasada por el deseo de Dios, no son epi-
le va a conferir un nombre nuevo, le va a otorgar la sodios exclusivos del itinerario del místico, son dimen-
bendición de Dios y le va a permitir «verle cara a cara» siones de toda experiencia humana de Dios 3 0 .
exige toda una noche de lucha y le deja la señal física Esta interpretación del símbolo de la noche nos
de la herida en la cojera (Gn 32) 28. permite interpretar a su luz la actual situación de oscu-
No es extraño, pues, que el itinerario de esos cre- recimiento de Dios en que se desarrolla su experiencia
yentes de excepción que son los místicos comporte por los creyentes de nuestros días y la necesidad de
como paso insustituible la purificación del sujeto, una aprender a padecerla en que nos encontramos los que
purificación que en sus últimas etapas tiene a Dios por en ella nos proponemos vivir la experiencia de la fe.
sujeto, quien parece hacer caer sobre el hombre todo el Es un hecho que la presencia del mal pone en
peso de su mano sumiéndole en la más densa oscuri- cuestión la afirmación de ese principio bondadoso y
dad, hasta el punto de que el alma tema «si tiene per- lleno de poder, es decir, de ese Dios salvador al que se
dido a Dios... y si está dejada de él» 29. Hasta qué refieren todas las religiones. La historia de las religio-
punto en la noche sufre literalmente la acción purifica- nes, pero sobre todo la de las religiones que se repre-
dora de Dios lo muestran los adjetivos que san Juan de sentan al Misterio con los rasgos de un ser personal, es
la Cruz le atribuye: oscura, horrenda, espantable, tem- decir, la de las religiones teístas, está llena de las la-
pestuosa, horrible, aunque, en esa armonía de contras- mentaciones, las quejas, las súplicas, las protestas de los
tes que contienen todos los momentos de la experien- creyentes cuando se ven visitados por el sufrimiento y
cia de Dios, se la llame al mismo tiempo secreta, cuando se enfrentan con el mal en sus diferentes for-
dichosa, sosegada, amable más que la alborada. En otro mas. Las quejas y lamentos del hombre se hacen más
28
Por eso Von Rad escribió a propósiro de los profetas y los orantes
de algunos salmos: «lo único que les quedaba a esos orantes era dejar en 30
J. Martín Velasco, La experiencia de Dios desde la situación y la
manos de Dios ese sentimiento de oscuridad total». conciencia de su ausencia, en La experiencia cristiana de Dios, Madrid,
25 San Juan de la Cruz, 2 N 13,5. Trotta, 31997, pp. 149-184.

76 77
intensas que en ninguna otra en las religiones mono- el más completo nihilismo. Así, tras haber asistido al
teístas. En ninguna religión se hace tan dramático el espectáculo de unos cadáveres de niños volcados a una
problema de la teodicea. fosa en llamas que al poco se convierten en volutas de
Ante esa situación, el hombre religioso tiene cierta humo bajo el cielo mudo, Elie Wiesel confiesa que «ese
tendencia a reaccionar intentando justificar a Dios, humo que llena el mundo como impregnaba el aire de
defendiéndole de la existencia del mal y acudiendo a Birkenau todas las horas, es un nuevo sol: el sol de esta
una serie de razones recurrentes. No es cuestión de época que ciega en vez de iluminar, que pesa sobre el
entrar aquí en el problema de la teodicea. Baste anotar porvenir del hombre y ensombrece el corazón y la vista
que todas las razones acumuladas por los filósofos y de las generaciones futuras». A partir de esa experiencia,
teólogos defensores de Dios de acuerdo con unos crite- todos los valores le parecen haberse trasladado hacia
rios de la justicia establecidos por la razón humana se arriba y haber privado a la tierra de todo lo que pudie-
desmoronan estrepitosamente ante el sufrimiento del ra vivirse como positivo: «hablas de felicidad... también
justo que pasa por la prueba y ante el escándalo de la felicidad está muerta. También ella está allá arriba y
quien asiste al sufrimiento del inocente. Por eso el mal ¡qué vacío aquí abajo! Es allí donde está la vida verda-
ha sido definido como la roca sobre la que se asienta el dera. Aquí no hay nada... Todo se ha ido allá: el amor,
ateísmo. Por eso los justos sufrientes como Job, o los la verdad, la felicidad, la pureza, los niños y sus sonri-
sufrientes a secas, dirán de todas esas razones y de las sas alegres... Aquí abajo no ha quedado nada» 32.
religiosidades y sabidurías en que se fundan que son A esta situación llega también la experiencia del
«máximas de cenizas», «cúmulo de quimeras», «réplicas mal como sufrimiento personal insoportable en sus
de barro» 31 . El derrumbamiento de la teología tradi- grados extremos, como desdicha o desgracia radical
cional, de la teodicea filosófica, de la sabiduría centra- que marca el alma como la señal del hierro candente
da en la retribución, arrastra consigo la visión misma marcaba a los esclavos (S. Weil). Por ella parecen haber
del hombre que contiene, la razón humana sobre la pasado los mejores creyentes. Testigo eminente de tal
que, aunque se llamase teología, en realidad se apoya- situación es santa Teresa del Niño Jesús cuando escri-
ba. Por eso el Job del comienzo del poema (cap. III) be: «Crees poder salir un día de las brumas que te ro-
maldice el día en que nació, el momento en que fue dean. Adelante, adelante. Gózate de la muerte que te
concebido: «¿por qué me sacaste del seno?» (Job 10,8). da, no lo que tú esperas, sino una noche más profunda
Y hasta se burla de la imagen del hombre como alguien todavía, la noche de la nada» 33.
de quien Dios se ocupa (cf. 7,17-21). Su situación no
El oscurecimiento de Dios en estas circunstancias
tiene explicación posible. A Job, como al creyente de
se hace total: «esto ya no es un velo para mí, es un mu-
nuestros días ante el «holocausto», parece imponérsele

32
31
Para la cuestión de la teodicea, su necesidad y su insuficiencia, cf. Cit. en M. García Baró, Ensayos sobre el absoluto, Madrid, Capa-
J. Baptist Metz (dir.), El clamor de la tierra. El problema dramático de la rros, 1993, pp. 109-110.
33
teodicea, Estella, Verbo Divino, 1996. Especialmente las contribuciones Teresa de Lisieux, Obras completas. Burgos, Editorial Monte
del mismo Metz y de W. Oelmüller. Carmelo, 1980, p. 248.

78 79
ro que se alza hasta los cielos y cubre el firmamento amar, la ausencia se hace definitiva», perseveran aman-
estrellado» 34. «La desdicha hace que Dios esté ausente do en el vacío, deseando al menos amar, «aunque sea
durante un tiempo, más ausente que un muerto, más con una parte infinitesimal de sí misma» 37.
ausente que la luz en una oscura mazmorra, una espe- Para orientarnos en la dirección de estos creyentes
cie de horror inunda toda el alma y durante esta ausen- no tenemos razones que sobrevuelen sobre lo que es o
cia no hay nada que amar» 35. debe ser Dios y su relación con el mundo. Tenemos los
¿Qué puede hacer la persona sobre la que cae un relatos de los que nos aseguran que es en la desdicha
sufrimiento semejante? No faltan quienes, en esa situa- misma donde resplandece la misericordia de Dios, en
ción en la que «no hay nada que amar», dejan de amar, lo más hondo de ella, en el centro de su amargura in-
con lo que «la ausencia de Dios se hace para ellos defi- consolable 38. Tenemos el relato de los que, habiendo
nitiva» y caen «en algo muy semejante al infierno» 36. gritado casi blasfemamente a Dios que «se ríe del su-
No faltan quienes se dejan inundar por esa oscuridad y frimiento de los inocentes», como Job, han perseverado
se abandonan al «horror de la ausencia de Dios en el en la confianza hasta llegar a confesar: «aunque me
mundo, el sentimiento de no poder realizar ya lo divi- mates confiaré en ti». Tenemos sobre todo el relato de
no, la consternación por el silencio de Dios». Esos caen quien, habiendo sido hecho maldición y pecado por
por fuerza en ese «ateísmo preocupado» que, como de- nosotros, habiendo experimentado la angustia ante la
cía K. Rahner, en algunos casos puede significar for- muerte -«Padre, si es posible que pase de mí este cá-
mas ocultas de realizarse «el crecer de Dios en el espí- liz»- y ese insondable lamento de Dios que expresa el
ritu de la humanidad». «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», «en los
Pero la historia de las religiones muestra que son días de su vida mortal presentó oraciones y súplicas
muchos los creyentes que en esas situaciones, sacando con grandes gritos y lágrimas a aquel que podía salvarle
unas fuerzas inexplicables desde su flaqueza, claman de la muerte», «y aunque era Hijo aprendió la obe-
como Job, se quejan, se rebelan, pero sin salirse de la diencia de todo lo que sufrió» (Heb 5,7-9); y fue escu-
fe, de la confianza radical, sin abandonar la esperanza chado en atención a su actitud reverente. Esa actitud
oscura en el amor de Dios frente a las contradicciones confiada que expresa el: «Padre, en tus manos enco-
del sufrimiento. Son los que han orado diciendo con el miendo mi vida».
salmo: «tenía fe aun cuando dije: qué desgraciado soy». Aleccionados con estos relatos podemos buscar la
O los que se reconocen en el Job que exclama: «Bien sé respuesta a la pregunta: «y aquí ¿dónde está Dios?» que
que mi defensor vive, y que él, el último se levantará nos plantea hoy como siempre la experiencia del su-
sobre la tierra... y con mi carne veré a Dios» (Job frimiento. Insistamos en que no hay experiencia de
19,29). Son aquellos que «sabiendo que, si dejan de Dios que no pase por este acontecimiento y por el
cuestionamiento que origina. Insistamos en que el ha-
3* Ibíd., p. 250.
35 S. Weil, A la espera de Dios. Madrid, Trotta, 1993, p. 77. 37 S. Weil, o. c, p. 77.
XlbüL, p. 31. 38 Ibíd., p. 35.

80 81
cer la experiencia de Dios supondrá en un momento u mal; sí hay la referencia a los lugares en que la convic-
otro de la vida responder a ese cuestionamiento. Pero ción expresada en esos relatos adquiere una cierta veri-
¿dónde hacer pie para realizar esa experiencia? Justa- ficación. Sabemos que la actitud aquí expresada no es
mente en el deseo, el amor, anterior a nosotros, más mera resignación, pasividad ociosa o conformismo, si
fuerte que nosotros y que es la raíz del padecimiento la sumisión a la voluntad y a la presencia oscura que
atroz que nos impone el alejamiento y el ocultamiento misteriosamente se nos manifiesta en el mal bajo todas
de Dios; justamente en la fuerza del ser en la que esta- sus formas va acompañada de la más firme resistencia
mos arraigados y que es lo que nos hace intolerable la al mal, de la lucha contra su poder destructor, de la
experiencia del nihilismo. Esta Presencia consentida en compasión para con quienes lo padecen y de la volun-
medio y a través de su oscurecimiento, etsi Deus non tad de solidaridad con los que tienen que afrontar sus
daretur, «aun cuando Dios no existiese», «aunque me consecuencias. A eso apuntan los relatos del siervo que
matases», es el único apoyo firme que nos permite se- carga con los sufrimientos de los otros para librarlos de
guir creyendo y seguir amando. S. Weil lo ha expresa- su sufrimiento (Is 50,4-9; 52,13-15; 53,1-12) y que
do así: «Es en la desdicha misma donde resplandece la tanta influencia ejercieron sobre las interpretaciones
misericordia de Dios, en lo más hondo de ella, en el cristianas de la pasión de Jesús.
centro de su amargura inconsolable. Si, perseverando
en el amor, se cae hasta el punto de que el alma no Pero estas últimas consideraciones nos fuerzan a
puede ya retener el grito «Dios mío, ¿por qué me has referirnos a una forma todavía más aguda de oscureci-
abandonado?» Si se permanece en ese punto sin dejar miento de Dios: el que producen las catástrofes en las
de amar, se acaba por tocar algo, que ya no es la desdi- que fracasa el ideal de bondad, de verdad, de justicia
cha, que no es la alegría, que es la esencia central, in- grabado como aspiración suprema en la conciencia y
trínseca, pura, no sensible, común a la alegría y al su- en el corazón de los hombres, y en el que hemos visto
frimiento, y que es el amor mismo de Dios» 39. la señal por excelencia de su presencia, y la raíz de la
pregunta, el deseo, el anhelo y la búsqueda de Dios.
No hay en todo esto nada parecido a una teología Tales catástrofes se han producido a lo largo de toda la
argumentativa que explique el sufrimiento y que justi- historia humana. En nuestro siglo han tenido sus ma-
fique la existencia de Dios. No hay más que «una teo- nifestaciones más atroces en las grandes guerras, los
logía como relato de la vida vivida ante el rostro escon- genocidios, las hambrunas y las catástrofes humanita-
dido de Dios» (Zahrnt) y como invitación a llevar rias. Por desgracia, en la actualidad siguen teniendo la
también a esas situaciones la confianza, la convicción manifestación más hiriente en el sufrimiento, la pobre-
creyente de que los hombres somos relato de Dios. Pe- za, la exclusión de las incontables víctimas de la injus-
ro si no hay argumentación posible, sí hay, en cambio, ticia a escala mundial.
una reflexión que nos orienta a la presencia del Bien
como horizonte en el que se inscribe la experiencia del Ante estos hechos surge, como en ninguna otra si-
tuación, la pregunta: «y aquí ¿dónde puede estar
Dios?» Que tales hechos susciten inevitablemente, en
39 MI, pp. 55-56. creyentes y no creyentes, esa pregunta indica que Dios

82 83
tiene que ver con ellos; que una razón que pretendiera ción del hombre, su muerte, su sometimiento a condi-
desligar su existencia de la de la presencia en el mundo ciones inhumanas de vida no puede por menos de velar
de tales atrocidades más que declararle inocente le ha- la gloria de Dios, de ocultar su presencia. Lo incom-
bría declarado insignificante, superfluo. Por eso el cre- prensible sería que se pudiera pisotear la dignidad del
yente no puede pasar a su lado sin que su fe se vea im- hombre sin que Dios, su presencia, su gloria, se viera
plicada, sacudida hasta sus cimientos. Es, pues, normal afectada por ello. Es lo que ha expresado el testimonio
que se haya convertido en un tópico la expresión: «¿Se constante de la Escritura cuando ha manifestado a un
puede seguir hablando de Dios, se puede seguir cre- Dios que escucha el clamor de los oprimidos, que toma
yendo en Dios después de Auschwitz?» Expresión en la partido por ellos, que liga su causa y su derecho a la
que el nombre del siniestro campo de exterminio nazi causa y los derechos del pobre. Dios no es ajeno a la
puede ser sustituido por un sin fin de nombres para el injusticia, el hambre, el sufrimiento, la exclusión de los
horror. Tales hechos son la piedra de escándalo de la fe hombres. De ahí que el oscurecimiento de Dios en la
en Dios. En un doble sentido: porque son algo que pa- conciencia de los que ante todos esos hechos se pre-
rece hacerla imposible, ya que parece excluir la existen- guntan: «y aquí ¿dónde está Dios?» no es más que la
cia de Dios y, desde luego, la fe, la confianza amorosa repercusión del oscurecimiento «objetivo» que provoca
en El. Y porque es la piedra de toque de la autenticidad la desconsideración, la negación, la destrucción de la
o la vacuidad de la fe. imagen de Dios en los hombres, que comportan esos
hechos atroces.
Pero ¿qué respuesta dar a esa pregunta? Tal vez la
menos inadecuada sea la que ofrecieron los mismos Pero tal vez sea posible aventurar que ese oculta-
que, según el relato escalofriante de E. Wiesel, se la miento de Dios no es su «muerte» irremediable, su de-
plantearon ante los cuerpos de las víctimas ahorcadas saparición definitiva. En primer lugar, porque ese
en el campo de concentración: «¿no lo ves? Ahí, en las ocultamiento hace saltar hecha añicos la imagen per-
víctimas está Dios». A una respuesta así nos orienta el vertida que ocupa indebidamente su lugar en la con-
que la cruz de Cristo sea para los cristianos el culmen ciencia de las personas.
de la revelación de Dios. Pero hay que reconocer que
El sufrimiento de los inocentes descalifica de for-
tal respuesta es semejante al golpe de luz del rayo en la
ma radical la religión, las creencias, la teología, el
oscuridad de la tormenta, que ciega tanto como alum-
culto, y con ellos la representación de Dios, «el Dios»
bra y que ilumina deslumhrando. Intentemos mirar,
de quienes pretenden estar en relación con él siendo
más que la luz misma, la realidad aparentemente im-
cómplices o responsables de ese sufrimiento. Que
penetrable que ilumina.
quienes se encuentran - o nos encontremos- en esa
Es normal que tales hechos oculten casi definitiva- situación concluyan que no puede haber Dios, que
mente la presencia de Dios: Porque el interior del Dios no puede existir; que el ídolo fabricado por su
hombre es la huella por excelencia del Misterio de razón y por su deseo se desmorone, es un paso indis-
Dios. O, dicho en otros términos: «la gloria de Dios es pensable para que se pongan en camino hacia una
la vida del hombre» (san Ireneo) y, por tanto, la nega- búsqueda sincera, hacia el verdadero encuentro con

84 85
él; es la condición para que pueda brillar para ellos - o que es verdad que el rostro del otro, y sobre todo del
para nosotros- su rostro. pobre, constituye la más radical exigencia a interrum-
pir el movimiento apropiador en el que tendemos a
Porque ¿de dónde nos viene la luz, la fuerza para,
hacer consistir nuestra vida. El rostro del pobre, de las
ante tales hechos, preguntar con angustia: «y aquí,
víctimas de todas las clases posibles de exclusión y de
dónde está Dios?» Sin duda, de Dios mismo, de la exi-
expolio, constituye la exigencia más radical a salir de
gencia de orden, de verdad, de justicia que su presencia
nosotros mismos, a trascendernos, que es la condición
pone en nosotros. Sucede aquí lo mismo que en la
indispensable para estar en contacto con la verdadera
confesión de nihilismo. Cuando una persona se hunde
Trascendencia. Nada, en efecto, ni nadie nos «fuerza»
en el nihilismo, ya sea el de la desesperación: «nada es»,
tan eficazmente a pasar del deseo que satisfacer por
que quiere decir: «nada tiene valor», «todo está de
medio de la posesión a la exigencia de respeto, recono-
más», o el de la indiferencia, el de «la insoportable le-
cimiento y servicio que inaugura en nosotros una nue-
vedad del ser»: «todo da lo mismo», está proclamando,
va forma de ser.
en forma negativa; está afirmando bajo la forma de la
negación la presencia en su interior de la luz del ser, de Así, aparece cómo en el rostro de las víctimas y de
la necesidad de valor y de sentido, que le permite per- los excluidos que parecían ocultar la gloria de Dios,
cibir y declarar insignificante y carente de valor la rea- brilla ésta en negativo —sub specie contraria— como en la
lidad tal como se le muestra a sus ojos desesperados. cruz de Cristo. Brilla no como objeto del que apropiar-
Preguntarse, aunque sea desesperadamente, por Dios, a se, del que disfrutar, forma siempre sospechosa de apa-
la vista del mal, el sufrimiento, la injusticia, es dar tes- rición de la Trascendencia, sino como decisión, como
timonio de la exigencia de bien, de felicidad, de justi- raíz de la que brota un impulso que me pone en mo-
cia para todos que llevamos dentro. Como si, al borrar- vimiento, me lanza más allá de mí mismo, me permite
se de nuestro mundo y de nuestra vida esas huellas de romper la fuerza de atracción del egoísmo y me des-
Dios que son los destellos de verdad, de valor, de sen- centra en ese trascendimiento que requiere el recono-
tido que el mundo y la vida comportan, la misma falta cimiento y el respeto 40.
de huellas se convirtiese en una señal de esa presencia Tal vez por eso Jesús remite a las víctimas y a los
que sólo puede manifestarse de forma elusiva; como si pobres (Le 4,14-21; Mt 11,5; 25,36) para dar razón de
la misma oscuridad se tornase testigo de la luz que la presencia del Reino en la historia; por eso el Espíritu
puede ocultar, pero que no puede eliminar. envía al Ungido al servicio del sufriente y del pobre; y
Tal vez por eso pueda decirse con razón, aunque de por eso desde entonces «la movilidad hacia abajo», el
la forma más paradójica, que, en este mundo en el que descentramiento hacia los pobres resultan dirección y
nos lamentamos de no tener señales de la Trascenden- citas obligadas para aquellos a quienes Jesús invita a su
cia, los pobres, los excluidos -aquellos cuya existencia
40
constituye el mayor escándalo para la afirmación de E. Lévinas ha desarrollado con gran rigor esta relación entre el
rostro del otro sufriente y la Trascendencia. Cf. entre otros lugares, Au-
Dios- constituyen el lugar teofánico, de revelación de trement qu'etre ou au-dela de l'essence, La Haya, 1974; también Dieu, la
Dios; el lugar por excelencia de encuentro con Él. Por- mort et le temps, París, 1993.

86 87
seguimiento y a su misma experiencia. Y es que este No se piense que con esto se impone al hombre un
cambio de orientación, esta conversión que lleva a amor de pura generosidad que supondría la negación
compartir la causa y los sufrimientos de los excluidos, del deseo de felicidad que le es connatural. El amor es
es lo que habilita para identificar la gloria y los rumo- ciertamente la fuerza de atracción del hombre —amor
res del Dios de vida en el rostro, el dolor y los gritos de meus, pondus meus, decía san Agustín: el amor es mi
los pobres 41. peso, mi fuerza de atracción—. Pero, justamente por te-
ner el hombre su centro más allá de sí mismo; por ser
A partir de esa conversión de la mirada y de la ac-
el hombre capax infiniti, capaz de Dios por donación
titud radical de la que esa mirada procede, las víctimas
de Dios mismo, sólo en el consentimiento a esa fuerza
y su causa se transforman de lugar del oscurecimiento
de atracción que lo saca de sí, encuentra la posibilidad
de Dios en lugar en el que brilla oscuramente, deslum-
de su realización. Pero, como hemos visto, el consen-
bradoramente para la razón egocéntrica, la gloria de
timiento a la fuerza de atracción de Dios pasa para el
Dios. O, con otras palabras, la injusticia que padecen
hombre por el respeto, el consentimiento y el amor a
las víctimas de la historia, que es el hecho que parece
los destinatarios del amor de Dios.
ocultar definitivamente a Dios en nuestro mundo, se
torna así ocasión para la recuperación de su presencia. ¿No significa esto convertir a los pobres en ocasión
Porque conocer a Dios no es verlo, ni disfrutarlo. Es, y medio para llegar a Dios? ¿No sufren con esto la úl-
sobre todo, padecerlo; dejarse iluminar por la luz que tima de las mediatizaciones? No, sin duda; porque sólo
irradia en nosotros y sobre nosotros; ver todas las cosas si llegamos a ellos por ellos mismos, si los amamos ver-
a su luz; ver la realidad con sus ojos. Pero de Dios sa- daderamente, iniciamos el camino de 'descentramien-
bemos que vuelve sus ojos hacia los pobres; que tiene to', de trascendimiento que nos permite llegar a la
sus oídos abiertos al clamor de su opresión. Hacia ahí, inefable e imposeíble Trascendencia.
por tanto, dirige Dios los ojos nuevos que su presencia
Hasta aquí conduce la reflexión sobre la pasividad
pone en nosotros: «los ojos deseados que llevo en mis
que caracteriza a la experiencia de Dios y que los místi-
entrañas dibujados». En nosotros late el deseo inconte-
cos resumieron en la fórmula: pati divina, padecer a
nible de ver a Dios: «descubre tu presencia y máteme
Dios. Señalemos, para conducirla, algunas consecuen-
tu vista y hermosura»; «muéstrame tu rostro»; pero,
cias que comporta.
dado que su rostro está vuelto hacia los pobres, sólo en
ellos nos es dado descubrirlo. O, dicho de otra manera: La parábola del Buen Samaritano, que responde a
amar a Dios no es hacerle objeto directo de nuestro de- la doble pregunta de ¿quién es mi prójimo?, ¿en qué
seo para que lo satisfaga; es, más bien, dejarse inundar, consiste reconocerle como tal?, termina urgiendo a los
dejarse «trabajar» por el amor-generosidad de Dios que la escuchan: «ve y haz tú lo mismo». El reconoci-
vuelto incondicionalmente hacia los hombres. miento de Dios no consiste en ninguna de sus fases y
aspectos en un saber teórico sobre Él o sobre lo que te-
41
nemos que hacer para encontrarnos con Él. Es expe-
Francisco Javier Vitoria Cormenzana, Espiritualidad y cultura de
la satisfacción: contemplar la gloria de Dios en el rostro de los excluidos, en riencia o no es nada. No se «padece a Dios» si no se
Exclusión socialy cristianismo, Madrid, Nueva Utopía, 1996, p. 145. dan efectivamente todos los pasos que ese padeci-

88 89
miento comporta. Por eso, nada tiene de extraño que,
mientras nos contentamos con el enunciado teórico de
esos pasos, con la construcción lógica, con la afirma-
ción de las razones que comporta, se nos resista la pre-
sencia por la que suspiramos. Es como si pretendiése-
mos llegar a Roma a fuerza de estudiar con todo detalle Iniciación a la experiencia de Dios
los mapas de los caminos que llevan a ella. Pero se tra-
ta, además, no sólo de dar pasos, sino de darlos en la Casiano Floristán
buena dirección. El capítulo 58 de Isaías denuncia có-
mo la religión y el culto mal entendidos pueden cons-
tituir pasos en falso que no llevan a ninguna parte. El
texto se refiere a un pueblo que «busca a Dios a dia-
rio», que «desea conocer su voluntad» y que se mortifi-
ca y ayuna para conseguirlo. Pero su culto y su religión Una de las tareas pastorales más urgentes y decisi-
es inútil porque no son lo que Dios quiere. Por eso el vas de la Iglesia es la iniciación a la fe, a la vida cristia-
profeta invita a abrir las prisiones injustas, a dejar libres na o a la experiencia de Dios. A fin de cuentas no hay
a los oprimidos, a compartir el pan con el hambriento, creyentes adultos ni ejercicio de vida cristiana persona-
a albergar a los pobres sin techo, y asegura que enton- lizada si no se experimenta a Dios. Sin embargo, ni la
ces - y sólo entonces- brillará su luz como la aurora, iniciación ha sido tenida en cuenta pastoralmente hasta
clamará al Señor y el Señor responderá, pedirá auxilio hace pocos años, ni la experiencia ha tenido apenas ca-
y dirá: aquí estoy. Es decir, que cuando el hombre ini- bida en la teología hasta hace unos lustros l. La ini-
cia el camino de la conversión hacia el otro, de la salida ciación parecía arcaica y la experiencia modernista;
de su egoísmo, entonces se produce de manera infalible ambas categorías no casaban bien con la dogmática al
el encuentro -se tenga o no conciencia expresa de ello, uso. Han sido necesarias la apertura al mundo de las
como indica la parábola de Mt 25,37-39- con quien religiones, el diálogo con las ciencias experimentales y
nos procura la fuerza, con quien es la fuerza indispen- la acreditación de la acción pastoral para dar categoría
sable para ese trascendimiento. teológica a la iniciación cristiana y a la experiencia de
Dios.
Tal vez a eso se refieran todos aquellos que, ha-
biendo iniciado el camino hacia los pobres, al poco Para abordar el tema propuesto comenzaré por des-
constatan llenos de asombro y de gozo: «Los pobres me cribir la iniciación cristiana, proceso religioso arduo, ya
han evangelizado». que cada experiencia de Dios es distinta según sean la
persona que se inicia, las mediaciones ejercidas en este

1
En los documentos del Vaticano II el término «iniciación» apare-
ce 6 veces y el término «experiencia» 32 veces.

90 91
proceso y las representaciones que se tienen de Dios. La iniciación religiosa tiene que ver con los co-
En segundo lugar examinaré la iniciación tradicional mienzos de una vida en contacto con la divinidad,
heredada. Los que hoy se reconocen creyentes han sido promovidos por medio de unos conocimientos de ca-
iniciados de un modo u otro a la experiencia de Dios. rácter sapiencial, unos ritos o usos cultuales y unas
De hecho, los católicos creyentes y practicantes corres- pautas básicas de comportamiento o de conducta. Es
pondientes a una generación hoy adulta -mayores de transmisión, en una determinada cultura, de la religa-
cuarenta o cuarenta y cinco años- fueron iniciados a la ción con la divinidad, que incluye relatos sagrados y
fe en Dios siendo niños, en el seno familiar, dentro de prácticas éticas y cultuales. Es tránsito vital de la infan-
la religiosidad popular y con la ayuda posterior de la cia o adolescencia a la edad adulta o camino de apertu-
catequesis preparatoria a la primera comunión. En ter- ra religiosa a la madurez. Se pasa de un estado Conside-
cer lugar me detendré en otro tipo de iniciación cris- rado inferior a otro superior. Se entiende como trán-
tiana, hoy todavía incipiente, relativo a jóvenes y sito del mundo profano al mundo divino con la inter-
adultos en proceso de conversión, iniciación puesta de vención de varios elementos: presencia de la divinidad,
relieve por el Vaticano II. En cuarto lugar estudiaré, experiencia espiritual, fascinación y temor de lo reli-
aunque sea someramente, el Dios experimentado por gioso y entrega personal 3 . En una palabra, es entrada
los iniciados. Por último, enunciaré algunos criterios en los «misterios» divinos o imitación de Dios («imita-
de cara a una pastoral de la iniciación a la experiencia do dei» en expresión de M. Eliade). La iniciación atañe
de Dios. a la educación del inconsciente, lo arcaico, lo afectivo.
Tiene que ver con el origen y el fin del ser humano y
utiliza símbolos y mitos con un lenguaje ritual 4. Se
1. £1 cometido de la iniciación cristiana trata de un proceso de identificación o de diferencia-
ción. Según J. Cazeneuve, «el individuo no es en el
El término «iniciación» (de inire, empezar, entrar fondo ser personal si no está iniciado, a saber, si no
en) es empleado en diversos ámbitos de la vida huma- está ritualmente modelado e integrado en la sociedad
na como comienzo o apertura. Se habla, por ejemplo, por su vinculación con lo sagrado de su propia civiliza-
de iniciación a la vida sexual, a la acción política o a la ción» 5.
experiencia religiosa. Equivale a entrada en un mundo
Sin embargo, el término «iniciación» no pertenece
nuevo y vital, al que no se accede con la mera instruc-
al vocabulario bíblico, sino al lenguaje de las religiones
ción escolar o la repetición artesanal del taller 2. Es ini-
ciación a algo misterioso o secreto que produce fasci-
nación y miedo. Constituye la forma más plena del 3
Cf. A. van Gennep, Los ritos de paso, Taurus, Madrid 1986; Les
acto educativo. rites de passage aujourd'hui, Colloque Neuchátel, Ed. Age d'homme, Lau-
sana 1986.
4
2 A. Pasquier, «Initiation, initiation chrétienne», en L'initiation
Cf. A. Pasquier, «Typologie des mécanismes du transmettre», en
chrétienne. Démarche catéchuménale (Cahiers de l'Institut Supérieur de
Essais de théologiepratique. L'institution et le transmettre, Beauchesne, Pa-
Pastoral Catéchétique, 8), Desclée, París 1991, p. 21.
rís 1988, pp. 117-165; id., «Sociedad de iniciación, sociedad en búsque- 5
da de iniciaciones», Concilium 142 (1979) 171-187. J. Cazeneuve, Sociologie du rite, PUF, París 1971, p. 2 6 1 .

92 93
mistéricas de la época helenística, casi contemporáneas misterios de Dios. Recordemos que, según Mateo, los
de la llegada del cristianismo a Roma. De carácter discípulos -iniciados por Jesús- tienen el privilegio de
exotérico, se caracterizaban por su sentido ritual y espi- llegar al conocimiento de los «misterios del reino» (Mt
ritual, dentro de la disciplina del arcano 6. Recordemos 13,11).
que antiguamente en ciertos oficios se guardaban celo- La iniciación es un proceso educativo en la fe y de
samente los secretos que los maestros transmitían a sus la fe, por el cual uno llega a ser cristiano, a saber, pasa
aprendices para que accedieran a ser maestros. Cuando por la experiencia de una conversión singular y penetra
los grupos cerrados y las fraternidades ocultas ya no en el proyecto universal de Dios. La iniciación consta
despertaron sospechas a la Iglesia, penetró el término de varios elementos: palabra de Dios, conversión, ora-
iniciación en la órbita del proceso catecumenal pri- ción/celebración, comunidad eclesial y compromiso
mitivo 7. con la sociedad. Es, pues, maduración pluridimensio-
La iniciación cristiana se entendió en la Iglesia pa- nal, en la que intervienen conocimientos, símbolos,
trística como iluminación bautismal, a la que seguía la gestos, actitudes, motivos, comportamientos y com-
catequesis mistagógica 8. Desaparecido el catecumena- promisos. Se trata de un proceso progresivo, dinámico
do de adultos, se ignoró en la Edad media la noción y organizado de maduración de la fe, presidido por la
sacramental de la iniciación. Fue L. Duchesne quien ley personal y comunitaria del crecimiento, proceso
empleó modernamente el vocablo «iniciación» en 1889, que está al servicio del convertido, no al revés. No es
en su obra sobre los orígenes del culto cristiano. Pero un plan rígido de integración sino un método peda-
hasta 1960 solamente algunos liturgistas y teólogos ha- gógico. Necesita tiempo. Se inscribe en un recorrido,
blaban de los «sacramentos de iniciación». Después del con unas etapas, que tienen un inicio y una culmina-
Vaticano II la iniciación se entiende como entrada en ción, con dos exigencias imprescindibles: un discerni-
la vida de la comunidad eclesial mediante el mensaje miento continuo y la ayuda de un maestro espiritual o
evangélico, unos criterios evangélicos de conducta y un de un padrino o madrina. El catecumenado es el lugar
conjunto de gestos sacramentales denominados preci- de la Iglesia que asegura la iniciación a la vida cristiana
samente «sacramentos de la iniciación». Mediante este de los convertidos 9 .
proceso se adquiere el conocimiento experiencial de los

6
Cf. Mircea Eliade, Iniciaciones místicas, Taurus, Madrid 1975; J. 2. La iniciación tradicional a la experiencia
Ries (ed.), Los ritos de iniciación (Actas del coloquio de Lieja y de Lovai- de Dios
na, 20-21 de noviembre de 1984), EGA, Bilbao 1994; L'initiation
(Dossiers du Centre Thomas More), La Tourette 1977, y en La Maison- La iniciación tradicional a la experiencia de Dios a
Dieu 133 (1978); «L'initiation chrétienne», Croissance de l'Église 108 partir de la edad de la infancia ha durado desde el oca-
(1993).
7
so del catecumenado de adultos hasta la reciente déca-
Cf. P.-M. Gy, «La notion chrétienne d'initiation. Jalons pour une
enquéte», La Maison-Dieu 132 (1977) 33-54.
8 9
Cf. G. Cavallotto (ed.), Iniziazione cristiana e catecumenato, EDB, Cf. D. Lebrun, «Initiation et catéchuménat: deux réalités a distin-
Bolonia 1996. guer», La Maison-Dieu 185 (1991) 47-60.

94 95
da de los sesenta, década en que la familia pierde su ños al pie de la cama n . Ahí ha surgido una primera y
función iniciadora por su secularización, y la Iglesia básica experiencia personal de Dios. En estas oraciones
conciliar redescubre otro tipo de iniciación dirigido a de formulación fija, Dios aparece como amable pro-
jóvenes y adultos. Efectivamente, la familia ha sido tector a través de sus ángeles custodios o como el Ni-
hasta hace cuatro décadas el primer medio vital de la ño-Dios semejante a nosotros, en el que se puede de-
iniciación cristiana para innumerables generaciones de positar una confianza total. Por otra parte, este tipo de
católicos. La experiencia religiosa popular ha internali- práctica cristiana ha sido ejercida por la mujer como
zado la experiencia de Dios a través de la educación madre, hermana, tía o abuela del niño. Aunque divul-
materna infantil, la catequesis del catecismo, los signos gadas y quizás redactadas por misioneros de las misio-
religiosos domésticos, las fiestas periódicas, las devo- nes parroquiales, tienen un toque maternal. El varón se
ciones propias del pueblo, las idas y venidas al cemen- ha zafado de toda iniciación básica, y, al no iniciar, ha
terio y las eventuales romerías a la ermita. sido deficientemente iniciado. Junto a las oraciones de
A la hora del nacimiento de un ser humano a la vi- la noche hay que recordar las oraciones del catecismo, el
da, el primer contacto con Dios de tipo ritual ha sido signarse y santiguarse, la oración en el momento de
el bautismo de infantes. No es fácil determinar los mo- mudarse el niño de ropa con la ayuda de su madre, la
tivos profundos que durante siglos han tenido los pa- recitación de algunas jaculatorias y la oración antes de
dres para que sus hijos fuesen bautizados por el párro- la comida familiar. De hecho, han quedado y quedan
co, en latín, con una ritualidad que acentuaba el recha- internalizadas en los adultos de por vida dos expre-
zo o la renuncia de lo diabólico, al paso que en un se- siones: santiguarse -aunque a veces sea una mueca-
gundo plano se consagraba a Dios la criatura recién en momentos de necesidad y exhalar alguna jaculatoria
nacida a un mundo en el que la vida es frágil y sagrada. -como ¡Dios mío!- en circunstancias en las que la vi-
En el bautismo, como rito de tránsito, se busca protec- da apremia.
ción de Dios, identificación con el pueblo cristiano, Un tercer elemento han sido las navidades. Los ni-
compromiso en un camino recto y ocasión de celebrar ños las han esperado con anticipación. Han aprendido
una vida recién nacida. En segundo lugar significa ase- a cantar villancicos, han asistido a algunas representa-
gurar la salvación, recibir la gracia de Dios y tomar ciones teatrales denominadas «pastorelas», se han reves-
contacto con la Iglesia a través de un sacerdote 10. tido quizás de pastores, han besado repetidas veces al
Un segundo elemento de la iniciación religiosa fa- niño y se han extasiado ante el belén, configuración
miliar ha consistido en determinadas oraciones. Im- tangible y visible de los relatos de infancia de Mateo y
portantes han sido las de la noche, recitadas por los ni- Lucas. La noche mágica de los Reyes Magos ha puesto
el colofón del ciclo navideño, con el contrapunto ne-
gativo de la decepción que produce al niño, a una

10
Cf. A. Pasquier, «A propos des demandes de baptéme des petits
enfants... Mythe, idéologie, utopie», en Essais de théologie pratique. 11
Las más comunes han sido «Jesusito de mi vida», «Con Dios me
L'institution et le transmettre, Beauchesne, París 1988, pp. 53-78. acuesto», «Cuatro esquinitas tiene mi cama» y «Ángel de la guarda».

