Índice

03 La muerte del Padre Mugica, un asesinato de usos múltiples

Adivinador del pasado

11 Tragedia o comedia “Correas, la voluntad de vivir”

Guido Galafassi

16 Pintapalabras
Rubén Escobar

22 Dos gatos Salvajes

Hidalgo Starosta

26 La generación intelectual, un sueño eterno

Omar Acha

32 Encontrando fotos ajadas-Egresados ‘82

34 Seis poemas de Susana Thénon

38 Dialéctica de la ilustración. La crítica al concepto de la razón

Santiago Farias

41 Ridley Scott y los espectadores

Ser D Arena

45 El sutil encanto del antimarxismo académico o “para muestra basta un

botón”
Laura Eugenia Huertas

50 Blixadanix Poesías
Blixadanix

58 Asia Minor entre la carne y lo divino (delicias progresivas franco-turcas)

El Andante

58 Cuando la dictadura encarceló a una tribuna (una historia que se cuenta en

Mataderos)

2
 La muerte del
Adivinador del pasado

Padre Mugica,
un asesinato de
usos múltiples

2
 “
El Padre Mugica me dijo a mí
dos días antes de morir que
los Montoneros lo iban a
matar”, afirmó Antonio Cafiero en el
programa “Tiene la palabra" del 17 de
octubre de 2008. Algo parecido sugi-
rió Jacobo Tímerman en su diario “La
Opinión” tres días después del asesi-
nato: contó que el cura estaba dolo-
rido por su enfrentamiento ideológico
con Mario Firmenich, y que “recibía
constantes amenazas de muerte, es-
taba convencido que esas amenazas
procedían de los Montoneros y que no
eran desconocidas para Roberto
Quieto y Mario Firmenich.”
En el año 2012, tras una larga in-
vestigación judicial el entonces juez
federal Norberto Oyarbide dictaminó
que el cura había sido asesinado por
Rodolfo Eduardo Almirón, un inte-
grante de la organización paraguber-
namental Triple A comandada por
José López Rega.
Sin embargo, la verdad jurídica no
determina el relato histórico. La rela-
ción que el padre Carlos Mugica tuvo
en su vida y en su muerte con secto-
res centrales de la política argentina
lo ha convertido en un espacio de dis-
puta, interpretaciones, operaciones y
4
símbolos múltiples.
En el período 2003-2015, para el
kirchnerismo reivindicar a Mugica fue
una forma de vincularse al Movi-
miento de Sacerdotes para el Tercer
Mundo, los curas villeros, el gobierno
de Cámpora, la oposición a López
Rega, y todos los espacios de los que
se reclamaban herederos. En la
misma línea, el súbito interés por rei-
vindicar la vida de Carlos Mugica que
apareció en la derecha argentina en
la última década, sólo puede expli-
carse por la oportunidad que se les
abre de involucrar a Montoneros en
el asesinato de un sacerdote.
Vamos a superar aquí la discusión
sobre la autoría intelectual del crimen
aceptando el fallo de la Justicia que
responsabiliza a José López Rega,
porque es la única versión documen-
tada. Pero lo que nos parece intere-
sante es nalizar la disputa sobre el
sentido que ha tenido la vida de Mu-
gica, y cómo la nutrida cantidad de
actores interesados en polemizar
sobre su muerte logran, como un re-
sultado no buscado, mantener vi-
gente al cura cuya muerte nunca se
resuelve, se resignifica y siempre
sigue sucediendo.
Se trata de narrativas opuestas donde
se disputa por si Mugica pagó por haber
roto con Montoneros o con López Rega;
si es un mártir de la Iglesia Católica o un
cura villero y tercermundista asesinado
por la triple A; un justicialista ortodoxo
fusilado por la guerrilla o alguien a quien
Perón ordenó matar para involucrar a
Montoneros, como dice haber escu-
chado Bonasso.1
“Si acá no hay elecciones libres no-
sotros no vamos a poder impedir que
nando Abal Medina, y otros jóvenes
que luego formaron Montoneros.
Carlos Mugica (como muchos sacer-
dotes e intelectuales de la época)
aceptaba la validez de la violencia
contra las dictaduras, aunque acla-
raba que él era capaz de morir por
los demás, pero no de matar.
En setiembre de 1970 murieron en
un enfrentamiento con la policía Gus-
tavo Ramus y Fernando Abal Medina;
ambos tenían 23 años, eran buscados
por el secuestro y muerte del dictador
Pedro Eugenio Aramburu, y fueron en-
terrados luego de una misa en la que
Mugica nombró a Ramus como un

“Si acá no hay

miles y miles de jóvenes ingresen en “mártir cristiano, ejemplo para los jó-
los grupos guerrilleros, porque acá ya venes”, hecho por el que fue acusado

elecciones libres noso-

la alternativa es límite. Paulo VI con- de apologista de la guerrilla y encarce-
dena la revolución violenta ‘a no ser, lado durante varios días.

tros no vamos a poder

dice, en caso de tiranía evidente y pro- El responso por su discípulo fue
longada que ponga en peligro los bie- dado en la iglesia San Francisco So-

impedir que miles y

nes de las personas y de la lano de Villa Luro, y en la misma igle-

miles de jóvenes ingre-

comunidad’. Si acá no hay elecciones sia el 11 de mayo de 1974 el cura fue
libres y hay proscripciones se confi- asesinado. ¿Qué cosas pasaron en

sen en los grupos gue-

gura claramente la condición de tira- menos de 4 años para que el sacer-
nía evidente y prolongada.” dote que fue detenido por celebrar el

rrilleros,
Carlos Mugica, año 1972, durante la responso de los fundadores de Mon-
dictadura de Lanusse toneros rompa con la organización y

porque acá ya la
Cómo se ve, hasta las elecciones de hasta se sospeche que fueron ellos

marzo de 1973 el padre Mugica con-
sideraba que al no haber elecciones
libres se configuraba una situación
que justificaba la guerrilla. El cura
había estado a cargo de la formación
espiritual de estudiantes de la Juven-
tud Estudiantil Católica (JEC), entre
los que estaban Mario Firmenich,
Gustavo Ramus, Graciela Daleo, Fer-
alternativa es límite”
quienes lo asesinaron?
La crisis que abrió el Cordobazo en
1969 había liquidado los gobiernos
de Onganía, Levingston, Lanusse y
Cámpora, y Perón había llegado al
país encargado de disciplinar a la po-
blación y recuperar el orden. Mugica
participó activamente en la vida po-
lítica de ese tiempo, acompañó a

1Miguel Bonasso en su libro El presidente que no fue. Los archivos ocultos del pe-
ronismo (Planeta, Buenos Aires, 1997) atribuye al constitucionalista Arturo Sampay
haber comentado «El asesinato del padre Mugica es la respuesta de Perón al retiro
de ustedes en la Plaza. Es una operación maquiavélica destinada a que los militan-
tes de la Tendencia se maten entre sí. Demasiado inteligente para que se le haya
ocurrido al animal de López Rega». En las notas de Firmenich posteriores al asesi-
nato también se sugiere que a Mugica lo asesinaron para echarle la culpa a Monto-
neros, y en la revista “El Peronista” (de Montoneros) el 21/5/74 titularon “A Mugica
lo mató la derecha para dividir al pueblo peronista”.

4
 Perón en el chárter que lo trajo del
exilio y (luego de las elecciones de
marzo de 1973) eligió ser leal a
Perón: se separó del grupo de sacer-
dotes tercermundistas que apoyaban
a la guerrilla, denunció la lucha ar-
mada durante un gobierno constitu-
cional como una práctica de
pequeñoburgueses egoístas y criticó
ásperamente a Montoneros desde el
diario Mayoría, de la burocracia sin-
dical peronista.
Al mismo tiempo, los sectores más
reaccionarios del justicialismo no
confiaban en el cura amigo de la Ju-
ventud Peronista, que había roto en
malos términos su colaboración en
planes de vivienda para los villeros
“Fue doloroso
con el ministro de Bienestar Social
José López Rega meses antes del
que muchos
crimen, ya en el gobierno de Perón, y
había sido acusado de malversar fon-
jóvenes se
dos destinados a la Villa 31 de Retiro.
A fines de 1973 (luego de que Monto-
fueran de la
neros matara a Rucci) se formaron “JP
Plaza”
Lealtad” y “Montoneros-Lealtad”, una
ruptura importante con la conducción
de Firmenich-Quieto que fue respon-
dida por Montoneros “oficial” con de-
nuncias de traición, amenazas, bombas
a unidades básicas disidentes, y otras
acciones de gran violencia contra los
que eligieron a Perón.
Mugica en esa pelea tomó partido
junto a su fracción “leal” del Movi-
miento Villero Peronista, y entonces
a los ataques que ya recibía de la de-
recha justicialista se sumaron los de
los sectores de la “Tendencia”
opuestos a Perón. En pocos meses
se enfrentó y fue atacado por López
Rega, por la revista de ultraderecha
El Caudillo, y por los medios de la iz-
quierda peronista “Militancia”, de Or-
tega Peña y Duhalde, y “Noticias”,
diario propiedad de Montoneros diri-
gido por Miguel Bonasso, Juan Gel-
man y Rodolfo Walsh.
Finalmente, cuando el 1° de mayo
de 1974 se produjo el enfrentamiento
en la Plaza de Mayo y los jóvenes se
retiraron de la concentración, Mugica
permaneció junto a su grupo de lea-
les del movimiento villero, intercam-
biando insultos con los descarriados
6
de la Juventud Peronista,
De esos días hay varios testimonios
de que el cura estaba preocupado
porque recibía amenazas de muerte,
algo que finalmente sucedió el sá-
bado 11 de mayo.
¿Una muerte en tierra
de nadie?
La “tierra de nadie” en términos
bélicos es el espacio en disputa entre
dos trincheras, un lugar sobre el que
ninguno de los bandos tiene dominio
y que por eso mismo es el más peli-
groso. Es donde quedan los cadáve-
res que nadie puede rescatar, por
donde no hay que circular para no
quedar entre dos fuegos. Por allí
andan los que quieren cambiar de
bando, los heridos que no pudieron
regresar a su trinchera, los pacifistas
y los que perdieron el rumbo.
En una adaptación perezosa de la
“Teoría de los dos demonios” se suele
decir que el cura murió en la tierra de
nadie, entre los dos fuegos de las
bandas de López Rega y Montoneros,
como una especie de mártir distraído
de la no violencia.
En principio, en mayo de 1974 lo
que había en el país no eran dos ban-
dos peleándose, sino una crisis orgá-
nica descomunal, y una multiplicidad
de fuerzas que luchaban por hege-
monizar el poder.
En esa disputa abierta, Carlos Mugica
participó activamente, ya no con los jó-
venes catequistas de clase media y
media alta de mediados de los ´60, mu-
chos de los cuales terminarían en los
grupos radicalizados del peronismo,
sino ahora con su gente de la Villa 31, del
Movimiento Villero Peronista-Leales a
Perón y con su fracción del Movimiento
de Sacerdotes para el tercer mundo,
desde donde enfrentaba al mismo
tiempo a las organizaciones guerrille-
ras, a las reprimendas de la jerarquía
católica y a los sectores más reacciona-
rios del peronismo.
Hay huellas claras de su posición
en los artículos de los diarios Mayoría
y La Opinión, en sus discursos públi-
cos y en los comunicados que firmó
en las semanas anteriores a su
muerte: denuncia de la lucha ar-
mada, acatamiento absoluto a Perón
(al Perón más violento, posterior a la
muerte de Rucci), y debate con la Ju-
ventud Peronista para que abandone
el enfrentamiento con el líder. En una
nota póstuma publicada en La Opi-
nión el domingo 12, posterior al cri-
men, Mugica dice:
“La juventud está en una encruci-
jada: optar por la revolución nacional
que se nutre de nuestra esencia cris-
tiana y popular, incorporándose a las
fuerzas del nuevo orden revoluciona-
rio. […] O hacerlo por el socialismo
dogmático, es decir por un modelo
ideológico colonial que niega la pose-
sión de la verdad revolucionaria al
pueblo, para reservarla a una elite
científica o al partido.”
Ese artículo (que fue entregado por
el sacerdote el viernes anterior a su
muerte) muestra a Mugica como un
líder político preocupado porque los
jóvenes militantes se subordinen a
Perón. “Fue doloroso que muchos jó-
venes se fueran de la Plaza”, dice en
otro párrafo.
Era una línea política que represen-
taban los sectores que habían roto con
lo que se llamaba la Tendencia Revolu-
cionaria del peronismo y se expresaban
en la revista “Movimiento”, dirigida por
Miguel Saiegh y donde colaboraba Ri-
cardo Roa, actualmente editor de Cla-
rín. En ese medio se acusaba a
Firmenich de sectario y de perseguir y
secuestrar a los disidentes de la direc-
ción de Montoneros, al tiempo que se
denunciaba con igual virulencia a López
Rega y a la burocracia sindical. En su
primer número (unos días antes del 1°
de mayo de 1974) la revista llamaba
desde su tapa al acto con el título”PRI-
MERO DE MAYO JUNTO AL CAUDILLO
DE LOS DESCAMISADOS”, como una
obvia manera de sintetizar a los grupos
que se expresaban en las revistas “El
Caudillo”, de los sectores más reaccio-
narios del peronismo, y “El Descami-
sado”, de Montoneros.
Finalmente, el Padre Mugica fue
asesinado y estallaron todas las in-
terpretaciones, hasta hoy. De Monto-
neros se sospechó desde el primer
día, no es un infundio de la derecha
6
actual, como se suele decir. En el dia-
rio Noticias Mario Firmenich (presen-
tado como “amigo personal de
Mugica”) publicó 4 notas la semana
posterior al crimen donde negó que
ellos hayan estado involucrados en el
asesinato del cura, reconoció que en
los últimos tiempos hubo diferencias
pero siempre “dentro del campo po-
pular” y planteó que el objetivo del
asesinato fue involucrarlos a ellos y
separarlos del pueblo. El viernes 17
en una nota titulada “Construyamos
la Unidad del Pueblo” el líder de Mon-
toneros dice: “Los asesinos lo mata-
ron [a Mugica] porque él era su
enemigo, y al mismo tiempo sabían
que últimamente teníamos algunas
diferencias acerca de cuál era la
mejor forma de destruirlos a ellos.
Seguramente hubo amenazas de al-
gunos irresponsables, que lo consi-
deraban un reformista, y sobre ellas
se montaron los provocadores de la
reacción para echarnos la culpa.”
La revista El Caudillo (que había
atacado duramente al cura) tituló “A
Mugica lo mató La Tendencia” y dijo
que luego de haber trabajado junto a
los infiltrados marxistas, el (ahora)
“compañero Mugica” fue asesinado
cuando decidió abandonarlos.
Desde “Movimiento”, los que recono-
cían a Carlos Mugica como tropa propia
titularon “Mugica murió entre dos fue-
gos”, y luego se dedicaron a pegarle a
8
Firmenich. Plantearon que la conduc-
ción de Montoneros si bien puede no
ser responsable del acto físico del cri-
men, sí es “una de las culpables de que
el país viva hoy una situación política de
violencia constante, y la que de ese
modo contribuyó a armar el brazo eje-
cutor del crimen”.
Por su parte, el 14 de mayo Jacobo
Tímerman en La Opinión relató una
charla con el sacerdote que había su-
cedido 4 días antes del crimen: dijo
que el cura estaba preocupado por el
desencuentro entre los líderes mon-
toneros y el General Perón, y que se
debía buscar un acercamiento. El
padre (escribió Tímerman) “Habló
mucho del dolor que lo embargaba al
verse separado de compañeros con
los que había trabajado, soñado, y de
cuyo sacrificio había sido testigo”. El
enfrentamiento con Firmenich le
producía “ansiedad, dolor, angustia”.
La revista Criterio (vocera de la je-
rarquía católica) el 23 de mayo reivin-
dicó al cura en tanto cristiano
martirizado, pero lo pintó como “una
contradicción viviente”, que había
aprobado la violencia terrorista y
ejercido la política partidaria a pesar
de la reconvención de sus superiores.
El editorial de Criterio finalizó cele-
brando el carácter eminentemente
religioso del masivo entierro en el ce-
menterio de La Recoleta, porque (di-
jeron) la numerosa cantidad de
villeros que amaban al cura impidió
que un grupo de jóvenes peronistas
entonaran la marcha partidaria.
Esta operación de la revista de la
Iglesia argentina es interesante por-
que anticipa una resignificación sobre
la vida del cura que todavía está vi-
gente: para poder homenajearlo se lo
purifica de política y se lo presenta
como un mártir sin partido, justo a
Mugica, que reivindicó hasta el último
día su condición de cura peronista.
En Mayoría (representante de la bu-
rocracia sindical justicialista, y donde
solía escribir Mugica) aclararon que
ellos no creían que Montoneros hu-
biera matado al cura, lo que mereció
una mención entusiasta en “Noticias”
del viernes 17 de mayo de 1974, a seis
días del crimen.
Una muerte que sigue sucediendo
En fin, como vemos, Carlos Mugica
fue un actor importante en la creación
y ascenso de Montoneros y la Juven-
tud Peronista, y cuando el General
Perón decidió cortar sus acuerdos
con los grupos armados, el padre
(acompañando una ruptura masiva
con la dirección de Firmenich) eligió
a Perón. También participó en todos
los debates de la época acerca de la
lucha armada y el rol de la Iglesia en
las luchas de liberación del tercer
mundo, además de haber finalizado
en un escándalo de denuncias cruza-
das su acuerdo de colaboración con
el ministro López Rega.
Se trató de un sacerdote y militante
político del peronismo, que fue op-
tando en cada momento por lo que le
pareció justo, y cuyo asesinato tuvo
que ver con esas opciones que eligió.
Sin embargo, sobre el cuerpo simbó-
lico del cura asesinado se desarrolla-
ron desde el primer día un conjunto
de operaciones que han logrado re-
cortarle a la vida de Mugica todo lo
que tuvo de pasión y de política, su
opción inicial por justificar la violencia
de los oprimidos y el movimiento final
de subordinación a Perón.
Este Mugica apolítico resulta có-
modo para maniobrar sobre su me-
moria y resignificarle la vida, pero al
mismo tiempo no nos puede explicar
su muerte. Ese padrecito bueno que
ayudaba a los pobres no puede tener
enemigos (aunque basta leer los dia-
rios de la época para ver que le so-
braban) y al final todos deciden no
investigar mucho y utilizar al cura así
como quedó: livianito de ideología, un
santito villero.
Los numerosos grupos políticos y
de la Iglesia que con tanta dureza lo
criticaban antes de su muerte sus-
8
pendieron las críticas ante el asesi-
nato, y su muerte solo se explica
como producto de un enfrentamiento
ajeno al cura, una bala perdida de
algún demonio
En realidad, luego de la lucha feroz
en la que Mugica participó en los 70,
pacíficamente no se lo puede explicar.
No hay manera de tomarlo completo
y que no le salten chispas, que no
surjan peleas y contradicciones. O ex-
cesivamente peronista, o un poquito
montonero. O muy cercano a Perón y
López Rega, o violento o populista o
un irresponsable.
Desestampitizar a Mugica
Dijimos que esta disputa sobre la me-
moria de Carlos Mugica hace que (como
resultado secundario) el padre man-
tenga su vigencia. Ha quedado ence-
rrado en una estampita en la que dice
“murió por los pobres”, algo que no re-
vela nada, y que por el contrario oculta
la opresión y la injusticia, el carácter cla-
sista de la sociedad que genera “po-
bres” y sobre todo la intensa
participación que tuvo el cura en los en-
frentamientos políticos de su tiempo.
Debemos retirarlo de la estampita
y buscarlo en medio del fuego y la pa-
sión de aquellos movimientos revolu-
cionarios y de liberación nacional,
para poder explicarnos a Mugica y a
gran parte de nuestra historia. Ese
cura desestampitizado es el que in-
teresa como personaje histórico, que
igual seguirá viviendo en la Villa 31 de
Retiro, actual Barrio Carlos Mugica,
donde lo recuerdan muy bien como
un dirigente y sacerdote católico
comprometido con su gente. Allí está
el padre Carlos, allí vive, en la acción
Debemos retirarlo de la
que realizó con sus fieles.
Las otras narrativas que lo mantienen
estampita y buscarlo
vigente, las del mártir que murió entre
dos fuegos, deben ser desmontadas. La
en medio del fuego y la
vida y el asesinato de Mugica no nos
pasión de aquellos
serán útiles para explicar cualquier
cosa, como se pretende ahora, pero po-
movimientos
dremos recuperar la dimensión política
e ideológica de un momento trascen-
revolucionarios y de
dental de nuestra historia.
La violencia desatada en los años
liberación nacional,
en los que Carlos Mugica fue prota-
para poder explicarnos
gonista de la política argentina, los
movimientos de rebeldía y la lucha de
a Mugica y a gran
clases en los que gravitó hasta su
muerte, se entienden mejor si se lo
parte de
toma como un sujeto político con in-
tereses concretos en los enfrenta-
nuestra historia.
mientos de su época. No es un santo,
nadie lo es, sino un sacerdote tercer-
mundista, dirigente villero, militante
justicialista vertical a Perón y mentor
del grupo fundador de Montoneros,
entre otras facetas, que apoyó (en
menos de 5 años, y junto a gran parte
de la sociedad) a quienes mataron a
Aramburu, al Che Guevara y al go-
bierno de Perón-López Rega.
Una vez retirado el cura de la es-
tampita donde lo encerraron para
(in)utilizarlo, podremos entender
mejor su época y la nuestra. Que para
eso está la historia.
10
Tragedia o comedia
Guido Galafassi

