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Descubrimiento de América.

Cristóbal Colón, sus viajes,


sus médicos (1492-1504)
El descubrimiento del Nuevo Mundo se pudo efectuar por la protección que
prestaron los Reyes Católicos al insigne navegante genovés Cristóbal Colón. Este,
fundado en la teoría de la esfericidad de la Tierra, pretendió llegar a Oriente
navegando desde Occidente. Con la ayuda de los Reyes, del cardenal Mendoza, fray
Juan Pérez, Martín Alonso Pinzón y otros, después de muchos trabajos y fatigas, se
hizo a la vela en el Puerto de Palos de Moguer, Huelva, España, el 5 de agosto de
1492. Sus barcos fueron las carabelas Pinta, Niña y Santa María, las dos primeras
mandadas por los hermanos Martín Alonso y Vicente Pinzón, navieros de Palos; y la
tercera, al mando de Colón, enarbolaba la insignia de Almirante. Llevaban unos 120
hombres, por todos. Después de un angustioso viaje, y al amanecer del día 27 de
octubre, un marino de la Pinta, llamado Rodrigo, natural de Triana, Sevilla, gritó,
tierra, y era la isla de Guanahaní, a la que Colón llamó San Salvador- hoy Wattlin-
siendo esta, por tanto, la primera tierra del Nuevo Mundo descubierta. Ese mismo
día, por la tarde, divisó la expedición las costas de Cuba. Continuando Colón su
viaje hacia Oriente descubrió el 1° de diciembre la isla de Bohío (hoy Santo
Domingo) a la que llamó española. Allí construyó el fuerte de La Navidad, con los
restos de la nao Santa María que abatió un ciclón. Dejó en ese sitio 38 personas y a
un "físico" (médico) y regresó a España.

En su segundo viaje salió Colón de Cádiz el 25 de septiembre de 1493 con tres


galeones o carracas, 14 carabelas y 1 500 acompañantes. Llegó a las Islas Caribes
el 4 de noviembre del mismo año. Descubrió la Isla de Borinquen (Puerto Rico) y el
27 citado mes llegó a La Española, donde con dolor sólo encontró las ruinas del
fuerte de La Navidad. Estuvo en La Española hasta el 24 de abril de 1494, dejando
reconstruida una población que llamó La Isabela. Siguiendo su viaje descubrió la
isla de Jamaica el día 3 de mayo, recorrió el sur de Cuba y llegó hasta la isla de
Pinos que llamó Evangelista. Regresó enfermo a La Isabela, y mejorado, volvió a
España.

En su tercer viaje- en 1498- descubrió la isla de Trinidad, el río Orinoco y parte de


América del Sur. Volvió a Santo Domingo donde por chismes diversos fue reducido
a prisión por Bobadilla y enviado a España.

Su cuarto y último viaje se efectuó de mayo de 1502 a 17 de noviembre de 1504


en que volvió enfermo a España. Visitó las pequeñas Antillas, La Española, Jamaica
y Honduras. Este atrevido navegante murió pobre y casi olvidado en Valladolid el
28 de mayo de 1506.

En la obra titulada Cristóbal Colón, edición monumental, por D. José Ma. Asencio,


editada por Espasa, en Barcelona, y en el Libro I, Capítulo XII, página 191, se lee:
"En la nao Santa María enarboló el Almirante el pabellón real de Castilla y Aragón.
En ellla se embarcaron con Cristóbal Colón el alguacil mayor de la Armada Diego
Arana, primo hermano de Da. Beatriz Enríquez, Rodrigo Sánchez de Segovia,
inspector general o veedor por los Reyes y Rodrigo Escobedo, escribano real. Iba
por maestre el dueño de la nave Juan de la Cosa y por piloto Sancho Ruiz, llevando
también a bordo al físico de Moguer maese Alonso, al cirujano maese Juan y a 40
marineros más".

En la página 192 dice, refiriéndose al número de tripulantes que hicieron el viaje


primero: "Washington Irvinng, conciliando ambas cifras -90 y 120- pone aparte a
las personas que ejercían cargo y dice "también iba un médico y un cirujano con
varios aventureros particulares, algunos criados y noventa marineros, total ciento
veinte personas".

