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malpensante
El pintor de la noche
por James Tate
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Dos apuntes
para desagraviar a mi libreta
por Elías Mejía
1.
belleza, es un tigre
Vivir es un placer,
dormir es un placer;
un aplauso para quien propuso
el suicidio por placer.
Soldados azules
del batallón guardia presidencial.
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tiró sobre mi tristeza la voz aterciopelada
y la fuente fresca de su canción;
y tú, allá,
pequeña de ojos de miel.
Puso el pie izquierdo en el escabel
para incrustar mejor el tiple
en su grueso vientre.
*
Te salvó la belleza, tigresa.
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Breve historia del pene
y aledaños, a través de los siglos y los años
por allá en los años sesenta, un montón de intelectuales medio borrachos y medio inspi-
rados comenzaron a soltar seguidillas de versos obscenos en algún café del centro de Bogotá.
El arranque espontáneo se convirtió en un ejercicio habitual: se pasaban la pelota y entre
todos iban armando los poemas que conformarían La historia del pene y aledaños a través de
los siglos y los años.
[orígenes]
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y que Dalila en memorable juerga Sócrates predicaba el onanismo
le peluqueó los pelos de la verga. con la frase: “Conócete a ti mismo”.
Sin embargo, el singular Platón
Dicen que Malaquías, el Profeta, a Sócrates llamaba de guevón.
fue el primero en batirse la puñeta
y que Moisés, atravesando el Nilo, San Francisco de Asís, varón tan sano,
se lo dejó mamar de un cocodrilo. al “pájaro” llamaba fiel hermano,
San Luis Gonzaga desde pequeñuelo
Diéronle a Sansón, ciencia infinita, mostraba ya inclinaciones de pajuelo.
los dulces polvos de la Sulamita
y quiso, corrompido tan feroz, Aquello de meterlo por delante
clavar a un niño y dividirlo en dos. lo inventó Genoveva de Brabante.
Aquello de meterlo por la cola,
Cuentan que David cuando cantaba lo inventó san Ignacio de Loyola.
con las manos el pene se agarraba
y que a Goliat, después de varias pruebas, Tenía tan largo el pene Carlos Quinto
le asestó un caucherazo por las guevas. que lo llevaba como espada al cinto.
Y cuando iba a cazar a la montaña,
En el impúdico pueblo de Gomorra montaba en él su tienda de campaña.
fue común el marica y la machorra
y allí nació al conjuro de la magia Don Felipe Segundo, rey impuro,
la pacífica y dulce blenorragia. introdujo en Europa el chancro duro,
pero ya desde tiempos de Hildebrando
Otros muestran la chocha de Popea se llevaba con lujo el chancro blando.
como origen de toda gonorrea,
y que su hijo Nerón por todos lados Y así, la Inquisición, con mano dura,
infectó de este mal a sus soldados. resolvió establecer la capadura
que consiste en dejar las vergas solas
[Personajes] sin la presencia augusta de las bolas.
Cleopatra y Marco Antonio en las galeras César Borgia en sus locos desenfrenos
tiraban de todas las maneras. agarraba a Lucrecia por los senos,
En tanto Julio César solo pudo y si ésta protestaba, con brutal cinismo,
masturbarse en el baño, por cornudo. sacaba el pene y la clavaba ahí mismo.
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Carlos Marx en sus libros sostenía [Francia]
que la paja es cuestión de economía,
y otros dicen que el cálido caudillo En Francia con pasión y con denuedo
simbolizó la verga en un martillo. las bellas damas se metían el dedo,
y esto determinó que en los salones
Y siempre, por político recelo, empezaran a usarse los condones.
lo llevaba parado Maquiavelo Y que el pene se untara con saliva
y la orquitis que es mal tan indiscreto como única medida preventiva
lo produjo en la historia Luis Capeto. que aparece más tarde reemplazada
por pura vaselina boricada.
Gargantúa tan largo lo tenía
que con la punta el sol oscurecía Entre las cortesanas fue Friné
y colosales eran sus tamaños la primera en gustarle la miné
pues en su culo colgaban los armaños. porque un amante que su gloria mengua
era de la “academia de la Lengua”.
No obstante la púdica sonrisa
el pingo le gustaba a Monalisa [Usos]
en tanto, la sin par María Antonieta,
prefería la lengua en la galleta. En épocas de bárbaras naciones
se usaban hasta el suelo los cojones.
El ilustre Jacinto Benavente En cambio, en la edad de las cavernas
gozaba con ponérselo al sirviente los cojones llevábanse a las piernas.
a la vez que a su mujer, Quevedo,
le sacaba la piedra con el dedo. Los visigodos, pueblo muy sencillo,
los usaban tan solo hasta el tobillo
Federico Chopin, con útil fin, y los fenicios, pueblo navegante,
se acabó por el abuso del tomín. inventaron la verga circulante.