“Correas, la voluntad
de vivir”
Bernando Carey retrata teatralmente la
antagónica intelectualidad de
Carlos Correas
 “
Nunca podrás comprender todos los personajes
del drama”, le dice con cierta reiteración su alter
ego homosexual (Pablo), mientras Correas, el per-
sonaje de la obra, se debate intelectualmente con Jo-
hanna (Eshter), la prostituta que le acababa de enviar la
agencia, que si bien simbolizaría metafóricamente su he-
terosexualidad tiene una presencia un tanto agobiante en
la obra. Tragedia o Comedia, plantea Bernardo Carey en
su reciente obra sobre quien fuera su amigo Carlos Co-
rreas, un escritor maldito, un tanto imposible de encasi-
llar. Carlos Correas fue profesor de filosofía en la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, traductor y na-
rrador. Fue homosexual y heterosexual, de ahí que la
obra se enfrenta permanentemente entre su conciencia
homosexual y Johanna, quien termina finalmente hasta
por arrebatarle sus últimos bienes materiales. Carey
logra transmitir esa personalidad que algunos definieron
como poliédrica, homosexual reconvertido a la hetero-
sexualidad porque “comprometía mi carrera, me horro-
rizaba ser un puto de cincuenta o sesenta años”. Se
suicidó con furia a los 70 años, a fines de 2000, reza el fo-
lleto de presentación de Carey en el Teatro del Pueblo.
“Se creía un hombre trágico (continúa), se asumía como
tal y su suicidio parece confirmarlo. El resto del mundo,
nosotros, éramos unos simples comediantes”. La foto de
12
Jean Paul Sartre (a Correas, junto a Sebreli y Massota, se lo
considera el principal introductor del existencialista-mar-
xista francés al mundo intelectual rioplatense) adorna su
cuarto en una escenografía austera, que junto a un catre
maltrecho, una máquina de escribir y libros, muchos libros,
se combinan para darle a la obra ese toque de inmateriali-
dad, inmaterialidad en la que se debaten los antagonismos
del escritor. Y Junto a Sartre, completan el decorado Sabrina
(Haudri Hepburn) y Eva Perón, con quien dialogará quizás
exageradamente a lo largo de la obra. El discurrir de la
misma pareciera indagar en los días previos a su suicidio, el
que practicó arrojándose al vacío desde un balcón del de-
partamento de la calle Pasteur en el que vivía. A pesar de
sobrellevar largamente dificultades económicas, la decisión
de morir de Correas sorprendió a muchos de sus allegados
y de ahí también el empeño de Carey de retratar a un Co-
rreas solitario que calma o atormenta sus horas de hastío
entretejiéndose en sus antagonismos de querer vivir, que se
superponen a un borrascoso espíritu de autodestrucción.
Se lee en la contratapa del libro que publica la obra de teatro
de Carey que: “Carlos Correas se sabía culpable. Incluso de
aquello que no había cometido. Pero la certidumbre de su
culpa no lo anonadaba. Por el contrario. Era un impulso para
su violencia. Violencia por lo menos verbal. Hasta que cor-
poralmente la ejerció sobre sí mismo.” La obra, que trans-
 curre en una atmósfera de relativa irrealidad, se balancea
entre lo mísero, lo abandonado y lo poético; más precisa-
mente entre la tragedia y la comedia, como una emulación
de aquella idea de Correas de que la vida era una tragedia
actuada por comediantes.
Bernando Carey es actualmente vicepresidente de Ar-
gentores y por sobre todo miembro fundador de la Fun-
dación Somigliana e integrante del consejo directivo y
artístico de Teatro del Pueblo en donde se ha estrenado
su obra en julio de 2016, y el primero en rescatar para las
tablas la figura de Correas. “Yo conocí a Carlitos en 1953,
cuando Contorno estaba iniciándose, ya que Oscar, Juan
José y Carlos eran una especie de trilogía a la que yo me
incorporé como cuarto, digamos; al poco tiempo Oscar
comenzó a sufrir de sordera, empezó con (Jacques)
Lacan y con el psicoanálisis, se mudó a Barcelona y allí
murió joven”; dirá Carey en una entrevista a Télam. Pero
fue con Correas con quien su vínculo fue fuerte, siguiendo
en orden Masotta y Sebrelli, “y mi mayor amistad fue con
Carlos, al que le debo mi introducción a la vida literaria;
yo entré a conocerlos a ellos a través de David Viñas y de
Adelaida Gigli, que era su mujer de entonces y la hija de
mi maestro de dibujo, Lorenzo Gigli, y ellos me conecta-
ron con los tres, que eran más de mi generación”. Así
como Correas, Bernardo Carey también compartió las
peripecias de la joven literatura argentina de los años cin-
cuenta que comenzaba a romper ciertos moldes y cos-
tumbres arraigadas en la paqueta sociedad burguesa de
la urbe porteña. “A Carlos lo conocía desde aquellos años
e incluso fui depositario durante muchos años de una no-
vela, ‘Los jóvenes’, por la que había tenido un juicio por
obscenidad y era un texto fantástico para la época, y ade-
más, en 1954 los dos colaboramos en la revista Centro,
de la Facultad de Filosofía y Letras: yo con un cuento in-
genuo y él con uno donde dos hombres se besaban, que
1Bernando Carey, en busca de su amigo Carlos Correas. Télam, 1/05/2016:
http://www.telam.com.ar/notas/201605/145653-bernardo-carey-en-busca-de-su-amigo-carlos-correas.html
12
causó un escándalo enorme”. 1
Habiendo nacido en Buenos Aires en 1931, Correas fue
escandalosamente célebre antes de cumplir los 30 años
al ser condenado a seis meses de prisión en suspenso por
uno de sus escritos. Se trató del castigo a su relato “La na-
rración de la historia”, publicado en diciembre de 1959 por
la revista Centro, del Centro de Estudiantes de la Facultad
de Filosofía y Letras. La condena también a alcanzó a
Jorge Lafforgue, director de la revista en cuestión. El
cuento que provocó el escándalo en 1959 (y que forma
parte de los cuatro relatos incluidos en “Los jóvenes”) im-
plicaba un recorrido por los suburbios de Buenos Aires,
describía al mundo gay y sus relaciones homosexuales,
más precisamente el fugaz vínculo entre un joven de clase
media y un adolescente desclasado, marginal. Segura-
mente este cruce entre los componentes desiguales de la
realidad social con el “desfase” sexual respecto de las
pautas tradicionales a través de los recursos de la ficción
fue lo que generó la feroz reacción de lo peor de la ortodo-
xia cultural, social y política del momento, que se sentía
ofendida en sus “verdades”. El diario La Nación publicó un
editorial denostándolo, e incluso “los sectores de la iz-
quierda, que eran claramente homofóbicos, consideraron
que el texto era repugnante”, cuenta Juan José Sebreli en
el documental “Ante la ley (El relato prohibido de Carlos
Correas)” del año 2012, realizado por Pablo Kapplenbach
y Emiliano Jelicié. Toda esta descripción de la situación
nos obliga entonces a recordar como comenzaba su texto
polémico: “A la una de la mañana el Anchor languidecía.
En el mostrador del bar, varios putitos de calzoncillos ana-
tómicos beben Coca-Cola. Junto al piano bailotean torpe-
mente dos ingleses de porongas lechosas. Los farolitos
rojos dan la justa luz para ese pequeño quilombo de paje-
ros. Mesitas alcahuetas y lustraditas, mozos con aire de
perros, espejos estratégicos para que los putitos se de-
seen de reojo. En una mesa, alrededor de un podrido olor
a pescado, hay una hembra fermentando”. Por este re-
lato, algunos vinculan a Correas con un precursor de toda
una definición de subjetividad en la literatura argentina
que luego desarrollarían con más extensión y difusión
Manuel Puig, Osvaldo Lamborghini, Copi, o Néstor Per-
longher. Sobre el hecho, recordaba Correas en una en-
trevista realizada en 1985 pero publicada por la revista
“El Juguete Rabioso” en noviembre de 1990: “Con mi
cuento La narración de la historia aparecido en la revista
Centro en diciembre de 1959 hubo más de un escándalo.
Era un cuento con tópico y hechos homosexuales. Pri-
mero un escándalo doméstico, por ejemplo que Germán
Rozenmacher, en la época compañero de estudios, me
dijera que él y un grupo de amigos encontraban aceptable
mi cuento, excepto el que dos tipos se besaran en la boca.
Me quedé en blanco. Pero la réplica debió haber sido que
no eran simplemente dos tipos, sino una marica besando
a un chongo o a la recíproca. Segundo, el escándalo ju-
dicial, el proceso, la condena por `publicaciones obsce-
nas´, el secuestro y prohibición de Centro. En el juzgado,
el fiscal, Dr. Guillermo de la Riestra le pidió al juez que
me preguntara qué juicio me merecía a mí la masturba-
ción, `el acto más abominable que podía cometer un
hombre´. En el despacho del juez estábamos entre va-
rones solos; también estaba el abogado defensor, función
de la que muy generosamente se había hecho cargo Is-
mael Viñas. El juez, sabiamente, declinó formularme esa
14
pregunta. El cuento que me valió asimismo el editorial
Confusión y extravío del diario La Nación del 17/5/1969, que
decía que mi cuento, no por estar escrito podía conside-
rarse dentro de la literatura, ya que caía más bien en el
campo de lo patológico. Me alcanzaba uno de los tantos
ecos de la altísima moralidad y del sano poder de policía
doctrinaria desde los que habla La Nación. Yo quedé debi-
damente, ya que no excesivamente, reprimido.”
Luego de esta fugaz notoriedad, Correas fue quedando un
tanto en el olvido, no llegando a conocer su obra nunca una
gran difusión. Luego del impensado escándalo judicial Co-
rreas continuó escribiendo ficción pero no llegó a publicarla
sino hasta comienzos de los 80, cuando se editó “Los repor-
tajes de Félix Chaneton” (1984), tres novelas breves de corte
autobiográfico escritas durante la última dictadura.
Filósofo egresado en 1966 y traductor minucioso, Co-
rreas se desempeñó como profesor de Filosofía Moderna
y Contemporánea en las universidades de Buenos Aires y
La Plata. Se vuelca a la traducción y la docencia particular
a partir de 1974 cuando es cesanteado de sus cargos, lo-
grando volver recién en 1985 a los claustros universitarios,
pero esta vez solo como docente en el CBC de la UBA.
Dicen que entre sus devociones intelectuales se encontra-
ban Kant, Hegel, Marx, Borges, Kafka y Arlt. Pero su re-
greso a la industria editorial, tras el patético episodio
judicial, fue “La Operación Masotta (cuando la muerte tam-
bién fracasa)”, publicada originalmente en 1991 y reeditada
en 2007. Con Masotta y Sebreli, como se dijo, conformaron
aquel trío sartreano que participó en Contorno pero que
tenía vida propia, muy intensa pero también efímera.
Pero fue con Masotta con quien Correas entablaría una
relación más estrecha, tanto que Masotta le escribe en
una de sus cartas: “(…) hasta hoy mi otro sos vos”. A lo
cual Correas repondrá en La Operación: “así era; así es;
éramos cónyuges”, para insistir luego: “yo no creo, sé
que Masotta es mi hombre”. Es claro, y muchos así opi-
nan, que Correas se sentía absolutamente seducido por
Masotta. Pero Masotta luego se distanciará, abando-
nando el derrotero intelectual del trío (igual camino se-
guirá Sebreli más tarde, quien termina en la derecha
más rancia hacia los años ´90). Ya entrada la década del
60, Masotta se distancia de sus amigos de juventud y de
su sartrismo originario. A través del estructuralismo,
pasa por el Instituto Di Tella, hasta llegar finalmente al
psicoanálisis, desde donde se erige en uno de los prime-
ros lectores y difusores de Lacan en la Argentina. En pa-
labras del propio Masotta su público pasará a
conformarse por “jóvenes semiólogos formados en la in-
vestigación por Eliseo Verón”. A esto, Correas comentará
lapidario en La Operación: “Frases como esta pertene-
cen a un género ya entonces tradicional que nos hacía
carcajear, desfachatados a Masotta y a mí en la década
del 50. Como en nuestra veintena éramos jóvenes, los
demás `jóvenes´ nos resultaban cómicos. Si además
14
eran `jóvenes semiólogos´ (o `semióticos´ o `sociólogos´
o `notarios´ o `herboristas´ o `rugbiers´) la comicidad se
multiplicaba. ¡Y qué, si además estaban `formados en la
investigación´! ¡Y por el formador Eliseo Verón! (…) Esos
`jóvenes semiólogos´ eran ahora `sus´ alumnos”. Esto
marca claramente la ruptura de esa cofradía intelectual
por divergencias tanto en los caminos culturales como po-
líticos que cada uno asumió. Y es esta ruptura la que da
vida a “La Operación Masotta”, aproximación y penetración
cruel en la biografía de su ex camarada en la cual la vida y
la obra adquieren el mismo estandarte crítico compren-
sivo. “Correas deglute la vida de Masotta y la escupe como
autobiografía”, sostendrá Jelicié.
Póstumamente, en 2005, vio la luz otro volumen de na-
rrativa, “Un trabajo en San Roque”; que no cambiará su fi-
gura literaria poco perceptible, en un mundo dedicado
básicamente a las luminarias, sean estas frívolas o inte-
lectuales. Su letra descarnada y provocativa y el abordaje
de tópicos periféricos en su producción narrativa y ensa-
yística hicieron quizás que no lograra nunca una trascen-
dencia como otras figuras de su generación. Durante su
vida, su nombre y su obra tampoco provocaron adhesiones
unánimes y numerosas. Es que si algo fue, es un clivaje
entre académicos y adherentes a una literatura que se de-
senvuelve en los márgenes de los cánones establecidos
del saber, aunque este sea incluso crítico.
 Pintapalabras
Poesía
Ruben Escobar

Trapecio
Por el trapecio

de una excusa

bien consolidada;

Ciegos
mis nubes.

