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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN

UNIVERSIDAD DE JAÉN
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Imperialismo Japonés. Del


discurso nacional a la
expansión territorial

Alumno: Salvador Gutiérrez Rus

Tutor: Gracia Moya García


Dpto: Historia Contemporánea

Julio, 2014
ÍNDICE

1. Introducción……………………………………………………………… página 2

2. Los orígenes del Imperialismo Japonés: el discurso nacionalista de inicios del


siglo XIX………………………………………………………………………página 4

3. La consolidación del discurso imperialista durante el período Meijí…. página 10

4. El Imperialismo Japonés entre 1895 y el final de la Segunda Guerra


Mundial………………………………………………………………………..página 19

4.1. Primera fase………………………………………………………página 20

4.2. Segunda fase………………………………………………………página 24

4.3 Tercera fase………………………………………………………. página 26

Conclusión……………………………………………………………………. página 40

Anexos…………………………………………………………………………página 43

Anexo 1:………………………………………………………………. página 44

Anexo 2:………………………………………………………………..página 45

Anexo 3:………………………………………………………………..página 46

Anexo 4:………………………………………………………………..página 47

Anexo 5:………………………………………………………………..página 48

Anexo 6:………………………………………………………………..página 49

Anexo 7:………………………………………………………………..página 51

Fuentes y Bibliografía………………………………………………………...página 60

1
1. Introducción

Se define como Imperialismo Japonés a la etapa que va de 1895 a 1946, durante la cual
Japón articuló un nacionalismo muy particular como una especie de simbiosis entre
tradición y modernidad, y cuyo objetivo fue enfrentarse a la amenaza que suponía la
intromisión exterior en los asuntos japoneses. Se trata de un período fundamental en la
historia de Japón, porque permitió a un pueblo milenario salir del aislacionismo y entrar
en la esfera internacional. Tanto es así que Japón pasaría a consolidarse como una
potencia política, económica y militar a inicios del siglo XX. De hecho, en esta etapa,
de crecimiento de los imperialismos, sería la única potencia imperial que surgiría fuera
de los tradicionales imperialismos occidentales.

Por lo general, la historiografía occidental aborda este período de una forma un tanto
“oscura”, es decir, existen pocos trabajos dedicados a este tema y, de estos, una parte de
los que abordan esta cuestión lo hacen de una manera limitada. Dicho de otra manera, la
mayoría de los estudios occidentales afrontan el Imperialismo Japonés limitándose al
período de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo todos ellos en catalogarlo como un
acontecimiento funesto o proyecto malogrado. Así, por ejemplo, Fieldhouse, en su obra
“Los Imperios Coloniales desde el siglo XVIII”, dice que las consecuencias de la guerra
demostraron lo poco que Japón necesitaba este movimiento1. Por su parte, Ruth
Benedict, en su obra “El crisantemo y la espada”, dice que: “Japón, tras haber aprendido
la lección [de la guerra, y del militarismo iniciado en la década de los 30], ha
comprobado que una empresa dinástica imperial no es el camino del honor”2. En el
mismo sentido, Lucien Bianco, en su obra “Asia Contemporánea”, estableciendo una
comparación entre la época del Imperialismo y la época que se abría tras la guerra,
dictamina que el Imperialismo es una época oscura y funesta para Japón, atendiendo
siempre a las consecuencias de la guerra3.

En definitiva, para parte de la historiografía occidental, el Imperialismo Japonés


significaría un fiasco o un fracaso. Probablemente, este enfoque derrotista transmitido
por las obras mencionadas, tenga que ver con el hecho expuesto de quedar ceñidas
cronológicamente al desarrollo y expresión que mostró el Imperialismo Japonés durante

1
(K.Fieldhouse, 1987, pág. 190)
2
(Benedict, 1945, pág. 301)
3
(Bianco, 1984, pág. 238)

2
la Segunda Guerra Mundial, sin detenerse a contemplar aspectos tales como sus
orígenes, sus bases y/o sus fines iniciales. Así, muchas de estas obras no señalan que el
Imperialismo Japonés de la Segunda Guerra Mundial, es un fenómeno muy alejado de
las bases que lo originaron. En otras palabras, el Imperialismo Japonés no es sólo Japón
en la Segunda Guerra Mundial.

El trabajo que aquí se presenta tiene dos objetivos básicos: por un lado, hacer un estudio
del Imperialismo Japonés desde su aparición hasta su extinción; por otro, una vez vistas
sus bases y sus fines, matizar o suavizar ese sentido de fracaso que, de forma bastante
general, se le suele atribuir. Para explicar esto, consideraremos que su génesis está
íntimamente relacionada con el deseo o la intención de hacer frente a los Imperialismos
Occidentales que amenazaban con apoderarse de este espacio, tal y como ya habían
hecho con otros espacios asiáticos. A este respecto, se considera que el período
conocido como Restauración Meijí (1868-1912) resulta fundamental, ya que será
entonces cuando se establezcan, de forma clara, los fundamentos del Imperialismo
Japonés que como se verá más adelante, irá conformando un nacionalismo de corte
reformista conforme los Imperialismos Occidentales se vayan consolidando en la zona4.

Evidentemente, si atendemos a los años finales del Imperialismo Japonés, éste fue un
proyecto malogrado; pero si atendemos al conjunto y nos desprendemos de la óptica de
la Segunda Guerra Mundial, habría que atenuar el sentido de rotundo fracaso que se le
suele aplicar.

Pensamos, además, que en el fin del Imperialismo, es decir, en su derrota final, se


encuentran las bases de la aparición y construcción de una nueva sociedad japonesa,
desapareciendo aquella que había originado y alentado este proceso, aquella que tenía
como meta mantener la independencia e identidad propia de este país frente a la

4
Desde 1.700 los holandeses habían establecido un poder colonial en las Indias Orientales Neerlandesas,
hoy llamadas Indonesia. Tras éstos, el Imperio Británico, que durante el siglo XIX, convirtió en colonias
varios territorios asiáticos como Ceilán (1802), la India (1858), Birmania (1851) y Hong Kong (842). En
1887, los franceses convertían en colonias los territorios de Indochina. Alemania se sumaría tarde al carro
del imperialismo asiático, estableciendo como colonias las islas de Nueva Guinea Alemana (1885) y
Samoa Alemana (1900). El último país (sin contar Japón) que se sumó a este expansionismo fue EEUU,
al conseguir los territorios de Filipinas(1898), Guam (1898), Samoa Americana (1900) e Islas Marianas
del Norte (1944).

3
amenaza extranjera, aquella, en definitiva, que cumplió este propósito, al menos en
parte.

Por lo que se refiere a la metodología, el soporte principal de este trabajo lo constituye


la lectura de una serie de obras específicas sobre el tema de estudio, si bien, a éstas hay
que sumar otras de carácter antropológico, fundamentales para conocer y entender la
cultura japonesa; religioso, de gran valor para entender el sustrato ideológico del
nacionalismo vertebrado en esta época; y económico, básicas para entender el proceso
de crecimiento económico que inició Japón en esta época, para entender, en definitiva,
como consiguieron convertirse en una potencia mundial. En definitiva, son éstas las
obras sobre las que se vertebra el estudio realizado, sin olvidar, las obras de carácter
general consultadas.

Por otro lado, cabe destacar igualmente el material cartográfico utilizado, así como la
visualización de documentales y films históricos, relevantes para comprender como la
cultura o la sociedad (tanto occidental como oriental) miran a esta época, si bien, como
veremos, la mayoría de ellos aparecen centrados en la Segunda Guerra Mundial.

En este trabajo, sin embargo, no se ha podido contar con fuentes hemerográficas


especializadas en el tema, debido, principalmente, a la falta de trabajos y artículos
dedicados al estudio de este acontecimiento.

Para finalizar este apartado, indicar que el trabajo aparece dividido en dos partes: una
primera centrada en la aparición y construcción de la ideología de este fenómeno, y una
segunda destinada al estudio de su desarrollo hasta su derrota durante la Segunda
Guerra Mundial, finalizando con la enumeración de las ideas más significativas y
relevantes a las que ha dado lugar.

2. Los orígenes del imperialismo japonés: el discurso nacionalista de inicios del


siglo XIX

Los orígenes del imperialismo japonés hay que situarlos en el discurso nacionalista que
comienza a articularse a inicios del siglo XIX con el propósito de enfrentarse a la
amenaza que suponían en la zona las potencias occidentales. A partir de ahí, se pondrían
en marcha toda una serie de procesos, dinámicas y factores que posibilitaron que estas
pequeñas islas dejaran atrás su atraso estructural para poder competir, en todos los
ámbitos, con las potencias coloniales de Occidente, evitando o limitando, de esta

4
manera, la intromisión de éstas en los asuntos japoneses. En todo caso, como se verá, el
nacionalismo japonés vigente a lo largo del siglo XIX y hasta finales de la Segunda
Guerra Mundial, fue la respuesta concreta y especial de un pueblo a un peligroso
desafío. Fue justo esta respuesta, la que articuló los primigenios discursos nacionales de
principios del siglo XIX.

Ahora bien, ¿qué entendía la sociedad japonesa de aquel tiempo por “desafío”?. El
“desafío”, para los japoneses, o para los ideólogos de esta primera conciencia nacional,
era acabar, o intentar acabar, con las pretensiones de las potencias occidentales respecto
a Japón. Es decir, el “desafío” era no renunciar al aislacionismo que les había
caracterizado desde hacía milenios, o, si esto no era posible, poner limitaciones a la
influencia occidental.

Japón no estaba dispuesto a perder sus señas de identidad, y así lo venía manifestando
desde hacía tiempo. Ya a principios del siglo XVIII, se articularon toda una serie de
discursos nacionalistas en torno a la denominada “Escuela del Aprendizaje Nacional”5,
que surge en esta época para ensalzar las costumbres y tradiciones japonesas frente a la
influencia de otras culturas, como la china6. Es justo en esta etapa, cuando comienza a
vertebrarse el discurso imperial que ya aparece perfectamente definido a finales del
siglo XIX, según el cual, la dinastía imperial es una institución sagrada, a la cual todo
Japón debe subordinación. Resumiendo, la resistencia nacional frente a las influencias
del exterior se articuló en Japón desde una fecha muy temprana. Se podría decir que
mientras Occidente, aún vivía bajo todo un sistema descentralizado de feudalismos y
entidades políticas diversas, en Japón ya empezaba a surgir una conciencia nacional que
tenía entre sus fines preservase de las influencias foráneas, aun cuando en este período
los contactos con los occidentales eran muy esporádicos todavía. No es extraño, pues,

5
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 73-75).
6
La cultura china, por cercanía y por historia, era la principal cultura foránea que había influenciado a
Japón en aspectos como la religión (con la entrada del budismo en la isla), como la lengua (el Japón
moderno adoptaría cultismos y otros términos de origen Chino) o las tradiciones (como la ceremonia del
Té). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 36-57)

5
que, a inicios del siglo XIX surgiese una escuela historiográfica que daría lugar a libros
como “La Gran Historia de Japón”, que venía a ensalzar la historia y cultura japonesa7.

A medida que la presencia de las potencias occidentales en el entorno de Japón


incrementaba, el tradicional discurso nacionalista empezó a tener críticas dentro de la
élite japonesa, ya que no lograba dar respuesta al avance de los occidentales. Lo que dio
lugar a que el discurso nacionalista se dividiera en torno a dos corrientes. La primera
corriente era la mayoritaria, la que defendía el Emperador y su corte, y marcaba una
línea continuista entorno al tradicional discurso nacionalista de Japón, o lo que es lo
mismo, defendían el aislacionismo por encima de todas las cosas. La segunda corriente
era la minoritaria, la que defendía el Shogunato, y fue novedosa porque rompía
totalmente con el tradicional discurso nacionalista japonés, defendiendo que había que
acometer una apertura total de Japón al mundo exterior, defendían, en todo caso, una
política de puertas abiertas. Con este discurso, el Shogun estaba contradiciendo al
mismísimo Emperador, figura sagrada que había delegado en éste el gobierno de Japón.
Una insubordinación, que, junto al poco apoyo popular que tenía, explican el porqué del
fin del Shogunato y el inicio de la Restauración Meijí en 1868, como se verá más
adelante.

A pesar de esto, el discurso del aislacionismo era el más fuerte, y se afianzaría aún más
a medida que aumentaba la amenaza occidental, dando lugar a una radicalización cada
vez mayor del discurso nacionalista de carácter aislacionista, que ahora se impregnaba
de un lenguaje ególatra, prepotente y arrogante, arropado por un sentimiento moral de
superioridad.

No obstante, la realidad, es decir, la inexistencia de una preparada y potente fuerza


militar, hizo que el discurso aperturista cobrara fuerza. Fruto de ello, surgirán una serie
de medidas tendentes a evitar el enfrentamiento con otros países. Por ejemplo, en 1842
se puso fin a la política de hacer fuego sobre las naves extranjeras que entraran en la
órbita de los puertos japoneses8. Se puede deducir, que ya entonces Japón estaba
7
Por ejemplo, en esta recopilación de libros se afirmaba que “los chinos debían suprema lealtad al Rey,
mientras que en Japón la población debía libertad suprema al Emperador” (Hane, Breve Historia de
Japón, 2000)
8
El 29 de agosto de 1842 se derogaba el edicto que ordenaba hacer fuego sobre las naves extranjeras, y es
que antes de que la presencia de los occidentales se hiciera más grande, con el fin de contagiarse lo menos
posible de las influencias venidas del mundo occidental. (Akamatsu, 1968, pág. 87).

6
dispuesto a pelear, de la misma manera que lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial,
pero en esta ocasión desecharon la guerra, simplemente porque no estaban preparados
militarmente. Su objetivo entonces era erigirse en una amenaza para los occidentales y
utilizar la disuasión para mantener a raya a todo aquel que intentara pisar Japón. Fruto
de esta iniciativa, fue el surgimiento para mediados del siglo XIX de una industria
moderna, capaz de fundir cañones, sin la ayuda directa de Occidente, industria que
tendría su culmen a finales de este siglo.

En definitiva, a mediados del siglo XIX, el debate entre aperturistas y aislacionistas se


había recrudecido, y este enfrentamiento se hizo mayor a medida que se hacían más
frecuentes las expediciones occidentales en los alrededores de Japón. Para estas fechas,
ingleses, franceses y holandeses habían establecido contactos más prolongados con
Japón al beneficiarse de la postura aperturista del Shogunato mientras el país asiático,
poco a poco, va cediendo competencias.

Algunos pensadores y políticos, contrarios a esta política del Shogunato9, supieron ver
la deriva en la que se encontraba Japón y profetizaron lo que vendría más tarde: la caída
del Shogunato. Abe Mashairo, señor de Fukuyama e importante ilustrado de la época
final del Shogunato escribió a este respecto, criticando la dinámica aperturista:

“El imperio no pertenece definitivamente a los Tokugawa. El imperio es de un


imperio que pertenece al imperio: cuando está en juego la seguridad del Japón,
si vos no manifestáis claramente y sin equívocos vuestra voluntad [se dirige al
Shogunato, dirigido en este momento por los designios de los aperturistas], no
cabe duda [de que los] señores feudales actuarán sin esperar vuestras órdenes.
En este momento, la corte [del Emperador, aislacionista] no permanecería
indiferente y, muy pronto, podrían producirse acontecimientos en los que vos no
tendréis participación”10.

En este clima de tensión, las cosas vendrían a complicarse aún más con la aparición de
un nuevo actor en todo este entramado, Estados Unidos, cuyos intereses comerciales

9
El “Shogunato” se corresponde con el gobierno civil presente en Japón desde el siglo XII hasta el siglo
XIX. Esto no significa que fuera el principal poder de Japón, ya que gobernaba por delegación del
Emperador, que no disponía en esta época de ningún poder civil, tan solo tenía poder sagrado dentro de la
religión sintoísta. (Benedict, 1945, págs. 52-81)
10
(Akamatsu, 1968, pág. 93)

7
hacían que pusiera su mirada en la orilla asiática del Océano Pacífico. Así, en 1851, el
presidente Filmore, entregó, a través del comodoro Perry, comandante de la flota de las
Indias Orientales, una carta al Shogun en la que rogaba al Emperador y a los dirigentes
japoneses algunas concesiones comerciales, como la apertura de algunos puertos al
comercio con EEUU. Tras una larga travesía por el Atlántico sur y el Índico, el
comodoro Perry se presentó con cuatro naves en la desembocadura de la bahía de Edo11,
el 8 de julio de 1853.

