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QUÉ ES EL PENSAMIENTO COMPLEJO?

En esta síntesis es importante comprender tres nociones fundamentales que están asociadas y
permiten entender los principios y fundamentos que rigen la creación y las actividades del IIPC. Estas
nociones son: complejidad, pensamiento complejo y planetarización.
¿Qué entendemos por complejidad?
Una rápida mirada por sobre la información cotidiana que los periódicos muestran, permite observar
que la mayoría de los problemas globales y a la vez vitales y cotidianos, no solo se caracterizan por
ser “enormes” (fuera de normas conocidas) sino también, por sus escalas irreductibles. Pero la
característica más importante de estos problemas es que revelan la interconexión de distintas
dimensiones de lo real y que a su vez, se revelan en toda su complejidad. Complejidad significa aquí,
la emergencia de procesos, hechos u objetos multidimensionales, multirreferenciales, interactivos
(retroactivos y recursivos) y con componentes de aleatoriedad, azar e indeterminación, que
conforman en su aprehensión grados irreductibles de incertidumbre. Por lo tanto un fenómeno
complejo exige de parte del sujeto una estrategia de pensamiento, a la vez reflexiva, no reductiva,
polifónica y no totalitaria/totalizante. Un contexto inédito y enorme requiere un pensamiento creativo,
radical y polifónico. Un pensamiento exorbitante (capaz de pensar fuera de la órbita de los lugares
comunes).
Desde un punto de vista etimológico la palabra complejidad es de origen latino, proviene de
“complectere”, cuya raíz “plectere” significa trenzar, enlazar. Remite al trabajo de la construcción de
cestas que consiste en trozar un círculo uniendo el principio con el final de las ramitas.
El agregado del prefijo “com” añade el sentido de la dualidad de dos elementos opuestos que se
enlazan íntimamente, pero sin anular su dualidad. De allí que “complectere” se utilice tanto para
referirse al combate entre dos guerreros, como al entrelazamiento de dos amantes.
En castellano la palabra “complejo” aparece en 1625, con su variante “complexo”, viene del latín
“complexus”, que significa “que abarca”, participio del verbo “complector” que significa yo abarco,
abrazo. De complejo se deriva complejidad y complexión. Por otro lado esta última palabra, que
aparece en el castellano alrededor del año 1250, proviene del latín “complexio” que significa
ensambladura o conjunto.
Asimismo, existe una relación curiosa entre complejo y perplejo, ya que comparten la misma raíz.
Perplejo aparece en el año 1440 y viene del latín “perplexus”. Si perplejo significa dudoso, incierto,
confuso, “perplexus” significaba embrollado, embelesado, sinuoso. De perplejo se deriva en 1490
“perplejidad” que significa irresolución, duda, confusión.
Evidentemente existe una relación entre perplejidad y complejidad, ya que una aproximación
irreflexiva a la complejidad nos sitúa en un estado de irresolución, duda y confusión.
La complejidad, es a primera vista un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente unidos,
que presentan la paradójica relación de lo uno y lo múltiple. La complejidad es efectivamente el tejido
de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro
mundo fenoménico. Así es que, la complejidad se presenta con los rasgos perturbadores de la
perplejidad, es decir de lo enredado, lo inextricable, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre.
Hoy la complejidad es nuestro contexto.
La aparición de la complejidad en las ciencias permitió dar un giro en la comprensión de este término,
que llevó inclusive a la necesidad de replantear la dinámica misma del conocimiento y del
entendimiento.
La complejidad aparecía al comienzo como una especie de hiato, de confusión, de dificultad. Hay, por
cierto, muchos tipos de complejidad, están las complejidades ligadas al desorden, y otras
complejidades que están sobre todo ligadas a contradicciones lógicas.
Pero lo más importante es que con la incorporación de la complejidad y su inserción en el
conocimiento se recupera, por una parte, al mundo empírico, la incertidumbre, la incapacidad de
lograr la certeza, de formular una ley eterna, de concebir un orden absoluto. Y por otra parte, se
asume la dificultad irremediable para evitar contradicciones lógicas en el avance de los conocimientos
y la comprensión.
