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Universidad Tecnológica de El Salvador

Facultad de Ciencias Sociales


Escuela de Antropología
Ética
Maestro Joaquín Ernesto Aparicio Pacheco MPE

No es el modelo, es la ética...

El debate político contemporáneo entre modelos económicos de derecha e


izquierda –en teoría– se limita a más o menos controles del Estado o del mercado;
en Latinoamérica, la debacle entre el Socialismo del siglo XXI y los oligarcas
neoliberales se ha reducido a pretender disminuir la pobreza destruyendo el aparato
de riqueza (marxismo light) a través de acciones simbólicas y prácticas tales como
el intervencionismo estatal (expropiar, burocratizar, perseguir, etcétera).

Más allá de los preceptos del marxismo, socialismo científico o socialismo utópico
asociados a la lucha de clases, crítica a la economía, control del aparato de
producción e ideología, el problema de la viabilidad de un modelo es
sustancialmente “ético”, veamos por qué.

Si los medios de producción dejan de ser controlados por empresarios dominantes


–oligarcas– y pasan a ser administrados por la nueva oligarquía de la izquierda, las
cosas no cambian mucho; lo que sí vemos que sucede es el deterioro de la eficiencia
productiva: las empresas comienzan a quebrar, y se desata el descalabro
económico; esto se debe a que el modelo intervencionista estatal ubica a
correligionarios para controlar los aparatos productivos, y generalmente estos son
incompetentes (existen varios casos de empresas de izquierda quebradas). La
izquierda no preparó a su gente, y además se distanció de la intelectualidad y de la
academia.

El poder corrompe si los funcionarios de gobierno no cuentan con principios sólidos.


La izquierda latinoamericana siempre planteó una recurrente crítica a los partidos
tradicionales de gobierno debido al clientelismo, corrupción y compadrazgo que
configuraban sus prácticas tradicionales. No obstante, una vez la izquierda ascendió
al poder estas prácticas no cesaron, solo se sustituyeron corruptores, y salvo
excepciones, muchos funcionarios de izquierda lograron una transformación
patrimonial sin precedentes.

La derecha privatizó todo lo que pudo, mientras que la izquierda estatizó como
respuesta. No obstante, los problemas del Estado no cambiaron mucho: con el
modelo privatizador los servicios del Estado se hicieron un buen negocio para
algunos, mientras con el modelo estatizador la burocracia es un medio
obstaculizador para la mayoría. Al final, sea privado o público, las argollas cercanas
al poder son las que salen beneficiadas, y el pueblo no...

Al ciudadano común le tiene sin cuidado el aspecto ideológico, ha votado por


derechas e izquierdas y las cosas no cambian y no mejoran en su vida; la gente lo
que busca es eficiencia y ética, dos variables difíciles de conciliar en el espectro
político, ya que el poder “pudre” y “enferma” a la gente.

Uno puede ver a plena luz del día a los dirigentes de izquierda gozando los
privilegios que ellos criticaban –y en parte está bien–; ostentan buenos vehículos,
viajan en primera clase, crean sus empresas particulares, les gusta irse de
vacaciones a Estados Unidos o Europa, envían a sus hijos a los mejores colegios y
cuando necesitan servicios médicos cuentan con un buen seguro o viajan a
atenderse fuera del país... Saben qué: “Todo aspiramos a esto...”, los de derecha y
los de izquierda; el problema es que estos privilegios se reduzcan a los círculos de
poder gubernamental. ¡Insistimos, es un tema ético, no de modelo!

Existen socialistas y neoliberales éticos, pero son muy pocos; gente con principios,
que sí pueden vivir conforme a las enseñanzas de Monseñor Romero, o que puede
hacer negocios de modo decente con generosidad y altruismo. Y también podemos
imaginar un modelo ético que permita un encuentro a medio camino, sin extremas
socialistas y neoliberales, comunistas y anticomunistas; en algún momento se le
llamó “Estado de Bienestar”, con un mercado responsable y honesto y con un
gobierno eficaz y fuerte. Pero todo con ética, esto es lo que les hace falta...

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