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ACUARIO 22/7 Nº 1
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EL AGUA EN EL CULTO Y EN EL MITO

Si bien la imagen del agua es en el relato bíblico de una recurrencia tan amplia y permanente
que excede con mucho los límites puestos a una sencilla charla, he elegido estas pocas
palabras para introducir nuestro tema. En ellas encontramos la presencia de la tierra aún vacía
y estéril y, en contraposición con ella, el agua, fuente de vida; que el Espíritu de Dios por
medio de ella logra la fertilidad desde los primeros instantes de la Creación, fertilidad que se
ampliará y completará en las siguientes jornadas.

Al examinar las más antiguas leyendas de la humanidad, encontramos en todas ellas el motivo
dominante de los mitos del agua, entre ellos el relato de una catastrófica inundación que en los
más remotos tiempos sumergió a toda la tierra, es decir que la leyenda del diluvio ocupa, sin
duda, un primerísimo lugar en todos los tiempos, hasta los últimos límites de nuestro
horizonte histórico, dicho fenómeno ha exaltado al máximo la imaginación humana,
despertando igual interés en los campos religiosos científicos y artísticos.
En el Génesis dice en él, principio, hizo Dios el Cielo y la Tierra. Y la Tierra era grande y
desierta, y la oscuridad cubría el abismo; y el Espíritu de Dios sobrevolaba el agua."

La más antigua e históricamente documentada narración del tema nos fue revelada en el año
1872 por unas pocas tablas de escritura cuneiforme que contenían fragmentos del poema épico
babilonio, también llamado leyenda del héroe solar Gilgamesh. En dicho relato se apresta el
héroe a realizar un viaje a la isla de los bienaventurados para pedir consejo a su antepasado Ut
a quien los dioses han regalado la inmortalidad, pues Gilgamesh teme a la muerte y desea
lograr la posesión de la hierba de vida. Para llegar a tal país, rodeado de un mar jamás
surcado, debe el héroe cruzar las aguas de la muerte, travesía llena de peligros. Desde su nave,
Gilgamesh invoca ayuda de Ut, pero éste no puede aconsejarle como evitar una muerte
decidida por los dioses; sin embargo, el héroe le pregunta como ha logrado él la inmortalidad,
narra el antepasado la historia del diluvio universal. El dios Bel señor de la Tierra, aconseja a
los dioses como castigo para los habitantes de la pecadora ciudad de Suruppak, la destrucción
de todos los hombres con un terrible diluvio. Pero El dios del mar, se aparece en sueños al rey
Ut y lo previene; tras lo cual, y siguiendo consejos del propio Ea, fabrica un arca, engañando
con varios pretextos a los habitantes de la ciudad acerca del motivo de tal construcción. En el
arca salva el rey a toda su familia, sus bienes y toda clase de animales. De la tierra irrumpen
llamas y el cielo se abre: las aguas suben tan altas que, hasta el continente celestial es
sumergido, a tal punto que los mismos dioses se aterrorizan, Seis días y seis noches dura el
diluvio, tras el cual los hombres muertos son devueltos a la tierra. Tan solo el arca viaja segura
hacia el monte Nisi, y Ut envía una paloma, una golondrina y un cuervo, y al ver que, ninguno
de ellos regresa, sale con su familia de la nave y celebra. un sacrificio en la cima del monte.
Bel, airado de que un hombre haya escapado a la destrucción universal, es calmado por Ea,
quien le Señala que para ser verdadera la justicia se debe castigar únicamente a los pecadores
y no a los buenos y justos. Tal es, en forma sucinta, el relato babilonio del diluvio.

Del más antiguo texto histórico sobre el tema se podría entonces presumir que el gran diluvio
no es a grandes rasgos más que la representación de la muerte a la que ningún hombre puede
sustraerse, y que la muerte ha entrado en el mundo sólo como consecuencia necesaria del
pecado; tal creencia era difundidísima entre todos los pueblos primitivos, en cuyo espíritu
estaba asimismo profundamente radicada la fe en la inmortalidad y en la resurrección, por lo
tanto, el verdadero significado del mito del diluvio consiste, tal vez, en esta inmortalidad
como el máximo bien, como de un misterio, como de un secreto divino, habla Ut del diluvio,
hasta el gran diluvio de la muerte que parece destruir en un instante toda la vida, revela su
impotencia, una nueva tierra resurge tras él contra la que nada puede ni contra el hombre ya
hecho bueno y cuya verdadera naturaleza la constituye una esencia inmortal. El agua, base
fluida de las cosas y altísimo elemento generador, es una mística trinidad de vida, muerte e
inmortalidad, y así como para el hombre primitivo las transformaciones son solo aparentes, así
para él también la muerte se reduce a otra forma de la Vida misma. Las aguas de la muerte
rodean, de hecho, el paisaje de los bienaventurados, los bosques de la inmortalidad. A la
muerte ningún hombre puede escapar, sin embargo, sólo la Vida eterna constituye el ser
verdadero.

