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Edito rial Gustavo Gilí, SL
JOHN BERGER Via La ietana 47, 2°, 08003 Barcelona, Es paña. Tel. (+34) 93
322 81 6 1
SOBRE LOS ARTISTAS Va lle de Bravo 21, S3ºSº Nauca lpan, México. Te l. (+S2) SS SS
VOL. 2 60 60 11
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JOHN BERGER
SOBRE LOS ARTISTAS
VOL. 2
Título original: Portraits:john Berger on Artists, publicado origi- ISBN: 978-84-252-3062-2 (epub)
nalmente por Verso, Lond res, 2015. www.ggili.com
La editorial ha dividido este lib ro en dos volúmenes, siendo Producción del ebook: booglab.com
el primero Sobre los artistas vol. 1, publicado en 2017, y este e l
segundo de ellos.
Su inspiración me llevó a escribir inter miten teme nte sobre y negro son sencillos recor dator ios.
pu ra mente ma rgi nales. Pero cuando, e nt re 2010 y 2013, me chivo ta mbién lo muest ra co m po niendo Permanent Red: Ess-
ded iqué a lee rl o y cataloga rlo, al tiem po que esc ri bía una tesis ays in Seeing,5 s u primera reco pilac ión de art ículos, y escri-
doctoral, me fu i dando cuenta de las m uchas veces que Ber- bie ndo una novela, Un pintor de hoy,6 en la que ofrece en
fo rma de ficción algunos de los mismos temas y argum entos
ger estaba ta m bién esc ri biendo sobre arte cuando contaba
t ratados en los artículos.
un a historia.
Ento nces, al igual que hoy, Berger se conside raba, entre
Los prime ros fragme ntos del arch ivo proceden de la
otras cosas, marx ista, aun que nu nca llegó a se r miemb ro del
época en la que Berge r em pezó su ca rre ra de pinto r, de s us
Partido Com uni sta. Lo q ue le exigía funda mentalmente al
estudios en la Chelsea School of Art y en la Cent ral School of
arte, una exigencia que proven ía de sus lectu ras de Frederick
Art, de s us exposiciones en Lo nd res, de cuando un cuad ro
Anta l, de Max Ra phael, y de sus conversacio nes co n los artis-
suyo e nt ró en la Colección de l Arts Council. En 2010, Berger
tas emigrados en tre los que vivía, era: ¿ayuda o anim a esta
expresaba lo s igu ie nte:
obra a los seres hu manos a co noce r y reclamar s us de rechos
Fue una decisión consciente la de dejar de pi ntar - pe ro sociales? Pa ra él, el realismo socialista que representa ba a los
no de d ibujar- y dedica rme a escribir. Un pin tor es obreros soviéticos estajanovistas e ra obviamente propa-
como un viol in ista: tienes que tocar todos los d ías, no es ga nda, pe ro ta m bién lo e ra el expresion ismo abstracto esta-
algo que puedas hacer esporádicamente. Para mí, doun idense: liberado de cualquier otra fu nción, no
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representaba más que al capita l.z Durante toda esa década declarac ión rea lizada en 1956, en la que dec ía que "si es cierto
defendió un tipo de pintura y escultura mayormente figu- que soy un propagand ista político, me enorgullezco de serlo.
rat iva, pero basada en los descubrim ientos de la abstracción Pero m i corazón y mis ojos siguen s iendo los de un pintor",
moderna. se dispone a aprender de la experiencia de m irar no solo
En 1959, Berger escribió un artícu lo titu lado "Staying como art ista, sino también como narrador. En un artículo
Social ist" ["Segu ir s iendo socia lista"], en e l que reconocía que pub li cado en New Society en 1978 aprobaba de la manera en
se hab ía "equ ivocado en gran medida con respecto a los jóve- la que dos académ icos, Linda Nochlin y T imothy J. Clark
nes pintores de este país. No han evolucionado conforme a explicaban en sus obras respect ivas "la teoría y el programa
las líneas que yo había previsto". En otras parcelas, s in em- del realismo de Gustave Courbet", desde el punto de vista so-
bargo, tenía más esperanza, y añad ía: "Lo que profetizaba en cial e histórico.9 Pero, según Berger, la cuestión segu ía abier-
e l campo de la escu ltu ra y la pintura ha resu ltado ser cierto ta: "¿Cómo lo practicaba con los ojos y las manos? ¿Cuál es
en el de la literatura y e l teatro". e l sign ificado de esa forma suya, ún ica, de representar las
En este momento, empezó a abandonar la actividad de apariencias? Cuando dec ía que e l arte 'es la expresión más
crítico de arte, dedicado a tiempo completo a las reseñas de completa de lo existente', ¿qué entendía por 'expresión'?". Y
expos iciones, pero las artes visuales no dejaron de tener una continuaba exam inando cómo en Entierro en Ornans (1849-
presencia vital en su escritura. Los dos personajes princi- 1850)
pales de Un pintor de hoy se conocen contemplando el Re-
Courbet había pintado un grupo de hombres y muje res tal
trato de Isabel de Porcel de Francisco de Goya en la National
como podrían aparecer cuando as isten a un funera l en el
Ga llery, y en La libertad de Corker,8 el tu rbador descubri-
pueblo, y se había negado a organizar (armonizar) las
m iento de una reproducción de La Maja desnuda en la tapa de
aparienc ias dándoles un significado más e levado, inde-
una caja de bombones es un ind icador de l carácter típ ica-
pendientemente de que este fuera falso o auténtico. Cour-
mente inglés de l protagonista; de su represión y de su insa-
bet rechazó la func ión del arte como moderador de las
t isfacción .
aparienc ias, como algo que ennoblece lo vis ible. En su
Inevitab lemente, tal vez, para algu ien con su t ipo de
lugar, pintó, en un lienzo de ve intiún metros cuad rados,
formac ión, Berger s iempre ha buscado en las artes visuales
un grupo de figu ras en tamaño natural en torno a una
una especie de guía práctica, más que insp iración. Fie l a una
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sepultura; unas figuras que no anunciaban nada, salvo su rea lismo socialista de la década de 1950 en una suerte de
"así es como somos". rea lismo mágico, en e l que coexisten vivos y muertos. De
modo que cuando en 2009 donó e l arch ivo, ofreció una
Por esa época, Berger estaba trabajando en la trilogía De sus
entrevista en la que sugería que los arch ivos eran
fatigas (1979-1991), una colección de relatos, muy re lac io-
nados entre s í e inspirados en Quincy y las montañas del en- otra mane ra de estar presentes de las personas que vivie-
torno, sobre la vida rural como una forma de d ign idad hu - ron en el pasado, estén todavía vivas o hayan desapa-
mana en vías de desapa ri ción . En los borradores del primer recido. Esto me pa rece una de las cosas esenciales de la
libro, Puerca tierra (1979), 10 guardados en el archivo, Entierro condición humana. Es lo que d iferencia al ser humano de
en Ornans aparece en una lista de "ilustraciones posibles". El cualqu ier otro an ima l: vivi r con aquellos que han vivido y
funera l representado en el cuadro t iene luga r en el Jura, una la compañía de qu ienes ya no están vivos. Y no se trata
región s ituada a unas tres horas a l norte de Qu incy. Courbet necesariamente de personas que uno haya conocido
lo pintó entre 1849 y 1850, lo que s ign ifica que el abuelo que personalmente, me refiero a personas a las que solo
pierde la vista en el relato t itulado "También aúl la el viento", conocemos por lo que hicieron o por lo que han dejado
uno de los relatos que forman parte de Puerca tierra, habría tras ell as; esta cuestión de la compañía de l pasado es lo
tenido más o menos la edad de l monagu illo que aparece en que me interesa, y los a rchivos son una especie de yaci-
primera fila . Parece que podría haber servido a Berger para miento o de emplazamiento, en el m ismo sentido en e l
imaginarse e l lugar de su vec ino en la historia. que nos refe ri mos a los yacim ientos arqueo lógicos.
Este sentido de las re lac iones vivas es fundamenta l en la
La experiencia de mira r a las artes visua les no ha dejado de
idea que tiene Berger de su vocac ión de narrador. Procede de
desempeñar un papel importante en la evolución de la narra-
Max Raphae l, quien, según creía Berger, había mostrado
t iva bergeriana. La correspondencia en Tiziano : ninfa y
"como no lo había hecho n ingún otro esc ritor, e l significado
revo lucionario de las obras he redadas de l pasado [... ) y de las
pastorg empieza con el fantasma de Tiziano aparec iéndosele
a la hija de Berger en una exposición en Venecia (vol. 1). El
obras que se crearán en el futuro". La idea, expresada en
personaje de "John" que discurre a lo largo de las páginas de
Modos de ver,!.! de que el capita lismo func iona po r el proced i-
m iento de separa rnos de la historia le condujo a transformar Aquí nos vemos13 nos recuerda al protagon ista de Un pintor de
hoy. En los borradores guardados en los arch ivos hay
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reproducciones de los retratos de El Fayum, así como las en el sentido de que responde con suma atenc ión y empatía a
guardas para la primera ed ic ión de De A para X.y El cuaderno la complejidad de la vida, la ob ra y la época en la que ha vi-
de Bento15 imagina e l descubrim iento de los d ibujos de l fi ló- vido un art ista determ inado, o, como en e l caso de los dos
sofo favorito de Karl Marx, Baruch Spinoza. Pero s i hay tanto primeros capítulos, un g rupo de artistas un idos por e l
en la escritu ra de Berger que tiene que ver con el arte, ¿en qué anon imato. 18 Una pareja -Lee Krasner y Jackson Pollock,
puede ser útil reunir una co lección como esta? por ejemplo- constituye, conforme a la lógica que Berger
En su introducc ión a Selected Essays of john Berger,1.§ sigue en ese artícu lo, un doble retrato insepa rable.
Geoff Dyer invitaba a los lectores a utilizar el ejemplo de Ber- El ensayo de 1967 titu lado "No More Portra its" ("No más
ger para "volve r a t raza r los mapas" de las g randes nociones retratos") era una especie de autopsia de una trad ic ión que
de la literatura contemporánea, en part icu lar la idea de que había quedado plenamente ejemplificada en la Nat iona l Por-
escribir novelas es más importante o tiene más prestigio que tra it Gallery. En el art ículo se ident ificaban los tres factores
escribir ensayos. Como lo expresaba Pab lo Picasso en 1923: que contribu ían a este fina l. El primero y más obvio era la
"Siempre que he tenido a lgo que decir, lo he d icho de la ma- aparic ión de la fotografía. El segundo la incapacidad creciente
ne ra en la que sentía que deb ía deci rse. Cada motivo requiere de creer en los ro les soc ia les de los retratados, unos roles
inevitab lemente un método de expresión d iferente''.lZ que se c reían confirmados por este t ipo de arte, e l retrato.
Este libro intenta mostrar una amp lia gama de las res- Pensemos, por ejemplo, en los retratos que h izo Frans Hals
puestas a l arte ofrec idas por Berge r a dife rentes temas artís- de los ciudadanos acomodados de su entorno (vol. 1); in-
t icos, incluyendo, pero no limitándose, al ensayo. Las más cluso en estos, Berger se imagina e l desagrado que le cau-
convenciona les son las reseñas de expos iciones; la menos saría a l pinto r esta tarea, su resent im iento primordial hacia
convencional es probab lemente la e legía que le dedica a Juan los regentes del as ilo.
Muñoz, escrita en fo rma de una serie de cartas d irigidas a l El tercer factor es que, g rac ias a los cambios tecno-
poeta turco Nazim H ikmet, desaparecido hace ya bastantes lógicos, po líticos y artísticos asociados a la modern idad, ya
años. Entre medias hay poemas, fragmentos de novelas y dra- "no podemos aceptar que se pueda establecer adecua-
mas, a l igua l que piezas escritas en fo rma de diá logo, las cua- damente la identidad de una persona fi jando y preservando
les muestran la faceta colaborat iva de Be rger desde e l prin- su aspecto desde un so lo punto de vista, en un so lo lugar".
cip io de su carrera. Cada cap ítulo, cada pieza, es un retrato Aquí vemos la semilla de la famosa línea de G.: "Nunca más
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se volverá a contar una sola historia como si fuera la única". Lo que hace diferente la vida de un pueblo es que esta es
Este libro no intenta rehabi litar esa trad ición, sino más también un autorretrato vivo: un retrato comunal, en cuan-
bien poner de rel ieve la frecuenc ia con la que en sus escritos to que todos son retratados y retrat istas. Al igua l que en
Berger alcanza la intens idad del enfoque y la empatía imagi- las ta llas de los capiteles román icos, ex iste una identidad
nativa de las excepciones: los ret ratos de El Fayum (vo l. 1) o de espíritu entre lo que se muestra y el modo de mos-
Rembrandt (vol. 1); la comparación es irres istible dada la trarlo: como si los esculpidos y los escultores fueran las
variedad, la frecuencia y la inspi rac ión con las que Berger ha mismas pe rsonas. Pe ro e l autorretrato de cada pueblo no
escrito sobre él. En el intercambio ep istolar con Leon Kos- está const ruido con piedras, sino con palabras, habladas
soff, Berger expone su vis ión de lo que sucede en lo que para y recordadas: con opiniones, h istorias, relatos de test igos
é l es un buen retrato: presencia les, leyendas, comenta ri os y rumores. Y es un
retrato continuo; nunca se deja de t rabaja r en él.19
La noción romántica del art ista creador eclipsó -como lo
s igue eclipsando hoy la de l art ista estrel la- el papel que Como los artícu los de este libro no fueron escritos para ser
tiene en el artista la receptividad, la apertura. Y esta es la leídos ta l como apa recen aquí presentados, el efecto logrado
condición para cualquier t ipo de colabo rac ión. t iene algo que ver con la famosa primera escena de la serie
Ways of Seeing, en la que Berger aparece cortando el li enzo de
Este es el ún ico sentido en el que parece justo considerar
lo que parece ser la cabeza de la Venus de l Venus y Marte, de
esta recop ilac ión -y probablemente es impos ible no ha-
Sandro Botticel li, y anuncia una especie de détournement
ce rl o- como algo que se añade a un autorretrato (Dyer dec ía
situacion ista: "La reproducción aís la un deta lle de un cuadro
que su Selected Essays ofjohn Berger era "una especie de auto-
del resto. El deta lle se transforma entonces. Una figura alegó-
biografía ind irecta"). Berger se encuent ra a cierta d istancia de
rica se convierte en el retrato de una chica".
la asoc iación que estableció Michel de Monta igne entre e l en-
Una vez que establecí los princ ipios que gu ia rían la selec-
sayo y e l autorretrato: "pinto para mí m ismo". Pero un pasaje
ción, me quedaba la cuestión de la organización . David Syl-
de un ensayo de Berge r de 1978, "El narrador", nos confirma
vester es un ejemplo más o menos contemporáneo; cuando
que la analogía entre el retrato y la narración no es demasiado
ed itó su About Modern Art,20 optó por una est ructu ra temá-
1m precisa:
t ica, comparándola con una exposición retrospectiva. En e l
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prólogo, Sylvester recuerda que é l y Berger se habían formado cumbre. La obra de arte que ha sobrevivido hasta nues-
como críticos en la prensa lond inense de la década de 1950 y tros d ías parece así confirma r nuestra posición superior.
atacaba a Berger por no haber reconocido y promocionado a El objetivo de su supervivencia éramos nosotros.
los m ismos artistas, fundamentalmente a Francis Bacon y a Esto no es más que una ilus ión. La historia no concede
Alberto Giacometti, con la misma energía que él.n privilegios. La primera vez que vi el retablo de Grünewa ld
Ya en 1959, Berger adm itía: "Llevo el tiempo suficiente ha- estaba deseando s ituar/o históricamente. En térm inos de
ciendo crítica de arte para que se pueda demostrar que me he la religión medieval, la peste, la medic ina, el lazareto. Hoy
equivocado". Una de las características más claras de la larga soy yo qu ien se ve obl igado a situarse h istóricamente.22
vida de Berger como escritor es su costumbre -tal vez, la
Esta es una visión de la h istoria que trata de forjarse en torno
necesidad- de recons iderar, y el texto clave para entenderlo
a la percepción de una pintura. Muchos de los otros ensayos
es el ensayo "Entre los dos Colmar", en el cual describe la
pub li cados junto con "Entre los dos Colmar" trazan el re-
experiencia de visitar e l retab lo de Grünewa ld antes y después
torno repetido a la obra de un artista u otro, unos retornos en
del desencanto revo lucionario de 1968:
los que s iempre encuentra algo d istinto. Los artícu los sobre
Las dos veces que fu i a Colmar era invierno, y en ambas la obra de Henry Moore y su enmarañam iento en la polít ica
ocasiones la ciudad estaba atenazada por el frío, ese frío cultura l de la Guerra Fría son un ejemplo; ot ro ejemplo lo
que viene de la llanu ra y trae con él un recuerdo del ham- constituyen las respuestas escritas que ha ido dando a lo
bre. En la misma ciudad, bajo unas cond iciones físicas largo de toda su vida a las imágenes del envejecim iento hu-
s im ilares, vi de fo rma dife rente. Es un lugar común que la mano que ofrece Remb randt {vol. 1) . Los artícu los que exa-
s ign ificac ión de una obra de arte cambia con el tiempo. minan la forma en que Claude Monet se sometió a la d isci-
Por lo general, s in embargo, este conocim iento se utiliza plina de pinta r una y otra vez la misma catedral, "captando en
para dist ingu ir entre "ellos" {en e l pasado) y "nosotros" cada lienzo una transformac ión nueva y d iferente conforme
{en el presente) . Tendemos a representar a ellos y sus cambiaba la luz", ofrecen una manera de considerar lo que el
reacciones ante el arte como parte de la histo ri a, a l t iem- propio Berger hace en su escritu ra.
po que nosotros nos atribu imos una vis ión de conjunto Los anteriores colaboradores de Berger a la ho ra de dis-
que lo dom ina todo desde lo que consideramos su poner las imágenes -entre e llos Jean Moh r, Richard Hol lis y
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John Christie- han puesto el listón muy alto al impregnar cronología de la inmensa gama histórica de artistas sobre los
sus libros con la noc ión de que las reproducc iones fotográ- que ha escrito Berger. En este sentido representa su histo ri a
ficas pueden ser un lenguaje revolucionario por derecho pro- del arte. Pero al dejar espacio para que emerjan en cada capí-
pio. Ha hab ido varios intentos de actual izar la serie te levisiva tu lo esos repetidos retornos en e l orden en el que fueron
Ways of Seing para adaptarla a la era de la reproducción digi- escritos, se transfo rma en una serie de retratos, escritos con
ta l, lo que parece sugerir que, aunque su soporte haya enve- la apertura propia de l narrador para con la vida de los otros.
jecido, las tes is esenciales todavía se mantienen; la serie de Esta estructura no carece de peligros; el propio Berger razo-
televisión no se puede sacar en DVD precisamente deb ido a naba en 1978 que "tratar la historia de l arte como s i fuera una
las cuestiones sobre arte y propiedad que se tratan en ella. carrera en la que unos genios toman el relevo de otros es una
Pero estas mismas cuestiones s ign ifican tamb ién que el lec- ilusión individual ista, cuyos orígenes renacentistas se corres-
tor puede ver la serie gratis onl ine, y segui r e l inmenso vo- ponden con la fase primitiva de acumu lac ión de capita l pri-
cabulario artístico de Berger haciendo búsquedas en inte rnet. vado".
Las ilustraciones empleadas en este libro tratan de impe-
Adm itía que esta actitud, incompatible con los va lores y e l es-
d ir lo que Berger describe como una tautología de palabra e
píritu del na rrador, no había s ido ten ida en cuenta en Modos
imagen y as im ismo ese ambiente propio de los libros de gran
formato y papel cuché. Siempre como referencias en blanco y de ver. Pero también reflex ionaba en otro lugar que "el des-
cuido en las fechas puede ser desast roso; comparar fechas es
negro, o "recordatori os", como explica el propio Berger en su
un estímulo infal ible para e l pensam iento", y esta estructura
prefacio, estas imágenes tienen un planteamiento d istinto en
da al instante una idea de la vastedad histórica de la obra, y la
cada texto. A veces, ponen de rel ieve una característica re le-
hace fácil de consultar. Hojeando el libro se obtienen rápidas
vante de una ob ra; a veces, subrayan el ta lento de Berger para
instantáneas de lo escrito sobre un artista u otro en parti-
las comparaciones inesperadas. Más generalmente, intentan
cular. Lee rl o de pri ncipio a fin pone de rel ieve el deseo instin-
ilustrar las re laciones esencialmente d ialécticas entre el texto
t ivo de dar una vis ión histórica por parte de Berger, cuando,
y la imagen en la obra de Berger: e l patrón según e l cual una
por ejemplo, se recuerda a s í m ismo que un artista es con-
imagen da forma a un texto, e l cual, posterio rmente, mo l-
temporáneo de otro, qu ien, en este caso, aparece en el s i-
deará nuestra manera de entender esa imagen .
guiente capítulo.
La estructura amplia de este libro se deriva de la
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Se lea como se lea, desde las pinturas de las cuevas de l Berger llamaba a los documentos oficia les el Nuthatch Ar-
Chauvet (vol. 1) hasta la ob ra de Randa Mdah sobre la Pales- chive, por el apodo con el que llamaba a Beverly. El nuthatch
t ina contemporánea, este libro construye una historia del arte [el trepador azu l) es un pájaro común en Europa que se pasa
que no trata de establecer distinc iones, sino de establecer la mayor parte del t iempo colgado de las ramas de los árbo-
conexiones, no solo entre los art istas, sino tamb ién entre los les, en ocasiones cabeza abajo.
art istas y nosotros. Fina lmente, esto nos lleva hasta la ún ica 2 Berger, John, G.: A Novel, We idenfe ld and Nico lson, Lon-
definic ión de gen io que cabe, tal vez, en la obra de Berger, dres, 1972 (vers ión castellana: c., Alfaguara, Madrid, 1994)
una cita de Simone We il de 1942 que él m ismo utiliza en su [N. del Ed.].
art ículo sobre los retratos de Géricault (vol. 1): 3 Berger, John, A Seventh Man, Pengu in, Harmondsworth,
1975 (vers ión castell ana: Un séptimo hombre, Capitán Swing,
El amor por nuestro prójimo, cuando es resultado de una
Madrid, 2014) [N. del Ed.J.
atenc ión creativa, es aná logo a l ta lento.
4 Berger, John, Renato Guttuso, Ve rl ag der Kunst, Dresde,
1957 [N. del Ed.].
5 Berger, John, Permanent Red: Essays in Seeing, Methuen,
Londres, 1960 [N. de l Ed.J.
6 Berger, John, A Painter of Our Time, Secker & Warburg, Lon-
dres, 1958 {versión castellana: Un pintor de hoy, Alfaguara,
Madrid, 2002) [N. del Ed.J.
z Aunque esto les sonara paranoico a muchos de sus con-
temporáneos, ensayistas posteriores han investigado las ac-
t ividades cultura les financ iadas por la CIA en esa época, par-
t icularmen te a través de l Congress for Cultura l Freedom .
§. Berger, John, Corker's Freedom, Methuen, Londres, 1964
(vers ión castellana: La libertad de Corker; lnterzona, Buenos
Aires, 2016) [N. de l Ed .J.
9. Véase: Noch lin, Linda, Realism, Pengu in Books,
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Harmondsworth, 1971 {versión castellana: El Realismo, Alian- !.§. Dyer, Geoff {ed.), Selected Essays of John Berger, Vintage,
za Ed itoria l, Madrid , 1991); y Clark, Timothy J., lmage of the Nueva York, 2001 [N. del Ed.].
People: Gustave Coubert and the 1848 Revolution, Thames & 11 El propio Berger empleó esta cita en The Success and Fai-
H udson, Londres, 1973 {versión castellana: Imagen del pue- lure of Picasso, Pengu in, Harmondsworth, 1965 {versión caste-
blo: Gustave Courbet y la Revolución de 1848, Ed itoria l Gustavo llana: Fama y soledad de Picasso, Alfaguara, Madrid , 2013).
Gi lí, Barcelona, 1981); y The Absolute Bourgeois: Artists and 18 Fuera de estos parámetros, Berger ha producido toda una
Politics in France 1848-1851, Thames & Hud son, Londres, 1973- serie de textos más teóricos que se acercan a l ámbito, más
10 Berger, John, Pig Earth, Writers and Readers Pub. Coope- amp lio, de los períodos históricos: por ejemplo, "The Mo-
rative, Londres, 1979 (vers ión castellana: Puerca tierra, Alfa- ment of Cubism" o "The Clarity of the Rena issance", y textos
guara, Madrid, 2016) [N. del Ed.J. que demuestran su papel, aún poco reconocido, en la presen-
11 Berger, John, Ways of Seeing, BBC/Penguin Books, Londres, tación y la defensa de escritores como Bertolt Brecht, Walter
1972 (vers ión castellana: Modos de ver, Editorial Gustavo Gilí, Benjam ín y Roland Barthes a l públ ico de habla inglesa. Estos
Barcelona, 2016) [N. del Ed .]. están recogidos en otro libro: Landscapes. john Berger on Art,
12 Andreadakis Berger, Katya y Berger, John, Titian: Nymph {Verso, Londres/Nueva York, 2016), editado por Tom Over-
and Shepherd [1996), Bloomsbury, Londres, 2003 (versión ton.
castellana: Tiziano: ninfa y pastor, Ed iciones Árdora, Madrid, 19 Berger, John, "The Storyteller" [1978), en The Sense of Sight,
1999) [N . del Ed .J. Pantheon, Londres, 1985 (vers ión castellana: " El narrador", en
13 Berger, John, Here Is Where We Meet, Pantheon, Nueva El sentido de la vista, Al ianza Ed ito ria l, Madrid, 1990, pág. 44)
York, 2005 {versión castellana: Aquí nos vemos, Alfaguara, Ma- [N. del Ed.].
drid, 2005) [N . del Ed .J. 20 Sylvester, David, About Modern Art: Critica/ Essays,
14 Berger, John, From A to X: A Story in Letters, Verso, Lon- 1948-1996, Henry Holt & Co., Nueva York, 1997 [N. del Ed.J.
dres, 2008 (vers ión castellana: De A para X: una historia en 21 Hyman, James, The Battle for Realism: Figurative Art in Bri-
cartas, Alfaguara, Mad rid, 2009) [N. del Ed.]. tain During the Cold War, 1945-1960, Ya le Un ivers ity Press,
15 Berger, John, Bento's Sketchbook, Pantheon Books, Nueva New Haven, 2001. Hyman s igue s iendo la autorid ad en la
York, 2011 {versión castellana: El cuaderno de Bento, Alfa- relación entre Sylvester y Berger durante la primera etapa de
guara, Madrid, 2012) [N. del Ed .J. sus carreras respectivas. En sus escritos posteriores, Berger
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se most ró un defensor respetuoso de las ideas de Sylvester.
22 Berger, John, "Between Two Colmars" (1976), en About
Looking, Readers and Writers Publishing Cooperative, Lon-
dres, 1980 (versión castellana: "Matthias Grünewald", en
Sobre los artistas vol. 1, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2017,
pág. 85) [N. de l Ed.].
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Sobre los artistas
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Clau de Mon et difere ntes horas del día y bajo difere ntes cond icion es climá-
1840-1926 ticas, ejecu tadas por Mone t a princ ipios de la décad a de
1890 , fueron la últim a prueb a siste mátic a de que la histo ria
Much o se ha dicho y elabo rado a propó sito de aquella fa-
de la pin tura nunc a vo lvería a se r la mism a. Esta historia ten-
mosa observación de Paul Céza nn e de que si Mone t fuera
dría que admi tir desd e enton ces que cada apariencia podrí a
solo un ojo, ¡men udo ojo! Más impo rtant e ahora , tal vez, es
consi derar se una muta ción y que la propi a visibilidad debía
recon ocer la triste za de los ojos de Mone t, una triste za que
co ns idera rse un flujo.
apare ce en u na fotog rafía tras otra.
Es más, s i uno piens a en la claus trofó bica cultura bur-
Poca atenc ión se ha prest ado a esta triste za, porqu e no
guesa de mediados del siglo x1x, es impo sible no ver la libe-
hay lugar para ella en la versión qu e suele dar la histo ria del
ración que su puso la apari ción de l impre sioni smo. Pinta r al
arte del significado del impre sioni smo. Mone t fu e el líder de
aire libre frente al motivo, obser var direc tame nte, otorg ar a la
los imp resion istas - el más cohe rente y el más intran-
luz la hege monía que le corre spon de en e l dom inio de lo visi-
sigen te--, y el impre s ionis mo fue el inicio del mode rnism o,
ble, relativizar todos los colores (de modo que todo chisp o-
una suert e de arco triunfal por el que pasó el arte europ eo
rrotea ), aban dona r la pintu ra de leyendas polvo rienta s y de
para entra r en el siglo xx. toda ideología directa, hab lar de las apari encia s cotid ianas
Hay algo de cierto en esta vers ión. El impre sioni smo
que confo rman la experie ncia de un público urban o más am-
marc ó efect ivam ente una ruptu ra con la histo ria de la pintu ra
plio (una fiesta, un día de camp o, unos barco s, unas muje res
europ ea anterior, y mu cho de lo que le s ucedería - pos-
son riend o al sol, band eras, árbo les en Aor: el vocab ulario de
timpr esion ismo , expre sioni smo, abstr acció n- pued e cons i-
imág enes impre sioni stas es el de un sueñ o popular, el del
derar se e n parte enge ndrad o por este prime r mo derni smo. Es
esper ado, queri do, dom ingo profa no), la inoce n cia del impre -
igual mente cierto que hoy, medi o siglo despu és, las obras
sioni smo (inocencia en el senti do de que aboli ó los secre tos
tardía s de Mone t - y en particular los nenú fares - parec en
de la pin tu ra, lo sacó todo a plena luz del día, ya no había
ha ber prefig urado la obra de artist as tales como Jacks o n Po-
nada qu e oc ultar, y, por cons iguie nte, la pintu ra amat eur no
llock, Mark Tobey, Sam Francis o Mark Rothko.
tardó en segui rle): ¿cóm o no iba a consi derar se todo esto
Se pod ría argum entar, como lo hizo Kazimir Malév ich, que una libera ción?
las veint e pintu ras d e la facha da de la cated ral de Ruan vista a ¿Por qué no pode mos olvidar la triste za de los ojos de
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Monet? O, simplemente, ¿por qué no podemos reconocerla
como un rasgo personal, resultado de la pobreza de sus pri-
meros años, de la muerte de su primera esposa cuando toda-
vía era muy joven, de su falta de vista en la vejez? Y, en cual-
quier caso, ¿no correremos el riesgo de explicar la historia de
Egipto como una consecuencia de la sonrisa de Cleopatra?