La respuesta de la mayoría de los dirigentes a las demandas de EEUU fue una negativa
rotunda, atendiendo a las demandas del Emperador, y cuidándose con esto de no iniciar
un enfrentamiento militar con EEUU. El Shogun y los aperturistas se opusieron a esto e
intentaron en el plazo de un año12, y con la presión de otras potencias13, hacer confluir
todas las visiones hacia la apertura de Japón al mundo exterior, con la firma del tratado
con EEUU.

Poco antes de cumplirse el plazo establecido, el 31 de marzo de 1854, fue firmado el


“Tratado de paz y amistad entre los Estados Unidos de América y el Imperio del Japón”,
más conocido como el Tratado de Kanagawa, por el cual los dos países se prometían
paz sin defecciones y Japón concedía importantes concesiones comerciales a los
mercantes estadounidenses14. Poco después, Japón no pudo frenar tratados similares con
Holanda, Inglaterra, Francia y Rusia. Hoy en día, el Tratado de Kanagawa y la figura
del comodoro Perry hoy representan el fin de la política de aislacionismo en Japón.

El establecimiento de este tratado con EE.UU., que no contó con el apoyo de la corte
imperial, partidaria del aislacionismo, radicalizó, aún más, el discurso aislacionista,
radicalismo que se intensificaría cuando en 1856 llegara la segunda gran expedición

11
Actual Tokio y donde se encontraba el gobierno del Shogun.
12
Un año fue el período que dejó Perry para que se debatieran estos temas, tras ese año volvería para
conocer la respuesta. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 89-93) (Akamatsu, 1968, págs. 93-102)
13
Un mes después de haberse ido Perry, entraba en Nagasaki el almirante ruso Putiatin, con una flota de
cuatro naves. Antes de irse, ante el próximo retorno de Perry, tuvo bien cuidado de firmar con los
delegados japoneses el tratado de “nación más favorecida”. (Akamatsu, 1968, pág. 99)
14
Por este tratado, los puertos comerciales de Shimoda y Hakodate quedaban abiertos para los
estadounidenses. Además, los estadounidenses podrían circular y refugiarse en torno al puerto. También
se hacía alusión al envío de un cónsul estadounidense al Japón. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000,
pág. 90) (Akamatsu, 1968, pág. 100)

8
estadounidense a Japón, dando lugar a un nuevo tratado con los norteamericanos, el
“Tratado de Amistad y Comercio”, firmado en julio de 1858 y que reportaba nuevos
beneficios comerciales a EE.UU. De nuevo se agrandaba la brecha entre los dirigentes
aperturistas del Shogunato, que consideraban que este acuerdo solo era un “mal menor”
para Japón, y que la realidad era que no podían enfrentarse a EEUU, y la corte imperial,
a su cabeza el Emperador, que se mostró en contra de firmar todo acuerdo con los
extranjeros y apelaba al orgullo japonés para enfrentar esta amenaza.

Convenios similares eran firmados poco después con las restantes potencias interesadas
en la zona. Japón se abría al mundo cada vez más, si bien las consecuencias más
importantes de estos tratados se produjeron a nivel interno del país y es que el discurso
nacionalista-aislacionista comenzaba a adoptar un tono xenófobo no sólo hacia los
extranjeros, sino también hacia los dirigentes del Shogunato, lo que no tardaría en
provocar toda una serie de atentados terroristas15 hacia los dirigentes aperturistas del
Shogunato.

Temerosos de una posible insurrección, los dirigentes del Shogunato intentaron acercar
posturas con la corte imperial, hecho que tuvo su simbolismo en la unión matrimonial
entre el Shogun y la princesa imperial. Conscientes de su debilidad, se trataba de una
huida hacía adelante: la necesidad de atraerse al Emperador les hizo prometer que, una
vez contaran con una marina y una armada capaces, los extranjeros serían expulsados.
Estas declaraciones de buena voluntad bastaron para convencer al Emperador, pero no a
la corte imperial, plagada de aislacionistas, que pusieron trabas a este acuerdo
presionando al Emperador para adoptar una política de aislacionismo.

En este contexto de confusión constante dentro de la política japonesa, dos hechos más
explicarían el fin del Shogunato. En primer lugar, el intento de golpe de estado por parte
de los aperturistas (del Shogunato) hacia el Emperador que sería descubierto por los
xenófobos, con el consiguiente descrédito del Shogunato. En segundo lugar, la muerte
del Emperador Komei16 que dio paso a un mayor poder de la corte imperial

15
Los atentados terroristas. tuvieron su episodio más funesto cuando diecisiete ronin (samuráis sin amo)
asesinaran al “Tairo” de Japón, encargado de gobernar, en lugar del Shogun en tiempos de incertidumbre
y que años atrás fue el responsable de firmar el tratado de Kanagawa. Este hecho contó con el apoyo
social, siendo considerado como una proeza. (Akamatsu, 1968, págs. 129-131)
16
121º Emperador de Japón.

9
(aislacionistas), que con la llegada del Emperador Meijí de tan sólo quince años, no
tuvo problemas para “poner fin a la política del Shogunato y restaurar el régimen
imperial”17. El Shogun devolvía la autoridad gubernamental al Emperador a finales de
1867. No hicieron falta guerras civiles ni más conversaciones, simplemente el
Shogunato se extinguió por la iniciativa imperial. Se entendía que para esta época el
Shogunato ya era muy débil y por ello no podía enfrentarse a un poder (el Emperador)
al que además debía subordinación, dentro del sistema de jerarquía japonesa18.

Finalmente, en el debate que se abría a inicios del siglo XIX dentro del discurso
nacionalista, ganaba la postura más tradicionalista y opuesta a cualquier apertura hacía
el exterior, cargada ahora, además, de una negación y xenofobia hacía todo lo que
llegase de fuera. Se iniciaba entonces una nueva etapa fundamental en la configuración
del discurso nacionalista y del imperialismo que estaba por llegar: La Restauración
Meijí de 1868.

3. La consolidación del discurso imperialista durante el período Meijí

El inicio de este período no puede ser considerado como una fractura, como un antes y
un después en la historia de Japón. Aunque se puede establecer que existen reformas
muy importantes en todos los campos (político, económico, social y cultural) el
triunfante discurso nacionalista mantendrá una posición inmovilista, siendo en éste
donde se sustenten todos los cambios habidos en esta etapa. Dicho de otro modo, el
gobierno promovió toda una serie de reformas necesarias para enfrentarse a corto o
medio plazo a los imperialismos occidentales. Por tanto, de cara al exterior nada ha
cambiado.

En cambio, para los imperialismos occidentales, esta etapa sí supone un punto de


inflexión ya que con ella se inicia una clara ruptura respecto al período anterior. Es
decir, antes de la Restauración Meijí, los imperialismos occidentales tenían la opción de
conquistar Japón, mientras que con el inicio de ésta, esta opción queda descartada al
contar Japón con la fuerza necesario para defenderse de aquellos.

17
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 98)
18
Por debajo del Emperador, el Shogun y los nobles de la corte se estableció durante la era de los
shogunes una sociedad estamental piramidal, que todos respetaban: los samuráis, los campesinos, los
artesanos y los comerciantes. Debajo de todos estos estaban los parias, sin ningún derecho. (Benedict,
1945, pág. 69)

10
Sería conveniente, por tanto, distinguir el significado del inicio del periodo Meiji para
unos y otros: para los japoneses, el inicio de la construcción de un país capaz de
enfrentarse con garantías de éxito a las injerencias extranjeras; para los occidentales, la
constatación de que sus expectativas quedaban frenadas.

E incluso, adelantándonos en el tiempo, se puede establecer una comparación entre lo


que supuso para la propia sociedad japonesa la Restauación Meijí y el final de la
Segunda Guerra Mundial. Y es que, frente a lo que supone la Restauración Meiji, tras
la Segunda Guerra Mundial si existe una clara ruptura. Tras este conflicto el propio
Emperador(y por extensión todo Japón, que estaba subordinado al Emperador), en un
ejercicio de verguenza nacional, se arrodillará ante una potencia extranjera, algo
impensable antes de la guerra. Es justo en este acto de rendición hacia el extranjero
donde encontramos la ruptura del Japón milenario, ya que la mentalidad hacia el
extranjero cambia totalmente. Aquella mentalidad xenófoba hacia el extranjero, que
vertebró el discurso nacionalista de Japón durante el siglo XIX, ya no estaba presente
después de la guerra. Así, tras la Segunda Guerra Mundial sí hubo un antes y un
después para Japón, en contra de lo que ocurrió con la Restauración Meijí, que
consolidaría aun más con sus reformas al discurso nacionalista de carácter aislacionista.

La estrategia de los ideólogos de esta corriente de pensamiento19 pasaba por reivindicar


la figura del Emperador, símbolo supremo de la tradición y el inmovilismo. Puede
decirse que sin el Emperador la Restauración Meiji habría quedado vacía de fundamento
ya que lo que perseguían aquellos ideólogos era, precisamente, reivindicar la tradición.
Ahora bien, ¿qué significaba en Japón el Emperador?.

Para Japón, el Emperador era un dios a la manera de los faraones egipcios, pero con las
peculiaridades propias del pueblo japonés, cuyas cualidades quedaban recogidas en la
misma esencia de la religión shintoista. Esta figura, sin embargo, desde la época de los
samurais y la instauración de los Shogunatos, se había aislado por propia voluntad como
una especie de poder sagrado muy apartado de las problemáticas gubernamentales, sin
participar en el gobierno civil. No obstante, al ser considerado como una figura divina,
ningún señor feudal osaba despreciarlo, si no quería con ello, insultar a las tradiciones.

19
Entre los cuales encontramos a hombres venidos del estamento nobiliario (de la clase samurái) de la
talla de Li Naosuke, Yoshinobu, Ryoma, Yuri Kimimasa, Sakuma Shozan, Eto Shimpei, Okuma
Shigenobu, Soejima Taneomi o Ito Hirobumi, entre otros. (Akamatsu, 1968, págs. 270-277)

11
Esto último, precisamente, fue lo que supieron ver los ideólogos de la Restauración
Meiji, los cuales, tal y como ha quedado señalado, apelaron a la tradición a la que
unieron la innovación, para reformar el país. Pero ¿qué significa tradición más
innovación?.

Ya se ha visto como en los años anteriores a la Restauración Meiji de 1868, las


incursiones de las potencias occidentales en Japón no dejaron de sucederse en forma de
pequeñas factorías comerciales por distintos puntos del territorio y, todo ello, con el
beneplácito del Shogun que, con su actitud, ponía en peligro la integridad milenaria de
Japón. Esto fue justamente, lo que los aislacionistas denunciaron apelando al orgullo y
la unidad del pueblo japonés frente a las fuerzas invasoras y frente a un gobierno
corrupto que se dejaba ganar por el invasor en los despachos y no en el campo de
batalla, lo que era interpretado como una afrenta.

La solución en busca de restituir este orgullo, humillado, fue crear la unidad necesaria
en el pueblo japonés. Para ello recurrieron a la tradición o, lo que es lo mismo, a la
lealtad suprema del pueblo japonés hacia el Emperador. Se orquestó entonces toda una
campaña de desprestigio contra el Shogunato, apelando al orgullo nacional frente a la
corrupción de aquel. Los mensajes en este sentido eran claros:

“[…] en los últimos trescientos años no ha prevalecido la ley imperial […]. La


corrupción era incontrolable, se castigaba a las personas virtuosas, los villanos
gozaban de buena fortuna […]. Ahora, por fin, se ha restaurado el gobierno
imperial, y la justicia y la ecuanimidad prevalecen sobre todas las cosas…
estamos cumpliendo nuestro deber de súbditos de la tierra de los dioses”20.

Pero, la labor de los ideólogos no se redujo a fundamentar el movimiento en la


subordinación suprema al Emperador, sino que los líderes de este movimiento tuvieron
que iniciar toda una serie de reformas en el ámbito de la vida política, económica,
social, militar y cultural.

Su objetivo estaba claro: evitar que Japón cayera en manos de las potencias
occidentales, como había ocurrido ya en otros países de la vertiente sur-este de Asia. Y
su propuesta fue entrar en la modernidad, es decir, decidieron enfrentarse al enemigo

20
Edicto general en los inicios de la Restauración, que quedaría recogido mucho más tarde en el Edicto
Imperial de Educación de 1890 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 100-101)

12
con sus mismas técnicas y armas. De esta manera, iniciaron un proceso de
occidentalización, dando lugar a toda una serie de reformas en todos los campos que
serían vitales para la consolidación de la idea imperialista y para el inicio de la etapa
que estaba por llegar:

a) Reformas Políticas

En el ámbito político, el cambio fue más que significativo, pasando del sistema político
feudal a los sistemas parlamentarios, a la manera occidental.

Además los ideólogos de la Restauración, llevarán a cabo toda una serie de reformas
que pretendían conformar un Japón fuerte, capaz de competir con las potencias
occidentales. La antropóloga Ruth Benedict en “El crisantemo y la espada”, nos los
presenta de la siguiente manera:

“[Eran] aquella unión peculiar de los samuráis modestos y la clase mercantil


que determinadas instituciones del país habían fomentado incluso en los tiempos
feudales. Eran los comerciantes que habían comprado el estatus de samurái
[…], [que] trazaron la política Meijí y planearon su ejecución. Japón, que
acababa de emerger del medievalismo en la segunda mitad del siglo XIX y era
entonces tan débil como lo es hoy Siam, produjo dirigentes capaces de concebir
y llevar a cabo una de las tareas de mayor destreza política y mayor éxito jamás
abordadas por nación alguna”21.

Estos “reformadores” tenían claro que si querían cambiar la política del país para que se
adaptara a los nuevos tiempos, debían dar paso a una revolución política que pusiera fin
al sistema tradicional feudal o, lo que es lo mismo, poner fin a los samuráis. Para ello,
en primer lugar, les arrebataron sus tierras y les privaron de sus ancestrales privilegios,
ambas cuestiones con la aprobación del Emperador. Subordinados, como todo Japón, al
Emperador los samuráis respondieron diciendo que el Emperador estaba siendo
manipulado por sus allegados. Su forma de oponerse a estas reformas fue el inicio de
una serie de revueltas que acabarían con una batalla, la batalla de Shiroyama, ilustre
para la historia de Japón por ser la última en la que lucharon samuráis. Fue una batalla
desigual, pues unos 400 samuráis se enfrentaron a un recién formado ejército

21
(Benedict, 1945, págs. 84-85)

13
profesional formado por unos 30.000 soldados22, instruidos en nuevas tácticas de
combate y con armas de fuego. La victoria de este “ejército de campesinos” frente a los
señores samuráis, abrió una nueva etapa para Japón y significó un deshonor para la
clase samurái, que había perdido en la batalla ante una clase (campesinos) que durante
el Shogunato tenía menos derechos que ellos. En otras palabras, habían perdido ante una
“clase menor”, lo que explica que, nada más acabar la contienda, Saigo, líder samurái de
la sublevación, se realizara el hara-kiri23.

Una vez suprimida la clase samurái, el gobierno buscó legitimar más aún estas medidas
políticas con la promulgación de una Constitución, que llegaría el 11 de febrero de
1889. En ella se legitimarían las bases fundamentales del Imperialismo Japonés: en
cuanto a la forma de gobierno sería la monarquía parlamentaria, cuya soberanía
correspondía al Emperador; el Emperador era el jefe supremo de las fuerzas armadas
(que no dependían de la Asamblea Constitucional), y ejercía su poder de hacer leyes con
el consentimiento de la Asamblea Constitucional y con el poder de vetar las leyes que
salían de la misma; la estructura de la Asamblea, cuyo único poder real era el fiscal, era
bicameral24; y en la estructura territorial del Estado se abolían los antiguos reinos
feudales que quedarían aglutinados en un sistema de prefecturas o provincias dentro de
un sistema territorial centralizado con capital en Tokio.

b) Reformas económicas

Por lo que respecta a la economía, será en este campo donde se produzcan los cambios
más sgnificativos. De hecho, las reformas emprendidas conseguirán que se pase de una
economía básicamente agraria a una economía industrial, con base en la industria

22
La mayor parte de este ejército lo componían antiguos campesinos, parias y hombres sin derechos,
anteriormente subordinados a la clase samurái. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 107-109).
23
Es el suicidio ritual por desentrañamiento que era tradición entre los samuráis que consideraban un
deshonor rendirse y preferían con este acto darse muerte y mantener su honor intacto.
24
La estructura de la asamblea se basó en la estructura de la cámara de los Lores y de los Pares del
parlamento inglés. En este caso, los miembros de la cámara de los Pares pertenecían a la familia imperial
o eran nobles. Los miembros de la Cámara de Representantes eran elegidos por votación, pero sólo
podían optar a este privilegio los varones mayores de 25 años con arreglo a una determinada carga de
impuestos (en 1890 solo un 1, 14 % de la población tuvo derecho a voto). (Hane, Breve Historia de Japón,
2000, págs. 109-113) (Benedict, 1945, pág. 87)

14
pesada. Es esta transformación, que acercaba la economía japonesa a la economía
occidental, la que justifica el término revolucionario al referirse a tales cambios.