Los antiguos egipcios poseían el culto cosmogónico del agua, mientras no tenía ninguna
importancia en su vida intelectual la leyenda del diluvio en su estricto significado de relato de
destrucción. Coinciden, sin embargo, en la convicción universal de que todo había sido
engendrado por el agua original, el Nun, que encerraba en sí todas las semillas. En su primera
formación, Ra surgió de esta agua y emprendió contra la serpiente Apepi la lucha que en la
mitología babilonia sostiene el dios del agua Ea y su hijo Marduk.
Los hindúes, en cambio, poseen una verdadera leyenda del diluvio, además de la universal
mitología natural indo-germánica que constituye el motivo fundamental de la mitología
Rigveda. En ella se relata cómo en una oportunidad Manu encontró en el agua en que se
lavaba un pececillo que lo informó de la inminencia del diluvio destructor, del que él solo
había de salvarse. El momento profetizado se acerca y Manu fabrica una nave y entra en ella
al subir las aguas. Al momento se acerca a él el pez y Manu lo envuelve en una cuerda atada a
su nave, de esta forma es arrastrado hacia las montanas. Al bajar las aguas, deja Manu el barco
y con diversos ingredientes fabrica una mujer, para engendrar en ella a los hombres nuevos.

La verdadera leyenda del diluvio, en su estricto significado, tampoco resulta importante en la


vida intelectual de los antiguos hindúes. Las ideas y relatos cosmogónicos y mitológicos
tienen ciertamente aquí una importancia mucho mayor. Así como para los egipcios y los
babilonios, surge siempre en los textos védicos la idea y la doctrina que señala que, en el
principio de todas las cosas, existió el agua primigenia, así como lo expresa también el célebre
himno de la creación del Rigveda. En esta agua original se desarrolló el germen que formarla
luego el huevo de loto en el que se encierra la vida; el espíritu, a partir del huevo, de sus dos
mitades forma el cielo y la tierra, y el espíritu (Brahama) saldría a sobrevolar el universo
creado.

En forma algo incierta y nebulosa emerge de la antigua mitología y cosmogonía de los griegos
la idea fundamental de la leyenda del diluvio.
También para Homero, los mundos y los dioses han surgido de las aguas del océano. La lucha
de Apolo con la serpiente Pitón se relaciona ciertamente con el diluvio. Las más marcadas
características de dicha leyenda las encontramos en el mito de Deucalión y su mujer Pirra,
quienes, cuando Zeus quiso destruir la infame raza humana de la edad de bronce, fueron
salvados por el dios y, por consejo de Prometeo, construyeron una nave y desembarcaron en
los montes; por advertencia del oráculo de Delfos formaron a los nuevos hombres arrojando
tras de sí los huesos de la gran madre tierra, es decir, las piedras.

Mucho mas importante es la leyenda del diluvio entre las numerosas tribus americanas,
presentando allí características de ingenuidad muy especiales. Debemos hacer, sin embargo,
una salvedad, muchas de ellas recibieron influencias, y por lo tanto modificaciones, debido a
los relatos bíblicos con que, los misioneros cristianos, involuntariamente alteraron el mito
popular, ayudados en ello por los mismos indígenas que transformaban sus propias leyendas
de acuerdo con aquellos relatos. En estas leyendas las dos concepciones originales, es decir, la
catástrofe como juicio punitorio para la salvación de unos pocos elegidos destinados a la
creación del hombre nuevo, y la concepción cosmogónica del primer ser y de la primigenia
naturaleza de todas las cosas se entrelazan tan estrechamente que suelen presentarse como un
único suceso.

Entre las tribus norteamericanas encontramos la interesante leyenda de los álgonquines, escrita
en caracteres pictográficos, denominada Walumolum. En ella la poderosa serpiente
Maskanako se presenta entre los hombres que se habían vuelto malos y se mataban unos a
otros. Con el custodio de la muerte lucharon los pequeños hombres, dicen las pinturas.
Entonces Maskanako trajo a la serpiente negra del agua furiosa que destruyó toda vida y
sumergió las montañas; el que nació arrastrándose, el gran padre de todas las criaturas,
Manotozho, vivía en la isla de las tortugas y todos los hombres en peligro de ahogarse trataron
de llegar a él muchos fueron dispersados por la furia de las aguas, pero algunos lograron
alcanzar la isla de las tortugas, las cuales hicieron retornar las agitadas aguas a sus cauces
junto con el gran maligno.