Te veo
espiando de pie, adentro,
como al tacto, despierto cervatillos
saltando en la foresta. Adentro
reverdece tu campo sinuoso,
en varios fuegos mariposea rasgos tu rostro,
parpado pétalo pupila, enciende y sombra.
Observas, te miro, huye claroscuro
cabello y frutas rebotando en espejos,
te pierdo casi,
voy más suave quemando
más despacio incendio,
mucho más arde y leve canto
agujerea mi aliento, deshuesa tu alma
me ves, de reojo
perforo adentro, camino llamas
de duendes bestiales cascabel de brasas,
sabes
dejarte caer perdida intacta devastada,
escondido miro acecho aúllo,
nombrarte equivocado extraviada
extraña invidente, fondo ciego,
ambos ciegos y astros estallan.

16
Poesía

En el aire que provocas

Tu pequeña hija
Se agita, se derrama se agiganta,
En el aire que provocas

Tu llama estalla
En la lengua de lava viva
Que no te puede llevar

Tu sombra está plantada

Al recodo del valle desierto
Donde tu savia baila

Y tus pequeños hombres

Se agitan, se salpican multiplican
En el aire que provocas

Molino de burbujas de luz

Dentro de tu habitación sola
Torrente de mujer intacta

Y todas tus ancianas

Se agitan, flamean y replican
En el aire que provocas

Antiguos ídolos
Aplauden tu ritmo arabesco
Cuando aún
Estás naciendo tu mirada

Y toda la ceniza
Fantasma de estrellas
Se agita, se desangra se agiganta
En el aire que provocas

16
Poesía

Principio (A mi madre)

La sombra fue recorriendo exactamente

mis arrugas,

y mi cristal se hizo polvo

frente a tus ojos

Sobre “My Inmortal Beloved”

"Mi ángel, mi todo, mi yo…”
giré en puntas de pie tu danza loca

para caer,

una vez más caer,

Allí en la sala toda la oscuridad,
una puerta que se abre,
dentro tu vientre. sordera genial penetrando sinfonía,
juventud que repiquetea sobre las teclas, salpica/canta
obertura de vientos violines y violentas tormentas.
Tan efímera la carne – Tan inmortal el amor
más pesada la sombra cuando el vaivén de la luz decrece,
Estridencia de hombres y destinos,
tempestad despiadada / carruaje impedido de llegar a la
cita. Dama de luto que duda y ama apasionada.
Mensajero del amor inexacto, desencuentro visceral afónico.
Carta perdida en el tiempo del destinatario (que duda y
odia apasionada)
Orgullo sordo y final de partitura,
la obra de arte es apenas un rasgo inmortal del amor.
La enfermedad aguda corrompe en altos y bajos,
su propia música rondando impedida entre las sienes.
Ya no más ninguna mano como esa otra inspiradora,
ya no más ningún deseado cuerpo como aquel
inmortal. Débil luz magnífica,
inmortalizado de obsesiones y espera, (el amor y el odio,
duda apasionada)
Allí en la sala toda la oscuridad toda, y la culpa
y el llanto in crescendo, contenido, contralto coral.
Una puerta que se cierra.

18
Poesía

He
He coleccionado hábilmente

un cosmos

Sirena
de constelaciones inútiles,

para

nuestra primera vez fue un breve encuentro

poder
pero bastó para suavizar el iceberg de tus profundida-
des,
y desencaramarme cabezaabajo de mis cavernas
gritar tu nombre

con una voz única,

duende musical jugandoluces laberintogalerías
rastro abandonado de mariposasvitrales

traslapuerta patios de cielo y recreo,

que nunca fue la mía.
trastu canto, Sirena,
encallé varia noche a la vera de tu muslo,
tanto que

cada tanto me dá por armar un crepúsculo de aquellos

y fumarme un cafétortoni cenacine
bienaltos los sentidos y el alma aterciopelada de malbec
o desmelar rubia miel de malta
para apreciar mejor tu baile desnuda en punta de pie.

Si tu mirar verdea la dicha de raptarte un ratito

dejarme guiar por tus manospalomas
y trascerrar esa puerta;
abrir otra

18
Poesía
Suicidiarios
“Un cielo todo de pájaros
que caen, irremediablemente
en una alcantarilla muda.”
..................

Tu pelo de noche,
calidoscopio y velo,
salpicando charcos de estrellas.
Actores desocupados nos espían desde espejos.
Tu salvaje olor a puente,
tu nueva invitación Mariana;
recoger el reloj descompuesto
ponerlo a las tres y treinta y cinco
y tirarlo varios pisos abajo
donde le sirva así a alguien
o trate de arreglarlo sin poder comprenderlo.
Nos espían desde espejos,
es casi inútil que apaguemos las luces,
nos aplasta el techo. Quisiera
que no se hubiesen inventado;
veríamos un cielo todo de pájaros,
pero también caen irremediablemente, Mariana,
estamos cayendo y tiran la cadena,
varios pisos abajo,
quizá traten de repararnos sin poder comprendernos.
Una alcantarilla muda.
No nos separemos,
irremediablemente en una alcantarilla muda.
No podemos separarnos.
No existís silencio,
nacés al nombrarte.
Pero vas a matarme;
verdaderamente soy tu historia.
Aún así no quiero que amanezcas.
Me niego a amanecerte.
Sabor a sal,
salvaje olor a puente, Mariana.
Que sea de noche.
Que no nos espíen.
Entonces;
entonces un cielo todo de pájaros
sostenidos desde hilos celestes,
tocándonos las yemas de los dedos,
salpicando charcos de estrellas.

..................

“Un cielo todo de pájaros

que caen, irremediablemente
en una alcantarilla muda.”

20
Poesía

No digas
No me digas cómo se rompió
el bretel de tu vestido,
no me digas cuando.
Sólo sabrás que puedo abrazartemucho,
donde sea que fuera- será un rincón de hierbas mecidas de brisa -
más allá del olvido,
más atrás de las lágrimas,
más fuerte que el mismo fuego.
Aún más cálido y lento latido
todo el tiempo que sea necesario.

Dar a Abril
Sin red ni precaución
Mi hija abre todas las paredes
Resucitando luz
Entre mares ciegos

Abre montañas volcanes

Crece resplandor asciende
Instrumento cristal de medianoche
Alegría de saber adónde sigo

20
Historia del Rock Argentino
II: Dos gatos
Hidalgo Starosta
Salvajes
iro Fogliatta hizo su primera
C presentación en vivo el 15 de
Diciembre de 1960 como pia-
nista de la Eagle Dixieland Band, con-
junto de jazz de su Rosario natal.
Atrás había quedado su afán de ser
delantero de Newell's Old Boys, aun-
que faltaban unos años aún para que
su trabajo en la Caja de ahorro postal
corriera la misma suerte. Dos años
después y junto al guitarrista Juan
Carlos “el Chango” Pueblas formó el
grupo Los Diamantes (un cuarteto
que tocaba música swing de los años
30), y ya en 1963 y también con Pue-
blas como principal aliado The Wild
Cats, su primer conjunto de rock,
donde tocó el saxo y el que sería su
instrumento principal: los teclados.
Cuando Escalona, el clarinetista de
la banda, debió ingresar al servicio
militar Ciro pensó en incorporar en su
lugar un cantante, teniendo en la mira
emular la propuesta de los Teen Tops,
la banda hispanoparlante en auge por
aquel entonces. Todos habían que-
dado fuertemente impactados por el
22
show que los mexicanos brindaran en
Rosario (ya sin Enrique Guzmán al
frente) y por los equipos y el instru-
mental que trajeron consigo. Ciro aún
recuerda la impresión que le causó el
sonido del bajo Fender de cuerpo só-
lido (que contrastaba con el contra-
bajo de uso en el género por aquellos
tiempos), y el Chango (fanático acé-
rrimo que se sabía todos los temas)
por la guitarra Fender Jazzmaster,
que contaba con la primera palanca
de vibrato que tuviera ocasión de con-
templar. Así fue como, tras la fugaz
presencia del saxofonista paraguayo
Recalde como melodista, Rubén
“Negro” Rojas se convirtió en la pri-
mera voz cantante de los Wild Cats.
Esta formación comenzó a tocar
todos los fines de semana en los
bailes Ronda Juvenil Coca Cola,
que tenían lugar en el Club Fran-
cés de Rosario, y en mayo de-
sembarcó en Buenos Aires a fin
de grabar su primer simple en los
hoy desaparecidos estudios San
Martín. La placa tendría en su
Historia del Rock Argentino
cara A Oye niña (cover de la ver-
sión popularizada por Enrique
Guzmán del hit Let’s Dance, de
Jim Lee, con el que sólían abrir
sus actuaciones) y en el lado B
Calculadora (firmado por Mu-
ñeca-Becerra, seudónimos de la
esposa de Chico Novarro y del
creador del Club del Clan, Ri-
cardo Mejía). Cuenta Ciro que la
grabación adoleció de todo tipo de
limitaciones técnicas. A la total
inexperiencia de los músicos den-
tro del estudio y a la ausencia de
cualquier tipo de orientación o di-
rección artística había que su-
marle la precariedad de los
instrumentos y las deficiencias
del propio espacio, cuya muestra
más acabada la constituye el
hecho de que la batería del pri-
mer track resulte inaudible.
Pese a la escasa repercusión de su
primera placa, los Wild Cats se harían
cada vez más conocidos, merced a la
gran cantidad de actuaciones realiza-
das en su tierra natal (donde tocaban
todos los fines de semana) y a su lle-
gada a la TV y al ámbito capitalino: el
locutor de los bailes que animaban en
Rosario los llevó al programa domini-
cal de TV La Escala Musical, también
auspiciado por The Coca Cola Com-
pany, y el día previo a su presentación
televisiva pasaron por el circuito de bai-
les promocionados por la multinacio-
nal: Huracán, Independiente, Lanús y
el Centro Montañés. Quien los trasladó
a estos clubes en combi les consiguió
a su vez una actuación en Tropicana
para el mismo domingo por la noche.
Más 1964 no se presentaría fácil para
los muchachos: Tras los carnavales de
ese año diferencias internas provocan
el alejamiento de Rubén Rojas de la
banda, y el 4 de marzo le toca al Chango
Pueblas ser reclutado por las fuerzas
armadas de la nación para prestar sus
servicios como colimba (por segunda
vez la banda es diezmada por el accio-
22
nar militar). Ciro y Guillermo, el bajista,
en cambio, consiguen reprobar el exa-
men médico. Por suerte cumplido el
mes de instrucción Pueblas consigue
un permiso para salir los fines de se-
mana y se aboca junto a Fogliatta a
buscarle un reemplazo estable a Rojas,
cuyo lugar era ocupado de manera
eventual por otros cantantes del circuito
rosarino (a esa altura el puesto de can-
tante de los Wild Cats era codiciado por
muchos). Un día llevan a audicionar a
un pibe que llega con una guitarra crio-
lla y canta algunos temas suyos y algún
rock que le piden los de la banda. Este
pibe se llamaba Félix Francisco Nebbia
Corvacho, y le decían Litto.
Cuenta Ciro:
“A Litto lo conocimos como espec-
tador, cuando con los Wild Cats tocá-
bamos en el Club Francés, en el
centro de Rosario. Él asistía a todos
nuestros shows y era uno de esos fa-
náticos de la música en vivo. No se
perdía detalle de aquellas actuacio-
Historia del Rock Argentino

nes, sentado en su mesa cerca del

escenario, escuchando y observando
lo que pasaba allí arriba, mientras la
mayoría de los jóvenes bailaban.1
Un día estaba con un amigo to-
mando un café en un bar de la calle
Córdoba, sentado al lado de la ven-
tana abierta. Vi venir a Litto derecho
hacia mí. Fue nuestro primer en-
cuentro. La excusa, de él, una pre-
gunta relacionada con Elvis Presley.
Ahí comenzamos una conversación
muy interesante sobre música y noté
que, a pesar de ser muy joven (no
tenía más que 14 años), ya manejaba
información clasificada exclusiva-
mente por músicos atentos a lo que
pasaba en el mundo.”
Litto, o Felito, vivía por aquel enton-
ces con su padre Félix Nebbia (Félix
Ocampo para la música, cantante
melódico y compositor de boleros) y
su madre Martha Corbacho (de nom-
bre artístico Martha Denis) que había
acondicionado la pieza de pensión en
la que vivían para que tuviera dos am-
bientes (cocina y dormitorio) y la lle-
naba de música con sus clases de
piano. Martha había escapado por la
ventana de la casa de sus padres a los
21 años, embarazada de Litto; Félix
Nebbia padre también había abando-
nado el hogar familiar, en que su
padre intentara vanamente quitarle
las locas ideas de dedicarse a la mú-
sica que se le habían metido en la ca-
beza sosteniéndole el testuz en
cuestión bajo un chorro de agua.2 El
ambiente familiar en el humilde
hogar de ambos y de Felito era de una
bohemia absoluta y sus principales
actividades cotidianas eran cantar,
hablar de música e ir al cine. Desde
niño Litto amasó su vocación artística
y fue impulsado por sus padres a lu-
char por ella. Actuaban juntos en las
giras que realizaban como La emba-
jada artística de Félix Ocampo, y a los
9 años su madre lo llevó a grabar tres
temas a una casa en la que ofrecían

1 Antonelli, Mario: Los Gatos Salvajes. 1965-2005: 40 años de rock de autor en castellano.
Catálogos, Buenos Aires, 2005.
2 Ruiz, Hugo Mario: “Litto Nebbia: El lobo estepario del rock renueva sus obsesiones
musicales”. En: Revista Rolling Stone. Publirevistas S.A., Buenos Aires, Sábado 01 de abril
de 2000, en línea en: http://www.rollingstone.com.ar/585438-litto-nebbia

24
Historia del Rock Argentino

registrar en un disco de pasta la voz

de un ser querido; lejos estaba de
imaginar que sus interpretaciones de
Quiéreme siempre, Adiós amor adiós
y El solitario quedarían para la poste-
ridad como el registro más antiguo de
la voz del padre fundador de un gé-
nero. Tres años después, Litto co-
menzaría su aventura compositiva,
cuando se le ocurrió juntar las melo-
días que cantaba acompañándose
con el golpeteo de la hebilla de un cin-
turón en una silla (que emulaba la
bordona de un redoblante) con los
proyectos de letras de canciones que
escribía en un cuaderno. Así nacieron,
por ejemplo, La diosa del amor y ¿Por
qué, mi amor?, dos de los temas que
llevaría un par de años más tarde a
aquella audición de los Wild Cats (y
que dan buena cuenta ya desde sus
títulos del tópico dominante de sus
primeras composiciones y de su uni-
verso íntimo).
La prueba en cuestión se realizó en que era típico salir a caminar por la
la casa de Ciro, ubicada en Doctor peatonal los sábados a la mañana. Ya
Rivas 1080, en el sur de Rosario. Litto, habíamos ensayado y tocado como
que en ese entonces tenía 15 años y Los Gatos Salvajes, y el Chango no
un timbre de voz bastante agudo, no quería que caminase con ellos porque
daba con el perfil de cantante que Ciro ¡Los quemaba frente a las chicas! Era
y sus amigos buscaban, y no lo toma- una cosa tremenda… Yo soy muy tí-
ron; Ricardo Bellini, el baterista, sería mido. Antes de ir a la prueba lloré una
el encargado de comunicarle telefó- hora y media en mi casa, pensé mil
nicamente la mala noticia. Litto siguió veces si tenía que ir. Finalmente, me
al frente de Los Sabres, el conjunto en decidí y fui acompañado por mi amigo
el que se encontraba, en tanto que el ‘Cacho’ Marchetti.”3
lugar de vocalista de los Wild Cats Resulta que pocos días después de
sería ocupado brevemente por Jorge esa famosa prueba, el sábado 2 de
Cutro, quien sólo llegaría a lucir su mayo, los Wild Cats y Los Sabres
apostura y su voz grave en un par de compartían fecha en el club Asturiano
presentaciones. Dejemos que sea el de Rosario. Parece ser que las cosas
propio Litto el que nos dé más detalles no salieron bien para Jorge Cutro esa
(y, de yapa, nos adelante el desenlace noche, y cuando Ciro y sus amigos
de esta historia): vieron a Litto actuar en vivo y escu-
“Los Wild Cats, junto a Los Hurrica- charon su voz microfónica cambiaron
nes, que hacían covers de los Teen su parecer y le ofrecieron unirse a la
Tops a rabiar, eran los grupos más banda. Litto aceptó el convite; con su
importantes de Rosario. Cuando fui a aporte, un año después pasarían a ser
la prueba, para mí era como encon- Los Gatos Salvajes y se convertirían,
trarme con cuatro Polaco Goyene- hasta donde sabemos, en la primera
ches… cinco años de edad era mucha banda de beat y rock argentina en
diferencia. componer y cantar sus propias can-
Como ejemplo cómico, recuerdo ciones en su propio idioma.