Dos medidas, básicamente, produjeron tales cambios: por un lado, se desamortizaron las
tierras de los daimios25, que recibieron a cambio importantes compensaiones
económicas; y, por otro, se aplicaron grandes exacciones a la población, apelando (para
frenar cualquier tipo de insurrección) a la solidaridad del pueblo japonés, y
recordandole que debía subordinación al Emperador.

Todo esto creó una especie de “lanzadera económica” que incentivó la industria en un
primer momento, para, posteriormente, dar paso a un importante impulso económico
que hizo que el sector industrial creciera sostenidamente hasta finales de la Segunda
Guerra Mundial26.

De gran importancia resultó el papel del Zaibatsu27, que en los inicios de la


Restauración Meijí no se decantó por ningún actor (aperturista o aislacionista),
ganándose el favor así de cualquier posible vencedor. En este primer momento de
implantación de estas medidas, el Estado requerirá de estas empresas para dinamizar la
economía, originándose así una estrecha relación entre Estado y grandes empresas
comerciales.

El desarrollo industrial y comercial fue todo un éxito. Ya en 1913 la mitad del comercio
mundial de ultramar se transportaba en barcos japoneses. (Tabla 1)

25
Señores feudales pertenecientes a la clase samurái. Tras el Emperador y el Shogun eran la tercera
fuerza de poder en Japón durante la etapa anterior a la Restauración Meijí.
26
(Akamatsu, 1968, págs. 264-269)
27
Grandes compañías comerciales japonesas, entre las cuales podemos encontrar el conglomerado
comercial Mitsubishi, origen de la actual franquicia empresarial presente en todo el mundo que lleva el
mismo nombre. (Benedict, 1945, págs. 98-99) (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 116-121)
(Akamatsu, 1968, pág. 267) (Neré, 1982, págs. 535-536) (Procacci, 2005, pág. 136)

15
TABLA 1
Comercio exterior de Japón de 1883 a 1913

(medias anuales en millones de yen)

Importaciones Exportaciones Diferencia

1883-1887 33 42 +9

1888-1893 73 77 +4

1894-1898 223 139 -84

1899-1903 270 244 -26

1904-1908 441 375 -64

1909-1913 544 496 -48

[Fuente: (Neré, 1982, pág. 397)]

No obstante, no debe olvidarse que, a pesar de este desarrollo económico, hasta


mediados del siglo XX, el principal sector económico japonés seguirá siendo el
agrícola.

c) Reformas sociales

En el campo social, el rígido sistema jerárquico de clases fue modificado, con lo que los
aristócratas de la corte y los antiguos daimios pasaron a ser pares 28, los antiguos
samurais de clase alta se convirtieron en el shizoku29, y el resto, en plebeyos. Ahora
incluso se daba paso a una cierta apertura a la movilización entre clases, es decir, ahora,
por ejemplo, se permitía a los plebeyos tener apellidos y casarse con personas de mayor
categoría social. Más tarde, en 1872, se les dio permiso para comprar y vender tierras.
La vestimenta como el sistema, que antes servía para distinguir a las clases, fue abolida.

En este nuevo esquema social, evidentemente, los más perjudicados fueron los
samuráis, antigua clase noble y poderosa de Japón, y, es que, a medida que la nueva
élite comercial y empresarial se posicionaba y hacía efectivos estos cambios, iba
socavando, más y más, los privilegios de los samuráis30. Ante ello, los samuráis

28
Miembros de la cámara alta.
29
Clan samurái, desposeído de sus derechos con las reformas Meijí.
30
Un claro ejemplo que ilustra el ocaso de la clase samurái fue que “a partir de 1876, los samuráis
dejarían de estar autorizados a llevar espada y abusar impunemente de los plebeyos [campesinos]”.
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 113)

16
respondieron con la sublevación, si bien, los plebeyos sin derechos a los que antes los
samuráis maltrataban sin restricciones les vencerían, en combate. En ello concluyó de
forma decisiva el hecho de que una de las más importantes reformas del gobierno Meijí,
fue la de construir una armada y un ejército profesional, formado en su mayor parte por
campesinos. Será esta clase la que en el ejército y la armada (que como se ha visto en la
Constitución de 1889 gozaría de cierta autonomía), mantenga vivo el discurso nacional
reformista contra los extranjeros en aquellos momentos en los que los gobiernos civiles
inicien una cierta apertura, como ocurrirá en la década de los años veinte del siglo XX.

Y es que al promover este cambio social, es decir, el de desprenderse de la clase


samurái, también se estaba promoviendo la reforma militar. Y es que al dar paso a ésta
también se estaba aboliendo la tradicional fuerza militar de Japón, que se basaba
precisamente en la clase samurái. Dicho de otro modo, con la Restauración Meijí la
fuerza de combate japonés, que eran los samuráis, fue sustituida por un ejército y una
armada profesional.

El nuevo gobierno tuvo pues que crear un nuevo ejército de mar y tierra. Partieron de un
reclutamiento obligatorio, instituido oficialmente en 1873. Era un servicio universal, en
el que quedaban eliminadas las diferencias de clase. Sin embargo, en un principio,
quedaban excluidos todos aquellos que tuvieran educación superior o fueran cabezas de
familia. Así que, en un principio, los únicos que podían cumplir el servicio obligatorio
de tres años eran los hijos de los campesinos más pobres. En 1882 se promulgó la
“Orden Imperial de Soldados y Marinos” que hacía énfasis en la subordinación al
Emperador y la lealtad al pueblo japonés. Hay que añadir además, que el gobierno
partió de cero para la creación de una armada profesional31.

d) Reformas culturales

Las reformas culturales más superlativas se centraron en el campo de la educación y en


el de la religión.

En lo que respecta a la educación los ideólogos de la Restauración Meijí pusieron un


enorme énfasis, al considerar este campo el pilar básico de toda reforma que se llevase a

31
En un primer momento, como no tenían la industria necesaria para crear una armada tuvieron que
comprar esta fuerza a los extranjeros, así, en 1875, compraron tres acorazados a Gran Bretaña. (Hane,
Breve Historia de Japón, 2000, págs. 115-116)

17
cabo en Japón. El primer paso fue el establecimiento de la educación obligatoria en
1872, que daría lugar a un debate en el seno del gobierno respecto al modelo de
educación que se quería para este Estado. El debate finalizó con el triunfo de las tesis
conservadoras y en 1880 quedaba instaurada la educación imperial, de corte
tradicionalista. Ésta, que sería base del Imperialismo hasta el fin de la Segunda Guerra
Mundial, se caracterizaba por enfatizar toda una serie de valores sintoístas y
confucianos tales como la lealtad al Emperador, el patriotismo, el deber filial, la
compasión, la sobriedad, la diligencia y la obediencia.

Por lo demás, destacar que, en el capítulo de las técnicas educativas, el Estado se basó
principalmente en las técnicas educativas occidentales. De esta manera, se adoptaron e
implantaron métodos imperantes en países occidentales como Francia, país en el que en
todas las escuelas del país se estudiaba el mismo día, la misma lección, del mismo libro
de texto, a la misma hora. En cuanto a la educación física, todas las escuelas practicaban
la misma con la misma emisión radiofónica a idéntica hora de la mañana.

En cuanto a la religión, la reforma de la misma supuso la alianza de la religión y la


política en la figura del Emperador. Los ideólogos discutieron sobre el papel de la
religión para este “nuevo” Estado y si la Constitución de 1889 debía proclamar el
sintoísmo32 como obligatorio. Si bien no dudaban de que su papel sería fundamental a la
hora de conseguir la tan ansiada unión japonesa contra los occidentales. Finalmente, en
la Constitución de 1889, proclamaron la libertad de culto, si bien enmascararían este
recién instaurado shinto estatal no como una religión, sino como un signo de respeto,
subordinación hacia el “divino” Emperador y hacia sus antepasados. Como muy bien
dice el autor Alfonso J. Falero en el libro “Aproximación al Shintoismo”:

“Los [reformadores] Meijí hicieron un llamamiento a los sentimientos feudales


de lealtad, de manera que el shinto estatal emergió como un culto de exaltación
patriótica según el cual el pueblo japonés era superior a los demás, lo que llevó
a la invasión de Manchuria en 1894 y a que tras las anexiones de 1910, chinos y
32
El sintoísmo es el nombre de la religión nativa y ancestral de Japón. Incluye la adoración de
los “espíritus de la naturaleza”. Algunos de estos espíritus son locales y son conocidos
como espíritus o genios de un lugar en particular, otros son personificaciones de los astros, como por
ejemplo Amaterasu, “la diosa del Sol”. Como religión el shinto no se basa en un fundador, un dogma o
una escritura sagrada, sino más bien en la costumbre, el respeto a las tradiciones ancestrales y una forma
de vida y comportamiento acorde con la guía de los dioses. (Falero, 2007, págs. 73-90)

18
coreanos tuvieran que rendir homenaje a las divinidades japonesas en los
santuarios establecidos en las colonias”33.

Lo más importante es que lograron establecer un culto nacional, que transcendía todos
los credos posibles, el cual se convirtió en deber para todo japonés, fuese cual fuese la
religión que practicase, un culto que consolidaba aún más el discurso nacional que se
asentaba fundamentalmente en la subordinación suprema hacia el Emperador, para con
esto llevar a cabo toda una serie de reformas vitales para contrarrestar a los
imperialismos occidentales.

4. El Imperialismo Japonés entre 1895 y el final de la Segunda Guerra Mundial

Los resultados obtenidos con las reformas puestas en marcha posibilitaron el inicio de
una nueva fase dentro del nacionalismo que desde la “Escuela del Aprendizaje
Nacional” fue evolucionando hasta el nacionalismo reformista establecido en la
Constitución de 1889, definido como una especie de simbiosis entre la tradición y
occidentalización34. Las reformas, en todo caso, convirtieron a Japón en una potencia
capaz de enfrentarse al imperialismo occidental.

Aunque la amenaza exterior continuará y, de hecho, no dejará de hacerlo hasta el final


de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que, en este sentido, la situación había
variado al alcanzarse los objetivos marcados por los ideólogos de la Restauración. En
otras palabras, a finales del siglo XIX Japón empezaba a ser vista con recelo por las
potencias occidentales al comenzar a ser considerada como una nueva potencia en el
marco del imperialismo en Extremo Oriente.

A finales del siglo XIX Japón entraría así en una nueva etapa de su historia que se
conoce formalmente como Imperialismo Japonés, que cronológicamente iría desde la
anexión de Corea en 1895 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En esta etapa se
afianzan todas las ideas nacionalistas desarrolladas anteriormente, y se da paso a la
expansión territorial. Una expansión que no era casual, sino que era la meta a la que
aspiraban los políticos meijíes. Si bien, dentro de esta etapa hay que distinguir
diferentes fases de acuerdo con el discurso nacionalista que se emite y la acción que se
produce. Dicho de otro modo, desde 1895 a 1945 no existe una única línea de actuación,

33
(Falero, 2007, pág. 114)
34
(Breully, 1990)

19
sino que existen claras fases de aceleración y desaceleración dentro de este
expansionismo. Concretamente se pueden señalar tres fases dentro del expansionismo
japonés: una primera, de 1895 a 1921 caracterizada por un discurso nacionalista-
imperialista que preconizaba el expansionismo extraterritorial que se llevará a cabo en
esta etapa; una segunda, de 1922 a 1932 caracterizada por un discurso nacionalista-
imperialista más sosegado que favorece un brusco freno al expansionismo; y una tercera
que se prolongaría entre 1932 a 1945 caracterizada por un discurso nacionalista-
imperialista más radical, que llevaría al expansionismo a su máxima expresión.

4.1. Primera fase

Dirigido por un mensaje nacionalista sopesado y sereno, el expansionismo japonés


inicia su andadura cuando los sectores más radicales y más tradicionales de la vida
política japonesa empezaron a demandar lo que los ideólogos meijíes prometieron con
sus reformas. Es decir, con una fuerza militar renovada y preparada para la batalla
moderna, su fin era sumarse al expansionismo ejercido en la zona por los Imperios
Occidentales, dejando claro desde un principio que era la mejor forma de defenderse del
imperialismo occidental.

Además, partiendo de la idea de la supuesta superioridad moral japonesa, cuestión en la


que la gran mayoría de los políticos creía de forma firme, empezaron a surgir discursos
que hablaban del derecho de Japón a anexionarse Corea35. En otras palabras, empezó a
considerarse la península coreana como un apéndice natural de Japón. El gobierno civil,
presente en esta primera fase, utilizó para ello un discurso “pacífico”, que hacía
hincapié en la idea de que este país sólo buscaba contrarrestar la presión de las
potencias occidentales en la zona. Dicho de otro modo, Japón trataba de justificar
desde un discurso pacífico esta anexión apelando a la necesidad de protección hacia
aquel territorio frente a la amenaza de los imperialismos occidentales.

No obstante, en Corea las intenciones japonesas surtieron efectos opuestos provocando


la aparición de dos posturas, una que deseaba una apertura y otra que pretendía
continuar con su aislacionismo. Serán estos últimos los que prepararon un golpe de

35
Desde el inicio de la Restauración Meijí en 1868 todos los líderes japoneses habían manifestado que
había que anexionarse la península coreana. La anexión de Corea era fundamental para frenar los avances
de Rusia por este territorio. (W.G., 1990, págs. 213-220)

20
estado para hacerse con el gobierno36, atacando en el alzamiento varias delegaciones
japonesas, hecho que sirvió al gobierno japonés como “casus belli”. La guerra, sin
embargo, se complicaría para Japón cuando los insurgentes coreanos consigan la ayuda
del gobierno chino, que llevará directamente a la declaración de guerra de Japón a
China, dando inicio a la primera guerra chino-japonesa en agosto de 1894. Una guerra
que será muy desigual desde sus inicios, al contar Japón con un ejército moderno
instruido en nuevas y eficientes técnicas de combate, razón, de primer orden, para que
siete meses más tarde China acabe firmando el tratado de Shimonoseki, que suponía el
reconocimiento de su derrota, el fin de sus intereses en Corea, y la cesión de algunos
territorios a Japón37.

En definitiva, el éxito para Japón fue total, si bien, lo más importante fue que con esta
victoria Japón se situaba como una nueva potencia imperialista en el Extremo Oriente,
capaz de competir con el imperialismo occidental a la hora de anexionarse territorios en
esta parte del mundo.

Finalmente, la victoria daría paso a un crecimiento de las ansias expansionistas


japonesas en la zona, que muy pronto quedarían materializadas en un nuevo conflicto
armado: la guerra ruso-japonesa de 1904. Tras el triunfo en Corea, Japón buscó
penetrar en China, en concreto en la zona de Manchuria, empresa que chocaba con las
pretensiones de Rusia, que también tenía aspiraciones en Manchuria y Corea38.
Respecto a este territorio, conseguido el apoyo diplomático de Francia y Alemania39,

36
Esta facción planificó en 1882 un golpe de estado contra la Reina coreana, a favor de acercar posturas
con Japón, lo que obligó a la Reina a pedir ayuda al país japonés. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000,
pág. 153)
37
“En marzo de 1895, Li Hungzhang llegó a Shimonoseki y firmó un tratado de paz cuyos términos
incluían el reconocimiento por parte de China de la independencia de Corea, la cesión de la península de
Liaodung, de Formosa y de la isla de Pescadores a Japón, el pago de una indemnización, la firma de un
tratado comercial con Japón y la ampliación para los japoneses de algunos derechos sobre navegación e
industria”. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 154-155)
38
Rusia quería tener un puerto libre de hielo en Asia Oriental y quería construir una línea de ferrocarril
que conectara Port Arthur y Vladivostok. Para esto último contó con el beneplácito de China, en 1896,
pero no de Japón (el ferrocarril pasaría por Corea). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 155-160)
39
Francia y Alemania reivindicaban indemnizaciones económicas a Japón porque la derrota de China en
1895 les había ocasionado graves pérdidas económicas, por sus acuerdos comerciales, a los que había

21
Rusia se opuso al tratado de Shimonosheki, y finalmente, por la presión internacional,
Japón tendría que renunciar a esta península, a la espera de conseguir la fuerza necesaria
para combatir con Rusia por el control de este territorio, hecho que sirve para explicar el
crecimiento de una conciencia anti-rusa en el pueblo japonés. En este clima de tensión
continua entre ambas naciones, y ante el conflicto de intereses en cuanto a Corea, ambos
países se precipitaban vertiginosamente hacia una guerra. De hecho, la tensión entre los
dos países seguirá aumentando tras los acuerdos internacionales firmados entre Rusia y
China en 1896, por los que Rusia conseguía la península de Liaodung y Port Arthur. Y
con la firma, en 1902 de la alianza anglo-japonesa, Japón se ganaba el apoyo de Gran
Bretaña en sus intereses comerciales en esta zona40.