El estado espiritual que produce la complejidad (complexus) no es solo la perplejidad (perplexus) del
espíritu humano, hay otro estado que se parece a una excitación producida por algo que nos
sobrepasa y nos sorprende provocando en nuestro espíritu un estado parecido al despertar. Paul
Valéry denomina a este estado implexo y lo entiende como la capacidad de sentir, reacciona, hacer,
comprender y resistir de parte de un sujeto que intenta recomponer sus habilidades y maniobrar sus
pensamientos en búsqueda de nuevas estrategias frente a lo real. Es una actitud que lejos de
remitirnos nuevamente al sopor del entendimiento y a la cómoda reducción esquemática de lo ya
sabido (de hecho fragmentado y acotado) nos reenvía a una especie de vivificación de la situación a
través de un repensar provocado por la perplejidad de la complejidad. Implexus igual que implexio en
latín quieren decir “enlazamiento”. Justamente la emergencia de la complejidad reclama un esfuerzo
por parte del espíritu para enlazar, articular y religar la dispersión de nuestro saber vivir y de nuestra
capacidad de comprensión. El pensamiento complejo es la respuesta del espíritu frente a la
fragmentación y dispersión de los conocimientos que no pueden hacer frente a la emergencia de los
fenómenos complejos. El pensamiento complejo es un pensamiento que relaciona, un artepensar y
una estrategia del espíritu frente a la paradoja que anima el actual contexto que globaliza y al mismo
tiempo fragmenta. El Pensamiento Complejo realiza la rearticulación de los conocimientos mediante la
aplicación de sus criterios o principios generativos y estratégicos de su método. Estos son: principio
sistémico u organizacional, principio hologramático, principio de retroactividad, principio de
recursividad, principio de autonomía/dependencia, principio dialógico y principio de reintroducción del
cognoscente en todo conocimiento.
A través de estos principios es preciso, tomar en cuenta la relación con el contexto, complejizar la
noción de contexto para darle movimiento, es decir, ver la trama en devenir como un tejido que teje y
se desteje, igual que la actividad de Penélope en la Odisea de Homero, pero en otro horizonte del
mundo, ya que es la humanidad hoy la protagonista del proceso de planetarización del mundo.

El término planetarización contiene en su raíz etimológica la idea de aventura de la humanidad.


Porque la palabra “golpear” en griego comparte la raíz con la palabra griega que quiere decir
“errante”, “vagabundo” y con , “planeta”. Esta correlación de significados remiten a la experiencia
homérica donde Odiseo (Ulises) en su itinerancia es un ser golpeado, empujado por el rayo de Zeus,
que anda errando, agitado y sin rumbo fijo, pero con un objetivo, un fin concreto: llegar a casa. En
función de ello, con la expresión “edad de hierro planetaria” se quiere significar que la humanidad no
ha encontrado todavía, el metapunto de vista político que le permita superar la ceguera que conlleva
el comprender su devenir histórico actual como un proceso de globalización de los mercados y del
sistema capitalista de producción, y no como parte de un proceso mucho más complejo y que
globaliza a la globalización, consistente en una especie de progresiva simbiosis entre el destino de la
especie y el devenir ecológico y cosmológico del planeta. La toma de conciencia de parte de la
humanidad de su devenir planetario como sujeto errante, permitiría salir de la situación de barbarie
global y crearía las condiciones de posibilidad de una forma distinta de convivencia de la especie en su
Tierra-patria, y al mismo tiempo en función de lo que esta en juego: su propio devenir humano. (Para
una mayor profundización de este análisis cfr.: Morin, Edgar; Roger Ciurana, Emilio; Motta, Raúl D.
Educar en la era planetaria. El pensamiento complejo como Método de aprendizaje en el error y la
incertidumbre humana, IIPC/UNESCO y Universidad de Valladolid, España, 2002).
Por lo tanto, no solo en preciso ver el entrelazado, sino también es preciso observar las dinámicas
reconfigurantes del contexto con sus emergencias, eventos, acontecimientos, etc. y su retroacción
sobre la observación, con la finalidad de hacer frente no solo a la dificultad del aprendizaje y la
comprensión, sino también, a la entropía del sentido y así favorecer la comprensión de la necesidad de
su permanente recreación.
