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126 Mertens
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No podemos entender él rumbo que ha seguido durante este siglo la teología católica
sobré la naturaleza y "1a gracia, si no es por referencia a su prehistoria: la doctrina de la
contrarreforma sobre la gracia, que se fraguó en la sesión sexta del Concilio de Trento
(1547). El decreto aprobado en dicha sesión se refería, sin nombrarlos, a los
reformadores. La delimitación de la llamada doctrina "ortodoxa", lejos de fomentar el
diálogo, bloqueó todo el proceso de reconciliación. Sólo tras ásperos debates se llegó a
una fórmula de consenso. Pero el postconcilio se encargó de demostrar cuán frágil era la
paz que 'se había logrado: Durante toda la época del barroco y la contrarreforma las
discusiones acaloradas estuvieron a la orden del día y aún hoy, resulta difícil abordar
ese período desapasionadamente.
I. La prehistoria
En esta época la teología estuvo marcada por el concepto de naturaleza pura y por la
separación entre el orden natural y el sobrenatural. Según esto, la humanidad tiene un
doble destino: un destino intramundano y otro más allá del mundo. El primero puede
alcanzarse con las propias fuerzas. Pero, para el segundo, es absolutamente necesaria la
gracia. En principio, son posibles tanto un conocimiento natural de Dios como una
religión y una moral natural. Cierto que el destino de la humanidad es de hecho
sobrenatural y a él sólo puede llegarse mediante la gracia. Pero la naturaleza pura
constituye una hipótesis perfectamente concebible.
HERMAN-EMIEL MERTENS
Frente al humanismo, muchos teólogos consideraron la naturaleza pura como una salida
airosa, que dejaba a salvo la necesidad absoluta de la gracia. La hipótesis de trabajo
sirvió de punto de partida para la llamada teología por pisos: hay una planta baja -la
naturaleza pura- sobre la que se yergue el edificio de lo sobrenatural. ¿De quién fue la
idea? En contra de lo que inicialmente suponía H. de Lubac, H. Rondet y P. Smulders
han demostrado que el inventor de la teoría de la naturaleza pura no fue el gran teólogo
del Renacimiento y eximio comentarista de Santo Tomás Card. Cayetano (1469-1534),
sino el teólogo de la contrarreforma jesuítica Card. Belarmino (1542-1621). Aunque
reconoce que la persona humana fue de de hecho creada para un fin superior a sus
fuerzas, Belarmino "es el primero que afirma claramente la posibilidad real del estado
puramente natural" (Rondet).
Reacciones "medievales"
En el jansenismo se dan cita una visión optimista del estado de justicia original (justitia
originalis) y una percepción pesimista del estado de naturaleza caída (status naturae
lapsae). Por el pecado original el hombre perdió su inocencia natural y se convirtió en
pecador. Si en el estado previo a la caída el. hombre podía realizar el bien con la ayuda
de la gracia, entendida como una ayuda indispensable (gratia sufficiens), en el estado
que siguió a la caída la gracia, entendida como medio eficaz (gratia efficax), resultaba
absolutamente necesaria. Se trata de la gracia actual, entendida psicológicamente, a la
manera de Agustín; como bona delectatio victrix (el deleite bueno vencedor).
Bayo y Jansen hacen bien en apelar a Agustín. Y no hay razón para dudar de su buena
fe. Pero su intento de entablar diálogo con la Reforma protestante fracasó por, la
condena de Roma, a la que le faltaba suficiente base. De hecho, algunas de las
proposiciones atribuidas a Bayo y condenadas por Pío V en 1567 no se hallan por
ningún lado en sus obras. Según Jan Walgrave, Bayo está de acuerdo esencialmente, no
terminológicamente, con la enseñanza de la Iglesia. Y la condena de Jansen está
igualmente desprovista de fundamento. De las cinco proposiciones condenadas, que
estarían sacadas del Augustinus - la obra principal de Jansen-, cuatro no se. encuentran
en ella. Además, la declaración de Alejandro VII en 1656 sobre el sentido de las
proposiciones no tiene ningún sentido.
