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Poesía

malpensante
El pintor de la noche
por James Tate

alguien llamó a reportar que había


visto a un hombre pintando en la oscuridad
al lado de la laguna. Un carro de policía fue despachado para ir a
investigar. Los dos oficiales con sus grandes
linternas bordearon la laguna, pero
no hallaron nada sospechoso. Hatcher era el
más joven, y le preguntó a Johnson:
“¿Qué crees que estaba pintando?”. Johnson
se mostró confundido y dijo: “La oscuridad, estúpido.
¿Qué más podía estar pintando?”. Hatcher,
un poco sentido, contestó: “Sapos en la oscuridad, nenúfares/
en la oscuridad, laguna en la oscuridad. Existen
tantas cosas en la oscuridad como en
la luz”. Johnson hizo una pausa, exasperado. Entonces
Hatcher agregó: “Me gustaría ver esas pinturas. Diablos,/
incluso compraría una. A lo mejor hay algo más allá
de lo que sabemos. Después de todo, somos
la policía. Necesitamos saberlo”.
*

2
Dos apuntes
para desagraviar a mi libreta
por Elías Mejía

1.
belleza, es un tigre

Un caballo revuelca su lomo


contra la hierba húmeda.

Vivir es un placer,
dormir es un placer;
un aplauso para quien propuso
el suicidio por placer.

Comen trozos de animales


que mueren aterrorizados.

La arena está llena de pisadas.

Soldados azules
del batallón guardia presidencial.

Ella entró y pidió prestado el baño,


con seguridad
para delimitar con su olor un territorio
en el corazón de su amado.

Como la inspiración no desampara a nadie,


Manuelo, el cantor,

3
tiró sobre mi tristeza la voz aterciopelada
y la fuente fresca de su canción;
y tú, allá,
pequeña de ojos de miel.
Puso el pie izquierdo en el escabel
para incrustar mejor el tiple
en su grueso vientre.

Esta imagen de Cristo me está doliendo en el costado.

Uno se baila una pena en una discoteca.


No me explico cómo estoy vivo
sin saber nadar,
sin saber amar,
sin saber matar.

*
Te salvó la belleza, tigresa.

11. “La sombra es un inmenso cocodrilo...”.


Una sombra cae La sombra está silente.
sobre la arena Es un cocodrilo quieto sobre las piedras
de la tarde, antes de su regreso al oscuro cenagal.
cae sobre el umbral
que separa Si existe algo
las ardientes arenas más silencioso
soleadas que la sombra
de la profunda noche *
quisiera saberlo.
y el frío.

4
Breve historia del pene
y aledaños, a través de los siglos y los años

por allá en los años sesenta, un montón de intelectuales medio borrachos y medio inspi-
rados comenzaron a soltar seguidillas de versos obscenos en algún café del centro de Bogotá.
El arranque espontáneo se convirtió en un ejercicio habitual: se pasaban la pelota y entre
todos iban armando los poemas que conformarían La historia del pene y aledaños a través de
los siglos y los años.

[orígenes]

Vencido Adán por femeninas tretas Y el Arcángel Gabriel caparlo quiso


a Eva preguntó: ¿Por dónde orinas? más Caín escapó del paraíso
Repuso ella, cogiéndose las tetas: y refieren que errante y vagabundo
Yo me aguanto las ganas, ¿tú qué opinas? fue en eso de tirar el más profundo.

Se presume que fue, de esta manera, Se cuenta que en el Arca de Noé


como el mundo llegó a la berraquera. tiraban acostados y de pie
Y la herencia que de Eva se recibe y que en medio de tanta confusión
en los próximos versos se describe. hasta la pulga tuvo menstruación
y que gozaban allí los animales
La Biblia en sus libros iniciales frotándose las partes genitales.
poco habla de las partes genitales.
Pero se dice, con saber rotundo, Noe, borracho que en la historia asoma,
que el tórtolo es el eje de este mundo. tuvo fe inquebrantable en la “paloma”
y disponía de un servil copero
Dicen que el malparido de Caín que usa ya bigote minetero.
mató a un equino y le arrancó el tomín.
Y, blandiendo tal arma con la mano, Nos dice Babilonia la indiscreta
a tortolazos liquidó a su hermano. que Sansón se acabó por la bragueta