3Antonelli, Mario: Op. Cit.

24
La generación intelectual, Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Colectivo Herramienta

"Una generación es una serie dispersa, no cronológica, de lectu-

ras y de rituales comunes, que envejecerán con nosotros"
Ricardo Piglia

Dedicado a la "juventud rozitchneriana" en búsqueda de una pro-

yección generacional: Emiliano Exposto, Lucas Ortiz e Ignacio Veliz.
un sueño eterno

Y a Valeria A. Caruso, quien descubrió el epígrafe de Piglia.

¿Por qué siempre regresa la inte- telectuales evaden las coerciones de

rrogación generacional? la mercantilización. Los proyectos del
saber, del símbolo y del disenso, son
ace algunos años escribí un circundados en artefactos mercanti-

H libro sobre La nueva genera-

ción intelectual (2008), publi-
cado por el colectivo/editor
Herramienta. Los ensayos de ese vo-
lumen elucidaban los indicios de una
naciente proyección intelectual, hete-
rogénea pero reconocible en sus co-
munes inquietudes por la época
histórica que estábamos atravesando
en la Argentina y en América Latina.
Omar Acha
lizables: la universidad, la prensa, los
medios audiovisuales, las oficinas es-
tatales. La evidencia la provee el que
todos esos ámbitos estén mediados
por el dinero.
En 2008 el enigma era el de por qué,
a pesar de las condiciones adversas
impuestas por un sistema de mer-
cantilización intelectual que metabo-
liza todas las disidencias, la pregunta

Me parecía interesante que el con- por la “generación intelectual” emer-

cepto aparentemente agotado de “ge-
neración intelectual”, tan propio de
tiempos de cambio radical que se su-
ponía habían cesado, recobrara vida.
Era una idea que prosperaba a con-
tramano de la institucionalización de
la intelectualidad propia del capita-
lismo avanzado, un orden social
donde la lógica del capital metaboliza
toda disidencia. Entiéndase, su domi-
nación no consiste en callar o reprimir
sino en “incluir”. El capital no es una
cosa sino una maquinaria compleja y
flexible. Incorpora las producciones
de diverso orden en sus dispositivos
de valorización. Sabemos que eso su-
cede con las horas de trabajo manual
incorporadas en las mercancías. Lo
mismo ocurre, es cierto que con pe-
culiaridades, respecto de las creacio-
nes intelectuales. Es una fantasía
agotada la de que los quehaceres in-
gía y lo había hecho en diferentes mo-
mentos históricos. Y por cierto sobre
todo constituía un enigma el por qué
era perceptible una inminencia gene-
racional en asuntos “intelectuales”.
Bastaba abrir los ojos para percibir
una constelación de artefactos cultu-
rales incompatibles o en todo caso
desajustados con una ilusión de re-
construcción kirchnerista de la “nor-
malidad” argentina. No hay que
olvidar que en 2008 los fuegos ambi-
valentes del 2001 no estaban del todo
apagados. Esa cuestión compartida
es la de una producción colectiva, ins-
cripta en un desafío epocal, que com-
pone una propuesta activa de creación
intelectual comprometida con los di-
lemas de lo real.
En contraste con los ejercicios bu-
rocráticos o institucionalizados de la
praxis intelectual integrada (que

26
jamás quise impugnar como inváli-
dos), la inquietud generacional en
materia intelectual propugna una de-
manda extemporánea, contraria a la
domesticación de un quehacer cultu-
ral que puede proporcionar resulta-
dos valiosos, pero en cualquier caso
exentos de la búsqueda de una rup-
tura filosófica. Aquí por “filosófico” re-
fiero a un deseo colectivo de
innovación rupturista con el confor-
mismo con lo existente, con el sentido
de contrariar una realidad que, en
apariencia, no puede ser cambiada.
Es que la duda sobre si se pertenece
a una era intelectual y a un proyecto
cultural no se vincula tanto con la
edad, con la fecha de nacimiento,
como con el modo en que se enfrenta
una situación de injusticia. Así es que
pueden ser parte de una misma ge-
neración intelectual un individuo de 80
años, para decir una edad elevada,
como otra persona de 20 años. ¿Por
qué? Porque aquello invocado por la
generación intelectual no puede ser
tramitado, sojuzgado, en las “carreras
del talento” a que nos condenan las
competencias interindividuales de la
cooptación mercantil del pensa-
miento crítico.
Justamente, aquí es donde fracasan
los denuestos conservadores sobre
las pretensiones generacionales.
Éstas deploran que las vocaciones ge-
neracionales ocultan mal las impug-
naciones de las viejas generaciones
por deseos de notoriedad indebidos,
por auto-atribuciones espurias, por
ansias de reconocimientos en un
campo de poder. En otros términos,
las aspiraciones de producir una rup-
tura a través de la cual una nueva ge-
neración puede decir, hacer, pensar,
danzar, pintar, dibujar, cantar, diseñar,
de un modo radicalmente nuevo e in-
serto en un proyecto de transforma-
ción de la práctica como tal, estaría
habitada por una mala fe de mera fi-
guración, de un “parricidio” en rigor
injustificado.
Es difícil de discutir que la idea
misma del surgimiento de una “nueva
generación intelectual” sea juzgada a
destiempo de una acumulación buro-
crática de practicantes de quehaceres
“intelectuales”. El mercado o el Es-
tado suelen proveer, con sus desigual-
dades y arbitrariedades, recursos
más o menos relevantes para llevar
adelante una praxis intelectual. Hay
becas, subsidios, cargos, designacio-
nes. Usualmente esas promociones
mediadas por la forma mercantil di-
neraria suelen ser individuales. Para
una beca se “concursa”, como se
hace para una cátedra o un subsidio.
Y se lo hace en competencia con otros
individuos o grupos de individuos.
Desde luego, jamás podría dejar de
considerar cuánto de las ilusiones in-
dividuales de prestigio o preeminencia
habitan en las cotidianeidades de la
praxis intelectual. Sé bien que somos
parte de este mundo competitivo e in-
dividualista, incluso si participamos de
orientaciones políticas que aspiran a
otras relaciones sociales cooperati-
26
vas, múltiples e igualitarias. Pero el
deseo de una comunión generacional,
en la medida en que es necesaria-
mente colectiva, introduce un contra-
tiempo en la mera reproducción de la
burocracia del pensamiento.
En el libro mencionado, me llamaba
la atención que luego de la frondosa
experiencia de crisis, sufrimiento y
experimentación social, política y cul-
tural que rodeó al 2001, en la Argen-
tina solo florecieran rastros de la
emergencia de una nueva generación
intelectual. Me parecía que la vigencia
del proyecto intelectual precedente,
organizado a través de una reconfigu-
ración del quehacer cultural en tiem-
pos de “transición democrática” (es
decir, después de la lección discipli-
nadora y violenta de la última dicta-
dura militar del tramo 1976-1983), ya
nada interesante tenía para decir.
Las huellas de esa decadencia de
un proyecto intelectual previo eran
evidentes: las matrices interpretativas
aplicadas sobre la complejidad del
2001 simplificaban las tensiones in-
herentes a esa coyuntura y solo per-
cibían el peligro de la disolución
social. Las viejas generaciones inte-
lectuales defendían la vigencia de la
institucionalidad burguesa y presun-
tamente liberal-republicana ante un
peligro de crisis radical y ascenso de
opciones ultraderechistas. Hoy, since-
ramente, esos miedos dicen más de
las fantasías caídas de quienes apos-
taron a reconfigurar sus proyecciones
culturales dentro de un orden bur-
gués progresista y capitalista mode-
rado, que de las posibilidades abiertas
en una crisis cuyas derivaciones eran
ciertamente contingentes pero no ar-
bitrarias. Lo que provocaba temores
en la intelectualidad progresista no
era la eventualidad de la improbable
legitimidad de una salida ultradere-
chista o militarista de la crisis, sino la
incertidumbre de que esa situación
pudiese prohijar una deriva que de-
ploraban, a saber, la producción de
algo radicalmente nuevo.
Pues esa era la exclusión funda-
mental de toda una generación inte-
lectual que se había disciplinado tras
la dictadura militar y cancelaba de an-
temano, por totalitaria o delirante,
toda innovación radical de lo existente.
No estoy sugiriendo que en las inme-
diaciones de la crisis que sacudió los
cimientos argentinos en los años
2001-2002 fuera evidente la aparición
de una derivación revolucionaria de la
debacle económica, social y política.
Hago referencia a las reacciones con-
servadoras que suscitó esa crisis en
una generación intelectual que se ali-
neó en la defensa de la “sociedad de-
mocrática”. Es muy cierto que la vieja
intelectualidad nacional-popular fue
más sensible a las novedades que las
corrientes liberales, republicanas o
socialdemócratas. Pero la común re-
conversión democrática que manco-
munaba a esa generación se reveló
cuando desde 2008 Carta Abierta se
subordinó al progresismo oficialista
del “país normal”.
Ante el fracaso de una actitud inte-
lectual conservadora, la pregunta por
el surgimiento de una nueva genera-
ción intelectual, atenazada por otras
preocupaciones, iba de suyo en los
tiempos en que el kirchnerismo toda-
vía era una fórmula de recomposición
del orden. Todavía en el bienio 2007-
2008, el kirchnerismo estaba abocado
a dejar atrás el “infierno” del 2001 (así
lo calificaba y jamás dejó de hacerlo
después). Su función era restaura-
dora de un orden que, sin embargo,
debía refundar. El kirchnerismo bus-
caba reconstruir la Argentina de 1983,
pero avanzó en las nuevas condicio-
nes hacia un destino diferente.
Por desgracia ese lifting del ideario
nacional-popular no suscitó una
nueva generación intelectual. Lo
mejor que produjo fue la agrupación
Carta Abierta, de la que las jóvenes
plumas peronistas y nacional-popu-
lares fueron figuras supérstites. Y eso
fue un horror. Porque una cosa es es-
cribir como Nicolás Casullo y Horacio
González, con sus historias setentis-
tas, y otras es que sus trazos sean el
horizonte insuperable no solo de la
estética sino de las aspiraciones polí-
ticas de las nuevas generaciones. De
allí que se observen lógicas miméti-
cas (o copiadoras) de estilos previos
28
en las nuevas hornadas. Por su-
puesto, ese macheteo de otras plu-
mas sería un problema menor si en
verdad tales ejercicios de mímesis no
regresaran a las mismas opciones
políticas y sociales: la reconstrucción
de un capitalismo redistribuidor y es-
tatal en contraposición con el “neoli-
beralismo”, sin el cuestionamiento de
las estructuras materiales, principal-
mente extractivistas y financiarizadas,
que modulan las relaciones sociales
argentinas al menos desde principios
de la década de 1980.
Por lo tanto el saldo sobre qué
emergió de nuevo en materia intelec-
tual colectiva tras el kirchnerismo ce-
rrado en 2015 es decepcionante. No
porque las producciones de sus par-
tidarios sean irrelevantes ni poco in-
teresantes, sino porque siguen
hablando una lengua antigua, captada
por significantes fascinantes como
justicia, igualdad, emancipación, pero
incapaces de pensar los desafíos de
la época. Por eso una Maristella
Svampa pudo señalar mejor las res-
tricciones del “modelo nacional-po-
pular” que la verborragia sumada de
un Horacio González o un Ricardo
Forster, que solo se atrevían a señalar
algunos lunares en pos de una de-
fensa a rajatabla del kirchnerismo
contra “la derecha”. ¿Es tan difícil leer
allí las afinidades con los gestos de un
Vezzetti, un Luis Alberto Romero o
una Sarlo advirtiendo en los meses
iniciales de 2002 sobre los peligros de
una crisis que debía ser normalizada
en las hormas democrático-libera-
les? La diferencia consistió en que
mientras el antiguo régimen intelec-
tual progre deseaba volver a un Alfon-
sín menos Obediencia Debido y Punto
Final, el antiguo régimen intelectual
populista se encolumnó en la pro-
puesta de un centro-izquierda trans-
versal.
La generación intelectual en
tiempos macristas
Casi una década después de la re-
dacción de La nueva generación inte-
lectual, los tiempos han cambiado, y
los míos también. No escribo ya
desde un presente y una apertura
hacia el porvenir. Redacto estas pági-
nas desde la serenidad un tanto pós-
tuma de quien sabe transcurrido su
tiempo y ante la factibilidad de que
nuevas voces y deseos acometan lo
que la experiencia histórica ha dene-
gado a mi generación.
No tengo ninguna dificultad en
confesar que mi hipótesis genera-
cional puede desde hoy ser vista
como infructuosa. Fue rebatida
por la vigencia de una vieja ca-
mada intelectual que defendió a
capa y espada su voz como la de
quienes discutían los problemas
decisivos de cómo pensar, hacer y
crear en materia político-cultural
en la Argentina. Con el auxilio del
Estado en algunos casos, con la
fuerza pública del mercado en
otros, esa relevancia de pensa-
mientos ajados perseveró. Pero
esa explicación es insuficiente, es
torpe y resentida. Quienes no su-
pimos exceder las fantasías indivi-
dualistas, conspirar en obras
colectivas y cooperativas, en surgir
como flechas en la recomposición
de una nueva agenda intelectual,
fuimos quienes teníamos el sobre-
salto de que esa tarea debía ser
realizada. Por eso La nueva gene-
ración intelectual es el documento
de un sueño truncado.
Si pudiera viajar en el tiempo volve-
ría a escribirlo, tal vez mejor, pero en
esencia haría lo mismo. Porque nin-
guna generación intelectual está con-
denada al éxito. Si hoy observamos
con benevolencia las incertidumbres
de un Esteban Echeverría o la “in-
comprensión” de Borges por Adolfo
Prieto, es porque más allá de esas va-
cilaciones, hubo una construcción de
pensamiento colectivo sobre lo real. Si
Echeverría hubiera permanecido ais-
lado en la Buenos Aires de 1830 o si
la revista Contorno hubiera profeti-
zado su lugar en el desierto, las inter-
pretaciones de sus pretensiones
serían muy distintas a las que esta-
28
mos habituados a realizar. Si fuera el
caso, sus intentos constituirían curio-
sidades históricas, unas más entre
tantos otros conatos de innovación in-
telectual abortados.
A llorar a la iglesia. La vida continúa
y hoy el problema central de nuestra
vida intelectual es lo que nombramos
como macrismo. Este no es solo un
movimiento contingente y pasajero de
la historia nacional. Constituye una
fractura ideológica cuyas consecuen-
cias son todavía opacas pues se están
desarrollando ante nuestros ojos. Y
una faena primera es la de avisar a
nuestros ojos azorados y nuestras vo-
luntades paralizadas para saber
“¿qué es esto?”.
Los tiempos macristas en la Argentina
evidencian el fracaso estrepitoso de la
recomposición kirchnero-populista del
capitalismo local en una estrechísima
conexión con el capitalismo global. Lo
que el triunfo político y electoral del ma-
crismo implicó fue la legitimación del
dominio capitalista con escasas media-
ciones. El macrismo es inédito justa-
mente porque ocurre por primera vez en
la historia nacional democrática (es
decir, posterior a la ley de 1912 que im-
puso el voto secreto y obligatorio) que
triunfa por mecanismos institucionales
una fórmula política expresamente tri-
butaria de la clase dominante.
Pienso que esta nueva condición
histórica requiere nuevas perspecti-
vas, conceptos y actitudes intelectua-
 les. Ya no se trata de dejar atrás una
dictadura militar disciplinadora y con-
tra-revolucionaria ni un neolibera-
lismo privatizador. El macrismo es
otra cosa, y emplear categorías ina-
decuadas solo conduciría a un extra-
vío político. Por eso se requiere, con
urgencia, la edificación de una matriz
intelectual crítica que pueda, no solo
conocer esta nueva Argentina ante la
que nos encontramos, sino sobre todo
instaurar las vías de una crítica que
habilite posibilidades de una concep-
ción del presente histórico distinto.
Esa ha sido usualmente la tarea pri-
mera de toda nueva generación intelec-
tual. Cuando Echeverría, Alberdi y
Sarmiento se propusieron repensar el
rosismo desde matrices diferentes a las
vigentes en el unitarismo rivadaviano,
asumieron el desafío de conceptualizar
los intríngulis del “desierto argentino”
para producir una nueva sociabilidad.
Cuando desde la derecha los hermanos
Irazusta y desde la izquierda Rodolfo
Puiggrós ensayaron en los años 1930 un
“revisionismo histórico” que modificara
la historia nacional y las premisas de lo
colectivo, pusieron en entredicho cin-
cuenta años de hegemonía intelectual
liberal. Cuando en los años cincuenta
con la guía de los intelectuales contor-
nistas (los hermanos Viñas, Rozitchner,
Masotta) emergió la proa de una práctica
intelectual que a la luz de los dilemas del
peronismo refigurara el quehacer inte-
lectual prevaleciente en las dos décadas
precedentes, estaba fructificando una
lectura de la historia cultural nacional
que habría de condicionar el horizonte
conceptual argentino al menos hasta
1976. Por último, cuando Juan Carlos
Portantiero, José Pablo Feinmann y
Beatriz Sarlo generaron en los tiempos
de “transición democrática” una auto-
crítica del intelectual revolucionario, es-
taban poniendo en tela de juicio el
horizonte cultural vigente entre 1960 y
1976 y, en consecuencia, las maneras de
comprender la praxis intelectual.

