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Vicisitudes Entorno Al Vínculo en El At. Laura Frank
Vicisitudes Entorno Al Vínculo en El At. Laura Frank
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Hay distintas miradas y conceptualizaciones de vínculo entre distintas
disciplinas y distintos autores. En el texto del A.T. en España Chevez toma
aportes de Pichón Riviere y Bowly. Otros autores toman distintos aportes
del psicoanálisis que brindan interesantes miradas, yo tomare en esta
oportunidad algunos recorridos del psicoanálisis vincular.
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Vínculo es un concepto en permanente revisión y transformación, una de
las ultimas definiciones de vinculo de I Berestein es una “relación entre
dos otros que comparten una situación, a partir de lo cual construyen
para uno y el otro una subjetividad nueva; distinta a la que tenían
previamente y a la que podrían generar con otros diferentes”
(Berenstein 2006).
El vínculo con otro introduce una modificación no prevista en la serie de
registros previos, no anticipable. Expresando de manera irrefrenable que no
se podría seguir siendo el mismo después de hacerle un lugar a lo
novedoso que aporta la presencia del otro (Berenstein 2007)
El vinculo impone un esfuerzo de trabajo psíquico, el encuentro con otro
es siempre un desafío aceptado o negado, impone deja huellas y
transformaciones.
Es necesario que pensemos que el acompañante, sin desestimar la
abstinencia, la neutralidad, la asimetría necesaria, va a establecer un
vinculo del cual no resultara indemne, los acompañantes nos
transformamos en los vínculos con los acompañados, aprendemos cosas,
conocemos lugares, el registro del sufrimiento nos genera emociones. Para
que haya vinculo debe haber transformación sino no hay vinculo, uno puede
estar de otras formas juntos, al lado, etc. pero no vinculados.
Los supervisores vemos mucho en los acompañamientos como cada
acompañante genera con el paciente campos vinculares diferentes. Con un
a.t. un paciente habla de música pero con otro habla de otra cosa, es que
cada vinculo genera situaciones de transformación diferentes, que no
pueden ser calculados.
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Los acompañantes somos de los pocos actores en los equipos que
tenemos injerencia en los tres mundos del sujeto, si bien en lugar
privilegiado en el mundo itersubjetivo, en el campo de los vínculos donde se
insertara y trabajara el a.t. También interviene en el intrasubjetivo ya que a
diferencia del analista o del terapeuta no trabajara desde el desvelamiento
del inconsciente interpretando y analizando, pero si tiene en cuenta la
dinámica inconsciente, para alejarse del sentido común y entender la
dinámica de ese sujeto. Comprender el sentido de los síntomas nos llevara
a tomar un camino diferente en el hacer juntos, que desconocerlo y tomar el
síntoma como un capricho, un acto voluntario.
El mundo transubjetivo, la subjetivad se va construyendo a través de las
interacciones que hacemos en el medio y la época en la que estamos. Los
acompañantes nos adentramos a ese mundo del paciente en el cual es
posible que tenga muchos elementos común a los nuestros por pertenecer
al mismo país y le época pero no necesariamente igual. Cada uno
construye con el entorno su mundo, y es allí donde se mueve su
cotidianeidad.
Hablábamos del condimento español que le están dando aquí al a.t., y
ahora podríamos decir que lo transsubjetivo genera transformaciones en lo
inter, en los vínculos a.t. pacientes. Es un desafío para nosotros hacer
ajustes a nuestra practica a la luz de los cambios y los movimientos de la
época y del lugar. Los acompañantes lejos de imponer nuestra subjetividad
debemos saber que nos estamos incluyendo en el mundo del paciente.
(ejemplos, monte maiz, colectividades)
El a.t. a través de la estrategia de un equipo se insertara en la vida
cotidiana, P Poeta (2012) afirma “Lo cotidiano sería todo aquello que rodea
al sujeto y tiene una significación interna para él. En términos cotidianos es
el mundo que lo rodea, es el mundo de relación, el mundo material y el
mundo vivencial. A partir de esto, el AT tiene como potencial el registro y la
intervención sobre estos mundos posibilitando la resignificación, la
ampliación, la apertura de nuevos sentidos o la transformación de los
mismos. La circulación del AT en todos estos mundos tiene un sentido
terapéutico”
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A partir de aportes de autores francés Berenstein, Puget empiezan a
incorporar los aspectos negativos del vínculos en el sentido de la ajenidad
de lo incognoscible, por lo que afirman que al vinculamos con el otro lo
hacemos en tres aspectos el otro como semejante, diferente y ajeno. El
aspecto Semejante, es indispensable para la construcción del vinculo, es lo
del otro que se me parece a uno, lo similar lo que nos une. Lo Diferente: es
aquello del otro que es distinto de mi, en lo que me diferencio. Lo Ajeno en
cambio es todo registro del otro que no logramos inscribir como propio, sin
embargo se produce el intento de su búsqueda, hasta aceptar
medianamente.
