Está en la página 1de 3

Wachaques de Puerto Viejo

Una técnica prehispánica para sembrar en el desierto y extraer el principal insumo de los caballitos de
totora persiste en una playa del sur de Lima y está en peligro de desaparecer por el avance de las
urbanizaciones.


 

 

 

Fue Cieza de León el primer europeo en expresar su asombro por la existencia de los


wachaques. Sucedió a mediados del siglo XVI cuando el príncipe de los cronistas pasaba por
Chilca y calificó como "muy digno de ver" aquellos enormes campos de cultivo sembrados de
maíz y árboles frutales en medio del desierto, sin ríos, canales, ni lagunas cercanas.
Los wachaques fueron una técnica prehispánica para ampliar la frontera agrícola en zonas
desérticas. Ubicaban grandes espacios vecinos al litoral, excavaban enormes hoyos hasta llegar
a la napa freática y utilizaban las aguas subterráneas para regar sus sembríos. La tierra removida
servía como un camino para unir los wachaques y en las lagunillas fueron "sembrados" peces
para consumo humano.
Pero no sólo sirvieron para cultivar productos de pan llevar. En los humedales cercanos a Puerto
Viejo, en Chilca (kilómetro 71 de la Panamericana Sur) también se sembró el insumo principal
para la fabricación de caballitos de totora, esas naves que dieron fama de grandes navegantes a
los antiguos pobladores de Cañete y Chincha.
Hoy en día, los humedales de Puerto Viejo son una zona reservada por su importancia como
humedal y paradero de aves migratorias. También es una zona arqueológica de importancia
reconocida por elMinisterio de Cultura.
Pero la zona corre peligro ante la expansión de proyectos inmobiliarios. La construcción de un
balneario cercano significó la expulsión de Hugo Abarca Condori. "Me quemaron la casa y tuve
que dejar de trabajar la totora", recuerda Abarca. Su padre, don Emiliano Abarca Condori, fue
uno de los últimos constructores de caballitos de totora en Puerto Viejo. Una técnica que se trajo
de su natal Puno.
Pero Wilmer Malásquez sigue trabajando con las totoras.
Lo encontramos en plena faena de poda de totoras que luego se dejarán secar en las pequeñas
dunas que rodean las lagunillas para luego tejerlos y convertirlos en techos y canastas. Su padre
también elaboró caballitos de totora para sus faenas de pesca.
En el vecino poblado de San Antonio, los escolares son los primeros en exigir el
mantenimiento de los humedales de Puerto Viejo.
Son varias las especies de aves migratorias que utilizan el humedal para detenerse y recuperar
fuerzas en sus largos viajes. Y aún persisten varios tipos de ofidios y hay quienes aseguran
haber visto al casi extinguido cuy silvestre.
Durante la gestión de Antonio Brack, los humedales fueron elevados a zona reservada, pero en
la actual gestión perdieron sorpresivamente esta categoría. Sin embargo, toda el área sigue
siendo patrimonio cultural de la nación bajo la protección del Ministerio de Cultura. Falta saber
si los arqueólogos presenten proyectos para explorar la zona y dar nuevas luces sobre los
enigmáticos wachaques. ❧

También podría gustarte