Corramos ese riesgo.
Veinte años antes de pintar la fachada de la catedral de
Ruan, Monet pintó Jmpresi6n, sol naciente (tenía treinta y dos
años por entonces); fue pensando en esta pintura cuando e l
crítico Jules-Antoine Castagnary acuñó el término "impre-
sionista". La pintura es una vista del puerto de Le Havre,
donde Monet pasó su infancia. En primer plano se ve la d imi-
nuta silueta de un hombre remando de pie en un bote con
otra figura a su lado. Apenas visibles en la media luz de la
mañana, entrecruzan el agua mástiles y grúas. Por encima,
pero todavía bajo en el cielo, hay un pequeño sol naranja y,
por debajo de este, su encend ido reflejo en el agua. No es la
imagen de un amanecer (aurora), s ino la de un nuevo día que Claude Monet, Catedral de Ruan, 1892-1893.
entra inadvertidamente, de la misma forma que se escapó el
de ayer. El talante del cuadro recuerda al del poema de Char- Y, sin embargo, ¿qué es exactamente lo que constituye la
les Baudelaire El crepr.ísculo matutino, en el que el día que se melancolía de este cuadro? ¿Por qué otras escenas simila res
inicia es comparado con el llanto de alguien al despertarse. pintadas, por ejemplo, por Turner no provocan un humor
parecido? La respuesta reside en el método utilizado en la
pintura, en esa práctica que precisamente recibiría el nomb re
de impresionismo. La transparencia del fino pigmento que
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representa e l agua, a t ravés de l cual aparece la trama del lien- resulta impos ible verificar la impres ión, al igual que sucede
zo, las pince ladas rápidas, quebrad izas como paja, que evo- con los recuerdos. (Durante toda su vida, Monet se quejó, en
can a las ondulaciones de l esparto, las zonas de sombra res- una carta tras otra, de su incapac idad pa ra completar un cua-
tregadas, los reflejos que ensucian e l agua, la veracidad d ro ya comenzado deb ido a que las condiciones atmos-
óptica y la vaguedad objetiva, todo ello convierte la escena en féricas, y, por consigu iente, el tema, habían cambiado irre-
a lgo improvisado, ra ído, dec répito. Es una imagen del m isiblemente.) La nueva relac ión entre la escena y el espec-
desamparo. Su m isma insustancial idad hace impos ible todo tador se había mod ificado de tal forma que aho ra la escena
cobijo. Al m irarla, se te viene a la cabeza la imagen de un e ra más fugit iva, más qu imé ri ca que e l espectador. Y ah í vo l-
hombre intentando encontrar e l camino de vuelta a casa a tra- vemos a encont rarnos con los m ismos versos de Baudelaire:
vés de un deco rado teatra l. Los versos de Baudelaire en El "La forma de una ciudad ...".
cisne, publicado en 1860, acompañan perfectamente al lento Supongamos que estamos examinando la experiencia
suspiro exhalado ante la precis ión de la escena y la censura ofrecida por un cuadro más típ icamente impres ion ista. En la
que exp resa. primavera de l m ismo año en que pintó Impresión, sol naciente
(1872), Monet rea lizó dos pinturas de un lilo de su jardín de
Las ciudades, ay, cambian
Argenteu il; una muestra el árbo l en un día nublado, y la otra
Con mayor rapidez que un corazón humano.1 en un día soleado. En ambos cuadros, recl inadas en la pra-
S i el impres ion ismo t rataba de las " imp resiones", ¿qué cam- dera bajo el árbol, se d istinguen apenas tres figuras. (Se pien-
bio supuso en la relación entre la cosa vista y e l espectador? sa que son Cam ille, la pri mera esposa de Monet, Sis ley y su
Lo qu e él tenía en mente eran los colores; lo que por nece- El impresionismo cerró ese tiempo y ese espacio. Lo que
muestra un cuad ro impresionista está pintado de tal fo rma
s idad le viene a la mente al espectador son recuerdos. El
hecho de que por lo general el impresionismo se preste a la que uno se ve obligado a reconocer que aquello ya no está ahí. Es
en este punto y solo en este en donde el impresionismo se
nostalgia (obviamente en ciertos casos particulares la inten-
acerca a la fotografía. Uno no puede introducirse en una pin-
sidad de los recuerdos excluye toda nostalgia) no se debe a
que vivimos un siglo después, sino que es simplemente el tura impresionista; en su lugar, la pintura extraerá tus recuer-
dos. En cierto sentido, es más activa que uno mismo: ha na-
resultado de la forma en que estas pinturas exigen siempre
ser leídas. cido el espectador pasivo; lo que recibes se toma de lo que
¿Qué es lo que ha cambiado entonces? Antes, el espec- sucede entre tú mismo y el cuadro. Dentro de él ya no sucede
nada. Los recuerdos extraído s a menudo son placenteros
tador entraba en una pin tura. Su marco o sus bordes eran un
umbra l. La pintura en cuestión creaba su tiempo y espacio - la luz del sol, las orillas del río, los cam pos cubiertos de
propios, que eran como una alcoba, un escondite del mun do, amapolas- y, s in embargo, son tamb ién angustiosos porque
cada espectador permanece solo. Los espectadores están tan
y la experiencia de estos, más clara de lo que suele estar en la
vida, permanecía inalterable y podía visitarse. Esto tenía muy separados como las pinceladas. Ya no hay un punto de en-
cuentro común a todos.
poco que ver con el uso de una perspectiva sistemática. Lo
Volvamos ahora a la tristeza de los ojos de Monet. Monet
mismo puede decirse, por ejemplo, de un paisaje chino de
Sung. Se trata más de una cuestión de permanencia que de creía que su arte era un arte profético y que estaba basado en
el estudio científico de la naturaleza. O, al menos, esto es lo
espacio. Incluso cuando la escena representada era momen-
que empezó creyendo y a lo que nunca re nunció. El grado de
tánea - por ejemplo, la Crucifixión de san Pedro de Cara-
vagg io- , su ca rácter momen táneo está contenido en una sublim ación que impl icaba esta creencia queda patéticamente
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demostrado en la historia de la pintura que hizo de Cam ille premonición de pérdida, aque llos m ismos m iedos de los
en su lecho de muerte. Cam ille murió en 1879, a los treinta y que, años antes, Baudela ire hab ía s ido el profeta.
dos años. Muchos años después, Monet confesaría a su Y esto explica el hecho de que la memoria sea el e¡e no
am igo Geo rges Clemenceau que su neces idad de ana lizar los reconoc ido de toda la ob ra de Monet. Su famoso amor po r e l
colores constituía tanto la alegría como el tormento de su mar {en el que quería que lo ente rraran a su muerte}, los ríos,
vida, hasta tal punto, continuó d iciendo, que "un día me en- e l agua, era tal vez una manera simbó lica de hab lar de las ma-
con t ré m irando el rostro s in vida de mi que ri da esposa y lo reas, las fuentes, la recurrencia.
ún ico que se me ocu rri ó fue observar s istemáticamente los En 1896, volvió a pintar uno de los acantilados próximos
colores, ¡como llevado por un reflejo au tomático!" de Dieppe, que ya había pintado en varias ocasiones catorce
Esta confesión era, s in lugar a dudas, sincera, pero las años antes: Acantilado en Varengeville (garganta de Petit-Ailly) .
pruebas que ofrece la pintura son bastante diferentes . Una Esta pi ntura, como muchas otras de este m ismo período,
ven tisca de pintura blanca, gris y púrpura azota las almoha- está muy trabajada, incrustada, y con t iene un mín imo de
das de la cama; una terrible ventisca de pérd ida que borrará con t raste tona l. Recuerda la m iel espesa. Su interés ya no es
pa ra s iempre las facciones de la mujer. En real idad, puede la escena instantánea, ta l como la revela la luz, s ino más bien
haber muy pocas pintu ras de un lecho de muerte que sean la lenta disolución de la escena por la luz, una evoluc ión que
tan intensamente sen t idas o tan subjetivamente expresivas. condujo hac ia un arte más deco rativo. O, al menos, esta es la
Y, s in emba rgo, se d iría que Monet e ra ciego en este "explicación" usual basada en las premisas del propio Monet.
pun to, que no ve ía la consecuencia de su propio acto de pi n- A mí me parece que e l interés de esta pintu ra res ide en
tar. El posit ivismo y el carácter científico que re ivind icaba a lgo bastante d iferente. Monet t rabajó en e lla un d ía t ras otro
pa ra su arte nunca concordaron con la verdadera natura leza creyendo que estaba interpretando el efecto de la luz del sol
de este. Lo m ismo puede decirse de su am igo Ém ile Zola. d isolviendo, en un paño de m iel colgado junto al mar, los
Zola creía que sus nove las eran tan objetivas como informes matorra les y la hierba. Pero no era eso lo que hacía, y la pin-
de laboratorio . Su poder rea l (evidente en Germina~ procede t ura en real idad t iene muy poco que ve r con la luz del sol. Lo
de un profundo - y tamb ién oscuro- sen t im ien to incons- que él m ismo estaba disolviendo en un paño de mie l eran
ciente. En aque l momento, el manto cada vez más ampl io de todos sus recuerdos ante ri ores de aquel acantilado, de forma
la investigación posit ivista ocu ltaba a veces la m isma que este paño los absorb iera y los contuviera todos. Es este
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deseo casi desesperado por salva rlo todo lo que la hace una dominguero de l paraíso, podía consolarlos.
imagen tan amorfa, tan sosa (y, sin embargo, s i uno la reco- Solo Paul Cézanne comprendió lo que sucedía. Sin ayuda
noce por lo que es, también tan emocionante). de nadie, impaciente, pero sostenido por una fe que no tenía
Y algo muy parecido es lo que sucede en las pinturas de ninguno de los impresionistas, se lanzó a la monumental
los nenúfares de su jardín realizadas por Monet en el último tarea de crear una nueva forma de tiempo y espacio en la pin-
período de su vida en Giverny (1900-1926). En estas pinturas tura, de modo que finalmente la experiencia pudiera volver a
(interminablemente retocadas, dada la imposibilidad óptica ser compartida.
de la tarea de combinar las flores, los reflejos, la luz del sol,
los juncos subacuáticos, las refracciones de la luz, las on- ***
dulaciones del agua, la superficie, el fondo), el verdade ro
Hay, sin duda, muchas maneras de visitar la magnífica expo-
objetivo no era ni decorativo ni óptico; era conservar todo lo
sición que el Gran Palais de París dedica estos días a la obra
que era esencial en aque l jardín, que él había construido y que de Claude Monet. El visitante puede proceder como si avan-
ahora en la vejez apreciaba más que cualquier otra cosa en el
zara por un camino rural. Un camino que, entre bosques o si-
mundo. El estanque de los nenúfares representado en la pin- guiendo la línea costera, terminará llevándole a Giverny, el
tura iba a ser un estanque que lo recordara todo. lugar dond e el pintor creó su querido jardín y pasó sus últi-
mos años pin tando una y otra vez los famosos nenúfares. La
Y aquí nos encontramos ante el quid de la contradicción que
natura leza que atraviesa este ca mino es claramente francesa,
vivió Monet como pintor. El impresion ismo cerró el tiem po y
como lo es el término ' impresionismo'. Es una natura leza
el espacio en los que la pintura anterior había podido pre-
que hace que te enamores de la Francia de hace cien años.
servar la experiencia. Y como resultado de este cierre - que
Otra posibilidad es que el visitante escoja un solo cuadro,
se vio, por supuesto, acompai'lado y finalmente determinado
pongamos El Petit-Ailly, Varengeville, a pleno sol (1897).
por los desarrollos sociales que tuvieron lugar a finales del
Monet pintó varias veces este acantilado, con el barranco cu-
siglo x1x- , ambos, pintor y espectador, se encontraron más
bierto de vegetación que se precipita hacia el mar y la llamada
solos que nunca, más agobiados por la ansiedad de que su
"casa del pescador". Era para él un tema inagotable. Si-
propia experiencia era efímera y carente de sentido. Ni si-
guiendo las pequei'las pinceladas, las "comas" de pintura al
quiera todo el encanto y la belleza de ile-de-France, un sueño
óleo, uno puede dejar que su vista se pierda en el cuadro.
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Entonces, esas innumerables pinceladas se entretejen, pero conforme cambiaba la luz. Pintó veinte veces los m ismos dos
no forman un paño, sino un cesto de luz que contiene todos a lm iares. En unas ocasiones se quedaba satisfecho; en otras,
los son idos que uno pueda recordar de l verano en la costa frustrado . Sin embargo, segu ía buscando algo más, decid ido
normanda, hasta que el cesto se transforma en la ta rde estival a ser cada vez más fie l, pero ¿a qué? ¿Al momento que pasa
de cada espectador. fugaz?
O tamb ién podemos aprovechar la oportunidad que nos Creo que Monet, como muchos otros artistas innova-
brinda esta exposición de volver a situar en su contexto, dores, no sabía en qué consistía exactamente su innovac ión.
ochenta y cuatro años después de su muerte, la figura de O, para ser exactos, no sabía cómo llamar a lo que había lo-
Monet. No se trata de enza rzarse en ninguna polémica acadé- grado. Solo alcanzaba a reconocerlo intu itivamente, para
mica, sino de intentar definir con mayo r claridad adónde luego vo lver a duda r.
llegó su arte y cómo actúa en nosotros.
Una obra clave para volver a s ituar a Monet es Cornil/e Monet
Se suele considerar a Monet como el maestro, el monu-
mento, de los imp resion istas, qu ienes se dejaron inspirar por en su lecho de muerte (1879). En el cuad ro vemos su cabeza
envuelta en una toqu illa y reclinada sobre las almohadas, la
los nuevos temas que descub ri eron en la naturaleza, en la luz
boca y los ojos ni cerrados n i ab iertos, los hombros flác-
que no cesa de cambiar dependiendo del momento de l d ía o
cidos. Los colores son los colores de las sombras y de la luz
de las condiciones atmosféricas. Su objetivo era fijar su vi-
del anochecer en una loma sobre la que cae una nevada (las
sión de los momentos fugaces, con frecuencia, momentos
a lmohadas). Las punzantes pince ladas son d iagona les.
fe lices. La luz y el color pasaron a ocupar un lugar preem i-
Vemos e l rostro inmóv il de Cami lle a través de una vent isca
nente, por encima de la forma y de la narración; su arte se ba-
de pérdida. La mayor parte de los cuadros en los que se
saba en una atenta observación de unos efectos atmosféri cos
rep resenta un lecho de muerte le hacen pensar a uno en los
en transformación constante. La luz y el color celebraban y al
sepu ltu reros. Pero no así este, que trata del acto de partir, de
mismo tiempo refutaban lo efímero. Y todo ello en un clima
irse a otro lado. Y es una de las grandes imágenes de duelo
cultural en el que e l posit ivismo y el pragmatismo tenían un
de la historia de la pintura.
peso enorme.
Diez años antes de la temprana muerte de Cam ille, Monet
Monet pintó la fachada de la catedral de Ruan treinta
había pintado una esqu ina de un campo nevado, y al fondo
veces, y en cada lienzo captó una nueva transformac ión,
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de la escena, posada en una pequeña cancela, se ve una urra- Y term inaba d iciendo: " Igual que la mu la que mueve la rueda
ca. Y así t ituló e l cuadro, La urraca. Nuestra mirada se dirige del molino. Compadécete de m í, am igo m ío".
hac ia el pájaro blanco y negro porque es el centro de la Se queja porque, cuando deja los pinceles, no sabe expli-
composición y tamb ién porque sabemos que en cualqu ier car qué estaba haciendo ni adónde le han llevado las pince-
momento a lzará el vuelo. Está a punto de partir, de irse a otro ladas.
lado. Monet confesó una vez que no que ría pintar las cosas,
Un año después de la muerte de Camille, pintó una serie sino el ai re que las rozaba, el aire envolvente. El ai re envol-
de lienzos sobre el desh ielo en e l Sena. Era un tema que ya vente ofrece continu idad y una extensión infin ita. Si consigue
había abo rdado antes. Lo titu ló El deshielo. Le fasc inaba la de- pi ntar el a ire, Monet podrá también segui rlo, como se sigue
sintegración y, sobre todo, la dis locación de l hielo que antes un pensam iento, s i no fuera porque el aire opera s in pa labras,
había formado una masa fi ja, compacta y regu la r. Y ahora, y, cuando se lo pinta, solo está vis iblemente presente en los
rota e irregular, e ra arrastrada río abajo por la corriente. colores, las pinceladas, las capas, los pal impsestos, las som-
Esos rectángulos de hie lo blanquecinos que se lleva la co- bras, las caricias, los rasguños. A med ida que se acerca más y
rriente me hacen pensar en lienzos en blanco flotando en e l más a este aire, este lo lleva, junto con el tema origina l, a ot ro
agua. ¿Se le pasó a él la misma idea por la cabeza? Nunca lo lado. El flujo ya no es tem poral, s ino sustancial y extensivo.
sab remos. ¿Adónde lleva el aire, entonces, a é l y al tema origina l?
Todos sus cuadros rem iten a algo que fluye. Pero ¿se Hacia otras cosas que ha envuelto o envolverá, pero para las
trata, como suponía la doctrina impres ionista, de l flu ir del cuales no tenemos un nombre conven ido. {Llamándolas abs-
t iempo? No lo creo. t ractas no haríamos más que reconocer nuestra igno ranc ia.)
Mu cho después de haber pintado a Cami lle en su lecho Monet se refirió muchas veces a una instantaneidad que
de muerte, Monet le contaba a su amigo Clemenceau en una intentaba ca ptar. Puesto que fo rma parte de una sustancia in-
carta el dolor que s intió, e l susto que se llevó, a l da rse cuenta d ivisible que es infinitamente extensiva, el aire transforma esa
de pronto, m ientras la pintaba, de que estaba estud iando su instantaneidad en eternidad.
pálida cara y observando las pequeñas variac iones de tono y Las pinturas de la fachada de la catedral de Ruan dejan de
color que había producido la muerte en el la, como si se tra- ser registros de unos efectos fugaces y se transforman en res-
tara de a lgo cotidiano, de algo que se observa normalmente. puestas, en unas correspondencias con otras cosas que
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pertenecen a lo infin itamente extensivo. De este modo, la l Baudela ire, Cha rles, Le cygne, en Les Fleurs du mal [1861]
envoltura (e l sobre) de ai re que tocaba la catedral queda im- (vers ión castellana: El cisne, en Las flores del mal, Aka l, Ma-
pregnada tanto por una meticulosa percepción de la catedral, drid, 201 7) [N . de l Ed.J.
la de l pinto r, como por una confi rmación de aque llas percep-
ciones proven ientes de luga res que no tienen d irección.
Los cuadros de los almia res responden a la energía de l
calor del ve rano, a los cuatro estómagos de una vaca cuando
rum ia e l a limento, a ciertos reflejos en e l agua, a las rocas del
mar, al pan, a unos mechones de pelo, a los poros de una
piel viva, a las colmenas, a los sesos ...
¿Se puede escribir todav ía algo sobre él? Pienso en todas las
pa labras que ya se han escrito, incl uidas las mías, y la res-
puesta es " no". Si miro sus cuadros, la respuesta vue lve a ser
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un respeto tan franco por las cosas cotidianas, sin por ello
elevarlas en alguna medida, sin referirse a su salvación me-
diante un ideal de lo que encarnan o a lo que sirven. Jean Si-
méon Chardin, Georges de La Tour, Gustave Courbet, Claude
Monet, Nicolas de Stael, Joan Miró, )asper Johns - por nom-
brar solo unos pocos- venían magistralmente apoyados por
ideologías pictóricas, mientras que él, en cuanto abandonó
s u primera vocación de predicador, aban donó toda ideología.
Se volvió estrictamente existencial, se quedó ideológicamente
desnudo. La silla es una silla, no un trono. Las botas están
gastadas de andar. Los girasoles son plantas, no conste-
laciones. El cartero reparte cartas. Los lirios mori rán. Y de
esta desnudez suya, que para sus contemporáneos era inge-
nuidad o locura, procedía su capacidad de amar, súbitamente
Vincent van Gogh, Olivos en Montmajour, 1888. y en cualquier momento, lo que veía delante de él. Agarraba
entonces el lápiz o el pincel y se esforzaba por hacer realidad,
El m ito, las películas sobre él, los precios, su llamado por colmar ese amor. Un amante pintor que viene a afi rmar la
martirio, sus brillantes colores, todo ello tuvo un papel y tosquedad de una ternura cotidiana con la que todos soña-
amplificó el atractivo global de su obra, pero no están en su mos en nuestros mejores momentos y que reconocemos ins-
origen. Es querido, me digo mirando el dibujo de los olivos, tantáneamente cuando la vemos enmarcada.
porque para él el acto de dibujar o de pintar era una forma de Palabras, palabras. ¿Cómo se ve esto en su práctica artís-
descubrir y de demostrar por qué amaba tan intensamente tica? Volvamos al dibujo. Es un dibujo a plumilla de caña. En
aquello a lo que estaba mirando, y aquello a lo que estaba mi- un solo día hacía va rios. A veces, como en este caso, direc-
rando durante los ocho años de su vida como pintor (sí, solo tamente del natural; a veces, de sus propios cuadros col-
ocho) pertenecía al ámbito de la vida cotidiana. gados en la pared del estudio mientras se secaban.
No se me ocurre otro pintor europeo cuya obra exprese No eran tanto estud ios preparatorios como esperanzas
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gráficas; mostraban de una forma sencilla, sin las compli- mapa del amor, en verdad.
caciones de l pigmento, adónde esperaba que le condujera el Dos años después, tres meses antes de su muerte, pintó
acto de pintar. Eran mapas de su amor. un pequeño lienzo de dos campesinos cavando la t ierra. Lo
¿Qué vemos en este? Matas de tomi llo, otros arbustos, hizo de memoria, porque se refiere a aquellos que había pin-
rocas cali zas, olivos en una ladera, una llanura a lo lejos, tado cinco años antes, en Holanda, y a las muchas imágenes
pájaros en el cielo. Moja la plumi lla en tinta marrón, observa que pintó a lo largo de su vida en homenaje a Jean-Frani;ois
y marca el papel. Los gestos parten de la mano, de la mu- Mi llet. Sin embargo, es también un cuadro cuyo tema encie-
ñeca, de l brazo, del homb ro, posiblemente tamb ién de los rra el m ismo tipo de fus ión que vemos en el dibujo .
múscu los del cuello; los trazos que hace en e l papel, s in em- Los dos homb res están pintados en los m ismos colores
brago, s iguen unas corri entes de energía que no son fís ica- - e l ma rrón de la patata, el gri s del azadón y el desvaído azu l
mente suyas y que solo se hacen visibles cuando las dibuja. de las ropas de trabajo de los campesinos franceses- que el
¿Corrientes de ene rgía? La ene rgía de un árbol que crece, de campo, el cielo y las colinas lejanas. Las pinceladas que
una planta que busca la luz, de una rama que ha de acomo- rep resentan sus extrem idades son idénticas a aquellas que
da rse con sus vec inas, de las raíces de los cardos y de los trazan los hoyos y los montícu los de l campo. Los codos
a rbustos, de l peso de las rocas incrustadas en la ladera, de la levantados de los dos hombres se transforman en dos cres-
puesta de sol, de la atracción por la sombra de todo lo que tas más, dos cerros más, contra el horizonte.
está vivo y padece e l calor, del mist ra l que sopla de l norte y El cuadro, po r supuesto, no afirma que esos hombres
ha moldeado los estratos de roca. Es una lista a rbitra ri a; lo sean "paletos", que era e l insulto que solían dedicar a los
que no es arb itrario es el d ibujo que sus trazos hacen sobre campesinos muchos ciudadanos de la época. La fusión de
e l papel. Se asemeja a una huella digita l. ¿Una huella de las figuras con la tierra se refiere a ese intercambio recíproco
qu ién? de ene rgía que constituye la agricultura, y que explica, en defi-
Es un dibujo que va lo ra la precisión - todos y cada uno nitiva, por qué la producción agrícola no puede ser sometida
de los trazos son expl ícitos e inequ ívocos- , pero se olvida a unas leyes puramente económicas. También pod ría refe-
completamente de s í mismo en su apertura con respecto a ri rse, mediante su amor y respeto por los campesinos, a su
aque llo con lo que se encuentra. Y el encuentro es tan pr- propia práctica como pinto r.
óximo que es impos ible d istingui r de quién es cada trazo. Un Tuvo que vivi r toda su corta vida apostando con e l ri esgo
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de pe rderse. La apuesta es vis ible en todos los autorretratos.
Se mira como a un desconoc ido, o como a algo con lo que
acaba de tropezarse. Sus ret ratos de otras personas son más
personales; su enfoque, más cercano. Cuando las cosas iban
demas iado lejos y se pe rd ía completamente, las conse-
cuencias, como nos lo recue rda su leyenda, eran catas-
t róficas. Y esto es evidente en las pinturas y en los d ibujos
que hacía en esos momentos. La fusión se transformaba en
una fisión. Todo borraba todo lo demás.
Erhard era dos años meno r que yo, pero cuan do lo cono cí en señor Keuner se pregu nta si Sócra tes tenía algo que añad ir o
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si lo que venía a continuación quedó ahogado por e l aplauso ve rdadero de lo falso, para dist ingu ir, en los térm inos de Ba-
durante los dos m il años sigu ientes. ruch Spinoza, entre lo adecuado y lo inadecuado.
Cuando oíamos esto, sonreíamos y nos m irábamos. Y en Las pied ras de toque, sin embargo, te lo indican con una
a lgún lugar, tras nuestro acuerdo, estaba e l reconocim iento reacc ión m inera l, y no con un debate d iscursivo. La piedra de
tácito de que cualquier iniciativa política origina l tiene que toque origina l era un pedernal que reacc ionaba a la plata y al
comenzar s iendo clandestina, no por gusto del secreto, sino oro.
a causa de la pa ranoia innata de los que detentan el poder Al escribir esto pienso en el grabado de Kathe Ko llw itz
político. t itulado Obrera (con pendiente), de 1910.
Erhard y yo adm irábamos a Kol lwitz. El la era tan bonda-
En la Repúbl ica Democ rática Alemana, todo el mundo era
dosa como ind iferente era la Histo ri a. Pero su horizonte no
consciente de la historia, de sus legados, de su indiferencia y
e ra más estrecho. De ah í todo el dolor que compartía.
de sus contradicciones. A algunos les contrariaba, otros
Erhard m iraba a la Histo ri a sin m iedo. Eva luaba las catás-
intentaban sacar provecho de ella, la mayoría se centraba en
trofes del pasado y su escala, y e legía en consecuencia las
sobrevivir dejándo la de lado, y unos pocos - muy pocos-
propuestas que ofrecían un futuro más justo y más compa-
intentaban vivir con d ign idad a l t iempo que la m iraban a la
sivo, s in olvidar en ningún momento que probablemente la
cara d ía y noche. Erhard se encontraba entre estos últimos.
persecución de esas propuestas entraña ría amenazas, acu-
Por eso era un ejemplo para m í, un héroe que tuvo una pro-
saciones y una lucha incesante, pues la Histo ri a, aun cuando
funda influencia en lo que estaba intentando llegar a se r.
se la reconozca, s iempre es obstinada, contumaz.
El suyo no era un ejemplo intelectua l, sino ético. Me lo
ofrecía e l s imp le hecho de observa rlo y tratar de responde r a En la década de 1970, a Erhard lo echaron de Verlag der
su proceder cotidiano, a la manera precisa que tenía de enca- Kunst, de la que para entonces era d irector, y lo acusaron, en
rar los sucesos y de tratar con la gente. razón de los libros que hab ía publicado, de forma lismo,
¿Puedo defin irlo? Nunca ll egué a formu larlo n1 s 1qu1era decadencia burguesa y dis idencia. Po r suerte no lo encar-
pa ra mí mismo; era un ejemplo mudo, semejante a un tipo celaron . S imp lemente lo condenaron a rea li za r trabajo social-
particular de silencio. mente út il: ayudante de jardinero de parques y jardines.
Me ofreció una piedra de toque para d istingu ir lo Miremos de nuevo el aguafuerte de Ko llw itz. El pendiente
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es una pequeña declarac ión de esperanza, pequeña pero no esfuerza, en virtud de l solo d ictamen de la razón, en ayu-
por e llo menos orgul losa; y, s in embargo, queda comple- dar a los demás hombres y unirse a ellos med iante la
tamente eclipsado por la luz de l rostro, que es inseparable de am istad. Y as í, refiero a la firmeza aque llas acciones que
su nobleza. Al m ismo t iempo, el rostro ha s ido dibujado con buscan solo la utilidad del agente, y a la generosidad,
líneas negras tomadas de la oscuridad ci rcundante. ¡Y por aquellas que buscan también la uti lidad de otro. Así pues,
eso, tal vez, eligió llevar pendientes! la templanza, la sobriedad y la presencia de ánimo en los
El ejemplo de Erhard ofrecía una esperanza pequeña, peligros, etc. son clases de firmeza; la modestia, la cle-
reservada y persistente. Era una encarnación de la entereza. menc ia, etc. son clases de generosidad .
