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UNIVERSIDAD JUÁREZ AUTÓNOMA DE TABASCO

División Académica De Ciencias De La Salud


Coordinación De Estudios De Enfermería

TEMA: ANÁLISIS SOBRE EL PROCESO DE MORIR

ALUMNA:
Diana Laura López Zapata

PERIODO:
Marzo-Septiembre 2021

CICLO Y GRUPO:
4 “B”

ASIGNATURA:
Cuidados Paliativos

DOCENTE:
Prof. María Julia De La Cruz Lopez

H. Cárdenas, Tab. 14 de Marzo 2021


ANÁLISIS
La muerte es un hecho trascendental que pone fin a la vida y que suscita en el
hombre las más grandes reflexiones y profundas preguntas. El mundo occidental
se caracteriza por tener la incertidumbre de la muerte, y con frecuencia sentimos
temor de morir, aunque de antemano sabemos que es el único porvenir seguro
que tenemos como seres humanos.
La muerte es un proceso natural de la vida, tan cotidiano como el nacimiento de
un nuevo ser; el problema está cuando nos toca de cerca, pues en ese momento
atravesamos por una serie de sentimientos tales como fragilidad, vulnerabilidad y
amargura, los cuales no estamos preparados para enfrentarlos y vivir con ellos; la
mente reacciona de manera diferente cuando este trágico suceso llega a nuestras
vidas, y entonces las reacciones son intensas, con cambios psicológicos,
conductuales y emocionales que marcan la vida por lapsos variables.
Todos experimentamos muchas pérdidas a lo largo de la vida, pero la muerte de
un ser querido no tiene igual en su vacío y profunda tristeza. Su mundo se ha
detenido. Puede citar la hora exacta a la que falleció su ser querido. Está marcada
en su memoria y grabada en su alma. Hay momentos en que parece extraño que
el mundo continúe como si nada hubiera sucedido, cuando el mundo de usted se
ha puesto de cabeza.
Cuando falleció la persona que más quise, recuerdo que cuando lo vi morir fue en
casa, sentí miedo, pero también sentía que quería morir. La primera sensación es
de aturdimiento ver a un familiar morir te pone en estado de shock, e incluso aun
no crees que ya murió. Es muy doloroso ver cómo entierran a la persona que más
has querido en tu vida, pero, a veces, es conveniente porque, cuando el tiempo
pase, puede producirte un profundo pesar no haber estado presente.
Después comienza el dolor, se da paso a una profunda tristeza. En ocasiones, se
siente desesperación, anhelo, soledad. Aunque la muerte no es culpa de nadie, a
veces, uno se siente enfadado hasta con los médicos, a los que responsabiliza de
no haber hecho lo suficiente, o con los familiares y amigos que no estuvieron
cerca. En ocasiones, uno se siente resentido con la persona que se ha ido por
haberle dejado solo.
Cuando mi ser querido murió, hubo imágenes que acudieron en mi cabeza. Y
recuerdas todo aquello que te hubiera gustado decir, pero que no dijiste. Las
actividades que podrías haber realizado y que no llevaste a cabo. Las veces en
que perdiste la paciencia, los besos que no diste.

Hay personas que se sienten aliviadas cuando su familiar muere porque llevan
mucho tiempo cuidándole, luchando contra una enfermedad. Y ese pensamiento,
les hace sentirse culpables. Sin embargo, esa sensación es natural.
Tras la muerte de nuestro ser querido, la persona atraviesa por periodos de
agitación. Después, comienza la tristeza, el retiro y el silencio. En cualquier
momento, surgen manifestaciones de dolor. Situaciones desencadenadas por
personas, lugares, objetos que reavivan los recuerdos. Incapaces de controlar sus
sentimientos, muchas personas se sienten tentadas por mantenerse alejadas de
su entorno, que no entiende su dolor ni lo comparte.
La pérdida de una persona importante en tu vida puede producir una serie de
temores. Puede provocar hasta ataques de pánico. Su muerte recuerda tu propia
muerte y el miedo a afrentarse a la vida sin ella.
El dolor no solo es un proceso emocional, también conlleva problemas físicos:
fatiga, náuseas, el sistema inmunitario se deteriora, aumento o pérdida de peso,
dolores, molestias e insomnio.
A medida que pasa el tiempo, el dolor disminuye. Es posible pensar en otras
cosas e, incluso, mirar hacia el futuro. Sin embargo, esa sensación de haber
perdido una parte de uno mismo nunca desaparecerá del todo. Y por último
aceptar la muerte de nuestro familiar, dejarlo ir para sanar y continuar con nuestra
vida. La sanación no significa que olvidemos a nuestro ser querido, ni tampoco
significa que no nos vuelva a visitar el duelo por la pérdida. La persona que
amamos y perdimos siempre estará impresa en nuestra alma, y algún día
llegaremos a un punto en el que podamos recordarla más con amor que con
tristeza. Hasta entonces, esa persona permanece escondida en nuestros
corazones.

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