96 97
cierta edad, saber que los Reyes son los padres. La de- túa el sujeto mismo, con sus necesidades, crisis, esperan-
nominada «novena del Niño» ha influido religiosa- zas y alegrías. Todo esto se da, sin duda alguna, en el
mente en algunas parroquias españolas. catolicismo popular, aunque no siempre de un modo
El cuarto elemento ha consistido en la cuaresma y correcto. La iniciación tradicional ha sido iniciación en
semana santa. Muchos bautizados han recibido cícli- un tipo de fe aseguradora, con poco sentido comunitario
camente desde niños la ceniza penitencial, han re- y centrada en creencias y ritos, sin referencias suficientes
corrido con los mayores el «viacrucis» cuaresmal, han a la palabra de Dios y a la dimensión social del evange-
llevado en sus manos los ramos de olivo del inicio de la lio. Desde el nacimiento a la muerte, los ritos han
Semana Santa, han contemplado el lavatorio de los pies, acompasado la vida de los bautizados por el toque de
han besado la cruz el Viernes Santo y han participado campanas, los domingos y fiestas religiosas, la autoridad
en las procesiones de esos días sagrados. El relato de la de los padres y las normas y leyes dictadas por la Iglesia.
pasión -que no se ha escuchado durante siglos al ser Pero los bautizados, salvo excepciones, se sentían religa-
proclamado en latín- se ha hecho visible con imágenes dos con un Dios dueño y protector de la vida, que mora
populares, desde el Huerto de los Olivos a la escena de arriba y al que se le invoca en las grandes fases de la vida
la crucifixión. Dos grandes figuras han impresionado como omnipotente, milagroso y misericordioso. En la
cada año a muchos niños y a no pocos adultos: la Do- experiencia religiosa infantil, primer estadio de la expe-
lorosa y el Ecce Homo. Gravada para siempre ha sido riencia popular, han intervenido siempre los cinco senti-
la imagen del Cristo crucificado. Desgraciadamente dos. Al pueblo le gusta besar y tocar en el plano religio-
nuestro catolicismo, salvo excepciones, no ha sido rigu- so, tanto o más que escuchar y hablar.
rosamente pascual, ya que le ha faltado acentuar la ex- Este modelo de iniciación ha entrado en crisis a
periencia de la Resurrección. Por ser más difíciles de causa del cambio profundo cultural, la precaria trans-
plasmar y de creer, los ritos de la resurrección han sido misión de lo religioso en el seno familiar, la crisis de
más escasos que los pertenecientes a la crucifixión. religiosidad ligada a la infancia y la secularización de la
Finalmente, en la iniciación a la experiencia religio- sociedad. Su derrumbe en pocos años ha sido patente.
sa cristiana popular ha influido la Virgen María en sus La mayoría de los padres no inician religiosamente a
fiestas, mes de mayo, peregrinaciones, romerías a la sus hijos, en gran medida porque ellos están alejados
ermita, rosarios, medallas e imágenes. María -como de la práctica religiosa e incluso de la fe. No obstante,
Madre, Dolorosa y Purísima- es una figura irrem- se deben tener en cuenta las posibilidades que tiene to-
plazable en la fe popular. A veces hay más experiencia davía este tipo de iniciación.
religiosa de María que de Dios.
Como conclusión podemos decir que la iniciación 3. La iniciación de jóvenes y adultos
familiar heredada ha consistido más en gestos que en a la experiencia de Dios
palabras, en rezos que en oración personal, en imágenes
que en las Escrituras y en ritos que en círculos de refle- Dada la autonomía de la persona en nuestra socie-
xión. Ahora bien, en toda experiencia religiosa se acen- dad, enormemente secularizada, y teniendo a la vista la

98 99
escasa y débil función educadora religiosa de la familia, iniciación. Entonces empieza la transformación de su
es cada vez más difícil heredar los usos religiosos, la propia vida personal: encuentra a otros cristianos, des-
proclividad a la fe y, en definitiva, la invitación a expe- cubre la Iglesia como comunidad de creyentes, pro-
rimentar a Dios. Se hace necesario el acto de conver- fundiza la fe incipiente, toma parte en las ce-
sión en la vida preadulta o adulta. Como alternativa a lebraciones cristianas, madura su espiritualidad per-
la iniciación familiar ha surgido de la iniciación a la sonal y se inserta en el compromiso con el pueblo. El
experiencia religiosa en jóvenes y adultos convertidos. adulto convertido necesitado de iniciación vislumbra
Es iniciación caracterizada por la importancia que co- el sentido trascendente de la vida, percibe la presencia
bra el sujeto y los métodos activos: pedagogía induc- sobrecogedora de Dios, descubre el rostro divino de
tiva, itinerario progresivo, gestualización, interpelación Jesús y advierte en medio de la sociedad la llamada
simbólica, repetición de expresiones, etc. Es experien- evangélica a la construcción del reino de justicia. Co-
cia personal y comunitaria, simbólica y afectiva. Claro mo consecuencia, el iniciado cobra una nueva con-
está, las conversiones se diferencian por el talante de ciencia, al paso que sopesa la escala personal de valores
los grupos, movimientos y comunidades n. con los que actúa. Pero la conversión no se percibe
como un acto ético o un cambio de valores morales
Pero las experiencias de iniciación con jóvenes y
sino como una experiencia mística, en virtud de la cual
adultos son todavía escasas, aunque variadas. Los mo-
nada se cambia y se cambia todo. Los convertidos
tivos de acceso a la fe pueden ser múltiples, según ex-
buscan en la iniciación diálogo personal religioso y
ponen algunos estudios sociológicos catecumenales 13.
pertenencia a un grupo solidario y cálido, en el que se
En algunos casos hay nostalgia de una cierta experien-
pueda experimentar a Dios, compartir la fe y vivir
cia religiosa anterior, con una generosa dosis de espe-
cristianamente en el mundo l4 .
ranza. En otros, es decisiva la correspondencia entre
esperanza cristiana y deseos humanos profundos, reali- La conversión es un don de Dios antes que una
dades a menudo separadas, puestas en oposición o te- conquista de uno mismo. Es una apertura a la presen-
nidas ingenuamente como idénticas. Según algunos cia de Dios o acogida de algo superior al ser humano
relatos de conversión, la experiencia personal de Dios que llega a través de las denominadas «pruebas» de la
comienza cuando una persona se interroga por el senti- vida. Ayudan a la conversión e iniciación el «encuen-
do de su existencia. Si en ese momento encuentra a tro» con un cristiano testigo o con un grupo de creyen-
Dios y acoge su palabra como buena noticia, puede tes comprometidos, los «procesos educativos» exis-
entrar en proceso de conversión y, eventualmente, de tentes en comunidades y parroquias renovadas, algunas
«lecturas significativas» con transfondo espiritual, el
12
«compromiso por los otros» en favor de la libertad o de
Cf. J.-M. Donegani, La liberté de choisir. Pluralisme religieuse et la justicia, algunas «experiencias gozosas» de perdón,
pluralisme politique dans le catholicisme francais contemporaine, Presse de
la Fondation Nationale des Sciences Politiques, París 1993. Analiza siete
modelos de ser católico en Francia.
13 14
Cf. C. Floristán, «Los neoconversos», Pastoral Misionera 198 Cf. «La experiencia de Dios, hoy», Pastoral Misionera 198 (1995),
(1995) 71-74. que recoge las Conversaciones de Ávila de PM en 1994.

100 101
paz o reconciliación, y diversos «acontecimientos per- evangelio, pero el Dios experimentado es entendido de
sonales», como el matrimonio, el nacimiento, un acci- diversas maneras, con distintas imágenes. Los creyentes
dente, la enfermedad, un cambio de residencia, el co- de una misma Iglesia, movimiento religioso o comu-
mienzo de un trabajo importante, la opresión política nidad pueden servirse de idénticas palabras, pero sus
o la muerte. Estos acontecimientos pueden ser pruebas representaciones de Dios varían de unos a otros. Aun-
que interpelan, rompen la seguridad cotidiana y des- que sus referencias sean comunes, los itinerarios y ex-
conciertan la orientación de la vida. De ahí que influ- periencias son diferentes. De ahí la dificultad de definir
yan a modo de confrontaciones, susciten emociones o describir a Dios 16. La experiencia muestra que la
como miedo, alegría, sobrecogimiento, entusiasmo, conversión cristiana, previa a la iniciación, transcurre
etc., o se manifiesten como impulsos para tomar deci- según ciertas líneas teológicas, cristológicas y eclesio-
siones. En una palabra, son momentos en que el ser lógicas. Simplificando, podemos reducir a cuatro los
humano franquea el dintel de una etapa. Entonces, «el tipos de convertidos y al Dios experimentado por
individuo o el grupo -afirma A. Pasquier- no son ya lo ellos 17.
que eran al comienzo, ya que afloran fuerzas nuevas, se En primer lugar, hay conversiones a grupos cris-
abren renovadas posibilidades, las relaciones cambian, tianos neoconservadores, caracterizados por buscar -en
se redescubre una nueva estima de sí mismo y se ad- un régimen grupal placentero, cálido, cerrado y aerifi-
quiere un estatuto social nuevo» 15. La experiencia dice co- seguridad doctrinal, obediencia moral y ritualidad
que la conversión llega con la ayuda o influencia de consagradora. Son los cristianos tradicionales, para
otra persona de talante comunitario, que cree y da tes- quienes Dios se reduce a creencias, mandamientos y ri-
timonio de su esperanza. Para que un adulto elija su tos. Confían en la Providencia y creen que Dios inter-
eventual conversión hay que escucharle, ayudarle sua- viene en sus vidas, incluso milagrosamente. Piensan
vemente y dejar que libremente decida. La conversión que todo procede del Creador todopoderoso e inmuta-
es experiencia de fe y atisbo de vida cristiana. Nunca se ble, se preocupan de su salvación eterna y buscan en su
acaba, puesto que el convertido se interna en el miste- experiencia religiosa un Dios asegurador y protector.
rio de Dios.
En segundo lugar, hay conversiones orientadas a
construir un mundo de justicia y de solidaridad desde
las apelaciones proféticas y evangélicas, las llamadas del
4. El Dios experimentado por los iniciados Tercer Mundo y la opción por los pobres. Son los
La conversión cristiana depende de lo que se en- cristianos militantes que expresan su fe en términos de
tienda por ser cristiano y, en definitiva, por Dios. To-
dos los convertidos cristianos dirán, naturalmente, que
16
creen en Dios, siguen a Jesucristo, son receptores del Cf. M. Le Saux, «Un seul Dieu et tant d'images», Croissances de
l'Église 106 (1993) 27-30.
Espíritu Santo, forman parte de la Iglesia y aceptan el 17
A. Pasquier, «Initiation, initiation chrétienne», o. c, 62-65. De
los seis tipos que ahí se proponen, cuatro de ellos encajan con nuestra
15
A. Pasquier, «Initiation, initiation chrétienne», o. c, p. 25. situación religiosa española.

102 103
convicción y de compromiso. Privilegian la figura de mitación, la alienación y la ambigüedad. La vivencia
Cristo hermano y obrero, encarnado en nuestra histo- mística se torna encuentro con la santidad de Dios en
ria, a la que da sentido. Según este tipo de experiencia, la revelación bíblica, en la doxología litúrgica y en la
Dios es padre y madre de todos los seres humanos. oración personal. De una parte se reconoce la pre-
sencia de Dios, que llena el universo y la historia. De
En tercer lugar, los cristianos místicos creen en la otra, dicho reconocimiento implica confianza en
acción del Espíritu Santo, desconcertante e inesperada. Dios, entrega total. De la confianza y entrega se deri-
Insisten en el amor, la reconciliación, la paz, etc. Su va el seguimiento del Dios encarnado en Jesucristo.
Dios es un compañero y amigo, del que esperan salud Dios es el misterio santo, en tanto que el cristiano es
para su corazón, su mente y su cuerpo. Dios les sale a oyente de la palabra. Los que siguen esta experiencia
su encuentro amorosamente, manifiesta su nombre y de Dios optan por la vía teológica positiva catafática
da a conocer su rostro. Al rastrear sus huellas, se lo en- de la afirmación de los atributos divinos. Corres-
cuentran de repente y quedan seducidos. ponde a las teologías de la trascendencia.
Finalmente, los cristianos críticos rechazan el La segunda tendencia se caracteriza por la expe-
dogmatismo, la certeza impuesta, los falsos rostros de riencia de Dios como compromiso ético en la inma-
Dios, deudores de un pasado inaceptable. Creen en nencia de la historia. La vivencia mística es encuentro
las ciencias humanas, valoran el razonamiento del con la justicia de Dios, que reprueba la postración de
intelecto y les gusta dialogar con los increyentes. Di- los pobres, las clases populares y las razas marginadas.
cen que están «en búsqueda» y reflexionan en una lí- Dios es el Señor de la esperanza y de la liberación. El
nea religiosa de carácter filosófico. Su Dios es difuso creyente vive en la realidad secular, donde el prójimo
y cósmico, concebido como energía vital. Experi- es hermano desvalido y el pobre es vicario de Cristo.
mentan a Dios desde la perplejidad, la contradicción Solo en el horizonte de la utopía se encuentra a Dios.
y la duda. Dios es liberador de pobres y marginados y se experi-
De acuerdo a los relatos de las experiencias de menta en la fraternidad. Los seguidores de esta expe-
Dios y a los debates teológicos actuales, podemos re- riencia de Dios aceptan la vía teológica negativa apofá-
sumir los diferentes tipos de conversión y de inicia- tica, en el sentido de afirmar de Dios lo que no es.
ción en dos grandes tendencias. La primera corres- Buscan los «vestigia Dei» en la creación y en la historia
ponde a los que buscan el momento trascendente de a través de los «vestigia hominis». Corresponde a las
la experiencia religiosa como momento místico. Des- teologías de la inmanencia 18.
cubren la palabra de Dios a través de los salmos o de Pero, ¿donde y cómo experimentamos el misterio
otros relatos bíblicos, proclamados sobre todo en las de Dios? ¿Cómo sabemos que estamos experimentando
celebraciones. Llegan a la convicción de que a Dios se
le conoce por Cristo, palabra encarnada, que nos llega
por las Escrituras y la predicación. Dios irrumpe co- 18
CE F.-A. Pastor, «El Dios de la revelación», en R. Latourelle y R.
mo sentido incondicionado y último de la realidad Fisichella, Diccionario de Teología Fundamental, San Pablo, Madrid
1992, pp. 312-332.
amenazada por la muerte, el mal y el absurdo o la li-

104 105
a Dios e interpretando correctamente esta experiencia? 5. Pastoral de la iniciación cristiana
Recordemos que el Antiguo Testamento narra diversas
a) La iniciación cristiana es entrada
experiencias de Dios tenidas por su pueblo. El Nuevo
en la experiencia de Dios
Testamento se hace eco de la experiencia única de Dios
que tuvo Jesús, de las que tuvieron los discípulos de Je- En la experiencia espiritual la fe se expresa de dis-
sús iniciados por el Maestro y de las que se dieron en la tinta manera que en la teología reflexiva. Su lenguaje
Iglesia primitiva. Finalmente hay múltiples narraciones no es conceptual sino visual, auditivo, sensorial, co-
de experiencias de Dios en la literatura cristiana, espe- munional 21 . Ya recordé que la fe es en definitiva expe-
cialmente las tenidas por los místicos y, con frecuencia, riencia de Dios. El convertido narra su experiencia en
narradas por ellos mismos. forma de relato, que no es de tipo descriptivo -como
La experiencia ocurre, en realidad, en la concien- cuando se cuenta una historia- sino narrativo, es decir,
cia y tiene que ver con unas impresiones o vivencias testimonial, ya que implica a la persona que narra. Con
referidas a unos hechos. En la experiencia religiosa la narración se proclama una experiencia, una conver-
Dios es captado o recibido desde la adoración y el sión a Dios, una confianza en Jesús el Cristo. «Fre-
amor incondicionado como presencia inmediata y cuentemente -afirma G. Cordonnier- es la ocasión de
global. La experiencia cristiana abarca un conjunto de releer toda una historia personal que cobra sentido, de
convicciones, esperanzas, actitudes y modos de con- contar la novedad de una vida acaecida y de encarar el
ducta relacionados con la fe vivida personalmente y porvenir como una promesa» 22. Al relatar su experien-
en comunidad 19. En definitiva nos lleva a pasar del cia, los convertidos encuentran a otros cristianos, a
absurdo al sentido, del odio al amor, de la soledad a la quienes les ha ocurrido algo semejante. Todos forman
comunidad y de la muerte a la vida, «puesto que nos una comunidad narrativa de creyentes. Pero el primer
mueven -escribe G. O'Collins- hacia la plenitud de referente de la iniciación cristiana no es una doctrina o
la vida (el Padre), el sentido y verdad últimos (el Lo- un mito atemporal sino un suceso denominado «Pas-
gos) y la plenitud del amor (El Espíritu Santo)» 20. cua del Señor». Los relatos de los convertidos se refie-
ren siempre, de un modo u otro, al relato fundante
cristiano: Jesús vino del Padre al mundo por la encar-
nación y pasó del mundo al Padre por la muerte y la
resurrección. Las penas y alegrías de los convertidos
19
Cf. «Revelación y experiencia», Concilium 133 (1979); J.-P. Jos-
son penas y alegrías de Jesús el Cristo. Los iniciados vi-
sua, «Teología y experiencia cristiana», en Al servicio teológico de la Iglesia ven, gozan, agonizan, mueren y esperan en la vida, go-
(Homenaje a Y. Congar en su 70 aniversario), Sal Terrae, Santander zo, agonía, muerte y resurrección de Jesús. Así se expe-
1975, pp. 105-120; J. Martín Velasco, «Experiencia religiosa», en Con- rimenta el tránsito pascual. En el mundo iniciático, la
ceptos Fundamentales del cristianismo, Trotta, Madrid 1993, pp. 478-496;
A. Dou (ed.), La experiencia religiosa, Madrid 1989; X. Pikaza, Experien-
cia religiosa y cristianismo, Sigúeme, Salamanca 1981. 21
20
A. Pasquier, «Initiation, initiation chrétienne», o. c; p. 52.
G. O'Collins, «Experiencia», en R. Latourelle y R. Fisichella, Dic- 22
G. Cordonnier, «Editorial», Croissance de l'Église 120 (1996) 5.
cionario de Teología Fundamental, San Pablo, Madrid 1992, p. 470.

106 107
experiencia precede a la reflexión. La iniciación no es en un momento de dicha han contemplado al Señor de
transmisión de un saber sino pedagogía de entrada en los evangelios.
el «misterio» 23. Con la conversión se entra en un ca-
mino espiritual, en una vida en el Espíritu, que entraña
a un cambio de existencia pero desde la llamada de al- c) La iniciación cristiana se despliega
guien a quien se ama y que tiene el rostro de Dios. en la catequesis
Para orientar la vida cristiana y redescubrir la ex-
presión social de la fe, la comunidad necesita una
b) La iniciación cristiana es iniciación
adecuada catequesis. La restauración conciliar de la
al evangelio
iniciación ha hecho posible la aparición de diversas
El misterio cristiano se basa en Jesucristo, revelado iniciativas en la educación de la fe, como la catequesis
en las Escrituras, enraizado en la historia, con una in- catecumenal con candidatos que se preparan al bau-
negable tradición sacramental y profética. Ser cristiano tismo, la catequesis de adultos reiniciatoria de inspi-
es penetrar en el misterio evangélico de Jesucristo para ración catecumenal y la catequesis de adultos a se-
vivirlo en la historia. Por consiguiente, el proceso edu- cas 24. Este despliegue catequético muestra que mu-
cativo de la iniciación ha de entenderse a partir del chos adultos bautizados no han recibido a su debido
evangelio, del seguimiento a Jesús y de las exigencias tiempo una correcta iniciación cristiana, ya que la
de la vida. La iniciación cristiana se basa en la conver- familia no ha hecho posible la transmisión de la fe, la
sión a una vida evangélica, no en una mera conversión catequesis parroquial se ha mostrado insuficiente y la
sacramental. Se pretende descubrir un sentido de ini- enseñanza religiosa escolar ha sido en la práctica casi
ciación que reformule de un modo apropiado la fe, ineficaz.
valore el sentido social de la praxis y profundice la ori- La experiencia catecumenal ha puesto en evidencia
ginalidad de lo cristiano vivido en comunidad. Pero la las limitaciones que tenía la catequesis antigua. Ha sido
fe no es atávica; no nacemos con ella. Es aceptación li- necesario rehacer el contenido de la catequesis de
bre y personal de la llamada de Dios que se visibiliza adultos y su pedagogía de transmisión. Por esta misma
históricamente en el seguimiento de Jesús, a la luz del razón se necesitan, además, nuevos catequistas, educa-
evangelio. Naturalmente, esto exige entrar en el mis- dos para el diálogo y la no directividad. Es preciso co-
terio de Dios o de Jesucristo mediante una iniciación nectar el evangelio con la vida, el lenguaje religioso con
adecuada. La iniciación cristiana intenta que el candi- el habla común y el grupo cristiano con la sociedad.
dato penetre en el «secreto» cristiano del grupo y que Por otra parte, vivimos una vida cristiana incoherente.
se interne en el «misterio» del evangelio, que no es me- No todas las zonas de nuestra persona están evangeli-
ro impulso ético. Muchos convertidos reconocen que zadas. Con frecuencia el trabajo profesional, la vida
familiar, el ocio y la acción política están disgregados;
2
3 L.-M. Chauvet, «Les sacrements de l'initiarion», en L'initiation
24
chrétienne: Croissance de l'Église 108 (1993) 40. Cf. «Pero ¿existe la catequesis de adultos?», Sinite 106 (1994).

108 109
apenas los relacionamos con la fe. Necesitamos una asambleas dominicales parroquiales languidecen por-
catequesis en comunidad. que no están formadas por fieles iniciados en la fe, ni
se dan unas celebraciones que permitan experimentar a
Dios. En realidad, la comunidad cristiana es germen y
d) La iniciación cristiana tiene una dimensión matriz de iniciación cuando se sitúa en estado de mi-
sacramental sión y en continua referencia catecumenal. Por consi-
guiente, la iniciación no es algo fuera de la comunidad
La iniciación se lleva a cabo fundamentalmente por
sino su raíz. Dicho de otro modo, la comunidad cris-
una vía simbólica, de carácter sacramental, que pone
tiana auténtica posee una matriz iniciadora, teniendo
en contacto nuestra realidad personal y social con el
en cuenta que su lugar propio es la comunidad, en la
mundo trascendente y nuevo de Dios 2 5 . Tradi-
que unos son para otros catequistas, siendo la cateque-
cionalmente, los sacramentos de la iniciación son el
bautismo, la confirmación y la eucaristía. Considerada sis creadora de comunidad y al revés. Si no hay comu-
la penitencia como un «segundo bautismo», podemos nidad, el primer catecumenado es creador de la misma.
afirmar que los sacramentos de la re-iniciación para Si hay comunidad, la iniciación es una de sus tareas
bautizados convertidos son la penitencia y la eucaristía. nucleares. Además, la comunidad anuncia explícita-
Recordemos que el bautismo es único, es decir, se ce- mente la fe. La iniciación supone purificar intenciones,
lebra «de una vez por todas», mientras que la peniten- abrirse al misterio de Dios y promover el deseo de ser
cia y la eucaristía se celebran «cada vez que» (H. Bour- Iglesia en el mundo.
geois). De ahí que su repetición y su capacidad de
actualización haga posible la vida cristiana en el candi-
dato que se convierte y que en un día fue bautizado y, f) La iniciación exige conversión
probablemente, confirmado. El itinerario catecumenal a la realidad social
de los bautizados convertidos es, en realidad, semejante
al de los candidatos que se preparan al bautismo. No es posible la iniciación a la experiencia de Dios
dando la espalda a la historia y al mundo, ya que el en-
cuentro con el Dios cristiano pasa también por los
grandes acontecimientos. Sin discernir los signos de los
e) La iniciación introduce al convertido
tiempos o revisar la totalidad de la vida a la luz del
en la Lglesia
evangelio es imposible llegar a la experiencia religiosa
El hecho de que el Vaticano II restaurase el cate- cristiana madura. Las grandes preguntas por las injus-
cumenado al mismo tiempo que dio relieve a la comu- ticias, opresiones, abusos y explotaciones que se co-
nidad cristiana indica la importancia de la iniciación menten en el mundo son cuestiones que no pueden
en la formación comunitaria de los creyentes. Nuestras quedar al margen de la experiencia de Dios. En una
palabra, la conversión cristiana como experiencia de fe
25
Cf. L.-M. Chauvet, Símbolo y sacramento. Dimensión constitutiva no es un repliegue sobre sí mismo sino apertura al
de la vida cristiana, Herder, Barcelona 1991. Otro y a los otros.

110 111
Conclusión
La iniciación cristiana tiene que ver con la expe-
riencia de Dios, experiencia que concierne al ser hu-
mano en todas sus dimensiones y en todos sus modos
de relación. Dicha experiencia se relaciona con el cuer-
po y el espíritu, con uno mismo, con los otros, con to-
Experiencia de Dios,
do el universo y con dimensiones desconocidas que encuentro con el pobre
van más allá del campo de la conciencia. Es experiencia
de lo maravilloso y de lo cotidiano, de la paciencia y de
y compromiso por la justicia
la impaciencia, de la aseveración y de la duda, de la li-
bertad y del apremio, de la justicia y de la injusticia, de Julio Lois
la santidad y del pecado. En definitiva es experiencia
de la totalidad de la vida en referencia a Jesucristo,
protosacramento de Dios, o referencia a Dios, cuyo
manifestación plena es su Hijo Jesucristo. Pero no es
fácil experimentar a Dios en nuestra sociedad y en 1. El pobre, «relato por excelencia de Dios», lugar
nuestra cultura. Dios no es tan evidente como fue, qui-
zás, en épocas pasadas. Las noticias de Dios no llegan;
privilegiado de encuentro experiencial con El
hay que salir a buscarlas. Pero Dios es tan inmenso que En ponencia presentada al Simposio de Teología
cabe su experiencia en cualquier clima cultural, mo- celebrado en Marquette University, Milwaukee (29-31
derno o posmoderno, en cualquier pueblo desarrollado de marzo de 1979), con el fin de rendir homenaje a la
o sin desarrollar, en cualquier persona, ruda o cultiva- obra teológica de K. Rahner en sus 75 años, J. Sobrino
da^. recordaba que el gran teólogo alemán ha insistido
siempre en que la experiencia de Dios -misterio tras-
cendente, absoluto, inabarcable, que permanece siem-
pre misterio- es siempre una experiencia histórica «que
se puede dar solamente en conjunción con la experien-
cia de lo histórico categorial, de modo que la experien-
cia del misterio de Dios, del de-dónde y hacia-dónde
de la trascendencia, sólo se puede constituir a través de
una experiencia histórica determinada» l.
26
Cf. J. J. Tamayo, «Experiencia y problematicidad de Dios. Teolo-
gía, filosofía y ciencia. Bibliografía crítica», Sal Terrae 234 (1996) 351-
357. Tamayo reseña los libros de J. M. Velasco, La experiencia cristiana
1
de Dios; E. Schillebeeckx, Los hombres, relato de Dios; D . Solle, Dios en la Cf. Resurrección de la verdadera Iglesia. Los pobres, lugar teológico
basura; y ¿Dónde está Dios?: Concilium 242 (1992). de la eclesiología, Sal Terrae, Santander, 1981, p. 144.

112 113
En todo caso, para los que nos confesamos creyen- sistiendo en que los pobres son «lugar teológico». Esto
tes en Cristo, «la experiencia cristiana de Dios, que pa- equivale a decir que los pobres son, como indicaba I.
recería acercar a Dios hasta los límites de la visibilidad Ellacuría, «el lugar donde el Dios de Jesús se manifiesta
y la experiencia inmediata, se nos presenta... como ex- de modo especial, porque el Padre así lo ha querido» 4.
periencia necesariamente sacramental y mediada» 2 . Un lugar, por lo demás, muy particular, puesto que
Mediada sobre todo por Jesús de Nazaret, el Cristo, sa- constituyen «la máxima y escandalosa presencia profé-
cramento originario de Dios para todo creyente cris- tica y apocalíptica del Dios cristiano y, consiguiente-
tiano, lugar por excelencia del encuentro con Él. mente, el lugar privilegiado de la praxis y de la refle-
xión cristiana» 5.
Pues bien, y como indican los obispos españoles de
la Comisión Episcopal de Pastoral Social, «podríamos b) Se nos indica igualmente que los pobres son el
decir que Jesús nos dejó como dos sacramentos de su sacramento en el que Dios nos llama a la «projimidad»,
presencia: uno, sacramental, al interior de la comunidad: es decir, a trascendernos a nosotros mismos, a ser «ex-
la Eucaristía; y el otro existencial, en el barrio y en el céntricos», a dejar que nuestra vida, como la del buen
pueblo, en la chabola del suburbio, en los marginados, samaritano de la parábola lucana (cf. Le 10,25-37),
en los enfermos de sida, en los ancianos abandonados, pueda interrumpirse ante la presencia de los que están
en los hambrientos, en los drogadictos...» Y añaden: «medio muertos» en los caminos de la vida, para ser así
«Allí está Jesús con una presencia dramática y urgente, capaces de escuchar el «clamor» que de ellos brota, le-
llamándonos desde lejos para que nos aproximemos, nos vantarse juntos y juntos abrazar comprometidamente
hagamos prójimos del Señor, para hacernos la gracia ina- su causa, luchando por la justicia.
preciable de ayudarnos cuando nosotros le ayudamos» 3. Podríamos decir que los pobres son, por una parte,
En el texto citado se nos indican fundamental- lugar privilegiado de experiencia ética. Én el pobre el
mente dos cosas: sujeto humano es invitado a superar su «vigorosa ten-
dencia a constituirse en el centro de todo» (Lévinas)
a) En primer lugar, que los pobres y marginados,
para abrirse radicalmente al «otro» y escuchar su grito
los excluidos y «sobrantes», los «ninguneados» o «don
que demanda liberación. Para E. Dussel el principio
nadie», son sacramento de Jesús entre nosotros y, por
siempre válido «¡libera al pobre!» debe constituirse en
serlo, lugar posible de experiencia del Dios que se nos
«imperativo de la razón práctica»: «Descubrir al «po-
manifestó y sigue manifestando en Él, saliendo a
bre» ahora y aquí, en concreto, es lo propio de la con-
nuestro encuentro.
ciencia ética. Toda praxis que se dirige a su liberación
La Teología de la Liberación, en sus distintas ex-
presiones, ha desarrollado ampliamente este punto, in-
4
Cf. «Los pobres, lugar teológico en América Latina», en Misión
2 Abierta!A (1981) 712.
CE J. Martín Velasco, La experiencia cristiana de Dios, Trotea,
5
Madrid, 1995, p. 85. Cf. Ibíd., p. 711. Para una consideración más detenida de esta
3 Cf. La Iglesia y los pobres, n° 22. (Documento editado por EDI- cuestión, cf. J. Lois, Teología de la liberación: opción por los pobres, IEPA-
CE, Madrid, 1994). LA-Fundamentos, Madrid, 1986, pp. 149-157.

114 115
es fundamentalmente buena. Puede haber condiciones pobre se convierta en la experiencia que conduce a de-
que limiten su bondad y aun que la hagan injusta. Pero clararle prescindible y hasta «sobrante».
«la liberación del pobre» es el principio práctico de la En otros casos el encuentro con el pobre es, de he-
eticidadáz la praxis» 6. cho, lugar de experiencia positiva hacia el pobre, tra-
Pero deberíamos añadir que los pobres son también, ducida en compromiso coherente de lucha por la justi-
desde la perspectiva cristiana, lugar privilegiado de expe- cia, pero situada exclusivamente en el nivel ético, sin
riencia religiosa. En realidad, la misma experiencia ética referencia religiosa alguna, al menos explícita.
referida, cuando es leída a la luz de la fe cristiana, puede Y conocemos también a personas, hayan sido o no
y debe transformarse en experiencia de encuentro con anteriormente creyentes, para quienes el encuentro con
Dios, experiencia vinculada a la religiosidad profética, el pobre, traducido o no en compromiso de lucha por
que se expresa y concreta en conducta ética 7 . la justicia, se convierte en el lugar donde se experi-
Sin embargo, y pese a lo dicho, lo cierto es que el menta la ausencia de Dios o incluso donde se da su re-
encuentro con el pobre no es de hecho, para muchos, chazo o negación, donde se decreta su muerte.
lugar de experiencia ética en el sentido indicado. Y Para todo lo que vamos a decir interesa especial-
también es cierto que, aun siendo lugar de esa expe- mente tener en cuenta esta última posibilidad: el en-
riencia ética, ésta no va siempre, ni mucho menos, cuentro con el pobre puede ser, de hecho lo es y no in-
acompañada de la experiencia religiosa, del encuentro frecuentemente, el lugar de la negación de Dios. No son
con el Dios que se nos ha revelado en Jesús. Cualquier pocos incluso los que piensan que el encuentro con el
análisis de la realidad, por muy elemental que sea, nos pobre, cuando se traduce de forma coherente en com-
muestra como obvias ambas afirmaciones. promiso de lucha por la justicia, conduce fácilmente a la
En efecto, la realidad cotidiana nos muestra que el pérdida de fe. Y hasta se ha llegado, con «preocupación
encuentro con el pobre, para no pocos, puede limitarse pastoral», a extraer esta consecuencia: conviene que los
dolorosamente a ser el lugar donde se experimenta el creyentes, para evitar «abandonos» de la fe, no «apuren»
desprecio por el débil o incluso el lugar donde surge el demasiado el compromiso de lucha por la justicia en fa-
propósito de explotarle. Todavía más: no es infre- vor de la causa de los pobres. No deberíamos nunca, los
cuente en el momento presente que el encuentro con el que nos confesamos creyentes, ignorar o menospreciar
estos datos. Bastaría pensar, para no hacerlo, que los su-
6
frimientos de los inocentes, al igual que la cruz de Jesús,
Cf. Ética comunitaria, San Pablo, Madrid, 1986, p. 68.
7
demandan la muerte de muchos dioses.
En la perspectiva de los grandes profetas de Israel, como bien se
sabe, el conocimiento de Dios aparece vinculado a la realización de la Resumamos lo dicho hasta ahora: el encuentro con
justicia interhumana en favor de los pobres y excluidos, los huérfanos, las el pobre, traducido en lucha por la justicia, puede ser
viudas y los extranjeros (cf. Jer 22,15-16; Os 2,21-22; 4,lb-2; 6,4-6; Is
11,1-9). Es la misma perspectiva de Jesús de Nazaret, el Profeta escatoló- camino privilegiado de acceso a la experiencia cristiana
gico, pero radicalizada y profundizada, al ser fundamentada la exigencia de Dios, pero puede ser también el lugar que dificulta
de justicia en el amor y la fraternidad universales, que sin duda implican esa experiencia o que incluso la imposibilita.
solidaridad con la causa de los pobres y excluidos.

116 117
Es preciso tener en cuenta que, al ser confrontados nunca olvidar que el poder del mal y la impotencia del
con el sufrimiento de los inocentes - n o lo olvidemos: amor que lucha contra él son las grandes aporías con
los pobres, globalmente considerados, no son respon- las que tiene que enfrentarse la reflexión teológica.
sables de su situación de pobreza, sino víctimas de una
Naturalmente que son muchas las cuestiones que
injusticia que los hace empobrecidos-, no son pocos
surgen a partir de lo últimamente afirmado. Como la
los que experimentan la ausencia o incluso la muerte
reflexión que os ofrezco tiene carácter introductorio al
de Dios. Dostoievsky y Camus son testigos, entre tan-
coloquio abierto que vamos a mantener seguidamente,
tos otros, de la realidad de tales experiencias.
espero que esas cuestiones sean consideradas con la in-
Además, el encuentro con el pobre, traducido en tervención de todos los que lo deseen. A mí me intere-
lucha por la justicia, no sólo sitúa ante el mal en forma sa insistir en esa especie de «rostro jánico» que el en-
de injusticia que provoca el sufrimiento de los inocen- cuentro con el pobre, traducido en compromiso por la
tes -es decir, ante la experiencia tal vez más radical de justicia, tiene en relación con la experiencia de Dios.
sin sentido-, sino que confronta igualmente, en no po- Es, como queda dicho, lugar privilegiado para experi-
cas ocasiones, con el fracaso de tal lucha, es decir, con mentar a Dios y es, al mismo tiempo, lugar de tenta-
la impotencia del amor hecho compromiso. La reali- ción que puede conducir a su rechazo y negación. Pero
dad mantiene su perfil maltrecho y hasta maldito, y lo como la tarea que me han encomendado es poner de
que se experimenta no es la justicia que llega como manifiesto el perfil positivo de ese rostro, el perfil que
bienaventuranza para los pobres -el Reino que se hace mira hacia la experiencia de Dios y hace del encuentro
presente-, sino la injusticia que perdura. J. Sobrino con el pobre un lugar privilegiado para que ésta se
expresa todo esto con vigoroso realismo: «La justicia produzca, me limitaré a presentar algunas de las razo-
busca la eficacia histórica, busca re-crear la creación nes que pueden aducirse para mostrar que tal encuen-
maltrecha de Dios. Y sin embargo los resultados son tro puede propiciar la experiencia de Dios y a hacer al-
frecuentemente negativos. Al justo le va mal, al que
hace justicia se le persigue, al que intenta dar vida se le den liberados, en el que ya no se dé la diferencia y la contraposición entre
priva de ella, a los pobres se les anuncia la cercanía del ricos y pobres... Pero como esto no ha ocurrido todavía, queda ante los ojos
el escándalo de la impotencia de Dios. Los pobres, en vez de desaparecer, se
reino y éste parece eternamente lejano. Estas son expe- multiplican hasta constituirse en la mayoría de la humanidad y se multipli-
riencias cotidianas y experiencias que aterran no sólo, can sus dolencias y dolores... La impotencia de Dios en la historia es algo
ni en primer lugar, por la propia inseguridad del suje- que ha de ser aceptado en la confesión cristiana de la omnipotencia de Dios.
to, sino por la impotencia de Dios ante la injusticia. El problema de los pobres es así no sólo el problema de la humanidad sino
también el problema de Dios... El hecho mismo de la existencia masiva de
'Que el verdugo pueda triunfar sobre la víctima' los pobres va contra el reino de Dios, lo dificulta y pone en entredicho la
(Horkheimer) es la expresión de la impotencia de Dios misión misma de Jesús. Va contra Dios como Padre misericordioso de sus
y del escándalo de la fe en Dios» 8. No deberíamos hijos más débiles... Toda esta carga teologal lleva consigo la realidad lace-
rante de los pobres» (cf. «Pobres», en C. Floristán y J. J. Tamayo (eds.),
Conceptos fundamentales de Pastoral, Cristiandad, Madrid, 1983, p. 791).
8
Cf. Resurrección de la verdadera..., o. c, p. 75. Con no menor fuerza Sobre la necesidad de incorporar en la visión cristiana del mesianismo el
expresaba la misma idea I. Ellacuría: «Dios se descubre como Dios en la concepto judío de la «irredención del mundo», cf. J. Mokmann, Cristo para
promesa de establecer un reino entre los hombres, en el que los pobres que- nosotros hoy, Trotta, Madrid, 1997, pp. 91-106.

118 119
gunas consideraciones pedagógicas que puedan favore- de Jesús, es un lugar privilegiado para propiciar todas
cer esa dimensión positiva del encuentro. esas implicaciones que configuran la experiencia cris-
tiana de Dios.

2. ¿Por qué el encuentro con el pobre,


traducido en lucha por la justicia, 1) El encuentro con el pobre, lugar del
puede considerarse lugar privilegiado descentramiento y trascendimiento que es
de la experiencia cristiana de Dios? como la «expresión sacramental»
de que estamos habitados por Dios
Sin dejar de estar advertidos sobre la posibilidad de
que el encuentro con la injusticia padecida por el pobre La relación interpersonal con el «otro», como nos
pueda ser lugar de rechazo o negación de Dios -«no mi- han mostrado las corrientes personalistas de inspira-
res nunca el rostro del mal sin rezar», decía Bernanos-, ción judía y cristiana, es -debe ser, al menos- lugar
los cristianos tenemos muchos motivos para afirmar privilegiado de descentramiento y trascendimiento. En
que ese mismo encuentro, considerado a la luz de la fe, dicha relación se supera la tendencia a ser el centro de
es lugar de privilegio para experimentar al Dios de Je- todo o de hacer de lo que no soy yo, de lo distinto, un
sús. Algunos de ellos son los que voy a intentar pre- objeto disponible, situándolo en el campo del propio
sentar seguidamente. dominio. Todavía más: se experimenta la llamada a
abrirse al «otro» como a un tú y así se está en camino
A través de esta Semana de Pastoral se nos ha re- de abrirse a la absoluta trascendencia. «En el tú huma-
cordado con amplitud y precisión que la experiencia no tocamos la orla del tú eterno» 9.
del Dios cristiano supone o implica al menos:
Lo que hemos dicho referido a todo encuentro in-
- El trascendimiento de uno mismo, la liberación terpersonal o a la relación «yo-tú» genéricamente con-
de ese ensimismamiento que nos mantiene incurvados siderada, me parece que se cumple de forma privilegia-
sobre nosotros mismos. da en la relación con el «otro» pobre. El pobre es, en
- La intuición de que ese trascendimiento es, este sentido, el «otro» por excelencia, que, con su
como nos ha recordado J. Martín Velasco, «la huella «otreidad» inquietante, nos disloca y descentra. Es, en
activa en el hombre del más allá de sí mismo, del Infi- efecto, el «otro» que demanda romper con esa lógica
nito, con la que el Infinito mismo le ha dotado». sistémica que sólo entiende de relaciones posesivas de
dominio o bastardamente interesadas, que exige la
- Implica también o conduce a la invocación y
alabanza de ese Misterio infinito -que nos trasciende y
nos invita a trascendernos- por su cualidad de Presen- 9
CE J. Martín Velasco, Dios en el universo religioso, en A A . W . ,
cia amorosa acompañante, salvífica y liberadora. Interrogante: Dios. XX Foro sobre el hecho religioso, Fe y Secularidad/Sal
Terrae, Madrid-Santander, 1996, p. 42. El autor recuerda que a esa
Pues bien, el encuentro con el pobre, traducido en misma conclusión llegan M. Buber, G. Marcel y F. Ebner desde sus aná-
lucha por la justicia, visto a la luz de la Buena Noticia lisis del mundo de las relaciones interpersonales.