Una entereza que no era pasiva, sino activa, una entereza que Con esto, creo habe r explicado y mostrado por sus pri-
e ra el resultado de asumi r la Historia, una entereza que meras causas los principales afectos y fluctuaciones del
garantizaba una continu idad pese a la obstinación de la His- án imo que surgen de la composición de tres afectos
toria. prim itivos, a saber: el deseo, la a legría y la tristeza. Por
Un sentido de pertenencia a lo que ha s ido y a lo que ha ello, es evidente que nosotros somos mov idos de mu -
de venir es lo que d iferencia al hombre de los otros an ima les. chas maneras por las causas exteri ores, y que, semejantes
No obstante, enfrenta rse a la Historia s ign ifica enfrentarse a a las o las del ma r agitadas po r los vientos contrarios, nos
lo t rágico. Po r eso tantos prefieren m irar hacia otro lado. Para balanceamos, ignorantes de nuestro destino y de l futu ro
dec idir comprometerse con la Historia, aunque la dec is ión acontecer.2
sea una decis ión desesperada, hace fa lta esperanza. Un arete
Entiendo po r cuerpo un modo que expresa de cierta y
de esperanza.
determinada manera la esencia de Dios, en cuanto se la
Refiero a la forta leza todas las acc iones que derivan de los considera como cosa extensa.3
afectos que se rem iten al alma en cuanto que entiende, y
divido a aque lla en firmeza y generosidad. Po r "firmeza"
entiendo el deseo por el que cada uno se esfue rza en con-
servar su ser, en virtud de l solo dictamen de la razón. Por
"generosidad" entiendo el deseo por e l que cada uno se
.' •
.' •
l Brecht, Bertold, Geschichten vom Herrn Keuner, Suhrkamp
Verlag, Fráncfort, 1973 (versión castellana: Historias del señor
Keuner, en Narrativa completa (voL 3), Alianza, Madrid, 1998)
[N. del Ed.].
2 Spinoza, Baruch, ttica, Alianza, Madrid, 1987, parte tercera,
proposición LIX, escolio [N. del Ed.).
3 lbíd., parte segunda, definición 1 (N. del Ed.).
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Henri Matisse provocaba la vida sensu al, la bendición que supon ían la luz
1869 -1954 del sol, las Aores, las mujeres, las frutas, el sueño .
Cuan do el color se incorpora a un motiv o regular -com o
Desd e siem pre se ha recon ocido la grand eza artística de Ma-
en el caso de una alfombra persa - , const ituye un elem ento
tisse, pero no siem pre se ha enten dido comp letam ente esa
secun dario o comp leme ntario: la lógica del motivo es lo pri-
grand eza. En un clima ideológico de angu stia y nostalgia, es
mero. Cuan do se utiliza en la pintura, por lo general, sirve ya
basta nte probable que a un artist a que, since rame nte y por
sea de elem ento decorativo, embe lleced or de las fo rmas
encim a de todo lo demá s, celebró el Placer, un artist a cuyas
- como , por ejemplo, en Sand ro Botticelli- , ya sea de fuerza
obras son una afirmación de que las mejo res cosas de la vida
que les añad e una emoc ión suple ment aria, como en el caso
son inme diatas y están ahí para servirse de ellas, no se lo
de Vince nt van Gogh. En las obras ta rdías de Mat isse, el
consi dere lo sufic iente ment e serio. Y, de hecho , en las notas
color pasa a ser un factor enter amen te domi nante . Se diría
necrológicas apare cidas tras su muer te la palabra "encan-
que sus colores ni embe llecen ni inten sifican las formas, sino
tador " apa recía con dema siada frecuencia. "Quie ro que la
que las elevan, las trans porta n hasta la superficie mism a del
gente preoc upad a, fatigada por el exceso de trabajo, tenga
lienzo. Sus rojos, sus negros, sus dorad os, sus azule s fluyen
una sensa ción apacible cuan do conte mple mis pinturas." Esa
sobre el lienzo con la fu erza y, sin emba rgo, la profu nda pla-
era la intención de Matisse. Y hoy, cuan do repas amos toda
cidez, del agua sobre una presa, llevándose con ellos, en su
su extensa obra, vemo s que repre senta una evolución cons-
corriente, las formas.
tante hacia el objet ivo, y que sus obras de los últimos quinc e
Este proce so entra ña obvia ment e cierta disto rsión . Pero la
o veinte años son las que más se acercan a ese deseo .
disto rsión se debe much o más a las ideas preco ncebi das de
El logro artístico de Matisse se basa en su uso -o, en el
la gente sobre el arte que a la natur aleza . Los nume rosos
conte xto del arte occidental conte mpor áneo , se podrí a decir
dibuj os que hacía Matis se antes de llegar a la resolución defi-
"su inve nció n"- del color puro. Esta expresión, sin em-
nitiva respe cto al color son una prueb a del traba jo que se to-
bargo, precisa una explicación . El color puro, tal como Ma-
maba a fin de preservar el carác ter esenc ial del tema , al tiem-
tisse lo enten día, no tenía nada que ver con el color abstr acto.
po que lo hacía lo basta nte "boyante" (en el senti do de "flo-
Siem pre afirmó que el color "debe servir a la expresión". Lo
tante ") para navegar en la corriente de su esqu ema de color.
que quería expre sar era "el senti mien to casi religioso" que le
El efect o de esas pintu ras es, cierta ment e, el que él esper aba
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lograr. Sus temas inv itan, uno se embarca, y entonces la co- Bonnard se d isuelven, de modo que sus temas se hacen inal-
rriente de las zonas de color le sujeta en un equ ilibrio tan canzables, nostá lgicos. Los colores de Matisse no podrían
firme que uno t iene la sensación de movim iento constante, estar más presentes, no podrían ser más notorios, al tiempo
una sensación de mov im iento en el que se ha elim inado toda que logran una paz en la que no hay rastro de nostalgia.
fricción. Georges Braque cult ivó su sensibilidad hasta que se convirtió
Nadie que no haya pintado puede aprec iar enteramente lo en algo muy valioso. Matisse amp lió su sensibi lidad hasta
que hay detrás de l dom inio del color en Matisse. Es re lati- que se hizo tan amplia como su gama de colores, y dec ía que
vamente fác il lograr cierta unidad en una pintu ra permitiendo deseaba que su arte fuera "algo parecido a una buena bu-
que dom ine un colo r o atenuando todos los colores. Mat isse taca". Raoul Dufy compartía con Matisse el sentido de l pla-
no hacía ninguna de las dos cosas. Entrechocaba los colores cer, y sus colores eran tan alegres como las fiestas que pin-
como si fueran platillos, y el efecto que conseguía era seme- taba; pero los colores de Matisse, que no son menos alegres,
jante a una nana. van más a ll á de la alegría para manifestar entusiasmo. El
ún ico hombre que puede igualarse a Matisse como colorista
es Fernand Léger, pero sus objetivos son tan d istintos que
apenas son comparables. Léger es esencialmente un artista
épico, cívico; Mat isse es esencialmente líri co y personal.
Decía que las pintu ras y los d iseños de los últimos qu ince
años eran los mejores de Matisse. Obviamente produjo mu -
chas obras excelentes antes de llegar a los setenta. Pe ro hasta
entonces, creo yo, no tuvo ese control completo de su arte, el
control que neces itaba. Se trataba, como él mismo decía, de
Hen ri Mat isse, El periquito y la sirena, i952-1953. "organizarse la cabeza". Como la mayoría de los coloristas,
e ra un pintor intu itivo, pero se daba cuenta de que era nece-
Tal vez, la mejor manera de defin ir el gen io de Mat isse es
sario escoge r rigurosamente entre sus muchos "instintos" a
compararlo con a lgunos de sus contemporáneos también
fin de hacerlos objetivos y poder así construír algo rac ional
profundamente interesados en e l color. Los colo res de Pierre
basado en el los. Este control establece la importantís ima
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diferencia ent re registrar una sensación y reconstruir una de lujo, del aislam iento y del buen gusto que se expresan en
emoción en una imagen dada. Los fauvistas, cuyo maestro las ob ras de Matisse. Fue su est rechez de miras {no se me
era Matisse, registraban sensaciones. Sus cuadros eran {y ocurre otro artista moderno menos interesado en la historia o
son) frescos y estimulantes, pero contaban con la excitac ión la psicología) lo que lo li bró de las actitudes negativas y des-
forzada que evocaban . Cuando Matisse pintaba destel los t ruct ivas del modo de vida de la alta burguesía a l que perte-
rojos en un fondo de rayas azu l ultramarino y magenta para nec ía su arte. Fue su estrechez de m iras lo que le permitió
describir e l movim iento de los peces de colores en una pe- d isfrutar de ese modo de vida s in que este lo co rro m pie ra o
ce ra, lo que comunicaba era una sorpresa placentera: uno se sin critica rlo . Retuvo du ran te toda su carrera algo de esa inge-
queda pasmado por lo que se d iría un momento culminante, nua capacidad de asombro de Paolo Veronese ante la posibi-
pero a el lo no le s igue un desenlace. Fue por esto, creo yo, lidad de ri queza y de lujo que podía haber en la vida. Solo
por lo que Matisse terminó abandonando el fauvismo y re- pensaba en sedas, en mob iliarios, cortinas y alfomb ras fabu-
tornó a una forma de pintura más d isciplinada. Entre 19 14 y losas, en la luz de la Costa Azu l tam izada por las pe rs ianas,
1918 produjo unos cuadros en los que representaba sobre en mujeres ociosas, s in nada más que hacer que estar t um-
todo interiores, magn íficos en su resonante colorido, pero badas en la hierba o en una a lfombra pa ra el de leite de unos
cuyos colores parecen ensamblados, más que d inám icos, t ranqui los ojos mascu li nos, en macizos de flores y acua ri os
como los mueb les de una hab itac ión. Y luego se pasó d iez privados, en joyas, modistas y frutas perfectas; era lo único
años pintando sus famosas odaliscas. En estos cuad ros el que veía, como s i esos place res o esos dones, que no han
color es más li bre y más hondo, pero, al estar basado en una sido dañados por la mención de su precio, s igu ieran siendo
intensificación del color local real de cada objeto, tiene cierto e l deseo y la ambición de l mundo entero. Pero de esa visión
efecto exótico. Este pe ríodo, s in embargo, le condujo a su destiló expe ri encias li gadas a place res sensuales que, diso-
últ ima fase, la mejo r: la fase en la que consigu ió combinar la ciadas de sus circunstancias, se convierten en experiencias
energía de l primer fauvismo con una sabidu ría visual bas- un iversa les.
tante objetiva.
No cabe duda de que la imaginación y el gusto de Mat isse
responden a los estándares de la a lta burguesía francesa .
Ninguna ot ra clase en el mundo mode rno disfrutaba del t ipo
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Fernand Léger
1881-1955
Un día en que yo estaba especialmente bajo de mora l, Za- teza, la modestia de su alegría de vivir, el cuidado con el que
hab laba de su "destino", su manera de hablar de los árboles,
d kine, para an imarme, nos invitó a cenar en un restauran te.
Cuando nos sentamos a la mesa y después de hacer la co- como si tuvieran una biografía tan diferenciada y significativa
como la suya.
manda, me agarró por el brazo y me dijo: "Recuerda que
Hablaba mucho. De lugares, de sus amigos, de aventuras
cuando un hombre se cae por un acantilado, casi sin la
menor duda sonríe antes de tocar el suelo, porque eso es lo que había vivido, de su vida, pero nunca, como hacen los
que su genio le dice que haga". egocéntricos puros, de su opinión de sí mismo. Cuando ha-
Espero que así haya sido en su caso. blaba, miraba lo que estaba contando como si lo tuviera de-
lante de las manos, como si fuera una hoguera en la que se
No lo conocí bien, pero lo recuerdo vívidamente. estuviera calentando.
Muchas de las anécdotas las repetía a men ud o. Como
Un hombre menudo, de cabello cano y ojos brillantes, pene-
aquel la de cuando llegó a Londres por primera vez, a los
trantes, vestido con unos anchos pantalones de franela gris.
diecisiete años más o menos. Su padre lo había enviado a
Lo primero que llamaba la atención en él era su pulcritud, su
Sunderland a que aprendiera inglés y con la esperanza de que
forma de mantenerse limpio. Puede que parezca una manera
desistiera así de la idea de ser artista. Pero él logró llegar a
rara de decirlo, como si nos estuviéramos refiriendo a un
Londres, sin trabajo y sin dinero, y abrirse camino. Lo cogie-
gato o a una ardilla. Y, sin embargo, lo extraño es que, des-
ron en un estudio donde tallaban mobiliario para iglesias.
pués de un rato a su lado, empezabas a darte cuenta de que,
"En alguna iglesia del campo inglés hay un facistol con un
de un modo u otro, son muchos los hombres que no se
águ ila que sostiene una Biblia sobre sus alas abiertas. Pues
preocupan por su aseo. Zad kine era un hombre escrupuloso;
una de las alas la labré yo m ismo. Es un Zadkine, sin fi rma. El
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hombre que trabajaba a m i lado en el ta ller era un verdadero infinitamente frágil, una hoja seca, por ejemplo .
artesano inglés, un t ipo de artesano que yo no había visto en "Antes pensaba que cuando me muriera me quemarían
mi vida. Siempre tenía una pinta de cerveza en su banco de con todas mis tal las. Eso era cuando me llamaban 'el escultor
trabajo, y se ponía gafas pa ra trabajar, colgadas de la punta negro'. Pero ahora todas esas ta llas están en mu seos. Y cuan-
de la nariz. Un d ía aque l hombre me dijo: 'Tu problema es do me muera, me iré con algunas pequeñas terracotas en el
que eres bajito. Nad ie se creerá que puedes hacer e l trabajo . bolsill o y unos cuantos bronces colgados del cinturón, como
¿Por qué no ta llas una rosa para mostrarles que sí puedes?'. un bu honero."
'Y ¿dónde la ta ll o?', le pregunte. Él rebuscó debajo de su
Sentados en un pequeño dorm itorio que da al estud io, m ien-
banco y sacó un trozo de made ra de manzano, un hermoso
tras bebemos una copa de un vino blanco de l que está muy
pedazo de madera vieja, oscurecida por el tiempo. Y de esa
orgul loso y que se trae del campo a París, empieza a reco rdar.
madera ta llé una rosa, con todos sus pétalos y varias hojas.
"Una vez estaba con mi tío en el pueblo; tendría unos
La tal lé tan finamente que, cuando la agitabas, los pétalos se
ocho años, por entonces. Mi tío era ca rpintero de ribera. So-
mov ían . Y el viejo artesano tenía razón. En cuanto se acabó la
lían serrar troncos enteros desde e l pie a la copa para hacer
tarea que había que hace r a toda prisa, tuve que irme de aque l
los tab lones, y los serraban a mano. El hombre en la parte
ta ller. Fui a ped ir trabajo a otros, pero me m iraban escép-
levantada de la sierra parecía un ánge l, porque estaba en alto.
t icos. Era demasiado joven, demasiado menudo, y m i inglés
Pero e ra e l hombre que estaba abajo e l que me interesaba.
dejaba mucho que desear. Pe ro entonces yo iba y me sacaba
Te rminaba cubierto de se rrín de la cabeza a los pies. Serrín
la rosa de l bolsillo, y la rosa resu ltó ser más e locuente que
fresco, resinoso, de modo que e l hombre olía todo él a ma-
yo. Por fin me d ieron un trabajo."
dera, y el serrín se le acumu laba hasta en las cejas. Cuando
Estamos en su estudio, junto a una tal la en madera temprana estaba en casa de mi tío solía ir a pasear solo por la orilla del
de un desnudo. río. Un día vi a un joven que remolcaba una barcaza. En la
"A veces, miro alguna pieza m ía y, cuando me doy cuenta barcaza había una chica. Se estaban gritando muy enfadados.
de que es buena, toco madera o, más bien, me toco la mano De pronto o í que el hom bre uti li zaba la palabra "coño". ¿Te
derecha." Cuando dice esto, Zadkine se toca el dorso de su acuerdas de cómo te asustaba de niño oír ciertas palabras
pequeña mano derecha, como s i estuviera tocando algo proh ibidas? Bueno, pues as í me asusté yo. Recordé habe r
.'
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oído pronunciar esa palabra otra vez antes, y solo Dios sabe ¡oven, pero a lgún día sentirás lo m ismo. A veces veo un
dónde aprendí que era una palabra prohibida. Iba por el pasi- puntito negro ah í arriba, en una esqu ina del estudio, y me
llo entre la cocina y el comedor y, al pasar por delante de una pregunto s i tend ré tiempo de hacer todo lo que tengo por
puerta, vi a un ch ico del pueblo con una de nuestras criadas hacer todavía: corregir todas las escu ltu ras inacabadas. ¿Ves
sentada en sus rod illas; le estaba desabrochando la blusa y esa figura de ahí? Está bien hasta la cabeza. Pero la cabeza
d ijo esa misma palabra. hay que volverla a hace r. Me paso el t iempo mirándo las.
"Corriendo a todo co rrer, me alejé del río y de los g ritos Finalmente, si eres escultor, apenas te queda espacio para ti:
de aque ll os dos en la barcaza y me metí en el bosque. Enton- tus obras lo ocupan todo."
ces, me resba lé y me di de bruces contra el suelo. La ob ra maestra de Zadkine s igue siendo su monumento
Y fue al lí, después de la caída, cuando m i genio me tocó a la ciudad de Róterdam, arrasada y vue lta a levantar. Esto es
con e l dedo por primera vez en la manga. Y así, en lugar de lo que escribió sobre e lla:
segui r co rriendo, me encontré d iciéndome: voy a volver para
Intenta abarca r e l dolor inhumano infligido a una ciudad
ve r por qué me resba lé. Vo lví y vi que donde hab ía resbalado
cuyo ún ico deseo e ra el de vivir por la gracia de Dios y
había arcilla. Y mi gen io me tocó con el dedo en la manga por
crecer de forma natura l, como un bosque... También se
segunda vez. Me agaché y recogí un puñado de arc illa. Enton-
concibió como ejemplo para las generaciones futuras .
ces cam iné hasta un tronco caído, me senté en él y empecé a
modelar una figura, la pri mera de mi vida. Me hab ía olvidado
del m iedo. La figurita representaba a un hombre. Más tarde,
en casa de m i padre, descub rí que tamb ién hab ía arcilla en e l
jardín trasero."
a una fábula. La historia, claro, no cuenta toda la verdad jar los mapas y las ilustraci ones de un libro titu lado The Gra-
phic Bible Jrom Genesis to Revelation in Animated Maps a(
-¿alguna historia la cuenta?- , pero puede que aclare la ver-
dad esencial de su éxito. Charts1 y publicado en Nueva York. (No lo he visto, pero su
título era, tal vez, profético.)
Markus nació el 25 de septiembre de 1903 (Libra era su
Desde los primeros años de la década de 1930 y hasta
signo del zodiaco), en la ciudad rusa de Dvinsk [la actual ciu-
dad letona de Daugavpils). Seis años después de su naci- 1948 trabajó y evolucionó como pintor, y lo que produjo era
sensible, serio y vanguardista, pero no muy sobresaliente.
miento, su padre emigró a Portland, en el estado de Oregón,
Estados Unidos, donde trabajó en la industria textil. En 1913, Visto desde ahora, a la luz de sus últimos logros pictóricos,
se le unió el resto de la familia Rothkowitz, incluido el propio puede parecer sorprendente, pero así era. Incluso sospecho
que la idea original de sus rectángu los, lo que más tarde él
Markus. Al año siguiente muere su padre. A los once años,
Markus vende periódicos, pe ro es un alumno brillante en la mismo llama ría sus "cosas", la había tomado de sus am igos
escuela y a los diecisiete consigue una beca para entrar en la Barnett Newman o Clyfford Still. La originalidad colosal de lo
que estaba a punto de descubri r fue algo parecido a una Visi-
Yale University. Le gusta la filosofía, pero lo que más le inte-
resa es el teatro y la música. No empieza a interesarle de ver- tación y ocurrió al año siguiente, en 1949, cuando tenía ya
cuarenta y seis años. Después de eso, y hasta su muerte,
dad la pintura hasta después de cumplir los veinte. Cambia
veinte años después, ya no volvió a mirar atrás. O, para ser
su nombre de pila y su apellido por el inglés Mark Rothko en
1940, a los treinta y siete años. más exactos, no hizo otra cosa que mirar atrás como ningún
pintor anterior a él lo había hecho.
¿Cuántos artistas judíos inmigrantes hubo en su gene-
Toda la pintura anterior, desde las cuevas del paleolítico
ración? El número ayuda a describir el s iglo xx que acaba de
term inar. Pero el arte de Rothko es singular en su manera de hasta la abstracción moderna, había sido una reflex ió n sobre
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lo visible ta l como se encuentra en e l mundo vis ible exis- ciertas lenguas raras, habladas, creo, por los nómadas, en las
tente, o una manera de jugar con ello . Muchas veces, las for- cuales el futu ro se imag ina detrás de qu ien hab la, porque es
mas pintadas y los colores eran inventados, no solo rep ro- incognoscible, y el pasado, de lante, porque es evidente y se
duc idos, pero todos hacían referenc ia, de un modo u otro, a puede t raza r. Es en este sentido en e l que Rothko m ira hacia
lo que se puede imag inar a partir de la experiencia de m irar al delante a lo que fue e l pri nc ipio.
mundo, a l mundo visible. Esto se puede decir de Andréi Ru- Nadie puede pensar en ver sin conside rar al m ismo t iem-
bli ov o de Willem de Koon ing. Tamb ién se le puede apl icar a po la ceguera. La obra de Rothko está muy cerca de la ce-
las construcciones coloristas de Barnett Newman. Las pin- guera. Una ceguera de color t rágica. Sus mejores lienzos no
turas de Rothko hacen, o proponen, justamente lo contrario. t ienen que ver con la ceguera o con quedarse ciego, s ino con
Tratan de los colores o de la luz a la espera de la creación del intentar quitar las vendas de color de los ojos con las que es-
mundo visible. Su exp resión es la de una premon ición in- taba (o vue lve a estar) a punto de ser creado e l mundo vis i-
tensa, como podría habe r ocurrido en el momento de esta- ble.
ll ido de l Big Bang. (La frase es retórica, y no entiendo cómo ¿Me estoy volv iendo loco?
producen las pinturas el efecto que producen; no obstante,
Con cariño,
estoy seguro de que estos lienzos pa recen estar esperando la
John
aparición del mundo visible. No son post-factum, sino ante-
factum .)
Otra manera de decirlo sería preguntarse si no se referirán
a l acto mismo de la Creación. S i no serán una búsqueda del Alta Savoya
Princip io, de l Origen, en e l lienzo. 6 de mayo de 2001
Besos,
John
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Robert Medley de apuntar desde e l hombro de un campeón de billar. Los
1905-1994 cuadros de Med ley t ienen esa concentración, esa elegancia.
Sin embargo, sus gestos no son nunca engreídos o forzados.
Los cuadros de Robert Med ley fueron muy admirados y valo-
Interaccionan con el mundo; no se retiran. Tienen la modes-
rados por muchos pintores contemporáneos suyos y también
t ia de olvidarse de sí m ismos, que es precisamente lo que les
por algunos otros pintores más jóvenes que é l, de la si-
permite poseer una verdadera e legancia.
guiente gene rac ión. Al m ismo t iempo, su obra fue consisten-
temente infrava lorada o ignorada por las instituc iones públi-
cas, la crítica y los marchantes. Hoy se podría explica r ese
fenómeno, pero la explicación no ent rañaría ana lizar su obra
o su persona, sino, más bien, el cl ima cultural de Lond res du-
rante el período 1950-1980. Y por más interesante que pu-
d iera ser (hay una sospecha in t rínseca de Placer), la obra de
Med ley que ha sobrevivido - tal como la podemos ver
aquí- lo es mucho más. Veámos la.
Lo que hace la obra de Medley tan poco común y tan
gratificante es su destreza. En un sentido estricto, la destreza
se refiere a una habi li dad natural o adqu irida para enfrentarse,
o sentirse a gusto, con lo tan gible. Es algo pegado a las
yemas de los dedos. (Para él, las manos eran tan importantes
como los ojos.) Toda la obra de Medley tiene que ver con e l
acto de tocar. No con el de acaricia r; esa es otra historia. Con
e l quinto sentido, el del tacto.
La destreza también entraña cierto garbo, una cualidad
del gesto. Uno pensaría en un maestro de la pesca lanzando
la caña. En la postura de un viol inista prodigioso. En la fo rma
.'
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Robert Med ley, Autorretrato según Watteau, 1980. maña para hacerse con un horizonte y ut iliza rl o como qu ien
salta a la comba.
Hoy la cualidad de la e legancia se asocia por lo general,
de alguna manera, a la moda, al éx ito, al triunfo. (Med ley se
mostraba sa rdón ico con todo e llo.) Pero hay ot ros t ipos de
e legancia. Por ejemplo, aquel la a la que se refieren los
matemát icos cuando hablan de soluciones. O la elegancia a
la que los viajeros y solitarios esc ritores de ha ikus ded icaron
su extraordinaria sensibilidad y su gran arte a lo largo de tres
siglos.
Versos así:
O estos otros:
Se posó en m i hombro
buscaba compañ ía
la libélula roja.
Natsume Soseki (1865-1915)
Mahmoud Darwish
JB: Si se fija en las caras de esos adolescentes, por ejemplo, semos en su cuadro Muerte de un héroe: la figura yace, ten-
dida en la cama, de forma similar al Cristo muerto de Man-
en la chica que no tiene pareja, verá toda la em patía y toda la
tegna. Es una pintura intensamente conmovedora, preci-
solidaridad que muestra el pintor por sus agobios, y también
samente por la identificación del artista con el sufrimiento del
verá un reconocimiento claro de la vita lidad de su juventud.
.'
.•.
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hombre.
JB: Uno solo se ent rega a algo que ha as im ilado enteramen te.
El hecho de que Guttuso pueda iden tificarse tan comple-
tamente con e l t rabajado r muerto es una prueba de hasta qué
punto acepta personalmente su moral y hasta qué punto lo
hace de forma individual. Pero esta identificación no es más
que e l medio por el cual nos conmueve y se conmueve él
m ismo. Lo conmovedo r realmente es la verdad de la escena:
las sábanas arrugadas, caídas, que cubrie ron tanto dolor, la
pena de los camaradas de ese hombre y de su fam ilia. Una I
obra de arte es conmovedo ra en propo rción directa con e l
grado en el que amplía nuestra experiencia de ciertos hechos
objetivos, sign ificativos .
Renato Guttuso, Muerte de un héroe, 1953.
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BN: ¡Venga, homb re! Algunos hechos que no son "signifi-
JB: Estoy en completo desacuerdo. Los cuadros más conmo-
cativos" desde su punto de vista, a l igual que algunas sen-
vedores de Van Gogh son aquel los en los que sus intensas
saciones pu ramente personales, constituyen un mate ri al muy
emociones se ponen al servicio de la real idad objetiva. Fue
rico pa ra e l arte. Lo ún ico que importa es que el artista se los
po rque sus sensaciones h iperpe rsonales termina ron po r sua-
crea y nos convenza de la autentic idad de sus sensaciones.
vizar su visión por lo que se suicidó. Algún día, su obra vol-
Sería una locura decir que Vincent van Gogh fue menos
ve rá a va lorarse a la luz de este hecho. S in emba rgo, cuando
importante como artista cuando exp resaba unas emociones
Van Gogh decía que quería pintar un paisaje tal como le sor-
intensamente personales que cuando d iri gía esas sen-
prend ía a l cartero que cam ina cotid ianamente por é l, su acti-
saciones hac ia un ideal social.
tud era muy parecida a la de Guttuso, quien t iene una visión
objetiva del mundo y solo se muestra romántico en el fervo r
con el que la expresa. Lo que celebra Guttuso es la vida
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cotidiana de Italia, e l acarreo del peso de la cosecha, la de- misma que existe entre hacer an illos con e l humo del ciga-
term inación del minero, la insta lación de los postes de l telé- rrillo y trabajar como un ca rretero pa ra modelar una rueda
grafo a través de l paisaje, e l aterrazado de las coli nas. que gire adecuadamente.
BN: Pero ¿y qué podemos dec ir de la calidad de esas celebra- BN: Por diferentes que sean nuestras interpretaciones, pa rece
ciones? A veces parece que hay una tosquedad tanto en el di- que estamos de acuerdo en que esta exposición es un signo
bujo como en e l color que es d ifícil de expl icar en un artista a lentador de que el arte está vo lviendo a nacer.
tan consumado. Acepto la estridenc ia de su Heroína de la
lucha por la tierra, de la m isma manera que aceptaría un Sou-
t ine. Pero compare a su minero con los equivalentes de Géri-
cault, de los que se deriva en parte, o sus paisajes de cactus
con un Derain fauvista. ¿Existe a lguna razón, además de la in-
competencia, por la que tengan que ser más torpes?
