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History does not happen to people; it is a function of the relationships among human
bodies, which are themselves historically constructed, and the concretized structures of
social organization in which they interact.
(Adelson, 1993: 22)
The monster arises at the gap where difference is perceived as dividing a recording
voice from its captured subject.
(Cohen, 1996: 14)
Introducción
Sostenida durante casi cuarenta años y pródiga en géneros diversos, la extensa obra
en colaboración de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges2 presenta reiteraciones
1
Este trabajo ha sido posible gracias a una beca de investigación del Programa de Formación del Profesorado
Universitario (FPU) del Ministerio de Educación de España, desarrollada en la Universidad Autónoma de
Madrid. Asimismo, los recursos bibliográficos, materiales y humanos de Middlebury College han sido inesti-
mables. Dedico el artículo a José Manuel Cuesta Abad.
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Incluye Seis problemas para don Isidro Parodi y Dos fantasías memorables (1942 y 1946, con el seudónimo
de Honorio Bustos Domecq), Un modelo para la muerte (1946, con el seudónimo de Benito Suárez Lynch),
Crónicas de Bustos Domecq (1967), y Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977). Desde 1955, la obra en
2
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colaboración apareció con el nombre de los autores. De la colaboración también resultaron guiones como
Los orilleros, El paraíso de los creyentes e Invasión, este último llevado al cine por Hugo Santiago en 1969.
Cronología detallada en Helft (1997).
3
‘[An œuvre] means more than the actual count of a writer’s work. It implies a logic of unfolding, of gradually
revealed design. In an œuvre, different genres — fiction, poetry, critical essays — take on a personal unity. The
achievement argues as a whole, its sum greater and more coherent than any of the parts’ (1998: 288).
4
Avellaneda (1983) dedica dos capítulos a algunos textos de la œuvre; Foster (1984) no recoge bibliografía
referida a Bustos Domecq. Sobre la cuestión más general de la escritura en colaboración, véase Stillinger (1991)
y Lafon & Peeters (2007).
5
Lafon & Peeters, 2007: 261 n. 3; véase también McAdam (1973).
6
Antiguas literaturas germánicas (1957), con Delia Ingenieros; El Martín Fierro (1953) y El libro de los seres
imaginarios (1967), con Margarita Guerrero; Leopoldo Lugones (1955), con Betina Edelberg; Qué es el budismo
(1976), con Alicia Jurado; Introducción a la literatura inglesa (1965) y Literaturas germánicas medievales (1966),
con María Esther Vázquez, además de diversas antologías. Para Lafon & Peeters, la colaboración se convirtió
en la única forma de escritura posible para Borges (2007: 242). Por su parte, Bioy Casares escribió con Silvina
Ocampo Los que aman, odian (1946).
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Hasta Balderston menciona a ‘Borges and his long-time collaborator, Adolfo Bioy Casares’ (1990: 332) y afirma:
‘Cuando se lee Ficciones o El Aleph resulta útil leer también los cuentos que Bioy Casares escribió por la
misma época, porque así las características de la obra del maestro sobresalen en mayor contraste en la del
discípulo’ (1996: 108–09, mis cursivas). Véase también Lafon & Peeters (2007: 261).
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Véanse, por ejemplo, los textos recopilados en Lafforgue (1999). Pastormerlo utiliza la metáfora del ‘sacerdote’
(2007: 27–54) para referirse a las auto-representaciones de Borges como escritor apolítico. Sobre una conside-
ración alegórica de la dimensión política de los textos de Borges, véase Sarlo (1995), especialmente la p. 131, y
Jenckens (2008). Véase también Díaz, 2012, especialmente las pp. 3–70.
9
Giunta, 2003: 54; Avellaneda, 1983: 16–17.
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Espino, 2010, especialmente las pp. 122–28.
11
Bioy Casares escribe en su diario el 3 de enero de 1948: ‘A la tarde leí a mis padres “La fiesta del Monstruo”
(ya lo habían leído)’ (2006: 33). La nota del editor coincide con la fecha dada en las ediciones del cuento:
‘Terminado el 24 de noviembre de 1947, circuló como samizdat hasta ser publicado en 1955’ (33). Véase
Rodríguez Monegal, 1978: 332.
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Como han señalado Gamerro (2006) o Piglia (2001), ‘La fiesta . . .’ es una reescri-
tura de los textos de Ascasubi (1872) y Echeverría (1986).13 Pero Bustos Domecq
operativiza las relaciones con esos textos en un espacio referencial obviamente
distinto, creando un sistema de alusiones que expande las connotaciones y niveles de
alusión: Rosas ↔ Perón / Caudillos ↔ demagogos modernos / Mazorca ↔ peronistas
/ gauchos, indios, mazorqueros ↔ obreros e inmigrantes. A pesar de los matices, sin
embargo, estas son consideraciones que atañen a la filiación literaria, y la efectividad
del nuevo sistema construido en ‘La fiesta . . .’, como se verá, no solo recupera la
estrategia de Echeverría y Ascasubi para la apropiación y el uso de las voces del
Otro.