En la parte de Aclaraciones y Documentos del Libro Segundo, en la página 545 y


refiriéndose a los tripulantes que dejó Colón en La Española y que fueron muertos
por los indios, lo que conoció cuando volvió a poblarla en 1493, señala: "No puede
dejar de observarse que en la lista que hemos concluido, no aparecen cuarenta
individuos sino cuarenta y uno; porque Navarrete no incluyó al médico maestre
Juan y el Sr. Fernández Duro a éste pero pasó por alto a Francisco Vergara, natural
de Sevilla, faltando uno de cada una de ellas".

En el Libro III, Capítulo I, pág. 608, del mismo Sr. Asencio, y en relación con los
acontecimientos ocurridos en el segundo viaje de Colón, se dice: "En la nao
Marigalante además de los pilotos y de los oficiales, muchos de los principales
empleados, y con ellos Alonso de Ojeda, Ginés de Garbalan y Mosen Pedro
Margarit. Los religiosos se habían dividido en varias embarcaciones pero el P. Boil y
dos o tres más acompañaban al Almarirante y también iba a su lado el Dr. Diego
Álvarez Chanca, que con sus cuentos y dichos agudos amenizaba los coloquios
cuando la animación iba decayendo y las ideas tristes y el recuerdo de la patria y
de la familia abandonada, daban tinte de melancolía a la conversación".

Y en la página 609, refiriéndose a la alegría que embargaba a los tripulantes por


ver tierra, la isla Dominica, bautizada así por Colón por haberla descubierto en
domingo: "Grandísima fue la alegría de los navegantes y era maravilla oír los gritos
y placeres que todos hacían con tanta razón pues iban ya fatigados con tanto
navegar, siendo por lo general, gente poco avenzada a ello; y como dice con su
particular gracejo el doctor Chanca, después de haber navegado desde Cádiz 1 100
leguas " no siente quien no fuese satisfecho de ver agua".

En la página 616, y refiriéndose a lo que encontraron los descubridores en la isla de


Guadalupe muchas de cuyas plantas eran nocivas: "Allí había salvaginas -escribe el
Dr. Diego Álvarez de la Chanca- de diferentes maneras, de las cuales algunos no
muy sabios probaban y del gusto solamente tocándolos con las lenguas, se las
hinchaban las caras y les venían tan grande ardor y dolor que parecía que rabiaban,
las cuales se remediaban con cosas frías".

Por otras fuentes se sabe en 1495 salieron para La Española cuatro carabelas en la
que por Real Cédula de ocho de abril se dispuso que llevaran físico e cirujano e
boticario. Con seguridad se cumpliría la disposición real y por los menos, a lo
narrado por Asencio, tenemos que agregar un médico y un cirujano más.

En su último viaje de 1502 llevó Colón a Indias un médico, un cirujano y un


boticario que le asistieron su gota y su paludismo.

Con todos estos antecedentes podemos sentar que fueron Maese Alonso, físico de
Moguer, y el cirujano Maese Juan, los primeros facultativos de medicina españoles,
que acompañando a Colón en su primer viaje, visitaron a Cuba. El primero, de más
representación y cultura, acompañó al Almirante en su viaje de regreso a España y
con seguridad que llevaría a ese país muestras de plantas, resinas y otras cosas de
las tierras descubiertas. En cuanto Maese Juan quedó atendiendo a los habitantes
del fuerte y poblado de La Navidad, Isla de Santo Domingo, donde murió víctima
del ataque indio o de alguna fiebre del país.
Fig. 4. Dr. Tomás Romay Chacón (1764-1849). Personalidad representativa de la
medicina europea en Cuba.

En su segundo viaje prestaron sus servicios a los navegantes el Dr. Diego Álvarez
de la Chanca y un Cirujano. Se ignora el número y los nombres de los que siguieron
al Almirante en el tercero y cuarto (último) viaje que por lo menos serían dos
médicos y dos cirujanos. Si a estos añadimos el físico y el cirujano de la expedición
de 1495, resulta que hasta 1502 habían visitado y observado el Nuevo Mundo por
lo menos diez facultativos conocedores de una medicina estudiada a fines de la
edad media.