En cierto modo, las fotos en que aparecen juntos Lee Krasner de su marido es tan estúpida como la discusión acerca de
qu ién influyó en qu ién . (En 1953, Pollock pintó un lienzo titu-
y Jackson Pollock muestran hasta qué punto eran un matri-
mon io de pintores. Se ve en sus ropas. Huelen a pintura. El lado Pascua y el tótem que cualqu ie ra pod ría confundir con
primer amor de Lee Krasner fue un pintor ruso llamado Ígor un Krasne r.) La verdad es que, como pintores y como
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hombre y mujer, du rante esos años los dos se lanzaron a la sus pinturas se dec ían cosas que no podían decirse perso-
m isma aventura, una aventura que resu ltaría mucho más fu- na lmente.) Pero sería un error dar la impres ión de que las
nesta de lo que por entonces ambos hubieran podido prever. pi nturas de Krasne r son esencialmente consoladoras. Entre
Así lo demuest ran hoy sus lienzos. los dos hab ía en juego algo fundamenta l. Una y otra vez, los
Las pintu ras de Lee Krasne r eran por natura leza sensuales cuad ros de Krasner mostraban una alte rnativa a los ext remos
y ordenadas. Sus colores, sus t razos sugieren a menudo la a que ambos presentían que se ace rcaban a los de él. Una y
carne, el cuerpo; su o rden , un jard ín. Aun s iendo abstractas, otra vez, los cuad ros de ella son una protesta contra la ame-
uno entra en ellas para encont ra r, t ras los colores o e l collage, naza de su icid io de l arte. Y pa ra m í que, m ientras ambos
una suerte de bienven ida. actuaban as í en el terreno de la pintura, como pe rsona Lee
En contraste, las pintu ras de Pollock ten ían un objetivo Krasner no podía s ino adm irar la brillante temeridad de Po-
metafísico y eran vio lentas. El cuerpo, la carne hab ían s ido lloc k.
rechazados, y los cuad ros eran una consecuencia de ese re-
chazo. Uno siente cómo e l pintor, primero con gestos casi Un ejemplo obvio de ello podría ser el cuad ro titulado Águila
infantiles y luego como un homb re fuerte completamente calva, rea li zado en i 955, un año antes de l accidente morta l de
coche. Aquí Lee Krasne r tomó algunos trozos de un lienzo
adu lto, ha vaciado la ene rgía y los flu idos de su cue rpo con el
que Jackson Pollock hab ía abandonado - un s imple lienzo de
fin de dejar huellas que demuestren que ha existido fís ica-
lona en trecruzado de churretones de pintura negra- y los
mente. En una ocasión dejó impresas en la pin tura las hue-
llas de sus manos como suplicando al lienzo que reconocie ra incorporó a un gran collage lleno de color que sugiere vaga-
mente e l otoño y e l vuelo de un pájaro. As í, la pintura de ell a
e l cuerpo exilado. En estas obras hay un orden, aunque se
salvó los trazos perdidos de la de él. El ejem plo, sin em-
t rate del orden que existe en el centro de una ex plosión; en
bargo, no es típico, pues esto ocurrió después del suicid io .
todas sus superficies hay una ind iferencia atroz hacia todo lo
Antes, él salpicaba la pintura; ella tomaba los m ismos
sensible.
pigmentos, los m ismos colores y los unía. Él go lpeaba e l
Cuando se cuelgan juntas las ob ras de ambos, podemos
lienzo; ella abría la m isma herida y luego la cosía. El pintaba
ve r con claridad el d iálogo existen te entre e llas. Él pinta una
llamas; e lla un brase ro. Él lanzaba la pintu ra a l modo de un
explosión; ella, ut ilizando unos e lementos pictóricos casi
corneta; y ella pintaba un t rozo de la vía láctea. Los e lementos
idént icos, construye una especie de consuelo. (Qu izá con
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pictóricos - a d iferencia de los objetivos- eran s iempre vis ible contenía secretos ocultos, que med iante el estud io de
similares, cuando no idénticos. Él se prestaba a l d iluvio; e ll a lo visible se llegaba a conocer más de lo que podía captarse
imaginaba el agua cayendo a chorros en un estanque. con una simple mirada. Así, los cuadros estaban ahí para
Pero los mensajes que las pinturas de ella lanzaban a las reve la r una presencia detrás de la aparienc ia, ya fuera esta la
de é l no eran de domesticación . Eran mensajes acerca de la de una madonna, la de un árbo l o, s implemente, la de la luz
continuidad, del deseo de pintar para seguir viviendo. que impregna un ro¡o.
Desgrac iadamente, ya era demas iado tarde. Una desesperac ión, que e ra en parte suya y en parte la de
la cultura que había mamado, llevó a Jackson Po ll ock a recha-
Pollock había puesto patas arriba e l arte de pintar, lo había
zar este acto de fe; a insist ir, con toda la brillantez que como
invertido, lo hab ía negado.
pintor poseía, en que no había nada detrás, en que solo exis-
La negación no tenía nada que ver con la técn ica o la abs-
tía aquello que se le había hecho al lienzo en su lado visible. Esta
tracc ión. Era a lgo inherente a su objetivo, a la voluntad que
traspos ición - tan s imp le y tan terrible al mismo tiempo-
expresaban sus lienzos.
supuso el suicid io del arte.
En esos lienzos, lo vis ible ya no es una apertura, s ino algo
que ha s ido abandonado y dejado atrás. El drama repre-
sentado es algo que sucedió en a lgún momento enfrente de l
lienzo, a ll í donde e l pintor afirmaba que él era la naturaleza.
Dentro de l lienzo o más a llá de él no hay nada. Solo el equ i-
valente visua l del silencio abso luto.
A lo largo de su h istoria, la pintu ra ha servido a muchos
fines diferentes; ha sido plana y ha utilizado la perspectiva; ha
estado enmarcada y ha carecido de bordes; ha sido explíc ita y
ha sido misteriosa. Pero en ella hay un acto de fe que ha
permanecido constante desde e l Paleolítico hasta el cubismo,
desde Tinto retto (a qu ien tamb ién le encantaban los come-
tas) hasta Roth ko. Un acto de fe que consistía en creer que lo
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l Goy: térm ino peyorativo con que los judíos designan a los
gentiles [N. de la T.).
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Abidin Dino nuevo libro. No caigas en la desmesura. limítate a ser rea-
1913-1993 lista. Él era realista con respecto a su cáncer. Sabía lo grave
que era. Pero el adjetivo que empleaba para calificar su es-
A veces tengo la impresión de que, al igual que los antiguos
tado de salud era e l mismo que uno podría usar para des-
griegos, escribo sobre todo acerca de los muertos y de la
cribir un zapato que le lastima, pero con el que tiene que
muerte. Si es así, solo puedo añadir que lo hago con una sen-
andar un largo camino.
sación de urgencia que pertenece únicamente a la vida.
Todas las imágenes de él vivo que me vienen a la cabeza
Abidin Dino vivía con su amada Güzin en el noveno piso
inevitablemente incluyen carreteras, ca ravasares, travesías.
de un edificio de renta controlada, en uno de esos estudios
Tenía la vigilancia de los viajeros. Como escribió Saadi, el
para artistas que en una determinada época construyó el
poeta persa:
Ayuntamiento de París. Eran muy felices allí, pero el espacio
del estudio unido al el de sus armarios no era mayo r que el Quien duerme en el camino se quedará
espacio del que disponen los pasajeros en un autocar. Tra- sin sombrero o sin cabeza.
ducciones, poemas, cartas, esculturas, dibujos, modelos
En la diminuta biblioteca del estudio o de lante del caballete
matemáticos, raki, almendras recubiertas de chocolate, case-
que plegaba cada noche, Abidin viajaba continuamente. Pin-
tes con los programas de radio de Güzin en turco, ropas ele-
taba mujeres que se convertían en planetas. Dibujaba el do lor
gantes (los dos vestían impecablemente, cada cual en su es-
de los pacientes del hospita l co mo si lo hiciera con la aguja
tilo), periódicos, guijarros, lienzos, acuarelas, fotografías; de
del sismógrafo. No hace mucho me dio unas fotocop ias de
todo había al lí amontonado. Y siempre que los visitaba, salía
unos dibujos que había hecho de hombres torturados.
con la cabeza llena del espacio, de los grandes paisajes, los
(Como muchos de sus am igos había estado en la cárcel en
de la Gran Anatolia incluso, así conducían Abidin y Güzin el
Turquía.) Míralos, me dijo mientras subíamos juntos en el
autocar en el que vivían.
ascensor hasta el noveno piso, y algún día puede que lleguen
Esta semana, Abidin Dino murió en el hospital parisino
a ti desde muy lejos unas palabras, tal vez solo una o dos.
de Villejuif. Tres días antes de morir perdió la voz y no pudo
Bastará con eso. Pintaba flores: sus gargantas, sus angostos
volver a hablar.
Bósforos hacia el amor. Este verano, a la edad de ochenta
Casi lo último que me dijo Abidin fue: no exageres en tu años, estando en una yali, una casa en el Bósforo, pintó una
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puerta blanca con un misterioso signo en el la. Una puerta definida, pero juntas, semejantes, en su ene rgía, a las molé-
blanca que no estaba en aquel ya/i, sino en otra parte. culas. Las imágenes, s in embargo, no e ran ni s iniestras ni
La noche de su muerte, me desperté de madrugada. Me simbólicas. Al principio, cuando me las enseñó, pensé que
desperté con la certeza de que había muerto, y recé po r él. In- aque lla mu lt itud de caras eran como las letras de una escri-
tenté convertirme en la lente de una especie de te lescopio de tura sin desc ifrar. Eran misteriosamente flu idas y hermosas.
modo que, dondequ iera que fuera, e l ángel que lo acom- ¿No hab ría vue lto a viajar Abid in? ¿No serían ya aquellas imá-
pañara pud iera ver a Abid in un poco mejor. Qu izá, no mejor. genes retratos de los muertos?, me pregunto aho ra.
Simp lemente, más. Entonces me encontré ca ra a cara con Y en este momento, él responde a m is preguntas, pues de
una hoja de papel blanco, tan llena de luz que no quedaba pronto lo recuerdo citando a lbn Arabi :
sitio para ningún color huérfano.
Veo y me fijo en las caras de todos los que han vivido y
Luego volv í a quedarme do rm ido, s in angustia. A la mañana vivirán un día, desde Adán hasta el fin de los tiempos ...
sigu iente, Se l~uk, nuestro am igo común, me telefoneó para
dec irme que habíamos pe rd ido a Abidin. (Había muerto en e l
hosp ita l como dos horas antes de que yo me despertara.)
Esta vez lloré, ahogándome en la pena, como un perro. La
pena es animal. Los antiguos gri egos lo sabían .
Se suele dec ir, cuando se refiere uno a la muerte de un
hombre noble, que se ha apagado una luz. Es un cliché, pero
¿hay una forma mejor de describir la penumbra que le sigue?
El papel blanco que vi se convirtió en carbón : negro, y e l car-
bón es el color de la ausenc ia.
¿Ausencia? El s igno que Ab idin pintó en la puerta blanca
este verano me recordó otra serie de d ibujos y pinturas que
había hecho durante sus últimos meses. Eran todos de mu lti-
tudes. Imágenes de rostros innumerables, cada persona
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Nicolas de Stael hiciste se reconoce tu mano, como una voz fami liar en la
1914-1955 habitación contigua. Al mismo tiempo, muchos de los últi-
mos cuadros representan la ausencia: el desnudo azul recli-
Hoy me he enterado por la prensa del suicidio de Nicolas de
nado, pintado sin modelo en 1955; una mujer al otro lado de
Stael. Era mejor pintor de lo que él creía. Todo suicidio es el
las montanas y tú delante del glaciar. Un par de meses des-
resultado de la falta de reconocimiento. La persona cree que
pués te suicidaste. Cerraste con llave la puerta del estudio, te
este mundo carece de sentido porque no hay comprensión. Y
subiste a la azotea y te tiraste.
si se es artista, la falta de reconocimiento estará, al menos en
Aunque me falte soltura, quiero describirte cómo se ve tu
parte, relacionada con la actitud de la gente con respecto a su
obra cincuenta ai'ios después. Me ha llevado todo este tiem-
obra. De Stael había llegado a la fama y era un artista acla-
po ver lo que estabas haciendo y adónde llegaste. Puede, sin
mado. He de reflexionar sobre esto. La sociedad capitalista es
embargo, que en ciertos momentos, trabajando, tú mismo
incapaz de recompensar al artista, incapaz de concederle un
supieras lo que voy a decir. Tengo la extraña sensación de
verdadero éxito. Las salvas con las que es honrado suenan
estar escribiendo unas cuantas ideas que solo pueden perte-
igual que el último tiro de la pistola de Vincent. "Incluso las
necer a este momento y al mismo tiempo de estarte vis itando
producciones intelectuales más elevadas solo son recono-
hace medio siglo. Tal vez, el destino consista en esta simulta-
cidas y aceptadas por la burguesía porque se las presenta
neidad.
equivocadamente como productoras d irectas de riq ueza
Durante toda su corta vida, luchó por pintar el cielo, el
material y erróneamente se las muestra como tal riq ueza."
cielo y sus luces. No es de extrañar su ad miración por Phi lips
Señalé este pasaje hace mucho tiempo.
de Kon inck, para quien el cielo era mucho más importante
El cubismo es para nosotros lo que la anatomía para Mi-
que todo lo que pintó bajo él en la Holanda del siglo xv11.
guel Ángel.
También admiraba a Johannes Vermeer. La lucha de Nicolas
de Stael por pintar el cielo fue una lucha heroica.
***
Los cielos no solo cambian de una hora a otra y de una
Me gustaría escribir con la misma soltura de una de tus estación a otra, sino también de un siglo a otro. Cambian
pinceladas, pero no sé. Ante la certeza y las dudas de tu pin- según el clima y cambian con la historia. Esto se debe a que
tura, vacilo y no me salen las palabras. En casi todo lo que el cielo tiene algo de ventana y algo de espejo; una ventana al
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resto de l un iverso, y un espejo de los sucesos terrena les que ap lastados por las bombas ni montones de cascotes, s ino
t ienen lugar bajo él. Los cie los de El Greco reflejan las cons- cómo llega a acepta r la calam idad una persona con a lma, con
pirac iones de la Contrarreforma y de la Inqu isición, de la imaginac ión y con memoria, hasta el pun to de inventarse
m isma manera que los de J. M. W. Turner reflejan la agitación unos gestos propios acordes con los de la destrucción a fin
de la Revo luc ión 1ndustrial. de encontrar así un cam ino en t re las ruinas. Los gestos
Nad ie m ira al cie lo du rante más de un m inuto sin pensa r inventados se perciben en los gestos vis ibles de la pint ura.
un deseo relac ionado con algo que en ese momento teme o En todos los cuadros hay esquirl as de luz, y entre los gestos
espera. destrozados hay un pasad izo por el que cabe emerger. Son
cuad ros que descri ben una forma de arrastrarse hacia la luz
Ent re 1945 y 1948, pintaste las ru inas de Europa con más pro-
del cie lo; y son magn íficos .
fund idad y más precis ión de lo que lo h iciera ningún otro ar-
t ista de entonces o desde entonces. Aque llas obras se consi-
deraron abstractas en el momento, aunque tú s iempre ne-
gaste que lo fueran. Hoy - ta l vez porque estamos viviendo
entre las ru inas de otro orden, en el caos producido por la
nueva tiran ía g lobal y corporativa- parece evidente que el
tema de esas pintu ras y de esos d ibujos es e l de la supervi-
vencia humana, el de continuar viviendo, con una resistencia
extraordinaria y unos añ icos de esperanza, entre los cráteres y
las hecatombes.
¿Qué en t raña esta supervivencia ? Entraña adaptarse,
ap rende r nuevos háb itos espacia les, estar convencido de que
mantenerse a l nivel de l suelo puede ser un acto de resis-
tencia, descubrir lo que sigue s iendo amab le en la deso lac ión
circundante y apreciarlo . Nicolas de Stael, Paisaje a mediodía, 1953.
llos; más sosegados. Del mismo modo, sus colores se vuel- 1952.
ven menos sombríos. Estaba teniendo luga r la recons- De Stael no fue un artista político. Ni siquiera las polé-
micas artísticas de la época -fundamentalm ente entre la
trucción de Europa. Este período de su obra culm ina con la
abstracción y la figuración- le interesaron verdaderamente, y
famosa imagen de los tejados de París, sobre los que se ex-
tiende, abarcando dos tercios del gran lienzo, el cielo pari- solo lo hicieron de una forma marginal. Lo único que contaba
sino, cuyo gris violáceo se parece al de las plumas de una pa- para él era la práctica de la pintura.
loma. Ha alcanzado el cielo tras siete ar'los de arrastrarse en Su presencia como pintor. Da un paso atrás después
hacer uno de esos gestos rápidos y contundentes caracte-
su busca.
rísticos de su pintura, da un paso atrás para examinar el tono
Tres cosas empezaron a cambiar entonces. En primer lugar, y el lugar exacto del color aplicado, y su presencia es la de un
su obra se hizo, nominalmente, más figurativa. Pintó futbo- atleta; salta sobre las puntas de los pies, listo para volver a
listas, paisajes, marinas, barcos en el mar, el cuerpo de una lanzarse.
mujer deseada, el interior de su estudio. En segundo lugar, El espíritu del período -es decir, su relación con las
cambió su paleta. Sus colores se fueron haciendo más esperanzas políticas que lo precedieron y sus propios miedos
competitivos, actuando para y contra los otros, como los ins- proyectados con respecto al futuro-- impregnaba, sin em-
trumentos en un cuarteto de jazz. Y en tercer lugar, la des- bargo, el cielo para los apasionados que tenían ojos para ver.
esperación empezó a asomar al volver de cada esquina. Y sus primeras experiencias vitales habían aguzado la sensi-
El cielo que por fin había alcanzado resultó ser muy dis- bilidad de Nicolas para darse cuenta de la situación que atra-
tinto de lo que había esperado. vesaba el mundo.
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Cuando nac ió Nicolas en San Petersburgo en 1914, su emba rgo, parecen Polaro ids (que todavía no existían), en
pad re era general del ejército zarista, y probablemente uno de cuanto que no prometen futuro alguno y resu ltan de "des-
los más temidos, pues estaba al mando de la fortaleza donde pega r" un momento que se ha ido para s iempre. La oscuridad
se encarcelaba a los presos políticos. Después de la Revo- más abso luta cub ri rá e l estad io cuando acabe el partido.
lución y durante la Guerra Civil, en 1921, su madre organizó la Poco después, abandonó los colores indómitos y volv ió a
hu ida de la fam ilia a Polonia, donde su pad re no tardó en los paisajes y a las marinas de l grisáceo mar de l Norte y a los
fallecer de un ataque al corazón; un mes más tarde le segu iría cielos que los cubren. Con una precisión aluc inante, pintó la
su mad re, qu ien antes de morir hab ía dejado d ispuestas las d istancia entre las cosas: un faro, un barco, la carretera que
cosas para que pasaran a sus hijos a Francia. Hasta los conduce a l borde del acantilado. Pero da la impresión de que
veintitantos años, Nico las vio en Bélgica sin casa y s in docu - lo que muestran las pinturas está a punto de sufri r un cambio
mentac ión. Al parecer, nunca habló de lo que vio o sintió du- colosal, un cambio que puede ser catastrófico. Esto es e l
rante aque l éxodo infant il, sin fami li a. Lo asum ió como una resultado de lo que yo solo puedo denom inar do lor, el do lor
parte más de su destino. brusco de las marcas de la pintu ra. Los colores e ran celes-
t iales, y los gestos, med idos, pero la velocidad de la apl i-
A partir de 1952, empieza la lucha por encontrar la esperanza
cación revela que lo que estaba siendo pintado, incluso la
que había desapa recido de l cielo. Ya no puede vo lver a arras-
d istancia entre las cosas, qu izá, estaba s iendo pintado en el
tra rse entre las tinieb las. En lugar de ello, busca los colores
último momento.
más puros, unos colores indóm itos que pa recen a prueba de
Nada es más vio lento que la te rnura, d ijiste una vez.
balas; unos colo res que desafían a l gris. Los encuentra en los
Esta proxim idad del dolo r metamorfoseaba en gasas y
calzones y las camisetas de la selección nac ional francesa de
vendas las nieblas marinas y las nubes blancas, de una fo rma
fútbol jugando de noche bajo e l arco de focos del estadio del
que ni s iqu iera Ovidio pudo imaginar. Pa ra entonces solo
Pa rque de los Príncipes. Era el partido contra Suecia jugado el
pintabas un cielo herido tras otro.
26 de marzo de 1952 (Francia pe rd ió cero a uno) .
Y lo hacía s in rast ro de compasión por sí m ismo, sino,
Estos cuadros de futbol istas contienen unos reflejos per-
por e l cont rario, permaneciendo fiel a su desmedido respeto
fectamente cronometrados, como si el propio pintor estu-
por los grabados de ru inas de Hercules Segher, en los que
viera controlando el balón o chutando los goles. Y, sin
cada piedra desco locada es del icadamente aprec iada en sí
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misma. pa ra ellos. Nad ie posó para ellos. "Cuando algu ien mue re, se
Finas líneas trazadas en una retina antes de que las mone- lleva con él el secreto que le permitió a él y solo a él vivi r una
das sel len los párpados. vida espiritua l", dijo Hugo von Hofmannsthal en algún lado.
Pocos se dieron cuenta de la inminenc ia de l dolor. Esta- Tu secreto es un secreto. Sin embargo, nunca he visto d ibu-
bas en la cumbre del éxito. Ya habían empezado a destrozarte jos de una ausenc ia tan conc reta. Como s i la mujer que te
los marchantes y los coleccion istas; en 1954 te obli garon a imaginaste allí de pie, de lante de t i, solo hub iera dejado al
pintar 280 cuadros. La búsqueda de alternativas se hizo irse - para provocar repetidamente a tu imaginación- las
desesperada, y tú lo sabías. sombras que estuvieron en algún momento sobre su cuerpo.
Y, por fin, llegamos a los cuadros sici li anos, en particular Son los dibujos de una desaparición. Manchas perfectamente
los pintados en Agrigento. Las ristras de colo res casi se rom- controladas en la retina antes de que las monedas sellen los
pen en e llos, de puro t irantes. El espacio entre las cosas está pá rpados.
rep resentado con una precisión m ilimétrica, pero las cosas
Y entonces descubrí algo más sobre el los. Si uno ladea la ca-
han desaparecido. No hay sustancia, solo polvo. Ya no hay
beza de forma que queden en horizonta l en lugar de en ver-
d iferencia entre e l cie lo y la tierra. El cielo ha sido eliminado.
t ical, incluso las sombras del cuerpo de la mujer se desva-
Lo único que queda es una ausencia, amordazada con unos
necen, y se convierten en dibujos de nubes pardas y una luz
colores profundamente intensos para imped ir que grite.
casi cegadora en e l cielo, una luz que se abre. Nada más que
Al lado de estas pinturas desesperanzadas (desespe-
eso.
ranzadas en térm inos descriptivos, no crít icos), están sus
De Stael fue un pintor que nunca dejó de buscar e l cielo.
pequeños dibujos, rea li zados al mismo tiempo, con unas lí-
Hoy nos an ima a qu ienes formamos e l círculo, un círculo que
neas semejantes a las agujas de pino. Dibujos que recuerdan
no para de renovarse, de los que luchamos por encontrar una
las ru inas po r las que se arrastró cuando el cie lo contenía
salida de la oscuridad presente, una salida, que, pese a todo,
esperanza.
encontraremos. Nos an ima con su va lor y con esos mapas
Déjame que te cuente el resto. He mirado una y ot ra vez los ún icos que nos legó de cómo arrastrarse hac ia la luz.
desnudos de tamaño natu ra l que hiciste a ca rboncillo un mes Du rante la guerra, antes de conocer a De Stael, René Char
antes de tu muerte. No qu iero hab la r de Jeanne, que no posó había escrito:
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Acercas una cerilla a la lámpara y lo que se enciende no l Char, René, Lf\ge cassant, José Cort i, París, i965 [N . de l Ed .J.
a lumbra. Es lejos, muy lejos de ti, donde ilum ina e l 2 Char, René, Feuillets d'Hypnos, Éd it ions Ga lli mard, París,
círcu lo. 2 i 946 (vers ión castellana: Hojas de Hipnos, Visor, Madrid,
1973) [N. del Ed.].
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Prunella Clou gh Willesden. Por la mañ ana temp rano , al atard ecer, por la
1919 -199 9 noch e con lluvia, bajo la nieve , en el calor del vera no, un día
labo rable tras día. Cinc o años ante s, los fe rrocarriles britá-
La línea de Broad Street, así la lla mab an. Era una línea subu r-
nico s habían sido nacionalizado s. La com pañía ferrov ia ria
bana que iba desd e la City hast a Kew Gard ens, en Lond res.
London, Midland and Scot tish Railway, a la que perte necí an
Muc hos ama ntes de las flores y jardi nero s toma ban el pe-
esos depó sitos y que habí a supervisa do su cont inua , caóti ca
queñ o tren de Broad Stree t para ir a visita r ese jardín botá-
y capr icho sa expa nsión, habí a pasa do a form ar parte de Bri-
nico, fund ado en el siglo x1x para el estu dio de las plan tas tish Raíl {los ferrocarriles britá nico s) , que, com o se decía
exóticas que se traía n desd e los luga res más remo tos del
ento nces , eran de todo s. A cons ecue ncia de la nacio na-
Impe rio britá nico , y deja rse fasci nar por sus flore s. A prin-
lización, los nuev os vago nes carb oner os dobl aban la capa -
cipios de la déca da de 1950, yo toma ba este tren va rias vece s
cidad de los antig uos. En aquel aba ndon o propio de la pos-
por sem ana para ir a un co/lege en Richmond dond e daba cla-
guer ra, en algu na parte habí a ciert o esple ndor .
ses, pintura a tiem po parcial. En un punt o del reco rrido , la
Una mañ ana tomé el tren y me bajé en Willesden . Des-
línea rode aba los inme nsos depó sitos ferroviarios de Wil les-
cubr í Atlas Road , Com mon Lane y el depó sito llam ado Nort h
den. Era allí dond e se orde naba , se mon taba y se prep arab a
Pole. y emp ecé a dibu jar los dep ósito s y las vías y los apar ta-
tod o el tráfico que iba y venía de Escocia y del noro este.
dero s. Los dibu jaba una y otra vez, com o quie n dibu ja cada
Material roda nte para pasa jeros , de prim era y de segu nda
noch e a la mism a muje r cosie ndo, a la luz de la mism a lám -
clase , para me rcan cías y para ca rbó n, que hacía el trayecto
para, con la cabe za incli nada sobr e la labor. A vece s los dibu -
entre Leighton Buzzard, Crewe, Pres ton, Carlisle, Glasglow y
jaba com o si fueran Betsabé. Otra s, com o si fuera n un Des-
Lond res. Cada vez que toma ba el pequ eño tren de Broad
cend imiento de la Cruz. ¿Exagero? Sí y no. Era un luga r pro-
Stree t espe raba el mom ento en el que nos acer cába mos a la
pio para la exag eración. Enga ncha r un furgón con otro y con
para da del nudo de Willesden para observar los depó sitos
otro. Form ar un tren con los vago nes de dos. Dese ngan char
ferroviarios. Me sent aba pega do a la ventanilla. He oído decir
un largo t ren y sepa rarlo en cinc uent a vago nes de merc an-
a algu na gent e qu e la prim era vez que se sinti eron muy
cías. Un traba jo prec iso y exag erad o, de día y de noch e, bajo
pequ eños fue al m irar por un teles copi o el cielo noct urno . En
los inten sos focos y a la lu z de l sol. Preci sión y exag eraci ón.
mi caso , eso suce dió al cont emp lar los depó sitos de
Que ría hace r grab ados con los dibu jos. Recuerdo qu e
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llegué a imprim ir alguno con Pru, y una o dos veces e ll a tam-
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canto de la mano y la dejaba más limp ia de lo que yo podría --~~~--·--· . .. ; ~ ~..¡.,,
Ahor a el hueso ha sido desen terrad o, y la esper anza se ha Con afecto y un respe to rayano en la veneración,
trans forma do en un impre siona nte logro. Salvo que esta pala- John
bra no es la acert ada, ¿no crees? Que se vayan al infierno
Que rido John:
todos los log ros y su reco noc imiento, que s iemp re llega
Gracias po r tu carta . Hace casi cuare nta años escrib iste
dema siado tard e. Pero se ha cu m plido un a espera nza de
reden ción. Has salva do gran parte de lo que amas. un gene roso artículo sobre una obra mía, El peso. Fue la pri-
mera y, duran te much os años , la ún ica respu esta cons-
Las pa labra s no son la mejo r ma nera de decir todo esto.
tructiva y positi va a la obra, y nunc a te lo agrad ec í. Pero
Es como t ratar de des cribir el s abor del ajo o el olor de los
nunc a lo he olvid ado, y ahora que estoy reuni endo mi obra (y
mejillones. De lo que qu iero habla rte es de l estud io.
mi vida, supo ngo) para un a expos ición anto lógica, en los
Lo pri mero que pregu ntan los pi ntore s co n resp ecto al
extra ños mom entos qu e estoy viviendo, mu chas cosas me lo
espac io que va a conve rtirse en estud io s iemp re tiene que ver
vuelv en a recor da r.
con la luz. Y uno podría pensa r en los estud ios como en una
Todo lo q ue d ices sob re el estud io es cierto , y el lugar en
especie de inver nader o o de obse rvato rio o inclu so de faro. Y,
el que traba jo es en gran medi da el mism o de siem pre. Una
por supu esto, la lu z es impo rtante. Pero en mi opinión, un
habit ación e n una casa, un a casa más grand e. Está deso r-
estud io, cuand o se utiliza, es much o más parecido a un estó-
dena do y hay pintu ra por todas partes; en las pa redes , en el
mago. Es un lugar de d igestión, de trans forma ción y evacu a-
suelo.
ción. Es dond e las imág enes camb ia n de form a. Dond e todo
Hay un os pince les puest os a secar junto al ra diado r; col-
es al mis mo tiem po regul ar e impre decib le. Do nde no hay un
gada s de las pared es, pintu ras sin termi nar junto con dibuj os
orden apare nte y dond e se origina todo el biene star. Un estó-
de tema s de actua lidad. Un rincó n es tá prepa rado pa ra el o la
mago lleno es, desgr aciad amen te, uno de los sueño s más
antig uos del mund o. ¿No? mo delo , y un as cuan tas repro duccio nes que me han acom -
paña do a lo la rgo mi carre ra de pi ntor ocup an tamb ién parte
Pued e que esté dicien do tod o esto para provo carte, por-
de las pared es. No me preocupa mu cho la luz; a veces es
que m e gusta ría sa ber qu é imág enes te sugie re a ti un estud io
incóm oda, po rque la habit ación da al sur, pero enton ces le
(el lugar dond e se hace n las imág enes) , a ti qu e te has pa-
doy la vuelta a la pintu ra o emp iezo una nueva versió n. Tengo
sado tan tos años solo en uno. Ya me dirás ...
la sensa ción de estar encerra do en un ciclo inaca bab le de
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actividad. Durante la mayor parte de los cuarenta años que temprana colgada al lado, pienso maravillado en la transfor-
llevo pintando, me dejaron tranqu ilo, pero últimamente, de- mación de su capacidad pa ra d ibujar con pintura. Hace poco
bido a las visitas a l estudio y a salir más de lo debido, e l lugar tuve ocasión de ver un libro sob re los retratos de El Fayum
pa rece un barco abandonado. (las pintu ras funerarias egipcias) y, pensando en su parecido
¿Recuerdas cuando vimos por primera vez, allá por la dé- con Paul Cézanne y lo mejor de Pablo Picasso, se me ocurre
cada de 1950, las reveladoras y conmovedo ras fotos de los que desde el principio de los tiempos e l dibujo ha s ido s iem-
estudios de Constantin Brancusi y Alberto Giacometti? Fue pre importante para la pintu ra. Sé que nada de esto te es
un momento muy especial. Hoy cualqu ie r libro dedicado a un desconoc ido - puede in cl uso que te parezca s impl ista- ,
art ista incluye al menos una foto de su estudio. El estudio se pero ese es mi principio y m i fin .
ha convertido en un escena ri o conocido de la obra del artista. La ex posición empezará con aquel la densa pi ntura sobre
¿Es que la actividad se ha hecho más importante que la ima- la que escribiste. ¿Se verá que las obras poste ri ores, relati -
gen resultante, o neces ita la imagen la confi rmación de l estu- vamente más li geras y del icadas, han emergido de mi nece-
d io y del m ito de l artista porque no tiene fuerza suficiente sidad de relacionarme con el mundo exterior po r e l procedi-
pa ra mantene rse sola? m iento de ap render a dibujar?