5
y que Dalila en memorable juerga Sócrates predicaba el onanismo
le peluqueó los pelos de la verga. con la frase: “Conócete a ti mismo”.
Sin embargo, el singular Platón
Dicen que Malaquías, el Profeta, a Sócrates llamaba de guevón.
fue el primero en batirse la puñeta
y que Moisés, atravesando el Nilo, San Francisco de Asís, varón tan sano,
se lo dejó mamar de un cocodrilo. al “pájaro” llamaba fiel hermano,
San Luis Gonzaga desde pequeñuelo
Diéronle a Sansón, ciencia infinita, mostraba ya inclinaciones de pajuelo.
los dulces polvos de la Sulamita
y quiso, corrompido tan feroz, Aquello de meterlo por delante
clavar a un niño y dividirlo en dos. lo inventó Genoveva de Brabante.
Aquello de meterlo por la cola,
Cuentan que David cuando cantaba lo inventó san Ignacio de Loyola.
con las manos el pene se agarraba
y que a Goliat, después de varias pruebas, Tenía tan largo el pene Carlos Quinto
le asestó un caucherazo por las guevas. que lo llevaba como espada al cinto.
Y cuando iba a cazar a la montaña,
En el impúdico pueblo de Gomorra montaba en él su tienda de campaña.
fue común el marica y la machorra
y allí nació al conjuro de la magia Don Felipe Segundo, rey impuro,
la pacífica y dulce blenorragia. introdujo en Europa el chancro duro,
pero ya desde tiempos de Hildebrando
Otros muestran la chocha de Popea se llevaba con lujo el chancro blando.
como origen de toda gonorrea,
y que su hijo Nerón por todos lados Y así, la Inquisición, con mano dura,
infectó de este mal a sus soldados. resolvió establecer la capadura
que consiste en dejar las vergas solas
[Personajes] sin la presencia augusta de las bolas.

Cleopatra y Marco Antonio en las galeras César Borgia en sus locos desenfrenos
tiraban de todas las maneras. agarraba a Lucrecia por los senos,
En tanto Julio César solo pudo y si ésta protestaba, con brutal cinismo,
masturbarse en el baño, por cornudo. sacaba el pene y la clavaba ahí mismo.

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Carlos Marx en sus libros sostenía [Francia]
que la paja es cuestión de economía,
y otros dicen que el cálido caudillo En Francia con pasión y con denuedo
simbolizó la verga en un martillo. las bellas damas se metían el dedo,
y esto determinó que en los salones
Y siempre, por político recelo, empezaran a usarse los condones.
lo llevaba parado Maquiavelo Y que el pene se untara con saliva
y la orquitis que es mal tan indiscreto como única medida preventiva
lo produjo en la historia Luis Capeto. que aparece más tarde reemplazada
por pura vaselina boricada.
Gargantúa tan largo lo tenía
que con la punta el sol oscurecía Entre las cortesanas fue Friné
y colosales eran sus tamaños la primera en gustarle la miné
pues en su culo colgaban los armaños. porque un amante que su gloria mengua
era de la “academia de la Lengua”.
No obstante la púdica sonrisa
el pingo le gustaba a Monalisa [Usos]
en tanto, la sin par María Antonieta,
prefería la lengua en la galleta. En épocas de bárbaras naciones
se usaban hasta el suelo los cojones.
El ilustre Jacinto Benavente En cambio, en la edad de las cavernas
gozaba con ponérselo al sirviente los cojones llevábanse a las piernas.
a la vez que a su mujer, Quevedo,
le sacaba la piedra con el dedo. Los visigodos, pueblo muy sencillo,
los usaban tan solo hasta el tobillo
Federico Chopin, con útil fin, y los fenicios, pueblo navegante,
se acabó por el abuso del tomín. inventaron la verga circulante.
Se cuenta también que el conde Ciano
le tiraba a su suegro por el ano. Los troyanos, pueblo muy guerrero,
llevaban el escroto de sombrero,
Al tan famoso conde Galatea y los caldeos, por demás soldados,
le prendieron la horrible gonorrea implantaron las turmas a los lados.
y al sentirse con mal tan puerco sucio
sacó la espada y se cortó el prepucio.

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Los egipcios, con mucho disimulo,
las llevaban tenidas en el culo,
mas los judíos, con valor notorio,
lograron implantar el suspensorio.

[Indias Occidentales]

El altivo señor Quemuenchatocha


agarraba a las indias por la chocha
y dispuso el cacique con acierto
seguir tirando hasta después de muerto.
Se cuenta que el cacique Nemequene
azotaba a las indias con el pene.
Y también Belalcázar y Quezada
clavaban a las indias en manada.