Otras tribus recogen también la leyenda de Kichabazo, entre ellos los Iroquies y los
Cherokíes, quienes festejaban, además, según descripción de exploradores europeos que
alcanzaron a verlo, un rito en recuerdo del diluvio el mismo se realizaba en primavera, y un
cilindro de tres metros de altura que simbolizaba una gran canoa, el Arca, se erigía en cada
aldea. En el célebre códice americano Chimalpopoca se narra una leyenda que reúne el mito
del diluvio y el del invento del fuego.

El libro religioso guatemalteco Popol Vuh presenta una novedosa variante. Los dioses
descontentos de los animales que no saben hablar para rendirles las debidas honras deciden
crear a los hombres de arcilla, pero al verlos incompletos, los destruyen con un gran diluvio,
tampoco los conforma la segunda generación humana, hombres de madera y mujeres de
resina, y un terremoto los aniquila, pero la tercera generación, nacida del maíz es tan perfecta
que los dioses se asustan y les quitan algunas virtudes para que no sean demasiado semejantes
a ellos.

Mucho se ha escrito y disertado acerca de estas leyendas del diluvio, discutiendo sus posibles
orígenes y sobre cómo ha sido posible que las mismas se difundiesen en casi todo el mundo,
pero la creencia general era de que se trataba de un único y exclusivo mito. En la Biblia el
diluvio es esencialmente un castigo divino por las culpas de los hombres, es decir que su
significado es exclusivamente ético-moral, desapareciendo la particularidad de que aún no
hubiesen sido creados los hombres. Aquí el relato no contiene características cosmogónicas,
pues pertenece a una religión monoteista en la cual domina la adoración a un único dios, que
es espíritu. Una moderna y científica explicación advierte, en cambio, la posibilidad de que
también la versión bíblica del diluvio sea recuerdo de un gran fenómeno natural de
proporciones catastróficas ocurrido en el tiempo. Tal catástrofe habría podido así producirse
en las más diversas regiones en algún momento de su historia, dando lugar a una misma
tradición. Otros estudiosos opinan que la leyenda del diluvio tiene una fuente común en un
suceso acaecido en las bajas planicies de la antigua Mongolia al emigrar los pueblos nómadas
en las más diversas direcciones llevaron consigo un recuerdo de horror y aniquilamiento.

Sin embargo, la creencia mas difundida y aceptada consiste en reconocer en la leyenda del
diluvio un verdadero mito, es decir, una cosmogonía, una creación poética del espíritu
humano. Diferenciar al mito del diluvio, en su sentido estricto del mito cosmogónico del agua,
es arduo trabajo. Éste último es ciertamente preponderante y casi siempre la leyenda del
diluvio se nos presenta como un cuadro del estado del mundo primitivo, una narración del
primer origen de las cosas. Por eso opinamos que debe verse en el estricto significado de la
leyenda del diluvio tan solo una desviación de la universal mitología cosmogónica. Todas las
leyendas son narraciones de un mito del agua, extraordinariamente difundido en toda la tierra,
que forma el núcleo y corazón de la concepción naturalista-mitológica del universo como la
tenía la humanidad primitiva, y que abarca una consideración especialísima del mundo.

Las cosas han nacido del agua y la vida se ha formado en ella; también del fuego, del aire, de
la tierra, de los animales, de las plantas y de las piedras puede ella proceder, pero sobre los
tres antiguos elementos, fuego ,tierra y agua, se aventaja el agua en el concepto mitológico del
universo, pues en forma absolutamente excepcional es ella el elemento productor, creador y
fecundo. Que el agua fuese la universal generatriz era la creencia más difundida y conocida.
Vida es el agua no otra cosa.
No es símbolo de vida, es vida verdadera, así como la vida es verdadera lo es el agua; el agua
es fuerza vital, vehículo vital, elemento esencial de la vida, así como el catolicismo sostiene
que la hostia de la Cena es verdaderamente el cuerpo de Dios, mientras la racional doctrina
protestante opone que la misma es solo un símbolo, así el hombre primitivo opone a nuestra
ciencia racional que el agua esté verdaderamente viva, y todo lo que el expone no debe ser
interpretado jamás en forma únicamente simbólica.

Pero si el agua es vida, también es muerte y principio de muerte para el hombre primitivo, y
esta doble imagen y este doble lenguaje acompaña siempre las antiguas leyendas. El diluvio,
gran agua de vida del que todo ha surgido, es así mismo agua de muerte que todo lo aniquila.
El mito del diluvio es pues doble mito de vida y de muerte, de formación y de destrucción,
una respuesta a la pregunta de cómo la vida se ha formado y de cómo la muerte ha venido
sobre la tierra.