No sé cómo quedará la obra en las paredes de la Tate Ga-
Tu am igo,
llery. Lo que me ha hecho segui r ade lante du rante todos
Leon
estos años ha sido la obsesión de que tengo que aprender a
d ibujar. Nunca he tenido la sensación de sabe r dibuja r, y la
Que rido Leon:
sensación no ha cambiado con el tiempo. As í que m i obra es
En abso luto pienso que tus ideas sobre el d ibujo son
un experimento en autod idact ismo. "simplistas". Yo tamb ién he visto el extraordinario libro de
Ahora, des pués de tanto dibujar, cuando me paro delante
los retratos de El Fayum. Y lo que más me llama la atención,
de uno de los grandes cuad ros de Paolo Ve ronese, experi-
como a todo el mundo, supongo, es su inmediatez. Están
mento la pintu ra como s i fue ra un apas ionante dibujo explo- frente a nosotros, aquí y ahora. Para eso fueron pintados:
ratorio real izado con óleo. O, al contemplar El papa Inocencia pa ra pe rmanece r aqu í, después de su partida.
X de Diego Ve lázquez, hoy en la National Ga llery, tras avanza r
hasta el Cristo después de la flagelación, una obra más Esta cualidad depende de l dibujo y de la complic idad, la
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interpenetración, entre la cara y e l espacio que la rodea inme- palabras. Pero lo ún ico que puedo responder a eso es: ¡es-
d iatamente. (Por eso, en parte, se nos viene a la cabeza Cé- pero que no aprendas nunca! (Deja ría de haber colaboración.
zanne.) Pero ¿no t iene también que ver con a lgo más, a lgo Solo hab ría soluciones.)
que qu izá se aproxima al secreto de ese proceso tan m iste- Tu hermano Chaim {en el gran retrato de 1993) está ahí de
rioso que llamamos dibujar? ¿No t iene que ver tamb ién con la misma manera que uno de los antiguos egipcios retratados
la colaboración de la persona retratada? A veces estaba viva, a en El Fayum . Su espíritu es d istinto, ha llevado una vida dife-
veces muerta, pero uno siente siempre una participación, un rente, espera algo dife rente. {¡No! Me equivoco, espera lo
deseo de ser visto, o, tal vez, una espera hasta que llegue el mismo, pero de una fo rma d istinta.) No obstante, está igual-
momento de ser visto. mente ahí. Y cuando algu ien o algo está ah í, el método uti li-
Incluso en el caso de un gran maestro, la diferencia entre zado pasa a ser un deta lle. Es semejante a la modestia de l
sus obras más impres ionantes y el resto siem pre se reduce a buen anfitrión.
esta cuestión, creo yo, a la colaboración con lo pintado, o
con su ausencia. Pilar {1994) está ahí hasta ta l punto que nos hace olvidar
todo lo demás. Su vida esperaba ser vista a través de su cuer-
La noción romántica del art ista creador eclipsó - como lo
po, y este colaboró contigo, y tu dibujo pe rm it ió que entra ra
sigue ecl ipsando hoy la del artista estrella- e l pa pel que
esa vida.
t iene en el art ista la receptividad, la apertura. Y esta es la
No d ibujas con pintura como lo hacía Velázquez, no solo
cond ición para cualqu ier tipo de colaboración.
po rque los t iempos son otros, sino también porque la noción
El llamado "buen arte" de l dibujo siempre proporciona
de tiempo es otra; tu apertura no es la m isma tampoco {la de
una solución. Puede ser una solución brillante {Picasso a
é l es un escepticismo sin trabas; la tuya, una ferv ie nte nece-
veces) o puede ser gris {toda una serie de pintores academ i-
sidad de intimidad, de cercanía), sin embargo, el en igma de
cistas) . El d ibujo rea l supone un cuestionamiento continuo,
la colaboración no deja de ser similar.
una torpeza, que constituye una especie de hos pita lidad pa ra
Tal vez, cuando d igo tu "apertura", s impl ifico y soy dema-
aque llo que se está dibujando. Y, una vez ofrecida esta hosp i-
siado personal. Sí, pa rte de t i, pero pasa a otras cosas. En tu
tal idad , puede empezar a darse, a veces, la colaboración.
Cua ndo dices que tienes que apre nder a dibujar, creo que cuad ro Pilar, la superficie del pigmento, esos gestos unos
sob re otros, como los gestos domésticos de una madre a lo
reconozco la obstinació n y la duda que dan orige n a esas
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la rgo de su vida, e l espacio de la hab itación, todos e llos están clavadas con chinchetas en las paredes del estud io. ¿Cuáles?
abiertos a Pilar y a su cuerpo que espe ra se r visto. ¿O está Anoche soñé que ve ía al menos una. Pero esta mañana la
más bien espe rando a ser reconocido? había o lvidado.
En tus paisajes, la receptividad del aire a lo que le rodea Supongo que enseguida em pezarás con el mon taje de la
es todav ía más evidente. El cie lo se abre a lo que hay bajo él, exposición en la Tate. Nunca he expuesto en la Tate, pero me
y en Christchurch Spitalfields, mañana, 1990, se inclina pa ra imagino que debe de se r un momen to d ifícil. No es fácil col-
con tenerlo. En Christchurch, día de tormenta, verano de 1994, gar bien los cuad ros, pues la inmed iatez, e l "estar ah í" propio
la iglesia muestra la misma apertu ra con respecto al cie lo . El de cada cual compite con e l de los demás. Su pongo que la
hecho de que continúas pintando los m ismos motivos pe r- d ificu ltad rad ica esencialmente en verse forzado a verl os
mite que la colaborac ión sea cada vez más estrecha. ¿Se rá como objetos de exhibición. Pa ra Joseph Beuys no hab ía pro-
esto, ta l vez, lo que s ign ifica en pi ntura intimidad? Y la llevas blema porque é l colaboraba con e l espectador. Pero en el
muy lejos, a tu mane ra s iempre inconfund ible. Pues no es caso de ob ras icón icas, como las tuyas, me imagino que se
cosa fác il que e l cielo "reciba" un campanario o una columna, puede producir cierta dis locación, cierta violencia. Pero no
pero s iempre es claro. (Para eso se const ruyeron duran te si- me preocupa; estoy seguro de que sabrán defenderse. Viajan
glos los cam pana ri os y las columnas.) ¡E incluso logras que desde su propio lugar hasta las salas de exposición, como el
un paisaje subu rbano de princ ipios de ve rano rec iba, se ab ra, t ren entre Kilburn y Willesden Green.
a un moto r diésel!
¡Y ah í, de verdad, no sé cómo lo has conseguido! Solo
Con mi mayor afecto y respeto,
John
veo lo que has hecho. ¿Tiene a lgo que ver en ello el calor de
la ta rde? Pe ro ¿cómo se transfo rma e l calor en d ibujo?
Que rido John :
¿Cómo se presta ese calor a ser d ibujado en pi ntura? Lo hace,
Nad ie hab ía escrito sobre el trabajo de d ibujar y pintar
pero no sé cómo. Suena com pl icado lo que d igo, pero, en
con la franqueza y la generosa inteligencia con que lo haces
rea lidad, lo que estoy d iciendo ya está ahí, en ese títu lo sen- t ú en tu últ ima ca rta. El hecho de que hab les de mi t rabajo es
cill o y ma ravilloso: Por ahí viene el diésel. menos importante que e l que reconozcas con tus palabras la
indepen dencia, la separación, de las imágenes.
Dices que hace años que t ienes las mismas re producciones
El "estar ahí" s igue a la nada. Es de todo punto im posible
.'
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hacerl o premed itadamente. Tiene que ver con la colaboración vis ita muchas veces el sitio, se hacen multitud de dibujos, la
de la persona o la cosa pintada, como bien dices, pero tam- mayoría muy ráp idos. La obra se empieza en e l estudio,
bién t iene que ver con la desaparición de esa persona o esa donde cada nuevo dibujo significa un nuevo com ienzo, hasta
cosa en e l momento en que emerge la imagen. ¿Es a eso a lo que un d ía aparece un dibujo que abre el tema de una forma
que te refieres cuando hablas de "la modest ia de l buen anfi- d istinta, y entonces trabajo partiendo de ese dibujo de la
trión"? Los retratos de El Fayum surgen, claro está, de una misma forma que lo hago con Pilar o cualquier otra persona
actitud hacia la vida y hacia la muerte muy d istinta de la nues- u objeto retratado. Es este proceso lo que me parece impor-
tra. En las pirám ides había una vida después de la muerte, y tante.
la vida res idía en la "inmediatez" de los ret ratos, en su "estar No estoy muy preocupado con e l montaje de la expo-
ahí". Si en e l retrato de Pilar se percibe algo semejante, se sición. En la Tate saben lo que hacen. La experiencia, s in em-
debe más bien a los métodos o los procesos pictóricos en bargo, será extraña. Hace mucho t iempo que no veo muchos
los que estoy interesado, más que a que haya intentado pinta r de los cuadros, y cuanto más se ace rca e l momento, más
cierta imagen. claro veo que la obra expuesta representa rá un largo experi-
Pilar empezó a ven ir a posar para m í hace algunos años. mento vita l, para mí interesante, apas ionante; por eso no me
Viene dos mañanas a la semana. Durante los dos o tres pri- preocupa tanto el éxito o el fracaso de la exposición, como el
meros años, la dibujé. Luego empecé a pinta rl a. Pinta r con- ser coherente y pode r segu ir manten iendo el experimento.
siste en trabajar con bastante rapidez en toda la tabla, inten- Eso es lo d ifíci l.
tando relacionar lo que sucede en esta con lo que creo que Las reproducciones que tengo pinchadas en las paredes
estoy viendo. La pintura se mezcla antes de empezar, y s iem- desde que era estudiante son la Betsabé de Rembrandt, un di-
pre hay más de una tab la a mano para empezar otra vers ión. bujo tardío de Miguel Ángel, e l Cézanne de Filadelfia, su Achi-
Es un la rgo proceso. A veces se prolonga durante uno o dos 1/e Empaire, y una fotografía de las ob ras tempranas de Frank
años. Independientemente de que en mi vida estén suce- Auerbach. Hace unos ve inte años añadí una cabeza de Velá-
d iendo otras cosas que pueden afectarme, la imagen que ter- zquez (la de Esopo) y un retrato de Eugene Delacro ix. No las
minaré dejando aparece momentos después de haber ras- miro mucho, pero ahí están.
pado aquí o al lá la pintura en respuesta a un li gero cambio de
mov im iento o de luz. Lo m ismo sucede con el paisaje. Se
Tu amigo,
.' •
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''
Leon desa pare ce y (a vece s) vuelve ah í, insep arabl e de toda s y cada
una de las marc as dejad as en el lienz o o la tabla.
El retra to de Delacroix es el de Apasie. Casi se me olvidaba
que tamb ién teng o el juicio de Salomón de Nico las Pous s in. Desp ués de qu e ha "des aparecido", uno o dos dibu jos cons -
tituy en las únic as clave s de adón de pued e habe rse ido. Pero,
Quer ido leon : por supu esto, a vece s esto s no son suficiente s y nunc a más
Sí, la desa pa rición en un mom ento dete rmin ado de la per-
vu elve.
sona o la cosa retra tada. Y tiene s razó n, no repa ré en ello. la
Sí ciert amen te a nues tra edad lo más impo rtant e es "ser
imagen toma el cont rol. Y en tu caso, apar ece tras toda la •
co here n te" y "ma nten er el expe rime nto". Y la mayor parte del
serie de vicis itude s que acom paña n a los pigm ento s, la tabla ,
tiem po esto es muy difícil.
el emp laste cido, el dibujo y el rasp ado: unas vicis itude s que
Supo ngo que la Betsabé es la que tiene un a carta en la
prod ucen algo tan conm oved oram ente próx imo al desg aste
man o, ¿no? Y en el braz o lleva una pulse ra que es la clave de
prop io de la vida. De mod o que la imag en pasa a dom ina r, a
todo el cuad ro. No sab ría decir exac tam ente po r qué, pe ro, tal
cont rola r, com o dices, si n ha be rlo prem edita do. Y ento nces
vez, tú sí. Y esa maravillosa piern a en la somb ra. Todo pare ce
emp ieza el lento proc eso de desc ubrir lo que hay ahí, sin per-
tentati vo, salvo su cuer po.
t urba rlo. A vece s, de destr u ir lo que hay ahí, sin pertu rbarl o.
Mi ami go, el pinto r espa ñol Miqu el Barceló, ha hech o
(Qui enes nos oiga n dirán que esta mos locos .) ¿Y no suce de
todo un libro de reli eves con un texto en braille para que pue-
algo más desp ués de todo ello o inclu so dura nte tod o ello?
dan senti rlos y lee rlos los ciego s. Y esto me hace pens ar qu e
Lo retra tado -qu e pued e ser tanto una pers ona com o un
si una pers ona ciega pudi era palp a r el cuer po pinta do de la
tren, una igles ia, un a pisc ina- atrav iesa el lienzo y regre sa.
Bets abé, y lueg o el de Pilar o el de Cathy, tend ría la sens ació n
Es com o si desa pa recie ra, se desv anec iera, se conf undi era
de estar tocan do una ca rne seme jante . Y esta seme janz a no
con el resto ; com o si hicie ra un largo viaje por una espe cie de
se debe al mod o de pin ta r, sino a que se de riva de un resp eto
Círcu lo Inter ior (que pued e dura r mes es o un año) y luego
muy seme jante po r la carn e, la pintu ra y sus vicisitudes. Yo
volviera a eme rger en el mate rial con el que tú has esta do lu-
ta mbién he tenid o dura nte años el Esopo de Velázqu ez pin-
chan do dura nte todo ese tiem po. ¿O vuelvo a ser dem asiad o
chad o en la pa red. Una ext raña coin cidencia, ¿no, leon ?
simp lista ? Y de nuevo, a un nivel que no tiene nada que ver con el
Lo "retratad o" emp ieza estan do aquí y ahor a. lueg o
.'
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método, creo ver a lgo en común entre el Esopo y el retrato de Velázquez, quien dec ía: "Pero yo me atengo al natural para
tu hermano Chaim (1993) . Algo que su presencia nos d ice: todo [...]; y m i yerno, que s igue este camino, también se ve la
"Observa, contempla, reconoce, escucha a lo que le rodea y d iferencia que hace a los demás, por tene r siempre de lante el
es exterio r a él, y al m ismo t iempo reflexiona, o rdenando natura l -y más ade lante vuelve a observar-, de sue rte que,
continua mente lo que ha percibido, intentando encontra r un los que fue ren aventajados debuxadores, lo serán en esta
sentido que vaya más lejos que esos cinco con los que ha na- parte [el retrato]".!
cido. El sentido encontrado en lo que ve, po r precario o amb i- Leyendo a Pacheco, uno se da cuenta de que Velázquez
guo que pueda ser, es su única posesión ve rdadera". debía de estar continuamente dibujando y entonces es posi-
La semana pasada estuve en Madrid y fu i a ver el Esopo; ble e m pezar a com prender cómo pod ría habe r emergido la
está en la misma sala que la cabeza de l venado, en la misma imagen de Esopo. Al final de un largo día de trabajo, el artista
vida que Willesden y una piscina infantil. se vue lve del cuad ro en e l que está absorto y se topa con esa
Dime có mo estás. persona extrao rd inaria que acaba de entra r en e l estudio.
Velázquez fue e l ejem plo defin it ivo del artista que t rabaja a
¡Salute! {M i exuberancia me convierte en un latino incorre- toda velocidad para pasar el dibujo a pintura, como lo harían
gible, a pesa r de mis neg ru ras.)
después de é l Edga r De gas o Édoua rd Manet. Dibujar de l
John
natura l con pintura: eso es lo que produce la "inmed iatez", e l
"estar ah í" de lo retratado.
P.S. ¿Qué música te gusta?
Y hay algo más ... El esfuerzo de tu am igo Barceló por los cie-
Que rido John :
G rac ias por tu carta. Sigo pensando en la "inmediatez'', gos me recuerda que hace poco o í hab lar en la rad io a un
ciego de su experiencia de la luz. Decía algo as í como: "La
en ese "estar ah í", y en e l Esopo de Velázquez. Leí una vez en
un libro sobre el artista que "este cuadro no es en absoluto gente que te tranqu iliza, que te anima, produce una especie
un retrato, sino más bien una amalgama de fuentes literarias de luz". (Ya sé que no es lo m ismo que estabas d iciendo tú,
pero ¿no produce e l tacto también una especie de luz?) Ese
y visuales dis imuladas bajo una másca ra de rea lismo". ¡A los
historiadores del arte no se les pone nada po r de lante! Así ciego sabía de un modo u otro que la luz apa rece cuando su
que volví a Francisco Pacheco, e l pinto r y suegro de relación con el mundo exte ri or se hace más profunda. Y as í
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sucede en la pintura. Es impos ible propone rse pintar la luz. l Pacheco, Francisco, Arte de la pintura. Edición del manuscrito
La luz en los cuad ros hace su propia aparición. Es e l resu l- original acabado el 24 de enero de 1638, Instituto Va lencia de
tado de la conclusión de las re laciones que se establecen en Don Juan, Madrid, 1956, vo l. 11, págs. 13 y 144-145 [N . de l Ed.J.
la ob ra. Puede que al pintor le produzca ans iedad, pero la luz
de la obra acabada {pienso aho ra en Cézanne) le sorprende
tanto a é l como a nosot ros nos de leita. En cierto sentido,
antes de completar la obra, e l pintor es ciego.
Es posible que nos hagamos más latinos al envejece r. En
m i caso me gustaría que hub iera sido al contra ri o. O ta l vez
no. Estos días s iento que debería haber nac ido a o rill as de l
Med iterrá neo.
Tu am igo,
Leon
.'
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Anthony Fry roce provoca, extrai'la y simultáneamente, tanto deseo como
1927-2016 hastío.
Mirar al otro lado del muro, óleo sobre lienzo, 113 x 117 cm. O, ta l vez, se trate en este mu ro n i más ni menos que de ese
¿Un muro de qué? ¿De piedra? ¿De ladrillo? ¿De cemento? día concreto tocado por el calor. Ese día concreto que apenas
¿De adobe? ¿O es un muro de calor? El umbral de la puerta y se distingue del anterior o del siguiente, hasta que la estación
el exterior, con la figura que camina, casi podrían estar a este cambia de forma abrupta. ¿Podría ser el muro una fecha del
lado del muro, como si estuvieran reflejados en un espejo calendario perteneciente a una estación? Puede que sea lo
apoyado contra él. que excluye a la eternidad ... en la que, quizá, no haya colores.
Si se lee así, el muro se deshace y se convierte en algo
Como se habla tanto en los tiempos que corren sobre la liber-
parecido a un cielo o a un fragmento de una puesta de sol.
tad artística (y casi todo lo que se dice son tonterías), y tan
Algo parecido sucede en otros cuadros de Fry. Por ejemplo,
poco sobre los límites que impone cualquier arte viable, la
e n el del desnudo echado en la cama de día y el pintor con su
gente ha terminado por pensar que el arte es un campo abier-
caballete visto al otro lado de una ventana. ¿Está echada la fi-
to. En realidad, el arte se parece mucho más a una rese rva
gura en la sombra azu l de una habitación o en un cielo azul
cercada. Por su misma natura leza no está abierto al resto de
rugoso? ¿Dónde está ese azu l? ¿O dónde está el rojo en el
la vida; por el contrario, alza muros, muros altos, para pro-
primer cuadro? En un pintor con la técnica y la experiencia de
teger el equilibrio que intenta mantener. El riesgo que corre
Fry, no hay duda de que esa ambigüedad no se debe a la to r-
constantemente el arte es el de caer en la autocom placencia.
peza, la indecisión o el error; es intencio nada.
(La moda actual de impactar no cambia nada.) El arte está
Me da la impresión de que en estas pinturas Fry in tenta
continuamente cerrando el paso ... tiene que hacerlo a fin de
demostrar que no hay d ivisión entre la tierra y el firmamento,
crear la calma necesaria para que se oiga su voz. Sin em-
que lo distante negocia continuamente con lo cercano a fin
bargo, ese cerrar el paso, ese dejar fuera, sus exclusiones,
de intercambiar sensaciones y que esto se debe a que la expe-
pueden llevar fácilmente a la autocomplacencia, la cual, a su
riencia de cierto tipo de calor le sitúa a uno en una esfera más
vez, produce una reducción de la energía. De ahí la necesidad
que en un plano.
cíclica del arte de nuevos ímpetus.
Aquí el calor cambia la superficie de todo lo que toca, y el
El arte toma nuevas fuerzas regularmente. Y no lo hace
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como se cree hoy, perezosamente, gracias a las "revolu- 2008-2009.?
1931 cont exto. Los cuad ros no son litera les. Son físi came nte rea-
les, en parte, porq ue Auerbach ha apre ndid o a inves tigar a
Sea lo que fuere lo qu e deje n de hacer, vayan a ve r los quin ce
travé s del dibujo; y en pa rte, porq ue com pre nde las intimi-
nuev os cuad ros de Frank Auerbach expu estos en la Beaux
dant es limit acion es de la pintu ra. Explicaré lo que quie ro
Arts Gallery. Seis de ellos repre senta n a una muje r sin ropa ,
deci r con esto, porq ue está en el cent ro mism o de l prob lema
tend ida en una cama ; otro s seis, solar es en cons trucción de
al que tiene que hace r frent e hoy todo verd ader o pintor, y al
la ciud ad de Londres, y tres son vista s de Prim rose Hill, tam-
que se enfre nta Auerbach desd e hace varios años .
bién en Lo ndres. Todo s ellos están muy traba jado s, de tal
En sus prim eras obra s dom inab a el colo r del barro y el
mod o que el pigm ento es dens o, irregular, oste ntos o. Las in-
pigm ento tenía varios cent ímet ros de grosor. Parecía que ha-
fluen cias más obvias son, indir ectam ente , Rem bra ndt; direc-
bían sido pinta das a oscu ras, con un palo. Cuan do las vi por
tame nte, David Bomberg. Muc hos se senti rán tenta dos a
prim era vez, recon ocí ense guid a la fuerza de los dibu jos que
decir que estas obra s son confusas, qu e son una marai'la, un
las aco mpa ñaba n, pero los lienzos en sí no me convencieron.
fracaso. Pero quie nes lo diga n, sin emb argo , serán aquellos
Hoy, a la luz de esta nueva exposición, veo que cons tituí an
que no son cons cient es de la natu ralez a de la pintu ra, que
un paso esen cial en la evol ución de Auer bach. Hoy todo pin-
solo cono cen los estilo s pres enta dos en los catál ogos de
tor tiene que estab lecer su gene alog ía, el punt o del que parte
vent a del arte mod erno . su arte. Algunos eligen estab lecer lo en la geom etría , por
Los quin ce cuad ros expu esto s tiene n una extraordinaria
ejem plo. Auerbach eligió com o punt o de parti da la dens idad
pres enci a física. Por eso he dich o "una muje r sin ropa" en
del pigm ento . Partió de lo más próximo a la esen cia que le es
lugar de "un desn udo femen ino". Ella está tumb ada en su
posib le a cualq uier pintor. Elija lo qu e elija el pinto r com o ori-
cam a, y el espe ctado r, mirá ndol a sin mole starl a, deja de ser
gen de su arte, este siem pre nos pare cerá inad ecua do. Siem-
un desc onoc ido. Los solar es en cons trucción o vacíos son pre pare cerá igual a inten tar cons truir una casa co n cerillas.
lugar es húm edos , dond e el barro se pega a las bota s Y la
Pero es cont ra esta inad ecua ción cont ra lo que ento nces em-
hum edad se cond ensa en las lona s emb read as. La luz del
puja el pintor. A veces dura nte años . Siem pre cons cient e de
cielo es muc ho men os reconfortante que una taza de té. ¿Son
la rique za de la vida y la pobr eza del arte. Y ento nces , de re-
esto s cuad ros tan literales com o los estoy desc ribie ndo?
pent e, esa inade cuac ión se trans form a en una ventaja. Le ha
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dado la vuelta, de modo que sirva a su objetivo. El embarrado
inerte y apagado de los primeros cuadros de Auerbach ex-
presa ahora elocuentemente una determinada climatología y
la profundidad excavada en los solares en construcción, de la
misma manera que en el caso de la mujer desnuda expresa
elocuentemente la materialidad de la carne. Cuando un artista
hereda una tradición, su evolución se hace más fácil. Aquí y
ahora, nadie hereda una tradición, y, por consiguiente, el ar-
tista se enfrenta a dos peligros con la única ayuda de su
obstinación. Puede dejarse engañar y tratar de imitar la vida.
La imitación viene a ser algo parecido a los ardides de los
vendedo res o de los viajantes: se limita a estimular las ganas
de tener o ver la cosa real. O puede dejarse engañar y caer en
el subjetivismo. Para mí, estas cerillas son troncos, se diría a
sí mismo, y así, se pondría a jugar alegremente con ellas y a
contarse historias. Lo que tiene que hacer el artista, si qu iere
avanzar, es crear desde el descontento. Qué solemne suena.
Pero lo que significa es que debe aceptar las limitaciones de
su arte. Solo desd e esas limitaciones puede crear. Su lucha
entonces se verá como el equivalen te de la vida. Y nos llegará
su conmoción al reconocer que ha conseguido algo, nos lle-
gará de una forma tan vívida como cualquier conmoción que
nos depare la vida. Esta exposición produce muchas conmo-
ciones de este tipo.
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Vija Celmins d igo esto con la intenc ión de compara rl os, s ino para intentar
1938 transm it ir a qué t ipo de observación me refie ro, una obser-
vación en la que la precisión tona l es importante y que re-
Hay que verlas. No se pueden explicar con palabras. Y las
qu ie re una técn ica de investigación paciente y d iscreta.
rep roducciones vue lven a llevarlas al lugar de l que vin ieron .
(La mayor parte de sus obras tienen su origen en fotografías .)
Uno t iene que estar a una d istancia desde la cual pueda tocar-
las.
Se ha hablado de la importancia que tuvo (tiene) Diego
Velázquez en su ob ra. Lo creo. Una o dos de las cosas que
qu ie ro dec ir sobre el la tamb ién podrían referirse a Velázquez;
y no se me ocurren sino un puñado de otros pinto res de los
que se pueda dec ir lo m ismo. La cond ición esencial de su ta-
lante común es cierta forma de anon im ia, su echarse a un
lado.
Vija Celm ins tiene sesenta y tres años. Nac ió en Riga. Sus
pad res emigraron a Estados Unidos. Vivió cuarenta años en
Venice, Californ ia. Ahora vive en Nueva York.
Mi opinión es que, cuando vis itó el Museo de l Prado y
descubrió a Velázquez, hubo un cuad ro que le llegó a l cora-
Vija Celm ins, Cielo nocturno núm. 4, 1992.
zón: Las hilanderas.
Pinta y d ibuja. Pinta óleos y dibuja a láp iz. Sus obras Otros temas suyos son las autop istas, los aviones de la 11
están muy acabadas y muestran cómo son las cosas: una es- Guerra Mund ia l en e l cielo, la superficie de la luna, Hi ros-
tufa e léctri ca, po r ejemplo, un te levisor, un horni llo, una pis- hima después del bombardeo, la superficie de los des iertos,
tola. Estas cosas no están tomadas de fotos; son de tamaño e l océano, el cielo nocturno. Aunque, ta l vez, puede resu ltar
natura l y están pintadas a la mane ra de la Venus del espejo. No equívoco dec ir que estos son sus temas. Más bien son los
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luga res desde los que le llega ron noticias a su estudio de Ve- El escepticismo de Celm ins le hace saber que la pintura
n ice. Y con frecuencia estas not icias venían en forma de foto- nunca puede obtener lo mejo r de las apariencias. La pintura
grafías. (En algunos casos, como en el de l océano, eran foto- siempre va a la zaga. Pero la diferencia es que, una vez fina-
grafías tomadas po r ella m isma.) lizada, la imagen permanece fi ja. Por eso, la imagen tiene que
Me la imagino en su estud io, cerrando los ojos para ver, estar colmada, no de parecido, sino de búsqueda. Todos los
porque lo que qu iere ver, o lo que tiene que ver, siempre está trucos se gastan . Solo lo que llega s in pedi rlo encierra espe-
lejos. Cuando los abre solo mira a su d ibujo. Lo que hace ranza.
cuando cierra los ojos es semejan te a lo que hacemos todos Juega a un ¡uego llamado Fijar la imagen a la memoria.
cuando nos acercamos al oído una caracola. Coge en la playa once gu ijarros para mira rlos (como lo hace-
Dibuja el espacio ga láct ico; nunca sale y nunca perm ite mos todos cuando estamos ociosos) y los funde en bronce y
que su imaginac ión se des borde. Imaginar es demas iado fácil los pinta. ¿Puedes distingui rl os? ¿Puedes? ¿Estás seguro?
y demasiado absorbente. El la sa be que t iene q ue permanecer ¿Cómo? Se trata de un ejercicio en el que e l escepticismo
años sin moverse de su puesto. ¿Haciendo qué? Esperando, ocupa el primer plano. (Y además es una forma de dar valor a
d iría yo. los guijarros origina les.)
Y aqu í es donde Las hilanderas de Ve lázquez nos dan una A d iferencia de Penélope, ella no deshace por la noche lo
clave. Vija Celmins es la artista Penélope. Lejos continúa la que ha tej ido durante el d ía, a fin de mantener a los preten-
cruel guerra de Troya. Hirosh ima ha s ido arrasada. Un hom- d ientes bajo control. Sin embargo, el resu ltado es e l m ismo,
bre en llamas se a leja corriendo. Arde un tejado. Mientras pues a l día s igu iente segu irá avanzando lentamente con el
tanto, el mar que separa y e l cielo que m ira desde las alturas lápiz por el agua re luciente, en perpetuo movimiento, y cuan-
se muestran profundamente ind iferentes. Y aquí, donde está do por fin term ina una hoja de papel, coge otra. Y s i es e l
e ll a, nada tiene sentido, excepto su fidel idad, inverosími l y cielo noctu rno, va de ga laxia en ga laxia. Su paciencia se basa
probablemente absurda. en el conocimiento de la d istancia que ha de quedar cubierta.