El 9 de febrero de 1904 Japón iniciaba la guerra al atacar a la flota rusa atracada en Port
Arthur. Otra vez, el resultado fue la victoria japonesa. Siendo vital en la derrota rusa el
desconocimiento del territorio y las dificultades para trasladar sus tropas desde Moscú
hasta Vladivostok. A principios de agosto de 1905 los delegados de las dos naciones
firmaron el tratado de Porsmouth, por el que Rusia establecía un alto el fuego y cedía
territorios a Japón: la mitad sur de la isla de Sajalín, la cesión de Liaodung y el
ferrocarril ruso de Manchuria. De nuevo Japón conseguía algunas cesiones de territorios
menores, aunque lo más importante fue el reconocimiento por parte de Rusia de los
importantes intereses japoneses en Corea. Tras la derrota, Rusia abandonaría la estela
del Lejano Oriente y no volvería a entrar en conflicto con Japón hasta la Segunda
Guerra Mundial. Por fin, Japón tenía vía libre para apoderarse de Corea y convertirla en
colonia.

La victoria frente a Rusia va a suponer la consumación del Imperialismo Japonés. A


partir de ahora, el hambre de nuevas anexiones, siempre apelando al discurso pacifista,
se apoderaría de la política japonesa hasta el fin de la Primera Guerra Mundial.

Una buena oportunidad para saciar este expansionismo se lo proporcionaría


precisamente su participación en este conflicto, en el que Japón peleó del lado de los

llegado con Japón. Como Japón hizo oídos sordos a estas demandas, estos países se pusieron del lado de
Rusia. (W.G., 1990, págs. 224-225)
40
Con este acuerdo los firmantes decidían que si una de las partes entraba en guerra, la otra permanecería
neutral. Una medida que intentaba preservar el statu quo y no dar lugar a que países “carroñeros” se
aprovechasen de esta situación. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 157) (Neré, 1982, págs. 428-
429)

22
Aliados (debido a ese tratado Anglo-Japonés), no tanto para combatir el afán
expansionista de la Triple Entente, sino para hacerse con las posesiones alemanas en
Extremo Oriente. En otras palabras, la guerra les daba una oportunidad perfecta para
saciar sus ansias expansionistas, si bien, tras la guerra, no pudieron mantener estas
conquistas, que quedaron al cargo de otros países41.

Por otro lado, la guerra también les ofrecía la oportunidad perfecta para penetrar en
China y, en este sentido, resultan fundamentales lo que se ha conocido como las “21
demandas”42, que el gobierno japonés transmitió el 18 de enero de 1915 al gobierno
chino. En esta proclama aparecen las aspiraciones expansionistas de Japón con respecto
a aquel país bajo el pretexto de que la conquista sería un “mal menor” para China43.
Estados Unidos verá esto como un peligro para sus propios intereses comerciales en
China, y se convertirá en la principal fuerza exterior que medie en la zona aplacando
las ansias expansionistas de Japón. Hasta 1937, cuando estalle la segunda guerra chino-
japonesa.

Pero la Primera Guerra Mundial para Japón no queda restringida a cuestiones


expansionistas sino que este conflicto sirvió a Japón para dar un nuevo impulso a su
economía, lo que resultará vital para afianzar el imperialismo de este país. En este
sentido, Giuliano Procacci escribe en su libro “Historia general del siglo XX”:

“[…] su aparato industrial había aprovechado la coyuntura favorable que se


había producido a consecuencia de la caída de la competencia europea. Ello
había permitido el crecimiento de las exportaciones y favorecido un proceso de
expansión productiva sostenida. Finalmente, a diferencia de los países aliados,
Japón no estaba endeudado con EEUU”44.

Un último resultado de este conflicto fue el crecimiento de un sentimiento


antioccidental en amplios sectores de la sociedad, y es que como se ha visto, tras las “21

41
Los territorios de la Micronesia Alemana fueron conquistados por los japoneses que, tras la guerra, se
los cedieron a Estados Unidos.
42
(http://www.firstworldwar.com/source/21demands.htm)
43
Mediante las “21 demandas”, Japón reclamaba a China la cesión de algunos territorios como
Manchuria y Shantung, y el predominio de los intereses japoneses en China frente a los intereses de otras
potencias y diferentes concesiones comerciales. (W.G., 1990, págs. 232-235)
44
(Procacci, 2005, pág. 135)

23
demandas” EE.UU. empezaba a estar muy interesado por los asuntos del Lejano
Oriente, lo que chocaba con los intereses japoneses en la zona. Tras la firma del Tratado
de Versalles, ambos países se encontraron en la conferencia de Washington de 1921, en
la que queda regulado el poder de fuerzas dentro del Océano Pacífico45. Sin embargo, el
resultado final del acuerdo incomodó a los sectores más tradicionales de Japón, esto es,
a los altos cargos del ejército y de la armada, que criticaron duramente al gobierno por
firmar lo que consideraban un tratado desigual con las potencias occidentales. Aunque
en un plano diferente, en la Conferencia de Washington, tal y como ocurrió con el
Tratado de Versalles, los líderes occidentales demostraron tener muy poca visión de
futuro, ya que con este tratado sembraron la semilla del odio y el rencor de los
japoneses hacia el mundo occidental. Un odio que se asentaría cada vez más en la
sociedad japonesa a medida que, con más acuerdos, el gobierno japonés intente poner
fin al imperialismo46.

4.2. Segunda fase

La segunda fase del Imperialismo Japonés se caracteriza por suponer un freno al


expansionismo anterior. Dicho de otro modo, con los acuerdos de Washington, el
gobierno civil de Japón vuelve a ceder competencias y territorios a las potencias
occidentales en tratados desiguales en los que Japón no compite de igual a igual. En esta
etapa el gobierno civil transmite, con la firma de estos tratados, que ha alcanzado el
objetivo que se había marcado años atrás, esto es, que había logrado frenar a las
potencias occidentales y que por tanto, ya no era necesario continuar con el
expansionismo, tanto es así que verán con buenos ojos incluso desprenderse de algunas
de sus más recientes adquisiciones territoriales.

Esta tendencia del gobierno japonés queda clara entre 1921 y 1931, cuando Japón asiste
a una nueva apertura política47, que supone un freno muy importante al militarismo

45
Se establecía un nuevo equilibrio de fuerzas otorgando una proporción de 5, 5, 3, 1,75 y 1,75 del
tonelaje naval máximo para EEUU, Gran Bretaña, Japón, Francia e Italia, respectivamente.
46
Con la firma del tratado de las Cinco Potencias (1921), los líderes devolvían sus posesiones en la
península de Shandung a China. También, con el tratado de Kellog-Briand (1928) los dirigentes japoneses
proscribían la guerra. En 1930 se ratificaba el tratado de Washington. (Hane, Breve Historia de Japón,
2000, pág. 70) (Neré, 1982, pág. 428) (Procacci, 2005, págs. 137-138)
47
En este sentido asistimos a un nuevo régimen parlamentario en el que el primer ministro era el jefe de
uno de los partidos políticos. El derecho de sufragio fue ampliado en 1919 y pasó a ser universal para los

24
practicado en los años anteriores. Esta apertura llegaría incluso a las costumbres, ya que,
durante, esta época la juventud japonesa de las grandes ciudades usaría prendas a la
manera occidental.

Se podría decir, que los políticos de este gobierno civil supieron frenar cuando había
que frenar, es decir, en el mismo momento en que las demandas japonesas eran tenidas
muy en cuenta en una mesa de negociación con las potencias occidentales. Para estos
políticos ya se había alcanzado la meta, algo que, se verá, no compartía casi nadie en
Japón.

De hecho, el campesinado, el grupo social más amplio, seguía siendo partidario de


mantener la tradición y no dudó en criticar duramente al gobierno, e incluso de recurrir
al recurso armado contra el gobierno. Este hecho es muy significativo, porque era justo
esta clase la que vertebraba el ejército, tal y como ha quedado expuesto en las páginas
anteriores, lo que explica que el ejército se mantuviera “inmutable” en esta nueva
dinámica aperturista, manteniendo vivo el discurso tradicionalista. Además, hay que
tener en cuenta que el ejército y la armada gozaban de cierta autonomía, al depender
directamente del Emperador, herencia de las reformas logradas en el campo militar
durante la Restauración Meijí. De hecho, era a los propios altos mandos militares a los
que correspondía de facto la designación de los ministros de la guerra y de la marina.
De esta manera, el gobierno civil no podía inmiscuirse en este campo. Todo lo cual
explica el porqué del fin de los gobiernos civiles, que a partir de 1932 fueron sustituidos
por una serie de gobiernos militares.

Los últimos años de los gobiernos civiles aperturistas estarán caracterizados por una
serie de crisis económicas que se inician con el terremoto de 1927 y continúan con la
Gran Depresión y sus consecuencias48, que supondrán un elevado coste social, sobre

hombres en 1925. Además los gastos militares se reducen en un 14 % de 1922 a 1927. (Hane, Breve
Historia de Japón, 2000, págs. 535-536)
48
Japón se vio afectado con el crecimiento del paro, con el cierre de muchas pequeñas y medianas
empresas (de lo cual se aprovechó el zaibatsu aumentado sus monopolios) y con la bajada de las
exportaciones. El Estado y el zaibatsu reaccionaron con una acción conjunta dirigida a promover un
proceso de reconversión industrial masiva hacia sectores más modernos y dinámicos. Así, en la década de
1930, la producción de la industria textil se redujo de la mitad, mientras que la de los sectores mecánicos
y metalúrgico resultó más que duplicada y, en su conjunto, la curva de la producción industrial presenta,

25
todo para el campesinado, que ya veía su situación deteriorada por el aumento de los
impuestos. El resultado de todo ello fue el inicio de ataques terroristas hacia el
gobierno, procedentes de los sectores más inmovilistas del ejército y la armada49, que,
además, tenían que soportar la ratificación de los Tratados de Washington en 1930.

Esta hostilidad hacia el gobierno civil terminaría el 15 de mayo de 1932, cuando los
militares lleguen al gobierno de la mano del almirante Sato inaugurando una nueva y
última etapa dentro Imperialismo Japonés.

4.3. Tercera fase

Esta tercera fase aparece caracterizada por la sucesión de gobiernos militares desde la
fecha arriba indicada hasta 1945; que radicalizaron el discurso nacionalista del
Imperialismo Japonés, idealizando aún más la figura del Emperador y proclamándolo
como la misma esencia de Japón, una figura totalmente inviolable por su carácter
sagrado a la que el pueblo debía subordinación. Además, se inició una deriva hacia la
xenofobia, que tampoco era nueva en Japón, ya que se había puesto de manifiesto
durante los años de la Restauración Meijí. Es decir, los dirigentes militares50 sólo
tuvieron que recoger el mensaje de la “Escuela del Aprendizaje Nacional” e insertarlo
en un mensaje ultranacionalista que quedaría legitimado por el gobierno a partir de los
denominados “Fundamentos del Régimen Nacional” (1937)51.

en correspondencia con los años de la crisis, una bajada menor que la de los grandes estados
industrializados. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 196-200)
49
Grupos como la “Sociedad del Río Amur”, la “Liga de la Hermandad de la Sangre”, la “Sociedad de
Una Noche o la Sociedad del Cerezo”, durante la década de los treinta perpetraron atentados contra el
gobierno civil, cobrándose la vida de muchos políticos japonés. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000,
págs. 201-203)
50
Líderes del ultranacionalismo de los últimos años del Imperialismo fueron por ejemplo: Toyama
Mitsuru, Kita Ikki, Inoue Nissho, Gondo Sekyo, Okawa Shumei, Araki Sadao, Mazaki Jinzaburo, Nagata
Tetsuzan y Tojo Hideki, el tristemente famoso primer ministro japonés durante la Segunda Guerra
Mundial. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 200-205)
51
En este escrito se recogía el ultranacionalismo de los últimos años del Imperialismo Japonés
idealizando al Emperador más que nunca. Enfatizaba virtudes como la lealtad y el patriotismo. Decía
además que había que acabar con la tiranía de las potencias occidentales en la zona, algo que se
conseguiría con la unificación de China, Manchukuo y Japón. Japón sería el núcleo de este movimiento,
si bien su influencia se establecería de forma pacífica. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 205)
(W.G., 1990, págs. 286-287)

26
En definitiva, la llegada del radicalismo al poder aceleró el expansionismo imperial,
inexistente durante la década de los años veinte. Se iniciaba la última y más ambiciosa
etapa expansionista para Japón.

Aprovechando la debilidad de los últimos gobiernos civiles en Japón, los altos mandos
militares presentes en Kwantung, que gozaban de una total autonomía52, se anexionaban
Manchuria en 1932, tras “el incidente de Mukden”53. En febrero de ese mismo año, se
proclamaba su independencia dejando de pertenecer a China, y con el nombre de
Manchukuo, pasaba a ser un estado títere de los intereses japoneses. Con este acto,
Japón se encaminaba, poco a poco, hacia una nueva guerra contra China.

La anexión de Manchuria supuso una violación de los tratados de Washington que


afectó a las relaciones Internacionales, pero, al igual que cuando los nazis invadieron los
Sudetes y después Checoslovaquia, la Sociedad de Naciones actuó tarde y mal,
limitándose a aplicar leves advertencias y sanciones a Japón. Por el contrario, la
respuesta de Japón fue el abandono de aquella organización en marzo de 1932. De esta
manera en el ámbito de las relaciones internacionales, Japón y la Alemania Nazi tenían
vidas paralelas en la década de los treinta, y, es que, con sus actuaciones, ambas estaban
dispuestas a dar inicio a una guerra que no tendría igual en la historia.

La falta de rotundidad emitida por la Sociedad de Naciones llevará a Japón a una mayor
dinámica imperialista, anexionándose nuevos territorios chinos como Jehol (1933),
próximo a Pekín. Estas anexiones fueron muy rápidas, ya que Chiang Kai-shek54, se
retiraba hacia el sur intentando ganar tiempo a fin de conseguir unificar al pueblo chino
entorno al discurso de la defensa frente a los japoneses. En otras palabras, comunistas y

52
Territorio cedido por China tras la guerra ruso-japonesa de 1905. En 1919 se organizó allí lo que se
conoce como la guarnición de Kwantung o el Ejército de Kwantung, que gozaba de cierta autonomía
dentro del gobierno civil del mandato de Kwantung.
53
El día 18 de septiembre de 1831, un tramo del ferrocarril del sur de Manchuria, de propiedad japonesa,
fue dinamitado. El ejército japonés culpó del incidente a los disidentes chinos. Tenían la excusa perfecta
para emprender la conquista de Manchuria.
54
Líder del partido nacionalista chino Kuomintang desde 1927. Tras la derrota de los nacionalistas frente
a los comunistas en 1949, se refugiaría con su gobierno en la isla de Taiwán, donde quedó instaurado
como presidente de la República de China.

27
nacionalistas tenían que abandonar sus disputas en bien del interés común55. Sería un
episodio repentino, en diciembre de 193656, el que haría confluir ambas posturas:
Chiang Kai-shek se comprometía a luchar junto a los comunistas contra los japoneses.
Así, China se disponía a entrar en guerra contra los japoneses.

La guerra estalló el 7 de julio de 1937 a raíz de un episodio ocasional entre las tropas
chinas y las japonesas en el puente de Marco Polo, a las afueras de Pekín, que fue el
pretexto perfecto para que Japón iniciase su tan ansiada conquista de China57. La prensa
japonesa, y la sociedad japonesa en general, alabaron la postura del gobierno y
exigieron el castigo merecido a China.