30
 No puedo avasallar los defectos de
mi formación historiográfica: todo lo
dicho en el párrafo anterior es historia
pasada, clausurada, como lo es el in-
tento de remozar el discurso nacio-
nal-popular por la intelectualidad
kirchnerista. Por desgracia, la iz-
quierda tradicional supo inventar poco
de nuevo, y la autodenominada nueva
izquierda circuló miméticamente en
los límites de una copia inviable del
“anti-neoliberalismo” (la sola men-
ción de esa fórmula difundida por
Emir Sader aburre por la simple acu-
mulación de prefijos), aquella que
sobre sus fuentes materiales intentó
realizar una “redistribución progre-
sista”. Como en 2008, las peripecias
de la nueva generación intelectual en
este fin de 2016 no son sólo argenti-
nas. Son latinoamericanas y duelen
en Venezuela, Brasil, Bolivia, y en el
resto del subcontinente.
Ante la victoria, quizás tempo-
raria, del macrismo, la agenda in-
telectual está vacante. Es lo que
demanda la reflexión sobre una
tarea crítica por acometer, una
obra colectiva por realizar. Los re-
pertorios antiguos son irrelevan-
tes al respecto. No es que sean
poco interesantes ni carezcan de
filos agudos para perturbar las
complacencias del presente. Es al
revés: despliegan su productivi-
dad en la reinterpretación por
parte de las nuevas hornadas in-
telectuales.
Por eso una reconfiguración gene-
racional no significa hacer tabla rasa
del pasado. Involucra una apropiación
creativa e incluso conquistadora –no
quiero hacer de esto un cuento de
hadas– de las obras relevantes que la
nueva generación considere partíci-
pes de un diálogo seguramente tenso
pero tal vez productivo. En todo caso,
serán las nuevas miradas las que im-
pongan, no sin violencia, una utilidad
en el presente de las contribuciones
pretéritas. Esa es una tarea irreali-
Palabras finales
zada y urgente.
Es innecesario ser “viejo” para sa-
berse a destiempo de los vectores que
pueden avizorar una vida diferente. En
materia política y teórica, mi genera-
ción está viva y lo seguirá estando du-
rante algunas décadas. Tal vez. Pero
en términos de una generación inte-
lectual que presente nuevos proble-
mas y, sobre todo, otras soluciones,
nuestro tiempo se ha agotado.
La derrota fue nuestra, aunque no la deci-
Es preciso pensar otras
cosas, desde otros puntos
de vista, con nuevos
actores. Y eso solo puede
ser concretado desde la
construcción de una
nueva generación
intelectual
dimos en nuestras apuestas. Es que en esta
sociedad donde las fuerzas decisivas están
“alienadas”alalocuradelcapital,alaobjetivi-
daddeunadominaciónabstracta,lascapaci-
dades individuales y grupales se dirimen en
dinámicas anónimas donde la aparición de
unanuevageneraciónintelectualcapazdede-
finirunanuevaagenda,deproporcionarnue-
vasobras,esunaformación“sinsujeto”.Pero
noporquecarezcadeunsujetofundantesino
porqueeslaresultanteincalculabledenume-
rosasvoluntades.Elproblemadecisivoesque
sinoesunaconsecuencianecesariadecausas
previas,tampocosurgeespontáneamente.
Quieroconcluirestaintervencióninvocando
a las nuevas camadas inconformistas e in-
quietasqueatisbanlasmediocridadesycon-
servatismos de las viejas generaciones,
30
incluidalamía(quetieneentresusvergüenzas
elnohabersidotalcosa).Paraqueenfrenten
losdesafíosinéditosdeestanovedadenlahis-
torianacionalqueeslaedificacióndeunaor-
ganización política y cultural de derecha
empresaria que conocemos con el nombre
demacrismo.
Para pensar, evaluar y generar
políticas ante el macrismo se re-
quiere un nuevo pensamiento, ya
no congelado en el miedo a la dic-
tadura y el ansia de una democra-
cia liberal, ya no torturado por el
neoliberalismo menemista, ni en-
capsulado en la aspiración popu-
lista de un capitalismo bueno.
Es preciso pensar otras cosas,
desde otros puntos de vista, con nue-
vos actores. Y eso solo puede ser con-
cretado desde la construcción de una
nueva generación intelectual. No digo
con esto que las y los intelectuales
vayan a resolver los problemas deci-
sivos de nuestras comunidades. Eso
será obra de las multitudes laburan-
tes. Pero en lo que concierne al modo
de pensar, representar y vivenciar las
tensiones culturales, una nueva co-
munidad intelectual tiene el deber de
pensar de otro modo en que lo hicie-
ron las viejas generaciones. Para des-
gracia de quienes hemos malogrado
nuestros mejores años de la vida, la
preponderancia del macrismo en la
vida política y cultural nos lanza una
pesada lápida condenatoria. Con todo,
la derrota no es unívoca.
Todavía están vivas –en otros cuer-
pos, en otras sangres, en otras ima-
ginaciones– esas nuevas ansias
encarnadas y deseantes de otros pen-
samientos que darán vida al sueño
eterno de una nueva generación inte-
lectual. Que posiblemente fracasará,
porque así es la vida en este mundo
sublunar. Sin embargo si mira de
frente a su propio albur, sabrá convo-
car a otras hornadas, más recientes,
al sueño imperecedero de pensar
aquello que nadie ha podido pensar.
 Encontr an d o f oto s
Microhistorias
E g re sa d o s ´8 2
ajadas -
se viernes 2 de Abril de nuestro 5to. año de Se-
E cundaria, año 1982, nos sorprendió la radio con
palabras varias veces repetidas, como: “recupe-
ración histórica de Malvinas”; “las Islas vuelven a ser Ar-
gentinas”; “operativos militares restituyen soberanía”. Así
de recortada, escueta, tergiversada, sin demasiado desa-
rrollo, con pobres comentarios equívocos y faltos de vera-
cidad, como era casi toda la información “oficial” de esos
días. Así se desplegó en desparejos comentarios a la en-
trada a la Escuela de Enseñanza Media N° 1 J. V. González,
estatal y orgullosa, por supuesto.
Con Fabi y Charly éramos tres exponentes del grupo de
los rebeldes; pelilargos de guardapolvos desalineados,
empapados del rock que podíamos rescatar y de toda ex-
presión artística que nos conmoviera. Así ingresamos al
aula, con toda la incertidumbre con la que afrontábamos
la situación inusual de la jornada, justo cuando el escenario
tuvo un cambio rotundo y la profesora de Geografía hizo
su entrada exultante, escarapela en pecho, atisbo de cón-
32
dor, haciéndonos poner de pie a raíz del “hecho patriótico
que estábamos atravesando”, e indicándonos en su tono
de película bélica que entonáramos el Himno Nacional,
pasando por los pupitres y dirigiéndose al fondo, “nuestro
lugar”, en el silencio preciso en que me oye decir más o
menos este final de frase: “no sé cómo terminará esto,
pero lo que sí es seguro, es que muchos de nuestros “co-
limbas” dejen sus vidas en esas islas”. Recuerdo que se
dio vuelta, que me clavó más la vista desorbitada y san-
guínea, que nos miró a los tres, que gritó palabras y frases
como: “apátridas”, “cobardes”, “son una deshonra”, “de-
lincuentes”, y quizá, pero no estoy seguro: “maricones” y
“comunistas”, y con toda seguridad: “los voy a hacer
echar”, “les voy a poner 25 amonestaciones”, mientras se
dirigía taconeando rumbo a la Dirección. Los compañeros
volvieron sus rostros hacia nosotros; no era la primera vez
que nos amonestaban, o que nos convertíamos en alum-
nos indeseables aunque amados, pero sí esa vez tenía una
connotación especial en una situación muy particular. Más
 Microhistorias
allá de nuestro gesto de suficiencia, creo que tragamos
saliva esperando el veredicto.
Desde la Dirección que estaba pasando el patio y un pasillo se
oían los gritos desenfrenados de la profe de Geografía regresando
al aula con el Jefe de Preceptores, máxima autoridad de ese día,
quetratabadecalmarlaenuntonoconciliador.Ellaparecíaposeída.
Ledecíafrasestalescomo:“osevanellosomevoyyo”,reforzando:
“esto no va a quedar así, voy a llevarlo ante el Consejo Escolar”.
Cuando el “Viejo”, institución en sí mismo, nos interpeló, alzando
lascejastupidasyafinandolosbigotesdesdesuscasidosmetros,
hizo sentar al resto de la clase y quedándonos sólo los tres de pie;
tuve que repetir mi frase en el silencio total y quizá cuando justifi-
caba mi postura, la profe volvía a entrar en crisis exaltada de agui-
lucho, buscando complicidad y aprobación en las otras miradas.
¡Cómolehubieragustadoasistiralaplazapúblicaacontemplarnos
subir al patíbulo y que nuestras cabezas ensangrentadas rodaran
a sus pies ante la impecable justicia de una guillotina!
Sé que siguió un rato de silencio denso; creo que mien-
tras el “Viejo” trataba de encontrar el castigo justo que nos
dejara en el umbral de la expulsión pero apenitas del lado
de adentro, ella veía en nuestras figuras una parte de la
deportación divina que suponía se daría desde las Falk-
lands y sus habitantes: esa concepción totalitaria y excluyente en
la que todo se soluciona con un corte abrupto y mudo.
Si bien no podíamos tener una posición tan aca-
bada respecto del momento histórico que estába-
mos viviendo, a nuestros 17 años, el aliento fluía con
su agitado abanico de sensaciones, y había algo in-
descriptible que me tranquilizaba para cuando tu-
viera que rendir cuentas ante mis padres. O serían
parte de los misterios por descubrir, porque cuando
esa tarde, casi inexplicablemente, la gente se auto-
convocó colmando la Plaza de Mayo y un trasno-
chado Galtieri salió al balcón a saludar, ebrio de
júbilo, desde este lado del televisor mi Tia Madrina
dijo lo que debió haber pasado por muchas otras
mentes, y hoy causaría negación y vergüenza: “se
parece al General”; y yo, sin haber participado de
ninguna de todas las marchas que ella vivió con mi
mamá, volví a mirarla incrédulo, reclamándole:
“¡No ves acaso que no tiene nada que ver!”, y ella
bajaba su mirada, entre reflexiva y dubitativa, como
aprobando mi reto irrespetuoso.
Volví a ser espectador de sentimientos encontrados unos
días después cuando algunos de “nuestros” músicos se
juntaron, aprobados por la Junta Militar, en un concierto
bajo el lema "Mucho rock por algo de paz”, pero creo que
esa ya pasa a ser otra foto.
32
 Seis poemas de
Poesía

Susana Thénon
Susana Thénon (Buenos Aires, 1935-1991) publicó 5 libros
de poesía desde 1958 hasta 1987, y fundó y dirigió en 1960
(junto a Eduardo Romano, Alejandro Vignati y Juan Martelli)
la revista literaria “Agua Viva”.
Tal vez por su condición de artista difícil de etiquetar, o por-
que durante muchos años se dedicó a la fotografía, su labor
no trascendió demasiado hasta que en 2004 María Negroni
y Ana María Barrenechea publicaron en dos tomos por Edi-
ciones Corregidor La morada imposible, sus obras comple-
tas, incluyendo cartas, traducciones, fotografías y poemas
inéditos.
Aquí vamos, esta es la Thénon:

Fundación
Como quien dice: anhelo,
vivo, amo,
inventemos palabras,
nuevas luces y juegos,
nuevas noches
que se plieguen
a las nuevas palabras.
Hagamos
otros dioses
menos grandes,
menos lejanos,
más breves y primarios.
Otros sexos
hagamos
y otras imperiosas necesidades
nuestras,
otros sueños
sin dolor y sin muerte.
Como quien dice: nazco,
duermo, río,
inventemos
la vida
nuevamente.

Edad sin tregua. (Cooperativa Impresora y Distri-

buidora Argentina, Bs As, 1958)

34
 Poesía

Poema
Es inútil que la amada se arrastre
buscando la mano que dibuja sombras
bajo su piel.
Es inútil que vuele
Persiguiendo a la nube de piedra que la hirió.
En vano saltará de hoja en hoja
preguntando por el rostro
que se ahogó
en el aire.

Habitante de la nada ( Thiriel, Buenos Aires.1959)

Edipo
Ella abrazó al hijo y lo recibió nuevamente
dentro de su cuerpo. Sabían.
En el amor tan sabios
no hubo jamás.
Ël anheló febril la ceguera y los gritos
que ocultaron al pueblo, a su pastor,
la imagen de la callada amante
maniatada entre besos,
de su propio rostro de cintura,
dulcemente enredado
en el cabello y venas de la madre.

De lugares extraños (Carmina, Buenos Aires, 1967)

Aquí
Clávate, deseo,
en mi costado rabioso
y moja tus pupilas
por mi última muerte

Distancias (Torres Agüero, Buenos Aires, 1984)

34
Poesía

Por qué grita esa mujer

¿por qué grita esa mujer?
¿por qué grita?
¿por qué grita esa mujer?
andá a saber

esa mujer ¿por qué grita?

andá a saber
mirá que flores bonitas
¿por qué grita?
jacintos margaritas
¿por qué?
¿por qué qué?
¿por qué grita esa mujer?

¿y esa mujer?
¿y esa mujer?
vaya a saber
estará loca esa mujer
mirá mirá los espejitos
¿será por su corcel?
andá a saber

¿y dónde oíste
la palabra corcel?
es un secreto esa mujer
¿por qué grita?
mirá las margaritas
la mujer
espejitos
pajaritas
que no cantan
¿por qué grita?
que no vuelan
¿por qué grita?
que no estorban
la mujer
y esa mujer
¿y estaba loca mujer?

Ya no grita

(¿te acordás de esa mujer?)

Ova completa, (Bs.As., Sudamericana, 1987)

36
 Poesía

Canto Nupcial (título provisorio)

me he casado
me he casado conmigo
me he dado el sí ¿cuánto hace que no me llamo?
un sí que tardó años en llegar añares
años de sufrimientos indecibles debe de hacer añares
de llorar con la lluvia y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
de encerrarme en la pieza porque aunque parezca mentira
porque yo -el gran amor de mi existencia- no había cicatrizado
no me llamaba solo me había ido en sangre
no me escribía entonces me dije: hola ¿soy yo?
no me visitaba soy yo, me dije, y añadí:
y a veces hace muchísimo que no sabemos nada
cuando juntaba yo el coraje de llamarme yo de mí ni mí de yo
para decirme: hola ¿estoy bien? ¿quiero venir a casa?
yo me hacía negar
sí, dije yo
llegué incluso a escribirme en una lista de clavos y volvimos a encontrarnos
a los que no quería conectarme con paz
porque daban la lata
porque me perseguían yo me sentía bien junto conmigo
porque me acorralaban igual que yo
porque me reventaban que me sentía bien junto conmigo
y así
al final ni disimulaba yo de un día para el otro
cuando yo me requería me casé y me casé
y estoy junto
me daba a entender y ni la muerte puede separarme
finamente
que me tenía podrida 10-IV- 1986
La morada imposible (edición de obra completa a cargo de
y una vez dejé de llamarme Barrenechea A. y Negroni M, Corregidor, Buenos Aires, 2004),
y dejé de llamarme Poemas inéditos, 1981-1988
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije

36
 Dialéctica de la
ilustración:
La crítica al
concepto de
razón
Santiago Farias

principios de la década de 1940, Max Horkheimer

A y Theodor W. Adorno –dos de los más grandes ex-

ponentes de lo que más tarde daría en llamarse
Escuela de Frankfurt− llevaron a cabo una de las críticas
más radicales que se han hecho al concepto de razón. Ante
el surgimiento del nazismo en Alemania –situación que los
hizo exiliarse en los EEUU−, el derrumbe de la perspectiva
de una revolución socialista encabezada por la clase
obrera europea y la desilusión progresiva con respecto a
la dirección que había tomado el comunismo soviético, los
filósofos de Frankfurt pusieron en cuestión el fundamento
mismo de aquella filosofía de la historia en la que se ba-
saba el marxismo clásico.
Fuertemente influenciados por las Tesis sobre la filosofía
de la historia –redactadas por Walter Banjamin poco antes
de su muerte en 1940−, Horkheimer y Adorno dieron
forma a su crítica de la razón ilustrada en Dialéctica de la
Ilustración, la cual fue publicada por primera vez en 1944
bajo el título de Fragmentos filosóficos. Aquí se denun-
ciaba abiertamente a la Ilustración, al pensamiento en
continuo progreso que en su despliegue histórico y desde
su nacimiento a partir del mito, se había revelado como un
instrumento de dominio de la naturaleza externa e interna
en función de la autoconservación del sujeto. Dentro de
este esquema, la dialéctica consistía en que aquello que
había prometido ser el elemento a partir del cual los seres
humanos lograrían emanciparse del mundo natural y con-
vertirse en amos de las fuerzas de la naturaleza resultaba
ser lo mismo que los hiciera objetos de dominio en un con-
texto totalmente regido por la lógica inflexible y cosifica-
dora de la racionalidad instrumental.