120 121
subversión de la escala de valores y que nos abre, al pre humanizar más, es la más fundamental experiencia
mismo tiempo, a la gran verdad de lo real, al clamor del ser mayor de Dios» n . En la lucha por la justicia
del sufrimiento injusto. que brota del encuentro con el pobre estamos, pues,
De esta forma, el encuentro con el «otro» pobre, al proyectados, en virtud de un «sí» anterior a todo, hacia
mismo tiempo que nos despierta de nuestro «sueño de un bien que nos trasciende, que nos proyecta más allá,
la inhumanidad» 10, nos abre al encuentro-conversión siempre más allá. Es la huella o la llaga de la trascen-
con el «Otro» con mayúscula. En efecto, si el encuen- dencia.
tro con el pobre lleva, por honradez y fidelidad con lo Todavía más. En ocasiones -lo estamos viendo en
«visto y oído» en él, al compromiso por la justicia, in- estos momentos con algunos de los africanos/as que vi-
troduce al sujeto que se compromete en un proceso ven en la zona de los Grandes Lagos y también con al-
inacabado y abierto, proyectándolo hacia un «plus» gunos/as de los voluntarios que allí trabajan- en la lu-
siempre posible de mayor justicia y dignificación de la cha por la justicia se puede escuchar la demanda de
condición humana. ¿No es acaso legítimo ver en ese entregar incluso la vida, si ello viene exigido por la cau-
estar proyectados siempre hacia delante, hacia la utopía sa. Y, como tanto ha insistido K. Rahner, es la dispo-
de la superación de la pobreza injusta, una huella de la nibilidad a morir para dar vida a los demás la media-
trascendencia de Dios? En esta dirección señala J. So- ción por excelencia de la experiencia del misterio de
brino que «en la práctica de la justicia aparece de otra Dios 12.
forma y de manera más radical el carácter de trascen-
dencia de Dios. El misterio de un Dios mayor aparece
mediado por el «más» en la exigencia a humanizar al 2) El encuentro con el pobre, visto a la luz
hombre, a re-crearlo. A ese sí incondicional que Dios de la fe cristiana, lugar preferente
pronuncia sobre la humanización del hombre, sobre el de encuentro con el Dios que en Cristo
hacerle justicia, no se le puede poner ningún límite crucificado y resucitado se nos ha manifestado
objetivo, aunque esa ilimitación sólo pueda hacerse real como salvación
en el mismo proceso de superar los límites de una hu-
manización determinada ya conseguida. Ese proceso de Aquí nos interesa especialmente situarnos ante el
hacer más justicia al hombre y la experiencia de que supuesto que entraña mayores dificultades, es decir,
sobre ese «más» no hay límites a priori ni los puede nos interesa confrontarnos con el fracaso histórico
determinar ni siquiera quien practica la justicia, es la de la lucha por la justicia que brota del encuentro
mediación de la experiencia del ser mayor de Dios. con el pobre. Incluso entonces afirmamos, desde la
Sentirse dominados por ese «más» de humanización y fe, que el encuentro que conduce a tal fracaso puede
no manipular de ninguna forma la exigencia de siem- ser, debe ser, lugar preferente de encuentro con el

11
Cf. Resurrección de la verdadera..., o. c., pp. 71-72.
10 12
Cf. J. Sobrino, El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pue- CE, por ejemplo, Curso fundamental de la fe. Introducción al con-
blos crucificados, Sal Terrae, Santander, 1992, 12-16. cepto de cristianismo, Herder, Barcelona, 1977, p. 346.

122 123
Dios que se nos ha revelado en Jesús como Presencia tros en nuestro sufrimiento, en el dolor de nuestro
que salva. fracaso. Está aquí en juego la solidaridad de Dios con
En efecto, en el fracaso de la lucha por la justicia el nosotros. En «clave de dolor de Dios» la fe cristiana
creyente cristiano puede experimentar la presencia sal- nos invita a contemplar su presencia, a experimen-
vífica de Dios: tarle como solidaridad amorosa y salvífica 14, en las
cruces de los crucificados y en los fracasos con los que
a) En ciave de «presencia-ausencia» o de presencia nos confrontamos desde el compromiso solidario con
que acompaña siempre pero que no resuelve mágica- su causa.
mente nada. Es la clave que proporciona el aconteci-
miento de la cruz de Jesús en la que «Dios estaba en Él b) También es posible experimentar la presencia
reconciliando al mundo consigo» (cf. 2 Cor 5,19) pero de Dios en el encuentro con el pobre, traducido en lu-
no impidiendo que se consumase la crucifixión. Una cha por la justicia que se confronta con el fracaso his-
clave que remite al Dios silente, «débil e impotente», tórico, en «clave profética», es decir, interpretando su
negado, expulsado de la historia y crucificado. silencio y ausencia como presencia que denuncia la
injusticia y sigue demandando compromiso. El Dios
Un sector importante de la teología cristiana ac- negado clama y sigue exigiendo la superación de esa
tual, tanto católica como protestante, no vacila en negación que se expresa en la injusticia que no se logra
afirmar que «Dios es capaz de sufrir» e incluso que superar. La fe cristiana nos sitúa así ante la cuestión
«sólo un Dios que sufre puede ayudarnos» (Bonhoe- que tanto preocupaba a Bonhoeffer: la inversión de la
ffer) 13. Sólo un Dios sufriente pudo ayudar a Jesús en religiosidad humana. La pregunta ¿dónde está Dios?, o
su cruz. Sólo un Dios que sufre puede estar con noso- mejor, ¿dónde estás tú, Señor, como Presencia que sal-
vas en la historia? se transforma en pregunta que Dios
13
«Cuanto más se tiene en cuenta el axioma de la apatía en la doc- nos dirige a nosotros: ¿dónde estás tú?, ¿qué has hecho
trina de Dios, más se debilita la capacidad de identificar a Dios con la de tu hermano o qué haces por tu hermano? 15
Pasión de Cristo. Si Dios es incapaz de sufrir, entonces la consecuencia es
que la Pasión de Cristo sólo puede ser considerada una tragedia humana. c) La audacia de la fe cristiana puede incluso leer
Quien solamente vea en la Pasión de Cristo el sufrimiento de un buen el silencio de Dios en el fracaso histórico en «clave de
hombre de Nazaret, tendrá un Dios que inevitablemente se volverá un
poder celestial frío y mudo, que no puede ser amado. Eso significaría el
fin de la fe cristiana. Consiguientemente, la teología cristiana se ve esen-
14
cialmente obligada a reconocer a Dios mismo en la Pasión de Cristo, y a Cf. J. Moltmann, Cristo para nosotros..., o. c., pp. 37-40.
descubrir la Pasión de Cristo en Dios. Contrariamente a los numerosos 15
¿O habría que decir más bien, como insinúa J. Martín Velasco,
intentos de armonizar la apatía y la pasión... parece más consecuente de- que la pregunta propiamente religiosa es esa última? «El hombre tiende a
jar de presuponer el axioma de la apatía y partir más bien del axioma de preguntarse por Dios en términos como éstos: '¿Dónde está Dios?'
la pasión de Dios, para poder entender el sufrimiento de Cristo como el 'Quién es Dios?', que suponen el sujeto que se pregunta en el centro, e
sufrimiento del Dios apasionado... Se trata del sufrimiento activo, de la incorporando a Dios en el círculo abierto en torno a él. En la religión el
apertura voluntaria a ser sacudido y conmovido por otro, es decir, el su- hombre vive a la luz de la Presencia que le interroga -'Adán, ¿dónde es-
frimiento del amor apasionado» (cf. J. Moltmann, Cristo para nosotros..., tás?'- y le asigna su lugar. Y el hombre sólo sabe de Dios en la medida en
o. c., pp. 41-42; cf. también la posición distinta de J. B. Metz en que acepta esa asignación y se reconoce desde la relación que instaura»
AA. VV., Esperar a pesar de todo, Trotta, Madrid, 1996, pp. 61-63). (cf. Dios en el universo..., art. cit., p. 45).

124 125
amor», ya que el Dios de la kénosis, ausente y silente, de la pregunta, de la lamentación y de la queja: 'Ahora
paciente y «débil», incluso crucificado, es el Dios amor te han visto mis ojos', puede decir Job -que, siendo re-
radical que se detiene delicada y respetuosamente ante ligioso, sólo sabía de Dios de oídas- cuando termina
la libertad de los seres humanos y renuncia a toda me- por aceptar el Misterio tras el fracaso de todas las expli-
diación de fuerza impositiva, porque los quiere verda- caciones. 'En tus manos encomiendo mi vida', puede
deros interlocutores, responsables y libres. Es el Dios decir Jesús, con la expresión de la más absoluta con-
que ha elegido por libérrima decisión la «estrategia de fianza, tras haber experimentado el abandono de la
la autolimitación o de la retirada», estrategia peculiar y Presencia del Padre: 'Dios mío, ¿por qué me has aban-
paradójica de presencia informada por el amor ofrecido donado?'» 16 Tal vez fue ésa la experiencia de los que
y no impuesto, que alcanzó su expresión culminante en entraban en los hornos crematorios cantando salmos o
el «antimesianismo» o «mesianismo kenótico» de Jesús. la experiencia actual de supervivientes de Auschwitz, o
Es la apuesta arriesgada de Dios, manifestada en Jesús, de tantos otros infiernos construidos por las manos de
por la capacidad del amor de quebrar la dinámica del los seres humanos, que niegan toda posibilidad de ex-
mal en su misma raíz, renunciando al ejercicio del po- plicación a la teología o todo lenguaje sobre Dios y
der que vence. que, no obstante, hablan a Dios y, desde el no enten-
der, siguen creyendo y confiando en El 17.
Las explicaciones referidas son las que la teología
actual suele ofrecer para explicar porqué, a la luz de la En todo caso tiene razón Moltmann cuando dice
fe cristiana, el encuentro con el pobre, cuando se tra- que «quien es capaz de reconocer la presencia y el
duce en lucha por la justicia que se confronta con el amor de Dios en el abandono de Dios presente en el
fracaso histórico, puede y debe ser lugar de experiencia Hijo crucificado, le reconoce también en todas las co-
de Dios. sas» 18.

Pero tal vez sería conveniente recurrir a otra clave


no propiamente teológica a la hora de intentar explicar 16
Cf. IbüL, p. 47.
que el encuentro con el pobre, con las características 17
Resulta conmovedor el testimonio de E. Wiesel, superviviente de
tantas veces mencionadas, puede y debe ser lugar de Auschwitz y Premio Nobel de la Paz, que después de expresar su convic-
experiencia de Dios. Me refiero a una clave propia- ción de que ya no es posible la teología añade: «La cuestión de si se puede
seguir creyendo en Dios después de Auschwitz es una de las cuestiones
mente religiosa, informada por la confianza incondi- más graves que me he planteado en todos estos años. Puedo decir, sin
cional, que se mantiene tras el fracaso de todas las ex- embargo, que, pese a todas las dificultades, a todos los obstáculos, nunca
plicaciones teológicas. Y es que, como indica J. Martín me he apartado de Dios. He tenido, y sigo teniendo, grandes problemas
Velasco, «forma parte de la religión la seguridad de con El. Por eso protesto contra El. A veces entablo un juicio contra Él. Y
sin embargo: todo lo que hago sucede desde el interior de la fe, no desde
que, en el fondo de la oscuridad, del sufrimiento, in- fuera. Cuando se cree en Dios, se le puede decir todo. Se puede estar fu-
cluso llevado al extremo del nihilismo, brilla alguna luz rioso con El, se le puede alabar, se le pueden exigir cosas. Sobre todo, se
para quien, por no haber perdido la confianza, sigue le puede exigir que sea justo» (cf. Esperar a pesar..., o. c, p. 97).
aferrándose a la Presencia, aunque sea experimentada 18
Cf. Hablar de Dios como mujer y como hombre, PPC, Madrid,
bajo la forma del abandono y expresada en el lenguaje 1994, p. 37.

126 127
Por otra parte, a la luz de la fe, es preciso no olvidar del mal que representa la pobreza injusta y el fracaso de
jamás que el mismo Dios que estaba con Jesús en la la lucha por superarla, sentirá la necesidad de lamen-
cruz reconciliando al mundo consigo, sufriendo con él, tarse amargamente ante Dios:
es el que ha resucitado al crucificado de entre los
muertos. Desde la perspectiva en que sitúa la fe en la Hoy también me quejo y me rebelo,
resurrección, la lucha contra la pobreza y la exclusión porque su mano agrava mis gemidos.
social, por más que sea confrontada con el fracaso, está ¡Ojalá supiera cómo encontrarlo,
validada por el Dios que resucitó a Jesús y le liberó de cómo llegar a su tribunal!
la maldición y exclusión que significó su muerte en la Presentaría ante él mi causa
cruz. La esperanza que brota de la resurrección no con la boca llena de argumentos,
sabría con qué palabras me replica,
puede ser sofocada por el fracaso de la lucha por la
y comprendería lo que me dice.
justicia. Es «spes contra spem», como indicaba Pablo. ¿Pleitearía él conmigo haciendo alarde de fuerza?
En la resurrección Dios mismo asumió la causa de los No; más bien tendría que escucharme.
crucificados de la tierra y Jesús resucitado se ha con- Entonces yo discutiría lealmente con él
vertido en la anticipación de la victoria definitiva. y ganaría definitivamente mi causa.
Pero me dirijo al levante, y no está allí;
al poniente, y no lo distingo;
3) Todavía más y en consecuencia: el encuentro lo busco al norte, y no lo veo;
con el pobre es también lugar preferente me vuelvo al mediodía, y no lo encuentro (Job 23,2-9).
de surgimiento de la invocación confiada
¿No fue semejante la experiencia por la que pasó el
al Dios que se nos ha manifestado en Jesús,
mismo Jesús desde el «fracaso» de la cruz?: «Dios mío,
crucificado y resucitado
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Me 15,34;
Si el encuentro con el pobre, incluso cuando con- Mt 27,46).
duce a la lucha por la justicia que se confronta con el Pero no concluye así la experiencia de Jesús ante
fracaso, se convierte, a la luz de la fe, por las razones el fracaso histórico de su crucifixión. Desde su fe ca-
indicadas y en el sentido expresado, en lugar donde se paz de «vencer al mundo», es decir, desde su lectura
experimenta la presencia escandalosa, pero siempre creyente en clave profética y de amor, Jesús supo vis-
amorosa y acompañante de Dios, será igualmente el lumbrar, en el seno mismo de la cruz, la presencia
lugar donde se sienta la urgencia de invocarle y hasta acompañante y crucificada de su Padre Dios y pasar
de alabarle, como sucede en toda auténtica experiencia de la queja por el abandono a la invocación confiada:
de Dios. «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Le
23,46).
Es cierto, en ocasiones sólo brotará la queja, la la-
mentación o incluso el reproche ante el Dios que pare- Jesús es, para todos los que hemos sido llamados
ce ajeno y ausente. Al igual que el Job abrumado por el a ser sus seguidores, el «primero o primogénito» de
dolor inexplicable, el que experimente el sin sentido los creyentes. Esto significa que hemos de vivir «fijos

128 129
los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe» (Heb Es preciso entonces, y antes de nada, potenciar to-
12,2). Necesitamos la fe de Jesús, capaz de «vencer al do lo que nos permita ver la realidad de los pobres y
mundo», es decir, capaz de confrontarse sin desfalle- excluidos -ese lado oscuro de la realidad que tantos
cer con la «demora» del Reino o con el sin sentido intereses quieren escamotear a la mirada- y oír su cla-
que representa la terca e injusta realidad de tantas mor.
cruces históricas, que gravitan sobre los hombros de
La capacidad de ver y oír, que permite tomar con-
los pobres y excluidos de la tierra, de los pueblos que
ciencia o hacerse cargo de lo real, supone inquietud
siguen siendo hoy crucificados. Con esa fe seremos
permanente de búsqueda y mirada limpia o «castidad
evangelizados por los pobres y ellos serán para noso-
existencial».
tros lugar de privilegio para experimentar al Dios
diferente y hasta disidente que se nos ha manifestado Es preciso tener en cuenta que no es fácil ver la
en Jesús, y por ello, lugar desde el que brotarán, diri- realidad y escuchar su clamor. En primer término, la
gidas a Él, nuestras quejas, pero también nuestras in- realidad, en sí misma considerada, no es fácilmente
vocaciones confiadas y nuestras mejores alabanzas 19. captable por ser sumamente compleja. Se resiste a ser
conocida sin esfuerzo, mediante una visión simple-
mente intuitiva o una consideración meramente empí-
3. Algunas consideraciones pedagógicas rica, sobre todo cuando se quiere conocer causalmente,
que puedan facilitar que el encuentro es decir, cuando se pretende saber, como es nuestro ca-
con el pobre sea realmente lugar so, no sólo lo que existe, sino también por qué existe lo
de experiencia de Dios que existe y no existe lo que debiera de existir. Hay que
tener en cuenta además que esa complejidad de lo real
¿Cómo favorecer que el encuentro con el pobre se oculta a nuestra mirada y a nuestro oído porque
conduzca realmente a la experiencia de Dios? suele darse un «encubrimiento ideológico» que intenta
En primer lugar, y como es obvio, es preciso favo- defender intereses que se verían amenazados en el su-
recer que tal encuentro se produzca con la mayor pro- puesto de que la realidad fuese causalmente conocida
fundidad posible y así el pobre pueda constituirse en y, en su caso, transformada.
lugar de experiencia ética en el sentido ya indicado an-
Hay también otras dificultades derivadas de la si-
teriormente.
tuación personal del sujeto que busca conocer. Éste
El encuentro con el pobre requiere que su realidad puede estar, incluso sin ser del todo consciente de ello,
sea vista y oída, que nuestra vida quede «interrumpida» interesado en no ver y oír, para no sentirse inquietado,
por la visión y la escucha y que, por fin, la «interrup- desafiado o incluso juzgado por la realidad.
ción» se traduzca en compromiso de transformación.
¿Cómo superar estas dificultades? ¿Cómo lograr esa
19 mirada limpia y ese oído atento, esa «castidad intelec-
Cf. J. Lois, «La fe que Vence al mundo': Respuesta creyente al
Dios que nos busca en y desde la Historia», Sal Terrae (Mayo 1981) 347- tual» y «existencial» que permite abrirse honradamente
358. a la realidad, especialmente en lo que tiene de desa-

130 131
fiante, y no pasar de largo? Más concretamente, ¿cómo Pero para encontrarse en profundidad con el pobre
abrirse a la realidad de los pobres y excluidos y escu- no es suficiente hacerse cargo de su realidad, verla y
char su clamor? oírla. Es preciso además que ese «ver y oír» nos impli-
Parece muy conveniente la encarnación real en ese que, nos disloque, nos descentre, «interrumpa» nuestra
mundo de los pobres. Hay realidades que, desde la le- vida, como le gusta decir a J. B. Metz. En la termino-
janía, ocultan su rostro. Si queremos encontrarnos con logía zubiriana de Ellacuría: además de «hacerse cargo»
el mundo del pobre hay que acercarse a él, encarnarse de la realidad hay que «cargar con» ella, es decir, sen-
en él. Es verdad que la encarnación en el mundo del tirla como propia («mea res agitur»), experimentarse
pobre es un proceso inacabado y admite grados diver- concernidos y desafiados por ella, vibrar con pasión
sos de realización. Pero sin alguna forma de encarna- ante ella, indignarse ante el clamor detectado...
ción el encuentro real y profundo con el pobre y su Esa vibración pasional o indignación ética, que
mundo se hace muy difícil. La encarnación conduce de conduce a la implicación personal con la realidad co-
la mano a la «austeridad solidaria», que nos libera de nocida, se produce cuando nos acercamos al mundo de
las grandes «fijaciones idolátricas» de nuestro tiem- los pobres con entrañas de misericordia, es decir,
po 2 0 . cuando entablamos con el pobre una dinámica relacio-
La inquietud sincera de búsqueda, informada nal capaz de superar la racionalidad puramente analíti-
por la perspectiva que otorga la encarnación y la li- ca y nos dejamos informar por la ternura, la compasión
bertad que concede la austeridad, proporcionan esa y la solicitud 21.
mirada limpia o castidad intelectual y existencial Finalmente, el encuentro con el pobre como lugar
que facilita hacerse cargo de la realidad del pobre, de experiencia ética requiere que se dé el paso al com-
condición indispensable para que pueda darse el en- promiso de lucha contra la injusticia que su pobreza
cuentro con él. representa. Hay que «encargarse de» transformar esa
realidad vista y oída, ante la que experimentamos in-

20 21
La experiencia nos dice que sin encarnación y austeridad la reali- Los seres humanos (seres-en-el-mundo, con-las-cosas y con-los-
dad de los pobres se oculta. Dicho más claramente: los ricos o acumula- otros) necesitamos una mística de relación convivencial, que nos permita
dores que viven «blindados» en sus recintos exclusivos, los fascinados por superar la relación meramente objetivante con la realidad y nos lleve no
el consumo galopante, los arribistas dispuestos a pagar cualquier precio sólo a sentir, sino a identificarnos con la realidad sentida (a con-sentir
para conservar la cuota de poder que han conseguido, los poseedores sa- con ella), no sólo a caer en la cuenta de la pasión del mundo - y espe-
tisfechos de la verdad... no están en condiciones de encontrarse realmente cialmente del padecer y del clamor de los pobres y de los excluidos, víc-
con el pobre y su mundo de pobreza injusta. Es interesante observar có- timas de la injusticia-, sino a tener com-pasión, no sólo a vivir en el seno
mo los autores neotestamentarios nos advierten sobre las dificultades que de esa realidad, sino a con-vivir, simpatizar y entrar en comunión cordial
pueden darse en el sujeto para abrirse a la realidad. Pablo indica que la con ella. Una mística, en fin, que nos permita abrirnos a una relación
impiedad o injusticia de la vida impiden apropiarse de la verdad profun- amistosa y fraternal con nuestros semejantes y aun con la totalidad de lo
da de lo real y Juan insiste en que la oscuridad de la vida impide al ser real. (Sobre la necesidad de una mística de la convivialidad, ecológica-
humano acercarse a la luz y ver: cf., al respecto, Rom 1,18 y Jn 3,19-21; mente extendida a la totalidad de lo real, cf. L. Boff, San Francisco de
cf. también AA. W . , El secuestro de la verdad. Los hombres secuestran la Asís. Ternuray vigor, Sal Terrae, Santander, 1982, pp. 19-74; Id., Ecolo-
verdad con su injusticia (Rom 1,18), Ed. Sal Terrae, Santander, 1986. gía: grito de la tierra, grito de los pobres, Trotta, Madrid, 1996).

132 133
dignación ética y por la que nos sentimos desafiados. potenciar la capacidad de captar la densidad sacra-
Pero tenemos experiencia de que el compromiso que mental de la realidad y más concretamente, en nuestro
persigue la transformación liberadora de la realidad, la caso, la densidad sacramental del pobre, para avanzar
superación de la pobreza injusta, exige una apuesta na- así hacia la experiencia propia y expresamente religiosa,
da fácil de realizar y asumir. Supone, al menos, gozar hacia el encuentro con el Dios cristiano.
de la libertad que permite poner en juego la existencia ¿Cómo conseguir esa mirada propia de la fe cristia-
y apostar por la que es, sin duda, una «causa fuerte». Y na que permite ver en el pobre el «sacramento existen-
supone igualmente capacidad para asumir la dosis ine- cial» de Cristo y, por ello, el lugar donde nos sale al
vitable de ambigüedad que lleva consigo todo com- encuentro el Dios que en El se nos ha revelado como
promiso de esa naturaleza y el espíritu necesario de gracia que salva?
fortaleza para «aguantar» la conflictividad que siempre
La respuesta a esta pregunta exigiría considerar con
genera cualquier proceso de cambio no deseado por los
amplitud y rigor la experiencia cristiana de Dios. No es
que detentan más poder en la sociedad.
ése, naturalmente, mi propósito. Me voy a limitar a
Encarnación en el mayor grado posible en el presentar unas breves consideraciones que considero
mundo de los pobres, austeridad que libera de «fija- fundamentales 23 .
ciones idolátricas» y posibilita el ejercicio activo de la
Todas las apuestas y actitudes indicadas anterior-
solidaridad, entrañas de misericordia para dejarse
mente para facilitar la experiencia ética pueden igual-
«interrumpir» la vida y hacerse prójimo del que está
mente considerarse como «preámbulos existenciales»
excluido, libertad para poner en juego la existencia al
de la experiencia de Dios. A ellos convendría añadir
servicio de la causa justa de los pobres de la tierra,
ahora los que Martín Velasco considera «rasgos comu-
fortaleza para asumir la conflictividad que dicha
nes a todos los itinerarios personales» que conducen a
puesta en juego genera... He ahí, entre otras, algunas
la experiencia de Dios, es decir, la renuncia y el desa-
de las apuestas y actitudes que es preciso potenciar
simiento, el recogimiento, la soledad y el silencio.
para que el encuentro con el pobre sea lugar de expe-
riencia ética, es decir, lugar de experiencia de la alte- No es posible aquí entrar en la consideración deta-
ridad que demanda nuestra «projimidad» y nos abre llada de los mencionados preámbulos 24. Sólo interesa
al deber incondicional de combatir el mal que su po- destacar la importancia que tiene para experimentar la
breza injusta supone. presencia de Dios, también en el encuentro con el po-
bre, la oración solitaria y silenciosa que favorece esa
Pero todo lo dicho no es suficiente si queremos que
«pasividad radical» que nos permite ser visitados por
el encuentro con el pobre sea igualmente lugar de ex-
Dios. Es El quien en definitiva ha de crear en nosotros
periencia explícita de Dios 2 2 . Para ello sería necesario
23
En la obra citada en la nota anterior, J. Martín Velasco ofrece una
22 reflexión sumamente interesante sobre la experiencia cristiana de Dios. A
Subrayo lo de explícita porque la experiencia ética dotada de in-
ella me remito.
condicionalidad es ya, me parece, implícitamente religiosa. C£, al res-
pecto, J. Martín Velasco, La experiencia cristiana..., o. c, pp. 72-73. uCÍIbid., 32yss.

134 135
los «ojos nuevos» que necesitamos para percibir su pre- Me refiero a ese contacto sapiencial que pasa de la
sencia escandalosa en el pobre 25. Una oración que nos contemplación agradecida a la práctica de la voluntad
sitúa de forma permanente en un clima de gratuidad, revelada de Dios y, muy especialmente, que conduce al
ante un Dios que nos ama primero y nos presta su seguimiento de Jesús. Es siguiendo al que fue crucifi-
propia mirada 26 . cado por amor a los crucificados como sabremos y sa-
Me parece igualmente importante, en orden a favo- borearemos, con los ojos nuevos de la fe, que el en-
recer el encuentro experiencial con Dios en el pobre, el cuentro profundo con los pobres que siguen siendo
contacto sapiencial con la revelación bíblica, con hoy crucificados, traducido en lucha por la justicia in-
nuestros «relatos fundantes» y especialmente con los formada por el amor, es no sólo fuente de experiencia
cuatro relatos del crucificado y resucitado. Es en con- ética incondicional, sino también fuente de experiencia
tacto con el libro del Éxodo, con la preocupación de del Dios cristiano. Y lo es incluso cuando, como Jesús,
los grandes Profetas por la justicia referida a la defensa somos confrontados con el fracaso histórico y pasamos
de los indefensos, con la oración del pueblo de Israel por la experiencia de la cruz y del abandono.
recogida en los Salmos, con el sufrimiento de Job y Una última consideración: para que el encuentro-
tantas máximas sapienciales y, muy particularmente, conversión al pobre se vaya traduciendo de forma «es-
con los relatos que nos sitúan ante el mensaje, vida, pontánea» en encuentro experiencial con Dios, será
muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, como sa- muy conveniente un ejercicio cotidiano, continuado y,
bremos o «saborearemos», con la sabiduría renovada de siempre que se pueda, comunitario, de revisión de vi-
la fe, que la vida de los crucificados es el lugar prefe- da, que permita una lectura de la situación actual de
rente donde Dios, el Dios de Jesús, nos sale al encuen- los pobres de la tierra a la luz de la Palabra y una re-
tro para demandar nuestra incondicional «projimidad» lectura de la Palabra a la luz de esa misma situación
y así otorgarnos la salvación ya desde ahora. que se está intentando transformar en sentido libera-
dor.
25
El hombre -señala Martín Velasco- se comporta en las experien-
cias religiosas, en primer lugar, como sujeto pasivo. Toda experiencia re-
ligiosa es en definitiva 'teopática'. El hombre, más que aprender a Dios,
más que conocerlo, lo recibe, lo padece: non discens sedpatiens divina, 'no
aprendiendo, sino padeciendo lo divino', decía el Pseudo-Dionisio en
una expresión que santo Tomás asume y hace suya. Toda experiencia re-
ligiosa tiene carácter responsivo; en ella el sujeto es consciente de no ser
la fuente de la iniciativa, sino de ser incitado desde sus primeros pasos»
(cf. Ibíd, p. 47).
26
Es interesante subrayar que los teólogos latinoamericanos de la li-
beración, todos ellos especialmente preocupados por ver en el pobre un
lugar privilegiado para experimentar la presencia de Dios, insisten espe-
cialmente en ese clima de gratuidad a que nos referimos. Esta insistencia
es clara en la obra de G. Gutiérrez, sobre todo a partir de los años 80.

136 137
Lugares para el encuentro con Dios
en la vida cotidiana
Luis Briones

Introducción
Llevando en los labios la pregunta «¿Dónde está
Dios?», que atraviesa toda esta Semana de Pastoral,
acabamos de oír en la eucaristía los ecos de la primera
carta de san Juan: «A Dios nadie lo ha visto nunca;
cuando nos amamos unos a otros, Dios está con noso-
tros, porque Dios es amor».
¿Qué más hace falta decir? ¡Nos ha dicho Él tan
claramente dónde está!
Pero somos como los niños ante su padre: cuando
éste les explica algo, ellos, a veces, le dicen: «O sea, pa-
pá, que lo que quieres decir es esto y esto». El padre
comprende que el niño necesita decirlo a su modo, y le
contesta complaciente: «Sí, hijo, así es».
Eso vamos a hacer una vez más. Necesitamos
nuestras palabras, seguramente más prolijas y menos
claras, para decir a nuestro modo lo que el Señor nos
ha dicho. Y El lo sabe, y lo quiere.
Antes de abordar el tema, conviene situarlo bien.

139
Para ello quiero, en primer lugar, aclarar el sentido del dicios de Dios para abrirnos a la fe en El. En esta
título de la exposición; en segundo lugar, definir la perspectiva nos colocamos cuando hablamos de «sig-
perspectiva desde la que hablo, y, en tercer lugar, ex- nos de Dios hoy», «signos de Dios para los jóvenes
presar los objetivos que me propongo. de hoy», etc. Es evidente que, para el trabajo misio-
nero en medio del ambiente secular de nuestro tiem-
po, este enfoque es sumamente interesante, funda-
Explicación de términos mental.
Aunque éstos puedan parecer obvios en su signifi- - Sin embargo, en este trabajo me voy a referir
cado, es importante precisar desde el principio a qué más bien al primer sentido: es una perspectiva, po-
nos referimos con cada uno de ellos, pues pueden tener dríamos decir, más «teologal»: supone la fe en Dios y
importantes matices diferenciadores. busca extraer las consecuencias vitales de una vida teo-
logal, pero mostrando su fundamentación y sus mo-
dos.
• «Lugares de encuentro»
y «lugares de referencia»
• «Encuentro con Dios» en sentido pleno
Hay que distinguir entre «lugares donde se en- o integral
cuentra, o se puede encontrar a Dios», y lugares «de
referencia a Dios». Con la primera expresión queremos A veces, cuando se habla del «encuentro con Dios»,
significar aquellos lugares donde está Dios (evidente- parece presuponerse o sobreentenderse que se trata de
mente desde una óptica de fe), y por lo tanto se le una situación afectiva, de diálogo personal cargado de
puede encontrar, aunque a veces no sea fácilmente per- intimidad, el propio de «la oración», en que «se siente»
ceptible. Con la segunda expresión queremos aludir a a Dios y se abre a su escucha. Es claro que esta realidad
aquellos lugares donde hay «un rumor» de Dios; donde entra en el significado que queremos darle en este tra-
-además de «estar»- se percibe (o se puede percibir con bajo al término «encuentro con Dios».
una cierta facilidad, o con una cierta lógica, siempre re- Pero cuando hablamos de «encuentro con Dios»
lativas en este tema) una referencia que nos habla de nos referimos también - y muy principalmente- a «vi-
Dios. vir desde El»:^ mirar la vida desde Él, sentir desde Él,
Probablemente siempre se mezclan los dos signifi- amar desde El. Y nos referimos también, y muy seña-
cados, pero varían según donde se ponga el acento: ladamente, a la acción desde El: desde su Proyecto y pa-
ra su Proyecto. Es decir, la vida toda envuelta en El, pe-
- Enfoques del estilo del de Berger o Blanch y netrada por El, desde El y con El. A esto nos referimos
toda una línea de búsqueda se mueven en la segunda
óptica l. Es una perspectiva que busca encontrar in-
miento de lo sobrenatural, Barcelona 1975. A. Blanch, Señales de trascen-
dencia en la vida cotidiana, en M. Fraijo-J. Masía (eds.), Cristianismo e
1 Ilustración, Univ. Pont, de Comillas, Madrid 1995, pp. 377-388.
P. Berger, Rumor de ángeles. La sociedad moderna y el descubrí-

140 141
cuando en este trabajo buscamos los lugares para el en- tiempos: ellos son también «lugares», y muy impor-
cuentro con Dios. tantes y privilegiados, y decisivos en la práctica, para ese
«Lugares»: En un sentido amplio: no sólo, ni prin- encuentro. Pero nos interesa muy especialmente el resto
cipalmente, espacios físicos, sino también situaciones, de la vida: porque ésa es la parte más amplia de la vida,
momentos, personas, acontecimientos... Cualquier porque ahí es donde se plantean las mayores dificulta-
realidad del mundo, de la historia, de la naturaleza, de des para encontrar al Señor, por su «viscosidad» 3.
la sociedad, de las personas. Es todo el reino de lo que F. Urbina llamaba «lo
real». Más adelante analizaremos todo su contenido.
Muy emparentada con estas nociones está la idea
• «En la vida cotidiana»
de «la vida ordinaria», en cuanto opuesta a «lo extraor-
Desde Husserl y Heidegger el tema de la «cotidia- dinario». Se trata de encontrar la densidad de lo ordina-
nidad» ha tomado una gran importancia en el estudio rio, o de hallar «lo extraordinario en lo ordinario» 4.
de las cuestiones humanas, porque marca decisiva-
mente al ser humano concreto. «Lo cotidiano» o «la
Desde dónde hablamos
vida cotidiana» es «lo de todos los días», «el mundo de
la vida», «la realidad dada» (Husserl), «el horizonte que Quiero señalar desde el principio las coordenadas
constituye el ser de la existencia media» (Heidegger). desde las que quiero abordar el tema. Sencillamente
En un buen resumen de autores de esta corriente, B. porque éstas establecen un marco desde el que se podrá
Casper señala que lo cotidiano es lo general, universal e entender lo que se afirma y lo que se omite, lo que se
ineludible de la experiencia cotidiana, el mundo co- subraya y lo que se pasa más ligeramente, lo que se re-
mún, el mundo de lo rutinario en el sentido positivo de marca.
este término, como algo que «orienta la acción», que
«marca» la vida 2 . Hablamos desde la fe aceptada -con todas sus oscu-
ridades y «dudas»-, no desde la duda. Esto es impor-
A todo eso nos referimos, pero queremos ahondar tante tenerlo en cuenta para no buscar en esta exposi-
en encontrar a Dios «en lo cotidiano» con una referen- ción lo que no se propone.
cia muy particular a encontrarlo fuera de los lugares,
espacios y tiempos dedicados expresamente al encuen-
tro con El (algo en paralelo con «lo festivo» de los so- 3
Es una noción recurrente en F. Urbina, tan experto guía a la
ciólogos). hora de buscar el encuentro del Señor en lo real. Quisiera desde el
principio expresar mi hondo reconocimiento a quien ha sido uno de
Es claro que no queremos excluir estos espacios y mis maestros. En las páginas que siguen echaremos con frecuencia ma-
no de sus escritos. Es también lo que Casper llama «la ambigüedad de
la rutina», o. c, p. 60.
2 4
Bernhard Casper, Experiencia cotidiana y espiritualidad, en Fe Cf. J. Garrido, Proceso humano y Gracia de Dios. Apuntes de espi-
cristiana y sociedad moderna, 25, Ediciones SM, Madrid 1990, pp. 53-88; ritualidad cristiana, Sal Terrae, Santander 1996. «Vida ordinaria», pp.
esp. pp. 57-60. 533-541.

142 143
Hablo desde la Modernidad, en el sentido que tan no» 6. Es lo que el Concilio consagró hablando de «la
bien define F. Urbina, es decir, desde aquel cambio de justa autonomía de las realidades terrestres».
«era» y de mentalidad que supuso el cambio profundo Pero además, estamos en un mundo que en gran
en la forma de concebir y de vivenciar las «tres grandes parte ha prescindido de Dios (secularismo). Y aunque
relaciones que configuran el tejido básico de la existen- el tema lo exponemos para creyentes, no podemos no
cia humana: la relación del hombre con la naturaleza, sentirnos influidos por nuestro tiempo ni dejar de te-
la relación del hombre con el hombre y la relación del ner una inquietud misionera, que nos lleva a plantear
hombre con el sentido último y absoluto, con Dios. La nuestra fe de una manera que sea entendible y acepta-
Modernidad supone una transformación radical en el ble para el hombre de hoy. Porque también hablamos
modo de vivirse estas tres relaciones» 5. desde la misión.
En ese sentido hablamos desde la Modernidad, Este planteamiento que hacemos tiene sus raíces
porque estamos convencidos, a pesar de las grandes en la profunda renovación del enfoque de las rela-
críticas que pueden hacérsele -sobre todo por sus des- ciones de la fe con el mundo que supuso el Concilio
viaciones y carencias-, de que aún nos movemos en su Vaticano II, preparado por todo un caudal de expe-
onda histórica. Hay determinadas actitudes esenciales a riencia cristiana y por el esfuerzo de reflexión de una
la Modernidad -las que antes hemos señalado- que singular pléyade de teólogos. Aquel fecundo reen-
son ya irrenunciables y que llevamos incorporadas a cuentro, siquiera sea también crítico, con el mundo,
nuestro modo de ser, como pasó con el pensamiento está en la base de la renovación de la espiritualidad,
griego. sumando la experiencia de nuestro tiempo a la gran
Esta realidad es clave para plantear la búsqueda de tradición de nuestros grandes místicos y espiritua-
Dios hoy y para los hombres de nuestro tiempo. Por- les 7.
que, entre otras cosas, en relación con Dios la Moder- Querríamos hablar también desde los pobres y la
nidad ha conducido al proceso de secularización o se- clase obrera: con la inquietud de que a ellos les llegue el
cularidad. Este no tiene por qué implicar la negación
de la fe, pero sí supone la mayoría de edad del hombre, 6
F. Urbina, «Una Teología para la fe y la práctica pastoral en el
como señaló Kant. «La ciencia no depende de la teolo- mundo moderno», Sal Terrae (1979) 15-16. J. Martín Velasco, «Expe-
gía. Las instituciones sociales no necesitan la consagra- riencia mística y experiencia del hombre y del mundo», Iglesia Viva
ción sacral. El altar deja de identificarse con el tro- (1992) 431-458, pp. 432-433. Y también del mismo autor, «Espirituali-
dad cristiana en tiempo de increencia», Revista de espiritualidad 48
(1989) 433-451, esp. pp. 44lss. Cf. también, con la larga experiencia de
este fenómeno de la secularización en Francia, H. Madelin, «La séculari-
5 sation nouvelle chance?», Christus36 (1989) 136-144.
Para una mayor profundización, cf. L. Briones, «El pensamiento
7
de Fernando Urbina. Introducción a sus núcleos básicos», Pastoral Mi- Cf. las preciosas indicaciones de A. Guerra sobre uno de los
sionera 184 (1992) 66-110, esp. pp. 85-93. F. Urbina, Mundo moderno y «padres» del Concilio, el P. Chenu, que fue el que más trabajó preci-
fe cristiana. Meditación desde España. I. (Edic. Luis Briones), Ed. Popular, samente una nueva espiritualidad en lo concreto, en el mundo: A.
Madrid 1993, pássim. F. Urbina, Pastoral y Espiritualidad para el mundo Guerra, «El Evangelio en el tiempo», Revista de Espiritualidad 45
moderno. En el espesor de Lo real. II, Ibíd. (1988) 553-578.