La Segunda Guerra chino-japonesa fue muy desigual desde el principio, ya que China
no contaba con un ejército y una armada de garantías que pudiera hacer frente al ejército
japonés que, como ya se ha visto, se establecía como nueva potencia mundial, entre
otras cosas, por contar con un ejército y una armada muy competentes. Así, a finales de
1937 los japoneses ya controlaban el norte de China; en noviembre de ese mismo año
caía Shanghai y en diciembre tomaban la capital, Nanking, en uno de los episodios más
atroces de la guerra. Violaciones, torturas, mutilaciones y asesinatos indiscriminados de
la población darían lugar a uno de los episodios más lamentables de la historia de la
humanidad. El total de víctimas civiles ascendería a 250.000 personas
aproximadamente.

Es difícil entender como un ejército tan disciplinado como el japonés cometió tal
brutalidad. Es posible que a ello ayuden las palabras del autor Mikiso Hane, que en su

55
Los nacionalistas del Kuomintang y los comunistas de Mao Zhedong estaban enfrentados por el poder
desde 1927, cuando se dio inicio a una guerra civil que acabaría en 1949 con la victoria de los comunistas
y el exilio del Kuomintang en Taiwan. Hubo un paréntesis entre 1937 a 1945, cuando comunistas y
nacionalistas se unieron para combatir a los japoneses.
56
“En diciembre de 1936, Chiang Kai-shek viajó a X’ian para convencer a Chiang Hsue Liang, un señor
de la guerra de origen manchú, de que se sumase a la campaña contra los comunistas, pero éste lo arrestó
y solo lo liberó después de que se comprometiera, aunque de manera informal, a colaborar con los
comunistas y a asumir una postura de mayor firmeza respecto a Japón”. (Procacci, 2005, pág. 248)
57
El puente de Marco Polo se situaba en los límites de Pekín, y era una zona en la que el ejército japonés
efectuaba sus maniobras, gracias a acuerdos internacionales anteriores. El desencadenante fue el hallazgo
de un soldado japonés muerto, tras un disparo. Lo dirigentes japoneses se lo atribuyeron a los chinos.
Todavía hoy no se sabe a ciencia cierta quién le disparó.

28
libro “Breve historia de Japón”, nos da, en pocas líneas, las claves del porqué de este, y
otros sucesos de igual magnitud, durante la guerra:

“En la sociedad dominaba el respeto general por los fuertes y el desprecio por
los débiles. Es posible que también influyera la constante estrechez de miras
insular que caracterizaba a la sociedad japonesa. La gente se identificaba
solamente con los miembros de su propio círculo o aldea, por lo que
difícilmente se fomentaban sentimientos de compasión y preocupación por los
demás”58

Tras Nanking, Chiang Kai-shek se vio obligado a trasladar la capital a Chun King, en el
suroeste de China.

¿Cómo respondió la comunidad internacional a la segunda guerra chino-japonesa?. La


comunidad internacional siguió respondiendo de forma muy tibia. La Alemania de
Hitler y la Italia de Mussolini no denunciaron la ofensiva japonesa en China, es más, la
apoyaron públicamente en virtud del Pacto AntiKomintern que ambas potencias
firmaron con Japón en 1936. Por lo que respecta a la Unión Soviética, ésta se posicionó,
en un primer momento, del lado de los chinos, presentándose como un posible agente
beligerante contra Japón, si bien, tras la invasión de Polonia por los nazis, el 1 de
septiembre de 1939, la URSS no podía mantener dos frentes. Los dirigentes japoneses
no vieron tampoco intereses especiales en los territorios siberianos, ya que no
solucionaban su falta de recursos, y se decidieron por continuar la expansión hacia el
sur con el objetivo de llegar a los importantes pozos petrolíferos de las Indias
Holandesas. Así se entiende que en 1941 ambas potencias firmaran un pacto de
neutralidad. Por su parte, Estados Unidos, anclada en su política de no intervención y de
aislacionismo, apenas reclamó un cese de las hostilidades, posición a la que se unió
Gran Bretaña. En otras palabras, EEUU pensaba que el afán imperialista japonés se
acabaría en pocos meses a base de advertencias verbales y leves sanciones económicas.
Esto no fue así y, en 1941, las fuerzas japonesas invadieron la Indochina Francesa
desoyendo las advertencias estadounidenses. En respuesta, Estados Unidos y Gran
Bretaña cortaron el flujo de sus exportaciones a Japón, lo que supuso un enorme
estrangulamiento para un país que basaba casi el cien por cien de su economía en la

58
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 222)

29
importación de materias primas llegadas de estos países. Quede como ejemplo que en
“1939 el 85 por ciento del petróleo de Japón procedía de EEUU”59

Japón, que durante esta etapa emitía claros mensajes imperialistas como la “Esfera de
Coprosperidad de la Gran Asia Oriental”60, no podía admitir este embargo económico
que les privaba de ejercer su tan ansiado expansionismo. No quedaba, pues, para sus
dirigentes, otra alternativa que la de luchar contra Estados Unidos en una guerra que,
además, debía empezar lo más antes posible. El factor sorpresa y la superioridad
japonesa en el Océano Pacífico, eran las grandes bazas que Japón buscaba utilizar en su
guerra contra Estados Unidos.

El 7 de Diciembre de 1941, aviones japoneses atacaban por sorpresa la armada


norteamericana anclada en Pearl Harbour, en las islas Hawái, causando innumerables
pérdidas, tanto materiales como humanas, a los Estados Unidos. La victoria fue
mayúscula para Japón, si bien, la aviación japonesa no pudo atacar a los portaaviones,
que se salvaron del ataque porque se encontraban haciendo maniobras en alta mar. Al
final, este detalle sería fundamental para explicar la derrota de Japón, ya que los
portaaviones se convertirían en el arma decisiva de la guerra. El historiador naval
Samuel Eliot Morison apunta otro dato sobre el ataque a Pearl Harbour: “[..]
Tácticamente se cometió el error de concentrarse en los barcos en vez de atacar las
instalaciones permanentes y los depósitos de combustible, [por esto] fue un desastre”61

La consecuencia más importante fue, sin duda, que con este ataque Estados Unidos
despertaba de su letargo y se preparaba para la guerra. El conflicto se globalizaría
cuando el 11 de diciembre de 1941 Hitler y Mussolini declarasen la guerra a Estados
Unidos, en una estrategia arriesgada que buscaba dividir el potencial bélico
estadounidense en dos frentes, ganando el tiempo suficiente para aniquilar a los
soviéticos antes de centrarse en el frente occidental. A la postre esta estrategia les

59
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 231)
60
Presente en uno de los capítulos en el que se divide los “Fundamentos del Régimen Nacional”. En él se
declaraba que se crearía un nuevo orden en el este de Asía a partir de la emancipación de la colonias tras
la invasión del Imperio Japonés. En este escrito se recogen ideas pacifistas y sin maldad por parte de
Japón, que poco tendrán que ver con la realidad, y es que Japón quería hacerse con estas colonias
simplemente por sus ricos recursos. No obstante, este mensaje de “Asia para los asiáticos” sería la semilla
de las descolonizaciones posteriores a la guerra. (http://wgordon.web.wesleyan.edu/papers/coprospr.htm)
61
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 236)

30
costaría muy caro. Ahora, el conflicto mundial se hacía más global que nunca,
extendiéndose a todos los continentes a excepción del americano.

El ataque a Pearl Harbour serviría a los japoneses para proseguir su avance hacia el sur,
pero, sobre todo, les dio el tiempo necesario para llegar a los importantes pozos
petrolíferos de las Indias Orientales. Antes de esto, caerían Guam, la isla de Wake,
Hong Kong, Malaya y las Filipinas. En la campaña sobre Filipinas los japoneses
asestaron una dura derrota a los estadounidenses, que no tuvieron más remedio que
abandonar sus posiciones coloniales en este archipiélago. En Filipinas, de nuevo, los
episodios de brutalidad por parte del ejército japonés se sucedieron en otro ejercicio de
xenofobia y radicalismo exacerbado. Un ejemplo claro de esto fue “la marcha de la
muerte de Bataan”62, en la que 78.000 prisioneros de guerra norteamericanos fueron
forzados a recorrer 101 kilómetros desde Bataan, al sur, hasta un campo de
concentración, al norte. A muchos se les negó la comida o el agua, y a aquellos que
desfallecían del cansancio se les apuñalaba, decapitaba o fusilaba. En total, en este
funesto episodio, perdieron la vida unos 11.000 soldados norteamericanos.

Finalmente, Japón se lanzó a la conquista de las Indias Holandesas, que cayeron a


principios de marzo de 1942 tras una importante batalla naval en el mar de Java en la
que los japoneses derrotaron a las fuerzas navales holandesas e inglesas, demostrando
que la guerra se presumía muy larga para los aliados. Además, en las Indias Holandesas,
así como en otras colonias conquistadas, contaron con el apoyo de la población indígena
que se abrazó al mensaje anticolonial de la “Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia”,
lanzado por los japoneses para justificar sus anexiones. Estaban muy equivocados
respecto al supuesto mensaje pacifista de Japón, si bien es cierto que la semilla de las
posteriores independencias de las colonias se había sembrado con este mensaje.

Con la conquista de estos territorios y sus ricos recursos petrolíferos el Imperio Japonés
alcanzaba su culmen, logrando formar la proclamada “Esfera de Coprosperidad de la
Gran Asia Oriental”. Para defender este vasto imperio, y ante la muy cercana ofensiva
norteamericana, el gobierno marcó un perímetro defensivo que se extendía desde las
Islas Aleutianas hasta las Islas Salomón y Nueva Guinea. Poco después, en abril de
1942, se registraba la última incursión marítima japonesa, que intentó, sin éxito,
conquistar Ceilán para hacerse con el control del Índico.

62
(http://www.latimes.com/local/obituaries/la-me-albert-brown-20110817-story.html)

31
Mapa de la máxima expansión del Imperialismo Japonés

[Fuente: (Folly, 2008, pág. 83)]

Sin embargo, a pesar de todas estas conquistas, la diferencia de recursos entre los
Aliados y Japón seguirá siendo considerable. Este será uno de los principales factores
que ayude a explicar la derrota final japonesa. Por ejemplo, en 1943 Japón producía
menos de 9 millones de toneladas de acero, frente a los 12 millones de Gran Bretaña y
los 80 millones de Estados Unidos. Su producción de minerales (cobre, hierro,
manganeso, coque) es, de media, un 50% inferior a las necesidades bélicas. La

32
producción de guerra de Japón también presenta una elevada escasez de mano de obra
cualificada; deficiencias que no se subsanaron con la entrada en la industria de las
mujeres y adolescentes.

Las deficiencias en el campo económico eran tan grandes, que la guerra estaba
sentenciada antes incluso de empezar, más aún, cuando el enemigo, EEUU, era la
máquina productiva más eficiente del siglo XX.

Esto no significa que la victoria se presentara fácil para los americanos. Éstos sufrieron
una guerra de desgaste en el Pacífico sin precedentes, ante un ejército japonés que,
como los samuráis en la batalla, estaba dispuesto a pelear hasta la muerte. Y es que,
para éstos, aceptar la muerte en la batalla era parte de su supuesta “superioridad moral”.

Así, la etapa de triunfos y de superioridad naval japonesa tocaría a su fin el 8 de mayo


de 1942, cuando la escuadra japonesa sufra una dura derrota por parte de la armada
norteamericana en lo que se ha conocido como la batalla del Mar del Coral, famosa por
ser la primera batalla en la que dos adversarios no se vieron en ningún momento, al
pelear las dos escuadras a una distancia superior de 150 kilómetros. Los portaaviones
americanos saldrían victoriosos, frenando así, por primera vez, a los japoneses en su
avance hacia Australia.

El punto de inflexión definitivo llegaría con la batalla de Midway, ocurrida el 4 de julio,


a 1.600 kilómetros al oeste de Pearl Harbour. En esta ocasión, la inteligencia militar
estadounidense jugaría un papel clave, al descifrar los planes del ataque japonés, lo que
acabaría otorgando una ventaja decisiva a los estadounidenses. Es decir, la superioridad
japonesa no sería determinante63, al lograr los estadounidenses destruir el efecto
sorpresa de aquellos. La victoria, rotunda para Estados Unidos, significó la muerte de
35.000 japoneses (entre ellos pilotos muy expertos), la pérdida de 4 portaaviones, 1
crucero y 332 aviones; por el contrario, los americanos pierden 300 hombres, 1
portaaviones (el Yorktown), 1 destructor y 150 aviones. Con todo, lo más importante de
esta batalla es que se rompía el equilibrio de fuerzas en el Pacífico a favor de Estados
Unidos. Japón claudicaba de su ferviente aspiración de conquistar Australia y se
preparaba para la defensa de sus conquistas.

63
11 acorazados, 8 portaaviones, 22 cruceros, 65 destructores y 21 submarinos japoneses frente a 3
portaaviones, 8 cruceros y 17 destructores norteamericanos.

33
De aquí en adelante, la guerra seguirá una misma tendencia: conquistas sucesivas de
EEUU que se desarrollaron mediante la estrategia de “los saltos de rana” o, lo que es lo
mismo, ir de una isla a otra, comenzando por el islote de Guadalcanal hasta llegar,
finalmente, a Japón.

Tras la victoria de Midway, y designado MacArthur como jefe de las fuerzas terrestres,
Estados Unidos desencadenó la primera contraofensiva. El 7 de agosto de 1942, la I
División de Marines desembarcó en Tulagi, Guadalcanal. Los japoneses, apenas una
guarnición de 2200 hombres, opondrán una gran resistencia, tanto es así, que esta
batalla se prolongaría durante varios meses, hasta que en febrero de 1943 los
estadounidenses conquisten la isla al completo.

MacArthur, en un ejercicio más de simbolismo que de política, deseaba recuperar


Filipinas para EEUU y cumplir la promesa de retorno que años atrás había pronunciado.
Y así ocurrió. Tras varias batallas en suelo filipino, el 20 de octubre de 1944,
MacArthur regresaba al archipiélago que había tenido que abandonar en 1942.

Tras la victoria en Filipinas, los altos cargos militares estadounidenses discutieron sobre
el camino que se debía escoger en la guerra. Descartaron la idea de seguir hacia
Indochina64, ya que esto habría supuesto una guerra de desgaste muy grande, y se
centraron en la conquista de Japón por la vía rápida. En otras palabras, el avance
estadounidense ahora se centraba en algunas pequeñas islas del Pacífico hasta llegar a
Okinawa, pequeño archipiélago al sur de Japón.

Iwo Jima, de apenas 20 kilómetros cuadrados, era una de estas islas. Su control, desde el
punto de vista estratégico, era vital para el avance estadounidense. La “isla fortaleza”,
tal y como se la conocía, estaba defendida por 20.000 hombres que seguían una
estrategia clara: los soldados no defendían la playa para no dispersarse en la batalla,
sino que se concentraban en formidables posiciones defensivas entorno a posiciones
montañosas, como el monte Suribachi. Sin ningún tipo de ayuda por parte de los altos
cargos militares, se enfrentan hasta la muerte a unos 60.000 marines y 800 buques de
guerra durante 36 días. Tras este tiempo, la marina estadounidense se hizo con la isla,
quedando este momento plasmado para la historia de la humanidad en la icónica

64
Aunque hubo avances y conquistas en Rangún o Birmania que tenían que ver con el control
geoestratégico de estas zonas para hacerse con sus recursos.

34
fotografía de la izada de la bandera estadounidense en la cima del monte Suribachi. Iwo
Jima, junto a Okinawa, fue la batalla más cruenta de la guerra pues en ella la proporción
de japoneses muertos fue muy alta: apenas sobrevivieron 212 hombres que prefirieron
rendirse antes que suicidarse65.

La victoria proporcionó a los americanos una base aérea estable, si bien también sirvió
para fortalecer entre éstos la creencia de que una invasión del propio Japón sería una
empresa muy costosa. La isla de Okinawa ratificó, aún más, esta última idea. En
Okinawa se encontraba la mayor concentración del ejército japonés habida durante la
guerra y a estas alturas era el último obstáculo para Estados Unidos. Estaba defendida
por unos 120.000 soldados, rodeados, a lo largo de todo el perímetro de la isla, por
170.000 soldados estadounidenses y 1.300 buques de guerra. La estrategia de Japón,
que contaba con muy pocos recursos para seguir con la guerra, era desesperada y
suicida en todos los sentidos: los kamikazes se convirtieron en el plan más efectivo de
los altos cargos de la marina para hundir los barcos estadounidenses, llegando a causar
enormes daños en muchos de los navíos estadounidenses, mientras que los civiles
fueron un arma más, inmolándose contra los estadounidenses. Unos y otros, estaban
adoctrinados para no rendirse nunca pero si llegaba el caso, el suicidio era preferible.