38
 Para los autores la causa de la bar-
barie moderna debía ser buscada en
el mismo despliegue de la razón ilus-
trada, de aquel pensamiento en con-
tinuo progreso que había devenido en
instrumento de dominio. El programa
de la Ilustración no habría tenido otro
objeto que el de vencer a la supersti-
ción para dominar sobre una natura-
leza desencantada por medio del
conocimiento científico. Aquí, poder y
conocimiento son dos caras de la
misma moneda: el ser humano no ha buscado el saber
por la felicidad del conocimiento, sino para dominar por
completo y de la forma más eficaz a la naturaleza y a otros
seres humanos.
Lo esencial de Dialéctica de la Ilustración se resume en
dos tesis: “el mito es ya Ilustración; la Ilustración recae en
mitología”.1 Según los autores, los mitos que caen vícti-
mas del proceso de racionalización eran ya un producto
del pensamiento ilustrado: “[e]l mito quería narrar, nom-
brar, contar el origen: y con ello, por tanto, representar, fijar,
explicar” (p.63). En los mitos ya se expresa la voluntad de
dominio de la naturaleza interna y externa en pos de la au-
toconservación del sujeto idéntico a sí mismo. El pensa-
miento mítico que concibe al ser humano a imagen y
semejanza de los poderes invisibles introduce la distinción
entre sujeto y objeto, de manera que por un lado quede
conformado el sí mismo y, por el otro, la naturaleza como
mero substrato de dominio. En la medida en que la mito-
logía no es sino la primera manifestación de la Ilustración,
1 Horkheimer, Max y Adorno, Theodor: Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Ed. Trotta, Madrid, 2005. P.56. De aquí
en adelante todas las citas hacen referencia a ésta edición.
38
ésta no puede sino desenvolverse
dentro de aquella lógica cosificadora
que convierte a toda naturaleza (in-
terna y externa) en materia de domi-
nio, dejando de lado cualquier otro
sentido que no sea el de la autocon-
servación: “La propia mitología ha
puesto en marcha el proceso sin fin
de la Ilustración, en el cual toda de-
terminada concepción teórica cae
con inevitable necesidad bajo la crí-
tica demoledora de ser sólo una
creencia, hasta que también los conceptos de espíritu, de
verdad, e incluso el de Ilustración, quedan reducidos a
magia animista (…) Como los mitos ponen ya por obra la
Ilustración, así queda ésta atrapada en cada uno de sus
pasos más hondamente en la mitología” (pp.66-67).
La razón ilustrada posee una lógica homogeneizante:
abstrae las cualidades en favor del cálculo de equivalentes,
principio que domina tanto en la justicia burguesa como
en el intercambio mercantil, y su único sentido se reduce
al dominio de un mundo objetivo idéntico en función de la
autoconservación de un sujeto idéntico. Esa división tajante
es la resultante necesaria del intento que el ser humano
realiza por liberarse del mundo natural y acceder al do-
minio de éste por medio de una razón de carácter exclu-
sivamente instrumental. Sin embargo, aquella promesa
de liberación queda traicionada irremediablemente por
causa de su mismo proceder: el sujeto idéntico sólo puede
constituirse como tal en tanto pueda dominar su propia
naturaleza, es decir, en la medida en que aplique aquella
instrumentalización sobre sus propios instintos. La con- modo sujeto y objeto quedan anulados, reducidos el uno
tracara de este proceso es el extrañamiento o alienación: al otro: “[e]l sí mismo abstracto, el derecho a registrar y
“[e]l mito se disuelve en Ilustración y la naturaleza [interna sistematizar, no tiene frente a sí más que el material abs-
y externa] en mera objetividad. Los hombres pagan el tracto, que no posee ninguna otra propiedad que la de ser
acrecentamiento de su poder con la alienación de aquello substrato para semejante posesión” (p.80). La cosificación
sobre lo cual lo ejercen” (p.64). del pensamiento o espíritu conlleva a una nueva manifes-
Horkheimer y Adorno hacen extensivo el dominio/alie- tación de la alienación: aquella que experimenta el indivi-

minio de unos sujetos sobre otros. La los seres humanos que han El individuo se extraña de sí, rela-
nación sobre la naturaleza hacia el do- duo en su relación consigo mismo.

devenido sujetos a costa de

paradoja resultante es la siguiente: los cionándose consigo mismo como

dominar su naturaleza que objetivamente se espera de él”

seres humanos que han devenido su- frente a “un nudo de reacciones y
jetos a costa de dominar su naturaleza comportamientos convencionales,

de dominio en la sociedad de clases. interna quedan en posición (p.81).

interna quedan en posición de objetos

cosas irracional, una “nueva barbarie”, de objetos de dominio en la cional que implica las cuestiones
Ésta, si bien expresa un estado de La crítica total al pensamiento ra-

sociedad de clases.
lo hace sólo como el resultado inevita- apuntadas pone a los autores en
ble de la marcha cosificadora del pen- una situación comprometida.
samiento racional ilustrado. La lucha ¿Cómo se salva a la Ilustración a
de clases queda entonces comprendida como parte de partir de una crítica radical de sus mismos fundamentos?
una lucha primordial entre los seres humanos y la natu- ¿Cómo se prepara un concepto positivo de Ilustración “que
raleza, la cual implica un proceso de renuncia y sacrificio la libere de su cautividad en el ciego dominio” (p.56)? Si,
ante la tentación de perder el sí mismo en la vida pura- como quedaba dicho en el Prólogo de la obra y a modo de
mente natural. Tal proceso de renuncia y sacrificio conduce petitio principii, la libertad es inseparable del pensamiento
a la civilización humana a las sociedades organizadas bajo ilustrado ¿cómo se realiza esa potencialidad liberadora?
la división del trabajo. La civilización es así producto del En Dialéctica de la Ilustración, Horkheimer y Adorno ape-
pensamiento racional que domina y ejerce su poder en pos nas dejan esbozado el comienzo de la salida a la aporía en
de la autoconservación, pero cuanto más exitoso resulta la que se encuentran, y lo hacen bajo la idea del “recuerdo
este proceso civilizatorio más exige la autoalienación de de la naturaleza en el sujeto” (p.93). La capacidad auto-
los sujetos quienes deben adaptarse totalmente al aparato rreflexiva del pensamiento juega aquí un papel clave. En
técnico. efecto, según los autores “[e]l pensamiento, en cuyo me-
Dentro de este esquema, la razón ilustrada, que rebaja canismo coactivo se refleja y perpetúa la naturaleza, se re-
e iguala todo lo existente a objeto de dominio se convierte fleja también, justamente en virtud de su imparable
ella misma en una cosa, en un instrumento de cálculo que coherencia, a sí mismo como naturaleza olvidada de sí,
queda identificado con las matemáticas y eleva éstas a ins- como mecanismo coactivo” (p.92). La reflexión sobre la
tancia absoluta del conocimiento científico. El pensa- Ilustración la desenmascara como lo que es: naturaleza
miento mismo queda así cosificado “en un proceso mutilada, cosificada, alienada. Esta operatoria, no obs-
automático que se desarrolla por cuenta propia, compi- tante, no es suficiente para lograr la emancipación de la
tiendo con la máquina que él mismo produce para que fi- humanidad, sino sólo para dejar de reconocer “en las va-
nalmente lo pueda sustituir” (p.79). Una vez más, el llas que ella misma levanta contra la necesidad (…) la ga-
proceso se vuelve contra los sujetos que han devenido tales rantía de la futura libertad” (p.92). En otras palabras, la
en su lucha por liberarse de la naturaleza, ya que de éstos crítica que Horkheimer y Adorno realizan en Dialéctica de
no queda sino aquella res cogitans cartesiana, “aquel “yo la Ilustración es el primer paso hacia el recuerdo de la na-
pienso” eternamente igual” (p.80), frente a un mundo de turaleza en el sujeto, en tanto que la obra misma no es sino
objetos equivalentes, sustituibles, calculables. De este una reflexión del tipo descrito.

40
Ridley Scott y los espectadores
“Estoy tratando de volver a resuci-
tar a la bestia y dejarla libre por un
tiempo, porque regresará a Alien 1.
Gradualmente me acerco a Alien 1
(...). Prometheus 2 comenzará a ro-
darse en febrero (...). Luego habrá
otra [película] y después quizá re-
gresemos a Alien 1. En cuanto a por
qué. ¿Quién haría algo tan terrible?”
R. Scott
uizá apenas sea necesario
Q mencionar que a sus 78
años, Ridley Scott
(30/11/1937, Inglaterra) puede elegir
de sus varios proyectos de primerí-
sima línea entre ser su productor o
director, y decidir cuál de ellos se va a
filmar primero, dado que tiene ga-
nada una reputación casi inusual
dentro de esa maquinaria compleja y
extraordinaria que se llama cine.
Dicha excepción, que seguramente
enerva a los diferentes ejecutivos de
los estudios, no radica en la confabu-
lación consecuente con estos, sino
más bien en la complicidad con los
espectadores; esa sana manera per-
sonal de expresar su vivaz visión ar-
40
Ser D´Arena
tística.
Egresado del “Royal College of Art”,
con prolífico y exitoso desempeño en
la producción de comerciales para te-
levisión, realiza quizá una de las ope-
ras primas más icónicas de que se
tenga registro, “Los Duelistas” (1977).
Más allá de que la selección del libro,
una corta novela homónima de Jo-
seph Conrad, fuera de dominio pú-
blico (razón por la cual no debía pagar
derechos), le sirvió para desplegar su
cuidada propuesta de exaltación es-
tética en tanto fotografía y sonido en
cada cuadro, cada montaje, desta-
cando el punto de vista donde el pai-
saje romántico, el vestuario exacto y
las diferentes escenas de acción re-
alista en contraste con las intimistas
tensionan (bajo el pretexto de una
contienda absurda) a los dos protago-
nistas, a quienes el drama entrelaza
con el honor sin sentido, en una con-
tinua batalla que no termina de satis-
facerse con el trasfondo de la guerra
napoleónica.

Scott mismo dice haberse inspirado

en “Barry Lyndon” (1975), de Stanley
Kubrick, pero en este film también de
época (ambos suelen ser referencia
uno del otro), no comete la falta del
otro genio, de perderse en el tenue ti-
tilar de las velas, sino que ilumina
preciso con el mismo vértigo o ca-
dencia que la escena requiere, provo-
cando una sensación de exuberancia.
El segundo hito de su filmografía
“Alien, el octavo pasajero” (1979), con
la que le llega la consagración, es pri-
mero una película de suspenso y te-
rror, antes que de ciencia ficción, en
la que el personaje principal es el an-
tagonista y provoca el efecto de estu-
pefacción en el público, por su
manera de contar la historia que se
va encastrando artesanalmente,
prescindiendo de tanto artilugio y pi-
rotecnia artificial, para centrarse en
el relato de personas corrientes, creí-
bles, adultas, no muy agraciadas o al
menos lejos de los parámetros de hé-
roes hollywoodenses. Basta observar
la belleza terrenal de la protagonista,
la suboficial Ripley, una reivindicación
de la pulsión femenina.

Podríamos enumerar varios com-

ponentes que hacen de ésta una obra
de arte, como el recurso no tan en

42
auge en ese tiempo de documentarse
con ilustradores de historietas y dise-
ños como Ron Cobb, Moebius, y final-
mente H. R. Giger, quien combina
elementos orgánicos con mecánicos
para las diferentes transformaciones
del alienígena y los fantásticos esce-
narios, como cavernas con reminis-
cencias a úteros que engendran
esqueletos lovecraftianos.
La historia es simple y efectiva y no
sorprende que el mismo Scott en su
edición de “Versión del director” le
agregue sólo cuatro minutos restán-
dole cinco, con lo que esta nueva ver-
sión tiene un minuto menos,
burlándose de este subgénero co-
mercial al que contribuyó a sabien-
das.
Luego de que otros directores, al-
gunos con bastante éxito, realizaran
varias continuaciones respetables de
la letal criatura del espacio, 33 años
después Scott dirigió “Prometheus”
(2012), como una precuela de Alien.
Lamentablemente la suerte de ésta
no fue análoga a la de su antecesora:
los tiempos fueron marcadamente
lentos y no tuvo la soltura ni efectivi-
dad de la primera; no obstante, posee
en el desarrollo alguna de sus varias
obsesiones y en esa cuestión vuelve a
ser original. Algo de esas experien-
cias puede observarse en “The Mar-
tian” (2015), que, sin ser sublime, es
atractivamente precisa.
En la actualidad Scott baraja reali-
zar dos filmes de “Prometheus” y
asimismo un “Alien 5”, y todavía dice
tener escrita la secuela de “Blade
Runner”; veremos si estos proyectos,
y con ellos los anhelos de un sinfín de
fanáticos, finalmente se hacen reali-
dad.
42
Si Alien convocó a nuevos públicos
a la ciencia ficción, la tercera película,
“Blade Runner” (1982), es conside-
rada una película de culto, donde los
elementos se combinan para provo-
car una incómoda sensación de be-
lleza. Varios espectadores, entre los
que me cuento, intentaron la labor de
críticos a partir de este filme, enton-
ces me parece que más que contar y
explicar, la mejor forma de evocarla
es recomendársela a todo aquel que
guste de la experiencia del cine.
El tono propuesto por Scott esta vez
es de novela negra; hasta el actor ele-
gido, Harrison Ford, deja de ser el
aventurero edulcorado de Star Wars,
para convertirse en Deckard, un os-
curo cazador de replicantes (especie
de androides) a quienes desprecia,
hasta que se ve reflejado en encuen-
tro final con Roy (un adonis Rutger
Hauer), quien a modo de despedida
recita, con expresión cada vez más
humana: “He visto cosas que ustedes
nunca hubieran podido imaginar;
naves de combate en llamas en el
hombro de Orión. He visto relámpa-
gos resplandeciendo en la oscuridad
cerca de la entrada de Tannhäuser.
Todos esos momentos se perderán...
en el tiempo... igual que lágrimas... en
la lluvia. Llegó la hora de morir”. En
el momento en que su rostro se
apaga, corta en la lluvia el desplegar
del vuelo de una paloma. Hasta la
música de Vangelis pasa a ser desga-
rradora y celestial.
También de este film se producen
varios “director´s cut”, en las que los
cambios tampoco suelen ser sustan-
ciosos. Otras perlas para la leyenda,
que siempre provocan revuelo co-
mercial.
La futura segunda parte se está pu-
blicitando de ésta manera: El 2049 se
encuentra a un año de distancia.
Denis Villeneuve. Harrison Ford. Ryan
Gosling. #BladeRunner 2049 - en los
cines el 6 de octubre de 2017.
Es en “Thelma y Louis” (1991)
donde vuelve a volcar las miradas es-
tupefactas de las plateas, en una peli
inclasificable. Podemos decir que
Susan Sarandon destaca su madura
belleza contrastando con la ingenui-
dad de Geena Davis, en una road
movie que transcurre entre comedia
y drama, abriéndose paso a la aven-
tura, con marcado suspenso. Damas
incomprendidas en un hosco mundo
masculino. Vuelven las críticas a
melar los oídos de Scott.
Para no entrar en disputas con las
varias posiciones de los otros filmes
de R. Scott, vamos a desembocar en
su otro hito, “Gladiador” (2000). Que
la historia cuente que la película la
inspiró un cuadro de la escena de la
arena romana, donde el gladiador
victorioso aguarda la decisión del
emperador a través de su puño ex-
tendido en el momento de mostrar el
pulgar arriba o abajo, para que éste
ejecute la orden de muerte o vida del
gladiador rendido, sólo es otra anéc-
dota alrededor de un mismo hito.
También lo son los varios premios
conseguidos a posteriori.
A mí me sedujo la primera imagen:
el tronar del galope de los caballos, el
aliento de los soldados en la fría ma-
ñana, la gallarda figura del bruto vi-
kingo, las múltiples secuencias de la
batalla... el resto de la trama es con-
secuencia sensorial de la acción aquí
planteada. Para algunos, estamos
ante la trillada búsqueda de la ven-
ganza que Hollywood muestra una y
otra vez, en el marco de la Antigua
Roma, que en este caso, Scott poten-
cia hasta extraer todo su prodigioso
néctar; dice su protagonista: “Me
llamo Máximo, comandante de los
Ejércitos del Norte, general de las Le-
giones Felix, leal servidor del verda-
dero emperador Marco Aurelio, padre
de un hijo asesinado, marido de una
mujer asesinada, y alcanzaré mi ven-
ganza en esta vida o en la otra”. Pero
esto también es una anécdota.
Como en toda creación artística,
son varios los elementos se conjugan
en su punto exacto; la superadora ac-
tuación de Russell Crowe como Má-
ximo, vestuario preciso, escenas de
crueldad coral, un soberbio Joaquin
Phoenix en su papel de un Cómodo
bífido y todos los actores secundarios
en decorados reales donde se apoyan
montajes digitales imperceptibles.
Ahora la maquinaria del distrito de
Los Ángeles ya puede realizar nuevos
subproductos épicos del género pé-
plum, en esta cinta llegó a la cima.
Por suerte, quizás, se descartó la op-
ción de realizar una precuela de esta
obra.
Luego hay una larga lista de pelícu-
las que no llegaron a ser; sin em-
bargo en algunos pasajes (recuerdo
por ejemplo en “Exodus” -2014- los
cocodrilos del Nilo devorando y devo-
rándose para transformar las aguas
en sangre) se puede entrever cierta
desmesura, alguna escena que per-
turba, cierta puesta de otro orden, del
iniciador, de una forma de mostrar en
la pantalla lo que su particular ma-
nera de artista necesita decir.
44
El sutil encanto del
Laura Eugenia Huertas