144 145
encuentro con su mayor tesoro, Dios, que también les creyente, de la «vida espiritual» -en el sentido profun-
ha sido arrebatado (¿por quiénes?). do y no «espiritualista» del término-, tal como la des-
Hablamos finalmente desde la experiencia religiosa y criben los teólogos espirituales sintetizando la expe-
cristiana, verdadero tesoro común: la historia religiosa riencia cristiana (Biblia y Tradición espiritual).
de la Humanidad, la Biblia, la Tradición de toda la En concreto, dentro de la perspectiva:
Iglesia, pastores y pueblo. - de la Revelación: si Dios no se comunica, no
hay encuentro;
¿Qué objetivos nos proponemos? - como consecuencia, de la gratuidad del en-
cuentro, en su inicio y en su desarrollo;
Querríamos -¡ojalá lo consigamos!- expresar en voz - de la «vida teologal» 8;
alta lo que tantas veces hemos formulado en nuestro
interior o en conversaciones: nuestras preguntas, nues- - del desarrollo dinámico («proceso»), por crisis y
de la mano de Dios 9.
tros atisbos, nuestras experiencias, nuestras búsquedas.
Las de gente común como nosotros, los que J. Garrido En una primera parte trataré de los fundamentos, de
llama «los medianos», sinceramente en búsqueda pero la posibilidad, de la realidad y del carácter del encuen-
todavía lastrados por tantas cosas. Los que, con todo, tro con Dios en la vida cotidiana. Después trataré de
no nos resignamos a no entrar de lleno en los caminos los lugares concretos de ese encuentro, de las dificultades
de la vida vivida desde y en el Proyecto de Dios. que tenemos para ello y de los medios que nos pueden
ayudar a vivirlo.
Por tanto, queremos buscar algo que nos estimule a
«entrar en contacto», a decidirnos a la vida en El.
Algo que fundamente intelectualmente (dentro del Primera parte
ámbito de la fe) esa decisión.
Algo que le dé cauce de salida a las dificultades teó-
FUNDAMENTOS
ricas. Se trataría de dar fundamento, justificar, establecer
Algo, finalmente, que dé algunas pistas prácticas la solidez de la siguiente proposición, que quiere expre-
para su vivencia, y para su vivencia en todas las cir- sar la tesis o convicción básica que nos guía: «Es posi-
cunstancias de la vida (prósperas y adversas). ble y real 'vivir en Dios' (o vivir desde y en el encuen-

8
Más adelante desarrollaremos este concepto, clásico en los autores
Una advertencia importante de teología espiritual. Cf. F. Ruiz Salvador, Caminos del espíritu. Com-
pendio de Teología espiritual, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1988,
El tema del encuentro con Dios hay que tratarlo no pp. 219-252.
como un asunto «independiente», sino en la perspectiva 9
Es significativo el título que J. Garrido da a sus «Apuntes de espi-
del inicio y desarrollo de la vida cristiana, de la vida del ritualidad cristiana»: Proceso humano y Gracia de Dios, o. c.

146 147
tro con Dios) de una forma habitual en lo cotidiano de 1. Es posible «vivir en Dios» porque Dios existe
la vida». Y esto, entendiendo por «vivir en Dios» toda
la riqueza integral de que hablábamos al explicar el Hay un Dios. Partimos de esa opción tomada: no
término «encuentro con Dios». vamos a «demostrarla», ni siquiera a «mostrarla». No
porque no sea conveniente y necesario en algún mo-
Este es el asunto que nos ocupa. Al hacer esta pro- mento del itinerario creyente, sobre todo en el trabajo
posición, he experimentado un sentimiento un tanto «misionero», sino porque no es nuestro supuesto ni
contradictorio. Por un lado, puede parecer demasiado nuestro tema.
obvia para alguien que tiene fe: «¡Pues claro que es po-
sible!». Pero, por otro lado, nos puede parecer demasia- En este sentido la nuestra es una exposición desca-
do irreal desde la verdad de todos nosotros, los «nor- radamente «intracreyente»: no va dirigida a preparar el
males». camino y el acceso a la fe de los que no creen, sino para
los que ya son creyentes. Eso sí, creyentes de hoy, y
¿Qué sucede? Que por una parte estamos conven-
quizá mordidos por las dudas de hoy, pero que han
cidos de lo que afirma la proposición (por eso nos pa-
aceptado de fondo esa gran Realidad que es Dios. Qui-
rece obvia). Pero, por otra parte, la realidad de la vida,
zá muchos nos podamos ver reflejados - y alentados-
ambigua, polivalente y «viscosa», que puede ser trans-
en estas estremecedoras vivencias de F. Urbina, testigo
parencia de Algo más Profundo, muchas veces es pan-
de nuestro tiempo, que expresa así la opción por Dios en
talla que se interpone, realidad autónoma que nos
un mundo terrible:
«agarra» y nos enreda. La duda se apodera de nosotros,
y el ateo o el agnóstico que duerme en nuestro ser se «No quisiera dejar la impresión de que este ensayo
despierta. Necesitamos por eso recordar continua- de fenomenología del mal y del dolor es mi última pa-
mente y re-asegurar nuestras «razones» vitales para labra.
sentir a Dios, volver a convencernos, volver a ver, exa-
»Sólo el que ha pasado por la desesperación sabe lo
minar y buscar salida a las dificultades que a diario nos
que es la Esperanza. Sólo el que ha gustado la proximi-
sitúan fuera de esa realidad. Necesitamos además suge-
dad de la muerte sabe el valor de la Vida. Sólo el que
rencias prácticas para ir caminando por ahí. Lo necesi-
ha experimentado la oscura alternativa del Ateísmo en
tamos no de una vez para siempre: lo necesitamos casi
un mundo dejado de la mano de Dios sabe lo que es el
cada día.
infinito gozo de que Dios sea.
Esto es lo que nos proponemos: re-asegurarnos de
»Un día, hace años, estaba en La Paz. El Ilimani,
que esto es verdad, es posible, es real. Queremos para
como de costumbre, se velaba de nubes y nieblas. De
eso hacer presentes realidades fundamentales de nues-
pronto se abrieron las nubes y la cumbre nevada de seis
tra fe y sacar sus consecuencias vitales.
mil setecientos metros alzó su esplendor sobre un uni-
verso en calma.
»En el fondo de este extraño Universo atravesado
por el Espanto de la grieta abismal del mal y del dolor

148 149
humano se esconde el Esplendor de Dios que es Poder, Es la vieja y profunda fórmula del Catecismo: Está
Sabiduría, Amor infinito. Esta es, a pesar de todo el «por esencia, presencia y potencia»: por esencia, por-
espesor de la experiencia, nuestra Fe» 10. que toda la Creación es una imagen suya; por potencia,
Nuestro problema es que no sacamos las conse- porque el ser que somos está atravesado por el suyo que
cuencias vitales de lo que «creemos» n . Y quizá - y sin nos sustenta; por presencia, porque su amor nos en-
quizá- por eso los que no creen no pueden ver el ca- vuelve tiernamente en cada momento.
mino. Otra cosa sería si cada uno de nosotros fuera Y no son pensamientos piadosos. Es la doctrina
como Moisés, que «fue tenaz» (en el compromiso con dogmática básica de la Creación y Conservación. Míre-
su pueblo) «como si viera al Invisible» (Heb 11,27). se la exposición que el añorado J.L. Ruiz de la Peña
Por eso esta exposición, si consigue lo que pretende, se hace en su Teología de la Creación:
puede tornar, a la postre, misionera.
«La conservación del mundo por Dios nos recuerda
de nuevo que éste no es el ser lejano e indiferente del
deísmo, que abandona la creación a su inercia. La con-
2. Es posible «vivir en Dios» porque nuestro Dios
servación es el acto perenne por el que Dios mantiene
no es un Dios inerte o lejano: ¡Está en la vida!
en sus manos a los seres a los que llamó a la vida; el
Hay un poema de Patxi Loidi que desde hace matiz amoroso de este gesto es subrayado por textos
tiempo me impactó profundamente y se ha convertido como Sb ll,24ss y Hch 17,28, que invitan a enten-
en el leit-motiv de mi oración diaria, simplificándola, derlo más con la categoría dinámica de fidelidad que
concretándola y profundizándola. Se titula «Cerca», y con la tradicional, pero acaso demasiado estática, de
va repitiendo: «¡Tú estás cerca!... ¡Tú estás!». Y va conservación.
nombrando diversísimos «lugares» de la vida, y en cada «Así pues, allí donde está lo creado, allí está Dios,
uno resuena, ahondando y transformando la realidad, distinto de hecho en su ser, pero presente hasta lo más
la gran convicción: «¡Tú estás!» n. íntimo del ser creatural, 'intimior intimo meo' (san
Y está no de una manera pasiva o inerte. Está pe- Agustín). La trascendencia del Creador, tal como ha
netrando toda la Realidad, en las entrañas mismas de la sido estipulada antes por la noción de creación, no ha-
Realidad: con una Energía infinita de ser, con un ce imposible, sino más bien exige la inmanencia de este
Amor infinito, con una Cercanía infinita. su hacerse cercano a la criatura en todos y cada uno de
los instantes de su existencia. Dios, como diría
Bonhoeffer, no está 'allá arriba', sino también 'aquí
10
F. Urbina, «Fenomenología del mal». Pastoral Misionera 153 abajo'; está en lo alto, mas también 'en lo profun-
(1987) 50-51.
11
do'» 13.
Una ayuda magnífica para esto en J.M. Rovira Belloso, «Qué que-
remos decir los cristianos cuando afirmamos que Dios existe», Iglesia Viva
(1980) 345-362. Del mismo autor, válido para todo el tema que tratamos, 13
J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la Creación, Sal Terrae, Santan-
«La experiencia de Dios», Pastoral Misionera 198 (1994) 59-70.
der 1986, pp. 125-126. Cf. también la magnífica exposición de A. Torres
12
Loidi-Regal-Ulibarri, Gritos y Plegarias, Desclée, Bilbao 1982, p. 232. Queiruga, La Revelación de Dios en la realización del hombre, Ed. Cris-

150 151
¿Nos podemos extrañar de esas afirmaciones si re- animales 'sensando', en los hombres dando entender...
cordamos el anuncio -misionero, por cierto- de san Considerar cómo Dios trabaja y labora por mí, en to-
Pablo en el Areópago: «En El vivimos, nos movemos y das las cosas criadas sobre la haz de la tierra, 'id est,
existimos» (Hch 17,27)? habet se ad modum laborantis', así como en los cielos,
elementos, plantas, fructos, ganados, etc., dando ser,
No me resisto a transcribir las formidables afirma-
conservando, vegetando y sensando, etc.» 15
ciones de santo Tomás hablando de la creación. Son
además sumamente evocadoras a la hora de vivir a Y Juan de la Cruz, especialmente en el Cántico, lo
Dios presente en la realidad: expresó con una resonancia transida de pasión y de li-
rismo:
«Y de igual modo las conserva también en la exis-
tencia causando en ellas continuamente el ser...» Y des- «Mil gracias derramando... Y todos cuantos vagan
pués, citando a san Agustín: «Toda criatura se ha con de ti m e van mil gracias refiriendo
respecto a Dios como el aire con respecto al sol, que le y todos más m e llagan
ilumina. Efectivamente, como el sol es lúcido por su y déjame m u r i e n d o
naturaleza, mas el aire se hace luminoso participando la u n n o sé qué que quedan balbuciendo...» 1 6
luz del sol, sin participar no obstante la naturaleza del
sol, así sólo Dios es existente por su naturaleza, porque Ese es el clima espiritual de aquel poema-oración
su esencia es su existencia; mas toda criatura es exis- de Loidi que recordamos más arriba: «Tú estás...»
tente sólo por participación. Y a este propósito dice san Cuando se comienza el día así, mirando las realida-
Agustín: ...'Como el aire se hace lúcido con la presencia des que se esperan en él y repitiendo ante cada una de
de la luz, así es iluminado el hombre al estar Dios pre- ellas «Tú estás», las realidades se transforman. Ante
sente en El'» l4 . ellas y en ellas -sin dejar de ser ellas, muchas veces du-
Las consecuencias espirituales las sacó Ignacio de Lo- ras y difíciles- siento renovada mi fuerza, mi alegría,
yola en su famosa «Contemplación para alcanzar amor»: mi exigencia, mi horizonte vital. Porque las veo situa-
das y penetradas por la Realidad que a ellas y a mí nos
«Mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los engloba y nos da sentido.
elementos dando ser, en las plantas 'vegetando', en los
Un paso más:
tiandad, Madrid 1987. especialmente el cap. 5, con un abundante reco-
De alguna manera el tema está respondido desde
rrido por la tradición teológica acerca de este punto. Cf. las interesantí- aquí. Pero hay un paso más que dar.
simas aportaciones de Vittorio Possenti, «Trascendenza Immanente
(Note sul rapporto tra Dio e il mondo)», en L'esperienza di Dio. Filosofi e
Porque cabe pensar: «Está bien; Dios existe y 'está',
teologi a confronto (a cura di Emmanuele Morandi e Riccardo Panattoni), y yo deseo entrar en contacto con El. Pero, ¿me es po-
Con-tratto, Rivista di filosofía tomista e di filosofía contemporánea
(Aprile 1996) 185-196.
15
14 Ejercicios Espirituales, 235. Ed. Balmes, Barcelona 1958, pp. 155-
I, q. 104, a. 4 y a. 1. Cf. Mario Pangallo, «Presupposti metafisici
dell'esperienza del trascendente in S. Tommaso commentatore del 'Liber 157.
ie
De Causis'», Con-tratto, núm. cit., pp. 87-102. Cántico espiritual, 5 y 7.

152 153
sible? ¿Es posible traspasar las barreras de la 'Otredad', debilidad especial por los que no tienen vida, por los
de la 'Trascendencia', y que este deseo sea real? ¿O es pobres, por los oprimidos; que viene a liberar, a dar vi-
algo que sólo deseo e imagino?» da.
Hay, pues, que fundamentar que todo eso es real. El primero es fundacional del Antiguo Testamento,
¿Por qué es real todo eso? el eje de todo él, el Éxodo:
La respuesta única es: es real porque es El quien ha «El Señor dijo: He visto la opresión de mi pueblo
dado el paso. El se ha dirigido a nosotros, ha venido y en Egipto, he oído sus quejas contra sus opresores, me
ha propuesto y trabado una relación: esto es «la Revela- he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a librarlos de
ción». los egipcios...» (Éx 3,7-8).
El segundo es la obertura de la acción concreta e
histórica en la que se realiza la venida del amor de
3. Es posible «vivir en Dios» porque este Dios Dios: Jesús y su acercamiento al pueblo que sufre:
se nos ha comunicado, ha «establecido una
relación» con nosotros: la Revelación «Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, ense-
ñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia
Es todo el tema de la Revelación: no es el momento del Reino y curando todo achaque y enfermedad.
de tratarlo, pero sí necesitamos retener lo sustancial: Viendo al gentío le dio lástima de ellos porque anda-
Dios ha dado el paso de comunicarse: ban maltrechos y derrengados como ovejas sin pastor»
(Mt 9,35-36).
«Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a
sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad... En Es decir:
esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a - Hay un Dios
los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos
- que nos ama como un Padre, Él, el primero
y recibirlos en su compañía» (Dei Verbum, 2).
(toma la iniciativa)
No se puede decir más en menos palabras. Es decir
- nos envía a su Hijo, Jesús, como Hermano ma-
de otra manera aquel resumen de toda la Revelación
yor
que es el texto de la Primera Carta de Juan:
- con un Proyecto: que el mundo tenga vida co-
«En esto está el amor: no en que nosotros le amá- mo Él, por Él, con Él
ramos a Él, sino en que Él nos amó, y envió a su Hi-
jo... para que nosotros vivamos por Él... Si Dios nos ha - con una preferencia esencial: los sin vida, los
amado... debemos amarnos unos a otros» (1 Jn 4,9). pobres, los dejados.
Toda la Biblia está llena de esta Buena Noticia. Quisiera subrayar lo del Proyecto, y el Proyecto en
Quisiera recordar dos textos en particular porque ex- Jesús:
plicitan muy bien un aspecto esencial de ese Amor que El único Dios a quien podemos encontrar, el úni-
viene a nuestro encuentro: es un amor que tiene una co verdadero (y eso es lo que vamos buscando en esta

154 155
reflexión), es el Dios que ha aparecido en Jesús. En- entre los pobres, a quienes ese Sistema priva de vida, y
contrarse con Jesús es encontrarse con Dios. Y en- desde ellos y con ellos propone la fraternidad de los
contrarse con Jesús es, por supuesto, encontrarse con hijos de Dios. Una fraternidad realista, apoyada en lo
El, con su persona, con su vida, pero es también, bá- concreto: en la renuncia a la ambición (cf. Bienaventu-
sicamente, encontrarse con su tarea. Jesús no vivía pa- ranzas), en el servicio, y en definitiva, en el amor que
ra sí, sino para la tarea del Padre. Y no quería que los da la vida por los otros. Una fraternidad cuyo eje es el
que lo seguían vivieran para El, sino, con Él y desde Padre Dios.
El, para la tarea. Y su tarea era «hacer la voluntad del Vivir así y organizar la vida social a partir de esos
Padre», es decir, desarrollar el Proyecto del Padre so- criterios es la clave del mundo nuevo, de la sociedad
bre este mundo. alternativa que es el Reino de Dios. Éste es el designio
Y el Proyecto era, lo sabemos, el Reino. ¿Qué es el de Dios, éste es el Proyecto de Dios.
Reino? Muy en síntesis, porque es algo conocido por Éste es el Dios que nos ha salido al encuentro. Y a
todos: Jesús vino a «cumplir el designio del Padre». Ese este Dios que tenemos que buscar allí donde Él está: en
designio (= Proyecto) era establecer «el Reino de Dios». esa tarea actual y con Jesús.
Y el Reino de Dios era un modo de vivir entre todos y
El «encuentro con Dios», la «espiritualidad», no es,
de organizar el mundo y la sociedad que fuera una al-
pues, algo «intimista», como no fue «intimista» -que sí
ternativa a lo existente. Por eso, con palabras de hoy,
íntimo- el encuentro de los discípulos con Jesús. Pue
podríamos decir que el Reino es «la sociedad alternati-
encontrarse con Él para ir con Él a la tarea urgente, la
va» según Dios. En concreto, en lugar de un mundo
que «le quemaba al Padre»: la liberación de los pobres.
dividido, un mundo unido, una familia, la familia de
Allí estaba Dios y allí se encontraron con Él. Y desde
Dios: «Vino a reunir a los hijos de Dios que estaban
ahí, los ratos de charla con Jesús, y los comentarios, y
dispersos» (J n 11>52).
la amistad, y la seguridad que en Él encontraban, y el
Los factores de división están patentes en todo el abrir el corazón por Él al Misterio del Padre que se les
evangelio: la ambición del dinero y de la riqueza, el iba revelando 18.
poder, la preeminencia social 17 . Y la raíz última de la
desunión es el amor de sí, el egoísmo. Érente a este
modo de vivir y de organizar la sociedad, Jesús se sitúa 4. Primera conclusión: Vivir en «la Corriente
de Vida y de Amor»: la «vida teologal»
17
Cf. para una mayor fundamentación, L. Briones, «Una aporta- Cuando C. Spicq, en su sólida y clásica obra Ágape
ción a los fundamentos de la Pastoral obrera: Lectura creyente de la si- en el Nuevo Testamento, hace el balance final («¿Qué es
tuación de precariedad en Europa», Pastoral Misionera 203 (Nov.-Dic.
1995) 54-91, nota 4. Especialmente la coincidencia de estos «factores de
división» que aparecen en el evangelio, con las conclusiones de la moder-
18
na Sociología. Cf. Seymour M. LIPSET, «Estratificación social», «Clase Cf. una más amplia y preciosa exposición de esta espiritualidad
social», en Enciclopedia internacional de las ciencias sociales, Ed. Aguilar. basada en «el Reino», en J.M. Castillo, Espiritualidad para comunidades,
Madrid 1974, vol. IV, pp. 545-560. San Pablo, Madrid 1996, pp. 41-63.

156 157
el ágape?»), ofrece una síntesis dinámica sumamente no pueden dejar de tener unos sentimientos idénticos y
iluminadora para nuestro tema: una misma voluntad, y así, cuando aman con este ága-
«El ágape, por una parte, es el amor de Dios que ha pe infuso, su amor tiene el mismo carácter realizador
concebido y realizado toda la economía de la salva- del amor divino...» (p. 1292).
ción... Por otra parte, el mérito del Apóstol ha sido Y concluye: «podría describirse en estos términos la
proponer el ágape como esencia misma de la vida cris- visión tan densa que nos ofrece san Juan del ágape:
tiana» 19. Una plenitud desbordada, salida del ser mismo del
Y esto en dos aspectos: amante... una efusión totalmente espontánea y gratui-
ta... amor que a veces se estremece de compasión ante
1.° Comentando el «Dios es amor» joánico: «Es un el espectáculo de la miseria ajena... Es una verdadera
amor que se difunde, comunicativo; una plenitud que inhabitación recíproca... Si esta inmanencia mutua es
se desborda -Bonum diffusivum sui— y, por consi- posible, el ágape es Dios mismo» (pp. 1292-93).
guiente, la fuente de todo amor y de todo bien» (p.
1288).
Y citando a Staufer (art. «ágape», en el Kittel): «No Una síntesis fecunda: Una Corriente de Vida
es suficiente decir que el ágape joánico es el amor des- y de Amor
cendente; es una realidad celestial que, por así decirlo,
se esparce paso a paso por este mundo. Pero esta reali- Si situamos esta visión en el marco de la Presencia
dad cósmica llega a su plenitud y a la victoria en la ac- de Dios en toda su Creación de que hablábamos en la
ción moral...» (p. 1314). primera parte («Tú estás»), nos sentimos invitados a
una síntesis, que quisiera formular a través de la idea-
2.° Comentando el amor entre nosotros: «Cami- imagen de «una Corriente de vida y de amor» 20.
namos así hacia la última reflexión del Apóstol, avalada
Esta síntesis se podría formular de esta manera:
por las de Pedro y Pablo. El fruto propio de la fe, se-
gún san Juan, no es... sino, en primer lugar, el ser en- • Que de Dios sale (porque Dios es) una inmensa
gendrados y participar de la naturaleza divina... Cuan- Corriente, un Río de vida y de amor que crea y mantiene
do engendra a sus hijos, les comunica el ágape la Creación entera, derramándose en ella:
específico de su naturaleza» (p. 1303). Y «El amor del Nos crea, nos envuelve, nos recrea, nos cura, nos
creyente es un amor infuso, es la caridad con la que ama. Es aquello tan profundo y tan gráfico de santo
Dios se ama, con la que nos ama y ama a todos los
cristianos; por consiguiente, Dios pone en nuestro co-
razón los mismos objetos de su amor» (p. 1302). «Na- 20
Hay una cierta necesidad de expresar con imágenes o símbolos las
cidos de Dios y en posesión de una naturaleza amante, realidades más profundas. Recordemos la imagen de la luz del sol del
texto de santo Tomás arriba citado. Más adelante (parte II, n. 6) citare-
mos las palabras de Bonhoeffer con la imagen del cantus firmus en la po-
19
C. Spicq, Ágape en el Nuevo Testamento, Ed. Cares, Madrid 1977, lifonía para expresar bellísimamente la presencia y la vivencia de Dios en
p. 128. las realidades humanas.

158 159
Tomás: «Amor Dei est profundens et creans bonitatem Nuestra tarea y actitud, pues, sólo tiene que con-
in rebus» («El amor de Dios está derramando y crean- sistir en:
do la bondad en las cosas») (S. Th. I, q. 20, art. 2).
- Insertarse (o dejarse invadir y llevar) en esa Co-
• Esta Corriente crea y re-crea continua y perma- rriente («a su paso» por el mundo y por nosotros).
nentemente al mundo. El mundo vive en Ella y por Ella.
- Vivir de Ella y desde Ella
Nosotros también vivimos en esta Corriente:
«En Él vivimos, nos movemos y existimos». Es «el - Prolongarla y prolongar su acción creadora y sa-
Río que nos lleva», usando la sugerente imagen de J.L. nadora-restauradora-liberadora u.
Sampedro 21. En ese «Río» de vida y de amor navega- Eso es exactamente lo que hizo Jesús: Jesús es por
mos junto con todos los seres, sustentados, llevados, una parte la quintaesencia de la revelación de «la Co-
rodeados, penetrados del amor y de la vida divinas. rriente»: En Jesús apareció el interior de la Corriente, lo
Como un río largo, va discurriendo unas veces por que había en Ella. Es «la Palabra» que revela el interior
gargantas estrechas, otras explayándose en la llanura. del Padre: «y en la Palabra había vida, y la vida era la
Varía según los terrenos y los momentos, pero es siem- luz de los hombres».
pre el mismo caudal, la misma Corriente. A veces pare- Y por otra parte fue un hombre que se dejó pene-
ce perderse, pero siempre «mana y corre, aunque es de trar y llevar por la Corriente, prolongándola: Es toda la
noche» 22. vida y la acción de Jesús, en medio de las masas «mal-
• En nosotros, los seres humanos, esta Corriente es el trechas y derrengadas»: «Mi Padre, hasta el presente,
mismo Ágape de Dios, por el que El vive, ama y crea: sigue trabajando y yo también trabajo» (Jn 5,17).
Se recibe en nosotros creando una nueva naturale-
za. Somos vida y amor: el de Dios y como el de Dios. sentir, a pesar de la imposibilidad en que me encuentro de probar su
• Si somos Vida y Ágape, esta Corriente debe fluir a existencia, dada su diferencia de todo cuanto mis sentidos pueden perci-
bir... Mientras que a mi alrededor todo cambia y todo muere, percibo
través de nosotros, prolongando su acción en los otros y en vagamente, bajo esas apariencias cambiantes, una fuerza de vida que
el mundo 23. permanece inmutable y sostiene a todos los seres: creados por ella, se di-
suelven luego en ella para ser creados de nuevo. Esa fuerza, ese Espíritu
que informa todas las cosas, no es nada más que Dios... Para poder ver
21 algún día, cara a cara, al Espíritu de verdad que penetra al Universo ente-
J.L. Sampedro, El río que nos lleva, RBA Editores, Barcelona
ro, hay que llegar a amar como a uno mismo todo lo que haya de más in-
1993. significante en la creación: por eso, no hay que sustraerse a ninguna de
22
San Juan de la Cruz, «Cantar de la alma que se huelga de conos- las dimensiones de la vida. Este es el motivo de que mi amor a la verdad
cer a Dios por la fe», Vida y obras de san Juan de la Cruz, BAC, Madrid me haya hecho entrar en la política. Puedo afirmar, sin la menor vacila-
1975, p. 391. ción, pero con toda humildad, que no se puede comprender qué es la re-
23
No nos resistimos a citar el testimonio de Gandhi: «Yo no he ligión sin ver en ella su relación con la política». Gandhi, Todos los hom-
visto a Dios ni lo conozco. He hecho mía la fe que el mundo tiene en Él. bres son hermanos, Ed. Sigúeme. Soc. Educación Atenas, Salamanca
Esa fe está tan arraigada dentro de mí que me parece tan cierta como una 1973, pp. 88-89,91.
experiencia directa... Una fuerza misteriosa e inefable penetra todo 24
Cf. con este mismo trasfondo, las preciosas páginas de Rovira Be-
cuanto existe. Yo la siento, aunque no la vea. Esa Fuerza invisible se hace lloso, art. cit., Iglesia Viva (1980) 351-353.

160 161
Por eso el evangelio de Juan recoge la imagen en la da están instalados en nuestro corazón, todo se con-
conversación con la Samaritana: «El que beba el agua vierte en lugar para encontrar a Dios: «Murió convir-
que yo voy a dar nunca más tendrá sed; porque ese tiendo en fe y oración el problema del mal con toda su
agua se le convertirá dentro en un manantial que salta virulencia, como Cristo en la Cruz», resume J.M. Zun-
dando una vida sin término» (Jn 4,14). zunegui el recuerdo de uno de los cinco franciscanos
que, en el tren de la muerte de Dachau, después de un
largo silencio, entona y hace cantar a sus cuatro com-
La «vida teologal» pañeros el Cántico de las Criaturas de Francisco 27.
Todo lo anterior compone lo que los teólogos espi- Y ahí está la cuestión: ¿Cómo se llega a «llevar a
rituales llaman «la vida teologal», base de la vivencia de Dios en el corazón»? ¿Cómo se llega a la vida teologal,
Dios. Es decir, llevar a Dios en el corazón, con toda su a «vivir en la Corriente»?
vida nueva, su Corriente, su Proyecto, como centro di- Esta cuestión, que no podemos tratar aquí, es sin
rectivo. Que Dios se haya constituido en el centro embargo fundamental. Esta es la tarea de toda la vida,
unificador de toda la vida. Que mi corazón (y mis un largo camino hacia la madurez humana y cristiana,
preferencias) están modelados por el suyo. un largo proceso -concepto clave- hacia la unidad de
Es toda la función que la teología espiritual ha la vida.
asignado siempre a las «virtudes teologales», vehículo Un largo aprendizaje, que se comienza con una ini-
de nuestra participación en la vida divina. Por no alar- ciación necesaria, exige un desarrollo adecuado y cui-
gar excesivamente esta exposición no hago sino remitir dado, y tiene que contar con el misterio insondable de
a un clásico, y al mismo tiempo actual, de la teología que unos dicen que sí y otros se cierran: el misterio de
espiritual, F. Ruiz Salvador, cuando expone, en línea la libertad. Y el misterio de los condicionantes sociales,
del Vaticano II y de la Biblia, la esencialidad de las económicos, familiares y de todo tipo, que favorecen o
«virtudes teologales» que se convierten en «el eje diná- hacen imposible el llegar a esta plenitud del ser huma-
mico y esencial de todo el plan salvífico». Que «incor- no. ¿Por qué? 28 Y otra pregunta: ¿Estamos haciendo
poran en ellas toda la actividad religiosa y humana, in- esta iniciación en la Iglesia?
cluyendo la que se refiere al mundo y a los hombres»,
con «la ventaja de unificar la vida y la tarea del cristia-
no. En su identidad de hombre y de creyente, progra-
ma de acción social y eclesial» 25.
Es lo que J. Garrido llama «concentrar la vida en la
relación» 26. Cuando esto sucede, cuando Dios y su vi- 27
J.M. Zunzunegui, «El 'homo religiosus' hoy». Iglesia Viva (1990)
151-176, esp. p. 157.
28
Considero útilísimo para esta cuestión, desde el punto de vista
25
F. Ruiz Salvador, o. c, pp. 223-224. práctico pastoral, el capítulo «La relación con Dios» de la obra citada de
26 J. Garrido.
J. Garrido, o. c, pp. 262-263.

163
162
5. Segunda conclusión: Vivir «en la Corriente de atención. La primera es objetiva y básicamente
de Dios» en lo Real teologal» 29.
Plantear este tema es fundamental. Primero y prin-
Este paso es fundamental para el tema de «encon- cipal, porque ésa es la verdad, porque Dios está ahí y
trar a Dios en lo cotidiano». actúa ahí, y si no lo buscamos ahí ignoraríamos su Pre-
sencia en lo cotidiano y más inmediato. Segundo, por-
Es la cuestión fundamental de las mediaciones, que que así y ahí lo vivió Jesús. Y tercero, porque muchos,
vamos a concretar en aquellas realidades que tienen demasiados, «espirituales» han vivido fuera de la reali-
que ver con nuestro tema de «lo cotidiano». dad, de esa realidad, dando lugar a la no integración y
Es un tema básico en la teología espiritual. Quiero unidad de toda la vida. Y a la sensación, tan extendida,
citar unos párrafos de la citada obra de F. Ruiz Salva- de que Dios «está fuera de la realidad» común y coti-
dor que centran e introducen perfectamente lo que diana 30.
quiero exponer. Yo quisiera ahondar un poco más en esto a través de
«Para su propósito de hacer llegar hasta la concien- un concepto que tiene resonancias filosóficas, históricas
cia y la libertad del hombre su amor y su diálogo, Dios y psicológicas muy enriquecedoras: lo real. Y hablar de
ha echado mano de todo lo que puede haber de más encontrar a Dios atravesando «el espesor de lo real», en
eficaz. Ha inyectado teologalismo en la creación entera, lo más hondo de «lo real». Resuenan en esa formulación
en los hechos de la historia, en las cosas, en las personas. los ecos de Fernando Urbina, tan añorado, que nos
Está todo empapado de significado y de amor. Dios se abrió a esta hondura de la vida y de la fe 31 .
abisma en las mediaciones... el hombre... descubrirá en
ellas un doble ser: la naturaleza sencilla, cortada de ori-
gen y sentido; y el ser relacional, que las mueve y les
hace tener un alma y hablar desde dentro... Basta ver las 2
9 F. Ruiz Salvador, o. c, pp. 234-235.
cosas en su dimensión total y hablan solas. 30
Hablando de los años 40 en España decía F. Urbina: «... la 'Ver-
La fe del creyente no inventa, las cosas están ahí, dad de la realidad' -como diría Zubiri en sus conferencias del final de
este período- era bien dura y la espiritualidad evasiva de aquellos años no
porque Dios las ha creado o las gobierna... No le la supo ver. Una espiritualidad que no se encarna en el espesor de lo real
bastará al hombre creer en la conciencia, amar de co- y no lo asume, es incapaz de evangelizarlo: procede al revés de Jesucristo,
razón a corazón. Se tiene que enfrentar con la palabra que en la Encarnación y Pasión asumió el espesor y la profundidad del
de Dios hecha historia, naturaleza, acontecimientos mundo - n o quedó en una superestructura superficial y aparente, como
pretendieron los docetas- como vieron en cambio los padres: lo que no
favorables o desfavorables, personas... Tarea al pare- se asume, no se salva». F. Urbina, «La crisis se origina en los años 40»,
cer humana, pues se enfrenta con hechos humanos y Proyección (1972) 41-43.
cosas mundanas; pero estrictamente teologal, porque 31
Para una mayor profundización, con textos de Urbina, cf. mi tra-
ahí está y ahí actúa Dios. En este sentido se habla hoy bajo antes citado, «El pensamiento de F. Urbina...», Pastoral Misionera
de una 'presencia de Dios' en la realidad humana, 184 (1992) 71-85. Igualmente los dos tomos de escritos escogidos de F.
Urbina citados en la nota 5.
que antecede y fundamenta la presencia como ejercicio
165
164
¿Qué es «lo real»? cado, incompleto. Lo real es hermoso, pero frágil, de-
generativo, destinado a la descomposición y a la
«Lo real», tal como lo entendemos en este trabajo, muerte. Y todo esto por esencia.
siguiendo la inspiración de Urbina, es sinónimo de Entrar, pues, en lo real, también para encontrar ahí
toda la Creación en su acontecer concreto: la Natu- a Dios, es entrar en un terreno así, aceptando que la
raleza y su riqueza fluyente y evolutiva desde el pri- realidad de Dios se da en lo limitado, en lo lento, en lo
mer Big-Bang, la Historia y su devenir; las personas y conflictivo y dialéctico, en lo degenerativo. Ése es tam-
su mundo interior y psicológico, los procesos y los bién, y en sí y por sí y tal como es, el vehículo de Dios.
acontecimientos que se dan en este mundo material-
espiritual... Y es que la «Corriente de Dios» atraviesa lo real.
Ahí, en toda la riqueza y variedad de lo real, se nos
Un aspecto fundamental para el tema que desarro- aparece y se nos revela la «Corriente de vida y de amor»
llamos es el siguiente: «Lo real» tiene su naturaleza que es Dios, derramada en el mundo, tal cual éste es.
propia y sus propias leyes de existencia, de desarrollo y Dios está en todo lo real, lo «forma», lo sostiene, lo pe-
de funcionamiento. Todo el que quiera «entrar en lo netra, lo constituye, lo ama, lo atraviesa con su Pro-
real» tiene que hacerlo en y a través de su naturaleza y yecto... Toda la Realidad está «habitada» por la Co-
sus leyes. En concreto, a través del conocimiento cientí- rriente, aunque la Corriente está «más allá» de las cosas
fico y de la acción científico-técnica: la Física y la Quí- y de lo real (y es fundamental tener en cuenta esto úl-
mica, la Biología. La Historia, sus procesos y sus leyes, timo).
sus ritmos y sus «tiempos». La Economía y sus «le-
yes» 32. La Psicología y su capacidad para desvelar, si-
quiera sea tan fragmentariamente y con tanta dificul- Consecuencia
tad, el ser del hombre y de los vivientes y para
ayudarles en su desenvolvimiento. Hay que descubrir LO PROFUNDO DE LO REAL
(la Corriente que lo sustenta, que lo ama, que lo atra-
Otro aspecto fundamental: Lo real, por su propia
viesa con su Proyecto), PERO A TRAVÉS DE LO
naturaleza - y no sólo «lo material», sino también «lo
CONCRETO DE LO REAL.
espiritual-psicológico»-, es limitado e histórico-
evolutivo; por lo tanto, es algo siempre en proceso, y Hay, pues, que insertarse en la Corriente que vive y
por lo tanto dialéctico y esencialmente conflictivo. Lo fluye en todo lo real con sus modos propios de ser y de
real es muchas veces lento (¡qué lenta es la Historia y la fluir (sus leyes) para vivir ahí y de ese modo una doble
vida en su avanzar!); otras veces rápido y fulgurante. realidad complementaria:
Tiene sus pasos necesarios, que hay que recorrer. Sus - Vivir lo real, en su modo propio de ser, pero
retrocesos. Sus oscuridades. Muchas veces queda trun- calando en toda su Hondura y Espesor, hasta el fondo,
por donde discurre, profunda -sustentando, amando,
32
Sobre el carácter «científico», tan peculiar, de la Economía, apli- «proyectando»-, la Corriente que es el Dios Vivo.
cado a temas muy en conexión con el presente, cf. L. Briones, «Una
aportación a los fundamentos de la Pastoral obrera...», art. cit., p. 57.

