El objeto como condición y el amor como
dicho.
“perdición”
“Nuestros discursos nos separan, lo mismo que nuestros
deseos, lo mismo que nuestras esperanzas” André
Comte en El amor, la soledad (2001)
La anterior frase considero, tiene gran relación con como
inicié este curso, específicamente en cuanto a mis
preguntas, las cuales desarrollaré en las siguientes líneas.
Una que surge de la vivencia propia: ¿cómo lidiar con la
culpa cuando hay una ruptura amorosa?, y otra
considerado mi sentir respecto a la realidad, ¿es posible
concebir el amor sólo ligado hacia sí mismo, es decir, sin
la necesidad de otro?
Respecto a la primera, considerar la naturaleza del amor
es un buen punto de partida para considerar una
aproximación en su solución, y es que el amor (entre
muchas otras cosas) posee la facultad de introducir
ambivalencias en el ser, claro está, por la acción del
discurso, las cuales en muchos casos pueden
desembocar en transgresión a ese pacto tácito o explícito
que existe, en el cual el amor se configura como
preservación, es decir, en ese sentir hacia el otro. Y es
precisamente en ese sentir que el sufrimiento puede
gestarse, puesto que se considera necesario no sólo llevar
al otro de la mano por la calle, o de compañía en las
fotografías, sino que ahora pasa a cargarse debajo de la
piel, donde puede estar más seguro aparentemente, pero
también donde tiene mayor capacidad de lastimar.
El acto creador que refería Diotima a Sócrates, pienso,
no sólo se sostiene en lo bello. Ese pasar del no ser al ser
también puede gestarse en el dolor, la agonía y el
abatimiento que produce la añoranza, ese deseo por el
pasado, una vez la ruptura llega, y una vez el capricho
empieza a ser punzante, donde la insistencia en un objeto
como necesario a pesar de que no lo es, se hace
constante. Es ahí en ese recordar, ese volver a pasar por
el corazón, donde se hace visible lo Vulgar del amor,
puesto que es como un joven reacio a aceptar la realidad,
siempre con ansias de que esta se acomode a su deseo.
Pero también un punto de encuentro que se tiene para
consigo mismo, y parte del redescubrimiento que
hacemos diariamente nosotros como seres de constante
lenguaje. Algo muere pero existe de otra manera, así el
amor se configura como síntoma, fluctúa en sus formas y
matices, no así en su severidad para con nosotros. Bien
decía Aristófanes que el amor posee el potencial de
cortar seres, y esto puede sostener lo anteriormente
“No me amé lo suficiente”, “yo fui muy tonto(a) al estar
con esa persona, yo me merezco más”, estas y otras
expresiones suelen ser el origen de esta convicción
enmascarada en el amor propio, una solución provisoria
al peso que la culpa pone en el sujeto. Y precisamente
con ello, surgió mi duda respecto a si era enserio
necesario concebir el amor como una cuestión atada a
otro ser, o podía simplemente quedarse rezagada a un
asunto personal, un yo con yo. Pues bien, al menos en
esto sí fue categórico lo adquirido en estos cuatro meses,
y es que es indispensable el otro para que exista el amor,
es pues el amor, amor hacia el otro, hacia un objeto,
porque no puede ser objeto de la nada, Aristóteles lo
sostuvo y es a la vez una noción clara de su pensamiento
científico, apelando a la ley de causalidad, donde el
objeto queda inexistente sin el amor y el amor no se
gesta sin ese objeto.
Si me preguntan en este momento, sólo puedo afirmar
que lo anterior no constituye una respuesta puntual,
considero que no hay una respuesta concreta a mis
preguntas, el amor de por sí no lo es, con lo cual dar
respuestas de este tipo sería limitarlo en esencia.
Teniendo en cuenta ello sólo puedo concebirlo como una
entidad que se escapa del principio de razón suficiente,
así sin más. Sin embargo, algo una cosa que parece sí
estar clara respecto al amor, y es que es el acto más
humano que puede apreciarse en los seres. A falta de
palabras, termino este escrito destacando que este
sentimiento, decisión, emoción o como desee llamársele,
constituye una constante por la que la vida del hombre
pasa y la cual tiene la facultad de despertar las bondades
más recónditas en nosotros, no por nada incluso un
pesimista como Cioran afirmó: “Seres propensos a la
objetividad y a la impersonalidad, ajenos tanto a sí
mismos como a las realidades profundas, cuando se
hallan presos del amor, experimentan un sentimiento
que moviliza todas sus facultades personales”.
Por Andrés Felipe Carvajal Castellanos
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