HERMAN-EMIEL MERTENS
Las discusiones sobre la gracia suficiente y la eficaz no se acabaron con la condena del
jansenismo. Hasta entonces la atención se había centrado casi exclusivamente en la
gracia actual, con merma de la gracia santificante -algo permanente: producido por
Dios, que hace justo al hombre- y de la autocomunicación de Dios o gratia increata
(gracia increada), eje alrededor del que. giraba la teología oriental. Y por lo que se
refiere a la gracia suficiente, los teólogos jesuitas, que defendían las tesis de Molina,
propendían al nominalismo; o sea, propugnaban una gracia suficiente sólo de nombre.
De ahí que sus adversarios jansenistas dijesen jocosamente de ella: a gratia sufficienti
libera nos Domine (de la gracia suficiente líbranos, Señor).
Para las mentes "ilustradas", la única religión aceptable era la natural. El progreso de la
ciencia crítica y el auge del racionalismo iban a la par con el descrédito de la revelación
positiva. Los milagros y las intervenciones sobrenaturales ya no resultaban creíbles. Un
buen número de teólogos, atrapados en el racionalismo, consideraban la fe como una
forma superior de conocimiento y, por consiguiente, objeto de análisis científico. Este
es el caso del semirracionalismo de Hermes (17751831) y Günter (1783-1863), polo
opuesto del fideísmo.
Muy distinta fue la teología de la gracia de M. Scheeben (1835-1888), acaso el más gran
teólogo escolástico del siglo pasado, cuyo influjo llegó hasta nuestro siglo. Formado en
la escuela romana, siguió después su propio rumbo. Puso especial énfasis en el carácter
sobrenatural de los misterios de la fe, que han de clarificarse desde dentro. Para él, la
fuente era la gracia santificante. Y de ahí salían los principales temas de su teología: la
inhabitación y la divinización. Con su revalorización de la gratia increata, empalmaba
con la Tradición griega.
El racionalismo creciente del siglo XIX se prestó más a la "teología por pisos" que a la
visión unitaria. Al menos ésta fue la opinión de muchos teólogos, incluso de algunos
dominicos. De hecho, la distinción entre natural y sobrenatural permitía a la teología
responder con mayor efectividad al reto del ateísmo teórico. La neoescolástica y el
neotomismo fueron capaces de armonizar la teoría de la separación con el antiguo
aforismo: Gratia naturam non destruit sed eam supponit et elevt (la gracia no destruye
la naturaleza, sino que la presupone y la eleva). El Vaticano I que, inspirándose en la
neoescolástica, reaccionó duramente contra el racionalismo, reconoció la distinción
entre el conocimiento natural de Dios y la fe sobrenatural.
No deja de llamar la atención que, a caballo entre los dos siglos y de mano de un
filósofo, la teología de la gracia diese un giro copernicano. En este sentido, la
contribución de Blondel se puede comparar a la de Newman. Independientemente el
uno del otro, llegaron ambos al fondo.
Personalismo
Desde fines del siglo pasado hasta nuestros días las corrientes antirracionalistas han
ganado . terreno y entre ellas se ha significado el personalismo, representado por
nombres tan famosos como Max Scheler, Nicolaus Berdiaev y Emmanuel Munier. En
este contexto cabe citar también, además de Newman, a Gabriel Marcel, sin olvidar la
revista americana The Personalist (1920) y la francesa Esprit (1920).
La tesis central es la siguiente: la persona es más que una pieza de una naturaleza dada
de antemano, más que el resultado de los factores biogenéticos, psicológicos y
sociológicos. Las ciencias empíricas no pueden dar una explicación cabal de lo
personal. Porque la persona es un ser libre, orientado hacia el futuro. La persona está
constituida por la totalidad de la corporeidad, de la interioridad y de las relaciones-
cósmicas y sociales. No hay lugar para el individualismo. Todo acto, incluso el acto de
pensar, es de toda la persona y está determinado por la disposición moral fundamental
de cada uno. La vida es más que el pensamiento. No vivimos para pensar. Pensamos
para vivir. Este principio no amenaza la autonomía de la verdad. Pero no deja que
hagamos del conocimiento un ídolo.