166 167
- Vivirlo a Él, que sustenta lo real, que es Fin úl- siente la realidad de una forma nueva: desde el corazón
timo y Plenitud, pero «vestido de realidad humilde y del Dios de la Vida y del Amor a toda criatura.
pequeña», variada y hasta contradictoria... 33 Eso hace que varíe sustancialmente lo que se ve y lo
que se siente. En otra ocasión he referido cómo «se me
estropeó» el goce estético que siempre experimenté re-
6. Actitudes básicas: Una forma nueva de mirar corriendo las faldas de la preciosa Sierra de mi ciudad
y de sentir la realidad, transformadora de Córdoba, tan verdes y tranquilas, llenas de villas y
de la vida y de la acción chalés... Desde que vivo en el barrio no puedo dejar de
acordarme de algunas de mis gentes, hacinadas en pi-
No es más que un corolario de lo que venimos di-
sos inhumanos. Entonces, cada vez que subo, crece en
ciendo. mí la rabia y se acaba la estética. Antes tenía la mirada
Quien se ha insertado de la forma que hemos dicho del turista; ahora se me impone la mirada que tenían
en lo real atravesado por la Corriente de Dios, mira y los profetas 34.
¿Habéis probado -seguro que sí- a mirar y a sentir,
33
He aquí un resumen -desde la dura experiencia de su vida, ilumi- desde esta mirada, lo que os rodea cualquier día en la
nada por la fe- de F. Urbina: «La plena aceptación del espesor del mun-
calle o en el trabajo, en el metro o en el autobús? Las
do: Dios no suspendió la inmanencia donde juegan las fuerzas naturales
(físicas, sociales, políticas), no hizo ningún milagro el Viernes Santo. El gentes son las mismas gentes, el aire es el mismo, pero
milagro único es que el Hijo de Dios me acompaña, como yo tengo que hay algo que lo transforma. Me voy a arriesgar a una
acompañar a mis hermanos, sin pedir milagros, asumiendo el inmenso confesión personal, con todo lo que tiene de subjetivo
espesor del mundo con sus leyes de azar y necesidad»: «Reflexión metafí-
sico-teológica sobre el sufrimiento y el mal», Pastoral Misionera (1986)
y también de entrega inerme de la propia intimidad a
481-483. Y en otro lugar, calando en la celebración popular de la Navi- los demás. Pero las experiencias nos iluminan sobre las
dad, hace un precioso y profundo ejercicio de este trascender lo que apa- ideas.
rece, para penetrar en la realidad: «Es un corte en la vida de la ciudad.
Como un cambio de nivel en el correr de la vida. Es una liberación mo- Hace dos veranos, en Barcelona. En el trenecillo de
mentánea en la cadena de la cotidianidad oscura, en la vulgaridad de los la Generalitat. Frente a mí una chávala joven, con una
días grises, en el movimiento uniforme de la masa que llena los metros. cara preciosa. Mi mirada estaba prendida en ella. Pero
Es una rendija en el muro. Un fuego de artificio en la noche. Y algunos,
con mueca de desprecio, dicen: 'Es una locura colectiva...'. Los avisados, era uno de esos días en que uno camina en Dios, «en la
los sensatos, los prudentes se equivocan. Aquí hay algo más que unos Corriente», de una manera serena y natural. Iba con-
gestos de desahogo... Para la actitud cristiana de atención a lo real - e n templando en ella su encanto y su belleza, pero iba
todas las manifestaciones de la vida, incluso en las más degradadas- hay
viendo también su futuro y su presente, el amor con
un signo que hay que saber entender, una cifra que hay que saber desci-
frar, una llamada que hay que saber escuchar... Pero esta respuesta no es
una evasión fuera del mundo, fuera del espacio real de la vida, del traba- 34
L. Briones, «Una aportación...», art. cit., pp. 58-59. Allí desarro-
jo, de la lucha y del camino de la historia. Lo maravilloso de la palabra de llo más ampliamente estos conceptos. Cf. en particular, para la «mirada
Cristo en esta Noche de Navidad es precisamente que lo Santo, lo Sagra- del turista y la mirada del profeta», el sugerente artículo de J.L. Sicre, «La
do, lo Maravilloso, lo Divino ha entrado en el espesor del mundo»: «La experiencia de Dios en los profetas», en «Andalucía y Profetismo. Causa
Navidad de las masas», Equipos en misión (1970) 26-31. También en de Dios, causa del pueblo», Misión Abierta (diciembre 1984) 75-85, esp.
Pastoral y Espiritualidad para elmundo moderno..., II, pp. 311-313. pp. 76-78.

168 169
que la rodeaba el Padre; me interrogaba sobre su am- Y lo cotidiano se iluminó: fue una tarde de hondu-
biente, sus posibilidades... Fue una vivencia al mismo ra y alegría, de unidad y familiaridad con todo, de im-
tiempo de admiración y de dulzura ante la belleza hu- pulso a seguir en el trabajo lento -¡demasiado!- pero
mana, y de contemplación y sentimiento del amor del transformador hacia el Proyecto, hacia la conjunción
Padre y de su Proyecto hecho concreción. ¡Si siempre con lo Hondo.
caminara uno así! Ésa es la hermosa tarea.
¿Qué había pasado? Que había mirado y sentido la
Este verano. También en Barcelona. El día anterior realidad con los ojos y desde el corazón de Dios, de la
me había sentido abrumado por la gran ciudad: Corriente de vida y Amor, sumergido en Ella.
«¿Dónde estás Tú? ¿Cómo es posible tu Proyecto de
fraternidad en medio de esta turbamulta, transida de
injusticia, de indiferencia, de individualismo? ¿Quién Un impulso a la acción para el Proyecto
de esta masa te conoce y te siente?» Estaba abrumado del Padre y en sus manos
en lo físico, y abrumado en la fe y en la esperanza.
La mirada nueva no es simplemente «contemplati-
Por eso ese día necesité bajar de nuevo al tumulto,
va». En la última experiencia referida aparece una
decidido a vivirlo de una forma que «encajara». La
constante del que siente la Presencia de la Corriente,
misma gente, el mismo bullir. Pero inesperadamente
del que se siente de verdad sumergido en Ella: un im-
sentí: «¿No tengo leído - y sentido y vivido- en R.
pulso a trabajar para que el Proyecto de Dios, presente
Otto, en Martín Velasco, en sus análisis fenomenoló-
en la entraña del mundo, llegue a ser real. Tenemos
gicos sobre el sentimiento religioso, que ante Ti nos
encomendado el trabajo de la floración de lo subterrá-
sentimos sobrepasados, empequeñecidos, abrumados
neo en lo exterior.
por tu Grandeza que nos excede? Pues ¡eso es! Esto es
lo que he sentido. Esta inmensidad de gentes son Tú Porque ahí, en el interior de lo real, está inscrito el
que expandes tu Ser en ellos. Y tantos otros, y la In- designio eterno del Padre. ¡Qué hondo y evocador san
mensidad del mundo y del Universo: ¡Lógico que me Pablo a los Efesios, como resumiendo todo el Nuevo
abrumen! ¡Es tu Grandeza que me abruma! Ahí, en Testamento! Vale la pena leerlo ahora en el contexto
ellos, estoy sintiendo tu Grandeza, a través de la de lo que vamos diciendo:
multitud que me achica. Ellos son Tú, que los atra- «...revelándonos su designio secreto, conforme al
viesas con tu Ser. Pero al mismo tiempo ahí siento querer y al proyecto que Él tenía para llevar a la historia
también tu inmensa riqueza y tu amor presente. Un a su plenitud: hacer la unidad del universo por medio
amor ciertamente que se ha de desarrollar y comple- del Mesías, de lo terrestre y de lo celeste. Por su medio,
tar en lo concreto porque ahora está en lo Profundo pues por Él hizo Dios de nosotros su heredad (a esto
de ellos - T u Corriente que fluye en ellos-, pero no habíamos sido destinados, conforme al proyecto de
ha llegado todavía a manifestarse también a través de aquel que activa el universo según su plan y su designio)
su propia existencia. ¡Tanto trabajo que hacer toda- para que los que ya esperábamos en el Mesías fuéramos
vía!» un himno a su gloria» (Ef 1,8-12).

170 171
Ahí, en lo real, está inscrito ese Proyecto, pero está subrayada por los místicos y los teólogos espirituales.
en el interior y hace falta sacarlo a la superficie. Como Tan real. Tan necesaria. Tan purificadora. Tan para-
el David de Miguel Ángel estaba dentro del mármol. dójicamente positiva.
Pero hacía falta alguien que «lo viera» dentro, y que lo
sacara afuera trabajándolo duramente: «Decís que fal-
tan cuatro meses para la siega, ¿verdad? Pues yo os digo Conclusión final
esto: Levantad la vista y contemplad los campos; ya
están dorados para la siega» (Jn 4,34). «Mi Padre, hasta
Desde todo lo anterior fluye la respuesta a la pre-
el presente, sigue trabajando y yo también trabajo» (Jn
gunta inicial: ¿Cuáles son los lugares para «encontrar» a
5,17).
Dios y vivir con El y desde El en la vida cotidiana?
Juanillo es un chaval de mi barrio, sin padre ni
Cualquier parte, cualquier realidad, cualquier mo-
madre, carne de droga y de muerte. Mirando desde la
mento: T O D O , C O N TAL DE QUE nos situemos
mirada nueva, ¡claro que en él hay un Proyecto!: por él
con El, desde El, en la dirección de El, en su Corriente
pasa el Proyecto, está ahí. Por él pasa ya «la Corriente»:
de vida y de amor presente en todo lo real.
hay que adorarla desde ya en él.
Este es el punto clave para la vida personal: ahí te-
Pero para que se realice en él el Proyecto ha de pa-
nemos que situarnos. Y para el trabajo pastoral: a esto
sar por una realidad económica distinta, una realidad
hay que ayudar a llegar.
familiar distinta, una educación, desde lo que ahora
es... Un gran trabajo. Unas veces es posible, como le ha
pasado a Juanillo, que se ha ido a vivir con los chavales Segunda parte
de la Comunidad Cristiana Sin Fronteras. Pero otras
veces, no. Cuando es posible, tiene sus pasos, sus téc- LUGARES CONCRETOS
nicas, sus ritmos, su tiempo... Porque así es lo real, con PARA EL ENCUENTRO CON DIOS
sus leyes ineludibles, y así es «la Corriente» en lo real.
Hay que dar esos pasos. Y mientras tanto y ya desde Desde la perspectiva de la última conclusión, casi
ahora, hay que vivir en ellos la Corriente que YA pasa estaría todo dicho. ¿Hace falta nombrar lugares? La
por ahí. enumeración sería interminable: la Naturaleza, la
Queremos subrayar que a veces ya no es posible Historia (lo concreto de la Historia), la persona huma-
trabajar la realidad para que en ella emerja la Corrien- na (cada persona en cada momento), los pobres y hu-
te. Lo único posible ya es dejarse llevar por la Corrien- mildes, «los que no tienen protector», el cuerpo y lo
te, por la vida, «por el Río que nos lleva»: «Padre, si es material, en su belleza y en su fragilidad, el propio co-
posible, pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi razón, el interior de cada persona, la inteligencia, la
voluntad sino la tuya... Padre, a tus manos encomien- sensibilidad, la belleza, el arte, el amor, la bondad, el
do mi espíritu... Cuando seas viejo te llevarán a donde gozo, la acción y la energía, el sufrimiento, el fracaso,
no quieras...». Es la pasividad de la vida de la fe, tan la «Noche», la muerte, el pecado, el mal, la Biblia co-

172 173
mo espejo y resumen de toda la vida vivida desde Dios, Hay quien de una manera habitual mira así la vida;
la Iglesia y su vida... hay quien necesita volver constantemente a «ponerse
Quisiera, sin embargo, hacer unos subrayados so- las gafas»; hay quien todavía no ha accedido a esta vi-
bre algunos de estos lugares. sión. Los medios que cada uno utilizará dependerán
del estadio en que estemos. Pero sin una mirada nueva,
no hay una vida nueva. Todo el esfuerzo personal y to-
1. La importancia de «la mirada» do el trabajo pastoral deberán ir dirigidos básicamente
a esto: a introducir en esta forma de mirar, al manteni-
Es el arranque de toda esta manera de situarse. miento de esta mirada.
Sólo cuando miramos desde los ojos y el corazón de
Dios, cuando penetramos, atravesando el espesor de
la realidad, en la Corriente que atraviesa cada reali- 2. El lugar fundamental: la persona y,
dad, se hace posible vivir y actuar en Dios. Porque particularísimamente, los pobres
miramos con la mirada del Dios del Éxodo sobre los
esclavos, con la mirada de misericordia de Jesús so- La mirada de Dios en la Biblia, cuando mira a la
bre las masas. realidad, es una mirada dirigida a los oprimidos y de-
jados, cargada de misericordia y de impulso a la libera-
Cuando miramos así, los inmigrantes no son «los
ción: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto...
negros que vienen a quitarnos el trabajo», sucios y casi
Me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a li-
delincuentes, sino hermanos a quienes hemos despoja-
brarlos de los egipcios»... (Ex 3,7-8). «Viendo el gen-
do y que vienen buscando lo que nosotros un día bus-
tío, le dio lástima de ellos, porque andaban maltrechos
camos; los jóvenes no son esa masa irresponsable de los
y derrengados como ovejas sin pastor». Y se puso a cu-
fines de semana, sino seres como aquellos que «miraba»
rarlos (Mt 9,36). Esa es la selectividad de la mirada de
Jesús: «lo miró y lo amó» (Me 10,21); el proyecto de
la fe; así se dirige a la realidad, ésa es su óptica selecti-
Europa no es el crecimiento económico de Maastricht,
va, ése es su color. Por eso siempre que mira, donde-
puro y simple, sino los millones de personas sin traba-
quiera que mira, es el amor, sobre todo por los más
jo; el drogadicto no es el chaval que me estorba, sino
dejados, el que dirige la mirada, como un radar que
una criatura con su historia de desamparo, sobre el que
rastrea el sufrimiento y la falta de vida. Por eso, donde
llora Dios -así lo hacía Jesús-, porque soñaba -sueña
otros ven desarrollo, macroeconomía próspera, pro-
todavía- otro proyecto para él.
ducción y tecnología, el amor está contemplando la
Mirar siempre así, desde la óptica de Dios, que es la suerte de los humildes y sintiendo su sufrimiento y
óptica del amor misericordioso. Mirar así el trabajo: los preguntándose por su liberación. Y sintiendo la Pre-
compañeros, la situación de la clase obrera. Mirar con sencia y el corazón del Dios de los humildes que clama
esta mirada de amor el periódico, la televisión y las co- en la realidad, que ama en la realidad, que impulsa en
sas que ellos nos presentan. Mirar así mi afectividad y la realidad.
mi sexualidad... ¡Cómo cambian las cosas!

174 175
3. Lo fundamental: la acción liberadora, prende que el hombre es acción y acción creadora de
como prolongación de la acción creadora un mundo humano, justo y fraternal. El segundo nos
y sanadora de Dios hace sentirnos acompañados en esa tarea por la Fuerza
de la Corriente de vida.
El lugar fundamental está en el trabajo para que los Si esto es así, ¿a qué tenemos que impulsar a la
hijos de Dios tengan vida. Mientras estaba preparando gente que busca a Dios? ¿A que se sumerjan en la inti-
este trabajo, subía una tarde hasta la Facultad de Car- midad mística con Dios? ¿O a que se sumerjan, como
tuja y vi a la multitud de chavales que subían a la Uni- Jesús, en el trabajo de «hacer su voluntad», su Proyec-
versidad, a veces tan desorientados en la vida. Y me to, que son el trabajo y la lucha liberadores, y a que ahí
acordé además del Zaire, que por aquellos días era ac- y desde ahí vivan la apertura al Padre y la intimidad
tualidad sangrante. Pensé: «Mientras yo ando elucu- con El, como Jesús en sus noches? Al decir esto estoy
brando 'dónde encontrar a Dios', tantos están sin vida. pensando también en los «contemplativos» que, aun-
¿Qué es lo que más importa?». «¿Dónde me quieres en- que de otra manera, no pueden quedar al margen de
contrar?», me puede decir Dios, «trabaja por mis hijos; este «trabajo». Lo que tiene consecuencias muy fecun-
ahí está mi corazón, ahí estoy yo». das a la hora de «pensar» su vida 35 .
Ahí lo encontró Jesús, que buscaba siempre al
Padre: «Yo he venido a hacer la voluntad de mi Pa- 35
Para un modelo nuevo de contemplativos, cf. P.M. Delfieux,
dre. Y ésta es la voluntad de mi Padre: que tengan «Moines dans la ville», Christus 42 (1995) 201-213. Cf. también en este
mismo volumen los testimonios de Cristina Kaufmann y Antonio García
vida». Y es que, en un mundo donde hay muerte, no Rubio. Igualmente dos experiencias en el número 197 de Pastoral Misio-
se puede buscar a Dios en otro sitio que no sea la lu- nera («La vida religiosa, hoy»): A. García Rubio, «Fraternidades monásti-
cha por la vida. Es como si un hijo sano se extrañara cas y laicas de Jerusalén», pp. 11-16; y la interesantísima experiencia del
de que la madre estuviera junto a sus hermanos en- monasterio de Sta. María de Sobrado (La Coruña): Enrique García Mi-
rones, «Una experiencia monástica para la Iglesia y las gentes de hoy»,
fermos. Dirá ella: «¿Dónde me vas a buscar? ¿No te pp. 22-29. F. Urbina caló profundamente en el tema de «la acción» en la
imaginabas que es aquí, junto a tus hermanos enfer- práctica cristiana, con un conocimiento profundo de la filosofía moderna
mos, donde yo podía estar?» Y resuena aquello de Je- y de la tradición espiritual. En su magnífico «Comentario a Noche oscu-
sús: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo de- ra...* tiene este párrafo que ilumina cuanto venimos diciendo: «¿Cuál es,
por consiguiente, la respuesta que puede aportar san Juan de la Cruz para
bo estar en las cosas de mi Padre?» (Le 2,49). ¿Y la solución del problema teórico y práctico de la acción?... En sentido
cuáles son las cosas del Padre sino sus hijos? «La vida aún más profundo, la «contemplación» es una acritud general que debe
de un joven trabajador vale más que todo el oro del impregnar toda nuestra vida: una actitud de desprendimiento y de liber-
tad, de apertura a los demás y a los signos de la realidad, de disponibili-
mundo porque no es una máquina sino un hijo de
dad, de paz, de gozo, de coraje y de fe que supera la crispación del sujeto
Dios» (Cardijn). encerrado en sí mismo y fijo en la idea de que la acción depende exclusi-
vamente de su esfuerzo. La contemplación —contemplativi in actione— nos
En este punto hay que hacer dos asertos: «Ahí hay ayuda entonces a situar nuestro esfuerzo en la verdadera y real profundi-
que estar, trabajando», y «Ahí se encuentra Dios». El dad de la acción divina que impulsa silenciosamente la Historia»: Co-
primero lo compartimos con cualquier hombre de mentario a Noche oscura del espíritu y La Subida al Monte Carmelo de san
Juan de la Cruz, Marova, Madrid 1982, p. 131.
buena voluntad que, aunque no sienta a Dios, com-

176 177
Y quisiéramos hacer una advertencia: cuando ha- Primero: no se accede a la capacidad de mirar con
blamos de «acción» nos referimos también, y muy «la mirada» y «vivir en la Corriente» sin haber entrado
principalmente, a aquella acción que es eficaz para repetidas veces en ese espacio nuevo en que se con-
cambiar «este mundo injusto». No es el momento de vierte el mundo, lo real, conducido por «los ojos de
extendernos, pero sí es indispensable recordar que esta Dios». Eso sólo se hace en «los ratos de oración». Así,
acción de cambio, que es una acción inspirada y movi- sin paliativos. Largos, repetidos, hondos. Con un
da por la opción por los humildes desde el amor mise- aprendizaje adecuado. Con perseverancia. Sin saltos
ricordioso de Dios, es una acción sobre las estructuras (hoy sí, mañana no). Con una historia de años, en
económicas y sociales, que presupone unos análisis crí- momentos brillantes y cálidos, y en momentos de os-
ticos sobre el funcionamiento y las causas de dichas curidad.
estructuras («Análisis social») y requiere una organiza- Segundo: no se mantiene «la mirada» si no se abren
ción, sobre todo de «los de abajo», para el trabajo por los ojos cada día, cada hora, cada momento, cada si-
ese cambio. tuación, a la Presencia.
Pues bien, toda esa actividad, tan variada y com- Tercero: poco amor hay dentro todavía si «no nos
pleja, tan difícil y tan «material», tan técnica y tan pide el cuerpo» retirarnos con Aquel a quien amamos y
«temporal», es la que compone la acción, de la que es- que es nuestro verdadero tesoro, nuestra Plenitud. Ca-
tamos reivindicando que es lugar privilegiado del en- ra a cara. Sin intermediarios: («...No quieras enviarme/
cuentro de Dios. Volveremos sobre esto al hablar de de hoy más ya mensajero/ que no saben decirme lo que
los distintos «sabores» de Dios. quiero», Cántico espiritual, 6) 36.

4. La oración, elemento clave en la práctica 5. Los distintos «sabores» de Dios en lo Real


Me estoy refiriendo a los espacios y tiempos con- La consideración que sigue es sumamente impor-
cretos dedicados a abrirse a la relación explícita con tante en la práctica porque es la que más puede ayu-
Dios. Lo esencial en el «encuentro con Dios» es «vivir darnos en la experiencia de Dios en «lo cotidiano». Por
en Dios» en todo. Eso es claro. Pero desde el dinamis- otra parte no es sino la conclusión vivencial-espiritual
mo de la vida amorosa no se entiende una relación sin de lo expuesto al hablar de «lo real». Decíamos allí que
espacios y tiempos expresa y exclusivamente dedicados lo real -Naturaleza o Historia- está sustentado y «atra-
a aquel o aquella a quien se quiere. Primero, porque el vesado» por la «Corriente de Vida y de Amor» que sale
amor lleva a eso, lo pide y lo exige. Y segundo, porque del Ser y del Corazón de Dios, pero que tiene su pro-
no se mantiene normalmente un corazón en amor sin pia naturaleza y sus propias leyes. Y añadíamos que, si
la expresión y la vivencia de las manifestaciones del
amor. 3é
Para este tema de la relación de la «oración» con la experiencia de
En la relación con Dios ocurre igual. Dios en la vida cotidiana, cf. A. Demoustier, «Le buisson ardent de la vie
quotidienne», Chrístus 36 (1989) 146-157.

178 179
queremos «entrar» en lo Real para ahí descubrir y liados y despojados, desde su «Proyecto» sobre el mun-
«sentir» a Dios-Corriente, tenemos que hacerlo en- do! Por eso el proyecto económico-social de uno que
trando en los modos de ser y de proceder de lo real y está en la óptica y en la Corriente de Dios será radi-
ahí y así descubrir a Dios. Explicitemos esto en varios calmente diferente del que no está ahí. Y los medios
casos 37 . que escoja estarán inspirados por ese proyecto.
Cuando el científico estudia las entrañas de lo físi- Pero su proceder concreto, y el modo de llevar sus
co y se tropieza con la magnífica complejidad de las «medios», tiene que discurrir por los modos de fluir de
partículas y de la energía, eso es lo real y por ahí pasa la realidad económica y social. Y experimentará a Dios
Dios, «de eso se viste Dios», por así decir. Para hallarlo no sólo cuando siente su amor por los humildes, ni
en la Naturaleza no hay otro modo. sólo cuando se traza sus objetivos diferentes de los de
Cuando un psiquiatra estudia los entresijos de un los demás, sino también cuando está trabajando con
paciente e intenta ir «entendiendo» este ser y se esfuer- los procedimientos necesarios en la vida económica y
za en «recomponerlo», está encontrando el modo como social. En medio de los procesos de concientización, de
lo Real -¡la Corriente de Dios, desde la «visión o mira- la organización difícil del Sindicato o de los grupos de
da» de la fe!- se manifiesta en ese caso. En ese terreno acción, de la experiencia del poder del dinero y de los
no tiene otro modo de «sentir» a Dios que el sentirlo a reveses de la lucha por la justicia, de las dificultades
través de los vericuetos que la Psiquiatría va descu- concretas de la creación de una cooperativa o de la
briendo en el ser humano. preparación de una huelga... En todo eso, que es el
fluir real de la economía y de la vida de la sociedad, el
¿Y en el caso de un sociólogo, de un economista o
fluir de lo real, está Dios.
de un sindicalista? ¿Cómo tienen que encontrar a Dios
en el terreno económico y social? ¿Simplemente sin- Y aquí viene lo de «los sabores de Dios»: Cuando se
tiendo el amor por los pobres que sufren la ambición está en medio del trabajo para cambiar la vida econó-
de los poderosos? mica y social en favor de los desposeídos, lo que se está
Ahí desde luego, pero no sólo ahí: Dios discurre «experimentando» es trabajo, dureza, lentitud, dificul-
por las revueltas y flujos reales del funcionamiento es- tades, perplejidad... Y también, y al mismo tiempo, so-
pecífico de la realidad económica y social. Se experi- lidaridad, intuiciones, hallazgos, entusiasmo, esperan-
menta a Dios metiéndose en ese entramado, conocién- za... Todo ese conjunto va dejando en el alma un
dolo bien y dominando su funcionamiento, actuando regusto, un sabor característico, mezcla de alegría y
sobre él para dirigirlo. ¡Eso sí, desde la «mirada de estupor, de esperanza y perplejidad o impotencia, de
Dios» y desde su amor particularísimo por los humi- cansancio y de energía, de amor, de decepción y frus-
tración de la vida, de las gentes (¡y de Dios!). Ese es el
37
fluir concreto de lo real, donde está el Señor y su Co-
Cf. para un más amplio desarrollo de estos conceptos, L. Briones,
«Dimensión espiritual de la presencia de los creyentes en la vida pública
rriente. Por eso, ése es sabor de Dios. Dios sabe tam-
('encontrar' y 'experimentar' al Señor en la vida pública)», Pastoral Mi- bién así y no sólo a «paz», «serenidad», «calidez», «ar-
sionera 165 (1989) 80-98. monía»... También el sabor de la desarmonía que traen

180 181
la lucha y las dificultades, el sabor de la inquietud y de 6. La Naturaleza y «lo corporal»
la oscuridad, es sabor de Dios, porque El siempre está.
Es el tema, tan clásico en los espirituales, de la «conso- Casi huelga hablar de la Naturaleza como lugar del
lación» y la «desolación». Y es el tema de «la Noche»: encuentro con Dios. No sólo es un leit-motiv de la Bi-
también en la desolación y en la «Noche» está Dios 38. blia (recuérdense los textos clásicos y bellísimos de Sb
13,1-9, Sal 19,2-5; Sal 104, Rom 1,18-21) y de la poe-
Lo único que necesitamos en esos momentos es sía mística, sino que es experiencia personal y pastoral
abrir nuestros ojos a su Presencia ahí, con su sabor continua. No me detendré en ello, aunque quiero subra-
característico, y -eso sí- tener el corazón y el ser to- yar la permanencia eterna de este lugar, la facilidad que
do, con su capacidad de amar y de actuar, en la direc- ofrece a todo tipo de personas como lugar «natural» de
ción, en el tono de su «Corriente». Ésa es siempre la referencia, de «rumor» de Dios, la importancia pastoral
garantía. Porque, en definitiva, el único «sabor» del de esa experiencia.
Dios auténtico es el que se tiene cuando se está en su
onda, en sus intereses, en su Proyecto. Y no es «sa- Más interés puede tener reivindicar «lo corporal»
bor» de Dios el de nuestros intereses fuera del plan como lugar del encuentro con Dios. Gracias a Dios se
del Padre. ha superado en la Iglesia, a nivel teológico (no tanto a
nivel vivido y moral-pastoral), la visión negativa de la
Lo dicho del trabajo en el terreno social y econó-
corporalidad. La reflexión teológica ha vuelto a la con-
mico, como ejemplo, hay que aplicarlo al resto de las
sideración bíblica del hombre entero, cuerpo y espíritu,
parcelas de «lo Real»: desde los ejemplos citados de la
superando la dicotomía platónica y encontrándose así
ciencia física o la psiquiatría a lo cotidiano de la vida:
con la moderna antropología 39. Pero no siempre se
hacer la comida, ordenar la casa, educar a los niños en
han sacado las consecuencias espirituales de esta doc-
un colegio o en la familia, administrar una ciudad en
trina. Unos apuntes, pues.
un Ayuntamiento. Todo tiene su «reglas de funciona-
miento» y su «sabor» propio, y ahí tenemos que «sen- El cuerpo - y sus variantes estados- es el vehículo
tir» al Padre Dios, el fluir concreto, sencillo, normal, ineludible de cualquier experiencia de Dios: la expe-
de su «Corriente».
39
Cf. como un simple ejemplo, F. P. Fiorenza-J. B. Metz, El hombre
como unidad de cuerpo y alma, en Mysterium Salutis, vol. II, t. II, Cristiandad,
Madrid 1970, pp. 661-715. E. López Azpitarte, Ética de la sexualidad y del
matrimonio, San Pablo, Madrid 1992: esp. caps. 1, 2 y 3, pp. 11-113. Uno
de los estudios que abrieron camino fue el realizado por la Catholic Theolo-
gical Society of America, La sexualidad humana. Nuevas perspectivas del pen-
38
San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, Reglas de varios es- samiento católico, Ed. Cristiandad, Madrid 1978. Cf. también últimamente,
píritus para la I a semana, Reglas 3-11, o. c, pp. 316-324. Para la «No- María Caterina Jacobelli, Risus Paschalis. Elfundamento teológico del placer se-
che», cf. el citado Comentario a Noche oscura... Cf. algunos textos escogi- xual, Planeta, Barcelona 1991. Insiste en este aspecto como fundamento de
dos en L. Briones, «El pensamiento...», art. cit., p. 85. Muy interesante, una espiritualidad adaptada al mundo actual Sal Terrae (Octubre 1996) «Es-
J. Vitoria Cormenzana, «La cita en la historia con el Dios de espaldas. piritualidad laical», especialmente Felisa Elizondo, «Una ascética secular. El
Notas acerca de la experiencia cristiana de Dios», Iglesia Viva (1995) mundo visto de otra manera», pp. 749-759, y Loli Asúa y Víctor Urrutia,
577-588. «La implicación en el mundo como espiritualidad», pp. 735-748.

182 183
riencia de cualquier cosa pasa siempre por nuestro - La sensualidad y la sexualidad, que atraviesan
cuerpo. Y es condicionada por él y por sus estados. La nuestro ser físico y psicológico, son un lugar de en-
oración tiene que contar con el cuerpo, la acción tiene cuentro con el Señor. Baste esta afirmación, que reque-
que contar con el cuerpo, y lo mismo mis pensamien- riría detenerse en ella porque es éste uno de los «luga-
tos, mis decisiones y mis más altos sentires. Todo pasa res» de la experiencia humana más distantes y
por los ojos, por los oídos, por mi piel, por mi estóma- «extraños» a la «espiritualidad» en la tradición ascética
go, por mi salud o enfermedad... cristiana. Y uno de los que más necesitan ser «rescata-
¿Conclusiones? Muchas: dos» para la experiencia de Dios.
- Conocimiento de nuestro cuerpo, vivencia de Pero quiero - a modo de ejemplo para señalar su
nuestra humanidad a través de él, vivencia de su belle- hondura y su belleza- recordar un texto de Bonhoeffer,
za, de su maravilla. Aprecio y uso de cualquier ciencia que además introduce otro bellísimo símbolo -el can-
o técnica para su vivencia y perfeccionamiento. Y en tus firmus y la polifonía- para expresar la conjunción
todo eso, mirada profunda que descubra en él y en sus de Dios con la vida:
manifestaciones la huella y el rumor de la belleza y la
«Todo fuerte amor erótico entraña el peligro de ha-
vida de Dios. Un aspecto muy sugerente de esta consi-
cernos perder de vista lo que yo llamaría la polifonía de
deración es el juego, como lugar humano, tan de sabor
la vida. Quiero decir lo siguiente: Dios y su eternidad
bíblico, tan conectado con la celebración, área funda-
quieren ser amados de todo corazón pero no de modo
mental en el cristianismo.
que el amor terrenal quede mermado o debilitado, sino
- Un cuerpo bien afinado percibe mejor todo, en cierto sentido como un cantus firmus hacia el cual se
también los signos y huellas de Dios, y está más dis- elevan como contrapunto las demás voces de la vida.
puesto a la acción por el Proyecto de Dios. Un cuer- Uno de estos temas de contrapunto que gozan de plena
po enfermo, mal alimentado desde pequeño, mal cui- independencia pero que con todo se hallan referidos al
dado, dificulta cualquier humanización, incluida la cantus firmus es el amor terrenal. Allí donde el cantus
búsqueda de Dios. Hay que cuidar el cuerpo. Y hay firmus se muestra claro y nítido, el contrapunto puede
también que luchar y trabajar para que la gente esté desarrollarse con toda la energía posible. Ambos son
bien en su cuerpo si queremos que encuentre a Dios. «inseparables y sin embargo distintos»... «como en Je-
¡Qué perspectivas para el trabajo liberador en nues- sucristo la naturaleza divina y la humana», ¿compren-
tros barrios, para la reivindicación de la salud para des lo que quiero decir? Te quisiera pedir que dejéis
todos, para la investigación médica, para el deporte, sonar en vuestra vida, con todo vigor, el cantus firmus.
para los juegos! Sólo entonces habrá un sonido pleno y perfecto y el
- En un cuerpo enfermo y débil, y a través de él, contrapunto se sabrá siempre apoyado; no puede sepa-
debemos encontrar también a Dios, igual que cuando rarse ni alejarse, y a pesar de ello, continúa siendo algo
lo tenemos ágil y ligero. No se puede dejar el encuen- propio, entero, específico. Cuando uno se encuentra
tro con el Señor sólo para la salud. en medio de esta polifonía, entonces la vida aparece
como una totalidad y, al mismo tiempo, sabemos que

184 185
nada funesto puede ocurrimos mientras mantengamos embargo, se puede y se debe vivir en Dios continua-
el cantus firmus» 40. mente en lo cotidiano.
- Lo corporal, como todo lo real, es ambiguo. Y Hace unos días, estando ya en el ambiente de este
tiene una gran fuerza «acaparadora»; puede convertir- trabajo, antes de descansar después de comer, sentía:
se en impedimento para el encuentro con el Señor. «Voy a entrar en un momento de descanso. Mientras
Tocaremos este aspecto, que afecta también a otras duermo no puedo 'pensar en Dios'; pero estoy en Él.
realidades y no sólo a lo corporal, al hablar de las di- Lo sé por dos cosas: porque objetivamente me sustento
ficultades. en El siempre; y subjetivamente porque este rato está
enmarcado, por mis disposiciones personales, dentro
de su Corriente y de su vida, porque «está ordenado a
7. Dios en la vida cotidiana Él».
Todo lo anterior ha ido respondiendo a esa cues- Este «tener la vida ordenada a Él», que decían los
tión, pues la vida cotidiana es todo lo que compone «lo clásicos, es fundamental para la vivencia de Dios en la
real». Subrayamos ahora particularmente su versión vida cotidiana. Así, cuando me río, cuando bebo una
más «normalita», el fluir concreto de lo sencillo, de las cerveza, cuando voy a la parroquia y hablo con la gen-
tareas de cada día, de lo pequeño, del día a día, muchas te... Aunque no esté pensando en Él, es la vida en el
veces largo y pesado. marco de su Corriente, es la acción en el marco del
Proyecto de Dios, lo que me sitúa y me centra en Él. Y
Todo eso va discurriendo según sus ritmos, por
eso hace que el ser, en lo profundo de su vida, «se per-
sus pasos. Nosotros los vamos recorriendo. ¿Cómo
ciba» a sí mismo discurriendo en el seno de Dios que
sentirnos en Dios? Hay veces en que las circunstan-
fluye en lo hondo de la Realidad. Es un percibir «con-
cias nos piden, nos exigen o nos permiten, hacer una
comitante» y no reflejo. Es como quien «sabe» en lo
cala profunda en lo real y «sentir» a Dios que pasa
hondo que «está» en algo o en alguien aunque actual-
por las entrañas de la vida. A eso han ido dirigidas las
mente no esté pensando en él41. Eso «sabe» el creyente
anteriores consideraciones. Pero otras veces la vida
que tiene «ordenada» su vida a Dios y a su Proyecto. Y
concreta nos tiene cogidos en su trama «rutinaria».
lo sabe porque no hay nada en su corazón, ni en su
¿Cómo sentir entonces a Dios? No se trata sólo de
proyecto ni en sus intenciones, que esté fuera del ám-
«hacer actos de presencia de Dios durante el día»,
como nos enseñaban. Evidentemente eso es bueno y
es una forma de iluminar la vida. Pero no se puede 41
Ruiz Salvador lo expresa así: «Creo que no existe ni debe existir
mantener todo el día esa conciencia explícita. Y, sin una experiencia de Dios permanente, entendida como vivencia del sen-
timiento religioso en forma de impresión sensible continua... Hay otra
forma de experiencia que es la teologal. Implica madurez. El trato con
40
D. Bonhoeffer, Resistencia y sumisión, Sigúeme, Salamanca 1983, Dios da lugar a una conciencia casi continua de comunión, pero no en
p. 212. Martín Velasco lo cita como ejemplo de búsqueda de vías de es- forma de impresión, sino en forma suave de presencia envolvente» (subra-
piritualidad más sensibles a la autonomía de lo natural en nuestro tiem- yado mío), en «Discernimiento y mediaciones», Revista de Espiritualidad
po, «Experiencia mística...», pp. 457-458. 38 (1979) 551-578, esp. pp. 557-558.

186 187
bito de Él; al contrario, todo lo que se busca en la vida (Sal 119,1). Ese «ajuste», ese caminar sereno puede ser
va buscando ese Proyecto. más normal, diario. Compatible con el dolor, con las
dificultades, y hasta con la oscuridad o el sentirse per-
Pero no siempre nuestra vida está en el marco de
dido.
ese Proyecto. Cuando la vida, la actividad, los intereses
habituales, están fuera del marco del Proyecto de Dios, Se trata entonces sencillamente de vivir, cada mi-
no cabe el encuentro. O, a lo más, el encuentro se pro- nuto, lo de cada día. Es el corazón, lleno de la presen-
duce «a la contra», como Ignacio de Loyola expresa en cia del Señor y de su Proyecto, el que manda. Él fluye
la I a Regla de discreción de espíritus 42. en todo: en los momentos en que su presencia es sólo
implícita, cuando hay atención cuidadosa a lo concre-
Esta «ordenación» requiere además tres actitudes
to, a sus reglas, y el recuerdo del Señor está «sumergi-
básicas:
do»; y en los momentos de «explosión», cuando desde
- Estar haciendo bien las cosas, según requiere el corazón a presión asoma al exterior el «reconoci-
cada asunto, no de cualquier manera. Es la forma ob- miento» (¡Tú estás!), en contemplación gozosa. O
jetiva de seguir la Corriente creadora que «se encarna» cuando se percibe su compañía en la prueba, en la sú-
en esta materia con sus leyes. Hacer, pues, las cosas plica serena o angustiada, en alabanza, como en aquella
como hay que hacerlas. No sólo «sentir», sino ser efi- irrupción de Jesús: «¡Bendito seas, Padre!, porque has
caz, como El fue y es eficaz. ocultado...» 43.
- Que el «amor misericordioso» (el de Dios y Je- Y, puesto que cada vez más los hombres contempo-
sús, que es el que transforma nuestra mirada y nuestra ráneos vivimos en las ciudades modernas, la vida urba-
acción) esté siempre alerta en nosotros (in actu primo na está unida a la vida cotidiana.
próximo), a la espera, para orientar como sin darse
Las experiencias religiosas tradicionales han estado
cuenta la acción y la mirada, pronto a dirigir lo con-
ligadas a un universo rural o a ciudades preindustria-
creto. Como un termostato que salta cada vez que falta
les. Por eso necesitamos «reacomodar» nuestro modo
calor.
de vivir la presencia de Dios, y encontrar nuevas me-
- Mantener siempre alerta también la desconfian-
za del «Mundo éste» (Rom 12,2), dispuestos a descu- 43
He aquí este delicioso testimonio de F. Urbina: «...al verdadero
brir los antivalores. contemplativo le va por instinto lo sencillo, puro, transparente, pequeño,
Cuando todo está ordenado, se puede «caminar pobre...» Y después de describir el ambiente de una gran manifestación
religiosa «con mucha gente importante», todos «muy emperifollados y
tranquilo viviendo y siendo» (A. de Mello): todo está
autoconscientes», termina: «Y de pronto me llamó la atención en una es-
«ajustado», donde debe estar, y uno mismo se siente quina una niña humildemente trajeada que miraba lo que estaba pasan-
«ajustado». Esto produce un sentimiento especial, fre- do. Nadie se daba cuenta de su presencia, ni ella misma. Era un puro
cuentemente descrito en los salmos: «Dichoso el que cristal de belleza sin ningún replegamiento posesivo. Comprendí que la
Luz del Universo se concentraba allí y dejaba a todos los otros, cardenales
camina en la ley del Señor», «mi carne descansa serena» y altos oficiales del Estado, vacíos. Los místicos se acercan como un lí-
mite asintótico a esa infantil transparencia»: «Experiencia mística en
42
Ejercicios Espirituales, o. c, 314. nuestro tiempo», Pastoral Misionera (1985) 276.