Refieren que el ilustre Sabio Caldas


flora encontró bajo las faldas.
Vino luego el gusto del trasero
con el Virrey Antonio Caballero.

Simón Bolívar, genio consagrado,


fundó la orden de “El Cojón Rayado”.
Y sin descanso ejecutó Nariño
los “Derechos del Hombre” desde niño.

Más tarde triunfó la berraquera


con el uso que al pingo dio Mosquera
quien confiscó a los padres jesuitas
doscientas veintitrés casas de citas.

Así explicase con rudo castellano


todo el origen del linaje humano,
lo que quiere decir sin más disputas
que en el mundo hay muchos hijueputas.
*
8
Tetas como martinis
por Jill McDonough

el barman del Caesar’s cuenta chistes que hemos oído mil veces.
Un caballo entra en un bar, por ejemplo. Yo susurro
Sarah Evers me contó ese chiste en sexto y Josey dice
mi hermano Steve en 1982. Una puta, un enano, un chino,
nada que no hayamos escuchado. Entonces pregunta un cliente
¿En qué se parecen los martinis y las tetas? Y se echan a reír.
Se lo saben, todos se lo saben, excepto nosotras.
Ni siquiera se molestan en terminarlo. El barman sólo dice
Sí, pero yo siempre he dicho que debería haber una tercera, en la espalda,
para cuando bailas, y baila con una mujer de aire, tras la barra, su mano
sobre la teta de la espalda. Y entendemos que tres son demasiadas
y una no basta. Vale, podemos superarlo. Mis tetas me gustan
como los martinis, decimos: pequeñas y manoseadas o grandes y secas.
Perfectas. Desbordantes. Apestando a enebro, derramándose sobre la barra.
Cuando tengo migraña y ella se me insinúa digo Josey, mis tetas
son como martinis. Ella asiente, solemne: Más vale que nadie
les ponga las manos encima. ¿Cómo podríamos contarle al barman
estos chistes? No podríamos. No se enteraría. Lo digo mientras limpio
las vitrinas de la cocina y ella entiende: sucias y mojadas.
Caminando en el viento Josey dice Mis tetas son como martinis
*
y yo pido un taxi, sé que quiso decir heladas, temblorosas.

9
La pelota que lancé
cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo
por Frank Báez
siempre quise ser el primer dominicano en la nba.
Para entonces poner un dominicano en la nba
era tan difícil como poner un dominicano en la luna.

Practiqué tiros libres, corrí, hice marineros,


sentadillas y lagartijas.
Parodié ganchos, donqueos.
Jugué veinticinco quintetos al día.
Mandé hacer una franela
con el número veintitrés y lloré
cuando Magic Johnson anunció que tenía sida.

Un día toqué la malla de un salto.


Luego toqué el tablero.
Nunca llegué a tocar el aro.

Conseguí esas pesas


que se amarran en los tobillos
y que incrementan el salto.
Pero no funcionaron y me las cambiaron
por unos Converse Magic con aire comprimido
que me robaron mientras jugaba bajo
un transformador en San Carlos.
Compré unos Reebook Pump
y me expulsaron del equipo nacional
de minibasket.
Me faltaba estatura, alegaron.
Ni empinado era lo suficientemente alto.

10
Dormí trece, catorce, quince horas al día
para acelerar mi crecimiento.
Comencé a comprar jarabes,
vitaminas, minerales, suplementos.
Luego de once meses
creo me estaba encogiendo.

Hice barras.
Ejercicios de estiramiento.
Le pedí a Jesús, a la Virgen
y al hombre elástico
unas míseras pulgadas de más.

Ya tengo treinta años y todavía necesito


dos pulgadas para alcanzar los seis pies.
En vez de llegar a la nba me mudé de barrio
y ahora juego dominó
en donde da lo mismo si eres enano.
También escribo poemas
y se los dedico a quien se me ocurra.

Por ejemplo este, que dedico a los que ya no se quitan


la camiseta al jugar básquetbol
porque les ha crecido pelo en la espalda.

Espero que lo gocen y que aplaudan.


*

11
La curiosidad
por Alastair Reid

pudo haber matado al gato. O probablemente


no tuvo suerte el gato o tal vez sintió curiosidad
por ver cómo era la muerte, no encontrando razón
para seguir lamiéndose las patas o criando
camadas y camadas de gatitos. Como era de esperar.