Con su modelo de encuentro, ese escritor y maestro de enorme influjo que fue Romano
Guardini (1885-1968) hizo una contribución única a la teología de la gracia. En sus
escritos fenomenológicos presentó la gracia como un acontecimiento dialógico. A través
de Buenaventura; sobre el que hizo su tesis doctoral, empalmó con Agustín.
HERMAN-EMIEL MERTENS
En su obra Libertad, gracia y destino (original alemán: 1948; trad. cast.: 1954)
distingue Guardini entre "naturaleza" y "creación". Dado que procede de la voluntad
libre de Dios, la naturaleza es una obra de la creación y; por consiguiente; de la gracia
en el sentido amplio del término. También la persona, como creatura, es "gracia": La
persona está llamada a realizarse en la actividad espiritual del encuentro.
"El encuentro que es decisivo para la salvación se eleva por encima del mundo a su
Creador, Dios. Este es el objeto de toda experiencia. Pero sólo puede alcanzarse
adecuadamente, si Dios lo hace posible. La gracia es la relación a la que Dios eleva al
hombre. Dios se acerca al hombre, se da a sí mismo al hombre y le hace capaz de
recibirle... Finalmente la gracia es todo lo que obra en: nosotros la relación que hemos
descrito: iluminación de la mente, fortalecimiento de la voluntad en el bien obrar, la
vida interior de amor y de familiaridad con Dios, en una palabra: el ser reengrendrados
para esa nueva humanidad de la que Pablo habla tan a menudo y con tanto énfasis"
(Libertad, gracia y destino).
De Lubac y el "Sobrenatural"
La nueva teología se gestó sobre todo en dos centros teológicos franceses de alto nivel:
el de Le Saulchoir de los dominicos y el de Lyon-Fourvière de los jesuitas. En este
último, de Lubac y Daniélou eran responsables de dos series de publicaciones:
Théologie, colección de monografías históricas y sistemáticas y Sources chrétiennes,
que editaba las versiones de los Padres. La serie Unam sanctam de los dominicos
publicaba estudios sobre la Iglesia, el laicado y el ecumenismo. La nueva teología se
propuso como objetivo expresar el mensaje con fidelidad a la Tradición y apertura al
mundo moderno. Desde esta perspectiva, la separación de los dos órdenes no interesaba.
Los valores terrenos eran considerados importantes para la salvación y objeto de'
reflexión teológica. No había lugar para una teología por pisos.
Para de Lubac, no se podía hablar de naturaleza pura. La humanidad está siempre bajo
el influjo de la gracia. No existe un orden natural con un fin puramente natural. Toda
persona posee una ansia innata de contemplar a Dios. Pero ese deseo natural de ver a
Dios, sin su ayuda, es vano.
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El evolucionismo de Teilhard
Si no cabe afirmar que Blondel, de Lubac y Rahner nos remonten a la visión unitaria
medieval de Agustín es porque parten de un modelo muy distinto de persona, menos
pesimista. No explican la gratuidad de la gracia a partir de la condición pecadora del
hombre. Su visión unitaria arranca de la realidad creada y se orienta al orden de la
gracia.