Kuras y Resnizky toman estos aportes y proponen que, como
Semejante, el a.t. resultará un prójimo que se ofrece para facilitar el
vínculo, tolerando diferencias. Pero, dada la ajenidad irreducible,
imposible de remitir a ninguna experiencia infantil, requerirá del otro un
trabajo ineludible para sostener el vínculo.
Este esfuerzo de hacer posible el encuentro puede ser productor de
cambios y generador de articulaciones novedosas.
Por lo tanto vincularse propone una imposibilidad aceptada o negada por
los sujetos y que hace al contacto con la ajenidad. La posibilidad de
convertir lo ajeno del otro en familiar, en ampliar el territorio de lo propio
pone al sujeto ante la situación de creer posible lo que a la vez es
inaccesible.
La relación de vínculo se produce al aceptar lo imposible de una
estabilidad o fijeza de la relación. La inestabilidad puede ser tomada como
patología vincular pero es su condición instituyente.
Hay otras formas de “estar” que no son “estar vinculados”. El vínculo puede
perder su condición sin quererlo y pasar a estar en lo que podría llamarse
vacío de relación, lo que perpetúa al sujeto en su forma de ser y hacer sin
permitirle devenir sujeto de la situación vincular. Esta situación a mi me
remite a muchos acompañamientos en los que los ats creemos que
estamos vinculados porque vamos, el paciente nos espera, realizamos las
actividades y nos vamos. Las actividades compartidas, la rutina son eso
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actividades para que haya vinculo debe haber una nueva producción de
sentido una transformación en la subjetividad. Esto algunas veces nunca
sucede, no logra establecerse y vemos a pacientes que con un a.t. no pasa
nada y si se cambia el a.t. si. También lo vemos en los acompañamientos
que perduran mucho en el tiempo, se institucionalizan perdiendo su
condición instituyente. A veces les digo a los a.t. que funcionan en piloto
automático perdiendo la posibilidad de pensar de modificar de sostener e
carácter modificador del vinculo.
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Algunas coordenadas vinculares…
Dictando la formación en A.T. ante las preguntas de algunos de los
estudiantes me surge la respuesta,” los acompañantes hacen lo mismo que
podría hacer cualquier otra persona, otro rol profesional porque lo que importa
no es tanto QUE hacen sino DESDE donde lo hacen o COMO lo hacen”.
Un hacer en el contexto de un vinculo terapéutico, de la abstinencia, de la
apuesta a no obturar la subjetividad del otro. En artículos anteriores decíamos
tomando aportes de Silvia Bleichmar que el acompañante debe posicionarse
desde una ética del sujeto, respetando al otro como otro, semejante pero
diferente, en un trabajo que contemple su alteridad.
Lo diferenciábamos siguiendo la autora, lo que seria una posición desde la
moral, la moral a su decir es la moral sexual. Es épocal, histórica, implica
valores por bien y por mal. Debemos estar atentos a no moralizar el
acompañamiento, no realizar intervenciones incluso las supervisiones desde
este lugar, es desde la ética, universal del respeto profundo por el otro que el
acompañamiento debe erigir su practica.
El vínculo con el otro actúa como mediador de algo que puede devenir del
orden del acontecimiento y esto solo se produce en abstinencia. Abstinencia
que no debe confundirse con indiferencia,– diría Laplanche – la santidad del
analista esté dada por la abstinencia moral, pero no esté dada por la
indiferencia.”
Somos nuestro propio instrumento de trabajo que así como los violinistas
cuidan su violín nosotros debemos cuidar a nosotros mismos, señalo una vez
un supervisor.
Quizás la manera de cuidarnos es hacer una lectura de los distintos
vínculos que atraviesan el acompañamiento terapéutico y que nos toman como
protagonistas. Atravesamientos transferenciales, contratrasnferenciales, las
proyecciones, las introyecciones y todo lo que acótense en esta compleja red
de entrecruzamientos que al modo de impactos pueden ir desafinando este
metafórico instrumento.
El acompañante establece (o no) un vinculo con su paciente, pero no será el
único vinculo presente, es un complejo entramado vincular que incluye el
vinculo a.t. con el terapeuta, a.t. con un supervisor, a.t. con su analista
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personal. Vínculos necesarios, transformadores, (también asimétricos) que
permitirán que el a.t. sostenga su posición terapéutica, discriminada , con
posibilidad de entender las situaciones más allá de los embates de lo
imaginario, de sus propios puntos ciegos, múltiples enganches.
Pero no termina ahí, al encuentro del paciente es ese mundo del paciente
el a.t. encuentra otros, otra trama de vínculos su familia, su vida
cotidiana con quien intervendrá y serán actores de este montaje
escénico.
Al decir de Pedro Poeta en el libro “Acompañantes” se convoca al at a
forjar la capacidad de contener a otro en la adversidad del sufrimiento psíquico
y a tener la sensibilidad de dejarse ser contenido por otro grupal.
A modo de cierre