Entre todos ellos el más destacado fue el Dr. Diego Álvarez de Chanca, que ejerció
en Sevilla y fue Médico de Cámara de los Reyes. Este hombre acompañó a Colón en
su segundo viaje, como antes se dijo, vio las ruinas de La Navidad, supo de la
muerte de su compañero Maese Juan, observó el efecto de algunas plantas
americanas, asistió al Almirante de una grave enfermedad -paludismo o tifoidea,
pues estuvo varios días sin conocimiento- y desde allí pidió al Cabildo de Sevilla que
le enviase medicinas y bastimentos por haber muchos enfermos con fiebre "por
mudamientos de aires y aguas". Sin duda, tal personaje acompañó al Almirante en
su regreso convaleciente a España.

Estos médicos habían estudiado con las obras de Galeno, Hosain, Hipócrates,
Avicena, Villanueba y Razhes y eran fieles a ellas con la fe del dogmatismo
religioso. Sus estudios anatómicos eran deficientes pues sólo habían practicado
contadas disecciones. Sus estudios teóricos en las cuatro cátedras de medicina y
dos de anatomía y cirugía le habían robado el tiempo para asistir a las clínicas que
aun se encontraban en pañales. La poca práctica que tenían al recibirse la habían
adquirido al lado de algún profesional de prestigio. Ya tenían en sus manos libros
impresos que sirvieron para darles a conocer los trabajos de los médicos
extranjeros. Casi todos los Doctores procedían de la Universidad de Salamanca y se
encontraban bajo la influencia de la teoría humoral e impresionados por las
disputas escolásticas de la época después de haber hecho el examen de la Cofradía
de San Cosme y San Damián que ya existía en aquellos tiempos.

El Dr. Chanca, al examinar un enfermo procedía primeramente a ver el estado de la


lengua, pulsaba la arteria, palpaba los costados, investigaba la vida del paciente y
pensando en el balance de los humores echaba una mirada a la orina y heces
fecales. Terminado todo esto, se sentaba con aire majestuoso, pronunciaba algunas
palabras en latín, tomaba la pluma de ave, tinta y papel que se le tenía preparado y
prescribía: la gran triada, castoreo, hierro, azufre, pomada mercurial, algún
purgante, ungüento, clister, gargarismo, masticatorio, un jarabe o disponía una
sangría con la dieta y medidas higiénicas correspondientes.

Ante la enfermedad febril de Colón en Santo Domingo pensaría Chanca que la


calentura se debía a la elevación de la temperatura de las fibras del corazón y
observaba con cuidado dicho órgano central.

Como clínico, conocía algo de anatomía patológica y sabía diagnosticar el garrotillo,


la tosferina, la sífilis, la lepra, la hidropesía, etc. En actos oficiales usaba un traje
oscuro con pequeñas boca mangas de encaje blanco y un cuello alto rizado lo que
cubría en invierno con una elegante pelliza de piel fina.

Sus compañeros de más baja esfera, los cirujanos y romancistas, eran más
ignorantes y usaban una vestimenta parecida a la de los hombres del pueblo:
calzones cortos y ajustados, casaca, gran chaleco de color, camisa con cuello,
pecheras y puños bordados de encaje, peluca rizada y empolvada, trenza y
sombrero chambergo. Sólo sabían hacer alguna mala cura empleando la
interminable sarta de ungüentos recomendados por Galeno o efectuar alguna
operación menor. La operación de la piedra, de la catarata, de la hernia y
amputaciones, sólo se practicaban por los grandes cirujanos.

Tirso de Molina pinta admirablemente al médico y al cirujano vulgar español de la


época con estas estrofas:

Médico muy barbudo,


belfo, sin ser alemán;
guantes de ámbar, gorgoran,
mula de felpa, engomado,
muchos libros, poca ciencia.
...............................................
porque con cuatro aforismos,
dos textos, tres silogismos,
curaba una calle entera.
...............................................
harto de ver orinales,
y fístulas revolver, Hipócrates, y leer
..............................................
Decid a vuestra señora
Que le ha dado garrotillo,
al hijo de tal condesa,
y que está la ginovesa
su amiga con tabardillo.

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