188 189
diaciones en los lugares, usos y hábitos de nuestras Jesús es, por una parte, el alimentador y el inspi-
ciudades. Pero nunca podemos olvidar que el princi- rador de lo cotidiano: El, presente en el corazón, da
pio de reacomodación es siempre el mismo, el que fuerza, impulso, color y estilo y «trascendencia», a
hemos tratado de exponer: la mirada nueva sobre las todo lo diario. Y, por otra parte, lo cotidiano es la
cosas. Si se da, encontraremos siempre nuevas media- «corporización» de Jesús, «el sabor real» de Jesús. Le
ciones, porque toda la ciudad -todo lo real- está oí decir a Jon Sobrino que los jesuitas de la UCA
transida y envuelta por la vida y el amor de Dios que hablaban poco de Jesús, pero mucho de Mons. Ro-
nosotros sabremos descubrir. ¿No era ése el secreto de mero, porque Mons. Romero «encarnaba» para ellos
Pepe Rodier para poder hacer sus días enteros de reti- a Jesús.
ro (!) en aquella estación de Atocha de los emigrantes Pero Jesús nunca llama en solitario. Nos llama a vi-
con sus maletas de madera? Y es que ¿se puede en- vir en su grupo. La Iglesia es el lugar donde juntos re-
contrar un lugar más atravesado por «el amor miseri- vimos a Jesús, el «sacramento» del encuentro con Él.
cordioso»? 44 Le revivimos a través de la Palabra compartida, la Pre-
sencia en la oración y los sacramentos y, sobre todo, en
la comunidad que comparte la vida toda y la acción (la
8. Jesús y la Iglesia: su articulación Misión).
con «lo cotidiano»
La clave de todo lo que llevamos dicho es que Dios
ha dado el paso de comunicarse e iniciar una relación,
Tercera parte
y el secreto está en tener a Dios en el corazón y descu- DIFICULTADES Y MEDIOS
brirlo presente en la vida. Ahora bien, la definitiva re-
velación de cómo y quién es Dios y el lugar donde en- 1. Dificultades
contrarse con Dios es Jesús.
Hay, pues, que encontrar a Jesús, hay que iniciar la Desde la fe aceptada y vivida todo lo anterior pue-
relación de seguimiento con Él, hay que mantener esa de parecer muy claro, convincente y sugerente. ¿Cómo
relación. Con los diversos medios que la tradición de la es que muchas veces no «se vive en Dios»?
espiritualidad cristiana nos ofrece. Sin tener a Jesús ha- Recordamos algunas de las dificultades que se con-
bitualmente en el corazón, no se puede tener su mirada vierten en desafíos.
sobre lo real ni su «amor misericordioso» siempre
pronto para sentir; ni nuestra acción prolongará la su-
ya, que es la de la Corriente. El enigma de la Realidad

44
Descubrir a Dios no es fácil, porque la Realidad es
A. Beauchamp, «Les présences citadines de Dieu», Christus 42
(1995) 136-148. Cf. también el citado testimonio de A. García Rubio,
un gran enigma y hay tres posibles actitudes: la nega-
«Fraternidades monásticas...», Pastoral Misionera, art.cit. ción de cualquier Realidad Superior que no sean las

190 191
La falta de «plausibilidad social»
fuerzas de la Naturaleza y nosotros mismos; la acepta-
ción de Alguien, lleno de ser y de amor, que sustenta a
Así como en otros tiempos el ambiente social ayu-
todo ser y es su Horizonte; y el encogerse de hombros
daba a la vivencia de esta fe, hoy es al contrario. Lo ha
del agnóstico, respetuoso pero incapaz de encontrar
expresado muy bien J. García Roca en un sugerente
una salida del no saber.
análisis. Reproducimos unos párrafos esenciales:
Decantarse por una u otra interpretación depende
de una opción, que se hace o no se hace. Y que se pue- «Cada tiempo engendra sus propias oportunidades
de hacer en un sentido o en otro. No es el momento de sociales para creer en Dios y por lo mismo configura
analizar esta complejísima cuestión. Pero sí de consta- también aquellos eclipses que dificultan su desplie-
tar que no siempre es fácil, ni está en nuestra mano, el gue... Las dificultades actuales de mayor calado para
acceso a la convicción básica que sustenta toda esta ex- creer en el Dios de Jesús arrancan... del imaginario so-
posición. cial que ha dado coherencia al proyecto de moderniza-
ción promovido por el capitalismo como cristalización
Pero también hay caminos para «buscar» en este te- simultánea de una empresa económica, de un proyecto
rreno. ¿Quién no ha recorrido alguna vez, personal- político y de una aventura cultural...
mente o con otros, los caminos que han ido disipando
las dudas y nos han ido acercando a la opción por Los tres ingredientes del proceso de la moderniza-
Dios? Hay toda una experiencia en la Iglesia en este te- ción se convirtieron en prácticas sociales y al arraigarse
rreno. se convirtieron en maneras de ser, en hábitos y cos-
tumbres, que fueron asimiladas por nuestro ser más
íntimo. Y al conformar los modos de experimentar la
La «viscosidad» de lo Real realidad, asfixiaron los códigos que permiten sintonizar
sin esfuerzo con los rumores del Dios de Jesús.
Con esta expresión quiero expresar que «lo Real»,
que nos puede desvelar la honda Corriente de Vida y Se puede afirmar que la experiencia de Dios en los
Amor, que es Dios, si atravesamos su espesor, también términos que lo vivió y lo anunció Jesús de Nazaret ha
nos puede retener -nos retiene- en sí mismo, quedán- sido confiscada por el poder del dinero, por el poder
donos atrapados en su belleza y su gozo o en su dureza del Estado y por el poder de las insolidaridades; la cone-
y dolor. Nos perdemos entonces su riqueza integral, su xión de los tres poderes ha provocado un auténtico cre-
Fondo. Nos empequeñecemos. púsculo social del Dios de Jesús en la actual organización
social».
Esta viscosidad ha llevado tradicionalmente al te-
mor a lo «mundano», a la huida del mundo. Desde la Y a continuación abre una alternativa:
visión que estamos proponiendo, el camino es otro. El «Para abrirse socialmente paso, la fe de Jesús deberá
camino es asumir lo real en su plenitud, con los medios apostar por otro imaginario social con nuevos espacios
que se derivan de esta visión. sociales que permitan mirar la realidad de otro modo y
experimentarla con otro aire. En los intersticios del ima-

192 193
ginario dominante salen fortalecidas sub specie contrarii Las exigencias del encuentro con Dios
las tres fuerzas motrices que alimentan la fe de Jesús: la
libertad, la proximidad y la solidaridad, que son las «Vivir en Dios» no es sólo una experiencia poética,
musculaturas sociales de la creencia» 45. hermosa, totalizante. Vivir con Dios exige. Y exige,
como dijimos, prolongar la Corriente de vida y de
amor, creadora y curadora, en el estilo en que lo hizo
La falta de hondura personal Jesús -dar la vida- y en el modo en que lo hizo Jesús - a
la contra-.
Esta manera de vivir la Realidad exige capacidad de
Y lo va exigiendo la vida, lo concreto, cada día. Su-
penetración en las cosas, capacidad de sustraerse a la
pone entonces disponibilidad. Y esto choca con nues-
influencia del ambiente, de ese imaginario social del
tro egoísmo: creemos que nuestra felicidad personal se
que acabamos de hablar, capacidad de «concentrar» la
verá mermada por amar y estar disponibles para otros.
vida en algo esencial para lo que se vive y que centra
Porque la vida - D i o s - descompone nuestro marco,
todas las energías... No todo el mundo tiene estas ca-
pequeño y abrigado, con sus exigencias. No queremos
pacidades, y no siempre se mantienen. Suponen un de-
escuchar los gritos de los abandonados y nos ponemos
sarrollo avanzado de la madurez. Ahí hay un impor-
al abrigo.
tante trabajo a desarrollar: la «educación de la mirada»,
el desarrollo de la madurez psicológica, el desarrollo del Esta es la gran batalla. Porque mientras esta dispo-
compromiso consciente... Tiene mucho que ver con nibilidad no exista, hay falsedad (quizá no total, por-
todo esto la iniciación a la oración y a la contempla- que hay siempre una buena y sincera voluntad de querer
ción, y otros medios de que hablaremos 4(S. seguir a Jesús) en nuestros momentos de oración y si-
milares. El paradigma es el «examen» de Jesús a Pedro en
Quisiera subrayar que esta madurez no tiene por Jn 21: el correlato del «Sí, Señor, Tú sabes que te quie-
qué coincidir - n i coincide- con un desarrollo cultural ro» es «Cuida mis ovejas», y de aquella forma: «Cuando
elevado: está a disposición de los sencillos, y tenemos seas viejo te llevarán a donde no quieres».
que cuidarla. Pero sí exige -también a los sencillos- un
trabajo personal, permanente y tenaz.
La falta de «trabajarse» y «dejarse trabajar»

Aludíamos a ello al hablar de la hondura personal


necesaria que no se consigue sin proponérselo. Hay todo
45
J. García Roca, «Dificultades sociales para creer en el Dios de Je- un trabajo sobre sí mismo para disponerse a la comunica-
sús», Iglesia Viva (1995) 503-519, esp. pp. 504-506. ción de Dios (no para «conseguirla»). Dios está siempre
46
Para este asunto me han resultado muy sugerentes, como síntesis «presionando» 47 para comunicarse con nosotros: el tra-
teórica y como caminos pastorales, los libros de J. Garrido, Adulto y cris-
tiano. Crisis de realismo y madurez cristiana, Sal Terrae, Santander 1989,
47
y Ni santo ni mediocre. Ideal cristiano y condición humana, Verbo Divino, Está inspirada esta expresión en la sugerente concepción de la Re-
Estella 1993. velación que presenta con su fuerza y rigor habituales A. Torres Queiru-

194 195
bajo es disponerse. Y aquí entra el «dejarse trabajar». La 2 o . Hacer una opción fundamental: Poder decir o
vida, con sus «purificaciones», sus noches, nos va des- sentir: «más que nada en el mundo y como base de to-
pojando de nosotros mismos y nos hace disponibles para do quiero reconocerme 'en el Río de Dios' y en su
lo único que vale: amar prolongando a Dios. Pero nos Proyecto, y me quiero ahí situado».
resistimos a ser despojados, sin saber que nos estamos re- Cuando hablo de «hacer una opción fundamental»
sistiendo a entrar definitivamente en Dios (¡y en nuestra me refiero a «ir haciendo»: no siempre hay un momento
plenitud!). preciso, aunque hay que propiciar un tiempo a partir del
cual uno esté encaminado a partir de esa opción.
2. Medios 3 o . Tener «conciencia de proceso»: de que es un
trabajo continuado, que se es llevado por Dios y la vida
Necesaria y conscientemente toco este punto de en la «pasividad» purificadora de que hablábamos antes;
una manera general, y por tanto superficial. Es un que se marcha con conciencia de limitación y aceptán-
punto sobre el que habría que volver, mirando sobre dola; que se hace de acuerdo con propia psicología y
todo a la práctica personal y pastoral. por los pasos de toda psicología.
Una advertencia de partida, que es obvia: los me- 4 o . Una elección de objetivos y medios generales en
dios dependen de la situación personal de cada uno. ese marco de la opción: ¿Que quiero buscar en la vida?
No es lo mismo alguien que no ha «descubierto» a ¿A qué quiero dedicar mi vida?
Dios que otro que lleva mucho tiempo en ese camino. 5 o . Un diseño de plan de vida y acción diarias en
Varían también según el momento, la psicología y la ese marco.
historia personales.
6 o . Y ya en cada día (como medios concretos los
Un presupuesto de base: este asunto de la vivencia escogerá cada uno):
de Dios en lo cotidiano es un proceso. Se trata de lo
que los clásicos han llamado «las etapas de la vida espi- - Un despertar diario de la «conciencia explícita»
ritual». No es el momento de describir estas etapas, por (para cada día volver a «centrar la vida en la relación»)
otra parte conocidas, pero sí de recordar ciertos pasos según psicología y costumbres: ¿Al comienzo del día?
básicos. Nombro algunos, en un cierto orden lógico, ¿Lectura de la Biblia? ¿Oración tipo «Tú estás»? ¿Litur-
desde lo más general y de los comienzos hasta pasos gia, Eucaristía?
muy concretos. - Durante el día «vivir (vida y acción) ordenado»
o
I . Sentirse aludido, concernido por este «mundo». en El. Esto es esencial.
Es decir, sentirse llamado personalmente y abrirse a él - Una «relectura» de lo vivido: ¿diaria?, ¿periódi-
de principio. ca? A través de la Revisión de Vida, de retiros, de con-
vivencias, de Ejercicios Espirituales...
ga, o. c, especialmente el interesantísimo «Epílogo: Intuiciones de base e - Un desembocar en Él de toda la vida y acción:
ideas fundamentales», pp. 461-475. en la intimidad con El, en la estupefacción ante Él, en

196 197
la alabanza, en la súplica... Personalmente y en la co- Y subrayar también que éste es el horizonte de toda
munidad. la acción pastoral de la Iglesia: llevar a este «encuen-
7. Un testimonio y un trabajo: para «hacer el tro». Se trata de colocar al ser humano en su sitio. A
mundo de Dios» en las canteras de «lo secular», y para eso deben ir dirigidas todas la actividades eclesiales, la
introducir a la gente en Dios y en sus mundos. catequesis y la acción social, la Liturgia, las reuniones y
la organización toda.
Ahí veo un camino abierto.
Epílogo: La «Pastoral» del encuentro con Dios
Nos quedamos a las puertas de lo verdaderamente
importante: ¿Cómo caminar por aquí y hasta aquí con
nuestra gente? ¿Cómo ayudarles, a caminar? Estoy pen-
sando especialmente en la gente de nuestros barrios y
parroquias, gente humilde y sencilla, llamada especialí-
simamente a este «encuentro» («lo ocultaste a los sabios
y lo revelaste a la gente sencilla»). Estoy pensando en
los militantes de la JOC, en los jóvenes de hoy 48. Y en
cualquier mujer u hombre que buscan la verdad y que,
sean de las capas altas o de las bajas, siempre van a po-
der encontrarse con el Dios Vivo que, eso sí, si lo reci-
ben, va a revolucionar sus vidas (se acabará «lo alto» y
«lo bajo»).
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo hacer para ir creando ese
«imaginario social alternativo» que permita poder creer
en el Dios de Jesús?
No es éste el lugar para indicarlo; pero sí para subra-
yar que, después del convencimiento a que hayamos
podido llegar tras esta reflexión común, hace falta tra-
zar un camino pedagógico para las diversas personas.
Un camino para aquellos que necesitan primero abrirse
a Dios, y un camino, siquiera se pierda en el horizonte,
para ir transformando el «imaginario social».

48
J. Martínez Cortés, «Juventud y santidad», Revista de Espirituali-
dad 52 (1993) 397'-417'.

198 199
II
MESA REDONDA
Descender a los abismos:
Itinerario para el encuentro con Dios
José Luis Segovia

«Si escalo el cielo, allí estás tú,


si me acuesto en el abismo, allí te encuentro»
Salmo 138

Introducción
El Salmo que encabeza nuestras reflexiones, sobre
todo la segunda frase «si me acuesto en el abismo, allí
te encuentro», enuncia una de las vías privilegiadas pa-
ra encontrarse con el Dios de Jesucristo.
Efectivamente, el Salmo apunta dos vías para el en-
cuentro con Dios. Una bien conocida, la del ascenso,
la de la escalada de la mística; otra, no menos impor-
tante, la del descenso y el abajamiento, la de la kénosis
y el acostarse en el abismo.
Este Salmo 138 que principia de manera preciosa
«Señor, tú me sondeas y me conoces», no se queda en
un preciosismo intimista estático, sino que enseguida
habla de dinamismo, de itinerario, incluso de conflic-
to. «Distingues mi camino y mi descanso», «todas mis

203
sendas te son familiares», «mira si mi camino se des- el camino del descenso está vedado a los listos y listas,
vía», «guíame por el camino eterno»... y, sobre todo, «si enterados y sabidillas. Supone adentrarse en las entra-
me acuesto en el abismo, allí te encuentro». ñas maternales del buen Dios. Y curiosa, paradójica y
escandalosamente -esas tres palabras clave son el
Acostarse en el abismo nos habla bien a las claras «password», el código de acceso de Dios—, el Altísimo
de ese abandono abismal pero confiado, de una cierta sólo puede ser atisbado sin confusiones ni falsas pro-
pérdida de pie, pero al mismo tiempo de la certeza de yecciones humanas en las bajuras y en los bajísimos: en
que en los abismos nos aguarda el abrazo de Dios y no los pobres, en los pequeños, en los feos y en los tontos.
un «piñazo» descomunal. Acostarse en el abismo signi-
fica también adentrarnos experiencialmente en la di- A estas alturas no hace falta explicar qué es lo que
námica de la propia revelación de Dios. Si Jesucristo es entiendo por abismo. Aquellos lugares de desesperanza,
la mejor «fotografía» de Dios, la plasmada en grano fi- de sufrimiento insoportable, de injusticia flagrante, de
no y «kodakcolor especial», qué duda cabe que el des- impotencia rabiosa, de dolor, de muerte, de cruz. Lu-
censo señala una peculiar forma de autoidentificación gares naturales para desesperar que, sin embargo, desde
de Dios; ese Dios que se encarna, que se hace uno de esa presencia habitada por Dios son auténticos vergeles
tantos, que se pone a la cola de los pecadores; Dios, en frondosos y rebosantes de razones para esperar. De
suma, que sólo puede ascender para sentarse cómoda- nuevo, lo curioso, lo paradójico y lo escandaloso de
mente a la derecha del Padre porque previamente des- Dios. Por eso, no hay salvación del alma, no cabe ple-
cendió a los infiernos. ¡Vana pretensión la nuestra nitud, no hay forma alguna de realización humana que
tantas veces, aspirar a contemplar el rostro de Dios cara no pase por salir al encuentro de los abismos. No es
a cara, sin habernos comprometido a seguirlo en el que nuestra bajada a los dolores ajenos salve a los que
abajamiento! ¡Pretender encontrarnos con él, sin ha- allí habitan de nada, no es que nuestro descenso a las
berlo descubierto en tantos rostros de los habitantes de grutas del sufrimiento aporte automática o necesaria-
los abismos! mente soluciones. Sin embargo, sí nos dignifica. Hay
que recordar que es el apaleado al borde del camino de
De nuevo, «si me acuesto en el abismo, allí estás Jericó quien dignificó al samaritano que se atrevió a
tú...» nos recuerda en su estructura lingüística que se perder el camino y no al revés. Sólo acostándonos en el
trata de un condicional: si me duermo en «pikolín», abismo podemos encontrarnos con el Dios que nos
allí no estás tú. dignifica.
Si me quitan el sueño otras cosas que no sean los Sólo nos pueden santificar quienes tienen fuerza
dolores de los pobrecillos, allí no estás tú. sacramental para hacerlo: los pobres y los pequeños.
Acostarse es por tanto abajarse, pero no de cual- Por eso, al tiempo que experimentamos con muchísi-
quier manera. Como quien va a dormir, como quien se ma frecuencia que los pobres no son buenos por el he-
confía, y hace como cuando nos vamos a la cama, se cho de ser pobres, que nos gastan y nos disgustan, que
entrega, baja todas las defensas y se hace vulnerable a nos cansan, que nos queman y enfadan, al mismo
Dios y a las necesidades de los más pequeños. Por eso, tiempo nos retroalimentan y santifican, porque son un

204 205
auténtico sacramento de Dios y, en cuanto sacramen- comemos y los que son comidos, entre los que tenemos
to, fuente inagotable de gracia. ¿No será tal vez la gra- y los excluidos, exige una impedimenta moral que pase
cia sencillamente la fuerza contagiosa de Dios en la por recuperar desde el abajamiento a los abismos dos
desgracia? Por ello, sólo puedo estar a tiro de la gracia imperativos morales irrenunciables en la experiencia
de Dios en la medida en que me hago vulnerable al humana y religiosa. Uno, el imperativo categórico
dolor del mundo y me acerco a las desgracias. kantiano, para entendernos, no utilizar nunca al ser
humano como medio para nada. Y el otro, menos co-
La pista para el itinerario de este encuentro con nocido, es el imperativo de la disidencia; saber decir
Dios nos la brinda un trocito del Evangelio de Juan, en «no»: no pactar nunca con aquello que sea indigno,
el capítulo primero, cuando van los amiguetes del injusto o innoble. Imperativo categórico e imperativo
Bautista, se encuentran con Jesús y le espetan: «Maes- de la disidencia como prerrequisitos para que podamos
tro, ¿dónde moras?». Pregunta sin doctrina, ni ideolo- hacer la experiencia del Dios de Jesús en la primera
gía, algo así como «Tú, ¿de qué vas?» La respuesta del etapa del camino.
Señor en idéntica línea: «Venid y lo veréis». Pues bien,
el itinerario del abajamiento para encontrarnos con Este ir, este ponerse en marcha, exige mojarse: im-
Dios nos lo indica el comentario del evangelista: «Fue- plicarse, complicarse y replicar. Jesús no suele curar
ron, lo vieron y se quedaron». En esos tres verbos he por telepatía, toca, moja, enjuga... porque de lo contra-
sintetizado unas reflexiones acerca de lo que ha sido mi rio podríamos quedarnos en el ámbito del idealismo
propio recorrido de descubrimiento de Dios en las más ingenuo e inoperante. El Dios de Cristo nos ani-
bajuras, en los infiernos del mundo de la marginación ma a hacer la experiencia de ser más que de estar, de
infantil y juvenil. Ello nos conduce a varios momentos, vivir como auténticos compañeros de camino más que
varias moradas en lenguaje teresiano. como meros coexistentes.
La ventaja que tiene esta primera morada del aba-
jamiento es que vale cualquier punto de partida. No
1. «Fueron» o la morada de la ética distingue de etiquetas o filiaciones. Apela a lo sustanti-
vo, relegando todo lo adjetivo. Los discípulos sólo em-
Acostarse en el abismo requiere como punto de piezan a discutir cuando pierden el paso y el ritmo del
partida un deseo seguido de una resolución. El deseo Nazareno. Cuando las urgencias del Maestro los re-
presupone capacidad de conmoción, inquietud y bús- claman no hay espacio para discusiones de café y om-
queda. El «fueron» es la respuesta alternativa a la pro- bligo. Cuando hay auténtica prisa no hay disputa y
puesta de una cómoda instalación en lo real. Supone Juan cede el paso a Pedro antes de entrar al sepulcro.
rechazar la falacia de que «lo que hay es lo único que Esta primera etapa de abajamiento nos pide tam-
puede haber», en todos los órdenes. bién algo que nos resultará chocante. Nos exige ser ex-
Esta primera morada exige capacidad de cuestio- travagantes y anormales. Incluso los religiosos y religio-
narse, sentido crítico con uno mismo y con el entorno. sas nos hemos acostumbrado a convivir con un Dios
La triste realidad de un mundo dividido entre los que light, posmoderno y convencional. Nos quitamos nues-

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tros hábitos y capisayos, nos parecemos más a la gente templar es mirar en profundidad, descubrir lo que hay
«normal». Somos demasiado normales y convencio- más allá de las apariencias, desenmascarar los engaños
nales. Por eso, la experiencia del Dios de Jesús desde estructurales, superar los prejuicios de las pintas, bu-
los abismos pasa por la extravagancia y la anormali- cear en las entrañas de la realidad, estar «al loro» de por
dad. Naturalmente no estamos hablando del esno- dónde va caminando Dios. Supone, sobre todo, desa-
bismo o la frivolidad. Extravagar es vagar en los lí- rrollar el sentido del olfato. Oler a Dios donde apa-
mites, andar a tientas en los linderos de la realidad, rentemente otros sólo huelen a podrido. Este andar
en las fronteras en que se juega la vida y la suerte de olisqueando a Dios exige hacerlo luego olible a los de-
muchísimos seres humanos. De ahí que descender a más. El «vieron» requiere desarrollar la capacidad para
los abismos nos hará, de nuevo curiosa, paradójica y descubrir los «guiños cómplices» que nos hace Dios
escandalosamente, más marginales pero menos secta- desde la realidad de los más pobres. «No el mucho sa-
rios; el abismo nos transforma, nos ayuda a incluir, ber harta y satisface el anima, mas el sentir y gustar de
no a excluir, nos anima a vivir en los límites pero sin las cosas internamente». Es disfrutar de lo que nos ro-
excomulgar a nadie, a tener las cosas bien claras pero dea. Es la capacidad del mismo Jesús para el maravi-
evitando dogmatizar. llamiento contemplativo: «mujer, qué grande es tu fe»,
Este momento ético suscita el lenguaje del com- «y se admiró de la fe de aquel hombre...»
promiso, de la opción por... que acaban con frecuencia Desde estas claves se hace posible ir transmitiendo
en malas conciencias cronificadas o teologías de la libe- los recados que Dios nos va dejando debajo de las pie-
ración seguidas por vía satélite sin compromisos reales dras, como en el juego de la gincana infantil. La expe-
y efectivos con las pobrezas que están al lado. En últi- riencia del mundo de la marginación nos indica que
mo término reducir el abajamiento y el encuentro a Dios sigue hablando, sin trompetas ni relámpagos, en
una mera voluntarista experiencia ética suponen un re- un susurro... y desde abajo, siempre desde abajo... le-
duccionismo que impiden degustar manjares espiri- yendo el lenguaje cifrado en el que Dios habla y que
tuales harto más suculentos. Para ello se exige romper traducen de maravilla los pobres.
todas las varas de medir, como hace Jesús con los fari- Es en este proceso de lectura creyente de la realidad
seos. Nos medimos, según particulares adscripciones donde surge el TÚ. Desaparecen los estereotipos y de-
ideológicas, cuan santos somos, o cuan comprometi- jamos de hablar de drogadictos y prostitutas y empe-
dos, o cuan realizados... Por eso, aun siendo condición zamos a poner rostros e historias personales: El Pulgas,
necesaria, no es suficiente para descubrir un rostro de la Chata... Es a esta preciosa realidad a la que se refiere
Dios más nítido y perfilado en la bajura. el Obispo Pedro Casaldáliga cuando dice: «Al final de
mis días quiero presentarme pobre ante el Padre, con
las manos vacías pero con el corazón lleno de nom-
2. «Vieron» o la morada de la estética bres».
Este segundo momento que, naturalmente, presu-
pone el anterior, es eminentemente contemplativo. Con-

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3. «Se quedaron» o la morada de la erótica Sólo desde esta morada de los abismos podemos
rescatar a los pobres de las cuadrículas en que los si-
Hemos moralizado tanto el evangelio que nos hemos tuamos en nuestros Planes Pastorales, o liberarlos de la
quedado sin lo mejor: su dimensión erótica, la del dejar- liturgia en que los tenemos secuestrados (¡ojo, algunas
se enamorar. «Fueron, lo vieron y se quedaron». Y se oraciones de los fieles...! ¿Qué decir de la cancioncita
quedaron. Superados los dos momentos anteriores, o cantada tan a la ligera: «...compartiendo con ellos te-
mejor fundidos con ellos, se nos presenta este tercera cho y pan...»?, para las más de las veces... ¡ni compartir
morada. Implica un cambio de «chip» importante. No ni techo ni compartir pan! Olvidamos, con perdón de
todo el mundo es capaz de hacerlo. Aquí se encuentra la los liturgos de esta casa, que en la liturgia no cantamos
clave de algunos quemes o deserciones de los abismos. nosotros a Dios, sino que es Dios precisamente quien
Si a la invitación de Jesús, «venid y lo veréis», no nos canta a nosotros y nos invita a eso, a compartir te-
hubiera seguido un ir, un ver, pero, sobre todo, un cho y a compartir pan.
enamorarse de la realidad, no habríamos hecho abso- Antes de abandonar esta morada, conviene echar
lutamente nada. Jesús mismo y su universo de valores un vistazo a nuestro alrededor para descubrir en ella a
se les hizo querible. No se quedaron porque sí, ni por muchos silenciosos moradores, hombres y mujeres
compromiso ni por opción. Se quedaron lisa y llana- anónimos, mártires de callado amor en la cabecera de
mente porque estaban a gusto. Eso podemos afirmar enfermos recalcitrantes, abuelillos, en tiempo de pró-
desde el mundo de la marginación: nos hemos encon- rroga de paternidad, atendiendo a esos niños cuyos pa-
trado con Dios y estamos muy a gusto. En definitiva, dres se extraviaron por tortuosos caminos... todos ellos
implica un nuevo modo un tanto peculiar de evangeli- habitantes de este abismo, frágiles titanes de divino
zar... no a través de virtudes, sino de pecados Q!)... amor, con la fuerza de la debilidad, y con la única ri-
Efectivamente, evangelizar por envidia... la envidia del queza de esa red enmarañada de relaciones personales
«qué sentido descubren a su vida en medio del abis- tejida a base de paciencia, ternura y más paciencia y
mo», del «mirad cómo se aman aunque son tan dis- más ternura...
tintos» etc., etc., etc.
Rehuye de esta morada cuanto separe de la frater-
La erótica del evangelio implica además algo ele-
nidad, que allana y alisa, y suponga jerarquización y
mental pero olvidado: no se trata de querer al otro, no
competencia que distancian y excluyen. Es aquí, a la
se trata de apostar por los pobres... fundamentalmente
intemperie, donde se descubre en su desnudez solidaria
la cuestión es dejarnos querer por ellos. El amor recibi-
el «sólo Dios basta». También desde aquí cambia la
do es mucho más exigente que el amor dado. El amor
perspectiva del Reino de Dios y hasta de la propia Igle-
dado es siempre un amor posesivo y controlado. El
sia. El Reino ya no es una conquista sino una humilde
amor recibido es ciego. Por eso Jesús no sólo toca,
colaboración, no es una empresa sino un servicio he-
también se deja tocar. Jesús quiere y se deja querer.
cho por inútiles y chapuceros de Dios. Ya sabéis que al
Más arriesgado y apasionante que querer es dejarse
cielo sólo se podrá entrar agachados y a cuatro patas, y
querer por los pequeños.
tras decir a san Pedro el «santo y seña»: «siervo inútil

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soy». Los que vayan estirados, con galones y currículos, ascenso -aunque sea en zig-zag-, pero también es en-
se quedarán en la puerta. lutada porque hay demasiado fracaso humano, dema-
siada barbaridad; pero vuelve a ser esperanza porque, a
pesar de lo que vemos, descubrimos un mundo y una
4. La garantía de Él o la morada escatológica historia habitadas por El.
Después del «se quedaron» el evangelista no dice Por ello, en esta última morada del abismo, cuando
más. En nuestro atrevimiento añadimos algo -también todo parece perdido, se nos aparece el Dios que renace
hay «un apéndice al evangelio de Juan ¿no?-. No de las cenizas, que hace posible lo imposible, que resu-
siempre estamos en disposición de disfrutar la erótica cita muertos... el Dios que reivindica la historia de los
del Evangelio. La realidad es dura y muerde con fre- vencidos, de los perdedores... El Dios insobornable
cuencia. Demasiados fracasos, muchas muertes tem- defensor de los pobres, razón última de nuestra espe-
pranas, impotencia y rabia de continuo ante lo evita- ranza y certeza de que, con su ayuda, las causas perdi-
ble... das empiezan a estarlo bastante menos.
Termino. El descenso a los abismos reclama de no-
Además de querer y dejarnos querer es preciso em-
sotros ser como los niños, los tontos y los borrachos.
pezar a soñar. Hay un sueño opio que es adormidera
Por eso, pedimos al buen Dios de los Abismos y a
de conciencias, y hay otro sueño motor, dinámico, vi-
Nuestra Señora de las Bajuras, un poco más de candor
tal y transformador. Los sueños son siempre antesala
infantil, un poco menos de sentido común para no
de algo mejor, anticipo de una realidad manifiesta-
sentirnos incómodos en la extravagancia, y buena dis-
mente mejorable. Solamente transformamos lo que
posición para beber unos sorbitos de más de Espíritu
previamente fuimos capaces de soñar. No podemos
Santo... ah!... y todo ello sazonado con unas chispitas
dejarnos castrar la capacidad para soñar.
de buen humor.
De nuevo curiosa, paradójica y escandalosamente,
desde los lugares naturales para el insomnio, reivindi-
camos el derecho a soñar, y proclamamos que los lugares
naturales para desesperar son precisamente los semille-
ros de fructífera esperanza. Creemos profundamente en
el sueño y afirmamos que no se puede creer en el Dios
de Jesucristo si al tiempo no se hace un profundo acto
de fe en el ser humano. No se puede afirmar la bondad
de Dios negándosela al ser humano, su imagen.
Nadie como Bloch ha reflejado lo que experimen-
tamos muchas veces en el terreno de los sueños. Habla
bellamente de la «esperanza enlutada». Ciertamente es
esperanza porque el curso de la historia va en inevitable

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Entre la taberna y el monasterio
pasando por la naturalidad
Antonio García Rubio

La naturalidad como base

Decía Abba Sisoes: «Buscad a Dios y no donde vive


Dios» (Yushi Nomura, Sabiduría del Desierto, Madrid
1984, p. 25). Este eslogan religioso no ha sido un afán
de mi vida, pero algo me dice que mi existencia certifi-
ca y da autenticidad a esta frase.
Mi experiencia de Dios nació en una taberna del
mundo rural madrileño de los años cincuenta. Allí,
mientras era zarandeado por las manos ásperas de la-
bradores que jugaban conmigo y bebían cazalla ar-
diente con la que calentar su cuerpo, fui naciendo a
una experiencia de Dios que nunca se ha separado del
medio popular en el que nació.
Si tuviera que poner una palabra al lado de mi ex-
periencia de Dios, tendría que colocar la palabra NA-
TURALIDAD. Todo ha sido natural, tan natural como
la vida misma, como las risotadas de los campesinos de
los que os hablo, tan natural como el agua clara de las
fuentes de las montañas, tan natural como la gordura

215
de las mujeres que pueblan mi infancia, tan natural mitidme que exprese que así ha sido en mi vida. No
como el rezo susurrante del rosario de las viejecitas de está muy lejos la imagen de Jesús entre los doctores en
mi pueblo, tan natural como las conversaciones y los el Templo de Jerusalén. Quizá Jesús pudo probar una
tacos entre los que me crié y entre los que hice mis experiencia de la infancia, con relación al Padre Dios,
primeros pinitos en la fe. Todo lo que viví en aquellos semejante a lo que yo pude, modestísimamente, vivir
años, en los que había que acompañar a la madre y a en los primeros años de mi vida. «Si no os hacéis como
las hermanas a lavar al río, a dos kilómetros de distan- niños no entraréis en el Reino de los cielos», decía Je-
cia del pueblo, en los que conviví con los animales, en sús. ¿Qué le pasó a Jesús en sus años de niño para que
los que la higiene era una carencia, en los que las tor- de mayor nos refiriese a la infancia como el modelo pa-
mentas eran un serio motivo de preocupación y en los ra que el adulto encuentre el Reino?
que los burros eran nuestro medio de transporte habi- Dios ha sido siempre un don del que no he sabido
tual, todo aquello era natural y para poco contaba la o no he podido separarme. Recuerdo como una hazaña
artificialidad en aquella vida. Era una sociedad del la noche en la que quise negar a Dios. Fue estando de
«pan, pan» y del «vino, vino». párroco en Bustarviejo, el pueblo más alto de la Co-
Yo nací allí y allí comencé a experimentar, mientras munidad de Madrid. Una noche de crisis decidí, en el
echaba de comer a las gallinas, o buscaba nidos, o me silencio de la iglesia parroquial en la que me gustaba
fumaba a escondidas las hojas secas de los árboles para estar en la soledad y aprendiendo a gustar el silencio
imitar a los mayores, o compartía las travesuras infan- adulto, que era necesario romper con Dios. Siempre
tiles en la escuela rural, la presencia pacífica de un Dios había experimentado que Dios estaba a mi lado o,
infantil, Padre, al que me refería en mis momentos se- mejor, siempre me había experimentado yo como un
cretos y en el que descansaba de mis preocupaciones, rabito pegado a El, y era hora de despegarse. Me dije a
que las tenía. En aquella edad, comencé a realizar unos mi mismo, vas a decir: «No hay Dios, Dios no existe».
juegos peligrosos, como decir misas, casar a los amigos, Tengo que reconocer que fue en vano. La noche avan-
asistir a la Iglesia, juegos que acabaron por marcar mi zó, pero mis labios no fueron capaces de pronunciar
existencia entera hasta el día de hoy. esas palabras. Sólo hablaron los ojos, que se llenaron de
unas lágrimas de felicidad y de fidelidad. Dios siempre
me ha podido y cautivado.
El Dios de un niño
Nunca he podido despegarme de Dios. No puedo
Siempre que me han preguntado por Dios he dado decir cómo lo aprendí, ni cómo me descubrí a su lado.
la respuesta justa. La misma que voy a daros en el día Allí estuvo siempre. Desperté a la vida con El, con toda
de hoy: creo en el mismo Padre de la infancia, creo en naturalidad y con la misma claridad con la que des-
el mismo Dios en el que me refugiaba y con el que me perté al descubrimiento real de mi madre, de mi padre,
recreaba cuando era niño. Es muy posible que siendo de mis hermanos, de mis amigos... Nunca me ha
niños es cuando más capacidades despiertas tengamos, abandonado. Nunca me ha faltado su presencia. En los
de modo natural, para percibir a Dios; al menos per- momentos duros de mi vida, que los ha habido, allí

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estuvo. En los momentos de esperanza ha estado con- que esté más presente en la eucaristía dominical que en
migo. Me han hablado de una abuela, la madre de mi la discoteca o en el pub juvenil. Los sacramentos nos
padre, que murió dos meses después de que le naciera crean unas condiciones especiales para el encuentro
el último nieto, que fui yo. Era una gallega religiosísi- con Dios, nos lo facilitan y los cristianos no sabríamos
ma interna y externamente. ¿Me transmitió ella la lla- vivir sin ellos nuestra relación comunitaria con Dios,
ma de la fe? ¿Me dejó ella el Espíritu del Señor que la pero Dios sólo necesita del hombre y es con el hombre
acompañó? Lo dejo ahí. La presencia espiritual de mi con quien quiere relacionarse, con quien quiere amar.
abuela me hace siempre mucho bien. Allí donde haya un hombre que crea y que lo haga con
naturalidad, sin afectaciones ni rarezas, sin manipula-
ciones ni interpretaciones, allí estará Dios Padre
Dios está en el hombre abierto a la colaboración, a la ayuda y al encuentro,
aunque el hombre sea un gran pecador o un alejado de
Al plantearnos la pregunta ¿dónde está Dios?, las instituciones eclesiales o un ser completamente
objeto de esta octava Semana de Teología Pastoral, marginado y hundido. El sacramento, y la Iglesia es el
tengo que responder que no hay un lugar físico de- primer sacramento, es el lugar de encuentro comunita-
terminado para el encuentro con Dios. No creo que rio y eclesial con Dios y especialmente con Cristo Re-
esté más presente en las iglesias que en los hospitales, sucitado y con su Espíritu, y este encuentro presupone
no creo que esté más presente en el monasterio que al hombre, presupone al hombre humilde y creyente,
en la taberna. Dios no hace ascos a sus hijos. Una co- que se emociona ante el amor y la Palabra de Dios,
sa es que el hombre o las iglesias o las diversas reli- manifestada a través de la Iglesia. El sacramento es la
giones construyan o favorezcan el crecimiento de lu- concreción de la madurez eclesial de todo creyente.
gares llamados sagrados para facilitar el encuentro Sólo gratitud podemos mostrar ante los sacramentos
con Dios y otra cosa es que Dios se adapte simple- como lugares privilegiados de encuentro asiduo, prepa-
mente a esos lugares y realice su encuentro con el ser rado y cultivado por la Iglesia. Pero no podemos ce-
humano mejor en ellos que en otros cualesquiera. Allí rrarnos en la Iglesia como único lugar del encuentro.
donde está el hombre, allí está Dios. Allí donde hay La experiencia diaria nos dice lo contrario. Mi expe-
vida, allí está Dios. Dios no está ligado ni siquiera a riencia me dice lo contrario.
la cualidad moral o ética de las personas. Está en to-
dos y en todo porque quiere estar, y ésta es su volun-
tad inequívoca, expresada en la Escritura y en la Tra-
dición. «Ni en este monte ni en Jerusalén». «En Dios: un dulce privilegio
espíritu y en verdad». Y no hay más.
El descubrimiento de Jesús tardó en llegar a mi vi-
No puedo decir que Dios haya estado más presente da, pero fue igualmente natural. De pronto noté que
el día que me ordenaron como sacerdote, como mi- su Palabra hacía eco e intimidad con lo que mi corazón
nistro del Evangelio, que en los momentos en los que creía y amaba de Dios, del Dios Padre que se me había
el pecado rondó en torno a mi vida. No puedo decir manifestado desde siempre. No había diferencia entre