No obstante, la curiosidad
es peligrosa. Desconfiar siempre
de lo aceptado, de las apariencias,
hacer preguntas raras, incumplir los sueños,
ser suspicaz, abandonar el hogar o tener premoniciones
no hace precisamente amados a los gatos
en esos pequeños círculos de perros
donde cestas perfumadas,
señoras como toca y ricos almuerzos
constituyen el orden de la vida, y donde prevalece
un meneo de colas y cabezas nada curiosas.
Acéptalo. La curiosidad
no nos mata —carecer de ella sí.
Nos aniquilaría
no querer ver jamás
el otro lado de la colina
o aquel país de ensueño
donde vivir sería un idilio
(aunque en realidad un infierno).
Sólo el curioso tiene,
si sobrevive, un cuento que vale la pena contar.

12
Los perros dicen que los gatos aman demasiado,
que son irresponsables, peligrosos, que se casan en exceso,
que abandonan a los niños y enfrían as sobremesas
con el cuento de sus siete vidas.

Bueno, tienen suerte. Déjalos ser


siete veces vividos, contradictorios,
lo bastante curiosos para cambiar, dispuestos
a pagar el precio gato, que es morir
y morir, una y otra vez,
cada vez con el mismo dolor.
Sólo la minoría gatuna de uno
puede decirnos la verdad;
y lo que tienen que decirnos los gatos
tras cada regreso del infierno
es esto: que morir es lo que hacen los vivos,
que morir es lo que hacen los amantes,
y que son perros muertos los que no saben
que morir es lo que, para vivir, cada uno de nosotros
tiene que hacer.
*

13
Permanente
por Kenneth Koch

un día los Nombres estaban apiñados en la calle.


Un Adjetivo pasó a su lado con su oscura belleza.
Los Nombres quedaron impresionados, conmovidos, transfigurados.
Al día siguiente un Verbo llegó en coche y creó la Frase.

Cada Frase dice una cosa, por ejemplo: “Aunque era un oscuro y lluvioso día cuando el Adjeti-
vo pasó a mi lado, recordaré la dulce y pura expresión de su rostro hasta el día mismo en que
perezca y deje esta verde tierra eficiente”.
O: “Andrés, ¿harías el favor de cerrar la ventana?”.
O, por ejemplo: “Gracias, el tiesto rosa del alféizar ha cambiado de color hace poco y ahora es
amarillo pálido debido al calor de la fábrica de calderas que está cerca de aquí”.

En primavera las Frases y los Nombres estaban tendidos en silencio sobre la hierba.
Una Conjunción iba de un lado a otro gritando a solas “¡Y! ¡Pero!”,
pero el Adjetivo no aparecía.

Como el adjetivo se pierde en la frase


así me pierdo yo en tus ojos, oídos, nariz y garganta...
me has hechizado con un solo beso
que solo podrá deshacerse
con la destrucción del lenguaje.
*

14
Amor experto
quiere dama práctica
atribuido a Francisco de Quevedo
el vulgo comúnmente se aficiona
a la que sabe que es doncella y moza,
porque así le parece al que la goza
que la coge la flor de su persona.

Yo, para mí, más quiero una matrona


que con mil artificios se remoza
y por gozar de aquel que la retoza
una hora de la noche no perdona.

La doncella nunca hace de su parte,


cuando la gozan, cosa que aproveche,
ni se mueve ni da los dulces besos;

mas la otra lo hace de tal arte,


y amores os dirá, que en miel y leche
convierte la médula de los huesos.
*

15
Romance del senador putañero
Anónimo
era julio de este año, pleno verano, cuando el senador de La Gomera, Casimiro Curbelo,
fue arrestado junto a su hijo de veintiséis años por protagonizar un escándalo y enfrentar a la
policía al salir de un sauna a las cuatro de la mañana.

Parece que padre e hijo celebraban juntos el grado del muchacho, paseando felizmente de
putas por las calles de Madrid, cuando ocurrieron los hechos que les aguaron la fiesta.

El senador dice que les dieron macanazos cuando ellos simplemente trataban de poner una
denuncia. Los policías responden que Curbelo estaba borracho y que les gritaba entre tum-
bos: “Soy senador y vosotros, más que policías, sois unos terroristas y unos hijos de puta”.

Entre todas las contradictorias versiones de lo que pasó aquella madrugada, quizá la que más
valga la pena leer sea este texto de autor desconocido, publicado en un blog durante los días
posteriores a la guachafita y poco antes de que el senador putañero dimitiera.

Reproducimos este excepcional relato, escrito en verso y en español antiguo, como testimo-
nio hilarante de placeres y males de todos los tiempos.