La imagen de trama y de textura sirve de modelo configurante para comprender la dinámica de la
información y la organización de los conocimientos, cuya acabada manifestación es la morfología del
sistema telemático y de las comunicaciones, esta es una trama que sostiene el flujo de datos en una
forma multidimensional y vertiginosa. Hay una trama que envuelve y atraviesa a las sociedades
mediante una red de redes. Esta trama no solo sostiene, sino que configura y determina cada vez
más, las condiciones de posibilidad de la toma de decisiones, el intercambio económico, la gestión
empresaria y pública, y la dinámica de gestión científica y tecnológica.
Sin embargo, el sujeto que hoy teje y desteje la trama de flujos que circunda y articula a las
sociedades, no es Penélope que espera el regreso de Ulises convertido en Odisea y Planetes, sino un
cuatrimotor (conformado y articulado por la gestión económica, la ciencia, la tecnología y la búsqueda
de lucro en el sistema financiero global) dislocado y dislocante de las distintas modalidades de
organización social y productiva, transformando la Odisea planetaria de la humanidad en una masa
amorfa errante y desorbitada. Aquí el contexto se vuelve al mismo tiempo, circunstancia, situación y
horizonte.
Para el pensamiento complejo el actual contexto tiene como acontecimiento principal la emergencia de
un punto de inflexión en el devenir de la humanidad, donde al mismo tiempo convergen y divergen la
historia de la especie, la historia del universo, la historia del planeta y la historia de la humanidad, en
una instancia hominiscente. Término introducido por Michel Serres para señalar la instancia en donde
la humanidad deviene causa operacional de si misma como consecuencia del desciframiento del ADN.
Pero en realidad es una instancia que contiene dos posibilidades, la autodestrucción termonuclear y la
autroproducción genética. Anuncio de muerte y de nacimiento a la vez, la actual circunstancia de la
humanidad es incandescente.
La ceguera e incomprensión sobre esta singular situación y la dificultad de dar cuenta de ella, a partir
de una reflexión colectiva y un pensar original, se oculta en medio de un sin número de síntomas y
problemáticas que despistan por sus escalas y heterogeneidades, tanto a la política, al mundo
intelectual y a la ciencia.
Esta incomprensión de la actual encrucijada de la humanidad y sus mil caras y formas en que se
revela a nivel local, obstaculiza la construcción de un prisma colectivo y global que se transforme en el
sujeto y no en el objeto de los riesgos y desafíos del devenir planetario de la humanidad.
La emergencia globalizada y al mismo tiempo fragmentada se expresa en forma contundente,
dislocante y cada vez, más omniabarcadora. Sin embargo, es ella misma la espesura que oculta el
problema esencial: el conocimiento del mundo en devenir se vuelve una necesidad estratégica para la
supervivencia de la especie. Es un problema intelectual y vital. Además, los problemas que hoy
desafían nuestro futuro son cotidianos y simultáneamente globales. Pero la información, el
conocimiento y la educación, soportes imprescindibles para la resolución estratégica de los problemas,
se encuentran un una inercia fragmentaria, hiperespecializada, descontextualizada y encapsuladora.
Su resultado no es la falta de soluciones, sino algo peor, la proliferación de soluciones impertinentes.
Impertinencia (Del latín impertinentes, impertinente) significa dicho o hecho fuera de propósito. Nimia
susceptibilidad nacida de un humor desazonado y displicente, como regularmente suelen tener los
enfermos. Importunidad molesta y enfadosa. Curiosidad, prolijidad, nimio cuidado de una cosa.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, decimonovena edición, 1970. Por otro lado, es
cierto también que el conocimiento humano por acción de la imaginación, tiene grados de
impertinencia irreductibles que, en ciertos momentos, permiten ampliar la percepción de lo real y
crear nuevas instancias sociales e históricas. Pero toda “impertinencia” se manifiesta en un ámbito de
pertinencias.

Edgar MORIN

Edgar Morin (1921) no es solo un ciudadano francés y europeo de gran prestigio intelectual, sino que
es también, como lo ha honrado recientemente la UNESCO, un ciudadano y humanista planetario.
Edgar Morin es un pensador y un ciudadano del mundo comprometido con los esfuerzos de elucidación
del destino humano en la Tierra-patria.
Tierra-patria es un concepto elaborado por Edgar Morin para señalar el lugar de convivencia civilizada
de la humanidad en simbiosis con el planeta. Este concepto señala la necesidad de arraigar a la
humanidad en el planeta tierra en función de un destino complementario y errante.