Lleva treinta años ignorando las modas, las corrientes y la En una ocasión d ijo: "Creo que hay a lgo profundo en el
hipérbole artística. Su comprom iso era con lo lejano. Podía hecho de t rabajar con un mate ri al que es más fuerte que las
mantener una fidelidad tan inverosím il gracias a un profundo pa labras y se refiere a otro lugar que es un poco más m iste-
escepticismo pictórico y una d isciplinada paciencia. rioso".
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Nada de esto sería inte resante en sí mismo a no ser que (la rga-breve-la rga) , lo consigue Celmins con la presión de
se la conozca y se la aprecie. (Yo m ismo no la conozco.) No sus dedos, una especie de código morse efectuado con el
es necesario a rgumenta r su contribución . Es tang ible y res ide lápiz. Y así, gracias a esta med ida constante, las gél idas imá-
en las misteriosas imágenes enma rcadas y cubiertas con cris- genes de la d istancia se hacen más cál idas. Lo cual nos hace
ta l, esas imágenes que t ienen que estar a una distanc ia que te vaci la r y cuestionarnos algo.
permita toca rl as.
Me la imagino como Penélope porque sus imágenes son
artesana les (la cabeza inclinada sob re la mesa, t rabajando s in
salir de casa du rante años y años), a l tiempo que aque llo de
lo que hablan -de la gue rra, de las distanc ias insostenibles,
de desapariciones, de la vo luta de humo en e l cañón de la
pistola rec ién d isparada- es ma lo o amenazante.
Y esta ext raña combinación conduce a una extraña t rans-
formac ión . Cuadricu la la foto, centímetro cuad rado a centí-
metro cuadrado, y t ranscribe devotamente, olvidándose de s í
misma. Es demas iado inteligente y demas iado escéptica pa ra
copiar; t ranscribe con toda la fide lidad de que es capaz. Y
cuando por fin ha te rminado, hay una imagen de l crue l
océano, o del cruel océano fotografiado en un instante cri-
mina l, en la que uno pe rcibe el toque de una mano amorosa.
Es vis ible y tiene una pe rfección artesanal.
Lo m ismo sucede con todas sus pinturas y sus dibujos.
Mi ran descaradamente a lo que hay y a lo que hace el homb re
y a las dimens iones de la soledad, y todos ellos están s is-
temáticamente tocados po r el amor.
Lo que hacía Homero con sus hexámet ros dactíl icos
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Michael Quanne que he leído un libro de Jean-Paul Sartre - dijo-, y cada vez
1941 que mencionaba la libertad de elección, yo pensa ba que ha-
berla, igual la hay, pero hay que buscarla con lupa."
Nació hace cuarenta y tres años en Surrey, al sur del río, pero
A los dieciséis años lo arrestaron por primera vez y lo
cuando cumplió un año su familia se mudó a Bethnal Green
' acusaron de intento de hurto. Desde entonces, el período
en el East End londinense. Fue en esas calles de la posguerra,
más largo que ha pasado fuera de la cárcel ha sido de t res
tan típicas de Londres como Charles Dickens, donde apren-
años. La mayor parte de su vida adu lta la ha pasado dentro.
di ó a soñar, a correr, a observar: las mismas calles, los mis-
Dentro podría ser ot ro título para este libro.2 Solo en un cua-
mos bloques de viviendas, que pintaría treinta años después.
dro (el de la playa) no se ven muros ni ventanas ni rejas.
No consiguió acaba r la primera enseñanza. "El sistema
Todos los demás tienen que ver con algún tipo de encarce-
educativo se basa en las palabras, y en mi casa no se ha bla ba
lamiento. ¡Cuántas caras mirando por la ventana! Las he con-
mucho. Yo era verbalmente inarticulado."
tado: treinta.
Parecéis un par de sujetalibros, vosotros dos, decía ''(Te acuerdas de cuando arrestan a Pierre, en Guerra y
acaparáis la estufa, no decís ni mu, os sentáis ahí, dor- paz, y están a punto de ejecutarlo? - me preguntó-; se salva
en el último momento, y entonces observa a los soldados,
mís, miráis. 1
Tony Harrison. que están enterrando a los que ya se han cargado."
"En la escuela me gustaba d ibujar los mapas y colorear los Unas figuras de rostro lívido, atemo rizado, se afanaban
en torno al cadáver de l último fusi lado. Al viejo soldado
países. Era lo único que me gustaba. No me sabía las capi-
ta les, eran los contornos lo que me atraían." El pintor ya es- de hermoso bigote que desató la soga le temblaba la
mandíbula. El cadáver cayó al suelo. Y otros lo arrastraron
taba ahí, en estado emb rionario. Y también el incansable pre-
guntón, pero en esa fase las preguntas no llegaban a formu- prestos detrás del paredón y lo tiraron a una zanja. Sin
larse, solo eran impulsos de sortear lo que existía, de dejar duda sabían que eran asesinos, y querían tapar su crimen
lo antes posible.
este lado a fin de ver el otro, el reverso, de hacer novillos.
El mes pasado, en el metro de París, me preguntó: "Y tú,
"Ese pasaje -continuó- se me vino a la cabeza hace años
¿crees en el libre albedrio?". Farfullé alguna ambigüedad. " Es '
cuando un juez me puso siete años de condena. Se apresuró
.'
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a leer la sentencia, sin mirarme s iqu iera una vez. Sabía que de Michael Quanne, hay que abandonar a los privi legiados y
estaba haciendo una injusticia." un irse a los exclu idos.
La autoridad cierra los ojos y sueña con la eficacia del castigo A t ravés de las te las harapientas se ven los grandes vicios;
(n inguna autoridad sueña con la justicia}, igual que la mujer las togas y ropajes de piel todo lo ocu ltan. El pecado con
vest ida de azul y con los ojos cerrados, la mujer que casti- oro se
gaba a los niños haciéndolos bailar delante de toda la clase y recubre,
que s igue apareciendo en sus pesadillas. y la fuerte lanza de la justicia se rompe inofens iva.
Para entrar en el mundo de Michael Quanne hay que Vest idlo con ha rapos y el dardo de un pigmeo lo
abandonar la idea de que en este mundo hay justicia, de que atravesa rá.3
la gente se merece lo que tiene, la idea de que el d inero suele Will iam Shakespeare, El rey Lear.
se r la recompensa del esfuerzo y las hab ilidades de uno, de
La palabra "primitivo", cuando se utiliza en relac ión con un
que todo e l mundo t iene más o menos las m ismas posibi-
pi ntor como Quanne, es dob lemente confusa. Quanne es un
lidades de decidir, la idea de que los buenos y val ientes ter-
art ista plenamente consciente y d iestro. (Hab lando con él de
minan por ser reconocidos, la idea de que e l "bien social" es
arte recuerdo m is conversaciones con L. S. Lowry, qu ien tenía
a lgo que se ha de debatir para que triunfe el mejor argu -
tanto de prim it ivo como un monje budista.) Es más, en la ca-
mento; hay que abandonar ese inmenso espacio de autocom-
lificación misma asoma cierta confusión, y esto es algo que
placencia, donde todos los horizontes son morales, y, por e l
se ha de entender si se qu iere acepta r lo que ha logrado hacer
contra ri o, entrar en un rincón aba rrotado de un edific io ex-
Quanne.
tenso y achaparrado, en el que nueve de cada d iez puertas
Cualquier pintor profesional aprende un lenguaje pictó-
están cerradas con llave, donde no hay perspectivas ni hori-
rico determ inado, y este lenguaje, visto desde lejos, s iempre
zontes, sino solo deterioro (de ma l en peor), donde casi todo
es limitado porque ha sido desarrollado para expresar y satis-
lo que sucede en tu ri ncón es a rbit rario, incierto o peligroso,
face r unas experiencias y no otras. Todas las formas artísticas
donde no hay apelación posible porque nunca ha habido a
están íntimamente re lac ionadas con un t ipo de experiencia.
dónde dirigi rl a ni qu ien la leyera, y donde lo ún ico que t ienes
La d iferenc ia entre la mús ica de cámara y e l jazz no es una
claro es lo que te dices a ti m ismo. Para ent rar en el mundo
d iferencia de calidad, no t iene que ver con el refinamiento o
.' .
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con el virtuosismo, sino con dos modos de vida distin tos,
modos de vida que quienes se dedican a la una o a la otra no
han elegido, sino que han nacido en ellos. La técnica profe-
sional adquirida por un aprendiz en el estudio de Gains-
borough era ideal para pintar plumas y satén, pero inútil para
pintar una pieta.
En el arte, todos los est ilos aprecian unas experiencias y
excluyen otras. Cuando algu ien intenta introducir en la pin-
tura una experiencia vital que el estilo en curso o los estilos
tradicionales excluyen, los profesionales suelen ti lda rl o de
torpe, grotesco, burdo, naif o primitivo. (Le sucedió, entre otros,
a Gustave Courbet, a Vincent van Gogh, a Kllthe Hollowitz, y Michael Quanne, Libre albedrío, 1993-
antes le había sucedido a Rembrandt.)
Sería un error achacar este fenómeno a la mala fe de los Dicho lo cual, la pintura de Michael Quanne es excepcional
profesionales, pues, en cierto sentido, los epítetos son co- por la riqueza y la sutileza de la experiencia que narra. Todas
rrectos. La experiencia intrusa no puede compartir la cultura las figuras, por peq ueñas que sean, son un retrato; no hay
de las experiencias apreciadas, favorecidas en una sociedad estereotipos. (S in duda , Q uanne es un buen na rrador, pues
dada. Tiene su cultura propia, una cultura de exclusión. Po r tiene ese poder de observación: cuando ve una cara, detecta
su m isma natu raleza, requi ere una expresión distors ionada, un destino.) Cada gesto pi ntado se deriva de una experie ncia
inconexa o torpe en relación con el gusto predominante . activa: observemos las figuras que trepan por el mu ro en
¿Cómo se podrían preservar los recuerdos de exclusión y ser, Fuga en masa, o el muchacho levantando los cubos en Hora
al mismo tiempo, fino y sofisticado? del desayuno o la pa reja que avanza hacia el espectador en
Paraguas. Y digo "pareja" porque, aunque sean niños, ya son
ancianos.
Esta ambigüedad sobre la edad presente en su arte (trans-
forma en ni ños a los ad ultos en la vida rea l) está arraigada en
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su experiencia, creo, y puede que guarde relación con tres jardín exterior para el que se hicie ron los triciclos que hay
ideas: que los niños que se crían en la calle maduran pronto, dentro ... Este es un libro compuesto de imágenes de encarce-
que a los presos se les trata como a niños castigados y que, lam iento... y sueños de li bertad.
entre aquellos a quienes la ley ha declarado culpables, mu-
chos podrían alegar una inocencia que nunca será formulada.
No hay nada poético o conmovedor en relación con esta ino-
cencia; no es sino el asunto y sus circunstancias vistos desde el
otro lado, de l lado en donde apenas nada llega a fo rmu larse,
pero en donde el ans ia de amor (y s i no amor, respeto)
permanece intacta.
Por último, me gustaría señala r una dimensión en el arte
de Michael Quanne que no se de riva de un ento rno o medio
social específico, s ino que es un iversal: la presencia sentida
de lo que no es vis ible. Cada uno de sus cuadros pa rece algo
estudiado deten idamente desde una ventana, un exterior
visto desde dentro o un interio r visto desde fuera . Por su-
puesto, uno podría ver cualqu ier cuadro de esta manera. Pero
en los de Michael Quanne, e l espectador se hace consciente
de que la "ventana" está recortada en un muro que oculta
a lgo. Lo que vemos t ransm ite una inqu ietante sensación de lo
que hay más allá de l marco. El pie de la colina hacia e l que se
d irigen los patinadores. Lo peo r - aque llo que Quanne d ice
que prefiere no pintar- , los portones de la pri s ión, el ban-
qu illo de los acusados, el unifo rme. El lugar m isterioso del
que proceden los an imales. El cie lo en el que volará la co-
meta. La inmanenc ia detrás (o dent ro de) cada ladri llo. El
.' •
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l Ha rrison, Tony, Book Ends, en Selected Poems, Random
House, Nueva York, 1987 [N. del Ed.).
2 Se refiere al libro de la obra de Quanne para el que fue es-
crito este artículo: Michael Quanne: Prison Paintings, Murray,
Londres, 1985 [N. del Ed.).
3 Shakespeare, William, King Lear (1605-1606) (vers ión caste-
llana: El rey Lear, Cátedra, Madrid, 1986, acto IV, escena 6)
[N. del Ed.].
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Maggi Hambling lenguajes cotidianos del mundo. De ahí, la soledad del amor.
1945
Cuando algu ien es amado, está o ha s ido desenmascarado. El
Los poetas, a diferencia de otra gente, solo son fieles en verbo "desenmascarar", en el uso norma l, sugiere que lo que
la desgracia y abandonan a quienes les va bien. estaba detrás de la máscara es algo innob le, que uno se pone
lvo Andrié, 19 17 la máscara para fing ir sobre algo que, si se revelara, no sería
deseab le. Cuando es el amor el que desenmascara, se le da la
Aquí estoy, a l principio, donde acordamos, y no sé qué hacer.
vue lta al sentido, y la conclusión es la contraria: se descubre
Los d ibujos que s iguen cuentan su propia historia y hablan
que lo que está detrás de la máscara es todavía más adorable,
por sí m ismos de una fo rma imp resionantemente d irecta,
más digno de amor {y puede que, a veces, incluso más
desnuda. Añad irles palabras equivale a cubrirlos y distraer la
noble) de lo que la máscara quería aparentar. No hay amor
atención de su desnudez. Yo iría aún más lejos: al añad irles
sin desnudez.
palabras - las que fueren - se corre e l ri esgo de censurarlos.
¿En qué consiste una máscara? La fama con todas sus exa-
No se puede describi r la persona amada a los ot ros. Y no es
geraciones. Una cara con sus expresiones. Un esti lo de vida
porque el amor sea ciego, sino porque a la persona que ama
con sus adquis iciones. Un par de ojos con su juego de seña-
le han enseñado a lgo que por lo general está oculto, o lo ha
les. Un cuerpo con sus poses. Casi todo lo pe rsonal que pre-
descubierto e lla m isma. Los amantes se desnudan uno a l
sentamos al mundo funciona a modo de máscara. La vida so-
otro con pasión, y parte de la promesa que encie rra la pasión
cial lo requ iere. En ciertas culturas, se reconoce abiertamente
fís ica es la posibilidad de que la persona amada te abra su
la teatra lidad de la máscara; en otras, como la nuestra, es
corazón: una promesa que a veces se cumple, pero lo más
a lgo profundamente confuso. Pero, en cualqu ier caso, las
frecuente es que no sea sí. Sin emba rgo, cuando se cumple,
máscaras son necesarias. El desenmascaram iento que rea liza
los amantes se descubren el uno al otro algo oculto a l resto
e l amor transciende esa necesidad. De ah í, la subversión del
del mundo. Puede que la revelac ión sea muy breve o puede
amor.
que sea tapada o negada casi al instante, pero no por eso deja
de ser una reve lac ión, y, por su propia natura leza, las revela- Me acuerdo de Henrietta Mo raes; solía frecuentar el Soho de
ciones son impos ibles de comun icar en ninguno de los Lond res, a ll á por la década de 1950. No la conocí
.'
.•.
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personalmente. Si alguna vez llegué a hab lar con ella, no miste ri osas. 1ntentaré explicarlo.
sería más que un par de palabras. Sin embargo, la m iraba A Franc is Bacon le fasc inaba Henrietta y la pintó muchas
mucho; me fascinaba. Se ponía sus d iferentes másca ras des- veces. No e ra tanto que fueran amigos íntimos - Bacon no le
cuidadamente, de ta l modo que incluso un desconocido rega ló un solo cuadro- , s ino que compartían una compli-
como yo, en el extremo opuesto de la barra o hundido en una cidad. Se confirmaban el uno al otro, y supongo que esa
butaca en el rincón más distante de la m isma estancia, alcan- complicidad era el resu ltado de que los dos hab ían aceptado
zaría a ver lo que se extendía detrás. Utilizo e l verbo "exten- la m isma proposición, a sabe r, que lo peo r ya les había suce-
derse" porque lo que había detrás de sus máscaras, fuera lo d ido.
que fuera, se pa recía a un paisaje ab ierto, al t iempo que ella, En el caso de Bacon, esto constituía la base de su vis ión
posada en su taburete o avanzando ga rbosa hac ia la puerta, del mundo y de su ideo logía en cuanto art ista y le condujo a
pa recía un caballo que iba a ser montado a pelo. un tipo peculiar (y, a m i modo de ver, criticable) de compla-
Va le. Pe ro ¿qué interés tiene eso aqu í y ahora? Mis vívidos cencia. En el de Hen ri etta, supuso la base subjetiva desde la
recuerdos de Hen ri etta no coinciden en nada con la leyenda que encont rar su propia forma de va lor, un valor incan-
que corría sobre ella ni, en cualqu ier caso, con las ve rsiones descente.
que dio la prensa de esa leyenda. Según la leyenda, Henrietta, Es sobre esta incandescencia sobre la que quiero decir
una fabulosa modelo y musa de un círcu lo de pinto res, icono unas palab ras. Cuando Henrietta llegó al Soho, s iendo toda-
y re ina del Soho en la década de 1950, mantuvo su trono todo vía Audrey, no Henrietta, a los d ieciocho años, lo peor que
e l t iempo que pudo hasta que a consecuencia de la bebida, el pod ía sucede rl e ya hab ía sucedido. ¿Qué fue? No lo sé. Y
LSD y los excesos entró en barrena. Falleció tiempo después, dudo que ella m isma pud iera darle un nombre. No se trataba,
de cirrosis hepática, a los sesenta y s iete años. sin embargo, de una exageración o de una fantasía de adoles-
As í fueron los hechos. De lo ún ico que tengo dudas es cente. Había pasado por a lgún t ipo de horno de l que hab ía
sobre la secuencia de su ascenso y caída. Henrietta ten ía toda salido refund ida. Su experi encia le decía que nada volvería a
una corte de adm iradores sobre los que ejercía su poder de se r tan malo, y probablemente as í fue hasta su muerte.
re ina, imperiosa y espléndida, y entonces, ese poder empezó No tengo n ingún derecho a esc ri bir esto. No la conocí.
a decli nar. Sin embargo, las personas no son imperios, y su Solo la miraba desde el extremo opuesto en salas llenas de
fatal idad era de un t ipo distinto, sujeta a unas leyes más gente. Lo que veía en ella no era desesperación, s ino más
.'
.•.
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bien una impaciencia, combinada con cierto tipo de audacia, anticipaba el momento en el que Henrietta antes de mo ri r le
por ir más y más al lá, más y más ráp ido. Este tipo de impa- pide a Maggi que la abrace fuerte. Y la tercera predecía que se
ciencia suele ser egoísta y obsesivo. Mientras que, en su enamo rarían.
caso, la audac ia que acompañaba a la impaciencia era algo Y todo ello sucedió . Y la historia de cómo y por qué su-
que ella ofrecía a los otros y quería compartir. Y esto era lo ced ió la cuentan los inmorta les d ibujos que sobrevivieron.
que daba lugar a su incandescenc ia. Se le puede llamar ca- No es que se cuente en los dibujos, sino que son los dibujos
risma, glamu r, atractivo sexual, belleza. Todos estos tér- los que lo cuentan, pues la historia es inherente a cada línea
minos, s in embargo, son demas iado gene ra les para desc ri bir d ibujada, a cada vac ilación del carboncillo, a cada corrección,
lo que yo observaba. Exactamente, lo que generaba su incan- a cada marca provisional, de amo r, dejada en el papel.
descenc ia era la audacia que ella ofrecía, que ponía a dispo-
sición de los otros.
La oferta, sin embargo, no era gratuita; iba ligada, aunque
fuera vagamente, de fo rma tác ita, a un contrato que decía:
hagamos lo que hagamos juntos, lo haremos de ta l manera
que vo lvamos a engañar a la vida y retrasemos un poco más
su crueldad; no busca remos juntos el placer, s ino el con-
suelo . Evidentemente hab ía qu ienes encontraban este con-
trato escandaloso, en particular, qu ienes s imple mente iban
en busca de l placer. Ot ros carecían de la resistencia para ate-
ne rse a ese cont rato durante mucho t iempo. Pero Henrietta,
creo yo, lo mantuvo.
Cuando Maggi Hambling se encontró cara a cara con
Hen ri etta en febrero de 1998 (ya se hab ían conocido, pero
este fue un encuentro decisivo), el Destino puso tres cartas
boca abajo sobre la mesa. La pri mera mostraba a Maggi d ibu-
jando a Henrietta día t ras día hasta su muerte. La segunda
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paso, el d iscurrir por el tiempo, no es algo que el artista bus-
que conscientemente; emerge de forma natura l en el acto de
dibujar.
Contemplemos la formac ión de una boca, cómo des-
punta, cómo sobresale y se hunde, cómo oculta la com isu ra,
cómo se abre para sacar la lengua o se cierra; y entonces,
cuando intentemos trazar estas cosas, nos encontraremos
siendo conducidos, fase a fase, hasta el nacimiento de esa
boca; y s imp lemente e l hecho de observar la mueca que deja
ver los dientes y la manera en la que se separa de la nariz nos
lleva a la muerte de esa boca. Cada rasgo de una cara está en
un estado de suspensión entre la memoria y la expectación.
No hay nada en el mundo que vibre con la complej idad con
la que lo hace un rostro humano vivo, y sus vibraciones pare-
cen olas atravesando el mar del t iempo, de ta l modo que
qu ien d ibuja se convierte en un observador, a l borde de l
agua, de todos las batientes de la vida de esa cara. Cuanto
más entran las olas en e l dibujo, menos quedará de la más-
cara en esa cara. En verdad hay dibujos - como algunos de
Maggi o de Remb randt- que desenmascaran. ¿No se arre-
Maggi Hambling, Estudio de Henrietta Moraes, i998.
pentirá de esta comparación? No, no me arrepentiré.
Dibujar una cara es una mane ra de tomar apuntes para
A veces, cuando estoy dibujando, tengo la sensación de que
una biografía. Los buenos retratos son al mismo t iempo
mis dedos son más inteligentes o más sutiles que m is ojos y,
proféticos y retrospectivos. (Esto es más claro cuando son
ciertamente, más inteligentes que m i cerebro. Cuando uno
d ibujados en luga r de pintados, pues el color, que tiende a
d ice dedo, dice mano, y cuando dice mano, d ice brazo, y
ins istir en un presente eterno, puede ser una distracción.) El
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cuando d ice brazo, d ice hombro. En sus mejores momentos, Cada historia de amor es distinta, pero todas tienen que ver,
uno dibuja con todo el cuerpo, incluidos los gen ita les. No de una manera o de otra, con el deseo y con la compasión .
obstante, devolvamos el brazo a los dedos. Lo que se denomina atracción siempre lleva inscrito en su
A los dedos que tocan el papel con un trozo de ca rbon- interior una clausu la secreta re lativa al consuelo : consuelo
ci ll o, con un lápiz o una goma de borrar. Pero ¿es eso lo ofrecido y dado. No estoy pensando en la emoción de la
ún ico que hacen?¿ No están tocando también la cara, la nariz, compasión, estrechamente relac ionada con la idea de cle-
e l cabello, los ojos, a fin de cerrarlos un poco? ¿No están to- mencia. Pienso en la compasión como un e lemento, o, ta l
cando las com isuras de la boca? ¿Cuál es la relación entre vez, la base, de otras emociones y pasiones. O para decirlo
tocar y acaric iar, entre una tachadura y una caricia? de una forma más sencilla: no hay amor s in compasión, y
No sé la respuesta exacta, pero reconozco el m isterio. Y cuanto más viejos nos hacemos, más claro lo vemos. Maggi
está conectado con otro, el misterio escondido tras el hecho y Henrietta lo sabían.
de que esta serie de dibujos, que registran los últ imos días de Estos dibujos nos recuerdan que, en e l sexo y en la
una bohemia alcohólica, me hacen pensar, a m i pesar, en los compasión, la manera de tocar es tan primord ia l como en el
ánge les. Hay en e l Museo del Prado una pietii de Antonello d ibujo.
da Mess ina: e l cuerpo de Cristo desplomado en los brazos de Y una última observación: los diez dibujos real izados por
un delicado ángel. Estos d ibujos sostienen a Henrietta de la Maggi en la morgue o m irando el ataúd de Henrietta son los
misma mane ra que e l ánge l sostiene el cuerpo de l Cristo ún icos en los que no hay borraduras. A los muertos los toca-
muerto. Dicho esto, pasemos inmediatamente a ver la d ife- mos de ot ra manera. En los últ imos dibujos, real izados de
renc ia entre las dos s ituaciones. En la mayoría de los d ibujos memoria, vuelven las caricias.
de Maggi, Henrietta no está muerta, y en algunos participa de
una fo rma activa, ent regándose o exigiendo promesas, bus-
cando y ofreciendo consuelo. Los dibujos forman parte de
una h istoria de amor. {Se podría pensa r en el los como s i fue-
ran cartas de amor, esc ritas po r ambas.) Pero ¿de qué tratan
verdaderamente las histo ri as de amor? La respuesta no está
en los cu lebrones, está en lo más hondo de uno mismo.
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Lia ne Birn berg metá lico, a un martillo, o a un par de labios; tod o depe nde de
Pero hay otra reacción menos explíc ita, que define tanto la
vo luntad, la fuerza que impu lsa a Peter Kennard, como la
neces idad que tenemos de su obra. Esta es la reacción entre
lo que sabemos y {muchas veces) rep ri mimos y aquello
sob re lo que mien ten quienes deten tan el poder. Kenna rd está
entregado a hacer visible lo invis ible, y por eso ha elegido el
fotomontaje como med io artíst ico. O a reve lar lo que se es-
conde, ya sea deli be radamente o inconsc ientemente. Estas
reve lac iones parecen indeco rosas y son nob les.
Entre otras razones, son nobles po rque invocan e l futuro.
La última imagen de l libro es un feto en el útero del globo.
Hoy vivimos en una cultura tan obsesionada con las ven-
tajas a corto plazo que ya se ha olvidado del futuro. El par-
loteo inmediato de los med ios de comun icación . La pro mesa
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l Kennard, Peter, lmages Jor the End of the Century: Photo-
montage Equations, Journeyman Press, Lond res, 1990 [N . del
Ed.J.
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Andrés Serrano aná lisis de sangre se convirtió en algo alarmante, y muchas
1950 grandes empresas obligaban a sus empleados a hacerse aná-
lisis de orina.
Hoy es Viernes Santo, el día marcado por las iglesias cris-
Cristo está inmerso en estos dos fluidos. La imagen se
tianas para rememorar la agonía y muerte de Cristo en la
concibió también como un ataque a la Iglesia católica ro-
cruz.
mana, cuyas doctrinas, persecuciones e inquisiciones han
Hace seis días, el obispo de Aviñón, apoyado por varios
sido lo opuesto de la compasión que Cristo demost ró y pre-
grupos católicos fun damentalistas y por el Frente Naciona l
dicó. Seguramente que, enfrentado al azote del sida, Cristo se
(que obtuvo un 27 % de los votos en las últimas elecciones
hubiera acercado a sus víctimas y les hubiera ofrecid o su
loca les), obligó al museo de la ciudad a cerrar sus puertas
ayuda.
porque estaba exhibiendo una obra fotográfica del artista
El polémico error de Serrano (la estética de la obra es una
neoyorquino Andrés Serrano titulada Piss Christ [Que le den a
cuestión completamente aparte) reside en el título. Si la hu-
Cristo, o A tomar por saco Cristo).1 La obra, realizada hace
biera titulado Orina, sangre y Cristo o Cristo inmerso en orina y
más de veinte años, muestra un crucifijo dentro de un tarro
sangre, habría demostrado lo que quería demostrar.
que contiene sangre y orina.
Pero lo tituló Piss Christ. Y este improperio es una agre-
Al día siguiente, un pequeño grupo forzó la puerta del
sión, una vio lenta provocación. (El insulto parece pedir una
museo y rompió la obra. El ministro de Cultura francés se ex-
reacción y que se produzca un escándalo.) El provocat ivo tí-
presó en contra de este ataq ue a la libertad de expresión y de
tulo es también blasfemo, pues insu lta a lo sagrado.
creación. Todos los medios de comunicación calificaron e l
El hecho de que el obispo en cuestión haya declarado que
incidente de vanda lismo gratuito.
la fotografía es una blasfemia no debe disuadirnos en abso-
luto a la hora de tener en cuenta el término y utilizarlo. No
Y yo me pregunto algunas cosas. Me parece que se trata de
hay razón para concederle a la Iglesia el monopolio de algu-
algo más doloroso y más complejo, además de ser sinto-
mático de una tendencia actual, más ampl ia, a emborronar nas palabras. (Todas las formas de fanatismo comienzan con
los nombres de las cosas. Sí. apoderarse de las palabras.) Una figura como la del abad
Serrano explica que rea lizó esta obra y otras parecidas du- Regís de Cacquercy, de Aviñón, me recuerda a los eclesiás-
rante la primera epidemia de s id a. De pronto, hacerse un ticos que retrató León Tolstói con esa magnífica cólera suya
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en su última obra, Resurrección. (La Iglesia o rtodoxa exco- beneficiarse.
mulgó a Tolstói.) Es Viernes Santo, cerca de la media noche.
Miliones de personas que viven al margen del ministerio
de las diferentes iglesias creen y sienten el ejemplo de Jesús,
como guía de sus vidas o como una revelación de lo posible.
Su ejemplo ofrece esperanza y ofrece piedad. Es esa fe, y no
los símbolos o los mandatos de las iglesias, la que exige que
se la considere sagrada y, por consiguiente, que no se la in-
sulte infundadamente. Las dos palabras Piss Christ (no la ima-
gen) constituyen un insulto infundado.