Narrar vos he una hestoria de mucho regocijo,


d’un senador del Reino que fuesse con su fijo
a çierta mançebía por aplacar el rijo.
Empieço ya a contalla, que non seré prolijo.

La noche en Magerit ya muy çerrada era;


et padre et fijo, entrambos, andaban por la açera,
façiendo muchas eses, con grande borrachera,
por çelebrar que el fijo terminó la carrera.

16
—Llevar te he, buen fijo (masculla el senador),
a libar el penúltimo copaço de licor
e, commo corresponde a buen proxenitor,
quiçab a que te estrenes en lides del amor.

Conoçer has muy pronto de Venus el arcano,


en esta madrugada caliente de verano,
et a partir de hodie non te farás, malsano,
aquese amor que usas a solas con tu mano.

El fijo, conmovido por ese rendibú


et por la curda enorme, non le dixo ni mu,
ansí que en un garito, que diçen “puticlú”,
entraron e pidieron un güisqui et un vermú.

Había hurgamanderas, rabizas e raposas:


algunas, sin clientes, fablaban de sus cosas;
mas, viendo a padre e fijo, pusiéronse obsequiosas,
moviendo con luxuria sus tetas abundosas.

Al son d’aquella música de baile e de pachanga,


al senador del Reino s’açerca una pendanga
e diçe, remetiéndose por la verixa el tanga:
–Ay, guapo, ven conmigo, qu’el preçio es una ganga.

Al ver a la mançeba sin sostén ni refaxo,


façiéndole, escabrosa, cariçia et agasaxo,
el senador responde, con lengua de estropaxo:
—Arrímate a mi fijo; caliéntale el colgaxo.

Et ante las domingas d’aquella suripanta,


el fijo en ese instante del güisqui se atraganta
et una gomitona le sube a la garganta
et a un otro cliente ençima se la planta.

17
Et una grand trifulca con ello tuvo iniçio:
por todo aquel tugurio de crápula e forniçio
formóse gritería, escándalo e bulliçio;
quebráronse cristales et ovo un estropiçio.

Al ver la batahola, compareçió el rufián,


que estaba allí enna puerta façiendo de guardián:
s’encara a los causantes de todo aquel desmán
e del local los echa con un tantarantán.

Pues era el rufián ancho cual armario ropero,


muy versado en los lançes del ambiente putero,
e posedía músculos de bien templado açero,
e sin esfuerzo expulsa a padre et heredero.

El padre con el fijo se vieron en la calle,


et al rufián a gritos quisieron insultalle.
–¡Soy senador del Reino, a mí non me avasalle!
Mas non le impresionaba al ruin ese detalle.

De irse rumbo a casa buen momento sería,


pora dormir la mona sin dubda hasta otro día.
Mas fueron dando tumbos con bravuconería
buscando por las calles una comisaría.

Et por azar falláronla muy çerca, quasi enfrente,


et en la puerta había d’uniforme un axente,
et apremiolo el padre: –Venga inmediatamente,
ca d’un burdel çercano echáronnos vilmente.

–Señor, vaya a dormilla (responde el funçionario),


que estoy de borrachingas fasta el antifonario;
y ençima Çapatero redúxome el salario,
pora pagar las debdas del “bum” inmobiliario.

18
–Non sabe usted, axente, con quién está fablando;
soy senador del Reino, con bromas no me ando:
acuda al lupanar, que ya m’está tardando,
sin rechistar ni pizca, porque yo se lo mando.

Siguiéronse denuestos e muchos malos modos,


e los demás axentes salieron fuera todos:
aína detuvieron a aquellos dos beodos
que daban reçios golpes con pinreles e codos.

Non debo repetillos los vergonçosos tacos


e crudas palabrotas de los dipsomaniacos:
vexaban a los guardias talmente cual bellacos
e quasi semejaban posesos demoniacos.

Durmieron esa noche la curda en calabozo,


egual el senador commo su fijo mozo.
E fasta del burdel del malogrado gozo
pusiéronles denunçia por daños e destrozo.

E pide todo el mundo qu’el senador soez


dimita de su cargo con mucha rapidez:
a ver si algún político, d’una ramera vez,
responde de sus actos sin trampa ni doblez.