Lejos esta Edgar Morin del modelo de ciudadano cómodo y circunscrito a las preocupaciones de su
pequeño territorio familiar y laboral. Muy lejos también, de la tranquilidad y el aislamiento académico,
por el contrario, Edgar Morin sigue siendo protagonista y contemplador activo de los sucesos y
acontecimientos relevantes del devenir actual del mundo.
Prueba de ello son sus condecoraciones: Oficial de la Legión de Honor, Comendador de las Artes y las
Letras y recientemente Comendador de la Orden de la Legión de Honor de su país.
Desde su participación como combatiente voluntario de la resistencia de su país contra la ocupación
nazi, hasta su participación como oficial agregado al estado mayor del primer ejército francés en
Alemania en 1945, y luego como Jefe de Propaganda en la Dirección de Información del Gobierno
Militar Francés en la Alemania de 1946, Edgar Morin no abandonará jamás esa elección de vida,
porque su resistencia no solo ha sido frente al nazismo y más tarde frente al stalinismo, sino que
continúa siendo contra toda forma de totalitarismo, incluidas las tendencias humanas que las generan.
Su esfuerzo y su prestigio intelectual no residen únicamente en su monumental obra, hasta hoy en
curso, compuesta de epistemología, reflexión, autocrítica y análisis de la sociedad contemporánea,
sino que reside también, en su resistencia permanente contra toda forma de crueldad (Para una
mayor información al respecto ver su autobiografía intelectual Morin, Edgar, Mis demonios, ed. Kairós,
Barcelona, 1995)
Pero esta afirmación sería insuficiente si se omitiera su culto desinteresado a la amistad y la
comprensión humana. Lucidez y cordialidad son el nombre y apellido de esta persona que hoy es
consultada y leída por millares de individuos en todo el mundo. Basta como prueba, los esfuerzos
constantes y en expansión, de las traducciones de sus obras a distintos idiomas. Sus obras han sido
traducidas al español, inglés, italiano, chino, al japonés, y hasta circulan traducciones “piratas” en
Irán. Las traducciones de sus obras se reeditan permanentemente en América Latina y el Caribe, y
hoy es imposible encontrar un programa de formación de docentes donde no se halle citada, como
obra de consulta obligatoria, alguna de aquellas dedicadas al educador, como “La cabeza bien puesta”
y los “Siete saberes necesarios para la educación del futuro”.
Se agrega a ello, el reconocimiento de más de una decena de casas de altos estudios de Europa y
América Latina y el Caribe, que lo han homenajeado con la entrega del doctorado Honoris Causa.
Entre las que se pueden citar: Doctor Honoris Causa de la Universidad de Perugia, de la Universidad
de Ginebra, de la Universidad de Palermo, de la Universidad de Bruselas, de la Universidad de Odense,
de la Universidad del Salvador (Argentina), de la Universidad Federal de Rio Grande del Norte (Brasil)
y de la Universidad de Guadalajara.
Edgar Morin ha desarrollado como investigador un camino de reflexión global, sobre la vida y el
conocimiento. Su trabajo decisivo analiza los fenómenos multidimensionales de la sociedad y de la
humanidad, en su totalidad y en su complejidad. En función de esto, insiste sobre la necesidad de
desarrollar el sentimiento de existencia de una identidad común y de una comunidad de destino que
favorezca la emergencia de una conciencia planetaria, para salvaguardar el desarrollo de
hominización.
Si se tuviese que resumir en pocas palabras el significado que tiene la obra de Edgar Morin debería
decirse que es uno de los intentos más consistentes de este siglo de pensar y describir la complejidad
humana. Una complejidad multidimensional al mismo tiempo interrelacionada: la complejidad
antropológica, sociológica, ética, política, histórica. Diferentes y complementarias caras de un mismo
fenómeno: lo humano. Una complejidad que por ello mismo requiere un titánico esfuerzo
epistemológico de revisión y articulación de los saberes y conocimientos heredados. Su obra más
importante, elaborada durante más de treinta años, es la serie titulada “El método” conformado, por
el momento, por cinco volúmenes, traducidos los primeros cuatro al castellano por la editorial Cátedra.