Finalmente, tras ochenta días de duro combate, el 22 de junio de 1945, la resistencia


japonesa en la isla cesaba. El coste humano de esta batalla sería el más duro de la guerra
para ambos bandos, si bien acabaría siendo superior para Japón: en ella mueren 7.000
soldados estadounidenses, es decir, más que en Pearl Harbour, y casi 110.000 soldados
japoneses. Al igual que en las otras batallas perdidas, todos los generales se harían el
hara-kiri y solo se rindieron 4.000 soldados japoneses. En cuanto a la población civil,
apenas sobrevivieron dos tercios de los 450.000 habitantes de la isla.

Para los altos cargos militares, dirigentes de facto de Japón, esta derrota supuso la
aceptación de que el conflicto llegaba a su fin, estando dispuestos a negociar una
rendición con Estados Unidos, con la única condición de respetar la inviolabilidad del

65
Fue normal, en los últimos días de la batalla, cuando a los japoneses ya no les quedaba munición, que al
grito de ¡Banzai! (¡larga vida al Emperador!), salieran de sus guaridas y se lanzaran al ataque en cargas
suicidas con el único armamento de una catana entre sus manos, buscando la muerte honrosa en la batalla;
también era normal que se suicidaran estallándose granadas en la cabeza.

35
Emperador como el líder soberano de Japón. Esperaban que la guerra de desgaste que
habían mantenido desde la derrota de Midway, intimidase a los diplomáticos
estadounidenses en la mesa de negociación. Sin embargo las condiciones de los
americanos fueran rotundas:

“[…] ocupación de las islas mayores hasta que fuese posible elegir ‘un
gobierno pacífico y responsable’; castigo para los criminales de guerra,
desarme de las fuerzas armadas japonesas y pago de las reparaciones. En caso
de no aceptar, Japón debía esperarse la prosecución de la guerra a ultranza y la
devastación de su territorio”66

El gobierno de EEUU exhibía esta rotundidad a partir, básicamente, de dos hechos: el


apoyo de la URSS, que se sumó a la guerra contra Japón tras la Conferencia de Yalta(4
de febrero de 1945)67; y el éxito del Proyecto Manhattan, que fue anunciado al mundo
por el presidente Truman durante la conferencia de Postdam (17 de julio de 1945).

Precisamente, sería en esta conferencia donde se volviera a demandar una rendición


incondicional a Japón bajo los términos que nos recuerda Mikiso Hane:

“se exigía a Japón dejar sin autoridad a los responsables de la guerra, la


ocupación de Japón, la limitación de la soberanía japonesa a las islas de Japón,
el desarme total, penas para los criminales de guerra, una reforma política y
restricciones para las industrias japonesas”68.

Orgullosos e incompetentes, los dirigentes militares japoneses hicieron caso omiso a


esta declaración, postura que fue vista por Estados Unidos como una muestra más de
hostilidad, precipitando el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. A pocos años
del inicio de la Guerra Fría, el presidente estadounidense estaba deseoso de hacer ver a
la URSS lo que esta nueva arma era capaz de hacer en una posible confrontación
posterior contra los soviéticos. Independientemente de la razón o razones últimas para
utilizar el arma atómica, es cierto que Truman buscaba terminar la guerra cuanto antes
con un arma que sembrará el terror en el enemigo y que no causará baja alguna en el
ejército norteamericano.

66
(Procacci, 2005, pág. 298)
67
De esta manera la URSS rompía el acuerdo de no agresión que firmó con Japón en 1941.
68
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 246)

36
El 6 de agosto de 1945, un solitario B-29, el “Enola Gay”, despegaba desde Tinian y a
las 8:15 de la mañana lanzaba una bomba de uranio, “Little Boy”, de cinco toneladas
sobre Hiroshima. Las consecuencias fueron devastadoras: entre víctimas directas y
víctimas de la radiación murieron 150.000 civiles de una población de 322.000
personas.

Dos días más tarde, el 8 de agosto, la URSS entraba en el conflicto con un ataque
masivo a Japón, conquistando en pocas horas Manchuria. Al día siguiente, Nagasaki era
bombardeada, esta vez una bomba de plutonio, “Fat Man”, que se cobró la vida de
74.000 civiles de una población total de 270.000 personas.

En aquellos días, todavía, algunos altos cargos militares exclamaban que los aliados
tendrían que masacrar a los cien millones de habitantes de suelo nipón si querían acabar
la guerra. Lo que no esperaba la población japonesa es que su Emperador, Hirohito69,
tomara parte en el conflicto con un mensaje radiofónico, mandado a la nación el 14 de
julio de 1945, en el que proclamaba la rendición formal de Japón. Una parte del
discurso decía así:

“…si continuamos esta situación la guerra al final no sólo supondrá la


aniquilación de la nación japonesa sino también, la destrucción total de la
propia civilización humana. Y si esto fuese así, cómo podría proteger a mis
súbditos, mis hijos, y cómo podría solicitar el perdón ante los sagrados espíritus
de mis antepasados imperiales. Esta es la razón por la que he hecho al gobierno
del Imperio aceptar la Declaración Conjunta de las Potencias”70.

Fue, en todo caso, un discurso de rendición sin precedentes. Nunca antes un emperador
japonés había transmitido un mensaje público a la nación, mensaje en el que la palabra
rendición no aparecía por ningún lado, probablemente para no exaltar a los más
tradicionalistas. Pocas horas después, algunos oficiales prepararon un golpe de estado
contra el Consejo del Emperador, golpe que fue frenado por los mismos altos mandos
militares. El destino final de muchos de estos altos cargos militares, incapaces de
aceptar la deshonra de la rendición, fue recurrir al suicidio practicándose el hara-kiri71.

69
124º Emperador de Japón, llegado al trono el 25 de diciembre de 1926 a la edad de 25 años tras la
muerte de su padre Yoshihito.
70
En los anexos del presente trabajo aparece una traducción del discurso de rendición del Emperador.
71
En total fueron 500 miembros del ejército y la armada.

37
El propio primer ministro, Tojo, intentaría hacerlo, aunque no lo consiguió al ser
capturado por las fuerzas aliadas.

Por lo que respecta al pueblo japonés, hay que decir que no hubo ningún tipo de
altercado contra el gobierno, contra su Emperador o contra los soldados extranjeros que
empezaban a llegar a Japón para preparar los términos de la rendición, que, finalmente
se firmaría el 2 de septiembre de 1945 a bordo del USS Missouri. Algo importante fue
que Estados Unidos supo ver la relación especial entre el Emperador y su pueblo, tanto
es así que le reconocieron su función y la continuidad de su mandato celestial, lo que
sirvió para que los japoneses no tuvieran ningún tipo de recelo con respecto a EEUU.
Además, siguiendo con esta actitud de respeto a las instituciones gubernamentales
japonesas, EEUU decidió iniciar la reconstrucción del país contando con el propio
gobierno japonés72. O lo que es lo mismo, las reformas que EEUU acometió, llegarían a
través de aquel. Una política muy acertada, pues enmascaraba la ocupación extranjera
que tanto detestaban los japoneses, evitando, así, cualquier tipo de revuelta ciudadana.
Así, gracias a las palabras del Emperador y a la política estadounidense en la ocupación,
los japoneses se rindieron sin poner oposición, tal y como como nos recuerda la
antropóloga Ruth Benedict:

“[…] el japonés reconoce que ha cometido un ‘error’ al seguir una trayectoria


que no le lleva a su meta. Cuando fracasa la descarta porque no está
condicionado para dedicarse a causas perdidas […] el 14 de agosto de 1945,
cuando el Emperador habló, aceptaron todos los términos de la rendición […],
[…] [no es de extrañar] que a las tropas norteamericanas de ocupación les
parecía increíble que este pueblo amistoso fuera el mismo que había jurado
luchar hasta la muerte [durante la guerra] con lanzas de bambú”73.

Estos hechos no minimizan, sin embargo, las duras consecuencias de la Segunda Guerra
Mundial que sufrió Japón. Las más graves de ellas fueron las pérdidas humanas. En
total, en esta guerra perecieron 1,5 millones de militares (200.000 en cargas suicidas) y
algo más de 500.000 civiles; además, en el núcleo y alrededores de Hiroshima y

72
Esto se convirtió en una premisa básica de la ocupación de Estados Unidos que, para no minar más aún
el orgullo de los japoneses, decidió que las reformas fueran llevadas a cabo por el propio gobierno
japonés. (W.G., 1990, pág. 314)
73
(Benedict, 1945, págs. 291-292)

38
Nagasaki, habrían de soportar las consecuencias de la radiación nuclear. Tokio perdió
más de la mitad de sus hogares y se perdió, además, un diez por ciento de la carga total
industrial existente antes de la guerra. Japón, tras la guerra, se enfrentaba a un abismo
en forma de crisis en todos los sentidos. Cómo lo solucionó y quién le ayudó, son temas
que no cabe tratar en este trabajo.

Con todo, no será sino hasta agosto de 1946 cuando el Imperialismo Japonés llegue a su
punto y final. El inicio de una nueva etapa en la historia japonesa hay que situarlo en la
aprobación de una nueva Constitución para Japón, texto constitucional redactada por los
estadounidense que continua vigente hoy en día. En ésta la figura del Emperador queda
relegada al carácter de símbolo, y la soberanía es cedida al pueblo. Compuesta por 103
artículos, es el artículo 9 el que hace mención exacta al fin del Imperialismo, marcando
con esto, un antes y un después en la historia japonesa. Dice así:

“…el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho


soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de
solución en disputas internacionales. Con el objeto de llevar a cabo el deseo
expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de
tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de
beligerancia del estado no será reconocido”74.

El Imperialismo Japonés se extinguía, y los pocos territorios coloniales que aún le


quedaban, se perdían en la mesa de negociación con las potencias vencedoras. Poco más
tarde, los que en otro tiempo fueran sus territorios coloniales, iniciarían un proceso de
descolonización impregnado del mensaje anti-imperialista japonés de “Asia para los
asiáticos”. Por su parte, Japón daba paso a una nueva época, abandonando su tradición
imperial, iniciando la senda de la paz y absorbiendo como ningún otro país los ideales
del capitalismo en un proceso de crecimiento económico sin parangón, más conocido
como el “milagro japonés”.

74
Capítulo 9 de la Constitución japonesa de 1946. (http://www.cu.emb-
japan.go.jp/es/docs/constitucion_japon.pdf)

39
Conclusión

Finalmente, la etapa del Imperialismo Japonés terminó. Tras ella, la muerte, el horror y
la desolación quedaron en la memoria colectiva de este pueblo que, de ahora en
adelante, mirará hacia el futuro aferrándose a una nueva ideología que nada tendrá que
ver con el nacionalismo de la etapa imperial. Un nacionalismo que, como hemos visto,
fue genuino en su época por combinar tradición y modernidad, o como muy bien dice
John Breully en su libro “Nacionalismo y Estado”:

“Como ideología, combinó una preocupación por la identidad japonesa con la


aceptación de la necesidad de una amplia occidentalización, […] una nación
cuya esencia se podía preservar una vez hubiera pasado por un período de
grandes cambios. Uno de los aspectos centrales de esta idea fue la lealtad al
Emperador. […] La fusión de los símbolos de la tradición con la aceptación de
un cambio político radical jugó un papel vital en el nacionalismo japonés”.75

Con esa ideología, Japón consiguió lo que tanto quería: defenderse de los imperialismos
occidentales y preservar sus símbolos tradicionales. En todo caso, se puede decir que
este “nacionalismo reformista”, base del Imperialismo Japonés, fue un éxito, ya que con
él se inició la modernización necesaria para que Japón pudiera defenderse de la
amenaza de invasión extranjera. Con él se vertebraron los discursos imperialistas que
justificaban que la expansión hacia el sureste de Asia no era más que otra forma de
defensa, y es que como dice Jacques Neré en su libro “Historia Contemporánea”:

“Tras su victoria frente a China, Japón tuvo que renunciar a una parte de las
ventajas obtenidas ante la presión diplomática de las potencias occidentales,
pronto Rusia tomó lugar y amenazó con instalarse hasta en Corea; ¿cómo no
iba a reaccionar? Casi al mismo tiempo fue suplantado por los EEUU en las
islas Hawái. De ahí que se lanzara a una competición internacional en la que
cada país intentará asegurarse posiciones y ventajas, a menudo menos por
necesidad directa que por deseo de substraerlos a sus competidores”76.

Se deduce, pues, que Japón, durante la etapa imperialista, actuó de la manera más
natural posible, siempre y cuando entendamos que, a finales del siglo XIX y principios

75
(Breully, 1990, pág. 218)
76
(Neré, 1982, pág. 398)

40
del siglo XX, nos encontramos en un nuevo contexto, en el contexto de los
Imperialismos Occidentales, deseosos de repartirse el mundo.

El Imperialismo Japonés, además, habría que contemplarlo a partir de una serie de


características propias de este pueblo, que, como hemos visto, iban desde la creencia en
ser depositarios de una superioridad moral hasta la existencia de un sistema jerárquico
que se basaba, en última instancia, en la lealtad suprema al Emperador y, por extensión,
a todos los ideales del Imperialismo Japonés. Cuestiones que quedaron recogidas en
todas las reformas llevadas a cabo en la Restauración Meijí, que asemejaron Japón a un
estado occidental, lo que permitió el desarrollo del nacionalismo reformista.

Por otro lado, el expansionismo del Imperio Japonés, asentado en este nacionalismo
reformista, llevó a este país a una dinámica en la que su supuesta superioridad moral
nos les dejó ver hacia donde se dirigían. Dicho de otra manera, Japón, que ahora podía
frenar a las potencias imperiales de Occidente, también pensó que era el momento para
ganar a éstos en una guerra a gran escala. Sería, pues, su propio ego el que le llevó a la
derrota en la Segunda Guerra Mundial. Sobre el ego, o la supuesta “superioridad moral”
de los japoneses, son muy interesantes las palabras deja Ruth Benedict en su libro “El
crisantemo y la espada”:

“[…] Las otras naciones estaban resentidas por las pretensiones


grandilocuentes de Japón. Sin embargo, las tropas japonesas se asombraban de
que los habitantes de los países que ocupaban no les dieran la bienvenida. ¿No
estaban ofreciéndoles un lugar, por muy bajo que fuera, en una jerarquía, y no
era la jerarquía deseable incluso para aquellos que estaban en los peldaños más
bajos? No podían, sin embargo, imponer a otras naciones lo que se habían
impuesto a sí mismos, y erraron al creer que sería posible. Era un producto
genuino de Japón y es vital para comprender a este Japón”77.

Japón, tras la guerra, renunció a este nacionalismo reformista para construir un nuevo
nacionalismo de corte occidental, en el que iban a quedar intactas algunas señas de
identidad propias del pueblo japonés, como la figura del Emperador.

Y, ¿a nadie le extraña que el Emperador saliera “intacto” del juicio de los vencedores?,
¿a nadie le extraña que el pilar básico de toda esta radicalización saliera indemne?. La

77
(Benedict, 1945, pág. 101)

41
respuesta es que no, y es que repasando todo lo anterior hay que concluir que si Estados
Unidos hubiera decidido castigar al Emperador (como así lo hubiera hecho con los otros
líderes de las potencias perdedoras, Mussolini o Hitler, de haber podido), habría
castigado a todo un pueblo, que se hubiera levantado en armas de nuevo en la defensa
de su tradición, porque para aquel Japón el Emperador era la misma esencia de Japón.
Por eso fue tan importante que el Emperador diera el paso hacia la rendición el 14 de
julio de 1945 con ese mensaje radiofónico mandado a la nación. Y por eso fue tan
importante también la política de Estados Unidos con respecto a la ocupación de Japón,
intentando siempre no minar el orgullo de un pueblo milenario que, tras la guerra, se
prestaba a los designios de un Emperador que se arrodillaba ante el enemigo, y con él,
todo su pueblo.

42
ANEXOS

43
Anexo 1. Japón pre-Meijí

[Fuente: (Akamatsu, 1968)]

44
Anexo 2. Japón Meijí

[Fuente: (Akamatsu, 1968)]

45
Anexo 3. Imperialismos a principios del siglo XIX

[Fuente: (Hobsbawm, 1990)]

46
Anexo 4. Primeras anexiones de Japón

[Fuente: (Folly, 2008)]

47
Anexo 5. Máxima expansión del Imperio Japonés

[Fuente: (Neré, 1982)]

48
Anexo 6. Constitución Meijí de 1889

Habiendo ascendido al trono de una sucesión lineal ininterrumpida durante siglos, en virtud de
las glorias de nuestros antepasados, y deseando fomentar el bienestar y desarrollar las facultades
morales e intelectuales de nuestros amados súbditos, los mismos que han sido favorecidos con
el cuidado benévolo y la vigilancia afectuosa de nuestros antepasados; esperando mantener la
prosperidad del Estado de acuerdo con nuestro pueblo y contando con su apoyo, por el presente
promulgamos, en cumplimiento de nuestro edicto imperial del duodécimo día del décimo mes
del decimocuarto año de Meijí, una ley fundamental del Estado, que exhiba los principios que
servirán de guía a nuestra conducta e indicarán a nuestra descendencia, y a nuestros súbditos y
su descendencia, lo que tendrán que acatar eternamente.