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lo que mi corazón sentía de la mano del Padre y lo que cubas de vino que entre las imágenes de los santos, con
Jesús, el Maestro, me iba enseñando y transmitiendo. los amigos que con la frescura de la naturaleza, en el
Y así Jesucristo se convertía en un vehículo privilegiado paseo comunicativo o en la visita al hospital, en la cha-
de nuevos y repetidos encuentros y lo era por su cerca- bola o en la sala de conciertos. A veces he tenido la
nía que facilitaba la comprensión de muchos aspectos impresión de ser un privilegiado al verme acosado,
de la fe y de la vida a los que no pude llegar a descubrir dulce acoso, por un soplo de vida que me relajaba, que
a fondo hasta que le conocí y le comprendí. me estremecía, que me lanzaba al precipicio del sacrifi-
Dios está y es. Dios es la vida y el fondo de la vida. cio generoso. Sólo acción de gracias es el canto del pá-
Dios es la esencia y la plenitud. Dios es lo consistente y jaro que llevo en mi corazón. Tuve deseos de volar y
el sustrato en el que se asienta el ser pequeño y finito me dejó hacerlo. Tuve necesidad de amigos y me hizo
que somos los humanos. Se me llena la boca de pala- serlo de cientos. Tuve hambre de pueblo y me rodeó
bras heredadas, manejadas tibiamente, pues se quedan siempre de más hermanos que podía.
cortas para expresar lo que el corazón siente y lleva Deseé darle todo y no quedarme con nada y Él
sintiendo desde décadas. ¡Dios! Y pensar que muchos prefirió que me quedase con todo y lo repartiese entre
contemporáneos se quedan fríos, inermes, indiferentes los pobres y entre sus amigos. Me hizo comprender
ante una palabra que en mi existencia lo evoca todo, lo que Él es don para el pueblo pero que lo es a través
invade todo, lo llena todo, lo penetra todo. Alto e in- nuestro, de nuestras manos y de nuestros abrazos, de
comprensible misterio el del hombre que no es capaz nuestros besos y de nuestras palabras, de nuestros ges-
de conectar con la verdad de un Dios que a mí se me tos y de nuestros hechos. ¿Qué sería de este Padre, en
ha ofrecido desde siempre con naturalidad, con fluidez, el mundo, sin nosotros? Es maravilloso que haya con-
como agua limpia, pura y clara. tado con nosotros, que quiera que le queramos y que
El Dios Padre del que nos ha hablado Jesucristo se nos ofrezca cada día la oportunidad de gozar de Él y de
desveló íntegramente a mi ser desde la tierna infancia y ofrecerle en los hermanos todo lo que Él pone en
lo hizo como un suspiro, como un susurro, como un nuestro ser, que es mucho.
suave vientecito apenas perceptible pero que engancha
para siempre. Cuando yo comencé a escuchar la voz de
Cristo y a comprender al Dios Padre del que me ha- Monasterio y taberna, silencio y pueblo
blaba, me quedé conmocionado e impresionado, pues
no otro era el Dios vivido y sentido desde la más tierna Os podría hablar del silencio y del pueblo como las
infancia. dos sinfonías en las que he podido escuchar la voz de
Dios y con las que he podido estremecerme hasta dar-
Dios es una evocación dulce para el alma. Quizá
me por completo. Son los dos motivos constantes de
pueda resultar cursi la explicación de lo vivido, de lo
mi vivencia de Dios.
tocado, de lo que ha hecho herida gustosa en mi cora-
zón. Todo lo sentí y lo probé desde niño y lo hice del Aún no sé descifrar el inicio de mi atracción por el
mismo modo en el templo que en la taberna, entre las silencio. Ha crecido en mí con sosiego y a la vez como

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la pólvora, pero aún no tengo capacidad para saber mis dos motivos principales de encuentro con Dios.
descifrar dónde se encuentra el comienzo, la clave de En la liturgia, en los sacramentos y especialmente en la
este regalo con el que me encontré de lleno un día. El Eucaristía, encuentro el punto de unión de la fuerza de
silencio es silencio y no se nos ofrece muchas veces. Se Dios que se manifiesta en Cristo Jesús, Señor de la
produce dentro y nace de muy dentro. De vez en Historia, del Pueblo y de mi pobre persona. Algo in-
cuando, como quien no quiere la cosa, nos quedamos creíble sucede en ese ámbito que sólo es motivo de
absortos, como pensativos pero sin pensamientos, co- atención y de acción de gracias.
mo obnubilados pero en la tierra, como perdidos pero
en el suelo. Y da como un aire y uno se quedaría así El silencio me atrajo tanto en una época de mi vida
para siempre y no se movería ni de la postura física en que estuve decidido a entregarlo todo con tal de despo-
la que se encuentra para no perder lo que llega a dar- sarme con él. Fue un tiempo de locura monástica. Pero
nos la sensación de ser eterno. De muchas y diversas después de hacer el intento, el Señor me trajo a donde
maneras he podido gozar y quedar en silencio. El silen- siempre había estado y para lo que fui preparado sufi-
cio es un lago o mejor un mar que se hace eterno, que cientemente, para el servicio del pueblo. Y ahora quie-
uno toca y no querría dejar escapar, porque ahí, en el ro hablaros del pueblo. Si el silencio me acompaña por
silencio, está el susurro de Dios, sus labios que besan, todos los caminos para fraguar de modo permanente la
su voz que despierta, sus manos que acogen, sus brazos relación honda y armoniosa con Dios, el pueblo es el
que abrazan, su presencia que es un sí es no es, una motivo de todo lo histórico, de todo mi afán y mi en-
nada, una santa simplicidad, lo mínimo, lo diminuto, trega.
lo pequeño, pero que sin embargo no se cambiaría por Nací en el pueblo llano. No soy hijo de ninguna
nada en el mundo. Es el tesoro escondido, es la perla, élite. Y siempre me he considerado un servidor del
por los que se da todo. En el silencio encontramos el pueblo, de todo el pueblo. He huido de las élites como
ritmo del Reino y sabemos lo que es el Reino, aunque por empuje natural. Ser el menor de cuarenta primos
no sepamos nada. Ahí, en el silencio, las palabras de hermanos, entre los que me crié y con los que he com-
Cristo adquieren una resonancia y un sentido de ple- partido siempre la vida, hombres y mujeres populares,
nitud que nos agarran del todo y ya no somos capaces picapedreros, camioneros, jornaleros, vaqueros, peque-
de desengancharnos jamás. ños comerciantes, me hizo comprender y vivir la senci-
llez de un mundo sin grandes pretensiones, las que
Yo vivo del silencio cuando me llega el silencio, puede tener la gente humilde y nada más. Descubrí a
que no es siempre. Vienen, eso sí, ráfagas de gratitud, Dios en la taberna de mis padres y eso ligó para siem-
ráfagas de Espíritu Santo, ráfagas de viento sagrado que pre mi experiencia de Dios al pueblo sencillo. Los ros-
se humaniza, que se encarna, que se sitúa en la morada tros del pueblo son siempre un motivo para el encuen-
de mi corazón y se convierte en fuego que purifica, que tro con Dios. La sensibilidad la recibí del mismo
cura, que sana. Cada día encuentro más ligada la litur- pueblo que lloraba ante las desgracias, que salía en
gia y todas las celebraciones cristianas a mi experiencia ayuda del necesitado, que volaba ante los aconteci-
de silencio y de pueblo. Voy encontrando el culmen de mientos graves, que sabía compartir el pan con el que

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lo necesitaba, y allí, en todos aquellos gestos, estaba y presiento en medio del bullicio y del alboroto de mi
Dios y yo sentía su presencia y cercanía. Y Dios estaba gente.
en los cantos típicos de los días de Navidad en los que
el pueblo entero vivía una experiencia singular de gozo,
de unidad y de alegría. Y Dios estaba en los días de la En el corazón de los humildes
matanza, en los que toda la familia nos juntábamos y
disfrutábamos inmensamente del roce, del cariño, del ¿Dónde está Dios? En el corazón de los sencillos y
trabajo de apoyo, de los juegos, de las picardías y de las de los humildes, como invitación permanente a la libe-
habilidades. Y Dios estaba en la ilusión con la que pre- ración y a la alabanza, al amor a los hermanos y al cre-
parábamos el carnaval, y en las inocentadas del 28 de cimiento imparable de una semilla invisible pero cierta,
diciembre y en la cruz de mayo y en las fiestas popula- que si la atendemos con dignidad hará que germine el
res. Dios se hacía presente cuando íbamos a la ermita a don de la fe en esta tierra.
buscar a la Virgen del Espinar para las fiestas y volvía a
A Dios sólo es posible vivirlo desde la naturalidad
estar en los encierros y en los bailes. Dios no faltaba
de la vida. Los afectados manipulan a Dios pero le im-
con los amigos, en los juegos infantiles, en el truque,
piden brotar con la belleza y el sentido con los que El
en el inque, en la bici, en las cartetas, en el fútbol, en la
quiere ser experimentado. Jesús es el punto de referen-
pelota, en la dola o en el correcalles. También debía de
cia de la naturalidad. Mirémosle y andemos confiados,
estar cuando nos juntábamos a contar historias en los
también en esta cultura poscristiana. La fuerza y la
prados, en primavera o cuando nos juntábamos las
grandeza de la fe siempre, en todas las épocas de la
pandillas de amiguetes para hacer alguna travesura.
historia, son las mismas. ¿No oís el viento en primavera
a pesar de que el ordenador se lleva las horas de nuestra
Aprendí a vivir a un Dios con rostro humano, a vida? «No perdáis la calma». «Creed en mí», dice el Se-
un Dios del pueblo, que se expresaba y amanecía cada ñor.
mañana en la vida del pueblo. Siempre he vivido des-
de entonces una singular vocación por el servicio al
pueblo. Un servicio que necesariamente ha de ser li-
berador, pues parte de la sensibilidad del que ve la
realidad de los pobres y comparte el drama o la trage-
dia, la injusticia o el dolor de los demás. Y sólo en el
silencio se puede ganar en sensibilidad. Por eso he
caminado entre la taberna y el monasterio. La taberna
como el elemento aglutinador de toda mi fe y de toda
mi praxis histórica y el monasterio como la atracción
singular por el silencio de Dios en el que he ido cen-
trando la alegría infinita de la relación íntima y en el
que he gozado y gozo del agua clara que yo presentía

224 225
La experiencia de Dios,
itinerario sin retorno*
Cristina Kaufmann

Mi saludo a todos vosotros que estáis reunidos du-


rante estos días de reflexión acerca de la pregunta:
¿Dónde está Dios? Os tengo que imaginar sentados en
una sala, ya que no puedo estar físicamente entre vo-
sotros. Veo una sala grande, lo suficientemente incó-
moda como para estar atentos y deseosos de que lo que
se escuche sea realmente interesante y útil. Vosotros me
tenéis que imaginar en mi monasterio: estoy sentada
delante de dos ventanas grandes que dan al huerto.
Estamos situadas en medio de un barrio periférico de
Mataró, al lado de escuelas e institutos de enseñanza
pública, cercadas por las calles que comunican con la
autopista que lleva a Barcelona y a Gerona-Francia. El
jardín, el huerto, está en su letargo de invierno, bajo el
cielo gris que persiste como si estuviéramos en mi Sui-
za natal. El huerto desea el sol, lo deseamos todos. Y
sigue una semana tras otra esta monotonía húmeda
que absorbe la sutura entre el cielo y el mar en una

* Texto del vídeo grabado en el Carmelo de Mataró que se proyectó


en la Semana.

227
única masa gris, debajo de la que siguen enhiestas las sencia se traducía en la pertenencia a la Iglesia católica,
antenas de la televisión, los tenderetes de los terrados en la oración en familia, en una temprana inclinación a
de nuestro vecindario, y las frágiles y transparentes ma- la oración en soledad. En una convivencia con este
ravillas que pueblan el almendro en flor. «personaje» que contaba mucho en mi vida.
Este es hoy mi panorama visual al hablar a vosotros Pero era una presencia no deslumbrante ni atemo-
y con vosotros desde mi interior, pues siento una co- rizadora. Tal vez una presencia insinuante, seductora,
rriente viva que atraviesa la pantalla y supera lo que sin que yo le pudiera reconocer como tal en aquel
puede ser un obstáculo para la comunicación. Y a la tiempo de mi vida. Una presencia en algún aspecto
vez, este horizonte me sirve como símbolo o imagen de sustitutoria de carencias que, creo, se dan en todas las
lo que intentaré decir: La experiencia de Dios, itinerario infancias de una u otra manera.
sin retorno. Puede que ésta sea la cuna de una fe sin grandes
Si me pregunto por la experiencia de Dios, cómo problemas, una experiencia del amor de Dios que se
«convivo» con Dios, cómo es mi vida de fe, de cristia- me ha hecho connatural, que se ha ido haciendo carne
na, de monja contemplativa, en concreto, de carmelita de mi carne, vida de mi vida, razón de mi razón. No
de Santa Teresa, tengo que responder con toda verdad por caminos de espectaculares vivencias interiores, ni a
y modestia: vivo sin grandes problemas ni grandes os- través de luminosidades y brillos, ni como cobijo sin
curidades, sin grandes desconciertos. riesgos en la intemperie de la vida, sino a través de una
percepción misteriosa de la Verdad de la Vida en mí,
No hay en mi experiencia nada especialmente dra-
en los demás y en todo. A través del acontecer del día a
mático, ni mucho menos heroico o ejemplar. Las pre-
día, a través de lo que llamamos la vida corriente, ordi-
guntas últimas o penúltimas, el interrogante del sufri-
naria, de cada persona.
miento inocente, la injusticia, el pecado, sí que están
presentes en mi vida, pero confieso que no me llegan a ¿Cómo ha crecido, cómo se ha ido desarrollando,
atormentar. Dios no me lleva por este camino. Puedo transformando? Yo diría que entre la soledad personal,
resumir mi experiencia de Dios con las palabras del fuertemente percibida desde siempre, y la relación in-
título: itinerario sin retorno, camino, devenir, vida, co- terpersonal que ha sido siempre el elemento preferido
rriente, etc. por Dios para llegar a mí. La paradoja de «la soledad
sonora y la música callada» expresa exactamente lo que
Siempre me ha fascinado el hecho de que me im-
yo percibo en el ámbito misterioso e innombrable de la
pusieran en el bautismo el nombre de Cristina, que me
comunicación con Dios: «Yo nunca estoy sólo» dice Je-
acerca inmediatamente a Cristo. Ser Cristo en peque-
sús, «el Padre siempre está conmigo». Y ¿qué hombre
ño, vivir el nombre que me dieron, es mi experiencia
ha estado más sólo que Jesús? Algo de esta experiencia
de Dios. Cristo como camino, verdad y vida.
de Jesús, creo, nos toca vivir a todos los creyentes. Para
Para mí la experiencia de Dios empieza en la infan- mí la experiencia de Dios ha sido siempre más de pre-
cia, en un ambiente sobriamente influido por la fe sencia que de ausencia, pero esta presencia se realiza
cristiana, por la presencia discreta de Dios. Esta pre- muchas veces en la soledad difícil, que produce su apa-

228 229
rición a través de la mediación preferida por Él: el cuando quizá buscabais algo de luz y de esplendor en la
hermano, la hermana. Me resulta difícil formularlo con experiencia de una cristiana que vive su fe de un modo
claridad. muy particular, diferente del vuestro? «Mal de muchos,
consuelo de tontos», decimos. Acaso todos nosotros
Yo situaría aquí la tonalidad gris de la experiencia
tenemos demasiada constancia de lo dificultosa que
de Dios, que no le quita nada de la fuerza y la fascina-
suele ser la vida de fe, de los obstáculos para llegar a la
ción que le es inherente, nada del vigor que infunde la
certeza de que Dios sigue siendo nuestro amor, nuestra
propia vida. Es como la garantía de que se trata real-
vida, nuestra razón de ser y nuestro futuro.
mente de la experiencia del Dios de Jesucristo, porque
es una experiencia encarnada. Y no le quita nada de su Quisiera insistir en que convivir con Dios en la
fuerza de atracción hacia la soledad, donde únicamente vida contemplativa carmelitana resulta para mí una
se oye la melodía de nuestra propia existencia. Hacia el experiencia paradójica. Un creciente espesor gris e in-
interior, donde secretamente conviven nuestro ser y el descifrable, sobre el cual destaca de vez en cuando la
ser de Dios. presencia de una indecible belleza. Como las flores
del almendro que resisten con misterioso vigor los
Esta relación de amistad, esta ORACIÓN, es el lu- vientos y las lluvias y fríos de enero, o como las ascuas
gar donde el amor a Dios y al hermano se hacen uno ardientes que viven debajo de sucesivas cenizas de la
sólo. Ser «amistad» es vivir un único amor que nos in- vida.
troduce en Dios y en los otros. Un único amor con to-
nalidades infinitas. Pero, ¿en qué consiste este aparente deslucimiento
de la experiencia de Dios a lo largo de los años? ¿No
De ahí que el cielo gris que contemplo desde la tendría que ser un camino desde la oscuridad hacia la
ventana ante la que estoy sentada, y la maravillosa be- luz, desde el no saber hacia el conocimiento, desde una
lleza del almendro que se desmarca de los bancales minúscula centella de amor hasta la llama viva y vivifi-
yermos del huerto, me hablen perfectamente de lo que cadora de todas las demás experiencias de la vida? Pien-
puede ser una forma de experiencia de Dios. so que Dios se adapta a nuestra condición. Como dice
Diría que el elemento gris en esta experiencia va santa Teresa, conoce nuestro ritmo de crecimiento, de
creciendo a medida que van pasando los años. La tóni- evolución, y entra de lleno en la dinámica del transcur-
ca es el gris. Así la percibo como carmelita. Pero me so de una vida.
pregunto: a vosotros que vivís en un ambiente tan dis- Ahora bien, no es lo mismo experimentar el amor
tinto, que tal vez os sentís alejados «años luz» de lo que de Dios cuando se entra en el Carmelo a los veinti-
es una vida de monja carmelita, que vivís en un entor- cuatro años, cuando parece que todo lo anterior ha
no que no tiene nada que ver con lo que me rodea a mí llegado a la plenitud de la luz y felicidad con haber
y a nuestro monasterio, ¿os sirve para algo saber cómo pasado el umbral del monasterio, que convivir año
entiendo yo la experiencia de Dios, cómo la vivo, có- tras año con las hermanas de comunidad, y ver cómo
mo la intento explicar? ¿Sirve para algo que yo diga la propia vida, al igual que las otras, se va desarro-
que la grisura es el ambiente del encuentro con Dios, llando y llega sólo a plenitudes parciales. Cómo se va

230 231
haciendo de crecientes silencios, de soledades y no- se quiere, y de impaciencia o humillación a nuestro
ches de todo tipo. vivir como creyentes.
Lo que en la iglesia se vive actualmente en muchos
Pero Dios está, sigue estando, como el único fiel
sitios, este clima de «invierno» que ya detectó Karl
conocedor de todo este proceso, y como el que en todo
Rahner en los años 80, esta resignación que ha seguido
ello sigue siendo el Amante apasionado, incansable y
al entusiasmo del concilio Vaticano II, pasando por la
sorprendedor. Pero nosotros, al menos yo, lo percibi-
decepción y hasta por la indignación, puede ser leído
mos a través de esta capa gris de los sentidos que van
como proceso vital comunitario, eclesial. La Iglesia,
cambiando. Su percepción es distinta, pues la sensibi-
como comunidad humana, puede pasar por procesos
lidad se modifica en cierto sentido. Y creo que nos ha-
semejantes.
cemos más sensibles a toda esta ambigüedad propia y
ajena, a toda la precariedad de la existencia humana, de Pero hay más. El esfuerzo continuado, la perma-
las relaciones fraternas y amicales. Todo se va cubrien- nencia en las tareas de la fe, de la esperanza y del amor
do de una tela que parece impedir el «dulce encuen- en el ambiente en que a cada uno nos ha tocado ser
tro», directo, absoluto, que es todo nuestro anhelo y cristianos, en cada comunidad eclesial concreta, aun-
nuestro deseo. Como si las cenizas que guardan las as- que no lleguen a quitar el color gris, llegan a hacér-
cuas vividas en el interior de la vida se presentaran co- noslo amable, familiar y suave. Algo así como el clima
mo la vida misma. centroeuropeo que me vio nacer. Todavía ahora, los
días grises, húmedos e indefinidos en su luz, me en-
Lo que yo puedo experimentar como carmelita vuelven en una certeza de acogida y de presencia de lo
tiene también su paralelo en la vida de cualquier cre- más mío; hasta tal punto que me sirven de imagen para
yente. El itinerario es el mismo, pues salimos de Dios la constante y salvadora presencia del Amor.
y volvemos a Dios. Tal vez podemos referirnos a una
experiencia fundante de Dios que irrumpió en nues- Entonces, en medio de lo gris, ¿dónde está Dios?
tra historia personal de modo concreto, inconfundi- Está en el fluir de la vida, en el correr de las corrientes
ble. Una experiencia luminosa -por el dolor o por el imparables que llevamos en la sangre, que vienen de
gozo, no importa- imprime a nuestra vida un sello lejos y nos llevan lejos, que son mas íntimas a nosotros
concreto, indeleble, que constituye como el distintivo que nosotros mismos y nos conducen a su vez a lo más
esencial de nuestro existir. Tal vez no sea una expe- íntimo de nosotros. Para «experimentar» a este Dios,
riencia puntual, sino esta discreta y constante perma- este amor verdadero, hay dos caminos o vertientes de
nencia a nuestro lado y dentro de nosotros mismos a un mismo itinerario: la interioridad y la humildad; o
través de personas cercanas, a través de la educación dicho de otro modo: la disponibilidad ante los demás,
recibida, del ambiente y la época en que nos toca vi- es decir, ante Dios y los hermanos y ante nosotros
vir. Pero estas experiencias, sean puntuales o cubran mismos. Quizá estemos en un tiempo en que nos to-
todo el quehacer nuestro desde niños, pasan por el que redescubrir la corriente de vida inagotable que te-
proceso de la vida. Y este proceso es el que aporta, nemos dentro a través de la interioridad y la humildad,
por lo general, una capa de grisura o de cansancio si de la disponibilidad concreta ante el momento pre-

232 233
senté de cada uno de nosotros, independientemente de dad, aunque sí puede ser una ayuda para favorecer la
lo que pueda repercutir en el escenario de la sociedad y concentración y el dominio de sí. Todos podemos re-
de la Iglesia. descubrir nuestra interioridad, el santuario íntimo, el
Me parece muy importante tener en cuenta que refugio vital donde cada uno es él mismo y donde su-
todo es dinámico en el ser humano. No hay nada es- cede lo realmente importante de la vida, donde el Espí-
tancado, no hay nada «estable». Por eso la experiencia ritu de Jesús celebra su fiesta con cada uno de nosotros.
es camino sin retorno. Todo está en movimiento hacia Desde este centro es posible vivir creativamente la
delante, hacia el futuro que es Dios. Por tanto, nuestra situación concreta de nuestra Iglesia, de nuestra comu-
actitud de disponibilidad ante Él y ante los hermanos nidad, lo de cada día. Nada ni nadie tiene acceso a este
es la apertura, el continuo dar y recibir, el no retener, centro del alma si nosotros no le abrimos el acceso li-
no almacenar, no construir graneros donde conservar bremente. La opacidad del clima de nuestra propia psi-
nuestras «experiencias de Dios» de hace no sé cuanto cología, de nuestra sensibilidad herida y fatigada, la
tiempo, de no sé qué época fenomenal de nuestra vida sensación de cansancio y desilusión de nuestras comu-
o de la vida de la comunidad. nidades y familias, no podrán con esta fuerza interior
Al contrario, habremos de salir a campo abierto en nuestra. Sin quitar nada de lo oscuro o gris del mo-
la realidad concreta que nos toca vivir, bajo un cielo mento, la interioridad aporta una energía paciente,
gris, y dejar que Dios entre por las rendijas más impen- perseverante en el amor y el perdón.
sables en nuestro hoy. Y dejar que Dios salga de noso- Y quisiera insistir en otro aspecto: en el de la ale-
tros hacia los hermanos. Hacia lo que hoy nos toca vi- gría. Es posible la alegría bajo un cielo gris; es posible
vir, compartir, hacer, curar, decir, escuchar y aguantar. el humor en un clima de fracaso aparente; es posible la
¿No hizo esto Jesús en su vida? ¿No era el suyo un gracia aun donde parecen prevalecer la vulgaridad y el
continuo ir de los hermanos al Padre y del Padre a los negocio; es posible la paz en el sufrimiento.
hermanos, desde una interioridad que en El tiene una
densidad que no me atrevo a nombrar, pues no tiene ¿Cómo llegar a la interioridad, cómo disfrutarla en
nombre por ser la vida de la Trinidad? Desde la hu- medio del ambiente en que cada uno está inmerso,
mildad de quien se pone en la fila de los pecadores... cómo percibir el deseo de Dios de celebrar su fiesta con
nosotros?
Para vivir lo que nos toca vivir cada día como expe-
riencia de Dios hace falta concentración, interioriza- Estoy tentada de decir que es sencillo desear esta
ción, purificación y dominio de sí. Me diréis que como fiesta. Y desear realmente, como lo más apetecible de
carmelita estoy en mejores condiciones que muchos de nuestro vivir, de nuestra razón de ser, esta fiesta con
vosotros para vivir esta interioridad, esta concentra- Dios. Como dice san Juan de la Cruz, el deseo no
ción, ya que mi estilo de vida es muy diferente del queda sin respuesta. Dios acude a la cita.
vuestro y muy al abrigo de tanto ruido y tanta provo- Pero este deseo, si pasa por delante de otros deseos
cación desde todos los frentes. Pero creo que esto no es legítimos acerca de la Iglesia institución, acerca de mi
una garantía para llegar a la interioridad y a la humil- comunidad concreta, acerca de las condiciones de mi

234 235
vida, etc., relativiza todo lo demás. Esto es algo que no experiencia con Él que nos abre horizontes insospe-
se hace sin sufrimientos, sin desapegos, sin esfuerzo por chados e inabarcables. Una belleza que tal vez tenga la
nuestra parte. No es un esfuerzo voluntarista, sino el misión de hacer desaparecer por unos instantes la masa
esfuerzo de ir dejando que la corriente de Dios se lleve gris que cubre nuestro espacio existencial. En todo ca-
todo lo que le plazca y nos traiga todo lo que nos quie- so, la belleza, la gracia, la luminosidad amable, convi-
ra traer, y acogerlo como lo mejor, lo oportuno, lo ven con lo gris de la cotidianidad. Es nuestra tarea es-
justo, lo único necesario. tar atentos, saber ver, tener los ojos sedientos de la luz
y de la belleza. Y no moriremos sin ser saciados de al-
Aquí está para mí la humildad, la disponibilidad,
gún modo ya en esta vida, hasta que «al despertar nos
aquí la verdad de la vida: «andar en verdad» como de-
saciaremos de tu semblante, Señor».
fine la humildad santa Teresa. Yo diría que se trata de
la humildad de aceptar vivir en una época poco bri- Me ha costado un poco encontrar el tono de esta
llante, en una Iglesia poco brillante, porque nosotros comunicación y no sé si lo he logrado. Tengo miedo
mismos somos poco brillantes, poco relevantes, ante de que todo quede en algo muy subjetivo o resulte po-
los desafíos de nuestro momento. Pero caminamos en co concreto. De todos modos, pienso que no era cues-
la verdad y la seguridad de la fe en Jesús y no nos de- tión de hacer teología -que yo no sé- sino de comuni-
jamos deslumhrar por perfeccionismos estériles. In- car algo de lo que yo vivo como experiencia de Dios, o
tentamos ser fieles a nuestra propia verdad; fieles en la experiencia de fe como monja carmelita. Tampoco era
caravana de la humanidad, dando tumbos por el de- cuestión de hacer una confesión pública de mi vida es-
sierto; fieles a la comunidad eclesial en todo lo que tie- piritual. Así que me queda la duda de haber acertado.
ne de frágil y ambiguo, agradecidos al mismo tiempo
de ser acogidos en esta comunidad, agradecidos a Dios Para mí ha sido una ocasión de compartir mi vi-
que no cesa de acompañar y amar. vencia, que realmente se va afianzando tanto en lo in-
terior personal como en la experiencia comunitaria. Y,
Vuelvo a la imagen que tengo delante de la venta- al mismo tiempo, va creciendo en belleza, frágil, resis-
na: el cielo gris, impenetrable, el mar que parece ab- tente, transparente, como los pétalos de la flor del al-
sorbido por la «nada» que envuelve todo, las casas del mendro delante de mi ventana.
barrio en su vulgaridad y menesterosidad, las chime-
neas frías y humeantes, coladas en el aire, y... delante: La experiencia de Dios es un camino sin retorno,
el almendro en su esplendor. Ya para al profeta Jere- porque la corriente de la vida nos lleva imparablemente
mías el almendro era el anuncio de que la palabra del hacia el océano del Amor o, mejor dicho, la experien-
Señor se cumpliría, que el Señor está atento a su pro- cia de Dios ES ya el retorno, pues Dios es el océano
mesa (Jer 1,11-12). que desde siempre nos inunda.

Dios está en medio de nuestro vivir diario, de


nuestro bregar, esperar y desesperar, de nuestro desear.
Y sale a nuestro encuentro, como la belleza inesperada
de un almendro, en un encuentro de amistad, en una

236 237
III
COLOQUIOS
La catequesis al servicio
del encuentro con Dios
Teresa Ruiz Ceberio

«Lo que hemos oído, visto, contemplado, palpado...


os anunciamos la Vida que estaba junto al Padre
y se nos manifestó»
1 Jn 1,1-2

Introducción
De entrada evoco este texto de Juan porque creo que
Jesús, encarnación del amor de Dios, ofrece una respuesta
al mundo actual, en el que se perciben signos de un des-
pertar religioso, en medio de una cultura posmoderna ca-
racterizada por el pensamiento débil, la valoración del
fragmento, lo cotidiano, lo concreto. Es lo que afirma
Gianni Vattimo en su obra Creer que se creel y parece de-
ducirse de las declaraciones de algunos periodistas en los
medios de comunicación. Recojo algunas muestras.
«Echo en falta la fe. Me gustaría creer en Dios, en
la patria, en los políticos, en el amor, en la solidaridad

1
Gianni Vattimo, Creer que se cree, Ed. Paidós Ibérica, Barcelona 1996.

241
de los pueblos...» (Arturo Pérez Reverte, El País domi- situado en una colina a la que fuimos ascendiendo a
nical, 24-XI-96). medida que nos adentrábamos en el silencio cada vez
«Para mí la religión auténtica son los misioneros más denso. En el interior oraba un creyente; su actitud
maristas del Zaire, heroicos y admirables; o esas mon- me impresionó. Me sentí unida a él en la misma bús-
jas que cuidan enfermos con abnegación anónima; o queda y en la adoración al mismo y único Dios. Y allá
las innumerables personas que sienten honestamente en lo alto se me representó la imagen del crucificado,
dentro de sí el sobrecogimiento ante el misterio. Pero Dios abajándose, saliendo a nuestro encuentro, zam-
todo esto no tiene nada que ver con la petrificada Igle- bullido en lo humano deteriorado. Y evoqué lo que ha-
sia oficial» (Rosa Montero, El País, 12-XI-96). cía poco había visto en Japón en el basurero de Kama-
gasaki, barrio de Osaka: a Jesús nuevamente encarnado
«Si fuera creyente, pensaría que Jesús no va a nacer en los excluidos y en el grupo de los discípulos, hom-
este año. Y, sin serlo, pienso que Jesús está muriendo bres y mujeres de varias confesiones cristianas empeña-
en todos los Gólgotas del planeta: muere antes de na- dos en la liberación de sus hermanos marginados. Libe-
cer, este Jesús que los no creyentes a lo mejor llamamos ración que de modo comprometido buscan igualmente
esperanza» (Maruja Torres, El País dominical, 22-XII- las jóvenes generaciones budistas por fidelidad al único
96). Dios. Desde entonces agradezco más y más haber co-
«Prefiero a Buda que a Cristo porque está más cer- nocido a Dios por el camino de Jesús y me brota el de-
ca, porque ayuda a vivir cotidianamente más de lo que seo de darlo a conocer. El ministerio de la palabra que
nos ayuda Cristo. Buda no ha sido tan manipulado se actualiza en la llamada acción catequética me brinda
como Cristo, que ya hoy es una figura literaria» (Sán- esa oportunidad.
chez Dragó, El Mundo, 20-XI-96).
En lo que sigue intento compartir con vosotros al-
Estas y otras declaraciones públicas estimulan gunas reflexiones, deducidas a partir de mi propia ex-
nuestra responsabilidad cristiana para revelar en lugar periencia como catequista a lo largo de bastantes años.
de velar el verdadero rostro de Dios, que todos busca- Tan sólo pretenden suscitar un diálogo que nos per-
mos, como dice Agustín: «mi corazón está inquieto mita ir descubriendo a todos cómo favorecer que los
hasta encontrarte a Ti». Y ese Tú se nos ha revelado de hombres y mujeres de nuestro mundo se dejen encon-
manera suprema en Jesús: «A Dios nadie le ha visto, el trar con Dios por el camino de Jesús, a través de la
Hijo nos lo ha explicado» (Jn 1,18). Nosotros, sus tes- mediación catequética, o servicio de la Palabra.
tigos, vamos comunicando a otros el gozo de haber si-
do alcanzados por Jesús, Dios humanado. Me refiero a la acción catequética en su sentido
amplio, sin reducirla a la forma concreta que precede,
Hace dos años, en un viaje a Japón, percibí más acompaña o sigue a la recepción de los sacramentos.
claramente el don que es para la humanidad la «encar- O a esa otra que hoy entendemos por catequesis de
nación del Verbo». Oré en algunos monasterios bu- adultos de talante catecumenal. El ministerio de la
distas y al final de mi estancia en Oriente, en Taiwán Palabra se ejerce también a través de otras varias mo-
visité un santuario taoísta. El templo superior estaba dalidades que hoy van teniendo gran acogida, como

242 243
son los grupos de formación bíblica o de oración, o hoy llamados tales necesitan seguir un proceso de cate-
los ejercicios espirituales en la vida diaria, etc. Todos quesis de talante catecumenal, que es la apropiada para
ellos están orientados a lograr una personalización de los adultos.
la fe en los bautizados no suficientemente evangeliza-
Lo que sigue tiene sobre todo en cuenta a éstos,
dos. aunque también aludiré a los niños, adolescentes y jó-
Muy brevemente subrayo algunos de los aspectos venes, que son los que mayoritariamente responden a
que me parece son importantes en la acción catequéti- la oferta catequética de la comunidad cristiana.
ca o ministerio de la Palabra.

1. De las imágenes de Dios a la experiencia


La catequesis de Dios
• Es un acto de comunicación dirigido a los que «Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis
ya esperan una palabra iluminadora sobre Jesús, intui- ojos» 2. Es la expresión de Job al final del libro que
do de algún modo como camino, verdad, vida. Así pa- lleva su nombre. ¿Por qué la evoco? En Job veo re-
rece que fue en los comienzos de la Iglesia y en los ini- presentados a muchos hombres y mujeres contempo-
cios del catecumenado. ráneos que, inmersos en una cultura católica, han he-
redado una fe ambiental sin haberla personalizado.
• Requiere catequistas que sean testigos de que En ellos la referencia a Dios parece ser habitual,
«El nos amó primero» y por eso pueden comunicar a hasta el día en que un imprevisto doloroso parece
otros lo que han visto, oído, palpado al Dios de la vida quebrar la confianza depositada en el Dios conocido
a través de las «señales», al resucitado presente en los tan sólo de oídas. Entonces aparecen el desconcierto,
crucificados de la historia. la frustración o el escándalo. Pero incluso allá donde
la influencia del ambiente secular parece haber des-
dibujado la referencia a lo sagrado en la vida diaria,
Los catequistas cuando el dolor o la angustia oprimen, emerge el
mismo grito desde las entrañas hacia lo alto, lo últi-
• Comunican la Palabra con lo que son y dicen. mo. A veces reclamando protección, otras como ex-
Según los estudiosos, el 51 % de la comunicación sigue presión de un escándalo o rechazo de un misterio
la vía sensitivo-emocional, el 7% la verbal, y el resto, la cuya presencia se intuye. José Ortega Spottorno es-
gestual. cribía en su artículo «Una cierta dificultad de ser»:
• Acompañan a otros por el camino de Jesús que «No sé si Dios existe o no, por muy necesaria o plau-
conduce a la revelación de un Dios siempre mayor, sible que parezca su existencia, pero, de cuando en
nunca del todo conocido. Por eso ellos mismos nece- cuando, algún acontecimiento -la muerte o la des-
sitan ser acompañados en una continua búsqueda, por
la comunidad cristiana. Por eso, tal vez, muchos de los 2
Job 2,5.