Con mayor razón podemos afirmar esto de la concepción de Teilhard de Chardin (1881-
1955), que tiene muchos puntos de contacto con la nueva teología. La línea ascendente -
materia, vida, conciencia, comunidad de amor- se orienta al punto omega. Esto equivale
a decir que estas cuatro fases de la evolución se consuman en la cristogénesis. Dios es la
fuerza interna que impulsa el desarrollo hasta su culminación. La última fase comprende
toda la historia de la salvación: creación; redención, plenitud escatológica. Tampoco
aquí tiene aplicación la teología por pisos; ya que uno se hace persona cuando se va
haciendo cristiano. El medio divino es humano del principio al fin. Pero esta humanidad
es una humanidad en evolución y "en acción". Suena casi a poesía: "Por la interrelación
entre Materia -Alma- Cristo, hagamos lo que hagamos, reportamos a Dios una partícula
del ser que El desea. Con cada una de nuestras obras trabajamos -atómica pero
realmente- en la construcción del pléroma, o sea, proporcionamos a Cristo un poco de
su plenitud" (El medio divino, Madrid 1976, pág. 50). El trabajo en la tierra tiene un
valor eterno y la historia humana tiene un significado cristiano: éste es el meollo del
humanismo abierto y orientado hacia Dios de Teilhard.
Por más que Teilhard no fue un teólogo en el sentido clásico de la palabra, sino un
hombre de frontera que se movía entre la ciencia natural y la filosofía, su influjo en la
vida espiritual fue enorme. A lo largo de su vida e incluso después de su muerte, este
brillante investigador con motivaciones apostólicas fue perseguido de una forma
deplorable por el Santo Oficio. Lo que no evitó que su prestigio fuese in crescendo
incluso en los ambientes no cristianos.
Vale la pena advertir que autores de la tradición anglicana y reformada han influido
mucho en el proceso de secularización operado en el seno de la teología católica. A
través del libro de Robinson Sincero para con Dios, tanto teólogos como fieles se han
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Pero tampoco hay que caer en el otro extremo. Aunque nunca deja de insistir en la
mediación social de la presencia activa de Dios, se apresura Schillebeeckx a señalar que
con esto no está todo hecho, que "existe un sufrimiento humano que no es aliviado con
las medidas sociales y políticas". Con un fino sentido del matiz nos hace un retrato de la
gracia de rasgos "humanizados": "La redención cristiana es algo más que una liberación
emancipatoria, aunque se muestra críticamente solidaria con ella". Este más es algo que
pertenece al futuro y que debe entenderse en términos de la tensión permanente que
existe entre la liberación actual y su plenitud escatológica.
En su obra La gracia liberadora Leonardo Boff no pierde de vista ninguno de los: dos
aspectos: el carácter gratuito y sobrenatural de la gracia y su dimensión ética. Respecto
al primero Boff afirma, entre otras cosas: "Las personas son siempre algo más. Así, la
gracia es la realidad suprema que las envuelve, en cuanto ella significa encuentro,
apertura sin límites y comunión... Los humanos sólo en lo divino son humanos".
Todo lo que implica el encuentro con Dios sólo puede. entenderse en el contexto de
condenación, hambre, opresión y alienación. Hay que dar a los conceptos clásicos un
nuevo contenido y hay que desarrollar sus implicaciones éticas en el contexto de la
actual situación socio-política. La gracia es a la vez don y tarea, personal y comunitaria.
La gracia hoy se llama liberación. La liberación humana tiene un valor sacramental. "En
vez de justificación -término-clave en la teología de Pablo y del Tridentino- yo uso la
palabra liberación. Se trata de la misma realidad, elaborada ahora en su dimensión
dinámica e histórica. (...). El proceso de la liberación humana es la concreción histórica
de la liberación de Dios, con lo que las formas humanas de liberación adquieren una:
función sacramental. Aunque tengan su propio peso, apuntan hacia y entrañan
anticipadamente lo que Dios ha preparado definitivamente para los seres humanos. (...).
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No es sólo el ser humano individual el que tiene que ser liberado y justificado. Lo
mismo debe suceder con toda la red de relaciones activas que le mantiene vinculado a
las realidades socio-económicas y políticas y-a sus estructuras de pecado".
Conclusión
Hablar hoy sobre la gracia es hablar sobre la relación entre Dios y la humanidad en el
contexto de la vida concreta y abarcando todos los aspectos de la existencia humana. La
teología actual propugna un humanismo abierto y orientado hacia Dios. Hace unos años
el gran teólogo Piet Schoonenberg escribió: "Nuestra divinización es nuestra
humanización". ¿No es así?