antimarxismo académico o
“para muestra basta un
botón”
44

n tiempos en que la expresión
E “batalla cultural” se hizo de
uso corriente, a nadie sor-
prende conocer los diagnósticos
sobre el panorama del campo acadé-
mico nacional que incluye caracteri-
zaciones generales como “paradigma
dominante” o “visión hegemónica”,
“colonialismo o cipayismo intelec-
tual”, “eclipse del pensamiento crí-
tico”, “exclusión del marxismo en las
ciencias sociales”, etc. Pero si bien
este reconocimiento del triunfo de la
ideología neoliberal en los claustros
se ha naturalizado, nos queda la pre-
gunta sobre el cómo, la incertidumbre
sobre las formas o métodos concre-
tos mediante los cuales se combate y
se derrota una corriente teórica que
demostró toda su riqueza en décadas
pasadas, cuando para acceder a una
sólida formación crítica no era nece-
sario mudarse a Paris porque nuestra
universidad pública era un ámbito re-
ceptivo y altamente productivo en teo-
rizaciones desde el marxismo.
En un artículo de tono erutdito pu-
blicado en Prismas, Revista de Histo-
ria Intelectual, N° 8 (2004), “La historia
comparada entre el méodo y la prác-
tica. Un itinerario historiográfico” el
prestigiado historiador Fernando De-
voto analiza el “comparativismo” a lo
largo de más de un siglo de historio-
grafía occidental, advirtiendo desde el
comienzo que “la comparación, objeto
de muchas promesas, hizo pocos pro-
gresos”. Encuentra que la historio-
grafía se aleja del empleo sistemático
de la comparación por sus creencias
en la irreductibilidad y la singularidad
del proceso histórico y por considerar
su objeto como “lo único, lo individual,
lo cronológico”. Así el método compa-
rativo resultaba extraño a la historia
por “la combinación de una cierta de-
finición de ciencia con la búsqueda de
diferenciación de otras disciplinas que
1 Zeitlin, Irving: Ideología y teoría sociológica. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1997.
46
la incluían en sus presupuestos me-
todológicos y con la unidad de análisis
y de sentido que proveía el Estado-na-
ción”.
Pero Devoto encuentra un uso pro-
fuso de la comparación en las cien-
cias sociales, porque “la opción
nomológica se había hecho fuerte” en
la economía, “pero fundamental-
mente en la sociología.” Sobre esta
última disciplina se remonta a los pa-
dres fundadores citando a Augusto
Comte, para quien el objetivo de la so-
ciología es la “investigación de las
leyes, es decir, de las relaciones cons-
tantes que existen entre los fenóme-
nos observados” y a Emile Durkheim,
para quien el comparativismo era el
método conveniente, a los efectos de
descubrir causalidades y leyes. Se de-
tendrá también en la tradición webe-
riana donde, además de la
construcción de tipologías, la compa-
ración se utiliza para individualizar las
características singulares de un único
proceso histórico: “el proceso de ra-
cionalización del mundo caracterís-
tico de la modernidad”. Hagamos
notar aquí que entre las tradiciones
con influencia en la sociología Devoto
elige excluir a quien hizo una de las
contribuciones más importantes al
pensamiento sociológico, no sólo por
las ideas enormemente ricas que ex-
puso, sino porque “su obra provocó
una respuesta que explica, en gran
medida, el carácter de toda la socio-
logía occidental” funcionando como
un verdadero “manantial intelectual”
a partir del cual la mayoría de “los su-
puestos, los conceptos y las teorías
del pensamiento posterior se forma-
ron en el debate” con su fantasma,1
nos referimos, claro, a las contribu- un exhaustivo análisis del campo in- cismo en Alemania la afluencia de in-
ciones al pensamiento social de Karl telectual y de la cultura de izquierda, telectuales hacia estos partidos fue un
Marx. y nos permite poner en contexto el re- fenómeno nuevo y notorio en toda Eu-
Entonces, hasta aquí, la suerte del corte que hace Devoto restituyéndole ropa y en EE.UU, y el antifascismo fue
comparativismo es para Devoto la su historicidad. A partir de la Revolu- una causa y un puesto de lucha que
coincidencia de algunas variables ción Rusa el marxismo se convierte imbricó fuertemente a los intelectua-
contingentes, referidas a tradiciones en una fuerza vigorosa en Europa; pri- les marxistas a una cultura interna-
formativas, usos y costumbres disci- mero fue difundido y monopolizado cional de izquierdas compartida. Se
plinares, y a marcos de referencia es- por los Partidos Comunistas y de base dio una genuina internacionalización
pacio-temporales particulares. Lejos netamente proletaria, pero a partir de de la cultura que vincula a las grandes
de involucrar concepciones y posicio- la Crisis del ’30 y el ascenso del fas- figuras del campo intelectual con el
nes fuertes sobre la realidad, el com-
parativismo es reducido a una tecné,
y a una opción inocua entre un menú
de posibilidades.
Pero encuentra que “serían los gru-
pos más interesados en un diálogo
con las otras ciencias sociales y/o
aquellos hastiados, luego de la Pri-
mera Guerra Mundial, por los efectos
de una historia nacional y nacionalista,
los que buscarán en la historia com-
parada una nueva vía más ‘científica’
y a la vez lejana de fanatismos y pa-
triotismos.” Curiosa formulación elíp-
tica la de Devoto para datar el
momento en que la historia se suma,
finalmente, a los debates en el interior
del pensamiento social, mencionando
como al pasar el hito que representó
la Gran Guerra, dejando en sombra u
ocultando en el mismo movimiento
que a partir de allí la Revolución de
Octubre de 1917, como fundación del
primer Estado proletario cuya ideolo-
gía oficial será el marxismo, le plan-
teará a las ciencias sociales un nuevo
programa en el cual a los objetivos de
conocer y explicar la realidad social se
sumará el problema de cómo cam-
biarla.
Veamos qué dice Eric Hobsbawm
en su último trabajo, donde presenta

46
marxismo, y esta radi-
calización “estaba fun-
damentada en una
respuesta a la crisis
traumática del capita-
lismo”2 La potencia
simbólica de lo que
Hobsbawm define
como “la era del anti-
fascismo” se explica
porque el ascenso de
Hitler en Alemania sig-
nificó que los movi-
mientos fascistas se
convirtieran en todo el
mundo en vehículo de
la derecha contra los
sectores progresistas
en cada país; “el fas-
cismo era un peligro
doméstico tanto más
ominoso por su carác-
ter internacional”. Y
además era mucho
más que una amenaza política: los in-
telectuales eran conscientes de que
estaba en jaque el futuro de toda una
civilización, ya que el fascismo recha-
zaba al liberalismo y a “toda la heren-
cia cultural de la Ilustración. [...] En la
lucha contra el fascismo, el comu-
nismo y el liberalismo estaban, en un
sentido profundo, luchando por la
misma causa”. Pero más importante
es que fascismo significaba guerra;
así el antifascismo se acercaba cada
vez más a los comunistas, que no sólo
habían preconizado desde la primer
hora la necesidad de una poderosa
alianza antifascista y de resistencia en
la teoría, sino que habían desempe-
ñado un papel visiblemente desta-
cado, e incluso heroico, en las luchas
prácticas.
Esta relación con el marxismo
transforma profundamente el clima
de ideas en todo el campo científico e
intelectual donde “el marxismo es
considerado como la clave para en-
tender una amplia gama de fenóme-
nos que hasta entonces habían sido
incomprensibles y desconcertantes”.
Tuvo atractivos importantes ya que in-
tegraba los campos del conocimiento,
sostenía la creencia en un universo
objetivamente existente y racional-
mente cognoscible frente a uno inde-
terminado e incognoscible, frente al
agnosticismo filosófico, el positivismo
y el idealismo; y aportaba “una apro-
ximación global e integrada al uni-
verso y a todo lo que este contenía en
un momento en que parecía haberse
desintegrado.” Pero fundamental-
mente, el marxismo incluía el proceso
científico en los movimientos de la so-
ciedad, porque ponía en evidencia y en
discusión la importancia social de la
ciencia, la necesidad de su desarrollo
y el papel del científico en la sociedad.
Sólo en este contexto se puede
comprender la suerte del comparati-
vismo, que lejos de ser una herra-
mienta inocua que se elige al azar de
2Hobsbawm, Eric: ¿Cómo cambiar el mundo? Crítica, Buenos Aires, 2011.
48
una cantera de recur-
sos metodológicos,
está dialécticamente
vinculado a una con-
cepción epistemoló-
gica, a lo que Devoto
insiste en llamar “op-
ción nomológica” para
referirse a la búsqueda
de leyes generales, y
está relacionado con la
preeminencia o no del
marxismo en el ámbito
académico, porque la
fuerza gnoseológica
que lo mueve es una
búsqueda que apunta
a desentrañar la reali-
dad material y los pro-
cesos de cambio
social.
Con el subtítulo “La
comparación en la se-
gunda posguerra” De-
voto se detiene en escuelas y trabajos
que desde la sociología histórica hi-
cieron uso profuso y sistemático del
comparativismo en este período. Pero
aunque Devoto no lo dice, según
Hobsbawm después de la Segunda
Guerra Mundial se abre un proceso
motorizado por tres causas conver-
gentes que explican la centralidad del
marxismo y su debate en el universo
intelectual: esta ideología nunca ha
dejado de representar formidables
fuerzas políticas (convertido en “ideo-
logía oficial de Estados en los que, en
su punto álgido, vivía aproximada-
mente un tercio de la raza humana”).
Su carácter internacional era un
atractivo fuerte para la izquierda, y
para sus críticos se presentaba como
un peligro sin fronteras. Por otro lado,
el marxismo había sido siempre una
crítica revolucionaria del statu quo con
serias pretensiones intelectuales;
para la década de 1970 prácticamente
todas las corrientes que planteaban
un cambio de sistema, describían sus
objetivos en términos de “socialismo”.
En tercer lugar, la envergadura del
desafío teórico que planteaba el mar-
xismo a todo el universo intelectual
ejercía un extraordinario atractivo; era
impensable una legitimación intelec-
tual sin posición fundamentada en
este debate. Estos factores impactan
en las ciencias sociales de forma
arrolladora, determinando en gran
parte el repertorio de preguntas,
temas, objetivos y metodologías que
se vuelven hegemónicas al interior del
campo intelectual.
Sólo desde este contexto se puede
comprender la preeminencia del
comparativismo, que se vuelve lógica-
mente imprescindible para progra-
mas de investigación dominados por
los problemas acuciantes planteados
por el cambio revolucionario de la so-
ciedad, y en gran medida, por el uni-
verso categorial del marxismo. La
mirada sobre el pasado busca las cla-
ves para transformar el presente; así,
los grandes procesos de transforma-
ción histórica se comparan con la cri-
sis del capitalismo y con la esperanza
puesta en el socialismo. Modos de
producción, clases sociales, estruc-
tura y superestructura, formas de do-
minación; todo es objeto de
comparación en una búsqueda apa-
sionada de la alquimia del movi-
miento social… en este mundo en
transformación vertiginosa la compa-
ración es un recurso imprescindible
no sólo para interpretarlo, sino para
poder orientar esos cambios.
Si bien es indudable que hacia los
’70 el gran movimiento de renovación
historiográfica se había impuesto am-
pliamente sobre la historia académica
tradicional, a mediados de esa década
aparece un nuevo escepticismo res-
pecto al intento de comprender cien-
tíficamente la estructura y el cambio y depredador que ha conocido la hu-
de las sociedades humanas. La eco- manidad. La derrota, en síntesis, de la
nomía neoclásica volvía a reducir la confianza en que además de interpre-
sociedad a un conglomerado de “in- tar el mundo, podemos y debemos
dividuos que persiguen racional- cambiarlo.
mente sus intereses y cuya finalidad
era un equilibrio ahistórico de mer-
cado.” Mientras los historiadores
comparativismo, que se
“huían de los métodos tan apreciados
por las ciencias sociales y de la ‘gran
vuelve lógicamente im-
cuestión’ interdisciplinaria de la
prescindible para pro-
transformación social para retroceder
al análisis narrativo”.
gramas de investigación
Al poner en evidencia la correspon-
dencia entre períodos de auge de una
dominados por los pro-
corriente ideológica con una metodo-
logía de análisis, intentamos mostrar
blemas acuciantes
que la adopción de un método, en este
planteados por el cam-
caso el comparativismo, no es ni
moda, ni capricho, ni contagio al inte-
bio revolucionario de la
rior del campo intelectual (como se
desprende del trabajo de Devoto), sino
sociedad, y en gran me-
que es concomitante a profundas
concepciones compartidas, que re-
dida, por el universo ca-
mite a posiciones ideológicas en per-
tegorial del marxismo
manente lucha con posiciones rivales
que nos hablan del problema del sta-
tus quo. La operación de objetivación
aséptica, desideologización y descon-
textualización, de ocultamiento de las
consecuencias políticas de la adop-
ción de un método científico, es tam-
bién una clara opción y
posicionamiento ideológico desde los
que el autor enuncia. Esto nos mues-
tra cómo, con discreto encanto y so-
lapadamente, se combate al
pensamiento crítico en el ámbito aca-
démico. La desvalorización de la dis-
cusión teórica, la preeminencia del
individualismo metodológico, el for-
malismo academicista y la tendencia
a la parcelación disciplinar son com-
ponentes de lo que se ha llamado
“pensamiento único”, que podemos
traducir como la sumisión de la inte-
lectualidad al capitalismo más salvaje
48
Poesía

Blixadanix
Ilustraciones de Ornella Fernéz

Soy Blixadanix, amante temprano de la literatura y joven escritor de 17 años, de lenguaje

descriptivo y directo que desarrollé por mi cuenta, gracias en parte a haber escrito una
novela que espero poder publicar. Principalmente, me inclino a las novelas de ciencia-
ficción y fantasía como las Crónicas de Narnia, la Brújula Dorada y Harry Potter, porque
están cargadas de principios y planteos morales, que me inspiraron profundamente a
escribir reflexiones sobre hasta dónde llega “el bien”, el máximo honor, y cómo a veces no
alcanza la comprensión de uno para obrar dentro de su campo de acción.

?¿
--¿De qué sirve la revolución?, es el caos, el desorden, todas las cosas nega-
tivas que existen. Anarquía-
--La revolución da gozo al alma humana. No podría ser más diferente que la
anarquía, porque ella misma se produce para encaminar a los desviados, ellos
son el caos y el desorden-
--Coincidimos en que la anarquía es el caos y el desorden, pero la revolución
es llevada a cabo por los anarquistas, que son los que siempre están en desa-
cuerdo con el gusto común-
--Llamas a la anarquía imposición, y estas llamando a la revolución imposi-
ción-
--Por que eso es lo que es, y nada más. Hay gente que realmente no desea
una revolución, si bien este mundo capitalista es injusto y cruel, sabemos que
jamás llegaremos a la perfección, por eso para pasar al siguiente paso, debe-
mos abrazar lo que tenemos y moldearlo-
--No hay tiempo para eso, con el paso del momento, las ideas medianamente
justas del capitalismo se corrompen antes de que podamos pasar a lo si-
guiente, y por eso la revolución siempre nos hace pasar a la próxima realidad.
Es un adelanto mucho más rápido el que hace-

50
Poesía

--Pero ese adelanto puede autodestruirse y convertirse en corrupción, por-

que la premisa es ésta: los humanos avanzamos más rápido que lo que esta-
mos preparados, y eso es la base sobre la que la anarquía nos echa la culpa-
--Para llevar a cabo una revolución hay que tener poder, y los poderosos de-
testan a los anarquistas en esta era, por lo que hacen todo lo posible para que
no consigan dicho poder-
--Es la razón por la que esta era (la del capitalismo) todavía se está soste-
niendo. Si mezclamos estas dos ideas, no podrán convivir con ellas mismas,
por lo que ambas se destruirían, ¿Qué nos quedaría después? Monarquía-
--Jamás monarquía. Hemos avanzado mucho de la Era Medieval espero, y
la monarquía es un paso que ya superamos-
--Pero no del todo. En estos tiempos, siguen quedando vestigios de los que
se aferran a la ella, y que son poderosos.
--Lo peligroso de la superación de los modelos mundiales, es justamente, la
superación. Las ideas no pueden desaparecer, siempre queda algo de ellas, y
¿Qué pasaría si ideas que ya superamos hacen justamente la revolución? Y
peor, ¿Qué pasa si ganan? La respuesta es simple: Habremos retrocedido-
--Cuando nos superamos, el miedo más común es a retroceder. Eso es cierto
pero no significa que, justamente con la superación, podamos prepararnos
contra las viejas ideas-
--Podemos hacerlo, pero esa sería un modo de retroceder. Nos rebajaríamos
a su nivel-
--No me hable de ese orgullo, esa idea sí que ha regido desde el comienzo
del mundo y junto al amor, han provocado cosas terribles y grandiosas-
--Pero para saber si valen la pena el orgullo y el amor, ¿Han provocado más
cosas positivas o negativas? Si podemos sacrificarnos en aceptar los efectos
colaterales, en otro aspecto, habremos avanzado, ese es el punto-
--Me habla de la selección natural-
--Va más allá de la selección natural, nadie sabe por dónde o a quien puede
afectar este efecto colateral, es algo que no controlamos, pero podemos acep-
tarlo-
--En lo que estamos de acuerdo, es que llamamos revolución al amor y anar-
quía al orgullo-
--Y ambas fuerzas están peleando entre ellas constantemente, por lo que
tiene otro nombre: Ser humano-
--Y las multitudes de seres humanos que poseen su amor y orgullo en una
misma dirección, se le llama creencia-
--¿Qué está más allá del amor y el orgullo?-
-La estupidez, más comúnmente llamada Dios-
26/02/2015, 12:20 PM.