244 245
gracia de un ser querido o estimado, la indignación El autor del libro de Job nos muestra que el camino
ante las bellaquerías de tanto desalmado, o el ver ma- hacia la experiencia de Dios pasa por el despojo de las
ravillado que alguien entrega su vida por lealtad o seguridades y de los bienes materiales. El dolor, como
por fe, como estos días nos lo han mostrado los mi- expresión del principio de la realidad simbolizado en la
sioneros m^ristas en Zaire- nos renueva ese afán de figura paterna, va purificando en el corazón humano el
ultimidades qlie, a mayor o menor profundidad del deseo de ver a Dios, deseo que se va afinando en la
alma, todos llevamos dentro» 3. medida del propio vaciamiento. Este proceso es largo,
muy largo, a veces acompaña toda la existencia. Cul-
mina en el momento supremo, en la muerte biológica,
1.1. Proceso a través de las edades cuando despojada de toda posesión, en un acto supre-
mo de libertad, la persona toda se entrega en los brazos
Los especialistas en psicología religiosa como Ver- amorosos del Padre/Madre. Desde aquí cobra impor-
gote 4 nos dicen que la imagen de Dios se va configu- tancia la catequesis de la tercera y cuarta edad, y la
rando lentamente en nosotros desde la infancia a tra- atención a los enfermos terminales.
vés de la relación parental/maternal; con la madre
como símbolo de la ternura, la acogida, el amor y la Tener fe supone haber pasado de «ser desde uno
seguridad, y con el padre como principio de la reali- mismo, a ser desde otro», de «ser poseyéndose a ser re-
dad, que al interponerse entre la madre y su niña/o cibiéndose». Este paso se realiza lentamente a través de
invita a caminar, emitiendo el mensaje: «sé tú por ti procesos largos. Sin que sea posible determinar de an-
mismo». De ahí que la imagen más primitiva de temano su duración, como a veces pretendemos en
Dios, incrustada en nuestras entrañas, sea la de una nuestros proyectos catecumenales.
madre omnipotente. Cuando falla, va despertando a
De todos modos, hay un momento en la vida per-
lo largo de la existencia la gran pregunta humana ex-
sonal en que podemos hablar de experiencia de la fe,
presada por Job: ¿Por qué el dolor, el sufrimiento de
de conversión al Dios de Jesús. Actitud que en la ac-
los inocentes?
ción catequética describimos como encuentro con Je-
Expresiones parecidas escuchamos con frecuencia y sucristo que afecta a toda la vida y se expresa en un
nos alertan sobre la existencia de imágenes falsas de modo de existir nuevo.
Dios, al mismo tiempo que brindan la oportunidad de
iniciar un camino que desemboque en conocer al Dios
de Jesús y dejarse amar por El como un Dios de la vida 1.2. Itinerario de la fe pascual
presente en la muerte.
La parábola de Emaús parece querer recordarnos el
largo camino de los discípulos hasta percibir al resuci-
tado en el crucificado, al Dios de la vida actuando en
3 El País, 12-XII-96. la muerte, eso que entendemos por Fe Pascual y nos
4
A. Vergote, Psicología religiosa, Taurus, Madrid 1969. mueve a esperar contra toda esperanza porque la Vida

246 247
es más fuerte que la muerte. Al comienzo del itinerario, Está claro que el proceso así descrito no se vive en
los dos discípulos, como sucede frecuentemente entre edades tempranas. Pero desde muy pronto es posible ir
nosotros, dicen conocer los acontecimientos de la vida, educando las actitudes para el encuentro a través de
muerte e, incluso, resurrección de Jesús. Aferrados a la una educación integral en referencia al evangelio.
imagen que se habían hecho de Jesús, «esperábamos
que él nosiiberara», no habían sido capaces de descu-
brir la novedad del mensaje de su maestro: un amor 1.3. Educación integral
que libera desde abajo y desde dentro.
El catequista acompaña en el proceso hacia la fe
Pero la muerte de Jesús a causa de su solidaridad dando a conocer al Dios de Jesús y favoreciendo que
con los perdedores de la historia les escandaliza. Des- el catecúmeno se disponga a dejarse encontrar por
concertados, huyen del lugar del conflicto, de lo real
El. El camino hacia la fe, entendida como un fiarse
concreto, hasta que su compañero de camino, a base
de Dios que nos ama, supone que haya una persona
de preguntas y «reflejos», les ayuda a caer en la cuenta
capaz de vivir una relación con los otros, amorosa y
de su propia frustración. Tocan fondo en sí mismos y,
gratuita. De ahí la importancia de ayudar a crecer en
al percibir su propio misterio, se disponen a «escuchar»
una palabra que dé sentido al sin sentido de lo que es- la perspectiva de lo que entendemos por personaliza-
tán viviendo. ción-socialización. Sólo quien es capaz de amar gra-
tuitamente a quien ve, será capaz de entregarse li-
La palabra resuena en su corazón de modo nuevo y bremente a Dios a quien no se ve, en nuestro caso a
encuentran el significado de lo que antes tan sólo co- Jesucristo.
nocían superficialmente. Y le reconocen en un gesto, el
de partir el pan. Una señal les adentra en el misterio El catequista favorece en los catecúmenos el des-
del Dios entregado a nosotros por amor e inmediata- pliegue armónico del «ser en relación» con uno mismo
mente se produce el cambio. Vuelven al lugar del que en la autoestima, con el cosmos en el respeto a la natu-
habían salido huyendo, a la comunidad de la que bro- raleza, con los otros en el aprendizaje de la solidaridad,
tará el anuncio de la salvación a todo el mundo. teniendo siempre como horizonte de referencia el
La narración de Lucas pone de relieve la impor- evangelio y la identificación con Jesús y el entraña-
tancia de experimentar la propia finitud como prelu- miento de sus valores: amor, apertura a los otros, al
dio de la «escucha» desde el corazón, de la confianza OTRO, lo que sin duda pone en el camino para el re-
en la presencia amorosa, origen misterioso de la vida, conocimiento de Dios como AMOR y MISERI-
que llamamos Dios. Al mismo tiempo, el evangelista CORDIA.
subraya la función del acompañante catequista que Simultáneamente y a través de las edades, los cate-
ofrece a los catecúmenos, paso a paso, lo que éstos quistas vamos enseñando a «decir Dios», según la ex-
necesitan para conocerse más y conocer a Dios a tra- presión de Claude y Jacqueline Lagarde 5, mediante el
vés de la Escritura.

5
C. y J. Lagarde, Enseñar a decir Dios, Herder, Barcelona 1981.
248
249
conocimiento de la Escritura, de modo adaptado a las siempre una situación real, concreta, donde aflora el
posibilidades de cada edad: la infancia, etapa de la anhelo de «ser», «ver», «ser liberados», «amar y ser
fantasía con su posibilidad de retener los relatos míti- amado», «encontrar sentido al sin sentido del dolor,
cos; la de predominio afectivo (hacia los siete años) con muerte»... Es un deseo hondo que dinamiza la búsque-
su posibilidad de sentir lo sagrado; la infancia adulta da y mantiene a la persona abierta hacia delante,
con la oportunidad muchas veces perdida de ir descu- orientada hacia una más allá de sí misma. Anhelo que
briendo el significado de la simbología bíblica; el paso se mantiene vivo cuando es Jesús quien acompaña. Y lo
importante poí la adolescencia, en la que comienza a hace de tal modo que sus interlocutores dicen que él es
ser posible la personalización de la fe por el despertar profeta 6. Sus palabras calan hondo, resuenan gozosa-
de la conciencia del yo. Esta última etapa hoy se pro- mente en el corazón. Y poco a poco los catecúmenos
longa hasta bien entrada la juventud, momento en que reconocen en él al mediador del Dios vivo que hace vi-
a veces abandonamos a los jóvenes. Y está la llamada vir.
edad adulta, que, con su experiencia de fracasos, ofrece
tal vez una posibilidad real para la identificación con Hay un arte en el modo de orientar el diálogo. Je-
Jesucristo, el crucificado resucitado. La comprensión sús lo inicia con un sencillo gesto: pedir, curar, conso-
de las Escrituras es lenta, progresiva, no termina mien- lar... pero siempre desde abajo, mostrándose él mismo
tras la persona viva. ¿Alcanza nuestra catequesis a todas débil y necesitado de los demás, como en el caso de la
las etapas? Samaritana. Y una vez alcanzada la relación humana,
sencilla, fraterna, se limita a «escuchar» lo que cada
La educación integral requiere una atención perso- persona dice. Y también lo que desea comunicar, lo
nal, permanente y prolongada en el tiempo, aspecto que permanece tal vez oculto en su interior y se va ha-
que, a mi modo de ver, no se atiende suficientemente ciendo perceptible para ella misma al expresarlo ver-
en la acción catequética. Fue así en los comienzos del balmente, gracias al reflejo que el catequista hace de lo
catecumenado y lo es hoy cuando la catequesis se diri- que va oyendo. De este modo los catecúmenos van ca-
ge a los convertidos que se preparan para el bautismo. yendo en la cuenta de lo que los habita por dentro. Y a
¿No sería conveniente hacerlo también con los bauti- medida que se va haciendo el vacío en el propio inte-
zados no suficientemente evangelizados? Presiento que rior, se agudiza el deseo de escuchar una palabra que
por ahí necesitamos abrir caminos de renovación. ilumine. Cuando ésta llega porque se la espera, se des-
cubre a Dios. Un Dios humanado a favor de la Vida.
La escucha facilita el diálogo. Escuchar es una de
2. Acompañar en el camino siguiendo las actitudes que más favorecen la toma de conciencia
a Jesús catequista de las preguntas últimas que todos llevamos dentro y
En las catequesis que son los pasajes de Emaús, la abren el camino hacia la fe. El Hermano Roger confe-
Samaritana, el Ciego de nacimiento, y en tantas otras saba en una entrevista televisiva: «Los jóvenes acuden a
presentes en la Biblia, se perciben unas constantes del
itinerario que conduce a la fe. El punto de partida es 6
Jn 4,19 y 9,17.

250 251
Taizé porque les escuchamos, no les pedimos nada a percibir la sed de amar y ser amados que anida en to-
cambio, nos limitamos a escuchar». dos y cada uno, sed siempre insatisfecha que orienta a
buscar lo que no es posible encontrar dentro de uno
mismo.
2.1. ¿Quién soy yo?
Esta experiencia se prolonga a lo largo de toda
Esta pregunta sólo es posible hacérsela a partir de nuestra existencia, bulle permanentemente en ella hasta
la adolescencia; no obstante, antes de esa edad se el día en que nos decidimos a ponernos en el camino
puede ir educando la actitud de abrir los ojos a nues- de encontrar una respuesta, acuciados tal vez por las
tro alrededor para ver lo que pasa fuera, y también circunstancias duras de la vida, las que nos hacen caer
dentro de nosotros. Tarea hoy tanto más urgente en la cuenta de nuestra sed y nuestra impotencia, de
cuanto que la técnica nos acostumbra a movernos a nuestra finitud y nuestro anhelo hacia el Otro.
impulsos de botón. En una ocasión, un paralítico cerebral me enseñó la
Los niños no necesitan hacerse esta pregunta para importancia de tocar fondo en uno mismo como
mantenerse abiertos ante el misterio que sobrecoge. punto de partida hacia la fe. Con gran esfuerzo en su
Sencillos y unificados, están totalmente en lo que es- intento de acompasar el desarticulado movimiento de
tán, y cuando les invitamos a rezar adoptan una actitud sus miembros con la voz, exclamó al fin: «Cuando to-
que nos sorprende y evoca el dicho de Pablo: «En Dios qué fondo empecé a tener fe, entonces me fié». Le
nos movemos, existimos y somos» 7. Las edades en tor- costaba aceptar su enfermedad, que le impedía mante-
no a los siete años, de predominio afectivo, son precio- ner una relación normal con la chica a la que amaba.
sas para favorecer la relación con el Misterio, como un Este tocar fondo, que desvela las preguntas por lo úl-
simple estar ante El. Esta actitud, aunque tal vez no sea timo, va muy ligado a la pérdida de las seguridades. A
consciente, va educando la posibilidad de creer más través de las «noches» de los sentidos, del espíritu, etc.,
tarde, en otro momento. en las que se agudiza el deseo de ver y de caminar, se
acepta ser conducidos por «lo otro» percibido como
La adolescencia ofrece posibilidades de interioriza-
misterio y salvación, y se despierta la pregunta de Pa-
ción que el educador tiene en cuenta para invitar a
blo ¿quién eres tú, Señor?
compartir las inquietudes o, sencillamente, para que
los jóvenes puedan caer en la cuenta de que las tienen.
Esta tarea requiere educadores que sean capaces de «es-
cuchar» y de «suscitar las preguntas que invitan a pen- 2.2. ¿Quién eres tú, Señor? (Hch 9,5)
sar por sí mismo y a tomarse la propia vida en sus ma-
nos. Educadores que ayuden a caminar poco a poco Pablo conocía de oídas al Jesús histórico y lo había
hacia el reconocimiento del propio misterio personal; a rechazado en nombre de una Ley que él había absolu-
tizado y erigido en ídolo. Al perseguir a los cristianos
creía servir al Dios que él mismo se había fabricado.
7 Hch 17,28. Un día se despoja de esa imagen falsa y se deja amar

252 253
por el crucificado-resucitado, conocido por revelación ciendo el encuentro con los testigos de Jesús, encarna-
como el Señor: «Por puro favor tuvo a bien revelarme a do en los pobres del mundo actual. Me parece impor-
su Hijo para que yo lo anunciara a los gentiles» 8. tante subrayar una vez más la dimensión de la Encar-
En la catequesis presentamos a Jesucristo, pero su- nación, ante el peligro de que Jesús el Cristo se reduzca
cede a veces que faltan el hambre y la sed para cono- al Cristo cósmico y apocalíptico propuesto por algunas
cerle. Corremos el riesgo de ofrecer un pan no deseado sectas.
que se atraganta para siempre. También puede ocurrir Aquí parece terminar el acompañamiento de los
que la ofertarse haga con cierta desgana. catequistas. Cuando, al final, los catecúmenos confie-
La pregunta de Pablo, pregunta del catecúmeno, es san la fe pascual, es gozo y motivo de acción de gracias
también del catequista, pues Jesús, como manifestación para todos. En adelante puede continuar el acompa-
de un Dios siempre mayor, se nos va revelando más y ñamiento, aunque de otra manera tal vez menos inten-
más a medida que caminamos por la historia. A Dios, siva, pero siempre necesaria porque la fe reclama la
nos enseña Juan el evangelista, le percibimos en las comunidad de los hermanos.
«señales», como «Dios encarnado». Hay que estar des-
piertos y vigilantes para dejarse sorprender, y sensibili-
zados a los modos de hacer de Jesús, largamente con- 2.3. Creo que tú eres el Hijo de Dios (Jn 11,27)
templado en los relatos evangélicos, para percibirle hoy
«Te doy gracias, Padre, porque te has revelado a los
encarnado entre nosotros. De ahí que catecúmenos y
sencillos» 9. La frase de Jesús me evoca una viñeta que
catequistas sean buscadores de las trazas de Dios en la
vi hace años. En su parte izquierda unos estudiosos
Escritura, en la historia de la Iglesia, y en la vida de los
discuten acaloradamente sobre los modos de conocer a
testigos que nos han precedido y nos acompañan hoy.
Dios a través de las cuestiones teológicas y filosóficas,
Edith Stein, al leer una noche la vida de Teresa de Je-
sin observar ni admirar la belleza de la naturaleza que
sús, confiesa: «ésta es la verdad» y pide ser bautizada,
los rodea. A la derecha unos niños jugando sorprenden
culminando así un largo camino de búsqueda.
a Dios escondido detrás de un arbusto. Con un dedo
Respecto a la interpretación de la Escritura, es pre- en la boca les indica que no lo descubran a los que dis-
ciso estar actualizándose constantemente, muy aten- cuten sobre él.
tas/os a las nuevas aportaciones de la lectura feminista Es que la sencillez está en la base del acto de creer.
que nos va ayudando a descubrir rasgos de un Dios O se la posee o se la adquiere en el ejercicio de ir va-
Padre/Madre que en Jesús instauró el discipulado de ciándonos de las posesiones que nos impiden abrirnos.
iguales. Cuando logramos ir liberándonos de las tendencias
El catequista brinda también la posibilidad de un que nos curvan hacia nosotros, el afán de posesión y el
conocimiento no sólo teórico sino existencial, favore- narcisismo, podemos ver y oír al que está a la puerta y

s Gal 1,16. ' Le 10,22.

254 255
llama esperando que le abramos, y confesar como veces encuentra en algunos amigos suyos sacerdotes
Marta la fe en Jesucristo Hijo de Dios. entregados, «progres», sacrificados, pero que están un
tanto alarmados ante las costumbres actuales de los jó-
La confesión de Marta en Betania expresa su fe en
venes, inmersos en una cultura que no fue la suya y se
el Dios de la vida, el Amor encarnado, el amigo entra-
les escapa. Me hizo pensar y me ayudó a reflexionar
ñable que llora la pérdida de los que ama, que busca
sobre algunas trampas que pueden acecharnos hoy en
hacernos felices, que lucha contra el sufrimiento evita-
la acción catequética.
ble y le da sentido cuando parece inevitable, que no
quiere la frraerte y la padece como consecuencia de su
solidaridad con los que sufren injustamente; las pobres
3.1. Idolatría del «tener»
y excluidos... marginados, que nos libera de la angustia
ante la muerte biológica mostrando que los muertos
Esta tendencia nos induce a poner la seguridad en
viven para siempre.
el número de los catecúmenos, o en los métodos, pro-
Quien cree de esto modo sigue a Jesús identificado gramaciones, catecismos, enunciados, etc. en lugar de
en los crucificados de la historia y, movido por la espe- confiar en Dios que nos amó primero y que a todos
ranza, trabaja por su liberación. nos atrae con «cuerdas de amor». Por el contrario, se
nos invita a contemplar más a Jesús presente en lo hu-
mano, a redescubrirle en los catecúmenos, a conocer
3. Alerta ante las trampas idolátricas mejor la Escritura y sus actuales interpretaciones, a
orar más.
El hecho de que un alto porcentaje de españoles
que en su infancia pasaron por la catequesis nos acuse La propuesta alternativa de Jesús: «no de sólo pan
de haber hecho un mal servicio, velando más que re- vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca
velando el verdadero rostro de Dios, me interroga. Y de Dios» nos empuja a cambiar el «poseer» por el «ser»
me invita a estar alerta para evitar caer en las trampas escuchando al Espíritu, principal agente de la evangeli-
idolátricas que nos acechan a todos, también en la ac- zación. Ahora bien, del Espíritu «nadie sabe ni de dón-
ción pastoral. Trampas que Jesús quiso desenmascarar de viene ni adonde va», lo que produce una gran sensa-
al inicio de su servicio al Reino, proponiéndonos unas ción de pobreza. Pero esta actitud es la que nos
respuestas alternativas. permite escuchar, acoger, amar. Nada hay tan pobre ni
gratuito como el amor, pero nada tan fecundo.
¿Qué trampas referidas al «tener», al «poder», a la
«autosuficiencia» pueden camuflarse en nuestro servi-
cio a la palabra? Me limito a evocar algunas. 3.2. Idolatría del «poder»
Hace unos días una amiga mía, gran creyente, ma-
dre de familia, profesora de universidad y en contacto Esta trampa idolátrica se presenta camuflada en
con la increencia, me comentaba dolorida las actitudes más de una ocasión en el deseo de buscar el bien de los
dogmáticas, puritanas y próximas al fanatismo que a catecúmenos dictando desde fuera normas de conducta

256 257
que no tienen en cuenta ni la situación ni la realidad sidad de iniciar en el diálogo con otras confesiones y la
personal. Al no haber sido libremente asumidas, esas increencia; y de educar ya desde las primeras edades en
normas generan sentimientos de culpa que pesan. De la tolerancia y la aceptación de lo diferente.
ahí que algunos abandonen su fe con la impresión de
dejar atrás sólo un Dios temible del que se liberan.
Conclusión
La actitud de Jesús es otra. Nos invita a respetar los
ritmos personales, a proponer, a sugerir en lugar de Porque Dios es siempre mayor y el momento del
imponer, ^evitar todo juicio condenatorio, actuando encuentro con El es imprevisible, los catequistas po-
siempre desde abajo, de modo gratuito, recibiendo y demos decir en verdad, después de haber hecho cuanto
dando como lo hizo con la Samaritana o la mujer que está de nuestra parte, «somos siervos inútiles». La frase
derramó el perfume a sus pies. A veces los laicos nos anterior a esta cita evangélica nos invita a «estar con la
acusan a los religiosos/as y sacerdotes de que no com- túnica ceñida», evocación de la salida de Egipto, del
partimos nuestras vivencias, de que hablamos situán- caminar, del peregrinar en la noche esperando el paso
donos siempre «desde ariba», sin mostrar nuestro pro- del Señor. Como entonces, aunque veamos pocos fru-
pio vivir, nuestro propio ser. tos, es la hora de no desistir y de seguir esperando.

3.3. Idolatría del «saber autosuficiente»

Esta trampa nos conduce a contar tan sólo con


nuestras propias fuerzas en la búsqueda de Dios. Y de
este modo nuestra tendencia narcisista nos conduce a
creer que nuestra personal visión de Jesús es el único
camino para conocer a Dios. Por aquí pueden colarse
los fundamentalismos que rechazamos en otros pero
que pueden darse en nosotros.
Como alternativa Jesús nos invita a estar a la escu-
cha de un Dios siempre mayor, que se nos está reve-
lando constantemente a través de las religiones, y tam-
bién de otras mediaciones humanas, puesto que se nos
ha revelado como un Dios encarnado, Padre/Madre de
todos. Creemos que su Espíritu está presente en todo
lo creado. De ahí la importancia de estar atentos para
percibir las «señales» de su presencia e interpretarlas
desde las claves del evangelio. De ahí también la nece-

258 259
Experiencia de Dios
y celebración litúrgica
Luis Maldonado

Partamos de una primera constatación sencilla,


elemental. Hay experiencia de Dios en la liturgia y fue-
ra de la liturgia.
Ambas experiencias se asemejan mucho entre sí y se
parecen. Pero también se diferencian y distinguen.
A causa de la semejanza de ambas se puede afirmar,
como hace Rahner, que hay una liturgia del mundo y
una liturgia de la Iglesia; o aseverar, como Boff, que el
creyente consigue sacramentalizar las cosas; es decir,
encontrar por todas partes sacramentos de la Presencia
divina en medio de la vida profana o secular l.
La liturgia del mundo es esa lucha terrible que se
entabla en medio de la historia y en el corazón de toda
persona, creyente o no, entre la oferta de salvación
brindada por Dios constantemente, su llamada a la vi-
da y la repulse forzada por la inclinación al pecado, por
la tendencia letal a la muerte.

1
K. Rahner, Zur Theologie des Gottesdienstes, en: Schriften zur
TheologieXlV, Einsiedeln 1980, pp. 277-237. L. Boff-F. Betto, Mística y
espiritualidad, Trotta, Madrid 1996, pp. 62 y 108-109.

261
Los sacramentos de que habla Boff son los signos o Es, pues, algo que tiene que ver con la mística, pues
manifestaciones de esa transparencia respecto de Dios el místico es el que vive su comunión con Dios «del
que se da en nuestro entorno junto a la inmanencia y alma en el más profundo centro» (san Juan de la
trascendencia divinas.^ Cruz).
La cuestión es cómo reaccionar en medio de esa Una concreción de esta experiencia respecto de
liturgia y sacramentos seculares de modo que se con- Dios es la alabanza vivida en su rica complejidad. Por
viertan en experiencias reales de Dios. eso escribe L. Boff:
Aquí conviene recurrir a lo que los fenomenólogos «La primera reacción ante la experiencia de Dios es
nos dicen sobre lo que es experiencia 2. la alabanza. Es la danza celeste de la que hablan les Pa-
dres orientales como san Gregorio y san Basilio. La
Resumiendo mucho sus observaciones, podemos
alabanza es la dimensión de mayor gratuidad. Le can-
afirmar que en toda experiencia subyace un encuentro
tamos a Dios por Dios mismo, porque El existe. Ese
personal; por tanto una relación que no queda reduci-
encuentro nos hace cantar. El encuentro significa el
da a un mero conocimiento, a una constatación inte-
descubrimiento de que Dios es una realidad lumino-
lectual de la presencia divina, a un saber nocional ni a
sa... San Buenaventura dice que es tal su luminosidad y
una simple adhesión a ella.
la incitación a la alegría concomitante que no lo so-
Se trata de una vivencia que engloba toda la perso- portamos. Es un morir sin morir» 3.
na, a saber, su inteligencia, su afectividad, su imagina-
ción, su sensibilidad...; que, sobre todo, alcanza ese Evidentemente la alabanza va acompañada de ac-
fondo o raíz que llamamos corazón y desde ahí movili- titudes y sentimientos de asombro, admiración, reco-
za así como unifica todas las dimensiones personales nocimiento, homenaje...
haciéndolas culminar en la entrega, la confianza, la de- Estas realidades no son algo exclusivo de la liturgia.
cisión libre, amorosa, la comunión, la «connaturali- Se pueden, se deben dar fuera de ella aunque en la li-
dad». A partir de aquí se puede hablar de «ruptura de turgia adquieran un relieve singular (a través de la do-
nivel», situación extática, etc. xología, la «eucaristía», etc.).
La experiencia es un encuentro totalizante, «holísti- No sólo la alabanza sino la oración en cuanto tal, fue-
co», precisamente porque alcanza el corazón que, por ra de la liturgia, debe ser una cristalización o una forma
definición, en el sentido bíblico, es lo que unifica y concreta de esa experiencia de Dios que vivenciamos
globaliza toda pluridimensionalidad de la persona. tantas veces en el ámbito extralitúrgico. Por eso dice el
dominico brasileño Frei Betto describiendo la espirituali-
2
dad alimentada por una auténtica experiencia cristiana:
J. Martín Velasco, La experiencia cristiana de Dios, Trotta, Madrid
1995; id., Espiritualidad y mística, SM Ediciones, Madrid 1994; id., «Las «Una de las características de la espiritualidad de
variedades de la experiencia religiosa», en: A. Dou (ed.); id., Experiencia Jesús es la capacidad de conciliar militancia y mo-
religiosa, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 1989, pp. 19-74; id.,
El encuentro con Dios, Caparros Editores, Madrid 1995, pp. 33-37; G.
Amengual, Presencia elusiva, PPC, Madrid 1996, pp. 209-210. 3 L. Boff-F. Betto, o. c, pp. 70-71.

262 263
mentos de oración. Para Jesús la ácción-410 era oración. misma fe; una reunión además de personas que la so-
Él se detenía a orar. ciedad separa (marginados, enfermos, discapacitados,
Hay quien considera que la acción ya es oración; lo jóvenes, niños...); es lo que debe realizar toda asamblea
cual es muy relativo. En la experiencia de Jesús era dominical.
muy frecuente que él se retirase para estar a solas con 2. La esperanza que se refuerza al poner en común
Dios. experiencias de lucha por el Reino de Dios (en oracio-
Hay una comparación presente en los místicos y en nes individuales y colectivas, en preces, en comentarios
el Cantar de los Cantares: un cristiano o incluso una a la Palabra, en salmos, antífonas...).
persona que no sea cristiana pero que sea mística, y 3. El canto comunitario que hace que vibre toda la
que no se detenga a orar, es como una pareja que no persona, y mediante el ritmo, la melodía, el acompaña-
haga un alto a fin de tener momentos de intimidad. miento, penetre la vivencia de la Presencia hasta el cora-
No hay matrimonio que lo resista» 4. zón, hasta el hondón de los sentimientos más profundos.
Veamos ahora lo específico de la oración litúrgica 4. Invocando al Espíritu (epliclesis) recibimos el
o, mejor, de la celebración litúrgica como forma pecu- don que transforma ese corazón para la plegaria ade-
liar de experiencia de Dios, como especie singular de cuada (Ez 36,25-27; Rom 8,23.26; Gal 4,6).
encuentro experiencial con Dios. 5. La proclamación y escucha de la Palabra de
Yo señalaría diez rasgos característicos de eso que Dios o Palabra de Jesús que confiere una explicitud
hoy llamamos celebrar la fe o celebrar el misterio cris- nueva al conocimiento y sentimiento de que Dios nos
tiano. En ellos se va refractando la secuencia de la li- acompaña, nos ilumina y nos envuelve con sus entra-
turgia eclesial como un proceso compuesto de etapas, ñas maternales.
fases, tiempos múltiples. 6. El «imaginario colectivo». Se moviliza y reaviva
Se trata de un guión (scénario dicen los franceses) cuando la asamblea escucha el relato de las acciones sal-
que despliega diversos lenguajes, distintas mediaciones vadoras realizadas en el pretérito y en la actualidad;
expresivas, las cuales a su vez van suscitando esos diver- cuando oye narrar hechos liberadores del pasado y del
sos impactos o vivencias tanto en la persona como en presente del pueblo. Es todo el inconsciente colectivo
el grupo, la suma de los cuales es lo que podemos lla- del pueblo de Dios con su historia milenaria de luchas y
mar experiencia litúrgica en cuanto realidad existencial sufrimientos, de victorias y promesas el que se despierta
totalizante. produciendo la conmoción de los estratos más arcaicos
Recorramos ya esos diez rasgos. de la personalidad comunitaria de la Iglesia.

1. Los sentimientos de alegría y emoción que pro- 7. Los símbolos litúrgicos del pan, el vino, el agua,
duce una reunión de hermanos y hermanas con la la luz, las flores, el incienso a los perfumes, los iconos...
alimentan nuestros cinco sentidos y movilizan toda
nuestra corporalidad así como nuestra imaginación y
< F. Betto, en: L. Boff-F. Betto, o. c, p. 100. nuestra afectividad para el encuentro con el Señor.

264 265
8. El abrazo litúrgico, la paz, las manos que se po- »Hay una plegaria pronunciada por el que preside en
san, se tocan, se entrecruzan. El tacto refuerza la viven- función de una idea precisa de lo que se ha comprendido.
cia del contacto, de la cercanía comunitaria, de la co-
»La cuestión no es sólo levantar un monumento
munidad y comunión fraternas, del amor sororal.
doctrinal ni elaborar un potente guión simbólico. Se
9. Los gestos de levantarse o postrarse, de sentarse trata también de conseguir una secuencia afectiva y
a inclinarse, de hincar la rodilla o besar el suelo... aca- una música que hemos de escribir.
ban de ahondar el lenguaje corporal como una expre-
»La época en que vivimos nos ofrece la música co-
sión de sensorialidad y sensibilidad que encauza la sen-
mo una expresión privilegiada de la nueva sensibilidad
sualidad aberrante.
hacia las culturas y tradiciones diversas. Como signo de
10. La procesión de la asamblea o de sus miembros la nueva percepción de la importancia del mundo dife-
simbolizando al pueblo itinerante. rente, las músicas de los extremos del mundo se han
Creo que potenciando estas diez mediaciones ex- puesto a hacernos danzar, una tras otra.
presivas, la liturgia deviene un lugar privilegiado de ex- «Después del momento de difusión mundial del
periencia del Dios cristiano. rock'n roll, los jóvenes se remontan, como los salmones,
A continuación voy a presentar los testimonios de a las fuentes autóctonas de esta confluencia consensual.
varios autores actuales que, desde posiciones diversas, En veinte años, guitarras zaireñas, flamenco, raí, músicas
si queréis, desde espiritualidades, quizá teologías, dife- del Extremo Oriente, músicas indias de América, etc., se
rentes, describen lo que es la liturgia como experiencia nos han ido haciendo comprensibles. ¿Quién hubiera
de Dios. predicho esta interrelación (entretejido) de las prácticas
de interioridad temperada de nuestro planeta?
Empezaré por Europa y concretamente por Fran-
cia. Hace un par de meses, la revista La Maison-Dieu »E1 cruce de estas músicas con las nuestras hace que
publicaba el siguiente texto de Jacques Gagey: crezca nuestro gusto de vivir y llamar a la danza» 5.
«Las nuevas generaciones se encuentran a gusto en Se plantea, pues, un empleo multicultural de la
una liturgia que quizá tiene una homilía poco acertada, música en la liturgia.
pero en la que sin embargo la implicación dentro de las Podríamos aducir testimonios análogos proceden-
diferentes etapas de participación sacramental es subra- tes, por ejemplo, de la comunidad de Saint Gervais en
yada por la emoción. París 6, de Taizé, etc.
»Hay en esa liturgia silencios que se quiere sean Pero hemos de pasar a una tendencia distinta, la
largos. Hay cantos que se prolongan sin prisa hasta que proveniente de la teología de la liberación. Recojo lo
se ha tenido tiempo suficiente de quererlos o que se
alargan porque se los quiere.
5
»Hay lecturas preparadas por los participantes que J. Gagey, «Interiorité, cuite et liturgie», La Maison-Dieu 208
ponen bien de relieve los efectos de sentido. (1996) 113-131.
6
Varios, Liturgie sur la ville Saint-Gervais, París 1996.

266 267
que dice Boff en su libro Ecología: grito de la tierra y
grito de los pobres:
«Ciertamente uno de los méritos permanentes de la
teología de la liberación se debe al método que intro-
dujo en la reflexión teológica...
IV
»Su primer paso consiste en hacer honor a la reali-
dad en su lado más dramático y problemático. Es el RESUMEN DEL TRABAJO
momento del ver... DE LOS GRUPOS*
»E1 segundo momento es el del juzgar...
»E1 tercer momento es el del actuar transformador...
»Llega por fin el momento del celebrar. Se trata de
una dimensión decisiva para la fe, pues es ahí donde
emerge el lado más gratuito y simbólico de la liberación.
»En la celebración, la comunidad cristiana reconoce
que los avances concretos alcanzados por el compromiso
son más que dimensiones sociales, comunitarias y políti-
cas. Son todo eso pero significan también los signos an-
ticipadores del Reino, el advenimiento de la redención
divina mediatizada por las liberaciones histórico-sociales,
el instante en que la utopía de la liberación integral se
anticipa bajo frágiles signos, símbolos y ritos.
»La fe se identifica al Espíritu actuando en los pro-
cesos de liberación. Detecta la fuerza de la resurrección
operando en la recuperación de una vida mínimamente
digna. Ve al Reino aconteciendo progresivamente
dentro de la historia de los oprimidos.
»Todo eso se desvela en la celebración y se trans- * Este texto, elaborado por la profesora Felisa Elizondo, es una sín-
forma en materia de alabanza de Dios» 7. tesis de los trabajos de grupo. Fueron moderadores y secretarios de los
mismos: José M a García Gerolami, Rafael Rojo, Ramón Aréchiga, Car-
men Pitarque, Fuensanta Meléndez, Javier Negro, Aurelio Peña, Luis M a
Caminero, Txomin Perales, Santiago Domingo Pampliega, Concepción
7
L. Boff, o. c., Trotta, Madrid 1996, pp. 140-142. En esta línea Montes, José M a Legarreta, José Antonio Arrieta, Elias Alcalde, Ángel
ver también: F. Taborda, Sacramentos, praxis y fiesta, San Pablo, Madrid Santos, José M a Arrieta, Pablo Montalvo, Jorge de Dompablo y Rufino
1987. Para una ampliación de toda esta parte, ver mi libro: La acción li- García Antón.
túrgica, San Pablo, Madrid 1995, pp. 95-150.

268
Cinco grupos, formados por participantes que pro-
ceden de diversos lugares, reflexionaron en torno a las
mismas preguntas. Se ofrece aquí una síntesis elabora-
da a partir de las notas recogidas en esa discusión.
La primera parte del trabajo se centró en lo que su-
giere el enunciado mismo de experiencia de Dios.
Se constata la dificultad de definir la experiencia
y se procede por la vía de la descripción de alguno
de sus aspectos. Los términos que abundan como
caracterización son: «vivencia», «descubrimiento»,
«encuentro», «conciencia y sentimiento», «percep-
ción de una presencia», «silencio en el silencio». Se
describe también como «Alguien a quien no se con-
sigue dar alcance», «una realidad indiscutible que
nos supera», «vivir lo que Alguien vive en nosotros»
y «certeza - n o traducible en pruebas- de que Dios
está ahí».
Se enumeran los efectos en forma de sentimientos
sobrevenidos en torno o a raíz de esa experiencia, vivi-
da en la fe, y se señalan también sus frutos. Así:

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- sentimientos de cercanía, presencia, paz y ale- abunda la constatación de que es en los otros, y a través
gría -aun en la ausencia de aquella presencia- y, a la de los otros, donde se deja entrever su presencia. Dios
vez, sensación de Algo que nos trasciende; aparece como «encuentro de encuentros».
- sentimiento de gratitud, fácil reconocimiento Los otros, las gentes comunes a quienes se sirve, los
de la gratuidad del hecho, reconocimiento de la propia enfermos en su débil tono vital, los marginados, son
pequenez, reconocimiento de Aquel que nos da el ser; muy a menudo el «lugar» donde mejor se reconoce la
- transformación de la propia vida, descubri- Misericordia. Un Dios «camuflado» en la humanidad
miento de sentido, disponibilidad renovada: «Dios que que nos rodea, sobre todo en el dolor de los más pe-
nos da vida, nos la da para darla»; queños. Un Dios-Misericordia que se deja encontrar a
través de la misericordia experimentada en la comu-
- sensación de vivir acompañados y de que la nión con los que sufren.
historia, la propia y la de todos, no es orfandad;
La segunda etapa del trabajo abordó las dificulta-
- fuerza para cambiar y ayuda para adoptar una des/posibilidades de favorecer la experiencia que se
forma de ser y estar distinta. Empuje al seguimiento con ofrecen en la celebración litúrgica, en la catequesis y en
despego de uno mismo. Sentimiento de libertad; el encuentro con los pobres.
- percepción de sentido y orientación en la vida, La escasa virtualidad de las celebraciones litúrgicas
disposición para el bien y la verdad en apertura a los comunes para favorecer la experiencia es anotada ex-
otros y a Jesús; presamente por dos grupos.
- ayuda en situaciones límite para superar lo débil Se advierte el tono y el estilo rutinario de muchas ce-
de la fe y para descubrir un Dios «diferente»: «Dios es más lebraciones, y la escasa calidad litúrgica de otras. Hay, se
que lo que yo sé de Dios». Hallazgo de un Dios «peque- reconoce también, una insuficiente catequesis que ayude
ño», el de los «sin voz», el de los que sufren y el de los sen- a descubrir el carácter simbólico de las celebraciones y la
cillos. Un Dios que descoloca y que alerta «desde abajo». implicación de la vida en ellas. Hay también, se dice, un
Respecto de los «lugares» de la experiencia, no falta déficit de espíritu comunitario, por lo que la vida sacra-
la alusión al silencio, a la oración, a la lectura de la pa- mental tiende a reducirse a actos individualmente reali-
labra y a la naturaleza. zados o meramente cumplidos.
Pero predomina la que alguien llama «memoria Aceptando que el ambiente histórico y cultural se
passionis» o «el corazón de los pobres», donde se des- muestra poco receptivo para lo «sacramental», que se
cubre la presencia que, desde abajo, alienta la vida y la presenta además con gestos y palabras excesivamente
esperanza: «En la esperanza de ellos -emigrantes, po- reglamentados, se reclama:
bres, enfermos— su esperar contra toda esperanza cues- - más acompañamiento en la educación en la fe
tiona nuestra vida». antes de la celebración de los sacramentos. Presentar la
Se señala también la cercanía de Dios experimentada celebración como «tiempo de Dios» y «encuentro de
en las «noches oscuras» de la vida personal o social, pero hermanos», sin separar ambas vertientes;

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- una acomodación mayor a los ritmos y expe-
riencias vitales de quienes celebran; En conjunto, aceptada la precariedad, que subsiste
pese al esfuerzo realizado en este campo, los grupos su-
- mayor creatividad para superar el encorseta- gieren avanzar en la comprensión de la catequesis co-
miento de las formas habituales de celebrar; mo un inicio en la formación de comunidades. Para
- una forma de presidir que ponga más clara- ello, señalan, debería enfocarse el itinerario de manera
mente de manifiesto que es toda la comunidad la que que la vida se exprese, desborde los contenidos nocio-
celebra; nales, y se afirmen la oración, la celebración y el com-
- un lenguaje y una forma de comunicación dis- promiso cristiano.
tinta de la que predomina todavía hoy en las homilías Finalmente, los grupos pusieron en común las difi-
que acompañan a la liturgia. cultades que se dan para experimentar a Dios en los po-
La catequesis fue también examinada con la preo- bres. El testimonio de la perplejidad de los misioneros
cupación de ver si favorece la experiencia. en el desastre último de los campos de refugiados del
Zaire suscitó una discusión muy viva.
Se señala en primer término la necesidad de que los
propios catequistas profundicen la vivencia de la fe, de Se convino en la dificultad de llegar, desde la con-
modo que puedan acompañar a los otros en el camino vicción de que Dios se hace pobre (liturgia de Navidad
de la experiencia. y Semana Santa), hasta la vida real con ellos y como
ellos.
Además de una transmisión de contenidos, que in-
dudablemente es lo que prevalece en la catequesis co- Se señala a este propósito:
rriente, parece necesario atender a los aspectos vitales, - la natural resistencia a ser despojados de los
experienciales, de la fe y de la presencia-acción de propios esquemas, de los modos personales de percibir
Dios. y sentir. Un vaciamiento necesario para descubrir «las
Así, se subraya la importancia de una iniciación en el semillas del Verbo» allí donde están, que es en los
silencio, en la interiorización, en la interrogación pro- otros, en su peculiaridad y su cultura. Ese despojo no
funda, en la sensibilidad para la belleza, en la bondad y, es contrario, se advierte, a seguir siendo uno mismo en
sobre todo, en la atención a los otros. Una iniciación a lo auténtico;
esas realidades que son preámbulos del Misterio. - la dificultad de aceptar lo más pobre de los po-
Se anota como dificultad muy real el carácter de bres: lo que no es sublimable, lo que en ellos, como
obligatoriedad con que los niños y los jóvenes viven su humanos que son, hay de desagradable y hasta de
catequesis. Se señala también la escasa personalización mezquino;
que se da en la hecha en grupos numerosos, que tiene - lo complejo de una inculturación que exige
como horizonte inmediato la recepción de algún sa- aceptar la diferencia y mantener la convicción de que
cramento. La desconexión de la familia respecto del son posibles la comunicación y la comunión: «ser her-
proceso catecumenal es también notada. manos que se complementan»;

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- lo difícil de aceptar una «noche de incompren-
sión», o momentos de particular dificultad que muchos
que han optado por los pobres experimentan. La nece-
sidad de mantener en pie el deseo de amar y compartir
las situaciones de los pobres. Con ello, la fragilidad de
la esperanza (que tiene mucho de paciencia) de «poder
hacer algo» con amor y sensibilidad, en situaciones que
nos desbordan y que se descontrolan;
- la cuestión que resurge de mil modos: ¿dónde
está Dios? o ¿cómo es el Dios que está en el dolor de
los pobres? Porque los pobres, se dice, cambian nuestra
imagen habitual de Dios.

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