Las diferencias de mitos, creencias, lenguas, costumbres, han ocultado la común identidad bio-
antropológica de la especie humana y es preciso, si queremos la continuidad de la especie, recuperar
esta unidad conservando sus diferencias para compartir un destino común. La tierra nos dice, no es la
adición de un planeta físico más biosfera, más la humanidad. La tierra es una totalidad compleja
físico-biológica, antropológica, don de la vida es una emergencia de la historia de la tierra y el hombre
una emergencia de la historia de la vida terrestre, no somos ciertamente, dice Edgar Morin, el centro
cósmico, pero no nos concebimos sin el cosmos. Hasta ahora hemos ignorado algunas realidades que
conforman nuestro destino, hemos ignorado que estamos perdidos en el cosmos, que la vida está sólo
en el sistema solar y sin duda en la galaxia, que la tierra, la vida, el hombre, la ciencia, son frutos de
una aventura singular llena de peripecias y repercusiones sorprendentes; que el hombre forma parte
de la comunidad de la vida aunque la conciencia humana, nuestra conciencia, sea un fenómeno
solitario.
La conciencia sobre el destino planetario del hombre es una condición necesaria para realizar la
humanidad La educación tiene como principal desafío arraigar al ser humano en su casa que es la
tierra, sin perder de vista que el ser humano es también un ser desarraigado por su propia condición.
Para Morin la base de las políticas de desarrollo deben reconsiderase a partir de un juego
contradictorio y a su vez, complementario de acciones que conduzcan a conservar y revolucionar la
vida. Un vínculo inseparable dice, debe unir dos finalidades aparentemente antagonistas, la
supervivencia de la humanidad y la persecución de la humanización. La primera es conservadora, trata
de salvaguardar las diversidades culturales y naturales degradadas por la uniformización, como es la
humanidad amenazada por el arma nuclear y la degradación de la biosfera, ambas producto de la
alianza de los peores odios y violencias. La segunda finalidad es revolucionaria, se trata de crear las
condiciones para que la humanidad se cumpla como tal en una sociedad-comunidad de las naciones.
Esta nueva etapa solo puede alcanzarse revolucionando en todas partes las relaciones de los seres
humanos con uno mismo, con los demás, con las naciones, con los estados, entre los hombres y la
tecnocracia, entre los hombres y la sociedad, entre los hombres y el conocimiento, entre los hombres
y la naturaleza. De ahí una paradoja inevitable: la conservación necesita la revolución que asegure la
prosecución de la humanización. La revolución necesita la conservación no solo de nuestros seres
biológicos sino también de la adquisición de nuestras herencias culturales y civilizacionales.
Hay que continuar defendiéndonos del retorno persistente de la barbarie. No solo de la barbarie que
podríamos llamar ancestral, sino la barbarie moderna, fría, anónima, abstracta y mercantilizadora de
nuestros tiempos.
Las guerras “localizadas” pero de impacto global incierto, la destrucción del ambiente, los basureros
mundiales, la desertificación de la tierra, la contaminación de aguas y de atmósferas, el desempleo,
las migraciones multitudinarias, las epidemias, el descontrol de la experimentación biológica, la
globalización económica-política y cultural, la automatización tecnológica, la tecnocratización del
poder, el desarrollo y difusión del conocimiento, la violencia, la discriminación de la juventud, la
desarticulación de las sociedades, el impacto de la comunicación, el deterioro de la educación y de las
instituciones universitarias, la angustia, la incertidumbre, la desconfianza como contra pautas de
convivencia, las catástrofes físicas, biológicas, psicológicas, sociales, masivas, el crecimiento de la
libertad, de la complejidad, del caos y la frontera del orden, cualquier orden, la sobrevivencia, la
conservación de la vida, no son materias que podamos captar solo con el ojo solitario de una disciplina
científica.
En su libro “Introducción al pensamiento complejo” afirma: “Hay una nueva ignorancia ligada al
desarrollo mismo de la ciencia, hay una nueva ceguera ligada al uso degradado de la razón, las
amenazas más graves que enfrenta la humanidad están ligadas al progreso ciego e incontrolado del
conocimiento. Es necesario tomar conciencia de la naturaleza y de las consecuencias de los
paradigmas que mutilan el conocimiento y desfiguran la realidad”. (Traducido al castellano por
editorial Gedisa).