Acabo ya mi enxiemplo, benévolo lector,


con una humilde súplica a Dios Nuestro Señor:
después de que dimita aqueste senador,
¡que cierren el Senado: será mucho mejor!
*

19
Poema para las tetas
por Sharon Olds
como otras gemelas idénticas, se pueden
distinguir mejor en la adultez.
Una es rápida para fruncir su ceño,
su cerebro, su inteligencia ágil. La otra
sueña dentro de una constelación,
pecas de Orión. Nacieron cuando tenía trece,
se levantaron en mitad de mi pecho,
ahora tienen cuarenta, sabias, generosas.
Estoy dentro de ellas –de alguna manera, debajo de ellas,
o las llevo conmigo–, viví tantos años sin ellas.
No puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos son casi
los míos, como con alguien que uno ama. Ellas parecen,
para mí, un regalo que tengo que dar.
Dicen que los chicos veneran su categoría del
ser, que por ellas casi llegan a morir de hambre,
eso no se me escapaba, y algunos jóvenes
las amaron de la forma en que uno mismo quisiera ser amado.
Todo el año han estado llamando a mi esposo que partió,
cantándole como un par de sirenas
empapadas sobre una piedra áspera.
No pueden creer que él las haya dejado, no está en su
vocabulario, ellas –hechas
de promesas– literalmente son como votos cumplidos.
A veces, ahora, las tomo por un momento,
una en cada mano, viudas gemelas,
pesadas con pena. Fueron un regalo para mí,
y entonces eran nuestras, como infantes sedientas
de entusiasmo y abundancia. Y ahora estamos de nuevo

20
en esta estación, la misma semana
en que él se mudó. ¿No les susurró:
“Espérenme aquí un año”? No.
Él dijo: “Que Dios esté contigo, que Dios
esté contigo, a-Dios, por el resto
de esta vida y por la larga nada”. Y ellas no
entienden el lenguaje, lo están esperando.
¡Cristo! Son estúpidas, ni siquiera
saben que son mortales –tierno, supongo,
refrescante vivir con ello–, seres sin
*
conciencia de la muerte, criaturas de ignorante sufrimiento.

21
Adolescencia
por Sharon Olds

cuando pienso en mi adolescencia,


pienso en el baño de aquel sórdido hotel
al que me llevaba mi novio en San Francisco.
Nunca había visto un baño así:
no tenía cortinas, ni toallas, ni espejo, solo
un lavamanos verde por la suciedad
y un inodoro amarillento, color óxido
–como algo en un experimento científico
donde se cultivan las plagas en los cuencos–.
En ese entonces el sexo era todavía un crimen.
Salía de mi residencia universitaria
hacia un destino falso,
me registraba en la posada con un nombre falso,
atravesaba el vestíbulo hasta ese baño
y me encerraba.
No lograba aprender a ponerme el diafragma,
lo decoraba como un ponqué con espermicida brillante
y me agachaba; se me caía de los dedos
y viajaba hasta una esquina,
para aterrizar en una depresión cóncava
como el nido de una rata.
Me inclinaba, lo recogía y lo lavaba,
lo lavaba hasta convertirlo en un domo frágil,
lo glaseaba de nuevo hasta que estuviera reluciente,
lo doblaba con su pequeño arco y
volaba por los aires, una esfera zumbante
como el anillo de Saturno,
me agachaba y me arrastraba para recuperarlo.

22
Eso es lo que veo cuando pienso en tener
dieciocho años, ese disco brillante
flotando en el aire, descendiendo, y me veo a mí misma
*
de rodillas, tratando de alcanzar mi vida.

23
Un arte
por Elizabeth Bishop

la vida de elizabeth bishop (1911-1979) fue una sucesión de mudanzas. Tras la muerte
del padre y la separación definitiva de la madre a los cinco años, creció entre la casa de los
abuelos en Nueva Escocia y su natal Worcester. Desde que inició sus estudios se movió entre
varias ciudades de la costa este de Estados Unidos y pasó extensos períodos en Francia, Brasil
y Key West. De esos viajes proceden la mayoría de los escenarios de sus cuentos y poemas, el
interés por la literatura en español y portugués, y un fuerte rechazo frente a cualquier mani-
festación de autocompasión, incluido el sentimiento propio de expatriada. Esta conciencia
de la soledad y la pérdida –alguna vez le dijo a su gran amigo Robert Lowell que su epitafio de-
bía decir algo como “Aquí yace la mujer más sola que jamás haya vivido”– hace parte esencial
de su obra, material poético que, según ella, está en todo lo que nos rodea para ser mostrado
de la forma más sencilla posible.

El arte de perder se domina fácilmente;


tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia


de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:


lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue


la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

24
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto


que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
*
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

25

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