Se cuenta también que el conde Ciano
le tiraba a su suegro por el ano. Los troyanos, pueblo muy guerrero,
llevaban el escroto de sombrero,
Al tan famoso conde Galatea y los caldeos, por demás soldados,
le prendieron la horrible gonorrea implantaron las turmas a los lados.
y al sentirse con mal tan puerco sucio
sacó la espada y se cortó el prepucio.
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Los egipcios, con mucho disimulo,
las llevaban tenidas en el culo,
mas los judíos, con valor notorio,
lograron implantar el suspensorio.
[Indias Occidentales]
el barman del Caesar’s cuenta chistes que hemos oído mil veces.
Un caballo entra en un bar, por ejemplo. Yo susurro
Sarah Evers me contó ese chiste en sexto y Josey dice
mi hermano Steve en 1982. Una puta, un enano, un chino,
nada que no hayamos escuchado. Entonces pregunta un cliente
¿En qué se parecen los martinis y las tetas? Y se echan a reír.
Se lo saben, todos se lo saben, excepto nosotras.
Ni siquiera se molestan en terminarlo. El barman sólo dice
Sí, pero yo siempre he dicho que debería haber una tercera, en la espalda,
para cuando bailas, y baila con una mujer de aire, tras la barra, su mano
sobre la teta de la espalda. Y entendemos que tres son demasiadas
y una no basta. Vale, podemos superarlo. Mis tetas me gustan
como los martinis, decimos: pequeñas y manoseadas o grandes y secas.
Perfectas. Desbordantes. Apestando a enebro, derramándose sobre la barra.
Cuando tengo migraña y ella se me insinúa digo Josey, mis tetas
son como martinis. Ella asiente, solemne: Más vale que nadie
les ponga las manos encima. ¿Cómo podríamos contarle al barman
estos chistes? No podríamos. No se enteraría. Lo digo mientras limpio
las vitrinas de la cocina y ella entiende: sucias y mojadas.
Caminando en el viento Josey dice Mis tetas son como martinis
*
y yo pido un taxi, sé que quiso decir heladas, temblorosas.
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La pelota que lancé
cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo
por Frank Báez
siempre quise ser el primer dominicano en la nba.
Para entonces poner un dominicano en la nba
era tan difícil como poner un dominicano en la luna.
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Dormí trece, catorce, quince horas al día
para acelerar mi crecimiento.
Comencé a comprar jarabes,
vitaminas, minerales, suplementos.
Luego de once meses
creo me estaba encogiendo.
Hice barras.
Ejercicios de estiramiento.
Le pedí a Jesús, a la Virgen
y al hombre elástico
unas míseras pulgadas de más.
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La curiosidad
por Alastair Reid
No obstante, la curiosidad
es peligrosa. Desconfiar siempre
de lo aceptado, de las apariencias,
hacer preguntas raras, incumplir los sueños,
ser suspicaz, abandonar el hogar o tener premoniciones
no hace precisamente amados a los gatos
en esos pequeños círculos de perros
donde cestas perfumadas,
señoras como toca y ricos almuerzos
constituyen el orden de la vida, y donde prevalece
un meneo de colas y cabezas nada curiosas.
Acéptalo. La curiosidad
no nos mata —carecer de ella sí.
Nos aniquilaría
no querer ver jamás
el otro lado de la colina
o aquel país de ensueño
donde vivir sería un idilio
(aunque en realidad un infierno).
Sólo el curioso tiene,
si sobrevive, un cuento que vale la pena contar.
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Los perros dicen que los gatos aman demasiado,
que son irresponsables, peligrosos, que se casan en exceso,
que abandonan a los niños y enfrían as sobremesas
con el cuento de sus siete vidas.
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Permanente
por Kenneth Koch
Cada Frase dice una cosa, por ejemplo: “Aunque era un oscuro y lluvioso día cuando el Adjeti-
vo pasó a mi lado, recordaré la dulce y pura expresión de su rostro hasta el día mismo en que
perezca y deje esta verde tierra eficiente”.
O: “Andrés, ¿harías el favor de cerrar la ventana?”.
O, por ejemplo: “Gracias, el tiesto rosa del alféizar ha cambiado de color hace poco y ahora es
amarillo pálido debido al calor de la fábrica de calderas que está cerca de aquí”.
En primavera las Frases y los Nombres estaban tendidos en silencio sobre la hierba.
Una Conjunción iba de un lado a otro gritando a solas “¡Y! ¡Pero!”,
pero el Adjetivo no aparecía.
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Amor experto
quiere dama práctica
atribuido a Francisco de Quevedo
el vulgo comúnmente se aficiona
a la que sabe que es doncella y moza,
porque así le parece al que la goza
que la coge la flor de su persona.