¿Por qué vuelvo a contar esta historia trivial, cuya impor-
tancia ya ha sido pomposamente exagerada en los medios de
comunicación? Porque es un ejemplo de lo más elocuente de
cómo un uso in teligente de las palabras puede suplir la igno-
ranc ia colosal sobre cómo se entienden las cosas a pie de
calle. Al ponerle a su obra este irres petuoso título, Serrano
parece haber olvidado la extensión y la complejidad de la fe a
la que yo me refiero. ¿Se olvidó? ¿O ya no lo sabe?
En el di luvio de la comunicación bajo el que vivimos, mu-
chas veces los juegos de palabras y las poses reemplazan a la
realidad de un número incalculable de otras vidas. Y esto
conduce a la paradoja de que la ignorancia acompañe con
tanta frecuencia a la información más reciente.
La semana pasada, en un programa de televisión, le pre-
guntaron a un economista neoliberal qué significaba invertir
globalmente. Y su respuesta fue: invertir es esperar
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l El sustantivo inglés piss significa "pis". El verbo to piss s igni -
fi ca "mear", pero en la lengua familiar o vulga r y con según
qué preposición o en qué contextos, tiene, entre otros mu -
chos significados, los de "tocar las narices / los huevos ... (a
alguien)", "mandar (a alguien) a tomar viento, por saco, etc.".
En castellano se pierde el juego entre el pis (que forma parte
de la obra) y el improperio [N. de la T.).
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Juan Muñoz durará para siempre. Y, sin embargo, junto con e lla viene,
1953-2001 furtivamente, otra cosa, que parece una broma, pero no lo es.
(Juan gastaba buenas bromas.) Algo que te hace alucinar y
Viernes
que se asemeja al movimiento del pañuelo del prestidigitador
Nazim, estoy llorando la muerte de un amigo y quiero com-
después de un truco de magia, una suerte de ligereza, total-
partir mi pena contigo, como tú compartiste tantas espe-
mente opuesta a lo que uno está s intiendo. ¿Reconoces lo
ranzas y tantas penas con nosotros.
que quiero decir? ¿Es esta ligereza una frivolidad o una nueva
instrucción?
El telegrama llegó de noche,
solo tres sílabas: Cinco minutos después hacerte esta pregunta, recibo un
fax de mi hijo, Yves, con unos versos que ha escrito para
Ha muerto.
Juan:
Estoy llorando a mi amigo Juan Muñoz, un maravilloso ar-
Siempre aparecías
tista que hace esculturas e instalaciones y que falleció ayer en
una playa, en España, a los cuarenta y ocho años. riendo
Quiero preguntarte algo que me intriga. Después de una con un nuevo truco.
Nos han hecho prisioneros Me gustaría presentarme: soy un mecán ico español (solo
nos han encerrado: me ded ico a los coches, no a las motos) que se pasa la
a mí en un calabozo
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mayor parte de l t iempo echado en e l suelo debajo de un de Jo rge Lu is Borges, que era un reaccionario; y de Nazim
motor, buscándolo. Pero, y esto es lo importante, de vez Hi kmet, que fue comun ista toda su vida. Nuest ro s iglo fue un
en cuando hago una ob ra de arte. No es que sea artista. siglo de masacres sin precedentes, s in embargo, e l futuro
No. Pero me gustaría dejar esta tonte ría de arrastrarme que imaginaba {y po r el que luchó a veces) aspi raba a la fra-
bajo coches llenos de g rasa, y convertirme en el Ke ith Ri- tern idad. Muy pocos de los s iglos anteriores hab ían aspirado
chard de l mundo del a rte. Y si esto no es posible, t rabajar a algo semejante.
como un cura, solo med ia hora, y con vino.
Estos hombres, Dino,
Le esc ri bo porque dos am igos {uno en Oporto y ot ro en
que llevan jirones de luz
Róterdam) quieren invitarnos al sótano del Museo de Co-
¿adónde van, Dino,
ches de Boyman y a otras bodegas {confiemos en que
en esta oscuridad?
más alcohólicas) en la ciudad vieja de Oporto.
Tú, yo tamb ién
Tamb ién menc ionaron algo del paisaje, que no llegué a
estamos con el los, Dino.
entender. ¡Paisaje! Creo que debe de ser a lgo así como ir
Nosotros tamb ién
en coche m irando a tu alrededo r o m irar a tu al rededor
hemos vislumbrado el cielo azul, Dino.
cuando vas en coche...
Perdone, caballero, acaba de entrar otro cliente. ¡Hala!
Sábado
¡Un Triumph Spitfire! Puede que esta vez tampoco te esté viendo, Naz im. Sin em-
bargo, juraría que te veo. Estás sentado al ot ro lado de la
O igo la risa de Juan, rebotando en el estud io, donde está solo
mesa, en el po rche. ¿Has reparado alguna vez en que la
con sus s ilenciosas figu ras.
forma de la cabeza muchas veces sugiere el t ipo de pensa-
Viernes por la noche miento que se da norma lmente en su interio r?
A veces me parece que muchos de los grandes poemas del Hay cabezas que ind ican una velocidad implacable pa ra el
siglo XX, escritos tanto po r mujeres como por hombres, pue- cálculo. Otras que reve lan una determ inación en la perse-
den ser los más fraterna les que se hayan escrito nunca. De cución de las ideas. En estos tiempos, muchas reve lan la
ser así, esto no tiene nada que ver con las consignas polí- incomprensión de las pé rd idas constantes. Tu cabeza - su
t icas. Se puede dec ir de Ra ine r Maria Rilke, que era apolítico; tamaño y tus ojos azu les med io cerrados- me sugiere la
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coexistencia de muchos mundos con cielos d istintos, uno en pa ra no aul lar. Una persona con la esperanza entre los d ien-
otro, dentro de otro; no int im idante, calma, pero acostum- tes es un hermano o una hermana que infunde respeto. Qu ie-
brada a las mu ltitudes. nes carecen de esperanza en el mundo rea l están condenados
Me gustaría preguntarte sobre e l pe ríodo que v1v1mos a estar solos. Lo mejor que pueden ofrecer no es más que
hoy. G ran parte de lo que tú creías que estaba sucediendo en compasión . E igual da que esas esperanzas entre los d ientes
la historia, o creías que debería suceder, ha resultado no ser estén frescas o ajadas cuando se t rata de sobrevivir las no-
más que una ilus ión. El socialismo, ta l como lo imaginabas, ches e imaginar un nuevo d ía. ¿Tienes café?
no se está construyendo en parte a lguna. El capital ismo cor- Lo voy a hacer.
porativista avanza sin trabas, aunque cada vez más sea más Salgo del porche. Cuando vuelvo de la cocina con dos
refutado, y las Torres Geme las del World Trade Center han tazas -y e l café es turco- te has ido. En la mesa, a l lado de
sido voladas. El mundo superpoblado se empobrece con la cinta adhes iva pegada al borde, hay un libro abierto por un
cada año que pasa. ¿Dónde está hoy ese cielo azu l que vis- poema que escribiste en i962.
lumbraste con Dino?
Si yo fuera un plátano descansaría en su sombra
Sí, esas esperanzas, respondes, se han hecho jirones,
Si fuera un libro
pero ¿cambia eso a lgo, realmente? La justicia s igue siendo
leería sin aburrirme en las noches de insomn io
una plegaria de una sola palabra, como canta Ziggy Marley
Un lápiz entre mis dedos no querría ser
ahora, en tu tiempo. Toda la historia trata de esperanzas
Si fuera una puerta
manten idas, perdidas, renovadas. Y con las nuevas espe-
abri ría a l bien y cerraría al mal
ranzas llegan nuevas teorías. Pero pa ra los hac inados, para
Si fuera una ventana, una ventana abierta de par en par
qu ienes tienen muy poco o nada, excepto, a veces, va lor y
s in cortinas,
amor, la esperanza func iona de otra manera. La esperanza es
metería a la ciudad en el cuarto
entonces a lgo que se muerde, que se pone entre los dientes.
Si fuera una palabra llamaría a la belleza, la justicia, la ver-
No lo olvides. Sé rea lista. Con la esperanza entre los d ientes
dad
viene la fuerza para continuar aun cuando e l cansancio no se
Si fuera una palab ra
pase nunca, viene la fuerza para, s i es necesario, elegir no gri-
hab laría de m i amor suavemente.
tar cuando no es el momento, sobre todo, viene la fue rza
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Rostía Kunovsky
1954
Tengo un amigo que se llama Rostía Kunovsky. Es checo de
nacimiento, vive en París y es pintor. Lo conozco hace más
de veinticinco años y desde entonces he venido siguiendo su
trabajo. Tanto su visión como su práctica pictórica son origi-
nales y continuas. Hay una o dos personas que de cuando en
cuando le compran un cuadro, pero nunca ha habido nadie
que quisiera promocionar su obra.
Alguna vez, la prensa habla de mí diciendo que soy una
de las voces más influyentes hoy en el mundo de las artes
visuales. Y, sin embargo, no he sido capaz por el momento
de convencer a ningún galerista ni a ningún comisa rio de ex-
Rostia Kunovsky, Sin tftulo, serie Fenetres Lettres, figura 1, 2011.
posiciones para que hicieran algo con la obra de Kunovs ky.
Mi voz no cuenta en los circuitos en los que se mueven los búscate un trabajo, ahorra, escucha a Jane
inve rsores y los promotores artísticos. Amén. todos sabemos que los paraguas son más ca ros
Me propongo escribir ahora sobre una exposición de sus cuando llueve
últ imas obras. Una exposición imaginaria. Q ue el lector e lija y las noticias siempre son malas
la ciudad. Se inauguró el pasado miérco les. Invité a Tom ¿puede ser de otra manera?
Waits a la inauguración, y vino y cantó Talking at the Same
Time (Todos hablan al mismo tiempo). Ben Jaffe tocó el trom- Rostía ha titulado su última serie de obras Fenetres Lettres
bón y había también varias guitarras. Tocaron delante de uno (Ventanas Letras).
de los grandes lienzos - sin enmarcar- de 2 x 2 m. Las letras en cuestión no forman palabras, más bien son
acrónimos estarcidos que representan términos cuyo signi-
ficado original nos pasa inadvertido o ha caído en el olvido.
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todos hablan al mismo tiempo
unos lo están pasando ma l
mientras a otros no les puede ir mejor
alguien hace dinero cuando la sangre corre en las calles
2011.
No hay duda de que los vivos desplazan a los muertos. Y Y en medio de las dos, de la tierra y el agua, el viento. Sobre
todo el viento del noroeste. A veces, en e l viento vuelan gan-
donde la densidad de la población viva es alta, los muertos
ceden. Sin embargo, hay zonas del mundo muy poco pobla- sos salvajes, y sus graznidos son como una medida efímera •
das donde los muertos se congregan. un modo de contabilizar en otra álgebra, el movimiento de la
tierra.
Estas zonas suelen ser áridas o pobres y por eso no pue-
den dar sustento a los vivos. El desierto o las regiones pola- Este movimiento no respeta más las líneas divisorias de
lo que lo hicieron antaño los clanes rivales que poblaron la
res son los ejemplos más extremos. Tal vez sean los bedui-
nos y los esquimales quienes más saben de los muertos. región: lo mezcla y lo confunde todo. Por eso se pueden pes-
Muchas regiones pobres son nómadas. En su momento car arenques en un agua rodeada de colinas cubiertas de
helechos. Por eso, algunos días, parece que el cielo es más
dieron lugar a una forma de vida nómada; en realidad, la
humano, más hospitalario, que la tierra.
fomentaron. Además, como bien saben los pastores y los
cazadores, cuando recorres ciertos parajes, son los caminos El tiempo no empieza a ser contado hasta que no hay
asentamientos; aquí, entre la tierra y el cielo, hay algo pare-
los que salen a tu encuentro. Uno no cruza esas regiones
como las vías del ferrocarril, sino que sigue sus caminos, o cido a una orilla. Y del mismo modo que la orilla del mar
huele a algas, así también esta orilla huele a un tiempo no
es seguido por ellos. Y esta es la segunda forma de ser nóma-
contado.
das de algunas regiones. Siguen y siguen interminablemen te.
Hay obstáculos, pero no últimas barreras. Cuando se cruzan las Highlands en dirección oeste, hacia
el viento, se llega a las Hébridas. Entre las primeras islas hay
Las Highlands occidentales, en Escocia, son una de estas
region es. Todo está en tránsito, porque no hay donde dete- una muy pequeña, de no más de quince kilómetros de largo,
nerse. Las alquerías de los campesinos se acurrucan como llamada Gigha. Se cree que Gigha podría significar "de los
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d ioses". (Qu ienes no olvidan a los muertos no neces itan que se los
Los estrechos que la rodean son traic ioneros. Hace qu i- recuerden.) Lo que está inscrito es una forma de ident i-
nientos años, los isleños construyeron una pequeña erm ita ficac ión, y esta ident ificac ión está dirigida a los demás muer-
en el extremo su r de la isla. Allí estuvo du rante t res s iglos, y tos, con qu ienes ha ido a reunirse la persona que acaba de
luego se convirtió en una ruina. Pero a lrededor de la e rm ita dejarnos.
había un cementerio, y en este cementerio se siguió, y aún se Las láp idas insc ritas son cartas de recomendación. A los
sigue hoy, enterrando a los muertos. o ídos de la lluvia susurran las letras grabadas; y ante los ojos
del viento gesticulan. No se trata de hacer poesía; es senci-
Muchas sepulturas registran las muertes de vanas genera-
llamente la forma de informar sobre lo que sucede en Gigha.
ciones; e l nombre, el año de nacimiento, la fecha defunc ión y
Desde Gigha, uno ve el estrecho, el mar, el cielo sobre el
e l lugar de esta si no ha ocu rrido en la isla. Solo se cita la
mar o, vo lviendo la vista, las montañas cubiertas de he lechos
causa de la muerte cuando se trata de los ahogados en e l
que inician su próxima migración hacia el este. Desde al lí, la
mar. (Ot ras causas se pasan po r alto.)
costa escocesa, apenas poblada en esta región , tiene una
Un nombre y dos fechas, la última completa. Esto es todo
forma que sugiere e l paso hacia fuera de un nacim iento, la
lo que queda regist rado. Ni una palab ra acerca de lo que su-
forma de un útero que conduce al ho ri zonte occidental. Y
ced ió entre una y ot ra, aparte de l hecho escueto, impl ícito, de
hac ia este luga r de nacim iento viajan los muertos nómadas.
la supervivencia. Ni siqu ie ra para la vida más breve podemos
Estaban tan cerca que pod ríamos hab larl es.
imaginar una lápida lo bastante grande: la cantera con e l fren-
te más extenso que pueda existi r se ría demas iado pequeña Pero no sabíamos su lengua. As í que tuvimos que usar las
pa ra registra r la vida de una criatura de un año. lápidas grabadas como mensaje ras; unas mensajeras que lle-
¿Por qué poner, entonces, el nombre y las dos fechas? En vaban los nombres de los que nos hab ían dejado. De este
uno o dos s iglos, la sal, la lluvia, los líquenes y e l viento modo, no tend rían que recibir otro y nosotros pod íamos que-
term inarán borrando las letras más profundamente grabadas. da rnos un poco más tranqu ilos.
Pod ríamos hacernos la misma pregunta ante las lápidas ins-
critas de cualqu ier cementerio. Pero en Gigha la respuesta es
más evidente. Las inscripciones no son para los vivos.
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Martín Noil co rresponde. Por ejemplo, ese co ntinente no es el continente
1956 -2010 de la metafísica, en donde uno situaría a Mark Rothko. Ni
tampoco es el continente de la psicología, donde podríamos
Todo arte verdadero aborda algo que es elocuente, pero que
situar a Balthus, o, de una manera distinta, a Andy Warhol.
no acabamos de entender. Elocuente porque toca algo funda-
Es el continente de lo Físico, en el sentido corporal del
mental. ¿Cómo lo sabemos? No lo sabemos. Sencillamente
término, casi en un sentido anatómico. Casi me atrevería a
lo reconocemos.
suponer que admi ra a Leonardo da Vinci, quien, además de
El arte no sirve para explicar lo misterioso. Lo que hace el lleva r a cabo im portantes investigaciones anatómicas, se dejó
arte es faci litar que nos demos cuenta de ello. El arte des-
fascinar por las profecías contenidas en la anatomía.
cubre lo misterioso. Y cuando se percibe y se descubre, se
No obstante, cuando afirmo que el secreto de Martín
hace todavía más misterioso.
Noel reside en algún lugar del continente de lo Físico, no lo
Sospecho que escribir sob re arte es un acto de vanidad
afirmo por unas razones relacionadas con la historia del arte.
que conduce a frases como las de más arriba. Cuando las
Lo afirmo por lo que resulta inmediatamente visible e n sus
palabras se aplican a las artes visuales, tanto unas como
cuadros y sus grabados en madera, ya sean peq ueños como
otras pierden precisión. Punto muerto.
tarjetas postales o muy grandes. Lo afirmo por su manera de
con res pecto a dónde se sitúa el misterio que abo rda el arte Todas sus líneas son tensas, pues encuentran resistencia,
de Mart in Noel. Olvidemos cuál sea y consideremos solo su buscan una mane ra de salir, luchan con la fricción o se dan
cara a ca ra con la Necesidad, sin la cual no puede existir el
paradero. (¡Esta última palabra me trae a la mente que a Noel
le gusta pintar en tarjetas postales y dibujar sobre los mapas! mundo físico.
Sus líneas siempre conducen a otro lugar, y en esto se opo- Su manera de dibujar busca lo opuesto a lo virtual o, para
decirlo más sencillamente, lo opuesto a lo escu rridi zo. Cuan-
nen a las líneas geométricas, las cuales reúnen todo lo que
do uno contempla un dibujo suyo, tiene la sensación de estar
existe teóricamente.)
mirando un retrato, es decir, la representación de una pre-
Intentemos localizar el m isterio que aborda la obra de Martín sencia fís ica ún ica, irrepetible. El hecho de dar nombres (no
Noel y s ituarla en el continente del conocimiento que le "títulos") a sus imágenes parece confirmarlo. Sin embargo,
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¡no hay nadie!, no hay cuerpo a lguno. O, en cualquier caso, Puede que la palabra 'articu lación' nos ofrezca una pista.
no lo hay a una escala reconoc ible. Procede etimológicamente de la misma ra íz, 'ar', que la pala-
¿Por qué tienen la autoridad de una presencia física esos bra 'arte'. Un ir, junta r, encajar. (Artus en latín sign ifica 'miem-
garabatos y cortes y tajos? ¿Qué les confiere autoridad en e l bro'. Arsis en griego significa 'levanta r'.) La palabra 'articu-
continente de lo Físico? lación' se refiere, en primer lugar, a las un iones anatóm icas y,
Ni e l parecido ni ninguna teoría de la representación nos en segundo lugar, a la producción del habla o de cualquier
sirven para explicarlo. S in duda hay manojos de líneas que re- otro sistema lingü ístico. Art iculac ión entraña tanto e l acto de
cue rdan una flor, un ta llo, un árbo l, un m iembro corporal o un ir como el de cambiar de dirección.
un rasgo facia l. Pero esas déb iles coincidencias no explican Miremos de nuevo su d ibujo. ¿No procederá su autoridad
su autoridad. de la precisión con la que registra la energía (y, claro, la difi-
cultad) de la art iculación constante?
La art iculac ión de un árbol rep resenta tanto la historia
como e l futuro de su crecim iento, de su echar ramas y ra íces,
de su adaptación y de su búsqueda de la luz y el agua. El
hecho de que el materi al favorito de Martín Noel sea la ma-
dera puede se r s ign ificativo a este respecto.
La veta visible en la madera serrada es la huel la que e l
crecimiento y la articu lación han dejado en e l árbo l. Sobre
este fondo de antiguos sucesos, Noel d ibuja uno nuevo que
pertenece al m ismo orden, a ese echar ramas.
Du rante muchos años dormí en un cuarto de montaña
cuyas paredes y techo eran de tablones de pino. Muchas no-
ches, antes de quedarme dorm ido, y con frecuencia por la
mañana antes de levantarme, segu ía con la vista los reco-
Mart ín Noel, Croy, i996. vecos, los arranques y los finales de sus vetas, y me daba la
impresión de que todas el las ten ían un eco en e l cuerpo
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tendido a m i lado y en el mío propio. Se trataba de una co-
rriente de conexiones semejante.
La articulación, cuando se refiere a la producción de una
lengua, está hoy más cerca de ciertas formas de articulación
anatómica de lo que lo estaba en tiempos de Leonardo; es
cierto que las ramas de los árboles recuerdan de algún modo
a la articulación de las rodillas, pero todavía lo es más que el
sistema nervioso, las neuronas (neurona en griego significa
'tendón', 'cuerda'), que se comunican mediante s inapsis, re-
cuerdan a un lenguaje. Y lo mismo ocurre con los códigos de
ADN.
En el continente de lo Físico, se articulan continuamente
mensajes y sensaciones, a fin de ofrecer un sentido de la
dirección que ayude a evitar los obstáculos. La vida no podría
desarrollarse sin ese sentido de la dirección (de la supervi-
vencia), el cual entraña cierto tipo de memoria. Las plan tas,
como todo el mundo sabe, sienten, son sensibles. Se diría
que el agua podría tener memoria.
El arte de Martin Noel se sitúa cerca de ese campo donde
podría decirse que la natura leza misma dibuja. Di buja po rque
lo que está vivo tiene la capacidad de guiar o de ser gu iado.
Los dibujos de Mart in Noel están muy próximos a esa forma
de guiar. El resto es un misterio.
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Cris tina Iglesias de salir de ahí, sin recurrir a la retór ica o al senti men talis mo.
1956 Proc eden de la nece sidad hum ana de enco ntrar una soluc ión,
una salida, al sinse ntido . Una salida com parti da, pero se-
¿Cóm o conv ence rlos de que no se pierdan la prim era expo -
creta.
sición en el Reino Unido de la inco mpa rable escu ltora espa -
Vivimos en un mom ento en el que el sinse ntido es par-
ñola Crist ina Igles ias? ¿Hab land o de su fama y de su éxito en
ticu larm ente dens o. La guer ra absu rda y perv ersa que está te-
otro s paíse s? No, eso sería lo opue sto a la mod estia con la
nien do luga r lo acen túa, pero hace ya más de una déca da que
que ella enfo ca su trabajo. No es una artis ta para los palacios
em pezó a hace rse esta oscu rid ad. El Nuevo Orde n Mun dial
y las gran des sede s emp resar iales , sino que es una artis ta de
de las gran des corp orac ione s y los B-52 no cons truye carre-
los zoco s y los callejones. teras ni líneas de ferrocarril ni aero puer tos, sino muro s cie-
No es fácil re prod ucir sus obra s, po rqu e la cám ara no
gos. Muro s fís icos qu e sepa ran a los ricos de los pobr es,
pued e caminar, vacilar, volver atrás , dudar, mete r los dedo s.
mu ros de desin form ación , muro s de exclusión, mu ros de
Describir las con palab ras hace que suen en muc ho más cere-
ignorancia virtual. Y todo s estos mu ros junto s sugieren una
brales y sole mne s de lo que son, y, en cualq uier caso , sus
estul ticia global.
obra s piden silencio, porq ue en toda s ellas se trata de escu -
Igles ias no es una artis ta didá ctica. Es una cant ante silen -
char, escu char a un espa cio que huye o a una luz que llega . Al
ciosa que trans porta a quie n la escu cha a otro lugar, que está
igual que anta ño para exhibir las estat uas se las subí a a
esco ndid o, pero resul ta cono cido , y que fome nta una bús-
pede stale s de mad era o de piedra, las insta lacio nes de Cris-
qued a perso nal de senti do. Sus canc ione s son los luga res
tina Iglesias están dent ro de unas carp as invis ibles de silen-
que crea. A vece s son lame ntos . Con frecuencia hace n refe-
CIO.
rencia al mied o. Pero en toda s hay un signo inco rpor ado
Tal vez debe ría emp ezar dicie ndo de dónd e creo yo que
secre tame nte, com o una man o solidaria exten dida desd e de-
proc eden sus obra s en luga r de explicar lo que hay en ellas . Y trás de lo que sea que haya. El med io de esto s sign os es la
proc eden de una com pres ión de lo inexplicable y de la dece p-
luz que se filtra.
ción, la conf usió n y la pérd ida, así com o el asom bro, que mu-
Se inven ta esq uina s y callejones, com o los que abun dan
chas vece s la acom paña n. No es esto lo que expr esan las
detrá s de esos muro s cieg os que dejan a los pobres fuera.
obra s; más bien, lo que prete nden es enco ntrar una man era
Desm onta pequ eñas cajas de cartón y las trans form a en
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habitácu los, con puertas y pasi ll os. Luego fotografía la ma- mientras du ra la caricia la persona aca ri ciada siente que toda
queta y serigrafía la foto en una plancha gigante de cobre, de la vida es un don.
modo que el lugar pasa a ser de tamaño natura l. Hab itáculos Se maravilla de cómo los lugares están impregnados por
absu rdos, improvisados, bañados en una luz broncínea que lo que ha suced ido en ellos. Si las paredes hab laran ... Pero no
sugie re el calor humano. Una sugerencia que refuerza el ab- hablan. Sus recuerdos son si lenciosos. Contra el muro de la
surdo y, al m ismo tiempo, nos recuerda la posibilidad de un sala de exposición construye otro muro fo rmando una leve
pequeño consuelo. tangente, como s i el segundo estuviera esperando que lo
Construye unas jaulas se rpenteantes con una tracería despegaran de l primero. Y entre los dos -en la interfaz ocul-
semejante a una celosía en las que uno entra como un pájaro ta- e l recuerdo comprimido de un jardín, t ransm itido en la
enjau lado. O que uno podría llevar a modo de gigantesca forma de un tapiz.
mantilla. La tracería incl uye letras que casi llegan a formar Diseña alfombras de rafia y, en lugar de ponerlas en el
palabras, pero de hecho no las forman. Una lengua que ya no suelo, las cuelga del techo, entretejiéndolas, cual encajes por
puede explica r lo que importa. Sin embargo, en los huecos y cuyos agujeros pasa la luz. Cuando las a lfombras se agitan
los espacios, aparece el alfabeto imaginario de un deseo anó- en el a ire, se deslizan por e l suelo unos dibujos moteados de
nimo. El deseo de estar dentro, ta l vez, encerrado. Pero no luz y sombra, que, en el si lencio, uno desea ver y sentir en su
inocentemente encerrado, como en e l útero de la madre, s ino propia piel. Esta invitac ión s ilenciosa, proven iente de l mob i-
con la experiencia, con todo lo que uno ha vivido y sufrido in- liario doméstico más ligero que pueda existir, sugie re las
cluido. Encerrado en tu propio horizonte, al otro lado de l d imens iones de un hogar en un mundo hostil.
horizonte hab itual. Salidas, soluciones al s insentido, variadas e ingeniosas,
Forma laberintos con paneles de res ina en los que la descubiertas en s ilencio.
densa vegetación compone un relato sofocante de muerte, Después de vis itar la exposición en la Wh itechapel Ga-
descomposición y proliferac ión. En el m ismo re lato, sin em- llery, me fu i a Trafalgar Square y entré en la National Ga llery.
bargo, encontramos la evoluc ión de las yemas de los dedos Me d irigí a la sala 32, donde hay un autorretrato de Salvator
humanos, con sus innumerab les term inaciones nerv iosas, Rosa. Poco después del repentino fa llecim iento de Juan
cuya sensibilidad es tal que el dedo puede trazar exactamente Muñoz, el marido de Cristina Iglesias, me encontraba un día
e l contorno de cada hoja o puede acaric iar de tal manera que en la National Ga llery y, al pasar por la sala 32, este cuadro
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me llamó súbitamente la atención y luego me dejó pa ra-
lizado: me recordó intensamente a Juan.
No se trataba tanto de un gran parecido físico, como de
que la manera de estar, la intransigencia, la manera no solo
de enfrentarse a la vida, sino también de desafiarla, eran idén-
ticas. Esta vez fui porque quería volver a comprobarlo. Seguía
siendo cierto, pero de lo que me había olvidado comple-
tamente era que el cuadro tiene una inscripción en su parte
inferior, un pensamiento estoico:
es que los ciegos aceptan que una parte importante de lo que como pintor, era intensamente consciente, como un ciego,
existe es indescriptible. Conocida, reconfortante, odiosa o de que una gran parte de lo real es indescriptible. Para él, el
adorable, esencial, y, sin embargo, indescriptible porque, ansiado objetivo de la pintura, la tarea sagrada de pintar, con-
para ellos, es invisible. sistía en sintonizar con lo invisible, de igual forma que un
diagrama anatómico capta o recoge el funcionam iento invi·
sible de un cuerpo vivo. ¿Y por qué quería sintonizar con lo
invisible? Porque sobre lo invisible no se puede mentir.
Uno de sus autorretratos, Autorretrato {1983), parece un
diagrama de montaje para unir una camisa, un par de brazos,
dos rótulas, un cráneo y unas botas. El espacio para él está
claramente ahí; pero dentro de ese espacio, él es invisible, y,
por consiguiente, no puede atraparle ninguna mentira o
cliché oficial.