Del inmortal poema de Homero aprendemos a conocer a Proteo, la vieja divinidad de las
aguas. Su alto poder, su forma y su arte consisten en que puede cambiar infinitamente, tomar
las más variadas formas, sin ser jamás aprisionado por nadie. Para los místicos griegos, Proteo
era un símbolo de la materia primitiva para los hombres primitivos, Proteo es el agua y su
fuerza, su naturaleza y su esencia consisten en que la misma continuamente cambia y puede
ser agua y ser aire, piedra, hombre o fantasma. Es el elemento que todo encierra y que todo
oculta en si bajo otras formas, como asimismo todo lo que por si solo puede mágicamente
producir. Y como el agua elemento que puede llevar en su seno todo el universo, todos los
elementos primitivos, imágenes y formas proteicas, cada partícula de él encierra un
microcosmos que a su vez recoge en sí al entero universo, el macrocosmos, así como en los
primitivos fetichismos la parte es también el todo y una pequeña porción de un cuerpo es todo
el cuerpo, y la hoja de un árbol es el entero árbol o puede transformarse en él.

El agua del diluvio es agua del Mal, de la Muerte. Cuando toda el agua se hizo mala perdió su
potencia de ser agua de vida y esta energía cambió de la forma del agua a otra forma,
haciéndose elemento de la tierra. Así pues, todo lo viviente debe buscar su única salvación en
los elementos no calóricos. Pero,¿cómo puede el hombre primitivo relatarnos, reuniendo en
sus grandiosos mitos del agua de cómo los hombres debían aún ser creados, siendo así que ya
existían?¿Cómo puede el mito del diluvio indicarnos que todos los hombres son mortales
siendo así que no todos mueren, y no sólo ellos, sino también sobreviven algunos animales y
plantas, y todo regresa al estado anterior ?

El mito del agua es él mito de la selección entre los hombres, de la diferenciación entre el bien
y el mal; como en una lucha entre hermanos enemigos, la lucha entre el agua de vida y la de
muerte, así es presentada la lucha entre dos opuestas especies humanas, entre hombres
elegidos y hombres nefandos, entre quienes en las aguas debían perecer y quienes pueden
lograr la salvación.

El mito del diluvio narra cómo es el hombre y cómo debería ser, por medio de las confusas
imágenes primitivas del hombre que ha existido y existe y del otro hombre que aún no ha sido
engendrado. Los héroes del diluvio no sólo deben salvarse a si mismos de él, sino y sobre todo
deben salvar el gran bien que poseen, su naturaleza proteica y su fuerza de metamorfosis. En
la mitológica visión del mundo es ésta una capacidad de renovación y regeneración polimorfa
eternamente agente. Para la concepción primitiva todo es animado, viviente, orgánico, y no
existe materia que no sea vital y orgánica. El mito del diluvio trata de explicarnos cómo
hombres que ya existen pueden y deben ser nuevamente creados y nos habla de un completo y
grandioso proceso de formación a través de luchas terribles. El mundo del caos se transforma
en un mundo nuevo de orden y fertilidad, en nuestra tierra, tierra de hombres; en las aguas del
caos se cumple la transformación de lo que es celestial en lo que es terrenal; pero debemos
tener siempre en cuenta que lo celestial no es para la concepción primitiva prodigiosa esencia
divina, sino, por lo contrario, algo incompleto e imperfecto que solo se completó al
transformarse en hombre. Acto de civilización es pues la caída del agua caótica que se
transforma de tal estado en agua terrestre. Así mismo la caída del fuego que se vuelve fuego y
hogar, tal la caída del dios-caos que se hace hombre, es decir, un ser mejor, mas perfecto, que
se civiliza y se hace culto. Así, pues, del gran diluvio se obtiene un gran beneficio: la
formación de nuevas y mejores criaturas.

Pero tal beneficio se obtiene al precio de otras pérdidas al revestirse de su nuevo aspecto
abandonaban las nuevas criaturas un bien altamente precioso e importante la muerte entraba
en el mundo. Los nuevos seres terrestres no poseían ya lo que hablan poseído como seres
antidiluvianos, elementales, a pesar o tal vez debido precisamente a su naturaleza polimórfica
perdían su inmortalidad y toda virtud mágica, su naturaleza proteica y su perfecta capacidad
de transformación. Las criaturas primitivas antidiluvianas al hacerse hombres adquirieron fon
más noble en su metamorfosis corporal, pero perdieron la inmortalidad, la cual de ser
recuperada por medio de la resurrección espiritual; y así como las partes en si encierran el
todo, su naturaleza humana encierra aún en sí la posibilidad de todas las formas que existen en
el universo. Por lo tanto, también para el hombre primitivo ha sido la inmortalidad el máximo
bien al que la humanidad puede aspirar, pero que sólo alcanza quien se reconoce en Dios y a
Dios en si; y que, como tal, piensa y obra.
L I F
Or Xalapa 2 de Abril de 2004 E V

HM Jesús Antonio Aguilar Barradas

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