Para Edgar Morin, el gran problema de la ciencia actual es la cada vez mayor compartimentación del
conocimiento. Mientras que la cultura general busca la posibilidad de poner en contexto toda la
información y las ideas, la cultura científica o técnica, debido a su carácter disciplinario especializado,
enfrenta cada vez mayores dificultades para su puesta en contexto.
Actualmente, todo hecho importante debe ser analizado en su contexto social, político humano,
ecológico, es decir se tiene que tomar en cuenta el mundo todo. Para tener la posibilidad de articular y
organizar la información del mundo, Morin propone una reforma del pensamiento. Esta reforma es lo
que llama pensamiento complejo.
Para Morin uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es volver a relacionar las dos culturas: la
humanística y la científica. En nuestros días, ambas se encuentran empobrecidas.
La reforma necesaria del pensamiento es aquella que genere un pensamiento del contexto y de lo
complejo. El pensamiento del contexto busca siempre la relación de inseparabilidad y de ínter-retro-
acción entre todo fenómeno y su entorno, y de todo entorno con el contexto planetario.
El pensamiento de lo complejo es necesario para captar las relaciones, interacciones e implicaciones
mutuas de los fenómenos multidimensionales, y de las realidades que son a la vez, solidarias y
conflictivas porque contienen fuerzas que conducen a la diversidad y al mismo tiempo a la unidad. El
pensamiento complejo es un pensamiento organizador que concibe la relación recíproca de todas las
partes que conforman un todo.
Es necesario incorporar el pensamiento complejo y repensar el destino y la misión de la educación
directamente relacionado con el destino de la especie. Objetivo difícil porque la reforma de la
Universidad suscita una paradoja: no se puede reformar la institución (las estructuras universitarias)
si no se han reformado anteriormente las mentes; pero no se pueden reformar las mentes si no se ha
reformado anteriormente la institución.
La reforma de la Universidad implicaría la instauración de Departamentos o Institutos dedicados a las
ciencias habiendo operado una reintegración polidisciplinaria en derredor de un núcleo organizador
sistémico (ecología, ciencias de la tierra, cosmología); progresaría con la reintegración futura de las
ciencias biológicas, ciencias sociales, y elaboraría los dispositivos que permitieran la coordinación del
conjunto de ciencias antroposociales y del conjunto de las ciencias de la naturaleza.
A fin de instalar y ramificar un modo de pensamiento (complejo) que permita la transdisciplinariedad,
la Universidad debiera en un primer momento introducir en ella un “diezmo transdisciplinario”, un
espacio operativo de articulación transversal de los conocimientos especializados.
La reforma del pensamiento es una necesidad social clave: formar ciudadanos capaces de enfrentar
los problemas de su tiempo. Ello permitiría frenar el debilitamiento democrático que suscita, en todos
los campos de la política, la expansión de la autoridad de los expertos, especialistas de todo orden,
que limitan progresivamente la competencia de los ciudadanos, condenados a la aceptación ignorante
de las decisiones de quienes son considerados como conocedores, pero que de hecho practican una
compresión que rompe la globalidad y la contextualidad de los problemas. El desarrollo de una
democracia cognitiva solo es posible en una reorganización del saber donde resucitarían de manera
novedosa las nociones trituradas por el parcelamiento disciplinario: el ser humano, la naturaleza, el
cosmos y la realidad.

Debemos resistirnos a lo que separa, a lo que desintegra, a lo que aleja, sabiendo que la
separación, la desintegración, el alejamiento ganarán la partida. La resistencia es lo que
acude en ayuda de esas débiles fuerzas, es lo que defiende lo frágil, lo perecedero, lo
hermoso, lo auténtico, el alma. Es lo que puede abrir una brecha en el plexiglás de la
indiferencia para, de sonrisa en sonrisa, consolar los llantos. Sonreír, reír, bromear, jugar,
acariciar, abrazar es también resistir.
Resistir, resistir primero a nosotros mismos, nuestra indiferencia y nuestra falta de
atención, nuestro cansancio y nuestro desaliento, nuestros malos impulsos y mezquinas
obsesiones. Resistir por/para/con amistad, caridad, piedad, compasión, ternura, bondad. La
resistencia a la crueldad del mundo debe intentar mantener la unión en la separación, atar
lo que es libre dejándolo libre, provocar el arrepentimiento concediendo el perdón.
Edgar Morin.
Mis demonios

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