15
Romance del senador putañero
Anónimo
era julio de este año, pleno verano, cuando el senador de La Gomera, Casimiro Curbelo,
fue arrestado junto a su hijo de veintiséis años por protagonizar un escándalo y enfrentar a la
policía al salir de un sauna a las cuatro de la mañana.
Parece que padre e hijo celebraban juntos el grado del muchacho, paseando felizmente de
putas por las calles de Madrid, cuando ocurrieron los hechos que les aguaron la fiesta.
El senador dice que les dieron macanazos cuando ellos simplemente trataban de poner una
denuncia. Los policías responden que Curbelo estaba borracho y que les gritaba entre tum-
bos: “Soy senador y vosotros, más que policías, sois unos terroristas y unos hijos de puta”.
Entre todas las contradictorias versiones de lo que pasó aquella madrugada, quizá la que más
valga la pena leer sea este texto de autor desconocido, publicado en un blog durante los días
posteriores a la guachafita y poco antes de que el senador putañero dimitiera.
Reproducimos este excepcional relato, escrito en verso y en español antiguo, como testimo-
nio hilarante de placeres y males de todos los tiempos.
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—Llevar te he, buen fijo (masculla el senador),
a libar el penúltimo copaço de licor
e, commo corresponde a buen proxenitor,
quiçab a que te estrenes en lides del amor.
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Et una grand trifulca con ello tuvo iniçio:
por todo aquel tugurio de crápula e forniçio
formóse gritería, escándalo e bulliçio;
quebráronse cristales et ovo un estropiçio.
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–Non sabe usted, axente, con quién está fablando;
soy senador del Reino, con bromas no me ando:
acuda al lupanar, que ya m’está tardando,
sin rechistar ni pizca, porque yo se lo mando.
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Poema para las tetas
por Sharon Olds
como otras gemelas idénticas, se pueden
distinguir mejor en la adultez.
Una es rápida para fruncir su ceño,
su cerebro, su inteligencia ágil. La otra
sueña dentro de una constelación,
pecas de Orión. Nacieron cuando tenía trece,
se levantaron en mitad de mi pecho,
ahora tienen cuarenta, sabias, generosas.
Estoy dentro de ellas –de alguna manera, debajo de ellas,
o las llevo conmigo–, viví tantos años sin ellas.
No puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos son casi
los míos, como con alguien que uno ama. Ellas parecen,
para mí, un regalo que tengo que dar.
Dicen que los chicos veneran su categoría del
ser, que por ellas casi llegan a morir de hambre,
eso no se me escapaba, y algunos jóvenes
las amaron de la forma en que uno mismo quisiera ser amado.
Todo el año han estado llamando a mi esposo que partió,
cantándole como un par de sirenas
empapadas sobre una piedra áspera.
No pueden creer que él las haya dejado, no está en su
vocabulario, ellas –hechas
de promesas– literalmente son como votos cumplidos.
A veces, ahora, las tomo por un momento,
una en cada mano, viudas gemelas,
pesadas con pena. Fueron un regalo para mí,
y entonces eran nuestras, como infantes sedientas
de entusiasmo y abundancia. Y ahora estamos de nuevo
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en esta estación, la misma semana
en que él se mudó. ¿No les susurró:
“Espérenme aquí un año”? No.
Él dijo: “Que Dios esté contigo, que Dios
esté contigo, a-Dios, por el resto
de esta vida y por la larga nada”. Y ellas no
entienden el lenguaje, lo están esperando.
¡Cristo! Son estúpidas, ni siquiera
saben que son mortales –tierno, supongo,
refrescante vivir con ello–, seres sin
*
conciencia de la muerte, criaturas de ignorante sufrimiento.
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Adolescencia
por Sharon Olds
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Eso es lo que veo cuando pienso en tener
dieciocho años, ese disco brillante
flotando en el aire, descendiendo, y me veo a mí misma
*
de rodillas, tratando de alcanzar mi vida.
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Un arte
por Elizabeth Bishop
la vida de elizabeth bishop (1911-1979) fue una sucesión de mudanzas. Tras la muerte
del padre y la separación definitiva de la madre a los cinco años, creció entre la casa de los
abuelos en Nueva Escocia y su natal Worcester. Desde que inició sus estudios se movió entre
varias ciudades de la costa este de Estados Unidos y pasó extensos períodos en Francia, Brasil
y Key West. De esos viajes proceden la mayoría de los escenarios de sus cuentos y poemas, el
interés por la literatura en español y portugués, y un fuerte rechazo frente a cualquier mani-
festación de autocompasión, incluido el sentimiento propio de expatriada. Esta conciencia
de la soledad y la pérdida –alguna vez le dijo a su gran amigo Robert Lowell que su epitafio de-
bía decir algo como “Aquí yace la mujer más sola que jamás haya vivido”– hace parte esencial
de su obra, material poético que, según ella, está en todo lo que nos rodea para ser mostrado
de la forma más sencilla posible.
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Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.
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