50
 Poesía

De su visión
De su visión ninguno escapará, porque hace nacer
de estos un deseo básico y bestial, ni el que se llame
a sí mismo tan virtuoso girará la cabeza en otra di-
rección, sus retóricas de palabras difíciles y de orden
antiguo se desmoronará en pedazos, dejando un
medio andrógino soñador.
Si incluso yo, que me creo tan pensador y receloso
ante el otro, si incluso a mí la cabeza se me atascó
conforme hacía su camino, las orejas volviéndoseme
escarlatas, supe que ninguno en efecto pasaría de
largo ante su paso.
Erguida, ¡Sí! Orgullosa y terrible, como son de mi
gusto, si alguno dijera que era del erróneamente
nombrado "sexo débil", quienquiera que dijera tal
patraña, se merecería una risa de burla. Estas ra-
gazze y donne de su parecido, tan fieras son que uno
quiere abrazarlas hasta asimilarlas, pero sólo si nos
dan su permiso. Pero no solo en esta contaba su
forma de ser, que descubrí en ese instante, sino que
los atributos siguientes aumentaban esta gula, tan
fija en nuestras mentes: Baja de estatura (entre el
metro cincuenta y sesenta), su estomago era flaco
aún firme con cintura más amplia, o al menos eso
se dejaba imaginar por la vestimenta. De edad, diría
de quince años, esa importante edad, bisagra para
ellas por cuestiones de formación corporal y social.
Pero, la razón de mi enrojecimiento fue lo que voy
a decir sin vueltas y vulgarmente a propósito, sin
miedo a lo que se piense de mi bajeza o de simple
machismo, de hombre vulgar por usar palabras vul-
gares. Como si se pudiera prescindir de ellas en este,
nuestro tiempo. Pues es tal el deseo que me sigue
afectando incluso fuera de su visión, el rango del
deseo extendiéndose kilómetros y más; esto es, sus
tetas. Para su edad o su composición, eran real-
mente voluminosas, como firmes y naturales. Al
quedar fácilmente adivinable a la vista tras una
blanca remera sin mangas, nació, emergió, como
una bala desde el fondo de mi estómago esa bestia
freudiana. Los ejes de mi universo pasaron a ser
esas gloriosas tetas.
¡Gloria eterna a ellas!
Gloria y más gloria a su ascendencia, porque han
legado a esta chica el esplendor de su forma, su des-

52
 Poesía

tino dentro del ácido desoxirribonucleico. Gloria

y más gloria a su monarquía por dar a esta chica
espalda erguida, enormes tetas, pelo castaño
tras sus orejas, pasando un poco los hombros. A
sus preferencias a la hora de vestir, un piercing
azul claro en la oreja derecha, remera blanca y
pantalones azules claros con líneas verticales
negras, rematados con sandalias negras para
resguardar esos pies.
Pies para complacer, cuyos músculos relajar,
tan tiernos que entrarían en las palmas de las
manos. Observen si ellas no nos tienen comple-
tamente locos, que admiramos su personalidad
poderosa y a la vez lo delicadas que nos parecen,
haciendo surgir ahora otra bestia, prima de la
otra: La necesidad de cuidarlas, de ser su es-
cudo, de que sean parte de nosotros, la mayor
recompensa posible en esta tierra de locos y en-
gañosos.
Díganme, si lo bello es bello respecto de la be-
lleza, ¿No creen que el hombre puede ser vulgar
y elevado de pensamiento a la vez? ¿Ser las dos
cosas y aún así la mitad de un ser perfecto? Esto
nos vuelve el ser por excelencia.
¡Dios bendiga a esas tetas y a los Estados Uni-
dos de América!, pero un poco más a esas tetas
y a su dueña.

El proceso vicioso
Proceso repetido por necesidad y ansia, es un
relajamiento psíquico y corporal que lo lleva a
uno hasta la cúspide de la felicidad y lo completo.
Es un círculo vicioso basado en desgastar ener-
gía, acumular energía, desgastar energía, acu-
mular energía... Es como las olas golpeando la
costa, es repetitivo, y nos gusta la repetición. Uno
entra en el objeto, relajando y olvidando en ese
lapsus todas las alegrías y las tristezas, uno es
llevado por las imágenes que nos regala nuestro
cerebro, indiferente a lo imposible, actuar bajo el
propio subconsciente, perder la noción del
tiempo y que no nos importe. Uno vuelve a la di-
versidad y a la pesadez, a querer repetir el mismo
proceso.
¿Qué es, el sueño o el sexo?

52
 Poesía

Quién pende…
Nuestros pueblos amenos, venidos a menos, en-
contraron la línea descendente en la cortante frialdad
de la roca, resultó pulida una y otra vez hasta terminar
en esta suave, circular y achatada forma. Pero no
creemos que por más pulida que esté, no nos hiera
con la misma caución si la dejamos pender sobre no-
sotros. Ay si nos olvidamos lo que la misma roca, in-
cluso si parece otra, causó a nuestros causantes;
pagados con una moneda en reversa, no cara sino
cruz, si no. La piedra que muy hija de puta se disfraza
de piedra sigue siendo roca, su línea se eleva y se per-
fecciona cubriendo más terreno, ondeando su poder
en la gravedad y sus arquitectos, gracioso es qué, que
se rigen por la caución que misma causan, venidos a
aligerarse con el desprendimiento y el desprecio su
núcleo.

Podríamos prescindir de ser su superficie o, ¿Po-

dríamos prescindir de ser? Han dividido y conquis-
tado, tanto que cuando nos unifiquemos serán
nuestro periostio, no habrá quién sepa el fin de uno y
su inicio. Pegados más no, en realidad, apegados en
su fuerza electrónica cuyo reino está orbitado entre
nosotros y los neutrales, los falsos negados renega-
dos. Trascendentes ya lograron trascender apelán-
dose entre sí, pelándose de su mar lipídico hacia el
espacio quark limpio, despojado de toda la mano ave-
nida, que nunca ha venido.

54
 Asia Minor
El Andante

entre la carne y lo divino

(delicias progresivas
franco-turcas)
54
 a historia aquí referida co-
L mienza a gestarse en 1971,
cuando Eril Tekeli, Setrak Ba-
kirel y Can Kozlu, estudiantes del St.
Joseph College de Estambul, unen
sus fuerzas y ganan dos premios (por
composición e interpretación) en un
concurso del que participan estudian-
tes de toda Turquía. Dos años después
Tekeli y Bakirel se establecen en París
y allí forman Layla, un dúo cuyo nom-
bre homenajea tanto al tema de Clap-
ton como a la figura homónima de la
mitología persa. En 1974 se encuen-
tran en Grenoble con Kozlu, y allí fun-
dan Asia Minor Process, que luego se
llamará Asia Minor a secas, idas y ve-
nidas de músicos mediante: entre
ellas la del propio Kozlu, que abando-
nará el barco llevándose su batería
hacia rumbos más jazzeros en 1977 y
será reemplazado por un joven per-
cusionista de 16 años llamado Lionel
Beltrami, que pese a su corta edad ya
tenía una gran técnica, algo más de
dos años de trayectoria en varias
agrupaciones del género, un estilo
original y una creatividad que cam-
biará el sonido y las perspectivas de la
banda. Beltrami se une a Asia Minor
al acudir a una audición movido por un
pequeño anuncio que habían puesto
los dos miembros fundadores que se-
guían a bordo de la nave, y lo hace
acompañado por su amigo el tecla-
dista Robert Kempler, con quien había
tocado en otra agrupación progresiva
llamada Atlántida. Kempler se unirá
a la banda recién tres años después,
ya que en un primer momento Eril y
Setrak (ambos guitarristas, también
flautista el primero y cantante el se-
gundo) no querían introducir teclados
en su música.
El nombre del grupo remite a sus oríge-
nes y especialmente a la empresa que
abordarán: una fusión del progresivo “clá-
sico” de los 70 con inspirados ribetes me-
dioorientales, que serán particularmente
notorios en el plano melódico (en especial
cuando este queda a cargo de la flauta, el
color más distintivo de esta original paleta).
Intentando hallarle una filiación en
el amplio campo del progresivo, los
críticos más aventurados han compa-
rado a Asia Minor con Pink Floyd (es
cierto que se asemejan el sonido del
bajo y cierta climática propia especial-
mente de los primeros años de Gil-
mour en la banda), con Jethro Tull
(cuyo único parentesco significativo lo
constituye el contar ambas agrupa-
ciones con una flauta), con King Crim-
son (¿hay algo que se parezca
profundamente a King Crimson?) y
con algo más de buen tino con Emer-
son, Lake and Palmer, Focus o Camel.
Lo cierto es que estamos ante una
agrupación con un sonido propio que,
como en el caso de casi todas las pro-
puestas musicales realmente tras-
cendentes, resulta difícil de situar con
56
precisión en su vecindario. José Mi-
guel Lecaros nos da la medida de esto
al afirmar que dentro del inmenso
mundo del progresivo francés Asia
Minor constituye probablemente una
rama especial por sí sola (no es un
dato menor que los dos líderes de
esta agrupación que nació y se desa-
rrolló en Francia sean turcos).
Con Tekeli y Bakirel (los dos compo-
sitores) al frente, la banda graba su
primer demo en 1978. No hallando
ninguna discográfica dispuesta a fi-
nanciarlo, emprenden en octubre del
mismo año (con sus propios medios y
la ayuda de amigos y parientes) la
grabación de su primer LP en Maïa
Estudios, en Bondy, cerca de París. Su
ópera prima verá la luz al año si-
guiente bajo el título de Crossing the
line. La línea que cruzan aquí es la que
separa el anhelo de la realidad, al ma-
terializar su primera producción bajo
su propio sello, W.A.M (War of Asia
Minor). Nicolas Vicente, tecladista,
participará como invitado en tres
temas por iniciativa de Bakirel, que
poco a poco convencerá a los demás
de introducir teclas en el cóctel. Cinco
de los nueve temas son cantados por
Bakirel en un inglés con un acento
muy particular, y dos (a saber, Mahzun
Gözler, en cuyos compases finales Te-
keli funge por única vez de vocalista, y
Haval Dolu Günler Için) en su lengua
natal, la turca. El tercero y el último
 son instrumentales.
En 1980 la banda alcanza su cénit
con su segundo y último trabajo, Bet-
ween flesh and divine (Entre la carne
y lo divino). Setrak Bakirel (vocalista,
guitarrista y bajista), Eril Tekeli (guita-
rrista y flautista), Lionel Beltrami (ba-
terista) y Robert Kempler (ahora sí
teclista de la banda, y también bajista)
son sus perpetradores. Casi todo el
disco transcurre dentro de una at-
mósfera misteriosa y sobrecogedora.
Sus picos musicales son, a juicio de
quien escribe, Lost in a dream yell
(melancólica pieza bañada por la llu-
via, cuyo sonido da inicio al tema y
luego a su última sección, donde Te-
keli se despacha con un cautivante
solo de flauta) y, muy especialmente,
Nightwind, que abre el álbum. El viaje
en el que nos lleva este viento noc-
turno parte del ritmo de amalgama
con el que abren el bajo y la batería,
cuyo cariz lúdico se va volviendo más
introspectivo a medida que ingresan
los instrumentos armónicos, que de-
finen la modalidad menor del tema;
en la sección cantada empezamos a
transitar el nudo del asunto, que se va
abriendo poco a poco hasta desatarse
en el épico riff final que nos coloca lu-
minosamente en el modo mayor con
sus últimas notas.
Aqui ya no hay letras en turco, y Bakirel
sólo canta cinco de los seis temas que
componen la placa en su extraño inglés,
56
oficiando nuevamente como cierre una
pieza instrumental. La portada del álbum
esobradelpropiovocalistaysevinculacon
sutítulo,elcualremiteaGretaGarbo,laac-
triz favorita de Tekeli, quien encarnaría esa
síntesis entre los misterios celestiales y la
sensualidad terrenal. El disco fue distri-
buido casi exclusivamente en Japón y en
Turquía,alcanzandoescasarepercusiónen
Francia. Las bajas ventas complicaron la
sustentabilidad de la banda y motivaron su
disolución. Entre el 86 y el 88 Bakirel, Bel-
tramiyKemplerllevaránadelanteInterface
y más tarde Eurasia. Asia Minor tendrá un
alcancemundialreciénconlasreediciones
en CD por el sello Musea, que lanzará en
1991 Between flesh and divine y dos años
después, dado su éxito, Crossing the line.
A treinta y seis años de su gestación
y quince de su entrada al mundo digi-
tal, dejamos por aquí Between flesh
and divine para su degustación:
https://www.youtube.com/watch?v
=8eVIhbqbn8s
Microhistorias
Cuando la dictadura
encarceló a una tribuna
(una historia que se cuenta en
Mataderos)
l 24 de octubre de 1981 alrededor de 200 hinchas
E del Club Nueva Chicago fueron apresados y con-
ducidos al trote a la comisaría, acusados de haber
cantado la Marcha Peronista durante un partido de fútbol.
En el trayecto de unas 7 cuadras desde el estadio hasta
la seccional 42 del barrio de Mataderos, algunos escapa-
ron o se escabulleron en las casas de vecinos que abrían
solidariamente sus puertas, pero 49 personas quedaron
detenidas. El episodio siguió unos días después cuando el
presidente del club fue citado a la Casa Rosada y el dicta-
dor Roberto Viola le comunicó que la hinchada de Chicago
“no debía repetir” esa conducta.
Por fin, el sábado siguiente numerosos simpatizantes del club
se reunieron frente a la comisaría 42 y (cuando parecía que habría
un nuevo enfrentamiento) cantaron el “arroz con leche”, mientras
bailaban y se le reían a los policías en la cara
Estos hechos, bien verificados en la película documental
“Al trote”, de Gabriel Dodero, circulan como una leyenda
en el barrio de Mataderos. Muchos refieren que hubo una
tarde en la que “los de Chicago cantamos la marchita y ter-
minamos todos en cana escoltados por los caballos de la
Federal, que nos arriaron por las calles como a vacas”
58
La anécdota muestra la fuerte identidad rebelde de un
barrio de trabajadores, pero también nos presenta a la úl-
tima dictadura. Además de la historia que cuentan los his-
toriadores (casi siempre preocupados por las elites que se
suceden en el poder) hay representaciones del pasado en
la tradición oral de una comunidad que iluminan, explican
y aportan a la resolución de las luchas populares.
Cualquier día se pueden encontrar vecinos de Mataderos
contando que una vez cuando desde la tribuna que da a
Los Perales, que era de madera, la barra comenzó a cantar
la marcha peronista y la siguió todo el estadio. La historia
podrá bifurcarse luego, de acuerdo a las fuentes de infor-
mación o la imaginación del relator y de quienes lo escu-
chen. Variará la fecha o alguna circunstancia, pero siempre
estarán las huellas de la arbitrariedad y la violencia propias
de la dictadura, el maltrato, y la lucha solidaria de un grupo
que fue apaleado y privado de su libertad por cantar una
marcha partidaria.
Eso fue en octubre de 1981. Un año antes Adolfo Pérez Esquivel
había sido premiado con el Nobel de la Paz , en el marco del cre-
ciente desprestigio de la dictadura por sus violaciones masivas de
losDDHH;enAgostolaCGT-BrasillideradaporSaúlUbaldinihabía
 Microhistorias
convocadoaunas10.000personasenunaprotestaenlaIglesiade
San Cayetano, en Liniers, que finalizó en una batalla de piedras,
detenidos, corridas y gases; ya había florecido el movimiento de
Teatro Abierto, luego de que un comando de la Marina hiciera es-
tallar el Teatro El Picadero el 6 de agosto; y los líderes políticos de
la Multipartidaria se juntaban en esos días con la jerarquía ecle-
siástica preocupados por la inflación del 10% mensual y la crisis
de gobernabilidad que se acentuaba .
En esos tiempos se escriben los episodios de Nueva Chi-
cago, pero sin nombres propios, sin dirigentes ni elites vin-
culadas a la “alta política”. Mataderos lo hizo. Vecinos
anónimos que quedaron en las charlas del barrio fueron
58
reprimidos y ayudados a escapar. Resistieron y recibieron
palazos y prisión. Le cantaron a la Policía Federal la Mar-
cha Peronista y el Arroz con Leche, en dos gestos brillantes
de creatividad y rebelión.
Los relatos del pasado en poder de las comunidades, las
familias, los barrios y las redes que se arman natural-
mente al calor de las prácticas populares, son herramien-
tas que deben ser tenidas bien en cuenta para
relacionarse, entender y divulgar historia. Muestran ,
como aquí, la dimensión cotidiana y feroz de la dictadura
en un episodio de lucha y resistencia narrado desde la tri-
buna de madera de un club de barrio.