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Su cuadro Chico y perro en una boca de riego (1982) con- dentro de él; o explica lo que sabe de forma innata que su-
siste en una pantalla de salpicaduras que muestra en detal le ced ió, pe ro nunca se ha reconoc ido completamente. Por
la excitac ión, la divers ión y el furor de un chico y un perro ejemplo, en un cuadro de gran formato, de 3 x 2 m, titu lado
empapándose con el chorro de agua fría de una boca de riego Subasta de esclavos pega, como s i fuera un collage, catorce
en un bochornoso d ía de verano en Brooklyn. Pero es impo- hojas de papel. En estas hojas están dibujadas toscamente
sible identificar al perro o al ch ico. Tienen unos rasgos pre- otras tantas variac iones de un cómico rostro mascu lino.
cisos y ma rcados, pero ninguno de esos rasgos se ajusta a Estos collages son los esclavos. Delante de ellos está el
los de un carné de identidad. Y todos los rasgos que requie- subastador, una silueta en azul oscuro. Tiene las manos
ren los carnés de identidad están borrados o cubiertos con levantadas, y es anónimo. Funciona como una grúa o una
pintura. Todo lo cual no qu iere dec ir que el chico o el perro torre de perforación. A la izqu ie rda, contra el mismo azul os-
sean hu idizos; s implemente sign ifica que son libres. curo, se ve un cráneo, y sobre é l, dibujado en los m ismos
¿Cómo llevó Basquiat a la práctica su estrategia? ¿Cómo colores, el s ímbo lo de un ha lo. Podría ser una referenc ia a
operó visualmente, gráficamente? Basquiat se inventó su pro- Cristo.
pio a lfabeto, que no consta de ve intiocho signos, s ino de Con su extenso alfabeto, le da a todo un nombre que no
cientos de signos. Incluye el alfabeto romano, los numera les, pertenece a ninguna lengua oficia l y, por consigu iente, no
formas geomét ri cas, emblemas, grafitis, legos, símbolos puede entrar en ningún registro oficial. Los sucesos que lo
cartográficos, pictogramas, d iagramas, contornos, d ibujos. Y insp iran responden a los nomb res que les da, y los nombres
con todo ello explica el mundo deta lladamente, letra por letra. actúan en connivencia con los sucesos. Se da un recono-
Muchas veces, los s ignos se confirman uno al otro. De tal cimiento mutuo. Los cuadros son muy expresivos y, a l
modo que las cuatro let ras de l alfabeto romano N O S E m ismo t iempo, absolutamente impronunciables. Se pueden
("nariz") se encuentran al lado de una protuberancia con dos leer en si lencio, se pueden recordar sin palabras o se les
agujeros. De tal modo de las letras P A W se encuent ran en e l puede dar una respuesta con otro cuadro o con otra acción
dorso de una mano izqu ierda en un cuadro titu lado Africanos d irecta, pero no se pueden pronunciar en ningún d iscurso
de Hollywood (1983) . oficia l. Y su ilegalidad está íntimamente re lac ionada con el
Con este a lfabeto vívido, divertido, furioso y diverso ex- hecho de que las vívidas imágenes celebran lo inv isible. Así
plica detal ladamente lo que ha visto suceder a su a lrededor o no pueden caer en las redes de ninguna ment ira; son libres. Y
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en verdad so n una demostración ejemplar de la libe rtad. Una
invitación a la libertad.
Todas las figuras, animales u objetos pintados por Jean -
Michel Basquiat han tomado prestada de la muerte una cami-
seta, a fin de hacerse invisibles y libres, imposibles de dete-
ner. De ahí la sensación de euforia.
Las siete letras M A N D 1 E S {"EL HOMBRE ES MOR-
TAL") se repiten en varios de los últimos lienzos, al lado de
una garra de cuervo: una prueba, también, de la inmensa
soledad de Basquiat.
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Marisa Camino de ellas.
1962 Al mismo tiempo, no son ni ingenuas ni s implistas. Cada
dibujo (su tamai'lo varía de dos metros a veinte centímetros)
Estoy sentado en un coche parado pensando en la extraña
ha sido pacientemente trabajado, corregido, borrado, retra-
exposición de Marisa Camino, que tuvo luga r a principios de
bajado; Camino ha vacilado en todo ellos. La artista cita al
este mes en el bosque de Sohrewald, cerca de la ciudad ale-
maestro chino Shitao (1641-1717):
mana de Kassel. Aunque la artista lleva trabajando quince
años en España, sobre todo en Galicia, apenas expone. De Para mí, las montai'las son el mar, y el mar, las montañas;
hecho, rara vez pone lo que dibuja o pinta dentro de un y las montai'las y el mar saben que lo sé.
marco, de un tipo u otro.
No se puede hablar a los jurados internacionales y a las mon-
Esta reticencia, creo yo, no tiene nada que ver con la
tañas. Uno tiene que escoger. Y, evidentemente, Camino ha
modestia; más bien se deriva de una extraña seguridad en sí
escogido.
misma y es una parte esencial de su estrategia artística. No
¿Qué se ha rozado con estas obras? ¿Qué representan? La
podría hacer las imágenes que hace sin esa reticencia. Mien-
mayoría no tiene título. En un pequeño dibujo están escritas
tras pienso esto, un pétalo se desprende de una candelilla de
estas palabras: "Soy pez, pájaro, hombre, entre el sol y la
castaño, y viene a caer, empujado por una leve brisa, en el
luna". No representan nada.
parabrisas del coche, donde se queda pegado. Lo miro.
Son irregulares en todos los sentidos de la palabra. Lo
Los dibujos y las pinturas de Camino están más cerca de
que hacen es demostrar gráficamente cómo, en la nat ura leza,
este pétalo que de la mayoría de las obras expuestas actual-
las cosas aguantan frente a las fuerzas que las am enazan, y
mente en la Biennale de Venecia. Sus obras dan la impresión
así, sobreviven. Y al demostrarlo, se topan con lo que pueden
de venir de otro lado, en lugar de haber sido fabricadas para
tener en común la supervivencia de una montaña y la de una
ser expuestas. No permiten ni por asomo las van idades que
semilla o de una lengua en una boca. Mirando estos dibujos,
actualmente acompai'lan a la noción de creación artística, ya
uno empieza a recordar que la supervivencia no se debe a un
sea una noción moderna o posmoderna. Sus obras no recla-
gran plan, sino a la cautela. A un tipo de astucia. La astucia
man nada para sí mismas, y lo reivindican todo para lo que se
suele sugerir rapidez, como en el caso de los tahúres o de los
ha rozado con ellas, para lo que se puede vislumbrar a través
zorros. Estas obras tratan de un tipo de astucia tan lenta (o
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tan instantánea) como la doble hélice de l ADN . La astucia Lo m isterioso, lo que no acabo de entender de l todo, es e l
implícita, por ejemplo, en la supervivencia de l cangrejo erm i- hecho de que estos dibujos nunca parecen arb itrarios. Por el
taño. contra ri o, insisten en una precisión que parece tan creíble
Cada dibujo consta del encuentro de diferentes vestigios como la que se encuentra en un grabado botánico o anató-
y de la comparación de las adaptabi lidades que han pe rmit ido mico. Pero precisión, ¿frente a qué?
que sobrevivieran . Una montaña le habla a una pluma sobre Se podría dec ir que, med iante cierto proceso de s im-
la res istencia y la experiencia de los vientos. Y a la inversa. Un biosis, la artista presta sus dedos -con toda la exactitud que
cangrejo interroga a un árbo l sobre las ramas y la experiencia poseen los dedos humanos- a las hue llas fos ilizadas que
de la articu lación. Una piedra le hace frente a un cráneo y descubre, y que los dedos rean iman la vida que la fos ilización
ambos hablan sobre las grietas. Un an ima l es a rrumbado por había fi jado y convertido en estática; ah í es donde entra la
un cambio del clima y se adapta a los cerros que ese mismo precis ión . Su tacto, que ya no es suyo, marca los límites de la
cambio de l clima no deja de erosiona r. vida que ella rep resenta en los dibujos. Ella deja de ser la au-
Las "conversaciones" representadas en estos dibujos tora de estos y se convierte en la huella de un al iento que
carecen, a Dios gracias, de todo simbolismo o de perspectiva existió en algún momento.
surrealista alguna: consisten simplemente en e l entretejido, la A muchos otros artistas, y a Joseph Beuys, en particu lar,
superposición y la yuxtaposic ión de las huellas descub iertas muy profundamente, les ha fascinado la elocuencia de las
por el tacto de la artista y por su apertu ra a las semejanzas huellas. Lo que hace tan extraordina ri a la obra de Marisa Ca-
- incesantes, pero ocu ltas- que se pueden encontrar en las mino es su completa fide lidad a lo que está allende las hue-
apariencias natura les. No parten de una idea, s ino de lo tan- llas, al otro lado, y su estricto rechazo de todo t ipo de publi-
gible. Muchas veces emplea papel fabricado por el la misma, cidad o d ifus ión a este lado. En otras palabras, lo extraor-
a base de paja. En este papel ya hay huellas, vest igios. La d inario es su pureza. Así, e l conjunto de su obra confirma
forma en la que rompe un trozo de este papel y lo pega a otro con la mayor auto ri dad lo que propon ía Jorge Lu is Borges en
d istinto deviene otro tipo de huel la. A estas, les restriega gra- este verso:
fito o les añade marcas de ace ite o pigmento, carbón, negros,
Solo una cosa no hay. Es el olvido.
líneas de t inta de pluma estilográfica, y, de vez en cuando,
plumas o fibras vegetales.
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Christoph Hiinsli varias capas de acríl ico, se continúa con otras varias de ó leo
1963 y se termina con barniz. Cada pintura requ iere casi una do-
cena de sesiones de trabajo.
En primer lugar, el proyecto, el suceso. En segundo lugar, el
Siempre debe parecer que la superficie de la rodaja está
creador. En tercer lugar, la sorpresa.
exactamente en la superficie de la cartu lina, nunca encima o
El proyecto. Tomemos una mortade la no muy grande,
detrás de esta. Po r consiguiente, la superficie de cada cartu-
como de dieciséis centímetros de diámetro y veintidós de
lina blanquecina debe pintarse por separado y d isponerse
largo. La mortadela se inventó en Boloña a principios del
pa ra recibir a la rodaja de mortade la en perfecta igualdad . Se
siglo XVII. Su nomb re se deriva del hecho de que o ri gina-
tardan d ieciocho meses en lleva r a cabo el proyecto. Una vez
riamente se picaba en un mortero y se sazonaba con bayas de
term inado, las pinturas se arch ivan - por orden de corte-
mirto. La carne debe ser ún icamente de ce rdo, y además
en a rchivadores de madera. El proyecto es cóm ico, buro-
siempre lleva sem illas de cilantro y vino blanco.
crático, fantástico.
Cortémosla en 166 rodajas, cada una de e llas de un milí-
metro y medio de groso r. Numerémoslas y estud iémoslas Segundo. Christoph Hans li, e l creador. A lo largo de su ca-
por ambos lados. Los dos lados nunca son iguales, pues en rrera profesional, Hans li ha utilizado diversas técn icas y pro-
ese milímetro y med io las partes de magro y tocino y las ced im ientos para tratar los diferentes temas. Y su elección
partículas de las sem illas han evolucionado, de ta l manera del procedim iento nunca es arb itraria. Siempre tiene que ver
que sus formas han cambiado li geramente. Tomemos una con la paciencia y el s ig ilo, con coger al tema por sorpresa.
foto en color de cada lado de cada rodaja: 332 fotos . El pro- Su obra merece un estud io general, y estoy seguro de que lo
yecto consiste en pinta rl as en tamaño natura l sobre cartu li na habrá; en estas páginas, yo me he centrado en el Hansli que
rígida (uti lizando las fotos como aide-mémoire) . Uno podría creó Mortadela .
supone r que los lados de las rodajas son imágenes especu-
lares de las rodajas cortadas inmediatamente antes e inme-
d iatamente después. Pero no es ese el caso. El corte del
cuchi ll o los ha d iferenciado li geramente. Y el pintor t iene que
dec idir tener en cuenta incluso esto. La pintura empieza con
.' •
.'.
intensidad, que el sentido de la vista en el hom bre es insepa-
rable del deseo (o la necesidad) de examinar de cerca, de
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~
. ..
•••••••........
•• ••••••••••;................... . .
comparar y de encontrar lo que es visible, pero está oculto.
El pintor de la Mortadela podría pintar, si lo quisiera, co-
....................................
........................ . . . . "' . . . . . .
.......fflllfftñit
, pias magistrales (un Fragonard, un Delacroix o un Corot se
encontrarían entre sus especialidades). Tiene la extrema pa-
ciencia y la destreza necesarias. Tiene un sentido visual de la
1983 la ciud ad, que se encu entra al pie del cerro y fue cons truid o
grac ias a la financiación japo nesa .
Uno s días desp ués de nues tro regre so de lo que, hasta hace
Fue en este cent ro don de Darwish leyó algu nos de sus
poco , se pens aba que era el futur o Esta do de Pale stina y que
poem as por últim a vez, aunq ue nadi e supo nía ento nces que
hoy se ha conv ertid o en la cárcel más gran de del mun do
sería la últim a. ¿Qu é significa la palab ra "último" en mom en-
(Gaza) o en la sala de espe ra más gran de del mun do (Cisjor-
tos de deso lació n?
dani a), tuve un sueñ o. Fuim os a visitar su tumb a. Tiene una lápid a. Pero la tierra
Esta ba solo , de pie, desn udo de cintu ra para arriba, en un
exca vada todavía no está cubi erta y la gent e ha ido deja ndo
desi erto de aren a caliza. De pron to, la man o de otra pers ona
pequ eñas gavillas de trigo verd e, com o sugi ere él en un
cogió un puña do de tierra blanq ueci na y me la tiró al pech o.
poem a. También hay aném onas rojas, troci tos de pape l,
Era un acto atent o, más que agresivo. La tierra o la gravilla
fotos.
cam bió ante s de toca rme y se trans form ó en trozo s de tela,
Quer ía que lo ente rrara n en Galilea, don de nació y dond e
prob able men te de algo dón, que se me pega ron al torso .
todavía vive su mad re, pero el gobi erno israe lí no lo perm itió.
Luego esto s trapo s hech os jiron es volvieron a camb iar y se
En el funera l se reun ieron aquí, en el cerro de Al Rabweh,
conv irtier on en palab ras, en frases . No eran mías , sino que
mile s de pers onas . Su mad re, una anci ana de nove nta y seis
habí an sido escri tas por el lugar.
años , les dijo: "Es el hijo de todo s voso tros" .
Al reco rdar este sueñ o, se me vino a la men te una extra ña
¿En qué esce nario habl amo s cuan do habl amo s de seres
expr esión : "país cepillado". Repe tidam ente. "País cepil lado "
quer idos que acab an de mori r o han sido ases inad os? Nos
desc ribe un luga r o unos luga res en los que todo , tanto mate -
pare ce que nues tras palab ras resu enan en un mom ento pre-
rial com o inma teria l, ha sido igno rado , sustr aído , barrido,
sent e más pres ente que los mom ento s que vivimos norm al-
derri bado , deja do secar, todo exce pto la tierra que uno toca.
men te. Es un mom ento com para ble al de hace r el amo r, al de
En los subu rbios al oest e de Ramala, hay un cerrito lla-
enfre ntars e a un peligro inmi nent e, al de toma r una decis ión
mad o Al Rabweh; se alza al final de la calle Tokio. Casi en lo
irrevocab le, al de baila r el tang o. No es en el esce nario de lo
alto está ente rrado el poet a Mah mou d Darwish. No es un
etern o dond e resu enan nues tras pala bras de dolo r por esa
ceme nteri o. mue rte, pero sí podr ían estar en un pequ eño palco o galería
.' .
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de ese escenario. nieves suele desorientar a los pájaros, perturba su sentido de
En el cerro, hoy desierto, intenté recordar la voz de Da- la distancia y de la dirección. De pronto, un pájaro vino a
rwish. Tenía la voz serena de un apicultor. estrellarse en el parabrisas. Yves, lo observó por el retrovisor
y lo vio caer a un lado de la carretera. Frenó y dio marcha
Una caja de piedra
atrás. Era un pájaro pequeño, un petirrojo, aturdido, pero
donde los vivos y los muertos trasladan la arcilla seca
todavía vivo, que abría y cerraba los ojos sin para r. Lo cogí de
como abejas cautivas en un panal, en la colmena
la nieve, sentí su calor en la mano; estaba muy caliente (la
y cada vez que el asedio se estrecha
temperatura co rporal de los pájaros es más alta que la nues-
florecen las huelgas de hambre
tra), y seguimos camino.
y le piden al mar que les ind ique la salida de emergencia.
De vez en cuando, lo examinaba. Al cabo de media hora
estaba muerto. Lo levante para dejarlo en el asiento trasero.
Recordando su voz, sentí la necesidad de sentarme en la hier-
ba que crece en esa tierra que uno toca. Y me senté. Lo que me sorprendió fue su peso. Pesaba menos que cuan-
do lo había recogido de la nieve. Me lo pasé a la otra mano
Al Rabweh significa en árabe "cerro cubierto de hierba".
Sus palabras han vuelto al lugar del que salieron. Y no hay para comprobarlo. Se diría que la energía que tenía de vivo,
nada más. Una nada com partida por cuatro millones de per- su lucha por sobrevivir, se añadía a su peso. Muerto era casi
ingrávido.
sonas.
El siguiente cerro, como a unos quinientos metros de Cuando me senté en la hierba en el cerro de Al Rabweh
'
este, es un ve rtedero. Los cuervos lo sobrevuelan en círculos. sucedió algo comparable. La muerte de Mahmo ud había pe r-
dido peso. Lo que quedaba eran sus palabras.
Se ven a lgunos muchachos rebuscando entre la basura.
Cuando me senté en la hierba al borde de la tumba recién Han pasado varios meses, meses de silencio y aprensión.
Ahora los desastres están desembocando en un delta que no
excavada, sucedió algo inesperado. Para definirlo, tengo que
describir otro suceso. tiene nombre y solo se lo darán los geógrafos, que vendrán
Me pasó hace unos días. Me dirigía con mi hijo Yves a la más tarde, mucho más tarde. Hoy no hay nada que hacer,
sino intentar avan zar en las aguas amargas de este delta sin
localidad de Cluses, en los Alpes franceses. Yves iba al vo-
nombre.
lante. Había nevado. Las laderas, los campos, los árboles,
todo estaba cubierto de nieve, y la blancura de las primeras
.'
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israelí no dejan de repetir las imp licaciones de esta supo-
sición a fin de que parezca algo aceptab le y normal. A la ma-
sacre no tardará en segu irle la pestilencia; la mayoría de las
viviendas no t ienen ni agua ni electricidad; en los hospitales
faltan médicos, medic inas y generadores. A la masacre le
precedie ron el bloqueo y el ased io .
Cada vez son más los que alzan su voz a lo largo y ancho
del mundo para denunciar la situación. Peor: los gobiernos
de los ricos, con sus med ios de comun icación globales y
esas armas nucleares de las que se sienten tan orgu llosos,
--- tranqui lizan al gobierno is rael í y hacen la vista gorda con res-
pecto a lo que está perpet rando su ejé rcito.
Randa Mdah, Teatro de marionetas, 2008 . "El llanto de un lugar entra en nuestro sueño", escribió el
poeta kurdo Bejan Matur, "el llanto de un lugar entra en nues-
Esa cárcel que es Gaza, la cárcel más grande del mundo,
tro sueño y se queda para s iempre''.
la están convirtiendo en un matade ro . La palabra "franja" (de
Nada, excepto la tie rra de un "país cepillado".
la Franja de Gaza) está empapada de sangre, como le suced ió
Hace unos meses volví a Rama la. En un parking subte-
hace sesenta y cinco años a la palabra "gueto".
rráneo abandonado, que un grupo de artistas visuales pales-
Día y noche, las Fuerzas de Defensa israelíes lanzan bom-
t inos han ocupado como espacio de trabajo, contemplo una
bas, proyectiles, armas rad ioactivas GBU39 y ráfagas de ame-
instalación concebida y creada por una de estas artistas,
tra ll adora, desde t ierra, mar y aire, contra una población civil
Randa Mdah. Se titu la Teatro de marionetas.
de un m illón y med io de personas. El número de heridos y
La instalac ión consiste en un gran bajo rel ieve, de 3 x 2
muertos aumenta en cada comunicado de los peri odistas in-
m, que se alza como un muro. Y de lante de este, en e l suelo,
ternacionales, a quienes e l gob ie rno israelí les ha proh ibido la
hay tres esculturas.
entrada en la Franja. Sin embargo, la cifra clave es que por
En e l bajo rel ieve están representadas caras, manos y
cada baja israelí se producen cien palestinas. La vida de un
espaldas sobre un armazón de a lambre, poliéster, fibra de
is rael í va le la de cien palestinos. Los portavoces del gob ierno
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'
vidrio y arcilla. Sus superficies están coloreadas: verdes oscu- interven ir. Son un bajorrelieve, no t ienen tres d imens iones, y
ros, marrones, rojos. La profundidad de l rel ieve es más o por eso no pueden pasar a la escena o no pueden interven ir
menos la m isma que la de las puertas de bronce de Lorenzo en el mundo real, t ri dimensiona l. Representan e l s ilencio .
Gh iberti en el baptisterio de la catedral de Florencia, y los Las tres figuras trid imens ionales, palpitantes, sujetas a las
escorzos y las perspectivas distors ionadas están tratados casi cue rdas del ma ri onetista invis ible han s ido lanzadas a l suelo
con la misma maestría. (Nunca hub iera supuesto que la ar- de cabeza, los pies en el aire; han sido lanzadas una y otra
t ista fuera tan joven; nac ió en 198).) La pared ocupada po r el vez hasta que se les ha ab ierto la cabeza. Manos, torsos y
bajorrel ieve parece esa "cuarta pared" que constituye el pú- rostros están convulsos, agón icos. Una agonía que no acaba
bli co cuando se lo observa desde el escena ri o. nunca. Se lo ves en los pies. Una y otra vez.
En e l suelo de lo que sería el escenario están las figuras Podría pasa r entre los espectadores impotentes de l bajo-
de tamaño natu ra l, dos muje res y un hombre. Están hechas rre lieve y las víct imas tendidas en el suelo . Pero no lo hago.
con los mismos materiales, pero en colores más desvaídos. Esta obra tiene una fuerza peculiar, una fuerza que no había
visto en otras. Ha re ivindicado y hecho suyo el suelo en e l
Una de ellas está casi pegada a lo que sería el públ ico (el
que se levanta. Ha sacralizado e l espacio comprendido entre
bajorrel ieve), la s igu iente está como a dos metros de esta, y
los espectadores ho rrorizados y las víctimas agon izantes. Ha
la tercera al dob le de distancia. Llevan sus ropas de diario, las
convertido el suelo de un aparcam iento en algo de un "país
que elig ie ron ponerse por la mañana.
cepillado".
Sus cuerpos están sujetos po r unas cuerdas a tres trozos
Esta obra predecía la Franja de Gaza.
de made ra colgados, a su vez, del techo. Son las marionetas;
Conforme a una decis ión de la Autoridad palestina, la
las maderas son las ba rras de mando o de control uti lizadas
tumba de Mahmoud Darwish, en el cerro de Al Rabweh, ha
por el titiritero ausente o invisible para acc ionar las mario-
sido cercada y sobre el la han construido una pirám ide de vi-
netas.
drio. Ya no puede uno senta rse al lado. Nuestros o ídos, s in
La multitud de figuras rep resentadas en el bajo rre lieve
emba rgo, s iguen oyendo sus palabras, que repetimos y conti-
miran a lo que tienen delante de los ojos y se retuercen las
nua remos repitiendo.
manos. Sus manos pa recen bandadas de pollos. Ca recen de
poder. La mu lt itud se retue rce las manos porque no puede Tengo que trabaja r en la geografía de los volcanes.
'
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Desde la deso lación a la ruina
desde los tiempos de Lot hasta Hiroshima.
Como si no hubiera vivido todavía
con un ansia que aún tengo que conocer.
Puede que el Ahora se haya alejado
y se ha acercado el ayer.
Así de la mano del Ahora camino por el dobladillo de la
historia
y evito el tiempo cíclico
con su caos de cabras alpinas.
¿Cómo puedo salvar mi mai'lana?
¿Con la velocidad del tiempo electrónico
o con la lentitud de mi carromato en el desierto?
Tengo trabajo hasta mi fin
como si no fuera a ver el mai'lana
y tengo trabajo para hoy, que no está aquí.
Así que escucho
suavemente suavemente.
El latido de horm iga de mi co razón ...
'
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'
Origen de los textos Todos los escritos comprendidos en este li bro ya han sido
pub li cados en d ife ren tes medios. En ocasiones, los artícu los
están compuestos de varios art ículos o fragmentos sobre el
mismo tema. Aunque todos los textos de este libro sean t ra-
d ucción de Pila r Vázquez, se ind ican aquí también, cuando
las hay, ot ras vers iones castellanas (m ientras no se es peci-
fique lo contrario, las t raducciones que aparecen en este lis-
tado son de Pilar Vá zquez).
Claude Monet
Publicado bajo el t ítu lo "The Eyes of Claude Monet'' [1980],
en The White Bird: Writings, Chatto & Wind us, Lond res, 1985
(vers ión castellana: "Los ojos de ( laude Monet", en El sentido
de la vista, Al ian za, Mad rid, 1990); y bajo el títu lo "The Enve-
lopi ng Air: Light and Moment in Monet", Harper's Magazine,
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Penguin, Hardmondsworth , 1972 (versión castellana: La apa-
Peter lázsló Péri
riencia de las cosas, Ed itorial Gustavo Gili, Barcelona, 2014) .
Publicado bajo el título " lmpressions of Peter Péri" en Peter
Pablo Picasso
Péri, 1899-1967: Memorial Exhibition, Sculptures and Graphic
Publicado bajo el título " La pintura y la zona eróge na" (1988), Work (catálogo de exposición), Central Lib rary Swiss Cottage,
El País, Madrid, 8 de abril de 1988; recogido como "Eroge- Londres, 1968. Recogido en The Look of Things, op. cit. (ve r-
sión castellana en La apariencia de las cosas, op. cit.).
nous Zone" en Keeping a Rendezvous, Granta Books, Londres,
1992 (existen dos version es castellanas de este texto en Cada
Alberto Giacometti
vez que decimos adiós, Ediciones de la Flor, Buenos Aires,
Publicado bajo el título "Alberto Giacometti" (1966], en The
1997, traducción de Graciela Speranza; y en Siempre Moment of Cubism and Other Essays, Pantheon, Nueva York,
bienvenidos, Huelga y Fierro editores, Madrid, 2004, traduc-
1969 (versión castellana: "Giacometti", en Mirar, Ed itorial
ción de José luis Moreno-Ru iz).
Gustavo Gili, Barcelona, 2001).
Ossip Zadkine
.'
.•.
'
Mark Rothko Publicado en Permanent Red, op. cit.
De una corres pondencia con su hija Katya An d readakis Ber-
jackson Pollock y Lee Krasner
ger publicada en Tages Anzeiger, Zúrich, 1 de junio de 2001.
Publicado bajo el título "A Kind of Sharing" [1989), en Keeping
Robert Medley a Rendezvous, op. cit. (versión castellana: "Una manera de
Extraído de Robert Medley: A Centenary Tribute, James Hyman compa rt ir [Lee Krasner y Jackson Po ll ock]", Revista de
Fine Art, Lond res, 2005. Occidente, núm. 133, Madrid, junio de 1992). Existen o t ras
dos versiones castellanas en Cada vez que decimos adiós, op.
Frida Kahlo
cit., y en Siempre bienvenidos, op. cit.
Publicado bajo e l títu lo " Frida Kah lo" [1998), en The Shape of
a Pocket, op. cit. (vers ión castellana: El tamaño de una bolsa, Abidin Dino
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Photocopies, Bloomsbury, Londres, 1996 (vers ión castellana:
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"Un amigo charlando", en Fotocopias, Alfaguara, Madrid,
Publicado bajo e l tít ulo " Francis Bacon", New Statesman,
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Lon d res, 5 de enero de 1952; bajo "Francis Bacon an d Wa lt
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"Francis Bacon y Walt Disney", en Mirar, op. cit.); y bajo "A Extract o de A Painter of Our Time, Secker & Wa rb urg, Lon -
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Sven Blomberg
jackson Pollock Publicado bajo e l tít ulo " Room 19" [1997), en Photocopies, op.
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pondencia con Leon Kossoff), The Guardian, Londres, 1 de
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jun io de 1996.
Publicado en Permanent Red, op. cit.
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Randa Mdah
Publicado bajo el título "A Place Weeping", The Threepenny
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.'
Origen de las ilustraciones 24¡: © Maggi Hambling; pág. 254: © Peter Kenna rd; pág.
262: © Juan Muñoz Estate/VEGAP, Barcelona, 2018; págs.
Los números de página hacen referencia a la edición impresa.
273, 274, 275 y 276: © Rostia Kunovsky; pág. 284: Martin
Pág. 57: © Succession H. Matisse/VEGAP, Barcelona, 2018; Noel/VEGAP, Barcelona, 2018; pág. 292: extraída de Emmer-
pág. 61: © Fernand Léger/VEGAP, Barcelona, 2018; pág. 81: ling, Leonhard, Basquiat, Taschen Verlag, Colonia, 2015; págs.
© Photography Collection, Harry Ransom Center, the Univer- 299 y 304: Christoph Hansli, extraídas de Hansli, Christoph,
sity ofTexas at Austin; págs. 91, 95 y 101: reproducidas con el Mortadella, Edition Patrick Frey, Zúrich, 2008; pág. 311: Randa
Mdah.
permiso de la Henry Moore Fo undation; pág. 108: © Henri
Cartier Bresson/Magnum Photos/Contacto; pág. 118: © The
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Estate of Robert Med ley, cortesía de la James Hyman Gallery,
aquel las personas que poseen los derechos de autor de las
Londres; pág. 122: extraída de Ketternmann, Andrea, Kahlo,
imágenes publicadas en este volumen, pero en algunos casos
Taschen Verlag, Colonia, 2015; págs. 130 y 139: © The Estate
su localización no ha sido posible. Por esta razón, sugerimos
of Francis Bacon. Todos los derechos reservados. DACS/
a los propietarios de tales derechos que se pongan en con-
VEGAP, Barcelona, 2018; págs. 145 y 150: extraídas de Renato tacto con la Editorial. Las reclamaciones justificadas se aten-
Guttuso. Painter of Modern Life, Silvana Editoriale, Milán, 2015; derán según los términos de los acuerdos habituales.
pág. 170: © Nicolas De Stael/V EGAP, Barcelona, 2018; pág.
178: © Prunella Clough/V EGAP, Barcelona, 2018; pág. 192: ©
The Estate of Peter de Francia, cortesía de la James Hyman
Gal lery, Londres; pág. 201: © Yvonne Barlow; pág. 206: lnge
Morath/Magnum Photos/Contacto ; pág. 212: extraída de
Juda, David, Leon Kossoff. London Landscapes, Annely Juda
Fine Art, Londres, 2013; pág. 226: © Anthony Fry c/o Browse
and Darby; pág. 234: Vija Celmins, Cielo nocturno # 4, 1992;
óleo sobre lienzo montado sobre un panel, 78,11 x 95,89 x
3,81 cm. Museum of Contemporary Art, Los Ángeles. Dona-
ción de Lannan Foundatio n; pág. 241: Michael Quanne; pág.