Hemos heredado de nuestros antecesores los derechos de soberanía del Estado que legaremos a
nuestros descendientes. Ni nosotros ni ellos dejarán de ostentarlos en el futuro, de acuerdo con
las cláusulas de la Constitución que promulgamos.

Declaramos ahora respetar y proteger la seguridad de los derechos y la propiedad de nuestro


pueblo, al que garantizamos el completo disfrute de ellos dentro de los límites de los preceptos
de la presente Constitución y de la ley.

La Dieta imperial será convocada para el año vigésimo tercero de Meijí, y la fecha de su
comienzo será la de la puesta en vigor de esta Constitución.

Cuando en el futuro se necesitare enmendar cualquiera de sus cláusulas, nosotros o nuestros


sucesores asumiremos el derecho de iniciativa y someteremos un proyecto de enmienda a la
Dieta imperial, la cual votará la reforma de acuerdo con las condiciones impuestas por la
presente Constitución, y ni nuestros descendientes ni nuestros súbditos podrán efectuar
alteración alguna operando de otro modo.

Nuestros ministros, en nuestro nombre, serán responsables de llevar adelante la presente


Constitución, y nuestros súbditos, presentes y futuros, asumirán para siempre el deber de
obediencia a ella.

Capítulo I. El Emperador

Artículo I. El Imperio del Japón será regido y gobernado por una línea de Emperadores
ininterrumpida a través de los siglos.

Artículo II. El trono imperial será heredado por los descendientes imperiales masculinos según
lo establecido por la ley de la Casa Imperial.

Artículo III. El Emperador es sagrado e inviolable.

Artículo IV. El Emperador es la cabeza del Imperio; reúne en sí los derechos de soberanía, que
ejercita de acuerdo con las disposiciones de la presente Constitución.

Artículo V. El Emperador ejerce el Poder Legislativo con el consentimiento de la Dieta Imperial.

Artículo VI. El Emperador sanciona las leyes y ordena su promulgación y ejecución.

Artículo VII. El Emperador convoca la Dieta Imperial, la inaugura, cierra y prorroga, y disuelve
la Cámara de Representantes.

Artículo VIII. El Emperador, ante la urgente necesidad de mantener la seguridad nacional o de


impedir calamidades públicas, dicta, cuando la Dieta Imperial no celebra sus sesiones,
ordenanzas imperiales en vez de leyes. Estas ordenanzas deben ser presentadas a la Dieta

49
Imperial en la sesión siguiente, y cuando no sean aprobadas el gobierno las declarará inválidas
para el futuro.

Artículo IX. El Emperador dicta o hace que se dicten las ordenanzas necesarias para dar
cumplimiento a las leyes, o para mantener la paz pública y el orden, y fomentar el bienestar de
los súbditos. Pero la ordenanza no alterará, en modo alguno, cualquiera de las leyes existentes.

Artículo X. El Emperador establece la organización de las diferentes ramas de la administración


y los salarios de todos los funcionarios civiles y militares a quienes nombra y despide. Las
excepciones especialmente establecidas en la presente Constitución o en otras leyes estarán de
acuerdo con las respectivas estipulaciones.

Artículo XI. El Emperador tiene el mando supremo del ejército y de la marina.

Artículo XII El Emperador determina la organización del ejército y la marina y su permanencia


en tiempo de paz.

Artículo XIII. El Emperador declara la guerra, concierta la paz y concluye los tratados.

Artículo XIV. El Emperador declara el estado de sitio. Sus condiciones y efecto serán
determinados por la ley.

Artículo XV. El Emperador confiere títulos de nobleza, grados, órdenes y otras distinciones
honoríficas.

Artículo XVI. El Emperador ordena las amnistías, perdones, conmutaciones de penas y


rehabilitaciones.

Artículo XVII De conformidad con las disposiciones de la ley de la Casa Imperial, se instituirá
una Regencia. El regente ejercitará en nombre del Emperador los poderes que pertenecen a éste.

50
Anexo 7. Constitución de 1946
Nosotros, el pueblo japonés, actuando por intermedio de los representases debidamente elegidos
de la Dieta Nacional, determinados a asegurar para nosotros y para nuestra posteridad los frutos
de la cooperación pacífica con todas las naciones y los beneficios de la libertad para toda
nuestra tierra, y resueltos a evitar los horrores de una nueva guerra como resultado de la acción
del gobierno, proclamamos que el poder soberano reside en el pueblo y establecemos
firmemente esta Constitución. El Gobierno es un mandato sagrado del pueblo, de quien deriva
su autoridad; sus poderes son ejercidos por los representantes del pueblo y sus beneficios son
prerrogativa del pueblo. Este es el principio universal de humanidad sobre el cual se basa esta
Constitución. Rechazamos y revocamos todas las constituciones, leyes, ordenanzas y decretos
imperiales que se opongan a la presente Constitución. Nosotros, el pueblo japonés, deseamos
una paz duradera y, profundamente conscientes de los altos ideales que controlan las relaciones
humanas, hemos resuelto preservar nuestra seguridad y existencia, confiados en la justicia y la
buena fe de los pueblos amantes de la paz. Deseamos ocupar un lugar digno en la sociedad
internacional que lucha por la preservación de la paz y por la abolición definitiva en el mundo
de la tiranía y la esclavitud, de la opresión y la intolerancia. Reconocemos que todos los pueblos
de la tierra tienen el derecho de vivir en paz, libres de temor y de necesidades. Creemos que
ninguna nación es responsable sólo ante sí misma, sino que las leyes de la moral política son
universales y que la obediencia a esas leyes incumbe a todas las naciones que sustentan su
propia soberanía y justifican sus relaciones soberanas con otras naciones. Nosotros, el pueblo
japonés, comprometemos nuestro honor nacional en el cumplimiento de estos altos ideales y
propósitos con todos nuestros recursos.

Capítulo I. El Emperador

Artículo 1. El Emperador es el símbolo del Estado y de la unidad del pueblo, derivando su


posición de la voluntad del pueblo en quien reside el poder soberano.

Artículo 2. El Trono Imperial será dinástico y su sucesión se realizará de acuerdo con la Ley de
la Casa Imperial aprobada por la Dieta.

Artículo 3. Se requerirá el consejo y la aprobación del Gabinete en todos los actos del
Emperador vinculados con el Estado, y el Gabinete será responsable de los mismos.

Artículo 4. El Emperador realizará únicamente los actos de Estado previstos en esta constitución
y no tendrá otras facultades de gobierno. EI Emperador puede delegar la realización de los actos
vinculados con el Estado según lo dispongan las leyes.

Artículo 5. Cuando, de acuerdo con la Ley de la Casa imperial, se establezca una Regencia, el
Regente realizará los actos de Estado en nombre del Emperador. En este caso se hará aplicación
del párrafo primero del artículo precedente.

Artículo 6. El Emperador nombrará al Primer Ministro, conforme a la designación de la Dieta.


El Emperador nombrará al Presidente de la Corte Suprema de Justicia que designe el Gabinete.

Artículo 7. El Emperador, con el consejo y la aprobación del Gabinete, realizará los siguientes
actos de estado en beneficio del pueblo:

Promulgación de enmiendas de la constitución, leyes, decretos del Gabinete y tratados.

Convocación de la Dieta.

Disolución de la Cámara de Representantes.

51
Proclamación de elecciones generales para los miembros de la Dieta. Confirmación del
nombramiento y remoción de los Ministros de Estado y otros funcionarios de acuerdo
con la ley y de los plenos poderes y credenciales de Embajadores y Ministros.

Confirmación de amnistías generales o parciales, conmutación de penas, suspensión y


restitución de derechos.

Concesión de honores.

Confirmación de los instrumentos de ratificación y otros documentos diplomáticos de


acuerdo con las providencias de la ley.

Recepción de embajadores y ministros extranjeros.

Realización de funciones ceremoniales.

Artículo 8. No pueden donarse bienes a la Familia Imperial, ni ésta recibirlos o hacer


donaciones, sin la autorización de la Dieta.

Capítulo II. Renuncia a la guerra

Artículo 9. Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el


pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la
amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales. Con el
objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo
sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de
beligerancia del estado no será reconocido.

Capítulo III. Derechos y deberes del pueblo

Artículo 10. La ley determinará las condiciones necesarias para ser ciudadano japonés.

Artículo 11. No se podrá impedir al pueblo el goce de ninguno de los derechos humanos
fundamentales. Estos derechos humanos fundamentales, garantizados al pueblo por la
Constitución, serán conferidos al pueblo de ésta y de las futuras generaciones como derechos
eternos e inviolables.

Artículo 12. La libertad y los derechos garantizados al pueblo por la Constitución serán
mantenidos con el constante empeño del mismo, quien a su vez evitará todo abuso de estas
libertades y derechos y será responsable de su utilización en favor del bienestar público.

Artículo 13. Todos los ciudadanos serán respetados como personas individuales. Su derecho a la
vida, a la libertad y al logro de la felicidad, será, en tanto que no interfiera con el bienestar
público, el objetivo supremo de la legislación y de los demás actos de gobierno.

Artículo 14. Todos los ciudadanos son iguales ante la ley y no existirá discriminación política,
económica o social por razones de raza, credo, sexo, condición social o linaje. No se
reconocerán prerrogativas ni títulos de nobleza. Ningún privilegio acompañará al otorgamiento
de honores, condecoraciones o cualquier otra distinción ni tampoco ninguno de tales
reconocimientos será válido más allá de la vida del individuo que los ostente en el presente o
que pueda recibirlos en el futuro.

Artículo 15. El pueblo tiene el derecho inalienable de elegir y destituir a las autoridades
públicas. Las autoridades públicas están al servicio de toda la comunidad y no de un grupo
determinado. Se garantiza el sufragio universal de las personas mayores de edad con respecto a
la elección de las autoridades públicas. El secreto del voto será inviolable en todas las
elecciones. No se podrá inquirir a ningún La Constitución de Japón. El manuscrito oficial de la
Constitución se conserva en los Archivos Nacionales. En la fotografía de arriba, a la derecha

52
aparece la página que contiene el preámbulo y en el centro las páginas que contienen el sello
imperial y las firmas del Emperador y los ministros del Gabinete.

Artículo 25. Todos los ciudadanos tendrán el derecho de mantener un nivel mínimo de vida
saludable y cultural. En todos los órdenes de la vida humana, el Estado conducirá sus esfuerzos
a la promoción y acrecentamiento del bienestar y la seguridad social y la salud pública.

Artículo 26. Todos los ciudadanos tendrán el derecho de recibir igual educación en
concordancia con su capacidad, según lo dispongan las leyes. Todos los ciudadanos están
obligados a que los niños y niñas que se encuentren bajo su protección, reciban la educación
común según lo establece la ley. Esta educación obligatoria será gratuita.

Artículo 27. Todos los ciudadanos tendrán el derecho y la obligación de trabajar. La ley fijará
las normas sobre salarios, horas laborales, descanso y demás condiciones de trabajo. Los niños
no serán explotados.

Artículo 28. Se garantiza el derecho de los trabajadores para organizarse, convenir los salarios y
actuar colectivamente.

Artículo 29. El derecho de poseer o retener propiedades es inviolable. Los derechos de


propiedad serán definidos por la ley en conformidad con el bienestar público. La propiedad
privada puede expropiarse con fines de utilidad pública, previa justa compensación.

Artículo 30. Los ciudadanos estarán sujetos a los impuestos que determinan las leyes.

Artículo 31. Ninguna persona podrá ser privada de su vida o libertad, ni se impondrá ninguna
otra condena criminal, excepto con los procedimientos establecidos por la ley.

Artículo 32. No se podrá negar a ninguna persona el derecho de recurrir a la justicia.

Artículo 33. Ninguna persona será detenida sin orden emanada de autoridad judicial competente
en la que se especifique el cargo que se le imputa, excepto en el caso de ser sorprendida en el
momento de cometer el delito.

Artículo 34. Ninguna persona será detenida o arrestada sin ser informada simultáneamente de
los cargos de que se le acusan o sin que pueda disponer de inmediato de asesoramiento legal;
tampoco podrá ser detenida elector, pública o privadamente, sobre la elección que hubiese
hecho.

Artículo 35. No se violará la seguridad de domicilio ni se registrarán ni secuestrarán papeles y


efectos personales, excepto con el debido mandamiento expedido con causa suficiente y en el
que se especifique en particular el lugar que se registrará y los objetos que deben secuestrarse, o
bien el caso previsto en el Art. 33. Cada registro o secuestro deberá realizarse en base a un
mandamiento separado expedido por una autoridad judicial competente.

Artículo 36. Se prohíbe en forma absoluta la aplicación de torturas o castigos por parte de
cualquier autoridad pública.

Artículo 37. En todas las causa criminales, el acusado gozará de los derechos de un juicio rápido
y público ante un tribunal imparcial. Se le brindará amplia oportunidad para examinar a todos
los testigos y tendrá el derecho de hacer comparecer compulsivamente a los testigos de su
interés a expensas del erario público. En todos los casos el acusado contará con asistencia
jurídica competente, la que estará a cargo del Estado si el acusado no puede procurársela por sus
propios medios.

Artículo 38. Ninguna persona estará obligada a declarar contra sí misma. La confesión obtenida
mediante coacción, tortura o amenazas, o luego de una detención o arresto prolongado, no será

53
considerada como evidencia. Ninguna persona será condenada o castigada en los casos en que la
única prueba en su contra sea su propia confesión.

Artículo 39. Ninguna persona será considerada criminalmente culpable por un acto que era legal
en el momento en que se cometió, o del que hubiera sido absuelta, ni tampoco será juzgada dos
veces por un mismo hecho.

Artículo 40. Cualquier persona, en caso de ser absuelta, luego de haber sido arrestada o
detenida, puede demandar al Estado por daños y perjuicios de acuerdo con las estipulaciones de
la ley.

Capítulo IV. La Dieta

Artículo 41. La Dieta es el órgano supremo del poder del Estado y el único órgano legislativo
del mismo.

Artículo 42. La Dieta estará formada por dos Cámaras: la Cámara de Representantes y la
Cámara de Consejeros.

Artículo 43. Ambas Cámaras estarán integradas por miembros elegidos en representación de
todo el pueblo. El número de los miembros de cada Cámara será fijado por la ley.

Artículo 44. Los requisitos para ser miembro de una u otra Cámara y para sus electores serán
determinados por la ley. No se harán discriminaciones, sin embargo, por motivos raciales, de
credo, sexo, estado social, linaje, educación, bienestar material o rentas.

Artículo 45. El término del mandato de los miembros de la Cámara de Representantes será de 4
años. No obstante, el término se dará por concluido antes de su periodo normal cuando se
declare disuelta la Cámara de Representantes.

Artículo 46. El término del mandato de los miembros de la Cámara de Consejeros será de seis
años, y cada tres años se efectuarán elecciones para renovar la mitad de sus miembros.

Artículo 47. Los distritos electorales, la forma del voto y demás cuestiones relacionadas con la
elección de los miembros de ambas Cámaras serán determinadas por la ley.

Artículo 48. Ninguna persona podrá ser miembro de ambas Cámaras simultáneamente.

Artículo 49. Los miembros de ambas Cámaras recibirán del tesoro nacional, una remuneración
anual apropiada, de acuerdo con lo establecido por la ley.

Artículo 50. Excepto en los casos previstos por la ley, los miembros de ambas Cámaras no
podrán ser detenidos mientras se encuentre en sesión la Dieta, y cualquier miembro detenido
antes de iniciarse la sesión será puesto en libertad durante el tiempo que dure la misma, a
solicitud de la Cámara.

Artículo 51. Los miembros de ambas Cámaras no serán inculpados, fuera del recinto, por los
discursos, debates o votos emitidos dentro del mismo.

Artículo 52. La Dieta será convocada a sesión ordinaria una vez al año.

Artículo 53. El Gabinete puede determinar la convocatoria a sesiones extraordinarias de la


Dieta. Dicha convocatoria se efectuará cuando así lo solicite la cuarta parte o un número mayor
del total de los miembros de cualquiera de las Cámaras.