La acción de ‘La fiesta . . .’ es referida por un narrador anónimo, y su motivo
central es el viaje que un grupo de lúmpenes emprende desde la periferia de Buenos
Aires hacia un mitin en la Plaza de Mayo, ‘rumbo al civismo, a la aglomeración, a
la fratellanza, a la fiesta del Monstruo’ (458). Los preparativos son organizados por
un comité que distribuye armas al grupo, y el viaje se inicia en un camión que va
reuniendo a los hombres. Los integrantes del grupo, cuya procedencia está marcada
explícitamente,14 son individualizados con apellidos pseudo-italianos y apodos
12
‘¡Qué jarana! / nos reímos de buena gana / y muy mucho, / de ver que hasta les da chucho; / y entonces lo
desatamos y soltamos; / y lo sabemos parar para verlo refalar / ¡en la sangre! / hasta que le da un calambre /
y se cai a patalear, / y a temblar / muy fiero, hasta que se estira / el salvaje . . . / De ahí se le cortan orejas, /
barba, patilla y cejas; / y pelao / lo dejamos arrumbao’ (Ascasubi, 1872: 133–34).
13
Otra interpretación de ‘La fiesta del Monstruo’ como reescritura de El matadero se encuentra en Wilson
(2007).
14
‘Todos éramos argentinos, todos de corta edad, todos del Sur y nos precipitábamos al encuentro de nuestros
hermanos gemelos, que en camiones idénticos procedían de Fiorito y de Villa Domínico, de Ciudadela, de
Villa Luro, de la Paternal’ (457).
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‘Esas cosas pasaban — no lo digo con más voz porque estoy afónico — antes del día que los coroneles, escoba
en mano, pusieron un poquito de orden en la gran familia argentina. Hablo del 4 de junio (un alto en el
camino, muchachos, que vengo con el papel de seda y el peine y les toco la marchita). Cuando brilló esa fecha,
ni el más abúlico pudo sustraerse a la ola de actividad con que el país vibraba al unísono’ (161).
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Véase Avellaneda, 1983: 15–54.Las directrices culturales del peronismo se definieron por oposición al proyecto
representado por Sur (Giunta, 2003: 46). El órgano de difusión cultural peronista fue Sexto Continente, en cuyo
primer número se declaraba, casi à la Frogman: ‘Lo que deseamos es una mayor unión espiritual y el cono-
cimiento integral de las otras patrias latinoamericanas. La literatura, y la música, y las artes plásticas, ocuparán
en nuestra atención el mismo plano que la industria edilicia, y la algodonera, y la agricultura y la ganadería,
ofreciendo de tal suerte un panorama integral de ese inmenso taller de trabajo que es toda la nación’ (citado
en Avellaneda, 1983: 18).
21
Citado en Avellaneda, 1983: 19.
22
Cfr. Avellaneda, 1983: 27–28.
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todos los personajes de la œuvre son satirizados de un modo u otro, en ‘La fiesta . . .’
la concentración en los modos de hablar es paralela al interés por los personajes
en tanto que sujetos. Se puede avanzar y ver cómo Frogman es la pieza clave de la
instrumentalización, en una dirección muy específica, de ‘La fiesta . . .’, pues ninguno
de los personajes de Bustos Domecq es sometido a la degradación que Frogman
padece.
La intensificación de la sátira en los textos de — y posteriores a — 1946 es inter-
pretada por Avellaneda como ‘un desarrollo natural de la cadena textual que los
precede’ (1983: 77). Así, en Un modelo para la muerte y ‘La fiesta . . .’ estaría funcio-
nando un código ‘provisto esta vez desde afuera’ (78) y no desde los textos mismos.
Sin embargo, Avellaneda no se detiene en la reaparición de Frogman, y privilegia la
interpretación de los textos en función de ese ‘afuera’. Para comprender el sentido
de un relato como ‘La fiesta . . .’ es necesario, pero no suficiente, referirse al ‘grado
extremo de ideologización y de apoyo referencial’ (78). También se debe recurrir a
los otros textos de la œuvre donde aparece Frogman para determinar, a su vez, el
sentido de las relaciones contextuales. ‘La fiesta . . .’ no es solo ‘un conjuro de lo que
hasta poco antes había sido considerado una pesadilla política’ (Avellaneda, 1983:
83), sino el producto de una forma discursiva que evoluciona textual e ideológica-
mente en un contexto histórico no menos dinámico. En este sentido, la instrumental-
ización del personaje de Frogman ejemplifica y condensa esa evolución de discurso y
sociedad, en un momento, si se quiere, de intersección entre ambos.
¿Cómo, entonces, el Frogman de Un modelo para la muerte puede servir a la inter-
pretación de ‘La fiesta del Monstruo’ y al nuevo interés por los personajes en tanto
que sujetos? ¿De qué manera se conectan ambos textos y cuáles son las consecuencias
de ese vínculo? La respuesta está en el uso de los cuerpos, en el desbalance de los
elementos del contrato entre voces y cuerpos que, según Josefina Ludmer (2000),
define buena parte de la literatura argentina.