Artículo 54. Cuando sea disuelta la Cámara de Representantes, se realizará una elección general
de los miembros de la misma Constitución. Cuando un proyecto aprobado por la Cámara de
Representantes es rechazado por la de Consejeros, se convertirá en ley si aquélla insiste con una

54
mayoría de por lo menos dos tercios de los miembros presentes. Lo previsto en el párrafo
anterior no impide que la Cámara de Representantes convoque a un comité mixto de ambas
Cámaras, en la forma prevista por la ley. Si la Cámara de Consejeros no toma una resolución
definitiva dentro de los sesenta días después de haber recibido un proyecto de ley aprobado por
la Cámara de Representantes, exceptuando el periodo de receso, esta última puede considerar
dicho proyecto como rechazado por la Cámara de Consejeros.

Artículo 55. Cada Cámara juzgará los problemas referentes a la calificación de sus miembros.
Pero para denegar un escaño a cualquiera de ellos, serán necesarios los votos de por lo menos
dos tercios de los miembros presentes.

Artículo 56. Ninguna de las Cámaras podrá deliberar o resolver asunto alguno sin la presencia
de por lo menos un tercio de la totalidad de sus miembros. Todos los asuntos serán resueltos en
cada Cámara, por la mayoría de los miembros presentes, con las excepciones previstas en la
Constitución y, en caso de empate, el Presidente decidirá con su voto.

Artículo 57. Las deliberaciones de ambas cámaras serán públicas. No obstante, podrán realizarse
sesiones secretas cuando así lo decidan por lo menos los dos tercios de los miembros presentes.
Cada Cámara llevará un registro de sesiones. Este registro será publicado y distribuido sin la
transcripción de aquellas partes de las sesiones secretas que así lo requieran. En las minutas de
los asuntos tratados, se registrarán los votos de los miembros si así lo solicita un quinto o más
de los miembros presentes.

Artículo 58. Cada Cámara elegirá su propio presidente y demás autoridades. Establecerá,
asimismo, su propia reglamentación con respecto a las reuniones, procedimientos y disciplina
interna, pudiendo sancionar a sus miembros por desórdenes de conducta. No obstante, para
expulsar a un miembro, se necesitará una resolución en tal sentido aprobada por una mayoría de
dos tercios o más de los miembros presentes.

Artículo 59. Un proyecto de ley, cuando es aprobado por ambas Cámaras, se convierte en ley,
salvo en los casos de excepción previstos por la Constitución de Japón-

Capítulo V. El Gabinete

Artículo 60. El presupuesto debe ser sometido en primera instancia a la Cámara de


Representantes. Luego de considerado el presupuesto, si la Cámara de Consejeros toma una
decisión diferente a la Cámara de Representantes y no se llega a un acuerdo aún mediante la
reunión de un comité conjunto, según lo establece la ley, o si la Cámara de Consejeros no toma
una resolución definitiva dentro de los treinta (30) días de haber recibido el presupuesto, salvo
en el periodo de receso, se considerará que lo resuelto por la Cámara de Representantes será la
decisión de la Dieta.

Artículo 61. El segundo párrafo del artículo precedente es también de aplicación para la
aprobación requerida a la Dieta en la conclusión de tratados.

Artículo 62. Cualquiera de las Cámaras puede iniciar investigaciones en materia de gobierno y
exigir la presencia y declaración de testigos, como también la realización de las actuaciones
pertinentes.

Artículo 63. El Primer Ministro y los otros miembros del Gabinete pueden, en cualquier
momento, asistir a las sesiones de ambas Cámaras, sean o no miembros de las mismas, con el
propósito de tratar los proyectos en discusión. Concurrirán, además, cuando su presencia sea
requerida para dar informes o explicaciones.

Artículo 64. La Dieta organizará una corte procesal formada por miembros de ambas Cámaras
para juzgar a los magistrados judiciales contra los que se hubiere promovido juicio de remoción.
Las cuestiones relacionadas con el enjuiciamiento serán establecidas por la ley. Dentro de los

55
cuarenta días de la fecha de la disolución, y la Dieta será convocada dentro de los treinta días de
la fecha de la elección. Mientras la Cámara de Representantes esté disuelta, no sesionará la
Cámara de Consejeros. No obstante, el Gabinete puede, en caso de emergencia nacional,
convocar a la Cámara de Representantes a sesión de emergencia. Las medidas adoptadas en la
sesión mencionada en el párrafo precedente, serán provisorias, y consideradas nulas y sin valor,
a menos que la Cámara de Representantes las apruebe dentro de los diez días de iniciada la
próxima sesión de la Dieta.

Artículo 65. El Poder Ejecutivo residirá en el Gabinete.

Artículo 66. El Gabinete estará compuesto por el Primer Ministro, que será quien lo presida, y
por los demás Ministros de Estado que determine la ley. El Primer Ministro y los demás
Ministros de Estado serán civiles. El Gabinete, en ejercicio del Poder Ejecutivo, será
responsable colectivamente ante la Dieta.

Artículo 67. El Primer Ministro será designado por resolución de la Dieta, de entre los
miembros de la misma. Esta designación será previa a la consideración de cualquier otro asunto.
Si la Cámara de Representantes y de Consejeros no llegan a un acuerdo, y si aún mediante la
intervención de un comité conjunto de ambas Cámaras, como establece la ley, no puede
alcanzarse dicho acuerdo, o si la Cámara de Consejeros no toma una decisión dentro de los diez
días después que la Cámara de Representantes haya hecho su elección, excluyendo el período de
receso, se considerará que la decisión de esta última Cámara es la decisión de la Dieta.

Artículo 68. El Primer Ministro designará a los Ministros de Estado. La mayoría de sus
miembros deben ser elegidos de entre los miembros de la Dieta. El Primer Ministro puede
destituir a los Ministros de Estado según su propio criterio.

Artículo 69. S i la Cámara de Representantes aprueba una moción de censura o rechaza un voto
de confianza, el Gabinete renunciará en pleno, a menos que dicha Cámara sea disuelta dentro de
los diez días.

Artículo 70. Cuando se produzca la vacante del cargo de Primer Ministro, o después de la
primera convocatoria de la Dieta con motivo de la elección general de los miembros de la
Cámara de Representantes, el Gabinete renunciará en pleno.

Artículo 71. En los casos mencionados en los dos artículos precedentes, el Gabinete continuará
en funciones hasta la designación del nuevo Primer Ministro.

Artículo 72. El Primer Ministro, en representación del Gabinete, someterá a la Dieta los
proyectos e informes sobre los asuntos generales de la Nación y las relaciones con el exterior y
ejercerá el control y supervisión de las diversas ramas de la administración pública.

Artículo 73. El Gabinete además de otras funciones administrativas generales, tendrá a su cargo
las siguientes tareas: Administrar fielmente la ley; conducir los asuntos de Estado. Dirigir las
relaciones con el extranjero. Concluir tratados. Sin embargo, previamente, o de acuerdo con las
circunstancias, con posterioridad, deberá obtener la aprobación de la Dieta. Dirigir la
administración civil, de acuerdo con las provisiones establecidas por la ley. Preparar el
presupuesto y someterlo a la Dieta. Promulgar los decretos del Gabinete para ejecutar las
disposiciones de esta Constitución y de la ley. En tales decretos, sin embargo, no se incluirán
normas penales, a menos que esté autorizado por dichas leyes. Decidir amnistías generales y
especiales, conmutación de penas, suspensión de ejecuciones generales y restitución de
derechos.

Artículo 74. Todas las leyes y decretos del Gabinete llevarán la firma del Ministro de Estado
competente y serán refrendados por el Primer Ministro.

56
Artículo 75. Los Ministros de Estado, durante el desempeño de sus funciones, no podrán ser
sometidos a proceso sin el consentimiento del Primer Ministro. No obstante, el derecho de
iniciar tal acción no será anulado por ello.

Capítulo VI. El Poder Judicial

Artículo 76. El Poder Judicial será ejercido exclusivamente por la Corte Suprema y los
tribunales inferiores, de acuerdo con lo establecido por la ley. No existirán tribunales
extraordinarios, y ningún órgano del Poder Ejecutivo tendrá atribuciones judiciales definitivas.
Todos los jueces serán independientes en el uso de su conciencia y estarán limitados solamente
por esta Constitución y la ley.

Artículo 77. La Corte Suprema tiene la potestad de determinar las normas de procedimiento y de
práctica y las cuestiones concernientes a los letrados, la disciplina interna de los tribunales y la
administración de los asuntos judiciales. Los procuradores públicos estarán sujetos a las normas
de procedimientos determinadas por la Corte Suprema. La Corte Suprema puede delegar en los
tribunales inferiores la potestad de dictarse sus propias normas.

Artículo 78. Los jueces serán inamovibles, excepto mediante juicio público, salvo que sean
judicialmente declarados incapacitados mental o físicamente para el desempeño de sus
funciones. Ningún órgano del Poder Ejecutivo adoptará medidas disciplinarias en contra de los
jueces.

Artículo 79. La Corte Suprema se compondrá de un Presidente y del número de jueces que
determine la ley; todos ellos, con excepción del Presidente, serán designados por el Gabinete.
La designación de los jueces de la Corte Suprema será sometida a la consideración de los
electores en la primera elección general de miembros de la Cámara de Representantes que se
realice después de sus nombramientos, y este procedimiento se repetirá nuevamente, una vez
transcurridos diez años, en la primera elección general de miembros de dicha Cámara, y así
sucesivamente. En los casos mencionados en el párrafo anterior, cuando la mayoría de los
electores se pronuncien por la remoción de un juez, éste será separado de su cargo. Las
cuestiones relacionadas con este pronunciamiento serán establecidas por la ley. Los jueces de la
Corte Suprema se retirarán al alcanzar el límite de edad fijado por la ley. Todos los jueces
recibirán periódicamente, una compensación adecuada que no podrá ser disminuida mientras
permanezcan en sus cargos.

Artículo 80. Los jueces de los tribunales inferiores serán nombrados por el Gabinete, de acuerdo
con las listas de las personas designadas por la Corte Suprema. Estos jueces permanecerán en
sus puestos por un plazo de diez años y podrán ser reelegidos, pero deberán retirarse cuando
alcancen el límite de edad fijado por la ley. Los jueces de los tribunales inferiores recibirán,
periódicamente, una compensación adecuada que no podrá ser disminuida mientras
permanezcan en sus cargos.

Artículo 81. La Corte Suprema es el tribunal definitivo para determinar la constitucionalidad de


cualquier ley, ordenanza, reglamentación o disposición oficial.

Artículo 82. Los procesos serán públicos al igual que las sentencias. Cuando un tribunal
resuelva por unanimidad que la publicidad puede ser peligrosa para el orden público o la moral,
el proceso puede sustanciarse privadamente, pero los juicios por delitos políticos, delitos de
prensa o aquellos en que se cuestionen los derechos del pueblo garantizados en el capítulo III de
esta Constitución, serán siempre sustanciados públicamente.

Capítulo VII. Finanzas

Artículo 83. El poder de administrar las finanzas nacionales será ejercido de acuerdo con lo que
determine la Dieta.

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Artículo 84. No se impondrán nuevos impuestos ni se modificarán los existentes sino por medio
de la ley en las condiciones establecidas por la ley.

Artículo 85. No se efectuarán gastos ni el Estado contraerá obligaciones sin previa autorización
de la Dieta.

Artículo 86. El Gabinete preparará y someterá a la consideración y decisión de la Dieta el


presupuesto de cada año fiscal.

Artículo 87. Con el objeto de cubrir eventuales deficiencias del presupuesto, la Dieta puede
autorizar un fondo de reserva que será utilizado bajo la responsabilidad del Gabinete. Se debe
obtener la posterior aprobación de la Dieta para todos los pagos efectuados con el fondo de
reserva.

Artículo 88. Todas las propiedades de la Casa Imperial pertenecen al Estado. Todos los gastos
de la Casa Imperial serán asignados por la Dieta en el presupuesto.

Artículo 89. Los fondos u otros bienes públicos no serán utilizados o aplicados para uso,
beneficio o mantenimiento de instituciones o asociaciones religiosas, o para empresas de
caridad, educacionales o humanitarias, que no estén bajo el control de la autoridad pública.

Artículo 90. El resultado de los gastos y rentas del Estado será revisado anualmente por el
Tribunal de Cuentas y sometido por el Gabinete a la Dieta, juntamente con el informe de
revisión, durante el año fiscal inmediato posterior al período vencido. La organización y
competencia del Tribunal de Cuentas serán determinadas por la ley.

Artículo 91. Periódicamente, y por lo menos una vez al año, el Gabinete informará a la Dieta y
al pueblo sobre el estado de las finanzas nacionales.

Capítulo VIII. Autonomías locales

Artículo 92. Las cuestiones concernientes a la organización y funcionamiento de las entidades


públicas locales serán establecidas tribunales inferiores la potestad de dictarse sus propias
normas.

Artículo 93. Las entidades públicas locales establecerán asambleas como sus órganos
deliberativos, de acuerdo con lo que determine la ley. Los funcionarios ejecutivos de las
entidades públicas locales, los miembros de sus asambleas y las demás autoridades locales que
determine la ley, serán elegidos por votación directa popular dentro de sus propias
comunidades.

Artículo 94. Las entidades públicas locales tendrán el derecho de manejar sus bienes, asuntos y
administración y de dictar sus propias reglamentaciones dentro de los márgenes de la ley.

Artículo 95. La Dieta no puede dictar leyes especiales aplicables únicamente a una entidad
pública sin el consentimiento de la mayoría de los votantes de la entidad pública afectada,
obtenido de acuerdo con las prescripciones de la ley.

Capítulo IX. Enmiendas

Artículo 96. Las enmiendas a esta Constitución deben ser iniciadas en la Dieta mediante el voto
concurrente de por lo menos dos tercios de la totalidad de los miembros de cada una de las
Cámaras y ser luego sometidas a la ratificación del pueblo, que deberá aprobarlas por mayoría
de votos emitidos en plebiscito especial o en acto electoral que determine la Dieta. Las
enmiendas así ratificadas, serán promulgadas de inmediato por el Emperador en nombre del
pueblo como parte integrante de esta Constitución.

Capítulo X. Ley Suprema

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Artículo 97. Los derechos humanos fundamentales garantizados por esta Constitución al pueblo
de Japón, son el fruto de la antigua lucha del hombre por la libertad; han sobrevivido a
numerosas pruebas severas a través del tiempo, y se confían a ésta y a las futuras generaciones
para que los custodien permanentemente en forma inviolable.

Artículo 98. Esta Constitución será la Ley Suprema de la Nación, y ninguna ley, ordenanza,
decreto imperial u otro acto de gobierno, en forma total o parcial, contrario a lo que en ella se
establece, tendrá fuerza legal o validez. Los tratados concluidos por Japón y el derecho
internacional establecido serán fielmente observados.

Artículo 99. El Emperador o el Regente, así como los Ministros de Estado, los miembros de la
Dieta, los jueces y todas las demás autoridades públicas, tienen la obligación de respetar y
defender esta Constitución.

Capítulo XI. Disposiciones suplementarias

Artículo 100. Esta Constitución entrará en vigor a partir del primer día después de transcurridos
seis meses de la fecha de su promulgación. La promulgación de las leyes necesarias para la
entrada en vigor de esta Constitución, la elección de los miembros de la Cámara de Consejeros,
el procedimiento para la convocación de la Dieta y los demás procedimientos preparatorios
necesarios para la entrada en vigor de esta Constitución pueden ser llevados a cabo antes del día
señalado en el párrafo anterior.

Artículo 101. Si la Cámara de Consejeros no se ha constituido antes de la entrada en vigor de


esta Constitución, la Cámara de Representantes funcionará como Dieta hasta tanto se constituya
la Cámara de Consejeros.

Artículo 102. La duración del mandato de la mitad de los miembros de la Cámara de Consejeros
electos para el primer término bajo esta Constitución será de tres años. El procedimiento para
determinar a los miembros comprendidos en este período será especificado por la ley.

Artículo 103. Los Ministros de Estado, los miembros de la Cámara de Representantes y los
jueces en actividad al entrar en vigencia esta Constitución, así como las demás autoridades
públicas que ocupen cargos reconocidos por la misma, no cesarán en sus funciones a causa de la
entrada en vigencia de esta Constitución, a menos que así lo especifique la ley. Cuando, por el
contrario, se nombren o elijan sucesores de acuerdo con lo previsto por la Constitución,
quedarán, automáticamente, separados de sus cargos.

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Fuentes y bibliografía

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