En la nouvelle, la principal característica de Frogman desde su primera aparición
no es su voz, sino su olor: ‘Parodi lo miró sin alegría: el intruso era rubio, fofo,
pequeño, calvo, pecoso, arrugado, fétido y sonriente’ (165). Todos sus apodos, enfáti-
camente acumulados, aluden a la pestilencia y la bestialidad: ‘pescadas’, ‘jazmín’,
‘oveja’, ‘zorrino’, ‘enemigo de Coty’, ‘gordito fétido’, ‘tortuga’, ‘Caño Maestro’,
‘queso fresco’, ‘conejo embalsamado’, ‘El Fondo A La Derecha’, ‘leche cortada’,
‘Agua Abombada’, ‘Aguas Servidas’, ‘zorro’, ‘canguro’, ‘comadreja’, ‘Marca Chan-
cho’, ‘cebolla tibetana’, ‘Pobre Mi Napia Querida’, ‘Caballeros’, ‘zorrino patentado’,
‘hediondo’.
De la misma manera, como he señalado, en ‘La fiesta . . .’ se ridiculizaba al
narrador a través del uso de su voz, al mismo tiempo que se insistía en su aspecto
físico:
Yo, en mi condición de pie plano, y de propenso a que se me ataje el resuello por el
pescuezo corto y la panza hipopótama. (453)
[M]e di una friega con el trapo de la cocina, guardé todos los callordas en el calzado Fray
Mocho, me enredé que ni un pulpo entre las mangas y las piernas de la combinación —
mameluco —, vestí la corbatita de lana con dibujos animados que vos me regalaste el Día
del Colectivero y salí sudando grasa. (455)
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[L]a merza me puso de buen humor con la pregunta si me había anotado para el con-
curso de la Reina Victoria, una indirecta, vos sabés, a esta panza bombo, que siempre
dicen que tendría que ser de vidrio para que yo me divisara, aunque sea un poquito, los
basamentos horma 44. (456)
[P]or los chichones, todos me confundían con la yegua tubiana del panadero. (459)
[M]e encasqueté una rejilla como sombrero hasta el nasute, y del chaleco se rodó la
chirola que yo había rejuntado para no hacer triste papel cuando cundiera el carrito de
la ricotta. (462)
Primero los sorprendí fácil con la pajita para tomar refresco en las confiterías; después,
con el borrador y las correcciones de una tarjetita postal que iba a remitir a Diente de
Leche; después con mi brevet de indio, de la A.A.A. [. . .] después con el merengue seco
que llevo para no quedar todo bañadito en la crema; después, con unas moneditas de
cobre que ya están blandas con el uso; después con un ermitaño-barómetro que se asoma
de la garita cuando entran a dolerme los cagliostros. (195)
No me rete por haberme presentado en el veranillo, que es cuando me pongo más rancio.
Si no les doy la mano todos saben que es para no engrudarlos, pero guardando la distan-
cia les pido la bendición. [. . .] Me pongo tan contento que se me cae la boca con la baba.
[. . .] Por eso vine patinando hasta aquí en la grasita de los pieses. Vez pasada me dormí
comiendo salame. (200)
23
Almeida, 2004: 245.
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¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un
triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente
papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino
muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de
una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que
se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte,
pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo
nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor
de los arrabales, una crasa mitología. (1974: 789)
24
‘De alguien a nadie’, Otras inquisiciones (1952).
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25
Años después insistirá Borges: ‘En 1946 un presidente de cuyo nombre no quiero acordarme llegó al poder’
(1999: 78). Sobre el valor performativo de los silencios y la reiteración en los discursos sociales contemporáneos,
véase el excelente trabajo de Judith Butler (1997). Un magistral estudio del peronismo como fenómeno discur-
sivo, y en particular de la función de la voz y el cuerpo en la producción de los enunciados ideológicos de Perón,
se encuentra en Sigal & Verón (2003).
222 ROMÁN FACUNDO ESPINO
Si, publicado en una revista uruguaya en 1955, ‘La fiesta del Monstruo’ convergía
de alguna manera con los empeños militares que por decreto cometieron el silencio
retórico del relato al año siguiente, el deshumanizado peronista de Bustos Domecq,
publicado en letras de molde hacia 1977, participa del espíritu de una época de la
Argentina en la que otra dictadura compilaba otra jerga zoológica e imponía que
El silencio es salud. En tanto, mientras otro cuerpo peronista transitaba el mundo, no
es imposible que, a través de la inarticulación, la œuvre de Bustos Domecq sirviera a
una desarticulación — esta definitiva y total.
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This paper deals with two texts written by Jorge Luis Borges and Adolfo Bioy
Casares under the pseudonyms of Honorio Bustos Domecq and Benito Suárez
Lynch: ‘La fiesta del Monstruo’ and Un modelo para la muerte. Through the
analysis of cross-references, I attempt to show how the treatment of elements
related to Peronism in both texts is crucial to understanding the peculiar unfold-
ing of their story lines. Moreover, by drawing attention to the textual construction
of the Peronist body in both texts, I suggest that interpretations on Borges and
Bioy’s collaborative work must necessarily take into account the interactions
between literary texts and the discursive and political practices in twentieth-
century Argentina.